El Cine de La Marginalidad - Christian León
El Cine de La Marginalidad - Christian León
El Cine de La Marginalidad - Christian León
El Cine
de la
Marginalidad
realismo sucio y
violencia urbana
Christian León
El Cine de la Marginalidad
Realismo sucio y violencia urbana
64
UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, SEDE ECUADOR
Toledo N22-80 • Teléfonos: (593-2) 322 8031, 322 8032 • Fax: (593-2) 322 8426
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El Cine de la Marginalidad
Realismo sucio y violencia urbana
Quito, 2005
El Cine de la Marginalidad
Realismo sucio y violencia urbana
Christian León
64
Primera edición:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
Ediciones Abya-Yala
Corporación Editora Nacional
Quito, junio 2005
Coordinación editorial:
Quinche Ortiz Crespo
Diseño gráfico y armado:
Jorge Ortega Jiménez
Cubierta:
Raúl Yépez
Impresión:
Impresiones Digitales Abya-Yala,
Isabel La Católica 381, Quito
ISBN: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
9978-19-108-9
ISBN: Ediciones Abya-Yala
9978-22-523-4
ISBN: Corporación Editora Nacional
9978-84-389-2
Derechos de autor:
Inscripción: 022272
Depósito legal: 002980
Introducción / 9
Capítulo 1
El cine de violencia urbana en América Latina / 15
Capítulo 2
El orden social y la marginalidad / 35
Capítulo 3
Los seres abyectos / 49
Capítulo 4
La imagen desgarrada / 63
El realismo traumático / 63
El cinéma vérité / 66
Cine directo vs. cine posmoderno / 69
Capítulo 5
Estética y política de la marginalidad / 73
La marginalidad interior / 73
Diseminación y esencialización / 74
Pornomiseria vs. estética del hambre / 77
Construcción de alteridades / 79
Geopolíticas de la representación / 81
The End / 83
Anexos
I. Entrevista con Víctor Gaviria / 87
II. Fichas técnicas / 91
Bibliografía / 95
A Ulises
por señalar el camino del Nuevo Cine.
Introducción
II
III
rales modernas a partir de una deslocalización constante que burla las catego-
rías del adentro y el afuera. Esta ubicación ambivalente se muestra con clari-
dad en las prácticas marginales que violan permanentemente las polaridades
discursivas: lo privado y lo público, el hogar y la calle, la familia y la pandi-
lla, el ciudadano y el delincuente, lo moral y lo inmoral, la mismidad y la otre-
dad, lo incluido y lo excluido.
IV
Los últimos quince años del siglo XX, anuncian profundos cambios en
la cultura latinoamericana. La caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra
Fría, presagian un nuevo orden mundial que en América Latina se manifiesta
en la derrota del proyecto socialista y la consolidación del modelo neoliberal.
En este contexto, se produce un reordenamiento de la escena intelectual en
que se habían forjado las expresiones literarias, artísticas y cinematográficas
de la región. En el caso de la cultura cinematográfica este cambio de timón,
se muestra en la figura de la crisis.
A finales de los ochenta, el cine latinoamericano vive uno de sus peo-
res momentos. La actividad cinematográfica entra en crisis dejando atrás la
década del setenta, etapa en la cual la producción cinematográfica alcanzó un
reconocimiento internacional con México, Brasil, Argentina y Cuba a la ca-
beza. El número de filmes que se producían anualmente registra una conside-
rable baja, las audiencias y las salas de cine se redujeron abruptamente. En su
libro El carrete mágico, John King hace una recuento detallado de la gran
aventura del cine latinoamericano que inició en los años 70 para terminar en
el crítico desenlace de finales de los 80. A excepción del cine mexicano que
mantiene un cierto dinamismo gracias a la inversión estatal y mixta, en el res-
to de América Latina son tiempos de crisis profunda. En Argentina, 1989 es
uno de los peores años en cuanto a producción de filmes. Entre 1974 y 1984,
las audiencias del cine se redujeron en un 50% al igual que el número de sa-
las de cine. En Brasil, si bien el subsidio estatal permitió un incremento de la
cuota de pantalla para el cine nacional, el promedio de filmes producidos por
año –que durante los años 70 se mantuvo en 60– en 1988 bajo a 10; mientras,
el 47% de las salas de cine cerraron entre 1975 y 1984. En Chile, el promedio
de 6 filmes anuales que se mantuvo entre 1973 y 1982, súbitamente decayó.
El cine colombiano, que mantuvo alta cuota de pantalla para sus películas, a
partir de 1986 entra en franca crisis. En Venezuela, donde el Estado financió
29 largometrajes entre 1975 y 1980, se inicia una drástica reducción del pre-
16 Christian León
supuesto para el cine. En Bolivia la crisis del estaño desató el caos económi-
co y anuló toda posibilidad de producción cinematográfica (King, 1993).
En toda América Latina, la crisis generalizada provocó un deterioro de
las formas de financiamiento y producción cinematográficas y afectó seria-
mente el consumo de filmes nacionales. Al mismo tiempo que la producción
de películas decrecía, el público latinoamericano se distanciaba de su cine.
Son muchas las explicaciones para este fenómeno. Algunos sugieren que la
causa de la crisis fue el ingreso masivo de la televisión y la baja de los costos
de los aparatos receptores (Aguas, 2003; Roncangliolo, 1996), otros ponen el
acento en el repliegue del Estado como principal inversionista de la produc-
ción cinematográfica y en la falta de políticas de apoyo a la industria audio-
visual (Silva Ferrer, 2003). Finalmente, hay quienes dicen que la crisis econó-
mica y social agudizó la situación generando un deterioro de los mercados ci-
nematográficos nacionales (Cordero, 2000b). En este ensayo plateamos que
todos estos factores deben ser entendidos a partir del análisis de los discursos
culturales que dan sentido tanto a la producción cinematográfica como a la re-
presentación fílmica. Propongo analizar discontinuidades sociales, políticas y
culturales desde donde se producen las películas y se negocian sus interpreta-
ciones para entender el fenómeno fílmico.
