Perseverancia de Los Santos (Revisión)

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LA PRESERVACIÓN Y LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS: UNA

INTERRELACIÓN ENTRE LA SOBERANÍA DE DIOS Y LA RESPONSABILIDAD

HUMANA.

ESTUDIANTES:

ANDRÉS FELIPE MENA ÁLVAREZ

DOCENTES: ALEJANDRO CASTIBLANCO

CURSO: TEOLOGÍA DE LA PIEDAD CRISTIANA EN LOS CÁNONES DE DORT

SEMINARIO REFORMADO LATINOAMERICANO

MEDELLÍN, FEBRERO DEL 2021


Tabla de Contenido
Introducción............................................................................................................................2

La preservación y la perseverancia de los santos....................................................................3

I. La soberanía de Dios en la preservación del creyente.................................................3

Afirmaciones de la Biblia....................................................................................................5

Lo que la preservación no es...............................................................................................6

II. La perseverancia de los santos.....................................................................................7

La preservación es para los verdaderos creyentes.............................................................10


Introducción

La seguridad de la salvación ha sido un tema muy debatido, ya que algunos opinan

que la seguridad del creyente pertenece enteramente a Dios, por lo cual, este puede vivir de

la manera que quiera, afirmando que una vez que Dios salva a alguien, dicha persona tiene

libertad de actuar según su parecer por el hecho de que la salvación es un don irrevocable;

una vez la persona sea salva, será salva por siempre. Aunque esto es parcialmente correcto,

hace de Dios un ser licencioso y permisivo, reduciendo su atributo de la santidad, y

haciendo de la doctrina de la preservación de Dios una norma para vivir en inmoralidad.

Por otra parte, están los que afirman que la seguridad del creyente radica en el

individuo, asegurando que este puede caer de su estado de gracia en cualquier momento en

que peque. Ciertamente los que afirman esto siempre viven en incertidumbre, ya que existe

la posibilidad de que el hombre puede apartarse de la fe o contribuir en ella por voluntad

propia.

Ambas ideas tienen premisas equivocadas acerca de la preservación de Dios en la

salvación y de la responsabilidad del creyente. Por este motivo, este ensayo se enfocará a

responder cómo la preservación es un acto divino y la perseverancia una responsabilidad

humana, aunque Dios también ayuda al creyente a perseverar. La Biblia afirma que la

salvación es un acto glorioso de Dios, pero esto no excluye al creyente de ser responsable

ante este precioso regalo. Por cual, se presentarán algunas evidencias bíblicas que respaldan

este hecho y se explicará cómo Dios preserva al creyente y cómo él es responsable de su

perseverancia.
La preservación y la perseverancia de los santos

I. La soberanía de Dios en la preservación del creyente.


Cada cristiano ha sido unido a Cristo, por lo cual, hace parte de la familia celestial. El

Padre ha adoptado al creyente por medio de su Hijo, y dicha adopción es inquebrantable.

Dios no solo ha decretado salvar a los elegidos, sino también preservarlos hasta la

eternidad. El Dios que sostiene todo el universo con el poder de su palabra (Col 1:17), de

igual modo mantiene seguro a cada cristiano. Las llamas del infierno pueden arder tanto

como la lava de un volcán que está a punto de hacer erupción, pero el creyente jamás será

tocado por ellas.

La seguridad eterna del creyente depende totalmente del Dios soberano, ya que Él no

está sujeto a cambio y es absolutamente todo Poderoso. Ciertamente, Él es el Gobernador

de todo el cosmos; Él es el Señor de toda la creación, por lo cual, ¿Quién puede arrebatar de

sus manos las personas que Él ha determinado salvar? La Escritura enseña claramente que

ninguna cosa creada en la tierra y en los cielos podrá hacerlo. Así que la preservación de

Dios en la vida del creyente consiste, cómo lo declara Jhon MacArthur:

