14 Libro Afrodescendientes Juan Angola Maconde

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La ruta histórica de los afrodescendientes bolivianos

Resistencia, aportes y presencia afrodescendiente


en la Audiencia de Charcas, hoy Estado
Plurinacional de Bolivia

J UAN A NGOLA M ACONDE

«Charca, llegó a ser uno de los centros más ricos del nuevo
imperio castellano de América bajo la suprema autori-
dad virreynal en la zona meridional del lago Titicaca.
Esta decisión llevó en 1559 a la creación de una audien-
cia independiente, asentada en la villa de Chuquisaca
(hoy Sucre). La audiencia de Charcas demostraría ser una
de las pocas audiencias creadas en el nuevo mundo con
autoridad judicial y al mismo tiempo poder ejecutivo. El
presidente de la audiencia también juez, se convirtió así
en la autoridad administrativa y ejecutiva principal de
la región»
Klein, 1985.

Antecedentes

Para los africanos y sus descendientes de la Audiencia de Char-


cas de lo que hoy es el Estado Plurinacional de Bolivia, los siglos XVI
al XX, fueron, tiempos aciagos. La etapa temprana de la colonia estu-
vo delineada por la deportación forzada de nuestros antepasados al
Alto Perú y la compra venta en La Plata (hoy Sucre), Potosí, Cocha-
bamba, Santa Cruz (Valle Grande que fue un reducto de resistencia),
La Paz y la región de los Yungas como residencia definitiva. Ciudades

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y provincias que contaron con población africana esclavizada: en el
sector de la minería, en la economía de plantación del café, la caña de
azúcar, el algodón, el tabaco, el cacao, la coca y la servidumbre; como
también fue notorio su rótulo de patriota por la independencia de la
patria adoptiva y la guerra del Chaco. Pero, lo cierto es que; por el
influjo de sus andadas por los diferentes sitios han dejado señales im-
borrables que perpetúan la presencia africana, cuyos signos de perte-
nencia delimitan una marcada influencia cultural sobre la topografía
americana. Como afirma Farregad,

«(…) en ciertos aspectos de la vida social cotidiana en la que


actuaban en grupos aportaron influencias manifiestas, sobre
todo bajo la forma de sincretismos integrados dentro de la
cultura religiosa, de la música y la danza del folklore y los
diversos idiomas nacionales, así como en la alimentación, en
hábitos menores e incluso, en determinados componentes de
la ideología social. [En cualquier caso, asevera] (…) lo africa-
no constituye un fondo biológico y cultural muy significativo
en la vida de los pueblos americanos, no sólo porque son sus-
tantivos su número y calidad, sino también porque el fenó-
meno de la africanización en América es asunto profundo de
la psicología y el alma de cada uno de los hombres que en
América cuentan, por lo menos, con varias generaciones de
antepasados nacidos en el Nuevo Mundo» (Horizontes, 1967:
26).

Por lo expuesto, propongo hacer un rastreo por los senderos de


la historia humedecidos por el sudor, las lágrimas y la sangre que los
africanos dejaron en el espacio geográfico de Charcas - Alto Perú, hoy
Estado Plurinacional de Bolivia, donde los africanos y sus descen-
dientes interactuaron con los quechuas, aimaras y mestizos constru-
yendo los lazos de interculturalidad.

Breve reseña histórica

El penoso transitar de nuestros antepasados por las distintos


regiones geográficas de la Audiencia de Charcas, como registran los
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anales de la historia, ha estado marcada por el genio temperamental y
sanguíneo de colonizadores y hacendados de la época republicana hasta
el cambio político de 1952.
Desde la mitad del siglo XVI hasta la mitad del XIX –los auto-
res concuerdan en opinión– afirmando como tiempos límites, la lle-
gada forzada de africanas y africanos sometidos a trabajos obligatorios
sin paga, «(…) en función de seis producciones fundamentales: azú-
car, café, tabaco, algodón, arroz, [plátano, maní, yuca, cacao, cítricos,
etc.] y minería» (Caramés et al, 1992: 469). De esta manera las «pie-
zas de ébano» fueron el principal recurso que sustentaron las econo-
mías colonial y republicana. En torno a este orden de actividades pro-
ductivas entre regiones, se ha generando el circuito de mercancías,
pero, el aporte no sólo se ha concentrado en lo económico, sino tam-
bién el lo cultural y en la mezcla interétnica, dejando así una marca
imborrable por los pasillos sociales del actual Estado Plurinacional de
Bolivia.
En este sentido, en las regiones (del oriente, llanos y valles) de
lo que hoy es el Estado Plurinacional de Bolivia fueron poblados de
manera forzada con población africana, dejando el «ingrediente» afro-
descendiente en la categoría del anonimato demográfico, sin deparar
que, los elementos culturales se constituyeron en los hilos que sutura-
ron la identidad afroboliviana en la nacionalidad multiétnica y pluri-
cultural.

