Olivia Myers - El Oso Que Salvo La Navidad

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El Oso que Salvó la Navidad

De: Olivia Myers

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El Oso que Salvó la Navidad

Krista Voss miraba hacia el rancho de su familia desde el pórtico de entrada. Las luces ya

estaban colocadas y la corona estaba centrada en la puerta principal. El problema es que esto no era

lo mismo sin sus padres.

Apenas terminaba de llenar el establo con regalos envueltos y con decoraciones navideñas. No

estaba segura si su hermano adoptivo se quedaría para las festividades o no, pero ella deseaba que lo

hiciera. Con el reciente fallecimiento de sus padres adoptivos y con su padre biológico sin mostrar

ningún interés por verla, necesitaba tener con ella un rostro familiar, alguien que comprendiera lo que

significaba este rancho para ella y a quien le importara tanto como para sonreír cada vez que la

viera. Estaba triste y solitaria, y sentía un dolor en su interior al haber perdido a los únicos padres

que había conocido.

Había conocido todos sus secretos mientras crecía. Al poder transformarse en osos, tenían

razones para ser extremadamente privados y muy selectivos en cuanto a quién dejaban entrar en la

familia.

Estaba ansiosa por la llegada de Leo. Podría utilizar su ayuda con la donación de juguetes que

organizaba cada año. El establo estaba lleno de juguetes, y se quedarían allí hasta nochebuena
cuando los llevaría al pueblo probablemente con la ayuda de Leo.

En cuanto a las decoraciones, lo único que faltaba era el adorno superior del árbol. Lo estaba

guardando para Leo. Esperaba que él lo pusiera en la cima del árbol como lo había hecho cuando

eran niños. Estaba necesitada de buenas memorias. El perder a sus padres y ser rechazada por su

familia biológica habían quebrado su espíritu. Ya se sentía suficientemente juzgada al ser una de las

pocas mujeres negras en el pequeño pueblo rural de Texas. Algunos pensaron que el que la adoptara

una familia de piel blanca cambiaría el modo en el que las personas la trataban. Los que eran

conocidos de la familia la trataban muy bien, pero era obvio que era diferente cada vez que iba al

pueblo. Y peor aún, Cory Boyd estaba en el pueblo, y este se la pasaba diciendo que Krista y su

familia adoptiva eran una abominación. “Blancos y negros viviendo en la misma casa es un pecado,”

decía él, lo suficientemente fuerte para que ella lo escuchara. Esto solía avergonzarla, pero ahora

solo se sentía triste al ver que un hombre tan racista tenía el apoyo de al menos un pequeño grupo del

pueblo.

Había ocasiones en las que pensaba si debería simplemente vender su mitad del rancho e irse

a una ciudad más grande en la que no fuera parte de una minoría que llamara la atención en todas

partes, un lugar en el que no tuviera que soportar a un Cory Boyd. Su piel color chocolate era un gran

contraste con las personas de cabello rubio y ojos azules que predominaban en el pequeño pueblo.
Un pequeño Porsche azul se estacionó en la casa principal. El corazón de Krista se aceleró en

anticipación al ver que era su hermano Leo. Este sacó dos maletas y un estuche de computadora del

asiento del pasajero, y ella se preguntó cómo es que había metido todo en un carro tan pequeño.

Krista estaba acostumbrada a manejar los grandes pickups del rancho. Un pequeño carro como el de

Leo la hizo reírse en su interior. Seguramente se arruinaría en estos caminos rurales.

“Hola Leo, espero hayas tenido un buen viaje” dijo ella mientras le ayudaba a cargar una de

las maletas.

“Sí, estuvo bien,” dijo él volteando a verla.

Ella era alta midiendo casi 1.78 m., pero Leo se elevaba sobre ella midiendo casi 2 metros.

Tenía ojos color azul oscuro que parecían mirarla con intensidad. Su cabello castaño claro tenía

algunos rasgos rubios y parecía ser muy suave. Se dio cuenta de que los años lo habían convertido en

un hombre muy atractivo, y él movió algo dentro de ella que la hizo tener que dar un paso hacia atrás

para recuperar el aliento. No debería sentir ninguna atracción hacia su hermano adoptivo, incluso si

no había un parentesco sanguíneo. No era algo socialmente aceptable. Tratando de deshacerse de la

atracción que sintió por él en ese momento de debilidad, lo ayudó a cargar las maletas hacia su

antigua habitación.
“¿Realizarás tu donativo de juguetes este año otra vez?” preguntó él. Había algo en sus ojos,

en la forma en que la miraba.

No, debía estárselo imaginando. “Sí. Estaba esperando que pudieras acompañarme al pueblo.”

“Claro. Es muy dulce de tu parte el hacer todo eso.”

“Solo quiero ayudar a otros niños de la forma en que tú y tus padres me ayudaron a mí.” Ella

trató de controlar su voz, aunque él la miró profundamente, probablemente detectando señales sutiles.

Los sentidos de cambiador habían hecho que él y sus padres pudieran leer sus sentimientos, pero ella

ya estaba acostumbrada.

Al ponerse junto a él para tomar las maletas y colocarlas sobre la cama, ella se sorprendió al

ver que él ponía un brazo sobre ella dándole un medio abrazo y un beso de saludo en la sien. Fue lo

suficientemente inocente, pero esto agitó sus pasiones e hizo que su rostro se sintiera caliente. Se

alegró de que su piel fuera oscura y de que él no pudiera distinguir su enrojecimiento. Lo último que

necesitaba era hacer que su hermano se sintiera incómodo con ella.

¿Qué le estaba pasando? Krista se alejó rápidamente de él incluso olvidando pedirle que

pusiera el adorno en el árbol de navidad. Necesitaba dejar algo de espacio entre ellos para que su

cerebro se reajustara.
***

Leo se quedó en su habitación el resto de la noche. El ver lo mucho que Krista había crecido

lo había sorprendido. Era alta y esbelta como bailarina, y de apariencia ágil y femenina. Se movía

con tal gracia que hacía que deseara tocarla de formas en las que no era apropiado pensar para un

hermano. Al recostarse sobre su cama de la infancia empezó a extrañar mucho a sus padres. Su

instinto natural era salir al rancho y transformarse en lobo y arañar árboles y rodar en la tierra para

lamentar su pérdida. Era un instinto animal, y sentía la pérdida de su familia desde su corazón hasta

su estómago.

Krista no podía transformarse pero conocía su secreto, lo que lo hacía más fácil que quedarse

con su novia en su hogar en California. Estaban pasando por una separación en su relación, y sabía

que cuando pasaran los días de fiesta iba a romper con Melody. Si sentía una atracción por su

hermana adoptiva, entonces Melody no era la chica para él y no era justo seguir arrastrándolo. Estaba

listo para establecerse e iniciar una familia, especialmente al perder lo último que le quedaba. Había

estado considerando dejar su compañía y volver al rancho de su familia. Necesitaba pensar sobre

ello. Krista había mencionado el comprarle su parte si no estaba interesado en ayudar con el rancho,

y él había venido en parte también para tomar una decisión.


El ver a Krista había hecho que sus sentimientos se avivaran—sentimientos que no sabía que

tenía—principalmente por ella, pero también por el rancho. Le había dado vueltas a la idea de

convertirse en ranchero y establecer una familia ahora que había conseguido todo su dinero y podía

retirarse prematuramente.

El problema era que si se quedaba y su atracción por Krista crecía, ¿entonces qué pasaría?

¿Sería justo para cualquiera de los dos el que su hermana adoptiva fuera objeto de sus deseos, una

mujer a la que deseaba pero no debería desear?

Con la cabeza confundida, trató de pensar en cómo manejar la situación. Él no había vivido

por mucho tiempo con ella, así que no había desarrollado esos sentimientos de hermano a pesar de

tener una unión familiar legal. Decidiendo buscar algo de alimento, bajó las escaleras hacia la cocina

y casi chocó con ella. Ella traía pantuflas de conejo y una acogedora bata blanca. Sostenía una caja

de helado en una mano y una cuchara en la otra. Ella lo miró con aire de culpabilidad.

“Hola,” dijo él viéndola lamer la cuchara con su lengua. Tuvo que alejar la mirada

rápidamente. Fue una acción muy sensual, y deseo empujarla contra la alacena y hacer que lo lamiera

a él de esa manera.

“Hola, Leo. ¿Te gustaría poner la decoración de arriba en el árbol?” dijo ella poniendo el
helado en la mesa. “Te aseguro que no suelo comer de todas las cajas, solo de esta. Tenemos otras.”

“No me molesta,” dijo Leo riendo. Ella se miraba tan joven e inocente, pero había una

preocupación en su rostro que lo hacía desear consolarla. Sus padres también habían significado

mucho para ella, y de algunas maneras más ya que ella había sido escogida por ellos y no solamente

recibida por la lotería genética del nacimiento. “¿Cómo la estás pasando?”

“Supongo que bien. Los extraño mucho. Me alegra que estés aquí.” Ella se acercó y le dio un

abrazo, sorprendiéndolo. Él puso sus brazos alrededor de ella y la apretó también. Cuando ella

volteó hacia arriba, él le limpió un poco de helado de vainilla que tenía en su labio superior con su

pulgar.

Antes de poder detenerse, Leo bajó su boca y la besó. No estaba seguro de quién estaba más

impactado; él o Krista. Lo que lo sorprendió fue el hecho de que ella empezara a besarlo también.

Sus brazos se pusieron sobre su cuello acercándolo todavía más. Él se dejó atrapar por su tibio

envolvimiento. Sus lenguas se entrelazaron mientras el beso se volvía más profundo. Cuando él

finalmente se hizo para atrás para mirarla, no estaba seguro si debía disculpase o besarla de nuevo

mientras seguía receptiva.

“¿Leo?” dijo Krista.


Encogiéndose, Leo esperó que ella le gritara por cruzar un límite que nunca debió ser cruzado.

“¿Sí, Krista?” Esperó la reprimenda que tenía bien merecida.

“Me gustó. Si quieres hacerlo de nuevo, te prometo que no diré que no.” Krista acarició

gentilmente el bello de su pequeña barba. “También me sentí atraída hacia ti desde el momento en el

que cruzaste la puerta de entrada esta noche. Me alegro de que sea algo mutuo porque seguramente

hubiera perdido la cabeza al estar tan cerca de ti sin poder tocarte.”

Leo la miró por un momento y entonces bajó la cabeza. Tendrían que hablar sobre el resto de

los asuntos familiares y el rancho, pero por ahora, esta noche, no eran hermano y hermana.

Simplemente eran un hombre y una mujer que se habían reencontrado tras la pérdida de su familia y

que necesitaban el consuelo de alguien en quien confiaran y apreciaran.

Haciéndola hacia atrás hasta que se topó con la barra de la cocina, él abrió un poco la bata y

puso su mano dentro para tocarla. Al ver que no tenía una camiseta puesta, cerró los ojos y gimió

suavemente. Acariciaba su piel caliente con los dedos mientras bajaba la mano hasta que encontró

uno de sus grandes y firmes pechos. Ella tenía curvas en todos los lugares correctos, y esto hizo que

se pusiera caliente y duro. Ella nunca había estado obsesionada por la ropa o el maquillaje o por ser

tan delgada como una supermodelo. Krista mostraba un cuerpo saludable y activo.
Sus suaves gemidos lo hacían estremecerse, y él se colocó entre sus piernas para que ella

sintiera lo excitado que estaba en sus muslos.

Leo se hizo hacia atrás lo suficiente como para poder mirarla; quería darle una oportunidad

para que cambiara de opinión. Si continuaban con esto, no habría forma de regresar. Cuando ella lo

miró con sus grandes ojos, él olvidó todas sus buenas intenciones y cubrió su boca con la suya, esta

vez sin ninguna piedad. Él devoró su boca mientras sus manos pasaban por su cuerpo, tocándola de

manera íntima hasta que ella estaba gimiendo y pegándose a él.

“Leo,” susurró ella. Ella hizo su cabeza para atrás para mirarlo y darle una suave sonrisa. Le

quitó la camisa y después bajó sus manos para quitarle el cinturón y el pantalón. Leo no la detuvo,

pero sí la levantó y la sentó en la barra para que su pelvis estuviera a la misma altura que la de él.

Krista le sacó el miembro de sus pantalones y lo acarició con sus dedos. Ella lo miraba a los

ojos mientras lo tocaba y esto lo volvió loco.

Después de toda la tristeza y la pérdida, el ver algo tan simple, primitivo y excitante lo ayudó

a bloquear todo el dolor de perder a sus padres y lo hizo desear perderse en sus brazos. Empujándola

más hacia él sobre la barra, él bajó sus manos para tocar la humedad entre sus piernas. Ella hizo la

cabeza hacia atrás entrecerrando los ojos en pasión. Él la tocó con suavidad haciéndola tener un
frenesí de emoción y entonces le introdujo dos dedos, abriéndola un poco y preparándola para él.

Leo presionó su miembro contra la pierna de ella y sintió las caricias de su piel. Sabía que si

continuaba con esto no habría vuelta atrás y no podría verla como familia de nuevo. Ella sería su

amante, una mujer por la que sentía atracción física, una mujer a la que deseaba seducir; una mujer

que sería suya. Al darse cuenta de dónde estaban sus pensamientos, supo que deberían hablar de esto

después. Esto no era algo de una sola vez para él; no arriesgaría a su familia por una aventura de una

noche.

“Krista, antes de que continuemos, solo quiero que sepas que si hacemos esto entonces no

habrá vuelta atrás.”

“Sé lo que estamos haciendo, Leo. Ambos somos adultos.” Ella le puso una mano en su

hombría y apretó suavemente. “Te necesito. Por favor, dejemos de hablar.”

Leo respiró profundamente y la besó con fuerza al aceptar sus sentimientos sobre el asunto;

eran iguales a los suyos. Esperaba que después no se arrepintieran de hacer esto, pero ahora, en el

calor del momento, la deseaba. La levantó en sus brazos y la llevó hasta la estancia. Ella se aferró a

él con los brazos sobre el cuello y las piernas alrededor de su cintura para que no la dejara caer. Él

tomó una manta del sofá y la puso en el suelo antes de acostarla en ella junto al árbol de navidad.
Al mirarla, sonrió. Las luces del árbol iluminaban su piel de tal manera que él seguía las

sombras con sus dedos mientras se recostaba junto a ella.

Puso de nuevo sus labios sobre los de ella y abrió su bata todavía más. Dejó que sus manos

pasaran de arriba hacia abajo por todo su cuerpo, tomando uno de los pechos y después el otro. Le

puso las manos entre las piernas y la acarició hasta que le mojó por completo los dedos. Jugó con su

clítoris hasta que estuvo hinchado y ella empujaba su cadera contra su mano.

Poniéndose de rodillas entre sus piernas, él empujó sus piernas para que se abrieran más.

Mirándola directamente a los ojos, él entró en ella con un duro empujón. Él la miró arquear su

espalda y vio que sus manos se aferraban a la manta debajo de ella mientras se estremecía contra él.

Él puso sus piernas sobre sus hombros y utilizó una mano para tomarla de la cadera y empezar a

moverse dentro de ella.

Con la otra mano continuó acariciando y jugando con su hinchada humedad hasta hacerla casi

gritar por el clímax que pasó dentro de ella. Esto hizo que le apretara los hombros con las piernas,

que los músculos de su estómago se estremecieran, y que sus muros interiores apretaran su miembro

tan fuerte que estuvieron a punto de sacarlo. Empujándose más profundo en ella, se dejó caer encima

de ella. Le empujó las piernas hacia su pecho y empezó a empujar rápido y duro ahora que ella había
llegado a su punto máximo. Ella estaba resbaladiza y caliente alrededor de él de una manera que lo

hacía arder por ella. Tomándola más rápidamente, él pronto llegó hacia su propio clímax. Introdujo

se lengua en la boca de ella mientras se dejaba llenarla en lo más profundo. Él se estremeció contra

su cuerpo mientras su miembro seguía palpitando y ella lo apretaba en toda su largura.

Leo colapsó encima de ella poniendo su frente contra la de ella por varios minutos mientras

trataba de recuperar el aliento. Nunca antes en su vida había sentido algo tan placentero como esto, y

se sintió culpable después. Era casi como si se hubiera aprovechado de ella al saber que sus

emociones estaban afectadas. Preocupado, la ayudó a levantarse y a ponerse de nuevo la bata.

