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La Infidelidad

Este artículo presenta los resultados de una investigación sobre el significado de la infidelidad a partir de narrativas de hombres y mujeres en familias populares en Venezuela. La investigación se basó en la teoría de la familia extensa modificada y utilizó un método cualitativo de estudio de casos. Los resultados mostraron que en estas familias la figura materna es central, mientras que los hombres suelen tener múltiples parejas sucesivas de corta duración. La infidelidad se tolera más en los hombres y las mujeres tienden a culparse por la infidelidad

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La Infidelidad

Este artículo presenta los resultados de una investigación sobre el significado de la infidelidad a partir de narrativas de hombres y mujeres en familias populares en Venezuela. La investigación se basó en la teoría de la familia extensa modificada y utilizó un método cualitativo de estudio de casos. Los resultados mostraron que en estas familias la figura materna es central, mientras que los hombres suelen tener múltiples parejas sucesivas de corta duración. La infidelidad se tolera más en los hombres y las mujeres tienden a culparse por la infidelidad

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Introducción

Este artículo recoge los resultados de una investigación que tuvo como objetivo
comprender el significado de la infidelidad a partir del análisis de las narrativas de
hombres y mujeres pertenecientes a familias populares que habitan en un barrio de la
ciudad de Caracas.

Para el análisis de la realidad en estudio se partió del principio teórico de familia


extensa modificada, proveniente de la sociología, el cual marca una diferencia con
respecto a otros estudios realizados en familias nucleares, en tanto permite visualizar
con mayor amplitud las formas de organización y la dinámica relacional que se da entre
sus miembros. Esta estructura familiar ha servido para explicar las estrategias de
sobrevivencia utilizadas por las familias en condiciones de pobreza, pero en este caso se
indagan en ella elementos relacionados con la interacción afectiva entre los géneros,
determinada por los roles. Adoptar esta perspectiva permitió establecer las relaciones
alrededor de lo que hombres y mujeres significan y vivencian sobre la infidelidad, la
valoración asignada a la pareja estable, el noviazgo, las relaciones múltiples y las
expectativas que como padre o madre se tienen con respecto a la formación de vínculos
duraderos de pareja en los hijos y las hijas.

Se desarrolló una investigación cualitativa, con estrategia de estudio de casos que más
que adelantar conclusiones, permite formular algunas hipótesis. En la actividad de
campo participaron tres grupos familiares que habitan en casas vecinas del mismo
sector, viven en condiciones de pobreza extrema y presentan estructuras y constitución
diferentes.

El artículo está integrado por cinco secciones. En ellas se distinguen: elementos de


orden teórico y empírico; bases metodológicas; discusión de los resultados, cuyos
subtítulos indican las categorías derivadas de los datos; y, finalmente, conclusiones del
estudio.

Los resultados de la investigación que se presentan en este artículo forman parte del
proyecto «Género y familia. Un estudio de significados», financiado por el Consejo de
Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Este proyecto constituye una línea de investigación que se adelanta en la Unidad de
Desarrollo Humano y Familia en el Instituto de Psicología de la UCV.

La familia venezolana: estructura, relaciones y significados

Interpretar el comportamiento social venezolano es uno de los mayores retos que


tenemos los estudiosos de la familia. Ante el reconocimiento generalizado de que la
familia es diversa y cambiante en su estructura (Palacios y Rodrigo, 1998), es
importante no caer en lugares comunes, tratar de identificar sus particularidades y las
relaciones que se establecen en su seno, en especial, en aquéllas que pertenecen a los
sectores populares, que constituyen la mayoría de la población.

Contrariamente a lo que comúnmente se discute en cuanto a la desintegración de la


familia contemporánea, en Venezuela la familia se proyecta como no fracturada y
centrada alrededor de la madre (Hurtado, 1999). Este hecho es reportado en la literatura
como «matricentrismo», término que se refiere a la estructuración de una familia donde
la madre es la figura primordial que preside los procesos afectivos, al ejercer el rol del
centro de las relaciones del parentesco (Vethencourt, 1974); ella asume el cargo
fundamental de socializar a los niños y de identificarse fuertemente con los hijos,
especialmente con las hijas.

La consolidación de la familia, así ésta signifique mujeres sin pareja estable y con hijos,
se produce, entre otras cosas, por las difíciles condiciones de vida que tiene que
enfrentar la mayor parte de nuestra población. Estas condiciones llevan a asumir como
estrategia de sobrevivencia la colaboración mutua, colaboración que no es tan intensa
entre los vecinos que no son miembros de la misma familia.

Un concepto que se aplica a este tipo de familia, es el de familia extensa modificada


definida como:

... una relación familiar que consiste en una serie de familias nucleares reunidas sobre
una base igualitaria para la ayuda mutua. Además, al reunirse, estas familias nucleares
no se vinculan por requerimientos de cercanía geográfica o semejanza ocupacional.
Difiere de la clásica en que no tiene un jefe autoritario, ni cercanía geográfica, ni
dependencia ocupacional; y de la familia nuclear se distingue porque entre los
miembros de la familia extensa modificada existe una ayuda mutua considerable y, en
consecuencia, la familia nuclear no se enfrenta al mundo como unidad aislada
(Litwak,1968, en Hurtado, 1999:48).

Este tipo de familia, por lo tanto, sobrevive a la adversidad que significa la escasez y las
condiciones generales de marginalidad.

La pareja en la familia matricentrada venezolana se caracteriza por una relación en


donde existe la unión pero no el matrimonio, lo cual incluye, según Samuel Hurtado, la
ruptura fácil «porque no existe el compromiso del amor fiel, único y para siempre del
vínculo conyugal indisoluble» (Hurtado, 1999: 39). La pareja se analiza a partir del
estudio de la familia popular, y se la define como una circunstancia determinada por la
utilidad compartida en un tiempo: «ha de hablarse más de apareamiento que de pareja.
Apareamiento de cuerpos, de necesidades, de intereses, de complementariedades
múltiples, que cuando se han actualizado, pierden funcionalidad, cierran un ciclo, y
dejan libres a los componentes para iniciar otro» (Moreno, 1995:15).

En función de estas consideraciones, en el plano de la estructura familiar, en el sector


popular existe una fuerte presencia de hogares formados por la mujer
abandonada/madre sola y sus hijos. Se constata que el hombre existe como un errante
perenne que mantiene convivencia paralela y sucesiva con varias mujeres, conservando
pareja estable sólo por períodos cortos. Así, en ausencia del padre y de la pareja, la
madre se constituye en el «centro de la familia» (Moreno, 1994).

Elementos semejantes relativos a la soledad y el abandono de la mujer en los sectores


populares fueron encontrados en un estudio realizado en Cali sobre subjetividades,
imaginarios y formas de representación del trabajo en mujeres jefes de hogar de sectores
populares (Gómez y González, 2002). La experiencia narrada por cinco mujeres
permitió conocer sus vivencias de soledad enfrentando problemas, superando
situaciones, debido a que la «insolidaridad» y el abandono son una constante en los
momentos significativos de sus vidas. Su vida es objeto de la «traición sistemática» a
cargo de las personas más inmediatas, incluyendo al compañero; cuando ocurre el
abandono, asumen el sostenimiento de la familia, esta es una razón que les da fuerza y
las reafirma en su identidad como mujeres.
Es importante detenerse en este punto, y analizar en qué medida el matrimonio, como
institución, es el que garantiza y obliga a las parejas a la unión indisoluble, y no una
condición inherente a la familia burguesa, heredera del pensamiento moderno (Cobo,
1995) y cuya ideología domina todos los estratos sociales. Esta inquietud surge por los
hallazgos reportados en diferentes estudios (Abreu, 2003; Cáceres y otros, 2002) en
donde se evidencia que la fidelidad es concebida como un valor ideal que debe formar
parte del compromiso en la relación de pareja, casadas o no, aunque existe la conciencia
de que esto no ocurre en la práctica.

