Hacia Una Interpretación Pragmática de La Ficcionalidad Siegfried Schmidt
Hacia Una Interpretación Pragmática de La Ficcionalidad Siegfried Schmidt
Hacia Una Interpretación Pragmática de La Ficcionalidad Siegfried Schmidt
Schmidt
[1]
1.- Primer esbozo del problema
En este documento no pretendo decir absolutamente nada nuevo; en vez de esto, discutiré un
problema muy familiar, es decir, el problema de la “ficcionalidad” y trataré de discutirlo de manera
tal, que quizás logre indicar una manera posible, para tratar con este problema de modo más
racional y explícito en el futuro.
1.1.
Resulta una opinión bastante difundida, que la “ficcionalidad” es una de las características
necesarias (sin embargo no suficiente) de una definición de la literatura [2] , más exactamente de la
poeticidad (Poetizität/Literarizatät) de los textos literarios o, al menos, de los narrativos. [3] Así, por
ejemplo, en publicaciones recientes, se encontrará a menudo la dicotomía texto ficcional vs. texto
expositivo, como si estos conceptos estuviesen ya claramente definidos. Sin embargo, un breve
examen de algunos ensayos prominentes sobre este asunto, muestran que el concepto de
ficcionalidad, usado como un definidor para la poeticidad, es notoriamente vago, y algunos autores
generalmente dudan si es un concepto del todo útil para el análisis de la literatura. [4]
En las siguientes páginas intentaré clarificar esta noción, tratando, principalmente, con la pregunta
de si la “ficcionalidad” es una noción semántica o pragmática y cuál podría ser una interpretación
razonable de esta noción. Comencemos con un breve resumen de algunos tópicos en la discusión
de la ficcionalidad.
2.1.
En su libro, Grabes (1973) repite una hipótesis, propuesta primero por Frege (Cf. Gabriel
1970:466ss.), de acuerdo a la cual consideramos un texto como un objeto de literatura “si es un
texto con el carácter de juicios aseverativos, pero sin una función afirmativa. La función afirmativa,
atribuida primero al juicio aseverativo, es entonces claramente negada.” [5]
Esta situación (démenti) debe ser provista por el texto mismo (por ejemplo, a través de
características estructurales como inicios del texto, ‘Érase una vez’, etc.) o mediante el contexto de
ocurrencia del texto (por ejemplo, el teatro como una institución donde cualquier visitante espera
ser confrontado con objetos de ‘literatura’ – cf. Harweg 1972:75). Asimismo, Ingarden mantiene la
teoría de que las aserciones que ocurren en los textos literarios poseen el valor de “cuasi-juicios”,
es decir, ellos no demandan ser verdad “en términos de la relación con la experiencia extra-textual”
(1968:465). [6]
Es bien sabido que esta forma de definir la literatura posee una vieja tradición en los estudios
literarios. [7]
Si entiendo correctamente esta visión tradicional, esta dice (o al menos implica) que el uso de
declaraciones asertivas en textos literarios (por ejemplo, una novela), observada desde un punto
de vista semántico, constituye una especie de referencia a correlatos no-lingüísticos. Sin embargo,
esta diferencia no demanda ser verdad. En otras palabras: una declaración como ‘p es el caso’
puede ocurrir en textos de diferentes tipos (literarios y no-literarios); la diferencia es que en los
textos científicos, por ejemplo, un lector está acostumbrado y autorizado a preguntar si es verdad si
p es el caso, en donde, de acuerdo a las normas de la comunicación literaria, en los
textos literarios esta pregunta no juega una parte decisiva, si es que no juega ninguna en lo
absoluto.
2.1.1.
Para explicar este punto con mayor detalle, demos una mirada más cercana a la proposición de
Frege para distinguir entre ciencia y literatura. [8] (Aquí descanso sobre la interpretación de Gabriel
(1970) de los pensamientos de Frege, los que me parecen ser correctos en este punto.)
De acuerdo con Frege, los textos literarios se caracterizan por dos rasgos que podemos distinguir
como semántico (1a y b) y pragmático (2):
(1a) los textos literarios pueden contener expresiones que no designan correlatos en el ‘mundo
real’;
(b) los textos literarios pueden contener proposiciones que no son ni verdaderas ni falsas.
Cualquier proposición, que no es ni verdadera ni falsa, pertenece a la literatura (¡aunque lo
contrario no sea el caso!).