La historia del cine latinoamericano lejos de ser un relato acumulativo
de hechos, filmes y desarrollos técnicos se caracteriza por la discontinuidad y
la ruptura. La crisis de los años ochenta marca el fin de un paradigma cinema-
tográfico y el nacimiento de otro. El estancamiento del cine en esos años no
es una señal de la crisis del cine latinoamericano en general, sino un síntoma
de la descomposición de una de sus formas históricas. De cara a la concep-
ción unificada y evolutiva que explica la historia del cine a partir de la acu-
mulación de autores y obras, se hace necesaria una lectura crítica que revele
los cortes y rupturas que dan cuenta de variedad filmográfica producida en
América Latina. Uno de los autores que criticó profundamente la concepción
continua y unificada de la historia es Michel Foucault. Para el pensador fran-
cés el carácter totalizador de la historia no es otra cosa que un efecto del po-
der disciplinario de la modernidad que afirma la dominación de un sujeto au-
tocentrado a partir de un relato continuo y acumulativo (1997: 20). Contra es-
ta construcción hegemónica de la historia, Foucault reivindica el concepto de
«formación discursiva», como una manifestación de carácter «arqueológico»
constituida sobre la base de discontinuidades, dispersiones y umbrales. El ho-
rizonte histórico de validez de un discurso está determinado por estas ruptu-
ras del orden discursivo que trastornan el sentido mismo de la realidad. El
concepto de formación discursiva puede entenderse como «un juego de re-
glas» que hacen posible el establecimiento de regularidades y vínculos entre
distintos objetos singulares sobre los cuales se construye un relato histórico.
El Cine de la Marginalidad 17
En el campo cinematográfico, estos objetos singulares son los filmes y las re-
laciones que se tejen entre ellos son las regularidades y reglas de juego que
permiten hablar de una formación discursiva. Según Foucault, estas reglas de
juego son:
1. Usamos esta palabra con el sentido le dio Jean-François Lyotard como el horizonte de reglas
y axiomas mítico-narrativos que estructuran el campo pragmático de la legitimidad de los
discursos. Es decir planteamos que la legitimidad del discurso cinematográfico hay que bus-
carla no en el texto fílmico sino en una serie de reglas culturales que permiten su validación
social. «La tradición de los relatos es al mismo tiempo la de los criterios que define una tri-
ple competencia, saber-decir, saber-escuchar, saber-hacer, donde se ponen en juego las rela-
ciones de la comunidad consigo misma y con su entorno. Lo que se transmite con los relatos
es el grupo de reglas pragmáticas que constituyen el lazo social» (Lyotard, 1989: 48).
18 Christian León
El Tercer Cine es para nosotros aquel que reconoce en esa lucha la más gi-
gantesca manifestación cultural, científica y artística de nuestro tiempo, la
gran posibilidad de construir desde cada pueblo una personalidad liberada: la
descolonización de la cultura (Solanas y Getino, 1973: 60)
Hacia finales de los años ochenta, el proyecto del Nuevo Cine Latinoa-
mericano se vuelve insostenible, aun cuando parte de la crítica cinematográ-
fica educada en la cinefilia setentista aún apuesta por el canon moderno.3 An-
te la nueva escena histórica, se recomponen las fuerzas en el campo simbóli-
co de la cultura latinoamericana. Esto produce que el discursivo socio-cultu-
ral que daba sentido a la modernidad expresiva del Nuevo Cine se desarme.
El metarrelato de la identidad nacional, fuente legitimadora del cine moderno
latinoamericano, altera el horizonte de la discursividad y la visualidad que da-
ban sentido a los mensajes fílmicos. Por un lado, el aparato del Estado se des-
mantela por la ofensiva neoliberal y el horizonte utópico abierto por el socia-
lismo se desvanece. Por otro, la globalización resta credibilidad al gran rela-
to de la «identidad nacional». Finalmente la proliferación de imágenes y len-
guajes impulsados por los medios masivos de comunicación tornan obsoletos
los presupuestos críticos de la modernidad cinematográfica. En este nuevo
contexto, el Nuevo Cine Latinoamericano entra en crisis.
Los cineastas del Tercer Mundo no pueden contar con ningún sustrato de
poder nacional. En vez de eso, su relativa impotencia genera una lucha cons-
tante por crear una ‘autenticidad’ elusiva, que se reconstruye de nuevo en ca-
da generación. (2002: 278)
Por todos estos elementos, el discurso crítico del Nuevo Cine pierde su
vigencia. Entramos en la crisis de los años ochenta, marcador y umbral que
nos permite hablar de una nueva forma de enunciación fílmica. En los años
noventa, el cine latinoamericano enfrenta el desafío de buscar nuevas narrati-
El Cine de la Marginalidad 23
vas para abordar el carácter singular y heterogéneo de una América Latina que
se debate entre el desencanto de la modernidad y el desenfreno de la globali-
zación. Se empieza a producir un cine que responde al nuevo contexto social
y cultural de la región, y encara crítica la exclusión social producida por el
neoliberalismo y la abrupta irrupción de nuevos actores sociales que empie-
zan a cuestionar el concepto homogéneo de la nación. Surgen un conjunto de
películas de temática urbana que retratan con desencanto la vida de seres mar-
ginados por las instituciones sociales. Un cine que relata sin ningún ánimo re-
dentor la violencia y el desamparo que se experimenta en la subcultura de la
calle. Un cine con una posición crítica sobre el discurso de la nación, el para-
digma de la cultura ilustrada y el sentido utópico de la modernidad. Roberto
Aguilar definió así está naciente tradición del cine latinoamericano:
6. Para una lectura del desafío que presenta la obra y el pensamiento de Buñuel a los valores
modernos ver «Nueve reflexiones de un cineasta ateo» (Rubio, 1998).
7. En el perfil que hace Víctor Fowler sobre Glauber Rocha se puede ver esta suerte de «inves-
tidura mística» vinculada a la «misión trascendente» de representar los intereses del pueblo
que caracterizó al discurso de la época (1999: 106-108).
26 Christian León
8. Una excepción a este tosco esquema que esbozamos es la obra de Sanjinés que siempre man-
tuvo distancia crítica frente al discurso de la nación y propuso un cine de creación colectiva
a través del cual trató de dar voz a las comunidades indígenas, no obstante su permanente in-
tención de ver en ellas un sujeto revolucionario por excelencia.
El Cine de la Marginalidad 27
9. Los mismos cineastas que en los setenta realizaron filmes herméticos y combativos, buscan
una inmersión en el mercado. Este es el caso de Bruno Barreto que en la última etapa del ci-
nema novo realiza Doña Flor y sus dos maridos, la película más exitosa de la historia del ci-
ne brasileño y de Fernando Solanas en 1985 realiza la coproducción franco-argentina Tan-
gos, el exilio de Gardel.
28 Christian León
una sensibilidad marcada por un reflujo del sentido heroico, por su alejamien-
to del modelo del intelectual carismático, intérprete del pueblo y portador de
un sentido de la historia, por su distanciamiento del populismo artístico y el
nacionalismo cultural y por querer borrar las huellas del pensamiento teológi-
co y erosionar la idea tradicional del sujeto como fuente de significación.
