Contrarrevoluion

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UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ SEDE VILLA NUEVA

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS


LICENCIATURA EN CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES
CURSO: sociología de Guatemala
Lic. Luis Enrique Luna.

TEMA: contrarrevolución de 1954.

Michael Enrique Godoy Quiñonez. Carne: 5250-17-1424


Herber Arnoldo Orellana Arrivillaga. Carne: 5250-17-1750
Astrid Michelle Alvarado Loaiza. Carne: 5250-17-3988
Hector Anibal Zuleta Catalan. Carne: 5250-17-3480
15 de mayo de 2017.
INDICE

1. Caratula.
2. Índice.
3. Introducción.
4. Concepto de contrarrevolución de 1954.
5. Cronología de acontecimientos.
6. Sentido discurso.
7. Anticomunismo.
8. Ataques aéreos y terrestres.
9. Las ideas de la contrarrevolución.
10. Los hechos.
11. La construcción del adversario.
12. Matar con la constitución y las leyes.
13. Los usos de dios.
14. El nacionalismo: la patria de los anticomunistas.
15. Guatemala en el tablero de la guerra fría.
16. Conclusión.
17. Bibliografía.
INTRODUCCION

El presente trabajo tiene como finalidad dar a conocer los acontecimientos de la


contrarrevolución procesos contra el cambio que ocurrio en el periodo del
presidente Jacobo Arbens Guzmán, en el cual dicho periodo se plasmó un muro
frente al desarrollo para el país tales como Romper con el monopolio del
transporte, Construir diversas carreteras, Romper el monocultivismo y generar las
diversificación de cultivos, Romper el monopolio de los energéticos y generar una
red de hidroeléctricas, Modernizar el país generando cientos de miles de
pequeños productores o en su caso, agruparlos en empresas antimonopólicas,
toda una realidad, que dominó Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX,
vivir en un país centrado en el comunismo, la finalidad de este trabajo es dar a
conocer información clave que nos permita comprender los cambios que se vieron
detenidos en un país que ha buscado el cambio y desarrollo.
Ciertos sectores de la sociedad guatemalteca, apoyados por el gobierno de
Estados Unidos (dirigido por el General Dwigt Eisenhower y John Foster Duller
planificaron y ejecutaron una intervención diplomática y militar que culmino con lo
que hoy conocemos como el Golpe de Estado del 27 de Junio de 1954. El nuevo
gobierno formalmente se declaro contrarrevolucionario. Ahora bien, esta oposición
a la Revolucion fue absoluta únicamente en el ámbito ideologico ya que algunos
de los proyectos mencionados se llevaron a su conclusión, mientras otros
simplemente se abandonaron. Nunca podremos saber si eran o no viables los
proyectos que, inscritos en la dimensión ideológica, habían sido concebidos para
ser ejecutados en decenas de años, ya que, como sabemos, el gobierno de
Arbenz Guzmán duro solo un año efectivo. Hecha todo esta aclaración histórica
haremos el análisis de la Contrarrevolución.

La Contrarrevolución de 1954 -también llamada Contrarrevolución del 54– fue un


movimiento político y militar, orquestado por Estados Unidos, la United Fruit
Company y algunos terratenientes guatemaltecos que, provocó la renuncia el 27
de junio de 1954 del presidente de Guatemala en aquel momento, Jacobo Árbenz,
a quien acusaban de comunista. La verdadera razón por la cual buscaron la salida
de Árbenz era para preservar sus intereses económicos en el país.

Bandos de la Contrarrevolución de 1954

La Contrarrevolución de 1954 derrocó del poder al presidente Jacobo Árbenz,


elegido en elecciones generales el 15 de marzo de 1951 (Móbil, 2010).
En 1953, las posiciones en Guatemala estaban definidas en una alineación de
fuerzas contrarias al gobierno de Árbenz. Estas estaban compuestas, en primer
lugar, por el gobierno estadounidense del presidente Dwight Eisenhower y, en
especial, su Secretario de Estado, John Foster Dulles. Así como también formaba
parte el hermano de este, Allen Dulles, director de la Agencia Central de
Inteligencia -CIA- del país norteamericano (Compendio de Historia de Guatemala
1944-2000, 2010).
En segundo lugar, siempre en contra del gobierno guatemalteco de turno, se
encontraba la United Fruit Company, propietaria principal de tierras en el país y
entre cuyos accionistas se encontraban los hermanos Dulles (Compendio de
Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
A la vez, acompañó la alta jerarquía de la Iglesia Católica, encabezada por el
arzobispo Mariano Rosell Arellano, quien había suscrito y divulgado la Carta
Pastoral Contra los Peligros del Comunismo en Guatemala y había impulsado el
Congreso Eucarístico Nacional en 1950, como una demostración de fuerza. El
Arzobispo Mariano Rosell Arellano había puesto en marcha una cruzada de
peregrinación del Cristo de Esquipulas para rogarle que terminara con el
comunismo en Guatemala (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000,
2010).

También se encontraban en contra de Árbenz la mayor parte de los terratenientes


del país, algunos de ellos, agrupados en la Asociación Guatemalteca de
Agricultores -AGA-, quienes veían el proceso, de reforma agraria, como una
amenaza contra sus intereses. Por último, ciertos regímenes extranjeros, tales
como el gobierno de Nicaragua, de la República Dominicana y Honduras,
fuertemente comprometidos con los intereses de la compañía bananera, no se
encontraban a gusto con el mandatario guatemalteco (Compendio de Historia de
Guatemala 1944-2000, 2010).

A favor de Árbenz se encontraban varios partidos políticos de distinta ideología


-algunos de ellos con cierta reticencia y diferencia de opinión-. Entre los que
apoyaban al gobierno guatemalteco decididamente se encontraba el Partido
Guatemalteco del Trabajo -PGT- (Compendio de Historia de Guatemala 1944-
2000, 2010).

También lo respaldaban los sindicatos, ligas campesinas y comités de reforma


agraria que, juntos, conformaban los Comités de Defensa de la Revolución. A su
vez se encontraba implícito el apoyo del Ejército de Guatemala (Compendio de
Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
Por último, en apariencia, Árbenz y Guatemala contaban con el apoyo político
formal de algunos gobiernos de América Latina y de Europa Oriental. Sin
embargo, no fueron reales, por lo tanto, terminaron siendo factores en contra del
propio gobierno de Árbenz (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000,
2010).
Esta confrontación se daba en el marco de la Guerra Fría, que se hacía cada vez
más áspera, en cuanto al nivel ideológico. Era, asimismo, el momento de la
Guerra de Corea, y dentro de los Estados Unidos se daba el fenómeno del
macartismo como persecución contra intelectuales y artistas acusados de
comunistas (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

Cronología de acontecimientos

La primera confrontación seria con Estados Unidos se dio en el marco de la X


Conferencia Interamericana, realizada en Caracas durante marzo de 1954. En
esta actividad diplomática, a pesar del valiente discurso del canciller de la
República de Guatemala -Ministro de Relaciones Exteriores-, Guillermo Toriello,
se adoptó una resolución en contra de Guatemala, condenándola, y de hecho
aislándola internacionalmente. Ya en esos momentos Estados Unidos trabajaba
en la organización de la Operación Éxito, que no era más que la planificación del
derrocamiento del segundo y último gobierno de la Revolución de 1944
(Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

La Operación Éxito tuvo la característica de ser predominantemente política y


propagandística. Con sus auspicios se organiza al Ejército de la Liberación, bajo la
jefatura del teniente coronel Carlos Castillo Armas que, finalmente llegaría a
romper con la revolución y lo dejaría en el poder tras la renuncia de Árbenz
(Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

 Es así como su conjunción de desafectos al régimen, un grupo de agentes de la


CIA, y grupos de aventureros pagados por el gobierno del presidente
hondureño, Anastasio Somoza conspiraron en tierras hondureñas para preparar la
invasión de Guatemala, precedida por insistentes ataques aéreos. Contrariamente
puede pensarse, este grupo no sobrepasó los mil hombres (Compendio de
Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
El 7 de junio de 1954, el Ejército de Guatemala presentó al presidente Arbenz un
pliego de veinte preguntas que evidenciaban, en primer lugar, la inquietud de la
institución sobre las posiciones políticas y el liderazgo gubernamental de los
integrantes del Partido Guatemalteco del Trabajo -PGT- y, sobre todo, el nivel de
influencia ideológica comunista ejercida en el mandatario (Compendio de Historia
de Guatemala 1944-2000, 2010).