La infidelidad se vive de manera diferente en hombres y mujeres, siendo más tolerada


en ellos que en ellas. Los resultados del estudio realizado sobre la construcción de la
infidelidad en Perú (Cáceres y otros, 2002) indicaron que la mayoría de las mujeres
entrevistadas de todos los ámbitos –con y sin experiencia de infidelidad por parte de sus
parejas–, tenía la explicación arraigada de que el hombre es infiel por instinto, que la
infidelidad es parte constitutiva de su naturaleza y sólo necesita el elemento apropiado
que la estimule. En las mujeres de los sectores populares que participaron en dicho
estudio, se evidenció una autoculpabilización respecto de la infidelidad masculina,
afirmando que la gran promotora de la infidelidad del hombre es la mujer.

La situación contraria, es decir la infidelidad de la mujer, en este estudio, fue


severamente condenada en el marco de una sociedad patriarcal con fuertes mecanismos
de control social, mientras que ellas por su parte toleran resignadas la infidelidad, pues
comparten la noción de que la mujer nació para sufrir. Esta actitud de aceptación
resignada de la infidelidad, según los autores, responde a factores socioeconómicos y
culturales y se debe, por una parte, a las condiciones en las cuales se constituyen las
parejas y, por otra, a las relaciones de dependencia económica, social y emocional.

La familia ha sufrido cambios, especialmente con respecto a la figura masculina dentro


del hogar. Estos cambios se manifiestan según la declinación de las bases de
sustentación de un modelo patriarcal de familia que se caracteriza por la autoridad
ejercida por el padre sobre la esposa y los hijos. Tal declinación se asocia con los
siguientes hechos:

Incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo ... produciéndose una nueva


distribución del tiempo, poder y trabajo al interior de la familia.
Agotamiento del sistema de aportante único al hogar y cambio en la valoración de
nuevos aportantes económicos de éste (mujeres, jóvenes, niños) (Arraigada, 1992:76).

No obstante, estos cambios en las condiciones materiales y en las relaciones dentro de la


familia, que tendrían como consecuencia un discurso en sus miembros cónsonos con
esta nueva situación, se mantiene en el fondo el pensamiento moderno rousseauniano.
Una tendencia con profundas raíces históricas que demuestran la permanencia del
predominio del varón en los diferentes eventos que acontecen:

Las razones del dominio del varón son varias y todas tienen la misma dirección: el
reforzamiento de la familia patriarcal. En primer lugar, pueden encontrarse razones
económicas: el esposo precisa el control sobre la independencia sexual de la esposa a fin
de afirmar su dominio sobre los hijos. En este sentido Rousseau refuerza el énfasis del
siglo XVIII sobre la castidad y monogamia femenina (Cobo, 1995: 234).

Citando a Rousseau dice Rosa Cobo que: «Importa, pues, no solamente que la mujer sea
fiel, sino que sea considerada como tal por su marido, por sus familiares, por todo el
mundo; importa que sea modesta, atenta, reservada, que lleve a los ojos de los demás,
como a su propia conciencia, el testimonio de su virtud» (Cobo, 1995:239).

Hay, entonces, un dictamen social que afecta a todos los niveles sociales, así los de
menos recursos económicos no sean beneficiarios de todo lo que la modernidad
proporciona, ya que se encuentran al margen de ella. Hay una ideología que impone el
grupo dominante, ideología difícil de cambiar por los escasos recursos educativos con
los cuales cuenta este grupo humano. Vemos de esta manera toda una simbología
alrededor de la figura del varón, jefe de familia, proveedor y protector, aun cuando en
realidad no lo sea. Este hecho dificulta la independencia afectiva por parte de la mujer,
pues se valora la presencia de un hombre en la casa como un respaldo y una garantía de
respeto para la mujer y los hijos frente al vecindario. Una mujer sola sería más
vulnerable al abuso de los demás (Cáceres y otros, 2002).

Entender la estructura y las relaciones dentro de la familia popular que aparecen como
contradictorias, según lo demuestran el caso del padre ausente con presencia (Moreno,
1994, 1995, 2002) o el valor dado a la figura masculina como proveedora sin serlo,
requiere indagar sobre el significado que le dan los miembros de la familia a su
experiencia de vida dentro de la dinámica de relación que sostienen. Es relevante para
dar respuesta a estas inquietudes tomar en cuenta las ideas de Jerome Bruner alrededor
de la «construcción de significados». A través de esta corriente centrada en la
interpretación, se valora la existencia de muchos mundos posibles cuyo origen se ubica
en la creación de diversos significados y realidades, así como en el acuerdo que permite
la construcción de nuevos significados; este acuerdo actúa, a la vez, como mecanismo
regulatorio de las relaciones entre los individuos. De tal forma que los actos de
construcción y negociación permiten que el acceso a la realidad múltiple sea el producto
de la creación y no del descubrimiento del ser humano heredero y recreador de la
cultura (Bruner, 1998). En tanto actúa como representante y reproductor de la cultura,
«... el sujeto lleva en sí toda la realidad social vivida, en él está en su concreción cada
grupo social a que ha pertenecido y toda la cultura en la que ha transcurrido su
existencia. Conociendo al sujeto, se conoce el grupo y la cultura tal y como se dan en
concreto: de manera subjetiva, vivida» (Moreno, 1994: 31).

En la construcción de significados, los individuos emplean sistemas simbólicos


compartidos socialmente que se encuentran en el lenguaje y en la cultura; por esta razón
los seres humanos, como miembros partícipes de la cultura, hacemos posible que los
significados sean «públicos y compartidos». Esto es posible debido a que manejamos un
discurso, significados y formas de interpretación compartidas, a través de la interacción
que sostenemos y de la negociación que establecemos, en lo cotidiano, con nuestros
semejantes cercanos. De esta forma, nuestros actos y nuestras experiencias son públicas,
en el sentido de que resultan accesibles a la interpretación.

De acuerdo con estos planteamientos, acceder a la comprensión del hombre exige


entender que las experiencias y actos humanos son moldeados por los «estados
intencionales» y que los determinantes de orden cultural son los encargados de moldear
«la vida y las mentes humanas». Es a través de la cultura que las acciones adquieren un
significado; como consecuencia de su mediación ocurren las interacciones humanas y a
partir de la construcción compartida y el consenso resultante de la negociación se
confiere sentido a la realidad. Las interacciones humanas se dan tras asignar a las pautas
propias cualidades simbólicas de la cultura: «sus modalidades de lenguaje y discurso,
las formas de explicación lógica y narrativa, y los patrones de vida comunitaria
mutuamente interdependientes» (Bruner, 1991:48).
Con estas reflexiones, en el presente artículo nos preguntamos acerca del significado de
la infidelidad en una familia extensa modificada, habitante de un barrio popular de
Caracas.

Características del estudio

Para el estudio de los significados sobre la infidelidad que se construyen dentro de una
estructura social y familiar determinada se desarrolló una investigación cualitativa cuyo
objetivo es el estudio de la vida cotidiana desde el enfoque que dan los propios actores
(Marshall y Rossman, 1989; Strauss y Corbin, 2002). Se utilizó como estrategia
el estudio instrumental de casos (Stake, 1999), el cual permite abordar la diversidad y
profundizar en la comprensión de cada grupo. En la actividad de campo participaron un
total de nueve informantes: adultos y adolescentes miembros de una familia extensa
modificada. Su distribución fue la siguiente: 3 madres, 2 padres, 3 adolescentes hembras
y 1 adolescente varón.

La familia extensa modificada estudiada vive en un barrio popular de la ciudad de


Caracas en condiciones de pobreza extrema. Está conformada por tres familias
nucleares que habitan en casas vecinas del mismo sector y presentan estructuras y
constitución diferentes, como se indica a continuación:

Familia 1: tiene la estructura de pareja unida en concubinato con hijos. Desde hace
quince años mantienen vida juntos. El padre tiene 29 años y la madre 36; de la unión
han nacido tres hijos (12 años, 10 años y 8 años), en esta familia vive también un hijo de
la madre (15 años).

