Galafassi Naturaleza, Territorio y Conflicto...

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Naturaleza, territorio y

conflicto en la trama
capitalista contemporánea

Diego Pérez Roig


Gonzalo Barrios García
Ezequiel Acsebrud
(COMP.)

Universidad Nacional de Quilmes

GEACH

http://theomai.unq.edu.ar/GEACH
Naturaleza, territorio y
conflicto en la trama
capitalista contemporánea

Diego Pérez Roig


Gonzalo Barrios García
Ezequiel Acsebrud
(COMP.)
Pérez Roig, Diego
Naturaleza, territorio y conflicto en la trama capitalista contemporánea / Diego Pérez
Roig ; Gonzalo Barrios García ; Ezequiel Acsebrud ; compilado por Diego Pérez Roig
; Gonzalo Barrios García ; Ezequiel Acsebrud. - 1a ed . - Ranelagh : Extramuros
Ediciones, 2019.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-22408-4-4

1. Sociología. 2. Ecología. 3. Geografía. I. Pérez Roig, Diego, comp. II. Barrios García,
Gonzalo, comp. III. Acsebrud, Ezequiel, comp. IV. Título.
CDD 306.4

Fecha de catalogación: 21/12/18

Esta publicación fue posible gracias al financiamiento del proyecto UNQ y


del PIP-CONICET “Acumulación, conflictividad social y hegemonía”

Universidad Nacional de Quilmes

GEACH

http://theomai.unq.edu.ar/GEACH

Diseño de cubierta e interior: Mora Galafassi


ISBN: 978-987-22408-4-4
© Extramuros ediciones/ Theomai libros/ 2018
[email protected]
http://theomai.unq.edu.ar/GEACH

Índice
07......... Prólogo

13......... De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica


del territorio.
Guido Galafassi

51......... Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión.


Fernán Crovella

69......... ¡Aquí está la rosa, baila aquí! Un ejercicio sobre las claves y
dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales.
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

93......... Una perspectiva socioecológica para pensar el despojo múltiple y las


separaciones del capital sobre la vida.
Mina Lorena Navarro

109........ La neoliberalización de la naturaleza. Genealogía y actualidad del


extractivismo y la economía verde en América Latina.
José Seoane

129........ Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la


producción agraria argentina.
Rolando García Bernado

155........ Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la


Argentina contemporánea.
Diego Pérez Roig

181........ Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén.


Análisis de las experiencias de resistencia de la Asamblea Permanente
del Comahue por el Agua y de la Multisectorial contra la Hidrofractura.
Lorena Riffo

209........ Apropiación territorial y dominio del escenario natural. Una aproxi-


mación al sector minero extractivo transnacional.
Javier Villamil
231........ “Hay gente que sigue comprando así nomás, ¿me entiende?” Rentas y
configuración de territorialidades.
Ana Núñez

267........ Conflicto socio-ambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda. Una


expresión de la expansión territorial urbana en la costa de Quilmes.
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

291........ Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche


y El Bolsón.
Gonzalo Barrios
Prólogo
Diego Pérez Roig y
Gonzalo Barrios García

C on la edición de este libro, el Grupo de Estudios sobre Acumulación,


Conflictos y Hegemonía (GEACH-UNQ) da continuidad a la publica-
ción de una serie de obras colectivas orientadas a la promoción del pensa-
miento crítico y de la praxis transformadora.1 De esta manera, prosigue en su
intención de contribuir al debate interdisciplinario entre colegas en pos del
análisis profundo e integral de los fenómenos sociales, ambos objetivos que
animaron su creación diez años atrás. El presupuesto teórico fundamental
detrás de esta actitud metodológica es la existencia de una relación orgánica
—aunque no necesariamente “funcional”— entre la lucha de clases, las for-
mas históricas de la acumulación de capital y los procesos de recomposición
hegemónica de la dominación.
Naturaleza, territorio y conflicto en la trama capitalista contemporánea se inscri-
be en esos propósitos y presunciones generales, al tiempo que recupera e
intenta desarrollar preocupaciones específicas contenidas en dos obras an-
teriores2, que han madurado, desde entonces, al interior de una de las líneas
de trabajo del equipo. Todas ellas remiten, en diferentes aspectos, a la etapa
en curso de la historia del capital.
La crisis del fordismo-keynesianismo ha sido datada entre 1968 y 1973,
años en los que se produjo un crecimiento explosivo del endeudamiento, el
1.  Dirán “Hubo Gigantes Aquí”. Izquierda, peronismo y clase obrera en los ‘60 y ’70,
compilado por Brenda Rupar, Ana Costilla y Guido Galafassi, Theomai Libros-Ex-
tramuros Ediciones, 2017; Perspectivas Críticas sobre la Conflictividad Social, compilado
por Guido Galafassi y Sonia Puricelli, Theomai Libros-Extramuros Ediciones, 2017; y
Disputas, hegemonía y subjetividad, compilado por Guido Galafassi y Florencia Ferrari,
de próxima aparición.
2.  Ejercicios de hegemonía: lecturas de la Argentina contemporánea a la luz del pensamiento
de Antonio Gramsci (2011), Ediciones Herramienta, 2011; y Apuntes de acumulación: capital,
Estado, procesos socio-históricos de (re) producción y conflictividad social (2014), Theomai Li-
bros-Extramuros Ediciones, 2014, ambos compilados por Guido Galafassi.

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Diego Pérez Roig y Gonzalo Barrios García

colapso de los acuerdos de Bretton Woods y la primera crisis del petróleo.


Arraigados en una notable agudización de las contradicciones de clase y las
presiones competitivas en el mercado mundial, estos fenómenos expresaban
los límites del patrón de relaciones sociales de producción hasta entonces
vigente. A partir de mediados de los setenta, una feroz ofensiva capitalis-
ta puso fin al compromiso entre Estados, sindicatos y corporaciones que, a
través de sus particularidades nacionales, había sido la tendencia univer-
sal de arbitraje del antagonismo de clase desde la segunda posguerra. Esa
embestida, no coordinada en cuanto que “estrategia neoliberal” sino muy
tardíamente3, invirtió el sentido de desarrollo de las correlaciones de fuerza
sociales y dio nuevos rasgos estructurales a la hegemonía del capital.
A largo plazo, el corazón de esta ofensiva ha sido una vertiginosa «subsunción
real» de la sociedad al capital, restitutiva de la escisión entre economía y política.
Distintas esferas de la vida y espacios geográficos hasta entonces total o par-
cialmente sustraídos a las compulsiones de la acumulación, fueron absorbidos
por la lógica del capital y sometidos a la presión de las leyes del mercado. La
internacionalización de la producción, que constituye y, a su vez, resulta exas-
perada por esta tendencia, ha desatado procesos de desarrollo capitalista en
regiones sólo externamente vinculadas al mercado mundial durante la mayor
parte del siglo XX. Las experiencias de China y los países que componen la
ASEAN —dentro de un conjunto que también comprende a las ex Repúblicas
Soviéticas— son, probablemente, las más dramáticas en este sentido.
Paralelamente, se produjo el llamado “surgimiento” de la cuestión am-
biental a escala global. Agudizadas por la emergencia de nuevos capitales
y Estados competidores, las consecuencias ecosistémicas de dos siglos de
desenvolvimiento del capitalismo fueron recogidas en una nueva agenda
promovida por distintas agencias de coordinación internacional. Este dis-
curso daba cuenta del agotamiento de las dotaciones de recursos del planeta
y abría la discusión acerca de los “límites” del crecimiento. En los hechos, no
obstante, operaba un desplazamiento de las causas de la crisis ambiental, a
la vez que auspiciaba una modalidad “eficientista” de relacionamiento con
la naturaleza bajo su apropiación “racional y sostenible”. Entrelazado con
visiones prometeicas acerca del rol de la tecnología, este se constituiría en el
argumento legitimador de las prácticas de los capitales internacionalizados
y las expropiaciones que resultan de su reproducción.
La mundialización de la relación capital/trabajo redobla la presión que la
reproducción social ejerce sobre su entorno. En la presente compilación, al
abordar la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporá-
nea, Diego Pérez Roig considera teóricamente este problema partiendo de
3.  Naturalmente, aquí nos referimos al sentido más formal-institucional de la noción de
estrategia, como set de políticas y reformas.

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Prólogo

la naturaleza antagonista de la relación del capital. La incesante transfor-


mación de la base técnica de la producción es una respuesta del capitalista
ante el disciplinamiento de la competencia y la insubordinación de los traba-
jadores. La maquinización del proceso productivo concentra en favor de la
clase explotadora el poder de extracción y apropiación de excedentes econó-
micos, al costo “termodinámico” de una creciente incorporación de medios
de trabajo, materias auxiliares y energía en la producción. Tratándose de un
proceso simultáneo de valorización y de trabajo concreto, la acumulación de
capital crea una masa acrecentada de valor, que se expresa en la producción
de un mayor volumen de objetos de uso.
De modo tal que, en la reproducción del capital, no sólo tiene lugar una
sustitución del valor, sino que también ocurre una sustitución material. Ello
no se reduce al consumo de materia y energía en el ámbito de la producción,
sino que también debe ser considerado respecto de la esfera de la circula-
ción. La articulación global de la acumulación multiplica las nervaduras del
mercado mundial. Cada vez más mercancías son resultado de la integración
geográfica y la socialización del trabajo productivo, e intercambiadas, para
ser consumidas, entre las regiones más remotas del planeta.
En su progresiva apropiación como fuerza productiva, la Naturaleza se con-
vierte en un objeto práctico del capital. El artículo de Guido Galafassi analiza
la relación sociedad-naturaleza desde la perspectiva de una “mediación so-
cial” entre los mundos humano y físico-biológico. De esta manera, posibilita
una aproximación a ese proceso, a la vez que articula distintos problemas
trabajados por los demás autores de la compilación. Desde la constitución de
los sujetos humanos, los objetos naturales han sido mediados socialmente, es
decir, han sido representados y apropiados de acuerdo a formas históricas
de relaciones sociales y sistemas simbólico-culturales. En el capitalismo, la
naturaleza es objeto de una explotación total que trasciende, como nunca
antes, toda “ley ecosistémica”. En el análisis de Galafassi resuenan, entonces,
ecos de la Escuela de Frankfurt. Al decir de Horkheimer, la clave que explica
la insaciabilidad de la especie no es sino el “estado de guerra” que gobierna
las relaciones de los sujetos.
Entre otros aspectos que se subordinan a esta lógica, se encuentran la cre-
ciente intervención capitalista sobre el espacio y las transformaciones en la
conformación histórica del territorio. Varios de los aportes reunidos en el pre-
sente volumen se inscriben en este campo temático.
Fernán Crovella problematiza teóricamente ambas categorías, asumiendo
que en ellas es posible rastrear claves interpretativas para el estudio de las
dimensiones políticas en las que se desenvuelve el movimiento de lo social.
En este sentido, aboga por una “desfetichización” del concepto de espacio.
Como herramienta teórico-metodológica, su propósito no es dar cuenta de

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Diego Pérez Roig y Gonzalo Barrios García

una “cosa”, sino de una realidad social en proceso de construcción a través


de un complejo material-inmaterial de prácticas y luchas.
Esta propuesta de abordaje, de matriz lefebvriana, resulta especialmente
productiva en vistas de la tendencia previamente mencionada. La absorción
del conjunto de la existencia en la esfera del capital, supone la mercantiliza-
ción del espacio en sus diferentes formas —el suelo, sobre el que se asientan
y relacionan la ciudad y la ruralidad; el subsuelo, del que se extraen distintos
tipos de recursos; y el sobresuelo, en el que se yerguen construcciones en al-
tura. Ana Núñez articula este enfoque teórico-metodológico con la discusión
del concepto de renta, a fin de estudiar empírica e históricamente el afian-
zamiento de una “territorialidad burguesa” en la ciudad de Mar del Plata.
Por su parte, Gonzalo Barrios García problematiza la producción de los es-
pacios urbanos de San Carlos de Bariloche y El Bolsón, en cuanto que resul-
tados dinámicos de una lógica de estructuración social vis-à-vis determinadas
características ecosistémicas de la región Norpatagónica. Desde una matriz
interpretativa afín, Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud analizan el conflicto sus-
citado por el Proyecto Nueva Costa del Plata en la reserva natural de la costa
Quilmes, ubicada en los partidos de Quilmes y Avellaneda en la Provincia
de Buenos Aires. Ambos trabajos observan una notable expansión del capital
durante la postconvertibilidad, mediante el desarrollo de proyectos inmobi-
liarios de distinta índole. En su determinación más general de facilitador de
condiciones para la acumulación, el Estado interviene en favor de estos em-
prendimientos. En los casos abordados por los autores, mediante la apertura
y el aseguramiento de espacios a la valorización, distintas formas subnacio-
nal-estatales buscan atraer y fijar capitales en sus territorios, aun cuando ello
pudiera suprimir modalidades preexistentes de apropiación y uso.
En lo referido a la organización de la producción, las últimas décadas tam-
bién arrojan un saldo de notables procesos globales de reestructuración y
fluidificación del capital. Ellos suponen el reposicionamiento de distintos ac-
tores en la división social del trabajo, así como modalidades más intensivas
de relacionamiento con el medio y de apropiación de sus recursos.
Rolando García Bernado analiza las transformaciones contemporáneas del
agro argentino, polemizando con las premisas fundamentales del enfoque
“neoschumpeteriano”. En el marco de una apertura general del espacio na-
cional a las constricciones competitivas del mercado mundial, la incorpora-
ción de capital trastrocó la base técnica de esta rama de la producción. La
adopción del paquete tecnológico basado en un nuevo sistema de siembra,
la aplicación de biotecnología y el uso de agroquímicos, complejizó notable-
mente los procesos de trabajo, así como las distintas personificaciones so-
ciales que participan de ellos. Subsumida a la dinámica de acumulación de
capital, la industrialización del agro sólo pudo progresar incrementando la

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Prólogo

escala productiva, la superficie implantada y los rindes por hectárea. Como


resultado de esta tendencia a la concentración y centralización, se observan
tanto la quiebra y reconversión de pequeños capitales, como la destrucción
de formas alternativas de producción.
Javier Villamil, en tanto, estudia y caracteriza la proliferación de complejos
mineros en América Latina, ocurrida a partir de la radicación de capitales
internacionalizados. Retomando preocupaciones planteadas en otros artícu-
los de la compilación, el trabajo presta particular atención a las lógicas de
territorialización de las inversiones, en su tendencia a rivalizar y disolver
aquellas de grupos sociales preexistentes. Como observa el autor, el desem-
barco de estas empresas transnacionales implica una reconceptualización,
fragmentación e intervención sobre el territorio y sus recursos, de acuerdo a
temporalidades y compulsiones propias de la reproducción capitalista.
Usualmente, los efectos de esta apropiación encuentran una síntesis en lo
que Mina Lorena Navarro denomina “despojo múltiple”. La separación de los
sujetos respecto de sus medios de existencia es una invariante de la geogra-
fía histórica del capitalismo, que se perpetúa mediante lógicas articuladas de
explotación económica y expropiación violenta. De acuerdo a la autora, en
los conflictos socioambientales que han proliferado en la región durante las
últimas dos décadas, han tenido lugar experiencias de separación que se desa-
rrollan en cuatro dimensiones simultáneas: la económica, dada por la pérdida
de control y acceso a los medios de producción y subsistencia, sobre la cual
se fundamenta la existencia misma del capital; la sociopolítica, en la que tiende
a producirse una desestructuración de formas comunitarias de autogobierno
y capacidades políticas de autodeterminación; la cultural-subjetiva, a partir de
un moldeamiento de las percepciones del mundo y su sentido, tendiente a
naturalizar la separación y a normalizarla de acuerdo a las estrategias de re-
producción del capital y del Estado; y la ecosistémica, que implica una escisión
en la interacción metabólica entre los mundos humano y natural.
En el marco dado por la mundialización, muchos de estos impactos adquie-
ren una proyección global. Pese a su definitiva instalación en un lugar central
de la agenda pública, en las últimas décadas los problemas ambientales han
sufrido un acelerado agravamiento. La reacción sistémica a la crisis climática
no ha tendido sino a reforzar los mecanismos ofensivos de recomposición he-
gemónica. Como observa José Seoane, bajo la promoción de un “Global Green
New Deal” auspiciado por distintas instituciones supraestatales, la respuesta
estratégica del capital se basa en la valorización de la naturaleza, de los servi-
cios ecosistémicos y de las externalidades ambientales de la actividad econó-
mica. Esta completa subordinación de la vida a las leyes del mercado recrea,
hasta el límite de lo posible, la fetichización del mundo físico-biológico como
algo sólo exteriormente vinculado a la reproducción social.

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Diego Pérez Roig y Gonzalo Barrios García

En su forma específicamente política, la subsunción real de la existencia a


la lógica del capital se manifiesta en la expansión y consolidación del plura-
lismo como modalidad de captura y canalización de demandas. En las te-
máticas abordadas por este libro, ello cobra expresión en el desgarramiento
de la cuestión socio-ambiental respecto de los antagonismos que la originan.
Así pues, las luchas en defensa de la vida y el territorio aparecen en la su-
perficie de la sociedad fragmentadas y desarraigadas del ámbito de las re-
laciones sociales de producción. No obstante, al igual que observan Lorena
Riffo en su análisis de las resistencias a la utilización masiva del fracking en
la Provincia del Neuquén, o Candela De la Vega y Alejandra Ciuffolini desde
un abordaje teórico y conceptual, ello no implica que deba considerárselas,
sin más, como formas de acción colectiva situadas al margen de la estructu-
ración de la relación capital/trabajo. La sugerente hipótesis que siguen las
autoras, y que aquí recuperamos como propia, es que esta aparente ajenidad
es consecuencia de la dinámica del orden social y político capitalista. Como
tal, nos plantea el urgente desafío de abrir la categoría de clase a toda la ri-
queza de las luchas que tienen lugar en las condiciones históricas y concretas
de nuestro tiempo.
En suma, el libro pretende ser un aporte al debate acerca de las tenden-
cias que dominan el metabolismo entre sociedad y naturaleza en la trama
capitalista contemporánea. La predisposición de los autores posibilitó que
ello no sólo se viera reflejado en la diversidad temática y la profundidad
de los contenidos, sino que también funcionara como premisa durante la
etapa de intercambio de los borradores y de redacción final de los artículos.
En este sentido, la publicación refleja un verdadero trabajo colectivo. Como
compiladores, nuestra mayor aspiración es que, a partir de aquí, ese mismo
espíritu oriente su apropiación, crítica y, por qué no, eventual reelaboración.

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De la mediación social de la
naturaleza a la construcción
histórica del territorio
Guido Galafassi 1

Introducción

L a articulación sociedad-naturaleza-territorio debe ser entendida, irre-


mediablemente, como mediación dialéctica. Es la mediación social
la forma de articulación existente entre los mundos físico-biológicos y el
mundo humano (que incluye dialécticamente al primero), y es irremedia-
blemente mediación pues cada uno de ellos —si bien conforman la unidad
diversa naturaleza-cultura/historia— se configura en base a premisas par-
ticulares y características singulares. Vale aclarar que entiendo por “cul-
tura” la capacidad del hombre de construir su propia historia y de hacer-
lo socialmente en tanto conjunción individuo-colectivo en base a valores,
principios y premisas inscriptos en un mundo complejo de significaciones
(de ahora en más cultura/historia).
Esta articulación sociedad-naturaleza-territorio y esta unidad dialéctica
de la existencia implicó siempre el aprovechamiento de la naturaleza por
el hombre —más sus diversas formas de representársela— y la consecuente
construcción social de un territorio, por cuanto el hombre en sociedad tiene
desde siempre la capacidad de “trascender histórico-culturalmente” las le-
yes ecosistémicas, convirtiéndose así en sujeto que interactúa con la materia
y el espacio, pensándolos y transformándolos. Esta transformación implica
la valoración y utilización de la materia: la representación y extracción de
componentes de la naturaleza, resignificándolos al introducirlos en su pro-
pio proceso de producción y reproducción en relación siempre a un régimen
de acumulación predominante (material y simbólico); procesos que contie-

1.  Director del GEACH–UNQ (Grupo de Estudios sobre Acumulación, Conflictos y


Hegemonía) e Investigador CONICET. Profesor Titular en la Universidad Nacional de
Quilmes, [email protected]

14
Guido Galafassi

nen al mismo tiempo la construcción de uno y múltiples territorios. Ante


la aparición del sujeto humano, el objeto natural es mediado socialmente,
dejando en consecuencia de existir “independientemente de la conciencia
del hombre” y así ya ninguno existe sin el otro. Esto claramente implica de-
jar de lado cualquier explicación basada en el funcionalismo y el sistemismo
no dialéctico, al mismo tiempo que toda mirada dicotómica, ya que en este
proceso de mediación el hombre actúa como sujeto en la articulación natu-
raleza-sociedad-territorio, a partir de su capacidad de intervenir las “leyes
ecosistémicas” desde su dialéctica socio-cultural-histórica (lo cual genera ob-
viamente consecuencias deseadas y no deseadas).
Esta transformación permanente y creciente implica necesariamente un
proceso social, histórico y cultural de construcción del territorio a partir de
un espacio dado naturalmente o ya previamente transformado, un territorio
así, que se hace moldeando y remodelando el espacio natural en pos de su
aprovechamiento. Esta construcción está mediada, también, por la conflicti-
vidad, dadas las relaciones antagónicas inherentes a toda sociedad de clases.
Este territorio es construido y reconstruido entonces de manera histórica en
base a los cambios en los procesos de representación, producción-acumula-
ción y reproducción social. Es así que la articulación sociedad-naturaleza-te-
rritorio implica una instalación, adecuación, construcción y transformación
del espacio habitado y usado, de tal manera que el hombre en su vivir social
construye y reconstruye históricamente la territorialidad a imagen y seme-
janza de su modo de organización. Territorialidad que, a su vez, puede con-
tener diversas territorialidades en relación a la desigual distribución de los
recursos y el poder entre los sujetos y las clases, de donde necesariamente
emanan relaciones de conflictividad socio-territorial.
Esta construcción y reconstrucción territorial se hace siempre sobre la base
de la extracción de recursos de la naturaleza, extracción que es inherente al
ser del hombre sobre la Tierra, de tal manera que plantear al “extractivismo”
como una característica de esta época resulta un tanto ingenuo. Si habláramos
de extractivismo, deberíamos hablar de un extractivismo permanente, pero de
ninguna manera inmutable, sino en permanente cambio. Es en la modernidad
capitalista, cuando el “infinito invade este mundo”, que el ansia y la capacidad
de extracción de la naturaleza y transformación del territorio se maximiza y
crece exponencialmente. Las premisas extractivas y transformadoras respon-
derán siempre a la maximización de las ganancias, pero las formas de lograrlo
variarán a medida que los procesos de producción y reproducción vayan evo-
lucionando, de manera que lo que ayer no era extraíble o transformable, hoy sí
pueda serlo; es decir, “ni todo nuevo, ni siempre igual”.
Para poder comprender cabalmente la relación dialéctica naturaleza-socie-
dad-territorio, es necesario comenzar preguntándonos qué se entiende por

15
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

naturaleza y por cultura y cómo es la relación entre ambas, por cuanto con-
cebimos al territorio en tanto materialidad dialéctica construida a través de
un proceso histórico-cultural que implica la apropiación y transformación de
la naturaleza y de sus características físico-biológicas, así como de su signifi-
cación e imaginario colectivo.

Naturaleza y cultura/historia

Sin lugar a dudas que, para abordar la articulación dialéctica naturale-


za-sociedad-territorio, es necesario antes que nada entender qué es natu-
raleza y qué es cultura/historia, en tanto expresiones de lo viviente. Por-
que el territorio es claramente al mismo tiempo que una entidad material,
una dimensión condicionante y condicionada por la relación naturale-
za-sociedad que, como veremos, responde al resultado de las manifesta-
ciones tanto naturales como culturales e históricas.
Distanciándonos entonces tanto de las tendencias dominantes que consi-
deran a lo humano como una simple prolongación de la biología,2 así como
de aquellas otras que, por el contrario, sólo destacan sus particularidades
culturales intrínsecas y exclusivas,3 partiré aquí concibiendo al hombre como
poseedor de atributos tanto biológicos como culturales. En él se manifiestan
tanto la evolución biológica como la cultural, en el sentido expuesto más
arriba: como la capacidad del hombre de hacer su propia historia, del “hom-
bre haciéndose a sí mismo”4, capacidad única del ser humano no presente
en ningún otro ser vivo, dado que el hombre, siguiendo a Marx (1968), posee
como distingo la “actividad vital consciente” que lo construye y dimensio-
na como un ser genérico dotado de voluntad y conciencia5. Más específica-
mente, el ser humano en tanto que es al mismo tiempo parte de conjuntos

2.  Me refiero especialmente a las interpretaciones devenidas del positivismo


más estricto.
3.  Aquellas tendencias que, por el contrario, parten de las posiciones interpretativistas
más sesgadas.
4.  Raymond Williams (2009: 28) citando a Marx.
5.  “La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la vida que crea vida. En
la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie, su carácter gené-
rico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La vida misma
aparece sólo como medio de vida. El animal es inmediatamente uno con su actividad
vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto
de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una deter-
minación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente
distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo
por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir,
sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su acti-
vidad libre.” (Marx, 1968: 111).

16
Guido Galafassi

sociales como las clases o las identidades colectivas se desarrolla también en


tanto individuo en relación a otros y a objetos. Por lo tanto, “en la relación
práctico-utilitaria con las cosas, en la cual la realidad se manifiesta como un
mundo de medios, fines, instrumentos, exigencias y esfuerzos para satisfa-
cerla, el individuo ‘en situación’ se crea sus propias representaciones de las
cosas y elabora todo un sistema correlativo de conceptos con el que capta y
fija el aspecto fenoménico de la realidad” (Kosik, 1967: 25).
Es precisamente esta característica distintiva aquello que, sin negar la defini-
ción de hombre como unidad entre naturaleza y cultura/historia, construye y
dimensiona, sin embargo, una complejidad estructurante concebida a partir de
la articulación dialéctica de órdenes diversos, o más bien, grados diversos en
una cadena de eslabones continuos. Por lo tanto, esta unidad está caracterizada
por una doble condición, una articulación entre entidades cualitativamente di-
ferenciadas, aunque compartan substratos comunes, pues la cultura sin un sus-
trato biológico es imposible de concebir. De esta manera, para reflexionar sobre
el proceso complejo de la construcción histórica del territorio, se hace necesario
repensar aquellas concepciones que hoy en día rescatan la noción de “metabo-
lismo” a secas para referirse a la relación de lo natural con lo social, por cuanto
el término metabolismo, dada su etimología, presuponen un continuo indife-
renciado naturaleza-sociedad, al estar referenciado etimológicamente al mundo
bioquímico y biológico de manera exclusiva. El traslado a lo social, a partir de
la construcción del concepto de “metabolismo social”, significaría replantear la
noción original del concepto si es que queremos destacar la unidad en la diversi-
dad y la diferenciación relativa entre naturaleza y sociedad. Es que la noción de
“metabolismo”, como concepto nacido en la explicación biológica, más precisa-
mente bioquímica, alude a las interacciones sistémicas entre complejos regidos
exclusivamente por las leyes de la naturaleza. Son estas leyes las que definen las
interacciones de componentes de un mismo nivel de definición, sin “voluntad”
ni “valores”, como es, obviamente, todo componente físico-químico y biológico.
Entonces, el uso acrítico de la noción de metabolismo para las relaciones natu-
raleza-sociedad correría el peligro de perder de vista las diferencias dialécticas
que hacen a la complejidad de la existencia, al subsumir probablemente todas
las relaciones bajo una ecuación uniforme de reglas. El uso del término metabo-
lismo sin hacer esta importante salvedad que lo diferencie claramente de su ori-
gen etimológico, implicaría el no poder dar cuenta de la mediación en base a la
articulación dialéctica y al distingo humano señalado más arriba. Ante esto, cabe
obviamente la pregunta de cuál es la necesidad de tal isomorfismo conceptual
cuando lo que se quiere significar son relaciones diferentes, es decir relaciones
dialécticas y no sistémico-funcionales.
En pos de intentar superar la dicotomía que una buena parte de las Ciencias
Sociales establecen entre la naturaleza y la cultura/historia —superación alta-

17
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

mente necesaria—, es que se viene planteando, retomándola de Marx, la noción


de metabolismo, entendiendo lo social como un momento de la historia natural.
Marx hacía mención al trabajo como proceso que tiene lugar entre el hombre y
la naturaleza, destacando cuanto de natural tiene el hombre, afirmando así su
pertenencia a la naturaleza, pero, al mismo tiempo, al darle una preponderancia
fundamental a la historia, distanciándolo de la naturaleza sin más y dotándolo
de atributos particulares. Pero Marx (1998) también, imbuido por el fuerte clima
de época de auge pleno de la biología y, más precisamente, de las teorías de la
evolución que ligaban claramente al hombre como un eslabón en la escala evo-
lutiva, hace referencia en algunos pocos pasajes, a esta relación hombre-natura-
leza en tanto relación metabólica, sin explayarse sobre lo que esto implica, sino
simplemente como diferencia respecto a las posiciones dicotómicas filosóficas y
sociales de tinte liberal con las cuales discutía. “El trabajo es antes que nada, un
proceso que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el que el
hombre, por medio de sus propias acciones, media, regula y controla el metabo-
lismo [Stoffwechsel] que se produce entre él y la naturaleza” […] [El proceso de
trabajo] es la condición universal para la interacción metabólica entre el hombre
y la naturaleza, la perenne condición de la existencia humana impuesta por la
naturaleza” (citado por Foster, 2000: 243).
Tanto desde el punto de vista etimológico como desde la historia misma de la
ciencia moderna, el metabolismo es definido como “la cualidad que tienen los
seres vivos de crear reacciones químicas, para sintetizar sustancias complejas,
utilizando otras más sencillas, o degradar a las primeras en otras más simples”6,
o como “el conjunto de reacciones bioquímicas y procesos fisicoquímicos que
ocurren en una célula y en el organismo que convierten o usan energía”7. Es
decir que puede decirse que el metabolismo es “el conjunto de transformacio-
nes químicas que tienen lugar constantemente en los organismos vivos para
obtener energía y moléculas sencillas a partir de los alimentos y sintetizar mo-
léculas complejas a partir de éstas” (Tortora-Derrickson, 2013). El estudio de
estos procesos es muy antiguo, pero fue precisamente en el siglo XIX cuando se
desarrolló el concepto al descubrirse toda una serie de procesos bioquímicos a
nivel celular (cfr. Mandal, 2012 y Tomé López, 2015). Se le atribuye al bótanico
Theodor Schwann (1839) la acuñación del término metabolische como modifica-
ción del vocablo original Stoffwechsel (Bing, 1971) (término este último utilizado
por Marx), momento a partir del cual el nuevo vocablo metabolismo se difunde
a través de los escritos de toda la disciplina biológica y médica8.

6.  Diccionario Etimológico, consultar: http://etimologias.dechile.net/?metabolismo


7.  MedlinePlus. U.S. National Libraire of Medicine, consultar: https://medlineplus.gov/
spanish/ency/article/002257.htm
8.  Se toma al “Textbook of Physiology” de Michael Foster publicado en 1876, de amplia
recurrencia en el campo biológico y médico de la época, como la estandarización del
concepto de metabolismo.

18
Guido Galafassi

Según lo mencionado más arriba, vale referir a la discusión que se entabla


en el siglo XIX entre las posiciones que igualan el mundo físico-natural con
el cultural (positivismo) de aquellas que lo distancian (historicismo). Es en
este contexto que hay que interpretar el uso de la noción de metabolismo.
Por un lado, naturaleza y sociedad (más apropiado que cultura para este
argumento paradigmático) son momentos que responderían a los mismos
patrones básicos en una graduación de la existencia; y por el otro, lo social,
dado su carácter cultural único, aparece desconectado de cualquier ligazón
con la naturaleza y se explica por sus propias definiciones, es decir que la
sociedad (por ser cultura) se auto-legitima y se auto-explica. En el presen-
te, y habiendo ya pasado el clima de época de auge biológico que ejercía
su influencia sobre las otras ciencias, no hemos superado todavía las dos
posiciones antagónicas respecto a la consideración de lo natural y lo social.
Estas posiciones, con poco o ningún dialogo entre sí, indican, por un lado,
la subsunción de todo lo humano a las leyes ecosistémicas (la ecología clá-
sica como rama de la biología que deviene en ecología social o humana)
o, por otro, la desconsideración de la naturaleza como integrador esencial
de la existencia humana (la mayor parte de las Ciencias Sociales, con más
énfasis en aquellas posiciones derivadas del historicismo y el interpreta-
tivismo). Contemporáneamente, la noción de metabolismo es retomada
por varios autores, entre ellos Foster (2004), González de Molina y Toledo
(2014) y Martínez Alier y Walter (2015) para intentar salvar esta dicotomía
y, más precisamente, el salto ontológico que deviene de considerar la cul-
tura como entidad absolutamente autónoma. Con los antecedentes recién
mencionados y recordando el origen etimológico y científico del concepto,
me permito recordar entonces la necesidad de extremar los cuidados teó-
ricos y epistemológicos ante el uso acrítico de la noción de metabolismo.
Repasemos algunos de estos usos. González de Molina y Toledo (2014: 2) le
otorgan al concepto de metabolismo social la capacidad precisa de definir
la relación naturaleza-sociedad. Afirman que, “el concepto de metabolis-
mo social introduce el análisis biofísico a los intercambios entre sociedad
y naturaleza; en otras palabras, este va más allá de la convencional pers-
pectiva sociológica, pero distanciándose de las perspectivas reduccionistas
dado que este concepto reconoce que estos intercambios materiales están
recíprocamente vinculados con factores sociales exclusivos”. Por su parte,
Foster (2004: 245) afirma que “El concepto de metabolismo, con sus nocio-
nes asociadas de intercambios materiales y acción reguladora, le permitía
expresar la relación humana con la naturaleza como una relación que in-
cluía las ‘condiciones impuestas por la naturaleza’ y la capacidad de los
seres humanos para afectar este proceso”. Alier y Walter van en el mismo
sentido, al enunciar que el “metabolismo social denota la forma en que las

19
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

sociedades humanas organizan sus crecientes intercambios de energía y


materiales con el medioambiente” (2015: 73).
Pero es posible, en cambio, apelar a un concepto más dialéctico que, des-
tacando la relativa continuidad naturaleza-cultura, remarque a su vez la in-
flexión existente entre ambas, para poder dar cuenta así de las diferencias
sustanciales que las separan (Galafassi, 2006). Si bien Marx en su momento,
o actualmente Foster o González de Molina y Toledo, no refieren a una con-
cepción estrictamente homeostática (equilibrio biológico) de metabolismo,
la continuidad del uso de esta categoría puede prestarse a confusión, dado
el explícito significado fisiológico y bioquímico con el cual ha nacido y se
mantiene de manera mayoritaria en el amplio campo de la ciencia y el co-
nocimiento contemporáneos. Las nociones de “articulación” y “mediación”
podrían, en cambio, ayudar de forma más precisa para una caracterización
dialéctica de la complejidad existente en la relación naturaleza-sociedad, pu-
diendo dar lugar así a la característica humana distintiva de ser artífice y
hacedor de su propia historia desde su actividad vital consciente. Sólo de
esta manera, podrá considerarse el proceso socio-histórico de construcción
del territorio al traspasar el hombre los condicionamientos que le impondría
un supuesto metabolismo sin historia y sin cultura.
Comenzar a indagar en esta articulación naturaleza/cultura-sociedad se
vuelve, entonces, una tarea necesaria Esta articulación, al mismo tiempo que
denota una gradación en continuidad, se posiciona en base a una inflexión
dotada de claras diferencias, diferencias que son consustanciales a esa conti-
nuidad y que, por lo tanto, nunca podrá vérselas como determinantes de una
concepción dicotómica. Al respecto, y como ejemplo, Lévi-Strauss, buscando
algunos criterios más claros que los clásicos conceptos de instintivo y apren-
dido, para poder establecer la diferencia entre el orden natural y el cultural,
postula a las leyes como atributos de la naturaleza, siendo de alcance uni-
versal e incluyendo a los distintos casos particulares. En cambio, la cultura
transcurre en base al empleo de reglas aplicadas para cada caso particular,
es decir que, perteneciendo al dominio institucional, son privativas de cada
grupo humano. En palabras de Lévi-Strauss (1993: 41): “Esta ausencia de re-
glas parece aportar el criterio más seguro para establecer la distinción entre
un proceso natural y uno cultural […] La constancia y la regularidad existen,
es cierto, tanto en la naturaleza como en la cultura. No obstante, en el seno de
la naturaleza aparecen precisamente en el dominio en que dentro de la cul-
tura se manifiestan de modo más débil y viceversa. En un caso, representan
el dominio de la herencia biológica; en el otro, el de la tradición externa […]
En todas partes donde se presenta la regla sabemos con certeza que estamos
en el estado de la cultura […] Sostenemos, pues, que todo lo que es universal
en el hombre corresponde al orden de la naturaleza y se caracteriza por la

20
Guido Galafassi

espontaneidad, mientras que todo lo que está sujeto a una norma pertenece
a la cultura y presenta los atributos de lo relativo y lo particular”9. De aquí
se desprende la doble condición de la especie humana, única a este respecto,
que posee atributos tanto biológicos como culturales.
La relación de la sociedad con el territorio marca, por ejemplo, una dimen-
sión de esta diferencia. Mientras que todos los seres vivos viven el territorio
en tanto un “dato” exterior que posibilita pero, al mismo tiempo, limita su
existencia debiendo adaptarse a él, el hombre, ser social portador de cultura
y hacedor de su propia historia, puede superar esta restricción modifican-
do y construyendo territorios según le plazca de acuerdo a las necesidades/
posibilidades del proceso histórico y generando consecuencias por ello. La
depredación de los territorios no es más que un ejemplo de esta capacidad
humana que precisamente no está presente en el resto de los seres vivos. El
proceso actualmente llamado “extractivismo” no es otra cosa que una expre-
sión de esta capacidad diferencial, que como queda en evidencia no es un
fenómeno de la contemporaneidad neoliberal, sino una condición inherente
de la sustancialidad humana que podrá manifestarse o no, de acuerdo a múl-
tiples dimensiones y sobredeterminaciones históricamente definidas.
Así, la cultura-historia es la característica distintiva de la humanidad por
encima de su realidad biológica. La cultura constructora de historia emerge
de la naturaleza, pero no por ello debe considerársela “sobrenatural”. La
evolución cultural, en tanto proceso de transformación y complejización10,
es un paso por encima de la evolución biológica. Pero ambas coexisten en el
tiempo interactuando entre sí.
Los seres humanos organizados en sociedad no son sino un producto de la
evolución de la vida sobre la Tierra. La sociedad, por tanto, no puede apare-
cer como algo extraño o contrario, aunque tampoco como un simple eslabón
más. Corresponde a un grado de organización que adoptó una población
específica del ecosistema, pero tan específica que se construye a partir de un
grado diferencial. Y en esto, los argumentos de aquellos que focalizan más
9.  En este mismo sentido, pueden también entenderse los mecanismos de agresión y
crueldad. La transformación de la agresión del mundo de la naturaleza en crueldad en el
mundo de la cultura es un proceso sostenido socialmente por normas y valores, y que va
cambiando a través del tiempo. “Pero es obvio que la civilización ha ido sofisticando, al
mismo tiempo, los dispositivos socioculturales necesarios para el despliegue de la cruel-
dad. Insistiré que la crueldad siempre implica un dispositivo sociocultural. En esto hay
una diferencia sustancial con la agresión, heredad instintiva del hombre. El instinto no es
de por si cruel. Está sujeto a la ley de la sobrevivencia y por eso puede llegar a ser feroz,
pero no cruel” (Ulloa, 2005).
10.  Es crucial quitarle al concepto “evolución” la carga “denostativa” que implica
asociarlo con “evolucionismo social” en tanto imperio de la competencia individua-
lista y victoria de los “más aptos”. Es necesario superar esta tara sociologista que
deviene de considerar a lo social disociado de toda naturaleza y condición biológica
de la existencia humana.

21
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

en la continuidad evolutiva de lo natural, nos resultan parcial y relativamen-


te útiles frente a aquella tendencia que disecciona a la naturaleza de la cultu-
ra, como si se tratase de dos realidades claramente diferencias. Es así que nos
podemos valer ahora de Edgar Morin (1983), con la salvedad recientemente
expresada: “Disociando evolución biológica y evolución cultural como si de
dos cauces distintos se tratara, se nos hacen incomprensibles, no sólo los
primeros pasos del proceso de hominización, sino también la culminación
del mismo”. Lo importante de esta definición es el énfasis puesto en aquello
que existe de continuidad, pero que de ninguna manera es suficiente para
explicar la totalidad dialéctica de lo que existe. No son dos cauces, tal como
afirma Morin, pero tampoco es un solo cauce con grados basados en una
única definición. La aparición de lo humano implica de por sí una ruptura,
pero no una disociación.
Contrario a esta disociación tan mayoritaria en las Ciencias Sociales
contemporáneas, es importante reafirmar entonces que la sociedad es
también naturaleza, por cuanto sin el sustrato biológico-físico-químico
la cultura-historia no existiría, dado que la cultura es producto de los
hombres que hacen su propia historia (construyendo y reconstruyendo
su territorio) y que deben su existencia a sus “cuerpos”, que son entida-
des biológicas antes que nada. Por otro lado, la naturaleza es también
sociedad, en tanto la primera es aprehendida necesariamente a través del
pensamiento y el accionar humano. Esto genera una pluralidad de con-
cepciones sobre la relación sociedad-naturaleza que serán también histó-
ricamente definidas. De esta manera, la relación de la sociedad con la na-
turaleza se vuelve también una cuestión política, a raíz de la diversidad
de posturas posibles articulándose en jerarquías que obedecen a procesos
de construcción hegemónica. Las leyes naturales y las nociones teóricas
devenidas del campo biológico muy lejos están de poder explicar estos
fenómenos complejos. La interpretación de las leyes de la naturaleza se
basa en modelos creados por el hombre en su continuo intento de cono-
cerla para aprovecharla y transformarla. Estos modelos son históricos y
por ello cambiantes, desde estadios de veneración supersticiosa, hasta
de entendimiento explícito para su uso y transformación. El mundo, se-
gún las diferentes religiones, ya fue encontrado por los hombres como
algo acabado e inmodificable. Desde un pensamiento crítico-dialéctico,
en cambio, sin dejar de reconocer, por supuesto, que el mundo físico tiene
una existencia previa al mundo humano, se plantea un decisivo cambio
de acento: “desde que el hombre aparece sobre la Tierra, la materia deja
de existir independientemente de la conciencia del hombre, porque desde
el primer momento el hombre actúa en y sobre la materia, y la transfor-
ma. [...] Desde la aparición del sujeto, el objeto pierde su independencia,

22
Guido Galafassi

entra en permanente relación con el sujeto, y ambos sólo existen en fun-


ción de y a través del otro, sin que ninguno pueda concebirse ‘indepen-
dientemente’ del otro” (Peña, 1958).
Hablamos, entonces, de diversidad en la unidad compleja, diversidad que
se expresa en niveles/momentos interrelacionados en un continuo jerárqui-
co dialécticamente constituido. La articulación implica, pues, reconocer la
existencia de diferentes órdenes de la realidad —no en el sentido de com-
partimentos o estratos separados, pero tampoco en el de simples fases se-
cuenciales de una totalidad indiferenciada— que en conjunto constituyen
una unidad compleja y diferenciada, de tal manera que no le cabe ni la ex-
plicación sistémica de un todo no jerárquico, ni la interpretación historicista
dicotómica que diferencia y divide la naturaleza de la cultura. Esta comple-
jidad de organización de la materia, que se expresa a través de los diversos
niveles/momentos ónticos que integran la realidad, remite obviamente a la
dialéctica en Hegel (1966 [1807]), al referirse a momentos dialécticos de la
tríada tesis, antítesis y síntesis; pero también a la existencia de una estructura
de la realidad en la cual se ven reflejadas las diversas modalidades del ser
y sus categorías en lo que podemos definir como “niveles” o “campos de la
existencia”11. Hablo de niveles/momentos como categoría compleja y no sim-
plemente de niveles y de momentos como categorías simples y claramente
diferenciadas. Es que el nivel remite, necesariamente, a una estratificación
que, si bien tiene cierto carácter jerárquico, podría suponer capas separadas
y diferenciadas sin mucha más relación que la continuidad en la sucesión
de escalones. Y el momento, retomando a Hegel, podría remitir a su idea
de la totalidad orgánica, absolutamente válido en su contexto histórico-in-
telectual, pero que en el debate actual obliga a marcar una distancia por la
tendencia a la “biologización” de la existencia por parte de tantas interpreta-
ciones ambientales; y porque, precisamente, lo que estoy tratando de marcar
es que el nivel/momento socio-cultural representa un salto cualitativo, que
si bien y obviamente de manera dialéctica contiene a los otros dos en tanto
contradicción, traza una ruptura que sólo puede ser explicada en sí misma
(como momento dialéctico) y que refiere, por ejemplo, a aquello de la norma
antes mencionada.
11.  Coraggio (1989) y Federico (1990) utilizan esta diferenciación entre campos y cate-
gorías en el análisis específico del espacio y de la articulación sociedad-naturaleza desde
una lectura marxista, retomando ciertas formulaciones de Nicolai Hartman (1954), quien
con independencia de la dialéctica reconoce “cuatros estratos principales que describen
el perímetro de los diversos aspectos ontológicos del mundo real” (lo físico, lo viviente, lo
psíquico y lo espiritual). Transformando la idea de estrato desde un punto de vista dialéc-
tico, y dotándolo por lo tanto de un fuerte carácter relacional, es que podemos considerar
la noción de niveles/momentos, otorgándole a su vez también materialidad a lo humano
de tal manera de constituir un nivel/momento socio-cultural complejo que incluye obvia-
mente el perfil de la subjetividad y lo espiritual junto a la materia.

23
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

Los niveles/momentos ordenados por tipo de complejidad en sucesión dia-


léctica serían: 1) un nivel/momento físico-químico, del mundo natural explicado
a partir de las leyes de la gravedad, de la termodinámica, etc.; 2) un nivel/
momento explicado a partir de las leyes de la biología, que involucra todos los
fenómenos de la vida, de la estructura y funcionamiento de los organismos,
de las relaciones entre los seres vivos y de estos con su ambiente; las leyes
del primer nivel son aplicables aquí, pero no suficientes, y resultan resigni-
ficadas por las leyes biológicas; 3) un nivel/momento histórico-cultural perte-
neciente a lo social-humano, que opera a modo de síntesis dialéctica. En él
son aplicables las leyes físicas, resignificadas por la biología, pero son insu-
ficientes para comprender todos los fenómenos de la especie humana. La
comprensión de los procesos socio-culturales ocurre en sus propios términos
teórico-epistemológicos, en tanto ellos implican una especie de salto, al crear
la capacidad tanto de interpretar e interpretarse —construyendo tanto las
significaciones subjetivas como las sociales— así como de intervenir sobre
los otros dos y sobre sí mismo de manera no tan discreta. Pero me refiero a
un salto que no rompe la continuidad y totalidad dialéctica (pero que ya no
puede vérsela como una totalidad orgánica), es decir que no deben dejar de
vérselos articulados dialécticamente con la comprensión de los fenómenos
biológicos y físicos que los interpenetran.
Numerosos y diferentes factores intervienen, entonces, en las variadas for-
mas en que se da la articulación sociedad-naturaleza. No está de más reiterar
que apelo a “articulación” y a “sociedad” y “naturaleza” en tanto diferencia-
ción dialéctica de niveles ónticos que a su vez se inscriben en un proceso de
unidad en términos de la evolución físico-biológica-cultural- histórica que
se expresa también en cualquier proceso de territorialización intrínseco a
toda relación social. La combinación de los diversos elementos define una
organización dinámica que se formaliza a través de procesos en donde las
relaciones adquieren diferentes formas y grados. La dinámica de sucesión
dialéctica en el tiempo imprime cambios permanentes, alterando pausada
o bruscamente las condiciones de funcionamiento del todo o alguna de sus
partes. La presencia de un intrincado conjunto de interrelaciones determina
que la realidad socio-natural adquiera una complejidad muy alta. La suma-
toria de fenómenos en constante interrelación origina múltiples procesos en
donde los componentes no son totalmente independientes en la medida en
que se determinan mutuamente. Pero esto no equivale a afirmar que todos
los elementos representen el mismo nivel jerárquico, desempeñando cada
uno su papel en igualdad de condiciones y posibilidades. “Complejidad” no
es sinónimo de “igualdad” en la estructura interna. Por el contrario, es posi-
ble distinguir en cada problemática los aspectos determinantes en la cadena
de relaciones (Galafassi, 2006).

24
Guido Galafassi

Es en este sentido de articulación dialéctica entre entidades ontológicas di-


versas que componen la totalidad socio-natural, que la noción de metabolis-
mo, por sus derivaciones, podría ser revisada. Y esto tiene sentido luego de
una larga discusión existente entre ciencias de la naturaleza y ciencias de la
cultura, incipiente por cierto en los años de El Capital, de donde actualmente
se retoma esta categoría sin tomar demasiado en cuenta el tiempo y la discu-
sión transcurrida. Varios autores, como dije, recogen en el presente la noción
de metabolismo entre sociedad y naturaleza. Foster (2004: 220), por ejemplo,
rescata y hace hincapié en la noción de “fractura metabólica”, aquella “fractu-
ra irreparable” que habría “surgido en este metabolismo como consecuencia
de las relaciones de producción capitalistas y la separación antagonista entre
ciudad y campo”. Es aquí donde las derivaciones teóricas del concepto de
metabolismo aparecen en escena. La noción de fractura metabólica, que apa-
recería recién con el capitalismo, pareciera referir a una idea de comunidad
de componentes diversos en el marco de un sistema homeostático en donde
un proceso disruptivo vendría a producir una fractura. Pero, sin embargo, la
misma aparición de la especie humana, portadora de cultura y por lo tanto
de voluntad supone esta ruptura. Es el hombre como ser complejo (que pre-
supone física, biología y cultura) el que rompe toda supuesta homeostasis
natural, que podríamos identificar como característica de todo sistema eco-
lógico. Si a la relación entre componentes físico-químicos y biológicos que
arman todo sistema ecológico la podemos definir como metabolismo, dada
su definición etimológica, por cuanto implica la relación entre componentes
de la realidad que guardan similitudes básicas al responder, por ejemplo,
a “leyes” físicas y biológicas; la aparición del hombre, por el contrario, im-
plica una superación dialéctica de esta supuesta determinación metabólica
al aparecer la cultura que nos trae al mundo de las reglas y las normas que
están construidas dialéctica e históricamente por sobre cualquier determina-
ción físico-natural. La potencialidad de la especie humana de trascender el
metabolismo natural y poner en jaque la misma continuidad de los sistemas
ecológicos, nos habla precisamente de esta capacidad humana por decidir
más allá de las leyes físico-químicas y biológicas. La cultura-historia media
ante lo natural transformando y construyendo el existir. La conjunción de
esta “voluntad” —no metabólica— esencial a toda existencia humana y el
principio rector de la maximización de las ganancias del modo de produc-
ción capitalista (basado en reglas y normas particulares histórico-culturales
que lo diferencian de otros modos de producción), es aquello que en el pre-
sente o el futuro cercano nos puede llevar a la llamada catástrofe ecológica,
poniendo en duda la propia continuidad de la civilización humana. Ningu-
na otra especie sobre el planeta que está sometida efectivamente al metabo-
lismo de todo sistema ecológico tiene esta capacidad, debido, precisamente,

25
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

a su ajuste a las leyes que regulan la homeostasis —dinámica y cambiante,


por cierto— ecosistémica. Sólo el poseer cualidades que van más allá del
llamado metabolismo posibilita intervenir fracturando los sistemas ecológi-
cos, con todas las consecuencias que esto implica para la humanidad dada
la continuidad dialéctica de la existencia. El desarrollo, en estos últimos 150
años, de la historia ecológica como disciplina ha descubierto y demostrado
infinidad de casos de catástrofes ecológicas espacialmente localizadas, es de-
cir zonales, mucho antes del advenimiento del modo de producción global
capitalista y de la separación ciudad-campo. Esto indica, claramente, que la
capacidad de alterar los sistemas ecológicos es una capacidad asociada a lo
humano como especie y su patrón histórico de territorialización, y no algo
exclusivo o primordial al capital en tanto relación social que define el modo
de producción capitalista. Esto de ninguna manera contradice el crecimiento
exponencial que supone la aparición del capitalismo en términos de inter-
venir sobre los ecosistemas naturales extrayendo recursos y transformando
y construyendo territorios, potenciando así geométricamente la capacidad
humana por separarse de la naturaleza para transformarla y hasta degra-
darla profundamente. Es decir que lo que hace el capitalismo es potenciar y
maximizar la fractura intrínseca al proceso de hominización, en lugar de ser
el creador de la misma como pareciera sostener Foster.
La consideración de los niveles/momentos de la realidad en relación dialéc-
tica, así como la noción de ruptura que implica el paso de un nivel/momento
a otro, es aquello que nos ayudará a explicar las contradicciones presentes
entre naturaleza y sociedad a pesar de las continuidades de base que sub-
yacen y la consecuente construcción social del territorio. Esta idea de rup-
tura, aunque apuntando a otro objetivo teórico, fue tomada, por ejemplo,
por Marín (1984) en sus reflexiones sobre el poder. Rescatando afirmaciones
de Marx, plantea una “doble existencia” primera del hombre, subjetiva y
objetiva, ligando la aparición de la propiedad con el emerger social desde
su origen primigenio natural. Lo subjetivo refiere al individuo en lo social, a
los cuerpos humanos en relaciones intersubjetivas; y lo objetivo a su ligazón
con la naturaleza, al cuerpo humano en tanto expresión de la definición físi-
co-biológica12. Será la mediación con lo social aquello por lo cual el hombre
se vincula con la naturaleza a la cual pertenece, pero de la que se ha diferen-
ciado, “la propiedad significa pertenecer a una tribu o comunidad y tener en
ella una existencia subjetiva-objetiva, y por mediación de esta comunidad
estar en relación con la tierra como con su cuerpo orgánico” (Marx, citado en

12.  “[…] tanto subjetivamente en cuanto él mismo, como objetivamente en esas condi-
ciones inorgánicas naturales de su existencia” (Marx, citado en Marín, 1984); “El ámbito
de la subjetividad es el ámbito del individuo —cuerpo humano; y el ámbito de la objetivi-
dad es el de los individuos— cosas, de las leyes de la naturaleza” (Marín, 1984).

26
Guido Galafassi

Marín, 1984). En esa doble existencia como momento histórico de la cual par-
te la evolución del hombre, no existen condiciones de producción, porque
estas condiciones aparecen después de la ruptura entre lo objetivo y lo sub-
jetivo, en donde a su vez surge la noción de propiedad como constitutivo de
lo social. “La ruptura entre sujeto y objeto es posterior; no es un presupuesto.
La ‘propiedad’ se constituye en una escisión que ha tenido que constituirse,
en una ruptura que ha tenido que realizarse. El momento, por tanto, en que
la propiedad asume un carácter social, como proceso de constitución de lo
‘social’, es algo que debe ser explicado como una forma de profundización
de la ruptura entre el campo de la subjetividad y de la objetividad” (Marín,
1984). La ruptura equivale a la interposición de lo social entre la existencia
objetiva (ser en la naturaleza) y la existencia subjetiva (ser en la sociedad).
Es decir que la doble existencia es escindida y objetividad y subjetividad se
relacionan a partir de la articulación y mediación de las relaciones sociales.
Deja de existir una relación directa entre los cuerpos de los individuos en so-
ciedad y las condiciones naturales, dado que lo “social” media entre ambos.
Es decir que “El concepto de propiedad nos remite al ‘ser social de las cosas’,
ese es su anclaje etimológico y también histórico” (Marín, 1984).
De esta escisión y aparición de la propiedad, podemos inferir el origen de
la noción de territorio, en tanto espacio social de construcción de las relacio-
nes entre los hombres. El territorio en tanto apropiación del espacio es clave
para entender la dialéctica naturaleza-sociedad pues nos remite al nudo de
esta problemática. La naturaleza es transformada a partir de la apropiación
de un espacio y su constitución como territorio por parte de un determinado
grupo social que podrá entrar en disputa con otro. El territorio a la vez que
es apropiado (extrayendo y utilizando componentes-recursos), es también
producido. El territorio es de algunos, los que a su vez se diferencian en el
acceso al mismo, y no es de otros. Y serán tanto las propiedades naturales del
territorio, sus características espaciales, así como sus implicancias socio-polí-
ticas, las que definirán la potencialidad de acceso al mismo y las disputas en
torno de su intervención.
Es entonces que concebir a la totalidad socio-natural como aquella que invo-
lucra elementos y relaciones de diferente orden constituye el marco necesario
para entender estas múltiples relaciones dialécticas. La red o constelación de
conexiones causales se establece entre una infinidad de componentes en los
que influyen factores de distinto nivel categorial, de tal manera que esta tota-
lidad no puede ser explicada únicamente con principios rectores, categorías y
nociones propios de solo alguno de estos órdenes de la realidad, sea tanto del
mundo físico-químico, del biológico o del socio-cultural. Todo lo social-sub-
jetivo tiene un sostén-portante objetivo que es físico-biológico. La relación so-
ciedad-naturaleza debe ser vista como una relación de intercambio articulado,

27
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

mediado; en donde lo esencial es poder definir y explicar el tipo y grado de


la mediación. Dada la existencia de una ruptura al constituirse lo social como
diferenciado de lo natural, la articulación sociedad-naturaleza-territorio no
puede pensarse como formada por relaciones lineales que se establecen en for-
ma simple y directa entre fenómenos de racionalidades similares. Habiéndo-
se superado entonces lo que Marín define como “doble existencia”, tenemos
que considerar a los procesos naturales configurándose en base a una serie de
principios propios de lo físico y biológico; y a los procesos sociales y cultura-
les-históricos definiéndose y cobrando significación a partir de condiciones y
factores específicos en donde entra primordialmente en juego la construcción
subjetivo-social. Así, lo social no puede reducirse a un conjunto de fenóme-
nos que se igualan en su explicación y comprensión a los fenómenos de la
naturaleza, pero tampoco es algo absolutamente extraño a lo natural. La arti-
culación entre naturaleza y sociedad supone el entrar en juego instancias dife-
renciadas, mediadas en un tiempo y espacio particular a partir de relaciones
sociales, originando objetos y procesos complejos que requieren un conjunto
de categorías analíticas capaces de discernir la trama aparente y las formas
subyacentes de la problemática. Es así que esta articulación se expresa en un
proceso de mediación, por cuanto nunca es una relación directa y simple, sino
dialéctica, compleja e indirecta, entrando en juego una cadena diferencial de
componentes y momentos en una sucesión histórica que se construye en base
a contradicciones y fenómenos entrelazados que hacen surgir lo nuevo en una
sucesión en espiral retroalimentando las condiciones de origen y causación de
los procesos. El territorio representa, justamente, una de las expresiones más
claras de esta articulación, al emerger como cimentación de esta mediación
dialéctica. Partiendo del hecho de que la totalidad es distinta de sus partes
constituyentes, y entendiendo que lo subjetivo-social se conforma de manera
particular en relación a lo objetivo-físico/biológico, se llega necesariamente a
la conclusión de que la realidad socio-natural está constituida sobre distintos
niveles de especificidad. Y deben ser estas especificidades aquellas a conside-
rar en lo atinente a la producción del territorio. Es así que para comprender
la ocupación, modificación y construcción de lo territorial se hace necesario
primero tener presente las características que asume la articulación naturale-
za-sociedad, por cuanto el territorio y su aprovechamiento y usufructo será el
resultado de esta articulación mediada.

La mediación social de la naturaleza y el territorio

Las relaciones que se establecen entre porciones de la totalidad natural y


lo social adquieren distintos rasgos en referencia al grado y tipo de orga-

28
Guido Galafassi

nización socio-política, desarrollo productivo y configuración cultural de


la sociedad a lo largo del proceso histórico. Será imposible comprender la
configuración socio-territorial del presente sin tener en cuenta el devenir de
estas relaciones dialécticas. La apropiación material y cultural de la natura-
leza estará en función de las formas productivas e ideológicas dominantes y
de cómo se configura la red de vinculaciones e interacciones entre los com-
ponentes y procesos. A lo largo de su historia, la civilización ha transitado
por vías específicas en su devenir material e ideológico. Se desarrollaron las
fuerzas productivas, se transformó el proceso de legitimación cultural y,
fundamentalmente, se incrementaron y complejizaron las mediaciones entre
las unidades sociales y las porciones del medio natural que son apropiadas
y transformadas al construirse el territorio. A medida que el hombre y la
sociedad fueron evolucionando13 y transformándose, las relaciones más cer-
canas a una definición metabólica en los inicios de la hominización se van
transformando en relaciones de articulación a partir de la aparición gradual
de los procesos culturales y la capacidad del hombre de transformación y
dominio de la naturaleza y el territorio, de la emergencia de una subjetivi-
dad más autónoma y la escisión de la doble existencia. La capacidad humana
de intervención crece, a medida que el proceso racional de interpretación de
las fuerzas de la naturaleza se incrementa, tornando cada vez más complejo
el proceso de mediación vía la intermediación socio-cultural y tecnológica.
Así, se van estableciendo diferentes niveles y etapas, en donde los nexos de
articulación se conforman en base a redes de conexiones más complejas. En
este sentido, algunos autores han afirmado que “la incidencia de los factores
naturales sobre el grupo humano es tanto mayor cuanto menor sea el nivel
alcanzado por las fuerzas productivas” (Cardoso y Brignoli, 1987: 16). Du-
rante el transcurso de la historia, el grado de dominación sobre la naturaleza
creció de manera tal que la importancia de los factores ambientales en el con-
junto se fue debilitando relativamente —sin nunca desaparecer, obviamente.
Por lo tanto, es posible “analizar a la historia humana como un proceso de
emancipación gradual frente a los datos del medio ambiente y a las fuerzas
naturales” (ibid.: 17). Pero, paradójicamente, este gran desarrollo de las fuer-
zas productivas ha llegado a un punto al día de hoy que, afectando procesos
ambientales globales (capa de ozono, cambio climático), ha puesto a toda la
humanidad ante la alerta de una crisis ambiental global (si bien esta crisis no
afectaría a toda la población de igual manera).
13.  Entiendo por “evolución” al proceso histórico de cambios y transformaciones que,
en general, aunque no de manera absoluta, está asociado con un proceso de diversifica-
ción y complejización tanto de las relaciones como de las estructuras relacionales. De nin-
guna manera entiendo a la evolución, como suele ser aceptado por el credo políticamente
progresista que lo denuesta, como el ir “de lo peor a lo mejor” tomando al evolucionismo
funcionalista como su único paradigma de interpretación.

29
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

Sintéticamente, es posible diferenciar un primer nivel caracterizado por


las llamadas “sociedades primitivas” en donde la caza y la recolección son
predominantes bajo la guía de la magia como fuerza de interpretación cog-
nitiva. La mediación social se encuentra en su desarrollo más elemental, al
tener todavía cierta presencia las relaciones de tipo metabólico, jugando la
naturaleza y su expresión territorial un importante rol condicionante. Marx
(1971) define a esta etapa como una entidad comunitaria resultante de un
proceso natural, constituyendo así el primer supuesto de la apropiación de
las condiciones objetivas14. El hombre se desplaza y asienta sólo en los espa-
cios que por sus características naturales sean adecuados para su subsisten-
cia, toma los elementos indispensables para la misma, siendo muy limitada
la capacidad de transformación del medio natural y del espacio geográfico.
Con la sedentarización y el desarrollo de la agricultura, se inicia una acción
gradual de modificación del territorio y la naturaleza para crear un hábitat
que satisfaga las necesidades de la convivencia social. El espacio comienza a
ser producido con más elocuencia y se construyen territorios diferenciados.
Se elaboran estructuras materiales y sociales más estables que operan sobre
el medio natural con mayor independencia y un mayor grado de transfor-
mación del espacio. Por último, con el desarrollo del proceso industrial y la
constitución del modo de producción capitalista, surgidos bajo el amparo de

14.  “En la primera de estas formas de propiedad de la tierra, aparece, ante todo, como
primer supuesto una entidad comunitaria resultante de un proceso natural. La familia o
la familia devenida tribu, por ampliación o por intermarriage entre familias, o una com-
binación de tribus. Dado que se puede admitir que la vida pastoral, o más en general el no-
madismo, constituye la primera forma de los modos de existencia, en la cual la tribu no se
instala en una sede determinada sino que aprovecha para el pastaje lo que va encontran-
do —pues los hombres no son por naturaleza sedentarios (para ello deberían encontrarse
en un ámbito natural tan especialmente fértil como para que se establecieran en él al igual
que monos en un árbol; al no ocurrir esto, [[andarán]] roaming8 como las bestias salva-
jes)—, en consecuencia, la colectividad tribal, la entidad comunitaria natural, no aparece
como resultado sino como supuesto de la apropiación colectiva (temporaria) del suelo y de su
utilización. Cuando finalmente se asiente, el que esta colectividad originaria se modifique
en mayor o menor grado dependerá tanto de diversas condiciones externas, climáticas,
geográficas, físicas, etc., como de su particular disposición natural, etc.: de su carácter
tribal. La colectividad tribal resultante de un proceso natural, o, si se quiere, la horda —la
comunidad de sangre, de idioma, de costumbres, etc.— es el primer supuesto de la apro-
piación de las condiciones objetivas de su vida y de la actividad de autoreproducción y de
objetivación de ésta (actividad como pastores, cazadores, agricultores, etc.). La tierra es el
gran laboratorium, el arsenal, que proporciona tanto el medio de trabajo como el material
de trabajo, como también la sede, la base de la entidad comunitaria. [[Los hombres]] se
comportan con ella ingenuamente, [[tratándola]] como propiedad de la entidad comunitaria,
de la entidad comunitaria que se produce y reproduce a través del trabajo viviente. Cada
individuo se comporta como propietario o poseedor sólo en tanto miembro, member, de
esta comunidad. La apropiación real a través del proceso de trabajo ocurre bajo estos su-
puestos, los cuales no son ellos mismos producto del trabajo, sino que aparecen como los
supuestos naturales o divinos de éste” (Marx, 1971: 68-69).

30
Guido Galafassi

la razón objetiva y la ciencia positiva como su instrumento de conocimiento,


la mediación social adquiere su carácter más elevado, constituyéndose un
intrincado tejido de relaciones entre el hombre, la naturaleza y el territorio
con el fin de producir todo aquello que sirva para algo, pero antes que nada
para generar ganancias al capital. Se crean cada vez más territorios “artificia-
les” para la producción, el traslado, el asentamiento y el esparcimiento. La
mediación adquiere una amplia escala de especificidad y valor, integrando
de manera diferente los variados espacios de producción. Una diversidad
creciente de mediaciones culturales, que imponen prácticas diferenciadas, y
de mediaciones tecnológicas, que crean espacios e intermediaciones “artifi-
cializadas”, se interponen desde la sociedad hacia la naturaleza. El conjunto
social se vincula, a su vez, diferencialmente con su medio, generándose gru-
pos con un grado y tipo de articulación particulares. La propiedad privada
y, más específicamente, la propiedad “abstracta” de capital, domina la orga-
nización económico-social y esto traerá una relación con la naturaleza más
mediatizada, compleja e indirecta, pero siempre motivada bajo la pérdida
del temor del hombre ante las fuerzas extrañas del mundo natural. Al entrar
en la modernidad, la naturaleza ya es sólo un insumo del proceso producti-
vo, y el territorio un soporte para el mismo, gestándose abierta y únicamente
como elementos pasibles de explotación. Las decisiones sobre la utilidad de
la naturaleza y su explotación, esenciales para la autoafirmación de la con-
dición humana en la era de la razón pragmática, son tomadas por sujetos
sociales que están lejos de su contacto directo con la naturaleza, con el casi
excluyente objetivo de maximizar las ganancias.
En la modernidad, la premisa básica de dominio de la naturaleza para el
crecimiento ilimitado y de producción de un espacio a tal fin, va de la mano
con el proceso de desarrollo que viene teniendo lugar en los últimos siglos,
todo bajo el sustento lógico de la racionalidad instrumental como marco de
referencia. Si bien la idea de desarrollo ha estado ligada a una concepción
económica de la realidad, es un proceso que implica una transformación de
máximo alcance en las distintas instancias de conformación de la sociedad.
La finalidad central de la vida humana pasa a ser el incremento ilimitado de
la producción y las fuerzas productivas (técnicas), que se expresa en la ideo-
logía del “progreso” y que se traduce en el impulso despiadado e inhumano
de crecimiento que caracteriza a la producción en busca de la obtención de
ganancias y la acumulación del capital.
Este progreso y proceso de acumulación se constituye a partir del gradual e
incesante perfeccionamiento del saber en general, que incluye los diversos co-
nocimientos técnicos, artísticos y científicos, para de esta manera perfeccionar-
se en el manejo de las múltiples herramientas con que el hombre se enfrenta
a los problemas que plantea la naturaleza (transformada ya en mercancía) y

31
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

la vida en una sociedad económica y políticamente organizada en base al pre-


dominio del mercado. Por lo tanto, aquí el carácter mismo del conocimiento,
que se entiende como el conocimiento objetivo logrado a través de la ciencia
y la tecnología, consiste en avanzar, mejorar y perfeccionarse en un sentido
material y en función de este proceso de acumulación. La mediación social de
la naturaleza y el territorio se vislumbra tanto en los procesos materiales, así
como en los procesos simbólicos de la articulación. Esta relación dialéctica se
da desde la apropiación material de elementos del medio natural y su poste-
rior transformación y consumo, hasta la valoración ideológico-estético-afec-
tiva. Las distintas fases del desarrollo de una sociedad implican diferentes
formas de interacción, dominio y control material y cultural de los elementos
naturales. Las formas de representación simbólica de la naturaleza adquieren
aspectos singulares en cada sistema cultural. Este conjunto articulado de pro-
cesos y representaciones adquieren bajo el capitalismo una forma en la cual la
naturaleza no es mucho más que una serie de insumos, espacialmente organi-
zados, para el proceso productivo: la naturaleza se transforma en recurso y el
territorio en medio y soporte del proceso de acumulación.
A través de la mediación, el hombre dotado de cultura y subjetivamente
construido, incorpora a través de valores, identidades, procesos de apropia-
ción y transformación a la naturaleza dentro del ámbito de lo social, constru-
yendo territorialidades diversas, mostrando a las claras la complejidad que
asume la red jerárquica de articulación (dialéctica) entre los componentes di-
versos de los niveles/momentos. La naturaleza es aprehendida de acuerdo a
formas materiales e ideológicas, concepciones particulares que son generadas
por el devenir de la sociedad. Se distancia así, claramente —pero a su vez lo
contiene mediado—, de lo que Marín refiere como la doble existencia, o lo que
podríamos también llamar como el metabolismo de los inicios. El ambiente-
territorio es construido socialmente y se genera como resultado de la articula-
ción sociedad/naturaleza-espacio. De aquí la particular configuración de esta
relación condicionada históricamente, que se define en la modernidad por el
dominio instrumental del mundo. El concepto de mediación permite consi-
derar a la relación sociedad-naturaleza según una lógica propia, en la cual se
desenvuelven los elementos constitutivos. Esta relación adquiere diferentes
características y expresiones a través del tiempo. Es entonces que la unidad/
diferencia del hombre con la naturaleza se entiende en términos de una me-
diación históricamente determinada. Por lo tanto, esta mediación hay que in-
terpretarla de acuerdo a las coordenadas temporales y espaciales.
En la modernidad, esta mediación se materializa, primordialmente, vía
el proceso de transformación derivado del modelo de desarrollo, el cual
depende de una expansión, nunca antes vista, de la capacidad productiva a
través de la elevación de los promedios de productividad por trabajador que

32
Guido Galafassi

permitan promover las condiciones para favorecer un crecimiento notable de


la acumulación. Esta se realiza en base a los procesos modernos de dominio
instrumental, extracción de “recursos”, transformación de la naturaleza y
construcción de un territorio adecuado a estos fines. Esta acumulación se
logra trasladando componentes del sistema natural, a partir de la creación de
valores, a los procesos de la sociedad. El desarrollo de las fuerzas productivas
siempre lleva implícitos aspectos contradictorios. Así, toda producción im-
plica una degradación, que se expresa en forma de agotamiento de recursos,
contaminación, etc. La consideración del proceso de producción en forma inte-
gral permite seguir el proceso de apropiación de materia natural y su transfor-
mación para convertirse en producto social que se distribuye, se cambia y se
consume. Todos son momentos integrantes del proceso de articulación socie-
dad-naturaleza. Cada uno con sus atributos específicos y estructurados en un
proceso integral que los contiene. Las formas de apropiación y transformación
de la naturaleza por medio del proceso de trabajo, y las estrategias técnicas
usadas para dicha apropiación, siempre se desarrollan territorialmente.
En las sociedades modernas, se distinguen diferentes grados en la relación na-
turaleza-sociedad-territorio. La separación de proceso de producción y proceso
de consumo determina sectores sociales que interaccionan diferencialmente con
lo natural, creando territorialidades diversas. El gran desarrollo de la urbaniza-
ción y, dentro de ella, del sector servicios, ha distanciado notablemente a ciertos
grupos sociales del medio natural en su expresión prístina, haciendo de la frac-
tura metabólica inscripta en el proceso de hominización un proceso de gradien-
te creciente. Las mediaciones son cada vez más numerosas, conformando una
compleja red de conexiones. Por lo tanto, si bien el proceso productivo no puede
explicar por sí solo la relación de toda la sociedad moderna con la naturaleza,
asume en cambio un rol guía en la producción del espacio y especialmente en
aquellas fases del proceso social de reproducción en donde los actores sociales
generan un vínculo directo, aplicando su accionar a través del trabajo que mol-
dea lo natural de acuerdo a las necesidades sociales. Es así que en la relación
sociedad-naturaleza, podríamos hablar, en principio, de dos grupos de territo-
rialidades bien diferenciadas. Es predominantemente en el contexto agrario-ru-
ral en donde la articulación sociedad-naturaleza se da en forma más directa,
pues es aquí “donde se cosecha la materia y energía para alimentar los procesos
de producción del conjunto de la sociedad. La ocupación del ambiente rural
responde entonces a la búsqueda, potenciación y captación de la productividad
de los ecosistemas” (Gutman, 1988: 72). Por el contrario, y en base al incremento
del proceso de mediación, se constituyen complejas articulaciones sociales, de
poder y culturales que dotan a lo urbano de una entidad propia y distanciada de
la naturaleza menos intervenida. Al respecto, Manuel Castells (2008) creía des-
cubrir y descifrar una ideología propiamente urbana que capta los modos y las

33
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

formas de la organización social e implica una cultura urbana como oposición


a la rural, que consagra el paso decisivo de una forma comunitaria a otra aso-
ciativa. Los entresijos de esa ideología no se desvelan ni esclarecen por el hecho
de calificar a una formación social como capitalista o socialista, pues la relación
con el espacio, en tanto articulación de lo natural con lo social, va a depender
además de variables como el desarrollo o la dependencia o independencia de
la sociedad en cuestión. La ideología se hace específicamente urbana porque se
produce y desenvuelve en la ciudad que, como proyección de una sociedad en
el espacio, invalida la existencia de una teoría espacial al margen de una teoría
social general y contribuye, por contra, al bosquejo de un entramado espacial
como expresión de la estructura social correspondiente.
Ahora bien, la comprensión de la estructura y funcionamiento del medio
natural y su desenvolvimiento en tiempo y espacio, así como todas las varia-
bles que operan en el mismo, debe ser un paso obligado dentro del proceso
analítico. Las potencialidades y condicionantes del ambiente interactúan en
forma directa o indirecta en el devenir de la sociedad. El grupo social que in-
teractúa, lo hace siempre con una porción territorial de naturaleza con carac-
terísticas particulares, que definen en cierta medida las acciones que podrán
efectuarse a partir de él. Esta porción territorial de naturaleza es considerada
en sus ritmos y fluctuaciones internas, atendiendo a su estructura tanto fí-
sica como biológica y a su funcionamiento en el tiempo y el espacio. Estas
características se encuentran todas reunidas en el concepto de ecosistema15.

