ZANATTA, L. 2012. Historia de América Latina. de La Colonia Al Siglo XXI Bs. As. Capítulo 3 - "Las Repúblicas Sin Estado"

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Capítulo 3: “Las Repúblicas sin Estado”
Las décadas posteriores a la independencia se caracterizaron por un grado elevado de
inestabilidad política y por un escaso dinamismo económico.
Inestabilidad y Estancanción
El ingreso a la vida independiente no fue para los países de América Latina una marcha
triunfal. En todas partes, aunque con modalidades y tiempos variables, las distintas regiones
entraron en una era marcada por privaciones, frustraciones, y expectativa traicionadas. Las
primeras décadas posteriores a la guerra de la independencia estuvieron caracterizadas por la
inestabilidad política y la estancación económica.
La inestabilidad política se manifestó en la imposibilidad, por parte de las nuevas
autoridades, de imponer el orden y hacer valer la ley y la autoridad de sus constituciones en el
territorio de las nuevas naciones. Principalmente por la incapacidad de detener la lucha entre
los caudillos.
Por una parte es posible vincular esos problemas a factores estructurales. Sin poder confiar en
los mercados nacionales las economías del área se habrían encontrado de golpe privadas de
los ingresos vitales del comercio colonial y sin alcanzar a sustituirlos a través de las nuevas
relaciones comerciales con las potencias en ascenso. A esto le siguió una sustancia al
estancamiento comercial y con ello una drástica reducción de las finanzas públicas. Así los
nuevos estados se encontraron privados de los recursos necesarios para construir sus propias
estructuras y por consiguiente para hacer valer su autoridad en el territorio nacional.
Por otro lado, parece posible explicar estos fenómenos a partir de factores culturales. En
términos generales la desaparición del principio de unidad impulsó a toda aquella inmensa
región a la cruda realidad de su pluralidad. Si por un lado los principios liberales habían sido
lo bastante fuertes para erosionar el viejo orden orgánico atentando sus principios y
cambiando sus pilares no pudieron sin embargo fundar uno orden nuevo culturalmente.
Liberales y Conservadores
La historia política de América Latina en el siglo XIX está surcada por el constante conflicto
entre liberales y conservadores. No fue el origen social lo que separó a unos de otros,
tampoco puede decirse que fueron relevantes en el enfrentamiento de los intereses
económicos o de la adhesión mayor o menor a los principios de libre comercio. En muchos
de los casos la descripción a uno u otro de los dos bandos no dependió ni siquiera de la
ideología sino del territorio o del grupo familiar al perteneciente. La divisoria de las aguas
entre liberales y conservadores siempre se revistió de importancia. En un primer momento, se
refirió a la forma del estado y a la distribución de sus poderes, sobre los cuales los liberales
sostuvieron los ideales del federalismo y del parlamentarismo pues consideraban que así
provocarían el derrumbe del viejo orden político. Los conservadores, en cambio, favorecieron
el centralismo y los gobiernos fuertes juzgando que cuanto más se salvará del antiguo orden
político más se garantizaría la estabilidad del nuevo. No obstante la razón que separó a
liberales y conservadores fue el papel que asignaron a la iglesia católica en los nuevos
estados. Un papel que los liberales buscaron reducir y en cambio los conservadores se
consideraban protectores.
Las Constituciones
A mediados del siglo XIX el panorama político de América Latina fue determinado por
notorios contrastes. Por una parte, caída la monarquía y el tipo de legitimidad antigua, al
orden político no le quedó otra que las repúblicas fundaran una legitimidad nueva, basada
sobre el principio liberal por excelencia la soberanía del pueblo. Por otra parte, sin embargo,
estas instituciones fueron en buen medida meros instrumentos políticos para legitimidad
poderes conquistados por la fuerza y manteniendo a través de métodos muy distintos de los
sostenidos por los principios liberales, hasta el punto que en un mismo país diversas
constituciones se sucedieron una otra con un alto grado de frecuencia y a menudo no fueron
mucho más que textos elegantes desprovistos de toda consecuencia práctica.
No obstante, el hecho de que las constituciones fueran en buena medida inoperantes no las
volvió insignificantes. Precisamente a través de ellas y de sus ciclos es posible identificar las
encrucijadas históricas de América Latina.
Sin embargo, dada su ineficiencia y habiendo constatado que no bastaba con proclamar las
virtudes para inducir a los ciudadanos a practicar una ley. Una segunda ola constitucional que
ya estaba presente en menor medida tomo poder. Esta nueva ola postuló la necesidad de
adaptar el principio de liberal de la Constitución a las tradiciones y realidades sociales
locales.
