Alejandro Aravena

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Alejandro Aravena: 'El desafío de la arquitectura es salir de la especificidad del

problema a la inespecificidad de la pregunta'

Les presentamos una entrevista exclusiva al ganador del premio Pritzker, Alejandro
Aravena publicada en la última edición número 31 de la Revista AOA. Esta fue
realizada por el comité editorial de Revista AOA -representado por Yves Besançon,
Francisca Pulido y Tomás Swett- y acompañada por las fotografías de Álvaro
González. La generosa disponibilidad y calidez de Aravena les permitió abordar un
cuestionario profundo sobre su pensamiento y proyección arquitectónica,
especialmente a la luz de la bienal que comienza a fines de mayo en Venecia.

Sin duda este año ha marcado la consolidación internacional del arquitecto, que en
enero se convirtió en el primer chileno ganador del premio Pritzker y además es el
primer director latinoamericano de la Bienal de Arquitectura de Venecia, cuya XV
versión abre sus puertas por estos días. Desde allí, como reza el lema que define la
muestra, continúa “Reportando desde el frente” e incentivando a arquitectos de todo
el mundo a que compartan las batallas que están dando en sus países.
En total, son 88 trabajos de 37 países -entre ellos cuatro proyectos chilenos- que
abordan temáticas relacionadas a la segregación, la desigualdad, los suburbios, el
saneamiento, los desastres naturales, escasez en la vivienda, la migración, la
delincuencia, el tráfico, la basura, la contaminación y la participación de las
comunidades. Junto a la declaración de principios que acompaña al llamado que
define a la Bienal, Aravena ha explicado que la exhibición de este año es “sobre el
aprendizaje y el enfoque de las arquitecturas que a través de la inteligencia, intuición
o ambas, son capaces de escapar del statu quo (…). Y en lugar de la resignación o la
amargura proponen y hacen algo”.
Justamente es lo que define el trabajo de Aravena y de Elemental, que en un paso más
allá de este “hacer algo” recientemente liberó el uso de cuatro de sus diseños de
vivienda social. Vale decir, cualquier arquitecto o institución pública o privada podrá
utilizar los planos y detalles constructivos de los conjuntos Quinta Monroy de Iquique,
Colonia Lo Barnechea en Santiago, Villa Verde en Constitución y las premiadas
viviendas expansibles de Monterrey en México. Una decisión que habla de “la
necesidad de trabajar juntos en abordar el desafío de la rápida urbanización alrededor
del mundo”, muy en línea con el tema de la Bienal.
En una larga conversación con el comité editorial de Revista AOA -representado por
Yves Besançon, Francisca Pulido y Tomás Swett- abordó estos temas, tomando como
punto de partida lo que se está haciendo -o más bien dejando de hacer- para formar
arquitectos capaces de definir las interrogantes adecuadas que permitan a la
arquitectura dar las respuestas sociales necesarias.

“Sueles referirte a la necesidad de buscar las preguntas antes que dar las respuestas frente una
problemática arquitectónica. Con este foco, ¿qué piensas de la formación de los nuevos arquitectos?
¿Qué se necesita para definir los verdaderos problemas de contingencia y desde ahí abordar la
educación de la arquitectura?”

