Catequesis 6 La Gran Noticia Resucitó
Catequesis 6 La Gran Noticia Resucitó
Catequesis 6 La Gran Noticia Resucitó
SALUDO
Hermanos en esta catequesis caminaremos junto a los testigos de la resurrección de Jesucristo, para
encontrarnos con Él, dejarnos iluminar por su luz, tener vida plena, hacer que nuestra fe crezca y
llenarnos de esperanza. Participemos.
ORACIÓN INICIAL
Señor Jesús, has llevado a cabo la totalidad del amor entregándote por nosotros y por nuestra
salvación. Por tu muerte y resurrección has conquistado para nosotros la vida eterna. Concédenos
comprender cada vez más estos misterios de tu amor infinito y haz que te podamos amar con todo
el corazón y con todas las fuerzas, alabándote y sirviéndote como Tú lo mereces. Adoramos tu
pascua y te rogamos que nos ayudes a perseverar en este camino comenzado. Que ninguna
dificultad nos desanime y que ninguna fatiga nos quede sin vencer. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos. Amén.
Dialoguemos:
Primera parte
ANUNCIO – NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO HA RESUCITADO Y NOS DA VIDA
NUEVA
Metodología: los asistentes, organizados en parejas o grupos, leen los tres temas que están
numerados más adelante y procuran responder a las siguientes preguntas. Para comprender mejor
el contenido pueden fijarse en las imágenes que acompañan el texto. Cuando todos terminen,
comparten las respuestas en el grupo general.
Preguntas: ¿Cómo fue la Resurrección del Señor? ¿Quiénes fueron los primeros testigos? ¿Cómo
contaron su experiencia? ¿Qué nos ha alcanzado Nuestro Señor Jesucristo con su santa
Resurrección? ¿Cuál es la vida que Cristo nos da? ¿Qué es la fe en Jesucristo? ¿Cómo podemos
vivirla y expresarla?
1
1. ¡ÉL VIVE! ¡EL QUE MURIÓ POR MÍ ESTÁ VIVO!
Que Cristo Jesús, el Hijo de Dios encarnado, en acto de amor insuperable, realmente murió por
nosotros y toda la humanidad, para darnos la vida; que por su sacrificio pascual verdaderamente
destruyó el poderío del pecado, del mal y de la muerte pagando la deuda que pesaba sobre todos
nosotros; y que pasó de la muerte a la vida por su gloriosa
resurrección corporal. El que había muerto para darnos la
vida, venció la muerte y ahora vive. En Él está la luz. Él nos
acompaña siempre y estará con nosotros todos los días hasta el
fin del mundo, según su promesa, inundándolo todo con su luz
y con una presencia que aprenderemos a descubrir cada día
mejor.
Con el sacrificio de su Hijo en la Cruz, Dios nos reveló su amor infinito. Al contemplar, ahora, el
misterio de ese sacrificio, nuestro corazón se maravilla ante el
camino que Dios escogió para reconciliarnos con Él. La entrega
del Hijo, por el amor de Dios que supera toda conocimiento y
comprensión humana, nos devuelve la vida, nos muestra el
camino de regreso al Padre celestial y renueva profundamente
nuestra relación con Dios. Sin embargo, es necesario que
recordemos que la contemplación de tanto amor en el misterio
santísimo de la Cruz no consiste en la simple y lacónica mirada
de un acontecimiento trágico del pasado. Como quedó dicho en
el mensaje anterior, la muerte no fue la última palabra: JESÚS
RESUCITÓ.
De esta manera, es necesario saber y proclamar que nosotros no hemos puesto nuestra fe en un
Dios sombrío y lejano, ni incierto; ni hemos depositado la confianza en un Señor idealista y
derrotado. Todo lo contrario.
Los testigos del acontecimiento relatan que al tercer día, después del Viernes Santo, hubo una gran
sorpresa. Comenzado por algunas mujeres piadosas que…
2
Una de ellas no regresó inmediatamente sino que se quedó llorando
junto al sepulcro y, poco después, en el huerto, todas tuvieron la
gracia y la dicha de verlo resucitado. En seguida, repuestas por la
experiencia, volvieron corriendo a dar la buena noticia a los
hermanos. Entonces, Pedro y Juan corrieron hasta el sepulcro y
constataron lo ocurrido. Juan, en particular, asegura que en cuanto
entró al sepulcro “vio y creyó”.
