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Este documento describe la vida y obra de José Antonio Calcaño, un músico y escritor venezolano del siglo XX. Calcaño fue un pionero de la radio y la televisión en Venezuela y desempeñó un papel clave en el movimiento de renovación musical del país a principios del siglo XX. A pesar de su importancia histórica, la figura de Calcaño es desconocida para las generaciones actuales. El documento proporciona detalles sobre su carrera como director, compositor, diplomático y académico, así como sobre

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Este documento describe la vida y obra de José Antonio Calcaño, un músico y escritor venezolano del siglo XX. Calcaño fue un pionero de la radio y la televisión en Venezuela y desempeñó un papel clave en el movimiento de renovación musical del país a principios del siglo XX. A pesar de su importancia histórica, la figura de Calcaño es desconocida para las generaciones actuales. El documento proporciona detalles sobre su carrera como director, compositor, diplomático y académico, así como sobre

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José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido (*)


Yellice Virgüez Márquez

Extracto:
En Venezuela los espacios e instituciones culturales mueren, al menos, por tres razones: gestión arbitraria, olvido
o mengua. Hay algunas que agonizan doblemente: por mengua y por olvido. La fundación « José Antonio
Calcaño» es una de ellas. Con este ensayo biográfico sobre Calcaño puede que no hagamos efectivo un subsidio,
aunque quizá sirva de algo atacar el olvido. La figura de Calcaño nos remite a la música y a las letras, no en vano
obtiene el Premio Nacional de Música y el Premio Municipal de Prosa. Mucho antes de ser Individuo de Número
de la Academia Nacional de Historia, y ser miembro de la Real Academia Española, integra el movimiento
venezolano de renovación musical de comienzos del siglo XX. Fue director, compositor, diplomático, maestro,
escritor y productor. Fue pionero de la radio y de la televisión, un comunicador que creyó en los medios cuando
se les satanizaba, y creyó en la música y su historia como fuentes inagotables de educación. Este Calcaño no se
quedó en la mera evocación, hizo historiografía, revisó y reescribió.

(*) Ensayo biográfico basado en el libro José Antonio Calcaño,


Vol. 147 de la Biblioteca Biográfica Venezolana (2012), de la misma autora.
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

El 23 de marzo de 2015 se cumplen 115 años del nacimiento de quien fuera uno de los
músicos más mediáticos de Venezuela, José Antonio Calcaño. Es un simple dato anecdótico
en esta era de secretos sumariales expandidos, de una globalización que dejó de ser abstracta,
y de un país tan rico en historia y petróleo como en desmemoria, escasez e inseguridad. Este
personaje venezolano resuena en oídos e imaginarios de coterráneos como un viejo y pausado
hombre de época en sepia o en blanco y negro. Y así lo es aunque se plegara siempre a la
vanguardia de su momento. Hoy en día en nuestros archivos no hay registro audiovisual de
sus programas de televisión o de radio. Persiste al tiempo, sin embargo, su célebre Curso de
Apreciación Musical que, con suerte, puede hallarse en pocos archivos particulares. Su obra
historiográfica máxima, La Ciudad y su Música, es casi una « biblia musical » de Caracas en
la que en lugar de notas se emplea la palabra, y no por « biblia » deja de ser profana. La vida
y obra de Calcaño, como la de otros de sus contemporáneos, aunque ya estudiada reserva
incógnitas y datos curiosos. ¿Quién fue Calcaño? Podría resolverse esta pregunta afirmando
que fue uno de los pilares del movimiento nacionalista venezolano de principio del siglo XX.
No obstante, puede que las nuevas generaciones desconozcan las razones.
Calcaño es protagonista de la renovación musical que se gesta bajo la dictadura de
Juan Vicente Gómez. Es cofundador del Orfeón Lamas y de la Orquesta Sinfónica Venezuela
(ahora Orquesta Sinfónica de Venezuela). Es, por lo tanto, integrante de una generación que
revoluciona la cultura nacional en medio de la hostilidad de su contexto.
Este personaje ejerce los dones de la palabra y de la música que le vienen de alcurnia,
aunque se curte con sus experiencias y se hace pronto de un estilo propio. Con sapiencia,
humor y singular cadencia al hablar, se destaca desde joven en la crítica musical y en la
oratoria. Su incansable andar por los caminos del saber, lo encumbra en ámbitos académicos
nacionales e internacionales, y hasta lo convierte en propulsor de la Orden Rosacruz en
Latinoamérica.
Durante 17 años cumple funciones como diplomático en Europa y en Estados Unidos.
Funda y dirige tres agrupaciones corales y un conservatorio luego convertido en escuela de
música. Este académico perfeccionista, de conversación afable con gentes sencillas, líderes de
masas o monarcas, se entrega al conocimiento y lo comparte. El llamado decano de los
historiadores, Guillermo Morón, lo describe como un “erudito sin poses”. Calcaño ejerce su
criterio de “la música como arte social”, tanto en el valle provinciano de principio del siglo
XX como en la Caracas de bien avanzada la centuria.
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

La mayoría de sus interlocutores destacan en él su rectitud, probidad y sencillez,


aunque también posee un temperamento a ratos explosivo que ennoblece el hastío de su
elevada cortesía. Su voz pausada y cadenciosa lo hace fuente de imitaciones humorísticas y
hasta de una parodia en un comercial de televisión. Dicen que casi nunca alza la voz pero esa
misma voz no trepida al momento de expresar desacuerdos, afilar críticas o punzar
aclaratorias. Su humor, continuamente salpicado de ironías y de un repertorio inesperado de
chistes, sorprende de cara a su proverbial circunspección.
A través de sus ediciones discográficas, conferencias, cursos, espacios radiales o
televisivos, el también llamado “profesor Calcaño” predica sobre música, historia, ciencia, lo
mundano y lo divino. Defiende los valores tradicionales sin paralizarse ante los nuevos
tiempos. Por el contrario, pone en función de su labor las herramientas nuevas y ello lo erige
como un personaje mediático desde los tiempos de la radio de galena.
Calcaño cultiva el amor por su ciudad natal, al punto de eternizar los misterios de sus
salas, corredores y patios internos en la crónica musical caraqueña más completa que se haya
escrito jamás. Narra sucesos e infidencias en la capital, e incluso fuera de ella. Lo hace desde
la época en que se tenía noticia de un solo órgano en Caracas, hasta aquellos en los que él
mismo es protagonista a mediados del siglo XX.
Él urde la historia aunque no por ello su espíritu sucumbe al anacronismo de vivir el
presente en tiempo pretérito. Este hombre que viene al mundo en 1900, se fascina con el
estudio del pasado pero, contrario a lo que muchos piensan de él, se deslastra constantemente
de recuerdos color añil. Desestima las etiquetas sobre su persona y, con sus gruesos lentes de
pasta, se describe a sí mismo:

Yo no soy un enamorado fanático del pasado ni un enamorado con nostalgia. Creo


que no me hubiese gustado vivir en otra época sino en ésta. Vamos hacia el porvenir, hacia
un futuro extraordinario que ya le toca los brazos a la luna, y yo digo como Quevedo: “El
que mira hacia atrás cae en un agujero”. Yo voy hacia adelante (Calcaño en entrevista con
Rodríguez Oberto, Revista Élite:1955).

Este venezolano nace en la antesala de un nuevo siglo y, siempre insuflado por el


espíritu de la génesis, emprende cuanto proyecto cree conveniente sin detenerse en
obstáculos. “Yo voy con el siglo, lo difícil es que otros vayan conmigo”, sentencia. Es un
hombre polifacético, un multitasking del siglo pasado que enseña y habla de todo salvo de
retiro, pensión o jubilación. Si entre todas las cosas que desarrolla Calcaño es la historia
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musical la disciplina que lo eterniza, la razón es simple: él es quien, en el momento histórico


que le toca vivir, la revisa y la reescribe.

El colibrí de Altagracia
Una banda de gorriones
Posóse á labrar sus nidos
Y á deleitar mis oídos
Con no imitables canciones.
¡Cuánto batir de las alas,
Girar, bañarse en la luz!
¡Cuánto lucir al trasluz
El rosicler de sus galas!
«Mis gorriones», Arístides Calcaño y Paniza (s. XIX)

Hablar de la familia Calcaño es referirse a una estirpe de escritores, periodistas,


poetas, científicos, músicos, abogados, diplomáticos y académicos con destacada labor, dentro
y fuera de Venezuela. Algunos de ellos ejercen funciones en más de dos de estas categorías, la
mayoría descuella en alguno de esos campos. Nuestro personaje sobresale en al menos cinco
de las áreas antes mencionadas, aunque sea en esencia músico y la historiografía se debata el
campo en el que pasa a la posteridad.
Acercarse al árbol genealógico de este clan familiar es recorrer una suerte de salón de
héroes de las artes y de las letras, salvo que aquí se repiten nombres de generación en
generación, y los apellidos maternos resultan esclarecedores. Baste precisar que el José
Antonio motivo de este ensayo biográfico pertenece a la cuarta generación de los Calcaño en
el continente americano, que a diferencia de los otros su segundo apellido es también
Calcaño, y que llega al mundo con el siglo XX.
Los hermanos Calcaño y Paniza integran una camada prodigiosa que brilla como un
haz en las artes y en las ciencias. Desde mediados del siglo XIX son tildados como “familia
de ruiseñores”, más adelante como “nido de alondras”. El primero se convierte en mote
familiar aunque ya en el siglo XX, ante la actitud crítica del lingüista Julio Calcaño, el poeta
Pedro Sotillo cuestiona la existencia de ruiseñores con espuelas. En Caracas, de Mijares a
Santa Capilla, el nacimiento de gorriones, ruiseñores o alondras no se detuvo. El sortilegio
artístico de la estirpe influencia a las generaciones siguientes sin dejar de crear nuevas
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polémicas con renovadas espuelas.