El segundo tema del cuestionamiento era la posibilidad de dar armas a las milicias
populares creadas para defender a la Revolución de 1944. Desde principios de
año, cuando el régimen, sintiéndose amenazado, quiso comprar armas
previniendo un ataque militar, se encontró con la negativa de varios gobiernos. De
esta manera, forzaría a adquirir algún armamento checoslovaco, lo cual provocó
temores en el Ejército ante la posibilidad de que estos fueran distribuidos entre la
población y quedaran fuera de su control (Compendio de Historia de Guatemala
1944-2000, 2010).

 Árbenz afirmó que la influencia del PGT no era crucial para su gobierno y negó
que tuviese intención de formar milicias populares. El Presidente cometió, no
obstante, el error de no apreciar el significado que tenía el cuestionamiento del
Ejército, que también había sido sometido a una intensa campaña ideológica
sobre los peligros del comunismo. A pesar de las respuestas del Presidente, la
duda y el temor quedaron sembrados entre los miembros de la institución armada
(Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
Durante el mes de junio de 1954 se vivía en Guatemala un clima de confrontación
irremediable. En el campo, las invasiones de tierra sucedían una tras otra, en tanto
que, los mítines y las manifestaciones de apoyo al régimen iba siendo cada vez
menos. Los sermones y advertencias de la Iglesia arreciaban.
No tardaron en surgir las transmisiones de Radio Liberación, una emisora
establecida por los opositores de Árbenz, que divulgaban los pormenores de una
invasión inminente, por parte de un ejército con mucho armamento y un
contingente de soldados, superior al de las fuerzas armadas nacionales
(Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
Algunos aviones volaron el cielo de la ciudad capital, ametrallando objetivos
militares y dejando caer propaganda contra el régimen, así como amenazas de
muerte sobre sus colaboradores. Se produjo una campaña de rumores de la más
diversa índole, entre ellos una supuesta marcha de campesinos para saquear la
ciudad (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

El gobierno denunció el complot internacional, incluso en las Naciones Unidas -


ONU- y en la Organización de los Estados Americanos -OEA-. Sin
embargo, recibió como respuesta la retórica del discurso ambiguo. Se decretó, en
este contexto, la suspensión de las garantías constitucionales, y se persiguió a los
opositores del gobierno, logrando encarcelar a algunos de ellos. Se llevaron a
cabo cortes de energía eléctrica en toda la República para prevenir los ataques
aéreos, pero con el efecto psicológico negativo en la población, que nunca antes
había sufrido esta clase de acciones. A todo esto se sumaba, tanto las noticias de
la prensa mundial como las declaraciones del gobierno norteamericano sobre los
efectos del comunismo en el continente (Compendio de Historia de Guatemala
1944-2000, 2010).

Los efectos psicológicos de la operación estaban plenamente logrados cuando


Radio Liberación anunció el inicio de la invasión en el norte y el oriente del país.
Nunca antes la sociedad guatemalteca se había visto confrontada tan
radicalmente en su seno entre dos posiciones opuestas: el supuesto comunismo y
el anticomunismo, pugna que definía y llegaría a justificar cualquier actitud que se
tomara, por violenta que esta fuera (Compendio de Historia de Guatemala 1944-
2000, 2010).
Una vez iniciada la invasión, el Gobierno dio la orden de rechazarla. El Ejército
nacional estaba en la posibilidad material de hacerlo, pero, fuera de una
escaramuza en Gualán, el enfrentamiento entre las tropas no se dio, ya que los
oficiales negociaron para detener el ataque a Chiquimula (Compendio de Historia
de Guatemala 1944-2000, 2010).

Las presiones y las amenazas del embajador estadounidense John Peurifoy eran
diarias y se dirigían contra el Gobierno y el ejército. Árbenz se encontró ante la
evidencia de que,  no era obedecido y de que a su gobierno lo defenderían los
sectores populares que le pedían armas, pero ya era demasiado tarde para
proporcionárselas, además de que no contaba con suficiente armamento. De
haberse efectuado la distribución de armamento, se hubiese desencadenado una
verdadera guerra civil, pero las pocas armas que se tenían nunca fueron
repartidas. Arbenz confiaba en el Ejército de Guatemala. La operación llegó a su
desenlace cuando Árbenz decidió renunciar, la noche del 27 de junio de 1954 y
transmitió esa decisión al pueblo por radio. El Presidente entregó el mando al
coronel Carlos Enrique Díaz, Jefe de las Fuerzas Armadas, esperanzado en que la
institución armada sabría negociar un digno final de las hostilidades, sin que los
guatemaltecos sufrieran las consecuencias, rompiendo de esta manera el orden
constitucional. El efecto fue verdaderemente desmoralizante. La Revolución de
1944 fue interrumpida (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
Rota la Constitución, no fue difícil echar por tierra el pacto de transición de mando,
acordado entre Arbenz y Díaz. Primero por el caos y la incertidumbre social que
caracterizaban el plano político: era evidente la presencia nula de los partidos
políticos y del Congreso de la República, órgano que se transformó en mero
espectador, al perder la capacidad de actuación independiente (Compendio de
Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

Segundo, la ausencia de comunicación no fue solo entre los cuadros


revolucionarios, sino entre la Junta de Gobierno y los numerosos campesinos, que
en Retalhuleu, Suchitepéquez y Escuintla pedían armas y una estrategia a seguir
para iniciar la resistencia. No hubo, como queda claro, capacidad de acción ni de
respuesta política a la embestida contrarrevolucionaria, encabezada por el
embajador Peurifoy, implacable en cuanto a cumplir el interés supremo de su país:
derrocar al comunismo a como diera lugar, aparentemente sus intereses eran más
económicos que políticos (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000,
2010).
Expulsado Díaz, tomó, fugaz e ilegítimamente, la presidencia el coronel José
Angel Sánchez, quien tuvo que entregar el mando a los coroneles Élfego H.
Monzón, Mauricio Dubois y José Luis Cruz Salazar. La Jefatura de esta nueva
Junta quedaba en manos del coronel Monzón (Compendio de Historia de
Guatemala 1944-2000, 2010). 

En El Salvador, Carlos Castillo Armas esperaba poder entrar triunfalmente al país.


El problema de la entrada triunfal del Ejército de la Liberación a la ciudad de
Guatemala representaba el punto de quiebre entre la nueva Junta de Gobierno y
el caudillo. O más específicamente: entre Castillo Armas y el coronel Monzón,
quien aún con ser ferviente anticomunista y militar experimentado en el campo
político, guardaba cierta fidelidad a la institución armada. Esta situación permitió
que Castillo Armas tomase ventaja sobre el coronel Monzón, quien por presiones
de Peurifoy,viajó a San Salvador a reunirse con el líder rebelde, Castillo Armas.
Durante el encuentro, Castillo Armas no tuvo mayor problema para dejar en claro
su deseo de entrar a Guatemala investido, con amplios poderes personalizados.
Castillo Armas recibió a Monzón con una especie de gabinete de gobierno,
conformado por abogados, empresarios y militares, quienes firmaron un pacto que
puede resumirse de la forma siguiente: se reconocía implícitamente el liderazgo de
Castillo Armas al reestructurar la Junta de Gobierno, permitiendo su incorporación,
lo mismo que la del mayor Enrique Trinidad Oliva. Por otro lado, se acordó
combatir el comunismo, y el ejército tomó el control de las instituciones públicas y
del orden jurídico legal. La Junta Militar quedó integrada de la siguiente manera:
Teniente Coronel Carlos Castillos Armas, coronel Jose Luis Cruz Salazar, coronel
Mauricio Dubois, coronel Elfego Monzón y mayor Trinidad Oliva (Compendio de
Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).
De esa manera, Castillo Armas salía victorioso, y el 3 de julio de 1954 era recibido
en la ciudad capital con los honores que había exigido para sí, al frente del Ejército
liberacionista (Compendio de Historia de Guatemala 1944-2000, 2010).

