Testigos de La Esperanza

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ABREVIATURAS UTILIZADAS

- ALCA: ÁREA DE LIBRE COMERCIO DE LAS AMÉRICAS


- CA: CENTESIMUS ANNUS (Cien años). Encíclica en el centenario
de la Rerum Novarum, 1 de mayo de 1991 del Papa Juan Pablo II.
- ChL: CHRISTIFIDELES LAICI (Fieles cristianos laicos). Exhortación
Apostólica Post-sinodal de S.S. Juan Pablo II, 1988.
- CDSI: COMPENDIO DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.
Documento del Pontificio Consejo Justicia y Paz, presentado en octubre
de 2004.
- DM: DIVES IN MISERICORDIA (Misericordia divina). Carta Encíclica
de S.S. Juan Pablo II sobre la misericordia divina, 1980.
- DP: DOCUMENTO DE PUEBLA. Documento conclusivo de la
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 1979.

- EN: EVANGELII NUNTIANDI (El anuncio del Evangelio hoy).


Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI sobre la Evangelización del
mundo contemporáneo, de 1975.
- FC: FAMILIARIS CONSORTIO (La comunidad familiar).
Exhortación apostólica sobre el matrimonio y la familia.
- GS: GAUDIUM ET SPES (Gozos y esperanzas), Constitución
Pastoral del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual,
1965.
- LE: LABOREM EXERCENS (Ejercicio del trabajo). Carta
Encíclica de S.S. Juan Pablo II sobre el trabajo humano en el 90o.
aniversario de la Enc. Rerum Novarun. 1981.
- LG: LUMEN GENTIUM (Luz de las gentes). Constitución
Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia.
- DM: DOCUMENTO DE MEDELLIN. La Iglesia en la actual
transformación de América Latina. Documentos conclusivos de la II
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunido en
Medellín, 1968.

- MM: MATER ET MAGISTRA (Madre y maestra). Carta Encíclica


sobre la Iglesia de S.S. Juan XXIII, 1961
- OA: OCTOGESIMA ADVENIENS (Ochenta años después).
Carta Apostólica de S.S. Pablo VI en el 80o. aniversario de la Encíclica
R.N. 1971.
2
- NMI: NOVO MILLENNIO INEUNTE (El nuevo milenio en el que nos
adentramos). Carta apostólica del Papa Juan Pablo I, al concluir el Gran
Jubileo del año 2000, del 6 de enero de 2001.
- PP: POPULORUM PROGRESSIO (Progreso de los pueblos).
Carta Encíclica de S.S. Pablo VI sobre el desarrollo de los pueblos, 1967.
- PT: PACEM IN TERRIS (Paz en la tierra). Carta Encíclica de
S.S. Juan XXIII sobre la Paz en la Tierra, 1963.

- QA: QUADRAGESIMO ANNO (Cuarenta años después). Carta


Encíclica de S.S. Pío X en el 40o. aniversario de la Encíclica R.N., 1931.
- RH: REDEMPTOR HOMINIS (Redentor del hombre). Carta
Encíclica de S.S. Juan Pablo II sobre Jesucristo, Redentor del mundo,
1979.
- RN: RERUM NOVARUM (Cosas nuevas). Carta Encíclica del
Papa León XIII sobre las novedades de la cuestión obrera, 1981.
- SD: CONCLUSIONES DE SANTO DOMINGO. Documento
conclusivo de la IV Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, 1992.
- SRS: SOLLICITUDO REI SOCIALIS (Importancia de las cosas
sociales). Carta Encíclica de S.S. Juan Pablo II, 1987.
- TEVERE: TESTIMONIO, VERDAD Y RECONCILIACIÓN. Programa
animado desde el SNPS/Cáritas Colombiana.
- LC: TRATADO DE LIBRE COMERCIO. Acuerdo comercial entre dos
o más países.

TESTIGOS DE ESPERANZA

PRESENTACIÓN
3

Como resultado de una exigencia histórica, los miembros de la Iglesia


cada día se encuentran ante la necesidad de iluminar con el Evangelio la
realidad de sufrimiento y dolor, los interrogantes de nuestros compatriotas
frente al futuro de la nación, los avances y logros que se dan en
numerosos terrenos de la vida social.

En ese contexto, múltiples situaciones reclaman una lectura y una posición


desde la fe. Al mismo tiempo se alzan voces para pedir una palabra que de
sentido a este caminar. En un largo proceso de años la Conferencia
Episcopal de Colombia ha asumido el reto de dar respuesta a esta
necesidad dentro de su misión de acoger, acompañar e iluminar a las
comunidades cristianas y al país para mostrar con su acción
evangelizadora, su compromiso y su palabra, la presencia de Cristo
Resucitado.

La posición decidida frente a la vida, el rechazo de toda forma de violencia,


la no aceptación de la injusticia, hace parte de las convicciones profundas
que nacen de una perspectiva de resurrección. Cada paso se ha
construido sobre la base de la oración, reflexión y diálogo con analistas
sociales, con los distintos sectores de la vida nacional e internacional y
particularmente con las comunidades que construyen espacios nuevos
para la solidaridad, la reconciliación y la superación de los distintos males
que agobian al país, particularmente la exclusión y la pobreza extrema.

El proceso ha estado conducido por la convicción de que “en cada


colombiano hay capacidad de construir algo nuevo” 1. Por ello la reflexión y
la toma de posición ha estado acompañada de la convocatoria para que en
un gran propósito nacional se asegure la dignidad de cada persona
humana, se fortalezca la democracia y el estado de derecho y se avance
en la construcción de una nación más acorde con la “civilización del amor”.
La palabra “futuro” recobra su sentido en nuestra patria bajo la perspectiva
de que en cada colombiano hay la capacidad de hacer algo nuevo. Aún
más, podemos decir que la esperanza tiene futuro.

Muchos hechos parecen indicar que vivimos en una sociedad que ha


perdido en gran medida el sentido del valor de la existencia humana y que
prima el individualismo y el desconocimiento del sufrimiento de las víctimas
1
Conferencia Episcopal de Colombia, “Llamado a la unidad y a la esperanza”, 21 de febrero de 2002.
4
de la violencia que vive el país. En ese contexto se ha hecho necesario
volver a renovar el sentido de la esperanza como principio, como
compromiso con una sociedad más humana y como vivencia espiritual de
la presencia del Resucitado. De esta manera se hace también eco a la
experiencia del pueblo colombiano que siente que su caminar está
marcado por la promesa de Dios. Esa promesa es la que le da vida y
fuerza en medio de las circunstancias dolorosas de los numerosos
conflictos que atraviesan nuestra sociedad.

Hacer de la Iglesia y de las comunidades creyentes, de los hombres y


mujeres de fe verdaderos testigos de esperanza es un gran proyecto que
nos coloca ante las barreras que nos dividen hace décadas, ante las
estructuras que desconocen la dignidad humana y ante la urgencia de
devolver la dignidad a las víctimas.

Servir el Evangelio de la Esperanza es la fuerza que sostiene a la Iglesia y


a cada bautizado en la tarea de construir un mundo que haga realidad las
aspiraciones más profundas de paz y justicia de los colombianos.

En el año 2003 la Asamblea de la Conferencia Episcopal encomendó a la


Comisión Episcopal de Pastoral Social y Caritativa la labor de profundizar
en las líneas pastorales de los últimos años y hacer una actualización de
las mismas.

La Comisión Episcopal con el Secretariado Nacional de Pastoral Social y el


valioso aporte de expertos de la Universidad Pontificia Bolivariana de
Medellín, realizaron esa labor.

Luego de consultarlo en varias ocasiones con Obispos, con equipos de


pastoral de las jurisdicciones eclesiásticas y con organismos eclesiales, se
presenta este documento que ha asumido la perspectiva de esperanza con
la cual la Conferencia Episcopal ha iluminado el caminar de nuestra patria
en la búsqueda de una sociedad justa, reconciliada y solidaria.

+ Pedro Card. Rubiano Sáenz


5
Arzobispo de Bogotá
Presidente de la Conferencia Episcopal.

+ Jaime Prieto Amaya


Obispo de Barrancabermeja
Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Bogotá, D.C., 4 de julio de 2005

TESTIGOS DE ESPERANZA

INTRODUCCIÓN

“¡Remar mar adentro!”

1 Con estas palabras del Evangelio (cf Lc 5,7), el Papa Juan Pablo II invitó
a la Iglesia y a toda la humanidad, con ocasión de las celebraciones que
tuvieron lugar para culminar el comienzo del tercer milenio de cristianismo,
a caminar hacia el futuro1.

Este mensaje esperanzador, es retomado y actualizado por S.S. Benedicto


XVI, quien haciendo mención de su antecesor expresó: “Deja una Iglesia
más valiente, más libre, más joven. Una Iglesia que, según su doctrina y su
ejemplo, mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro”.
Exhortando así, a la humanidad a dar respuesta a todo el que pida razón
de la esperanza (1Pe3,15).

De la misma manera nosotros, Obispos de la Iglesia Católica en Colombia,


queremos hacer eco del mensaje del Papa Juan Pablo II en su visita a
Colombia en 1986, cuando nos convocó a ser testigos de la esperanza. En
ese espíritu, presentamos este mensaje con el deseo de que las palabras
de Jesús de “remar mar adentro” (Lc 5,7), resuenen en el corazón de todos
nuestros hermanos y hermanas en las difíciles circunstancias por las que
atraviesa nuestra patria.

1
JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte. 6 de enero de1.2001, n.1.
6
2 Vivimos, es cierto, tiempos difíciles: no somos una sociedad armónica en
la que se dé una verdadera coherencia social y, como consecuencia de
esto, somos una sociedad en la que la pobreza y el sufrimiento han
golpeado de manera inmisericorde sobre todo a los más humildes,
mientras la violencia alcanza entre nosotros los más altos índices de
intensidad que se conocen en la actualidad en el mundo.

3 Pero tenemos también grandes valores y reservas humanas y


espirituales. Somos un pueblo cristiano y mayoritariamente católico que
valora con entusiasmo su fe. La Iglesia en cuanto tal goza entre nosotros
de una general aceptación: al clasificar, desde el punto de vista de la
credibilidad moral las distintas instancias e instituciones que ocupan un
lugar de importancia en nuestra patria, las encuestas ubican a la Iglesia en
uno de los primeros lugares. Este reconocimiento nos llena de satisfacción,
pero no puede ser para nosotros un motivo de triunfalismo: lo debemos
considerar como un reto que nos invita a vivir cada día con mayor fidelidad
nuestra fe y a constituir una Iglesia cada día más comprometida con las
responsabilidades que nos plantean las situaciones difíciles por las que
atraviesa nuestra patria.

El fundamento de nuestra esperanza

4 “Remar mar adentro” significa para nosotros entrar en tiempos


tormentosos. Pero no lo hacemos con temor y desesperanza: la fe que nos
anima nos da la certeza de que podremos salir adelante, porque nuestra
esperanza está arraigada “en las promesas de Dios, en la fidelidad a su
Palabra y que tiene como certeza inquebrantable la resurrección de Cristo,
su victoria definitiva sobre el mal y el pecado” (SS Juan Pablo II, Mensaje a
los colombianos, pág. 58). Y con ello, queremos proclamar que, es en Dios
mismo en quien fundamentamos nuestro porvenir, según se expresa en las
Sagradas Escrituras “Los que confían en el Señor son como el monte
Sión, inconmovibles, estables para siempre” (Salmo 124, 1).

5 Nuestro mensaje quiere ser una proclamación del Evangelio de la


esperanza. Cuando apenas han transcurrido un poco más de cuarenta
años desde la inauguración del Concilio Vaticano II, vuelven a tener
actualidad para nosotros las palabras del Papa que convocó ese gran
acontecimiento eclesial, el Beato Juan XXIII. En su alocución inaugural del
Concilio, este santo Pontífice manifestaba su desacuerdo con los “profetas
7
de calamidades” que sólo ven lo negativo en los tiempos presentes y
amenazas en los tiempos por venir. Con el Papa que decía disentir de
quienes así pensaban, también nosotros afirmamos que la actitud de los
creyentes no puede ser de pesimismo y de desesperanza. Puesto que
creemos en el Dios de la vida y del amor infinito, tenemos que tener un
espíritu positivo para reconocer lo admirables que son los tiempos que
vivimos y para caminar con optimismo hacia el futuro 2.

6 Tenemos un gran proyecto entre manos, que nos ha sido encomendado


por el Señor: el proyecto de hacer realidad el sueño de un mundo mejor en
el que vaya germinando la semilla del Reino de Dios (Mc 1, 15). El
proyecto que nos anima es una reserva inagotable, una utopía como hoy
decimos3, que mantiene viva nuestra esperanza. Así, la contemplación de
las promesas de Dios y su cumplimiento en Cristo (Rom 15,4), son la
fuerza espiritual para ser probados en el sufrimiento, “pues la esperanza
no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos fue dado (Rom 5,3s).

7 “Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,6): contemplando el


rostro del Señor, confirmamos nuestra fe y nuestra esperanza en Él, único
Salvador y fin de la historia”2. “La Iglesia enseña al hombre que Dios le
ofrece la posibilidad real de superar el mal y de alcanzar el bien. El Señor
ha redimido al hombre, lo ha rescatado a caro precio (1Cor 6,20). El
sentido y el fundamento del compromiso cristiano en el mundo derivan de
esta certeza, capaz de encender la esperanza, a pesar del pecado que
marca profundamente la historia humana: la promesa divina garantiza que
el mundo no permanece encerrado en sí mismo, sino abierto al Reino de
Dios. La Iglesia conoce los efectos del “misterio de la impiedad” (2Ts 2,7),
pero sabe también que “hay en la persona humana suficientes cualidades
y energías, y hay una bondad fundamental (Gn 1, 31), porque es imagen
de su Creador, puesta bajo el influjo redentor de Cristo, “cercano a todo
hombre”, y porque la acción eficaz del Espíritu Santo llena la tierra (Sb
1,7)” (SRS 47)”3.
2
Cfr JUAN XXIII, Alocución Gaudet Mater Ecclesia, 11 de octubre de 1962, para inaugurar el Concilio Vaticano II.
JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Post-sinodal Ecclesia in America, 1997.
3
Utopía es una hermosa expresión que hoy entendemos en el sentido del ideal que se va haciendo realidad en la
historia, que no se agota en ninguna de sus realizaciones sino que mantiene su carácter de ideal: lo que
teológicamente llamamos reserva escatológica.
2
Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI). Librería Vaticana, Ciudad
del Vaticano, 2004. No. 1.
3
Ibid. No. 578.
8

Convocación para realizar un gran proceso de reflexión


Año tras año hemos dirigido nuestros mensajes a las comunidades
cristianas, a todos nuestros hermanos y hermanas de la patria,
principalmente con ocasión de las asambleas plenarias de la Conferencia
Episcopal de Colombia. Nuestros pronunciamientos, en particular los de
los últimos años, han sido llamamientos repetidos a afrontar con actitud de
diálogo fraternal los problemas que nos impiden constituir una sociedad
justa y en paz4.

8 Dentro de las actuaciones permanentes que nos corresponde asumir en


virtud del carácter profético del ministerio episcopal nos proponemos ahora
convocar a un gran proceso de reflexión evangelizadora para responder
mejor a los retos que se nos plantean. Este documento es una primera
reflexión que, como desde un amplio horizonte, nos permitirá presentar en
adelante otros pronunciamientos sobre las realidades y los problemas
concretos de nuestra sociedad.

9 Es obvio que la referencia fundamental que debemos tener, al presentar


nuestro mensaje, es la Palabra misma de Dios, el testimonio primordial de
quienes han hecho llegar hasta nosotros la tradición original de la buena
noticia de la salvación. Con ella queremos recoger en nuestro mensaje la
tradición de la Iglesia universal que se ha manifestado en numerosos
textos sobre todo de su Magisterio, en particular los del Concilio Vaticano II
y aquellos en los que están consignadas las grandes opciones de nuestra
Iglesia latino-americana5.

¿A quiénes está dirigido este mensaje?


10 Queremos que nuestra palabra llegue a todos los hermanos y
hermanas con los cuales compartimos las angustias y esperanzas de
4
Podemos recordar al respecto: El proceso de empobrecimiento del pueblo colombiano (7 de febrero de 1997); La
pastoral para la paz en la actual situación de conflicto armado en Colombia (13 de marzo de 1998); Colombia se
construye desde la educación, una tarea de todos ((11 de julio de 1998); Habrá paz en nuestra patria cuando
descubramos que somos una sola familia (7 de julio de 2000); Una cultura de paz para Colombia (9 de marzo de
2001); Testigos de esperanza (6 de julio de 2001); Diez principios para caminar hacia la paz (8 de marzo de 2002);
Esperanza para Colombia (saludo final: 8 de marzo de 2002). Debemos señalar de manera especial la Declaración
de la LXXV Asamblea Plenaria, un documento que hemos propuesto con una metodología que ayuda a la reflexión
de las comunidades: La tierra: un don de Dios. Por una pastoral rural y de la tierra (junio de 2003). Mensaje Final de
la LXXVI Asamblea Plenaria del Episcopado (6 de febrero de 2004); Mensaje de la LXXVIII Asamblea Plenaria del
Episcopado (febrero de 2005).
5
En octubre de 2004, el Magisterio de la Iglesia presentó una recopilación doctrinal en su documento Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, del Pontificio Consejo Iustitia et Pax, que ofrece una orientación actualizada para
referirnos a los distintos temas que nos ocupan.
9
nuestra sociedad, a quienes queremos convocar a colaborar en la
edificación de una patria amable, justa y próspera, con un espíritu
civilizado y democrático, respetuoso de las posiciones alternativas y de
todos los derechos humanos. Pensamos en todos aquellos con quienes
constituimos esta sociedad: en quienes son responsables del orden actual,
con todas las fortalezas y debilidades de nuestra democracia, y también,
con igual afecto fraternal, en quienes cuestionan este “orden establecido” y
creen que es posible construir, por otro camino, un orden diferente.

11 Nuestro mensaje de pastores está dirigido, sobre todo en una segunda


parte, a los miembros de nuestras comunidades cristianas: queremos
reafirmar con todos ellos el compromiso de fidelidad a la inspiración que
nos anima, y, renovados como Iglesia en el espíritu que se nos ha venido
proponiendo desde el Concilio Vaticano II, queremos convocarlos a todos
a asumir con nuevo entusiasmo el proyecto de la edificación de un mundo
mejor.

Estructura de este documento y metodología de trabajo


12 El presente mensaje comprende tres partes principales estructuradas
de la siguiente manera:

* La primera parte tiene como propósito presentar una descripción general


de la situación actual de nuestro país, con un énfasis especial puesto en
los problemas que la afectan. Con ello se contribuye a leer los signos de
los tiempos y a re-leerlos desde la perspectiva de la fe.

* La segunda parte es una reflexión por medio de la cual queremos invitar


a todos nuestros hermanos y hermanas en la fe y en la comunidad de la
Iglesia a reafirmarnos en la fidelidad a la persona del Señor y a la
condición eclesial que tenemos los cristianos, para poder asumir así, de la
mejor manera posible y con el espíritu que nos corresponde hacerlo,
nuestras responsabilidades históricas, sociales y pastorales.

* En una tercera parte evocamos la inspiración en la que encontramos, a


partir del Evangelio y de la lectura que de él hace el Magisterio de la
Iglesia, los principios que nos deben iluminar de manera concreta para
fundamentar el compromiso de participar en la empresa de la edificación
de una sociedad más humana y fraternal.
10
13 Las conclusiones del presente mensaje se concretan en algunos
enunciados sobre temas que podrán ser objeto de profundización más
adelante y que nos deben servir para asumir con renovado entusiasmo los
compromisos que juzgamos más urgentes, en virtud del proyecto
evangelizador que nos ha encomendado el Señor y en virtud del carácter
profético de nuestra existencia eclesial. Finalmente, a este documento
adjuntamos unas orientaciones y opciones que deben servir para concretar
las líneas de acción en el trabajo de pastoral de conjuntoy específicamente
de pastoral social en los distintos niveles de organización de la misma.

14 Para que este mensaje pueda producir los frutos que se propone
invitamos a las distintas comunidades cristianas a adoptar la metodología
que estimen más conveniente y a «¡Caminar con esperanza!, para poder
iniciar y continuar este proceso de reflexión.

Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el


cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. Podemos
contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y
que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza ‘que no
defrauda’».4

*****

15 Confiamos estos propósitos a nuestro Señor Jesucristo, en quien


reconocemos la presencia del amor salvador de Dios. Ponemos nuestra
mirada también en la santísima Virgen María, la Madre de la Iglesia, a
quien veneramos en Colombia bajo la advocación de la Virgen de
Chiquinquirá y a quien acudimos continuamente con tanta confianza para
reconocer en ella, como se dijo hermosamente en los tiempos de la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Puebla
hace un poco más de 25 años 6, “el gran signo del rostro maternal y
misericordioso de la cercanía del Padre y de Cristo con quienes ella nos
invita a entrar en comunión”. Invocamos igualmente la intercesión de
quienes han sido testigos especiales de la fe en nuestra patria, a todos los
hermanos y hermanas con quienes nos unen los lazos estrechos de la
comunión de los santos, en particular la intercesión del Padre Mariano de

4
Novo Millennio Ineunte, No. 58.
6
Cfr III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO: La evangelización en el presente y el
futuro de América Latina, Puebla, 1979, No. 282.
11
Jesús Euse y de la Madre Laura, cuyo testimonio de santidad ha sido
reconocido recientemente por la Iglesia universal.
12
PRIMERA PARTE
ATENTOS A LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Los signos de los tiempos


16 La primera parte de esta reflexión es pues una invitación a mirar con
actitud de creyentes las realidades presentes de nuestra patria y el futuro
que se nos anuncia a partir de ellas. Con ayuda de los diagnósticos que
aparecen cada día podemos intentar hacer una descripción general de la
situación, con el propósito de señalar de manera ordenada y coherente la
relación que existe entre los distintos problemas y con el propósito de
mostrar, en la medida de lo posible, las causas a las cuales obedecen los
diversos problemas, tanto las del pasado como las más recientes.

17 La perspectiva de fe en la que nos queremos ubicar, al presentar este


mensaje, es también la que se ha venido designando recientemente en la
Iglesia como perspectiva de los “signos de los tiempos” 7. Se trata de
reconocer que los acontecimientos de la historia, además de ser
portadores de significación humana, lo son también de significación divina,
con lo cual queremos decir que Dios se manifiesta en todo lo que existe,
que Él va conduciendo con su sabiduría y su amor infinito la historia de los
hombres, y que su manifestación plena se ha dado en la persona y en la
historia concreta de Jesús de Nazareth8 (Heb 1,1s).

Mirar la historia humana en clave de revelación


18 Podemos decir también con otras palabras, que nuestro interés en esta
parte es el de mirar nuestra historia en clave de revelación. La historia a la
cual nos referimos no es solamente la que ya ha acontecido, el pasado
cumplido, sino también la que está aconteciendo en el presente y la que
está por venir. En este sentido, descubrir el sentido teologal de los
acontecimientos de la historia humana significa para nosotros reconocer
que el Dios que ha conducido nuestra historia en el pasado, está actuando
también en los acontecimientos del presente, con todo lo dolorosos que
ellos puedan ser, y que en este presente se está gestando un futuro que

7
CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n. 4 (7 de diciembre de 1965); II
CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Conclusiones (Medellín). 1968. Cfr CELAM,
Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe, Col. Documentos CELAM No. 165, Bogotá:
Esfera Editores Ltda, 2003, pág. 162: “Leer los signos de los tiempos: nueva contemplación”.
8
Conocemos la doctrina clásica del Magisterio de la Iglesia al respecto por la Constitución dogmática Dei Filius
sobre la fe católica, del Concilio Vaticano I, capítulos 1 y 2, y por la relectura de esta doctrina que ha hecho el
Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Verbum.
13
contemplamos con una mirada optimista, porque el Dios en quien creemos
es el Dios de la esperanza.

19 Al presentar en los numerales siguientes una descripción general de


distintos aspectos bajo los cuales es posible considerar la realidad actual
de nuestra patria, queremos mantener nuestra mirada puesta en Dios,
seguros de que Él es el “Emmanuel”, el Dios que ha estado siempre con
nosotros, también en los momentos difíciles y de sufrimiento, y seguros de
que más allá de nuestros problemas brilla en el horizonte una luz de
esperanza que nos está animando a trabajar por un futuro mejor.

20 En la descripción de la realidad que nos va a ocupar a continuación


queremos hacer notar tres aspectos fundamentales:

* En primer lugar, que Colombia es un país cuya situación debe ser


considerada no sólo en el contexto de la realidad latinoamericana sino
también en general en el gran contexto del mundo de hoy.

* En segundo lugar, que nuestra patria es un país que está cambiando y


que la Iglesia misma tiene la responsabilidad de convertirse en un factor de
cambio.

* En tercer lugar, describimos algunos procesos que han generado


recientemente cambios significativos en Colombia y, sobre todo, una
situación de crisis.

1 COLOMBIA EN EL CONTEXTO DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL

21 Ninguna nación del mundo se puede pensar hoy de manera aislada. De


ahí la necesidad de contextualizar la situación de Colombia no sólo en el
campo latinoamericano sino inclusive en el campo mundial. Pero no es
suficiente afirmar la necesidad de interpretar las realidades que vivimos en
conexión con las del mundo : es necesario además afrontar el reto de
integrarnos de manera creciente en ese mundo grande de toda la
humanidad que paradójicamente, como se ha dicho, se ha ido volviendo
nuestra pequeña “aldea global”9.