Las relaciones consanguíneas de esta familia con la familia 2 son las siguientes: el padre
de esta familia y la madre de la familia 2 son hermanos, por lo tanto, los hijos de ambas
familias son primos entre sí. Las relaciones consanguíneas de esta familia con la familia
3 son las siguientes: la madre de esta familia y el padre de la familia 3 son hermanos,
por lo tanto, los hijos de ambas familias son primos entre sí.

Familia 2: presenta la estructura de madre sola con sus hijos. La madre de 35 años tiene
diez hijos (dos varones de 18 y 5 años respectivamente; ocho hembras con edades
comprendidas entre los 19 años y los 2 1/2 años).
Las relaciones consanguíneas de esta familia con la familia 3 son las siguientes: el padre
de la familia 3 es padre de los seis primeros hijos de esta familia, por lo tanto, los hijos
de la familia 3 son hermanos de los seis primeros hijos de la familia 2.

Familia 3: responde a la estructura de pareja unida en matrimonio con hijos, el


matrimonio se formalizó hace dieciocho años. La familia se encuentra constituida por el
padre (42 años), la madre (37 años) y tres hijos (una hembra de 16 años, dos varones de
15 años y 10 años respectivamente).

El gráfico que se presenta a continuación permite identificar a los informantes del


estudio, así como su pertenencia a los diferentes grupos familiares. Las iniciales
utilizadas para distinguir a cada informante acompañarán los testimonios posteriores.

A los fines de conocer las perspectivas que tienen los diferentes miembros que
conforman el grupo familiar, en la recolección de la información se utilizaron
«entrevistas cualitativas en profundidad» (Taylor y Bogdan, 1990), con el uso de
guiones semiestructurados diferenciados por género y edad. En la recolección de la
información se consideró el género de las y los entrevistadores con el fin encontrar
puntos de identificación con los entrevistados y facilitar, de este modo, la efectividad de
la relación intersubjetiva.

El procedimiento seguido para la realización del trabajo de campo incluyó la visita a la


comunidad, selección de los informantes y sesiones de entrevista en el hogar –dos o tres
por cada uno de los participantes. Esta actividad se desarrolló durante el primer
semestre de 2003.

En el análisis de los datos se utilizó el «método de comparaciones constantes» (Strauss


y Corbin, 2002; Valles, 1999), cuyo propósito es el de generar teoría de forma
sistemática. En paralelo a la recolección se efectuó el análisis de los datos, en cuyo
procedimiento se cumplieron las actividades de procesamiento de la información
(transcripción y edición), análisis inicial (codificación abierta y axial) y análisis
profundo (codificación selectiva); a partir de esto se delimitaron las categorías nucleares
que sirven de marco a la teorización y conclusiones.

La familia: relaciones, encuentros y desencuentros

La discusión que presentamos a continuación se refiere a las relaciones que se


establecen dentro de la familia a partir de la infidelidad, tema emergente en las
entrevistas realizadas a los diferentes miembros de la familia en estudio.

La familia ... no puedo vivir sin ti

La familia popular estudiada se presenta como una unidad indispensable para la


sobrevivencia de sus miembros ya que implica ayuda mutua, apoyo, compañía, el
soporte para significarse cada uno como alguien.

A través del discurso de los diferentes informantes se manifestó la importancia que para
ellos tiene la familia, concebida a partir de diferentes puntos de vista y perspectivas. En
consonancia con los hallazgos de varios autores (Moreno, 1995; Otálora y Martínez,
1999), el término «familia» tiene una connotación diferente para el hombre y la mujer
adultos. Así, para la mujer su familia son sus hijos y para el hombre su mujer, sus hijos
y su familia de origen:
La familia para mí es algo muy importante, porque tú sabes que la familia de uno son
sus hijos, mañana o pasado ellos crecen y ya uno cuenta con ellos o ellos contarán con
uno, uno no sabe porque ellos también se van y ya se olvidan de las madres, la familia
es muy importante, para mí es muy importante tener mis hijos es muy importante. Y
darle cariño darle amor eso es muy importante para mis hijos (FAGB).
Mis hijos ... bueno y él, apartando a mi mamá y mi papá claro, pero mi familia son mis
hijos, porque a la hora de cualquier problema salen ellos. Por lo menos yo me enfermo
están pendientes, más que todo el varoncito: «mami tómate ésto», o sea, están
pendientes (FAB).
Bueno la familia, es lo principal de uno el hombre, ¿no?, y la mujer igualmente, y las
relaciones deberían ser conjuntamente mutuas.
Mi otra familia, bueno, viven aparte, son hombre y mujer ya casados y viven separados
cada quien por su parte (MAGB).

En otras palabras, la mujer significa la familia a partir de los hijos, excluyendo o


colocando al padre de sus hijos en segundo lugar, mientras que el hombre significa a la
familia a partir de su mujer y de sus hijos formando una unidad. La mujer se proyecta
como sola y con unos hijos que velarán por ella. De allí que cuando hay una separación,
esta estructura se hace evidente, pues el hombre se va solo y la mujer se queda con los
hijos. El hombre está con los hijos en tanto le interese la mujer, la mujer en cambio
siempre está con los hijos, con o sin pareja. La díada madre-hijos pareciera indisoluble.

Similares concepciones comparten los jóvenes con respecto a la familia. Para quienes
por una suerte de «destino cultural» quedan bajo el cuidado, protección y crianza de la
madre, la familia se valora desde la grandeza como el soporte de los afectos y de la
resolución de los problemas; pero la ausencia del padre hace que la familia, además, se
signifique como un espacio vacío, incompleto, un cuerpo minusválido:

La familia somos mi mamá y nosotros ... Es algo bonito: si hay un problema lo


resolvemos entre todos, si falta algo alguno lo busca, cuando hay cariño, cuando hay
amor, también comprensión. La familia es algo grande.
Lo único que siempre ha habido aquí, todo lo malo que ha pasado ... así, después que mi
papá se fue ... Todo el trabajo que hemos pasado (FJG1).
De forma afín al ideario del hombre adulto, el hijo varón que se cría con la madre
considera a la familia como un ideal sin conquistas, el anhelo insostenible, se representa
la «unión», la concordia y la armonía entre los padres como una utopía, una búsqueda
sin final en la cual los hijos vienen a erigirse en una especie de creadores que obran el
milagro, con el cual retribuyen generosamente a quienes les dieron existencia:

Yo ya tengo mi esposa y pienso tener una familia con ella. Así, estar siempre unidos ...
yo quiero tener una familia así, bonita, así con ella, o sea, siempre unidos nada de
problemas ni nada.
[La familia] significa algo bueno, pues, muy bonito, porque por lo menos la mamá y el
papá es lo más importante que uno puede tener, porque si no fuera por ellos uno no
existiera.
... yo pienso que la familia debe estar unida siempre, no debe estar en problemas entre
ellos mismos ni nada por el estilo; siempre tienen que estar unidos, que si se ayudan a
esto, que si se ayudan a aquello, usted entiende como es eso ¿no? (MJG).

Desde una concepción y una valoración distintas a lo convencional, en una familia que
se instituye desde la pareja pero que logra continuidad únicamente a través de la madre,
los hijos no sólo experimentan el abandono del padre, sino que para ellos la unidad de la
pareja se representa truncada y se reemplaza a la familia por una unidad de sentido que
conforman los hijos con la madre.

Contrariamente, para la joven que pertenece a la familia que tiene la estructura


de matrimonio con hijos, la sensación que se tiene frente a la familia constituida es de
plenitud, para ella la separación de los padres resulta una imagen difusa, pero indeseable
a pesar de ser una experiencia con la cual se convive cercanamente; tal vez por esta
razón se presume de la posesión y goce de una marca de distinción que separa de lo
común.

Algo bien. La familia es un conjunto, por lo menos aquí somos una familia de cinco,
somos una familia y somos cinco personas y nos sentimos bien, compartimos.
Yo, a los dieciséis años, me gusta ... tengo a mi mamá, a mi papá, mis hermanos y eso, y
bueno, me gusta como soy (FJB).
A partir de este conjunto de perspectivas que responden a una estructura y a la dinámica
de relaciones que suceden en el seno de estas familias nucleares, se perfilan dos
aspectos esenciales: la pareja como raíz constitutiva que es susceptible de transformarse
en el tiempo, y los significados que se construyen en torno de la madre y al padre. Aquí
presentamos los contenidos referidos a la pareja, aspecto que resulta vinculado
directamente con la infidelidad.