(1994: 48)
10. Específicamente nos referimos a filmes como Agua para chocolate (México, 1992), Aire li-
bre (Venezuela, 1996), Jericó (Venezuela, 1990), En territorio extranjero (Venezuela, 1993),
Ilona llega con la lluvia (Argentina, 1996), La guerra de los Canudos (Brasil, 1998), El bien
esquivo (Perú-España, 2001) entre otros.
El Cine de la Marginalidad 29
El orden social
y la marginalidad
1. Uno de los textos más importantes al respecto es Teorías sin disciplina. Latinoamericanis-
mo, poscolonialidad y globalización en debate (Castro-Gómez y Mendieta, 1998) en donde
se compilan algunos de los trabajos del Grupo de Estudios Subalternos de América Latina.
Siguiendo la línea de investigación planteada en Abrir las Ciencias Sociales. Informe de la
Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las Ciencias Sociales (Wallerstein, 1999),
La reestructuración de las Ciencias Sociales en América Latina (Castro-Gómez, 2000) pro-
pone una mirada geopolítica a la constitución de los saberes. Desafíos de la transdisciplina-
riedad (Flores Malagón y Millán, 2002) recoge algunas discusiones sobre la desestructura-
ción de los campos del saber moderno en América Latina.
36 Christian León
Así conocí a Ramón Correa y al mismo Ramiro Meneses. Con ellos des-
cubrí ese mundo de los punkeros y metaleros, y el de los sicarios que habían
sido en principio rockeros vieja guardia y luego, distanciados de la música, ha-
bían empezado a robar, ese mundo donde robar no es un delito sino una cultu-
ra (Anexo I).
VIOLENCIA CALLEJERA,
VIOLENCIA DE ESTADO
2. El texto epílogo de Rodrigo D No Futuro dice: «Dedicada a la memoria de John Galvis, Jack-
son Gallegos, Leonardo Sánchez y Francisco Marín, actores que sucumbieron sin cumplir los
20 años, a la absurda violencia de Medellín, para que sus imágenes vivan por lo menos el tér-
mino normal de una persona». Dos años después del estreno de La vendedora de rosas la ma-
yoría de sus protagonistas, actores naturales también, habían muerto en violentos incidentes,
similares a los representados en el filme.
El Cine de la Marginalidad 39
LA MARGINALIDAD
Y EL PENSAMIENTO SOCIAL
3. Los colectivos marginales parecen existir en lo que Durkheim (1971) denominó «anomia»,
característica de los momentos de crisis de las sociedades modernas o en lo que Lash y Urry
(1998) denominaron como «el fin de lo social», propio de las sociedades posmodernas en
donde el Estado-nación ha dejado de producir el sentido de la acción.
El Cine de la Marginalidad 41
Otro filme que expresó el conflicto entre el mundo callejero y las ins-
tituciones ciudadanas es Pizza, Birra y Faso (1997) dirigida por los noveles
realizadores argentinos Adrián Caetano y Bruno Stagnaro. La cinta rodada en
Buenos Aires es una producción, al igual que La vendedora de rosas, de bajo
presupuesto, vocación documental, protagonizada por actores naturales en
conjunto con profesionales. La historia reconstruye la vida de cinco jóvenes
que viven juntos en una casa tomada y se ganan la vida con pequeños atracos.
Una noche mientras Cordobés, Pablo, Megabom y Frula toman unos tragos,
Sandra, la novia del primero, es apresada por la policía. Una vez libre aban-
dona a Cordobés y vuelve a casa de su padre, con quien tiene pésimas relacio-
nes. Explotados por hampones mayores, los cuatro amigos deciden dar un
golpe por su cuenta. Asaltan a un taxista con quien trabajan, le roban su auto
y dos armas de fuego. Cordobés y Sandra acuerdan escapar al Uruguay al
amanecer, ella va a esperarlo en el puerto. Esa misma noche, el cuarteto da el
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todos, entrega el dinero a su familia y se dirige al bar del Turco donde lo apu-
ñala. Finalmente, solo y agobiado, huye sin rumbo cierto.
Esta historia, definida por la crítica como un «western suburbano», su-
blima la condición del marginal al dotarle de la fuerza y la pericia del héroe
clásico. En diálogo con la exaltación del villano propia de una cierta tradición
del western y del cine negro, crea una figura protectora y justiciera que opera
al margen de la ley, un personaje masculino imbatible capaz de eliminar de un
solo tiro a dos hombres. Sin embargo, lejos de la imagen triunfalista del hé-
roe, Oso demuestra la dolorosa situación del individuo marginal para quien el
vínculo social y familiar está negado. A pesar de los intentos por reconquistar
el lugar perdido junto a su hija, Oso sabe que su vida está marcada por el cri-
men y la violencia, que su sola presencia es un peligro para ella. Siguiendo el
consejo de un amigo: «A veces para hacerle un bien a la gente que uno quie-
re hay que estar lejos», decide renunciar a ella y aceptar su destino prófugo.
Como ha planteado algún crítico, «Oso está preso y es presa de su propia rea-
lidad, su existencia es una existencia trágica como la de todo ser marginal, y
ese es el peso que debe cargar de la manera más o menos digna que las cir-
cunstancias y el entorno se lo permitan» (Roval, 2004). En esta imposibilidad
de adaptación a las instituciones sociales, Caetano encuentra la ética y la es-
tética del relato marginal. Usando la retórica del cine de género, realiza una
exaltación del mundo marginal al reconstruir la singularidad del código mo-
ral que rige a las sociedades suburbanas que viven al margen de la ley.
Los colectivos subalternos presentados en Rodrigo D No futuro, La
vendedora de rosas, Pizza, Birra, Faso y Un oso rojo plantean la intraducibi-
lidad del mundo marginal frente a las instituciones sociales. La experiencia
vital de esos seres excluidos del consumo, de las relaciones sociales y las sim-
bologías culturales es inabordable desde el lenguaje hegemónico de la socia-
lidad. La retórica de la incorporación estatal y ciudadana solo puede tratar es-
ta experiencia en tanto una degradación a superar o un desvío a corregir. Es-
to nos hace pensar en aquel «centro silencioso» o «espacio vacío», del que ha-
bla Gayatri Spivak que solo puede ser leído por las instituciones sociales a tra-
vés de una «desviación de la significación» propia de las vidas marginales
(1998: 198), pues en sí mismas supuestamente carecen de valor y sentido. De
ahí que la estética marginal del realismo sucio torne visible la singularidad de
estas vidas mostrando su intraducibilidad al lenguaje del Estado-nación y de
las instituciones modernas. Como lo ha mostrado Beverley, el Cine de la Mar-
ginalidad a través de su efecto testimonial intenta exponer la irreductibilidad
de la cultura subalterna (2004). Al hacerlo provoca como lo apunta Bustos
«una irrupción en el relato elitista de la nación» (2002).