Del matrimonio de Emilio Calcaño Sanavria (en algunas fuentes Sanabria) y Josefa
Antonia “Pepita” Calcaño Sánchez nacerán seis hijos. El cuarto de ellos alumbra este hogar
caraqueño el 23 de marzo de 1900, y en la pila bautismal confirman padres y padrinos que el
niño llevará el nombre del abuelo paterno, José Antonio.
Cuando el segundo hijo varón de la familia Calcaño Calcaño viene al mundo, Cipriano
Castro tiene pocos meses de haber conquistado Caracas con la Revolución Liberal
Restauradora. El mundo occidental celebra el inicio del siglo XX mientras que los puristas de
la era cristiana explican que el advenimiento será justo un año después.
En la casa de los Calcaño puede que las conversaciones vayan desde la reconstrucción
luego del terremoto de octubre de 1900, hasta las maneras burdas de Castro al conducir la
política exterior. De cualquier forma, hay un tema insoslayable en el seno familiar: la música.
Las melodías de Beethoven, Chopin y Bach, interpretadas por sus padres al piano, arrullan la
infancia de José Antonio y sus cinco hermanos.
A los cuatro años sus padres lo introducen en los estudios de piano. Más adelante,
inicia las clases formales de ese instrumento y de violonchelo. El joven recibe una instrucción
pedagógica de vanguardia, en tiempos en que el positivismo insufla el pensamiento de
muchos intelectuales venezolanos. Aunque Juan Vicente Gómez no maneje técnicamente las
teorías filosóficas en vigor, sabe dar la estocada a su compadre en 1908. El “gendarme
necesario” toma las riendas del país y lo gobernará durante 27 años. Calcaño integra el grupo
de músicos e intelectuales que hacen historia en este contexto.
En 1913 ingresa en la convulsionada Escuela de Música y Declamación, institución
con recurrentes problemas académicos y de infraestructura, aunque epicentro de la actividad
cultural caraqueña. Calcaño se inicia justo cuando un grupo de estudiantes de artes e
intelectuales se oponen al academicismo y a las políticas gubernamentales en materia cultural.
En ese antiguo palacio colonial, ubicado justo al lado de la Iglesia Santa Capilla, muy cerca su
casa natal, José Antonio forma parte de transformaciones profundas en el quehacer artístico
nacional.
En la capital de principios de siglo, el joven estudia “Piano para hombres” con
Salvador Llamozas; así como también “Teoría y Solfeo para hombres” con Ignacio
Bustamante, el mismo curso por el que dos años antes había pasado otro estudiante de mayor
edad, Vicente Emilio Sojo.
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En estos tiempos de preguerra en el mundo, se crea en Caracas un espacio alternativo a


la antigua academia venida a menos, el Círculo de Bellas Artes. Pintores, músicos y literatos
aúnan esfuerzos y marca hito en la historia cultural nacional. Algunos de los participantes son
amigos cercanos de José Antonio. El mismo jovencito integra esa lista un poco después.
Cuenta tan sólo 13 años de edad aunque es un testigo de excepción. Es en las instalaciones del
Teatro Calcaño donde se realizan las reuniones durante los primeros tres años. En las veladas
hay discursos, recitales, exposiciones y música.
Mientras el régimen gomecista silencia con grillos las asonadas locales, el mundo
celebra el fin de la Primera Guerra Mundial. José Antonio cumple 18 años y no presta servicio
militar. Su mayoría de edad queda marcada por el virus de la gripe española y su debut en el
teatro, aunque nada se compara con lo que vive a continuación.

La Renovación
La economía venezolana, sustentada principalmente en la producción de café y de
cacao, está a punto de cambiar con el reventón petrolero. El aparato fiscal de la dictadura
gomecista se fortalece pero no así el sistema educacional y cultural. Calcaño juzga: “Las
actividades culturales persistían por un verdadero milagro de devoción, entre una carencia
casi total de apoyo y estímulo por parte del gobierno” (1958).
Las crisis artísticas que se desatan en el viejo continente retumban en Venezuela como
ecos indescifrables, mientras que el año 1919 es determinante para la música local. Para
Calcaño se inicia una renovación que cierra el ciclo de “decadencia musical” que, según él,
había comenzado con Guzmán Blanco. Puede que el autor de esa afirmación peque de
exagerado pero los hechos le concederán la razón, no en el juicio sobre “decadencia musical”
aunque sí cuando habla de una renovación.
Los responsables de ese proceso de renovación son: Vicente Emilio Sojo, Juan
Bautista Plaza (quien se adhiere al regresar de Italia), José Antonio y Miguel Ángel Calcaño,
también Juan Vicente Lecuna, Moisés Moleiro, el cantante William Werner, Emilio Calcaño
Calcaño, Francisco Esteban Caballero, Ascanio Negretti, y hasta el veterano Manuel Leoncio
Rodríguez. La renovación se basa en el estudio de autores y obras impresionistas: Claude
Debussy, Gabriel Fauré, César Frank, entre otros.
Pero esta renovación musical no hubiese sido posible sin la participación de algunos
aficionados locales y de músicos foráneos. Uno de ellos es Monseñor Ricardo Bartoloni,
secretario de la Nunciatura Apostólica y discípulo de Lorenzo Perosi. Con la ejecución de
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

oratorios de Perosi como “La Resurrección de Lázaro”, Bartoloni fuerza la barrera que faltaba
en Caracas. Por otro lado, Richter, músico de origen escocés, presta a Calcaño un volumen de
Preludios de Debussy. El efecto es inmediato y multiplicador. El interés por las obras del autor
francés se expande por el resto de la muchachera.
Si con Perosi, Bartoloni atiza las brasas, Richter las sopla con Debussy. Eso enciende
la hoguera. Los jóvenes ávidos de conocimientos reúnen dinero para encargar en Francia
obras de Debussy, Ravel, Fauré, D’Indy, Roger-Ducasse y de otros compositores.
En Caracas, la Compañía de Ópera Italiana Adolfo Bracale arranca ovaciones en el
Teatro Municipal. Nuestro grupo de músicos, sin embargo, centra su atención en reuniones
tanto con músicos venidos de otras tierras como en tertulias con un conocido aficionado
venezolano, Isaac Capriles. Las audiciones de las primeras grabaciones fonográficas que
llegan a Venezuela se deben a él. Este distinguido melómano cultiva como sano vicio la
escucha de aquellos tesoros musicales que adquiere durante sus viajes a Europa.
Capriles auspicia de manera entusiasta este círculo musical entre amigos de diversas
áreas: los Calcaño, Monsanto, Sojo, Plaza, Marturet, Ramos Sucre, Salvador Narciso
Llamozas, Reverón, Planchart, Primo Moschini, Manuel L. Rodríguez, entre otros. Cada
martes, en la casa ubicada en La Pastora, las tertulias se extienden hasta la madrugada. Las
obras de Wagner y de Mozart también acuden puntuales. Los trasnochos musicales marcarán
al veinteañero José Antonio y a toda la pléyade de talentos asistentes.

¡Vuela, ruiseñor!
En la tercera década del siglo XX, Calcaño se consolida como crítico musical en
diversos medios, como los diarios El Sol, La Esfera y El Heraldo, y las revistas Billiken,
Actualidades y Élite. Firma sus textos como “J.A. Calcaño Calcaño” o con sus dos
seudónimos: “Juan Sebastián” o “Víctor Ávila”. Escribe sus primeros poemas y también saca
a flote el talento de orador que hereda del abuelo materno. Sus conferencias serán eventos
muy publicitados, muchas veces efectuados en los espacios de la Escuela de Música y
Declamación.
En la revista fundada por Rómulo Gallegos, Actualidades, escribe su primer artículo
sobre Perosi. También publica textos sobre venezolanos como Juan Manuel Olivares, e
incluso sobre descubrimientos en las obras de Beethoven, además de otros temas. En 1922,
por ejemplo, publica un análisis de la vida y obra de Camille Saint-Saëns, a propósito del
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fallecimiento del compositor francés. Así escribe el joven Calcaño de 22 años:

Cuando es sereno, su serenidad no llega a ser grandiosa; cuando es triste, su tristeza


no pasa de una suave melancolía; su pasión no llega a arrebatarse: ¡qué inmenso contraste
con Schumann, con la frenética, encendida pasión del desgraciado Schumann! (...)
Acaso lo mejor de su obra son los poemas sinfónicos, entre ellos sobresalen La Danza
Macabra, La Rueca de Onfalia, La Juventud de Hércules, La Sinfonía con órgano es tenida
como su mejor producción. Su ópera Sansón y Dalila está en todos los repertorios europeos
(...)
Cuando es músico, es únicamente artista, y sabe despojarse de filosofías y de
creencias, para hacer arte; y entonces su gran memoria y su erudición musical no le
estorban; más bien le ayudan, porque las tiene admirablemente controladas (...)
Saint-Saëns representó en la historia de la música francesa una figura muy especial,
que será difícil de sustituir y que deja una obra numerosa de gran valor.
Juan Sebastián

José Antonio integra como piannista un grupo de música de cámara liderado por su
padre Emilio Calcaño (flauta), Eduardo Pecchio (violín), y Enrique de los Ríos (violonchelo).
Disfruta veladas musicales y también paseos a Maiquetía con su primo Miguel Ángel, Sojo,
Werner, Juan José Aguerrevere, Juvencio Ochoa y otros más. Hacen peregrinaciones por los
lados de Pariata, y se alojan en una casa sencilla.

De más está decir (...) el zipizape que se armaba allí por las noches, a la hora de
dormir. Primero eran las burlas mutuas, la crónica de lo sucedido en el día, los proyectos de
mañana; después se apagaban las velas, y era la hora de los fantasmas, de los almohadazos,
de los repiques sobre las palanganas, de las canciones a “grito pelado” (...) Aquello era un
pequeño Pandemonium, desesperación de los vecinos (...)
Para meter ruido de una manera constante se nos ocurrió componer una piececita
musical cuyo nombre técnico es «canon infinito», la cual posee la particularidad de que no
termina jamás.
Juan Sebastián
(«El Orfeón Lamas», El Heraldo, Caracas, Julio 15, 1930)

Calcaño compone la letra burlona y “non sancta” del primer canon a dos partes,
mientras que su primo Miguel Ángel se encarga de la música. Entre bromas juveniles y los
estudios de música, algo rompe la cotidianidad de José Antonio. En 1925, llega a Venezuela el
violonchelista ruso Bogumil Sykora, quien está de gira en países de Latinoamérica y del
Caribe. En los conciertos en el Teatro Municipal de Caracas es Calcaño quien lo acompaña al
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piano.
Sykora entabla rápidamente vínculos profesionales con el joven caraqueño, al
proponerle continuar el resto de la gira como pianista acompañante. Con el vigor de sus 25
años, Calcaño salta al vuelo insuflado por los ánimos y las bendiciones de su familia.
La travesía se prolonga durante ocho meses e incluye Trinidad y Tobago, Surinam,
Guyana, Brasil y Uruguay, aunque este último país sea un capítulo aparte. El joven vive
experiencias inolvidables y así lo transmite en la correspondencia que mantiene con su
familia. Detalla conciertos y reseñas de medios locales, se deslumbra con recibimientos,
paisajes y también con la belleza de jovencitas distinguidas con quienes comparte. Pero nada
de eso es suficiente para José Antonio. A los trayectos contrariados, el cansancio y las
penurias económicas, se agrega una supuesta merma en la calidad de las ejecuciones del
chelista. En Brasil, Calcaño decide continuar el camino solo. El joven tiene ambiciones, así lo
expresa a su familia:

Aquí, en Río de Janeiro he visto lo que es una gran ciudad, una gran capital (...) Hay
facilidad para emplear a toda clase de energías. Una persona como yo, que soy
principalmente artista e intelectual tiene en ella una gran ciudad cómo abrirse y cómo
trabajar productivamente en su línea; cosa que no existe en Caracas: allá el arte es un
adorno, una afición; aquí puede ser una profesión.
Y además (porque no hay que pensar que estoy lleno de sueños, y haciéndome
ilusiones), y si no puedo hacer nada en este sentido, yo puedo trabajar como todo el mundo.
(Fragmento de carta fechada el 19 mayo 1926. Archivo familiar).