(2) La recepción de un texto, como un objeto de literatura, implica que sus declaraciones deben
ser leídas como no-asertivas (nicht-behauptend). Como regla para una recepción ‘adecuada’ de los
textos literarios debemos concluir desde esta premisa: “que en la poesía, no el sentido como tal,
sino que el significado de las expresiones es ‘irrelevante’ para nosotros” (Gabriel 1970:11). [9]
2.1.2.
Tratemos de resumir: de acuerdo con los estudiosos mencionados arriba, la diferencia entre los
textos literarios y todos los otros tipos de textos y su recepción, consiste en dos características, una
semántica y una pragmática:
(1) La teoría sobre el carácter no-asertivo de las declaraciones en los textos literarios
puede resumirse en la fórmula usada por Smith (1970), de acuerdo a la cual los textos literarios no
denotan nada más que lo que “parecen denotar”. Este tipo de referencia “no-sincera” se dice que
es el correlato para la noción de “fictividad”:”...la fictividad esencial de la obra de arte literaria no es
ser descubierta en la no-realidad de los personajes, objetos y eventos aludidos, sino que en la no-
realidad de las alusiones mismas” (Smith 1970:560). Pienso que este es un concepto que repite el
concepto tradicional de ‘ilusión’ (‘Schein’) como la característica constitutiva de la literatura (cf.
Wellek y Warren 1949: ed. 1963:25ss.). [10]
Sin embargo, ¿qué es lo que significa decir que los textos literarios son textos “con el carácter de
juicios asertivos, pero sin una función afirmativa” (Gabriel 1973:466)? De acuerdo con Frege, la
cualidad asertiva de una proposición es su sentido (‘pensamiento’): consecuentemente como
lectores, somos capaces de ‘entender’ textos literarios, porque están construidos con la ayuda de
proposiciones consistentes de materiales lingüísticos de nuestro lenguaje normal (excluyo en este
contexto el uso especial de las, así llamadas, expresiones poéticas [11] ).
Para entender mejor la pregunta mencionada arriba, formulemos esta explicación toscamente [12] ,
en términos de la semántica de la lógica modal: un texto literario – como cualquier otro texto
significante --- constituye un ‘mundo’ Wi o un sistema de mundos Wi1..., Win, que es (o puede ser)
relacionado a otros mundos/sistemas de mundos W j1,..., Wjm constituidos por otros textos, o a
nuestro sistema de mundo normal experiencial EW, en nuestra presente sociedad y en un tiempo
específico.
Ahora bien, decir que un texto Ti es significativo, mienta que constituye un Wi concebible. Decir que
una proposición p de este texto es ‘verdadera’ puede significar indistintamente que pes verdadera
dentro de Wi en tx o que p es verdadera dentro de Wi en tx, como también dentro de EW en tx.
(Quizás se podría distinguir los dos casos con los términos W i-verdadera y Wi y EW-verdadera.)
Decir que un texto científico es asertivo y que su autor afirma la verdad de sus aserciones dentro
de EW significa que los ‘elementos’ (= objetos y/o estados de los asuntos) de un W i, constituido por
ese texto científico, puede identificarse con ‘elementos’ dentro de EW y que, al mismo tiempo, el
hablante, explícita o implícitamente, afirma la W i y EW-verdad de esta relación. Por el otro lado, en
textos literarios esta afirmación no es – de acuerdo a los autores mencionados arriba – hecha por
el autor, ni se espera por parte de los lectores, que sea normal o incluso probable – una hipótesis,
tanto como sé, que nunca ha sido empíricamente probada. El último punto nos guía a nuestro
segundo tópico: la característica pragmática.
(2) En (2) de la sección 2.1.1. intenté formular desde la teoría de Frege una regla de
recepción ‘adecuada’ de textos literarios diciendo que sus proposiciones asertivas no deben ser
juzgadas de acuerdo a la verdad referencial de sus aserciones; de hecho, su referencia (en el
sentido de ‘Bedeutung’ [13] de Frege) no tiene importancia alguna. Hablando en los términos de
nuestra lógica modal eso significaría que, dentro de lo más lejos concerniente al nivel semántico, a
los lectores de textos literarios no se les demanda referir primariamente W iq (Wiq = mundo o sistema
de mundo constituido por textos literarios) a EW en tx en el nivel semántico, sino que considerar
Wiq como un mundo en su propio derecho, como un mundo literario ‘estéticamente valorable’
(concepto conocido como el tradicional tópico de la autonomía de las obras de arte literarias).