La visibilización de los excluidos provoca una contradicción perfor-
mativa en el discurso de la universalidad que manejan las instituciones socia-
44 Christian León
Todo sucede pues como si eso que llamamos pueblo fuera en realidad no
un sujeto unitario, sino una oscilación dialéctica entre dos polos opuestos: por
una parte el conjunto Pueblo como cuerpo político integral, por otra, el sub-
conjunto pueblo como multiplicidad fragmentaria de cuerpos menesterosos y
excluidos. (Agamben, 2001: 32)
SOCIEDAD CAPITALISTA,
CULTURA LETRADA Y MARGINALIDAD
4. En oposición a la de Marcel Mauss, usamos aquí la noción de «don» trabajada por Jacques
Derrida: «para que haya don es preciso que no haya reciprocidad, ni devolución, ni intercam-
bio, ni contra-don, ni deuda» (1995: 21).
5. Como nos lo ha enseñado el sicoanálisis, el displacer se interpreta como un aumento y el pla-
cer como una disminución de la carga de energía. La acumulación de energías, bienes y re-
laciones da origen a la sensación de displacer, mientras la expulsión de energía, el derroche
de bienes y la liberación de las cargas sociales dan origen al placer (Freud, 1993).
46 Christian León
tos de la cultura moderna que fundan los valores éticos sobre un deber ser ins-
taurado a partir del humanismo, los relatos de los seres marginados muestran
una ética que se actualiza en las circunstancias. Volvemos a La vendedora de
rosas: cuando Andrea, maltratada por su madre, huye de su casa, en un ins-
tante recibe la solidaridad de Judy quien le cede sus flores para que las ven-
da. No obstante al siguiente día, es capaz de quedarse con un parte del dinero
que su amiga obtiene por la venta de unos patines. En el mundo de la calle pa-
rece no existir un código fijo para la moralidad y la ética. Una vez abandona-
do el dominio de las instituciones, en donde el ideal normativo de lo humano,
entramos en el terreno ambivalente de la moral poshumanista que no respon-
de a un deber ser sino que se estructura como una respuesta a una forma de
ser concreta. En Un oso rojo, Rubén que en un momento es capaz de asesinar
a ocho hombres sin pestañar, en otro, puede conmoverse profundamente ante
la tragedia de un desempleado que ocupa si lugar junto a su mujer y su hija.
A pesar de esta moral contingente, sujeta a una redefinición permanente, exis-
ten pactos y valores que se renuevan a cada instante. Uno de ellos es la soli-
daridad. Los filmes de realismo sucio mantienen una constante: a pesar de la
violencia extrema que despliegan existe códigos morales de carácter contin-
gente que tejen relaciones de fidelidad y solidaridad. La consigna parece ser
«a pesar de que te puedo traicionar y asesinar en cualquier momento porque
ninguna institución me lo impide, no lo hago porque quiero que vivas». Esta
ética poshumana contrasta con las normativas morales de la sociedad inclu-
yente, mostrándose en muchos casos más justa y adecuada para la compleji-
dad en la que se desenvuelve la vida. Un ejemplo constituye el estremecedor
final de la película chilena Taxi para tres (2001), donde un taxista traiciona la
amistad de dos delincuentes y los asesina por el miedo que desencadena su
mera presencia. Los delincuentes –gente de la calle que vive al margen de la
ética ciudadana– a pesar su espontánea amoralidad llegan a comprender y res-
petar la vida del taxista y su familia, mientras este último, supeditado al códi-
go moral y a las normas legales de la sociedad, es capaz de traicionar y asesi-
nar a dos individuos desprotegidos por la ley y la moral.
CAPÍTULO 3
1. Muchos antropólogos definen al hombre por medio de esta capacidad de proyectarse sobre
la inmanencia de la realidad, ver Godelier (1989: 17) y Markus (1973: 21-34).
El Cine de la Marginalidad 51
SERES ABYECTOS
Precisamente estos seres abyectos de los que habla Butler son los mar-
ginales que pretende retratar el cine latinoamericano. Estos personajes de la
calle, excluidos de los sistemas simbólicos que configuran la socialidad, se
El Cine de la Marginalidad 53
EL NÓMADA DE LA CALLE
futuro. Por un lado, los seres de la calle son unas criaturas sin pasado ni me-
moria que han perdido todos sus vínculos de pertenencia como consecuencia
de la pérdida de sus tradiciones populares, la exclusión de los sistemas forma-
les de educación y la segregación del imaginario nacional. Por el otro, son in-
dividuos abyectos, que frente a la rigidez de la norma cultural, la marginación
económica-política, y los sistemas de clasificación social responden con su
estrategia nómada.
Según Carlos Rojas, esta condición constitutiva de la cultura latinoa-
mericana debe ser entendida no solo como una tragedia sino también como la
posibilidad de afirmar dentro del caos social y la destrucción simbólica, una
posición de «extremo occidente» que escape al discurso integracionista del
multiculturalismo. El nomadismo, por tanto, tiene la posibilidad de articular
una «voluntad de exceso, de ir más allá de lo dado, de la establecido, porque
irrumpe desde nuevas visualidades que remiten a nuevas temporalidades»
(Rojas, 2002: 17). Frente a las geopolíticas de la representación estructuradas
a partir la razón occidental y el sujeto moderno, los seres marginales aludidos
en el arte y el cine del Tercer Mundo se presentan como el no-lugar de la bar-
barie, un espacio liso que desconstituye al sujeto. En un sentido similar Mil-
ton Benítez reivindica la figura del «vagabundo» como expresión del ser lati-
noamericano caracterizada por la ausencia de destino, el desconcierto y la an-
siedad. Según este autor «en el caminar del vagabundo el mundo es un algo
incierto» (2002: 152). Esta particular forma de construcción del individuo
plantea la paradoja de un «ser ausente» que se encuentra suspendido entre el
tiempo continuo del trabajo y el tiempo absoluto del instante, sin posibilidad
de afirmarse en ninguno de los dos. La experiencia del vagabundo o del mar-
ginal se construye entonces como «una memoria sin recuerdo» o como «la
muerte del ser como sujeto» (Benítez: 139).