Uruguay es su próximo destino. Se desconocen las condiciones y el tiempo que le


toma instalarse, aunque al parecer colabora pronto con el Diario de Montevideo. Escribe
poemas, artículos y dice haber sido entrevistado para conocer un poco más acerca de los
artistas del momento en Venezuela. Sin saberlo, este joven se forja desde entonces como un
embajador cultural aficionado, terreno en el que trabajará más adelante. Al regresar a su
terruño, emprende otras experiencias artísticas audaces en compañía de otros no menos
aventureros.

Los Ruiseñores de la Estepa


El joven regresa a Caracas con nuevos bríos. Ha disfrutado de casi un año de libertad y
vuelve al país que carece de ella. En Venezuela hay mucho por hacer aunque hay eventos que
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procuran un avance inesperado. La ciudad tiene un coro ruso visitante. La revista Élite cubre
el acontecimiento y es Calcaño el encargado de entrevistarlos.

En el foyer del Municipal sorprendimos al famoso coro en pleno ensayo; se trataba de


una de las más delicadas piezas de Kochitz, «La golondrina»; las bellas voces revoloteaban
alegremente por el salón, con creciente entusiasmo.
Avilán -provisto de sus aparatos fotográficos- y yo, nos quedamos estratégicamente
emboscados en la escalera.
Cuando terminó la última frase, frase breve y caprichosa, nerviosa y pura, como la
golondrina misma, entramos al salón.
¡Qué recepción tan cordial! Todos vinieron hacia nosotros y nos rodearon. Yo quedé
lejos de Avilán, en medio de un grupo...
(...) Los Coros fueron reunidos en Paris, en 1924. ¿Verdad que es sorprendente que en
sólo dos años se haya logrado una cohesión tan perfecta? El único responsable de esto es el
maestro Olguín.
El señor Sergio Olguín, el director, fue graduado en el Conservatorio de Berlín; toca
piano, flauta y violín. Ha compuesto mucho, pero aquí sólo han cantado una pieza de él,
Irtchik.
(...) Luego que Avilán y yo descendimos las escaleras, al internarnos por los pasillos
oscuros, escuchamos, velada por la distancia, la rosa de los coros, que se abría
nuevamente, fresca y viva.
Juan SEBASTIÁN.
(«Los Ruiseñores de la Estepa en el Teatro Municipal». Élite, 1926).

El paso rasante de estos “ruiseñores” foráneos deja huellas indelebles en el


movimiento musical venezolano. Se acercan los carnavales y el grupete de músicos criollos
participa de manera original en las comparsas. Con gorros tipo caucásicos, botas de montar,
pantalones anchos y antifaces, los músicos emulan al coro ruso aunque con temas locales,
compuestos por ellos mismos desde la época de las peregrinaciones a Maiquetía. Cuenta José
Antonio que en estas aventuras lo acompañan su hermano Emilio y su primo Miguel Ángel,
Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza y William Werner.
Se trasladan en un auto y, al llegar a los lugares, distienden solemnemente una
alfombra ucraniana de colores sobre la cual se colocan para cantar. No emiten palabra alguna
y hacen caso omiso de comentarios, regalos, manjares, licores o agua. Sólo cantan y se van
marcialmente entonando una suerte de himno. Los cosacos criollos tienen impacto en el
público. Después de las celebraciones del Rey Momo, el semanario dirigido por Leoncio
Martínez, Fantoches, reseña con detalle la manera en que los jóvenes asumen sus roles. Es un
texto probablemente escrito por el mismo Leo:
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Lo más notable en materia de comparsas en el carnaval de 1928, como algo que muy
difícilmente puede haberse visto antes más original y refinado, fue la comparsa de los Coros
Rusos o Coros Ukranianos (...)
Decir Calcaño y decir poesía y músico, equivale a lo mismo; los maestros Sojo y
Plaza están reconocidos como autoridades de las más altas en punto de filarmonía y Werner
es un joven cantante de ventajosos conocimientos (...)
Los seis formaban un coro estrictamente vocal, sin acompañamiento de instrumentos
de ninguna especie, y por gracia de la harmonía y de la técnica, sabían sacar los más
primorosos efectos orquestales, muchas veces sobre temas nimios (...)
(...) Merecen loa y felicitaciones, porque, quien sabe -y estamos seguros de que esto no ha
surgido de simple expansión carnavalesca- se asienten allí, en los primeros ensayos, las
normas de un arte nuevo, propio y depurado, que eleve y magnifique la música nacional.
Sojo, Plaza, los Calcaño y Werner, son elementos que han demostrado poder intrincarse en
semejante transformación (...)
(Los coros rusos, Recuerdos del Carnaval. Fantoches, N° 239, Caracas, 1928).

De estas comparsas, ha trascendido en el tiempo la anécdota en la que uno de estos


criollos ataviado de cosaco, pierde el anonimato a pesar del traje y los accesorios. Sojo agarra
fuelle y, en mitad de una canción, cae al piso la falsa barba que escondía su abundante bigote.
Sin imaginarlo, estos músicos traman una conspiración artística en tiempos de
dictadura. Los compases de estas piezas sirven luego de sana artillería en terreno hostil. La
revolución musical se gesta aunque hay otras que estallan antes en la vida de Calcaño.

La OSV y El Lamas
Cuando no es un hombre quien se exalta, sino un pueblo,
los aires se llenan de Marsellesas. No hay revolución sin música
José Antonio Calcaño
(Contribución al Estudio de la Música, 1939)

En 1930 José Antonio celebra tres proyectos importantes en su vida. Uno de ellos es la
conformación de la Orquesta Sinfónica Venezuela (OSV). Él se contará entre los directores, y
también entre los compositores que figuran en el repertorio orquestal. Al menos cinco de sus
obras lo integran. Su primo Luis Calcaño Sánchez, compositor y ejecutante de viola, tiene un
rol protagónico en la conformación y el desarrollo de la OSV; así como también lo tienen el
flautista Simón Álvarez y el violinista Ascanio Negretti.
En 1930 se preparan los actos conmemorativos por el primer centenario de la muerte
de Simón Bolívar. Se remoza el Panteón Nacional, y entre odas al Padre de la Patria un grupo
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de músicos afina la concreción de una de las empresas culturales más importantes y sólidas
del país. La OSV no es una obra aislada de los maestros Vicente Martucci y Vicente Emilio
Sojo. Esta sociedad orquestal tiene como antecedente inmediato la Unión Filarmónica de
Caracas (UFC), cuya plantilla de músicos profesionales y aficionados pasan luego a ocupar,
en su mayoría, los atriles de la Sinfónica.
Sin la disposición de músicos como Negretti, Álvarez y Luis Calcaño, quienes aúpan a
Martucci y a Sojo a dirigir la orquesta, por ejemplo, difícilmente el proyecto se habría llevado
a cabo en ese momento. “Yo fui el primer violonchelista de la Orquesta Sinfónica Venezuela”,
afirma José Antonio Calcaño en entrevista para el diario 2001, en 1978, pocos meses antes de
su muerte. El maestro no figura en la lista de primeros chelistas publicada en el libro
Trayectoria cincuentenaria de la Orquesta Sinfónica Venezuela (1980), del musicólogo
Alberto Calzavara. Tampoco firma en el Acta Constitutiva de la OSV, establecida oficialmente
de Veroes a Santa Capilla, el 18 de agosto de 1930. Sin embargo, los participantes de la
institución lo cuentan como uno de sus más entusiastas promotores y directores.
Calcaño es una personalidad respetada en el medio artístico. Concentra sus esfuerzos
en una coral que, por cierto, ya estaba formalmente constituida en junio de 1929. Los orígenes
del grupo se remontan a las peregrinaciones juveniles y a las célebres comparsas.
En Venezuela existe la actividad coral desde la época colonial, gracias a las voces
masculinas de las tribunas catedralicias. Luego se escuchan las compañías itinerantes de ópera
o de zarzuela que son el delirio de un público cautivo. La distinción del Orfeón que lleva el
nombre de uno de los grandes compositores venezolanos de la época colonial, José Ángel
Lamas, es que reúne al menos 60 personas, número sin precedentes en el país. Además,
agrupa voces mixtas y, por si fuera poco, presenta un repertorio a capella de carácter sacro y
profano.

Las señoritas por primera vez salían de sus casas para ir a una congregación donde
estaban ensayando ¡hasta la noche! ¡Con unos hombres! ¡¿Y cantando?! ¡No…! ¡Eso era un
acontecimiento! (Ramón J. Velásquez, 2009)

La génesis de la OSV y del Orfeón Lamas está en el esfuerzo conjunto de venezolanos


de distintas capas sociales y formaciones académicas. Para la conformación del Orfeón, Sojo,
Plaza, Moisés Moleiro y Calcaño, asumen las tareas de componer las piezas del repertorio,
reclutar y preparar a los coralistas. Una de las primeras presentaciones informales del coro se
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lleva a cabo en septiembre de 1928, a propósito de la boda de Miguel Ángel Calcaño.


El 15 de julio de 1930, día del estreno oficial del Orfeón Lamas en el Teatro Nacional,
Calcaño publica un artículo en El Heraldo. Revela datos y bemoles en la gestación de esta
agrupación pilar en la historia del movimiento coral venezolano.

