Acusación Constitucional Lisandro Cruz
Acusación Constitucional Lisandro Cruz
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1. Cámara de Diputados 4
1.1. Presentación Acusación Constitucional 4
1.2. Integración de Comisión encargada de Acusación Constitucional 13
1.3. Informe de Comisión 14
1.4. Discusión en Sala 34
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PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
1. Cámara de Diputados
1.1. Presentación Acusación Constitucional
Cámara de Diputados. Fecha 26 de enero, 1971. Cuenta en Sesión 17.
Legislatura Extraordinaria 1970-1971.
PRESENTACION
Honorable Cámara:
Los Diputados que suscriben, en uso de las atribuciones que les confiere
el artículo 39, atribución primera, letra b), de la Constitución Política, y en
cumplimiento de sus deberes parlamentarios, vienen en deducir acusación al
señor Ministro de Justicia, don Lisandro Cruz Ponce, por haber infringido la
Constitución, atropellado las leyes y haberlas dejado sin aplicación.
En efecto, en el ejercicio de su cargo, y sin perjuicio de la
responsabilidad que le pueda asistir como persona por la comisión de diversos
hechos configurados como delitos en el Código Penal y en la Ley de Seguridad
del Estado, el Ministro de Justicia es responsable de actuaciones, declaraciones
y omisiones, que constituyen infracción de la Constitución, atropello de leyes y,
también, inejecución de hechos a los que estaba obligado. Tales actuaciones
son tanto más graves, cuanto que significan e involucran ' una violación o un
atentado a la independencia, integridad, autoridad y dignidad del Poder
Judicial, como más adelante se señala.
Para los efectos de una mejor comprensión por la H. Cámara, las
actuaciones culpables del señor Ministro acusado se pueden fijar en tres
órdenes de materias.
PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
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PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
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acusado jamás ha podido tener en sus manos los antecedentes del sumario,
por ser éste secreto) Dice: "Se aparta de la verdad, la Corte Suprema..." "De
todo lo anterior es forzoso colegir que lisa y llanamente la Corte Suprema ha
efectuado una denegación de justicia, amparada en la falta de ulterior recurso
contra su dictamen. " "... la sentencia sugiere que ni siquiera este testimonio
es digno de crédito, pues sería producto de apremios ilegítimos y flagelaciones.
Para insinuarlo, la Corte se vale del expediente de añadir una orden para
investigar la denuncia..." "la Corte Suprema al ponderar los antecedentes... se
apartó de la ley, al exigir requisitos no establecidos en el ordenamiento
jurídico: "Al desecharse el desafuero no sólo se pretende impedir la
investigación..." Y termina diciendo: "Por las razones expuestas, el Ministerio
estima que se ha otorgado sin ambages, el derecho a la impunidad de los
conspiradores. "
En las frases citadas se configuran los delitos de injurias, sancionado en
el artículo 363 del Código Penal; de desacato (artículo 364 Nº 3); de calumnias
(artículos 412 y 413), ya que les imputa supuestos delitos de prevaricación y
aún contra la Seguridad del Estado.
Cabe recordar a la Honorable Cámara, que entre las atribuciones que la
Constitución Política otorga al Presidente de la República —y que éste debe
ejercer con el Ministro de ese departamento—, está señalada en el artículo 72,
atribución 4ª que dice a la letra: "Velar por la conducta ministerial de los
jueces y demás empleados del Poder Judicial y requerir, con tal objeto, a la
Corte Suprema para que, si procede, declare su mal comportamiento, o al
Ministerio Público para que reclame medidas disciplinarias del Tribunal
competente, o para que, si hubiere mérito bastante, entable la correspondiente
acusación.
Y, a su vez, también cabe, en conformidad a la letra c) de la atribución
1ª del artículo 39 de la misma Constitución, acusar a los Magistrados de los
Tribunales Superiores de Justicia, por notable abandono de sus deberes.
El Ministro acusado no ha ejercido la atribución constitucional de velar
por la conducta ministerial de los jueces, ni tampoco ha intentado que se acuse
a los Magistrados de la Corte Suprema. Pero sí ha sumado su voz
reiteradamente, en declaraciones públicas y en conferencias de prensa, para
atacar y vilipendiar a la referida Corte.
PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
Conclusión
PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
jerárquico de todo el Poder Judicial. Una presión que tiene por objeto destruir o
al menos limitar la independencia de sus miembros para juzgar y a deformar el
concepto que de los tribunales tiene la opinión pública.
Tal presión no deja de ser ilícita por el hecho de que el Ministro acusado,
así como los periódicos y los grupos que la comparten, ¡sostengan qué lo
hacen en nombre del interés popular, de las grandes mayorías o del pueblo.
Por el contrario, tal pretensión configura el delito de sedición que contempla
expresamente el artículo 3º de la Constitución Política del Estado.
Por las razones expuestas, la Honorable Cámara debo también acoger la
acusación deducida.
PRESENTACIÓN ACUSACIÓN
Conclusión
INTEGRACIÓN COMISIÓN
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Honorable Cámara:
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a) de carácter formal;
b) en cuanto a la insistencia;
c) los precedentes, y
d) la norma constitucional y su reglamentación.
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ejercerlas es, precisamente, por la vía del indulto, lo que no puede hacer
habiendo proceso pendiente. Del análisis de los artículos 80 y 81 de la Carta
Fundamental se desprende claramente que dichas disposiciones se refieren al
Presidente de la República y al Congreso, no al Poder Legislativo el que por
medio de leyes puede aumentar o disminuir las atribuciones del Poder Judicial.
El legislador no es el Congreso, está por sobre el Congreso; el legislador no es
el Presidente de la República, está por sobre éste. Por ello es que al dictarse un
decreto de indulto general o una amnistía, lo que debe hacerse por ley, no se
está violando el artículo 80 de la Constitución Política del Estado;
i) Que el decreto Nº 2.038, de 1970, que modificó el Reglamento de
Indultos, con el objeto de facultar al Presidente de la República para prescindir
de los requisitos y tramitaciones establecidos en dicho Reglamento no puede
vulnerar los artículos que disponen que el indulto sólo favorece a los reos
condenados, ya que esta exigencia no emana del Reglamento sino de un texto
legal, en la especie, el inciso segundo del Nº 4 del artículo 93 del Código Penal;
el Reglamento no haría otra cosa que reproducir la disposición legal y
constitucional que reglamenta o bien, explicar su contenido;
j) Que los fundamentos de la Contraloría General de la República
para rechazar el decreto de indulto no son doctrinarios sino que nacen de la ley
positiva, el artículo anteriormente indicado;
k) Que el indulto, por definición, sólo remite o conmuta la pena y
para que ello proceda, es necesario que el beneficiario de esta gracia esté
previamente condenado;
l) Que siendo el tenor literal del artículo 93 Nº 4 claro, no puede, de
acuerdo a las normas de hermenéutica legal, dársele una interpretación
distinta de la que emana de su texto;
m) Que la toma de razón del decreto de indulto por parte de la
Contraloría General de la República, ante la insistencia del Ejecutivo no ha
saneado el vicio de ilegalidad e inconstitucionalidad de que adolece, ya que el
Organismo Contralor, salvo el caso del artículo 72 Nº 10 de la Constitución
Política del Estado, está obligado a tomar razón de los decretos en tales
circunstancias.
n) Que la mayor parte de la doctrina y de la jurisprudencia es
contraria a estos denominados "indultos a prevención", es decir, indultos
dictados antes de que haya recaído sentencia ejecutoriada en la causa.
ñ) Los indultos dictados en 1938 por el entonces Presidente de la
República, don Pedro Aguirre Cerda, con el objeto de favorecer a las personas
procesadas por el asalto a la Caja de Seguro Obrero, que se indican como
precedentes de que el indulto puede otorgarse durante la secuela de un juicio,
habrían servido de antecedente a la dictación del decreto Nº 3.934, de 17 de
agosto de 1939, que estableció normas parecidas a las vigentes en la
actualidad para la tramitación de los indultos, precisamente, con el objeto de
impedir que se siguieran otorgando sin haber sentencia ejecutoriada.