LA IDENTIDAD EN FUGA
correlación entre los dos personajes es una alegoría del parentesco que existe
entre marginales y ciudadanos, muestra la imposibilidad de establecer una di-
ferenciación tajante entre ambos. La complejidad dramática del filme radica
en que cada uno de estos extremos parece estar seducido por el otro, plantean-
do un permanente borramiento de las identidades. El deseo de ser el otro, de-
seo del otro, el deseo del uno el otro, configuran un complejo juego de rela-
ciones entre Salvador y Ángel, desmontando el lugar socialmente construido
para el marginal. Este deseo de tomar la posición del otro torna imposible la
delimitación plena de la identidad y la escinde desde su nacimiento, como lo
ha planteado Hommi Bhabha «existir es ser llamado a una otredad, a su mira-
da o a su lugar» (2002: 65). Salvador admira a Ángel, quiere ser como él, ágil,
experto, valiente; el muchacho, hijo de familia y hasta hace poco estudiante,
anhela el mundo liberado de reglas y ataduras que representa su primo. En el
fondo siente el irresistible deseo de pertenecer a la calle, el mundo de lo des-
conocido, de la ausencia de normas y futuro. Ángel representa para Salvador
la seducción que el ciudadano siente por el marginal. Por otro lado, Ángel, un
delincuente que ha extraviado todo vínculo de pertenencia, evidencia una
compleja relación de carencia y deseo frente a instituciones como la familia y
el hogar. A partir de las relaciones que mantiene Ángel con su primo, su tío y
su abuela, Ratas, ratones y rateros dibuja una sutil e irónica nostalgia por la
familia, ese símbolo de estabilidad, confianza y pertenencia. En una especie
de imposibilidad de asumir la perdida total de su hogar y parentela, Ángel es-
tablece una relación melancólica –en el sentido freudiano del término– con su
abuela paralítica. En las conmovedoras escenas de contemplación mutua en-
tre la anciana y el delincuente, se perfila la crisis profunda de la identidad de
Ángel.
Esta relación deseante entre ciudadano y marginal se plantea de mane-
ra similar en Un Oso rojo. En la película argentina, Rubén, un fornido delin-
cuente que acaba de salir de prisión, es el reverso de Sergio, el hombre frágil
que vive ahora con su mujer y su hija. Oso lo envidia por todos los años ha
pasado con su familia mientras estaba encerrado, ansía recuperar la vida fa-
miliar, su posición de padre aunque sabe que eso es imposible. En este relato
de la pérdida de los vínculos de pertenecía familiar y su evocación melancó-
lica encontramos una de las constantes del Cine de la Marginalidad. Por otro
lado, Sergio, desempleado e impotente ante la crisis económica, encuentra en
la fuerza criminal de Oso el rol masculino que él ha perdido. Rubén, por vía
delictiva, es capaz de conseguir el dinero que Sergio necesita para mantener
la familia. De alguna manera el criminal, se transforma en el ideal omnipoten-
te del ciudadano común. Siguiendo la analítica de la identidad propuesta por
Bhabha, sostenemos que el ciudadano es una identidad deseante que siempre
está diferida, es una presencia parcial, ya que existe en el deseo constante de
El Cine de la Marginalidad 57
plica las vidas de distintos personajes. La primera de estas historias es sin du-
da la más lograda y impactante. La cámara al hombro, la fotografía granulo-
sa, la predominancia del ocre y el amarillo, crean una atmósfera opresiva, pro-
picia para el amor desesperado de Octavio por Susana, su cuñada. El correla-
to de esta historia la constituye el mundo lóbrego de las peleas de perros. To-
dos los sucesos del relato se desencadenan cuando Octavio decide hacer pe-
lear a su perro Cofi, con el dinero ganado en las apuestas, escaparse con Su-
sana. La segunda historia es la más discreta y convencional: Daniel es un pe-
riodista que abandona a su familia por el amor de Valeria, una top model. El
correlato canino de la historia lo hace Richie, un pequeño perro que queda
atrapado bajo el piso del departamento recién estrenado por Daniel y Valeria.
La tercera historia, de resonancias políticas, busca retratar la crisis de las uto-
pías y los sueños. El Chivo es un exguerillero de izquierdas, que tras veinte
años de cárcel ha perdido todo; transformado en un sicario, solo piensa en su
hija quien ni siquiera sabe que él existe. El Chivo come, duerme y vive con
una jauría que lo acompaña siempre. Cada uno de estos relatos, muestra iden-
tidades en migración que están sujetas a una alta cuota de violencia física que
no oculta, como lo dice José Enrique Monterde, «la violencia moral y psico-
lógica que gravita alrededor de ellas» (2001: 37). Es un descenso a las profun-
didades del ser urbano que relata su caída y muestra un universo moral des-
compuesto, donde el vínculo afectivo está ausente (León, 2001). El amor de
Octavio por su cuñada y la violenta relación con su hermano muestran un es-
pacio familiar transformado en una campo de batalla callejero. Por otra parte,
el mundo del hampa y las apuestas configuran un ambiente signado por el
azar, donde no hay nada cierto. Daniel, un hombre exitoso con una carrera en
ascenso ha decidido dejar su hogar para ir a vivir con Valeria, su amante. Co-
mo consecuencia del choque, ella súbitamente pierde su trabajo y le amputan
una pierna. Inutilizada por los traumatismos se transforma en una marginada
dentro de la alta sociedad.2 El Chivo un hombre que un día tuvo sueños de
transformación social, un gran amor y una hija a la que adoraba, tras un largo
proceso de destrucción de su personalidad operado en prisión, se convierte en
mendigo. En poco tiempo se transforma en un asesino a sueldo, abandona los
imperativos morales del sujeto humanista de la modernidad y se transforma
en un ser anónimo que opera en las afueras de la institución social. El Chivo
2. Cuando Valeria comenta a Daniel que Richie está atrapado en el piso del departamento él res-
ponde: «Richie está bien, talvez está un poco perdido, pero está aquí dentro del departamen-
to, no se lo han robado, ni está en la calle. Esta aquí con nosotros». En este parlamento en-
contramos un gesto irónico respecta equiparación tradicional del interior del hogar con la se-
guridad. Esta segunda historia termina desarticulando la ecuación imaginaria interior = casa
= seguridad, para mostrar una desestructuración de la vida privada que prefigura una expe-
riencia interior de la marginalidad.