La conformación de la pareja aparece en las narrativas de nuestros informantes adultos


y adultas como un hecho que se presentó en sus vidas de manera relativamente fácil y
sin complicaciones. Al igual que en el estudio del Perú (Cáceres y otros, 2002), el
periodo de noviazgo prácticamente es inexistente en los estratos populares, y la
convivencia sin vínculo legal se da de hecho ante un embarazo o una emergencia
familiar y/o económica.

El significado atribuido a la pareja presentó variaciones; variaciones que nos dan una
idea de la interpretación que le dan a la relación los hombres y las mujeres, adultos y
jóvenes. Para el hombre, la pareja significa la continuación del hogar. A la mujer le
asigna un lugar de preferencia por el hecho de ser la madre de sus hijos. Estos aspectos
fueron considerados como ganancia de gran peso para su vida frente a la pérdida de
libertad, la cual fue evaluada como de menor importancia:

La pareja para mí bueno ... para mí, veo que la pareja es lo principal de uno el hombre.
Porque si uno, prácticamente, uno se salió de su hogar y consiguió una mujer es para
formar una ... y realizar un hogar, una pareja pues.
Perdí la libertad, la libertad de cuando uno está soltero anda para todos lados y sale
¿verdad? Ahora buscar una pareja gana uno una esposa y formar un hogar (MAGB).
... una pareja es lo más bonito que hay, yo, para mí ... lo más bonito que hay, yo veo
tipos, personas que no tienen una mujer, yo no sé por qué, y para mí, bueno, la mujer es
lo más sagrado que hay en este mundo pues, porque yo con mi mujer ... nosotros
pasamos, como yo te dije, yo para mí, soy feliz con mi mujer (MAB).

En el caso de las mujeres el significado de la pareja apareció lleno de contradicciones y


de matices, bien producto de una historia conyugal de varios años, o bien producto de
rupturas sucesivas, pero que además nos dan una idea del valor asignado a la figura del
compañero en diferentes momentos del ciclo vital. Los significados en una misma mujer
van desde consideraciones desvalorizadas de la pareja hasta considerar al hombre como
objeto de su propiedad y como sujeto benefactor por proporcionarle una vivienda y ser
el padre de los hijos.

He ganado cuatro muchachos, un buen marido, un ranchito aunque sea modesto.


[El marido] ése es una piltrafa, lo voy a .... Marido, ahorita no hay que entusiasmarse ...
(FAGB).

También hubo significados que hicieron referencia al sentido utilitario de la pareja para
solventar necesidades económicas y materiales. Ante la ausencia del hombre en el hogar
la mujer manifiesta nostalgia por la carencia de tales apoyos:

... uno necesita una pareja para que le ayuden a uno en los deberes de la casa, para que
lo ayuden a uno en muchas cosas, porque uno por lo menos va a arreglar algo en la casa
es por lo menos útil tener una pareja pero que lo ayuden a uno.
Bueno, por lo menos, yo que tengo ese poco de muchachos, que me ayude
económicamente y que me ayude a sacar a los muchachos adelante. Pero, por lo menos
yo no tengo esa suerte y ya no la tendré, porque ya me quedo sola ya (FAG).

Para una de las adolescentes entrevistadas, el significado de la pareja está teñido por la
experiencia vivida por sus padres, en especial su madre, y también por las vivencias de
sus coetáneas. La pareja fue asociada al embarazo y no a situaciones como el noviazgo,
que es prácticamente inexistente en este sector de la población. Para ella, la pareja
significa sufrimiento y abandono:

Yo digo yo no voy a salir de mi casa para ir estar en otro lado aguantándole


humillaciones a nadie, si voy aguantar humillaciones, le aguanto a mi mamá. Ahorita
los hombres lo que quieren es «aquello», dejarla embarazada a uno y irse pa‘ entonces
yo digo tengo muchos hermanitos, para tener un hijo tengo mis hermanos ... No sé, yo
nunca le desearía eso a nadie porque por aquí hay muchas niñas que ya tienen trece,
catorce años ya tienen muchachos, ya tienen esposo y andan rodando por ahí de lado en
lado aguantándole humillaciones. Entonces no me gustaría pasar por eso yo (FJG2).

Resulta impresionante que a tan corta edad la mujer se anticipe al abandono y a la


maternidad sin pareja. Esto permite suponer una reacción a la experiencia sufrida por la
madre que es vivenciada por los hijos de manera dramática, pues ha estado acompañada
de carencias materiales y afectivas. Las reflexiones que hace esta joven sobre la relación
de pareja parecieran ser una manera de protegerse ante futuros fracasos:

Yo le digo a mi mamá que no le diga [al papá] porque prácticamente le quiere dar como
una limosna, que cuando quiere le da veinte o veinticinco mil bolívares, entonces eso no
alcanza para nada. Entonces, un día ella llegó y se lo dijo, que él prefería dárselo a la
mujer aquella y a los hijos aquellos, aquellos necesitan, nosotros también necesitamos.
Pero ya nosotros sabemos que ya estamos grandes y mi mamá es la que nos ha sacado
adelante con los estudios y con todo y no necesitamos nada de él (FJG2).

Esta opinión sobre la pareja contrasta con la emitida por un adolescente del género
masculino. En ella es posible encontrar elementos asociados con la poca frecuencia y el
limitado valor del noviazgo, la presencia recurrente de las relaciones sin vínculo legal, y
la institución matrimonial, en especial la religiosa, como un ideal que se piensa para las
hijas.

Tener un empate es como no tener nada porque si uno tiene una novia por aquí ya uno
no tiene la misma responsabilidad que tener una mujer, porque si uno tiene una novia
por aquí y sale otra chama por allá uno que «¡ay! mira que esa chama si está buena que
me la voy a cuadrar», entonces si vienen otro «no mira que tú tienes tu novia», «ah pero
esa es mi novia no tengo tanta responsabilidad, esa es mi novia, no mi mujer, no tengo
responsabilidad con ella», y entonces yo puedo decirle a ella terminamos y ya y hago
esto con la otra, entonces ya es diferente, ¿entiendes? (MJG).

Es necesario señalar que la pareja no existe como un ente aislado, sino que está asociada
a un gran grupo familiar que sirve de apoyo para garantizar su supervivencia y
estabilidad. Son lazos que se tejen y que le dan fuerza y respaldo a la relación.

Alrededor del tema de la pareja surgió la discusión sobre el vínculo formal,


especialmente el religioso. En las entrevistas, el tópico del matrimonio mostró de
manera sorprendente cuán alejado está de la realidad que vive la familia popular. Sus
características parecieran artificios, que nada tienen que ver con las condiciones que se
experimentan en la zona más depauperada de un barrio. Es un vínculo que pierde
sentido cuando no se poseen bienes; sin embargo, existe como un ideal que se adjudica
especialmente a la mujer.
... el matrimonio por la iglesia en toda mujer está ... anhela casarse por la iglesia y salir
de vestida de blanco como todos, la familia lo quiere, ahora lo ... tengo entendido que
primero tiene que ser por lo civil y después por la iglesia, pero lo civil no es tanto como
por la iglesia, o sea, por la iglesia sí es más importante en mucha mujer ... (MAGB).
... yo me casé por el civil y no me he casado por la iglesia, yo creo que eso tiene mucha
importancia ... es una bendición que le echa el cura y eso es muy importante, eso
siempre priva en la familia, a mí me parece que sí es muy importante casarse por la
iglesia ... (MAB).
... por lo menos la hija mía yo aspiro casarla por la iglesia y por el civil (MAB).