Lo mismo puede decirse respecto de la sentencia de la Corte Marcial de la
Armada, de 10 de julio de 1939, anterior a la dictación del referido decreto.
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INFORME COMISIÓN
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delito alguno, sino que se formulan tan sólo críticas, en algunos casos fuertes y
vehementes, por algunas de sus actuaciones, las que en ningún momento son
constitutivas de delito.
Tanto la Constitución Política del Estado como el Código Orgánico de
Tribunales establecen en forma precisa el concepto de Separación de los
Poderes.
El artículo 80 señala que la facultad de juzgar las causas civiles y
criminales pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley. Ni
el Presidente de la República ni el Congreso pueden, en caso alguno, ejercer
funciones judiciales, avocarse causas pendientes o hacer revivir procesos
fenecidos.
El Código Orgánico de Tribunales, en su artículo 4º, a su vez, refuerza
este principio al ordenar que es prohibido al Poder Judicial mezclarse en las
atribuciones de otros poderes públicos y en general ejercer otras funciones que
las determinadas en los artículos del mismo Código.
En la calificación de las expresiones publicadas en la prensa, tanto como
dadas por el Ministro acusado como provenientes de artículos de editorial, no
puede pensarse que ellas constituyen una amenaza o un amedrentamiento a
los Tribunales de Justicia, o que vulneran el principio de su independencia.
El concepto de crítica de un Poder del Estado a otro es permanente y
vigente y debe mantenerse, máxime cuando se realiza, como se expresó en el
seno de la Comisión, con una finalidad de bien público.
El ejercicio de este derecho no puede constituir desacato, el que tiene un
sentido ofensivo, de menosprecio, de rebajamiento de otro Poder o de otro
individuo, cuando se ejerce dentro de conceptos que no signifiquen delitos en
contra del otro Poder.
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Como conclusión se señala que todos esos actos constituyen una presión
ilícita, que no se desvirtúa por el hecho de afirmarse que se hacen en nombre
del interés popular, de las grandes mayorías o del pueblo, sino que, por el
contrario, se configura con ello el delito de sedición contemplado en el artículo
3º de la Constitución Política del Estado.
El tercer cargo formulado al señor Ministro de Justicia se relaciona con el
incumplimiento de deberes constitucionales y legales.
En este capítulo de la acusación se expresa que el señor Ministro
acusado ha tenido conocimiento, por publicaciones de prensa del 6 de enero de
1971, de una "reunión" de alto nivel en una de las oficinas del Estado Mayor
del Ejército. Según trascendió, el instructor militar se reunió con el Juez Militar,
el Ministro de Defensa, altos personeros del Ejecutivo y los abogados del
Gobierno Sergio Politoff y Juan Bustos, y nada ha hecho el señor Lisandro Cruz
Ponce frente a una situación de tal naturaleza, que vulnera el artículo 320 del
Código Orgánico de Tribunales y que constituye una violación a las
obligaciones y prohibiciones que afectan a los Jueces, aplicables a los
Tribunales militares. En tal virtud, se imputa al señor Ministro haber infringido
el artículo 84 del Código de Procedimiento Penal que, en su número 3°, obliga
a los empleados públicos a denunciar los crímenes o simples delitos de que
tomen conocimiento en el ejercicio de sus funciones.
El libelo llega a la conclusión de que por este hecho debe ser sancionado
el señor Ministro, ya que constituye incumplimiento grave de sus deberes.
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priva a los Tribunales del derecho y facultad de conocer y juzgar las causas
criminales, lo que vulneraría el artículo 80 de la Constitución Política del
Estado, en relación al artículo 1º del Código Orgánico de Tribunales, que
entrega en forma privativa a los Tribunales de Justicia el ejercicio de las
funciones judiciales.
¿Cuál es, desde el punto de vista del derecho positivo, la tesis que
sustentan los que mantienen a este respecto un criterio diferente? El artículo
93 del Código Penal, a juicio de este criterio contrario, fija un principio general,
señor Presidente, en lo que dice relación con la extinción de la responsabilidad
penal. El inciso segundo, al decir que el indulto sólo remite o conmuta la pena,
no constituye una limitación a este principio ni importa una definición del
término "indulto", ni la fijación general de sus efectos, sino que determina el
efecto que éste produce con relación al individuo que se encontrare ya
condenado al otorgársele esta gracia. Es decir, el artículo 93 del Código Penal
se estaría refiriendo, específicamente, al caso concreto en que se ha
condenado ya a una persona en el proceso.
Podría afirmar esta tesis el hecho de que el artículo 93 del Código Penal
dispone también: "La responsabilidad penal se extingue: 3º Por amnistía, la
cual extingue por completo la pena y todos sus efectos. ". Es decir, la
legislación positiva también habla de la pena aquí en el Código Penal. Y nadie
ha discutido que podría dictarse una ley encontrándose un proceso pendiente,
sin que se hubiera dictado sentencia condenatoria ni ésta se encontrara
ejecutoriada.
Por lo demás, señor Presidente, la Comisión Revisora del Código Penal
tuvo especial cuidado en esto, porque se ha sostenido a este respecto que esa
disposición solamente se referiría a los indultos generales y no particulares. En
el Nº 4 del artículo 93 hace una notación esta Comisión, y dice a este respecto:
"Véase, en el Apéndice de este Código, el Reglamento sobre Indultos"
aprobado por el decreto Nº 3. 590, de 21 de julio del año 1959. Es decir, se
refiere específicamente al indulto particular.
Por otra parte, este mismo criterio ha sostenido que la responsabilidad
penal derivada de un delito nace en el momento de su ejecución y, siendo esta
responsabilidad la que se extingue conforme al artículo 93 referido, no puede
limitarse el efecto del indulto a la pena que se hubiere aplicado al particular
por un delito, destinada A hacer efectiva esta responsabilidad, porque con ello
se privaría del beneficio del indulto al delincuente afecto a responsabilidad
penal pero no procesado aún o no condenado, porque ello constituiría una
contradicción con el principio general establecido en el precepto aludido o una
limitación no consignada en el mismo.
Luego se agrega que el indulto puede otorgarse desde el momento
mismo en que nace la responsabilidad penal, lo que se deduce del propio
precepto constitucional que concede la facultad de indultar, sin restringirla al
caso del delincuente ya condenado, y se desprende también de la aplicación
que uniformemente se ha dado a las leyes que conceden indultos generales y
amnistías, leyes que, en cuanto a la extinción de la responsabilidad penal,
producen el mismo efecto que un indulto particular y sólo difieren en que el
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indultos particulares, sin otros límites que los que le aconsejen su prudencia y
su espíritu de justicia.
Por otra parte, no existe en nuestro ordenamiento disposición legal
alguna que prohíba, expresa y claramente —y repetimos que no podría
existir— que se otorgue el indulto particular respecto de un actual procesado.
No puede atribuirse tal carácter prohibitivo a ninguna de las normas legales
que se refieren al indulto a través de un irregular esfuerzo de interpretación.
Ahora bien, en la medida en que todas las normas sobre requisitos y
tramitación relativas a los indultos particulares están única y exclusivamente
en el reglamento respectivo, la concesión de uno de dichos indultos con
infracción a esas normas constituiría, en el peor de los casos, una infracción a
un reglamento, pero, en caso alguno, una violación de ley. En tal circunstancia,
no se configuraría en la especie la causal constitucional de acusación, porque
ella no consiste en atropellamiento de los reglamentos, sino en atropellamiento
de las leyes. Y en la medida en que de ello depende la existencia de la
infracción constitución alegada dependería, también, la existencia de la causal
respectiva. Así, por lo demás, lo reconocen los propios acusadores, al expresar,
en la página 2 de su libelo, haciendo suyo el criterio de la Contraloría, que el
decreto de insistencia "contravenía las disposiciones del Reglamento de
Indultos".
En consecuencia, debe desecharse la acusación por este capítulo, sin
pronunciarse la Honorable Cámara al respecto, por no fundarse en causal
constitucional expresa, de las que establece la letra b) de la atribución primera
del artículo 39 de la Carta Fundamental.
Vamos a hacer ahora un análisis del alcance de la causal consistente en
"atropellamiento de las leyes".