Por las rutas de Bolivia

El Estado Plurinacional de Bolivia, país «multiétnico y pluri-


cultural», localizado en el corazón de Sudamérica, tiene una superfi-
cie total de 1,098.581 Km2. Se encuentra rodeado por cinco países;
Brasil, al norte y este, Paraguay, al sureste; Argentina, al sur, y Chile y
el Perú al oeste. No tiene salida al mar. Se divide en nueve departa-
mentos, La Paz, que oficia de capital, Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija,
Cochabamba, Sucre, Potosí y Oruro. El Censo Nacional de Pobla-
ción y Vivienda, realizado el 5 de septiembre de 2001, empadronó a
8,274.325 habitantes. Aunque el trato con «pinzas» haya escrito el

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epíteto de «muerte estadística», los afrodescendiente aún invisibiliza-
dos seguimos formando parte de la patria.
Está atravesado por dos cordilleras, la Occidental y Oriental o
Real. Se divide en tres grandes regiones: la zona oriental o de los lla-
nos, se encuentran a una altura aproximada de 600 msnm, compren-
de los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, la zona occidental
o montañosa cuya altura alcanza hasta los 4.800 msnm., región con-
siderada la más fría, como afirma Galeano cuando se refiere a Potosí,
«se pagaba el frío como si fuera un impuesto» (Galeano, 1971:33), se
suman Oruro y parte de La Paz, y los Yungas paceños que se encuen-
tra a 1600 msnm, en cuyas regiones se han conformado los enclaves
africanos hasta el presente y la zona de los valles de Tarija, Sucre y
Cochabamba con una altura promedio de 2.500 msnm.

Llegada de africanos

La presencia africana en el Alto Perú data desde la llegada de


los conquistadores. Pero con el descubrimiento del cerro que «vomi-
taba plata» en el helado sector de Potosí en 1545, comienza la masiva
deportación involuntaria de africanos por casi tres siglos. Muy a pesar
de que la historia no precisa con claridad de que fue significativa la
participación africana en la actividad extractiva de la plata, en el sen-
tido de que haya gravitado en este rubro, el africano; ya pisa ese in-
hóspito suelo desde los mismos inicios de la fiebre argentífera, esto se
nota en un documento fechado en 1549 a tan sólo cuatro años de
haberse descubierto el «coloso de plata» que a la letra dice:

Potosí. Carta de compañía: Juan Albertos y Juan de la Puerta.


Estantes en este asiento de Potosí, para trabajar una mina en
la veta del Estaño en el cerro de dicho asiento, con los indios
yanaconas que ambos poseen y con tres esclavos negros, que
pone Juan de la Puerta (ABNB, Ep Soto: t.1, f. IIII-V).

Así, la masa demográfica de la Villa Imperial de Carlos V con-


figurada por mayoría nativa, inmigrantes europeos junto a los africa-

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nos que contaban con dos desventajas: su alto costo en el mercado y
su poca resistencia a los climas fríos (Picotti, 2001: 130). Esto se nota
cuando en 1611 numeráronce por padrón,

«(…) 160 mil almas; con esta división, 66 mil indios, de en-
trambos sexos y edades, con los 5 mil de la mita del cerro; 40
mil forasteros de los reinos de España, y extranjeros; 3 mil
españoles, nacidos en Potosí de entrambos sexos y edades; 35
mil españoles criollos de todos los reinos de las indias, de en-
trambos sexos, 6 mil negros, mulatos y zambos, de entrambos
sexos, de diversas provincias del mundo [africano], con que
sustentaba Potosí 160 mil almas» (Martínez y Vela,1939:70-
71).

Autores como Crespo y Portugal reconocen su paso por la Casa


de la Moneda donde sí, la mano de obra esclava confrontados con las
«máquinas de sangre» tuvo su peso económico, acuñando moneda
para la Corona, en el proceso de fundición, laminación y sellado de
las macuqinas como las llamaban los españoles. Las macuquinas se
fabricaron de 1575 a 1773. Deriva de la voz quechua «makkaikuna»
que quiere decir «eran golpeadas».
Las rutas comerciales de internación de esclavizados era por el
Callao Perú luego Buenos Aires, ó Río de la plata, de estos puertos de
tránsito, las mercaderías tenías que arribar hasta Potosí vía Charcas.
De la ostentosa sociedad potosina del siglo XVII, los cronistas
hacen referencia a la fastuosidad que vivían ciertas castas, como la
famosa señora Doña Clara, comúnmente llamada la Almatea.

«Fue la mujer más opulenta de Potosí (...), la que tenía criadas


blancas, y muchas negras esclavas [que de seguro formaban
parte de los 6 mil de progenie africana], tan sobradas de servi-
cio, que dos de ellas sólo servían para limpiar con toallas las
salivas que escupían en el suelo, los que entraban a visitarla»
(Martínez y Vela, 1939: 245).

Tiempo después también fueron llevados como «nubes sin agua»


por las otras regiones geográficas, en 1662 los valles de Cinti –Depar-

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tamento de Tarija– que en promedio se encuentran a 2500 msnm,
recibieron a los plantadores de la vid (Presta, 1988: 44). Como afirma
Gutiérrez, Mizque en el departamento de Cochabamba también fue
asentamiento de africanos que fueron empleados en las plantaciones
de caña y en los viñedos, procedentes de las regiones del Congo, An-
gola, Sierra Leona y Arara (Gutiérrez, 2009). De estas zonas geográfi-
cas como residencia definitiva quedo en los Yungas.
En 1804 los archivos parroquiales de los curatos yungueños
del departamento de La Paz, dan fe de la presencia africana en esta
generosa región –generosa en el sentido de que se ha constituido hasta
el presente en el enclave con identidad africana–, como dan a conocer
los registros de la conservaduría de la Parroquia Santiago de Coripata,
segunda sección de la provincia Nor yungas, Municipio de Coripata
que en sus notaciones dice lo siguiente:

«En el año del señor de mil ochocientos quatro años en treinta


de mayo, María Luisa Iriondo negra africana esclava de la
Hacienda de Calacala de edad de doce años, murió en [dicha]
hacienda y en la comunión de nuestra Sta. Iglesia. Sepulté en
el Sementerio el día treinta y uno del mismo mes yo el Presvi-
tero D. Calixto Mantilla cura Ferviente de esta Doctrina de
Santiago de Coripata. No recurro sacramentos porque no lla-
maron a tiempo y para que conste lo firmo, Calixto Mantri-
lla» (Archivo: conservaduría de la parroquia Santiago de Co-
ripata, Libro 7 de Difuntos: 1804-1810, fojas 9).

De tal manera, en esa magnífica región las haciendas de pro-


piedad de los colonizadores, ya contaban con mano de obra esclava,
reducto en el que asumieron una nueva cultura productiva andina, el
cultivo de la coca, espacio que se encuentra entre 1600 a 1700 msnm,
zona que se ha constituido en residencia definitiva de la descendencia
africana.
Así, la deportación forzada a 255 años de la llegada de los tres
primeros esclavizados en 1549 al sector helado del Cerro de Potosí,
prosigue con la Sociedad de Productores de Yungas, quienes, para
poner a tono la prosperidad de sus haciendas, recurren a la importa-
ción de esclavizados. Uno de los socios el Mariscal Andrés de Santa

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Cruz –Presidente de Bolivia– y primer presidente de la Sociedad de
Productores de Yungas (SPY) que tenía propiedades en el sector de
Coroico viejo, «importó en su administración (1831-1845) ochenta
familias de negros de los puertos del Perú» (Morales, 1929: 23). Lo
propio haría la familia Tejada Zorsano quien fuera también presiden-
te.
En los últimos años, las áreas urbanas de los departamentos de:
Santa Cruz –que es de mayor preferencia–, seguido de La Paz, Cocha-
bamba y Sucre por el proceso de migración campo ciudad, el espejo
urbano ha comenzado a retratar el rostro afrodescendiente.

Participación histórica

La participación africana en la trama histórica del Nuevo Mun-


do, quedó registrada en todos los caminos que le ha tocado transitar
desde su «arribada forzosa». Su llegada, desde sus inicios, estuvo liga-
do a los aprestos de conquista, formó parte de las tropas de Francisco
Pizarro en la conquista del Cuzco (1532), lo propio hizo Diego de
Almagro para someter a los aborígenes de Chile (Morales, 1929: 21) y
además de ser lazarillos y abrir sendas, también debían ser escudos
para salvar la vida de sus opresores contra las flechas de los nativos,
precisamente «Almagro fue uno de los que preservó la vida gracias a la
intervención de un [africano esclavizado] que lo salvó de morir en
manos de los aborígenes en el lugar llamado Pueblo Quemado» (Ro-
mero, 1994: 98 ).
En cada jirón del Alto Perú, los africanos y sus descendientes se
vieron involucrados en las reyertas a cambio de la residencia recibida.
Así se dan a conocer los episodios de 1622 en Potosí:

«(…) en este año, habiendo asaltado ocho veces a la bien for-


talecida casa de Oyanume los Vicuñas, en varias ocasiones, la
defendieron con sumo valor los arcabuceros vascongados, y
con muchas muertes; pero en el último asalto, entraron: mu-
rieron al entrar en ella seis Vicuñas criollos, y dentro de la
casa, 40 nobles vascongados, 19 negros, muchísimos indios.

