RESUMEN - Gubern - La Mirada Opulenta
RESUMEN - Gubern - La Mirada Opulenta
RESUMEN - Gubern - La Mirada Opulenta
Se consideran 2 hechos:
1. El ocultamiento de una imagen de la virgen de Guadalupe por parte del plantel de
fútbol del club Colón (Santa Fe, República Argentina) como recurso desesperado
para frenar las constantes derrotas de su equipo. Una imagen que mira (pero a la
que se “ciega” para ver) ---- Ícono imagen “analógica”
2. Japón —concretamente, en Hiroshima—: en pruebas de laboratorio finalmente
felices, se ha creado —a partir de dos especímenes de ranas y con una mutación
genética que empalidece la piel— un ejemplar de rana transparente. Cuerpo borrado
para permitir mirar ---- Cuerpo viviente convertido en ícono
Plantean una pregunta por el régimen de visibilidad/invisibilidad que una y otra situación
delinea: desde el corrimiento del límite perceptual del que es índice la rana (ejemplo en el
que los instrumentos de visión que se han desarrollado hasta el momento han sido
reemplazados por una intervención sobre el propio objeto) hasta la supervivencia de la
creencia que revela el ocultamiento de la virgen
En ambos casos parece haber un denominador común: la creencia en el control de las
imágenes y en el poder objetivo de la mirada desnuda. “Ver sin ser visto” y “verlo todo”
fueron durante siglos atributos divinos. Quitarle ese atributo a la virgen, para manipular
resultados deportivos, y reemplazar a Dios frente a la rana, permite reconocer el triunfo de la
mirada profana pero también reconocer que la lucha aún viene librándose. No se trata de la
oposición paganismo/religiosidad/ciencia sino de la lucha, en campos que finalmente se
parecen en esto más de lo que se oponen, por el dominio de la mirada y los instrumentos de
visión
No hay nada que pueda llamarse “un modo de ver” sino que cada modo de
ver está situado en una realidad social desde la que se mira y se nos mira.
Cada esfera social genera sus propios tipos de imágenes y sus propias
conductas ante las imágenes, de tal manera que existen al menos tantos
modos de producir imágenes o de comportarse ante ellas como prácticas
sociales.
Se apunta a describir las condiciones sociales en que una imagen se da para ser construida
por la mirada; el acuerdo social, el contrato que un grupo determinado realiza con los modos
de exhibición /mostración/ interdicción respecto de la imagen y el carácter performativo que
le confiere.
Hay un ver occidental “globalizado” y hay múltiples miradas que dependen de los distintos
lugares sociales, ideológicos, culturales. En razón de esto, hay un conjunto de experiencias
específicas que se desarrollan como competencias culturales para cada mirada:
● aprender a mirar un cuadro, una radiografía, un videoclip, una narrativa
hipermedial, un rito umbanda, una ceremonia religiosa.
● VIRGEN: Ocultar la imagen, como todo acto que pone fin a un hábito semiótico hace
evidente la ruptura; quiebra un antiguo contrato simbólico propio del régimen de la
imagen religiosa: “exhibición/ entronización a cambio de la protección”. Pero al
mismo tiempo, la suspensión de la creencia deja entrar otra creencia, ya que sin la
virgen mirando, el equipo tiene mejores posibilidades de jugar y ganar.
● RANA: La pasión que ha llevado a la humanidad a multiplicar los instrumentos de
visión bajo el imperativo de “tener todo ante la vista” para “conocer” mejor, y aun, en
el extremo, a la identificación entre ver y saber: el “atrévete a saber” iluminista vuelto
en definitiva un “atrévete a mirar” (ver/conocer/dominar)
● TERCER CASO: Una escena callejera en la ciudad de Rosario (República Argentina)
en la que una joven se tapa los ojos para no ver la imagen de Cristo fornicando con
una oveja. La joven que elude la mirada recrea el gesto por excelencia de expulsar
del campo de la realidad aquello que no se ve.
Mirar la imagen en la que alguien mira/ no mira obliga a quien la mira en segundo término a
tomar una posición sobre lo mirado por aquel que mira.
Estamos entonces ante cuatro hechos de visión por lo menos:
1. la joven
2. quien tomó la fotografía
3. quienes hicieron la imagen
4. nosotros como analistas
Esta multiplicidad de hechos de visión y su asociación a diferentes intereses de
representación pero también a diferentes intereses sociales convierte a los estudios sobre la
visualidad en estudios sobre la visualidad “situada” en la que sean los actos de ver, la
circulación de las imágenes y los sistemas de regulación a los que responden las que
concitan la atención del analista.
La facultad animal de ver es absolutamente pasiva: el animal ve todo aquello que se coloca
en el campo de visión, y cuando la vista se ve atraída por algún elemento en concreto
despliega una actividad suplementaria que consiste en concentrar la atención en el punto
que es foco del interés inmediato. Pero en ningún caso se produce una verdadera mirada.