“¿Quieres tomar una ducha?” le preguntó él de una forma que parecía no ser una pregunta.

“Eh, bueno.” Ella lo miró con incertidumbre, como si tratara de evaluar su estado de ánimo, y

él se obligó a sonreír.

Él limpió la evidencia de lo que habían hecho y puso la manta en la lavadora.

Oh, demonios. No habían tenido cuidado ni habían usado protección. No se iría hasta saber si

había habido consecuencias por lo que habían hecho. Frotándose el rostro con las manos, sabía que

debían haber sido más cuidadosos, pero no había venido aquí preparado para seducir a Krista. ¿O no

había sido él el seductor? Ni siquiera estaba seguro de cómo había pasado, solo de que había
pasado… y sabía que no se sentía tan mal como debería estarse sintiendo.

Saliendo de la casa, dejó su ropa en el pórtico y cambió a su forma de oso para ir a correr y

despejar su mente. Necesitaba tiempo para pensar y enderezar sus propias emociones retorcidas.

Esperaba no haber cometido uno de los más grandes errores de su vida.

***

Krista tomó una ducha y se preparó para ir a dormir. Se dio cuenta de que Leo había salido.

No estaba segura de cómo, pero podía sentir la falta de su presencia en la casa. Se asomó por la

ventana y suspiró aliviada al ver que su auto seguía allí. Así que no estaba escapando de ella.

Probablemente se había transformado para tener algo de tiempo solo.

Los osos podían ser criaturas solitarias. Sabía esto al haber crecido entre ellos. Krista había

aprendido a darles el espacio que necesitaban. Leo no era diferente. Siempre había necesitado

tiempo para pensar antes de tomar grandes decisiones, o para tranquilizarse si estaba enojado.

Ella no tenía remordimientos sobre lo que ella y Leo habían hecho, pero la gran pregunta era:

¿los tenía él? Debatió entre si debía pretender que esto nunca había pasado o si deberían hablarlo.

Al bajar las escaleras, terminó de envolver los últimos dos regalos para ponerlos bajo el

árbol. Después fue a preparar algo de chocolate caliente y café por si Leo deseaba un poco al
regresar. Él la encontró en la cocina una hora después, lavando los platos a mano. En la casa había un

lavaplatos, pero para Krista el lavar los platos a mano era entumecedor. Le ayudaba a alejar la mente

de sus razones para estar triste.

“Hola,” dijo calladamente mientras entraba en la cocina y se sentaba en la mesa. Su cabello

estaba alborotado y tenía una expresión tranquila en el rostro.

“¿Quieres un poco de chocolate caliente o café?” Krista levantó una taza.

“Café está bien.” Leo le agradeció cuando puso una taza y la llenó enfrente de él. “Siéntate,

Krista. Necesitamos hablar.”

“¿Sobre qué?” Krista preguntó mientras apretaba el asa de la cafetera.

“Tú sabes sobre qué. Siéntate, por favor.”

Sentándose, Krista puso la cafetera en la mesa y lo miró. “No estás enojado, ¿o sí?”

“No, pero no podemos pretender que esto nunca pasó, lo que significa que debemos hablar

sobre ello.” Dejó salir un suspiro y la miró. “En realidad nunca te he llegado a ver como una

hermana. En lo que a mí respecta, tú eras la hija de la sirvienta, la chica que fue dejada con mis

padres porque tu padre no podía mantener a otro hijo. Mis padres te criaron y te amaron, pero yo

apenas si te recuerdo como a una niña. Sé que no es justo decir todo esto, pero es lo que pensé
cuando volví aquí y vi que habías crecido y te habías convertido en una hermosa mujer. Reaccioné

como un hombre, como un hombre en duelo por la pérdida de sus padres y su familia; un hombre que

sabía que tú podrías entender esos sentimientos… y lo que yo siento por ti nunca ha sido fraternal.”

“Puedo decir honestamente que aunque parte de eso realmente puede lastimar mis sentimientos

si me pongo a pensarlo detenidamente, me puedo identificar un poco con eso. Nunca te he visto como

a mi hermano. Siempre me has gustado y parecido atractivo. El que hayas venido aquí de esta manera

me hizo desear que… no lo sé.” Krista se encogió de hombros. “Me gustó lo que hicimos. No me

arrepiento. Sé que en un pequeño pueblo como este seremos juzgados si en algún punto hacemos

pública nuestra relación.”

“Yo no podría estar en una relación seria con alguien sin poder hablar abiertamente sobre

ella.” Dijo Leo firmemente. “Lo que me lleva a mi siguiente punto. Yo estaba, y sigo estando, en una

relación con una mujer de vuelta en mi hogar. Rompemos y nos reconciliamos todo el tiempo. Ahora

estamos técnicamente separados, pero le debo un rompimiento cara a cara. También necesito tomar

decisiones acerca de mi compañía. He considerado venderla para retirarme y poder cuidar el rancho.

Estaría feliz de comprar tu parte si no quieres seguir aquí.”

“¿Estás tratando de deshacerte de mí?” preguntó Krista, sorprendida. No estaba segura si se


sentía halagada por la oferta u ofendida.

“No. Sé que el vivir aquí en ocasiones ha sido difícil con idiotas como Cory Boyd en el

pueblo. Iba a ofrecerte iniciar una vida en cualquier otra parte que desearas.” Leo puso una mano

sobre la de ella y examinó su rostro tratando de encontrar las respuestas correctas. “Me importas

mucho, Krista. Lo que hicimos aquí, no sé si fue un error o algo destinado a pasar entre nosotros.

Pero no fuimos cuidadosos y pudiera haber consecuencias; consecuencias de por vida.”

“¿Hablas de un embarazo?” le preguntó Krista inclinando la cabeza con firmeza. Su firmeza en

ocasiones la metía en problemas, pero era adecuada en ocasiones como esta.

“Sí. Necesito saber si hay un embarazo y lo que tú deseas hacer sobre eso. No creo que el

repetir lo que hicimos sin tomar precauciones sea una buena idea. Ya jugamos con fuego una vez.”

“Estoy consciente de cómo se hacen los bebés,” le informó Krista con un tono mordaz.

“Trabajo en un rancho y aquí criamos a muchos animales.”

“No quise insinuar que no lo sabías,” dijo Leo dejando salir una risa aguda que no pareció

muy real. “Tan solo digo… bueno… tú sabes. Entre nosotros. Bien, estoy destrozando esta

conversación. Tan solo digo que entre nosotros, si tenemos una relación seria, yo siempre he deseado

hijos. Pero no de esta manera ni justo ahora. Necesito solucionar lo del negocio, en dónde me voy a
quedar, y qué haré con el rancho. Necesito escoger una mujer con la cuál establecerme. Tan solo

quiero que tú tampoco te sientas atrapada.”

“¿Ya terminaste?” Krista le preguntó. El deseo de quitar su mano de la de él era abrumante,

pero se obligó a dejarla en donde estaba.

“¿Estás enojada?” preguntó Leo pareciendo sorprendido.

“Enojada puede que no sea la palabra correcta. Pero no apreció que rebajes la experiencia que

acabamos de tener juntos o que estés en pánico. Estoy tomando anticonceptivos, así que puedes

relajarte. ¿De verdad crees que soy tan irresponsable como para acostarme contigo sin tomar

precauciones?” Krista se ofendió con la idea de que él.

“No se trata de eso, Krista. Es solo que, en el calor del momento, derretiste mi cerebro. Asumí

que el momento te había atrapado a ti también y que tampoco se te había ocurrido. Tampoco asumí

que estabas tan sexualmente activa y que ya estabas tomando algo para prevenirlo.”

“No es siempre para prevenir el embarazo. A veces también es para regular las hormonas.”

“Lo siento.” Leo le dio una mirada de disculpa. “Tal vez deberíamos iniciar de nuevo.”

“Tal vez deberíamos,” murmuró Krista. “He conocido tus secretos todas mi vida. ¿De verdad

crees que sería tan descuidada con algo tan simple como el sexo?”
“No, lo siento, en realidad no pensé en todo esto muy bien. Mi problema en realidad no es la

idea de un posible embarazo por lo que hicimos, sino el que quiero hacerlo contigo de nuevo. Pronto;

incluso ahora, a pesar de que esta ha sido la conversación más incómoda y embarazosa que he tenido

en mi vida. Sigo pensando en ti con las piernas abiertas y desnuda sobre la barra de la cocina y todo

lo que quiero hacer es hundirme dentro de ti de nuevo.” Leo se acarició la barbilla y entonces se

puso de pie poniendo su taza en el lavabo de manera abrupta.

Krista lo observó. Ella también quería hacerlo de nuevo.

Leo continuó, “Es solo que no puedo comprender totalmente lo que está pasando entre

nosotros. Los cambiadores se aparean de por vida, Krista. No podemos controlar nuestros impulsos

al estar con nuestras parejas, y al verte pierdo todo sentido de razón. Esto no debería ser correcto,

pero el único impulso que tengo es el de poseerte y nunca perderte de vista de nuevo. Esto es muy

difícil para mí y no estoy controlando mis sentimientos muy bien.”

“Bueno, pues eso tiene más sentido que el que pierdas la cabeza por algo que no es un

problema. Pudiste solo preguntar.” Krista se levantó, caminó hacia él y le puso los brazos alrededor

de la cintura. “Mira, lo que sea que esté pasando entre nosotros es mutuo. Yo no soy una cambiadora.

Yo no tengo instintos animales o esos sentimientos de pareja de oso que tú dices tener. Pero sé que
siento algo, algo fuerte, algo que me hace querer pasar la navidad contigo y abrir los regalos bajo el

árbol. El pensar que puedes irte y regresar a California hace que se me parta el corazón en dos.”

Leo la miró profundamente. “¿Qué te parece si pasamos las siguientes dos semanas juntos y

vemos cómo nos va en navidad? Veamos si podemos sacarnos todo esto de nuestros sistemas. Si no,

haremos una reevaluación en año nuevo y hablaremos sobre qué hacer entonces.”

“Me parece bien.” Krista puso su cabeza sobre su pecho para escuchar su latido. A pesar de su

previa agitación con él, ahora el tenerlo cerca se sentía muy bien. Necesitaba esto y lo necesitaba a

él. Cualquiera que fuera la química entre ellos, era instintivo para los dos. No había manera de

luchar contra ellos, y Krista ya estaba cansada de luchar contra todo. Deseaba que la vida fuera

tranquila. Que tuviera sentido. Ya nada tenía sentido para ella.


***

“Krista, ¿hiciste qué?”

Krista silenció a Moira. Ella y su mejor amiga se habían encontrado en la cafetería McGee en

el pueblo. Moira tenía una pila de regalos envueltos para la colecta de juguetes de Krista, pero el

rancho estaba tan alejado que las dos habían acordado encontrarse en el pueblo y tomar café juntas

ya que estaban en ello. Ahora, Krista estaba pensando que debieron encontrarse en un lugar más

privado. McGee estaba lleno, y también le pareció ver al viejo Cory Boyd y a algunos de sus

horrorosos amigos unas mesas más adelante.

Aun así, Krista le había dicho todo a Moira acerca de su hermano adoptivo y su maravillosa

noche juntos.

“No es exactamente lo que parece. Él es mucho mayor que yo y en realidad nunca hemos

vivido juntos,” dijo ella. “Lo que sea que esté pasando entre nosotros no tiene nada que ver con la

forma en que fuimos criados. Me siento tan estúpida. Creo que me estoy enamorando de él; esta

química entre nosotros es más que solo sexo. No sé qué hacer.” Krista esperaba que su mejor amiga

la juzgara y le dijera que había perdido la cabeza.

“Pues, para empezar, esto enloquecerá a muchas personas, ¿pero desde cuándo te importa lo
que piensen las personas?” Moira cruzó los brazos y miró a su amiga. “No te mentiré, estoy un poco

impactada; pero casi puedo entenderlo.”

“¿Casi?” Krista le preguntó y levantó una ceja. “Ni siquiera tú lo entiendes, y me conoces de

toda la vida.”

“No se trata de eso. Solo estoy tratando de entender lo que ustedes dos están dispuestos a

pasar si lo que hay entre ustedes dos se convierte en más que una aventura navideña. ¿Estás segura de

que no es solo el estrés de todo lo que está pasando?” Moira suspiró y tomó un trago de su café.

“Querida, sabes que te aprecio, ¿verdad? Yo te apoyo, incluso si no siempre entiendo tus decisiones

o tu lógica. Mientras no sea algo ilegal, sabes que tienes mi respaldo.”

Krista bajó la voz temiendo que las personas pudieran escucharla a pesar de que había mucho

ruido. Podía jurar haber visto los ojos fríos y azules de Cory mirándola a ella. Ese hombre era muy

tenebroso. “Honestamente desearía que pudiéramos mudarnos de este lugar y empezar de nuevo.

Nadie lo sabría si no lo decimos. Pero aquí, todos sabrían la verdad.”

“¿Le has preguntado cuáles son sus metas en relación con todo esto?” preguntó Moira.

“Esperaremos a que pase la navidad y entonces veremos si queremos llevarlo más lejos. El

problema que tengo es que, mientras más tiempo paso con él, más me enamoro de él.”
“Pues él es un buen hombre, así que puedo entender la atracción…” dijo Moira, pero entonces

sacudió la cabeza. “Esto está completamente fuera de mi rango de experiencia. Creo que estarás sola

en esta; pero puedo escucharte, y sabes que aquí estoy para ti.”

“¿No te parece que somos raros?” le preguntó Krista. Sabía que Moira sería honesta con ella

incluso si era algo que no quería escuchar.

“Creo que ustedes dos se van a enfrentar a muchos desafíos. Muchas personas no lo aceptarán

con facilidad, especialmente personas como el viejo Boyd, o al menos no si se quedan aquí en el

rancho. Creo que si quieren estar juntos tendrán que empezar de nuevo como acabas de decir; ir a

alguna parte en la que nadie conozca tu historia.” Moira se encogió de hombros. “Si tu corazón te

está diciendo que esto es real, entonces creo que debes escucharlo. No voy a juzgar el que sus padres

te hayan criado. No es como si en realidad hubiera sido tu hermano.”

“Gracias por decirlo.”

“De nada. Así que, ¿qué vas a hacer?”

“Todavía no lo sé, pero no me agrada la idea de irme y dejarlo todo, incluyéndote a ti.” Krista

pensó en si podría iniciar de nuevo en alguna otra parte. ¿Sería el fin del mundo el que vendiera sus

acciones? ¿Consideraría Leo hacer lo mismo o se quedaría en el rancho familiar?


“Creo que tienes suficiente sobre qué pensar, y tienes que tratar de disfrutar los días festivos y

concentrarte en la colecta de juguetes. No tienes que tomar ninguna decisión irracional o rápida sin

antes darte tiempo de pasar el duelo y sanar,” le dijo Moira. “Pero si crees que es real lo que hay

entre tú y Leo, ambos tendrán que decidir qué harán con ese rancho.”

“Lo sé. Odiaría verlo derrumbarse.”

Moira pausó mientras torcía una hebra de su cabello rubio con un dedo antes de hablar.

“Sabes, a mi familia siempre le ha gustado el rancho de tus padres. Sé que mi padre estaba pensando

en que si tú y Leo pensaban en vender, tal vez aceptarían una oferta de su parte.”

Los padres de Moira eran propietarios del terreno al este del rancho, y era casi tan grande

como el de ellos. El tener ambos ranchos bajo un mismo propietario haría que el padre de Moira

fuera el ranchero más grande del pequeño pueblo. Su posición social sería incluso mayor que la del

viejo Cory Boyd.

“Se lo mencionaré a Leo. ¿Pero qué hay de ti? ¿Crees que Tom te vaya a invitar a salir

pronto?” Krista preguntó. Moira y Tom habían estado coqueteando entre ellos desde la preparatoria,

y Krista creía que era solo cuestión de tiempo antes de que él finalmente invitara a Moira a salir.

“Una chica puede soñar,” rio Moira.


“Sí, supongo que podemos.”
***

Faltaban solo dos días para navidad y Texas ya empezaba a darse cuenta. Se había puesto lo

suficientemente frío como para usar las chimeneas, lo que era extraño para Texas, ya que incluso en

el invierno pasaba de los 15 grados Celsius al atardecer. Leo había disfrutado el poder transformarse

y correr libremente por el rancho. Siempre había tenido que tener cuidado en California. Eso lo hacía

extrañar mucho el rancho.

