Acusación Constitucional Lisandro Cruz

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Acusación Constitucional

Ministro de Justicia señor Lisandro Cruz Ponce


Téngase presente

La recopilación de antecedentes de la presente Acusación Constitucional, se ha


realizado en conjunto por la Cámara de Diputados y la Biblioteca del Congreso
Nacional, a partir de la información disponible en sus archivos.

Se han incluido los distintos documentos de su tramitación, ordenados


conforme su ocurrencia en cada uno de los trámites del proceso acusatorio.

Se han omitido documentos de mera o simple tramitación, que no


proporcionan información relevante para este dossier.

Para efectos de facilitar la revisión de la documentación de este archivo, se


incorpora un índice.
Índice

1. Cámara de Diputados 4
1.1. Presentación Acusación Constitucional 4
1.2. Integración de Comisión encargada de Acusación Constitucional 13
1.3. Informe de Comisión 14
1.4. Discusión en Sala 34
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PRESENTACIÓN ACUSACIÓN

1. Cámara de Diputados
1.1. Presentación Acusación Constitucional
Cámara de Diputados. Fecha 26 de enero, 1971. Cuenta en Sesión 17.
Legislatura Extraordinaria 1970-1971.

PRESENTACION

Honorable Cámara:

Los Diputados que suscriben, en uso de las atribuciones que les confiere
el artículo 39, atribución primera, letra b), de la Constitución Política, y en
cumplimiento de sus deberes parlamentarios, vienen en deducir acusación al
señor Ministro de Justicia, don Lisandro Cruz Ponce, por haber infringido la
Constitución, atropellado las leyes y haberlas dejado sin aplicación.
En efecto, en el ejercicio de su cargo, y sin perjuicio de la
responsabilidad que le pueda asistir como persona por la comisión de diversos
hechos configurados como delitos en el Código Penal y en la Ley de Seguridad
del Estado, el Ministro de Justicia es responsable de actuaciones, declaraciones
y omisiones, que constituyen infracción de la Constitución, atropello de leyes y,
también, inejecución de hechos a los que estaba obligado. Tales actuaciones
son tanto más graves, cuanto que significan e involucran ' una violación o un
atentado a la independencia, integridad, autoridad y dignidad del Poder
Judicial, como más adelante se señala.
Para los efectos de una mejor comprensión por la H. Cámara, las
actuaciones culpables del señor Ministro acusado se pueden fijar en tres
órdenes de materias.

I. —Ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos

Con fecha 30 de diciembre de 1970, la Contraloría General de la


República, por medio del oficio Nº 89841, dio cuenta a la H. Cámara de
Diputados de haber tomado razón del decreto Nº 2092 del Ministerio de
Justicia, de fecha 28 de diciembre de 1971, por el cual el Presidente de la
República, con la firma de todos sus Ministros, le ordena cursar el decreto de
ese Ministerio Nº 2071, de 18 de diciembre de 1970, que concede indultos a
las personas que indica, sometidas a los procesos que en cada caso se
individualizan.
La Contraloría expresa haber reparado el decreto original, Nº 2071, por
estimar que. él contravenía las disposiciones del Reglamento de Indultos —
decreto de Justicia Nº 3590 de 1959—, en relación al artículo 93 Nº 4 del
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Código Penal, y lo prescrito en el artículo 80 de la Constitución política. Tales


objeciones no fueron acogidas por el Ejecutivo, quien, por la vía de un decreto
de insistencia, ordenó cursar el decreto inconstitucional e ilegal.
Finalmente, la Contraloría, en cumplimiento de lo ordenado en el inciso cuarto
del artículo 21 de la Constitución Política, y artículo 10 de la ley Nº 10. 336 de
1964, remitió a la H. Cámara copia de los referidos decretos y del oficio en que
fundaba las razones de su rechazo.
Considerando que el objetivo de la referida disposición constitucional, y
legales precisamente informar a la H. Cámara de la toma de razón de decretos
que adolecen de inconstitucionalidad e ilegalidad, para que esta corporación
resuelva si tales actos dan margen o motivo para acusar constitucionalmente a
todos o algunos de los firmantes, los diputados que suscriben han resuelto
deducir la presente acusación en contra del Ministro de Justicia, en atención a
que tanto el decreto reparado como el de insistencia llevan precisamente la
firma de ese ministro.
Los Ministros de Estado son precisamente responsables de los actos que
firmaren o acordaren, como señala el artículo 76 de la Constitución Política.
Responsabilidad que es tanto mayor si se considera que, como lo estatuye el
artículo 75, "todas las órdenes del Presidente de la República deberán firmarse
por el Ministro del Departamento respectivo, y no serán obedecidas sin este
esencial requisito". De modo que tanto para el envío del decreto observado,
como para la insistencia, ha sido requisito esencial la firma —y por ende la
plena responsabilidad— del Ministro de Justicia que se acusa.
Las objeciones de la Contraloría señalando la ilegalidad e
inconstitucionalidad de los indultos contenidos en los referidos decretos,
corresponden plenamente a las disposiciones legales y constitucionales
vigentes, y a lo que han fallado nuestros Tribunales Superiores de Justicia
permanentemente. Además, la doctrina penal, tanto en nuestro país como en
el extranjero, sostiene aplastantemente igual predicamento.
Con todo, como debe anotarse que el Decreto de Insistencia ya referido
sostiene, en rechazo de las razones del organismo Contralor que ellas carecen
de fundamento jurídico bastante, resulta útil anotar, tres consideraciones
esenciales que abonan la tesis de la Contraloría General de la República:

1º—En nuestra legislación, el indulto particular sólo puede ser decretado


en presencia de una sentencia condenatoriabilidad penal del procesado por
alguno de los motivos establecidos en el artículo 93 del Código Penal, entre los
cuales se encuentra el indulto, no altera lo dicho. Ni tampoco la afirmación de
que el Jefe del Estado al indultar hace uso de una atribución que le es
privativa, dan fundamento legal o constitucional a los ya referidos decretos
2071 y 2092.
En efecto, la disposición del artículo 408 Nº 5, no puede aplicarse sino a
los indultos generales. Estos, que sólo pueden otorgarse por ley, se rigen por
las mismas normas de la amnistía. Otra interpretación equivaldría a reconocer
al Ejecutivo la facultad de gobernar la acción penal y de ejercer funciones
judiciales que no le corresponden. Así, por lo demás, lo ha estimado la
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jurisprudencia, y en igual sentido se ha pronunciado la doctrina. Junto con


expresar el repudio a la tesis que se sustenta en esta oportunidad en el
decreto de insistencia, el Presidente del Consejo de Defensa Fiscal, don
Eduardo Novoa Monreal, sostiene en su "Curso de Derecho Penal", (Editorial
Jurídica de Chile, 1966, página 447), que sólo procede un indulto cuando
existe sentencia condenatoria ejecutoriada. Agrega, que "si no se esperara tal
instante, no podría tener efecto el artículo 93 Nº 4 del Código Penal, en cuanto
manda que el indultado no pierda su carácter de condenado para los efectos de
la reincidencia, ya que no cabría reincidencia sin sentencia condenatoria firme
y podría reprocharse al Ejecutivo — (caso de indultos particulares)— la
conculcación del artículo 80 de la Constitución Política, que le veda ejercer
funciones judiciales o avocarse causas pendientes. "
Tampoco es aceptado por la doctrina, ni por la jurisprudencia, la
alegación de que pueda el Presidente de la República indultar en forma
arbitraria, por tratarse del uso de una facultad que le sea privativa. En primer
lugar, porque su atribución está limitada por la naturaleza mis a firme. Así lo
disponen el artículo 93 Nº 4 del Código Penal, y los artículos 1 y 2 del decreto
3590 de 1959.
En cambio, tanto el decreto Nº 2071 como el de insistencia Nº 2092,
indultan a 43 personas, varias de ellas sometidas a distintos procesos, ninguno
de los cuales se encuentran condenados por sentencias afirme; y en
circunstancias de que numerosos de ellos se encuentran todavía prófugos y en
rebeldía frente a la Justicia.

2º—Con los indultos particulares decretados no se persigue —como es


de la esencia de todo indulto— conmutar la pena impuesta a los indultados,
sino que impedir que el Poder judicial pueda seguir procesando e investigando
numerosos delitos, sometiendo a proceso a los responsables o determinando,
la responsabilidad que en tales delitos cabe a otras personas, sea como
autores, cómplices o encubridores. Y, finalmente, se impide que pueda fallar
esas causas, condenando a los culpables y absolviendo a quienes resultaren
inocentes, sin perjuicio de los derechos de las víctimas de tales delitos, quienes
también se ven burlados por el indulto ilegal y arbitrario.
En consecuencia, los indultos decretados importan negar a los Tribunales
de Justicia la facultad de conocer o seguir conociendo y de fallar los procesos
criminales que en dichos decretos se indican. Con ello se vulnera abiertamente
la disposición del artículo 80 de la Constitución Política, que entrega
exclusivamente a los Tribunales la facultad de juzgar y prohíbe expresamente
al Presidente de la República —y a sus Ministros— ejercer funciones judiciales
o avocarse a causas pendientes.

3°—Las alegaciones que contiene el decreto de insistencia, son


irrelevantes. La disposición del artículo 408 Nº 5 del Código de Procedimiento
Civil, que señala la procedencia del sobreseimiento definitivo cuando se ha
extinguido la responsabilidad de ella —facultad de conmutar o reducir la
pena—; por las facultades constitucionales privativas de otro poder del Estado;
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y por las normas constitucionales que le impiden' arrogarse otras facultades


que las que expresamente se le confieren y las que le impiden avocarse causas
judiciales pendientes. Y, luego, porque siendo el indulto... "un resabio del
absolutismo monárquico'..., debe ser ejercido con extrema discreción y
debidamente reglamentado por normas jurídicas que aseguren que no sean
desvirtuados sus fines, ni el interés social.
Conclusión. —Lo anteriormente expuesto, y los antecedentes que
constan en el oficio Nº 89. 841 de la Contraloría General de la República que
se adjunta, demuestra de manera irredargüible la ilegalidad de los decretos
2071 y 2092. Y al obligar por la insistencia a tomar razón de los indultos
particulares a personas sometidas actualmente a proceso, se ha vulnerado la
prohibición expresa del artículo 80 de la Constitución Política del Estado. '
El Ministro de Justicia, ministro del departamento respectivo, cuya firma
existe en ambos decretos, y cuya firma es requisito esencial para que las
órdenes presidenciales sean obedecidas, es particularmente responsable de la
infracción constitucional y de la ilegalidad, cometidas. Responsable
constitucionalmente por estampar su firma en tales decretos, como por no.
haber representado al Presidente de la República la inconstitucionalidad e
ilegalidad de la acción acordada.
Más aún, cuando la Constitución franquea el camino lícito para obtener
el fin perseguido por el Jefe del Estado, que no es otro que el obtener del
Congreso Nacional una ley de amnistía.
Por ello, la Honorable Cámara debe acoger la presente acusación
constitucional por este concepto.

II. —Inobservancia de leyes y ataques a la independencia del Poder Judicial

Corresponde al Ministro de Justicia atender las relaciones del Poder


Ejecutivo con el Poder Judicial, y velar por el adecuado y normal desarrollo de
tales relaciones, en beneficio de las altas funciones de la administración de
Justicia.
La interrelación que tienen ambos poderes en los aspectos
administrativos y económicos, y la virtual dependencia del Poder Judicial en
materia de nombramientos y de presupuesto, obligan precisamente al
Ejecutivo y particularmente al Ministro de Justicia, a ser tanto más cuidadosos
de no afectar o vulnerar de manera alguna la independencia del Poder Judicial
en el conocimiento y fallo de los asuntos judiciales.
Por lo demás, así lo ordenan tanto, la Constitución Política en las
disposiciones del artículo 80 y siguientes, que se refieren al Poder Judicial y
consagran su independencia y su exclusiva facultad de juzgar las causas civiles
y criminales, prohibiendo toda intervención en 'ellas al Presidente de la
República o al Congreso. Lo reitera el Código Orgánico de Tribunales, y
diversos preceptos del Código Penal sancionan las infracciones de las
facultades privativas de los Tribunales o el incumplimiento, desobediencia o
desacato de sus resoluciones.
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Tan delicadas funciones, de tan alto interés nacional, no han sido


ejercidas por el Ministro señor Cruz Ponce con la mínima consideración debida,
sino que, como es público y notorio, no ha dado cumplimiento a las normas
vigentes, y ha hecho escarnio y motivo de ataque, de difamación, de injurias y
calumnias, al Poder Judicial y particularmente a quienes representan la más
alta jerarquía: la Corte Suprema.
En efecto, el país entero y muy especialmente la Honorable Cámara,
conocen la desembozada campaña política, realizada por medio de la prensa,
la radio y la televisión; campaña que se ha llevado a los sindicatos, a las
universidades, a la misma calle donde inmensos letreros injuriaban y
calumniaban a la Corte Suprema.; campaña que ha llegado a los más Tilines
insultos, a los infundios más vejatorios.; a las injurias y calumnias más
inexcusables. Pero, campaña que, en fin, tendía a móviles más grave aún que
el de la difamación, la injuria y la calumnia; ya que pretendía y pretende
atentar contra la independencia del Poder Judicial, por la vía de la presión y del
amedrentamiento, y someter así a sus integrantes.
Tales ataques "concertados; permanentes, reiterados, no sólo configuran
los más elementales delitos de injurias y calumnias, desacatos y abuso de
publicidad, sino que configuran delitos contra el orden público sancionados
expresamente en la Ley de Seguridad del Estado, tanto en su artículo 6°, como
también en su artículo 4º, ya que constituían un intento de subvertir el orden
público.
El Ministro de Justicia acusado no representó jamás al Gobierno de que
forma parte, los delitos graves que se causaban públicamente a los Ministros
de los Tribunales Superiores de Justicia. Ni siquiera para requerir que los
Intendentes iniciaran los procesos correspondientes a la Ley de Seguridad del
Estado.
Por el contrario, el Ministro acusado no sólo no hace presente la
necesidad de cumplir las leyes, sino que se suma a los ataques, a la campaña
de descrédito y de desprestigio de la justicia chilena.
Sus propias actuaciones y declaraciones configuran delito de desacato,
difamación, injurias y calumnias, de los que puede y debe responder
personalmente. Pero significan también haber atentado gravemente contra la
independencia y la autoridad del Poder Judicial.
Aun cuando la Honorable Cámara debe conocer la mayor parte de tales
declaraciones, y aun cuando se adjuntan a la acusación ejemplares de
periódicos que las contienen, es necesario indicar algunas de ellas:

1) Declaración para referirse al fallo de la Corte Suprema que rechazó la


petición de desafuero del Senador Raúl Morales
En ella, el Ministro acusado critica el referido fallo y formula gravísimos
cargos a los sentenciadores, a la vez que llega a afirmaciones notoriamente
agraviantes. Dice, por ejemplo:... la resolución no sólo es equivocada sino que,
incluso, en algunos puntos no se ajusta a la verdad", agregando: "hecho
incomprensible si consideramos que los sentenciadores tuvieron todos los
antecedentes en sus manos". (Cabría reflexionar que, por su parte, el Ministro
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PRESENTACIÓN ACUSACIÓN

acusado jamás ha podido tener en sus manos los antecedentes del sumario,
por ser éste secreto) Dice: "Se aparta de la verdad, la Corte Suprema..." "De
todo lo anterior es forzoso colegir que lisa y llanamente la Corte Suprema ha
efectuado una denegación de justicia, amparada en la falta de ulterior recurso
contra su dictamen. " "... la sentencia sugiere que ni siquiera este testimonio
es digno de crédito, pues sería producto de apremios ilegítimos y flagelaciones.
Para insinuarlo, la Corte se vale del expediente de añadir una orden para
investigar la denuncia..." "la Corte Suprema al ponderar los antecedentes... se
apartó de la ley, al exigir requisitos no establecidos en el ordenamiento
jurídico: "Al desecharse el desafuero no sólo se pretende impedir la
investigación..." Y termina diciendo: "Por las razones expuestas, el Ministerio
estima que se ha otorgado sin ambages, el derecho a la impunidad de los
conspiradores. "
En las frases citadas se configuran los delitos de injurias, sancionado en
el artículo 363 del Código Penal; de desacato (artículo 364 Nº 3); de calumnias
(artículos 412 y 413), ya que les imputa supuestos delitos de prevaricación y
aún contra la Seguridad del Estado.
Cabe recordar a la Honorable Cámara, que entre las atribuciones que la
Constitución Política otorga al Presidente de la República —y que éste debe
ejercer con el Ministro de ese departamento—, está señalada en el artículo 72,
atribución 4ª que dice a la letra: "Velar por la conducta ministerial de los
jueces y demás empleados del Poder Judicial y requerir, con tal objeto, a la
Corte Suprema para que, si procede, declare su mal comportamiento, o al
Ministerio Público para que reclame medidas disciplinarias del Tribunal
competente, o para que, si hubiere mérito bastante, entable la correspondiente
acusación.
Y, a su vez, también cabe, en conformidad a la letra c) de la atribución
1ª del artículo 39 de la misma Constitución, acusar a los Magistrados de los
Tribunales Superiores de Justicia, por notable abandono de sus deberes.
El Ministro acusado no ha ejercido la atribución constitucional de velar
por la conducta ministerial de los jueces, ni tampoco ha intentado que se acuse
a los Magistrados de la Corte Suprema. Pero sí ha sumado su voz
reiteradamente, en declaraciones públicas y en conferencias de prensa, para
atacar y vilipendiar a la referida Corte.

2) Declaraciones en conferencia de prensa, referentes a la


responsabilidad de los Ministros de la Corte Suprema
En publicaciones de periódicos que no han sido desmentidos ni
rectificados por el Ministro de Justicia, y que también se adjuntan, con el
llamativo título de: "Freno de negociados y sinvergüenzuras pondrá el
Gobierno. " "Sancionarán a Ministros que no cumplan con su deber", se
expresa: "Se trata del artículo 324 que habla de la responsabilidad de los
jueces frente a los fallos que emiten. Pero el artículo tiene una trampita que
fue incorporada en el Gobierno de González Videla y que dice que: "La
disposición que castiga a los jueces si éstos administran en mala forma la
justicia, NO es aplicable a los Ministros de la Suprema. " "No es posible que
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estos funcionarios que ocupan altos cargos queden libres de responsabilidad,


señaló el Ministro. "
En otro periódico, se informa de las declaraciones del Ministro acusado,
así: "Entre las reformas al Código, figura la derogación del artículo 324, que
dejaba en la impunidad la responsabilidad de los Ministros de la Corte
Suprema, al administrar éstos justicia en "forma torcida". "Al respecto —dice—
, el Ministro señaló: "Este es un problema de suma gravedad; no es posible
que algunos funcionarios queden libres de responsabilidad; por tal razón, el
Ministro de la Corte Suprema también podrá ser sancionado cuando su
actuación así lo requiera. "
Basta comparar la información proporcionada por el Ministro acusado a
los periodistas, con el texto del artículo 324 del Código Orgánico de Tribunales,
para apreciar no sólo el error o ignorancia que aquélla involucraba, sino
también de qué manera inducía a desprestigiar a la Corte Suprema ante la
opinión pública.

3) Declaraciones ante la Cuarta Convención Nacional de Magistrados


El Ministro acusado se preocupó de dar una visión subjetiva de la justicia
chilena, calificándola de tener "normas medioevales, legislación caduca" y "la
peluca y naftalina que trasuntan la organización jurídica actualmente en uso. "
Insistió en calificar de "clasista" a la justicia, y en suponerle grave y notable
abandono de sus deberes a los jueces, al decir: "... Que se acaben los
favoritismos, las diferencias abonadas por la fortuna, el halago y la presión de
los poderosos, para que la auténtica justicia llegue al pueblo". Otro órgano de
prensa informa: "De caduca, inquisitorial y clasista, calificó el Ministro de
Justicia, Lisandro Cruz Ponce, al sistema judicial chileno... "
Y no obstante tales aseveraciones, tendientes todas al desprestigio del
Poder Judicial, ninguna actuación concreta ha realizado el Ministro acusado, en
cumplimiento de un deber constitucional que., de ser efectivas sus
declaraciones, debieran ser agobiantes: velar por la conducta ministerial de los
jueces.

4) Carta pública rechazando renuncia del señor Silva Cimma.


Aun cuando aparezca innecesario abundar en mayores ejemplos de la
contumacia del Ministro acusado, quien no pierde ocasión para denostar a la
Corte Suprema, en especial, y a todo el Poder Judicial, en general, en dicha
carta expresa que el pueblo "no tiene acceso real a la. Justicia. "
Es decir, una vez más, imputa la denegación de justicia, permanente y
constante. Nueva colaboración del Ministro acusado, a la campaña de presión
en contra de la independencia del Poder Judicial.

Conclusión

La Honorable Cámara debe apreciar que, además de los delitos


específicos indicados precedentemente, la sostenida actuación del Ministro
acusado constituye una presión ilícita sobre la Corte Suprema, organismo
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jerárquico de todo el Poder Judicial. Una presión que tiene por objeto destruir o
al menos limitar la independencia de sus miembros para juzgar y a deformar el
concepto que de los tribunales tiene la opinión pública.
Tal presión no deja de ser ilícita por el hecho de que el Ministro acusado,
así como los periódicos y los grupos que la comparten, ¡sostengan qué lo
hacen en nombre del interés popular, de las grandes mayorías o del pueblo.
Por el contrario, tal pretensión configura el delito de sedición que contempla
expresamente el artículo 3º de la Constitución Política del Estado.
Por las razones expuestas, la Honorable Cámara debo también acoger la
acusación deducida.

III. —Incumplimiento de deberes constitucionales y legales

El Ministro de Justicia acusado, como se desprende de la declaración


antes citada en que se refiere al fallo de la Corte Suprema, ha hecho caudal de
antecedentes del proceso, los que explica conocer de los alegatos del abogado
del Gobierno, que habrían sido gravados. Lo que podría explicar acuciosidad
del señor Ministro. Acuciosidad que no tuvo frente a la campaña de
desprestigio del Poder Judicial, como se ha expresado. Además, por otra parte,
el Ministro de Justicia ha tenido conocimiento de reuniones en que
participaron, al decir de informaciones aparecidas en varios periódicos el día 6
de enero, personeros de "alto nivel". Una de esas informaciones expresa: que
hubo "reunión de alto nivel en una de las oficinas del Estado Mayor del
Ejército. " "Según trascendió, el instructor militar se reunió con el juez militar,
el Ministro de Defensa, altos personeros del Ejecutivo y los abogados del
Gobierno, Sergio Politoff y Juan Bustos".
El Ministro de Justicia acusado ha debido tener conocimiento de tales
informaciones y, al menos a través de ellas, de tal reunión. Sin embargo, no
obstante la gravedad que la ley otorga a un hecho de esta naturaleza, nada
hizo al respecto, pasando por alto la información, el hecho y las normas legales
y constitucionales correspondientes.
El artículo 520 del Código Orgánico de Tribunales señala a la letra: "Los
jueces deben abstenerse de expresar y aún de insinuar privadamente su juicio
de los negocios que por la ley son llamados a fallar. Deben igualmente
abstenerse de dar oído a toda alegación que las partes o terceras personas a
nombre o por influencia de ellas, intenten hacerles fuera del Tribunal".
El artículo 4º del Código de Justicia Militar hace aplicable a los Tribunales
Militares tal prohibición.
Tan grave infracción a los deberes que imponen el Código Orgánico de
Tribunales y el de Justicia Militar significa, a la vez, por la participación en tales
hechos de Ministros y altos personeros del Ejecutivo, como señala la
información, la comisión del grave delito de violación de la independencia del
Poder Judicial. Responsabilidad que quien corresponda deberá sancionar.
Pero el Ministro acusado, responsable del departamento respectivo,
responsable del ejercicio de la obligación constitucional de velar por la
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PRESENTACIÓN ACUSACIÓN

conducta ministerial de los jueces y, a la vez, obligado a denunciar tan grave


hecho, no ha cumplido tales obligaciones, dejando sin cumplir las leyes y, en
particular, la disposición del artículo 84 del Código de Procedimiento Penal.

Conclusión

El incumplimiento grave de sus deberes por parte del Ministro de


Justicia, al dejar sin cumplir las leyes que le obligan a denunciar un hecho que
configura o pueden configurar un delito, debe ser sancionado por la Honorable
Cámara, acogiendo la acusación también en esta parte.
Honorable Cámara: De los antecedentes expuestos de los documentos
que se acompañan, y de todos los que se reúnan en la labor de la Comisión
Acusadora, que debe ampliar tales antecedentes, se comprueba
fehacientemente el fundamento de la presente acusación. En cumplimiento de
las disposiciones del artículo 39, atribución 1º, letra b) de la Carta
Fundamental, la Honorable Cámara debe acordar acusar constitucionalmente al
Ministro de Justicia, Lisandro Cruz Ponce, por infracción a la Constitución,
atropellamiento de las leyes y por haberlas dejado sin ejecución.

(Fdo.): Mario Arnello R. — Gustavo Alessandri V. —Gustavo Monckeberg B. —


Evaldo Klein D. — Domingo Godoy M, — Hugo Álamos Y. — Miguel Luis
Amunátegui J. —Mario Ríos S. —Gustavo Lorca R. —Luis Undurraga C. "
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INTEGRACIÓN COMISIÓN

1.2. Integración de Comisión encargada de Acusación


Constitucional
Cámara de Diputados. Fecha 26 de enero, 1971. Sesión 17. Legislatura
Extraordinaria 1970-1971.

COMISION ENCARGADA DE CONOCER LA ACUSACION


CONSTITUCIONAL DEDUCIDA EN CONTRA DEL MINISTRO DE JUSTICIA,
SEÑOR LISANDRO CRUZ PONCE

El señor IBAÑEZ (Presidente). — En conformidad con lo dispuesto en la


atribución primera del artículo 39 de la Constitución Política de la República y
en el artículo 261 del Reglamento Interior de la Corporación, corresponde
proceder, en seguida, al sorteo de los cinco miembros que integrarán la
Comisión encargada de conocer la proposición de acusación constitucional
deducida por diez señores Diputados en contra del señor Ministro de Justicia,
don Lisandro Cruz Ponce, por las causales de "infracción a la Constitución,
atropellamiento de las leyes y por haberlas dejado sin ejecución.
El señor Secretario procederá a efectuar el sorteo.

El señor LEAPLAZA (Secretario). — De acuerdo con las normas constitucionales


y reglamentarías, corresponde excluir del sorteo a los siguientes señores
Diputados por las causales que en cada caso se indican:
Por haber suscrito el libelo acusatorio, los señores Álamos, número 5;
Alessandri, don Gustavo, número 7; Amunátegui, número 10; Arnello, número
14; Godoy, número 51; Klein, número 65; Lorca, don Gustavo, número 72;
Monckeberg, número 85; Ríos, don Mario, número 108; y Undurraga, número
141.
Por ser integrantes de la "Mesa Directiva de la Corporación, los señores
Ibáñez, número 57; Acevedo, número 1; y Olave, número 91.
Por encontrarse fuera del país, con permiso constitucional, los señores
Frei, don Arturo, número 42; Avendaño, número 16; y Valenzuela Valderrama,
don Héctor, número 145.

—Efectuado el sorteo en la forma prescrita por el Reglamento, resultaron


designados para integrar la Comisión que deberá informar esta acusación, los
señores Diputados que en la lista por orden alfabético tienen los números 142,
11, 115, 8 y 61.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — En consecuencia, la Comisión de cinco


señores Diputados que conocerá de la acusación, estará integrada por los
Diputados señores Ureta, Andrade, Sabat, Alvarado y Jaque.
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INFORME COMISIÓN

1.3. Informe de Comisión


Cámara de Diputados. Fecha 29 de enero, 1971. Cuenta en Sesión 18.
Legislatura Extraordinaria 1970-1971.

INFORME DE LA COMISION ENCARGADA DE CONOCER LA ACUSACION


CONSTITUCIONAL DEDUCIDA POR DIEZ SEÑORES DIPUTADOS EN
CONTRA DEL SEÑOR MINISTRO DE JUSTICIA, DON LISANDRO CRUZ
PONCE

Honorable Cámara:

La Comisión de Acusación designada por la Corporación en conformidad a


lo dispuesto en el artículo 39, atribución 1ª, de la Constitución Política del
Estado, pasa a informaros la acusación constitucional deducida el día 21 de
enero de 1971, por los señores Arnello, don Mario; Klein, don Evaldo; Godoy,
don Domingo; Álamos, don Hugo; Amunátegui, don Miguel Luis; Lorca, don
Gustavo; Ríos, don Mario; Monckeberg, don Gustavo; Undurraga, don Luis y
Alessandri, don Gustavo, en contra del señor Ministro de Justicia don Lisandro
Cruz Ponce, "por haber infringido la Constitución, atropellado las leyes y
haberlas dejado sin ejecución".

A. —Relación de las actuaciones de la Comisión.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo 261 del Reglamento Interior, la


Corporación, en sesión celebrada el día martes 26 de enero de 1971, procedió
a elegir por sorteo a los miembros de la Comisión, la que quedó integrada por
los señores Alvarado, don Pedro; Andrade, don Carlos; Jaque, don Duberildo;
Sabat, don Jorge; y Ureta, don Santiago.
La Comisión celebró su sesión constitutiva, con el objeto de dar
cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 70 del Reglamento, el día miércoles
27 de enero a las 12 horas y eligió Presidente de ella, por unanimidad, al señor
Alvarado, don Pedro.
Por asentimiento unánime, a proposición de la Mesa, adoptó de
inmediato, diversos acuerdos relacionados con el desempeño de su cometido:
a) Solicitar la asistencia del Cuerpo de Taquígrafos a todas las
sesiones que celebre;
b) A proposición de diversos señores Diputado, invitar al señor
Contralor General de la República y a los profesores universitarios señores
Jorge Guzmán Dinator, Eduardo Novoa Monreal, Jorge Ovalle Quiroz, Alejandro
Silva Bascuñán y Enrique Silva Cimma.
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INFORME COMISIÓN

Con posterioridad, en el transcurso de la sesión, se acordó extender la


invitación a los profesores señores Sergio Politoff y Alfredo Etcheberry.
Todas las invitaciones fueron cursadas oportunamente, no concurriendo a
la Comisión los señores Guzmán y Etcheberry, cuyas invitaciones fueron
dejadas, más tarde, sin efecto, por asentimiento unánime.
El señor Ministro acusado fue citado con el objeto de escuchar su defensa
oral o escrita para el día jueves 28 del presente, a contar de las 10 horas.

A proposición de diversos señores Diputados, se acordó dirigir oficio:

a) Al señor Presidente de la Excma. Corte Suprema con el objeto de


solicitar el envío de los procesos a que se hace referencia en el Decreto de
indulto Nº 2. 071 de 18 de diciembre de 1970, del Ministerio de Justicia y, en
el evento de que no pudieran ser remitidos, informe acerca del estado de los
procesos, delitos que se encuentran investigados, monto de lo hurtado o
robado, nómina de las víctimas y calificación de las sesiones recibidas.
b) Al señor Ministro de Justicia, para solicitar la remisión de los
antecedentes que sirvieron de base a la dictación de los decretos de indulto y
de insistencia.
c) Al señor Presidente de la Iltma. Corte de Apelaciones de Talca,
solicitando copia de la sentencia dictada por ese Alto Tribunal, con fecha 8 de
enero de 1971, recaída en el expediente rol Nº 120. 705, en que se hace
presente que la responsabilidad penal de los procesados, militantes del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, se habría extinguido conforme a lo
dispuesto en el Nº 4 del artículo 93 del Código Penal, por habérsele otorgado la
gracia del indulto, no obstante haber proceso pendiente.
d) Al señor Director de la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de
la Presidencia de la República, solicitando copia del libreto del programa de
Canal 7 TV, "A Tres Bandas", con la intervención del señor Presidente de la
Excma. Corte Suprema, don Ramiro Méndez Brañas.

A proposición del señor Andrade, se acordó, por unanimidad, dirigir oficio


al señor Director Nacional de Impuestos Internos, para que, si lo tiene a bien,
informe a la Comisión acerca de las funciones que desempeña en ese Servicio
el señor Jorge Ovalle Quiroz, horario que debe cumplir y controles a que se
encontraría sometido.
El señor Ministro acusado envió su defensa por escrito, el día jueves 28
de enero de 1971, la que aparece inserta en el Boletín Nº 611711A.
A proposición del señor Arnello, por asentimiento unánime, se acordó
dejar constancia en el informe, en documento anexo, respecto de los procesos
cuyos originales llegaren oportunamente a la Secretaría de la Comisión, de los
inculpados que hayan sido encargados reos, de los delitos por los cuales se les
procesa, nómina de las víctimas y calificación de las lesiones que hubieren
recibido.
Por asentimiento unánime, se acordó conceder un tiempo de hasta diez
minutos a cada señor Diputado para fundamentar su voto.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 16 de 148

INFORME COMISIÓN

De todo el debate habido en el seno de la Comisión, se tomó versión


taquigráfica, la que se encuentra impresa a disposición de los señores
Diputados.
La Comisión celebró una sesión, ya que la sesión constitutiva, citada para
el día miércoles 27 de enero a las 12 horas, fue objeto de prórrogas sucesivas,
por asentimiento unánime, suspendiéndose a las 19. 20 horas del día
miércoles 27, reanudada a las 10 horas del día jueves 28 de enero y levantada
ese día a las 20. 35 horas, sesionando un total de 9 horas y 55 minutos.
Despachó 13 oficios y escuchó a 6 personas.

B. —Síntesis de la acusación constitucional.

En conformidad con lo dispuesto en la letra b) del artículo 143 del


Reglamento, corresponde efectuar una síntesis del contenido de la acusación.

Se imputan al señor Ministro, don Lisandro Cruz Ponce, tres cargos


específicos:

a) Haber infringido la Constitución Política del Estado;


b) Haber atropellado las leyes, y
c) Haberlas dejado sin aplicación.

Se expresa que el señor Ministro acusado, habría incurrido en actuaciones


u omisiones, en el ejercicio de su cargo, que serían constitutivas de delitos
comunes sancionados en el Código Penal y en la Ley de Seguridad Interior del
Estado Nº 12. 927, conducta que, analizada en conjunto, constituye un
atentado a la independencia, integridad, autoridad y dignidad del Poder
Judicial.

A continuación, se hace un análisis detallado de cada uno de los hechos o


actuaciones del señor Ministro de Justicia que configurarían los cargos que se
le imputan y estos son, básicamente, tres:

1) Ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos;


2) Inobservancia de leyes y ataques a la independencia del Poder
Judicial, y
3) Incumplimiento de deberes constitucionales y legales.

Nos referiremos, en particular, a cada uno de los capítulos de cargos.

1) Ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos

Por Decreto Supremo Nº 2.071, del Ministerio de Justicia, de fecha 18 de


diciembre de 1970, firmado por el Presidente de la República y el Ministro de
Justicia, don Lisandro Cruz Ponce, se concedió indulto de las penas, incluso de
las accesorias que pudieren corresponderles, a diversas personas en los
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 17 de 148

INFORME COMISIÓN

procesos que se mencionan en causas que se tramitan en distintos Tribunales


de la República, en virtud de la facultad que el Nº 12 del artículo 72 de la
Constitución Política del Estado otorga al Presidente de la República.
La Contraloría General de la República, por oficio Nº 88. 536, de 23 de
diciembre de 1970, devolvió sin tramitar dicho decreto, por estimar que
infringía el Reglamento de Indultos, el artículo 80 de la Constitución Política del
Estado y otras disposiciones legales que se señalan en el citado oficio.
El Gobierno, por decreto Nº 2092, del Ministerio de Justicia, de 28 de
diciembre de 1970, bajo la firma de todos los señores Ministros de Estado,
insistió en el decreto 2.071 y la Contraloría General de la República tomó razón
de él y procedió a comunicar ese hecho a la Cámara de Diputados, conforme lo
ordena su ley orgánica.
Afirman los acusadores que el señor Ministro de Justicia de acuerdo con lo
dispuesto en los artículos 75 y 76 de la Constitución Política del Estado, es
personalmente responsable de la dictación, envío y reenvío del decreto
observado, que lleva su firma.

En seguida, se analizan las consideraciones que tuvo la Contraloría


General de la República para reparar, o sea, rechazar el decreto de indulto,
que son en síntesis las siguientes:

a) Que el indulto, según los acusadores, sólo puede ser decretado


una vez que se ha dictado sentencia condenatoria ejecutoriada;
b) Que los indultos conferidos tienen por objeto sustraer de los
Tribunales de Justicia el juzgamiento de los procesos criminales respectivos,
con lo que se vulnera el artículo 80 de la Constitución Política del Estado;
c) Que las alegaciones invocadas por el Supremo Gobierno fundadas
en los artículos 408 Nº 5 del Código de Procedimiento Penal y 93 del Código
Penal, son irrelevantes, disposiciones que sólo son aplicables a los indultos de
carácter general, dictados por ley.
En el libelo se fundamenta la acusación al señor Ministro de Justicia en la
interpretación jurisprudencial y en la doctrina. Se refuerza la tesis con la
opinión del Profesor de Derecho Penal don Eduardo Novoa Monreal, actual
Presidente del Consejo de Defensa del Estado contenida en su obra "Curso de
Derecho Penal", quien sostiene que sólo procede el indulto "cuando existe
sentencia condenatoria ejecutoriada".
Como conclusión se expresa que el señor Ministro acusado firmó ambos
decretos, no representó al Presidente de la República la inconstitucionalidad e
ilegalidad de los mismos, cuando el efecto pretendido pudo haberse alcanzado
a través del mecanismo constitucional respectivo, esto es la ley de amnistía.

2) Inobservancia de leyes y ataques a la independencia del Poder Judicial.

Se señala en el libelo que es función del Ministro de Justicia atender a las


relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Judicial, y que existe una interrelación
entre ambos en algunos aspectos de carácter administrativo y presupuestario;
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INFORME COMISIÓN

pero, en cuanto a la función jurisdiccional se refiere, el Poder Judicial goza de


independencia, consagrada por la Carta Fundamental y las leyes.
Afirman los acusadores que el señor Ministro de Justicia, con infracción a
sus obligaciones y a las normas legales vigentes, ha hecho escarnio y motivo
de ataque, de difamación, de injurias y calumnias, al Poder Judicial,
representado por su más alta jerarquía, que es la Corte Suprema de Justicia.
Se agrega que el país ha presenciado una campaña de injurias, calumnias y
desprestigio en contra de la Corte Suprema, a través de la prensa, radio,
televisión, letreros, etc., todo ello con el propósito de ejercer presión,
amedrentamiento y llegar así a someter a los integrantes del Poder Judicial,
amagándose, de esta manera, su independencia.
Se sostienen que estos hechos configuran delitos de injuria, calumnia,
desacato y contra el orden público, sancionados en los artículos, 4º y 6º de la
ley Nº 12. 927, sobre Seguridad Interior del Estado.
Se imputa al señor Ministro de Justicia el no haber representado al
Gobierno estos hechos; no haber requerido el ejercicio de las acciones legales
correspondientes y el haberse sumado a los ataques para desacreditar y
desprestigiar a la justicia chilena.

Se señalan como ejemplo de los actos que representarían la adhesión del


señor Ministro a estos ataques al Poder Judicial, los siguientes:

a) En los juicios críticos emitidos por él para referirse al fallo de la


Corte Suprema que desechó el desafuero del Senador señor Raúl Morales
Adriasola.
Se afirma que algunas de las expresiones empleadas son constitutivas de
los delitos de injuria, desacato y calumnia.
Asimismo, se expresa que el señor Ministro acusado no ha dado aplicación
a la norma constitucional que lo obliga a velar por la conducta de los jueces ni
tampoco ha efectuado las gestiones necesarias para que se acuse
constitucionalmente a los Magistrados por las supuestas faltas que habrían
cometido, según el señor Lisandro Cruz Ponce.
b) Declaraciones en conferencias de prensa, relativas a la
irresponsabilidad de los Ministros de la Corte Suprema, de acuerdo con lo
previsto en el inciso segundo del artículo 324 del Código Orgánico de
Tribunales, las que no han sido desmentidas ni rectificadas por el señor
Ministro.
c) Declaraciones formuladas durante el desarrollo de la Cuarta
Convención Nacional de Magistrados, en las que formuló diversas críticas al
sistema judicial chileno, y
d) El texto de la carta pública, con la que rechazó la renuncia
formulada por don Enrique Silva Cimma, al cargo de abogado integrante de la
Corte Suprema, en la que habría denostado a la Corte Suprema.
Como conclusión se señala que todos esos actos constituyen una presión
ilícita, que no se desvirtúa por el hecho de afirmarse que se hacen en nombre
del interés popular, de las grandes mayorías o del pueblo sino que, por el
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 19 de 148

INFORME COMISIÓN

contrario, se configura con ello el delito de sedición contemplado en el artículo


3° de la Constitución Política del Estado.

3) Incumplimiento de deberes constitucionales y legales.

En este Capítulo de la acusación se expresa que el señor Ministro acusado


ha tenido conocimiento, por publicaciones de prensa del día 6 de enero de
1971, de una "reunión" de alto nivel en una de las Oficinas del Estado Mayor
del Ejército. Según trascendió, el instructor militar se reunió con el Juez Militar,
el Ministro de Defensa, altos personeros del Ejecutivo y los abogados del
Gobierno Sergio Politoff y Juan Bustos, y nada ha hecho el señor Lisandro Cruz
Ponce frente a una situación de tal naturaleza, que vulnera el artículo 320 del
Código Orgánico de Tribunales y que constituye una violación a las
obligaciones y prohibiciones que afectan a los Jueces, aplicables a los
Tribunales Militares. En tal virtud se imputa al señor Ministro haber infringido el
artículo 84 del Código de Procedimiento Penal que, en su número 3º, obliga a
los empleados públicos a denunciar los crímenes o simples delitos de que
tomen conocimiento en el ejercicio de sus funciones.
El libelo llega a la conclusión de que por este hecho debe ser sancionado
el señor Ministro, ya que constituye incumplimiento grave de sus deberes.
Se concluye finalmente que debe acogerse la acusación constitucional
deducida en contra del señor Ministro de Justicia don Lisandro Cruz Ponce, por
a) infracción a la Constitución, b) atropellamiento de las leyes y c) por haberlas
dejado sin ejecución.

C—Síntesis de la defensa del Ministro acusado.

En conformidad con lo dispuesto en la letra c) del artículo 143 del


Reglamento, corresponde hacer una síntesis de la defensa del señor Ministro
acusado.
En primer término, cabe hacer presente que la Comisión, en cumplimiento
de lo dispuesto en el artículo 141 citó al señor Ministro a la sesión que debía
celebrar el día 28 del presente a las 10 horas, con el objeto de escuchar su
defensa.
El señor Lisandro Cruz Ponce, envió su defensa escrita el día 28 de enero
de 1971.
En ella, en primer lugar, formula algunas consideraciones críticas sobre la
presentación de la acusación misma y la califica como aventura política, sin
fundamentos jurídicos y éticos plausibles, y que a la postre constituye un
ejercicio abusivo de la facultad que el artículo 39, atribución 1ª de la
Constitución Política del Estado entrega a la Cámara de Diputados.
Analiza cada uno de los capítulos de Acusación y se refiere en particular a
ellos con el objeto de desvirtuarlos.

I) Supuesta ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos.


Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 20 de 148

INFORME COMISIÓN

Hace una relación de la dictación del decreto Nº 2071, del Ministerio de


Justicia, por el cual se indultó a diversas personas, de la representación de la
Contraloría General de la República y la dictación del decreto de insistencia.
Califica su actuación como perfectamente ajustada a la Constitución y a la
ley y concluye que no hay fundamento para deducir Acusación Constitucional
en su contra por este capítulo y concepto.

Fundamenta la improcedencia de la Acusación en las siguientes


consideraciones:

a) de carácter formal;
b) en cuanto a la insistencia;
c) los precedentes, y
d) la norma constitucional y su reglamentación.

Nos referiremos en particular a cada uno de los fundamentos de


descargo.

a) De carácter formal. — Se argumenta de que la referencia al


artículo 21 de la Constitución y el artículo 10 de la ley Nº 10. 336, es
impertinente, porque dicha norma sólo es aplicable respecto de los decretos
que se dicten en conformidad al Nº 10 del artículo 72 de la Carta Fundamental.
En seguida, dentro del mismo plano formal, se hace presente que la
acusación, teóricamente, debió haberse dirigido en contra de todos los
Ministros del Gabinete que firmaron el decreto de insistencia y no sólo en
contra de uno, y ello no ocurrió debido a que los acusadores tuvieron
conciencia de la monstruosidad de sus planteamientos.
b) En cuanto a la insistencia. — Se expresa que el mecanismo de la
insistencia, en la doctrina del Derecho Administrativo, es un arbitrio que tiene
por objeto resolver el conflicto que deriva de la interpretación de la ley, que en
un instante dado puede dar el Ejecutivo y la Contraloría.
Es lógico que el sistema dé prevalencia al Ejecutivo, porque al Presidente
de la República le corresponde la administración del Estado.
Se destaca que en centenares de oportunidades se han producido
situaciones de esta naturaleza, sin que por ello se hayan interpuesto
acusaciones constitucionales.
c) Los precedentes. — Se señalan diversos Decretos Supremos del
Ministerio de Justicia, Nº. 5.296, de 1938; 1.913, de 1946 y 4.949, de 1952,
todos ellos tramitados por la Contraloría General de la República, por los cuales
se indultó a personas que se encontraban sometidas a proceso.
Se hace presente que la Acusación Constitucional procede por infracción a
la Carta Fundamental o atropello a la ley; pero mal puede darse tal situación
frente a una divergencia de interpretación de normas jurídicas entre el criterio
sustentado por la Contraloría y el Ejecutivo.
d) El precepto Constitucional y su reglamentación. Se analiza el
artículo 72 Nº 12 de la Constitución Política del Estado y se concluye que la
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 21 de 148

INFORME COMISIÓN

facultad del Presidente de la República es "discrecional", la que puede ser


ejercitada, también, por el Congreso en su caso.
Algunos autores, tal como el señor Enrique Evans, en su obra "Relación
de la Constitución Política del Estado", (página 129) opina con respecto a esta
materia que la "Constitución no ha fijado límites al Presidente de la República
para el ejercicio de esta atribución".
Se argumenta que el propio Ejecutivo, por razones de carácter práctico se
auto-limitó su facultad discrecional al dictar el Reglamento de Indultos,
aprobado por decreto Nº 3.590, aplicable a los reos condenados, sin establecer
límite respecto de los reos en proceso.
Que este decreto es una norma meramente reglamentaria, dictada en uso
de sus facultades discrecionales del Presidente de la República y ha sido
modificada en numerosas oportunidades durante su vigencia, con el objeto de
disminuir su rigorismo e incluso puede ser derogado por el propio Ejecutivo, ya
que como lo califica el Profesor de Derecho Administrativo don Patricio Aylwin,
constituyen un tipo de "reglamentos autónomos".
El Ejecutivo, por decreto Nº 2.938, de 11 de diciembre de 1970, modificó
el artículo 11 del Reglamento de Indultos para facultar al Presidente de la
República para prescindir de los requisitos y tramitaciones del Reglamento y en
tal virtud se dictó el decreto de indulto que motiva la Acusación.
Que en esta virtud no procede acusar al Ministro de Justicia por la causal
de la letra b) de la atribución 1ª del artículo 39 de la Carta Fundamental,
porque ella regula las infracciones a la Constitución y atropello de las leyes, en
cambio, en la especie, estamos en presencia de una supuesta infracción a un
decreto, dictado en uso de una facultad discrecional y como el precepto
constitucional es de derecho estricto exige una interpretación restrictiva.
e) El artículo 80 de la Constitución. — La Acusación supone como
precepto infringido el artículo 80 de la Carta Fundamental, que consagra la
independencia del Poder Judicial en dos sentidos: que ni el Presidente de la
República ni el Congreso Nacional pueden ejercer funciones judiciales, esto es,
avocarse a causas pendientes o revivir procesos fenecidos.
Se argumenta que el artículo 72 Nº 12 y el artículo 80 no pueden
interpretarse en forma que tenga preeminencia el artículo 80 sobre el 72. Si se
ejercita la facultad discrecional que la Constitución otorga al Presidente de la
República, mal puede vulnerarse el artículo 80, ni afirmar que se atribuye una
función judicial.
f) La ley penal y de procedimiento penal. —El artículo 93 Nº 4 del
Código Penal establece que la responsabilidad penal se extingue por el indulto,
sin distinguir si se trata de indultos generales o particulares.

En seguida, el Nº 5 del artículo 408, del Código de Procedimiento Penal,


establece que procede el sobreseimiento definitivo cuando se extingue la
responsabilidad por los motivos designados en el artículo 93 del Código Penal,
entre los que figura el indulto.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 22 de 148

INFORME COMISIÓN

Luego, el artículo 433 Nº 6 del Código de Procedimiento Penal establece


como artículo de previo y especial pronunciamiento la "amnistía o indulto", sin
precisar si se trata de un indulto de carácter general o particular.
g) Jurisprudencia Judicial. — Se refuerza la argumentación con un
fallo de la Corte Marcial de la Armada de Valparaíso, de fecha 10 de julio de
1939, que aprobó la sentencia que sobreseyó definitivamente a don Manuel
Barrera Barrera, el que fue indultado por el Presidente de la República,
mientras la causa se encontraba en estado de sumario, la que aceptó sin
reparo alguno el sobreseimiento definitivo en dicho caso. (Ver Anexo de
Documentos Nº XIV).
Como conclusión afirma el señor Ministro acusado que queda plenamente
demostrado que no se ha infringido la Constitución ni atropellado la ley al
dictar el decreto de insistencia, sino que se ha hecho uso de la facultad legal
del artículo 10 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República,
que consagra la insistencia para poner término a un diferendo entre el
Ejecutivo y la Contraloría.
Formalmente, no existe atropello a la ley, ya que no hay norma legal
alguna que impida conceder un indulto en el caso de un proceso pendiente y
técnicamente el Reglamento sobre Indultos no es formalmente una ley y su
hipotética infracción no permite fundamentar una acusación, con arreglo al
artículo 39, Nº 1, letra b), de la Constitución.

II) Supuesta inobservancia de leyes y ataques al Poder Judicial.