Quince días antes de que Jacobo Árbenz anunciara su renuncia a la Presidencia de


Guatemala, el denominado “Ejército de Liberación”, comandado por el coronel Carlos
Castillo Armas, ataca varias poblaciones del país, vía aérea y terrestre.

El coronel Jacobo Árbenz Guzmán asumió la primera magistratura de la nación el


15 de marzo de 1951 y debía de terminar su mandato el 15 de marzo de 1957, lo
cual no sucedió.

A las 21 horas del domingo 27 de junio de 1954, el mandatario anunció su


capitulación, en cadena nacional de radiodifusión. Dejó en la Presidencia al
coronel Carlos Enrique Díaz.

Sentido discurso

En su último mensaje como dignatario, Árbenz indicó que la guerra que se había
desatado contra Guatemala no era responsabilidad aparentemente de ningún
gobierno, pero no quitó el dedo acusador a la transnacional United Fruit Company
(Ufco), los monopolios extranjeros y círculos de poder de Estados Unidos.

“Aviadores norteamericanos y mercenarios han desencadenado el fuego y muerte


sobre el pueblo sin respetar nada, ni vidas inocentes, ni bienes de otros países”,
expresó Árbenz.

Según el mandatario saliente, “se aprovecharon de que Guatemala no cuenta con


una fuerza aérea adecuada para rechazarlos”.
Anticomunismo

Una alianza integrada por la Embajada de Estados Unidos, la Ufco, la Iglesia


Católica y sectores políticos de ultraderecha hicieron creer que el país se había
convertido en una sucursal de la Unión Soviética.

El arzobispo Mariano Rossell y Arellano encabezó las acciones al utilizar la


imagen del Cristo de Esquipulas para una cruzada nacional anticomunista.

Árbenz aseguró que renunció para evitar que la tragedia en contra de la población
fuera mayor y depositó su confianza en el coronel Díaz, quien afirmó que lucharía
para mantener las conquistas logradas por la Revolución de Octubre.

El 3 de julio de 1954 Castillo Armas entró en Guatemala, con lo cual sepultó las
reformas revolucionarias y los anticomunistas comenzaron una persecución contra
la oposición izquierdista.

El 19 de junio de 1954, el presidente Jacobo Árbenz Guzmán en un mensaje dirigido al


pueblo de Guatemala denunciaba un ataque armado en contra del Gobierno de Guatemala
por un movimiento de “liberación nacional”.

A través de la cadena de radiodifusión nacional encabezada por la emisora TGW


el coronel Árbenz manifestó: “Tengo en mi poder un manifiesto de las llamadas
agrupaciones anti-comunistas, firmado en la ciudad de Guatemala el 20 de mayo
de 1954, en el cual han declarado alzarse en rebelión contra el gobierno de
Guatemala, más o menos, unos cuarenta conocidos e impertinentes conspiradores
al servicio de la United Fruit Company”.En el documento se ha dado en llamar
“jefe supremo” de un supuesto movimiento de liberación nacional, al architirador
Carlos Castillo Armas, quien comandaba en realidad una heterogénea fuerza
expedicionaria de la misma frutera, tropa que se encuentra entre los
departamentos de Chiquimula e Izabal. El supuesto “jefe supremo” ha decretado
un gobierno de Guatemala en el exilio.El movimiento de marras ha manifestado
que no son de su agrado las leyes que ha decretado el organismo legislativo,
incluyendo la Reforma Agraria, siendo antipáticos de los otros organismos
estatales. Tampoco estaban de acuerdo con el régimen de libertades que se
conquistó el 20 de octubre de 1944. Así mismo aseguraban que el arzobispo
metropolitano Mariano Rossell ha exhortado al pueblo para que “se levante” a
combatir el comunismo.

Ataques aéreos y terrestres

Dos años antes Árbenz había denunciado un complot en el que se verían


involucrados altos mandos del Ejército, quienes habrían recibido sumas altas de
dinero. Esa misma semana hubieron atentados dinamiteros y bombazos contra
viviendas particulares en un intento por alterar el orden constitucional.

Árbenz no mentía. El 18 de junio de 1954 inició la invasión al territorio nacional por


parte de militares nicaragüenses somocistas, hondureños cariístas, costarricences
calderonistas, dominicanos trujillistas, aventureros cubanos y guatemaltecos
exiliados, como los denominó Árbenz. Estas tropas partieron de Tegucigalpa con
destino a la frontera con Guatemala, los primeros ataques se dieron en
Chiquimula, donde ametrallaron el instituto de señoritas, inclusive en la capital, en
aviones, ametrallaron edificios y tiraron armas con identificación soviética desde
las alturas.

Víctimas de los ataques aéreos declararon sobre como fueron heridos tras el
atentado. El señor Rafael Sánchez Vega informó que se encontraba en la puerta
de su casa en la mañana, con su hermano y un sobrino; escucharon varios
disparos cerca del teatro Venecia (Ave. Bolívar) cuando el avión les disparó en las
piernas.

Por su parte el señor Efraín Pérez se encontraba en la misma avenida y veinte


calle cuando vio venir el avión y se lanzó al suelo, la gente que se encontraba
huyó despavorida diciendo que la invasión estaba comenzando, el señor Pérez
sintió algo caliente en la pierna, se trataba de una herida de bala, este era el
testimonio de los heridos en los ataques en la capital y se sumaban otras siete
personas que se encontraban en recuperación en el hospital general.

Campaña de desprestigio

El presidente Árbenz en su discurso hizo alusión a la presión del gobierno


estadounidense de Eisenhower ya sea por falta de información o por otras causas
ha abanderado la campaña de cacería de brujas anticomunista de los señores
McCarthy Wiley y de Foster Dulles, éste último hermano de uno de los principales
dueños de la compañía frutera norteamericana, principal terrateniente en
Guatemala.

LAS IDEAS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN

lucha contra el Comunismo no ha terminado, apenas se ha iniciado…”. “En esta


hora de júbilo no olvidemos que de la hidra de siete cabezas que es el
comunismo, sólo hemos arrancado una, y que aún ésta puede nacer de nuevo.
Siglos de ancestral racismo –que en sociedades indígenas está estrechamente
ligado a la propiedad de la tierra–; el papel profundamente conservador del clero
católico; una idea de cultura política asociada a la hacienda, la gran plantación; el
anticomunismo, convertido en ideología de Estado; la doctrina de seguridad
nacional; el mito del dictador Jorge Ubico Castañeda que se forjó tras su salida del
poder en 1944; cierto nacionalismo conservador y violento; la idea del adversario
que se fraguó, aunada a la propagación de la idea del terror revolucionario; todos
ellos fueron los factores definitorios de una manera de entender la realidad, que
dominó Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX. En síntesis, se explora
aquí el conjunto de ideas que dio forma al movimiento político que derrocó a un
gobierno de América Latina. ¿Cuál es la novedad? Aquellas ideas –tal y como los
hechos lo demuestran– fueron de una eficacia superior al mejor armamento que
en los inicios de la segunda mitad del siglo XX pudiera obtenerse. Pero, más allá
de su uso inmediato, el discurso de la contrarrevolución –sus ideas motrices–
fundó una época caracterizada por el terror de Estado. En un país dominado por
una oligarquía terrateniente, el gobierno derrocado había sancionado una ley de
reforma agraria, lo que desató un proceso de movilización política. En los albores
de la Guerra Fría, aquel derrocamiento fue la primera intervención de Estados
Unidos en América Latina. Tales son los elementos que otorgan al caso –las ideas
de la contrarrevolución en Guatemala– un carácter excepcional.

