San Jose - Triduo
San Jose - Triduo
San Jose - Triduo
VIVIR NUESTRO
CAMINO CUARESMAL 2021
en FAMILIA y en CASA
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INTRODUCCION AL TRIDUO
AL celebrar este AÑO ESPECIAL dedicado a San José, debemos resaltar, dos
características importantes de la vida de San José, que como discípulos de Jesús
necesitamos hoy en día:
1° La primera es el valor, y
2° la segunda, el silencio.
José recorrió largas distancias bajo todo tipo de condiciones climáticas para
llevar a su familia a Belén, lo podemos meditan en el Evangelio de San Lucas (2:1–
7). Su esposa, María, pronto daría a luz al Hijo de Dios, y José los mantuvo a salvo
de las personas peligrosas que solían transitar por los caminos escabrosos. Llamó a
la puerta de muchos lugares buscando refugio, pero fue rechazado una y otra vez.
Esto, sin duda, exigió mucho valor de su parte. Aunque José nunca habló en los
Evangelios, sabemos que fue un hombre de familia con una fe firme, puesto que le
enseñó a Jesús a rezar y a amar a Dios, meditemos el Evangelio de San Lucas( 2:51).
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San José nos recuerda que no siempre es fácil ser cristiano, pero que si
entregamos nuestra vida como discípulos al plan de Dios, Dios bendecirá nuestro
valor y nuestra generosidad. Durante estos días de Pandemia, San José camina junto
a nosotros protegiéndonos, resguardándonos y recordándonos que debemos
mantener nuestro corazón encauzado hacia Dios, para que algún día podamos mirar
el rostro de Jesús, tal como lo hizo san José
“San José fue un hombre justo y fiel a la Ley de Dios. Aceptó la voluntad
divina y tomó consigo a María como esposa. Cumplió su papel de padre y
junto con María educó a Jesús. Es patrono de la Iglesia universal, y es después
de María a quien debemos mayor veneración” (Docat, 147).
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La convocatoria del Santo Padre se realiza en medio del Año Jubilar
Guadalupano – Plancartino en ocasión de los 125 aniversario de la Coronación
Pontificia de la Imagen de Santa María de Guadalupe, que estamos celebrando en
su Basílica del Tepeyac. No olvidemos que San José ha tenido un lugar muy
importante en la vida del Santuario, primero al ser el Patrono del Venerable Cabildo
Colegial de Guadalupe y tener su capilla dedicada a El. La comunidad de Monjas
Carmelitas Descalzas, viven en el monasterio de San José del Tepeyac, junto a la
Capilla de San Miguel Arcángel, en el Cerrito. Y la Parroquia de Santa María de
Guadalupe – Capuchinas, tiene como retablo central la Sagrada Familia de
Nazareth.
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a) en donde cada fiel, siguiendo su ejemplo, puede fortalecer diariamente su
vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios,
d) San José, auténtico hombre de fe, nos invita a redescubrir nuestra relación
filial con el Padre, por lo que se concede la indulgencia plenaria a aquellos
que mediten durante media hora la oración del Padre Nuestro, o que
participen en una meditación sobre San José;
h) Se concede la indulgencia plenaria a los fieles que recen la letanía de San José
pidiendo por aquellos que están en peligro, por los que sufren, por los que
huyen y experimenta el rechazo y el abandono.
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TRIDUO DE ORACION A SAN JOSE
Oración Inicial
A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de
implorar el auxilio de María, tu Santísima Esposa, solicitamos confiadamente tu
patrocinio.
Con aquella caridad que te tuvo unido con la Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús,
humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su
Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.
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Y a cada uno de nosotros protégenos con tu constante patrocinio, para que, a ejemplo
tuyo, y sostenidos por tu auxilio, podamos vivir y morir santamente y alcanzar en
los cielos la eterna bienaventuranza. Amén. (León XIII)
Lectura Bíblica
“El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al
niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes
va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de
noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo
que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo»” (Mt 2, 13-15).
Dice el Papa Francisco que San José era un hombre concreto, pero con el
corazón abierto, “el hombre de los sueños”, no “un soñador”:
Meditación
“José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto”: esa es la
perfecta invitación con la que nos acercamos a conocer un poco más a José de
Nazaret, aquel a quien queremos encomendar nuestras familias. San José es un santo
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único. Lo veneramos como el hombre más cercano a Cristo. Sus virtudes y santidad
son extraordinarios, hasta el punto de que muchos santos padres le han considerado
el más luminoso de todos los santos, ejemplo de amor, humildad y dedicación a
Jesús.