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(…) En 1623, los que murieron en diversas guerras en las
plazas, calles, campos y casas de Potosí, desde principio de
enero fueron 1600, sin los negros, indios y mulatos, que pasa-
ron de 300.» (Martinez, 1939: 95-103).

De esta forma, a la independencia de América hay que sumar:


el esfuerzo, el coraje, la valentía, las vidas y la sangre con que los afri-
canos y sus descendientes escribieron la palabra Patria,

«(…) en La Plata no sólo desempeñó oficios calificados y fun-


ciones de servidumbre, ni fue sólo elemento decorativo del
imaginario social, sino que fue también partícipe del grito li-
bertario de la independencia de la «Audiencia de Charcas el
25 de mayo de 1809. (…) Pero, la participación más sobresa-
liente fue la del mulato Francisco Ríos, apodado ‘el Quitaca-
pas’, natural de Río de Janeiro y de oficio peluquero y barbe-
ro, quien se convirtió en el líder azuzando las masas, constitu-
yéndose en portavoz de los sublevados ante las autoridades en
los días del levantamiento chuquisaqueño» (Mendoza, 1963:
59-60).

En la guerra de la Independencia (1809) fue, por consigna,


buscar la libertad que caudillos independentistas ofrecían a quienes se
sumaban a la causa. Promesas que no fueron cumplidas, toda vez que
la naciente república excluyó a afrodescendientes e indígenas que ofren-
daron sus vidas y no gozaron del decoro y el rango de patriotas; a
cambio les conminaron a seguir capoteando su trajinar por los riscos
de la exclusión de la Patria.
En cambio en la Guerra del Chaco frente al Paraguay (1932-
1935), los afrodescendientes inscribieron su nombre en las candentes
arenas del Chaco. En esta contienda bélica, aunque no gozaban de
libertad de hecho y derecho, la participación afrodescendiente fue con
el rótulo de patriota en defensa del territorio de nacimiento y de la
bandera tricolor roja, amarilla y verde.
A pesar de que los afrodescendientes han enarbolado su estirpe
por los parajes de la Audiencia conformando con su cultura los mo-
saicos demográficos de cada región, los barrotes de la exclusión man-

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tuvieron cerrada la puerta de entrada a los pasillos sociales, donde
fueron sometidos a soportar una larga espera en el tras patio de la
mansión social, actitud que ha deslegitimado al afrodescendiente en
el proceso de formación histórica de la Audiencia de Charcas, hoy
Estado Plurinacional de Bolivia.

Las huellas de la independencia

Participó en la guerra de la independencia, en 1809

«(…) el camino de Ocobaya a Irupana –provincia Sud Yungas


del departamento de La Paz– mientras se trasladaban las ca-
bezas de los revolucionarios Manuel Victorio García Lanza y
Gabriel Antonio Castro, un grupo de 30 negros de Chicalo-
ma [comunidad de afrodescendientes que corresponde al can-
tón Irupana, hoy por los matrimonios interétnicos la pobla-
ción de ancestría africana ha disminuido considerablemente y
la composición demográfica está compuesto por zambos, mu-
latos e indígenas] provincia Sud Yungas, atacó en Caturi (par-
te baja de los cerros Púlpito y Jaraña) con la intención de
recuperar las cabezas de los héroes. El intento no prosperó
porque los soldados realistas los eliminaron» (Villanueva, 2002:
37).

Aprestos de cimarronaje

Si bien en Bolivia no se ha dado el cimarronaje como en los


países vecinos de Brasil, Perú, y Colombia o Ecuador existieron pe-
queñas sublevaciones de esclavizados en la región yungueña, como
afirman los cronistas.

«Sincrónicamente, en cuanto las chacras de Songo y Challana


fueron declaradas zonas liberadas, atrajo a muchos negros, que
en calidad de cimarrones buscaron y encontraron asilo. Los
Yunguinos los admitieron comenzando a accionar en conjun-

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to. Tales entendimientos entre negros e indígenas no eran co-
munes entonces, pero en Songo lo lograron» (Espinoza, 2003:
422).

Otro hecho de disturbio ocurrido en las provincias paceñas


«(…) fue la de 1854, cuando se produjo la emancipación de los ne-
gros en las haciendas de los propietarios de Yungas, hecho que diezmó
la mano de obra en los citados latifundios» (Carter y Mamani, 1986:
91).

Un centro económico sin precedentes

La Audiencia de Charcas, se ha convertido en el centro econó-


mico sin precedentes de la historia de la América española.