Se advierte que este capítulo de la Acusación es confuso ya que se le


acusa por dos causales: una, haber dejado las leyes sin ejecución y la otra,
haberlas atropellado. Aquí es donde se demuestra el carácter político partidista
de la Acusación y su falta de fundamento y seriedad jurídica.
Se representa que la Carta Fundamental no contempla como causal de
acusación "la inobservancia de las leyes" o "ataques a la independencia del
Poder Judicial".
Que se pretende fundar una supuesta infracción a la Constitución y por el
otro, se imputa dejar sin ejecución las leyes, y se pretende usar los mismos
hechos para configurar distintas infracciones, para responsabilizarlo por una
sola y misma conducta.
El cargo concreto sería haber criticado a la Corte Suprema y permitir que
terceros la criticaran, atentando en contra de las críticas vertidas, e incluso
más, hago, los acusadores incurren en una confusión al enumerar diversos
tipos de delitos que se habrían cometido con ocasión de las críticas vertidas, en
incluso más, hay errores de referencia a los artículos del Código Penal que se
citan.
Se expresa que con esfuerzo se podría desentrañar el sentido de la
imputación de lenidad, al no recabar la acción de la Justicia para sancionar a
los terceros responsables de injuriar a la Corte Suprema y el no haber
requerido el ejercicio de las acciones disciplinarias en contra de los Jueces,
como lo ordena el Nº 4 del artículo 72 de la Carta Fundamental.
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INFORME COMISIÓN

Se concluye que una omisión excluye a la otra, y a que si aceptamos la


primera, significa que los hechos son falsos; y si se acepta la segunda que son
verdaderos.
Se afirma que no existen tales omisiones porque no hay norma
constitucional ni legal que ordene ese tipo de representaciones, y la prueba
más concreta es que los acusadores no señalan ningún precepto legal como
infringido, sino que en forma genérica el artículo 80 de la Constitución Política
del Estado, porque ellas —las omisiones imputadas— significarían que por la
vía de la crítica se vulneraría la independencia del Poder Judicial.
Se analiza el concepto de independencia del Poder Judicial, que garantiza
el artículo 80 de la Constitución, para el ejercicio de las funciones propias del
mismo, dentro del concepto clásico de división de los Poderes Públicos de
Montesquieu, y que jamás las críticas a las actuaciones de un Poder pueden
constituir violación de su independencia, ya que pensar de una manera
contraria significaría desconocer las bases que inspiran el sistema democrático
de gobierno, a saber: a) la responsabilidad de quienes ejercen funciones
públicas y b) el control de tales funcionarios por la opinión pública.
Se agrega que el Ministro de Justicia no puede coartar la libertad de
opinión, que en este caso se traduce en una crítica a la Corte Suprema. El
hecho de que el propio Presidente de la República haya criticado la actuación
de este Tribunal no significa que el Poder Ejecutivo haya alentado u organizado
una crítica al Tribunal Supremo, ya que incluso el propio Ministro del Interior
ordenó borrar los letreros supuestamente injuriosos a ese Alto Tribunal.
No es la primera vez que se critica a los Poderes Públicos en Chile,
algunos Presidentes de la República han criticado duramente al Congreso
Nacional.
Reconoce que como ciudadano ha criticado el fallo pero, en ningún
momento, ha atacado o vilipendiado a la Corte Suprema.
Señala el señor Ministro acusado que el propio señor Presidente de la
Corte Suprema ha reconocido el derecho del Presidente de la República de
discrepar con el fallo de ese Alto Tribunal.
Finalmente, afirma en dicho acto en ningún momento por el hecho de
criticar, como simple particular, una sentencia judicial se ha atentado en contra
de la independencia del Poder Judicial en los términos que señala el artículo 80
de la Constitución Política del Estado.
Pide, como conclusión, el rechazo de este capítulo de la Acusación.
Finalmente, se hace cargo de la imputación de no haber denunciado a la
Justicia el supuesto delito, que se habría cometido con motivo de una reunión
en que habrían participado "el Juez Militar, el Ministro de Defensa Nacional,
altos personeros del Ejecutivo y los abogados Sergio Politoff y Juan Bustos".
Expresa el señor Ministro que este cargo se basa en una falsa información
de prensa por lo que se abstiene de hacer consideraciones sobre una Acusación
que tiene un fundamento tan inconsistente, ya que la referida reunión nunca
tuvo lugar y mal podría ponerse en movimiento una acción judicial para
perseguir hechos inexistentes.
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INFORME COMISIÓN

I. — Ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos.

El libelo acusatorio, desarrollando los cargos específicos que se imputan al


señor Ministro acusado, en el Capítulo I se refiere a la ilegalidad e
inconstitucionalidad de los indultos decretados por el Presidente de la
República.
Con fecha 18 de diciembre de 1970 se dictó el decreto Nº 2.071, del
Ministerio de Justicia, por el cual se concedió indulto particular a las 43
personas que en él se mencionan.
La Contraloría General de la República, devolvió el citado decreto por
considerar que él infringía el artículo 80 de la Constitución Política del Estado
en relación con el artículo 1º del Código Orgánico de Tribunales, que impiden al
Presidente de la República ejercer funciones judiciales o avocarse causas
pendientes, además del artículo 93 Nº 4 del Código Penal, disposición que a
juicio del Organismo Contralor exigiría que los beneficiarios del indulto
estuviesen condenados por sentencia ejecutoriada.
A mayor abundamiento, hace presente la Contraloría que la modificación
introducida al Reglamento de Indultos por el decreto Nº 2.038 del Ministerio de
Justicia, de 11 de diciembre de 1970, no puede alcanzar a aquellos artículos de
ese Reglamento —artículo 1º y 2°— cuyas exigencias emanan de un texto
legal, como sería en este caso el ya citado artículo 93 Nº 4 del Código Penal.
El Presidente de la República, en uso de la facultad que le confiere el
artículo 10 de la ley Nº 10.336, Orgánica de la Contraloría General de la
República, con la firma de todos sus Ministros, dictó el decreto de Justicia Nº
2.092, de 28 de diciembre de 1970, en virtud del cual, por las consideraciones
que en él se expresan, ordenó a la Contraloría General de la República tomar
razón del decreto Nº 2.071.
La Contraloría General de la República en cumplimiento de la obligación
que le impone la misma norma legal citada, procedió a comunicar a la Cámara
de Diputados, por oficio Nº 89.841, de 30 de diciembre de 1970, la toma de
razón del decreto de insistencia, remitiendo copia de todos los antecedentes.
Como fundamentos de la ilegalidad e inconstitucionalidad del decreto de
indulto, señalan los acusadores en síntesis, que el indulto particular sólo
procede en presencia de una sentencia firme; que los indultos decretados
persiguen como finalidad que los Tribunales se vean impedidos de poder seguir
procesando e investigando numerosos delitos, lo que vulneraría el artículo 80
de la Constitución Política y, finalmente, que los considerandos del decreto de
insistencia carecerían de relevancia.
Nuestra legislación positiva no define el indulto; se limita a señalar en el
artículo 93 Nº 4, inciso segundo, algunos de los efectos que produce.
La doctrina lo define como "la remisión total o parcial de la pena impuesta
por una sentencia judicial firme o su conmutación por otra más breve".
Por su parte, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua señala que
indulto es la "gracia por la cual el superior remite el todo o parte de una pena
o la conmuta, o exceptúa y exime a uno de la ley o de otra cualquier
obligación".
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INFORME COMISIÓN

Haciendo una breve síntesis de las opiniones emitidas tanto a favor o en


contra del decreto de indulto cuestionado, es posible señalar:

A. —En relación a su ilegalidad e inconstitucionalidad.

a) A juicio de los acusadores, las objeciones de la Contraloría General


de la República corresponden plenamente a las disposiciones legales y
constitucionales vigentes, a la Jurisprudencia de nuestros Tribunales y a la
opinión generalizada de los autores nacionales y extranjeros;
b) En nuestra legislación positiva el indulto particular sólo procedería
ante una sentencia condenatoria firme según se desprendería de lo dispuesto
en los artículos 93 Nº 4 del Código Penal y 1º y 2º del decreto Nº 3.590, de
1959, Reglamento General de Indultos, es una atribución de carácter judicial
que implica suspender algunos de los efectos de una ley que ya ha sido
aplicada por los Tribunales de Justicia;
c) Que el indulto particular decretado antes de existir sentencia
condenatoria a firme, priva a los Tribunales del derecho y de la facultad de
conocer y juzgar las causas criminales, con lo que se vulneraría el artículo 80
de la Constitución Política del Estado en relación al artículo 1º del Código
Orgánico de Tribunales que entrega en forma privativa a los Tribunales de
Justicia el ejercicio de las funciones judiciales.
d) Que la disposición del artículo 408 Nº 5 del Código de
Procedimiento Penal debe ser interpretada como una norma legal que forma
parte integrante de un todo armónico, concordante con otras disposiciones
legales y constitucionales y que ella sólo podría referirse a los indultos
generales que se conceden por ley, los que se rigen por las mismas normas de
las amnistías;
e) Que si así no fuera, no podría tener efecto la disposición del inciso
segundo del Nº 4 del artículo 93 que señala que el indulto sólo remite o
conmuta la pena, pero no quita al favorecido el carácter de condenado para los
efectos de la reincidencia o nuevo delinquimiento, ya que sin sentencia
condenatoria no habría pena y sin pena no podría haber reincidencia. El indulto
borraría la pena, pero no la pena establecida en la ley, sino que la pena que le
correspondería al delincuente, y no se sabría cuál es si no ha sido condenado;
f) Que la facultad del Presidente de la República no es privativa o
discrecional, ya que se encuentra limitada por la propia naturaleza del indulto,
cuyo objetivo es remitir o conmutar la pena, y por las facultades privativas de
otro Poder del Estado, como es el Judicial (artículos 80 de la Constitución
Política del Estado y 1º del Código Orgánico de Tribunales).
g) que tan cierto es que esta facultad de indultar no es privativa o
discrecional, que el Reglamento de Indultos— decreto Nº 3.590 de Justicia, de
21 de julio de 1959— señala en su artículo 2º que sólo los reos condenados
por sentencia ejecutoriada podrán impetrar la gracia del indulto, circunstancia
que deberán certificar;
h) Que el artículo 80 de la Constitución Política del Estado prohíbe al
Presidente de la República ejercer funciones judiciales, y la única forma de
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INFORME COMISIÓN

ejercerlas es, precisamente, por la vía del indulto, lo que no puede hacer
habiendo proceso pendiente. Del análisis de los artículos 80 y 81 de la Carta
Fundamental se desprende claramente que dichas disposiciones se refieren al
Presidente de la República y al Congreso, no al Poder Legislativo el que por
medio de leyes puede aumentar o disminuir las atribuciones del Poder Judicial.
El legislador no es el Congreso, está por sobre el Congreso; el legislador no es
el Presidente de la República, está por sobre éste. Por ello es que al dictarse un
decreto de indulto general o una amnistía, lo que debe hacerse por ley, no se
está violando el artículo 80 de la Constitución Política del Estado;
i) Que el decreto Nº 2.038, de 1970, que modificó el Reglamento de
Indultos, con el objeto de facultar al Presidente de la República para prescindir
de los requisitos y tramitaciones establecidos en dicho Reglamento no puede
vulnerar los artículos que disponen que el indulto sólo favorece a los reos
condenados, ya que esta exigencia no emana del Reglamento sino de un texto
legal, en la especie, el inciso segundo del Nº 4 del artículo 93 del Código Penal;
el Reglamento no haría otra cosa que reproducir la disposición legal y
constitucional que reglamenta o bien, explicar su contenido;
j) Que los fundamentos de la Contraloría General de la República
para rechazar el decreto de indulto no son doctrinarios sino que nacen de la ley
positiva, el artículo anteriormente indicado;
k) Que el indulto, por definición, sólo remite o conmuta la pena y
para que ello proceda, es necesario que el beneficiario de esta gracia esté
previamente condenado;
l) Que siendo el tenor literal del artículo 93 Nº 4 claro, no puede, de
acuerdo a las normas de hermenéutica legal, dársele una interpretación
distinta de la que emana de su texto;
m) Que la toma de razón del decreto de indulto por parte de la
Contraloría General de la República, ante la insistencia del Ejecutivo no ha
saneado el vicio de ilegalidad e inconstitucionalidad de que adolece, ya que el
Organismo Contralor, salvo el caso del artículo 72 Nº 10 de la Constitución
Política del Estado, está obligado a tomar razón de los decretos en tales
circunstancias.
n) Que la mayor parte de la doctrina y de la jurisprudencia es
contraria a estos denominados "indultos a prevención", es decir, indultos
dictados antes de que haya recaído sentencia ejecutoriada en la causa.
ñ) Los indultos dictados en 1938 por el entonces Presidente de la
República, don Pedro Aguirre Cerda, con el objeto de favorecer a las personas
procesadas por el asalto a la Caja de Seguro Obrero, que se indican como
precedentes de que el indulto puede otorgarse durante la secuela de un juicio,
habrían servido de antecedente a la dictación del decreto Nº 3.934, de 17 de
agosto de 1939, que estableció normas parecidas a las vigentes en la
actualidad para la tramitación de los indultos, precisamente, con el objeto de
impedir que se siguieran otorgando sin haber sentencia ejecutoriada.
Lo mismo puede decirse respecto de la sentencia de la Corte Marcial de la
Armada, de 10 de julio de 1939, anterior a la dictación del referido decreto.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 27 de 148

INFORME COMISIÓN

o) La responsabilidad política debe ser apreciada y calificada según


las circunstancias y el Congreso puede, soberanamente, ponderando estas
circunstancias, atribuir responsabilidad a algunos Ministros y no a todos.
Se expresó en el seno de la Comisión que el requisito de que el decreto
de insistencia sea firmado por todos los Ministros, se exige no en atención a la
naturaleza misma del decreto, como serían, por ejemplo, en los de declaración
de guerra, sino sólo por razones de técnica jurídica para que, ante un conflicto
de pareceres, prime la voluntad del Ejecutivo por sobre la del Organismo
Contralor.
p) La responsabilidad solidaria del artículo 76, no implica una
obligación de demandar, de acusar, a todos los implicados en el acto ilegal o
inconstitucional, es una opción que puede o no ejercerse máxime si se
considera que estamos en un régimen presidencial y no parlamentario. En
éste, es evidente, todo acto es acto de Gobierno, de Gabinete y de ellos
responden todos los Ministros, ya que está en juego su responsabilidad
política.
En un régimen presidencial no se persigue la responsabilidad política de
los Ministros, como expresamente reconoce el artículo 39, atribución segunda
de la Carta Fundamental. A través del mecanismo de, la acusación se persigue
la responsabilidad penal, fundamentalmente, y esta responsabilidad penal nace
del hecho de haber firmado el decreto de insistencia y ella es, como es obvio,
personal, y afecta a cada uno de los Ministros.
La expresión solidaridad que emplea el artículo 76 de la Constitución
Política del Estado, se refiere a la acción civil que puede derivarse del acto
impugnado y no tiene otro sentido que el dar al perjudicado el derecho de
proceder contra todos los culpables o contra uno o más de ellos, por la
totalidad, a su arbitrio.
El artículo 39 entrega a la Cámara de Diputados una facultad; ella es
soberana de ejercerla en la forma que estime conveniente, ya que no existe
limitación alguna sobre el particular. "

B. —En relación a su legalidad y constitucionalidad.

a) Es efectivo que la mayor parte de los tratadistas, tanto nacionales


como extranjeros, como la jurisprudencia casi uniforme de nuestros
Tribunales, considera que el indulto, especialmente el particular, sólo procede
cuando el indultado ha sido condenado por sentencia firme o ejecutoriada,
pero, no es menos cierto, que dicha opinión se aparta de la ley positiva y limita
una facultad discrecional del Jefe del Estado, que nuestra Carta Fundamental le
reconoce en el artículo 72 Nº 12.
b) No puede considerarse que el Presidente de la República, al dictar
el decreto de indulto Nº 2071, se haya arrogado funciones judiciales, o
abocado a causas pendientes, ya que sólo ha hecho uso de la facultad que le
confiere la Carta Fundamental.
c) Que la Constitución no ha limitado en forma alguna esta atribución
del Jefe del Estado.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 28 de 148

INFORME COMISIÓN

d) Que la dictación del Reglamento General de Indultos no es sino


una autolimitación de esta atribución constitucional por parte del Presidente de
la República, al cual deben someterse las solicitudes que los particulares
presenten, esto es, se trata de requisitos que deben cumplir las peticiones que
hagan los beneficiarios; en manera alguna impiden al Presidente de la
República, actuando de oficio, prescindir, derogar o modificar sus disposiciones
en casos calificados.
e) Que, a mayor abundamiento, el decreto Nº 2.038, de 1970,
modificó el Reglamento de Indultos con el objeto de facultar al Presidente de la
República para prescindir, en casos calificados, de los requisitos y
tramitaciones que él establece y que dicho decreto es anterior a la dictación
del decreto de indultos cuestionado.
f) Que si la Contraloría General de la República tomó razón del
decreto insistido, es porque el decreto Nº 2.071 había sido dictado dentro de
las facultades legales y constitucionales del Jefe de Estado, ya que el Contralor
no está obligado a tomar razón de todas las órdenes sobre las que insista el
Presidente de la República, como estableció el propio Organismo Contralor por
dictamen Nº 22.042, de 10 de julio de 1950.
g) Que el artículo 408 Nº 5 del Código de Procedimiento Penal
establece que procede el sobreseimiento definitivo cuando se haya extinguido
la responsabilidad penal del procesado por alguno de los motivos indicados en
el artículo 93 del Código Penal, una de cuyas causales es precisamente el
indulto.
h) Que el sobreseimiento sólo puede pedirse cuando hay causa
pendiente.
i) Que recién ahora, en la reforma al Código de Procedimiento Penal,
pendiente en el Honorable Senado, se modifica el artículo 408 Nº 5, al
señalarse que procede el sobreseimiento cuando se haya extinguido la
responsabilidad penal por alguna de las causales del artículo 93 del Código
Penal, con excepción de las indicadas en los números 2 y 4, esto es, cuando se
trata del cumplimiento de la condena y del indulto. Sólo cuando entre a regir
esta reforma legal podrá sustentarse como doctrina única la expuesta en el
libelo acusatorio.
j) Que el artículo 433 Nº 6 del Código de Procedimiento Penal
permite alegar entre los artículos de previo y especial pronunciamiento el
indulto, materia en la cual nuestro Código se apartó de la doctrina y, para
alegarlo, es preciso, obviamente, que haya proceso pendiente.
k) Que en cuanto a los orígenes y alcance del inciso segundo del
número 4 del actual artículo 93, este no es otro, según se desprende de las
Actas de la Comisión redactora (sesión 22ª), que una simple recomendación a
los Tribunales para el efecto de que cuando se hubiera aplicado el indulto a un
condenado, no por eso dejaba de ser reincidente.
l) Que si se estimare que el decreto Nº 2.071 habría violado las
disposiciones de los artículos, 1º y 2º del Reglamento de Indultos —
desconociéndose la modificación introducida por el decreto 2.038— la
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 29 de 148

INFORME COMISIÓN

acusación constitucional estaría mal planteada, pues se trataría de una


violación reglamentaria y no de la Constitución ni de la ley.
m) Que el indulto puede otorgarse desde el momento mismo en que
nace la responsabilidad penal, según se desprende del propio precepto
constitucional que otorga al Presidente de la República la facultad de indultar,
sin restringirla al caso del individuo ya condenado y como se desprende de la
aplicación uniforme que se ha dado de las leyes de amnistía y de indultos
generales.
n) Que el indulto es una causal de extinción de la responsabilidad
penal, la que nace desde el momento mismo de la comisión del hecho punible
y a la cual puede ponerse término en cualquier instante; la remisión de la pena
es sólo uno de sus efectos, aplicable a aquellas personas que hayan sido
condenadas. La disposición del inciso segundo del artículo 94 Nº 4, no hace
otra cosa, como ya se ha expresado, que señalar los efectos respecto del
delincuente reincidente y que, en sus orígenes, no fue otra cosa que una
recomendación a los jueces.
ñ) Que al referirse los artículos 408 Nº 5 y 433 Nº 6 al indulto, no
puede hacerse una distinción entre indultos generales y particulares. Cuando el
legislador ha querido hacer este distingo, lo ha hecho expresamente, como
sucede en la Constitución Política del Estado, que considera separadamente
ambos tipos. Si en el Código de Procedimiento Penal no lo ha hecho, es porque
las disposiciones pertinentes son comprensivas de ambas figuras.
o) Que no puede tomarse en consideración el concepto teórico acerca
del indulto, porque, como ya hemos tenido ocasión de expresar, nuestra
legislación positiva se aparta totalmente de la doctrina y de la legislación
comparada en esta materia, al consultar el indulto como causal de
sobreseimiento y como excepción de previo y especial pronunciamiento que,
por su naturaleza, presuponen la existencia de un proceso pendiente.
p) Así lo han reconocido, por lo demás, los Tribunales de Justicia al
aplicar los decretos de indulto dictados respecto de personas procesadas.
Pueden citarse como ejemplos la sentencia de la Corte Marcial de la Armada,
de 10 de julio de 1939, y de la Corte de Apelaciones de Talca, de 8 de enero
de 1971, que se insertan como anexos del informe.
q) Si se considera que el Presidente de la República al dictar los
indultos habría infringido los artículos 1º y 2º del Reglamento, debería tenerse
presente que los decretos reglamentarios son dictados por el Presidente de la
República libremente, dentro del marco de sus facultades y que en materia de
indultos la Constitución misma no señala ningún requisito en especial y que, en
consecuencia, bien puede el Jefe del Estado indicar cuáles son las condiciones,
los elementos, los requisitos, los beneficiarios de un decreto de indulto.
r) Por lo demás, la dictación del decreto de indulto no priva a la
parte del derecho a perseguir la responsabilidad civil de los indultados y el
resarcimiento de los perjuicios, pues nos encontramos frente a un derecho
inviolable, consagrado en el artículo 10 Nº 10 de la Carta Fundamental, que no
podría ser limitado por otras razones que las establecidas en esta misma
disposición. De lo único que se vería privado el perjudicado es del ejercicio de
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INFORME COMISIÓN

la acción penal y esta circunstancia, según se expresó en el seno de la


Comisión, no puede estimarse como una violación del artículo 80 de la
Constitución Política del Estado ya que hay muchos otros hechos que extinguen
la responsabilidad penal y que no vulneran dicho precepto constitucional, como
el perdón del ofendido en los delitos de acción privada.

A mayor abundamiento, siempre quedará a salvo la facultad del particular


para hacer uso del derecho que le confiere el artículo 42 Nº 2 de la Carta
Fundamental ante el Senado.
s) Los Ministros de Estado tienen una responsabilidad personal y una
responsabilidad solidaria. Cuando firma, con el resto de los Ministros, un
decreto de insistencia, hay una responsabilidad solidaria y colectiva, razón por
la cual, no puede acusarse a un solo Ministro por un acto del cual son todos
responsables y que, sin su presencia colectiva, no habría podido nacer a la vida
jurídica. Formalmente, la acusación estaría mal interpuesta. El artículo 76 de la
Constitución es bien claro y preciso al señalar que "cada Ministro será
responsable personalmente de los actos que firmare y, solidariamente, de los
que suscribiere o acordare con los otros Ministros. "
En el fondo, el decreto de insistencia es una facultad presidencial y quien
responde de ella es quien la utiliza y no podemos olvidar que es al Presidente
de la República al que se le otorga la facultad de indultar. Es él el responsable
y, subsidiariamente, todos los Ministros de Estado que firmaron el decreto de
insistencia.

En el curso del debate, como puede apreciarse de la lectura de la síntesis


precedente, en que participaron diversos señores Diputados y connotados
profesores universitarios, quedó claramente demostrado que sobre la
oportunidad procesal en que debe concederse el indulto particular, existían
serias controversias y que la materia en discusión era objeto de una doble
interpretación tanto en la doctrina, en la jurisprudencia, en la cátedra y en la
norma positiva.
Que el objetivo del decreto de insistencia había sido el de zanjar una
divergencia de criterios entre el Ejecutivo y el Organismo Contralor.
Que este decreto había resuelto un problema jurídico, un conflicto
derivado de distintas interpretaciones de unos mismos preceptos legales y
constitucionales, como son los artículos 80 de la Constitución Política del
Estado, 1º y 4º del Código Orgánico de Tribunales; 93 Nº 4 del Código Penal;
408, Nº 5, y 433, Nº 6 del Código de Procedimiento Penal y 1º y 2º del
Reglamento de Indultos, lo que no podía servir de base a una acusación
constitucional.

II. —Inobservancia de leyes y ataques a la independencia del Poder Judicial

Cabe señalar, al iniciar el análisis de los hechos y de las consideraciones


de derecho relativos a este punto de la acusación que tanto los Diputados
acusadores como los que la impugnaron ni, tampoco, las personas invitadas a
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 31 de 148

INFORME COMISIÓN

la Comisión para que ilustraran su conocimiento sobre esta materia, entraron


al fondo del problema y, tan sólo, abordaron en forma indirecta su contenido.
Los Diputados acusadores formulan al señor Ministro de Justicia el cargo
de no haber velado por la conducta ministerial de los jueces ni haber requerido
de la autoridad competente que se inicien los procesos respectivos por los
ataques de que ha sido objeto la Corte Suprema. Agregan que las
publicaciones aparecidas en algunos diarios, a juicio de ellos, constituirían en
forma clara y manifiesta el delito de desacato sancionado por el Código Penal.
Finalmente, le imputan el hecho de haberse sumado en forma directa a
las críticas expuestas y no haberlas desmentido posteriormente, en el caso de
que dichas publicaciones no reflejaran su pensamiento.
De acuerdo con la ley Nº 12.927, sobre Seguridad del Estado, en su
artículo 6º, se señala que cometen delito contra el orden público los que
difamen, injurien o calumnien al Presidente de la República, Ministros de
Estado, Senadores o Diputados, o a los miembros de los Tribunales Superiores
de Justicia. Luego, en el artículo 26 del mismo cuerpo legal, se señala el
procedimiento a seguir y se expresa que el proceso respectivo se iniciará a
requerimiento de los miembros del tribunal o de su Presidente al Ministerio
Público, por lo que no cabría en este caso imputar sólo al Ministro acusado la
responsabilidad de iniciar los trámites de rigor para incoar los procesos
derivados de las expresiones que se publicaron en contra de la Corte Suprema.
En otro orden de consideraciones, y recordando las imputaciones al
Ministro acusado, se señala que con su omisión se habrían cometido delitos de
injuria, calumnia y difamación en contra del Poder Judicial.
El artículo 416 del Código Penal define el delito de injuria como toda
expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio
de otra persona.
Del concepto anterior se desprende que las expresiones que se profieran
deben tener el ánimo de injuriar y conforme tanto a la doctrina como a la
jurisprudencia, no basta sólo usar expresiones que pudieran estimarse rudas o
que, en forma objetiva, pudieran ser consideradas como una ofensa, sino que
es menester, además, que concurra un elemento subjetivo que queda incluido
dentro del mismo concepto de injuria.
Es así como en el caso que analizamos, cabría determinar la intención o el
ánimo con que fueron proferidas las declaraciones del Ministro acusado, para
llegar a determinar si se configuraría el delito de desacato basado en injuria.
El Ministro de Justicia, en su defensa, expresa que tan sólo hizo uso del
derecho a crítica que, como ciudadano, ejerció ante un fallo dictado por el
Tribunal Superior, lo que hizo en términos apropiados, sin el más remoto
ánimo de injuriar.
A su vez, el artículo 412 del Código Penal define el delito de calumnia,
como la imputación de un delito determinado pero falso y que pueda
actualmente perseguirse de oficio.
Se expresó en el seno de la Comisión, entre otros, por parte de algunos
de los profesores invitados, que del texto de la acusación y de las
publicaciones en la prensa, aparece claro que no se imputa a la Corte Suprema
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 32 de 148

INFORME COMISIÓN

delito alguno, sino que se formulan tan sólo críticas, en algunos casos fuertes y
vehementes, por algunas de sus actuaciones, las que en ningún momento son
constitutivas de delito.
Tanto la Constitución Política del Estado como el Código Orgánico de
Tribunales establecen en forma precisa el concepto de Separación de los
Poderes.
El artículo 80 señala que la facultad de juzgar las causas civiles y
criminales pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley. Ni
el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos
fenecidos.
El Código Orgánico de Tribunales, en su artículo 4º, a su vez, refuerza
este principio al ordenar que es prohibido al Poder Judicial mezclarse en las
atribuciones de otros poderes públicos y en general ejercer otras funciones que
las determinadas en los artículos del mismo Código.
En la calificación de las expresiones publicadas en la prensa, tanto como
dadas por el Ministro acusado como provenientes de artículos de editorial, no
puede pensarse que ellas constituyen una amenaza o un amedrentamiento a
los Tribunales de Justicia, o que vulneran el principio de su independencia.
El concepto de crítica de un Poder del Estado a otro es permanente y
vigente y debe mantenerse, máxime cuando se realiza, como se expresó en el
seno de la Comisión, con una finalidad de bien público.
El ejercicio de este derecho no puede constituir desacato, el que tiene un
sentido ofensivo, de menosprecio, de rebajamiento de otro Poder o de otro
individuo, cuando se ejerce dentro de conceptos que no signifiquen delitos en
contra del otro Poder.

III. —Incumplimiento de deberes constitucionales y legales

Los Diputados acusadores imputan al señor Ministro de Justicia


incumplimiento del artículo 84 del Código de Procedimiento Penal, que obliga a
los funcionarios públicos o denunciar los delitos de que tengan conocimiento.
Dicha infracción se habría producido al no denunciar oportunamente, una
reunión que se habría efectuado en las oficinas del Estado Mayor del Ejército, y
a la cual habrían asistido el Juez Militar, el Ministro de Defensa Nacional, altos
personeros del Ejecutivo y los abogados señores Sergio Politoff y Juan Bustos,
en la cual se habrían vertido declaraciones y opiniones en relación al proceso,
en estado de sumario, seguido con motivo del asesinato del General Schneider,
en abierta infracción a los preceptos de los artículos 320 del Código Orgánico
de Tribunales y 4º del Código de Justicia Militar.

Se expresa que la realización de dicha reunión se conoció por


informaciones de prensa, de las cuales es de presumir que el señor Ministro
acusado haya tenido conocimiento.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 33 de 148

INFORME COMISIÓN

Durante el debate habido en la Comisión, este capítulo de la acusación no


fue objeto de discusión ni de parte de los acusadores ni de parte de los
impugnadores de la acusación.
El único antecedente aportado que desvirtúa este Capítulo de la
acusación, lo proporcionó el señor Sergio Politoff, quien, reconociendo lo
inusitado del procedimiento, dio su palabra de honor de que él no había
concurrido a dicha supuesta reunión; que no conocía personalmente al señor
Ministro de Defensa Nacional y que la información periodística era el fruto de
un lamentable error.
Por su parte el señor Ministro acusado en su oficio de defensa, señaló que
dicha reunión no había existido en momento alguno, por lo que mal podía
haber procedido a poner en ejercicio la acción de la justicia para perseguir
hechos inexistentes.

E. —RESOLUCION ADOPTADA POR LA COMISION

Una vez cerrado el debate, la Comisión acordó votar la acusación en un


solo todo en base a las consideraciones y a los antecedentes proporcionados
durante el debate, sin perjuicio de que cada señor Diputado dispusiera de
hasta 10 minutos para fundamentar su voto, lo que hicieron los señores
Alvarado (Presidente), Jaque y Ureta.

Votó por la afirmativa el señor Ureta y por la negativa los señores


Andrade, Jaque y Sabat.

Se abstuvo el señor Alvarado (Presidente) La Mesa procedió, en


consecuencia, a proclamar la votación dando por rechazada la acusación por
tres votos contra uno.

La Comisión de Acusación declara que no ha lugar a la proposición de


admisibilidad de la acusación deducida por 10 señores Diputados en contra del
señor Ministro de Justicia, por haber infringido la Constitución Política del
Estado; haber atropellado las leyes, y haberlas dejado sin aplicación.

Sala de la Comisión, a 29 de enero de 1971.

Acordada en sesión de fecha 27 del presente, con asistencia de los señores


Alvarado (Presidente), Andrade, Jaque, Sabat y Ureta.

Diputado informante se designó al Honorable señor Jaque.

(Fdo.): Luis Pinto Leighton, Secretario de la Comisión. "


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DISCUSIÓN SALA

1.4. Discusión en Sala


Cámara de Diputados. Legislatura Extraordinaria 1970-1971. Sesión 18. Fecha
02 de febrero, 1971. Discusión. Declara no ha lugar la Acusación
Constitucional.

No registra asistencia en el Diario de Sesiones

ACUSACION CONSTITUCIONAL DEDUCIDA EN CONTRA DEL MINISTRO


DE JUSTICIA, SEÑOR LISANDRO CRUZ PONCE.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — En conformidad con el objeto de la presente


sesión, corresponde discutir y votar la proposición de acusación constitucional
deducida por diez señores Diputados en contra del señor Ministro de Justicia,
don Lisandro Cruz Ponce, por las causales de "infracción a la Constitución,
atropellamiento de las leyes y por haberlas dejado sin ejecución".

Diputado informante es el señor Jaque, don Duberildo.

—El informe de la Comisión Especial de Acusación, impreso en el boletín N°


611712, termina con la siguiente declaración:

"La Comisión de Acusación declara que no ha lugar a la proposición de


admisibilidad de la acusación deducida por 10 señores Diputados en contra del
señor Ministro de Justicia, por haber infringido la Constitución Política del
Estado; haber atropellado las leyes, y haberlas dejado sin aplicación. "

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Me permito hacer presente a la Sala que el


procedimiento a que se sujetará el despacho de esta materia, de acuerdo con
lo establecido en el Reglamento Interior de la Corporación, es el siguiente:
Corresponderá el uso de la palabra, en primer término, al señor
Diputado informante;
En seguida hará uso de la palabra el señor Ministro acusado;
A continuación, podrá responder algún señor Diputado que sostenga la
acusación;
Después podrá replicar otro señor Diputado, partidario de que se
deseche.
Cada uno de estos discursos durará como máximo hasta dos horas.
Asimismo, si el señor Ministro acusado desea rectificar hechos antes de
cerrarse el debate, dispondrá de media hora para tal objeto.
Subsiste, en todo caso, el derecho de los oradores para conceder
interrupciones, con cargo, naturalmente, a sus respectivos tiempos.
Finalmente, para fundamentar su voto cada señor Diputado dispondrá de
un tiempo de hasta cinco minutos.
En discusión la proposición de acusación.
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DISCUSIÓN SALA

El señor JAQUE. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor JAQUE. — Señor Presidente, por acuerdo de la Comisión designada


por esta Corporación, me corresponde informar sobre la acusación deducida
por diez señores Diputados en contra del señor Ministro de Justicia, don
Lisandro Cruz Ponce, por haber infringido la Constitución, atropellado las leyes
y haberlas dejado sin ejecución, a juicio de los acusadores.
Durante el debate, la Comisión tuvo oportunidad de oír la opinión de
distinguidos e ilustrados profesores universitarios, entre los cuales señalo a los
profesores de Derecho Constitucional señores Jorge Ovalle Quiroz, Alejandro
Silva Bascuñán y Enrique Silva Cimma; y a los profesores de Derecho Penal
señores Eduardo Novoa Monreal y Sergio Politoff.
También fueron invitados por la Comisión el profesor penalista señor
Alfredo Etcheberry y el profesor de Derecho Constitucional señor Jorge
Guzmán Dinator, quienes no asistieron a la sesión respectiva. Sólo tuvimos
ocasión de recibir la respuesta del profesor señor Jorge Guzmán Dinator, quien
no pudo dar acogida a la petición que le formuló la Comisión por el hecho de
encontrarse fuera de Santiago.
Se ordenó agregar diversos antecedentes que fueron solicitados por los
señores Diputados, especialmente los que se relacionan con los procesos que
motivaron la dictación del decreto que ha dado origen a la acusación
constitucional.
Fue invitado el señor Ministro de Justicia, quien se excusó de asistir,
enviando una defensa escrita y manifestando en ella que concurriría a esta
Honorable Corporación en el momento en que se debatiera esta acusación.

De acuerdo con el Reglamento de la Cámara el informe de esta Comisión


debe contener lo siguiente:

a) Una relación de las actuaciones y diligencias practicadas por la


Comisión;
b) Una síntesis de la acusación, con especificación de los hechos que
le sirvan de base y de los delitos que se imputan;
c) Una relación de la defensa del o de los acusados;
d) Un examen de los hechos y de las consideraciones de Derecho, y
e) La o las resoluciones adoptadas polla Comisión.

Voy a seguir el orden de mi exposición de acuerdo con lo que señala el


Reglamento de esta Honorable Corporación, haciendo, en primer término, una
síntesis de la acusación constitucional sostenida por los diez señores Diputados
firmantes de ella.
En el libelo acusatorio, en términos generales, se afirma que el señor
Ministro, en el ejercicio de su cargo, sería responsable "de actuaciones,
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DISCUSIÓN SALA

declaraciones y omisiones, que constituyen infracción de la Constitución,


atropello de leyes y, también, inejecución de hechos a los que estaba obligado.
" Se agrega que "tales actuaciones —a juicio de los acusadores— son tanto
más graves, cuanto que significan e involucran una violación o un atentado a la
independencia, integridad, autoridad y dignidad del Poder Judicial, " como lo
señala más adelante el libelo acusatorio.

Las actuaciones culpables del señor Ministro acusado se pueden fijar en


tres órdenes de materias:

1º. —Ilegalidad e inconstitucionalidad de los indultos;


2º. —Inobservancia de las leyes y ataques al Poder Judicial; y
3º. —Incumplimiento de deberes constitucionales y legales.

En conformidad con la letra b) del artículo 143 del Reglamento,


corresponde hacer una síntesis del contenido de la acusación en esta parte de
los capítulos de cargo.
Se imputan al señor Ministro, don Lisandro Cruz Ponce, tres cargos
específicos: haber infringido la Constitución Política del Estado, haber
atropellado las leyes y haberlas dejado sin ejecución.
Nos referiremos, en particular, a cada uno de estos capítulos de cargo.
En primer término, a la ilegalidad e inconstitucionalidad de los indultos.
Por decreto supremo Nº 2. 071, del Ministerio de Justicia, de fecha 18 de
diciembre de 1970, firmado por el Presidente de la República y el Ministro de
Justicia, se concedió indulto de las penas, incluso de las accesorias que
pudieren corresponderles, a diversas personas en los procesos que se
mencionan en causas que se tramitan en distintos Tribunales de la República,
en virtud de la facultad que el Nº 12 del artículo 72 de la Constitución Política
del Estado otorga al Presidente de la República.
La Contraloría General de la República, por oficio Nº 88. 536, de 23 de
diciembre de 1970, devolvió sin tramitar dicho decreto, por estimar que
infringía el Reglamento de Indultos, el artículo 80 de la Constitución Política del
Estado y otras disposiciones legales que se señalan en el citado oficio.
El Gobierno, por decreto Nº 2. 092, del Ministerio de Justicia, de 28 de
diciembre de 1970, bajo la firma de todos los señores Ministros de Estado,
insistió en el decreto Nº 2. 071, y la Contraloría General de la República tomó
razón de él y procedió a comunicar ese hecho a la Cámara de Diputados,
conforme a lo ordenado en su Ley Orgánica.
Afirman los acusadores que el señor Ministro de Justicia, de acuerdo con
lo dispuesto en los artículos 75 y 76 de la Constitución Política del Estado, es
personalmente responsable de la dictación, envío y reenvío del decreto
observado, que lleva su firma.

En seguida, se analizan las consideraciones que tuvo la Contraloría


General de la República para reparar, o sea, rechazar el decreto de indulto,
que son, en síntesis, las siguientes:
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DISCUSIÓN SALA

a) Que el indulto, según los acusadores, sólo puede ser decretado


una vez que se ha dictado sentencia condenatoria;
b) Que los indultos conferidos tienen por objeto sustraer de los
Tribunales de Justicia el juzgamiento de los procesos criminales respectivos,
con lo que se vulnera el artículo 80 de la Constitución Política del Estado; y
c) Que las alegaciones invocadas por el Supremo Gobierno, fundadas
en los artículos 408, número 5 del Código de Procedimiento penal, y 93 del
Código Penal, son irrelevantes, disposiciones que sólo son aplicables a los
indultos de carácter general, dictados por ley.

Como conclusión, se expresa en el libelo acusatorio que el señor Ministro


acusado firmó ambos decretos, no representó al Presidente de la República la
inconstitucionalidad e ilegalidad de los mismos, cuando el efecto pretendido
pudo haberse alcanzado a través del mecanismo constitucional respectivo, esto
es, la ley de amnistía.
La verdad, señor Presidente, es que la discusión de la Comisión se
centró fundamentalmente, en este primer capítulo de cargos, es decir, en el
que dice relación con la constitucionalidad y legalidad de los decretos de
indultos dictados por el Presidente de la República.
En seguida, el segundo cargo que se hace al señor Ministro se relaciona
con la inobservancia de las leyes y ataques a la independencia del Poder
Judicial.
Se señala en el libelo acusatorio que es función del Ministro de Justicia
atender a las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el judicial, y que existe una
interrelación entre ambos en algunos aspectos de carácter administrativo y
presupuestario; pero, en cuanto a la función jurisdiccional se refiere, el Poder
Judicial goza de independencia, consagrada por la Carta Fundamental y las
leyes.
Afirman los acusadores que el señor Ministro de Justicia, con infracción a
sus obligaciones y a las normas legales vigentes, ha hecho escarnio y motivo
de ataque, de difamación, de injurias y calumnias, al Poder Judicial,
representado por su más alta jerarquía, que es la Corte Suprema de Justicia.
Se agrega que el país ha presenciado una campaña de injurias, calumnias y
desprestigio en contra de la Corte Suprema, a través de la prensa, radio,
televisión, letreros, etcétera, todo ello con el propósito de ejercer presión
amedrentamiento, y llegar así a someter a los integrantes del Poder Judicial,
amagándose, de esta manera, su independencia.
Se sostiene que estos hechos configuran delitos de injuria, calumnia,
desacato y contra el orden público, sancionados en los artículos, 4º y 6º de la
ley Nº 12. 927, sobre Seguridad Interior del Estado.
Se imputa al señor Ministro de Justicia el no haber representado al
Gobierno estos hechos; no haber requerido el ejercicio de las acciones legales
correspondientes y el haberse sumado a los ataques para desacreditar y
desprestigiar a la Justicia Chilena.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 38 de 148

DISCUSIÓN SALA

Se señalan como ejemplo de los actos que representarían la adhesión


del señor Ministro a estos ataques al Poder Judicial, los siguientes:

a) Los juicios críticos emitidos por él para referirse al fallo de la Corte


Suprema, que desechó el desafuero del Senador Raúl Morales Adriasola.
Se afirma que algunas de las expresiones empleadas son constitutivas
de los delitos de injuria, desacato y calumnia.
Asimismo, se expresa que el señor Ministro acusado no ha dado
aplicación a la norma constitucional que lo obliga a velar por la conducta de los
jueces ni tampoco ha efectuado las gestiones necesarias para que se acuse
constitucionalmente a los Magistrados por las supuestas faltas que habrían
cometido, según el señor Lisandro Cruz Ponce;
b) Declaraciones en conferencias de prensa, relativas a la
irresponsabilidad de los Ministros de la Corte Suprema, de acuerdo con lo
previsto en el inciso segundo del artículo 324 del Código Orgánico de
Tribunales, las que no han sido desmentidas ni rectificadas por el señor
Ministro;
c) Declaraciones formuladas durante el desarrollo de la Cuarta
Convención Nacional de Magistrados, en las que formuló diversas críticas al
sistema judicial chileno; y
d) El texto de la carta pública, con la que rechazó la renuncia
formulada por don Enrique Silva Cimma, al cargo de abogado integrante de la
Corte Suprema, en la que habría denostado a este alto tribunal.

Como conclusión se señala que todos esos actos constituyen una presión
ilícita, que no se desvirtúa por el hecho de afirmarse que se hacen en nombre
del interés popular, de las grandes mayorías o del pueblo, sino que, por el
contrario, se configura con ello el delito de sedición contemplado en el artículo
3º de la Constitución Política del Estado.
El tercer cargo formulado al señor Ministro de Justicia se relaciona con el
incumplimiento de deberes constitucionales y legales.
En este capítulo de la acusación se expresa que el señor Ministro
acusado ha tenido conocimiento, por publicaciones de prensa del 6 de enero de
1971, de una "reunión" de alto nivel en una de las oficinas del Estado Mayor
del Ejército. Según trascendió, el instructor militar se reunió con el Juez Militar,
el Ministro de Defensa, altos personeros del Ejecutivo y los abogados del
Gobierno Sergio Politoff y Juan Bustos, y nada ha hecho el señor Lisandro Cruz
Ponce frente a una situación de tal naturaleza, que vulnera el artículo 320 del
Código Orgánico de Tribunales y que constituye una violación a las
obligaciones y prohibiciones que afectan a los Jueces, aplicables a los
Tribunales militares. En tal virtud, se imputa al señor Ministro haber infringido
el artículo 84 del Código de Procedimiento Penal que, en su número 3°, obliga
a los empleados públicos a denunciar los crímenes o simples delitos de que
tomen conocimiento en el ejercicio de sus funciones.
El libelo llega a la conclusión de que por este hecho debe ser sancionado
el señor Ministro, ya que constituye incumplimiento grave de sus deberes.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 39 de 148

DISCUSIÓN SALA

Esto se relaciona con el contenido de la acusación misma.


