José de Nazaret, Un Padre Tierno y Acogedor

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José de Nazaret: un padre tierno y acogedor

Quiero compartir reflexionar acerca de algunas de las virtudes que el papa Francisco resalta de san José en su carta
apostólica Patris corde. Particularmente, me llaman la atención dos de estas: ternura y acogida. Y me llaman la
atención porque, más que un hombre débil, estas virtudes hacen de José un hombre fuerte, pero lleno de dulzura y que
sabe custodiar la fragilidad de Jesús y María porque también sabe custodiar su propia fragilidad.

Eso sí, junto con las palabras del Papa, quiero enriquecer esta reflexión con la espiritualidad que los Misioneros de
san José hemos heredado de nuestro fundador, el padre José María Vilaseca. Dicha espiritualidad también es una
herencia para la toda Iglesia.

Pues bien, en Patris corde, el papa afirma que «Jesús vio la ternura de Dios en José» y unos párrafos más adelante
continúa con algo impactante: «la ternura es el mejor modo para tocar lo frágil que hay en nosotros». ¿Por qué es
necesario tocar nuestras fragilidades si estas nos causan dolor? El Papa nos responde: «la mayoría de sus designios —
de Dios— se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad». Así, entonces, estamos llamados a tener plena
consciencia de cuáles son nuestras fragilidades y tratarlas con ternura, tal como san José actuó con ternura ante la
debilidad de Jesús y de María.

Esta ternura de la que habla el Papa empalma perfectamente con la humildad que los josefinos estamos llamados a
vivir porque «por esta virtud llegamos al conocimiento de lo que somos ante Dios, ante los demás y ante nosotros
mismos»1. Es decir, la humildad nos hace conocer y reconocer quiénes somos: nuestras luces y sombras, nuestros
dolores y gozos, nuestras fortalezas y fragilidades.

Si queremos ser santos, si queremos cumplir con la voluntad de Dios, entonces, hemos de saber quiénes somos, en
qué somos fuertes y en qué frágiles. Y, si lo frágil nos causa dolor, el mejor remedio es la ternura, la misma ternura que
José tuvo para Jesús y María y sobre todo para sí mismo.

Pero san José también es un padre que acoge. Por eso, el Papa señala que «José acogió a María sin poner
condiciones previas. Confió en las palabras del ángel». Luego, continúa Francisco: «Muchas veces ocurren hechos en
nuestra vida cuyo significado no entendemos […] José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece
y, por más misterioso que le parezca, lo acoge».

Y es que siempre, iluminado por su fe, José se pone en acción y realiza aquello que, con firmeza, cree que es lo que
Dios desea. En otras palabras, siempre busca agradar a Dios. Para los josefinos, la sencillez es la expresión de la fe 2
porque esta virtud «nos lleva a hacer todo con la más pura intención de agradar solo a Dios» 3. Para los josefinos,
entonces, acogida, sencillez y fe están intrínsecamente relacionadas.

¿Nos encontramos en alguna situación en la que no sabemos qué hacer? Simplemente, seamos sencillos y, como san
José, teniendo en nuestro corazón el deseo de agradar solamente a Dios, discernamos y realicemos aquello que creamos
que es lo que más le agrada a él porque, sin lugar a dudas, será algo de bien para nuestras vidas y para las vidas de
quienes nos rodean porque Dios solo quiere la felicidad para todos.

C. F. Gil Batz, m. j.

1
Misioneros de san José. Constituciones, 51.
2
Cfr. Íbid., 50.
3
Íbid., 49.

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