Testigos y Profetas de Alegria

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Med. / vol. XL / No. 159 / Julio - Septiembre (2014) / pp.

101-126 - ISSN 0121-4977 / Bogotá-Colombia

Testigos y profetas de la alegría


Aquilino Bocos Merino*

Alegraos, justos, con el Señor,


celebrad su santo nombre.
(Sal 96, 12)

Sumario

La noticia fue una sorpresa. La comunicó el Papa Fran-


cisco al concluir el encuentro con los Superiores Gene-
rales en noviembre del año pasado. Del 29 de noviem-
bre de 2014 al 2 de febrero del 2016 celebraremos
el año de la vida consagrada. Pero, por debajo de los
mismos, como una corriente de agua viva, que empapa
la vida de las personas y comunidades religiosas, está
el Espíritu Santo que mantiene este “milagro” –la vida
consagrada– en la Iglesia y en el mundo. Desde el ini-
101
cio de esta reflexión es obligado dejar constancia de
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

la gratitud hacia el Papa Francisco por haber puesto la


mirada en los consagrados para que este año se haga
memoria y se celebre el gran don de la vida consagrada
y precisamente reflexionar en este contexto el don de la
alegría y la obligación como seguidores de Jesús de dar
testimonio de ella.

Palabras clave: Vida consagrada, alegría, Francisco –


enseñanzas pontificias, misión, nueva evangelización.

* Misionero Claretiano. Dedicado a funciones de formación y gobierno, Superior General


de los Claretianos (1991 al 2003). Desde estos cargos ha seguido siempre muy de cerca la
evolución de la vida religiosa postconciliar. Ha puesto y sigue poniendo su vasta experien-
cia al servicio de la vida religiosa mediante publicaciones, conferencias, retiros.
Aquilino Bocos Merino

Witnesses and prophets


of joy

Summary

The news was a surprise. Pope Francis announced it in


the conclusion of the meeting with the General Supe-
riors in November last year. From 29 November 2014
to 2 February 2016 we will celebrate the year of the
consecrated life. But below them, like a stream of liv-
ing water, soaking the lives of individuals and religious
communities is the Holy Spirit that keeps this “miracle”
–the consecrated life– in the Church and in the world.
From the beginning of this reflection, it is imperative to
acknowledge with gratitude Pope Francis’ look into the
consecrated so as this year to remember and celebrated
the great gift of consecrated life and precisely reflect in
this context the great gift of joy and duty as followers of
Jesus to bear witness.

Key words: Consecrated Life, joy, Francisco - pontifical


teaching, mission, new evangelization.

102
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

El presente artículo ha sido extraído del cuaderno monográfico de Vida Religiosa titulado
“Año de la vida Consagrada, Testigos y Profetas de la Alegría” (periodo 4/2014/vol. 116).
Vida Religiosa: Revista de teología de la vida consagrada es propiedad de los Misioneros
Hijos del Corazón de María (Claretianos) de Madrid, España. Agradecemos la gentileza del
director de la revista Padre Luis Gonzalo Díez y del articulista por cedernos parte del texto
para nuestra publicación y reflexión. Email: [email protected]
1. lA profecíA de lA AlegríA

E
n nuestro mundo experimentamos el vacío, el descon-
cierto, la aflicción, la desdicha y la infelicidad. Por eso,
buscamos con ansia la felicidad y somos tan dados a
hablar de la felicidad y del estar bien. Científicos, psi-
cólogos, humanistas se afanan por descubrir, funda-
mentar y medir la felicidad. Algunos toman “píldoras de felicidad”.
Otros ensueñan la vida, alimentan ilusiones, imitan a quienes creen
ser felices por el éxito, el dinero, el placer. Hay que aplaudir cual-
quier intento y esfuerzo para que las personas sean felices.

“Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y


eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido
profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos
y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser
la humana, sino con una acogida incondicional como lo es 103
la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me


acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con
claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista”1.

A nosotros, religiosos, nos quiere para ayudarle en la cura de


esa ansiedad, angustia, amargura y frustración que experimentan
nuestros hermanos2. A veces, también nosotros mismos las padece-
mos y nos convierte en “sanadores heridos”. Nos hace testigos del

1
BENEDICTO XVi, Mensaje a la jornada de la juventud, 15, marzo, 2012.
2
Los consagrados, siguiendo “los consejos evangélicos, al mismo tiempo que buscan la
propia santificación, proponen, por así decirlo, una ‘terapia espiritual’ para la humanidad,
puesto que rechazan la idolatría de las criaturas y hacen visible de algún modo al Dios
viviente” (VC 87).
Aquilino Bocos Merino

sentido y profetas de la consolación. Pero nadie se constituye en


testigo y profeta por iniciativa propia. Sólo quien ha sido llamado, se
ha dejado seducir y ha prendido en él la pasión que Dios tiene por el
hombre. Los testigos y profetas de la alegría son personas contagia-
das de lo divino. Por eso, con su experiencia, remiten al Dios vivo
y recuerdan lo que Dios quiere de nosotros y de la creación entera.

1) Testigos y profetas

Los consagrados son llamados a reconocer con admiración la


sublime belleza de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y a testimoniar
con alegría su amorosa condescendencia hacia cada ser humano (cf.
VC 16). Su misión profética se inserta en la misión de Jesús el ungido
y enviado del Padre para anunciar la buena nueva a los pobres (cf.
Lc 4, 18). Los religiosos reviven y prolongan, si bien no de una forma
exclusiva, el carácter testimoniante y martirial de Jesús en la Iglesia y
en el mundo. El Concilio resaltó la dimensión testimonial y profética
de la vida consagrada presentándola como signo, manifestación,
testimonio, prefiguración, imitación, representación, proclamación
del poder de Cristo resucitado y de los valores del Reino (cf. LG 44;
PC 1). Nuestra vida está llamada a ser continua “evangelica testifi-
catio”. El testimonio ha de ser visible e inteligible y estar cargado de
intencionalidad profética. Del testigo se espera credibilidad y fiabi-
lidad por su coherencia en la vida profesada.
104
“La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él,
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de la escucha atenta de su Palabra en las diversas circuns-


tancias de la historia. (…) El testimonio profético exige la
búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la
generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del
discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También
se manifiesta en la denuncia de todo aquello que contradice
la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de
actuación del Evangelio para la construcción del Reino de
Dios” (VC 84).