En conformidad con lo dispuesto en el Reglamento de la Cámara, cabe
hacer también una síntesis de la defensa hecha por el Ministro acusado.
En primer término, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 141,
se citó al señor Ministro a la sesión que debía celebrar la Comisión el 28 del
presente, a las 10 horas, con el objeto de escuchar su defensa, que envió por
escrito, ya que, como lo señalé al comienzo de mi informe, vendría
personalmente a sostenerla a la Honorable Cámara.
El Ministro analiza cada uno de los capítulos de la acusación y se refiere
en particular a ellos con el objeto de desvirtuarlos.
En cuanto a la supuesta ilegalidad e inconstitucionalidad de indultos,
hace una relación de la dictación del decreto Nº 2. 071 del Ministerio de
Justicia, por el cual se indultó a diversas personas; de la representación de la
Contraloría General de la República, y de la dictación del decreto de insistencia.
Califica su actuación como perfectamente ajustada a la Constitución y a
la ley y concluye que no hay fundamento para deducir acusación constitucional
en su contra por este capítulo y concepto.
Fundamenta la improcedencia de la acusación en las siguientes
consideraciones: de carácter formal; en cuanto a la insistencia; los
precedentes; y, la norma constitucional y su reglamentación.
Nos referiremos en particular a cada uno de los fundamentos de
descargo.
De carácter formal. —Argumenta el señor Ministro que la referencia al
artículo 21 de la Constitución y el artículo 10 de la ley Nº 10. 336, es
impertinente, porque dicha norma sólo es aplicable respecto de los decretos
que se dicten en conformidad al Nº 10 del artículo 72 de la Carta Fundamental.
En seguida, dentro del mismo plano formal, se hace presente que la
acusación, teóricamente, debió haberse dirigido en contra de todos los
Ministros del Gabinete que firmaron el decreto de insistencia y no sólo en
contra de uno, y ello no ocurrió debido a que los acusadores tuvieron
conciencia de la monstruosidad de sus planteamientos.
En cuanto a la insistencia, expresa el señor Ministro que el mecanismo
de la insistencia, en la doctrina del Derecho Administrativo, es un arbitrio que
tiene por objeto resolver el conflicto que deriva de la interpretación de la ley,
que en un instante dado puede dar el Ejecutivo y la Contraloría. Es lógico que
el sistema dé prevalencia al Ejecutivo, porque al Presidente de la República le
corresponde la administración del Estado.
Se destaca que en centenares de oportunidades se han producido
situaciones de esta naturaleza, sin que por ello se hayan interpuesto
acusaciones constitucionales.
En cuanto a los precedentes, se señalan diversos decretos supremos del
Ministerio de Justicia: 5. 296, de 1938; 1. 923, de 1946; y 4. 949, de 1952,
todos ellos tramitados por la Contraloría General de la República, por los cuales
se indultó a personas que se encontraban sometidas a proceso.
Se hace presente que la acusación constitucional procede por infracción
a la Carta Fundamental o atropello a la ley; pero mal puede darse tal situación
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 40 de 148

DISCUSIÓN SALA

frente a una divergencia de interpretación de normas jurídicas entre el criterio


sustentado por la Contraloría y el Ejecutivo.
En seguida, el señor Ministro hace referencia al precepto constitucional y
su reglamentación. Se analiza el artículo 72, Nº 12 de la Constitución Política
del Estado y se concluye que la facultad del Presidente de laa República es
"discrecional", la que puede ser ejercitada, también, por el Congreso en su
caso.
Algunos autores, tal como el señor Enrique Evans, en su obra "Relación
de la Constitución Política del Estado", opina con respecta a esta materia que la
"Constitución no ha fijado límites al Presidente de la República para el ejercicio
de esta atribución".
Se argumenta que el propio Ejecutivo, por razones de carácter práctico
se auto limitó su facultad discrecional al dictar el Reglamento de Indultos,
aprobado por decreto Nº 3. 590, aplicable a los reos condenados, sin
establecer límite respecto de los reos en proceso.
Este decreto es una norma meramente reglamentaria, dictada en uso de
sus facultades discrecionales del Presidente de la República y ha sido
modificada en numerosas oportunidades durante su vigencia, con el objeto de
disminuir su rigorismo, e incluso, puede ser derogado por el propio Ejecutivo,
ya que como lo califica el Profesor de Derecho Administrativo, don Patricio
Aylwin, constituyen un tipo de "reglamento autónomos".
El Ejecutivo, por decreto Nº 2. 938, de 11 de diciembre de 1970,
modificó el artículo 11 del Reglamento de Indultos, a fin de facultar al
Presidente de la República para prescindir de los requisitos y tramitaciones del
Reglamento y, en tal virtud, se dictó el decreto de indulto que motiva la
acusación.
En esta virtud no procede acusar al Ministro de Justicia por la causal de
la letra b) de la atribución 1ª del artículo 39 de la Carta Fundamental, porque
ella regula las infracciones a la Constitución y atropello de las leyes; en
cambio, en la especie, estamos en presencia de una supuesta infracción a un
decreto, dictado en uso de una facultad discrecional y como el precepto
constitucional es de derecho estricto, exige una interpretación restrictiva. ".
En cuanto al artículo 80 de la Constitución, dice el señor Ministro que la
acusación supone como precepto infringido el artículo 80 de la Carta
Fundamental, que consagra la independencia del Poder Judicial en dos
sentidos: que ni el Presidente de la República ni el Congreso Nacional pueden
ejercer funciones judiciales, esto es, avocarse causas pendientes o hacer
revivir procesos fenecidos.
Se argumenta que el artículo 72, N° 12, y el artículo 80 no pueden
interpretarse en forma que tenga preeminencia el artículo 80 sobre el artículo
72. Si se ejercita la facultad discrecional que la Constitución otorga al
Presidente de la República, mal puede vulnerarse el artículo 80, ni afirmar que
se atribuye una función judicial.
Se refiere también el señor Ministro a la aplicación de la ley penal y de
procedimiento penal. Dice a este respecto que el artículo 93, Nº 4, del Código
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 41 de 148

DISCUSIÓN SALA

Penal establece que la responsabilidad penal se extingue por el indulto, sin


distinguir si se trata de indultos generales o particulares.
En seguida, el Nº 5 del artículo 408, del Código de Procedimiento Penal,
establece que procede el sobreseimiento definitivo cuando se extingue la
responsabilidad por los motivos designados en el artículo 93 del Código Penal,
entre los que figura el indulto.
Luego, el artículo 433 Nº 6 del Código de Procedimiento Penal, establece
como artículo de previo y especial pronunciamiento la "amnistía o indulto", sin
precisar si se trata de un indulto de carácter general o particular.
Jurisprudencia Judicial. — Sobre esta materia se refuerza la
argumentación con un fallo de la Corte Marcial de la Armada de Valparaíso, con
fecha 10 de julio de 1939, que aprobó la sentencia que sobreseyó
definitivamente a don Manuel Barrera Barrera, el que fue indultado por el
Presidente de la República, mientras la causa se encontraban en estado de
sumario, la que aceptó sin reparo alguno el sobreseimiento definitivo en dicho
caso.
Como conclusión afirma el señor Ministro acusado que queda
plenamente demostrado que no se ha infringido la Constitución ni atropellado
la ley al dictar el decreto de insistencia, sino que se ha hecho uso de la
facultad legal del artículo 10 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República, que consagra la insistencia para poner término a un diferendo entre
el Ejecutivo y la Contraloría.
Formalmente, no existe atropello a la ley, ya que no hay norma legal
alguna que impida conceder un indulto en el caso de un proceso pendiente, y
técnicamente, el Reglamento sobre Indultos no es formalmente una ley, y su
hipotética infracción no permite fundamentar una acusación con arreglo al
artículo 39, Nº 1, letra b), de la Constitución.
Supuesta inobservancia de leyes y ataques al Poder Judicial. —
Refiriéndose a este cargo, el señor Ministro dice, en resumen, que se advierte
que este capítulo de la Acusación es confuso, ya que se le acusa por dos
causales: una, haber dejado las leyes sin ejecución, y la otra, haberlas
atropellado. Aquí es donde se demuestra el carácter político partidista de la
acusación y su falta de fundamento y seriedad jurídica.
Se representa que la Carta Fundamental no contempla como causal de
acusación "la inobservancia de las leyes" o "ataques a la independencia del
Poder Judicial".
Se pretende fundar una supuesta infracción a la Constitución y, por el
otro, se imputa dejar sin ejecución las leyes, y se pretende usar los mismos
hechos para configurar distintas infracciones, para responsabilizarlo por una
sola y misma conducta.
El cargo concreto sería haber criticado a la Corte Suprema y permitir que
terceros la criticaran, atentando en contra de la independencia del Poder
Judicial. Luego, los acusadores incurren en una confusión al enumerar diversos
tipos de delitos que se habrían cometido con ocasión de las críticas vertidas e,
incluso, más, hay errores de referencia a los artículos del Código Penal que se
citan.
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DISCUSIÓN SALA

Se expresa que con esfuerzo se podría desentrañar el sentido de la


imputación de lenidad, al no recabar la acción de la Justicia para sancionar a
los terceros responsables de injuriar a la Corte Suprema y el no haber
requerido el ejercicio de las acciones disciplinarias en contra de los jueces,
como lo ordena el Nº 4 del artículo 72 de la Carta Fundamental.
Concluye que una omisión excluye a la otra, ya que si aceptamos la
primera, significa que los hechos son falsos; y se acepta la segunda, que son
verdaderos.
Afirma que no existen tales omisiones, porque no hay norma
constitucional ni legal que ordene ese tipo de representaciones, y la prueba
más concreta es que los acusadores no señalan ningún precepto legal como
infringido, sino que en forma genérica el artículo 80 de la Constitución Política
del Estado, porque ellas — las omisiones imputadas— significarían que por la
vía de la crítica se vulneraría la independencia del Poder Judicial.
Analiza el concepto de independencia del Poder Judicial, que garantiza el
artículo 80 de la Constitución, para el ejercicio de las funciones propias del
mismo, dentro del concepto clásico de división de los Poderes Públicos de
Montesquieu, y expresa que jamás las críticas a las actuaciones de un Poder
pueden constituir violación de su independencia, ya que pensar de una manera
contraria significaría desconocer las bases que inspiran el sistema democrático
de gobierno.
Agrega que el Ministro de Justicia no puede coartar la libertad de
opinión, que en este caso se traduce en una crítica a la Corte Suprema. El
hecho de que el propio Presidente de la República haya criticado la actuación
de este Tribunal no significa que el Poder Ejecutivo haya alentado u organizado
una crítica al Tribunal Supremo, ya que incluso el propio Ministro del Interior
ordenó borrar los letreros supuestamente injuriosos a ese Alto Tribunal.
No es la primera vez que se critica a los Poderes Públicos en Chile;
algunos Presidentes de la República han criticado duramente el Congreso
Nacional.
Reconoce que, como ciudadano, ha criticado el fallo, pero en ningún
momento ha atacado o vilipendiado a la Corte Suprema.

Señala el señor Ministro acusado que el propio señor Presidente de la


Corte Suprema ha reconocido el derecho del Presidente de la República de
discrepar del fallo de ese Alto Tribunal.
Finalmente, afirma que en ningún momento, por el hecho de criticar,
como simple particular, una sentencia judicial, se ha atentado en contra de la
independencia del Poder Judicial en los términos que señala el artículo 80 de la
Constitución Política del Estado.
Pide, como conclusión, el rechazo de este capítulo de la acusación.
Finalmente, el señor Ministro se refiere al tercer capítulo de cargos que
dice relación con el incumplimiento de deberes constitucionales y legales.
Se hace cargo de la imputación de no haber denunciado a la Justicia el
supuesto delito que se habría cometido con motivo de una reunión en que
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DISCUSIÓN SALA

habrían participado "el Juez Militar, el Ministro de Defensa Nacional, altos


personeros del Ejecutivo y los abogados Sergio Politoff y Juan Bustos".
Expresa el señor Ministro que este cargo se basa en una falsa
información de prensa, por lo que se abstiene de hacer consideraciones sobre
una acusación que tiene un fundamento tan inconsistente, ya que la referida
reunión nunca tuvo lugar y mal podría ponerse en movimiento una acción
judicial para perseguir hechos inexistentes.
Tal es la relación, señores Diputados, del contenido de la acusación
constitucional y de los descargos que al respecto formuló el Ministro acusado.
Corresponde en seguida a la Comisión, de acuerdo con el Reglamento,
hacer una relación de las consideraciones de hecho y de derecho que se han
tenido en vista para emitir un pronunciamiento final.
En cuanto a los hechos de esta acusación, la Comisión dejó claramente
establecido que, efectivamente, con fecha 18 de diciembre de 1970, se dictó el
decreto Nº 2. 071, del Ministerio de Justicia, por el cual se concedió indulto
particular a las 43 personas que en él se mencionan.
La Contraloría General de la República devolvió el citado decreto al señor
Ministro de Justicia, por considerar que él infringía lo dispuesto en el artículo
80 de la Constitución Política del Estado —en relación con el artículo 1º del
Código Orgánico de Tribunales—, que impide al Presidente de la República
ejercer funciones judiciales o avocarse causas pendientes, además del artículo
93, Nº 4, del Código Penal, disposición que, a juicio del Organismo Contralor,
exigiría que los beneficiarios del indulto estuviesen condenados por sentencia
ejecutoriada.
A mayor abundamiento, hace presente la Contraloría que la modificación
introducida al Reglamento de Indultos por el decreto Nº 2. 038, del Ministerio
de Justicia, de 11 de diciembre de 1970, no puede alcanzar a aquellos artículos
de ese Reglamento —artículo 1º y 2º— cuyas exigencias emanan de un texto
legal, como sería en este caso el ya citado artículo 93, Nº 4, del Código Penal.
El Presidente de la República, en uso de la facultad que le confiere el
artículo 10 de la ley Nº 10. 336, Orgánica de la Contraloría General de la
República, con la firma de todos sus Ministros, dictó el decreto de Justicia Nº 2.
092, de 28 de diciembre de 1970, en virtud del cual, por las consideraciones
que en él se expresan, ordenó a la Contraloría General de la República tomar
razón del decreto Nº 2. 071.
La Contraloría General de la República, en cumplimiento de la obligación
que le impone la misma norma legal citada, procedió a comunicar a la Cámara
de Diputados, por oficio Nº 89. 841, de 30 de diciembre de 1970, la toma de
razón del decreto de insistencia, remitiendo copia de todos los antecedentes.
Esto, en cuanto a la relación de los hechos.
Ahora, señor Presidente, ¿cuál fue el criterio de la Comisión designada
por la Corporación para emitir un pronunciamiento? Veamos, específicamente,
cada uno de los cargos de esta acusación. En primer término, el que dice
relación con la legalidad y constitucionalidad de los indultos dictados por el
Presidente de la República encontrándose pendientes los procesos. Señor
Presidente, vuelvo a reiterar que en relación con los tres capítulos de cargos
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DISCUSIÓN SALA

formulados por los acusadores, el debate se circunscribió en el seno de la


Comisión especialmente a este primer punto.
La pregunta que habría que hacerse a este respecto sería la siguiente: ¿
Puede el Presidente de la República, en uso de sus facultades constitucionales
y legales, dictar un decreto de indulto estando pendiente un proceso criminal?
Señor Presidente, sobre esta materia, en la Comisión se llegó a una conclusión
muy clara: que el punto es, indudablemente, controvertido; no hay una
resolución explícita sobre el particular ni en el derecho positivo, ni en la
jurisprudencia, tanto judicial como administrativa, y aun en la doctrina.
¿Qué sostienen sobre este punto los acusadores? No voy a hacer una
relación circunstanciada de todos los argumentos jurídicos que en pro y en
contra se señalan en el informe de la Comisión. Me voy a limitar a tocar la
parte fundamental que sobre derecho positivo se señala en el libelo acusatorio.
¿Qué sostienen, a este respecto, los acusadores? Lo siguiente: que en nuestra
legislación positiva, el indulto particular sólo procedería ante una sentencia
condenatoria a firme, según se desprendería de lo dispuesto en los artículos
93, Nº 4, del Código Penal y 1º y 2º del decreto Nº 3. 590, de 1959,
Reglamento General de Indultos, y que es una atribución de carácter judicial
que implica suspender algunos de los efectos de una ley que ya ha sido
aplicada por los Tribunales de Justicia.
¿Qué dice, sobre este particular, el Código Penal? En su artículo 93, dice
lo siguiente: "La responsabilidad penal se extingue: 4º Por indulto". Y agrega:
"La gracia de indulto sólo remite o conmuta la pena; pero no quita al
favorecido el carácter de condenado para los efectos de la reincidencia o nuevo
delinquimiento y demás que determinan las leyes. ".
Se sostienen por los acusadores que no podría tener efecto la disposición
del inciso segundo del Nº 4 del artículo 93, que señala que el indulto "sólo
remite o conmuta la pena; pero no quita al favorecido el carácter de
condenado para los efectos de la reincidencia o nuevo delinquimiento", ya que
sin sentencia condenatoria no habría pena, y sin pena, no podría haber
reincidencia. El indulto borraría la pena, pero no la pena establecida en la ley,
sino la pena que le correspondería al delincuente, y no se sabría cuál es, si no
ha sido condenado.
Se agrega por los acusadores, sosteniendo esta misma tesis desde el
punto de vista del derecho positivo, en su aspecto esencial, lo siguiente: que
esta facultad de indultar no es privativa o discrecional, que el Reglamento de
Indultos —decreto 3. 590 de Justicia, de 21 de julio de 1959, señala en su
artículo 2º que sólo los reos condenados por sentencia ejecutoriada podrán
impetrar la gracia del indulto, circunstancia que deberán certificar.
Luego, se señala que se habría infringido el artículo 80 de la Constitución
Política del Estado, que entrega exclusivamente a los Tribunales de Justicia la
facultad de conocer de las causas civiles y criminales, y dispone que ni el
Presidente de la República ni el Congreso Nacional pueden ejercer funciones
judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos fenecidos.
Sobre esta infracción, se sostiene, en esencia, por los acusadores, que el
indulto particular, decretado antes de existir sentencia ejecutoriada a firme,
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DISCUSIÓN SALA

priva a los Tribunales del derecho y facultad de conocer y juzgar las causas
criminales, lo que vulneraría el artículo 80 de la Constitución Política del
Estado, en relación al artículo 1º del Código Orgánico de Tribunales, que
entrega en forma privativa a los Tribunales de Justicia el ejercicio de las
funciones judiciales.
¿Cuál es, desde el punto de vista del derecho positivo, la tesis que
sustentan los que mantienen a este respecto un criterio diferente? El artículo
93 del Código Penal, a juicio de este criterio contrario, fija un principio general,
señor Presidente, en lo que dice relación con la extinción de la responsabilidad
penal. El inciso segundo, al decir que el indulto sólo remite o conmuta la pena,
no constituye una limitación a este principio ni importa una definición del
término "indulto", ni la fijación general de sus efectos, sino que determina el
efecto que éste produce con relación al individuo que se encontrare ya
condenado al otorgársele esta gracia. Es decir, el artículo 93 del Código Penal
se estaría refiriendo, específicamente, al caso concreto en que se ha
condenado ya a una persona en el proceso.
Podría afirmar esta tesis el hecho de que el artículo 93 del Código Penal
dispone también: "La responsabilidad penal se extingue: 3º Por amnistía, la
cual extingue por completo la pena y todos sus efectos. ". Es decir, la
legislación positiva también habla de la pena aquí en el Código Penal. Y nadie
ha discutido que podría dictarse una ley encontrándose un proceso pendiente,
sin que se hubiera dictado sentencia condenatoria ni ésta se encontrara
ejecutoriada.
Por lo demás, señor Presidente, la Comisión Revisora del Código Penal
tuvo especial cuidado en esto, porque se ha sostenido a este respecto que esa
disposición solamente se referiría a los indultos generales y no particulares. En
el Nº 4 del artículo 93 hace una notación esta Comisión, y dice a este respecto:
"Véase, en el Apéndice de este Código, el Reglamento sobre Indultos"
aprobado por el decreto Nº 3. 590, de 21 de julio del año 1959. Es decir, se
refiere específicamente al indulto particular.
Por otra parte, este mismo criterio ha sostenido que la responsabilidad
penal derivada de un delito nace en el momento de su ejecución y, siendo esta
responsabilidad la que se extingue conforme al artículo 93 referido, no puede
limitarse el efecto del indulto a la pena que se hubiere aplicado al particular
por un delito, destinada A hacer efectiva esta responsabilidad, porque con ello
se privaría del beneficio del indulto al delincuente afecto a responsabilidad
penal pero no procesado aún o no condenado, porque ello constituiría una
contradicción con el principio general establecido en el precepto aludido o una
limitación no consignada en el mismo.
Luego se agrega que el indulto puede otorgarse desde el momento
mismo en que nace la responsabilidad penal, lo que se deduce del propio
precepto constitucional que concede la facultad de indultar, sin restringirla al
caso del delincuente ya condenado, y se desprende también de la aplicación
que uniformemente se ha dado a las leyes que conceden indultos generales y
amnistías, leyes que, en cuanto a la extinción de la responsabilidad penal,
producen el mismo efecto que un indulto particular y sólo difieren en que el
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DISCUSIÓN SALA

indulto general afecta a un número indeterminado de personas, y la amnistía,


además de comprender a un número indeterminado de personas, extingue por
completo la pena y todos sus efectos. En cuanto a esta última, debe
entenderse que se refiere al individuo que, agraciado por la amnistía, se
hubiere encontrado ya condenado al concederse esta gracia.
Señor Presidente, más claras aún son las disposiciones del Código de
Procedimiento Penal sobre esta misma materia, que fueron ampliamente
analizadas en la Comisión Acusadora. El artículo 408, Nº 5, del Código de
Procedimiento Penal dice que el sobreseimiento definitivo procederá cuando se
haya extinguido la responsabilidad penal del procesado por alguno de los
motivos designados en el artículo 93 del Código Penal; es decir, respecto al
indulto.
Más adelante, el artículo 433 de este mismo Código de Procedimiento
Penal establece que "el reo sólo podrá oponer como excepciones de previo y
especial pronunciamiento las siguientes", y entre ellas señala la amnistía y el
indulto.
Señor Presidente, sabemos que los artículos de previo y especial
pronunciamiento son ciertos incidentes que pueden interponerse en el proceso
criminal y que tienen por objeto corregir el procedimiento o enervar la acción
penal, y que esto puede hacerse durante el curso del sumario o bien en el
momento de contestar la acusación en el plenario, la cual, en tal caso, debe
deducirse subsidiariamente. En consecuencia, esto demuestra de manera clara
la tesis en el sentido de que el indulto puede operar durante el proceso y el
Presidente de la República puede dictar un decreto de indulto en un proceso
abierto.
En relación con el artículo 80 de la Constitución que habría sido violado a
juicio de los acusadores, no puede sostenerse que el Presidente de la
República, al conceder indultos particulares, esté arrogándose funciones
judiciales que no le competen o avocándose causas pendientes, ya que la
propia Constitución Política del Estado, en el artículo 72 Nº 12, le confiere esta
atribución judicial.
En efecto, muchos autores consideran esta atribución como una
verdadera potestad judicial conferida al Jefe del Estado, quien, al ejercerla, no
toca la potestad del Poder Judicial, pues la Carta Fundamental se la confiere
con carácter privativo. Así, don Enrique Evans, a quien citaba hace un
momento, en su obra "Relación de la Constitución Política de la República",
recalca el carácter privativo de esta facultad, al señalar que la Constitución no
fija límites al Presidente de la República para ejercer esta atribución.
Ahora bien, señor Presidente, y hablando siempre dentro de la
legislación positiva, según los acusadores se habrían violado los artículos 1º y
2º del Reglamento sobre Indultos. Es cierto que los artículos 1º) y 2º del
Reglamento sobre Indultos exigen como requisito previo para dictar el decreto
que haya una sentencia condenatoria. Y voy a leer estas disposiciones para
mayor claridad del debate. Dice el artículo 1º que "todo reo que se encuentre
condenado podrá solicitar del Presidente de la República la remisión,
conmutación o reducción de su pena, siempre que cumpla con los requisitos
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DISCUSIÓN SALA

establecidos en el presente reglamento"; y se agrega en el artículo 2º que


"podrán impetrar estas gracias solamente los reos condenados por sentencia
ejecutoriada, circunstancia que deberá certificarse. Además, deberán
acompañarse copias autorizadas de las sentencias condenatorias de primera y
segunda instancia y de casación, si la hubiere. ".
De manera imperativa, pareciera desprenderse de estas disposiciones
que, efectivamente, la sentencia debe estar ejecutoriada. Pero hay que
formular aquí una conclusión final muy clara: la Constitución Política permite
que se deduzca acusación en contra de los señores Ministros cuando han
infringido la Constitución y las leyes, y, en verdad, señores Diputados —y así
se sostuvo por los distintos profesores en el seno de la Comisión— no hay
ninguna disposición legal o constitucional que exija que deba existir sentencia
previa ejecutoriada para que el Presidente de la República conceda un indulto.
Por lo demás, se ha entendido por los que sostienen un criterio contrario que
este reglamento circunscribe su órbita de aplicación exclusivamente a aquellos
casos en que el reo hubiere sido condenado.
Señor Presidente, de todo lo expuesto se desprende que esta es una
materia altamente controvertida.
En relación con la jurisprudencia, se señaló en el seno de la Comisión
que, si bien el criterio de nuestros Tribunales es mayoritario en el sentido de
exigir la condena previa, no es menos cierto que hay también algunos fallos de
nuestros Tribunales que sostienen un criterio distinto. Se señaló
específicamente una sentencia de la Corte Marcial de Valparaíso, que está
inserta en la Gaceta de los Tribunales del año 1939, segundo semestre, página
829. Para no cansar a los señores Diputados no me voy a referir específica o
concretamente a esta sentencia que, en sus aspectos generales, resume lo que
estaba expresando sobre esta materia, desde el punto de vista de la legislación
positiva.
Se señaló, también, la sentencia de la Corte de Talca, recientemente
dictada, con fecha 8 de enero de 1971, en relación con los indultos decretados
por el Presidente de la República, la cual dice: "Vistos que en virtud de lo
anterior ya no existe mérito para mantener el auto de procesamiento dictado
en contra de los reos nombrados y que se lee a fojas 47 del proceso tenido a la
vista, por haberse extinguido su responsabilidad penal, conforme a lo
dispuesto en el artículo 93 Nº 4 del Código Penal; ".
Luego, señor Presidente, la jurisprudencia administrativa tampoco ha
sido uniforme sobre esta materia, ya que hasta los años 1952 y 1953, como lo
afirmó el mismo ex Contralor General de la República don Enrique Silva Cimma
en el seno de la Comisión, se dictaron, por distintos Jefe de Estado, decretos
que concedían indultos, mientras el proceso estaba pendiente. Y el mismo
señor Ministro de Justicia, en sus descargos, señala algunos de estos decretos
dictados por distintos gobiernos. Por ejemplo, el decreto Nº 5. 296, de 24 de
diciembre de 1938, en virtud del cual se indultó a las personas que incurrieron
en los luctuosos sucesos del 5 de septiembre que la ciudadanía recuerda, con
motivo del asalto a la Caja del Seguro Obrero, el que fue dictado durante el
gobierno de don Pedro Aguirre Cerda. En seguida, tenemos el decreto Nº 1923,
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DISCUSIÓN SALA

de 5 de abril de 1946, y, finalmente, el decreto Nº 4. 969, de 17 de


septiembre de 1952; en iguales circunstancias, encontrándose el proceso
pendiente, se otorgó el indulto.

Ahora, en cuanto a la doctrina también hay que reconocer un hecho:


que la mayoría de los profesores de Derecho Constitucional han sostenido la
tesis de que es necesario que exista una condena previa para que pueda
dictarse un indulto por el Presidente de la República. Pero no es menos cierto
que otros autores, entre ellos el profesor Mario Bernaschina, en su obra sobre
Derecho Constitucional, sostienen la tesis contraria. Se mencionó también en
el seno de la Comisión la tesis sustentada en el mismo sentido por el
distinguido jurista don Héctor Correa Letelier.
De todo lo dicho se desprende que esta es una materia controvertida y
que no se ha resuelto de un modo explícito. Frente a esta situación, es natural
que se haya dictado un decreto de insistencia por el Presidente de la
República, en uso de la atribución que le da el artículo 10 de la Ley Orgánica
de la Contraloría General de la República. No se ha hecho otra cosa, en virtud
del decreto de insistencia, que poner término a un conflicto de interpretación
de la ley, porque ese es el alcance de la toma de razón en los decretos
supremos.
Al fijar el criterio sobre esta materia, el profesor Patricio Aylwin,
hablando de los fundamentos de los decretos de insistencia, dice lo siguiente:
"La institución de los decretos de insistencia se justifica por la naturaleza
misma de la fundación de control que desempeña la toma de razón. Esta tiene
por objeto asegurar el régimen de derecho en la actividad administrativa y está
confiada a un órgano independiente. Pero el Contralor no tiene el privilegio de
la infalibilidad; bien puede equivocarse en su apreciación. Producida una
discrepancia acerca de la constitucionalidad o legalidad de un decreto entre el
Contralor, por una parte, y el Presidente de la República, por otra, ha de
reconocerse lógicamente preeminencia al juicio de éste último; para mayor
garantía, la ley exige que sea respaldado por todos los Ministros.
"La preeminencia del Presidente responde a dos hechos: su superioridad
jerárquica —es el Jefe del Estado—, y la naturaleza misma de la actividad
administrativa, que, con las debidas garantías de responsabilidad, debe
realizarse libremente, a medida de que las necesidades públicas la requieran".
"Si la representación del Contralor —agrega— fuera absoluta, importaría un
veto a los actos de la Administración, que podría llegar hasta paralizarla en su
actividad esencialmente continua. "
Este es el criterio uniforme, señor Presidente, que se ha sostenido al
respecto. Y en el seno de la Comisión también tuve oportunidad de leer la
posición sobre esta misma materia, que ha sostenido invariablemente el ex
Contralor General de la República, don Enrique Silva Cimma, quien, en su obra
sobre Derecho Administrativo, dice: "Así, pues, producida una diferencia de
apreciaciones entre la calificación de legalidad o ilegalidad de un acto
administrativo entre el Poder Ejecutivo y el órgano Contralor administrativo, el
legislador ha querido que se ponga término a la controversia jurídica que tales
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DISCUSIÓN SALA

puntos diferentes envuelve y que se evite la anormalidad que ella produce,


consistente en la suspensión o no ejecución del acto, mediante la
determinación del poder administrador de ordenar que dicho acto se ejecute.
En otras palabras, entre dos criterios distintos para interpretar la legalidad de
un acto, prima la del Jefe del Estado, a quien constitucionalmente se ha
confiado la administración del Gobierno. Esta misma situación jurídica es
perfectamente concordante con la necesidad filosófica de que el Jefe del Estado
cumpla con una de las finalidades de su magistratura, cual es la de
administrar".
Luego, explicando el fundamento de carácter doctrinario, agrega:
"Racionalmente se desprende de todo esto que el resorte legal del decreto de
insistencia, desde el ángulo doctrinario estricto, no puede tener otra finalidad
que poner término a las dudas que surjan de la interpretación de la legalidad
de un acto; pero no es ni puede ser un arma que entrega al poder
administrador para que actúe al margen de la Constitución y la ley, y opere
cómodamente mediante los decretos de insistencia. "
Señor Presidente, de todo lo expuesto se desprende que el decreto de
insistencia dictado por el Presidente de la República se ha encuadrado dentro
de la norma que ya he señalado, es decir, del artículo 10 de la Ley Orgánica de
la Contraloría General de la República. En consecuencia, no puede sostenerse
que ha habido infracción de la Constitución Política del Estado ni
atropellamiento de las leyes, atropellamiento que supone una conducta
maliciosa y arbitraria destinada, deliberadamente, a infringir las disposiciones
legales.
En seguida, me voy a referir al cargo de inobservancia de leyes y
ataques a la independencia del Poder Judicial.
La verdad es que, prácticamente, casi no hubo debate sobre esta
materia en el seno de la Comisión. Sólo se abordó de manera indirecta por
algunos señores Diputados y por los profesores que asistieron a la Comisión.
Así, se dice expresamente en el informe:
"Cabe señalar, al iniciar el análisis de los hechos y de las consideraciones
de derecho relativos a este punto de la acusación, que ni los Diputados
acusadores o los que la impugnaron, ni tampoco, las personas invitadas a la
Comisión para que ilustraran su conocimiento sobre esta materia, entraron al
fondo del problema, y tan sólo abordaron en forma indirecta su contenido.
"Los Diputados acusadores formulan al señor Ministro de Justicia el
cargo de no haber velado por la conducta ministerial de los jueces, ni haber
requerido de la autoridad competente que se inicien los procesos respectivos
por los ataques de que ha sido objeto la Corte Suprema. Agregan que las
publicaciones aparecidas en algunos diarios, a juicio de ellos, constituirían en
forma clara y manifiesta el delito de desacato, sancionado por el Código Penal.
Finalmente, le imputan el hecho de haberse sumado en forma directa a las
críticas expuestas y no haberlas desmentido posteriormente, en el caso d, e
que dichas publicaciones no reflejaran su pensamiento.
"De acuerdo con la ley Nº 12. 927, sobre Seguridad del Estado, en su
artículo 6º, cometen delito contra el orden público los que difaman, injurien o
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DISCUSIÓN SALA

calumnien al Presidente de la República, Ministros de Estado, Senadores o


Diputados, o a los miembros de los Tribunales Superiores de Justicia. Luego,
en el artículo 26 del mismo cuerpo legal, se señala el procedimiento a seguir y
se expresa que el proceso respectivo se iniciará a requerimiento de los
miembros del tribunal o de su Presidente al Ministerio Público, por lo que no
cabría en este caso imputar sólo al Ministro acusado la responsabilidad de
iniciar los trámites de rigor para incoar los procesos derivados de las
expresiones que se publicaron en contra de la Corte Suprema.
"En otro orden de consideraciones, y recordando las imputaciones al
Ministro acusado, se señala que con su omisión se habrían cometido delitos de
injuria, calumnia y difamación en contra del Poder Judicial.
"El artículo 416 del Código Penal define el delito de injuria como toda
expresión proferida o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio
de otra persona.
"Del concepto anterior se desprende que las expresiones que se
profieran deben tener el ánimo de injuriar y conforme tanto a la doctrina como
a la jurisprudencia, no basta sólo usar expresiones que pudieran estimarse
rudas o que, en forma objetiva, pudieran ser consideradas como una ofensa,
sino que es menester, además, que concurra un elemento subjetivo que queda
incluido dentro del mismo concepto de injuria.
"Es así como en el caso que analizamos, cabría determinar la intención o
el ánimo con que fueron proferidas las declaraciones del Ministro acusado, para
llegar a determinar si se configuraría el delito de desacato basado en injuria.
"El Ministro de Justicia, en su defensa, expresa que tan sólo hizo uso del
derecho a crítica que, como ciudadano, ejerció ante un fallo dictado por el
Tribunal Superior, lo que hizo en términos apropiados, sin el más remoto
ánimo de injuriar.
"A su vez, el artículo 412 del Código Penal define el delito de calumnia
como la imputación de un delito determinado pero falso y que pueda
actualmente perseguirse de oficio.
"Se expresó en el seno de la Comisión, entre otros, por parte de algunos
de los profesores invitados, que del texto de la acusación y de las
publicaciones en la prensa, aparece claro que no se imputa a la Corte Suprema
delito alguno, sino que se formulan tan sólo críticas, en algunos casos fuertes y
vehementes, por algunas de sus actuaciones, las que en ningún momento son
constitutivas de delito.
"Tanto la Constitución Política del Estado como el Código Orgánico de
Tribunales establecen en forma precisa el concepto de separación de los
poderes.
"El artículo 80 señala que la facultad de juzgar las causas civiles y
criminales pertenecen exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley.
Ni el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos
fenecidos.
"El Código Orgánico de Tribunales, en su artículo 4º, a su vez, refuerza
este principio al ordenar que es prohibido al Poder Judicial mezclarse en las
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DISCUSIÓN SALA

atribuciones de otros Poderes Públicos y en general ejercer otras funciones que


las determinadas en los artículos del mismo Código.
"En la calificación de las expresiones publicadas en la prensa, tanto
como dadas por el Ministro acusado como provenientes de artículos de
editorial, no puede pensarse que ellas constituyen una amenaza o un
amedrentamiento a los Tribunales de Justicia, o que vulneran el principio de su
independencia.
"El concepto de crítica de un Poder del Estado a otro es permanente y
vigente y debe mantenerse, máxime cuando se realiza, como se expresó en el
seno de la Comisión, con una finalidad de bien público.
"El ejercicio de este derecho no puede constituir desacato, el que tiene
un sentido ofensivo, de menosprecio, de rebajamiento de otro Poder o de otro
individuo, cuando se ejerce dentro de conceptos que no signifiquen delitos en
contra del otro Poder. "
Finalmente, en lo que dice relación con el incumplimiento de deberes
constitucionales y legales, que es el último de los cargos formulados en contra
del señor Ministro de Justicia, "los Diputados acusadores imputan al señor
Ministro de Justicia incumplimiento del artículo 84 del Código de Procedimiento
Penal, que obliga a los funcionarios públicos a denunciar los delitos de que
tengan conocimiento.
"Dicha infracción se habría producido al no denunciar oportunamente
una reunión que se habría efectuado en las oficinas del Estado Mayor del
Ejército, y a la cual habrían asistido el Juez Militar, el Ministro de Defensa
Nacional, altos personeros del Ejecutivo y los abogados señores Sergio Politoff
y Juan Bustos, en la cual se habrían vertido declaraciones y opiniones en
relación al proceso, en estado de sumario, seguido con motivo del asesinato
del General Schneider, en abierta infracción a los preceptos de los artículos
320 del Código Orgánico de Tribunales y 4º del Código de Justicia Militar.
"Se expresa que la realización de dicha reunión se conoció por
informaciones de prensa, de las cuales es de presumir que el señor Ministro
acusado haya tenido conocimiento.

"Durante el debate habido en la Comisión, este capítulo de la acusación


no fue objeto de discusión, ni de parte de los acusadores ni de parte de los
impugnadores de la acusación.
"El único antecedente aportado que desvirtúa este capítulo de la
acusación, lo proporcionó el señor Sergio Politoff, quien, reconociendo lo
inusitado del procedimiento, dio su palabra de honor de que él no había
concurrido a dicha supuesta reunión, que no conocía personalmente al señor
Ministro de Defensa Nacional, y que la información periodística era el fruto de
un lamentable error.
"Por su parte, el señor Ministro acusado, en su oficio de defensa, señaló
que dicha reunión no había existido en momento alguno, por lo que mal podía
haber procedido a poner en ejercicio la acción de la justicia para perseguir
hechos inexistentes. "
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DISCUSIÓN SALA

En virtud, señor Presidente, de todas estas consideraciones de hecho y


derecho que he hecho presente esta tarde en esta Honorable Corporación, la
"Comisión de Acusación declara que no ha lugar a la proposición de
admisibilidad de la acusación deducida por diez señores Diputados en contra
del señor Ministro de Justicia, por haber infringido la Constitución Política del
Estado, haber atropellado las leyes, y haberlas dejado sin ejecución. "
Nada más, señor Presidente.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Ofrezco la palabra.

El señor CRUZ PONCE (Ministro de Justicia). —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Tiene la palabra el señor Ministro.

El señor CRUZ PONCE (Ministro de Justicia). — Señor Presidente, diez señores


Diputados del Partido Nacional, utilizando la facultad que les confiere el artículo
39, atribución primera, letra b), de la Constitución Política del Estado, han
formulado acusación en mi contra, sosteniendo que en mi calidad de Ministro
de Estado en la cartera de Justicia, he infringido la Carta Fundamental,
atropellado y dejado sin ejecución las leyes.
Considero indispensable, antes de entrar en el análisis detallado de cada
uno de los capítulos del libelo acusatorio, señalar a la Honorable Cámara
algunos conceptos previos, que permitirán centrar debidamente, no tan sólo el
texto de la acusación, sino que, muy principalmente, el ánimo que la inspira.

En efecto, los acusados anotan como hechos que configurarían los


cargos que me hacen, los siguientes:

a) La dictación de los decretos supremos Nºs 2.071 y 2.092, de 18


de diciembre de 1970 y 28 de diciembre de 1970, respectivamente, mediante
los cuales se otorga la gracia del indulto a las personas que en dichos decretos
se indican.
En primer término, debo hacer presente a la Honorable Cámara que el
primero de estos decretos quedó sin efecto; de modo que, aquí, sólo opera o
tiene vigencia el segundo de estos decretos; por ello, mal se me puede acusar
de infringir un decreto inexistente;
b) La omisión que se me atribuye, en el sentido de que no habría
representado al Gobierno los ataques que, por diversos medios de publicidad,
se han formulado a los Tribunales Superiores de Justicia y, particularmente, a
la Corte Suprema; ataques que constituirían delitos sancionados por la Ley de
Seguridad Interior del Estado;
c) Las declaraciones hechas por mí al referirme al fallo dictado por la
Corte Suprema cuando conoció de la petición de desafuero de un señor
Senador;
d) La declaración relativa a la modificación propuesta al artículo 324
del Código Orgánico de Tribunales, afirmándose que, a través de ella, inducía
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 53 de 148

DISCUSIÓN SALA

al desprestigio del Poder Judicial y, sin embargo, en presencia de esos


conceptos, sería renuente al deber constitucional de velar por la conducta
ministerial de los jueces;
f) Los términos de la carta por la cual se rechazó la renuncia de don
Enrique Silva Cimma, que se interpretan como una colaboración de mi parte a
la campaña de presión en contra de la independencia del Poder Judicial, y
g) La existencia de una reunión de "alto nivel en una de las oficinas
del Estado Mayor del Ejército" y que "según trascendió, el instructor militar se
reunió con el juez militar, el Ministro de Defensa, altos personeros del
Ejecutivo y los abogados del Gobierno, Sergio Politoff y Juan Bustos. " y que, al
no haber denunciado esta situación, no di cumplimiento o dejé sin ejecución el
artículo 84 del Código de Procedimiento Penal.
Primeramente, me ocuparé del espíritu que informó la dictación de los
decretos supremos de indulto que impugnan los acusadores, dejando para más
adelante el aspecto jurídico de ellos; y, en seguida, abordaré los otros puntos
de la acusación en su índole subjetiva, pues también el desarrollo legal será
materia de otro capítulo de la defensa.
Las personas favorecidas con el indulto acordado por el Jefe del Estado,
en uso de las facultades privativas que le concede la Constitución Política del
Estado, han regulado su conducta impulsadas por ideales de transformación
revolucionaria de la sociedad y siguiendo, quizás, criterios éticos
hipertrofiados, y en la dinámica de su juventud se apartaron de la legalidad
vigente.
En esta forma, y atenido a lo recién dicho, aun cuando las infracciones
penales en que hayan podido incurrir, si bien en sentido estricto pueden
calificarse de delitos comunes, no cabe duda, a mi juicio, de que su
comportamiento debe ser encuadrado dentro del contexto político al cual se
refieren.
Esta concepción se acomoda con las doctrinas de los tratadistas de
Derecho Penal, cuando admiten que si el origen y la finalidad de la acción son
de carácter político, el delito así generado debe calificarse de político y,
consecuencialmente, el agente debe ser tratado en forma especial.
Desde Lombroso y Laschi, los delitos políticos son referidos en forma
necesaria a sus autores: a los delincuentes políticos. Y entre éstos se
encuentran, al decir de Ruiz Funés, "los delincuentes políticos puros, que se
proponen, con sus actos, alcanzar fines de progreso o de mejoramiento social
o para impulsar la evolución política en un sentido de mayor
perfeccionamiento. Los hay que obran inducidos por móviles altruistas, cuya
generosidad, elevación moral y sentimiento depurado del Derecho, prestan a
sus conductas un relieve ético superior al de las que habitualmente se
producen en la vida cotidiana. ". Tal es, sin lugar a dudas, la situación de estos
jóvenes que se alzaron —siguiendo el ejemplo de tantos a lo largo de la
Historia— en contra de un orden que estiman injusto.
En la especie, es preciso recordar que el bien jurídico contra el cual ellos
atentaron es el "orden público", que se manifiesta bajo formas jurídicas
particulares y diversas; en efecto, el orden público definido por el sistema de
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DISCUSIÓN SALA

derecho de un país, expresa el trayecto histórico que esa nación ha escogido


para sí misma; y cuando ese trayecto histórico se estructura sobre la
dominación, muchas de las acciones destinadas a redefinir el rumbo de la
sociedad son calificadas de delito. Pero es obvio que el contenido material y
substancial del orden público no permanece estático ni inmutable: depende de
la voluntad de quienes tienen el poder.
Y no cabe duda de que en Chile se ha producido una transformación
profunda del orden público, toda vez que el pueblo chileno, libremente,
siguiendo las normas de la democracia formal, ha definido una nueva meta
histórica, pues se ha comprometido en la construcción de una sociedad nueva.
Es en atención a esto que el antagonismo irreconciliable que antes
existía entre la sociedad y estos jóvenes ha desaparecido; y, siguiendo
caminos diversos, se ha producido una coincidencia de objetivos, por la cual es
preciso, como ha dicho el Presidente de la República, que se incorporen a la
lucha para construir un Chile nuevo.
Consiguientemente, debido a este cambio, la posible sanción jurídica que
hubieren merecido pierde su justificación ética, desde el momento que toda
pena impuesta por los tribunales busca fundamentalmente la rehabilitación del
delincuente y no la venganza. La pena no puede ser un castigo, sino una forma
de rescatar al delincuente; cuando se trata, como en este caso, de delitos
cometidos por móviles políticos, por delincuentes políticos puros, sin
peligrosidad alguna que emane de su situación personal, se vuelve más
necesario encauzar el idealismo de la juventud por marcos de progreso y
respeto mutuo.
Además, es preciso recordar lo curioso que resulta que aquéllos que más
han atacado al Supremo Gobierno por la medida adoptada, son los mismos que
no han vacilado en violentar por sí mismo o instigar a otros para transgredir o
que transgredan el sistema jurídico que dicen defender, desconociendo o
pretendiendo desconocer la voluntad irredargüible del pueblo.
Por último, la actitud del Gobierno aparece plenamente justificada, si se
tiene en cuenta la condición juvenil de los afectados. La sociedad está en la
obligación de velar porque la doctrina se enmarque dentro de los cauces
institucionales; pero, al mismo tiempo, es su deber revisar los mecanismos
existentes, cuando son incapaces de acoger esa postura crítica; pero, en
ningún caso, imponer un castigo a quienes han actuado por altruismo.
La juventud es la esperanza de un pueblo; es su porvenir hecho protesta
diaria, que habla tanto el lenguaje de la generosidad, como el de la fuerza. Y
ante ella, sólo cabe el diálogo y la comprensión.
Hay, como puede verse, una filosofía, un elevado espíritu humano y
social inspiradores del indulto otorgado a los jóvenes favorecidos con él;
elementos que, por su naturaleza, desvanecen o hacen desaparecer toda
pasión política, para dejar paso únicamente al sano propósito de promover, en
cuanto sea posible, una sociedad justa.
Me asiste la certidumbre de que, si mis acusadores hubiesen reparado
en el contenido de los conceptos que he vertido, que dejan en claro la nobleza
e idealismo con que se actuó por parte del Gobierno, dejando de lado todo
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 55 de 148

DISCUSIÓN SALA

cuanto por la ofuscación partidista los ha alejado de un dictado limpio de


conciencia, no habrían llegado a deducir esta acusación.
Los cargos contenidos en la acusación, indicados en las enunciaciones
"b" a "f", inclusive, son coincidentes en atribuirme una actitud beligerante, más
que eso, de agresividad, respecto de los Tribunales de Justicia.
Acerca de esta parte del libelo acusatorio, debo dejar claramente
establecido que en todos los actos de mi vida, ya sea privada, profesional o
pública, jamás he adoptado una conducta que pueda lesionar la integridad
moral del individuo en sí mismo, ni como componente de la sociedad en lo que
representa una función pública. Los valores éticos del hombre son intangibles;
pero ello no significa que ante la imperfección humana, pues nadie puede
pretender ser el poseedor de la verdad absoluta, se impida a otro humano el
derecho de criticar lo que estima erróneo o equivocado.
Si todos debiéramos someternos a los dictados ajenos sin tener, por lo
menos, la facultad de discutirlos, estaríamos en presencia de una sumisión
que, de ninguna manera, concuerda con el elemental derecho de poder
libremente diferir su aceptación a través de la representación de si es justo,
injusto o equivocado.
Esto adquiere mayor relieve si tomamos en consideración que, en este
caso preciso, los comentarios que vertí lo fueron en mi calidad de ciudadano de
la República, o, lo que es lo mismo, que no se trata de que exista algún hecho
susceptible de provocar un conflicto entre dos Poderes del Estado.
En esta parte, lógicamente, en razón de lo que acabo de exponer, los
acusadores han sido vacilantes y poco claros en la fundamentación de los
cargos, como lo demostraré en el curso de mi defensa.
Finalmente, en lo relativo a la enunciación "g", creo que nada debo
anticipar en esta introducción, ya que ese cargo no corresponde a ningún
hecho real ni efectivo, como también lo comprobaré al entrar de lleno en mi
defensa.
Supuesta inobservancia de las leyes y ataques a la independencia del
Poder Judicial. — Es uno de los cargos que se me ha hecho. Me parece que
corresponde al capítulo Nº 2.
Quizás si este capítulo de la acusación es el que ofrece de manera más
cierta su debilidad y aún la inexactitud de diversas afirmaciones que ella
contiene. Un afán político indisimulable caracteriza a cargos que aquí se
formulan, el que lleva a sus sostenedores a mostrar la orfandad de
fundamentos y de respaldo jurídico, que es lo menos que puede exigirse. Pero,
a despecho de estas características negativas que constituyen, podría
afirmarse, la tónica general de la acusación, pretenderé entender que en esta
parte se me acusa por dos motivos: uno, por haber dejado sin ejecución las
leyes; y otro, por haberlas atropellado.
No quisiera insistir en las manifiestas imperfecciones técnico, jurídicas
que contienen los cargos que a este respecto se me hacen; pero lo cierto es
que, a pesar de la mejor voluntad que se tenga, no es dable captar la posible
infracción constitucional que, aquí, pudo cometerse. En efecto, la Carta
Fundamental se refiere, entre otras causales, a la "infracción de la
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 56 de 148

DISCUSIÓN SALA

Constitución, atropellamiento de las leyes o haberlas dejado sin ejecución";


pero en parte alguna emplea las expresiones "inobservancia de leyes" o
"ataques a la independencia del Poder Judicial".
Del estudio de las críticas a mi conducta, deseo entender que ellas
podrían consistir en haber infringido la Constitución Política, por una parte; y,
por otra, en haber dejado sin ejecución las leyes; es decir, se busca
responsabilizarme de un mismo cargo, de una misma conducta; pero se la
divide, en el afán de encontrar la consistencia de que carece la acusación. Tal
división permite enjuiciarme por haber criticado y haber dejado que se criticara
por terceros a la Corte Suprema, lo que constituiría un atentado contra la
independencia del Poder Judicial.
La sola enumeración de los distintos delitos que se suponen cometidos a
propósito de estas críticas: desacato, difamación, injurias, calumnias y hasta
sedición, deja de relieve la indiscutible confusión que sobre la materia tienen
los acusadores. En la imposibilidad de encontrar situaciones que tipifiquen una
determinada y precisa conducta delictual, han agotado el repertorio de figuras
delictivas a su alcance, sin fundar ninguna de ellas sobre bases ciertas y
definidas. Al respecto, cabe destacar que hasta en la cita de las disposiciones
legales la acusación incurre en serios errores. Así, el delito de injuria está
contemplado en el artículo 416 y no en el artículo 363 del Código Penal, y el
desacato aparece sancionado en el artículo 264 y no en el 364 del mismo
Código.
En mi sincero esfuerzo por tratar de comprender el significado de los
términos que emplean los acusadores, quisiera referirme, primeramente, a la
pretendida lenidad nuestra al no recabar la acción de la justicia para sancionar
a terceros responsables de injurias en contra de la Corte Suprema y al no
haber requerido al mismo Tribunal o al ministerio público, para que uno u otro
ejercieran sus atribuciones disciplinarias respecto a los jueces, tal como lo
ordena el artículo 72, Nº 4, de la Constitución.

