Sabines
Sabines
TEMAS.
Una aproximación filósofica y científica.
Por Iliana Godoy.
¿ Ideas en la poesía ?
Tanto el filósofo como el poeta buscan una interpretación universal del ser
humano y del mundo; ambos son seres con hambre de absoluto.
La diferencia entre ellos consiste en que el filósofo aspira a una construcción
discursiva, que lo conduce a un sistema de pensamiento; mientras que el poeta
consigue una expresión estética e intuitiva de las verdades humanas, encarnadas
en el monumento verbal del poema, el cual refleja los anhelos inconscientes de la
humanidad. El filósofo desarrolla, el poeta crea; el filósofo camina, el poeta vuela.
Respecto a la ciencia, sabemos que estamos en el umbral de un nuevo para-
digma, que ha abandonado la concepción mecanicista de las llamadas ciencias
“duras”, para entrar en un modelo relativista y cuántico, que considera fundamen-
tal la interacción entre la conciencia y los fenómenos a investigar; el observador se
ha convertido en participante, y con su medición afecta aquello que mide.
Tanto en la filosofía como en la ciencia rigen las ideas y el desarrollo lógico del
pensamiento, aunque el pensamiento paradójico tiende a infiltrarse cada vez más
en este universo, impenetrable antes.
Cabría preguntarnos ¿hay ideas en la poesía? y responder, siguiendo a Ma-
llarmé, que la poesía se hace con palabras, no con ideas.1 Sin embargo, es inne-
gable que las ideas subyacen en el trasfondo poético. Recordemos el caso cum-
bre del Primero Sueño de Sor Juana, donde la compleja arquitectura poética tiene
por objeto exponer las ideas científicas y filosóficas de la autora; recordemos tam-
bién, el gran poema Muerte sin fin, de José Gorostiza, donde el ser se manifiesta
en esa continua alternancia entre vida y muerte, y Dios es el vaso providente, la
forma que limita el fluir de la vida y, al mismo tiempo, la energía ilimitada que se
reintegra al todo después de la muerte. Muerte sin fin es una indagación filosófica,
y la expresión de una poética, donde el verso es el vaso que hace brillar la idea.
1
Paul Valery dijo de Mallarmé, a propósito de su libro Les mots anglais:
Me parecía a veces, que él hubiese pesado, mirado una a una, todas las palabras,
como un lapidadrio sus piedras, ya la sonoridad, el brillo, el color, la limpidez, el al-
cance de cada una, y yo diría casi su oriente.
Vease el prólogo de José Lezama Lima en: Mallarmé, Antología, Editorial Alberto Corazón, Colec-
ción Visor de poesía, Madrid, 1971.pp. 11-19.
Sabemos, siguiendo a Jakobson,2 que la función poética del lenguaje consiste
en que el mensaje encarna de manera indisoluble en el poema, visto como un dis-
curso verbal autorreferencial, donde el sentido se cumple en el poema mismo; de
allí la cualidad intraducible de la poesía; toda traducción es una recreación y una
aproximación al poema original.
Sin embargo, Jakobson reconoce que en la poesía aparecen también otras fun-
ciones del lenguaje, aunque predomine necesariamente la función poética. Vea-
mos la siguiente cita:
...el estudio lingüístico de la función poética tiene que rebasar los lí-
mites de la poesía, al mismo tiempo que la indagación lingüística de la
poesía no puede limitarse a la función poética.3
2
Jakobson, en su ensayo Lingüística y poética, analiza las funciones del lenguaje, caracterizándo-
las de la siguiente manera:
Referencial (denotativa) emotiva (depende de la enunciación), fática (ratifica la continuidad de la
comunicación), conativa (imperativo), metalingüística (reflexiona sobre el lenguaje) y poética (se
identifica con el mensaje).
Según Jakobson, la poesía proyecta las equivalencia, desde el eje de la selección (semántica),
hacia el eje de la combinación (secuencia fónica).
Estas funciones aparecen combinadas en los diferentes tipos de discurso, así la función poética
del lenguaje no es exclusiva de la poesía, recordemos el lema de campaña política I like Ike, donde
la simetría fónica refuerza la eficacia del mensaje, más allá de su significado semántico.