La profecía sabe de pasión divina y de humanidad que trata de


reflejar en alternativas de comportamiento. Aquí queremos subrayar
el testimonio de una vida alegre que se hace profecía en el segui-
miento de Jesús, el profeta por excelencia. Nos llevan a hacer la ora-
Testigos y profetas de la alegría

ción desde la condición de hijo agradecido, confiado, preocupado


por las cosas del Padre en este mundo convulsionado y “enredado”3.
Quien vive desde la alegría se siente sereno, libre, piensa en posi-
tivo, está cerca de los pobres, encaja las adversidades, integra sus
contradicciones, ama sin condiciones, alaba, canta y bendice sin
cesar.

De hecho, la alegría experimentada no nos pone al resguardo


ni nos acomoda; por el contrario, nos pide que seamos más radi-
cales en los planteamientos y en los compromisos. Está en juego la
gloria de Dios y la dignidad de sus hijos, los hombres. El profeta de
la alegría anuncia siempre mensajes de salvación, ejercita la compa-
sión, suscita la esperanza, se involucra en cuanto promueve la paz,
la justicia, la solidaridad, la fraternidad. El profeta de la alegría, lejos
de huir de los avatares de la vida, los enfrenta y encaja con sentido.
No tiene fronteras, no excluye por género, ni por clase social, ni
por color o lengua, no descarta lo aparentemente inútil. Por eso,
nuestra vida y nuestra palabra quieren ser anuncio y compromiso
de concordia y comunión en los conflictos, estableciendo puentes,
integrando diferencias, sanando heridas. Tendremos que reforzar el
testimonio de comunión en la diversidad para mostrar que es posi-
ble superar el miedo a las diferencias. Nuestra vida alegre desmonta
la hipocresía, las ambiciones, los escándalos de corrupción los afa-
nes de apariencia y tantas otras huellas que deja el pecado.
105
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2) Quienes han descubierto el tesoro

A los religiosos se nos ha dado conocer esta parábola: “El reino


de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo; el que
lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender
todo lo que tiene y compra el campo” (Mt 13, 44). Llenos de alegría
lo vendemos todo, pero no quedamos vacíos. Vender todo lo que se
tiene sólo lo hace quien ha entendido un futuro mejor. En nuestro
caso, quien ha descubierto el proyecto de Dios, su Reino. Quien ha

3
San Francisco de Sales aconsejaba. “Renueva con mucha frecuencia en ti el espíritu de
alegría y de dulzura, y cree firmemente que éste es el verdadero espíritu de devoción”.
Lèttres, n. 315.
Aquilino Bocos Merino

descubierto el Reino de Dios queda estremecido, cautivado y apa-


sionado. Su alegría no tiene medida porque ha encontrado aquello
que todos los hombres están deseando alcanzar y que colma de
satisfacción su vida.

Es alegre quien ha encontrado para quién vivir. En nuestro


caso: Jesús de Nazaret. Desde este gozoso encuentro se entiende el
despojo de todo (la pobreza), la plena sumisión (la obediencia), la
entrega plena del corazón (la castidad), la vida fraterna en comuni-
dad y la dedicación de por vida a los demás, incluso en posiciones
de vanguardia y en situaciones límites. Así es como la vida del con-
sagrado se hace profecía en acción.

Una profecía dinámica, labrada en fidelidad y fecundidad. La


alegría, que es un don es, a la vez, proyecto. La autenticidad del
mismo lo va sellando la fidelidad a la nueva alianza impresa en
nuestro corazón que se hace fecunda en la atracción y el conta-
gio. Conocemos el dicho de San Agustín: “Vamos hacia Dios no
caminando, sino amando”. Cuando se tiene claro el destino y el fin,
comienza el itinerario de la autorrealización y de la armonía en las
relaciones. Tan importante para la felicidad. Autonomía, libertad y
felicidad van profundamente unidas. Lo experimentamos en el trans-
curso de cada día, pues hemos de afrontar los conflictos internos y
106 externos.
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

“Llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que


una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”
(1 Cor 4, 7), pero la sobreabundancia de gracia que hemos recibido,
nos lanza a empresas que sobrepasan nuestras fuerzas humanas,
como lo han hecho los Fundadores y tantas hermanas y hermanos
nuestros.

El tesoro descubierto no es para nosotros. La alegría del encuen-


tro es para contarla, difundirla, contagiarla. Tienen razón Paul Clau-
del cuando dice: “Haz comprender a los hombres que no tienen en
el mundo otro deber que la alegría” y la Beata M. Teresa de Calcuta:
“La alegría es una red de amor con la que se puede atrapar a muchas
almas”.
Testigos y profetas de la alegría

3) Están entre nosotros

Testigos y profetas de la alegría son los religiosos y religiosas


contemplativos en su misión de oración y alabanza. “Orando en
el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y antici-
pan la gloria futura” (VC 8). Son los misioneros y misioneras que no
abandonan la comunidad cristiana perseguida en tantos países de
Áfrcia y el Medio Oriente; los que se hallan a lado de los enfermos
de ébola y son capaces de compartir su suerte antes de ponerse a
salvo; los que exponen su vida en ríos y caminos para estar cerca de
sus comunidades lejanas; las religiosas y religiosos que se pasan las
noches al lado de los enfermos y les alientan en los últimos momen-
tos de su vida; los que no se separan de los que sufren disminución
o trastornos psíquicos; los que estrenan una mirada llena de ternura
cada mañana al iniciar las clases; los que aceptan la confrontación
con paz y comprensión en múltiples ámbitos donde se hallan: uni-
versidades, obras sociales, barrios marginados u otros campos de
frontera. Son muchos, más de los que frecuentemente nos imagina-
mos, los que en su soledad y en su trabajo monótono y oculto mues-
tran su alegría. Pero no podemos olvidarnos de cuantos trabajan
en la pastoral vocacional y en la formación pues, en medio de las
dificultades que experimentan, son testigos y profetas de la alegría.

2. Itinerario espiritual y misionero para este año


107
Para vivir la alegría, ejercitarse en la alegría. Este podría ser el medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

slogan para este año de la vida consagrada. Tenemos que convertir-


nos a la alegría de Dios que es auténtica pasión por el hombre.

1) Tiempo de purificación y de elevación

Este año es una oportunidad para la purificación y la elevación.