La mirada es pues una construcción compleja, compuesta de una voluntad y el gesto que
pone en relación la vista con un determinado objeto cuyo interés precede subjetivamente a
su visión propiamente dicha
El diccionario define:
● Ver: como la acción de "percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz"
(acto pasivo)
● Mirar: la función de "aplicar la vista a un objeto" (acto activo)
De ahí la originalidad que supone un gesto como el de colocar algo ante los ojos para
exponerlo expresamente a la inspección de la vista, un gesto que hace que ésta, de
elemento de supervivencia pase a ser agente de conocimiento. El gesto, adscrito a la
mirada, de colocar un objeto ante los ojos debe anteceder forzosamente al de la propia
escritura. Antes de que la mano procediera a inscribir un lenguaje visible sobre una
superficie, se produjo la conversión de la vista en mirada, un proceso que suponía asimismo
la delimitación de un campo visual susceptible de ser inspeccionado visualmente y de
constituirse, por lo tanto, en receptáculo de los signos que expresan el pensamiento. La
escritura surge para prolongar la mirada más allá de la propia mirada, hacia una
región distinta a la que puede ofrecer la intención mimética de la imagen
La escritura, al quebrar la superficie reflectante de lo real pone ante la vista los mecanismos
del pensamiento, pretende homologar la función de ver a la de pensar. Una vez comprobado
por la experiencia humana que la visión podía discriminar la realidad mediante la mirada
(esa conjunción de intención, gesto y visualidad), el siguiente paso era convertir en
expresivos los elementos de la realidad captados y asimilados visualmente por la mirada.
De ahí que los lenguajes acostumbren a poseer una primera fase iconográfica, en la que se
construye para la vista una realidad visual paralela y manipulable. La civilización occidental
no renuncia a esta relación entre la imagen y el pensamiento hasta una fase bastante tardía
de su desarrollo.
● Kepler: Principios del Siglo XVII, establece la diferenciación entre imágenes poéticas
e imágenes didáctico-ilustrativas. Con este postulado, Kepler extraía la imagen del
ámbito de la mirada y la devolvía al de la visión, donde iba a permanecer, para la
ciencia, hasta la era contemporánea. El gesto de la mirada se reservaba en su
esencia para los textos, por más que la lectura no contemplase en su fenomenología
ningún espacio que hiciera honor a la complejidad del mirar, precisamente por
pretender constituirse en puente que conectará la verdad con la razón, por encima de
lo visible.
La cultura occidental ha ido arrinconando el concepto de imagen-mirada, emparentado con
la ciencia, para permitir que se impusiera una concepción de la imagen cercana a la visión,
es decir, que fuera, de tan natural, inocua. Esta noción mimética de la imagen ha sido
gestionada por una tradición artística y ni siquiera la irrupción de las vanguardias consiguió
romper esa unión que une los orígenes perspectivistas del Renacimiento italiano con la
realidad virtual del siglo XXI.
La estructura del teatro griego fue el primer modelo del espacio mental de occidente, no
cabe duda de que el segundo fue la cámara oscura y que entre ambos delimitan el espacio
conceptual donde, a partir del Renacimiento, empezó a engendrarse la idea de sujeto que
tuvo su culminación y su crisis con Nietzsche y Freud.
Teatro griego Cámara oscura
De esta forma desaparecía cualquier trazo del juego de tensiones dialécticas entre unión y
disociación, entre identificación y distanciamiento, entre mirada y visión que se producía en
el primer modelo mental y que la dramaturgia aristotélica pretendió resolver a su manera.
Hubo que esperar a Brecht para que, a principios del siglo XX, desenterrara tales tensiones
y quisiera resolverlas desde la perspectiva opuesta. La dramaturgia brechtiana, con su
efecto de distanciación, simétrico a la identificación aristotélica, no proponía realmente un
nuevo modelo mental, sino que por el contrario no hacía más que fundamentar los
presupuestos del modelo cartesiano, a pesar de que la proliferación del espectáculo
cinematográfico pareciese indicar todo lo contrario.
De esta crisis del segundo modelo mental surge, pues, un tercer modelo y lo hace en el
ámbito de la informática, a mediados del siglo XX, con la pantalla que pronto impuso la
necesidad de mirar y dio paso a la metáfora, es decir, a una construcción de la mirada. Con
ello se pusieron los fundamentos del tercer modelo mental, que hoy se conoce como
interfaz.
El concepto de interfaz es de una trascendencia tan acusada como la que en su momento
alcanzaron el teatro griego y más tarde la cámara oscura, y guarda con ellos esta relación
genérica que he comentado: los tres son modelos de la mente y configuran el imaginario de
una determinada epistemología
El fenómeno ya fue detectado en su momento por Lacan, para él, el yo no percibe cosas,
sino imágenes “que una vez inscritas en el yo, una vez recibidas por el yo, van a convertirse
en la sustancia del yo. Es decir que entre el yo y el mundo se extiende una única dimensión,
una sola dimensión continua, sin partición alguna, sin ruptura, que llamamos: dimensión
imaginaria”. En pocas palabras, el espacio de la interfaz.