Ya habían pasado algunos días desde que Leo había regresado. Mientras más tiempo pasaba en

el rancho con Krista, más deseaba vender su compañía en California y retirarse en este lugar. Se

sentía correcto el estar aquí en Texas con ella. Habían hecho el amor en cada habitación de la casa,

en el establo después de organizar las cosas para la colecta de juguetes, e incluso en el pórtico. Ya

no podía pensar en dejarla. Deseaba quedarse con ella.

Al encontrarla en la cocina horneando galletas, sonrió. Tenía harina en las mejillas e incluso

en la frente. Resaltaba como nieve en su piel oscura y él se acercó para besarla.

“Krista, la navidad se ha terminado y creo que es tiempo de que tengamos esa conversación.”

La miró colocar las galletas de azúcar en la sartén.

“Claro. ¿Podrías revisar el horno por mí para ver que esté calentando?” le pidió ella mientras
se enfocaba en preparar las bandejas.

“¿Son para mí?” preguntó él mientras trataba de tomar algo de masa del tazón.

Ella le golpeó la mano de manera juguetona. “No, las estoy haciendo para Moira. Quiere

llevar algo a la casa de Tom, pero sabes que no sabe hornear. Pensé en hacer algunas docenas extra

para la colecta de juguetes. Estas son para otras personas, así que aléjate.”

“¿Ni siquiera puedo comerme una?” dijo Leo con una mueca.

Krista se rio y le apuntó con su rodillo de cocina. “Tal vez pueda guardarte una o dos galletas,

pero tendrás que ser paciente.”

“Bien,” dijo Leo y entonces la besó. “Pero en un asunto más serio, en unos días más regresaré

a California. Quería hablar contigo de eso para que tengamos tiempo de hacer planes.”

“Sí… sobre eso.” Krista suspiró y volteó a verlo por un minuto. Respiró profundo para

empezar todo lo que deseaba decirle. “Quiero vender el rancho y empezar de nuevo en alguna otra

parte, contigo. No creo que continuar aquí funcione a largo plazo si queremos estar juntos.”

Leo parpadeó, perplejo. Eso no era lo que esperaba escucharla decir. “Bien, eso…” Leo se

tocó la mejilla y la miró. “Estaba planeando vender mi negocio y mi casa en California y convertirme

en ranchero de tiempo completo para estar aquí contigo.”


“Ya veo,” dijo Krista mientras terminaba sus galletas. Las puso en el horno y se quitó el

mandil antes de voltear a verlo. “¿Lo que dices es que te interesa este rancho en particular?

Podríamos vender este lugar. El padre de Moira está interesado en comprarlo.”

“¿Entonces qué es lo que sugieres, exactamente?” Leo deseaba que fuera más específica.

“Creo que lo mejor sería que nos mudáramos y empezáramos de nuevo. Esto si en realidad

queremos un futuro juntos sin que personas como Boyd y sus secuaces no estén juzgando.” Krista

caminó hacia el lavabo para lavarse las manos y enjuagarse el rostro. “No puedo quedarme aquí y

estar contigo. No puedo soportar las críticas. Ya es suficientemente malo el ser una mujer negra

adoptada en un pueblo predominantemente blanco.”

“¿Así que quieres mudarte a dónde?” le preguntó Leo, confundido.

“No lo sé exactamente. Sé que no pido muchas cosas, pero esto es lo que deseo si queremos

la oportunidad de seguir juntos a largo plazo, si deseas tenerme.”

Si deseaba tenerla; por supuesto que deseaba tenerla. “Estaba dispuesto a dejar mi negocio y

mi casa en California para estar contigo. Si quieres vender este rancho y empezar de nuevo en alguna

otra parte, supongo que no es muy diferente. ¿Tienes alguna idea de en dónde quieres empezar?” Leo

nunca había tenido vínculos emocionales con este rancho de la manera en que algunas personas se
apegan a los legados familiares. Para él estaba perfectamente bien el crear el suyo propio con Krista.

“Estaba pensando en tal vez comprar un rancho a las afueras de Houston o San Antonio. Si no

quieres vender tu negocio, la tecnología está en auge ahí también. Muchas de las compañías

tecnológicas están abriendo oficinas en esos lugares ya que la vida es más económica que en

California.”

El sonrió. Parecía que ella había estado investigando un poco en las últimas dos semanas.

Ella continuó, “No estaba segura si querrías vender tu compañía o hacer viajes a distancia. No

sabía cómo querías hacerlo, pero sé que necesitas libertad para transformarte y andar como oso.”

“Encuentra algunas propiedades y muéstrame lo que está disponible. Lo pensaré.” Aún

necesitaba hablar con sus inversionistas y ver si alguno estaría dispuesto a comprar la compañía

completa. Él era el accionista mayoritario y director general. Ciertamente no necesitaba el dinero,

pero ya estaba listo para dejar que otra persona se encargara y centrarse en ser una persona

hogareña. Ya había conseguido todo lo que se había propuesto en la vida. Había probado que podía

crear algo desde el suelo por sí mismo y ahora estaba listo para establecerse.

“¿Estás segura de que esto es lo que quieres hacer?” le preguntó él, besándola.

“Lo es. Si vamos a estar juntos, necesitamos un nuevo comienzo.” Ella sonrió y acarició su
mejilla. “Tengo fe en que lo conseguiremos. No sé por qué ni cómo, pero sé que algo entre nosotros

se siente bien.”

“Estoy de acuerdo contigo, y por eso estoy abierto a todo lo que estás sugiriendo. Sé que el

crecer en este lugar no te hizo ningún favor, pero tú eres una persona muy fuerte.” Leo la besó de

nuevo. “Así que encárgate de los detalles de venderle el rancho al padre de Moira y yo firmaré los

papeles. Todavía tengo que regresar a California para ver los detalles de la compañía y terminar

correctamente con mi ex. Sé que en realidad no hemos hablado sobre finanzas, pero lo del nuevo

rancho sería básicamente para mi retiro. No sería lo mismo que una carrera, pero simplemente no

puedo no trabajar.”

“Lo entiendo. Yo tampoco soy muy buena estando inactiva.” Krista le sonrió. “Espero que

sepas que en realidad no estoy interesada en tu dinero.”

“Yo no pensaría eso; ni siquiera me pasó por la mente.”

“Pues, ya que tú vales millones, si yo fuera tú eso habría pasado por mi cabeza. Me

preocuparía que cualquier mujer interesada en mí estuviera interesada en mi dinero. No lo sé. Solo

quería dejar en claro que eso no es parte de mi atracción hacia ti. De hecho, creo que el que seas tan

rico es un concepto algo abrumante.” Se rio. “Oye, estaba pensando en algo. Ya que nos conocemos
desde hace bastante tiempo, si nos mudamos y empezamos de nuevo tendremos que tener alguna clase

de historia que tenga sentido para los que nos pregunten.”

“Bueno, pues es una explicación muy sencilla. Tu madre trabajaba para nuestra familia, murió

joven y nosotros te cuidamos. Yo me mudé cuando tú eras una niña. Volví a casa después de la muerte

de mis padres y entonces nos enamoramos. No se necesitan más detalles,” le dijo Leo. “Creo que lo

mejor es apegarnos a la base de la verdad. Los detalles legales son innecesarios.”

“Tiene sentido,” dijo Krista sonriendo. “En realidad te amo.”

“Y yo te amo a ti. Me alegra haber venido a casa para navidad.” Él estaba más que feliz; era lo

mejor que había hecho en toda su vida.

Krista le sonrió y entonces saltó al escuchar el timbre de la estufa. “Oh, las galletas. ¡Casi las

olvido!”

“¡Me prometiste un par de galletas, no te olvides de eso!” dijo Leo mientras ella tomaba un

guante de la barra y sacaba las galletas del horno para que se enfriaran.

“Me aseguraré de que tengas un par. Necesito poner estas en platos desechables y envolverlas

en plástico. Le enviaré un mensaje a Moira para que venga por ellas en cuanto pueda. Quiero darle la

noticia en persona. Si va a casa y le dice a su padre, entonces necesitarán tiempo para que su
abogado prepare los papeles.” Pausando por un momento, inclinó la cabeza para mirarlo. “¿Seguro

que estás de acuerdo en simplemente cambiar tu vida de manera tan drástica y empezar de nuevo?”

“¿Contigo? Por supuesto. Puede que sea un oso, pero eso no significa que no pueda cambiar mi

guarida cada invierno o al encontrar una mejor en otra parte.”

“Si tú lo dices.” Krista se rio; no siempre podía entender sus referencias animales, pero siguió

la corriente. Tenía sentido. Después de todo, él podía transformarse en oso. “Tengo una pregunta, ya

que soy humana. ¿Serán nuestros hijos cambiadores?”

“Es posible, y es más probable que lo sean a que no lo sean. ¿Por qué?” Leo trató de tomar una

galleta y Krista le golpeó la mano de nuevo.

“¡Deja de tratar de robar galletas! Ya te dije que te guardaré algunas.” No pudo evitar reír al

ver la mueca en su rostro. Se miraba tan inocente que era difícil enojarse con él. “Y, simplemente

tenía curiosidad al ser humana, deseaba saber si serían como tú o como yo. Me gustas, así que ambos

me parecen bien.”

“Pues eso es bueno. Tú también me gustas.” Le dijo Leo y la besó. Esta vez no fue un beso en

la mejilla, sino un beso completo de boca abierta. Ella gimió mientras se acariciaban sus lenguas.

Justo cuando empezaba a excitarse, él se alejó con una sonrisa. “¿Ahora puedo tomar esa galleta?”
“Está bien, puedes tomar una galleta.” dijo Krista pasándole una y sonriendo mientras lo veía

comérsela. “Pero quiero que me la pagues después.”

“Oh, tendrás lo tuyo.” Él la besó de nuevo y puso un brazo alrededor de su cintura y le puso la

barbilla sobre la cabeza mientras la abrazaba suavemente. “Estoy ansioso por empezar. Creo que lo

que más extrañé fue la comida casera.”

“Pues a mí me gusta cocinar.” Krista sonrió. “Así que prometo mantenerte bien alimentado.”

“Esa es mi chica.” dijo Leo. “¿Cuándo inicia la colecta de juguetes?”

“Tengo que irme en una media hora. Moira vendrá pronto para llevarse las galletas de Tom.”

“¿Necesitas ayuda para cargar la camioneta?” Él planeaba ir con ella; de ninguna manera la

perdería de vista ahora que habían tomado una decisión sobre su futuro.

“Claro, tan solo déjame terminar es—”

La interrumpió una explosión ensordecedora en el establo. Leo frunció el ceño. Algo olía

extraño ahora que ponía atención. Las galletas lo habían ocultado, pero ahora abrió la ventana—

“Gasolina,” dijo él. “Sal de la casa, Krista. Ahora.”

***
Una oleada de miedo pasó por Krista al escuchar la alarmada voz de Leo. Él ya estaba

arrojando su camisa mientras corría hacia la puerta. ¿Qué estaba pasando en el establo y por qué

quería que saliera de la casa? ¿Un incendio?

No le preguntaría, así que confió en él completamente. Lo siguió después de apagar la estufa.

Él ya estaba convertido en oso, con su pelaje café oscuro y casi negro. Avanzó hacia el establo como

una bala de cañón. Las llamas ya estaban saliendo por las paredes del establo. ¡Los juguetes de los

niños! Ella empezó a avanzar hacia el establo pensando que aún podría salvar algunos de los

paquetes.

Pero había personas reunidas cerca de la entrada, de pie junto a una pickup y portando

escopetas. Reconoció a Cory Boyd. Leo corrió alrededor del establo fuera de la vista.

Krista se agachó también.

“¡Sal, mujer!” gritó Boyd. “¡Tú y tu hermano son una abominación y es hora de que paguen el

precio!”

Debió haber escuchado su conversación con Moira en el café. Debió haber sido más

cuidadosa. Tan solo podía imaginarse el doble impacto que debió haber sido para él. Ella ya le

desagradaba por ser negra, pero ahora estaba con un hombre blanco que también era su hermano
adoptivo. Alguien como Boyd odiaría eso.

Ella se mordió la mano para mantenerse enfocada. No importaba cuáles fueran sus razones.

Las personas como él siempre encontrarían una excusa para aterrorizar a aquellos que fueran

diferentes. No importaban las creencias; el herir a otros simplemente era incorrecto.

“¿Es eso un oso?” gritó uno de ellos.

Se escuchó un disparo.

No. No podían ir tras Leo. Krista se acercó. Los detendría, crearía una distracción y salvaría a

Leo.

Ahora se acercaba otro vehículo por el camino, pero se detuvo. Moira.

Por un momento todo pareció detenerse mientras Leo, en su forma de oso, saltó de detrás del

establo. Uno de los amigos de Boyd apuntó y disparó, y el oso cayó al suelo antes de poder ponerse

de pie de nuevo. Krista lo siguió hacia la parte trasera de la casa, pero pudo escuchar a los hombres

gritando y siguiéndolos.

Y entonces, benditas sirenas. Moira debió haber llamado al 9-1-1. Debió haber visto el fuego

en el establo y entonces llamó.

Ahora el problema inmediato era Leo. Sabía que había sido impactado. También sabía que el
seguir a un oso herido—cambiante o normal—era extremadamente peligroso. Pero ella no podía

quedarse lejos si necesitaba ayuda. Él era de ella, cada parte de él. Acababan de aceptar quedarse

juntos.

Las voces hacían eco en la parte frontal del edificio mientras Krista se acercaba al oso. Estaba

descansando apoyado en la parte trasera de la casa, lamiéndose la sangre que le corría por su pelaje

oscuro.

“¡Policía! ¡No se muevan y bajen sus armas!”

Escuchó sonidos de armas cayendo al suelo y algunas maldiciones apagadas de Cory Boyd y

sus amigos.

“¿Leo?” dijo ella en voz baja.

El oso seguía doblado y lamiendo sus heridas, y Krista se acercó lentamente. “Leo, quiero

ayudarte.”

De repente el oso saltó y se lanzó hacia ella. Evitó gritar; no quería que la policía viniera y

viera a Leo. Incluso ahora solo pensaba en salvarlo. El oso levantó una garra como si estuviera a

punto de golpearla. Ella cayó al césped y se deslizó hacia atrás, pero el oso se detuvo antes de

tocarla.
Lentamente volvió a transformarse en Leo. “¿Krista?”

Ella se levantó y se apresuró hacia él. “¿Estás bien?”

“Aparte de estar desnudo y con un disparo, sí, estoy bien.”

“Esta es la policía,” dijo una voz fuerte de mujer. “Estoy yendo hacia la parte posterior de la

casa. Si están armados, bajen sus armas al suelo.”

“¡No estoy armada!” gritó Krista. “Pero necesito una ambulancia, ¡le han disparado a Leo!”

Necesitaba un doctor para sus heridas. Afortunadamente, el trabajo sanguíneo y la hospitalización no

serían un problema. Los cambiadores funcionaban con magia, así que nadie se daría cuenta de que

tenía habilidades extra; su secreto estaría seguro incluso si el hospital necesitaba analizar su sangre.

Leo movió su brazo e hizo una mueca mientras sangre salía de la herida. También se miraba

muy frío.

“Ve adentro y ponte unos pantalones,” susurró ella. “Yo me encargaré de la policía.”

***

Los bomberos habían apagado el incendio lo suficiente para proteger la estructura del establo;

aunque necesitaría reparaciones. Aunque algunos de los regalos llegaron a mojarse, ninguno se había

quemado, y Krista y Moira los habían entregado esa noche mientras Leo se recuperaba en el hospital.
Krista no había querido apartarse de su lado, pero él insistió. “Esos niños necesitan tu amor y

atención esta noche, cariño,” le dijo él. “Yo te tendré por el resto de nuestras vidas.”

“¿Estás lista para salir de este lugar?” le preguntó Leo sonriendo y observando los papeles

que acababa de firmar.

Los padres de Moira habían comprado el rancho, y con una porción de las ganancias, él y

Krista ya habían encontrado y comprado un nuevo rancho muy al norte en Texas. A pesar de que Boyd

y sus inútiles amigos habían sido encarcelados y esperaban juicio, él y Krista se mudarían lejos y

vivirían sin las críticas de las personas que conocían su pasado.