«A partir de la mitad del siglo XVI, la zona más alta de Char-


cas comenzó a generar un torrente migratorio. El motivo de
ese inusitado vendaval humano fue la plata descubierta en
1545. La riqueza que comenzó a fluir de esa desolada estepa
andina la convirtió en el centro de aglomeración urbana más
importante por ser la espina dorsal de producción del nacien-
te virreinato, convirtiéndose a la ve z en el emporio minero
más codiciado del orbe» (Walker et al, 2010: 154).

En la helada zona de Potosí ubicada a 4200 metros, se encuen-


tra el majestuoso Cerro Rico, «con un medio adverso para la vida,
pero con un inusitado recurso que permitió un asentamiento desco-
munal de población (…) Cronistas e historiadores definieron Potosí
cómo el ‘monte excelso o cerro madre de América’, y los diccionarios
ingleses incluyeron la frase ‘As rich al Potosí’ –tan rico como Potosí–
» (Walker et al, 2010: 154).
Los africanos esclavizados sometidos al brutal exilio en las hor-
nazas de la Casa de la Moneda y en los ingenios, pasaron por el tamiz
del gran laboratorio en el que, unos y otros, fueron destinados a la
limpieza del mineral y luego a la fundición, laminación, recorte y
sellado de las monedas para su correspondiente acuñación.

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El nefasto modelo económico implantado en las polvorientas y
ventosas faldas del cerro, durante siglos, generó un flujo económico
en el que salieron beneficiados, quienes ostentaban el monopolio del
comercio y, a su turno, para el logro de tal categoría han tenido que
sacrificar las vidas de los que ofrecían la fuerza de trabajo. De modo
que, Potosí colonial, fue el laboratorio financiero más próspero que la
historia económica pudo gozar. Se implementó el modelo «económi-
co del Virreynato» bajo una hegemonía donde la violencia, el odio y
el sadismo, era el procedimiento común, decreto con que los euro-
peos aplicaron a las clases productoras el epíteto de exterminio de
nacionalidades indígenas y africanos traídos a la fuerza.

Aporte económico

Potosí pasó a ser «el nervio principal del reino» (Galeano, 1971:
33), fue la «vena yugular» que ha movido los hilos económicos del
mundo. Autores que concuerdan en opinión afirman,

«(…) podemos decir que desde 1545, hasta el de 1661 (que es


de que vamos diciendo), ha dado el cerro de Potosí 2.960
millones de 13 ¼ reales cada peso, que es un espanto sin ejem-
plar del mundo, un tesoro, que ha conquistado al orbe, y un
escándalo, que ha trabucado a las naciones» (Martínez y Vela,
1939: 187-188).

En este jirón patrio que fue el delirio económico del mundo, el


africano aportó con su trabajo en la Casa de la Moneda donde «en las
hornazas como fundidores de plata y acuñadores de moneda, [se les]
prohibía que salieran de la Casa ni siquiera los domingos y fiestas de
guardar, bajo la pena de doscientos azotes (Crespo, 1977: 25) y pasa-
ban la noche en las duenderas o buardillas del entretecho de la Casa
de la Moneda (Angola, 2000:32).
Potosí durante el siglo XVI también había potenciado la eco-
nomía de la coca yungueña, sector que por excelencia se ha especiali-
zado en el monocultivo de esta plantación, hasta el extremo de que en
el presente ha dejado de producir los bienes de subsistencia y que

323
tiene que depender de la alimentación, permitiendo la circulación del
producto de esta región a la zona minera de Potosí «(…) que entraban
anualmente cien mil cestos, con un millón de kilos de hoja de coca»
(Galeano, 1971: 71).

El auge económico

Por su enorme riqueza, «a partir del descubrimiento del cerro


Don Quijote de la Mancha habla con otras palabras: ‘vale un Potosí’,
advierte a Sancho» (Galeano, 1971: 31), frase que significaba que algo
valía «una fortuna». Se ha establecido en la dura topografía del entor-
no de cerro, un encubrimiento de la crueldad del trabajo, el sudor y la
sangre de africanos e indígenas que pasó desapercibida en la historia
de las Américas, del mundo, y en particular de Charcas –hoy Estado
Plurinacional de Bolivia–, donde azogueros, pulperos, comerciante y
buscadores de fortuna vivieron una vida de opulencia.
En la Audiencia, se han creado economías de escala a nivel
regional. En torno al rubro de la minería anidado en el cerro que
«vomitaba» plata convertido en columna vertebral de la economía de
la época, se abrieron otros sectores, siendo el agrícola el principal.
Actividad que, ha jugado un importante rol para la subsistencia de
colonizadores, africanos o afrodescendientes, originarios y sus des-
cendientes. El desarrollo agrícola (como en el conjunto de la América
española) se debe al trabajo de los africanos quienes, antes de ser tras-
ladados de manera forzada al Nuevo Mundo, en su región de origen
cultivaban: el arroz, el banano, la mandioca, la caña; es decir, cono-
cían los cultivos tropicales que los europeos introdujeron. De esa
manera, los africanos y sus descendientes,

«Se constituyeron, así, en factores de producción de gran im-


portancia para el sistema económico en el contexto geográfico
colonial entre los siglos XVI y XIX. Aún siendo minoría en
comparación con los indígenas originarios, los afrodescendien-
tes marcaron una diferencia en los diversos periodos de la his-
toria económica de la Audiencia» (Walker et al, 2010: 164).

