La Nueva Novela Histórica Peruana

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LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA PERUANA

Marcos Yauri Montero

De 1990 a 1998 en el Perú se han publicado 185 obras narrativas.


Desde ese año de 1998 hasta el presente (2018), es seguro que el
número de publicaciones supera esta cifra, con la característica de que
en las dos etapas, la mayor parte de las narraciones son cuentos y una
parte muy menor, novelas. Este repunte de publicaciones es
consecuencia de varios factores: 1) la penetración de la globalización ha
despertado una acción defensiva en las colectividades. Se observa la
asunción de un regionalismo que se enfrenta a la homogeneización, 2)
cada espacio vuelve a sus raíces y asume el rescate y la revitalización de
su cultura ancestral desde el arte popular, la literatura oral hasta la
fiesta, la gastronomía, el folclor, 3) el rechazo que acostumbran las
editoriales transnacionales europeas y latinoamericanas de los
manuscritos de escritores de América Latina ha dado lugar al
nacimiento de editoriales pequeñas a iniciativa de jóvenes pioneros en
el interior de los países o en sus mismas ciudades capitales; acción que
ha despertado una dinámica actividad literaria que busca encontrar un
lugar en el concierto regional y nacional.
La abundante producción literaria de fines del siglo XX y de las dos
primeras décadas del siglo XXI tiene rasgos propios. No asume los
temas de los grandes maestros de la novela, sino ha acogido formas
nuevas, cosmopolitas, y aquello que capta el interés de los nuevos
lectores que tampoco ya buscan los grandes temas, sino lo efímero, lo
que distrae. En cierto modo se ha dado la banalización de la literatura
y las producciones han devenido en productos de consumo para un
público individualista e indiferente ante los grandes problemas, que
considera a los libros como objetos descartables. La influencia del
género policial y de la novela negra, venidos del exterior, la guerra
interna que padeció el país, desatada por Sendero Luminoso y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, el deterioro de las viejas
clases medias y el surgimiento de nuevas, todo esto sumado a la crisis
de nuestra frágil democracia y a la crisis social y del Estado, ha pesado
y continúa pesando en la conciencia de los escritores de las últimas
generaciones. Estas han optado por los temas de la etapa del
terrorismo. En los cuentos y novelas de desigual factura, pues hay
contados textos brillantes, la guerra interna es un motivo recurrente.
Igual sucede con los temas de la violencia, la delincuencia, el
narcotráfico, la sexualidad, etc. A esta forma de producción ha
contribuido el desencanto generado por el tiempo del fujimorismo, el
derrumbe de las viejas utopías a nivel universal, el deterioro de las
viejas clases medias, el movimiento migratorio del campo a la ciudad
cada vez más denso con destino a las grandes ciudades, de preferencia,
Lima, los cambios en la vida debido a la globalización y la modernidad,
fenómenos que han puesto a los escritores de espaldas al futuro para
desde un punto muerto testimoniar el desplome y la despedida de una
época.
En estos centenares de narraciones no hay muchas novelas históricas,
a pesar de que en el siglo XIX , etapa en que las narraciones novelescas
en nuestra literatura empezaban a formalizarse surgió como un
antecedente la novela histórica: Gonzalo Pizarro, escrita por el
dramaturgo Manuel Asencio Segura, descubierta por Ricardo Silva
Santisteban y publicada en el 2004, así como también existe la
referencia de la novela Los marañones, de Ricardo Palma, que
supuestamente desapareció en el incendio de Miraflores durante la
invasión enemiga en la Guerra del Pacífico. Apenas podemos mencionar
algunas novelas con contenido histórico aparecidas en las últimas
décadas del siglo pasado: Papá Lucas (1987) de Carlos Thorne, Cuando
la gloria agoniza (1989) de José Antonio Bravo, No preguntes quién ha
muerto (1989) de Marcos Yauri Montero, Sarita Colonia viene volando
(1990), de Eduardo Gonzáles Viaña, La guerra del fin del mundo (1981),
de Mario Vargas Llosa, Crónica de músicos y diablos (1991) de Gregorio
Martínez, Sol de los soles (1998) de Luis E. Tord, La fiesta del chivo
(2000) de Mario Vargas Llosa. De esta lista que podría ser más larga las
que reúnen las características de la nueva novela histórica, son: La
guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo, las dos de Mario Vargas
Llosa, y No preguntes quién ha muerto, de Marcos Yauri Montero, las
demás son de factura tradicional. Hay que resaltar las novelas de
Manuel Scorza cronológicamente aparecidas en el orden siguiente:
Redoble por Rancas (1970), Garabombo, el invisible (1972), El jinete
insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del
relámpago (1979). Todas forjadas dentro de los lineamientos del