Todos aquellos que han nacido verdaderamente del Espíritu o están unidos a Cristo por
la fe, se mantienen seguros en Él por el poder de Dios, y, así perseveran en la fe hasta
que vayan a estar con Cristo cuando mueran.1
Esta preservación no radica en el poder del creyente, no depende de él. Dios ha elegido

desde antes de la fundación del mundo a ciertas personas para salvación, por ende, esto

también implica que Él los guardará, ya que el propósito de esta elección es la

glorificación. De este modo, los creyentes jamás podrán perder su patria celestial, ellos han
1
Jhon MacArthur y Richard Mayhue, Teología sistemática, trad. De Loida Viegas Fernández (Grand Rapids,
MI: Portavoz, 1997), 872.
sido predestinados para morar por la eternidad en la ciudad de Dios. Sería una locura pensar

que el cristiano puede mantenerse seguro por él mismo, ya que el hombre es tan inestable

como las olas del mar. Por eso, toda seguridad de su eterna salvación no radica en él, sino

en Aquel que lo ha llamado de las tinieblas a la luz admirable (1ª Pd 2:9). Dios preserva a

sus elegidos porque Él es inmutable, en Dios no hay fluctuación. Sus propósitos son

inviolables (Sal 33:11). Charles Ryrie declara lo siguiente: “La seguridad eterna es obra de

Dios que garantiza que el don de Dios, la salvación, una vez que se recibe es para siempre y

no se puede perder”.2

El cristiano persevera en su peregrinaje, solo por el hecho de que Dios lo preserva, y

esto es un hecho real e innegable. La Biblia es un manantial de verdad, ella proclama esta

doctrina sin ninguna vacilación. Por tal motivo, es importante ver las afirmaciones que hace

la Escritura respecto a la soberana preservación de Dios en la vida del creyente.

Afirmaciones de la Biblia
La Biblia presenta una gloriosa afirmación hecha por el Señor Jesús, declarando en

Juan 10:28: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi

mano.” En primer lugar, este texto presenta que hay vida en Cristo, el ser humano no puede

hallar esta vida en sí mismo, la sentencia es que todo el que venga a Cristo vivirá. En el

Señor Jesús no hay muerte. Mientras que todos en Adán fueron sentenciados a muerte, en

Cristo cada creyente fue declarado vivo y este es el fundamento por el cual ellos no

perecerán, como lo declara A. T. Robertson: “Jesús había prometido esta seguridad en

2
Charles Ryrie, Teología Básica, trad. De Alberto Samuel Valdés (Miami, FL: Unilit, 1993), 146.
Galilea (6:37-39). Ningún lobo, ningún ladrón, ningún salteador, ningún asalariado, ningún

demonio, ni siquiera el mismo diablo, pueden arrebatar las ovejas de las manos de Jesús”.3

Esta es la felicidad de los que están en Cristo, la bendición de estar en el camino al

cielo. Esto es lo que el autor del libro de Hebreos declara: “por lo cual puede también

salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder

por ellos” (Heb 7:25). La preservación del creyente radica en que Cristo es un perfecto

Salvador, por ende, su salvación es perfecta. Así que el creyente vive para siempre, ya que

Cristo como Sumo Sacerdote vive eternamente comprometido con la protección del

creyente.

Las Sagradas Escrituras presentan otra afirmación acerca de esta soberana

preservación; en el libro de Romanos el apóstol Pablo declara lo siguiente: “ni lo alto, ni lo

profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en

Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 8:39). Si el Señor ha decretado preservar al creyente,

nada en el camino de esta vida podrá lograr separar al creyente del amor de Dios. Tal como

lo expresa el teólogo Sproul: “Si Dios elige a su pueblo desde la eternidad, ciertamente los

elegidos permanecerán así para siempre”.4 Algo que es muy importante resaltar es que, a

pesar de esta maravillosa doctrina, esto no implica que el creyente no pueda caer en pecado

y este punto será tratado a continuación.

3
A. T. Robertson, Comentario al texto griego del Nuevo Testamento, trad. De Santiago Escuain
(Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2003), 237.
4
R. C. Sproul, Todos somos teólogos (El Paso, TX: Mundo hispano, 2015), 263.
Lo que la preservación no es
La preservación, en primer lugar, no quiere decir que el creyente esté libre de

cualquier peligro espiritual; él tiene opositores activos que buscan su caída, tales como los

poderes del maligno que siempre viven asechándolo, especialmente Satanás quien es el

padre de la mentira y así como tentó a Eva, busca tentar a los creyentes. Del mismo modo,

el cristiano también debe de enfrentarse a este mundo caído que se declara enemigo de

Dios, pero a pesar de esto el consuelo del cristiano está en las palabras de Jesús: “No ruego

que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn 17:15).