El Cine de la Marginalidad 59
El perro negro entrenado para matar a los otros perros funciona como un
espejo. El Chivo se ve reflejado en esa bestia que ha probado sangre y que no
puede dejar de ser lo que es, como su nuevo dueño. Los dos han probado la
sangre y el final los muestra perdiéndose y mezclándose con la multitud de la
ciudad pero sin posibilidades de integrarse ni a la multitud ni a ningún partido
de izquierda o derecha. (2001)
NIÑAS MALAS
La imagen desgarrada
EL REALISMO TRAUMÁTICO
Con esta reflexión, Beverley abre el camino para entender el shock que
produce el cine del director colombiano. Sin embargo, la noción de testimo-
nio del crítico norteamericano es prisionera de una concepción transparente
de la expresividad. Para Beverley el testimonio es una manera directa de dar
voz a una persona real que normalmente no la hubiera tenido (León, 2004:
85). Esta definición revela una noción poco problemática del lenguaje cine-
matográfico en tanto construcción simbólica asechada por la opacidad del re-
ferente y la ansiedad por la realidad. En respuesta, sostenemos que el efecto
inquietante de la cámara de Gaviria demuestra un deseo insaciable de repre-
sentar la realidad vinculado con ese encuentro traumático con lo real del que
habló Jacques Lacan. Para Lacan lo real es una instancia que resiste a la sim-
bolización, escapa al dominio imaginario del sujeto y se muestra en forma de
representaciones traumáticas. De ahí que lo real es el encuentro accidental y
azaroso que revela todo aquello que es inadmisible en la realidad social y sub-
jetiva.
El Cine de la Marginalidad 65
Por debajo del lenguaje simbólico del cine y las construcciones imagi-
narias que despierta en el espectador se ubica una realidad real e inadmisible,
no simbolizada por los códigos de la cultura ni atrapada en las redes imagina-
rias del sujeto. Es justamente esa «otra realidad escondida» tras la imagen, la
que evoca el cine de Gaviria con su concepción documental. El realismo ex-
tremo que propone el realizador colombiano plantea la irrupción en el campo
visual de aquella realidad que está bajo la representación y fue descubierta por
el sicoanálisis lacaniano con el concepto de «mancha». Para Lacan, «la defi-
nición de la mancha es justamente lo que, en el campo, se distingue como agu-
jero, como ausencia» (1999) De ahí que el cine de Gaviria al intentar repre-
sentar la realidad en grado superlativo libera aquello que horada, mancha y
deforma la imagen cinematográfica, aquello que rasga la pantalla significan-
te de la imagen para conseguir el encuentro con lo real. Frente a las conven-
ciones del lenguaje clásico del cine, construido a partir de un orden percepti-
vo que privilegia la nitidez y la luz, Gaviria reintroduce en el campo visual la
experiencia de la sombra y la mancha. Lo sombrío que se muestra en la pan-
talla, no es solo efecto de la inestabilidad fotográfica propia del registro do-
cumental, sino un correlato apropiado para la imagen del marginal que no al-
canza a ser interpretada por el espectador. Gracias al uso de una estética pro-
pia del documental, el cine de Gaviria logra desplegar lo que Luis Duno-Gott-
berg1 denomina la «huella de lo real»:
Esta huella lejos de ser una expresión mimética de una realidad que es-
tá por fuera de la representación es una sombra que proyecta el propio discur-
so cinematográfico. El naturalismo fotográfico construido por el cine clásico
del primer mundo tiene aquí su límite. Esta huella de lo real abre el filme ha-
1. Al mismo tiempo que escribía este libro, Luis Duno-Gottberg editaba un número especial de
la revista Objeto visual bajo el título «Imagen y subalternidad: el cine de Víctor Gaviria».
Los valiosos aportes de esta publicación no están tomados en cuenta en este ensayo. Las ci-
tas de Duno-Gottberg han sido tomadas de un borrador de la introducción de la revista.
66 Christian León
EL CINÉMA VÉRITÉ
La célebre fórmula: ‘lo cómodo del documental es que uno sabe quién es
y a quién filma’ pierde validez. La forma de identidad Yo = Yo (o su forma de-
generada Ellos = Ellos) cesa de valer para los personajes y para el cineasta, en
lo real tal y como en la ficción. Lo que se deja adivinar es más bien, en grados
profundos, ‘yo es otro’. (Deleuze, 1996: 205)
Estética y política
de la marginalidad
LA MARGINALIDAD INTERIOR
DISEMINACIÓN Y ESENCIALIZACIÓN
PORNOMISERIA VS.
ESTÉTICA DEL HAMBRE
Vistas así las cosas, parecería que no existe ninguna diferencia entre la
explotación de la violencia propia de la crónica roja o la visibilización de la
población marginal característica del talk show y el trabajo de directores co-
mo Víctor Gaviria, Sebastián Cordero, Alejandro González Iñarritu, entre
otros. La complejidad de la escena comunicacional contemporánea, dificulta
78 Christian León
El Cine Nuevo narró, describió, poetizó discursó, analizó. Excitó los temas
del hambre: personajes comiendo tierra, personajes comiendo raíces, persona-
jes matando para comer, personajes huyendo para comer, personajes sucios,
feos, descarnados, viviendo en casa sucias, feas, oscuras […] Nosotros com-
prendemos esta hambre que el europeo y el brasileño en su mayoría no entien-
den. Para los europeos es un extraño surrealismo tropical. Para los brasileños
es una vergüenza nacional. (Rocha, 1987: 4)
CONSTRUCCIÓN DE ALTERIDADES
mirado cuanto sobre la propia mirada y sus límites. Ese manchón constituido
por el cuerpo del marginal resiste a la interpretación y devuelve la mirada so-
bre el propio observador. La imagen inasible del marginal nos pone frente a
los límites de nuestra propia mirada y nos exige pensar en la intraducibilidad
de ciertas experiencias. Por eso Lacan sostiene que la mancha es una mirada
vuelta sobre sí misma (1999: 83). La visibilización de la marginalidad que
propone el filme latinoamericano opera como una mancha incomprensible
que nos lleva a reflexionar sobre la construcción del campo visual instaurado
por el Estado y las instituciones modernas. La marginalidad es una región os-
cura en el imaginario social, un punto ciego en la mirada de las instituciones
sociales. Por esta razón, nos parece tremendamente atinada la reflexión sobre
las zonas marginales que hace Gayatri Spivak:
En esta zona hay granjeros que viven de la propia subsistencia, hay traba-
jadores agrarios no sindicalizados, y hay comunidades de obreros sin trabajo
en la calle de la gran ciudad. Enfrentarse con todos ellos no significa represen-
tarlos (en el sentido de vertreten [sustitutivo y político]) sino re-presentarnos
(en el sentido de darstellen [constructivo y artístico]) a nosotros mismos
(1998: 200-201).
