Al Mutamid Ibn Abbad. - Poesias (Bilingue) (1987)

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Secretaría de Estado de Cooperación Internacional

y para lberoarnérica

INSTITUTOHISPANO-ARABEDE CULTURA

AL,MU'TAMID IBN'ABBÁD

Antología bilingüe
por

MARÍA JESÚS RUBIERA MATA

CLÁSICOS HISPANO-ÁRABES BILINGÜES, n.º 3


Madrid, 1987
CLÁSICOS HISPANO-ÁRABES BILINGÜES
COLECCIÓN FUNDADA POR
EMILIO GARCÍA GÓMEZ

© MARIA JESÚS RUBIERA MATA, 1982


INSTITUTO HISPANO-ÁRABE DE CULTURA
Paseo de Juan XXIII, 5 - 28040 MADRID

I.S.B.N., 84-7472-075-3
L
D. Legal, M-16220-1987
NIPO: 029-87-003-9
Imprime: M. Huerta, Ibiza, 52.
Secretaría de Estado de Cooperación Internacional
y para lberoamérica _. . .
1
INSTITUTO HISPANO-ARARE DE CULTÚ1t{i¿

AL-MU'T AMID IBN'ABBAD

POESÍAS
Antología bilingüe
por

MARÍA JESÚS RUBIERA MATA

CLÁSICOS HISPANO-ÁRABESBILINGÜES,n." 3
Madrid, 1987
INDICE
Págs.
Introducción .................................. . 9
La poesía de Al-Mu'tamid ...................... . 65
A su padre .................................... . 73
Silves ......................................... . 75
I'timad ....................................... . 79
El Rey Luna .................................. . 81
Los Banu 'Ammar de Sannabus .................. . 85
Amor onírico .................................. . 91
En sueños ..................................... . 93
A los reves de Taifas ........................... . 95
Despedida ..................................... . 97
Y o era amigo del rocío ......................... . 99
Lloré al paso de las libres perdices ............... . 103
Llorarán por él ................................ . 107
A las cadenas .................................. . 111
La aurora ladrona .............................. . 113
Tres cosas ..... . 1
• ••••••••••••••••••••••••••••••• 115
El relámpago .................................. . 117
El copero, la copa y el vino ..................... . 119
Nostalgia de I'timad ............................ . 121
La amada ..................................... . 123
Carta ......................................... . 125
Así muere la espada ............................ . 127

-7-
INTRODUCCIÓN

Las gentes aún le lloran


Ibn al-Abbar (s. XIII)

Si los andalusíes hubiesen compuesto cantares de gesta, su


héroe indiscutible hubiese sido el rey al-Mu'tamid de Sevilla.
La falta de una literatura épica no impidió sin embargo que se
convirtiera en un héroe de leyenda, en un personaje literario
como su contemporáneo el Cid; el dramatismo de la figura
histórica, generó todo un ciclo literario en la historiografía
hispano-árabe, donde es difícil distinguir lo verdadero de lo
falso, por aquello de si non é vero, é·ben trovato 1•
También como el Campeador, al-Mu'tamid generó una
literatura fuera de su patria andalusí: el acontecer de su vida
fue tan novelesco que apenas era necesario añadir elementos
de ficción par./ lograr una apasionante novela de aventuras o
un drama romántico. La iiteratura neo-árabe· y la española
encontraron en su figura una fueure de inspiración 2 •
1 .Un estudio crítico sobre la biografía de al-Mu'tamid es el de Salah
Khalis, La vie litteraire a Seville au XI siécle, Argel, 1966.
2 Como detalle anecdótico: el ilustre historiador Claudia _SánchezAlbor-

-9-
Y también como Rodrigo Díaz de Vivar, al-Mu'tamid
fascinó a un gran sabio europeo, al arabista holandés Reinhart
Dozy (1820-1883), que editó amorosamente todos los textos
árabes sobre la dinastía sevillana3, y recreó la biografía de al-
Mu'tamid, con un notable estilo romántico en su Histoire des
Musulmans d'Espagne (1861). Desde entonces la bibliografía
sobre al-Mu'tamid, tanto árabe como europea ha sido profusa,
aunque muy desigual 4 •
Estas páginas han de sumarse a la larga lista, con el objeto
de mostrar la poesía de al-Mu'tamid en versión bilingüe, árabe
y española para la Colección Clásicos Hispano-Árabes Bilingües
del Instituto Hispano Árabe de Cultura. Ofreceremos por
tanto una antología de la poesía del rey de Sevilla, precedida
por un repaso a la biografía del poeta, porque al-Mu'tamid es
un caso excepcional en la poesía árabe medieval: compuso
para sí mismo, sin condicionamientos exteriores, y su poesía
es, en cierta medida, una autobiografía sentimental.
Al hilo de sus poemas, intentaremos realizar un análisis
crítico de aquellas noticias sobre su vida que son una creación
literaria de la posteridad, sin temor a que la amputación
noz cayó en la tentación, hace unos años, de escribir una novela de corte
romántico sobre uno de los episodios de la vida de al-Mu'tamid: Ben Ammar,
Madrid, 1978.
3 Scriptorum arabum loci de Abbadidis, Leiden, 1846-1853, 3 vols.
4 En español podemos encontrar dos obras de divulgación que tratan de
al-Mu'tamid: la Historia de la literatura arábigo-andaluza, Madrid, 1945 de
A. González Palencia y Poemas arábigoandaluces, de E. García Gómez, 1~
ed. 1930.

-10-
represente una desmitificación de la figura de al-Mu'tamid,
pues su realidad supera a la propia leyenda.

II

Antes de nosotros, pasaron reyes que


fueron tan famosos como el sol que
brilla en el horizonte.
(Al-Mu'tamid)

Durante la larga agonía del califato de Córdoba, tres


ilustres y riquísimos sevillanos se hicieron con el poder de la
ciudad de Sevilla, formando un triunvirato 5 . Uno de ellos era
el abuelo de al-Mu'tamid, Abü 1-Qasim MuJ:iammad ibn 'Abbad,
que al mismo tiempo que rompía los lazos con los últimos
califas marionetas de Córdoba, se deshacía de sus compañeros
de gobierno y se proclamaba emir de Sevilla (1023/414).
Se iniciaba una dinastía que pretendía tener un origen real,
al ser descendientes, a través de la aristocrática tribu de Lajm,
de los reyes pre 1-islámicos Banü Ma'al-Sama', cosa que no
dudaban en defe.nder los genealogistas de la época, como el
hijo de lbn f::Iazm, Abü Raft al-Faql, que escribió una
monografía sobre el tema 6 • Este origen se justificaba al des-

5 Bavdn III, 315.


6 -
Jjul!a, 11, 34-35.

-11-
cender los 'Abbadíes de un emigrante lajmí, de la oleada siria
de Baly, que se había instalado en el siglo VIII en una aldea
llamada YawmTn en la región de Tocina (Sevilla)7.
Pero uno de los gustos de la familia era el de los nombres
pomposos, como prueban los títulos reales que usaron, toma-
dos de los califas 'Abbasíes de Bagdad y que hizo decir a un
poeta:

Una de las cosas que me irritan en al-Andalus


es el uso de títulos como al-Mu'ta<f-idy al-Mu'tamid.
Títulos reales tan mal puestos, como el gato que trata
de imitar la fuerza del león, hinchándose 8•

Al-Mu'tamid hablará de su estirpe de muy distinta forma,


cuando hace balance de su dinastía, mientras los Almorávides
asedian Sevilla:
Quien nos atribuye la gloria, dice verdad,
no es censurable quien, cuando habla, dice lo cierto;
nuestra gloria es como el sol, en altura y brillo:
quien desee ocultarse de su luz, no podrá.
¡Oh tú, que predices el fin de nuestra gloria!
¿Acaso ésta disminuye porque golpee la desgracia?
No tememos que nuestras lágrimas se mezclen
con la sangre derramada por el hado
7
!bidem.
8
H. Péres, La poésie andalouse en arabe classique au Xle siéclc, París,
1937, pp. 109-110.

- 12-
El Destino se ensañó con nosostros, nos atacó
¡Así se irrita la Suerte con los nobles!
Antes el poder se había prendado de nosotros:
nos vio como soles, y se enamoró;
Antes que nosotros pasaron otros reyes, que fueron
tan famosos como el snl que brilla en el horizonte;
somos descendientes de los Banu Ma' al-Sama'
y hacia nosotros se alzaban todas las miradas;
¡Si tenemos aquello que es valioso para la Religión,
no importa perder las cosas del mundo!
¡Qué años! diez y diez, después,
treinta y veinte siguieron!
Veinte fueron nuestros,
y tres más brillantes relucieron 9 •

Estos dos últimos versos se refieren a los años de la


duración de los reinados de la dinastía: Abii 1- Qasim (414/
1023 - 433/1042); al-Mu'tac;lid (433/1042-460/1069) y del pro-
pio al-Mu'tamid, que cuando compuso este verso aún no
había llegado al año veinticuatro de su reinado, en el que sería
destronado (1091/484). Durante estos años, los reyes 'Abba-
díes consiguieron convertir su pequeño reino, formado por
menos de lo que ocupa hoy la provincia de Sevilla, ya que no
incluía Carmona, en un gran estado formado por todo el
Algarbe, Huelva, Algeciras, Ronda, toda Sevilla y Córdoba,

9
Nafb al-Tzb, V, 392, ramal, rima aq.

- 13-
parte de Jaén, y Murcia. Y lo lograron con su despiadada
inteligencia, su ambición sin límites y la fuerza de su ejército.
Pero los 'Abbadíes, reyes soles o gatos hinchados, según
se mire, fueron además, unos esteras, con una sensualidad
refinada por una elevada cultura, enamorados de la belleza allí
donde se encontrara, ya fuese en un rostro de mujer, en un
objeto precioso o en un poema.
Sevilla fue en su época, la capital de la poesía, el placer y la
belleza. A la larga, esa fue su verdadera gloria.

III

Al-Mu'ta</,id fue el león de los reyes


(Ibn I;fayyan, s. XI)

Al-Mu'tamid fue el segundo hijo varón de los cerca de


cuarenta, de uno y otro sexo, queengendrara 'Abb:Id ibn Ab1 l-
Qasim, el rey al-Mu'ta9id. El número no parece exagerado, si
tenemos en cuenta, que según Ibn I;fayyan 10, al-Mu 'ta9id
tuvo un harén de setecientas mujeres, a las que había escogido
cuidadosamente por su belleza.
El nuevo príncipe recibió el nombre de su abuelo, Abu 1-
Qasim Mu9ammad y el título honorífico de al-Mu'ayyid bi-
Llah, que cambiaría ~ lo largo de su vida de acuerdo con su
IO [)ajfra, II, 1, 29.

- 14-
posición dinástica: cuando se convirtió en príncipe heredero
tomaría el título de al-?,afir bi l:fawl Allah, y al subir al
trono, el de al-Mu'tamid 11• Había nacido en diciembre de
10~9 (Rabi' 431 ), de una anónima concubina de su padre, en
Be¡a, _donde éste, todavía príncipe, debía ser gobernador de
esta ciudad, cabeza de puente de la expansión 'abbadí hacia el
Algarbe. Pero al-Mu'tamid crecería en Sevilla, pues poco
después de su nacimiento, su padre se convertiría en príncipe
heredero, a la muerte de su hermano mayor en Carmona,
regresando a la capital. Dos años después subiría al trono
(4 33/1042) 12.
Al-Mu'ta9id se rodearía de refinados literatos que le servi-
rían como ministros y secretarios, y que seguramente también
harían de preceptores de sus hijos. Parece ser que su ministro
Ibn Zaydun, el gran poeta cordobés 13, fue maestro en las lides
poéticas del príncipe Mul;iammad 14, y algunos de los poemas
que cruzaron entre ellos parecen los clásicos ejercicios de
retóri~a entre maestro y discípulo. Pero es el propio al-Mu'taqid
el pnmero que fomenta el gusto por la poesía de su hijo

11
Esta fecha es la dada por lbn al-Abbar, tomando como fuente a Ibn al-
Labbana, íntimo de /!a familia 'Abbadí y sumamente fiable para su historia
menuda.
12
Bayan Ill, 202.
13 H.
ay una amp 1·1a b'bl.
1 1ograf'1a sobre lbn Zavdún: destacamos el libro de
esta misma colección: Ibn Zaydún, Poesías, edición y traducción de Mahmúd
Sob~, Madrid. 1979. · ·
14
R. Souisú, Al-Mu'tamid ibn'Abbad et son oeuvre poétique, Túnez,
1977, pp. 52-53.

