El Tiempo Escatológico

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EL TIEMPO ESCATOLÓGICO

“ὅ τι πεπλή ρωται ὁ καιρὸ ς (Se ha cumplido el tiempo).


καὶ ἤ γγικεν ἡ βασιλεία τοῦ θεοῦ · (Y está cerca el reino de Dios).
μετανοεῖτε καὶ πιστεύ ετε ἐν τῷ εὐ αγγελίῳ ”. (Conviértanse y crean al evangelio”).
(Mc 1,15; cf. Mt 4,17; Lc 4,14s).

REINO O REINADO DE DIOS: TENSIÓN ENTRE PRESENTE Y FUTURO

La proximidad del reino de Dios se ha hecho posible mediante la consumació n


del tiempo. La comprensió n de la primera parte de la frase: “ὅ τι πεπλή ρωται ὁ καιρὸ ς
(Se ha cumplido el tiempo), depende de la atenció n que prestemos a la diferencia
existente entre kronos (espacio de tiempo, duració n de tiempo) y el kayros (el tiempo
designado, el momento oportuno). Por eso no se puede interpretar segú n Gal 4,4
«Cuando llego la plenitud del kronos». Existe un kayros de los higos (Mc 11,13), de la
cosecha (12,2). La expresió n del kayros cumplido coincide plenamente con el lenguaje
profético-apocalíptico. Detrá s de ella se esconde el saber que Dios fija los tiempos (cf.
Dan 7,22; Ez 7,12: 9,1; Lam 4,18; Ap 1,3; 1 Pe 1,11).
Existió una gran polémica acerca de có mo debería entenderse la «proximidad»,
si como algo inmediatamente inminente, como proximidad inmediata o como algo ya
presente. Y de ordinario se ha intentado determinar la relació n de Jesú s mismo con la
esperanza de la cercanía. Pero la discusió n continú a respecto de la interpretació n de
Marcos. Este hecho es la consecuencia de diferentes interpretaciones de basileia. Así,
segú n Marxsen, ἤ γγικεν apunta a un «acontecimiento pró ximo, pero todavía no
sucedido» y no sería difícil caer en la cuenta de lo que piensa el evangelista la parusía.
Haenchen, por el contrario, opina que esta interpretació n es insostenible y piensa que,
de acuerdo con el tiempo cumplido, el reinado de Dios no só lo está cercano, sino que
está realmente aquí. El reinado de Dios no se presenta como suceso có smico con
legiones de á ngeles que se lanzan sobre el mundo, trompetas celestiales y tumbas
abiertas, sino como comienzo encubierto que no todo ojo percibió , sino ú nicamente la
fe.
Una vez que ha llegado el momento temporal fijado, no existe má s que la
posibilidad de entender la proximidad en el sentido de que el reinado de Dios ha
llegado y comienza a imponerse desde ahora. El reinado está presente y se enmarca
en los tiempos finales. Con esta interpretació n Marcos empalma con una proclamació n
del reinado que se encuentra ya en la fuente de los dichos y que, en esta unió n tensa
de presente y de futuro, pudo tener su origen en Jesú s. Porque es reinado presente,
puede hablarse de su mysterium (4,11). Este incluye al Hijo de Dios que, con Jesú s,
actú a en medio de los hombres y apunta al componente cristoló gico del reinado.
También las llamadas pará bolas de crecimiento del capítulo 4 fueron
entendidas por Marcos sobre el trasfondo de la tensió n de presente y futuro, sin haber
equiparado por ello el reinado de Dios con la Iglesia. La basileia no encontrará su
plena realizació n hasta el final y se convertirá entonces, también para Marcos, en un
acontecimiento có smico. Se amplía en el reino de Dios que todo lo incluye, en el que
entra el hombre para conseguir vida eterna.
El reinado de Dios que irrumpe actualmente y empuja hacia el reino de Dios
que se consuma pide una decisió n. Comprende conversió n y fe. La conversió n
permanece indeterminada de manera peculiar en el evangelio má s antiguo. Frente al
βά πτισμα μετανοίας (Mc 1,14) de Juan Bautista, Jesú s llama a la conversió n a la vista
del reinado de Dios que se aproxima. Los doce continú an este llamamiento (6,12). Só lo
en estos dos lugares encontramos la palabra. Y hay que notar que se emplea el verbo
má s concreto (cf. el aná logo ἐπιστρέφομαι en 4,2). La palabra acuñ ada corresponde a
la tradició n profética. Mientras que μετανοεῖν, en el sentido profano, no va má s allá
del sentido banal de «cambiar de opinió n» y describe una postura que, al menos en
parte, fue considerada como no digna de ser imitada; el término tiene que ser
entendido aquí desde su tradició n bíblica. Por eso, traducirlo por «cambiar de manera
de pensar» sería una traducció n incompleta a pesar de que se habría respetado su
procedencia correspondiente. Y resultaría excesivamente helenística. Se está
pensando en el giro de la vida que quiere cambiar de forma radical la direcció n de la
vida y que incluye, naturalmente, el á mbito del pensamiento. Se trata de un cambio