En segundo lugar, la preservación no significa que el creyente esté excepto de caer

en pecado solo por el hecho de ser cristiano. Aunque David era un escogido de Dios, esto

no fue un impedimento para caer en pecado con Betsabé y planear un asesinato. Otro

ejemplo es el de Pedro que pecó hasta el punto de negar a Cristo. Pero esto no implica que

el Señor abandone a sus hijos, ciertamente ellos serán disciplinados, pero jamás

abandonados por su Salvador.

En tercer lugar, esto no significa que esta doctrina sea una licencia para que el

hombre pueda vivir en la inmoralidad, esto es una noción equivocada, ya que un verdadero

estudio de la Biblia jamás llevará al creyente a pensar de esa manera. De ninguna forma

esta doctrina es un incentivo para el pecado, tal como lo expresa el apóstol Pablo: “¿Pues

qué diremos? ¿Perseveraremos en pecado para que la gracia crezca? En ninguna manera.

Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Rom 6:16). Uno

de los gloriosos resultados de esta doctrina es la perseverancia del creyente. Por lo cual, en

el siguiente punto se tratará de explicar la responsabilidad del hombre en la perseverancia.


II. La perseverancia de los santos
Del mismo modo, que Dios preserva a sus elegidos para vida eterna también

persevera en ellos, ya que Él perfeccionará la obra que ha empezado en cada cristiano (Fil

1:6). Así que Dios no abandona al creyente en sus propias fuerzas, tal como lo expresa

James M. Boice:

La doctrina de la perseverancia significa que Dios, que ha comenzado la buena obra al


elegir y luego llamar a una persona para la salvación, de acuerdo a su buen propósito,
ciertamente seguirá firme en dicho propósito hasta que la persona elegida y llamada
acepte la bendición que ha sido preparada para él o ella.5
Dios ayuda a cada creyente a perseverar hasta el final, no permitiendo que ellos se

salgan del camino del cual Dios ya ha estipulado y solo los que han sido rescatados por el

Señor Omnipotente pueden andar por Él. Aunque el cristiano es verdaderamente

preservado por el Dios todo Poderoso, esto no quiere decir que la soberanía de Dios elimina

la responsabilidad del creyente de perseverar en su fe, el creyente es responsable de vivir un

vida de arrepentimiento constante.

Cada cristiano persevera en su caminar con Cristo, porque Dios lo preserva. Cuando

se habla de que el creyente es responsable de perseverar en su fe, algunos pensarán que la

seguridad del creyente depende de la voluntad del hombre. Aunque la salvación es

totalmente de Dios, esto no quiere decir que los creyentes son personas pasivas en su

peregrinaje por este mundo, como lo declara William Hendriksen en su comentario de Juan

10:28:

Mis ovejas que lo han llegado a ser porque mi Padre me las ha dado, se esfuerzan por
captar el sonido de mi voz. Lo hacen constantemente. Me obedecen con fidelidad,

5
James M. Boice, Los fundamentos de la fe cristiana, trad. De Marcela Robaina (Miami, FL: Unilit, 1996),
294.
colocando toda su fidelidad en mí. Yo las conozco, reconociéndolas como mías. Me
siguen a mí y se apartan de los extraños.6
El creyente se esfuerza por vivir una vida digna, él se mantiene firme hasta el fin

porque fue llamado a la santidad, despojándose de todo peso de pecado, mortificando cada

concupiscencia que se levante en su vida. El creyente ha sido llamado a pelear la buena

batalla de la fe, él no se mantiene inerte en su vida como creyente, ya que él fue llamado a

dar fruto. Esta idea es presentada de igual manera por Jhon Murray: “La perseverancia

significa la dedicación de nuestras personas a la más intensa y concentrada devoción a

aquellos medios que Dios ha ordenado para alcanzar su propósito salvador”. 7 Cada santo

de Dios puede perseverar en su santidad porque Dios lo dota de su gracia.

Aquellos que afirman que la preservación de Dios le da al creyente la licencia para

pecar ¿Acaso no han leído lo que dice el apóstol Pablo en Colosenses? Él enfáticamente

declara lo siguiente: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza,

pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Col 3:5). El cristiano

ha sido llamado a mortificar su pecado, él no está pasivo en la obra de la santificación, esta

debe ser la dedicación diaria del creyente. Cada día que un hijo de Dios pase en este

mundo, debe luchar con el pecado remante, aunque este haya sido destronado; él siempre

está activo, asechando, seduciendo, así que el cristiano es exhortado a prevalecer sobre él.