Tuvimos que luchar a brazo partido contra la envidia que trataba de obstaculizarlo
todo; contra los celosos de toda empresa ajena; contra el ánimo pesimista; contra pequeños
tropiezos internos; contra viento y marea... ¡Pero ya está! La barca flota y «vuela la
triangula vela latina».
(...) Al emprender la composición de ese repertorio, privó en nosotros el propósito de
hacer una labor nacional. Del estudio de nuestro folclore, salió la pauta, la orientación o el
carácter estilar de ese conjunto de composiciones.
(...) La música no es ninguna novedad entre nosotros. Nuestro pasado nacional está
lleno de música, y nuestro empeño es que así lo sea hoy y siempre.
Juan Sebastián

Entre las piezas estrenadas por el Orfeón Lamas, se cuentan dos de la autoría de
Calcaño: una con letra de Rubén Darío, “Canción pagana”, y otra con texto propio que llama
“Cara bonita” y subtitula como “Canon de sociedad con estribillo”. El conjunto polifónico es
ovacionado en cada concierto. Sus presentaciones durante la Semana Mayor, con repertorio de
música colonial, y en diciembre con aguinaldos y parrandas, se convierten en citas musicales
de tradición en Caracas.
Aún no culmina el año 1930 que procura tantos triunfos a la vida de José Antonio,
cuando se agrega una alegría reservada por el músico y sus allegados. Este logro para el
treintañero de los Calcaño es más personal. En el templo de Santa Rosalía, y con la
participación del Orfeón Lamas, José Antonio se casa con la señorita Carmen Aurrecoechea,
fiel compañera hasta el final de sus días.
Carmen y José Antonio integran una pareja carismática y apreciada entre sus
allegados. Su hogar será el centro de reuniones musicales. Ella es sociable y risueña. Él más
circunspecto y posee una distinción codiciada por todo comunicador: sus opiniones son leídas
por seguidores y detractores.
Su habilidad discursiva, cultura general y el peso de su propio apellido lo encaminan
en la vida diplomática en estos tiempos de ebullición cultural. Se inicia en la docencia y,
desde 1933, labora en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE). Tres años después
obtiene su primera asignación en el exterior.
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Músico-Diplomático
En mi tierra no se puede ser músico-músico.
Hay que ser músico y médico y diplomático,
músico y alguna otra cosa que le permita a uno ganar el sustento.
Calcaño (1936)

Con el fin de 27 años de dictadura, el año 1936 se inicia con la esperanza de vientos
nuevos. A Calcaño se le presenta otra oportunidad para abrirse al mundo, y vivirá desde lejos
la transición de la dictadura a la democracia.
Los antepasados del profesor desarrollan ampliamente la actividad diplomática. Su tío
abuelo Juan Bautista Calcaño y Paniza, además de músico, fue cónsul en Turín, Italia, así
como también miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Igualmente fueron
diplomáticos sus abuelos paterno y materno, José Antonio y Eduardo, quienes sirvieron al país
desde Inglaterra y desde España, respectivamente. Por esta razón, para los Calcaño partir e
instalarse en otras tierras por una misión, es labor que no resulta ajena.
La pareja Calcaño Aurrecoechea alista dos maletas, un sombrero de cogollo, una caja
del pumpá colgado de una cabuya, y otros elementos imprescindibles: un cuatro, una guitarra
y un par de maracas. La ciudad de Berna, Suiza, es el primer destino de la pareja.
Calcaño saca partido de su labor diplomática para estudiar. En Suiza se matricula en
los cursos de Dirección musical y Pedagogía que ofrece el profesor Luc Balmer, discípulo del
compositor Fermucio Benvenutto Busoni.
Aunque crece en el seno de una familia de tradición académica, Calcaño padece las
falencias del contexto rural en materia cultural, así como otros de sus colegas. No obstante, su
entrega al estudio hace de él un hombre eternamente autodidacta.
Después de Suiza, es designado cónsul en Dublín, Irlanda. Es él quien establece el
consulado de Venezuela en ese país. Con vientos huracanados y aviso de tempestades, la
pareja recibe allí las primeras noticias de la guerra civil española.
Es una época de cambios vertiginosos. En 1937 es nombrado cónsul en San Luis,
Missouri, Estados Unidos. Calcaño llega a la tierra de su admirado Mark Twain, y a un país
que comienza a recuperarse de la Gran Depresión. El paso por territorio estadounidense le
abre nuevos horizontes.
El profesor Calcaño, amante del misticismo, se inicia entonces en la Orden Rosacruz.
Según el musicólogo Walter Guido, Calcaño integra el primer grupo de rosacruces en
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Venezuela. La afinidad por los estudios esotéricos y místicos también le viene de familia,
aunque la influencia provenga de otra antigua fraternidad. Eduardo, su abuelo materno, figura
como uno de los representantes más destacados de la masonería en Venezuela. Décadas
después, su nieto José Antonio se convierte en un pilar fundamental para la difusión del
pensamiento de la Orden Rosacruz en Latinoamérica. Su esposa Carmen y otros familiares lo
siguen en ese camino.
En octubre de 1937 retorna a Venezuela y desempeña diversos cargos en Cancillería,
sin abandonar su actividad musical. La sinergia de sus actividades registra un episodio
especial un año después. Si el 28 octubre de 1876 el abuelo paterno de José Antonio, el poeta
homónimo, fue el orador de orden en ocasión del traslado de los restos de El Libertador, desde
la Catedral al Panteón Nacional, nuestro biografiado tiene similar responsabilidad en el siglo
XX. En febrero de 1938, Calcaño es quien emite el discurso oficial tras la repatriación de los
restos de Teresa Carreño. En sus reflexiones sobre la pianista, el orador expone no sólo datos
sobre la vida de la célebre músico sino que punza el tema del venezolano jamás reconocido en
el país.

Muchos venezolanos, por su propia voluntad, se fueron a otras tierras, a descollar


allá brillantemente, a triunfar en toda la línea, y a alcanzar la celebridad lejos de la patria.
(...) Son muchos. Los más grandes entre ellos fueron: Miranda, venezolano que llegó a ser
general en jefe de todos los ejércitos de Francia; Sucre, de cuyas virtudes y capacidades
disfrutaron bolivianos y peruanos más que nosotros; Don Simón Rodríguez, cuyo genio le
abrió las puertas del Panteón Nacional de Lima; Don Andrés Bello, padre de la sabiduría en
tierras chilenas. Hubo muchos otros, sabios, militares y artistas. Teresa Carreño figura
también en esa lista.
Esta curiosa circunstancia podría considerarse, en cierto modo, como un sacrificio
involuntario y altruista que hiciera Venezuela al desprenderse de algunos de sus más ilustres
hijos, para ayudar en su progreso y cultura a otros muchos países. A veces Venezuela ha dado
a los demás lo que no tiene para sí. Y lo ha dado sin dolor y sin arrepentimiento (Revista
Élite, 1938).

Casi ochenta años después del servicio diplomático desarrollado por el eximio poeta
José Antonio Calcaño y Paniza en Inglaterra, otro Calcaño vuelve a ese país. En agosto de
1939, su nieto homónimo es nombrado consejero de la legación venezolana en Londres. Si el
primero pudo aclimatarse y apreciar el desarrollo de una industrializada época victoriana, el
segundo no puede decir lo mismo. El arribo de los Calcaño Aurrecoechea a Inglaterra
coincide con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
En medio del clima convulsivo, el venezolano saca partido de su paso por Inglaterra
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

mientras afianza lazos con los rosacruces en Estados Unidos. En 1942, regresa a Venezuela
para cumplir otras misiones en la Cancillería. Son años productivos en su faceta como
diplomático, una carrera profesional que le permitirá atestiguar otros acontecimientos
históricos.

De la Coral Polifónica al ruiseñor en la ONU


La impronta del Orfeón Lamas abre el camino para el desarrollo del movimiento coral
en Venezuela. Esta agrupación el semillero en una llanura productiva en materia musical. Lo
es no sólo por ser el primer coro con sus características en el país, sino porque gesta a los
maestros que desarrollan la actividad coral, a través de sus composiciones o con la creación
de nuevas agrupaciones. Antonio Estévez, Inocente Carreño, Antonio Lauro, Ángel Sauce,
Raimundo Pereira y Modesta Bor son algunos de los orfeonistas que multiplicarán con sus
obras el trabajo instaurado por Sojo, Plaza y Calcaño.
Estévez, por ejemplo, uno de los discípulos más destacados de Sojo, crea el Orfeón
Universitario de la Universidad Central de Venezuela (OU-UCV). Después de más de un año
de ensayos, y con el apoyo del rector Rafael Pizani, el 19 de mayo de 1944 nace el segundo
orfeón después del Lamas.
Pero el OU-UCV no es la única agrupación coral nacida en 1944. Hay otra que nace
un mes antes, bajo la dirección del maestro Calcaño: la Coral Polifónica de Venezuela (CPV).
El músico tenía años preparando el terreno y recopilando un repertorio que se adecuara a sus
aspiraciones como director coral. Había urdido bibliotecas, archivos y tiendas musicales en
distintos países. Reunió cerca de dos mil piezas de los grandes maestros de la música vocal,
antigua o moderna.
Congrega a casi cincuenta personas, entre las cuales se cuenta a su esposa Carmen
como contralto y mano derecha; además de otros familiares y amigos. Ensayan durante tres
meses para montar las piezas interpretadas en el primer concierto, obras de Kopylov, Gluck,
Schubert, Leontovich, Mozart, Beethoven, Adam y Rebikov, entre otros. Al modestamente
llamado “ensayo general”, asisten intelectuales, ministros, periodistas, empresarios y amigos.
El maestro Calcaño, de negro absoluto, se dirige a la audiencia:

Estas cuarenta y cinco personas, de ocupaciones diversas, de tiempo escaso y


limitado, han sacrificado horas y horas por venir a ensayar (...) Ha sido un ‘récord’ de
aprendizaje. Créanlo. Para los escépticos, hay un ejemplo: uno de los mejores coros de
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Londres, el Coro Oriana, dirigido por el gran compositor inglés Vaughan-Williams, tardó dos
años en dar su primer concierto, y los cantantes eran profesionales (Diario El Nacional,
1944).

Sus funciones como diplomático son de provecho. El maestro recibe el respaldo del
MRE, del Ministerio de Obras Públicas, y del Instituto Cultural Venezolano-Británico. En el
marco de la conmemoración de la Batalla de Carabobo, la CPV brinda el concierto oficial
inaugural el 23 de junio de 1944.
Calcaño es director de la CPV pero no abandona sus otras actividades. Escribe para los
diarios El Nacional y Ahora, y otras faenas reclaman de él dedicación completa entre finales
de 1944 y 1945.
En Venezuela y el mundo, el año 1945 representa un período de cambios profundos.
La Segunda Guerra Mundial registra sus meses culminantes desde el segundo trimestre de
1945, cuando la rendición de Alemania es inminente. Una reunión de alto nivel se prepara en
Estado Unidos, en la ciudad de San Francisco. Se abordará la seguridad mundial y se sentarán
las bases para la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El gobierno venezolano envía en abril una delegación. El grupo está liderado por el
ministro de Relaciones Exteriores, Caracciolo Parra Pérez; el ministro de Fomento, Gustavo
Herrera; el ex ministro de Hacienda, Alfredo Machado Hernández; y el ex ministro de
Educación, Rafael Ernesto López. Uno de los consejeros de esa distinguida representación
venezolana es el jefe de Gabinete del MRE, José Antonio Calcaño.
Calcaño cumple sus funciones como consejero en la histórica reunión, y también
estrecha lazos con élites musicales y rosacrucianas. Es su labor en la Orden Rosacruz aquello
que le abre una puerta inesperada en momentos de crisis nacional. En Venezuela un golpe de
Estado impide el fin democrático de la gestión de Medina Angarita. El 18 de octubre de 1945,
un grupo de militares y dirigentes del partido Acción Democrática, acaban con el gobierno del
general que recibió la primera transmisión de mando pacífica del siglo XX venezolano.
Calcaño acepta la oportunidad que le ofrece la Orden Mística Antigua de los
Rosacruces (AMORC), con sede en Estados Unidos. El funcionamiento de la Coral Polifónica
de Venezuela se interrumpe durante algunos años. La nueva misión de Calcaño es liderar el
Departamento Latinoamericano de AMORC. Con biblioteca, discos y los instrumentos
musicales de siempre, el matrimonio Calcaño Aurrecoechea abandona de nuevo Caracas.
El músico encara su nueva misión y colabora con medios impresos de diversos países,
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

especialmente en Estados Unidos y en Venezuela. El llamado “Prater Calcaño” es apreciado


en la organización y escala posiciones relevantes. En agosto de 1946, la directiva de AMORC
expresa públicamente el honor que les confiere el ingreso del venezolano al staff ejecutivo. La
experiencia es enriquecedora para la pareja Calcaño Aurrecoechea. Los principios místicos de
esta fraternidad los cultivarán siempre, aunque al cabo de algunos años en lugar de continuar
en EE. UU., prefieran volver a las raíces.