Aún bajo la jurisdicción de aquellas constituciones en la mayoría de los casos el poder
político fue ejercido por los caudillos, es decir, por jefes políticos y militares de perfil social
heterogéneo con un modo de ejercer el poder mucho más consonante con las viejas
costumbres que con el nuevo espíritu constitucional. Aunque muchas veces ejercido por la
fuerza incluso entendido a nivel social su fundamento era una amplia red de clientes, a la cual
el Caudillo garantiza protección a cambio de lealtad, y prebendas a cambio de obediencia.
Caudillismo
De los caudillos y de sus gestas épicas rebosa la historia de América Latina en la primera
mitad del siglo XIX. Existían caudillos cultos e incultos, agnósticos y creyentes, liberales y
conservadores. En su mayoría eran hombres, que en virtud de su fuerza y carisma, yen un
marco de fragilidad o inexistencia instituciones capaces de imitar su autoridad, reunían a un
pequeño ejército y se regían en gobernantes con la violencia y el poder. Con frecuencia
excéntricos, los caudillos, ejercían una autoridad de tipo carismático, más cercana a la de los
líderes religiosos que a lo de los jefes políticos. Capaces de promover y velar por la
protección de sus devotos quienes a su vez encontraban ventajas concretas en reconocer la
autoridad de un Caudillo, y colocarse bajo su protección ya que no existían leyes e
instituciones capaces de garantizarlas.
Sociedades y Economía en Transición
En términos de estructura social, de relaciones económicas y de vínculos con el mundo
exterior comenzaron a delinearse las zonas transformaciones que llegarían a madurar en la
segunda mitad del siglo.
En términos sociales la lenta desaparición de la esclavitud, en primer lugar, donde era sólo
una realidad marginal y mucho más tarde como un fenómeno masivo fue uno de los procesos
más importantes. Esto no ocurrió por la influencia decisiva de lo establecido en las nuevas
constituciones sino por las crecientes obstáculos a la trata de esclavos por su escasa
productividad y porque a menudo fue el precio a pagar para enrolar los en las fuerzas
armadas. Así a mediados del siglo XIX la la esclavitud seguía vital sólo en las costas del mar
de Caribe y en Brasil donde continúa en vigor hasta 1888.
También en la esfera económica y en las relaciones con el mundo exterior empezarán a
cambiar. La novedad más importante fue la introducción y la difusión de la libertad de
comercio con las potencias europeas en general, principalmente con Gran Bretaña.
Si bien es cierto que por un lado la nueva relación con las potencias económicas europeas
imprimió una orientación más nítida de la economía regional también lo que inhibió fue el
desarrollo del mercado interno.
Estos nuevos intercambios establecieron las premisas de la creciente influencia política y
económica punto del estrato comercial en el crecimiento de las principales ciudades
portuarias como lo de las terratenientes propietarios capaces de producir para los mercados
externos.
El Siglo Britanico
Aunque los progresos en transportes y vías de comunicación fue en el Atlántico Sur bastante
más lentos que los contemporáneamente revolucionaron el Atlántico Norte y aunque las
guerras civiles latinoamericanas crónicas limitaron o retrasaron el mucho de los casos se
convierte a las inversiones de las décadas centrales del siglo XIX, la fuerza liberada por la
creciente poderío económico de Gran Bretaña comenzó pronto hacer sentir sus efectos en
América Latina. Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre dichos efectos, algunos
observan que las mercancías británicas que desde entonces llegaron en cantidades relevantes
a los centros urbanos latinoamericanos expulsaron fuera el mercado al sector artesanal local.
Entonces el crecimiento de los intercambios con Gran Bretaña bloqueó para siempre la
diferenciación entre las economías locales y el crecimiento del Mercado interno y favoreció
la producción de materia prima. En cambio, otros consideran, que lo primero que hizo Gran
Bretaña en virtud de la libertad comercial recién introducida a empezar a sustituir la ficha del
monopolio español responsables de haber penalizado con sus exportaciones textiles y de otros
géneros a los artesanos americanos y de haber inhibido en América Latina tanto y
crecimiento del mercado interno como la diferenciación productiva.
A partir de este proceso empezó a cobrar forma aquello que suele llamarse la división
Internacional del trabajo inducida por la Revolución Industrial en el seno de la cual le tocó
América Latina el papel de proveedora de materias primas minerales y agropecuarias.

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