324
La cocina, fue también, el gran aporte que los africanos realiza-
ron a la culinaria de Charcas (y de América). Con los productos de las
chacras, las mesas de colonizadores y de la aristocracia se deleitaban
con el festín guisado a base de la combinación de maní, arroz, pláta-
no, yuca, paltos, y los animales y aves de cría. La fritanga, el mondon-
go, los ajíes de frijoles, y muchos otros platillos de sabores y aromas
que hicieron degustar los paladares de colonizadores, sus descendien-
tes y las castas de la clase alta en su vida cotidiana.

«Es una cocina nueva (…) por el significativo afrodescendien-


te, que la relaciona estrechamente con las cocinas…de otros
pueblo hispanoamericanos donde la africana se sancochó, a
fuego lento, con rastros andaluces, moros, prehispánicos y
castellanos. Fue, (…) una cocina nueva, una creación popu-
lar, responsable, aquí y en otros lares del continente, de los
que José Rafael Lovera llamó una ‘edad de oro alimentaria’»
(Patiño, 2007: 50,52).

La cultura como bastión de resistencia

Hasta hoy, frecuente es ver al afrodescendiente en los medios


informativos exponiendo la cultura de expresión, la saya; a no dudar-
lo, es uno de los elementos culturales de resistencia más fuertes de la
memoria oral africana que ha transmontado las aguas del Atlántico.
La saya, en lo que respecta, se ha posesionado en el portavoz de los
derechos del pueblo afroboliviano, permitiéndole de ese modo actuar
con propia voz. El líder afrodescendiente Alexis Cabral dijo sobre el
particular: «cuando un pueblo ha sido vencido políticamente, tiene a
la cultura como un bastión para su liberación». La saya, reinsertada en
el contexto yungueño donde participaron varios pueblos con su apor-
te en la construcción de las cajas, ha permitido normar su propio
protocolo e instituir una reingeniería social en el manejo público. El
hecho de aparecer bailando, no quiere decir que estamos contentos
–aunque la alegría forma parte de la jocosidad africana–. Preocupa en
manera de que, la imagen del afroboliviano, no cuelga de la rama del
árbol «plurinacional», y que la historia afroboliviana no esté presente

325
en el portal de la currícula educativa y, en la pedagogía del aula, no se
haga referencia de siglos de avecindamiento en la Patria, hoy Estado
Plurinacinal de Bolivia.
La cultura afrodescendiente fue el eslabón que se acendró por
los pasillos sociales de la Audiencia de Charcas entre los elementos del
cofre cultural de mayor relevancia, está la cultura de expresión tradu-
cida en la saya, expresión que fecunda nuestra presencia y fundamen-
ta nuestra identidad que, hasta el presente, mantiene lazos con la pa-
rentela de origen, constituyéndose de ese modo en bastión emblemá-
tico de resistencia que denota nuestra presencia y existencia como
actores vivos. La saya, es una expresión que no tiene elementos ajenos
que no sean cajas, voces y ritmo, bajo el amparo de esta profunda
manifestación enraizada en el subconsciente colectivo, ha mantenido
intactas los lazos de vínculos con «las sociedades de pertenencia» del
África subsahariana que, en definitiva, ha avivado la reinterpretación
de la historia, mitos, tradiciones, valores y cosmovisión en el entra-
mado cultural del Estado Plurinacional de Bolivia. Expresión que, ha
permitido, a la población afro diseminada por la región yungueña del
departamento de La Paz, y los emigrantes a la misma ciudad, a Santa
Cruz, Cochabamba –incluído Sucre–, marcar en primera línea las
huellas de la historiografía cotidiana en el escenario de la nación,
mostrando de esta manera que, el pueblo afroboliviano, forma parte
indisoluble del crisol de culturas del Estado Plurinacional.
En ese sentido, la saya por abrir grietas en el escenario social el
20 de abril de 2007, ha sido reconocida por la Prefectura del Departa-
mento –actual Gobernación–, con el título de Patrimonio Cultural e
Intangible de La Paz:

RESOLUCIÓN N° 1694
El H. Consejo Departamental de La Paz, como la instancia de
consulta, control y fiscalización en uso de sus atribuciones se-
ñaladas en la 1654; con 19 votos aprobatorios en sala al mo-
mento de la votación.