Sobre el particular, baste decir que no existe ninguna disposición


constitucional ni legal que ordene efectuar esta clase de representaciones,
porque los agentes naturales e inmediatos llamados a hacerlo no se relacionan
con el Ministerio de Justicia.
La claridad de esta aseveración es tan manifiesta que la propia
acusación no señala norma alguna de nuestro ordenamiento jurídico que haya
sido infringida: sólo se limita a sugerir que estas omisiones atentarían contra el
artículo 80 de la Constitución, en cuanto a que, por la vía de la crítica, se
habría vulnerado la independencia del Poder Judicial.
Esto es tan manifiestamente erróneo, desde el punto de vista de nuestro
sistema de vida republicana, que casi no merece comentario. La independencia
que consagra el artículo 80 se refiere al "ejercicio de las funciones" del Poder
Judicial, siguiendo la clásica doctrina de Montesquieu sobre la separación de los
Poderes, según la cual "lo actuado por un Poder del Estado no puede "ser
revocado por otro"; es decir, la aplicación plena del principio de la
irrevocabilidad recíproca. Pero nadie puede sostener buenamente que las
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 57 de 148

DISCUSIÓN SALA

críticas a las actuaciones de un Poder encierran una violación a su


independencia. De aceptarse esta tesis, quedarían anulados los conceptos
democráticos de Gobierno, que contienen, a su vez, y entre otros, los
principios: a) de la responsabilidad de quienes ejercen las funciones públicas, y
b) del control de estos funcionarios por la opinión pública, el cual debe estar
presente en todo régimen que se precie de democrático.
De lo dicho anteriormente se infiere, repito, que los hechos invocados no
pueden constituir, en modo alguno, infracción al mencionado artículo 80 ni a
ningún otro precepto jurídico.
Ahora, en lo que se refiere a las opiniones manifestadas por diversas
personas, grupos u organismos de difusión que contienen críticas a la Corte
Suprema, no es el Ministro de Justicia quien lo pueda impedir en un sistema
legal de libertad de opinión como es el nuestro.
Del hecho que algunos personeros del Gobierno, incluido el propio
Presidente de la República, hayan formulado apreciaciones críticas sobre la
actuación de la Corte Suprema no puede desprenderse que el Poder Ejecutivo
organizara, ni siquiera alentase lo que se denomina "campaña" en contra de
ese Tribunal. Por el contrario, desmienten esa posibilidad actitudes concretas y
ampliamente conocidas de dichos personeros, como lo es la terminante orden
del señor Ministro del Interior en el sentido de borrar los letreros en su contra
que se hubieren escrito y dibujado en sitios de acceso público.
En lo que se refiere a las opiniones formuladas por mí en las distintas
oportunidades que los acusadores señalan, la cuestión de fondo consiste en
dilucidar si los actos oficiales de un Poder del Estado pueden ser lícitamente
criticados por los demás Poderes del Estado o por los ciudadanos del país. Nos
parece claro que nuestra democracia se ha fortalecido por la vigencia del
principio de que quienes ejercen los Poderes del Estado son responsables por
sus actos funcionarios. Y sostener que ellos tienen la responsabilidad de sus
actos oficiales, supone afirmar el derecho general de los ciudadanos a
enjuiciarlos y criticarlos, dando origen a una verdadera gradación de control,
que va, precisamente, desde el simple comentario hasta la puesta en marcha
de los mecanismos prácticos destinados a hacer efectiva esa responsabilidad,
cuando ello es jurídicamente claro y materialmente viable. El país está
acostumbrado a la frecuente y muchas veces áspera crítica que se formulan
recíprocamente los Poderes del Estado. Basta recordar al respecto las
opiniones sustentadas por diversos Presidentes de la República acerca del
Congreso Nacional. Creo que es conveniente y sano para la buena marcha de
la democracia que esa posibilidad exista y que no se la coarte o esterilice.
Ahora bien, conforme a esa práctica y en mi calidad de ciudadano, he
comentado un fallo reciente. Lo hice cuando mi actitud en nada podría influir
para modificar lo acordado, que si acepto habría sido una actitud poco
consecuente. La mía fue nada más que la reacción natural de alguien que
participa también en responsabilidades de Gobierno ante una sentencia que
nadie esperaba en el país. Pero en momento alguno pretendí atacar o
vilipendiar a la Corte Suprema.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 58 de 148

DISCUSIÓN SALA

Si se analizan las expresiones que los propios acusadores subrayan en


su libelo, deberá concluirse necesariamente que ellas son las propias de los
abogados al fundar sus recursos en contra de sentencias agraviantes. Ese
lenguaje es el habitual y aceptado en las actividades del foro. El incontestable
derecho de crítica que, como ciudadano, ejerció el Ministro de Justicia en
nuestro país, lo fue en términos apropiados, sin el más remoto ánimo de
injuriar, y fundado en estudios y concepciones contemporáneas acerca de la
organización de la justicia en nuestro país y en los de estructura sociopolítica
similar.
Me parece definitivo a este respecto el juicio del propio señor Presidente
de la Corte Suprema, quien, entrevistado en un programa de televisión, se
refirió a las críticas formuladas por el Presidente de la República en estos
términos:... "El propio Presidente de la República reconoce que un ciudadano,
no obstante investir una alta calidad pública, también continúa siendo un
ciudadano de la República y como tal tiene derecho a opinar sobre todos los
actos de las otras autoridades en ese sentido. Yo le encuentro perfecta razón al
señor Allende por haber dicho que él discrepaba de la opinión de la Corte
Suprema, lo que en mi concepto no significa intromisión de un Poder del
Estado en las actividades o en la función de los otros, porque este problema de
la mutua fiscalización en las relaciones de los Poderes del Estado es en realidad
un problema de filosofía jurídica... Hoy día, los Poderes del Estado,
recíprocamente intervienen unos en los actos de los otros, de manera que yo
respeto la opinión del Presidente a ese respecto, porque cualquier ciudadano
tiene derecho a discrepar de una resolución que haya dictado la Corte".
Y refiriéndose el mismo señor Presidente de la Corte Suprema, en el
programa de televisión mencionado, a las opiniones similares vertidas por el
Ministro, expresó: "El Ministro de Justicia también hizo una diferenciación entre
su calidad de tal y su calidad de simple particular. Debo reconocer que esto no
era costumbre en nuestros sistemas políticos; esto no había pasado antes. Por
eso es que la opinión pública se ha conmovido, pero si un Ministro dice allá la
Corte y aquí yo, yo a la vez, le puedo dar vuelta la frase y decir "allá él y acá
nosotros".
Aparte que en la apreciación general del problema el Presidente de la
Corte Suprema coincide con las alegaciones de esta defensa, importa
especialmente destacar que en ningún momento apreció como injuriosas las
opiniones vertidas por el Ministro de Justicia. Creo que los argumentos
aportados son más que suficientes para refutar a este respecto la acusación
que nos preocupa.
Es útil insistir en que las opiniones así expresadas no pueden
considerarse, en caso alguno, un ataque a la "independencia" del Poder
Judicial. En los términos que consagra el artículo 80 de la Constitución, esa
independencia se resguarda con el respeto a su facultad exclusiva para juzgar
las causas civiles y criminales, en forma que ninguno de los otros Poderes
ejerza funciones judiciales, se avoque causas pendientes o haga revivir
procesos fenecidos. Sólo actos de esa naturaleza pondrían en peligro la
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DISCUSIÓN SALA

independencia del Poder Judicial y ninguna de las expresiones del Ministro


puede tener relación lógica con ese tipo de acciones.

Por todas las razones señaladas, solicito a los señores Diputados


rechacen también los cargos a este respecto.
Voy a referirme al tercer capítulo de la acusación.
Finalmente, el libelo acusatorio imputa al Ministro de Justicia el
incumplimiento de deberes constitucionales y legales al no haber denuncia a la
justicia los delitos que se habrían cometido con ocasión de una reunión en que
habrían participado "el juez militar, el Ministro de Defensa, altos personeros del
Ejecutivo y los abogados del Gobierno, Sergio Politoff y Juan Bustos", además
del instructor militar, y celebrada en una de las oficinas del Estado Mayor del
Ejército.
Dentro del estilo propio de esta acusación, sus sostenedores fundan el
cargo en una información de prensa, sin precisarla, sin explicar sus alcances y
presunta ilicitud. Por respeto a la dignidad del Parlamento me abstengo de
hacer consideraciones sobre este capítulo, porque no es posible fundamentar
un juicio político sobre bases tan inconsistentes.
La pretendida reunión, según se ha comprobado, no se efectuó jamás, ni
existió en momento alguno, de manera que mal podía el acusado proceder a
poner en ejercicio la acción de la justicia para perseguir hechos inexistentes.
Por esta sola y categórica circunstancia, solicito a los señores Diputados
rechacen también la acusación en lo que concierne al cargo formulado en el
capítulo III.
Voy ahora a referirme al punto o capítulo primero de la acusación, que
se refiere a la dictación del decreto de insistencia mediante el cual se indultó a
diversos ciudadanos. La improcedencia y falta de fundamentos de la acusación
desde el punto de vista constitucional es palmaria. Nada hay en ella que pueda
demostrar un serio y objetivo estudio de las cuestiones de fondo que plantea,
lo que demostraremos enfocando el análisis en los aspectos adjetivos o
procesales y en los sustantivos o de fondo de la materia en debate.
Vicios de procedimiento de la acusación. —Se ha dirigido esta acusación,
única y exclusivamente, en contra mía, en mi calidad de Ministro de Justicia.
De acuerdo con el artículo 72 Nº 12 de la Constitución Política del Estado, es
atribución especial del Presidente de la República la de "conceder indultos
particulares". No obstante, más que una atribución especial, es una facultad de
carácter privativa y exclusiva: sólo el Presidente de la República, y ningún otro
Poder del Estado o autoridad, puede decretar un indulto particular. Los indultos
de carácter general, en cambio, requieren ley, de acuerdo con el Nº 13 del
artículo 44. El carácter privativo de la atribución queda de manifiesto si se
repara en que la reglamentación de ella sólo puede emanar del Presidente de
la República, sin que sea permitido al legislador, ni a ningún otro Poder, dictar
normas reguladoras o restrictivas del ejercicio de esta facultad. El Presidente
de la República no tiene a este respecto más trabas o condiciones que las que
él mismo voluntariamente pueda imponerse, de acuerdo con su propio arbitrio
o al tenor de su propio reglamento, como acontece en la especie.
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DISCUSIÓN SALA

En consecuencia, cuando el Ministro de Justicia firma un decreto de


indulto, no cumple otra función que la de certificar que se trata de un acto
oficial del Primer Mandatario —no de un acto privado— y en caso alguno ejerce
una facultad delegada.
El acto de Gobierno que se cumple, la decisión de fondo que él supone,
derivan exclusivamente, de acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico, del
Presidente de la República; es su voluntad la que se pone en práctica.
Vamos o estudiar la improcedencia de los fundamentos de la acusación.
En este capítulo, se funda la acusación en haberse infringido la ley al
otorgar indultos a personas actualmente procesadas, lo que constituiría una
violación del artículo 80 de la Constitución. En otras palabras, la infracción
fundamental estaría constituida por la violación de una norma legal —
hipotética— que prohibiría indultar a los procesados penalmente. Sólo probada
tal infracción, surgiría, consecuencialmente, la violación del artículo 80 de la
Carta Fundamental.
De acuerdo con el artículo 39, atribución 1ª, letra b), la causal se
configura como "infracción de la Constitución y atropellamiento de las leyes....
". Nos interesa, en particular, el análisis de que es susceptible la causal
consistente en atropellamiento de las leyes, en razón de que, como está dicho,
la infracción constitucional sería de carácter consecuencial, y habría lugar a ella
sólo en la medida en que existiera una norma legal que impidiera otorgar
indultos a personas actualmente procesadas, lo que no acontece.
Según ya se expresó, la concesión de indultos está regulada, única y
exclusivamente, por el Reglamento respectivo, dictado por decreto Nº 3. 590,
de 1959, del Ministerio de Justicia. Al dictar este Reglamento, el Presidente de
la República ha hecho uso de una atribución normativa que emana
directamente del carácter privativo que tiene su facultad para conceder
indultos particulares. No podrían existir disposiciones legales o de otro orden
sobre la materia, ni podría el legislador, so pena de anular la facultad, variar
los que son sus efectos naturales. Las disposiciones que en los Códigos Penal o
de Procedimiento Penal, u otros textos legales, pueden encontrarse sobre el
indulto, son de carácter consecuencial y suponen la aceptación total de la
amplia facultad que asiste al Presidente de la República en la materia. Cabe
tener presente que, hasta 1959, la facultad tuvo carácter virtualmente
discrecional, y que este carácter fue reafirmado en 1965, al señalarse en el
actual artículo 11, que el Presidente de la República "podrá" disponer, en los
casos en que no se trate de ciertos delitos muy graves, que se omita alguno de
los trámites o se prescinda de los requisitos indicados en los artículos
precedentes. La discrecionalidad con que se ejerce la atribución ha sido
ampliada aún más, de acuerdo con la modificación introducida el 11 de
diciembre último, por el decreto 2. 031 conforme al cual se reemplaza el
artículo 11 por el siguiente: "en casos calificados el Presidente de la República
podrá prescindir de los requisitos y tramitaciones establecidas en el presente
reglamento", y cuya legalidad no fue objetada por la Contraloría.
Estas modificaciones no pueden tener otros fundamentos que el de la
total libertad del Presidente de la República para proceder en materia de
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DISCUSIÓN SALA

indultos particulares, sin otros límites que los que le aconsejen su prudencia y
su espíritu de justicia.
Por otra parte, no existe en nuestro ordenamiento disposición legal
alguna que prohíba, expresa y claramente —y repetimos que no podría
existir— que se otorgue el indulto particular respecto de un actual procesado.
No puede atribuirse tal carácter prohibitivo a ninguna de las normas legales
que se refieren al indulto a través de un irregular esfuerzo de interpretación.
Ahora bien, en la medida en que todas las normas sobre requisitos y
tramitación relativas a los indultos particulares están única y exclusivamente
en el reglamento respectivo, la concesión de uno de dichos indultos con
infracción a esas normas constituiría, en el peor de los casos, una infracción a
un reglamento, pero, en caso alguno, una violación de ley. En tal circunstancia,
no se configuraría en la especie la causal constitucional de acusación, porque
ella no consiste en atropellamiento de los reglamentos, sino en atropellamiento
de las leyes. Y en la medida en que de ello depende la existencia de la
infracción constitución alegada dependería, también, la existencia de la causal
respectiva. Así, por lo demás, lo reconocen los propios acusadores, al expresar,
en la página 2 de su libelo, haciendo suyo el criterio de la Contraloría, que el
decreto de insistencia "contravenía las disposiciones del Reglamento de
Indultos".
En consecuencia, debe desecharse la acusación por este capítulo, sin
pronunciarse la Honorable Cámara al respecto, por no fundarse en causal
constitucional expresa, de las que establece la letra b) de la atribución primera
del artículo 39 de la Carta Fundamental.
Vamos a hacer ahora un análisis del alcance de la causal consistente en
"atropellamiento de las leyes".
Desde un punto de vista etimológico y de contexto, debemos entender
por atropellamiento de las leyes la acción voluntaria y maliciosamente dirigida
a obtener un resultado pasando a toda costa por encima de una ley. Ha de
quedar de manifiesto el desprecio de la autoridad respecto del ordenamiento
jurídico que la rige, en el sentido de incurrir en un acto clara y rotundamente
negado por la ley, en forma que no deje lugar a dudas. Otra conclusión sería
incompatible con las finalidades del Gobierno y entrabaría el normal ejercicio
de las atribuciones legales otorgadas a la autoridad. En efecto, dado que la
aplicación de la ley supone siempre un esfuerzo interpretativo destinado a
desentrañar su verdadero sentido y alcance, el Poder Ejecutivo puede
normalmente llegar a conclusiones diferentes de las que, por ejemplo, tengan
otras autoridades o los organismos contralores. En tales casos y en el mismo
grado en que la autoridad ejecutiva crea indispensable la medida que adopta y
esté convencida de la legitimidad de su decisión, el ordenamiento jurídico da
primacía a su opinión. En última instancia, como lo señala Kelsen, la decisión
definitiva acerca de cuál de las varias interpretaciones de que es susceptible
una disposición legal, no constituye un problema jurídico, sino entraña el
resultado de la aplicación de un criterio político, en el buen sentido de la
palabra.
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DISCUSIÓN SALA

En estos argumentos se fundamenta, en nuestro derecho, la institución


de los llamados "decretos de insistencia". Desde luego, sería un absurdo
concluir que al consagrarse en nuestro derecho político la institución jurídica
del decreto de insistencia, se haya hecho con el fin exprese de originar la
comisión sistemática de irregularidades legales por parte del Poder Ejecutivo.
Un decreto de insistencia no lleva implícita, en modo alguno, una tacha de
ilegalidad. Simplemente, reconoce la primacía de la voluntad del Presidente de
la República frente al criterio interpretativo diferente sustentado por el órgano
contralor. Así ha acontecido en la especie, ya que, como lo demostraremos, el
problema de la oportunidad que la Constitución establece para decretar un
indulto particular es meramente de interpretación.
Ahora bien, una diferencia de interpretación no puede llevar a la
configuración de la causal de acusación que consiste en atropellamiento de las
leyes. Como está dicho, esta última supone una intención positiva de violar
una norma expresa cuyo sentido es claro e indiscutible.
De lo dicho ha quedado claramente establecido que sólo puede hablarse
de "atropellamiento de la Constitución o de las leyes" cuando existe una
infracción a una regla constitucional o legal, y no cuando una actuación se
limite a seguir uno de varios criterios para interpretar la norma jurídica
aplicada.
Sin entrar por ahora en el problema —que abordaré más adelante, de
cómo la tesis que sustentamos todos los Ministros al dictar el decreto de
insistencia causal de esta acusación es la única jurídicamente correcta—
demostraré a los señores Diputados que, en todo caso, el problema de
determinar el momento en el cual se puede dictar un decreto de indulto ha
sido y es objeto de controversia, no sólo respecto de nuestro ordenamiento
jurídico, sino que también de los ordenamientos jurídicos extranjeros; y que en
la única época en que esta facultad del Jefe del Estado fue objeto de una
interpretación única, esta interpretación fue exactamente la que seguimos en
el caso de que se trata.
En efecto, el indulto tiene sus raíces en el Derecho Romano y en el
Derecho Canónico. De allí fue extraído para su establecimiento en la Edad
Media, época en la cual no había duda alguna en cuanto a que el soberano
podía dispensar del rigor de la ley a una persona, cuando había una causa
justa a su criterio. Esta dispensa podría darse tanto para el futuro como para el
pasado y, en este último caso, tenía efecto retroactivo. Este derecho de
dispensa contenía en sí tanto lo que ahora se llama indulto, como también la
amnistía, que eran una misma cosa. El derecho de dispensa, pues, no tenía
limitaciones ni en cuanto al tiempo en que se ejercía ni en cuanto al asunto en
el cual recaía.
El derecho moderno tomó de allí la facultad y se la otorgó al Jefe del
Estado. En este momento aparece configurada la teoría de la Separación de los
Poderes formulada después por Montesquieu, y la doctrina se divide, en lo
referente al derecho de gracia, al interpretarla.
Así, en un primer momento, la doctrina y la ley francesa estiman que la
teoría de la Separación de los Poderes impide que el indulto y la amnistía
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DISCUSIÓN SALA

puedan subsistir, llegando, posteriormente, en vista de razones de justicia y


conveniencia, a permitir la existencia de ambas instituciones, pero
diferenciando la una de la otra cualitativa y cuantitativamente. Nace, entonces,
la tesis de que el indulto es perdón de pena y que la amnistía es suspensión de
aplicación de ley y, por ende, que el primero sólo puede decretarse después de
la condena a firme, mientras que la amnistía puede decretarse en cualquier
momento.

La doctrina y la jurisprudencia norteamericana, por el contrario,


consagrando la Constitución de los Estados Unidos en forma absoluta el
principio de la separación de los poderes, sustentan un criterio opuesto al de
Francia. Vale la pena citar aquí lo dicho por el tratadista francés Esmein en sus
"Elements de Droit Constitutionnel". Esmein afirma que es interesante
constatar que los autores de la Constitución de los Estados Unidos, que tiene
también por base la separación rigurosa de los tres poderes, han interpretado
este principio de otra manera. Estos autores confieren al Presidente el derecho
de acordar "gracia y perdón" por los crímenes cometidos contra los Estados
Unidos. Agrega Esmein que los términos empleados, cuyo sentido es muy claro
en el derecho inglés, comprende todo lo que podrían hacer las llamadas "cartas
de gracia" del antiguo derecho francés. Es decir, el Presidente puede no sólo
ejercer el "derecho de gracia" propiamente dicho (remisión total o parcial o
conmutación de una pena judicialmente pronunciada), sino, también, por una
resolución de alcance individual, amnistiar a una persona por un delito
determinado y hacer así imposible todo procesamiento. Finalmente, es preciso
recalcar que Esmein atribuye esta norma constitucional norteamericana a una
influencia manifiesta de la doctrina de Montesquieu.
Como se puede observar, en Estados Unidos el llamado derecho de
gracia ha subsistido como originalmente naciera y es Francia la que ha
elaborado toda una teoría que distorsiona el sentido primario de la institución.
Edwards S. Corwin, en su libro "La Constitución Norteamericana y su
actual significado", ratifica esta norma al decir que "los indultos pueden
acordarse en cualquier momento después de la comisión efectiva del delito
perdonado, pero no antes que se cometa, pues ello importaría acordar al
Presidente la facultad de dejar de lado las leyes, esto es, una facultad de
dispensa. ". (Citado por Linares Quintana, "Tratado de la Ciencia del Derecho
Constitucional", Tomo 9, páginas 357 y 358).
En Argentina, por otra parte, también la interpretación del precepto
relacionado con el indulto y la amnistía ha sido objeto de controversia. El
tratadista Linares Quintana, en el libro ya citado, página 360, transcribe parte
de un dictamen emitido por el Procurador General de la Nación, en un juicio
seguido ante la Corte Suprema, en el cual éste cita, a su vez, un fallo
norteamericano que establece que el indulto puede ser ejercido en cualquier
tiempo después de la comisión de un delito, sea antes de iniciarse
procedimientos legales o mientras se hallan pendientes o después de la
convicción y la sentencia.
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DISCUSIÓN SALA

Es interesante anotar acá que, aparte del argumento dado en lo


referente a la similitud del precepto norteamericano con el argentino, este
dictamen agrega otro que es de absoluta validez para nuestro derecho, en
cuanto a que el Código de Procedimiento en materia criminal contempla el
indulto como una excepción de previo y especial pronunciamiento y como una
causal de suspensión de la causa.
Tengo aquí en mi mano un tratado del profesor de la Universidad de La
Plata, Jesús Edelmiro Porto, que se llama "Causas de extinción de la acción
penal y de la pena". En este tratado, se citan diversas sentencias de los
tribunales argentinos en que se ha aceptado que el indulto puede,
perfectamente, otorgarse durante la tramitación del proceso sin necesidad de
esperar la sentencia de término.
Dice el profesor Porto que "es necesario que hagamos una aclaración, y
es que, pese a esta fórmula, el legislador de cada país, con equivocación
teórica o no, puede declarar causas extintivas las que quiera; y, así, en un
lugar, las causales pueden ser parcialmente distintas o más numerosas, que en
otros; y lo que aquí es causa extintiva, en otro sitio puede tener otra
naturaleza.".
Pero lo interesante de este tratado es que se contienen aquí varias
sentencias de los tribunales argentinos. Por ejemplo, tenemos un comentario
del profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata, doctor
Leonidas Anastasi, quien, analizando un fallo, se declaró partidario de la tesis
de que el Poder Ejecutivo puede indultar procesados, diciendo que quienes
opinan lo contrario se aferran a la letra del artículo 86, inciso 6°, de la
Constitución Nacional cuando habla de "indultar o conmutar las penas,... ". O
sea, la disposición de la Constitución argentina, al revés de la Constitución
nuestra que habla sólo del indulto particular, establece la facultad del
Presidente de la República para indultar o conmutar penas. Es decir, que no
obstante los términos empleados por la Constitución Política argentina, los
tribunales, unánimemente, en el último tiempo, ha estado acogiendo esta
tesis.

El señor ARNELLO. — En el último tiempo, Su Señoría.

El señor CRUZ PONCE (Ministro de Justicia). — "La prueba la tenemos" —


agrega— "la misma disposición que exceptúa de la facultad los casos de juicio
político. Si se hubiera querido referir el texto constitucional solamente a
penalidad aplicada, no habría dicho que se exceptúan los casos de acusación
por la Cámara de Diputados, sino los casos de condenación por el Senado. ".
Más adelante agrega: "En la República Argentina los Presidentes han
considerado siempre que la facultad de conceder indultos era ilimitada; y en
distintas ocasiones que creo inoficioso recordar, el beneficio de la gracia ha
aprovechado a simples encausados; y como ellos entendemos que el ejercicio
de esta faculta debe dejarse sin limitaciones en manos del poder... ". Se cita
aquí el caso de José Ibáñez, un menor que fue indultado durante la
sustanciación del proceso. "Llevado el asunto a la Corte Suprema, el
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DISCUSIÓN SALA

Procurador don José Nicolás Matienzo, sostuvo la facultad del Poder Ejecutivo
de indultar, antes o después del proceso, de conformidad con la tesis de todos
los Procuradores que le habían antecedido en el cargo, a cuyo respecto
recuerda las palabras del doctor Eduardo Costa en el caso de doña Juana
Damiana Zelarrayán, agregando que "se trata de una cuestión conocida en el
derecho constitucional y resuelta por los tribunales norteamericanos en el
mismo sentido que el adoptado por los gobiernos y procuradores argentinos", y
que el artículo de la Constitución Argentina referente al indulto fue tomado del
estadounidense, sin más que dos enmiendas, que no afectan al fondo, por lo
que es aplicable, en nuestro país, la jurisprudencia de la Suprema Corte de
aquél emitida en el caso Ex parte Garland, cuyos términos, favorables a la tesis
del Poder Ejecutivo transcribe. '
Después tenemos otro caso, el del doctor Hipólito Yrigoyen. Fue
"procesado el ex Presidente de la Nación don Hipólito Yrigoyen, a poco de
depuesto del poder, por supuestos delitos en el ejercicio de su alta investidura,
fue indultado por el Gobierno Provisional del General José Félix Uriburu".

El señor GODOY. — ¡Gobierno gorila!

El señor PALESTRO. —Su Señoría habría indultado a Hitler.

El señor CRUZ PONCE (Ministro de Justicia). —Tenemos el caso de Juan


Domingo Perón y otros.
Rafael Bielsa, finalmente sostiene la tesis de que el indulto puede
dictarse en cualquier momento del juicio. (Rafael Bielsa, "Derecho
Constitucional", págs. 652 y 653). Y en su tratado de "Derecho Administrativo"
es más explícito.
De todo lo dicho se desprende que en la época en que se originó la
facultad de indultar del soberano, el concepto de indulto era amplísimo; que,
posteriormente, los ordenamientos jurídicos se dividieron en los sentidos ya
explicados; y, finalmente, que respecto de cada ordenamiento jurídico las
interpretaciones han sido divergentes.
En cuanto al Derecho chileno, la diversidad de interpretación del
precepto del artículo 72 Nº 12 también existe.
Quizás bastaría para probar lo dicho los numerosos precedentes que
existen. Primero, de decretos de indulto de reos que estaban siendo
procesados y de los cuales tomó razón la Contraloría General de la República, y
segundo, de decretos de indulto dictados en esas mismas condiciones, que
fueron insistidos por el Gobierno, sin que la Cámara de Diputados ejerciera su
facultad de acusar constitucionalmente a todos los Ministros firmantes. Es
decir, ni siquiera la Contraloría General de la República tiene una doctrina
única al respecto.
Pero, además de los precedentes" administrativos, la jurisprudencia de
los Tribunales Ordinarios de Justicia ha recogido también esta diferencia de
interpretación. A manera de ejemplo, podemos citar el caso fallado por la Corte
de Apelaciones de Santiago el 8 de enero de 1947. En este fallo, que sustentó
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DISCUSIÓN SALA

la tesis de que el indulto sólo puede decretarse después de dictada sentencia


condenatoria firme, hubo un voto de minoría del Ministro Ciro Salazar, que
sostuvo la opinión contraria. La Corte Marcial de la Armada se ha pronunciado,
en reiteradas oportunidades, también por la tesis de que el decreto de indulto
procede en cualquier momento después de cometido el delito.
Y aquí tenemos otras sentencias en que también se acepta la tesis de
que el indulto puede decretarse durante la tramitación del juicio.
El día 31 de diciembre de 1938, la Corte de Justicia dictó la siguiente
sentencia:
"Teniendo presente que la Corte de Apelaciones de Santiago, en su
comunicación de fecha 28 del actual pone en conocimiento de la Corte
Suprema: haber ordenado al Ministro que conoce en primera instancia del
proceso sobre los sucesos ocurridos el 5 de septiembre último, que resuelva lo
que corresponda con respecto a la libertad de los procesados que dispuso la
autoridad administrativa sin orden del Tribunal competente y que la sala
respectiva se pronuncie sobre el mérito legal del indulto, se declara, que no
procede dictar pronunciamiento sobre la materia a que se refiere la antes dicha
comunicación, mientras no se dicten las decisiones aludidas.

"La Corte de Apelaciones comunicará oportunamente lo que resuelva


sobre el particular. Diríjase oficio. "
Y hace el siguiente agregado:
"Acordada por unanimidad, después de desechada la indicación previa
del Ministro señor Peragallo, para que, desde luego se oficiara al señor Ministro
de Justicia, representándole que los decretos de indultos que favorecen a reos
simplemente procesados, que no han sido condenados a pena alguna y que
pueden aun ser absueltos en definitiva, no se conforman a la disposición del
artículo 93 del Código Penal, que define la gracia del indulto. "
Firman los señores Romilio Burgos, Humberto Trucco, C. Alberto Novoa,
I. M. Hermosilla, D. Carvajal A., Juan B. Ríos A., Roberto Peragallo, Malcolm
Mac Iver y Carlos A. Campos.
En esta parte, la Corte Suprema rechazó la indicación del señor
Peragallo en el sentido ya dicho.
También tenemos una sentencia más reciente de los Tribunales de
Justicia, que es del 8 de enero de este año, o sea, no hace un mes. Es la
sentencia de la Corte de Apelaciones de Talca que reconoce plena validez a los
indultos que decretó este Gobierno, con respecto a las personas que figuran en
el decreto por cuya firma he sido objeto de acusación constitucional.
Finalmente, la doctrina chilena consagra casi uniformemente la
complejidad del problema y la existencia de dos tesis jurídicamente
sustentables. (Ver Roldán, "Elementos de Derecho Constitucional de Chile",
1924, página 393; Raveau, "Tratado Elemental de Derecho Constitucional
Chileno y Comparado", 1939, página 297; Bernaschina, "Manual de Derecho
Constitucional", 1955, página 359; Guerra, "La Constitución de 1925", página
386; Amunátegui, "Manual de Derecho Constitucional", 1959, página 472).
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DISCUSIÓN SALA

Hay otros comentaristas, distinguidos profesores, que también aceptan


esta tesis. Así, tenemos una carta del abogado Alfredo del Valle, que envió al
Director de "El Diario Ilustrado" el día 27 de diciembre de 1938, en la que
sostiene precisamente esta tesis. Pero la opinión más importante, tal vez, es la
del distinguido profesor, ex Presidente de la Cámara y conocido jurista, don
Héctor Correa Letelier. En la edición de "El Diario Ilustrado" del día 27 de
diciembre de 1938, en la página 7, dice el señor Correa Letelier:

"Señor Director de "El Diario Ilustrado".


"Presente.
"Señor Director:

"En "El Diario Ilustrado" de hoy se publica un editorial en que se objeta


la dictación del reciente decreto de indulto.
"Se funda esa objeción en que el indulto remite la pena y que pena
solamente puede existir cuando hay sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada.
"Estimo que legalmente esa opinión es errada, porque nuestro Código de
Procedimiento Penal contempla y reglamenta la posibilidad de un indulto
durante la tramitación del proceso.
"Dice el artículo 461 de este Código: "El reo sólo podrá oponer como
excepción de previo y especial pronunciamiento las siguientes:
"6º—Amnistía o indulto;"
Se refiere a la disposición del antiguo Código de Procedimiento Penal,
que es igual al actual artículo 433.
"Estas excepciones de previo y especial pronunciamiento únicamente
pueden presentarse durante la secuela del juicio criminal, esto es, antes de
dictarse sentencia.
"En efecto, dispone el artículo 473 del mismo Código que si se alegan
durante el sumario, se les sustancia y falla en pieza separada. Si, por el
contrario, se oponen durante el plenario (en el plazo para contestar la
acusación) se suspende el juicio principal.
"Por tanto, el indulto procede durante la tramitación de un juicio
criminal.
"Saluda atentamente al señor Director. —Héctor Correa Letelier. "
Como puede observarse, en nuestro país también se ha controvertido el
problema de si el indulto puede dictarse durante el proceso o sólo es
procedente después de existir condena firme, por lo que nadie podría afirmar
que al dictarse un decreto de indulto, sin que exista dicha condena, se ha
"atropellado la ley" o "violado la Constitución. "
Me voy a referir ahora a la independencia del Poder Judicial y a la
facultad de indultar del Presidente de la República.
Desde una base de estricto derecho, nuestra Constitución no consagra el
principio de la separación de los Poderes del Estado, al menos en la forma
absoluta con que suele interpretarse este principio por personas no versadas
en la materia. En efecto, si bien nuestro constituyente reconoce la existencia
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DISCUSIÓN SALA

de tres Poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, lo hace para establecer las


competencias que les son propias, pero no en la forma en que lo hizo, por
ejemplo, el constituyente norteamericano. Nuestro régimen se caracteriza, por
el contrario, por una profunda interpretación de las funciones de dichos
Poderes, con vista a una labor de colaboración y control recíprocos.
No es necesario abundar en mayores argumentos sobre el particular, si
consideramos las amplias facultades legislativas del Presidente de la República;
las facultades de las Cámaras frente al Ejecutivo, a propósito del juicio político;
el control del Ejecutivo sobre la conducta de de los jueces, etcétera.
En consecuencia, cuando en nuestro ordenamiento se habla de la
aplicación estricta del respeto pleno al principio de la separación de los Poderes
del Estado, es indispensable entender la afirmación condicionada a las
modalidades de la Carta Fundamental, y nunca en forma que suponga una
absoluta prescindencia de un Poder en la marcha de otro. Con mayor razón
todavía, si el propio constituyente establece normas que, en forma expresa,
asignan a un Poder facultades sobre materia que parecerían ser propias de
otras. Jamás podría llegarse a la conclusión de que aquélla invade atribuciones
de la última, porque el sistema jurídico ha buscado, precisamente, que así
ocurra.
Esto último es lo que ocurriría con la facultad del Presidente de la
República para decretar indultos particulares, en relación con la independencia
del Poder Judicial y la norma que le prohíbe a aquél avocarse causas
pendientes.
A este respeto, cabe señalar, en forma inicial, como se explica con más
detalles en otra parte, que la facultad de indultar ha sido siempre,
históricamente, del resorte del Poder Judicial. Si los fundamentos que hoy día
se dan para justificar el mantenimiento de esta institución son distintos de los
que pudieron tenerse en el derecho medieval y antiguo, el carácter privativo y
diferente de ella, frente a las facultades del Poder Judicial, subsiste de todos
modos.
Para algunos, autores, la facultad de indultar debe considerarse como
una atribución de tipo judicial. En tal caso, sería una excepción expresa al
principio de la separación de los Poderes y al de irrevocabilidad recíproca de los
mismos. En este sentido, puedo citar a Amunátegui, página 472; a Carlos
Andrade Geywitz, "Elementos de Derecho Constitucional", página 515; a
Evans. Para otros, debe considerarse como un acto de gobierno o de poder,
fundado en razones de conveniencia político social. Así lo dice Bielsa en su
tratado de "Derecho Constitucional", página 650, de 1959.
En todo caso, el ejercicio del indulto no puede importar avocarse causa
pendiente. Esto último supone que el Poder Ejecutivo, en este caso, sustraiga
al Poder Judicial el conocimiento de un asunto para resolverlo él, para adoptar
una decisión sobre el fondo. Supondría, por ejemplo, decidir, concretamente,
sobre la responsabilidad o irresponsabilidad de los reos. Pero el indulto, al igual
que la amnistía, no se pronuncia al respecto. Se limita a otorgar una gracia,
por razones de conveniencia superior y colectiva.
Me voy a referir ahora al aspecto procesal penal.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 69 de 148

DISCUSIÓN SALA

Hemos afirmado que la acusación, por sus fundamentos formales,


legales y constitucionales, es improcedente; que las supuestas infracciones que
se citan, no se basan en preceptos legales ni constitucionales y están en
desacuerdo con el ordenamiento jurídico que rige nuestro sistema procesal
penal. Evidencia un desconocimiento de la función jurisdiccional y de la
doctrina procesal, dando por aceptados sistemas que no son considerados en
nuestro orden legal y doctrinario. Supone la vigencia de un estatuto legal que
no es el aceptado en nuestro país.
Previo a cualquier tipo de análisis, resulta indispensable precisar cuál ha
sido el acto de gobierno al que se le han supuesto o atribuido determinadas
consecuencias jurídicas y el alcance de ellas.
También debemos analizar si esos actos están entregados a la
ponderación o regulación de otros organismos del Estado, ajenos al Ejecutivo.
Por fin, debemos establecer si el hecho atribuido y su ejecución ha sido
legítimo y ajustado a los textos legales en su real expresión, o, por el
contrario, si él puede ser objeto de interpretación.
Al margen de una posibilidad interpretativa, debemos estudiar si los
principios legales o doctrinarios esgrimidos se ajustan a la lógica formal o
jurídica.
Para ello es necesario estudiar el texto constitucional en su estructura
sustancial y en la naturaleza misma del sistema del indulto, y analizar si es
una facultad administrativa o una función jurisdiccional; en este último caso, si
ella puede ejercerse discrecionalmente o en forma restringida y si, atendida la
naturaleza del indulto, se limita su otorgamiento a una sola oportunidad o a
varias; y si como causal de extinción de la responsabilidad penal, afecta tanto
a la acción penal como a la pena; en el primer caso, por tratarse de una causal
de impunidad, si puede ser decretada en cualquier tiempo y si puede ser
ponderada por el tribunal respectivo.
Voy a estudiar ahora la delimitación de la actividad cumplida por el
Gobierno.
El Presidente de la República puso en ejercicio la facultad de indultar a
determinadas personas por estimar que era necesario hacerlo. La intención
gubernamental fue ejercer tal prerrogativa en los exactos términos y alcances
que les asignan la Constitución, la ley, la doctrina, la jurisprudencia judicial y
administrativa, dentro del orden jurídico existente. No se quiso buscar otros
efectos o conseguir otros resultados, ni se violentó en forma alguna la
institución jurídica del indulto.
La Contraloría, en uso de sus facultades, por consideraciones legales que
le es permitido formular y que no es obligatorio que el Gobierno deba
compartirlas, procedió a reparar el decreto de indultos y recomendó la
modificación del Reglamento de Indultos, lo que de inmediato hizo el Ejecutivo
al dictar el decreto Nº 2.038, de 11 de diciembre de 1970. La modificación
consistió en reemplazar el artículo 11, por el siguiente. "En casos calificados, el
Presidente de la República podrá prescindir de los requisitos y tramitaciones
establecidos en el presente Reglamento. "
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 70 de 148

DISCUSIÓN SALA

No obstante lo anterior, la Contraloría no dio curso al decreto de indultos


y el Poder Ejecutivo, no compartiendo la interpretación legal de ella, acudió a
la insistencia.
En el Boletín de la Cámara de Diputados que contiene las actas de la
Comisión de Acusación, en la página 17, se incluye un memorándum que se
dice emanar de la Contraloría General de la República y que el mismo
Contralor, señor Hernández, reconoció que había confeccionado para estos
efectos. Al final se lee, textualmente: "Por consiguiente el Proyecto de Decreto
que concede gracia de indulto a diversas personas cuyo proceso está en
tramitación, sobre el cual no ha recaído sentencia de término, debe ser
devuelto sin tramitar por infringir el artículo 93, Nº 4, del C. Penal y el artículo
80 de la Constitución Política del Estado, en relación con el artículo 1º del
Código Orgánico de Tribunales, mientras no se dé curso al Reglamento que
modifica el reglamento de indulto en la forma propuesta por el proyecto de
decreto".
O sea, el señor Contralor, en este informe, dice que si se modifica el
Reglamento, él cursa el decreto sin ninguna objeción. Es decir, según se
desprende de este párrafo, la Contraloría no tendría inconveniente alguno en
cursar el decreto de indultos si se modifica el Reglamento en la forma que ellos
mismos propusieron, y que se hizo, como ya lo he manifestado, sumándose así
el organismo Contralor a la tesis de que los indultos pueden decretarse durante
la tramitación del proceso.
Como el reglamento de indultos fue modificado, se agregaron nuevos
antecedentes a la Contraloría, porque ese organismo tomó razón de la
modificación.
De lo expuesto fluyen dos circunstancias bien precisas, a saber: a) que
según la Contraloría General de la República, la infracción legal que cree ver en
la dictación de los decretos de indultos de que se viene tratando, surgiría de la
existencia de un reglamento sobre la materia, o lo que es lo mismo, que si tal
reglamento no estuviera presente o en sus disposiciones contuviera facultades
que admitieran el ejercicio de ellas en la forma que lo hizo el Gobierno,
desaparecería toda idea de ilegalidad, y b), que si la posible limitación que se
estableciera en un estatuto de esa especie fuere derogada, se produciría la
misma situación de legitimidad.
En otras palabras, el propio organismo Contralor está diciendo,
claramente, que el indulto incriminado únicamente vulneraría la Constitución y
las leyes por no respetarse una norma reglamentaria, lo que, obviamente,
conduce a la conclusión de que, de ningún modo habría atropello al régimen
legal, sino que, de existir infracción, ella se habría producido respecto de un
texto reglamentario; y, en seguida, si se da el caso de la derogación del
precepto, la conducta del Gobierno sería lícita. A este último respecto, cabe
hacer presente que el reglamento que invoca la Contraloría fue modificado y
derogado mediante decreto supremo del cual tomó razón, lo que,
indudablemente, permite asegurar que la posición del Jefe del Estado al
decretar el indulto está ajustada a su facultad constitucional y, por si ello no
fuera suficiente, también al reglamento vigente a la sazón.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 71 de 148

DISCUSIÓN SALA

Continuando las argumentaciones, podemos agregar que el Gobierno


limitó su acción al ejercicio de la facultad constitucional de conceder un indulto
particular mediante el correspondiente decreto, en uso de atribuciones que le
son propias, ya que otros Poderes no poseen tal facultad.
No ha ejecutado un acto jurisdiccional propio del Poder Judicial, a quien
la ley le encarga la misión de administrar justicia.
El artículo 72, Nº 12, de la Constitución establece que es atribución
especial del Presidente de la República conceder indultos particulares.
De acuerdo con esta disposición, y ateniéndose a la expresión
gramatical, la facultad de indultar concedida al Presidente de la República no
está limitada en forma alguna ni debe cumplir requisitos o exigencias de
ningún género. Podríamos decir que es pura y simple y, por lo tanto, no está
sujeta a ninguna modalidad.
El Presidente es soberano y absolutamente libre para conceder indultos
particulares. Sólo está excluido de su potestad el indulto de los funcionarios
acusados por la Cámara de Diputados y juzgados por el Senado.
Cuando el sentido de la ley es claro, debe aplicarse su tenor literal, dice
una elemental regla de hermenéutica.
La acusación incluye exigencias ajenas al texto puro de la expresión
gramatical, las cuales no emanan de modalidades jurídicas idóneas como es la
propia Constitución, porque la ley no puede modificarla.
Es de absoluta improcedencia dentro de nuestro ordenamiento que el
indulto afecte sólo a la pena y que no altere la acción penal. Ello podría tener
asidero en otras legislaciones en donde, a diferencia de la nuestra, se asignan
otros efectos al indulto.
Las disposiciones de la Constitución, como dijimos, no contienen
limitaciones a la facultad de indultar. Tampoco tal limitación se advierte en la
ley, y si la hubiera, sería, evidentemente, inconstitucional. Debe, por lo tanto,
rechazarse la interpretación de los acusadores cuando sostienen que la
facultad constitucional del Presidente debe suspenderse durante el proceso,
para recobrar vigencia sólo después de la sentencia. Ellos determinan una
exigencia que no la impone la Constitución y que se habría trasgredido en
términos de dar lugar a una acusación constitucional. El punto fundamental de
la acusación no se extrae del texto legal sino de la interpretación de la ley.
El artículo 93 del Código Penal, en el Nº 4, dice que la responsabilidad
penal se extingue por indulto.
La disposición legal citada no es contradictoria en forma alguna con el
precepto constitucional, y no implica limitación a la calidad pura y simple de la
facultad de indultar que señala el texto de la Carta Fundamental.
Los acusadores extraen sus fundamentos de la segunda parte del texto y
no de la letra de la disposición, sino de una dudosa gestión interpretativa.
Dice la parte aludida: "La gracia de indulto, sólo remite o conmuta la
pena; pero no quita al favorecido el carácter de condenado para los efectos de
la reincidencia o nuevo delinquimiento y demás que determinen las leyes".
Este inciso ha sido el punto de partida que ha permitido estructurar una
interpretación, de las muchas que existen al respecto, pero obligan al
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 72 de 148

DISCUSIÓN SALA

intérprete a no prescindir de otras disposiciones que es obligatorio considerar


para su acertada inteligencia.
Los que creen que este inciso contempla sólo el indulto como norma
eficiente para eximir de pena, por la referencia que a ella se formula, se
desentienden de otras disposiciones que autorizan al juez para considerar el
indulto en etapas muy anteriores al pronunciamiento de la sentencia y que
legalmente se consideran como causales de sobreseimiento.
De aceptarse la teoría propuesta, sería necesario y forzoso aceptar,
también, las inconsecuencias que tal predicamento acarrea.
En efecto, si el indulto sólo afecta a la pena y para ello es menester que
exista una condena, lo que sólo es posible mediante un juicio afinado y en que
se ha pronunciado sentencia de término, ¿cómo se puede sobreseer la causa
cuando ésta ha terminado? ¿Cómo un juicio puede terminar por
sobreseimiento, si ya ha terminado por sentencia condenatoria ejecutoriada?
El Código de Procedimiento Penal contempla el indulto como causal de
sobreseimiento definitivo en el Nº 5 del artículo 408. Asimismo, lo incluye
como excepción de previo y especial pronunciamiento, que puede plantearse
únicamente en el sumario y en el plenario, excepciones que, de ser acogidas,
determinan el sobreseimiento.
Si el indulto puede existir o concurrir como elemento relevante en el
juzgamiento antes del pronunciamiento de la sentencia, significa,
evidentemente, que puede ser decretado por el Presidente en cualquier
momento, sin consideración a la etapa del proceso y fundamentalmente antes
de la sentencia. Es obvio, entonces, que la institución del indulto tiene otra
inteligencia que la que le asignan los acusadores. De no ser así, llegaríamos al
absurdo de no poderse conciliar en forma orgánica el artículo 93 del Código
Penal con el resto de otras disposiciones legales aplicables.
En general, tanto la amnistía como el indulto son medios por los cuales
se pone término a un juzgamiento o a una condena.
Ambas figuras jurídicas son excepcionales. Ninguna de ellas se
encuentra definida en la legislación positiva, ni se señalan sus efectos y
alcances.
Para tipificarlas es necesario remontarse a las normas legales de donde
han tenido origen, y establecer sus semejanzas.
En resumen, la amnistía y el indulto general sólo pueden otorgarse por
medio de una ley. El indulto particular se concede por decreto del Presidente
de la República. Tanto la amnistía como los indultos particulares pueden
concederse en dos oportunidades: antes del fallo y después de él.
Si operan antes del fallo, los efectos de la amnistía y del indulto son
idénticos. Desaparece la acción y todas sus consecuencias jurídicas por la
imposibilidad de determinar en esa etapa del proceso la responsabilidad o
inculpabilidad del beneficiado.
Si se otorgan después del fallo, también son idénticos los efectos de la
amnistía y del indulto, con una sola diferencia respecto de los indultados, en
que se considera la condena para los efectos de la reincidencia.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 73 de 148

DISCUSIÓN SALA

El artículo 93 del Código Penal silencia los efectos de la amnistía y del


indulto otorgados antes del fallo por estimar, tal vez, que sus efectos son tan
amplios que no admiten limitación alguna, y de hacerse, ella sería
abiertamente inconstitucional.
El artículo 93 sólo considera la situación que puede presentarse una vez
dictada la sentencia en el proceso, y dicen en el Nº 3 que la amnistía extingue
por completo la pena y todos sus efectos. O sea, se refiere a la pena, y para
que exista pena, debe haber sentencia previa.
Igual cosa podemos decir de los indultos.
Ahora, veamos cuales son los efectos de la amnistía.
No hay, al igual que en el indulto, una definición legal de la amnistía. Los
efectos que ella produce, y sus alcances, le han sido otorgados por los
precedentes que le han dado una verdadera conformación orgánica.
Y así tenemos leyes de amnistía que se dictan antes de iniciarse un
proceso, como la condonación de multas por impuestos atrasados; después de
iniciado el proceso, como ha ocurrido con las frecuentes leyes de amnistía por
infracciones a las leyes de reclutamiento, de elecciones, de abusos de
publicidad, de Seguridad Interior del Estado, etcétera. También se han dictado
leyes de amnistía que han beneficiado a personas condenadas y, por fin, a
personas que ya habían cumplido la pena. En este último caso, se trata, por lo
general, de leyes que sólo benefician a una persona.
A nadie se le ha ocurrido poner en duda la facultad legal del Parlamento
para conceder amnistía antes de la sentencia, y nadie ha pretendido que el
Congreso estuviera ejerciendo facultades judiciales al otorgarlas.
¿Por qué sólo el Presidente de la República infringiría el artículo 80 de la
Constitución al decretar un indulto antes del fallo? Sabemos que donde existe
la misma razón, debe aplicarse igual criterio legal.
Con idéntica lógica podría sostenerse que el Gobierno interviene en la
administración de justicia cuando se desiste de una denuncia por infracción a
la ley de Seguridad Interior del Estado, que, como sabemos, pone término al
juicio, o el particular que se desiste de la acción privada que produce igual
efecto.
El Ejecutivo, al decretar un indulto, no se aboca a causas pendientes.
Sólo ejercita una facultad legal, que para algunos, como los señores Andrade,
Evans, es de orden judicial, que podría considerarse como excepción al artículo
80, y como ambas serían disposiciones constitucionales de igual rango,
ninguna de ellas supeditaría a la otra.
Para algunos tribunales, el proceso no termina con el indulto, ni con la
amnistía. Deben, además, dictar un auto de sobreseimiento, y en algunas
sentencias han sido calificados los efectos de los indultos dictados antes de la
sentencia.
Como lo hemos afirmado, los artículos 408 y 433 del Código de
Procedimiento Penal, que se encuentran vigentes, que no han sido derogados,
serían letra muerta de no aceptarse la doctrina legal de que el indulto puede
decretarse en cualquier estado del proceso. Debo hacer presente que el Código
Penal fue promulgado el 29 de octubre de 1873, y el Código de Procedimiento
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 74 de 148

DISCUSIÓN SALA

Penal, 21 años después, en 1894, apareciendo de manifiesto la coordinación


existente entre ambos Códigos en esta materia de los indultos.
También tendrían lógica los N°s. 5 y 6 del artículo 546 del Código de
Procedimiento Penal, que se refiere a la casación de fondo.
Dice el artículo 546 que la aplicación errónea de la ley penal que
autoriza el recurso de casación en el fondo, sólo puede consistir:
Nº 5: "En que aceptados como verdaderos los hechos que se declaran
probados, se haya incurrido en un error de derecho al admitir las excepciones
indicadas en los números 2º, 4º, 5º, 6º, 7º y 8º del artículo 433... "y el N° 6
sabemos que es el que se refiere al indulto o amnistía.
El Nº 6 dice: "En haberse decretado el sobreseimiento incurriendo en
error de derecho al calificar las circunstancias previstas en los números 2º, 4º,
5º... del artículo 408", y el Nº 5 del artículo 408 es el que se refiere al indulto.
Honorable Cámara, a través de todos los antecedentes, argumentos y
descargos entregados a los señores Diputados en esta intervención, he podido
demostrar la carencia absoluta de base de que adolece la acusación
constitucional en cuestión.
La ilegalidad e inconstitucionalidad de los decretos de indulto dictados
por el Presidente de la República, en uso de una facultad privativa y amplísima,
no tiene fundamento alguno y, más que eso, la actitud del Ejecutivo se ajusta
a principios jurídicos que han servido de fundamento a innumerables
resoluciones anteriores, que a nadie se le ocurrió jamás pudiesen dar margen a
una acusación constitucional. Ello confirma que, en la especie, lo más que pudo
urgir fue una disparidad o diferencia de apreciación acerca de las normas
jurídicas en juego, pero que en ningún momento podrían llevar a plantear el
juicio que hoy afronto.
Respecto a mis expresiones frente a una resolución de la Corte
Suprema, ellas no tuvieron ni ánimo ni formalidad injuriosas, y sólo me limité a
hacer uso del derecho de opinión garantizado por la propia Carta Fundamental,
como fue reconocido públicamente por el Presidente del citado Tribunal.
Consecuencialmente, tampoco he incurrido en la causal de no dar ejecución a
las leyes ni comprometido la independencia del Poder Judicial, como tuve la
oportunidad de demostrarlo con toda evidencia.
Por último, ha quedado también de manifiesto que el tercer capítulo de
la acusación —no denunciar a la justicia los delitos que importaba una reunión
a la que habría asistido un juez militar— no resiste, tampoco, consideración
alguna, pues tal reunión jamás se efectuó, y mal podía el Ministro enjuiciar a
alguien por causas inexistentes.
Todo lo anterior, Honorable Cámara, me mueve a pedir el rechazo total
y absoluto de la acusación constitucional planteada en mi contra.
No quisiera terminar mi intervención sin referirme a una circunstancia de
la que parece haberse hecho bastante caudal con motivo de esta acusación. Me
refiero a la acusación que se presentó en mi contra, en 1946.
No pretendo ni lo haré, ahondar en detalles sobre el particular. Sólo me
limitaré a decir que ello ocurrió en otros tiempos, cuando las condiciones
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 75 de 148

DISCUSIÓN SALA

nacionales e internacionales eran diferentes de las actuales y cuando,


consecuencialmente, los planteamientos y tácticas también eran diversas.
Pero todo ello ha quedado superado al avanzar las masas trabajadoras
por el único camino que les procurará su total emancipación: el camino de la
Unidad.
Atrás quedaron las lógicas diferencias y discrepancias políticas, y hoy
sólo importa y compromete el fortalecer el Gobierno popular, para que siempre
tengamos presente y nunca olvidemos que "el pueblo unido jamás será
vencido".
Nada más.