La Creole y Los Madrigalistas


Luego del magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud, Venezuela atraviesa un período
interino de altas tensiones. Nuestro biografiado, sin embargo, llega sin tiempo de transiciones.
Calcaño no ha desempacado sus maletas cuando emprende, simultáneamente, diversos
proyectos. Vuelve al terruño y a sus contradicciones, y esta vez es de manera definitiva.
La idea de crear un conservatorio, ya conversada en reuniones sociales, pronto tiene
dirección postal y estudiantes inscritos. Al escoger el nombre de la nueva institución, el
músico honra a una de las figuras artísticas venezolanas por las que él reserva mayor
admiración, Teresa Carreño. Este centro de estudios está ubicado en la calle San Antonio de
Sabana Grande. Años después, la institución cambia de estructura y denominación. De
conservatorio pasa a ser Escuela de Música “Padre Sojo”, insigne fundador de la escuela de
Música de Chacao, durante la época de la Colonia.
El maestro retoma la dirección de la CPV hasta 1954. Otra institución coral desvela al
músico. De sus vínculos con el sector oficial y el gremio petrolero, nace el 28 de agosto de
1952 una agrupación que se inscribe entre las corales más importantes de Venezuela: La
Sociedad Coral Creole.
Los miembros de la Creole sufragan algunos gastos con un aporte mensual de 5
bolívares, aunque no por ello tienen derecho a incumplir la puntualidad y la constancia
establecidas por Calcaño.
El profesor dicta paralelamente las cátedra de Piano, Estética y Lenguaje musical, ya
no en Santa Capilla sino en el entonces Conservatorio “Teresa Carreño”. En cualquiera de sus
facetas se distingue por su rigurosidad y su humor. Después de las clases, por ejemplo, lidera
una tertulia matizada con chistes. Una de sus discípulas es Francina Larrazábal de Grullón,
descendiente del eminente músico venezolano del siglo XIX, Felipe Larrazábal.
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Me dio clases durante más de 20 años -expresa Francina-. Él decía que los pianistas no
tenían por qué tener un título. Decía, por ejemplo, que quién le iba a pedir un título a
Claudio Arrau. Por eso nunca nos dio un título a sus discípulos, pero, eso sí, tuve una
muy buena experiencia y enseñanza. Prácticamente todo se lo debo a él a pesar de que
tuve otros profesores aquí y en Estados Unidos. Calcaño hizo cosas extraordinarias
conmigo.

Francina integrará también la Coral Creole y, décadas después, se convertirá en el


pilar fundamental de la Fundación “José Antonio y Carmen Calcaño”. Los ensayos de la
agrupación tienen lugar en el auditorio de la Creole, en el edificio “Esso” de Bello Monte,
luego Lagoven y, posteriormente, Universidad Bolivariana de Venezuela. Desde el primer
diciembre de trabajo allí, el maestro Calcaño y sus muchachos coralistas ofrecen un
concierto navideño sorpresa, para los empleados de la corporación. El 24 de diciembre, a
las 11:00 de la mañana, la Coral Creole se ubica sigilosamente en las escaleras ubicadas
en la entrada principal. El músico nunca imaginó la receptividad que tendría esta serenata
inesperada de aguinaldos y parrandas. El llamado “concierto de la escalera” se hace
tradición hasta la muerte del maestro.
En 1952, cuando la Coral Creole celebra justo un año de satisfacciones, Calcaño
ofrece a la audiencia caraqueña una nueva agrupación coral. El maestro quiere hacer algo
distinto, no sólo en estructura de conjunto sino en repertorio, y así lo logra.
A diferencia de los integrantes de la CPV y de la Creole, Los Madrigalistas se
distinguen por dos cosas: son sólo ocho voces y no es un coro aficionado. Sus integrantes son
cantantes profesionales: Margarita de Vix y Natacha Petrovich son las contraltos; Margarita
de Taby y Thais de Rotinoff (madre de la actriz América Alonso), son las sopranos; Antonio
Pasavaris y Ramón Guevara, los tenores; y Esteban Nagy y Alejandro Sokolov, los bajos.
El repertorio de esta agrupación es de mayor exigencia, tanto para los coralistas como
para el director. En su repertorio figuran obras de Cowen, Arne, Arensky y Tomás Luis de
Victoria, y piezas de venezolanos como Moisés Moleiro y el propio Calcaño, entre otros. El
grupo se mantiene durante poco tiempo pero alcanza popularidad gracias a los medios de
comunicación. Sus programas radiales de canto coral son transmitidos todos los jueves a las
7:00 de la noche por Radio Caracas.
Ocho años más tarde, en el Teatro Municipal, el maestro Calcaño estrena su “Suite
Sinfónico-coral Miranda en Rusia”, y esa noche no sólo dirige a la OSV sino a la Coral
Polifónica y la Coral Creole. La noche del estreno es especial para el país. Se conmemora un
nuevo año de Independencia, y se concretan cambios establecidos en la Constitución recién
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

aprobada. Uno de ellos es la modificación del nombre oficial: de “Estados Unidos de


Venezuela” a República de Venezuela.
La obertura “Miranda en Rusia” se vuelve a interpretar durante el segundo Festival
Interamericano de Música, en 1957. A los carnavales caraqueños se agregan las actividades
organizadas por la Asociación Venezolana de Conciertos. Es época de avances en
infraestructura, aunque también es una etapa de represión. La música, sin embargo, burla una
vez más las fuerzas dictatoriales. Calcaño hará uso de todos los medios a su disposición para
difundir no sólo música sino historia.

El comunicador
La televisión en Venezuela acaba técnicamente de salir al aire, y este caraqueño no
subestima el nuevo sistema comunicacional que asume, desde ya, como un medio masivo que
se escapa de vista. Produce emisiones televisivas de entretenimiento aunque con tres objetivos
elementales: cultura, historia y música.
En enero de 1953, se pone en funcionamiento la Televisora Nacional Canal 5 y, pocos
meses después, surge otra señal aunque con fines más comerciales: Radio Caracas Televisión.
Es en esa planta donde Calcaño se inicia como productor y presentador de televisión. El
maestro modera incluso dos emisiones televisivas simultáneas.
“Por el mundo de la cultura” se transmite primero por el canal 2, luego por el canal 8
y, posteriormente, por el canal 5. Calcaño posee un gran poder comunicativo. Sus dotes de
buen orador los demuestra no sólo en charlas, clases, conferencias, artículos y conciertos, sino
también a través de la pantalla chica. Se expresa en lenguaje llano, sin presunciones de
erudición. Así a las audiencias con temas que van desde los más corrientes hasta los más
profundos.
Desde septiembre de 1954, escribe y dirige otro programa semanal televisivo: “¡Qué
tiempos aquellos!”. Los personajes recrean con humor los refranes, temores, alegrías e
historia de la Caracas de 1900. El maestro reúne un elenco de integrado por actores y actrices,
algunos pioneros de la radio venezolana: Conchita Ascanio de Villegas, Cecilia Martínez,
Rosa Margarita Viana, Laura Olivares, Gladys Larrazábal, Teresita Seijas, Marieta de Pérez
Matos, Yolanda Grasio, Diana Franklin, Ramón Guevara, Estrella Rodríguez, César Castillo
López, E. Atencio y Aníbal Rivero. Por su parte, Edgar J. Anzola, José Joaquín Correa
(Correíta), Luis Rodríguez, y Guillermo Quintero, fungen como asesores y hasta como actores
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

ocasionales.
El mismo Calcaño participa como actor, ante la ausencia de un talento que interpretara
a un ciego y mendigo. Su discípula Francina también actúa en uno de los capítulos,
interpretando al piano una obra del compositor venezolano Delgado Palacios, “Mi aplauso”.
Calcaño se convierte en un personaje recurrente en los medios. El músico es
identificado como un viejo amigo a quien siempre es grato recibir. Sin tocar la puerta,
Calcaño entra en miles de hogares venezolanos y comparte con familias enteras que siguen
sus comentarios y explicaciones.

Yo lo escuchaba chiquitica -recuerda Aura Hernández del Castillo, en 2011


coordinadora académica de la Fundación Calcaño-. Era increíble porque a través de la radio
o la televisión, era como si te embrujara.

Para el periodista Arístides Bastidas, Calcaño “arrobaba a sus oyentes como los
antiguos echadores de cuentos a los niños, en noches bañadas por la Luna”. El maestro toma
de la mano la imaginación de sus oyentes y la lleva por variopintas rutas del pensamiento.

Podía hablar de una tragedia de Esquilo – expresa Bastidas-, de la Sinfónica Coral de


Beethoven, del Werther de Goethe, de los claroscuros de Rembrandt, de las Ejemplares de
Cervantes o de la poesía de Virgilio (...) Atrapaba ideas complejas y más tarde las mostraba
con el aspecto de palomas amansadas. De allí el éxito de sus transmisiones radiales y
televisivas (Diario El Nacional, 1978).

En 1955, Calcaño termina de grabar el Curso completo de Apreciación de la Música.