-- 15 -
segundo. Un día, el futuro ·al-Mu'tamid desea un escudo de
oro y éste le ordena describírselo en un poema: se trataba de
una rodela de azur lapislázuli con círculos y anillos de oro.
El joven al-Mu'tamid compone uno de sus primeros poemas:
Es un escúdo, cuyos artífices lo hicieron como el cielo
para evitar que le alcanzasen las largas lanzas;
han forjado sobre él a las Pléyades,
estrellas que auguran la victoria;
sus drculos se ciñen como astros, lo mismo que
el horizonte se viste con el ropaje de la aurora15.

Son precisamente los poemas que al-Mu'tamid dirigió a su


padre, los que nos hablan de la infancia o adolescencia del
príncipe. Se dirige a su terrible padre, a la vez respetuoso y
afectivo, llamándose «tu esclavito» 16, pidiéndole regalos lujo-
sos como caballos, escudos de oro, sillas, etc., siempre obje-
tos adecuados para la guerra y que promete usar contra sus
enemigos. Parece por tanto, que además de fomentar su gusto
por la poesía, quería hacer de él un caballero, tan cumplido
en el servicio de las letras como de las armas.
El destinatario de estos poemas, al-Mu'tac;lid, se nos pre-
senta a través de las palabras de su hijo y de los regalos con los
que le obsequia, como un personaje distinto al terrible rey,
conocido por todos. En realidad, creemos que el cruel al-

15
Hulla, II, 56, mutaqarib, ahi.
16
Hulla, II, 75.

-16-
Mu'tac;lid tenía sólo dos debilidades: las mujeres y sus hijos.
Es cierto que hizo matar a su hijo mayor, pero sólo después
de que se le rebelase por segunda vez, y en su propio palacio,
como cuenta el propio al-Mu'tac;lid en una carta escrita por su
ministro Abu Mu~ammad ibn 'Abd al-Barr 17, y este hecho le
tenía aún sumido en un terrible estado, tres días después de
sucedido. Farfullaba y rugía como un león, cuenta uno de sus
ministros 18• A su segundo hijo al-Mu'tamid, le perdona diver-
sos errores, alguno tan grave como el de Málaga, tal vez
porque sabía que si era igual a él en sensu~lidad e inteligencia,
no tenía su dureza. Y como prueba de esta faceta insólita del
carácter de al-Mu'ta9id, diremos con Ibn J:Iayyan, que la
muerte de su hija favorita, le llevó a la tumba 19•
La infancia de al-Mu'tamid terminó muy pronto: su padre
le nombró gobernador de Silves cuando tenía unos doce
años 20. Para el príncipe adolescente el cargo significaría libe-
rarse de la tutela paterna, ya que tenía que pedir permiso hasta
para ir a cazar conejos y perdices 21, aunque su padre, a través
de espías y confidentes, no le pierde de vista y se entera de la
influencia, en su opinión nefasta, que ejercen sobre el príncipe,
su esclava Rumaykiyya y su amigo Ibn 'Ammar, y como
17 Dajira, III, 1 pp. 136-142.
18 Tbiáem.
19 Hul/¡¡, II, 25.
20 Véase nuestro artículo, Algunos problemas cronológicosen la .biografía
de al-Mu'ta~Jid de Sevilla: Si/ves y Rumaykiyya. Actas de las Jornadas de
cultura arabe e islámica.(1978).
21 Poemas 2-. y 85. Díwán R. Suyssi.

-17-
veremos, querrá apartarlos de su vida. Pero tras la muerte de
su hijo mayor Isma'it, nombra a Mui)ammad, príncipe here-
dero y le 11amaa Sevilla22•
Al-Mu'ta9id, en la carta ya mencionada, manifiesta su
esperanza en las cualidades de su segundo hijo, aunque cono-
cería su inclinación a dejarse llevar por los placeres. Alejado
Ibn 'Ammar, el rey no impide a su hijo tener otros amigos
como el literato Ibn 'Abd al-Gaffar, del que dice Ibn Bassam
que era hermano de leche de al-Mu'tamid, y su nodriza, la
copa 23 •
Como príncipe heredero, Mul;iammad debía conducir los
ejércitos sevillanos como lo había hecho su hermano. Pero de
la única experiencia de la que tenemos noticia, fue un auténti-
co desastre: al-Mu'ta9id envía su ejército a Málaga, que se
había rebelado contra el rey Bad1s, señor bereber de Granada.
Al frente del mismo iba al-Mu'tamid y su hermano Yabir. Era
el año 106724.
La conquista fue fácil, con la ayuda de la población
malagueña. Sólo la guardia negra se refugia en la alcazaba,
inexpugnable, y espera la ayuda de Badis. Los malagueños
aconsejan a los príncipes que ataquen la alcazaba antes de que
lleguen los granadinos, pero los Banii 'Abbad prefieren disfru-
tar de las delicias de la ciudad de Málaga.
22 Bayan, III, 244.
23 [_)a/ira,11, l, 323.
23 f]ajira, II, 1, 323.
24
La fecha varía según los investigadores. Las fuentes de estos aconteci-
mientos son: J)ajira, II, 1, 49-50; Bayan, III, 272-275;

-18-
Los Ziríes llegan y cogen a los sevillanos entre dos fuegos.
El desastre es terrible. Los bereberes destrozan al ejército
'Abbadí y hacen un cuantioso botín con los lujosos objetos·
que siempre rodeaban a los sevillanos. El príncipe Mul;iammad,
que más tarde dará cumplidas muestras de su valor, huye
aterrado, no por el enemigo, sino ante la lógica cólera de su
padre. Se refugia en Ronda, donde escribe una larga casida, el
poema más largo de su vida, en la que pone sus cinco sentidos
de ya excelente poeta. Le va en ello, la vida 25:
AI-Mu'tamid, en primer lugar, habla consigo mismo, tran-
quilizándose:
¡Sosiega tu corazón, no te dejes llevar de ideas nefastas!
porque ¿De qué sirven la tristeza y el miedo?
¡No permitas a tus ojos la satisfación del llanto!;
¡Ten paciencia, como la has tenido siempre ante la desgracia!
Si el destino te ha impedido realizar un propósito,
no hay voluntad que se le pueda oponer;
si has fracasado una sola vez, cuántas veces
la victoria te ha acompañado en tus empresas!
si estás inquieto por haber cometido una gran falta,
tu justificaciór¡ brillará como la luna entre las tienieblas!
¡Cuántos suspiros han salido del dolorido corazón!
¡Cuántas lágrimas derramadas de los lagrimales!

La razón de su confianza está en Dios y en su padre:


25 Baszt, rima Ru: l)ajira, II, 1, 47-48; lfulla, II, 56-58.

- 19 -
j Confía en Dios, cuando tengas miedo,
fíate de al-Mu'ta</,idbi 1-Lahi, que perdona!
¡No te asuste la .desgracia, si el tiempo es duro,
Dios es el que tiene la victoria!
Ten paciencia, tu gente siempre ha sido firme,
cuando las desgracias los afligen, se muestran pacientes!
¿Quién es semejante a tu gente y al rey heroico,
tu padre? De él, es la gloria y el orgullo.
Es un león que da grandes cantidades,
que considera poco y desprecia;
Los poderosos besan su mano,
si no diese dones, diríamos que es de piedra.
j Oh león que mata a los valientes en su ataque,
no me quites las fuerzas, soy tus colmillos y garras!
¡Oh caballero, de cuyo ataque se guardan sus émulos,
perdona a tu siervo y esclavo, que es penetrante acero!
Es la espada que tu mano no envainará.
hasta que la voluntad no se cumpla y alcance su propósito.

A continuación dibuja ante su padre el lamentable estado en


el que se encuentra sumido:
Me consumen unas circunstancias que tú conoces
y que hacen decir al que va hacia ellas: No tengo salida!
Mi alma tiembla, mis ojos están llenos de lágrimas,
mi voz está apagada, mi mirada mortecina;
estoy pálido, aunque no estoy enfermo,
mi cabeza ha encanecúio,aunque no he llegadoa la madurez.

-20-
Me siento morir, y la chispa de la vida que me queda,
es que creo que tú me puedes perdonar si quieres.

Conseguido el clímax emocional, al-Mu'tamid olvida que


ha reconocido su falta y acusa de sus errores a sus consejeros

Tu esclavo no ha cometido pecado que merezca castigo,


aunque te ha pedido perdón;
No ha habido pecado sino en unas gentes llenas de falsedad,
que, el cumplimiento de tu pacto, traicionan.
Gentes, cuyo consejo es un engaño, su amor es odio;
su utilidad, si la tienen, es dañina.
Si hablan, el odio se mezcla en sus palabras;
si miran, se reconoce el rencor en sus miradas.
Si arde el corazón por un soplo de sus palabras,
es sólo una chispa del fuego de su odio.

Continúa con una petición de gracia y se justifica de su


conducta: ya no se entrega a sus diversiones habituales, y
recuerda sus méritos de guerrero:
¡Señor mío! Es la petición de un esclavo sediento.
cuando en tu; manos hay agua dulce y fresca.
Contesta a la llamada de mi hermano el corazón, dominado
por la tristeza, y cuyos ojos están aprisionadospor el insomnio.
Nada, ahora, me produce alegría:
la copa ni el laúd, me atraen.
no me seduce la coquetería, ni la timidez,

-21-
no cautivan mis pensamientos, coquetas, ni huríes;
Tu favor es el único sosiégo para mí ¡que no me falte!
Es el anna para vencer al destino;
Es el vino que me consuela, y cuando me falta,
las ideas se burlan de mi corazón.
No dejé el vino por ascetismo o por templanza,
pues la juventud no se ha separado de mis años, a fe mía!
Ahora sólo me afano en conseguir tu satisfacción,
si no la consigo, que Dios no prolongue mi vida!
Sólo tengo otro sosiego: hacer collares de las entrañas
del enemigo con la lanza, y esparcir cabezas.
¡Cuántas batallas brillantes tengo en mi haber:
las noches desaparecen ante ellas, aunque no su fama.
Grises camellos aparecieron en el horizonte y se esparcieron,
y no había ningún otro bicho viviente obscuro, sino ellos.
¡ Continúa teniendo tu noble orgullo, de forma que
ni el pensamiento ni el orgullo puedan alcanzarle!
¡ Que tenga yo siempre asilo en tu buena opinión,
y sea agradable el refugio y el asilo!

Y termina con dos bellísimos versos con imágenes florales:


Te ofrezco el jardín de mi pensamiento, cuya vegetación ha
sula regadap0r el roáo de tu mano, no por el natural, o por la lluvia
He colocado tu recuerdo entre los arriates como un árbol;
en todo momento da frutos para su hortelano.

Al-Mu'ta9id perdonó a su hijo, tal vez porque el v1e¡o

-22-
león sentía secreta debilidad por su brillante y vulnerable hijo
segundo. Poco después murió (462/1069) y el príncipe Mu~am-.
mad se convirtió en el rey al-Mu'tamid.

IV

Breve es el placer de esta vida


AI-Mu'tamid

El Islam no condena el placer, reflejo pálido de las delicias


de Ultratumba, pero sí su exceso26 . Este fue el pecado de al-
Mu'tamid: su desmedida sensualidad. Ibn al-Abbar, por ejem-
plo, alaba su carácter generoso e indulgente y poco proclive a
derramar sangre, al contrario de su padre, el sanguinario al-
Mu'tac;lid, pero afirma que la causa de su perdición, fue su
excesiva entrega a los placeres, al vino y a la poltronería 27 .
Al-Mu'tamid había crecido en un mundo lujoso y sensual
en el palacio paterno; Ibn I:layyan nos describe en pocas
palabras el ambiente que rodeó a al-Mu'tac;lid: «Su mayor
ocupación fue suscitar guerras, engañar a los reyes, agitar a los
países y amasar bienes. Su aparato real fue riquísimo, constru-
yó altísimos palacios, hizo cultivar fértiles tierras, adquirió

~~ Véase V. Cantarino, Entre monjes y musulmanes, Madrid, 1978, p. 79.


}Julia, II, 54.