—Aplausos en la Sala.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Ofrezco la palabra a algún señor Diputado


que sostenga la acusación.

El señor ARNELLO. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor ARNELLO. —Señor Presidente, los Diputados nacionales, que hemos


deducido esta acusación por las razones, los motivos y fundamentos que se
señalan en el libelo; frente a una afirmación hecha con ligereza por el señor
Ministro de Justicia en la contestación de la acusación, frente a aseveraciones
del Diputado informante y a comentarios de prensa, que señalan que esta
actitud nuestra obedecería a un planteamiento de política partidista y
obedecería, también, a un hecho que el Ministro ha calificado como falto de
ética, queremos ser bien sinceros.
Sabemos que dentro de las fuerzas que apoyan al Gobierno de la Unidad
Popular existen algunas cuyo pensamiento, cuya filosofía política, involucra un
riesgo para la existencia del derecho, de la libertad y de la democracia en
Chile. A pesar de tener conciencia de eso, no hemos hecho, durante el primer
tiempo de este Gobierno, ataque de ninguna especie, mirando en una posición
independiente, opositora y constructiva, la manera cómo desarrollaba su labor
y pretendía llevar adelante su programa. No obstante la existencia de síntomas
poco felices en un comienzo, que reflejaban rencillas que tenían origen,
seguramente, en un criterio partidista; rencillas que se referían a negativas a
aceptar nombramientos que dependían del Presidente de la República; de
algunas expresiones de anarquía, que también constan públicamente, como
tomas de casas y de poblaciones; de presiones abusivas, en muchos casos,
que denunciaban sectores de empleados públicos, el Partido Nacional no
profirió ataque de ninguna especie esperando, naturalmente, ver desarrollarse
la labor de este Gobierno.
La primera advertencia la hicimos serenamente, usando esta tribuna, en
la Cámara, ya en el mes de diciembre, para oficiar —en lo cual obtuvimos el
asentimiento unánime de la Corporación— al señor Ministro del Interior y al
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DISCUSIÓN SALA

señor Ministro del Trabajo, a fin de indicar nuestra inquietud frente a un clima
de desórdenes que se manifestaba en las ocupaciones de fundos y frente a la
aceptación de tales ocupaciones por la vía de la reanudación de faenas,
nombramientos de interventores, y los actos de los interventores con respecto
a las personas ajenas al fundo, que habían participado en tales ocupaciones.
Desgraciadamente, hasta la fecha —y consta en la Secretaría de la Cámara—
no ha llegado respuesta a ese oficio ni del señor Ministro del Interior ni del
señor Ministro del Trabajo.
Luego, los Diputados nacionales denunciaron situaciones que sucedían
en Cautín, en Valdivia y en otras provincias agrícolas del país.
Advertimos, también en la Cámara, durante la discusión del proyecto
que modifica el Código Orgánico de Tribunales, sobre los ataques desbordados
de cierta prensa contra el Poder Judicial.
Posteriormente la directiva del Partido Nacional, en conferencia de
prensa, señaló su inquietud por lo que calificó de "un proceso de legalidad
sobrepasada. "
Todas estas advertencias, en verdad, han sido inútiles. Creo que se ha
demostrado poca disposición a escuchar las advertencias que se formulaban
serenamente, sin involucrar un ataque político, como ha sido habitual en Chile,
en el afán de señalar un camino urgente de rectificación que no fuera
deteriorando nuestra convivencia democrática.
Los ataques al Poder Judicial recrudecieron. Se les transformó en un
arma de presión ilícita, delictual, en una manera de imponer un criterio y de
coartar la libertad de los jueces para fallar y juzgar. Llegaron esos ataques a
límites tan inconcebibles como los que podremos apreciar más adelante, los
cuales conoció todo el país a raíz de un fallo de la Corte Suprema. La rudeza,
la increíble bajeza y grosería de esos ataques periodísticos, reflejan algo más
que la condición espiritual de los atacantes: reflejan el fin premeditado de
destruir a un Poder del Estado o, al menos, de destruir su autoridad, su
respetabilidad y su independencia.
Debo señalar, señor Presidente, que estos hechos no han sido
denunciados exclusivamente por el Partido Nacional; en muchos aspectos ha
habido coincidencias con los enfoques que han hecho personeros de otras
colectividades. El país ha conocido, por ejemplo, la denuncia de los Diputados
democratacristianos de Cautín sobre esos mismos hechos; la del Senador
Fuentealba, en el mismo sentido; la de los Senadores Aylwin, Irureta, Hamilton
y Prado, dentro de la Democracia Cristiana; la inquietud manifestada por los
Diputados radicales sobre los hechos agrícolas de la provincia de Ñuble; las
denuncias del Senador Acuña, también del Partido Radical, sobre los hechos
que acaecen en la zona que representa. Y aun me atrevo a señalar, señor
Presidente, actos un tanto tardíos, pero positivos del Gobierno del señor
Allende, como la orden de borrar esas frases, que no eran supuestamente
injuriosas, señor Ministro de Justicia, sino una ignominia y una vergüenza para
una nación civilizada y para un Estado de derecho. Fue ordenado, por el
Presidente de la República, borrar esa frase cuando ya estaba muy adelantada
la campaña de desprestigio de la Corte Suprema. La remoción de un
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 77 de 148

DISCUSIÓN SALA

Gobernador del Partido Comunista en Lontué y la orden de detención del


secretario de un Diputado socialista, según anunció el Subsecretario del
Interior, a raíz de los hechos de María Pinto, son también actos que revelan
una rectificación en ciertos hechos, lo que debió ser mucho más general y más
amplio.
Por eso, señor Presidente, frente a esta circunstancia, a la inutilidad de
las advertencias, a la porfía con que se continuaba en un camino y a hechos
sumamente graves para la subsistencia en Chile de la libertad y el derecho,
hemos tenido que enfrentar en esta acusación constitucional la definición de
quienes quieren defender, en forma absoluta y total, el régimen de derecho en
Chile, la independencia exclusiva y total del Poder Judicial para juzgar y fallar,
y también el evitar que sus Ministros sean víctimas de presión, de una presión
a la que el Gobierno no pone atajo ni pretende remediar.
Nosotros creemos cumplir con nuestro deber, el deber de servir el
interés nacional, que nos fija la Constitución Política y nos señala nuestra
conciencia. Sostenemos esta acusación con la mayor altura; no hemos caído
en ningún tipo de renunciamiento ni de hábitos políticos bastardos. La hemos
planteado para defender lo que creemos que debe ser una interpretación
exacta y valedera del respeto que el Ejecutivo, sus partidarios, sus partidos
integrantes y sus Ministros, deben al Poder Judicial y a su independencia para
juzgar. Queremos saber si esta posición es la que comparte la mayoría de esta
Honorable Cámara, si esta posición es la que el país respalda para defender un
Poder Judicial independiente que es, en el fondo, la única garantía que tienen
los derechos ciudadanos.
Siendo ésta la razón esencial de la acusación —defender esta
independencia, defender esta autoridad, defender esa dignidad de los jueces y,
consecuentemente, sancionar los ataques y atentados que se hagan en contra
de esa independencia, la instigación sediciosa y demás delitos que se causen,
como asimismo el desconocimiento de sus atribuciones exclusivas y aun el
escarnio de sus resoluciones—, era y es indispensable que sostengamos la
acusación, que señalemos también el recelo con que en Chile se ven actos que
son contrarios, en verdad, a lo que señala nuestra organización constitucional
y judicial.
Tenemos que reconocer —y creo que nadie lo puede negar— que no es
éste un Gobierno ni una combinación política, ni son partidos, la mayoría de
ellos, cuyo pensamiento íntimo encaje dentro de la concepción filosófica y
jurídica que sustenta nuestra democracia y consagra la Constitución Política, al
establecer un Poder Judicial independiente, único que puede conocer y fallar,
plenamente capacitado jurídicamente, toda clase de juicios que se ventilen en
Chile.
No cabe duda de que la ideología marxista y el programa mismo de la
Unidad Popular contradicen los fundamentos sobre los que está estructurada
nuestra Constitución Política. Y la acción persistente de muchos de estos
sectores, con distintos pretextos relativos al Poder Judicial, y ha tendido
fundamentalmente a destruir el prestigio del organismo jerárquico de este
Poder, la Corte Suprema. Los temas de los ataques, las consignas reiteradas,
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 78 de 148

DISCUSIÓN SALA

la tergiversación mañosa de los hechos, han sido, a través del tiempo,


demostraciones de una política marxista continuada que quiere destruir estos
fundamentos de la independencia del Poder Judicial como en Chile se conciben.
Esta es una realidad. Por eso, creemos de nuestro deber, de nuestra
obligación, exigir también, por las vías constitucionales, que nuestro Gobierno,
el Gobierno de Chile, se defina clara y perfectamente frente a estas materias.
Reitero que el ordenamiento jurídico chileno, todo el sistema de libertad,
todas las garantías constitucionales y los derechos de los ciudadanos están
fundados exclusivamente en la existencia de un Poder Judicial independiente,
de un Poder Judicial letrado, sin el cual todas esas garantías y esos derechos
pasan a ser declamación, lirismo o letra muerta. Alterar este sistema, pues, es
destruir la libertad y la justicia en Chile.
Todos los tratadistas, y muy en especial los penalistas, señalan que los
requisitos esenciales de una judicatura, para poder corresponder a su alta
misión, son la capacidad y la independencia. Ferry sostiene que las dos
condiciones supremas para tener una magistratura, y sobre todo una
magistratura penal, que esté a la altura de una misión social tan terrible y tan
ardua, son la capacidad científica del juez y su independencia. Pero también
esta capacidad científica, esta formación jurídica, este conocimiento, la
formación humana y sicológica del magistrado, junto con su independencia,
tienen en Chile sostenedores. Y yo sé que sus afirmaciones van a pesar en las
conciencias de muchos colegas Diputados.
Un destacado pensador chileno, don Valentín Letelier, sostiene, en su
libro "La Génesis del Estado", que "el juez que tiene a su cargo una parte del
poder público debe actuar con la mayor independencia, proceder con arreglo a
las leyes y a su propia conciencia, y no aceptar mandatos ni instrucciones de
nadie, porque la justicia que no es independiente no es justicia. "
Esta posición, este sostenimiento, para que no se desfigure
intencionadamente el pensamiento de ese pensador, es más enfático aún
cuando sostiene que "la necesidad de la independencia del juez es tanto mayor
y aparece en forma más manifiesta en los casos de conflicto del Estado con los
particulares, porque dependiendo el magistrado del gobierno, éste pasa a ser
juez y parte, y esto significa la negación de la justicia".
Donde no hay jueces independientes, que sean independientes del Poder
Ejecutivo, que sean independientes de la Asamblea Popular, no existe justicia,
no existen garantías para los ciudadanos y pasan a ser, no jueces, sino
burócratas serviles, frente a los cuales el ciudadano acusado por el Estado es
siempre un delincuente que condenar y jamás un ciudadano, titular de
derechos válidos aun frente al Estado, a quien juzgar y a quien amparar. De
estos mismos requisitos de independencia, de capacidad y de formación
jurídica, nace también el principio de la inamovilidad de los jueces, que es
condición de su independencia, que nuestra Constitución consagra en el
artículo 85 y que significa precisamente que deben tener todos las garantías
que les permitan mantener su independencia y no estar sujetos a remoción, ni
a cambios, ni a persecuciones de quien detenta el Poder, salvo el caso preciso
y concreto de que hagan mal uso de sus altas funciones, lo que da derecho a
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DISCUSIÓN SALA

perseguirlos por notable abandono de deberes y por los delitos que cometan.
Este mismo principio de la independencia señala, lógicamente, el que ella se
mantenga frente a los particulares en un principio llamado de incorruptibilidad
por los tratadistas, como asimismo el de la responsabilidad del ejercicio en sus
cargos.
Podemos, pues, reiterar que es esta independencia del Poder Judicial y
el afán de defenderlo íntegramente, lo que ha impulsado la presente
acusación. La independencia del Poder Judicial contra lo que se ha señalado,
está expresamente establecido en Chile; lo está en la Carta Constitucional y en
todo el contexto de nuestra legislación positiva. Así, en nuestro derecho
positivo figura en el artículo 80, que le otorga al Poder Judicial la facultad
exclusiva para conocer y fallar los juicios, y que prohíbe la interferencia del
Presidente de la República y del Congreso. Está consagrado en el artículo 85 al
otorgar inamovilidad a los jueces, y lo está también en los artículos 2, 3 y 4 de
la Constitución, que establecen prohibiciones sanciones y nulidades para
quienes se arroguen facultades que no tengan. El Código Orgánico lo establece
en los artículos 1º, 4º, 5º y 12; y el Código Penal, además de un amplio
contexto de delitos que pretenden precisamente ampararlo, lo señala
expresamente en los artículos 222, inciso segundo y 264, Nº 3º, en que por
una parte sanciona al funcionario público que pretende ejercer funciones
judiciales, y en la otra, sanciona el delito de desacato de quienes pretenden
injuriar a los jueces por los fallos que dicten.
De manera que no es inexistente en Chile esa independencia; es una
independencia que mira a la exclusividad para conocer y fallar causas. Ni
tampoco es efectivo que no sea un hecho sancionable el desconocer de
cualquier manera esa independencia: violarla, atropellarla o afectarla.
Precisamente, nuestro derecho positivo configura delitos y sanciones, diversos,
todos tendientes a asegurar esta independencia, y no son ajenas tampoco a
esa misma intención las facultades que la Constitución Política del Estado
otorga en su artículo 39 a la Cámara de Diputados para que acuse y conozca
de acusaciones contra quienes hayan atentado contra estos derechos
constitucionales. Y también en el artículo 42 para que el Senado conozca de las
acusaciones que apruebe la Cámara; asimismo, de acusaciones contra
Intendentes que puedan dejar sin cumplir órdenes judiciales; de acusaciones
particulares contra Ministros por los perjuicios que causaren, y aun de las
contiendas de competencia entre poderes del Estado.
La independencia del Poder Judicial, en consecuencia, es un valor, una
garantía fundamental en la República de Chile. Su conservación, establecida en
la Constitución, corresponde esencialmente al Presidente de la República. Pero
la sanción a su infracción es facultad, y yo diría, más que facultad es deber y
obligación de la Cámara de Diputados, en su caso, y del Senado en el suyo.
En cumplimiento de este deber constitucional, los Diputados nacionales
hemos deducido la acusación; hemos acusado al señor Ministro de Justicia por
hechos graves que atentan contra la independencia del Poder Judicial: hechos
que atropellan las leyes y que las dejan sin ejecución. Los hechos, que ya
analizaremos más adelante están indicados en el libelo acusatorio y son de
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público conocimiento. Uno de ellos, para precisar más el sentido del elevado
cumplimiento del deber que hemos tenido, fue puesto en conocimiento de la
Honorable Cámara por la Contraloría General de la República. Así lo declaró el
Sub-contralor, y lo pueden ver en las actas, página 17, para que los señores
Diputados vean si a su criterio corresponde o no deducir acusación por el
decreto de insistencia que se vio forzada a tomar razón.
El propio profesor y Presidente del Consejo de Defensa Fiscal y Asesor
Jurídico del Presidente de la República, don Eduardo Novoa, señaló también
que, a su juicio, la obligación legal de la Contraloría de comunicar estos
decretos de insistencia a la Cámara, era, precisamente, para que se dedujera
acusación constitucional si lo estimaban pertinente los señores Diputados. Así
lo dice el señor Nocoa en la página 25 de la actas de la sesión.

Los otros hechos también son públicos y notorios, porque han sido
publicados y comentados en diarios, revistas, radio y televisión. Y nosotros en
esta materia queremos afirmar, frente a quienes nos han calificado de haber
actuado sin base ética, que hemos cumplido un deber parlamentario, serio e
ineludible, ejerciendo una facultad constitucional, por lo que habría que indicar
que mucho más falto de ética puede resultar un acto que implique un abuso de
poder, que un acto que implique la ejecución de una facultad constitucional
cuando ella ha sido puesta en relevancia por el propio organismo contralor. La
facultad que tienen los Diputados, en legítimo ejercicio de ese derecho, de
deducir acusación para que la Cámara conozca de ella y aprecie si procede o
no acogerla o si procede rechazarla, es el mejor fundamento de nuestra
actuación que no ha pretendido sino resguardar un valor esencial para la
preservación de la libertad en Chile y cumplir con nuestro deber.
Se han planteado por el señor Diputado informante y en la Comisión
distintas materias que vale la pena dilucidar y que no estaban planteadas en el
libelo acusatorio, porque no se sabía que se iban a exponer por parte de
algunos señores Diputados.
Se ha planteado la cuestión de si frente al caso concreto de un decreto
de insistencia, debe acusarse a uno o a todos los Ministros del Gabinete; o si
debe acusarse a un Ministro o al Presidente de la República.
Hay que señalar al respecto que, fuera de lo que dispone el artículo 39
de la Constitución, está lo previsto en los artículos 75 y 76 de la misma, que
señalan que las órdenes del Presidente de la República, para ser obedecidas,
debe llevar la firma del Ministro del departamento respectivo y que el Ministro
es responsable personalmente de lo que firmare, y solidariamente de lo que
acordare o firmare con los demás Ministros. Esos son las dos disposiciones
constitucionales pertinentes.
Queremos hacer presente que sólo uno de los cargos de la acusación
puede prestarse al planteamiento de esta cuestión: el relativo al indulto; los
otros los hemos referido directamente al señor Ministro de Justicia.
Deseamos sostener, en primer término, frente a esta duda, que nada
obliga a acusar al Presidente de la República, y que, clara y tajantemente,
muchas cosas, en cambio, aconsejan no hacerlo.
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En primer lugar, el Presidente de la República es el Jefe Supremo de la


Nación, como lo señala el artículo 60 de la Constitución Política. A mi juicio, al
Jefe Supremo de la Nación no se le puede andar llevando y trayendo con
problemas que tienen responsables directos. El Jefe Supremo de la Nación
debe merecer un trato respetuoso y deferente. Sólo puede ser objeto de
acusaciones cuando ya los actos son de tal gravedad, que virtualmente el país
ha dejado ser un estado de derecho, una república democrática y se encuentra
convertido en una tiranía.
Somos respetuosos del Presidente de la República y no podrá nadie
señalar que hayamos hecho jamás un ataque a su persona ni que de estos
bancos hayan salido tampoco consideraciones que le afecten de alguna
manera.
Si se pretende decir que por orden del Presidente de la República se
efectuaron tales actos, quiere decir que, como Jefe Supremo de la Nación y
como Administrador del Estado, pasaría a responder de todos los actos
administrativos del país, de todos los actos de los Ministros que de él
dependen. Es decir, pasaría a ser virtualmente el único posible acusado por
cualquier infracción a la ley, por cualquier acto de violación de la Constitución y
por cualquiera de las causales que señala el artículo 39 de la Constitución
Política del Estado.
Por otra parte, la opinión de profesores de derecho consta en actas. La
opinión del profesor Novoa, página 24, señala que es absolutamente
improcedente, en nuestro derecho, señalar que deba acusarse al Presidente de
la República y no pueda acusarse a un Ministro. El Profesor Silva Bascuñán,
página 49, también establece esta misma idea, con más detalles y con mayor
claridad aún.
Quiero responder a la segunda cuestión planteada, de si debe acusarse
al Ministro del departamento respectivo o a todos los Ministros. Creemos que la
correcta interpretación obliga a acusar al Ministro del departamento respectivo,
y no a todos, porque es una facultad que la Constitución otorga a la Cámara. Y
si se otorga a cada uno de los Diputados, éstos tienen perfecto derecho a
dirigir y ejercer esa facultad en la persona que ellos quieran hacerlo.
Esta opinión —repito— es sostenida también por el profesor Novoa y por
el profesor Silva Bascuñán.
En segundo lugar, se señaló claramente en la Constitución —consta en la
página 49 de las actas; allí lo pueden ver los señores Diputados— que la firma
de todos los Ministros, en un decreto de insistencia, en el fondo, tiene otro
sentido: es, lisa y llanamente, el de facultar para que prime ese criterio y sea
acogido el decreto; pero que la responsabilidad sustancial —expresaron los
profesores en la Comisión— es, precisamente, del Ministro del departamento
respectivo, quien es el encargado de la Cartera donde se habría cometido la
infracción de ley, de la Constitución, o lo que se esté persiguiendo.
Se ha señalado y se ha hecho hincapié en la expresión "solidaridad" que
indica el artículo 76 de la Constitución Política. Esa expresión —"solidaridad"—
no puede referirse sino a la solidaridad civil que emana del hecho de que todos
los Ministros han firmado el decreto y, en consecuencia, a que pueden ser
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demandados por las terceras personas, por los particulares que hayan
resultado víctimas del acto ejecutado por todos los Ministros.
Así, por lo demás, está perfectamente desarrollado en actas por uno de
los profesores asistentes, quien señala claramente —se puede apreciar en la
página 52 y siguientes de las actas— que otra cosa sería pretender que en
Chile no existiera un régimen presidencial, sino un régimen parlamentario. La
responsabilidad política solidaria de los Ministros es expresión únicamente de
un sistema parlamentario; no lo es de un sistema presidencial. En el sistema
presidencial que tenemos en Chile, la responsabilidad del Ministro mira,
fundamentalmente, a la responsabilidad penal y, como digo, la solidaridad mira
a la responsabilidad civil de todos y cada uno de los firmantes del decreto
cuestionado.
Por eso, creemos que toda alegación que se haga en contra de estos
principios, en contra de esta interpretación, en contra de esta facultad que nos
permite acusar a quien consideremos procedente acusar, y no nos veamos
forzados a acusar a todos los Ministros, es absolutamente improcedente en
nuestro sistema constitucional y, también, dentro de los términos claros y de
las conclusiones a que ha llegado toda la doctrina en nuestro país.
En materia de indultos, la acusación ha planteado un hecho; y ha
planteado que ese hecho significa violar la independencia del Poder Judicial;
significa, en consecuencia, infringir la Constitución Política y atropellar la ley.
Nuestra opinión ha seguido lo planteado y manifestado por la Contraloría
General de la República; es la interpretación cabal del sentido del artículo 80
de la Constitución Política y del artículo 93, Nº 4, del Código Penal.
Se ha sostenido en contrario que el indulto, que es expresión del
derecho de gracia, no tiene en nuestra Constitución límite alguno, que esta
facultad presidencial carece de límites, que puede ejercerla el Presidente de la
República a su leal saber y entender. Esta afirmación no es exacta. En primer
lugar, porque existen límites creados por la naturaleza misma de la institución.
El indulto no es sino la reducción o la conmutación de la pena, pero no del
delito ni de la acción penal. Esta característica del indulto que existe en Chile,
que existía en Chile, precisamente cuando se dictó la Constitución de 1925,
que existía en textos legales expresos, no ha podido ser ni ha sido ignorada
por el constituyente.
En segundo lugar, la facultad del indulto está limitada por las funciones
privativas de otro Poder del Estado: del Poder Judicial. Porque, ¿qué significa
un indulto dictado con procesos pendientes? La respuesta más cabal, más clara
y más fundada de todas las que se han dado para sostener la improcedencia
del indulto en esta materia, está, a mi juicio, en un fallo dictado por la Corte
de Apelaciones de Santiago y redactado por el Ministro de la Corte de
Apelaciones de aquel entonces, posteriormente Presidente de la Corte Suprema
y que últimamente también he visto que ha colaborado en el estudio de
proyectos de ley de este Gobierno de la Unidad Popular, don Rafael Fontecilla.
Don Rafael Fontecilla dice, en uno de los considerandos del fallo: "Que si el
derecho de indulto, que corresponde al Presidente de la República, se ejerciera
antes de la condena definitiva, se llegaría a la abolición de proceso, se
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sustraería al reo de la acción de la justicia, se privaría a los jueces de una


facultad que sólo a ellos compete, puesto que la facultad de juzgar las causas
civiles y criminales pertenece, exclusivamente, a los tribunales establecidos
por la ley, y ni el Presidente de la República, ni el Congreso pueden, en caso
alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse a causas pendientes o hacer
revivir procesos fenecidos. Todo ello conforme al artículo 80 de la Constitución
Política del Estado y artículo 1° de la Ley de Organización y Atribuciones de los
Tribunales. Intervendría el Presidente de la República, en el ejercicio de la
acción penal, eliminando al reo del juicio mismo, con lo cual ejercita, bajo
cualquier nombre que quiera dársele, una función judicial, acto que excede a
sus facultades constitucionales. "

Este fallo, citado en el Tratado de Derecho Procesal Penal, de don Rafael


Fontecilla, es acompañado por innumerables otros fallos de las Cortes de
Apelaciones y de la Corte Suprema, que están publicados en la Revista de
Derecho, en la Gaceta de Tribunales, y recogidos en El Derecho Penal en la
Jurisprudencia, de Etcheberry, y que, para abreviar, voy a omitir su lectura.
Esta abolición del proceso que se señala tan claramente en estos fallos
de nuestros Tribunales que significa un indulto dictado durante proceso
pendiente, no tiene, en verdad, otro antecedente, fuera de los períodos de la
Monarquía Absoluta, que lo que se indica, con mucha claridad, en el tratado de
un penalista alemán, que citó en la Comisión el Profesor Silva Bascuñán y que
perfectamente conocía también don Eduardo Novoa. Este penalista, el profesor
Reinhart Maurach, señala que la abolición no es una institución comparable al
indulto y que se diferencia notoriamente de él.
"Por lo general, —dice— se reconoce que la anulación por el poder
estatal de un concreto proceso pendiente o abolición admitida y repetidamente
aplicada durante el nacionalsocialismo, es incompatible con la esencia del
Estado de Derecho; sustrae al culpable de su legítimo juez; infringe el principio
de igualdad ante la ley y significa una intolerable injerencia en los derechos de
los órganos de administrar justicia. "
Es decir, en la actualidad se desconoce también en Alemania esta
institución de la abolición del proceso y de la ley penal, que significaría el
indulto de la manera como en estos casos se ha aplicado.
Además, tanto en las actas como en los tratados del profesor Novoa, de
don Rafael Fontecilla, de todos los constitucionalistas que se citan también por
el señor Silva Bascuñán en sus informaciones y que no vale la pena leer,
porque allí están, consta este principio, que es inmensamente mayoritario, que
ha sido la actuación y la aplicación en los dos Gobiernos anteriores. Este
principio, en cambio, ha sido conculcado en las circunstancias generales que
hemos estado reseñando al comenzar nuestra intervención y en las que
señalaremos más adelante.
Quiero precisar, señor Presidente, que el indulto también tiene
limitaciones frente al derecho de los terceros, al derecho de las víctimas.
Porque mucho se ha hablado aquí de las razones que tuvo el Gobierno, pero
nada se ha dicho de los efectos que estos indultos tienen para las víctimas.
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Creo necesario recordar lo que al respecto se señala también en las


actas, para precisar un fundamento que allí se dio, que es de don Jorge
Hunneus y que viene a decir lo siguiente: el planteamiento del indulto durante
el proceso pendiente provoca un efecto tal, que él dice: "O sea, el Rey no
puede hacer gracia perjudicando o dañando a los terceros, ". Es decir, el
indulto, antes de la sentencia, no sólo es una contradicción a la independencia
del Poder Judicial, porque resuelve un problema antes que esté debidamente
resuelto, sino que también impide determinar la responsabilidad de todas las
personas inculpadas o de las que puedan aparecer en el curso de la
investigación, e impide el ejercicio legal, acorde con las disposiciones del
Código de Procedimiento Penal, de los derechos que asisten, precisamente, a
las víctimas.
Si leemos la disposición del artículo 33 del Código de Procedimiento
Penal, vemos, por ejemplo, que en un juicio civil no se pueden discutir, no
pueden ponerse en duda, ni la existencia del hecho sancionado, ni la
culpabilidad del condenado, para los efectos de la indemnización civil a que la
víctima tiene derecho. Y el artículo 500 del mismo Código de Procedimiento
Penal hace indispensable, para el ejercicio de este derecho civil en ese proceso,
que exista sentencia ejecutoriada.
Es decir, se priva así a las víctimas de poder ejercer sus derechos, y se
les da a las personas acusadas o inculpadas la posibilidad de entrar a discutir
la existencia del hecho delictual y su responsabilidad, situación que significa,
por lo demás, claramente, que se está infringiendo la Constitución Política, que
el Gobierno se está avocando causas pendientes y que se están perjudicando
gravemente intereses de terceros.
Muy distinta es la situación de la amnistía; distinta, porque ésta es una
ley, y es una ley que no emana del Congreso sólo, sino que emana del Poder
Legislativo entero; es una ley, para decirlo simplemente, tan ley como la
sanción que establece el Código Penal o el procedimiento que establece el
Código de Procedimiento Penal.
Queremos aclarar, para que se vea con más precisión este hecho, que el
Gobierno no es titular de la acción penal. En Chile, del Derecho Penal entero y,
en consecuencia, de la acción penal, es titular el Estado. Por eso, la amnistía,
que es una manifestación de la voluntad soberana, porque se hace por ley,
puede lisa y llanamente poner término a un delito; pero el indulto no puede
hacerlo, porque es una facultad del Ejecutivo, se dicta por decreto y no tiene ni
el sentido ni el alcance de una ley.
Se ha sostenido largamente que los artículos 408, número 5, y 433,
número 6, del Código de Procedimiento Penal, contradicen todas las
interpretaciones dadas por la Contraloría, por la acusación y por los profesores
de derecho penal en la Comisión, sobre la improcedencia del indulto habiendo
proceso pendiente. Sobre ello, hay que señalar solamente algo que se
mencionó, pero sin destacar suficientemente su significado, quitándole el
alcance que se le pudiera dar. Resultaría incongruente también el número 7 del
artículo 408, que señala, precisamente, que se decretará el sobreseimiento en
caso de que haya sentencia ejecutoriada, es decir, que haya cosa juzgada, lo
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cual viene a indicar que para que en un proceso pueda una persona alegar que
existe cosa juzgada porque hubo ya una sentencia, tiene que comprenderse
que se está en presencia de otro proceso, no en el mismo en el cual se hace
valer esta excepción.
Pero, además de la interpretación de don Rafael Fontecilla, de la
jurisprudencia de los Tribunales, de la Revista de Ciencias Penales, en artículos
de numerosos tratadistas que aquí tengo, en los textos, fundamentalmente en
los del profesor Labatut, se señala claramente como es irrelevante esta
alegación, porque no puede decretarse, en ningún caso, ni de acuerdo con
nuestra ley ni con nuestra Constitución, un indulto en proceso pendiente.
El profesor Labatut señala que el indulto que remite o conmuta una pena
únicamente procede desde que hay sentencia ejecutoriada, porque solamente
desde entonces existe pena que pueda remitirse o conmutarse.
Respecto de la aplicación de los artículos 408 y 433 del Código de
Procedimiento Penal, señala que esas disposiciones aluden a los indultos
generales que se conceden por ley y que producen efecto desde que la ley se
publica, exista o no exista sentencia de término. Otra interpretación
equivaldría a reconocer al Ejecutivo la facultad de gobernar la acción penal y
de ejercer funciones judiciales que no le corresponden. Así lo estableció una
sentencia de la Corte de Apelaciones que está en la Revista de Derecho y en la
Gaceta de los Tribunales y es el criterio inmensamente mayoritario de toda la
doctrina. Un indulto otorgado después de cometido el delito y antes de
instruirse el sumario correspondiente priva a los tribunales de justicia de la
facultad de conocer todos los asuntos criminales que se promuevan dentro de
su territorio jurisdiccional. Concedido por decreto durante la tramitación del
juicio, el Presidente de la República estaría vulnerando el artículo 80 de la
Constitución Política, que le prohíbe ejercer funciones judiciales o avocarse
causas pendientes. En consecuencia, creo que está suficientemente aclarado
este punto.
Debo, además, reiterar otro hecho: el indulto dictado durante un
proceso pendiente afecta a distintos sistemas señalados por la ley, y afecta,
esencialmente, el punto referente a la reincidencia. Yo les quiero recordar a los
señores Diputados y a los señores Ministros presentes que, en los diarios de
ayer tarde y de hoy, hemos visto cómo militantes de uno de los grupos que
han recibido el beneficio de este indulto se han batido a tiros con la policía
civil, y como el señor Ministro del Interior ha tenido que declarar a los
periodistas que será inflexible al sancionar estos hechos.
Primer caso, ya producido, que refleja que este indulto puede perjudicar
los efectos de la reincidencia que expresa el artículo 93, Nº 4, del Código
Penal.
Se ha señalado, también, en órganos de prensa, que habría participado
el señor Sergio Zorrilla en los hechos acaecidos en la comuna de María Pinto;
hechos que han merecido censuras por parte de funcionarios del Ministerio del
Interior. Y, concretamente, el señor Sergio Zorrilla estaba beneficiado por el
indulto. Luego, si ha cometido delitos en estos hechos, que han motivado una
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acción enérgica del Ministerio del Interior, podríamos también señalar desde ya
cómo se afecta la reincidencia que señala nuestro código expresamente.
Por otra parte, existen también publicaciones que informan de la
actuación de otros dirigentes miristas, y así lo declara también periodistas de
la Unidad Popular, en las tomas de fundos ocurridas en la provincia de Cautín,
que configuran distintos delitos denunciados en los tribunales de esa provincia,
en los cuales, repito, habrían tenido participación, actuación e instigación
militantes del mismo Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Es decir,
posiblemente también se ha afectado la reincidencia que señala el Código
Penal.
Por eso, aun la intención generosa que habría tenido el Gobierno, y que
aquí ha manifestado el señor Ministro de Justicia y el Diputado informante, al
dictar estos indultos, aparece contradictoria o estéril frente a estos hechos.
Esa misma intención queremos señalarla en relación con los hechos
mismos que constan en el indulto.
En el decreto no se dice nada fundamental respecto a los antecedentes
que tuvo el Ministerio de Justicia para dictar los indultos. Y eso que el propio
decreto N° 2. 038, que modificó el reglamento de indultos, señala la necesidad
—y desgraciadamente el señor Ministro, al leer, no leyó esa frase— de que
"exista decreto fundado". El decreto de indulto y el decreto de insistencia no
son en absoluto fundados.
De manera que no se tuvo conocimiento de cuáles eran los antecedentes
considerados para conceder los indultos. Se solicitó este dato en la Comisión, y
el Ministro acompañó un oficio indicando ya algunos mayores antecedentes.
¿Cuáles son los cargos concretos que hay en las distintas causas?
Por ejemplo, se señala en la Causa 1892-68, del Segundo Juzgado
Militar de Santiago, que las personas allí indicadas son reos como coautores de
maltrato a Carabinero y de la figura contemplada en el artículo Nº 480 del
Código Penal; como autores o encubridores de delitos de robo con
intimidación; como autores de los delitos de falsificación de instrumento
público, maltrato a Carabinero, robo frustrado, robo con fuerza y robo con
violencia.
Se solicitaron también los expedientes y se pidió que, si ellos no podían
remitirse, se enviaran a la Comisión los antecedentes suficientes para saber la
naturaleza de los delitos investigados, la gravedad de las lesiones causadas, si
había lesiones, el monto de lo hurtado o robado, si ello correspondía, y el
estado del proceso. Alcanzaron a llegar, al hacerse el informe, los
antecedentes de la Fiscalía Militar, acompañando todos los procesos
acumulados a la causa 1892-68. Pero, ¿qué demuestra el certificado que ha
otorgado la Comisión? Que los antecedentes dados en el decreto eran nulos y
los antecedentes dados en el oficio, que eran más, pero no eran tampoco todos
los antecedentes, no eran antecedentes suficientes ni para decretar el indulto
ni para el informe de la Comisión.
Por ejemplo, el maltrato a Carabinero significa una lesión menos grave
al Teniente Alberto Méndez, que pareció más grave a consecuencias del
traumatismo posterior al hecho; significa robo, con intimidación en las
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personas, de dinero de propiedad del Banco de Londres; hurto de un automóvil


marca FIAT; robo frustrado en perjuicio del Banco del Estado —aquí ya no cabe
ni siquiera repetir la frase de Bertold Brecht, sino, simplemente, robo al Banco
del Estado—; hurto de un automóvil FIAT 1500; falsificación de instrumento
público; robo al Banco de Crédito e Inversiones; hurto de dos automóviles
más. Otro de los procesados es encubridor del delito de robo con intimidación
en las personas. Otros son autores del delito establecido en el artículo 480 del
Código Penal, que significa haber destruido con explosivos una garita de
Carabineros, ubicada en la Avenida Tobalaba, y haber disparado sus hechores,
posteriormente, contra los funcionarios de Carabineros e Investigaciones que
iban en su persecución. Es decir, ni en el decreto primitivo ni en el decreto de
insistencia existe el fundamento que el propio Ejecutivo se obligó a dar al
modificar el reglamento sobre indultos; ni tampoco en los antecedentes, me
atrevo a sostener, que tenía el Ministerio de Justicia a la vista al dictar el
referido indulto.
Además, y en relación con las personas que han resultado víctimas de
estos hechos, y no las víctimas patrimoniales, no las personas que han visto
sustraído su dinero, sino las otras víctimas, las que —según los informes que
tenía el Presidente de la República al hablar en Valparaíso— no se habrían
producido, porque él sostuvo que no había habido derramamiento alguno de
sangre, quiero indicar que han visto gravemente perjudicados sus derechos.
Así, en el proceso que conoce el Juzgado de Aviación, resulta perjudicada la
azafata señorita Scarlett Burgos, herida a bala y grave, y hasta la fecha lisiada
por esto mismo; un empleado herido a bala en el asalto al mercado Portofino,
también grave; el Teniente de Carabineros Alberto Méndez, herido a golpes,
que figura también en el proceso en referencia. Además, hay dos hechos que si
bien aparentemente, sostengo, por la falta de antecedentes que hemos tenido
a la vista, no se encontrarían incluidos en los indultos sí corresponden al
mismo tipo de acción, de personas integrantes, por lo menos, de uno de esos
movimientos, el VOP. Dos carabineros resultaron heridos a bala en Puerto
Montt, graves, y uno de ellos gravísimo, que salvó por milagro; y el cabo Cofré
fue muerto a bala en el último asalto efectuado por el VOP a un banco de
Santiago.
Además, los delitos típicamente de sentido político, a los que se refería
el señor Ministro de Justicia, ya habían sido desistidos por el Gobierno en
virtud de la facultad que le otorga la ley de Seguridad Interior del Estado. Lo
que se encontraba pendiente y lo que se encontraba sancionado o por
sancionarse, eran los delitos comunes a que se hace referencia en las
informaciones enviadas posteriormente a la Comisión, aunque del todo
insatisfactorias. Por lo tanto, podemos sostener que este decreto de indulto se
ha dado por consideraciones exclusivamente políticas, totalmente al margen de
las normas jurídicas vigentes en Chile. Es una especie de indulto decretado un
poco olímpicamente, sin atender a lo que existía en Chile, a lo que se venía
reglamentando en Chile, y sin atender tampoco a los textos expresos, a la
jurisprudencia ni a las opiniones de los tratadistas.
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Frente a la aseveración que se ha hecho sobre el fallo de la Corte Marcial


de la Armada, acogiendo un indulto durante el proceso pendiente, debo decir
que esa jurisprudencia, de julio del año 1939, fue respondida de hecho por el
Gobierno del Presidente Pedro Aguirre Cerda, al dictar un Reglamento sobre
Indultos que reitera el principio de que debe haber sentencia ejecutoriada.
El señor Ministro ha hecho referencia a la segunda causal de la
acusación en términos que parece que no hubiese todavía reparado en la
gravedad de los hechos aquí señalados.
Hemos fundado este punto de acusación dentro de lo ya señalado al
comienzo: que lo más grave y más urgente era la necesidad de defender la
independencia del Poder Judicial e impedir que el Poder Judicial pueda ser
presionado, amedrentado e injuriado, sin que se haga nada por evitarlo y para
sancionarlo. Y lo que es más grave es el hecho de que a esa actuación, a esa
campaña, de una u de otra manera, el señor Ministro de Justicia, titular del
departamento respectivo y a quien corresponde, en consecuencia, asesorar a
su Presidente de la República y velar, no sólo por todo el contexto de la
Constitución, sino también por el prestigio del Poder Judicial, tal como lo exige
la Constitución al darle atribuciones para velar por la conducta ministerial de
los jueces, aparezca, digo, sumándose, de una u otra manera.
Hemos citado una cantidad de frases, una cantidad de recortes de
prensa, sobre los cuales no se hizo mayor hincapié en el libelo para no
extenderlo inútilmente, pero que se acompañaron conjuntamente con el libelo,
que demuestran, a nuestro juicio, que la responsabilidad del señor Ministro
empieza por el hecho de sumarse a una actitud política que implica, no una
crítica, sino un desprestigio, un cargo que no importa el ejercicio de la facultad
o el derecho de discrepar de un fallo, sino la difamación de todo un cuerpo, el
cuerpo jerárquico superior del Poder Judicial. Al emitir, como lo hizo en su
discurso en la reunión de magistrados de Valdivia, epítetos sobre la justicia
chilena, como su calificación de "clasista", lo que hace no es criticar
resoluciones concretas, ni tampoco discrepancia con un fallo, sino implica
enjuiciar, de manera permanente y drástica, frente al país, para inducirlo a su
rechazo, a todo el sistema judicial chileno y a la Constitución.
Bastaría ver cómo recibió la prensa adicta a la Unidad Popular esta
declaración, para que se pueda apreciar exactamente, señor Presidente, el
alcance que tuvieron, y tienen, dentro de nuestro país, tales afirmaciones. Pero
esta actitud no es una reacción que se produzca por discrepancia en los fallos,
porque muchas veces se ha planteado antes de que se falle. Y ante eso, cabría
preguntar si no hay ya amedrentamiento, claro y preciso.
En una ocasión, la Corte Suprema debía conocer de un recurso de queja
de un grupo de agricultores contra un fallo arbitral. Pues bien, diarios adictos a
la Unidad Popular señalaron, como lo denunciamos en su oportunidad: "Corte
Suprema está contra trabajadores". Y resulta que el fallo no estaba dictado.
Cuando la Corte de Apelaciones empezó a conocer de la petición de
desafuero del Senador Morales Adriasola, ¿qué es lo que se señaló en esta
prensa adicta a la Unidad Popular, oídos los alegatos y estando la causa en
acuerdo? "Por darle el favor a inmorales —decía uno— la Corte inventa códigos
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nuevos". Sostienen: "Momio Bañados redactará fallo en vez del Ministro


Jordán". Y de ahí, sacan la conclusión expresa de que es una maniobra para
favorecer a Morales. ¿Maniobra de quién? ¡De la Corte de Apelaciones,
naturalmente! Injurian, uno por uno, a la mayoría de los Ministros de la Corte
de Apelaciones, toda una galería de delincuentes. Dicen que uno, es el "pecho
de palo"; otro, es un ex nazi; otro, que no sabe nada de Derecho y ha
demostrarlo que no "le pega nada a la cosa"; el de más allá es, como dicen,
representante del sector más reaccionario. Y todavía añaden que el Ministro
que está redactando el fallo, lo está "cocinando" en su casa, y nadie sabe
quién le ayudará a redactar este fallo para salvar al Senador cuyo desafuero se
solicitaba. Estos hechos fueron no sólo previos al fallo de la Corte Suprema,
sino previos al fallo de la Corte de Apelaciones. La Corte de Apelaciones falló
acogiendo el desafuero, es decir, demostrando solamente la magnitud de las
injurias y las calumnias de esas imputaciones, y demostrando cómo la
intención de amedrentamiento, a lo menos, la tienen claramente quienes así
actuaron.
Pero, cuando se produce el fallo de la Suprema, salta toda una campaña
atentatoria contra este Poder, en la que los propios partidos de la Unidad
Popular sostienen cosas tan graves como que "el fallo es esencialmente
político"; como que "es una actitud inconcebible de la Corte Suprema respecto
de las instituciones armadas" — ¿qué pretenden?—; como que "esta crisis del
Poder Judicial hace ver más que nunca la necesidad de materializar el
programa de la Unidad Popular en lo que se refiere a la democratización de la
justicia chilena". Es decir, es una campaña política que tiende a destruir a la
Corte Suprema, a violar la independencia del Poder Judicial; y, lisa y
llanamente, a arrastrar en la ignominia a los jueces que han fallado, justa o
equivocadamente, pero según su criterio y según su conciencia. Y al señor
Ministro de Justicia le parece incongruente que nosotros dijéramos que sus
declaraciones afectaban a la independencia del Poder Judicial; y que, después,
dijéramos que también era responsable, si conocía y no había denunciado que
los Ministros habían hecho notable abandono de sus deberes.
Lo que dijimos es una cosa bien clara: que si el Ministro considera que la
Corte Suprema actuó en contra de la ley, se apartó de la verdad, amparó a los
sediciosos e impidió que se continuara una investigación, que son todos hechos
graves y que implican delitos, cuando menos el de prevaricación, habría estado
obligado a intentar, en sus Partidos y de su Gobierno, la sanción de este grave
y notable abandono de deberes. Pero, a lo que no tenía derecho, dentro de
nuestro sistema, es reemplazar ese deber de velar por la conducta ministerial
de los jueces, para transformarse en una persona que hace declaraciones que
significan injurias, calumnias y desacatos de todas formas.
La prensa ha atacado a la Corte Suprema de manera que configura
delito. "Suprema salvó a "momio" Morales", dice "Clarín". "Le vio las canillas a
Chile y a las Fuerzas Armadas", dándole nuevamente un sentido que no
podemos aceptar tranquilamente...

El señor PALESTRO. — ¡Qué mentira...!


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DISCUSIÓN SALA

El señor ARNELLO. —Otros diarios publican sobre la Corte Suprema y sobre la


justicia chilena, porque no las distinguen, unos malos versos, en los que la
llaman "pobre mujer corrompida", y donde dicen cosas sobre el Poder Judicial
que son verdaderamente inicuas. Por ejemplo: "Al oligarca vendida, sólo por
plata y poder". Y, previamente, se ha dicho que la justicia chilena está
prostituida. En estos mismos versos, también se dice que ella "siempre ha
resultado una ramera de "voltiadero".
Todas estas expresiones son dichas contra el Poder Judicial en la misma
prensa que aplaude al señor Ministro y que éste no censura.
"La Suprema es alcahuete y celestina de Morales", dice un diario,
pretendiendo que son palabras de un colega Diputado. Y pretendiendo que son
palabras del mismo, sostiene, en grandes titulares de la primera página:
"Todos estos viejos son unos cabrones... "

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor ARNELLO. —Y otro periodista sostiene... "

El señor PALESTRO. — ¿Quién dijo esa mentira?

El señor ARNELLO. —Eso lo dice el diario "Puro Chile", señor Palestro, y se lo


imputan al pensamiento suyo, porque dice: "Del pensamiento del Diputado
Palestro:... "

—Risas en la Sala.

El señor ARNELLO. —"Todos estos viejos son unos cabrones". Lo dijo ayer en la
Cámara de Diputados. "

El señor PALESTRO. —Todo es posible. Esa gente es tan independiente.

El señor ARNELLO. —Además, se dice en otro artículo, que merecidamente


tiene el nombre de "La columna impertinente": "Viejos miserables"...

El señor PALESTRO. —No lo creo.

El señor ARNELLO. —... para sostener claramente, una y otra vez, que son, lisa
y llanamente, unos "delincuentes" o "unos carajos, definitivamente unos
carajos".

El señor PALESTRO. —Lo dice Chile.