En un total de 12 discos larga duración, que reúnen 24 lecciones, el maestro recorre los
conceptos básicos de la música, con ilustraciones ejecutadas por él mismo al piano. El
profesor aclara que el material no está destinado a los músicos sino a todos aquellos que no
quieren quedar en ridículo cuando se hable de música o cuando se vaya a un concierto.
Este venezolano crea otros dos productos discográficos: Las narraciones del 19 de
abril y las del 5 de julio. El locutor relata las crónicas de esos días caraqueños, como si
transmitiera en vivo los acontecimientos patrios:

Hoy es Jueves Santo. Es el 19 de abril de 1810. Nos encontramos aquí, en la Sala


Capitular para relatar a ustedes los actos sagrados que van a celebrarse hoy. Aquí se reunirá
el Ayuntamiento (...) para asistir en cuerpo, junto con el señor capitán general, Don Vicente
Emparan, a los actos solemnes de la Catedral. Creo que van a estrenar una nueva misa que
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

acaba de componer José Ángel Lamas (...) Desde aquí, por el balcón, estoy viendo la Plaza
Mayor, con la Catedral allá en el fondo (...) El día está despejado, el cielo azul (...) El agua
de las pilas está corriendo y una vieja esclava está llenando una tinaja (...) En estos últimos
días la ciudad ha estado inquieta (Citado en Perli, 1994).

Es un comunicador social innato. Con su recurso natural, la calma, el charlista mide el


significado de las palabras, saborea sus diferencias y punza el verbo para expresar lo que
quiere.
En el hogar del mediático Calcaño, el familiarmente llamado “tío Toño”, se conserva
la tradición de las veladas musicales promovidas desde generaciones pasadas. El profesor y
Carmen viven en la urbanización Las Mercedes, en la casa de los Aurrecoechea, situada en la
quinta Anacoa de la calle Madrid, donde años después se situará el restaurante Aranjuez. Las
reuniones continuarán después en la quinta “Palmasola”, en la calle El Retiro de la
urbanización Alta Florida, la residencia final de los Calcaño Aurrecoechea.
Músicos, escritores y diplomáticos son asiduos a estas reuniones. Degustan veladas en
las que bien pueden apreciar a un anfitrión experto catador de vinos, fumador empedernido,
coleccionista de arte pictórico, consumado pianista o experto maraquero.
Como comunicador se aproxima a las audiencias, como director estrecha lazos entre
sus agrupaciones. En junio de 1956, en el Teatro Municipal, reúne a la OSV, la coral Creole y
al coro del Conservatorio “Teresa Carreño”. El programa se inicia con la Octava Sinfonía
(Inconclusa) de Schubert; la Obertura del ballet “Miranda en Rusia”, de Calcaño; y la “Torre
de Babel”, de Rubinstein, entre otras obras de compositores como Brahms, Mussorgski y
Borodín. El maestro se convierte en el primer director en dirigir dos corales venezolanas en un
solo escenario.

La ciudad y su músico
Uno de los mejores aciertos de Calcaño es el de desmitificar la historia musical. Se
adentra en laberintos de fechas, acontecimientos y vidas, y luego los recrea. Calcaño escudriña
sus detalles, los junta, perfila a los seres de épocas pasadas, los hace propios, amigos o
enemigos.
Ennoblece y también sataniza. Calcaño revisa, critica, aclara y reescribe. Hace
historiografía. Entre sus títulos se encuentran: Contribución al estudio de la música en
Venezuela (1939), una Biografía del Padre Sojo (1960), 400 años de música caraqueña
(1967), El Atalaya (1967), escritos sobre el maestro venezolano José Ángel Lamas, y un vasto
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

repertorio de ensayos y artículos sobre música, literatura, temas místicos, entre otros. A
mediados de la década de los años treinta escribe un poemario que jamás pudo publicar, Flor
en Tauro, un libro dedicado a Carmen.
La ciudad y su música es su obra literaria de mayor envergadura. Este caraqueño se
adueña del anecdotario estudiado por él o recopilado por otros, y toma al lector de la mano
para recorrer, sin miedo al extravío, los vericuetos de la historia musical y sus acentos. “La
música es un arte esencialmente social”, dice Calcaño.
Si consideramos la fecha de fundación de la ciudad por el conquistador español Diego
de Lozada, podemos decir que Calcaño inicia el relato cuando Caracas es una muchacha
veinteañera. Por esta obra, el autor recibe el Premio Municipal de Prosa (1958-1959), y el
Premio literario “Miles Sherover”, cuyo jurado está compuesto por Ramón Díaz Sánchez,
Juan Bautista Plaza, José Ramón Medina, Alberto Weibezahn y Alejo Carpentier. Al recibir
esta segunda distinción, el autor aclara: “Este libro tiene más de historia que de música”
(23/3/1960, El Nacional).
El historiador y musicólogo venezolano Hugo Quintana, sostiene que la razón por la
cual este libro se impone ante el trabajo de composición de Calcaño, se debe a una suerte de
lectura a distancia que la sociedad hace de todas las obras.

Es su obra de madurez –dice Quintana– con todo lo que uno pueda cuestionarle. Hay
un aporte de Calcaño a la revisión historiográfica musical muy importante, él es pionero en
ese sentido. Y hago énfasis en lo de revisión porque yo crecí en un hogar donde se decía que
el “Popule Meus” de José Ángel Lamas, se tocaba en el Vaticano. Nunca antes de Calcaño
hubo quien dijera que eso no era cierto. Uno como historiador tiene que someter a crítica
todas las afirmaciones, y eso lo hizo él (2011).

Calcaño reproduce y difunde las aclaratorias que, al respecto, fueron publicadas en


1932 por representantes diplomáticos venezolanos en el Vaticano. También desmiente, con el
simple uso del sentido común, que Beethoven era todavía un muchachito para ser conocido
por nuestros maestros de la Colonia. El compositor alemán está apenas comenzando a crear
sus obras en esa época. Por otro lado, Calcaño desestima chismes románticos como aquel que
afirma que a Juan José Landaeta lo consiguieron fusilado con una partitura del Himno
Nacional atada en la sien.
Este polemista con espuelas afiladas juzga, a veces con cierto desprecio y con su
visión de siglo XX, a los autores decimonónicos que dieron los primeros aportes a la
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

historiografía: Arístides Rojas y Ramón de la Plaza, principalmente.


El ruiseñor de la parroquia Altagracia dictamina para la historia y se equivoca, como
también lo hacen Rojas y De la Plaza. La imprecisión de las fuentes en algunas de las
afirmaciones allí estampadas, es una de las críticas elementales que hace Calcaño. No
obstante, esta situación afecta igualmente el trabajo de este autor; estos autores son fuentes
insoslayables para Calcaño.
El profesor también incurre en la falta de evaluar injustamente a los músicos del siglo
XIX venezolano. Para Calcaño, la época dorada de la música nacional se inicia durante la
Colonia, sufre un revés tras el impulso patriótico de las décadas de Independencia, y vive en
el oscurantismo artístico en la segunda mitad del siglo XIX. Luego, a su juicio, renace de las
cenizas con el movimiento de renovación musical del cual él mismo es protagonista, en el
siglo XX. Todo lo anterior es cierto salvo que la música haya vivido en una suerte de limbo en
el siglo antepasado. José Ángel Montero, Federico Villena y Felipe Larrazábal son los únicos
compositores locales que se salvan de la anonimia por parte del escritor.
Sin embargo, el tiempo sirve para resarcir algunas afirmaciones hechas en el fragor de
un momento determinado. En el ocaso de su vida, Calcaño prologa una edición facsimilar de
la obra de Ramón de la Plaza: Ensayos sobre el arte en Venezuela. En su texto, Calcaño ya no
se expresa con aquellas críticas cortantes, y reconoce el valioso aporte de ese autor a la
historia musical venezolana.

Otro ruiseñor a la Academia


El maestro atestigua cambios significativos en la ciudad que lo vio nacer hace sesenta
años. Ahora observa cómo los patios internos y zaguanes se rinden al concreto; cómo merma
la risa de las quebradas y enmudece el susurro del follaje caraqueño. El cronista entiende que,
con la modernización de la ciudad, las infidencias capitalinas se extravían en el eco orquestal
del parque automotor. “El hormigón no da tregua”, asevera Calcaño, y agrega: “se ha llevado
por delante junto con todas las casas, las buenas costumbres”.
Los años sesenta en Venezuela se viven entre discursos fervorozos y lucha
antiguerrilla. Calcaño sigue atento los acontecimientos, opina y respeta la divergencia. Hay
líderes que se codean con el poder pero no lo ejercen. El maestro es uno de ellos. Simpatiza
con Acción Democrática pero, como buen diplomático, sabe mantener cordiales vínculos con
otros partidos. Para gobernantes y funcionarios él es el respetado profesor Calcaño. Sus
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

afirmaciones son entendidas y repetidas casi como verdades dogmáticas.


La popularidad de este hombre culto de habla sencilla es condición que podría causar
sanas envidias entre los amigos que escogieron el camino de la política. La manera de
Calcaño de hacer política es como la de un auténtico líder de opinión: influencia a quienes lo
ven o escuchan, y ello lo hace objeto de otros reconocimientos.
En los Calcaño y Paniza hay cuatro académicos; todos miembros fundadores e incluso
directores de la Academia Venezolana de la Lengua (AVL). Sin embargo, sólo uno de los tíos
abuelos perteneció a la Academia Nacional de Historia (ANH): Julio, el de las espuelas
afiladas. Este filólogo, polígrafo, poeta, escritor y lingüista, cofundó la ANH con Juan Pablo
Rojas Paúl y otros estudiosos, en 1888.
El Calcaño nos ocupa lleva sobre sus hombros una gesta familiar de títulos y honores.
A finales de la década de los años cincuenta, podría ufanarse de poseer el título más difícil de
adquirir y de conservar: el de la popularidad. No obstante, con sencillez este ruiseñor ingresa
a la Academia como Miembro Correspondiente por el estado Carabobo, el sillón con letra lo
recibirá poco después.
Ese es apenas el primer paso de Calcaño en este círculo académico. También es
miembro de la Sociedad Venezolana de Ciencias Naturales y miembro honorario de la
Asociación de Cultura Musical de Costa Rica. Las distinciones no lo aislan entre muros
cargados de títulos. Calcaño mantiene su exposición en los medios y en las aulas.
En la década de los años sesenta, la figura austera del profesor Calcaño se hace
familiar en otro programa televisivo, “Monte sus cauchos Good Year”, durante años
conducido por Néstor Luis Negrón y Cecilia Martínez. En este espacio se formulan preguntas
de cultura general y Calcaño tiene en manos la fase evaluadora del juego.
Desde 1964 y hasta 1974, el profesor es asesor cultural del Instituto Nacional de
Cooperación Educativa (INCE). Desarrolla un programa de “culturización” para los
trabajadores, utiliza medios audiovisuales y promueve el trabajo periodístico para la
elaboración de revistas institucionales, folletos y pequeñas biografías. Sus estudiantes del
INCE reciben charlas de diversas personalidades del acontecer nacional. El programa de
Calcaño tiene tanto éxito que se comienza a grabar cada sesión para crear una colección de
acervo histórico. Años después se desconocerá el paradero de todo ese material.
Durante décadas Calcaño es un hombre mediático pero en 2013 la realidad es que en
Venezuela no se conservan ninguno de los espacios que el maestro produjo y moderó, luego
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

de superarse aquellas transmisiones en vivo sin grabación. Los únicos minutos de una
entrevista televisiva al maestro que se pueden apreciar, son visibles gracias al esfuerzo de
quien fue en esa ocasión la entrevistadora, Liana Cortijo.
En 1966 el maestro Calcaño se incorpora finalmente como Individuo de Número a la
Academia Nacional de Historia. El 6 de julio de 1967 se le otorga el sillón “N”, y su discurso
lo dedica a la historia de Caracas y a otras consideraciones. La Academia enaltece al
historiador, al músico todavía no.