Si clarificas a qué debe dedicarse la arquitectura, por añadidura llega qué o cómo debe
enseñarse, por lo que intentaré acometer el tema desde varios focos. El primero es
asumir que lo que se enseña hoy es básicamente un set de reglas disciplinares según el
cual se juzgan luego los objetos que produces. Por lo general se alude más a lo
artístico formal y leyes de composición que a una tradición disciplinar específica. Si
bien eso puede desarrollar y hacer expandir la disciplina desde su propio set interno
de reglas, el riesgo es que tanto las reglas como el tipo de problemas no sean
compartidos por el resto de la sociedad y solo le importen a otros arquitectos.
Entonces la discusión arquitectónica se convierte en una crítica especializada o
análisis estilístico formal que al resto de la sociedad le importa poco. Por lo tanto, una
primera cuestión es ver cuánto se pone en introducir a una persona en ese cuerpo de
conocimientos específicos y cuánto en partir desde problemas absolutamente
inespecíficos, que le importen y en los que pueda opinar cualquier ciudadano. Es decir,
salir de la especificidad del problema a la inespecificidad de la pregunta. Si se logra
entender que los problemas de los que la arquitectura tendría que ocuparse son
aquellos que le importan a la sociedad, la manera de contribuir es desde ese cuerpo de
conocimientos específicos. Es decir, traducir las fuerzas en juego a forma, que
finalmente es lo que los arquitectos sabemos hacer. No es transformarse en
economista, político o antropólogo, pero conocer sus lenguajes permite comprender el
código de las fuerzas que luego se deben traducir a formas. En general hacemos poco
el ejercicio de entender los lenguajes de otras disciplinas y al hacerlo abandonamos el
núcleo de la arquitectura, que es hacer proyectos.
Hace años, en una discusión que me tocó tener con Hashim Sarkis, entonces decano de
Harvard y hoy director del MIT, decíamos que hay un momento en que la arquitectura
se bifurca, probablemente a fines de los 60 y comienzo de los 70. Por un lado están
quienes reclaman una especie de fuero creativo para ser genios, y se desarrollan todos
los ‘ismos’ posibles: postmodernismo, minimalismo, deconstructivismo, etc. Pero esta
autonomía disciplinar tiene una línea muy delgada con la irrelevancia, es decir,
ocuparse de cosas que no le preocupan a nadie más que a los propios arquitectos. El
otro camino es de los que optan por ocuparse de problemas de pobreza, subdesarrollo
e inequidad, pero abandonando el conocimiento específico de la arquitectura para
transformarse en consultores de organismos con siglas y hacer papers. Visto así
podemos concluir que el problema está en no organizar la información en clave de
propuesta. El valor de la arquitectura es que no toma la información para hacer un
diagnóstico, sino una propuesta. La organización de las ‘partículas’ de información en
clave de propuesta es el poder específico de la arquitectura…

¿Armar el puzzle, más que organizar las piezas sueltas?

Es como templar una espada. Cuando se logra es porque están todas las partículas en
una misma dirección. No están necesariamente todas de acuerdo ni dicen lo mismo,
pero apuntan en una dirección. El desafío de la arquitectura, y por extensión de su
enseñanza, es ser capaz de partir desde fuera de la arquitectura, en ese ámbito de
problemas inespecíficos que le puedan importar a la sociedad y sintetizarlos en clave
de propuesta arquitectónica específica, para que luego la propuesta sea devuelta a la
sociedad y juzgada. Por eso es tan difícil producir una buena obra de arquitectura.

¿Qué definiría, entonces, a una buena obra?

Es aquella capaz de sintetizar un espectro o capas de variables que parten en


cuestiones absolutamente prácticas y concretas. Al star architect se lo critica por
preocuparse de la dimensión icónica de la arquitectura, respondiendo a lo
estrictamente disciplinar cuando hay que preocuparse también de los problemas de la
gente. Pero si consideras solo los problemas y abandonas la dimensión artística del
proyecto, estás igual de incompleto.
Volviendo al tema de la educación, debemos entender que si algún poder tiene la
arquitectura es el de síntesis, y en ese sentido no hay que tenerle susto a comenzar
por diseñar la pregunta e identificar cuántas variables tiene la ecuación. Al hablar de
‘ecuación’ lo que explicitas son los términos a los cuales deberás responder después.
La dificultad -o tal vez la gracia- de la arquitectura es que para esa determinada
ecuación no hay una respuesta única. Pero la capacidad de explicitar qué es lo que
informa la forma del proyecto es el tipo de cuestiones que uno esperaría que aborde la
enseñanza de la arquitectura. Normalmente lo que hacemos los arquitectos, y lo que
se enseña a hacer, es que ante la posibilidad de que fuerzas contradictorias hagan que
la obra u objeto final no sea todo lo pulcro juzgado desde el set de reglas de la
arquitectura, acomodes la pregunta.