El señor ARNELLO. —Frente a esta campaña de prensa, ¿qué hace el señor


Ministro de Justicia? Cita a una conferencia de prensa. Y el señor Ministro de
Justicia, a quien tan bien está ayudando el señor Palestro esta tarde, en esta
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DISCUSIÓN SALA

conferencia de prensa, desempolva el artículo 324 del Código Orgánico de


Tribunales, para darle la interpretación, porque así lo publican los periodistas,
de que es su intención suprimir el inciso segundo —dicen los periodistas—
porque fue una "trampita" incorporada en el Gobierno de don Gabriel González
Videla. Y la verdad la podemos ver en el libro del señor Ballesteros: fue una
disposición que nació junto con la Ley de Organización y Atribuciones de los
Tribunales, en 1875, y que mereció más de tres sesiones de discusión, que
llenan otras tantas páginas de ese texto en las actas de las sesiones.
Pero el señor Ministro de Justicia sostiene: "La disposición que castiga a
los jueces, si éstos administran en mala forma la justicia, no es aplicable a los
Ministros de la Corte Suprema". Agrega: "No es posible que estos funcionarios
que ocupan altos, cargos queden libres de responsabilidad. "
¿Cómo titulan la información sobre esta conferencia de prensa del propio
Ministro, información que no mereció rectificación ni desmentido del Ministro a
ese diario? La titulan: "Freno a negociados y sinvergüenzas pondrá el
Gobierno. Sancionarán a Ministros que no cumplen con su deber".
Otro diario, "Ultima Hora", que alguna vinculación debe tener aún, en el
plano espiritual, con algún distinguido Ministro de este Gobierno, expresa
respecto de esta misma conferencia de prensa: "que dejaba el artículo en la
impunidad la responsabilidad de los Ministros de la Corte Suprema, al
administrar éstos justicia en forma torcida". Al respecto, el Ministro señaló:
"Este es un problema de suma gravedad; no es posible que algunos
funcionarios queden libres de responsabilidad, por tal razón. El Ministro de la
Corte Suprema también podrá ser sancionado cuando su actuación así lo
requiera. "
Así, señor Presidente, podríamos seguir mostrando innumerables
artículos, para determinar la gravedad de los hechos que se aluden.
Quiero, para no extenderme más y permitir que se expongan otros
puntos fundamentales de nuestra posición, recordar solamente las frases que
figuran en las páginas 7 y 8 del libelo acusatorio, dichas por el Ministro y que,
fundamentalmente, repito: "la Corte Suprema se ha apartado de la ley"; "la
Corte Suprema ha pretendido impedir la investigación"; y que "la Corte
Suprema ha otorgado, sin ambages, el derecho a la impunidad de los
conspiradores. "
Todos esos hechos que constituyen presión, delitos de desacato e
injurias, ¿configuran el respaldo y el resguardo de la independencia del Poder
Judicial o, por el contrario, son fallas que los Diputados que conocemos de esta
acusación tenemos la obligación moral de sancionar?
Quiero indicar, sucintamente, que una cosa son las críticas; y otra, la
repugnante campaña de insultos y desprestigio con que se pretendió envolver
a los magistrados.
El Presidente del Partido Demócrata Cristiano, Senador don Narciso
Irureta, sostiene: "Nadie tiene nada que ganar en el desprestigio o
amedrentamiento de nuestros magistrados. Sólo los que quieren destruir
nuestro sistema democrático pueden entregarse a ese juego peligroso, que
esperamos que el país no tolere por ningún motivo". Reiteró el Senador
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DISCUSIÓN SALA

Irureta: "Lo que nos interesa por ahora es que se mantenga la independencia
del Poder Judicial y la libertad de juicio de sus magistrados. Lo contrario es el
caos y la destrucción del régimen democrático. "Termina diciendo: "Si nuestros
tribunales se equivocan, en lugar de insultarlos, se puede hacer uso de los
mecanismos constitucionales que permiten establecer la responsabilidad de los
jueces. Esto es más democrático y constitucional que la campaña de insultos,
en la que el primer perjudicado va a ser el Gobierno. "Esta es la opinión oficial
del Presidente de la Democracia Cristiana.
Por otra parte, quiero decirle al señor Ministro que el tercer punto de la
acusación se ha consignado por ser un hecho de enorme gravedad. Me refiero
a él para que no quede la duda de por qué no lo he tratado. Este cargo fue
desmentido, desgraciadamente, en forma muy tardía: después de conocerse la
acusación; no tuvo el carácter de reacción frente a la página entera de un
diario que sostenía, en su primera página: "Ciegos, sordos y clasistas", y
fotografiaba a los Ministros de la Corte Suprema como delincuentes. Esto
implicaba dos serios y graves delitos por parte del juez militar y del fiscal, en
relación con un proceso de suma importancia.
Frente a estos hechos, el Partido Nacional asume su responsabilidad y
está dispuesto a sostener la acusación y a luchar por el imperio de la
Constitución y de la ley. Postulamos la necesidad de sancionar la intención, la
debilidad y la reiterada demostración de afectar la independencia del Poder
Judicial. Si se considera que el punto jurídico defendido es aquello a que se ha
referido don Valentín Letelier respecto de la independencia de los jueces para
fallar conforme a la ley y a sus conciencias, la Cámara entenderá por qué
hemos planteado esta acusación. En ningún momento, ella se ha rebajado al
plano personal, sino que apunta a la actuación de un alto funcionario de
Gobierno, responsable de la Cartera de Justicia. Con este gesto y con esta
determinación, queremos darle al país la convicción de que no
permaneceremos impasibles si se infringe la Constitución, se atropellan las
leyes y se dejan sin cumplir en una materia tan importante como es ésta de la
independencia del Poder Judicial, último baluarte de las garantías
constitucionales, de la libertad y de los derechos de los ciudadanos.
El señor Lorca me ha pedido una interrupción, que se la concedo con
mucho gusto.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Con la venia de Su Señoría, puede hacer uso


de la interrupción el señor Lorca.

El señor LORCA (don Gustavo). — Señor Presidente, debo hacerme cargo, esta
tarde, de algunas observaciones que se han formulado, en torno a esta
acusación constitucional y plantear, al mismo tiempo, nuestro criterio frente a
la conducta política que el señor Ministro de Justicia ha asumido a través del
desempeño de su cargo y que ha dado origen a que se le haya acusado
constitucionalmente.
Nuestra Constitución Política, a pesar de las varias modificaciones que
ha sufrido desde el año 1925 hasta hoy día, ha mantenido invariable las
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DISCUSIÓN SALA

disposiciones referentes a la facultad de esta Cámara de iniciar acusaciones


contra los Ministros de Estado, de acuerdo con lo establecido en el artículo 39,
como, asimismo, las contempladas en el artículo 42, que entregan al Senado la
facultad de completar el proceso iniciado por esta Cámara de Diputados.
Por ello, resulta absurdo y una inconsecuencia constitucional desconocer
—como se ha pretendido— la facultad de esta Cámara de enjuiciar
políticamente a los Ministros y acusarlos por aquellos actos políticos cometidos
en el desempeño de su cargo.
Si los señores Diputados observan, el Nº 1º del artículo 39 de la
Constitución, que trata de las atribuciones exclusivas de la Cámara de
Diputados, establece el procedimiento y las causales relativas a la acusación
contra los Ministros de Estado, y esta facultad ha sido denominada,
corrientemente, como el juicio político.
En el Nº 2º de ese mismo artículo, se trata de la facultad fiscalizadora de
los actos de Gobierno, lo que está señalando la diferenciación acerca de los dos
aspectos que el constituyente quiso separar. Pero esta diferenciación se hizo
absolutamente clara y sin lugar a discusión alguna, al modificarse el régimen
de gobierno con la reforma constitucional de 1925.
El juicio político es un sistema de privilegio procesal que se refiere a los
altos funcionarios. ¿Qué se persigue con él? Para entrar a precisarlo, es
necesario recurrir al desarrollo de la institución en nuestro sistema legal
positivo, ya que, a través de él, podremos tener la visión exacta de su
significado.
Antes de la reforma de 1925, el país vivió el régimen seudo
parlamentario, en el cual la fiscalización política se hacía por medio del voto de
censura, el que acarreaba la caída de los Ministros. Esta reforma estableció un
régimen presidencial, porque se señaló que los acuerdos y observaciones que
transmitiera la Cámara al Ejecutivo no afectarían la responsabilidad política de
los ministros. El cambio fundamental en el sistema jurídico político se produjo,
precisamente, en esta disposición. Antes se provocaba la caída del ministro, no
por el análisis jurídico de los antecedentes que la Cámara tuviera para
determinar esa censura, sino únicamente por la acción política del ministro
apreciada también estrictamente en ese sentido.
Sin embargo, la reforma del año 1925 no cambió en nada y, muy por el
contrario, reafirmó el régimen de la acusación constitucional. En efecto, de
acuerdo con el texto expreso de la Constitución de 1833, el régimen de
acusación constitucional estableció que los Ministros de Estado sólo podían ser
acusados por los delitos taxativamente enumerados en ella; pero, en la
reforma de 1874, ese sistema fue totalmente sustituido. Como lo ha sostenido
don Jorge Huneeus, al referirse a esta reforma de 1874, "la acusación política
acogida por el Senado desempeña la doble función de juzgamiento político y de
antejuicio criminal".
Es así como la acusación constitucional se refiere a dos aspectos
diferentes: es un enjuiciamiento y una sanción política, y es un antejuicio,
como trámite previo, para procesar por la justicia ordinaria al funcionario
declarado culpable por el Senado.
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DISCUSIÓN SALA

Si bien la disposición del artículo 39, número 1, de la Constitución


Política establece los actos y delitos que, cometidos por el Presidente de la
República y los Ministros de Estado y otros funcionarios, dan motivo a la
acusación, no todos ellos son específicos sino genéricos, como el haber
comprometido gravemente el honor o la seguridad del Estado, el
atropellamiento de las leyes, etcétera. Si a ello se agrega que el artículo 42
expresa que "el Senado resolverá como jurado y se limitará a declarar si el
acusado es o no culpable del delito o abuso de poder que se le imputa", cabe
llegar a la precisa conclusión de que en la acusación, se puede apreciar,
calificar y sancionar la conducta política del Ministro de Estado o del Presidente
de la República. La frase "o abuso de poder que se le imputa" precisa, con
nitidez, el contenido de la acusación constitucional.
Así, por lo demás, lo hemos sostenido, con el amplio apoyo de diversos
sectores de esta Cámara, en la acusación constitucional en contra del ex
Ministro de Economía del Gobierno anterior, señor Domingo Santa María, en
sesión de 13 de octubre de 1966. Esta tesis quedó allí claramente señalada,
tanto por el Diputado que habla, como también por Diputados de los bancos
radicales y comunistas, tesis que no cabe poner en tela de juicio, pues, de otra
manera y suprimida la sanción política que acarreaba el acuerdo u observación
dentro del régimen parlamentario, la acción política de los Ministros y
funcionarios quedaría sin sanción.
Por ello, no puede sostenerse, como se desprende en buena parte de la
respuesta del señor Ministro, que esta acusación tendría un claro sentido
político. Se agrega, en otro de sus acápites, que las causas o razones que se
han aducido para acusar al Ministro no tipifican ninguno de los delitos o
infracciones a la Constitución o atropellamiento de las leyes.
El señor Ministro confunde, por tanto, en forma absoluta, dos aspectos
que es imposible dejar de distinguir: uno se relaciona con la posición política
de los partidos frente a determinados asuntos contingentes, donde,
ciertamente, juegan los aspectos doctrinarios y, ¿por qué no decirlo?, también
las pasiones humanas; y el otro, que significa juzgar una política de gobierno,
orientadora de la acción central de un Ministro frente a determinadas funciones
que, como tal, le corresponde realizar.
Quisiera subrayar, en este aspecto, que ésta ha sido, por otra parte, la
tesis sostenida invariablemente por la representación comunista. En el curso
de la misma sesión ya citada, en que se discutía la acusación en contra del ex
Ministro Domingo Santa María, se señaló por el Diputado señor Orlando Millas,
al hacer referencia a otra acusación que ellos presentaron en contra del ex
Ministro de Salud, don Benjamín Cid, "que lo hicieron porque simplemente no
cumplía el mandato de la Constitución que establece que es deber del
Ejecutivo proporcionar los dineros suficientes para una atención debida de la
salud del pueblo.".
Allí precisamente, quedó sentado el principio que, a mi juicio, es
inamovible: que lo que se enjuicia es todo un proceso de orientación política,
en el más extenso sentido de la palabra; que permite juzgar las actuaciones de
los funcionarios que, en el artículo 39, señala la Carta Fundamental, a la luz de
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un criterio no restringido, sino de la mayor amplitud, para señalar también a la


opinión pública la justa sanción moral a que se hace acreedor el gobernante
que vulnera el sistema jurídico en que debe enmarcar su acción
Ahora bien, señor Presidente, ¿cuáles son las actuaciones del señor
Ministro que motivaron esta acusación constitucional y que lo someten, por
consiguiente, al juicio político que debe enfrentar esta tarde? La política que ha
inspirado, desde su cargo de Ministro de Justicia, para descalificar,
amedrentar, criticar e injuriar al poder judicial, en las personas de sus
magistrados, con ocasión de los fallos que éstos han emitido, como quedó
claramente señalado en la muy brillante exposición del Diputado señor Arnello.
No se trata de que el señor Ministro, encargado de la Cartera de Justicia,
haya cometido una omisión en el nombramiento de un funcionario judicial o
haya dejado de cumplir determinados preceptos procesales que la ley le obliga
a respetar. Si tales hechos hubiesen sucedido, evidentemente, hubieran sido
otras muy distintas las causales por las cuales se le hubiera acusado.
La gravedad que encierra la actitud del señor Ministro radica en el hecho
de que, abusando del poder que ejerce por su calidad de Secretario de Estado
en el departamento de Justicia, se ha referido al Poder Judicial en términos que
entrañan una abierta crítica a sus actuaciones; que, al comentar fallos
acordados por , 1a Corte Suprema, ha calificado éstos en términos injuriosos
para las personas que los emitieron; que, estando en la obligación de iniciar las
querellas correspondientes, como autoridad ejecutiva, para sancionar a
aquellas personas que públicamente injuriaban al Poder Judicial, no haya
cumplido con este deber, y se haya dictado un decreto por el Gobierno, como
muy bien el señor Arnello lo ha sostenido, con un sentido eminentemente
político, para indultar a reos que no estaban aún condenados; y,
fundamentalmente, por el hecho de que, siendo él, precisamente, el encargado
de velar por las cordiales relaciones entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo,
haya mantenido una actitud absolutamente diversa, al dirigir, personalmente,
en declaraciones reiteradas, ataques en contra de la Justicia y de sus
Magistrados.
Estos hechos configuran el llamado abuso del poder, sancionado
expresamente por la Constitución, y respecto del cual, tanto esta Cámara
como posteriormente el Honorable Senado tienen la obligación de penar, a
través del único medio que la propia Constitución franquea, cual es la
aceptación de la acusación interpuesta.
El señor Ministro, para cohonestar, en alguna medida, su
responsabilidad frente a la acusación de abuso de poder de su parte, ha
expresado que los actos de los Poderes Públicos pueden ser lícitamente
criticados por los demás Poderes del Estado o por los ciudadanos del país. Para
probarlo, afirma que el país está acostumbrado a la frecuente y muchas veces
acida crítica que se formulan recíprocamente los Poderes del Estado. Basta
recordar —agrega— al respecto, las opiniones sustentadas por sucesivos
Presidentes de la República acerca del Congreso Nacional.
Es evidente, de toda evidencia, y nadie podría negar, la necesidad de
una sana crítica tanto de los ciudadanos como de los representantes de los
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DISCUSIÓN SALA

diversos organismos públicos frente a situaciones que se consideren


inconvenientes para el bien general. Nadie podría negar la posibilidad de crítica
para tratar de mejorar un sistema legal, o bien, su reemplazo por otro que se
sugiriera dentro del proceso jurídico respectivo.
Lo que no se puede aceptar es que esa crítica llegue a los límites a que
se ha querido llevar en este caso y se haga* al Poder Público que precisamente
no tiene carácter político, que debe administrar justicia y cuya independencia
debe ser cautelada celosamente; y, lo que es más grave, que esa crítica a sus
resoluciones y a las personas que intervienen en ellas la haga nada menos que
el representante del otro Poder Público con el cual debe entenderse; pero aun
más, cuando el Poder Judicial, por la naturaleza especial de sus funciones, no
puede salir a la arena política y conflictiva a defenderse ni a contraatacar.
He ahí lo grave de esta crítica, que lleva envueltos, además, veladas
amenazas y amedrentamientos para los subalternos de ese Poder, que se
genera en forma mixta, con intervención del propio Ejecutivo.
Ni siquiera la excusa de que ha opinado en calidad de ciudadano al
comentar un fallo judicial, podría servirle al señor Ministro para atenuar su
responsabilidad, puesto que la trascendencia de sus declaraciones y actitud no
se ha producido por esa calidad sino por ser realizadas en su condición de
Ministro de Estado.
Por ello, el afirmar que el incontestable derecho a crítica que como
ciudadano ejerció el Ministro de Justicia, lo fue en términos apropiados, es una
burla al Poder Judicial, ya que si un ciudadano cualquiera hubiere procedido
así, indiscutiblemente, habría sido perseguido por la Justicia del Crimen,
salvándose el señor Ministro de ese enjuiciamiento por el verdadero fuero de
que goza y que sólo puede ser allanado por medio de este proceso de
acusación constitucional.
Ahora bien, la trascendencia política y las consecuencias de orden
práctico que se derivarían de la circunstancia de que esta Cámara dejara en la
impunidad la conducta política del señor Ministro de Justicia al rechazar la
acusación, son extremadamente graves tanto para el funcionamiento del
sistema democrático cuanto para el respeto esencial e indispensable que debe
existir en las relaciones de los Poderes del Estado.
La impunidad para con el señor Ministro de Justicia al absolverlo de su
responsabilidad por el flagrante abuso de poder que ha ejercido desde su cargo
de Ministro en contra del Poder Judicial, significaría la licencia para que otros
representantes del Ejecutivo siguieran igual conducta en la certeza de que el
precedente establecido con el rechazo de la acusación le aseguraría la libertad
más completa para cometer actos contrarios a sus responsabilidades
constitucionales.
Por la vía del ejemplo, sin pretender lanzar sombra alguna de duda en
contra de las actuaciones del señor Ministro de Defensa Nacional, ¿qué
sucedería si este Secretario de Estado —al margen de la persona muy
respetable del señor Ríos Valdivia— usando de su influencia de Ministro de
Defensa, criticara abiertamente la conducta de los altos mandos del Ejército,
descalificara como incompetente la eficiencia de los encargados de la defensa
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nacional, enjuiciara públicamente las designaciones efectuadas por la Junta


Calificadora, pusiera en la picota pública la honradez y patriotismo de los
generales y oficiales, tal como ha sucedido respecto del Poder Judicial con el
señor Ministro de Justicia? ¿Tendría fundamento alguna acusación que se
interpusiera en su contra después de que esta Cámara, en igualdad de
condiciones y por el mismo hecho grave, dejara sin sanción alguna al señor
Ministro de Justicia hoy acusado?
Si la campaña sostenida y reiterada en contra del Poder Judicial, con el
definido propósito de desprestigiarlo como Poder del Estado, cohonestar su
independencia y vulnerar su prestigio ha sido encabezada y dirigida por el
Ministro del ramo, el cual ha quedado sin sanción, ¿por qué no sucedería lo
mismo si el señor Ministro de Defensa con el propósito de socavar la disciplina
y la independencia del Ejército, con fines políticos emprendiera y dirigiera una
campaña en contra de los altos oficiales de la Defensa, de sus organismos y de
sus instituciones representativas?
El país necesita una resolución definitiva de esta Cámara, a fin de tener
la seguridad de que los actos abusivos de quienes detentan el Poder serán
sancionados de acuerdo con los mecanismos constitucionales y jurídicos
establecidos. Lo contrario significa la más absoluta licencia para quienes, por la
naturaleza de su cargo, tienen como primera obligación cumplir con la ley y la
burlan, la desfiguran y la pisotean ante la impavidez suicida e irresponsable del
único Poder del Estado, el Parlamento, que tiene en sus manos las exclusivas
herramientas legales para sancionar y penar tales abusos. Renegar de estas
facultades, abdicar de ellas por temor, por cálculo electoral, por estrategia
partidista, es la más grave falta que pueden cometer en una democracia los
que tienen la tarea fundamental de defenderla de las asechanzas que
amenazan su existencia.
El señor Ministro de Justicia ha actuado con contumacia, con
premeditación políticamente calculada en contra del Poder Judicial, abusando
de su poder de Ministro de Estado al atacar a quienes está en la obligación
legal de amparar. Esta Cámara debe dar lugar a la acusación y señalarle al
país que se encuentra vigilante en su determinación de usar, como
representante del pueblo, de las herramientas que la Carta le ha entregado
para castigar a quienes atropellen la ley y la Constitución.
Muy agradecido de la interrupción.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Arnello.

El señor PALESTRO. — ¿Qué culpa tiene la Corte Suprema?

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a los señores Diputados guardar


silencio.

El señor ARNELLO. — He concedido una interrupción al señor Laemmermann.


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El señor IBAÑEZ (Presidente). —Con la venia de Su Señoría, tiene la palabra el


señor Laemmermann.

El señor LAEMMERMANN. — Agradezco la gentileza del señor Arnello al


concederme la interrupción.
Señor Presidente, la Democracia Radical ha resuelto apoyar la acusación
constitucional deducida en contra del señor Ministro de Justicia, don Lisandro
Cruz Ponce. Los fundamentos de nuestra decisión son indiscutibles desde el
punto de vista jurídico. Pero, además, han sido determinados por el claro
propósito de defender el régimen institucional y democrático que hemos
ayudado a construir. En otras palabras, nuestra decisión de apoyar la
acusación tiene por objeto defender la vigencia y respeto de la Constitución,
proteger la independencia y la dignidad del Poder Judicial y establecer nuestra
inquebrantable decisión de oponernos a todo abuso que implique
desconocimiento de las libertades fundamentales de los chilenos.
Inconstitucionalidad e ilegalidad de los indultos. —El Ministro acusado
concurrió con su firma en la dictación del decreto que indultó a diversos
delincuentes procesados y no condenados y al decreto de insistencia
consiguiente.

Esta actitud es claramente inconstitucional en atención a las siguientes


consideraciones:

1º—Como decía el profesor Gabriel Amunátegui, el indulto remite, o


rebaja la pena, pero no hace desaparecer el delito. En consecuencia, para que
proceda el indulto es menester que exista una pena y que ella haya sido
aplicada en virtud de una sentencia ejecutoriada.

2º—Este concepto parece confirmado por lo dispuesto en el artículo 93,


Nº 4, del Código Penal, en cuya virtud la gracia del indulto sólo remite o
conmuta le pena.

3º—De lo anterior se infiere que el Presidente de la República no tiene


facultad para indultar a los procesados. Y si de hecho lo hace, está faltando a
la Constitución y a la ley.

4º—Por otra parte, la conclusión precedente se ve confirmada por lo


prescrito en el artículo 80 de la Constitución, de acuerdo al cual, ni el
Presidente de la República, ni el Congreso, puede abocarse al conocimiento de
causas pendientes. Y, por cierto, la única forma que tendría el Presidente para
intervenir en estas causas pendientes, sería por medio del indulto. De modo,
pues, que el precepto en comentario implícitamente está prohibiendo al
Presidente de la República que haga uso del indulto, mientras la causa esté
pendiente, esto es, mientras no haya sentencia ejecutoriada.
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DISCUSIÓN SALA

5º—Por otra parte, las cosas son lo que su naturaleza y esencia indican
y no lo que las circunstancias determinan, o mejor, no son lo que su nombre
señala.
Se sabe, siguiendo las expresiones del citado profesor Amunátegui, que
la diferencia entre el indulto y la amnistía radica en el hecho de que aquél hace
desaparecer solamente la pena, mientras que ésta elimina el delito, el
delincuente y como consecuencia, la pena.
Si el Presidente de la República dicta un decreto concediendo el indulto a
un procesado, de hecho lo que está haciendo, no es indultar, sino que
amnistiar. Tal conclusión resulta evidente, si se tiene en consideración que el
indulto al procesando sólo impide que se le aplique la pena, sino que hace
imposible que se dicte la sanción en el proceso. Y de este modo, el delincuente
pierde su calidad de tal y la acción punible no llega a constituir delito. En
resumen, no hay delito, ni delincuente, ni pena. Se trata, por lo mismo, de una
amnistía, y el Presidente no tiene facultad para amnistiar.
En consecuencia, por este concepto, los decretos llamados de indulto,
firmados por el acusado son inconstitucionales.

6º—La tesis de la inconstitucionalidad de estos indultos ha sido


reiteradamente sostenida por nuestros constitucionalistas y penalistas. Puedo
citar las siguientes opiniones constitucionales: Profesor Rafael Raveau:
"Tratado Elemental de Derecho Constitucional Chileno"; Profesor Alcibíades
Roldán, "Elementos de Derecho Constitucional"; Profesor Gabriel Amunátegui,
"Manuel de Derecho Constitucional"; Profesor Carlos Estévez, "Elementos de
Derecho Constitucional Chileno"; Profesor Mario Quinzio, "Manual de Derecho
Constitucional"; Profesor Jorge Ovalle, "Apuntes"; Profesor Luis Quinteros,
"Apuntes"; Profesor Silva Bascuñán, "Tratado de Derecho Constitucional",
tomo III. Podría agregar muchos más, pero no los cito en aras de la brevedad
que deseo dar a mi intervención.
No obstante, hay uno que no puedo dejar de mencionar por varias
razones: por ser un jurisconsulto distinguido, por desempeñar actualmente,
gracias al régimen imperante, el destacado cargo de Presidente del Consejo de
Defensa del Estado, y muy especialmente por ser, como es sabido, el
consejero que asiste al Presidente de la República en las materias relativas al
Derecho. Me refiero a don Eduardo Novoa Monreal. Pues bien, este meritorio
abogado y catedrático universitario, es autor de una obra titulada "Curso de
Derecho Penal", y en el tomo II, página 447, de ella, refiriéndose al indulto,
dice textualmente lo que sigue: "Para que pueda concederse un indulto es
necesario que la acción penal se haya agotado por la completa tramitación del
juicio criminal, en forma que éste haya terminado por sentencia condenatoria.
Solamente cuando ha quedado ejecutoriada la sentencia es posible que se
concedan indultos generales o particulares. La razón de ello está en que el
indulto es causa de extinción de la pena y no hay pena mientras el proceso
penal no está afinado. Además, si no se espera tal instante, no podría tener
efecto el artículo 93, número 4, del Código Penal, en cuanto manda que el
indultado no pierda su carácter de condenado para los efectos de la
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DISCUSIÓN SALA

reincidencia, ya que no cabría reincidencia sin sentencia condenatoria firme y


podría reprocharse al Ejecutivo o al Legislativo, según los casos, la
conculcación del artículo 80 de la Constitución Política, que les veda ejercer
funciones judiciales o avocarse causas pendientes".

7°—En las propias Actas de la Constitución, quedó en claro que el


indulto sólo podía aplicarse a condenados (página 222).

8º—No puede sostenerse que se trata de un problema controvertido y


que el Ministro, al tener facultad de optar entre dos alternativas, no podía
expresar con su conducta la intención de faltar a la ley.
En realidad, el problema no es controvertido, sino que existe la casi
unanimidad de las opiniones de los especialistas y de los fallos.
Para estimar que hay discusión se ha invocado solamente un fallo de la
Corte Marcial, pero se olvida, o se quiere olvidar, que son muchos los fallos
que unánimemente rechazan la facultad presidencial, comenzando por una
sentencia de la Corte Suprema dictada ya en el siglo pasado y que ha sido
reiteradamente confirmada por la misma Corte y por diversas Cortes de
Apelaciones durante los últimos años. En consecuencia, no se trata de un
problema controvertido, sino que perfectamente claro.
No puede tampoco afirmarse que no ha habido intención de violar la ley.
Tal aserto aparece pueril, si se tiene presente que, para tramitar el decreto de
indulto, ha sido necesario (preterir) premeditadamente la observación de
inconstitucionalidad y de ilegalidad formulada por la Contraloría. Luego no sólo
hubo intención, sino el propósito deliberado y firme de pasar por encima del
texto constitucional y de la ley.

9º—No puede, tampoco, válidamente sostenerse que no existe


responsabilidad del Ministro, sino que sólo del Presidente de la República. El
artículo 76 de la Constitución Política descarta esta excusa para apoyar la
acusación, pues estatuye que cada Ministro es responsable personalmente de
los actos que firmare.
De todo lo anterior, se desprende una sola conclusión: el Ministro
acusado ha violado deliberadamente la Constitución y la ley, atropellando con
esta violación la independencia del Poder Judicial y, con ello, ha incurrido en la
causal de infracción a la Constitución como en la de atropellamiento de las
leyes, a que se refiere la letra b) del Nº 1º del artículo 39 de nuestra Carta
Fundamental.
Ataques a la independencia del Poder Judicial. —El señor Ministro, en
diversas oportunidades, ha atacado o ha amparado ataques de orden personal
en contra de magistrados de nuestros tribunales. Los ha llegado a acusar de
haber faltado a la verdad y de haber otorgado, sin ambages, impunidad a los
conspiradores. Con ello ha injuriado y calumniado a los integrantes de otro
poder del Estado.
Tal actitud implica un atentado en contra de la independencia del Poder
Judicial. En efecto, los ataques reiterados de la prensa oficialista y estos
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DISCUSIÓN SALA

inusitados ataques del Ministro sólo pueden cumplir un fin: amedrentar a los
jueces, privarlos de su libertad para fallar, destruir su dignidad como
profesionales y como hombres, producir la impopularidad de los magistrados
que osen fallar con independencia. En una palabra, se trata de destruir la
institucionalidad democrática para cuya vigencia, como lo sostenemos los
socialdemócratas, es indispensable la existencia de un Poder Judicial libre e
independiente.
La actitud del señor Ministro implica una clara violación de lo prescrito
en los artículo 40 y 80 de la Constitución y, lo que es más grave, del espíritu
de la misma, que quiere un poder Judicial independiente como una de las
garantías elementales para la subsistencia de los derechos humanos.
Se ha pretendido sostener la política del Ministro asilándose en el
deercho de crítica que asiste a todo ciudadano. La Democracia Radical sostiene
que ese derecho, que es propio de todo chileno, no lo tiene el Poder Ejecutivo,
en razón de la aplicación del principio de la separación de los poderes. En otras
palabras, el Ejecutivo no puede mezclarse en las materias propias del Poder
Judicial. Se trata, precisamente, que los miembros del Ejecutivo cumplan con
un deber fundamental: el de abstenerse de intervenir en asuntos ajenos a su
competencia.
Por último, la Democracia Radical cree que el rechazo de la acusación o
la abstención frente a la misma implican un agravio al poder Judicial que no
puede quedar huérfano en su tarea de velar por el cumplimiento y aplicación
de la Constitución y de la ley.
Lo que he manifestado demuestra que la acusación que se ha formulado
en contra del señor Ministro de Justicia tiene fundamentos legales y
constitucionales irrebatibles.
Esto lo han reconocido, hace días solamente, los dirigentes de los
partidos democráticos, en forma concluyente, en el Honorable Senado. Pese a
ello, uno de dichos partidos, el de mayor gravitación por la magnitud de su
representación parlamentaria, ha anunciado que se abstendrá de votar la
acusación, porque estima que mayor responsabilidad en la dictación del
arbitrario decreto de indulto de los personeros del MIR, procesados por ser
autores de delitos comunes, le cabe al Jefe del Estado que a su Ministro de
Justicia. Este es un pretexto deleznable si se considera que su actual
Presidente, en reciente declaración, reconoce que los fundamentos legales de
la acusación no admiten discusión; que, asimismo, el señor Presidente del
Senado, abogado y catedrático meritísimo, comparte la misma opinión; que,
además, el ex Presidente de dicho partido también emitió, hace muy pocos
días, igual juicio en un debate que sobre los ataques a la independencia del
Poder Judicial se llevó a efecto en el Honorable Senado, en el que expresó que
el señor Ministro de Justicia había empleado oficialmente "expresiones raras
veces escuchadas anteriormente en el país a un Secretario del Estado del
ramo", y no, según su opinión, "para plantear una tesis de la justicia, para
realizar un análisis crítico de esta función, sino para referirse derechamente a
un fallo, esto es, a algo que constituye una atribución exclusiva de otro Poder
del Estado", para concluir que el Ministro de Justicia estimaba que la
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DISCUSIÓN SALA

Excelentísima Corte Suprema "había otorgado, sin ambages, el derecho a la


impunidad de los conspiradores"'. El Honorable Senador Prado agregó, en la
oportunidad señalada, que las expresiones del señor Ministro de Justicia acerca
de un fallo de la Excelentísima Corte Suprema había desatado en contra de
este tribunal "una campaña en la cual casi no hay expresión hiriente o lesiva a
la dignidad de un Poder del Estado que no se haya usado con la mayor
impunidad", sin que nada hicieran "las autoridades del Gobierno" para
reprimirla.
Acto seguido, dio a conocer muchos de los injustos e injuriosos dicterios
que toda la prensa oficialista profirió en esa campaña contra el más alto
tribunal de la República, campaña que, a juicio del señor Senador, "no
demuestra un limpio propósito crítico, sino la, intención de desmoronar ante la
conciencia pública a un Poder del Estado".
Por su parte, el Honorable Senador Hamilton, en sesión del Honorable
Senado, del día 13 de enero recién pasado, demostró prolijamente en un
interesante discurso, que eran inexactos los fundamentos que invocó el
Presidente de la República para dictar el decreto de indulto en favor de los
delincuentes del MIR, en contravención a preceptos constitucionales y legales
sobradamente conocidos, decreto que, a su juicio, no debe aplicarse por los
Tribunales de Justicia, a pesar de haber sido cursado por la Contraloría, porque
"no tiene fuerza o validez legales", y también, porque "Chile es una
democracia, y en él impera un estado de Derecho", en que "el gobernante no
es un mandamás de su pueblo, sino su mayor servidor".
Era dable esperar, en consecuencia, que la Democracia Cristiana, tras
estas laudables protestas en favor del Estado de Derecho, formuladas por sus
más altos personeros, hubiera acordado votar favorablemente la merecida
acusación formulada en contra del señor Ministro de Justicia. Empero, no será
así. Se abstendrá de votarla. Deliberadamente, no quiero comentar esta
insólita actitud. Creo que los demócratas de nuestro país la juzgarán mejor que
yo.
De otro lado, un partido político que blasona de ser cabalmente el adalid
de la democracia, y que justifica a diario su participación en la Unidad Popular
diciendo que está ahí como baluarte del Estado de Derecho, no se abstendrá
de votar la acusación. Por el contrario, votará en contra de ella, haciéndose, de
este modo, solidario del Ministro que ha violado deliberadamente claros
preceptos constitucionales y legales. El país sabrá juzgar si su conducta
entraña defensa o traición de nuestra democracia.
La Democracia Radical, de acuerdo con sus rígidas normas de ética
política, piensa que la democracia y el Estado de Derecho no se defienden ni
preservan con la actitud complaciente de los abstencionistas, ni con la actitud
de los que conscientemente se asocian con los que fraguan su destrucción.
Por tanto, los Diputados de la Democracia Radical, fieles a nuestros
próceres, votaremos favorablemente la acusación formulada en contra del
señor Ministro de Justicia.
Nada más, señor Presidente.
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DISCUSIÓN SALA

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Puede continuar el señor Arnello.


Restan ocho minutos a Su Señoría.

El señor ARNELLO. — Nada más, señor Presidente.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Excúsenme, señores Diputados.


Algunos señores Comités han expresado su deseo de que la sesión se
suspenda por una hora a partir de las veintiuna horas.

El señor LAVANDERO. —A partir de las veintidós horas, señor Presidente.

El señor GONZALEZ. — De inmediato.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Señores Diputados, se suspendería por una


hora, de inmediato, hasta las veintidós horas.
¿Habría acuerdo?
Acordado.

Se suspende la sesión.

—Se suspendió la sesión a las 20 horas 54 minutos.

—Se reanudó la sesión a las 22 horas.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Se reanuda la sesión.

Ofrezco la palabra a algún señor Diputado partidario de que se deseche la


acusación constitucional.

El señor TEJEDA. — Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Tiene la palabra el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. — Señor Presidente, no voy a seguir, por supuesto, al señor


Arnello en sus lucubraciones jurídicas un tanto obsoletas, que no se avienen en
absoluto con los textos legales vigentes.
Voy a ir a la raíz misma de la acusación, al "plan digestivo" del Club
Audax Italiano, lo que tal vez resulta un tanto prosaica después de las floridas
palabras del señor Lorca y de la elocuencia arrebatadora del señor
Laemmermann.

—Risas.

El señor TEJEDA. — Señor Presidente, la Derecha, comprometida hasta los


tuétanos en el asesinato del General Schneider, quiere justificar la impunidad y
la absolución del Senador Morales, y no sólo la quiere justificar, sino que
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DISCUSIÓN SALA

pretende llevar adelante los planes sediciosos en que el Senador estaba


embarcado. Y para esto, para preparar el clima propicio, está poniendo en
práctica el plan expuesto el 14 de enero último por el propio Senador Morales,
a la hora de la sobremesa y de los bajativos alegres, cuando los conspiradores
lo homenajearon en el Club Audax Italiano.
Allí se llamó abiertamente a la sedición y el Senador Morales, después
de expresar textualmente —según la versión de "El Mercurio"—, que "sumados
los votos de la Democracia Cristiana, Partido Nacional y Democracia Cristiana,
tenemos votos en la Cámara para suspender de sus cargos a los Ministros y al
Presidente de la República. "

El señor KLEIN. — No, al Presidente no.

El señor TEJEDA. —"Y en el Senado tenemos la mayoría democrática necesaria,


de acuerdo a la Constitución, para que de esa suspensión acordada en la
Cámara se proceda no sólo a la destitución de los Ministros de Estado, sino
también para los casos que la Constitución lo indica, del Presidente de la
República. ", alzando la voz, dijo a los próceres que asistían: "pero en la
medida que demos más, recibiremos menos; y mientras más valientes
seamos, más cobarde será el adversario".
Los próceres que escuchaban al señor Morales eran don Pedro Enrique
Alfonso, el abogado Pablo Rodríguez; los Senadores Julio Durán y Fernando
Ochagavía; los Diputados del Partido Nacional Jaime Bulnes, Manuel Tagle,
René Tapia, Miguel Amunátegui, Víctor Carmine, Gustavo Monckeberg, Mario
Ríos, Germán Riesco, Engelberto Frías y Patricio Mekis; los Diputados de la
Democracia Radical Renato Laemmermann, Héctor Campos, Julio Mercado y
Rafael Señoret; y el dirigente Jaime Tormo.
Para echar a andar el "plan digestivo" del Club Audax Italiano, idearon
esta acusación constitucional, tomando como pretexto el indulto de los miristas
procesados.
Naturalmente, se trata de confundir a la opinión pública, pero esto no
engaña a nadie.
Nuestro compañero Senador Luis Corvalán, en la gran concentración en
que fueron proclamados en Valparaíso los candidatos a regidores de la Unidad
Popular el día 24 de enero, expresó lo siguiente: "Aquí estamos, también, para
expresar nuestra protesta y rechazo por la acusación constitucional presentada
por los momios contra el Ministro de Justicia. Se le acusa por dos cosas: por
haber criticado el fallo de la Corte Suprema que rechazó el desafuero de Raúl
Morales y por haber firmado el indulto a los miembros del MIR que estaban
procesados, algunos de ellos en la cárcel y otros escondidos.
"Estos momios son porfiados. Actúan como si nada hubiera cambiado. Y,
por último, ¿qué quieren? ¿Qué se aplauda la suprema embarrada de la Corte?
¿Qué los del MIR continúen perseguidos en las condiciones del Gobierno
Popular?
"Se trata", agregó Corvalán", "de una acusación sin fundamento, cuya
presentación revela sí el propósito de los reaccionarios de hacer frente al
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DISCUSIÓN SALA

nuevo Gobierno del país. Al comienzo se agazaparon, se recogieron en sus


madrigueras. Pero ahora andan sueltos, insolentes, al extremo de que uno de
ellos, el angelito de la Corte Suprema, ha tenido la tupé de amenazar con la
destitución del Presidente de la República por una conjura reaccionaria en el
Parlamento. "
Sostiene la acusación que al decretarse el indulto de algunos
procesados, no estando afinada la causa, se habría infringido el artículo 80 de
la Constitución, que prohíbe al Presidente de la República y al Congreso
avocarse procesos pendientes.
Si amnistiar o indultar significara avocarse procesos pendientes, no se
concibe cómo la Constitución pudo facultar al Congreso para amnistiar y al
Presidente para indultar.
Avocarse procesos pendientes significa transformarse en juez, esto es,
cuando se trata de un juicio criminal, tomar declaraciones, carear, tramitar la
causa y fallarla; esto es, absolver o condenar.
Ni la amnistía ni el indulto tienen nada que ver con los procesos
pendientes, ni una ni otro pueden juzgar a nadie.
Se ha querido hacer un distingo sutil entre los indultos generales y
particulares, olvidando que sus efectos son iguales.
Se pretende que el indulto deja al perjudicado con un delito, en la
imposibilidad de hacer valer acciones civiles para la reparación del daño. Esto
es falso: ni la amnistía ni el indulto privan a nadie de las acciones civiles. Así lo
reconoce la jurisprudencia uniforme de los Tribunales.
Nuestra legislación positiva es muy clara. La Constitución no establece
ninguna restricción al Presidente de la República para indultar. Ninguna. Así lo
dice don José Guillermo Guerra. Así, también, lo reconoce el profesor
Bernaschina, en su obra de Derecho Constitucional.
El Código Penal, en su artículo 93, Nº 4º, dispone que la responsabilidad
penal termina por el indulto y, como consecuencia, el artículo 408, Nº 5°, del
Código de Procedimiento Penal, dispone que el indulto produce sobreseimiento
de la causa.
El artículo 433, Nº 6º, del Código de Procedimiento Penal, permite
alegar como excepciones de previo y especial pronunciamiento, el indulto. Y es
sabido que tanto el sobreseimiento como el artículo de previo y especial
pronunciamiento sólo pueden hacerse valer cuando hay causa pendiente.
Ge pretende que el número 2º del artículo 93 del Código Penal, que
señala la naturaleza del indulto al establecer que no le quita al condenado el
carácter de tal, significa que sólo puede indultarse a los condenados. Pero este
artículo, desde luego, no establece que sólo se puede indultar cuando se ha
impuesto pena. Dice que cuando el reo ya condenado al indultársele, en ese
caso, los efectos de la pena no se borran para los efectos de la reincidencia.
Así resulta también de la historia de la ley, ya que en las actas de la
Comisión Redactadora del Código Penal hay constancia, en la sesión 22ª, de
que con esta idea, que ulteriormente se agregó como inciso segundo al Nº 4º
del artículo 93, se quiso dar una regla a los Tribunales para los casos en que
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DISCUSIÓN SALA

estando indultado un condenado, no por eso dejaba de ser reincidente si de


nuevo delinquía.
En todo caso, el Código Penal no pudo modificar el texto de la
Constitución.
Hago presente que el Código Penal es del año 1874 y que si su alcance
hubiera sido el que le dan los acusadores, en todo caso, tal inciso segundo del
Nº 4º del artículo 93 estaría derogado por los artículos 433, Nº 6º, y 408, Nº
5º, del Código de procedimiento Penal, promulgado en 1907, o sea, 33 años
después.
Con la acusación se quiere privar al Presidente de la República de una
facultad constitucional que han ejercido todos los gobernantes.
En efecto, todos los gobernantes han decretado indultos. El ex
Presidente Jorge Alessandri, durante su período presidencial, decretó 2. 460
indultos, es decir, aproximadamente uno cada 17 ó 18 horas; y el ex
Presidente Frei, 5. 875, o sea, uno cada 8 horas. Esto quiere decir que habrían
desconocido 2. 460 y 5. 875 fallos judiciales, respectivamente, de acogerse la
tesis de la acusación.
Todos estos indultos fueron por delitos comunes. Se ha pretendido que
ninguno se decretó habiendo proceso pendiente.
La verdad de las cosas, como consta en la versión taquigráfica de las
reuniones de la Comisión de Acusación, es que el' señor Contralor General
Subrogante reconoció que no podía decir si entre estos indultos algunos se
referían a personas con procesos pendientes, porque no se lleva estadística
sobre la materia.
Como se ve, el indulto fue el pan nuestro de cada día en los Gobiernos
de los señores Alessandri y Frei.
Debo agregar, como yo lo hizo presente el señor Ministro, que hay
precedentes sobre esta materia.
El 5 de abril de 1946, el Presidente de la República indultó a siete
autores de delito común, que se encontraban procesados en ese entonces.
Antes, el Presidente Aguirre Cerda había indultado a los responsables de
los sucesos del 5 de septiembre de 1 DES, estando el proceso pendiente.
En 1952, con la firma de la entonces Ministra de Justicia, doña Adriana
Olguín de Baltra, fueron indultados numerosos procesados, entre ellos nuestro
camarada Pablo Neruda.
Los Tribunales de Justicia han establecido también que es válido y legal
el indulto de un reo con proceso pendiente, en los fallos que ya expresó el
señor Ministro de Justicia y que me parece inútil reiterar.
De consiguiente, la supuesta ilegalidad de los indultos es un mito. Tanto
es así, que el 4 de enero de este año "El Mercurio" se refirió editorialmente al
indulto de los miristas y no lo atacó por ilegal, sino por estimarlo no prudente y
propugnó reformas legales sobre esta materia.
Conviene también recordar, como lo hizo el señor Ministro, la opinión del
jurisconsulto don Héctor Correa Letelier, ex Presidente de la Cámara y ex
Presidente del Partido Conservador.
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DISCUSIÓN SALA

—Explotación política de la opinión del profesor Eduardo Novoa Monreal.


— El profesor Novoa, llamado a la Comisión e interrogado acerca de su
opinión, expresó que era la que figura en sus libros. O sea, a su juicio, el
indulto sólo procede cuando hay sentencia de término.
Esto ha servido para presentarlo como partidario de la acusación, para
atribuirle la opinión de que se justificaba la acusación. Pero el profesor Novoa
agregó: "Esto no significa, sin embargo, que yo piense que esta opinión es
exclusiva, porque es una opinión controvertida". Y después de citar numerosos
casos en que su opinión era controvertida, dijo lo siguiente: "No recuerdo, si
en esa oportunidad o en otra, pero tengo información en el sentido de que el
ex Contralor General de la República señor Humberto Mewes dio curso al
decreto de indulto dictado también antes de que estuviera terminada la
tramitación de una causa. También hay una sentencia de la Corte Naval, que
no sé si está anotada en el Repertorio de la Jurisprudencia, en la cual ella
acogió un indulto dictado durante la tramitación del juicio. Naturalmente, estos
indultos también fueron sometidos a la decisión de los Tribunales de Justicia y
por lo menos, en un caso que yo recuerdo, en la Corte de Apelaciones de
Santiago se dictó resolución reconociendo valor a ese indulto dictado durante
la tramitación de la causa. Por consiguiente, a pesar de la opinión que he
manifestado, que he sostenido y sigo sustentando, debo reconocer que el
punto, es un punto controvertido. "
El señor Novoa considera que no cabe acusación constitucional por una
divergencia de opinión. Presentarlo como opinando en el sentido de que la
acusación se justifica, a mi manera de ver, es simplemente, una frescura.
El señor Arnello acaba de atribuirle al señor Novoa opiniones que no ha
emitido en relación a los decretos de insistencia. Citó las páginas 25 y 26 del
boletín de la Comisión. Pero la declaración del señor Novoa dice precisamente
lo contrario a lo que el señor Arnello le atribuye. El señor Novoa dijo lo
siguiente: "Lo que sí me parece a mí es que el solo hecho de dictar un decreto
de insistencia de ninguna manera puede decirse que necesariamente conduzca
a la declaración de una violación de la ley, y por consiguiente, a la formulación
de un juicio constitucional, porque es sabido que todos los gobiernos decían
decretos de insistencia. Se puede decir que generalmente los gobiernos dictan
decenas de decretos de insistencia en el curso de su mandato; por
consiguiente, el solo hecho de dictar decreto de insistencia, no puede ser,
indudablemente, base para un juicio político. El juicio político tiene que estar
basado en otras circunstancias. Por lo demás, la propia Constitución reconoce
la existencia del decreto de insistencia y lo permite. Por consiguiente, cree la
Constitución de que hay circunstancias en las cuales la administración necesita
salidas que no están franqueadas por la ley y que circunstancias especiales
justifican o por lo menos hacen explicables. Por eso que, dictado un decreto de
insistencia, nunca en forma automática se ha deducido acusación y que en
cada caso en que haya en juego un decreto de insistencia, no por el solo hecho
de la ilegalidad será procedente el juicio político, sino por una ilegalidad que
represente tales caracteres o tales circunstancias, que a juicio del Parlamento
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DISCUSIÓN SALA

den motivo o caractericen con particular gravedad una responsabilidad política.