La única pareja del estudio que se estableció con vínculo formal lo hizo por razones
prácticas. Sin embargo, el procedimiento legal estuvo a punto de ser afectado por la
falta del documento de identidad:

Porque yo no tenía cédula, o sea, no tengo prácticamente. Entonces una señora me dijo:
«Tú te casas por la ...» en ese entonces venía el gobierno de Carlos Andrés y una broma
así era ... Bueno y ella me dijo tú te casas así, yo me casé por medio de unos abogados,
con el pasaporte, pero cómo me voy a casar si no tengo la cédula, me dice: «no, te casas
con el pasaporte», como yo tengo mi pasaporte. Bueno así fue, nos casamos pero en
casa. Bueno después estuve casada, me fueron a dar un papel y «lo vas a llevar para
extranjería que ahí te van a dar tu cédula que tú ya prácticamente pasas a ser venezolana
porque tú te casaste con un venezolano...» (FAB).

El matrimonio, con los valores de castidad, fidelidad, sumisión y dedicación a los hijos
por parte de la mujer es una creación de la modernidad, en donde no tienen cabida los
estratos populares, pero cuya ideología está presente en la relación de pareja
independientemente de que exista el vínculo. Las razones que podrían explicar la
inexistencia del matrimonio en la familia popular se ubican en el estilo de vida, la
dinámica que tienen las relaciones interpersonales, y la conformación de pareja sin
necesidad de que exista el vínculo como práctica instituida.

La infidelidad: la familia atrapada en el juego de la traición

Hay momentos en la vida de los individuos en los que se produce un cambio estructural.
Estos momentos aparecen como una encrucijada, un punto de referencia en el que el
curso vital toma una nueva dirección. Estas situaciones conllevan la necesidad de
adaptación o cambio en la estructura de conductas y en roles que resulten apropiados
para enfrentar los cambios.

A estas encrucijadas, a estos puntos decisivos o regiones límite entre dos períodos de
relativa estabilidad, es a lo que la teoría de la crisis plateada por Slaikeu (Slaikeu, 1998
en Serra y otros, 1998) denomina transiciones. Hay dos tipos de transiciones:
transiciones evolutivas del desarrollo y transiciones circunstanciales de la vida. Las
primeras son esperadas y predecibles y las segundas son accidentales e inesperadas, por
lo que es difícil intervenir en ellas, excepto enriqueciendo los recursos personales,
fundamentalmente la madurez psicológica.

Es posible ubicar la infidelidad dentro de las transiciones circunstanciales. Es un hecho


que se sucede en cualquier momento de la vida y de manera no predecible, que afecta a
la familia, a la pareja y a las personas que de una u otra forma están implicadas en dicha
relación. El significado que se le asigna a la infidelidad y, en consecuencia, la manera
de afrontarla, varían de una persona a otra, según sean los recursos personales y, sobre
todo, los valores que se manejen alrededor de la relación de pareja.

Como experiencia que afecta las relaciones y la dinámica general de la vida en la


familia, la infidelidad asume significados múltiples, dependiendo de la relación directa
que los diferentes miembros tengan con el hecho. Esto es, se asume de manera diferente
si se trata de la actuación como agente causal de la infidelidad o como agente que
experimenta las consecuencias directas de la infidelidad. En torno de este tema se
discuten las perspectivas de hombres y mujeres, padres e hijos, todos ellos herederos del
abandono del padre, y en dos de los casos, también del abandono de la madre.

Fue común en todos los participantes del estudio considerar a la fidelidad como un valor
inherente a la relación de pareja y una condición para continuar con la relación:

Yo le digo una cosa, el que quiere y ama no engaña a su mujer ... Si L. me es fiel, yo
también con L., para toda la vida (FAGB).
[La infidelidad] es prácticamente una separación, eso sería una separación porque, ya
con tanto tiempo por lo menos viviendo con ... y llegara a pasar eso ... (MAGB).
Sí, digo yo que, porque él me ha dicho «algún problema así que F. me llegue a faltar ...»
Sí, hasta ahí llegamos. Pero gracias a Dios yo no, ni él tampoco... (FAB).

Para el hombre, una preocupación permanente lo constituye el hecho de ser engañado o


traicionado por la mujer, particularmente cuando el amor se define como sinónimo
de ser fiel a la pareja. La infidelidad enfrentada por el hombre como un suceso posible,
se juzga como una acción imperdonable que lesiona la dignidad del afectado;
protagonizada por la mujer, a juicio de algunos hombres, es un acto que puede rebajar
a la mujer, además de ser motivo de críticas y habladurías para la gente. Así, cuando a
la reputación vulnerada se agrega el desprestigio y el juicio social, el hombre se
experimenta como víctima por partida doble: por la vivencia propia del engaño y por
las habladurías que le recuerdan permanentemente su condición de engañado.

Desde los significados que se construyen a partir del decir y del hacer de los otros y no
de la vivencia propia, el joven entrevistado marca la diferencia entre la traición cuando
es realizada por una mujer y por un hombre. A su modo de ver, para el hombre, el
carácter distintivo lo da la aprobación tácita o tolerancia cultural; para la mujer, también
culturalmente, lo define la condición de ser un hecho censurable por el decir de la
gente. Los significados indican una clara diferenciación intergenérica: cuando ocurre la
traición, no es el hombre sino la mujer la que se raya, «los hombres nunca se rayan». Se
deduce de lo anterior que la poligamia reafirma a los hombres en su hombría en el plano
personal y social, a las mujeres las disminuye socialmente. Las mujeres sufren una
degradación que en el mejor de los casos finaliza en la censura que le otorga la etiqueta
de «loquita», adjudicándole, con ello, a su conducta el carácter de liviandad e
inmoralidad:

No, los hombres nunca se rayan ... no es igual que una mujer le monte cacho a un
hombre, a que un hombre le monte cachos a una mujer ... Porque la gente va a decir, la
gente siempre critica más a la mujer que al hombre. Entonces, si una mujer le monta
cacho a un hombre «no que mira, que ésta es una loquita que tiene su marido y mira con
quién está aquí», en cambio si un hombre está por ahí lo que dicen es «no mira, éste
tiene su mujer y mira como está aquí» y van y le dicen a la mujer, entonces, empiezan
los problemas. El hombre nunca se raya como la mujer, la gente lo que empieza a hablar
es que la mujer es una loquita, que tiene su marido, que está con otro, muchas cosas
malas pues (MJG).
Con algunas variantes que aclaran lo injustificable de la traición por parte del hombre,
sobre el juicio público que sufren las mujeres se hallan concordancias en el discurso de
una de las jóvenes:

... el hombre habla mal de ella, la que se raya es ella porque él es hombre, tampoco es el
caso de que sea hombre y le va a montar cachos a uno y uno porque es mujer se raya y
él empieza a hablar de la mujer (FJB).

Una certeza, confirmada por varios de los entrevistados: cuando el hombre sospecha
que es sujeto de infidelidad apela o puede apelar a un recurso seguro y contundente que
siempre tiene a la mano, el maltrato a la mujer. Es a través de los golpes que la honra se
limpia, pero con este acto también se reduce la amenaza de la traición. Con el maltrato
se intimida a la mujer y se garantiza su total sumisión, comportamientos, por lo demás,
altamente valorados culturalmente.