Para la conversión a lo esencial: a la persona de Jesús y a su Iglesia
que tiene una preciosa misión: contagiar la alegría del Evangelio. El
Concilio nos ofreció una visión coherente del misterio de la salvación
y nos abrió un horizonte muy amplio para llevarlo a cabo. Estamos
en camino de renovación. Hay que remover obstáculos que impiden
la alegría. Hay que remover la piedra de nuestros sepulcros. Hay que
elevar la mente y el corazón hacia los bienes superiores. “Si habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba…” (Col, 3, 1-2).
Aquilino Bocos Merino

1) Conversión y dejarse reconciliar. No somos distintos a los


demás hombres y mujeres de nuestro mundo. La Iglesia y la
vida religiosa necesitan conversión y experimentar la miseri-
cordia de Dios. A lo largo de este año la actitud de conversión
sincera al amor de Dios y los actos penitenciales tienen que ser
ante el pueblo de Dios expresión de dolor y esperanza de quien
busca la alegría. El salmo 50 nos pone en pista: Tras pedir mise-
ricordia y compasión añade: “Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados”. (…) “Devuélveme la
alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso”.

Desde el Concilio, sobre todo en el año del gran jubileo, del


2.000, la Iglesia pidió perdón, reconoció sus pecados. En este
año de la vida consagrada también nosotros hemos de confe-
sar nuestros pecados e infidelidades personales e instituciona-
les. Hemos de purificarnos de pecados que revisten muchas
modalidades. Con frecuencia señalamos de forma inmediata el
incumplimiento de los votos y el empobrecimiento de la vida
comunitaria, pero no son los mayores pecados. Hay otros que
nos afectan más profundamente: Sin determinar un orden pre-
ciso, señalo: 1) Nuestra insensibilidad y enfriamiento religioso
que ha entorpecido el cantus firmus de la fe. 2) Haber cerrado
los ojos ante las nuevas pobrezas y exclusiones por injusticia.
108 3) No habernos abierto a la comunión misionera, que nos exi-
gía discernimiento, diálogo, participación y corresponsabili-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

dad con las iglesias particulares más necesitadas. 4) Nuestro


activismo marcado por el voluntarismo, que ha puesto entre
paréntesis la gratuidad en la que se asienta nuestra vocación,
ha provocado fatiga e indiferencia y, a la larga, nos ha llevado
a mediocridad de vida. 5) La carencia de mística y entusiasmo
en la pastoral vocacional, que es asunto de todos. 6) La falta de
reacción frente al nivelacionismo vocacional. 7) La confusión
en torno a la renovación. Muchos lo equipararon a meros cam-
bios externos. 8) La evasión ante el complejo mundo de desa-
fíos y responsabilidades. 9) La inhibición ante nuestra condi-
ción profética y escatológica, frente al radicalismo evangélico.
10) No siempre hemos exigido lo que se debía en formación
y gobierno. Ha sido pobre el liderazgo por falta de visión y
estímulo.
Testigos y profetas de la alegría

Debemos liberarnos del individualismo y del egocentrismo.


Son la raíz de tantas tentaciones que nos llevan al orgullo,
a la vanidad, a querer brillar y prosperar. Jesús nos dice que
oremos para no caer en tentación. El egoísmo hace inviable
la relación, la traumatiza y la paraliza. Es imprescindible que
promovamos en nuestras comunidades la transparencia y la
corresponsabilidad.

2) Escuchar la Palabra. En la Palabra está la fuente de la alegría.


Porque la Palabra de Dios, ante todo, es una persona. Es Jesu-
cristo, la gran Promesa de Dios y su gran respuesta a las espe-
ranzas de los hombres. “Cristo Jesús no fue sí y no; en él no
hubo más que sí. Pues todas las promesas hechas por Dios han
tenido un sí en él; y, por eso, decimos ‘Amén’ por él a la glo-
ria de Dios” (2 Cor 1, 19‑20). La vida consagrada “nace de la
escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su
norma de vida. En este sentido, vivir siguiendo a Cristo casto,
pobre y obediente, se convierte ‘en exégesis viva de la Palabra
de Dios’”4. El n. 83 de la exhortación “Verbum Domini” con-
tiene un reiterado reconocimiento de la vida contemplativa por
dedicar mucho tiempo de la jornada a imitar a la Madre de
Dios, que meditaba asiduamente las palabras y los hechos de
su Hijo (cf. Lc 2, 19. 51). Como también María de Betania que,
a los pies del Señor, escuchaba sus palabras (cf. Lc 10,38). 109
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Ya el Concilio y otros documentos de la Iglesia habían recor-
dado: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos
los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de
la Escritura, para que adquieran ciencia suprema de Jesucristo
(Filp 3, 8), pues ‘desconocer la Escritura es desconocer a Cristo’
(San Jerónimo)” (DV 25)... “Tengan, ante todo, diariamente en
las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir, por la lección
y meditación de los sagrados Libros, ‘el sublime conocimiento
de Jesucristo’ –Flp 3, 8– (PC 6)... “Foméntense con mayor inten-
sidad el estudio y la meditación de los Evangelios y de toda
la Sagrada Escritura entre todos los miembros de los Institutos

4
Benedicto XVI en la homilía del 2 de febrero del 2008.
Aquilino Bocos Merino

religiosos y desde el noviciado” (EE II, 16, 1); cf VC 94; CdC 24;
etc. “Obediencia a la Palabra de Dios” (SAO 7).

En el relato lucano de los discípulos de Emaús encontramos


unos cuantos rasgos que nos ayudan a revivir el encuentro con
Cristo Resucitado y recuperar la alegría. Hoy estamos expues-
tos al desencanto, a la decepción, al “nosotros creíamos”, y
caminamos con tristeza y desaliento, sin esperanza, y sin vín-
culos comunitarios. Pero Jesús nos acompaña y camina junto
a nosotros. Nos pregunta de qué discutimos. Al escuchar su
palabra comienza a arder nuestro corazón. Sólo en la fracción
del pan le reconoceremos y sentiremos el ímpetu de comunicar
con gozo que es verdad: ¡Jesús está vivo! Y nos reintegraremos
a la comunidad. Se recupera la pertenencia a la comunidad.

Una buena propuesta para el año de la vida consagrada es la
práctica de la lectura creyente de la Palabra de Dios (Lectio
divina) en todos sus pasos. El diálogo que establecemos con
Jesús nos ilumina en la comprensión del mundo, de nuestra
vida, y pone en ascuas nuestro corazón. Aviva la caridad y la
esperanza.

3) Renovar la alianza. Es otra forma de vivir y practicar la memo-


110 ria agradecida y elevar la calidad de nuestra vida consagrada.
Vivimos en alianza. Dios nos buscó primero y quiere que le
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busquemos a Él. Nos amó primero y nosotros respondemos. La


alianza es un encuentro en el que el protagonista es el Señor.
La iniciativa fue suya. En la alianza quedan selladas las relacio-
nes recíprocas entre Dios y nosotros. No es un pacto jurídico,
sino de amor. Jesús la garantiza entregando su cuerpo y su san-
gre y pide que lo hagamos en memoria suya.