RESUELVE:
ARTICULO PRIMERO: declarar como «PATRIMONIO
CULTURAL INMATERIAL A LOS TESOROS HUMA-

326
NOS VIVOS ASENTADOS EN EL DEPARTAMENTO DE
LA PAZ» Como son los AFROBOLIVIANOS, que se en-
cuentran ubicados en las provincias de Sud Yungas y Nor Yun-
gas.

RESOLUCIÓN N° 1609
El Consejo Departamental de La Paz, en uso de sus atribucio-
nes señaladas en la Ley No. 1654 de Descentralización de 28
de julio de 1995 y con 19 votos aprobatorios del Pleno del
Consejo Departamental.

RESUELVE:
ARTÍCULO UNICO: Se declara PATRIMONIO HISTÓ-
RICO CULTURAL E INTANGIBLE DEL DEPARTAMEN-
TO DE LA PAZ, A LA DANZA «LA SAYA» PERTENE-
CIENTE A LA CULTURA AFROBOLIVIANA.
Ambas resoluciones aprobadas en la 40° Sección Extraordina-
ria de H. Consejo Departamental de La Paz, a los Diez días
del mes de Abril de Dos Mil Siete años.

En el año 2008 la Cámara de Diputados aprueba el Proyecto


de Ley N° 234/2008:10 de Mayo de 2008 que a la letra dice: «Reco-
nocimiento del Pueblo Afrodescendiente del Bolivia»:

ARTÍCULO 1 (Igualdad Jurídica). El Estado Boliviano esta-


blece que el Pueblo Afrodescendiente de Bolivia, goza de to-
dos los derechos, garantía y obligaciones que establece la Cons-
titución Política de Estado, Leyes, Tratados y Convenciones
Nacionales e Internacionales que salvaguardan a los pueblos
indígenas y originarios.

ARTÍCULO 2 (Reconocimiento). Bolivia, libre, independien-


te, soberana, multiétnica y pluricultural, reconoce al Pueblo
Afrodescendiente de Bolivia su derecho a conservar, reforzar
sus propias instituciones: políticas, económicas, sociales y cul-
turales, avalando para tal efecto: su cultura, historia, sus usos
y costumbres, su identidad, valores y lengua.

ARTÍCULO 3 (De sus Autoridades Nacionales). Las autori-

327
dades nacionales del Pueblo Afrodescendiente de Bolivia, po-
drán ejercer funciones de administración, en aplicación a nor-
mas propias de acuerdo a sus usos, costumbres y procedimien-
tos, siempre y cuando no sean contrarias a la Constitución
Política del Estado y Leyes vigentes en el país.

ARTÍCULO 4 (Declaración). Se declara a la saya afrobolivia-


na como Patrimonio Cultural de Bolivia.

ARTÍCULO 5 (Preservación y Difusión). El Poder Ejecutivo,


las Prefecturas y los Municipios respectivos, quedan encarga-
dos de desarrollar políticas de fomento, promoción, preserva-
ción y difusión de la cultura Afroboliviana.

La Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de


Bolivia promulgada el 7 de febrero del 2009, reconoció al pueblo
afroboliviano como parte de la nacionalidad:

ARTÍCULO 3. El pueblo boliviano está conformado por la


totalidad de las bolivianas y los bolivianos pertenecientes a las
áreas urbanas de diferentes clases sociales, a las nacionales y
pueblos indígena originario campesinos, y a las comunidades
interculturales y afrobolivianas. […]

ARTÍCULO 32. El pueblo afroboliviano goza, en todo lo que


corresponda, de los derechos económicos, sociales, políticos y
culturales reconocidos en la Constitución para las naciones y
pueblos indígena originarios campesinos. […]

ARTÍCULO 101. II. El Estado protegerá los saberes y los


conocimientos mediante el registro de la propiedad intelec-
tual que salvaguarde los derechos intangibles de las naciones y
pueblos indígenas originarios campesinos y las comunidades
interculturales y afrobolivianas. […]

ARTÍCULO 395. I. Las tierras fiscales serán dotadas a indí-


genas originarios campesinos, comunidades interculturales ori-
ginarias, afrobolivianos y comunidades campesinas que no las
posean o las posean insuficintemente, de acuerdo con una po-

328
lítica estatal que atienda a las necesidades poblacionales, so-
ciales, culturales y económicas. […]

El 18 de octubre del 2011, el Consejo Municipal de La Paz


promulga con la Ordenanza Municipal G.A.M.L.P. No. 537/2011 en
la cual resolvía:

ARTÍCULO PRIMERO.- Reconocer pública y oficialmente


a las hermanas y los hermanos afrodescendientes como parte
esencial del Municipio de La Paz reconociéndose su aporte a
la historia, cultura, patrimonio y desarrollo productivo.