Él la miró empacar las últimas decoraciones navideñas. Ella había escapado del ataque de

Boyd con nada más que un moretón al caer cuando pensó que sería atacada. Él seguía sorprendido de

que no la hubiera lastimado; pero esa sorpresa se explicaba con facilidad. Ella era su pareja, la

única para él; la única que su oso reconocería tanto como él.

Él la acercó para darle un beso profundo y apasionado. La amaba completa y totalmente.

FIN
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TURBULENTA

Duke supo que la chica era un problema desde el segundo en el que atravesó la puerta. No es

que el Bar Shotguns fuese extraño a problemas. La mayoría de los hombres que entraban yéndose a

pique contra la barra de madera de nogal llena de cicatrices o a tener un juego de billar poco

amistoso al límite eran tipos rudos y descuidados, motociclistas y de mucho cuidado, y Duke tenía

que hacer uso de su entrenamiento militar bastante a menudo para hacer polvo sus cabezas y derrotar

borrachos hoscos.

Pero ella era un tipo de problema completamente diferente.

La luz del sol al final de la tarde que atravesaba las polvorientas ventanas hacía brillar su

rubia, larga, y ondulada cabellera mientras que ella la deslizaba sobre su hombro. Ella exploró la

barra, sus manos de largos y esbeltos dedos se apoyaban sobre sus caderas, y su pequeña nariz

respingada se elevaba altiva en el aire.

Había hecho el intento de vestirse casual, pero si su desteñida minifalda de jean con su

dobladillo deshilachado no eran ‘designer distressed’ o como sea que le llamasen a esa mierda, Duke

se habría comido sus propios jeans — los cuales estaban raídos y casi blancos en algunas partes

porque los tenía desde hacía más de una década, no porque algunos los hubiese comprado así.
Él no sonrió mientras apreciaba las palabras brillantes y rosadas en la parte de atrás de su

camiseta negra — DICES ‘PUTA’ COMO SI FUESE ALGO MALO — Pero sus labios se torcieron.

Él siguió cortando en rodajas las limas, pero mantuvo un ojo en la nueva llegada mientras que ella

examinaba los pocos clientes dispersos en las incongruentes mesas.

Una vez que ella hubo tomado la disposición de la tierra, su mirada se concentró en él. Sus

ojos se cerraron un poco y su barbilla respingada se remontó otro poco. Duke vertió las limas en un

vaso plástico y lo guardó en la heladera, secó sus manos, y lanzó el trapo del bar sobre su hombro.

Luego cruzó sus brazos sobre su pecho y esperó a que ella viniera a él.

No venían muchas mujeres a Shotguns, y las que lo hacían no eran como ella. Eran tan rudas y

tan fuertes como los hombres con quienes bebían, o el tipo de chicas fáciles que no habían sido lo

suficientemente bellas en el bachillerato y acostumbraban llamar la atención sobre su espalda o sobre

sus rodillas.

La rubia parecía como si probablemente hubiese sido cheerleader y la reina del baile. Duke

dudaba que alguna vez hubiese pasado un solo minuto sobre sus rodillas en toda su vida. Lo cual era

una lástima, porque la idea de que ella lo mirase con esos labios rosados y carnosos, hizo que la

sangre de Duke se calentará. Lo suficientemente caliente para que tuviera que agacharse y hacer un
pequeño ajuste mientras que ella desfilaba a lo largo del piso de madera desnudo, los tacones de sus

botas vaqueras (Jesús, eran rosadas) marcando registros ruidosamente sobre las débiles variaciones

de Waylon Jennings saliendo a la deriva de la antigua máquina de discos de la esquina.

Cuando llegó a la barra, colocó sus manos en el borde y se inclinó, una esquina de su boca se

curvó en una pequeña sonrisa. El movimiento inmediatamente atrajo los ojos de él al amplio escote

visible por encima del cuello redondo de su pequeña camiseta de corte bajo, lo cual era sin duda

exactamente la respuesta que ella estaba buscando. Su sospecha fue confirmada cuando miró hacia

arriba y vio el destello triunfante en sus ojos azules.

Ella sabía el efecto que tenía sobre los hombres y disfrutaba jugueteando con ellos. Duke puso

su mejor cara de ‘No me jodas’, frunciendo sus cejas espesas, la boca en línea recta, mirada firme y

flexionando los bíceps. Era una expresión que había visto en la cara de más de un CO, y que él

mismo había utilizado una o dos veces en algunos reclutas frescos salidos del avión.

A diferencia de ellos, la rubia ni siquiera se encogió. Ella ladeó la cabeza un poco, mandando

toda esa rubia cabellera rubia a resbalar por su brazo, y su mirada pasó por encima de él.

Midiéndolo. Cuando ella regresó a su rostro su sonrisa se hizo más amplia. Duke sentía la piel de su

frente estirarse a medida que su ceño se hacía más profundo.


¡Cristo, problemas estaba en lo cierto! Ni siquiera se habían dicho una sola palabra el uno al

otro y ya podían sentir el calor crujir entre ellos. El tibio aire con aroma de cuero y alcohol del bar

parecía pesado y opresivo, como la atmósfera justo antes del infierno de una tormenta.

Cuando la expresión feroz de él no se relajó, ella sacudió sus tacones, desvaneciendo su

sonrisa un poco. Aunque no lo hizo el desafío en sus ojos.

"El letrero del frente dice que estás contratando"

Ella levantó un pulgar de perfecta manicure hacia la puerta por la que había entrado, como si

Duke fuese demasiado estúpido para recordar donde había puesto el letrero. Sólo habían pasado tres

días desde tuvo que despedir a Barb. Había odiado hacerlo, porque ella había sido un infierno de

servicio. Ella no le importaba una mierda a ninguno de los clientes porque simplemente era tan dura

como ellos Pero él la había pescado con su mano en la caja, y no había nada que Duke odiara más

que un ladrón. Excepto tal vez un cobarde.

Cuando él no respondió, la rubia dio un pequeño resoplido exasperado. Cruzó sus brazos en

una pose de burla, pero no funcionó en absoluto puesto que tuvo que hacerlo bajo toda la marejada de

sus pechos, elevándolos como si los ofreciera en bandeja.

“¿Eres o no eres tú?”


Duke tuvo que darle puntos por el tono fuerte de su voz. Sonaba toda negocios, aunque se veía

toda placer. Él encogió un hombro.

“¿Qué significa para ti, rubia?”

Apretó sus labios para evitar sonreír mientras sus fosas nasales se ensanchaban y le saltaba un

músculo de su mandíbula. Casi podía oír rechinar los dientes de ella.

"Quiero el trabajo."

Duke no pudo evitarlo, resopló de risa. Ella enderezó su columna de golpe y un débil color

rosado tiñó sus mejillas. Él se dio la vuelta para agarrar la manija del refrigerador, ignorándola

mientras abría la tapa y se deslizaba detrás de la larga barra.

Sentía que ella lo miraba, su mirada de prensa caliente entre las paletas de sus hombros

mientras caminaba a zancadas a través de la habitación hasta la mesa de Buz y colocaba la cerveza

fresca. El viejo motociclista barbudo le dio un breve guiño y empujó su vacío fuera del camino.

La rubia todavía estaba mirándolo cuando volvió, con las manos en sus caderas como habían

estado desde el primer momento en que entró. Sus ojos centelleaban con ira… y tal vez que estaba un

poco herida. Ella lo disimuló bien, pero él pudo verlo en el conjunto de sus delgados hombros. Duke

suspiró cuando se acercó a ella, colocando el vacío de Buz en la barra a su lado y apoyando un codo
sobre la superficie rayada.

"Mira, sin ofender rubia, pero el tipo de clientela que tenemos aquí... bueno, te comerían

viva."

Ella le mostró perfectos, rectos, y blancos dientes en algo a medio camino entre una sonrisa y

un gruñido. Sus ojos parpadearon con electricidad azul.

"Perfecto," ronroneó. "Me encanta ser comida."

La lujuria golpeó a Duke como una granada explosiva, cada gota de sangre se dirigió directo

hacia su ingle. Tragó grueso, sus anteriormente cómodos jeans se volvieron repentinamente estrechos

para su polla dura a la mitad.

La mirada de ella bajó hasta la cintura de él, siguiendo el contorno de su erección. Creció aún

más el rubor en sus mejillas y la punta brillante de su lengua se asomó para deslizarse a lo largo de

sus labios. Duke entró en su espacio personal, colocando su mano derecha en la parte posterior del

taburete justo detrás de ella, encerrándola con sus brazos.

Ella tuvo que mirarlo. Era alta para ser mujer, casi 1, 80 m. con los tacones de sus botas, pero

él la superaba aún en unos quince centímetros. Él miró hacia abajo a sus grandes ojos, fijándose en

sus pupilas dilatadas. Su aliento era cálido, con olor a atomizador de menta en su barbilla.
"Si estás buscando poco de trabajo duro, no tienes que trabajar aquí para eso. Siéntate. Te

traeré algo de beber. Si te esperas, estoy seguro que podrás encontrar a alguien que te haga la

vuelta.” Duke le dio una mirada persistente a su escote y luego se encogió de hombros. "Joder, si

todavía estás aquí al cerrar tal vez te de un chance."

Lo dijo sólo para fastidiarla, porque en su experiencia a las princesas como ella les gustaba

jugar a la chica mala pero tenían un arranque de ira cuando las cosas no salían como querían. Una

vez que ella hiciera eso, él podría volver a seguir haciendo el inventario.

Pero había subestimado gravemente a la rubia. Por un lado, ella se movió más rápido de lo

que él hubiera creído. Su mano izquierda surgió entre ellos para empujar su pecho con fuerza

sorprendente. No lo movió, pero lo sacudió hacia atrás un poco y dándole a ella un momento de

ventaja mientras que él quedó en estado de shock.

El sonido de cristal rompiéndose coincidió casi exactamente con el movimiento de su brazo

derecho. Si él hubiese sido otro hombre, ella podría haber logrado llevar la botella de cerveza rota

hasta su garganta antes de que él tomara medidas... Pero Duke no era otro hombre. Su mano izquierda

disparó sin que ni siquiera tuviera que pensarlo, la respuesta suave y automática. Cogió su delgada

muñeca delgada en sus gruesos dedos.


Ella resopló ligeramente, pero su brazo no tembló. Duke estaba impresionado. Y duro como un

clavo de línea del ferrocarril. Su corazón martilleaba en su pecho y sintió el magnífico sabor de la

adrenalina metálica en la parte posterior de su lengua.

“¿Qué carajo te pasa a ti, perra loca?”

Él apretó la muñeca suficientemente fuerte para hacerla retroceder pero ella no soltó la

botella. En cambio, ella empujó contra él sus pechos rozándolos contra su propia camiseta negra.

"¿Qué te pasa, cariño? ¡Pensé que querías 'darme un chance'!" Agitó sus largas pestañas

mirándolo, con voz empalagosamente dulce.

Él entrecerró sus ojos, relajando su presión sobre la muñeca de ella apenas lo suficiente como

para dejar que el borde del vidrio irregular tocara su mandíbula. Sintió el punzaso agudo y miró sus

ojos abrirse levemente. Su brazo dejó de hacer fuerza. Duke fue cuidadoso, en realidad no quería

lastimarla, pero que necesitaba probar un punto. Porque si ella clavaba esa mierda en algunos de los

motociclistas que frecuentaban Shotguns, escopetas, a estos no les importaría lastimarla.

Los huesos de su muñeca se sintieron finos y ligeros bajo sus dedos a medida que él torcía su

brazo, haciéndola jadear y soltar la botella. Se destrozó en el suelo, pero ninguno de los dos dejaba

de mirarse el uno al otro.


Ella trató de alejarse, pero él se acercó aún más, presionándose su pecho al de ella mientras

dirigía su brazo por detrás de ella. Puso tan solo suficiente presión en las articulaciones para hacerse

entender. Ella tomó una respiración través de sus dientes.

“¡Quítateme de encima, Neanderthal!”

En algún lugar detrás de él, Buz se reía burlonamente. Duke lo ignoró, concentrándose en ella.

Cada respiración irregular que ella tomaba presionaba sus senos contra el pecho de él. Él creyó

sentir los picos rígidos de sus pezones pero no podía estar seguro sin mirar, y no quitó sus ojos de su

cara enrojecida y sus ojos relampagueantes. No iba a subestimarla de nuevo.

Duke se inclinó hacia abajo hasta que quedaron nariz contra nariz. Resistió el impulso de

aplastarla contra la barra y arrasar esa boca sensual con su lengua. Apenas. Sólo años de intenso

entrenamiento en el control de su cuerpo le permitieron mantener las riendas de su furiosa lujuria.

"Búscame." Gruñó él, incapaz de reprimir una sonrisa salvaje cuando la vio estremecerse.

Ella lamió sus labios otra vez, separándolos con un aliento tembloroso.

"Me gustaría", susurró ella, con una repentina sonrisa de lado dejando al descubierto un

hoyuelo en su mejilla justo mientras Duke sentía la presión de su rodilla sobre sus bolas.

Suavemente, gracias a dios. "Pero no me gustaría arruinar lo que se siente como un paquete bastante
impresionante estrellándose en tu diafragma.

Ambos permanecieron por largo rato, con las miradas bloqueadas. Él intentó leer la expresión

en sus ojos azul pálido, pero no pudo. Su sangre golpeado en sus sienes y en su ingle. El deseo era

una bestia rugiente en su vientre. Había pasado mucho tiempo desde que una mujer lo ponía de esa

manera. Y podía decir que ella lo deseaba también. Si sus pupilas dilatadas y su garganta enrojecida

no fueran un claro indicativo, prácticamente podría haber olido la cálida viscosidad de su excitación.

Una botella de cerveza vacía tintineaba sobre una mesa, recordándole a Duke donde estaba.

Soltó el brazo de ella y caminó hacia atrás, complacido de verla balancearse un poco cuando él la

soltó. Él tomó una respiración firme y profunda y luego pateo un pedazo de cristal roto cerca de la

punta de su pie.

"La escoba está en el armario. Segunda puerta a la izquierda" Inclinó su cabeza hacia el

oscurecido pasillo trasero que llevaba a los baños, armario de provisiones, y a su oficina. "Limpia

eso y luego te daré un recorrido a través de tus deberes antes de que las cosas se pongan más

ocupadas más tarde.

Ella parpadeó, frotándose la muñeca. "¿Conseguí el trabajo? Quiero decir…” Sacudió su

cabeza. "Tengo experiencia como mesera."


Duke bordeó la barra y se dobló para buscar recambios para los clientes que había descuidado

durante su pequeño enfrentamiento. "Excelente, Tendrás el chance de probarlo esta noche. Ahora ve a

buscar la escoba, Rubia."

Ella resopló y sacudió su pelo de nuevo, pero se encaminó hacia el pasillo con sus caderas

oscilando como un péndulo y atrayendo a cada ojo en el lugar.

"Mi nombre es Lexi."

***

Lexi se deslizó fácilmente fuera del asa hecha por el brazo del corpulento motociclista con una

leve sonrisa y un guiño de ojo.

"Difícilmente creo que ese sea el tipo de pregunta que le harías a tu hermana, Tex."

Tex sacudió su cabeza rapada y recorrió con una mano cicatrizada, y tatuada, su larga y rubia

barba roja.

"Si se viese como tú, yo podría." Guiñó el ojo.

El resto de los tipos de la mesa se carcajearon. Lexi se unió en su diversión, sacudiendo su

cabeza a medida que juntaba los vacíos tirando la superficie pegajosa con dedos ágiles.
Era cerca de la medianoche. La rocola tenía a Skynyrd a todo volumen y el golpeteo de las

bolas de billar era casi constante. Ella había estado oficialmente en Shotguns desde las seis en punto,

y sus pies empezaban a dolerle. No es que ella fuese a darle a Duke la satisfacción de dejárselo

saber.

Ella no había mentido cuando le dijo al taciturno dueño del bar que tenía experiencia, pero un

solo semestre sirviendo mesas en el pequeño café del campus no la habían preparado exactamente

para Shotguns. Ella aún no estaba completamente segura de en qué había estado pensando cuando vio

el pequeño letrero 'buscando personal' en el tablero del frente y entró a zancadas a través de la

puerta. Jamás había puesto un pie en un bar como Shotguns antes.