Desde un punto de vista etimológico y de contexto, debemos entender
por atropellamiento de las leyes la acción voluntaria y maliciosamente dirigida
a obtener un resultado pasando a toda costa por encima de una ley. Ha de
quedar de manifiesto el desprecio de la autoridad respecto del ordenamiento
jurídico que la rige, en el sentido de incurrir en un acto clara y rotundamente
negado por la ley, en forma que no deje lugar a dudas. Otra conclusión sería
incompatible con las finalidades del Gobierno y entrabaría el normal ejercicio
de las atribuciones legales otorgadas a la autoridad. En efecto, dado que la
aplicación de la ley supone siempre un esfuerzo interpretativo destinado a
desentrañar su verdadero sentido y alcance, el Poder Ejecutivo puede
normalmente llegar a conclusiones diferentes de las que, por ejemplo, tengan
otras autoridades o los organismos contralores. En tales casos y en el mismo
grado en que la autoridad ejecutiva crea indispensable la medida que adopta y
esté convencida de la legitimidad de su decisión, el ordenamiento jurídico da
primacía a su opinión. En última instancia, como lo señala Kelsen, la decisión
definitiva acerca de cuál de las varias interpretaciones de que es susceptible
una disposición legal, no constituye un problema jurídico, sino entraña el
resultado de la aplicación de un criterio político, en el buen sentido de la
palabra.
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Procurador don José Nicolás Matienzo, sostuvo la facultad del Poder Ejecutivo
de indultar, antes o después del proceso, de conformidad con la tesis de todos
los Procuradores que le habían antecedido en el cargo, a cuyo respecto
recuerda las palabras del doctor Eduardo Costa en el caso de doña Juana
Damiana Zelarrayán, agregando que "se trata de una cuestión conocida en el
derecho constitucional y resuelta por los tribunales norteamericanos en el
mismo sentido que el adoptado por los gobiernos y procuradores argentinos", y
que el artículo de la Constitución Argentina referente al indulto fue tomado del
estadounidense, sin más que dos enmiendas, que no afectan al fondo, por lo
que es aplicable, en nuestro país, la jurisprudencia de la Suprema Corte de
aquél emitida en el caso Ex parte Garland, cuyos términos, favorables a la tesis
del Poder Ejecutivo transcribe. '
Después tenemos otro caso, el del doctor Hipólito Yrigoyen. Fue
"procesado el ex Presidente de la Nación don Hipólito Yrigoyen, a poco de
depuesto del poder, por supuestos delitos en el ejercicio de su alta investidura,
fue indultado por el Gobierno Provisional del General José Félix Uriburu".
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—Aplausos en la Sala.
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señor Ministro del Trabajo, a fin de indicar nuestra inquietud frente a un clima
de desórdenes que se manifestaba en las ocupaciones de fundos y frente a la
aceptación de tales ocupaciones por la vía de la reanudación de faenas,
nombramientos de interventores, y los actos de los interventores con respecto
a las personas ajenas al fundo, que habían participado en tales ocupaciones.
Desgraciadamente, hasta la fecha —y consta en la Secretaría de la Cámara—
no ha llegado respuesta a ese oficio ni del señor Ministro del Interior ni del
señor Ministro del Trabajo.
Luego, los Diputados nacionales denunciaron situaciones que sucedían
en Cautín, en Valdivia y en otras provincias agrícolas del país.
Advertimos, también en la Cámara, durante la discusión del proyecto
que modifica el Código Orgánico de Tribunales, sobre los ataques desbordados
de cierta prensa contra el Poder Judicial.
Posteriormente la directiva del Partido Nacional, en conferencia de
prensa, señaló su inquietud por lo que calificó de "un proceso de legalidad
sobrepasada. "
Todas estas advertencias, en verdad, han sido inútiles. Creo que se ha
demostrado poca disposición a escuchar las advertencias que se formulaban
serenamente, sin involucrar un ataque político, como ha sido habitual en Chile,
en el afán de señalar un camino urgente de rectificación que no fuera
deteriorando nuestra convivencia democrática.
Los ataques al Poder Judicial recrudecieron. Se les transformó en un
arma de presión ilícita, delictual, en una manera de imponer un criterio y de
coartar la libertad de los jueces para fallar y juzgar. Llegaron esos ataques a
límites tan inconcebibles como los que podremos apreciar más adelante, los
cuales conoció todo el país a raíz de un fallo de la Corte Suprema. La rudeza,
la increíble bajeza y grosería de esos ataques periodísticos, reflejan algo más
que la condición espiritual de los atacantes: reflejan el fin premeditado de
destruir a un Poder del Estado o, al menos, de destruir su autoridad, su
respetabilidad y su independencia.
Debo señalar, señor Presidente, que estos hechos no han sido
denunciados exclusivamente por el Partido Nacional; en muchos aspectos ha
habido coincidencias con los enfoques que han hecho personeros de otras
colectividades. El país ha conocido, por ejemplo, la denuncia de los Diputados
democratacristianos de Cautín sobre esos mismos hechos; la del Senador
Fuentealba, en el mismo sentido; la de los Senadores Aylwin, Irureta, Hamilton
y Prado, dentro de la Democracia Cristiana; la inquietud manifestada por los
Diputados radicales sobre los hechos agrícolas de la provincia de Ñuble; las
denuncias del Senador Acuña, también del Partido Radical, sobre los hechos
que acaecen en la zona que representa. Y aun me atrevo a señalar, señor
Presidente, actos un tanto tardíos, pero positivos del Gobierno del señor
Allende, como la orden de borrar esas frases, que no eran supuestamente
injuriosas, señor Ministro de Justicia, sino una ignominia y una vergüenza para
una nación civilizada y para un Estado de derecho. Fue ordenado, por el
Presidente de la República, borrar esa frase cuando ya estaba muy adelantada
la campaña de desprestigio de la Corte Suprema. La remoción de un
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perseguirlos por notable abandono de deberes y por los delitos que cometan.
Este mismo principio de la independencia señala, lógicamente, el que ella se
mantenga frente a los particulares en un principio llamado de incorruptibilidad
por los tratadistas, como asimismo el de la responsabilidad del ejercicio en sus
cargos.
Podemos, pues, reiterar que es esta independencia del Poder Judicial y
el afán de defenderlo íntegramente, lo que ha impulsado la presente
acusación. La independencia del Poder Judicial contra lo que se ha señalado,
está expresamente establecido en Chile; lo está en la Carta Constitucional y en
todo el contexto de nuestra legislación positiva. Así, en nuestro derecho
positivo figura en el artículo 80, que le otorga al Poder Judicial la facultad
exclusiva para conocer y fallar los juicios, y que prohíbe la interferencia del
Presidente de la República y del Congreso. Está consagrado en el artículo 85 al
otorgar inamovilidad a los jueces, y lo está también en los artículos 2, 3 y 4 de
la Constitución, que establecen prohibiciones sanciones y nulidades para
quienes se arroguen facultades que no tengan. El Código Orgánico lo establece
en los artículos 1º, 4º, 5º y 12; y el Código Penal, además de un amplio
contexto de delitos que pretenden precisamente ampararlo, lo señala
expresamente en los artículos 222, inciso segundo y 264, Nº 3º, en que por
una parte sanciona al funcionario público que pretende ejercer funciones
judiciales, y en la otra, sanciona el delito de desacato de quienes pretenden
injuriar a los jueces por los fallos que dicten.
De manera que no es inexistente en Chile esa independencia; es una
independencia que mira a la exclusividad para conocer y fallar causas. Ni
tampoco es efectivo que no sea un hecho sancionable el desconocer de
cualquier manera esa independencia: violarla, atropellarla o afectarla.
Precisamente, nuestro derecho positivo configura delitos y sanciones, diversos,
todos tendientes a asegurar esta independencia, y no son ajenas tampoco a
esa misma intención las facultades que la Constitución Política del Estado
otorga en su artículo 39 a la Cámara de Diputados para que acuse y conozca
de acusaciones contra quienes hayan atentado contra estos derechos
constitucionales. Y también en el artículo 42 para que el Senado conozca de las
acusaciones que apruebe la Cámara; asimismo, de acusaciones contra
Intendentes que puedan dejar sin cumplir órdenes judiciales; de acusaciones
particulares contra Ministros por los perjuicios que causaren, y aun de las
contiendas de competencia entre poderes del Estado.
