Resumen Bertola y Ocampo - Industrialización Dirigida Por El Estado

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Resumen Bertola y Ocampo –

Industrialización dirigida por el Estado

El choque externo
La Gran Depresión representó el golpe fatal a la primera globalización. Desordenó el comercio
mundial y profundizó las tendencias proteccionistas que se venían perfilando a nivel mundial
desde fines del siglo XIX, y generó una dramática caída de la actividad económica en los Estados
Unidos, el centro industrial del que había dependido crecientemente América Latina luego de que
el crecimiento de Europa Occidental se desacelerada a partir de la Primera Guerra Mundial.

Fuera de lo anterior, al auge de financiación externa del decenio de 1920, que había beneficiado a
la mayoría de los países latinoamericanos, fue sucedido por menores flujos de capital desde
mediados de 1928 y por la interrupción total de dichos flujos poco después. México, inmerso
todavía en los cambios desatados por su revolución y en moratoria de su deuda externa de 1914,
fue la gran excepción en términos de acceso al mercado en los años 1920. Más aun, la dramática
crisis financiera de los Estados Unidos a partir del colapso de Wall Street en octubre de 1929, y la
secuencia de suspensiones del servicio de la deuda que se desencadenó en todo el mundo,
descompuso el sistema financiero internacional.

El colapso de las exportaciones y el brusco viraje de la financiación externa en los años 1930
generaron tensiones en la balanza de pagos y en las cuentas fiscales. Si bien los países
latinoamericanos estaban acostumbrados a estos fenómenos, esta vez la escala de los
acontecimientos fue mucho mayor y condujo también al abandono generalizado y definitivo del
patrón oro por parte de los países de la región. El uso en gran escala de controles de cambios y de
acuerdos bilaterales de pagos en el mundo industrializado se difundió hacia los países de la región.

El caso más importante para América Latina en materia de regulación de precios de productos
básicos fue el del café, donde Brasil había adoptado desde 1907 distintas medidas de retención de
una parte de la cosecha para mejorar los precios. Estos esfuerzos, que se denominaron de
“defensa permanente” colapsaron en octubre de 1929 por las dificultades en acceder al
financiamiento externo necesario.

Otro ejemplo notorio es el del azúcar. El dramático y temprano colapso de los precios desde 1925
dio lugar primero a medidas para restringir la producción en Cuba, el primer exportador mundial, y
posteriormente al Plan Chadbourne, que se firmó en Bruselas en 1931, en el que participaron un
grupo de exportadores que representaban poco más de la mitad de la producción mundial. Su
objetivo fue nuevamente reducir las exportaciones y la producción del dulce. El Plan fue
abandonado en 1935 después de que estos productores habían perdido unos veinte puntos
porcentuales de participación en el mercado.
Aunque el continuo pago del servicio de la deuda de algunos de los países de la cuenca del Caribe
demuestra la influencia norteamericana, la verdad es que la Administración Hoover rehusó
adoptar una política de defensa de los acreedores y la posterior Administración Roosevelt se
interesó mucho más en renovar el comercio y en crear relaciones más cordiales con América
Latina a través de su política de “buen vecino”, que en defender a los acreedores
norteamericanos.

El impacto de los choques comerciales y de la evolución de la deuda externa fue diferente en


distintos países. El choque inicial por la vía exportadora fue particularmente dramático para Chile,
cuyas exportaciones de salitre desaparecieron definitivamente y las del cobre experimentaron una
caída. Cuba se enfrentó a una situación igualmente dramática, aunque en este caso el proceso fue
más temprano y gradual.

Casi todos se beneficiaron de la recuperación exportadora entre 1932 y 1937 y Argentina y


Uruguay de una mejora sensible en sus términos de intercambio, gracias a los impactos de la
sequía norteamericana sobre los precios de sus productos de exportación. La recuperación de las
importaciones fue también vigorosa en todos los países entre 1932 y 1937, aunque por razones
diferentes: gracias a la mezcla de recuperación exportadora y moratoria de la deuda en el grueso
de los países, y a la mejora en los términos de intercambio en Argentina y Uruguay.

El activismo macroeconómico y la reactivación


La fuerte contracción del comercio y la ausencia de financiación externa tomaron inevitables la
adopción de fuertes medidas de ajuste para equilibrar la balanza de pagos. Ello implicó diversas
combinaciones de los instrumentos ya mencionados: devaluación, generalmente con tipos de
cambio múltiples, aumento de aranceles, controles de cambios e importaciones, y moratoria en el
servicio de la deuda externa.

Evidentemente, en la medida en que la industrialización y la sustitución de importaciones agrícolas


se convirtieron en fuentes más efectivas de crecimiento económico en medio de una economía
internacional que frustró por mucho tiempo las expectativas de recuperación del comercio
internacional, era natural que recibieran una atención creciente por parte de las autoridades. Esto
condujo a fines de la década de 1930 a la creación de instituciones estatales especiales para la
promoción de nuevas actividades manufactureras, en particular de bancos de desarrollo.

Aunque adoptados en medio de la emergencia, los cambios en la política macroeconómica


resultarían definitivos. Por lo tanto, en este campo y no en el de las políticas de desarrollo como
tal, donde se produjo el cambio más permanente. El abandono de la ortodoxia monetaria, aunado
al alivio fiscal generado por la moratoria de la deuda externa, facilitó la adopción de políticas
monetarias y fiscales expansivas, lo que favoreció la recuperación de la demanda interna.
En la periferia, el activismo macroeconómico tendría otros signos. La razón básica para ello es la
fuente de las fluctuaciones cíclicas: mientras en los países industrializados, las variaciones de la
demanda agregada son la fuente básica de los ciclos, en los países en desarrollo, entre ellos los
latinoamericanos, la principal fuente eran y continuaron siendo los choques externos que se
transmitían desde los países industrializados hacia la periferia a través del comercio y del
financiamiento internacional, es decir, la balanza de pagos. Por eso, el manejo anticíclico se centró
en intervenciones directa en la balanza de pagos.

En síntesis, mientras el eje del pensamiento keynesiano fue la estabilización de la demanda


agregada a través de una política fiscal y monetaria activa, el manejo de los choques de oferta
agregada de origen externo a través del manejo de la balanza de pagos jugó un papel anti-cíclico
mucho más importante en economías en desarrollo, incluidas las latinoamericanas, cuyas fuentes
de perturbación macroeconómica eran predominantemente de origen externo.

El impacto de la Segunda Guerra Mundial


La segunda Guerra Mundial proporcionó otro gran impulso al intervencionismo en el comercio
exterior y a la industrialización. La interrupción del abastecimiento de algunos productos en los
mercados internacionales, como resultado de los racionamientos y escaseces típicas de la guerra,
generó una nueva caída en el quantum de importaciones, y sirvió como justificación para la
promoción de un nuevo conjunto de actividades manufactureras en los países donde el proceso de
industrialización se había arraigado.

A su vez, la búsqueda de garantizar el apoyo latinoamericano a los países aliados durante la


Segunda Guerra Mundial llevó a los Estados Unidos no sólo a celebrar acuerdos con muchos países
latinoamericanos para fortalecer los inventarios de materias primas estratégicas, sino también a
promover el Acuerdo Interamericano del Café y financiar, por medio de su Banco de Exportaciones
e Importaciones, varias iniciativas de gobiernos latinoamericanos, muchas de ellas en sectores de
sustitución de importaciones.

El impacto de la guerra sobre las exportaciones fue diverso. La dificultad para acceder con
productos a Europa e incluso a Estados Unidos durante la campaña submarina alemana en el
Caribe durante 1942 y el primer semestre de 1943 afectó adversamente las exportaciones de
muchos países. Pero las escaseces generadas por la guerra terminaron siendo una bendición para
una región cuyas capacidades productivas permanecieron intactas en medio de la destrucción
generada por el conflicto bélico, y dio lugar a una expansión exportadora importante en los
últimos años de la guerra.

El resultado de la combinación de un crecimiento modesto de las exportaciones, la continuación


de la sustitución de importaciones y, sobre todo, el ambiente macroeconómico más expansivo de
estos años, fue una moderada aceleración del crecimiento en relación con el promedio de los años
1930. Algunas de las economías dinámicas de entonces experimentaron, sin embargo, una
desaceleración.
Otro efecto interesante de la acumulación de reservas fue la provisión de fondos en divisas para
financiar un gran auge de inversión en la inmediata posguerra, así como la compra de las
inversiones extranjeras en infraestructura y servicios públicos. La nacionalización de los
ferrocarriles británicos por parte del General Perón en Argentina, usando las libras esterlinas
inconvertibles acumuladas durante la Segunda Guerra, fue el caso más notable.

Más allá de ello, la acumulación de estos activos internacionales, conjuntamente con la moratoria
de la deuda, permitió que América Latina comenzara la posguerra con unos coeficientes de
endeudamiento público muy reducidos. Dicha moratoria resultó ser un buen negocio para América
Latina.

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