El Adulto en Situación de Aprendizaje

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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA

DIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO


CENTRO LOCAL ANZOÁTEGUI

EL ADULTO EN SITUACIÓN DE APRENDIZAJE

PARTICIPANTE:
ENRIQUE ORTIZ

ANACO, JULIO DE 2020


INTRODUCCIÓN

Las exigencias de un mundo envuelto en un vertiginoso proceso de cambio


científicotécnico, en cuyo seno se destacan las tecnologías de información como
vehículo de transmisión de conocimiento, condiciona ya no solo el futuro sino también
el presente de las personas en los más diversos campos. La contracara de este
proceso que se torna cada vez más omnipresente es el de una incesante demanda de
preparación para una franja de población que en otras épocas se suponía había
concluido su ciclo de educación formal: los adultos, en particular los no jóvenes.

Sin embargo, esta vorágine que aún parece extraída de la ciencia ficción, no solo
dibuja un escenario catastrófico. Si bien se ciernen amenazas ciertas como, un
incremento brusco de la productividad del trabajo que convierte en sobrantes a
numerosos oficios y quienes los practican, también lo es que nunca antes se había
contado con tantas herramientas para satisfacer una de las necesidades más
acuciantes del espíritu humano: la de aprender.

Pero este contexto casi apocalíptico también abre una nueva ventana de oportunidades
para quienes depositen su voluntad en el afán de formarse. Así, la utopía de la
educación lo largo de toda la vida cobra un impulso y un significado inusitados como
realidad al alcance de las masas.

Si se la entiende más allá de su valor instrumental, la educación se constituye en una


de las fuentes de satisfacción más inspiradoras a las que puede acceder el ser
humano. Y en la medida que el uso cotidiano despoja a dispositivos y plataformas de
su aura mágica, emergen inquietudes que remiten a preocupaciones más
trascendentales. A diferencia de estos artilugios, la reflexión sobre los métodos
educativos no padece de obsolescencia programada, más bien se diría que el debate
se actualiza sin cesar: Si, en efecto, la educación es para toda la vida, ¿se puede
enseñar a las personas de la misma manera desde la infancia hasta la vejez?

Responder a esta y otras interrogantes es la preocupación central de la andragogía. A


continuación se expondrán brevemente sus premisas básicas, así como algunas
consideraciones sobre las condiciones necesarias para garantizar su éxito.
ANDRAGOGÍA: LA EDUCACIÓN DE ADULTOS

Refiriéndose a las prácticas educativas de Sócrates, Platón y Aristóteles, el alemán


Alexander Kapp empleó por primera vez el término andragogía en su obra de 1.833
“Las ideas educacionales de Platón”. Recordaba que estos filósofos cuestionaban la
educación convencional y difundían el conocimiento entre los adultos mediante el
diálogo y la mayéutica. (Rodríguez, 2016: 273). Aunque el concepto fue recuperado
décadas después por varios autores (Rosenback y Lindeman, entre otros), la
paternidad de la disciplina suele otorgarse a Malcolm S. Knowles (1913-1997), quien
sistematizó sus principios a lo largo de años de investigación y práctica docente en
universidades y otras organizaciones estadounidenses. Knowles partía de la premisa
de que niños y adultos aprendían de manera diferente, por lo que los métodos de
enseñanza aplicables a los primeros no tenían sentido para los segundos. (Castillo
Silva, 2018: 66).

Otra contribución fundacional a la andragogía es la del venezolano Félix Adam (1921-


1971), quien sostenía que, dadas las características de los adultos, en la andragogía
no podría existir el proceso de Enseñanza-Aprendizaje, dirigido por el pedagogo, sino
un proceso de Orientación-Aprendizaje, para que estos construyesen su aprendizaje,
mientras el facilitador los atendía y orientaba de tal manera que pudiesen lograrlo.
(Ídem., 68). La andragogía se funda, además, en los principios de participación
(oportunidad de participa activamente en su propio aprendizaje), horizontalidad
(igualdad de condiciones que emergen de la misma situación de adulto y del
aprendizaje por experiencias) y flexibilidad (apertura en tiempo y espacio para adecuar
las actividades de aprendizaje a las necesidades e intereses del participante). (Capitillo,
2017: 22)
EL ADULTO EN SITUACIÓN DE APRENDIZAJE

Cabe precisar, entonces, qué es un adulto y que lo caracteriza en tanto sujeto de


aprendizaje. A efectos de lo primero, Castro (2017) establece como criterio para su
definición la madurez, la cual desagrega en una serie de variables (Autonomía,
Objetividad, Actividad, Grandes habilidades, Intereses variados, Mucha
responsabilidad, Altruismo, Auto-aceptación, Identidad integrada, Preocupaciones
serias, Originalidad, Tolerancia a la ambigüedad, Racionalidad, Dinamismo) cuyas
antinomias serían más bien propias de un niño. Es por ello que no duda en aseverar
que una persona biológicamente adulta que no haya desarrollado lo suficiente estas
cualidades bien podría calificarse como “adulto-niño”.

Compendiando a varios especialistas, Capitillo (2017: 14) caracteriza a este aduLto como
alguien que, entre otras cualidades: posee un alto grado de motivación hacia el programa
formativo que ha asumido; dispone de sofisticados recursos de aprendizaje basados en su
experiencia; es competente en la planificación del tiempo y la autogestión; muestra elevado
interés por el trabajo entre iguales; responde adecuadamente a proyectos integradores que
se orienten a sus intereses; necesita que el aprendizaje le resulte significativo; posee
opiniones, valores y criterios construidos durante su experiencia vital; aprende mejor en
ambientes democráticos, participativos y de colaboración; necesita ver la aplicación práctica
de los conocimientos teóricos; y le gusta desarrollar la autonomía en el aprendizaje.

Entre tanto, Andersen (2017) ha identificado cuatro rasgos que se muestran con intensidad
en los adultos que emergen exitosos de los procesos de aprendizaje:

a) Grandes aspiraciones. Estas personas suelen concentrarse en los beneficios que


obtendrán de su esfuerzo más que en los desafíos que tienen por delante.

b) Conocimiento propio. Ceptan que su autopercepción puede ser imperfecta, por lo que se
esfuerzan por lograr la objetividad, prestando atención a la manera de reflexionar sobre sí
mismos y luego gestionando la validez de ese proceso.

c) Curiosidad. Mantienen vivo el interés enfocándose en responder preguntas y haciéndoles


seguimiento mediante acciones a esas respuestas.
d) Vulnerabilidad. Se permiten a sí mismos ser torpes durante un tiempo, comprendiendo
que el proceso de desarrollar las competencias necesarias toma tiempo.

Sin embargo, como ser humano, el adulto que ha tomado la iniciativa de involucrarse en un
proceso de aprendizaje también suele mostrar debilidades, entre las cuales figuran con
frecuencia: miedo al fracaso, inseguridad por ser mayor que el resto de sus compañeros,
temor a un nuevo entorno tecnológico, duda sobre sus propias capacidades de aprendizaje,
teme ser evaluado formal por inseguridad respecto a las expectativas que se tenga de él,
más que por el resultado de la evaluación propiamente dicha. (Ídem, 15)

Se comprende entonces que la motivación sea un tema especialmente considerado por la


andragogía. Capitillo asegura que la capacidad de aprendizaje de los adultos parece
depender más de este factor que de la edad de la persona (op. cit, 6). Por su parte, Castro
(2017: 8) recuerda que esta categoría hace referencia al “factor energético capital durante
todas las fases del proceso de aprendizaje”, y la desglosa en ocho elementos:

1.- continuación del desarrollo profesional;

2.- deseo de actualizarse a las nuevas concepciones de su profesión;

3.- interés por comprender los cambios inherentes a las disciplinas básicas de su campo;

4.- deseo de especializarse en un campo preciso;

5.- deseo de tener una opinión crítica sobre el trabajo que realiza;

6.- necesidad de conjugar teoría y práctica;

7.- interés por mejorar su capacidad de aprender para desempeñarse mejor, y

8.- verse obligado a responder a las exigencias de su organización profesional.


CONCLUSIONES

El adulto que se decide por un proceso de aprendizaje con apoyo institucional presenta
una serie de fortalezas y debilidades que le diferencian del niño, el adolescente o el
adulto joven sin experiencia profesional o mayores responsabilidades. Pensando en
sus necesidades particulares y buscando potenciarle en sus capacidades, la
andragogía como disciplina educativa le proporciona herramientas y brinda un
tratamiento diferencial en procura de lograr un círculo virtuoso que favorezca el
crecimiento del grupo en que se integra, sacando partido de su experiencia vital y
permitiéndole aprovechar las de quienes le acompañan en el proceso. A tal fin, la tarea
del andragogo es servir más de acompañante y facilitador que de director del mismo.

Madurez y motivación son dos factores cruciales para garantizar el éxito del adulto en
su tránsito al logro educativo. El primero apela a rasgos asociados a la autonomía y la
correcta adpatación a un medio imperfecto por humano, pero capaz de proporcionarle
los instrumentos necesarios para conducirse de manera provechosa. El segundo alude
a al deseo de vencer dificultades y disfrutar del trayecto, a sabiendas de que toda
ganancia implica alguna cuota de sacrificio.

En resumen, el aprendizaje orientado por principios andragógicos brinda al adulto una


vía hacia la autorrealización personal y profesional que puede enriquecer
significativamente su vida, reportándole beneficios no solo en el plano material sino
también en el espiritual.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Andersen, E. (2017). Aprender a aprender. Material instruccional. Caracas,


Universidad Nacional Abierta.
Capitillo, J. (2017). El adulto y sus características en situación de aprendizaje.
Material de apoyo con fines instruccionales. Material instruccional. Caracas,
Universidad Nacional Abierta.
Castillo Silva, F. (2018). Andragogía, andragogos y sus aportaciones. Revista Voces
de la Educación, volumen 3, N.º 6, pp. 64-76.
Castro, P. (2017). El adulto y su aprendizaje. Material instruccional. Caracas,
Universidad Nacional Abierta.
Rodríguez, C. (2016). Andragogía en Venezuela: un proceso histórico en la
educación y formación de adultos. Revista Ciencias de la Educación. Enero – Junio,
Vol. 26. N.º 47.

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