La independencia del Poder Judicial, en consecuencia, es un valor, una
garantía fundamental en la República de Chile. Su conservación, establecida en
la Constitución, corresponde esencialmente al Presidente de la República. Pero
la sanción a su infracción es facultad, y yo diría, más que facultad es deber y
obligación de la Cámara de Diputados, en su caso, y del Senado en el suyo.
En cumplimiento de este deber constitucional, los Diputados nacionales
hemos deducido la acusación; hemos acusado al señor Ministro de Justicia por
hechos graves que atentan contra la independencia del Poder Judicial: hechos
que atropellan las leyes y que las dejan sin ejecución. Los hechos, que ya
analizaremos más adelante están indicados en el libelo acusatorio y son de
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público conocimiento. Uno de ellos, para precisar más el sentido del elevado
cumplimiento del deber que hemos tenido, fue puesto en conocimiento de la
Honorable Cámara por la Contraloría General de la República. Así lo declaró el
Sub-contralor, y lo pueden ver en las actas, página 17, para que los señores
Diputados vean si a su criterio corresponde o no deducir acusación por el
decreto de insistencia que se vio forzada a tomar razón.
El propio profesor y Presidente del Consejo de Defensa Fiscal y Asesor
Jurídico del Presidente de la República, don Eduardo Novoa, señaló también
que, a su juicio, la obligación legal de la Contraloría de comunicar estos
decretos de insistencia a la Cámara, era, precisamente, para que se dedujera
acusación constitucional si lo estimaban pertinente los señores Diputados. Así
lo dice el señor Nocoa en la página 25 de la actas de la sesión.
Los otros hechos también son públicos y notorios, porque han sido
publicados y comentados en diarios, revistas, radio y televisión. Y nosotros en
esta materia queremos afirmar, frente a quienes nos han calificado de haber
actuado sin base ética, que hemos cumplido un deber parlamentario, serio e
ineludible, ejerciendo una facultad constitucional, por lo que habría que indicar
que mucho más falto de ética puede resultar un acto que implique un abuso de
poder, que un acto que implique la ejecución de una facultad constitucional
cuando ella ha sido puesta en relevancia por el propio organismo contralor. La
facultad que tienen los Diputados, en legítimo ejercicio de ese derecho, de
deducir acusación para que la Cámara conozca de ella y aprecie si procede o
no acogerla o si procede rechazarla, es el mejor fundamento de nuestra
actuación que no ha pretendido sino resguardar un valor esencial para la
preservación de la libertad en Chile y cumplir con nuestro deber.
Se han planteado por el señor Diputado informante y en la Comisión
distintas materias que vale la pena dilucidar y que no estaban planteadas en el
libelo acusatorio, porque no se sabía que se iban a exponer por parte de
algunos señores Diputados.
Se ha planteado la cuestión de si frente al caso concreto de un decreto
de insistencia, debe acusarse a uno o a todos los Ministros del Gabinete; o si
debe acusarse a un Ministro o al Presidente de la República.
Hay que señalar al respecto que, fuera de lo que dispone el artículo 39
de la Constitución, está lo previsto en los artículos 75 y 76 de la misma, que
señalan que las órdenes del Presidente de la República, para ser obedecidas,
debe llevar la firma del Ministro del departamento respectivo y que el Ministro
es responsable personalmente de lo que firmare, y solidariamente de lo que
acordare o firmare con los demás Ministros. Esos son las dos disposiciones
constitucionales pertinentes.
Queremos hacer presente que sólo uno de los cargos de la acusación
puede prestarse al planteamiento de esta cuestión: el relativo al indulto; los
otros los hemos referido directamente al señor Ministro de Justicia.
Deseamos sostener, en primer término, frente a esta duda, que nada
obliga a acusar al Presidente de la República, y que, clara y tajantemente,
muchas cosas, en cambio, aconsejan no hacerlo.
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demandados por las terceras personas, por los particulares que hayan
resultado víctimas del acto ejecutado por todos los Ministros.
Así, por lo demás, está perfectamente desarrollado en actas por uno de
los profesores asistentes, quien señala claramente —se puede apreciar en la
página 52 y siguientes de las actas— que otra cosa sería pretender que en
Chile no existiera un régimen presidencial, sino un régimen parlamentario. La
responsabilidad política solidaria de los Ministros es expresión únicamente de
un sistema parlamentario; no lo es de un sistema presidencial. En el sistema
presidencial que tenemos en Chile, la responsabilidad del Ministro mira,
fundamentalmente, a la responsabilidad penal y, como digo, la solidaridad mira
a la responsabilidad civil de todos y cada uno de los firmantes del decreto
cuestionado.
Por eso, creemos que toda alegación que se haga en contra de estos
principios, en contra de esta interpretación, en contra de esta facultad que nos
permite acusar a quien consideremos procedente acusar, y no nos veamos
forzados a acusar a todos los Ministros, es absolutamente improcedente en
nuestro sistema constitucional y, también, dentro de los términos claros y de
las conclusiones a que ha llegado toda la doctrina en nuestro país.
En materia de indultos, la acusación ha planteado un hecho; y ha
planteado que ese hecho significa violar la independencia del Poder Judicial;
significa, en consecuencia, infringir la Constitución Política y atropellar la ley.
Nuestra opinión ha seguido lo planteado y manifestado por la Contraloría
General de la República; es la interpretación cabal del sentido del artículo 80
de la Constitución Política y del artículo 93, Nº 4, del Código Penal.
Se ha sostenido en contrario que el indulto, que es expresión del
derecho de gracia, no tiene en nuestra Constitución límite alguno, que esta
facultad presidencial carece de límites, que puede ejercerla el Presidente de la
República a su leal saber y entender. Esta afirmación no es exacta. En primer
lugar, porque existen límites creados por la naturaleza misma de la institución.
El indulto no es sino la reducción o la conmutación de la pena, pero no del
delito ni de la acción penal. Esta característica del indulto que existe en Chile,
que existía en Chile, precisamente cuando se dictó la Constitución de 1925,
que existía en textos legales expresos, no ha podido ser ni ha sido ignorada
por el constituyente.
En segundo lugar, la facultad del indulto está limitada por las funciones
privativas de otro Poder del Estado: del Poder Judicial. Porque, ¿qué significa
un indulto dictado con procesos pendientes? La respuesta más cabal, más clara
y más fundada de todas las que se han dado para sostener la improcedencia
del indulto en esta materia, está, a mi juicio, en un fallo dictado por la Corte
de Apelaciones de Santiago y redactado por el Ministro de la Corte de
Apelaciones de aquel entonces, posteriormente Presidente de la Corte Suprema
y que últimamente también he visto que ha colaborado en el estudio de
proyectos de ley de este Gobierno de la Unidad Popular, don Rafael Fontecilla.
Don Rafael Fontecilla dice, en uno de los considerandos del fallo: "Que si el
derecho de indulto, que corresponde al Presidente de la República, se ejerciera
antes de la condena definitiva, se llegaría a la abolición de proceso, se
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cual viene a indicar que para que en un proceso pueda una persona alegar que
existe cosa juzgada porque hubo ya una sentencia, tiene que comprenderse
que se está en presencia de otro proceso, no en el mismo en el cual se hace
valer esta excepción.
Pero, además de la interpretación de don Rafael Fontecilla, de la
jurisprudencia de los Tribunales, de la Revista de Ciencias Penales, en artículos
de numerosos tratadistas que aquí tengo, en los textos, fundamentalmente en
los del profesor Labatut, se señala claramente como es irrelevante esta
alegación, porque no puede decretarse, en ningún caso, ni de acuerdo con
nuestra ley ni con nuestra Constitución, un indulto en proceso pendiente.
El profesor Labatut señala que el indulto que remite o conmuta una pena
únicamente procede desde que hay sentencia ejecutoriada, porque solamente
desde entonces existe pena que pueda remitirse o conmutarse.