Pablo también declara lo siguiente: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los

deseos de la carne” (Gal 5:16). Ese andar que menciona Pablo no es una opción. Así que el

cristiano está llamado a caminar firme en la obra de la santificación, y esto con la ayuda del
6
William Hendriksen, El Evangelio Según San Juan, trad. De José María Blanch (Grand, MI: Libros desafíos,
1981), 392.
7
Jhon Murray, La redención consumada y aplicada, trad. De Huberto Casanova (Grand Rapids, MI: Libros
desafíos, 2007), 151.
Espíritu Santo. Él debe dejar que el Espíritu Dios lo gobierne, el creyente no está llamado a

seguir sus impulsos pecaminosos. Este andar en el Espíritu implica que el creyente no será

dominado por su naturaleza caída. Aunque el creyente tiene una salvación segura, él está

llamado a perseverar en su vida como cristiano. A pesar de que no puede perder su

salvación, él la tiene que cuidar como algo precioso, ya que este es el resultado de que ha

sido salvo. Ahora para finalizar es importante analizar que solo los verdaderos creyentes

son preservados y perseveran hasta el fin.

La preservación es para los verdaderos creyentes


No se puede dudar que dentro de la iglesia cristiana algunos dicen ser profesantes de

la fe y amadores de Dios, pero la triste realidad es que sus vidas demuestran todo lo

contrario y han vivido autoengañándose, ya que simplemente tienen un conocimiento de

Cristo y llegan por un tiempo, incluso, a apartarse de las inmundicias de este mundo, pero

ellos revelan que no son verdadero hijos de Dios (2ª Ped 2:20-22). Estas personas han

degustado de experiencias maravillosas dentro del pueblo de Dios, pero jamás fueron

regeneradas, el Espíritu Santo nunca vino a habitar en ellas.

Una persona puede imitar la vida cristiana en todo sus aspectos, pero el Señor de los

cielos ha declarado que solo aquellos que han nacido de nuevo verán el reino de Dios. Estos

falsos profesantes no están unidos a Cristo, ni son herederos de la vida eterna. Un

verdadero creyente no puede abandonar la fe, él tiene una salvación segura.


Conclusión

En este ensayo se ha demostrado, primeramente, que cada cristiano

regenerado es preservado por el Soberano Dios, de tal modo, que su salvación es segura,

nada creado en este mundo puede arrebatarlo de las manos de Cristo, ni lo alto, ni lo

profundo, puede separarlo del amor de Dios. Esta preservación no radica en el poder del

creyente, no depende de él. Dios ha elegido desde antes de la fundación del mundo a ciertas

personas para salvación, por ende, esto también implica que Él los guardará, ya que el

propósito de esta elección es la glorificación.

También se aclaró que la doctrina de la preservación no quiere decir que el creyente

pueda vivir de una vida inmoral, ni que tampoco este excepto de cualquier peligro

espiritual, ya que el pecado remanente siempre está al asechando. Este mundo caído es un

acérrimo enemigo del creyente, de igual manera, Satanás ando como león rugiente mirando

a quien devorar.

Del mismo, que el creyente es preservado por Dios también el Señor lo ayuda a

perseverar en su caminar en este mundo, ya que Él terminará la buena obra que empezó en

cada cristiano, por lo cual, el creyente jamás se apartará de la fe. Aunque esto no quiere

decir que él queda excluido de ser responsable ante esta perseverancia, ya que él está

llamado a un constante arrepentimiento y a vivir en santidad.


Bibliografía

Boice, James M. Los fundamentos de la fe cristiana. Trad. De Marcela Robaina. Miami,

FL: Unilit, 1996.

Hendriksen, William. El Evangelio Según San Juan. Trad. De José María Blanch. Grand,

MI: Libros desafíos, 1891.

MacArthur, Jhon, y Richard Mayhue. Teología sistemática. Trad. De Loida Viegas

Fernández. Grand Rapids, MI: Portavoz, 1997.

Murray, Jhon. La redención consumada y aplicada. Trad. De Huberto Casanova. Grand

Rapids, MI: Libros desafíos, 2007.

Robertson, A. T. Comentario al texto griego del Nuevo Testamento. Trad. De Santiago

Escuain. Viladecavalls, Barcelona: Clie, 2003.

Ryrie, Charles. Teología Básica. Trad. De Alberto Samuel Valdés. Miami, FL: Unilit,

1993.

Sproul, R. C. Todos somos teólogos. El Paso, TX: Mundo hispano, 2015.

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