En cuanto comprobamos que esta dimensión imaginaria que une el yo con las imágenes, y
que la interfaz exterioriza y por lo tanto convierte en objetivamente operativa, corresponde a
ese dominio de la imagen que había detectado Benjamin y en el que “se anulan la distancia
y las fronteras entre sujeto e imagen, en tanto que el sujeto mismo ha penetrado en el
espacio de la imagen, al participar en él con su propio cuerpo”
GUBERN - La mirada opulenta
Volviendo a la importancia relativa del sentido de la vista, se observa sin dificultad que la
extensión en el córtex del área de proyección visual de los mamíferos tiende a aumentar en
relación con la entera superficie cerebral a medida que se asciende en la escala evolutiva,
mientras otras áreas sensoriales tienden a reducirse. En el caso del ser humano, la
adquisición del lenguaje articulado fue un factor fundamental e irreversible en la nueva re
jerarquización de los sentidos, desfavoreciendo a los menos complejos y más emocionales
en favor de los más complejos y con mayor potencialidad intelectual.
El ojo humano: Es un órgano de forma esférica, debido a la presión del líquido que lo
compone. Mide aproximadamente 25 milímetros de diámetro. Está formado por tres
membranas: esclerótica ( es la más extensa, semi-rígida, y tiene una función protectora; su
parte frontal –la córnea– es transparente, para permitir el paso de la luz al interior del ojo);
coroides (es una membrana vascularizada, que irriga la retina); y la retina (es una
membrana interna, fotosensible, que recubre la parte posterior del ojo, y recibe la luz que
atravesó la córnea a través de la apertura variable de su pupila).
Desde el punto estructural-funcional, el ojo está compuesto por un elemento fotosensible (la
retina, que es la parte esencial del aparato porque transforma la emisión luminosa en una
emisión nerviosa y electroquímica –fenómeno denominado transducción–, que es
transmitida al nervio óptico) y por mecanismos auxiliares de carácter motor (el cristalino,
que es el responsable de la acomodación a distancia; el iris, ubicado entre la córnea y el
cristalino, que actúa como diafragma, regulando la intensidad-cantidad de luz recibida; y los
músculos oculares, que dan movilidad al aparato). Campo visual de 170º horizontales y
150º verticales (por arriba de esos parámetros, los campos visuales se tornan potenciales o
“fuera de cuadro”).
El nervio óptico está formado por casi un millón de fibras nerviosas, reunidas en un haz
compacto que son los axones de la retina. Por él se transmiten, desde la retina, breves
impulsos bioeléctricos. La capacidad de información del ojo humano es de 4,3 millones de
bits/segundo, aunque la capacidad neurológica del sistema permite procesar apenas 25
bits/segundo (capta menos de lo que ve). La información se diversifica al alcanzar las redes
neuronales del cortex, donde es procesada por neuronas especializadas que responden a
las propiedades de la imagen.
Los impulsos electroquímicos de las dos retinas (izquierda y derecha) se encuentran en una
conexión cerebral llamada quiasma, desde donde cada una se deriva a su hemisferio
cerebral opuesto, a los cuerpos geniculados laterales (mezcladores de las señales
retinianas) y de ahí al área visual, ubicada en el cortex occipital. Superficie del córtex visual
primario 15 cm2 (la mayor zona sensorial). El cerebro no es una terminal de circuitos
nerviosos, sino que es el destinatario final de la información, sin ningún observador
posterior.
Debate sobre los elementos innatos y adquiridos: la programación genética del individuo
involuciona si no hay interacción adecuada con el medio. La percepción es fruto de la
combinación entre capacidades innatas, la maduración del sistema nervioso, y el
aprendizaje, siendo este último más decisivo para el ser humano que para los animales,
mejor equipados con facultades innatas y menos dependientes del aprendizaje. En un bebé
no hay conciencia del yo como entidad diferenciada del entorno, pero la imagen formada y
la información recibida son iguales que las de un adulto. La diferencia está en la capacidad
de discriminar, que surge por aprendizaje:
12-18 meses Permanencia del objeto: la convicción de que el objeto sigue existiendo aun cuando
desaparezca del campo perceptivo del sujeto.
24 meses en Construcción definitiva del espacio visual. “Revolución perceptiva copernicana”: espacio
como un todo continuo y marco general estable de relaciones.
adelante
2-7 años Lenguaje verbal, imagen mental, función simbólica y juego. El dibujo aparece como
intermediario entre el juego y la imagen mental.
11-12 años Base del pensamiento lógico-conceptual. Transición del ser sensitivo al ser racional
(pensamiento abstracto y comunicación lógico-verbal).
Tanto la acomodación de los cristalinos como la convergencia ocular son ajustes reflejo
para optimizar la visión intencional. Es decir, a partir de un impulso voluntario o intencional
(el de mirar un objeto), se produce: 1) la convergencia ocular para encuadrar correctamente
en la retina, y 2) la acomodación del cristalino para convertir la borrosidad del desenfoque
en nitidez del enfoque. Estos movimientos fisiológicos se denominan claves o señales
oculomotoras
Cuando miramos un objeto, para verlo con claridad automáticamente movemos el globo
ocular para que la imagen se sitúe en la fove denominándose a este movimiento reflejo de
fijación. Los continuos desplazamientos de la mirada nacen de movimientos musculares de
alta precisión, para orientar el globo ocular, y tienen por tanto la misión de fijar durante una
fracción de segundo en la fóvea ciertas porciones muy concretas de la imagen, llamadas
puntos de fijación. El barrido o exploración visual de las escenas, mediante movimientos
bruscos de los ojos entre puntos de fijación de los que obtienen información, convierte a la
información espacial en una percepción secuencial y, por lo tanto, temporal. La visión
periférica de la retina, aunque no es nítida, proporciona información suficiente al cerebro
acerca del destino de cada siguiente punto de fijación.