Respecto de la aplicación de los artículos 408 y 433 del Código de
Procedimiento Penal, señala que esas disposiciones aluden a los indultos
generales que se conceden por ley y que producen efecto desde que la ley se
publica, exista o no exista sentencia de término. Otra interpretación
equivaldría a reconocer al Ejecutivo la facultad de gobernar la acción penal y
de ejercer funciones judiciales que no le corresponden. Así lo estableció una
sentencia de la Corte de Apelaciones que está en la Revista de Derecho y en la
Gaceta de los Tribunales y es el criterio inmensamente mayoritario de toda la
doctrina. Un indulto otorgado después de cometido el delito y antes de
instruirse el sumario correspondiente priva a los tribunales de justicia de la
facultad de conocer todos los asuntos criminales que se promuevan dentro de
su territorio jurisdiccional. Concedido por decreto durante la tramitación del
juicio, el Presidente de la República estaría vulnerando el artículo 80 de la
Constitución Política, que le prohíbe ejercer funciones judiciales o avocarse
causas pendientes. En consecuencia, creo que está suficientemente aclarado
este punto.
Debo, además, reiterar otro hecho: el indulto dictado durante un
proceso pendiente afecta a distintos sistemas señalados por la ley, y afecta,
esencialmente, el punto referente a la reincidencia. Yo les quiero recordar a los
señores Diputados y a los señores Ministros presentes que, en los diarios de
ayer tarde y de hoy, hemos visto cómo militantes de uno de los grupos que
han recibido el beneficio de este indulto se han batido a tiros con la policía
civil, y como el señor Ministro del Interior ha tenido que declarar a los
periodistas que será inflexible al sancionar estos hechos.
Primer caso, ya producido, que refleja que este indulto puede perjudicar
los efectos de la reincidencia que expresa el artículo 93, Nº 4, del Código
Penal.
Se ha señalado, también, en órganos de prensa, que habría participado
el señor Sergio Zorrilla en los hechos acaecidos en la comuna de María Pinto;
hechos que han merecido censuras por parte de funcionarios del Ministerio del
Interior. Y, concretamente, el señor Sergio Zorrilla estaba beneficiado por el
indulto. Luego, si ha cometido delitos en estos hechos, que han motivado una
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acción enérgica del Ministerio del Interior, podríamos también señalar desde ya
cómo se afecta la reincidencia que señala nuestro código expresamente.
Por otra parte, existen también publicaciones que informan de la
actuación de otros dirigentes miristas, y así lo declara también periodistas de
la Unidad Popular, en las tomas de fundos ocurridas en la provincia de Cautín,
que configuran distintos delitos denunciados en los tribunales de esa provincia,
en los cuales, repito, habrían tenido participación, actuación e instigación
militantes del mismo Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Es decir,
posiblemente también se ha afectado la reincidencia que señala el Código
Penal.
Por eso, aun la intención generosa que habría tenido el Gobierno, y que
aquí ha manifestado el señor Ministro de Justicia y el Diputado informante, al
dictar estos indultos, aparece contradictoria o estéril frente a estos hechos.
Esa misma intención queremos señalarla en relación con los hechos
mismos que constan en el indulto.
En el decreto no se dice nada fundamental respecto a los antecedentes
que tuvo el Ministerio de Justicia para dictar los indultos. Y eso que el propio
decreto N° 2. 038, que modificó el reglamento de indultos, señala la necesidad
—y desgraciadamente el señor Ministro, al leer, no leyó esa frase— de que
"exista decreto fundado". El decreto de indulto y el decreto de insistencia no
son en absoluto fundados.
De manera que no se tuvo conocimiento de cuáles eran los antecedentes
considerados para conceder los indultos. Se solicitó este dato en la Comisión, y
el Ministro acompañó un oficio indicando ya algunos mayores antecedentes.
¿Cuáles son los cargos concretos que hay en las distintas causas?
Por ejemplo, se señala en la Causa 1892-68, del Segundo Juzgado
Militar de Santiago, que las personas allí indicadas son reos como coautores de
maltrato a Carabinero y de la figura contemplada en el artículo Nº 480 del
Código Penal; como autores o encubridores de delitos de robo con
intimidación; como autores de los delitos de falsificación de instrumento
público, maltrato a Carabinero, robo frustrado, robo con fuerza y robo con
violencia.
Se solicitaron también los expedientes y se pidió que, si ellos no podían
remitirse, se enviaran a la Comisión los antecedentes suficientes para saber la
naturaleza de los delitos investigados, la gravedad de las lesiones causadas, si
había lesiones, el monto de lo hurtado o robado, si ello correspondía, y el
estado del proceso. Alcanzaron a llegar, al hacerse el informe, los
antecedentes de la Fiscalía Militar, acompañando todos los procesos
acumulados a la causa 1892-68. Pero, ¿qué demuestra el certificado que ha
otorgado la Comisión? Que los antecedentes dados en el decreto eran nulos y
los antecedentes dados en el oficio, que eran más, pero no eran tampoco todos
los antecedentes, no eran antecedentes suficientes ni para decretar el indulto
ni para el informe de la Comisión.
Por ejemplo, el maltrato a Carabinero significa una lesión menos grave
al Teniente Alberto Méndez, que pareció más grave a consecuencias del
traumatismo posterior al hecho; significa robo, con intimidación en las
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—Risas en la Sala.
El señor ARNELLO. —"Todos estos viejos son unos cabrones". Lo dijo ayer en la
Cámara de Diputados. "
El señor ARNELLO. —... para sostener claramente, una y otra vez, que son, lisa
y llanamente, unos "delincuentes" o "unos carajos, definitivamente unos
carajos".
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Irureta: "Lo que nos interesa por ahora es que se mantenga la independencia
del Poder Judicial y la libertad de juicio de sus magistrados. Lo contrario es el
caos y la destrucción del régimen democrático. "Termina diciendo: "Si nuestros
tribunales se equivocan, en lugar de insultarlos, se puede hacer uso de los
mecanismos constitucionales que permiten establecer la responsabilidad de los
jueces. Esto es más democrático y constitucional que la campaña de insultos,
en la que el primer perjudicado va a ser el Gobierno. "Esta es la opinión oficial
del Presidente de la Democracia Cristiana.
Por otra parte, quiero decirle al señor Ministro que el tercer punto de la
acusación se ha consignado por ser un hecho de enorme gravedad. Me refiero
a él para que no quede la duda de por qué no lo he tratado. Este cargo fue
desmentido, desgraciadamente, en forma muy tardía: después de conocerse la
acusación; no tuvo el carácter de reacción frente a la página entera de un
diario que sostenía, en su primera página: "Ciegos, sordos y clasistas", y
fotografiaba a los Ministros de la Corte Suprema como delincuentes. Esto
implicaba dos serios y graves delitos por parte del juez militar y del fiscal, en
relación con un proceso de suma importancia.
Frente a estos hechos, el Partido Nacional asume su responsabilidad y
está dispuesto a sostener la acusación y a luchar por el imperio de la
Constitución y de la ley. Postulamos la necesidad de sancionar la intención, la
debilidad y la reiterada demostración de afectar la independencia del Poder
Judicial. Si se considera que el punto jurídico defendido es aquello a que se ha
referido don Valentín Letelier respecto de la independencia de los jueces para
fallar conforme a la ley y a sus conciencias, la Cámara entenderá por qué
hemos planteado esta acusación. En ningún momento, ella se ha rebajado al
plano personal, sino que apunta a la actuación de un alto funcionario de
Gobierno, responsable de la Cartera de Justicia. Con este gesto y con esta
determinación, queremos darle al país la convicción de que no
permaneceremos impasibles si se infringe la Constitución, se atropellan las
leyes y se dejan sin cumplir en una materia tan importante como es ésta de la
independencia del Poder Judicial, último baluarte de las garantías
constitucionales, de la libertad y de los derechos de los ciudadanos.
El señor Lorca me ha pedido una interrupción, que se la concedo con
mucho gusto.
El señor LORCA (don Gustavo). — Señor Presidente, debo hacerme cargo, esta
tarde, de algunas observaciones que se han formulado, en torno a esta
acusación constitucional y plantear, al mismo tiempo, nuestro criterio frente a
la conducta política que el señor Ministro de Justicia ha asumido a través del
desempeño de su cargo y que ha dado origen a que se le haya acusado
constitucionalmente.