con repercusiones en la vida prá ctica. Meta del cambio de camino, que hasta entonces
era equivocado, es Dios porque el reinado de Dios abarca aquí todos los á mbitos de la
vida humana, de la individual, de la privada y de la pú blica, de la ética, así como de la
política. La exigencia insuperable es la fe.
No existe motivo alguno para distanciarnos de la interpretació n «creed en el
evangelio» y sustituirla por «a causa del evangelio». Esta interpretació n de algunos
autores protestantes provendría de Pablo. Frente a esa interpretació n, habría que
decir que tampoco en Marcos decrece la relació n personal que el creyente entabla con
Jesú s en la fe, pues éste es el mensajero de alegrías. Creer adquiere aquí con mayor
fuerza el matiz de la confianza. Con la fe justifica el hombre el evangelio y testifica
como verdadera la exigencia presentada en él. La fe pertenece esencialmente al
evangelio «segú n Marcos» porque este proceso de la justificació n del evangelio en
aceptació n y rechazo ha marcado de forma decisiva la concepció n de la totalidad de la
obra de Marcos hasta el final.
El concepto de basileia se demostró como uno de los má s fructíferos para la
totalidad de la teología posterior. El desarrollo de la teología de la basileia estuvo
marcado desde el comienzo, como se ve ya en Marcos, por la pregunta acerca de la
relació n respectiva entre reinado de Dios y reino de Dios, basileia presente y futura. El
problema se agudiza con el retraso del final y con el tiempo que se prolonga. La
revelació n de Cristo experimentada como plenitud del tiempo se corre al centro del
tiempo que determina y reglamenta los tiempos siguientes.
El reinado de Dios entendido como presente será relacionado con la Iglesia y se
llevará esto a cabo de una manera que desplazará con fuerza creciente al reino de Dios
escatoló gico del final de los tiempos a un segundo plano. Podría recorrerse el camino
desde la segunda carta de Clemente y del Pastor de Hermas, donde se profundiza la
aproximació n de basileia y ecclesia, pasando por la doctrina de las duae civitates de
Agustín, por la doctrina de los dos reinos de Lutero hasta los manuales sistemá ticos de
nuestros días. En este orden de cosas habría que examinar si el reproche de la
desescatologizació n del concepto escatoló gico es objetivo y en qué medida está
Justificado.
La βασιλεία τοῦ θεοῦ se convierte en un término de la eclesiología. El
redescubrimiento de la cualidad escatoló gica de la basileia, redescubrimiento llevado
a cabo por J. Weiss a finales del siglo XIX, se asemejó a una revolució n. J. Kaftan
formulaba en clase y su oyente R. Bultmann lo consignó : «Si el reino de Dios es una
magnitud escatoló gica, es un concepto inutilizable para la dogmá tica». En las
dogmá ticas cató licas desaparece considerablemente el concepto o se le identifica con
la Iglesia. M. J. Scheeben trata con detalle del reino de Cristo, pero habla menos del
reino de Dios. K. Barth dice a modo de consuelo: «La frase, discutida frecuentemente
con demasiada rapidez y falta de cuidado en la teología protestante, no tiene por qué
ser suprimida: el reino de Dios es la comunidad». E inmediatamente a continuació n se
precisa: «La comunidad no es el reino de Dios. Pero el reino de Dios es -en su forma de
existencia terrena, histó rica, proclamado y creído por pecadores entre pecadores, en
cuanto que personas no santas pueden ser santos de Dios en el reconocimiento de su
irrupció n -la comunidad».
P. Tillich ha aportado elementos esenciales a una moderna teología de la
basileia. Es fundamental la relació n de tensió n entre presente y futuro, entre la
basileia que se actualiza y la que esperamos. Si se unilateraliza la primera dimensió n
nos veremos envueltos en las inseguridades de una interpretació n utó pica de la
historia que convierte lo transitorio en definitivo. Si desconectamos el primer
elemento, caemos en una consideració n «transcendentalista» de la historia que
convierte el reino de Dios en una magnitud está tica. Entonces se espera todo del
futuro, se juzga de manera pesimista el mundo y permanece como intocable (como en
la apocalíptica). La basileia, por el contrario, es capaz de expresar elementos
inmanentes y transcendentes y se convierte de esa manera «en un símbolo
sumamente crítico del absolutismo político y eclesiá stico». La Iglesia o las Iglesias
como representantes del reino de Dios que revelan y descubren a éste, tienen la
misió n de mantener viva la conciencia simultá nea de la presencia del reino de Dios y
de su espera.

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