Leyes de la forma
Ley de proximidad La unión de las partes tiene lugar en el sentido de la mínima distancia.
Ley de semejanza Se tiende a agrupar los elementos de la misma clase o semejantes, mientras
que la desigualdad es factor de disociación.
Ley de cierre Las líneas que circundan una superficie son captadas como una unidad.
Ley de la buena forma Las partes de una figura que forman una buena continuidad o tienen destino
común se perciben como unidades.
Ley del movimiento Se tiende a agrupar los elementos que se mueven de igual modo o en
oposición a otros.
común
Ley de pregnancia Se imponen como unidad elementos que presentan un mayor grado de
simplicidad, simetría, regularidad y estabilidad.
Ley de la experiencia La experiencia previa del sujeto observador coopera junto con los factores
citados en la constitución de la forma.
Con la excepción de la última de las leyes enunciadas, que constituye una inevitable
concesión al empirismo y al reconocimiento del peso de los factores culturales en la
percepción, las restantes leyes presuponen un determinismo y un automatismo biológico
(es decir, activista) en la organización perceptiva de las formas por parte del sujeto.
CRÍTICA:
En los centros nerviosos superiores se produce una recepción y una elaboración de las
sensaciones, conservados bajo la forma de signos sensitivos. Pero sólo el ser humano,
gracias a su inteligencia abstracta, puede interpretarlos y relacionarlos con un objeto del
mundo exterior. La esencia de la percepción estaría así en la transformación de la impresión
sensitiva (sensación) en información cognitiva que denominamos IMAGENES.
Esto da pleno sentido a los postulados lacanianos, en especial a la fase del espejo
(unificación imaginaria de la propia imagen en el espejo como condición de la constitución
del yo). Importancia de la socialización: el bebé busca a alguien detrás del espejo. La
sensación y la percepción no deben pensarse como etapas consecutivas de una secuencia
cronológica, sino como dos modelos dinámicos de actividad neural en el proceso de
conocimiento. La sensación e stá determinada por un automatismo fisiológico, puede existir
sin evolucionar hacia la percepción. La percepción, en cambio, es de mayor complejidad, y
determina el contenido psíquico desencadenado por la sensación y no puede darse sin la
sensación. Nace en la integración unitaria en la psiquis de un conjunto de sensaciones a las
que se les inviste sentido y que conducen a su eventual reconocimiento por confrontación
de experiencias y conocimientos anteriores. El sujeto, guiado por su experiencia y sus
expectativas, valora algunos rasgos significativos y prescinde de otros. Esta selectividad
busca la significación de los estímulos, anclando el reconocimiento de los patrones
invariantes (los elementos comunes a la serie icónica) de las figuras y después las variables
accidentales. Reconocemos al farmacéutico como un hombre, pero fuera del contexto de la
farmacia no puede resultar más difícil reconocerlo.
Por cuanto llevamos dicho habrá quedado claro que la percepción no es un automatismo
cerebral pasivo, sino una actividad cognoscitiva muy compleja modelada por las
experiencias anteriores del sujeto (en definitiva, por su historia) y por las características de
su lenguaje.
La presión que los factores culturales externos (tradiciones, creencias sociales, lenguaje,
entorno urbano o selvático, etc.) y que la propia subjetividad (expectativas, proyecciones,
deseos, miedo, simpatías, afinidades, antipatas) ejercen sobre la estructuración de nuestras
percepciones y representaciones visuales queda demostrada meridianamente con aquellas
desviaciones o anomalías funcionales de la visión que no son atribuibles a lesiones
orgánicas. En esta vasta patología no orgánica figuran en
● Voyeurismo: espiar
Sexuales ● Exhibicionismo: mostrarse
● Narcisismo: de los 2 a los 4 años, líbido por el propio cuerpo
● Fetichismo: líbido por un objeto
El productor de imágenes icónicas, el horno pictor, elabora, con técnicas y sobre soportes
muy diversos, réplicas simbólicas de las escenas visuales de su mundo circundante
(perceptos) o de las ideoescenas presentes en su conciencia (endoimágenes).
Imagen funcional: Imagen física que responde a la necesidad comunicativa y que fue
creada con el propósito de satisfacerla.
Tras cada palabra del lenguaje verbal figuran, por una parte, los componentes
emotivo-figurativo directos (la imagen concreta o endoimagen, sugerida por tal palabra) y,
por la otra, el sistema de conexiones lógicas (su instalación intelectual en un sistema de
conceptos coordinados y subordinados). En las representaciones icónicas, el estímulo
visual impone óptica y rígidamente los componentes figurativo-directos del objeto a su
perceptor, pero al igual que la palabra activa también en la subjetividad de su perceptor un
sistema de conexiones lógicas y conceptuales estructurales en torno al estímulo.