"
Para terminar lo relativo al indulto, parece conveniente recordar que la
propia Cámara de Diputados aprobó una reforma al Código de Procedimiento
Penal, que pende actualmente de la resolución del Senado, mediante la cual no
podrá en adelante indultarse a reos con proceso pendiente. Esto significa que
mientras esta reforma no sea ley, no existe obligación de esperar la existencia
de un fallo judicial que ponga término a la causa para hacer efectiva la gracia
del indulto. Y esto en el supuesto de que esta reforma fuera constitucional, ya
que la facultad ilimitada del indulto está consagrada en la Constitución y no
podría modificarse por una ley común.
Debo agregar que la acusación además es improcedente, porque se trata
de un decreto de insistencia que obligadamente lleva la firma de los doce
Ministro. Sin la firma de los doce Ministros no hay decreto de insistencia. En
consecuencia, es una responsabilidad solidaria, colectiva e indivisible. Por
consiguiente, no procede acusar sólo a uno de los firmantes.
Segundo capítulo del libelo acusatorio. — Se acusa al Ministro de Justicia
de haber emitido opiniones adversas a! fallo de la Corte Suprema que negó el
desafuero del Senador Morales. Los acusadores se equivocaron de
Constitución, porque con la que rige actualmente no puede un Ministro ser
destituido por sus opiniones. Además, los términos usados por el Ministro no
constituyen delito alguno, como muy bien lo analizó el profesor Politoff en la
Comisión.
Se pretende que no puede atribuirse falta de imparcialidad a la Corte
Suprema. No siempre ha sido éste el criterio de la Derecha. Cuando se discutió
la disposición actual del Código Orgánico de Tribunales, a la cual también se
refirió el señor Arnello, que establece la irresponsabilidad de la Corte Suprema
por torcida administración de justicia, el destacado jurista don José Clemente
Fakires, de la Derecha más tradicional de este país, expresó en la sesión
correspondiente de esta Cámara lo siguiente:... "¿Por qué se puede cometer
denegación de justicia? Por amor o por odio. Parece que el señor Diputado por
la Serena cree que el cohecho es lo único que debe castigarse en los miembros
de la Corte Suprema, que sólo así pueden cometer el delito de denegación de
justicia, y que por consiguiente quedan bajo el imperio de la ley común. Pero
no es así, no sólo por cohecho se comete la denegación de justicia, sino por
amor o por odio. Así se puede condenar injustamente a un enemigo, nada más
que por ser enemigo, y se puede dictar una sentencia injusta sólo por
favorecer a un amigo. Es cierto que lo más repugnante es el cohecho; pero no
por eso deja de ser igual delito la denegación de justicia por amor o por odio. "
De tal manera, entonces, que lo que el señor Arnello nos dice es una
opinión que antes no sustentó la Derecha tradicional de este país.
El último cargo del libelo acusatorio consiste en atribuir al Ministro haber
asistido a una reunión con el Fiscal Instructor, el Juez Militar y los abogados
del Gobierno, a fin de presionarlos para que fallaran en determinado sentido.
Esta reunión no existió:
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DISCUSIÓN SALA

Debo decir, también, que el señor Arnello se refirió, muy especialmente,


a la independencia del Poder Judicial.
Quiero dejar en claro que aquí no está en juego la independencia del
Poder Judicial. Los Tribunales fallaron como quisieron. ¿Qué independencia
tiene un Juez de Distrito, un Juez de Subdelegación, un Juez del Trabajo, y
hasta un Juez de Letras de Departamento, para fallar contra los que cuentan
con dinero suficiente para pagar buenos abogados? Aquí no hay un solo acto
del Ministro o del Ejecutivo que atente contra la independencia del Poder
Judicial.
Finalmente, porque tengo que dejar tiempo a otros camaradas de la
Unidad Popular que van a intervenir, debo decir que el señor Arnello se refirió
a la justicia de clases.
Gran insulto considera el señor Arnello que el Ministro haya dicho que en
nuestro país hay justicia de clases, y le reprochó que lo hubiera manifestado,
también, en la Convención de Jueces de Valdivia. Yo estuve en esa
Convención. Pero eso ya lo había dicho la Unidad Popular durante toda la
campaña y, antes que él, lo dijo y lo publicó el Presidente de la Corte de
Apelaciones de Talca, el señor Sergio Dunlop, cuyas opiniones circularon
impresas ese día. En ellas se hace solidario de todas las opiniones del señor
Novoa, en cuanto éste ha combatido enérgicamente a la Corte Suprema por
hacer justicia de clases. Y lo curioso es que el señor Dunlop fue el candidato
del señor Méndez Brañas para el cargo de Presidente de la Asociación de
Magistrados, y con la presión del señor Méndez Brañas resultó elegido.
De tal manera, entonces, que el señor Arnello es más papista que el
Papa, puesto que, allá, el señor Dunlop sostenía esa opinión que nuestro
colega considera injuriosa para la Corte Suprema, el señor Méndez Brañas,
allá, lo propugnaba como candidato a Presidente de la Asociación de
Magistrados.
Nada más.
Concedo una interrupción al señor Naudon.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede hacer uso de una interrupción el señor


Naudon.

El señor NAUDON. —Señor Presidente, el colega que sostuvo la acusación, al


referirse a las razones que la motivaron, dijo que en este Gobierno hay fuerzas
que involucran un peligro para el ordenamiento jurídico. Se refirió a las tomas
de fundos, de poblaciones, a los ataques al Poder Judicial, a una presión ilícita
a los Tribunales, que coarta la libertad para fallar, y a los ataques periodísticos
que, en realidad, no tienen relación alguna con lo actuado por el señor Ministro
de Justicia, acusado en este libelo.
Expresó más adelante que el Gobierno de la Unidad Popular había
adoptado algunas medidas tardías para borrar esta imagen desfavorable con
que se estaba presentando ante el país, y para ello había removido un
gobernador y tomado otras medidas.
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DISCUSIÓN SALA

Manifestó, posteriormente, que creen cumplir con sus obligaciones de


parlamentarios y con su representación popular al presentar esta acusación,
concretando los cargos que se derivan de estos hechos.
En primer lugar, queremos protestar por estas expresiones e ideas,
porque no hay en la Unidad Popular fuerzas que involucren un peligro para el
ordenamiento jurídico. Bien saben los estimados colegas que la Unidad Popular
está fundamentada, en su acción, en un programa común elaborado antes de
la elección del 4 de septiembre, y este programa consulta claramente las
aspiraciones de este gobierno para transformar el Estado capitalista e
individualista en un Estado socialista y democrático. Hay en esta combinación
partidos marxistas y no marxistas, pero todos ellos pretenden un cambio
fundamental y estructural para llegar a este Estado socialista. Nosotros hemos
dicho, muchas veces, que creemos que no hay socialismo sin democracia y que
no hay democracia sin socialismo.
Por eso, estos argumentos con que se pretende fundamentar la
acusación, los estimamos poco valederos y creemos, más bien, que lo que se
quiere es revitalizar al Partido Nacional, definitivamente deteriorado con la
derrota de su candidato el 4 de septiembre y, además, tratar de distraer a la
opinión pública frente a una sentencia del más alto Tribunal de la República,
profundamente censurable.
Si bien es cierto que no podemos afirmar que esta sentencia es
totalmente errada en Derecho, por lo menos sí podemos decir que de la lectura
del discurso pronunciado por el Senador Raúl Morales Adriasola en la sesión
especial del Senado convocada para conocer de los hechos que motivaron la
solicitud de su desafuero, de esta lectura, repito, tranquila e imparcial que uno
puede hacer en la quietud del hogar, uno llega a la conclusión, de la propia
defensa del Senador Morales, que él tuvo participación directa y activa en la
sedición de la que está conociendo la justicia militar, proceso que está
íntimamente ligado al proceso por la muerte del General Schneider.
Me van a perdonar los honorables colegas, pero deseo leer una parte de
esta declaración, que da la medida de la responsabilidad del Senador Morales.
Dice en su discurso:
"Me referiré ahora al famoso pasaje de Julio Antonio Bouchon.
"Olalquiaga no podía viajar, a causa del "atochamiento" de aviones.
Supo que un avión civil comercial de dos motores emprendería vuelo hacia
Argentina. Se le ofreció asiento. Lo fui a dejar a Cerrillos, donde lo despedí. En
la tarde me dijo que, debido al mal tiempo reinante, no pudo atravesar la
cordillera. Me invitó al Crillón. Eran más o menos las 5 de la tarde de un día en
que el Senado se encontraba en sesión. Conversamos algunos minutos. Me
pidió conseguirle dos pasajes, no sólo uno, después de haber agotado las
diligencias en LAN, valiéndose de otras personas. Se trataba de dos pasajes,
ya que el piloto del referido avión se había entusiasmado con la idea de ir
también a Argentina. Desconocía el nombre de ese piloto. Primero por teléfono
y después personalmente, conseguí un pasaje a nombre mío y otro a nombre
de mi amigo Olalquiaga. En el primer caso lo hice a nombre mío, naturalmente,
porque ciertas empresas, al igual que determinados jefes de servicios,
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 111 de 148

DISCUSIÓN SALA

atienden en forma mucho más gentil cuando viaja un parlamentario que


cuando presenta un recomendado. Lo acompañé a Pudahuel, donde se hizo el
cambio de pasajes. "
Esta es una parte del discurso. Resulta que el piloto del avión era el
señor Bouchon, y la otra persona el señor Olalquiaga. De este discurso se
desprende, indiscutiblemente, y tomado esto con serenidad, la culpabilidad y
responsabilidad del Senador Raúl Morales, lo que debió determinar su
desafuero...

El señor SCARELLA. — ¡Se equivocó de sesión!

El señor NAUDON. —... para poder seguir investigando este delito de sedición.
Porque, precisamente, no ha sido el indulto, como en el caso de los miristas, el
que ha impedido propiamente una investigación, sino que en este caso a que
me refiero, fue el fallo de la Corte Suprema el que ha dejado en la impunidad a
los autores del delito de sedición y, en, parte, a los que causaron la muerte del
General Schneider.

El señor AMUNATEGUI. — ¡Eso es lo que supone usted!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor PALESTRO. — ¡Si son sinceros, contesten eso!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor PALESTRO. — ¡Sean francos alguna vez!

El señor NAUDON. —Señor Presidente, el señor Ministro de Justicia ha sido


acusado por haber dictado un decreto de indulto. Este es el primer capítulo de
la acusación redactada por el colega señor Arnello, quien la sostuvo en esta
Cámara.
Se han analizado profundamente, tanto por el Diputado informante
como por los demás colegas que han intervenido, incluso, por el propio señor
Arnello y por el señor Ministro de Justicia, los aspectos legales que hacen
procedente o improcedente el indulto, según el criterio de cada uno. Pero hay
un hecho que no se ha destacado en esta Honorable Cámara y que dice
relación con la propia administración de justicia. Porque a los Tribunales de
Justicia, si hubieran estimado ilegal el decreto de indulto, les bastaba con no
haberlo aplicado y haberlo rechazado. Y esta no es una tesis que yo sostenga
porque a mí se me ocurra, sino que la sostienen los autores de Derecho.
Voy a leer, respecto de esta materia, lo que expresa el profesor
Alejandro Silva Bascuñán. En la parte pertinente —para no cansar a los
colegas— dice: "Los tribunales simplemente niegan, pues, valor jurídico a la
ordenación suprema que se opone a la Constitución o a la ley.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 112 de 148

DISCUSIÓN SALA

"Así se ha declarado que carece de fuerza legal y no debe aplicarse el


precepto de un decreto supremo que es contrario a la respectiva ley (Corte
Suprema: 17 de octubre de 1934). ". Y hay otra sentencia más que se cita.
De manera, señor Presidente, que si, en realidad, los Tribunales de
Justicia hubieran estimado que se les estaba privando de su facultad
jurisdiccional, podían haber rechazado este decreto de indulto por ilegal, y no
haberlo aplicado. Si lo aceptaron es, simplemente, porque estiman procedente
el indulto, aun cuando haya juicio pendiente, como lo afirman y sostienen
muchos autores de Derecho.
Es preciso considerar, en relación con el primer capítulo de la acusación,
que lo dicho por el colega señor Arnello está demostrando que ésta es una
materia controvertida: la procedencia o improcedencia del indulto particular
habiendo juicio pendiente; y si es controvertida, en ese caso, no procede la
acusación constitucional, porque no se sabe exactamente cuál es el alcance
jurídico que tiene el precepto constitucional contenido en nuestra Carta
Fundamental.
Por eso, la Corte de Apelaciones de Valparaíso, conociendo el año 1939
un indulto, en un fallo de mayoría que ha sido citado aquí, dice: "Que es
evidente que el citado Nº 5º del artículo 438 del Código de Procedimiento
Penal, comprende también la gracia del indulto que se acordare al reo durante
la tramitación de la causa, sin que pueda decirse que al referirse él a los
motivos designados en el artículo 93 del Código Penal, éstos son los otros que
procedan mientras se encuentra pendiente la tramitación del proceso, con
exclusión de aquella gracia, ya que el mismo Código de Procedimiento Penal,
más adelante, establece en su artículo 469, en forma expresa, que debe
sobreseerse cuando se declare haber lugar, entre otras, a la excepción de
previo y especial pronunciamiento comprendida en el Nº 6º del artículo 461,
que se refiere, precisamente, a la amnistía o indulto".
Es un fallo de mayoría que aceptó el indulto particular durante la
tramitación de proceso, lo cual demuestra, y lo reitero, que es una materia
controvertida, como lo reconocen don Eduardo Novoa Monreal, en su obra aquí
citada,...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a los señores Diputados guardar


silencio.

El señor NAUDON. —... el tratadista don Alejandro Silva Bascuñán y autores de


Derecho Penal.
Cabe destacar, en este caso, que esta facultad de indultar habiendo un
juicio pendiente existe actualmente en la legislación de los Estados Unidos de
Norteamérica y en la de Inglaterra, donde, según algunos, la democracia es
más pura, aun cuando nosotros sostenemos que es menos democrática de lo
que debiera ser y de la que aspiramos tener en Chile.
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DISCUSIÓN SALA

Señor Presidente, corrobora lo que he dicho un proyecto de reforma


constitucional aprobado por el Senado, en el cual se pretendió agregar a la
disposición constitucional que el indulto debe concederse en conformidad a la
ley, porque, tal como está redactado, el precepto constitucional no tiene otra
restricción que la autolimitación que se imponga el propio Poder Ejecutivo en el
Reglamento de Indultos, el que fue modificado para hacer posible el indulto de
los miristas a los cuales se refiere la acusación. Esto es en lo que se refiere al
indulto mismo. Las otras razones de Derecho las han examinado en
profundidad los colegas que han intervenido anteriormente.
En cuanto a las críticas hechas por el señor Ministro de Justicia, se ha
dejado a salvo el derecho a crítica que tiene toda persona; pero como se ha
pretendido aquí configurar el delito en base a lo que él ha expresado, tenemos
que hacer presente que todos los profesores de Derecho, especialmente don
Eduardo Novoa, sostuvieron que éste es un delito en contra de personas, y
para ello es preciso que se indique una determinada persona, haciéndola
objeto de un de nuestro, de una difamación o de una calumnia. El señor
Ministro de Justicia se ha referido a la justicia, en general, y no a una persona
determinada. Ha hecho mención a la Corte Suprema, pero no se ha referido a
los señores Ministros, en particular. Además, como he dicho, es una crítica.
Por eso, este cargo de la acusación debe desestimarse, de igual manera
que el último capítulo, porque no ha sido probado; incluso ha sido negado por
personas en quienes tenemos plena fe.
Estas razones nos llevan a los Diputados radicales y al Partido Radical a
rechazar la acusación, sin perjuicio de dejar perfectamente en claro que
nosotros defenderemos, en todo momento, la independencia del Poder Judicial.
Pero queremos un Poder Judicial que, en realidad, aplique justicia, como la
necesita el pueblo.
Nada más, señor Presidente, y devuelvo la palabra al señor Tejeda.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. —El señor Leighton me ha solicitado una interrupción, y se la


concedo con el mayor agrado.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Puede hacer uso de la interrupción el señor


Leighton.

El señor LEIGHTON. —Señor Presidente, ante todo debo agradecer a los


Partidos de la Unidad Popular esta interrupción que me han concedido.
Nosotros, los democratacristianos, habíamos pensado que era fácil
encontrar en la Cámara una solución muy clara y muy democrática para la
situación en que está debatiéndose la acusación constitucional. A pesar de que
el Reglamento es la norma principal y fundamental del funcionamiento de la
Cámara, esperábamos se hubiera dado un tiempo especial a nuestro partido
para exponer su posición política,...
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DISCUSIÓN SALA

El señor MONCKEBERG. — ¿Cuál es?

El señor LEIGHTON. —... para fundamentar, como voy a hacerlo yo, la


abstención nuestra en esta votación. Desgraciadamente, no hubo acuerdo, por
oposición del Partido Nacional, a esta solución que nos pareció la más lógica y
la más democrática.
Ellos están en su derecho para oponerse, pero nosotros estamos
también en nuestro derecho para agradecer a la Unidad Popular, que ha tenido
esta deferencia con nosotros, y para demostrar al país que aquí no siempre se
usan los mejores procedimientos que lleven a una mayor armonía y a una
mejor expresión del pensamiento de los miembros de esta Cámara...

El señor PALESTRO. — ¡Por eso, nunca hay que andar con malas amistades!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor LEIGHTON. —Los democratacristianos, señor Presidente hemos


estudiado a fondo el problema planteado con esta acusación, porque, como
todos los partidos aquí presentes, hemos considerado que una de las
atribuciones más importantes que tiene la Cámara de Diputados es la de
pronunciarse sobre las acusaciones que hagan diez señores Diputados contra
algunos de los señores Ministros de Estado por las causales que señala la
Constitución.
En este caso particular, hemos estimado que algunos de los
fundamentos que se han sostenido para formular esta acusación no tienen
consistencia. El tercero de los capítulos —creo que los propios Diputados
acusadores tampoco lo han mantenido— es, evidentemente, falto de
fundamento. Todo se basaba en una comunicación, cuya veracidad quedó
desvirtuada en la Comisión.
El segundo capítulo: la supuesta participación del señor Ministro de
Justicia en una actuación contraria a la independencia del Poder Judicial, que
envolvería, aún más, expresiones injuriosas de parte de ese Secretario de
Estado para los señores miembros de la Corte Suprema, hemos pensado que
tampoco es fundamento de acusación, porque el señor Ministro ha dejado
claramente establecido que él no hizo otra cosa que usar de su derecho a
crítica, invocando, para fundamentar este derecho, las propias palabras del
señor Presidente de la Corte Suprema y, además, dando una explicación
caballerosa respecto del alcance real que textualmente, por lo demás, tenían
sus palabras.
El primer fundamento de la acusación, que se refiere a la dictación de un
decreto de indulto a través de un decreto de insistencia, el Partido Demócrata
Cristiano considera que envuelve una ilegalidad. Lo ha dicho nuestro
Presidente, el Senador señor Irureta, y lo dice también la declaración del
Partido. Pero, además, nosotros pensamos que no basta una ilegalidad para
que pueda fundamentarse una acusación. Creemos que la ilegalidad debe ser
de cierta gravedad, de cierta cuantía que, a nuestro juicio, no la ha tenido la
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 115 de 148

DISCUSIÓN SALA

ilegalidad cometida por el señor Ministro. Y todavía más, aun en ese caso, en
la hipótesis de ser una ilegalidad grave, pensamos que la facultad de la
Cámara se mantiene intacta para hacer la acusación ante el Senado o para no
formularla.
Para acusar a un Ministro necesitamos fundar jurídicamente la
acusación, pero para pronunciarnos sobre ella podemos tener otros motivos,
porque no sólo por motivos jurídicos se acusa a un Ministro. Pero es facultad
de la Cámara, no es una obligación, llevar o no a los señores Ministros al banco
de los acusados, ante el Senado de la República. No es obligación hacerlo,
como expresamente lo dice la Constitución cuando habla de las atribuciones
exclusivas de la Cámara de Diputados.
Por eso nosotros no vamos a votar a favor de esta acusación, aun
cuando podríamos aceptar, y aceptamos, la ilegalidad de algunas de las
actuaciones del señor Ministro, porque aquí hay un problema más importante
que esta ilegalidad. Precisamente aquí es donde el problema político incide en
el problema jurídico.
¿Por qué actuó el señor Ministro en la forma en que lo hizo? ¿Lo hizo
para cometer un atropellamiento de las leyes? ¿Lo hizo para infringir la
Constitución? No, señor Presidente. Claramente lo hizo por servir una política,
cuya responsabilidad suprema reside en el Presidente de la República. De ahí
la razón que nosotros hemos tenido para señalar no al Presidente de la
República como el principal "culpable" de estas actuaciones, como en mala
forma se ha interpretado nuestro criterio a través de algunas versiones...

El señor MONCKEBERG. — ¡Qué bueno!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor LEIGHTON. — Yo puedo concederle una interrupción, señor


Monckeberg, aunque sea a costa de mi tiempo.

Un señor DIPUTADO. — No puede concederla porque está haciendo uso de una


interrupción.

El señor MONCKEBERG. — Por eso la ofrece.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Señores Diputados, ruego a Sus Señorías


guardar silencio.

El señor LEIGHTON. —Si pudiera, lo haría con mucho gusto, porque...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor LEIGHTON. —... creo que es preferible sacrificar el tiempo antes que
la claridad de una exposición.
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DISCUSIÓN SALA

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor ARNELLO. — Ya conocemos su pensamiento, señor Palestro, así que


tranquilito.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Señores Diputados, ruego a Sus Señorías


evitar los diálogos.
Puede continuar el señor Leighton.

El señor LEIGHTON. — Pensamos que aquí en la Cámara, tenemos que resolver


un problema mucho más grave que el problema jurídico de la acusación. El
Presidente Allende ha planteado al país una política y esa política debemos
juzgarla. El ha dicho que para obtener la paz necesita incorporar a la
normalidad de nuestra vida democrática a todo un conjunto de hombres,
principalmente de hombres jóvenes que, a su juicio, no son delincuentes
comunes, sino personas con criterio, en muchos casos extraviado; pero, al fin,
criterios que no pueden concebirse como delitos comunes. Entonces ha
manifestado: "Yo quiero incorporar a estas personas a la vida democrática de
mi país, porque tengo confianza en que esta democracia chilena es capaz de
contar con estos jóvenes que han andado por un camino distinto. Y para
probar la voluntad de mi Gobierno, yo los indulto, aun usando este
instrumento extraordinario que es el decreto de insistencia", usado en este
caso, como en otros, frente a la discutibilidad de un precepto legal.
Y ahí está, a mi juicio, el problema que la Cámara está resolviendo esta
noche. Nosotros lo resolvemos sin votar la acusación, porque no la creemos
importante para abordar el fondo del problema político planteado por el
Presidente de la República. El ha dado la razón de su actuación: la pacificación
de nuestro país y la incorporación a nuestra vida democrática de ese sector de
la juventud chilena. El fondo de ese pensamiento lo compartimos.
Nosotros, que muchas veces hemos sido objeto de burlas, sobre todo
ahora mismo, porque se nos cree indecisos, porque no nos sumamos a la
posición de ellos, tenemos en esta materia una posición política muy clara.

El señor MONCKEBERG. — ¡No pierda la tranquilidad!

El señor LEIGHTON. —Yo no pierdo la tranquilidad, señor Diputado.

El señor MONCKEBERG. —La va a perder.

El señor LEIGHTON. —No la pierdo; no tenga ningún temor, porque no voy a


perderla. En esta materia tengo bastante experiencia. Una experiencia más
larga que la suya.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor LEIGHTON. —Además, hemos nacido hace 35 años...


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DISCUSIÓN SALA

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor MONCKEBERG. — ¡Qué jóvenes!

El señor LEIGTHON. —... a la vida política, señor Diputado, como Partido, pero
tengo 40 años bien vividos en la política de Chile, a través de los cuales he
podido ver cómo se han venido convirtiendo a nuestra democracia, de todos
los bancos de esta Cámara, elementos que antes anduvieron en extravíos aún
mayores que los miembros del MIR en esta hora.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Ruego a los señores Diputados guardar


silencio!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor MONCKEBERG. — ¿Qué dice el Ministro de Salud?

El señor ARNELLO. — ¿Qué dice el Ministro de Salud del nacismo?

El señor PALESTRO. —Yo a Su Señoría lo vi con uniforme naci y con el brazo


así en alto.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Señores Diputados, les ruego respetar el


derecho del señor Leighton!
Puede continuar Su Señoría.

El señor LEIGHTON. —Me alegro mucho de esta reacción.

El señor MONCKEBERG. — ¡Qué bueno!

El señor LEIGHTON. — Claro que es bueno, porque es lo que necesitamos en


nuestro país, como necesitamos que se reconozca lo que han sido estos 40
años de desenvolvimiento democrático en Chile, sucesores de más de 100
años en que también hubo una democracia, con muchos defectos y
limitaciones, pero que ha sido un ejemplo para América y acaso para el
mundo.
De ese antecedente, deducimos nuestro acuerdo con la política
fundamental del Presidente Allende en esta materia. Habríamos preferido que
usara otro instrumento para realizarla, como habría sido enviar al Senado, de
acuerdo con el precepto constitucional, un proyecto de amnistía,...
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DISCUSIÓN SALA

—Hablan varios señores Diputados a la, vez.

El señor LEIGHTON. —... que habríamos apoyado con nuestros votos. El ha


preferido este otro camino. Tiene derecho a hacerlo.

El señor MONCKEBERG. — ¡Claro, si es el Presidente!

El señor LEIGHTON. — ¡Yo no sé qué objeto tiene hacer chacota de estas


cosas, que son tan serias!

El señor PALESTRO. — ¡Lo mismo digo yo!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor LEIGHTON. — ¡Yo no me lo explica!


El doctor Monckeberg, nuestro querido colega, es un hombre que
anduvo en otras tiendas hace algunos años.

El señor PALESTRO. — ¡A ver! ¿Cómo es eso?

El señor MONCKEBERG. — ¿En cuáles tiendas?

El señor LEIGHTON. —Pero afortunadamente ha llegado a la del Partido


Nacional, con la misma lealtad que antes sirvió a las otras. Yo creo que esta
evolución la necesitamos todos los chilenos. Así como él llegó del nacismo a la
democracia, ¿por qué no pueden llegar a la democracia estos otros hombres
del MIR, que, a mi juicio son una especie de nazistas de izquierda?

El señor MONCKEBERG. —Así como llegó Oscar Jiménez.

El señor LEIGHTON. — Posiblemente como Oscar Jiménez.

El señor UNDURRAGA. — ¡Oscar Jiménez no robó nada! ¡Nunca asaltó un


Banco!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor UNDURRAGA. —Oscar Jiménez no asaltó un Banco.

El señor SALINAS (don Edmundo). — Ustedes han asaltado 160 años a Chile.

El señor PALESTRO. — Nunca asesinaron a nadie como ustedes...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.


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DISCUSIÓN SALA

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Señores Diputados, les ruego guardar


silencio.
Señor Leighton, le ruego continuar con su exposición.

El señor LEIGHTON. —Esta ha sido la historia del país en estos últimos años. Y
queremos contribuir a que el Presidente de la República pueda continuarla. Por
eso concordamos con él en este propósito fundamental, pero hemos querido
señalar la arriesgada gravedad de esta política del Presidente Allende.
Tenemos confianza en que la servirá hasta el final, porque lo hemos visto
actuando lealmente como demócrata a lo largo de más de 40 años de vida
política de nuestro país, porque tenemos la esperanza de que los favorecidos
con su actuación sean leales a nuestra democracia.
Por eso, con toda franqueza, y alegrándonos mucho de que esté
presente el señor Ministro del Interior —cuya política clara y firme; difícil; más
de alguna vez dramática, nos satisface plenamente—, esperamos que estos
jóvenes se incorporen a nuestra democracia, que no sigan siendo los autores
de los principales peligros que hacen correr a la democracia chilena cuando
plantean la necesidad de suplantar el poder legítimo que ahora nos rige por
otro que ellos harían lo posible por crear, porque con esa actuación de los
grupos subversivos están levantando en el otro extremo a quienes también
persiguen lo mismo. Nosotros sabemos que son como vasos comunicantes
estas posiciones antidemocráticas extremistas en los países como el nuestro.
No es la primera vez que las tenemos en Chile. Más de una vez las hemos visto
ser superadas por la voluntad de la gran masa del pueblo chileno, que quiere
vivir en democracia, en justicia, en renovación y en libertad.
Por eso los democratacristianos creemos que cumplimos un deber en
nuestro país. No creemos ser los únicos, pero exigimos para nosotros el
respeto, porque esta conducta que ahora tenemos es la que tuvimos siempre:
cuando éramos pequeños, cuando, como hace veintiséis años atrás, éramos
cuatro Diputados en esta Sala, como ahora que somos cincuenta y cinco, aun
cuando seamos menos de lo que fuimos en el período anterior, porque así son
los avatares de la política y de la vida. Pero para eso estamos y tenemos la
responsabilidad suficiente para afrontar las críticas menudas y mezquinas por
que no tomamos parte en este conflicto, que nos parece limitado, de votar por
sí o por no una acusación constitucional, aun cuando se acepte que tenga
algún fundamento, discutible o no, desde el punto de vista jurídico. Creemos
que nuestro país necesita algo más que eso: necesita que el Presidente de la
República sepa que cuando él, varonil, leal y patrióticamente, asume la
responsabilidad de estos actos, como por una extraña casualidad lo hacía en
un mitin de La Serena, en el mismo instante en que nosotros hacíamos recaer
sobre él esa responsabilidad, hay un partido que está en la oposición, que
critica muchos de sus actos, esperando que los rectifique, como más de alguna
vez lo ha hecho —y como lo ha hecho, especialmente, el señor Ministro del
Interior en casos que se recordaron en esta Sala. Pero también, cuando todo
esto ocurre, sepa que cuenta con nosotros, porque deseamos que Chile siga
siendo una república más democrática cada día; sepa que compartimos su afán
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DISCUSIÓN SALA

de incorporar a los elementos trabajadores —que el Gobierno anterior empezó


a extender en su organización sindical, campesina y poblacional— en los
nuevos cuadros de un Estado nuevo para una nueva sociedad; sepa que todo
su empeño y su afán por incorporar a la juventud en esta gran tarea lo
compartimos, porque tenemos confianza, pero —Dios no lo quiera— si algún
día las cosas son de otro modo, que sepa también dónde estaremos nosotros.
Nada más.

—Aplausos.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. — El señor Sabat me ha pedido una interrupción.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede hacer uso de la interrupción el señor


Sabat.

El señor SABAT. — Señor Presidente, como Diputado socialista y miembro de la


Comisión de Acusación Constitucional, hago uso de la palabra para definir
algunos aspectos jurídicos y políticos que deben quedar perfectamente claros
en esta discusión, y que servirán para que los señores Diputados, en el
derecho que les asiste de votar el libelo acusatorio, no tan sólo consideren el
acuerdo del partido que representan, sino las válidas razones que me permito
exponer.
Jurídicamente, la acusación presentada por el Partido Nacional no
resiste, a la luz de claras disposiciones constitucionales y de los Códigos que
rigen la materia, la seriedad que debe reunir una acusación.
En efecto, el artículo 72 de la Constitución Política del Estado, en su Nº
12, faculta al Presidente de la República, dentro de sus actos, como Poder
Ejecutivo, para dictar indultos particulares. Ello implica un derecho privativo
del Presidente de la República; una facultad propia de su calidad de
gobernante. Ahí está la esencia de ese derecho, de esa facultad ejecutora, que
se encuentra confirmada por numerosas disposiciones de procedimiento penal,
que cuando se refieren al sobreseimiento definitivo, cuando señalan como una
de las causales de previo y especial pronunciamiento, el indulto significa que la
responsabilidad penal se extingue por el indulto, y que en ese preciso
momento jurídico existe un proceso en contra de una persona respecto de
quien se pone término a su responsabilidad mediante el indulto, contemplado
como una de las causales de extinción de responsabilidad penal.
Por otra parte, existen numerosos antecedentes jurisprudenciales y de
costumbre política, como los de la época del Gobierno de Pedro Aguirre Cerda,
de Carlos Ibáñez del Campo y de Gabriel González Videla, en que dichos
mandatarios hicieron uso del precepto constitucional referido, esto es, el
artículo 72, no 12, de lo Constitución Política, en que también había procesos
pendientes, no ejecutoriados, y nadie, absolutamente nadie, se atrevió a decir
entonces que el Presidente o el Ministro de Justicia fueran responsables de un
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DISCUSIÓN SALA

atropello a la Carta Fundamental. Se trata tan sólo de una acusación que tiene
un sentido de crítica al Gobierno Popular. Pero los acusadores han chocado
contra la mayoría de los chilenos y contra toda una jurisprudencia y costumbre
que nos dan la razón.
Sin embargo, no he levantado mi voz para expresar razones de derecho
que me asistieron al impugnar la acusación, sino motivos políticos, que creo
pesan suficientemente en la ciudadanía, a fin de que el mandatario de todos
los chilenos pueda, además de su derecho constitucional, considerar un
decreto de perdón para los procesados.
Las personas indultadas formaban o forman el MIR, movimiento que
emerge en Chile dentro de los sectores jóvenes, como un acto de rebeldía
contra la permanente violencia de los sectores de la Derecha, que con el abuso
y la explotación crean, en la lucha de clases, un factor que permite la
existencia y nacimiento del MIR. Son los Diputados que representan la
Derecha, que hoy levantan la voz como acusadores, los que dieron fe de
bautismo a este movimiento revolucionario de jóvenes que buscan en la
clandestinidad su domicilio, y en la lucha implacable contra la conspiración y la
explotación, su razón de existencia.
Hoy día, cuando es un Gobierno Popular el que dirige los destinos de
este país, corno brillantemente lo hace nuestro compañero Salvador Allende,
tenían que volver a los cauces de la normalidad aquellos jóvenes que todo lo
abandonaron —su profesión, sus mujeres, sus hijos— para lanzarse en contra
de los explotadores; deben ellos volver a este Chile Nuevo que emerge desde
las manos de los trabajadores, para que entreguen también su experiencia, su
capacidad a esta lucha que sólo se detendrá con la implantación del socialismo,
que es la verdadera democracia.
Nada más, señor Presidente.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. —El señor Schnake me ha pedido una interrupción.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede hacer uso de la interrupción el señor


Schnake.

El señor SCHNAKE. —Señor Presidente, aunque pudiera parecer majadero,


quisiera recordar y resumir brevemente aquellos aspectos jurídicos relevantes
de esta acusación constitucional. Ello, como verán Sus Señorías, tiene una
razón bastante de peso.
Se ha acusado al señor Ministro de Justicia, compañero Lisandro Cruz
Ponce, por tres acápites diferentes. Partiré por el último para terminar en el
único al cual se le ha podido dar algún viso de legalidad.
Se acusa al Ministro por el incumplimiento de sus deberse
constitucionales y legales, al no haber denunciado oportunamente reuniones
de altos Jefes del Estado Mayor del Ejércitos, abogados y políticos. Los propios
acusadores, recogiendo lo que dijeran, debieron reconocer lo infundado de esta
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 122 de 148

DISCUSIÓN SALA

acusación, por la inexistencia de los hechos denunciados. Primera parte de la


acusación, carente de fundamentos, como ha sido reconocido por ellos
mismos.
Se acusa al compañero Ministro de Justicia por inobservancia de las
leyes, al dejar sin cumplir la Ley sobre Seguridad Interior del Estado, que lo
obligaría a requerir al Ministerio Público por haber sido gravemente injuriados y
calumniados altos miembros del Poder Judicial. Lamentablemente para los
señores acusadores, la Ley de Seguridad Interior del Estado no hace recaer en
el Secretario de Estado a quien acusan obligación legal de ninguna naturaleza
en este sentido. En otras palabras, se le acusa por no haber observado una ley
cuyo cumplimiento no era obligación de él.
En tercer término —y es el primer capítulo de la acusación—, se le acusa
por haber firmado un decreto de insistencia mediante el cual se concedió el
indulto a reos procesados, dejando de cumplir lo que los acusadores señalan
como obligación legal, reos que debieran haber sido condenados por sentencia
a firme para que hubiera podido proceder el indulto.
Estaría de más, tal vez, recordar las expresiones de los colegas que me
han antecedido en el uso de la palabra para demostrar la carencia real de
fundamento de la acusación también en este aspecto. Debería estar de más
con el solo tenor del artículo 72, Nº 12, de la Constitución Política del Estado,
que, sin restricción de ninguna naturaleza, entre las atribuciones privativas del
Jefe del Estado, entrega la de conceder indultos particulares. Estaría demás
recordar todas las disposiciones tantas veces repetidas esta noche, que yo creo
que las han memorizado cada uno de los señores parlamentarios, como la
disposición del artículo 93, Nº 4, del Código Penal, que se refiere
precisamente, al indulto como causal de extinción de la responsabilidad penal y
que sólo fija, porque era lo único que podía fijar entre sus efectos, aquellos
que corresponden al condenado, y no al procesado, porque los efectos del
indulto en procesados se desprenden del propio contexto de la ley; o el artículo
408, Nº 5, del Código de Procedimiento Penal; o el artículo 433, Nº 6, de este
mismo cuerpo legal, que, de manera clara e irredargüible, establece la forma
de operar del indulto respecto a aquellos que se encuentran procesados y no
condenados; o recordar, como lo han recordado los señores parlamentarios
para fundamentar su acusación, el decreto que reglamenta los indultos, pero
olvidando, naturalmente, como no podían dejar de hacerlo, que el decreto 3.
590 sólo se refiere, en cuanto a las limitaciones que impone, a la solicitud que
pueda hacer el interesado en la gracia del indulto, a la limitación que respecto
de ese afectado podía establecer, porque mal podía limitar la facultad del
Presidente de la República, ya que habría transgredido la Constitución, que es
amplia y no lo limita.
He querido hacer este breve resumen y este breve recuerdo acerca de
los fundamentos, o mejor dicho, de la falta de fundamentos jurídicos de la
acusación constitucional, con un objeto muy claro y muy simple: demostrar
que tal vez nunca en la historia de esta Corporación una acusación
constitucional había tenido tan clara y marcadamente un fondo exclusivamente
de carácter político, en el cual ni siquiera se tuvo el buen cuidado de buscarle
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DISCUSIÓN SALA

un fundamento jurídico adecuado que hubiera permitido darle un viso siquiera


de legalidad. Creo que en las palabras del señor Arnello y en las palabras del
representante de la Democracia Radical se encuentra el fundamento real de
esta acusación, y ello sí que es grave.
Decía el señor Arnello que en la Unidad Popular, o mejor dicho, la
Unidad Popular en sí era potencialmente peligrosa, que había dentro de ella
fuerzas que por sí involucraban un riesgo al derecho constituido, al derecho
establecido. Creo que, mirada desde el punto de vista del señor Arnello,
mirada particularmente desde el punto de vista del Partido Nacional, la
afirmación del Diputado de los bancos contrarios es efectiva y es cierta. Creo
que es cierta mirada desde el punto de vista de ellos, porque es evidente que
no sólo hay fuerzas, sino que todo el conjunto de la Unidad Popular es un
riesgo natural y permanente contra el derecho constituido que ellos desean
defender, contra el derecho que consagra la injusticia, contra el derecho que
trata de mantener el "status", que trata de mantener un sistema de miseria y
de presión para algunos, de enriquecimiento ilícito para los menos.
Evidentemente que todo el conjunto de la Unidad Popular en sí es un riesgo
para ese derecho que ellos siguen pretendiendo amparar y que terminarán
siempre tratando de defender, porque están defendiendo su propia existencia,
basada en el lucro, basada en la explotación, basada, en el fondo, en la miseria
de las grandes mayorías nacionales.
Decía el Diputado nacional —y forma parte del fondo de esta acusación
constitucional— que en el curso de los últimos meses hemos ido deteriorando
la convivencia democrática. A mí no me cabe duda de que, mirado desde el
punto de vista de clase del Partido Nacional, este hecho también es cierto.
Efectivamente, hemos ido deteriorando la convivencia democrática. No me
cabe ninguna duda de que deterioramos la convivencia democrática a que ellos
estaban acostumbrados, cuando hacemos todo lo posible por expropiar, por
ejemplo, la banca privada; cuando intervenimos el Banco Edwards para sacar a
la luz pública los sucios negociados que les cuestan al país y a los depositantes
de ese banco millones de dólares; o cuando intervenimos cualquier otra
institución bancaria que, en las mismas condiciones, lo único que ha hecho ha
sido lucrar para sus dueños, para un pequeño grupo de privilegiados.
No me cabe duda que también estamos destruyendo la convivencia
democrática como ellos la han entendido a lo largo de muchos años, cuando
expropiamos industrias que explotaban a los obreros o que se mantenían
paralizadas artificialmente, como la industria de paños en Concepción, como la
Lanera Austral, como Purina o como tantas otras.
No me cabe duda de que estamos destruyendo la convivencia
democrática a que ellos estaban acostumbrados, cuando tratamos de que el
campo produzca por las manos de los trabajadores y también para los
trabajadores, y no sólo lo haga para explotar a los campesinos y para hacer
que los dueños, pequeños privilegiados, paseen su ocio por Europa.
Evidentemente que está inserto en la filosofía de la Unidad Popular
destruir ese tipo de convivencia democrática que tanto les gusta, de la cual
tanto precisan y por la cual quisieran luchar para mantenerla, porque es la
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DISCUSIÓN SALA

convivencia democrática que por años y años ha permitido que unos pocos se
enriquezcan hasta la saciedad y que muchos millones de chilenos carezcan de
vivienda, carezcan de alimentos, carezcan de vestuario, es decir, sean
verdaderos parias, al margen del progreso social.
Esa es la convivencia democrática que estamos tratando de destruir y
que, no les quepa duda, vamos a destruir, con el apoyo de las masas
populares, con el apoyo del pueblo de Chile. Y hay más. Yo diría...

El señor MONCKEBERG. — Estamos listos.

El señor SCHNAKE. —Ojalá estuvieran listos Sus Señorías. El pueblo lo


aplaudiría mucho.
Yo diría que, en el fondo, en las palabras de los parlamentarios
nacionales y en la actitud de ellos, hay la expresión de una táctica bastante
habilidosa, pero que no termina por engañar a nadie. Plantean con gran
escándalo este desprestigio de que la Unidad Popular trata de hacer objeto a la
Justicia. Como si fuera algo extraordinariamente escandaloso, echan a sonar
las campanas a rebato porque nosotros criticamos a la Corte Suprema y
expresamos que la Justicia en Chile tiene carácter clasista. Dicen que,
realmente, esto no se puede decir, que esto es calumniar a la Corte, es
calumniar a la Justicia en Chile, es caer en la antidemocracia.

El señor MONCKEBERG. — Así es.

El señor SCHNAKE. —¿O es que acaso, para los nacionales, las instituciones en
Chile son inmutables y quieren volver a la vieja época del Derecho Natural y
pensar que las cosas nacen y quedan estáticas? ¿O es que se olvidan de que la
historia camina hacia adelante y de que si nunca nadie hubiera criticado los
fundamentos de una sociedad y si los pueblos no hubieran actuado para
cambiar los fundamentos de esa sociedad, estaríamos viviendo como los
primates en la época de las cavernas?
¡Cierto que criticamos a la justicia chilena! ¡Cierto que decimos que es
una justicia de clases, porque lo es, efectivamente, y porque defiende a una
clase oligárquica, mentalmente pequeña y moralmente castrada; porque
defiende los intereses de unos pocos, porque el pobre no tiene acceso a esa
justicia, porque el pueblo realmente está al margen de ella; porque ha sido la
justicia que ha servido para mantener los privilegios!
¡Cierto que la criticamos y que pretendemos cambiarla! Pretendemos
cambiarla, y lo vamos a hacer, a través de los propios instrumentos que las
leyes, en estos instantes, nos entregan. Y la vamos a cambiar con el empuje
de la clase trabajadora.
¡Es cierto que la criticamos! Y aún dentro de los marcos de la
democracia formal en que todavía vivimos, y aún dentro de los marcos de la
legalidad institucional que en estos instantes persiste, podemos criticarla y
podemos plantear doctrinariamente, ideológicamente, nuestra actitud en
contra de ella, sin infringir la ley.
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DISCUSIÓN SALA

¿Qué se pretende cuando se arma este escándalo frente a la crítica y


cuando se pretende desconocer el derecho de un Ministro de Estado para
criticar en su calidad de ciudadano de este país, las decisiones equivocadas
que, en un momento determinado, pueda adoptar otro Poder del Estado? En el
fondo, lo único que se trata de hacer, con una habilidad que, felizmente, el
pueblo descubre rápidamente, es ir preparando la defensa de todo este
sistema, ir desprestigiando las acciones y actitudes destinadas a cambiar el
sistema, atemorizar a quienes tratan de cambiarlo. Creen que por la
circunstancia de acusar al Ministro de Justicia de un Gobierno popular, de un
Gobierno del pueblo porque ofendió —según ellos— a la Corte Suprema, ese
Gobierno va a dejar de enviar los proyectos de leyes o de reformas
constitucionales que signifique cambiar toda la estructura jurídica de este país,
estructura jurídica obsoleta, estructura jurídica de clase, que no representa a
nadie en este instante.
Pero los señores parlamentarios nacionales deben saber que esas
artimañas no nos atemorizan ni nos importa la crítica, ni nos habría importado,
inclusive, y lo digo con plena conciencia, que hubieran caído uno o diez
Ministros por acusaciones constitucionales de mala fe y mal intencionadas. No
nos habría importado persistir en el camino de cambiar las estructuras
jurídicas de nuestra Patria ni menos nos habría importado para cambiar
estructuras fundamentales como las de la tenencia de la tierra, del sistema de
propiedad y de la dependencia extranjera. Y cualesquiera que sean los
embates que suframos de los partidos de la Oposición, de los sectores
oligárquicos de este país, de los dependientes y colonos mentales del
imperialismo norteamericano en Chile, seguiremos en la misma forma
haciendo la reforma constitucional para que el cobre sea chileno, haciendo que
la banca pase al Estado para servir los auténticos intereses del pueblo,
haciendo una reforma agraria en profundidad, terminando con la dependencia
de Chile.
No sólo no creemos en artimañas sino que, tal como ellos nos tratan de
advertir con sus triquiñuelas jurídicas, así también estamos en el derecho y la
obligación de advertirles que, por sobre las triquiñuelas legales, está la
movilización de todo un pueblo que no está dispuesto a tolerar, que no está
dispuesto a permitir que se le arrebate un triunfo, que se le arrebate su
legítima posibilidad de ser Gobierno y de ser Poder, que se le arrebate su
legítima posibilidad de, alguna vez en la historia, llegar a su bienestar y a una
justicia distributiva social, real y auténtica.
Nada más.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Puede continuar el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. — El señor Julio Silva Solar me había pedido una


interrupción, señor Presidente, y se la concedo.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Puede usar de la interrupción el señor Silva.


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DISCUSIÓN SALA

El señor SILVA (don Julio). — Señor Presidente, es probable, desde el punto de


vista de la doctrina y de la opinión de los tratadistas, que la tesis que sostienen
los acusadores en relación al capítulo de los indultos pueda tener mayor
número de opiniones a su favor. Pero creemos que esta doctrina no está
expresada en la legislación objetiva, en las disposiciones legales objetivas de
nuestros códigos, de nuestras leyes, a las cuales tenemos que atenernos. En
esta materia, el artículo 93 del Código Penal confiere al indulto el carácter de
extinguir la responsabilidad penal. De acuerdo con lo expuesto por los señores
Diputados que han intervenido, si el indulto da lugar a sobreseimiento
definitivo de conformidad con las disposiciones del Código Penal y del Código
de Procedimiento Penal o da lugar también a una excepción de previo y
especial pronunciamiento, cosas ambas que ocurren con anterioridad a la
sentencia de término del juicio, creemos que para entender de una manera
coherente y lógica el conjunto de las disposiciones legales debemos interpretar
teste artículo 93 Nº 4º —que es el único fundamental legal de la acusación—
de un modo distinto a como lo interpreta la acusación. No debemos
interpretarlo como que sólo se puede indultar al término del proceso, cuando
ya está dictada la sentencia, sino que debemos interpretarlo en el sentido de
que puede operar con anterioridad a ella. De lo contrario, no tendría lógica ni
coherencia con aquellas disposiciones que permiten actuar a través del
sobreseimiento definitivo o a través de la excepción de previo y especial
pronunciamiento. En esta materia no cabe otra cosa sino interpretar el artículo
93 Nº 4º del Código Penal, que es, como digo y repito, el único fundamento
legal y objetivo que se invoca en el libelo acusatorio, en el sentido de que al
establecer esta disposición que el indulto sólo remite o conmuta la pena, pero
no quita al favorecido el carácter de condenado para los efectos de la
reincidencia, se está refiriendo solamente a aquellos casos de indultos
otorgados cuando ya el favorecido ha sido condenado y tiene una pena.
Se dice, también, que al proceder en la forma como se ha hecho al
indultar con anterioridad a la aplicación de la pena, el Presidente de la
República estaría ejerciendo funciones judiciales, y el fundamento de esta
acusación está en el artículo 80 de la Constitución, que establece que ni el
Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos
fenecidos. Pero esta disposición por si sola no es suficiente para llegar a la
conclusión a que llega la acusación, porque con el mismo criterio y con la
misma lógica se podría decir que el Presidente de la República, al conceder
indultos como ya se ha aplicado la pena, también estaría transgrediendo esta
disposición constitucional y también estaría ejerciendo funciones judiciales, ya
que se podría afirmar, en este caso, que estaría haciendo revivir procesos
fenecidos. En consecuencia esta sola disposición constitucional tampoco es
base suficiente para sostener esa tesis.
Por lo tanto, lo único que, a nuestro juicio, tiene un fundamento mayor,
como lo establece y lo reconoce también el señor Ministro en su defensa, es
que se habrían podido infringir disposiciones reglamentarias. Y todavía eso es
discutible, si se tiene en cuenta el decreto reglamentario modificatorio dictado
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DISCUSIÓN SALA

en diciembre de 1970. Pero, aun cuando se llegara a conceder la infracción de


disposiciones reglamentarias, eso, como muy bien lo saben los señores
Diputados acusadores, no es causal suficiente para la acusación constitucional,
que requiere el atropellamiento de las leyes, no de disposiciones
reglamentarias, o la infracción de la Constitución.
En cuanto al otro capítulo de la acusación, en lo que se refiere a la
independencia del Poder Judicial, nosotros estamos con la opinión que aquí se
ha dado reiteradamente, en el sentido de que de ninguna manera puede
entenderse esta independencia del Poder Judicial en una forma que impida la
crítica y el enjuiciamiento de este Poder, del sistema de administración de
justicia y de cómo ésta se hace. En ese sentido nos parece que los Diputados
acusadores han sido extraordinariamente exagerados. Se ha hecho una gran
alharaca respecto de las críticas de que ha sido objeto el Poder Judicial y de
que no ha sido objeto, por cierto, la Corte Suprema de un modo gratuito y
arbitrario, sino que a raíz de actuaciones suyas que el país conoce. Por
ejemplo, en estas críticas o enjuiciamientos, que les parecen tan graves a los
Diputados acusadores y que han señalado en el libelo acusatorio, se impugnan
—y se hace gran caudal de ello— expresiones, frases o conceptos que, a
nuestro juicio, es perfectamente legítimo, que haya emitido el señor Ministro
de Justicia, que pueden ser críticas duras frente a actuaciones también muy
controvertidas y muy discutibles y que merecían estas críticas duras.
Por ejemplo, aparece como muy grave que el Ministro de Justicia haya
dicho, en el caso del fallo respecto del Senador Morales Adriasola, que "... la
resolución no es sólo equivocada sino que, incluso, en algunos puntos no se
ajusta a la verdad". Se subraya en el libelo la frase "no se ajusta a la verdad";
esto sería una cosa muy grave, una crítica tremenda, según la acusación.
Después, dice: "Se aparta de la verdad". También está subrayada esta frase
tan grave, este cargo, esta imputación. Más adelante, se dice, también
subrayado, que el Ministro ha dicho, respecto de este mismo fallo, que la Corte
Suprema "ha efectuado una denegación de justicia amparada en la falta de
ulterior recurso contra su dictamen".
Señor Presidente, éstas son críticas, son enjuiciamiento; no son injurias
ni ofensas, aunque pueden ser críticas duras.
Más adelante, también se subraya la frase "se apartó de la ley". De
manera que dar una opinión, hacer una crítica respecto de un fallo, decir que
el fallo se aparta de la ley es una crítica que prácticamente se considera un
delito, que da lugar a acusación constitucional. Más adelante, se subraya el
haber dicho que "se pretende impedir la investigación" y el haber dicho que se
"ha otorgado el derecho a la impunidad de los conspiradores". Comprendo que
esta crítica es más fuerte y más dura que las anteriores. Además, se subrayan
otras críticas como, por ejemplo, el calificar a la justicia de clasista. Esta es
una crítica ideológica, es una crítica fundada, que tiene que ver con todo el
sistema de administración de la justicia; no es simplemente respecto de un
ministro o de otro, es un problema de mucho fondo, de mucha profundidad. Y
esto aparece también poco menos que como una crítica delictual. Y hay otras
críticas que se subrayan. También se cree —y esto ya es el colmo— que se
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DISCUSIÓN SALA

está atentando contra el Poder Judicial, que se le está presionando y


amedrentando al decir que el pueblo no tiene acceso real a la justicia, cosa en
que todos los sectores están de acuerdo, porque, en el hecho, es así.
De manera, señor Presidente, que aquí, en este sentido, en cuanto a
estas críticas que importarían un ataque o un atentado a la independencia del
Poder Judicial, se ha hecho una gran exageración y una gran alharaca, para
poder montar sobre ellas esta acusación constitucional sin fundamento sólido,
sin fundamento legal suficiente; porque, como lo he dicho, lo más que se
podría sostener —todo lo demás es controvertible— es que se habrían
infringido algunas disposiciones reglamentarias.
Yo me pregunto, señor Presidente; ¿qué es lo que querían los Diputados
nacionales? Frente al fallo de la Corte Suprema, en el caso del Senador Morales
Adriasola, ¿querían que no pasara nada? ¿Querían que todo el país aplaudiera
ese fallo, que todo el país dijera que el fallo estaba muy bien, que nadie
formulara críticas y que nadie tuviera ningún desborde?
Yo les digo, tomando las palabras del señor Arnello, quien manifestó que
el colmo de estas críticas, de estos atentados, era la ignominia de la leyenda
que se había escrito en muchos muros de la ciudad, con toda serenidad, que
esa ignominia, en todo caso, sería proporcional a la ignominia que constituyó el
fallo de la Corte Suprema en el caso del desafuero del señor Morales Adriasola.
Y no podemos calificarlo de otra manera, porque el interés supremo de ese
tribunal —y yo diría no sólo del tribunal, sino del propio acusado señor Morales
Adriasola— era que no quedara una sombra de duda de que, a través de esa
resolución, se estaba limitando e impidiendo el esclarecimiento amplio y
profundo de los hechos que dieron lugar al asesinato del General Schneider.
Ese era el deber legal, y el deber moral de la Corte Suprema, por encima de
otra consideración, porque se trataba nada menos que de un atentado en
contra del jefe del Ejército, que envolvía un propósito de sedición para impedir
que asumiera el gobierno quien había sido elegido por el pueblo. No es un
crimen cualquiera, de modo que el mayor interés, frente a esta situación, era
que si había alguna sombra de duda, se esclareciera hasta el fondo su
actuación, y también se pudiera, a través del enjuiciamiento de quien fuera,
investigar a fondo los hechos ocurridos y llegar a establecer las
responsabilidades de quien correspondiera.
Señor Presidente, era la justicia militar la que estaba pidiendo el
desafuero; era el fiscal militar, con todos los antecedentes, quien estaba
pidiendo el desafuero. No era un tribunal popular, ni un funcionario de la
Unidad Popular, sino que era el fiscal militar, el mismo que había enjuiciado a
todas las demás personas comprometidas en el proceso.
De tal manera que, a nuestro juicio, ese interés, que era el interés legal
y moral superior, no fue resguardado por la Corte Suprema ni fue resguardado
por este fallo. Y en esta acusación, señor Presidente, nosotros pensamos que
el Partido Nacional ha querido cohonestar y alentar esa actuación censurable
de la Corte Suprema.
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DISCUSIÓN SALA

Y en el fondo —porque también aquí nadie está ajeno a darse cuenta de


que todo tiene un fondo político— lo que se ha pretendido y se pretende, a
través de la defensa de ese fallo, es legalizar la conspiración en nuestro país.
Por eso, nosotros creemos que está bien lo que aquí espero que ocurra
en unos momentos más: el rechazar esta acusación constitucional sin
fundamento; esta acusación constitucional que no tiene otro propósito que
defender fallos que son mucho más ignominiosos que las leyendas que se
escriben en las paredes y que le han hecho a la Corte Suprema más daños que
todos los letreros que pudieran escribirse en todas las paredes de Chile.
Nada más.