Podemos ser, y de hecho lo somos, infieles a esta alianza,


pero Dios no la quebranta, pues su fidelidad dura por siempre.
Reafirmar nuestra alianza es renovar nuestro deseo de seguir
teniéndole a Dios como absoluto de nuestra vida y es afirmar
que sólo Jesús tiene palabras de vida eterna. Es afirmar el “fíat”
de María, aun en los momentos difíciles, como fue el suyo:
incomprensible a los ojos humanos.
Testigos y profetas de la alegría

Cuando profesamos y nos comprometemos ante la Iglesia y el


Instituto vivir en pobreza, castidad y obediencia en comuni-
dad, según las Reglas o Constituciones proclamamos desde la
fe y la esperanza que Dios nos ama y nos quiere según este
proyecto de vida. En la profesión está la mediación maternal o
paternal de los Fundadores con todas sus intuiciones e indica-
ciones en el seguimiento de Jesús. La fórmula de la profesión es
la fórmula de la alianza, que ha brotado de otras muchas alian-
zas humanas, espirituales, eclesiales, y, a la vez empapan otras
nuevas alianzas de fraternidad, formativas, pastorales, amisto-
sas. Pero en el conjunto de toda esta compleja vida en relación,
tiene un punto de referencia esencial. Es el quicio de nuestra
vida: la conjunción de amor entre Dios y nosotros. La alianza
que profesamos es el criterio articulador de las otras alianzas. El
anillo esponsal, que llevan muchas religiosas y religiosos, no es
un adorno, sino un recuerdo permanente para saber con quién
se han comprometido.

Una señal de que elevamos el tono de nuestra vida es la fideli-


dad al Evangelio y a la propuesta que nos hicieron los Funda-
dores. La fidelidad a los votos es signo de caridad creciente5.
Pero hoy, a casi cincuenta años, podemos decir con Pablo VI
que la fidelidad no parece ser virtud de nuestro tiempo. Sí, esta-
mos en una “sociedad líquida” donde impera el “amor líquido” 111
y los vínculos humanos son frágiles6. No hace falta más que medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)
mirar a nuestro alrededor y comprobamos el alto número de
separaciones matrimoniales y el abandono de la vocación reli-
giosa y sacerdotal. Hay que recrear la fidelidad vocacional por
el amor, tal como nos propone Benedicto XVI:

“El amor engloba la existencia entera y en todas sus


dimensiones, incluido también el tiempo. No podría
ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo

5
El religioso por la profesión de los consejos evangélicos, se libera de los impedimentos que
podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino y se consagra
más íntimamente al servicio de Dios. La consagración será tanto más perfecta cuanto, por
vínculos más firmes y más estables, represente mejor a Cristo, unido con vínculo indisolu-
ble a su Iglesia” (LG 44).
6
Hago referencia a las obras de Zygmunt Bauman, 2006 y 2005, respectivamente.
Aquilino Bocos Merino

definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente,


el amor es «éxtasis», pero no en el sentido de arrebato
momentáneo, sino como camino permanente, como un
salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en
la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el
reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubri-
miento de Dios: «El que pretenda guardarse su vida, la
perderá; y el que la pierda, la recobrará» (Lc 17, 33), dice
Jesús en una sentencia suya que, con algunas variantes,
se repite en los Evangelios (cf. Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8,
35; Lc 9, 24; Jn 12, 25). Con estas palabras, Jesús des-
cribe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva
a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae
en tierra y muere, dando así fruto abundante”7.

Porque nuestra alianza no está basada en criterios de racionali-


zación o de orden funcional, sino de profunda comunión en la
vida teologal, es preciso cuidarla. En la vida ordinaria tenemos
un momento muy especial donde nos reconciliamos con Dios y
con los hermanos, escuchamos la Palabra de Dios y celebramos
el memorial de la alianza de la entrega de Jesús: la Eucaristía.

No se profesa en un día determinado y ya todo discurre como


112 algo normal. Profesamos cada día con nuestra fidelidad al
amor que Dios nos tiene y que el seguimiento radical de Jesús
exige. Si viviéramos este año renovando continuamente nues-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

tra profesión encontraríamos la luz, la paz y la alegría en todo


momento, incluso en las adversidades, y así ejerceríamos de
testigos transmisores. Sin olvidar la dimensión comunitaria.
Cuando un miembro de la comunidad, del Instituto, profesa,
profesa toda la comunidad congregacional. Hay una fidelidad
corporativa que es la respuesta a lo que tenemos asumido.

4) Cualificar las relaciones. En armonía y comunión. Tras la moder-


nidad, la subjetividad, la experiencia personal ha cobrado
especial relieve en el pensamiento contemporáneo. Estamos en

7
Deus Caritas est, n. 6.
Testigos y profetas de la alegría

la cultura de la relación con el otro, de la reciprocidad, del


diálogo, del encuentro, de la inclusión, de la interdependencia,
de la interconexión. Están de nuestra parte la antropología, la
psicología, la sociología. La teología trinitaria intenta compren-
der al hombre como imagen del Dios Trinidad y, por lo tanto,
participando del movimiento de las relaciones personales, de
la fecundidad de su comunión y del dinamismo de la misión.

Esta cultura de la relación favorece la salida de nuestro pequeño


mundo interior y lleva a reconocer los valores de hombres y
mujeres; y a saber compartir y a organizarnos de otra manera.
La relación es múltiple y en todas direcciones. En este tiempo
de multiculturalidad se requiere cambiar el esquema de pen-
samiento racional, lineal, causativo, por otro complejo, inclu-
sivo, integrativo, holístico. Juegan un papel de gran influencia
la imagen y los sentimientos.

Dentro de esta cultura de la relación se destaca hoy el valor del


encuentro personal en tanto que presencia de comunión crea-
tiva. Encontrarse es algo más que hallarse en vecindad, yuxta-
ponerse, chocar, dominarse y manejarse. Encontrarse implica
entreverar el propio ámbito de vida con el de otra realidad
que reacciona activamente ante mi presencia. Encontrarse es
hallarse presente, en el sentido creativo de intercambiar posibi-
lidades de un orden y otro. “El verdadero ideal del ser humano
113
es crear formas valiosas de unidad. Por eso puede afirmarse
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

con razón que no hay nada que más una como hacer el bien
en común”8.

La alegría de seguir convocados en el mismo Espíritu pide ahora


que revisemos y recompongamos nuestras relaciones con Dios,
con todos nuestros hermanos y con la creación entera. El Con-
cilio intentó entretejer con armonía estas relaciones y la tarea
sigue abierta. Sin santidad, sin fraternidad y sin respeto y ala-
banza por todo lo creado ralentizamos la reconciliación ini-
ciada por Jesús, “el hombre que amaba como Dios”.

8
A. López Quintás, Inteligencia creativa. El descubrimiento personal de los valores.
Bac, Madrid, 1999, pp. 168-169.
Aquilino Bocos Merino

Es bello este texto del Papa Francisco:

“¡Qué gran don ser Iglesia, formar parte del pueblo


de Dios! Todos somos el Pueblo de Dios. En la armo-
nía, en la comunión de la diversidad, que es obra del
Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo es la armonía
y construye la armonía: es un don de Él, y debemos
estar abiertos para recibirlo. El obispo es custodio de
esta armonía. El obispo es custodio de este don de la
armonía en la diversidad”9.

Este año es una oportunidad propicia para cualificar las relacio-


nes entre carismas y ministerios y entre los diversos estados de
vida. No sólo deben preocuparnos las relaciones entre Obispos
y Religiosos, sino todas las relaciones en el Pueblo de Dios. Los
laicos nos han hecho mucho bien pidiendo que tengamos en
cuenta su vocación y misión. Nos han ayudado a intensificar la
comunión que siempre es comunión misionera.

Están siendo superadas muchas relaciones de superioridad-


inferioridad (clérigos/religiosos/laicos), de si han de ser hom-
bres o mujeres, de si han de ser de esta cultura o la otra. Avanza
por doquier la circularidad basada en la fraternidad y en el
114 servicio. Hoy la identidad vocacional es abierta y correlativa.

El tema de las relaciones va a ser fundamental para el futuro


medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

de la vida religiosa. Sin auténticas relaciones interpersonales


¿en qué queda nuestra vida eclesial y nuestra convivencia fra-
terna? ¿Cómo se va a poder vivir en armonía en la Iglesia? Así
se expresa el Papa Francisco:

“me duele tanto comprobar cómo en algunas comu-


nidades cristianas, y aun entre personas consagra-
das, consentimos diversas formas de odio, divisiones,
calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de
imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y

9
Francisco, Discurso en el encuentro con el clero, personas de vida consagrada y miem-
bros de consejos pastorales. Asís, 4 de octubre, 2013.
Testigos y profetas de la alegría

hasta persecuciones que parecen una implacable caza


de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos com-
portamientos?” (EG 100).

Y ¿cómo vamos a responder a los grandes retos de la diversidad


cultural, racial, religiosa? Y ¿cómo vamos a hacer crecer el diá-
logo intergeneracional? Sin buenas relaciones no hay comuni-
cación ni comunión. El diálogo queda bloqueado en todo nivel
y ámbito en que nos pongamos con graves consecuencias para
nuestra misión.

La mejor forma de superar el egocentrismo y el individualismo


es ofrecer con generosidad, disponibilidad, sencillez y pacien-
cia posibilidades de encuentro, crear campos de juego en
común, que nosotros los religiosos, afortunadamente los tene-
mos abundantes en nuestros capítulos, asambleas, reuniones
comunitarias, convivencia, diálogos personales.

5) Redimir nuestro espacio y nuestro tiempo. Nos movemos entre


la mundialización y la defensa de lo particular. La postmoder-
nidad privilegia lo subjetivo, el fragmento, el pluralismo y lo
particular. La globalización, pese a sus aspectos positivos, pro-
voca fuertes desajustes, profundas contradicciones y abismales
desequilibrios. Uno de sus efectos más fuertes es el inmedia- 115
tismo. A través de la tecnología de la comunicación se han
suprimido, prácticamente, los tiempos y los espacios. Nos los
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

han robado y son esenciales para el crecimiento. Revisemos


nuestros “territorios sagrados”, que a veces no lo son tanto,
como también “nuestros vacíos”. Todo lo queremos aquí y
ahora, sin mediaciones. Hemos de llegar a saber ocupar nuestro
puesto en medio de los múltiples espacios y de los no-espacios;
saber estar delante de Dios y de los hombres; saber emplear
el tiempo y distinguir lo importante de lo urgente; saber utili-
zar convenientemente la tecnología moderna y los medios de
comunicación sin que nos tiranicen ni esclavicen.

Desde otro punto de vista, es iluminador el criterio que da
el Papa Francisco sobre la superioridad del tiempo sobre el
espacio.
Aquilino Bocos Merino

Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obse-


sionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar
con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los
cambios de planes que impone el dinamismo de la rea-
lidad. Es una invitación a asumir la tensión entre pleni-
tud y límite, otorgando prioridad al tiempo. Uno de los
pecados que a veces se advierten en la actividad socio-
política consiste en privilegiar los espacios de poder en
lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al
espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto
en el presente, para intentar tomar posesión de todos
los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar
los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad
al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de
poseer (Ib. 223)

6) Intensificar la espiritualidad, subrayando la dimensión contem-


plativa. En el Perfectae Caritatis hay un aviso de caminantes en
la renovación de los Institutos:

“habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores


adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no
surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por
una renovación espiritual, a la que, incluso al promover
116 las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar”
(PC 2, e).
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

Esta indicación ha sido reiterada en múltiples ocasiones por el


Magisterio de la Iglesia y, en particular, en los documentos de
CIVCSVA10. Hoy podemos decir con satisfacción que la espi-
ritualidad en el plano de la conciencia colectiva –documentos
internos de los institutos– ha pasado a primer plano.

La espiritualidad hoy está presentada desde la integración de lo


espiritual y lo corporal, lo femenino y lo masculino, lo personal
y lo comunitario, lo natural y lo cultural, lo temporal y lo esca-

10
Cito expresamente La dimensión contemplativa de la vida religiosa (1980) y Caminar
desde Cristo (2002). Leyendo estos textos nos devuelven el propio rostro. Son como un
espejo en el que mirarse
Testigos y profetas de la alegría

tológico, lo intercarismático e intergeneracional. Es presentada


como más complexiva, más integradora, más globalizadora y
nos acompaña en todo lo que vivimos y hacemos11.

Toda forma de vida consagrada ha de ser contemplativa. No se


trata de que nosotros contemplemos a Cristo, sino que nos deje-
mos mirar amorosamente por Él. Es una mirada única, llena de
ternura y misericordia. Nuestro mundo vive distraído, necesita
sensaciones fuertes, hace mucho ruido, alardea de las múltiples
conexiones en las que se encuentra, pero ha perdido el valor
del silencio, del diálogo en profundidad ante Dios, del origen
y destino de su vida. Ora poco y no se deja amar por Dios, a
quien rehúye. Por eso, ha perdido la alegría. Este mundo nues-
tro necesita que se le recuerden las palabras del Ángel a María:
“Has hallado gracia delante de Dios” (Lc 1, 30)12. Le hemos de
devolver al hombre el gusto por el misterio de Dios, por la ora-
ción. Es difícil poner al hombre actual de rodillas. Pero, tal vez,
si nos ven a nosotros en esta postura, contemplando enamora-
dos al Señor que nos ama; si nos ven orar con paz y confianza,
si nos ven gastar nuestro tiempo con Jesús, al menos les ofrece-
remos la otra dimensión de esta vida agitada e inmediatista.

“La dimensión contemplativa es el verdadero secreto


de la renovación de toda vida religiosa: renueva vital- 117
mente el seguimiento de Cristo, porque conduce a un
conocimiento experimental de Él, conocimiento nece-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

sario para poder darle auténtico testimonio, testimonio


de quien le ha oído, le ha visto con los propios ojos, le

11
Asume todas las dimensiones (Trinitaria, cristológica, sacramental, etc) y se extiende a
todas las esferas de la vida y misión de los consagrados. Las formas de vida y la contex-
tualización marcan las pautas de la espiritualidad para este siglo XXI. Las exhortaciones
postsinodales sobre los laicos (ChL16), sobre los sacerdotes (PDV 19-33), sobre los religio-
sos (VC 93) y sobre los obispos (PG 11-25) dedican estos números a la espiritualidad espe-
cífica. “La espiritualidad es el hilo de oro de la historia de la Iglesia y es un movimiento
irreversible de evolución hacia la plenitud del Evan­gelio, en valores, unidad, globalidad
de aspectos, inserción de culturas, de las religiones, del cosmos...”, Usg, La espiritualidad
experiencia unificante de la vida consagrada, Roma, 1997, p. 148. T. Radcliffe, Ser
cristianos en el siglo XXI. Una espiritualidad para nuestro tiempo, Sal Terrae, Santander,
2011. Aa.Vv. Orar como conviene, VidRel, 112 (2012), 1-80.
12
Pannemberg afirma que “María es el prototipo del hombre frente a la gracia libre de Dios”.
Fundamentos de Cristología, Sígueme, Salamanca, 1974, p. 180.
Aquilino Bocos Merino

ha contemplado, le ha tocado con las propias manos


(cf. 1 Jn 1,1; Fil 3,8)”13.

El Espíritu Santo llena toda la tierra. A veces ofrece caminos de


interiorización, pacificación interior, autoayuda para el bienes-
tar desde otras experiencias religiosas no cristianas o desde las
técnicas de la psicología. Tienen su valor. Aquí subrayamos la
espiritualidad cristiana cuyo centro es la persona de Jesucristo
y es el Espíritu el que nos lo da a conocer y ayuda a amar hasta
lograr la transformación.

2) Involucrase en la nueva evangelización

La imperiosa llamada a la nueva evangelización nos implica


a todos los creyentes. Todos somos enviados. Nuestra vida consa-
grada es misión y todo lo demás se orienta hacia la comunión, el
testimonio, el servicio y la celebración14. El Papa Francisco nos ha
hablado de evangelizar desde y con alegría. Es la hora de iluminar
y transformar, de salir y transmitir la alegría de creer. El n. 24 de
su exhortación “Evangelii Gaudium” nos da las pautas para vivir y
practicar la memoria agradecida que se nos propone como objetivo
para este año de la vida consagrada. Señala cinco características de
una Iglesia en salida de la que somos discípulos y misioneros Pri-
118 merear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. Secundando
estas actitudes iniciamos aquella “conversión pastoral” que pidieron
Aparecida y el Sínodo y recuerda el mismo Papa Francisco: “Espero
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios


para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera,
que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una «sim-
ple administración». Constituyámonos en todas las regiones de la
tierra en un «estado permanente de misión»15. Todo ha de estar al
servicio del Reino.

13
Dimensión contemplativa de la vida religiosa, n. 30.
14
El decreto conciliar más maduro, por ser de los últimos, fue el “Ad Gentes”. Durante estos
cincuenta años el tema de la misión ha adquirido gran relieve. La Iglesia ha nacido para
evangelizar. El concepto de misión se ha enriquecido en la celebración de los Sínodos
Continentales y en este último sobre la Nueva Evangelización. La misión no es sólo acción,
sino también pasión; es contemplación y es liberación.
15
Francisco, Papa, Evangelii Gaudium, 25. Más adelante añade: “La reforma de estructu-
ras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que
Testigos y profetas de la alegría

Antes de comentarlas, es bueno recordar que estamos pen-


sando en la celebración del año de la vida consagrada y que vivir
estas recomendaciones es una manera práctica de hacer operativa
la memoria agradecida que se nos pide. En el fondo, es decirnos:
¡Sed vosotros mismos. Actuad desde lo que sois. Dad los frutos que
se esperan de vosotros!

1) “Atrevámonos a primerear”. El Papa explica el neologismo:

“La comunidad evangelizadora experimenta que el


Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor
(cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar
la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los
lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar
a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar
misericordia, fruto de haber experimentado la infinita
misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámo-
nos un poco más a primerear!”.

Se trata de salir de nosotros mismos, de vivir en misión. El Señor


nos ha dado el don de la alegría. Es obligado salir y comunicar
que Dios nos ama y no se cansa de perdonar. Nos dice San
Agustín: “poseer un bien sin compartirlo no es alegría”16.
119
La vida religiosa, subrayando el primado de la donación, de la
gratuidad en la que nos hallamos inmersos, es una gran tera-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

pia para la Iglesia y para la humanidad. Estamos demasiado


intoxicados con el poder hacer y, así, todo se cuenta, se mide,
se pesa. Se valora el rendimiento, la eficacia, el prestigio, la
apariencia.

“No tengáis miedo”. La alegría se abre paso evitando el miedo.


Antes de llegar el mensaje salvífico, antes de escuchar que Jesús

todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias
sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de
salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su
amistad” (n. 27).
16
S. Agustín, De Trin. l. 9 c. 4.
Aquilino Bocos Merino

ha resucitado, se pide no tener miedo. Antes de salir al mundo


a gritar la buena noticia nosotros hemos de erradicar el miedo
en nuestros corazones. Tenemos mucho miedo y lo manifesta-
mos en la resistencia, en la acedia, en la inhibición, en la falta
de coraje para comprometernos en el anuncio y servicio del
Reino. Nadie puede ser excluido de vivir la alegría que nos
trajo Jesús y otorga el Espíritu. Con todos hemos de compartir
el gozo de la vida, que es comunión.

2) Involucrarse. Si la alegría es fruto del amor que el Padre nos
tiene en su hijo Jesucristo, pensemos que hemos de seguir su
mismo camino. San Gregorio Magno comenta:

“Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y


doy mi vida por mis ovejas, lo que equivale a decir: «En
esto consiste mi conocimiento del Padre y el conoci-
miento que el Padre tiene de mí, en que doy mi vida por
mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis
ovejas demuestra hasta qué punto amo al Padre.»”17.

Involucrarnos es compartir la misión de Jesús.

“El Señor se involucra e involucra a los suyos, ponién-


dose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego
120 dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn
13,17). La comunidad evangelizadora se mete con
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica


distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario,
y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de
Cristo en el pueblo” (EG 24).

Hay muchas formas de involucrarse en la ayuda a los demás.


Hay compromisos espirituales y materiales, hay forma de aco-
ger a las personas en la hospedería y de escribir un mensaje de
consolación, de orientación o de solidaridad. Cada uno según
pueda y como pueda, pero nada de inhibirse o creer que esto
a mí no me afecta. O que no tengo tiempo. Siempre hemos de

17
San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios. Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130.
Testigos y profetas de la alegría

regirnos por los principios de comunión, participación, corres-


ponsabilidad y subsidiariedad.

3) Acompañar. Nuestro servicio misionero es entre personas y
para personas, sobre todo aquellas que se encuentran en mayor
dificultad o se hallan heridas física o espiritualmente, que
sufren o se hallan excluidas. Son frecuentes el aislamiento y la
soledad esterilizante. Es fácil verificar que se dan tres pasos en
la degradación de la reciprocidad. 1) Considerar al otro como
obstáculo; 2) Considerar al otro como instrumento. 3) Consi-
derar al otro como nadie. Este último comporta un solipsismo
radical. Sólo existe el yo y nadie más. Los otros son “hombres”,
“mujeres”, pero no personas. Hay que pensar en el otro como
“prójimo”, tal como lo entiende Jesús en el relato de samari-
tano apaleado. Ese es mi prójimo. Por eso es imprescindible
la cercanía, la apertura, la humildad, la acogida, el respeto, el
servicio. Nuestra misión es paciente, con la paciencia del que
siembra y sostiene el proceso de la maduración, aunque haya
cizaña alrededor, como recuerda el Papa.

Acompañar en el caminar. “A quien te requiera para caminar


una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te
pide prestado, no lo rehúyas” (Mt 5, 41-42). Es la disponibi-
lidad de quien ofrece gratuitamente lo que gratuitamente ha 121
recibido, a pesar de las molestias, de los inconvenientes, de los medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)
apremios de tiempo y de otros sinsabores.

También acompañar en los nuevos caminos. Abrir caminos


para el evangelio y recorrerlos juntos con otras vocaciones
eclesiales. Con ministros ordenados y con laicos. Solos a veces
no podemos, pero hay cosas que ni siquiera, aunque pudiéra-
mos, deberíamos hacer solos.

Una pregunta: ¿qué postura tenemos ante los emigrantes?,


¿ante los sin techo?, ¿ante los excluidos en la educación, en la
sanidad, en la convivencia? Necesitan compañía.

4) Fructificar. Dar frutos de vida cristiana. San Pablo nos dice:


"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabili-
Aquilino Bocos Merino

dad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra


tales cosas no hay ley" (Gal 5, 22-23). ¡Qué gran aportación
de la vida religiosa si fructifica según el Espíritu! Y ¡qué her-
mosa aportación si acoge la Palabra de Dios y la hace fructi-
ficar el ciento por uno! (cf. Mt 13). Se nos ha abonado como
tierra buena en orden a fructificar. Pero hay una ley en el segui-
miento de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
no da fruto” (cf. Jn 12, 20-23). Hay una lógica, un ritmo, en el
crecimiento que pide paciencia, comprensión, esperanza.

Para fructificar, primero hay que preparar el terreno, podar el


árbol, remover obstáculos, cuidar todo aquello que impida cre-
cer. Crear, pues, condiciones favorables. Hay que sembrar con
el testimonio, la palabra y el servicio. Antes, hay que cuidar
la mente y el corazón, pues no podemos olvidar que somos
discípulos y misioneros. Fructificamos cuando nos hacemos
luz, cuando ofrecemos esperanza, cuando entregamos nues-
tro tiempo y nuestra vida. Fructificamos cuando nos identifi-
camos con los pobres y necesitados y damos de comer, damos
de beber, acogemos, vestimos, visitamos… (cf. Mt 25, 35ss). Si
por sus frutos los conoceréis, (cf Mt 7,15ss), se ha de notar que
somos árboles arraigados en Cristo y que dan frutos de verdad,
de bondad, de misericordia, de justicia, de comprensión, de
122 paz y de amor:
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

El carisma recibido tiene que arraigar en otros contextos cul-


turales y sociales, a través de otros estilos de vida y de otros
servicios. ¿Qué frutos cosecharan nuestros intentos de reorga-
nización? ¿Se oirán las voces de los que vienen cantando con
alegría?

5) Festejar. “Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna


eternamente” (Sal 65, 6-7). Involucrase en la nueva evangeli-
zación implica también celebrar el don de Dios y comprome-
terse. Festejar, celebrar, dar gracias, nos nace de dentro a los
cristianos y a los religiosos. Y hay tantos motivos por los que
festejar, por los que manifestar la alegría del Evangelio… Tam-
bién hoy, como en la Iglesia primitiva, la comunidad se alegra
en el Espíritu de cómo llega la Buena Noticia a los pueblos
Testigos y profetas de la alegría

más abandonados, de cómo crece la comunión eclesial, de


cómo los laicos adquieren protagonismo, de cómo las mujeres
se abren paso en las responsabilidades en la Iglesia. Nos ale-
gramos del testimonio de los mártires y de cuantos sufren con
alegría las persecuciones por su fe.

Festejar es compartir la experiencia de alegría. Por ella crece


en los corazones la belleza del ideal que nos empuja y la espe-
ranza para afrontar los desafíos y las dificultades de cada día.
“La alegría es parte integrante de la fiesta. La fiesta se puede
organizar; la alegría no. Sólo se puede ofrecer como don; y, de
hecho, nos ha sido donada en abundancia”18.