2.2.
Este tradicional punto de vista ha sido discutido – y largamente repetido – por varios estudiosos en
los últimos años. Por ejemplo, Ihwe (1973:339ss.) sugiere que los textos literarios deberían ser
caracterizados al nivel de referencia:
Tomo la aserción que se hace frecuentemente, y en los contextos más diversos, de que los ‘textos
literarios’, etc., no designan directamente (concorde a un ‘mundo físico’ W o {...}, sino que ellos, más
bien, constituyen un tipo de ‘mundo autónomo’ fictivo, el cual puede distinguirse de los otros logros
constitutivos del lenguaje.
(Cf. también Ihwe 1972:, por ejemplo, 212-234). Van Dijk (1972), asimismo, propone tratar con el
problema de la ficcionalidad en una teoría de la referencia:
Es una visión tradicional que la literatura no realiza declaraciones con un valor de verdad, es decir,
que no tiene sentido confirmarlas o rebatirlas mediante observaciones empíricas {...}. Los textos
literarios comparten esta falta de valor de verdad con otros tipos de textos, tales como las
explicaciones, preguntas, ordenes, sueños, saludos, deseos, pensamientos, opiniones y otros {...}
(1972:336).
Por el otro lado, textos no-literarios pueden ser “ficcionales”, en el sentido de carecer de referencia
empírica (por ejemplo, teorías deductivas, sueños, mentiras, etc.), donde textos literarios (como
novelas realistas) son “pretendidos e interpretados desde una referencia empírica” (1972:336). [14]
De acuerdo con Van Dijk, estos ejemplos y contraejemplos nos conducen a la suposición “de que
el valor de verdad referencial del texto es concebido como potencialmente irrelevante para la
comunicación literaria” (1972:337).
Sin embargo, la situación es aún más complicada: los textos literarios como conjunto pueden
pretenderse para un autor y ser leídos por lectores comodescripciones de una realidad social o
sicológica, porque el lector es capaz (y el texto no presenta obstáculos) de “calzar la estructura
semántica del texto con la estructura cognitiva de su conocimiento sobre la realidad” (1972:337).
[15]
Van Dijk trata de resolver este problema, al subsumir las declaraciones ficcionales a la clase de
“declaraciones contrafactuales” (que él formalmente representa en su gramática textual a través del
complejo operador Neg Fact) y al cual agrega la condición que
Esta solución distingue, claramente, entre los dos aspectos importantes del problema: el
semántico, concerniente al valor de verdad de las aserciones en los textos literarios, y el
pragmático, concerniente a la intención del hablante, que funciona como una regla de recepción
adecuada por los lectores de textos literarios. Aún así, parece necesario introducir una distinción
más aguda entre las categorías usadas (‘contrafactual’, ‘fictivo’, ‘irrealis’) que son parcialmente
confundidas por la mayoría de los autores que han tratado este problema. Tenemos que clarificar,
sobre todo, la diferencia entre las categorías de fictividad y de ficcionalidad.
3.1.
Para clarificar esta distinción, debemos usar nuevamente el concepto lógico de mundos posibles.
Ahora podemos clasificar el grado de los diferentes tipos de declaraciones:
Antes de continuar nuestra argumentación, detengámonos sobre las definiciones dadas arriba. El
lector seguramente notará que la definición (c) difiere significativamente de las otras, ya que no
implica factores pragmáticos, tales como hablante, oyente, intenciones, creencias, etc. Esta
diferencia refleja la efectiva diferencia entre errores, mentiras, declaraciones utópicas o irreales y
declaraciones fictivas. Donde las nociones definidas en (a), (b) y (d) son pragmáticas, (c) es una
noción semántica.