Estos dos, decidieron regresar a Jerusalén inmediatamente para contar a los otros lo que habían
visto y oído. Y, al llegar, los encontraron a todos intercambiando
testimonios de las distintas experiencias de ese día único e
inolvidable. Entonces ocurrió que… Estaban hablando…
cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: ‘la paz esté
con ustedes.’ Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
Pero Él les dijo: ‘¿Por qué se turban y por qué surgen dudas en
sus corazones? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo.
Pálpenme y vean que un espíritu no tiene carne y huesos como
ven que yo tengo.’ Y diciendo esto les mostro las manos y los
pies. Como ellos no acaban de creer a causa de la alegría, y no
salían de su asombro, añadió: ‘¿Tienen aquí algo de comer?’
Ellos le ofrecieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y
comió delante de ellos. (Lucas 24, 36-43).
Y sí. Era tanta la alegría que no acababan de creer. Esta es la alegría de la magnífica noticia que
hemos recibido y que vamos a recordar toda la vida. Un acontecimiento tan grande, un hecho
histórico como éste: éste es el contenido de la gran noticia, del mensaje maravilloso que
proclamamos nosotros, del anuncio que acogemos creyendo.
3
Los apóstoles han transmitido lo que vieron y lo que vivieron. El
mismo Jesús empleó los medios necesarios para hacerles ver que
su resurrección es perfectamente corporal: lo pueden ver como
antes, lo pueden palpar, pueden ver las cicatrices de los clavos
y de la lanzada… ¡hasta puede comer con ellos! En el cuerpo
resucitado de Jesús se ven las llegas benditas que lo identifican
como el mismo que había muerto y había estado entre los muertos.
Esa tarde, cuando todos estaban reunidos como comunidad que da testimonio de la experiencia
vivida, su saludo simplemente fue: “la paz esté con ustedes.”
2. VIVE ETERNAMENTE
Jesús, el mismo HIJO DE DIOS que entregó su vida por nosotros, VIVE realmente por su
RESURRECCIÓN de entre los muertos. Está realmente presente en medio de nosotros por una
existencia propia y única, eterna y humano-divina, que nos comunica,
con su Espíritu, su victoria sobre el pecado y sobre su principal
consecuencia, que es la muerte.
Jesús realmente vive como el primero en resucitar de entre los muertos y su victoria sobre la muerte
nos demuestra que el poder de Dios es capaz de vencer cualquier mal; que la gracia triunfa sobre
el pecado, la justicia sobre la injusticia y la luz sobre la oscuridad; que en nuestra historia personal
también nosotros podemos vivir una vida de resucitados del pecado y de la muerte, pues Él mismo
nos comunica los frutos de su pasión y el poder de su triunfo definitivo. Él nos abre el acceso al
Cielo como el único que tiene en su poder las lleves de la vida eterna. La VIDA de Jesús es VIDA
también para nosotros. Contemplar su misterio de amor, y acogerlo por fe en nuestro corazón, nos
da la capacidad de vivir una existencia nueva, de tomar parte en su victoria y de sentirnos seguros
con la presencia de Aquél cuya palabra y cuya misericordia nunca nos abandonan.