Ahora bien, cuando de la preocupación se pasa a la ejecución de los hechos se observan


situaciones y reacciones diversas por parte de los hombres que han sido infieles. Para
algunos, la condición de hombre infiel es un tema que se evade en el discurso, aun
cuando se establecen como elementos coadyuvantes de la infidelidad la inmadurez
propia de la juventud, los celos de la compañera, la tensa situación de la convivencia en
pareja y en la vida familiar. A los reiterados intentos de reiniciar la relación después de
sucesivas separaciones de la pareja, se agrega la compensación que ofrece el hallazgo
de otra, una buena compañera:

... la verdad, yo tuve un fracaso primero ... Yo calculo que fueron siete años de
sufrimiento ... La verdad que en siete años nos dejamos como diez veces, nos dejamos y
volvíamos y así estábamos.
... yo con ella yo no podía, yo trabajaba en San Martín y yo salía a las cinco y media y a
las seis yo ya tenía que estar en la casa porque si no estaba a las seis ya eso era un
problema que teníamos.
... uno lo que tiene que hacer es seguir la vida, pues, porque como yo te digo, unas son
de arena y otras son de cal, a mi me pasó, por lo menos en mi caso me pasó, yo me
separé de ella y me conseguí una buena mujer y ahí estamos ya yo, bueno, sin embargo
ella no, ella ha ido del tumbo al tambo y ahí está, sola, sin un compañero por lo menos
que la represente (MAB).
Hoy, tras la reflexión que permiten dieciocho años de vida en matrimonio, luego de la
traición y el abandono causados a la primera mujer, se juzga la experiencia como una
derrota en la vida. De este hecho se destaca la aceptación de un fracaso propio pero,
también, la negación para la antigua compañera de posibilidades de organizar una nueva
vida en pareja:

... ya yo tengo con mi esposa dieciocho años y yo no he tenido más mujer, sin embargo,
ya ella ha tenido varios fracasos, yo creo que a ella no le pegó como me pegó a mí pues,
yo creo que ya eso es una enfermedad, porque ya ella ha tenido ... tuvo una hija con
otro, después tuvo dos hijos con otro, después tuvo otra hija con otro y, yo creo, yo
siempre digo dentro de mí y le digo a mi esposa también, yo creo que esa mujer no me
quiso a mí, yo creo que lo que ella vivió fue una ilusión, porque yo conozco gente que el
marido la ha dejado pero ella no le da hijo a otro, los hijos de ella son hijos de ella y de
aquel primer amor que tuvieron y yo creo que por eso ... ella no piensa igual que yo, y
para mí es así, yo creo que ella nunca me quiso, no (MAB).

La negación de haber sido infiel se hace evidente frente a la presencia y conocimiento


público de hijos de una misma edad con dos mujeres distintas que son vecinas de la
comunidad. La negación se traslada a la pareja del pasado culpándola por haber tenido
otras relaciones después de la ruptura. Deja entrever en su discurso que él tiene derecho
a tener otra pareja, hijos e incluso formalizar la relación a través del matrimonio;
mientras que a su antigua pareja no sólo se le niegan estos derechos, sino que se le juzga
enferma por tratar de organizar su vida afectiva

Contrariamente, ser traicionado por la compañera actual se estima como un hecho poco
probable, fundamentalmente porque desde las pautas culturales resulta ser una acción
inadmisible y, también, porque los dieciocho años que tiene la relación han servido para
consolidar la unión:

[ante la infidelidad de la esposa] ... yo me decepcionaría porque la verdad que ya


tenemos dieciocho años viviendo y para mí, yo digo para mí, yo nunca había vivido
tanto con una mujer como estoy viviendo con ella, y te lo digo a ti y a quien sea, para mí
lo único que yo tengo es mi mujer y si me es infiel yo digo ya eso es cosa del destino, ya
eso no es problema mío, ya eso son cosas del destino, ya ella no quiere más nada
conmigo, bueno, hasta aquí llegamos no ha pasado nada.
... yo para serle infiel a mi mujer lo he pensado más de una vez y no. O sea, no hagas lo
que no quieres que te hagan, esa es la idea mía, eso siempre lo he dicho yo, porque a mí
no me gustaría ... (MAB).

No obstante los valores compartidos y socialmente esperados de fidelidad y lealtad en


las familias estudiadas, la infidelidad fue reportada por la mayoría de los participantes
del estudio como un hecho que estuvo presente en sus vidas y que ocasionó diferentes
consecuencias en el funcionamiento de la familia y, en especial, en la dinámica de la
pareja. Se presentaron reacciones de aceptación y resignación, así como
comportamientos agresivos frente al compañero y frente a la otra:

O es que tú no sabes que él tiene hijos, él tiene cuatro muchachos conmigo, entonces la
tenía recostada así de la pared, «no, señora», no señora nada, y le metí un solo puño por
toda la frente, esa mujer pegó a correr y yo atrás y ese poco de carros pitando, y yo atrás
coleando, y me metió en el módulo que está en el bloque marrón, allá, y se metió ahí, y
yo le dije «pues yo te voy a esperar a que tu salgas de ahí, pues yo te voy a enseñar a ti a
respetar. Ah mientras tú lo estas chuleando yo allá pasando trabajo con mis hijos, bien
bonito».

Pues en la noche agarré a L. y le di una paliza, le eché palo hasta que me cansé que la
cabeza se la rajé, le rajé todo, esa espalda se la puse colorada, le marqué el palo por
todos lados, y le dije: «la próxima vez que usted me vuelva a hacer una cosa de esas se
me va de la casa, se me va, le voy a echar palo y se me va a ir de la casa; deja de darme
algo para comprarle a mis hijos, para darle a otro que no es nada tuyo, bueno cuando
usted se emperre otra vez se me va de la casa, se me va, le echo una paliza y se me va de
aquí de la casa» (FAGB).

Tal reacción sin embargo, no significó una ruptura entre la pareja, sino más bien la
oportunidad para establecer las «reglas del juego» y advertir al cónyuge ofensor las
consecuencias en caso de que se repitiera el episodio.

Para la mujer en la familia de madre sola con hijos, la traición es prácticamente un


signo de la fatalidad predestinada; esto es así porque con la pareja las vivencias transitan
entre las ilusiones y los hechos infortunados. Según hemos visto, algunas de las mujeres
entrevistadas consideran el matrimonio como la ilusión, el sueño de toda mujer; a pesar
de esto, de las tres mujeres adultas que conforman las familias estudiadas, sólo una es
casada, una vive en concubinato y la otra vive sola con sus hijos. La convicción siempre
es que al final, independientemente del tipo de unión que se sostenga con la pareja,
el destino se encargará de asegurarles la soledad. Esto es así aunque el amor se defina a
partir del deber ser de la convivencia, la confianza y el respeto, y a pesar de que en los
primeros años de la relación haya predominado el cariño y la comprensión,
particularmente cuando la infidelidad se experimenta con el primer amor o la primera
pareja.

El engaño y el posterior abandono se califican como las experiencias más fuertes de la


vida:

Eso fue, bueno, un trago amargo que pasé cuando nosotros nos separamos, me pegó
bastante. El menor tenía como dos añitos, la mayor sus seis, ocho años; estaban
pequeños. Pero fue bastante fuerte.
... poco a poco uno va superando eso, porque al principio uno se siente demasiado solo y
ya por lo menos uno tiene años con una pareja, uno se separa y se quisiera morir, no sé,
ya uno no quisiera luchar, pero uno tiene que poco a poco ir superando esas cosas
(FAG).

La sospecha sobre la existencia de otra mujer forma parte del imaginario de las
entrevistadas. La infidelidad, de hecho, se significa en primer lugar como producto de la
existencia de problemas entre la pareja, en segundo lugar, como una consecuencia
directa de la presencia de otra que se interpone y es capaz de ofrecer nuevas
experiencias al hombre. Pasar del supuesto a constatar que se forma parte del triángulo
compuesto por la doble relación que sostiene la pareja con otra mujer puede generar
reacciones diversas. En algunos casos, la mujer tolera la situación y sostiene una
relación compartida, lo que no es otra cosa que establecer una especie de tregua
alimentada por la esperanza de una reconciliación o con el propósito de postergar el
abandono. Cuando este es el caso, la inminencia de la separación, la realidad del
abandono, ocasionan en la mujer abandonada un menoscabo en sus esperanzas e
ilusiones de vida, merman su interés por la lucha, el duelo de la separación se prolonga
en el tiempo y condiciona la selección de una nueva pareja. No obstante la experiencia
dolorosa, ante la posibilidad de desandar el camino recorrido, la mayor ilusión de una de
estas mujeres se coloca en volver nuevamente con la pareja abandonante.
Cuando eso ya él tenía la mujer con la que él vive y él estaba con ella y conmigo a la
vez y entonces, cuando yo descubrí que estaba con la mujer, bueno, decidimos
separarnos ... Él quería seguir viniendo y yo le dije que no. También, ahora después de
tanto tiempo ha querido insistir pero, no ... no es igual las cosas ya.
Si pudiera cambiar algo sería volver con él pues, pero eso es muy difícil ya, porque él
tiene otra mujer y ya no es igual ya (FAG).