Esta conciencia viva del lugar especialísimo que san José tiene en el plan
providencial de Dios, ha pasado por la experiencia y la pluma de muchos santos de
todos los tiempos. Santa Teresa de Jesús, la gran doctora mística de Ávila, es testigo
de su poderosa intercesión, cuando escribe en el libro de su Vida:
“Y tomé por abogado y señor al gloriosos san José y me encomendé mucho a
él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el
alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo
hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido. Es cosa que espanta
las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo,
y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos
parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso
santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender,
que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo
custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide” (Santa Teresa de Ávila,
el Libro de la Vida 6,6)
En el siglo XIX, hubo un movimiento del sentir popular pidiendo la declaración
del patrocinio de san José sobre toda la Iglesia. Entre los cientos de cartas que
llegaron al escritorio de Pío IX estaba la de un sacerdote dominico, el Beato Juan José
Lataste, en la que contaba al Papa que había ofrecido su vida para que llegase esa
declaración pontificia. El Papa, muy movido por esa petición en particular, en la
Solemnidad de la Inmaculada de 1870, invocaba urbi et orbi ese patrocinio en las
misas de todas las basílicas pontificias en que se leyó el Decreto Quemadmodum Deus
de la Sagrada Congregación de Ritos, donde se decía:
“Del mismo modo que Dios constituyó al otro José, hijo del patriarca Jacob,
gobernador de toda la tierra de Egipto para que asegurase al pueblo su sustento, así al
llegar la plenitud de los tiempos, cuando iba a enviar a la tierra a su Hijo Unigénito para
la salvación del mundo, designó a este otro José, del cual el primero era un símbolo, y le
constituyó Señor y Príncipe de su casa y de su posesión y lo eligió por custodio de sus
tesoros más preciosos. Porque tuvo por esposa a la inmaculada Virgen María, de la cual
por obra del Espíritu Santo nació Nuestro Señor Jesucristo, tenido ante los hombres por
hijo de José, al que estuvo sometido. Y al que tantos reyes y profetas anhelaron
contemplar, este José no solamente lo vio, sino que conversó con él, lo abrazó, lo besó con
afecto paternal y con cuidado solícito alimentó al que el pueblo fiel tomaría como pan
bajado del cielo para la vida eterna. Por esta sublime dignidad que Dios confirió a su
siervo bueno y fidelísimo, la Iglesia, después de su esposa, la Virgen Madre de Dios, lo
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veneró siempre con sumos honores y alabanzas e imploró su intercesión en los momentos
de angustia.
Y puesto que en estos tiempos tristísimos la misma Iglesia es atacada por doquier por
sus enemigos y se ve oprimida por tan graves calamidades que parece que los impíos
hacen prevalecer sobre ella las puertas del infierno, los venerables obispos de todo el orbe
católico, en su nombre y en el de los fieles a ellos confiados, elevaron sus preces al Sumo
Pontífice para que se dignara constituir a san José por patrono de la Iglesia Universal.
Al haber sido renovadas con más fuerza estas mismas peticiones y deseos durante el
Santo Concilio Ecuménico Vaticano, Nuestro Santísimo Papa Pío IX, conmovido por la
luctuosa situación de estos tiempos, para ponerse a sí mismo y a todos los fieles bajo el
poderosísimo patrocinio del santo patriarca José, quiso satisfacer los votos de los obispos
y solemnemente lo declara PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL”.
Letanías de San José
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Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de
tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor
en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén
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SEGUNDO DIA. La Paternidad Espiritual de San José
Oración Inicial
Glorioso San José, esposo de la Virgen María, dispénsanos tu protección
paterna. Nosotros te suplicamos por el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo. Tú,
cuya protección se extiende a todas las necesidades y sabe tornar posibles las cosas
más imposibles, dirige tu mirada de padre sobre los intereses de tus hijos.
Recurrimos a ti, con confianza en las angustias y penas que nos oprimen;
dígnate tomar bajo tu caritativa protección este asunto importante y difícil que s la
causa de nuestras inquietudes. Haz que su feliz desenlace sea para gloria de Dios y
bien de sus servidores. Amén. (San Francisco de Sales)
Lectura Bíblica
“Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado
Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde
David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia
hasta el Cristo, catorce” (Mt. 1, 16-17).
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Comentario a la lectura Bíblica: San José, perspectiva bíblica
En los textos bíblicos con los que la liturgia de la Iglesia celebra a san José nos
encontramos:
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Meditación
La designación como “Patrono”, etimológicamente designa a quien hace las
funciones de “Padre”. Esta misión, que Dios encargó a san José en vida de Jesucristo,
quedaba entonces reconocida respecto de toda la Iglesia. En muchas ocasiones
hemos pensado en la maternidad espiritual de la Virgen, pero no siempre hemos
caído en la cuenta de esa paternidad espiritual de san José sobre toda la Iglesia y
sobre cada uno de nosotros.