Considerando los textos literarios, observamos que todos los tipos de declaraciones mencionadas
arriba pueden y, de hecho, ocurren en los textos literarios, lo que prueba, que ninguna clase
especial de proposiciones por sí sola puede caracterizar los textos literarios como tales y que la
poeticidad no puede ser definida en un nivel únicamente sintáctico o semántico (Baumgärtner
(1969) ya proveyó fuertes evidencias para esta hipótesis). Si tomamos las observaciones de Van
Dijk como correctas (y él tiene fuertes evidencias para ellas) debemos proponer la siguiente
pregunta: ¿por qué el valor de verdad referencial de un texto literario como conjunto es (como Van
Dijk y muchos otros dicen) declarado irrelevante para la comunicación literaria? Esto es decir, en
mí opinión, ¿por qué los textos literarios son declarados fictivos (en el sentido definido arriba),
incluso si en ellos ocurren muy variados tipos de proposiciones y declaraciones y no únicamente
fictivas? ¿Qué significa el concepto de “fictividad esencial” de Ihwe? ¿Por qué existe una “central e
importante diferencia entre una declaración, ya sea en una novela histórica o en una novela de
Balzac, que parece transmitir ‘información’ sobre acontecimientos, y la misma información que
aparece en un libro de historia o sociología”? (Wellek y Warren 1949:25). ¿Estamos realmente
capacitados, y si es así por qué, para declarar, con Wellek y Warren, que lo opuesto a la ‘ficción’ no
es la ‘verdad’, sino los ‘hechos’ o la’existencia-tiempoespacial’ (1949)? ¿Por qué no – o por qué no
acostumbramos a – referir W iq, constituido por textos literarios, a nuestro EW en tx, incluso si el
texto como tal nos permite hacerlo (por ejemplo, una novela realista)?
3.1.1.
Una respuesta para la última pregunta ya ha sido mencionada arriba: porque un texto literario
produce, exclusivamente por medios literarios, un mundo W iqautónomo creado por la imaginación
de un autor (véase 2.1.2.). Esta es una suposición ontológica. Pienso que hoy en día podemos
encontrar consenso de que esta tesis es débil; su relevancia se vuelve cuestionable por
(a) la observación, de que los textos que no pertenecían a la clase de textos literarios en un
momento determinado, han, en el curso del tiempo, entrado al panteón de los textos literarios;
(b) el innegable hecho de que cualquier texto construye un mundo W i, que puede ser coherente o
no. Eso significa que la característica de ‘constitutividad’ (‘Konstitutivität’) no puede ser un criterio
suficiente para los textos literarios; en efecto, incluso, si uno mantiene la teoría de la autonomía,
debe ser laespecial interpretación de la referencialidad de W iq hacia EW entx, la cual caracteriza a
la obra de arte literaria. [16]
Una segunda respuesta debe ser brevemente discutida ahora: es el tipo especial de construcción y
presentación lingüística de los materiales temáticos en un texto literario, que fuerza al lector a
permanecer en el Wiq, como un “sistema interno de referencia” (Ihwe) sin referirse a EW en tx.
Muchos estudiosos han tratado de definir las particularidades de los textos literarios, ya sea como
forma—contenido—congruencia, o como la ocurrencia de “sitios indefinidos”
(‘Unbestimtheitstellen’), que invitan al lector a llenarlos, ya sea como ‘desviaciones’ en el uso de las
formas lingüísticas, o como polifuncionalidad en el uso de los elementos lingüísticos en los textos
literarios, los que provocan una polivalencia lograda en el texto por el lado del lector (cf. una
versión corta en Schmidt 1972).
Incluso, si observamos algunos detalles con mayor cercanía, nos será difícil encontrar un correlato
textual-gramatical de la expectativa-fictividad. Harweg (1972:75), por ejemplo, afirma que las
declaraciones generales no pueden usarse de forma fictiva. Pero es un hecho que los textos
literarios contienen declaraciones generales como también particulares. Otros lingüistas declararon
que los textos literarios normalmente hablan de personajes y lugares fictivos y que los nombres
propios usados en estos textos no apuntan a personas reales.; Ulises de James
Joyce, Berlin Alexanderplatz de Alfred Doblin y el teatro documental son buenos contraejemplos.
Para un lector normal, la historia de un Conde de X en un diario no es menos fictiva que la historia
de Madame Bovary. Todos estas reflexiones muestran que no es posible definir la poeticidad con la
sola ayuda de un análisis textual: [17] uno debe tener en cuenta el complejo proceso de la
comunicación literaria. En efecto, la total compleja producción del texto, texto, mediación y
recepción del texto donde cada segmento particular tiene su propia historia y reglas (cf. Schmidt
1971a y 1975). Es seguramente verdadero, que muchos textos literarios, por ejemplo, los poemas,
están construidos de forma especial, y que ese tipo de narración difiere, de forma clara, de aquel
en otros textos. Sin embargo, yo pienso (con la excepción de los textos ‘desviados’ obviamente),
que el solo texto aislado no puede motivar a los lectores a tratar los textos, presentados a ellos
como ‘literarios’, como si ellos solo contuvieran proposiciones que son consideradas ni verdaderas
ni falsas, y sin referenciabilidad directa hacia EW en el tiempo de la recepción del texto. Debe ser
la comunicación literaria como un sistema de normas (para la producción, recepción e
interpretación de los textos), incluyendo las intenciones y expectativas de un autor, características
textuales, el entrenamiento mediante instituciones sociales, y las expectativas y hábitos de los
lectores en conjunto, lo que realice este fenómeno.