Mientras que sus compañeros de clase preferían clubes de baile y los pocos amigos de la

infancia que aún mantenía frecuentaban bares de vinos de alta categoría y gastropubs, la elección del

terreno de caza de Lexi eran los bares de cuello azul de bajo perfil donde tenía garantizado conocer

el tipo de hombres que le gustaban... los de manos callosas que olían a sudor limpio y a trabajo duro.

Aquellos que no tenían nada que ver con su padrastro Curtis; ese bastardo elegante pensaba que las

mujeres venían solamente en dos categorías - amante y esposa de trofeo - ambas existían en su

sufrimiento.
A Lexi le gustaban sus hombres varoniles, acostumbrados a mujeres fuertes pero que no se

intimidaban por ellas. Les gustaban con buena confianza en la cama y lo suficientemente seguros

como para no hacer una rabieta cuando los echara en la mañana. Eso era importante, porque Lexi no

repetía. Nunca nunca tenía sexo con un chico más de una vez y podría estar teniendo una cita. La

gente decía que las mujeres eran el sexo más emocional, pero en su experiencia siempre eran los

chicos quienes tenían ideas si ella les permitía quedarse cerca. Ideas sobre disponibilidad y

exclusividad.

Lexi no planeaba pertenecer alguna vez a nadie. Ella había visto lo bien que resultó eso para

su madre. Marian Whittington pierde toda su considerable brillantez tratando desesperadamente de

mantener feliz a Curtis, y se volvió miserable en el proceso. Lo único que hacía podía obtener una

sonrisa genuina de ella en estos días era un Martini perfecto y ver al chico de la piscina, Miguel, en

sus shorts ajustados.

Ella había intentado convencer a su madre de divorciarse de Curtis, o por lo menos de tener un

affaire con Miguel. Por desgracia, su madre afirmaba amar a su prepotente esposo. Además, resultó

que Miguel era gay.

"¿Estas planeando llevar estas pintas a la mesa 14 pronto en algún momento, o sólo estás aquí
parada alrededor y viéndote bonita?"

Duke le refunfuñaba nuevamente. Lexi se preguntaba si dejaría de hacerlo si le decía cuan

caliente que se veía. Sin duda el alto y musculoso barman pensaba que se veía intimidante cuando

fruncía hacia arriba sus cejas y miraba hacia abajo la nariz ligeramente torcida de ella. Y sí lograba

debilitar sus rodillas pero por razones totalmente diferentes.

“¡Si hubiesen estado listas cuando las pedí, no habría tenido que pararme por ahí!”

Ella puso sus ojos en blanco mientras cargaba las pesadas a su bandeja y se alejó de la barra

dando taconazos. Duke refunfuño detrás de ella y él no podía ver su rostro, Lexi permitió que sus

labios se curvaran.

Desde el momento en que sus ojos se habían ajustado a la penumbra dentro del Shotguns, su

respiración se había quedado atrapada en su garganta. Incluso estando parado detrás de la barra

manchada de aros de agua, su altura había sido obvia. Después de haber sido alta toda su vida, a Lexi

le encantaba un hombre que pudiese erguirse sobre ella.

Duke no sólo era alto, era ancho de hombros y musculoso con el pelo negro oscuro, una

mandíbula cuadrada dotada de una barba oscura de un día, una nariz fuerte que obviamente había

sido rota al menos una vez y labios sensuales, rellenos. Debajo de las cejas gruesas y rectas, sus ojos
eran del marrón oscuro del café recién colado.

En definitiva, era el tipo de chico que Lexi habría arrastrado si lo hubiese conocido en una de

las pequeñas inmersiones que acostumbraba hacer cuando estaba en la búsqueda de un ligue. Bajo

esas circunstancias, a ella le habría encantado sacándolo de su mal humor con sonrisas y ligeros

toques hasta que lo tuviese sonriente y en su cama. En cambio, ella había tenido que conocerlo

actitud ante actitud.

Lexi sabía que le había entrado como una niña rica malcriada. Y sí, Curtis tenía un montón de

dinero. Pero ella movía su culo para obtener su título y sólo tomaba lo que necesitaba de él. La razón

por la que estaba buscando un trabajo era para ganar dinero extra. Ella había tomado a dos

compañeros de habitación para ahorrar en el alquiler y hacía gran parte de sus compras en tiendas de

segunda mano y ventas de muestras. Su padrastro seguía pagando su matrícula y la poliza de su

coche, pero tan pronto ella pudiese pagarla, dejaría de aceptarla, también.

Afortunadamente, ella había sido capaz de demostrar a Duke que era más que una cabeza

hueca con un complejo de derechos. Había sido arriesgado desafiar físicamente al gran hombre, ella

lo sabía, pero había tenido que demostrarle que ella no iba a ser intimidada por la ruda clientela.

"¿Lexi, cariño, puedes traerme otra ronda de tragos de Jäger por aquí?"
Axel movió sus cejas mirándola. El alto motociclista podría ser el representante ejemplar para

‘clientela ruda.’ Era apuesto de forma incisiva con cabello castaño arena atado atrás en un pañuelo y

tatuajes oscuros que cubrían cada centímetro de sus brazos desnudos desde la punta de sus dedos

hasta los hombros. Muchos más tatuajes eran visibles por encima del cuello de su camiseta. Vestía

jeans azules teñidos con un cuchillo de caza en el cinturón, pesadas botas negras y un chaleco de

cuero (él lo llamaba un corte) sobre una camiseta gris.

La primera vez que llegó, le hizo pasar a ella un mal momento, al preguntarle qué estaba

haciendo una 'princesa' como ella en un lugar como Shotguns. Ella le devolvió la broma, diciendo

que estaba buscando a su príncipe azul. Luego él había agarrado su culo. Ella le dejó bastante claro

que si quería tener dedos intactos, los mantendría para sí mismo.

Ahora él estaba tratando de usar su encanto para meterse en sus bragas. Tal vez lo habría

dejado, también... si no fuera por Duke. Desde su encuentro anterior, no había sido capaz de dejar de

pensar en cómo había sentido su cuerpo contra el suyo. Caliente y tan duro. Sin dejar de mencionar lo

bien que olía, como cítrico y a algodón limpio y una pizca de sudor salado.

Su comentario desdeñoso sobre darle un chance si aún estaba por ahí al momento de cerrar la

había molestado, pero también le había hecho hervir la sangre. Y sabía que había conseguido que a él
también. Ella había visto y sentido, la gruesa erección haciendo presión sobre la mezclilla

desgastada de sus jeans

"Aquí tienen chicos." Ella mostró rápidamente una sonrisa a Axel y a sus amigos mientras que

distribuía los vasos de licor sin derramar una gota. “¡Disfruten!”

"Lo disfrutaría más si te sentaras justo aquí," dijo uno de los otros motociclistas desaliñados,

acariciando su ancho muslo.

“¡Lexi!”

Ella guiñó un ojo a la mesa mientras que el grito de Duke hizo un corte a través del estruendo

de la barra. "Lo siento. El trabajo llama.” Ella se apresuró lejos antes de que pudieran protestar. Para

el momento ella había recorrido la trama entre las mesas y la barra, Duke estaba - sorpresa, sorpresa

- echando chispas.

"Maldición, mujer, ¿Podrías concentrarte en hacer tu trabajo por más de cinco minutos? Esto

es un bar, no "La conexión del amor."

Lexi bajó su bandeja y realizó una exploración lenta y detallada de la sala. Ni un sólo cliente

tenía un vaso o botella vacíos. Cuando su mirada llegó nuevamente a Duke, ella levantó una ceja.

"Que bueno, que no lo es, porque con tu mala actitud habrías sido una mierda de suerte, jefe."
No era cierto. En todo caso, la manera ruda en que le ladró la puso aún más caliente que

cuando había sido agradablemente educado poco antes mientras le mostraba donde estaba todo y le

explicaba sus obligaciones de trabajo. Algo en su ceño fruncido y el toque de sus labios cuando él

mostró su actitud ante ella simplemente le hizo volar los tapones.

Ante su respuesta cuando ella le mostró su actitud de vuelta, Lexi sospechó que él había

sentido lo mismo. Habían estado riñendo y bromeando toda la noche, y estaba empezando a sentirse

como un preludio. Ella había pasado las últimas horas tratando con poco éxito, de distraerse de

pensamientos inadecuados sobre su nuevo jefe. Más de un cliente había comentado sobre que sus

'linternas' estaban 'prendidas'.

Duke se volteó mientras alguien gritaba desde el otro extremo del bar.

"Trae tu inteligente culo hasta la nevera y cambia la Guinness antes de que decida tomar la

ofensiva y despedirlo".

Lexi resopló, pero hizo lo que él le dijo.

Y así fue cómo transcurrió el resto de la noche. Ella había estado un poco preocupada de que

alguien empezara algún problema, pero todo el mundo estaba bastante relajado. Sin embargo, cuando

ella le había mencionado eso a Duke, él le había dicho, "apenas es jueves".


Tal vez era así, pero no se le había escapado a Lexi el aviso de que de todos los hombres que

conoció esa noche, él le había hecho pasar el peor momento de todos. Y para el momento en que

estaban cerrando, ella tenía un bolsillo lleno de consejos, dolor en los pies y bragas empapados

gracias a un barman arisco.

Una vez que habían cargado todos los vasos en el lavavajillas y todas las mesas habían sido

limpiadas, Lexi se extendió, presionando sus palmas en la parte baja de la espalda hasta que su

columna crujió.

Duke se había ido a la parte trasera unos pocos minutos antes para conseguirle los papeles que

necesitaba llenar. Ella lo haría mañana antes de que regresara. Por el momento, ella estaba agotada y

con ganas de gatear a su suave cama.

Sola, por desgracia. Con todo y que Duke encendió su fuego, probablemente no era la mejor

idea dormir con su jefe. Al menos, eso es lo que ella mantenía recordándose a sí misma mientras

recorría el camino del pasillo hacia la oficina de Duke.

Él se encontraba de espaldas a la puerta, con la cabeza agachada mientras revolvía un

maltratado archivador metálico. Lexi tomó un momento para admirar las líneas fuertes de su espalda

y piernas. Su ávida mirada se demoró en las firmes curvas de su culo. Generalmente a ella no le
importaba de una u otra forma el culo de un hombre, pero era innegable que Duke era un espécimen

espectacular. Ella quería agarrar un puñado doble y apretar. Tal vez tomar un bocado de ese músculo

firme.

Sus pezones se endurecieron con deseo y el calor agitaba la parte baja de su vientre.

Lexi lanzó de forma repentina sus ojos lejos, explorando en su lugar la habitación. La oficina

era pequeña, con paredes blanco puro y una delgada alfombra gris en el piso. El gran escritorio,

lleno de desorden con pilas de papel, ocupaba a mayor parte del espacio. Haciendo juego había un

tablero de anuncios/pizarrón colgando detrás. Un archivador y una caja fuerte ocupaban una pared.

La otra lucía unas fotografías enmarcadas. No estaba sorprendida de ver una de Duke con algún tipo

de uniforme militar en un clima desértico, rodeado de otros hombres vestidos de manera similar.

La sonrisa abrasadora debajo de su casco era sin embargo un poco chocante.

Otra foto lo mostraba delante de un árbol de Navidad con una pareja mayor y un brazo

alrededor de una mujer quien se veía tanto como la versión delicada y femenina de él, que sólo

podría ser una hermana. Había varias más, Duke con varios miembros de la familia y amigos. Dos en

particular llamaron su atención sin embargo, ambos por él mismo.

Una lo mostraba de pie detrás de la barra, con los brazos cruzados y las cejas fruncidas en el
ahora familiar ceño. Pero había un brillo en sus ojos y la comisura de su boca estaba ligeramente

elevada como si estuviese luchando con una sonrisa. Se veía un par de años más joven y la barra se

veía significativamente menos arañada en su tope. Tomado cuando recién lo compró, tal vez. Lexi

podría imaginar fácilmente a su hermana detrás de la cámara, tratando de persuadirlo para sacar una

sonrisa de él.

La otra era una foto inocente de él al aire libre con perfil de tres cuartos. Vestía casualmente

con una camiseta y shorts cargo, gafas de sol cubriendo sus ojos oscuros. Lo que era llamativo de esa

era que él se encontraba a medio camino de lo que se parecía a la cara de un acantilado. Ella podía

ver las líneas negras del arnés alrededor de sus muslos y cintura y la cuerda muy fina (en su opinión)

que desaparecía por encima de él, pero a su vista aferrándose a la roca, los músculos de sus brazos y

pantorrillas abultadas con tensión, la dejaron sin aliento.

“¿Has ido alguna vez?”

La voz baja de Duke hizo que su corazón saltara un latido. Arrastró su atención lejos de la foto

para encontrarlo mirándola, con un fajo de papeles en la mano. Su garganta hizo un chasquido seco

mientras tragaba.

“¿Qué?”
"Escalada en roca," aclaró, señalando con la cabeza a la foto que ella había estado devorando

con los ojos. “¿Has ido?”

"Oh. No. Se… eh… ve divertido.” se veía aterrador como el infierno.

Ella vio toda su boca curvarse hacia arriba. La sonrisa no era para nada tan brillante como las

que lucía en las fotos de la pared, pero aún era suficiente para hacerla apretar sus muslos juntos.

"Es una carrera total. Hace que tu corazón palpite y cuando es una muy buena subida lo puedes

sentir en todo tu cuerpo. Es… estimulante.”

La sangre de Lexi parecía haber sido reemplazada con miel espesa. Goteaba por sus venas,

lenta y dulce. Mirando en los ojos oscuros de Duke, se sentía pesada y cálida y fuerte. Su lengua se

deslizó hacia fuera para juguetear con la esquina de su boca.

"¿Oh? Me gusta el sonido de eso."

Duke parecía darse cuenta del efecto que sus palabras tenían sobre ella, porque la sonrisa

desapareció, sustituyéndola por una mirada caliente debajo de sus pesadas cejas. Los papeles

revolotearon hasta el piso mientras que acortaba la distancia que había entre ellos.

Habían estado bailando alrededor de la atracción entre ellos desde el momento en que ella

había entrado en Shotguns, por lo que no era absolutamente ninguna sorpresa para Lexi que en el
minuto en que la boca de Duke tocó la suya ella estalló en llamas.

Él anguló su cabeza y tomó sus labios con gracia salvaje. Lexi se abrió a su lengua,

succionando el músculo resbaladizo tan pronto invadió su boca. Duke gruñó, un sonido

deliciosamente reverberante a través de su pecho. Sus grandes manos se acoplaron a sus caderas, con

sus dedos de punta roma clavándose en su carne a través de la mezclilla de su falda.

Ella se elevó, levantándose sobre la punta de sus pies y envolviendo sus brazos alrededor de

sus hombros musculosos. El cabello en la nuca de su cuello era corto y sedoso. Ella lo rascó

ligeramente con las uñas de sus dedos.

Duke empujó su espalda contra la pared, golpeando ruidosamente varias cosas que estaban en

el estante encima de sus cabezas. Una bobina de cuerda suave se deslizó cayendo de su lugar

alrededor de un soporte para rozar su mejilla. Una mano callosa se deslizó por su muslo para separar

la parte posterior de su rodilla. Cuando la arrastró nuevamente hasta su muslo, subió su falda

también.

Lexi atrapó su labio inferior, presionando sus hombros contra la pared mientras que él

levantaba su pierna alrededor de su cintura. Ella enganchó el talón su de bota detrás de su muslo y

arqueó sus caderas, ondulando para presionar contra la prominente cima de su erección.
"Por Cristo, puedo sentir lo caliente que estás." Gimió las palabras contra su oído antes de

arrastrar besos húmedos con su boca abierta bajando por su garganta.

Ella le levantó otra pierna, permitiéndole cargar su peso mientras que sujetaba sus tobillos

detrás de su espalda. Duke empujó hacia arriba su falda y su brasier, enganchando su boca sobre la

dura punta de su pecho y chupándola con avidez, haciéndola arquear su espalda y clamar. Sus uñas se

clavaron en sus bíceps mientras sus manos recorrían sus brazos y pecho.

“Duke, por favor, mierda… solo…” Lexi no sabía lo que estaba diciendo. Su cerebro era todo

ruido blanco y placer, su piel ardía en cada lugar donde él la tocaba. En un minuto sus grandes manos

estaban amasando su culo mientras le devoraba sus pechos, haciéndola retorcerse, mientras gemía.