4
3. LA FE EN CRISTO MUERTO Y RESUCITADO
Creer en Cristo Jesús es aceptarlo como Él es. La fe es un acto por el cual admitimos en nuestro
corazón lo que la palabra revela y proclama. Y a propósito de este misterio predicación es clara. El
Señor resucitado ha querido conservar las llagas de los clavos y de la lanza. Más aún, ha querido
ser tocado y palpado por los suyos, y hasta ha querido comer con ellos para que vieran que Él no
era un espíritu. La fe en Cristo es la fe en el Hijo de Dios hecho
hombre, Dios como el Padre y como en el Espíritu, hombre como
nosotros, persona divina, que ha querido unirse tan
estrechamente a nuestra naturaleza humana y ha llegado a
emplear lo que nos podía hacer más vulnerables, es decir, la
muerte, como instrumento de salvación. Su sacrificio total es el
amor total. Murió en realidad y resucitó realmente como el
mismo cuerpo con el que murió y fue sepultado. Y triunfó sobre
la muerte para poner solución a lo que la humanidad no había
podido resolver por sí misma: la muerte. En Él y sólo en Él
tenemos vida eterna. Bien podemos afirmar que Él mató a la
muerte con su muerte. Y ahora resplandece vivo y glorioso,
fuente de vida, porque como fruto de su pasión, por Él se ha
derramado el Espíritu de la Vida sobre toda carne. Y las palabras
de la última revelación aseguran que en Él, en cuanto “Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”, quiere ser contemplado como Cordero en pie, es decir, vivo, pero degollado, capaz de
conducir greyes como verdadero pastor, reinante, poderoso, humilde y cercano. Él quiere entrar en
nosotros y hasta nuestra intimidad, para conversar con nosotros. A nosotros sólo nos corresponde
abrirle las puertas de nuestro corazón.
El encuentro con Jesús, hoy, es posible, en primer lugar porque él resucitó real y corporalmente, y
en segundo lugar, y porque él ha derramado sobre toda carne su Espíritu Santo. En la persona de
Cristo, el amor de Dios que ha vencido la muerte y el pecado nos sale al encuentro para llamarnos,
para invitarnos a la intimidad con Dios y a la edificación
de su reino de misericordia, comunicándonos la gracia de
la vida nueva. Esta vida es una existencia peculiar que
brota de la Gracia propia de la nueva Alianza que Él nos
ha conseguido. A diferencia de la antigua, está Alianza
no se funda en exigencias legales, en mandamientos y
normas, sino en la comunión que se establece como fruto
de la Pascua de Cristo y que anida en la intimidad del
corazón que conoce al Señor y lo sigue. Y no se refiere
sólo algunos comportamientos, sino que es una nueva
manera de ver la vida, de vivirla, de ofrecerla, de llenarla
de sentido y de ponerla al servicio del plan divino de la Salvación, en seguimiento de Jesús.
Depositar Nuestra fe en Jesús significa saber con certeza que Él realmente se encuentra
presente en medio de nosotros y qué, precisamente hoy, continúa llamándonos a la conversión y
santificándonos con su presencia.
5
Sin embargo, creer en Jesús no es simplemente aceptar
afirmativamente con nuestro entendimiento la verdad que
Él nos vino a traer, ni mucho menos recurrir a ella como
último recurso de escape ante las situaciones adversas que
nos rodean a diario. La fe no se reduce sencillamente a
asentir con nuestra mente la verdad que Dios nos ha
revelado, es mucho más que eso: es escoger a Jesús como
Señor, y Salvador; dejarnos inundar por la presencia del
Resucitado, dejar que nuestra vida tomé un rumbo
distinto, absolutamente en la Palabra de Dios haciendo de
ella nuestro alimento, reconocer el nuevo tipo de existencia
que nos conquistó Jesús.
Quién cree en Jesucristo está llamado a vivir una existencia colmada de la gracia que Dios
comunica a sus fieles hoy y siempre por medio de su Hijo a través de la fe y de los Sacramentos.
Los Sacramentos son los signos sensibles instituidos por
Cristo para que los creyentes accedan de modo humano-
divino, es decir, en Cristo y por el Espíritu Santo, mediante
signos que contienen realmente lo que significan, a la vida
en gracia. Por ellos la Iglesia comunica la verdadera fe en
Jesús, como Jesús hizo que en ella la comunicara. Quién lo
recibe, recibe al mismo SEÑOR, y a partir de ellos puede
vivir una nueva existencia: la misma que experimenta todo
aquel que acepta con fe y la nueva condición de “hijo de
Dios” que nos comunica Jesús con su muerte y
resurrección:
Pues todos ustedes son Hijos de Dios, por la fe en Cristo. Cuando ustedes fueron bautizados en
Cristo, fueron también revestidos de Cristo. (Gálatas 3, 26-27).