LOS HECHOS

A las 21:15 horas del 27 de junio de 1954, el presidente Jacobo Arbenz Guzmán
anunciaba su renuncia. Se trataba del primer presidente que había recibido de otro
–popularmente electo– la banda presidencial. La operación éxito (en clave:
PBSUCCESS) alcanzaba el objetivo que la CIA había trazado. La embajada de
Estados Unidos en Guatemala tendría razones para celebrar. “Bien, muchachos,
mañana a esta hora tendremos una fiesta”, advirtió el embajador J. Peurifoy a su
personal la noche anterior.

Una sucesión de ajustes en la cúpula gobernante sobrevendrían entre aquella


noche y el 8 de julio, cuando el líder de la contrarrevolución finalmente se hizo con
el poder. A quien Arbenz confió el cargo duraría unas cuantas horas. El discurso
de aceptación del coronel Carlos Enrique Díaz, dirigido a la nación la misma noche
del 27 de junio, fue suficiente para que el embajador Peurifoy le permitiera
continuar. En su discurso, Díaz se comprometió a seguir la obra de la revolución, a
luchar contra el ejército invasor que había derrocado a su amigo, como él mismo
llamó al ex presidente Arbenz Guzmán. Richard Harris Smith (1983, pp. 27-29) cita
palabras del embajador de Estados Unidos luego de escuchar el discurso de Díaz:
“Muy bien, ahora tendré que destrozar a ese señor.”

Así, ya al mediodía del 28 de junio, se conformó una junta de gobierno, integrada


por el coronel Carlos Enrique Díaz, en calidad de presidente; el coronel José
Ángel Sánchez, del ministerio de la Defensa; y el coronel Élfego H. Monzón. A
esto se llegó gracias a la visita que el jefe de la estación de la CIA en Guatemala,
John Doherthy, su ayudante Enno Hobing y el coronel Élfego Monzón hicieron al
nuevo presidente de Guatemala la misma noche del 27. Schlesinger y Kinzer (p.
231) narran fragmentos de aquella entrevista: “–Hobing: ‘Coronel, sencillamente
usted no es el adecuado para las necesidades de la política exterior
norteamericana’; – Díaz: ‘Pero si yo hablé con su embajador, quien me dio su
aprobación’; – Hobbing: ‘Bueno, coronel, existe la diplomacia, y también existe la
realidad. Nuestro embajador representa la diplomacia. Yo represento la realidad.
Y la realidad es que no lo queremos’; – Díaz: ‘¿Quiere decir que no puedo
permanecer en el poder? ¿Puedo oírlo de boca de su embajador?
No obstante, aquel acuerdo alcanzó para poco. Contrariado por la decisión de
declarar una amnistía –que dejaría en libertad a los presos polí- ticos capturados–
y la negativa a iniciar pláticas con el líder del movimiento contrarrevolucionario, el
teniente coronel Carlos Castillo Armas, Peurifoy ordenó la ejecución de otro
bombardeo aéreo. Horas más tarde, ese mismo 28 de junio, la junta aceptaba
dialogar con Castillo Armas en San Salvador. Pero Díaz no llegaría ya a aquellas
negociaciones. En la madrugada del 29 de junio, el ejército daba un golpe de
Estado a Díaz, y al coronel José Ángel Sánchez, quienes finalmente serían
sustituidos por el coronel Mauricio Dubois y el coronel Luis Cruz Salazar. El
coronel Monzón pasaría a ser presidente de la junta.

Despejado el camino, del 30 de junio al 2 de julio de 1954, se realizaron las


negociaciones entre la junta de gobierno y Castillo Armas. Éstas desembocaron
en la firma de un pacto y el ingreso triunfal del Ejército de Liberación en la ciudad
de Guatemala el 3 de julio de 1954. Se instaló una nueva junta de gobierno,
integrada ahora por coronel Élfego H. Monzón, en calidad de presidente; coronel
Mauricio Dubois; coronel José Luis Cruz Salazar; teniente coronel Carlos Castillo
Armas, y mayor Enrique T. Oliva. El 7 de julio Dubois y Cruz renuncian. El 8 de
julio se elige –entre tres– a Castillo Armas como presidente de la junta. El 27 de
julio de 1957, a las 21 horas, Castillo Armas fue asesinado dentro del Palacio
Nacional. En adelante, el partido político en el que aquel movimiento
contrarrevolucionario llegaría a institucionalizarse, primero bajo el nombre de
Movimiento Democrático Nacionalista, MDN, y luego como Movimiento de
Liberación Nacional, MLN, se convertiría en una de las más importantes fuerzas
polí- ticas del siglo XX en Guatemala. Pero el resultado de aquella noche del 27 de
junio de 1954 se fue gestando lentamente.

Desde el momento mismo en que las fuerzas de la revolución dieron el toque final
a la dictadura de Jorge Ubico, el 20 de octubre de 1944, otro conjunto de actores
iniciaron su proceso de maduración y articulación: la United Fruit Company y su
poderoso lobby en el Congreso de Estados Unidos, en el Departamento de Estado
y en la CIA; los militares conservadores forjados bajo años de dictaduras; la alta
jerarquía del clero católico emparentado con el franquismo y la falange; políticos
de derecha marginados por las aplastantes victorias de los frentes que apoyaron a
Aré- valo y a Arbenz,7 terratenientes intimidados por el impacto y los efectos de la
reforma agraria; líderes políticos que, sorprendidos por el fin de la dictadura de
Ubico, esperaron el momento para demostrar sus cualidades. Pasaron diez años
en los cuales las piezas paulatinamente se fueron colocando en el tablero de la
contrarrevolución. Se forjaron actores, alianzas, discursos, identidades.
Paradójicamente, en paralelo con la revolución, con las reformas democráticas,
con cierto clima –excepcional en Guatemala– de pluralismo político, su opuesto, el
anticomunismo, se deslizaba lentamente hasta hacerse con el poder del Estado.
Tras las victorias del 29 de junio, 1º de julio y 20 de octubre de 1944, el
movimiento revolucionario rápidamente se institucionalizó. La junta de gobierno
convocó a elecciones para integrar la Asamblea Nacional Constituyente. La
Constitución resultante fue expresión de los alcances que el movimiento llegaría a
tener. No en balde, Samayoa Chinchilla refiere este momento así:

A los conservadores de viejo cuño la nueva Constitución les olió a azufre, y en


cuanto se enteraron de sus alcances comenzaron a protestar. Ellos, que con tanta
obstinación se habían mantenido en el rancio ambiente de las épocas pretéritas,
no estaban dispuestos a obedecer, de buen grado, leyes tan avanzadas. Y el
descontento no se hizo esperar. Al principio ese malestar brotó aquí y allá, en
grupos menores y vacilantes; pero con el correr de los días se volvió cada vez
más fuerte y más extendido

Con la nueva Constitución, la atención se centró en los comicios de los que


resultaría electo el primer gobierno de la revolución. A pesar de contar con una
amplia mayoría, el doctor Arévalo Bermejo, que regresaba de un exilio en
Argentina, fue visto con recelo:
¿Era el doctor Arévalo, cuando regresó de la América del Sur, un miembro del
Partido Comunista Internacional?… ¿Era tan sólo un “compañero de viaje” o un
“simpatizante”? ¿O era, simplemente, un socialista de ideas confusas y poco
definidas? […] recordando todo lo que hizo y dijo a favor de los rojos, nosotros, los
guatemaltecos, tenemos que forzosamente preguntarnos como la vieja del cuento:
“si no es comunista, entonces… ¿qué diablos puede ser?”
Así, desde los inicios del primer gobierno revolucionario, la política forcejeó con la
conspiración. El complot, la violencia, el empleo de medios ilegales para imponer
posiciones estuvieron siempre presentes en el repertorio de los medios de acción
de una parte de los actores. El 27 de septiembre de 1947, Juan José Arévalo
informaba acerca del intento de golpe de Estado:
Una vez más los enemigos del Gobierno se estaban organizando para una
emboscada criminal en la que caeríamos, según sus propósitos, los principales
jefes de la Revolución; a continuación, según sus proyectos, ellos habrían de
asumir el Gobierno de la República para implantar procedimientos distintos a los
nuestros. Este es el undécimo complot subversivo que se presenta desde el 15 de
marzo de 1945 […] únicamente tenemos en la penitenciaría diez presos políticos,
pertenecientes al complot de septiembre de 1945.
Al calificar las fuerzas que desde aquellas tempranas fechas confabulaban contra
el régimen, Arévalo refiere: “Hay dos cosas en que coinciden estos conspiradores:
en primer lugar, su ánimo vengativo; y en segundo lugar, el calificativo que dan al
gobierno, llamándolo ‘comunista’.”