Luego sacó su puño de alrededor de su cuello, agarrando sus finas muñecas en su amplia

palma y apretándolas encima de su cabeza. Sus dedos rozaron la parte inferior del estante mientras su

mano izquierda iba a tientas hacia su hombro.

Ella trató de girar la cabeza para ver qué era lo que él estaba haciendo, pero él atrapó su boca

en otro beso amoratador. De todas formas se hizo evidente un segundo después cuando ella lo sintió

dando vuelta al primer lazo de cuerda alrededor de sus muñecas.

“¿Qué…? ¡Ah!" Los ojos de Lexi se abrieron con la sensación de Duke halando la cuerda
hasta estar ajustada Sus brazos no estaban totalmente extendidos, ella podría doblar sus codos un

poco, pero el nudo era seguro. Ella podía sentir la sangre hormigueando en sus dedos y en los labios

y pezones. Su clítoris palpitaba.

Duke la inmovilizó contra la pared con sus caderas y deslizaba sus manos bajando por su

cuerpo. Comenzó en sus muñecas atadas y arrastró sus palmas a lo largo de sus antebrazos, dando a

su bíceps un pequeño apretón antes de continuar bajando hasta los hombros de ella. El roce de sus

dedos contra el costado de sus pechos y sus costillas la tenían jadeando y sacudiéndose en su amarre.

El la miraba fijamente hacia abajo, con los ojos fijos en la elevación y el descenso de sus pechos y el

estremecimiento de los músculos de su abdomen. De inmediato se encontró de nuevo ahuecando con

las manos sus nalgas, él empujó lánguidamente, frotando su polla todavía cubierta de jean contra ella.

Lexi había tenido suficiente de juegos previos. Toda la noche había sido un largo juego. Ella

quería las barreras entre ellos abajo. Quería estar carne con carne. Ella lo quería, no lo necesitaba,

dentro de ella.

Estiró su cuello, deslizando su lengua por el labio inferior de él.

“¿Sólo vas a frotarte sobre mi como un virgen de bachillerato, o vas a cogerme?”

El fuego se encendió en los ojos oscuros de Duke con sus palabras.


"Por Cristo, mujer. ¿Nunca te callas?”

Ella recordó su encuentro anterior y le sonrió "Házmelo."

Su boca estaba sobre ella un segundo más tarde, más caliente y con más fuerza que antes. Una

mano abandono su culo y ella oyó el ruido de su cremallera. Tan sólo el sonido la hizo encabritarse y

gemir. Él tiró hacia un lado sus bragas y entonces finalmente ella sintió la presión de la carne caliente

y suave contra su sexo.

Sus muslos se apretaron alrededor de su cintura y ella rodeó sus caderas, tratando de atraerlo

hacia adentro de ella.

Duke gruñó, cambió su posición, y luego se enterró dentro de ella con un solo intento con un

fuerte empujón.

Lexi había pensado antes que parecía grueso cuando había visto su erección asomarse contra

sus jeans, y ahora, sintiendo como se expandía para dar cabida a su circunferencia, se dio cuenta de

que sus sospechas eran ciertas.

Él gimió contra la mandíbula de ella mientras se retiraba y luego la penetraba otra vez.

"Más duro", jadeó ella. “Más rápido.”

Duke la complació, estableciendo un ritmo excitante, castigador. Con sus brazos atados, ella
solamente podía aferrarse a él con sus piernas y dejarle llevarla. Sus manos estaban fuertes y

constantes sobre su culo, cargando fácilmente su peso mientras se deslizaba adentro y afuera de su

envoltura resbaladiza.

Cada penetración profunda y oscilante retorcía el placer ardiente dentro de ella más y más

fuerte.

Su boca nunca abandonó la piel de ella, sus labios, lengua y dientes se arrastraban sobre su

clavícula, su garganta, la barbilla. Él se dobló para chupar y mordisquear sus pechos, haciéndola

jadear y arquearse hasta presionarse contra sus labios. Lexi podía sentir su orgasmo desarrollándose,

palpitando en cada célula. Incluso hasta sus uñas zumbaban con placer mientras Duke utilizaba todo

su cuerpo para hacerla sentirse bien.

Cuando él la besó, ella se inclinó sobre el borde, clamando su liberación en su boca.

Él la montó a través de este, mamando su labio inferior suavemente entre los suyos mientras

que su ritmo aumentaba y crecía desigual. Lexi podía sentir que él estaba a punto, podía sentirlo en lo

apretado de su dominio y en el apremio de sus arremetidas.

Ella arrastró sus labios a lo largo de su mandíbula, sintiendo el roce de su barba, para tomar el

lóbulo de su oreja entre sus dientes y golpetearlo con la lengua. Ella suspiró palabras en su oído.
“Hazlo. Ven por mí, Duke."

Lexi sintió otro escalofrío de placer por todo el cuerpo mientras que él se metía de golpe

dentro de ella hasta el fondo, clavándola a la pared. Ella apretó sus piernas sin piedad para

mantenerlo cerca mientras sentía el pulso caliente de él dentro de ella. Él enterró su cara contra su

cuello, estremeciéndose y gimiendo.

Por varios momentos largos, el único sonido en la sala era el de su respiración irregular. Lexi

inclinó su cabeza hacia atrás contra la pared, disfrutando del cálido letargo que se difundía a través

de sus músculos cansados. Al abrir sus ojos, ella tenía a la vista sus muñecas atadas y sintió una leve

chispa de fuego de excitación en la boca de su estómago. La cuerda azul y amarillo atada alrededor

de sus brazos le recordaba lo que habían estado discutiendo cuando las cosas tomaron un giro hacia

lo físico. Lexi bromeó.

"Bien, si escalar rocas es algo como esto, yo definitivamente voy a intentarlo.”

Duke levantó la cabeza. Sus miradas chocaron, sus ojos marrones aún estaban nublados de

placer, pero el surco familiar apareció entre sus cejas. Luego siguió su mirada hacia sus muñecas

amarradas. Lexi miró un rubor oscurecer sus mejillas y él mordió la esquina de su labio. El gesto fue

incierto y curiosamente atractivo.


Subió y desató la cuerda, frotando sus muñecas con dedos suaves. Sus ojos permanecieron en

sus brazos mientras tosía un poco para despejar la garganta.

“Yo, eh, ¿no te hice daño, verdad?”

Lexi sintió una amplia sonrisa estirando sus mejillas Ella tocó con sus dedos todavía

hormigueantes la cuerda. "¿Quieres decir con esto?" Ella arqueó sus caderas, haciéndole dar un

fuerte jadeo. "¿O esto?"

"Cualquiera de los dos," dijo, dando un paso atrás y bajándola suavemente a sus pies. Él aún

no la miraba a los ojos. Lexi tomó un minuto para alisarse la ropa nuevamente a su lugar y dejar que

él mismo recogiera la suya. Cuando ambos estuvieron otra vez vestidos, ella captó su atención y le

dio unas palmaditas el centro de su pecho.

"Hey. ¿Estamos bien, ok? No hiciste nada que yo no quisiese que hicieras. ¿Lo sabes, verdad?”

Él empujó una mano por su cabello, dejó escapar un suspiro y asintió con la cabeza. "Sí. Sí, yo

sé."

Lexi levantó ambas cejas. “Así que ¿Estamos bien?"

"Estamos bien"

“Maravilloso. Porque todavía quiero este trabajo, sería horrible si las cosas fueran a ser raras
entre nosotros ahora."

Duke se dobló para recoger los papeles olvidados. “No te voy a despedir, si eso es lo que te

preocupa.”

"No lo estoy, pero estás actuando un poco nervioso ahora, jefe. Mira, ambos somos adultos.

Sentimos una atracción. Tuvimos un poco… ok, mucha… diversión. Pero es sólo sexo. Y ahora eso

está fuera de nuestros sistemas, estoy seguro que va a ser mucho más fácil trabajar juntos."

Honestamente, Lexi no estaba tan segura de que la última parte fuera verdad. Ellos apenas

habían acabado de terminar y ella ya quería alcanzarlo y atraerlo de vuelta contra ella. Pero ella no

hacía repeticiones, no importa lo tentador.

"Cierto." Duke no sonaba convencido tampoco, pero cuando ella encontró sus ojos le dio un

guiño corto. "Tus documentos".

Ella tomó el fajo de papel, estudiando su apuesto rostro. Algo claramente lo estaba

molestando. Aunque estaba tratando de no fruncir el ceño, la línea entre las cejas estaba allí y sus

labios fueron doblándose un poco hacia abajo en las esquinas. Ella no sabía si él estaba molesto

porque le había dado su atracción a ella, o tal vez porque había tenido sexo con un empleado.

Cualquier cosa que fuera, esperaba que él pudiera superarlo. Le gustaba el trabajo y le gustaba él.
Más de lo que debería, probablemente.

Golpeando ligeramente los documentos contra su palma, Lexi forzó una sonrisa en sus labios.

"Nos vemos mañana por la noche, entonces."

Duke agachó su barbilla en un gesto brusco. "Mañana."

***

Dos meses. Habían pasado dos largos meses frustrantes desde que ella había comenzado a

trabajar por primera vez en Shotguns y todavía no podía conseguir sacar de su mente el sexo

alucinante que había tenido en el cuarto de atrás con el malhumorado McPantalonesExcéntricos...

alias su jefe, Duke

Lexi sabía que algunos de sus amigos le consideran una puta. Ella rechazaba totalmente la idea

de que su valor tenía alguna conexión con la cantidad de chicos con los que había dormido. Pero aún

tenía que admitir que dos meses es un tramo bastante largo para que ella no hubiese follado con

alguien.

No es que ella no hubiese intentado.

Al principio, sólo atribuyó su falta de interés al hecho de que su enloquecedor encuentro de la

cuerda con Duke había sido un combate de sexo increíblemente satisfactorio y atlético. Había sido,
de hecho, el mejor sexo que había tenido. Fue atada—ella sonreía ante el juego de palabras—para

calmarla durante un tiempo.

Además, entre los estudios y el nuevo trabajo, estaba muy ocupada. ¿Y qué si las pocas

interacciones que había tenido en sus noches libres carecían del fuego de los combates verbales de

Duke y de ella? Ella no tenía que follar.

Pero cuando habían pasado varias semanas y todavía no había encontrado ningún otro

prospecto interesante, Lexi comenzó a preocuparse. El problema era, que Duke había dejado claro

que estaría más que dispuesto hacerlo otra vez. Ella casi podría desear la torpeza de haberse

preocupado justo después de que habían tenido sexo. Pero no.

La tarde siguiente cuando ella se apareció a trabajar, Duke estaba con sus pesadas cejas

frunciendo el ceño mientras que miraba su ajustado chaleco negro y su minifalda púrpura. Él se

quejó, "Si usas cosas como esas, vamos a terminar contra la pared de la oficina".

Ella había respondido con una rudeza, "No, no vamos," a pesar del hecho de que todo en su

cuerpo se había ajustado.

Al parecer, Duke había decidido que le gustaba el reto. O era eso, o secretamente era un

sádico cabrón, porque a partir de ese momento parecía decidido a hacerla tragarse sus palabras.
Puesto que eran los únicos dos empleados, trabajan juntos todos los jueves hasta el domingo de cinco

de la tarde hasta la una, a veces las dos de la mañana.

Cada noche, él la jodía por lo que llevaba puesto, o por como había hecho su trabajo. Lexi

sabía que sólo la estaba jodiendo, y ella quería ser molestada, pero era difícil cuando él parecía

deleitarse en que ella le respondiera tan bien como ella podía. Ella nunca había conocido a un tipo

que pareciera disfrutar de recibir sarcasmo tanto como Duke. Era casi un juego para ellos, ver quién

de los dos podía meterse en el hoyo más gracioso o sobresalir sobre el otro más rápido.

Varios de los clientes asiduos hasta participaban en la diversión. Buz, el viejo motociclista de

cabello blanco que venía casi todas las noches, había llegado a gritarles, "¡Consigan un cuarto!"

cuando ellos empezaban. Duke generalmente le pintaba una paloma y luego inclinaba su cabeza hacia

la sala trasera.

"Tengo un cuarto justo aquí atrás, si crees que puedas manejarlo, Rubia."

Eso siempre le provocaba una llamarada de ira y Duke lo sabía, aunque ella dudaba que él

supiera exactamente por qué. La verdad era que el apodo de burla le recordaba a ella ese primer día

y la forma en que gemía 'Lexi' contra su cuello cuando se vino.

Se había vuelto automático para ella responder, "Sigue soñando, jefe," y trataba de reprimir su
sonrisa mientras él disparaba en respuesta, "Cada noche, Rubia. Cada noche.”

Naturalmente, aquello era en las noches buenas, cuándo estaban bromeando y metiéndose con

el otro. Pero entre más tiempo pasaba entre ellos y esa primera noche, más tensos se ponían ambos.

Lexi no creía que fuese tan sólo el calor burbujeante entre ellos lo que mantenía a Duke en el límite,

sin embargo.

Ella lo había escuchado maldecirse a sí mismo mientras estaba en la oficina haciendo papeleo.

Ella se había ofrecido a ayudarle ya que ella estaba recibiendo su licenciatura en administración de

empresas, después de todo, pero él la había sacado. Quería preguntarle cuál era el problema, pero

eso sería como un paso demasiado lejos.

Además, ella estaba tratando de distanciarse de él.

Sin repeticiones, se recordaba a sí misma cada noche mientras que él le decía 'apúrate y sirve

algunas bebidas por amor a Cristo', o cuando ponía una mano en su cadera mientras maniobraba

alrededor de ella en el armario de suministros después de cerrar.

Aunque él no intentaba agarrarla o besarla. No era agresivo. Lexi casi deseaba que lo fuese,

porque entonces ella podría tener una buena razón para enojarse con él y entonces tal vez no pensaría

en cómo se había sentido cuando él estuvo dentro de ella.


Después de un mes de esa tortura, ella estaba desesperada. Sabía que no había sido una gran

idea sentarse sobre la rodilla de Luca, pero el magramente musculoso motociclista italiano lo

suficientemente guapo para ser un modelo de ropa interior si pasabas por alto los dientes un poco

torcidos y los tatuajes de prisión. Él era un mecánico de motos y tenía una gran risa y era exactamente

la clase de tipo que Lexi disfrutaría tener en su cama por una noche y luego nunca ver otra vez.

Excepto que él no hizo nada por ella, incluso cuando él se inclinó hacia abajo y ebriamente

susurró en su oído lo que quería hacerle a ella. Varios de ellos eran maravillosamente vulgares y

normalmente la habrían hecho estremecer toda. Pero ella no había sentido tanto como un simple

alboroto en semanas que no fuese causado por su obstinado jefe de ceño fruncido.

El obstinado jefe de ceño fruncido quien procedió a sacar a Luca afuera por una oreja por

‘maltratar al personal de servicio.’ Y maldita sea si ver los músculos de Duke sobresalir mientras

levantaba al hombre más pequeño hacia el estacionamiento no le había hecho agua la boca y a sus

muslos temblar.

Lo cual fue enloquecedor, porque no fue la última vez. De hecho, llegó a ser bastante común en

las últimas semanas, ver como Duke parecía tener excepciones en cualquier momento en que sentía

que uno de los clientes se estaba poniendo demasiado asequible con ella...
Caliente o no, ella no iba a dejarlo mantenerlo. Cuando regresó de lanzar a un enorme matón

de ciento sesenta kilos fuera de su cara en la grava del estacionamiento, Lexi lo arrincono detrás de

la barra. Levantó ambas cejas y se limpió el delgado riachuelo de sangre que se filtraba desde la

esquina de su boca donde había atrapado un codo callejero.

Lexi cerró su puño y lo golpeó en el hombro. Se lastimó la mano, pero ayudó a calmar un poco

los retortijones que tenía en su estómago.

"Golpearlo a la mierda, Duke".

¿Qué?" Su lengua se posó contra su mejilla y parpadeó. Cierto chico joven, peludo cuyo corte

era el nuevo azote de mida levantó la mano para otra cerveza, pero se desplomó cuando Lexi le

disparó una mirada.

Ella volteó la mirada feroz a su jefe. "No me digas 'qué' a mí, Señor. Tú sabes exactamente de

lo que estoy hablando. No puedes seguir botando a cada tipo que me coquetee. Por un lado, si lo

sigues haciendo te vas a quedar sin clientes, y no es que tengas tantos como para empezar."