“Como hacer el croquis después de terminada la obra…”

Exacto, y eso tiene varias dificultades. Por un lado, uno como arquitecto debe ser
capaz de sintetizar en clave de proyecto y en una única propuesta incluso fuerzas
contradictorias. Por otro lado se requiere de un cambio de paradigma: si seguimos
pidiéndole a un proyecto de vivienda social que solo responda como dimensión
escultórica, estamos juzgando mal. Es la pregunta la que debe ser distinta, no la
respuesta. Por eso soy tan crítico de cómo está la enseñanza de la arquitectura hoy,
porque lo que en general veo en la academia es un circuito de personas que depende
de publicaciones, simposios y congresos, y que suelen ocuparse solo de temas que
suenen muy potentes. Los problemas que de verdad importan parecieran no tener
méritos desde el punto de vista académico, son muy comunes y corrientes y eso no
tiene glamour. Se necesita entender y dar otra tensión a las preguntas y luego, al
juzgar, entender también la real complejidad del problema y que por lo tanto debes
reevaluar la forma con la cual decides si un proyecto es o no exitoso.

Fuerzas en juego

La capacidad de cuestionamiento que tiene hoy un alumno o un profesional joven suele ser baja, busca
resultados inmediatos y directos. La etapa inicial de cuestionamientos es bastante limitada, la lógica del
proceso de diseño no parece estar desarrollada en la formación de los arquitectos.

Previo al cuestionamiento está la apertura a abordar el problema con todo lo que


venga al caso, un desprejuicio que permita distinguir lo relevante de lo que no lo es.
No es cuestionamiento en el sentido crítico o de juicio negativo. Pero es complejo,
porque cuando un cliente llega con un encargo no necesariamente tiene clara la
pregunta. La construcción de la pregunta es parte del acto creativo, debe discriminar
qué importa y qué no: qué va a informar la forma, la estructura, el presupuesto, el
clima, la normativa, el usuario, etc., partiendo desde cuestiones muy concretas y
medibles. Sin embargo están las dimensiones intangibles, regidas por lo que llamamos
las ‘certezas inefables’, donde es difícil saber si están bien o mal y que también forman
parte del proyecto, como el carácter del edificio. En eso radica la dificultad de la
producción arquitectónica. Por mucho que hayas identificado y jerarquizado todas las
variables, no hay receta para la construcción de la pregunta, es un acto creativo. Y
luego el salto desde que identificas las variables del problema a la propuesta que
sintetiza todas esas fuerzas en juego… Es arte, en el sentido de que se mueve con
certezas parciales, es intuitivo, no está garantizado, no es un proceso lineal
consecuencia de sus circunstancias, aparecen variables que son más que las
circunstancias y aún sí es pertinente… Enseñar todo eso es muy complejo.

“Cualquier temática genera posibilidad de cuestionamiento para hacer ‘la’ pregunta? ¿Cuáles deben ser
abordadas siempre dentro de la ecuación? “

En principio diría que basta que haya acuerdo sobre algo que importa. Una de las
maneras de ver si entraste bien en el problema es que no necesitas hacer un seminario
para explicarlo. Al decir ‘contaminación’ todos entendemos que hay un problema,
todos lo sufren y todos pueden opinar. Lo mismo con congestión, segregación,
inseguridad, sustentabilidad, migraciones... El asunto es cómo entrar a una discusión
que no le pertenece a la arquitectura pero con el conocimiento específico de la
arquitectura, que es traducir a forma y luego organizar en forma de propuesta lo que
logras levantar para ese problema. Tiene componentes físicos, de procesos, de
gobernabilidad y se desglosa en sus componentes sociales, políticas, económicas,
ambientales, etc. El tema es que sea algo que todos entendamos que es deseable
ocuparse y luego que la entrada al problema sea creativa. Lo que marca la diferencia
no es mojarse la camiseta, no es solo trabajar mucho, porque si no logras llegar a algo
que ilumine y lleve el problema a un estado distinto ese esfuerzo no vale nada. Como
tampoco importa solo tener una idea y luego no ser capaz de implementarla ni lograr
un cambio significativo.

“¿De alguna forma este discurso supone una vuelta a la dimensión pública del rol de la arquitectura y
del arquitecto en nuestro país? La dimensión social que Elemental ha impreso en su arquitectura de
cierta forma está reposicionando un rol que existía hace 50 años. El mismo hecho de que el MOP te haya
invitado a colaborar es un logro para todos los arquitectos. ¿Sientes estar haciendo un cambio en este
sentido?”