realismo maravilloso con fuerte contenido histórico ligado a las luchas
campesinas del centro del Perú contra la absorción y los abusos de las
compañías mineras norteamericanas, (Cerro de Pasco Cooper
Corporation) rasgo por el cual Antonio Cornejo Polar llamó a este
conjunto el ciclo de la guerra silenciosa. Scorza es un novelista harto
importante, inexplicablemente poco conocido en nuestro país, pero muy
difundido fuera de nuestras fronteras. En un Encuentro de Escritores
Peruanos celebrado en Ayacucho en 1978 con los auspicios de la
universidad local, llamó a la América Latina el Territorio de la Libertad
de la Palabra. La novela No preguntes quién ha muerto en el criterio de
muchos analistas (Françoise Aubes, Carlos García Bedoya, Ismael
Márquez, Javier Morales Mena, Jorge Terán Morveli), es una brillante
obra de la nueva novela histórica a nivel nacional y latinoamericano. Su
tema es la sublevación campesina de 1885 que estalló en el Callejón de
Huaylas liderada en la zona norte por Pedro Celestino Cochachin, y en
el sur por Pedro Pablo Atusparia. Líderes que imprimieron al
movimiento fines diferentes. Cochachin luchó por las reivindicaciones
sociales: la recuperación de las tierras que los terratenientes les
arrebataron a las comunidades indígenas, y por la supresión de los
maltratos, la humillación e injusticias, pues los hacendados tenían
inclusive cárceles en sus heredades donde encerraban a sus “indios”,
como si fueran sus esclavos. En tanto que la ideología de Atusparia fue
eminentemente antifiscal, o sea abogó por la supresión del pago de los
impuestos y de los trabajos gratuitos.
En una aparte queremos referirnos a una novela peruana de 1920 y
hasta hoy desconocida. Escrita a instancias de una revista de carácter
informativo y literario: Hogar, que la publicó en folletín. Fruto de una
aventura literaria, por cuanto no fue producto de un solo autor sino de
varios, trece en total.1 Fue publicada en forma de libro después de 40
años de haber sido escrita, para la Navidad de 1960, por la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, con prólogo de Luis Alberto Sánchez y
colofón de Alberto Tauro del Pino. En el prólogo, dice Luis Alberto
Sánchez que la idea fue del director de Hogar, Ezequiel Balarezo,
inspirado por un gesto original de Les Annales de París. Alberto Tauro
asegura que no obstante que los autores fueron poetas, críticos,
ensayistas y la mayor parte periodistas, la novela acusa coherencia,
desenvoltura “y aun cierta brillantez, sin que mediara la intervención de
novelistas” Fuera de estos rasgos, ciertamente originales, la novela que
para ser publicada en 1960 fue titulada: Una novela limeña 1968, tiene
un alto contenido histórico. Es una novela de fin de siglo; representa el
tránsito de los fines del s. XIX a los inicios del s. XX en Lima. Muestra
el derrumbe de la aristocracia de raigambre colonial por la aparición de
una nueva clase, la burguesa, cimentada en la actividad mercantil y
financiera. Lima aparece cada vez más modernizada; el trajín social
refleja la belle époque parisina en los viejos salones ya harto mustios
por la pobreza que a todo trance pretende disimular la alta sociedad
poseedora de pergaminos pero cada día más pobre. Lima tiene su palais
concert, salas de cine, circulan el tranvía, automóviles, lujosas
limusinas, suena el teléfono, se estila la ópera, campea la vida ociosa de
la aristocracia, cuyos miembros para sobrevivir tientan alianzas
matrimoniales con la clase que los ha desplazado. Una novela limeña
es una novela histórica tradicional. Si bien la historia que relata es
similar a la de otras novelas escritas en otros lugares, se diferencia
1
Los autores fueron: José Gálvez, Ignacio A. Brandariz, Juan de Zavaleta, Reynaldo Saavedra Pinon, Luis
Alberto Sánchez, Ricardo Vegas García, Raúl Porras Barrenechea, Manuel Moncloa Ordóñez, Juan
Bromley, Felipe Rotalde, Félix del Valle, Ezequiel Balarezo Pinillos y Luis Fernán Cisneros. Cada uno, y en
orden numérico escribió un capitulo. La forma cómo fue escrita Una novela limeña, es similar a la
costumbre de creación colectiva en París durante el auge del surrealismo. Los poetas se reunían y uno
de ellos escribía el primer verso, luego cada uno de los presentes lo continuaba escribiendo otro verso.
Esta modalidad se llamó: Cadáver dichoso, o también Cadáver exquisito.
porque como dice Tauro del Pino, está: «muy ajustada a las
circunstancias políticas y sociales imperantes al momento de escribirse”2

2
Ob. cit. p.110

Marcos Yauri Montero, (Huarás 1930), es poeta, novelista y ensayista


reconocido internacionalmente. Este notable escritor peruano ganó en 1969 el
Premio Nacional de Novela “Ricardo Palma”, con su novela La sal amarga de la
tierra. Con “En otoño, después de mil años” obtuvo el premio Casa de las
Américas (1974).

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