"Es mi bar. I puedo decidir quién se permite y quién no.” —

“Y no se permite a nadie estar sobre quién me gusta a mí, ¿está claro?”

Saltó un músculo en su mandíbula, pero ella se adelantó, apoyándose y clavando su dedo en el


pecho.

"¡El bar puede ser tuyo, pero yo no soy! Confía en mí, si una persona se pasa de la raya

conmigo, te lo haré saber o me encargaré de ello yo misma, pero no tienes ningún derecho para ir

como todo un hombre de las cavernas sobre alguien sólo porque yo le pestañee. ¿Entiendes?”

Ella estaba jadeando en el momento en que terminó. Duke cruzó sus brazos. Su voz era baja

cuando respondió. "Sólo intento protegerte, Lex. Muchos de estos tipos son malas personas. No todos

ellos, pero... Podría ser un inocente pestañeo para ti, pero algunos de ellos tienen records de no

aceptar un 'no' por respuesta. Sé quiénes son quién. Tu no.”

Lexi se quedó sin aliento. Ella sabía que él tenía razón, tanto que ella no quería admitirlo. Al

menos, él tenía parte de razón.

"Tal vez así sea. Y si ese es el caso, necesitas hablar conmigo y decirme de quién debería

cuidarme. Yo te escucharé. Pero no intentes decirme que tiraste afuera a Luca porque que pensaste

que podría tratar de tomar lo que no se le había ofrecido. O Justin. O Tex.”

El músculo tembló otra vez en su mandíbula. Aquel que significaba que estaba apretando sus

dientes.

"No puedes, porque no se trataba de querer protegerme. Se trataba de querer poseerme. Yo no


soy una posesión, Duke. Jamás seré la posesión de ningún hombre. Es por eso que no hago

repeticiones ni relaciones. Pensé que lo había dejado claro".

Duke la miró hacia abajo, la expresión de sus ojos oscuros era ilegible. Después de que un

largo momento llenó sólo por el ruido del bar, pelotas de pool y risas, y un viejo rock escolar viejo,

él exhaló fuertemente a través de su nariz.

"Tienes razón. Lo hiciste. Y pido disculpas. Estaba fuera de línea. De ahora en adelante, la

única vez que voy a romper una cabeza será para detener una pelea... o que me lo pidas."

Lexi mordió su labio, sorprendida por las palabras sinceras. Abrió su boca, insegura sobre

qué decir pero sintiendo que debía decir algo, pero Duke la cortó.

"Déjame recompensarte El gimnasio de Orchard tiene un muro de escalada. Búscame allí el

martes después de tu última clase y te mostraré cómo subir."

Eso la detuvo. Habían hablado muchas veces acerca de que él le enseñara a escalar varias

veces, pero ella siempre se había imaginado que era uno de esos tipos de acuerdos que la gente hacía

cuando en realidad no querían, diciendo 'seguro, seguro, totalmente hagamos eso.'

"¿Esto no es algún truco para hacerme salir en una cita?" Normalmente, Lexi difícilmente

contaría aprender a escalar una roca como una cita, pero teniendo en cuenta la reacción que seguía
teniendo cada vez que tenía un vistazo de la foto en la pared de la oficina de Duke ella se imaginaba

que era una cuestión importante.

Los ojos de Duke se abrieron y su boca cayó abierta. Asustado, era un tipo de aspecto

adorable en él.

“¡No! Yo sólo... dijiste que querías aprender. Pero si no quisieras, te recompensaré de otra

manera. Puedes terminar temprano esta noche y lo limpiaré o... algo así"

Ella palmeó sus abultados bíceps. "Relájate, jefe. Escalada el martes por la tarde entonces".

***

*** Escalar con Lexi había sido una terrible idea. Duke aguantó otro gemido tan pronto como

ella se apoyó en él, cálido y fuerte y con suave olor a cocos y a sudor. Él había tratado de solo darle

instrucciones desde el suelo, recomendándole dónde poner sus pies, que agarres asir, pero no había

salido bien. Durante la primera media hora, ella apenas logró hacer unos pocos metros de la pared

antes de caer.

Por lo menos no tenía miedo a caer. Confiaba en el arnés y el dispositivo de auto

aseguramiento. Ella simplemente todavía no había averiguado el ritmo de la escalada, como

agarrarse y avanzar, agarre y avance. Su cuerpo no estaba acostumbrado al movimiento.


Él finalmente había renunciado a mirar (como si ver su culo en las apretadas leggins negras no

fuese suficiente tortura) y subió con el dispositivo de auto aseguramiento para instruirla en la

práctica. Ahora, él se limitaba a calcular desesperadamente tablas de multiplicar en su cabeza para

mantener su mente fuera de la sensación del cuerpo de Lexi. A pesar de eso, estaba aún medio duro.

Ambos sólo estaban fingiendo que no.

"Aquí, ahora asegúrate de que tu agarre está apretado y balancea tu pierna derecha hasta

aquella clavija azul.

"Azul pie derecho, lo tienes. Como alguna forma sádica de Twister para adultos."

Ella sonrió ligeramente, pero la imagen que sus palabras evocaban casi hacían a Duke jurar en

voz alta. ¿Intentaba matarlo?

Él hablaba en serio cuando dijo que la oferta era estrictamente platónica, una rama de olivo

para compensar su comportamiento de mierda de macho alfa de las últimas semanas. Lexi nunca lo

había dejado seguir o hacer ninguna promesa. De hecho, ella había hecho todo lo contrario. El hecho

de que él odiase la idea de que cualquier otro hombre la tocara era su problema y él no tenía derecho

a hacerla suya.

Pero él no había pensado a través de lo que a menudo estaba implicado en enseñar a otra
persona algo físico como escalada en roca. Para mostrarle a ella donde era mejor colocar sus manos

y pies, tuvo que subir por detrás de ella. Habían pasado la mayor parte de los últimos cuarenta y

cinco minutos presionados juntos desde el hombro hasta la ingle.

"¡Ah! ¡Lo hice!...

El grito triunfante de Lexi llamó afortunadamente su atención de la sensación de su culo

rozando su erección. Mirando hacia arriba, vio que estaban casi en la parte superior de la pared.

Ambos estaban empapados en sudor. No es que esta fuese una escalada particularmente difícil para

él, pero estando así de cerca de Lexi logró que su sangre hirviera, al igual que siempre.

"¡Excelente! Ahora... hmmm. Vamos a ver. ¿Por qué no tratas con tu mano izquierda, el

amarillo?"

Ella se rio burlonamente. "¿Cuál amarillo? Oh. Bueno, lo tengo."

Habría sido más fácil si ella hubiese resultado ser la perra rica que él había pensado que era

cuando ella entró por primera vez en Shotguns Entonces él podría haberla despedido como un polvo

caliente y seguir adelante. No es que ella no fuese un polvo caliente. Ella era la más caliente, en

realidad. Duke no había conseguido que eso funcionara para otra mujer. Nunca había tenido fantasías

acerca de atar una mujer tampoco, pero ver sus muñecas envueltas en su cuerda de escalada había...
bueno eso había significado todo para él. Él casi la había clavado en la pared.

Justo después de eso había estado un poco horrorizado de sí mismo. Nunca había hecho nada

así antes en su vida. Quería hacerlo de nuevo.

Pero Lexi no repetía. Y Dios le ayude, pero no quería hacerlo con nadie más.

Mientras ayudaba a guiarla hasta los últimos metros de la pared, intentó razonar sobre ello. Él

entendía su reticencia. Ellos hablaban mientras limpiaban durante el tiempo libre en el trabajo y ella

le había contado un poco sobre su madre y su padrastro.

Personalmente, Duke pensaba que ella estaba llevando un poco lejos eso de ‘me rehúso a

pertenecer a alguien’, pero podía entender su deseo de permanecer soltera por lo menos hasta

terminar la Universidad (sólo le quedaba un semestre), conseguir un trabajo y poder pararse en sus

propios dos pies. Él incluso la respetaba por eso. Eso no significa que tenía que gustarle.

Después de uno o dos intentos de convencerla con sano razonamiento de la locura de su

decisión, se había rendido. Sólo la había cabreado. Y aunque Duke encontraba a Lexi caliente

mientras estaba cabreada, no le gustaba cuando ella realmente estaba molesta con él. En cambio,

había tomado a broma pedirle que le diera otra oportunidad. Eso funcionaba mucho mejor.

A pesar de que ella nunca tomaba ninguna de sus ofertas, respondía bromeando. Las cosas
habían salido bien, pensaba él.

Hasta que él había jodido todo poniéndose celoso. La primera vez, con Luca, él había

reaccionado sin pensar. Cuando él había visto la mirada fruncida en su cara, con sus labios

normalmente suaves fruncidos, había sabido que la había cagado. Él esperaba que ella explotara,

pero ella no lo hizo.

No hasta el domingo por la noche cuándo ella lo llamó por tratarla como su posesión.

Duke quería culpar al estrés. Las facturas habían estado acumulándose y él había permanecido

despierto durante horas después que el bar había cerrado para tratar de encontrar maneras de reducir

los costos y conseguir más ingresos. Shotguns había tenido un flujo constante de clientes, pero la

mayoría ordenaba cerveza y licor baratos. Ganaba lo suficiente para cubrir su techo y pagar la

hipoteca de su pequeña hacienda en las afueras de la ciudad. O solía hacerlo.

Él realmente debería haber llamado a los policías por Barb. Él todavía no estaba seguro de

cuánto le había robado durante los dos años que trabajó allí, pero se imaginaba que tenía que estar

cerca de los miles. Tal vez decenas de miles. Había sido una fuga lenta, lo suficientemente gradual

para que sólo pensara que el negocio estaba decayendo. Él había estado detrás de los pagos a sus

proveedores y pagos de la hipoteca y tuvo que pedir prestado contra su crédito.


Deshacerse de Barb había ayudado, pero cada vez era más evidente que el daño ya estaba

hecho.

"¡Oh mi Dios! ¡Eso fue increíble!”

Duke no pudo evitar sonreír ante el chillido sin aliento que Lexi dio mientras terminaba de

tirar de ella hasta el tope de la pared. Él se subió junto a ella, agradecido por la distracción.

"Te dije que lo amarías."

Lexi chocó su hombro desnudo contra el de él, su respiración seguía un poco irregular. "Sí, sí.

No dejes que se te vaya a la cabeza, jefe. Sigues siendo sobre todo un idiota.

"Cuidado. No olvides que conozco diecisiete maneras de matar un hombre con mi pulgar.” Él

golpeo su muslo, duro. Ella se frotó el sitio pero hizo rodar sus ojos por la broma de mal gusto.

“Estoy tan asustada.”

Ella dio un grito gratificante que hizo que ambos se ganaran un gesto de disgusto de uno de los

entrenadores cuando hizo un gesto como si fuese a lanzarla de la parte superior de la pared. Sin

embargo, oírla reír y amenazar con apuñalarlo con el cuchillo de la fruta una noche cuando menos lo

estuviera esperando valía la pena.

Tal vez llevarla a escalar no había sido tan mala idea después de todo. Ella lo había
perdonado por ser un 'completo Neandertal', de todas formas, y seguramente con los dos

reventándose el culo, las cosas en Shotguns iban a mejor.

Por supuesto, ese sentimiento volvió a morderlo en el culo tan solo dos días más tarde. Era

lento incluso para un jueves por la noche, así que él le dejó Lexi al frente para manejar el puñado de

clientes mientras que una vez más se escondía en las montañas de papeleo para tratar de averiguar

como salirse de este lío.

Un dolor de cabeza le golpeó detrás de su ojo izquierdo mientras miraba fijamente hacia abajo

las columnas de números negros hasta que se volvieron todas borrosas y onduladas.

“Hey, ¡no puedes entrar ahí atrás!”

La voz de Lexi elevándose en indignación era un sonido que le era familiar después de tres

meses trabajando juntos, pero generalmente estaba dirigida a él. Él miró hacia arriba a medida que la

puerta de su oficina se abría con fuerza. Ante la vista de su CPA Marcus, el suspiró y arrugó el puente

de su nariz.

“Lo siento, jefe. Traté de decirle a este idiota que estabas ocupado, pero aparentemente él es

verdaderamente importante.” Ella tenía sus manos sobre sus caderas y volteó sus ojos cuando captó

su mirada. Duke tuvo el impulso repentino de tomarla en sus brazos y besarla irracionalmente.
Sabiendo que le caería como una bola de plomo, sacudió su cabeza y le sonrió en su lugar. Le

iba a pedir que les trajera una bebida, lo cual probablemente obtendría una respuesta sarcástica, pero

disfrutó de esas cosas de ella. Antes de que pudiese abrir la boca, Marcus se dejó caer en la silla un

poco desvencijada que Lexi había colocado delante de su escritorio para poder importunarle

mientras que hacía su pedido.

"Has estado ignorando mis llamadas, Duke. No puedes hacer que este problema desaparezca

sólo fingiendo que no existe."

Marcus era un viejo amigo, pero por el momento Duke quería darle un puñetazo en la estrecha

cara. Justo en ese momento, Lexi se cruzó de brazos y frunció el ceño.

“¿Cuál problema?”

“No voy a discutir —”

Lexi cayó a Marcus con el lateral de su mano. "No estoy hablando contigo, amigo."

Duke no pudo evitar reír al ver la expresión en el rostro de Marcus. Se dejó llevar, un

momento después, sin embargo, cuando Lexi volteó sus ojos azules agudos sobre él.

“¿Problema?”

Él dejó caer su frente en sus palmas y apretó las palmas de sus manos contra sus ojos
cansados. "Vamos cuéntale, Marc."

Después de un momento deliberadamente silencioso que transmitía que no estaba del todo

seguro de lo que iba a hacer, Marcus describió la situación financiera en la que Duke estaba. Lo

explicó muy claramente. Ya sea que pensara que Lexi era estúpida, o que Duke lo era. Probablemente

lo último.

Ella no habló durante todo el tiempo. Cuando Marcus terminó, caminó a través del cuarto, hizo

una bola con su pequeño puño, y le dio un golpe en el hombro... Duro. Él lo había estado esperando,

pero aún dolió.

“Tú, idiota.

Marcus balbuceó una risa, pero Duke tan solo se sobaba su hombro adolorido. "¿No tienes

algunos clientes a quienes servir?" Sabía que se estaba quejando, pero estaba cansado y le dolía la

cabeza.

“Dos meses más. ¿Ibas a decirme o simplemente dejar que me presentara un día a trabajar y

encontrara un cartel de NEGOCIO EN QUIEBRA en la puerta?”

“Lex…”

Ella le siseó. "No. No te estoy hablando a ti en este momento. ¡Y tú!" Señaló con la pulida uña
a Marcus. “Quiero ver todo.”

Marcus abrió su boca, evidentemente para protestar. Duke suspiró

"Dale lo que quiera, Marc. Ella no va a callarse hasta que lo hagas."

"Oh, vete a la mierda, jefe.”

“En cualquier momento, Rubia,” respondió con una sonrisa a la mitad.

***

Lexi estaba en serios problemas. Se frotó los ojos cansados y arenosos y trató de pensar en la

forma de salir de allí. Era todo lo que había estado haciendo durante la mayor parte de las últimas

dos semanas.

Maldito sea. Maldito sea, Él y su estúpido ceño fruncido, su estúpida actitud, su hosca actitud,

su sexy ceño fruncido y sus labios esculpidos. Maldito sea su divertido gruñido, su sonrisa torcida y

sus manos grandes y fuertes. Maldito sea por disculparse cuando estaba equivocado, por admitir su

mal comportamiento y hacer el esfuerzo para corregirlo. Maldito por enseñarle a escalar con

paciencia y moderación cuando podía haber tratado de aprovecharse. Maldito por hacerla reír y por

hacerla enojar, por haberla hecho preocuparse y por hacerla querer tener a alguien que le

perteneciera solo a ella... y por hacerla querer pertenecerle a él.


Más que nada, Maldita sea por eso último.