-23-
lujosos vestidos y toda clase de objetos preciosos; llenó sus
cuadras de veloces corceles y adquirió los más beÍlos esclavos»28 .
A través del testimonio de un hombre de la generación
anterior, Ibn I;-Iazm de Córdoba, conocemos el desarrollo
precoz de la sensualidad de un niño andalusí, crecido en un
harén aristocrático 29, que podemos suponer aún mayor en un
príncipe que vivía en el palacio real 'abbadí, rodeado de un
harén de setecientas mujeres. Y aquel niño crecido entre lujos
y placeres, sólo atemperados por la disciplina del ejercicio
físico de las armas, se hizo hombre en Silves, lejos de la tutela
paterna, dueño de su voluntad y rodeado de cortesanos com-
placientes a sus caprichos. Años más tarde sólo recordará
aquella época de su gobierno en la ciudad del Algarbe (444/
1052-450/1058), como una sucesión interminable de noches de
placer:
¡Saluda a esos lugares míos de Si/ves, Abü Bakr,
y pregúntales si su añoranza es como la mía!
. ¡Saluda al Alcázar de las Barandas de parte de
un joven que siempre, le ansiara!
Moradas de leones y de blancas doncellas
¡qué espesuras y qué gabinetes!
¡Cuántas noches pasé allí, er¡ su grato refugio,
entre pingües nalgas y estrechas cinturas!
mujeres blancas y morenas que atravesaban mi alma,

28 Dajira, II, 1.
29 El collar de la paloma, trad. española E. García Gómez, Madrid, 1967.

- 24 -
como las albas espadas y las oscuras lanzas;
¡Cuántas noches pasé allí, en el remanso del río,
en amoroso juego con la del brazalete curvo como meandro!
Se quitaba la túnica del tierno talle
y era como un capullo que se encendía en flor;
la noche pasaba, escanciándome de su mirada,
o de su copa, o de su boca;
tañía las cuerdas de su laúd, y era como si oyese
los tendones de los cuellos al ser cortados30 •

Los bellos palacios, como símbolo del lujo y la riqueza,


serán siempre el paisaje de los placeres de al-Mu'tamid y los
recordará en el destierro en el aduar de Agmat 31 :
¡Ojalá supiera si podré volver a pasar una noche,
entre el jardín y la alberca,
en los oli-uares, herencia de la grandeza,
donde cantan las tórtolas y gorjean los pájaros;
en el Zahir, abrigado de la fina llovizna,
mientras las Pléyades nos hacen guiños que contestamos,
y al-Zahf, y su salón Su'd al-Su'üd, nos mirc.,n celosos,
pues los celos <1,compañanal amor ardiente 32 •

30 Nafb al-Tz'b, II, 185, rawil, rima ri.


31 Nafb al-Tib, VI, 114, bafzt, rima iiru/iru.
32
Sobre los· nombres de los p;Jacios abbadíes, 'A. Salim, Tabqiq asma' qu-
~ur Bant'Abbad bi-IsbUiya al-warida fi si'r lbn .Zaydun, Awriiq, II, J979, pp.
29 -50.

- 25 -
El placer de al-Mu'tamid tiene como objeto fundamental la
mujer. Ochocientas mujeres le pertenecían cuando fue deste-
rrado, aunque en este número hay que incluir además de sus
concubinas y esclavas de placer, a las sirvientas 33 , a las que
también recordará en el exilio, porque sabían cumplir sus
órdenes a un ligero gesto 34 . A todas ellas, desde su esposa
Rumaykiyya, a la más humilde esclavita o a la gulamiyya que
servía vino vestida de muchacho, las amará al-Mu'tamid. De
algunas conocemos los nombres: Sil]r, Yawhara, Widad, de
otras sólo una mirada o un gesto, captados en sus poemas:

A una gacela pedí vino


y me sirvió vino y rosas;
pasé la noche bebiendo el vino de su boca
y tomando la rosa de sus mejillas35 •

A otras las recordará colectivamente como a sus cantoras


cristianas:
Una cantora entona canciones en Agmat:
es pesada en cuerpo y alma
¡ Valiente cantora y valiente palacio,
después de aquellas cantoras y aquellos palacios!
después de mis queridas cantoras cristianas,
que paredan tórtolas en lo alto de las ramas36 .
33 f:{ul/a, II, 55.
34 Diwiin SuyssI, 166;
35 Diwiin, Suyss1, 68, sarz', rima di;
36 Nafb al-µb, V, 350, kámil, ani.

- 26 -
Al placer del amor, al-Mu'tamid unía el de la música y el
vino, y llega a decir:
¡Cómo te va a llevar la tristeza a la muerte,
mientras exista el laúd y el vino fresco!37 •

Pero especialmente frente al vino, al-Mu'tamid no tenía


mesura, y es necesario recordar que su ingestión está prohibi-
da por el Islam. Llegaba a perder el sentido y el control de sí
mismo: en una ocasión se dedicó a arrojar los vasos en que
bebía a su amigo Ibn 'Ammar en una fiesta en casa de un
tercero. Luego perdió el sentido y hubieron de contarle lo que
había sucedido, por lo que se disculpó diciendo:
Si no fuese por los ojos indiscretos que me siguen
y que debo guardarme de los chismorreos de los guardianes,
os visitaría para compensaros de mi ligereza,
arrastrándome por el suelo 38 •

Y al-Mu'tamid sentía también el violento placer del com-


bate, como una embriaguez más. La música, el amor y el
vino', le evocaban, en una sensación sinestética, el fragor del
combate. Todos; sus placeres se reúnen en un poema en el que
se presenta como un rey astral, como el rey luna:

37 al-Mu'yib, 160, kamil, rima ulu/ilu.


38 [)ajira; II, 1, 48, basit, rima asi.

-27-
Bebía un vino que iluminaba con su luz,
mientras la noche extendía las tinieblas como un manto,
hasta que apareció la luna en la constelación de Géminis,
como un rey, culmen de brillo y hermosura;
cuando se quiso pasear por occidente,
abrió como una sombrilla a Géminis;
las estrellas compitieron por rodearle
con su resplandor, y completaron su luminosidad;
los astros parecen guerreros armados a su alrededor
y las Pléyades, que se levantan encima, las banderas;
Yo soy igual que él en la tierra, entre guerreros
y doncellas, que reúnen gloria y belleza;
si las lorigas de éstos son noche oscura,
éstas llenan las c9pas de luz;
si ellas cantan con el laúd,
ellos lo hacen siempre con el yelmo 39 •

Ibn 'Ammar, torcedor de su vida


E. García Górnez

Cuando el príncipe Mul:iarnrnad fue nombrado gobernador


de Silves, se agregó a su séquito un poeta originario de la

39 Nafb al-Tíb, VI, 17, Kárnil. rima a'a.

- 28 -
región lusitana, pero que se encontraba en el reino de Sevilla,
ganándose el pan corno panegirista: Abü Bakr Mubarnrnad
Ibn 'Ammar 40 • Unos nueve años mayor que al-Mu'tarnid,
simpático, adulador y muy inteligente, se adueñó del corazón
del príncipe. En su compañía descubrirá las delicias de las
orgías nocturnas, entre la embriaguez del vino y la voluptosi-
dad de los cuerpos femeninos. Ambos recordarán, en poemas
muy parecidos, sus noches en el palacio de las Barandas, y
aun cuando el de lbn 'Ammar es una réplica del de al-
Mu'tam1d, en este primer momento, dada la diferencia de
edad de los dos jóvenes, fuese el cortesano, maestro del
príncipe en lides amatorias y poéticas.
Ibn 'Ammar era cerebral y ambicioso, su gran pasión sería
el poder y en sus poemas brillan por su ausencia casi absolu-
tamente los poemas de amor, aunque gustase de los efebos,
mientras al-Mu'tamid era emotivo y sensual. Fue fácil para el
primero hacerse con el amor del príncipe, lo que le abría las-
puertas del poder, pero con lo que no contaba Ibn 'Ammar
era que para un 'Abbadí, amar era sinónimo de poseer, y en
todos los sentidos. Más tarde Ibn 'Ammar acusará a al-
Mu'tamid de haberle sodomizado:
¿Recuerdas los días de nuestra juventud,
cuando brillabas como luna creciente?
Te abrazaba la cintura tierna,
----
40
.. [)ajira II, 1, 368-433. Otras fuentes de la biografía de Ibn'Ammar,
1b1dem, p. 368, nota 3. La bibliografía sobre Ibn'Ammar es la misma que la
de al-Mu'tamid.

- 29-
bebía de la boca, agua clara;
Yo me contentaba con lo permitido,
pero tú querías aquello que no lo es/
Expondré a la vergüenza tu honor,
descubriré aquello que ocultas;
¡Oh gloria de la caballería/
Defendiste las aldeas,
pero violaste a las personas41•

La humillación sexual era sobre todo el símbolo de una


humillación social, ya que Ibn 'Ammar gustaba del amor a los
efebos 42 • Los dos amigos no estaban en situación de igualdad:
al-Mu'tamid era príncipe e Ibn 'Ammar su súbdito, y en su
posible relación erótica, este debía sentirse convertido, como
diríamos hoy, en objeto de placer, como una mujer o un
efebo, cuando se debía considerar, y lo era, más inteligente
que el príncipe. Algunas anécdotas parecen probar esta rela-
ción cosificante para Ibn 'Ammar, como la ya mencionada en
la que al-Mu'tamid le arroja, borracho, la vajilla a la cabeza, y
luego no se disculpa sino con los anfitriones de la fiesta 43 o las
pesadillas premoritorias de Ibn'Ammar en las que soñaba que
al-Mu'tamid le mataba 44 . A esto se sumó que al-Mu'tamid

41
El poema completo sólo viene en la edición de la !fulla de Dozy, Loci,
II, 116-117.
42 [)ajira, II, 1 pp. 388-393.
43 Véase supra.
44 Mu'yib, 117.

-30-
ª?tepuso su _amor por Ibn 'Ammar, el de una mujer, Rumay-
k1yya, una simple esclava que se convirtió en la reina I'timad,
la única esposa de este título del harén. Su presencia se
interpuso siempre entre ambos. Una anécdota nos muestra a
Ibn 'Ammar celoso, porque al-Mu'tamid ha hecho un aparte
con su esposa tras una cortina, en una de esas fiestas al alba
que tanto gustaban a los andalusíes 45 •
Pero Ibn'Ammar disimuló durante mucho tiempo sus hu-
millaciones, a causa de su ambición.
Cuando al-Mu'tamid volvió a Sevilla como príncipe here-
dero, le acompañaba su amigo inseparable, pero al-Mu'tadid
consideraba su influencia nefasta para su hijo, e Ibn'Ammar
hubo de_?uir, temiendo la terrible cólera del rey de Sevilla, y
se refug10 en Zaragoza 46 • Desde allí envió a al-Mu'tadid un
magnífico poema, juzgado por muchos una de las ~ejores
composiciones de la poesía andalusí 47, pero al-Mu'tadid no se
dejó ablandar, e Ibn'Ammar sólo pudo volver a Se~illa a la
muerte del soberano. E inesperadamente, no se queda al lado
de al-Mu'tamid, sino que le pide ser nombrado gobernador de
48
Silves , tal vez porque conocía la hostilidad del primer minis-
tro de al-Mu'tamid y de su padre, el famoso Ibn Zaydün.
A la muerte de éste, en 1070/463, al-Mu'tamid le llama y
se convierte en su primer ministro. Durante diez años la
45
Nafb al-7zb, VI, 49.
46 [)ajira, II, 1 p. 321.
47 Kha ¡·1s, La vze· ¡·ztterazre,
· p. 160.
48
Mu'yib, 118.

-31-
política exterior de Sevilla, va a ser la de Ibn'Ammar que ha
encontrado como adversario y aliado, a un personaje a su
medida, Alfonso VI 49 • Recordemos la historia con sabor a
romance fronterizo, de Ibn'Ammar y el rey de Castilla jugán-
dose la suerte de Sevilla, en una partidad de ajedrez 50.
Al-Mu'tamid, dejándose llevar por su poltronería natural,
dejaba actuar a su ministro, que le libraba además de tener que
entrevistarse personaimente con los reyes cristianos. Todo fue
bien hasta que Ibn'Ammar intentó la conquista de Murcia, en
colaboración con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer 11,
al que promete una buena suma de dinero y entrega como
rehén a al-Ras-id, hijo de al-Mu'tamid y príncipe heredero. El
dinero tardaba en llegar, y el conde cargó de cadenas al
príncipe, mientras el ejército sevillano se retira de Murcia
para encontrarse con al-Mu'tamid, que con el dinero y otras
tropas iba a su encuentro 51 •
AI-Ras1d, involuntariamente, va a ser la causa inicial, y
como veremos final, del alejamiento de al-Mu'tamid e Ibn
'Ammar. La ligereza del ministro ha puesto en peligro la vida
del príncipe, al que según el emir 'Abd Allah, Ibn'Ammar
trataba con desprecio 52 .

49 Véanse estas relaciones en las memorias del rey 'Abd Allah, El siglo XI
en primera persona, E. García Gómez y E. Lévi-Provern;:al, Madrid, 1980,
pp. 157-161.
5o Mu'yib, 119.
51 Hulla, II, 116-118.
52 El siglo XI, p. 167.

- 32-
Entre al-Mu'tamid e Ibn'Ammar, se cruzan versos de
reproche. El rey se muestra frío, pero clemente, mientras
Ibn'Ammar le recuerda su amistad que ya dura veinticinco
años, ya que estos acontecimientos tienen lugar en el año
1078/471 53 . Finalmente al-Mu'tamid perdona a Ibn'Ammar y
rescata a su hijo con dinero falsificado 54 .
Ibn'Ammar persiste en la conquista de Murcia, que consi-
gue con ayuda de un personaje llamado Ibn Ras1q, goberna-
dor de Vilches 55, mientras él está en Sevilla. Ibn'Ammar
piensa, y no lo disimula, que este nuevo reino va a ser para él.
El propio al-Mu'tamid lo sabe y así lo dice, cuando se
marcha, cargado de riquezas que ha sacado de los tesoros
'abbadícs: «Ve con Dios, pero no pienses que estoy engañado»,
e Ibn'Ammar, tiene la osadía de contestar: «No, no estás
engañado, estás forzado a hacerJo,, 56 .
Esta conversación parece indicar que al-Mu'tamid parecía
aceptar, aunque a regañadientes, que Murcia se convirtiese
en el reino de Ibn'Ammar, y de hecho no hizo nada cuando
su ministro se comportó como un rey independiente, vistién-
dose con ropaje real y firmando los decretos pcr sí mismo.
Ibn'Ammar se muestra cada vez más insolente: irritado
contra el rey de Valencia, Abu Bakr ibn'Abd al-'Aúz, porque
ha dado refugio al antiguo rey de Murcia, Ibn Tahir, le

53 D ·- II , 1, pp. 405-409.
_ a¡zra,
54
Vide supra, nota 51.
55
Hulla, II, 140.
56
Ibidem.

- 33 -
liaba a Ibn'Ammar, recordándole su humilde origen, con una
ironía que había de comprender más que nadie.
Ibn'Ammar quiso contestarle, pero la herida era tan pene-
trante que sus facultades como poeta quedaron exánimes. Sólo
pudo escribir el panfleto en verso cuya última parte, con la
acusación de sodomía, ya hemos visto. Al principio del poema
intentó seguir el tono de al-Mu'tamid, llamando a YawmTn, la
aldea sevillana de donde eran originarios los 'abbadíes, capital
del mundo:
¡Saluda a la tribu que en Occidente, ha hecho
arrodillar a los camellos y ha logrado la belleza!
Haz alto en Yawmm, capital del mundo,
y duerme: tal vez la veas como un sueño!
Podrás pedir a sus habitantes ceniza,
pero no verás en ella el fuego encendido;

Pero luego pasa al ataque directo, insultando a Rumayki--


yya y a sus hijos. Según Ibn al-Abbar, I'timad nunca perdonó
estos insultos e incitó a al-Mu'tamid a matar a Ibn'Ammar 59 :
Elegiste, de entre las hijas de los viles,
a Rumaykiyya que no vale un adarme;
trajo al mundo sinvergüenzas, de bajo origen,
tanto por vía paterna como materna;
son cortos de estatura, -
pero sus cuernos son largos.
-----
59 Hulla, II, 62.

- 36-
Ibn'Ammar no se atrevió a dar publicidad a este poema,
pero no faltaban espías en la Corte de Murcia, y la sátira llegó
a manos de al-Mu'tamid 60. Iba a iniciarse el último acto de la
tragedia cuyo dramático argumento parece arrancado de un
folletón decimonónico. A veces la historia imita a la literatura,
Los historiadores andalusíes fueron prolijos en detalles 61 :
Ibn'Ammar pierde el reino de Murcia, por la misma razón
que en otro tiempo su amigo de la juventud, perdió la plaza
de Málaga: por dedicarse a los placeres, mientras Ibn Ras1q,
tejía una red que le haría dueño de Murcia. Cuando Ibn'Am-
mar se lo contó a su amigo Alfonso VI, ante las murallas de
Toledo, el rey de Castilla, le dijo algo muy parecido al dicho
de, quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.
Ibn'Ammar continuó, no obstante, sus intrigas políticas:
se dirigió a Zaragoza, y ofreció a Ibn Hud, tomar para él, la
fortaleza de Segura que tenía en su poder Ibn Suhayl, hechura
de los reyes de Denia. Su intento fue un fracaso, pues fue
cogido prisionero.
En la prisión se dedicó a escribir poemas a al-Mu'tamid y a
sus hijos, para que le rescatasen, con una audacia o una
inconsciencia increíbles. Al- Mu 'tamid recibe estos poemas
con una gran setenidad. Incluso discute con estos personajes
de la corte su valor literario, lo que demuestra hasta qué

60 Hulla, II, 157.


61 S . . . 1mente " 1bn Bassam en la Dajíra, 11, 1, 415-433.
egu1mos pnnc1pa
Una versión resumida se encuentra en las Memorias del emir 'Abd Allah, El
siglo XI, pp. 165-168.

- 37 --
punto la poesía formaba parte de su vida. En efecto los
enemigos encarnizados de Ibn'Ammar dijeron que en la casida
que había enviado, no decía nada, o casi nada. Al-Mu'tamid
comentó que «Tal vez Dios le habría arrebatado la hombría y
la lealtad, pero no su talento poético» y les explicó el valor
literario de aquellos versos.
Al-Mu'tamid pagó el rescate de Ibn'Ammar, y envió a su
hijo al-Ra<;l:1a buscarle y llevarle a Córdoba donde él estaba.
El prisionero fue conducido encadenado, montado en una
mula bastarda, sobre sus alforjas de paja, y vestido con un
traje raído, con un aspecto que aterraba a los que le habían
conocido en su época de gran valido. ·
lbn'Ammar y su séquito hubieron de esperar todo el día
ante las puertas del palacio de Córdoba en espera de que se
abrieran. Sólo, a la noche, a la luz de las antorchas, salió al-
Mu'tamid con las mujeres de su harén, que se burlaron de
Ibn'Ammar al verle en este estado. Seguramente la risa más
fuerte sería la de l'timad.
El autor del Mu'yib dramatizó la escena con un diálogo
entre el rey y su antiguo valido: al-Mu'tamid le enseña la
sátira y le pregunta si la reconoce; Ibn'Ammar con los ojos
bajos, reconoce su autoría y le pide perdón, pero al-Mu'tamid
dice: «Lo que has hecho, no tiene perdón» 62 .
Pero al-Mu'tamid estuvo a punto de hacerlo. Encerró a
Ibn'Ammar en su propio palacio de al-Mubarak, cerca de él, y

62 p. 125.

- 38 -
una noche, después de recibir un poema suyo, le prometió el
perdón. Y entonces Ibn'Ammar comete su último error:
escribe a al-RasTd comunicándole la noticia. De nuevo la
sombra del príncipe se introduce entre los dos hombres,
desatando en al-Mu'tamid unos extraños celos, que le sumen,
por única vez en su vida, en la cólera de los 'Abbadíes. Entra
en el aposento donde se encuentra encadenado Ibn'Ammar,
que se arrastra a besarle los pies, y en esta posición le mata
con un hacha de doble filo, regalada según se dice por Alfonso
VI.
El cadáver de Ibn'Ammar fue enterrado secretamente en la
parte exterior de la llamada «Puerta de la Palmera» del pala-
cio. Veinte años después, en unas obras de reforma, encontra-
ron sus huesos carcomidos, aún con los grilletes. Ibn Bassam
termina con un verso de Abü al-'Atahiya, el poeta a~cético:
Acudiremos al juicio del Señor del trono:
cabe Dios se reunirán los enemigos.

VI

Nadie poseyó en el corazón de su amante,


lugar parecido al de /'timad en el de Mubammad.
(Al-Mu'tamid)

El príncipe Mu}:iammad Ibn'Abbad encontró en Silves a


sus dos amores: a Ibn'Ammar y a Rumaykiyya. El encuentro

- 39-
con la mujer fue recreado por algún autor desconocido en una
pequeña pieza literaria, que forma parte de la leyenda de al-
Mu'tamid y que recordaremos aquí: el príncipe e Ibn'Ammar
salieron un día disfrazados a pasear junto al río -nunca se
dice que fuese el Guadalquivir--, a un lugar llamado la
pradera de plata. La brisa rizaba el agua y al-Mu'tamid
improvisó un verso:
La brisa ha hecho del agua una cota de mallas

según la costumbre Ibn'Ammar debía continuar el poema,


en el mismo metro y con idéntica rima, pero en aquel momento
no le llegó la inspiración, pero una voz femenina recitó:
Qué loriga para el combate, si se solidificase

Sorprendido al-Mu'tamid se volvió hacia la mujer, que


según una de las versiones estaba lavando en el río, y se
encontró con un rostro bellísimo que le enamoró; le preguntó
quién era y si estaba casada, y la muchacha contestó que era
Rumaykiyya, que su oficio era ocuparse de las acémilas de su
amo Rumayk ibn al-Ijayyay y que era soltera. Al-Mu'tamid
se la llevó a su palacio y la desposó 63 .
La historia es una creación literaria: los versos pertenecen
a Ibn Wahbun de Murcia y a Ibn ~amdis de Siracusa, que los
dijeron junto al Guadalquivir 64, pero el relato recrea un hecho
63 Nafh al-Tzb, V, 141 y 342.
64 S. Khalis, La vie litteraire, pp. 97-98.

-40-
histórico: el enamoramiento del príncipe 'abbadí de una escla-
vita llamada Rumaykiyya, a las orillas del río Silves, añorado
en los versos de al-Mu'tamid, y en donde, tal vez, podamos
identificar con Rumaykiyya, a la muchacha del brazalete
curvado, cuyo recuerdo destacaba entre las demás: que el
encuentro fue en Silves lo prueba una noticia histórica: al-
Mu'tac;iid se enteró de la influencia que la esclava que había
comprado, tenía sobre su hijo, se encolerizó e hizo que se la
trajesen desde Silves, donde al-Mu'tamid era gobernador.
Pero cuando la joven estuvo en su presencia, con su hijo
primogénito 'Abbad en sus brazos, al-Mu'ta<;lid, proclive a los
encantos de la belleza femenina, olvidó su enfado y admitió a
la esposa de su hijo 65 .
Rumaykiyya se convertiría en la única esposa legítima del
numeroso harén de al-Mu'tamid, con el título de Al-Sayyida
al-Kubra, o gran señora y con el nombre de Umm Rabi'
I'timad, de cuyas letras formaría al-Mu'tamid su propio nom-
bre real 66.
El amor entre la pareja duró durante toda la vida de
ambos. Al-Mu'tamid olvida su personalidad dominante y 5e
vuelve sumiso ante el amor femenino, como perfecto amador
cortés. El mismo se lo dice a I'timad:
Me dominas, objetivo difícil de alcanzar:
has encontrado que mi amor, es fácil de llevar.

65 !fulla, II, 71-72.


66 !fulla, II, 62.

-41-
Y Rumaykiyya supo someter el corazón de su amante,
mostrándose unas veces esquiva y otras veces, entregada, en
un juego que permitió que persistiese la llama juvenil encendida
en Silves. Así al-Mu'tamid se queja de su desvío en este bello
poema:

El corazón persiste y no cesa;


la pasión es grande y no se oculta;
las lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué sería, si de mí se apartase?

A continuación pone por testigos de sus sufrimientos a los


estilizados habitantes de la naturaleza:

Pero me abaten las desgracias del desvío.


En sus frondas, la gacela de los ojos negros,
en su horizonte, las estrellas, ardientes bajo la noche,
y la resplandeciente luna.
en su jardín, el narciso fragante tras el rocío,
y los perfumados arbustos,
saben que soy un hombre demacrado y consumido,
y muestran su compasión por mi aspecto,
que evidencia lo que ocurre en mi interior;
Me preguntan si estoy enfermo,
o si el deseo me está consumiendo en su fuego.

- 42-
Sólo la amiga finge no saber qué sucede y al-Mu'tamid se
queja de sus rigores:
¡Señora mía! No has sido justa con tu amante,
que se muestra tal y como te han informado!
Dices: ¿Te duele algo? ¿Qué tienes?
¿Deseas algo con impaciencia?
Eres injusta al dudar de mi amor,
que es conocido por presentes y ausentes;
¡Por Dios!, mi enfermedad no es otra que un amor tal
que todos, a su lado, resultan pequeños!
Mi cuerpo está alterado: ¡Entérate de que deseo ir
a tu encuentro y que no puedo!
¡Pide pe,rdón a Dios por tu injusticia conmigo,
que quien comete injusticia ha de pedir perdón/ 67•

Otras veces I'timad es quien se queja de desvíos y al-


Mu'tamid protesta vehemente en otro poema:
Persistió en hacerme reproches, mientras en mi corazón
crecía el desconcierto ¡No puede comprender!;
¡Ya basta!, pero estoy enamorado. Nadie podrá
censurarme que me consuma de amor por ella;
El amor a !'timad mora en mi interior
el corazón lo guarda y no se ha ido; '
¡Oh gacela que has robado el corazón de Muhammadl
¿Acaso no temes al terrible león? · .
--¡;¡-D1wan
-_-S uyss1- n.º 26; sarí, rima ru.

- 43 -
¿Quién puede dudar de que estoy enamorado
locamente de ti?. En mí están las señales del amor:
mi color está demudado, mis lágrimas se derraman
como lluvia y mi cuerpo está enflaquecido68 .

En otra ocasión I'timad se queja de que está aburrido de


ella, y al-Mu'tamid alega que si esto sucediera, era que ya no
sería él, es decir, el rey generoso y aguerrido:
Umm al-Rabi' piensa que estoy de ella aburrido
¡Dios la perdone semejante pecado!
¿Puede aburrirme una gacela cuya guarida está en mzs
entrañas, o una luna cuyo orto está en mi corazón?
o un bello jardín cuyos frutos recojo,
o el frescor de una boca que no me está vedada?
Si esto alguna vez sucediera, sería cuando mi diestra
mano no diese a quien lo necesita, o no combatiese al
enemigo 69 .

El amor de al-Mu'tamid iba más allá de las palabras.


Todos los caprichos de I'timad por muy extravagantes que
fueran, eran hechos realidad por el rey. La literatura española
y la árabe nos cuentan dos de ellos: aquel día en que Rumay-
kiyya quiso pisar barro y hacer adobes, y al-Mu'tamid hizo
llenar una alberca, según D. Juan Manuel, «de azúcar, canela,

68
D1wan Suyssi n~ 27, Kdmil, rima en lu.
69
Hulla, II, 60-61; rawil, rima en 'uh.

- 44-
jenjibre, ámbar y algalia con otras especies y perfumes» para
que pisase a gusto y placer, y aquel otro en que quiso ver
nieve y al-Mu'tamid plantó almendros, aunque esta segunda
historia tiene todos los visos de ser una leyenda folklórica 70.
La pasión juvenil se convertiría con los años en un amor
sereno, sólo perturbado por las obligadas ausencias de al-Mu'-
tamid que se despedía con bellos versos de amor. El famoso
acróstico en el que cada verso comienza con una letra del
nombre de I'timad, es una de estas despedidas:
Invisible tu persona a mis ojos,
está presente en mi corazón;
Te, envío mi adiós con la fuerza de la pasión,
con lágrimas de pena, con insomnio;
Indomable soy, y tú me dominas,
y encuentras la tarea fácil;
Mi deseo es estar contigo siempre,
¡Ojalá pueda concederme ese deseo!
¡Asegúrame que el juramento que nos une,
no se romperá con la lejanía;
Dentro de los pliegues de este poema,
escondí tu dulce nombre l'timad 71 •

?O Las dos historias las relata D. Juan Manuel en El Conde Lucanor. La


del barro se encuentra en árabe en Nafo al-Tzb, I, 145 y la de la nieve en un
tratado erótico inédito llamado Tub{at al-'Arüs, cf. S. Jalis, La vie litteraire,
p. 110.
71
Hulla, II, 61, mutaqdrib, rima en adi;

- 45-
En el año 1086/478, cuando ambos estaban cercanos a la
cincuentena y al-Mu'tamid se 1.1archa al Norte de Africa en
busca de los almorávides, escribe a !'timad estos apasionados
versos:
¡Oh morada extraña, de qué moradas me retienes!
¡Cuánto me apartas de la morada de la bella!
Juro por ella, que si los guerreros enemigos,
enlorigados, me impiden el paso,
desenvainaré mi afilada espada
y cumpliré mi propósito, con un firmeza semejante a su filo!
Nadie posee en el corazón de su amado,
lugar parecido al de /'timad en el corazón de Mu&ammad;
Pero el destino mata sin espada, aniquila sin sangre,
asetea sin manos 72.

Las fuentes tardías, influidas por la historiografía literaria


que rodea a al-Mu'tamid y a !'timad, acusan a esta última de
ser la causa de la decadencia moral del reino de Sevilla, por
boca de los alfaquíes que dicen que ella era la causa de la
ausencia de devoción de la población 73. Este importante papel
de corruptora de los sevillanos, difícilmente podía ser desem-
peñado por !'timad, a la que las fuentes contemporáneas a los
hechos, no destacan de las otras concubinas que acompañan a
al-Mu'ta~id en el destierro, como madres de sus hijos74 . Es
72 Nafb al-Tib, V, 358, rima di.
. 73 !Ju/al al-Mawsiyya, pp. 50-51.
74 El sigloXI, p. 292.

-46-
interesante señalar, por el contrario, que la única huella
arqueológica que dejó la existencia de !'timad, es una lápida
que conmemora la construcción de un alminar de una mezqui-
ta en Sevilla que ella costeó 75, acto piadoso, por tanto, muy
alejado de esa imagen anacrónica de corruptora del pueblo.
Lo cierto es que !'timad siguió siempre a su esposo, tanto
en los placeres como en sus desgracias. Con él fue al destierro
y su presencia, como madre doliente, aún aparece en los
versos del exiliado.
La enfermedad de su esposa, aumentó la desesperación de
al-Mu'tamid. El que amaba tanto la vida, dice al médico que
cuidaba de !'timad:
¿Acaso la muerte no es preferible a la vida,
para un desgraciado de desdicha larga?
Si cada uno desea encontrar su amor,
yo no deseo sino hallar la muerte 76 •

Tras el fallecimiento de !'timad, al-Mu'tamid no tardó sino


unos meses en seguirla (1095/488)7 7•

75 E L, . p ..
76 · e~:-. rovenc,:al, lnscrzptzons arabes d'Espagne Leiden, 1927, I, 40-42.
al-Mu yzb, p. 218; wafir, rima a'a .
77
}fulla, II, 53.

-47-
VII

La tórtola llora a un solo ser amado que


ha perdido: ¡ Yo lloro a muchos de los míos!
(Al-Mu'tamid)

Al-Mu'tamid vio morir a sus hijos más queridos, a los


nacidos de Rumaykiyya, y los lloró en su destierro en sus
poemas. El rey de Sevilla había sido un padre prolífico:
algunas fuentes le atribuyen ciento setenta hijos 78, pero sólo han
pasado a las crónicas los nombres de algunos de ellos, espe-
cialmente los de los hijos varones de Rumaykiyya, que
fueron los que recibieron cargos políticos de su padre: 'Abbad
Siray al-Dawla, el primogénito, que nació en Silves y al que
ya hemos conocido en brazos de su madre; fue nombrado
gobernador de Córdoba, cuando esta ciudad fue incorporada
a la corona de Sevilla en el año 1070/462, y murió luchando
contra Ibn 'Ukasa que se apoderó de la ciudad, en nombre de
al-Ma'mun de Toledo en 1075/467 79. AI-Mu'tamid no paró
hasta recuperar la ciudad y vengar a su hijo (1078), haciendo
crucificar a Ibn'Ukasa junto a:un perro 80 •
Seguía a 'Abbad en edad 'Ubayd Allah al-Ras1-d81 y fue
78 S. Khalis, La vie litteraire p. 114.
79 Hulla, II, 62.
so Bayan, III, 62.
81
Hulla, II, 68-70.

-48-
nombrado príncipe here_dero a la muerte de su hermano
mayor, así como cadí de Sevilla, como lo había sido su abuelo
Abu 1-Qasim. Era muy culto y gustaba de la poesía, las
canciones y la música, y era aficionado a tocar el laúd. Ya
hemos visto sus aventuras en el asunto de Murcia y el papel
que desempeñó en las relaciones entre Ibn'Ammar y su padre.
Al-Rasid fue hecho prisionero por los almorávides en la toma
de Sevilla y terminó sus días en el exilio africano como su
padre.
El tercer hijo de Rumaykiyya se llamaba 'Abd Allah al-
Mu'tadd. Fue gobernador de Mértola donde se defendió de
los almorávides con auténtico coraje y sólo se rindió ante la
orden de su padre 82 .
Le seguía al-Fat~ Abu Na~r al-Ma'mun, gobernador de
Córdoba desde su reconquista de poder de los toledanos. Fue
muerto por los almorávides en la toma de la ciudad en
1091/484. Es posible que su viuda fuese la mora Zaida,
desfiguración del título al-Sayyida al-Kubra, que fue esposa
de Alfonso VI 83 .
El quinto hijo se llamaba Yazid Abü Jalid al-Rac;l1, el
mejor poeta de los vástagos de al-Mu'tamid, y tal vez, su
predilecto 84 . Fue gobernador de Algeciras, plaza que los
'Abbadíes hubieron de ceder a los almorávides en su primera

82 Mu'yib.
83 E. Lévi-Proven~al, La «mora Zaida», femme d'Alphonse VI, et leur
fils l'infant don Sancho en Islam d'Occident, París, 1948, pp. 139-151.
84 Hulla II, 72-75.

- 49 -
expedición a al-Andalus, por lo que su padre le cedió el
gobierno de Ronda. Fue el encargado de llevar a Córdoba a
Ibn'Ammar desde Segura. Este príncipe, muy estudioso, reci--
bió una reprimenda en verso de su padre cuando se negó a ir
con el ejército contra Lorca. Con su terrible ironía, al-
Mu'tamid le dice que debe dedicarse a los libros, donde está el
poder y la gloria, y no en la guerra, el oficio de su condición
de príncipe:
El poder está en las páginas de los libros,
¡Guárdate de conducir a los ejércitos!
Da vueltas alrededor del pupitre, como un buen musulmán,
y vuelve para hacer la despedida de los púlpitos 85;
Ve hacia el ejército de los conocimientos,
para derrotar al sabio especulador!
Golpea con las puntas de los cálamos,
para lograr la victoria sobre los tinteros!
¡Corta con el abrecartas, en vez de hacerlo
con la espada!;
¿Es que no eres Aristóteles, cuando se habla
de los más grandes filósofos?
¿No eres gramático y poeta,
si se menciona a al-Jalfl?
¡La opinión de Abu lj anffa es poca cosa,
si tú estás presente!

85
Este verso hace referencia a que al-Rac/1hace la peregrinación alrededor
de su escritorio, como un buen musulmán en la Ka'ba.

- 50-
¿ Y quiénes son Hermes, Srbawaih e Ibn Fawrak,
si tú les contradices?
Reúnes todas las cualidades:
¡Agradéceselo a quien te las dio!
¡Siéntate, pues estás bien alimentado y vestido!
y di: ¿Existen otros títulos de gloria?
He velado el rostro de mi satisfación hacia ti,
antes le encontrabas desvelado;
¿ O no recuerdas a Larca, cuando tu corazón,
inquieto, volaba como un pájaro,
pues no podía estar tranquilo, mientras
tu padre acecha como un león;
¿Por qué no has imitado sus acciones,
y obedecido sus órdenes?
El sabe prever las consecuencias buenas o malas de los
. . 81,
acontecimientos. .

Al-Mu'tamid lloró a al-Ma'mün y al-Raq1 desgarradamente


en el destierro:
La tórtola llora al ver dos enamorados juntos en el nido,
al atardecer, porque ella ha perdido a su amado;
Llora sin lágrimas, mientras las mías
son más abundantes que las gotas de lluvia;
su. zureo, la descubre y prefiere guardar su
secreto, sin emitir u.n gemido;

86
Hulla, II, 75, Nafb al-!fb, V, 385. Kamil, rima, ir.

- 51-
mas, por qué no voy a llorar yo? ¿Mi coraz~n es de
piedra?, pues aún de las piedras brotan los rzos.
Ella llora a un solo ser amado que ha perdido,
¡ Yo lloro a muchos de los míos!,
a mi hijito pequeño, a mi amigo fiel,
a aquél le desgarra la miseria, a éste le ahogó el mar;
y a aquellas dos estrellas, ornato del mundo,
que reposan en sus tumbas, uno en Córdo~a, ~l otro en
Ronda. Sería culpable si impidiese llorar a mis parpados,
pues sólo se cura el alma cnn la resignació~;
Di a las brillantes estrellas que lloren conmigo
por ellos dos, que eran como estrellas, rutilantes astros87 •

Hubo otros dos hijos de !'timad cuyo nombre conocemos:


Abü Sulayman Tay al-Dawla y Abu 1-Hasim al-Ma'alla, Z1n
al-Dawla. Este último, el menor de los siete hermanos, es el
niñito desgarrado por la miseria del que habla en el poema.
Antes del destierro, en la batalla de Zallaqa, el recuerdo del
niño, tal vez recién nacido, le dio fuerzas en el combare:
Abu Hasim, las espadas me destrozaban
¡Cómo resistí en aquella batalla!
Recordaba tu personita y el amor por ti
me impidió huir; 88•

87 Nafh al-Tib V, 381, rima ru. _ _


88 Nafb al-Tib, VI, 10, mutaqarzb, nma en ar.

- 52 -
El pequeño acorppañará a sus padres al exilio. Su asombro
y miedo ante las cadenas de su padre aumentarán el dolor de
al-Mu'tamid:
Cadena mí'á ¿No sabes que soy musulmán?
y sin embargo te niegas a compadecermey a tener misericordia
Mi sangre es tu bebida, comes mi carne,
aunque no has roto mis huesos;
Así me ve Abu Hasim y se doblega,
con el corazón partido;
Ten compasión de un niñito que está aturdido,
pero no teme venir a ti a pedirte clemencia.
Ten compasión de sus hermanitas que como él
han de beber veneno y amargura;
algunas comprenden algo y temo
que el llanto las ciegue;
otras no comprenden nada, ya que sólo
abren la boca para mamar 89 •

Las hijas de al-Mu'tamid sólo aparecen en el exilio como


famélicos y llorosos fantasmas que oprimen el corazón del
pns1onero:
Ves a tus hijas en andrajos y hambrientas,
hilando para los demás, porque no poseen nada;
vienen a ti, a saludarte, con los ojos bajos,
y abatidas;
89
.\'<1/!
1 al-Tzb, III, 389, sarz, rima ma.

- 53 -
pisan descalzas el barro, como si no hubiesen
pisado almizcle y alcanfor;
no hay en sus mejillas sino las huellas del hambre,
90
y no se humedecen sino con las lágrimas de pena •
De entre este coro anónimo, surge un sólo nombre: Bura-
yna, que fue hecha prisionera en la toma de Sevilla y vendida
como esclava. Luego escribió a su padre en Agmat, pidiéndole
permiso para casarse con su amo, a lo que al-Mu'tamid
accedió 9 1•
Otros hijos del rey de Sevilla encontraron como Burayna,
humildes destinos lejos de Agmat, como Yal;ya y J;Iakam,
hijos de una concubina anónima que se hicieron escribientes
en Fez y Marraqués 92 . Otro hijo, llamado 'Abd al-Yabbar, se
93
rebeló contra los almorávides en,Montemayor y Arcos . La
94
noticia de la rebelión llenó de esperanza a al-Mu'tamid , pero
'Abd al-Yabbar fue reducido y muerto en el mismo año de la
muerte de al-Mu'tamid (1095). Tras éi ningún 'Abbadí volvió
a empuñar la espada.

90 Nafo. al-Tzb, VI, 9-10· baslt úr/Ir.


91 Nafh al-Tib, VI, 21. .
92 }fulla n:
76-77.
93 J. Vallvé Barmejo, La historia de lbn'Askar, Al-Andalus, XXX, 1966,
pp. 257-258.
94 Nafo. al-Tib, V, 351-52.

- 54 --
VIII

Mirad hijos de puta, que se acerca


el ataque de un león envuelto en la
loriga del valor.
(Al-Mu'tamid a los otros reyes de Taifas)

. La política de al-Mu'tamid estuvo encaminada a un solo


fm: la expansión de su reino: se apoderó de Córdoba, intentó
hacerlo, con Granada, se anexionó a .Murcia y finalmente
Larca. fado ello con la ayuda de Alfonso VI, rey de Castilla,
excepto en el caso de Murcia, que por lo menos se abstenía de
intervenir, a cambio de las parias, cosas que hizo a su vez al-
~u'tamid, cuando el rey de Castilla conquistó Toledo (1085).
Solo cuando Alfonso VI se volvió un aliado molesto con
pretensiones como la de que su esposa Constanza residi~se en
Madinat al-Zahra' durante su embarazo 95 , llevaron la idea a al-
Mu'tami_d de llamar a los almorávides a al-Andalus, pensando,
com? dice el emir 'Abd Allah, «que podría quebrantarlo
mediante las bandas de los almorávides y hacer que se estrella-
ran unos con otros» 96 .
Aunque la llegada de los almorávides, le costó la pérdida
de Algeciras 97 , el saldo de la operación fue positivo, porque

:: Rawcj.al-Mi'tar, p. 84.
El siglo XI, p. 198.
97 So b re to d os estos acontec1m1entos,
· . véase El siglo XI, pp. 197-204.

- 55 -
los norteafricanos derrotaron a Alfonso VI en Sagrajas/Zallaqa
en 1086/479. Por tanto al-Mu'tamid volvió a llamar a los
almorávides, para que volviesen a detener al rey de Castilla,
en tierras de Murcia, ya que esperaba recuperar este reino para
su hijo al-Ra41.
Los andalusíes de la época granadina juzgaron estos he-
chos de forma muy diferente porque tenían ya una amplia
perspectiva histórica: el avance de la Reconquista y las dos
invasiones africanas de al-Andalus, les habían mostrado que el
destino de su comunidad era o ser porquero en Castilla o
camellero en Africa. El rey de Granada, Mul;iammad 11, según
Ibn Jaldün, estuvo dudando antes de pedir ayuda meriní,
temiendo ser un nuevo al-Mu'tamid. Y de la misma forma el
autor granadino de la crónica al-f:Iulal al-Mawsiyya, Ibn
Simmak 98 , dramatizó la opción del destino de al-Andalus,
poniendo en labios de al-Mu'tamid la famosa frase, en diálogo
con su hijo al-Rasid 99 .
En realidad al-Mu'tamid no se dio cuenta del peligro
almorávide hasta el último momento. Incluso cuando Ibn
T asufin había destronado a 'Abd Allah de Granada, fue a
felicitarle y a pedirle que le entregase a él, Granada en
compensación de Algeciras 100 . La respuesta del emir de los

98
M .J.Rubiera Mata, Sur un possible auteur de la chronique intituléee al-
ij ulal al-mawiiyya Ji rjikr al-ajbdr al-marrakusiyya, Actas del II Coloquio
His~ano-Tunecino, Madrid, 1973, pp. 143-146.
9
Al-Hulal, pp. 27-28.
lOO Ibn al-Jarib, !bata ed. Dozy, Loci, II, 180.

- 56-
almorávides debió ser tan dura que sólo entonces al-Mu'tamid
se dio cuenta de la realidad y le dijo a Ibn al-Ahas, rey de
Badajoz, que le acompañaba: «Ponte a salvo, porque ya ves lo
que le ha ocurrido .il señor de Granada y lo que mañana me
ocurrirá a mí» 1º1•
Es también la primera ocasión en la que al-Mu'tamid
parece darse cuenta de que los otros reyes de taifas navegan en
el mismo barco que él. Hasta entonces el rey de Sevilla
consideraba a sus colegas como futuras presas de sus ambi-
ciones territoriales. Cuando realizó su primera conquista,
Córdoba, se lo anuncia en un poema, muy interesante desde
el punto de vista literario, porque la ciudad conquistada
aparece representada como una novia, a la que asedian los
reyes, figura que será recogida por la literatura española en el
romance de Abenámar:
¿Quién ha llegado entre los reyes, al extremo de este rey valiente?
¡Largo! Ha llegado a vosotros el reino del Mahdí;
Pedí en matrimonio a Córdoba la bella, cuando ella
había rechazado a los que la pretendían con espadas y lanzas;
¡Cuánto tiempo ella estuvo desnuda!, hasta que me presenté
yo, y se cubrió de bellas túnicas y joyas.
¡Boda real! Tendremos nupcias en su palacio,
mientras los otros reyes están en el cortejo del miedo;
Mirad, hijos de puta, que se acerca el ataque de un león
envuelto en una loriga de valor 102•
IOI El siglo XI, p. 289.
12
º Nafo. al-Tib, I, 297; bas'i/, rima li.

- 57-
Pero este poema, tópico en género árabe de fajr, o autoe-
logio, responde a la realidad. En la batalla de Sagrajas/Zallaqa,
en la que mientras el resto de los andalusíes huían despavori-
dos, sólo al-Mu'tamid, resitió la carga del enemigo con un
pequeño número de infantes y arqueros 1º·'.

IX

Podrán quitarme mi reino ... pero no me


arrebatarán mi noble carácter.
AI-Mu'tamid

Cuando Ibn T asufín había iniciado la conquista del reino


de Sevilla, al-Mu'tamid pidió ayuda a Alfonso VI inútilmente,
lo cual dio al emir de los almorávides, el último motivo moral
para atacar al rey 'Abbadí 1º4.
Al-Mu'tamid se siente desesperado. Sus antiguos sueños
eróticos se transforman en pesadillas, en las que ve que en los
púlpitos se proclama el fin de su dinastía 1º5• Su hijo al-
Ma'mün ha muerto en Córdoba y al--Rac;l1 resiste heroicamente
en Ronda. Sólo aspira a morir en combate, antes de sufrir la
humillación de la derrota:

lOJ E . G arc1a
- G'omez, E. L'ev1-
. Pro\ ~n~al y J. Oliver Asín, Novedades
sobre
104
la batalla de Zallaqa' AI-Andalus . ' XV ' !950 ' 111-15~
.-.
El siglo XI, 290.
IOS Nafo. al-Tíb, V, 392.

- 58 -
Cuando las lágrimas se contienen,
y el corazón partido se despierta;
cuando se ignoran las preocupaciones,
porque las supera el más grave asunto,
dicen: La rendición es la política a seguir,
ríndete a ellos.
Pero para mi boca, el dulce sabor de la
rendición, es puro veneno;
aunque los enemigos me arrebaten el reino
y la comunidad me entregase,
mi corazón seguirá en mi pecho,
porque él no entrega a su corazón;
ni me despojaré de mi noble carácter
¡No se puede arrebatar la alta nobleza!
Me he arrojado el día de la batalla,
sin que me protegiesen las lorigas,
salí sin llevar otra cosa que la camisa,
como protección de mis entrañas;
entregué mi alma para que fuese derramada
con la sangre que fluía;
Pero mi fin se retrasa, cuando no deseo
ni la ignominia ni la humillación.
No me lancé al combate,
con la esperanza de volver;
Soy como los que me precedieron:
la raíz sigue a las ramas 106.
----
1º6 Hulla, II, 65-66; kamii, rima en ü'.

- 59 -
AI-Mu'tamid no logró su deseo. La ciudad fue tomada tras
una feroz batalla gracias a la traición de unos pocos 1°7. Es 7 de
septiembre de 1091/22 rayab 484.
AI-Mu'tamid fue hecho prisionero. Su harén fue el botín
del general STr que sólo le dejó las concubinas que habían
tenido hijos 108.
Ibn Tasuf1n ordenó que el rey de Sevilla fuese llevado a
Marruecos. El momento de la despedida fue descrita por Ibn
al-Labbana en unos inolvidables versos que tradujo en endeca-
sílabos, E. García Gómez 109.

Jamás olvidaré la amanecida


junto al Guadalquivir, cuando en las naves,
estaban como muertos en sus fosas.
La gente se apretaba en las riberas
mirando aquellas que flotaban
sobre los blancos lechos de la espuma.
Descuidadas las vírgenes, los velos
destapaban los rostros, que, cruelmente,
más que los mantos, el dolor rasgaba.
Cuando llegó el momento ¡Qué tumulto
de adioses! ¡Qué clamor el que a porfía
las doncellas lanzaban y galanes!
Partieron, con sollozos, los bajeles,

IOl Mu'vib, 201.


º
1 8 El s;glo XI, p. 292.
º
19
Arabe en endecasílabos, Madrid, 1976, pp. 77-79.

- 60-
como la caravana perezosa
que arrea con su canto el camellero
¡Ay, cuánto llanto se llevaba el agua!
¡Ay, cuántos corazones se iban rotos
en aquellas galeras insensibles!

AI-Mu'tamid vivió en el aduar de Agmat, prisionero cua-


tro años, acongojado por la miseria y la falta de libertad. Ni
siquiera la visita de sus fieles amigos le consolaba, porque
sufría de no poder obsequiarlos como solía. Incluso el vuelo
de las aves se le hace penoso, porque él está sujeto por una
cadena:
Lloré al paso de las perdices, cuando volaron sobre mí,
libres, sin que les estorbase cárcel ni cadena
No fue envidia, ¡Dios me libre!, sino por nostalgia:
¡Si yo pudiera ser como ellas ... ! 110•

Sólo le consuelan unos cuervos que han anidado cerca de


él. Aves de mal agüero, traen sin embargo a al-Mu'tamid, un
mensaje de esperanza: la llegada de algunas de sus mujeres a
reunirse con él.
¡Cuervos de Agmat, que no os falte la bonanza
de las noches y de los árboles!;
que protejan a los glotones polluelos,
que habitan en ellos, del calor y la lluvia;

I IO J)ajfra, II, I, 71; tawil, rima lu.

-61-
graznáis buenos augurios, y me agradan
como la mejor de las noticias;
que las estrellas que estaban ausentes, se acercan
a nosotros, viajando haáa la luna.
Si Dios confirma lo que afirman,
no serán asustados por mi arco, ni mis flechas;
Por Dios, no les espantaré en su reposo,
ni consideraré su vuelo de mal augurio como los tuertos!
A sus enemigos les deseo que no tengan sino pena,
destrucción y toda clase de males!
Me habéis colmado el corazón cuando habéis anidado
aquí, donde temía que mis ojos se entregasen al insomnio;
¡Cuántas flechas me lanzaron los días al corazón!
El arquero era el destino.
Cautivo y pobre, sin esperanzas de desahogo,
pido perdón a Dios, que lo ve todo! 111•

Muertas la esperanza e !'timad, el prisionero languidece


rápidamente. Sintiéndose morir, compone su propio epitafio
en que describe, si no lo que fue, lo que quiso ser. Emilio
García Gómez lo tradujo así: 112.
Mullan las nubes con perenne llanto
tu blanda tierra, oh tumba del exilio
aue del Rey Ben Abbad cubres los restos.
Guardas con él tres ínclitas virtudes
111
Da¡·rra, II,
1, 76, basit, rima en ri.
11' · · , .
- Arabe en endecaszlabos, pp. 85-86.

- 62 -
-ciencia, merced, clemencia- congregadas;
la fértil abundancia que las hambres
vino a extirpar, y el agua en la sequía.
Cobijas al que lides riñó invicto
con la espada, la lanza, y con el arco;
el que al fiero león fue dura muerte;
émulo del destino en las venganzas;
del Océano en derramar favores;
de la Luna en brillar entre sombras;
la cabecera del salón.
Si cierto:
no sm justicia, con rigor exacto,
un designio celeste vino a herirme.
Pero, hasta este cadáver, nunca supe
que una montaña altísima pudiese
caber en temblorosas parihuelas.
¿Qué quieres más, oh tumba? Sé piadosa
con tanto honor que a tu custodia fían.
El rugidor relámpago ceñudo,
cuando cruce veloz estos contornos,
por mí, su hermano -cuya eterna lluvia
de mercedes refrenas con tu laude-
llorará sin consuelo. Y las escarchas
en ti lágrimas suaves, gota a gota,
destilarán los ojos de los astros,
que darme no supieron mejor suerte.
¡Las bendiciones del Señor desciendan,

- 63 -
insumisas a número, incesantes,
sobre quien pudre tu caliente seno!

Pero su mejor epitafio fue sin duda las palabras de Ibn al-
Abbar, tomadas seguramente de Ibn al-Labbana: Se ganó el
amor y la compasión de las gentes: aún hoy le lloran 113.

113 Jjulla, II, 55.

- 64 --
LA POESÍA DE AL-MU'TAMID

La poesía de al-Mu'tamid de Sevilla está en gran parte libre


del lenguaje hermético. para los no iniciados que gasta con
liberalidad la poesía árabe medieval. La clave de su claridad se
encuentra tal vez en un hecho extraliterario: su condición real,
que le permitió servirse de la poesía y no ser su sirviente.
Nunca hubo de encontrar una metáfora feliz como la mercan-
cía a vender; compuso para darse gusto, y éste nunca fue
barroco, sino tal vez moldeado por la serenidad clásica de
quien parece fue su maestro en las lides poéticas, Ibn Zaydun
de Córdoba.
Su poesía no está, sin embargo, libre de retórica: utiliza
diversos juegos de palabras típicos de la poética árabe: Taj,n"is
o paranomasia, ta<f,min o intercalación, y hasta, como ya
hemos visto, un acróstico, pero siempre con un refinado
equilibrio. Su léxico por otra parte es sencillo, sin arcaísmos
ni palabras rebuscadas.
Su lenguaje poético parece centrarse en la antítesis, espe-
cialmente en la contraposición luz/oscuridad, por lo que su
poesía se conviene, en su primera época en nocturna y astral:
la noche iluminada por los astros es.la única descripción de la
naturaleza que se encuentra en sus poemas. Los otros elemen-
tos naturales, jardín, flores, animales, el agua, solo aparecen
como comparaciones antropológicas.

- 65 -
El león será el guerrero, la gacela, la mujer; el agua será
metáfora de la generosidad como rocío o como nube, y en sus
poemas del exilio, será llanto, hiperbólicamente transformado
en lluvia y océano; los pájaros serán, también en Agmat,
metáforas de la libertad.
La mujer será jardín perfumado, rama por su cintura,
rosa por sus mejillas, pero sobre todo astro:
¡Oh mi elegida entre todos los seres!
¡ Estrella, luna!
¡Oh rama cuando camina
o gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín, cuando
le agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida,
que me encadena!'.

Y él mismo se describe como un astro, la luna, rodeado de


los antitéticos doncellas/estrellas y caballeros/tinieblas.
La oposición tinieblas/luz se convierte en tropos de los
sentimientos:
La noche de tu ausencia es larga
¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba!2.

~ }ar~dat al-qa?r, II, 32, rayaz, rima ar.


}andat al-qa?r, II, 32,.sari', rimara.

-66-
Sin el contraste de las tinieblas, al-Mu'tamid no gusta
demasiado del sol diurno, símbolo de la gloria:
Nuestra gloria es como el sol, en altura y brillo3.

Pero lo prefiere velado, por la luna o las nubes:


Se levantó y veló de mis ojos con su figura,
el disco solar ¡Ojalá se velase igual la desgracia!
Ella sabe sin duda que es una luna
¿ Qué puede ocultar el sol sino la faz de la luna?·1•

Cuando te lanzaste al combate enlorigado


velado el rostro con el almófar: '
creímos que tu rostro era el sol de la mañana,
velado por una nube de ámbar 5 .

La noche tiene otro significado para el poeta: el sueño,


lleno de visiones eróticas. Sus poemas oníricos son los más
sensuales:
Te he visto en sueños en mi lecho
y era como ,si tu brazo mullido fu ese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
! Nafo.
Nafo. a!-T~b,
al-Tzb,
V, 392, ramal, rima aq.
VI, 18. Mutaqarib, rima ar.
5 Drwdn Suyssi, 41, kamil, rima di.

- 67-
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor.', si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más 6 .

En sueños tu imagen presentó a la mía, la mejilla y el pecho;


recogí la rosa y mordí la manzana;
me ofreció los rojos labios, y aspiré su aliento:
me pareció que sentía el olor del sándalo;
si quisiera visitarme cuando estoy despierto ... ,
pero entre nosotros pende el velo de la separación.'
¿Por qué la tristeza no se aparta de nosotros,
por qué no se aleja la desgracia?
¡Que Dios refresque con fina lluvia a Umm 'Ubayda,
como ella lo h,;, hecho en mi corazón/
Es un antílope por su cuello, una gacela por sus ojos,
un jardín de arriates por su fragancia, una rama de
sauce por su talle 7 .

El sueño está presente en la única moaxaja que compuso


al-Mu'tamid, cuya jarcha, surge tras el despertar 8 .
Una noche que hubo
fiesta interminable,

6 Nafo. al-Trb, VI, 15; Dzwdn Suyssi, n~ 40. TawI!, rima da.
7 Seguimos la versión y traducción de E. García Gómez en Las jarchas
romances de la serie árabe en su marco, Madrid, 1965, pp. 252-253.
8 Al-Mu'tamid, op. cit. pp. 223-401.

- 68 -
me dormí y me dijo
para despertarme:
« Tu sueño se alarga.

¡Vamos ya, levántate.'»


Me besó, y entonces
me puse a cantarle.
Qultu: «As
tubaiyi bokella
belwa mit.l es»

Jarcha que dice: «Dije: Cómo hace rev1v1r una boquita


dulce como ésta» poemilla en árabe dialectal, co,n un roman-
cismo, que nos muestra como al-Mu'tamid gustaba también
de este género popular.
La utlilización del género estrófico por al-Mu'tamid parece
algo excepcional: el vehículo normal de su poesía es la casida y
la métrica clásica árabe. El investigador tunecino Ri~a Suyssi
ha estudiado con detalle su uso de los metros y de la rima 9 • A
sus conclusiones nos remitimos: «L'ensemble de ces donnés
phoniques et métriques donne au poeme un aspect musical
souvent des plus hereux» 10•
Presentamos en estas páginas una antología de poemas de
al-Mu'tamid donde creemos que podrá observarse su calidad
poética. El criterio de selección es como en toda antología
subjetivo, y por tanto puede ser discutible.
En los textos árabes no hemos pretendido una edición crítica,
9
p. 267.

- 69-
porque la poesía de al--Mu'tamid ha sido ya editada de forma
parcial o total por algunas de las mejores plumas del arabismo
occidental y oriental. Nos hemos limitado a elegir los textos
que hemos creído más adecuados, ulilizando como última
referencia el DTwan editado por R. Suissy, por ser el más
reciente (Túnez, 1975).

- 70 -
POEMAS

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- 72 -
A SU PADRE

¡Oh rey, cuyas manos convierten en avara


la generosa nube,
al regalarme, doncellas de ebúrneos senos,
y corceles árabes!
Cuando tengo tu satisfacción, diviso como próximas
las lejanas esperanzas,
y con el perfume de mis días junto a ti,
llenas de fragancia el tiempo de mi juventud;
te agradezco lo que me otorgas
con tus dulces manos:
con la punta de la lanza en el combate,
con el filo de mi espada en la batalla,
con la punta de mi lengua en las tertulias,
donde nunca se traba;
siempre caminas entre estrellas,
mientras el rostro de tus vencidos está sobre el polvo.

Kamil. Dfwan Suyssi n~ 89.

- 73 -
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SlLVES

¡Saluda a esos lugares míos de Silves, Abu Bakr,


y pregúntales si su añoranza es como la mía!
¡Saluda al Alcázar de las Barandas de parte de un joven,
que, siempre, le ansiara!
Moradas de leones y de blancas doncellas
¡Qué espesuras y qué gabinetes!
¡Cuántas noches pasé allí, en su grato refugio,
entre pingües nalgas y estrechas cinturas!
mujeres blancas y morenas que atravesaban mi alma,
como las albas espadas y las obscuras lanzas.

- 75 -
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- 76
Y cuántas noches allí en el remanso del río,
en amoroso juego con la del brazalete curvo como meandro.
Se quitaba la túnica del tierno talle
y era como un capullo que se enciende en flor:
la noche pasaba, escanciándome de su mirada,
a veces de su copa, a veces de su boca;
tañía las cuerdas de su laúd, y era como si oyese
los tendones de los cuellos al ser cortados.

Taw1I.Nafo. ,d-Tzb II, 183 D1wan Suyss1 nº 39.

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- 78 -
l'TIMAD

(Acróstico)

Invisible tu persona a mis ojos,


está presente en mi corazón;
Te envío mi adiós con la fuerza de la pasión,
con lágrimas de pena, con insomnio;
Indomable soy, y tú me dominas,
y encuentras la tarea fácil;
Mi deseo es estar contigo siempre
¡ojalá pueda concederme ese deseo!
Asegúrame que el juramento que nos une
no se romperá con la lejanía.
Dentro de los pliegues de este poema,
escondí tu dulce nombre: !'timad .

Mutaqarib al-Hulla II, 61; DTwan SuyssT n~ 29.

- 79-
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- 80-
EL REY LUNA

El vino que bebía iluminaba con su luz,


mientras la noche extendía el manto de las tinieblas,
hasta que apareció la luna en la constelación de Géminis,
como un rey que era el colmo de brillo y hermosura;
cuando quiso pasearse por occidente,
pusó a Géminis como su palanquino;
las brillantes estrellas compiten por rodearle
con su resplandor, y completan su luminosidad;

- 81-
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- 82 -
los astros parecen un séquito armado a su alrededor,
y las Pléyades que se levantan encima, las banderas;
Yo soy igual que ella en la tierra, entre guerreros
y púberes doncellas que reúnen gloria y belleza;
si las lorigas de estos son como noche oscura,
aquellas llenan las copas de luz;
si ellas cantan con el laúd,
ellos no cesan de hacerlo con el yelmo.

Ka.mil. Nafe al-Tib VI, 17; al-1;/ulla11, Dzwiin Suyssi n? 66.