El discurso verbal es por tanto hiperfuncional para la expresión del pensamiento abstracto y
funcional para la designación y expresión de lo concreto del mundo visible y audible.
Mientras que el discurso icónico es hiperfuncional para la. designación y expresión de lo
concreto del mundo visible y, desde este nivel semántico, puede acceder por vía alegórica,
metafórica o metonímica a la expresión conceptual del pensamiento abstracto.
Las diferencias esenciales entre texto lingüístico y texto icónico han generado un sordo
antagonismo, entre dos sistemas semióticos diversos, antagonismo que persiste todavía
hoy en dia en nuestra civilización. Podemos aceptar como extendida la dicotomía cultural de
este modo:
versus
fue nuestra cultura logocéntrica la que ha inventado ese producto llamado libro ilustrado,
que ilustra antes que nada acerca de la subordinación de la imagen icónica al texto escrito.
Está secundarización social de la imagen icónica es evidencia de que la normativa icónica
está menos formalizada, que la normativa que rige al lenguaje verbal. No hay diccionarios
icónicos, ni gramáticas oficiales acerca del uso y combinación de los símbolos icónicos,
aunque sí manuales prácticos muy empíricos para uso de estudiantes de pintura, de
fotografía o de cine.
Roland Barthes quien aclaró definitivamente las dos funciones del mensaje lingüístico
asociado al icónico:
Las relaciones entre imagen icónica y palabra son interesantes en las escrituras
pictográficas o jeroglíficas, que se inventaron en las culturas de Oriente Medio, del Extremo
Oriente asiático y en las mesoamericanas. Se trata de la conversión de la imagen en un
signo de escritura pictográfica y su fundamento residió en el uso de símbolos icónicos
instrumentalizados y estereotipados para la comunicación lingüística, de tal modo que la
imagen adquirió el estatuto de la palabra escrita, sin abandonar su condición icónica.
La escritura pictográfica fue, en esas culturas, la matriz unitaria de la escritura fonética y de
las artes iconográficas, que más tarde se divorciaron en las llamadas cultura literaria y artes
plásticas. En el haber de las ventajas de la escritura pictográfica se ha hecho observar que
la lectura de un pictograma sencillo es más rápida que la de una frase que lo traduce en
escritura fonética, ventaja de economía. En las desventajas los repertorios pictográficos son
más limitados, y más rígidos, que los verbales.
La escritura jeroglífica puede definirse genéricamente como un método para fijar, conservar
y transmitir la información con símbolos visibles, de carácter representativo-descriptivo y
mnemónico-identificador. En los sistemas pictográficos, la escritura es a la vez icónica y
lingüística, pues sus significantes son icónicos y sus significados poseen ya un estatuto
lingüístico. Tiene la particularidad de ser poliglósica, puede ser leída con diferentes
palabras, aunque respetando el sentido único del mensaje, y también porque puede ser
leída en diferentes idiomas sin violentar el sentido del texto.
Cuando la escritura se hizo fonográfica se inició un gran divorcio histórico entre dos culturas
y dos formas de sensibilidad, frecuentemente opuestas como antagónicas y no
reconciliadas hasta' la aparición de medios verboicónicos o escriptoiconicos, como el libro
ilustrado, el cartel, los cómics y el cine sonoro.
Toda representación icónica es, antes que nada, signo de una ausencia: la del objeto o
sujeto representado y al que sustituye simbólicamente en el plano de la información. Las
primeras formas figurativas que el hombre pudo reconocer fueron huellas o prolongaciones
naturales e inasibles del sujeto que constituyen las primeras imágenes icónicas
involuntarias, a las que Peirce otorgó el estatuto semiótico de índices.Luego, el hombre
aprendió a fabricar representaciones icónicas que son intermediarias entre el percepto y el
concepto,de tal modo que el signo icónico se convierte desde su nacimiento en medidor, al
sustituir la experiencia visual del mundo por la información manufacturada.
Instituida la cultura icónica en la sociedad posmágica, permitió a sus ciudadanos operar con
símbolos que representaban y sustituyen conceptualmente a las realidades representadas
(referentes). El lenguaje permite al hombre tener relación con las cosas en ausencia de
ellas, nombrandolas y relacionando su realidad fónica con otras realidades fónicas. Esta
capacidad se refuerza considerablemente en la comunicación icónica, ya que utiliza
simulacros menos abstractos y más sensitivos, derivados de la percepción visual. Esta
independencia entre conceptualización y experiencia permite la acuñación de palabras sin
referente en la realidad empírica, aunque sí en la realidad del imaginario, mitológico o no:
infinito, levitación, sobrenatural, milagro, sirena, centauro, dragón alado, unicornio,
etcétera.
A lo largo de la historia; en cada época, lugar, medio, género y estilo ha predominado una u
otra de estas presiones, en mayor o menor medida. La imagen icónica ha constituido
históricamente un estadio de perfeccionamiento imitativo, de las primitivas expresiones
gráficas protoicónicas o preicónicas, no gobernadas todavía por imperativos imitativos o
miméticos, de carácter disciplinado, sino por el imperio de la subjetividad de sus autores.