Y también maldito sea Marcus, el escuálido CPA, mientras ella estuviera allí. No había sido

fácil mantener sus manos lejos de Duke, para conservar firmemente su relación en la categoría

"jefe/empleado que también son amigos (y tuvieron sexo esa sola vez)", pero ella lo había

controlado. Y luego Marcus había irrumpido en la oficina de Duke para abrir la boca sobre el destino

del bar, y ahora…

Ahora, ella estaba perdiendo todo su tiempo libre en la computadora, haciendo llamadas

telefónicas, investigando, e incluso interrogando a sus profesores. Tratando de encontrar la forma de

salvar el Shotguns. Y a pesar de lo que se había estado diciendo a sí misma, no era porque no quería

perder un buen trabajo.

Sabía que Duke era peligroso. Y no sólo porque era un tipo grande y musculoso que podía

dominarla físicamente si quería. No, ese no era el peligro al que ella se enfrentaba.

Él era un tipo de peligro completamente diferente. Uno que había estado tratando de evitar

desde que descubrió a los chicos por primera vez.

“Bien hecho, Alexis,” murmuró al techo de su dormitorio. Su voz cansada sonaba

inquietantemente parecida como la de su madre y se estremeció.


Extendiendo sus brazos por encima de su cabeza, se dejó caer atrás contra sus almohadas y

reviso su regazo lleno de papeles. Allí estaba, en blanco y negro delante de ella... la solución a sus

problemas. Ambos, si quería.

¿Cuál era la pregunta del millón de dólares? O bien, la pregunta del cuarto de millón de

dólares, técnicamente.

De cualquier forma, así fue como lo expresó la tarde siguiente cuando se paró frente a Duke.

Quizás debió haber esperado hasta que hubiese tenido otra noche de sueño completo antes de sacar el

tema, porque él la miraba como si le hablase en Swahili o algo.

“¿Qué?”

"Dije, renuncio."

Duke paseó la mirada sobre las dos pilas separadas de papeles cuidadosamente atados que

ella acababa de dejar sobre su escritorio hacía un minuto frente. Las pesadas cejas descendieron y el

surco apareció entre ellas, haciendo girar el corazón de Lexi. Se esforzó por permanecer

imperturbable y no afectada frente a su ira y confusión.

“¿Y estos?”

"El gruñido de su voz le acarició la espalda como un dedo de terciopelo, endureciendo al


instante sus pezones.

"Son exactamente lo que dije que eran. Planes de negocio. Éste," tocó el de la izquierda con la

punta del dedo. “Esto es lo que necesitas hacer si quieres mantener el bar abierto y finalmente

empezar a producir un beneficio otra vez.”

Él se echó hacia atrás en su silla y cruzó sus brazos sobre su amplio pecho. A diferencia del

hecho de que estaba sentado en lugar de estar detrás de la barra, su postura era idéntica al primer día

en que ella había entrado al bar. Eso parecía apropiado.

"¿El otro?"

Lexi tragó para pasar el nudo en la garganta, porque aquí se había ido un poco al extremo.

Bueno, por un céntimo, pensó. En realidad, todo el asunto era un gran extremo...

"Eso es lo que tienes que hacer si quieres desangrar el lugar y convertirlo en un centro de

montañismo de primera.”

Duke se quedó mirándola desde abajo de esas gruesas cejas negras. Ella se encogió de

hombros y desvió la mirada, persistiendo su mirada en la foto de él escalando en lo que ahora sabía

era Arizona.

"Traté de pensar en una manera de combinar los dos, ¿sabes? Como tal vez ¿un bar donde la
gente pudiera escalar? Pero... bueno, simplemente no funcionaría. El sólo seguro sería un costo

prohibitivo. Por lo tanto, tenía que ser uno o el otro. No podía decidir cuál, así que pensé... bueno,

es tu bar, así es que decide tu."

"No va a ser mi bar. No si tomo su consejo."

Ella se sorprendió de que él estuviese tan calmado. Honestamente, ella esperaba que explotara

tan pronto como le planteó su plan. O que al menos discutiera sobre el dinero. Él sabía, después de

todo, lo que ella sentía por el fondo fiduciario.

"Sería demasiado. Yo solo estaría dándote un préstamo. Tú me pagarías. Los términos están

todos ahí." Lexi sintió el calor deslizarse hasta su garganta. Tenía que poner fin a la conversación y

salir de allí. Ese había sido el plan. Dejar el papel, decirle lo que había hecho, y salir. Sabía que no

era bueno dejarlo plantado, pero era jueves. Los jueves eran lentos.

El corazón le latía con fuerza en su pecho, mientras él le fruncía el ceño. Ella quería

arrastrarse sobre el escritorio y saltar a su regazo, pero en su lugar cerro sus manos en puños y

enderezó los hombros.

"Por eso no creo que debería trabajar más aquí. De cualquier manera, sería simplemente hacer

las cosas... incómodas.”


Sí, habría sido muy incómodo si tuviera que seguir trabajando con él y fingiendo que no estaba

ridículamente enamorada del idiota obstinado.

"¿Y qué si decido no tomar tu consejo? ¿Qué pasa si decido cerrarlo? ¿Seguirías trabajando

aquí, entonces?"

Sus palabras eran tranquilas, pero golpearon a Lexi en el intestino como un puñetazo. "Yo...

¿Qué? ¡No! Tú... ¡No seas imbécil Duke! ¡Tienes que tomar el dinero!"

La ira y la exasperación se sentían cálidos y familiares. Ella apoyó los puños en las caderas y

lo fulminó con la mirada. Duke apartó de él ambos planes de negocios y empujó su silla hacia atrás

para poder ponerse de pie. Apoyó los puños sobre la mesa y se inclinó sobre esta, consiguiendo

imponerse sobre ella a pesar de los dos pies de distancia que había entre ellos.

"Oh, te lo aseguro, Rubia, ¡yo sin duda no tengo que tomar tu maldito dinero!"

"¡Tú, terco obstinado! Realmente rechazarías el préstamo de un amigo sólo para... ¿qué?

Ahorrarte un poco de tu maldito orgullo?"

Él pateó la silla, estrellándola contra el archivador estrepitosamente. Lexi se estremeció, pero

no dio marcha atrás. Las fosas nasales de Duke se dilataron mientras empujaba el enorme escritorio a

un lado en una hazaña de ensanchamiento muscular y la agarró por los hombros.


Lexi jadeó ante la sensación de sus manos ásperas calientes sobre su piel.

"¿Una amiga? ¿Eso es lo que eres, Lex? ¿Mi amiga?”

Él espetó, con su aliento perfumado a canela - de masticar su chicle favorito, Gran Rojo, y ella

odiaba y amaba que sabía eso de él - soplándolo contra sus mejillas. Incapaz de resistir el fascinante

calor de su cuerpo tan cerca, las manos de Lexi se levantaron y se retorcieron en la parte delantera de

su camiseta.

"Sí", dijo con voz ronca, aferrándose desesperadamente a esa palabra. Amigo.

Los amigos pasaban tiempo juntos y se hacían reír uno al otro y querían lo mejor para el otro y

estaban allí cuando la otra persona los necesitaba. Los amigos podrían incluso tener sexo más de una

vez y seguir siendo sólo amigos. Ella podía hacer eso. La amistad estaba a salvo.

"Mierda. Yo no hago esto con mis amigos."

Y luego él la estaba besando, y Lexi le devolvía el beso y estaba encendida en lujuria.

Ella había pensado que recordaba cuán estupefacientes y poderosos eran los besos de Duke,

pero se había equivocado. Sus labios eran como satén suave, pero tan fuertes mientras avanzaban

contra los de ella, y su lengua era una llama dulce lamiendo su boca.

Sus manos sacaron el chaleco de sus hombros y diestramente desabrocharon el sujetador. Un


segundo después, la cremallera de su falda se deslizó hacia abajo y él cayó de rodillas, tirando de la

sedosa tela con él. Lexi gimió, con sus manos sobre los anchos hombros mientras él la despojaba de

sus bragas, botas y calcetines... dejándola completamente desnuda en el medio de su oficina.

Duke apretaba ardientes besos al interior de sus muslos y su vientre, acariciando la suave piel

detrás de sus rodillas mientras separaba sus piernas. Cuando su boca alcanzó su centro, Lexi gritó y

hundió los dedos en su cabello.

Él la devoraba, besándola cada pedazo con la misma habilidad apasionada que utilizó en su

boca.

Las rodillas de Lexi se doblaron. Ella se habría hundido en el suelo, si las manos fuertes de

Duke no la hubiesen mantenido arriba. "¡Duke!"

Él la miró, con una sonrisa maliciosa en sus ojos de color café.

Ella se rio sin aliento. "Yo... yo no hago esto con mis amigos tampoco."

La admisión parecía romper algo dentro de él. Duke subió, salpicando de besos su abdomen y

sus pechos y garganta hasta que llegó a su boca.

Ella arañó su camiseta, con ganas de sentir su piel. Toda su piel, esta vez. Duke le dio el gusto,

alcanzándola desde atrás para halarla sobre su cabeza.


Lexi lo empujó de nuevo contra la mesa, pasando sus manos sobre cada centímetro de sus

hombros, espalda y pecho. Ella se apretó contra su piel caliente y se frotó como un gato. El tenue y

áspero remolino de pelo oscuro entre los pezones de color cobre desgastado de él, raspó las puntas

sensibles de los pechos de ella, haciendo que su aliento se contuviese en la garganta.

"¡Por Cristo, Lexi!"

Las manos de Duke enmarañadas en su pelo, la arrastraron hacia atrás para otro profundo beso

húmedo. Ella gimió, buscando ciegamente en la hebilla de su cinturón. Se dio paso con un silenciado

ruido metálico y ella lo libró de las asas, arrojándolo al azar a través del cuarto.

Ella tomó un momento para palpar la rígida longitud de su pene a través de la suave mezclilla

antes de que tirara de la cremallera y metiera la mano dentro. Ambos gimieron cuando cerró los

dedos alrededor de él y comenzó a acariciarlo.

La última vez había sido caliente e increíble, pero rápido. Y había estado atada. Ella no había

tenido una oportunidad de explorar. En ese momento, a ella no le había importado.

Ahora sí. Maldita sea si a ella no le importaba mucho. Acerca de todo.

Duke lo manejó como pudo con la punta de sus botas sin renunciar a la boca de ella. Ella los

oyó golpear contra el piso mientras él los pateaba. Desesperada por tenerlo desnudo, rompió el
acalorado beso para sacarle sus pantalones.

El movía sus caderas gustosamente, destacando los deliciosos surcos de su cinturón de Apolo.

Lexi se mordió el labio y gimió. Doblando sus rodillas, ella tiró bruscamente de las mangas de sus

jeans, sacando las medias con ellos.

Era su turno de repartir mordiscos y lamidas en los muslos, y en el pliegue donde la pierna se

encuentra con su cadera. Ella arrastró su lengua a través de esos tentadores surcos, mirando hacia

arriba con sus brillantes ojos oscuros mientras con su mano bombeaba su falo con trazos apretados y

largos.

“Lexi, nena... por favor.”

Lexi lamió una franja a todo su largo. Duke echó la cabeza atrás y lanzó un grito de placer

cuando su lengua tocó y se frotó contra él.

Ella podría haberse quedado felizmente allí, succionando y lamiendo hasta que él se

derramara en su lengua, pero Duke tiró de los hombros, dirigiéndola hacia arriba.

“Espera, nena, espera. Ven aquí.”

Él la tomó alrededor de su cintura y la levantó hasta sus labios, presionándola a todo lo largo

de su cuerpo desnudo. Su palo palpitaba, caliente y duro contra su vientre mientras la besaba.
Acarició sus costillas y palmeó sus pechos por un instante, para hostigar sus pezones doloridos antes

de deslizar sus manos ásperas hasta acunar su cara.

Retrocediendo apenas lo suficiente para mirarla a los ojos, él acarició el costado de su nariz

ligeramente torcida.

"Quiero estar otra vez dentro de ti, Lex."

Las palabras tan vívidas enviaron una espiral de placer a través de su cuerpo que Lexi jadeó y

se estremeció, produciéndose escalofríos que se extendían a lo largo de su piel.

"Oh, por Cristo. ¡Si!"

Ella empujó sus hombros frenéticamente, dirigiéndolo hacia atrás. Entendiendo, Duke extendió

su brazo a lo largo del escritorio que estaba detrás de él, tirando todos los documentos — incluyendo

sus meticulosos planes de negocio — revoloteando por el suelo.

Parecía que un tornado había atravesado la oficina, pero a Lexi no le importaba. Lo único que

le importaba en ese momento era Duke.

Él se levantó sobre la mesa en una maniobra que tensó sus bíceps, pectorales y abdomen, en

una deliciosa muestra de musculatura. La boca de Lexi se hizo agua al verlo y se estremeció con la

necesidad de tocarlo de nuevo.


Ella consiguió lo que deseaba un segundo más tarde, cuando él le extendió su mano.

Lexi hizo una pausa. Por una fracción de segundo, se detuvo. Se imaginó a sí misma

deteniéndose. Dando un paso atrás en vez de dar un paso adelante. Poniéndose la ropa y saliendo

fuera de la habitación y afuera del bar manteniendo su regla "sin repeticiones, sin relaciones '.

Manteniéndose a salvo.

Las cejas de Duke bajaron.

"No seas cobarde, Rubia."

Levantó su barbilla. "Vete a la mierda, jefe."

La sonrisa de él era brillante y amplia y maravillosamente capaz de derretir corazones Si ella

no hubiese estado enamorada, eso habría hecho.

"Eso es lo que pensé que estábamos haciendo.” Meneó sus dedos.

Lexi deslizó su mano dentro de la suya y dejó que él la atrajera sobre su regazo. Su polla se

deslizó contra la cara interna del muslo.

Mirándolo fijamente a los ojos, ella se agachó y envolvió su mano alrededor de su palo. Lo

guio dentro de sí, balanceándose hacia abajo para rodearlo por completo. La mano derecha de ella se

clavó en el músculo de su hombro mientras él la llenaba, la estiraba.


Él apartó el cabello de su cara, le acarició los largos músculos de la espalda y dobló sus

dedos alrededor de la suave carne de sus nalgas. Sus labios se arquearon mientras apretaba

suavemente.

"Sabía que eras turbulenta desde el primer segundo en que te vi", dijo, frotando sus labios a lo

largo de su mandíbula.

Lexi envolvió sus brazos alrededor de su cuello y comenzó a mover sus caderas, levantándolas

y deslizándolas en un ritmo lento y oscilante tan inevitable como la marea. Ella se rio entre dientes

de sus palabras.

"Cállate y bésame, idiota."

Lo hizo. Él la besó y aumentó la presión sobre su culo, impulsándola a montarlo. La madera

del escritorio crujió bajo ellos, proporcionando un sonido de contrapunteo casi musical a sus jadeos

y gemidos y a la carne deslizándose.

Él la besó, y ella le devolvió el beso, sintiendo el placer como una ola que la arrastraba,

elevándola, sacudiéndola y dejándola caer y que menguaba sólo para elevarla y dejarla caer de

nuevo. Él la besó mientras ella repetía su nombre, tragando el sonido y regresándole a ella su propio

nombre, mientras su cuerpo se estremecía y se contraía dentro de ella.


Duke la besó mientras yacía inerte y jadeante contra su sudoroso pecho resbaladizo. Él besó su

cabello y sus párpados y la punta de su nariz. Besó sus pechos y su barbilla y los labios. Sus labios,

una y otra vez hasta que estuvieron hinchados y adoloridos, y ella aún no quería que se detuviera. No

creía que jamás querría que se detuviese.

Sí ella estaba definitivamente, en problemas.

Lexi resopló una risa entrecortada contra la suave y tibia carne de su hombro.

"Supongo que las repeticiones no son tan malas después de todo."

Ella besó la risa de sus labios y comenzó de nuevo.

FIN
SOBRE EL AUTOR:

Olivia Myers es una autora de romance paranormal, romance de ciencia ficción y romance histórico. Viviendo en San Diego, California,
le encanta sentarse junto al agua y escribir en su laptop. Cuando no está escribiendo, a Olivia le gusta asistir a eventos de arte locales y
explorar la costa de California un restaurante a la vez.

Olivia siempre está trabajando duro en su siguiente libro.

Ponte en contacto con Olivia y sigue sus nuevas promociones gratuitas en https://www.facebook.com/SoftKissBooks
Gracias

Espero que hayas disfrutado este libro. Como un nuevo autor en el gran mundo de la edición, es difícil ser reconocido. Te agradecería si
me dejaras una reseña honesta.

¡Gracias por descargar mi libro!

–Olivia Myers

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