La paternidad de san José sobre Jesús, aunque no fue física, tuvo todas las
características de una verdadera paternidad. Su relación paternal con Jesús fue
personal, afectuosa, y se prolongó durante muchos más años de los que pasó con sus
mismos apóstoles. Como hombre, Jesús tuvo en José un modelo de masculinidad.
Fue testigo del ejemplo diario de su padre, aprendió de Él las virtudes del trabajo, y
podemos reconocer en su humanidad trazos de la humanidad de José. “En verdad,
en verdad os digo: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer
al Padre” (Jn. 5, 19). Y José, fue, en lo humano determinante en su paternidad.
Este es el tiempo de san José. Muchos hombres no han tenido una buena
experiencia de la paternidad. Él nos conducirá espiritualmente con todo lo que hace
un padre: nos alimentará, nos dará educación, vestido, protección y corregirá
cuando sea necesario. Somos hijos de María, y esta es nuestra gloria y nuestro
consuelo. Pero también somos hijos adoptivos de san José y esto no es cosa menor,
por la confianza que tenemos en él.
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Letanías de San José
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Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de
tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor
en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén
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TERCER DIA. San José, los silencios
del Custodio del Redentor
Oración Inicial
Glorioso San José, modelo de todos aquellos que se dedican al trabajo,
obtenedme la gracia de trabajar con espíritu de penitencia para la expiación de mis
pecados; de trabajar en conciencia, poniendo el culto del deber por encima de mis
inclinaciones; de trabajar con reconocimiento y alegría, considerando un honor el
emplear y desarrollar por el trabajo los dones recibidos de Dios; de trabajar con
orden, paz, moderación y paciencia, sin retroceder jamás ante la pereza y las
dificultades; de trabajar sobre todo con pureza de intención y desprendimiento de
mí mismo, teniendo sin cesar ante mis ojos la muerte y la cuenta que deberé rendir
del tiempo perdido, de los talentos inutilizados, del bien omitido y de las vanas
complacencias en el éxito, tan funestas para la obra de Dios. Todo por Jesús, todo
por María, todo a imitación vuestra ¡oh Patriarca San José! Tal será mi divisa en la
vida y en la muerte. Así sea. (San Pío X)
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Lectura Bíblica
“Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a
José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de
Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, tomó
al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao
reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado
en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se
cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno” (Mt. 2, 19-23).
Comentario a la lectura Bíblica: San José, modelo para dar sentido al dolor
a) El primer dolor: Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y
no lograr conseguir ni siquiera una casita pobre para el nacimiento. A este
dolor correspondió la alegría de ver y oír a los ángeles pastores llegar a adorar
al Divino Niño.
c) El tercer dolor fue la huida a Egipto. Tener que huir por entre esos desiertos,
sin sombras ni agua, y con el Niño recién nacido. A este sufrimiento le
correspondió el gozo de ver crecer al Divino Niño.
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Pero además de orante y paciente, San José es silencioso. Con María su esposa,
hizo grandes cosas dejándose hacer por Dios. San José, el santo del Silencio. Es un
caso excepcional en la Biblia: no se le escucha ni una sola palabra. No es que haya
sido uno de esos seres que no hablaban nada, pero seguramente fue un hombre que
cumplió aquel mandato del profeta antiguo: “Sean pocas tus palabras”. Quizás Dios
ha permitido que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra,
para enseñarnos a amar también nosotros en silencio. San José, Patrono de la Vida
interior, enséñanos a confiar, a sufrir, y a callar amando.
Meditación
Custodio del Redentor, así llamó Juan Pablo II a san José en la hermosa carta
apostólica que le dedicó. Hay una bella tradición, que desde el siglo XVI contempla
los dolores y gozos de san José en su camino como protector de Jesucristo, que van
contraponiendo los aspectos agridulces que aparecen en los diversos misterios de su
infancia: el anuncio, su nacimiento en pobreza, la circuncisión e imposición del
Nombre de Jesús, la presentación, la huida a Egipto, la vida de Nazaret y la pérdida
y el hallazgo en el Templo. Todos ellos contienen un elemento de dicha y en todos
ellos se vislumbra que Jesús es el Redentor, llamado a salvar a los hombres en la
Cruz.
Dar vida a alguien es el más grande de todos los regalos. Salvarle la vida es
el siguiente. ¿Quién dio vida a Jesús? Fue María. ¿Quién salvó su vida? Fue José.
Pregunta a san Pablo quién le persiguió; pregunta a san Pedro quién le negó;
pregunta a todos los santos quién le llevó a la muerte. Pero si preguntamos ‘¿quién
salvó su vida?’, callad patriarcas, profetas, apóstoles, confesores y mártires. Dejemos
a san José hablar, porque él y solo él es el salvador del mismo Salvador.
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Letanías de San José
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Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de
tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor
en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén
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