ARTÍCULO SEGUNDO.- Declarar a la Cultura Afrodes-


cendiente como Patrimonio Material e Inmaterial del Muni-
cipio de La Paz, promoviendo su salvaguarda, desarrollo y pro-
moción a través de las instancias y mecanismos ejecutivos exis-
tentes para este propósito.

ARTÍCULO TERCERO.- Comprometer los esfuerzos del


Gobierno Autónomo Municipal de La Paz a través de sus dis-
tintas unidades para trabajar a favor del pleno respeto y de la
reivindicación de una convivencia intercultural armónica.

En los espacios geográficos de los Yungas del Estado Plurina-


cional de Bolivia se conformaron estos sitios de salvaguardas –las co-
munidades afrobolivianas– que favorecieron agendar la igualdad de
derechos, con una historia cultural propia y profunda cuyas raíces se
remontan a la época anterior al encuentro con el mundo europeo.
Con la saya, tendieron puentes y puntos de contacto que establecie-
ron un puente entre las comunidades yungueñas y emigrantes a las
ciudades.
En cuanto a influencias de religiosidad africana, no se han con-
servado cultos como el vudú, pero la santería se ha constituido en la
metáfora que ha encarnado los cimientos de los africanos disemina-
dos por los hogares de los Yungas paceños. Rezos cantados como el
mauchi que en contadas ocasiones aún se entonan, de seguro son ma-
nifestaciones que evocan a las deidades ancestrales no debeladas.

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Consideraciones finales

El aporte y el enraizamiento de las «piezas de ébano» por los


enclaves de las Américas, se ha constituido en el cuajo socioeconómi-
co que se ha visto aparejado por dos corrientes.
Una corriente que orientó su accionar en torno a la actividad
económica, bajo el patrón de un modelo productivo esclavista, dirigi-
do al rubro de la extracción de minerales y de la producción agrícola.
Para transformar estos recursos en unidades productoras de bienes
con destino intermedio y/o final, se requería una fuerte dosis de in-
versión productiva, para tal efecto, vino la importación forzada de
mano de obra africana, principal recurso que ha puesto el combusti-
ble al modelo económico imperante, la misma que, ha dado origen a
un comercio triangular formidable con acumulación de excedentes
económicos imperiales sin precedentes, sobreviniendo la pobreza na-
tiva y de los africanos y sus descendientes en Charcas.
La otra corriente se centra en el patrimonio cultural, vertiente
de donde nace la vida de un pueblo. Manifestaciones que no sólo han
logrado soportar siglos de arremetida europea, originaria y del medio,
sino que, entre la generación de la forzosa parentela deportada ha
mantenido los lazos de identidad colectiva, permitiendo la comunica-
ción con ese lenguaje que ha dado uniformidad a los grupos de proge-
nie africana diseminados a lo largo de la franja de las tres Américas.
De la impronta africana estampada en el tramado del espacio
geográfico de las Américas, de su aporte en el ámbito económico e
histórico, del temple que esgrimieron en su forzado deambular y de la
resistencia cultural que nos han legado del cual hemos abrevando por
generaciones en la Audiencia de Charcas hoy Estado Plurinacional de
Bolivia, eso es lo que he abordado en este trabajo.

Glosario

Las macuquinas son monedas de plata acuñadas en la época


colonial para España (y parte de la república). De todo el proceso,
desde la fundición, laminación hasta el sellado, participaron los escla-

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vos en la Casa de la Moneda de Potosí. Los esclavos los elaboraban en
forma manual, de ello hasta hoy quedan las huellas tanto en el empe-
drado donde se encuentra el eje central como en la parte alta donde se
encontraban las maquinarias y las mesas de sellado.
El mauchi es un rezo cantado que es interpretado sólo en cere-
monias mortuorias y por personas mayores. Este rezo se entona de
regreso a la casa de los dolientes, después de haber sido sepultado el
difunto.
La saya, es el folklore de raigambre africano, compuesto por
hombres y mujeres. Los hombres tocan las cajas, las mismas que tie-
nen diferentes tamaños, desde el más grande al más pequeño. El tam-
bor mayor es el que marca el compás, le siguen el sobre tambor, los
cambiadores, requintos, sobre requintos y el canguingo que es el más
pequeño de todos. También armonizan los acordes la cuancha y el
cascabel, a eso se suman las voces de las mujeres.

Bibliografía

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Fuentes

Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia (ABNB).


Archivos parroquiales, Parroquia Santiago de Coripata.

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