3.1.2.
Quizás, estas breves reflexiones han mostrado una vía hacia una respuesta más convincente: el
hecho de que los lectores normales, educados de textos literarios (al menos en contextos
culturales europeos) usualmente los traten como si estos constituyeran un W iq todo fictivo, el cual
no es – como es frecuente – considerado como relaciones verdad-funcional (hacia EW en untx),
puede ser únicamente explicado por una convención establecida históricamente. Esta convención
regula la comunicación literaria como un sistema de normas al bloquear la referencia directa entre
los Wiq y el normativo EW para los lectores en ty. Cuando Ihwe dice:
Deberemos preguntarle a él, por una explicación plausible de este hecho curioso de substitución,
mejor aún suspensión, de la referencia factual en la comunicación literaria.
3.2.
Para responder a esta pregunta, debemos tomar en cuenta el hecho socio-histórico observable que
se ha desarrollado, al menos en las sociedades europeas, a través del curso de la historia.
Una convención pragmática que regula la evaluación (= comparación entre Wi y EW) de los textos
que pertenecen a la clase definida socialmente de ‘obras de arte literarias’. Esta convención puede
ser formulada toscamente como el siguiente postulado:
Regla 1: Si deseas leer adecuadamente un texto literario, tu tarea predominante no es evaluar sus
partes referibles, de acuerdo a las categorías de verdad-funcional en el armazón referencial de EW
en el tiempo de recepción, sino, más bien, de acuerdo a categorías como ‘nuevo’, ‘interesante’,
‘excitante’, ‘opresor’, etc.
En la práctica, esta convención ha sido y debe ser aprendida por cada miembro de una sociedad cultural que
desee formar parte, de modo adecuado, en la comunicación literaria. Que esta convención existe y que aún es
eficiente, puede verse en cualquier momento, cuando, por ejemplo, el lector de una novela la juzga una mala
novela, porque la historia contada (o partes de ella) no era(n) verdadera(s) (respecto de EW); en tal caso, la
mayoría de los lectores y críticos literarios responderán: ‘¿Y qué? Yo pienso que tú fallaste al reconocer el
tipo adecuado de discurso al que estamos comprometidos.’ En la actualidad no tenemos ningún resultado
representativo de una investigación empírica que pueda probar lo correcto de esta opinión. Por lo que debe
considerarse como una hipótesis de trabajo, basada en la experiencia personal y en el conocimiento de la
discusión teorética entre los críticos literarios y los estudiosos de la literatura.
A mí me parece, que sería un hecho muy importante para la historia de la literatura resolver cómo
llego a ser esta convención y por qué sucedió esto; esta investigación no puede llevarse a cabo
aquí, pero estoy seguro, que tal pregunta histórica crearía una relación cercana entre los intereses
políticos de los grupos gobernantes y los desarrollos culturales. La razón es, por un lado, que la
suspensión de la relación directa de los W iq hacia el EW de un tiempo especial abre rangos de una
cierta libertad y autonomía para la literatura, pero, por el otro, vuelve imposible una influencia
directa de la literatura sobre los procesos políticos y sociales – el bien conocido problema del
conflicto entre la autonomía y la ineficiencia del arte en general.
3.2.1.
Regla 2: Si un texto pertenece a una clase de textos ‘literarios’, considera, al W iq construido, como
si fuera un mundo ‘autónomo’; observa, cómo el texto está construido formalmente
(estilísticamente); evalúa su cualidad, comparándolo con otros textos contemporáneos, y,
entonces, ubícalo dentro del desarrollo literario para decidir si es innovador, interesante, etc. Por
esto quiero decir: considera y evalúa el texto literario en el armazón del universo cerrado de los
textos literarios, el cual constituye el presente nacional, europeo, o literatura mundial y el cual
demanda la observación de la Regla 1 para su recepción adecuada, suspendiendo la relación
directa de Wiq hacia el EW del lector ( = suspensión de la referencia). La observancia de la Regla 2
sólo permite comparar el universo de los textos literarios (+ mundos correlacionables), procesados
de forma adecuada (cf. Regla 2), con EW, es decir, discutir el rol/función de la comunicación
literaria como un complejo subsistema institucionalizado de comunicación social y,
en este contexto, discutir la función social de producir, entender y evaluar los mundos fictivos
mediante los textos literarios.