Varios señores DIPUTADOS. — ¡Muy bien!

—Aplausos en la Sala.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Tejeda.

El señor TEJEDA. —El resto del tiempo lo he cedido al Diputado señor Andrade.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra el señor Andrade.

El señor ANDRADE. —Señor Presidente, como integrante de la Comisión


encargada de estudiar la acusación deducida en contra del Ministro de Justicia,
compañero Lisandro Cruz Ponce, deseo expresar algunas opiniones que, al
mismo tiempo, fundamentarán nuestros votos, contrarios, desde luego, a la
insólita arremetida del Partido Nacional.
Los tres aspectos contenidos en el libelo de los diez Diputados, no
constituyen sino el envoltorio de celofán, el cascarón legalista con que ha
querido la Derecha despechada asestar su primera estocada
"constitucionalista" al Gobierno de la Unidad Popular.
En torno del primero de estos aspectos, "ilegalidad e inconstitucionalidad
de indultos", quedó claramente establecido en la Comisión que se trata de una
materia muy controvertida entre los especialistas; pues mientras algunos
opinan que el indulto procede sólo cuando existe sentencia ejecutoriada, otros
opinan que es lícito hacer uso de aquella facultad en cualquier instante del
curso del proceso. Además, los precedentes sobre la materia son
innumerables. Pero, en todo caso, tratándose de un asunto en torno del cual
no existe consenso, ¿cómo se pretende que constituya la parte medular, el
basamento de la acusación?
"Inobservancia de leyes y ataques a la independencia del Poder Judicial",
es el segundo aspecto de esta acusación o el segundo cargo que se hace al
Ministro de Justicia. Sobre esta materia, la mayor parte de los catedráticos que
fueron consultados en la Comisión, no dieron su opinión; y otros, como el
profesor señor Politoff, estimaron que los conceptos emitidos por el señor
Ministro de Justicia en su declaración, al referirse al fallo de la Corte Suprema
que rechazó la petición de desafuero del Senador Raúl Morales Adriasola, no
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DISCUSIÓN SALA

constituyen agravio ni vejamen para los integrantes de aquel organismo


judicial.
Por otra parte, en la Comisión hubo también opiniones en el sentido de
que el Poder Judicial y la Corte Suprema, en particular, pueden ser criticados,
así como se somete a dura crítica, muchas veces, al Poder Ejecutivo y al Poder
Legislativo.

Podríamos agregar que es bueno y saludable que se critique al Poder


Judicial. ¿Acaso no sabemos cómo se administra la justicia en Chile, salvo
honrosas excepciones? No creemos que lo más aconsejable sea callar ante las
injusticias que comete la propia Justicia. En el caso concreto del fallo inusitado
de la Corte Suprema que absolvió al Senador Morales, el Ejecutivo tenía la
obligación de dar a conocer su punto de vista ante este hecho insólito y
sorprendente, que conmovió a la opinión pública.
"Incumplimiento de deberes constitucionales y legales", constituye el
tercer aspecto de la acusación. Su fundamento principal está apoyado en
reuniones secretas de alto nivel que se habrían celebrado en las oficinas del
Estado Mayor del Ejército, con participación del Juez Militar, del Ministro de
Defensa Nacional, de personeros del Ejecutivo y abogados del Gobierno. El
Ministro acusado, agrega, "ha debido tener conocimiento de tales
informaciones" y "nada hizo al respecto".
Señores Diputados, este cargo se fundamenta en una simple información
de prensa. Califiquen ustedes la seriedad de él. Por otra parte, el Ministro de
Justicia, en su defensa escrita, lo desmiente. Otro tanto hizo en la Comisión el
profesor, abogado señor Politoff.
Entendemos perfectamente que estos tres fundamentos de la acusación,
muy someramente descritos, no constituyen la razón que ha movido a la
Derecha para hacer su artificiosa presentación acusatoria. No obstante, hemos
querido referirnos brevemente a este aspecto jurídico del problema, para que
estos "celosos guardianes de la ley" no digan que aquí solamente les hacemos
cargos de orden político.
La inmensa mayoría del país sabe perfectamente que son otros los
móviles de la acusación. El resultado de la votación de esta tarde demostrará
que la Derecha está haciendo el ridículo. Pero, después, no serán siquiera
capaces de reconocer su estrepitosa derrota, augurio de todas las derrotas que
le esperan, porque su egoísmo no les permite entender que en Chile existe una
nueva realidad que no se aviene con sus intereses mezquinos y con la
concepción anquilosada que sustentan en torno al progreso de Chile y a los
derechos de nuestro pueblo. Además de pretender poner en tela de juicio la
invariable conducta democrática del "Gobierno Popular", la Derecha quiso
alcanzar objetivos propagandísticos, para mejorar su imagen, bastante
deteriorada, erigiéndose como auténtica defensora de la ley y del Poder
Judicial.

Un señor DIPUTADO. —Muy bien.


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DISCUSIÓN SALA

El señor ANDRADE. —Pero la acusación no ha producido la sensación que


esperaban. Quisieron hacer detonar una bomba y resultó apenas un
guatapique. Su acusación muere sin pena ni gloria.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor ANDRADE. —Por otra parte, los indultos decretados, que


aparentemente motivan la acusación de la Derecha, han contribuido a crear un
clima de mayor tranquilidad en el país.
La tranquilidad y la desconfianza la siembran en Chile la Derecha,
representada políticamente por el Partido Nacional: la gama de personeros
vinculados a los intereses del imperialismo norteamericano; los terroristas y
golpistas que afanosamente buscan la coyuntura criminal; los latifundistas
alzados en la zona central y sur, etcétera.
El Gobierno de la Unidad Popular necesita tranquilidad en el país para
impulsar el programa patriótico de realizaciones, prometido al pueblo de Chile.
Ha demostrado en los hechos que busca la tranquilidad y la comprensión. Sin
embargo, también sabrá demostrar que no corresponde confundir la búsqueda
de entendimiento con la debilidad. La fortaleza del gobierno popular reside
indudablemente en el pueblo organizado que, sin sectarismo, está
comprendiendo objetivamente, por la fuerza de los hechos, que está en
presencia de una nueva realidad en Chile, donde lo que se ha prometido se
está cumpliendo, donde se están dando lecciones de moralidad gubernativa y
política, donde se están enfrentando, sin vacilaciones, las transformaciones
que el país reclama.
En la medida en que el Gobierno popular intensifique su acción
patriótica, y en la medida en que sean heridos los grandes intereses
monopólicos, agrarios, imperialistas, de la banca, etcétera, la Derecha
ensayará nuevas tácticas y métodos para obstruir nuestra labor, tácticas de las
cuales estas acusaciones son las más santas y piadosas.
Los comunistas y el pueblo de Chile rechazamos esta acusación contra el
Ministro de Justicia del Gobierno de la "Unidad Popular", compañero Lisandro
Cruz Ponce, porque no tiene base legal; pero, fundamentalmente, por
constituir una maniobra artera del Partido Nacional, de la Derecha herida en
sus egoístas intereses, la que lo mejor que puede hacer, en nuestro país, es no
seguir estorbando en el camino del progreso de Chile.
Nada más, señor Presidente.

Varios señores DIPUTADOS. — ¡Muy bien!

Un señor DIPUTADO. — ¿En qué quedó lo de "santa y piadosa"?

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Puede continuar el señor Tejeda.


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DISCUSIÓN SALA

El señor TEJEDA. —He terminado

El señor IBAÑEZ (Presidente). — En conformidad con el inciso primero del


artículo 266 del Reglamento, ofrezco la palabra al señor Ministro de Justicia,
hasta por media hora, para el caso de que desee hacer algunas rectificaciones
de hecho.

El señor CRUZ PONCE (Ministro de Justicia). —Señor Presidente, no voy a


hacer rectificaciones.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — El señor Ministro no desea hacer uso de la


facultad reglamentaria del artículo 266.
En consecuencia, declaro cerrado el debate.
En votación la admisibilidad de la proposición de acusación constitucional
deducida por diez señores Diputados en contra del Ministro de Justicia, señor
Lisandro Cruz Ponce, por las causales de infracción a la Constitución,
atropellamiento de las leyes y por haberlas dejado sin ejecución.
Los señores Diputados que acepten la acusación votarán
afirmativamente; los que la desechen por le negativa.
Cada señor Diputado dispondrá de hasta cinco minutos para
fundamentar su voto.

El señor Secretario procederá a tomar la votación.

—Durante la votación.

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría, hasta por cinco


minutos.

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Señor Presidente, quienes


presentamos la acusación constitucional en contra del señor Ministro de
Justicia lo hicimos con la convicción absoluta de que no sólo estábamos
ejerciendo un derecho, sino que, más que eso, estábamos cumpliendo con una
obligación ineludible.
Luego de haber asistido a la Comisión destinada a su estudio y de haber
escuchado las diversas opiniones que aquí se han expresado, debemos
reafirmar nuestro criterio.
El señor Ministro, que no quiso concurrir a la Comisión, ha venido a esta
Sala a sostener, yo diría en forma un tanto liviana, que la acusación carece de
toda base jurídica y de toda base ética; que persigue introducir un clima de
confusión en la opinión pública, y que hemos actuado por móviles meramente
políticos.
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DISCUSIÓN SALA

Quisiéramos recordarle al señor Ministro que la Contraloría General de la


República fue el organismo que, primero que nadie, objetó en indulto
decretado, manifestando que contravenía el artículo '80 de la Constitución
Política del Estado.
Sería también conveniente recordar una vez más, aunque se ha dicho y
repetido en esta Sala, que el señor Eduardo Novoa, asesor jurídico de Su
Excelencia el Presidente de la República, Presidente del Consejo de Defensa
Fiscal y distinguido penalista de nuestro país, concurrió al seno de la Comisión
a reiterar, una vez más, su doctrina en orden a que el indulto solamente
procede frente a una sentencia ejecutoriada.
Ciertamente, la situación habría sido muy diferente, Honorable Cámara,
si Su Excelencia el Presidente de la República se hubiera hecho aconsejar por
su asesor jurídico y no por su Ministro de Justicia.
En cuanto al capítulo segundo de la acusación, el Ministro de Justicia
dice "que fue el ciudadano Lisandro Cruz Ponce quien "comentó" un fallo de la
Corte Suprema ante una sentencia que nadie esperaba en el país. " Yo me
pregunto, señor Presidente: ¿de qué calibre fue este "comentario", al cual,
ciertamente, le ha restado toda importancia nuestro colega Silva Solar? Pero el
señor Ministro sostuvo, entre otras cosas, que ros considerandos del fallo no se
ajustaban a la verdad; que se pretende impedir la investigación y que se
otorga el derecho de impunidad a los conspiradores, a lo cual nuestro colega
Silva Solar le ha asignado la mayor importancia.
En mi criterio, el ciudadano Lisandro Cruz Ponce, que desempeña el
cargo de Ministro de Justicia, ha incurrido, pura y simplemente, en abuso de
poder frente a otro Poder del Estado, que no se puede defender en los mismos
términos y en la misma forma en que ha actuado el señor Ministro de Justicia.

El señor GUASTAVINO. — ¡Pobrecitos!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Pero, además, me parece peregrina la


idea de que los hombres públicos se puedan desdoblar al expresar una opinión
o emitir un juicio.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a los señores Diputados se sirvan


guardar silencio.

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Deseo referirme también al tercer


punto de la acusación, porque nadie, aparentemente, lo ha hecho en esta Sala.
En mi concepto, fue saludable el capítulo tercero, porque con él se ha probado,
primeramente, que el "Clarín" miente. Para nosotros, esto no es ninguna
novedad; pero, sí, podría serlo para algunos señores Diputados;...
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DISCUSIÓN SALA

El señor PALESTRO. — ¡"El Mercurio"...!

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —... y, luego, es interesante señalar


cómo el señor Ministro de Justicia ha precisado su opinión frente a la
información del diario "Clarín", por cuanto dice "haber respetado la dignidad
del Parlamento. Me abstengo de hacer declaraciones sobre este capítulo,
porque no es posible fundar un juicio político sobre bases tan inconsistentes.
“Léase, entonces que las informaciones que propala el diario "Clarín" son, por
lo demás inconsistentes. Me alegro de haber escuchado esto de labios del
señor Ministro de Justicia.

El señor GUASTAVINO. — ¿No dice que sabían eso?

El señor TEJEDA. — ¿Y para eso acusaron?

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Pero deseo señalar que el señor


Ministro no puede superar la tentación de entrar en conflicto con la prensa;
porque una situación similar a ésta sucedió en 1946, cuando fue acusado por
algunos miembros de esta Cámara; concretamente, por Diputados del Partido
Comunista.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¿Me permite, señor Diputado? Ha terminado


el tiempo de Su Señoría.

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —En aquella oportunidad, decía que "El
Siglo" se dedicaba a sembrar el odio entre la clase trabajadora...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Señor Alessandri, ha terminado el tiempo de


que disponía.

¿Cómo vota Su Señoría?

El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —Voto que sí, señor Presidente.

El señor AMUNATEGUI. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra el señor Amunátegui para


fundamentar su voto.

La señora BALTRA. — ¡No!

El señor AMUNATEGUI. —Siento mucho que a la señora diputada le moleste


que hable, pero haré uso de un derecho, pues todavía estamos en un
democracia. Así que, aun cuando le desagrade, voy a fundar mi voto.
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DISCUSIÓN SALA

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor AMUNATEGUI. —Voto en favor de la acusación, que, por lo demás,


suscribí a plena conciencia, porque, fuera de las razones y fundamentos legales
que la abonan, el indulto de que se trata viene a consagrar, con grave alarma
pública, un camino de abierta impunidad y de peligroso contagio, dentro del
ambiente social, para la extensión del sistema de bandas armadas organizadas
para robar automóviles, asaltar bancos,...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor AMUNATEGUI. —... casas comerciales, y para herir y matar personas,


a todo lo cual, como justificación, se le ha pretendido dar, increíblemente, el
carácter de manifestaciones de acción política de elevado idealismo.
Como todo esto es insólito y repudiable, amaga la tranquilidad pública y
destruye el régimen institucional, voto que sí.

El señor AYLWIN (don Andrés). —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor AYLWIN (don Andrés). — Señor Presidente, quisiéramos sintetizar


nuestro pensamiento señalando que no votaremos en favor de esta acusación,
porque, no obstante ser dudosa, a nuestro juicio, la legalidad de la actuación
del señor Ministro, sabemos que estamos frente a problemas jurídicos
controvertidos, lo que no hace claro el "atropellamiento" de la ley en los
términos perentorios exigidos por el artículo 39 de la Constitución Política.
Nos hace fuerza, en contra de esta acusación, la circunstancia que se
plantee contra un Gobierno que ha empezado recientemente; y valorizamos
también, en debida forma, el hecho de que el indulto de algunos miristas, que
es el motivo central de la acusación, corresponde, más que a la voluntad del
Ministro acusado, a la determinación del propio Presidente de la República.
Ponderamos, igualmente, que este último ha actuado guiado por un propósito
encomiable, como es el de provocar una "pacificación" al comienzo de su
Gobierno.
No podemos dejar de considerar, asimismo, que esta acusación
constitucional ha sido motivada, a nuestro juicio, no sólo por el propósito de
sana fiscalización, sino, además, por el deseo de crear enfrentamientos
tajantes y provocar polarizaciones extremas, lo que estimamos inconveniente
para Chile.
No ignoramos que los que, muchas veces, bajo el pretexto de defender
la libertad y el "Estado de Derecho" incorporan a menudo como "contrabando"
la defensa de sus intereses creados, orquestarán nuevamente la campaña de
siempre: "Los democratacristianos no defienden al país en contra del
marxismo".
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 136 de 148

DISCUSIÓN SALA

Sin embargo, nuestra conciencia está tranquila, pues sabemos que en


nuestro movimiento militan y encuentra expresión espiritual millares de
jóvenes y trabajadores que, si no fuera por nuestro testimonio humanista de
adhesión a la causa del pueblo, tal vez podrían ser marxistas; en cambio, los
que nos critican, son los que, muchas veces, al provocar y favorecer la
injusticia, han sido los principales promotores del crecimiento de tales
tendencias.
La actuación política de la Democracia Cristiana no la determinan
nuestros adversarios, sino nosotros mismos; actuamos según la forma cómo
entendemos los intereses de Chile y de su pueblo.
Sabemos que siempre ha sido difícil la actuación política de quienes
pensamos que tanto la justicia como la libertad son valores irrenunciables.
Aunque por las razones brevemente expresadas no apoyaremos esta
acusación, tampoco hemos querido dar nuestros votos para rechazarla, pues
estimamos que si bien las leyes que reglamentan el indulto pueden dar origen
a dudas e interpretaciones, no es menos cierto que del espíritu de todo nuestro
ordenamiento jurídico se deduce muy nítidamente la inconveniencia de que
una mera resolución gubernamental ponga término anticipado a un proceso
criminal.
Nuestra abstención tiene también otro sentido, que queremos expresar
con franqueza. Es una advertencia y una forma de expresar nuestra protesta
contra el sectarismo que, desgraciadamente, ha sido una de las características
de la actuación de este Gobierno. Vastos sectores oficialistas se creen los
únicos poseedores de la verdad, y a todos los que no piensan como ellos se les
objeta a título personal, se les tacha moralmente o, incluso, se les persigue. En
alguna buena parte, la forma en que se ha criticado a los Ministros de la Corte
Suprema es, a nuestro juicio, clara expresión de esa manera absurda de
actuación dentro de una democracia, lo que condenamos y rechazamos
categóricamente.
Por esa razón, me abstengo.

El señor FIGUEROA. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Tiene la palabra Su Señoría.

El señor FIGUEROA. —Señor Presidente, la acusación constitucional presentada


por los parlamentarios del Partido Nacional, en mi opinión, tiende a levantar un
velo respecto de un problema de fondo que, a pesar de todo lo que se ha dicho
en el curso de la sesión de la tarde, creo que no ha quedado suficientemente
enfatizada.
La acusación constitucional se ha basado en el indulto otorgado por el
Gobierno a un grupo de militantes de la Izquierda Revolucionaria, MIR. En el
hecho, este aspecto de la acusación constitucional tiende a levantar una
cortina de humo para ocultar una maniobra política destinada a justificar la
acción de la Corte Suprema de Justicia, al denegar la petición del Fiscal de
desafuero en contra del Senador Morales Adriasola.
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 137 de 148

DISCUSIÓN SALA

En el hecho, el Partido Nacional con esta acusación pretende acusar a los


acusadores, amedrentar al Gobierno y a las fuerzas populares e impedir —
hecho insólito sin duda— una investigación respecto de un suceso que ha
conmovido a todos los chilenos y a la opinión pública mundial: el asesinato del
General Schneider, planeado y ejecutado por personajes distintos, algunos
militantes del Partido Nacional...

Un señor DIPUTADO. — ¡No hay ningún militante del Partido Nacional!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor FIGUEROA. —... otros nacis reconocidos, terratenientes otros. El brazo


armado que ejecutó al General Schneider está siendo procesado, pero la
cabeza política que planeó el asesinato, no está siendo sometida a proceso, y
la acusación constitucional del Partido Nacional pretende tender una cortina de
humo para que se oculten los responsables intelectuales de este siniestro
crimen político.
Por eso, señor Presidente, y porque considero que, en el fondo, ésta es
una burda maniobra que trata de alentar la conspiración reaccionaria en
nuestro país, hecho absolutamente repudiable por todas las fuerzas
democráticas, voto que no.

La señora LAZO. — Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Tiene la palabra Su Señoría.

La señora LAZO. — Señor Presidente, hace poco tiempo, en un programa de


radio, se le hicieron dos preguntas al señor Morales Adriasola. La primera fue
cuántos años actuaba él en la política. Contestó que 18 años. Y la otra fue por
qué en ese corto lapso había tenido tres escándalos en su vida política: uno, la
internación ilegal de automóviles; dos, un juicio con su suegra, que fue
declarada interdicta; y tres, el proceso por la muerte del General Schneider, en
el cual el Fiscal pidió su desafuero para poder someterlo a juicio. Y el señor
Senador, en esa conversación radial con periodistas y la Diputada que habla,
dijo que todo eso se debía a "una inmensa mala suerte". Se le dijo que cómo
era posible que otros parlamentarios u otros hombres o mujeres políticos con
el doble de tiempo de su actuación jamás hubieran tenido un escándalo de la
magnitud de alguno de los que él se había visto envuelto. Dijo que a él lo
perseguía la mala suerte.
Por eso, creo que cuando la Corte Suprema absolvió al señor Morales
Adriasola, o sea, cuando lo amparó para que no pudiera ser sometido a juicio,
lo condeno realmente, y creo que la Corte Suprema se condenó a sí misma,
porque en el corazón de los hombres y las mujeres de nuestro país hay un
tribunal en el que no existe apelación posible. Puede que haya entre nosotros,
señores Diputados, y las hay, profundas diferencias políticas e ideológicas;
pero, cada uno tiene la conciencia de que por encima de eso campea el respeto
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DISCUSIÓN SALA

que nos tenemos, porque sabemos que no somos delincuentes y porque


tenemos la convicción de no haber cometido, en nuestra calidad de políticos,
actos que en la conciencia 'de la gente quedan como actos delictuales.
Escuchando esta tarde los argumentos que se han dado, recordé una
opinión que en una oportunidad expresó el señor Ministro de Justicia, y que,
por otra parte, es la opinión de todo el país, la Corte Suprema sirvió para
cubrir con la impunidad a un personaje que, de haber tenido como norma en
su vida la decencia, habría exigido ser desaforado para que se aclarara su
participación en un delito que, sin duda alguna, tuvo trascendencia mundial, un
delito que reveló que se estaba maniobrando no sólo para detener el avance de
las fuerzas populares, sino para escamotearle al pueblo una victoria legítima.
Señor Presidente, los que estamos votando en contra de la acusación no
estamos defendiendo a un hombre. Como lo dijo Bernardo Leighton, hace un
instante, más bien estamos defendiendo un principio: el principio de que Chile
tiene el derecho a elegir su vida, de que Chile ha decidido como será su vida
en el futuro, sin estos amparos dolosos que, en el fondo, representan una
condenación. Y si hay algún condenado aquí es la Corte Suprema, porque se
ha probado que, al darle la impunidad a este parlamentario, estaba
castigándose a sí misma, con una impunidad que todos los chilenos repudian.
Nosotros, los socialistas, y particularmente aquellos que tenemos que
ver con lo que el hombre de trabajo dice y piensa, estamos en contra de esta
acusación, pues, aparte de ser una maniobra política, significa dar patente de
respetabilidad a quién no la merece, como está claramente en la conciencia del
país.
Por eso, señor Presidente, voto en contra de la acusación al Ministro de
Justicia.

El señor MATURANA. — Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor MATURANA. —Señor Presidente, al fundar mi voto para expresar que


votamos favorablemente la acusación, quiero recoger algunos de los conceptos
expresados en esta Sala por nuestro Honorable colega el Diputado señor
Leighton.
En primer lugar, reconocemos hidalgamente que la Democracia Cristiana
tiene una habilidad extraordinaria para elegir al representante más adecuado
para explicar la pirueta política que en cada circunstancia decide hacer.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Ruego a los señores Diputados guardar


silencio.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.


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DISCUSIÓN SALA

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Señores Diputados!

El señor MATURANA. —El señor Diputado erróneamente le ha dado las gracias


a la Unidad Popular por haberle permitido hablar. Aquí hay dos grupos políticos
que deberíamos expresarle gratitud a don Bernardo Leighton por lo que ha
expresado:...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Señor Castilla!

El señor MATURANA. —... la Unidad Popular, porque con la abstención


decretada por la directiva de su partido, ha permitido la impunidad del señor
Ministro de Justicia, y nosotros, porque con lo que ha dicho en estos breves
minutos, con esta ambigua actitud de abstención, han borrado las viriles y
corajudas declaraciones de que la Democracia Cristiana era la única fuerza
realmente opositora, de que el pueblo no estaba solo, porque tenía el respaldo
de la Democracia Cristiana. Sin embargo, después de decir esto, él ha dicho
que reconoce que los indultos son ilegales, pero agrega que no basta la
ilegalidad. Dice que es cierto que la acusación tiene fundamentos jurídicos,
pero que es posible rechazarla por otros motivos. ¿Cuáles son esos motivos
para don Bernardo Leighton? El problema político.

El señor MOSQUERA. — ¡Usted no entiende nada!

El señor MATURANA. — Y agrega que el problema político consiste en que el


señor Ministro de Justicia no tuvo la intención de cometer tropelías, sino de
aplicar una política. Y agrega, a continuación, que él va a juzgar la política del
señor Allende.
¿Y cómo la juzgan estos opositores de tanta entereza y tanta virilidad?
Dice que él comparte el pensamiento del señor Allende con respecto a los
indultos...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Ruego a los señores Diputados guardar


silencio!

El señor MATURANA. — Es decir, todo lo contrario de las declaraciones, de los


votos, de los acuerdos, de las resoluciones tomadas por los consejos
provinciales de la Democracia Cristiana...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor MATURANA. —... algunos de los cuales se han hecho públicos en


órganos oficiales de la Democracia Cristiana, como el diario "La Prensa", de
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 140 de 148

DISCUSIÓN SALA

Osorno, en que se dio a conocer el acuerdo de la asamblea osornina en que se


pedía que se votara favorablemente esta acusación.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a los señores Diputados guardar


silencio.

El señor MATURANA. —En seguida expresa que le parece clara y firme la


famosa política de persuasión del señor Ministro del Interior, que tan
acremente han censurado los parlamentarios de la provincia de Cautín de la
propia Democracia Cristiana...

El señor LEIGHTON. — ¡No es verdad!

El señor MATURANA. —Dice finalmente que a él le interesa que el pueblo sepa


donde está la Democracia Cristiana.

El señor LEIGHTON. — ¡Lo sabe muy bien!

El señor MATURANA. —La verdad de las cosas es que durante dos meses ellos
han venido sosteniendo que tenían una clara actitud de oposición; pero,
cuando había que venir aquí a la Cámara con tenida de pantalones para
expresar esa oposición, han venido vestidos de abstención. Y, a pesar de esa
propaganda que han puesto en los diarios y en los muros, y que ha costado
millones, para decirles a los chilenos que no estaban solos, el pueblo entiende
que sigue teniendo validez el viejo refrán de que "más vale andar solo que mal
acompañado".
Por eso, señor Presidente, aunque hoy día se pierda esta acusación
constitucional, nosotros queremos, con nuestra actitud, señalarle una ruta al
país. Si este país cayó en el marxismo por la vía democrática, causando gran
expectación en el mundo, nosotros queremos señalarle que si los demócratas
de verdad, más allá de expresiones puramente verbalistas, adoptan una
actitud de entereza y virilidad. Y asumen realmente las responsabilidades,
podríamos, quizás, ser el único país en el mundo que saliera del marxismo por
la vía democrática. Esto es lo que estamos intentando. Este es el significado de
esta acusación y, por eso, la voto favorablemente.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor MILLAS. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Tiene la palabra Su Señoría.


Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 141 de 148

DISCUSIÓN SALA

El señor MILLAS. — Señor Presidente, creo que, en verdad, es necesario


detenerse —como lo hizo don Gustavo Alessandri— en el tercer capítulo de la
acusación.
El indica mucho. Sin base alguna, los autores de la acusación llegaron a
imputar en ella delito, trataron de comprometer a la Justicia Militar...

El señor ARNELLO. — ¡No, señor!

El señor MILLAS. —... al Juez Militar, al Estado Mayor del Ejército...

El señor ARNELLO. — ¡No, señor!

El señor MILLAS. — ¡Sí, señor; sí, señor! ¡Aquí está lo que ustedes escribieron!
Deben responder por ello, porque han intentado comprometer a la Justicia
Militar...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a Sus Señorías guardar silencio.

El señor MILLAS. —... porque en el contexto final de esta acusación ha estado


presente un criterio antidemocrático y anti-chileno de los fascistas...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Ruego a los señores Diputados respetar el


derecho del orador.

El señor MILLAS. —... que organizaron el asesinato del General Schneider, de


aquellos que tienen la audacia de querer sembrar la intriga en nuestra Patria, a
fin de abrir camino a sus tenebrosas maniobras sediciosas.

—Hablan vanos señores Diputados a la vez.

El señor MILLAS. —Señor Presidente, a esta altura, esta acusación


constitucional se vuelve contra sus mezquinos autores. Ellos son los mismos
que han estado anunciando el domingo último que iba a haber una bomba
política, consistente en que uno de los asesinos enviados por ellos hiciera una
declaración que iba a publicar el "New York Times", declaración que todavía
permanece secreta en el sumario, pero que los periodistas norteamericanos
conocen, que tendía a descargar la responsabilidad del crimen sobre los
integrantes del anterior Gobierno,...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.


Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 142 de 148

DISCUSIÓN SALA

El señor MILLAS. —... con el objeto de sembrar, en esa forma, la división y el


caos en la política chilena.

—Hablan vanos señores Diputados a la vez.

El señor MILLAS. —Pueden ser muchas las diferencias que tengamos con el
anterior Gobierno y con sus integrantes, pero en Chile hay conciencia de que
no tienen autoridad moral para acusar los asesinos del General Schneider,
como no tienen tampoco autoridad moral para presentar este tipo de acusación
antiguos nazis que hablan de democracia y han redactado este libelo. Tampoco
tienen autoridad moral ellos para erigirse aquí en los defensores del Poder
Judicial y en los detractores de la Justicia Militar.
Hay aquí, señor Presidente, toda una turbia maniobra antidemocrática,
porque aquí queda en claro hacia dónde apunta la Derecha, queriendo dividir a
las fuerzas que defienden en Chile la continuidad democrática. Por eso, porque
habiendo quedado constancia de que no hay fundamento jurídico alguno para
esta deleznable acusación que en el fondo ha sido instrumento de una intriga
politiquera, para tratar de levantar de nuevo la imagen de los asesinos del
Comandante en Jefe del Ejército y de los conspiradores en relación a los cuales
depositan sus últimas esperanzas las fuerzas reaccionarias de Chile, porque
esa acusación ha estado vinculada al propósito de cerrar el paso a la reforma
constitucional que en el día mismo de hoy viene ratificando el Senado de la
República sobre el rescate del cobre para Chile, por todo ello, porque hay aquí
una significación antipatriótica y antidemocrática, nosotros, defendiendo al
Ministro, acusamos a la Derecha sediciosa, fascista y vinculada al crimen en
contra de Chile, y votamos que no respecto de la acusación.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra el señor Momberg.

El señor MOMBERG. — La verdad es que escuchando al señor Millas,


representante del Partido Comunista, he recordado algo que leí en la versión
de una sesión en que también fue acusado el señor Ministro, el año 1946. Y en
aquella sesión, en aquella oportunidad en que se acusó a este mismo Ministro
—acusación que fue deducida por el Partido Comunista y por los cuatro
parlamentarios que formaban parte de la Falange Nacional en esa
oportunidad— don César Godoy Urrutia, que fue compañero mío, que gritaba
tanto o más que el señor Millas, recuerdo que lo calificó de falso y de cínico. El
Diputado señor Rosales, por su parte, lo trató de analfabeto y provocador y el
Diputado Vargas Puebla, lo llamó sedicioso.
Debo hacer presente también en esta oportunidad que la acusación
deducida por el Partido Comunista, era totalmente distinta a la del Partido
Nacional. Nosotros hemos presentado y fundamentado esta acusación en
términos reglamentarios, en los términos a que están acostumbrados a hacerlo
los miembros del Partido Nacional y no a los cuales están acostumbrados los
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 143 de 148

DISCUSIÓN SALA

miembros del Partido Comunista, que hoy día rasgan vestiduras en favor del
señor Ministro a quien otrora calificaron de cínico y falso y con todos los demás
epítetos a que ya me he referido. Nosotros no lo hacemos porque no estamos
acostumbrados a ello, porque no nacimos así y no procedemos de esa manera.
Esta es la única diferencia entre la acusación deducida en esa oportunidad y
esta otra.
Quiero referirme también a algunas palabras expresadas por mi
estimado colega Patricio Aylwin, de la Democracia Cristiana. Dijo que la
acusación constituía un ataque a este Gobierno que estaba comenzando, que
había que esperar cuál era la labor fructífera que iba a hacer este Gobierno de
tres meses. Pero hay una contradicción en esto de que habría que esperar con
lo expresado por el Diputado señor Leighton al decir: "aquí estaremos
nosotros, vigilantes, por si en un momento determinado no se mantiene el
sistema democrático al que está acostumbrado Chile". Y ayer un alto dirigente
en el programa de televisión "A tres Bandas", don Rafael Moreno, grande y
conspicuo personero de la Democracia Cristiana, el que gestó la reforma
agraria que en este momento está asolando el sur y a los trabajadores de
Chile, resulta que también decía y le reiteraba al señor Yuseff —Sus Señorías
lo recuerdan porque lo escucharon ayer—: "señores, dijo Moreno, —quiero
decir que "mucho cuidado con salirse el señor Presidente de los términos
constitucionales por lo cuales juró de acuerdo con la Constitución Política del
Estado, de que iba a mantener el estado democrático en nuestro país. " Y yo
me pregunto ¿a título de qué alguien que en el día de ayer aceptó normas
constitucionales para conseguir los votos de apoyo de la Democracia Cristiana
a fin de que el señor Allende, con esos votos, fuera Presidente de Chile, 90
días después ya le está llamando la atención, diciendo: "Yo le ayudé, pero
mucho cuidado con salirse de los preceptos constitucionales". Y yo me
pregunto ¿por qué a estos aliados de la Democracia Cristiana le llaman la
atención cuando aquí se ha hablado de democracia, en esa forma como se
llenan la boca al hablar de democracia los que nunca la han conocido; aquellos
que reciben consignas extranjeras; aquellos que reciben consignas de otra
parte? Demócratas son los que nacieron en la democracia, los que viven en la
democracia y tienen ideas siempre en pro del país. Este es nuestro Partido, y
no gente que recibe consignas y rasga vestiduras para la absorción del sistema
democrático en el mundo.
Yo, por eso, señor Presidente, quería recordar aquellas palabras que por
suerte dijo el señor Leighton, a quien estimo mucho. Y digo por suerte, más
que nada al señor Rafael Moreno, porque ayer él mismo decía que 900 mil
televidentes estaban escuchando, y qué agradable que 900 mil televidentes
escucharan palabras como éstas: ¡"Mucho cuidado, señor Presidente, con
salirse de los preceptos constitucionales, porque ahí estamos nosotros
esperando que no se salga. "!

Por eso, señor Presidente, voto a favor.

El señor MONCKEBERG. —Pido la palabra.


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DISCUSIÓN SALA

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra el señor Monckeberg.

El señor MONCKEBERG. —Señor Presidente, quiero fundamentar en dos


palabras mi voto favorable a la acusación constitucional en contra del Ministro
señor Cruz Ponce.
Sostengo que el hecho de que un Ministro indulte a personas que están
siendo procesadas por haber asaltado a bancos, industrias y mercados, y
haber atentado contra la vida de mucha gente e hiriendo, en algunos casos,
gravemente a modestos hombres de trabajo, es un acto que atropella a la
justicia del país. Y cuando un Ministro de Estado atropella a la justicia, está
destruyendo los cimientos mismos de nuestra Constitución y organización
jurídica.
Además, el mismo Ministro señor Cruz Ponce hizo declaraciones
violentas en contra de nuestro más alto tribunal de justicia como lo es la Corte
Suprema, lo que a nuestro juicio significa un verdadero desacato contra la
autoridad máxima del Poder Judicial.
Creo, señor Presidente, que si el señor Ministro no recibe la sanción que
merece y que esperan todos los sectores de la ciudadanía respetuosos de la
autoridad, significará que en nuestra Patria el Poder Judicial no tendrá la
independencia necesaria para defender la libertad, el respeto a la vida humana
y a la propiedad privada, y tendremos que hacernos el ánimo de que aquí en
Chile, muy pronto, se establecerán tribunales vecinales o populares que no
administrarán justicia verdadera, sino que ampararán a todos los delincuentes,
que bajo pretextos políticos seguirán atentando contra el orden, la propiedad
e, incluso, contra la vida misma de quienes no comparten sus ideas.
Por eso, voto favorablemente la acusación al señor Ministro Cruz Ponce
quien, a mi juicio, no merece seguir desempeñando un cargo de tanta
responsabilidad y trascendencia como el que ocupa.

El señor SCARELLA. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor SCARELLA. —Señor Presidente, he escuchado con la mayor atención el


debate de esta tarde y con mucho respeto las opiniones vertidas por todos los
colegas que han intervenido. Hemos cumplido con nuestro deber democrático
de discutir en el Parlamento de Chile, usando de un derecho que nos franquea
la Constitución Política del Estado, una materia que nos concierne.
Respeto las opiniones de todos los señores parlamentarios, como,
asimismo, su derecho para votar en conciencia y como le indiquen sus
convicciones políticas o doctrinarias, pero no puedo aceptar que se califiquen y
supongan intenciones, como lo hizo el señor Figueroa y cuyas palabras no
puedo dejar pasar.
En esta acusación constitucional usamos de un derecho que nos
franquea la Constitución Política del Estado, derecho que ha sido usado
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 145 de 148

DISCUSIÓN SALA

repetidamente por todos los partidos políticos chilenos, incluso por el Partido
Comunista, con el cual hemos votado, en algunas oportunidades, en conjunto
acusaciones constitucionales en contra de otros Ministros de Estado. Entonces,
no tiene autoridad el señor Figueroa para calificar nuestras intenciones y decir
que ge pretende una cosa distinta de lo que ha dicho claramente en esta Sala
el Partido Nacional.

El señor PALESTRO. — ¡Figueroa es muy mal pensado!

El señor SCARELLA. —No hay derecho que se pretenda decir que la acusación
es una cortina de humo para ocultar hechos delictuosos. ¡No, señor Figueroa!
Esta acusación está destinada, claramente, a lo que se especifica en ella y no
existe otra intención. El Partido Nacional es una colectividad devota de la
democracia. En nuestro partido no milita gente que esté vinculada con ninguna
maniobra golpista.

El señor PALESTRO. — ¡Arnello! —Hablan varios señores Diputados a la


vez.

El señor SCARELLA. —El señor Figueroa ha dicho que aquí se pretende levantar
una cortina de humo. Cuando esta acusación sea rechazada, como parece, la
cortina de humo no va a existir y, por lo tanto, la verdad debería salir a luz en
Chile. Si el señor Figueroa sabe quiénes son los que asesinaron al General
Schneider, tiene la obligación moral de decirlo; pero no tiene el derecho...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. —... pero no tiene el derecho...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. —... de reservarse el nombre de las personas que él dice


conocer y que militarían en nuestro partido. Callarlo es una traición a la patria.
Usted, señor, si es consecuente, denuncie a los culpables. ¡Denúncielos! ¡Yo lo
desafío!

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Señor Scarella!

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. — Lo desafío. Usted dijo que los conocía. Denuncie a los
culpables.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Señor Scarella, ruego a Su Señoría dirigirse a


la Mesa.
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DISCUSIÓN SALA

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. — ¡Denúncielos!

El señor IBAÑEZ (Presidente). — ¡Señor Scarella!

El señor SCARELLA. — Que lo diga aquí. Yo lo emplazo a que lo diga también


fuera de la Sala. Si es capaz, que lo diga fuera de la Sala...

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. — ¡Dígalo en los pasillos!

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Señor Scarella, ruego a Su Señoría dirigirse a


la Mesa.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor SCARELLA. —No hay derecho a la mentira.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Señor Scarella, le ruego dirigirse a la Mesa.

El señor SCARELLA. —Señor Presidente, porque respeto la democracia; porque


respeto todas las opiniones que se han vertido en el Parlamento; porque tengo
una profunda fe en los destinos de mi patria; porque sé que al votar en contra
de un Ministro de Estado no estoy haciendo un acto sedicioso, sino, por el
contra, ejerciendo un derecho democrático, voto que sí.

El señor PALESTRO. — ¡Cuéntenos el segundo capítulo la próxima semana!

El señor URRA. —Pido la palabra.

El señor IBAÑEZ (Presidente). —Tiene la palabra Su Señoría.

El señor URRA. —Señor Presidente, me abstengo en esta votación. Pero, como


parlamentario del Partido Demócrata Cristiano, creo que es importante
responder algunas afirmaciones que se han hecho en la parte final de esta
sesión.
Nosotros pedimos respeto a los señores Diputados, aun a aquellos que
nada han entendido en el curso del debate y que, realmente, no han
escuchado las palabras de nuestro camarada Bernardo Leighton.

El señor CANTERO. —Muy difícil.

El señor URRA. —Le pedimos respeto al señor Maturana para las palabras de
Bernardo Leighton, porque, o no las escuchó o no las quiere entender...
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DISCUSIÓN SALA

El señor PALESTRO. —No las quiere entender.

El señor URRA. —... ni recoger en su verdadero sentido e intención.


Nosotros tenemos nuestra propia identidad política, y no serán maestros
"chasquillas",...

Varios señores DIPUTADOS. — ¡Ah...!

El señor URRA. —... de ninguna naturaleza, los que nos van a enseñar el
camino en una definición del carácter de la que se está conociendo hoy en la
Cámara de Diputados.
Por eso, no aceptamos intérpretes ni exégetas, de ningún partido
político, que pretendan llevar las palabras de nuestro camarada Leighton más
allá de lo que él mismo ha querido entregar, clara y tajantemente, en esta
sesión. Nuestra conducta —y ése es el sentido esencial de la intervención de
los democratacristianos— jamás abrirá camino al golpismo en Chile, y jamás
seremos murallas de contención frente a los cambios sociales y económicos.
Esta es una línea divisoria que nos separa, irrevocablemente, del Partido
Nacional y de sus dirigentes, no sólo hoy en este debate, sino también frente
al Chile del presente y del porvenir.
Nosotros sabemos que es dura tarea para los democratacristianos
mostrar a Chile una conducta política diferente en la Oposición.
Nosotros no hemos nacido para tener la Presidencia de la República ni
militamos en este partido político para ejercer el Poder. Estamos para servir a
Chile, y lo que es bueno para Chile es bueno para la Democracia Cristiana; y
no lo que es bueno para las parcelas partidarias de la Democracia Cristiana, es
bueno, en definitiva, para determinadas mayorías nacionales.
Por eso, esta conducta también es dura para los cristianos de América
Latina. En Paraguay, en Brasil, en Uruguay, y hoy, en un juego democrático
distinto, en Chile, mantendremos esa conducta implacablemente en las
semanas y meses que vienen, cualesquiera sean las consecuencias que, en
definitiva, tenga que enfrentar el propio Partido Demócrata Cristiano.
No, tajantemente, al cristianismo o a la manifestación de cristianismo
que pretenden envolver las palabras del Diputado señor Monckeberg. El
expresa, más allá del sentido literal, como las ha entregado, una acción política
trémula, agónica, sepultada en Chile y en América Latina.
La Derecha nada tiene que hacer en el Chile del presente; nada tiene
que Hacer en el Chile del futuro. La Derecha ya tuvo una definición frente a la
reforma agraria chilena; siempre tuvo una definición frente a la recuperación
de las materias primas; siempre tuvo una definición frente a la juventud de
Chile; siempre tuvo una definición frente a la nacionalización bancaria. Sus
caminos, no son los nuestros; su conducta, no es la nuestra. Su identidad
política, no es ni fue nuestra identidad política.
Por eso, la intervención de nuestro camarada Leighton nunca podrá ser
recogida ni entendida ni escuchada por los señores Maturana, Monckeberg y
Acusación Constitucional Lisandro Cruz Página 148 de 148

DISCUSIÓN SALA

muchos otros que comandan el Partido Nacional, que nada tiene que hacer en
los caminos de la Democracia Cristiana de Chile.

—Hablan varios señores Diputados a la vez.

El señor PALESTRO. — ¿No querían unidad con la Democracia Cristiana?

El señor MONCKEBERG. — ¡No, por favor!

—Efectuada la votación en forma nominal, dio el siguiente resultado: por la


afirmativa, 35 votos; por la negativa, 50 votos. Hubo 18 abstenciones.

Votaron por la afirmativa los siguientes señores Diputados: Acuña, Álamos,


Alessandri, doña Silvia; Alessandri, don Gustavo; Amunátegui, Arnello, Bulnes,
don Jaime; Campos, Carmine, De la Fuente, Frías, García, Godoy, Guerra,
Klein, Laemmermann, Lorca, don Gustavo; Maturana, Mekis, Mercado,
Momberg, Monckeberg, Phillips, Riesco, Ríos, don Mario; Rodríguez, Ruiz-
Esquide, don Rufo; Scarella, Schleyer, Señoret, Tagle, Tapia, Undurraga, Ureta
y Vargas.

Votaron por la negativa los siguientes señores Diputados: Acevedo, Aguilera,


Agurto, Allende, doña Laura; Andrade; Baltra, doña Mireya; Barahona, Basso,
Cabello, Cademártori, Cantero, Carvajal, Clavel, Espinoza, don Luis; Ferreira,
Figueroa, Fuentealba, don Clemente; Fuentealba, don Luis; Fuentes, don
Samuel; González, Guastavino, Hurtado, Ibáñez, Insunza, Irribarra, Jaque,
Lazo, doña Carmen; Marín, doña Gladys; Millas, Morales, Muñoz Barra,
Naudon, Olave, Ortega, Palestro, Pontigo, Ríos, don Héctor; Riquelme, Robles,
Sabat, Salinas, don Edmundo; Salvo, Schnake, Sharpe, Silva, Solís, Soto,
Tavolari, Tejeda y Toro.

Se abstuvieron de votar los siguientes señores Diputados: Aylwin, Cardemil,


Castilla, Cerda, Concha, Fuentes, don César Raúl; Giannini, Huepe, Leighton,
Maira, Mosquera, Ruiz-Esquide, don Mariano; Saavedra, doña Wilna; Salinas,
don Anatolio; Sepúlveda, Temer, Urra y Zaldívar.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — En consecuencia, la Cámara de Diputados


declara que no ha lugar a la admisibilidad de la acusación
constitucional deducida por diez de sus miembros en contra del
Ministro de Justicia, don Lisandro Cruz Ponce.

—Aplausos en la Sala.

El señor IBAÑEZ (Presidente). — Habiéndose cumplido con el objeto de la


presente sesión, se levanta.

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