La ley del seguro social (X, 1946), el Código de Trabajo (1947) y la ley de
arrendamiento forzoso (XII, 1949) eran demasiado para un terreno tan
conservador. El desgarramiento entre años de dictadura y el nuevo régimen que
empezó a gobernar en marzo de 1945 provocaba zozobra. Para agosto de 1947,
en el marco de la Conferencia de Río de Janeiro, fue repartido entre los asistentes
un panfleto titulado La verdadera fisonomía política del gobierno de Guatemala. En
éste se describen los objetivos del presidente de Guatemala en los términos que
siguen: “Su fin es llegar a establecer en las otras naciones de América, dictaduras
comunistas sin importarle la libertad, que para él sólo es un medio que permite
conseguir sus objetivos […] en Guatemala ha implantado una dictadura de
tendencias comunistas” (Manrique y Miranda). Como evidencia de tales
afirmaciones, los autores exponen hechos en los cuales el gobierno de Guatemala
supuestamente apoyó movimientos rebeldes de Centroamérica. Otro texto, de
capital importancia para el anticomunismo de aquellas fechas, publicado en 1955,
califica al primer gobierno de la revolución de octubre como “La cabeza de puente
roja que se tendió en 1944…” Editor del The New Leader, influyente medio
conservador norteamericano, Daniel James fue parte de la campaña de
propaganda desatada en Estados Unidos.
En medio de aquel clima político se pasó, de complots abortados, a la primera
operación del gobierno de Estados Unidos contra la revolución guatemalteca:
PBFORTUNE. En 1952, la operación fue detenida a última hora por la posición del
Departamento de Estado. El 29 de marzo de 1953, 200 mercenarios tomaron
Salamá por espacio de 17 horas. La revuelta fue controlada, pero desde aquel
entonces el camino de las armas había sido señalado. Cuatro meses después, a
principios de agosto de 1953, el gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de
iniciar otra operación: PBSUCCESS (operación éxito). En diciembre, Castillo
Armas hacía público –desde Honduras– su Plan de Tegucigalpa.