15.  De acuerdo a Margalef (1974: 2), consiste en “sistemas formados por individuos
de muchas especies, en el seno de un ambiente de características definidas, e implica-
dos en un proceso dinámico e incesante de interacción, ajuste y regulación, expresable
bien como intercambio de materia y energía, bien como una secuencia de nacimientos y
muertes, y uno de cuyos resultados es la evolución a nivel de las especies y la sucesión a
nivel del sistema entero”. Este concepto no se refiere tanto a una unidad concreta, sino a
un nivel de organización, en donde se tiene en cuenta además de los componentes vivos,
los componentes abióticos. En tal sentido, un ecosistema es una porción cualquiera de
la biosfera que nos permite distinguir diferentes procesos como flujos de energía, ciclos
de acumulación, circulación y transporte de materiales, redes tróficas, mecanismos de
regulación, trayectorias de cambio ecosistémico, etc. Por flujos de energía, se entiende
el circuito de transformación que sufre la energía del sol captada por las plantas (pro-
ductores) y sus transformaciones a través de las cadenas alimentarias configurando las
redes tróficas. Productividad ecológica es velocidad de producción de biomasa vegetal
y animal, y eficiencia energética es la relación entre asimilación de energía y producción
de biomasa, y refieren directamente a la porción de materia y energía disponible en el
sistema para poder ser aprovechada. El término “sucesión ecológica” indica las activida-
des de los organismos y las influencias del medio físico que van generando, en el tiempo,
distintas condiciones que determinan una secuencia de comunidades, adaptada cada una
de ellas a cada etapa de la sucesión, hasta alcanzar un hipotético o real estado estaciona-
rio, llamado “clímax”. El concepto de “resiliencia” hace referencia a la potencialidad de
revertir estados a situaciones naturales previas, es decir, la capacidad que tiene el sistema
ecológico de absorber perturbaciones sin sufrir transformaciones cualitativas, aunque sus
variables no se mantengan constantes.

34
Guido Galafassi

Las características particulares del medio natural son incorporadas a la so-


ciedad, potenciando aquellas facetas que producen un rendimiento a corto o
largo plazo según las premisas de la racionalidad instrumental, en base a los
ciclos económicos diseñados para maximizar acumulación y ganancia, des-
echando las consideraciones relacionadas con la sobreexplotación tanto de
la naturaleza como del espacio. Muchas veces, este rendimiento es de corta
duración, pues el sistema social a través del proceso de apropiación termina
modificando fuertemente y hasta destruyendo el sustrato ecológico. Veamos
entonces qué es y cómo opera esta racionalidad instrumental a partir del
análisis desarrollado por la teoría crítica.

Racionalidad instrumental y producción del territorio

El modelo de desarrollo, progreso y acumulación basado en el crecimiento


de los bienes materiales y el usufructo intensivo de los recursos para maxi-
mizar la ganancia del capital está a su vez inherentemente articulado con
una tipología de razón. Este modelo de racionalidad que impregna todo he-
cho cotidiano en nuestra sociedad moderna define el camino a seguir en las
tareas del hombre común, teniendo implicancias directas sobre las maneras
en que la sociedad contemporánea se articulada mediadamente con la natu-
raleza y produce territorio.
Tal como lo planteó Horkheimer, la razón subjetiva que articula medios y
fines, consiste en la adecuación de modos de procedimiento a fines que son
más o menos aceptables y que presuntamente se sobreentienden. Es decir
que el acento está puesto en discernir y calcular los medios adecuados, que-
dando los objetivos a alcanzar como una cuestión de poca importancia en
referencia a indagar sobre si son o no razonables. El fin capaz de ser racional
por sí mismo, es decir, sin estar referido a ninguna especie de ventaja o ga-
nancia subjetiva, le resulta absolutamente extraño a este modelo de razón.
Así, la sociedad industrial se ha encargado de que los elementos materiales
de confort sean los únicos fines que quedan por conseguir, olvidándose ab-
solutamente de que sólo son medios. El mundo que surge como resultado
de esta razón pragmática es aquel en donde todo sirve para algo, y tiene
que ser útil para ser reconocido como real. Sólo los medios tienen un racio-
nal derecho a existir, “la transformación total del mundo en un mundo más
de medio que de fines es en sí consecuencia del desarrollo histórico de los
métodos de producción” (Horkheimer, 1969: 111). Métodos de producción
basados en un predominio tal de la técnica, que tienen como resultado la
instrumentalización universal del mundo —tanto de los hombres como de
la naturaleza—, desechando de él todo lo que se vinculara con algún fin

35
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

último, y que se originan en una particular comprensión de la razón que la


define como un esquema pragmático de carácter instrumental. Al convertir
los medios en fines, esta sociedad industrial transfiere el centro de grave-
dad de todo valor desde el acto a la potencia, de la forma a la materia, del
valor añadido al material. Es esta racionalidad instrumental la que pone de
manifiesto el proceso de alienación social y socio-ecológico de la sociedad
moderna. Así, racionalidad instrumental es sinónimo de alienación, proceso
que al ser parte de la racionalidad contemporánea impregnará los diferen-
tes ámbitos de las prácticas humanas y los procesos sociales, incluidos claro
está, los socio-territoriales.
Este predominio de la técnica en la sociedad moderna tiene su raíz en la
razón ilustrada, que concretiza el pasaje del temor (del hombre primitivo
premítico) y la veneración (del hombre mitológico) de la naturaleza, a su
dominio. La ilustración implica el arribo del concepto liberador del hombre
de una naturaleza extraña y temida, que a través de la razón logra ejercer su
dominio técnico sobre el mundo. Es la victoria del hombre sobre la supersti-
ción, “el iluminismo, en el sentido más amplio de pensamiento en continuo
progreso, ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hom-
bres y de convertirlos en amos […] El programa del iluminismo consistía en
liberar al mundo de la magia” (Horkheimer y Adorno, 1969: 15).
Esta interpretación se sustenta en la concepción hegeliana de la naturaleza
como alteridad que es superada por el espíritu a través de la energía de la ra-
zón. Esta naturaleza diferente y contraria al hombre es la que inspira el mie-
do, y lo hace verse sumergido en esta naturaleza como un caos amenazante.
Podríamos hablar, entonces, de una articulación sociedad-naturaleza basada
en la amenaza que genera el respeto y a su vez una mayor integración. La
reconciliación hegeliana del hombre o el espíritu con esta naturaleza consiste
en superar dicha alteridad y reconocerse a sí mismo en ella. El mito consti-
tuye un primer intento del hombre por reconciliarse con la naturaleza, pero
es una reconciliación aleatoria, irracional, algo que ocurre o no de forma im-
previsible, por lo tanto, el temor ante la fuerza extraña sigue siendo la regla.
La ilustración, en cambio, es en primer lugar desmitificación y liberación
de la pesadilla mítica como fuerza extraña a través de la ciencia verdadera.
Esta reconciliación sobrepasa el mundo de las ideas, para materializarse en
la praxis, es decir en la acción real que el hombre ejerce sobre la naturaleza
en pos de un crecimiento material ilimitado nunca antes visto. Se comienza
a humanizar el mundo de forma real, y no en la forma distorsionada que re-
presentaba el mito, “el intelecto que vence a la superstición debe ser el amo
de la naturaleza desencantada […] Lo que los hombres quieren aprender de
la naturaleza es la forma de utilizarla para lograr el dominio integral de la
naturaleza y de los hombres. Ninguna otra cosa cuenta” (ibid.: 16).

36
Guido Galafassi

Así, esta razón ilustrada es razón instrumental, en la medida en que al dejar


la naturaleza de ser algo diferente, temido y reverenciado pasa a constituir el
medio de la propia realización del hombre, que usa a la naturaleza para su
propia autoafirmación bajo la premisa de un progreso sostenido hacia el in-
finito (Galafassi, 2002). Así, razonar se convierte en el conocer para dominar.
La naturaleza, y su expresión espacial, es el refugio que el hombre encuentra
y transforma para guarecerse de ella misma. La naturaleza le brinda los ele-
mentos que le aseguran al hombre mayor libertad frente a las fuerzas natu-
rales que hasta el momento no era capaz de controlar. Podríamos entonces
hablar aquí de una articulación sociedad-naturaleza basada en cambio en el
dominio y la transformación casi total. Esta transformación de la naturaleza
que no tiene límites, se vuelve contra sí misma y contra el hombre, pasando
de una primera imagen confortable (una naturaleza que entrega todos sus
recursos al servicio del confort humano) a una segunda nuevamente ate-
rradora, pero esta vez generada por la praxis humana. Una naturaleza que,
transformada y convertida muchas veces en territorio degradado por la pro-
pia acción humana, ya no puede brindar confort y se vuelve hostil. Todo
inscripto en un mismo proceso autoalimentado y construido sobre el mismo
fundamento ontológico: la mediatización del mundo a través de una razón
que lo instrumentaliza para la dominación constante del hombre sobre la
naturaleza. Es en esta estrategia de dominio donde se inscribe la construc-
ción social de todo territorio. Y este dominio absoluto es el límite de la razón
ilustrada que lleva indefectiblemente a la catástrofe, en donde la razón se
niega a sí misma y se hace instrumento de su propio proceder. El territorio
entra en esta ecuación asumiendo todas las características del proceso de
instrumentalización y alienación. El territorio representa la expresión espa-
cial de la construcción de la sociedad instrumental basada en el dominio de
las variables naturales. Así, capital y territorio significa un espacio recreado
y altamente artificializado en pos de los designios del confort y el dominio
de la razón pragmática. Pero el sujeto que mediatiza todo convirtiéndolo en
instrumento, termina siendo también un medio de esta razón pragmática,
de aquí la explotación del hombre y la naturaleza por el propio hombre. El
hombre concreto, pasa a ser parte también de esta naturaleza y territorios
mediatizados, lo que conduce a que él mismo termine siendo devorado por
los mecanismos puestos en marcha, es que “la historia de los esfuerzos del
hombre destinados a subyugar la naturaleza es también la historia del sojuz-
gamiento del hombre por el hombre” (Horkheimer, 1969: 15).
Es en este contexto de racionalidad instrumental como hay que entender
el proceso de acumulación y desarrollo en el marco de la modernidad de
mercado (y en parte también en aquellas experiencias llamadas del socia-
lismo real) y considerarlo también desde la dimensión denunciada como

37
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

alienación. Al respecto, y centrándose en el proceso de industrialización-ur-


banización, Henri Lefebvre centró su discusión en el ciudadano capitalista
y, más específicamente, en las formas capitalistas de conformar y definir el
espacio en tanto intersección indivisible. Refiere a un producto característico
de la modernidad como es lo urbano y la cotidianeidad de lo urbano, tras
lo cual se esconden diversas formas de alienación, marcando así el contraste
con otras posibles formas de habitar pasadas o futuras. Es que el proceso de
producción basado en el reinado del capital insume más que ningún otro no
sólo a la naturaleza en forma de recursos naturales, el territorio mismo, en
tanto sostén y construcción-relación social compleja de todas las actividades
de extracción, producción, intercambio y reproducción de la vida social; sino
que, además, implica la construcción de un sujeto adecuado a las prácticas
cotidianas estandarizadas que remite necesariamente a cercenar toda mani-
festación integral y diversa de experiencias de vida más allá de la lógica de
la mercancía. Es la propia “lucha civilizatoria” la que se despliega en la cons-
trucción y uso de este territorio y estilo de vida moderno capitalista, vía un
incremento de la inversión tecnológica para la explotación y transformación
del entorno, construyendo territorios orientados fundamentalmente al
consumo de objetos, sentidos y significaciones. Podemos afirmar entonces,
siguiendo a Lefebvre (1974: 220) que el capitalismo moderno se ha apodera-
do del espacio total. “En la realidad económica y social había sectores preca-
pitalistas; primer sector precapitalista: la agricultura; otro sector anterior al
capitalismo: la ciudad. Desde hace algunos años el capitalismo controla y ha
puesto la zarpa sobre la agricultura entera y también sobre la ciudad —rea-
lidades históricas anteriores al capitalismo—. A través de la agricultura y la
ciudad el capitalismo ha echado la zarpa sobre el espacio. El capitalismo ya
no se apoya solamente sobre las empresas y el mercado, sino también sobre
el espacio. Tenemos también el ocio. Con la industria del ocio el capitalismo
se ha apropiado de los espacios que quedaban vacantes: el mar, la playa, la
alta montaña. Ha creado una industria nueva, una de las más potentes: la
industria del ocio”. Este despliegue del capital sobre todo el espacio a través
de procesos de instrumentación y alienación, obliga necesariamente a rom-
per con una definición mecanicista de espacio-territorio que privilegia sólo
el sustrato físico desplegado como soporte inmanente de las actividades. La
fragmentación del espacio a partir de su creciente privatización, con claras
implicancias materiales, pero también ideológicas, culturales y políticas, es
otro elemento nodal para esta consideración más dialéctica. Así, espacio ma-
terial y espacio simbólico operan dialécticamente como entramado y crea-
ción de la historia y la cultura, al mismo tiempo que de ellos emana también
el proceso de construcción de utopías colectivas y alternativas societales que
intentarán tanto sustentar como derribar los supuestos de la construcción

38
Guido Galafassi

instrumental del territorio. Las transformaciones en la estructura tecnoló-


gica, productiva y social, fundamento de la sociedad, conducen al mismo
tiempo, a nuevos tipos de relaciones sociales y a una nueva forma de or-
ganización espacial. Los procesos socio-espaciales y urbanos nunca llegan
a formularse en toda su coherencia teórica a partir de la relación entre ele-
mentos ubicados en la superficie de la realidad, sino más bien a través de las
relaciones dialécticas profundas que se dan entre elementos estructurales.
La planificación territorial y urbana y los movimientos sociales son insepa-
rables, aunque en el primero se parta de las estructuras y en el segundo de
las prácticas. Y esa organización espacial, según el Manuel Castells de hace
unas décadas (1971), resulta de la combinación de tres elementos: el sistema
económico, el político-institucional y el ideológico.
En estos territorios complejos, al mismo tiempo que se definen históricamente
lo rural y lo urbano con particularidades diferenciales como punto de inicio de
la modernidad, se observan, sin embargo, cambios a medida que avanzan las
relaciones de mercado y de desarrollo tecnológico, inscriptas en el predominio
de la racionalidad instrumental. Esta diferenciación inicial se atenúa gradual y
parcialmente por cuanto a medida que crece la capacidad de aporte de capital
que iguala en su instrumentalización ciudad y campo, la posibilidad de trans-
formación territorial en base a patrones comunes de acumulación privada es
mayor, disminuyendo al mismo tiempo los costos por la “fricción del espacio”,
anulando así la distancia geográfica como un limitante consustancial. Lo urba-
no es relativamente cada vez más rural (vía desconcentración y acercamiento a
una naturaleza más o menos construida). Y lo rural asume cada vez más ciertos
parámetros de lo urbano, especialmente en lo referente a la abrumadora apor-
tación de tecnología compleja que imprime un alto proceso de modificación
del paisaje, de los ritmos de vida y que fundamentalmente define un patrón
de desarrollo cuyo eje lo marcan los grandes centros de concentración del ca-
pital mundial. Pero este proceso no es para nada uniforme, pues crea territo-
rios híper-desarrollados en base a la lógica del capital y deja otros abandonados
hasta que la ecuación económico-política los hace apetecibles en tanto espacios
de extracción para incorporarlos así al proceso de acumulación global. Es así
que se promueve, a su vez, la participación de los territorios periféricos funda-
mentalmente como entramado complejo del proceso extractivo-productivo de
insumos y servicios (turísticos, por ejemplo) para las economías de alto nivel de
consumo. Es importante agregar que estos territorios periféricos son incorpora-
dos a través de procesos tecnológicos y productivos globales que contienen cla-
ramente patrones de ocupación basados en los parámetros de confort urbano, lo
que genera estrategias de instalación y aprovechamiento que replican estánda-
res de vida cuyo arquetipo se constituye a partir de estilos de bienestar propios
del comportamiento humano en las ciudades.

39
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

Sin medias tintas, Lefebvre (1988) refiere directamente a la noción de “so-


ciedad urbana” para referirse a la urbanización completa de la sociedad
contemporánea, “caracterizando así a la vez su realidad y su tendencia”.
Complejizando el concepto, es necesario aclarar que la “sociedad urbana”
constituye el término de llegada de la compleja situación a la que el autor
llama “revolución urbana” como “el conjunto de transformaciones que se
producen en la sociedad contemporánea para marcar el paso desde el perío-
do en que predominan los problemas de crecimiento y de industrialización
a aquel otro en que predominará ante todo la problemática urbana y donde
la búsqueda de soluciones y modelos propios a la sociedad urbana pasará
a un primer plano” (1972: 11-12). Aquí, la industrialización es directamente
considerada como una etapa de la urbanización, como un momento inter-
mediario, más precisamente como una herramienta para arribar a la socie-
dad urbana. Aunque, en realidad, revolución industrial y revolución urbana
son dos partes constitutivas y necesarias de la radical transformación que el
mundo sufre en la modernidad capitalista, “dos elementos dialécticamen-
te unidos de un solo proceso, de una sola idea de la revolución mundial”
(ibid.). Esta dialéctica es tal, que cada uno sucede, supera y se interpenetra
con el otro, en un proceso dinámico con desencadenantes y consecuentes.
“El punto de partida […] es el proceso de industrialización, el máximo pro-
ceso transformador de la sociedad contemporánea. Este proceso es induc-
tor de otros hechos; los hechos de urbanización son hechos inducidos […]
Siendo el proceso de industrialización el proceso inductor, me parece más
justo calificar esta sociedad por el efecto inducido, la urbanización, es decir,
llamarla sociedad urbana” (Lefebvre, 1988: 215).
Pero es importante, entonces, focalizar en la necesidad de comprender al te-
rritorio más bien como “territorialización”, es decir, como una serie de pro-
cesos sociales histórica, material y culturalmente definidos. En la geografía
contemporánea, se ha desarrollado un relativo debate sobre los procesos de
territorialización (“desterritorialización” y “reterritorialización”) de la mano
de autores como Haesbaert (2004), Mançano Fernandes (2008) y Porto Gonçal-
ves (2009), entre otros. Vale mencionar que, como conocimiento específico,
la Geografía se debía este debate desarrollado, directa o indirectamente, en
otras disciplinas (que, como claro ejemplo del encorsetamiento disciplinario,
no había atravesado los límites de esta rama de la ciencia). Esto ha permiti-
do una relativa mayor difusión de la problemática, aunque perdiéndose al
mismo tiempo la oportunidad de una real profundización de la cuestión, al
plantear la comprensión de la realidad, en términos de procesos dinámicos,
como “novedad” (en algunos de los autores citados más que en otros). Esta
es la consecuencia, entre otras, que se genera al desconocer la rica tradición
de discusión teórico-epistemológica de la perspectiva dinámica más allá de

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Guido Galafassi

los límites disciplinarios, de la cual, la perspectiva dialéctica que inspira este


texto es sin dudas la de mayor alcance. Más allá de esta disquisición, lo impor-
tante es no entender al territorio como contexto (sea naturaleza o naturaleza
transformada), por cuanto el territorio en tanto territorialización implica a su
vez el ser un medio de producción, pero además una construcción mediada
por relaciones sociales complejas y contradictorias también, y que en la so-
ciedad moderna responde fundamentalmente, como se dijo, a los supuestos
de la racionalización instrumental de la existencia. En tanto mediación, debe
entenderse entonces al territorio como relación de relaciones sociales de clase,
valoraciones y poderes. Mediación, claro está, históricamente definida, dado
que no puede entenderse al proceso socio-natural de otra manera sin caer en
el relativismo que particulariza y pierde la mirada de la totalidad. Y esta confi-
guración territorial apunta, también, a destacar el carácter complejo, múltiple,
dialéctico. Algunos lo definen también como “fractal”, por cuanto compren-
de desde el territorio cotidiano-local hasta la expresión territorial de la socie-
dad global; desde la relación material con el territorio, hasta la construcción
ideológico-cultural del mismo; desde acomodación y adecuación estructural
al mismo, hasta la proyección y definición política del mismo; desde el ajuste
a un territorio en tanto clase subalterna hasta la imposición territorial en tan-
to clase dominante. Al respecto, David Harvey realiza más que interesantes
apreciaciones sobre la relación tiempo-espacio-cultura. Partiendo de la noción
de construcción social, delimita, sin embargo, que esto no obedece a algo pu-
ramente subjetivo o ideal, como si estuviera fuera del mundo material en el
cual los hombres llevan adelante su existencia. “En realidad, lo que hacemos
es tomar un rasgo particular de este mundo material y tratarlo como si este
fuera la forma de entender el espacio y el tiempo. Por ejemplo, si estamos
considerando las sociedades cazadoras recolectoras, las nociones de espacio y
tiempo son ampliamente establecidas por los ritmos biológicos que gobiernan
la reproducción de las especies que serán cazadas y recolectadas y sus ritmos
de movimiento espacio-temporal. A partir del siglo XVI, el desarrollo del co-
nocimiento mecánico y de la tecnología capitalista condujeron a un conjunto
de ideas nuevas y diferentes acerca del espacio y del tiempo” (1994: 127). Pero,
al mismo tiempo, y como consecuencia de este argumento, se desprende que
la naturaleza no contiene una medida única natural de espacio y tiempo, sino
que ofrece un rango de posibilidades entre las cuales la sociedad privilegia y
elige, en base, dice Harvey, al mito y la cultura de manera interrelacionada
con la forma específica en que esta sociedad desarrolla su estilo de vida en el
ambiente natural. Esta más que claro a esta altura que los patrones culturales
participan en los procesos de mediación/articulación naturaleza-sociedad-te-
rritorio. Vale retomar la mención a Castells (2008), quien entiende lo urbano
no como un objeto teórico, sino como un objeto ideológico. Tanto las formas

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De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

espaciales como el proceso de reproducción de la fuerza del trabajo, llevan


a cabo su articulación en la ideología de lo urbano, de la que se derivarían,
precisamente, las dos acepciones asignadas al término urbanización: como
concentración espacial desde ciertos límites de población y densidad, y como
“difusión del sistema de valores, actitudes y comportamientos bajo la deno-
minación de cultura urbana”.
Pero construcción social del territorio/territorialización (que subsume obvia-
mente tanto lo “rural” como lo “urbano”), de ninguna manera implica referir-
se a un proceso subjetivo y arbitrario. La relación que una sociedad tiene con
su espacio y cómo construye su territorio, en tanto expresión de la relación
naturaleza-sociedad, nos habla de las ideas y sentires complejos de esa so-
ciedad, pero también de sus prácticas, acciones y procesos de reproducción
social y de racionalización. La relación con el espacio es un indicador claro,
no exclusivo, de ante qué tipología de organización social estamos, indicando
incluso el camino prioritario a seguir por sus individuos. “La elección que
una sociedad hace sobre qué considera que es el espacio y el tiempo es fun-
damental para comprender cómo actúa toda la sociedad y, por lo tanto, cómo
ella opera en relación con los individuos; esta actúa con toda la fuerza del he-
cho objetivo que nadie, en forma individual, puede escapar sin sufrir severas
penalidades” (Harvey, 1994: 127). La interrelación sociedad-tiempo-espacio
está dialécticamente asociada con las estructuras de poder y con las relacio-
nes sociales, que implican determinadas formas de producción y consumo
existentes en una sociedad dada. Así, aquello que podemos entender como
relación sociedad-espacio-territorio, no es política ni ideológicamente neutral,
sino que está inscripto en estos entramados de poder, racionalización y rela-
ción social. Por el contrario, adoptar una versión cualquiera del espacio como
natural significaría reconocer sin más el orden social que lo configura como
un dato inevitable de la naturaleza de las cosas, en cambio de aceptar la defi-
nición histórica, procesual y de cambio que lleva implícita toda conformación
social. Topalov (1979) es, sin dudas, quien avanza más radicalmente en estas
ideas, separándose de toda connotación culturalista de lo territorial, especial-
mente de aquella versión de lo urbano que lo interpreta sólo como conjuntos
formales simbólicos. Dejando fuera, quizás, la posibilidad de una compren-
sión dialéctica más fructífera, considera al territorio y a la ciudad directamen-
te como “un producto, como el resultado de un proceso de producción y no
solamente como objeto de consumo material y simbólico”. Más precisamente,
la ciudad “constituye una forma de la socialización capitalista de las fuerzas
productivas. Ella misma es el resultado de la división social del trabajo y es
una forma desarrollada de la cooperación entre unidades de producción”.
Pero, vale advertir, dadas ciertas tendencias contemporáneas, la territoria-
lidad no es el “todo”, ni un sinónimo como tal de “relación social”, sino

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Guido Galafassi

la expresión dialéctica (relacional) de la dimensión espacial de la existencia


que se materializa en la construcción del territorio —a partir de la articula-
ción naturaleza y sociedad—, en el cual y con el cual (a través del cual) se
desenvuelven los sujetos. “Territorio”, entonces, se refiere a la entidad mate-
rial-simbólica como dimensión espacial de las relaciones sociales, las cuales,
por cierto, están compuestas por varias otras dimensiones en relación dialéc-
tica16. El territorio siempre tendrá como definición de origen una expresión
material; aunque, obviamente, el territorio nunca se acaba, ni mucho menos,
en el soporte, pues el territorio es, además y siempre dialécticamente conec-
tado, producción y reproducción socio-cultural, dando lugar así a la territo-
rialidad en tanto proceso. Esto implica, también, alejarse de aquellas tenden-
cias contemporáneas que hacen “omniabarcadora” la noción de territorio, no
obstante dotarla de condimentos idealistas necesarios para distanciarse así
del positivismo reinante hasta hace unas décadas, que asociaba territorio ex-
clusivamente a su dimensión física. Decir que el territorio es materia en tanto
origen sustancial, implica afirmar que siempre partimos de un espacio natu-
ral, es decir, que la naturaleza constituye su componente fundante, aunque
esta naturaleza haya sido transformada sucesivamente por la intervención
social. Un territorio urbano-financiero (fina y acabada expresión de la ra-
cionalidad instrumental), caracterizado por hierro, cemento, volátil liquidez
monetaria y poder concentrado, podrá parecer justamente todo lo contario
a la naturaleza, pero, sin embargo, el soporte de base, así como todos los

16.  Milton Santos, si bien desde una concepción no dialécticamente crítica, ya se refería
de alguna manera a esta concepción más compleja de territorialidad, aunque a partir del
término “espacio”, al cual lo caracterizaba como aquel conjunto indisoluble de sistemas
de objetos y sistemas de acciones, en el que confluyen categorías analíticas como: el pai-
saje, la configuración territorial, la división territorial del trabajo, el espacio producido
o productivo, las rugosidades y las formas contenidas. Es así que daba lugar a integrar
en el espacio dimensiones como la región, el lugar, las redes, las escalas, el orden local
y global; facetas todas de interrelación con los procesos sociales. Procesos todos que los
consideraba de un orden más allá de lo específicamente espacial, pero constitutivos de
él en tanto interaccionantes. Se refería así al desarrollo de la técnica, la acción humana,
la norma y los acontecimientos, la universalidad y la temporalidad, la idealización y la
objetivación, los símbolos y la ideología. La relación individuo-sociedad dota al espacio
de sus características. En el espacio, confluyen relaciones de carácter funcional, de inter-
dependencia, de selección, de reproducción, de sustitución o de cambio, cuya actuación
se refleja en diferentes escalas, niveles y tiempos. Se reconoce, entonces, una dinámica so-
cio-territorial que está funcionalmente ligada a los cambios propios del espacio, es decir,
a las manifestaciones, procesos y articulaciones, de los sistemas sociales. El espacio es re-
creado en forma permanente imprimiendo una dinámica de convivencias trascendentes
y efímeras, cuyas formas, contenidos, reglas, funcionamientos, dirección y capacidad se
sostienen bajo procesos socio-espaciales en movimiento. Las potencialidades y capacida-
des de los procesos de diferente escala, según su propia funcionalidad y dialéctica, serán
aquello que dotara de mayor o menor permanencia tanto a los procesos como a lo cons-
truido, otorgando así un carácter de cambio permanente a los procesos socio-territoriales
(Santos, 2000; Hernández Diego, 2001).

43
De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

componentes constructivos y los flujos materiales de sustentación, tienen su


origen en la naturaleza, tanto como las condiciones climáticas a las cuales
debe acondicionarse. Se trata nada más que de otro patrón dentro de la di-
versidad de mediaciones ocurridas desde la materia natural original hasta
el proceso de territorialización y urbanización construyendo un ambiente
social, con todas sus interacciones económicas, políticas y culturales. Es cla-
ramente en la modernidad cuando lo territorial va adquiriendo, cada vez de
manera más notable, su carácter en tanto proceso de mediación de lo natural
a lo social. De hecho, hoy en día casi no existe ningún espacio natural no
intervenido (instrumentalizado) de alguna manera por las prácticas sociales
a partir de múltiples procesos de territorialización. Es así que el territorio
es articulación naturaleza-sociedad y, en tanto proceso de articulación, es
territorialidad por la dinámica que adquiere a partir de la “relacionalidad”
social. Es decir, constituye una serie compleja y encadenada de mediaciones.

A modo de cierre: de la territorialización al llamado “extractivismo”

Con estas precisiones sobre los procesos de mediación naturaleza-socie-


dad, de territorialización y sobre los procesos de racionalidad instrumental,
es que puedo cerrar este artículo de reflexión conceptual, articulando con
un análisis de lo fenoménico referido particularmente a ciertas lecturas y
discursividades ampliamente presentes tanto en movimientos teóricos como
sociales contemporáneos.
Vale comenzar afirmando, y confirmando, que la historia del desarrollo de
los países latinoamericanos ha sido definida primariamente por la ecuación
capital–recursos naturales/territorio, por cuanto emergieron al mundo moder-
no con un papel predominante de dadores de materias primas, ya sea recursos
minerales o agropecuarios. El propio proceso inicial de ocupación europea del
continente americano así lo marca claramente, a pesar de ciertos olvidos que
parecieran caracterizar la reflexividad contemporánea respecto a los llamados
“bienes comunes”. La siguiente cita de Cristobal Colón en su Diario de Viajes no
deja lugar a dudas: “yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vide
que algunos dellos traían un pedazuelo colgando en un agujero que tenían a
la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el
Sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos dello, y tenía muy mucho
[porque] del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en
el mundo y llega a que echa las ánimas al Paraíso”. Es claro que el mismísimo
“descubrimiento” y colonización llevaba en su impronta el objetivo de apro-
vecharse de los recursos materiales y humanos disponibles en las tierras más
allá del Viejo Mundo, para que sirvieran de incentivo y estímulo al proceso de

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Guido Galafassi

acumulación capitalista de la Europa moderna naciente. Es decir que el hoy


llamado “extractivismo”, es en realidad intrínseco, cuanto menos, a la moder-
nidad misma y, muy especialmente, al “nacimiento” de Latinoamérica y el
resto de la periferia como resultado de la expansión europea moderna. Digo
“cuanto menos” debido a que, como quedó claro en apartados anteriores, el
ser humano como especie se constituye cultural e históricamente a partir de su
capacidad diferencial para la utilización de la naturaleza a través del proceso
extracción-producción-consumo. Pero es sin dudas en la modernidad cuando
el usufructo de la naturaleza y el espacio se intensifican exponencialmente.
Es que la territorialización capitalista es, por propia definición, sinónimo de instru-
mentalización diferencial del territorio así como de extractivismo. Extractivismo que
significa no sólo extraer componentes de la naturaleza para el sostenimien-
to, sino una extracción asociada con el proceso de acumulación, ganancia y
desigualdad de clases. El extractivismo moderno capitalista es consecuencia,
precisamente, de la racionalidad instrumental que se constituye con la propia
modernidad y no sólo en las últimas décadas neoliberales. Instrumentalidad,
por cuanto la naturaleza pasa a ser primordialmente un objeto de usufructo
en tanto instrumento esencial para la construcción del “confort” (ideario de
felicidad según la razón subjetiva). La particular conjunción entre tecnología y
territorio constituye un eje clave de la competencia internacional, a la vez que
pilar fundamental en el proceso de construcción de hegemonía. Las disputas
internas al capital, disputas por el grado de participación en la distribución de
los beneficios, se expresan cada vez más fuertemente, tanto por el desarrollo
tecnológico, como en la carrera por la búsqueda y transformación de territo-
rios, ya sea para la extracción de los recursos-insumos, como para la construc-
ción de mercados de consumo (de esos recursos extraídos y transformados).
Esto viene generando relaciones desiguales entre los territorios y las naciones,
gestando situaciones diferenciales de desarrollo, subdesarrollo, dependencia,
desigualdad y subordinación. Fue muy intensa la discusión sobre estos tópi-
cos en las décadas previas a la instalación del neoliberalismo, y nos remiten de
alguna manera a las discusiones actuales sobre el desarrollo y el extractivismo,
aunque aquellas con una profundización más clara sobre las relaciones de do-
minación que actualmente se encuentra un tanto desdibujada. Las discusiones
y reflexiones sobre la relación metrópoli-satélite, desarrollo-subdesarrollo, li-
beración-dependencia, civilización-formación, etc., se centraban, justamente,
en la discusión sobre la producción y distribución de los recursos, que incluye,
obviamente, todo lo referido a la actividad extractiva, pues no hay producción
sin extracción17. La lógica capitalista subyacente sigue siendo la misma, aque-
lla obviamente asentada en la maximización de ganancias, más allá de si el eje
17.  Revisar, por ejemplo, Furtado, 1964; Gunder Frank, 1970; Ribeiro, 1972; Marini,
1973; Bambirra, 1974 y Dos Santos, 1978.

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De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

intelectual se ponga en la dependencia o en el extractivismo. Lo que sí obvia-


mente cambia son las formas y estrategias de realización de esas ganancias.
Que el hoy llamado “extractivismo” no estuviera presente como concepto, tie-
ne que ver, por un lado, con la todavía escasa sensibilidad ambiental de aque-
llos años, pero también con la secuencia intelectual que remite a la renovación
permanente de las categorías y de su capacidad de interpelación de la realidad
en dialéctica relación con los procesos sociopolíticos.
La necesaria integración de todas estas aristas es, en consecuencia, el camino
más sabio a seguir, de tal manera de poder ver al extractivismo como un proceso
de larga data con sus transformaciones a través de la historia (en lugar de una
simple novedad), al mismo tiempo que las relaciones de dominación entre cla-
ses y naciones que determinan en parte las estrategias extractivas y productivas.
Tomar al proceso de acumulación como uno de los ejes nos puede servir a este
fin. Si la propia acumulación originaria se basó en la apropiación por la fuerza
(mediación violenta) de tierras y recursos para convertirlos en la matriz esencial
de arranque del sistema capitalista de producción, su evolución posterior no es-
tuvo tampoco ajena a esta ecuación expropiatoria. La acumulación basada en la
predación y la violencia sin disimulo, es una de las claves del desarrollo moder-
no que permiten expandir en un crecimiento incesante el espacio del mercado
moderno, de tal manera de avanzar en el proceso de mundialización, es decir de
instrumentalización de la existencia. Esta acumulación en un sector (clase social
y territorio), mediada por la desposesión de otro, adquiere entonces en la actua-
lidad una evidente visibilidad, cuando el agotamiento de muchos recursos está
llamando la atención incluso al propio capital18. Todo el Tercer Mundo enton-
ces, incluida América Latina, se reconvierte una vez más (luego de los fallidos
intentos de industrialización y liberación nacional de los cincuenta y sesenta)
en casi nada más que oferente de espacios y territorios para la extracción de
hidrocarburos, minerales, biodiversidad y alimentos bajo la clásica fórmula de
la división internacional del trabajo, enunciada oficialmente como el aprove-
chamiento de las oportunidades en base a las ventajas comparativas. Seamos
claros, el proceso extractivo/extractivista estuvo presente desde la conquista, en
todo caso lo que varió, además de las herramientas tecnológicas, fue una pre-
sencia complementaria en mayor o menor medida de algún proceso parcial de
18.  Vale aclarar que este proceso de crecimiento y desarrollo basado en la desposesión, el
saqueo y el pillaje no es privativo del capitalismo, aunque el ritmo y la eficiencia del actual
proceso de predación es inhallable en cualquier ejemplo del pasado. De diversas formas y
expresiones, se lo registra en reiteradas oportunidades en la historia de occidente. Vale citar
sólo algunos ejemplos: la conquista sucesiva de círculos concéntricos como nuevas zonas
de pillaje en el período de la decadencia romana (Chaunu, 1991); o la llamada “revolución
industrial en la baja edad media”, asentada, entre otras cosas, en otro proceso de pillaje
colonial motorizado por las Cruzadas (Gimpel, 1982; Gaudin, 1988); o las llamadas crisis de
subproducción que terminan agotando los recursos naturales, características de economías
con alta predominancia del sector agrícola.

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Guido Galafassi

industrialización. De ahí que definir como “extractivista” (o “neoextractivista”)


a estas últimas décadas, implica no querer hacer una revisión de la historia lati-
noamericana, planteando como novedad absoluta un proceso que define a toda
la trayectoria de “acumulación dependiente” del subcontinente americano. En
relación al concepto de “neoextractivismo” que algunas posiciones esgrimen
como noción diferenciadora, vale recordar que desde una perspectiva dialéctica
es una verdad de perogrullo referir un momento en base al prefijo “neo”, por
cuanto la dialéctica implica precisamente una dinámica cambiante, por lo tanto,
lo “neo” resultaría redundante, debido a que cada nuevo momento del proceso
dialéctico implicaría un “neo”-momento. Sólo desde miradas que fijan la reali-
dad y la conciben más bien estática, asume el prefijo “neo” algún sentido, por
cuanto con él se refieren al cambio como una novedad.
Acumulación primitiva, reproducción ampliada y nuevos cercamientos
representan una ecuación importante a la hora de entender la estrategia de
apropiación de la naturaleza y construcción del territorio en la sociedad capi-
talista. En esta ecuación, la conceptualización de “bienes comunes” se opone
claramente al proceso de privatización de la existencia y la consecuente trans-
formación en mercancías, tanto de los objetos producto del trabajo como del
trabajo mismo. Los nuevos cercamientos, entonces, implican la apropiación
de aquellas porciones de territorio y espacios de vida aún no incorporados
plenamente a la lógica del capital, reeditando así algunos de los procesos de
la llamada acumulación primitiva que conviven, de esta manera, con los me-
canismos predominantes de la reproducción ampliada. Es así, entonces, que
debemos además considerar lo que se ha llamado la “segunda contradicción
del capital” (O’Connor, 1988, 2001), como aquel proceso que trata en tanto
mercancía a la naturaleza y el espacio, de tal manera de poder incluirlos en
su ecuación instrumental. La tendencia es al socavamiento de la propia base
natural de sustentación del sistema productivo, dado que el capital no puede
prever los costos de reproducción de la naturaleza en pos de una sustentabili-
dad real, debido a que afectaría claramente la tasa de ganancia.19
En este esquema de racionalidad instrumental, segunda contradicción y con-
junción de procesos de acumulación, es que se vienen definiendo históricamen-
te toda una serie diversa de recursos estratégicos que se relacionan dialéctica-
mente, por cuanto, por un lado, son aquellos que la dinámica global del capital
define como recurso demandado en un momento histórico determinado y,
por otro, como aquellos que las condiciones ecológicas regionales determinan
como aptos para ser producidos o extraídos en cada territorio. Podemos hablar,
entonces, de un proceso extractivo que se va transformando históricamente y

19.  Para un desarrollo más extendido sobre estos procesos de ocupación y apropiación
del territorio y los recursos desde un análisis de la relación entre acumulación primitiva,
reproducción ampliada y viejos y nuevos cercamientos ver Galafassi, 2014; 2015.

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De la mediación social de la naturaleza a la construcción histórica del territorio

no, en cambio, de una etapa actual “extractivista” (o neo-). El caucho, es un


ejemplo histórico en la América Tropical, la plata lo es en la América Andina,
el quebracho en América Subtropical. Más contemporáneo, la explotación de
los hidrocarburos y de minerales no deja de generar conflictos socio-políticos y
territoriales, donde entran en juego intereses geoestratégicos norteamericanos,
capitales multinacionales de base europea y gobiernos con orientación popu-
lar-reformista o conservadora. Sin ir más lejos, es importante no dejar pasar los
importantes conflictos geopolíticos derivados por la posesión de los yacimien-
tos de gas y petróleo en las recientes historias de Venezuela y Bolivia, más la
llamada “Guerra del Agua”, también en Bolivia, o las más recientes disputas
en torno a la potencial energía hidroeléctrica de los ríos patagónicos, los cuales
muestran de forma elocuente lo central de esta cuestión. Primordial es también
mencionar el proceso creciente de sojización de América del Sur, que arrasó
con ecosistemas, agrosistemas y culturas, constituyéndose no sólo en la extrac-
ción de un recurso en base a su “oportunidad” en términos de su demanda
por las naciones más industrializadas (alimento de ganado y biodiesel), sino
también en la aplicación de la tecnología más concentrada y asociada a fuertes
niveles de dependencia. Alienación socio-ecológica, “extractivismo” histórico e
instrumentalización de la razón están en la base y las consecuencias de todos
estos procesos de territorialización extractiva desde que el continente ameri-
cano es “descubierto” por el capital europeo. Es así que la caracterización que
hiciera Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina en la década del se-
tenta sigue absolutamente vigente, poniendo en entredicho los supuestos “des-
cubrimientos intelectuales” del extractivismo o neo-extractivismo tan en boga
actualmente como si fueran sólo procesos recientes. “Es América Latina, la re-
gión de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo
se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y
como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo:
la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su
capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos hu-
manos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido
sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje
universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre
en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho
infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos
eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la
opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras aden-
tro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen
sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya
habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas
de la actualidad)” (1984: 2-3).

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Guido Galafassi

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51
Apuntes y despuntes sobre el
espacio como dimensión*
Fernán G. Crovella1

Introducción

U na amplia mayoría de estudios latinoamericanos sobre la “cuestión


urbana”, los cuales alcanzan un elevado grado de hegemonía dentro
de diversas disciplinas del mundo académico, producen y reproducen nu-
merosas representaciones del espacio a partir de las cuales se estructura una
concepción del mismo que lo cosifica y reifica. La aceptación acrítica de
tales teorizaciones generaliza un modo normalizado de percibir y conce-
bir el espacio como mero continente formal, como algo dado previamente,
independiente y neutral a su contenido. Así, toda expresión espacial es
escindida de la experiencia humana permitiendo la homogeneización de
diversos procesos y relaciones sociales.
Por ello, para el desenvolvimiento de nuestros trabajos de investigación,
consideramos ineludible el análisis de las categorías previamente construi-
das, procurando descifrar y revelar los significados, explícitos o implícitos,
que sobre ellas se construyen, intentando así sortear los obstáculos episte-
mológicos2 que desde tal concepción se propagan.

*. Este artículo es una versión corregida y modificada de Crovella (2013).


1.  Arquitecto por la FADU (UNL), Doctorando en Ciencias Sociales en la UNER. Jefe
de Trabajos Prácticos, Cátedra de Urbanismo II “B”, FADU (UNL), [email protected]
2.  “Es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de
necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones [...] es ahí donde discernire-
mos causas de inercia que llamaremos obstáculos epistemológicos [...] Lo real no es jamás
‘lo que podría creerse’, sino siempre lo que debiera haberse pensado. El pensamiento
empírico es claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones. Al
volver sobre un pasado de errores, se encuentra la verdad en un verdadero estado de
arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior,
destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espíritu mis-
mo, obstaculiza a la espiritualización” (Bachelard, 2000: 15).

52
Fernán Crovella

En este artículo, retomando algunas consideraciones obtenidas en trabajos


propios anteriores, ensayamos una operación reflexiva y planteamos algunos
interrogantes sobre la noción misma de espacio, sus representaciones y su no-
ción derivada de territorio. A sabiendas de que nuestra preocupación no es
absolutamente nueva ni original en las Ciencias Sociales, consideramos que
su problematización no deja de merecer importancia, ya que, precisamente,
“pensamos que en la noción de territorio yace un potencial analítico que le
proporciona cierta centralidad para el estudio de las dimensiones políticas en
el movimiento de la sociedad” (Crovella, 2016a: 205). Por lo tanto, no preten-
demos realizar un mero ejercicio metateórico, sino que buscamos una aproxi-
mación crítica sobre nuestro propio pensamiento epistémico y sobre nuestros
instrumentos teórico-metodológicos vinculados a las problemáticas de las rea-
lidades empíricas abordadas.3
Sin más, tratamos entonces de esbozar un andamiaje teórico que nos per-
mita superar los esquemas que se limitan a describir y clasificar fragmentos
en el espacio. Partimos de la base que el espacio no es una cosa sino una rea-
lidad socialmente construida, un conjunto de relaciones entre elementos ma-
teriales e inmateriales producidas socialmente. Entendemos que el objeto de
estudio es su proceso de producción y no el espacio en sí mismo, por lo que
consideramos necesario un método dialéctico que considere las relaciones
recíprocas entre los diferentes elementos, es decir, las prácticas y conflictos.

Entre la forma y el contenido, la mediación dialéctica

“El hecho de que la forma pueda abstraerse del


contenido, y el contenido de su forma, no quiere decir
que sean indiferentes” (Lefebvre, 1970: 7)

En el marco actual de producción de conocimiento sobre la realidad urba-


na, en el cual existe cierta advertencia, al menos en América Latina, sobre la
necesidad de rever los postulados teóricos y epistemológicos que venimos
aplicando, creemos necesario reflexionar sobre cómo pensamos la relación
entre sujeto y objeto de estudio.
Si bien la manera dicotómica presupuesta por las posturas objetivistas para
dicho nexo pareciera vacilar en la mayoría de las disciplinas científicas, las
precondiciones instituidas en los campos específicos de conocimiento sobre el

3.  En nuestros trabajos de investigación venimos abordando particularmente los denomina-


dos procesos de “relocalización” de población, que devienen de las acciones coercitivas de los
aparatos del Estado y que implementan erradicaciones, desalojos y traslados compulsivos so-
bre fracciones sociales subordinadas que componen las amplias franjas de población sobrante.

53
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

espacio4 siguen gobernando la forma de concebir lo real.5 A su vez, esta forma


dualista que gobernó el nacimiento del pensamiento moderno, encuentra en
la concepción hegemónica del espacio un atributo categórico para su legitima-
ción, ya que, “su influencia es decisiva para la determinación de lo exterior y lo
interior, y por lo tanto, para establecer —o no— la frontera que separa al sujeto
del mundo, que fue el paso previo indispensable para el establecimiento de la
creencia en la objetivad del conocimiento” (Najmanovich, 2012: 45).
De aquí que, en el desafío por desnaturalizar tal disociación polar, asumimos
ineludible la necesidad de aclarar desde qué “punto de vista” pretendemos po-
sicionarnos en el análisis; es decir, superar la distinción de disciplinas de acuerdo
a su campo de estudio heredada del positivismo, para clarificar los marcos teó-
rico-metodológicos adoptados en relación a las dimensiones y problemas de co-
nocimiento abordados, en suma, dejarnos claro “cuál es nuestra epistemología”.6
La adopción del materialismo dialéctico como enfoque y concepción, nos per-
mite problematizar la mediación entre las condiciones objetivas y subjetivas,
que no disipe tal dicotomía en función de ninguno de sus polos, sino que pro-
cure resolverla en su existencia relacional recusando cualquier separación entre
ellos. Y es precisamente en esa reciprocidad sucesiva en donde se despliegan
las relaciones contradictorias,7 ya que, lo que se procura es comprender que el
objeto, como dato empírico, no existe como unidad de conocimiento, sino que es
definido y condicionado por el sujeto cognoscente, que a su vez es intervenido
y determinado por sus condiciones materiales de existencia. Así, el papel indiso-

4.  Nos referimos a ciencias y disciplinas como la Geografía, Sociología urbana, Antro-
pología urbana, Urbanismo, Arquitectura, etc.
5.  Siguiendo a Najmanovich entendemos que: “El espacio moderno fue creado gracias a
la geometría euclidiana. Primero apareció encarnado en la pintura a través de la perspecti-
va lineal que lo creó y lo hizo conocer y apreciar. Luego fue adoptado por la física moderna
convirtiéndose en el espacio absoluto gracias a Newton. Finalmente fue sacralizado por
la filosofía representacionalista que impuso la disociación entre el mundo, en adelante un
mero objeto, y el hombre devenido sujeto disociado del resto de la naturaleza” (2012: 68).
6.  Una episteme, en términos de Foucault, “en la que los conocimientos, considerados
fuera de cualquier criterio que se refiera a su valor racional o a sus formas objetivas, hun-
den su positividad y manifiestan así una historia que no es la de su perfección creciente,
sino la de sus condiciones de posibilidad” (1997: 7).
7.  “Las contradicciones en el pensamiento humano (que se manifiestan a cada instante y en
todas partes) plantean un problema esencial. Se originan, al menos parcialmente, en las defi-
ciencias de ese pensamiento, que no puede captar simultáneamente todos los aspectos de una
cosa y debe destruir (analizar) el conjunto para comprenderlo. Pero esta unilateralidad de todo
pensamiento no basta para explicar las contradicciones; hay que admitir que las contradicciones
tienen un fundamento, un punto de partida en las cosas mismas. En otros términos, las contra-
dicciones en el pensamiento y la conciencia subjetivos de los hombres tienen un fundamento
‘objetivo’ y ‘real’. Si hay pro y contra, sí y no, es porque las realidades no solo tienen aspectos
diversos, sino también aspectos cambiantes y contradictorios. Y entonces el pensamiento del
hombre que no logra aprehender de primera intención las cosas reales, se ve obligado a tantear
y a orientarse a través de sus propias dificultades, sus contradicciones, para alcanzar las realida-
des cambiantes y las contradicciones reales” (Lefebvre, 1961: 25-26).

54
Fernán Crovella

ciable entre sujeto-objeto no se reduce a un esquema liso y llano del primero ac-
tuando sobre el segundo, sino que pretende concebirse en un esquema complejo
en el que ambos se estructuran u organizan; “se trata de una relación pendular
creciente entre el sujeto y los objetos, no aprendiendo a conocerse aquél, sino ac-
tuando sobre éstos, y no siendo éstos cognoscibles, sino en función del progreso
de las acciones ejercidas sobre ellos” (Muleras, 2005: 141).
Desde este enfoque, el cual no apunta a constituir un dogma desde donde ins-
tituir definiciones, sino a la elaboración de un instrumento de investigación y
de acción, podemos situar los dos elementos de la existencia humana, el ser y
la conciencia, aceptando una base material que se modifica pasando de un gra-
do de complejidad a otro, sin dejar por eso de ser dialéctico. Por el contrario,
propone un movimiento8 que permite la interpenetración de las contradicciones,
señalando e insistiendo sobre los procesos de conocimiento más que en las ma-
nifestaciones derivadas de ellos.
Desde esta manera, procuramos reflexionar sobre modos de interrogación,
diferentes a los convencionales y tradicionales, que problematicen la interac-
ción incesante y el movimiento que operan entre “la forma y el contenido” del
espacio en su proceso de producción. Promovemos preguntarnos sobre los
instrumentos de conocimiento que se separan de las materialidades a las que
enuncian observar y que permiten una concepción del espacio como objeto es-
cindido de ellos. En tales casos, cuando el espacio se considera como “la forma”,
comprimido a lo puro, lo riguroso, lo abstracto, se reduce el contenido obstacu-
lizándose la posibilidad de su entendimiento. A su vez, tal reducción, induce
al pensamiento a instancias donde “sólo tiene que ver consigo mismo, es decir,
con ‘nada’ sustancial” (Lefebvre, 1970: 150), tropezando, en definitiva, con el
riesgo de desvanecer también la forma y, por ende, el pensamiento mismo.9 Por

8.  “No es la contradicción la que es fecunda sino el movimiento [el cual] implica a la vez
la unidad [...] y la contradicción [...] La contradicción como tal es intolerable. Los contrarios
están en lucha y en movimiento hasta que hayan superado la contradicción, superándose
ellos mismos. La vida de un ser o de un espíritu no consiste en ser desgarrado por la con-
tradicción, sino en superarla, en mantener en sí, después de haberla vencido, los elementos
reales de la contradicción [...] La contradicción como tal es destructora, es creadora en tanto
que obliga a encontrar una solución y una superación (Lefebvre, 1961: 40).
9.  “En el caso extremo, esas formas se desvanecen, se convierten en vacío, en la nada del
pensamiento y de la realidad, en lo absurdo [...] y desde el momento en que se quiere apre-
hender un tal pensamiento y un tal acuerdo sin contenido ya no hay pensamiento; la propia
forma parece desaparecer en el momento en que se la aprehende como forma. Y, sin embargo,
la forma —lo que deja la eliminación de ese contenido y lo que contiene a ese contenido— existe.
La paradoja se resuelve como sigue: el pensamiento no es ‘nada’, sustancialmente, nada, sólo
es poder para aprehender, discriminar, analizar el contenido. No es ‘nada’, pero esa ‘nada’ es
dialéctica y no metafísica: en el momento en que parece que va a desvanecerse en esa nada,
y se desvanece precisamente si se lo mantiene así, el pensamiento se determina precisamente
como posibilidad de aprehenderlo ‘todo’. Y se sitúa en tanto que pensamiento, en tanto que con-
ciencia del mundo. Comienza; este límite, este fin último del análisis es también el punto de
partida lógico de la razón que comprende el contenido” (Lefebvre, 1970: 150-151).

55
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

el contrario, entendemos que lo observable10 es, justamente, el proceso en el cual


las mediaciones se materializan, ya que, observar el objeto materializado —“la
cosa”— cosifica el espacio y las relaciones que media. Por tanto, nos pregunta-
mos ¿cuáles y cómo son las relaciones mediadas en el proceso de producción
del espacio?; ¿qué aspectos de la totalidad social se enlazan en dicho proceso?;
¿cuáles condiciones de producción y reproducción se materializan entre la for-
ma y el contenido del espacio?
Lo que buscamos, en suma, es superar entonces el alcance relativo y limitado
de las concepciones dominadas por una lógica formal (Lefebvre, 1970; 1974), que
no traspasa la instancia (parcial y momentánea) de la abstracción del pensamien-
to, resultando insuficiente para observar e indagar las interacciones de elementos
opuestos que componen el contenido, y en las cuales la forma es sólo un aspecto.
Si queremos comprender el fenómeno complejo de la realidad urbana, la
política urbana, el urbanismo, desde un punto de vista relacional entre los
procesos sociales y la formación espacial, es ineludible, entre otras cosas,
discernir de qué manera la actividad humana crea la necesidad de concep-
tos y metáforas espaciales específicos para instrumentalizar el espacio de
acuerdo a sus intereses. Entender las relaciones entre los procesos sociales y
las formas espaciales nos demanda subvertir un análisis basado en una sim-
ple descripción, incluso en una explicación fenomenológica del contenido
de las representaciones categoriales, y, sobre todo, nos exige no reducir tal
contenido a una generalización empírica, absoluta y estática que excluya su
desarrollo y sus aplicaciones específicas a totalidades concretas.

Del problema de la representación a la representación como problema

“Si comenzara, pues, por la población, tendría una repre-


sentación caótica y, precisando cada vez más llegaría analí-
ticamente a conceptos cada vez más simples; de lo concreto
representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles
hasta alcanzar las determinaciones más simples. Llegado a

10.  Siguiendo a Muleras entendemos que: “La dialéctica de los observables supone una
acción recíproca, pero alternada de los observables del objeto sobre los de la acción, e in-
versamente; luego, cuando hay puesta en relación entre ellos, siguen las coordinaciones
inferenciales, que rebasan el ámbito de los observables y permiten al sujeto comprender
causalmente los efectos observados, todo lo cual conduce a un análisis ulterior más agudo
de los observables, lo que mantiene y renueva el juego de ‘lanzadera’ precedente [...] El
observable es todo lo que puede ser captado por una sencilla comprobación de hecho (o
empírica): un acontecimiento singular, una relación repetible, una co-variación momen-
tánea o incluso regular, que permitan hablar de dependencia funcional o de ley. En ese
amplio sentido, una relación o una función regulares entre dos observables son también
observables” (2005: 142-143).

56
Fernán Crovella

este punto, habría que reprender el viaje de retorno, hasta


dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una
representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad
con múltiples determinaciones y relaciones” (Marx, 1972: 21)

La reflexión dinámica que opera entre las conceptualizaciones con las cuales
intentamos identificar y problematizar la realidad que observamos, puede cer-
carse entre las fronteras y límites que éstas mismas presentan. En tales casos, el
pensamiento, en vez de abordar el contenido para aprehenderlo y superar así la
forma vacía, pulula en una representación caótica obturando el encadenamiento
analítico y el movimiento dialéctico que desenvuelve al conocimiento. Así, lo con-
creto representado deviene en abstracciones cada vez más puras que proliferan
en representaciones ya naturalizadas. De este modo, el concepto, reducido a una
tentativa de amoldarse a una serie de datos empíricos —o viceversa—, se con-
vierte en algo estático, encerrando la “inobservabilidad” tanto de los elementos
obtenidos por el análisis de un contenido actual y dado, como de la reproducción
de una epistemología anterior, desarticulándose su unidad con lo empírico.
En los estudios sobre la cuestión urbana, la noción de espacio porta un inmen-
so carácter polisémico fruto de su variada utilización entre las diversas discipli-
nas, corrientes y autores que lo discuten y teorizan; en muchos casos, incluso, ni
siquiera es explicitada cuál es la noción sobre la cual reposa el trabajo, dificul-
tándose además la posibilidad de deducirla.11 De aquí que resulta ineludible la
tarea de esclarecer los principales ejes teóricos en que la expresión es utilizada,
volvernos sobre nuestro propio entramado conceptual para dilucidar la alte-
ridad del objeto de estudio. Lo que pretendemos con esta herramienta analí-
tico-reflexiva es evitar que la conceptualización se imponga a la problemática,
teniendo siempre presente la diferenciación y la transformación de las represen-
taciones reproducidas en función de las totalidades concretas observadas.
En suma, lo que instamos es superar la concepción de una independencia del
11.  Coincidimos con Pradilla Cobos en que: “En la actual fase de mundialización del ca-
pital (¿globalización?) se han dado múltiples miradas sobre las formas urbanas surgidas de
ese proceso, las cuales han llevado a los investigadores a construir muchos conceptos de
diferente naturaleza, pero generalmente descriptivos: metrópoli, post-metrópoli, mega-
lópolis, ciudad región, ciudad global, ciudad informacional, ciberciudad, ciudad análoga,
ciudad compacta, ciudad dispersa, ciudad difusa, ciudad estallada, ciudad dual, ciudad
fragmentada, ciudad fracturada, ciudad cuarteada, ciudad astillada, ciudad erosionada,
ciudad compartimentada, ciudad derramada, ciudad archipiélago, ciudad fractal, ciudad
de capas, ciudad re-agregada y otras más. Su uso se ha generalizado y multiplicado para
referirse a las concentraciones urbanas de cualquier parte del mundo, sin distingos de
país, historia, talla etcétera. Al actuar de esta forma, las descripciones de procesos parti-
culares se han convertido en teorizaciones generales, con lo cual se escamotea el carácter
de la teoría general, y se llevan a cabo generalizaciones espurias a nombre de una idea
mitológica de globalización que homogeneizaría todos los procesos sociales y justificaría
cualquier ignorancia de la particularidad” (2010: 16).

57
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

lenguaje respecto del pensamiento, en la cual, el lenguaje, presentado como


necesario y suficiente, se aligera tanto de contenido, su materialidad, como
de sociabilidad. Explica Lefebvre: “Lo importante es que en ese nivel —el del
intelecto analítico— se producen una perturbación y una falta de inteligencia.
Ésta no confronta todavía o deja de confrontar los pensamientos diversos y
opuestos que, por tanto, se degradan en representaciones. Los pensamientos,
o sea las determinaciones ya relacionadas y opuestas en su relación, caen en la
exterioridad del espacio y del tiempo, es decir en la esfera de la representación.
La identidad formal se erige entonces en ley, y los términos contradictorios
se mantienen uno fuera del otro, en la yuxtaposición y la sucesión. Aparecen
ante la conciencia aisladamente. La contradicción se vuelve lo ininteligible, lo
absurdo; el pensamiento se aleja hacia la negación abstracta, de tal modo que
muere el alma dialéctica, fuente del movimiento” (1983: 23-24).
Por lo tanto, asumimos considerar la representación como problema, como
un momento del conocimiento, un nivel mediador entre lo sensible y la abs-
tracción verdadera, por el cual es preciso transitar para superarlo.
Y problematizar las representaciones implica interrogarse sobre el poder
de las mismas, sobre ¿cómo y quiénes las engendran o remedan?; ¿quiénes y
cómo las perciben y reciben?; ¿qué procesos de subjetivación producen? Im-
plica interrogarse sobre cuáles representaciones permiten desenvolver y ex-
plorar lo posible y cuáles lo bloquean y lo encierran, cuáles se presentan como
estáticas y estables y cuáles como dinámicas y móviles. Esta problematización,
no es otra cosa que una herramienta de análisis epistemológico de la construc-
ción de lo social, un instrumento para conocer sobre nuestros conocimientos y
también sobre nuestros desconocimientos. Se trata de traspasar las capas su-
perficiales de la representación para observar lo dicho y lo no dicho, lo presen-
te y también lo ausente, sin más, sus pre-supuestos culturales e ideológicos,
sus intereses y estrategias persuasivas, sus contradicciones y conflictos.

Desnaturalizando la noción de espacio y sus representaciones

“producción del espacio, y no de tal o cual objeto, de tal o


cual cosa en el espacio. El análisis o exposición de dicha
producción difiere radicalmente de los estudios que pu-
lulan, que se las dan de ser ‘ciencia del espacio’ y que,
consecuentemente, no conciernen más que representaciones
del espacio” (Lefebvre, 1976: 119)

Nuestra preocupación nos lleva a plantearnos algunas reflexiones para inte-


rrogarnos y problematizar sobre la noción misma de espacio y sus representacio-

58
Fernán Crovella

nes en pos de su desnaturalización. Asumiendo que la ininteligibilidad de los


obstáculos epistemológicos se genera de acuerdo a cómo pensamos la relación
espacio-sociedad, creemos necesarias y trascendentes algunas aclaraciones.
Una primera reflexión que amerita ser aclarada sobre el enfoque que adop-
tamos, el cual sostenemos que asume una disputa y un desafío epistemoló-
gico, refiere a la necesidad de desnaturalizar la concepción hegemónica de
la clase dominante construida sobre la noción de espacio,12 la cual sustenta
las relaciones de poder que definen la propiedad privada y la explotación
(Crovella, 2013). Este modo normalizado de concebir la relación espacio-so-
ciedad responde a una larga construcción histórica (Lefebvre, 1976, 2013;
Marín, 2009). Desde el devenir de la razón cartesiana hasta el de la filoso-
fía kantiana, pasando por el desarrollo de las ciencias del espacio —la ma-
temática moderna, la epistemología, la semiología, etc.—, el espacio, como
abstracción, es contemplado como un continente sin contenido o indiferente
al mismo, un medio vacío, un receptáculo, vinculándose, en otros casos, a
cuestiones sobre los objetos, las cosas, y sus efectos de la reflexión y de espejo
(Lefebvre, 2013). En suma, se arriba a una noción del espacio (y del tiempo)
que remite a teorías que están “subordinadas y son consecuencia de estrate-
gias históricas del poder de las clases dominantes” (Marín, 2009: 57).
Para poder sortear este obstáculo epistemológico que domina la noción im-
puesta, concebimos neurálgicos los aportes teóricos de Lefebvre, para quien
“entonces, el espacio (social) no es una cosa entre las cosas, un producto
cualquiera entre los productos; envuelve las cosas producidas, comprende
sus relaciones en su coexistencia y su simultaneidad: orden (relativo) y o
desorden (relativo)” (2013: 129). Desde esta perspectiva, el espacio, es obra y
producto, no puede aislarse como concepto y quedar estático, debe “dialec-
tizarse” entre su manera productiva y productora. El estudio debe pasarse
al proceso producción del espacio, el cual debe ligarse a las condiciones con-
cretas del proceso de desenvolvimiento del modo de producción dominante
de cada sociedad. Esto incluye la reproducción de las relaciones de produc-
ción, la reproducción ampliada, es decir, “las relaciones constitutivas de la
sociedad capitalista que cada vez más y mejor se imponen y se reclaman”
(Lefebvre, 2013: 91).13
12.  Coincidimos con la advertencia de Marín: “Se tiene una noción del tiempo y del
espacio que es de una larga construcción histórica, y que ha estado dominada por el ele-
mento central, hegemónico, de la concepción del mundo de la clase dominante. Se tiene
una imagen burguesa del tiempo y del espacio: una dimensión del tiempo de carácter
cronológico y una dimensión del espacio de carácter geográfico que remiten a una deter-
minada teoría geográfica y temporal; pero estas teorías están subordinadas y son conse-
cuencia de estrategias históricas del poder de las clases dominantes” (2009: 57).
13.  En este proceso se imbrican tres niveles: “1) el de la reproducción biológica (la fami-
lia); (2) el de la reproducción de la fuerza de trabajo (la clase obrera como tal); y (3) el de
la reproducción de las relaciones sociales de producción” (Lefebvre, 2013: 91).

59
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

En esta producción del espacio se inscribe el urbanismo como instrumen-


to político, interviniendo y operando sobre la relación que se establece en-
tre el medio y la población, entre el espacio y la sociedad. Esta cuestión
central, nos indica que para problematizarlo debemos preguntarnos sobre
cómo este carácter instrumental14 opera sobre dicha reproducción (es decir,
en la reproducción de la alienación) cosificando el espacio, y, por ende, a las
actividades y relaciones. En suma, ¿cómo se reproducen las relaciones de
producción?; ¿cuándo y bajo qué causas ciertas relaciones persisten y cuá-
les se modifican?; ¿qué modos adopta la reproducción y las “instrumenta-
lidades” que operan en ella?
Una segunda reflexión que consideramos merece despejarse, alude a que
si lo observable entonces es su proceso de producción y no el espacio en
sí mismo (cosificado), el problema radica en “cómo se sustenta el espacio,
para, además, observar la estrategia de acción y la fuente de las condicio-
nes que hacen posible, en dicho proceso, la constitución de ciertas relacio-
nes en detrimento de otras” (Crovella, 2012: 7). Esto nos lleva a concebir la
noción de espacio como una dimensión en la realización del “ser social”,
de aquí que la idea de un elemento anterior, externo e inerte a la sociedad,
como una base sobre la cual una formación social determinada se levanta y
se despliega, debe ser superada.
Al pensar el espacio como dimensión, una cuestión que no debe soslayar-
se es que, de esta manera, el espacio no es lo directamente observable. Sin
embargo, lo que sí consideramos factible de ser observado y explorado es la
resultante de un proceso en el que múltiples fracciones sociales tejen sus re-
laciones que, en ámbitos determinados de la realidad (concretos y situados),
se asientan, lo articulan y lo integran.
Por lo tanto, si consideramos que el espacio no es una cosa sino una rea-
lidad socialmente construida, un conjunto de relaciones entre elementos
materiales e inmateriales producidas socialmente, el desafío y la disputa
epistemológica que mencionábamos apunta, entre otras cosas, a desna-
turalizar la idea de un “espacio normalizado”. Es decir, trascender las
meras afirmaciones fútiles que expresan significaciones como: “todo tiene
lugar en el espacio” o “todo lo que vemos y nos rodea es espacio”. Ade-
más, procuramos diferir de aquellas perspectivas que suponen al espacio
como mero continente formal, como algo dado previamente, indepen-

14.  “Ese espacio ‘instrumentalista’, el de la representación, el de los tecnócratas, no es


un espacio social realizado. En tanto que instrumentalista, tiende a restringirse, a ence-
rrarse sobre sí mismo, a no admitir más que lo reiterativo, lo significante reconocido. Sin
embargo, en tanto que espacio de una práctica social, ‘producido’ como tal, posee caracte-
res específicos y determinados. Si bien el choque entre caracteres específicos y el espacio
geométrico clásico (euclidiano) llega a producirse, si bien está permitido en el espacio
social, no por ello lo define” (Lefebvre, 1976: 124).

60
Fernán Crovella

diente y neutral a su contenido, y de las que, en el mejor de los casos,


intentando suturar la mediación entre forma y contenido, lo consideran
como un reflejo de la vida social, como una expresión a modo de espejo
de la sociedad.15 A modo de síntesis, mientras que la visión de espacio
continente desarticula la relación entre espacio y sociedad, confinando al
espacio a una especie de receptáculo externo a ella, la concepción de es-
pacio reflejo solapa lo concreto y determinado de tal relación. Al respecto,
Lefebvre nos alerta: “Las investigaciones acaban en meras descripciones,
que en ningún momento llegan a alcanzar el estatus analítico (mucho
menos el teórico), o terminan en fragmentos y secciones del espacio. Hay
muchas razones que inducen a pensar que esas descripciones y esos re-
cortes tan sólo aportan inventarios de lo que existe en el espacio, o en el
mejor de los casos dan lugar a un discurso sobre el espacio, pero nunca a
un conocimiento del espacio. A falta de dicho conocimiento, se transfiere
al discurso, al lenguaje per se —es decir, al espacio mental—, una buena
parte de los atributos y ‘propiedades’ del espacio social” (Lefebvre, 2013:
68). Así, desde estas perspectivas, a partir de las cuales se estructura una
concepción reificada del espacio, toda expresión espacial es escindida de
la experiencia humana, permitiendo, a su vez, la homogeneización y co-
sificación de diversos procesos y relaciones sociales.
Lo que, aquí, nos insta a interrogarnos sobre las “instancias normali-
zadoras” que producen y reproducen la adscripción a un cuerpo social
homogéneo que mantiene tales relaciones de saber-poder, particularmen-
te, cómo estas modalidades inmersas en el campo intelectual-académico
naturalizan cierta dominación conceptual bajo la asunción de supuestas
acepciones necesarias y verdaderas, animando una sorda sacralización
del espacio.
De esta manera, nuestra reflexión se orienta a pensar la normalización
del espacio operada a través de sus representaciones. Para ello, retomamos
una vez más a Lefebvre (1974; 1976), quien, concibiendo a la totalidad

15.  “Bajo la categoría de espacio receptáculo o continente, se están considerando


aquellas conceptualizaciones que tratan al espacio como un mero soporte o sustrato
sobre el cual se localizan elementos y relaciones; en otras palabras, como su nombre lo
indica, el espacio contiene objetos. Bajo esta premisa, sólo es posible plantear relacio-
nes unidireccionales, con lo cual el espacio pierde la posibilidad de ejercer cualquier
influencia sobre los elementos y relaciones que en él se manifiestan. A lo sumo, en este
espacio pueden expresarse relaciones entre los elementos, tales como la distancia, a
su turno simplificable y medible en tiempo y costo [...] En cuanto al espacio como
reflejo nos referimos a aquellos enfoques para los cuales el espacio es casi un espejo
de la sociedad y las relaciones sociales, es decir, que todo cambio social es reflejado
inmediatamente y en forma directa en el espacio. En consecuencia, en esta perspec-
tiva el espacio también es visto pasivamente, como algo capaz de reflejar cambios
ocurridos en otras esferas de la vida social” (Hiernaux y Lindon, 1992: 90-91).

61
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

como un conjunto de momentos en movimiento, piensa a la producción


del espacio a partir de la tríada dialéctica que caracteriza como “lo per-
cibido, lo concebido y lo vivido”.16 Si bien los tres momentos del marco
analítico de este autor no pueden pensarse desarticulada y aisladamente,
focalizamos acá en las representaciones del espacio a partir de las cuales
surge un efecto de abstracción, un “espacio abstracto”, en el cual cosas,
sucesos y situaciones están constantemente sustituidos apelando a una
“verdadera” representación.
Es precisamente sobre este momento de la producción del espacio
sobre el que sostenemos inexcusable una cuarta preocupación, cómo
alcanzar desfetichizar las relaciones sociales cosificadas detrás de las
representaciones del espacio. Ostentando la facultad de que tales son sólo
uno de los momentos intervinientes en dicha producción, intentamos
exaltar que estas técnicas y tecnologías de la objetivación ocultan —la
mayoría de las veces— una racionalidad que invisibiliza la distinción
entre lo percibido y lo concebido. Estos signos y/o categorías, sin ser
más que las representaciones de una representación, encubren la con-
densación de la génesis implícita de todo concepto, la cual debe ser
interrogada y analizada.
Sin más, la representación como problema en el conocimiento sobre el espa-
cio nos interpela a comprender que el espacio no es una mera representación
inocente, sino que vehiculiza las normas y los valores de la sociedad burgue-
sa, y, sobre todo, en su producción, el valor de intercambio y la mercancía, es
decir el fetichismo (Lefebvre, 1974; 1976).

