La Penicilina

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LA PENICILINA

Alexander Fleming no descubrió la penicilina, se la encontró. Hasta el diccionario de la


RAE usa su caso para ejemplificar la definición de serendipia. Pero es que tampoco supo
ver sus posibilidades terapéuticas. Eso lo logró un grupo de investigadores de la
Universidad de Oxford (Reino Unido) que, cuando el hallazgo de Fleming caía en el
olvido, lo retomaron. Hace ahora 75 años, primero probaron este misterioso hongo con
ratones y después con humanos. Aunque el primero de sus pacientes se les murió, fue el
verdadero inicio de la era de los antibióticos
Cuando ya lo habían desahuciado, el doctor que le trataba, Charles Fletcher, le habló a
Alexander de un tratamiento experimental que aún no se había probado en humanos.
Además del hospital, Fletcher colaboraba con Howard Florey, un profesor de patología de
la escuela de patología sir William Dunn de la Universidad de Oxford. Florey, que había
llegado a la universidad hacía cinco años había reunido un equipo de científicos y médicos
para estudiar distintos agentes biológicos con propiedades antibacterianas, entre ellos el
hongo Penicillium notatum, el mismo que estropeó los cultivos de Fleming.

Fleming abandonó el estudio de la penicilina por su inestabilidad y la dificultad para


purificarla

Florey retomó el trabajo donde Fleming lo había dejado. La historia dice que en
septiembre de 1928, al volver de vacaciones, Fleming descubrió que varias placas de Petri
con cultivos de bacterias estaban contaminadas por un hongo. Fue un colega el que afinó y
vio que alrededor de los hongos las bacterias se habían retirado. A pesar de estudiar
su antibiosis, Fleming perdió el interés por la penicilina ante su inestabilidad y su dificultad
para purificarla. Fue Florey, con la ayuda Ernst Chain, un químico judío de origen alemán
y el biólogo Norman Heatley, el otro gran olvidado de esta historia, el que logró estabilizar
y purificar el primer antibiótico de la historia.

En mayo de 1940, con los ejércitos alemanes invadiendo media Europa, el grupo de Oxford
decidió probar la eficacia de la penicilina. Para ello, infectaron a ocho ratones con una
dosis letal de estreptococos. A cuatro de ellos les inocularon penicilina. Por la tarde, los
roedores no tratados habían muerto mientras a los que les habían administrado el
antibiótico seguían con vida y lo siguieron por muchos días. Uno de ellos llegó a la quinta
semana.

Era el momento de probarlo en humanos. Florey diría entonces: "Tratar y curar


infecciones en un ratón es una cosa, pero los humanos son unas 3.000 veces más grandes y
necesitarían 3.000 veces más penicilina". Heatley llenó la escuela de patología de bidones de
leche, bañeras y escupideras o bacinillas donde cultivar penicilina.
LA APLICACIÓN DEL LA PENICILINA

Diversas culturas antiguas se dieron cuenta de que, al aplicar algunas plantas


y mohos, tierra caliente y hasta pedazos de pan florecido en las heridas,
podían reducir las infecciones. Pero, por supuesto, sin la precisión científica,
estos métodos eran claramente insuficientes, y de ahí que celebremos la labor
de personas como Alexander Fleming: el primer fármaco basado en la
penicilina que distribuyó la industria farmacéutica era muy eficaz para el
tratamiento y e incluso la prevención de la sífilis, por lo que arrinconó al
salvarsán de Ehrlich, la meningitis, el tétanos, la gonorrea, la sepsis infantil, la
neumonía y la gangrena, además de la mayoría de las infecciones que
provocan las heridas, y de hecho, en el año 1944 se producía tanta penicilina
como para tratar a todos los heridos occidentales en las batallas de la Segunda
Guerra Mundial. Y hay que decir que esta sustancia también es de aplicación
veterinaria: perros, gatos, conejos, aves, erizos, hurones, tortugas o serpientes,
por ejemplo, pueden ser tratados con ella. En la década de los setenta
aparecieron las penicilinas sintéticas, que permiten un mayor número de
fórmulas y, a día de hoy, los principales antibióticos primarios siguen siendo
penicilinas como la cloxacilina o la amoxicilina, aunque contamos con la
alternativa de las cefalosporinas, cuyo principio es idéntico pero se origina en
un hongo distinto, son más estables y cuentan con un espectro de acción de
mayor amplitud. Otros antibióticos sintéticos son las tetraciclinas, las
quinolonas y algunos más pero, por lo general, no son tan eficaces como los
anteriores y ocasionan más efectos secundarios.En 1900, las primeras causas
de fallecimiento eran enfermedades infecciosas; en el presente, gracias a la
penicilina, ninguna de ellas lo es

Junto con las vacunas, la gran mejora en la higiene y otros avances, el


desarrollo de las penicilinas es el responsables del aumento espectacular de la
esperanza de vida

¿Cómo se debe usar este medicamento?


La inyección de penicilina G viene en forma de polvo para
mezclar con agua y como un producto premezclado. La
inyección de penicilina G por lo general se inyecta en un
músculo o vena, pero también se puede inyectar
directamente en el recubrimiento de la cavidad del pecho, en
el líquido que rodea la médula espinal o en una articulación
o en otras áreas. La cantidad de dosis que recibe cada día y
la duración de su tratamiento dependen de su salud general,
el tipo de infección que tenga y qué tan bien responde su
cuerpo al medicamento.

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