El principal antecedente de estos hechos fue el complot planeado por el propio


Castillo Armas, días antes de las elecciones en las que saldría triunfador Arbenz
Guzmán, el 5 de noviembre de 1950. El gobierno de Arbenz Guzmán intentó burlar
el bloqueo a la adquisición de armamento decretado por Estados Unidos. A pesar
de que las armas llegaron a Puerto Barrios el 15 de mayo de 1954, éstas nunca
serían utilizadas. Una semana después, el 23 de mayo, Estados Unidos impuso un
bloqueo naval contra Guatemala.
Paulatinamente, la violencia fue emergiendo como la única alternativa posible para
sectores conservadores. En 1950, el presidente de la United Fruit Company Sam
Zemurray se reunió con quien sería su asesor en relaciones públicas: Edward
Bernays. Éste, junto a Thomas Corcoran, un “hombre de la corte”, y John
Clements, parte del staff del tristemente célebre senador McCarthy, constituirían
un equipo capaz de moldear la opinión pública estadounidense y lograr apoyos
decisivos en el Departamento de Estado, la CIA y el Congreso de los Estados
Unidos. En ese mismo año, Bernays consiguió colocar el tema del “comunismo en
Guatemala” en la prensa estadounidense. Entre enero de 1952 y abril de 1954
organizaría “giras de prensa” a Guatemala, con el objeto de demostrar “la
intervención comunista en América Latina”.
El buen recurso del comunismo se inició muy temprano para aquella revolución:
era lo que los actores desplazados en octubre de 1944 requerían. A pesar de que
el comunismo empezó antes que los “comunistas” tomaran el poder, respondió a
una necesidad de nombrar al adversario, reconocerlo y, finalmente, señalarlo. De
esa forma daría inicio uno de los periodos más violentos de la historia de
Guatemala. Más de nueve mil guatemaltecos fueron detenidos por el nuevo
régimen que se hizo con el poder en junio de 1954. Entre ocho y diez mil salieron
al exilio. Un informe del Comité Guatemalteco para la Defensa de los Derechos
Humanos refiere que el líder de los sindicatos de “La Bananera” (nombre con el
que se conocía las plantaciones de la United Fruit Company en Izabal y Escuintla)
fue mutilado públicamente y su cabeza colocada en un poste en el centro del
pueblo.
Un reporte de la Administración Internacional de Cooperación de los Estados
Unidos describe el escenario contrarrevolucionario así: “el pensamiento que
conduce se caracteriza por mantener un estado de alarma y ataque frente a las
actividades comunistas […] cercano a lo que podrían considerarse actos obsesivo-
compulsivos bordeando de cerca la neurosis […] Casi una hipersensibilidad
neurótica hacia actividades comunistas”.
Aquella noche de junio de 1954 las puertas de la política se cerraron. Una parte de
la izquierda continental entendió el mensaje en términos de que el uso de métodos
pacíficos, legales y reformistas eran inviables. Refié- rase al respecto el discurso
de Fidel Castro tras la victoria de Playa Girón, el fallido intento de invasión a Bahía
de Cochinos, el 17 de abril de 1961: “Cuba no sería otra Guatemala para Estados
Unidos”.
Para los Estados Unidos PBSUCCESS significó el segundo triunfó del nuevo
servicio de espionaje: la CIA. Al poder político estadounidense le serían
demostradas las capacidades de una nueva arma que estaba más allá de la
diplomacia y el uso público de la fuerza militar: la acción encubierta. Al ocultar su
autoría, la política de Estados Unidos no se comprometía con el éxito o el fracaso
de este tipo de operaciones, en las que, además, podría hacer uso de una amplia
gama de recursos, desde las más sutiles acciones de propaganda y guerra
psicológica o de entrenamiento, apertrechamiento y transporte de tropas
disidentes, hasta la organización de acciones de desembarco, bombardeo aéreo e
incluso atentados y asesinatos. En adelante, la acción encubierta, llevada a cabo
por las agencias de seguridad de Estados Unidos, se extendería como una
sombra sobre América Latina. Ocho años después de aquella noche del 27 de
junio de 1954, el 6 de febrero de 1962, daría inicio la guerra de guerrillas. El 1º de
abril de 1963, a través de un golpe de Estado, la institución armada asumió
directamente la función de gobierno.
A finales de los setenta y principios de los ochenta, las fuerzas de seguridad
desarrollaron campañas militares en las que realizaron actos de genocidio ¿Qué
ideas sustentaron tales actos? ¿Cómo se fueron articulando explicaciones nuevas
y viejas para fundamentar el uso del terror? ¿Qué justificaba que militares,
políticos, curas conservadores, terratenientes y empresarios aceptaran el
asesinato como un recurso de la lucha por el poder? En el intento por responder a
tales interrogantes examinamos en este estudio los ejes articuladores del discurso
que la contrarrevolución empleó. Estimo que es en tales elaboraciones ideológicas
donde se sientan las bases de un cierto tipo de pensamiento que acompa- ñaría la
historia de Guatemala hasta la década de los noventa.
En Guatemala, la política tomó entonces la forma de un espectáculo reservado
para algunos. Contra los otros se fue construyendo un aparato de seguridad que
progresivamente dominó todos los aspectos de la vida política. El régimen se
fundamentaba en la legitimación de la violencia contra “lo otro”, definido de forma
arbitraria (capítulo uno: La construcción del adversario); la legitimación de lo
autoritario a través de cierta idea de legalidad (capítulo dos: Matar con la
Constitución y las leyes); la idea de Dios –con nosotros y en contra de los
comunistas– (capítulo tres: Los usos de Dios); la idea de patria y el discurso
nacionalista frente a la “agresión externa”, la forma en que el “apoyo” de Estados
Unidos era presentado (eludido, para ser precisos) (capítulo cuatro: El
nacionalismo: la patria de los anticomunistas), y el modo de entender el papel de
Guatemala en la geopolítica de la Guerra Fría (capítulo cinco: Guatemala en el
tablero de la Guerra Fría), todo ello, constituye los elementos centrales de una
forma “estar” en la realidad. Elementos que pasaremos a analizar a continuación.
1. LA CONSTRUCCIÓN DEL ADVERSARIO El anticomunismo construyó su
adversario, lo definió. Un conjunto de lí- deres, organizaciones, mensajes e
instituciones contra los que habría que librar la batalla. La creación de “lo
otro”, los rusófilos, los zánganos, los filocomunistas, los tontos útiles, los
esbirros de Moscú, los comunistoides, los marxistas, los verdugos, los
chacales con indumentaria humana, los pícaros, los camaradas, los rojos,
los rojillos, en pocas palabras: el diablo, los comunistas. Los discursos que
contra tal adversario –real o imaginario– se produjeron posibilitaron una
amplia trama de alianzas, que propició la construcción de una identidad
común entre actores muy diversos. A la vez, se colocaba al adversario en
una posición más allá de “lo permitido”, contra el cual –por tanto– era
posible emplear grados de violencia sin lí- mite. “Porque son comunistas”,
fue la respuesta que dio el embajador de Estados Unidos John Peurifoy a la
pregunta del nuevo presidente de Guatemala, Carlos Enrique Díaz, acerca
de las razones por las cuales exigía el fusilamiento de varios dirigentes,
comenta Guillermo Toriello. El terror se legitimaba a través del uso de la
diferencia. Los otros eran tan diferentes que incluso no eran guatemaltecos,
se trataba de agentes de Rusia. La agresión adquiriría un carácter externo:
Rusia contra Guatemala. En 1955, en el marco del tercer Congreso Católico
de la Vida Rural, monseñor Mariano Rossel Arellano daría una lección al
clero de la región acerca de cómo enfrentar el comunismo internacional:
“Mientras el Comunismo hablaba de Rusia, la Iglesia hablaba de Guatemala
y de nacionalidad y de nuestras glorias y de que era más ser
Guatemaltecos que satélites de Rusia. La campaña nacionalista fue otro de
los dolores de cabeza continuos del Partido Comunista”
Tres años antes de la invasión, en 1951, el Partido Comunista fue
legalizado. Al inicio del primer gobierno de la revolución, el comunismo en
Guatemala tenía un papel marginal en la política.
En enero de 1953, sólo año y medio antes de la invasión, se da un paso
más: el Partido Comunista se registró y quedó habilitado para participar en
elecciones. Bajo la presidencia del coronel Élfego Monzón, la junta de
gobierno declaró ilegal el Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT. Antes
que una clasificación estricta, la construcción del adversario debía ser lo
suficientemente flexible como para incluir allí a todo aquel que significara un
obstáculo para la contrarrevolución. Políticos, activistas sociales, militares
“desafectos” que no colaboraban, literatos. Como lo advirtiera Carlos
Castillo Armas en su discurso del 12 de septiembre de 1954: “el comunismo
fue completamente derrotado por las armas; pero el comunismo impera aún
en la conciencia de malos hijos de nuestra cara Guatemala […] La batalla
se ha iniciado. Batalla dura que nos obliga a exigir que cada ciudadano sea
un soldado del anticomunismo…” (Castillo). Más que el terror mismo,
difuminar el peligro de ser visto como un comunista se convertía en la mejor
arma de la contrarrevolución. Contra los “malos hijos de nuestra cara
Guatemala” no habría tregua: “procederemos con rigor y energía en contra
de cualquier brote comunista”, advertía Castillo Armas en otra parte de
aquel mismo discurso.
Para ello se requería de un amplio trabajo de inteligencia y de recolección
de información. Había que establecer quiénes fueron, eran o podían ser
comunistas. David Phillips, un ex agente de la CIA encargado de la difusión
radiofónica en PBSUCCESS, relata en sus memorias la verdadera
identidad del denominado Comité de Defensa contra el Comunismo,
conformado inmediatamente después de la invasión de 1954: “Retorné a
Guatemala para una tarea de un mes […] para asistir al nuevo gobierno en
la evaluación de los documentos dejados cuando Arbenz y sus amigos
abruptamente se exiliaron en embajadas. Los papeles que encontramos
fueron una mina de oro en términos de inteligencia […] Los oficiales de
contrainteligencia que trabajaban conmigo se quedaron estáticos.
Esas fueron perlas que nosotros aprovechamos por años” Para noviembre
de 1954, se estima que aquel archivo comprendía información de alrededor
de setenta mil ciudadanos ¿Setenta mil comunistas? Asegurada la victoria
de PBSUCCESS, Cullather da cuenta del inicio de otra operación de
nombre PBHISTORY. Como parte de ésta, 150 000 documentos fueron
incautados. Su objetivo: encontrar conexiones soviéticas en América Latina,
identificar a personas y probar la naturaleza comunista del régimen de
Arbenz. Además, al adversario había que acentuarle ciertos rasgos hasta la
monstruosidad. El terror revolucionario –asumido en privado por
funcionarios del gobierno de Arbenz como parte de la defensa de la
revolución– combinado con actos de violencia en el campo, derivados de la
aplicación de la Ley de Reforma Agraria, crisparon los ánimos. Todavía
hoy, son parte del presente los recuerdos de las invasiones a las
propiedades agrícolas por campesinos sin tierra, que, en ese momento,
encontraron cauce a la ira acumulada tras años de explotación. Entre
diciembre de 1953 y abril de 1954, 30 fincas fueron invadidas. Schlesinger y
Kinzer describen el escenario así: “Campesinos ansiosos de obtener más
tierras, otros a los que aún no se les habían concedido las fincas que
habían solicitado, y otros más, simplemente hostiles a propietarios
arrogantes o atemorizados, empezaron a invadir tierras que no habían sido
legalmente concedidas.” Tales acontecimientos fueron reelaborados y
posteriormente presentados como el quid de la reacción. “Los presos –reos
del delito de amor a la patria– yacían amarrados, vendados, asesinados en
aquella ciudad de las torturas. Mundo de tinieblas amontonado en aquellas
vísperas de la muerte y del espanto. Crujían los dientes y sonaban, de eco
en eco, las maldiciones de los réprobos. Pasaban los días sin dejar huella,
entre retorcerse de látigos y caer de cuerpos fríos en las lozas inclementes”
“Pero los calabozos y torturas y asesinatos de centenares de obreros y
campesinos, que son los más numerosos entre las numerosísimas víctimas,
que fueron sacrificadas al estilo y por esbirros de Moscú, evidencian hoy
más que nunca, el hecho de que en Guatemala el comunismo había
sentado sus reales al modo soviético: sangre, cárcel, muerte, desolación” El
terror daba a los líderes anticomunistas un cierto halo de misterio. Mario
Sandoval Alarcón, uno de los más conspicuos, compartiría también este
rasgo al ser encarcelado en agosto de 1953 en la penitenciaría de Salamá,
Baja Verapaz, lugar que era llamado por los anticomunistas“la Siberia de
América”. El punto máximo de tensión durante el régimen de Arévalo fue la
coyuntura alrededor del asesinato del jefe de las fuerzas armadas. Por
aquellas fechas, el presidente se quejó: “En Guatemala hay dos
Presidentes, y uno de ellos tiene una ametralladora con la que está siempre
amenazando al otro” (AU). A finales de 1948, la embajada de Estados
Unidos informaba del general Francisco Javier Arana en estos términos: “es
difícil no dar importancia a los rumores de que él busca la oportunidad y
una excusa razonable para un golpe de estado militar” El asesinato del jefe
de las fuerzas armadas, el 18 de julio de 1949, polarizó el escenario
político. Además del recurso del terror, “el inicio de la violencia política en
nuestro país”, reclamaban aún años después sectores conservadores,
sirvió para deslegitimar la elección en la que Arbenz Guzmán triunfó, la que
entonces –para el anticomunismo– estaría marcada por el fraude.
Posteriormente a la muerte del militar, el gobierno pudo controlar varios
intentos de sublevación de parte de leales a Arana. Así, el gobierno logró
concluir su mandato. Como la historia lo atestigua, aquella tranquilidad
demostró ser momentá- nea. Las fuerzas conservadoras dieron con un
punto de encuentro, a partir del cual consiguieron superar mutuas
desavenencias.
Como parte de esta trama, el exilio fue uno de los temas utilizados por la
contrarrevolución. Se comprendía aquí tanto el exilio de líderes de la
dictadura de Ubico, como aquel otro, derivado de los actos violentos contra
los gobiernos de la revolución. Es esto lo que está detrás de la leyenda que
acompañaría a Carlos Castillo Armas. Éste logró escapar de la
penitenciaría central en noviembre de 1950 para salir al exilio. El exilio y el
martirio fueron entonces temas que, hábilmente empleados, constituyen
ahora parte de la historia de la liberación. Monseñor Rossell y Arellano
sellaría con las palabras que siguen esa relación entre martirio, Dios, patria
y liberación: “Que esa sangre inocente y heroica de nuestros mártires
contra el comunismo, sea en nombre de Dios y en nombre de la Patria…”