Sí y no. Uno siente que ha hecho algo distinto, por algo está puesto en el ojo de la
atención. Pero todavía no hay nada de lo que habría que hacer para cambiar lo que
estamos mirando fuera de la ventana en billones de personas. Más que un giro hacia lo
social, del cual se ha debatido tanto, diría que hay una confianza en que al ir a meterse
a temas complejos pero que importen uno va a poder hacer una contribución.

“Pero eso necesariamente supone riesgos.”

En general, si los arquitectos no tenemos garantizado el 100% preferimos no


meternos. Se escoge bien el encargo y se acomoda. Pero si el problema importa -y ese
es el cambio de juicio, aunque falte mucho por llegar allá-, con que hayamos ganado
51-49 ya valió la pena haberse metido. Pero hay que saber vivir con el 49 que no
cumple la expectativa de ‘éxito’. El cambio está en entender que debes identificar
primero un problema que importe y luego ver cómo hacer una diferencia. Y para eso
hay que comprender que las restricciones son lo mejor que puede pasar. En vez de
quitarlas hay que agregarlas, porque a mayor complejidad mayor necesidad de
síntesis. Un paper es lineal, de arriba abajo, de izquierda a derecha. En cambio una
propuesta es todo en simultáneo, y esa capacidad de sintetizar fuerzas tan opuestas es
tremendamente potente.

“¿Es lo que reconoce tu premio Pritzker?”

Si algo ha pasado con el Pritzker no es tanto haberlo ganado, sino con qué tipo de
proyectos. Por naturaleza la arquitectura se puede meter en materias que importan,
vuelve a estar en el radar del tipo de profesión a la que acudes cuando tienes un
problema complejo. El cambio es volver a hacer sentir a la sociedad que puedes
contribuir en sus propios términos. En la medida en que seamos capaces de demostrar
con hechos que no eres un costo extra sino un valor agregado, nos van a volver a
llamar para problemas complejos y transversales.
El caso más emblemático que nos ha tocado en Elemental es Constitución. Había una
pregunta inicial -cómo se protege la ciudad contra el tsunami-, pero con el proceso de
participación de la comunidad entendimos que era apenas un cuarto de la pregunta.
Había otras dimensiones que debían ser contestadas: protección contra inundaciones
y no solo contra tsunami; déficit de espacio público, de lugares donde pasar el tiempo
libre; y construcción de identidad asociada al acceso al río, porque era la naturaleza y
no los edificios caídos lo que construía la identidad. Si no entendías que la pregunta
tenía cuatro cosas que contestar habrías contestado bien la pregunta equivocada.
Cuando analizas que el proyecto es un bosque de mitigación entre la ciudad y el mar
con un costo de US$48 millones versus US$30 millones que habría costado
simplemente expropiar y hacer una zona cero, o US$42 millones que habría costado
un muro, cierto, desde ese punto de vista es un costo extra. Pero cuando entiendes las
cuatro variables a responder y que los proyectos existentes en el sistema de inversión
público para ese mismo lugar sumaban US$52 millones, lo que hizo el diseño fue
ahorrar US$4 millones porque entendió que la pregunta era más compleja. Si uno
logra demostrar esa propuesta de valor, en vez de ser al que solo llamen cuando haya
plata y tiempo, serás a quien se llama cuando no hay ni plata ni tiempo.

La batalla de Venecia

“¿Es el sello que buscaste imprimir en la Bienal de Venecia con el llamado de “reportando desde el
frente”? ¿Significa dar la respuesta adecuada incluso a preguntas que pueden estar equivocadas? “

Identificar preguntas que importen y dar buenas respuestas cuesta, es complejo, difícil
y hasta ingrato. Implica una cierta pelea, la batalla. Y supone que quienes hayan
enfrentado estas batallas puedan compartir cómo lo hicieron para lograr una
propuesta de valor, como en el caso de Constitución. Se busca compartir casos,
herramientas, estrategias, experiencias, de manera tal que al volver a tu lugar de
origen lo hagas con más armas, con dimensiones que quizá ni te imaginabas
pertinentes para tu lugar de origen. Poder anticiparte a ver que un problema que hoy
no existe en tu realidad, está latente... Si compartes los conflictos tienes capacidad
anticipatoria, y eventualmente compartes conocimientos replicables en otros
contextos. Más que compartir la investigación, se necesitan experiencias. Eso es
reportar desde el frente.

“¿Cómo fue recibido el llamado? ¿Se respondió según lo que habías visualizado?”

El título funcionó bien, algo así como “dónde te aprieta el zapato”. Por un lado ordena:
hablemos de cosas difíciles, de controversias y de qué hiciste para hacerte cargo. Pero
también es un llamado suficientemente amplio para que todos los problemas tengan
cabida: temas de inmigración, ambientales, económicos... La migración en Europa no
es un tema de arquitectos, afecta a todos quienes tienen inmigrantes y van a querer ir
a ver en la Bienal qué ideas existen para abordarlo. Y también alude al país de origen:
qué pudiste hacer para cambiar las condiciones de inequidad que empujan el
desplazamiento de población. En general funcionó porque ha gatillado temáticas que
son discusión de las sociedades, no de los arquitectos.
En cualquier caso quise centrar el llamado en la calidad del entorno construido, ni
siquiera en la arquitectura, porque incluye espacios públicos, infraestructura, incluso
el territorio. Y es la calidad del entorno construido lo que, desde nuestro ámbito,
puede contribuir a la calidad de vida, así como hay otros que diseñan políticas
económicas o sociales eficientes o inventos científicos. No solo las emergencias,
catástrofes o crisis humanitarias destruyen la calidad de vida, también la mediocridad
de las periferias en Europa o la banalidad de la construcción en Estados Unidos, donde
nadie corre el riesgo de salirse del catálogo por temor a las demandas. Los ejemplos
son miles, cada lugar puede reportar cuáles son esas condiciones que no permiten
entregar calidad en el entorno construido y consecuentemente perjudican la calidad
de vida…

“De los arquitectos actuales, ¿a quiénes consideras relevantes por la calidad de sus respuestas a
desafíos como estos?”

De nuevo, en distintas dimensiones, a quienes tratan de sintetizar o abarcar


componentes que no eran evidentes. Shigeru Ban entra en campos aparentemente
ajenos al arquitecto, como el de los refugiados en África. En sí mismo el hecho de
ocuparse de un niño africano no es garantía de calidad, todavía tienes que hacer, por
medio de la arquitectura, alguna contribución. Y la capacidad de Ban es hacer la
diferencia por medio del diseño. No necesariamente todo es de orden humanitario.
Siguiendo con los Pritzker, en Peter Zumthor, la intensidad y calidad de su
arquitectura dan una respuesta perdurable a la sustentabilidad, que si bien no es
barata implica una especie de reserva moral en cuanto a resistir el paso del tiempo. Se
preocupa de diversas dimensiones, se podría decir que está en el espectro del arte. Lo
mismo Kazuyo Sejima, quien depura un proyecto hasta que no le sobra nada. Lo suyo
no es minimalismo, porque lo que sintetiza es la respuesta, no la pregunta. Souto de
Moura es otro capaz de integrar una manera de hacer que tiene consecuencias sobre
la mano de obra que ocupa o recursos que son los mismos de siempre pero usados de
manera sorprendente. De Wang Shu, el museo de Ningbo en China es de esos
momentos en que alguien logra sintetizar desde la manera de construir, usando tejas y
ladrillos de las demoliciones en torno al lugar, hasta redefinir la tipología de museo. Si
solo tienes calidad formal, fantástico, es una manera de contribuir, pero no es
suficiente. Lo deseable es entrar en temas que importen a muchos y cuyo beneficio
alcance a la mayor cantidad de gente posible.
Escuela Matemáticas, Universidad católica de Chile.

Escuela Medicina, Universidad católica de Chile.


Escuela Medicina, Universidad católica de Chile.

Torres Siamesas, Campus San Joaquín, Universidad católica de Chile.

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