La condición de formar parte de una familia constituida por ambos padres hace que las
adolescentes signifiquen la infidelidad como una imagen indeseable y eviten por ello
incurrir en situaciones de noviazgo donde puedan llegar a ser la otra que se interpone en
la pareja. Fiel al precepto no hagas a tu prójimo lo que no deseas para ti, se evita
cometer infidelidad precisamente porque no se aspira, que el padre pueda hacer lo
mismo a su propia familia o porque en la constitución de la familia de la que se es parte
ya él lo hizo.

... el chamo me dijo que no tenía novia, ni mujer, ni hijos, y como a un mes me enteré
que el tipo tenía una mujer y un hijo y vivían juntos ... Yo le dije: es mejor que dejemos
esto hasta aquí porque yo no quiero tené problemas con tu mujer, porque a mí no me
gustaría que mi papá se empate con una mujer y venga a romper, entonces el chamo me
decía que no, que no, pero a mí me gustaba (FJB).

Punto aparte merece el análisis de las respuestas de las adolescentes que sufrieron en su
familia la infidelidad del padre y como consecuencia de este hecho se produjo el
posterior abandono. No solamente el hecho mismo de la infidelidad marcó la vida de
estas jóvenes y su visión hacia las relaciones con los hombres, sino que también ha
incidido en ellas la actitud asumida por la madre.

Es feo, porque si él está casado él no tiene que hacer eso, eso no me gusta a mí ... [Con
un compañero infiel] yo por mi parte no haría nada, lo dejaba tranquilo ... Porque no va
a estar como mi papá que estaba con mi mamá y estaba con la otra (FJG2).

Aspectos relativos a la infidelidad y rupturas familiares que afectan profundamente a los


adolescentes involucrados, tales como la presencia de la otra, la existencia de hermanos
producto de la relación paralela, no se analizan con frecuencia en la literatura sobre el
tema.
Las familias estudiadas que hacen parte de un grupo mayor o familia extensa tienen
como particularidad la vecindad de sus residencias. Los adolescentes, en el caso de dos
de las familias (G y B) resultaron ser medio hermanos, hijos del mismo padre, con las
mismas edades, producto de una relación paralela. La vivencia de los muchachos y
muchachas en cuanto a la infidelidad, la paternidad y la hermandad fue completamente
diferente.

Estas vivencias nos dan una idea sobre el valor asignado a la lealtad entre los padres y
en las relaciones de pareja en general, habida cuenta de que las condiciones materiales
son difíciles, la escolaridad es prácticamente inexistente y en ocasiones se mantiene
flexibilidad y tolerancia ante ciertas circunstancias, como la temprana erotización de los
jóvenes por el acceso sin límites a la pornografía, las relaciones de hecho entre jóvenes,
el embarazo adolescente.

Bueno mi papá que de vez en cuando pone películas pornográficas ... Yo voy y veo un
ratico, después me vengo ... En la tarde ya cuando no hay nadie por ahí ... A ella, a mi
hermano, a mi hermana ... Él las compró. Como él tiene el VHS... (FJG2).

Hechos como estos harían suponer la ausencia de valores que regulen las relaciones
interpersonales, sin embargo, los datos muestran la importancia que se le asigna a la
lealtad y al respeto a pesar de que difícilmente se manifiesten en los hechos. Estos
valores forman parte de una búsqueda que se traduce en el discurso de la personas y
representan, en algunos casos, motivo de sufrimiento cuando no se alcanzan.

Otro asunto que amerita ser analizado lo representa la continuidad del sostenimiento
económico de las familias que experimentan la infidelidad. Las condiciones materiales
constituyen uno de los aspectos que tiñe las relaciones, y dada la situación económica
tan difícil que atraviesan las familias estudiadas, explicar las decisiones que dos de las
mujeres tomaron ante la infidelidad: continuar con la pareja, buscar un nuevo
compañero. En el primer caso, el elemento material fue un factor que jugó un
importante rol en la decisión de continuar con la pareja, especialmente en lo relacionado
con la vivienda:
... si quiere que se vaya él, yo no lo voy a estar aguantando, pero yo no voy a estar
rodando con mis hijos por ahí, hasta que él no me haga mi casa muy bien, si él me hace
mi casa que se quede (FAGB).

Así pues, la protección y mantenimiento del techo para los hijos es defendido a toda
costa, defensa que significa la estabilidad y el puerto seguro de la familia en su
totalidad. El hombre se va, pero la casa, así sea precaria, queda, con todo lo que ella
representa. Esto se ilustra de manera dramática en la historia de vida de Pedro Luna
(Moreno, 2002). El hombre se queda sin nada, deambula de un lugar a otro con un bulto
sobre su espalda, único patrimonio que le pertenece una vez que termina una relación y
decide irse.

El aspecto económico también fue abordado pero no como una condición que pone la
mujer para mantener la relación, sino más bien como motivador de la infidelidad
(Cáceres y otros, 2002) y, agregaríamos nosotras, del abandono por parte del hombre.
Los autores mencionan que la imposibilidad del varón de cumplir con su rol de
proveedor hacia su familia provoca demandas y finalmente un distanciamiento por parte
de la mujer, quien termina por rechazarlo sexualmente.

Lo económico determina en buena medida la duración y estabilidad de las parejas,


factor que marca con mayor fuerza los estratos económicamente desfavorecidos y que
pudiera hacerlos más vulnerables a la ruptura. Pero, además, el hombre, al no poder
satisfacer las demandas económicas de la mujer, las interpreta como superficiales e
interesadas:

[La situación económica ideal] el buen estado, el buen dinero y un buen trabajo ...
Bueno eso ... lo que pasa es que ahorita, hoy en día, hay muchas mujeres que no están
pendientes de mantener un hogar, sino estan pendientes de estar sacando, como se
dice ... fiesta, y estar sacando que le den todo lo que ellas exigen ...
La parte de no entenderse en el sistema [en la relación de pareja] en que la situación
monetaria pues, la situación monetaria y que como no hay ahorita lo suficiente para uno
gastar, entonces ya le van pidiendo a uno cosas que prácticamente no se pueden
comprar ahorita (MAGB).
Desde la perspectiva de la madre sola, una vez que ocurre la separación, los cambios
que experimenta su propia rutina, el conjunto de funciones que se agregan a las propias,
las nuevas dificultades que se enfrentan y la experiencia de la soledad, le llevan a
significar la familia como un espacio de responsabilidades femeninas, un torrente que
demanda de lucha perenne. El quedar sola con varios hijos pequeños, sin otra seguridad
que aquella que ofrece la continuidad de un día tras otro día, lleva a la mujer a
desarrollar un conjunto de habilidades requeridas para la sobrevivencia. Habilidades que
le permiten hacer frente, en un primer momento, a las necesidades básicas de los
pequeños y a las que le son propias; ya vendrán otras oportunidades para construir
nuevos apoyos, estabilidades necesarias para los hijos que crecen. Una lucha que, por lo
demás, parece ser el signo con el cual se identifica la mujer como parte del «deber ser»
de su vida y que asume, también, como cuota de las condiciones que le impone la vida:

[las mujeres] de por sí debemos ser luchadoras y siempre nos toca, siempre nos toca ...
... yo siempre he sido sola para ellos, porque siempre cuando vivíamos con el papá de
las grandes, después nosotros nos dejamos, después entonces vino el papá de ellos,
igualito se fue y yo quedé sola con los muchachos (FAG).

Es esta, «la lucha a solas», una realidad que se admite como atributo común, una
experiencia coincidente con las otras madres solas con las cuales se comparte el
territorio, la vecindad. Una proximidad que hermana desde los hechos y que devela una
significación del hombre poseedor de condiciones especiales que le confieren el
privilegio de ser el que «pone los muchachos»:

Muchas por aquí, la mayoría por aquí, viven solas; ahorita los hombres están con uno,
uno tiene muchachos y después se van y se olvidan de que existe uno y existen los
muchachos, sobre todo los muchachos (FAG).