Hay un debate acerca de las fluidas fronteras entre lo motivado y la convención arbitraria:
Por eso podría decirse que la producción de imágenes sigue criterios convencionales, pero
nunca enteramente arbitrarios, y que por tanto tales, convencionalismos podrán
escalonarse desde los más imitativos a los menos imitativos o más fantasiosos.
Estos tres componentes o tendencias de las imágenes icónicas han sido reformulados por
Eco en:
1. Óptico: visibles
2. De orden ontológico: aspectos o propiedades conocidas, aunque no sean visibles,
del objeto representado
3. De orden puramente convencional: rasgos arbitrarios que modelizan
culturalmente la representación para el reconocimiento del objeto
Señalada esta distinción tripartita, añadamos que Arnheim tiene razón cuando indica que la
diferencia entre las formas miméticas y no miméticas es sólo una diferencia de grado.
Existe una continuidad gradual que va convirtiendo paulatinamente a lo imitativo o realista,
a medida que va perdiendo contundencia mimética, en simbólico, y cuanto más abstracto,
esquemático y convencional se torna lo simbólico, más tiende a penetrar en la categoría de
lo arbitrario
❖ En el arte mimético o imitativo, el artista re-presenta lo que tiene presente ante sus
ojos, o en el depósito psíquico de su memoria o de su fantasía visual, con la
intención de producir una duplicación óptica unívoca, investida del mismo valor
semántico que el original. Esta duplicación visual posee potencialidad para la
comunicación social gracias a la memoria de reconocimiento de las formas.
❖ La reproducción icónica mimética aspira, por consiguiente, a alcanzar la veracidad
propia de la imagen especular. Los signos icónicos no tienen las mismas
propiedades físicas del objeto, pero estimulan una estructura perceptiva semejante a
la que estimularía el objeto imitado. La paradoja del realismo icónico reside en que,
para obtener aquellas percepciones que imitan o duplican las que nacen de la
contemplación de sus modelos, es necesario invertir un considerable esfuerzo o
habilidad para elaborar con técnicas manipuladoras aquellas ilusiones.La imagen
lcónica está construida, y su ilusión opera para el ojo humano, gracias a sus lineas
de contorno, a sus trazos y/o a sus texturas (manchas de color producidas por
pinceladas, tramas de puntos o de Ifneas, marcas del cincel sobre la piedra, etc.).
Estos artificios delatan la diferencia entre la representación y su original y, ponen de
manifiesto la existencia de una superficie que actúa como soporte físico de la ilusión
óptica. Nos habituamos al artificio y nos olvidamos tanto de las convenciones
técnicas como del soporte. Reparamos en la existencia del soporte, a pesar de que
sabemos que está ante nuestros ojos, cuando, los ruidos ópticos dañan la legibilidad
de la imagen. Pero cuando el soporte es silencioso, el observador reprime su
conciencia del soporte.
Cada época ha establecido sus criterios y sus jerarquías, y si el estudio de los movimientos
oculares certifica que en la lectura de una imagen efectúan unos recorridos jerarquizados
que privilegian los rasgos o formas más informativos en detrimento de los menos
informativos, es necesario añadir que cada cultura ha establecido lo que en una imagen era
más informativo para ella, en su función de identificación de su modelo gnósico.
La perspectiva ordena el mundo visible en forma de espectáculo organizado para el ojo del
observador, para el espectador humano convertido en centro de observación, en contraste
con la antigua ordenación sagrada del universo, que se entendía estructurado en función de
Dios y de su ojo divino y omnipresente. Por lo tanto, la perspectiva es una convención, pero
no una convención arbitraria, sino una convención motivada y asentada en ciertos principios
de la visión humana. La concepción del espacio de los hombres del Renacimiento «no
tendió hacia el realismo, sino hacia la verosimilitud». Pero esta verosimilitud está
enmarcada o limitada por los condicionamientos de las leyes de la percepción visual
Una gran parte de la producción plástica más primitiva escapa a la esfera de lo icónico, en
su dimensión mimética y de acuerdo con nuestros códigos de reconocimiento, aunque
pertenezca probablemente a la de la simbología, como han observado Giedion y
Leroi-Gourhan:
● Jung: «una palabra o una imagen es simbólica cuando representa algo más que su
significado inmediato y obvio»
● Erich Fromm: Distingue el símbolo convencional (en realidad, el signo lingüístico o
de validez social), el símbolo accidental (generado por experiencias personales del
sujeto) y el universal (o inherente a la naturaleza humana). La clasificación de
Fromm se basa en realidad en la extensión de la validez de la significación del
símbolo: cultural/social el primero, personal el segundo y universal el tercero.
● Erost Cassirer: El símbolo aparece asimilado a la idea de /concepto/, mientras que
otras veces se califican como símbolos a metáforas de uso muy extendido.
● Abstracción en el plano del significante: tanto más cuanto menos mimética o más
antinaturalista sea la representación, siempre que esta característica no sea debida
a la inhabilidad o producto de una frustración técnica.
● Abstracción en el plano del significado: tanto más cuanto más genérico y menos
individual sea el contenido expresado, o más inmaterial o conceptual sea el
contenido expresado.
Estos símbolos se caracterizan, por tanto, por ser unidades significantes definidas por su
dualidad semántica solidaria e indivisible, basada en la asociación de ideas.