3.2.2.
Esta comparación mediada de la posible referencialidad de W iq hacia EW (esto es, una discusión
de la relación de accesibilidad entre Wiq y un modelo de mundo de nuestra experiencia normal) es
interpretada por las diferentes teorías literarias y/o estéticas de diferentes maneras. La
‘ficcionalidad’ resulta ser un principio meramente formal; las decisiones temáticas que provoca
están atadas a las teorías históricas y estéticas.
Aquí, también, sólo puedo dar pistas globales (para una discusión más detallada, véase Schmidt
1971 y 1972):
(a) las teorías idealistas, que postulan una absoluta autonomía de la obra de arte literaria, cortan
rápidamente la relación referencial directa entre W i y EW sin negar la accesibilidad de W iq de EW;
(b) las teorías marxistas de la ‘Wiederspielung’ consideran Wiqcomo una descripción más o menos
verdadera y políticamente acentuada del estado de los asuntos dentro de EW en ti;
(c) los representantes de una ‘estética negativa’ consideran W iq como una negación del extraño
EW o, ya de manera extrema, una alternativa para EW;
(d) las teorías sobre la poiesis sugieren tratar la producción de los W iq como un complicado
proceso de inventar todos los tipos posibles de mundos con todos los tipos de relaciones entre W iqy
EW para ampliar el espectro de la imaginación y desarrollar alternativas para EW o partes de él;
(e) los artistas concretos y conceptuales tratan de mostrar las reglas y los elementos constitutivos
del mundo como tales; presentan los medios y los ‘lenguajes’ en vez de los ‘contenidos’.
3.2.3.
Déjenme intentar resumir: la ‘ficcionalidad’ marca una característica decisiva de un tipo de discurso
de comunicación social, socialmente institucionalizado, respectivamente un subsistema (refiérase a
la comunicación literaria).
La ‘ficcionalidad es el nombre para un sistema especial de reglas pragmáticas, que prescribe cómo
los lectores deben tratar las relaciones posibles de los W iq hacia EW, comprendiendo a los textos
literarios, como también, cómo a tratarlos adecuadamente respecto a las normas desarrolladas
históricamente en el sistema de la comunicación literaria.
La ficcionalidad no es, por lo tanto, una propiedad de un texto literario en sí mismo; como lo señala
Gustafsson (1969):64ss.):
Una de las cualidades más importantes de la novela no nace de sí misma como parte de su
estructura interna, sino como una relación entre el lector y la condición histórica del texto como
conjunto. Ser una novela es una afirmación que la novela carga consigo misma, siendo
representada como una novela desde el inicio, y desde el comienzo prescribe cierta actitud para el
lector, diferente de la que el mismo lector toma hacia las memorias y otros textos documentales.
Nuestra tradición cultural ha creado una conexión cercana entre las nociones de ‘literario’ y
‘ficcional’, donde ‘literario’ marca la clase de textos (respectivamente comunicación) y ‘ficcional’ el
tipo de evaluación y procesamiento semántico textual. Esta conexión y sus reglas pragmáticas
resultantes se han desarrollado hacia un tipo de dogma auto-evidente por poetas sobresalientes,
críticos literarios y estudiosos de ‘Literaturwissenschaft’; este dogma se ha popularizado a través
de instituciones sociales, tales como escuelas, universidades, medios de comunicación masivos,
etc., sin tomar en cuenta, seriamente, qué es lo que las personas – o aún mejor, lo que las masas
de gente que todavía (o siempre) lee los así llamados textos literarios – realmente hace al leer tales
textos.
El dogma de una conexión necesaria entre la poeticidad y la ficcionalidad es un dogma tradicional
de los grupos culturales y/o personas líderes. Sería un problema históricamente muy complicado
decidir, si es el principio de ficcionalidad el que ha motivado a los autores a producir textos de un
alto carácter fictivo, o si es la existencia de un tipo especial de textos que no pueden ser
manejados como cualquier otra clase de textos, los que han forzado a los teorizadores a formular
la tesis de la conexión necesarias entre la poeticidad y la ficcionalidad.