Para la madre sola, el trabajo además de constituirse en un asunto impostergable, por lo


que representa para el sostenimiento y la crianza de los hijos, es el espacio obligado
para el refugio, para mitigar la soledad, para olvidar los problemas. El trabajo junto a los
hijos representa un alivio para el estado de orfandad que experimenta la mujer que se
encuentra sola, sin el compañero. El trabajo, la lucha y el abandono como vivencias de
la mujer son parte del legado recibido de la madre; así, desde el hogar materno
comienza a tejerse la trama de la lucha como un asunto de ¿sucesión?:
... mi mamá también nos crió a nosotros solos porque mi mamá y mi papá se dejaron y
ella nos levantó a nosotros solos. Yo la admiro porque ella fue la que nos levantó sola y
ella siempre trabajó pa‘ darnos a nosotros lo que nosotros necesitábamos, siempre, y ella
nunca se desmayó, se dejó decaer porque ella estaba sola, siempre luchó pa‘ sacarnos a
nosotros adelante (FAG).

Por lo demás, frente a una privación que demanda desde la urgencia la ayuda
económica, el trabajo al que se accede puede ser tan variado como la necesidad lo
determine. En unas condiciones de falta de calificación para el desarrollo de tareas
específicas, tan buenas son las plazas de servicio doméstico, como las de obrero-
fabricante, vendedor en tienda o en la propia casa; sólo que estas ocupaciones resultan
inseguras y ofrecen estabilidad limitada porque dependen de condiciones estructurales.
De esta forma, construir sola el tejido de la estabilidad y de la seguridad para los hijos
es algo que se vive como una obligación que demanda un inmenso compromiso, esto
coexiste con la ilusión de que el compromiso no sería tal de contar con el apoyo de otro,
de no estar sola:

Una responsabilidad muy grande, demasiado, porque a veces si uno alcanza pa‘ una
cosa no alcanza pa‘ la otra y siempre no es lo mismo el tener el apoyo de una persona
que lo ayude a uno (FAG).

Para las seis mujeres entrevistadas, independientemente de su condición actual de pareja


y de su edad, el hombre que traiciona, el infiel, debe irse de la casa; al cuidado y crianza
de los hijos quedará la madre. Esta condición por supuesto que no exime al hombre de
la responsabilidad de manutención de los hijos; por el contrario, varias coinciden en
señalar que los hijos son la obligación a la cual se debe el hombre frente a la familia y
ésta no se pierde aunque a la condición de padre se le sume el rol de abandonante:

El hombre yo opino que se debe ir de la casa, la mujer se tiene que quedar, pero el
hombre tiene responsabilidades todavía con ella, porque si le tiene hijos tiene que
hacerse responsable de los hijos, ayudándolos, estar pendiente de ellos (FJG1).
... si ellos se separan de uno, el deber de ellos es ver de sus hijos, así tengan otra pareja,
ellos deberían de estar pendientes de sus hijos (FAG).
... mira L. si usted se quiere quedar aquí entonces quédate tu y yo me voy con mis
hijos ... El día que yo le consiga otra se me va, o que yo me entere de otra, se me va, yo
se lo dije: «El día que me entere de otra, usted se me va» (FAGB).

La situación de infidelidad con respecto a la crianza de los hijos se traduce en expresión


de estas mujeres en una soledad real o anticipada. Ante esta circunstancia adquiere
fuerza la idea del hijo como propiedad exclusiva de la mujer, como su razón de ser,
como una continuidad natural del ser. La opinión de los hombres reafirma esta idea que
contradictoriamente hace de la vida afectiva de las mujeres con sus hijos una condición
más estable y duradera, pero llena de dificultades. Indefectiblemente, esta condición
repite el círculo de la pobreza, y a la luz de estos datos hace del hombre un constructor
de la pobreza.

Conclusiones. Una mirada desde afuera a las familias populares

Pensar a la familia popular sin pertenecer a ella significa un desafío, porque a su


alrededor se han tejido mitos cargados de supuestos y estereotipos. Interpretar las
diferentes voces que participaron en nuestro estudio, los discursos sobre lo que significa
su vida cotidiana, sus ilusiones, alegrías y tristezas, ha sido una tarea que ha permitido
confirmar algunos conclusiones que otros ya han señalado (Moreno, 1994, 1995, 2002),
pero ha sido también un descubrimiento, que ha originado reflexiones y conclusiones
que de ninguna manera pretenden ser definitivas.

La familia popular no es una familia desintegrada ni destruida sino transformada en su


estructura y sus relaciones por las condiciones culturales y materiales en las cuales tiene
que vivir. Sería muy difícil que una familia aislada pudiera cargar con el mantenimiento
de sus miembros, cuando ninguno de ellos tiene un trabajo estable ni un nivel educativo
que sirva de apoyo para la búsqueda de una actividad laboral sólida y, en consecuencia,
unas condiciones de vida más dignas. Una estrategia de sobrevivencia la constituye la
agrupación de familias que tienen lazos de consanguinidad, y que en la literatura se
conoce como familia extensa modificada. El entramado de las relaciones que se
establecen bajo esta organización no se identifican fácilmente, se requiere descubrir los
mecanismos utilizados por las personas para sobrellevar la pobreza y las dificultades.
Dentro de este contexto se dan las relaciones entre padres, hijos, hermanos, primos y
cuñados. Así, cuando se constituye una pareja, no se piensa en ella como un ente
aislado, sino asociada a un gran grupo familiar que sirve de apoyo para garantizar su
supervivencia y estabilidad. Estas relaciones son lazos que se tejen y que le dan fuerza y
respaldo a la pareja. Tal vez por esta razón, encontramos en nuestro estudio dos familias
nucleares con más de quince años de convivencia. Podríamos, entonces, proponer como
hipótesis, que la existencia de la familia extensa estaría constituyendo el soporte que
permite la permanencia de la familia nuclear en el sector popular. Este hecho contrasta
con los hallazgos de los estudios de Alejandro Moreno, donde se presenta al hombre
como una figura itinerante.

Las relaciones como centro de la vida de la familia popular, evidenciadas en las


narrativas de los y las informantes del estudio, se experimentan con mucha intensidad.
La ausencia de actividades rutinarias como las escolares, laborales y hogareñas,
esperadas en un contexto de desarrollo que demanda compromiso en diferentes áreas, da
lugar a reflexiones y a una interacción entre las personas. Por lo general, esta
interacción está cargada de valoraciones y juicios erótico-afectivos, especialmente
alrededor de la relación hombre-mujer y en consecuencia de la vida en pareja.

El pasado y presente de nuestros informantes, cuya fuerza narrativa nos obligó a


detenernos para analizar los contenidos expresados por ellos, nos permitió constatar el
mito que se ha construido sobre la infidelidad y la pobreza por parte del común de la
gente que vive fuera de esta realidad. Fue una constante en todos los participantes del
estudio considerar la fidelidad como un valor inherente a la relación de pareja y como
una condición para continuar con la relación, un deseo no siempre cumplido pero
anhelado por todos.

Las vivencias de pareja fueron diversas, y sus consecuencias igualmente variadas, sin
embargo, la ideología subyacente fue la misma y tuvo su mayor expresión en el hecho
de considerar a la mujer responsable del hogar y de los hijos en caso de ruptura, la
naturalización de la maternidad como destino de la mujer, el matrimonio como ideal
para las hijas, la conformación de pareja como una meta para las adolescentes, la
ausencia de sanción social y familiar para el hombre infiel diferente a la expulsión del
hogar y a la separación de los hijos, y la sobrevaloración de la figura masculina como
símbolo de protección y sostén de la familia.
La familia extensa como estructura, y los valores que coexisten con ella, parecieran ser
un muro de contención para la desintegración grupal y personal esperada ante las
difíciles condiciones de vida y la pobreza creciente.

Referencias bibliográficas

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