16.  “Lefebvre identifica tres ‘momentos’ interconectados e interdependientes


que conceptualiza como ‘prácticas espaciales’, ‘representaciones del espacio’ y ‘es-
pacios de representación’. Las primeras refieren a las formas en que generamos,
utilizamos y percibimos el espacio, están íntimamente ligadas a cada formación
social específica, implicando algún grado de cohesión de los individuos con ese
espacio. Las segundas, son los discursos y conceptualizaciones acerca del espa-
cio derivados de saberes técnicos y racionales, que permiten que esas prácticas
se comprendan bajo la concepción de un ‘espacio normalizado’. Si bien existen
múltiples modos de reapropiación del espacio, estos discursos adquieren una
importancia central para las formas de conocimiento asentadas en las estructuras
de poder de la estatalidad, debido a su lógica hegemónica de representación y a
las relaciones de poder-saber que la reproducen y son reproducidas por ella. La
concepción mencionada en tercer lugar alude a los ‘espacios vividos’ de manera
directa, construidos y modificados en el transcurso del tiempo por los actores
mismos, individual y colectivamente. Éstas últimas, revelan formas de conoci-
mientos locales y menos formales, arraigadas en la experiencia y caracterizadas
por su flexibilidad y su capacidad de adaptación sin ser arbitrarias. Estas cons-
trucciones materiales y simbólicas manifiestan nuevos sentidos y modalidades
de las prácticas espaciales pudiendo a la vez sugerir e incitar reestructuraciones
alternativas de las representaciones institucionalizadas del espacio” (Crovella,
2011; 116-117).

62
Fernán Crovella

La noción de territorio como elemento fundamental en el análisis de la


construcción y destrucción de relaciones**

“Lo inmediato, fenómeno o ‘hecho’, no se basta, ya que solo


es manifestación, apariencia. Es preciso ir más lejos, o más
bien más profundamente, y cavar para descubrir eso que se
oculta, no detrás de él, sino en él” (Lefebvre, 2011: 110)

Desde diversas perspectivas teóricas, varios autores han venido señalando


la necesidad de incorporar las determinantes territoriales en las investiga-
ciones sobre la conflictividad social originada en América Latina desde fines
de la década del setenta, en consonancia con la restructuración del patrón de
acumulación. En muchos de estos casos, se utiliza un concepto de territorio
de una manera que lo naturaliza como mero contexto donde se despliegan
determinadas problemáticas y/o acciones de protesta. Así, dicha noción fue
permeada por cierta vulgarización y banalización, arrastrándola a su cosi-
ficación y escamoteando su potencial teórico y analítico (Crovella, 2016b).
Desde nuestro enfoque, la noción de territorio, derivada de la noción es-
pacio, comporta una herramienta de análisis fundamental que adquiere
cierta centralidad para el estudio de las dimensiones políticas en el movi-
miento de la sociedad.
Una reflexión liminar que merece comprenderse es sobre la necesidad de
superar la concepción de territorio en términos de “recorte físico sobre el
espacio”, la idea de un elemento anterior, externo e inerte a la sociedad. Por
el contrario, con esta noción buscamos explorar cómo múltiples fracciones
sociales tejen sus relaciones en ámbitos determinados de la realidad —con-
cretos y situados—, articulándolos e integrándolos, produciéndolos en un
proceso dialéctico en el cual son a su vez producidas.
De este modo, entendemos necesario considerar siempre, tal cual lo pro-
pone Porto Gonçalves, la tríada territorio-territorialidad-territorialización.
“Territorio es espacio apropiado, espacio hecho cosa propia, en definitiva
el territorio es instituido por sujetos y grupos sociales que se afirman por
medio de él” (Porto Gonçalves, 2008: 42). Es decir, orientar el análisis a des-
cubrir la fuente y la estrategia de acción de una determinada fracción social
para materializar un poder, procurando observar y hacer observable el pro-
ceso mismo y las condiciones constituyentes que hacen posible dicho poder.
Desde una perspectiva teórica semejante, Marín (1995) plantea al territorio
como el ámbito donde las condiciones materiales y sociales de existencia se
producen, se apropian y se expropian, lo que implica ser abordado desde
**.  Este acápite se basa en una versión adaptada y resumida de Crovella 2012; 2016a;
2016b.

63
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

la confrontación, es decir, desde la construcción y destrucción de relaciones


sociales. Aquí, el territorio se nos presenta como mediación de las relaciones,
en cuyo proceso de producción se establecen y o se eliminan, lo cual puede
ser percibido o no, pero debe buscarse y conocerse (Marín, 2009: 46-47).
Sobre este punto del análisis es donde resulta oportuno vislumbrar las po-
sibles territorialidades que se encuentran, originan y promueven en el des-
envolvimiento de un territorio. Ana Núñez conceptualiza a las territoriali-
dades sociales como “la imbricación identitaria y epistémico-cultural de los
distintos espacios sociales de pertenencia”, por eso “el origen de una terri-
torialidad suele ser tremendamente teórico, casi un ‘momento de reflexión’”
(2011: 171). Percibirlas nos permite comenzar a esbozar un mapeo de la ar-
gamasa de relaciones que van desplegando las fracciones sociales en pugna,
una imagen de la distribución espacial y temporal de las confrontaciones.
La territorialidad social nos permite abrir y conjugar la producción del es-
pacio con la noción de lucha de clases, incorporando la posibilidad de iden-
tificar y analizar el desenvolvimiento de subjetividades que imbrican su po-
sicionamiento frente a los medios de producción con la disputa por el poder
de determinación de su organización espacial (Crovella, 2016a).
De esta forma, la territorialización significa, además del proceso por el
cual es producido un territorio, la creación de mediaciones espaciales
que proporcionan efectivo poder sobre la producción y reproducción de
las condiciones sociales y materiales de existencia, superando la idea de
“arraigo de grupos sociales en espacios físicos”. El estudio y apertura de
estos procesos nos proporciona la posibilidad de observar cómo un conjun-
to de fracciones sociales se apropia de un determinado ámbito y lo organi-
zan de acuerdo a sus fines e intereses. En suma, nos preguntamos por cómo
en nuestras realidades la expansión permanente del modo de producción
reformula las relaciones, tratando de inteligirlas en las determinaciones es-
paciales que se extienden en lo urbano.
A su vez, es preciso analizar la génesis y desenvolvimiento de la produc-
ción del espacio que delimita territorialidades, es decir, su proceso históri-
co. El desafío que se nos plantea, es poder rastrear y observar los momentos
neurálgicos desencadenantes del conflicto, procurando hacer inteligibles
los mecanismos y entramados sociales que constituyeron, constituyen y
refuerzan las formas diferenciales de apropiación del espacio. En suma,
es preciso pensar y observar el proceso de desplazamiento espacio-tem-
poral de formación de una fuerza social, las estrategias y tácticas que se
despliegan para controlar y constituir cierto orden. Interviene, por tanto,
una trayectoria, es decir, un desenvolvimiento y un crecimiento histórico
en el cual se instituyen determinadas formas para librar las confrontacio-
nes. Sobre este proceso, es clave preguntarse y reconocer los intereses que

64
Fernán Crovella

llevaron a las distintas fracciones del capital a consolidar el patrón de con-


figuración espacial dominante (Crovella, 2016a).
Otro aspecto que consideramos ineludible de reflexionar, es sobre la mul-
titerritorialidad y la multiescalaridad que componen a un territorio, para
no volver a “caer en la trampa” de una concepción que produzca una cris-
talización sobre ámbitos que nunca son estáticos, sino sumamente dinámi-
cos. Considerando los aportes de Marín (1995) y Nievas (1994), obtenemos
un elemento crucial para comprender el proceso de resolución del antago-
nismo social y entender las distintas territorialidades que están en juego,
que es la escala. Dentro de esta perspectiva, el nivel molecular o más sim-
ple estaría dado por la territorialidad corporal, y después de una serie de
mediaciones, entre las que encontramos, por ejemplo, las corporaciones, el
Estado, etc., encontraríamos a las clases sociales. Pero es la confrontación
la que establece el dinamismo escalar, no se determina en una decisión
analítica, sino por la extensión y profundidad de la lucha. Es así que los
territorios a diferentes escalas se superponen y aparece en su posibilidad
de ser analizado como inclusivo de varios espacios.
En este sentido, la noción de territorio permite pensarse y desplazarse en
múltiples niveles o momentos concretos y dinámicos de una totalidad. Su
capacidad dinámica permite poner en práctica el movimiento necesario en
la producción de conocimiento sobre el espacio. Entendido como momen-
tos de un todo, como conocimiento del ser con primacía de la contradicción
objetiva sobre la conciencia dialéctica, nos encamina a verdades parciales,
relativas y a la vez absolutas (Crovella, 2016a).
Un último aspecto reflexivo que proponemos considerar, tiene que ver
con la cuestión que desde este marco puede observarse las condiciones ma-
teriales y sociales que permiten la constitución de territorialidades subal-
ternas.17 En este punto, es trascendental observar las mediaciones sociales
que permiten la apropiación por parte de una forma de poder determina-
da, a partir de una expropiación anterior que mantiene la receptividad de
cierto orden y dominación en la totalidad de las relaciones. En otras pala-
bras, incorporar en el análisis el cómo se generó y consolida la constitución
de una hegemonía. En suma, observar cómo, cuándo y a partir de quiénes

17.  La problemática central del materialismo dialéctico de encontrar claves que expli-
quen tanto la emergencia como las constricciones de un sujeto político que, desde su con-
dición de dominación, sea capaz de transformar el orden dominante, conduce a Gramsci
(2011) a desarrollar la noción de subalterno. Con esta herramienta conceptual busca afinar
la capacidad analítica de la clase sobre la condición subjetiva determinada por una rela-
ción de dominación —de hegemonía—, desenvolviendo tal determinación, que esencial-
mente se encuentra en la reproducción de la vida material en movimiento contradictorio,
en niveles diversificados de la complejidad que compone la totalidad antagónica en el
curso de la historia.

65
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

se construye el sentido de “la necesidad”, cómo ésta se transforman en


demanda, en protesta y en un conjunto de acciones que permitan la defi-
nición de intereses comunes y colectivos, entendiendo que éstos no están
dados de antemano ni son preexistentes, sino que son siempre construccio-
nes sociales, y cómo este proceso se constituye en “proyecto” (en términos
políticos) que personifiquen territorialidades contenciosas, de resistencia o
contra-hegemónicas (Crovella, 2012).
En suma, con esta concepción, podemos superar ciertos obstáculos epis-
temológicos que se generan en algunos estudios académicos sobre “movi-
mientos sociales”, como así también hacia el interior de organizaciones so-
ciales y políticas que abordan la problemática, en relación a “lo territorial”
como soporte y frontera identitaria, y nos permite considerar que el territo-
rio se constituye en la lucha y que la “territorialidad” puede significar una
posibilidad para construir identidad de clase (Crovella, 2016a).

Momento de apertura para (no) concluir

“No se puede prever cómo la dialectización del pensamien-


to penetra en el lenguaje, en la gramática, en la literatura, etc.
Sólo es posible indicar que es necesaria una crítica progresiva
de las categorías del pensamiento y de la expresión, y que
esta revisión no puede ser más que un aspecto de la vida y
de la práctica social. Las presuposiciones de estos conceptos,
inconscientes aun y aceptados pasivamente, serán elevadas a
la conciencia” (Lefebvre y Guterman, 1959: 71)

Encontrar las formas de problematizar la realidad demanda no sólo de


nuevos y mejores conocimientos, sino además de comprender de otro modo
el conocimiento. Requiere de un enfrentamiento crítico a los presupuestos
teóricos que fueron constituyendo obstáculos a su desenvolvimiento. El ma-
terialismo dialéctico, como modo de producir conocimiento ligado necesa-
riamente a una práctica social, nos permite tender a encontrar la totalidad
partiendo de un conjunto enredado de momentos en movimiento. En la so-
ciedad de las representaciones primitivas penetradas por categorías elabo-
radas, este enfoque nos permite establecer conexiones racionales entre ele-
mentos que parecen aislados en la complejidad de la realidad urbana. Nos
muestra, por tanto, la posibilidad de comprender el orden de las cosas de
dicha realidad y preguntarnos sobre la formación de la razón hasta en su
aberración fetichista en el proceso de producción del espacio. Es decir, nos
permite interrogarnos sobre el ejercicio de la representación como práctica

66
Fernán Crovella

discursiva y nominalista que constituye el orden de las cosas y sobre cómo


tal práctica efectúa una consciencia que aprehende en la totalidad del ser.
De aquí, la perspectiva de indagar sobre las determinaciones del espacio so-
bre cada quien y cada cosa, mantenidas por relaciones de saber-poder, al mis-
mo tiempo que observar el desenvolvimiento de subjetividades específicas de
tales determinaciones, especificaciones espaciales para tal saber y tal sujeto.
Práctica teórica y praxis de lo posible, demanda de la lucha epistémica que
nos insta a repensar los cuerpos teóricos con los que habíamos organizado
nuestra propia visión sobre el espacio, su producción y sus representaciones,
y nos exhorta a pensar nuevas cartografías y nuevas formas de cartografiar
para afrontar la disputa de sentidos de la experiencia urbana.
El desafío, preguntarnos sobre ¿cómo quebrar la racionalidad que rige el
ordenamiento de los cuerpos, su relación con lo social y con las cosas, su
espacialidad?; ¿cómo lograr frenar la representación que se extiende al es-
pacio, que contiene y sustituye el significado de la constelación de objetos
correspondiente a sus relaciones?; ¿cómo se proyecta y se expande desde
lo ficticio a lo real a nivel de la totalidad?; ¿cómo desarticular las normas
sociales de las que emanan las representaciones del espacio que se extienden
y proyectan sobre la sociedad a través de su tecnología fina y calculada en el
proceso de producción del espacio? En suma, ¿cómo hacer observables las
contradicciones del espacio para que la representación como problema no
desaparezca y para erradicar el poder que genera en una sociedad compleja?
La noción de territorio, como una formación primero social y luego concep-
tual, viabiliza aproximar una relación específica del hombre con la natura-
leza, una relación activa que contiene prácticamente puntos de partida em-
píricos para cada orden de investigaciones. Tal aproximación no excluye el
contenido objetivo, de cada punto particular se puede y hay que tender hacia
la totalidad del pensamiento y la totalidad de las cosas. “El movimiento dia-
léctico del pensamiento y el de la naturaleza están profundamente unidos.
Así es como el conocimiento es “reflexión” (reflejo) de las cosas. Pero este
reflejo no es pasivo” (Lefebvre y Guterman, 1959: 66-67).
Además, nos permite convocar la temática de los conflictos no como cons-
tituyentes de situaciones anormales en nuestras sociedades, sino como si-
tuaciones a través de las cuales la sociedad se define. Principalmente, en-
tendiendo al territorio como una noción que atraviesa transversalmente a
la totalidad de las clases sociales, y entendiendo que ambos conceptos son
construcciones y no condiciones dadas sobre los cuerpos y las cosas, nuestras
reflexiones e interrogantes nos aproximan a comprender dicha noción como
una dimensión analítica en los procesos de subjetivación política. Al mismo
tiempo, le brinda, a nivel teórico, cierto grado de precisión, alejándola de la
posibilidad de caer en cierta ambivalencia conceptual. En tal aproximación,

67
Apuntes y despuntes sobre el espacio como dimensión

pensamos, se despliega una apertura teórico-epistemológica para compren-


der las formas de producción y reproducción de la opresión, en búsqueda de
afinar la capacidad explicativa del materialismo dialéctico, en particular, y
para toda teoría del proceso social, en general (Crovella, 2016a).

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69
¡Aquí está la rosa, baila aquí!
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones
de un análisis clasista de conflictos sociales
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini1

Introducción

“Lo siento. Si no se está en una iglesia, no hay por qué


temer a la herejía”
Raymond Williams (2012: 39)

L a característica fundamental de nuestro tiempo es una expansión global


de la sustracción capitalista que tiende a ocupar la totalidad del espacio
social de tal forma que se borran las fronteras entre la explotación dentro
del “tiempo del trabajo” —en un sentido restrictivo— y el “tiempo de la
vida”. Las contradicciones sociales que esta expansión conlleva y reproduce,
explican la expansión constante y simultánea de luchas que resisten y que
proponen dinámicas productivas, sociales y políticas alternativas.
Para un pensamiento crítico —como el que aquí se propone—, estos con-
flictos inscriben y renuevan la categoría de lucha de clases que, en la ma-
yoría de los casos, se nos presenta desde una complejidad oblicua, móvil y
también paradójica. En este plano, no es menor el riesgo que abre el hiato
entre, por un lado, una férrea convicción teórico-política de inscribir estas
resistencias como puntos de fuga de formas de dominación capitalista; y,

1.  Este artículo forma parte del trabajo conjunto y colaborativo que se encamina a
producir la tesis de doctoral de Candela, de la cual Alejandra es Directora. Además, se
constituye en espejo de intensas discusiones alrededor de la producción del Colectivo
de Investigación El llano en llamas (www.llanocordoba.com.ar), del que ambas autoras
forman parte desde el año 2004. Tanto la investigación doctoral referenciada, como
las investigaciones del Colectivo El llano en llamas, fueron y son posibles gracias al
financiamiento público de agencias de Ciencia y Técnica de nivel nacional y provincial
(Córdoba), y a las Secretarias de Investigación de la Universidad Nacional de Córdoba
(UNC) y de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).

70
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

por otro lado, cierta reticencia de utilizar una analítica clasista para enfren-
tar un no menos evidente giro discursivo de esas luchas por desvestirse de
lo que, alguna vez, fue “un lenguaje clasista” o más explícitamente, una
“identidad clasista”. Es que, ciertamente, gran parte de los procesos de
movilización política de los últimos 30 años en nuestra región comenzaron,
se expandieron y consolidaron desde necesidades, percepciones y formas
de subjetividad a las que las clásicas organizaciones basadas en una identi-
dad de clase no dieron lugar o tiempo, o simplemente, no dieron cuenta de
ellas (pensemos, por ejemplo, las luchas por los derechos humanos, por el
trabajo, por el ambiente, por la tierra, entre otras).
Como advertíamos en un escrito previo (de la Vega, 2017), el anunciado
“fracaso” de la clase y su proyecto transformador tradujo en un despla-
zamiento del paradigma marxista como base de la reflexión académica, en
favor de otras aproximaciones con alto consenso y difusión en el ámbito
académico internacional que sitúan la categoría de acción colectiva como
objeto central del análisis, a saber: las teorías de los “nuevos movimientos
sociales”; la teoría de las “estructuras de oportunidades políticas” y de la
“movilización de recursos”; y por otro lado, las seductoras derivas teóricas
sobre la “biopolítica afirmativa”, sobre la “multitud”, o sobre la “democ-
racia radical”, que redefinen la condición de lo social y de sujeto. En uno y
otro caso se suspende la problematización desde la espinosa categoría de
clases y sus conflictos.
El objetivo de este artículo puede ubicarnos en las fronteras de una herejía:
involucradas desde hace más de una década en el análisis de diversos pro-
cesos de resistencia en la Provincia de Córdoba, Argentina, creemos que es
ciertamente posible abordar la estructuración de estas luchas —y de otras—
desde una perspectiva clasista. Uniéndonos al coro que componen otras pro-
puestas actuales2, lo que aquí desplegamos es un intento —incompleto, se-
guramente— de recuperar, fundamentar y desarrollar ciertas claves teóricas
y analíticas apropiados para el estudio de procesos concretos e históricos de
lucha, a partir del supuesto central que asume la vigencia de las formas de
conflicto de clase en nuestras sociedades actuales.
Una perspectiva de la clase que recupere la centralidad de la lucha en circun-
stancias históricas y concretas, implica —en nuestra propuesta— recoger en un
mismo trazo los aportes de Marx, de Gramsci y de Thompson, para recuperar
los aspectos teóricos de sus obras que insisten en la clase como forma de sub-
jetividad política. Esta se constituye en la intersección histórica y móvil de ex-
periencias de colectivos sociopolíticos en lucha que se expresan, autodefinen
y organizan, a partir de relaciones de antagonismo en torno a la producción y
2.  cfr. Bhattacharya (2018); Gómez (2014); Huertas (2017); Nievas (2016); o los estudios
contenidos en la compilación de Modonesi (2015).

71
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

reproducción de condiciones de vida social. Esta perspectiva, implica un distan-


ciamiento de aquellas otras miradas que asumen que la clase es una condición
dada ya por alguna posición prefijada de los hombres y mujeres en la estructura
social; ya por la simple posesión/desposesión de medios de producción y vida;
o, incluso, como una cualidad derivada de la presencia de algún tipo de atributo
intrínseco o esencial a determinado conjunto de individuos.
Este artículo se organiza en dos partes, la primera, traza el camino para
una recuperación de lecturas e interpretaciones teóricas sobre la clase, como
relación procesual y antagónica, e inescindible de un objeto o interés como
propósito de la lucha. La segunda, precisa y justifica una serie de claves
analíticas centradas en la categoría de experiencia, que creemos permiten
encarar, con cuatro dimensiones precisas, un proceso de estudio de casos
históricos de configuración de clase en resistencia y lucha.

Clase: lucha y proceso. Claves teóricas fundamentales

La apuesta por la pertinencia de un abordaje clasista para los diversos


y múltiples procesos de lucha y movilización política en nuestras socie-
dades latinoamericanas no resulta una tarea fácil, incluso dentro del con-
junto de lecturas marxistas y sus recuperaciones contemporáneas. Los
consensos y ejercicios interpretativos se bifurcan cada vez que se recon-
oce que en la misma obra de Marx no hay un concepto definitivo de clase,
en sentido estricto, pues nunca llegó a desarrollar en términos sistemáti-
cos una teoría de la clase (Bonavena, 2011; García Vela, 2017). Si bien es
posible encontrar en su obra definiciones que insisten en las clases como
grupos constituidos —y por ende, una línea de investigaciones posteri-
ores que sobre esa mirada se asientan3—, no son menores las referencias
a la clase como resultado de la lucha de un sujeto que asume para sí
un interés colectivo y configura sus posiciones y estrategias en el mismo
proceso de conflicto. Esta última, es la línea que proponemos recuperar y
reelaborar aquí, pues a vistas de las transformaciones del sistema capital-
ista, es pertinente entonces recuperar la potencia política e interpretativa
de las categorías centrales de la explicación marxiana, particularmente
interesa aquí: la clase.
Tal elección implica un distanciamiento con aquellas posturas sobre la
clase que, para explicar las formas de conciencia y de lucha de los sujetos,

3.  Ejemplo de ello, son los distintivitos y rigurosos esfuerzos de Erik Olin Wright, y
de otros autores desde el maxismo analítico norteamericano como Roemer y Cohen, por
explorar la estructura de clases en las sociedades actuales con un capitalismo avanzado.
(cfr. Wright, 2005).

72
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

parten de una traducción lineal y automática de ciertas posiciones o lugares


en estructuras socioeconómicas, en tanto restricciones o límites externos y
fijos. Esta mirada sobre la clase no ha sido para nada periférica dentro del
marxismo y ha recibido críticas por ser un enfoque “sociológico”, “estáti-
cos”, “topológicos” o, a fin de cuentas, un enfoque “estructuralista” sobre
la constitución de sujetos en lucha (Bonavena, 2011; Bonefeld, 2004; Gómez,
2014; Gunn, 2004; Meiksins Wood, 1983)4
La crítica hacia este tipo de perspectivas puede ser resumida y agrupa-
da en tres argumentos. En primer lugar, la clase no sería más que una re-
spuesta automática que, en el plano de la constitución subjetiva, asume
la coerción estructural sobre los grupos sociales —análisis que son más
cercanos, en todo caso, a los tradicionales estudios sobre estratificación so-
cial. En segundo lugar, su bloqueo respecto del carácter móvil, contingente
o histórico de esas estructuras y emplazamientos. Y en tercer lugar, como
señala Tischler, hay aquí una visión reificada de la clase que “es definida
y a la vez se define a sí misma como un grupo con cierto tipo de atributos
estables ligados a una ‘colocación’ dentro del sistema (organización sindi-
cal, lucha por el salario, identidad con el Estado de Bienestar, etcétera)”
(Tischler, 2001: 178), dando cuenta no sólo una “realidad objetiva” sino de
una construcción ideológica que opera, se reproduce y constriñe a los mis-
mos sujetos que se nombran como clase.
Por el contrario, y desde una mirada que rescata la posibilidad y el hor-
izonte de la acción política de los sujetos, nuestra propuesta elije reubicar
la noción clase dentro del proceso y del campo antagonista de lucha para
explica la emergencia y constitución de la clase. De la mano de las obser-
vaciones de diversos autores contemporáneos (Bhattacharya, 2018; Gunn,
2004; Holloway, 2005; Marín, 2000; Modonesi, 2010b), y reconociendo la
influencia tripartita de Marx, Gramsci y Thompson, lo anterior nos lleva a
destacar dos claves conceptuales e interpretativas indispensables: la clase
como proceso en constitución y la clase como lucha antagónica. Abordamos
seguidamente ambos aspectos.

4.  El nombre para referenciar esta perspectiva es variable. Gunn (2004), por ejemplo,
prefiere nombrarla como concepción “sociológica” del tratamiento de las clase sociales
—en referencia a la predominante perspectiva antimarxista dentro de la sociología
tradicional—, que asume la forma de un grupo de individuos especificados por lo que
tienen en común (su nivel de ganancias, estilo de vida, fuente de ingresos, relación con los
medios de producción); o que asume que la clase viene determinada por el “lugar” que
los individuos ocupan, aceptando la distribución de esos lugares tal como se presenta en
el mundo reificado del capital. En otro ejemplo, Gómez (2014) y Bonefeld (2004), explican
que este tipo de enfoques representan miradas “estáticas” o “topológicas” sobre los roles y
relaciones sociales, al dar por sentados lugares, distribuciones, categorías y clasificaciones
que, en su constitución y movimiento, es justamente lo necesita ser explicado en términos
de una analítica marxista de la clase.

73
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

La clase como proceso en constitución


La clase, desde la perspectiva aquí propuesta, enfoca en el proceso que hace
a su constitución como tal. Entiende tal proceso como un movimiento com-
plejo y no lineal, que se desarrolla en el marco de un conflicto, esto es que se
define a partir de una situación controversial y en el que se establece clara-
mente antagonistas y/o adversarios.
El objeto de la disputa inscribe en la relación capital/trabajo, como rel-
ación que, en sociedades capitalistas, prefigura las maneras en las que los
sujetos acceden a sus condiciones de vida y entran en diversas relaciones
sociales. Usamos la palabra prefigurar, siguiendo a Williams (Williams,
2000)5, a fin de resaltar que la relación capital/trabajo si bien “determi-
na” las relaciones entre los sujetos, no lo hace como una fuerza externa o
pre-existente que controla absolutamente sus respuestas, sino como una
fuerza que fija los límites de las acciones posibles.
Comprender la naturaleza de esta determinación, parte de considerar que la
forma de relación entre capital/trabajo no existe por sí misma, sino como for-
ma pervertida o fetichizada en una multiplicidad de relaciones cuya condición
previa —y continuamente reproducida— es el divorcio del trabajo de sus me-
dios y condiciones. Esta separación se manifiesta cualitativamente de diversas
maneras y —muchas veces— de formas no directamente aprehensibles en la
experiencia más inmediata y concreta de esas condiciones materiales de exis-
tencia (Gunn, 2004). Así, relación capital/trabajo atraviesa, separa, y produce,
de manera antagónica, vidas, espacios, relaciones sociales y prácticas concre-
tas e históricas; donde cada uno de esas unidades reales son unidad y síntesis
de múltiples determinaciones (Marx, 2007)6.

5.  Utilizamos esta palabra, a sugerencia de Williams, quien la elige para precisar la orientación
marxista de la más controvertida expresión de “determinación” (Williams, 2000; 2012) En el
campo de la teoría política, es inevitable reconocer en el mismo sentido el extendido y famoso
concepto del poder y su ejercicio, en Foucault, como forma de estructurar el campo posible
de acción de otros: “De hecho, lo que define una relación de poder es un modo de acción que
no actúa directa e inmediatamente sobre los otros, sino que actúa sobre su propia acción. Una
acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o concretas, futuras o presentes. Una relación de
violencia actúa sobre un cuerpo, sobre cosas: fuerza, doblega, quiebra destruye; contiene todas las
posibilidades. Por lo tanto, no tiene cerca de ella otro polo que el de la pasividad; y si encuentra
resistencia no tiene más remedio que reducirla. Por el contrario, una relación de poder se articula
sobre dos elementos que le son indispensables para que sea justamente una relación de poder:
que ‘el otro’ (aquél sobre el cual se ejerce) sea reconocido y permanezca hasta el final como
sujeto de acción; y que se abra ante la relación de poder todo un campo de respuestas, reacciones,
efectos, invenciones posibles” (Foucault, 1984:3).
6.  En los Grundrisse, Marx dice: “[lo concreto] Aparece en el pensamiento como proceso
de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto
de partida, y, en consecuencia, el punto de partida de la intuición y de la representación”
(Marx, 2007). Por su parte, para Williams (2000), lo concreto siempre expresa “típicamente”,
relaciones de producción, sus conflictos y luchas inherentes; donde lo típico se comprende
como la figura específica que concentra o intensifica una realidad mucho más general.

74
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

Esta centralidad de la relación capital/trabajo en la organización de las rel-


aciones sociales exige, asimismo, rechazar cualquier comprensión restrictiva
del mundo del trabajo; en su lugar se propone tratarlo en su sentido más
amplio, como un proceso por el cual los hombres y mujeres se configuran
o resisten a esa dinámica de producción explotadora de cuerpos y recursos.
Justamente, la especificidad del punto de vista marxista es su énfasis en la
producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia, en
tanto contradictorias condiciones sociales, política, culturales, religiosas, etc.
De ahí que la totalidad de la práctica social se encuentre bajo el influjo del
campo magnético de la relación capital/trabajo y sus efectos sobre las condi-
ciones de vida (Bhattacharya, 2018; Meiksins Wood, 1983).
Visto así, pierden horizonte los calurosos debates que se dirimen por si la
relación capital/trabajo es la única que estructura el resto de las relaciones
de dominación; o si, por el contrario, este papel lo ocupan otras relaciones
y contradicciones —otrora despreciadas como “superestructurales” o “cul-
turales”— como lo son las de género, de raza, religiosas, etc. En la medida
en que en una formación social y en un momento histórico dado, todas es-
tas fuerzas se presenten estructurando, produciendo o mediando las condi-
ciones materiales de existencia inmediata para los sujetos en relación a otros
sujetos, son, en consecuencia, “básicas” y no meramente “superestructura-
les” (Butler, 2000; Meiksins Wood, 1983; Williams, 2012)7.
Este conjunto complejo de relaciones sociales en las formaciones sociales
capitalistas hace a la distribución desigual y conflictiva de recursos, cuer-
pos, lugares y trayectorias; habilitando así —potencial o actualmente— an-
tagonismos y contiendas de intereses y grupos. En este marco, el proceso
de constitución de clase es un devenir posible, más no un destino ineluc-
table. Es decir, las contradicciones que son inmanentes a las relaciones so-
ciales capitalistas “disponen” o “crean las condiciones” a participar de una

7.  Algunos de los autores que aportan a esta propuesta de abordaje, plantean
explícitamente esta cuestión. Dice Meiksins Wood que, si no son las relaciones de clase,
“¿entonces qué otra estructura de dominación se escode en el núcleo del poder político
y social?” (Meiksins Wood, 2013:176). De manera contundente, la autora concluye que
“sería necesario reescribir masivamente la historia para demostrar la marginalidad de las
relaciones de producción y de la clase a la hora de determinar los procesos históricos; o
al menos, sería preciso reanalizar profundamente el capitalismo, para poder demostrar
que entre los modos de producción históricos éste es el único que subordina las relaciones
de producción y de clase a otros determinantes históricos” (2013: 299). Gunn, por su
parte, afirma que ninguna respuesta ha suplantado la superioridad del punto de vista de
Marx, tanto política como metodológicamente, al momento de explicar las clases: “otras
relaciones de este tipo (por ejemplo, relaciones sexuales y raciales) son mediadas a través
de la relación del capital, de la misma manera que, por su parte, ésta existe como algo
mediado por ellas. La pregunta acerca de si tal relación es ‘dominante’ es escolástica,
a menos que sea abordada en términos concretamente políticos (es decir, también
fenomenológicos)” (Gunn, 2004:30).

75
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

lucha política, son potencialmente “conflictivas”; pero ni el conflicto ni la


lucha política se disparan automáticamente en cualquier momento o espa-
cio. La comprensión de la clase, en tanto sujeto político, es siempre un es-
tado potencial cuya condensación como tal depende tanto de las tensiones
estructurantes de las relaciones sociales, como del proceso de subjetividad
política que se despliega y desarrolla a partir de las contradicciones y los
conflictos que de ellas se disparan (Ciuffolini, 2015; Meiksins Wood, 1983;
Modonesi, 2010b; Savoia, 2016).
Desde aquí, entonces, se entiende las advertencias de Gramsci y Thomp-
son8 para quienes el estudio de la clase no debe abordarse desde una
perspectiva de sujetos constituidos, sino más bien como un espacio het-
erogéneo y disgregado de sujetos en constitución, pero también en re-con-
stitución o des-constitución9.

La clase como relación de lucha


La categoría clase supone que, como decíamos más arriba, su config-
uración como tal es siempre al interior de una relación social, y, por lo
tanto, no se puede aprehender más que a través de una relación, y, de
manera específica, en una relación de lucha con otros. La clase sólo apa-
rece, como sujeto político activo, cuando sostiene una lucha común que
atañe a condiciones de vida también comunes: “los diferentes individuos
sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha
común contra otra clase” (Marx y Engels, 1974: 95). Los términos “clase”
y “relación de clase” son intercambiables, refieren a un tipo particular de
relación, específicamente, a una relación de lucha (Bonavena, 2011; Ciuf-
folini, 2015; García Vela, 2017; Gunn, 2004; Íñigo Carrera, 2013). Dentro
de una misma unidad conceptual, la clase no es un a priori a la lucha ni
tampoco se alcanza definitivamente a través de ella; pero es en la lucha

8.  “La historia de las clases subalternas es necesariamente disgregada y episódica:


hay en la actividad de estas clases una tendencia a la unificación, aunque sea en planos
provisionales, pero esa es la parte menos visible y que solo se demuestra después de
consumada” (Gramsci, 2010: 493). Este aspecto disgregado, desconectado y asilado de la
disposición a actuar como clase es lo que Thompson señalará también —en su Prefacio a
La formación de la clase obrera en Inglaterra— como la condición de partida de un proceso
de constitución clasista: “Por clase, entiendo un fenómeno histórico que unifica una serie
de sucesos dispares y aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia
prima de la experiencia como a la conciencia” (Thompson, 1989, p. XIIV).
9.  Holloway lo expresa como un campo de movimientos de composición–descomposición–
recomposición: “La clase trabajadora remplaza al capital como fuerza motriz del capitalismo.
Lucha contra el capital desde cierta composición de clase; el capital responde, tratando de
descomponer a la clase trabajadora, lo que conduce a una recomposición de la clase trabajadora
y una nueva ola de lucha, una nueva descomposición, etc. El capitalismo se desarrolla bajo el
impulso de las luchas de la clase trabajadora, y la clase trabajadora se va recomponiendo con
cada ola de lucha” (Holloway, 2006:s/p).

76
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

donde y cuando las clases se constituyen, reconstituyen y, por supuesto,


también es en la lucha donde las clases se destruyen o desaparecen. En
esta línea, Marín sugiere que no se trata de encontrar qué es lo primario:
si las clases o su lucha, sino de entender que el proceso mismo de for-
mación de una clase o, el proceso mismo de su desarrollo, “presupone no
sólo la génesis y la formación de clases sociales; sino que la génesis y el
desarrollo mismo de las clases sociales, es la forma en que se expresa el
enfrentamiento entre ellas” (Marín, 2000: 3)10.
Este carácter antagonista de la constitución clasista adquiere un sentido es-
pecífico y distinto a la recuperación que de este concepto han hecho otras
perspectivas teóricas —como las de Laclau y Mouffe11, la de Melucci12 o la de
Negri13. Aun resaltando el carácter no pre-fijado de cualquier identidad, lo

10.  Recordemos que, en la teoría crítica de Marx, el modo dialéctico de desarrollar


conceptos fundamentales implica que el concepto de clase es parte del movimiento del
objeto mismo que pretende referenciar (Vignau Loría, 2017).
11.  Brevemente, Laclau y Mouffe (Laclau & Mouffe, 1987) asumen que, en propuesta de
pluralidad e indeterminación de lo social, no existen antagonismos sociales que posean una
condición de privilegio en la constitución de divisiones políticas. Explican ampliamente
que la creación de una identidad política —siempre colectiva— implica el establecimiento
de una diferencia, que a menudo se construye sobre la base de una jerarquía, y en donde
no necesariamente la relación entre el “nosotros” y el “ellos” es antagónica, aunque sí
existe siempre la posibilidad de que esta relación se acabe convirtiendo en una relación
amigo/enemigo. Esta mirada sobre la conformación de identidades se produce borrando la
contradicción entre fuerzas y relaciones de producción, en tanto ampliamente determinante
de las condiciones de existencia, o específicamente, reduciéndola a una relación discursiva
con la realidad (Ciuffolini, 2015; Meiksins Wood, 2013; Veltmeyer, 2006; Chignola y
Mezzadra, 2014). La opresión o explotación sólo existirían bajo la forma y determinadas
condiciones de un discurso teórico o ideológico que enmascara la situación a sus víctimas:
“En definitiva, el argumento de Laclau y Mouffe es que no existen cosas tales como los
intereses materiales, sino solamente ideas sobre ellas [sic] construidas en términos
discursivos” (Meiksins Wood, 2013: 133).
12.  Influenciado por el proceso y el debate italianos de los años sesenta y setenta, Melucci
mantuvo ciertamente relacionado el principio de antagonismo al de identidad a partir del
cual la confrontación es el ámbito donde la identidad es forjada. No obstante, hay aquí
una recuperación no marxista del concepto de antagonismo; este resulta el ámbito de una
confrontación sólo simbólica de una lucha entre actores por la apropiación y orientación
de los valores sociales, pero donde ningún cambio o transformación social cualitativa o
cuantitativamente importante está en juego (Galafassi, 2006; Gómez, 2014; Millán, 2009;
Modonesi, 2010a). Cómo dice Melucci, “lo que caracteriza a los movimientos no es lo que
hacen, sino lo que son” (Melucci, 2010: 101).
13.  A pesar de haber sido el primer teórico en recuperar la perspectiva de la subjetivación
antagonista dentro del marxismo —en el marco de los debates de la experiencia teórico-
política del obrerismo italiano de los años sesenta y setenta —, Modonesi (2010b) considera
que en Negri el concepto de antagonismo sufrió modificaciones y alteraciones a lo largo
de su intensa trayectoria intelectual, que terminaron por minar su potencia analítica. Su
crítica advierte la prioridad teórica que Negri le da en sus obras más recientes a la noción de
autonomía frente a la de antagonismo: la autonomía de la cual habla Negri aparece como una
especie de propiedad, calidad, o dato intrínseco del sujeto, desde donde se desplegará, en
consecuencia, el antagonismo (Negri, 2004; 2015).

77
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

que constituye el carácter antagonista de la formación de la clase remite in-


defectiblemente al modo en que la relación capital/trabajo atraviesa y consti-
tuye condiciones de vida y de lucha para los sujetos. A costa de comprender
de manera errada la naturaleza del sujeto clasista, cualquier definición sobre
su (in)constitución no puede sustraerse de esa condición de formación al
interior mismo de las contradictorias relaciones sociales capitalistas.
Por esta constitución antagonista y procesual, la clase no puede consider-
arse como el despliegue lineal de una identidad pre-existente; tampoco es un
punto de partida, un estado o una cualidad o atributo ya dado de ciertos su-
jetos, y no de otros. Asimismo, se descartan los intentos de identificar ciertas
características que se correspondan con etapas de “evolución” o “progreso”
lineal, desde una fórmula universal y única, aplicable a cualquier lucha so-
cial, en cualquier tiempo y lugar. Más aun, es trunca la empresa analítica que
pretenda buscar algún punto temporal a partir del cual pueda decirse ‘aquí
hay una clase’, para asumir, con total seguridad, su existencia posterior, o
incluso, su inexistencia anterior.
Las implicancias que ello tiene para analizar los procesos de composición,
des-composición o re-composición de la clase son evidentes si pensamos
como sugiere Thompson (1989), que la clase nunca “es” completamente, sino
que “va siendo” o “se hace siendo”. La clase no se produce de una vez y para
siempre, y a una “hora determinada”: se produce muchas veces; se pierde
y se encuentra de nuevo; tiene que ser afirmada y desarrollada, continua y
prácticamente14, en el desarrollo de su acción política: “se interrumpen con-
tinuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado,
para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las in-
decisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos,
parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nue-
vas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden
constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta
que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias
mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta!¡Aquí está la rosa, baila aquí!” (Marx,
2003: 3). No siendo un proceso lógico sino inmerso en el tiempo histórico,
la dinámica de formación antagonista de la clase sólo puede observarse a
través de un periodo temporal ciertamente extenso que permita reconocer

14.  Iñigo Carrera (2013) se permite dudar si Thompson mantiene esta interpretación
a lo largo de su análisis de la clase obrera inglesa, al introducir ciertas referencias
a una “clase ya formada”. Más allá del excursus filológico pertinente, insistimos
en resaltar aquellas interpretaciones que en Thompson como en otros autores
marxistas contemporáneos –por ejemplo, en la línea del marxismo abierto–, resaltan
la comprensión de la clase en términos de su negación y no de su afirmación: si
existe una constitución “acabada” de la clase, esto es al mismo tiempo su “final”, su
desaparición y su triunfo.

78
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

distintos circuitos de desarrollo15. El análisis diacrónico de la acción política


concreta de los sujetos, y de las relaciones de lucha en las que entran, es
imprescindible cuando no surgen exactamente de la misma forma, cuando
“no hay ley” (Thompson, 1989: XIV) para su emergencia y trayectoria. Ello
le da a la clase una condición de acontecimiento, impredecibilidad o suceso
que desnuda y desafía las relaciones sociales de su tiempo y abre el presente
hacia un “otro” presente/futuro posible.
Parafraseando a Benjamin (2007)16, la clase emerge interrumpiendo la “dura-
ción de la dominación” y, en esa discontinuidad, crea una continuidad propia,
una propia temporalidad. Acceder a esa temporalidad discontinua de la clase
nos requiere, más bien, unir esos “instantes” o “puntos” excepcionales en los
que emerge inaugurando un modo único de constitución en y por relaciones
históricas y cambiante de lucha, admitiendo una persistencia —latente u os-
tensiblemente— sólo a partir de una serie de “inter-instantes” —o inter-aconte-
cimientos como planteábamos en otro trabajo (Ciuffolini, 2015).
Hasta aquí, recuperamos ciertas claves teóricas generales para comprender
la clase y su constitución antagónica. No obstante, al momento de encarar es-
tudios empíricos, lo anterior resulta de un nivel de abstracción tal que exige
de un esfuerzo por buscar y articular puntos de anclaje que, con un mayor
nivel de operatividad, nos permitan interpretar y explicar procesos de lucha
concretos, locales y, en general, focalizados en demandas o reivindicaciones
específicas respecto de sus condiciones de vida.

Clase y experiencia. Claves para un abordaje analítico

El desarrollo conceptual arriba expuesto, supone una operación de tra-


ducción a un lenguaje más operativo capaz de captar indicios, huellas y/o
claras observaciones en los procesos de composición y lucha de clase. Ya
que como sugiere Thompson cualquier análisis que se intente hacer so-
bre la clase debe estar encarnado en “gente real y en un contexto real”
(1989:XV). Siguiendo al autor proponemos la noción thompsoniana de ex-
periencia como clave para aprehender la formación de sujetos políticos en
circunstancias históricas concretas.
15.  Si bien Thompson sostiene esto de manera insistente, no niega la posibilidad
de estudios sincrónicos, sino que, en todo caso, debe advertirse que en lo que esos
estudios se muestre como clase será siempre un proceso incompleto y que, detrás de esa
“fotografía de lo social” existen procesos estructurados históricamente (Vignau Loría,
2017). La necesidad de tomar recaudos de este tipo también es señalado por (Flores de
la Cruz, 2014).
16.  Benjamin (2007), oponen al continuum histórico, como forma del tiempo de
los opresores, a la discontinuidad del tiempo de la fuerza destructiva de clase; una
discontinuidad que, dialécticamente, tiene su propia continuidad. (cfr. Tesis XV).

79
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

Es la experiencia la superficie donde “los hombres y las mujeres retor-


nan como sujetos: no como sujetos autónomos o “individuos libres”, sino
como personas que experimentan las situaciones productivas y las rela-
ciones dadas en que se encuentran en tanto que necesidades e intereses
y en tanto que antagonismos, elaborando luego su experiencia dentro de
las coordenadas de su conciencia y su cultura (otros dos términos excluidos
por la práctica teórica) por las vías más complejas (vías, sí, “relativamen-
te autónomas”), y actuando luego a su vez sobre su propia situación (a
menudo, pero no siempre, a través de las estructuras de clase a ellos so-
brevenidas)” (Thompson, 1981:253). La experiencia representa el modo
constitutivo que tienen los sujetos de comprenderse a sí mismos y junto
a otros en el mundo, de actuar sobre él y de comprender ese actuar. El
concepto resalta un componente principal de la clase, que es su existencia
en el terreno ideológico-cultural, en un sentido amplio: “dentro de las coor-
denadas de su conciencia y su cultura”. Son los límites y presiones que
ejercen las relaciones sociales contradictorias las que, al experimentarse
en la vida cotidiana, se elaboran como entendimiento y subjetividad, a
través ideas, valores, tradiciones, narraciones, religiones, instituciones,
etc., cuestiones todas disponibles en una cultura y en formas ideológicas
en cierto momento histórico. Estas formas culturales o ideológicas tienen
siempre fuerza material, esto es, se expresan sino en el plano material
de las prácticas y acciones sociales. Aun cuando las relaciones capitalis-
tas se experimentan siempre como una “realidad escorzada” —es decir,
desde un ángulo oblicuo (Ciuffolini, 2010)—; funcionan como “hipótesis”
del mundo (Williams, 2000), como explicaciones probables que visibili-
zan y permiten comprender los elementos de la realidad inmediata y sus
conexiones. Como tales, son siempre “hipótesis históricamente ciertas”
(Williams, 2000) que no necesitan esperar una definición ulterior, una cla-
sificación o una racionalización antes de ser “reales” o “materiales”, o de
tener fuerza crítica y orientar a la acción17.
Para Thompson, la clase es siempre un proceso de auto-constitución por
parte de los sujetos a través de sus propias experiencias comunes. Ello cons-
tituye una crítica a las tesis que presentan al partido, como vanguardia y
mediación necesaria (y suficiente) para que, un conjunto de sujetos, pueda
alcanzar una conciencia de su situación y sus relaciones históricas, una con-
ciencia “para sí”. Esa mirada encuentra fundamento en una aquella polémi-
17.  De forma similar al planteamiento thompsoniano respecto de la categoría de
experiencia, Williams utiliza el concepto de “estructuras de sentimientos” para referirse
a los efectos y a la interpretación de las relaciones y estructuras capitalistas en la vida
inmediata de los sujetos. Una problematización profunda sobre la trayectoria de este
concepto en Williams se encuentra en López (2012) o Cáceres Riquelme y Herrera
Pardo (2014).

80
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

ca tesis leninista que enfatizaba que la conciencia revolucionaria no es un


fenómeno espontáneo, sino solamente posible a partir de la introducción,
desde afuera, de profundos conocimientos científicos. Por el contrario, lo
que aquí se recupera es un viejo camino de la auto-formación —y autoe-
mancipación— de la clase, que ya estaba en Marx y que, con pluma crítica
también había recuperado Rosa Luxemburgo (2008).
Ahora bien, el concepto de experiencia en nuestra propuesta es valioso por
al menos tres motivos de corte analítico y metodológico. El primero, porque
nos obliga a centrarnos en el plano de las experiencias concretas de proce-
sos de lucha reales18. Segundo, porque al remitirnos al plano de lo ideológi-
co-cultural como expresión legítima de la clase, propicia el abordaje de los
discursos de los sujetos, a través de distintas técnicas y métodos, como vía
de acceso a esa dinámica de auto-constitución19. Tercero, la definición de cla-
se que Thompson articulada desde la experiencia, nos permite, de manera
clara, desagregar una serie de dimensiones analíticas imprescindibles para
cualquier análisis clasista.
En relación a estas dimensiones, volvemos a recuperar una definición
de Thompson sobre la clase: “La clase cobra existencia cuando algunos
hombres, de resultas de sus experiencias comunes (heredadas o compar-
tidas), sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes
a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos
de (y habitualmente opuestos a) los suyos” (Thompson, 1989:XIV). A
partir de esta definición, y en fructíferos solapamientos con algunas
propuestas analíticas actuales (Cambiasso & Longo, 2013; Gómez, 2014;
Huertas, 2015; Íñigo Carrera, 2013; Nievas, 2016), proponemos pensar
cuatro dimensiones imprescindibles para analizar cualquier forma de
auto-constitución de clase; las mismas, dan cuenta de la heterogeneidad
de aspectos que están contenidos dentro de la experiencia de clase: la si-
tuación de clase, el antagonismo de intereses, las estrategias de acción política,
y la solidaridad de clase.
La delimitación de estas dimensiones como expresión ineludible del
concepto de experiencia resulta relevante para notar que no todas las ex-
periencias vividas por un conjunto de sujetos son, en igual forma y sin
distinción, pueden ser interpretadas como experiencias de dase, y más par-
ticularmente, todas sus protestas y resistencias igualmente como luchas de
clase. Meiksins Wood (1983) señala en este punto que, de no ser así, puede
haber clase en todas partes, en toda manifestación de cultura popular, lo
18.  Esto también es sostenido en Bonavena (2011); Cambiasso & Longo (2013) y Gómez
(2014) entre otros.
19.  Coincidimos aquí con Iñigo Carreras que, ello supone, inevitablemente, un recorte
del campo de observación: se trata de registrar, críticamente, lo que los protagonistas de
las luchas dicen más que lo que hacen (Íñigo Carrera, 2013).

81
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

que implicaría sucumbir a una especie de fe en el potencial revolucionario


de la cultura popular.

la situación de clase20
En Thompson, los sujetos elaboran narraciones de las condiciones co-
munes en las que viven. Estas condiciones engloban, de manera rela-
tivamente homogénea, a grupos determinados de individuos que no
expresan ningún atributo intrínseco ni esencial, sino una situación más
o menos común. Se trata de una distribución de las personas en condi-
ciones dadas –“heredadas” dice Thompson en la definición anterior–,
creadas por formas estandarizadas de relaciones sociales, y que, por
ejemplo, Meiksins Wood (1983) prefiere referenciar con el nombre de
situaciones de clase.
Toda situación de clase transita por experiencias que ponen en juego la
identificación y reconocimiento de esta situación “dada” o “heredada”; en
ese tránsito se elaboran posiciones y se redefinen relaciones sociales, se
ensayan explicaciones respecto del poder y de los poderes que actúan el
mundo de lo cotidiano, reconociendo sus escalas, sus conexiones, sus ma-
nifestaciones, etc. En este plano, nuestra propuesta asume que no cualquier
expresión de una “determinación” nos habla de una situación de clase, sino
solo aquella que: 1) constata una división entre grupos sociales; tal división
comporta, como mínimo, un principio de escisión nosotros-ellos que, como
dijera Gramsci no es otra cosa que un sentido elemental de distinción, de
separación, que puede o no resolverse luego como una relación antagonis-
ta de lucha (Gramsci, 1981); 2) constata un daño asociado a esa división;
daño que, sustancialmente, es causa de una impugnación.
Ahora bien, en tanto parte de un sustrato cultural e ideológico, las elabo-
raciones sobre esto que llamamos “situación de clase” están atravesadas y
son posibles en y por formas de “sentido común” propias de un momento
y una época dadas. Ese “sentido común” constituye una concepción del
mundo —la “filosofía de los no filósofos”— que, presente acríticamente en
diversos sectores sociales, es “inconsecuente, conforme a la posición social
y cultural de las multitudes cuya filosofía constituye” (Gramsci, 2003: 364).
En su carácter hegemónico, el “sentido común” tiende al cierre de horizon-
tes de las experiencias de lucha, al influir sobre las formas en las que los
sujetos identifican, nombran y reconocen contradictorias. No obstante, en
Gramsci ello no significa que quede obturada la posibilidad de configurar
discursos de ruptura: aunque el “sentido común” se ocupe de sabotear y de
oscurecer, “de embalsamar, momificar y degenerar” (Gramsci, 2003: 373),
20.  En su propuesta analítica, Cambiasso y Longo denominan a esta dimensión como la
“experiencia de explotación” (Cambiasso & Longo, 2013).

82
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

es posible que los sujetos en lucha elaboren y sigan un “núcleo de buen sen-
tido”21; dicho en términos más contemporáneos recuperen y resignifiquen
el mismo lenguaje del sentido común, aprovechen su polisemia y redefinan
sus sentidos, en un proceso antagonista y crítico respecto del mismo.

el antagonismo de intereses
Una clase no existe sin una experiencia común de una situación de clase,
pero ello no es suficiente. Por un lado, Marx pone el énfasis en la necesidad
que tiene una clase de experimentar el ejercicio de una “oposición hostil”:
“En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económi-
cas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y
por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aqué-
llos forman una clase” (Marx, 2003: 73). En coincidencia, por otro lado, la
definición de Thompson que citamos más arriba, reitera que la constitución
de clase supone que los sujetos “articulan sus intereses comunes a ellos mis-
mos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos de (y habitualmente
opuestos a) los suyos” (Thompson, 1989: XIV). Estas dos observaciones teóri-
cas llevan a considerar que, en términos de un abordaje analítico, la noción
relacional de hostilidad es un elemento central del análisis y supone:
• la identificación de intereses propios (cómo los sujetos explican y nom-
bran sus intereses), el alcance o escala de las metas u objetivos esgrimidas en
el enfrentamiento22;
• la clarificación y/o reconocimiento de los contrarios intereses de sus
adversarios;
• la definición de la intensidad de la oposición u hostilidad entre intereses;
esto es, por ejemplo, intereses que sólo son experimentados como “distin-
tos”, pero no como contradictorios, excluyentes y por lo tanto irreconcilia-
bles con los propios.
Esto involucra otro aspecto de la experiencia que es posible que emerja, pero
que no se dispara ni deduce automáticamente de las posiciones o condicio-
21.  En Thompson, puede rastrearse este mismo problema cuando refiere al problema
de la tradición. Dicen Cambiasso y Longo que, si bien este concepto no aparece
diferenciado explícitamente del concepto de experiencia, y de alguna manera el concepto
de tradición aparece subsumido al de experiencia, sí podemos encontrar en sus textos
una diferenciación entre los elementos culturales y políticos que se fueron acumulando
en las tradiciones populares, y las nuevas formas de vida y representaciones. (Cambiasso
& Longo, 2013)
22.  Las referencias gramscianas para justificar la observación de la escala o los
alcances de los intereses son diversas. Por ejemplo, en uno de sus pasajes más famosos
(cfr. Gramsci, 1981:56), habla de masas populares, no de clases, cuando los intereses
o razones por las que se rebelan son “inmediatas”, “contingentes”, “localistas”
y “restringidas”. Las referencias a la necesidad de analizar la escala o alcance de
los intereses enunciados por las clases también se tratan en (Bonavena, 2011; Iñigo
Carrera, 2014; Pérez, 2014).

83
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

nes de vida de los sujetos, ni se mantiene de manera estable en el tiempo. Se


trata de una cuestión histórica y empírica que, contrariamente a cualquier
visión determinista o lineal, requiere ser analizada y estudiada concretamen-
te en contextos situados. Justamente por ello, cualquier cambio en la manera
en que se definen y se oponen intereses merece ser incorporado al análisis y
explicado en sus alcances y consecuencias.

las estrategias de acción política23


Abordar las estrategias de acción política de la clase en formación exi-
ge hacerse en la contraposición histórica y concreta con otra estrategia,
la de las fuerzas adversarias. Como dice Campione, “para comprender
y construir nuestra estrategia, primero tenemos que comprender cuál es,
cómo desarrolla y construye la suya el enemigo, sino es imposible vencer,
al menos en una sociedad compleja” (Campione, 2007: s/d). El análisis de
estrategias, como parte de la experiencia, supone un campo de análisis es-
pecífico, que dispone la mirada en la dinámica de la confrontación. Traba-
ja sobre las estrategias y contraestrategias, los movimientos de fuerzas y
contrafuerzas, y sobre el éxito o fracaso de los mismos, esto es lo resultados
provisorios y o definitivos de la lucha.
Esta observación resulta importante ante la asignación de formas o vías de
acción política de una manera esencialista —como si correspondieras a ciertas
formas subjetivas y no a otras— y en detrimento del componente estratégi-
co24. Desestimado este punto de vista, tampoco tiene demasiada relevancia
poner en el centro del estudio de las estrategias de acción política el grado de
exterioridad o interioridad a un orden institucional (por ejemplo, a través de
la clasificación entre acciones directas o acciones institucionales). Éste tipo de
distinciones, u otras (como, por ejemplo, el uso de armas o la reivindicación
de la violencia insurreccional), solo se vuelven significativas en el marco de un
campo de oposición, en la que su definición y su efectividad son advertibles en
tanto suscitan una respuesta del adversario, una contraestrategia.
23.  Cambiasso y Longo denominan esta dimensión como la “experiencia del conflicto”
(Cambiasso & Longo, 2013).
24.  Por ejemplo, Svampa afirma que hay un cierto uso del concepto de “repertorio”
que, para muchos análisis de luchas actuales, se concentran en destacar su carácter
nodal para la configuración de una identidad pero que terminan por asumirse como
eje irrenunciable y excluyente de la existencia de ciertos sujetos y no otros. La autora
ejemplifica este riesgo para los análisis del caso de organizaciones piqueteras, en
Argentina, en donde se resalta el carácter modular del corte de ruta: no sólo como
forma de confrontación, sino como experiencia de autoafirmación de una identidad
excluida. El riesgo no tan solo es analítico, sino también político: “Un medio trasmutado
en un fin en sí mismo, […] obstaculizó la posibilidad de pensar en otras formas de
acción colectiva, al tiempo que confrontó a los actores a los riesgos y dificultades de la
rutinización (cansancio de la sociedad, peligro de estigmatización y criminalización
de la lucha, entre otros)” (Svampa, 2010: 28).

84
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

la solidaridad
Hasta aquí, la identificación de una situación de clase y del antagonismo
de intereses en la relación entre clases constituyen dimensiones de análisis
necesarias para asir la experiencia de clase en un momento concreto; pero la
misma se completa con una tercera dimensión que da cuenta de las formas
y las relaciones internas que hacen a una lucha determinada, y que aquí de-
nominamos solidaridad.
Esta solidaridad, otra vez, no puede activarse automáticamente de las po-
siciones o roles de los sujetos. Las conexiones y oposiciones contenidas en el
proceso de producción son la base de la clase; pero la relación entre personas
que ocupan posiciones similares en las relaciones de producción no la da
directamente el proceso de producción y apropiación. Meiksins Wood (1983)
sostiene que la tarea exige explicar en qué sentido y a través de cuáles media-
ciones se producen contactos entre personas que, aunque ocupen posiciones
similares en las relaciones de producción, no están efectivamente agrupadas
en el proceso de producción y apropiación. Y aun agrupadas, ni el proceso
de producción mismo ni el proceso de extracción de plusvalía pueden real-
mente agruparlos en un sentido de “solidaridad”.
Es que la relación entre miembros de una dase, o entre estos miembros
y otras clases es de una especie diferente. Aportando a una nueva mirada,
apunta Cavaletti (2013) que la constitución de clase no es sólo una experien-
cia de enfrentamiento y de oposición. Es, además, un “relajamiento” de ese
enfrentamiento al interior del campo de los oprimidos: una coalición que
“hace que disminuya la competencia entre los obreros entre sí” (2013: 82).
Esta solidaridad efectiva —y no ya una simple compresión de individuos o
una lucha por el dominio— no debe ser interpretada como un “buen senti-
miento cristiano” o una “intención del ego” (Cavaletti, 2013)25. Más que eso,
se trata del principio político interno de la clase que tiene, en todo caso, un
carácter “recompositivo” (Revel & Negri, 2013: 239).
Revel (2013) resitúa en este tipo de análisis el viejo temor a lo que ella lla-
ma la “gestión” de la infinita variedad de fenómenos de rebelión o resisten-
cia que pueden ser considerados procesos de constitución de clase, y que
son colectiva e internamente diferentes o no homogéneos. Esta lectura no se
propone eliminar el problema de la unidad de la escena de la composición
clasista, pero indudablemente se propone resaltar, con Butler (2000), que es
imposible recuperar una unidad forjada a base de exclusiones, que reinstitu-
25.  En discusión con el principio político schmittiano de distinción amigo-enemigo,
Cavaletti propone erigir la solidaridad como aquello que, dentro del marxismo, determina
el carácter político de una asociación: la clase no se mantiene solamente por una oposición
a otra clase, sino principalmente por un principio de solidaridad que es invisible para
quienes no forman parte de esa red, para los no-solidarios; por eso, la solidaridad es
imperceptible desde afuera de la clase.

85
Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

ya la subordinación entre fenómenos de rebelión como su condición misma


de posibilidad26. Ello no significa que no se presente una unidad estratégica
y políticamente en un momento. La unidad es más bien el resultado político
de una práctica política, no su condición de posibilidad o su fundamento; no
es una base a partir de la cual moverse, un horizonte o un producto eventual
de un cierto accionar político. Entonces, analizar las formas de solidaridad
de la clase probablemente implique explorar, antes que una “subordinación”
de una experiencia de clase a otra, “la transferencia y la traducción de expe-
riencias políticas de un contexto originario a un contexto de recepción dis-
tinto; el mestizaje o la contaminación de experiencias entre sí; la circulación
de los saberes de organización y de luchas; lo mutuo y el uso compartido de
las prácticas” (Revel, 2013: 254).
Para nuestra propuesta, entonces, se trata de identificar aquellas expe-
riencias en las que la solidaridad emerge como un “relajamiento” interno
de antagonismos en el campo de los dominados, constituyendo una “cons-
telación” de redes y alianzas. Siguiendo a Iñigo Carreras (Iñigo Carrera,
2008), para este plano, son útiles las dimensiones de unidad/fractura y
alianza/aislamiento; es decir, si lo que prima es la unidad en la formación
de clase y su alianza con otras fracciones en formación, o si está fracturada
y aislada socialmente.

Reflexiones finales

Este artículo se ha propuesto revindicar y resituar en el centro del análi-


sis académico la categoría de clase, pero además mostrar toda su potencia
para la lectura del momento presente. Enfocada esta categoría al estudio
y cooperación con las luchas actuales, nos permite articular un enfoque
teórico con posicionamiento político que se afirma en el mismo proceso de
trabajo y conocimiento.
Pero además permite ensanchar la mirada restrictiva de la clase, para darle
un alcance que la acerque a todo campo de lucha en donde intervengan y
se opongan unos agentes contra otros por el control de la producción y dis-
tribución de condiciones de existencia material. Tal como mostramos en el
primer apartado, si la relación capital/trabajo se configura antagónicamente
y atraviesa la totalidad de las prácticas sociales, produciendo consecuencias
para toda la estructura de poder político y social, es imposible considerar

26.  En su lectura, la única unidad posible no puede erigirse sobre la síntesis de un


conjunto de conflictos, sino como una práctica contestataria que precisa que las distintas
resistencias articulen sus objetivos bajo la presión ejercida por los otros, sin que esto
signifique exactamente transformarse en los otros.

86
Candela de la Vega y Alejandra Ciuffolini

luchas o conflictos aislados en donde esta relación se anule. Ello justifica por
qué no debemos quedarnos con los límites estrechos que definen a la clase
simplemente como aquellos que se encuentran empleados en el capital con-
tra la dinámica salarial.
Si los llamados “nuevos movimientos sociales” recuperan cuestiones —la
paz, el ambiente, el género, etc.— que no son o no fueron inquietudes incor-
poradas o apropiadas por las organizaciones de clase más clásicas o tradicio-
nales, ello no implica que en esos problemas no operen o se anulen las formas
capitalistas de organización social, o que pueda hablarse de una “superación
de la política de clases”. Justamente esa condición refractaria o condicionada
en la que aparecen o se expresan estas cuestiones o problemas en las formas
de organización política es una consecuencia misma de la dinámica del orden
social y político capitalista. Con un escenario así planteado, la clave clasista
resuena en mayor o menor medida en todos los procesos de colectivización,
agrupamiento, desagrupamiento, cohesión o fragmentación, en los que haya
involucrado alguna forma de antagonismo en relación con las condiciones
materiales de vida. Sería un error, luego, buscar la clase solo en los grupos que
se autodenominan “clases” o realizan invocaciones clasistas. Como dice Bhat-
tacharya (2018), hacerlo restringiría nuestra visión de poder de clase y nuestra
identificación con potenciales agentes de solidaridad de clase.
Tampoco tiene ya sentido describir clases “en declive”, en contraste con
clases “en auge”, para atribuirles un monopolio de interés o fuerza revolu-
cionaria de una manera fija, pre-definida o esencialista. Lo que es o no una
clase es el origen de las discusiones interminables acerca de movimientos
de clase y de no-clase; de lucha de clases y de “otras formas”; de alianzas
entre la clase trabajadora y otros grupos; de pertenencia o no pertenencia a
una clase, etc. Esta lectura no permite comprender que, por el contrario, la
lucha entre clases permanece inherentemente imprevisible, y entonces, en
la medida en que aparecen o se manifiestan conflictos entre grupos, resulta
pertinente interpretarlos como el resultado de la propia lucha de clases y “no
como la emergencia de clases preestablecidas en su no menos preestablecida
“‘verdad’ teórica y política” (Gunn, 2004: 26)
A su vez, las cuatro dimensiones que se articulan en el concepto de expe-
riencia, acentúa la no menos problemática cuestión de la correspondencia
siempre nítida o de la traducción sencilla y mecánica entre las relaciones y
condiciones materiales que organizan estructuralmente la vida social, y el
lenguaje de la experiencia concreta que expresan los sujetos; y entre éstos
lenguajes y las decisiones de intereses, de estrategia política y de solidaridad
que buscan, justamente, hacer explotar las fronteras de esas condiciones y
posiciones. Es decir, nos pone ante el desafío de pensar una experiencia de
clase que no necesariamente se expresa en un lenguaje explícitamente clasista

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Un ejercicio sobre las claves y dimensiones de un análisis clasista de conflictos sociales

ni conlleva decisiones de estrategia política que actúen en consecuencia. En


todo caso, tal correspondencia es una cuestión histórica y empírica que, con-
trariamente a cualquier visión determinista o lineal, requiere ser analizada y
estudiada en contextos situados.
Con su énfasis en el proceso de formación de la subjetividad clasista, lo
anterior nos permite pensar en formas de constitución de clase que podrían
ser aprehendidas a simple vista como “imperfectas”, “impuras”, “parcia-
les”, “erróneas” o “poco efectivas”. Por eso, en última instancia, el mayor
potencial de esta analítica es la superación de esquemas dualistas sobre las
condiciones subjetivas dentro de capitalismo: conciencia/falsa conciencia; ra-
cionalidad/irracionalidad; clase en sí/clase para sí, etc.

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92
93
Una perspectiva socioecológica para
pensar el despojo múltiple y las
separaciones del capital sobre la vida
Mina Lorena Navarro1

En memoria de Héctor Alimonda

E l punto de partida de este texto es la preocupante ofensiva del capital y


del Estado contra variados sujetos comunitarios en torno al control, ac-
ceso y gestión de aquellos territorios y medios de existencia que han garan-
tizado históricamente el sustento y hecho posible la reproducción de la vida
humana y no humana. Claramente con el neoliberalismo se han radicalizado
y reconfigurado múltiples violencias, para despojar y expropiar constante-
mente el trabajo vivo y la naturaleza. En este artículo, recupero la noción de
separación, a partir de los trabajos de Massimo De Angelis, y propongo la no-
ción de despojo múltiple para explorar desde una mirada holística, los efectos
que producen las separaciones del capital sobre las socialidades humanas y
no humanas y en general, sobre los metabolismos socioecológicos.

Despojo y violencia en el Neoliberalismo

El despojo y la violencia son constitutivos de la lógica de la acumulación del


capital, es decir, no son un momento histórico ya superado, una condición excep-
1.  Mina Lorena Navarro es Profesora-investigadora del Posgrado en Sociología del
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla (buap), México. Ganadora del Premio Cátedra Jorge
Alonso a la Mejor Tesis en Ciencias Sociales 2013, CIESAS­Universidad de Guadalajara.
Coordina el Seminario de “Ecología Política: extractivismo, conflictividad socioambiental
y luchas comunitarias” en el ICSyH de la BUAP. Coordina junto con la Dra. Raquel Gu-
tiérrez y la Dra. Lucia Linsalata el Seminario de Investigación Permanente “Entramados
Comunitarios y Formas de lo Político” en el ICSyH de la BUAP. Ha publicado una vein-
tena de artículos sobre despojo capitalista, conflictividad socioambiental, la política del
común y luchas socio­ambientales.

94
Mina Lorena Navarro

cional, anómala, accidental o, como señala la economía neoclásica, algún fallo del
mercado o del Estado. Por el contrario, el capitalismo es un sistema a nivel pla-
netario que responde a una dinámica de expansión y apropiación constante del
trabajo vivo y de la naturaleza para garantizar su propia reproducción. Para ello,
necesita mediante la violencia, separar y despojar a los hombres y mujeres de sus
medios de producción, o como plantea Massimo De Angelis, medios de existencia,2
a fin de convertirlos en fuerza de trabajo libre y desposeída para su explotación.
A su vez, este proceso avanza mediante una escisión irreparable en la interacción
metabólica entre los seres humanos y la tierra (Foster, 2000), a partir de la desar-
ticulación de determinadas formas de relación basadas en la interdependencia,
interacción, reciprocidad, cuidado y cohabitación del mundo humano y no hu-
mano que, en conjunto han garantizado la sostenibilidad de la vida del planeta.
Ciertamente con el neoliberalismo estas dinámicas de despojo se han ra-
dicalizado, de la mano de una creciente intensificación de violencia, como
estrategia nodal para gestionar las crisis periódicas del capital, asegurando
su constante reproducción, a partir de subsumir aquellas relaciones sociales
y ámbitos de vida no plenamente insertos en la lógica del valor.
A nivel de América Latina, la lógica predatoria del neoliberalismo se
expresa en la intensificación y la expansión de las fronteras de un tipo de
extracción, producción, circulación, consumo y desecho de la riqueza social
convertida en mercancía para satisfacer las demandas de la economía global,
profundizando aún más la posición dependiente y subordinada del conti-
nente en el sistema mundo.
Como parte de esta ofensiva neoliberal, a contracorriente de las narrativas
dominantes, el Estado no ha debilitado ni disminuido su presencia. Si bien
ha sufrido una serie de variaciones, continúa operando como una forma po-
lítica fundamental para garantizar un tipo de dominación funcional para el
proceso de acumulación capitalista. Esto es, el Estado procura gestionar una
relación más o menos estable de mando-obediencia basada en la dominación
y consentimiento de la población hacia las clases dominantes, y a su vez, usa
la violencia y la coerción para disciplinar, criminalizar, reprimir y eliminar
cualquier amenaza al llamado “orden social” que le corresponde garantizar.
En este contexto, la guerra ha operado como un mecanismo de dominio
muy importante. Sólo que a diferencia de otros momentos de la historia del
capital, actualmente, se enfrentan nuevas formas de guerra, que siguiendo a
Ana Esther Ceceña, podrían entenderse como guerras difusas en tanto, no tie-
nen fronteras espaciales ni temporales claras, “son como manchas de aceite

2.  Recupero a Massimo de Angelis (2012) para sostener la importancia de hablar de


medios de existencia para ir más allá de la noción clásica de medios de producción, y consi-
derar todos los medios materiales y simbólicos que garantizan el sustento y hacen posible
la reproducción de la vida.

95
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

que se expanden”. Se combinan de diferentes maneras y aparecen como si


fueran situaciones anómalas, desarticuladas y excepcionales, pero en reali-
dad, son piezas de una política general del capitalismo. Y es que la condición
depredadora del capitalismo genera impactos tan graves en las poblaciones
que, debe ir acompañada por un recurso de fuerza. “Y, mientras más exclu-
yente es el capitalismo, más violencia necesita” (Enko y Gonzalez, 2016).
En el terreno de las ideas, todos estos temas están siendo analizados e in-
terpretados críticamente desde diversas perspectivas. Considero que las mi-
radas ecopolíticas y socioecológicas son fundamentales para comprender los
modos en los que el capital está interviniendo y reconfigurando la natura-
leza, es decir, los diversos ámbitos de la vida humana y no humana y sus
interrelaciones. En estos esfuerzos, destaca la recuperación de una serie de
categorías y formulaciones de la Crítica a la Economía Política de Marx, para
actualizar y proponer miradores teórico-políticos sobre los problemas hu-
manos-ecológicos y la crisis de la reproducción de la vida en el Capitaloce-
no.3 Para los fines de este trabajo, recupero algunos de estos planteamientos
y en particular, la categoría de la separación.