GEOPOLÍTICAS DE LA REPRESENTACIÓN
histérica del marginal plantea una pugna en las relaciones globales que se dan
en el ámbito de la geopolítica. Entramos en el campo de lo que Fredric Jame-
son ha denominado como «el inconsciente geopolítico» (1992: 24). El discur-
so audiovisual de la marginalidad adquiere así una nueva inscripción dentro
de la geopolítica de las representaciones que enfrenta al mundo occidental y
a su periferia.
La figura del nómada urbano articulada por el cine latinoamericano
propone ese «desafío de ver lo invisible» y «leer lo ausente» que según Hom-
mi Bhabha configura el texto poscolonial. El marginal es un sujeto que nun-
ca puede mostrarse plenamente, que «no puede ser aprehendido sin la ausen-
cia o invisibilidad que lo constituye». Cuando aparece totalmente visibilizado
por los aparatos de representación de la cultura letrada o en los medios de co-
municación masivos está modelado de acuerdo al deseo occidental. De ahí
que su imagen se corresponda con esa lugar de la «persona ausente» de la que
habla Bhabha, aquella capaz de replicar la lógica de la identidad y la presen-
cia construidas por el pensamiento moderno. En esta resistencia a los códigos
hegemónicos de la modernidad se reivindica el gesto poscolonial que ya no
imita a occidente sino lo replica. La figura del nómada latinoamericano arti-
cula una realidad diferente al discurso ilustrado de occidente.
THE END
Han pasado quince años desde que el filme de violencia urbana irrum-
pió en América Latina. El balance y las secuelas resultantes del aparecimien-
to de esa constelación de filmes que retratan con desencanto la vida de seres
marginados está aún por escribirse. Los acelerados cambios culturales produ-
cidos en los últimos veinte años han alterado definitivamente las maneras de
producir y consumir, de pensar e imaginar el cine latinoamericano. Esta trans-
formación de la práctica cinematográfica y del discurso fílmico se torna legi-
ble en el Cine de la Marginalidad, tal y como lo definimos en este ensayo. Se-
gún algunos críticos, este cine de violencia urbana se ha convertido en la mar-
ca de fábrica de Latinoamérica. Cabe entonces la pregunta: ¿Hasta qué punto
el realismo sucio se ha convertido en un discurso oficial que reproduce el
efecto macondo que pretendía contestar? Esta es una pregunta que nos lleva a
plantear el carácter provisional de toda estética de marginalidad. En un mun-
do donde los márgenes tienen a ser incorporados rápidamente por la cultura
hegemónica, la estética de la marginalidad es un desplazamiento constante
que habita provisionalmente los lugares olvidados por el poder. En el futuro,
pensar la estética de la marginalidad puede remitirnos al tratamiento de espa-
cios rurales y suburbanos –al estilo de filmes como La Ciénaga y Niña santa
84 Christian León
De ahí que nos parezca inadecuado usar conceptos europeos como los
de «Nueva Ola» o «Nuevo cine» para calificar al Cine de la Marginalidad y
prefiramos emparentarlos con la crítica poscolonial y posimperialista o con el
posoccidentalismo. A tono con la crítica poscolonial (Prakash, 1997), el Cine
de la Marginalidad esboza una reelaboración de la narrativa occidental con el
objeto de repensar la sociedad desde la perspectiva de los subalternos. En con-
cordancia con la crítica posimperialista (Lins Ribeiro, 2001) plantea una re-
versión de las imágenes hegemónicas que circulan a nivel mundial y cuestio-
na el nacionalismo que reprime a sectores subalternos de la población. En
conformidad con el posoccidentalismo (Mignolo, 1998) trabaja por fuera de
las representaciones binarias del pensamiento moderno y opera a partir de co-
nocimientos locales y epistemologías fronterizas. El Cine de la Marginalidad
surgido de la crisis de la identidad nacional, del Estado y de la utopía socia-
lista, es un discurso que logra poner en imagen la intraducibilidad y opacidad
del subalterno al liberarlo de la narrativa de redención y progreso propia del
pensamiento moderno. En este gesto subversivo nos reencontramos con la ac-
tualidad e importancia para una historia del cine que aún esta por escribirse.
ANEXOS
ANEXO I
Entrevista con Víctor Gaviria
De acuerdo con lo que has dicho, ¿cómo escribes los guiones de tus filmes
y cuál es el método que utilizas para el trabajo con los actores naturales?
Cuando recibo un testimonio de una persona que va a ser actor me enfrento
con un literatura que está por fuera de la literatura formal del olvido. Mi interés es el
punto de vista de los actores que me dan testimonio de su propia vida, la actitud que
toman ante la realidad. Los periódicos muchas veces recogen estos relatos pero los
desprenden de quien los enuncia, mi intención es no solo que te cuenten este relato si-
no también retratar la actitud ante ese relato. Eso es lo que me da el actor natural quien
recoge una forma de vivir, son personajes que moralmente tienen un heroísmo espe-
cial y una subjetividad. Cuando estoy grabando estos relatos, estoy detrás de episodios,
de detalles, de anécdotas que van a ir construyendo el argumento de la película, lo que
va entrando en la película es la actitud que tienen en su vivir. Lo interesante de esos
relatos son la conexión que tienen con el personaje que los vive. Trato de mostrar en
mis películas las formas de ser de unos personajes que no son inventados por mí sino
son una elaboración de la realidad.
¿Este método del que hablas en tanto documentación de algo que existe ya
previamente, no está en tensión con el cine como construcción, como re-
creación?
El material documental de todas maneras pide ser interpretado. La realidad es
como un texto, hecho de relatos incompletos que están desordenados en la experien-
cia diaria, entonces uno tiene que hacer una construcción con eso. Si es un periodista
hace una construcción de crónica, y si es cineasta lo hace en ficción. El autor de una
película cuenta, ordena, y completa, pero la realidad también es una autora que apor-
ta muchas cosas. Entonces de alguna manera respetando su autoría, sin tratar de con-
vertirla en otra cosa, sin mezclarla con literatura, yo busco hacer un relato, pero si-
guiendo las mismas narraciones que la realidad me da. La película se convierte en un
diálogo con todos los relatos que componen la realidad. Me interesan mucho las pelí-
culas que están en diálogo con la realidad, que no están totalmente cerradas ni cerca-
das, sino que tienes huecos y ventanas. A mí me gusta pensar que el cine tiene que es-
tar abierto a la realidad, que como dice Deleuze la película es una habitación en don-
de la corriente de la vida entra por un lado y sale por otro.
El Cine de la Marginalidad 89
A tono con lo que acabas de decir, cabe otra pregunta: ¿hasta qué punto
tú hablas por los marginales?
Yo me libro de esas ideas porque la pareja de incluidos y excluidos son dos ca-
ras de la misma moneda. Si yo estoy incluido en una sociedad de todas maneras nun-
ca lo estoy totalmente, de todas maneras tengo partes mías excluidas. Mis problemas
como persona, llena de limitaciones y carencias, son los mismos problemas de los mar-
ginales. La ciudad ya no se divide en unos que están adentro y otros que están afuera.
El sentido mío como ciudadano nunca lo voy encontrar si no en la exclusión porque
nuestro sentido como sociedad es imposible si no dialogamos con estos marginados.
Es imposible entender la entidad del ciudadano si no se lo confronta con esos otros
personajes, que aparentemente no son nadie. Esos sujetos que están en un tiempo muy
distinto, que no saben quien es Bolívar y habitan en mundos supersticiosos, mágicos,
que tiene otro lenguaje. Uno necesita a los demás para saber quien es. Yo sé mejor
quien soy en la medida en que he conocido a estos personajes de la calle. Del otro la-
do también les he servido a ellos como modelo de algún orden perdido.
Rodrigo D No Futuro
País: Colombia. Año: 1990. Productoras: Compañía de Fomento Cinemato-
gráfico, FOCINE, Fotoclub-76 y Producciones Tiempos Modernos Ltda. Di-
rección y Guión: Víctor Gaviria. Fotografía: Rodrigo Lalinde. Música: Ger-
mán Arrieta. Edición: Alberto Restrepo. Producción: Guillermo Calle y Ana
María Trujillo. Intérpretes: Ramiro Meneses, Carlos Mario Restrepo, Jackson
Idrian Gallego, Vilma Díaz, Óscar Hernández, Irene de Galvis, Wilson Blan-
dón, Leonardo Favio Sánchez, Johana Hernández Duración: 90 min.
La vendedora de rosas
País: Colombia. Año: 1998. Productora: Filmamento. Dirección: Víctor Ga-
viria. Guión: Víctor Gaviria y Carlos Hernao. Fotografía: Erwin Goggel y Ro-
drigo Lalinde. Música: Luis Fernando Franco. Edición: Víctor Gaviria y Agus-
tín Pinto Producción: Erwin Goggel. Intérpretes: Lady Tabares, Marta Correa,
Mileider Gil, Diana Murillo, Liliana Giraldo, Yuli García, Álex Bedoya, Elkin
Vargas, John Fredy Ríos Robinson García, Giovanni Quiroz. Duración: 120
min.
Un oso rojo
País: Argentina-Francia-España. Año: 2002. Productoras: Lita Stantic Pro-
ducciones, TS Productions y Wanda Visión S.A. Dirección: Adrián Caetano.
Guión: Adrián Caetano y Romina Lafranchini. Fotografía: Willi Behnisch.
Música: Diego Grimblat. Edición: Santiago Ricci. Producción: Lita Stantic.
Intérpretes: Julio Chávez, Soledad Villamil, Luis Machín, Agostina Lage, En-
rique Liporace, René Lavand, Daniel Valenzuela, Ernesto Villegas, Marcos
92 Christian León
Amores perros
País: México. Año: 2000. Productoras: Altavista Films y Zeta Film. Direc-
ción: Alejandro González Iñárritu. Guión: Guillermo Arriaga. Fotografía: Ro-
drigo Prieto. Música: Gustavo Santaolalla y Antonio Vega. Edición: Luis Car-
ballar, Alejandro González Iñárritu y Fernando Pérez Unda. Producción: Ale-
jandro González Iñárritu. Intérpretes: Emilio Echevarría, Gael García Bernal,
Goya Toledo, Álvaro Guerrero, Vanessa Bauche, Jorge Salinas, Marco Pérez,
Rodrigo Murria, Humberto Busto, Gerardo Campbell, Rosa María Bianchi, Jo-
sé Sefami, Lourdes Echevarría, Laura Almela, Ricardo Dalmacci, Gustavo
Sánchez. Duración: 153 min.
Ciudad de Dios
País: Brasil-Gran Bretania-Francia. Año: 2002. Productoras: O2 Filmes, Vi-
deoFilmes, Globo Filmes, Lumiere Productions, Studio Canal y Wild Bunch.
Dirección: Fernando Meirelles y Kátia Lund. Guión: Bráulio Mantovani sobre
la novela de Paulo Lins. Fotografía: César Charlone. Música: Ed Cortês y An-
tonio Pinto. Edición: Daniel Rezende. Producción: Andrea Barata Ribeiro. In-
térpretes: Alexandre Rodrigues, Leandro Firmino, Phellipe Haagensen, Dou-
glas Silva, Jonathan Haagensen, Matheus Nachtergaele, Seu Jorge, Jefechan-
der Suplino, Alice Braga, Emerson Gomes, Edson Oliveira, Michel de Souza,
Roberta Rodríguez, Luis Otávio, Maurício Marques, Gustavo Engracia. Dura-
ción: 130 min.
Perfume de violentas
País: México-Pases Bajos. Año: 2001. Productoras: Centro de Capacitación
Cinematográfica, Filmoteca de la UNAM, Fondo para la Producción Cinema-
tográfica de Calidad, Foprocine, Hubert Bals Fund, Instituto Mexicano de Ci-
nematografía, John Simon Guggenheim Memorial Fundation y Producciones
Tragaluz. Dirección: Maryse Sistach. Guión: José Buil y Maryse Sistach. Fo-
tografía: Servando Gajá. Música: Annette Fradera. Edición: José Buil y Hum-
berto Hernández. Producción: José Buil. Intérpretes: Ximena Ayala, Nancy
Gutiérrez, Arcelia Ramírez, María Rojo, Luis Fernando Peña, Gabino Rodrí-
El Cine de la Marginalidad 93
Un día de suerte
País: Argentina. Año: 2001. Productora: Barakacine Producciones. Direc-
ción: Sandra Gugliota. Guión: Sandra Gugliota y Marcelo Schapces. Fotogra-
fía: José Guerra, Alberto Ianuzzi y Cobi Migliora. Música: Diego Frenkel y
Sebastián Schachtel. Edición: Alejo Flah. Producción: Sandra Gugliota y Fer-
nando Merinero. Intérpretes: Valentina Bassi, Claudio Gallardou, Fernán Mi-
rás, Darío Vittori, Damián de Santo, Jesús Berenguer. Duración: 95 min.
B-happy
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Universidad Andina Simón Bolívar
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