El Adulto en Situación de Aprendizaje
El Adulto en Situación de Aprendizaje
El Adulto en Situación de Aprendizaje
PARTICIPANTE:
ENRIQUE ORTIZ
Sin embargo, esta vorágine que aún parece extraída de la ciencia ficción, no solo
dibuja un escenario catastrófico. Si bien se ciernen amenazas ciertas como, un
incremento brusco de la productividad del trabajo que convierte en sobrantes a
numerosos oficios y quienes los practican, también lo es que nunca antes se había
contado con tantas herramientas para satisfacer una de las necesidades más
acuciantes del espíritu humano: la de aprender.
Pero este contexto casi apocalíptico también abre una nueva ventana de oportunidades
para quienes depositen su voluntad en el afán de formarse. Así, la utopía de la
educación lo largo de toda la vida cobra un impulso y un significado inusitados como
realidad al alcance de las masas.
Compendiando a varios especialistas, Capitillo (2017: 14) caracteriza a este aduLto como
alguien que, entre otras cualidades: posee un alto grado de motivación hacia el programa
formativo que ha asumido; dispone de sofisticados recursos de aprendizaje basados en su
experiencia; es competente en la planificación del tiempo y la autogestión; muestra elevado
interés por el trabajo entre iguales; responde adecuadamente a proyectos integradores que
se orienten a sus intereses; necesita que el aprendizaje le resulte significativo; posee
opiniones, valores y criterios construidos durante su experiencia vital; aprende mejor en
ambientes democráticos, participativos y de colaboración; necesita ver la aplicación práctica
de los conocimientos teóricos; y le gusta desarrollar la autonomía en el aprendizaje.
Entre tanto, Andersen (2017) ha identificado cuatro rasgos que se muestran con intensidad
en los adultos que emergen exitosos de los procesos de aprendizaje:
b) Conocimiento propio. Ceptan que su autopercepción puede ser imperfecta, por lo que se
esfuerzan por lograr la objetividad, prestando atención a la manera de reflexionar sobre sí
mismos y luego gestionando la validez de ese proceso.
Sin embargo, como ser humano, el adulto que ha tomado la iniciativa de involucrarse en un
proceso de aprendizaje también suele mostrar debilidades, entre las cuales figuran con
frecuencia: miedo al fracaso, inseguridad por ser mayor que el resto de sus compañeros,
temor a un nuevo entorno tecnológico, duda sobre sus propias capacidades de aprendizaje,
teme ser evaluado formal por inseguridad respecto a las expectativas que se tenga de él,
más que por el resultado de la evaluación propiamente dicha. (Ídem, 15)
3.- interés por comprender los cambios inherentes a las disciplinas básicas de su campo;
5.- deseo de tener una opinión crítica sobre el trabajo que realiza;
El adulto que se decide por un proceso de aprendizaje con apoyo institucional presenta
una serie de fortalezas y debilidades que le diferencian del niño, el adolescente o el
adulto joven sin experiencia profesional o mayores responsabilidades. Pensando en
sus necesidades particulares y buscando potenciarle en sus capacidades, la
andragogía como disciplina educativa le proporciona herramientas y brinda un
tratamiento diferencial en procura de lograr un círculo virtuoso que favorezca el
crecimiento del grupo en que se integra, sacando partido de su experiencia vital y
permitiéndole aprovechar las de quienes le acompañan en el proceso. A tal fin, la tarea
del andragogo es servir más de acompañante y facilitador que de director del mismo.
Madurez y motivación son dos factores cruciales para garantizar el éxito del adulto en
su tránsito al logro educativo. El primero apela a rasgos asociados a la autonomía y la
correcta adpatación a un medio imperfecto por humano, pero capaz de proporcionarle
los instrumentos necesarios para conducirse de manera provechosa. El segundo alude
a al deseo de vencer dificultades y disfrutar del trayecto, a sabiendas de que toda
ganancia implica alguna cuota de sacrificio.