La separación como condición de la acumulación del capital

Considero que una de las perspectivas más relevantes que entra en diálo-
go con las preocupaciones contemporáneas sobre el despojo y la crisis so-
cio-ecológica actual, es la mirada que concibe a la acumulación originaria
como inherente y continua a la reproducción del capital a lo largo de la his-
toria (De Angelis, 2012). Esta interpretación se remonta a inicios del siglo
veinte con los trabajos de Rosa Luxemburgo y desde los últimos treinta años
se cultiva por un conjunto de autores como David Harvey, Massimo De An-
gelis, Samir Amin, Michael Perelman, Werner Bonefeld, Silvia Federici, Paul
Zarembka, John Holloway, Midnight Notes Collective, entre muchos otros.4
Este abanico de reflexiones comparte, por un lado, la comprensión de la
acumulación originaria como una lógica actualizada y persistente hasta
nuestros días y, especialmente bajo el actual modo de acumulación neolibe-
ral. Y, por otro lado, la crítica a la concepción de la acumulación originaria
entendida únicamente como un proceso histórico que dio nacimiento a las

3.  Noción empleada por Jason Moore para tomar distancia de la noción de Antropoce-
no en tanto se considera que los problemas del mundo no son los problemas creados por
todos, sino por el capital (Wedekind y Milanez, 2017).
4.  Un trabajo sumamente valioso que reúne y traduce al español algunos de los textos
de esta discusión es el número 26 de la revista Theomai, compilada por Claudia Composto
y Diego Pérez Roig en noviembre de 2012. Disponible en línea: http://www.revista-theo-
mai.unq.edu.ar/NUMERO%2026/ contenido_26.htm

96
Mina Lorena Navarro

precondiciones del modo de producción capitalista, y, por lo tanto, como


una etapa original que corresponde a tiempos remotos ya superados.
Esta perspectiva contiene una implicación política muy relevante al criticar
algunas de las versiones más ortodoxas del marxismo, que han promovido y
justificado desde una racionalidad instrumental, el progreso y el desarrollo sin
importar los costos socioecológicos que éstos conlleven, el papel de la violencia
en el desarrollo histórico del capital, la fetichización del productivismo, el culto
al trabajo y la dominación de la naturaleza. Como ya lo planteara Lenin —uno
de los representantes de esta interpretación—, la acumulación originaria no sólo
tendría que ser entendida como la premisa histórica del modo de producción
capitalista, sino que además resultaba inevitable y hasta positiva en aras de ga-
rantizar el desarrollo de las fuerzas productivas (De Angelis, 2012).
En el marco de estos aportes y para los propósitos de este texto, rescato en
particular, los planteamientos del marxista italiano y fundador de la revista The
Commoner,5 Massimo De Angelis, quien argumenta la centralidad de la categoría
de la separación en la Crítica a la Economía Política de Marx. Para ello, revisita las
reflexiones de Marx sobre la llamada acumulación originaria entendida como
el proceso histórico de escisión entre productores y medios de producción. Con
este punto de partida, propone entender dicha escisión como la “primer” sepa-
ración de hombres y mujeres de sus medios de producción, así como la condi-
ción de posibilidad de la reproducción del capital. En ese sentido, la acumula-
ción del capital es la continuación, reiteración y consumación de la separación
forzada y violenta de las personas de sus medios de existencia, pero ahora bajo
las reglas naturalizadas del mercado. De tal manera que, habiéndose producido
la primera separación, el capital buscará repetirla y ampliarla a escalas cada vez
mayores, incrementando la masa de material humano y de naturaleza explota-
dos bajo la premisa de la valorización del valor. Ante esto, las luchas históricas
de la clase trabajadora representan una ruptura en la aceptación de las leyes de
la oferta y la demanda y, por lo tanto, una potencial reducción de la distancia
entre productores y condiciones de existencia (De Angelis, 2012).
De lo anterior, recupero y propongo que: 1) la separación es una condición
necesaria para garantizar la acumulación del capital; 2) la separación es la
negación del acceso y control directo de los productores y productoras de
sus medios de existencia;6 3) bajo determinadas condiciones y políticas del

5.  La revista The Commoner es una revista en inglés fundada en los años noventa para
tratar temas relacionados con los comunes y las nuevas embestidas de cercamiento del
capital. http://www.commoner.org.uk. Consultar De Angelis (2001; 2012) para profundi-
zar sobre la categoría separación.
6.  Este argumento es producto de las reflexiones compartidas en el “Coloquio sobre Revo-
lución Social, reproducción de la vida y producción de lo común” en 2016, organizado por el
Área de Entramados Comunitarios y Formas de lo Político del Instituto de Ciencias Sociales y
Humanidades de la BUAP que coordino junto con Raquel Gutiérrez y Lucia Linsalata.

97
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

capital, la separación cambia la forma de los metabolismos socioecológicos


y sus equilibrios bióticos; y; 4) las luchas sociales contra las separaciones
(principalmente contra la acumulación originaria) representan una alternati-
va para revertir y resarcir parcialmente los efectos y alteraciones socioecoló-
gicas provocadas por el capital.
De los argumentos anteriores se desprende mi preocupación por explorar los
efectos y alteraciones que producen las separaciones del capital —y en particu-
lar, las políticas de despojo de los territorios— sobre los metabolismos socioe-
cológicos. Esto es, conocer los efectos de la separación en clave de afectación
socioecológica y crisis de la reproducción de la vida, para advertir sobre las po-
sibilidades de prevenir, limitar, revertir o restaurar parcialmente tales daños.
Todo ello me parece, puede ser un insumo para analizar las condiciones en las
que actualmente se despliegan los procesos de resistencia contra el despojo y
por la re-apropiación del control de la riqueza social y re-conexión metabólica
de los sujetos comunitarios con la naturaleza. Concretamente, me refiero a las
experiencias de lucha socioambiental que han puesto en entredicho tales separa-
ciones y la distancia entre productoras/es y medios de existencia.7

Despojo múltiple: separaciones en el metabolismo socioecológico

En un trabajo anterior, propuse la noción de despojo múltiple para explorar y


distinguir las formas, niveles y estrategias variadas que adopta el capital en
un mismo proceso para expropiar lo común y garantizar la acumulación del
capital (Navarro, 2015). En esta ocasión, me interesa emplear la misma no-
ción, pero ahora para pensar los ámbitos en los que arremete el capital para
producir separaciones y cambiar la forma de las socialidades humanas y no
humanas y en general, de los metabolismos socioecológicos.
Después de varios estudios, he llegado a la conclusión de que el despojo
de los medios de existencia es posible por un conjunto de separaciones que
operan en los distintos ámbitos que configuran y dan forma a la vida social
y natural. Entiendo los medios de existencia como todas las fuentes de vida
materiales e inmateriales, —tierra, bosques, semillas, ríos, conocimiento y
saberes tradicionales—, que garantizan el sustento y, por tanto, hacen posi-
ble la reproducción de la vida.
Entonces, a medida que el capital produce separaciones, es que cuenta con
las condiciones para subsumir la red de la vida8 y, por tanto, generar valor.

7.  Si bien este tema no es desarrollado en este artículo, es una preocupación central
que en otros trabajos he pormenorizado. Ver: Luchas por lo común. Antagonismo social
contra el despojo capitalista de los bienes naturales en México (Navarro, 2015).
8.  En inglés, “the web of life”.

98
Mina Lorena Navarro

Recupero esta noción de Jason Moore como “una forma de situar todo lo que
hacen los humanos dentro de una totalidad mayor en la que somos una po-
derosa especie de producción de medio ambiente”9. En esa red, la naturaleza
es un todo, es decir, la naturaleza somos nosotros, está dentro de nosotros y
alrededor de nosotros. Los humanos hacemos al medio ambiente y el medio
ambiente nos hace a los humanos10.
Así, la separación de las productoras y productores de sus medios de exis-
tencia (de aquí en adelante llamaré a esto simplemente como separación),
provoca profundas alteraciones en la red de la vida, las cuales analizaré en su
dimensión económica, política, cultural-subjetiva y ecosistémica. Advierto
que este análisis no tiene la intención de fragmentar nuestras miradas sobre
la realidad, sino por el contrario, reconocer y conectar desde una perspectiva
holística, las múltiples y complejas dinámicas socioecológicas que se ponen
en juego en los procesos de separación y de lucha contra éstos. Lo holístico,
en diálogo con Amaia Pérez (2014), lo entiendo como una visión integral y
ecosistémica de la vida que incluye las vidas humanas y no humanas que, en
conjunto y en interdependencia habitamos el planeta.
Las experiencias de separación que trato a continuación están relaciona-
das con los conflictos socioambientales que en los últimos años se han
multiplicado por la implementación de una serie de megaproyectos en
manos del capital y el Estado orientados al control, acceso y gestión de
aquellos territorios y medios de existencia no plenamente mercantiliza-
dos. Las ofensivas que principalmente enfrentan las comunidades indí-
genas y campesinas, y amplios segmentos de la población urbana en todo
América Latina, pueden analizarse a partir de los siguientes procesos:
1) un nuevo y ampliado énfasis en las políticas extractivas para el con-
trol, extracción, explotación y mercantilización de todo tipo de bienes
comunes naturales (petróleo, gas, minerales, agua, tierra fértil, playas,
semillas, recursos genéticos, conocimiento tradicional), de la mano del
desarrollo de megaproyectos turísticos e infraestructura hidráulica, ca-
rretera, ferroviaria, portuaria y aeroportuaria; 2) el impulso de un nuevo
sistema industrial agroalimentario, en manos de grandes transnaciona-
les, a costa de la exclusión masiva de los pequeños productores rurales y
la desarticulación de las economías campesinas; 3) el reordenamiento de
territorios orientado por la lógica del valor, desarrollo de infraestructura
y expansión de procesos de urbanización, desarticulando el tejido social
y avanzando sobre zonas de cultivo y de conservación; 4) un acelerado
y destructivo impacto de la industria con efectos irreversibles sobre la
salud humana y los ecosistemas.

9.  Entrevista realizada a J. Moore por Wedekind y Milanez (2017)


10.  Ibid.

99
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

Las dinámicas socioecológicas y efectos de la separación

la dimensión económica
La separación comprende principalmente la pérdida del control de los me-
dios y fuentes de vida necesarias para la reproducción social. En ello, se
experimentan distintos niveles de pérdida y deterioro de la capacidad de
determinación de los productores de sus medios de subsistencia y del terri-
torio, que van desde los cambios en la propiedad social de la tierra hasta los
desplazamientos forzados, en los que las comunidades no tienen otra opción
que migrar a otros lugares.
Uno de los megaproyectos que separan con mayor brutalidad a las comu-
nidades de sus medios de existencia y su territorio es la construcción de
presas. Según el Informe de la Comisión Mundial de Represas (2017), a nivel
mundial existen aproximadamente 45,000 presas en todo el mundo, las cua-
les han inundado miles de hectáreas de selva y bosque, desplazando a más
de 40 millones de personas (García, 2010).
Otro caso en el que se ha registrado extrema violencia es el de la industria petro-
lera que ha ocasionado una sistemática destrucción y/o expropiación de tierras a
las comunidades indígenas ancestrales, campesinas o de pescadores, asentadas
en selvas, montañas, llanos, desiertos, costas o tundras, donde subyacen las pro-
fundas cuencas petrolíferas. Comunidades que, después de un periodo inicial
de resistencia contra las expropiaciones y la destrucción del ambiente y de la
salud de los habitantes, en la mayoría de los casos, terminan siendo expulsadas
y, si bien les va, proletarizadas. Pero, en otros casos, han sido exterminadas por
militares o paramilitares al servicio de esta violenta industria (Barreda, 2011).
Otro ejemplo, es el de la creciente expansión de monocultivos —plantaciones
de gran extensión con árboles u otro tipo de plantas de una sola especie—, y la
introducción de semillas transgénicas para la alimentación humana, animal y
producción de biocombustibles o agroenergía. Estos negocios hacen parte de
un sistema industrial agroalimentario en manos de un puñado de corporacio-
nes que avanza mediante los desarrollos de la biotecnología, es decir, semillas
híbridas que los campesinos no pueden reproducir y la mecanización de las ac-
tividades agrícolas con gran demanda de combustibles fósiles. Si bien, a simple
vista, las productoras/es no son separados abruptamente de la tierra —como si
puede suceder con el extractivismo petrolero, minero e hídrico—, la expansión
de este sistema de manera paulatina,11 ha ido atentando contra la diversidad,

11.  En México la expansión de este sistema ha sido a través del arrendamiento de la tierra,
lo cual es posible por la reforma al artículo 27 constitucional en la que se declaró el fin del
reparto de tierras; la anuencia para convertir la propiedad social de los ejidos en propiedad
individual; y el impulso de programas de certificación y medición de las tierras ejidales y
comunales que dieran “seguridad a la tenencia de la tierra” (Concheiro, 2014).

100
Mina Lorena Navarro

riqueza ecológica y social que promueve la agricultura campesina, mermando


la autonomía productiva y alimentaria de los pueblos e impactando gravemente
los suelos y la salud humana y animal por el uso intensivo de agrotóxicos que,
hasta el momento, han dejado un saldo terrible de contaminación.
Lo cierto es que, en cualquiera de sus formas —privatización, cercamiento,
mercantilización, expropiación—12 la pérdida abrupta o gradual de los medios
de existencia engendra la desposesión, la cual en la historia del capital ha fungi-
do como la condición necesaria para el desarraigo de las personas de sus terri-
torios, la proletarización de la fuerza de trabajo y su desplazamiento hacia los
centros urbanos para buscar integrarse al mundo de las relaciones asalariadas y
como consumidores de la economía de mercado, desgarrando con ello, la auto-
nomía y los mundos de vida de las economías campesinas de subsistencia.
Entre las alteraciones más hondas que ha producido la expansión de las
economías de mercado, se encuentra la separación entre el ámbito de la pro-
ducción y la reproducción, un tema nodal en las reflexiones y luchas de los
feminismos. Precisamente, en El Calibán y la bruja de Silvia Federici (2010)
documenta cómo los cercamientos de tierra y la expansión de las relaciones
monetarias en Europa forjaron a sangre y fuego la división sexual del trabajo,
lo que ha generado una asimetría en los roles y actividades que han tenido
que asumir las mujeres con respecto a los hombres. De este modo, se ha
configurado el mandato “natural y obligatorio” de que las mujeres deben de-
dicarse a las labores domésticas y de reproducción de la vida, sin que se les
reconozca en ello, la realización de un trabajo y la prerrogativa de percibir
una remuneración. Así, la división sexual del trabajo, —que aquí entiendo
como producto de la separación y de su reiteración—, se sostiene y profundi-
za con toda alevosía hasta nuestros días, en tanto garantiza la generación de
plusvalor, ya que en el tiempo de trabajo socialmente necesario no se consideran
las actividades que hacen posible la reproducción de la fuerza de trabajo y,
en general, de la reproducción y sostenibilidad de la vida. Si el trabajo repro-
ductivo, se reconociera como trabajo y se remunerara plenamente, el modelo
de acumulación colapsaría (Mies, 2004).
Ante las políticas de despojo territorial contemporáneas, salta a la vista la
enérgica y sustantiva participación de las mujeres en las tareas colectivas
necesarias para defender los medios de existencia amenazados. Las muje-
res cocinan, crían, cuidan, curan, siembran, cosechan, organizan reuniones
y encuentros, comparten su experiencia a otros, sostienen plantones y par-
ticipan en todo tipo de acciones para defender los territorios. En algunas de

12.  Considero que este tema es susceptible de desarrollarse en un espacio más amplio
y como objeto de otro artículo, principalmente, porque he observado que solemos usar
indistintamente estos conceptos y convendría avanzar en una pormenorización de sus
características y especificidades.

101
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

estas experiencias de lucha, la emergencia de este protagonismo social ha


ido abriendo en distintos niveles, algunas posibilidades para reconocer el
conjunto de intervenciones y trabajos que las mujeres históricamente han
producido para sostener y garantizar la reproducción de la vida. “Se calcula
que existen en el mundo mil 600 millones de mujeres campesinas (más de la
cuarta parte de la población), pero sólo el 2% de la tierra es su propiedad, y
reciben el 1% de todo el crédito para la agricultura. En América Latina y El
Caribe, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO), la población rural asciende a 121 millones de per-
sonas. El 48% (58 millones) son mujeres que trabajan hasta 12 horas diarias
a cargo de la huerta, de los animales, recolectando y cocinando alimentos,
criando a niñas y niños, cuidando a personas mayores y a enfermas, entre
otras tareas” (Korol, 2016: sr.).
Sin duda, los efectos que, en particular las mujeres enfrentan por las sepa-
raciones del capital es un tema que vale la pena investigar y difundir am-
pliamente. Al respecto, el feminismo en algunas de sus vertientes, —como
el ecofeminismo, la economía feminista o la economía de cuidados— y en
general, las luchas de las mujeres, han venido habilitando un campo fructí-
fero para la comprensión de la articulación entre capital y patriarcado y las
posibilidades de subversión a dicho orden.

dimensión sociopolítica
Considero que la separación invariablemente va acompañada de la desestructu-
ración del tejido social, la erosión y captura de las regulaciones comunitarias de
autogobierno y las capacidades políticas de autodeterminación. Distintas expe-
riencias socioambientales han denunciado las prácticas políticas de dominio de
Estados y empresas para penetrar los territorios a través de cooptar, disciplinar
y dividir a las comunidades, desconocer a sus autoridades, así como reprimir,
criminalizar, paramilitarizar y militarizar, para garantizar a cualquier costo la
apertura de nuevos espacios de explotación y mercantilización.
Un caso que ilustra esta cuestión, son los programas sociales focalizados
de los gobiernos y acciones de las empresas a través de la llamada Respon-
sabilidad Social Empresarial (RSE)13 para contener las demandas sociales
locales y generar apoyos y lealtades para sostener el desarrollo de los em-
prendimientos. El sociólogo Claudio Garibay Orozco, afirma que, en el caso
de las empresas mineras, suele imponerse un régimen autocrático-clientelar

13.  Ante los efectos negativos que la minería a cielo abierto ha dejado a su paso, las em-
presas despliegan una serie de estrategias, como es el caso de la Responsabilidad Social,
para construir una imagen de sensibilidad, solidaridad, responsabilidad con el entorno
social y natural, lo que contrasta con sus prácticas locales que dejan tras de sí fuertes im-
pactos sociales y ambientales.

102
Mina Lorena Navarro

cuya cúspide reside en la administración de la compañía, desde donde se


reparten beneficios selectivos y se subordinan autoridades locales que a su
vez reproducen esta lógica sobre el resto de la comunidad (Garibay, 2010).
La principal consecuencia de este dispositivo de cooptación y captura es la
división social que se produce al interior de las comunidades afectadas y su
confrontación, lo que redunda en el ahondamiento de los sometimientos y
tensiones previamente existentes.
En otras palabras, la entrada e implementación de megaproyectos com-
prende un proceso de desestructuración de la comunidad y de las capacida-
des de determinación autónoma de los productores/as sobre sus medios de
existencia. En términos históricos, vemos que bajo los dictámenes del capital,
la socialización comunitaria ha sido reemplazada por una de tipo mercantil,
en la que el individuo-ciudadano-consumidor se presenta como la unidad
básica autosuficiente y autónoma de la vida social. En ello, el Estado ha ju-
gado un papel fundamental para garantizar una relación de dominio, mos-
trándose como una instancia aparentemente ajena y exterior a la sociedad
cuyo propósito es cuidar el bien general. Desde esta lógica, la representación
como principio que organiza las relaciones de separación entre gobernantes
y gobernados, expropia —en nombre de la soberanía— la capacidad de de-
cidir sobre el asunto común.

dimensión cultural- subjetiva


La separación corresponde con la imposición de una percepción y sentido
del mundo, cercando y expropiando la capacidad de imaginar, sentir y hacer
la vida bajo formas no dictadas por la hegemonía del capital. De un trabajo
con Claudia Composto sobre dispositivos expropiatorios de la megaminería,
recupero la reflexión que hicimos sobre el disciplinamiento y normalización
como una estrategia del capital y de los Estados que apunta no sólo a mol-
dear los espacios territoriales en su dimensión física, sino los deseos, nece-
sidades, subjetividades de quienes los habitan (Composto, Navarro, 2014).
En otras palabras, se trata de los modos en los que el capitalismo cambia
subjetividades cuyas estructuras perceptivas y cognitivas resultan incapaces
de sentir/percibir los procesos de devastación de las fuentes de vida frente a
los que se hallan ex-puestas (Machado, 2017).
De este modo, se busca promover procesos de subjetivación que normali-
cen y naturalicen la separación para, al mismo tiempo, desactivar cualquier
insumisión o resistencia. Un nivel para lograrlo es el de la producción de he-
gemonía que, en estos casos, generalmente se logra mediante la difusión del
“progreso”, “desarrollo” y “modernización” como valores positivos de una
modernidad en marcha. La construcción de los imaginarios desarrollistas en
torno a los megaproyectos, cuya “misión” es propagar sus beneficios entre las

103
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

poblaciones aledañas a su zona de influencia, resulta particularmente efectiva


en localidades económica y socialmente relegadas, en las que el Estado no
apareció o se ha retirado de su rol benefactor y prevalece una sensación de
descobijo (Navarro, 2015). De este modo, la narrativa desarrollista asociada
al paradigma extractivista busca generar una expectativa de inclusión social,
ocultando las negativas consecuencias de este tipo de perfil productivo.
Ante esto, distintas experiencias socioambientales han denunciado los efec-
tos negativos de la amenaza e implementación de megaproyectos sobre los
territorios, entre los cuales se encuentran las afectaciones físicas y emociona-
les de los habitantes de los territorios en disputa.14 A pesar de no ser gene-
ralmente reconocidas, este tipo de afectaciones producen traumas y heridas
subjetivas difíciles de sanar, esto ocurre, tanto en las comunidades que están
enfrentando la amenaza del despojo, así como aquellas que ya son afectadas
y sufren en carne propia las consecuencias de la implementación de los me-
gaproyectos. Entiendo que estas afectaciones no sólo son expresión de las
consecuencias de la condición depredadora y destructiva del capitalismo,
aquello que en la economía neoclásica se nombra como externalidades,15 sino
también como una forma de dominio y disciplinamiento hacia las poblacio-
nes que habitan los territorios en disputa.

la dimensión ecosistémica
La separación corresponde con la escisión que se produce en la interacción
metabólica entre el mundo humano y la naturaleza. Desde la perspectiva de
Marx y de los trabajos de John Bellamy Foster (2000) en torno a su obra, la
noción de metabolismo refiere al vínculo entre la existencia productiva huma-
na y las condiciones físico-naturales de la realidad; siendo el trabajo la acti-
vidad mediante la cual se gesta el proceso de apropiación de la naturaleza
para la satisfacción de las necesidades humanas.

14.  Para este tema, recomiendo el trabajo de Susana Delgado Ramírez (2017), quien plantea
que la amenaza de despojo por la construcción de Grandes Represas es el detonante de un
fenómeno psicológico-social que teóricamente se puede conceptualizar como trauma psico-
social. La historia de los afectados está marcada por huellas profundas a nivel psicosocial que
van configurando el modo de ser y de actuar de los sujetos y que se manifiestan en lo social
mediante la modificación del tejido socio-comunitario. Para mayores referencias ver: “Trau-
ma psicosocial y resistencia en comunidades amenazadas de despojo por la construcción de
las represas “El Zapotillo” y “Las Cruces” Vivir bajo amenaza”, Tesis de doctorado en Pos-
grado en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara, México.
15.  La economía de origen neoclásico considera que el “sistema natural” es un sub-
conjunto del “sistema económico”; de ahí que las externalidades, entendidas como los
efectos negativos o a veces positivos no recogidos en los precios del mercado, tengan que
ser asumidas por este sistema económico en términos de “costos”. Cuando existe una
externalidad, significa que hay un fallo del mercado o del gobierno. En contraposición
con esta perspectiva, Joan Martínez Alier plantea que las externalidades son todo menos
fallos, son más bien éxitos en la transferencia de costos (Martínez Alier, 2008).

104
Mina Lorena Navarro

En diálogo con Foster, entiendo que la separación es posible por un proceso


de doble alienación; del trabajo humano y de los seres humanos con res-
pecto a la naturaleza (Foster, 2000). De modo que, el cambio de la actividad
humana y del trabajo, en paralelo implica el cambio del metabolismo y de
la relacionalidad de los productores/as con la naturaleza. Esta alienación se
produce en la medida en que el capital arremete contra las relaciones socia-
les articuladas en torno a la producción de valores de uso, para reorganizar-
las a través de la lógica del valor de cambio.16
La alienación de la naturaleza humana o de la “naturaleza interior” con
respecto de la “naturaleza exterior” o de los “recursos naturales” racio-
nalmente se explica por una aparente condición de superioridad, indepen-
dencia y exterioridad de la primera con respecto a la segunda. Hablo de
“apariencia”, en tanto se trata de una forma fetichizada, es decir, una ilu-
sión objetiva que oculta y deforma la red de relaciones de interconexión e
interdependencia entre todas las formas de vida que en conjunto habita-
mos el planeta. Las sociedades humanas somos naturaleza y dependemos
de la naturaleza por lo que no podemos prescindir de la misma para re-
producir nuestra existencia. Sin embargo, con el capitalismo esa interde-
pendencia se organiza para satisfacer las necesidades de la acumulación
del capital y no de la reproducción de la vida. En ese sentido, entiendo la
separación como un proceso que deforma y subordina la interdependencia
entre múltiples especies y mundos de vida para satisfacer los designios
de la acumulación del capital.
En medio de estos contextos, crecen cada vez más, las voces y trabajos
que han denunciado y documentado la brutal e irreversible devastación
ecosistémica que los proyectos del capital están generando.17 Es evidente
que estamos enfrentando una crisis ecológica global en tanto, se ha re-
basado el umbral de la capacidad de regeneración de la naturaleza en su
conjunto, y es que, la mayoría de las reservas de la Tierra han sido drena-
das, quemadas, agotadas, exterminadas y extenuadas (Harraway, 2016).
No es posible sostener más los ritmos y velocidades de extracción y pro-
ducción de la naturaleza para la acumulación del capital. Entre muchos
otros indicadores, Machado (2017) plantea que son tres macro-fenómenos
16.  Los trabajos de Historia Ambiental resultan sugerentes para imaginar y experimen-
tar formas de análisis de las transformaciones ecosistémicas. En particular, se encuentra
la historia ambiental material que analiza “los ambientes físicos y biológicos y la forma
como esos cambios afectan las sociedades humanas, acentuando los aspectos económicos
y tecnológicos de sus actividades” (McNeill, 2005: 13).
17.  El 15 de noviembre de 2014 se dio a conocer la sentencia del Tribunal Permanente
de los Pueblos que durante 3 años recibió los testimonios sobre la situación que se vive
en México. En la sentencia final, entre otros temas, se puede revisar el balance que se ha
hecho sobre la brutal devastación socio-ambiental que el neoliberalismo ha venido gene-
rando en nuestro país. Ver: http://mexico.indymedia.org/IMG/pdf/sentencia.pdf

105
Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

los que sobresalen por su gravedad y por el carácter imprevisible de sus


impactos y efectos, a saber, la crisis climática-energética, la crisis de la
biodiversidad, y la crisis agro-alimentaria.18

A modo de cierre

El despojo y explotación del trabajo, de la naturaleza y en general de la


vida, está imponiendo fuertes dosis de violencia que erosionan, desgarran
y aniquilan los territorios, las fuentes de vida, los tejidos comunitarios y sus
capacidades de reproducción y autodeterminación.  Estas ofensivas son cada
vez más intensas, expansivas, veloces, generan alteraciones más profundos
e irreversibles y se diseminan mediante viejos y nuevos mecanismos de vio-
lencia y dominación.
En definitiva, los tiempos actuales están marcados por la barbarie del ca-
pital y la guerra; el dolor, la desesperación, el terror y el miedo. Es evidente
que los ciclos de reproducción del capital son más rápidos que los ciclos de
regeneración de las energías sociales, de la naturaleza y de la vida. Esta con-
tradicción está produciendo una profunda crisis de la reproducción social y
de la vida, lo que se evidencia en la fragilidad de los territorios, los cuerpos
y sus capacidades de regeneración de los equilibrios vitales.
En este texto, intentando mirar desde una perspectiva holística,19 busqué
reconocer y conectar, las múltiples dinámicas socioecológicas que se ponen
en juego en los procesos de separación de la acumulación del capital, prin-
cipalmente a partir de la implementación de megaproyectos. En todo esto
vimos que las separaciones en las distintas dimensiones analizadas (econó-
mica, política, cultural-subjetiva y ecosistémica) operan para abatir el control
directo de las y los productores sobre sus medios de existencia, así como la
capacidad autónoma de determinación sobre la vida. La separación, ade-
más, produce escenarios proclives para alienar, desactivar, disciplinar las
subjetividades y normalizar la lógica del valor. La separación corroe la inter-

18.  Un botón de muestra de esto, es el anuncio de la sexta extinción masiva de vertebra-


dos entendida como el preludio de la desaparición de muchas otras especies y el declive
de los ecosistemas que hacen posible la civilización, por parte de Gerardo Ceballos de la
UNAM, junto a varios colegas de la Universidad de Stanford. Tal conclusión, fue pro-
ducto de un trabajo de cartografía de la distribución geográfica de más de 27.600 especies
de pájaros, anfibios, mamíferos y reptiles, es decir, la mitad de las especies vertebradas
terrestres conocidas. Y el declive de las poblaciones de 177 mamíferos estudiados en pro-
fundidad entre 1990 y 2015 (AFP, 2017).
19.  Hablo de intento, porque reconozco que mi propia subjetividad y más como habi-
tante urbana, está alienada por una experiencia de separaciones propias de la moderni-
dad capitalista, principalmente de mi existencia humana con respecto a la llamada “na-
turaleza exterior”.

106
Mina Lorena Navarro

dependencia y las relaciones metabólicas sostenibles entre las comunidades


humanas y no humanas, como fundamentos de la reproducción de la vida.
Ante tales contextos, resulta urgente detener este sistema de muerte, pero
también recuperarnos en el tejido de la vida, des-alienando, re-habilitando
y sanando parcialmente los cuerpos y territorios desgarrados por los efectos
que el despojo múltiple del capital ya ha dejado a su paso. En ese sentido,
considero que la emergencia y proliferación de luchas por lo común y en
defensa de la vida son centrales; para rechazar y bloquear los dictados del
capital, y al mismo tiempo, afirmar múltiples formas orientadas a re-tejer
cotidianamente la vida sobre el principio de la interdependencia entre la di-
versidad de los mundos y especies que habitamos la Tierra.

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Perspectiva socioecológica del despojo múltiple y las separaciones del capital sobre la vida

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Mina Lorena Navarro

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109
La neoliberalización de la naturaleza.
Genealogía y actualidad del extractivismo
y la economía verde en América Latina
José Seoane1

Neoliberalismo y cuestión ambiental

R esulta hoy casi una obviedad, podría decirse incluso que comienza a
formar parte de un sentido común de época, afirmar la creciente rele-
vancia y centralidad social y política de la problemática ambiental. Cierta-
mente, una de las fuerzas globales que actúa en esa dirección es el proceso de
cambio climático —mejor llamado de crisis climática— que está devastando
territorios, desplazando poblaciones y amenazando la vida en el planeta en
una dimensión mayor que la planteada por el peligro de holocausto nuclear
que signó la “guerra fría” de posguerra.
La importancia política que adquirió esta problemática se evidencia, por
ejemplo, en el hecho de que desde la adopción en 1992 de la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se han sucedido dos
cumbres mundiales, veintidós conferencias intergubernamentales, tres gran-
des acuerdos globales —entre ellos el conocido Protocolo de Kyoto— y un
sinnúmero de reuniones, programas y actividades relativas al cambio climá-
tico, sólo considerando lo hecho sobre ello en el marco de la ONU. Y, sin em-
bargo, en el mismo período, la concentración en la atmósfera de los llamados
gases de efecto invernadero no ha dejado de incrementarse sostenidamente
1.  Sociólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales
(UBA) e integrante del Grupo de Estudios sobre América Latina y el Caribe (GEAL). Es
investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de dicha
Facultad. Ha publicado numerosas contribuciones sobre la problemática de los movi-
mientos sociales, la cuestión ambiental y los procesos sociopolíticos en América Latina.
Entre otras pueden mencionarse los libros: Los modos de tratamiento de la cuestión ambiental
presentes en el arte de gobierno neoliberal. Una arqueología de los documentos de Naciones Unidas
sobre el ambiente 1972 – 2012 (2017) y Extractivismo, despojo y crisis climática. Desafíos para los
movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de Nuestra América (2013), éste último en
colaboración con E. Taddei y C. Algranati.

110
José Seoane

tal como lo muestra el monitoreo regular que realiza la Organización Meteo-


rológica Mundial (OMM, 2016).
Desde una perspectiva más general puede señalarse la misma contrapo-
sición. Al tiempo que la atención e intervención sobre la problemática am-
biental de científicos, gobiernos y corporaciones se multiplica, dicha pro-
blemática no deja de agravarse. La prolongación y reproducción de esta
contradicción obliga necesariamente a revisitar críticamente la significación,
configuraciones y tratamiento de la cuestión ambiental.
Desde el pensamiento crítico se han formulado varias respuestas —dife-
rentes y complementarias— al interrogante que plantea lo que ha sido con-
siderado una “paradoja verde” (Naredo y Gómez-Baggethun, 2012; Lander,
2011). En este caso, nos interesa comenzar por aquella que resalta el lugar que
le cabe en este proceso a la neoliberalización del capitalismo que se desplie-
ga, de manera simultánea al deterioro ambiental, durante las últimas déca-
das. Nos referimos a las consecuencias que deparan estas transformaciones
neoliberales en tanto profundización radical de la fractura del metabolismo
social propia de la sociedad capitalista que Marx tuvo ocasión de señalar en
sus reflexiones sobre la urbanización y la segunda revolución agrícola en
Europa del siglo XIX (Marx, 1982a; 1982b; 2005).
En esta perspectiva, el neoliberalismo no consiste sólo en un rosario de polí-
ticas económicas o un modelo socioeconómico sino que remite a un conjunto
diverso de mutaciones que, con diferentes temporalidades y geografías y en
un proceso no lineal y signado por luchas, rupturas y continuidades, reconfi-
gura las distintas dimensiones de la vida social del capitalismo y del sistema
mundo de posguerra. Se trata entonces del nombre provisorio que permite
identificar un período específico en la historia larga del capitalismo (Gilly y
Roux, 2009; Chesnais, Duménil, Lévy y Wallerstein, 2001).
En este sentido, parte de las transformaciones que este neoliberalismo im-
plica respecto de la llamada relación sociedad-naturaleza han sido conside-
radas bajo el tópico de neoliberalización de la naturaleza (Castree, 2010). El
propósito del presente artículo es proponer una serie de reflexiones sobre
este proceso, o sobre algunas de las dimensiones que el mismo adopta, espe-
cialmente en Nuestra América. En este sentido, en primer lugar abordamos
las características del modelo extractivo exportador configurado en nuestra
región como parte de las transformaciones neoliberales así como los debates
planteados en relación con las formas de acumulación de capital caracterís-
ticas de esta fase neoliberal para postular un examen sobre su actualidad.
En segundo lugar, proponemos una reflexión sobre las particularidades de
la reformulación de la cuestión ambiental promovida por las racionalidades
neoliberales de gobierno, particularmente a partir del análisis de la econo-
mía verde considerada como el nuevo paradigma del tratamiento de la pro-

111
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

blemática ambiental en el contexto de la reconfiguración contemporánea del


proceso de producción/reproducción de la escisión/relación sociedad-natu-
raleza característico de la modernidad colonialidad capitalista patriarcal.
Examinemos estas dos cuestiones más de cerca.

Extractivismo y neoliberalismo en América Latina: la vigencia de la acu-


mulación por despojo

No es novedad que gran parte de la historia de los pueblos latinoamerica-


nos está signada por la extracción y exportación de bienes naturales y sus
consecuencias de saqueo, destrucción socioambiental y colonización-depen-
dencia. Del régimen colonial al oligárquico se constituyó un modelo prima-
rio exportador basado en las llamadas materias primas o recursos naturales.
Luego del despliegue relativo de la industrialización sustitutiva, la imple-
mentación de las transformaciones neoliberales en la región desde los años
setenta implicaron no sólo el conocido proceso de desindustrialización y
liberalización sino también la emergencia y configuración del modelo ex-
tractivo exportador. Pero no se trata simplemente de un retorno al pasado,
más allá de las similitudes que pueden establecerse y del papel que le cabe
a las memorias populares de saqueos y dominaciones pasadas en los proce-
sos de subjetivación contemporáneos de los sujetos subalternos y sus luchas,
sino de una novedad que distingue, en este campo, al período neoliberal.
Extractivismo en lugar de primario exportador, commodities en lugar de ma-
terias primas, no es sólo el efecto de una modernización lingüistica. Ambos
términos tienen una historia larga pero también particulares significaciones
recientes; examinemos brevemente esta cuestión.
Por una parte, el término extractivismo, que en la historia larga refiere a la
explotación —extracción— de los llamados recursos naturales no renova-
bles —los hidrocarburos y los minerales—, se utiliza ahora para abarcar a
un conjunto mucho más amplio de actividades económicas vinculadas a los
bienes comunes naturales como las del agronegocio e, incluso, el turismo in-
ternacional de lujo. Esta nueva significación del término pretende dar cuenta
justamente de los procesos de deterioro y destrucción de las condiciones de
existencia de la vida humana y no humana que caracterizan en la actualidad
a todas estas actividades y a la neoliberalización capitalista en general (Seoa-
ne, 2017). El significado contemporáneo de la expresión “extractivismo”, de
este nuevo extractivismo, remite entonces a un proceso donde, para utilizar
una expresión clásica del pensamiento económico, la tasa de explotación del
recurso se ha vuelto más alta que su tasa de renovación transformando en no
renovables a recursos que en el pasado eran considerados renovables (Acos-

112
José Seoane

ta, 2011). O, para utilizar una expresión más contemporánea del campo de
la economía ecológica y del debate sobre el desarrollo sustentable, donde
disminuye o se pierde parte del stock disponible del capital natural (Daly,
1990 y 1994). O, en los términos de cierta perspectiva ecosocialista, donde
el despliegue de las relaciones sociales de producción vigentes destruye las
propias condiciones de la producción (O’Connor, 2001). Lo mismo que de-
nuncian los movimientos sociales cuando hablan de saqueo y devastación
social y ambiental. De esta manera, la novedad del extractivismo se encuen-
tra en relación con las características que asume la neoliberalización capita-
lista actual y sus efectos sobre el Sur del Mundo2.
Por otra parte, si bien el término “commodities” parece poder pensarse como
sinónimo del de materias primas; el mismo tiene también un significado dife-
renciado y particular. Se utiliza para nombrar a un conjunto de bienes caracteri-
zados por ser iguales e intercambiables a nivel mundial independientemente de
quien o donde se produzcan refiriéndose así a productos homogéneos con un
bajo nivel de diferenciación y especialización3; es decir, que se comercializan en
el mercado mundial sin ningún o con muy bajo nivel de elaboración industrial
lo que, admitamos, puede ser característico tanto del extractivismo exportador
como también del viejo modelo primario exportador. Pero, en este caso, la homo-
geneidad de estos bienes no refiere sólo —ni principalmente podríamos decir—
a sus propiedades materiales sino a su construcción social como mercancías en
los mercados globales constituidos en las últimas décadas llamados “mercados
a futuro” o “a término” donde su compra se pacta a un plazo determinado de
entrega permitiendo así que dicho contrato de compra cambie de mano un sin-
número de veces otorgando una participación significativa en estos mercados al
capital especulativo y vinculando los precios de los bienes naturales a los ciclos
de especulación financiera; lo que supuso, por ejemplo, dramáticos incrementos
de los precios de los alimentos a nivel mundial entre 2007-2008 y 2011-2012 con
sus efectos de inflación, crisis alimentarias, hambrunas y revueltas sociopolíticas
en diferentes regiones del mundo. Nuevo extractivismo y commodities resultan
así construcciones sociohistóricas producto de las transformaciones neoliberales
en el campo de la explotación de los bienes comunes naturales.
Finalmente, en relación con el examen de estos procesos ampliados de mer-
cantilización que caracterizan al neoliberalismo en el campo del pensamiento
crítico se ha planteado un rico debate sobre las formas de la acumulación de
capital contemporáneas. En este sentido, sea bajo la nominación de acumula-

2.  En este sentido, lo que entendemos por nuevo extractivismo se diferencia de la concep-
tualización de neo-extractivismo progresista desarrollada por Eduardo Gudynas (2009).
3.  Se utiliza, por ejemplo, en referencia a los hidrocarburos (petróleo, gas), los minera-
les y metales (hierro, cobre, aluminio, oro, plata, etc.), los cereales y oleaginosas (trigo,
maíz, arroz, soja, palma, etc.), y otros productos agrícolas (frutas, cacao, café, azúcar,
algodón, caucho, fertilizantes, etc.) y ganaderos.

113
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

ción por despojo o por desposesión (Gilly y Roux, 2009; Harvey, 2006), el exa-
men de las especificidades del neoliberalismo ha estimulado un diálogo y, en
cierto sentido, un retorno a Marx y, en este caso, a sus formulaciones respecto
de la llamada acumulación originaria que se plantea crítico de las visiones eta-
pistas y de las interpretaciones positivistas y deterministas —esa alma fría del
marxismo, como la llamaba Bloch— que hubieron de predominar a lo largo
de ciertos momentos del siglo XX4. El señalamiento del carácter permanente
de esos mecanismos atribuidos a la acumulación originaria, de la coetaneidad
y coespacialidad de las formas de la acumulación de capital basadas tanto en
el despojo como en la plusvalía, de las múltiples dimensiones de la vida social
que abarca, de las estrechas relaciones entre ambas, constituyen los aportes
más interesantes de estas reflexiones. No sólo han permitido resaltar la di-
mensión societal y global que adquiere el despojo en esta etapa neoliberal —
incluido el papel económico de la coerción— sino que también han puesto de
manifiesto la matriz común que relaciona estos diferentes procesos y disposi-
tivos de mercantilización y el carácter enajenador de este proceso de “econo-
mización de lo no económico” característico de la neoliberalización capitalista.

De la crisis a la ofensiva neoliberal: actualidad del modelo extractivo ex-


portador

La historia de la constitución de este modelo extractivo exportador en


Nuestra América nos remite particularmente a dos momentos. Por un lado,
a la década de los ’90 y las privatizaciones de las empresas estatal-públicas
vinculadas a la explotación de los bienes comunes naturales constituidas en
el periodo anterior y la trasformación pro mercado en favor del gran capital
trasnacional de la legislación y los organismos de control relativos a dichos
bienes. En este sentido, el “Consenso de Washington” tuvo una específica e
inocultable dimensión extractivista.
Y, por otro lado, la historia del extractivismo en la región nos conduce tam-
bién a su expansión y profundización en la década siguiente —especialmente,
entre los años 2003 y 2007— en el contexto de un sostenido incremento de los
precios mundiales de estos bienes que motorizó un ciclo de crecimiento econó-
mico histórico a nivel regional5. Esta potenciación y predominancia del extrac-

4.  Incluso este debate ha supuesto un diálogo crítico con el propio Marx; como, por
ejemplo, se plantea desde cierta tradición feminista y de la colonialidad del poder res-
pecto del lugar que le cabe al genocidio de mujeres y de los pueblos originarios del Abya
Yala en la acumulación originaria (Federici, 2015; Quijano,2014)
5.  Como ha sido mencionado en otras oportunidades hay que retrotraerse a los años
sesenta para encontrar un periodo de seis años seguidos de crecimiento del PBI regional
como lo fue entre 2003 y 2007 (Seoane, Taddei y Alganarti, 2013)

114
José Seoane

tivismo llevó a considerar con acierto a dicha década bajo el signo del “Con-
senso de los Commodities” (Svampa, 2012), aunque, en este caso el consenso
no supuso también un acuerdo sobre el conjunto de las políticas públicas y
la matriz societal. La dinámica del extractivismo resultó diferente en virtud
de las distintas salidas nacionales conformadas en el marco de los intentos de
resolución de la crisis de hegemonía del régimen neoliberal planteada hacia
fines de los años noventa. En aquellos casos donde se continuaron las políticas
neoliberales, la profundización del despojo extractivista cobró una dimensión
de violencia y muerte descargada sobre las poblaciones y movimientos resis-
tentes, incluso bajo la promoción de un proceso de militarización social que
fue llamado “neoliberalismo de guerra” tan presente bajo el gobierno de Uribe
en Colombia, de Alan García en Perú o de Felipe Calderón en México. Bajo la
hegemonía de políticas neodesarrollistas, la profundización del extractivismo
fue acompañada por la apropiación pública de una parte de su renta y el sos-
tenimiento de políticas sociales amplias y de otras actividades económicas. En
el caso de las experiencias de trasformaciones más radicales orientadas por las
referencias a un nuevo socialismo (comunitario o del siglo XXI) el crecimien-
to de las actividades extractivas fue de la mano de significativos procesos de
nacionalización y cambios mayores en la distribución del ingreso desplegan-
do incluso una programática de transformación de la matriz productiva y de
reformulación de la relación sociedad-naturaleza (por ejemplo, bajo las refe-
rencias al Buen Vivir) aunque estos aspectos resultaron finalmente acotados,
restringidos al terreno discursivo o al plano de los movimiento sociales.
Pero en la década siguiente el “consenso de los commodities” mostró su que-
branto. El cambio en el procesamiento internacional de la crisis económica
global a partir de 2011 implicó una caída sostenida de los precios de estos
bienes naturales y, en definitiva, el desplazamiento de los efectos recesivos
al Sur del Mundo. Si en las décadas anteriores había quedado de manifiesto
las dimensiones de saqueo y devastación socioambiental del extractivismo,
el desplome de los mercados globales de commodities expuso el carácter de-
pendiente e inestable de este modelo. Los tiempos de dificultades, desacele-
ración o recesión económica regresaron al escenario regional.
Resulta una paradoja que merece aún mayor examen de la reflexión crítica
el hecho de que esta crisis del modelo extractivo exportador abriera un pro-
ceso de transformaciones que supuso, de distintas maneras, un reforzamien-
to del extractivismo latinoamericano. Sobre ello, no puede dejar de mencio-
narse, por una parte, que el peso de una razón de estado tendió a orientar
las acciones de gobierno a la profundización de estas actividades —con ma-
yores concesiones y proyectos— en el objetivo de compensar la pérdida de
dinamismo económico y la caída de los ingresos fiscales; expresando así el
carácter estatalista del extractivismo y los límites de la matriz liberal Esta-

115
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

do-sociedad civil y de la transformación social en los procesos de cambio no


neoliberal (Seoane, Algranati y Taddei, 2011). Por otra parte, las fracciones
dominantes vinculadas a estos sectores redoblaron sus cuestionamientos a
las regulaciones e imposiciones fiscales y, particularmente, a los diferentes
modelos político-económicos no neoliberales conformados a la luz de los
procesos de cambio experimentados en muchos de los países de la región
en las últimas décadas. Finalmente, los procesos que atravesaban y confor-
maban las prácticas de los sujetos subalternos (entre otros, el relativo reflujo
de la conflictividad, el aislamiento local de las luchas anti-extractivistas, la
restricción del cambio al mejoramiento del ingreso e incremento del consu-
mo) también contribuyeron a que la crisis económica del modelo extractivo
exportador y la difusión del malestar social no conllevara mayores cuestio-
namientos al extractivismo y favoreciera la construcción de transiciones que
reforzaron el mismo.
En este sentido, particularmente en aquellos proyectos y países atrave-
sados por el neodesarrollismo, los límites endógenos de los procesos de
cambio se tradujeron, en este contexto, en crisis de hegemonía abriendo
paso a una profunda ofensiva neoliberal (Seoane, 2016). Nuevamente en la
historia latinoamericana, como cuando las hiperinflaciones de los ochenta
y noventa, la propia crisis del capitalismo dependiente fue aprovechada
para la profundización de las transformaciones neoliberales responsables
de la misma crisis. En relación con ello, es necesario recordar que el propio
arte de gobierno neoliberal se caracteriza justamente por la consideración
de las crisis como oportunidad y por haber desplegado un conjunto de
prácticas discursivas y extradiscursivas que conforman efectivas tecnolo-
gías de gobierno de las crisis (Murillo, 2015).
En este contexto, el triunfo electoral de la nueva derecha en Argentina
a fines de 2015 y el golpe parlamentario en Brasil en 2016, para citar los
casos más emblemáticos de esta ofensiva neoliberal, vinieron a beneficiar
y promover las actividades extractivas y su control por el gran capital lo-
cal y trasnacional desde el agronegocio a la megaminería y la explotación
hidrocarburífera a través tanto del desmantelamiento de las regulaciones
e imposiciones fiscales como de un nuevo ciclo de privatizaciones y conce-
siones. Los avances en la privatización de las nuevas reservas del Pre-Sal y
la desestructuración de Petrobras en Brasil y lo hecho en similar dirección
en Argentina, particularmente con las reservas de hidrocarburos no con-
vencionales y Vaca Muerta, son sólo un ejemplo de en qué medida esta em-
bestida neoliberal debe ser considerada particularmente en su dimensión
de profundización del extractivismo latinoamericano. En similar dirección,
pero en términos societales, las trasformaciones socioeconómicas promovi-
das en estos países se orientan a consolidar una matriz social basada en la

116
José Seoane

exportación de commodities en desmedro, nuevamente, de los sectores in-


dustriales mercado-internistas y los ingresos de los asalariados. Ello queda
de manifiesto, por ejemplo, en las expresiones del actual presidente argen-
tino que luego de más de un siglo signado por los diferentes momentos de
la industrialización sustitutiva y los debates —pasados y actuales— sobre
el desarrollo, la dependencia y el extractivismo; plantea como meta ambi-
ciosa de su proyecto reemplazar el horizonte de granero del mundo propio
de la Argentina oligárquica de fines del siglo XIX por el más moderno de
supermercado del mundo (Perfil, 2015). De esta manera, aún con la ines-
tabilidad que todavía atraviesan estos procesos, se vislumbra en Nuestra
América un nuevo ciclo del extractivismo exportador. Su examen detenido
exige también considerar las formas que adopta y adoptará la guberna-
mentalidad de estos procesos. Veamos esta cuestión más de cerca.

La gubernamentalidad del extractivismo: cuestión social y cuestión


ambiental

La lógica del despojo que caracteriza a la acumulación por desposesión vi-


gente en el modelo extractivo exportador, lleva implícita, no como error sino
como regla, la violencia estatal y paraestatal. La de los cuerpos represivos es-
peciales del Estado y la maquinaria legal-judicial-carcelaria; y también la de
la pléyade de sicarios, guardias armadas y paramilitares que operan, entre la
permisividad y los ilegalismos, en los territorios donde se realiza la primera
fase del extractivismo, la de la apropiación privada corporativa de los bienes
naturales. Sobre ello, ya Marx en sus análisis de la acumulación originaria
resaltaba cuanto en estos casos la violencia se vuelve efectiva potencia eco-
nómica (Marx, 1982a).
Sin embargo, la reproducción societal de dicho modelo no se asegura so-
lamente mediante el uso o la amenaza de la coerción, del ejercicio del sis-
tema policial-penal. Las condiciones para la exitosa aplicación local de la
violencia exigen procesos más complejos de porte regional y nacional que
garanticen lo que podemos llamar la gubernamentalidad del extractivis-
mo. Artes y racionalidades de gobierno de las conductas de poblaciones e
individuos, de producción y reproducción de subjetivizaciones específicas
orientadas o capaces de procesar y gestionar en sentidos no antagónicos las
contradicciones desplegadas.
En relación con ello, la profundización del extractivismo bajo la hegemonía
del neodesarrollismo en América Latina reclamó legitimidades y hegemo-
nías en la pretensión de resolver la cuestión social aún si ello significaba un
costo ambiental considerado, en todo caso, un “daño colateral”. La justifica-

117
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

ción del modelo extractivo exportador se sustentó así –tanto en los discursos
corporativos como del funcionariado político y los comunicadores sociales–
en el aporte aparentemente insustituible que dichas actividades realizan al
crecimiento económico, al empleo y el desarrollo local y nacional. En igual
sentido, bajo el neoliberalismo de guerra la metáfora de la “locomotora del
desarrollo” o la identificación de sus críticos como el “perro del hortelano”
recurrían a parecida oposición, aunque, en este caso, referida más al creci-
miento económico —y la circunscripción del desarrollo a esta dimensión—
que a la cuestión social (Seoane, 2013). En sus diferentes modulaciones, estas
prácticas discursivas constituyen y reproducen la lógica de la formulación
de una dualidad que escinde, construye y opone una cuestión social a otra di-
ferente cuestión ambiental. Una dualización antagónica de la vida societal que
resulta, por un lado, una expresión específica, histórico-concreta, del proceso
de escisión/relación entre sociedad y naturaleza que constituye uno de los
núcleos básicos de la cosmovisión promovida por la modernidad colonial
capitalista patriarcal. Escisión que funda la idea de la apropiación y explo-
tación humana de la naturaleza; y que mientras subjetiviza bajo el patrón
eurocéntrico e individualizante la noción y propio cuerpo de la sociedad,
objetiviza la naturaleza hasta transformarla en una cosa que debe ser medida
en términos de su productividad o rentabilidad.
La construcción de esta dualidad entre sociedad y naturaleza, entre lo social
y lo ambiental, supone así tanto la oposición entre ambas como simultánea-
mente su constitución escindida específica. Se delimita una cierta cuestión
social en tanto referencia a las condiciones de vida de los sujetos subalternos,
de la gestión social de las mismas como tratamiento de la contraposición
entre las promesas de la democracia política y la realidad de la acumulación
privada en la economía (Donzelot, 2007; Murillo, 2008 y 2012). En este sen-
tido, el tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental promueve a su vez
una reformulación específica de este proceso de dualización. No sólo por
su pretensión de disolución de la cuestión social —cuestionando el carácter
natural de la igualdad humana que postula el liberalismo político del siglo
XVIII— y la reconfiguración de la subjetivación social en tanto empresarios
de sí mismos sino también por la ambición de la constitución de la natura-
leza como capital y la difusión del tratamiento de mercado de la cuestión
ambiental planteados como la superación de la oposición entre economía y
ambiente (Seoane, 2017); cuestiones que han sido examinadas y señaladas
desde el campo del pensamiento crítico como una de las características cen-
trales del tratamiento neoliberal del ambiente (Gudynas, 1995; Leff, 1996 y
2004; Lander, 2011; Naredo y Gómez-Baggethun, 2012).
Simultáneamente a estos procesos de capitalización de la naturaleza, las ra-
cionalidades neoliberales de gobierno de la cuestión ambiental promueven

118
José Seoane

también procesos relativos a la naturalización del ambiente, podríamos de-


cir de desocialización de la problemática ambiental. En esta dirección, cier-
tamente, recupera, potencia, desbloquea, significaciones presentes en una
historia larga, donde la problemática ambiental es referida a un ambiente de
pura naturaleza resultado de la construcción sociohistórica de esos “terri-
torios vacíos” o “territorios sin historia” donde los pueblos que los habitan
son invisibilizados y deshumanizados en el proceso de constitución de esta
naturaleza cuyo destino es ser explotada o, en todo caso, conservada6.
Pero, por otra parte, implica profundizar y desplegar una serie de muta-
ciones que en el tratamiento internacional de la cuestión ambiental vienen
teniendo lugar desde su nominación como problemas del medio humano en
la primer conferencia mundial de Naciones Unidas sobre la temática (Con-
ferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, Estocolmo, 1972), a la
emergencia de la concepción de medio ambiente (especialmente, presente
en el idioma español) y su significación relativa a la mitad del ambiente no
humano a partir de la Cumbre de Río (Conferencia de Naciones Unidas so-
bre el Desarrollo y el Ambiente, Río de Janeiro, 1992) hasta la aparición en
el debate internacional de la noción de economía verde en la última década.
Actual paradigma del tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental, la
economía verde aparece también en algunas de las experiencias de la ofensi-
va neoliberal actual en la región; particularmente, en la política de la nueva
derecha en Argentina que supo acuñar ya hace años a nivel del principal dis-
trito urbano del país la referencia a una “Buenos Aires Verde”. Examinemos
entonces más de cerca la historia y significaciones de este paradigma de la
economía verde.

La emergencia del paradigma de la economía verde en el procesamiento


de la crisis global

A partir del 2011 se ha ido generalizando a nivel global el uso del acápite
verde para nominar el tratamiento ambiental respecto de un variado con-
junto de actividades económicas, sociales e institucionales. En este sentido,
comenzó a divulgarse tanto en el campo del pensamiento económico como
en el discurso político, mediático y corporativo los términos de “compras
verdes” (relativo a las compras del sector público), “energías verdes”, “edi-
ficios verdes”, “agricultura verde”, “turismo verde”, “empleos verdes”,
“ciudades verdes”, “patentes verdes”, “industrias verdes”, etc., incluyen-
do dentro de estas referencias a los mecanismos de mercado aplicados al
6.  Lo que pone de manifiesto además el carácter sistémico de la perspectiva conserva-
cionista, como hemos señalamos en obras anteriores (Seoane, 2012 y 2017)

119
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

tratamiento de la cuestión ambiental, desde los mercados de carbono en


relación con el cambio climático a los servicios ecosistémicos o ambientales
en relación con la biodiversidad.
Estos dispositivos de prácticas discursivas y extradiscursivas que han ten-
dido a circunscribir el tratamiento de la problemática ambiental al “enver-
decimiento” del mundo económico y social expresan la creciente hegemo-
nía ganada por la llamada “economía verde” como nuevo paradigma de
la reconfiguración neoliberal de la cuestión ambiental. En este sentido, la
economía verde se promovió, desde sus inicios, como la necesaria opera-
cionalización y, más recientemente, como la superación del desarrollo sos-
tenible propuesto por el Informe Bruntland en 1987 y consagrado interna-
cionalmente a principios de la década de los noventa en la Conferencia de
Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo también conocida
como Río ‘92.
El término “economía verde” fue introducido por primera vez por David
Pearce, Anil Markandya y Edward Barbier en su libro Blueprint for a Green
Economy publicado en 1989 basado en un informe preparado por estos refe-
rentes de la economía ambiental a solicitud del Departamento de Ambiente
de Gran Bretaña orientado a indagar sobre las consecuencias prácticas del
desarrollo sostenible. De esta manera, la concepción de la economía verde
intervenía así, como señalamos antes, en el debate sobre las significacio-
nes del desarrollo sostenible abierto a posteriori de la difusión del Informe
Bruntland; pero a diferencia de la discusión sobre el carácter fuerte o débil
de este desarrollo7, postulaba una integración pro-activa entre crecimiento
económico y ambiente por fuera de cualquier racionalidad conservacionista.
Suponía así una propuesta de reformulación de la actividad económica —en
definitiva, otro tipo de modelo de crecimiento económico— incorporando
para ello en la actividad económica la valorización de sus efectos ambienta-
les, de los llamados activos ambientales o capital natural y, consecuentemen-
te, la utilización de los incentivos basados en el mercado en el tratamiento de
la cuestión ambiental. En esta dirección, la planteaba tanto el enverdecimien-
to de la economía como la economización de lo verde.
Más allá de la repercusión ganada por la publicación de 1989 y por la serie
de blueprints8 a los que dio lugar, recién dos décadas después el concepto
7.  Las diferencias entre las interpretaciones “fuertes” o “débiles” del desarrollo
sostenible pueden resumirse en que el primero afirma que el carácter sostenible del
desarrollo reposa en la conservación del stock disponible de capital natural mientras
que el segundo circunscribe la conservación a la suma del capital natural y del capital
manufacturado, planteando entonces que el incremento del segundo puede suplir la
destrucción del primero.
8.  Nos referimos al Blueprint 2: Greening the World Economy publicado en 1991; al Blueprint
3: Measuring Sustainable Development de 1993; al Blueprint 4: Capturing Global Environment
Value en 1995; y finalmente, al Blueprint for a Sustainable Economy editado en 2000.

120
José Seoane

de “economía verde” fue introducido en el marco de Naciones Unidas y el


tratamiento internacional de la problemática ambiental. A instancias de la
Unión Europea, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA) lanzó en 2008 la “Iniciativa Economía Verde” y en 2009 presentó
el Informe Global Green New Deal. De esta manera, la economía verde emer-
gió en el tratamiento internacional de la cuestión ambiental justificándose
como respuesta a una crisis económica que, con epicentro en los países del
viejo centro capitalista proyectaba sus consecuencias a nivel global, era con-
siderada como una oportunidad para el enverdecimiento de la economía
(PNUMA, 2009 y 2011)
Sin embargo, este New Deal verde, que pretendía rememorar aquel roose-
veltiano planteado ante la Gran Depresión de los años treinta, no postulaba
el despliegue de la intervención económica estatal y la inversión pública
sino que sostenía la reorientación de las inversiones o rescates públicos ya
previstos hacia actividades económicas consideradas “verdes” así como in-
sistía en la necesidad de avanzar en la valorización del ambiente y la natu-
raleza, con los mecanismos de mercado para el tratamiento de la cuestión
ambiental y el libre comercio.
En esta dirección, la economía verde ponía de manifiesto su programática
de mercantilización de la naturaleza y el ambiente en tanto tratamiento y
presunta resolución de la cuestión ambiental. Los años posteriores al 2009
se caracterizaron por la acelerada difusión y promoción de este paradigma
a nivel global, regional, nacional y sectorial9. Su difusión tuvo lugar en un
contexto de divulgación de diferentes informes internacionales sobre la cri-
sis climática y la pérdida de biodiversidad que fundamentaban el mismo
enfoque de mercado sobre la problemática ambiental. Por ejemplo, en 2008,
se presentaron los resultados de la primera fase del estudio The Economics of
Ecosystems and Biodiversity realizado por el G8 (Grupo de los 8) en la reunión
de la Convención sobre Diversidad Biológica que, al tiempo que evidenciaba
9.  En este sentido, en el marco de diferentes instituciones continentales y regionales se
realizaron reuniones y elaboraron documentos sobre la economía verde. Entre otras, por
ejemplo: Green Growth, Resources and Resilience: Environmental Sustainability in Asia and the
Pacific del 2010 producido por la Comisión Económica y Social del Asia y el Pacífico; “La
Economía Verde: Introducción al debate e implicaciones para América Latina y el Cari-
be” de la CEPAL del 2010; A Green Economy in the Context of Sustainable Development and
Poverty Eradication: What are the Implications for Africa? publicado en 2011 por la Comisión
Económica para Africa). En el caso de Latinoamérica, la propuesta de la economía verde
se presentó en la XVII Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente de América
Latina y el Caribe realizada en la ciudad de Panamá, Panamá, en abril de 2010. En el ám-
bito nacional, por ejemplo, se destaca la Estrategia Nacional para el Crecimiento Verde y
el Plan de Cinco Años (2009-2013) elaborado por el gobierno de Corea del Sur, la sección
de “Desarrollo Verde” del duodécimo Plan a Cinco Años de China (2011-2015); el Plan
Nacional de Desarrollo de Irlanda (2007-2013); la Estrategia de Desarrollo Económico y
Reducción de la Pobreza de Ruanda (2008-2012).

121
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

el proceso de degradación de los ecosistemas y las pérdidas de biodiversi-


dad, postulaba la ampliación de los servicios ecosistémicos y su valorización
económica. Y, en 2007, se difundía el llamado Informe Stern (2007) sobre el
cambio climático que proponía avanzar con las soluciones de mercado para
el tratamiento de la crisis climática.
Por otra parte, en los mismos años se potenciaron los procesos de apropia-
ción y control privado —en la mayoría de los casos del capital transnacional—
de una amplia gama de bienes naturales y de los territorios donde éstos se
asientan en el Sur del Mundo en el contexto de la recesión o caída del creci-
miento de las economías del viejo centro del capitalismo industrializado en lo
que ha sido considerado una verdadera ofensiva extractivista que supuso, por
contrapartida, un renovado y amplificado ciclo de conflictividad y resistencias
sociales (Seoane y Algranati, 2012; Seoane, Taddei y Algranati, 2013).
De esta manera, la emergencia y creciente influencia del paradigma de la
economía verde en el debate internacional sobre la cuestión ambiental tuvo
lugar en este contexto de impulso —en diferentes niveles y planos— de los
procesos de mercantilización de los bienes naturales en el Sur del Mundo en
tanto procesamiento imperial de la crisis económica global.

El gobierno neoliberal de la cuestión ambiental: capitalización de la na-


turaleza, naturalización del ambiente

En esta dirección, el PNUMA publicó en 2011 un extenso documento de


más de 600 páginas —de mayor extensión que el reconocido Informe Brundt-
land que consagró el paradigma del desarrollo sostenible— titulado Towards
a Green Economy: Pathways to Sustainable Development and Poverty Eradication
(“Hacia la economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación
de pobreza”10) con el objetivo de impulsar el paradigma de la economía verde
en la Cumbre de Río+20 e incluso de que éste reemplazara o reconfigurara al
de desarrollo sostenible en el tratamiento internacional de la cuestión ambien-
tal. Finalmente, las resistencias de los gobiernos de los llamados países en de-
sarrollo y del BRICS así como las campañas de difusión y protesta promovidas
por diferentes coaliciones y redes de movimientos sociales terminaron restrin-
giendo a la economía verde a un lugar mucho más limitado que el planteado
en el proceso de preparación de la conferencia; por ejemplo, dedicando en el
10.  El informe dedica, más allá de su introducción, tres partes o capítulos a analizar y
proponer medidas para avanzar en la construcción de esta economía verde en 11 secto-
res de la actividad económica (se refiere a: 1) la agricultura, 2) la pesca, 3) el agua, 4) los
bosques, 5) las energías renovables, 6) la industria, 7) los residuos, 8) los edificios, 9) el
transporte, 10) el turismo, y 11) las ciudades) así como analiza las políticas nacionales e
internacionales necesarias a su promoción (PNUMA, 2011).

122
José Seoane

documento final a dicha cuestión sólo cinco de sus 59 páginas (Seoane, 2017).
Sin embargo, la orientación de la financiación internacional a “países en de-
sarrollo” que opten por políticas inspiradas en este modelo; los compromisos
asumidos en relación con el desarrollo de una nueva contabilidad que permita
mensurar económicamente lo que se ha dado en llamar el capital natural; la
adopción de la Declaración de Capital Natural por el Foro corporativo y la
ratificación de los mecanismos de mercado en el tratamiento de la crisis climá-
tica señalan la vigencia del paradigma de la economía verde como reformula-
ción neoliberal actual de la cuestión ambiental y su tratamiento.
En este sentido, si la neoliberalización de la naturaleza se caracteriza por un
proceso ampliado de mercantilización de los bienes naturales y sus territo-
rios tan presente en la constitución y desarrollo del extractivismo latinoame-
ricano y en el lugar que le cabe a la acumulación por despojo o desposesión
—cuestiones que hemos referido anteriormente—, la economía verde con-
densa y promueve un tratamiento de la cuestión ambiental —emergida de
las propias consecuencias del proceso de mercantilización— que se orienta
justamente a la construcción de la naturaleza como capital; a la valorización
del capital natural, los servicios ecosistémicos y los efectos ambientales de
la actividad económica y al tratamiento de mercado; es decir, a promover y
apoyar los procesos múltiples de mercantilización.
En esta dirección, la economía verde rearticula ese conjunto de campos de
prácticas discursivas y extradiscursivas que vienen desplegándose con distin-
tas temporalidades y formas desde los años setenta que refieren a la contabili-
dad ambiental —con los primeros pasos de las estadísticas ambientales en los
años ochenta—; al capital natural y los servicios ecosistémicos —con sus avan-
ces en los años ochenta pero, particularmente, desde los años noventa— ; a los
mercados de carbono y los enfoques de mercado relativos al cambio climáti-
co —ya previstos en el Protocolo de Kyoto pero desarrollados especialmente
a partir de los Acuerdos de Marrakesh de 2001— ; y de la gobernanza am-
biental —impulsada especialmente en la última década. En similar sentido, la
economía verde conjuga y desbloquea un conjunto diverso de racionalidades
gestadas en el pasado, desde la teoría subjetiva del valor y, particularmente,
la escuela austríaca y los aportes de Carl Menger, las críticas de Ludwig Von
Mises a la concepción de la renta ricardiana y su reflexión sobre las razones
del deterioro ambiental, la escuela neoclásica de Milton Friedman y la obra de
Ronal Coase sobre los conflictos ambientales, la justicia y el mercado hasta la
tradición neomalthusiana en los escritos, entre otros, de Paul Erlich y Garrett
Hardin11. A su vez, como hemos analizado en oportunidades anteriores, estas

11.  Hemos desarrollado el examen de estos autores y corrientes y sus vínculos con la
economía verde y las racionalidades de gobierno neoliberal de la cuestión ambiental en
Seoane, 2017.

123
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

racionalidades neoliberales de gobierno de la cuestión ambiental desplegaron


y despliegan estratégicamente una mutación epistémica basada en la benigni-
dad de la capitalización de la naturaleza (Seoane, 2017).
Como señalamos, estas dimensiones mercantilizadoras del tratamiento
neoliberal de la cuestión ambiental han sido, en parte, objeto de la reflexión
propuesta en el pasado por el pensamiento crítico. En este caso, nos interesa
particularmente resaltar que el arte neoliberal esgrime y se sustenta también
en un proceso simultáneo y complementario de naturalización del ambiente.
La producción histórico específica neoliberal de la escisión sociedad–natura-
leza en la configuración de una cuestión ambiental des-socializada y des-his-
torizada significada como sinónimo de un mundo físico no humano no sólo
diferentes y contrapuesto a la cuestión social sino también implicando la
oclusión y disolución de la misma. Sobre ello, referimos ya al pasaje de su
consideración como problemática del medio humano a la concepción de me-
dio ambiente. En esta misma dirección señala la construcción de la referencia
a lo “verde”. Ejemplo de este nuevo desplazamiento puede evidenciarse en
el documento del PNUMA de 2011 que hemos referido. En este largo texto
la noción de medio ambiente casi no se utiliza (sólo se menciona cuatro ve-
ces), mientras que la referencia central se ha desplazado al acápite “verde”
(o diferentes conjugaciones de “enverdecer”) que se utiliza más de trescien-
tas veces. Un desplazamiento que supone un importante cambio de signifi-
caciones que, más allá de que no se precise en parte alguna su significado
particular, puede apreciarse en el hecho de que mientras el término “medio
ambiente” resulta un sustantivo pleno que refiere a un existente que es con-
siderado la mitad de un conjunto más amplio, el de “verde” se utiliza por
el contrario como un atributo o modulación de un sustantivo (por ejemplo:
economía verde, sectores verdes, inversiones públicas verdes, ciudades ver-
des, finanzas verdes, etc.) o como verbo (muchas veces en gerundio) orien-
tado a señalar la transformación de estos sustantivos. En este sentido, el uso
del acápite “verde” aparece como referencia polisémica a la naturaleza y la
problemática ambiental y ya no al ambiente humano y termina siendo con-
figurado como adjetivo o modificación del campo económico que, en todo
caso, subordina y reconfigura la cuestión social.

Desafíos del pensamiento crítico y la praxis emancipatoria

En los últimos años, la producción científico académica ha insistido y re-


flexionado sobre la redefinición de las relaciones entre sociedad y natura-
leza, particularmente en la perspectiva de una creciente integración entre
ambas (entre otros, Worster, 1985; Cronon, 1996a y b; Castree, 2005), una

124
José Seoane

proliferación de construcciones híbridas, parafraseando a Latour (2012)


Uno de los señalamientos que se desprende de este artículo es que estas hi-
brideces, especialmente en la reformulación de las relaciones entre economía
y ambiente, lejos de ser contrarias forman parte también de las racionalida-
des neoliberales de la cuestión ambiental. No sólo por las formulaciones de
la integración o subsunción de la naturaleza a la economía (o al capital), sino
también, en otros planos por ejemplo, con los cuestionamientos a la duali-
zación cartesiana que opone razón y pasión desde las neurociencias; o a la
re-emergencia de una narrativa apologética que reconfigura la humanidad en
la imagen de un hombre-máquina o un ser digital; o con la redifinición de la
noción de vida y de su relación con los procesos de subjetivación-objetivación
características de la escisión moderna sociedad-naturaleza (Canguilhem, 2002;
Rose, 2012; Damasio, 1999; Negroponte, 1995; Murillo, 2015; Latour, 2012)
Por otra parte, hemos referido también que la producción neoliberal de
la cuestión ambiental supone un proceso complementario de construcción
de la escisión entre sociedad y naturaleza que supuso la naturalización del
ambiente. De esta manera, el énfasis en la redefinición de las relaciones en-
tre sociedad y naturaleza debería considerar también ese proceso actual de
escisión-constitución; aspecto que fue parte central de la reflexión del pen-
samiento crítico en relación con los múltiples procesos de explotación y do-
minación propios del capitalismo colonial patriarcal. Y, en ese sentido, la
significación de la cuestión ambiental como problemática “verde” no puede
disociarse de la expansión global actual de un patrón de poder asentado en
la desposesión de humanidad y ciudadanía para amplias franjas y grupos
de la población mundial basada en una re-naturalización de la dominación
(Quijano, 2014) así como la reciente difusión del enverdecimiento de la eco-
nomía y el mundo social no puede separarse de la actual ofensiva neoliberal.
El examen de la praxis emancipatoria de los sujetos subalternos señala tam-
bién un proceso contrapuesto de otras hibrideces, del desmontaje y cues-
tionamiento, ciertamente con modalidades histórico-concretas situadas, a
la dualización que constituye y opone la cuestión social a la cuestión am-
biental, a la escisión sociedad-naturaleza. Así, el movimiento internacional
contra la crisis climática se ha distinguido en la última década por adoptar
la programática articulada de la justicia ambiental y social. Así también los
movimientos locales surgidos contra el extractivismo latinoamericano cues-
tionan los efectos del saqueo y la destrucción de comunidades y territorios.
Así también, frente a las catástrofes climáticas que descarga sobre Nuestra
América la fatídica combinación del extractivismo y la crisis climática, los
movimientos populares señalan que “no es una catástrofe natural, sino la
consecuencia del modelo productivo […] el desborde de los cursos normales
del agua no es la consecuencia lógica de las lluvias, sino producto de la al-

125
Genealogía y actualidad del extractivismo y la economía verde en América Latina

teración de los equilibrios naturales de los diferentes ecosistemas en toda la


región, a partir del cambio de uso de la tierra: la deforestación, la sojización
[…] como sucede habitualmente, estas relaciones económico-ambientales (e
incluso la gravedad de los efectos sobre la población) tienden a ser negadas
por las autoridades políticas y ocultadas por los medios privados de comu-
nicación” (CONAMURI, Paraguay; CNDAV, Uruguay; y otras, 2015) Expe-
riencias, prácticas y programáticas que señalan los desafíos y horizontes que
nutren o deberían nutrir necesariamente la labor del pensamiento crítico.