Nuestra Constitución Política, a pesar de las varias modificaciones que
ha sufrido desde el año 1925 hasta hoy día, ha mantenido invariable las
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5º—Por otra parte, las cosas son lo que su naturaleza y esencia indican
y no lo que las circunstancias determinan, o mejor, no son lo que su nombre
señala.
Se sabe, siguiendo las expresiones del citado profesor Amunátegui, que
la diferencia entre el indulto y la amnistía radica en el hecho de que aquél hace
desaparecer solamente la pena, mientras que ésta elimina el delito, el
delincuente y como consecuencia, la pena.
Si el Presidente de la República dicta un decreto concediendo el indulto a
un procesado, de hecho lo que está haciendo, no es indultar, sino que
amnistiar. Tal conclusión resulta evidente, si se tiene en consideración que el
indulto al procesando sólo impide que se le aplique la pena, sino que hace
imposible que se dicte la sanción en el proceso. Y de este modo, el delincuente
pierde su calidad de tal y la acción punible no llega a constituir delito. En
resumen, no hay delito, ni delincuente, ni pena. Se trata, por lo mismo, de una
amnistía, y el Presidente no tiene facultad para amnistiar.
En consecuencia, por este concepto, los decretos llamados de indulto,
firmados por el acusado son inconstitucionales.
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inusitados ataques del Ministro sólo pueden cumplir un fin: amedrentar a los
jueces, privarlos de su libertad para fallar, destruir su dignidad como
profesionales y como hombres, producir la impopularidad de los magistrados
que osen fallar con independencia. En una palabra, se trata de destruir la
institucionalidad democrática para cuya vigencia, como lo sostenemos los
socialdemócratas, es indispensable la existencia de un Poder Judicial libre e
independiente.
La actitud del señor Ministro implica una clara violación de lo prescrito
en los artículo 40 y 80 de la Constitución y, lo que es más grave, del espíritu
de la misma, que quiere un poder Judicial independiente como una de las
garantías elementales para la subsistencia de los derechos humanos.
Se ha pretendido sostener la política del Ministro asilándose en el
deercho de crítica que asiste a todo ciudadano. La Democracia Radical sostiene
que ese derecho, que es propio de todo chileno, no lo tiene el Poder Ejecutivo,
en razón de la aplicación del principio de la separación de los poderes. En otras
palabras, el Ejecutivo no puede mezclarse en las materias propias del Poder
Judicial. Se trata, precisamente, que los miembros del Ejecutivo cumplan con
un deber fundamental: el de abstenerse de intervenir en asuntos ajenos a su
competencia.
Por último, la Democracia Radical cree que el rechazo de la acusación o
la abstención frente a la misma implican un agravio al poder Judicial que no
puede quedar huérfano en su tarea de velar por el cumplimiento y aplicación
de la Constitución y de la ley.
Lo que he manifestado demuestra que la acusación que se ha formulado
en contra del señor Ministro de Justicia tiene fundamentos legales y
constitucionales irrebatibles.
Esto lo han reconocido, hace días solamente, los dirigentes de los
partidos democráticos, en forma concluyente, en el Honorable Senado. Pese a
ello, uno de dichos partidos, el de mayor gravitación por la magnitud de su
representación parlamentaria, ha anunciado que se abstendrá de votar la
acusación, porque estima que mayor responsabilidad en la dictación del
arbitrario decreto de indulto de los personeros del MIR, procesados por ser
autores de delitos comunes, le cabe al Jefe del Estado que a su Ministro de
Justicia. Este es un pretexto deleznable si se considera que su actual
Presidente, en reciente declaración, reconoce que los fundamentos legales de
la acusación no admiten discusión; que, asimismo, el señor Presidente del
Senado, abogado y catedrático meritísimo, comparte la misma opinión; que,
además, el ex Presidente de dicho partido también emitió, hace muy pocos
días, igual juicio en un debate que sobre los ataques a la independencia del
Poder Judicial se llevó a efecto en el Honorable Senado, en el que expresó que
el señor Ministro de Justicia había empleado oficialmente "expresiones raras
veces escuchadas anteriormente en el país a un Secretario del Estado del
ramo", y no, según su opinión, "para plantear una tesis de la justicia, para
realizar un análisis crítico de esta función, sino para referirse derechamente a
un fallo, esto es, a algo que constituye una atribución exclusiva de otro Poder
del Estado", para concluir que el Ministro de Justicia estimaba que la
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Se suspende la sesión.
—Risas.
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El señor NAUDON. —... para poder seguir investigando este delito de sedición.
Porque, precisamente, no ha sido el indulto, como en el caso de los miristas, el
que ha impedido propiamente una investigación, sino que en este caso a que
me refiero, fue el fallo de la Corte Suprema el que ha dejado en la impunidad a
los autores del delito de sedición y, en, parte, a los que causaron la muerte del
General Schneider.
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El señor PALESTRO. — ¡Por eso, nunca hay que andar con malas amistades!
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ilegalidad cometida por el señor Ministro. Y todavía más, aun en ese caso, en
la hipótesis de ser una ilegalidad grave, pensamos que la facultad de la
Cámara se mantiene intacta para hacer la acusación ante el Senado o para no
formularla.
Para acusar a un Ministro necesitamos fundar jurídicamente la
acusación, pero para pronunciarnos sobre ella podemos tener otros motivos,
porque no sólo por motivos jurídicos se acusa a un Ministro. Pero es facultad
de la Cámara, no es una obligación, llevar o no a los señores Ministros al banco
de los acusados, ante el Senado de la República. No es obligación hacerlo,
como expresamente lo dice la Constitución cuando habla de las atribuciones
exclusivas de la Cámara de Diputados.
Por eso nosotros no vamos a votar a favor de esta acusación, aun
cuando podríamos aceptar, y aceptamos, la ilegalidad de algunas de las
actuaciones del señor Ministro, porque aquí hay un problema más importante
que esta ilegalidad. Precisamente aquí es donde el problema político incide en
el problema jurídico.
¿Por qué actuó el señor Ministro en la forma en que lo hizo? ¿Lo hizo
para cometer un atropellamiento de las leyes? ¿Lo hizo para infringir la
Constitución? No, señor Presidente. Claramente lo hizo por servir una política,
cuya responsabilidad suprema reside en el Presidente de la República. De ahí
la razón que nosotros hemos tenido para señalar no al Presidente de la
República como el principal "culpable" de estas actuaciones, como en mala
forma se ha interpretado nuestro criterio a través de algunas versiones...
El señor LEIGHTON. —... creo que es preferible sacrificar el tiempo antes que
la claridad de una exposición.
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El señor LEIGTHON. —... a la vida política, señor Diputado, como Partido, pero
tengo 40 años bien vividos en la política de Chile, a través de los cuales he
podido ver cómo se han venido convirtiendo a nuestra democracia, de todos
los bancos de esta Cámara, elementos que antes anduvieron en extravíos aún
mayores que los miembros del MIR en esta hora.
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El señor SALINAS (don Edmundo). — Ustedes han asaltado 160 años a Chile.
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El señor LEIGHTON. —Esta ha sido la historia del país en estos últimos años. Y
queremos contribuir a que el Presidente de la República pueda continuarla. Por
eso concordamos con él en este propósito fundamental, pero hemos querido
señalar la arriesgada gravedad de esta política del Presidente Allende.
Tenemos confianza en que la servirá hasta el final, porque lo hemos visto
actuando lealmente como demócrata a lo largo de más de 40 años de vida
política de nuestro país, porque tenemos la esperanza de que los favorecidos
con su actuación sean leales a nuestra democracia.
Por eso, con toda franqueza, y alegrándonos mucho de que esté
presente el señor Ministro del Interior —cuya política clara y firme; difícil; más
de alguna vez dramática, nos satisface plenamente—, esperamos que estos
jóvenes se incorporen a nuestra democracia, que no sigan siendo los autores
de los principales peligros que hacen correr a la democracia chilena cuando
plantean la necesidad de suplantar el poder legítimo que ahora nos rige por
otro que ellos harían lo posible por crear, porque con esa actuación de los
grupos subversivos están levantando en el otro extremo a quienes también
persiguen lo mismo. Nosotros sabemos que son como vasos comunicantes
estas posiciones antidemocráticas extremistas en los países como el nuestro.