¿Cómo lograr que nuestra mentalidad programadora y pro-


ductiva no desvirtúe el sentido más genuino de la fiesta? A los
pobres les gusta celebrar las fiestas. Los ricos, como lo poseen
todo, en vez de celebrar, se divierten. Su obsesión por tener y
aparentar no les permite disfrutar. Los pobres, aunque gozan
de poco, valoran lo que tienen y lo comparten. ¡Quién sabe
si lo que no logramos a base de proyectos podemos recibirlo
como fruto de esta celebración! A través de la fiesta se llega a
la comunión, se rompen las barreras, se olvidan las querellas y
se suman los esfuerzos para disfrutar. La gratuidad, la ternura,
la benevolencia, el perdón, la confianza, que con tanta fuerza 123
aparecen en la fiesta, desbancan cuanto de oscuro, negativo y medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)
doloroso aporta el afán cotidiano. En la fiesta se dan cita todas
las cosas bellas. Su resplandor nos hace olvidar durante un
tiempo el dolor de lo efímero, la cruz del trabajo, el sufrimiento
en la lucha. Es la forma de irradiar la alegría y de encender a
otros en el entusiasmo vocacional.

María, la Madre de Jesús y madre de todas las vocaciones en la


Iglesia, entonando el Magníficat nos da una lección de cómo
celebrar lo que Dios ha hecho con ella y con la humanidad
entera, sobre todo con los pobres y sencillos. Y nos enseña a
comunicarlo proclamándolo.

18
Benedicto XVI, Discurso, 22, diciembre, 2008.
Aquilino Bocos Merino

La liturgia es celebración comunitaria del Misterio. El domingo


es día del Señor, día de alegría, como dijo el Concilio.

“En este día los fieles deben reunirse a fin de que,


escuchando la palabra de Dios y participando en la
Eu­caristía, recuerden la pasión, la resurrección y la glo-
ria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo
rena­cer a la viva esperanza por la resurrección de Jesu-
cristo de entre los muertos (cf 1 Pe 1, 3). Por esto, el
domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse
e inculcarse a la piedad de los fieles de modo que sea
también día de alegría y de liberación del trabajo”
(SC 106).

Las comidas de Jesús son otras tantas celebraciones. Nos dejó


el sacramento del amor en una cena. La Eucaristía,

“es ante todo el gozoso descubrimiento del dinamismo


del amor en el corazón que acoge el don del Señor,
se abandona a Él y encuentra la verdadera libertad.
La transformación moral que comporta el nuevo culto
instituido por Cristo, es una tensión y un deseo cordial
de corresponder al amor del Señor con todo el propio
ser, a pesar de la conciencia de la propia fragilidad.
124 Todo esto está bien reflejado en el relato evangélico
de Zaqueo (cf. Lc 19,1-10). Después de haber hospe-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

dado a Jesús en su casa, el publicano se ve completa-


mente transformado: decide dar la mitad de sus bienes
a los pobres y devuelve cuatro veces más a quienes
había robado”19.

El querido y venerable Cardenal Pironio nos dejó este mensaje:

“El día del Señor, en la vida consagrada, tiene que ser


un día privilegiadamente festivo. Un día en que nos sin-
tamos particularmente felices de haber sido llamados y
hagamos felices a los que nos encuentran. No con una

19
Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, n. 82.
Testigos y profetas de la alegría

felicidad superficial e improvisada, sino con la alegría


honda y contagiosa de quien ha experimentado que
Dios es amor y está cercano. Con la alegría verdadera
que sólo tiene su fuente inagotable en Dios y que nace
para nosotros de la profundidad de la oración, de la
serenidad de la cruz y de la sinceridad de la caridad
fraterna”20.

Conclusión

Las más altas instancias de la Iglesia tienen sus programas para


este año. Muchas instituciones, iglesias particulares, conferencias y
confederaciones, Institutos de vida religiosa, etc. organizarán sesio-
nes de estudio y oración. Que no se nos olvide que estas actividades
han de estar todas ellas empapadas del apasionado deseo de comu-
nicar la alegría que nos ofrece Jesús al encontrarnos con Él, con su
palabra, con su Iglesia y con la creación entera. Es una gran oportu-
nidad la que se nos da para vivir y dinamizar la comunión misionera
y ofrecer una visión más alegre, porque hay fundamento para ello,
de la vida consagrada en la Iglesia.

Para concluir, expreso algunos deseos para este año: 1) Que


sea un año en el que la Iglesia celebre el don de la vida consa-
grada, como algo que afecta a todos los creyentes y no creyentes.
125
2) Que puedan alegrarse los pobres y los excluidos porque los reli-
giosos han puesto su corazón en ellos. 3) Que los consagrados siga-
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

mos con alegría y fidelidad a Jesús y nos involucremos en la nueva


evangelización. 4) Que los consagrados nos tomemos en serio la
revitalización carismática de nuestros Institutos, pues la renovación
suscitada por el Espíritu sigue abierta para bien de la Iglesia y de
la humanidad.

20
Eduardo, F., Card. Pironio, Alegres en la esperanza, Madrid: Paulinas, 1978, pp.
40-41.
Aquilino Bocos Merino

Bibliografía

Aa.Vv. Orar como conviene. En: Vida Religiosa, no. 12 (2012), pp.
1-80.
Benedicto XVI, Papa. Dios es amor. Carta Encíclica Deus Caritas
Est. Madrid: Paulinas, 2006.
Benedicto XVI. Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis.
Sacramento del amor. Madrid: Paulinas, 2007.
Eduardo, F., Card. Pironio. Alegres en la esperanza. Madrid: Pau-
linas, 1978.
Francisco, Papa. Exhortación apostólica Evangelii Gaudium. La
alegría del evangelio. Madrid: San Pablo, 2014. 262 p.
López-Quintás, A. Inteligencia creativa. El descubrimiento perso-
nal de los valores. Madrid: BAC, 1999.
Pannenberg, Wolfhart. Fundamentos de Cristología. Salamanca:
Sígueme, 1974. 511 p.
Radcliffe, T. Ser cristianos en el siglo XXI. Una espiritualidad para
nuestro tiempo. Santander: Sal Terrae, 2011. 296 p.
Unión de Superiores Generales (USG). La espiritualidad expe-
126 riencia unificante de la vida consagrada. Roma: USG, 1997.
medellín 159 / Julio - Septiembre (2014)

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