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Algunas discusiones sobre
transformaciones productivas en
la producción agraria argentina*
Rolando García Bernado1

Sobre las transformaciones en el proceso productivo agrario pampeano

E n el siguiente artículo describiremos y criticaremos los principales as-


pectos del enfoque neoschumpeteriano aplicado a las transformaciones
recientes del sector agropecuario argentino —con especial énfasis en la pro-
ducción de cultivos extensivos en la región pampeana—, oponiéndolos a una
explicación alternativa que recupera elementos de la economía clásica y el
marxismo. A su vez, discutiremos con la tesis del “extractivismo”, que tam-
bién busca dar cuenta de algunos aspectos centrales de las transformaciones
agrarias en el período en cuestión.
Antes de avanzar en la discusión teórica, no obstante, queremos reponer
los rasgos centrales de las transformaciones agropecuarias tal como han
sido reconstruidos a partir de distintas investigaciones históricas, econó-
micas y antropológicas.
Durante los años noventa, en el contexto de una fuerte ofensiva neoliberal
en el país, sucedieron cambios económicos, sociales y jurídicos que reper-
cutieron de manera profunda en la producción agraria. En sintonía con la
liberalización aduanera, la desaparición de los principales entes encargados
de regular el precio de los bienes de origen agrario y ganadero, los límites
impuestos por el tipo de cambio fijo y la baja de los precios internacionales,
entre otros factores, complicaron la competitividad del sector agroexporta-

*. El siguiente texto recoge preocupaciones que fueron trabajadas en un artículo de


próxima aparición en la Revista Mundo Agrario – Revista de la FAHCE/UNLP. Agra-
dezco por sus aportes al grupo de investigación de “Estado y Acumulación” dirigido por
Adrián Piva, así como a Diego Pérez Roig y Guido Galafassi del Grupo de Estudios sobre
Acumulación, Conflictos y Hegemonía (GEACH-UNQ).
1.  Sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires, becario CONICET doctoran-
do en Desarrollo Económico (UNQ), [email protected]

130
Rolando García Bernado

dor. Fue, a su vez, un momento de gran expansión agroindustrial y de fuerte


aumento de la productividad del trabajo aplicado al suelo que afectó de for-
ma directa a una enorme masa de capitales agrarios. “Las privatizaciones,
las desregulaciones y la apertura indiscriminada al exterior en aras de lograr
una ‘mayor integración a la economía mundial’ influyeron significativamen-
te sobre las tendencias y la variabilidad de la actividad agropecuaria” (Teub-
al y Rodríguez, 2002: 98).
En este contexto, tuvo lugar un fuerte crecimiento del complejo oleagino-
so (Lattuada, Farruggia y Guerrero, 1999; Reca y Parellada, 2001; Teubal y
Rodríguez, 2002) y la aprobación, en 1996, del uso de biotecnología en soja
generó un aumento muy significativo de la superficie implantada que estaba
ya en pleno crecimiento (Rodríguez, 2010). A mediados de los años noventa,
una masa importante de capitales agrarios había entrado en una crisis que
perduró hasta aproximadamente el año 2002, y que implicó una transfor-
mación en los actores económicos del agro, favoreciendo el desarrollo de
mayores escalas productivas. Tal como lo describen Barsky y Gelman, “la
intensificación productiva de las unidades agropecuarias sobre la base de
un uso más intensivo del capital y las características propias de un manejo
empresarial cada vez más complejo dieron como resultado un importante
proceso de concentración de la producción en unidades de mayor tamaño.
Ello implicó la eliminación de una cantidad significativa de unidades pro-
ductivas menores” (2009: 467).
En este sentido, un documento de análisis comparativo del período inter-
censal 1988-2002 arroja una disminución el 28,9% en el total de explotacio-
nes agropecuarias del país (Lazzarini, 2004). Es así que “la desaparición de
numerosas EAPs [explotaciones agropecuarias] se presentó como la contra-
partida del crecimiento de un grupo más restringido, que logró acumular
capital y crecer en el marco de la crisis” (Ameghino y Fernández, 2007: 5).
La liquidación de campos por imposibilidad de sustentar deudas contraí-
das por parte de los capitalistas dueños de los mismos, generó el desplaza-
miento de una considerable cantidad fuera del sector. A su vez, hizo su apa-
rición el llamado “minirentismo” (Ameghino y Fernández, 2007; Muzlera,
2013), un fenómeno de concentración de la producción en base al arriendo
que se intensificará con las nuevas condiciones macroeconómicas y la conso-
lidación de una nueva base técnica del proceso productivo.
Durante los años noventa, una cantidad muy relevante de capitales agro-
pecuarios quedaron directamente fuera de la actividad, mientras que el es-
trangulamiento de la rentabilidad y los quebrantos a lo largo del sector ori-
ginaron estrategias diversificadas de una masa de capitales productivos que
buscó reconvertirse en capitales de servicios. De esta forma, y dadas las con-
diciones cambiarias favorables para la capitalización, accedieron a la compra

131
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

de máquinas, lo que produjo un fortalecimiento del sector contratista que


será un actor clave para la producción actual (Gras y Hernández, 2008; 2009;
Hernández y Muzlera, 2016; Muzlera, 2013).
Dada la situación de sofocamiento de la producción, la nueva legislación
sobre biotecnologías jugó un papel clave en mejorar la rentabilidad de los ca-
pitales agrarios. Esto se tradujo en el crecimiento de la masa de exportables
que llegó a marcar pisos históricos. El impacto en el cultivo de la soja implicó
también un crecimiento muy significativo de la superficie implantada, que
pasó —según datos de Ministerio de Agroindustria de la Nación— de 6 mi-
llones de hectáreas en 1995, a 12 millones en 2002, hasta alcanzar el techo his-
tórico de 20,2 millones hectáreas en el año 2013. Si bien el crecimiento de las
oleaginosas es previo y se origina alrededor de los años setenta, se profundi-
zó de forma dramática en el período posterior a la apertura biotecnológica,
a costa de añadir nueva superficie y reemplazar cultivos tradicionales (como
el maíz) y regionales (Rodríguez, 2010). Por otro lado, la superficie de maíz
se mantuvo relativamente estable a lo largo del período, tendiendo a la baja
por la presión de la soja y compensando por la anexión de tierras.
El fenómeno, largamente estudiado, que permitió este importante creci-
miento de la superficie sembrada con cultivos extensivos, combina un pa-
quete tecnológico cuya fórmula involucra un sistema de siembra innovador
para la época (tecnología avanzada en maquinarias), la aplicación de biotec-
nología en semillas, el uso de agroquímicos y particularmente los fitosani-
tarios. El uso de nueva maquinaria y de nuevos insumos conlleva también
un cambio importante en los procesos de trabajo, el abandono de la labranza
por la siembra directa, cambios en los barbechos químicos y mayor potencial
de cultivos, lo cual agrega variables a la planificación que se debe hacer antes
de la siembra, y a la vez brinda una paleta de herramientas nuevas para el
manejo de adversidades (plagas, enfermedades, malezas).
Estas transformaciones implicaron un cambio en el papel jugado por las
distintas personificaciones del proceso productivo agrario, incluyendo la
emergencia de nuevos actores. En primer lugar, porque el cambio en el papel
jugado por el Estado afectó fuertemente al sector, que pasó de ser un actor
central en la determinación del precio interno de los productos exportables a
ser agente recaudador y ente controlador con poca capacidad de incidencia
real en el nivel de la producción. Respecto de los actores de la producción,
allí donde existían arrendatarios, arrendadores, acopios y exportadores,
aparecieron con mayor protagonismo agentes dedicados a los insumos (ven-
dedores de fitosanitarios y fertilizantes, vendedores de semillas), asesores
técnicos (privados y ofrecidos por los proveedores de insumos) y contratis-
tas de nuevo tipo (empresas especializadas en servicios específicos). Final-
mente, los brokers o corredores (también una forma específica de contratista)

132
Rolando García Bernado

empiezan a tener un papel conforme las empresas agropecuarias incorporan


mecanismos de cobertura a su planificación, aunque la extensión real de este
fenómeno aún resulta algo incierta y posiblemente sea pequeña.
Aquel esquema inicial, algo más sencillo y menos dinámico, fue comple-
jizado con la emergencia de pequeños capitales dedicados a servicios espe-
cíficos, y el fortalecimiento de las empresas de insumos. Un actor común a
todo momento han sido las instituciones públicas de creación de tecnología
financiadas por el Estado.
El modelo de producción basado en la siembra directa genera una serie de
beneficios respecto de la rentabilidad, de los cuales los tres principales son: el
doble cultivo; los ahorros en costos de producción; y las mejoras en el suelo que
impactan en los rendimientos. Algunos de estos puntos suelen ser enfatizados
por los organismos como la Asociación Argentina de Productores en Siembra
Directa (AAPRESID), un actor central a la hora de impulsar el uso de la siembra
directa y el paquete tecnológico en general (Gras y Hernández, 2016).
La siembra directa reduce los tiempos y requerimientos del trabajo de pre
campaña y permite la instalación del doble cultivo en ciertas regiones. Esto
implica que allí donde antes se sembraba maíz o soja, se puede duplicar al
menos parte de la superficie implantada, con combinaciones de cultivos de
verano e invierno y cultivos tardíos. Paralelamente, se produce un fuerte
impacto en los rendimientos por hectárea.
Este proceso productivo novedoso permite también un fuerte ahorro en los
gastos pre campaña. En un momento inicial, reduce significativamente los
costos de producción, al eliminar la necesidad de gran parte de los trabajos
de barbecho y simplificar el manejo químico. Un factor fundamental es el
desplazamiento de fuerza de trabajo de estas tareas. Esto también permite
una flexibilidad mayor del momento de siembra2.
A su vez, hay un fortalecimiento de la estructura del suelo, que es dañada
por el arado. Al eliminarlo, se consolida la estructura edáfica, teniendo con-
secuencias beneficiosas en la capacidad de captar nutrientes, por lo tanto,
generando una mayor absorción por parte de los cultivos, produciendo una
sensible mejoría de los rendimientos por hectárea.
La siembra directa sólo puede ser realizada mediante la utilización de cier-
to tipo de máquinas sembradoras, que fueron de gran desarrollo tecnológi-
co. Esto produjo la necesidad de una renovación del parque de máquinas,
que a su vez reforzó el papel jugado por los contratistas. Durante los años
noventa, la aparición de esta maquinaria moderna se debió en gran parte

2.  Existe la creencia de que el ahorro de costos es generalizado y perdura en el


tiempo. Sin embargo, esta idea ha sido puesta en cuestión en tensión en el trabajo
de Pierri (2016).

133
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

a las condiciones favorables de compra de tecnología, paradójicamente, en


contextos desfavorables para la producción, tanto por precios internaciona-
les como por la paridad cambiaria vigente (Barsky y Gelman, 2009).
La siembra directa demanda un tratamiento específico que involucra el bar-
becho químico para la eliminación de malezas. En este punto es donde se en-
trelazan la “quimicalización” para protección de cultivos y fertilización, y el
mecanismo de siembra directa. El universo de los agroquímicos se divide en
fertilizantes y fitosanitarios. Un último componente, que no es agroquímico
pero que está fuertemente asociado al uso de aquellos, son los complementos
para las aplicaciones, como los aceites y coadyuvantes. El modelo de maqui-
naria de punta y siembra directa se complementó perfectamente con el trata-
miento químico de los cultivos, junto con el uso de biotecnología que permitió
aplicaciones químicas sobre cultivos resistentes a distintos agentes activos.
En la actualidad, la aplicación de fertilizantes en cultivos extensivos en
Argentina es limitada a aquellos de más simple composición (mayoritaria-
mente nitrógeno, fósforo, potasio y azufre) (Fertilizar, 2014). Son nutrien-
tes que se agregan al suelo para generar una mayor adopción y mejorar el
rendimiento de cereales y oleaginosas. Los mismos son desarrollados por
una veintena de empresas de origen diverso, normalmente del sector de las
petroquímicas. No toda la superficie se fertiliza, y si se lo hace se aplican
fertilizantes comoditizados. A pesar de esto, en los últimos años ha habido
un desarrollo paulatino de algunos productos premium y componentes de
mayor complejidad, como los bioestimulantes.
La aplicación de fitosanitarios, a su vez, es totalmente elemental al modelo. La
importancia de la quimicalización se acentúa con la posibilidad de hacer apli-
caciones sobre cultivos que incorporan determinados eventos biotecnológicos.
En la actualidad, una veintena de países en el mundo permiten la biotecno-
logía en semillas. La misma consiste en alteraciones genéticas de la semilla
que apilan eventos genéticos que a su vez permiten al cultivo ser resistentes
a determinados químicos, insectos e incluso al estrés hídrico.
En Argentina, la enorme masa de fitosanitarios usados a cultivos extensi-
vos corresponde a aplicaciones de herbicidas, que explican aproximadamen-
te un 60% del mercado (CIAFA, 2016). La mayor cantidad de aplicaciones de
herbicidas, a su vez, se realizan durante el barbecho químico, que puede ser
corto (30 días antes de la siembra) o largo (hasta 180 días antes de la siem-
bra). El resto de las aplicaciones de fitosanitarios se dividen entre insectici-
das, fungicidas y tratamiento de semillas. El peso de estos segmentos varía
según las regiones; los cultivos y las condiciones climáticas de campaña en
campaña afectan fuertemente la adopción de los mismos.
El químico más conocido por la población general es el glifosato, una mo-
lécula originalmente patentada por la multinacional Monsanto cuya patente

134
Rolando García Bernado

hoy es libre a nivel mundial, y cuyo nombre comercial es Round Up. El even-
to de soja Round Up Ready (RR1) constituye una resistencia genética incor-
porada a la planta de soja que la hace resistente al agente activo del químico,
habilitando así las aplicaciones para el control de malezas pos-emergencia,
es decir, cuando el brote ya emergió del suelo.
Si bien el glifosato es el principal agroquímico utilizado en la producción
de cultivos extensivos en Argentina, debido a su efecto en un amplio es-
pectro de malezas y la preponderancia de estas adversidades sobre otras
en la producción local, el mercado de agroquímicos excede por mucho a
este producto en particular. De manera asociada, también son muy rele-
vantes los eventos biotecnológicos aplicados a cultivos de mayor valor,
normalmente utilizados para la producción industrial, como el maíz. Sin
los eventos genéticos que generan la resistencia, muchos agroquímicos
destruirían los cultivos sobre los que son aplicados, tal como el glifosato
destruye la soja convencional.
Entre los distintos enfoques teóricos que han buscado explicar el cambio en
la base técnica de los cultivos extensivos, aún con énfasis diferentes, vamos a
encontrar puntos de acuerdo en los aspectos centrales sobre el papel jugado
por el nuevo paquete tecnológico. No obstante, al momento de identificar el
origen de estos procesos y de elaborar herramientas adecuadas para explicar
qué hay de nuevo y qué de viejo en la producción agraria, aparecen algunas
nociones controversiales sobre las que nos queremos detener.

Avanzando en la discusión sobre los aspectos centrales de esta transformación

Un enfoque destacado por su capacidad descriptiva y pretensión explicati-


va en torno al proceso que tuvo lugar en la producción de cultivos extensivos
desde mediados de los años noventa, es el que representan autores como
Guillermo Anlló, Roberto Bisang y Mercedes Campi. Estos autores han des-
cripto el proceso de transformaciones en la materialidad del trabajo agrope-
cuario utilizando la célebre imagen de Schumpeter acerca de los momento
de crisis y avance tecnológico como destrucciones creadoras. De acuerdo con
ellos, y de manera muy general, las empresas agropecuarias de carácter in-
novador lograron imponer, desde inicios de los años noventa, un modelo de
“agricultura en red”, adaptando un paquete tecnológico químico-biológico
que transformó la manera de producir y dio lugar a un salto paradigmático
en el sector (Anlló, Bisang y Katz, 2015; Bisang, Anlló y Campi, 2010; Bisang
y Kosacoff, 2006).
De acuerdo a esta concepción, un paradigma de “producción vertical” es re-
emplazado por otro de “producción en red”. Para Bisang y sus colaboradores,

135
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

el trabajo de innovación encarado por los distintos eslabones de la cadena aso-


ciados en forma “de red” es lo que explica el carácter novedoso del paradigma
productivo (Bisang, Anlló y Campi, 2013; Bisang y Kosacoff, 2006). La produc-
ción agraria argentina ya no se basa meramente en la explotación de ventajas
diferenciales naturales originadas en la calidad de los suelos y los ambientes
adecuados, sino que combina estos aspectos con la “lógica industrial”, ya que
la producción “transforma energía e insumos en productos a partir de funcio-
nes de producción que son cada vez más intensivas en capital y conocimientos
científicos” (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 2). De esta manera, la producción agra-
ria moderna se transforma en “industria a cielo abierto” (ibid.) y constituye
una “economía de factores” (Bisang, Anlló y Campi, 2013: 108).
El nuevo paradigma tecno-productivo (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 3) se
ancla en una emergente red de servicios. Las particularidades de los suelos
y los ambientes agroclimáticos impulsan el aprendizaje continuo. En otras
palabras, el aprendizaje está asociado a la aplicación creciente de medicio-
nes científicas precisas para ajustar el manejo técnico de cultivos. La pro-
ducción se orienta a los rendimientos crecientes, y busca paralelamente una
sustentabilidad de mediano plazo. Esta emergencia de nuevas necesidades
científicas y técnicas es la base del desarrollo agrario, y produce una mayor
complejidad. Es por ello que el desarrollo económico necesita de respuestas
adecuadas a dicha complejización.
Carlota Pérez (2001), inspiradora de algunos planteos globales en clave
neoschumpeteriana, acuño la metáfora del “blanco móvil”. La idea postu-
lada por Bisang y los autores del enfoque es que la mayor complejidad con-
vierte al desarrollo agrario en un blanco móvil, de acuerdo a la formulación
de Pérez. Es esta mayor complejidad la que produce la emergencia de acto-
res como los contratistas de servicios, la red de subcontratos y el avance tec-
nológico. Es esta mayor complejidad la que explica, también, que el capital
agrario suele poseer un porcentaje insignificante o nulo de la maquinaria
necesaria para desarrollar los trabajos culturales propios del sector, y que
descansa en los contratos a terceros para realizar los trabajos culturales que
garantizan su reproducción. Producto de este cambio en la manera de arti-
cular la producción, el “productor agropecuario” es quitado del centro como
tomador de las decisiones productivas. Será desplazado por una “red de
agentes”, compuesta centralmente por empresas de producción agropecua-
ria o EPAs: un tipo de empresa prestadora y coordinadoras de servicios, que
corrige fallas del mercado y permite disminuir riesgos al capital productivo
agrario, sobre todo en el plano financiero.
Los autores plantean que, al cambiar el paradigma, cambia también el
papel que juegan los distintos actores previamente involucrados. La ló-
gica de redes “implica necesariamente replantear el mapa de los diversos

136
Rolando García Bernado

agentes económicos, su especialización productiva dentro del conjunto del


proceso, los sistemas de relaciones y en definitiva, la dinámica conjunta
de funcionamiento”(Bisang y Kosacoff, 2006: 2). Existen dos tipos de ac-
tores interesados en que el paradigma se adapte y evolucione: “(i) los di-
rectamente involucrados en la producción (las EPA y los Contratistas de
Servicios Agropecuarios), y (ii) los interesados en que el negocio evolucio-
ne favorablemente, pero que se vinculan con el proceso productivo como
proveedores de servicios o insumos” (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 20). En
el esquema neoschumpeteriano, estos actores son la punta de lanza del
proceso de transformaciones, aunque las tipologías de actores suelen va-
riar respecto de la cantidad total y las categorías particulares (por ejemplo,
Anlló, Bisang y Katz, 2015; Bisang, Anlló y Campi, 2010; Bisang, Anlló y
Campi, 2013). Lo que es común es la ausencia de los trabajadores rurales
como un actor diferenciado de los empresarios contratistas.
El nuevo paradigma está asociado a la aplicación de tecnologías de proceso,
que comprende varias tecnologías de procesos y producto que se ensamblan
en un paquete tecnológico y se ven acompasadas por cambios en la organi-
zación productiva que modificaron una parte sustantiva del sistema agrario
argentino (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 5).
El nuevo paradigma tecno-productivo se basa en un paquete tecnológico
que articula una nueva forma de implantación —la siembra directa— que
utiliza semillas modificadas gracias a técnicas de la biología moderna y un
conjunto de fitosanitarios asociados (herbicidas e insecticidas). Se han incor-
porado, así, diversas innovaciones de proceso y producto en el marco de un
proceso evolutivo de varias décadas. Una ventaja clave es la incorporación
de la siembra directa, con la consiguiente “economía de tiempos” (Anlló, Bi-
sang y Katz, 2015: 6), el uso de tecnología GMO (desde 1996 en adelante), así
como la aplicación de fitosanitarios. Aparecen otros desarrollos tecnológicos
complementarios, como los “silobolsa”, que permiten a las empresas tener
más control sobre su momento de venta de la cosecha, que como está ade-
cuadamente descripto, contribuye a balancear una asimetría existente entre
capitalistas y compradores de cereales3.
La clave del crecimiento agropecuario está dada, entonces, por los cambios
en la forma de organización, así como en el modelo de generación, adapta-
ción y difusión de innovaciones (Bisang y Kosacoff, 2006). El salto tecnoló-
gico implica la apertura de nuevos senderos de aprendizaje y una rápida

3.  No obstante, esta asimetría sigue existiendo y se basa en la mayor capacidad finan-
ciera del lado comprador, en un oligopsonio, que permite fijar a las cerealeras condicio-
nes de compra, como se puso en evidencia, por ejemplo, cuando Monsanto articuló un
sistema de cobro del canon de Intacta basado en los puntos de entrega de la producción y
no en los sitios de origen. Este fenómeno parece escaparle a los autores.

137
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

amortización del conocimiento preexistente (un típico esquema schumpete-


riano de destrucción creativa) (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 10). Esto lleva a los
actores que no se actualizan a la quiebra.
Las transformaciones también involucran un cambio en los agentes deci-
sionales. Mientras que, históricamente, “el epicentro de las innovaciones, el
conocimiento y las decisiones tecnológicas era el productor, en el modelo
en ciernes, existe una multiplicidad de otros actores que tienden a modelar
un nuevo esquema —de altas interrelaciones de formas organizacionales re-
ticulares— tanto a nivel de generación como de difusión de innovaciones”
(Bisang y Kosacoff, 2006: 5). El modelo pasa del conocimiento centrado en
el productor —el dueño del capital en tanto cabeza ordenadora del proceso
productivo—, al conocimiento difundido a través de la red: “se trata de un
red de empresas que operan de manera coordinada en los procesos de toma
de decisiones (quien aprende no es simplemente un agente individual, sino
que el aprendizaje se da en el marco de una red que muta y establece una
dinámica propia en todos sus eslabones)” (Anlló, Bisang y Katz, 2015: 16).
La cuestión del aprendizaje supone también una reaparición del problema
de la creciente complejidad de la producción (y los costos a ella asociados).
Por ejemplo, mientras que en los textos analizados hay un reconocimiento
a la creciente problemática de malezas resistentes, también existe un opti-
mismo respecto de la capacidad del paradigma de hacer “ajustes” y poner
a prueba nuevas soluciones a las dificultades emergentes (Anlló, Bisang y
Katz, 2015: 16; Bisang, Anlló y Campi, 2013: 40).
Hasta aquí hemos realizado una reposición, lo más ajustada que pudimos,
de los principales argumentos del paradigma neoschumpeteriano aplicado
al agro argentino. A continuación, vamos a desarrollar lo que, en nuestra
opinión, son las principales objeciones que se le pueden plantear.

el origen de los contratistas agrarios


Resulta evidente que los autores tienen un interés particular por resaltar
el carácter novedoso de las empresas que proveen al capital agrario de dis-
tintos servicios, entre ellos la gestión financiera. No obstante, a lo largo de
toda la producción, pareciera haber una confusión respecto de qué origina la
necesidad de los contratistas de servicios agrarios. Si bien está ampliamente
demostrado que la masa de contratistas agrarios emerge del desplazamien-
to de capitales agrarios por el surgimiento de nuevas exigencias de escala
(Barsky y Gelman, 2009; Gras y Hernández, 2016; Muzlera, 2013) asociada
a la enorme crisis de la producción agraria que emerge desde el año 1988
en adelante (Barsky y Gelman, 2009), los neoschumpeterianos insisten en
explicar la aparición de estos nuevos capitales por la necesidad de especia-
lización en sí, y no a la inversa, como la forma concreta en que pequeños ca-

138
Rolando García Bernado

pitales expulsados de la producción lograron reconformarse hacia capitales


no agrarios o proveedores de insumos a capitales agrarios (Caligaris, 2015).
La mayor división social del trabajo no puede ser explicada por sí misma.
Para los neoschumpeterianos, el proceso de transformaciones inicia cuando
una serie de capitales “descubre” que ahora es necesaria mayor especializa-
ción y decide abandonar la producción agraria en pos de especializarse en
servicios. De esta manera, “el agro integrado subcontrata servicios locales
desverticalizando al productor y conformando redes de subcontratos” (Bi-
sang y Kosacoff, 2006: 3). Por otra parte, no queda claro si los servicios que
ofrecen son efectivamente por su capacidad innovar y producir tecnología, o
simplemente se trata de tercerizaciones del proceso de trabajo que antes eran
producidas bajo la esfera de un mismo capital, y hoy cumplen funciones
específicas de acuerdo a la nueva manera de producir, como forma de sub-
sistencia como capitales no agrarios que brindan servicios al capital agrario.
Finalmente, si los contratistas lo son por mera elección o capacidad de detec-
tar “fallas de mercado” y construir una oferta de servicios capaz de suplirla,
no se entiende la razón por la cual no son los mismos capitales agrarios —los
que “viven en carne propia” las “fallas”— los que constituyen los propios
mecanismos para resolverlas, o incluso evolucionan hacia ofrecer servicios
a otros capitales agrarios que aún sufren esas mismas fallas. En oposición a
esta narrativa, el proceso real de especialización parece ser impulsado por la
necesidad de subsistir como capitales y no así por la capacidad de expandir-
se de los empresarios innovadores.

los actores de la cadena productiva


Como es sabido, existe una tradición dentro del marxismo que plantea que
existen distintas personificaciones en el agro, es decir, agentes económicos que
apropian valor según su lugar en el proceso de producción. No entraremos
aquí en detalle sobre las discusiones, sólo las traemos con el objetivo de seña-
lar que siempre que existe producción agropecuaria existe una tríada de acto-
res, distinta a la mencionada por los neoschumpeterianos. A nuestro modo de
ver, la articulación particular históricamente condicionada que existe entre los
terratenientes, los capitalistas y los trabajadores rurales, da luz a la particular
conformación de “la cuestión agraria”, cuyo desarrollo tiene determinaciones
históricas y concretas que cambian de acuerdo a las distintas sociedades, como
está resumido en la tesis de Javier Balsa, quien observó estas transformaciones
para el agro pampeano en el período 1937 a 1988 (Balsa, 2007).
El proceso posterior a los años noventa es el de nueva separación de las
personificaciones del terrateniente y el capitalista agrario, que habían sido
reunidas por motivo de la crisis productiva de dicho decenio. No se trata de
un cambio de los agentes económicos en sí, como lo proponen Bisang y sus

139
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

coautores, sino una transformación en la base técnica del sector, que conlleva
una profundización en la división social del trabajo, que a su vez reconfigura
la relación entre estas tres personificaciones. Las transformaciones en el pro-
ceso de trabajo agrario cambiaron el peso de cada una de las personificacio-
nes involucradas en la cadena.
Desconociendo las determinaciones de la relación social de producción,
el punto de vista general neoschumpeteriano invisibiliza a los trabajadores
como un agente específico cuyo papel ha mutado, pero sigue siendo central
a la producción. Cuando son mencionados, se los reconoce como subsumi-
dos en las “redes de subcontratos”. En realidad, los trabajadores agrarios
no dejan de jugar un papel, y probablemente el peso relativamente mayor
que cobran los contratistas de servicios está vinculado a un abaratamiento
de costos al librarse el capital de tener trabajadores capacitados para operar
maquinaria compleja durante períodos de inactividad.
En nuestra opinión, la característica peculiar de la nueva forma organi-
zativa viene dada por la escisión entre personificaciones típicas de la pro-
ducción agraria (el terrateniente y el capitalista), y a su vez el empleo de
fuerza de trabajo mediante un mecanismo de tercerización que es típico
también en otras ramas productivas, como puede ser la industria petrole-
ra. De manera general, estos cambios están asociados a la reestructuración
productiva de los años noventa, y la consecuente reorientación exporta-
dora (Piva, 2015: 57). En este sentido, si bien la re distribución de papeles
entre las personificaciones del agro es un fenómeno específico del sector, la
emergencia de “terceras partes” que asumen una parcialidad del proceso
productivo no lo es.
No así por la emergencia de una “red” de agentes económicos, que como
tal puede verse en todo tipo de producción, en todo sector y en todo momen-
to histórico. A su vez, la emergencia de empresas proveedoras de servicios
(algo que es específico de esta etapa de desarrollo económico agrario), pro-
vienen mayoritariamente de capitales agrarios expulsados y reconvertidos
en ruedas auxiliares para la producción, subsumiendo a una buena parte de
los trabajadores rurales en esta dinámica.

el origen de las transformaciones tecnológicas


Los autores se detienen poco en explicar las fuentes de las transformaciones
en la base técnica del sector y cuando lo hacen, es notorio el papel asignado
a las instituciones locales. Resulta poco creíble que un proceso de estas ca-
racterísticas enmarcado en la producción local de commodities pueda ser ex-
plicado desde el “nacionalismo metodológico”, es decir, a partir de señalar
las particularidades de una serie de actores presentes de forma exclusiva en
el territorio local.

140
Rolando García Bernado

En nuestra opinión, queda claro que, de acuerdo a este enfoque, el origen de


la profundización de la división social del trabajo se encuentra en la misma in-
novación empresarial, y el futuro del desarrollo en profundizar en la dirección
de la innovación aplicada a la producción agraria. Entendemos que existe un
intento de explicación vinculada al factor subjetivo: son los empresarios inno-
vadores los que impulsan la transformación. En el planteo neoschumpeteriano
el empresario innovador es una variable independiente. Esto, a nuestro modo
de ver, constituye un problema teórico. Es necesario explicar las razones por
las cuales un conjunto de capitales agrarios decide abocarse a la inversión tec-
nológica y la innovación de procesos, para poder entender el trasfondo sobre
el cuál emerge una identidad como la del “empresario innovador”.

los cambios en el “actor decisional” y la confusión sobre las “redes”


Para analizar qué lleva a un capital en particular a invertir en innovaciones
y actualizar la escala productiva, tenemos que partir de la noción de que se
tratan, en general, de presiones que son externas y ajenas al individuo, que
se le imponen como se impone la escala mínima debajo de la cual capitales
más pequeños se vuelven inviables, y que supone una manera determinada
de producir de acuerdo a los parámetros medios presentes en una rama de
producción determinada. Esto no quita que existan actores innovadores, es
decir, capitales que son los primeros en realizar un salto tecnológico y bene-
ficiarse por ellos. Pero plantear el carácter externo de la decisión nos permite
comprender mucho mejor porqué una vez que emergen los innovadores, es
necesario adaptar la producción a la nueva escala, o pagar la falta de inicia-
tiva con quebrantos.
En otras palabras, de acuerdo a nuestra visión, es más ajustado plantear
que el capitalista relega parte del proceso de trabajo en un conocimiento
científico que lo asiste en la toma de decisión, y sin el cual no es posible
hacer una producción de acuerdo a la productividad media. Por lo tanto,
el capitalista que no produzca de esta manera está destinado a la larga a
ser expulsado de la producción. Este es el origen de la emergencia tanto de
trabajadores formados que venden su fuerza de trabajo calificada —bajo la
forma de cuentapropistas o directamente en relación de dependencia— para
cubrir los aspectos técnicos necesarios para mantener la producción compe-
titiva, como la de la emergencia de capitales individuales especializados que
ofrecen el mismo servicio a capitales agropecuarios y cuentan con sus propia
plana de trabajadores calificados.
No se trata de “redes” de toma de decisiones, sino de la dinámica propia
que cobra la producción en una rama determinada una vez que se produce
el salto tecnológico que caracteriza a la nueva manera de hacer las cosas. Este
proceso, por otra parte, no es específico de la producción agraria, sino que

141
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

acontece a lo largo y ancho de las distintas ramas de producción. Es intrínse-


co al desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo.
La confusión ocasionada por la metáfora de la red, conduce a plantear una
contraposición entre “el productor agropecuario” y las ya mencionadas
“empresas productivas agrarias” o EPA. En algunos puntos, se llega a con-
fundir la separación en personificaciones distintas, que puede darse o no en
distintos niveles de desarrollo agrario y en sociedades de lo más diversas,
con la complejidad mayor propia de un sector que ha revolucionado su base
técnica y requiere mayor especialización científica para producir en condi-
ciones medias normales.
A nuestro entender, es claro que existe una consecuencia de la difusión
del contratismo en este punto, ya que cambia el papel jugado por el due-
ño del capital agrario, es decir, el capitalista en tanto personificación de
un capital individual determinado. Las decisiones técnicas del proceso de
trabajo sobre las cuales el viejo llamado “chacarero” o “productor agro-
pecuario” —en tanto cabeza de la producción— tenía mucha incidencia,
hoy no descansan exclusivamente en él, ya que requieren de un conoci-
miento técnico y científico que implica una formación determinada que le
excede. La ciencia como tal comienza a jugar un papel muy relevante, y el
tiempo necesario para adquirir una formación adecuada que pueda cum-
plir con las nuevas exigencias productivas requiere que este aspecto de
la producción se independice de la figura del dueño del capital. Esto no
tiene que ver con la emergencia de nuevas personificaciones, pero sí de
trabajadores formados y de capitales individuales especializados, subsu-
midos a la dinámica de acumulación del capital agropecuario. El técnico
o asesor que administra el aspecto científico del trabajo es un empleado
del capital, ya sea bajo relación de dependencia o como un asesor exter-
no. La forma más desarrollada de esto son los capitales especializados
compuestos de empresas que brindan servicio de asistencia técnica a la
producción (por ejemplo, las empresas de asesores).
Entonces, lo que aparece en su expresión inmediata es una mayor com-
plejidad en el proceso productivo que requiere ahora de la asistencia de
conocimiento técnicos y científico específicos que escapan al representante
inmediato del capital agrario. En este sentido, la metáfora de la red confunde
más de lo que esclarece, ya que deposita la “toma de decisiones” del proceso
productivo en la coordinación de múltiples agentes que abastecen.
Ahora bien, tal como vimos en el primer apartado, existe un proceso de
creciente complejización de los procesos productivos del agro. A pesar de las
críticas que se pueden formular a varios aspectos teóricos del enfoque, los
autores neoschumpeterianos hacen una fuerte contribución al conocimien-
to de los aspectos concretos del mismo. Creemos que estas visiones deben

142
Rolando García Bernado

ser integradas en un planteo más general. Pero antes de enfocarnos en esto,


queremos detenernos en otro enfoque que ha dado cuenta también de parte
importante de dicho proceso, y que se ha posicionado en las antípodas del
planteo neoschumpeteriano.

El extractivismo como impugnación al modelo productivo

Enfatizando el carácter insustentable del modelo productivo basado en el


nuevo paquete tecnológico, una línea de producción vinculada a la agro-
ecología dio en llamar “extractivista” a la nueva dinámica de acumulación
de capital en el agro. Sin ser del todo homogénea, esta línea de producción
se estructura detrás de la idea de que en el período en cuestión emerge y se
profundiza un modelo “extractivista exportador”, compuesto fundamental-
mente por actividades que mueven gran número de recursos naturales, que
no son procesados o lo son de manera limitada, y que pasan a ser exportados
(Gudynas, 2009). Este fenómeno sucede a nivel regional y afecta a la mayor
parte de América Latina. A su vez, el extractivismo, como marco económico
o modelo productivo, impulsa un gran consumo de bienes no renovables, la
gran escala en la producción, la tecnologización de la producción y la pro-
fundización de la extranjerización de la economía.
Entre los autores que desarrollan la noción de extractivismo, podemos en-
contrar una igualación entre diversas actividades productivas que son más
o menos centrales para algunas economías regionales: “extractivistas” son
la actividad minera, la petrolera y, en el caso de Argentina, Brasil, Bolivia y
Paraguay, buena parte de la producción agraria. En países como el nuestro,
donde la producción minera explica un porcentaje ínfimo del PBI (aunque
es relevante en la economía de algunas provincias), el principal impacto del
extractivismo está dado por el crecimiento de la superficie de cultivos exten-
sivos de exportación, y se manifiesta en el proceso de “sojización”.
La producción de soja mediante la anexión de tierras trajo consigo la expul-
sión de poblaciones originarias, el corrimiento de la frontera agrícola sobre
la forestación natural, la readaptación de actividades preexistentes y cultivos
no comoditizados hacia la producción de commodities, y la expansión de un
modelo productivo cuyo resultado supuestamente es la destrucción de la
fertilidad de los campos. Se trata, por lo tanto, de un modelo de “maldesa-
rrollo” (Svampa y Viale, 2014).
No pretendemos debatir aquí con los impactos ambientales y sociales del
avance de la frontera de la soja, que han sido ampliamente abordados por
esta literatura y que no desconocemos. El avance de la relación social de
producción capitalista nunca fue respetuoso de ninguna forma de subsisten-

143
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

cia preexistente, y normalmente tampoco se concierne con las consecuencias


ambientales, salvo en los momentos en el impacto ambiental se vuelve un
problema para su propia acumulación, ya sea por los propios límites que
presenta la naturaleza como por las resistencias de grupos afectados que se
interponen entre la voracidad del capital.
No obstante, es necesario discutir los límites teóricos de la noción de “extrac-
tivismo” particularmente en su versión de “modelo extractivista exportador”
(Grigera y Álvarez, 2013). Según Svampa y Viale (2014), los años recientes han
sido de gobiernos con discurso neodesarrollista, cuya base es la dinámica ex-
portadora basada en la explotación creciente de recursos no renovables. El
agronegocio es la forma específica en que esta dinámica de acumulación de ca-
pital se inserta en economías con un peso relativamente importante del sector
agrario, como es el caso de la Argentina. Las nuevas formas de producción a
nivel regional, “son cada vez más intensivas y con mayores impactos territo-
riales, se asemejan a otras formas de extractivismo: intensas, amplias y masi-
vas apropiaciones de recursos naturales que son destinados a los mercados
globales” (Gudynas, 2010: 20). En este mismo texto, Gudynas define al extrac-
tivimo como “los emprendimientos que remueven o extraen enormes volúme-
nes de recursos naturales, como minerales, hidrocarburos o agroalimentos, y
que son exportados directamente sin ser procesados, o con un procesamiento
o industrialización muy limitada” (ibid.: 40).
El carácter extractivista de la actividad agraria viene dado por su giro de la
producción de alimentos a la producción de mercancías. En otras palabras,
es el mismísimo avance de la relación social de producción capitalista. En
este sentido, no queda claro qué proceso específico se busca describir con la
noción de “extractivismo”.
Al avanzar en el carácter específicamente extractivista de la producción
agraria, se pone aún más en evidencia la confusión de términos que, a
nuestro entender, oscurece más de lo que aclara la compresión sobre el
proceso de transformaciones agrarias. Por ejemplo, cuando se sostiene que
“(l)a tendencia es concebir a la agricultura no como una proveedora de
alimentos sino como una proveedora de mercancías” (Gudynas, 2010: 5),
aparece un retroceso teórico importantísimo, ya que las distintas formas
de agricultura existentes en América Latina hoy —incluso reconociendo
los enormes desfasajes que pueden existir entre producciones típicamente
campesinas o minifundistas presentes en varios países de la región, la pro-
ducción de cultivos para el consumo directo como las frutas y hortalizas
del cinturón de La Plata, y la producción de cultivos extensivos en la zona
núcleo— todas se encuentran sumidas en relaciones de producción capita-
listas. La agricultura que provee alimentos es una agricultura proveedora
de mercancías hace ya decenas de años en toda la región. Pareciera, enton-

144
Rolando García Bernado

ces, que el desarrollo del nuevo proceso productivo agrario que involucra
los distintos aspectos allí citados (y recuperados por nosotros en el primer
apartado de este texto) se desenvuelve sobre procesos pre capitalistas y
no procesos de acumulación capitalistas con otra base material, pero con
igual racionalidad económica. Esto bien puede darse en la frontera agríco-
la, donde se han registrado y estudiado casos de expropiación de tierras
campesinas, de expulsión de poblaciones originarias y desforestación de
bosques nativos. Pero bien es sabido que, en la enorme mayoría de las tie-
rras donde hoy se impone el “modelo extractivista”, sólo había relaciones
de producción capitalistas ampliamente desarrolladas.

Algunas precisiones teóricas en torno a la concentración y acumulación


del capital y su vínculo con el capital agrario

Hasta aquí, concluimos que apoyarnos en la metáfora de la red, o la


noción de “extractivismo” como la que recuperamos, resulta insuficiente
para alcanzar una explicación de las fuerzas motoras del cambio en la
base técnica agropecuaria y la emergencia de nuevas formas productivas.
A nuestro modo de ver, la particularidad de la producción agraria está
dada por el carácter limitado de la tierra, que no puede ser artificialmen-
te reproducida, y cuya propiedad es privada. La conceptualización de
Marx (1975) presenta tres personificaciones que entran en juego y que se
corresponden con tres formas diferenciadas en las que el valor fluye hacia
ellos: el capitalista, apropiador de ganancia; el trabajador, que apropia el
valor de su fuerza de trabajo; y el propio terrateniente, a cuyos bolsillos
fluye la renta agraria. Dada esta determinación general, estas tres perso-
nificaciones siempre están presentes, pero el peso de cada una, el grado
de separación en personas diferenciadas que cumplen distintos papeles,
varía históricamente. Es esta variación la propia esencia de las distintas
formas hacia el “desarrollo agrario”.
Desde nuestro punto de vista, es el despliegue de las potencialidades de
la división social del trabajo el que altera las relaciones de producción,
destrabando fuerzas productivas y reconfigurando, como consecuencia de
esto, la propia estructura social. Dentro de la tradición marxista existe una
línea de investigación —con fuertes puntos de contacto con otras tradi-
ciones teóricas— en torno a lo que aquí denominamos Desarrollo Agrario
(también denominado “cuestión agraria”), y que hace a las formas espe-
cíficas de este fenómeno, es decir, al avance de la relación de producción
capitalista sobre las formas sociales presentes en el mundo rural y la pro-
ducción agraria previa su desarrollo. La cuestión, a nuestro modo de ver,

145
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

gira en torno a las particularidades históricas que se originan en base a las


determinaciones generales de la relación social de producción en su desa-
rrollo. La combinación que históricamente adopta la triada de personifica-
ciones que caracterizan la producción agraria capitalista en todo momento,
da lugar a la existencia de distintas “vías” o “modelos”: la propiedad te-
rrateniente puede jugar un papel de clara diferenciación (como es el caso
histórico de Inglaterra, que analiza el propio Marx) en personificaciones
antagónicas (terrateniente y capitalista), o bien pueden aparecer fusiona-
dos en la misma persona ambas personificaciones (típicamente los farmers
estadounidenses); más raro, existen casos históricos donde la relación ca-
pitalista puede encontrar dificultades para doblegar al campesino y trans-
formarlo en asalariado, y deba por tanto darse una suerte de coexistencia
hostil entre formas sociales antagónicas; también, es posible que una pro-
ducción similar en términos de proceso de trabajo y mercancías producidas
esté caracterizada por la presencia de grandes extensiones de tierra, donde
la producción involucre capitales pequeños, pero mucho mayores a los ne-
cesarios en términos de “escala óptima” de producción en otros espacios
nacionales; entre muchos otros ejemplos posibles sobre cómo las formas
sociohistóricas concretas se despliegan de maneras particulares conforme
la relación social de producción avanza.
Para entender cómo la cuestión agraria se expresa en la producción de
cultivos extensivos en la Argentina actual, es imprescindible clarificar la
relación entre las escalas productivas mínimas que se generan vía concen-
tración y centralización del capital agrario. La concentración de capital no
es otra cosa que el desarrollo normal de un proceso de acumulación que
implica constantes crecimientos de la masa de valor desplegada por un
capital determinado (Marx, 1975: 776). Todo capital individual es una con-
centración mayor o menor de medios de producción y obreros a su mando.
La acumulación produce y pone en juego una masa creciente de valor, y
por lo tanto incrementa la concentración de la producción.
Marx llama “centralización” al proceso de asimilación de un capital
por parte de otro, que hace crecer la esfera de medios de producción y
fuerza de trabajo controlada por el nuevo capital centralizado. La cen-
tralización es la forma que adopta la competencia entre capitales y, a su
vez, la competencia es expresión de la fragmentación del capital global
social. A la vez, la producción genera concentración bajo una misma es-
fera técnica, mayor valor expresado en medios de producción y fuerza
de trabajo, así como repulsión de capitales entre sí vía competencia. La
“contratendencia” a esta repulsión vía competencia es la atracción entre
sí de distintos capitales bajo la forma de centralización. La centraliza-
ción se trata, entonces, del crecimiento de la esfera de control de medios

146
Rolando García Bernado

de producción y fuerza de trabajo bajo un único capital individual de


mayor tamaño.4
La centralización de capitales es un resultante normal de la competencia
y a la vez, es un producto de los aumentos en los valores mínimos de los
capitales individuales requeridos para producir bajo condiciones de produc-
tividad suficiente en una rama particular. Como es evidente a esta altura, la
centralización está atada a los avances en la producción de mayores magni-
tudes globales de capital. El único límite a la centralización está dado por la
posibilidad de absorber todos los capitales existentes en una misma rama, y
eventualmente, todos los capitales de todas las ramas en un solo capital. La
centralización es el avance de una forma productiva práctica de forma aisla-
da y consuetudinaria a procesos de producción combinados socialmente y
científicamente concertados (Marx, 1975: 780).
Tal como cualquier otra rama de producción, la producción agraria impone
condicionamientos asociados a la materialidad concreta de los procesos de
trabajo, pero su particularidad es que presenta límites infranqueables a la
acumulación de capital normal, que no enfrentan los capitales industriales
abocados la producción de mercancías de algún otro tipo.
Como explica (Caligaris, 2017), podemos reconocer al menos tres grandes
limitaciones a la acumulación de capital en la producción agraria. La prime-
ra fue señalada por Kautsky. Según él, la existencia de una extensión limi-
tada de tierra impone una barrera y da pie al surgimiento de una forma de
apropiación de valor particular a ella asociada. Pero el suelo es siempre im-
perfecto y discontinuo, no constituye una superficie regular sino que presen-
ta interrupciones naturales no siempre salvables que imponen condiciones
particulares a cada capital y cada lote (Kautsky, 1974). Otra barrera relevante
es la fluctuación en las condiciones naturales que genera impredecibilidad
y produce vaivenes en la ganancia apropiada por los capitales agrarios. Fi-
nalmente, el carácter prolongado del proceso de producción, que genera un
exceso de duración del ciclo de producción, haciendo que la rotación de es-

4.  De acuerdo a la concepción más general, la puja entre capitales y la constante búsqueda
de mayor acumulación es esencial a la relación social de producción. De forma muy resu-
mida, la forma concreta que adopta el desarrollo de las fuerzas productivas en el modo de
producción capitalista es el de la búsqueda contante de mayores masas de plusvalía por
parte de los capitales individuales, como expresión del capital global social. La concentra-
ción de capital es producto del impulso permanente del propio capital por absorber una
masa creciente de plusvalía. El impulso particular de la acumulación de capital estriba en
la producción creciente de plusvalía relativa, que aparece en la conciencia del capitalista
como la búsqueda de una ganancia extraordinaria, y que los mecanismos propios de la
competencia eventualmente nivelarán de acuerdo a las nuevas condiciones de producción.
La tendencia al incremento de la composición variable respecto de la constante en cada
capital individual es producto también de esta búsqueda.

147
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

tos capitales sea más lenta y, por lo tanto, menos interesante para el capital.
Esto hace que la producción agraria sea un campo propicio para el desa-
rrollo del pequeño capital, que puede lidiar con todas estas barreras, mien-
tras que las mismas lo hacen menos atractivo para capitales que apropian la
ganancia promedio correspondiente al capital industrial normal (Caligaris,
2017; Iñigo Carrera, 2007).
No obstante, estas limitaciones, existe un proceso reconocido de crecimien-
to normal de las exigencias técnicas de producción para mercancías agrarias
que tiene un correlato en la creciente expulsión de capitales de menor escala.
Cada rama de producción tiene sus propias reglas, dadas por las exigencias
técnicas predominantes en un momento histórico determinado. Las reglas
involucran el uso de ciertas técnicas y desarrollos tecnológicos que hacen
a la productividad promedio del sector, y que distinguen a los capitales de
vanguardia, con mayores productividades, de los retrasados.
Nos preguntamos entonces, si es posible aplicar las categorías generales
que emergen del análisis de la acumulación de capital al capital productivo
que actúa en la producción de cultivos. Es sabido que las formas que cobra la
división social del trabajo cambian conforme se vuelve más complejo el pro-
ceso de acumulación, es decir, conforme se desarrollan fuerzas productivas.
Marx propone un análisis de “estadios” que potencialmente recorren la pro-
ducción manufacturera en función del desarrollo de las fuerzas productivas.
El desarrollo de una conciencia científica que ordena la producción está
vinculado al traspaso de un estadio de producción manufacturera a la pro-
ducción de Gran Industria. Un aspecto central de este traspaso es que cambia
cualitativamente el papel que cumple la ciencia en el proceso de producción.
Marx se refiere a la creación de una escala mínima de producción al anali-
zar la conformación del mecanismo de cooperación simple como forma pri-
migenia de la producción capitalista. Allí, afirma que el mismo desarrollo de
la cooperación simple permite desligar al trabajo manual del empleador del
trabajo, para “convertir al pequeño patrón en capitalista y, de esta suerte,
instaurar formalmente la relación capitalista” (Marx, 1975: 401). De esta for-
ma, se genera una primera magnitud mínima, debajo de la cual no es posible
la colaboración de procesos de trabajo individuales dispersos y recíproca-
mente independientes que da lugar a este salto cualitativo. Con esta trans-
formación cualitativa, producto de alcanzar una cierta magnitud de acciones
individuales coordinadas, desaparece la necesidad del trabajo manual del
capitalista, pero aparece la función de coordinación de la producción. El ca-
pital tiene que cumplir ahora funciones directivas que son imprescindibles
para mantener la armonía de un proceso de trabajo.
Marx establece la necesidad de no absolutizar el planteo: ni la cooperación
simple ni los demás estadios cualitativamente diferentes constituyen una

148
Rolando García Bernado

forma fija y característica de una época en particular del desarrollo capita-


lista. Al describir la cooperación simple, la considera una producción típica
del capital que opera a gran escala, pero “sin que la división del trabajo o la
maquinaria desempeñe un papel significativo” (1975: 408). El interrogante
aquí es qué constituye un empeño de maquinaria o división del trabajo “sig-
nificativos”. El trabajo rural de algún modo es sumamente complejo, y en
otros, extremadamente simple. La maquinaria cumple un papel que ha sido
estudiado y que sin duda se vuelve fundamental en el período de “farmeri-
zación” de la producción local. Vamos a detenernos un poco en este punto.
Debido a su naturaleza estacionaria, la producción agraria nunca comparti-
rá con la producción manufacturera el atributo de la yuxtaposición espacial
de diversos procesos escalonados en una sucesión temporal. No obstante,
la noción de producción manufacturera se define, esencialmente, por el rol
particular que la maquinaria cumple y no de por sí por la existencia de dicha
yuxtaposición, que es inherente a la producción de bienes industriales y ex-
cluyente a la producción de plantas. La existencia del obrero colectivo es evi-
dente en ambas producciones y con este, “simplifica y multiplica los órga-
nos cualitativamente diferentes del obrero colectivo social, sino que además
genera una proporción matemáticamente fija para el volumen cuantitativo
de estos órganos” (Marx, 1975: 421). Marx concibe a este período manufactu-
rero como un estadio histórico de transición, sin una verdadera unidad téc-
nica, es decir, una base equivalente y generalizada que atraviese a todas las
producciones manufactureras, que se presentan de forma diversa, con uso
esporádico de maquinarias, que desempeña un papel secundario. La carac-
terística distintiva de la manufactura, respecto de la cooperación simple, está
dada por el carácter parcial del trabajo individual de cada obrero, que sólo
trabaja en un eslabón del proceso. También se desarrolla un elemento que es
muy importante para nosotros al tratar de desentrañar al agro moderno, que
es el de la jerarquía de la fuerza de trabajo en función de la complejidad de
las tareas, la división entre obreros calificados y no calificados, la valoriza-
ción de los primeros, la desvalorización de los segundos.
De forma resumida, observamos que la división manufacturera del trabajo
supone la concentración de los medios de producción en las manos de un
capitalista: la división social del trabajo, el fraccionamiento de los medios de
producción entre muchos productores de mercancías, independientes unos
de otros (Marx, 1975: 433). La manufactura, además, refuerza una imposi-
ción de escala ya que establece un mínimo creciente de capital en manos del
capitalista individual.
Es el uso necesario e inmanente de maquinarias lo que transforma una pro-
ducción simple en lo que el autor llama “Gran Industria” y constituye un
salto cualitativo en el proceso de escisión de las potencias intelectuales del

149
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

proceso material de la producción. La ciencia tiene un papel fundamental


por su capacidad de maquinizar, pero también por su influencia sistemática
en las funciones coactivas del capital. Lo fundamental aquí es la forma ins-
trumental, objetivada, que adquiere la consciencia científica del proceso de
trabajo y la ciencia misma en su papel potenciador de la producción.
Es claro que la reflexión de Marx respecto de la transformación cualitativa
que imprime la maquinización a la producción de mercancías se centra prin-
cipalmente en las consecuencias sobre la producción fabril. A su vez, hay un
especial interés en describir el proceso histórico en el que se desarrollan las
propias contradicciones de la producción manufacturera desenvolviéndose
en la producción de Gran Industria.
Sin embargo, también hay una preocupación por distinguir el impacto que
tiene este proceso de despliegue de la división social del trabajo, y el rol
específico ocupado por la producción científica, sobre la agricultura. Esto es
central, porque despeja cualquier duda que pueda existir acerca de la aplica-
bilidad de los estadios tal como son descriptos por el autor a producciones
no fabriles. De hecho, es importante señalar que cuando se analiza la lógica
del capital productivo, siempre se está hablando de capital que produce bie-
nes de consumo, ya se trate de un automóvil, o lisa y llanamente materias
primas para otras industrias. Bajo esta lógica, se evitan divisiones artificiales
entre producciones basadas en formas sociohistóricas de producir.
En otras palabras, si bien es cierto que el capital productivo abocado al
agro se topa con limitaciones naturales a su desarrollo —y este ha sido un
punto de partida de varias investigaciones respecto de la naturaleza de es-
tas limitaciones y las formas históricas específicas que la relación social de
producción adopta—, también lo es que, en principio, las reglas que rigen
la acumulación de capital son comunes a todos los capitales. Esta reflexión
cumple el papel de evitarnos expresiones del tipo “fábrica a cielo abierto” al
querer caracterizar lo específico de las transformaciones recientes en el agro
pampeano. En un nivel u otro, la producción agraria siempre ha emulado la
producción fabril, tal como en otro sentido, mantiene diferencias específicas
insalvables con esta.
En el salto cualitativo que implica la revolución de la base técnica y el
crecimiento de las escalas productivas en el agro pampeano, lo que cam-
bia es el papel que cumple la ciencia, y las personificaciones que cum-
plen las funciones de capital necesarias para elaborar una mercancía de
acuerdo a las exigencias mínimas propias de la producción agraria en un
momento dado. Y con esto, cambia también la forma que adoptará esta
producción en el futuro.
Marx reconocía que es en la agricultura donde la Gran Industria causa-
ba efectos más dramáticos, básicamente por su efecto en la destrucción del

150
Rolando García Benardo

campesinado y su reemplazo por los asalariados5, pero sobre todo porque


“el reemplazo de los métodos de explotación más rutinarios e irracionales
se ven reemplazado por la aplicación consciente y tecnológica de la ciencia”
(Marx, 1975: 611).
En este sentido, el proceso de especialización que aborda la literatura tiene
que ser comprendido como un fenómeno contradictorio: por un lado, es la
forma que adopta la expulsión de actores económicos producto del enorme
incremento en la escala media, y, por lo tanto, la escala mínima de produc-
ción; por otro lado, es la vía en que se desarrollan la división el trabajo propia
del desarrollo de las fuerzas productivas, que obliga a especializar funciones
en actores claramente diferenciados, complejizando la forma de trabajar. En
algunos casos, esta división de las funciones del capital implica la diferen-
ciación de capitales privados mutuamente independientes, y esto da origen
a una parte de las EPA, aquellas que se encargan de brindar servicios admi-
nistrativos o financieros externos, a forma de consultoría o gerenciamiento
de terceros. La emergencia de estas empresas es una consecuencia de los
procesos de concentración y centralización y no una explicación como tal.

Conclusiones

Nuestro planteo es que, de acuerdo al desarrollo histórico de las relacio-


nes de producción capitalistas en la producción agropecuaria, las relaciones
entre personificaciones típicas del sector agropecuario van mutando. Sos-
tenemos que el avance técnico y tecnológico en la producción agraria en la
República Argentina implica un avance en la división social del trabajo que
ha sido abordada ampliamente desde el enfoque evolucionista. Se compleji-
za el proceso de trabajo y esa complejización equivale a una mayor división
social. De hecho, la tercerización de actividades —un aspecto muy relevante
en la descripción neoschumpeteriana— es la expresión de esta mayor divi-
sión social del trabajo y complejización. En cambio, las relaciones sociales
de producción, y su expresión en la relación entre distintas personificacio-
nes, aspecto muy relevante para entender el proceso en su complejidad, pa-
san desapercibidas en el enfoque, y son reemplazadas por una teoría de los
agentes. Este es un cambio relevante en la dinámica de la producción agraria
argentina que los neoschumpeterianos no visualizan.
5.  Como sabemos, esta transformación no fue inmediata ni unilateral y la colisión entre
formas sociales de producción completamente distintas implicó mixturas históricas par-
ticulares. En Argentina, el tema de las formas históricas concretas en las que se despliega
la relación social de producción capitalista, redefiniendo a los agentes presentes en la
producción agrícola prexistente, fue trabajado por Pucciarelli y Barsky, entre otros, y sin-
tetizado por Balsa (2007).

151
Algunas discusiones sobre transformaciones productivas en la producción agraria argentina

Por otra parte, el enfoque neoschumpeteriano plantea que existe una ma-
yor división social del trabajo en la producción agraria —esto es correcto—
pero esta mayor división social implica a su vez una homogeneización de las
relaciones capitalistas de producción. La contracara de la complejización (o
“heterogeneización”) causada por la mayor división social del trabajo tanto
al interior de cada unidad productiva particular, como hacia el eslabona-
miento entre actores de la cadena, en realidad guarda una estandarización
cada vez mayor de la forma de producir y un crecimiento en la escala pro-
ductiva que implica una mayor igualdad entre unidades productivas agra-
rias otrora diferenciadas.
Proponemos que esto se debe al ingreso de la Gran Industria en la produc-
ción agropecuaria, que implica la quiebra de capitales que no alcanzan la
escala necesaria para mantenerse operativos y la creación de un nuevo sector
terrateniente de escala pequeña. Como correlato de esto, se reconfiguran en-
tonces las relaciones entre terratenientes, capitalistas y trabajadores.
De modo tal que, en este artículo nos hemos concentrado en describir
y criticar los aspectos centrales del enfoque neoschumpeteriano aplica-
do a la producción agropecuaria argentina. Haciendo esto, vimos que
el enfoque acierta en algunos aspectos descriptivos del proceso, mien-
tras falla en poder generar herramientas explicativas para buena par-
te de los aspectos centrales de esta transformación. Nos concentramos
en la metáfora de la red y expusimos algunas de sus limitaciones para
comprender cómo los “nuevos actores” están subsumidos a la dinámica
de acumulación del capital agropecuario. También señalamos la espe-
cialización (parte intrínseca de esta “red”) como forma concreta de la
expulsión de capitales y la concentración consiguiente. Por otra parte,
vimos cómo el avance de las fuerzas productivas del sector resulta en la
complejización de la producción producto de la mayor división social
del trabajo, proceso que implica la aparición de trabajadores formados
y de capitales especializados en las funciones científicas necesarias del
proceso de trabajo. También abordamos el límite que tiene explicar el
origen de la innovación por el mismísimo perfil innovador de los em-
presarios agrarios. En todos estos puntos, hemos recuperado el planteo
general desde una visión marxista y propuesto integrar las investigacio-
nes neoschumpeterianas a este enfoque.
También buscamos discutir el carácter “extractivista” de la producción
agraria argentina y las debilidades de este concepto para explicar el proceso
de transformaciones. Aquí, esperamos demostrar cómo es necesario salir de
puntos de vista peyorativos sobre el proceso económico que se vive en nues-
tro país para poder comprenderlo más integralmente y así tener mejores he-
rramientas para transformarlo.

152
Rolando García Benardo

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155
Una mirada acerca de la apropiación
de recursos energéticos en la
Argentina contemporánea
Diego Pérez Roig1

Introducción

E n 2010, en el marco de las celebraciones por el Bicentenario de la Re-


volución de Mayo, Cristina Fernández recibió en Buenos Aires a una
delegación de quince representantes de pueblos originarios que habían pro-
tagonizado una histórica marcha desde los rincones más lejanos del país.
Cumplidos los saludos y agradecimientos protocolares, los dirigentes plan-
tearon una serie de reclamos con respecto a las condiciones de vida de sus
comunidades y al despojo sistemático del que son víctimas como producto
del avance de distintas actividades económicas. La respuesta de la Presiden-
ta en relación con la industria petrolera fue enfática y terminante: “el petróleo
es una cosa que la necesitamos también, porque yo quiero contarles como Presidenta
de la República Argentina que si no tenemos petróleo [...] lo tengo que importar, y si
lo tengo que importar tengo que destinar muchos recursos que podría destinar para
otras cosas [...] si lo encuentro acá en el país es mejor para todos [...] si hay petróleo
en un lugar y los que están allí tienen que ser... en todo caso llevar a ese contingente,
de compañeros, a otro lugar exactamente con las mismas características y condicio-
nes, pero no podemos dejar [...] de sacar el petróleo porque lo necesitamos para poder
desarrollarnos, para poder vivir”.2
La intervención presenta, descarnadamente, la perspectiva que dos años
más tarde quedaría plasmada en la declaración del autoabastecimiento
como “interés público nacional” y “objetivo prioritario”, en tanto dimensión
excluyente de la “soberanía hidrocarburífera”. El supuesto detrás de este
1.  Licenciado en Ciencia Política, Magíster en Investigación en Ciencias Sociales, Doc-
tor en Ciencias Sociales (UBA). Coordinador Académico de la Maestría en Desarrollo
Territorial y Urbano (UNQ-UNDAV). Integrante del GEACH-UNQ; diegoperezroig@
gmail.com.
2.  El debate de fondo, La Vaca, 26/10/2011.

156
Diego Pérez Roig

principio consiste en que los hidrocarburos portan un carácter “estratégico”


crucial en la determinación del “modelo económico” y de crecimiento del
país, que se encuentra dado por sus propiedades naturales como objetos de
uso y que debe ser resguardado mediante la intervención estatal.
Si bien en el campo académico como en el político esta formulación se
encuentra principalmente asociada a posiciones que podríamos denomi-
nar “nacional-industrialistas”, en realidad, en cuanto que función social
general, la “garantía” del abastecimiento de energía resulta un propósito
común a toda gestión del Estado capitalista. En este sentido, más allá de
las características históricas que asuma aquel resguardo y de las premisas
y argumentaciones que se esgriman para solventarlo, desde la perspec-
tiva de quienes se encuentran en la posición de diseñar e implementar la
política estatal, el vínculo entre la reproducción social y el consumo de
energía presenta un carácter “objetivo”. Como tal, no sólo resulta incues-
tionado, sino que, de ser necesario, también debe subordinar cualquier
otro tipo de relación —como explicaba Cristina Fernández con crudeza a
los líderes indígenas.
En este artículo reflexionaremos acerca de dicha “objetividad”. Nuestro
punto de partida será la naturaleza de las relaciones sociales mercantiles
como aspecto que subyace y explica —en última instancia— la demanda
energética en el capitalismo. En este sentido, veremos que tanto las com-
pulsiones del mercado como el antagonismo que domina la relación entre
capitalistas y trabajadores, impulsan una progresiva transformación de
la base tecnológico-productiva que tiende a magnificar las cantidades de
materia y energía requeridas por el proceso de producción y circulación
de mercancías. Debido a la inigualable “densidad energética” de los com-
bustibles fósiles, su apropiación y aprovechamiento es, hasta el momen-
to, una condición irreemplazable del desarrollo capitalista. En segundo
lugar, señalaremos que, también como consecuencia de dicha naturale-
za, la “garantía” del abastecimiento energético recae dentro del círculo
de atribuciones generales del Estado. Sin embargo, como observaremos
a partir del caso argentino, la intervención estatal no sigue un curso li-
neal o funcional, sino que asume características históricas. Atravesada
por los cambios en la valorización del capital, la dinámica del mercado
y las luchas políticas que signan la reproducción social, la “efectividad”
de la política del Estado se encuentra permanentemente confrontada, de
tal suerte, con diversas contradicciones, dilemas y límites. Actualmente,
como plantearemos en el tercer y último apartado, uno de los desafíos
más importantes se relaciona con las consecuencias socio-ambientales de
la extracción de «formas extremas» de energía, objetivo estratégico pre-
sente de la política hidrocarburífera estatal. En este sentido, advertire-

157
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

mos que la producción de petróleo y gas desde formaciones geológicas


de mayor complejidad es una necesidad de la reproducción “normal” del
capital, que exacerba el despliegue de mecanismos expropiatorios en la
boca del pozo y abre el desarrollo de nuevos conflictos.

Relaciones sociales capitalistas, energía y combustibles fósiles

En perspectiva histórica, uno de los rasgos generales que distinguen a nues-


tra sociedad es que los organizadores inmediatos de la producción social son
productores formalmente independientes, que se relacionan entre sí como
propietarios de cosas, ya sea mediante relaciones directas de compra-venta,
como a través de un denso entramado de conexiones indirectas con otros
productores. A diferencia de épocas pasadas, en la sociedad mercantil la ac-
tividad laboral de los sujetos y la distribución de las fuerzas productivas no
se encuentran regulados de antemano, es decir, no existe una planificación
social respecto de qué, cuánto ni cómo debe producirse. Por el contrario, tal
“regulación” ocurre ex post a través del mecanismo de precios y en el mer-
cado, donde los productos del trabajo deben validar su utilidad social y su
intercambiabilidad.
Cuando esta modalidad de reproducción social se generaliza y adquiere
un movimiento continuo, las cosas pasan a gobernar las relaciones de pro-
ducción, y ocultan, de este modo, su condición de relaciones entre sujetos.
Así, nuestras relaciones sociales de producción adoptan una forma cosificada
o fetichista. Si los agentes de la producción se combinan entre sí únicamente
en el intercambio, como propietarios privados de trabajo, tierra o medios de
producción, la cosa misma pareciera estar dotada de la capacidad de estable-
cer relaciones de producción, en cuanto que mediadora de los vínculos entre
las personas. Esa virtud de la intercambiabilidad, la posibilidad que otorga
a su propietario de entablar relaciones de cambio con otros poseedores de
mercancías, es la que hace que, en la sociedad capitalista, las cosas “tengan
valor” (Rubin, 1974).
Si, por un lado, las cosas adquieren una “forma social” específica, en la me-
dida en que cumplen la función de vincular a los sujetos a través de diferentes
relaciones de producción, por el otro, los sujetos se convierten en “personifica-
ciones de las cosas” desde el momento en que su condición de propietarios de
fuerza de trabajo, capital o tierra funciona como un poderoso medio de presión
sobre su conducta social. Mediado por sucesivas repeticiones, este doble fenó-
meno acaba otorgando vida a los objetos —los “subjetiva”— y cosificando a
los sujetos —los “objetiva”—. A fin de cuentas, la sociedad en su conjunto pasa

158
Diego Pérez Roig

a estar gobernada por el despliegue de “formas desquiciadas” (Marx, 2006)3


—“valor”, “capital”, “competencia”, “salario”, “plusvalía”, “renta”, “interés”,
“acumulación”, etcétera—, que no son más que expresión del carácter opaco y
la legalidad propia, ajena a todo control individual o colectivo, que adquieren
las relaciones entre las personas (Backhaus, 2007).
Ahora bien, estas formas no están “vacías”, y ello puede decirse en dos senti-
dos complementarios. Por un lado, su existencia depende del completo desa-
rrollo y la generalización de la producción mercantil, es decir, de la existencia
histórica de relaciones capitalistas de producción. Estas relaciones son antagó-
nicas por definición. Tal antagonismo —expresión de la contradicción capital/
trabajo— atraviesa, pues, el “contenido” y el despliegue de cada forma. Por el
otro, el proceso capitalista de producción es un proceso material. En él, a la par
de las relaciones sociales, deben reproducirse los sujetos que las encarnan y el
conjunto de condiciones materiales de existencia de la vida humana.
Este contenido material es supuesto y portador de las relaciones que los indi-
viduos contraen en el proceso de reproducción de su vida. El proceso capi-
talista de producción produce y reproduce su propia base material. Por esta
razón, tiende a establecerse una estrecha conexión y correspondencia entre
las modalidades de apropiación de la naturaleza, la producción de bienes
materiales y el grado de desarrollo, extensión e interdependencia de las re-
laciones entre los sujetos. Como veremos a continuación, existen objetos de
uso que, por sus propiedades naturales, cumplen un rol destacado como su-
puestos del entrelazamiento de relaciones sociales cada vez más complejas.

relaciones de clase, maquinización y combustibles fósiles


Entonces, en la sociedad capitalista, la producción y la distribución asumen
una forma “puramente económica”, es decir, ya no embebida en lazos políti-
cos, sociales y religiosos como ocurría en otras formaciones sociales históri-
cas.4 Por consiguiente, al generalizarse la producción como producción para
el intercambio, la asignación del trabajo social y la distribución de recursos
pasan a estar crecientemente reguladas por los mecanismos del mercado y,
en términos más generales, por la operatoria de leyes económicas que se
colocan de espaldas a los sujetos. Que la apropiación de plustrabajo tenga
3.  Marx se refiere a estas formas como “misteriosas”, “fantasmagóricas”, “insensatas”,
como un “jeroglífico social” o un “místico velo neblinoso”, para dar cuenta del “fetichis-
mo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías,
y que es inseparable de la producción mercantil” (2006: 89). El capital parece una figura
autónoma dotada de vida propia, que sin embargo no es resultado de otra cosa que de
la dualidad o del “doble carácter social” de la actividad práctica laboral en la sociedad
capitalista como productora simultánea de valores de uso y de valor.
4.  Así pues, la relación de explotación se torna opaca. Nada era más diáfano, para el
campesino de la Edad Media, que la subordinación política, militar o legal que lo obliga-
ba a entregar parte de la producción o a trabajar para el señor feudal.

159
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

lugar en la “esfera económica” y a partir de medios económicos, implica


que ya no son necesarias ni la presión extraeconómica ni la coerción abierta
para forzar al trabajador a entregar el excedente originado por su actividad.
Mientras que, en última instancia, la fuerza coercitiva de la “esfera política”
sostiene, como amenaza o realidad efectiva, la propiedad privada y el poder
de apropiación, la compulsión inmediata que lo obliga a ser empleado por
un capitalista es su propia necesidad económico-vital, una vez que ha sido
desposeído de los medios de producción y subsistencia.
Así pues, la apropiación del excedente ocurre en el marco de una relación
contractual entre productores directos “libres” y el capitalista, dueño pri-
vado absoluto de los medios de producción. La separación efectiva entre el
“momento económico” de apropiación y el “momento político” de coerción
armada supone que el poder político directo resignado por los propietarios
capitalistas —y condensado en el Estado como un “tercero”, aparentemente
ajeno a la relación contractual—, se encuentra contrapesado por un control
sin precedentes sobre la actividad productiva y los sujetos que se involucran
en ella (Wood, 1981)5. El ejercicio de un firme comando del capital sobre el
proceso de trabajo se ha expresado, de manera general, en una progresiva
maquinización y expansión de la producción.
A primera vista, esta acumulación se impone a través de la competencia,
obedeciendo a una lógica que resulta ingobernable. “Como fanático de la
valorización del valor, el capitalista constriñe implacablemente a la huma-
nidad a producir por producir […] El capitalista sólo es respetable en cuanto
personificación del capital. En cuanto tal, comparte con el atesorador el afán
absoluto de enriquecerse […] Pero lo que en éste se manifiesta como manía
individual, es en el capitalista el efecto del mecanismo social, en el que dicho
capitalista no es más que una rueda del engranaje […] el desarrollo de la
producción capitalista vuelve necesario un incremento continuo del capital
invertido en una empresa industrial, y la competencia impone a cada capita-
lista individual, como leyes coercitivas externas, las leyes inmanentes del modo
de producción capitalista. Lo constriñe a expandir continuamente su capital
para conservarlo, y no es posible expandirlo sino por medio de la acumula-
ción progresiva” (Marx, 2006: 731-732).
Históricamente, el aumento sin fin de la producción trastocó el modo de
producción, avanzando de esfera en esfera de la industria, superando la base

5.  “[…] la propiedad capitalista une a un grado probablemente jamás disfrutado por
ninguna otra clase apropiadora el poder de extracción de excedentes y la capacidad de
organizar e intensificar la producción –directamente en beneficio del apropiador. Sin im-
portar qué tan explotadores hayan sido otros modos de producción o qué tan efectivos
hayan sido los medios de extracción de excedentes disponibles para aquellas clases ex-
plotadoras, en ningún otro sistema la producción ha respondido tan inmediata y univer-
salmente a las demandas del explotador” (Wood, 1981: 82).