El lenguaje de los símbolos suele ofrecer una gran riqueza y una flexibilidad de la que
carecen muchas veces las duplicaciones ópticas serviles del arte mimético, ya que el
símbolo está basado en un equívoco de gran plasticidad y productividad poéticas.
Pues todo .símbolo mice al atribuir identidad significante a algo que no es idéntico, e
incluso es muy disimilar, desde el punto de vista de la percepción icónica.
En cuanto a las líneas y de colores (cuando se les atribuye un significado nativo a formas
comúnmente consideradas como asignificantes y establecen un simbolismo universal de
todas las formas visuales, incluso de las más simples y elementales) puede ser relativizado
su pansimbolismo por lo menos con dos limitaciones:
1. Los significados no son congénitos a las líneas o los colores, sino fruto de
proyecciones individuales de los sujetos que los observan, como en el test de
Rorschach.
2. Las formas y colores que parecen simbolizar de un modo nativo o congénito valores
tales como suavidad, agresividad, calor, frio, orden, desorden, etc. Se limitarían a
adjetivar, o a expresar cualidades o connotaciones
Los seres humanos registramos el mundo exterior, a través de la vista, como un universo
policromo. Los colores ofrecen, ciertas ventajas perceptivas, pues a diferencia de las
formas, los colores pueden ser vistos sin distorsión desde cualquier dirección y a cualquier
velocidad.
El colores el elemento que más influencia la saturación semántica, tanto de una foto como
de un dibujo o pintura, las actitudes emotivas se relacionan con el color, mientras que los
contenidos intelectuales se asocian a la forma.
● Goethe: Los colores del lado «activo» (o cálido) del espectro (amarillo, naranja y
rojo) hacen al hombre «vivaz, activo y dinámico», y son los preferidos por los
pueblos primitivos y por los niños Mientras los colores «pasivos» (fríos) causan
«inquietud, emoción y anhelo». Distingue en su libro el uso «simbólico» del color,
acorde con la naturaleza del efecto provocado (como la púrpura para expresar
majestad), del uso «alegórico», arbitrario y convenido (como el verde para expresar
la esperanza), y del uso místico
➔ El rojo, color caliente por antonomasia, es el color del fuego, es el color de la sangre
que fluye dando vida, y el de las entrañas cálidas de los animales recién desollados,
mientras que al sonrojarse las mejillas humanas se calientan.
➔ El azul, color frío por antonomasia, es el color de las grandes masas de agua, como
el mar o el lago que están más fríos que la tierra, y el color del cielo, que se asocia
por tanto al aire y al viento.
● Kandinsky: Los colores “agudos” hacen valer mejor sus cualidades en una forma
puntiaguda (el amarillo, por ejemplo, en un triángulo). Los colores calificados de
profundos resultan reforzados e intensificados en su acción por las formas redondas
(el azul, por ejemplo, en un círculo). Caracteriza al amarillo como color «excéntric(l»,
que tiende a desbordar los lfmites de la forma que lo contiene y a irradiarse fuera de
ella (la aureola de los santos por ejemplo)
Los sintagmas cromáticos son, por definición, policromos, pues de lo contrario serían
superficies monocromáticas, homogéneas y no segmentadas. De ahí que la significación de
cada color nazca, en los sintagmas cromáticos, de sus contrastes o disparidades internas,
que matizan o relativizan con sus interacciones el significado de los colores componentes.
El contraste es, pues, el elemento configurador (o con-formador) de todos los sistemas de
producción icónica, mediante manchas coloreadas, trazos o tramas de puntos.
Los diversos modos de producción técnica de las imágenes (dibujo, pintura al óleo,
grabado, fotografía, fotograbado, cine, imagen electrónica, etc.) determinan una primera
codificación, en función de los recursos (líneas, pinceladas, tramas de puntos, etc.) que las
hacen perceptibles al ojo humano. Ésta es, propiamente, la codificación técnica o
primaria de las imágenes, aunque a veces se la denomina también codificación
perceptiva pues es la condición física que hace posible la percepción de las imágenes
icónicas como tales por parte del sistema ojo-córtex visual. Esta codificación técnica no es
independiente, en muchos casos, de otras codificaciones copresentes en la imagen y que
pertenecen más plenamente al ámbito cultural y antropológico que al técnico. Estas
codificaciones copresentes o.superpuestas en representación icónica son, primordialmente:
Genera símbolos que, por sus formas, Genera elementos discretos, separados
proporciones o relaciones, son similares o por intervalos, que pueden articularse entre
isomorfos en relación con el objeto, idea o sí para formar unidades de orden superior
acontecimiento que representan (los signos del alfabeto o las notas de una
melodía)
● Grafema: Toda señal gráfica (trazo, mancha, trama, etc.) carente de significación
icónica, pero susceptible de adquirirla al articularse con otras señales gráficas
dotadas o no de significación icónica. El concepto de grafema se asienta en su
potencialidad icónica, o semántica, que sólo se actualizará bajo determinadas
condiciones de contextualización, como el punto que se transforma en pupila al
integrarse en la representación de un ojo.