6
Segunda parte
RESPUESTA PERSONAL Y ECOS DE ANUNCIO
PERSONALMENTE
El trabajo personal consiste en traer a la memoria los hechos principales del anuncio recibido,
contemplando con los ojos del alma lo ocurrido a la madrugada del primer día de la semana: cómo
Jesús, al final de su recorrido de muerte, habiendo mostrado lo infinito de su amor y de su entrega
al Padre y a la humanidad, se despierta, por así decirlo, sobre la loza donde reposaba su cuerpo
realmente muerto, se levanta, se sienta sereno y glorioso, dejando plegado sobre sí mismo, como
recién vaciado, el sudario que envolvía su cadáver; cómo se retira las vendas, se pone de pie y sale.
Considerar el signo especial realizado por el ángel que mueve la
roca que cubría el sepulcro. Contemplar el momento en el cual
llegan las mujeres. Al verlas llegar llorosas, tratar de comprender
sus sentimientos ante todo lo recientemente vivido. Y luego,
verlas partir jubilosas, reflexionando sobre el motivo de su
alegría. Penetrando sus sentimientos sacar algún provecho. Lo
más fácil de pensar y de creer es que, durante el tiempo que ellas
esperaron allí, Él visitaba a su Madre para que ella recibiera la
noticia en primer lugar. Y seguir el itinerario de las apariciones de ese día hasta esa dichosa
manifestación de la tarde a todos reunidos. Tratar de contemplar con todo realismo la resurrección
corporal de Jesús y participar de la experiencia de los primeros testigos que lo vieron tan contento,
ellos están felices, lo oyeron, lo palparon y hasta comieron con Él. Y tratar de entender y aprovechar
todo el maravilloso mensaje por la gran noticia que nos comunica el hecho de la resurrección de
Cristo. En silencio, cada uno habla con Jesús resucitado, lo felicita y le dice muchas cosas. Si
alguno quiere, puede escribir sus diálogos con el Señor.
EN PEQUEÑOS GRUPOS
Compartir algo de la experiencia vivida con este anuncio y con el trabajo que acabamos de
llevar a cabo.
7
COMPROMISOS
Tercera parte
FE Y VIDA
Los pueden leer los asistentes
"Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades
judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte,
pero tres días después resucitará.»" (Lucas 9, 22).
"Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El
que vive, el que cree en mí, no morirá para siempre." (Juan 11, 25-26).
"Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los
siglos, y tengo las llaves de la Muerte y de su reino."
(Apocalipsis 1, 18).
"Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús, nuestro Señor, por su gran misericordia. Al resucitar
a Cristo Jesús de entre los muertos, nos dio una vida nueva y una esperanza viva." (1 Pedro 1,
3).
"Ustedes reconocen en esto la figura del bautismo que ahora los salva; no esperaban de él una
limpieza corporal, sino que pidieron a Dios una renovación interior por medio de la
resurrección de Cristo Jesús." (1 Pedro 3, 21).
Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos
los hombres. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo el primero y primicia de los
que se durmieron." (1 Corintios, 15, 19-20).
"Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y
comeré con él y él conmigo." (Apocalipsis 3, 20).
8
"Que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados en el amor y en él puedan
edificarse. Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, cuán ancho, y cuán largo,
y alto y profundo es, en una palabra, que conozcan este amor de Cristo que supera todo
conocimiento. En fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios." (Carta a
los Efesios 3, 17-19).
"Si han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la
derecha de Dios. Preocúpense por las cosas de arriba, no por las de la tierra." (Colosenses 3,
1-2).
"Porque el Cordero que está junto al trono será su pastor y los guiará a los manantiales de las
aguas de la vida, y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos" (Apocalipsis 7, 17).
"¿No creemos que Jesús murió y que resucitó? De la misma manera, pues, Dios hará que
Jesús se lleve con él a los que ahora descansan." (1 Corintios 4, 14).
ORACIÓN FINAL