160
Diego Pérez Roig

técnica artesanal sobre la que se había erigido y afectando la totalidad del


proceso social de producción. Al apoderarse de sus condiciones generales,
dadas por los medios de comunicación y transporte, la gran industria barrió
con las trabas que todavía debía enfrentar para la multiplicación de conexio-
nes en el mercado mundial y la incorporación de nuevas masas de capital y
obreros en las diversas ramas de la producción. Los cambios en las pautas de
consumo, las comunicaciones y la aceleración del intercambio de mercancías
son el reverso necesario de la acumulación de capital y contribuyen, como
ella, a incrementar notablemente la factura energética global.
Esta constatación, no deja de colocarnos, sin embargo, en un ámbito to-
davía “superficial” de la naturaleza de las relaciones sociales capitalistas.
En consecuencia, no agota el problema de la insaciabilidad energética del
capitalismo y del rol de los combustibles fósiles como valores de uso. A con-
tinuación, debemos considerar cuál es el vínculo específico que, en el ámbito
inmediato de la producción, convierte al mentado carácter “estratégico” en
un aspecto estructural e interno de las relaciones de clase.
Desde sus análisis económicos más tempranos, Marx comprendió que el
proceso de acumulación de capital, expresado en la progresiva automati-
zación de la producción, no podía explicarse únicamente a raíz de la com-
petencia entre los capitales individuales, sino que, adicionalmente, debía
comprenderse como tendencia inscripta en la propia relación de lucha en-
tre capitalistas y trabajadores (Marx, 1987)6. En este sentido, el comando del
capital sobre el proceso de trabajo también es un momento necesario de la
relación antagonista. En él, se articulan, por un lado, la contestación capita-
lista al desafío obrero y, por el otro, el carácter “puramente económico” de la
extracción y apropiación de excedentes, resultante de la expurgación de todo
ornamento político, social o religioso del proceso inmediato de producción.
En cuanto que proceso general, la creciente división del trabajo y socia-
lización de la producción; la incorporación de maquinaria; la aplicación
constante de las ciencias naturales y la tecnología; etcétera; se convierten
en fuerzas productivas del capital, ajenas tanto al obrero individual como
a los trabajadores combinados en el proceso de producción. Por un lado, la
inteligencia y la voluntad del taller colectivo pasan a estar encarnadas en el
6.  Así, en una carta del 28 de diciembre de 1846 dirigida a P.V. Annenkov, Marx sostie-
ne que “si el señor Proudhon no ha alcanzado a comprender el origen histórico de las má-
quinas, peor aún ha comprendido su desarrollo. Puede decirse que hasta 1825 —período
de la primera crisis universal— las necesidades del consumo, en general, crecieron más
rápidamente que la producción, y el desarrollo de las máquinas fue una consecuencia
forzada de las necesidades del mercado. A partir de 1825, la invención y la aplicación de las
máquinas no ha sido más que un resultado de la guerra entre patronos y obreros. Pero esto solo
puede decirse de Inglaterra. En cuanto a las naciones europeas, se vieron obligadas a em-
plear las máquinas por la competencia que les habían los ingleses, tanto en sus propios
mercados como en el mercado mundial” [énfasis nuestro] (Marx, 1987: 136).

161
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

capitalista o sus representantes, “como funciones del capital que vive en el


capitalista” (Marx, 2001: 96). Por el otro, desde el punto de vista técnico, la
capacidad laboral del obrero es “modificada de tal suerte […] que la misma
en su autonomía —esto es, al margen de ese contexto capitalista— se vuelve
impotente, su capacidad productiva independiente se quiebra” (ibid.: 97).
Merced al desarrollo de la maquinaria, las condiciones laborales “aparecen
como dominando al trabajo desde el punto de vista tecnológico, y al mis-
mo tiempo lo sustituyen, lo oprimen, lo vuelven superfluo en sus formas
autónomas” (ibid.). De este modo, como desarrollaremos a continuación, la
maquinaria opera al servicio del capitalista como dispositivo desarticulador
de la insubordinación obrera.
El punto de partida de la Revolución Industrial y de la automatización de
toda industria artesanal o manufacturera es la mecanización de la herramien-
ta antes manipulada por el trabajador: “[...] si damos un vistazo a las formas
elementales de la máquina, no puede discutirse que la revolución industrial
parte, no de la fuerza motriz, sino de esa parte de la maquinaria que los ingle-
ses llaman working machine […] A los matemáticos puros estos problemas les son
indiferentes, pero se vuelven muy importantes cuando se trata de probar la conexión
entre las relaciones sociales de los seres humanos y el desarrollo de esos métodos ma-
teriales de producción” [énfasis nuestro] (Marx y Engels, 1987: 123-124).
La operatoria de la máquina-herramienta excede con amplitud el número
de instrumentos de trabajo con los que puede desempeñarse un ser humano,
sobre todo cuando deja de ser un elemento aislado y se convierte en parte
de un sistema organizado en el que se articulan distintas clases de máqui-
nas individuales de trabajo. Esta máquina combinada “es tanto más perfecta
cuanto más continuo sea su proceso total, es decir, cuanto más completa sea
la sustitución de la mano humana por el mecanismo en el pasaje de la mate-
ria prima desde una fase de producción a otra” (Marx, 2006: 463).
La generalización de la producción fundada en la maquinaria acabó por
suprimir el principio subjetivo de la división artesanal del trabajo, así como
la rutina de origen empírico que la regía, reemplazándolos por un principio
“objetivo”, basado en el desmembramiento, el reensamblaje y la ejecución
de los diferentes procesos parciales a partir de criterios científico-técnicos.
Desde ese momento, el organismo de producción consolidó su existencia
ante el obrero como una realidad ajena que lo preexiste y que, por su natu-
raleza como medio de trabajo, impone técnicamente una socialización y una
cooperación basadas en tareas simples.
La maquinaria tiende a descalificar y a estandarizar el proceso de traba-
jo, con lo cual vuelve cada vez más prescindible la destreza individual y la
fuerza muscular del trabajador asalariado. En principio, su implementación
posibilitó el empleo de nuevas capas del proletariado —mujeres y niños—,

162
Diego Pérez Roig

así como el desplazamiento de los sectores de vanguardia del movimiento


obrero, lo que abrió camino a la prolongación de la jornada laboral.7 Luego,
cuando la resistencia de la clase trabajadora consiguió limitarla legalmente,
“el capital se lanzó con todo su poder y con conciencia plena a producir plus-
valor relativo mediante el desarrollo acelerado del sistema fundado en la ma-
quinaria” (Marx, 2006: 499). En el funcionamiento de la fábrica, el “autómata
mecánico” se convierte en el sujeto y “los obreros sólo se coordinan como
órganos conscientes anejos a los órganos inconscientes de aquél, quedando
subordinados con éstos a la fuerza motriz central” (ibid.: 511). La maquini-
zación expropia y asimila la destreza humana con la herramienta de trabajo,
equiparando las tareas que deben ejecutar sus “auxiliares”. Así, el obrero
tiende a transformarse en parte de una máquina parcial, y esto consuma “su
desvalida dependencia respecto al conjunto fabril; respecto al capitalista”
(ibid.: 515). Mientras que en la manufactura y en el artesanado el trabajador
se servía de la herramienta, en la fábrica debe seguir el movimiento del me-
dio de trabajo, incorporándose como “apéndice viviente” de un mecanismo
inanimado independiente de su voluntad.
El medio de trabajo metamorfoseado en máquina compite con este obrero
“unilateralizado”. Su destreza concreta, consistente ahora en el manejo de
una herramienta parcial, se esfuma como valor de uso y valor de cambio, ni
bien recae sobre la maquinaria la operación y modificación directa del objeto
de trabajo. Al volverlo superfluo, “el medio de trabajo asesina al trabaja-
dor” (ibid.: 526) y lo torna mucho más vulnerable ante los periódicos mo-
vimientos y reestructuraciones del capital. “[Cuando el régimen fabril] ha
conquistado cierta amplitud de existencia y determinado grado de madurez;
no bien, ante todo, su propio fundamento técnico, la maquinaria misma, es
a su vez producido por máquinas; no bien se revolucionan la extracción del
carbón y el hierro así como la metalurgia y el transporte y, en suma, se esta-
blecen las condiciones generales de producción correspondientes a la gran
industria, este modo de producción adquiere una elasticidad, una capacidad de
expansión súbita y a saltos que sólo encuentra barreras en la materia prima y en el
mercado donde coloca sus propios productos” [énfasis nuestro] (ibid.: 549).
La producción febril convierte a la vida de la industria en un subibaja en

7.  Esta prolongación funciona como antídoto frente al “desgaste moral” de las inversio-
nes en maquinaria y es condición de posibilidad para incrementar el uso productivo de
otras, como las inmobiliarias, cuyo costo es independiente de la duración de la jornada de
trabajo. Asimismo, recordemos que, en su primera introducción, la máquina es fuente de
“trabajo potenciado” y que quienes monopolizan esta tecnología se ven favorecidos por
la generación de ganancias extraordinarias. El capitalista “procura explotar de la manera
más concienzuda ese ‘tiempo primero del amor juvenil’ mediante la mayor prolongación
posible de la jornada laboral. La magnitud de la ganancia acicatea el hambre canina de más
ganancia” (Marx, 2006: 495).

163
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

el que se alternan períodos de prosperidad y etapas de sobreproducción y


estancamiento. Durante las crisis, la encarnizada lucha entre los capitalistas
por su participación individual en el mercado incita transformaciones en la
producción, que suelen ser acompañadas por intentos de reducir violenta-
mente los salarios. En esta sucesión de períodos y reestructuraciones, la fá-
brica atrae y repele a los trabajadores. Así los fragmenta y tiende a “descom-
poner” su existencia política como clase.8
Desde el punto de vista “termodinámico”, la maquinaria libera a la pro-
ducción de las barreras orgánicas impuestas por la anatomía humana. Ini-
cialmente, el obrero es desplazado de la ejecución directa del trabajo y rele-
gado al papel de simple proveedor de fuerza motriz.9 Sin embargo, a medida
que la máquina de trabajo opera simultáneamente con un número mayor
de herramientas, resulta necesario un mecanismo motor más voluminoso,
que “requiere a su vez una fuerza motriz más poderosa que la humana, aun
dejando a un lado que el hombre es un instrumento muy imperfecto en lo
que se refiere a la producción de un movimiento uniforme y continuo” (ibid.:
457). Progresivamente, “la existencia de una máquina motriz capaz de de-
sarrollar cualquier potencia energética y que, al mismo tiempo, fuera per-
fectamente controlable” (ibid.: 468) se convirtió en una condición material
elemental de todo el proceso. Frente a la fuerza motriz natural del agua y el
viento, que obligaban a dispersar la producción en el campo, la máquina de
vapor fue el primero de una serie de desarrollos tecnológicos consistentes en
un motor capaz de generar su propia fuerza motriz —en este caso, mediante
el consumo de carbón y agua—, cuya potencia energética se encontraba com-
pletamente bajo control humano. Fácil de transportar, la invención permitió
la concentración de la producción en las ciudades y fue aplicada con gran
éxito a la locomoción. De esta manera, la transición hacia el sistema fabril, a
través de una maraña de formas abigarradas, terminó por decidirse con la
introducción de otra fuente de fuerza motriz: “[...] como en todos los pro-
cesos similares de trastocamiento, lo que inclina decisivamente la balanza
es la sustitución del hombre por la máquina de vapor. El empleo de la fuer-
za del vapor tropieza al principio con obstáculos puramente técnicos, como
la vibración de las máquinas, las dificultades en controlar su velocidad, el
8.  El operaismo apela al concepto de «composición política de clase» para dar cuenta
del permanente proceso de redefinición que, mediado por la relación antagonista, de-
termina la socialización, subjetividad e integración técnica del trabajo frente al capital en
el proceso de producción (Negri, 2004). Asumimos que, sin por ello adoptar un carácter
“funcional” o “necesario”, los momentos de intensificación de esa composición, así como
aquellos de “descomposición” política, son índice de cambios defensivos u ofensivos in-
troducidos por el capital en el desarrollo de la acumulación.
9.  Ni bien aquellas dejan de estar operadas directamente por los humanos, “pasa a ser
casual el que la fuerza motriz se disfrace de músculo humano, y a éste lo pueden reempla-
zar el viento, el agua, el vapor, etc.” (Marx, 2006: 456).

164
Diego Pérez Roig

deterioro acelerado de las máquinas más livianas, etc., obstáculos, en su to-


talidad, que la experiencia pronto enseña a superar. Si la concentración de
muchas máquinas de trabajo en grandes manufacturas, por una parte, pro-
mueve el empleo de la fuerza del vapor, por otra la competencia del vapor
con la musculatura humana, acelera la concentración de obreros y máquinas
de trabajo en fábricas grandes” (ibid.: 577).
Encarnada en el desarrollo de la gran industria, la subsunción real del tra-
bajo en el capital rearticula permanentemente los elementos constitutivos
del proceso de producción, con el concurso de las ciencias naturales y la
tecnología. Dado que afecta de manera constante el fundamento técnico de
la producción, la gran industria ata la suerte del trabajador a la fluidez de
la función, lo condena al desempeño de un papel cada vez más superfluo
y, a través de ello, recrea el comando capitalista desafiado en el curso de
la lucha de clases. “El capital proclama y maneja, abierta y tendencialmen-
te, a la maquinaria como potencia hostil al obrero. La misma se convierte
en el arma más poderosa para reprimir las periódicas revueltas obreras,
las strikes, etc., dirigidas contra la autocracia del capital. Según Gaskell,
la máquina de vapor fue desde un primer momento un antagonista de la
‘fuerza humana’, el rival que permitió a los capitalistas aplastar las cre-
cientes reivindicaciones obreras, las cuales amenazaban empujar a la crisis
al incipiente sistema fabril. Se podría escribir una historia entera de los
inventos que surgieron, desde 1830, como medios bélicos del capital contra
los amotinamientos obreros” (ibid.: 530).
De este análisis surgen dos conclusiones. Por un lado, se observa que la
conversión de medios de trabajo, material de trabajo y materias auxiliares en
capital encuentra un desencadenante primario10 en la necesidad del capitalis-
ta de subordinar al trabajador en el proceso de producción, prescindiendo de
medios extraeconómicos. En esta lectura general, entonces, la acumulación
no es resultado del desarrollo inmanente de una “estructura exterior”, sino
una tendencia interna de la lucha de clases. Por el otro, en el sentido más es-

10.  “Primario” en relación a la competencia, asumiendo el mismo sentido que Marx im-
prime a su análisis de la formación de una tasa media de ganancia. Como partes alícuotas
del capital social global, los capitalistas participan de una “sociedad por acciones” basada
en la explotación del conjunto de la clase obrera: “cada capitalista individual, así como el
conjunto de todos los capitalistas de cada esfera de la producción en particular, participan
en la explotación de la clase obrera global por parte del capital global y en el grado de dicha
explotación no sólo por simpatía general de clase, sino en forma directamente económica,
porque, suponiendo dadas todas las circunstancias restantes entre ellas el valor del capital
global constante adelantado, la tasa media de ganancia depende del grado de explotación
del trabajo global por el capital global. […] Tenemos aquí, pues, la demostración matemática
exacta de por qué los capitalistas, por mucho que en su competencia mutua se revelen como falsos
hermanos, constituyen no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la
clase obrera [destacados nuestros] (2009: 248-250).

165
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

pecífico de este apartado, vemos que, como respuesta “ciega” del capital, la
maquinización se traduce en una integración creciente de materia y energía
en la producción. Como proceso simultáneo de “valorización del valor” y de
trabajo concreto, la reproducción capitalista crea una masa acrecentada de
valor, que se expresa en la producción de un mayor volumen de objetos de
uso (Marx, 2007; Grossmann, 1979). En la reproducción del capital, entonces,
no sólo debe producirse una sustitución del valor, sino también una sustitu-
ción material (Rosdolsky, 2004).
Con la expansión planetaria de las relaciones sociales capitalistas, cada vez
más máquinas dan cuenta de una producción incremental e intensificada
de mercancías, que ha sido acompañada por innovaciones similares en la
esfera de la circulación, orientadas a mejorar las comunicaciones, acelerar
el transporte y multiplicar los circuitos de intercambio. Sabemos que esta
tecnificación únicamente pudo despegar y sostenerse, hasta el día de hoy,
mediante una mejora de los mecanismos proveedores de fuerza motriz y
un aprovechamiento de fuentes energéticas de elevada densidad, específi-
camente, combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Podemos
afirmar, en este sentido, que nuestra matriz energética actual se desarrolló
con fines de explotación de la fuerza de trabajo y de apropiación de la naturaleza.
Por lo tanto, la producción y el consumo de energía no resultan actividades
“exteriores” a las relaciones sociales predominantes en el capitalismo, sino
que guardan con ellas un vínculo estructural. Actualmente, los hidrocarbu-
ros son, en virtud de sus propiedades naturales como valores de uso, “base
material” inseparable de la reproducción y el despliegue de las “formas”
cada vez más complejas que asume la sociedad capitalista. El carácter estra-
tégico que habitualmente se les atribuye mistifica, a fin de cuentas, su falta
de neutralidad desde una perspectiva de clase.

“Recursos estratégicos” y política hidrocarburífera

Para sintetizar lo desarrollado hasta aquí, podríamos decir que, en tanto ob-
jetos de uso, los hidrocarburos funcionan como “subsidio termodinámico”
de la explotación de la fuerza de trabajo, la apropiación de la naturaleza y el
intercambio de mercancías. Su oferta en la calidad y las cantidades adecua-
das, forma parte, entonces, de las condiciones materiales generales de la produc-
ción de capital. Por esta razón, cualquier problema de abastecimiento de estos
recursos se presenta como “límite” del proceso de acumulación.
Esta conclusión nos coloca en una arena privilegiada de intervención del Es-
tado. La supervivencia de las unidades privadas e independientes de capital
depende de la producción para el intercambio y la obtención de ganancias

166
Diego Pérez Roig

en el marco de la competencia. Por esta razón, se encuentran incapacitadas


para crear o garantizar la existencia de una gran variedad de actividades, re-
laciones y condiciones que, aunque sean o se tornen no redituables, forman
parte del entorno social sobre el que deben basar su reproducción. Entre otros,
se encuentran los prerrequisitos de la producción como proceso material de
trabajo. Abstraído de la competencia y la necesidad inmediata de producir
plusvalor, el Estado está pertrechado de los medios materiales y de fuerza
específicos para generar aquella “naturaleza social”. No obstante, el cumpli-
miento efectivo y concreto de esta función social general se da a través de una
relación paradójica con la reproducción capitalista. Por un lado, en tanto que
“forma particularizada” del dominio de clase, el Estado capitalista se eleva
por encima del proceso directo de producción, de manera que su actividad y
mecanismos funcionales resultan condicionados por la existencia de intereses
contradictorios y conflictos sociales. Pero, por el otro, no puede evitar hundir
sus raíces en la acumulación de capital, como fundamento material de su pro-
pia existencia. Esta es una contradicción inherente a la acción del Estado, que
mantiene abierto el desarrollo de sus funciones a las cambiantes condiciones
históricas de la lucha de clases y la valorización de capital.11

entre el valor económico y la importancia estratégica


Por este motivo, en el cumplimiento de la función social general mencionada,
la intervención estatal en el sector hidrocarburífero argentino en las últimas dé-
cadas ha tomado diferentes formas y se ha articulado con distintos objetivos.
A partir de 1989, la industria petrolera atravesó profundas transformacio-
nes cualitativas. Con el propósito de atraer inversiones que dinamizaran
la actividad exploratoria y la producción, un paquete de leyes y decretos
abrió el mercado hidrocarburífero a la competencia internacional; posibilitó
el proceso de “desgrase” y privatización de YPF; y sentó las primeras bases
para una gestión de los recursos descentralizada a nivel provincial. De esta
manera, en el marco de un proceso general de reestructuración capitalista
y metamorfosis neoliberal de la forma de Estado,12 la industria petrolera se
convirtió en una de las principales actividades desde la cual las fracciones de
la burguesía que habían emergido victoriosas de la crisis hiperinflacionaria
proyectaron la internacionalización de sus inversiones, así como en un punto
de atracción para el ingreso de capitales del exterior.
La “comoditización” del petróleo y el gas, consecuencia directa de esta transfor-
mación, se articuló de manera compleja con las necesidades de la acumulación.
11.  El desarrollo de este párrafo se basa en los aportes de Altvater (1977) y Hirsch
(1978).
12.  Que tuvo sus fundamentos en la apertura de la economía al mercado mundial, la
desregulación del mercado doméstico y un amplio programa de privatizaciones o conce-
siones de empresas estatales.

167
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

Por un lado, se trató del reverso de la “garantía” del abastecimiento de com-


bustibles, en una situación de profundo debilitamiento de las capacidades y una
virtual quiebra del Estado y sus empresas. Recordemos que, a diferencia de lo
que suele argumentarse, la reconversión productiva de los noventa no implicó
el mero tránsito hacia un modelo “primarizado”, de “servicios” o basado en la
“valorización financiera”. En realidad, la reestructuración del capital inducida
por la implementación de la convertibilidad y la apertura de la economía local
a la competencia mundial supuso una notable transformación tecnológica de la
producción agraria e implicó una reorientación de la industria hacia la produc-
ción de bienes de bajo valor agregado relativo y el ensamblado de partes produ-
cidas internacionalmente. El crecimiento de la producción y las exportaciones
basado en un incremento constante de la explotación del trabajo —en las fases de
crecimiento, a través de la inversión en nueva tecnología y la reorganización de
los procesos productivos— revalidó el carácter “estratégico” de los hidrocarbu-
ros. Entre 1989 y 2001, se produjo un notable aumento del consumo de energía,
traccionado por la demanda de los sectores productivos —industria, transporte y
agropecuario—, que dependió casi con exclusividad de la apropiación y transfor-
mación de petróleo y gas natural. Dicho aumento fue aún más considerable entre
1991 y 1998, período de auge de la convertibilidad (Pérez Roig, 2018).
Asimismo, el desprendimiento de áreas centrales y marginales, diversos
activos, y también el propio proceso de privatización de YPF, colaboraron
para que el Estado nacional recuperara capacidades fiscales y de interven-
ción necesarias para implementar y sostener el plan de convertibilidad,
clave de bóveda del programa de políticas del menemismo y de la unifi-
cación de las distintas fracciones de la burguesía en un nuevo «bloque en
el poder»13. Una vez implementadas estas reformas, el funcionamiento del
sector generó un ingreso de divisas por exportaciones o a través de la cuen-
ta de capital que contribuyó a amortiguar los desequilibrios externos de la
«estrategia de acumulación»14.

13.  Sobre este aspecto, consultar los trabajos de Bonnet (2008) y Piva (2012).
14.  Mediante esta categoría nos referimos a la forma histórica de la acumulación de
capital en la Argentina, asumiendo que sus características definen las necesidades y posi-
bilidades de apropiación de los hidrocarburos en tanto valores y valores de uso, así como
los límites a la intervención del Estado en el marco de dicha apropiación. Gran parte
de la agenda teórica y la dirección metodológica de los análisis de este tipo responde a
los postulados de la Escuela Francesa de la Regulación, expresándose en las categorías
intermedias «régimen de acumulación» y «modo de regulación» (Aglietta, 1986). Aquí,
recuperamos el concepto de «estrategia de acumulación», que tanto Jessop (1991) como
Hirsch (1991) utilizan para distinguir el curso y los ritmos seguidos por el desarrollo
capitalista, dentro de los parámetros básicos definidos por la forma-valor. Por medio de
esta categoría nombraremos, pues, un “modelo de crecimiento” económico específico re-
sultante de múltiples interacciones contradictorias y “estructuralmente determinadas”
de clases y grupos sociales, capaz de unificar los diferentes momentos en el circuito del
capital bajo la “hegemonía” de una de sus fracciones.

168
Diego Pérez Roig

En otro plano, a su vez, la imposición de la mediación dineraria en todos los


segmentos de la actividad —su “desestatalización”—, así como la igualación
de los precios locales con los internacionales a partir de la eliminación de
subsidios y regímenes especiales, vehiculizaron mecanismos de disciplina-
miento implícitos en la restricción monetaria, la desregulación y la apertura
indiscriminada de la economía. Si durante el modelo de sustitución de im-
portaciones (ISI) el manejo político de los precios de los hidrocarburos había
subsidiado económicamente al capital en el espacio nacional de valor, ahora
los precios “libremente pactados” descargaban con más fuerza aún el peso
del mercado mundial sobre la economía nacional y reforzaban la necesidad
de que la producción local ganara competitividad a través de la incorpora-
ción de tecnología y una mayor explotación de los trabajadores.
La comoditización de los hidrocarburos —forma histórica de intervención
del Estado en cuanto que “garante” de las condiciones materiales generales de la
producción— fue condición de su aprovechamiento como “subsidios energé-
ticos” de la explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación de la natura-
leza, pero, al mismo tiempo, tendió a socavar los fundamentos “termodiná-
micos” de la acumulación de capital. Librada a la lógica de la maximización
de ganancias, una porción creciente de la producción pasó a comercializarse
en el exterior, sin encontrar contrapartida en la reposición de reservas. A fin
de cuentas, este proceso de valorización de las concesiones se basó princi-
palmente en el esfuerzo exploratorio realizado durante décadas por la vieja
YPF estatal y aceleró la maduración de los principales yacimientos del país.
A partir de 2002, el relanzamiento del proceso de acumulación de capital
sobre el legado de la reestructuración de los noventa, convirtió a este hecho
en un problema de primer orden que la política hidrocarburífera del Estado
debía conjurar. El agotamiento de las condiciones naturales de productivi-
dad de las concesiones más importantes obligaba a incrementar la inversión
tanto para sostener o mejorar el rendimiento de los campos productivos —
mediante diferentes técnicas de rejuvenecimiento y la explotación de reser-
vorios de mayor complejidad—, así como para incorporar nuevas reservas
—apelando a la exploración en horizontes profundos y zonas de frontera—.
En el marco de una extendida internacionalización de la industria petrole-
ra, la realidad geológica nacional imponía la necesidad de asumir mayores
riesgos que en otras regiones. Para las compañías resultaba indispensable,
entonces, contar con un claro panorama de estabilización institucional luego
de la crisis de 2001; diversas garantías de la libertad de mercado y la nor-
mativa vigente; así como con medidas de estímulo para la incorporación de
tecnología. En este sentido, el problema de la inversión no se reduciría a los
beneficios que pudieran obtener por sus operaciones en Argentina, sino a su
rentabilidad relativa frente a prospectos existentes en otras partes del mun-

169
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

do, en el marco de la competencia con otros capitales —como demuestra


contundentemente el Informe Mosconi para el caso de Repsol-YPF.
Desde la perspectiva del Estado, la satisfacción de este conjunto de de-
mandas, sobre todo de sus dimensiones económicas, entraba en franca con-
tradicción con parte de los objetivos de la política hidrocarburífera fijados
por el sistema de derechos de exportación. Las retenciones, inicialmente
implementadas como respuesta a la crisis, con el objetivo de captar parte
de las rentas extraordinarias generadas por la devaluación y el movimien-
to del precio mundial del petróleo, se convirtieron, durante el transcurso
de la postconvertibilidad, en una solución de compromiso frente al dilema
commodity/recurso estratégico abierto por las características y desequilibrios
de la «estrategia de acumulación». Sin afectar la estructuración neoliberal
del sector hidrocarburífero, las retenciones aportaron al sostenimiento del
superávit fiscal, aislaron al mercado local —como resguardo de la competiti-
vidad de la economía y la recuperación del consumo— de la volatilidad y el
incremento de las cotizaciones internacionales de los combustibles y evita-
ron una mayor depredación de las reservas —sobre todo de gas natural. No
obstante, como parte de un esquema de precios que no reflejaba los “verda-
deros costos” de producción de la energía, configuraron un escenario poco
seductor para el arribo del tipo y la magnitud de las inversiones requeridas
para dinamizar el sector.
En este sentido, si para acompañar termodinámicamente el relanzamien-
to del proceso de acumulación era necesario ampliar la oferta interna de
petróleo y gas, surgía la pregunta de cómo competir exitosamente contra
prospectos de otras partes del mundo por la atracción de capitales de alto
riesgo, colocando, a su vez, un límite a aquellas condiciones que, en pos
de garantizar márgenes de rentabilidad similares a los vigentes interna-
cionalmente, pudieran desestabilizar los fundamentos de la «estrategia de
acumulación». Como se deduce de la trayectoria del sector hidrocarburí-
fero durante la postconvertibilidad, tal dilema resultó irresoluble. En au-
sencia de inversiones, la producción cayó año a año, por lo que se generó
un déficit de oferta que, en el marco de un importante crecimiento de la
producción y el consumo, sólo pudo saldarse recurriendo a compras ex-
ternas. Hacia 2011, el esquema de subsidios y la factura por importaciones
energéticas se convirtieron en uno de los principales desequilibrios de la
«estrategia de acumulación»; se aceleró, así, la posibilidad de una crisis de
balanza de pagos en el corto plazo.
Ante esta situación, entre abril y mayo de 2012, el Gobierno nacional in-
tervino YPF y promovió una reforma legislativa orientada tanto a recu-
perar el control de la ex empresa estatal, como a fijar nuevas pautas de
funcionamiento para el conjunto del sector. Por un lado, la propuesta del

170
Diego Pérez Roig

PEN enfatizaba el carácter “estratégico” de los hidrocarburos como valores


de uso indispensables para el “modelo productivo con inclusión social”,
razón por la cual el logro del autoabastecimiento debía considerarse un ob-
jetivo prioritario de la política energética. Sin embargo, por otro lado, tanto
las contradicciones de la «estrategia de acumulación» como las condiciones
vigentes en el mercado internacional obligaban a reintroducir principios
mercantiles de apropiación: en el articulado del proyecto, junto a la recu-
peración en clave “estratégica”, también se incluyó el criterio de que los
hidrocarburos debían considerarse commodities capaces de mejorar los re-
sultados de la balanza de pagos.
De esta manera, el proyecto interiorizaba el desdoblamiento valor/valor
de uso que había tenido su origen con las reformas neoliberales y que,
posteriormente, había pesado sobre el conjunto de la política petrolera del
Estado desde 2002. Si la respuesta a dicho desdoblamiento era —como pre-
tendía estimular el proyecto del Poder Ejecutivo— la exploración y explo-
tación masiva de hidrocarburos no convencionales (HNC), en ausencia de
transformaciones más profundas del sector, sus medios de implementa-
ción no hacían más que cristalizar el entrelazamiento de ambos aspectos.
En aquel marco, el aprovechamiento del petróleo y el gas como “recursos
estratégicos” suponía la formación de alianzas con capitales internaciona-
les para la maximización de las inversiones y la incorporación de nuevas
tecnologías y modalidades de gestión. Pero para ello, la apropiación de los
hidrocarburos en cuanto que valores de uso, debía validar su condición
social de commodities, es decir, el hecho de que también eran producidos
para el mercado como valores.
El carácter específico que asumió la recuperación del control estatal de
YPF puede considerarse una prolongación de aquellas condiciones y nece-
sidades. La presunción inicial era que el autoabastecimiento no resultaba
incompatible con un nivel “razonable” de rentabilidad para las empresas,
sino que lo había sido, particularmente, con la “lógica especulativa y cor-
toplacista” de la gestión de YPF a cargo de Repsol. Tres consecuencias se
derivaban de este punto de partida. En primer lugar, no resultaba perti-
nente encaminarse hacia un proceso de estatización del conjunto del sector,
sino que únicamente era imprescindible recobrar el control de la empresa
que detentaba la posición dominante en el mercado. En segundo lugar, el
modelo de negocios por promover, a partir de ese momento, estaría basado
en alianzas estratégicas con diversos actores privados, a través de distintas
modalidades asociativas. Finalmente, la participación estatal en YPF toma-
ría como paradigma diversos esquemas mixtos de gestión y gobierno que,
en su momento, habían supuesto procesos de reestructuración adaptados a
la desregulación del mercado, la competencia y la internacionalización del

171
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

capital petrolero. En consecuencia, se buscaría transformar a YPF en una


compañía con los atributos de una empresa privada respecto de su gestión,
estrategia de crecimiento y desempeño.
A partir de la ley de “soberanía hidrocarburífera”, entonces, la política del
Estado y la nueva orientación empresaria de YPF se abocaron centralmente
a descerrajar y lograr un desarrollo masivo de recursos no convencionales,
sobre todo de tight gas, shale gas y shale oil en formaciones-objetivo más com-
plejas. Por un lado, se generaron nuevas condiciones de acumulación a partir
de un esquema de precios internos tendiente a recortar la brecha con las
cotizaciones internacionales; la reducción de las alícuotas por derechos de
exportación; la implementación de diversos planes de estímulo, particular-
mente para la producción gasífera; la construcción de un marco normativo
específico; y, en general, la “normalización” de las relaciones con el mercado
luego de la expropiación de parte del paquete accionario de Repsol. Por el
otro, se lograron acuerdos de explotación con inversores internacionales, en-
tre los que se destaca el celebrado con Chevron a mediados de 2013.
Si bien esta modificación de las condiciones de acumulación se tradujo
en notables resultados productivos, en particular en el caso de YPF, la rea-
lidad es que el cambio en las condiciones internacionales que se observa
desde mediados de 2014 con la caída del precio del barril, ha colocado en
un relativo impasse el desarrollo masivo de la formación Vaca Muerta y
otras «formas extremas» de energía. En 2015, ante la caída vertical de las
cotizaciones y su posible impacto negativo sobre el nivel de actividad y las
inversiones, el Gobierno nacional acordó con las provincias, los capitales
petroleros y los sindicatos mantener un precio sostén del barril “criollo”,
redujo a un carácter simbólico el cobro de derechos de exportación e im-
plementó el “Programa de Estímulo a la Producción de Petróleo Crudo”,
cuyos objetivos eran promover tanto la extracción de crudo del tipo Meda-
nito (de la cuenca Neuquina) para el mercado local, como la exportación
de saldos de aquellas variedades que no fueran procesadas internamente.
Aunque estas medidas resultaron efectivas en términos productivos, de to-
dos modos legaron a la actual administración —de la Alianza Cambiemos,
que asumió en diciembre de 2015— el dilema respecto de la viabilidad
de semejante esquema de transferencias, en un contexto de incertidumbre
acerca del precio mundial del petróleo, así como de crecientes desequili-
brios de la «estrategia de acumulación».
En esta coyuntura, se observa una continuidad general respecto del mayor
involucramiento del Estado en el sector energético, en cuanto que dimensión
fundamental de las condiciones materiales generales para la acumulación de ca-
pital. Dos hechos permitirían afirmar la continuidad de esta tendencia a par-
tir de 2015, aunque resignificada por el aquel dilema: la creación del Minis-

172
Diego Pérez Roig

terio de Energía y Minería de la Nación, así como la elaboración de un “plan


estratégico” con miras al año 2025, cuyas metas son garantizar la provisión
de energía para un modelo de crecimiento y desarrollo económico sosteni-
do, y al mismo tiempo reducir los impactos sobre el ambiente. Ello supone,
como objetivos específicos de la política energética, la transición hacia una
matriz menos dependiente de los combustibles fósiles; un incremento en la
capacidad de generación; la promoción de la eficiencia; y la normalización
de los mercados energéticos a partir de nuevos precios, tarifas y contratos
que reflejen los verdaderos costos de producción.
El plan es una respuesta de mediano plazo ante los dilemas que enfrenta
la política hidrocarburífera debido a las condiciones geológicas locales, la
volatilidad de precios a nivel internacional y la existencia de desequilibrios
macroeconómicos originados, entre otros factores, por la implementación
de subsidios, planes de estímulo o regulaciones de los precios internos. En-
tre las medidas inmediatas del plan, se destaca el inicio de una convergen-
cia de los precios domésticos hacia el nivel internacional, que constituye
una ruptura parcial con la política previa y que impacta diferenciadamente
en la evolución del sector.
En el caso del mercado primario de petróleo, la eliminación de los be-
neficios otorgados al mantenimiento o incremento de la producción, los
sucesivos acuerdos “para la transición” y, finalmente, la liberación de
precios e importaciones de crudo y derivados, han generado condiciones
poco propicias para el sostenimiento de los niveles de actividad y extrac-
ción. Luego de la estabilización lograda entre 2014-2015, en 2016 y 2017
la producción total continuó cayendo —pese al aumento de la extracción
de shale oil—, siendo determinantes la disminución de las inversiones y la
baja de equipos de perforación. En este marco, sobre todo durante 2018,
la liberación de precios, el crecimiento de las compras externas y la deva-
luación de la moneda, han colocado una creciente presión sobre la coti-
zación en pesos de los combustibles, forzando sucesivas recomposiciones
por encima del incremento del nivel general de precios. En el caso del
gas natural, en cambio, las perspectivas son aún inciertas. La extracción
prolongó su recuperación en 2016 —en gran medida gracias a la puesta
en producción de Vega Pléyade—, pero cayó levemente en 2017. Sin em-
bargo, por hallarse en promedio por debajo de la paridad con los valores
de importación, el establecimiento, a partir de 2016, de un nuevo sendero
de precios para el gas en boca de pozo tendiente a reflejar la libre interac-
ción de oferta y demanda, ha otorgado otro “horizonte de previsibilidad”
a las inversiones necesarias para movilizar los recursos de la geología
nacional. Asimismo, en cuanto a los reservorios tight y shale existentes en
la Cuenca Neuquina —de creciente gravitación en la producción total—,

173
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

aquella señal ha sido complementada por la implementación de un nuevo


plan de estímulo que fija un valor mínimo a remunerar por la produc-
ción de gas natural, en el caso de aquellas concesiones que aceleren el
paso de la “etapa piloto” a la de desarrollo, así como por una reducción
de los costos de operación derivada de la modificación de los convenios
colectivos de trabajo del personal que desarrolle tareas en el “no conven-
cional”. Si, por un lado, junto a la reducción de subsidios a la demanda,
estas medidas han tenido un ostensible impacto en la evolución de los
cuadros tarifarios, por el otro, es probable que estimulen incrementos de
la extracción y que nuevamente puedan volcarse al exterior excedentes
de la producción no consumidos en el mercado interno.
Respecto del conjunto del sector, el objetivo es que la producción gane
competitividad a través de transformaciones técnicas, la reorganización
de los procesos productivos y una mayor explotación de la fuerza de tra-
bajo. En este último caso, así lo demuestra la modificación de los conve-
nios colectivos de trabajo de quienes sean empleados en la explotación de
HNC en Vaca Muerta. A su vez, en términos más generales, el desarrollo
de la política hidrocarburífera trazada por el plan mencionado se articula
con la búsqueda de una reorientación de la «estrategia de acumulación».
Entre otras consecuencias, la transición hacia un mercado energético en
el que interactúen sin mediaciones los elevados costos locales de produc-
ción y las fluctuaciones de los precios internacionales vuelve a convertir
al sector —como en los noventa— en vehículo del disciplinamiento de las
ramas de la industria y los capitales menos competitivos, en el marco de
un proceso más general de apertura de la economía nacional a los impe-
rativos del mercado mundial. Si bien es posible que, entre los que sobre-
vivan, se estimulen inversiones en eficiencia energética —sin las cuales
se verían fuertemente limitados los esfuerzos generales por diversificar
la matriz—, lo más probable que la mayor parte del ahorro se produzca
debido a una caída de los salarios reales y del consumo energético; esto,
a su vez, podría posibilitar una mayor generación de saldos exportables
que contribuya al equilibrio de la balanza de pagos.

Explotación y despojo

Al analizar el proceso de acumulación, Rosa Luxemburgo advierte que “en


su impulso hacia la apropiación de fuerzas productivas para fines de explo-
tación, el capital recorre el mundo entero” [énfasis nuestro] (1968: 323). Si
en uno de los polos de ese proceso, la política hidrocarburífera del Estado
garantiza el abastecimiento de energía en tanto que condición material de

174
Diego Pérez Roig

la explotación económica y la producción de plusvalía, en el otro, tiende a


revelarse, sin disimulo, como violencia, engaño, opresión y rapiña.15
A diferencia de la extracción convencional, basada en objetivos geológi-
cos relativamente accesibles y tecnologías altamente estandarizadas, las
modalidades de explotación que han ido perfilándose como “alternati-
vas” durante la postconvertibilidad —offshore de aguas profundas, yaci-
mientos de lutitas (shale gas y shale oil), areniscas compactas (tight gas y
tight oil), mantos de carbón (coalbed methane) y crudos extrapesados (heavy
crude oil)— suponen importantes desafíos científico-técnicos, la movili-
zación de grandes masas de capital y fuerza de trabajo e impactos am-
bientales notablemente disruptivos del equilibrio ecosistémico. Michael
Klare observa que, más allá de sus especificidades, “Todos estos procesos
comparten el hecho de correr cada vez más los límites de lo técnicamente
posible, con el objetivo de extraer petróleo o gas natural de ambientes
geológica o geográficamente hostiles. Son, por este motivo, formas “ex-
tremas” de energía. Para producirlas, las compañías energéticas tendrán
que perforar en temperaturas o climas extremos, utilizar presiones ex-
tremas, u operar bajo peligros extremos —siendo frecuente la combina-
ción de estas circunstancias. Es sumamente probable que en cada una
de estas explotaciones, los accidentes, percances y reveses resulten más
frecuentes e impliquen impactos más serios que en las maniobras conven-
cionales de perforación […]. Si se materializara la publicitada edad de oro
[de estos recursos], estaríamos quemando vastas cantidades de la energía
más sucia existente en el planeta a riesgo de padecer consecuencias ver-
daderamente desastrosas” (2012).

15.  “Por consiguiente, la acumulación capitalista tiene, como todo proceso histórico
concreto, dos aspectos distintos. De un lado, tiene lugar en los sitios de producción
de la plusvalía —en la fábrica, en la mina, en el fundo agrícola y en el mercado de
mercancías—. Considerada así, la acumulación es un proceso puramente económico,
cuya fase más importante se realiza entre los capitalistas y los trabajadores asalaria-
dos, pero que en ambas partes, en la fábrica como en el mercado, se mueve exclusiva-
mente dentro de los límites del cambio de mercancías, del cambio de equivalencias.
Paz, propiedad e igualdad reinan aquí como formas, y era menester la dialéctica afi-
lada de un análisis científico para descubrir, cómo en la acumulación, el derecho de
propiedad se convierte en apropiación de propiedad ajena, el cambio de mercancías
en explotación, la igualdad en dominio de clases. El otro aspecto de la acumulación
del capital se realiza entre el capital y las formas de producción no capitalistas. Este
proceso se desarrolla en la escena mundial. Aquí reinan como métodos, la política
colonial, el sistema de empréstitos internacionales, la política de intereses privados,
la guerra. Aparecen aquí, sin disimulo, la violencia, el engaño, la opresión, la rapiña”
(Luxemburgo, 1968: 420-421). Acerca del debate sobre la vigencia de los mecanismos
extraeconómicos en la dinámica contemporánea de la acumulación, recomendamos
consultar el Número 26 de la revista Theomai, “Trazos de sangre y fuego: ¿continui-
dad de la acumulación originaria en nuestra época?”. En esta compilación, la temática
se encuentra presente en los trabajos de Mina Lorena Navarro y José Seoane.

175
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

Sobre una base de desarrollo capitalista, estas formas de explotación son el


futuro inexorable del sector hidrocarburífero argentino. Como muestra del
grado de fetichización de nuestras relaciones sociales, que describíamos en
el primer apartado, no basta la existencia de numerosos informes que llaman
la atención sobre los impactos socioambientales de la extracción de HNC en
base al paquete tecnológico del fracking, ni que sus posibilidades de brindar
una solución energética a largo plazo se encuentren severamente cuestiona-
das: existe un consenso generalizado entre la dirigencia política acerca de la
necesidad de avanzar en la explotación de la formación Vaca Muerta en tanto
“oportunidad de desarrollo” o “fuente de soberanía”.
No obstante, todo se ve muy diferente en la boca del pozo. Pese a encontrar-
se aún lejos del desarrollo masivo que se prevé a largo plazo, en el territorio
ya resultan evidentes las consecuencias socioambientales relacionadas con
la construcción, la operación, el mantenimiento y la ampliación proyectada
de los yacimientos. La contaminación del agua, el suelo y el aire por derra-
mes; los procedimientos de fractura o la quema de gases; el movimiento de
maquinaria y materiales; la ampliación de áreas denudadas; la súbita valo-
rización del suelo y la especulación inmobiliaria; el colapso de los servicios.
Todo esto supone graves impactos en la salud, las actividades productivas y
la forma de vida de las poblaciones aledañas.
En el caso particular de las comunidades indígenas, este desarrollo no hace
más que agravar serios dislocamientos precedentes, ocasionados durante
décadas de explotación petrolera sobre una base convencional. En general,
el desembarco y la operatoria de las compañías implican un avasallamiento
a la soberanía de las comunidades con respecto a sus medios de producción
y subsistencia. En las formas más “sutiles” de este proceso, la falta de partici-
pación en lo referido al destino del territorio tiende a colocar a sus poblado-
res originarios en una posición de observadores pasivos. En algunos de estos
casos, la fuente de legitimación de las explotaciones pasa a ser los propios
ingresos económicos obtenidos por el desarrollo de la actividad —el pago
de servidumbres, la contratación de servicios, etcétera. Este es un fenómeno
particularmente visible cuando el deterioro del ambiente, además de produ-
cir daños irreparables en la salud, acaba socavando su base de sustentación
económica y genera efectos disolventes sobre sus correlatos culturales y reli-
giosos. El robo o la muerte de animales por la mengua de la pastura; la con-
taminación del agua; el deterioro del paisaje; la desaparición de vegetación
y fauna nativas ponen en riesgo actividades ancestrales fundamentales para
la recreación de los lazos de la vida comunitaria, que otorgan proyección de
sentido e identidad. Al posicionarse paulatinamente como la única fuente
estable de ingresos económicos, la explotación petrolera conduce a la incor-
poración de pautas mercantiles en la valorización de los recursos propios y

176
Diego Pérez Roig

produce una progresiva desaparición de las formas tradicionales de organi-


zación, cuyos reversos son la proletarización —muchas veces, como fuerza
de trabajo empleada en la misma actividad extractiva— y la migración hacia
espacios urbanos. En particular, la introducción de grandes sumas de dinero
en ámbitos dominados por la baja monetización genera fenómenos de desin-
tegración y diferenciación en y entre las comunidades, que se ven reforzados
por la tendencial asimilación de pautas de comportamiento individualistas,
así como de patrones de la sociedad de consumo.
La ultima ratio que sostiene estos procesos es la amenaza o la intervención
efectiva de las fuerzas represivas, lo cual supone el desconocimiento y la
violación de los derechos de pueblos originarios consagrados en la legisla-
ción local y nacional, así como en distintos convenios internacionales. Las
formas privadas de violencia y de desestructuración de relaciones sociales
empleadas por las empresas se encuentran avaladas, de este modo, tanto
por el ejercicio de la violencia institucional —la creciente criminalización y
la judicialización de las diversas acciones de protesta—, como por la coac-
ción directa del Estado. En su versión más desembozada, es frecuente que la
asimetría de poder culmine en una progresiva militarización del territorio,
dada por la presencia permanente o semipermanente de distintas fuerzas de
seguridad dispuestas a garantizar por la vía represiva el “funcionamiento
normal” de las explotaciones.16

Consideraciones finales

En el presente artículo hemos partido de la naturaleza y las especificidades


históricas de las relaciones sociales capitalistas para explicar el carácter “es-
tratégico” de los hidrocarburos como valores de uso. En este sentido, hemos
visto que el hecho de que los organizadores inmediatos de la producción so-
cial sean productores formalmente independientes, que se relacionan entre sí
como propietarios de cosas y cuyo poder de extracción de excedentes descan-
sa en medios “puramente económicos”, implica que la acumulación de capital
se desarrolle tanto a través de los mecanismos del mercado, como en el ejer-
cicio de un firme comando sobre el proceso de trabajo. Puesto que el proceso
de acumulación de capital es, al mismo tiempo, proceso de valorización del
valor y proceso de trabajo concreto, en cuanto respuesta ciega de los capitales
frente a la competencia y la insubordinación obrera, implica la creación de
una masa acrecentada de valor, que se expresa en la producción de un mayor
volumen de valores de uso. En su faz “termodinámica”, el incremento masi-
16.  Sobre las resistencias y la emergencia del movimiento anti-fracking en Argentina,
recomendamos consultar el artículo de Lorena Riffo que se incluye a continuación.

177
Una mirada acerca de la apropiación de recursos energéticos en la Argentina contemporánea

vo del total de objetos de uso multiplica las cantidades de materia y energía


conjugadas por los trabajadores en la producción. Este contenido material es,
simultáneamente, supuesto y portador de las relaciones sociales que los indi-
viduos contraen en el proceso de reproducción de su vida. Existe, por ello, un
vínculo estructural e interno entre la expansión sin fin de la producción; la or-
ganización científica del proceso de trabajo y la difusión de la gran industria;
la revolución de los medios de comunicación y transporte; la ramificación de
las conexiones en el mercado mundial; y el desarrollo de los medios técnicos
necesarios para el aprovechamiento de la inigualable densidad energética de
los combustibles fósiles. Sólo en su condición de “base material” indispensa-
ble para el despliegue y la reproducción de las formas cada vez más complejas
que asume la sociedad capitalista, es que aquellos pueden ser denominados,
con toda certeza, “recursos estratégicos”.
Posteriormente, vimos que esta crítica no sólo expone la completa falta de
neutralidad de los hidrocarburos en el marco de las relaciones de clase, sino
que también ayuda a desmitificar el contenido de las intervenciones del Esta-
do en el sector. En cuanto que dimensión fundamental de las condiciones mate-
riales generales de la producción, el abastecimiento de combustibles no puede ser
“garantizado” únicamente a través de las transacciones entre los capitales. Se
trata, por este motivo, de un aspecto de la “naturaleza social” del capital que
recae, en un principio, dentro del círculo de funciones generales del Estado.
Las formas y orientaciones asumidas por la política hidrocarburífera persi-
guen aquel fin, aunque atravesadas por la lucha política y las características
concretas de la acumulación. En este sentido, adoptan un carácter histórico,
abierto a distintos tipos de contingencias, contradicciones y límites.
Precisamente, condicionantes de orden geológico, técnico, económico y po-
lítico condujeron a que, a lo largo de la postconvertibilidad, el Estado parti-
cipara cada vez más activamente en la reproducción de la matriz energética.
El hito fundamental de este proceso fue la recuperación del control estatal
de YPF y el establecimiento de nuevos principios orientadores de la política
hidrocarburífera, como respuestas al desabastecimiento de combustibles y la
inminente crisis de la balanza de pagos por la factura de importaciones ener-
géticas. Como ocurre a nivel mundial, diversas «formas extremas» de energía
surgieron como alternativas ante la extenuación de los yacimientos tradiciona-
les, y se han posicionado como los principales objetivos de la política petrole-
ra, con destacables resultados productivos en un corto periodo de tiempo. No
obstante, desde mediados de 2014, la caída y la volatilidad de los precios in-
ternacionales han desalentado nuevas inversiones de magnitud, lo que obligó
a reformular las condiciones de acumulación creadas a partir de 2012.
Es de nuestro mayor interés destacar que el principal obstáculo a la política
hidrocarburífera del Estado no reside, sin embargo, en la ingobernable diná-

178
Diego Pérez Roig

mica del mercado mundial. Desde la perspectiva propuesta en este artículo,


su único límite infranqueable anida en la potencial unidad de las luchas.
Mistificada en el debate político corriente bajo las justificaciones más diver-
sas, la compulsión por extraer petróleo y gas sin reparar en costos humanos
y ambientales encuentra su origen en la “necesidad” de perpetuar relaciones
sociales basadas en la explotación y la alienación del trabajo. De esta manera,
la promoción de «formas extremas» de energía relanza las contradicciones a
otro nivel, en el que se anudan más fuertemente la reproducción normal del
capital sobre la base de la apropiación de plusvalía, la intensificación de la
explotación de los trabajadores petroleros y la lógica expropiatoria que tiene
lugar en la boca del pozo. En la articulación de estos antagonismos podría
hallarse, en última instancia, el más candente de los desafíos.

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180
181
Conflictos sociales e hidrocarburos no
convencionales en Neuquén
Análisis de las experiencias de resistencia de la
Asamblea Permanente del Comahue por el Agua y
de la Multisectorial contra la Hidrofractura*
Lorena Riffo1

Introducción

A fines de la primera década del siglo XXI, en Argentina se empieza a dis-


cutir la necesidad de resolver la denominada “crisis energética nacional”.
La extracción incontrolada de los yacimientos petrolíferos y gasíferos por parte
de empresas de capitales extranjeros, luego de la privatización de la empresa
estatal de hidrocarburos en la década del noventa, que conduce a la pérdida
de reservas, ocasiona la necesidad de importar gas para abastecer el consumo
interno, tanto industrial como domiciliario. No obstante, en la búsqueda de una
solución se desestima la problematización sobre las causas de dicha crisis y se
centra la cuestión en la resolución de la crisis energética que también es finan-
ciera y económica. Tampoco se debate como problema que la matriz está basada
principalmente en combustibles fósiles, sobre todo en hidrocarburos.
En este marco, y teniendo a disposición nuevas técnicas experimentales
como la hidrofractura (fracking), surge la posibilidad de explorar y extraer
hidrocarburos no convencionales (HNC).2 En la provincia de Neuquén, se
*.  Este artículo es parte de un trabajo más amplio de investigación que estamos realizan-
do en el marco de la tesis de Maestría en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universi-
dad Nacional de Quilmes.
1.  Docente de la Licenciatura en Comunicación Social en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional del Comahue; Becaria doctoral de CONICET en el Ins-
tituto Patagónico de Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS-Conicet-UNCo); integrante
del proyecto de investigación “D112: Hegemonía y prácticas culturales: tensiones y antago-
nismos en el territorio de la Patagonia Norte” (FADECS-UNCO) y del Grupo de Estudios
sobre Acumulación, conflictos y Hegemonía (GEACH); [email protected].
2.  Se denominan de esta manera debido a que están alojados en formaciones geológicas menos
porosas y de baja permeabilidad con respecto a los hidrocarburos extraídos hasta el momento. Los
más conocidos pueden estar alojados en arenas compactas (tight gas) o en roca madre (shale gas y
shale oil). En función de esto, son necesarias innovaciones tecnológicas para hacer posible y renta-
ble la extracción de este tipo de bienes naturales (di Risio, Pérez Roig y Scandizzo, 2012).

182
Lorena Riffo

halla la mayor parte de la formación geológica que alberga la tercera reser-


va mundial de shale gas: Vaca Muerta.3 Frente a este escenario, los gobier-
nos nacional y provincial avanzan en políticas públicas que facilitan y bus-
can legitimar este tipo de extracción. Pese a que en la provincia la actividad
hidrocarburífera existe desde antes de su formación,4 en el contexto de esta
profundización de la actividad, aparecen diversos cuestionamientos, des-
de diferentes dimensiones: política, económica, cultural y socioambiental,
entre las más relevantes. Dado que partimos de que la separación entre
sociedad y naturaleza es característica y estructurante de la modernidad,
la relevancia de este análisis surge en función de que la actividad hidro-
carburífera y la relación que se establece con la naturaleza a partir de esta,
pervive, hasta este momento, sin mayores sobresaltos en la zona norte de
la Patagonia Argentina.
En el presente artículo, caracterizamos los principales conflictos sociales
protagonizados por ciudadanos/as y organizaciones nucleadas en la Asam-
blea Permanente del Comahue por el Agua (APCA) o en la Multisectorial
contra la Hidrofractura de Neuquén. Para ello, analizamos entrevistas se-
miestructuradas y focalizadas (Guber, 2005), sobre estas experiencias de
resistencia (Thompson, 2012) realizadas, a dos legisladores/as provinciales
que tienen su banca entre 2011 y 2015;5 dos representantes de la APCA; cin-
co integrantes de organizaciones que participan tanto en la APCA como en
3.  La formación Vaca Muerta tiene una superficie de 30 mil km2 y se encuentra en la
Cuenca Neuquina, al sudoeste del país entre las provincias de Neuquén, Río Negro, La
Pampa y Mendoza. Con la denominación Vaca Muerta en la actualidad también se hace
referencia a toda una zona con potencial hidrocarburífero no convencional, incluso cuan-
do las perforaciones no se están haciendo en esta formación geológica. Además, des-
de los gobiernos se está partiendo de entender toda la zona para planificar la explosión
demográfica que avecina. Por este motivo y en articulación con la cantidad de proyec-
tos conexos a las concesiones hidrocarburíferas (previos y posteriores a la perforación,
financieros, infraestructurales, etc.), algunas investigaciones están caracterizando como
“megaproyecto Vaca Muerta” todo este entramado de planes y proyectos políticos, eco-
nómicos y urbanos (Álvarez Mullaly, Arelovich, Cabrera y di Risio, 2016).
4.  El primer pozo es descubierto en 1918 en la ciudad de Plaza Huincul (ubicada en
el centro de la Provincia de Neuquén) y, recién en 1955, el Congreso Nacional crea la
provincia de Neuquén por medio de la ley N° 14.408, conocida como “Ley de Provincia-
lización de Territorios Nacionales”.
5.  Profundizamos en especial en el recorte temporal que incluye los años comprendidos entre
2009 y 2014, ya que, en octubre de 2009, aparecen los primeros anuncios de YPF sobre el aumen-
to de inversiones en Neuquén destinadas a recuperar las reservas de gas y petróleo no conven-
cional, en el yacimiento Loma La Lata (di Risio, Pérez Roig y Scandizzo, 2012). Por su parte, en
octubre de 2014, se sanciona la nueva Ley Nacional de Hidrocarburos en el Congreso, presenta-
da por el Poder Ejecutivo, en la que se cristalizan los primeros años de regulaciones particulares
creadas por diversas motivaciones económicas y financieras, para favorecer la explotación no
convencional de hidrocarburos. Entre las más importantes, destacamos: la Ley de Soberanía
Hidrocarburífera, sancionada en 2012, y su decreto reglamentario; y, el decreto 929/13, que crea
el “Régimen de Promoción de Inversión para la Explotación de Hidrocarburos”, un mes antes
de la firma y aprobación del Acuerdo Chevron-YPF S. A.

183
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

la Multisectorial; y dos miembros/as de organizaciones que forman parte


solo de la Multisectorial.6
En primera instancia, identificamos los fundamentos y los modos de
construcción y articulación colectivas en la oposición a la hidrofractura
en Neuquén. En segunda instancia, caracterizamos las acciones políticas
llevadas a cabo por estas agrupaciones. En un tercer momento, analiza-
mos estas experiencias, a partir de las categorías de “hegemonía” y “ra-
cionalidad instrumental”, entendiendo que, en la actualidad, son proce-
sos que continúan rigiendo predominantemente los diferentes modos de
vida alrededor del mundo. Por último, reflexionamos sobre el cuestiona-
miento a la relación instrumental entre la sociedad y la naturaleza pre-
sente en estas experiencias de resistencia, en el sentido en el que en este
libro es desarrollado por el artículo de De la Vega y Ciuffolini retomando
la conceptualización de E. P. Thompson.

Constitución de espacios de organización política: la APCA y la Multi-


sectorial

Desde una perspectiva dialéctica, la lucha de clases no tiene una


constitución acabada y unívoca, es decir que no tiene una sola forma
de manifestarse. Por el contrario, va configurándose según las diferen-
tes dimensiones (socioeconómica, política, cultural) que intervienen
en cada contexto histórico. De la misma manera, varían los momentos
en los que hay mayor emergencia de determinados conflictos en la
esfera pública y aquellos otros en los que hay menor activismo de los
movimientos y organizaciones sociales y políticas; así como también
cambia la diferencia de visibilidad entre distintos tipos de cuestiona-
mientos al modelo dominante.
Con respecto a la actividad hidrocarburífera y a la afectación de la natu-
raleza, tanto en la provincia de Neuquén como en la Cuenca Neuquina, los
principales conflictos datan de fines de los años noventa con las denuncias
de la comunidades mapuce Kaxipayiñ y Paynemil, cercanas al yacimiento

6.  Las referencias a cada entrevistado/a son expuestas con iniciales que no co-
rresponden a su nombre real, con el objetivo de preservar el anonimato del/a infor-
mante y de plasmar el estudio de las experiencias vividas al focalizar más en el pro-
ceso colectivo que contribuyen a construir y no en los/as sujetos/as individuales
que prestaron sus testimonios. Esto, lejos de desconocer el componente individual
de los actores políticos estudiados, es una herramienta de análisis que prioriza el
debate interpersonal y grupal que estructura la base de las experiencias que no son
vividas solitariamente, sino, por el contrario, socialmente (Thompson, 2012).

184
Lorena Riffo

de gas más grande del país: Loma La Lata.7 Además de este precedente,
en cuanto a la confrontación con la extracción de HNC y del uso del frac-
king, encontramos otros cuatro antecedentes reconocidos como fundamen-
tales por los/as entrevistados/as: otras luchas ambientales y en especial la
resistencia a la megaminería metalífera a cielo abierto con utilización de
cianuro —que en Loncopué eclosiona a mediados de 2008—; los primeros
anuncios de Repsol-YPF sobre el hallazgo del “mega-yacimiento de shale
gas” que datan de fines de 2009; la experiencia vivida en Estados Unidos
con el fracking, en tanto que es el país que más desarrolla y aplica esta téc-
nica y cuya intensificación puede registrarse a partir de 2001 (King, 2012);
y la presentación en Neuquén, en mayo de 2012, del libro del Observatorio
Petrolero Sur (OPSur) que recopila impactos de la actividad hidrocarburí-
fera convencional en la provincia de Salta y en la Norpatagonia.
En primera instancia, la lucha contra la megaminería a cielo abierto en la
región8 presenta una base para las posteriores articulaciones políticas y de

7.  “En 2001 se publicó el estudio pedido por las comunidades Paynemil y Kaxipayiñ
y la Confederación Mapuce de Neuquén (CMN) donde se cuantificaban los daños am-
bientales: 630 mil metros cúbicos de suelo contaminado, con altas concentraciones de
cromo, plomo, arsénico, naftaleno, pireno y compuestos aromáticos en capas de hasta
seis metros de profundidad. En tanto las aguas registraron valores de metales pesados,
hidrocarburos y fenoles que superaban los valores legales. Los resultados de los estudios
clínicos realizados a 42 personas, sobre un total de 98, detectaron síntomas de intoxica-
ción crónica por hidrocarburos: vértigo, debilidad, nerviosismo, dolor de extremidades
y dermatitis. También presentaban manifestaciones de intoxicación con metales pesados
como: irritabilidad, cefalea, insomnio, sueños perturbados, fatiga e interrupciones de em-
barazos. Al año siguiente trascendió un caso de anencefalia en la comunidad Kaxipayiñ”
(di Risio, Gavaldà, Peréz Roig y Scandizzo, 2012: 158).
8.  “A mediados del año 2008, se conoce la presencia de una empresa minera en te-
rritorio de la comunidad mapuce Mellao Morales, vecinos y vecinas se organizaron en
‘Asambleas de Vecinos Autoconvocados’, formando AVAL (Asambleas de Vecinos Au-
toconvocados de Loncopué) y AVACAM (Asamblea de Vecinos Autoconvocados de
Campana Mahuida) […] A partir de la organización de las vecinas y vecinos, se llevó el
caso a la justicia, denunciando que no se respetó el Convenio 169 de la OIT, por el cual
las comunidades indígenas deben prestar consentimiento previo, libre e informado ante
cualquier cuestión que afecte la actividad en su territorio. Con esta presentación en la
justicia se suspende la Primer Audiencia Pública prevista para el 01 de abril de 2009. En
este sentido continúa la lucha judicial, en conjunto con las movilizaciones de vecinos y
vecinas. El 28 de septiembre de 2009 el Superior Tribunal de Justicia (STJ) se expide con
una medida precautoria que no permite la innovación en el Cerro Tres Puntas hasta tanto
no se resuelva la nulidad o no del contrato de exploración […] Luego de una larga puja
entre el gobierno municipal y la Asamblea de Vecinos, se concretó la fecha para realizar
el referéndum donde se votaría a favor de una ordenanza que rechaza la actividad mi-
nera en toda la extensión del ejido municipal. El 03 de junio de 2012 se realizó el primer
referéndum de la Argentina de cumplimiento obligatorio […] La jornada se dio, al igual
de lo que sucedió a lo largo de toda la lucha, colmada por amenazas, patotas y reveses
judiciales sin éxito para el gobierno provincial y la empresa minera” (Cabrera Mirassou,
2012: 29-30). Este referéndum, del que participa el 72% del padrón, culmina con un 82%
de vecinos/as votando a favor de la ordenanza.

185
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

intercambio de información referida a los HNC. En el relato presente en las


entrevistas encontramos: “Acá se estaba presentando, en Loncopué,9 el tema de la
minera. También la minera a cielo abierto, que estaba todo atado con la geotermia.
No para abastecer de energía a Caviahue-Copahue, sino que el fin último era generar
energía para la explotación de la minera. Entonces, empezó toda esa lucha […] Y, un
año, el 2011, [José María, el cura de Loncopué] dice: ‘Acá tenemos un problema
bastante serio, que quieren sacar gas y petróleo de la roca madre, el gas de esquisto.
Y, que eso trae una serie de problemas ambientales, contaminación de las napas de
agua, etcétera, etcétera, etcétera’” (SN, comunicación personal, 29 de julio de
2016). “En diciembre del 2011, nosotros ya fuimos como Foperma10 a Gelay Ko y
empezamos a trabajar con Cristina Lincopán. Y ahí es después, donde aparece el libro
de “Zonas de sacrificio”, y también vamos” (LA, comunicación personal, 16 de
julio de 2016).
Estas relaciones con otras experiencias de resistencia regionales confirman
la siguiente afirmación de Riechmann y Fernández Buey (1995: s/d): “los MS
[movimientos sociales] realmente existentes se forman a menudo a partir de
organizaciones y redes sociales ya existentes”. De tal forma, el accionar y el
modo de relacionarse tanto de las personas como de sus organizaciones, en el
marco de la conflictividad que estamos estudiando —como de cada conflicto
social en planos generales— son centrales para comprender la complejidad
del proceso desarrollado en el marco de la lucha contra la hidrofractura. Sin
embargo, no podemos separar esos lazos que permiten consolidar espacios
de organización de los aportes en la amplificación de las miradas sectoriales
con las que intervienen en la realidad que desean modificar/transformar, ni
de un análisis general del contexto histórico y del modo y estrategias del
capital para sostener la acumulación. En función de estas premisas son im-
portantes los otros antecedentes.
El segundo tiene que ver con los primeros anuncios de Repsol-YPF sobre
nuevas formas de explotación de hidrocarburos que también alertan a algu-
nos/as referentes sobre esta problemática. “Es como que nos iba llegando infor-
mación sobre nuevas formas de explotación de hidrocarburos y cuando YPF hizo el
anuncio, y lo presentaron con bombos y platillos, dijimos: ‘Bueno, acá hay que salir a
intervenir’” (RA, comunicación personal, 11 de noviembre de 2016).
En tercer lugar, la experiencia estadounidense conocida tanto por la bús-

9.  Es un municipio situado al noroeste de la provincia del Neuquén.


10.  El Foro Permanente por el Medio Ambiente de Neuquén es una articulación de per-
sonas, organizaciones e instituciones que se conforma en 2008 en apoyo a la resistencia
de vecinos de Loncopué y Campana Mahuida contra el avance de un proyecto de mega-
minería a cielo abierto para extraer cobre en dichas localidades. Ver: Mombello, Laura.
(2011). “Por la vida y el territorio. Disputas políticas y culturales en Norpatagonia”. Tesis
de doctorado en Ciencias Sociales. Instituto de Estudios Superiores, Universidad Nacio-
nal de General Sarmiento. Agosto de 2011.

186
Lorena Riffo

queda de información en internet como por la compartida por quienes se


capacitan, forman o trabajan en ese país también es central para conocer las
consecuencias a corto y mediano plazo. Esto es debido a que Estados Unidos
es el país más perforado en el mundo con la técnica experimental de la hidro-
fractura para extraer HNC.11 “Estaba [un referente del Observatorio Petrolero
Sur (OPSur)], y ahí él compartió la información y nosotros decir ‘qué hacemos’, y
ahí surgió una primera actividad. Y en esa primera actividad del centro, donde noso-
tros no teníamos nombre ni nada, solamente era juntarse a difundir esto y a charlar
con otra gente, cayó Durán,12 que era el que hizo el panfleto, también a brindar como
su información, de que él había trabajado en Estados Unidos con el tema, que había
visitado Estados Unidos y que la situación era grave” (FW, comunicación perso-
nal, 26 de diciembre de 2016).
En cuarto término, la presentación del libro Zonas de Sacrificio. Impactos de
la industria hidrocarburífera en Salta y la Norpatagonia, realizado por el OPSur
también es mencionada en las entrevistas como antecedente fundamental a
la organización colectiva contra el avance de los HNC. “Surgió a partir de la
presentación del libro del Observatorio, que nos juntamos después en lo que era la
cooperativa de Cae Babylon.13 Ahí nos juntamos distintas organizaciones. Esto de las
presentaciones de libros, que a veces ocurre y a veces no, que son los debates posterio-
res. Se dio un debate muy grande, muy fuerte, muy extenso y muy conmovedor para
todos. Entonces, de ahí surgió la necesidad de las organizaciones y las personas pre-
sentes de decir: ‘Bueno, juntémonos otro día, a desasnarnos, también’” (FW, 2016).
Es así como a partir de estos elementos, se constituye, formalmente en 2012,
el primer espacio de articulación orientado a resistir el avance de la explota-
ción no convencional de hidrocarburos. La APCA está conformada por in-
dividuos/as y por organizaciones sociales, políticas y gremiales. “Empezamos
a investigar, circunstancialmente, con un grupo de chicos de la universidad, que
estaban en otra cuestión ambiental y había como distintos brotes de gente que quería
hacer ver esto, hacerlo público, lo que estaba pasando y resulta que un día se hace
una convocatoria en la Universidad y aparecimos todos estos como honguitos. Que
había uno allá, otro allá, resulta que estábamos un montón en la misma. Y ahí se
11.  Estados Unidos es el país con mayor desarrollo en la técnica de la fractura hidráu-
lica necesaria para la extracción de este tipo de combustibles fósiles, en el mundo y es de
allí de donde proviene el paquete tecnológico para la aplicación de esta técnica en Argen-
tina. Ver: Tyndall Centre for Climate Change Research (2011), Baccheta (2013), Pérez Roig
(2014), Willow y Wylie (2014), entre otros/as.
12.  Luis Alberto Durán es ingeniero y, por el período 2015-2019, concejal de la ciu-
dad de Neuquén Capital por el Frente y la Participación Neuquina (FPN). Pese a esta
primera información suministrada por él, luego el partido al que pertenece vota a
favor del primer acuerdo para explotar masivamente HNC, entre YPF S. A. y la esta-
dounidense Chevron.
13.  Cae Babylon es una cooperativa de elaboración de comida de Neuquén que forma
parte del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) y de la Corriente de Organizaciones
de Base La Brecha, desde la cual participa tanto en la APCA como en la Multisectorial.

187
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

constituyó la asamblea esta, que se llama APCA. Es todo para defensa de las aguas”
(SN, 2016). “Y los partidos de izquierda participaban. En algún momento, alguna
gente de ATEN14 Capital también participó. Bueno, después tenemos a aquellos que
estaban en Foperma. Está el Foro Ciudadano, que también funcionaba en eso, cola-
boraba” (RC, comunicación personal, 15 de julio de 2016).
En relación con el modo de construcción política dentro de este espacio de
coordinación contra el fracking, existen referencias en la organización inter-
na, ya sea con respecto a la división de tareas como a las formas de tomar las
decisiones. En este caso, hay acuerdos en los relatos de las entrevistas sobre
un manejo horizontal basado en el consenso de los/as integrantes/as: “Natu-
ralmente, se fueron creando estas cosas de uno se hacía responsable del muro, otro...
Pero no era que salía de una elección, no. La Asamblea siempre fue horizontal. Todas
las voces, todas. Y sí ahí había puestas en común. Lo que se hacía, se hacía si se lle-
gaba a acuerdos” (SN, 2016). “Y el volante se consensuaba. Después se imprimía y
colaborábamos para imprimirlo y nos llevábamos una cantidad cada uno y hacíamos
como nos gustara” (RC, 2016).
Además, establecen lazos con otras organizaciones y personas que, pese a
no integrar la APCA, colaboran haciendo aportes interculturales, discipli-
nares, institucionales, económicos o políticos claves para el funcionamien-
to de la asamblea. Estos son los casos de la relación con: una legisladora
provincial del bloque de la Coalición Cívica–ARI, otras asambleas contra el
fracking a nivel nacional como las de Claromecó y Entre Ríos, miembros/as
del pueblo mapuce en Neuquén y de otros pueblos indígenas en el país e
integrantes del Consejo Superior de la Universidad Nacional del Comahue,
entre los más relevantes. Es importante destacar que también participan
tanto de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) como de la Unión de
Asambleas Patagónicas (UAP).15
Por su parte, los mecanismos de vinculación entre quienes la integran como
vecinos/as y como parte de organizaciones, cuya estructura les permite tener
una base de acuerdos políticos iniciales que orientan su accionar, son más
complejos y es uno de los fundamentos de la separación entre la APCA y
la Multisectorial. Por un lado, los procesos de subjetivación política (Modo-

14.  Asociación de Trabajadores y Trabajadoras de la Educación de Neuquén.


15.  La UAC se conforma en julio de 2006 a partir de la confluencia de diversas asam-
bleas socioambientales, con el objetivo de “articular y potenciar a las diferentes orga-
nizaciones que en los últimos años han emergido en todo el país en repudio al avance
sistemático de diversos emprendimientos, con la convicción de que la consulta popular
y la autodeterminación de las comunidades es la única vía para lograr un modelo de
desarrollo respetuoso del medioambiente, de las economías regionales, las culturas y las
identidades locales” (Wagner, 2014: 121). Además, se crean UAC regionales, “donde di-
versas asambleas que la conforman se reúnen en torno a sus problemáticas específicas o
por su cercanía geográfica” (Wagner, 2014: 217). En este segundo grupo, en el caso de la
Patagonia, se constituye la UAP.

188
Lorena Riffo

nesi, 2010) son diferenciales en función de haber tenido otras experiencias


de resistencia en la propia construcción de sus organizaciones (división de
tareas internas, análisis de coyuntura política, definiciones de planes de ac-
ción, etc.); así también como en la intervención en otros espacios políticos,
actuales o históricos, que trascienden y se complementan con lo meramente
ambiental. Por otro lado, en consonancia con este segundo aspecto mencio-
nado, el modo de accionar y de analizar el contexto en el que se interviene es
distinto si se parte de un cuestionamiento ambiental centralmente o si esta
dimensión se observa en conjunto con otras esferas de militancia: territorial,
feminista, partidaria, sindical, etc. “Sin ideología política, porque nosotros trata-
mos de, políticamente, no interferir, porque también ahí había de todo” (SN, 2016).
“Nunca negué que pertenecía, durante esa época, a una agrupación política. Siempre
lo dije […] Lo que pasaba que, a veces, algunos ambientalistas no querían partidos
políticos, así que se había puesto con eso. Algunos grupos tenían eso. Entonces, tu-
vimos que hablarlo eso y convencer que la cuestión es política. Que no estábamos
tratando de manejar la situación para llevar agua para nuestro molino. No hacíamos
política partidaria” (RC, 2016).
A partir de diferencias en este plano, varias de las organizaciones políticas
y sociales que están presentes desde un comienzo en la constitución de la
asamblea, deciden retirarse y organizar otro espacio político. “¿Por qué se
van? Primero, por la falta de consideración, contra actores políticos partidarios que
eran figuras más o menos relevantes, en este momento, más o menos adherentes. La
otra cuestión fue el purismo ecologista” (LA, 2016). En el marco de esos deba-
tes, también influye en la separación de los espacios la diferencia de análisis
sobre las movilizaciones organizadas contra el gobierno nacional presidido
por Cristina Fernández, durante 2012. “[Nos fuimos de APCA] porque había
desacuerdos políticos con algunas personas. Era muy heterogéneo el espacio […] Se
vació justamente por las discrepancias políticas que había entre esa gran diversidad,
y porque se planteó también la necesidad de hacer, en la cuestión de los principios
políticos, hilar muy fino. Y eso obviamente produjo grandes desencuentros e hicieron
tensar ese espacio, buscando un acuerdo programático, terminó rompiendo porque
había cosas en las que no se coincidía. Y me acuerdo que el último comunicado, que
fue el que nos negamos a firmar, hablaba que el kirchnerismo era fascismo y cosas así,
que a nosotros nos parecían que, si bien tuvimos serias críticas con el kirchnerismo,
no eran correctas para encuadrar la situación que se estaba viviendo. Y esas diferen-
cias hicieron que nosotros nos fuéramos y junto a otras organizaciones que también
se fueron, antes” (FW, 2016).
Frente a esta situación, a principios de 2013, surge la Multisectorial contra
la Hidrofractura que está conformada por organizaciones políticas, socia-
les, feministas, sindicales, ambientales, de derechos humanos, del pueblo
mapuce, entre otras. La combinación entre el funcionamiento interno de las

189
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

organizaciones y de la Multisectorial es clave para consolidar este espacio


político. “Siempre a las reuniones iba un referente de cada organización, más al-
gunas personas. Después se fueron sumando personas que no estaban organizadas,
en otros espacios, pero que le aportaban igual activamente a la Multisectorial […]
Todas esas actividades o tareas se iban distribuyendo entre las diferentes organiza-
ciones en función de los contactos, capacidades, tiempos que cada uno disponga. Y
después esos referentes de las organizaciones veían si lo llevaban adelante ellas la
tarea, o la llevaban a su organización y su organización después veía como aportaba”
(RB, comunicación personal, 04 de junio de 2016).
De este modo, generan articulaciones nacionales y regionales con organiza-
ciones y personas referentes en la temática. Algunas de ellas, se dirigen a po-
ner en relación diferentes personas y organizaciones y así contribuir a generar
o profundizar lazos y debates políticos internos que también se reflejan en las
acciones llevadas a cabo luego de estas discusiones. Otras vinculaciones están
centradas en las diferentes perspectivas teórico-políticas que quienes integran
la Multisectorial les aportan a las discusiones. Estos aportes desde los diferen-
tes enfoques tanto a las acciones políticas como a la dinámica organizativa,
les permiten discutir cada tema referido a los HNC desde las distintas pers-
pectivas sobre las que han venido activando. “Mi trabajo siempre, en lo personal
y como [organización] también, siempre fue ir juntando gente, enredando gente, ir
participando en movilizaciones […] Yo tenía un capital, digamos, llamalo un capital
social, si se quiere, en esto de contactos, de vínculos, de saber que esto existía […] Y
esto yo lo iba diciendo. Y los contactos que tenía los fui aportando […] Es decir, mucha
de la gente que en algunas oportunidades vino acá eran contactos que yo tenía […] O
le pedía a la gente en Buenos Aires: ‘A ver, tírenme un nombre’” (LA, 2016).
A pesar de que esto se hace más visible en la Multisectorial por la diver-
sidad de proveniencia de las diferentes organizaciones, también se da en la
Asamblea desde la formación personal de cada uno/a de sus integrantes:
estudiantes/docentes, activistas ambientales, referentes de la iglesia, produc-
tores frutihortícolas, etc.
Además, desde la Multisectorial, establecen algunas articulaciones interna-
cionales con organizaciones no gubernamentales, sociales y políticas, ya sea
de América Latina como del resto del mundo. “Desde la Multisectorial, había
vinculación con ‘Amigos de la tierra’ [de Francia y Holanda].16 Los de República
Checa no me acuerdo bien el nombre de la organización.17 Y otras organizaciones,

16.  Es una organización no gubernamental (ONG) que lucha por los derechos ambien-
tales y humanos y tiene sedes en distintos lugares del mundo. Ver Amigos de la Tierra
Internacional.
17.  República Checa tiene varias prohibiciones y moratorias contra el fracking a
nivel municipal y no tiene antecedentes de extracción hidrocarburífera. Existe una
coalición entre organizaciones que incluye desde vecinos/as y asambleas hasta los
mismos municipios.

190
Lorena Riffo

pero no recuerdo el nombre, más internacionales. Los de Anti-Chevron, en Ecua-


dor.18 Con 350”19 (RR, comunicación personal, 15 de septiembre de 2016).
Al mismo tiempo, las articulaciones de cada organización apoyan acciones
de la Multisectorial o ayuda en casos concretos. Un ejemplo de ello son las
organizaciones ecologistas que frenan avances que afectarían al área protegi-
da Auca Mahuida,20 ya sea vinculado a los hidrocarburos o a otras activida-
des relacionadas con perjuicios para la conservación del área como el intento
de tendido eléctrico sobre la zona intangible. La Alianza Latinoamericana
contra el Fracking y los pueblos originarios de otros países del mundo tam-
bién son ejemplos en este sentido. A su vez, las articulaciones particulares de
cada organización contribuyen a una lectura más integral de la coyuntura
política que trasciende el análisis ambiental únicamente.
Así vemos, tanto en la organización de APCA como en la de la Multisecto-
rial, por un lado, el modo de ruptura de los esquemas individuales de fun-
cionamiento dominantes sustentado en la fragmentación social que nutre el
capitalismo tanto como la lógica instalada por la modernidad. Por otro lado,
también observamos el modo en el que van construyendo los aportes multidi-
mensionales al cuestionamiento a la hidrofractura como técnica experimental
y a los HNC como forma de profundizar la extracción de bienes comunes.
A partir de esta multidimensionalidad se puede construir una noción com-
pleja desde diversos aportes para pensar la problemática específica y, al mis-
mo tiempo, dar lugar a repensar la relación que tradicionalmente se esta-
blece con la naturaleza. En este sentido, al discutir la instrumentalización
de la naturaleza por el capital, en paralelo, avanzan en la consolidación de
disputas anti-capitalistas y en nuevas manifestaciones de la lucha de clases,
pese a que no sea esta la auto-definición de los espacios estudiados. Huellas

18.  La Unión de Afectados por Texaco está compuesta por indígenas y campesinos de
Ecuador que quedaron afectados/as por la explotación petrolera en la Amazonia realiza-
da por la asociación de las empresas Chevron-Texaco y por esto le están haciendo juicio
a la empresa de capitales estadounidenses. A partir de la articulación con federación de
organizaciones sociales y campesinas y con ONGs se conforma el Frente de Defensa de la
Amazonía, el 16 de mayo de 1994. Luego, se constituye la Unión de Afectados y Afecta-
das por las Operaciones Petroleras de Texaco (UDAPT) que hoy tiene personería jurídica
en el país. (Texaco tóxico, “Quiénes somos”). Desde esta alianza se realizan actividades por
el día Anti-Chevron que están explicadas en el apartado “Acción directa: toma de pozos,
escraches y contra-Cluster” de este artículo.
19.  350.org se funda en Estados Unidos en 2008. El nombre se asocia con las 350 partes
por millón que es la máxima concentración segura de dióxido de carbono en la atmósfera,
según el escritor Bill McKibben. Su lucha se concentra contra el calentamiento global y
desde ahí cuestionan los combustibles fósiles como uno de los principales emisores de
gases de efecto invernadero a la atmósfera. Tiene sedes en América Latina. Ver 350.org.
20.  En Auca Mahuida, la Dirección Provincial de Recursos Naturales, a cargo de Enri-
que Schaljo, autoriza, en 2012, la perforación de un pozo no convencional a la empresa
Total, pese al rechazo, por parte de las/os trabajadoras/es especializadas/os del área, del
estudio de impacto ambiental presentado por la empresa de capitales franceses.

191
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

de este tipo también las encontramos en las acciones políticas llevadas a cabo
para manifestar la oposición al avance de la frontera hidrocarburífera.

Los conflictos y las acciones políticas: estableciendo otra relación con la


naturaleza

las primeras actividades: formación y difusión


Pese a la dificultad reconocida por los/as entrevistados/as para encontrar
información sobre el tema de los HNC y el fracking, principalmente en espa-
ñol, la incesante búsqueda y el diálogo con expertos nacionales en la materia
ayuda a la recopilación de datos para la formación de quienes se organizan
en contra de la actividad extractiva. Posteriormente, esto se convierte tam-
bién en un insumo básico para la elaboración de material de difusión sobre
las consecuencias de la explotación de este tipo de hidrocarburos. “En ese
momento uno googleaba hidrofractura y no salía nada, casi. Lo único que salía, yo me
acuerdo claramente, eran dos documentos de la asamblea de Cantabria, de España,
que ahí después se prohibió el fracking. Y después documentos, que eran muy po-
quitos, traducidos del inglés. Gasland21 te aparecía siempre como primera referencia
y después algunos hechos mediáticos de Estados Unidos, sobre todo de Nueva York.
No había nada casi […] Me acuerdo que también ahí tradujimos, mediante Google,
el Translate, el coso del vasito que tiene por capas. El dibujito ese lo tradujimos con
el Paint y después salió por todos lados en castellano. Pero era como para tener algo,
no teníamos casi información” (FW, 2016).
En este marco, la formación interna permite luego la contrainformación.
Así, ambas se transforman en tareas fundamentales y transversales para los
actores/as colectivos/as y que se sostienen durante todo el periodo en estu-
dio. Para la difusión de información alternativa, utilizan diferentes estrate-
gias: la redacción y distribución de volantes y comunicados; la organización
de festivales musicales y otras actividades culturales; la realización de ac-
tividades, charlas y paneles de exposición en diferentes ámbitos —aunque
destacan lo vinculado a lo educativo—; la elaboración de materiales de di-
vulgación como revistas, folletos, libros y cartillas; la difusión mediática y
por redes sociales; entre algunas de las más relevantes.
Dentro de estas actividades, son para destacar el libro realizado por la APCA
y una cartilla realizada por la Multisectorial contra la Hidrofractura, debido
a que son materiales que resumen el accionar y la definición política de cada
espacio. El libro se titula Fracking ¡No es no! Y recopila diferentes comunicados,
folletos, actividades, notas periodísticas de portales web e informes o resolu-
ciones de asambleas que organizan o en las que participan desde la APCA. La
21.  Documental de Josh Fox, producido y emitido por la cadena estadounidense HBO.

192
Lorena Riffo

contratapa está dedicada a Cristina Lincopán con la consigna “La mató Apa-
che”, ya que fue esta empresa la que empieza las operaciones pilotos de hidro-
fractura dentro de la comunidad Gelay Ko,22 de la que Cristina era longko.23 En
el caso de la cartilla, es realizada, en primera instancia, para distribuir en las
escuelas y trabajar con una propuesta pedagógica y, luego, se distribuye como
folleto en las actividades públicas que realizan. En esta se explica el contexto
en que se enmarca el avance de la frontera hidrocarburífera, la particularidad
de las consecuencias de extraer HNC y el debate sobre el consumo de energía
fósil en Argentina. Además, en el interior de este material, hay un mapa de la
provincia de Neuquén que es realizado por Iconoclasistas24 y sitúa las áreas
hidrocarburíferas concesionadas, las empresas operadoras y la nacionalidad
de sus casas matrices, así como también las comunidades mapuce y las princi-
pales resistencias a esta actividad extractiva.
Además, la Multisectorial para la situación del área natural protegida Auca
Mahuida, organiza una campaña, en conjunto con las organizaciones interna-
cionales con las que articulan. Así, esta campaña incluye ir a la asamblea de
accionistas de Total en Francia y concretar una reunión en Neuquén con refe-
rentes de Total Argentina, hacer jornadas con otras áreas naturales protegidas
o parques nacionales del país que también padecen la explotación hidrocar-
burífera y armar material de difusión: página web, folletería, adhesivos, etc.
Para resumir, muchas de las actividades utilizadas como acciones políti-
cas contienen un fuerte componente contrainformativo y de confrontación y
debate con los principales responsables, sean estos gobiernos o empresas hi-
drocarburíferas. En particular con respecto a lo contrainformativo, mientras
los grandes medios difunden los hechos vinculados a la explotación de HNC
en Vaca Muerta desde la descontextualización y deshistorización y utilizan
como fuente principal a los gobiernos y a las empresas; la APCA y la Mul-
tisectorial construyen una voz alternativa que, inicialmente, no tiene mayor

22.  Gelay Ko está ubicada cerca de la localidad de Zapala, en el centro de la provin-


cia de Neuquén. En su territorio se encuentra el área “Anticlinal Campamento”, conce-
sionada a Apache. La empresa de capitales estadounidenses avanza en la exploración y
extracción de gas en la formación geológica Los Molles y, a principios de 2011, finaliza
el primer pozo piloto de multifractura que combina perforación vertical con horizontal,
para extraer HNC. En 2014 esta empresa se va del país y sus áreas quedan a cargo de
Yacimientos del Sur (YSur) SRL, una subsidiaria de YPF S. A.
23.  “Con solo treinta años de edad y un diagnóstico de ‘hipertensión pulmonar’, murió
ayer la máxima autoridad de la comunidad mapuche Gelay Ko, territorio contamina-
do por la actividad petrolera conocida como fractura hidráulica” ((8300) web, “Dolor e
indignación en la comunidad Mapuche: ayer falleció la longko de Gelay Ko, Cristina
Lincopan”, 15.03.2013).
24.  Iconoclasistas se forma por Julia Risler y Pablo Ares en mayo de 2006. “Elaboran
proyectos combinando el arte gráfico, los mapeos creativos y la investigación colectiva.
Sus producciones se difunden en la web a través de licencias creative commons, potencian-
do la libre circulación y su uso derivado”. Ver Iconoclasistas.net.

193
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

visibilidad política, pero luego consigue instalar una perspectiva crítica en


torno a la extracción de HNC y a la utilización de la técnica del fracking.

recorridas por territorios afectados:


des-naturalizando la mediación social hegemónica
Entre 2012 y 2014, en función del avance de políticas públicas que favo-
recen la extracción no convencional de hidrocarburos,25 se suman nuevas
herramientas de resistencia a estas tareas contrainformativas. Así, tanto la
APCA como la Multisectorial, realizan visitas a los territorios en los que se
está extrayendo HNC, lo que posibilita conocer lo que está sucediendo sin
intermediarios. Esta actividad tiene diversos nombres: “toxi tour”, ruta de
la contaminación, caravana, etc., y consiste en caminar y explorar las loca-
ciones o pozos de HNC en lugares clave: comunidades mapuce, áreas natu-
rales protegidas por la provincia de Neuquén, zonas frutihortícolas, barrios
populares, lagos y ríos, entre los más importantes. De este modo, visitan la
comunidad mapuce Gelay Ko, el área natural protegida Auca Mahuida, la
comunidad mapuce Campo Maripe,26 el lago Mari Menuko y Los Barreales,27
el barrio Valentina Norte Rural, en Neuquén Capital28 y Allen,29 en la pro-
25.  Sobre este tema hemos profundizado el análisis en Riffo (2016) y Riffo y Torres
(2014).
26.  Campo Maripe está ubicada cerca de la localidad de Añelo, en el centro-este de la
provincia de Neuquén, y constituye el territorio con más perforaciones con hidrofractura
después de Estados Unidos. La concesión del área Loma Campana pertenece a YPF S.
A. Pese a que los primeros pozos piloto son realizados por Repsol desde 2010, esta área
se explota masivamente a partir del acuerdo Chevron-YPF S. A., y para fines de 2016 ya
tiene alrededor de 500 pozos.
27.  Son dos lagos artificiales lindantes que se forman a partir del complejo hidroeléctri-
co Cerros Colorados, producto de una derivación del río Neuquén. Se encuentran entre
la localidad de San Patricio del Chañar y Añelo. Mari Menuko abastece de agua potable
a Neuquén Capital. Las áreas Sierra Barrosa y Loma La Lata incluyen a ambos lagos. En
ellas, YPF S. A. también está extrayendo HNC.
28.  Es un barrio popular que limita con la ciudad de Plottier y comparte territorio con el
área Centenario, concesionada a Pluspetrol, una empresa de capitales argentinos. Esta área
existe desde 1977 y actualmente se está extrayendo HNC. Cerca de dos mil personas conviven
a diario con los pozos hidrocarburíferos y la gran infraestructura necesaria para la extracción
de este tipo de bienes naturales. “Tiene casi cincuenta años, pero recién dentro de poco van a
tener instalaciones de luz y agua. No hay cloacas ni tampoco gas” (Álvarez Mullaly, 2015: 43).
Lo mismo sucede con los barrios ubicados en la zona norte y este de Plottier.
29.  Allen tiene 27 mil habitantes, según el Censo de 2010, y también forma parte del
Alto Valle de la Provincia de Río Negro. Esta ciudad es la principal productora de peras
de la región y, desde la década de 1960, articula la actividad agrícola con la hidrocarburí-
fera. Sin embargo, con algunos programas de incentivo a esta actividad y, principalmen-
te, con la extracción no convencional de hidrocarburos se masifica esta explotación. El
área Estación Fernández Oro (EFO) actualmente está concesionada a Yacimientos del Sur
(YSur) SRL, una subsidiaria de YPF S. A., luego de que la empresa estadounidense Apa-
che decidiera dejar el país en 2014. En esta localidad, se pone en debate tanto la disputa
territorial entre la actividad frutícola centenaria del valle y los hidrocarburos, como las
condiciones de vida de los chacareros/as (Álvarez Mullaly, 2015).

194
Lorena Riffo

vincia de Río Negro,30 entre los lugares más destacados. “Después se hicieron
varias actividades así como en territorios afectados, pueblos afectados, directamente
con los vecinos de esos lugares, que fueron recorridas a esos lugares, con diferentes
paradas para ver también cómo es el proceso o qué es lo que está pasando con esa
actividad hidrocarburífera” (RB, 2016).
Asimismo, este tipo de protestas no se realizan únicamente para hacer
referencia a la extracción de HNC, sino también a las consecuencias que
la misma ocasiona. Así, suman a los cuestionamientos a los basureros
petroleros que con el avance de la industria no convencional de hidrocar-
buros exceden su límite, por el aumento de la cantidad de residuos que
genera a diferencia de la actividad convencional.31 En octubre de 2014, en
Indarsa se derrama uno de los contenedores de almacenamiento de líqui-
do de retorno y lodos de perforación (flowback/cutting) y 100 m3 quedan
esparcidos fuera del terreno de la empresa, afectando al menos 500 m2
de la vía pública.32 “Cuando nos acercamos a la empresa, que tuvimos que ir
saltando, porque encima los trabajadores, sin protección, con… ¿Cómo se llaman
esos secadores de piso? Los secadores para sacar el agua, juntaban y lo metían
en… era como hacer una montañita, digamos. Ponían unas mantas especiales
que hay para absorción de petróleo y con la pala lo subían a otro contenedor. Una
improvisación absoluta. Nos acercamos a la planta y ahí veíamos llenos contene-
dores de petróleo” (AE, 2016).
Por su parte, las recorridas por Allen permiten observar la disputa territo-
rial que se empieza a dar entre dos modelos de desarrollo: la fruticultura y la
extracción hidrocarburífera. Así, surgen también rechazos a la modificación
de la actividad económica centenaria en el Valle de Río Negro y, entre los
cuestionamientos más destacados, se encuentra el desmonte de chacras fru-
tihortícolas producto de la explotación de HNC. Esto, por el momento, está

30.  Pese a que esta tesis se centra principalmente en la provincia de Neuquén, es fun-
damental tener en cuenta las zonas aledañas en pos de reflexionar sobre los conflictos
sociales y el contexto ecológico de la región, en función de la demarcación establecida por
la cuenca petrolera neuquina y no por las limitantes de fronteras políticas provinciales
(Pescader, 2015; di Risio, et. al., 2012; Scandizzo, et. al., 2012).
31.  Dos de las más importantes tratadoras de residuos, comúnmente llamadas basure-
ros petroleros, hasta el momento, están localizadas en el Parque Industrial de Neuquén
Capital: Comarsa e Indarsa. Varios/as vecinos/as organizan la Asamblea Fuera Basure-
ros Petroleros a fines de 2014, en la que participan algunos integrantes de la Multisecto-
rial contra la Hidrofractura y de la APCA, para solicitar la erradicación de estas empresas
de estos barrios populares. Además, al encontrarse a 150 km del yacimiento Loma Cam-
pana que es el que produce los principales desechos; el traslado de los mismos ocasiona,
también, derrames en las rutas de la región (Diario Río Negro, “Camión derramó lodo
empetrolado sobre la ruta 7 en Centenario”, 21.02.2015; “Derrame de líquido que usan en
pozos petroleros”, 03.11.2015).
32.  Ver Diario La Mañana de Neuquén, “Por un derrame, se armó un río de petróleo de
3 cuadras”, 29.10.2014.

195
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

concentrado en el yacimiento Estación Fernández Oro (EFO) en la localidad


de Allen, pero existen proyectos para avanzar en otras localidades del Alto
Valle y de Valle Medio.33 “Hay productores en Río Negro que, para exportar, les
piden la garantía de que están lejos de los pozos de hidrofractura. ¿Qué van a hacer
con la manzana y la pera cuando no las puedan exportar? Una provincia que emi-
nentemente es exportadora. Ya la producción está en bajada. ¿A quién le importa?
Claro. Y ahora, en el medio, los pozos de fracking. Es doloroso (AE, 2016).
En el caso de las recorridas por algunos barrios neuquinos, también les
permite tener en cuenta la relevancia de la combinación entre actividad hi-
drocarburífera convencional y actividad no convencional, que impide ver
los límites claros entre ambas actividades en territorios que son explotados
desde hace muchos años. “Hay un barrio de la ciudad de Neuquén que se lla-
ma, es Valentina Norte Rural sector Los Hornos, que ahí nosotros llegamos con
la problemática de la extracción de hidrocarburos no convencionales, pero una vez
que estuvimos en el barrio vimos que el problema viene desde hace treinta años y
que el barrio está tan perjudicado por la actividad convencional como por la no
convencional” (RB, 2016).
Asimismo, las fotografías que en algunas ocasiones toman quienes integran
la APCA o la Multisectorial y en otras ocasiones reporteros/as gráficos/as o
fotógrafos/as, y la difusión por las redes sociales (Facebook, Twitter, Insta-
gram, entre las más destacadas) de las que disponen estos actores colectivos
también es utilizada como herramienta contra-informativa. A su vez, las ar-
ticulaciones con trabajadores/as de prensa permite que estas actividades ten-
gan cobertura mediática, centralmente, en medios públicos y comunitarios,
y, en menor medida pero igualmente relevante, en medios privados con am-
plia llegada. Esta articulación es facilitada porque algunos/as trabajadores/
as de prensa integran estos espacios de coordinación y otros/as integrantes/
as comparten trayectorias de formación en la misma carrera o en el mismo
ámbito educativo, construyen intercambios en ámbitos artístico-culturales o
laborales, tienen cercanías personales o afectivas, entre otras motivaciones.
De este modo, el recorrido por la región y la observación directa de la for-
ma de explotación en el lugar así también como la cobertura mediática que
permite amplificar el alcance de los reclamos; se constituye como una forma
de zanjar la tradicional separación entre sociedad y naturaleza. La natura-
leza, en el caso de los hidrocarburos, se asimila a desierto, no en el sentido
geológico ni biológico, sino desde las ideas dominantes que caracterizan al

33.  Las Cámaras de Productores de la Provincia de Río Negro se han pronunciado en


contra de esta actividad (Diario Clarín, “El fracking ‘avanza’ sobre los frutales del Alto
Valle de Neuquén y Río Negro”, 08.09.2013) y se han organizado numerosas asambleas,
principalmente, en la zona de Valle Medio de esta provincia para rechazar la utilización
de la técnica del fracking en sus territorios (Diario Río Negro, “Vecinos”, 16.12.2016).

196
Lorena Riffo

territorio patagónico como despoblado.34 Tradicionalmente, se consideran


los espacios en los que se realiza la explotación hidrocarburífera vacíos. A fi-
nes de la década de 1990, denuncias de contaminación y afectación a la salud
de comunidades mapuce cercanas a Loma La Lata (Agosto, 2008; di Risio, et.
al., 2012) —el mayor yacimiento de gas de la provincia de Neuquén en ese
momento—, ponen en debate estas ideas. Pese a esto, aún hoy los gobiernos
nacional y provincial, así como las empresas de capitales nacionales o trasna-
cionales, dejan entrever en sus discursos que la extracción de hidrocarburos
se realiza en el desierto.
Ante esta situación, ir a las comunidades cercanas a los pozos petrolíferos
o gasíferos contribuye, desde el análisis del relato de los/as entrevistados/as,
a la desalienación con los territorios donde se está haciendo la explotación.
Esto se debe a que además de conocer el modo de extracción y las consecuen-
cias de la técnica de la hidrofractura (ver las piletas de lodos de perforación o
cutting y las de agua de retorno o flowback, los derrames, las torres, el desplie-
gue territorial y los camiones que derraman petróleo directamente al suelo,
etc.), también se puede observar la vida de las poblaciones, la flora y la fauna
de la meseta patagónica junto con los animales que crían las poblaciones
mapuce y campesinas como actividad de subsistencia. En este sentido, este
tipo de acciones que implican recorridos por la zona de explotación habilita
la deconstrucción de este entramado de ideas y prácticas hegemónicas ins-
taladas sobre la actividad hidrocarburífera. El cuestionamiento a este entra-
mado es facilitado en el contexto en el que aumentan los pozos cerca de las
poblaciones de barrios urbanos populares en varias localidades de la región,
como Neuquén Capital, Plottier y Allen.

acción directa: toma de pozos, escraches y contra-clúster


En la mayoría de las ocasiones, las acciones directas son medidas de protes-
ta utilizadas para generar impacto mediático y, así, visibilizar la situación.
La ocupación de pozos o yacimientos, el escrache a oficinas de las empresas
operadoras de áreas hidrocarburíferas y el cuestionamiento a las mega-reu-
niones entre empresarios, gobiernos y entidades científico-técnicas para de-
finir formas de trabajo rentables para la extracción de HNC, les permite a la
APCA y a la Multisectorial poner en la agenda política y mediática regional
sus propios reclamos en torno a la actividad extractiva.
En relación con la toma de pozos, en algunas ocasiones se articula con la
estrategia de las recorridas, como cuestionamiento a las nuevas normativas

34.  Este sentido atribuido a esta noción proviene de las ideas construidas y utilizadas
para invadir este territorio a fines del siglo XIX y masacrar a las poblaciones indígenas
que lo habitan, en vistas a incorporar la zona al naciente capitalismo nacional del Estado
Argentino (Delrio, 2010; Galafassi, 2011).

197
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

y acuerdos que permiten el avance de la frontera hidrocarburífera. Esta he-


rramienta es empleada fundamentalmente en la comunidad Campo Maripe
en el marco de la sanción del acuerdo Chevron-YPF S. A., y genera la para-
lización de la actividad mientras dura la ocupación.35 Es así que la comuni-
dad, con el apoyo de la Multisectorial, toma en 2013 las primeras torres de
perforación que utilizan la técnica del fracking en su territorio,36 para poner
en la agenda pública el desacuerdo con esta actividad y el rechazo al acuer-
do cerrado con una empresa trasnacional cuestionada por las consecuencias
socioambientales ocasionadas en la Amazonia ecuatoriana. “La primera que
yo me acuerdo fue el día que se firmó el acuerdo Chevron-YPF en Puerto Madero,
que fue el acuerdo entre empresas, que eso fue en julio del 2013. Ahí fue la primera
acción donde las comunidades mapuce, en este caso, Campo Maripe, acompañada
de la Multisectorial, paró las torres donde se habían lanzado el tema del fracking,
el acuerdo Chevron-YPF y el anuncio de Vaca Muerta, que hizo ahí la conferencia
Cristina anunciando esto. Creo que esa fue la primera acción grande que se hizo y
donde también tomó relevancia nacional el tema y hubo cobertura de medios de todo
el país y otros medios internacionales” (FW, 2016).
La ocupación de yacimientos también está relacionada al cuestionamiento
a este acuerdo. De este modo, en la semana previa al aval legislativo, la Mul-
tisectorial ocupa el yacimiento El Trapial,37 que es la concesión más impor-
tante a Chevron en la provincia de Neuquén desde 1999. Esta acción directa
está destinada a visibilizar los antecedentes en el modo de proceder de esta
empresa estadounidense. Luego del pico de esplendor de la explotación del
yacimiento en 2002, baja la cantidad de extracción y queda casi paralizado,
entre otros motivos, a causa de la no inversión en exploración por parte de la
petrolera.38 “Entramos al yacimiento, tomamos las oficinas de Chevron. La verdad

35.  Por las normas de seguridad del sector hidrocarburífero, no se puede seguir traba-
jando en los yacimientos si personal no autorizado por la empresa y sin la vestimenta de
seguridad (cascos, mamelucos, botines, etc.) ingresa a la locación.
36.  En 2014, hay una actividad similar para pedir el reconocimiento de la comunidad
y la entrega de la tenencia de la tierra como territorio comunitario. En esta oportunidad,
la acción la organiza sólo la comunidad junto con la Confederación Mapuce de Neu-
quén y consiste en que las Ñañas se encaden a las torres. Para más información, ver la
nota “En seis, miles: la lucha de la comunidad Campo Maripe desde la fuerza de sus
mujeres” escrita por Nancy Piñeiro Moreno en octubre de 2015, publicada por el portal
web Mapuexpress.
37.  Este yacimiento está ubicado a pocos kilómetros de la ciudad de Rincón de los
Sauces (a 250 kilómetros al noroeste de Neuquén Capital). “‘Durante la semana previa
al debate en la Legislatura, hacemos esta acción para sacar a la luz lo que pretenden
mostrar como un ejemplo de gestión, cuando los casos de derrames y contaminación
se suceden cotidianamente’, resaltaron desde la Multisectorial ((8300) web, “La Mul-
tisectorial contra la Hidrofractura ocupa pacíficamente el yacimiento de Chevron El
Trapial”, 22.08.2013).
38.  Ver Diario La Mañana Neuquén, “El Trapial: el ocaso de un gigante petrolero”,
13.05.2017.

198
Lorena Riffo

que es un yacimiento enorme, que hoy en día Chevron lo está vaciando. Donde han
echado a miles de trabajadores y donde se está retirando de ese yacimiento, después
de haberlo vaciado, ahora, el año 2016. Y los gerentes de Chevron estaban ahí, en ese
lugar, y se retiraron en un jet. Habían dos jets ahí, un aeropuerto privado. Y donde
también pudimos convocar a la marcha que se iba a hacer el 28, desde ahí, de las
mismas oficinas de Chevron” (FW, 2016).
En el caso de los escraches a oficinas de las empresas operadoras de áreas
hidrocarburíferas, están concentrados en las oficinas de tres empresas en
Neuquén capital: Apache, Chevron e YPF S. A. ”Le hicieron un escrache a Apa-
che, que es la que hizo el primer pozo en Gelay Ko, el primer pozo [de multifractu-
ra]. Donde estaba Cristina Lincopan. Bueno, ahí se hizo el primer pozo en Sudamé-
rica, de esos que van abajo y rompen, pero que es peor que los otros. Ese se llevaba no
sé cuántos millones de litros de agua. Era ya exacerbado. […] No estaban los señores,
los gerentes, nadie, empleados nada (RC, 2016).
En algunas oportunidades, se combina este mecanismo de protesta con mo-
vilizaciones por las calles céntricas de la ciudad capital o con escraches a
oficinas cercanas. Esto sucede, por ejemplo, en el escrache organizado el día
Anti-Chevron39 en 2014 por la Multisectorial, en los aniversarios de la apro-
bación del Acuerdo Chevron-YPF S. A. por la Legislatura provincial40 o en el
llevado adelante por vecinos/as de Añelo como rechazo a las consecuencias
sufridas producto del acuerdo.41 En estas ocasiones, se escracha tanto a Che-
vron como a YPF S. A. y, en algunos casos, a los/as diputados/as provinciales
que votan a favor de éste.
Otra acción directa organizada por la APCA o por la Multisectorial es la
denominada “Contra Cluster Shale”, que también consiste en un escrache.
En dichas situaciones, esta herramienta se utiliza para poner en evidencia
el significado y las consecuencias que estos mega-encuentros tienen para la

39.  A partir de la iniciativa de la Unión de Afectados por Texaco en 2014, varias or-
ganizaciones internacionales establecen el 21 de mayo como el día contra esta empresa
en función de la grave afectación que ocasiona en la Amazonia ecuatoriana y en otros
lugares del mundo, y por su negativa a pagar lo que establece la sentencia ecuatoriana
para reparar los daños ocasionados en el país. (Texaco toxico, “21 de mayo, Día Global en
la Lucha contra Chevron”, 21.05.2015).
40.  “Sindicatos, la comunidad mapuce, agrupaciones ambientalistas y la Multisectorial
contra el fracking se manifestó esta mañana en la ciudad. (…) La marcha partió de las ofi-
cinas que Chevron tiene en Neuquén (Independencia y Entre Ríos), donde realizaron un
escrache y pintaron las paredes negras simulando petróleo. Luego recorrieron el centro
de la ciudad” ((8300) web, “Neuquén se sumó al día #AntiChevron”, 21.05.2014).
41.  “Vecinos de Añelo se movilizaron esta mañana hacia las oficinas de Chevron
en Neuquén Capital, para denunciar la contaminación del agua en aquella localidad
cercana a Vaca Muerta. Luego se dirigieron a la sede de YPF, para concluir en Casa
de Gobierno, donde esperan ser atendidos por funcionarios provinciales” (La izquierda
diario, “Con un escrache a las oficinas de Chevron e YPF, vecinos de Añelo denuncian
contaminación”, 26.11.2014).

199
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

mayoría de la población de la provincia. ”Fuimos al primer Cluster a denun-


ciar la situación de que estaban ahí todos los responsables políticos, porque estaba el
gobierno, pero también económicos, que eran las empresas. Vinieron gerentes de las
principales petroleras, donde se exponían las bondades del fracking, pero también
por la tarde había una ronda de negocios, donde se cerraron los acuerdos económi-
cos y la participación de las empresas en cada uno de las nuevas áreas que se esta-
ban re-negociando” (FW, 2016). “El segundo cluster. ¿Y nosotros qué hicimos? La
Asamblea ya habla de... Conseguimos de CALF,42 un cajón de muerto. Y entonces
hicimos el entierro del fracking. Eso fue un show, digamos. Es la de la revistita, o
si no por ahí si entrás en internet lo vas a encontrar. Y entonces, nos fuimos allá y
caímos con la sirena y todo, y bajamos todos disfrazados. Las mujeres, las chicas,
todas de negro. Viudas, viste, como si fueran” (SN, 2016). ”Al gobierno no le es in-
diferente lo que se diga. Es por eso que se lee lo que se dice. Es decir, cuando fuimos a
las acciones contra el Cluster, también los comunicados que salieron en esas acciones
eran muy profundos” (AO, 2016).
En pocas palabras, estos distintos modos de acción directa se centran en
escraches que consisten en demostrar donde están, según los/as actores/as
entevistados/as y los espacios en los que participan, los mayores respon-
sables de la crisis energética enunciada por los gobiernos y las numerosas
normativas incumplidas en los territorios comunitarios. Así, la toma de po-
zos en Campo Maripe evidencia que es territorio mapuce; la ocupación del
Yacimiento El Trapial, que las concesiones a Chevron no son nuevas en la
provincia, ni han sido exitosas históricamente; y, los contra-Cluster, que las
negociaciones para explotar la formación Vaca Muerta se hacen a puertas
cerradas de la mayoría de la población, entre empresas y gobiernos.

la movilización contra el acuerdo chevron-ypf s.a.:


coordinación, disputa y represión
En cuanto a las movilizaciones en el espacio público, pueden tomar distintas
formas: festivales artísticos, asambleas abiertas, volanteadas, marchas, entre
otras, y también se conectan con las tareas de información y contra-informa-
ción. Una de las más destacadas es la convocada en el marco de la aprobación
en la Legislatura de la Provincia de Neuquén del Pacto Chevron-YPF S. A.
El martes 16 de julio de 2013, la empresa YPF S. A. suscribe un acuerdo con
Chevron Corporation, para comenzar a extraer HNC en la formación geológica
Vaca Muerta en la provincia de Neuquén. Se trata del primer acuerdo inter-
nacional para explotar masivamente este tipo de bienes entre la empresa de
capitales del Estado y una empresa trasnacional. Dado que este acuerdo re-

42.  Esta sigla corresponde a la “Cooperativa Provincial de Servicios Públicos y Comu-


nitarios de Neuquén Limitada” que presta el servicio de electricidad y de sepelios, entre
otros servicios, en la ciudad de Neuquén.

200
Lorena Riffo

quiere de la ampliación de la superficie de concesión del área Loma Campana


(cerca de la localidad de Añelo) y que la concesión de áreas hidrocarburíferas
es un atributo de la Legislatura provincial, el 28 de agosto los/as legisladores/
as provinciales tratan y aprueban una ley que avala el Decreto N° 1208 del
gobernador, y por la cual se extiende a YPF S. A. el área concesionada y se le
prorroga el contrato por diez años.43 ”Fuimos parte de la movilización, concentra-
mos en la Universidad, en el playón de la Universidad Nacional del Comahue. Se hizo
una cabecera de la marcha, en la que había dirigentes sindicales, dirigentes sociales,
de organismos de derechos humanos, incluso llegaron las Madres de Plaza de Mayo
también, en esa cabecera, con nosotros. Y, bueno, cuando llegamos hasta la puerta de la
Legislatura, que nos reciben con ese vallado y la policía, bueno, hubo... Ya voló un gas
lacrimógeno, ya… Y ahí, ya directamente, se desmadró” (UD, 2016).
La convocatoria a la movilización se realiza desde distintos fundamentos
entre los que se encuentran: el repudio a la sanción de una normativa con
base en un acuerdo con cláusulas secretas incluso para los/as representantes
legislativos provinciales; el cuestionamiento a la aplicación de la técnica de la
hidrofractura; y la denuncia por la trayectoria de contaminación que tiene la
empresa Chevron en la Amazonia ecuatoriana. “Creo que fue importante la di-
mensión que tuvo, porque estuvo los que se oponen al fracking porque lo miran como
un problema ambiental, los que se oponen por un problema de dependencia y de que
no se puede sostener una actividad en manos de esos grupos monopólicos sobre todo
extranjeros y a su vez el acuerdo secreto con Chevron tuvo un impulso muy fuerte y
un rechazo muy grande entre los trabajadores, en lo que era la sociedad” (RM, 2016).
La sanción de esta ley44 está enmarcada en un operativo de seguridad por
parte de la policía provincial de Neuquén y los grupos especiales de las fuer-
zas de seguridad de la provincia, que instalan vallados en los alrededores
de la Legislatura desde el lunes 26 de agosto a la madrugada. En el mar-
co de este operativo, el miércoles 28 las fuerzas de seguridad reprimen la
movilización convocada por organizaciones políticas, sociales, ambientales,
feministas, sindicales, de derechos humanos y la Confederación Mapuce de
Neuquén. “Nos retiramos ocho bloques ese día. O sea, ocho diputados y diputadas

43.  Analizamos este acuerdo con detalle en Riffo (2014; 2017).


44.  “El acuerdo cuenta con el aval de 11 de los 12 diputados del MPN -el diputado pe-
trolero Daniel Andersch no acuerda con el mecanismo-, los 4 legisladores del Frente para
la Victoria, 2 del Frente Grande y Nuevo Encuentro, 2 del Frente y la Participación y los
aliados del partido oficialista: 2 de Nuevo Neuquén, 2 de Federalismo y Militancia, 1 de
Unión Popular -Daniel Baum se opone por cuestiones ideológicas- y 1 del Movimiento
de Integración y Desarrollo. La postura negativa al acuerdo la enarbolan Beatriz Kreit-
man (CC-ARI), Manuel Fuertes (Nuevo Compromiso Neuquino), Jesús Escobar (Libres
del Sur), Raúl Dobrusín y Alfredo Marcote (Unión de los Neuquinos), Alejandro Vidal
y Eduardo Benítez (UCR) y Raúl Godoy (Frente de Izquierda). Se especulaba ayer con la
ausencia de un diputado aliado, aunque el resto garantizaría el voto mayoritario” (Diario
Río Negro, “Crucial debate legislativo a partir de las 16”, 28.08.2013).

201
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

de distintos sectores nos retiramos e hicimos una conferencia de prensa, denuncian-


do que en ese marco no podíamos seguir sesionando” (UD, 2016).
En síntesis, los sectores que se oponían consiguen unificar las diferencias
en el planteo conjunto “No a Chevron” y así convocar a una movilización de
más de ocho mil personas. Esta unidad en la acción desde el respeto por la
diversidad de fundamentos habilita la articulación desde los diferentes luga-
res de intervención de cada organización y de cada actor/a social. Además,
permite responder con rapidez al violento operativo de seguridad al con-
vocar a una segunda marcha el día siguiente –más masiva aún– en rechazo
a la represión sufrida y al ataque con bala de plomo contra un profesor de
educación media herido.45

Racionalidad instrumental, hegemonía y conflictos sociales

En el reciente contexto argentino, la confluencia de las ideas de la moderni-


dad, junto con el modo de acumulación capitalista y sus variaciones, hacen
factible que, en función de la caída de reservas hidrocarburíferas y teniendo
en cuenta que la matriz energética está basada sobre todo en combustibles
fósiles, los gobiernos impulsen la extracción de HNC. El carácter estratégico
de estos bienes naturales como insumo energético para el capital es clave
para la investigación que busca avances científico-tecnológicos que posibi-
litan y hacen rentable su extracción. “Los procesos de desarrollo capitalis-
ta suponen, en gran medida, un mayor consumo de energía y un régimen
energético que nada tiene de ‘neutral’ o ‘natural’: entre 1800 y 2008, en coin-
cidencia con el surgimiento y pleno desarrollo del capitalismo, el consumo
de energía mundial creció 2180%, mientras que la población lo hizo ‘ape-
nas’ 663% [...] Por su elevada densidad energética, facilidad de traslado y
comercialización, los combustibles fósiles como el carbón y los hidrocarbu-
ros constituyen (hasta el momento) la única fuente capaz de satisfacer estas
necesidades” (Pérez Roig, 2014: 151).
En este camino, la diferenciación entre medios y fines en estrecha vincu-
lación con la distinción entre sociedad y naturaleza como dos esferas sepa-
radas entre sí es la que, a su vez, impulsa el control total de lo natural por
parte de la sociedad y específicamente del capital, en el marco de este modo
de acumulación. Así, se va configurando la racionalidad instrumental como
una de las bases del pensamiento moderno (Adorno y Horkheimer, 1971;

45.  Pese a que en ese momento se habla de diferentes hipótesis, posteriormente se con-
firma que es una bala de plomo la que está alojada en el cuerpo de Rodrigo Barreiro
((8300) web, “Perito señaló que el proyectil que tiene alojado Barreiro es compatible con
los que utiliza la policía”, 19.11.2013).

202
Lorena Riffo

Marcuse, 1968). Y es esta posibilidad absoluta de dominación que otorga


esta distinción, la que sostiene las investigaciones que indagan en técnicas
cada vez más voraces que intentan superar los límites a la concentración
del capital. En otros términos, la ciencia tecnicista, basada en la idea de una
razón y en el sujeto cognoscente individual, tiene un lugar central en esta
búsqueda de ampliar el dominio del capital a cada vez más dimensiones de
la vida en el planeta.
Asimismo, es necesario tener en cuenta la articulación entre la modernidad
iluminista, como base filosófica que sustenta esta separación entre sociedad
y naturaleza, con el capitalismo como modelo socioeconómico. Ambos, en-
tendemos, son los pilares de consolidación del sistema hegemónico actual.
Con respecto a la modernidad, existen dos elementos clave estructurantes
de este pensamiento: la razón y el sujeto racional individual como la medida
de todas las cosas y la separación de medios y fines con orientación exclu-
siva a los primeros (Galafassi, 2004). Por su parte, el capitalismo, utilizando
como sostén esta racionalidad instrumental, avanza en la mercantilización
de la naturaleza en vistas a profundizar la maximización de ganancias. Por
ello, es fundamental analizar el modo en el que esta vinculación moderni-
dad-capitalismo se desenvuelve y va tomando determinadas características
particulares en cada contexto sociohistórico específico, sin perder de vista
los conflictos sociales que debaten esa perspectiva hegemónica.
Dado que la contradicción capital/trabajo, aunque es constitutiva de las re-
laciones sociales, no es la única contradicción presente en el momento de
establecer las experiencias de resistencia; el surgimiento de procesos colecti-
vos de organización contra el avance de la frontera hidrocarburífera conlleva
aportes necesarios de resaltar. Por una parte, las contribuciones multidisci-
plinares que realizan los/as diferentes integrantes de los actores colectivos
en estudio instalan un amplio debate en torno al fracking y a los bienes hi-
drocarburíferos no convencionales. Al mismo tiempo, en la práctica concreta
ponen en cuestión la idea de sujeto individual como el eje del conocimiento
y el conocimiento científico-técnico, que busca instrumentalizar y controlar
la naturaleza, como único válido. Por otra parte, la trayectoria de militancia
de quienes suman a esta experiencia de resistencia otras experiencias previas
complementa el proceso de subjetivación política que está en permanente
construcción. Este proceso que nunca es individual, sí observa cristaliza-
ciones personales o subjetivas en cada integrante de los espacios colectivos,
tanto como contribuciones colectivas diferenciales para el resto de quienes
forman parte de estos espacios.
Además, estas construcciones sociales van socavando la lógica individua-
lista y fragmentaria que caracteriza al modo de acumulación capitalista. Esto
tiene repercusiones directas en la manera en la que organizan creativamente

203
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

ciertas acciones políticas, ya sean nuevas, renovadas o antiguas herramientas


empleadas en otros conflictos sociales. De esta manera, visibilizan los cues-
tionamientos que realizan a la extracción de HNC y la diversidad de argu-
mentos que van encontrando y construyendo en el camino de la oposición a
esta actividad extractiva. Estas acciones que materializan la resistencia y los
enfrentamientos con quienes impulsan el desarrollo de HNC, también, en
términos analíticos, muestra la pugna de intereses que hay con respecto a la
temática tanto como los cuestionamientos a la relación instrumental entre la
sociedad y la naturaleza que es estructurante histórica del sistema.
A partir de este análisis, observamos el modo en el que la complejización
de las relaciones sociales y del modo de acumulación, con la expansión
del capitalismo y las innovaciones tecnológicas que profundizan y extien-
den la reproducción del capital hacia variadas esferas de la vida, mul-
tiplican y diversifican los conflictos sociales que emergen y configuran
variaciones en la lucha de clases. En la trama de poder elaborada por el
modo de acumulación vigente, los conflictos sociales son inherentes a la
sociedad, ya que al mismo tiempo que se sustenta en la diferenciación de
clases no existe una dominación completa de aquellos sectores que con-
centran el capital. Sin embargo, estos conflictos sociales no se mantienen
estables y uniformes a lo largo del tiempo, sino que se van modificando
tal como el propio sistema hegemónico va variando para conseguir soste-
ner su dominación sin perder sus beneficios económicos. Aquí debemos
recordar que estas posibilidades de lucha y resistencia están delineadas
dentro de los límites de lo posible en un determinado momento histórico
y en determinadas condiciones materiales que hacen posible ciertas mo-
dalidades y no otras.
En este marco, los sectores que representan los intereses hegemónicos nun-
ca dejan de tener la potestad última para imponer sus intereses particulares
al conjunto de la sociedad (Gramsci, 1999). Estos sectores combinan el con-
senso y la coerción para garantizar sostener el modelo hegemónico. En el
caso que estamos estudiando, esto lo visualizamos en el marco del acuerdo
Chevron–YPF S. A. Mientras la APCA y la Multisectorial realizan activida-
des de confrontación con aquellos actores gubernamentales y empresariales
que instalan la necesidad de extraer HNC para el abastecimiento interno de
gas y petróleo; la respuesta de estos se dirige hacia la mayoría de la sociedad
en vistas a re-constituir el consenso en torno a la extracción hidrocarburífera.
En cambio, cuando las diferentes organizaciones sociales y políticas contes-
tatarias se dirigen a lugares centrales donde pueden afectar intereses mate-
riales directos o visibilizar un mayor andamiaje de poder, como es el caso
de la votación del acuerdo en la Legislatura provincial, la represión como
mecanismo coercitivo aparece como respuesta.

204
Lorena Riffo

Reflexiones finales: disputa con la perspectiva hegemónica, des-aliena-


ción de la naturaleza y lucha de clases

Los avances científico-técnicos conducen en los últimos cinco siglos a pro-


fundizar un constante control sobre la imprevisibilidad de la naturaleza. La
ampliación de las esferas de dominación es la respuesta de la razón moder-
na iluminista a los antiguos temores o veneración frente a lo desconocido en
lo natural. En el marco de estas innovaciones, el lugar que ocupa la produc-
ción de energía es central, ya que constituye el motor para garantizar tanto la
preponderancia del ser humano sobre la naturaleza como la acumulación de
capital. A su vez, los hidrocarburos como insumo energético aportan una po-
tencialidad inusitada en este objetivo de dominación. Así, frente a la caída de
reservas de hidrocarburos, surgen los HNC con vistas a resolver problemas de
abastecimiento energético a nivel internacional. Dado que las técnicas preda-
torias son cada vez más voraces, la afectación social y ambiental que supone su
aplicación ya no pasa desapercibida para el conjunto de la sociedad.
Es en esta complejidad entre la instalación, consolidación y re-configuración
de lo dominante en la que también se encuentran las fisuras que habilitan el
surgimiento de miradas opuestas a lo hegemónico. Asimismo, esas miradas
opuestas pueden sostenerse como confrontativas o ser absorbidas por el mo-
delo dominante al despojarlas de sus características más antisistémicas (Wi-
lliams, 1980). Esto, en paralelo, va adquiriendo múltiples y variadas expresio-
nes sociales. Por ello, en este artículo, nos propusimos analizar un momento
histórico concreto en relación con el modelo de acumulación hegemónico,
para poder observar con cierto detalle la manera en la que se forman las expe-
riencias de resistencia que buscan socavar lo hegemónico en dicho contexto.
Así, en el caso de la provincia de Neuquén se empiezan a cuestionar las con-
secuencias de esta actividad recuperando experiencias históricas de contami-
nación y de resistencia en la provincia, en el país y en el resto del mundo.
Frente a la “naturalización” de esta actividad económica extractiva, diferentes
sujetos/as individuales y colectivos se organizan, centralmente en la APCA y
la Multisectorial contra la Hidrofractura, para visibilizar los intereses detrás
de la intervención humana sobre estos bienes naturales y los efectos que esta
tiene sobre la vida en la región. En función del reconocimiento de las primeras
implicancias que existen en Estados Unidos como país pionero en este tipo de
extracción, resisten el modelo de desarrollo que el gobierno pretende propagar
en estos territorios, ya afectados por un siglo de extracción hidrocarburífera.
En este marco, la capacidad de articulación —no exenta de problemas y
dificultades diversas— y la relación entre los diferentes aportes teórico-polí-
ticos provenientes de la formación académica o de otras experiencias de or-
ganización de quienes integran la Asamblea o la Multisectorial, se enfrenta,

205
Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

desde la praxis, a la fragmentación científica orientada a convertirse única-


mente en medio para fines preestablecidos y normalizados, como el progre-
so indefinido. También se contrapone a la idea del individuo racional como
elemento prioritario en la construcción de conocimiento.
Asimismo, las estrategias de acción política definidas por estos actores co-
lectivos, desde la información autogestiva inicial hasta las acciones directas,
avanzan en la desalienación entre sociedad y naturaleza, cuando hasta el
momento prevalecía lo contrario. La evidencia empírica de la afectación de
la naturaleza por parte de la actividad hidrocarburífera, reconocida y visua-
lizada en el mismo espacio en el que se lleva adelante, es un argumento
irrefutable ante las supuestas intenciones de mejora que propone el modelo
hegemónico y sus representantes gubernamentales.
En este caso, las recorridas por los territorios en los que se avanza con la ex-
tracción de HNC, no sólo es una actividad de contra-información, sino también
una estrategia que materializa los intereses confrontativos con los sectores do-
minantes: quienes se benefician y quienes son perjudicados con esa interven-
ción en la naturaleza. Esto es observado por el/los adversario/s, en términos de
lo explicado por De la Vega y Ciuffolini, quien/es responde/n organizando un
pozo modelo de extracción de HNC que visitan con periodistas locales y nacio-
nales para difundir un patrón de extracción que pueda ser aceptado socialmente
y así re-constituir el enfoque hegemónico. Pese a que en este artículo no pro-
fundizamos en ello porque supera los límites del trabajo, lo mencionamos para
esbozar la relevancia que las estrategias políticas adoptadas por la APCA y la
Multisectorial y analizadas aquí, intervienen en la realidad regional.
Por último, es importante reconocer que estos procesos de organización
y resistencia frente a la modernidad capitalista/capitalismo moderno no se
logran de una vez y para siempre. Por el contrario, tienen avances y retroce-
sos, en función de las condiciones históricas concretas. Por esto, es relevante
estudiar los recorridos acontecidos en torno al cuestionamiento a la activi-
dad hidrocarburífera no convencional en Neuquén, en el que por elevación
se debate el modo de acumulación y las bases del pensamiento moderno
basado en la racionalidad instrumental, para no desestimar estos aportes en
la creación de una futura relación sociedad-naturaleza más armónica que
necesariamente debe traspasar las fronteras locales y nacionales.

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Conflictos sociales e hidrocarburos no convencionales en Neuquén

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Portal de noticias Mapuexpress.
Portal de noticias La izquierda diario.

209
Apropiación territorial y dominio
del escenario natural
Una aproximación al sector minero
extractivo transnacional
Javier Fernando Villamil Velázquez1

Introducción

L a “megaminería” o minería a gran escala ha tenido un auge inucitado en


las últimas dos décadas en Latinoamérica, lo que motiva a cuestionarse
por los procesos generales que implica la expansión de un modelo extrac-
tivista, que se basa en la multiplicación de decenas de complejos mineros.
Empresas como BHP Billinton, Angloamerican, Glencore, Gold Corp, Vale,
Barrick Gold o Anglogold Ashanti se han anclado con fuerza en diferentes
territorios de la región, transnacionalizando unilateralmente las economías
nacionales, en países donde la desigualdad, la violencia y la segregación son
el común denominador de muchas regiones destinadas al extractivismo. La
efímera bonanza extractiva no logra mejorar las condiciones de vida de las
poblaciones locales, las cuales quedan como simples testigos del enorme
caudal de ganancias que recogen las empresas por su agresiva irrupción.
Observando las distintas experiencias internacionales, las empresas trans-
nacionales se lanzan sobre áreas con potencial minero, dando por sentado
o esperando que conseguirán la desterritorialización de poblaciones asen-
tadas allí. Así, en los casos donde aplique, el territorio ganado por el actor
internacional será el territorio perdido del actor local. Sólo que buscarán la
forma para que sea un procedimiento al menor costo posible y con el menor
grado de resonancia mediática. Es parte de la estrategia de expansión terri-
torial, pero puede llegar a suceder que se generen inconformidades locales
1.  Docente universitario doctorando en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
la Plata (Argentina). El autor tiene formación de geógrafo y es Magister en Medio Ambi-
ente de la Univeridad Nacional de Colombia. Con un énfasis en la geografía, la política y
la economía, desarrolla estudios relacionados con problemáticas territoriales, geopolíticas
y ambientales, así como temáticas en el ámbito extractivo y empresario transnacional;
[email protected].

210
Javier Fernando Villamil Velázquez

y se escale el conflicto por la resistencia social generada. Las poblaciones no


se reducen a jugar un papel pasivo, sino que pueden llegar obstaculizar el
avance de las grandes inversiones de capital, al consolidarse organizaciones
regionales que adquieren una fuerza social considerable.
Todo ello revela, siguiendo a Jiménez y Novoa (2014), un proceso de doble
vía donde se manifiestan los diferentes intereses frente al control territorial.
De tal manera que, la lógica territorial, la modelación económica del espa-
cio geográfico y la dinámica ambiental que envuelve el fenómeno extractivo
trasnacional, será aquí el epicentro de la reflexión, abordado desde una
perspectiva crítica la reciente consolidación del sector minero en el escenario
latinoamericano.

La dinámica transnacional en torno al control del territorio: Emergenia


conflictiva de los actores sociales

En el espacio geográfico convergen diferentes protagonistas que apro-


pian y usan el territorio, cada cual con diferentes intereses o capacidades
políticas y económicas2. Se devela entonces una confrontación de raciona-
lidades antagónicas en la reordenación política de los territorios (Jiménez
y Novoa, 2014). En el caso de la implantación de complejos mineros, se
dejan entrever dos clases de actores diferenciados; por un lado, como ya
se mencionó, se encuentran las empresas transnacionales extractivas, y
por otro, las comunidades que se asientan en territorios dotados de im-
portantes “recursos” naturales.
Así que entran en contradicción los diferentes proyectos territoriales, que a
la luz de la apropiación por el espacio geográfico, desatan una lucha territo-
rial que llevan a las empresas a desarrollar toda una suerte de mecanismos
para consolidarse en escenarios geoestratégicos. Todo ello, en el marco de
la lucha por el territorio, donde se enfrentan el territorio de la transnacional
con el territorio de grupos sociales locales, muchos de los cuales no com-
parten el modelo dominante de uso y apropiación de recursos.
En general, se encuentran actores disímiles en la lucha por el espacio en-
frentándose dos formas de concebir el territorio, ya sea el de los grandes
actores o el de los pobladores locales, que en la práctica son incompatibles
entre sí, dado que la gran extracción se lanza unidireccionalmente precisan-

2.  Una cualidad fundamental en la configuración del territorio son los actores sociales,
aquellos que le dan vida y lo constituyen. Por ello, el proceso que acompaña la produc-
ción espacial exige interrogarnos por quién, dónde, cómo, por qué y para qué usan el
territorio. Es necesario considerar multiplicidad de fuerzas que dinamizan el proceso de
territorialización y desterritorialización del capitalismo (Jiménez y Novoa, 2014).

211
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

do la sustracción del territorio de familias y de comunidades locales. Y es


aquí cuando cabe la caracterización de Jiménez y Novoa (2014) al distinguir
dos tipos de territorio: un territorio de los sectores no privilegiados, que lo
asume como abrigo, como espacio de encuentro y solidaridades orgánicas,
fundamento mismo de la vida de las personas en comunidad; y el territorio
de las grandes empresas, que asumen el territorio como recurso y fuente
de riqueza, que desea ordenarlo mediante la “violencia del dinero”. La es-
trategia expansiva de las empresas dentro de su directriz de acumulación de
capital, es la que guía este tipo de configuración territorial. Sin embargo, no
puede asumirse una mirada que apunta hacia el avanzar irreversible de las
corporaciones, acaparando territorios indefinidamente.
Esa es sólo una cara de la moneda, ya que el territorio local de las comu-
nidades puede llegar a respaldarse por un potente poder social, capaz de
repeler a grandes empresas del sector extractivo. De hecho, Jiménez y Novoa
(2014) proponen un Territorio de las Resistencias, en el entendido de que las
luchas territoriales se avivan, develando formas de apropiación del espacio
que son antagónicas, lo que incita a un reacomodamiento de la base social
ante el posible avance de los actores foráneos. Por ello, los sectores populares
y beligerantes pasan a jugar un papel activo y decisivo en medio de esta
disputa. Debe tenerse en cuenta la presión ejercida por las organizaciones
sociales en esta trama detonada por la apropiación territorial, ya que, en este
caso, las resistencias sociales bien pueden frenar el desarrollo de grandes
proyectos extractivos al luchar por un territorio que consideran suyo. En la
disputa por el territorio, como señalan los autores, se trata de el encuentro de
actores hegemónicos y los no hegemónicos.
Estos dos tipos de territorialidades representan proyectos sociales distintos,
lo que conlleva ocasionalmente a la generación de conflictos entre actores,
dada la disputa territorial derivada de la irrupción reciente de las empresas
transnacionales del sector minero. Se expresan así, una geografía histórica de la
acumulación y una geografía histórica de la resistencia (Jiménez y Novoa, 2014),
una en un polo capitalista empresarial y otra cuando las poblaciones entran
en choque contra partes o grandes estructuras dominantes del sistema socio
económico. Por ello, no se trata de un proceso armónico ni de concertación
que dialogue sobre el qué hacer con los territorios, sobre los que precisa-
mente recaen diversos intereses. Según Jiménez y Novoa (2014) la espacia-
lidad expresa una relación dialéctica, o sea, contradictoria, que para el caso
implica una interacción (muchas veces) conflictiva entre comunidades y ac-
tores transnacionales.
En un contexto de avanzada extractiva transnacional en Latinoamérica,
es esperable que los territorios corporativos se expandan, solapándose cre-
cientemente sobre territorios de comunidades locales, lo que puede generar

212
Javier Fernando Villamil Velázquez

discrepancias y enfrentamientos entre actores sociales por el uso, control y


poder sobre el espacio. Es lo que Mançano (2005) denominó “los conflictos
por el territorio”. Hay múltiples territorios que se pueden sobreponer entre
sí, generando ocasionalmente serios conflictos por su apropiación. Por ello,
la producción social del espacio es un reflejo de las contradicciones y la lucha
de clases (Jiménez y Novoa, 2014). Es así como se mantiene un campo de
tensión sobre el espacio geográfico en medio de este choque social, en el que
eventualmente se impone uno de los dos bloques implicados.
De tal forma que las distintas clases sociales apropian de una manera
particular y diferenciada el territorio y pueden ejercer un poder político
y económico para fijar su fuerza sobre el espacio geográfico, procurando
para sí su dominio y control respectivo. Ese choque de clases sociales por la
apropiación del territorio, se manifiesta en la acción del sector empresario
transnacional, que pone en marcha su robustez económica y política para
suprimir a las resistencias sociales activas o en potencia. Lo que intenta
hacer el sector minero hegemónico es penetrar y subsumir a la población
local en términos económicos y en términos culturales (Acsebrud, 2012).
En cualquier caso, emergen nuevas formas de ordenar el territorio gestadas
por las clases en el poder para garantizar la acumulación por la acumula-
ción (Jiménez y Novoa, 2014).
Por su lado, las comunidades tienen un alcance territorial acotado a una es-
cala local y regional, en la mayoría de los casos. Generalmente, estas carecen
de vastos recursos económicos a su disposición, también en el ámbito rural
prevalece la unidad familiar para la supervivencia, generando una identifi-
cación comunitaria que las potencia en el ámbito político y dependiendo de
oficios de escasa remuneración, ya sea en calidad de asalariados o actuan-
do como pequeños productores independientes. Su acceso a la tierra, a la
tecnología y al consumo es muy limitado dado su estrecho poder económi-
co. Aunque en combinación con grupos afines, compuestos por universita-
rios, intelectuales, activistas y movimientos políticos, pueden llegar a crear
frentes amplios de resistencia social ante la megaminería.
Mientras tanto, las empresas transnacionales detentan un alcance geográ-
fico internacional o global de sus operaciones, cuya estrategia territorial se
basa también en administrar varios territorios en diferentes países de forma
simultánea (aunque cada cual con sus propias particularidades). Dicha es-
trategia, en donde predomina el control simultáneo, coordinado y concate-
nado de diferentes puntos de explotación – exploración, implica engranar
espacios que no se conectan necesariamente por vecindad espacial, sino que
se encuentran en puntos separados entre regiones y países. Son las corpora-
ciones quienes, desde la sede directiva, controlan y apropian territorios sin
poseer necesariamente una vecindad espacial.

213
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

Una estrategia fundamental de casi cualquier corporación global es que la


casa matriz transnacional une y articula esos territorios al detentar un multi
dominio espacial. El territorio se entiende, bajo dicha óptica, como fragmen-
tos territoriales espacialmente discontinuos que se articulan en redes pro-
ductivas organizadas, bajo el comando de los actores y las normatividades
propias del capital trasnacional3. Los países donde operan las corporaciones
se constituyen en espacios de control empresarial, pero que convergen y se
unen coordinadamente al centro corporativo de la transnacional, quien de-
cide cómo y cuándo se modifican los flujos, poderes y capitales a lo largo
del espectro internacional en el que maniobran. Es decir, las empresas de-
sarrollan una estrategia de coordinación y control espacial, que va desde los
grandes núcleos de poder corporativo metropolitano, pasando por la escala
de diferentes escenarios nacionales, hasta los propios puntos de extracción4.
Dada la densidad de los capitales involucrados, estas corporaciones pue-
den acceder al espectro tecnológico más desarrollado en el sector. Y esa
es otra de sus acciones dentro de la estrategia territorial, la de llevar el
más vasto arsenal tecnológico y de infraestructura a escenarios alejados,
empleados de forma privada para el uso y transformación del territorio.
También se caracterizan porque dentro de su estrategia territorial, llegan a
acumular importantes extensiones de tierra (mediante procesos de conce-
sión), poseen una notable influencia sobre los poderes políticos locales y
regionales, vinculan ciertos contingentes de fuerza laboral y son capaces
de extraer miles de toneladas de material del subsuelo conforme al alto
desarrollo de sus fuerzas productivas.
Pero, en el caso de los grandes actores económicos, el uso y producción del
territorio posee sus propios bemoles. Es importante indagar sobre quién
específicamente transforma y configura el territorio dentro de cada unidad
económica. Por un lado, la fuerza trabajadora al interior de las mineras es
la que permite esa transformación directa del espacio en las zonas de en-
clave extractivo, instalando infraestructuras, redes y creando los grandes
cráteres para la explotación del subsuelo. Esa experticia técnica y manual
de este tipo de mano de obra asalariada, es introducida por las corpora-
ciones para la transformación y uso del territorio. Los trabajadores, me-
diante el empleo de máquinas de grandes dimensiones, gradualmente van

3.  Ver Machado (2009) y Acsebrud (2012).


4.  Según Galafassi (2010), al tipificar este tipo de intervenciones, este tipo de extracción
crea un subespacio muy particular, en el que se mezcla la baja integración económica de
los actores locales (con una producción tradicional o capitalista extensiva), con la alta
integración de los actores internacionales apuntando directamente a la extracción de re-
cursos. Allí aparecen empresas altamente tecnificadas y de elevada especialización, con
enclaves de actividades productivas sofisticadas (ligadass actualmente a capitales trans-
nacionales), señala el autor.

214
Javier Fernando Villamil Velázquez

dando forma a una mina a cielo abierto, combinando tecnología y trabajo


para la readecuación y modelación del espacio.
Por otro lado, dentro de la división del trabajo empresarial, se encuentra un
sector de profesionales que dirige, regula y controla por medio del trabajo
intelectual, el diseño de las explotaciones, el desarrollo del proceso produc-
tivo y el comando sobre el resto de trabajadores ubicados en la base de la
jerarquía laboral. La globalización de la economía mundial provoca transfor-
maciones profundas en las relaciones capital-trabajo, capital-recursos natu-
rales, entre capitales, y un gran desarrollo de las fuerzas productivas. Estas
transformaciones han permitido un aumento de la dominación del capital
sobre la sociedad y sobre la naturaleza (Caputo, 2005).

La reconfiguración del espacio y la plataforma económica que posibilita


el avance empresarial

Es preciso subrayar que la intensa expansión geográfica de las empresas


transnacionales durante los últimos veinte años y la proliferación de la mega
minería amparada en el nuevo Modelo Minero, son fundamentalmente po-
sibles bajo el contexto socioeconómico de este nuevo periodo histórico. En
cierta forma, el devenir del desarrollo de la economía capitalista, ha dado
muestras más que suficientes que permitieron asignar tal estelaridad a la
actividad minera (Berardi, 2009).
De tal manera que, dado el nuevo contexto histórico en suelo latinoameri-
cano, las empresas extractivas vienen conquistando una zona de confort, al
generarse un ambiente que incentiva la inyección de capitales o promueve
la implantación de grandes proyectos. Fluidez, flexibilidad, competitivi-
dad, apertura e inversión son las palabras clave de estas transformaciones
(Jiménez y Novoa, 2014). Se detectan, entonces, múltiples territorios en La-
tinoamérica a cargo de las empresas transnacionales, pero muchos aún en
proceso de consolidación, especialmente por la reciente apertura hacia la
mega minería en dicho escenario.
Una estrategia fundamental de las corporaciones es apropiar un territorio,
transformarlo y hacerlo orbitar en torno a las necesidades del mercado. Es
una estrategia de las corporaciones en las que se funde lo territorial y lo
económico, produciendo una amalgama espacio-productiva que consolida
el poder de dichos actores. Se ha venido generalizando la creación de ter-
ritorios orientados por el factor económico, con miras a que estos soporten
economías de escala, potenciándose en paralelo las disputas por su apropia-
ción. En ese contexto y en las condiciones actuales de la economía mundo
capitalista, los territorios y bienes naturales de América Latina adquieren

215
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

un renovado protagonismo como uno de los núcleos centrales del desarrollo


capitalista (Pérez Roig y Composto, 2014).
Ahora bien, la extracción de recursos del subsuelo requiere de un modela-
miento espacial particular, que permita el fluido envío y a gran escala de ma-
terias primas, que las ponga a circular en el mercado mundial. Para el caso,
aparecen en escena los megaproyectos o mega emprendimientos mineros,
una estrategia territorial empresaria que corresponde a enormes unidades
de producción-extracción de recursos, en donde se ordena sistemáticamente
el aprovechamiento del yacimiento mineral. Los megaproyectos extractivos
se constituyen por ahora en la organización espacial que representa por ex-
celencia a la economía global de nuestro tiempo y que se localizan espa-
cialmente al momento de usufrutuar recursos, eclipsando otras formas de
organización social y territorial.
Esto ha implicado readecuar espacios, producir territorios para los inver-
sores, así como desmontar el territorio de comunidades locales, tal como lo
precisa Vega (2012). Esos actores hegemónicos también modifican la jerarquía
de los espacios mineros, concentrando grandes extensiones, confluyendo en
el proceso de reestructuración social y productiva de los diversos lugares
que participan del reciente auge de la actividad minera (Gómez, 2004).
Los megaproyectos o mega emprendimientos son conglomerados ex-
tractivos donde se concentran dispositivos tecnológicos, mano de obra,
centros de procesamiento y redes de circulación. Son espacios concretos
fundamentales dentro la economía internacional, donde se solidifica y
origina la acumulación de capital. Se trata de una adaptación del espacio
según las necesidades del capital, que supone un nuevo entramado en la
fuente de extracción de minerales. Ello involucra millonarias inversiones
con el propósito de entregar ciertos rendimientos, lo que se expresa en
una determinada cantidad de mineral extraído en función de su valor
en el mercado internacional. Es en estos escenarios donde la colocación
de capitales invertidos se condensa en un solo escenario, desarrollando
una economía de escala que logra extraer y procesar miles de toneladas
de roca diarias. En dichos escenarios, es donde se nuclea la extracción, se
visualiza un uso concentrado e intensivo del espacio y se aglutinan las
fuerzas productivas del enclave extractivo.
En campo, en términos de la gran minería, el ingreso a la roca madre y
su transformación, requieren de una significativa colocación de capital fijo,
representado en la implantación de instalaciones y de un vasto componente
tecnológico. Después de mediados del siglo XX, las grandes empresas utili-
zaron grandes camiones y gran maquinaria para configurar economías de
escala, o sea bajo costo de producción por unidad producida, incrementando
los ingresos totales. “La escala a la que son desarrollados estos proyectos

216
Javier Fernando Villamil Velázquez

puede llegar a costar cientos de millones de dólares, que junto con la escaza
vinculación de trabajadores, refleja los niveles de competencia y productivi-
dad del sector minero” (Russell, Goodman y Nina, 2001: 25)5.
Se genera entonces una readaptación del espacio en dos vías. Por un lado,
se instalan sistemas productivos que replican los megaproyectos (mega em-
prendimientos) implantados en otros lugares geográficos. Es una forma de
homogeneizar el territorio siguiendo estándares internacionales de extrac-
ción. Así, existe un sistema de producción global ya predeterminado que va
implantándose en los más variados escenarios. La minería a cielo abierto,
como forma específica de explotación, se globaliza, en tanto ocupa un espa-
cio en diferentes puntos del planeta, generando mediante un poder vertical
nuevos territorios en lo local. Va produciéndose, entonces, una uniformación
de los territorios convertidos en enclaves extractivos de exportación, bajo el
ámbito mono cultural del capital global (Machado, 2010).
Por otro lado, los megaproyectos también son flexibles, al acomodar di-
cha estructura acorde a la topografía, a la dotación de recursos y al contexto
socio político de cada escenario particular. Es un sistema extractivo que ho-
mogeneiza el paisaje según un patrón general de usufructo de recursos, pero
también tiene la cualidad de adecuarse a condiciones singulares del lugar.
Cada espacio particular de acumulación adopta, pues, formas específicas
a partir del funcionamiento del proceso general de acumulación de capital
(Acsebrud, 2012).
A nivel local, las transnacionales terminan segmentando el espacio al interior
del complejo extractivo, dedicando una porción de este escenario para cada
fase del proceso, imponiendo un diseño de la mina que permita la optimiza-
ción de la productividad, con lugares para la excavación, transporte, refina-
ción, tanques, campamentos, comedores, oficinas, bodegas, parqueaderos o
talleres. Se establece un territorio que está compuesto por múltiples fragmen-
tos que responden al circuito de la producción minera (Acsebrud, 2012).
Estos megaproyectos o mega emprendimientos suponen una dramática in-
tervención del espacio geográfico, detonando poderosos cambios en el pai-
saje. Las transnacionales terminan movilizando una gran cantidad de mate-
rial, creando un paisaje de cráter y montañas de estériles residuos (Urkidi,
2010). Y es que, “del socavón de antaño se pasó a la minería a cielo abierto,
y el open pit hegemonizó nuevos paisajes y convirtió territorios en verdade-
ros quesos gruyere” (Rodríguez, 2012: 149). Dicha modificación territorial

5.  En el marco de las relaciones de competencia donde las variables de tiempo y espacio
de acumulación son vitales para la consecución de ganancias, los capitales mineros no
se pueden dar el lujo de perder espacios explotación y poner en juego niveles extraordi-
narios de capital invertidos en éstos durante largo tiempo antes de poner en marcha la
actividad extractiva (Acsebrud, 2012).