Ver: Roman Jakobson, Ensayos de lingüística general. pp. 347-395.
3
Ibid. pp. 359-359.
4
Herbert Read estudioso de la relación entre el arte y su contexto, es autor, entre otros, de los
libros Imagen e idea y Arte y sociedad.
Si, tomando la posición contraria, proponemos que la filosofía acaba por im-
pregnar el espíritu de los tiempos, entonces el poeta es quien, dando un salto al
vacío, encarna la abstracción filosófica en la vivencia intensa del poema, y así,
entre líneas y mezclada indisolublemente con la emoción, la idea se comunica,
mediante la obra, a quienes, como él, no han leído a los filósofos.
Esta disyuntiva entre la preeminencia de la imagen o la idea es parecida al fa-
moso enigma de qué fue primero si el huevo o la gallina. Lo más sensato, en am-
bos casos, es pensar en que se trata de manifestaciones complementarias, que se
iluminan una a la otra, con sus distintos recursos: discursivos, en la filosofía y en la
ciencia; estéticos en el arte.
La diferencia radical que parece existir entre ciencia y arte no se ve tan profun-
da cuando pensamos en la forma en que Arquímedes descubrió las leyes de flota-
ción, relajado en su tina de baño; o cómo Galileo atisba la ley del péndulo, al medir
el tiempo de oscilación de un candil de iglesia, con las pulsaciones de su corazón.
Difícilmente se encuentran experiencias más poéticas que éstas, sólo que los su-
jetos que las vivieron, las llevaron por el camino de la ciencia, según sus inclina-
ciones. La creación, ya sea artística, filosófica o científica, tiene siempre las mis-
mas bases.
Pensamos que la postura de un creador como Jaime Sabines es la de quien
percibe, como un instrumento de alta sensibilidad, el espíritu de su tiempo, sin ne-
cesidad de estudiar teóricamente las constantes que lo caracterizan.
Nada más ajeno a la filosofía, aparentemente, que esta poesía, enemiga de to-
da pretensión intelectual o elitista, defensora del lenguaje directo y de la inmedia-
tez de las sensaciones, en contra de cualquier especulación. Sabines ha dicho,
irónicamente que hay dos tipos de poetas, aquellos que traducen infinitamente las
impresiones a imágenes y metáforas, y aquellos que, al tropezar con una piedra,
exclaman: ¡Pinche piedra!, Sabines es de estos últimos. A lo largo de su tra-
yectoria, se ha ufanado de no frecuentar los laberintos del pensamiento ni el car-
naval de la cultura, ni los círculos o circos literarios.5
Sabemos que a un verdadero artista le basta con las lecturas fundamentales
para ensanchar su marco de referencia hasta dimensiones insospechadas, que lo
convierten en un innovador, aunque él no se lo proponga.
Detrás de la espontaneidad y la frescura de Sabines, leyendo entre líneas, ve-
mos claramente la recurrencia de ciertos temas en su poesía: la identidad, el tiem-
po, la elección, la libertad, la muerte y Dios; temas indudablemente filosóficos, to-
dos ellos hilvanados a la experiencia cotidiana, hecha de soledad, encuentros y
desencuentros.
Conscientes de la imposibilidad de traducir la poesía en ideas, veremos de que
manera encarnan ideas cienntíficas y filosóficas recientes en la obra de este gran
poeta intemporal del siglo XX.
5
En la reciente publicación bilingüe de la poesía de Sabines, titulada Pieces of shadow, el editor
Mario del Valle nos habla de las lecturas fundamentales del poeta: Las mil y una noches, La Biblia,
y más tarde: Goethe, Shakespeare, Dostoievski, Tagore y Joyce. Como poetas, Sabines admira a
Vallejo y a Neruda.
Respecto a las influencias, dice Sabines: los escritores no te dejan copiar su estilo, si acaso, su
libertad.