9
Cfr McLUHAN, Marschall. La aldea global. Colección El Mamífero parlante. Ed. Gedisa, reimpresión 1996.
14
La globalización
22 A esta realidad actual de la integración del mundo es a lo que se ha
venido dando el nombre de globalización, uno de los fenómenos de
alcances e impactos mayores en las últimas décadas, también para
nosotros. Por su importancia y complejidad y porque plantea grandes
desafíos para la humanidad y para la Iglesia, merece algunas precisiones
conceptuales.

23 De acuerdo con un documento reciente del Consejo Episcopal


Latinoamericano dedicado explícitamente a esta temática se puede definir
la globalización en los siguientes términos: “Entendemos por globalización
un fenómeno reciente y acelerado, de cambios radicales, caracterizado
principalmente por una integración más estrecha entre los países y los
pueblos del mundo, que ha trastocado la economía y el trabajo, el
comercio y las finanzas internacionales, las comunicaciones y las culturas
del orbe. Este fenómeno tiene como causas -entre otras- los avances de la
tecnología y, en especial, de la informática, de la telemática, de la red de
enlaces mundiales (satélites e internet) y del mercado libre, de decisiones
políticas y de centros de poder. La globalización es parte de un auténtico
cambio de época”10.

24 Un rasgo distintivo del proceso de globalización es el ideológico que se


explica desde un cierto sesgo fundamentalista del mercado. Se pretende
explicar que el mercado lo regula y lo abarca todo y que la creación de la
riqueza es la consecuencia de la ley de la oferta y la demanda.

25 En el mismo documento se reconoce que América Latina y el Caribe


están siendo impactados en este proceso, entre otros aspectos, por los
siguientes: “la influencia de los mega-consorcios mundiales, la
minimización del aparato estatal, la crisis económica y la deuda externa”,
para concluir a continuación: “En la mayoría de nuestros países la
globalización ha significado una mayor dependencia externa, imposición
de modelos políticos y manipulación de las culturas regionales y
nacionales”11.

010
CELAM, Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe, 1999-2003, p. 11-12.
11
Ibid., p. 20. Humanizar la globalización: este ha sido el tema de la Conferencia Internacional organizada por el
Pontificio Consejo Justitia et Pax en colaboración con la UNIAPAC (Unión Internacional de Empresarios Cristianos)
los días 5 y 6 de febrero de 2004 sobre el tema “El empresario cristiano: responsabilidad social y globalización”. En:
http://www.zenit.org/ spanish, febrero 6 de 2004.
15

El llamado nuevo orden mundial


26 Ahora bien, con la terminación de la guerra fría (en 1989), es decir, con
el advenimiento del orden mundial de la posguerra, la situación del mundo
se ha vuelto mucho más compleja, lo que ha generado diversas
interpretaciones que nos son presentadas recientemente en obras como El
Fin de la Historia, La Teoría de los Dos Mundos, El Choque de
Civilizaciones. En esta última, por ejemplo, se sostiene una tesis según la
cual, terminada la confrontación entre los dos grandes bloques ideológicos
del mundo, lo que se anuncia hacia el futuro es un conflicto de
civilizaciones con la participación evidentemente de elementos tan
importantes de las mismas como lo son las religiones 12.

27 Una interpretación de este tipo es ciertamente discutible por lo negativa:


el futuro es considerado exclusivamente desde la perspectiva de los
conflictos. Sin embargo, una cosa es cierta: estas interpretaciones nos
obligan a pensar que, en la configuración futura del mundo, hay que tener
presente factores muy importantes que tal vez no habían sido tenidos
siempre en cuenta.

28 Hoy, por ejemplo, los conflictos internacionales y los muchísimos intra-


nacionales tienen componentes que van más allá de lo ideológico y lo
político: la miseria y el empobrecimiento generalizados, las debilidades
estatales, los intereses ligados con el narcotráfico y el tráfico ilegal de
armas, el alarmante proceso de deshumanización de los métodos de
lucha, el profundo impacto de lo ecológico, la división extrema de clanes,
tribus y etnias, la aparición de múltiples actores en el campo de los
conflictos.

Nuevas realidades y respuestas


29 Frente a los acontecimientos recientes que más nos han conmovido en
nivel universal, los sucesos del 11 de septiembre de 2002 en los Estados
Unidos o los del 11 de marzo de 2004 en España, nos preguntamos si el
orden mundial contemporáneo en su afán por comprometer a todos los
Estados en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, no obedece a

212
Un ejemplo de esto es la tesis del profesor de Harvard, Samuel Huntington, sobre el “choque de civilizaciones”,
que ha sido divulgada por publicaciones como el Boletín de información para religiosos y religiosas, publicado en
Madrid para los meses de abril/junio de 1997.
16
una visión unilateral, conocida como la Nueva Estrategia de Seguridad
Nacional de los Estados Unidos de América.

30 En el sentido de esta nueva estrategia, se considera que “las grandes


luchas del siglo XX entre la libertad y los totalitarismos terminaron con una
victoria decisiva de las fuerzas de la libertad y con un solo modelo
sostenible de éxito nacional: libertad, democracia y libre empresa. Según
esto, en el siglo XXI, solamente aquellas naciones que comparten el
compromiso de proteger los Derechos Humanos fundamentales y de
garantizar la libertad política y económica podrán desatar el potencial de
sus pueblos y asegurar su prosperidad futura” 13.

31 En términos políticos, ante la perplejidad que generan en nosotros


ciertas maneras de afrontar el proyecto de un nuevo orden mundial y las
incertidumbres que también producen en nosotros los resultados de las
estrategias establecidas por quienes se sienten responsables de él, como
lo acontecido en las recientes guerras en Afganistán e Irak, se
comprenden bien palabras como las del documento mencionado del
CELAM: “... la globalización para algunos ha significado vida y creatividad,
avance y realización; y para una gran mayoría es egoísmo y frustración,
exclusión y muerte”14.

32 En términos económicos, las consecuencias del fenómeno para


América Latina y el Caribe son preocupantes: estamos completando un
lustro de adversidad, si se tiene en cuenta la caída de la producción
regional, estimada por la CEPAL en 0.6%. El desempleo abierto superó el
9%, el más alto de toda la historia latinoamericana, y la deuda externa
ronda por los setecientos treinta mil millones de dólares. Estamos
hablando entonces de “media década perdida” en el proceso de
crecimiento que debiéramos tener en nivel mundial, lo que sumado a la
“década perdida” de los años ochenta, dibuja un cuadro desconsolador 15.

Globalización de la solidaridad
33 Es necesario afrontar este fenómeno de la globalización de manera
inteligente y responsable como lo que es: un reto de integración entre los

313
Cfr Estrategia de Seguridad de los Estados Unidos. Servicio Noticioso desde Washington, septiembre de 2002.
En http://usinfo.state.gov/espa ol/.
414
CELAM, Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe, p. 15.
515
Cfr STIGLITZ, J. E. El malestar de la globalización. Taurus, Madrid, 2002.
17
pueblos y naciones del mundo. Es necesario poner en relación con él la
actitud que ha sido recomendada con tanta insistencia por la Iglesia en los
últimos tiempos: la actitud de diálogo en todas direcciones y en todos los
niveles de la convivencia humana.

34 Y en definitiva, ante la situación de sufrimiento que este fenómeno


también ha traído consigo para muchos pueblos, es necesario acoger el
llamamiento que hizo una y otra vez el Papa Juan Pablo II en los últimos
años acerca de la necesidad de humanizar la globalización y globalizar la
solidaridad5. No puede sino despertar sentimientos de satisfacción el que
en la Asamblea General de las Naciones Unidas se haya planteado de
manera explícita como contrapunto de la gran empresa de la guerra contra
el terrorismo, la lucha contra el hambre que sufren incontables personas
en el mundo16.

2 COLOMBIA: UN PAÍS QUE ESTÁ CAMBIANDO

35 Desde la época del Concilio Vaticano II y desde el momento en el que


se hizo entre nosotros la recepción de la inspiración conciliar, venimos
hablando en la Iglesia de una realidad imposible de desconocer: se están
produciendo cambios profundos en el mundo a un ritmo cada vez más
acelerado. Más aún: se insistió desde entonces, precisamente en un
importante documento de la Conferencia Episcopal de Colombia, en la
responsabilidad que tiene la Iglesia de convertirse en un factor de cambio
en una sociedad que necesita ser transformada para que en ella se haga
posible una vida digna para todas las personas 17. Esta es la actitud con la
cual queremos considerar los cambios de nuestra patria.

36 Colombia ha experimentado profundos y significativos cambios en su


estructura económica, política, social y cultural, e inclusive religiosa,
principalmente a partir de los años cincuenta del siglo XX.

5
JUAN PABLO II. “Es preciso globalizar la solidaridad”. Discurso al final de la misa presidida con ocasión del jubileo
de los trabajadores, 1 de mayo de 2000.
616
Cfr de manera especial las intervenciones de los Presidentes de Brasil y España en la 59 Asamblea General de la
ONU, septiembre de 2004.
717
Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la misión de la Iglesia en el mundo actual; CONFERENCIA
EPISCOPAL COLOMBIANA, XXV Asamblea Plenaria, La Iglesia ante el cambio, 1969.
18
37 Con la vigorización del proceso de modernización industrial, con el
proceso de urbanización acelerado y desordenado que se ha dado, con las
transformaciones políticas producidas como consecuencia del Frente
Nacional, aparecen en nuestra patria nuevos cambios en los referentes
culturales tradicionales en un contexto que nos permite hablar en términos
de acercamiento al mundo de lo moderno.

38 Sin embargo, es en la década de los años noventa cuando se


presentan rupturas, cambios en las lógicas, avances significativos o
nuevos escenarios que agravan la situación o permiten que aparezcan
expresiones de agentes y actores que en su conjunto plantean un
escenario caótico y por momentos desesperanzador.

Nuevas situaciones en lo referente a la religión en Colombia


39 No podemos pasar por alto, al hablar de los cambios que se han venido
dando en Colombia, el que afecta de manera especial a la Iglesia misma.
La Iglesia Católica, tradicionalmente mayoritaria en nuestra patria, afronta
situaciones nuevas o que no tenían en otros momentos la significación y la
trascendencia que tienen actualmente. Han aparecido alternativas
religiosas nuevas, que han crecido de manera inesperada. Estas nuevas
realidades nos obligan a interrogarnos acerca de la significación del
ecumenismo y del diálogo inter-religioso en la Iglesia y sobre la manera
como debe ser practicado este diálogo entre nosotros.

40 En Colombia, los creyentes, sea la que sea la confesión religiosa a la


que pertenecemos, tenemos que demostrar que la religión, en lugar de ser
un factor de confrontación en la sociedad, es un factor decisivo de
comunión, mucho más si la religión que practicamos es la religión de la
fraternidad.

41 Frente a los problemas de nuestra patria es indudable que las nuevas


situaciones que se presentan en el campo de la religión no pueden ser
obstáculos para que busquemos la manera de colaborar todos unidos, con
un espíritu de fraternidad, en la realización de las tareas ciudadanas que
nos corresponden y que constituyen una responsabilidad ineludible para
todos.

3 PROCESOS RECIENTES DE CAMBIO


19

42 Para comprender mejor esta situación de cambio que vive nuestra


patria y para entender también mejor el sentido en el cual nosotros
mismos, en cuanto Iglesia, estamos llamados a comprometernos a
propiciar cambios que hagan posible en la sociedad un progreso humano
real y una vida digna para todos, tenemos que tomar conciencia de la
significación de algunos procesos más evidentes que se han dado o se
vienen dando en nuestra sociedad. Nos vamos a referir en particular a los
siguientes:

* Al proceso que se dio con la Asamblea Nacional Constituyente de la que


surgió la Nueva Constitución Política de Colombia, promulgada en el año
de 1991.

* Al proceso de crisis política que se ha manifestado en la situación de


virtual desaparición del bipartidismo, en cuanto soporte del régimen
político, y en la débil permanencia de los partidos liberal y conservador en
el escenario nacional.

* Al proceso de la violencia dentro de sus diferentes manifestaciones, en


particular la de los conflictos armados.

* Al proceso de cambio de modelo económico, conocido con el nombre de


apertura económica, y a su relación con la problemática del neo-
liberalismo.

* A la problemática que ha traído consigo la infiltración de los dineros del


narcotráfico en la economía, en la política y en muchas otras actividades
de la vida del país.

* Y al impacto, finalmente, del fenómeno de la corrupción política y


administrativa en la economía, la política, la sociedad y la cultura, tanto en
el sector público, como en el sector privado.

3.1 La Asamblea Nacional Constituyente y las reformas de la Constitución


Política de 1991
20
43 El complejo proceso pre-constituyente que vivió nuestro país se
caracterizó en la década pasada por la combinación de situaciones en las
que participaron todo tipo de actores, inclusive actores políticos sociales
“ilegales”, como la insurgencia y el narcotráfico, en un contexto de
violencia generalizada.

44 La crisis de gobernabilidad y de legitimidad se vio agravada en la


segunda mitad de la década de los años ochenta al menos por tres
fenómenos: el poco éxito de los procesos de negociación con grupos
insurgentes y el consecuente agravamiento de la confrontación armada; la
compleja aparición de grupos de contra-insurgencia; y la presencia visible
del narcotráfico en la sociedad, con su propuesta de No-Estado expresada
en términos de actos terroristas.

45 En este contexto se recurre al expediente de reformar la Constitución


Política, pero en esta ocasión la propuesta proviene de algunos sectores
de la sociedad civil que hacen una abierta crítica a la incapacidad del
Estado para enfrentar tanto el fenómeno de la ingobernabilidad como a los
actores armados ilegales. Un sector de la sociedad colombiana se auto-
convoca por medio de la llamada “séptima papeleta” y luego el Gobierno
Nacional hace viable jurídicamente la convocatoria de la Asamblea
Nacional Constituyente de 1991, por medio de un Decreto que se
denominaba Estado de Sitio en la anterior Constitución Política.

46 La Nueva Constitución Política de Colombia planteó desde el


preámbulo y en toda su parte doctrinal, una nueva visión de país y aprobó
cambios importantes en los órganos y las ramas del poder público. Se ha
hecho notar en particular el papel que en ella juega el discurso sobre los
Derechos Humanos y, de alguna manera en relación con ellos, el
procedimiento de la tutela, así como también la comprensión de la
democracia en un sentido participativo. Todo esto permitió la creación de
un ambiente de cierta euforia y optimismo que le hizo pensar a los
colombianos que estábamos en un nuevo país.

Lecciones del proceso de la Asamblea Nacional Constituyente


47 No es posible saber todavía a ciencia cierta cuánto y qué aprendió la
sociedad colombiana de aquel proceso de amplios debates y discusiones
sobre los cambios que se creía necesitaba el país para superar la
situación. Pero una cosa es cierta: la forma de convocatoria de la
21
Asamblea Nacional Constituyente, su composición, la manera como se
desarrolló, y finalmente la expedición de la Nueva Carta Política, marcaron
una ruptura en la historia del país, no estudiada todavía con suficiencia en
términos de impacto político y sobre todo cultural, en el sentido de cómo
los colombianos estábamos percibiendo la forma de hacer política y de
superar los lastres históricos de la violencia.

48 El balance que a catorce años de la promulgación de la nueva Carta


Política podemos hacer hoy, no es propiamente tan positivo como se creyó
en un comienzo. Si bien es cierto que se han introducido variables
importantes y se han generado movimientos y percepciones de peso en
las dinámicas de los movimientos sociales y de la sociedad civil, la
situación en general no parece estar en mejores condiciones en términos
de convivencia, calidad de vida, ejercicio de derechos y garantías,
cumplimiento de deberes y funcionalidad del Estado en cuanto condiciones
de gobernabilidad y legitimidad.

49 Evidentemente una Constitución Política es un factor de estabilidad


para un Estado. Sin embargo, a pesar del dogmatismo de algunos en esta
materia, hay que reconocer que una Constitución Política es un
instrumento vivo que evoluciona según las circunstancias y las exigencias
ineludibles de la sociedad y no debe ser absolutizado.

50 De todas maneras, la lección que le ha quedado a nuestra sociedad


colombiana de la experiencia de una nueva Carta Política es
indudablemente que no basta el socorrido recurso de las reformas
constitucionales para afrontar los necesarios cambios políticos,
económicos, sociales y culturales que deben permitir superar situaciones
tan complejas como las que vivimos. Ellas son un instrumento, pero no el
definitivo.

3.2 Crisis política y de los partidos

51 A la terminación real del sistema bipartidista, cuyo último gran momento


se presenta con el Frente Nacional, y a las expresiones de crisis
estructural y funcional de los partidos y movimientos políticos, se le agrega
hoy el incipiente pero importante proceso de fragmentación y re-
posicionamiento ideológico de la sociedad colombiana (muy al ritmo de la
22
confrontación armada), que podría considerarse como un emergente
proceso de enfrentamiento entre derechas e izquierdas, incluyendo las
extremas.

52 Desde el punto de vista político, en el momento complejo que vivimos


actualmente en relación con las posibilidades y el destino de los partidos
tradicionales y de los que pueden surgir, la década de los años noventa se
caracterizó por varias realidades: por la quiebra del bipartidismo en la
forma en la que se estableció como sistema político en la época del Frente
Nacional; por la crisis misma de los dos partidos tradicionales, el Liberal y
el Conservador, aunque no propiamente por su desaparición; por la
incertidumbre todavía reinante acerca de nuevas alternativas de partidos
políticos.

53 Hay que señalar en particular la fragmentación de las opciones políticas


entre izquierdas y derechas (incluyendo de manera potenciada las
extremas), en un frágil, difuso y confuso escenario de democratización
(más no de democracia), especialmente al interior de la sociedad civil. En
el período reciente se ha dado, además de la irrupción de numerosos
movimientos y partidos políticos independientes de las fuerzas
tradicionales, una polarización y un manejo regional y local de la
participación política por sectores ilegales. Las AUC han reclamado un
porcentaje significativo de los cuerpos colegiados como controlados por
ellos. La discusión sobre las garantías a los partidos de oposición está
vigente, lo mismo que el marco para nuevos movientos políticos fruto de
los procesos de reinserción.

El fenómeno del clientelismo en la política


54 Desde la década pasada, el escenario fundamental en el cual se
expresa la crisis de la sociedad colombiana es el de los referentes éticos,
pensados desde la perspectiva del bajo nivel de vivencia de los Derechos
Humanos y de respeto por ellos, y en el campo de las prácticas y
representaciones de la política y de lo político, desde la perspectiva de las
prácticas ligadas con el clientelismo y con la corrupción.

55 En este período (1990 hasta el presente), además de las ya


mencionadas crisis de legitimidad y gobernabilidad, el soporte del régimen
y del sistema estuvo básicamente expresado, sobre todo en el caso de los
23
partidos políticos, en prácticas que hicieron del fenómeno del clientelismo
un verdadero régimen y no una simple conducta particular. Podría
afirmarse que, además de expresión de la crisis política, este fenómeno se
convirtió en el soporte y eje funcional de la misma.

56 En todo esto debemos reconocer una grave situación de crisis, pero


también el proceso de una democracia en crecimiento. Se han vivido
situaciones difíciles y dolorosas que demuestran que todavía no se ha
abierto suficientemente un espacio claro para la oposición y para las
alternativas legítimas.

57 Sin embargo, hay que reconocer dentro de este proceso, que en la


década pasada se advierten signos importantes positivos como el de
organizaciones y movilizaciones de la llamada sociedad civil, que de
alguna manera introducen un factor diferente en la dinámica de la política,
que bien vale la pena estudiar, analizar y evaluar.

3.3 El fenómeno de la violencia

58 Se puede decir que no hay un rasgo particular que caracterice todas las
formas del proceso de violencia que afectan a nuestro país. Hay violencias
de todo orden: violencia desde las instituciones, violencia contra las
instituciones, violencia contra la propiedad y desde la propiedad, y, desde
otro punto de vista, violencia desde las ideologías extremas de izquierda y
de derecha.

59 Generalmente hablamos de violencia en Colombia para referirnos a las


organizaciones subversivas, de izquierda o de derecha, a las que se
identifica por una parte con las guerrillas y por la otra con las llamadas
autodefensas. Pero el fenómeno es supremamente complejo: hay que
tener en cuenta todo lo que pueden hacer surgir como violencia los
problemas de justicia social, entre los cuales no deja de tener su lugar la
delincuencia misma, pero también el hecho de que en una sociedad se
quieran mantener ciertos intereses a toda costa.

60 Lo más grave en todos los casos es naturalmente que, en cualquiera de


sus formas, la violencia está siempre acompañada de un profundo y
permanente deterioro del derecho a la vida, a la integridad, a la propiedad,
24
al trabajo y, además, de un precario sistema de justicia que tiene como
resultado altísimos índices de impunidad.

El proceso histórico de la violencia en Colombia


61 El proceso de cambios recientes que se ha dado en Colombia desde
la década de los años sesenta ha coincidido, casi desde sus inicios, con lo
que podríamos llamar la re-invención de la confrontación armada con un
claro componente ideológico, en el contexto macro de la tensión entre
capitalismo democrático liberal, de un lado, y socialismo soviético, chino y
cubano, de otro, según aparecieron en el escenario colombiano los grupos
insurgentes en el momento de la creación de las FARC, del EPL y del
ELN, respectivamente.

62 Pero tenemos una tradición de violencia en nuestra patria. Desde la


misma fundación republicana, los intentos de construcción de lo público
han estado signados por expresiones violentas, especialmente por la
persistencia de las llamadas guerras civiles: el siglo XIX, por ejemplo, fue
un siglo ciertamente caracterizado por la violencia. La llamada Guerra de
los Mil Días es también un ejemplo dramático de la crueldad de las formas
como los colombianos hemos tratado de resolver situaciones de
convivencia.

63 En el siglo XX, el Período de la Violencia que antecedió al que estamos


viviendo actualmente marcó un verdadero hito histórico, al dejar un saldo
de 300.000 colombianos liberales y conservadores muertos y más de dos
millones de desplazados, todos ellos pobres y la mayoría campesinos, en
nombre de unos ideales partidistas que los jefes posteriormente
desconocieron al hacer efectivo el Frente Nacional.

64 Ahora bien, aunque los antecedentes históricos de la violencia son tan


evidentes en nuestra patria, la situación generalizada de violencia en que
se debate hoy el país presenta ciertas características y nos obliga a
considerar la manera como se ha recompuesto el mapa de la guerra, o de
las guerras, si se tiene en cuenta que existen nuevas dinámicas, nuevos
actores y nuevos escenarios y procesos bélicos, en franca recomposición y
re-definición en los últimos diez años.

Lo nuevo de la situación de la violencia en el país


25
65 Algo nuevo en el conflicto actual, traducido en términos de escalada de
violencias y de diversidad de escenarios de guerra que se presentan en la
década de los años noventa, es el fortalecimiento de los grupos
insurgentes y contra-insurgentes, la forma como se involucra y se afecta
cada vez más a amplios sectores de la sociedad como los gremios, los
medios de comunicación, la Iglesia Católica y sus acciones pastorales y,
en general, a la sociedad civil.

66 Igualmente novedoso e inquietante en los últimos años es el hecho de


que en Colombia, un país que es hoy fundamentalmente urbano, el
conflicto tradicional que era más bien rural se ha venido librando también
en las ciudades. Los actores armados han encontrado en los grandes y
pequeños centros urbanos los escenarios, no sólo de obtención de
recursos, sino de medición de fuerzas y de control social. Los últimos años
nos han obligado a reconocer que estamos ante un conflicto que ya no es
solamente rural y que hay que distinguir un conflicto armado mayor y unos
conflictos armados urbanos que se llevan a cabo a partir de la acción de
bandas criminales organizadas que operan en las ciudades.

67 Hemos asistido en los últimos años a un conflicto en pleno proceso de


expansión territorial y social, en un contexto de fragmentación interna y
con unas nuevas condiciones internacionales de lucha contra el terrorismo
que dificultan no sólo su comprensión, sino hasta su misma denominación.
¿Existe un conflicto armado en Colombia o mas bien se trata de una
amenaza terrorista? ¿Hay una crisis humanitaria como resultado del
conflicto? ¿Se trata de un conflicto social, o político? Hay que reconocer
que se trata de una guerra ambigua: ¿Guerra contra la sociedad?, ¿Guerra
antiterrorista? ¿Es posible hablar y realizar un intercambio humanitario?
¿Qué papel pueden jugar experiencias locales de paz?En último término,
se trata de un conflicto atípico, confuso y difuso, difícil de comprender tanto
en lo referente a su génesis, como en lo referente a su desarrollo y a las
circunstancias actuales en las cuales se desenvuelve.

68 Por otra parte, la degradación del conflicto ha adquirido connotaciones


escandalosas. Con el cambio de estrategias y de tácticas, los actores
ilegales, por ejemplo, han hecho del secuestro y de la extorsión una
práctica perversa tan generalizada que los índices de tales delitos
sobrepasan todo cálculo imaginable.
26
69 Los procesos de paz y los acuerdos a los cuales se ha llegado no han
significado hasta ahora una definición clara para el futuro del país. El
proceso de paz con el cual se comprometió el Gobierno de Andrés
Pastrana Arango (1998-2002), concluyó antes de finalizar el período
presidencial con la demostración de la ineficacia de un proceso en el cual
no se contó con una disposición sincera para renunciar a la violencia y
que, naturalmente, no estuvo fundamentado en un mejoramiento real de la
situación social. Hubo avances en cuanto a la definición de una agenda de
negociación y en la discusión de la urgencia de una política nacional
estable de paz.

70 La política posterior, del Presidente Alvaro Uribe insiste en la


necesidad de mantener una actitud firme que implica dos aspectos: por
una parte, una respuesta militar a la confrontación armada considerada
como un deber de Estado; por otra, la necesidad de mantener abierta la
posibilidad de diálogos y de acuerdos que conduzcan a resultados reales.
Ha habido como consecuencia un incremento de la presencia de la fuerza
pública en el territorio nacional y operaciones militares de gran escala para
combatir la guerrilla en zonas históricamente controladas por ellos. El
gobierno de Alvaro Uribe Vélez y el Congreso de la República han
emprendido la tarea de ajustar el marco jurídico y para definir el tipo de
justicia alternativa para las personas y grupos al margen de la ley que se
están desmovilizando y reinsertando. Al mismo tiempo que se afianza el
proyecto de la seguridad democrática como política de Estado, también se
da una fuerte presión para que ella esté acompañada de una disponibilidad
permanente para encontrar soluciones de paz, fundamentadas en un
compromiso decidido con la justicia social. La política de la seguridad
democrática ha conducido a la desmovilización de los grupos
paramilitares, AUC. En la perspectiva del gobierno se trata de reducir los
factores de violencia existentes y el número de crímenes que conllevan.
Este proceso ha recibido numerosas observaciones y críticas desde la
comunidad internacional y analistas por los riesgos que implica en el
campo de la verdad, justicia y reparación. Sin lugar a dudas se trata de un
caso inédito y que requiere de un análisis histórico a largo plazo.

Hay factores en la situación internacional que juegan un papel cada día


más decisivo en la búsqueda de la paz en Colombia, como son la entrada
en vigencia de la Corte Penal Internacional, el mayor papel de la Oficina
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
27
y otros organismos regionales e internacionales que muestran una
globalización de la justicia y mayores exigencias en casos de crímenes
contra la humanidad.

3.4 El cambio de modelo económico

71 El proceso de modernización de la economía, inscrito en el contexto de


internacionalización conocido como la apertura económica, se inició
propiamente con el conjunto de reformas aprobadas por el Congreso de la
República a instancias del Ejecutivo, en el segundo semestre de 1990,
aunque ya desde el año de 1988 se habían tomado medidas en este
sentido, sobre todo en materia arancelaria18.

72 Las reformas, sobre todo la cambiaria y la tributaria, y las expectativas


de rebaja arancelaria hacia el futuro, trajeron consecuencias contrarias a
las esperadas, que eran el incremento de las exportaciones y, al mismo
tiempo, el control de la revaluación ante el mayor ingreso de divisas.

73 Ante la expectativa de una rebaja futura, los empresarios se limitaron a


importar lo estrictamente necesario y, con la disminución del rubro de las
importaciones que trajo consigo el que no se pudiera controlar la
avalancha de divisas que revaluaron el peso, se afectó el incremento de
las exportaciones y se presionó el aumento de la inflación, razón por la
cual se estableció de inmediato la imposición de los niveles de reducción
arancelaria que estaban previstos para 199419.

74 Lo que se había pensado como una apertura gradual, selectiva e


integral, terminó siendo entonces una apertura precipitada, generalizada y
radical. No fue entonces propiamente un programa modernizador de la
economía, sino que se limitó más bien a ser un factor de control de la
inflación mediante el incremento de las importaciones, especialmente de
productos de la canasta familiar.

75 Hoy, a más de 14 años de iniciado el experimento y con tres


administraciones concluidas de por medio, es evidente que la llamada
apertura económica, en lugar de producir resultados positivos, ha servido
818
Durante la administración del presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990).
919
Es lo que acontece bajo la administración del Presidente César Gaviria Trujillo (1990-1994).
28
para concentrar más el poder económico, la tecnología y la información. La
riqueza se ha acumulado, sobre todo en los grandes grupos económicos y
financieros y, al no existir mecanismos de redistribución, las injusticias han
sobrepasado cualquier límite de manejo racional.

76 Según estudios de organismos internacionales y análisis de expertos


nacionales, los niveles de calidad de vida en Colombia se mantienen hoy
en los índices de 1988 y el aumento de la deuda externa está llegando a
niveles inmanejables. Representantes de dichos organismos han señalado
en los últimos años la gravedad de la situación de desigualdad social que
se da en nuestro país, en el que alguna parte de la población se puede dar
el lujo de vivir como en cualquier país desarrollado, mientras una inmensa
mayoría de la población vive en condiciones cada vez más precarias 20.

Apertura económica y neoliberalismo


77 El análisis de este proceso de apertura económica está estrechamente
relacionado con el que se está dando acerca del neoliberalismo. Se trata
de un debate que es de la mayor importancia para entender las lógicas y
las dinámicas al interior de la sociedad colombiana de hoy que nos
presenta un panorama con unos índices de desempleo insostenibles y con
unos niveles de pobreza generalizada como en ninguna otra época de la
historia reciente.

78 Lo que se ha comprobado de todos modos es que con el conjunto de


medidas económicas se puede hasta sanear la economía, pero no se logra
automáticamente insertar a millones de personas marginadas a la vida
económica, social, política y cultural de un país y que nuestra sociedad
sigue teniendo una grave deuda social con los más desprotegidos.

79 El debate de los últimos años en torno al neoliberalismo se está


dejando sentir con mucha fuerza entre nosotros. La Iglesia se ha referido
con frecuencia a él, desde todas las instancias 21. Evidentemente, por el
camino del “capitalismo salvaje” no es posible lograr un auténtico
020
Cfr Declaraciones del 10 de mayo de 2004, del Secretario Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos
Humanitarios, Jan Egeland.
121
Desde el nivel universal, en pronunciamientos del Papa Juan Pablo II con motivo del derrumbamiento del llamado
socialismo real y del final de la confrontación de la guerra fría, hasta el nivel de las Iglesias de nuestros países: JUAN
PABLO II. Encíclica Laborem Exercens (14 de septiembre de 1981); IV CONFERENCIA GENERAL DEL
EPISCOPADO LATINOAMERICANO: Nueva evangelización, Promoción Humana y Justicia Cristiana, Santo
Domingo, 1992. Igualmente las reflexiones del CELAM ya citadas: Globalización y Nueva Evangelización en América
Latina y el Caribe, p. 16-21.
29
desarrollo humano y en cambio sí se han producido efectos desastrosos
en la sociedad, como el empobrecimiento cada día mayor de los más
necesitados y el aburguesamiento escandaloso de ciertos ambientes que
da origen a una cultura lamentable22.

Las negociaciones de los TLC han motivado la discusión social sobre las
condiciones en que se firman y el impacto particularmente sobre sectores
económicos como la agricultura, las pequeñas empresas, textiles y los
trabajadores asalariados, además del riesgo de que se amplíe la base de
la exclusión social.

3.5 Influencia del narcotráfico en la vida del país

80 Desde los años setenta Colombia ha sido el principal exportador de


cocaína en el mundo. En principio, el país importaba la materia prima -hoja
y base de coca- de Perú y Bolivia y los cultivos de coca permanecieron por
muchos años en bajos niveles. Sin embargo, desde hace diez años éstos
comenzaron a incrementarse hasta convertir al país en el primer cultivador
mundial de la hoja de coca. La cocaína fue precedida por la marihuana, la
cual perdió importancia cuando la cocaína industrial alcanzó su máximo
apogeo a finales de los años ochenta. Al mismo tiempo, la producción de
heroína comenzó a desarrollarse a partir de los cultivos locales de
amapola.

81 La situación de Colombia frente al problema de las drogas es una de


las más complejas del mundo. Múltiples factores contribuyen a hacer de
Colombia el centro neurálgico en América Latina para la producción,
procesamiento y tráfico ilícito de drogas: las condiciones climáticas y agro-
ecológicas favorables para el cultivo de plantas destinadas a la producción
de dichas drogas, la profunda crisis agrícola y la pobreza angustiosa de la
clase campesina, la frágil institucionalidad del Estado, cuya falta de
presencia es muy notoria en extensas zonas rurales del país. Por lo que se
refiere al comercio, hay que señalar una vez más la ubicación geográfica
del país que es estratégica -puerta de entrada a Sudamérica-, así como la
larga tradición de negociantes vinculados con el contrabando.

22
Recordar al respecto la advertencia del Papa Juan Pablo II con ocasión del derrumbamiento del socialismo real:
Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991) 42.
30
82 Para 1998 ya existían en el país al menos 93 mil hectáreas cultivadas
entre coca, marihuana y amapola, lo que representaba el 3% de las
extensiones dedicadas a la agricultura -excluyendo la ganadería- en todo
el país. Igualmente, para este año, los cultivos de hoja de coca, amapola y
marihuana produjeron 69 mil empleos, el equivalente al 2% de los empleos
que generó la agricultura en el país.

83 A su vez, estas plantaciones han producido cambios significativos en


las regiones cultivadas. Inicialmente generaron mayores ingresos, lo que
aumentó la inmigración en ellas de la población trabajadora, causando al
final serios desequilibrios en la economía local, en los precios, así como
violencia y un fuerte deterioro del tejido social. En estas regiones, aún
antes de la llegada de los cultivos ilícitos, la agricultura legal ya había
retrocedido. En la década de los noventa, la política macro-económica
(apertura económica y revaluación del peso colombiano) favoreció el
incremento de zonas con cultivos ilícitos”23.

84 La presencia del narcotráfico, a pesar de ser evidente en la vida del


país, por lo menos durante los últimos veinticinco años, tuvo un giro
dramático para su comprensión y tratamiento a partir de los hechos de la
campaña presidencial de 1994 y el posterior desencadenamiento del
llamado “proceso 8.000”, cuando resultaron pruebas irrefutables de que el
narcotráfico y sus dineros habían penetrado casi todos los sectores del
país, incluyendo por supuesto la política, y que el impacto ético, social y
cultural era mayor que el reconocido hasta ese momento.

85 Actualmente las organizaciones criminales del narcotráfico se


caracterizan por ser más numerosas y fragmentadas, así como por tener
un bajo perfil, pero continúan teniendo un alto impacto desestabilizador,
especialmente por sus vínculos con grupos insurgentes y contra-
insurgentes.

86 En relación con lo último, la situación se ha agravado mucho más en los


años recientes por la relación que se ha establecido entre el narcotráfico y
los grupos insurgentes, de tal manera que el comercio de las drogas ha
terminado por ser, con el negocio perverso del secuestro y de la extorsión,

323
Cfr ROCHA GARCÍA, Ricardo. La economía colombiana tras 25 años de narcotráfico. Siglo del hombre editores,
Bogotá, 2000.
31
la fuente principal que alimenta la guerra de los grupos guerrilleros y de los
grupos denominados paramilitares.

87 Esta enorme empresa del narcotráfico no ha contribuido al desarrollo


humano que necesita nuestra patria y en cambio sí lo ha pervertido
prácticamente todo. Hay interrogantes que se nos plantean al respecto: el
del impacto que sobre la mentalidad de amplios sectores urbanos,
especialmente la juventud, tiene el narcotráfico; el del estrecho nexo
establecido entre el narcotráfico y la violencia de los grupos insurgentes; el
del papel que debe jugar la comunidad internacional en relación con el
tema, no solamente en Colombia, sino en el mundo. Al mismo tiempo es
preocupante los niveles de consumo de sustancias alucinógenas en la
población colombiana y el inicio temprano en estas prácticas. Los retos
van en varios sentidos: por una parte el alto índice de jóvenes adictos y por
otro lado la insuficiencia de estrategias de prevención adecuadas y de
tratamiento.

3.6 El impacto de la corrupción política y administrativa

88 La corrupción en Colombia dejó de ser durante la década pasada un


asunto colateral y pasó a ser un eje central en el funcionamiento del
sistema y del régimen político, y su conocimiento, análisis y tratamiento
deben considerar no sólo los elementos políticos y administrativos
tradicionales, sino también tener en cuenta los ingredientes de tipo cultural
y sus impactos en nivel económico, político y ético. Este fenómeno se ha
extendido de manera preocupante tanto en el sector público como en el
sector privado.

89 Se trata de las acciones que desvían las funciones naturales de los


cargos públicos hacia la satisfacción de intereses privados, como la
familia, el círculo de amigos o el jefe político, para obtener ganancias
económicas o posición social. Se habla de corrupción también cuando un
funcionario entiende su trabajo como un negocio para maximizar ingresos
personales y convierte su despacho en una especie de caja menor; o
cuando un funcionario en un cargo de poder con responsabilidades es
remunerado con dinero u otros recursos no obtenidos legalmente, o es
inducido a tomar decisiones que favorecen a quien suministra la
remuneración, afectando siempre los intereses generales.
32

90 Pero también en el sector privado son considerables y bastante


extendidas las prácticas y procedimientos para saquear las finanzas del
Estado. Es lo que acontece en los procesos de licitación y contratación con
sobornos y comisiones ilícitas, en la construcción de obras públicas, por el
aumento de los costos y la baja calidad de materiales y construcciones,
entre otras acciones.

91 Los escándalos presentados en los últimos años en todas las ramas y


órganos del poder público, tanto del orden central, como departamental y
municipal, y los develados a partir de los procesos de liquidación o
privatización de Empresas Industriales y Comerciales del Estado, han
demostrado tanto el profundo impacto económico, como también el
preocupante impacto ético y cultural que este fenómeno tiene al interior de
la sociedad colombiana.

92 Hay que tener en cuenta también la relación que existe entre corrupción
y narcotráfico, y corrupción y conflictos armados. Por lo pronto, es
necesario reconocer las expectativas generadas por los cambios políticos
más recientes y por las reformas, tanto las de iniciativa del Ejecutivo como
las realizadas a instancias del Congreso de la República. Su impacto real
en temas como la corrupción, el narcotráfico y los propios conflictos
armados están por verse, y nuestra esperanza es que en la medida en la
cual podamos enfrentar estos problemas, los colombianos estaremos
allanando el camino hacia la paz.

93 No se puede olvidar, al señalar el fenómeno de la corrupción, la


tendencia a evadir por todos los medios posibles la obligación de
contribuir, dentro de un régimen tributario justo, al bien común, práctica
que no se explica solamente por la desconfianza en relación con la
utilización de los recursos del Estado, sino sobre todo por una mentalidad
egoísta y por una falta de educación cívica sin la cual es imposible pensar
en la construcción de una sociedad fraternal, justa y en paz.

UN BALANCE PROVISORIO

94 Vivimos una época de cambios grandes y profundos en el mundo. En


cuanto tales, ellos implican procesos que en realidad deberían ir haciendo
33
posible el crecimiento positivo de la humanidad, de los pueblos y naciones,
hacia tiempos mejores. Es lo que hacía notar hace ya más de cuarenta
años el Concilio Vaticano II, al referirse con actitud serena a los cambios
del mundo moderno designándolos como signos de los tiempos, a la vez
que señalaba como una característica propia de los mismos el ritmo cada
vez más acelerado con el cual se estaban produciendo en la historia
humana24.

95 La Conferencia Episcopal de Colombia, al hacer la recepción de la


inspiración conciliar en ese entonces, se refirió a esta misma realidad y
promulgó el importante documento que hemos recordado antes, cuyo título
es bien significativo: La Iglesia ante el cambio (1969). Como ya se ha
dicho, no solamente se reconocía en él la realidad de los cambios que se
estaban produciendo en nuestra patria sino la responsabilidad de la Iglesia
de ser ella misma factor de cambio.

96 Hay que reconocer en los procesos que se vienen dando en América


Latina y en nuestra patria en concreto que todavía estamos lejos de
alcanzar las metas a las cuales queremos llegar: no constituimos
ciertamente todavía sociedades coherentes, decididamente
comprometidas por ejemplo con los Derechos Humanos, en las que se
haya logrado ya el ideal mínimo de una justicia que permita a las personas
vivir dignamente y convivir fraternalmente.

Retos desde la fe a los procesos que vivimos


97 La consideración de los procesos que se vienen viviendo en nuestra
patria, a los cuales nos hemos referido, puede dejar en nosotros una cierta
sensación de angustia y de desesperanza. Sin embargo, nunca nos
debemos dejar llevar por el desaliento, con mayor razón si somos
creyentes, puesto que la fe en Dios, tal como la concebimos, implica tener
una confianza inquebrantable: Dios conduce con sabiduría y amor la
historia aún en medio de los accidentes y desaciertos humanos. Además
de ello, nosotros mismos estamos llamados a colaborar con Dios en la
obra de la creación y de la conducción del mundo y a enderezar el rumbo
de la historia humana, cuando ella pierde su norte.

424
Esta realidad es señalada explícitamente desde sus primeros planteamientos por la Constitución Pastoral
Gaudium et Spes.
34
98 La tarea específica que nos corresponde realizar, en cuanto creyentes,
no consiste propiamente en señalar las respuestas concretas que nos
piden los distintos problemas en el sentido en el que pueden presentarlas
los expertos. Pero sabemos que tenemos la posibilidad de ofrecer un
aporte de mucha importancia para la construcción de un mundo mejor:
nuestro aporte específico consiste en la realización de una misión
profética, que nos permite señalar con la lucidez y la sabiduría del
Evangelio el mal que nos afecta y del que todos somos responsables, y
asumir con decisión una actitud constructiva que tiene una gran eficacia de
transformación: la actitud evangelizadora.

No a la violencia para producir los cambios que necesita nuestra patria


99 Es evidente que la Iglesia tiene que estar comprometida con un
desarrollo auténticamente humano de la sociedad y con la causa de la
reconciliación y de la paz. Se comprende por eso muy bien el aporte que
ella ha ofrecido siempre y que continúa ofreciendo por medio de sus
pastores y de muchos otros de sus miembros para contribuir a la solución
de los problemas y con todo lo que conduce a la edificación de un mundo
justo y en paz. En los últimos años se ha recurrido a la Iglesia para pedir la
mediación en los conflictos, para realizar una tarea de facilitación y para
crear las condiciones que permitan la realización de diálogos e inclusive de
verdaderos acuerdos de paz.

100 En relación con todo esto, hay algo en lo que tenemos que insistir
siempre con toda decisión: al participar en esta empresa, la Iglesia que,
como se ha dicho, está llamada a ser agente de cambio en la sociedad, no
puede aceptar de ninguna manera que la solución de los problemas y la
transformación de la sociedad se dé por el camino de la violencia. Los
cristianos tenemos que rechazar radicalmente la violencia en virtud de
nuestras convicciones religiosas, e inclusive por razones puramente
humanas.

101 Por eso acogemos de nuevo con el mismo entusiasmo con el que lo
hicimos en su momento el mensaje sin ambigüedades que nos dejó el
Papa Paulo VI en el discurso de inauguración de la II Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 1968), en un momento crucial
de la historia de nuestro sub-continente, cuando se llegaba aún a buscar la
35
legitimación teológica del movimiento guerrillero: “La violencia no es ni
cristiana, ni evangélica”.

La paz y la justicia social.


102 Todos tenemos que mantenernos firmes en el propósito de contribuir
cada día, en la medida de nuestras posibilidades, a que se logre una paz
verdadera, que no consista en la simple ausencia de la guerra y de la
violencia sino en una actitud general de convivencia civilizada que haga
posible el entendimiento fraternal, con el respeto por las diferencias, y, en
definitiva, la construcción de la patria que todos soñamos: una patria en la
que haya más justicia social, más posibilidades para todas las personas de
vivir dignamente y de alcanzar la felicidad que es posible en esta vida y
que tendrá su plenitud en el futuro que nos anuncia el Dios salvador en
quien creemos.

103 Por lo que se refiere a la democracia, el sistema con el que está


irreversiblemente comprometido todo el mundo, ella seguirá siendo
imperfecta en nuestras naciones mientras no la podamos desarrollar en un
sentido auténticamente participativo y mientras ella no sea una mediación
para el desarrollo de nuestras sociedades en el propósito de la justicia y la
fraternidad. Todavía tenemos en América Latina un camino largo por
recorrer en este sentido para hacer posible la integración de nuestras
naciones que nos permita encontrar más fácilmente la solución para los
problemas que nos afectan25. Sociedades que crecen en un verdadero
sentido profundo de la democracia tienen también mejores posibilidades
de progresar en la búsqueda de la justicia social y en la búsqueda de una
paz auténtica.

104 Los creyentes tenemos pues un aporte valioso que hacer para
contribuir a realizar el propósito de edificar un mundo más humano y
fraternal. Pero es necesario, para lograrlo, que nos esforcemos por
renovarnos nosotros mismos en cuanto creyentes y en cuanto Iglesia. Por
esta razón, conscientes de los retos que nos plantean los problemas de
nuestra patria y manteniendo siempre una actitud positiva de esperanza,
queremos ahora recordar con nuestros hermanos y hermanas en la fe, en
525
Se da en la actualidad en nuestros países una intensa discusión acerca de tratados como los TLC y de las
negociaciones sobre el ALCA. Es fundamental mirar con qué criterios se realizan esos tratados: no se puede aceptar
una integración que sólo beneficie a una de las partes y deje como resultado un empeoramiento de la suerte de las
poblaciones más golpeadas de la sociedad.
36
una segunda parte de este mensaje, el sentido en el cual debemos
comprometernos con una renovación que nos ayude a convertirnos en el
sujeto capaz de hacer realidad este noble propósito.
37
SEGUNDA PARTE
RENOVARNOS COMO IGLESIA PARA REALIZAR FIELMENTE
NUESTRA MISIÓN EN EL MUNDO

105 La historia de nuestros pueblos y países de América Latina, y también


evidentemente la de nuestra patria, está ligada indisolublemente con la fe
cristiana. Como en los otros momentos de esta historia, también en éste se
espera de la Iglesia una palabra que sirva de orientación para afrontar la
problemática que vivimos y para señalar el rumbo que debemos tomar
hacia el futuro26. Nuestra fe y nuestra manera de vivirla, como Iglesia,
constituyen un rico horizonte, desde el cual se hace posible participar en la
tarea noble de edificar un mundo auténticamente humano, como
acabamos de decirlo.

106 La Iglesia ha estado presente en todos los momentos de la historia de


Colombia y ha desempeñado un papel fundamental en el proceso de la
formación de la nación, desde cuando fue anunciado por primera vez el
Evangelio en el Nuevo Mundo hace más de quinientos años. Ella ha
realizado durante este tiempo todo tipo de tareas: en el campo de la
solidaridad con los pobres, en el campo de la educación, en la
proclamación permanente de valores trascendentes, religiosos y morales.

107 Pero no queremos recordar todo esto con actitud triunfalista. Al


contrario: de acuerdo con el espíritu del Concilio Vaticano II 27 y siguiendo
el ejemplo de Juan Pablo II6, reconocemos con humildad también las fallas
en el desempeño de nuestra responsabilidad de participar en la vida
política de nuestra nación. Los últimos tiempos han sido especialmente
difíciles. En algunos casos se ha dado, por ejemplo, una polarización
política del ministerio pastoral no acorde con el sentido de la misión
específica que le corresponde realizar a la Iglesia en cuanto tal.

108 Los desafíos que hoy se nos plantean7 nos exigen reafirmarnos una
vez más en nuestra identidad cristiana y eclesial. Lo queremos hacer con

626
Recientemente el Papa se refirió a las raíces cristianas de Europa: Exhortación apostólica post-sinodal Ecclesia
in Europa (2003). En términos semejantes podemos hablar nosotros de nuestra historia.
727
CONCILIO VATICANO II. Constitución dogmática Lumen Gentium, capítulo 1, 8. Es también el pensamiento
acerca de la Ecclesia semper reformanda que ha sido constante en las expresiones de los últimos Pontífices.
6
El Papa Juan Pablo II "pide perdón a la humanidad por los pecados de la Iglesia". Novo Millenio Inneunte, No.6
7
Compendio de la DSI…Idem. No. 16. Tres desafíos actuales. Los nuevos aerópagos modernos. Tercio Milenio
Adveniente No. 57 y Redemptoris Missio No. 37.
38
una actitud de apertura, humilde y sincera, para emprender con valor todo
aquello que el Señor nos pide que hagamos. Queremos tener la actitud
que Juan Pablo II recomendó a toda la Iglesia con ocasión del comienzo
del tercer milenio: una actitud de conversión28.

Lo que implica la actitud de conversión


109 Debemos hablar de conversión en un doble sentido: “hacia adentro”,
como disposición decidida de renovarnos según el espíritu del Evangelio
en cuanto cristianos y en cuanto Iglesia; y “hacia afuera”, como disposición
para participar con el espíritu del Evangelio en las transformaciones que es
necesario realizar en nuestro mundo, conscientes, como se ha dicho, que
no es suficiente que interpretemos los cambios que se van presentando en
la sociedad sino que es necesario ser en ella, en cuanto Iglesia, agentes
de cambio.

1 VOLVER A LAS FUENTES PARA RENOVARNOS

110 Por lo que se refiere a la conversión “hacia adentro”, la Iglesia ha


venido viviendo un intenso proceso de renovación sobre todo a partir del
Concilio Vaticano II, que vale la pena recordar. Este propósito de
renovación debe ser un compromiso decidido de todas las personas que
constituimos la comunidad de la Iglesia. En dos sentidos se nos ha
presentado desde el Concilio este propósito: primero que todo, como la
necesidad de retornar a las fuentes para asegurar la autenticidad de
nuestra fe; y luego, como llamamiento a responder con una actitud de
Evangelización a los retos que nos plantea el mundo de hoy con sus
angustias y esperanzas8.

111 Por el camino de la Sagrada Escritura y de la Tradición, la comunidad


de la Iglesia se remonta en todo momento hasta sus orígenes y se renueva
permanentemente en su fe, al beber el agua fresca del Evangelio 29. Es
esto lo primero a lo que nos invita el Concilio, cuando se habla del retorno
a las fuentes, y es con esto con lo que nosotros, la Iglesia “que peregrina”

828
JUAN PABLO II, Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente, No.1. 10 de nNoviembre 10 de 1994.
8
Gaudium et Spes, No. 1.
929
Cfr La doctrina sobre la Sagrada Escritura y la Tradición como fuentes de la transmisión de la revelación:
CONCILIO DE TRENTO, Decreto sobre la aceptación de los sagrados libros y tradiciones (1546); CONCILIO
VATICANO I, Constitución dogmática Dei Filius sobre la fe católica (1870), cap. 2; CONCILIO VATICANO II,
Constitución dogmática Dei Verbum sobre la divina revelación (18 de noviembre de 1965), cap. 2.
39
en este rincón del mundo que es nuestra patria, nos debemos sentir
comprometidos con entusiasmo.

112 Queremos invitar a todos nuestros hermanos y hermanas en la fe, con


los que constituimos la comunidad de la Iglesia, a asumir de tal manera
este compromiso de renovación eclesial, que no nos contentemos
simplemente con vivir un cristianismo formal o un cristianismo que se
reduzca a la práctica de costumbres religiosas, con todo lo valiosas que
ellas puedan ser. Debemos comprometernos con un cristianismo que sea
una experiencia eclesial mucho más profunda.

113 Todavía está fresco en nuestra memoria el mensaje de Juan Pablo II


dirigido a la Asamblea de los Obispos latinoamericanos, reunida en Puebla
en 1979, por medio del cual invitaba a las Iglesias de América Latina a
comprometerse una vez más con la verdad acerca de Cristo, acerca de la
Iglesia y acerca del hombre30. Más de 25 años después de la celebración
de aquella gran Asamblea Episcopal esa invitación papal adquiere una
actualidad especial para nosotros, decididos, como lo debemos estar, a
asumir con renovado entusiasmo, en el sentido del retorno a las fuentes, el
propósito de fidelidad a la autenticidad de nuestra fe y el propósito de
renovación de la Iglesia que constituimos.

1.1 Renovación de la Iglesia en el sentido de la fidelidad a la persona del


Señor
114 Lo primero tiene que ser siempre para nosotros en la Iglesia la
fidelidad a la persona del Señor, es decir, la disposición para mantener
siempre viva en nosotros su memoria. Los relatos del Nuevo Testamento
sobre la última cena nos han conservado el mandamiento del Señor en
este sentido: “Haced esto en conmemoración mía”31. Este mandamiento
que tiene, es cierto, una significación especial en relación con la eucaristía
debe ser comprendido además en relación con todo lo que constituye
nuestra existencia cristiana.

030
El Documento de Puebla, como bien se sabe, incorporó esta recomendación del Santo Padre, que constituye en
cierta forma la esencia misma de su alocución, en la inauguración de la Asamblea episcopal como iluminación
doctrinal para fundamentar todo el discurso y las conclusiones de la Asamblea.
131
1 Cor 11,23-25. Cfr Mc 14,22-25 y par. Somos memores Christi, es decir la comunidad de los hermanos que
mantienen viva en el mundo la memoria del Señor.
40
115 Desde los primeros tiempos de la Iglesia, los cristianos observaron
con fidelidad este mandamiento del Señor, al celebrar la fiesta anual de la
Pascua y al celebrar los encuentros más frecuentes de la comunidad en el
“día del Señor” (dies dominica). Hoy seguimos acogiendo con igual
entusiasmo este encargo que hemos recibido del Señor: al celebrar cada
año la fiesta de la Pascua y al celebrar con frecuencia el sacramento de la
eucaristía se renueva en nosotros la memoria viva del Señor y nos
convertimos en portadores de ella en el mundo. Así se realiza, al mismo
tiempo que nuestra unión personal con el Señor, la comunión fraternal que
constituye la Iglesia32.

116 No es necesario recordar aquí en detalle todos los lugares del Nuevo
Testamento que, según los distintos escritos, nos permiten ilustrar y
fundamentar este aspecto esencial de la existencia cristiana que es
nuestra referencia a la persona del Señor. Pero de manera breve podemos
enunciar tres grandes momentos que la tradición evangélica de la Iglesia
nos ha conservado en este sentido.

La memoria del misterio pascual del Señor


117 En primer lugar, el misterio pascual del Señor, objeto de la memoria
de Jesús que hacían las primeras comunidades cristianas y que ha
continuado haciendo la Iglesia a través de toda su historia: es lo que
designamos como el kerygma, o como la proclamación original del
Evangelio. Hacemos memoria de Jesucristo, el Señor, que ha pasado de la
muerte a la vida, que ha sido glorificado. En esta proclamación memorial
del misterio pascual del Señor se fundamentan todos los otros datos de la
tradición evangélica que aparecen en el cuerpo de los Evangelios y en los
Evangelios de la infancia.

La memoria de la vida y del ministerio de Jesús


118 En segundo lugar, a partir del misterio pascual evocamos el recuerdo
de la vida histórica de Jesús a quien reconocemos con actitud de fe como
el Cristo (Mc 8,27-30), así como el recuerdo de la actividad que Él realizó
desde Galilea, según la tradición de los Evangelios. Algunos lugares de

232
JUAN PABLO II, Encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003): la Iglesia vive de la Eucaristía, pero también se puede
afirmar, según la tradición, que la Iglesia nace continuamente de la Eucaristía. La Iglesia celebra (hace) la
Eucaristía, pero al mismo tiempo la Eucaristía hace la Iglesia.
41
esta tradición, en los cuales se nos presenta de alguna manera la
iniciación de Jesús en su ministerio, son especialmente significativos. Por
ejemplo, el relato de Lc 4,1ss sobre la visita de Jesús a la sinagoga de su
pueblo, Nazareth, en la que Él se aplica a sí mismo la profecía del tercer
Isaías: ungido por el Espíritu, Él es enviado a realizar la misión de anunciar
la buena noticia de la salvación a los pobres y a poner en marcha el
proyecto de Dios, su Padre, desde el presente.

La memoria de Nazareth y el misterio de la encarnación

119 En tercer lugar, a partir del misterio pascual nos remontamos también
hasta la infancia de Jesús en Nazareth, según el testimonio de la tradición
evangélica. En los Evangelios de la infancia (Mt y Lc 1-2), que en realidad
son testimonios tardíos de las primeras comunidades cristianas acerca de
Aquel que murió y resucitó, recogemos la rica espiritualidad de los pobres
de Yahveh (Os 2,6-8; 8,4-8) y encontramos al mismo tiempo la semilla de
lo que se designará posteriormente como el misterio de la encarnación.

120 La espiritualidad de los pobres de Yahveh marca profundamente el


momento de Nazareth y a partir de él toda la vida de Jesús: es ésta la
razón por la cual este momento de la tradición primitiva de la Iglesia ejerce
un atractivo tan grande en muchos movimientos de espiritualidad de
nuestros días deseosos de vivir de la manera más auténtica posible el
espíritu original del cristianismo, con una actitud contemplativa.

121 Nazareth es también el lugar en el que reconocemos el origen del


misterio que llamamos, en la tradición posterior de la Iglesia, misterio de la
encarnación y que no es otra cosa que el reconocimiento que hacemos, en
la fe, de la realidad profunda que se escondía en el ser humano de Jesús:
“el Verbo se hizo carne y fijó su tienda de habitación en medio de
nosotros”, leemos en el Evangelio de San Juan (Jn 1,14).

122 Nuestra existencia cristiana consiste pues ante todo en nuestra


conformación con la persona del Señor en el sentido de lo que tan
bellamente expresó San Pablo: “No soy yo quien vive: es Cristo quien vive
en mí” (Gal 2,20)33. A partir de aquí comprendemos lo que significa la
existencia cristiana entendida como seguimiento del Señor, o lo que es lo
33
CELAM, Globalización y Nueva Evangelización, p. 137-139; 158-159.
42
mismo, el compromiso que tenemos de vivir nuestra vida obedientes a su
inspiración.

El sentido de la fidelidad en el seguimiento de Jesucristo, el Señor

123 La fidelidad a la persona del Señor implica que nos convirtamos en


sus discípulos o en sus seguidores por el camino que él mismo nos señala
(Hch 9,2). Él se ha definido a sí mismo como el camino, la verdad y la vida
(Jn 14,6), y nosotros confesamos que él es el principio y el fin, el que era y
el que ha de venir, el Señor del universo (Ap 1,8). Hay en todo esto algo
muy importante: el seguimiento de Jesús no significa para nosotros
solamente que acogemos sus enseñanzas, como un discípulo acoge las
enseñanzas del maestro. Significa también que nos sentimos llamados a
asumir su mismo estilo de vida.

124 Jesús nació en un ambiente humilde (Lc 2,6-7), en el seno de una


familia trabajadora de Galilea (Lc 4,22), y tuvo conciencia de haber sido
enviado a anunciar la buena nueva a los pobres (Lc 4,1s), a solidarizarse
con los marginados (Lc 7,21-23), a sanar a los enfermos y a perdonar a
los pecadores (Mt 10,13). Con su manera de vivir y con su palabra nos
reveló el amor infinito de Dios, su Padre, y nos enseñó la verdadera
sabiduría profunda que se necesita para vivir la vida.

125 Con su testimonio y con su palabra Jesús nos enseñó que los criterios
del Reino de Dios no son los de los poderosos de este mundo (Lc 6,24-
26), quienes con sus actitudes desfiguran más bien el rostro del Dios
verdadero (Mt 23). Al compadecerse de su pueblo, que andaba como
rebaño sin pastor (Mc 6,34), y al afirmar que son los pobres los verdaderos
llamados a hacer acontecer el Reino de los cielos (Mt 5,1s), Jesús nos
enseñó un estilo de vida que debe ser adoptado por todos sus discípulos.

126 Configurados con Cristo, en el sentido en el cual el apóstol San Pablo


hace referencia al bautismo por el cual los cristianos de Roma entraron a
formar parte de la comunidad de la Iglesia (Rom 6,1s), también nosotros,
los bautizados de todos los tiempos, nos comprometemos a asumir el
proyecto de Jesús: anunciar la buena noticia del Reino de Dios (Mc 1,15) y
poner en marcha este mismo Reino en la historia humana.
43
127 En el proceso de la realización del proyecto de Jesús se va haciendo
posible la existencia de una humanidad nueva, la utopía que comenzó, en
cierto sentido, desde los orígenes de la historia (Gn 1-2) y que habrá de
encontrar su culminación cuando toda la creación esté plenamente
reconciliada con Dios en Cristo (Col 1,15-20)34.

1.2 Renovación en el sentido de la fidelidad eclesial

128 Jesús ha querido que sus seguidores constituyamos una comunidad.


Al llamar a los doce, el Señor convocó un pueblo al que le fue
encomendada la misión de anunciar por todas partes en el mundo el
Evangelio (Mt 28,16s), bajo la conducción de quienes recibieron también
desde entonces el encargo de ser los pastores del rebaño. En la
convocación de los doce está por lo tanto el origen de la Iglesia en cuanto
comunidad y el origen del ministerio pastoral de quienes son llamados,
como los apóstoles, a estar con el Señor y a asumir el encargo de realizar
la misma misión del buen pastor (cfr Mc 3,1s).
La Iglesia que quiso el Señor
129 Las mejores afirmaciones doctrinales recientes sobre la Iglesia las
debemos al Concilio Vaticano II. Entre ellas tenemos que subrayar dos, de
las cuales se desprende la conciencia eclesial renovada con la cual
tenemos que sentirnos comprometidos. Primero que todo, que la Iglesia es
un Misterio de comunión, es decir, ante todo comunidad. Y luego, que la
Iglesia es el Pueblo de Dios, es decir una comunidad que camina por el
mundo a través del tiempo haciendo una historia que es historia de
salvación35.

130 A estas afirmaciones del Concilio Vaticano II nos tenemos que remitir
siempre para dar razón de nuestra identidad eclesial en estos tiempos de
renovación en todos los niveles: en el nivel de la Iglesia universal, en el de
las Iglesias de cada país, en el nivel local. Ellas han sido profundizadas en
nuestra Iglesia de América Latina, sobre todo desde la época de la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Puebla

434
En este sentido podemos leer la Palabra de Dios en textos como Is 11,1-9, o Ap 21,1s.
535
Los dos primeros capítulos de la Constitución dogmática Lumen Gentium son un punto de partida fundamental en
la eclesiología renovada de nuestros días: el primero está dedicado a la temática de la Iglesia como misterio y como
sacramento, el segundo a la temática del Pueblo de Dios.
en 1979, cuando se habló de comunión y participación para concretar el
sentido conciliar de la eclesiología36.

1.2.1 Una Iglesia misterio y sacramento de comunión, creadora de


comunidad9

131 Lo que constituye pues en primer lugar a la Iglesia en cuanto tal,


según la voluntad del Señor, es el hecho de ser comunidad. No nos
adherimos a la persona del Señor, en definitiva, de manera puramente
personal o individual, sino que lo hacemos como Iglesia. Es esto lo que
queremos decir cuando hablamos de la Iglesia “como comunión”, o de
eclesiología de la comunión en términos conciliares.

132 Hay en este contexto dos expresiones que tienen mucha importancia:
las nociones de misterio y sacramento 37. Definir a la Iglesia como misterio
de comunión significa afirmar que ser comunidad constituye para ella su
sentido profundo, su misterio. Definir a la Iglesia por medio de la noción de
sacramento significa afirmar que en ella se hace manifiesta una realidad
profunda en dos sentidos: en el sentido de la revelación de la realidad
misma del misterio trinitario de Dios que es misterio de comunión y en el
sentido de la aspiración profunda a ser una fraternidad, que anima a toda
la humanidad38.

133 Surgida de la convocación dirigida por el Señor a los doce en el


tiempo que llamamos pre-pascual, ella tuvo su nacimiento propiamente
dicho en Pentecostés (Hch 2), cuando en todos los hermanos surgió un
mismo espíritu, el Espíritu de Dios. Desde entonces se hizo evidente que
no deben contar en la Iglesia para nada las divisiones, que no pueden
darse en ella discriminaciones, y que en cambio sí tienen que tener cabida

636
Cfr La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina. Puebla, 1979.
9
Compendio de DSI. Idem. No. 32 y 327..1.2.1 Una Iglesia misterio y sacramento de comunión, creadora de
comunidad.

1.2.1 Una Iglesia misterio y sacramento de comunión, creadora de comunidad

737
Son muy ricas en significación estas dos nociones y vale la pena que sean bien comprendidas para entender
mejor la eclesiología del Concilio. Ellas aparecen expresamente en el primer capítulo de la Constitución dogmática
Lumen Gentium. Para precisar la noción eclesiológica de comunión cfr también la CARTA DE LA CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE Communionis notio (28 de mayo de 1992).
838
Es lo que podemos ver en el trasfondo del primer capítulo de la Constitución dogmática Lumen Gentium, según
la bella expresión Ecclesia de Trinitate.
en ella todas las personas, los pueblos, las culturas (Ef 2, 14). La Iglesia es
la gran comunidad de los seguidores de Jesús.

134 Ella debe ser además creadora de comunidad en todos los niveles de
la vida. Tenemos, como decimos recientemente de acuerdo con las
palabras de Juan Pablo II, la misión de ser casa y escuela de fraternidad,
casa y escuela de comunión39. Ella, por ejemplo, tiene una misión muy
importante en relación con el fomento de la unidad original comunitaria de
la vida humana que es la familia, pero a partir de lo que ella es, también la
misión de hacer posibles muchas otras formas de comunión.

135 El espíritu de la comunión se debe manifestar de muchas formas. Ante


todo como clima de fraternidad en el que las relaciones interpersonales
puedan ser profundas de tal manera que se dé la posibilidad de compartir
la vida sin discriminaciones con todas las personas, en particular con los
más necesitados (Cfr Hch 2,41).

136 Nadie se debe sentir marginado en la Iglesia: en ella se debe poder


vivir intensamente la solidaridad con los pobres, con los que sufren, con
los que son marginados por cualquier motivo en el mundo. Se puede decir
por eso que la religión cristiana que practicamos en la comunidad de la
Iglesia no es solamente una religión de la fraternidad en términos
generales, lo que ciertamente es, sino además una religión de la
compasión sin límites40. Cuanto más hacemos la experiencia de Dios, en el
sentido en el cual nos enseñó a hacerla Jesucristo, tanto más humanos
tenemos que llegar a ser. Es absolutamente cierto: ser cristianos significa
ser radicalmente humanos.

Una Iglesia pobre y de los pobres (Compendio de la DSI. Nos. 182,184)

137 En los últimos tiempos se ha hablado mucho acerca de esta Iglesia-


comunión como de una Iglesia pobre y de los pobres. El tema, que se
presentó ya de manera explícita en el Concilio Vaticano II 41, adquirió una
importancia muy grande en el contexto de la Iglesia de América Latina y
939
Cfr Carta apostólica Novo Millenio Ineunte , No.43.
040
Compasión es una hermosa expresión por medio de la cual podemos comprender mejor lo que significa la
misericordia: se trata del amor sin límites que nos permite “padecer con” el que sufre. Es la noción vetero-
testamentaria de rahamin (conmoción de las entrañas) con la que Juan Pablo II definió la misericordia (tener un
corazón para el pobre, para el mísero): cfr Encíclica Dives in misericordia.
del llamado tercer mundo, y, desde ella, se proyectó sobre la Iglesia
universal en el sentido de la opción preferencial por los pobres y en el
sentido de la espiritualidad evangélica de la pobreza.

138 No es suficiente decir que la Iglesia debe ser una Iglesia de los pobres
en cuanto comprometida solidariamente con ellos. Ella tiene que ser
también una Iglesia animada por un espíritu radical de libertad, que le
permita no tener puesta su confianza en criterios distintos a los del
Evangelio sino en la fuerza salvadora del Dios de Jesucristo. La Iglesia
tiene que demostrar con su testimonio que es una Iglesia pobre 42, una
Iglesia que entiende el poder como servicio y está comprometida
radicalmente con la suerte de los pobres y, desde ellos, con la suerte de
toda la humanidad.

La institución al servicio del carisma


139 Ésta es la Iglesia querida por el Señor que llamamos Iglesia-comunión
y que queremos ser nosotros. Una Iglesia que necesita, es cierto, de
medios para realizarse, algunos de los cuales se remontan hasta la
comunidad misma apostólica, como sucede con los mismos ministerios y
los sacramentos. Pero no una simple organización en la que los medios,
sobre todo los recursos materiales y las estructuras, se puedan convertir
en lo fundamental.

140 También este aspecto fue señalado de manera expresa en el Concilio


Vaticano II43: la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, a la vez
que una realidad mística, un “cuerpo” o realidad institucional. El sentido de
la expresión Cuerpo Místico de Cristo, en este contexto, nos sirve para
comprender que todo lo que pertenezca a la dimensión institucional de la
Iglesia lo debemos entender en el sentido de mediaciones al servicio de la
comunión y que dichas mediaciones existen para ayudarnos a crecer como
comunidad.

141 Esa es la Iglesia que queremos ser. En esta concepción de la Iglesia


encontramos la razón de ser de todo lo que hoy quisiéramos que se hiciera

141
Se recuerda al respecto la intervención del Cardenal Lercaro y se explica, desde ahí las palabras de la
Constitución dogmática Lumen Gentium, capítulo 1, 8.
242
En la Iglesia debe estar resonando siempre el mensaje de las bienaventuranzas, a las que se han designado
como el “manifiesto” del Reino de los cielos: Mt 5,1s; cfr Lc 6,20-23.
343
Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 1, 8.
manifiesto en nosotros en el espíritu de la fidelidad al Evangelio: la
austeridad, el desinterés, la libertad44.

1.2.2 Una Iglesia Pueblo de Dios (Compendio de la DSI, No.538)

142 La segunda afirmación conciliar sobre la Iglesia que debemos


subrayar es la que la define como Pueblo de Dios 45. El sentido que tiene
esta afirmación eclesiológica no se puede deducir de consideraciones de
tipo puramente sociológico: sus raíces son bíblicas y su significación es
teológica. No hablamos simplemente de pueblo: hablamos de Pueblo de
Dios.

143 Sin embargo, no es posible prescindir completamente de la


connotación sociológica al hablar de la Iglesia como Pueblo de Dios,
puesto que esta connotación implica la consideración de la comunidad
como la comunión de personas que acontece desde la base. Es un
aspecto importante en la eclesiología de nuestros días y en la eclesiología
original. Se ha dicho, al hacer esta afirmación, que en el Concilio se superó
una concepción piramidal de la Iglesia, que no correspondía a lo que ella
tiene que ser por voluntad del Señor. Todos somos Iglesia 46: la Iglesia es el
Pueblo de Dios.

La diversidad de vocaciones y carismas en el Pueblo de Dios


144 De este Pueblo de Dios somos protagonistas todos y en él existen
diversas vocaciones concretas: la condición ministerial y la condición laical,
pero también diferentes compromisos con la vocación a la santidad.
Aunque todos los cristianos estamos llamados a la santidad 47, hay que
hacer mención especial, cuando hablamos de la Iglesia, de quienes
asumen esta vocación con radicalidad evangélica. Las comunidades
44
La concepción de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, tan importante en la época del Papa Pío XII (Cfr
Encíclica Mystici Corporis, de 1943) es una de las figuras bíblicas a las que hace referencia la Constitución
dogmática Lumen Gentium y tuvo originalmente la función de afirmar claramente que la Iglesia, a la vez que una
realidad mística, es una realidad corporal o institucional. El Concilio Vaticano II ha echado mano de otras figuras
bíblicas para definir a la Iglesia (cfr Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 1) y, sobre todo, de la figura bíblica
del Pueblo de Dios.
545
Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 2.
646
De nuestra condición participan inclusive, de alguna manera, todos aquellos con quienes compartimos nuestra
existencia y nuestra búsqueda de Dios. Por eso la referencia no sólo a los cristianos no-católicos sino también a los
miembros de otras religiones en el capítulo dedicado a la temática del Pueblo de Dios en la Constitución dogmática
Lumen Gentium.
747
Cfr Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 5.
religiosas y todas las otras modalidades afines de existencia eclesial,
desempeñan un papel de un gran valor, como realización sacramental que
son de la Iglesia comunión, y en razón de la manera como con su
testimonio y con su labor realizan la misión de la Evangelización. 48

Papel fundamental de la vida religiosa en la Iglesia


145 La historia de la Iglesia, leída desde la perspectiva de la vida religiosa,
nos permite reconocer el admirable testimonio de perfección y de
compromiso con el anuncio del Evangelio que han vivido las distintas
comunidades religiosas a través de los siglos. Hoy como nunca se
reconoce la dimensión eclesial de la vida religiosa y se comprende la razón
de ser del compromiso pastoral de ellas en la Iglesia. La labor
evangelizadora que todas ellas han realizado en la Evangelización de
nuestro mundo latinoamericano es invaluable. Muchas de ellas han dado,
por otra parte, un testimonio de compromiso ejemplar con el mejor espíritu
del Evangelio en el servicio de sus hermanos y hermanas en todas las
circunstancias de la vida, en particular en las situaciones de pobreza y de
sufrimiento.

146 Ahora bien, lo que en un sentido teológico implica esta concepción de


la Iglesia como Pueblo de Dios es, sin embargo, más que todo el hecho de
que la comunidad toda de la Iglesia, con sus distintos ministerios y
carismas, está llamada a realizar una historia que es la historia de Dios o
la historia de la salvación. Pueblo es una comunidad que hace historia y
Pueblo de Dios es la comunidad que realiza la historia de Dios en el
mundo. La Iglesia es un pueblo que peregrina por la historia humana
haciendo acontecer la historia de Dios: “Somos un pueblo peregrino”,
cantamos bellamente en la liturgia.

El laicado a la luz de la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios 10

147 Desde esta perspectiva de la Iglesia entendida como Pueblo de Dios


se comprende mucho mejor la importancia fundamental del laicado. Somos
una Iglesia convocada por el Señor desde la dimensión del pueblo, es

848
Cfr Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 6 y, de manera especial el Decreto Perfectae caritatis del
mismo Concilio sobre la renovación de la vida religiosa.
10
Compendio de la DSI, Nos. 541,549, 550 y 579.
decir, desde la condición laical49, como se puede deducir del sentido
mismo bíblico de la cifra doce, la que además de hacer referencia en las
fuentes evangélicas al ministerio de los patriarcas de la comunidad (el
ministerio que designamos hoy como ministerio jerárquico), indica también,
en un profundo sentido simbólico, la realidad de toda la comunidad,
entendida como pueblo.

148 Este pueblo que constituye la Iglesia es un pueblo sacerdotal, una


comunidad ministerial50, y por esta misma razón la realización de la misión
de evangelizar corresponde, bajo la presidencia del ministerio pastoral
ordenado, a todos los miembros de la Iglesia. Sin el don del Señor que es
el ministerio de quienes él ha llamado a realizar el ministerio de presidir la
comunidad cristiana, no es posible comprender lo que es la Iglesia. Pero
tampoco es posible entender la realidad de la Iglesia sin la comunidad de
todos los hermanos, es decir, sin el reconocimiento eclesial del laicado,
con todas las consecuencias que debe tener ese reconocimiento en lo
referente a la misión de la Evangelización.

149 Cada día debe crecer más la conciencia eclesial del laicado, no
solamente por la participación activa de todos los miembros de la Iglesia,
hombres y mujeres, en la vida litúrgica de la comunidad, sino además y
probablemente sobre todo por el aporte específico de todos, desde los
valores de la fe, a la realización de las tareas humanas que conducen a la
edificación de un mundo mejor 51. Desde esta perspectiva se comprende
muy bien que en esta Iglesia-comunión haya que valorar todos los dones y
carismas de los miembros de la comunidad y que ella misma se organice
ministerialmente con el propósito de ser casa y escuela de comunión y con
el propósito de realizar la misión evangelizadora.

150 El deseo de realizar de manera concreta esta dimensión de la Iglesia


en cuanto Pueblo de Dios ha dado lugar a distintas formas muy valiosas de
comunidad. Hablamos, por ejemplo, de Iglesia Particular, según una
antigua terminología de la época de los Padres de la Iglesia, para
949
También en este sentido es muy valiosa la terminología que hemos adoptado desde la época de la eclesiología
del Concilio: hasta ese momento se hablaba de seglares. Hoy hablamos más bien de “laicos”, noción que se deriva
del griego laós (pueblo).
050
Recordar la doctrina acerca del sacerdocio común, como categoría eclesial fundamental, que aparece en el
capítulo segundo acerca del Pueblo de Dios en la Constitución dogmática Lumen Gentium, 10.
151
El capítulo cuarto de la Constitución dogmática Lumen Gentium está dedicado al laicado. Cfr además el Decreto
Apostolicam Aactuositatem del mismo Concilio, sobre el apostolado de los seglares, (18 de noviembre de 1965) así
como la Exhortación apostólica post-sinodal del Papa Juan Pablo II Christifideles Llaici (1988).
referirnos a la Diócesis; y también conocemos la noción tan venerable y
antigua de Parroquia. Pero, además de ello, dentro de esta eclesiología de
la comunión se han desarrollado otras experiencias de comunión eclesial
más recientes: las Comunidades Eclesiales de Base, por ejemplo, pero
también otros modelos de comunidad ligados con nuevos proyectos de
Evangelización.

El diálogo en una Iglesia-comunión


151 En esta Iglesia-comunión las relaciones en todos los niveles de la
convivencia humana deben ser de tipo dialogal. Se puede hablar de una
nueva mentalidad, en este sentido, desde la época del Papa Juan XXIII,
que no ha tocado solamente el campo de las relaciones interpersonales,
sino también el de las relaciones inter-eclesiales, el de las relaciones entre
las religiones, y, desde otro punto de vista, el de las relaciones de la Iglesia
con la cultura moderna.

152 Existe una estrecha relación entre las actitudes de reconocimiento de


la alteridad y el espíritu de tolerancia que se plantean en el campo
humanístico, y la actitud de apertura dialogal en el que se ha
fundamentado toda la búsqueda ecuménica de nuestros días en la
Iglesia52. A la vez que un signo de renovación, este espíritu es presagio de
lo que puede hacer posible hacia el futuro una religión como la nuestra. El
cristianismo está llamado a ser factor de comunión en la humanidad.

153 Este Pueblo de Dios, que es la Iglesia, está llamado pues a realizar el
proyecto de Jesucristo, el siervo de Dios, que no vino para ser servido sino
para servir (Mc 10, 41-45), un proyecto cuyos mejores protagonistas son
los “pobres en el espíritu” (Mt 5, 1s) a quienes el Dios de Jesús ha
constituido en los verdaderos constructores de su Reino desde esta misma
historia humana.

154 Es ésta la Iglesia que también nosotros queremos ser en nuestra


patria: una Iglesia-comunión en todos los niveles, una Iglesia Pueblo de
Dios comprometida con la tarea de hacer realidad el Reino de Dios en
nuestra historia, una Iglesia comprometida con todas las personas pero
principalmente con los que sufren y con los más necesitados.
252
CONCILIO VATICANO II, Decreto Unitatis Redintegratio, sobre el ecumenismo (21 de noviembre de1964);
Declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la iglesia con las religiones no cristianas (28 de octubre de 1965).
2 LA IGLESIA: UNA COMUNIDAD ENVIADA A REALIZAR EN EL
MUNDO LA TAREA PASTORAL DE LA EVANGELIZACIÓN

155 La Iglesia es el pueblo de Dios convocado para realizar una misión. A


aquellos, a quienes Jesús llamó para que estuvieran con él, los llamó
también “para enviarlos en misión” (Mc 3, 13s): en esa afirmación está
fundamentado el carácter apostólico de la Iglesia, que es por naturaleza,
es decir, por voluntad del Señor, una Iglesia misionera, una Iglesia a la que
se le ha encomendado realizar una misión53.

156 Este encargo apostólico lo debemos realizar ante todo de manera


martirial, en cuanto damos testimonio del Señor, de su espíritu y de su
Evangelio, con el compromiso de nuestra propia existencia en medio de la
historia humana. Pero también está llamado a realizarlo la Iglesia por
medio de su palabra y de sus acciones, es decir, por medio de la actividad
pastoral.

2.1 La misión pastoral de la Iglesia: un servicio (“diakonía”) en favor de la


historia humana

157 El propósito de renovación de estos últimos años tocó de manera


especial, desde el Concilio Vaticano II, este aspecto de la Iglesia, su
misión, la cual debe ser definida ante todo como misión pastoral. El Papa
Juan XXIII quiso que el Concilio fuera un Concilio en el cual la Iglesia se
afirmara en su vocación pastoral, es decir, en su disposición para
responder a los retos del mundo real de hoy 54, con el espíritu del Buen
Pastor.

158 A la misión pastoral de la Iglesia se la concibe en el Concilio como un


servicio (diakonía). Entenderla así responde a una consideración
profundamente evangélica, plenamente conforme con el espíritu del Señor.
Ninguna otra actitud, distinta a la del servicio, puede animar las intenciones
y la acción de los discípulos y seguidores de Jesucristo el Señor. El
Concilio lo señaló en particular al referirse a las responsabilidades de
353
Cfr la Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 2, 17; también el Decreto sobre la actividad misionera de la
Iglesia Ad Gentes, (7 de diciembre de 1965) del Concilio.
454
Esta voluntad del Papa se manifestó propiamente en todo el espíritu del Concilio, de manera especial en la
Constitución pastoral Gaudium et Spes.
autoridad en la Iglesia, pero el alcance de esta afirmación es mucho mayor
en las intenciones del Concilio: la actitud de servicio debe ser la
característica de todas las personas y de todo lo que ellas emprenden
como Iglesia.

159 De entre todas las manifestaciones del Magisterio de la Iglesia sobre


este aspecto de la misión, hay que resaltar, desde el punto de vista
universal, los pronunciamientos del Papa Paulo VI y los del Papa Juan
Pablo II ante el foro de todos los pueblos del mundo. Todavía se recuerda
hoy con emoción el hermoso testimonio de Paulo VI ante la ONU en
vísperas de la clausura del Concilio: la Iglesia, experta en humanidad,
acompaña los nobles propósitos de todos los pueblos en búsqueda de la
paz55.

160 Sin embargo, no han sido solamente las grandes declaraciones del
Magisterio de la Iglesia las que han dado razón de esta actitud diaconal de
la Iglesia, sino también y sobre todo la presencia misma de muchos
cristianos en sus comunidades y en todos los lugares de la vida, presencia
humilde y casi desapercibida en la mayor parte de los casos, la que ha
constituido un gran testimonio en la historia de la humanidad del sentido de
servicio que debe tener la misión de la Iglesia en el mundo.

2.2 Servicio que hay que entender en el sentido de la Evangelización

161 La misión pastoral de la Iglesia es un servicio de Evangelización. Ya


en el Concilio están los fundamentos primeros de la manera como
actualmente nos planteamos esta cuestión 56. Pero hay algunos
pronunciamientos posteriores del Magisterio de la Iglesia sobre la
Evangelización que han sido especialmente importantes en los últimos
tiempos. La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975) del Papa
Paulo VI, fruto de la III Asamblea General del Sínodo de Obispos del año
1974, es uno de los documentos más importantes del Magisterio de la
Iglesia de los últimos tiempos al respecto.

55
PAULO VI, Alocución a la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York “Au moment de prendre”, 4
de octubre de 1965, AAS 57 (1965), 878-885.
656
Recordar la misma Constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 2,17 y sobre todo el Decreto sobre la actividad
misionera de la iglesia Ad Gentes.
162 La Iglesia de América Latina ha tenido mucho que ver con la
comprensión de la misión pastoral de la Iglesia como servicio de
Evangelización. La II Conferencia General del Episcopado
latinoamericano, reunida en Medellín en 1968, fue una especie de anuncio
de lo que habría de afirmarse en el Sínodo de la Iglesia universal en el año
1974, y este Sínodo, a su vez, inspiró en gran parte el espíritu que animó
la III Conferencia General del Episcopado latinoamericano, reunida en
Puebla en 1979.

La nueva Evangelización
163 Con ocasión de la IV Conferencia General del Episcopado
latinoamericano reunida en Santo Domingo en 1992 para celebrar los
quinientos años del descubrimiento de América, los quinientos años de la
primera Evangelización de nuestros pueblos, Juan Pablo II convocó a esta
Iglesia nuestra a emprender la realización de un gran proyecto: el proyecto
de una nueva Evangelización57. Desde entonces este propósito se ha
extendido a la Iglesia universal. Valoramos ciertamente el don de la fe
cristiana y eclesial, fruto de una primera de nuestro mundo, pero
reconocemos que es urgente emprender un proceso de nueva, que nos
permita renacer como cristianos y como Iglesia.

164 Concebir la misión de la Iglesia en términos de evangelización es para


la Iglesia algo de una enorme importancia. Es imposible que la Iglesia
comprenda la misión que le ha sido encomendada por el Señor en un
sentido distinto al de la Evangelización. Si la Iglesia no realiza su misión en
este sentido no tiene ni siquiera razón de existir, afirmaba expresamente la
III Asamblea General del Sínodo de Obispos, y sobre todo el mismo Papa
Paulo VI en la Exhortación Apostólica promulgada a partir de dicho
Sínodo58. La Iglesia existe para evangelizar: “Evangelizar constituye, en
efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda.
Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal
del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios” 59.

2.3 Servicio de Evangelización que hay que realizar con actitud profética

757
IV CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Documento Final, Santo Domingo,
1992.
858
PAULO VI, Exhortación Apostólica Post-.sinodal Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 1.
959
Ibid. 14.
165 Otro aspecto de mucha trascendencia, dentro del espíritu de
renovación que ha vivido la Iglesia en estos años, lo constituye el aporte
surgido especialmente desde nuestras Iglesias del tercer mundo y en
particular desde nuestro mundo eclesial latinoamericano: lo que podríamos
llamar el re-descubrimiento del sentido profético de la misión de la Iglesia.

166 La historia eclesial que hemos vivido en estos años está


profundamente marcada por la sensibilidad profética, que, intrínsecamente
relacionada con la llamada opción por los pobres, comprende
fundamentalmente dos aspectos: uno de ellos, la lectura e interpretación
de la realidad a la luz de la fe, desde la perspectiva en la cual nos invita a
ubicarnos el Dios de Jesucristo; el otro, la participación de todos, con el
espíritu de Jesucristo, en el proyecto de la construcción de un mundo
mejor. Denuncia y anuncio han sido dos expresiones utilizadas
continuamente entre nosotros, al hablar de esta dimensión profética del
ministerio de los cristianos y de la Iglesia.

167 La dimensión práctica de la inspiración profética de la existencia


creyente se ha expresado, desde los tiempos del Antiguo Testamento,
como un compromiso radical por la justicia y por la libertad, así como
también como una opción decidida por los pobres (cfr Am 2, 6-16; Is 1,10-
17).

168 Este aspecto es fundamental siempre pero de manera especial


cuando se piensa en las responsabilidades de la Iglesia entre nosotros. En
las Iglesias de América Latina tenemos una rica trayectoria profética: todo
lo que hemos realizado en este sentido debe ser considerado como un
signo de fidelidad al espíritu original del Evangelio. Como sucedió en la
historia de Israel, también en nuestros tiempos han surgido personas que
han dado un testimonio radical de este aspecto de la vocación cristiana,
incluso por medio del martirio.

169 A la Iglesia le compete acompañar con su servicio de Evangelización


profética todas las tareas humanas que se acometen para edificar el
mundo como un mundo auténticamente humano 60. Al realizar su misión
como un servicio evangelizador profético, nuestra Iglesia tiene la seguridad
060
El camino de la Iglesia es el hombre: cfr JUAN PABLO II, Encíclica Redemptor hominis (4 de marzo de 1979) 14.
Centesitum Annus, No.53 a 62.
de participar con su mejor aporte en la solución de los problemas que nos
afectan y en la edificación de un futuro mejor para todos. También en este
sentido queremos animar a nuestras comunidades a renovarse en el
entusiasmo por el compromiso con la misión que el Señor nos ha
encomendado a todos y que en las circunstancias de nuestra patria tiene
una profunda significación.

LA INTEGRACIÓN ENTRE LA FE Y LA VIDA EN LA REALIZACIÓN DE


LA MISIÓN ECLESIAL (Compendio DSI. No. 546).

170 Al llegar al final de esta parte de nuestras reflexiones, queremos hacer


una última consideración acerca de la integración que tiene que haber
entre nuestra existencia humana y nuestra existencia como creyentes y
como Iglesia. Las responsabilidades de los creyentes no se refieren
solamente al ámbito de la fe y de la práctica religiosa, al ámbito de lo intra-
eclesial. Los creyentes, al realizar nuestra misión, debemos ser
conscientes de que somos también ciudadanos de la ciudad secular y que
tenemos, como todos los seres humanos, responsabilidades en el mundo.

171 Nuestras responsabilidades tienen que ver con el ámbito de la


existencia que San Agustín designaba como “la ciudad de Dios”, pero
también con la “ciudad secular”. Pero no podemos vivir nuestras
responsabilidades en relación con cada uno de los dos ámbitos de manera
puramente paralela. Tenemos que lograr una profunda integración entre
nuestra existencia humana y nuestra existencia de creyentes.

172 Hay una hermosa afirmación sobre el papel de los cristianos en el


mundo que proviene de la literatura más antigua de la Iglesia: “Lo que es el
alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo” 61. En el mismo
sentido hay que entender la posición del Concilio Vaticano II cuando habla
de la misión de la Iglesia “en el mundo”, en uno de sus documentos más
importantes, la Constitución Pastoral Gaudium et Spes.

173 Tenemos la responsabilidad de participar en los procesos de la


sociedad, tanto en virtud de nuestra condición civil, como en virtud de
nuestra fe y de nuestra pertenencia a la Iglesia, pero en este último
aspecto nuestro aporte no se identifica simplemente con las fórmulas
técnicas que pueden proponer los expertos, como se ha dicho más arriba.
161
Epístola a Diogneto VI,1.
174 A la Iglesia, en cuanto tal, no le compete establecer las fórmulas
concretas necesarias para resolver los problemas que afectan a la
sociedad, porque las realidades temporales tienen sus propias leyes y a
las instancias que se ocupan de ellas les corresponde la responsabilidad
de hacer valer dichas leyes (GS 36), y de formular, con base en ellas, las
propuestas con las cuales se intenta dar solución a los distintos problemas
que se plantean.

175 Pero si la competencia específica de la Iglesia no se sitúa en el campo


económico y político (SRS 42), ella sí tiene, sin embargo, un aporte
específico que ofrecer en relación con la manera como se deben afrontar
los problemas que se plantean en estos campos. Se ha dicho, con razón,
que ser cristianos significa ser profundamente humanos, radicalmente
humanos, lo que significa también que tenemos la posibilidad de infundirle
a nuestros proyectos humanos un sentido profundo cuando nos
comprometemos en ellos como creyentes.11

176 En virtud de nuestra existencia eclesial renovada y del sentido


evangelizador con el cual debemos asumir nuestras responsabilidades,
tenemos mucho que aportar para la construcción de un mundo más
humano y para la solución de los problemas concretos de nuestra
sociedad.

11
Cfr Gaudium et Spes, Capítulo IV.
TERCERA PARTE

HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN MUNDO MEJOR A LA LUZ DE


NUESTRA INSPIRACIÓN CRISTIANA

177 Uno de los grandes aportes que hace la Iglesia a la humanidad actual
tiene que ver con que es un signo de esperanza en medio de las
dificultades. La Iglesia partícipe de los gozos y las esperanzas, de las
angustias y de las tristezas de los hombres, es solidaria con cada hombre
y cada mujer, de cualquier lugar y tiempo, y les lleva la alegre noticia del
Reino de Dios, que con Jesucristo ha venido y viene en medio de ellos (GS
1). En la humanidad y en el mundo, la Iglesia es el sacramento del amor
de Dios y, por ello, de la esperanza más grande, que activa y sostiene todo
proyecto y empeño de auténtica liberación y promoción humana. La Iglesia
es entre los hombre la tienda del encuentro con Dios -“la morada de Dios
con los hombres”12-, de modo que el hombre no está solo, perdido o
temeroso en su esfuerzo por humanizar el mundo, sino que encuentra
apoyo en el amor redentor de Cristo. La Iglesia es servidora de la
salvación no en abstracto o en sentido meramente espiritual, sino en el
contexto de la historia y del mundo en que el hombre vive (GS 40), donde
lo encuentra el amor de Dios y la vocación de corresponder al proyecto
divino.13

La situación actual de nuestra patria nos está pidiendo a todos, con


carácter de urgencia, que asumamos nuestros compromisos en el proceso
de reconstrucción que necesita nuestra sociedad, pero sobre todo en
relación con el proyecto de la construcción de un futuro mejor. El hecho de
ser ciudadanos nos compromete a todos para que asumamos nuestros
compromisos civiles; y el hecho de ser creyentes nos debe hacer más
conscientes de la responsabilidad ciudadana que tenemos. ¿Cómo realizar
la misión de la Iglesia en el mundo como una misión evangelizadora?

La eficacia transformadora de nuestra fe

12
Ap 21,3
13
Compendio de la DSI, No. 60
178 Muchas personas se preguntan: ¿Cómo es posible que se dé en una
nación con un porcentaje de más de un noventa por ciento de católicos
una barbarie como la que se da en nuestra patria? ¿Nuestra religión es
capaz de cambiar el corazón de los hombres y mujeres y transformar
nuestra realidad en un mundo auténticamente humano? Se trata de
interrogantes que tocan el aspecto de la eficacia de la fe y de la existencia
eclesial: ¿Qué puede lograr realmente la religión en una sociedad? ¿Qué
puede lograr la Iglesia en la actual situación de injusticia social y de
violencia que vivimos?

179 Para poder comprender estos interrogantes tenemos que reconocer


que, a pesar de la gran sensibilidad religiosa que tenemos y del valor que
tienen muchos de los aspectos de nuestra tradición religiosa y eclesial,
hemos constituido una sociedad en la que no se ha dado siempre una
verdadera integración entre la fe y la vida. Esta situación nos debe mover a
esforzarnos por lograr que nuestra fe sea una fe más auténtica, una fe que
produzca en la sociedad las consecuencias que por naturaleza está
llamada a producir.

180 Para realizar de manera profética la misión que tenemos en el mundo


como comunidad eclesial y como ciudadanos contamos con la rica
inspiración del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y con la lectura
concreta que de ella hace la Iglesia. Desde esta perspectiva del Evangelio
queremos proponer ahora nuestras reflexiones para señalar los principios
que pueden ayudarnos en el compromiso de trabajar por la edificación de
un mundo mejor.
59
1. NUESTRA INSPIRACIÓN: EL EVANGELIO Y LA DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA

181 En todas las épocas de su historia, al realizar su misión


evangelizadora, la Iglesia se ha ocupado sin lugar a dudas de la cuestión
social. Sin embargo, ha sido sobre todo desde la promulgación de la
encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII (15 de mayo de 1891),
motivada por la situación del mundo obrero en la incipiente época
industrial, desde cuando comenzó a formularse de manera más explícita
esta solicitud por medio de la llamada Doctrina Social de la Iglesia. Todos
los Papas desde el pontificado de León XIII se han ocupado de esta
cuestión y han publicado Encíclicas y otros documentos que hacen
referencia a la Rerum Novarum62.

182 El rico discurso programático que conocemos como la Doctrina Social


de la Iglesia se ha ido elaborando a partir de la gran riqueza doctrinal del
Evangelio y, por la continua confrontación con las realidades de las
distintas épocas de la historia humana, en el proceso de la Tradición
eclesial. Con la ayuda de la Doctrina Social de la Iglesia podemos
encontrar siempre la posibilidad de recordar los principios fundamentales
del Evangelio “en la compleja red de las relaciones sociales. No se trata
simplemente de alcanzar al hombre en la sociedad, sino de fecundar y
fermentar la sociedad misma con el Evangelio”. 14

1.1 La dignidad de la persona humana: “Lo creó a su imagen y


semejanza” (Gn 1,26)
183 El punto de partida de todas nuestras aseveraciones en el campo
social, tanto desde el punto de vista humano como cristiano, es la
afirmación de la dignidad de la persona, basada en último término en la
consideración del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios (Gn
1,26). Por ello, “La Iglesia ve en el hombre, en cada hombre, la imagen viva
de Dios mismo; imagen que encuentra, y está llamada a descubrir cada
vez más profundamente, su plena razón de ser en el misterio de Cristo,

262
Varios aniversarios de la Rerum Novarum han sido celebrados por medio de la publicación de otras Encíclicas o
documentos: los cuarenta años, por la publicación de la Encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI (15 de mayo
de 1931); los setenta años por medio de la publicación de la Encíclica Mater et Magistra del Papa Juan XXIII (15 de
mayo de 1961); los ochenta años mediante la publicación de la Carta Apostólica Octogesima Adveniens del Papa
Paulo VI dirigida al Cardenal Maurice Roy (15 de mayo de 1971); y el centenario por medio de la publicación de la
Encíclica Centesimus Annus del Papa Juan Pablo II (15 de mayo de 1991).
14
Compendio de DSI, No. 62.
60
Imagen perfecta de Dios, Revelador de Dios al hombre y del hombre a sí
mismo”.15

184 En todo ser humano, aún en el más pequeño y precisamente en él,


podemos reconocer la manifestación de Dios. Es ésta la revelación que
hemos recibido de Jesús (cf Mt 26,1s): que lo que hagamos por el más
pequeño e insignificante de los hermanos, lo hacemos por Él mismo (Mt
25,21-46) y, en definitiva, que al reconocerlo a Él en los pequeños,
estamos reconociendo a Dios mismo.

185 De esta afirmación de la dignidad de la persona humana se derivan


todas las otras consideraciones fundamentales que podemos hacer no sólo
en el campo de lo teológico, sino también en el campo de lo humanístico y
de lo social. Somos sujetos de derechos, pero también sujetos de deberes:
es necesario afirmar la libertad humana pero al mismo tiempo la
responsabilidad que nos compete en relación con la creación y con la
comunidad63.

186 Una mención especial tenemos que hacer en este lugar de la dignidad
de la mujer. Vivimos una época en la cual se ha ido haciendo posible, por
lo menos dentro de las intenciones universalmente aceptadas, la
superación de todo tipo de discriminación entre las personas y, dentro de
este proceso de crecimiento de la humanidad, tenemos que alegrarnos de
la superación de la discriminación de la mujer, un propósito que tiene que
ser fundamental también para la Iglesia, en la que ella no solamente ha
desempeñado un papel admirable, sino que está llamada a asumir con
todo derecho sus responsabilidades y su misión64.

1.2 Nuestra responsabilidad en relación con la creación: “nos dio esta


tierra que mana leche y miel” (Dt 26,9)

187 Desde un punto de vista, la primera responsabilidad que tenemos se


refiere al mundo mismo en cuanto escenario de nuestra existencia. Dado
que la realidad humana es una realidad situada y que el escenario de su
realización es el mundo, tenemos la responsabilidad de hacer de él un
15
Ibid, No. 105.
363
Cfr Constitución Pastoral Gaudium et spes 14-17, un tema fundamental en un momento en el cual tenemos que
insistir tanto en la cuestión de los Derechos Humanos. Ya el Papa Juan XXIII había hecho pronunciamientos muy
importantes en este campo principalmente en su última Encíclica Pacem in terris (11 de abril de 1963): la persona
humana, sujeto de derechos y deberes; los derechos fundamentales del hombre en particular.
61
hogar amable. Tenemos una grave responsabilidad ecológica, cuyo objeto
es no solamente el universo de la vida sino el universo sin más, la
creación. Somos colaboradores de Dios en la obra de la creación. Por esta
razón, toda explotación irresponsable y egoísta de los recursos naturales,
todo lo que afecte el ambiente y atente contra la vida, en cualquiera de sus
manifestaciones, constituye una negación escandalosa de la condición
humana.

188 En el momento que vivimos, momento de sensibilidad ecológica, tiene


un significado especial para nosotros la evocación de un gran testigo del
Evangelio, que nos enseñó a extender la consideración de la fraternidad a
todas las criaturas: San Francisco de Asís. También constituye para
nosotros un ejemplo admirable el de los aborígenes de nuestro continente
que han sabido convivir en armonía con la naturaleza.

1.3 Nuestra responsabilidad en el proceso del crecimiento humano,


personal y comunitario: “Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra” (Gn
1,28)

189 Pero tenemos sobre todo la responsabilidad de crecer en un sentido


auténticamente humano como personas y en cuanto comunidad, y también
la responsabilidad de contribuir al crecimiento humano de todas las
personas y de todas las comunidades. Es Dios mismo quien nos convoca
para constituir una humanidad fraternal, proyecto que se debe ir haciendo
realidad en cada sociedad en concreto. Debemos pues sentirnos llamados,
en el sentido de la solidaridad, de la justicia, de la misericordia, a asumir
nuestras responsabilidades sociales.

1.3.1 El reto de la construcción de una sociedad justa

190 Frente a la realidad dolorosa de una sociedad en la que las diferencias


de tipo social son escandalosas, nos debemos sentir todos responsables
en la lucha por la justicia. Tenemos que realizar un gran esfuerzo de
conversión y emprender acciones que permitan ir superando poco a poco,
en la medida de lo posible, la brecha enorme que se da entre los que lo
tienen todo y los que tienen muy poco o casi nada. “Esta denuncia se hace
62
juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los
derechos de los obres, de los pequeños, de los débiles”. 16

191 En virtud de nuestra fe, tenemos que reconocer el valor de las


riquezas, pero también que ellas no tienen razón de fin sino de
mediaciones para la construcción de un mundo más humano. Mirarlas de
otra manera es desviarlas del proyecto original. Dios nos invita a mirar al
ser humano como medida de toda la realidad y a valorar en su justa
dimensión los bienes de la creación.

192 Debemos por lo tanto reconocer con toda generosidad que se necesita
realizar una mejor distribución de las riquezas, que tenemos que aportar
todo lo que esté de nuestra parte para que todos nuestros hermanos y
hermanas tengan acceso a lo que necesita cada persona para vivir y
desarrollarse dignamente. No podemos negarnos a participar en las tareas
que se emprenden para que nuestra sociedad vaya siendo más justa,
aunque ello implique renunciar a privilegios. Se comprende por eso muy
bien el clamor que se percibe en nuestra sociedad en el sentido de dar
prioridad en todo proyecto político a la preocupación por lo social.

193 Todos somos responsables de la edificación de una sociedad justa.


Sin embargo, quienes han sido privilegiados por la suerte, e inclusive por
su laboriosidad e inteligencia, tienen una mayor responsabilidad y deben
procurar contribuir a superar con toda generosidad los injustos desniveles
que afectan a las personas en nuestra sociedad. Tal vez es éste el lugar
adecuado para que recordemos como una enseñanza de primera
importancia el mensaje de Juan Pablo II, al referirse a la propiedad
privada: ella está gravada por naturaleza por una hipoteca social 65.

194 La justicia, concebida desde la perspectiva que nos ocupa, es un ideal


fundamental para la construcción de la sociedad humana. Es un principio
necesario para la realización del proyecto de un mundo fraternal, en el que
ningún ser humano puede quedar marginado de las posibilidades y los
derechos que le corresponden a toda persona humana en virtud de su
dignidad. El proyecto de una sociedad cada vez más justa y equitativa, la
16
Compendio de DSI, 81.
565
Cfr en particular la afirmación del Papa Juan Pablo II sobre la hipoteca social que grava por naturaleza a la
propiedad privada: Encíclica Laborem Exercens 14 (14 de septiembre de 1981); Encíclica Sollicitudo Rei Socialis 42
(30 de diciembre de 1987); Encíclica Centesimus Annus 30 (1 de mayo de 1991). Discurso del Papa a los Obispos
latinoamericanos, Puebla, 28 de enero de 1979.
63
constitución de un auténtico Estado Social de Derecho, es deber ineludible
que todos tenemos que acompañar desde nuestras convicciones de fe,
desde nuestra misión evangelizadora y nuestra condición de ciudadanos 66.

195 La Iglesia de América Latina tiene una importante trayectoria profética


en este campo, muy relacionada con la opción por los pobres y con el
espíritu evangélico de la pobreza. “Esto significa que posee la eficacia de
verdad y de gracia del Espíritu de Dios, que penetra los corazones,
disponiéndolos a cultivar pensamientos y proyectos de amor, de justicia, de
libertad y de paz”.17

1.3.2 La solidaridad en un mundo afectado por la injusticia y por la miseria

196 Nuestra religión es una religión de la compasión 67, es decir, una


religión en la cual toda persona debe desarrollar en su vida una profunda
sensibilidad social, sobre todo en relación con el sufrimiento del hermano.
Una parábola de Jesús, entre otras, nos ofrece una maravillosa inspiración
para motivar nuestro compromiso en el sentido de la solidaridad: la
conocida parábola del buen samaritano (Lc 10, 29-37). En ella Jesús nos
propone una espiritualidad que es característica del cristianismo: la
espiritualidad de los ojos abiertos.

197 El que cree en el Dios de Jesucristo no puede cerrar los ojos ante el
sufrimiento del hermano. Nuestra responsabilidad en el sentido de la
solidaridad en estas circunstancias es ineludible, en virtud de nuestra
condición humana: en realidad bastaría que tuviéramos una auténtica
sensibilidad humana para que nos sintiéramos llamados a asumir esta
responsabilidad de ser solidarios con los que sufren. Sin embargo, puesto
que tenemos además una actitud de fe, puesto que creemos en el Dios del
amor infinito, contamos con una motivación mucho más radical para
comprender y asumir esta responsabilidad (Mt 26, 1s).

198 Debemos demostrar nuestra solidaridad como personas y como


comunidades. Todos conocemos un prójimo, un vecino, un hogar que no
tienen lo suficiente para la subsistencia diaria, que carecen de techo,
66
Cfr entre otros PAPA PAULO VI. Encíclica Populorum Progressio (26 de mayo de 1967), uno de los documentos
más importantes del Magisterio de la Iglesia sobre los distintos aspectos de la cuestión social.
17
Compendio de DSI, No.63.
767
Es importante recordar de nuevo aquí lo que hemos indicado más arriba acerca del sentido noble de la
compasión, que no tiene nada que ver con paternalismo, sino con la noción evangélica de la misericordia.
64
trabajo, asistencia médica. Ante esta realidad no podemos pasar de largo,
o cerrar los ojos indiferentes: la mirada indiferente del discípulo de Cristo
hacia el rostro angustiado del hermano pobre es una actitud que contradice
el espíritu del Maestro (1 Jn, 3,17-18). En nuestras comunidades deben
proponerse todo tipo de mediaciones para hacer posible la solidaridad de
todas las personas.

199 Nos tenemos que sentir interpelados por el dolor del hermano que
estamos constatando a cada paso. Ningún dolor humano nos puede dejar
indiferentes. Debemos acudir inclusive, aún desde nuestra situación de
pobreza, a aliviar todo dolor de la humanidad, donde quiera que se dé. La
solidaridad a la que nos invita el Evangelio no conoce fronteras. Miradas
las cosas así, desde el gran contexto del mundo y de las naciones, se
comprende muy bien el repetido llamamiento de Juan Pablo II, al que ya
nos hemos referido, a reafirmarnos en el espíritu que tiene que iluminar el
ideal de la convivencia humana: en un mundo que va creciendo en el
sentido de la globalización es necesario “globalizar la solidaridad”.

1.3.3 La civilización del amor y la cultura de la misericordia

200 En los últimos años, el Magisterio de la Iglesia nos ha recordado el


noble ideal que debe hacer posible la constitución de un mundo que sea
auténticamente humano: el ideal de construir la civilización del amor18. La
expresión proviene de la época del Papa Paulo VI y fue asumida
explícitamente en la III Asamblea General del Episcopado Latinoamericano
(Puebla, 1979), pero sus raíces son profundamente evangélicas. Ella fue
repetida frecuentemente por el Papa Juan Pablo II.

201 En estrecha relación con el ideal de la civilización del amor hay que
hablar también, de acuerdo con la inspiración de las fuentes primeras de
nuestra fe, de una cultura de la misericordia. El espíritu del cristianismo no
es un espíritu de principios mínimos necesarios para asegurar solamente,
inclusive en el sentido del amor, una convivencia humana civilizada. El
Evangelio de Jesús nos propone grandes ideales, profundos y radicales,
que trascienden toda medida que podamos tener para emprender nuestros
proyectos. Son estos ideales los que nos permiten hablar y vivenciar el

18
Compendio de DSI, No. 391, 582.
65
amor en el sentido de la misericordia, es decir, el amor llevado hasta sus
últimas consecuencias.

202 Desde una actitud como la de la misericordia es posible desarrollar las


mejores reservas espirituales que se dan en lo profundo de la existencia
humana y de la conciencia de las personas. Nada mejor para afrontar los
graves problemas que tenemos en nuestra sociedad como esta cultura del
amor infinito68, que recupera y actualiza para el mundo de hoy, la
experiencia que Jesús mismo vive y comunica del amor misericordioso y
liberador de Dios su Padre (CDSI 29)

2 LA RECONSTRUCCIÓN DEL TEJIDO SOCIAL A LA LUZ DE LA


UTOPÍA DEL REINO DE DIOS69

203 Es evidente que el Estado, a través de sus autoridades, tiene la


responsabilidad de regular y mantener el orden establecido para que sea
posible la convivencia civilizada de toda la sociedad; 19 y en situaciones
críticas como las que vive nuestra patria, la responsabilidad de restablecer
dicho orden con los medios que la misma sociedad le ha confiado.

204 El orden anterior se sustenta en una legitimidad ganada por las


autoridades, en un recto ejercicio del Estado de Derecho (C.A. 44), el
respeto de los derechos fundamentales y, un acompañamiento permanente
de la Iglesia y los ciudadanos en la vigencia de los pactos sociales y
políticos establecidos en la Constitución. Al respecto la Doctrina Social de
la Iglesia recalca “los organismos representativos deben estar sometidos a
un efectivo control por parte del cuerpo social” (CDSI 408)

205 Por eso, al mismo tiempo que nos debemos solidarizar con todos los
esfuerzos honrados que se hacen en nuestra patria, desde la
responsabilidad de las autoridades, en favor del bien común y de la
restauración del tejido social, necesitamos proclamar los principios con los
cuales podemos contribuir mejor a la realización de las aspiraciones más

868
Cfr JUAN PABLO II, Encíclica Dives in misericordia (30 de noviembre de 1980).
969
Tiene mucho sentido utilizar aquí la noción de utopía que comprendemos no en el sentido de lo irrealizable, sino
del ideal que nunca se agota en sus realizaciones: la reserva escatológica, como hoy se dice. El Reino de Dios no se
agota en esta vida en ninguna de sus realizaciones.
19
Compendio de DSI, No. 166. 351.
66
profundas de todos. En este sentido tenemos que hablar de educación
para el diálogo y para la paz.

2.1 La educación y el papel de la Iglesia en el proyecto pedagógico

206 La tarea de la educación es una prioridad indiscutible en una sociedad,


pero ella debe ser realizada con un sentido profundo. Es lo que queremos
afirmar cuando decimos que hay que “educar en valores”(CDSI 406).
Tenemos que reconocer que en nuestra época se da una superficialidad
impresionante en la sociedad (cultura light). Ante este fenómeno, la Iglesia
plantea que “los valores requieren, por consiguiente, tanto la práctica de
principios fundamentales de la vida social, como el ejercicio personal de las
virtudes y, por ende, las actitudes morales correspondientes a los valores
mismos” (CDSI 197).

207 Es urgente realizar de tal manera la misión educativa en la sociedad


que mueva a todas las personas, en particular a las generaciones jóvenes,
a interesarse por valores auténticos, por cuestiones de fondo que toquen
profundamente la vida. La Iglesia no puede desentenderse de esta tarea.
De hecho ella ha prestado siempre muchos servicios en este campo y tiene
grandes posibilidades al respecto, no simplemente en razón de los
derechos que le son reconocidos oficialmente por la sociedad y por el
Estado, sino sobre todo porque ella está convencida del sentido noble que
tiene por sí misma en la vida humana esta actividad de la educación.

208 Siendo la misión específica de la Iglesia la Evangelización, ella recurre


a proyectos educativos y pedagógicos con el interés especial por difundir
los valores trascendentes: el valor religioso y espiritual, el valor moral;
tendiendo con ello a “la formación de hombres, que respetuosos del orden
moral, sean amantes de la genuina libertad, hombres, que juzguen las
cosas con criterio propio a la luz de la verdad, que ordenen sus actividades
con sentido de responsabilidad y que se esfuercen por secundar todo lo
verdadero y lo justo” (CDSI 530).

209 La comunidad cristiana en cuanto tal tiene también que ir creciendo en


su conciencia y cada persona en ella debe ser acompañada
67
70
pedagógicamente en su formación y en su crecimiento . Con este fin
existen las actividades propias de la Iglesia, de manera especial la
catequesis y la experiencia litúrgica. Reflexionamos nuestra fe y al mismo
tiempo la celebramos y damos testimonio de ella en la vida. La presencia
de la Iglesia en la escuela y en las instituciones educativas tiene un gran
sentido. Tenemos que alegrarnos de saber que en nuestra patria sigue
habiendo apertura para la catequesis y para la práctica religiosa en el
ambiente escolar.

2.1.1 El valor religioso y la espiritualidad en la tarea pedagógica

210 Un valor fundamental que está llamado a cultivar la Iglesia en el


ambiente educativo es el valor religioso y espiritual. La experiencia de Dios
le permite al ser humano desarrollar todo el dinamismo necesario para
realizarse en plenitud en la vida y para comprometerse con toda la
generosidad posible en el servicio de los hermanos y en la transformación
del mundo.

211 La religión ha desempeñado siempre un papel de primera importancia


en nuestra sociedad: somos un pueblo profundamente religioso. Prueba de
ello es la religiosidad popular, signo inequívoco de la sensibilidad general
religiosa que caracteriza el espíritu de nuestras gentes. Naturalmente,
como lo ha dicho expresamente el Episcopado Latinoamericano 71, la
religiosidad popular tiene que ser evangelizada para que se haga posible
por medio de ella el ejercicio profundo de la religión y de la espiritualidad
en la vida de las personas.

212 Al participar en la tarea de la educación, la Iglesia tiene que dar toda la


importancia que se merece a la formación religiosa, espiritual y moral de
las personas en todos los lugares de la vida y en particular en los lugares
dedicados expresamente a esta noble tarea de la educación, como lo son
la familia, la escuela y las instituciones afines.

2.1.2 El valor ético y moral en la tarea pedagógica72

070
Tenemos que señalar de manera explícita en este lugar el papel tan importante del Catecismo de la Iglesia
Católica, que es un instrumento excelente en la comunidad para formarse y para crecer en la conciencia de la fe.
171
La evangelización en el presente y el futuro de la Iglesia de América Latina. Puebla, 1979.
272
JUAN PABLO II. Encíclica Veritatis Splendor (6 de agosto de 1993).
68

213 También es fundamental en la vida humana el valor ético. Sin él no es


posible convivir civilizadamente y construir una sociedad honesta. Se trata
de un valor que se fundamenta en la misma condición humana, pero que
también lo encontramos intrínsecamente relacionado con la religión, por
ejemplo en el caso de la moral cristiana. Los cristianos tenemos que
sentirnos totalmente comprometidos con todo lo que implica el valor ético
en la vida humana y tenemos la posibilidad de infundirle constantemente
una inspiración evangélica.

214 Hay que reconocer que nuestro mundo está afectado por una grave
crisis en este campo. El sentido de la vida se hace consistir con frecuencia
en cualquier logro hedonista o material, cuando se concibe por ejemplo el
éxito en el simple lucro, obtenido a cualquier precio.

Las responsabilidades sociales y la contribución al bien común son también


sentidas con frecuencia como una carga, que se elude por cualquier medio,
en la medida de lo posible. La corrupción es una realidad de una gravedad
impresionante en nuestra sociedad (C DSI 411-412). Frente a todas estas
situaciones constituye una tarea de la mayor importancia la formación ética
y el aporte, dentro de este propósito, de la moral cristiana.

215 En relación con la moral cristiana, ella constituye un don de Dios para
todos nosotros, los creyentes, pero también una extraordinaria tradición de
sabiduría, que fundamenta nuestra convivencia y nuestro crecimiento
humano y comunitario. La Iglesia es portadora de este mensaje moral, que
proviene de la época de la revelación del Dios Yahveh, y, en su sentido
evangélico, de la revelación de Jesús. Este mensaje ha contribuido
siempre a ennoblecer la sensibilidad ética de la humanidad. La moral
cristiana, bien entendida, no debe ser sentida como un peso, sino como
una gracia en el sentido de la mejor comprensión de la tradición religiosa
de nuestra fe: para el pueblo de Israel la Ley no constituía una carga, sino
la revelación que el Dios Yahveh le había hecho del camino de la libertad.

216 Más que códigos y leyes, este mensaje moral nos ofrece una
inspiración que ilumina las opciones particulares, la opción fundamental y
la manera como debemos asumir nuestras responsabilidades. La Iglesia,
que constituimos todos nosotros, debe hacer presencia con un sentido
evangelizador profético en este campo pedagógico, en el que se plantean
69
las responsabilidades éticas y morales. Hay que trabajar porque en todos
los lugares de la vida, principalmente en la familia y en la escuela, se
adquiera una sensibilidad ética y moral.

217 Es claro que, en un mundo en el que el pluralismo se va convirtiendo


en un presupuesto indispensable para la convivencia, tengamos que
preocuparnos por fomentar una actitud permanente de diálogo en todos los
aspectos. Sin embargo, al hablar de la responsabilidad ética, es necesario
que tengamos también en cuenta nuestro compromiso con los valores sin
los cuales no se puede construir una sociedad sana.

218 Hay principios que no son negociables y que no pueden ser


sacrificados por ninguna razón dentro de un diálogo en el que se busca un
camino de comunión eficaz. En el caso de la paz, por ejemplo, no
lograríamos una paz verdadera y estable, si para alcanzarla tuviéramos
que pagar el precio de la claudicación en principios fundamentales.

3 LA IGLESIA PROMOTORA DE UNA SOCIEDAD MÁS HUMANA EN


UN MUNDO AFECTADO POR LA VIOLENCIA

219 El clima que hace posible la realización de la gran tarea de la


edificación de un mundo en paz es el de la preocupación por la
justicia, concebida en un sentido profético 73. Además de esto, el
verdadero fundamento de esa gran tarea lo constituye, desde la
perspectiva evangélica a la que siempre tiene que recurrir la Iglesia, lo
que hemos llamado el ideal de una civilización del amor y de una
cultura de la misericordia.

220 Es aquí donde se hace posible toda generosidad, donde se puede dar
una verdadera capacidad de superar radicalmente el egoísmo y de
servir sin limitaciones al prójimo, donde tiene pleno sentido el
compromiso en función del bien de todos. Así se hace posible la
capacidad de sanar radicalmente las situaciones que han destruido la
comunidad y que nos impiden convivir fraternalmente. Es aquí donde

373
Esta precisión se hace urgente entre nosotros porque con frecuencia, cuando hablamos del problema de la justicia
en el contexto de un mundo de violencia, reducimos el sentido de la justicia al campo de lo penal: la justicia perfecta
sería la de lograr que no se quede impune ningún delito. Sin embargo, en el contexto de la Doctrina Social de la
Iglesia, el verdadero sentido de la noción de justicia es mucho más amplio y lo podemos comprender mejor desde
una perspectiva profética.
70
se hace posible al final de cuentas un mundo en paz. En este campo
del amor y de la misericordia siempre tenemos todo por hacer.

221 Como portadora de grandes ideales, la Iglesia que constituimos todos


nosotros, tiene una palabra muy importante que decir para iluminar
toda situación humana. La concepción de la persona humana y el ideal
de la fraternidad con los que ella está comprometida constituyen una
luz y un criterio de juicio de gran eficacia humanizante. Pero más allá
de todo esto, el planteamiento cristiano del ideal de la justicia, de la
civilización del amor y de una cultura de la misericordia constituye una
reserva invaluable para crear actitudes de nobleza profunda dentro del
proyecto pedagógico que necesita una sociedad. Es en este sentido
en el que la Iglesia realiza su misión, como se ha dicho, como una
misión de Evangelización profética20.

3.1 Tolerancia, democracia, cultura política

222 Dentro del espíritu de la justicia profética y, sobre todo, dentro del
espíritu evangélico del amor y la misericordia, comprendemos mucho
mejor lo lamentable que es el desconocimiento de la dimensión de
alteridad que hay que reconocer por naturaleza a toda persona; lo
grave que es la falta de disposición para reconocer a la otra persona
“en cuanto otra” y, como consecuencia, lo lamentable que es la actitud
de intolerancia y la falta de capacidad para aceptar de manera
civilizada las posiciones alternativas. En un ambiente así se hace cada
vez más difícil la práctica de un diálogo sincero que permita la
convivencia fraternal, la constitución de una sociedad realmente
democrática, la solución de los conflictos y la construcción de la paz.

223 Es necesario trabajar por un cambio real de mentalidad en las


generaciones que han crecido en un mundo de intolerancia y de
violencia. Es necesario participar en un proyecto pedagógico que
genere en todos, principalmente en las generaciones jóvenes que han
de asumir la conducción de nuestro mundo en un futuro, actitudes de
tolerancia y de convivencia fraternal, por el compromiso con valores
que no sean los que tradicionalmente han contribuido a crear la
situación que hoy tenemos.

20
Compendio de DS, No. 63.
71
224 Es urgente que el conjunto de nuestras acciones esté enmarcado
dentro de una cultura política democrática, “ que no solo es el
resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es fruto de la
aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos
democráticos”21 y que nos permita entender que las diferencias
políticas se pueden resolver sin violencia. Necesitamos orientar todas
las tareas educativas y pastorales hacia la construcción de un estado
de cultura política de total aceptación del respeto de los Derechos
Humanos.22

3.2 La sanación de la memoria histórica: el perdón y la reparación

225 Dentro de una concepción profunda de la justicia, pero mucho más


dentro de la lógica del amor y de la misericordia, podemos comprender
mejor un reto que se nos plantea actualmente, cuando vemos la
necesidad de reconstruir el tejido social de nuestra patria y cuando nos
preocupamos por emprender de nuevo el camino hacia un futuro
mejor: es el reto de la sanación de la memoria histórica.

226 El sufrimiento, sobre todo el de los inocentes, no puede ser relegado al


olvido de manera irresponsable, si no queremos que el mundo se
acostumbre a la injusticia, a la crueldad y al cinismo, y que terminemos
convirtiéndonos cada día más en sociedades perversas.

227 Y, sin embargo, es posible perdonar. Más aún es necesario perdonar:


“El perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni
mucho menos impedir, el camino que conduce a la verdad” 23. Así, ante
situaciones de violencia, el perdón no hace concesiones, ni genera
impunidad. Es posible comprender que no es simplemente por medio
del castigo de los culpables como se puede reconstruir una sociedad,
sobre todo si no se mira al castigo como una mediación pedagógica.
En este caso, el castigo no tiene otra significación que la de la
venganza. La justicia vindicativa, necesaria en una sociedad para
asegurar una convivencia civilizada mínima, pero sólo tiene sentido,
desde un punto de vista más profundo, en cuanto ella es capaz de

21
Ibid, No. 407
22
Compendio de DSI, No. 157.
23
Ibid, No. 518.
72
lograr la reparación debida a las víctimas y la redención de los
culpables, su recuperación humana y social.

228 La memoria del sufrimiento tiene que ser sanada, si se quieren poner
los fundamentos últimos para la reconciliación y para la paz. Este tema
es muy conocido en nuestros días y ha generado reflexiones valiosas,
que exigen una buena fundamentación, no sólo desde un punto de
vista humano sino también y principalmente desde una lógica del amor
y de la misericordia, como la plantea nuestra fe. No podemos
contentarnos con un discurso simplista sobre el perdón: tenemos que
tratar de crear un rico discurso sobre la verdad, la justicia y la
reparación porque las víctimas tienen un derecho irrenunciable a la
reparación y los victimarios un derecho legítimo a la recuperación en
un sentido auténticamente humano74.

229 Como se dijo en el Congreso de Reconciliación reunido entre nosotros


en el año 2003, es necesario creer en la posibilidad de “una sociedad
reconciliada con la naturaleza y consigo misma y en donde el perdón
sea posible y valorado como virtud de grandeza y generosidad, pero
donde no se manipule el olvido como herramienta para lograr la
impunidad, porque creemos que la única manera de sanar el pasado
es recordándolo para recuperarlo y purificarlo, porque no es posible la
reconciliación social si la verdad se oculta o se deforma” 75.

4 LA IGLESIA PROMOTORA Y MEDIADORA DE LA PAZ 76

230 Nuestro compromiso con la paz debe ser total: “Antes que un don de
Dios al hombre y un proyecto humano conforme al designio divino, la
paz es, ante todo, un atributo esencial de Dios” 24. Implica
necesariamente el rechazo radical de toda violencia, venga de donde
viniere. Como lo dijo el Papa Paulo VI en el discurso de inauguración
de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que ya
hemos recordado, “la violencia no es ni cristiana ni evangélica”.

474
Cfr II Congreso de Reconciliación. Bogotá, 5 al 7 de mayo de 2003, Declaración Final.
575
Ibid.
676
Es también el momento para recordar de nuevo aquí la última Encíclica del Papa Juan XXIII, la Pacem in Terris
(11 de abril de 1963) con su mensaje sobre la verdad, la justicia, la libertad, el amor, de la que ha hecho memoria
con un énfasis especial el Papa Juan Pablo II en su mensaje de año nuevo de 2003. De la misma manera la
Encíclica del Papa Paulo VI, Populorum Progressio (26 de mayo de 1967).
24
Compendio de DSI, No. 488.
73

231 Los cristianos tenemos que estar convencidos de que no podemos


compartir de ninguna manera las actitudes de los violentos, ni
podemos fomentar por ninguna razón el espíritu de la violencia. En
este sentido se comprende muy bien la simpatía que deben despertar
en nosotros, en nombre del Evangelio, movimientos como el de la No-
Violencia.

232 Los discursos que manejamos, desde todas las orillas, coinciden en
cierto sentido: seguridad democrática y corazón grande, oímos decir
por una parte; paz con justicia social, oímos decir por otra. Todas las
propuestas concretas que podrían caber dentro de estos
planteamientos deben apuntar a que se haga realidad el deseo sincero
de todos: la edificación de un mundo en paz, pero que sea un mundo
justo y auténticamente humano. La Iglesia comprende muy bien estos
planteamientos y tiene la misión de ayudar a que todos los actores del
conflicto dialoguen sobre ellos.

233 El camino de la paz es un camino largo, que implica un gran proceso.


Por una parte se debe trabajar porque llegue a existir un estado de
ánimo colectivo que permita el que las diferencias se puedan resolver
sin recurrir a la violencia: es necesario propiciar un aprendizaje
permanente de técnicas y tácticas de transformación de conflictos por
la vía de la argumentación y de la negociación. Se trata de un proyecto
pedagógico.

234 Con base en la inspiración del Evangelio que nos ayuda a concretar la
Iglesia con su Doctrina Social, tenemos que insistir en la necesidad de
considerar la vía negociada como el método más eficaz para la
solución definitiva de los conflictos armados. Es posible lograrlo: lo
queremos repetir una y otra vez con el espíritu que nos anima.
Queremos ser todos de verdad portadores de esperanza.

235 Pero también es necesario algo que parece una paradoja: hoy más
que nunca, en situaciones de tanta crueldad como las que presentan
los conflictos que vivimos, se hace imprescindible aceptar la
realización de acciones que permitan abrir caminos que conduzcan
por lo menos a la humanización de la guerra.
74

Los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario

236 En el mundo de hoy existe un claro consenso en relación con la


necesidad de respetar los Derechos Humanos fundamentales, que ha
sido concretado en códigos bien conocidos. Y existen también
acuerdos fundamentales que han surgido de la necesidad de
encontrar soluciones concretas para situaciones críticas, con la única
motivación de la sensibilidad humana ante el sufrimiento. Desde la
perspectiva de la fe cristiana todo esto tiene una fundamentación
profética y evangélica indiscutible y puede ser bien comprendido
desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia y la Pastoral de
los Derechos Humanos.

237 Hay que trabajar por sostener y hacer crecer una opinión pública
favorable al respeto de los Derechos Humanos y al Derecho
Internacional Humanitario. De ahí, que “la Iglesia exhorta a personas,
pueblos, Estados y Naciones a hacerse partícipes de su preocupación
por el restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en
particular, la importante función del derecho internacional” 25. Se trata
de un discurso que se escucha en todos los ambientes en los que
existe algún interés democrático.

238 Evidentemente, en relación con este discurso es necesario plantear


interrogantes honrados que deben conducir a progresar en los ideales
que están ligados con él. En lo que se refiere a la responsabilidad del
Estado, como cristianos y como ciudadanos encontramos profundas
razones para valorar todos los esfuerzos que se realicen en el sentido
del respeto de los derechos humanos y para compartir las
preocupaciones que se puedan presentar en este campo. En el caso
de los grupos insurgentes no podemos dejar de manifestar con
sinceridad lo inquietantes que son las contradicciones que se dan
cuando, al mismo tiempo que se pregona la exigencia del respeto de
los derechos humanos y se propone en alguna forma como solución
del angustioso problema del secuestro la aplicación del Derecho
Internacional Humanitario, se evade sistemáticamente el compromiso
con los primeros y se obstaculiza permanentemente la posibilidad de
lo segundo.
25
Ibid, No. 516.
75

239 ¿Cómo lograr un progreso real de toda la sociedad en este campo? ¿Y


cómo lograr que no se dé una manipulación ideológica y política de un
discurso tan importante para la búsqueda de la paz en el mundo?
Estas son preguntas que nos deben preocupar siempre a todos y que
no se pueden quedar sin respuesta. El Magisterio subraya que para
hacer más eficaz el compromiso pastoral en la defensa y promoción
de los derechos fundamentales del hombre, “debe abrirse a la
colaboración ecuménica, al diálogo con las demás religiones, a los
contactos oportunos con los organismos, gubernativos y no
gubernativos, a nivel nacional e internacional” 26.

La urgencia de preparar el tiempo de la posguerra

240 Todos los problemas que puedan ser detectados a partir de un


diagnóstico de la realidad nos invitan a considerar la importancia de
valorar, desde una perspectiva de fe y de Iglesia, con intenciones
pastorales, los conocidos discursos sobre la justicia y la paz, con el fin
de arrojar claridad acerca del país que queremos, de la sociedad que
necesitamos. Contamos para ello con la inspiración del Evangelio y
con la gran riqueza que constituye para nosotros la lectura del mismo
que conocemos como Doctrina Social de la Iglesia.

241 Para que se pueda dar una paz real, comienzo de un futuro mejor para
todos, en el que se den las condiciones necesarias para edificar un
mundo fraternal, además de trabajar por el logro de un cese inmediato
de las hostilidades entre los actores armados, es necesario diseñar
planes y realizar acciones que hagan posible la rehabilitación de los
afectados por la violencia, no sólo la de las personas en particular, de
los combatientes y las víctimas, sino también la de las comunidades.
La esperanza que nos anima nos motiva para asumir como un reto
urgente la preparación de un futuro que no sea ya de guerra, sino de
paz. Pero ese no es sino un aspecto del sueño que nos anima: el
futuro que deseamos no puede ser bueno solamente para los
privilegiados sino para todos los seres humanos que conformamos
esta patria, de tal manera que no se quede rezagado en la medida de

26
Ibid, No. 159.
76
lo posible ningún hermano en el proceso del desarrollo y que nadie
sea excluido del banquete de la vida digna.

242 El proyecto de la paz que nos anima debe estar intrínsecamente


relacionado con el espíritu de la justicia, según la inspiración profética
que tenemos, y también con el espíritu del amor y de la misericordia,
según la inspiración evangélica que hemos recibido del Señor. “La paz
es fruto de la justicia”, decimos inspirados en la tradición profética de
Israel (Is 32,17) y lo mismo podemos decir en relación con el amor y la
misericordia. Es imposible construir un mundo en paz, sin haberlo
edificado sobre este fundamento; pero también es necesario decir que
es imposible construir un mundo fraternal sin haber desarrollado en
nosotros actitudes de paz.
77
OPCIONES Y CONCLUSIONES

LLAMADO A SER TESTIGOS DE ESPERANZA EN MEDIO DEL


SUFRIMIENTO Y LOS ANHELOS DE NUESTRAS COMUNIDADES

243. La reflexión sobre el papel de los testigos de la esperanza en la


sociedad colombiana actual tiene un marco excelente en la celebración de
los 40 años de la Constitución Pastoral «Gaudium et Spes» del Concilio
Vaticano II que invita a todo creyente «a escrutar, a la luz del Evangelio,
los signos de los tiempos para ver en ellos la manifestación de la acción
misma de Dios».

Una característica fundamental en quien quiere asumir el reto de


convertirse en testigo de la esperanza es su capacidad de “escrutar los
signos de los tiempos”. Se trata de una capacidad profundamente
arraigada en la vida de quien aprende a reflexionar y a leer la historia a la
luz de la Palabra de Dios. Al profundizar en las claves de la historia se
reconoce un tipo de esperanza diferente: una esperanza que no está
centrada en nosotros mismos, que se centra en el hecho de la resurrección
y en la fuerza que es capaz de hacer nuevas todas las cosas.

244 La historia y la sociedad colombiana requieren de testigos de la


esperanza. De hombres y mujeres, de comunidades seriamente
comprometidas. La esperanza en sí misma conduce hacia una vida social y
comunitaria intensa para poder vivirla en su sentido más profundo. Testigos
de la esperanza habla de grupos, comunidades de creyentes que asumen
dinámicamente la construcción de estructuras nuevas. Las raíces
profundas nacen de su identidad y su vivir en Cristo que es la realización
plena de la esperanza.

A los testigos de la esperanza los acompañan la “imaginación de la


caridad”27, la creatividad para responder a los nuevos retos de la historia, la
imaginación, la responsabilidad frente a los desafíos del presente y la
capacidad de emplear sus talentos.

Testigos de la esperanza son creyentes y comunidades capaces de


sentirse interpelados por la realidad social y sensibles para dar una
27
Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo Milenio Ineunte, No 50.
78
respuesta desde el Evangelio. “Son muchas en nuestro tiempo las
necesidades que interpelan la sensibilidad cristiana. Nuestro mundo
empieza el nuevo milenio cargado con las contradicciones de un
crecimiento económico, cultural, tecnológico, que ofrece a pocos
afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a millones de personas
al margen del progreso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo
del mínimo requerido por la dignidad humana” 28.

245 La característica más importante de quienes se identifican como


testigos de la esperanza es su capacidad de vivir la comunión. Se trata de
compartir el amor del Padre que se derrama sobre la Iglesia y sobre el
mundo. Vivir en comunión con… Ser testigos de la comunión. Allí está el
espacio para construir un mundo marcado por la comunión, para salir al
encuentro de quienes no participan de la riqueza del banquete humano y
pasan por condiciones de extrema pobreza, en fin, el reto de vivir
plenamente la Iglesia y de ser plenamente parte de la sociedad.

Para lograrlo es necesario asumir la espiritualidad de la comunión que


implica entrar en el misterio de Dios que es Trinidad y vivir también en el
corazón y la realidad de los seres humanos y de nuestra sociedad.

El camino del discernimiento y del hacerse testigo de la esperanza


conduce a conocer mejor las opciones personales y las directrices
colectivas que contribuyen a humanizar la sociedad y a hacerla más acorde
con el plan de Dios. Un plan que reconoce que el mundo no se ha
redimido “por los crucificadores sino por el crucificado” (Papa Benedicto
XVI).

246 Nos toca a los colombianos seguir escrutando la presencia de Dios en


nuestra historia y encontrar motivos para seguir actuando y
comprometiéndonos con esperanza. Nos corresponde seguir identificando
los rostros de los crucificados, los empobrecidos, desplazados, excluidos,
víctimas del conflicto.

En muchas circunstancias nos interrogan y tenemos que dar “razón de


nuestra esperanza”, tal como dice el apóstol Pedro (1 Pe 3,15). El
testimonio de los creyentes, su palabra unida estrechamente al Evangelio
da razón de su esperanza en medio de los distintos retos que plantea
28
Idem.
79
nuestra historia.

El encuentro con Jesucristo y la constatación del cumplimiento en El de las


promesas bíblicas es el centro de la esperanza que nos guía en medio de
logros, retos, amenazas de la historia contemporánea.

Lo social, las realidades históricas, están en estrecha relación con nuestra


fe y con la esperanza que nos guía. Se trata de un dinamismo en el cual
los creyentes, como testigos de la esperanza, asumimos los retos y
tensiones de la historia y emprendemos en forma responsable y con valor
el compromiso con la vida. Por una parte la esperanza nos empuja hacia la
realización de todo en Dios y por otra nos compromete con el ejercicio ético
y con la responsabilidad en la construcción de un tipo de sociedad
verdaderamente humana y fraterna. Por ello es tan importante señalar el
vínculo entre la esperanza y el compromiso activo en la sociedad. Allí se
unen la esperanza que es capaz de trascender la muerte con la esperanza
como compromiso y como actividad permanente y como opción por los
pobres y las víctimas.

FORTALECER LA ESPERANZA EN MEDIO DE LAS ADVERSIDADES

247 Desde la fe cristiana sabemos que no cabe ni la condenación del


mundo ni tampoco la ingenuidad de identificar al mundo y su progreso con
el Reino de Dios. En cualquier caso, sin embargo, esa mirada desde la fe
ha de generar esperanza ante la posibilidad de hacer un futuro mejor.

Es evidente que tenemos que ser solidarios con todos los esfuerzos que se
emprenden para poner remedio a los problemas que afectan a nuestra
patria. Debemos apoyar, con la actitud crítica que nos impone nuestra
responsabilidad, todo lo que se hace por parte de aquellos a quienes se les
ha confiado la responsabilidad de conducir los destinos del país, para que,
dentro del postulado de “libertad y orden”, no sólo se reconstruya un orden
quebrantado, sino que se construya un orden legítimo, justo y democrático,
verdaderamente humano.

248 Las reflexiones que hemos propuesto nos deben servir para
reafirmarnos en los compromisos que siempre nos han animado, pero que
queremos asumir con entusiasmo renovado en los momentos difíciles por
80
los que atraviesa nuestra patria. A la Iglesia se le pide siempre, pero
especialmente en estas circunstancias, una palabra iluminadora. La
palabra de la Iglesia no puede ser sino una palabra profética y una
propuesta evangelizadora.

Con esta convicción queremos, en cuanto pastores de las comunidades de


nuestra patria, concretar este mensaje en los enunciados que proponemos
y que podrán ser en adelante objeto de profundización.

249. Como lo hemos recordado, la misión profética de la Iglesia constituye


un compromiso en la historia humana que implica simultáneamente dos
aspectos: el primero es el del juicio lúcido de la realidad que se ha definido
como una palabra de denuncia; el segundo tiene un sentido propositivo que
ha sido designado como el anuncio de un futuro mejor. Denuncia y anuncio
deben ser pues las palabras que concreten, en un sentido profético, las
conclusiones de este documento.

DENUNCIA PROFÉTICA Y POSIBLES SALIDAS

250. No tenemos la pretensión de referirnos a todas las situaciones


angustiosas que nos piden con urgencia una actitud profética de denuncia.
Solamente nos referimos a algunas más urgentes con el deseo de que
todos crezcamos cada día más en la conciencia que debemos tener en
relación con los problemas de nuestra patria.

En nuestro trabajo por la paz prestaremos atención muy especial a las


víctimas de la violencia: secuestrados, desplazados, viudas, huérfanos, sin
distinción de condiciones sociales, económicas, políticas o religiosas de las
personas o de las causas que hayan producido estos sufrimientos y
angustias.29

Rechazo de las situaciones de pobreza extrema.

Nuestro país tiene uno de sus retos mayores en la construcción de


estructuras equitativas y justas. “La equidad no es un principio que rige la
sociedad colombiana y por tanto no están garantizadas las condiciones
básicas para la realización integral de las personas…. La aplicación del
29
Conferencia Episcopal de Colombia. Mensaje final de la LXXII Asamblea Plenaria Extraordinaria. “Diez principios
para caminar hacia la paz”. Mensaje final de la LXXII Asamblea Plenaria Extraordinaria. 8 de mMarzo 8 de 2002, n.4.
81
sistema internacional de capitalismo neoliberal con sus efectos perversos
sobre la sociedad, trae en consecuencia para Colombia un modelo social y
económico que no puede superar la dicotomía entre política económica y
social”30.

La situación de miseria y hambre de millones de colombianos exige una


solución pronta e integral que les garantice al acceso a los bienes y
servicios de la sociedad y que supere las condiciones de exclusión social
que en muchos casos se tornan generacionales.

Rechazo de toda forma de violencia


251. Es una prioridad incuestionable dentro de nuestros compromisos el
rechazo de todo tipo de violencia, venga de donde viniere, porque la
violencia no es humana, “ni cristiana ni evangélica”. Por eso queremos
convocar ante todo a todos nuestros hermanos y hermanas a rechazar la
violencia como medio para alcanzar logros en la sociedad, valgan ellos lo
que valgan.

252. Es cierto que el Estado tiene responsabilidades en lo referente a la


conservación y a la restauración del orden público y que ello implica
utilizar, dentro del espíritu incondicional del respeto de los derechos
humanos, todos los recursos con los que cuenta para lograrlo, por ejemplo
los recursos militares. Es también universalmente reconocido el derecho
humano a la legítima defensa que no puede ser identificado evidentemente
con el ejercicio de la justicia por las propias manos. Sin embargo, más allá
de los medios represivos para lograr el orden y la seguridad, la principal
preocupación de todos tiene que ser la de cultivar, por otros medios más
nobles, actitudes de paz entre los ciudadanos.

La búsqueda de la paz tiene exigencias fundamentales en el cumplimiento


de los derechos a la justicia, la verdad y a la reparación de las víctimas.
Todo proceso de construcción de la paz para que sea estable y sostenible
debe garantizar la satisfacción de esos derechos y en forma muy particular
el que se devuelva la dignidad a las víctimas que han sufrido por las
atrocidades a lo largo de los años.

30
Conferencia Episcopal de Colombia. LXIII Asamblea Plenaria Extraordinaria. “Proceso de empobrecimiento del
pueblo colombiano”. Febrero 7 de 1997.
82
253 Sentimos como una gran responsabilidad la de convocar a nuestros
hermanos y hermanas, en nombre del Dios de la vida, a solidarizarse
permanentemente ante el sufrimiento de las víctimas de la violencia, sobre
todo el sufrimiento de los inocentes, y a comprometernos en la lucha por el
respeto de la vida de todas las personas en todos sus momentos, desde el
comienzo hasta el final.

254 Todos tenemos que trabajar día tras día para hacer posible que la vida
de todo ser humano pueda ser una vida digna. El proyecto del crecimiento
de nuestra patria en un sentido social debe ser el gran marco desde el cual
se afrontan todas las demás responsabilidades tanto de parte del Estado
como de cada uno de los ciudadanos.

Rechazo de toda forma de terrorismo


255 Es imposible pensar que por el camino del terrorismo se puede hacer
realidad el sueño de una patria nueva, humana y feliz para todos. Por el
contrario: el terrorismo trae consigo siempre destrucción. La misión que
Dios nos ha encomendado a todos es la de cuidar de nuestro mundo como
escenario de una existencia digna y la de construirlo como hogar humano,
así como también la misión de constituir de tal manera la sociedad que ella
sea un ambiente propicio para el desarrollo de todas las personas en un
sentido también auténticamente humano.

256 La violencia terrorista no tiene ninguna justificación para nadie. No


tiene ninguna justificación por ninguna razón el llamado terrorismo de
Estado, que reviste una gravedad especial en razón de la responsabilidad
que le compete al Estado en relación con el respeto de los Derechos
Humanos. Pero tampoco como actividad practicada por actores ilegales. El
terrorismo sólo produce destrucción, sufrimiento, muerte.

257 No podemos dejar de censurar y combatir día tras día los ataques a
poblaciones indefensas, la siembra de artefactos que lesionan a todo tipo
de personas, con frecuencia a personas humildes y trabajadoras, ajenas
completamente a los conflictos, la crueldad de las masacres. Queremos
convocar a todos nuestros hermanos y hermanas de la patria a colaborar
con todos los esfuerzos que se hacen para combatir toda clase de
terrorismo y a los responsables del mismo, y a cuidar con responsabilidad
de la vida, del medio ambiente, del bien común.
83
Rechazo del secuestro
258 Es imposible pensar que el secuestro pueda tener algún sentido o
alguna justificación, llámese como se llame. El derecho a la libertad es un
derecho inalienable de todo ser humano y no puede ser violado por
ninguna razón. El secuestro es uno de los delitos más abominables que
pueden afectar a una sociedad, si no el más aborrecible. Es además
absolutamente inaceptable convertir a las personas en instrumento de
transacción para lograr cualquier tipo de resultados, económicos o
políticos, o de cualquier orden.

259 En virtud de nuestra condición humana y en virtud de nuestra fe en el


Dios de la libertad, invitamos a todos nuestros hermanos y hermanas a
decir NO, con toda decisión, al secuestro y a todo tipo de violación de la
libertad de las personas, a colaborar con todas las acciones que se
emprendan contra esta práctica perversa y contra las personas
responsables de la misma, a exigir la libertad de todas las víctimas del
secuestro sin condición ninguna, y a manifestar nuestra solidaridad radical
con todas ellas.

260 No podremos sentirnos satisfechos con los esfuerzos que realizamos


para construir una patria mejor, mientras no haya sido liberado hasta el
último de los secuestrados y se haya hecho imposible esta práctica
vergonzosa. Esperamos que se llegue el día en el cual no haya nadie que
sea capaz de recordar con una actitud distinta a la de la vergüenza esta
triste situación a la que han sido sometidos tantos hermanos y hermanas
nuestros.

Rechazo del desplazamiento forzado


261 Otra dolorosa realidad, consecuencia trágica de la violencia, ha sido el
desplazamiento forzado de multitud de personas, especialmente de
campesinos, de indígenas, de grupos étnicos minoritarios, que ha
producido graves sufrimientos indescriptibles a las personas, a las familias,
a la población afectada. Además de haberse visto privados de los medios
indispensables para su subsistencia, lo han sido también del entorno
cultural de su existencia y de la posibilidad de realizar sus sueños
legítimos.
84
262 Es urgente que nos comprometamos todos a rechazar, con toda
decisión y de manera eficaz, este fenómeno tan doloroso. No basta que
ofrezcamos alivio a quienes son sus víctimas, sino que tenemos que
contribuir con toda generosidad para que se ponga fin a esta situación y
para que se vaya haciendo cada día más real el sueño de los desplazados
de retornar a sus lugares de origen.

Rechazo del narcotráfico


263 Es imposible edificar una sociedad sana con el poder perverso del
dinero mal habido, en especial del narcotráfico. Las situaciones que hemos
vivido en los últimos años se han convertido en una lección dolorosa que
debe ser tenida en cuenta por todos: con estos dineros no se ha construido
nada bueno y en cambio sí se ha pervertido todo.

264 Dios nos invita a crear riqueza honesta, a vivir dignamente, con
espíritu emprendedor y humanizante, a no convertir en un ídolo el dinero.
Rechacemos todos juntos, con total decisión, el narcotráfico y los males
que él trae consigo; hagamos todo lo posible por mentalizar a las personas,
en especial a la juventud, para renunciar a toda tentación que se pueda
presentar en este sentido.

Rechazo de la corrupción
265 El fenómeno de la corrupción se ha convertido en un obstáculo de
grandes proporciones para la edificación de una nación sana. Ha
penetrado de la manera más desvergonzada en todos los ambientes, aún
en el de las personas y de las instituciones que deberían ser un ejemplo de
honestidad en el manejo de la cosa pública. Por eso, invitamos a todos
nuestros hermanos y hermanas a colaborar con los propósitos que existen
por eliminar, con toda decisión, este mal que impide la realización del bien
común.

COMPROMISOS PARA UN PAIS RECONCILIADO, FRATERNO Y


JUSTO. Llamado: “Que todos seamos verdaderamente responsables
de todos” (SRS 38)

266 Nuestro deseo más grande es el de convocar a todos los colombianos


sin excepción, y de manera especial a nuestros hermanos y hermanas en
la fe para reafirmar con total decisión el compromiso social, político y
85
pastoral de trabajar con esperanza por la construcción de un país donde el
desarrollo, la justicia y la reconciliación sean el nuevo nombre de la paz.

“Nos comprometemos a continuar decididamente con la evangelización


integral propia de nuestra misión para que a partir del anuncio de
Jesucristo y de la proclamación de la dignidad de la persona humana,
conformemos comunidades evangelizadas y evangelizadoras, fermento de
trabajo para la solidaridad, la justicia y la construcción de la paz” 31.

Los problemas y situaciones antes analizadas nos exigen trabajar en


espíritu de comunión y de solidaridad con distintos sectores sociales y
políticos, para desterrar el empobrecimiento creciente de los más humildes
y evitar que se siga acrecentando la concentración de la riqueza en manos
de unos pocos privilegiados, pues, la tarea en la que sumamos esfuerzos
está relacionada con la responsabilidad conjunta en favor del Bien Común
y el destino Universal de los Bienes.

265 267. El hecho de ser Iglesia nos motiva a tener una actitud de
apertura universal que nos haga cada día más solidarios con la suerte de
todos los que sufren en cualquier lugar del mundo, sin encerrarnos dentro
de nuestras propias fronteras, de acuerdo con lo que nos recomendó una y
otra vez el Papa Juan Pablo II: la necesidad de globalizar la solidaridad. No
podemos negarnos a entrar en el proceso de integración de todos los
pueblos y las naciones del mundo, pero nuestro propósito debe ser por el
camino de la afirmación de la dignidad y del bienestar de todos, en
particular de los más pobres.

268. En este espíritu, y teniendo presente los ingentes esfuerzos en pro de


la re-construcción moral, social, política y económica del país, que se
vienen adelantando por parte de numerosos actores y sectores del Estado,
de la Sociedad Civil y de la Iglesia, queremos invitarlos a mantener firme el
compromiso por la construcción de lo Público y por la vigencia de un
verdadero Estado Social de Derecho, para lo cual, como Obispos de la
Iglesia Católica en Colombia, reafirmamos la urgencia de avanzar en
respuestas concretas a la problemática del país :
31
Conferencia Episcopal de Colombia ia, LIXX Asamblea Plenaria Ordinaria. “Habrá paz en nuestra patria cuando
descubramos que somos una sól familia”. 7 de julio de 2000.000.
86

1. Continuar, extender y articular espacios y procesos de formación


ciudadana y conciencia de los derechos y deberes políticos de los
Colombianos.

“Hay una convicción cada vez mayor por parte de grandes sectores de la
sociedad, de asumir la política como una obra colectiva. Encontramos
dirigentes y grupos que trabajan en la construcción de la nación y la
definición de los mecanismos que aseguran que todas las estructuras e
instituciones políticas estén efectivamente al servicio del bien común y no
de los intereses particulares de algunos dirigentes…. Observamos la
escasa participación de la ciudadanía en el control de la gestión pública y
en la actividad política. Todavía no estamos ejerciendo suficientemente los
derechos de participación que nos conceden la Constitución y la ley” 32.

La Iglesia Colombiana, junto a quienes tienen la labor de construir la


cultura política y democrática, asume como una urgencia del presente
aumentar en la población la identidad de ciudadanos responsables de
promover el Estado Social de Derecho en el marco de la recta concepción
de la persona humana.

Algunas de las acciones que conducen hacia la realización de la cultura


política democrática incluyen: los informes sobre gestión parlamentaria, los
espacios de formación ciudadana, el uso de los mecanismos de
participación, las iniciativas populares y las redes sociales; los pactos de
integridad y de transparencia municipal; el fortalecimiento ético,
democrático e ideológico de los partidos políticos. Todas estas acciones y
otras tantas, en su conjunto deben ser leídas por el Estado y por la
sociedad, como un nuevo escenario social y político promisorio para el
futuro civilista del país.

La Iglesia, seguirá haciendo su contribución en la formación ética, política y


democrática, por medio de los organismos pastorales desde los referentes
propios de la DSI 33:
32
Conferencia Episcopal de Colombia. LIXX Asamblea Plenaria Ordinaria. “Habrá paz en nuestra patria cuando
descubramos que somos una sóla familia”. 7 de julio Julio 7 de 2000.000.
33
La caridad social y política despliega y procura la participación ciudadana que debe cumplirse “en modo
responsable y con vistas al bien común”. Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, No.n. 189.
87

 Una tarea urgente es el compromiso por la dignidad de la persona


humana. Desde el campo de la formación se trata de profundizar en
los valores de la dignidad, del respeto y ejercicio de la misma. Esta
tarea incluye la protección, promoción y defensa de los derechos
humanos.

 El compromiso a favor de la dignidad humana conlleva la


conformación de comunidades solidarias, vivas, evangelizadas y
responsables socialmente.

 Se trata de ampliar los niveles de participación democrática en los


distintos ámbitos de la sociedad, lo cual es indispensable para
asegurar la inclusión de todos en la construcción de estructuras
justas y fraternas. Animamos la construcción de una genuina
democracia que es pluralista, justa y participativa.

 Un compromiso de todos es el fortalecimiento del Estado Social de


Derecho que asegure la consolidación de un orden jurídico y social
que asuma los derechos y deberes de todos los colombianos.

 En este proceso queremos incluir las instituciones educativas católicas


para contribuir a procesos de formación sociopolítica que conduzcan
a la modificación de prácticas que han favorecido la corrupción y han
deslegitimado la democracia.

 Por medio de las labores de incidencia buscamos vincular a quienes


tienen responsabilidad política y social en el compromiso por la
superación de las formas de exclusión y las injusticias existentes.

 La Iglesia por su papel de educadora tiene una gran responsabilidad


en la formación de la conciencia social. Con la Doctrina Social de la
Iglesia aportamos a los contenidos y referentes de la propuesta ética
y moral de la construcción de lo público.

 Invitamos a fortalecer el trabajo en red con organizaciones que


88
trabajan en pactos por la transparencia.

 La tarea local incluye el abrir espacios para la reflexión y recuperación


del valor de la construcción de sociedad con el aporte de todos.

 “Crear las condiciones para que los laicos se formen según la Doctrina
Social de la Iglesia, en orden a una actuación política dirigida al
seaneamiento, al perfeccionamiento de la democracia y al servicio
efectivo de la comunidad”34

2. Promover la reconciliación y la búsqueda de una solución política


y negociada del conflicto colombiano.

Ante los distintos fenómenos de violencia social y política, se pide reafirmar


el compromiso ético en favor de la Vida y la Reconciliación. El Papa Juan
Pablo II, afirmó que en las opciones pastorales “hay que dar prioridad a la
paz y a la reconciliación, contribuyendo así a edificar la sociedad sobre los
sólidos principios cristianos de la verdad, la justicia, el amor y la libertad y
fomentando también el perdón que nace del sincero deseo de
reconciliación con Dios y con los hermanos”.35

Es esperanzador ver que en medio del conflicto, surgen semillas de


reconciliación. Lo que nos indica que es posible que virtudes políticas como
el diálogo, el perdón y la formulación de nuevos acuerdos primen sobre la
hostilidad y la violencia física.36 Por ello, sentimos que los esfuerzos, las
iniciativas y los acuerdos que lleven a la Paz con Justicia social, deben
continuar con creatividad y discreción, para lo cual se deben facilitar los
espacios de diálogo en los que converjan actores armados y el Estado,
con apoyo y respaldo de la sociedad civil y la comunidad internacional.

Se deben debatir con amplitud las diferentes agendas sobre construcción


de país, y sobre todo, advertir que todo proceso de desmovilización y
reinserción tenga un marco jurídico claro y definido, en donde se apueste
34
Conclusiones Santo Domingo, 193.
35
Visita Ad Limina Apostolorum del primer grupo de los Obispos colombianos. Vaticano, junio de 2004.
36
“Vivir la Misión en medio de la guerra –desafíos espirituales y pastorales”. Monseñor Luis Augusto Castro Q. 2002.
89
por la verdad, la justicia y la reparación.

Como Iglesia, continuaremos impulsando una pastoral que recupere el


sentido y el valor de toda vida humana. Reiteramos el compromiso de
contribuir a la solución pacífica del conflicto armado, desde nuestro ámbito,
mediante:

 La denuncia permanente de toda forma de violencia y de la mentira


que va unida a ella. “Como una de las formas más crueles de
violencia condenamos el secuestro, la extorsión, los atentados
terroristas, las masacres y asesinatos selectivos, la destrucción de
poblaciones enteras, los hostigamientos y tantas otras formas de
violación de los derechos humanos y del derecho internacional
humanitario”37 .

 El apoyo a todas las instancias en las cuales está comprometida la


Conferencia Episcopal de Colombia en la búsqueda de la paz.

 Promover y apoyar iniciativas comunitarias y ciudadanas que


busquen crear un clima de reconciliación y de convivencia con
mecanismos de respeto por la dignidad de cada ser humano y de
compromiso con los que sufren por las injusticias y la violencia.

 La creación y fortalecimiento de Comisiones Parroquiales,


Diocesanas y Regionales de Vida, Justicia y Paz para que faciliten el
diálogo, promuevan mesas de trabajo sobre la paz, desarrollen
labores humanitarias con la población civil afectada por el conflicto y
promuevan acuerdos humanitarios..

 “Estamos dispuestos a acompañar los diversos procesos de


acercamiento y diálogo con los grupos armados. Consideramos, eso
sí, indispensable recordar que un diálogo auténtico solamente es

37
Conferencia Episcopal de Colombia. LIXX Asamblea Plenaria Ordinaria. “Habrá paz en nuestra patria cuando
descubramos que somos una sóla familia”. 7 de julio de 2000.000.
90
38
posible en ambiente de respeto a la verdad y la justicia” .

 El apoyo a la mediación y aun a la verificación internacional que se


juzgue necesaria para el logro de negociaciones que conduzcan
eficazmente a una paz justa y verdadera.39

 Continuar trabajando por una cultura de la paz y de la reconciliación.

 Elaborar y desarrollar planes estratégicos, herramientas, planes


locales que mejoren la capacidad de respuesta al conflicto y a la
violencia indiscriminada.

 Hacer seguimiento e incidencia en los procesos de desmovilización y


reinserción con un marco jurídico claro y definido.

3. Defender la vigencia de los derechos humanos y del Derecho


Internacional Humanitario

La situación actual del país reclama un compromiso decidido en la defensa


de la vida y de los derechos humanos. Indudablemente ha crecido la
conciencia y el compromiso de numerosos sectores sociales y de la
comunidad internacional en este terreno. Al mismo tiempo, hay
instituciones estatales fuertemente comprometidas en la búsqueda de
soluciones a las graves violaciones y atropellos que sufre la población. Se
ha constatado a lo largo del tiempo numerosos hechos graves en cuanto a
los derechos civiles y políticos, sin embargo hay que recordar que las
condiciones de extrema pobreza y exclusión que viven grupos humanos y
regiones enteras del país son un desafío al pleno cumplimiento de los
derechos humanos.

Frente al grave problema que representa el desplazamiento forzado un


acento pastoral, será seguir afrontando proféticamente estas situaciones y
sus consecuencias y promover redes de apoyo y cooperación
38
Conferencia Episcopal de Colombia. LXX Asamblea Plenaria Extraordinaria. “Una cultura de paz para Colombia”.
9 de marzo de 2001.001.
39
Conferencia Episcopal de Colombia, Mensaje de la LXIX Asamblea Plenaria Ordinaria. “Habrá paz en nuestra
patria cuando descrubramos que somos una sola familia”. Mensaje de la LXIX Asamblea Plenaria Ordinaria. Bogotá,
7 de julio de 2000.
91
interinstitucional para la atención integral de las familias víctimas del
desplazamiento. .

Por ello reafirmamos nuestro compromiso de:

 La promoción y defensa de la dignidad humana y la vida desde el


Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, con la palabra, la acción y la
colaboración, superando toda discriminación y desconocimiento de la
misma.
 Denuncia permanente de todas las formas violatorias de los derechos
humanos, vengan de donde vinieren.
 Defender como principios no negociables la inviolabilidad de los
derechos humanos fundamentales, especialmente la vida, instando a
renunciar a la violencia como medio de acción política o camino para
sacar ventajas y el respeto del derecho internacional humanitario, pues
aún en medio de los momentos más críticos del conflicto no podemos
olvidar que estamos entre seres humanos y en el caso colombiano entre
cristianos, hijos de Dios.40
 Compromiso con los derechos individuales y colectivos, especialmente
de los sectores más olvidados de nuestro país.
 Desde la Pastoral Social nos proponemos continuar dando a conocer e
implementar mecanismos, instancias y acciones de defensa de los
derechos humanos.
 Acoger y acompañar a las personas víctimas del del conflicto y
particularmente del desplazamiento, promoviendo redes de apoyo y
cooperación interinstitucional para su atención integral.
 Desarrollar programas conjuntos con entidades nacionales e
internacionales, para la sensibilización en torno al desplazamiento, la
implementación de sistemas de recogida de información (Sistema Rut
y el TEVERE), así como el análisis de experiencias de retorno y/o
reasentamiento.
 Fortalecer la misión profética de la Iglesia frente a la continuidad del
desplazamiento en el país y sus consecuencias.

40
Cfr. Conferencia Episcopal de Colombia, LXXII Asamblea Plenaria Extraordinaria. “Diez principios para caminar
hacia la paz”. 8 de marzo de 2002.002.
92
4 Continuar con la promoción de un nuevo orden económico y
social que permita contrarrestar el empobrecimiento, el desempleo y
los altos índices de necesidades básicas insatisfechas.

La Conferencia Episcopal de Colombia, se ha pronunciado ampliamente


sobre la inequidad y la situación de exclusión y empobrecimiento
progresivo no sólo económico sino cultural, moral, ambiental y de respeto
por la dignidad humana.

Ante esta situación que interpela nuestra conciencia humana y cristiana,


invitamos al Estado y a los distintos sectores de la Sociedad Civil a no cejar
esfuerzos para concertar -desde una visión integral y solidaria del
desarrollo41 políticas, programas e iniciativas conducentes a la promoción
del derecho a la alimentación, la vivienda, el trabajo, la educación, el
acceso a la cultura, el transporte, la salud.42 (

La Conferencia Episcopal considera como una oportunidad para el


desarrollo la integración de los pueblos: “Es muy positivo el que se busque
la integración entre los pueblos para un mayor bienestar de los ciudadanos
y en la perspectiva de dar respuesta a la aspiración de que todos
lleguemos a ser una sola familia humana. El acercamiento y mayores
relaciones entre los pueblos conduce a una mayor integración cultural.
Simultáneamente se abren las puertas para el crecimiento de la producción
y de la riqueza, se suprimen barreras, se desarrollan la ciencia y la
tecnología y se crean mejores condiciones de vida… Pero vemos cómo los
procesos de integración conllevan grande peligros cuando están basados
en una concepción meramente economicista en la que la finalidad está
marcada por las leyes del mercado y por la pretensión abierta o velada de
fijar un orden económico neoliberal. Este tipo de integración trae como
consecuencia el aumento de las diferencias entre pobres y ricos, el
desempleo y la consecuencia injusta43.

En nuestro análisis se constata que uno de los malestares


sociales, lo constituye el hecho de que en las prioridades en el
terreno del presupuesto de la nación no ocupa un lugar adecuado
la inversión social mientras que un alto porcentaje de los
41
Compendio de DSI, 373
42
Cfr. Compendio de la DSI. No. 309.
43
Conferencia Episcopal de Colombia. Pronunciamiento a propósito del TLC. 13 de septiembre de 2.004.
93
recursos del Estado se invierten en el campo de la defensa y
seguridad, en costos de funcionamiento y en el cumplimiento de
las obligaciones que impone la deuda externa. Entonces, hay que
insistir a través de los medios que establece la democracia
participativa, en la necesidad de dar prioridad a la atención de las
necesidades de los más pobres y abrir un espacio cada vez más
definido en la agenda pública para la erradicación del grave
problema de la indigencia y el hambre.

Por tanto, invitamos “a la clase dirigente del país a asumir la suficiente


voluntad y disciplina política, y a los sectores empresariales, al sector
obrero y campesino, a comprometer su voluntad y disciplina social,
requeridas para hacer viables la construcción y realización de políticas,
programas y procesos que generen transformaciones estructurales
necesarias para la recuperación y puesta en vigencia de los derechos
integrales como factor condicionante para una reconciliación con justicia
social que nos lleve a una paz sostenible”.44

Reiteramos por tanto, los compromisos que guían el trabajo en las


Jurisdicciones y en los organismos de la Conferencia Episcopal y que
fundamentan el aporte de la Iglesia en la erradicación de la pobreza en el
país45:

 Continuar, por medio del Secretariado Nacional de Pastoral Social, la


profundización en las alternativas y posibles soluciones al problema
del empobrecimiento.

 Fortalecer los numerosos programas en el nivel local que


históricamente han sido expresión del compromiso de la Iglesia en la
lucha contra la pobreza en sectores como el rural, promoción de la
mujer, educación integral a la juventud, capacitación para el trabajo,
promoción de la pequeña empresa y de organizaciones solidarias.

44
SNPS/Cáritas Colombiana. Declaración Final del III Congreso Nacional de Reconciliación. , convocado por el
SNPS/Cáritas Colombiana. Bogotá, mayo 23 al 25 de 2005.
45
Conferencia Episcopal de Colombia. Boletín de prensa de la LXIII Asamblea Plenaria Extraordinaria. “Proceso de
empobrecimiento del pueblo colombiano”. Boletín de prensa de la LXIII Asamblea Plenaria Extraordinaria. Bogotá, 7
de febrero de 1997.
94
 Dar a la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes, que se
realiza en la época de Cuaresma, un contenido cada vez más
profundo de solidaridad cristiana con los necesitados y los sin techo.

 Invitar, por medio de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, a


organismos nacionales y locales a reunirse para concertar
propuestas que lleguen hasta el diseño de una política estable en
Colombia de lucha contra la pobreza, que cuente con amplia
participación de todos los sectores de la sociedad civil.
 Impulsar y fortalecer los Bancos Diocesanos de Alimentos.
 Aprovechar las campañas institucionales para fortalecer una
educación para la solidaridad.
 Promover el desarrollo integral de la persona humana y de las
comunidades, fomentando su participación en proyectos productivos
que generen empleo.
 Educar en los valores propios del trabajo honesto y de la solidaridad.
 Impulsar la pastoral social y del trabajo para promover y defender el
valor humano del trabajo.
 “No hay paz si no hay criterios claros para un desarrollo humano
sostenible, cultural, económico, político, jurídico y ecológico. Por
tanto es urgente una agenda amplia para caminar hacia la paz” 46.
 Propugnar por una visión del desarrollo que coloca al ser humano
como centro de la economía y, por lo tanto, que toque todas sus
grandes dimensiones para que sea integral.
 Denunciar el narcotráfico como un atentado a la economía social: “la
situación de pobreza vivida por muchas de nuestras comunidades,
que reviste con frecuencia aspectos dramáticos de miseria absoluta,
frente a la concentración de recursos excesivos en manos de pocos,
se ve agravada por la opulencia y sobreabundancia escandalosa de
los poseedores de los llamados “carteles” 47 . El narcotráfico ha
distorsionado la economía nacional y ha sido un factor generador de
corrupción y violencia.
 Denunciar la corrupción y la perturbación del orden social y
económico.

46
Conferencia Episcopal de Colombia. LXXII Asamblea Plenaria Extraordinaria. “10 principios para caminar hacia
la paz”. 8 de marzo de 2002..02.
47
Conferencia Episcopal de Colombia, L Asamblea Plenaria, “Exhortación pastoral sobre el narcotráfico y la
droagadicción. 14 de julio de 1998..988
95
 Poner en marcha procesos de desarrollo solidario y globalización de
la solidaridad ante un mundo en el que se han globalizado las
finanzas, la economía y el comercio, para garantizar la supervivencia
de los pueblos y la participación de las comunidades menos
favorecidas.48

5. Ampliar el debate, las acciones y el rediseño de políticas públicas


en torno a la Reforma Agraria y la distribución equitativa de la tierra.

“Frente al panorama de inadecuada posesión y uso de la tierra, en el que


muchos campesinos viven desnutridos y pobladores urbanos y rurales
carecen del servicio de agua potable, invitamos a los congresistas y
gobernantes a implementar una adecuada política agraria que posibilite la
reconstrucción del sector agrario campesino, el respeto a sus
organizaciones, la recuperación de tierras a los pequeños agricultores; la
conservación del agua, la tierra y la biodiversidad como patrimonio
nacional, al servicio prioritario del desarrollo para condiciones de vida digna
de todos los colombianos, compartiendo solidariamente con el resto del
mundo nuestros productos y ecosistemas”.49

En este ámbito, como Iglesia, “optamos por una pastoral rural y de la tierra,
verdaderamente evangelizadora, orgánica, profética... que sin excluir a
nadie, se dirija especialmente a la promoción social y al desarrollo integral
de los hermanos campesinos más pobres”. Para ello 53:

- Optamos por una pastoral rural que tenga en cuenta las diferentes
dimensiones: económica, social, política, ambiental, cultural y
religiosa, cada una de ellas suficientemente definida e
interrelacionada.

- Nos comprometemos a realizar seguimiento y discernimiento de las


políticas nacionales e internacionales relacionados con el agro para
generar corrientes de opinión e incidir en ellas.

- Impulsaremos desde la Iglesia las organizaciones campesinas.

48
Cfr Compendio de la DSI, No.321.
49
SNPS/Cáritas Colombiana. Declaración Final del , III Congreso Nacional de Reconciliación. Bogotá, mayo 23-25 de
2005.
96

- Dedicaremos especial atención a la formación de animadores


campesinos para el crecimiento integral de la comunidad. Igualmente
ofreceremos programas de formación para sacerdotes y
seminaristas.

- Realizaremos seguimiento especial a problemas actuales del mundo


agrario tales como los cultivos de uso ilícito y el modo de
erradicación, las propuestas de cultivos alternativos, la soberanía
alimentaria, el desplazamiento etc, proponiendo con imaginación y
conocimiento de causa soluciones factibles a los mismos.

- Promoveremos experiencias de cultura ambiental y


agroecológica.

6. Hacer de la globalización de la solidaridad una realidad social y


política

La Doctrina Social de la Iglesia a partir de los principios de dignidad de la


persona, solidaridad y subsidiariedad, promueve una justicia social que
busque el bien común y respete la opción preferencial por los pobres. Así
se busca "crear una verdadera cultura globalizada de la solidaridad y
reducir los efectos negativos de la globalización". 50

En este contexto, hacemos un llamado fraternal al Estado, a la Sociedad


Civil, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para concebir e
incorporar en las políticas económicas la dimensión moral de la
economía... para combatir con espíritu de justicia y de caridad,
dondequiera que existan, las estructuras de pecado que generan y
mantienen la pobreza, el subdesarrollo y la degradación. 51

“Hay una conciencia creciente en Colombia sobre el valor del aporte de la


comunidad internacional al proceso colombiano. Al valorar positivamente
esta ayuda consideramos que ella debe servir para asegurar la realización

50
Ecclesia in America, 52 – 64.
51
Compendio de DSI, No. 332.
97
de iniciativas que generen empleo, salud, educación y apoyar la
administración de justicia”52.

Por su parte la Iglesia, fiel a su misión pastoral, continuará con el vigor del
Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, la promoción del desarrollo
integral de la persona humana y de las comunidades:

 Acentuará la pertinencia social y pastoral de los macroproyectos de


desarrollo y paz.
 Seguirá llamando la atención sobre las condiciones en que se
negocian y firman los tratados de libre comercio (TLC);

 Queremos insistir en la necesidad de establecer reglas que aseguren
la equidad en las negociaciones de los TLC. Se trata de acuerdos
que van más allá de los asuntos comerciales y se realizan entre
países con grandes desproporciones en su desarrollo, capacidades y
posibilidades.
 Formará para la organización de pequeñas comunidades, grupos de
apoyo, redes, empresas de economía solidaria, cooperativas, juntas
de acción comunal, bancos de alimentos que fortalezcan la sociedad.
 Promoverá la gestión regional de propuestas de largo plazo para
erradicar las causas de la violencia, con la participación de
organizaciones del Estado y de la sociedad civil.
 “Procurar un mayor aporte de la comunidad internacional para lograr
superar los problemas de miseria y exclusión”.53
 Nuestra opción preferencial tiene que ser siempre por los más pobres, y,
desde ellos, por todas las personas. Nuestra opción de fe, es también
una opción ética, referida a la defensa de la Vida y la promoción integral
de los Derechos Humanos. En este sentido, queremos convocar al
Estado, cuya misión es “asegurar particularmente la defensa de los
débiles y oprimidos”(RN, No.52), a la comunidad internacional y a todos
los ciudadanos, a nuestros hermanos y hermanas en la fe, a trabajar
con espíritu de fraternidad, en todo lo que contribuya a resolver la
exclusión, los conflictos, las carencias y la pobreza extrema.

52
Conferencia Episcopal de Colombia. Pronunciamiento del Comité Permanente ante la realidad del Plan Colombia.
20 de septiembre de 2000..000
53
Conferencia Episcopal de Colombia. “Unidos por el futuro de Colombia”. Mensaje del Comité Permanente. 10 de
mayo de 2002.
98

*****

UNA PALABRA FINAL

269 Al llegar al término de estas reflexiones manifestamos nuestro afecto


de pastores a todos los hermanos y hermanas de esta patria que estamos
llamados a construir todos juntos en un sentido cada día más humano y
que queremos que sea realmente cada día más la germinación del Reino
de Dios en nuestra historia.

270 Nos sentimos plenamente comprometidos con este proyecto y unidos


en esa labor con todos Ustedes, nuestros hermanos y hermanas en la fe y
en las angustias de nuestra patria. Deseamos que el gran proceso de
reflexión evangelizadora que iniciamos nos sirva a todos para hacernos
más conscientes de las responsabilidades que tenemos y nos llene de
ánimo para continuar creciendo en el compromiso social que ellas implican.
Los retos que tenemos son muy grandes, pero, en virtud de nuestra fe, los
debemos afrontar con actitud positiva, optimista, con sentido de esperanza.

271 Imploramos la protección de Dios, el Padre de todos, y la de su Hijo


nuestro Señor Jesucristo, así como también la inspiración del Espíritu
Santo, para todas nuestras comunidades y para todos nuestros hermanos
y hermanas. Y puesto que nuestro pueblo tiene, en comunión con toda la
Iglesia y en particular con los hermanos de la América Latina, un amor tan
grande por la Santísima Virgen, la Madre de Jesús y la Madre de la Iglesia,
confiamos a su intercesión todos nuestros propósitos.. Ella es por eso
signo de nuestra esperanza.
99

BIBLIOGRAFÍA ÚTIL PARA PROFUNDIZAR LA REFLEXIÓN

Lecturas recomendadas del Magisterio de la Iglesia:

CONCILIO VATICANO II, Constituciones, Decretos y Declaraciones, 1962-


1965.
En particular: Constitución Dogmática Lumen Gentium.
Constitución Pastoral Gaudium et Spes.

JUAN XXIII:
Encíclica Mater et Magistra, 1961.
Encíclica Pacem in Terris, 1963.
Alocución de inauguración del Concilio, Gaudet Mater Ecclesia, 1962.

PAULO VI:
Encíclica Populorum Progressio, 1967
Carta Apostólica Octogesima Adveniens, 1971.
Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 1975.
Documentación con ocasión de la visita apostólica a Colombia, 1968.

JUAN PABLO II:


Encíclica Laborem Exercens, 1981.
Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 1987.
Encíclica Centesimus Annus, 1991.
Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in America, 1999.
Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Europa, 2003.
Carta Apostólica Tertio Millenio Adveniente, 1996.
Carta Apostólica Novo Millenio Ineunte, 2000.
Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe Communionis notio,
1992.
Documentación de la visita apostólica a Colombia, 1986.

CONFERENCIA EPISCOPAL LATINOAMERICANA

II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, La Iglesia ante la


actual situación de América Latina a la luz del Concilio, Medellín 1968.
100
III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, La
Evangelización en el presente y el futuro de la Iglesia en América Latina,
Puebla, 1979.

IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Nueva


Evangelización, Promoción Humana y Cultura Cristiana, Santo Domingo,
1992

CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM). Globalización y


Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe. Reflexiones del
CELAM 1999-2003. Bogotá: Esfera Editores, 2003.

CONFERENCIA EPISCOPAL COLOMBIANA

XXV Asamblea Plenaria, La Iglesia ante el cambio, 1969.

La Justicia en el mundo, Textos sinodales. Aportes de la Iglesia


colombiana, 1972.

Declaración de la LXXV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano,


La tierra: un don de Dios. Por una pastoral rural y de la tierra, 2003.

II Congreso Nacional de Reconciliación, Dossier, Bogotá: mayo 2-7 de


2003.

Lecturas recomendadas sobre la situación:

1 GLOBALIZACIÓN Y NUEVO ORDEN MUNDIAL:

IRIARTE, Gregorio O.M.I. Neoliberalismo, Post-modernidad, Globalización.


Bolivia: Editorial Verbo Divino, 1999.

IRIARTE, Gregorio O.M.I. La Deuda Externa es inmoral. Bolivia: Editorial


Verbo Divino, 1999.

STIGLITZ, J. E. El malestar de la globalización. Madrid: Taurus, 2002.


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2. SITUACIÓN COLOMBIANA:

* Lo político: Asamblea Nacional Constituyente, Constitución Política y


crisis política

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2002.

SARMIENTO PALACIO, Eduardo. Estado de la economía colombiana. En:


Revista Escuela Colombiana de Ingeniería. Vol. 07, num. 26, abril de 1997.

________ Cómo construir una nueva organización económica. Santafé de


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* Las nuevas dinámicas de los conflictos armados

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