Este dogma, todavía existente, tiene, sin ninguna duda, impactos sociales muy importantes: separa
rígidamente un complejo sistema de procesos comunicacionales (y textos que ocurren ahí dentro),
de todos los otros procesos pragmáticos (políticos, económicos, deportivios, etc.) mediante el
principio de ‘ficcionalidad’. Por lo tanto, la comunicación literaria prueba ser una institución similar a
un museo; es un contexto especial con reglas de evaluación estrictas. Todo lo que entra a este
contexto especial de ‘arte’ (en el sentido más amplio), pierde todos sus atributos y funciones que
normalmente posee: las piedras pierden su existencia como piedras, las bicicletas o aeroplanos
pierden sus funciones pragmáticas, las palabras y las proposiciones pierden su fuerza referencial
esperada (respecto a EW); en vez de realizar su función pragmática, sus cualidades como arte
posible son sospechosamente observadas. M. Duchamp demostró este mecanismo de forma clara
y suficiente (cf. la reconstrucción en Schmidt 1974).
¿Qué es lo que averiguamos?
Si colocamos el problema de la literatura dentro del cuadro más amplio del arte como conjunto, nos
damos cuenta que el arte representa un sistema de contexto especial, y que la ficcionalidad
funciona como un principio que regula todos los procesos semánticos en este sistema contextual,
al que contiene como una regla global:
Regla 0; ¡Nunca te salgas inmediatamente del contexto del arte! Esto significa que si lees un texto
que pertenece a este contexto artístico, observa las Reglas 1 y 2 de arriba. En efecto, relaciona le
texto literario al contexto de la comunicación literaria. No preguntes primariamente si el texto es
verdadero o falso dentro de EW, o si una cosa presentada como obra de arte en este contexto es
útil o inútil. En cambio, evalúalo como una obra de potencialidad autónoma, una obra de arte que
puede ser recibida adecuadamente, sólo cuando el lector obedece a la regla del
discurso/comunicación ficcional, de acuerdo a la cual los textos literarios no tratan con hechos, sino
que constituyen mundos posibles desvinculados de la realidad del tipo EW. [18]
3.3.1.
Referencias
Baumgärtner, K., 1969. “Der methodische Stand einer linguistuschen Poetik”.Jahrbuch für
internationale Germanistik. 1.1:15-43.
Dijk, Teun A. van, 1972. Some aspects of text grammars. The Hauge, Paris: Mouton.
Frege, G., 1892. Über Sinn und Bedeutung. Zeitschrift für Philosophie und philosophische
Kritik 100:25-50. (Reimpreso en 1962 en G. Patzig (ed.) , G.Frege, Funktion, Begriff und
Bedeutung. Göttinngen: Vandenhoeck und Ruprecht.)
Ihwe, J., 1972. Linguistik in der Literaturwissenschaft. Zur entwicklung einer modernen Theorie del
Literaturwissenschaft. München. Bayerischer Schulbuch Verlag (Grundfragen der Literatur... datos
ilegibles en el original).
Ihwe, J., 1973a. “Linguistik und Literaturwissenschaft”. In: R. Bartsch and T. Vennemann
(eds.). Linguistiks und (datos ilegibles en el original)
Ihwe, J., 1973b. On the validation of text-grammar in the ‘study of literature’. In: J.S. Petöfi and H
Rieser (eds.). Stdies in text grammar. 300-348. Dordrechto: Reidel.
Smith, B.H., 1970. “Literature as performance, fiction and art”. The journal of philosophy, 67:16.553-
563.
Stankiewicz, E., 1962. “Poetic and non-poetic language in their interrelation”.Poetics. 11-23. The
Hague: Mouton.
[3] Cf. Van Dijk, (1972:336, nota 6): “La relevancia de la característica de la “ficcionalidad” es
sugerida por su tratamiento regular en cualquier manual literario, desde la Poética de Aristóteles en
adelante, y ha generado demasiada discusión, con mucha frecuencia sesgada ideológicamente.”
[4] Cf. Wienold 1972:198: “Así, el punto para definir la literatura no es de ningún modo a través de
criterios intencionales. La fictividad, siendo aún sostenida por muchas personas como criterio tal,
no resulta suficiente para delinear, de forma satisfactoria, la literatura existente, aparte del hecho
de que este criterio no es fecundo para abrir el rango del fenómeno de la comunicación literaria o
hacerla, incluso, accesible para la verificación empírica.”
