La Condena de Astianacte

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La Condena de Astianacte…

La Ilíada termina con la muerte de Héctor. En su tragedia las Troyanas, representadas en 415
a.c., Eurípides evoca a su suerte de las mujeres que los jefes griegos, después de arrasar Troya y
masacrar a sus hombres, se reparten como botín de guerra. Hécuba esposa de Príamo, es
adjudicada a Odiseo, mientras que sus hijas Casandra y Polixena, fueron respectivamente a
Agamenón y Aquiles. En cuanto a Andrómaca, es a Pirro (llamado Neptólemo), el hijo de Aquiles,
que debe servir. Pero le logrará una desdicha aún más grande que afrontar: los griegos
decidieron la muerte del hijo de Héctor y Andrómaca, Astianacte. El heraldo Taltibio tiene aquí
la delicada misión de anunciarle esta noticia.

Taltibio.- Tu que fuiste en otro tiempo esposa de Héctor, el más esforzado de los frigios, no me
aborrezcas. Vengo contra mi voluntad a anunciarte la decisión de los Atridas y de toda la
armada.

Andrómaca.- ¡Preludio de malos augurios! ¿Qué sucede?

Hécuba.- Han decretado que… tu hijo… ¿cómo decirlo?

Andrómaca.- ¿qué no sea el mismo su dueño y el mío?

Taltibio.- No será esclavo de ningún griego.

Andrómaca.- ¿Entonces dejan aquí el resto de troyanos?

Taltibio.- No sé cómo dulcificar la pena que voy a causarte

¿Qué crees que va a contarle a Andrómaca?

Andrómaca.- Alabo tu temor, a no ser que me participes faustas nuevas.

Taltibio.- Vas a escuchar lo peor: matarán a tu hijo.

Andrómaca.- ¡ay que dolor! ¡Golpe más espantoso que le yugo del himeneo!

Taltibio.- El parecer de Ulises triunfo en la asamblea de los griegos…

Andrómaca.- ¡Ay de mi otra vez! ¡Mi infortunio no tiene medida!

Taltibio.-… Sosteniendo que no debía vivir el hijo de tan esforzado guerrero.

Andrómaca.- ¡Ojala que así triunfe cuando se trate de los suyos!

Taltibio.- Será precipitado desde las altas Torres de Troya.

Andrómaca suelta un grito y toma la niño entre sus brazos.

Así se hará, y tú parecerás más prudente. No lo retengas obstinada. Sé grande en tu dolor. No


tienen fuerzas. No conseguirás resistirte. Nadie te socorrerá. Recuerda que se destruyó tu
ciudad, pereció tu esposo, estas prisionera. Para nosotros, dominar a una mujer que lucha sola
no es nada. Renuncia a batallar, no hagas nada indigno o que de lo que se te pueda culpar. ¡Y
sobre todo, te suplico, no maldigas a los griegos! Que tus palabras no exciten el furor del
ejército, podrían privar a tu hijo de sepultura y pumpas fúnebres. Si te callas y te sometes a tu
suerte, no quedará insepulto su cadáver y los griegos tendrán por ti clemencia.

¿Qué opinas de las indicaciones que le daba Taltibio a Andrómaca?


Andrómaca.- ¡Oh hijo de mis entrañas, mi único tesoro, morirás a manos de nuestros enemigos
abandonado a tu mísera madre! ¡La nobleza de tu padre fue la salvación de tantos otros, pero
no la tuya! ¡Oh lecho mío infeliz, oh himeneo que me trajiste en otro tiempo al palacio de
Héctor, no para dar vida a una víctima de los griegos, sino u soberano a la fértil Asia! ¡Oh Hijo!
¿Lloras? ¿Presientes acaso tu desdicha?

¿Por qué te ciñes a mí y estrechas mi vestido, como un pájaro te cobijas bajos mis alas? No
vendrá Héctor a salvarte, empuñando su famosa lanza y pasando de la luz a las tinieblas. No lo
parientes de tu padre, no el poder frigio. Exhalarás el alma, cayendo sin conmiseración desde
las alturas, precipitado en letal salto.

¡Oh dulce carga, la más dulce en los brazos de una madre! ¡Oh dulce hálito! ¡En vano, pues,
envuelto en pañales te alimentó mi pecho! ¡En vano sufrí por tu causa y me acabaron los
trabajos maternales! ¡Ahora nunca más será, abraza a tu madre, acércate a la que te dio a luz,
échame tus brazos al cuello, dame un beso, será el último! ¡Oh, griegos, autores de suplicios
barbaros! ¿Por qué matáis a este niño inocente? Ea, pues, lleváoslo, precipitadlo, si os place;
devorad sus carnes. Los dioses han querido nuestra perdición. ¿Cómo podría librar a mi hijo de
la muerte?

Taltibio toma a Astianacte; el carro se pone en marcha Andrómaca se deja caer en medio
de las armas.

Ocultad mi cuerpo miserable y llevadme a la nave. ¡Feliz himeneo el mío, perdiendo antes a mi
hijo!

Corifeo.- ¡Oh mísera Troya, cuántas víctimas por una sola mujer y su culpable amor!

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