1. MATAR CON LA CONSTITUCIÓN Y LAS LEYES Pero la barbarie y la


crueldad del terror de Estado debían legitimarse con la fuerza de la ley;
hacer racional la irracionalidad, o más bien, hacer parecer racional lo
irracional. El 24 de agosto de 1954 se decretó la Ley Preventiva Penal
contra el Comunismo. Se advertía que su objetivo era “extirpar el
comunismo […]reprimir la conspiración roja, sus actividades y planes, y
luchar y perseguirlo hasta su final” El 10 de octubre de 1954 se realizaron
dos actos políticos. A fin de legitimarse, el gobierno convocó a un plebiscito.
Con una sola pregunta, en votación oral y en escrutinio secreto, debía
resolverse: “¿Está usted de acuerdo en que el teniente coronel Carlos
Castillo Armas continúe en la Presidencia de la República por un período
que será establecido por la Asamblea Constituyente?” El mismo día se
realizarían elecciones para integrar una Asamblea Constituyente. En aquel
acto únicamente podrían participar “agrupaciones cívicas” previamente
autorizadas. En realidad, en dichas elecciones sólo participó la planilla del
Frente Anticomunista Nacional. Villagrán cita la explicación que el gobierno
dio a tan peculiares actos: “La Liberación favorecerá en Guatemala,
elecciones libres cuando se erradique el comunismo y, las exigirá, cuando
esté en la oposición.” Tan claro como aquello de que la democracia debía
postergarse porque había que combatir al comunismo. En la cruzada contra
el comunismo, la democracia era un obstáculo que no se podía permitir.
Mientras el comunismo no se “extirpe” –una de las palabras favoritas del
movimiento– habrá otra forma de gobierno, pero no la democrática. El 29
de octubre se instaló la Asamblea Constituyente. Se inició la redacción de
un nuevo pacto, una nueva Constitución. Este tránsito de lo democrático
hacia lo autoritario se selló el 6 de noviembre, cuando la Asamblea
Constituyente tomó juramento al nuevo presidente Carlos Castillo Armas.
La fuerza de las armas y el terror se arroparon con el disfraz de la legalidad.
Dentro de la nueva Constitución, promulgada por la Asamblea Nacional
Constituyente del 2 de febrero de 1956, se estableció la exclusión política
por motivos ideológicos: “Queda prohibida la organización o funcionamiento
de todas aquellas entidades que propugnen la ideología comunista o
cualquier otro sistema totalitario” (artículo 23). En su parte transitoria, se
estipularía: “Queda facultado el Organismo Ejecutivo para limitar durante el
término de cinco años, en la medida que lo exija la seguridad del Estado, la
garantía contenida en el artículo 47 de esta Constitución, con respecto a los
comunistas guatemaltecos que hubieren salido del país por la vía del asilo o
con motivo de sus actividades políticas” (artículo 6). El artículo 47
establecía la imposibilidad de prohibir la entrada en el territorio, negar la
visa, pasaporte u otros documentos de identificación a ningún
guatemalteco. La norma debía permitir exclusiones para enfrentar al
adversario. Claramente, los comunistas quedaban fuera de los derechos
civiles y políticos contenidos en la Constitución.
2. LOS USOS DE DIOS Más allá del destacado papel desempeñando por la
Iglesia católica, la contrarrevolución se adueñó del discurso de Dios. No en
balde, el lema del Movimiento de Liberación era “Dios, Patria y Libertad”, y
en la bandera aparecía “una cruz dagada; es decir, una daga rematada en
cruz”. Con la primera se simbolizaba: “antítesis de la hoz y el martillo […]
signo que ha precedido toda una civilización contra la cual lucha todavía y
seguirá luchando el poder vengador de los infiernos”. En tanto que la
segunda es signo de “fuerza, el poder, la bizarría, la lucha armada, el
cántico de la victoria […] Divide violentamente; aparta el bien del mal; corta
lo podrido; taja y muerde, derramando sangre” (Calderón, ibid.). La cruz, el
símbolo más importante del cristianismo, se convirtió –con la liberación– en
una daga. La cruz será ahora un recurso para legitimar la violencia. Así, el
rostro del Dios del anticomunismo es el del vengador, que con toda
violencia, látigo en mano, castiga a los infieles, ahora llamados comunistas.
Lo más importante del uso de la idea de Dios es infundir la creencia de que
Él “está con nosotros” y que hay otro, el adversario, que está contra Dios.
La contrarrevolución ordenó el tablero de forma tal que aparecía como la
defensora frente a la agresión externa, que, para colmo, era anticristiana.
Guatemala contra Rusia, el cristianismo contra el ateísmo, he allí a los
contendientes en la batalla. “Luchamos contra el comunismo por
antiguatemalteco y anticristiano…”, advertirá el arzobispo de Guatemala. A
partir de allí, ya no importará el grado de violencia que se aplique; Dios la
legitimará. La contrarrevolución, o la “Cruzada contra el comunismo”,
descargaba la ira de Dios sobre los comunistas. Pero, también, la oposición
Dios-anti Dios –así creado– propicia que la institución eclesiástica pueda
emplearse a fondo y sin ningún tipo de cobertura; que haga uso de sus
recursos para combatir una idea, un movimiento, aunque esto implique
hacerse parte de la violencia. Pero, ¿acaso el uso de la violencia ha estado
fuera de los repertorios de acción empleados o, simplemente, legitimados
por la Iglesia?
3. EL NACIONALISMO: LA PATRIA DE LOS ANTICOMUNISTAS La idea de
nación fue parte del discurso de la contrarrevolución. El nacionalismo, ese
sentimiento de pertenencia a una nación, fue moldeado a fin de asignarle
un papel al adversario. Para ello –adviértase el grado de coherencia entre
los componentes del discurso–, los comunistas aparecían como la amenaza
exterior: La Patria comienza con el advenimiento de la ‘Revolución’. Ésta es
una blasfemia […] Antes de Lenin y de Marx, de Engels y de Stalin,
Guatemala era ya un verbo definido por la voluntad de Dios […] El
comunismo, que destruye el concepto de la Patria tradicional, para fundar,
sobre los pilares del odio, el Estado Comunista, mina también el concepto
de la familia, que es, en buena sociología, la célula principal de la Patria. Y
los símbolos mueren de anemia, disecados por el materialismo.
Mediante tal recurso, el adversario era considerado la antítesis de aquello
que se definía como el ser guatemalteco. Para quienes destruían aquello,
no cabía ninguna consideración. Guatemala no podía ser la patria de
aquellos en quienes se advertía “tendencias” comunistas. Éstos
significaban un peligro para la nación. En esencia, dejaron de ser
guatemaltecos, perdieron –advierte Castillo Armas– “los más elementales
sentimientos del patriotismo”, al convertirse en agentes al servicio de una
potencia extranjera. No se puede ser comunista y ser guatemalteco, diría el
influyente arzobispo de Guatemala Mariano Rossell y Arellano. En un
discurso del nuevo presidente, se advierte lo siguiente: “…muchos fueron
los que recibieron ordenes de Moscú, porque habían perdido ya los más
elementales sentimientos del patriotismo. Los lacayos del imperialismo
moscovita todavía reciben órdenes de sus amos para iniciar la lucha sorda
del comunismo” (Castillo). Un editorial de uno de los partidos políticos de
oposición advertía: Nadie ignora que los sovietizantes sólo tienen una
patria: Rusia. Sus patrias nativas, ‘simples accidentes de geografía’ en el
lenguaje de los cenáculos rojos, sólo sirven de trampolines o de posadas
para el servicio que le deben a Moscú. Allí está el ejemplo de Prestes, jefe
de los marxistas de Brasil. Según él y sus correligionarios, en caso de que
Brasil entre en guerra con Rusia, Prestes y los rojos cariocas estarán con
Rusia y contra el Brasil. También Thorez, el líder francés, anuncia que si los
ejércitos de Rusia invaden a Francia los comunistas galos se cruzarán de
brazos, y que si algo tienen que hacer es entonces ayudar eficazmente a la
invasión extranjera” Quienes terminaron definiendo el nacionalismo,
quienes ganaron la batalla por la idea de la nación, fueron los “patriotas” de
la operación éxito. Más allá de tal triunfo, en adelante serían ellos los que
estarían en condiciones de continuar determinando qué era ser
guatemalteco, cómo era “el guatemalteco permitido”. Se ganaba por partida
doble. Por un lado, aquel conjunto de fuerzas hilvanadas años atrás con el
apoyo del gobierno estadounidense se presentaban como las defensoras
contra la agresión externa.
Los malos, quienes utilizaban el recurso de la agresión, eran los otros.
Pero, además de los efectos internos de aquella victoria en el plano de las
ideas, la operación encubierta de la CIA aseguraba su condición
indispensable: bajo ninguna circunstancia, la participación de la agencia y
del gobierno de los Estados Unidos debía revelarse. Jugada maestra, las
piezas se trastrocaron: los agresores aparecían como defensores y los
defensores como agresores. El discurso del embajador John E. Peurifoy
ante el Comité Selecto sobre la Agresión Comunista en el Senado de su
propio país es claro: “…mi papel en Guatemala desde antes de la
revolución fue estrictamente el de un observador diplomático […] La
revolución que derrocó al gobierno de Arbenz fue dirigida e instigada por la
gente de Guatemala, que se rebeló contra las despiadadas políticas de
opresión del gobierno controlado por los comunistas […] El poder
comunista fue quebrado por los guatemaltecos solos, y los hechos de
heroico sacrificio”. Un extracto de la versión de los hechos presentado días
después por el Departamento de Estado va en esta misma dirección:
“Dirigidos por el coronel Castillo Armas, los patriotas guatemaltecos se
alzaron para desafiar el liderazgo comunista y cambiarlo. Así, la situación la
están remediando los guatemaltecos mismos” Había que negar el decisivo
apoyo de los Estados Unidos. El héroe no necesita de ayudantes, sobre
todo cuando éstos tienen que ver con la victoria más que el héroe mismo.
Mientras que en público Estados Unidos cedía su protagonismo, en privado
nadie dudaba que los héroes del 27 de junio eran otros. Éstos hablaban el
español con un acento raro y no vivían en Guatemala. Pero la CIA
necesitaba construir una nueva generación de héroes guatemaltecos. No
sólo se derroca un gobierno, es preciso formar otro.
4. GUATEMALA EN EL TABLERO DE LA GUERRA FRÍA Sometido al control
de la URSS, el de Guatemala se constituyó en el primer gobierno de la
región que desafiaba el poder de Estados Unidos. A menos de tres horas
de Estados Unidos, en las cercanías del Canal del Panamá, aquello era
inaceptable. En palabras de J. Peurifoy: “Si una parte de esta área
(Centroamérica) cae bajo el poder soviético, esto sacudiría nuestras
defensas”. En el juego de fuerzas de la naciente Guerra Fría, Guatemala
era una pieza que no debía perderse. El Pueblo va más allá (el sentido del
tiempo llegaba incluso a prever la tercera guerra mundial entre Estados
Unidos y la URSS):

5. Rusia se jugó una carta de inmensa importancia en los recientes comicios:


Guatemala es la puerta trasera de Estados Unidos de Norteamérica[…]Su
cercanía geográfica al Río Grande, su posición privilegiada para los planes
del quintacolumnismo soviético, son algo digno de cualquier maniobra.
Durante seis años –todo el gobierno de Arévalo– el estalinismo ha venido
preparando las bases de su edificación futura. En el caso de una tercera
guerra mundial, Moscú tendrá en nuestra tierra una segura “cabecera de
playa”, para lanzar contra la solidaridad americana sus ataques de sorpresa
y de confusionismo, destinados a malear la moral de las democracias de
este continente. Guatemala, por lo tanto, será “El Talón de Aquiles” de la
solidaridad de América. Más aún si se presume que, como sentenciara el
embajador Peurifoy ante el Comité Selecto sobre la Agresión Comunista en
el Congreso de Estados Unidos, “los comunistas de Guatemala también
planeaban infiltrarse en altos niveles de toda Centroamérica, pero en esta
aventura sus planes fueron muy ambiciosos y fallaron…” De pronto, el
pequeño país pretendió –a ojos de los Estados Unidos– dar rienda suelta a
una política expansionista hacia Centroamérica: el apoyo a movimientos
rebeldes de los países del istmo, el terror revolucionario, los viajes a la
URSS de parte de los líderes del Partido Comunista de Guatemala, el
intento de adquirir armamento de Checoslovaquia, la política de asilo del
régimen que propició que “usaran a Guatemala como una base para sus
operaciones contra sus gobiernos”. A pesar de que la Guerra Fría dio inicio
en 1948, en Guatemala, el anticomunismo data de mucho tiempo atrás en
el discurso conservador. Al tanto de la revuelta campesina de 1932 en el
vecino El Salvador, de las relaciones entre los movimientos de El Salvador
y Guatemala, la dictadura de Jorge Ubico Castañeda extrajo todas las
lecciones de aquellos hechos.
CONCLUSIONES:

 La Contrarrevolución de 1954 fue un movimiento político y militar,


orquestado por Estados Unidos, la United Fruit Company y algunos
terratenientes guatemaltecos que, provocó la renuncia el 27 de junio de
1954 del presidente de Guatemala en aquel momento, Jacobo Árbenz, a
quien acusaban de comunista. La verdadera razón por la cual buscaron la
salida de Árbenz era para preservar sus intereses económicos en el país

 Por medio de la realización de este trabajo fue posible comprender todos


los acontecimientos contrarrevolucionarios a los que se ha enfrentado
nuestro país en donde se vio afectado el desarrollo de nuestro país, y por lo
tanto son acontecimientos que han afectado de manera directa a nuestro
crecimiento.

 El periodo de contrarrevolucionario es una etapa de que se opone a una


revolución, sobre todo el que intenta revertir sus resultados, parcial o
totalmente. Afectando proporcionalmente en todos los ámbitos el desarrollo
de Guatemala.
EGRAFIA

 www.wikipedia.com

 www.monografias.com

 www.uclm.com

 www.slideshare.com

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