[5] Cf. una visón similar, sostenida por Van Dijk (1972:290): “Los textos
ficcionales son por lo tanto modalmente contrafactuales e intencionados
pragmáticamente como tales, por un hablante que no niega la
contrafactualidad en el acto de habla.” Para una revisión bastante
instructiva de la relación entre la teoría mimética y la teoría de la ficción
en la tradición germana, véase Preisendanz 1964.
[6] Cf., por ejemplo, Stankiewicz (1962:15) quien define como “esencia del arte verbal: el lenguaje
poético es propositivo en términos de la organización interna del mensaje, e impropositivo en
términos de la referencia externa”.
[7] Cf., por ejemplo, el viejo teorema del poeta como mentiroso, o Philip Sydney quien, en The
defense of poetry (la defensa de la poesía), dice: “Ahora bien, para el poeta, él nada afirma y por lo
tanto nunca miente.” (Grabes 1973:465).
[8] Ciertamente sería interesante discutir, con mucho más detalle, el, de alguna forma especial,
concepto de literatura de Frege; sin embargo, en este documento sólo puedo apuntar hacia este
problema.
[9] Cf. Frege 1892 (ed. 1962):46: “Cuando escuchamos una narración épica (epos), por ejemplo,
somos atraídos, aparte de la eufonía del lenguaje, por el solo sentido de las proposiciones y las
imágenes y sentimientos que ellas nos despiertan. Mediante la búsqueda de la verdad dejaríamos
el goce artístico y nos volveríamos a la consideración científica. Por esto, no reviste ninguna
diferencia para nosotros, si el nombre ‘Odysseus’, por ejemplo, posee significado, mientras
consideremos al poema como una obra de arte.”
[10] Cf. Una visión similar en Nierlich 1973:20. “Aquí es suficiente, de todos modos, apuntar, junto
con Searle, que la literatura poética, en contraposición al habla pública o privada, no es guiada por
reglas de sinceridad.”
[11] En este sentido, existe bastante material que se refiere a estas expresiones poéticas
(desviadas) como elementos constitutivos y naturales del lenguaje y del aparato cognitivo humano.
Véase, por ejemplo, G. Vico:Principios de una ciencia nueva para la naturaleza común de las
naciones; J. Barceló, Función cognoscitiva de la metáfora en la retórica clásica, etc. (N. del T.)
[13] Al respecto, puedo aclarar, que en semiótica, este concepto se iguala con la presencia de un
objeto externo al código mismo, y en este sentido, la referencia no sólo como un indicador de un
objeto designado por una expresión, sino que como transmisor de un contenido cultural. Por lo que
se hace necesario una teoría pragmática, puesto que para una teoría de los códigos, entendiéndola
desde Eco, es un concepto molesto e incómodo, ya que compromete la pureza teórica de la teoría.
(Tratado de Semiótica General, Barcelona, Lumen, 2000, pp. 101ss.)(N. del T.)
[14] Ihwe refuta argumentos de este tipo (1972:232) mediante el siguiente, y algo críptico, reparo:
“Como nos ha mostrado la experiencia, los ‘mundos posibles’ deben ser considerados, al menos,
como mundos potencialmente reales, donde inversamente el ‘mundo fictivo’ de la obra de arte
literaria, por mucho que corresponda a los mundos existentes – y por mucho que el autor reclame
su facticidad –, es por estas mismas razones confirmado en su fictividad esencial.”
[16] Cf. Wellek y Warren (1949:25): “Sin embargo, la naturaleza de la literatura emerge más
claramente bajo los aspectos referenciales.”
[17] Para una confirmación reciente de esta hipótesis cf. Ihwe (1973ª:167), quien postula ahora,
como un nuevo punto de partida para “el estudio de la literatura” (“Literaturwissenschaft”), el “hecho
de que los textos son aceptados como literarios {...}. La noción de aceptación es claramente una
noción pragmática {...}” (1973ª:168).
[18] Cf. Smith (1970:560), quien describe la teoría dominante: “Como un enunciado, el poema es
desvinculado de cualquier contexto específico u ocasión en el mundo de los objetos y de los
eventos, y así, en los términos de Goodman, se refiere a y denota nada.”
Disponible en:
http://web.uchile.cl/vignette/cyberhumanitatis/CDA/texto_sub_simple2/0,1257,PRID
%253D14079%2526SCID%253D14083%2526ISID%253D499,00.html