Podemos afirmar que toda imagen icónica constituye un sistema representativo, que forma
un conglomerado o constelación signica, divisible en subsistemas significantes, pero sin que
existan criterios canónicos fijados para tal divisibilidad. Toda representación icónica nace,
en efecto, de un sistema de interrelaciones formales que determinan sus valores
semánticos. Toda imagen, tiene también el carácter de una proposición ostensiva y el valor
gramatical de un sintagma, en virtud de lo que del objeto representado se predica por
medios icónicos, poseyendo así el icono del valor informativo de un conjunto
sujeto-verbo-predicado.
Quiénes jerarquizan los símbolos que componen un texto icónico son el emisor del mensaje
en el momento de su producción y el lector en el momento de su decodificación. La
estructuración cognitiva del sintagma icónico en la conciencia de su lector se formará
integrando las informaciones pasadas con las más recientes, con unas conexiones que
darán coherencia al conjunto, la misma coherencia que posee para su productor el texto
icónico que está siendo leído, descifrado y aprehendido. En tal caso diremos que el
destinatario del texto está dotado de competencia icónica y que las competencias icónicas
del productor y del destinatario del mensaje son homólogas, por lo menos en el plano de la
lectura o interpretación de las formas, lo que se expresa diciendo que el destinatario del
texto posee su misma competencia icónica en el plano de la decodificación.
La información suministrada digitalmente por cada punto de fijación se califica como una
unidad pertinente de significación para el sujeto lector. Pero no resulta su modelo
generalizable con criterios normalizados, ya que el análisis visual de las imágenes es
aleatorio o anormativo y no es homologable a la segmentación del discurso lingüístico, por
dos razones:
Toda imagen forma parte integrante de un contexto cultural muy preciso. El contexto es lo
que va con el texto, su marco referencial indisociable. Todo producto cultural adopta de su
contexto sus convenciones y a él se remite. La cultura que aporta el contexto es de gran
importancia para la correcta interpretación de las representaciones icónicas de cada cultura
cuando dos contextos son muy dispares y muy débilmente intercomunicados, resulta
imposible o muy difícil leer correctamente las imágenes icónicas de una cultura por parte de
un miembro de otra cultura ajena. Y esta incomunicación no nace de una torpeza ó
inhabilidad técnica o conceptual. Ocurre que son cánones distintos, y de esta diferencia
deriva su ignorancia para nosotros, que es la misma que ofrecen nuestras imágenes a su
perpleja mirada. Cada cultura se basa en una representación del mundo peculiar de cada
época y sociedad.
Cada contexto contiene las claves culturales de los productos que se generan en su interior
y del que forman parte integrante, a modo de depositarios parciales de tales claves ( El
marciano en un film de ciencia-ficción, pero fuera de lugar en un western). El contexto es el
marco de legitimación o de descalificación de toda representación; por eso una imagen
descontextualizada se transforma fácilmente en polisémica o desconcertante (centauro
usado como señal de tráfico). Por lo tanto cada contexto contiene una cantidad de posibles
icónicos, que también determinan una cantidad de imposibles icónicos.
Las imágenes hiperformalizadas son las imágenes normativas d e cada cultura. Son las
que esperamos ver en las operaciones comunicativas de nuestra vida cotidiana, de tal
modo que las que no se adaptan a tal normatividad son juzgadas como imágenes más o
menos desviantes. Esta hiperformalización estereotipada es una consecuencia derivada de
la función lógica de categorización mental de las formas sacrificando la complejidad y
diversidad a la simplificación y uniformidad fácilmente reconocibles e identificables
(economía de lo abundante sobre lo original).
Las dos grandes categorías de formalización icónica están constituidas por los géneros y
los estilos:
En no pocas ocasiones se advierte que una información visual mal percibida o mal
transmitida (mal descrita o mal interpretada), puede generar formas icónicas sumamente
artificiosas o aberrantes desde el punto de vista de la imitación. Un ejemplo de estereotipos
hiperformalizados y divorciados de la imitación fiel de la realidad empírica lo constituye la
gran familia de monstruos producida a lo largo de la historia de las artes visuales. Los
monstruos sin referente en la realidad empírica, representados en imágenes, han podido
nacer en algunos casos de errores en la observación de la naturaleza (la sirena, el
centauro, el unicornio, entre otros), o bien de la pura invención fantasiosa (el perro Anubis
de los egipcios, el ángel y el demonio de los cristianos, la hidra de siete cabezas, los
monstruos pintados por el Bosco, el ratón Mickey de Walt Disney).
Las formas monstruosas míticas, definidas por su ausencia de referente físico, muestran a
lo largo de la historia del arte unas representaciones más estables y rígidas, o hiper
formalizadas. Tal fijeza era una consecuencia lógica de su independencia respecto de una
realidad,con frecuencia cambiante. Nadie podia copiar una sirena de la naturaleza, por lo
que se limitaba a reproducirla fielmente de imágenes anteriores, perpetuando puntualmente
sus rasgos y consolidando su estereotipo iconográfico.
Con todo esto en mente se pueden definir las características esenciales de los estereotipos
icónicos:
La tercera categoría de figuras icónicas está constituida por las formas aberrantes, que
puede ser dictaminada y medida con criterios muy distintos y determinantes: