Salvador Ortiz Vidales-Guillermo Prieto y Su Época
Salvador Ortiz Vidales-Guillermo Prieto y Su Época
Salvador Ortiz Vidales-Guillermo Prieto y Su Época
EDICIONES¡BOTAS
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OBRAS DEL .AU'fOR
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DON GUlLLERi\10 l 1 RIÉTO Y SU EPOCA il
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DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 17
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rían a transformar el medio de miser"ia y de superstición
en que vivía el haz de nuestro pueblo, si antes no s<;>
20 SALVADOR ORTIZ VIDALES
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.AL\'.-\DOR OR.TlZ \'!DALES
PRIMERA PARTE
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LAS 1\1El\10RIAS
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DON GUILLERMO PRIETO Y SG EPOCA 31
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siasmo, que durarían lo que la charla an1iga, cuando el 1
v1e30 poeta regresaba a su casa, friolento, arrebujado
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32 SALVADOR ORTIZ \/!DALES
UN VIERNES DE DOLORES
Mas he aquí, que un recuerdo va a ensombrecer a
todos los demás. Lo fija don Guillermo con toda preci
sión, el Viernes de Dolores de 1825. El poeta tenía sólo
siete años, y su abuelo, el señor don Pedro Prieto, siguien
do una vieja costumbre, había mandado levantar un
altar a la Virgen. Había en él profusión de aguas de co
lores; sembrados de tiestos porosos con trigo, "alegría"
y lenteja; banderitas de oro volador; sartas de jalaxó
chitl y manojos de trébol. Había también gran diversi
dad de flores; chícharos, amapolas, retamas, rosas, cla
veles y jazmines. La alfombra estaba formada de polvo
de café, salvado, arena y hojas de flores de chichicastle.
El altar ostentaba gran profusión de velas encendidas.
Y había, finalmente, y esto sería sin duda lo más encan
tador- y sugestivo, un grande repostero con ollones de
chía, de horchata, de tamarindo, timbirichi, etc. Todo
esto, naturalmente, debería ser servido con su correspon
diente canela espolvoreada y en jícaras doradas. Sin em
bargo, la_ nota más brillante de la fiesta era, ante todo y
sobre todo, el sermón, preparado por un padre dieguino,
y que don Guillermo, vestido de canónigo, debía recitar
sin faltar una coma, ante los circunstantes. Y sucede
que llega el momento terrible; la concurrencia es numero
sísima, el acto solemne; se cantan los misterios con mú
sica de orquesta y, a mayor abundamiento, oficia en el
rezo un alto personaje, nada menos que don Guadalupe
Victoria. Anúnciase el sermón; los fieles se persignan
y el orador empieza con aquello de "Stabat juxta �ru-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 37
LA ESCUELA
Entre estos recuerdos de la infancia, anota don Gui
llermo las pintorescas idas a ]a escuela.
Cuando ahora, gracias al tranvía eléctrico o al auto
móvil, nos transportamos de una Delegación a otra, con
gran comodidad y en un espacio reducido de tiempo, nos
cuesta trabajo imaginar lo que serían estas mismas dis
tancias, recorridas a lomo de caballo.
Era necesario que los estudiantes que vivían en el
Molino del Rey o Tacubaya, se levantaran demasiado
temprano para llegar a México, a la hora oportuna de
clase.
Estas correrías se hacían en numerosos grupos, con
la correspondiente caravana de los mozos de estribo. Cons
tituían estas excursiones un gran esparcimiento para los
estudiantes, ademas de un previo adiestramiento del
músculo. Pues aquellos muchachos no se limitaban cier
tamente a ir al paso lento de las cabalgaduras, sino que
saltaban zanjas, "coleaban :los· caballos", prganizaban
circo en medio de las calzadas, lazaban, corrían y atro
pellaban a rnás de un transeúnte, causando la natural
desesperación de los criados y sufriendo, además, muy fre
cuentes caídas. "Yo fuí -dice don Guillermo- un su
bresaliente jinete, y tengo en mi cuerpo ócatrices que
recuerdan mis travesuras".
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 39
II
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LA ADOLESCENCIA
EL ETERNO FEMcNINO
LA TIA DOLORITAS
Ahora bien: ha llegado el punto y sazón de trata:
de esta linda muchacha que tanta influencia había de
tener en la adolescenci:i. de don Guillermo Prieto. Doio•
ritas era fina y alegre.
"Había en su carne, luz de lucero -nos dice el
poeta-, y se hallaba en la línea imprecisa que separa a
la niña de la joven. Era tierna, al par que varonil, fun
gía como caudillo en los juegos, y era .amable compañe
ra en las representaciones teatrales que se hacían en fa
milia.
Y fué precisamente después de una de estas repre
sentaciones, cuando hubo de verificarse un extraño su
ceso.
Con motivo de celebrar los días de un tío sacerdote,
nos cuenta don Guillermo, se acordó ensayar- un entre-
DON GUILLERJ'vlO PRIETO Y SU EPOCA 47
NOCHE DE FANTASMAS
LA MUERTE
"Todos nos trasladamos a la casa de tía Doloritas
-dice don Guillermo-, pues por nada del mundo quise
abandonar a mis padres. La casa resonaba con los la
mentos de dolor, y a cada paso nos sorprendían desga
rradoras escenas".
La tía Doloritas estaba de la misma manera que
don Guillermo la había mirado en sueños, es decir, con
los ojos desorbitados, la boca terriblemente contraída y
a mayor abundamiento, mostraba ciñéndole al desgaire,
aquel lienzo encarnado que don Guillermo le había visto
también en sueños.
La conmoción que con este espectáculo sufriera fué
espantosa; durante varias horas permaneció sin conocí
miento .y cuando volvió en sí, se encontró rodeado de
todas las personas de la casa, y cargado de escapularios
y medalias.
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 49
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EL PARIAN
EL SAQUEO
'!Y sobre este emporio, sobre este templo de buen
gusto, cayó la avalancha de las furias del saqueo, para
entronizar una invasión salvaje de robos e inquietudes".
He aquí cómo nos describe don Guillermo este su
ceso trágico. "Un día -dice-, nos despertó el estampi
do de un cañón; las gentes corrían despavoridas; atra
vesaban las calles soldados con las espadas desnudas, y
se oía de boca en boca_ la nueva del pronunciamiento de
la Acordada".
Se veían por todas partes, "infelices heridos a quie
nes conducían del centro a las afueras de la ciudad; mu
jeres como locas que preguntaban por sus hijos y por
sus esposos; puertas que se cerraban con estrépito y ca
dáveres de desgraciados transeúntes, víctimas de las ho
rrendas descargas que se lanzaban desde las alturas". Y
en medio de tanto horror, una absoluta carencia de no
ticias; pues sólo se sabía que el Presidente Victoria sos
tenía a Gómez Pedraza, y que los yorkinos querían al
general Vicente Guerrero.
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 55
LA I\1ISERIA
•
El terrible desastre del Parián, como ya lo he dicho,
originó la muerte del padre de don Guillermo Prieto, y
luego la locura de su madre. Este último suceso, sobre
todo, debe haber causado en el poeta una gran conmoción.
Podemos reaccionar al dolor más intenso, aun a la muer
te misma de los seres que nos son más queridos, pues
el tiempo es piadoso sedante que aminora las penas, con
forme van pasando los días, los meses y los años. Mas
la locura parece ser un género de muerte que no aca
bará nunca. La misma impresión de desasimiento y ser
extraño que nos produce el que ha perdido la razón, es
la misma de ayer, de hoy y de mañana. Inútil, completa
mente inútil, será para nosotros pretender reaccionar con
tra esta pena, y más, si el ser desequqibrado es nuestra
madre. Toda la adolescencia de don Guillermo Prieto se
halla, pues, bajo el conjuro de este dolor. terrible, que
aumentan la miseria y la falta del apoyo paterno.
"Y o había salido de la escuela -nos dice- sin
saber nada a derechas. Mis padres querían dedicarme
a los estudios; pero entonces lo único que importaba era
comer".
Por una parte, la versatilidad propia del niño, que
en vano quiere adoptar la seriedad del hombre, y por
otra la orfandad, y el caso doloroso de la locura de su
madre, hacían de don Guillermo un :ser contradictorio.
"Me dejaba poseer por la alegría -dice-, y luego me
sepultaba en hondas tristezas que me hacían por inter
valos taciturno y funesto". Se regocijaba con una fiesta
y al punto se retraía después, arrepentido, en un templo
solitario, bajo la luz del alba, a soñar con las llamas de
los cirios, el humo del incienso y el canto del saltapared.
Aspiraba a una posición, a algo que realizara sus quime
ras de hombre; mas volvía presto en sí, ante el espectro
de la orfandad y la miseria. 1
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Unas veces vagaba perdido en los más apartados
barrios, y otras se recluía en la obscura vivienda en que
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 57
EL PRIMER EMPLEO
Mas a fuerza de constancia y porfía, y de ver a
una multitud de personas, logró inscribirse de capense
de francés en ·el Colegio de Minería. Solicitó y obtuvo
ser meritorio en una comisaría general, y, por último,
consiguió el mismo empleo en un cajón de ropa.
Con el relativo cambio de fortuna, cruza por la
vida de don Guillermo Prieto una ligera racha de opti
mismo.
58 SALVADOR ORTIZ VIDALES
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LA INICIACION POETICA
DON 1VlELESIO
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do, después de haber vivido durante algún tiempo en el
Baño de Pajaritos, por el Salto del Agua.
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64 SALVADOR ORTIZ VIDALES
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DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 65
LA DECISION
LA CONFESION
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DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 75
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los y esposo de doña Leona Vicario. Hubo, sí, en el se
ñor Quintana, una falta de tacto, quizá de comprensión,
pero muy explicable en un hombre que se ve constan
temente importunado por solicitudes, y que oye a cada
instante historias dolorosas más o menos verídicas. Ade
más, el señor Quintana, al dar aquel dinero, no se pro
ponía únicamente librarse del importuno, sino atender
.. .. '.•,
EL PROTECTOR
LA VECINDAD
"Ocupaban las viviendas principales personajes ele
vados por la reciente revolución, que traían el pelo de la
dehesa e invadían con las sillas de sus caballos el trán
sito". 1V1 ujeres en enaguas y de zapatos enchanclados,
trabajaban por los corredores preparando los guisos y
llenando toda la casa de humo. Entretanto que las esca
leras eran invadidas por los "pimpollos" con sus corres
pondientes cortejos, y por las criaditas y los asistentes,
que interceptaban frecuentemente el paso con sus retozos,
y escandalizaban con sus cantos obscenos. Muchas veces
el señor de la casa deslumbraba los ojos de los vecinos,
"con su bota fuerte; su casaca ricamente bordada de
oro"; sus carrilleras doradas; "su sable· corvo de vaina
de acero; su bastón con borlas y su som.brero de tres
picos, con su escarapela, y unas plumas tricolores que
cimbraban airosas sobre su cabeza".
Y había un músico "que convocaba a sus compañe
ros, y armaba zambras filarmónicas de música epiléptica;
una anciana partera con una crónica divina, misteriosa,
accidentada y sembrada de secretos increíbles; un sas
tre embustero; un zapatero fanfarrón y ebrio repugnan
te; un impresor mártir, con una mujer bachillera y ce
losa; unas bailarinas de lo, - _·andes bailes de Pautret,
"con conexiones de currutacas de gran tono, humos de
reinas y miserias de pordioseras", y finalmente, "una
beatita jamona de voz meliflua, toda enredos, calumnias,
entrometimientos y chismes".
EL COLERA JVIORBO
Pero lo más terrible era seguramente la aparición
del cólera morbo.
¡ De cuántas escenas desgarradoras fuí testigo!- ex
clama mi biografiado.
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 85
EL IVULAGRO
Era una noche de tormenta: Toda la ropa de la ca
sa, por prescripción higiénica, se hallaba colgada ei: los
corredores y el patio. Y comq la madre de don Guiller
mo estaba a la sazón paralítica, no había podido reco
gerla. La tormenta se desataba a cada momento con más
fuerza, y acabó por inundarlo todo, empapando colch9-
nes, sábanas y toda clase de ropa, sin que _ la pobre
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86 SALVADOR ORTIZ VIDALES
LA VIDA CALLEJERA
Podemos continuar siguiendo a don Guillermo Prie
to a través de su vida, sólo que por cauces más tranquilos,
pasada la terrible impresión que en su ánimo produjo
la epidemia del cólera, y cuando los habitantes de es)"a
muy leal y muy noble ciudad de IVIéxico, se dispusie
ron una vez más a volver por la senda acostumbrada
de su existencia cotidiana y monótona.
Don Guillermo recuerda nuevamente su vida calle
jera y su nunca desmentida afición de entablar amistad
con las personas más disímbolas y más abigarradas.
"Los pocos momentos de desahogo -dice- que me
dejaban mis aperrados estudios, la oficina, la curaciqn
de mi madre y las atenciones de mi casa, los aprovecha
ba para flotar, como yo mismo decía, entre mis instin
tos callejeros, mi amor a la poesía, el cultivo de las
graves relaciones con mis maestros y con las monjas ami
gas de mi mamá, que eran mi delicia, por su mismo en
cogimiento y disonancia con el resto de mis relaciones".
1
de Medellín" y "El Trípoli".
Y todavía durante mucho tiempo, "lamiéndose los
bigotes", repetían los viejos la tonadilla que decía:
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92 SALVADOR OR TIZ VI DALES
EN LA ADUANA
Sus jefes eran don Joaquín Lebrija, don Ignacio de
la Barrera y don Mariano Domínguez. El primero fun
gía como administrador, y los dos últimos, uno de con
tador y otro de tesorero, respectivamente; don Guillermo
nos describe al señor Lebrija de estatura elevada, "de
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 93
l
des puertas que daban acceso a las más importantes ofi
cinas. Eran éstas la Administración, la Contaduría y la
Tesorería. Los tres departamentos, dice don Guillermo,
tenían una fisonomía particular: "lujoso y con sillones
94 SALVADOR ORTIZ VIDALES
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acudían los viajeros que, listos para marchar desde las
cuatro de la mañana, esperaban hasta las nueve a que se
abriera la oficina. Y a la segunda, los introductores que
habían dejado prenda en la garita, y que habían per
noctado una noche en M . éxico con grande menoscabo de
sus intereses, sólo por no haber podido despachar sus
asuntos antes de las dos de la tarde, en que se cerraba
indefectiblemente la oficina. Y "ay del infeliz que mos
traba impaciencia! ¡ Ay del distraído que olvidara qui
tarse el sombrero reverente!"
Y es de notar que, "mientras los causantes brama
ban de impaciencia, los empleaditos de tres al cuarto se
engolfaban en una disputa sobre el mérito de Chucha
Moctezuma o Palomera, o en recitar unas coplas, o en
recoger un escote para unas "chalupas" o remedar a los
jefes e imitar sus firmas".
"A la mesa del Viento se agolpaban los queseros,
maiceros, introductores de piedras, vigas, ganados. etc.
La tarifa era voluminosa, las cuotas variadísimas, la ur
gencia del causante la misma, y la holgura y cachaza de
los empleados, la de siempre. Solía haber sus altercac;ios
provocativos. Mas no faltaban rancheritas de dentadura
blanca y pecho saliente que humanizaran a los canes del
fisco. Sólo que tratándose del Tesorero, era forzoso es
quilmar y exprimir al contribuyente, so pena de los ana-
temas de la Superioridad".
"Una borrada ligera, un rasgo de pluma acusado
de sospechoso, una entrerrenglonadura, eran pretexto de
una demora o de un proceso o motivo de ruina para un
infeliz. Invento de maldición y tortura . puede llamarse
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 95
LA MESA DE VIENTO
Ahora bien, don Guillermo, al ingresar a la Aduana,
pasó a trabajar precisamente en la "Mesa de Viento".
No era mi biografiado un modelo de laboriosidad y de
fiel cumplimiento a sus deberes burocráticos. En la
Aduí:!-na, nos cuenta, había ciertos departament.os habita
dos por gentes de diferentes categorías: costureritas, pil
mamas y criadas, cuyo amable trato constituía todo un
gran atractivo para los meritorios y empleados inferio
res. "Yo era -dice don Guillermo- de esa falange, y
mi natural propensión a los estudios de costumbres me
hizo buscar el contacto de sabrosas, retobadas pilmamas
y suculentas cocineras habitadoras de aquellas regiones.
Mi propensión formó escuela: tuve discípulos, proséli
tos y cómplices, y a poco andar aquella Aduana era una
maravilla en esto de cuchicheos, trompadas y alegrías" ...
Como era de suponerse, el desagrado de los jefes no se hi
zo esperar por mucho tiempo. Y so pretexto de mejorar a
nuestro biografiado, se le cambió a la mesa de los te
nedores de libros, gente seria y poco amante de ruido y
trapisondas. Mas los amigos de don Guillermo eran
fieles, y si al principio los arredró la gravedad de los se
ñores tenedores de libros, bien pronto fueron cobrando
confianza y asediaron al joven poeta con multitud de
96 SALVADOR ORTIZ VIDALES
1
vergonzosa o vicio incorregible", dice mi biografiado.
Pero afortunadamente para don Guillermo, el señor
Lebrija era hombre generoso y comprensivo. Pues dán
dose cabal cuenta del talento del joven, no sólo se limitó
a no autorizar el cese, sino que lo tomó como su secre
tario particular.
Y a los pocos días, don Guillermo no sólo llevó la
correspondencia con expedición y soltura, sino que se
aventuró, igualmente, a formular algunos informes; puso
acuerdos y redactó minutas, con tal acierto que mereció
la aprobación y aplauso de su jefe. Y aun se aseguraba
que decía a los altos empleados de la Aduana: "Vean
ustedes a este muchacho; lo han despedido de la Conta
duría por inepto, y es hoy mi desempeño, se puede decir
que el Administrador".
Sin embargo, no fué muy grato para don Guillermo
el recuerdo de su vida de burócrata. Con frecuencia le ve
mos lanzar frases incisivas contra los altos empleados de
la Aduana. Pero seguramente donde mi biografiado toma
más cumplida venganza es describiendo el tipo del em
pleado de entonces.
He aquí una de estas siluetas:
DON DECOMISO
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lo que sufriría mi biografiado en el constante trato con
estos personajes. Pero no toda la vida de don Guillermo
se hallaba confinada entre las cuatro paredes de la of i
cina. Su ánimo callejero -pues no en vano en alguna oca
sión declara sus "salones" al pintoresco .y alborotado
barrio de San Juan- y su nunca desmentida afición de
trabar amistad con toda clase de personas, sólo por el
. prurito de observar, lo compensarían largamente de las
horas monótonas pasadas en la Aduana. Sin contar sus l
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frecuentes visitas a la casa del señor Quintana, donde se
d4pap �jta.. Jos hombíes tnás relevantes de la época, y
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EL AMOR
Quizás fué también en esta época cuando mi biogra
fiado sintió el dulce llamado del amor. Don Guillermo
pone este grato recuerdo de su vida en 1834.
Fué entonces cuando conoció a "su María". "Todo
lo que experimentaba -dice- de tierno y luminoso en
mi alma, lo hallé en aquella niña, sobr� cuyo nombre
caen ahora, después de cincuenta años, mis lágrimas, mis
bendiciones y mis besos".
La vió por la primera vez en el barrio de San Juan,
este mismo barrio que don Guillermo recuerda de manera
frecuente en sus "i\1emorias".
He aquí cómo nos describe este magno suceso:
. "Iba yo por la talle -dice- ligero, riente, rico de
bienestar, con mi capotillo delgado y transparente como
una gasa, y mi Chantreau desencuadernado debajo del
brazo". "Caminaba bobeando y viendo para todos lados,
cuando llamó mi atención, en uno de los balcones de la
102 SALVADOR ORTIZ VI DALES
GUILLERMO VALLE
"Nació Guillermo Valle en Oaxaca -nos dice mi
biografiado-, y en la época de mi conocimiento con él
tendría trece años a lo sumo".
De la vida de Valle se contaba que, en I 828, después
de que Santa Anna invadió Oaxaca y se apoderó del
convento de San Francisco, como deseara comunicarse
con las fuerzas que defendían Santo Domingo, para ha
cerlas pasar a su bando, se paseaba meditando vanamen
te un ardid, cuando en esto un muchacho del pueblo, que
había seguido al general en sus paseos sin que éste lo ad
virtiera, se le p1anta delante y le die€:
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104 SALVADOR ORTIZ YIDALES
SUCESOS �OVELESCOS
EL HOMBRE MISTERIOSO
EL POETA i\1AGNIFICO
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DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 121
LAS REUNIONES
SE FU ·oA LA ACADEMIA
LOS TRADICIONALISTAS
APARECE EL ROMANTICISlVIO
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DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 133
EL RADICALISMO DE RAMIREZ
Es frecuente entre los espíritus batalladores exage
rar desmesuradamente los conceptos, para impresionar
más vivamente al público. Además, entre la controversia
y el fragor de la lucha, precisa que el combatiente se
presente con rasgos definidos y enérgicos, para imponer
se mejor al auditorio. Sin contar con que en las discu-
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134 SALVADOR ORTIZ VIDALES
LA SUSCEPTIBILIDAD DE RAlVUREZ
AMORES TARDIOS
"Recuerdo --dice- haber. visto pasar por mi_ exis
tencia escolar a este maestro, cetrino, flaco, viejo, con_ la
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 137
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1.38 SALVADOR ORTIZ VlDALES
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SEGUNDA PARTE
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EL PRIMER DISCURSO
U TA DISTRIBUCION DE PREMIOS
El reparto de premios se hacía en "El General" de
la Uni,·ersidad. Era este un espacioso salón, con ventanas
altas por donde penetraba bastante luz.
A lo Jarfo!O de las paredes. tras una elegante baran
dilla, se miraba una lujosa sillería, sobre la cual se os
tentaban enormes retratos al óleo de sabios pálidos y m:al
encarados, que lucían el tra ie de sus diferentes jerarquías
eclesiásticas, forenses o médicas.
El centro del salón estaba ocupado por hileras de
asientos, dispuestos como las butacas de un teatro.
Y pegada al muro, frente a la puerta de entrada,
imponente y majestuosa, se alzaba la cátedra que era un
enorme púlpito de madera, cuadrado y con un techo en la
misma forma, sobre el que se hallaba pintado el símbolo
del Espíritu Santo.
En uno de los extremos del salón y elevada como
a cuatro varas sobre el piso, se hallaba la tribuna. que
era una especie de jaula cuadrilonga. cubierta de celosías
y cortinas. Esta era ocupada por las personas de más
alta distinción.
Y, en el fondo, dominándolo todo, sobre una plata
forma, se alzaba un enorme dosel, bajo el cual se veían
sillones severísimos, forrados de cuero y terciopelo, de
lante de una mesa que tenía un crucifijo, un tintero,
marmaja, obleas y una campanilla· de plata.
Era la mesa presidencial y en aquella distribución
de premios, estaba ocupada por el general don Anastasia
Bustamante, Presidente de la República, que tenía a su
lado al Rector del Colegio y al Secretario.
Abundaban en el salón los grandes uniformes; las
plumas airosas y las espadas de puños historiados. Lucían
los doctores sus borlas, y los frailes aparecían con sus
hábitos azules, cafés o negros, con grandes c'ruces rojas.
En el centro se hallaban los padres de familia: las se-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 145
EL IVlOMENTO SOLEMNE
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EL GEl\J.ERAL BUS1'ANIAN'1'E
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LA ESTUFA PRESIDENCIAL
El Presidente Bustamante cumplió su promesa, )'
en las primeras horas de la mañana la estufa presidenci;:d,
resplandeciente de lujo y elegancia, se puso a la disposi
ción de don Guillermo.
"En el alto pescante, forrado de pana blanca, con su
fleco y sus bordones soberbios, se hallaban los lacayos,
con sus escarapelas tricolores". Y los altos frisones de la
mejor estampa, lucían sus chapetas y hebillas de metal
reluciente.
-"A la Alameda, poco antes de llegar a la fuente
de Corpus Cristi", dijo don Guillermo al lacayo, al pene
trar al carruaje y hundirse en los mullidos cojines de la
testera.
El coche partió a escape.
"La vista del carruaje -dice mi biografiado- y el
personaje que lo osupaba, inconfundible para mi suegro,
lo dejaron realmente patitieso y con un palmo de nari
X
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ces, en tanto que mi novia sonreía a espaldas de su
padre, asombrada, pero triunfal y feliz".
"Yo llevaba prevenido mi lápiz -prosigue- como
una astabandera, y como había antecedentes muy hostiles
de parte de papá, de la manera más descortés, escribí en
una tira de papel":
156 SALVADOR ORT1Z VlDALES
"Señor Caso:
"Deseo casarme cuanto antes con la hija de usted.
Avíseme si sigue o no en su oposición, para tomar mis
providencias".
Y· acto seguido, don Guillermo llama al lacayo, le
señala la casa, y éste, "finchado y con largos pasos", se
dirige al suegro, quien por un tris no lo echa a rodar
las escaleras.
EL NOVIAZGO
Mas al fin la misiva se acepta, y henos aquí en los
inevitables conciliábulos, "entre el confesor y los amigos
de respeto; las amigas oficiosas y las viejas compasivas".
Se habla del convento, del destierro o la entrada a ejer
cicios, y surgen los consabidos dos bandos: los de San
Francisco Javier y los de San Judas Tadeo, o sea, los
adversos y los propicios al matrimonio. El asunto se
discute ampliamente, mas al fin se decide recibir en la
casa a don Guillermo, una vez por semana, en calidad de
novio oficial.
Un nuevo mundo desconocido, o mejor dicho, olvi
dado del todo, se ofreció ante los ojos de don Guillermo.
Aquella familia era positivamente uno de los tipos
más acabados de los ricos de la época colonial.
El padre de la muchacha, que no era por cierto un
hombre culto, poseía, empero, un talento claro; "era
puntual y sincero en sus tratos", y además, "inteligente
labrador y diestrísimo jinete".
Usaba un "largo chaquetón de lienzo blanco; pan
talón de bragueta, de cuadril a cuadril; sombrero de
jipijapa de anchas alas", y a través de la camisa, sus
pensas al pecho, se le veían medallas y rosarios. Llevaba,
además, suspensa a la pretina, la cadena del reloj, que
tenía en un extremo dijes y chucherías de oro". J:
Su frente era ancha y abovedada; sus ojos peque r
t
ños y de agudo mirar; su nariz aguileña, y su boca apa-
recía como contraída, en un gesto imperioso. r
s
Don Guillermo, en su importantísimo carácter de no
e
vio oficial, deseando aparecer bien ante los ojos de su
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 157
novia, y recordando cierta frase de Calderón que dice:
"hombre pobre, todo es trazas", acude a sus amigos los
"lagartijos", para adaptar-se a la moda hasta donde es
posible. Y hace un gran acopio de perfumes, pomada,
polvo y todo lo que la industria nacional produce en el
ramo de tocador. Después, acude a un "lagartijo", y
éste le sugiere el uso de la camisola, o sea de una pe
chera de camisa, "con su cuello y jareta en la base, que
se quita y se pone con gran facilidad", y es muy apro
pósito para los grandes acontecimientos, si se carece de
recursos, y se quiere ufanar de pulcritud y elegancia.
Don Guillermo no es, sin embargo, amigo de estos
postizos. "Todo lo afectado y pretencioso -dice- ha
sido para mí no sólo repelente, sino imposible, lleván
dome tal contradicción al extremo opuesto". Y antes de
caer en este defecto, prefiere que se le conceptúe de zafio
y abandonado. A esto atribuye el sentirse bien única
mente entre el pueblo a quien ama. sin que desconozca
"su falta de civilización, sus inconsecuencias y sus vicios".
La casa del suegro de don Guillermo, no rayaba cier
tamente en la opulencia. Era más bien de una aparien
cia humilde, y por la sencillez de sus muebles, indicaba.
sólo una mediana fortuna. No así en lo que se refiere
al comedor, que poseía una magnífica vajilla de plata,
v en donde la comida era excelente y "los sirvientes la-
dinos y peripuestos".
El señor de la casa había tenido una viudez tem
pestuosa, y era rígido, severo y extraordinariamente
celoso.
De manera que la primera educación que recibie
ron las niñas fué en casa, inclusive la del piano, y tuvie
ron por maestras a personas en grado sumo deficientes,
"que nada enseñaban a derechas".
El suegro de don Guillermo era madrugador, y lo
primero que hacía al salir de casa, era dirigirse al des
pacho de sus abogados, Olaguíbel o Elguero, que lo pa
trocinabajn en encarnizados pleitos con . colinda,ntes y
parientes. Del trato asiduo con los hombres de toga, el
suegro de don Guillermo había adquirido "cierta instruc
ci6n macarrónica, en que figuraba una nomenclatura
158 SALVADOR ORTIZ VIDALES
1
estudios arqueológicos muy interesantes, y recabó mate
riales que _han aprovechado después los dedicados al
e�tµdj9 de las antigüedades m_exica,nas. · •
164 SALVADOR ORTIZ VIDALES
CUNDE EL DESCONTENTO
"Entretanto, el descontento se respiraba en la at
mósfera; los conatos de pronunciamiento se centuplica
ban"; la libertad de la prensa se convertía en libertinaje,
y los esbirros, delatores y espías, hacían su agosto.
En la frontera el hambre y el descontento de las
tropa) forzaba al general Arista a tomarse licencias en
la Aduana que, como era natural, produjeron escándalos
y determinaron la salida del Gabinete del señor Echeva
rría.
Este fué reemplazado por don lVIanuel María Canse
co, hombre sufrido y meticuloso, que recordaba al em
pleado de la época de la Colonia. Era cejijunto, hablaba
siempre por monosílabos y andaba de manera pausada.
Tenía una mirada recóndita e interrogativa, y "era de
mucho ripio y mucha pauta en el chirumen".
"Yucatán era una cena de negros. Tabasco un cam
po de agramante. En todos los Estados cundía el des
contento; en la prensa llovían los altercados, y se decla
maba y reñía en todos los tonos, en contra de la
administración de Bustamante".
"En Jalisco estalló al fin la rebelión, disfrazada de
movimiento local, y como era costumbre, hizo su apari
ción la frasca y el bureo; pues a esto, en resumidas
cuentas, se reducía todo pronunciamiento".
Se resfriaban o desaparecían los mejores amigos. Y
nuevos personajes aparecían· en la palestra, con su cohorte
de amigos y parientes. Entretanto llovían los anónimos;
166 SALVADOR ORTIZ VIDALES
LOS TRAIDORES
EL PRESIDENTE ES DERROCADO
No obstante lo exótico de este federalismo tardío en
Bustamante, y a pesar de que se traslucía a las claras
que se trataba sólo de una "comedia de circunstancias,
el pueblo, con su nunca desmentido instinto, aplaudía
clamoroso aquella decisión". Sin embargo, aquel último
recurso no surtió sus buenos efectos sino de una manera
momentánea.
Y aunque había aún tropas del Gobierno en Palacio,
el pronunciamiento triunfaba en la calzada de la Viga.
"Coches, vendimias y paseantes, inundaban las ca
lles en este punto, en que hubo un llamado combate, que
puso de manifiesto las traiciones de los amigos del Go
bierno".
"Los agiotistas se jactaban de haber llevado recur
sos a uno y a otro campo de batalla, para prolongar la
situación y sacar raja, preparando el terreno, para que
cada partido conociese con creces las deudas del otro".
"Al fin, como preliminar de los convenios que debían
dar por terminada la revolución, y que tomaron el nom
bre de la Estanzuela, por ser el lugar en que se firmaron,
desalojó Palacio el señor Bustamante, y fué a habitar
a la ciudad de Guadalupe Hidalgo, en la casa· del canó
nigo � Corona".
UNA ANECDOTA
"La víspera, las tropas fieles pernoctaron_ formadas
y en alarma, en la plaza de San Lázaro y El Juil, cami
no de Puebla".
170 SALVADOR ORTIZ VIDALES
. . '
EL CAMBIO DE FORTUNA
"
174 · SALVADOR ORTIZ VIDALES
!1
Canalizo, entretanto, digno estafermo de Santa Anna,
realizaba todas las arbitrariedades, desde tomar el mantjo
del ejército, hasta posesionarse de las llaves de la Cáma
ra y ordenar se protestase obediencia al úkase de 29 de
noviembre, preliminar del golpe de Estado.
Mas la Cámara asumió entonces una actitud resu�l
ta y Alas y Llaca, lanzaron una acusación en contra de
Santa Anna y Canalizo.
"La agitación cundió violentamente y los empleados
del Gobierno y los propios soldados se convirtieron en
propagadores de la revuelta ... " "El poder se arrastraba
en medio de convulsiones impotentes". Pero Santa An
na, en su embriaguez "de suficiencia y de mando", per
1;
l
sistía en su desprecio al pueblo y en su confianza absur
da en la fuerza.
Los personajes más importantes en aquella revolu !
ción fueron, entre otros, Pedraza y Llaca.
Pertenecía este último a una familia distinguida de
Querétaro. Era "alto, huesoso, de pelo rojizo, pecoso, ca
rilargo y de patilla rala". Su mirada era triste y su as
pect?, en todo su conjunto, denotaba enfermedad y can
sanc10.
"Usaba generalmente una capa muy larga con cuello
de nutria", de la que se despojaba al hablar en la tribu
·n�, mostrando su cuerpo excesivamente delgado, dentro
de una levita negra abotonada.
"Al hablar llevaba su mano derecha a la boca del
estómago y ·apoyaba la izquierda en la barandilla, que
dando como doblado".
. · Era la Cámara el mayor foco de agitación, y Llaca,
uno de los oradores más celebrados. Pues aunque impa
sible y monótono en sus discursos, que pronunciaba siem-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 183
EL NUEVO PRESIDENTE
El señor Herrera fué al fin electo Presidente, con
todos los requisitos de ley y su Ministerio renunció, para
dejarlo en libertad de elegir otro·.
Este se compuso de las siguientes personas:
Relaciones, señor Peña y Peña.
Justicia, Bernardo Couto.
Hacienda, Fernando del Castillo.
Guerra, general Pedro Anaya.
"El señor don Manuel de la Peña y Peña era con
siderado como una gloria del foro".
"Como algunos letrados de su tiempo, era abogado
y únicamente abogado, viendo, si no con desdén, sí con
frialdad, a la literatura que cultivaban con brillantez los
hombres de su tiempo".
Era "corpulento, ancho de espaldas, severo de fac
ciones, pausado y campanudo en el hablar, ceremonioso
y esmerado en sus maneras".
"Sus relaciones eran con personas de alta posició� y
con dignidades de la Iglesia, porque era cristiano ejem
plar. Sembraba su conversación de latines y se paga�a
del respeto con que lo veían sus discípulos, entre los que
se encq_ntraba el señor Riva Palacio".
Ahora bien; frente a este Gobierno, que podría lla
marse propiamente moderado, se encontraban dos par
tidos completamente antagónicos: el del general Salas,
con visibles tendencias al restablecimiento de la federa
ción, y en el que se hallaban afiliados Lafragua y Farías,
y el del general Paredes, en que se entronizaba resuelto
el partido anti-independiente que luchaba por la pred9-
minanc1a del trono y del altar.
LOS MONARQUISTAS
Paredes se. había instalado en el Correo, que se ha�
Haba situado entonces en la calle de San Francisco. El
1
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 187
.\
\
r
LA GUARDIA l'-JACIONAL
Esta Guardia se dividía en varios grupos, que to
maron diferentes norr.bres, según los Cuerpos en que se
orgamzaron.
A uno de éstos, se le denominó "Victoria", y se halla
ba compuesto por comerciantes en su mayoría, aunque
también estaban comprendidos en él, médicos, diputados
y hacendados. Este Cuerpo se encontraba al mando de
don Pedro Turrín, "capitalista semimisántropo, rígido
como barra de hi-erro y retrógrado, como el calzón cor
to". El de "Hidalgo", compuesto de empleados de todo
género, pobres, alegres, decidores y acomodatjcios, y que
se hallaba al mando de Pedro Fernández Castillo, a quien
sucedió don Félix Galindo.
El de "Independencia", que estaba formado por un
brillante grupo de gente de acción, y en donde había hom
bres fuertes y expertos en el manejo de las armas. Fste
Cuerpo se hallaba al m�rndo de don Pedro Anaya y don
Vicente G. Torres, y a él se aiistaron Otero, Larrafiaga,
Comonfort y otros.
El de "Nlina", mandado por Balderas, el tipo popu
lar por excelencia. Este hombre reía siempre, y era sano.
expedito y admirable tirador de espada.
Y, finalmente_. el de "Bravos", formado por taba
queros, que comandaba Gorostiza, y donde fungía como
Mayor, l\1anuel Payno.
LOS POLKOS
Estos Cuerpos tuvieron una gran importancia, mas
los �tr_os, _en que figuraban gentes de menor fortuna, pa
ra nd1cuhzarlos, comenzaron a llamarlos polkos, con lo
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 195
,'
j,.
7
LA G1JERRA
EL GENERAL VALENCIA
, ';
Y con A1varez, "su círculo patriarcal y la caballe�
na
A don Guillermo se le designó para alojarse ) 12. casa
del padre Cortazar, que servía de cura. Tenía éste "el
cuerpo de pipa; el rostro encarnado y llevaba la boca
siempre abierta, quizá para lucir mejor un enorme col
millo que mostraba en medio de la boca, "como una co
lumna". Era "un comelón insaciable, un bebedor invero
símil y tenía un sensible corazón".
"No obstante los aprestos de guerra, en el cuarto
se cantaba, se jugaba a las prendas y se representaba
una especie de apoteosis, en que muy modestamente se
comparaba al padre Cortazar con nuestro Señor J esu
cristo, resultando, por supuesto, el padre mucho más alto
que el Redentor del Mundo".
SE 1\CERCA EL ENEMIGO
EL OFICIAL DE CELA YA
\
206 SALVADOR ORTIZ VIDALES
EL LUGAR DE LA BATALLA
LA COMISION
Valencia conoció lo comorometido de la situación, y
· comisionó. a don Guillermo Prieto y a Luis Arrieta, pa
ra que fueran a entrevistar al general Santa Anna.
Se encontraba éste en San Angel, en la casa del ge
neral Mora, y a!l í acudían en tropel políticos, soldadÓs.
_jefes. agiotistas y arrieros. que eran frecuentemente atro-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 207
EL DESASTRE
Y apenas había dicho estas palabras. comenzaron a
verse, a la luz de Jos relámpagos, grupos de soldados que
huían e:1 varías direcciones; caballos sueltos que se des
harrancaban en las laderas, y mujeres que prorrumpían
en verdaderos aullidos. en medio del estruendo de la
fusilería. Realmente, desde aquel momento, Ia derrota
estaba consumada.
Al amanecer del 20 de agosto, los americanos, por
medio de n1ovimientos envolventes y rápidos, habían lo
_grado poner entíe dos fuegos a las fuerzas del general
Valencia, y apoderándose de la arti11ería mexicana, con
?Sta y la suya, comenzaron a disparar sobre las fuerzas
dispersas que huían por el descenso· de las lomas.
"Aquello era terrible. por todas partes se veían re
gueros de cadáveres; heridos que se arrastraban moribun
dos: carros hechos pedazos y mujeres enloquecidas que
aullaban. con los brazos levantados y los ojos de lobas
perseguidas".
LA DESPEDIDA
Después de la derrota, don Guillermo se disponía
a marcharse a Churubusco, juntamente con las fuerzas
dispersas, cuando fué alcanzado por un ordenanza del
general Valencia. Le suplicó éste que se apartara un
momento del camino y luego lo condujo hasta el lugar
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 209
EN CUAUTITLAN
UN BREVE ARMISTICiO
El hospedaje, naturalmente, no era nada simpático
a don Guillermo, pues siempre había publicado contra
el señor Alamán multitud de dicterios y se lo imaginaba,
como una especie de Rodín, tenebroso, sanguinario y ca
paz de espantar al mismo Satanás.
Sin embargo, nada más falso que esto. El señor Ala
mán era un hombre tranquilo. Su casa parecía como en
cantada, y reinaba en ella un profundó silencio. Los
criados eran respetuosísimos, y andaban perfectamente
vestidos, y con chalecos negros. Las criadas eran casi
todas ancianas y usaban delantal, armador y chiquia
dores en las sienes. En la capilla, la campana llamaba a
l� misa o al rosario. Al mediodía, con gran estruendo
•
212 SALVADOR ORTIZ VIDALES
ACCIONES HEROICAS
Este pequeño paréntesis de paz duró sólo el térmi
no del armisticio, que se había negociado después de la
batalla de Churubusco. Al romperse de nuevo las hos- •
tilidades, don Guillermo se presentó al "Cuerpo de Hi
dalgo", que estaba a las órdenes de don Félix Galindo,
y que ocupaba todo el tramo comprendido entre Belén y
Chapultepec. En el paseo de Bucareli se encontraba el
SALVADOR ORTIZ VIDA.LES
LA BATALLA DE CI-IAPULTEPEC
Las víspera de la batalla de Chapultepec, mi biogra
fiado tiene oportunidad de recorrer los puntos ocupados
por el enemigo, ve algunos de los preliminares del
asalto, y finalmente, la torna de la llamada fortaleza.
··En los molinos de trigo y pólvora -dice- hormigueaban
las fuerzas de Pillow, ciñendo a poca distancia la parte
occidental del cerro. Al Sur, se destacaba formidable la ar-
DON GUILLERMO PRiETO Y SU EPOCA 217
1847
"Guillermo querido:
"AI separarnos el 13 de septiembre, de:j:índome en
cargada tu casa y la traslación de tu familia a Tlalne
pantla, casa del señor licenciado Carlos Franco ( ?) , me
encargaste con encarecimiento te refiriese io que ocu
rriera en ia capital, por el interés que excitaba la situa
ción crítica en que quedó la ciudad".
"Hasta ahora puedo concluir con tu encargo, y eso
muy ilnperfectamente, porque ha sido tal la situación
de mi espíritu, tan varias y atropelladas mis emociones
y tan multiplicados e incoherentes los acontecimientos,
que me parece más fácil hacer un retrato, dando carreras
y haciendo machincuepas el original".
"Noche horrible la del 13; la ciudad estaba comple
tamente a obscuras, se escuchaban tiros en todas direc
ciones y reventaron tres o cuatro bombas que diíundieron
eI terror".
"Al amanecer el 14, comenzaron a entrar las tropas,
las gentes aparecían en las azoteas y en las bocacalles,
curiosas, amenazadoras y rugientes".
"Ya recordarás que Tornel había dispuesto que
desempedraran las calles y se amontonaran las -piedras
en las azoteas, y esto favorecía las intenciones del pue
blo de hostilizar a los invasores".
"Las fuerzas comenzaron a entrar de un modo re
gular, entre siete y ocho de la mañana".
"Yo sólo vi a tres de los principales jefes, Pillow,
alto, seco, mal encarado, y Twis, viejo, fornido, cano y
chato, con unos ojos sirgos de malísimo efecto. Scott,
alto, gallardo, entrecano, de buena presencia".
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 221
Otra carta:
... "Pillmv es alto, seco, apergaminado, muy serio
y anda a caballo con un paraguas abierto. Twis es cua
drado, chato y con una cara como de mastín feroz", y
ha embestido contra los paisanos con la espada desnuda,
matando a algunos.
"Los oficiales andan en la ca.lle, llevando en la mano,
a guisa de bastones, unos espadines muy delgados, y con
ellos ensartan al primero que les choca, con una sangre
fría que espanta".
"Los extranjeros guardan reserva, y algunos, así
como señalados mexicanos, han puesto banderas en sus
casas en señal de paz".
. . . "El bajo pueblo no aminora su odio a los yan
kees". "Las mujeres también le.s son, en general, hostiles;
pero a mi juicio, las prevenciones se fomentan por la
cuestión religiosa" por el desacato e irreverencia con que
los yankees ven a los sacerdotes y a los templos.
"La buena sociedad de 1\1éxico no ha dado entrada
ni a jefes, ni a oficiales, y una casa del señor A., en que
se han admitido visitas de yankees, es censurada acre-
mente, y -está como excomulgada".
"Hace algunos días, unos cuantos lanceros se apa
recieron en són de guerra, por el rumbo de Sant� María.
Al momento se dispuso una fuerza, con dos piececitas de
montaña para batirlos. Los dragones, arrojadísimos, re
thazaron la fuerza, y los yankees corrieron como gamos,
a refugiarse en el Colegio de Minería. Lances por el
estilo producen enojo y rencor contra Santa Anna, que
dejó al pueblo agotar su bravura en esfuerzos estériles".
"Con motivo del temblor habido en' estos días, tuve
oc;;isión de ver el espanto que produjo en estas gentes",
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 223
EL ).lOME>JTO SOLEMNE
EL PADRE JARAUTA
I
ytj
1
ESTALLA UN PRONUNCIAMIENTO
EN GUADAL.AJARA
Por esta época ( 185.2) estalló un pronunciamiento
en Guadalajara, encabezado por el sombrerero Blancarte
(José María), quien, acompañado de varios hombres de
cididos, se· apoderó del Palacio de Gobierno, y destituyó
SALVADOR ORTIZ VI DALES
LOS DETRACTORES
VfENTOS DE FRONDA
Mientras tanto, Mr. Lane. Gobernador de Nuevo
l\i1éxico, había ocup-.do de propia autoridad, el terreno
Ilamado "La J\11esilla".
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 2�
l
260 SALVADOR ORTIZ VI DALES
LA DERROTA
VIII
EL PLAN DE A YU rfLA
iu.......-.-------________.-��
266 SALVADOR ORTIZ VIDALES
LA OBRA DE DEPURACJQT'.J
IX
COMO�JFORT'
Lr\ AG ITAClO>J
En Puebla menudeaban lo clesconten tos y cada casa
era un baluarte y cada ternpio un foco de conspiración.
Se elevaba el grito de sangre y de muerte en nombre del
Ser Supremo, y !os clérigos azuzaban por todas partes los
rencores. En Zacapoaxtla había estallado la revolución
al grito de ¡ muera el Gobierno! Y Lbve, que había sido
mandado por Comonfort, para sofocarla, se encontró de
pronto abandonado por todos sus soldados que se· habían
pasado al bando enemigo. Guit.ián se había unido a Ullo
qui y a Osollo, y con estos nue\·os elementos, el levanta
miento presentaba un frente formidable e invencible.
Comonfort entonces comisionó para batir a los re
beldes a don Severo Czisti!lo, q�re pasaba por un militar
pundonoroso, mas éste se unió a los reaccionarios, en
tanto que Haro, con gran furor y empuje, se constituía
como centro o cabeza del movimiento, arrasando y des
truyendo todo lo que encontraba a su pétSO.
La moderación y 1empbnza de Comonfort se in
terpretaba por cobardía; y esto multiplicaba las traicio
nes y la audacia cada vez más grande de los reacciona
rios. Mas por fin. el caudillo se yergue, y Comonfort
decide ponerse a] frente de sus tropa�. La revolución ha
cundido en Hidalgo, Oaxaca, Zacatecas :,.: San Luis. Cal
vo y Uranga hacen Yercladero5 e-stragos en las tropas Ji-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 275
EL C01\1BATE EN PUEBLA
Ensoberbecido con sus consrante.s triunfos, An�onio
H aro, desde Puebla, arroja el guante a Comonfort. Este:
lo recoge y marcha con sus jefes m¿s denodados al ata
que de la ciudad; toma sus medidas estratégicas forti
ficando a San Martín; reforzando sus flancos y d�stri
buyendo a sus jefes ele modo conveniente. Nlas antes de
que Comonfort se disponga a atacar Puebla, Antonio
Haro le presenta una batalla en Ocotlán, que resulta en
extremo sangrienta, y en la que la victoria se decide al
fin por el Gobierno. Los enemigos se repliegan entonces
hasta Puebla y se entabla el sitio. El combate es ver
daderamente terrible. Pues el pueblo, azuzado por el
clero, toma igualmente parí.e en la lucha, y entre los con
tendientes hay mujeres y ancianos, que la exaltación de
una creencia mal entendida, han llevado hasta el paro
xismo y la locura. Por todas partes surge el voraz incen
dio y se derrumban los muros de las casas, :inte el fragor
de la metralla. Se revisten las murallas con estampas y
amuletos para mejor librarse de las balas, y a un grupo
de gentes del pueble, que caen para no levantarse nunca,
se suceae otro grupo, y otros más, como en una constante
y terrible pesadilla, en tanto que un sacerdote clama con
furor inaudito: "¡ A las armas. bravos fieles. que os es-
f
-- . - --- -- ----=-----:,-----•77
276 SALVADOR ORTIZ VlDALES
1
1
1
SE CELEBRA EL TRIUNFO
Puebla, pues, reconoció su error y lo que fuera ren
cor enconado y odio sin cuartel, se cambió en agasajo
y júbilo. Se regaron flores al paso del vencedor: se ador
naron los balcones con cortinajes y se verificó el inevi
table banquete. Allí reinaron las beldades, Ias flores. los
vinos y los manjares exquisitos, y a mayor abundamien
to, la ciudad ofreció al vencedor una corona de oro cua
jada de brillantes y de piedras preciosJs.
Comonfort agradeció el presente y con un rasgo de
generosidad, muy natural en él, dijo que aquel obsequio
pertenecía de derecho a Dávalos, uno de sus jefes, quien,
"a costa de su sangre, lo había conquistado en la ba
talla".
La concurrencia aplaude entusiasmada y entonces
el poeta Emilio Rey, pide en galanos versos el perdón
para los heridos. Comonfort se conmueve; pero "majes
tuoso y grande". levantando la voz, dice:
-La desdicha, para mí, hace a los hombres invio
lables. Así, pues, dad orden -dice a uno de sus ayudan
tes- de que los heridos queden en completa libertad y
que "Dios Ios castigue o los guarde".
Y este último acto de nobleza acaba por atraerle toda
la simpatía de la concurrencia que, conmovida hasta las
1 ágrim�s, lo aclama y aplaude estrepitosamente.
1 DO I
Gl.Jl LLERMO PRJ ETO Y SU EPOCA 277
1
l1
1 ' LA co;�STITUCION DE 57
i1
¡l
1
¡
Nlas el combate sangriento de Puebla va a quedar
para siempre grabado en la conciencia pública. La a�ti
tud denooada del clero, que en esta vez se juega el t_odo
por el todo, no puede ser más franca y decidida� y se
comprende que ya nada ni nadie le hará retroceder. No
queda, pues, entre ambos partidos, ei progresista y el
conservador, más que una disyuntiva: vencer o morir. .
La Patria toda se va a jugar su suerte entre la i,ptran
sigencia de los conservadores, ciegos ante el sentido his
tórico y que nada quieren conceder al futuro, y la in
consecuencia de los radicales, que han hecho tabla rasa
dei pasado y ele la tradición, y que, influenciados por el
nacionalismo de la época, quieren forjar las institucio
nes en un concepto a priori, bello sí, pero ajeno del todo
a nuestra realidad y medio ambiente.
Así, pues, no es la discusión seria y reposada la que
impera en el Constituyente, sino por el contrario, la más
completa demagogia. Las pasiones no han hecho sino
trasladarse del campo del combate al salón· de la Cá
mara.
Y esto, que debía ser noble lid de la ecuanimidad y
de la inteligencia, es tan sólo un torneo eE que dos par
tidos antagónicos miden su poderío y su fuerza, como
los caballeros de antaño, que, cubiertos de todas armas,
combatían por su Rey y por su Dama. No es, pues, extra
ño, que el punto capital en estas discusiones sea el tema
religioso, o en otros términos, la libertad de conciencia
que va a eievarse por la primera vez al concepto c:Je ley.
Los discursos más exaltados se pronuncian por am
bas partes; y mientras fos liberales hacen gala de un
puritanismo exagerado, y señalan los abusos del clero,
los conservadores tratan de mirar en cualquier medida
preventiva, tendiente a restringir la acción del sacerªote,
a su justo medio, o sea a la parte espiritual o el reino �e
las almas, un ataque de lesa majestad contra Dios o con
tra el cristianismo, en su más pura esencia.
278 SAL\'.1\DOR ORTIZ VIDALES
:'').:it.(.;j�i¿·���·irfl! 1__'�,::_:��--,_ .. _ •• _
SE JURA LA CONSTITUCION
Don Guillermo, en uno de sus Romances, que titula
''Sinfonía", nos describe esta importante ceremonia.
El sol brillaba espléndido y el salón del Congreso
aparecía radiante, ostentando sus gigantescas columnas:
sus ricas balaustradas y sus amplios y lujosos sillones.
Bajo un regio dosel de terciopelo carmesí, que se
abría en dos anchas alas y se hallaba adornado con fran
jas y cordones de oro, aparecía el sillón del Presidente,
destacándose con su ancho respaldo. Al frente se encon
traba una espaciosa mesa con un crucifijo en medio y
a la izquierda, el libro de los Evangelios.
Todos se encuentran en silenciosa y respetuosa es
pera, cuando de pronto aparece la venerable figura 9e
un anciano que se apoya sobre dos mancebos. Marcha
lentamente, encorvado y trémulo; pero sus ojos fulgen
relucientes y en su rostro severo, de finas y delicad�s
líneas, se nota un sello de indomable energía, que se im
pone a la debilidad del cuerpo enfermo y de la anci�
nidad.
Al verle, todos los diputados, simultáneamente, se po
nen de pie y prorrumpen en estrepitosos aplausos. Es
don Valentín Gómez Farías que, próximo a la muerte,
,va a se.llar con su juramento la Carta Nlagna de la Re
pública. Se sienta en el sillón de la Presidencia, y acto
seguido aparece León Guzmán, el más joven de los di
putados y el vicepresidente. Se coloca de hinojos de
lante de Farías, .quien· se pone de pie, igual que todos los
diputados, y le hace la pregunta ritual. Guzmán contesta
con un sí rotundo que repercute en todo el salón y a su
vez ocupa el lugar de Farías, para tomar el juramento
• a éste.
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 279
\ !. ..;_::• ··,, ',.
El anciano se coloca igualmente de hinojos y pone
la mano sobre los Evangelios.
Guzmán le interroga y Farías, con los ojos brillantes
por las lágrimas, responde la frase consabida:
--Sí; juro.
En esto, un diputado Arellano, formula una protesta
llena de detalles necios, que pasa inadvertida para los
diputados.
Y bien pronto, todos, poseídos ele la solemnidad del
momento, extienden el brazo derecho en actitud impo
nen te y ante la pregrnna de "¿Juráis?'' que les hace Fa
rías, · responden todos sirnultineame11te con enérgico
acento:
-Sí; Juramos.
Luego los diputados se dispersan entre los vítores
ele los liberales y el rencor de los conservadores que se
alejan, llenos ele rabia y de amargura.
LA ETERNA INQUIETUD
La Constitución, sin embargo, no ha hecho srno
exacerbar los ánimos.
Por todas partes reina la inquietud: los labradores
abandonan el arado; el mercader la tienda y los caminos
se encuentran desiertos. Los amigos más leales se es
pían unos a otros, y apenas tocan las campanas, los ve
cinos cierran sus puertas temiendo algún motín. Entre
tanto, en las llanuras, en la sierra inaccesible y en los
montes, se alza el terrible espectro ele la guerra que ame
naza con devastarlo todo, en nombre de la ReÍigión.
En vano Comonfort se multiplica y lucha denoda
damente. El desastre se anuncia inevitable, y Payno, en
vista de la miseria y bancarrota en que se halla el Era
rio, renuncia a la Cartera de Hacienda.
Ante esta situación comprometida, el carácter de
suyo tornadizo de Com.onfort, le hace considerar nue
vamente lo difícil que es 'llevar la Constitución a la prác
tica, y resuelve volverse contra ella, poniéndose de acuer-
280 SALVADOR ORTIZ VIDALES
X
,,r,,"f,,
EL PRESIDENTE JUAREZ
UN EXTRAÑO EPISODIO
j
de un hereje que no merecía sino que 1as "fieras desga
rrasen y trillasen su cuerpo".
1
Osollo se acercó curioso a ver el cadá ve_r y co�o
reconociese que se trataba de Pepe Calderón, que había
sido su amigo, y del que no ignoraba los relevantes mé
ritos, se abrazó a él, profundamente conmovido y lueg_o,
ya repuesto, mandó llamar a su ayudante y a diez zap�
dores, diciéndoles que se presentaran ante el cura y le
ordenaran de parte suya que diera sepultura al c�dávei:
en el recinto mismo de la iglesia, y que de no hacerlo
así, "juraba que lo enterraría vivo".
El cura oyó la orden todo consternado y se apresu
ró desde luego a cumplirla, "entre carreras, atropellos
y gritos". Se buscaron por todas partes lienzos negros� y
como no se encontraron en número suficiente_. se habili
taron sotanas y trajes de señora. Y mientras unos colga
ban "las bandillas", otros preparaban el féretro. Se tusó
a los chicos y se les lavó muy cuidadosamente para ql}e
sirvieran de acólitos en el acompañamiento y se contr.11-
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 285
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INSTANTES DECISIVOS
LA ESTANCIA EN VERACRUZ
De aquí, se dirigió Juárez a Manzanillo, y luego se
embarcó con rumbo a Panamá, regresando a México
en marzo de 1859, e instalando su Gobierno en Veracruz,
DON GUILLERñlO PRIETO Y SU EPOCA 291
U.NA ANECDOTA
.,
1V1 I RAlVtON ATACA A VERACRUZ
Sin embargo, est;i vida apacible de J uárez y de su
comitiva, no podía prolongarse mucho tiemuo. Pues los
consen.,1adores. no obstante sus repetidos triunfos, com
prendían oue Ia victoria no podía ser un hecho, si antes
no se exterminaba a Tnfírez v los suyos. Así, pues, Mira
món rPsolvió atacar Veracruz.
Don Guillermo, al referirse a este sitio. en uno de
sus romance�, no puede menos de celebrar a los jaro
chos, por su valentía y su carácter franco v abierto. Pró
difws v genero<-os de su sangre. dice. hadan del oelirrro
un� fiPc;ta. y de Ja guerra un ho1rrorio. sin imoort2.des
nc1r;:i el P�tr;:iP-o de la metralla v de las bomhas oue sem
brab;:in dnndeouiera Ja m11erte y la desofación.
1\1iramón amair2.ba a Veracruz "como un lobo a su
presa", husmeando, con deleite la sangre y refocilándose
✓
DON GUILLERMO PRIETO Y SU EPOCA 293
EL TRIUNFO
entusiasmo de la multitud.
El ejército, después de este· pequeño alto, continúa
su avance hasta llegar al Puente de San Francisco, pro
fusamente adornado con tapices y banderas tricolores, y
en donde se han colocado estatuas y retratos de los hé
roes de la Independencia. Allí espero. el Ayuntamiento,
y otras muchas connotadas personas.
González Ortega, al verlos, desciende del caballo, y
toma su puesto entre los Concejales. Entonces Florencio
Castillo, después de un brillante discurso, le ofrece las
armas de la ciudad, en un lujoso estandarte bordado con
hilos de oro.
Y acto seguido, se le ofrece al General vencedor una
regia carrozü, que el pueblo se dispone a arrastrar. I\I as
el General la rehusa, y prosigue su marcha a pie.
De pronto, al llegar la comitiva al hotel I turbide, los
clarines tocan alto a una indicación del general Gonzá
lez Ortega, que ha visto en los balcones del hotel, a Be
rriozábal y Degollado.
Les manda llamar, y aunque se resisten en un prin
cipio, acaban por acudir, ante la continuada insistencia de
González Ortega. Entonces éste, con un gesto de gene
rosidad que mucho le honra, ofrece el estandarte con el
escudo de armas de la ciudad, a Degollado.
La multitud aplaude con gran estusiasmo, y se <': ·en
por la primera vez los acordes de la 1\1arsellesa, consa
grando, dice don Guillermo, "aquella victoria del pue
blo, contra los tiranos".
Y así, el general don Santos Degollado, empuñando
el estand?rte de la ciudad, y seguido de González Ortega,
se dirige a Palacio.
DON GUILLERMO PRIETO Y Su EPOCA 299
CONCLUSION
A NIANERA DE EPILOGO
1
11 En cuanto a don Guillermo, que ha sido como nues
t tro Virgilio, en este infierno de luchas intestinas, no que
da ya mucho que decir. Pues su vida, que llegó a su más
alta culminación, al salvar a don Benito Juárez, carece
de importancia, desde el punto de vista histórico, al de
jar la Cartera de Hacienda. Bien es cierto que su in
fluencia política e intelectual en los asuntos públicos,
no ·cesa por completo, y sigue su actuación, lo mismo
en la tribuna que en la prensa. Mas si se compara
esta época de su vida a la anterior, por fuerza nos ten
drá que parecer desvalida y falta de importancia, cuan
do no dolorosa. Pues don Guillermo Prieto, que en mu
chos casos, casi puede decirse, hizo la historia, tuvo que
enseñarla después; y él, que se adelantó durante una lar
ga centuria a nuestros políticos actuales y vió la salva
ción de México en la Economía, tuvo también que en
señar esta ciencia, y más aún, imponerla en la cátedra,
entre una burguesía adocenada, y la ironía tajante de los
jurisconsultos de su época, hechos sólo a los grandes ne
gocios financieros y uña y carne con los capitalistas. Bien
es cierto también, que ocupó una curul en el Congreso,
mas esto, como todos sabemos, carecía de importancia,
pues no era sino una renta vitalicia con que el Sátrapa
premiaba los servicios de sus amigos, o acallaba las voces
de todos los espíritus inquietos, susceptibles de crearle
mala atmósfera. Por lo demás, don Guillermo, había vi
vido su vida -como dicen los franceses- en toda su
inmensa plenitud, y y·a era mucho que se le dejara en
paz, y se le permitiera volver con la imaginación a sus
recuerdos. Don Luis G0nzález Obre�ón. no� h?Ql? 9l?!
304 SALVADOR ORTIZ VIDALES
COLABORACIONES
REFERENCIAS
ICONOGRAFIA
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ESTUDIO PRELIMINAR
Págs.
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
D NES BOTAS
la. BoUvar Núm. 9. Mt1:nco, D. F.
El Catálogo de estas ediciones se envfa. gratis a. quien lo pida.
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