Soy mi cuerpo, soy ninguno
El poeta sabe esto, no desde una postura materialista, sino desde la postura vi-
talista que exaltó el filósofo francés, Henri Bergson,6 contraria al mecanicismo que
consideraba al cuerpo como una maquinaria; en su concepto de la evolución crea-
dora, Bergson hace énfasis en la vocación autopoiética y autogestiva de la vida,
que se crea y se recrea a sí misma, desde la fijeza de los vegetales, al desarrollo
del instinto en los animales, y que culmina con la libertad humana, manifiesta co-
mo pura potencialidad.
El ser viviente, nos dice Bergson, es el centro de la acción; representa una su-
ma de contingencias que entran en el mundo; esto es, cierta cantidad de acción
posible. Así, la vida es mucho más que un mecanismo, y en el ser humano el élan
o impulso vital es mucho más que instinto. Aunque el pensamiento se genere en el
cerebro, la mente humana trasciende cualquier interpretación mecanicista o fun-
cional. Ejemplo de ello es el fenómeno de plasticidad cerebral. Cuando el encéfalo
se daña parcialmente, la fuerza vital y creadora del organismo transfiere las fun-
ciones afectadas a otra región cerebral, la cual, gracias a su plasticidad, es capaz
de regenerar lo perdido y restaurarlo.
Si comparamos este comportamiento humano con el funcionamiento de las má-
quinas, entonces, a raíz de un colapso mecánico, un engrane podría funcionar
como palanca, y un depósito como generador, lo cual es imposible, porque en la
mecánica, cada elemento corresponde a una función.
El poeta conoce la sabiduría del cuerpo y la venera. Corazón ensartado en cada
hueso, significa latido, calor y movimiento, que dan vida a la inercia mineral, here-
dada por nuestra osamenta, con vestigios minerales del mundo inorgánico.
Sabines es capaz de interiorizarse en el cuerpo, al grado de convertir su propia
fisiología en imagen poética, donde el torrente sanguíneo baña de vida al esquele-
to.
En otro fragmento, el poeta afirma:
Aquí estamos todos fermentados / brotándonos por todo el cuerpo el alma, por-
que, efectivamente, el cuerpo humano está imbuido de espíritu, a tal grado que los
pensamientos nos pueden enfermar o sanar, como lo está demostrando la medici-
6
Henri Bergson (1859-1941) postula un método intuitivo de aproximación a la realidad, contradi-
ciendo con esto al positivismo en boga. Bergson se refiere a los datos inmediatos de la conciencia
como punto de partida para la filosofía; según este pensamiento la realidad psíquica se caracteriza
por la temporalidad y la duración, y la inteligencia tiende hacia una metafísica de la creación. Entre
sus libros, destacan Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889), Materia y memoria
(1896), La risa (1900), La evolución creadora (1907).
na cuántica.7 El cuerpo es, entonces, la manifestación material del alma, que lite-
ralmente nos brota por los poros.
Es así que el poeta, consciente de la fuerza interior que lo habita, se asombra
de que su cuerpo sea el extraño recipiente de esa vastedad de pensamientos y
sentimientos, especialmente cuando nos posee el frenesí de la ebriedad o de la
autoconciencia. Esta extrañeza primordial es la condición sine qua non tanto del
filósofo, como del poeta, quien confiesa:
De estirpe Heracliteana, son los siguientes versos, que hablan del devenir, por-
que, como sabemos por el antiguo griego, Nadie se baña dos veces en el mismo
río:
7
La medicina cuántica se basa en la influencia que puede tener el pensamiento sobre la energóa
del organismo. Uno de los representantes más importantes de esta corriente es Deepak Chopra.
8
El tema del desdoblamiento es tratado por Carlos Castaneda en El arte de ensoñar, y por Jacobo
Grinberg en Los chamanes de México, Vol. 7, El doble.
Agua del tiempo que corre, muerte abajo,
tumba abajo, no volverá.
El devenir universal afecta intensamente la vida, puesto que el ser humano, se-
gún la filosofía existencialista, es el único ente que se formula la pregunta sobre el
ser, y al contrastar la finitud de su existencia con lo infinito del tiempo el ser huma-
no vive la experiencia de la angustia, que no es otra cosa sino la confrontación del
hombre con la nada; la vecindad con el vacío, con el no ser, que actualiza la pre-
sencia de la muerte dentro de la vida. Ya Quevedo vivía intensamente este drama
del devenir, al definirse él mismo en un soneto: presentes sucesiones de difunto.