No es la primera vez que las tenemos en Chile. Más de una vez las hemos visto
ser superadas por la voluntad de la gran masa del pueblo chileno, que quiere
vivir en democracia, en justicia, en renovación y en libertad.
Por eso los democratacristianos creemos que cumplimos un deber en
nuestro país. No creemos ser los únicos, pero exigimos para nosotros el
respeto, porque esta conducta que ahora tenemos es la que tuvimos siempre:
cuando éramos pequeños, cuando, como hace veintiséis años atrás, éramos
cuatro Diputados en esta Sala, como ahora que somos cincuenta y cinco, aun
cuando seamos menos de lo que fuimos en el período anterior, porque así son
los avatares de la política y de la vida. Pero para eso estamos y tenemos la
responsabilidad suficiente para afrontar las críticas menudas y mezquinas por
que no tomamos parte en este conflicto, que nos parece limitado, de votar por
sí o por no una acusación constitucional, aun cuando se acepte que tenga
algún fundamento, discutible o no, desde el punto de vista jurídico. Creemos
que nuestro país necesita algo más que eso: necesita que el Presidente de la
República sepa que cuando él, varonil, leal y patrióticamente, asume la
responsabilidad de estos actos, como por una extraña casualidad lo hacía en
un mitin de La Serena, en el mismo instante en que nosotros hacíamos recaer
sobre él esa responsabilidad, hay un partido que está en la oposición, que
critica muchos de sus actos, esperando que los rectifique, como más de alguna
vez lo ha hecho —y como lo ha hecho, especialmente, el señor Ministro del
Interior en casos que se recordaron en esta Sala. Pero también, cuando todo
esto ocurre, sepa que cuenta con nosotros, porque deseamos que Chile siga
siendo una república más democrática cada día; sepa que compartimos su afán
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—Aplausos.
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atropello a la Carta Fundamental. Se trata tan sólo de una acusación que tiene
un sentido de crítica al Gobierno Popular. Pero los acusadores han chocado
contra la mayoría de los chilenos y contra toda una jurisprudencia y costumbre
que nos dan la razón.
Sin embargo, no he levantado mi voz para expresar razones de derecho
que me asistieron al impugnar la acusación, sino motivos políticos, que creo
pesan suficientemente en la ciudadanía, a fin de que el mandatario de todos
los chilenos pueda, además de su derecho constitucional, considerar un
decreto de perdón para los procesados.
Las personas indultadas formaban o forman el MIR, movimiento que
emerge en Chile dentro de los sectores jóvenes, como un acto de rebeldía
contra la permanente violencia de los sectores de la Derecha, que con el abuso
y la explotación crean, en la lucha de clases, un factor que permite la
existencia y nacimiento del MIR. Son los Diputados que representan la
Derecha, que hoy levantan la voz como acusadores, los que dieron fe de
bautismo a este movimiento revolucionario de jóvenes que buscan en la
clandestinidad su domicilio, y en la lucha implacable contra la conspiración y la
explotación, su razón de existencia.
Hoy día, cuando es un Gobierno Popular el que dirige los destinos de
este país, corno brillantemente lo hace nuestro compañero Salvador Allende,
tenían que volver a los cauces de la normalidad aquellos jóvenes que todo lo
abandonaron —su profesión, sus mujeres, sus hijos— para lanzarse en contra
de los explotadores; deben ellos volver a este Chile Nuevo que emerge desde
las manos de los trabajadores, para que entreguen también su experiencia, su
capacidad a esta lucha que sólo se detendrá con la implantación del socialismo,
que es la verdadera democracia.
Nada más, señor Presidente.
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convivencia democrática que por años y años ha permitido que unos pocos se
enriquezcan hasta la saciedad y que muchos millones de chilenos carezcan de
vivienda, carezcan de alimentos, carezcan de vestuario, es decir, sean
verdaderos parias, al margen del progreso social.
Esa es la convivencia democrática que estamos tratando de destruir y
que, no les quepa duda, vamos a destruir, con el apoyo de las masas
populares, con el apoyo del pueblo de Chile. Y hay más. Yo diría...
El señor SCHNAKE. —¿O es que acaso, para los nacionales, las instituciones en
Chile son inmutables y quieren volver a la vieja época del Derecho Natural y
pensar que las cosas nacen y quedan estáticas? ¿O es que se olvidan de que la
historia camina hacia adelante y de que si nunca nadie hubiera criticado los
fundamentos de una sociedad y si los pueblos no hubieran actuado para
cambiar los fundamentos de esa sociedad, estaríamos viviendo como los
primates en la época de las cavernas?
¡Cierto que criticamos a la justicia chilena! ¡Cierto que decimos que es
una justicia de clases, porque lo es, efectivamente, y porque defiende a una
clase oligárquica, mentalmente pequeña y moralmente castrada; porque
defiende los intereses de unos pocos, porque el pobre no tiene acceso a esa
justicia, porque el pueblo realmente está al margen de ella; porque ha sido la
justicia que ha servido para mantener los privilegios!
¡Cierto que la criticamos y que pretendemos cambiarla! Pretendemos
cambiarla, y lo vamos a hacer, a través de los propios instrumentos que las
leyes, en estos instantes, nos entregan. Y la vamos a cambiar con el empuje
de la clase trabajadora.
¡Es cierto que la criticamos! Y aún dentro de los marcos de la
democracia formal en que todavía vivimos, y aún dentro de los marcos de la
legalidad institucional que en estos instantes persiste, podemos criticarla y
podemos plantear doctrinariamente, ideológicamente, nuestra actitud en
contra de ella, sin infringir la ley.
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—Aplausos en la Sala.
El señor TEJEDA. —El resto del tiempo lo he cedido al Diputado señor Andrade.
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—Durante la votación.
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El señor ALESSANDRI (don Gustavo). —En aquella oportunidad, decía que "El
Siglo" se dedicaba a sembrar el odio entre la clase trabajadora...
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El señor MATURANA. —La verdad de las cosas es que durante dos meses ellos
han venido sosteniendo que tenían una clara actitud de oposición; pero,
cuando había que venir aquí a la Cámara con tenida de pantalones para
expresar esa oposición, han venido vestidos de abstención. Y, a pesar de esa
propaganda que han puesto en los diarios y en los muros, y que ha costado
millones, para decirles a los chilenos que no estaban solos, el pueblo entiende
que sigue teniendo validez el viejo refrán de que "más vale andar solo que mal
acompañado".
Por eso, señor Presidente, aunque hoy día se pierda esta acusación
constitucional, nosotros queremos, con nuestra actitud, señalarle una ruta al
país. Si este país cayó en el marxismo por la vía democrática, causando gran
expectación en el mundo, nosotros queremos señalarle que si los demócratas
de verdad, más allá de expresiones puramente verbalistas, adoptan una
actitud de entereza y virilidad. Y asumen realmente las responsabilidades,
podríamos, quizás, ser el único país en el mundo que saliera del marxismo por
la vía democrática. Esto es lo que estamos intentando. Este es el significado de
esta acusación y, por eso, la voto favorablemente.
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El señor MILLAS. — ¡Sí, señor; sí, señor! ¡Aquí está lo que ustedes escribieron!
Deben responder por ello, porque han intentado comprometer a la Justicia
Militar...
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El señor MILLAS. —Pueden ser muchas las diferencias que tengamos con el
anterior Gobierno y con sus integrantes, pero en Chile hay conciencia de que
no tienen autoridad moral para acusar los asesinos del General Schneider,
como no tienen tampoco autoridad moral para presentar este tipo de acusación
antiguos nazis que hablan de democracia y han redactado este libelo. Tampoco
tienen autoridad moral ellos para erigirse aquí en los defensores del Poder
Judicial y en los detractores de la Justicia Militar.
Hay aquí, señor Presidente, toda una turbia maniobra antidemocrática,
porque aquí queda en claro hacia dónde apunta la Derecha, queriendo dividir a
las fuerzas que defienden en Chile la continuidad democrática. Por eso, porque
habiendo quedado constancia de que no hay fundamento jurídico alguno para
esta deleznable acusación que en el fondo ha sido instrumento de una intriga
politiquera, para tratar de levantar de nuevo la imagen de los asesinos del
Comandante en Jefe del Ejército y de los conspiradores en relación a los cuales
depositan sus últimas esperanzas las fuerzas reaccionarias de Chile, porque
esa acusación ha estado vinculada al propósito de cerrar el paso a la reforma
constitucional que en el día mismo de hoy viene ratificando el Senado de la
República sobre el rescate del cobre para Chile, por todo ello, porque hay aquí
una significación antipatriótica y antidemocrática, nosotros, defendiendo al
Ministro, acusamos a la Derecha sediciosa, fascista y vinculada al crimen en
contra de Chile, y votamos que no respecto de la acusación.
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miembros del Partido Comunista, que hoy día rasgan vestiduras en favor del
señor Ministro a quien otrora calificaron de cínico y falso y con todos los demás
epítetos a que ya me he referido. Nosotros no lo hacemos porque no estamos
acostumbrados a ello, porque no nacimos así y no procedemos de esa manera.
Esta es la única diferencia entre la acusación deducida en esa oportunidad y
esta otra.
Quiero referirme también a algunas palabras expresadas por mi
estimado colega Patricio Aylwin, de la Democracia Cristiana. Dijo que la
acusación constituía un ataque a este Gobierno que estaba comenzando, que
había que esperar cuál era la labor fructífera que iba a hacer este Gobierno de
tres meses. Pero hay una contradicción en esto de que habría que esperar con
lo expresado por el Diputado señor Leighton al decir: "aquí estaremos
nosotros, vigilantes, por si en un momento determinado no se mantiene el
sistema democrático al que está acostumbrado Chile". Y ayer un alto dirigente
en el programa de televisión "A tres Bandas", don Rafael Moreno, grande y
conspicuo personero de la Democracia Cristiana, el que gestó la reforma
agraria que en este momento está asolando el sur y a los trabajadores de
Chile, resulta que también decía y le reiteraba al señor Yuseff —Sus Señorías
lo recuerdan porque lo escucharon ayer—: "señores, dijo Moreno, —quiero
decir que "mucho cuidado con salirse el señor Presidente de los términos
constitucionales por lo cuales juró de acuerdo con la Constitución Política del
Estado, de que iba a mantener el estado democrático en nuestro país. " Y yo
me pregunto ¿a título de qué alguien que en el día de ayer aceptó normas
constitucionales para conseguir los votos de apoyo de la Democracia Cristiana
a fin de que el señor Allende, con esos votos, fuera Presidente de Chile, 90
días después ya le está llamando la atención, diciendo: "Yo le ayudé, pero
mucho cuidado con salirse de los preceptos constitucionales". Y yo me
pregunto ¿por qué a estos aliados de la Democracia Cristiana le llaman la
atención cuando aquí se ha hablado de democracia, en esa forma como se
llenan la boca al hablar de democracia los que nunca la han conocido; aquellos
que reciben consignas extranjeras; aquellos que reciben consignas de otra
parte? Demócratas son los que nacieron en la democracia, los que viven en la
democracia y tienen ideas siempre en pro del país. Este es nuestro Partido, y
no gente que recibe consignas y rasga vestiduras para la absorción del sistema
democrático en el mundo.
Yo, por eso, señor Presidente, quería recordar aquellas palabras que por
suerte dijo el señor Leighton, a quien estimo mucho. Y digo por suerte, más
que nada al señor Rafael Moreno, porque ayer él mismo decía que 900 mil
televidentes estaban escuchando, y qué agradable que 900 mil televidentes
escucharan palabras como éstas: ¡"Mucho cuidado, señor Presidente, con
salirse de los preceptos constitucionales, porque ahí estamos nosotros
esperando que no se salga. "!
DISCUSIÓN SALA
DISCUSIÓN SALA
repetidamente por todos los partidos políticos chilenos, incluso por el Partido
Comunista, con el cual hemos votado, en algunas oportunidades, en conjunto
acusaciones constitucionales en contra de otros Ministros de Estado. Entonces,
no tiene autoridad el señor Figueroa para calificar nuestras intenciones y decir
que ge pretende una cosa distinta de lo que ha dicho claramente en esta Sala
el Partido Nacional.
El señor SCARELLA. —No hay derecho que se pretenda decir que la acusación
es una cortina de humo para ocultar hechos delictuosos. ¡No, señor Figueroa!
Esta acusación está destinada, claramente, a lo que se especifica en ella y no
existe otra intención. El Partido Nacional es una colectividad devota de la
democracia. En nuestro partido no milita gente que esté vinculada con ninguna
maniobra golpista.
El señor SCARELLA. —El señor Figueroa ha dicho que aquí se pretende levantar
una cortina de humo. Cuando esta acusación sea rechazada, como parece, la
cortina de humo no va a existir y, por lo tanto, la verdad debería salir a luz en
Chile. Si el señor Figueroa sabe quiénes son los que asesinaron al General
Schneider, tiene la obligación moral de decirlo; pero no tiene el derecho...
El señor SCARELLA. — Lo desafío. Usted dijo que los conocía. Denuncie a los
culpables.
DISCUSIÓN SALA
El señor URRA. —Le pedimos respeto al señor Maturana para las palabras de
Bernardo Leighton, porque, o no las escuchó o no las quiere entender...
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DISCUSIÓN SALA
El señor URRA. —... de ninguna naturaleza, los que nos van a enseñar el
camino en una definición del carácter de la que se está conociendo hoy en la
Cámara de Diputados.
Por eso, no aceptamos intérpretes ni exégetas, de ningún partido
político, que pretendan llevar las palabras de nuestro camarada Leighton más
allá de lo que él mismo ha querido entregar, clara y tajantemente, en esta
sesión. Nuestra conducta —y ése es el sentido esencial de la intervención de
los democratacristianos— jamás abrirá camino al golpismo en Chile, y jamás
seremos murallas de contención frente a los cambios sociales y económicos.
Esta es una línea divisoria que nos separa, irrevocablemente, del Partido
Nacional y de sus dirigentes, no sólo hoy en este debate, sino también frente
al Chile del presente y del porvenir.
Nosotros sabemos que es dura tarea para los democratacristianos
mostrar a Chile una conducta política diferente en la Oposición.
Nosotros no hemos nacido para tener la Presidencia de la República ni
militamos en este partido político para ejercer el Poder. Estamos para servir a
Chile, y lo que es bueno para Chile es bueno para la Democracia Cristiana; y
no lo que es bueno para las parcelas partidarias de la Democracia Cristiana, es
bueno, en definitiva, para determinadas mayorías nacionales.
Por eso, esta conducta también es dura para los cristianos de América
Latina. En Paraguay, en Brasil, en Uruguay, y hoy, en un juego democrático
distinto, en Chile, mantendremos esa conducta implacablemente en las
semanas y meses que vienen, cualesquiera sean las consecuencias que, en
definitiva, tenga que enfrentar el propio Partido Demócrata Cristiano.
No, tajantemente, al cristianismo o a la manifestación de cristianismo
que pretenden envolver las palabras del Diputado señor Monckeberg. El
expresa, más allá del sentido literal, como las ha entregado, una acción política
trémula, agónica, sepultada en Chile y en América Latina.
La Derecha nada tiene que hacer en el Chile del presente; nada tiene
que Hacer en el Chile del futuro. La Derecha ya tuvo una definición frente a la
reforma agraria chilena; siempre tuvo una definición frente a la recuperación
de las materias primas; siempre tuvo una definición frente a la juventud de
Chile; siempre tuvo una definición frente a la nacionalización bancaria. Sus
caminos, no son los nuestros; su conducta, no es la nuestra. Su identidad
política, no es ni fue nuestra identidad política.
Por eso, la intervención de nuestro camarada Leighton nunca podrá ser
recogida ni entendida ni escuchada por los señores Maturana, Monckeberg y
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muchos otros que comandan el Partido Nacional, que nada tiene que hacer en
los caminos de la Democracia Cristiana de Chile.
—Aplausos en la Sala.