- 83 -
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- 84 -
LOS BANÜ 'AMMAR DE SANNABÜS

(Sátira)

Los más poderosos señores y soberanos,


los coronados en tiempos antiguos,
los que tenían más incienso que quemar,
y no usaban otra cosa para el fuego del viajero,
los que mantenían al pariente con largueza
los que cortaban la cabeza al tirano,
los que buscaban la gloria desde la cuna,
los que luchaban combate tras combate.
Si los medían, eran inmensurables, si los comparaban
sólo eran tan nobles como los emperadores;
el que espera en ellos, logrará su esperanza,
el que viva cerca de ellos, será el más feliz vecino.
Sannabus les llora con lágrimas
que son como las rompientes olas;

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- 86-
y el alto alcázar, cuyos balcones brillaban
entre el verdor de los árboles, llora por ello .
No ríe con él el sol, sino que creerías
que vierte agua de oro en sus fachadas;
lloran las cantoras cuyos laúdes responden en los patios,
en los patios, al trinar de los pájaros
¡Oh sol de aquel palacio! ¿Cómo se deshicieron de ti,
los golpes del destino?
Aún no tenías naciones, cuando fuertes varones
cruzaban por tus altos muros.
¡Cuántos leones te guardaban
y defendían con lanzas y espadas!

- 87-
- 88 -
¡Cuántas gentes de hermosa faz en el combate,
cubrían sus blancos rostros con un ropaje de negra pez.
¡Cuántos valientes se sumergían en un torbellino,
hacia los enemigos, en el ardor del fuego!
Cuando los 'Ammar crecían en gloria,
hacían menguar la vida de sus enemigos.

Kamil; al-Ijulla II, 156; DzwanSuyssT, 143.

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- 90-
AMOR ONIRICO

Te he visto en sueños en mi lecho,


y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada;
era como si me abrazases, y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento;
era como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas y lograse mi deseo.
j Por tu amor! si no me visitase tu imagen,
en sueños, a intervalos, no dormiría más.

Kamil. Diwan SuyssT n'? 41.

-91 -
- 92 -
EN SUEÑOS

En sueños tu imagen presentó a la mía, mejilla y pecho;


recogí la rosa y mordí la manzana;
me ofreció los rojos labios y aspiré su aliento:
me pareció que sentía el olor a sándalo.
Si quisiera visitarme cuando estoy despierto ...
pero entre nosotros pende el velo de la separación.
¿Por qué la tristeza no se aparta de nosotros,
por qué no se aleja la desgracia?
¡Qué Dios refresque a Umm 'Ubayda con fina lluvia,
como ella lo ha hecho en mi corazón!
Es un antílope por su cuello, una gacela por sus ojos,
un jardín de arriates por su fragancia, una rama de
sauce por su talle.

Tawil Nafe al-Tib VI, 15; Dzwiin SuyssI n? 40.

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- 94-
A !.OS REYES DE TAIFAS

¿Quién entre los reyes ha llegado a extremos de este rey


valiente?
¡Largo! Ha llegado a vosotros el reino del Mahdí!
Pedí en matrimonio a Córdoba, la bella, cuando había
rechazado a los que la pretendían con espadas y lanzas;
¡Cuánto tiempo estuvo desnuda!, más me presenté yo
y se cubrió de bellas túnicas y joyas;
¡Boda real! Celebraremos nupcias en su palacio,
mientras los otros reyes estarán en el cortejo del miedo;
¡Mirad, hijos de puta, que se acerca el ataque de un león,
envuelto en una loriga de valor!

Bas1r; Nafb al-Tfb I; 297.

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DF.SPF.DIDA

Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita,


ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar;
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las señales de partida.
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas
al fluir aquel líquido rojo .
Y esperábamos volver a vernos a los tres días ...
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más?

Tawil. Nafb al-µb, VI, Dzwiin, Suyssi n'? 36.

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- 98 -
YO ERA AMIGO DEL ROCÍO ...

Y o era amigo del rocío, señor de la indulgencia,


amado de las almas y de los espíritus;
mi diestra regalaba el día de los dones,
y mataba, el día del combate;
m1 izquierda sujetaba todas las riendas que domeñaban
a los corceles en campos de batalla;
Hoy soy rehén, de la cadena y de la pobreza
apresado, con las alas rotas;
no puedo responder a las súplicas de la gente que acude a
mí, ni a los que me piden el día de los dones;

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- 100-
mi alegría que conocías se ha tornado adusta,
las penas ocupan el lugar de mis alegrías;
Mirarme es desagradable a los ojos,
cuando antes era regocijo para la vista.

Jafif; ljulla, 11, 70; Dzwan Suyss1, 156.

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- 102 -
LLORÉ AL PASO DE LAS LIBRES PERDICES

Lloré al paso de las libres perdices sobre mí,


sin que las estorbase cárcel ni cadena,
no fue envidia, ¡Dios me libre! sino nostalgia
¡Si yo pudiera ser como ellas... !
Y ser libre, sin que todo estuviese disperso, incluso las
entrañas, y sin que los hijos muertos me hiciesen llorar;
Felices ellas que no han visto separado su grupo,
que no han probado el estar lejos de su familia,
que no pasan la noche como yo, con el corazón inquieto
cuando resuena la puerta de la celda o chirría la cerradura.

- 103 -
- 104-
Esto no sólo me ocurre a mí: estoy describiendo lo que
sucede a toda la naturaleza humana desde siempre.
Deseo vivamente la muerte,
otro tal vez gustara vivir con grilletes, no yo.
Dios guarde a las perdices, sus polluelos,
pues a los míos los abandonó el agua y la sombra.

Taw1l; Nafb al-Tzb V, 353; Diwiin SuyssI, 181.

- 105-
- 106-
LLORARÁN POR ÉL...

Extranjero y cautivo en tierra de africanos,


llorarán por él el estrado y el mimbar;
llorarán por él los filos cortantes y las lanzas,
y derramarán lágrimas abundantes;
llorarán por él, el rocío y el aroma en el Zahi y el Zahir,
sus palacios, que antes le buscaban y ahora le ignoran;
cuando se diga que, en Agmat, ha muerto su generosidad
y que no se puede esperar que vuelva hasta la Resurrección.
Se fue el tiempo en el que el poder le era favorable,
llegó el hoy, y le fue huidizo;
fue el dictamen del malvado destino, pero
¿Cuándo fue justo con los justos?;
el tiempo fue injusto con los Banu Ma' 1-Sama',
los hijos de la lluvia del cielo, que fueron humillados;

- 107 -
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- 108 -
Su lluvia no fue sino el llanto que cayó sobre ellos,
y se desbordó como mares sobre sus corazones;
Ojalá supiera si podré volver a pasar una noche,
entre el jardín y la alberca,
en los olivares, herencia de grandeza,
donde cantan las tórtolas y gorjean los pájaros;
en el Zahir, abrigado por la fina llovizna,
mientras las Pléyades nos hacen guiños que contestamos,
y el ZahTcon su salón Su'd al-Su'üd, nos miran celosos,
porque los celos acompañan siempre al amor;
se ve difícil o fácil de conseguir;
todo depende de la voluntad de Dios.
¡Dios decrete en Sevilla la muerte mía,
y allí se abran .nuestras tumbas en la Resurrección!

BasTt. Nafb al-Tfb VI, 11. Dzwan, Suyss1, 165.

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-110-
A LAS CADENAS

Se enrosca en mi pierna como una víbora;


me muerde con dentelladas de león.
¡Mira, aunque tus grilletes estuviesen cubiertos de pelo,
mis palmas y mis muñecas arderían!
Y o era aquel, que con su riqueza o con su espada,
llevaba a los hombres al Paraíso o al Averno .

Taw1l. Jaridat al-Qafr, II, 38.

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- 112-
l.A AURORA LADRONA

Disfrazó la pasión que quería ocultar,


más la lengua .de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, mas lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbucean te;
les acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.

Kamil; al-Hulla, 11, 59-60.

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- 114-
TRES COSAS

Tres cosas impidieron que me visitara


por miedo al espía y temor del irritado envidioso;
la luz de su frente, el tintineo de sus joyas
y el fragante ámbar que envolvía sus vestidos.
Supón que se tapa la frente con la amplia bocamanga,
y se despoja de las joyas, mas ¿Qué hará con su aroma?

Basit, Dzwdn Suyssi, JJ. Este poema se encuentra en Las mil


v una noches. Noche 180.

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- 116 -
EL RELÁMPAGO

El relámpago le asustó, cuando en su mano


el relámpago del vino resplandecía.
¡Ojalá supiera cómo, si ella es el sol de la mañana,
se asusta de la luz!

SarT'. Hulla 11, 50.

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' EL COPERO, LA COPA Y EL VINO

Apareció, exhalando aromas de sándalo,


al doblar la cintura por el esbelto talle,
¡Cuántas veces me sirvió, aquella oscura noche,
en agua cristalizada, rosas líquidas!

MunsariJ:i. Jaridat al-Qa~r, 1/149.

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- 120-
NOSTALGIA DI- !'TIMAD

¡Oh morada extraña, de qué moradas me retienes!


¡Cuánto me apartas de la morada de la esbelta joven!
Juro por ella, que si los guerreros enemigos,
enlorigados, me impiden el paso hacia allí,
desenvainaré mi afilada espada y cumpliré mi propósito,
con una firmeza semejante a su filo;
Nadie posee en el corazón de su amado,
lugar parecido al de I'timad en el de Mulpmmad.
Mas el destino mata sin espada, aniquila sin sangre
y asaeta sm manos.

TawTI. Nafo. al-Tzb V, 358.

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- 122 -
LA AMADA

¡Oh mi elegida entre todos los seres humanos!


¡Oh estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!

¡Oh aliento del jardín, cuando


la agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? Por ti daría
la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la obscuridad de mi corazón.

Rayaz. Jarfdat al-QaJr, II, 32.


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- 124 -
CARTA

Te escribo consciente de que estás lejos de mí,


y en mi corazón, la congoja de la tristeza;
no escriben los cálamos sino mis lágrimas
que trazan un escrito de amor sobre la página de la mejilla;
si no lo impidiera la gloria, te visitaría apasionado
y a escondidas, como visita el rocío los pétalos de la rosa;
Te besaría los labios rojos bajo el velo
y te abrazaría del cinturón al collar;
¡Ausente de mi lado, estás junto a mí!
Si de mis ojos estás ausente, no de mi corazón.
¡Cumple la promesa que nos hicimos, pues yo,
tú lo sabes, cumplo mi parte!

Taw,I.Dzwan, Suyss,, 30.

- 125
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- 126 -
ASÍ MUERE LA ESPADA ..

Así muere la espada, en su vaina, llena de nostalgia


por ser empuñada por la mano;
Así tiene sed la lanza, porque no la esgrimo,
y porque mi mano no sacia su sed;
Así el corcel no puede morder el bocado, arrogante,
preparado para la emboscada;
Es como si los caballeros fuesen leones
que paciesen con sus presas en la espesura.

Mutaqarib. Nafb al-tzb V, 351.

- 127-
REFERENCIA DE LAS FUENfES ARABES MENCIONADAS EN ABREVIATURA

BAYÁN, Ibn 'Igari al-Marrakus,, al-Bayan al-mugrib fz ajbiir


al-magrib, III, ed. Lévi-Provern;;al, París, 1948.
DAJIRA, Ibn Bassam, al-Dajzraft mahasin ah! al-Yaüra, ed.
I. 'Abbas, Beirut, 1975, 4 partes, 8 vols.
DIWAN, Dzwan al-Mu'tamid ibn 'Abbiid, ed. Riga Suyssi,
Túnez, 1975.
I:-IULAL, Ibn Simmak, al-lfulal al-Mawsiyya fi dikr al-ajbiir
al-marriikusiyya, ed. Allouche, Rabat, 1936.
HULLA, Ibn al-Abbar, al-Jjullat al-Siyarii, ed. H. Mu'nis,
El Cairo, 1963, 2 vols.
MU'YIB, 'Abd al-Wal)id al-Marrakusi, al-Mu'yib fztalji~ ta'rij
al-Magrib, El Cairo, 1963.
NAFH AL-TIB, al-Maqqar1, Nafb al-Tib min gu~n al-Anda-
lus al-ra{ib, El Cairo, 1949, 10 vols.
RA W.Q AL-MI''f AR, Ibn'Abd al-Mun'im al-Himyar1, al-
Rawq al-mi'tar ft jabar al-aqfar. -ed. Lévi-Proven~al, El
Cairo, 1948.
JARIDAT AL-QA~R, al-'Imad al-Isfahani, Jaridat al-qa~r
wa yaridat al- 'A~r, Túnez, 1972.

- 129-

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