Evohé al compositor
La faceta de Calcaño que queda solapada por su aporte a la historiografía musical
nacional y al movimiento coral, es la de compositor. Los autores impresionistas influencian su
producción, como a otros músicos de su generación. La poesía de autores venezolanos y
foráneos es una fuente constante de inspiración. Jacinto Fombona Pachano y Enrique
Planchart, Andrés Bello, Rubén Darío, Salvador Jacinto Polo de Medina, y hasta
Rabindranath Tagore, dictan el verbo en la música del maestro.
Las odas de la familia Calcaño a la memoria del Padre de la Patria se inician durante el
siglo XIX. Entre otras obras, Eduardo Calcaño y Paniza escribe A Bolívar en su centenario
(1883), y pocos años después su hermano José Antonio concibe Bolívar en Santa Marta
(1886). En el siglo XX, de los Calcaño, es José Antonio quien hace un aporte musical al
Libertador con “De Profundis”. Esta obra sinfónica para coro y orquesta, la compone a finales
de 1967, luego de visitar Colombia con la Coral Creole. Desde 1968, y sólo durante algunos
años más, “De Profundis” se interpreta en el Panteón Nacional, cada 17 de diciembre, para
conmemorar la muerte de Bolívar.
A finales de los años sesenta, Calcaño agrega una nueva satisfacción a su catálogo
musical: la cantata “In Memoriam”, en homenaje al general José Antonio Páez. La obra
patriótica se estrena en el Panteón Nacional el 24 de junio de 1971, a propósito de
sesquicentenario de la Batalla de Carabobo.
Fuera del catálogo musical, que no incluimos en este ensayo por razones de espacio,
indicamos otras piezas dentro de la producción del maestro. Entre éstas se encuentran “Los
naranjos”, para coro de voces oscuras con letra de Polo de Medina, y “Canción... a manera de
Valtierra” con letra de Rubén Darío. Como suele ocurrir con otros compositores venezolanos,
sólo un grupo de partituras escapan del claustro del olvido. Hay otras, sin embargo, que se
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

convierten en motivo central para los autores. Entre todas las obras corales del maestro,
“Evohé” es una de sus piezas más interpretadas. Se trata de una composición para coro mixto,
con letra de Enrique Planchart.
Como aporte para el repertorio navideño venezolano, destacamos dos: uno para el cual
Calcaño hace la armonización y la coralización: “Din din din”, y otro “Villancico” de
composición propia.
Para el musicólogo Eduardo Lira Espejo, la obra musical del maestro Calcaño espera
un estudio exhaustivo en variados aspectos. En uno de sus artículos para el diario El
Nacional, comenta: “Poco, muy poco, se ha difundido la creación musical de José Antonio
Calcaño; además de su gran bagaje de obras corales, produjo trozos para piano, música de
cámara y partituras sinfónicas”.
Luis Felipe Ramón y Rivera compara el dominio técnico de Calcaño y de Sojo,
distinguiendo al guatireño por su notable rigurosidad. A juicio del autor de “Brisas del
Torbes”, el caraqueño no logra igual nivel. Ramón y Rivera argumenta su posición juzgando
las obras:

Ellas se resienten desde las primeras como “Criollerías” y “Evohé”, de forzadas


disonancias, licencias no siempre justificadas ni felices en el tratamiento armónico o en el
desarrollo contrapuntístico. Hay además –repetimos– un fuerte contraste entre lo que se
ejecutó de Calcaño durante el curso de su vida, y el conjunto de obras que compuso. De
ellas, mientras escribo este libro no se encuentran en su archivo sino unas pocas que son: la
“Primera Sinfonía” (1946) y las siguientes obras corales: “Evohé”, “Canción” (“a la
manera de Valtierra”. Letra de Rubén Darío). En el catálogo figura con el título de “Pan”,
“Canción Pagana”, “El Gato” (Dice en la partitura: “Fuga sobre un tema utilizado en la
fuguetta de 1932, en compás de 3x4. Sojo arregló para coro una versión melódica en compás
diferente –2x4– del mismo tema popular). “Canto de Llano Abajo”, “Madrigal”, “En la
fuente del rosal”, “Nocturno”. No se han encontrado aún las partituras de “La Virgen de
Palosanto”, y la de “El Olímpico Cisne”. Tampoco ha sido posible conseguir los dos
cuartetos, ni la “Segunda Sinfonía”, ni el resto de obras de música de cámara o para coro, o
las de canto y piano que Calcaño anota en su catálogo (Ramón y Rivera: 1988).

Este musicólogo sentencia que hasta que no aparezcan las obras que faltan, a pesar de
que puedan escucharse las últimas (“De Profundis” e “In Memoriam”), no podrá hacerse una
valoración crítica de la obra compositiva de Calcaño. A finales de la década de los años
ochenta, la Fundación Calcaño comienza a organizar y a catalogar los archivos del maestro.
En 2011, la entonces directora de la Fundación Calcaño, Francina Larrazábal de Grullón,
opina sin tecnicismos sobre la obra coral de quien fuera durante más de veinte años su
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

maestro:

Hay unas que son muy feas y otras muy bonitas. Yo me río porque es normal, hay una
composición coral que es tan fea... pero tiene otras, “Evohé”, por ejemplo, que es además de
una gran obra, muy bella. Tiene “Canto del Llano abajo” que montamos para un encuentro
coral, recuerdo, y la solista fue Morella Muñoz. “Nocturno” también es muy bonita. “De
Profundis” es una obra muy ácida, muy fuerte pero muy buena. Está la “Primera Sinfonía” y
hay otra que se montó para el centenario del natalicio, que dejó a todos gratamente
sorprendidos y hasta las partituras se las llevaron a Londres. Es decir, él hizo cosas muy
buenas. Él tuvo varias facetas y brilló en todas.

Variados calificativos describen la obra musical de Calcaño en estos testimonios. El


compendio de su obra, más allá de las apreciaciones, es el resultado del carácter y ritmo de
vida del autor, quien dedica gran parte de su tiempo a la investigación, la diplomacia y la
docencia.
Generaciones de venezolanos recuerdan a Calcaño como el profesor, el erudito, el
hombre de cultura que a través de la televisión, la radio, sus cursos y libros, compartía
informaciones en diversas ramas del saber. Son venezolanos que vivieron, en mayor o en
menor medida, la transimisión de sus programas. La Fundación que lleva su nombre se crea
para preservar su legado, y así lo logra durante décadas. Sin embargo, desde 2011 otra es la
situación.

El hombre de hoy
Cuando el mundo observa atónito la llegada el hombre a la luna, nuevas corrientes
tienen algunos años sacudiendo el mundo de la música. José Antonio Calcaño nació en 1900,
muchas son las transformaciones que ha observado e, incluso, de las que ha sido partícipe. Se
acerca a sus 70 años y, por su apariencia sobria, siempre de traje y corbata, ademán de
modales exquisitos, se le puede juzgar muy conservador. Lo es salvo que, a diferencia de
otros colegas de su generación, Calcaño posee la universalidad de quien ha recorrido el
mundo por sus propios pies.
Está consciente de que los cambios ofrecen aportes y es anacrónico cerrarles el paso.
Es moderado. Lo que hace décadas hubiese criticado ferozmente, ahora sólo lo observa con
desconfianza. Razona, tantea sin ser tajante:
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Cuando nosotros vamos a oír música contemporánea, o música muy nueva, hay que
estar muy alerta porque, uno dice, toda esa música sumamente nueva, bitonal o dodecafónica
suena muy raro y unos dicen que es muy mala, porque no la comprenden (...) Tengo que oírla
más. Hay que tener cuidado, hay muchas piezas nuevas maravillosas, interantísimas, que
desde luego nos desconciertan en el primer momento porque no estamos acostumbrados
(Calcaño. Curso de Apreciación Musical. Lección 24).

Calcaño sostiene que la música electrónica puede dar muchas cosas valiosas, no así el
atonalismo o el dodecafonismo. No le atrae mucho la llamada música concreta, y sostiene que
la tradición y la historia no se pueden soslayar a la hora de componer música. Sobre el destino
de las escuelas modernas, resuelve conciliador: “Deje, usted, que el tiempo diga la verdad
definitiva” (En entrevista con Emilio Santana, El Nacional, 1968).
Por su longevidad y experiencia, el profesor es consultado para analizar el presente de
Venezuela en materia cultural o social, y asevera sin miramientos: “Creo que la enseñanza de
la música no puede ser peor que cuando yo empecé” (Ob. Cit.).
En el ocaso de la década de los años setenta, sostiene: “Estamos viviendo una época de
indecisión musical”. Calcaño mira hacia el futuro, lo enfrenta sin temores aunque mantiene su
opinión sobre ciertos temas o agrupaciones en boga.

 ¿No cree que si los Beatles fueron condecorados por la reina Isabel es porque son
buenos músicos? - interroga Emilio Santana.
 ¿Y eso qué tiene que ver? En Inglaterra también declararon doctor Honoris Causa a
Agatha Christie.
 ¿Son igualmente compositores el autor de una salsa y el de una obra sinfónica?
 Bueno, llaman pintor al que hace un buen cuadro y al que pinta una pared (Ob. Cit.).

Calcaño recuerda con idealismo aquellos días de la Renovación, en la que él y sus


colegas retaban con música el silencio dictatorial. “Nosotros conspirábamos también cuando
muchachos... Ahora no. No vale la pena, ahora se vale todo”, expresa el maestro en entrevista
radial con Napoleón Bravo y Cecilia Martínez.
Esos viajes sin reposo entre el pasado, el presente y el futuro son, quizá, uno de sus
mayores logros como comunicador. En 1975, Calcaño inicia un nuevo programa radial: “Por
el mundo de la música”, los domingos a las 8:00 de la mañana, en Radio Caracas Radio. En
diciembre de 1977, crea “Una porción de cosas”. Ambos programas los mantiene hasta el 5 de
febrero de 1978.
El ruiseñor de la parroquia Altagracia tiene casi setenta y cinco años. Es el charlista y
musicólogo más célebre de Venezuela. Sigue siendo un hombre mediático y ahora con más
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

razones.