Este sentimiento conforma la historicidad y la temporalidad humanas, que el exis-
tencialismo marca como condiciones irrenunnciables. Oigamos a Sabines :
9
Husserl es el padre de la fenomenología, cuya aportación sustancial consiste en sostener que lo
único que conocemos son los fenomenos y no la “cosa en sí”. Su pensamiento influye posterior-
mente en el existencialismo de Heidegger.
10
Ver: Lao Tse, Tao te Ching. p. 22.
11
Ver: Marilyn Ferguson, La realidad cambiante de Karl Pribram, en El paradigma holográfico de
Ken Wilber et al. p. 37.
estos estados son excepcionales, y su ánimo fluctúa entre la serenidad y el pa-
roxismo.
Respecto al orden y el azar, Sabines coincide con las teorías más modernas
que concilian a la física cuántica con el pensamiento, pues, según se sabe, la me-
cánica cuántica excluye toda posibilidad de previsión rigurosa de los fenómenos a
partir de fenómenos actuales, a raíz del principio de incertidumbre postulado por
Heisenberg; al medir modificamos el estado del sistema.
Por lo tanto la observación nunca puede ser objetiva, ya que el observador es
parte activa en el fenómeno observado.12
Llevando estas consideraciones de la mecánica cuántica al terreno de la inter-
acción del pensamiento con los fenómenos observados, el Dr. Jacobo Grinberg,13
(recientemente desaparecido, en un viaje a la India) desarrolla la teoría sintérgica,
cuyo principio sostiene que el pensamiento crea una matriz energética que interac-
túa con la red original del espacio tiempo, produciendo en ella modificaciones;
cuanto mayor es la fuerza del pensamiento, mayor será su poder de transforma-
ción de la materia y la energía. Esta fuerza del pensamiento se incrementa por
medio de la meditación, que aumenta la coherencia entre ambos hemisferios ce-
rebrales.
Lo que llamamos azar es el producto de la interacción del pensamiento con el
exterior. Esto es lo que expresa Sabines en dos sintéticos y espléndidos versos:
12
En 1927, Werner Heisenberg postuló su principio de indeterminación, a nivel subatómico, dando
origen a la generalización de la teoría que postula lainfluencia del observador sobre todo lo obser-
vado. De este modo se diluye la frontera entre lo subjetivo y lo objetivo.
Ver: Michel Talbot. Misticismo y física moderna. pp. 27-48.
13
Según Grinberg, el cerebro humano es un modelo holográfico del universo, cuya matriz energé-
tica (lattice del espacio tiempo) puede alcanzarse por medio de la meditación.
Ver: Jacobo Grinberg-Zilberbaum, La teoría sintérgica.
Esta iluminación es momentánea y provisional, pues al éxtasis sigue la cotidia-
neidad, y aquel recuerdo de plenitud queda como una huella de lo inalcanzable,
porque, pasado el arrebato:
La incesante opción
Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo, piensa Sabi-
nes, solitario en su cuarto, confinado, sin hambre ni deseo, al borde del vacío exis-
tencial; acosado por lo amorfo de la experiencia de simplemente estar allí y dejar
pasar el tiempo.
El existencialismo ha insistido en que el sentimiento del yo es una vivencia que
se intuye a partir de la propia experiencia; según Heidegger14 la existencia del
hombre es dasein, ser-en-el-mundo; ser uno mismo en la intimidad del yo, y ade-
más ser con los otros y con lo otro; transcurrir condenados a finitud y parcialidad,
anhelantes de infinito.
La existencia es una dinámica impelida irrevocablemente hacia la acción; la
existencia humana no es algo dado, es algo que debe esculpirse, como afirmaba
Nietzsche: el hombre es un proyecto de sí mismo. Si el ser humano renuncia a la
lucha por construir su propia existencia cae en el lugar común y se deshabita a sí
mismo, despersonalizándose.15
14
Martín Heidegger es el padre del Existencialismo, recibe influencias de Kierkegaard en cuanto al
concepto de existencia; de Husserl toma el método fenomenológico.
Su obra más difundida es El ser y el tiempo (1927).
15
A Nietzsche, autor de El origen de la tragedia (1872); Consideraciones intempestivas (1873); Así
habló Zaratustra (1884) se debe la teoría del superhombre, que consiste en la afirmaciónn de la
voluntad de poder de los más capaces, para dominar a los débiles, construyendo así una sociedad
aristocrática, en lugar de democrática.
Ver: Nietzsche, Así habló Zaratustra.
por tener un hijo o un perro. Nada más lacerante que la pausa de la indefinición, la
multiplicidad de caminos que se ofrecen a la inercia del no hacer.
Dejando a un lado las poses literarias, Sabines se sabe poeta, sabe que de ese
destino solitario no lo salvarán ni el trabajo, ni los honores, ni las mujeres, ni los
hijos. Sucede que el poeta se compromete a medias, sabe que finalmente como
arriba es abajo, y le resulta difícil creer porque sí en las cosas; el poeta propone
radicalmente:
Porque ser en el mundo es compartir, beber del mismo cáliz; sentirnos jubilo-
samente embarazados con la cojita, simples y puros como la tía Chofi, con cuya
muerte, la gloria debería existir por decreto poético.
Sobre la trascendencia de la elección, el poeta sabe que lo único importante es
su poesía; ante lo que tiene que decir, lo demás se vuelve irrelevante, y así lo di-
ce:
Libertad condicional
Ante el continuo empuje de las circunstancias que impelen al ser humano hacia
la acción, el poeta y el filósofo se inclinan más a observar, a mantenerse al mar-
gen de la vorágine que no conduce a ningún lado. Son infinitas las opciones, pero
es muy grande la tentación de la neutralidad, que nos permite mirar las cosas
desde otra altura. Recordemos que Sor Juana tuvo que elevarse sobre una pirá-
mide mental de luz para contemplar el mundo.
¿ Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo / y no tengo ganas sino de mirar y mi-
rar ? dice Sabines, postergando contra natura la acción inevitable que nos arrastra
en su movimiento, aunque sea sólo para sobrevivir.
A través del múltiple desdoblamiento que representa Tarumba, se desenvuelve
el contraste entre el yo social, externo y rutinario, que cumple un rol y habita en un
pueblo, y el ser auténtico, instintivo y crítico, que es el yo poético. Cuando Sabi-
nes se cansa de esta dualidad desea fugarse, sin ser visto, hacia la libertad:
Y, radicalizando aún más este credo libertario, Sabines reconoce que el acto
más libre que se puede realizar es elegir el cuándo y el cómo de nuestra muerte,
en vez de aguardar el designio que nos impone un límite desde fuera, así el poeta
afirma:
Lo más profundo y completo que puede expresar el hombre no lo hace con pa-
labras sino con un acto: el suicidio.
Obsesión de la muerte
Es sin duda la muerte una obsesión que acosa al poeta Jaime Sabines. Se pre-
senta en diferentes formas, por momentos mezclada con lo más cotidiano, o bien
confundida con el mismo Dios, a quien actualiza, como límite de la vida humana.
Esa urgencia, presente a lo largo de sus libros, por tener algún signo patente de
Dios, sólo puede calmarse con la muerte, que se acerca tumultuosa a través del
mar, profunda a través de la tierra y entrañable a través de los huesos del hombre.
En ninguno de estos poemas se atisba la vida eterna del alma, separada del
cuerpo. Hay, si acaso, un deseo de que exista el más allá, pero al final, el sepulcro
es el ámbito definitivo para mirar el mundo desde la otra dimensión.
Esta idea nos recuerda las ofrendas a los difuntos, a quienes procuramos los
placeres mundanos de su predilección; en una de las letanías que dedica Sabines
a la muerte de su padre, sentencia que carente de agua y alimento, no podrá mo-
rir.
Después de rebelarse y desesperarse ante lo irremediable, lo único evidente es
que no vuelve, no retorna el polvo de oro de la vida. Esto aproxima a Sabines a la
posición agnóstica, donde no se puede afirmar nada que no se pueda comprobar.
Para Sabines, la muerte es un nuevo nacimiento, cuyos atributos ignoramos; en
el poema Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, dice a su padre recién muerto:
El incendio de Dios
16
Soren Kierkegaard (1813-1855) postula el predominio del pensamiento existencial sobre el es-
peculativo, y coloca la existencia por encima de la esencia. Su pensamiento da origen al existen-
cialismo en sus dos corrientes, encabezadas por Heidegger y Sartre, respectivamente.
Sus obras principales son: O lo uno o lo otro. Un fragmento de la vida (1843); Temor y temblor
(1843); El concepto de la angustia (1844) y Estadios en el camino de la vida (1845).
Hay en Sabines una extraña mezcla de atavismo y rebeldía respecto al tema re-
ligioso. Su Dios, como tanto se ha dicho, es Dios del Antiguo Testamento, justicie-
ro, inflexible, ajeno al hombre. Parece ser que lo importante para Dios es el equili-
brio cósmico, no el destino humano:
Dios es inaccesible, hermético, más afín a la piedra que al corazón; envía la di-
cha momentánea en la que presentimos la eternidad, envía el dolor y la degrada-
ción del cuerpo, envía la muerte. Nuca entendemos cuándo, ni por qué.
Para Sabines, Dios es el ciego de mil ojos, el manco de cien manos, el que po-
ne los tumores cancerosos en los seres que amamos, porque para conservar esa
armonía universal, atropella y destruye lo que el hombre ama. Al individuo común
no le consuela el orden cósmico; él sufre por sus pérdidas y está muy lejos de la
paciencia de Job.
Ha dicho Jaime Labastida que la voz de Sabines es la de un profeta. Nada más
cierto. El profeta es quien nace para dar testimonio, como Jonás, a pesar de sí
mismo; con el profeta sentimos caer inexorablemente sobre la humanidad esa
espada de Dios que anuncia calamidades y muerte con signos tan dolorosos como
el envejecimiento y la enfermedad.
Al estar llenos de Dios, colmados por El, no podemos verlo, porque estamos:
Llenos de Dios como una piedra, / con el Dios clausurado, perfecto, de la piedra;
cuando nos separamos de la dichosa inconsciencia inorgánica, y preguntamos por
Él, nos alejamos de su atmósfera. Recordemos de nuevo a Gorostiza:
17
Schrödinger propone el experimento de una jaula que contiene un gato y alimento con veneno;
si la jaula se cubre, entonces el gato tiene las mismas probabilidades de estar vivo que de estar
muerto: Según la ecuación de Schrödinger, el gato está tanto vivo como muerto, sólo que en dife-
rentes ramificaciones de la realidad. Esto es la base de la teoría Everett - Wheeler, que postula
tres principios básicos:
Castaneda, Carlos
El arte de ensoñar, Ed. Diana, México, 1993.
Durant, Will
Historia de la Filosofía, Ed. Diana, México, 1980.
Grinberg-Zilberbaum, Jacobo
Los chamanes de México, Ed. Instituto para el estudio de la conciencia
(INPEC), 1990.
Grinberg-Zilberbaum, Jacobo
La teoría sintérgica, Ed. INPEC, México, 1987.
Lao Tse
Tao te Ching, Ed. Edicomunicación, Barcelona, 1986.
Mallarmé, Stéphane
Antología, Ed. Alberto Corazón, Col. Visor de poesía, Madrid, 1971.
Jakobson, Roman
Ensayos de poética. Ed. Fondo de Cultura Económica, México. 1977.
León-Portilla, Miguel
La filosofía náhuatl. Ed. UNAM, México, 1976.
Nietzsche, Federico
Así habló Zaratustra, Ed. Círculo de Lectores, México, 1975.
Sabines, Jaime
Nuevo recuento de poemas, Ed. SEP, Lecturas Mexicanas, No. 27, México,
1986.
.....
Antología poética, Ed. Fondo de Cultura Económica, Col. Tierra Firme, México,
1994.
.....
Pieces of shadows, Selección poética con traducción de W.S. Merwin. Ed. Pa-
peles Privados, México, 1995.
Talbot, Michael
Misticismo y física moderna, Ed. Kairos, Barcelona, 1990.