Mediático laureado
En el ocaso de su vida, llegan otros reconocimientos que distinguen con justicia dos
facetas desarrolladas por Calcaño, la del historiador y la del músico. En 1975, recibe los
laureles que en el siglo XIX exaltaran a su abuelo paterno: es nombrado Miembro
Correspondiente de la Real Academia Española de la Historia.
El maestro se conserva lúcido y mantiene su gracejo de caraqueño conversador.
Adopta una boina negra que ennoblece su figura quijotesca, mientras Carmen, su eterna
compañera, se luce con el carisma y la coquetería que la identifican desde los años mozos. En
la quinta “Palmasola” ambos siguen cultivando su fama de excelentes anfitriones.
Ese espacio amurallado de libros, pinturas y partituras conforman “un pequeño
Xanadú” caraqueño, tal y como lo describe en 1977 el director de escena argentino Gustavo
Tambascio. Es una suerte de castillo babeliano, con paredes que ceden al peso de la historia y
sus afectos. En esos muros se cuelgan obras de Luis Alfredo López Méndez, Tito Salas,
Armando Reverón, Juan Lovera, entre otros grandes de la pintura venezolana.
En 1978, siguiendo la tradición de reconocimientos nacionales tardíos, el gobierno
venezolano otorga un premio que esperó demasiado para contar con el nombre de Calcaño
entre sus laureados.

¿Qué consecuencias ha tenido para usted este Premio Nacional de Música? -pregunta
un periodista del diario 2001.
Bueno, mucha gente me ha dicho, como para halagarme: «Menos mal que el premio te
lo dieron todavía en vida». Yo creo que lo que me quieren decir es que he debido morirme
hace tiempo (Calcaño en entrevista con Goitez, 1977).

Al recibir la distinción que otorga anualmente el Consejo Nacional de la Cultura


(Conac), el músico declara que acepta el premio con una sola condición: que constituya
también un reconocimiento a sus compañeros de trabajo durante más de medio siglo. Para él,
el premio no es individual sino como un aplauso justiciero a Sojo, Plaza, Lecuna y Moleiro.
El maestro subraya que si Venezuela marcha a la vanguardia musical de otros países, se debe
al tesón de los maestros de la renovación de 1919 y de la revolución cultural de 1930.
El l8 de julio de 1978, Calcaño graba el último programa de “Por el mundo de la
Cultura”, transmitido durante años en el Canal 5. Pese a sus malestares físicos, mantiene los
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

otros dos espacios radiales y dirige las actividades de la Escuela de Música “Padre Sojo”. El
vicio del cigarrillo que nunca abandonó, merma sus capacidades respiratorias. Su sentido del
humor, sin embargo, sigue intacto.
Hasta el final de sus días está lleno de proyectos, y deja algunos inconclusos. El
tiempo se extingue. El martes 11 de septiembre de 1978 se despide físicamente el último pilar
de la alguna vez llamada “Santísima Trinidad de la música venezolana”, integrada por él, Sojo
y Plaza. El gobierno nacional decreta tres días de duelo oficial.
Los discípulos de Calcaño aspiran dar continuidad a la obra del maestro, bien sea a
través de la Escuela de música “Padre Sojo”, la Coral Creole y otras iniciativas. La coral pasa
a llamarse “Coral José Antonio Calcaño”.
Pocos años después de la muerte de Calcaño, fallece doña Carmen. Alumnos y
familiares crean en 1984 la Fundación “José Antonio y Carmen Calcaño”, un centro de
estudios musicales. “Para que la gente no se olvide de él”, indica Francina Larrazábal de
Grullón, motor principal de esa institución hasta finales de 2011. Sólo un revés de salud aleja
a la profesora de la misión que con devoción llevaba a cabo. Con su muerte, en diciembre de
2012, la Fundación Calcaño queda en completa orfandad. No tiene sede y, a pesar de los
esfuerzos familiares, la institución agoniza en silencio.
La quinta « Palmasola », el célebre hogar de Calcaño, donde solían reunirse músicos,
literatos e intelectuales destacados del siglo XX venezolano, se convierte en 2013 en espacio
múltiple en alquiler para actividades culturales. Es una buena noticia que esconde otra
dolorosa. En realidad, es la última carta de la familia Aurrecoechea para evitar la inminente
venta de la propiedad. Hasta el momento de escribir estas líneas, las buenas intenciones no
hablan sino de proyectos y de ausencia de apoyo oficial.
En Venezuela los espacios patrimoniales e instituciones culturales fenecen, al menos,
por tres razones: gestión arbitraria, olvido o mengua. Hay algunos que agonizan doblemente
mientras la memoria colectiva se extravía sin retorno. Del hombre mediático que fue Calcaño
casi nada pueden mostrar los archivos. Engrosa la lista de valores nacionales alguna vez
mediáticos, con reconocimiento incierto en generaciones futuras. Con el cese de actividades
de la fundación que lleva su nombre, se somete al olvido una parte de la memoria sobre este
personaje y la época que vivió.
Con Calcaño es diverso el legado de asignaturas pendientes, y éstas van desde el
ámbito musical hasta el literario. El poemario dedicado a Carmen, Flor en Tauro, sigue
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

inédito. Los textos yacen en carpetas, con un prólogo del escritor Pedro Emilio Coll y una
nota de Calcaño que se adelanta al ansiado momento de feliz publicación. Durante décadas el
maestro lo consideró un “libro pavoso” porque las circunstancias siempre obstaculizaron su
paso final a la imprenta. Quizá, algún día, en justicia a este ruiseñor, el poemario se deshaga
completamente del maleficio.

-¿Qué será lo que estamos esperando?


La paciencia es un nimbo de santo
que paraliza el cráneo.
En un rincón del alma
están colgando las ideas,
cabeza abajo.
Todo está seco y quebradizo.
De esperar tanto y sin saberlo y tan extático,
se me van a salir los ojos en silencio y sin sentirlo.
....el colibrí recorre
su cuerda floja
hecha aire.
(«Compás de espera», poema inédito de Calcaño, Flor en Tauro. Archivo familiar)
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Referencias indicadas en texto

 BASTIDAS, Arístides (entrevista a J.A.C.). “Es un fracaso el artista indiferente a los


problemas de la colectividad”, Sección Foro, El Nacional, Ccs., 19 julio de 1962; “Se fue
el sabio que hablaba como un echador de cuentos”, El Nacional, Cuerpo C, Ccs.: 13 de
septiembre de 1978.
 BRAVO, Napoleón; MARTÍNEZ, Cecilia. Entrevista radial a J.A.C. Programa: “Dos
generaciones”. Ccs.: S/F.
 CALCAÑO, José Antonio. La ciudad y su música. Ediciones de la Biblioteca de la
Universidad Central de Venezuela Cediam-UCV, 2002; 400 años de música caraqueña.
(ÍDEM). Ccs., 2001; Contribución al estudio de la música en Venezuela. Ccs.: Cuadernos
literarios de la “Asociación de Escritores Venezolanos”, Editorial Élite, Ccs., 1939; El
Atalaya, Monte Ávila Editores, Ccs.: 1977; Flor en Tauro (inédito) Archivo familiar; “Los
ruiseñores de la estepa en el Teatro Municipal”, Élite. N° 61, Ccs. Nov. 1926; “Camille
Saint-Saens”, Notas Musicales, Actualidades, N°8, Ene. 1921; (Juan Sebastián) “El
Orfeón Lamas”, El Heraldo, Caracas, Julio 15, 1930; “Festival artístico a la gloria de
Lamas en el Municipal”, El Nuevo Diario, Caracas, 1 abril 1933; “El Popule Meus de
Lamas”, El Nuevo Diario, 25 abril 1933; “Son repatriados las cenizas de Teresa Carreño”,
Élite. N°646, Ccs. Feb. 1938; “Cómo es un ensayo de la Coral Polifónica de Venezuela”,
El Nacional, 3 mayo 1944; Curso de Apreciación Musical (12 discos, 24 lecciones),
Círculo Musical S/F; entre otros materiales.
 CALZAVARA, Alberto. Trayectoria cincuentenaria de la Orquesta Sinfónica de
Venezuela (1930-1980). Ccs.: Gobierno del Distrito Federal, 1980.
 GAMERO Salazar, Alonso. Entrevista radial a J.A.Calcaño. Programa: “La ciudad: Un
foro sobre nuestra problemática urbana”. Caracas: S/F.
 GOITEZ, Hugo Alberto. “José Antonio Calcaño: Músico, maestro, erudito y ciudadano”.
Gran diálogo de los jueves. 2001. Ccs. 6 julio de 1978.
 “Los coros rusos”. Fantoches, N° 239, Ccs., 1928
 RAMÓN Y RIVERA, Luis Felipe. 50 años de música en Caracas 1930-1980. Fundación
Vicente Emilio Sojo, Consejo Nacional de la Cultura. Ccs., 1988.
 REVISTA ÉLITE. CCS. Sección Nuestra Página: “Un Orfeón Caracas” (N° 165, 1928);
Nuestra Página: “El Orfeón Lamas”, Nov., 1933, N°428; entre otros; Vida Social, N°1332,
Abr., 1951; 7 Días, N°1781, Nov.1959; Biografías para la historia, N°790, Nov.1940; “Los
Madrigalistas”, Élite. N° 1455, Ccs. Ago.1953; entre otros.
 RODRÍGUEZ OBERTO, Cristóbal. “En momentos de una vida, José Antonio
Calcaño”.Revista Élite N°1576, Ccs.: Dic., 1955.
 SANTANA, Elías (entrevista a J.A.Calcaño). Mini foro. El Nacional. Ccs.: 8 Nov. 1968.
 TAMBASCIO, Gustavo. “Por el Rey y la Sinfónica”. Papel Literario. El Nacional. Ccs.:
26 Ago. 1977.
 VIRGÜEZ Márquez, Yellice. Vicente Emilio Sojo y José Antonio Calcaño, ambas
ediciones de la Biblioteca Biográfica Venezolana, N° 116 y 147, respectivamente.
Ediciones El Nacional y Fundación Bancaribe. Ccs.: 2009 y 2010.
José Antonio Calcaño, hombre mediático desconocido _ Yellice Virgüez Márquez

Fuentes vivas consultadas para José Antonio Calcaño (BBV Vol.147 - 2012):
Aurrecoechea, Valentina
Calcaño, Lorenzo
Carreño, Inocente
Durand, Juan
Hernández del Castillo, Aura
Larrazábal de Grullón, Francina
Martínez, Cecilia
Quintana, Hugo
Velásquez, Ramón J.

Fuentes institucionales: Academia Nacional de Historia, Archivo Histórico de Miraflores,


Fundación “José Antonio y Carmen Calcaño”, Fundación “Vicente Emilio Sojo”, Archivo de
la Cadena Capriles, Archivo de Redacción El Nacional, Instituto Autónomo Biblioteca
Nacional. Archivo Audiovisual de la BN.

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