217
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

resulta entonces determinante para la supervivencia de estos complejos y la


de sus promotores. Las inversiones de capital producen una transformación
sustancial del espacio local y pasa crecientemente a ser configurado como un
fragmento socio territorial económicamente supeditado a la agenda de los
privados (Machado, 2010).
Pero, dada la naturaleza y características tecnológicas de las grandes ex-
plotaciones mineras contemporáneas, la envergadura de los procesos expro-
piatorios va mucho más allá de la extensión de las superficies territoriales
intervenidas (Machado, 2010). Y es que, a pesar de que se reconoce explíci-
tamente un punto donde la extracción se condensa y se despliega la infraes-
tructura más densa, en conjunto se pueden reconocer tres anillos territoriales
desplegados por la influencia de las empresas transnacionales una vez se
consolidan en el territorio:
• Se observa un territorio extractivo, en donde el poder de la empresa es
altamente concentrado y en el que se colocan los capitales económicos más
sustanciosos. Se activa y define desde que empieza la etapa de construcción
de la mina y es allí donde la inversión se aglutina para el desarrollo del com-
plejo, tendiente al aprovechamiento directo del yacimiento. En este territorio
el control de la empresa llega a su máximo nivel, aplicando en este espacio
un estricto aislamiento territorial. De tal forma que aparecen los territorios
libres (liberados) para el capital (es decir, “cercados” para aquellos intereses
y sectores no ligados al capital), los cuales constituyen el soporte físico-espa-
cial indispensable para localizar la extracción de naturaleza (Galafassi, 2012);
• Existe otro territorio continuo al anterior, ocupando un segundo anillo
territorial. Corresponde a los terrenos vecinos al yacimiento, donde la em-
presa ya no despliega su tecnología, mano de obra o lleva a cabo sus excava-
ciones en forma concentrada. Sin embargo, esta área adyacente desempeña
un papel crucial porque alberga reservas minerales potenciales. Por lo cual,
es foco de investigación permanente, siendo quizás, un futuro centro de ope-
raciones extractivas. Ante el posible valor de estos espacios geoestratégicos
por su potencial extractivo, la transnacional dispone de nuevos cuerpos de
seguridad que fortalecen el acordamiento geográfíco local. Además, aquí se
despliegan los caminos y carreteras que van desde o hacia el yacimiento, que
igual son custodiados por personal al servicio de la empresa;
• Por último, hay una tercera esfera de dominio territorial para las transna-
cionales mineras, la cual es tan amplia, que puede abarcar una región ente-
ra. Este alcance se debe a que las empresas han aumentado el control sobre
extensas áreas, incluyendo centros urbanos, con el fin de vincular fuerza
laboral, asegurar el control político local-regional, desarrollar infraestructu-
ra complementaria, repeler el inconformismo social y extender sus progra-
mas de responsabilidad social sobre la población circundante. Las regiones

218
Javier Fernando Villamil Velázquez

comenzaron a ser observadas por los grandes agentes del mercado como
recortes espaciales funcionales a los nuevos procesos de acumulación. En
contraposición, aquellas áreas no articuladas con eficacia al sistema global,
parecen quedar supeditadas a convertirse en “regiones perdedoras” dentro
de esta lógica económica.
Se puede observar, entonces, la constitución de territorios diferenciales
(como lo plantea Acsebrud, 2012), donde estas tres esferas territoriales pro-
puestas actúan de manera articulada para brindar un fluido poder de ac-
tuación a los inversores. De tal forma que, a nivel general, estas empresas
transnacionales se expanden a nivel internacional, pero concentrando su in-
versión en ciertos nodos de extracción. A su vez, desde este nodo, se expan-
den a nivel regional para garantizar su dominación política y garantizar toda
la estructura técnica y social para la incesante obtención del componente
mineral. Es parte del devenir territorial de los grandes capitales del sector.
Una vez planteados algunos de los lugares, protagonistas y los momentos du-
rante la apropiación territorial, resulta lógico apuntar hacia el sistema econó-
mico que sirve de plataforma, básicamente para la extracción de recursos, el
desenvolvimiento de las empresas transnacionales y el respectivo control ter-
ritorial. Ya se había dilucidado ello en el apartado anterior, en donde el sistema
capitalista, llevado históricamente a un complejo desarrollo, es determinante
como telón de fondo para la implantación de sistemas extractivos.
Es tal la repercusión social de esta forma de producción, que diferentes es-
feras son poderosamente condicionadas. El espacio, entre muchos otros ejes
de la vida social, son delimitados y modelados por este sistema económico.
De hecho, hoy el espacio es configurado y construido generalmente bajo la
lógica del capital. El proceso de acumulación, en ese sentido, viene a jugar
un papel crucial. Para el caso, germinan paisajes mineros que se ciñen a las
necesidades de la inversión. De tal manera que el capitalismo (y cualquier
formación social) urge por la creación de una serie de componentes geográ-
ficos para que pueda desarrollarse.
Igualmente, para pervivir, el capitalismo fuerza procesos intrínsecos de
permanente reconstrucción. En su propio desarrollo, “parte de la dinámica
de acumulación de capital es la necesidad de construir paisajes completos
solo para derribarlos y construirlos de nuevo en el futuro”. Esto se aprecia
nítidamente con el desarrollo de la minería a cielo abierto. Se trata de una
renovación permanente de creación y destrucción, que acompaña también a
los ciclos de reproducción del capital.
En ese sentido, los espacios geográficos que se perfilan por sus significati-
vas riquezas minerales y que son capturados por los grandes inversores de
capital, sufren una metamorfosis parcial o total con la llegada de los nuevos
actores económicos, diseñando territorios que maximizan los procesos de

219
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

acumulación privada internacional. Esa dinámica se ha potenciado durante


el último ciclo económico, mediante la vitalidad expansiva de la actual eco-
nomía internacional. De hecho, hoy en día se experimenta una nueva espa-
cialidad del capital, como lo señalan Jiménez y Novoa (2014), en tanto se
instala y asienta un nuevo estadio de la economía. De esa forma, el neolibe-
ralismo llegó acompañado de su propia manera de apropiarse los territorios
y refuncionalizar el espacio (Ceceña, Aguilar y Motto, 2007).
Lo que está de fondo y que subyace a la presente discusión, es la forma
como actualmente el capitalismo determina e incide en la configuración del
espacio, aquí desplegado mediante la creación de grandes complejos extrac-
tivos. En ese sentido, es que los territorios son diseñados, cuando, una vez
que el territorio, la naturaleza y la sociedad adoptan carácter de objetos, pue-
den ser organizados funcionalmente (Ceceña, Aguilar y Motto, 2007).
De hecho, bajo la doctrina capitalista, la gran extracción más todo el apa-
rataje tecnológico y laboral que despliegan las empresas, sólo tiene sentido
en la medida de que el ejercicio productivo arroje un flujo de ganancias que
sostenga el proceso de acumulación. Dicha dinámica que envuelve al capital,
es aquella que jalona incesantemente a los inversores para el desarrollo de
nuevos proyectos y a la búsqueda incesante de nuevas reservas minerales.
Los recursos son explotados esencialmente para que su extracción-exporta-
ción rinda ciertos frutos económicos, cubriendo o superando las expectativas
de lucro de las empresas. De tal modo que la apropiación de la naturaleza,
la modelación del territorio, el usufructo de recursos y el dinamismo de la
minería a gran escala, operan en función de las presiones que impone la
lógica del capital. Así las cosas, las estrategias empresariales constituyen el
proyecto de sociedad del gran capital: ellas proponen una configuración del
mundo adaptada a las necesidades de la rentabilidad de los grandes capi-
tales (Ornelas, 2008).

La degradación del territorio, espacios sacrificables y la reapropiación


destructiva de la naturaleza por parte del actor minero transnacional

Las empresas mineras incluyen el aspecto ambiental dentro de su estrategia


corporativa. Entendiendo lo ambiental como la relación sociedad-naturale-
za, básicamente incorporan esta dimensión, dado que requieren de fragmen-
tos de naturaleza (rocas y minerales preciosos), que resultan muy apetecidos
en los mercados internacionales y que generan réditos económicos luego de
su extracción. Esta estrategia de apropiación es vital, puesto que son recortes
de la naturaleza fundamentales para el proceso de acumulación de las mine-
ras. Igualmente, contanto con una tecnología capaz de transformar drástica-

220
Javier Fernando Villamil Velázquez

mente el paisaje, las mineras conocen de antemano sobre la destrucción del


entorno luego del avance de la minería a cielo abierto.
Ello las ha obligado a crear una estrategia de ocultamiento de la degrada-
ción y que, incluso, planteen su preocupación por la problemática ambiental.
Suena paradójico, pero de allí se ha desprendido una estrategia que consiste
en el desarrollo de una campaña proambiental por parte de las mineras, que
como discurso corre en contravía con la práctica minera misma. Todos estos
elementos se profundizarán en el siguiente apartado.
Una estrategia esencial de las empresas es el aprovechamiento de los recur-
sos, tomando porciones del entorno natural para transformarlas y comercia-
lizarlas, siempre y cuando estas puedan esquivar la responsabilidad por los
efectos colaterales intrínsecos del extractivismo en términos ambientales. Su
estrategia es constituir espacios de sacrificio, negando e invisibilizando los
daños inherentes a la explotación, que acelerada e incesantemente impactan
el entorno en pos de acceder a las materias primas de interés. De esta for-
ma, las corporaciones extractivas producen territorios degradados e incluso
tratan de normalizar este tipo de situaciones ante la sociedad. A través del
trabajo y el arsenal tecnológico aplicado, las mineras hacen una mediación
social con la naturaleza, guiadas por el raciocinio de la productividad y la
obtención de determinados resultados económicos.
Por otro lado, estos territorios cedidos al extractivismo, los hacen herméti-
cos y cerrados para que no se socialicen y se conozcan los grandes impactos
que esperan generar por su actividad. De tal forma que, contrario a lo visto
en la práctica, estas empresas niegan rotundamente una acción ecológica-
mente destructiva, presentan una campaña donde cumplen un papel am-
bientalmente amigable y vetan cualquier tipo de crítica que los involucre
como degradadoras del entorno. No obstante, remueven y tranforman el
espacio, redefinen las formas del relieve, hacen una intensa transformación
de los escenarios donde explotan y usan segmentos de la naturaleza para
readecuarla o exportarla.
Las corporaciones imponen una visión pragmática, en la que, o se invi-
sibilizan los efectos, o se naturaliza la degradación e intervención sobre el
espacio. La lógica habitual del ingeniero minero únicamente entiende que, si
hay mineral y es rentable extraerlo, se extrae y no acepta la discusión sobre
dónde, cuándo, cómo, cuánto y para qué se extrae. Sin formularse estas pre-
guntas, las empresas se dedican a derribar montañas buscando minerales
(Rodríguez, 2012). Las empresas mineras presentan sus grandes explota-
ciones como la única forma de hacer minería, negando y ocultando las reper-
cusiones sociales y ambientales que lleva consigo la explotación de materias
primas. Las empresas tratan de tranquilizar a los escépticos o potenciales
críticos, así como de anticiparse a los conflictos ambientales derivados de

221
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

su actividad, diseñando una estrategia de medios que las presenten como


aliadas del medio ambiente, así esto vaya en absoluta contravía con las situa-
ciones reales propias del extractivismo minero.
La consecuente alteración ambiental es desigual a nivel mundial y son
cambiantes aquellos vectores que impactan la naturaleza, acorde a los im-
perativos del nuevo marco neoliberal. Desde los años setenta en adelante,
los países capitalistas desarrollados vienen trasladando las actividades in-
dustriales más contaminantes a los países atrasados (Gambina, Lizuain y
Papi, 2010) y actividades como la gran minería han venido arrastrándose en
ese proceso geográfico. Ello produjo un cambio que redirige y concentra en
ciertos lugares del globo, los residuos contaminantes y la degradación de los
nuevos territorios protagonistas del proceso.
El boom de la gran minería transnacional tiene lugar en este cambiante es-
cenario geográfico global, porque su traslado y auge en áreas como la la-
tinoamericana, supone un traslado de actividades contaminantes y la pro-
ducción de desechos típicos de dicha actividad en la periferia. Y es que
simultánea y correlativamente a la naturalización de la racionalidad de mer-
cado, estas políticas impusieron e impulsaron un creciente proceso de mer-
cantilización de la naturaleza, del territorio y sus recursos (Machado, 2009).
La asimetría económica y política norte–sur, que originó el traslado de las
actividades productivas más contaminantes del centro a la periferia durante
las últimas tres décadas, ha reconfigurado las dinámicas ambientales mun-
diales. Este proceso está ocasionando que en los países del sur se produzca
una enorme carga ambiental, acentuada en gran medida porque las empre-
sas transnacionales hacen aquí lo que en sus países les está prohibido hacer
(Arana, 2008). En los países desarrollados las corporaciones mineras pueden
llegar a cumplir algunas de las normas ambientales estipuladas, mientras
en la periferia trasgreden permanentemente cualquier regulación existente.
Una situación acontece en los espacios degradados por la mega minería
y otra en los espacios de consumo, allí donde pueden llegar a convencerse
del paradigma del “desarrollo sustentable”. Según Garibay (2010), para la
corporación —cuyos dueños y directivos viven y piensan desde y en benefi-
cio de la sede— el paisaje del enclave minero tiene un valor exclusivamente
utilitario. Es el lugar lejano, sacrificable e indiferente, donde la corporación
toma su riqueza, bajo el imperativo de extraerla, refinarla y traerla al centro
metropolitano al menor costo y tiempo posible.
En consecuencia, una de las ideas que se desea reforzar, es la necesaria e
inevitable producción de territorios degradados y desgastados por la acción
extractiva de empresas extranjeras que siguen un ritmo de producción en
sincronía con el mercado, para mantener a flote una parte de la economía
global. Los escenarios intervenidos con operaciones intensivas, son espacios

222
Javier Fernando Villamil Velázquez

deshabilitados para otros tipos de apropiación humana, dada la contundente


transformación que sufren por actividades como la mega minera. Y es que
tanto durante su instalación, operación y luego durante su cierre, la mega–
minería metalífera expresa la incompatibilidad con cualquier otro tipo de
actividad humana en los espacios en que se localizan (Acsebrud, 2012).
No sólo se vacían ciertos entornos, negándolos para otras actividades que
puedan restarle espacio a las compañías mineras, sino que por las políticas
de los inversores y su legado tecno productivo, estos espacios intervenidos
muchas veces quedan prácticamente inutilizables para otras prácticas pro-
ductivas posteriores. Se trata de sistemas extractivos que socavan profunda-
mente los medios de producción de poblaciones locales. Por ejemplo, el agua
y la energía que consumen las mineras en los territorios de las regiones, es
agua y energía que es negada y expropiada a las propias poblaciones locales
(Machado, 2009). Lo mismo sucede con la tierra expropiada a favor de los
complejos mineros. Los procesos de expropiación ecológica tienen profun-
das consecuencias económicas y políticas; implican inexorablemente que lo
que unos consumen es lo que a otros les es quitado (Machado, 2009)6.
En efecto, la gran minería es una de las actividades más contaminantes del
planeta, ya sea por la destrucción de ecosistemas, por el deterioro de sue-
los, por la degradación del sistema hídrico regional, por la producción de
desechos, por la aplicación de poderosas mezclas químicas al entorno, por
la intensa contaminación atmosférica, por los frecuentes accidentes en los
yacimientos y por la afectación a la salud humana, contabilizándose cientos
de accidentes a nivel mundial por la adopción de esta actividad. Por tanto,
hay ciertas actividades extractivistas como la minería a gran escala, depre-
dadora en esencia, que de ninguna manera podrá ser “sustentable” (Acosta,
2011), a pesar de lo que promocionen sus defensores. La gran minería es una
actividad degradadora por excelencia, contundente en la transformación de
los espacios, dada la intensa y rápida transformación destructiva que lleva a
cabo cuando esta se implanta.
Según Garibay (2010), para algunos es una minería con una tecnología gi-
gante, sofisticada, eficiente y brutal, que permite con rapidez y bajo costo
procesar millones de toneladas de material mineralizado de baja ley. Y
continúa señalando que, a cambio, se implanta una minería que lo requiere
todo: extensas superficies para acceder al yacimiento, procesar el mineral y
colocar material de desecho contaminado; inmensos volúmenes de agua que
provocan escasez hídrica donde se instala; y grandes cantidades de energía
tomadas de la red hídrica local.
Es importante dejar muy en claro que no existe una tecnología alternativa:
6.  Existe una capacidad del capitalismo para apropiarse de la naturaleza gracias al de-
sarrollo científico técnico y al despojo de comunidades (Jiménez y Novoa, 2014).

223
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

por ejemplo, la minería de oro a cielo abierto exige la destrucción de cientos


de km2 de territorio, el agotamiento de las reservas de agua regionales y
la utilización de miles de toneladas de cianuro (veneno altamente mortal)
(Galafassi, 2012). Toneladas de roca en forma de escombro, ecosistemas sus-
traídos, capas de suelo desaparecidas y sustancias químicas tóxicas vertidas
en el entorno, son los argumentos en base a sus efectos, que cientos de am-
bientalistas esgrimen contra la minería a cielo abierto alrededor del mundo.
El caso de la minería de oro posee la particularidad, al ser una actividad de
corto o mediano plazo, de generar fuertes impactos nocivos sin que el capi-
tal que lleva adelante la extracción se vea perjudicado directamente por los
mismos, ya que una vez terminada la apropiación se retira a nuevos espacios
a reiniciar el ciclo. Todas las consecuencias negativas repercuten entonces en
las sociedades locales y en el ambiente regional (Galafassi, 2012).
Cuando los procesos mineros terminan, se convierten en un problema de
largo plazo que normalmente las empresas dejan, a pesar de la implementa-
ción de programas de desmantelamiento, reparación y retiro, pues ésos suelen
ser ineficaces (Delgado, 2010). La esterilidad generada en los espacios creados
durante y después de la operación minera, hace cobrar vida a la expresión “es-
pacios de sacrificio”, allí donde los empresarios desatan todo el poder tecnoló-
gico y de vaciamiento de recursos, trastornando notable y permanentemente
las características ecológicas de los lugares7. El dogma extractivista inocula la
idea de que ciertos espacios pueden ser degradados a voluntad y a fondo,
siendo este el sacrificio a realizar dada la abundancia de recursos.
De toda esta apropiación destructiva de la naturaleza por parte de la gran
minería, se desprenden varios nodos de discusión. Para comenzar, es intere-
sante lo que apunta Bruckmann (2010), ya que no sólo se trata de una inten-
sa y sostenida degradación del entorno, porque a la vez que se transforma
dramáticamente la base natural, se construye el territorio empresario minero
transnacional. Es un proceso de destrucción creadora. El proceso destruc-
ción creadora del que se constituye el capitalismo, es al que se debe adaptar
toda empresa capitalista para sobrevivir (Bruckmann, 2010). Sin embargo,
ello implica que se generen residuos, de los cuales los mineros se deshacen o
abandonan empleando el mínimo costo posible.
Por otro lado, con el tiempo, las empresas y el capitalismo en general, van
eliminando gradualmente la base natural de la que dependen, lo que en al-
gún momento agotará sus posibilidades de reproducción. El mismo capi-
talismo, que es capaz de producir fuerzas colosales de creación e innova-

7.  “Lo fundamental para las compañías es atrapar el mineral sin importarle secar
acuíferos, desviar ríos, destruir glaciares y volar montañas con promiscuidad dinamitera
a cielo abierto. El método no se caracteriza por mantener normas industriales de desarrol-
lo sostenible ni por remediar el daño producido” (Rodríguez, 2012).

224
Javier Fernando Villamil Velázquez

ción, necesita destruir dramáticamente aquello que produce y la propia base


natural en que produce para garantizar el proceso de acumulación (Bruck-
mann, 2010). La destrucción creadora desprendida de la lógica capitalista,
crea, ordena y funcionaliza paisajes, configuraciones espaciales que poste-
riormente, debe deshacer, destruir y reconfigurar territorialmente (Jiménez
y Novoa, 2014). Es el constante cambio de las necesidades privadas lo que
produce este fenómeno.
Entonces, se genera un proceso de doble vía en este caso. Por un lado, las
empresas requieren de la base natural para la obtención de ganancias, pero
a su vez, la destrucción de la naturaleza no es reparada ni atendida por las
corporaciones, dado que ello menguaría su dinámica de acumulación. De tal
manera que esa destrucción de la naturaleza es una consecuencia esperable,
cuando se impone por sobre todo la acumulación de capital en un territorio.
Además, si están comprometidas cuantiosas inversiones, se pueden esperar
consigo enormes impactos ambientales. Las significativas colocaciones de
capital en la minería, terminan reflejándose en la incorporación de una tec-
nología degradadora del entorno. Se invierte capital para destruir, así este
no sea el fin último de la producción y/o extracción. La estabilidad del medio
natural y la generación de ganancias millonarias suelen ir en caminos opues-
tos, y en el campo extractivo, ello se convierte casi en una regla general.
Intentar conciliar estos polos, la economía de mercado y el medio ambiente,
ha sido la propuesta del desarrollo sustentable, así ello sea una labor franca-
mente irrealizable al interior de los sistemas extractivos. El problema clave
radica en que se transfiere la apropiación y manejo de los recursos, usual-
mente a empresas que operan bajo una lógica capitalista de competencia,
maximización de beneficios y externalización de costos sociales y ambien-
tales (Gudynas, 2010).
De hecho, si las empresas mineras hipotéticamente resolvieran y contuvie-
ran el enorme impacto ambiental que generan, no se sabe si al final habría
un balance positivo en sus sistemas contables, estimándose una inviabilidad
económica de la actividad dado que estas empresas no serían rentables. Todo
indica que, si esos impactos sociales y ambientales fueran contabilizados y
afrontados, los beneficios netos se reducirían drásticamente y posiblemente
algunos emprendimientos llegarían a ser un mal negocio (Gudynas, 2009).
Por eso, el mismo proceso de acumulación no les permite atender la degra-
dación hecha al territorio, muy por el contrario, requieren necesariamente de
espacios de sacrificio para mantenerse a flote en el mundo económico global.
Generalmente, para las corporaciones, reparar el daño ambiental que causan
implica una serie costos y reducción de los beneficios, situación difícilmente
aceptada en momentos en que se ajustan todos los amarres para la acumu-
lación de capital.

225
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

Aquí, mitigar y revertir los daños ambientales genera gastos inesperados e


indeseados, negando la posibilidad de un negocio altamente lucrativo en el
ala extractiva, por lo cual las empresas desatienden y ocultan a toda costa la
magnitud de los daños causados por su actividad para no adquirir respon-
sabilidad alguna. Esto último, implica que estas actividades extractivas no
puedan tener una mirada ecosistémica de los territorios, por lo que no tiene
problemas en concebir a determinados territorios como “vacíos” o, peor aún,
como “vaciables” o “sacrificables” (Acsebrud, 2012).
De tal manera que la obtención de materia prima sirve de punto de anclaje
para la valoración del capital y ciertos espacios han sido relegados como
contenedores de desperdicios del sistema extractivo, en donde el proceso de
maximización de ganancia define la función que debe cumplir cada porción
de naturaleza. Esto es la continuidad de un largo proceso histórico, en donde
la economía de mercado imprime una concepción utilitarista sobre la natura-
leza, como fuente casi ilimitada de obtención de recursos.

Reflexion final

Las empresas extractivas no sólo apropian territorios, sino que los pro-
ducen, usan y transforman en consonancia con la implantación y desarrollo
de sus sistemas productivos8, así esto signifique la disolución de otros ter-
ritorios. Una vez la empresa se hace sentir en un espacio geográfico y con
el transcurrir del proceso de exploración, de construcción de la mina y de
extracción, se va configurando una correlación de fuerzas sociales y polí-
ticas, que les puede ser favorables o adversas según las circunstancias y el
contexto social de cada región.
La estrategia es la consolidación de su territorio, muchas veces entrando en
conflicto con otras territorialidades. Así que la estrategia empresarial tiene
necesariamente que ver con la realización de una radiografía social del esce-
nario a intervenir, estableciendo posibles aliados, opositores y sectores que
son indiferentes a la problemática extractiva. Esta estrategia de apropiación
del territorio consiste para los empresarios en monitorear la respuesta de los
grupos sociales locales frente al avance extractivo transnacional.
En dichas condiciones, se forja en territorio empresario transnacional, fija-
do por las características y poder de ese actor internacional. En este marco, se
impone una lógica y racionalidad que ocurre en lugares específicos, en base
a la dinámica y el dominio capitalista. Para este escenario, los territorios son

8.  Según Jiménez y Novoa (2014), un determinado territorio es un espacio usado, pero a
su vez, el territorio es un producto “hecho” por un grupo social. Es un proceso dinámico
en el que el territorio está haciéndose, fruto de la acción y su uso.

226
Javier Fernando Villamil Velázquez

vistos como meras fuentes proveedoras de recursos, que deben funcionar


bajo las temporalidades y movimiento que la ciencia y la técnica determinan
(Jiménez y Novoa, 2014).
El capital, en este caso representado por empresas transnacionales, frag-
menta, interviene y crea el territorio según sus exigencias y prioridades
económicas. Esta concepción de territorialidad, sólo puede ver al territorio
como soporte material de una serie de recursos que son de gran interés para
la valorización de capital y la satisfacción de ciertas necesidades (Acsebrud,
2012). En esa dirección, se puede eliminar, diluir o debilitar el territorio de
otros, prevaleciendo en ocasiones, las exigencias de los actores hegemóni-
cos. El territorio capitalista de última generación tiende a rivalizar y reem-
plazar otras formas de organización socio espacial. Por ello existen quienes
transforman el territorio, adecuándolo, a las nuevas mercancías, a las nuevas
tecnologías y los nuevos negocios (Ceceña, Aguilar y Motto, 2007).
Aquí surge otro elemento clave: es cuando el mercado impone ritmos y
flujos de extracción de los “recursos”. Depender excesivamente de las ex-
portaciones de recursos naturales, también implica producir en función de
la demanda mundial, en las cantidades y calidades que esta imponga. Bajo
esta línea, unos territorios se hacen así más dinámicos que otros. Es decir, el
mercado global condiciona el desarrollo geográfico desigual al producir re-
giones ganadoras y otras perdedoras en todo el proceso. Si hay una deman-
da inusitada de oro, por ejemplo, se activan regiones con potencial minero
que antes pasaban discretas ante la geopolítica internacional de los recursos.
O bien, regiones productoras de ciertos “recursos”, podrían aumentar la tasa
de extracción si el mercado internacional así lo permite o lo exige.
A menos que el mercado mundial provoque una grave crisis del sector,
podría preverse una consolidación de larga data de dicha actividad, dados
los importantes índices de beneficio económico que ya reporta, por los rendi-
mientos proyectados de los depósitos minerales descubiertos, así como por
los que se estiman identificar mediante labores de exploración9. No obstante,
recientemente se detecta una baja económica global en el sector minero, lo
que puede adormecer o aletargar esta dinámica. A pesar de ello, es esta ra-
cionalidad y actuación económica se constituye en la raíz de la cual brotan
una serie de estrategias, para intentar acrecentar el poder productivo de las
empresas.
El dinamismo que impone el sistema capitalista global, artificializa veloz-
mente y cada vez más el espacio, lo cual puede modificar drásticamente
ciertos entornos naturales. El sistema económico actual teje una particular

9.  En ese sentido, la necesidad de regenerar las tasas de rentabilidad se hace cada vez
a una velocidad mayor, por lo que fluyen con vitalidad las inversiones a largo plazo
(Berardi, 2010).

227
Una aproximación al sector minero extractivo transnacional

relación con la naturaleza, siendo cada vez mayores los escenarios trans-
formados por la incesante ampliación de un mercado globalizado. Aparece
entonces una naturaleza subordinada y concebida en función de los impera-
tivos de la producción y el sistema financiero actual10.
En líneas generales, existen porciones de naturaleza que son fundamen-
tales, no solo para la existencia humana, sino para una producción y consu-
mo ancladas a la acumulación global. En esa vía, la megaminería metalífera a
cielo abierto, expresa las formas imperantes de apropiación de la naturaleza
en el actual sistema capitalista (Acsebrud, 2012). La gran minería sólo es po-
sible en tanto apropie ciertos componentes del subsuelo, los clasifique, di-
seccione y los ponga a circular el mercado mundial. Es una particular trans-
formación de la naturaleza en un tiempo histórico concreto, forzada por las
exigencias económicas internacionales.

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la (2012), denominamos como “subsunción real de la naturaleza al capital”.

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230
231
"Hay gente que sigue comprando
así nomás, ¿me entiende?"
Rentas y
Ana Núñez
confi g1
uraci ó n de terri t ori a li d ades *

Apertura del problema

“[…] hacia donde nos dirijamos, la propiedad privada


nos conduce a contradicciones […] fue y es hasta el día
de hoy una inmoralidad que sólo es superada por la
inmoralidad de la enajenación”. Karl Marx (2006: 20).

E n Miseria de la filosofía (2005: 163), Carlos Marx explicita que “la


renta resulta de las relaciones sociales en que se hace la explotación
[…] La renta procede de la sociedad y no del suelo” 2. Esta relación entre
el proceso de trabajo y la apropiación de la naturaleza por el hombre nos
permite superar varias dicotomías que se convierten en obstáculos epis-
temológicos (campo-ciudad; rural-urbano; sociedad-naturaleza, entre
*.  Este artículo forma parte del PICT 2013-2053, proyecto evaluado y financiado por
el FONCyT/ANPCyT, bajo dirección de Ana Núñez. Asimismo, constituye una versión
completa de la ponencia presentada en las III Jornadas Internacionales sobre Conflictos
y Problemáticas Sociales, Resistencia 2017, y resulta tributario de los intercambios de
ideas que mantuvimos con el Dr. Paulo Cesar Xavier Pereira (USP) y el Dr. Agustín Nieto
(UNMdP). Asimismo, agradezco profundamente los comentarios que me hicieran el Dr.
Gastón Caligaris, y otros autores de este libro, presentes en la Mesa Redonda a la que nos
convocara el GACyH, en la UNQ, el 30/11/2017.
1.  Arquitecta (UNMdP); Magister en Ciencias Sociales, mención Sociología (FLACSO);
Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO); Especialista en Políticas y Mercados de Suelo
en América latina (Universidad Nacional de Colombia)-Profesora Titular Regular de
Urbanismo-Investigadora Categoría I, y Directora del Instituto de Investigaciones en
Desarrollo Urbano, Tecnología y Vivienda (FAUD/UNMdP).
2.  Dice Marx (1975: 59) que es erróneo que la renta, por su naturaleza, es siempre renta
del suelo. “La renta siempre se paga al terrateniente. Eso es todo. Es una deducción de la
ganancia normal, o una deducción de los salarios normales. La verdadera plusvalía […]
Es una parte del producto del trabajador que queda después de la deducción del salario
restado de ese producto, […] entonces no es renta de la tierra”.

232
Ana Núñez

otras), en tanto nos remite a relaciones sociales entre fracciones y clases,


incluyendo la propiedad privada, y su rol en la acumulación. No obs-
tante, en los últimos años, rescatando la teoría marxista, en Argentina
se verifican ricos debates en la bibliografía académica, pero fragmenta-
dos y circunscriptos a la “cuestión agraria” y la “cuestión urbana”, am-
bos recuperando, paradójicamente, la categoría de renta. Los primeros,
emergentes con mayor fuerza a raíz de las “retenciones” y el debate en
torno a la desaparición o no de la renta absoluta (Pierri, 2011; Caligaris,
2014a; 2015a; Iñigo Carrera, 2007) 3, y las características e importancia de
la renta diferencial tipo 2 (Caligaris y Trento, 2012; Fernández, 2010a;
Barri, 2013). En tanto los segundos, simplemente mencionándola, tan-
gencialmente, y reproduciendo linealmente nuevas dicotomías o polari-
zaciones haciéndose eco de “son las sobreganancias de la soja las que se
invierten en la construcción en altura en la ciudad”4. En otras palabras,
no hallamos bibliografía que retome para lo “urbano” un debate situa-
do conceptual e históricamente. Asimismo, los trabajos rectores sobre
la renta en América latina, parten de cuestionar el paralelismo entre el
caso agrícola y el urbano (Todaro, 1978); promueven una reconceptua-
lización de los aportes de Marx para operacionalizarlos en la ciudad
(Fidel, 1988; Oquendo, 1988; Jaramillo, 20095), y/o se centran en el caso
urbano directamente (Cunha y Smolka, 1980; Singer, 1979; Cohen Egler,
1986; Pereira, 2016), literatura cardinal que recupera, implícita o explí-
citamente, y obviamente partiendo de Marx, los insoslayables e impres-
cindibles aportes de la Escuela de Sociología Urbana Francesa (Topalov,
1984; Lefebvre, 1983; Lojkine, 1979; Lipietz, 1985)6.

3.  Un intenso e interesante debate iniciado en julio de 2009 sobre aspectos conceptuales
inherentes a la renta , que nos excede en este artículo, entre Anino y Mercatante, Rolando
Astarita y Nicolás Iñigo Carrera, puede consultarse en IPS - Instituto del pensamiento
socialista, disponible en http://www.ips.org.ar/?p=1062.
4.  Ver, por ejemplo, “De la soja al ladrillo”. En http://www.reporteinmobiliario.com.ar/
nuke/article897-de-la-soja-al-ladrillo.html. 2007
5.  Entendemos que los aportes de Samuel Jaramillo han sido reveladores, en muchos
aspectos, del tema de la renta del suelo, especialmente para el caso urbano, partiendo
de lo expuesto en El Capital de Marx. Sin embargo, no podemos dejar de señalar dos
cuestiones que nos parecen, al menos, incongruentes con tal punto de partida: 1) cuando
refiere, sin justificación, a la composición orgánica del capital como la “proporción”
entre capital constante y capital total [C/(C+V)], (Jaramillo:, 2009:24), y no a la relación
C/V; y 2) Jaramillo (2009:237) asume la mirada fetichizada del empresario constructor
al considerar los costos de producción y el precio del suelo como capital aparente (KA=
K + PS).
6.  Sin desconocer que estos autores plantearon sus investigaciones en un estadío
histórico diferente del capitalismo, que denominaron a partir de Lenin capitalismo
monopolista de Estado, sus diferentes aportes nos resultan de una vigencia sin precedentes,
e insuperables, al igual que la bibliografía brasileña citada, de lo cual daremos cuenta en
el desarrollo del trabajo.

233
Rentas y configuración de territorialidades

Ahora bien, entendiendo que el materialismo dialéctico no define; no


“receta”, sino que propone reconstruir los procesos en función de la
propia historicidad del objeto de estudio, creemos importante, previa-
mente, hacer un breve recorrido conceptual. En tal sentido, la primera
contradicción a la que nos conduce la propiedad privada es que un bien
monopolizado, que no es producto del trabajo del hombre, que no tiene
valor (unidad esencia/apariencia), tiene precio (Marx, 1956a: 693). El
precio es un valor de cambio especial, el valor de cambio (categoría de
la apariencia) de una mercancía con el dinero (Carcanholo, 2011: 45).
De la esencia, a la apariencia7: El valor de cambio es la apariencia del
valor, es su forma social de expresión, fetichizada en el precio 8, que
oculta y naturaliza las luchas y conflictos por la apropiación de parte
de la plusvalía social, transfigurada en renta, 9 pues “[la tierra] al no ser
mercancía en sentido estricto, la forma precio es independiente de todas
las relaciones de valor, ya que el valor de uso no tiene valor de cambio”
(Topalov, 1979b: 63). Además, dice Topalov, (1988: 647), “[…] se tiene
la costumbre de insistir demasiado, sobre el problema del precio del
terreno. A mi modo de ver, si se consideran las cosas de esa manera, nos
condenamos a no comprender el conjunto de los fenómenos ni el fondo
del problema”. “El hecho de que sea la renta capitalizada, es decir, este
tributo capitalizado precisamente, lo que se presente como precio de
la tierra y de que, por tanto, ésta pueda venderse como cualquier otro
artículo comercial, demuestra que es simplemente el título de propie-
dad sobre el planeta que asiste a cierto número de personas el que les
permite apropiarse como tributo una parte del trabajo sobrante de la so-
ciedad, en una proporción cada vez mayor a medida que la producción
se desarrolla. Por eso, para el comprador no aparece como adquirido
gratuitamente su derecho a percibir la renta, como adquirido sin el tra-
bajo, […] sino como pagado por un equivalente. Pero la venta no crea el
título, se limita a transferirlo. Lo que crea el título son las relaciones de
producción” (Marx, 1956a: 659). En palabras de Oquendo (1988: 27), “Lo
esencial de la teoría marxista de la renta del suelo radica en explicar,

7.  Siguiendo a Carcanholo (2011:46) “la apariencia es un aspecto fundamental de lo


real, al lado de la esencia […] la esencia es superior a la apariencia en el sentido de que
permite entender los nexos íntimos de la realidad. La esencia es apariencia explicada y
justificada”. Ver, también, Postone (2006).
8.  Para Umpiérrez Sánchez (2006), y Carcanholo (2011), la forma precio es una de las
muchas formas del valor. El valor no es perceptible; sólo se hace objetivo en la relación de
una mercancía con otra; es forma particular, social e histórica, de riqueza y expresión de
relaciones sociales (no material) mercantiles de las mercancías.
9.  Sobre el origen de esta plusvalía en forma de renta hay, al menos, dos posturas
académicas, sobre lo que no vamos a ahondar aquí. Ver al respecto, Caligaris (2014a,
2015a).

234
Ana Núñez

desde la teoría del valor, la posibilidad de que un volumen determinado


de plusvalía, generado a través de la explotación capitalista del trabajo,
no se comporte en última instancia como capital. La renta, que valoriza
la propiedad territorial, es ganancia extraordinaria, con la especificidad
que su destino final no es incrementar el fondo de acumulación de capi-
tal e iniciar un nuevo ciclo de valorización. Asimismo, como nos advier-
te Harvey (1980: 121), “la naturaleza de la renta no puede ser entendida
independientemente del hecho de que es una manifestación de la plus-
valía bajo la institución capitalista de la propiedad privada. Considerar
la renta como algo ´en sí mismo´, independiente de otras facetas del
modo de producción e independiente de las instituciones capitalistas,
es cometer un error conceptual”. Error conceptual, entendemos, porque
la renta no sólo es una mediación necesaria para comprender el modo
de producción capitalista y la lógica con la que opera, sino que es, en
términos de Marx (1956a: 691), un componente de la fórmula trinitaria,
que aparece sobre el final de El Capital: “Capital-ganancia (beneficio del
empresario más interés); tierra-renta del suelo; trabajo-salario: he aquí
la fórmula trinitaria que engloba todos los secretos del proceso social
de producción”. Es decir, totalidad social abierta y cambiante (Lefeb-
vre, 1971; 2011)10, con sus clases, luchas y relaciones sociales, histórica-
mente determinadas. Fórmula trinitaria que se articula con otra tríada
y que es la compuesta por las rentas agraria, extractiva y de solares.
Suelo, subsuelo y sobresuelo integrados a la expansión capitalista, que
se acompaña de una reproducción de las relaciones de producción (Le-
febvre, 2013: 360). El problema es que aquellos elementos de la fórmula
trinitaria de la sociedad (rentas, beneficio y salario) se presentan en una
separación fetichizada, como que cada grupo parece recibir una parte
de la “renta” global de la sociedad. “Existe, pues, apariencia enajenada
de las relaciones sociales, apariencia que desempeña un papel ‘real’. Es
el espejismo de la separación en el seno de una unidad, la de la domi-
nación, del poder económico y político de la burguesía. La separación
es, a la par, falsa y verdadera. […] Es únicamente debido a su acción
común que se produce la riqueza social. […] Se disimula el hecho de
que la riqueza social coincide con la plusvalía global (Lefebvre (1976:
37). Trinidad capitalista que no puede permanecer abstracta, sino con-
centrarse en un triple espacio institucional (global, fragmentado y jerar-
quizado), con otros tres niveles que se imbrican: la reproducción bio-

10.  Una totalidad es la relación con la esencia objetiva; Abierta significa que envuelve
otras totalidades abiertas, implicando otro tipo de investigación y pensamiento; cerrada,
considera realidades exteriores unas de otras. Conceptualizar y buscar una causalidad,
entorpece el conocimiento (Lefebvre, 2011).

235
Rentas y configuración de territorialidades

lógica, la reproducción de la fuerza de trabajo y la reproducción de las


relaciones sociales de producción, sobre lo que va tomando forma otra
tríada conceptual lefebvriana, que son las prácticas espaciales, los espa-
cios de representación y la representación del espacio. Pero entiéndase
el espacio social, conformado por suelo, subsuelo y sobresuelo (Lefebvre,
2013). Ahora bien, en el proceso de acumulación de capital, los sujetos
personifican mercancías y, en el caso específico de la tierra, como bien
plantea Caligaris (2014b), su propietario se distingue del resto porque lo
que personifica invierte la relación social general: tiene una mercancía
porque es propietario, en vez de ser propietario por tener una mercan-
cía; el contenido de la relación económica es una relación jurídica, es
decir, su papel social no surge de la mercancía que tiene, sino de un
título sobre un valor de uso social. Pero es una relación jurídica que
abarca una pluralidad de relaciones económico-sociales concretas, y no
una sola (Topalov, 1979a, 1984).
Pero, siguiendo a Carcanholo (s/f; 2011), si la teoría dialéctica del va-
lor-trabajo es el núcleo de la organización social capitalista, no puede
reducírsela a teoría de determinación de los precios11, sino que es teoría
de la naturaleza de la riqueza capitalista, de su producción, apropiación y
transferencia entre clases, ramas económicas e, incluso, diferentes espa-
cios (sub. nuestro). El valor, como forma social histórica, es un proce-
so permanente de desenvolvimiento, que es a la vez desenvolvimiento
de relaciones sociales mercantiles en el seno de la humanidad. También
para Bartra (2006) hay una imposibilidad teórica y práctica de poner en
relación directa el valor de una mercancía y la plusvalía que contiene,
con el precio de esta mercancía y la ganancia que incluye. Ambas parejas
de conceptos y ambas magnitudes están relacionadas, pero sólo a través
del valor y las plusvalías totales, y del proceso global de producción. Es
una ley, continúa el autor, que opera a través de mediaciones y no una
fórmula para la determinación inmediata de los precios. No se trata de
construir el concepto de capital global a partir de instancias particula-
res y abstractas, sino tomar dicho concepto como punto de partida en el
que los sectores, ramas y capitales individuales se muestren como partes
de un todo que los refuncionaliza. Así, los elementos son partes de un
todo, integrados teóricamente. O sea, a cada rama, como partes del ca-
pital global, le es esencial su cuota de ganancia, mientras que su plusva-
lía inmediata le es accidental. Las diferencias entre plusvalía generada y
plusvalía realizada (transferencias) son necesarias tanto para los capitales

11.  Esta reducción de la teoría dialéctica del valor-trabajo, también permea los debates
académicos de la “cuestión agraria”, y, en mucho menor medida, los de la “cuestión
urbana”, siendo muy pocos los autores que la abordan.

236
Ana Núñez

invertidos en ramas que reciben flujos de valor, como para los de donde
proviene, pues los intereses de los capitales invertidos en las distintas
ramas no pueden ser sino complementarios. Y esto nos introduce de lleno
en el espacio social que configuran la agricultura y la construcción; en
nuevas contradicciones entre el capital global y el capital de dos ramas,
que encierran las tríadas expuestas más arriba. Empero, ni la agricultura
ni la construcción son esferas económicas separadas del movimiento to-
tal de lo social: salario, valor, ganancia, plusvalía, renta, tienen el mismo
sentido y las mismas connotaciones objetivas en una y otra, y la existencia
del monopolio de la propiedad privada les confiere determinadas carac-
terísticas (Lefebvre, 1983: 25). En efecto, hay un conjunto de condiciones
particulares que se dan tanto en la agricultura como en la construcción,
que permiten la generación de renta absoluta y rentas diferenciales12: 1)
el obstáculo opuesto a la transferencia de valor de un sector (carácter no
reproducible, limitado y monopolizable13 de un medio de producción —
suelo rural— y una condición de producción —suelo urbano)14; 2) baja
composición orgánica del capital15, inferior a la media social (explotación
sobre mayor cantidad de trabajadores y con más intensidad, es decir, el
valor de los productos es superior a su precio de producción, y osten-
tan una baratura relativa de la fuerza de trabajo respecto de la industria,
como puede verse en el Gráfico N° 1.); 3) diferencias cualitativas y de
localización del suelo de que se trate; 4) una posee escala de productivi-
dad, y la otra escala de edificabilidad o constructibilidad. Además, es la
transferencia de plusvalía entre ramas económicas, la que torna posible
la renta de monopolio.
Sin desconocer las particularidades que permean la ligazón de la
tierra con la rama productiva de que se trata (agrícola o la construc-
ción), en este trabajo intentaremos abordar, en palabras de Emilio

12.  No vamos a desarrollar aquí, dado que no es nuestro objetivo, las características
específicas de las fuentes, magnitud y formas de cada tipo de renta, para lo cual remitimos
al lector a los excelentes trabajos citados en la bibliografía.
13.  Será Lenin quien, continuando a Marx, proponga el concepto de doble monopolio:
el monopolio de los propietarios de la tierra (de origen feudal), y el monopolio de la
explotación capitalista de la tierra, lo que constituyen dos cosas distintas, lógica e
históricamente, Cfr. Lefebvre (1983).
14.  No se nos escapa que la producción inmobiliaria es la única en la que cada proceso
productivo implica el uso de un nuevo suelo, es decir, es un obstáculo que reaparece con
cada ciclo productivo y, por otra parte, el período de rotación del capital en la producción
de inmuebles es excepcionalmente largo, en sus dos componentes. Ver Topalov (1979a y
1979b).
15.  Esto es un hecho histórico planteado por Marx, en el que no todos los
autores mencionados estarían de acuerdo en señalar como condición de la RA,
y es lo que, justamente en Argentina, lleva a algunos de ellos a postular la
desaparición de la RA.

237
Rentas y configuración de territorialidades

Pradilla (1986), la territorialización de procesos sociales histórica-


mente determinados 16.
Y aquí, es preciso introducir una cuestión poco abordada en la biblio-
grafía y es la especificidad de la composición orgánica del capital en la
rama de la construcción, en tanto el suelo como soporte, como condición,
no es medio de producción, ni capital circulante. Como señala Topalov
(1979a, 1984: 41-42), “la transformación de los suelos y las edificaciones
en ‘capital’ —es decir, en propiedad de un derecho de participación en
el producto social por medio de la renta— hace de la propiedad del sue-
lo una inversión que puede sustituir a cualquier otra forma de capital
ficticio” 17. Por un lado, su “costo” debe ser repuesto por parte del capi-
talista, pero, por otro, no forma parte del costo de producción (cc + cv).
El precio del suelo entra como parcela de capital ficticio; no es capital,
pero funciona como si lo fuera18. Esta perspectiva es propuesta también
por Singer (1979: 21), para quien: “La ocupación del suelo es apenas una
contingencia que el status de la propiedad privada torna fuente de renta.
El ´capital´ inmobiliario es, por tanto, un falso capital. Es valor que se
valoriza, pero su origen no es una actividad productiva, sino la mono-
polización del acceso a una condición indispensable a aquella actividad”
(trad. nuestra). También Lipietz (1985: 111) dice: “El ´capital del suelo´
no existe. Lo que el promotor compra es el derecho jurídico, y lo paga no
sobre una parte del capital productivo, sino como un avance de la sobre-
ganancia que espera realizar […] por eso, el precio del suelo no existe en
sí mismo, sino que es suscitado por la actividad del promotor […] y este
se desdobla en varios años”. En términos de Paulo Pereira (2016), ¿será

16.  Conceptualizamos territorialidad como la imbricación identitaria y epistémico-


cultural de los distintos espacios sociales de pertenencia, en una argamasa de relaciones
sociales, históricamente determinadas, que abarca desde el propio cuerpo hasta la
sociedad mundializada. Ver Núñez (2012a).
17.  Sin embargo, Topalov (1979b: 72), señala que “en la construcción civil, el ´terreno a
construir´ es un medio de producción no reproducible y monopolizable” (sub. nuestro),
entrando en contradicción con la cita expuesta, y con la clasificación en Topalov (1984: 30),
que recupera de Marx, de la tierra como elemento de producción (agricultura); condición de
la producción (solares), y receptáculo de valores de uso (yacimientos).
18.  Siguiendo a Carcanholo y Sabadini (2008), “el capital ficticio es una ilusión
social, pues por detrás de él no existe ninguna sustancia real y no contribuye en nada
a la producción o circulación de riqueza; no financia ni el capital productivo ni el
comercial. Es real desde el punto de vista individual, pero ficticio desde lo social.
Disimula las conexiones con el proceso real de valorización del capital, al consolidar
una imagen de un capital que se valoriza por sí mismo, particularmente en el mercado
de compra y venta especulativa. La contradicción principal de la actual fase del
capitalismo (capitalismo especulativo parasitario), es la que existe entre la apropiación
y la producción del excedente-valor producido socialmente. Las ganancias ficticias no
tienen nada de plusvalía, pero contrarrestan la tendencia a la caída de la tasa general
de ganancia”.

238
Ana Núñez

que estamos frente a una composición, ya no técnica ni orgánica, sino


ficticia del capital?

Gráfico N° 1: Remuneración promedio de trabajadores registrados del sector privado,


según rama de actividad, (Valores reales en pesos. Año base=2005-Promedio anual)19

Con esta pregunta, vamos cerrando la apertura del problema. En ins-


tancias preliminares del abordaje de esta problemática, en términos
investigativos propios, el objetivo general es reflexionar sobre el des-
envolvimiento de la renta en la configuración de territorialidades en
Gral. Pueyrredón, partiendo de las sugerencias de Marx y del método
dialéctico lefebvriano 20. Sugerencias en tanto el mismo Marx nos ad-
vierte sobre las contingencias históricas que atañen a las definiciones
y tipos de renta, como así también, por ejemplo, el disímil tratamiento,
conceptual y en extensión, de la renta absoluta y diferencial en Marx
(1956a, 1956b y 1975) 21.

19.  Fuente: elaboración propia en base a información del INDEC – IPC: CTA enero
2005.
20.  El método lefebvriano consiste en una tríada que entrelaza lo descriptivo, lo
analítico-regresivo y lo histórico-genético, en entrecruzamiento y yuxtaposición de las
complejidades y contradicciones en horizontal (diferencias esenciales de lo que aparece
como simultáneo) y vertical (coexistencia de épocas distintas, los residuos de épocas
específicas). Ver Lefebvre (1972; 1978).
21.  En efecto, en Marx (1956b), se analiza casi exclusivamente la renta absoluta,
y la renta diferencial no se aborda de la misma manera que en Marx (1956a), textos
que, ocasionalmente, presentan inconsistencias y contradicciones, pero en los que se
encuentran los aportes sustanciales Ver este tópico en Bartra (2006) y Kalmanovitz
(1972).

239
Rentas y configuración de territorialidades

Nos interesa tornar observable cómo el capital manipula la ley del va-
lor con/en/a través del territorio, en tanto relación social, trascendiendo
su mero anclaje material, cuyo contenido refiere a una constelación de
relaciones sociales históricamente condicionadas. En efecto, nos suma-
mos a autores como Pereira (1986, 2016), quienes propugnan la nece-
sidad de actualizar el debate sobre la noción de valor, en la búsqueda
de comprender cómo se vienen combinando la explotación, expoliación
y dominación, como procesos históricos determinados de la reproduc-
ción capitalista. También para Gottdiener (1993), es importante mostrar
cómo la ley del valor en el espacio es manipulada y estructurada por la
clase capitalista y sus relaciones sociales, para generar renta absoluta
y de monopolio. No obstante, intentamos bifurcar la mirada, en tanto
nuestro esfuerzo en la producción de conocimiento propone trascen-
der el análisis de las particularidades de la producción inmobiliaria y
agraria. De lo contrario, corremos el riesgo de fetichizar “lo urbano”
y “lo rural”, reproduciendo, como dice Henri Lefebvre, la apariencia
enajenada de las relaciones sociales; el espejismo de la separación de la
dominación, del poder económico y político de la burguesía. En defini-
tiva, como forma de apropiación del excedente social, la renta es, ante
todo, una relación de poder (Smolka, 1979).
Siguiendo a Harvey (1980), siendo que la renta es manifestación par-
cial de plusvalía, la tendencia para maximizar la renta crea, por un
lado, tensiones en la economía capitalista, traccionando fuerzas que
son antagónicas a la realización de la propia plusvalía; por otro, dice
Jaramillo, (2009: 156), “se podría decir que la renta regula la compe-
tencia ante perturbaciones en la acumulación, derivando capitales ha-
cia las ramas donde estas perturbaciones generan sobreganancias”.
Pero ¿Qué tipos particulares de sobreganancias pueden transformarse
en renta?, pregunta Topalov (1984: 25) 22, respondiendo a partir de la
propia definición de renta, es decir, “las generadas en un proceso de
valorización del capital que involucra condiciones externas que este
no puede reproducir, condiciones a las que el capital no tiene acce-
so, pues son objeto de apropiación privada”. En otras palabras, y re-
tomando párrafos iniciales de este trabajo, una parte de la plusvalía
(generada por la explotación capitalista del trabajo), no se comporta
como capital, se sustrae del proceso de valorización del capital, y es
apropiable por la clase que detenta esa propiedad, oponiendo barre-
ras a la inversión de capital. Es decir, la renta es enajenación de parte

22.  Para un análisis de las distintas categorías de sobreganancias en relación a las


condiciones de funcionamiento de la ley del valor en el capitalismo, ver Topalov
(1979b y 1984).

240
Ana Núñez

de los ingresos de la clase capitalista. Nuevas preguntas se nos abren


aquí. La primera es si en la etapa actual del capitalismo se mantiene
esta especificidad, y otra es si persisten, o no, dichas barreras23, y bajo
qué formas y relaciones sociales. Nuestra hipótesis es que dadas las
características históricamente determinadas de la generación, apropia-
ción, articulación y yuxtaposición de rentas, hoy resultaría fértil, analí-
ticamente, el retorno conceptual al Tributo tipo Engels, de Alain Lipietz
(1985), que es “una máquina para apropiarse de la plusvalía producida
en cualquier lugar”, para cuyo abordaje apelaremos, como dijimos, a la
complejidad del método triádico lefebvriano, entrecruzando y yuxtapo-
niendo las contradicciones en horizontal y vertical, orientándonos en el
conocimiento de la realidad, y en el que la forma debe subordinarse al
contenido (Lefebvre, 1971).

Primer momento: la acumulación originaria

“Y la apropiación originaria, la monopolización de la


tierra por unos pocos, […] no supera en inmoralidad a
la posterior comercialización del suelo.”
Karl Marx (2006: 20).

Lo que se conoce como Mar del Plata, tuvo su génesis como un momento
de la lucha de clases; fue un loteo privado aprobado por excepción, alte-
rando el uso del suelo sobre tierras de Peralta Ramos, en plena edad de
oro del modelo de acumulación agro-exportador (1874). Una excepción
a la Ley de ejidos que se utilizó para dirimir un conflicto interburgués;
una ilegalidad fundante sobre la arbitrariedad, que en términos jurídicos
significa que el gobierno hace caso omiso de su propia legalidad (Núñez,
2012b). Los Peralta Ramos no sólo personifican una mercancía particular,
sino que concentran y centralizan la apropiación de la tríada de rentas:

23.  En esta misma línea, Oquendo (1988) plantea la necesidad de analizar


la pérdida de especificidad de la renta, en circunstancias históricas concretas,
como masa de plusvalía que no se comporta como capital, y con ello cómo
trasmuta la clase terrateniente y se inscribe dentro de la lógica de acumulación
de capital. Para Topalov (1984), dentro de la pluralidad de relaciones sociales
que connota la propiedad (producción, distribución y consumo), plantea que
el obstáculo es la propiedad no capitalista del suelo. Por eso propone dejar de
hablar de “la” propiedad, y analizar sus diversos contenidos, históricamente
variables. Asimismo, coincidimos con Kalmanovitz (1972) en que, si bien
existen profundas contradicciones económicas entre propietarios del suelo y
capitalistas, los antagonismos son esencialmente políticos, en relación al tipo
de Estado que conciben.

241
Rentas y configuración de territorialidades

agraria, extractiva, urbana. Algo similar, como estrategia, a lo que hoy


hacen IRSA, CRESUD, Argencons, que veremos en un tercer momento.
Circundante, los latifundios de los Martínez de Hoz, Bemberg, Errecabor-
de, Zubiaurre, Anchorena. Así, en el Cuadro N° 1 se observa que menos
de cinco propietarios concentran el 48% de las hectáreas y poseen predios
de más de 10.000has24, lo que hoy (tercer momento), se denomina land
grabbing, o acaparamiento de tierras (Kay, 2013), siendo el promedio de
la escala de explotación 490has., aproximadamente, en 1914 (alrededor de
432, en el 2008, como se observa en el Cuadro N° 2). Claro que bajo otras
condiciones históricas y a través de otras expropiaciones.

Cuadro N° 1: Subdivisión predial y por propietario, según escala de los predios de


Gral. Pueyrredón 1927 y 201325
PREDIOS PROPIETARIOS
Escala/Año Has. (%) Cantidad (%) Has. (%) Cantidad (%)
1927 2013 1927 2013 1927 2013 1927 2013
-50 0,1 13,4 2,8 59,1 0,0 6,8 1,2 53,9
50-99 1,3 14,4 23,1 17,2 0,7 6,0 17,0 13,2
100-400 5,4 44,1 22,2 20,6 4,4 28,9 24,4 24,2
401-1000 14,2 17,7 26,8 2,4 11,5 20,2 28,1 5,6
1001-4999 32,1 10,4 19,4 0,7 29,9 32,1 23,2 3,1
5000-10000 10,5 0,0 1,9 0,0 6,4 6,0 1,2 0,1
+ 10000 36,4 0,0 3,7 0,0 47,1 0,0 4,9 0,0
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100

Cuadro N° 2: EAP´s y hectáreas, por escala predial (%), y superficie media de EA-
P´s de Gral. Pueyrredón, 1914-200826
Primer momento Segundo momento Tercer momento
1914 1960 1969 1988 2002 2008
exp. ha. exp ha. exp. ha. exp ha exp ha exp ha
hasta 25 28,8 0,6 57,7 4,3 66,1 4,8 54,9 2,7 19,7 0,2 14,4 0,8
25,1-100 27 2,8 18,5 7,8 15,6 8,7 16,4 4,8 43,0 5,0 16,3 2,2
101-400 24,1 13,3 16,2 26,2 12,9 24,7 20,6 27,5 22,8 20,2 3,5 20,4
401-1000 9,2 13,8 4,5 21,5 3,7 22,5 4,8 18,8 9,6 24,3 9,2 15,1
1001-5000 9,5 40,5 1,8 27,3 1,5 25,6 2,0 15,6 4,4 40,5 10,0 46,3
5000 - + 1,4 29 0,2 12,9 0,2 13,7 0,4 9,8 0,8 15,2
S/det. 1,3
Total 274 130000 816 103396 1334 137964 702 128736 456 125439 239 103214
Sup. Media 474,5 126,7 103,4 183,4 275,1 431,9

Asimismo, el precio de la hectárea en 1881 era de $220 y hacia 1927, las


chacras se valuaban en $100/ha, pero las quintas, que eran las tierras po-
tencialmente urbanizables, a $10.000/ha, superando el precio promedio

24.  Si bien hemos trabajado con los mapas catastrales, debe tenerse en cuenta
que esta concentración podría haber sido mayor dado que un propietario rural no
se define por el titular de la partida inmobiliaria, sino en base a cinco formas de
propiedad: persona física, persona jurídica, condominio, forma mixta de propiedad y
grupo de sociedades. Es decir, un propietario comprende varios titulares de partidas
inmobiliarias (Basualdo, 2010).
25.  Fuente: elaboración propia en base a mapas catastrales
26.  Fuente: elaboración propia en base a CNA

242
Ana Núñez

de venta en toda la Provincia de Buenos Aires (Núñez, 2012b), liderazgo


que se sostiene hasta el año 2015. Esas dinastías familiares terratenien-
tes, claramente identificables en este primer momento, eran esclavistas,
comerciantes, financistas, empresarios, industriales, banqueros, agro-
ganaderos, quienes diversifican sus sobreganancias, renta absoluta y
diferencial agrarias, renta financiera, y renta extractiva 27, en la gene-
ración y apropiación de rentas fundiarias urbanas e inmobiliarias: ren-
ta absoluta (creación de barrios, como Pueblo Nuevo, para el pequeño
productor agrario y los inmigrantes ´tempranos´), renta diferencial tipo
1, y precios de monopolio (alquiler de viviendas y piezas de inquilinato
a la fuerza de trabajo “urbana”), renta de monopolio por la creación de
barrios obreros ligados al puerto, como así también rentas fundiarias
derivadas del alquiler de suelo urbano, donde los pescadores expropiados
de su territorio, instalaban sus casillas (Núñez, 2012a)28. “La renta dife-
rencial se presenta en todas partes. Por lo que se refiere a los terrenos
empleados como solares […] la base de su renta, como la de todos los
terrenos no agrícolas, se regula por la renta agrícola en sentido estricto
[…] La renta específica de las minas se determina exactamente lo mismo
que la renta agrícola […] Sólo pueden ser explotadas ventajosamente
por el propietario de la tierra, quien explotando directamente la em-
presa obtiene la ganancia normal del capital empleado en ella” (Marx,
1956a: 657-658).
Para la realización de esta conjunción de rentas, hubo que expropiar en
forma violenta, tras un largo proceso de lucha de ocho años, del espa-
cio costero central donde producían y reproducían sus condiciones de
existencia los pescadores, reordenándolos en aquellos espacios produci-
dos por lo que hoy podríamos denominar el capital incorporador (Smolka,
27.  Sobre tierras de Martínez de Hoz, se encontraba la Estación Chapadmalal
lugar donde se cargaba la piedra extraída de tierras de Cornelio Viera; así como
La Florida, un campamento establecido en búsqueda de petróleo. Por su parte,
arrendatarios rurales de Viera, inician la actividad minera en 1920. Hacia 1930,
ya con la progresiva expansión de la planta urbana construida, las canteras
cesan su actividad y se desplazan hacia lo que hoy se conoce como el circuito
de las canteras Batán-Chapadmalal, lideradas principalmente por empresas
constructoras, como Dazeo Hnos. y Yaraví SA. En 1957, Mar del Plata aparecía
en las estadísticas como la primera ciudad del mundo en metros cuadrados
construidos y la Empresa Nicolás Dazeo (hoy sin actividad) concentraba casi
el 65% de los mismos (había construido, sólo ese año, 6200 departamentos) (La
Capital, 10/02/69). Actualmente, Yaraví SA. pretende adquirir las seis canteras, a
los efectos de monopolizar su explotación.
28.  Como un arrendamiento rural…Recuérdese el 25 de junio de 1912, día en que
estalló el movimiento nacional de resistencia contra los arrendamientos conocido como
“El grito de Alcorta”, cuyo epicentro fue el propio corazón de los latifundios de aquellas
dinastías; y el 1° de octubre de 1907 en que emerge la movilización y “huelga” de los
inquilinos de conventillos.

243
Rentas y configuración de territorialidades

1979, 1987)29, y que veremos en su plenitud en un tercer momento. Nos


interesa introducir este concepto en tanto relación social que conjuga el
proceso expropiatorio del régimen, personificando diversas mercancías,
operando a través de la violencia y dominación, material y simbólica.
En un momento en que no hay conflicto ni contradicción entre capital
y propiedad de la tierra, decidiendo qué, cómo, cuánto, dónde y para
quién lotear, y a qué precio, se crea la periferización (Núñez, 2012a),
para construir territorialidad popular pero en tensión con la ideología de
la territorialidad burguesa, socialmente niveladora, de la propiedad pri-
vada, como fetiche que vela la sobreexplotación de los trabajadores, a la
vez que generando y apropiando renta diferencial de vivienda30. “[…]
Y empiezan a vender. P.R, vendía los lotes. Eran de su hermano J, pero él era
el agente acá. Con el tiempo se separan, después de 7 años el condominio se
deshace. Ambas familias, venden lotes. Después aparecieron comisionistas […]
Había uno llamado Leoncio Goñi, español o vasco, era agente de él. Peracca
apareció más tarde, 1908...Había un señor Manuel González Bueno, que era
agente de ventas y le confiaban porque los P.R. se fueron alejando...Es largo de
explicar...Es feo vender lotes. No se habla del asunto...” (Entrevista personal
a R.C.). “...en ese solar había una pieza que el propietario alquilaba. Una de las
piezas estaba ocupada por mi abuelo, […] Otra de las piezas la ocupaba Don
Vicente, emprendedor y con un oficio, que compró un lote y entusiasmó a su
compañero de inquilinato, peón rural y changador...Construyeron sus casas y
siguieron viviendo en proximidad...”31 (Entrevista personal a L.N.). “...Cual-
quiera puede hacerse propietario tan sólo con $140.-, en la seguridad de cuadru-

29.  El capital incorporador (Smolka, 1979; 1987) es una relación social que de manera
orgánica articula Estado, constructoras, financieras, etc. para la apropiación de rentas
fundiarias. Asume el control del proceso por el cual las rentas son creadas y apropiadas,
y redefine sus propias condiciones de reproducción y expansión. “Promueve un
emprendimiento cierto, en un lugar cierto, para un consumidor cierto” (Smolka, 1987:
64). Si bien el concepto de Smolka refiere a esta relación social con sus momentos de
valorización frente a un tercero, entendemos que podría ser interesante vincularlo
a la figura del terrateniente en tanto representa al Estado, las finanzas, el gobierno,
la dominación en general. En nuestra opinión, el terrateniente es una conjunción de
dominación ideológica, económica, social, política, matrimonial y familiar, ligada a la
tierra (Núñez, 2012a). La alteración del uso del suelo para transformarlo en “urbano” se
realiza sobre tierra agrícola inexplotada por ser baja, rocosa e inundable.
30.  En palabras de Jaramillo (2009: 169), la RDV se extrae a los trabajadores, en virtud de
los distintos costos de reproducción de su fuerza de trabajo, según la localización de las
viviendas, y la proximidad relativa al conjunto de valores de uso que la complementan, y
por los costos de traslado a las fuentes de trabajo.
31.  Palabras de Luis Nuncio Fabrizio, ex Intendente de Mar del Plata. Entrevista en
Revista del Centro de Jubilados y Pensionados Municipales Marplatenses, 2005, año 7,
Nº 25. Emerge aquí con claridad el capitalista arrendador, que alquila la vivienda a los
trabajadores, y obtiene una ganancia de tipo comercial, y quien pagó previamente la
renta capitalizada.

244
Ana Núñez

plicar el dinero en un mes... Jornaleros, hombres de poco capital, los terrenos


que hoy ofrecemos en venta están situados en la chacra...”32 Capital ficticio y
capital incorporador, en los albores del siglo XX. Se vende un derecho de
apropiación de un ingreso futuro, sobre la generación y apropiación de
rentas fundiarias en las que el objeto de negociación pasa a ser una va-
lorización esperada, una inversión, además del suelo como bien de uso.

Segundo momento: crisis, expropiación y después…

“…la crisis, en su primera forma, es la metamorfosis de la


propia mercancía, la separación de la compra y la venta.”
Karl Marx (1975: 437).

Cierre de los mercados externos a la producción agropecuaria, recesión,


desempleo, endeblez de las organizaciones sindicales, golpe militar de 1930,
constituyen procesos de la determinación del capital que enmarcan el inicio
del modelo de acumulación apoyado en la sustitución de importaciones, ges-
tándose la transferencia de ingresos del sector agrícola al sector industrial. Pa-
ralelamente, se produjo la casi total ocupación de las tierras disponibles de la
región pampeana, por lo que el crecimiento de la producción debía pasar por
aumentar el rendimiento por hectárea a través de la incorporación de nueva
tecnología, a la vez que la legislación de congelamiento de los arrendamientos,
estimuló la retención de las tierras por parte de sus propietarios, y motivó un
desplazamiento de la producción de cereales y oleaginosas por la ganadería,
confrontaciones que condujeron a la derrota y la expulsión de gran parte de la
fuerza de trabajo rural hacia los centros urbanos; movimiento de la sociedad
de expulsión/atracción y relocalización (tanto geográfico como laboral) que
fue paralelo a un particular desenvolvimiento de la apropiación fundiaria33.
En el espacio rural, la progresiva penetración de relaciones capitalistas,
combinada con la valuación fiscal de la tierra y la legislación, provocaron
una reestructuración y movilidad predial, transformando la estructura so-
cial agropecuaria, el uso y las formas de tenencia de la tierra (Cuadro N° 3,

32.  Siguiendo a Bartolucci (1997), era la 27ª subasta hecha por este rematador en 1910.
La comercialización de los lotes devenidos de los fraccionamientos se realizaba mediante
subastas públicas, testaferros, préstamo de firmas, y otras estrategias, cuyo fin podía
ser la autoproducción de la vivienda como bien de uso, construir piezas para alquilar,
generar un contrato de anticresis, o producir viviendas como bien de cambio. Estrategias
especulativas, de ganancias rápidas o de mejoras en el habitar desplegadas por las
distintas fracciones sociales.
33.  Idénticos procesos a los que la bibliografía describe como a partir de la década de
1990. La síntesis que sigue, se basa en Núñez (2012a).

245
Rentas y configuración de territorialidades

y Gráfico N° 2).
Cuadro N° 3: Evolución de formas de tenencia de las EAP´s, por hectáreas. Gral.
Primer momento Segundo momento Tercer momento
Forma de tenencia EAP´S (Has.) con toda su tierra en
1895 1914 1937 1947 1960 1969 1974 1988 2002
Propiedad 45,0 37,0 24,0 26,0 63,6 58,5 76,2 61,5 65,2
Arrend. y aparcería 41,0 58,0 70,0 60,0 20,4 25,4 17,1 4,0 18,1
Otro (formas mixtas) 14,0 5,0 6,0 14,0 15,1 14,9 6,7 26,4 0,5
Contrato accidental 7,8 16,0

Pueyrredón, 1895-200234
Gráfico N° 2: Formas de tenencia (% has.). EAP´s con toda su tierra en Gral.
Pueyrredón, 1895-200235
90,0

80,0

70,0

60,0

50,0
% Has.

40,0

30,0

20,0

10,0

0,0
1895 1914 1937 1947 1960 1969 1974 1988 2002
años
Propiedad Arrend. y aparcería Otro (formas mixtas) Contrato accidental

En el espacio urbano, el proceso se caracterizó por una fuerte concen-


tración y retención de la propiedad hasta, al menos, la entrada en vigen-
cia de la Ley Provincial 8912/79, en un contexto de disciplinamiento social
generalizado. Así, fue esa estructura de propiedad, combinada con pro-
cesos de maximización de la renta fundiaria, y la acción de los aparatos del
Estado, la que condicionó violentamente la localización de la población.
Las formas de tenencia insegura del suelo se incrementaron el doble, mien-
tras 28 propietarios concentraban un promedio de 26 has. cada uno (dentro
y/o fuera del ejido urbano), y el 11% de ellos no residía en Mar del Plata.
Paralelamente, en este momento de emergencia de claros antagonismos

34.  Fuente: elaboración propia en base a información de los CNA


35.  Fuente: elaboración propia en base a información de los CNA

246
Ana Núñez

políticos entre terratenientes y capitalistas, se darán tres procesos de suma


importancia: 1) la constitución de S. A36 S.R.L.; y S.C.A, loteadoras pertenecientes a
aquellas dinastías familiares (por ejemplo, Arpera S. A, Maloya, Auca SRL, de los
Peralta Ramos, como se observa en el Mapa N° 1, dedicados a la papa, trigo y tambos
hasta 1950); 2) la Ley 13512/48 de incentivo al capital “inmobiliario”37, motivando la
destrucción del 70% del casco céntrico y su reemplazo por la construcción en altura
de viviendas como bien de cambio, generando la renta diferencial tipo 2, y que se
va a entrelazar con las formas preexistentes y extendidas del momento anterior; y 3)
la expropiación de algunos de los latifundios, como el de Zubiaurre (en parte, hoy
Laguna de los Padres) pero también la crisis que golpeó, por ejemplo, a sucesores de
Martínez de Hoz y Errecaborde, motivando la subdivisión y venta de parte de sus
propiedades, pero reteniendo estratégicamente cierta cantidad de hectáreas rurales
potencialmente urbanizables y de renta extractiva. De las 38 SA más importantes que
actuaban en el Partido, su esfera de actividad era la siguiente: 31.6% compra-venta de
tierras; 26.3% agropecuaria-ganadera; 23.7%, financieras; 10.5% inmobiliarias; 5.3%
loteadoras y 2.6% industrial. Controlaban, a su vez, los predios de mayor valuación
fiscal, y según la Guía de SA, dos figuraban dentro de las Empresas Transnacionales
diversificadas y/o integradas a Enterprises Quilmes (BEMBERG) (Diagrama N° 2) y
controlaban casi el 14% de la circunscripción IV, una de ellas perteneciente al grupo
BGH (Boris GARFUNKEL), con casa matriz en Montevideo.38
Algunos de los loteos que derivaron de aquellas subdivisiones envolvieron a
las fracciones populares en otra dimensión de la violencia que adquiere la con-
frontación en la construcción de la territorialidad: la migración intraurbana. Otro
desplazamiento en pos de un lugar donde producir y reproducir sus condiciones
materiales de existencia: “...y los `pobretes´, desplazados por los más pudientes, empeza-
mos a `emigrar´ hacia estas regiones semidesiertas, y pagando penosamente las cuotas del
terreno, emprendimos la aventura finisemanal de `levantar el rancho” (J. W. vecinalista).
“El barrio se lotea en la década de 1930, y se lotea ofreciéndolo para las familias que venían

36.  La SA fue alentada por la creación del impuesto sustitutivo a la trasmisión gratuita de
bienes, en reemplazo del impuesto a la herencia. De este modo, se facilitaba la continuidad
de las explotaciones, ya que el pago de un elevado impuesto sucesorio implicaba, en
muchos casos, vender una parte del campo. Para subdividir un campo perteneciente a una
SA, se requiere tres cuartas partes del capital. La venta de acciones es más simple y barata
que la de la tierra. (Zemborain, 1973).
37.  En términos de Topalov (1979a), es una trama de entrecruzamientos entre fracciones
de capital de distinta naturaleza y constitución que “funge” como capital inmobiliario;
asociaciones transitorias de capitales que se relacionan para un negocio.
38.  “Se trata de un propietario condominial, constituido por personas físicas (Bemberg)
y personas jurídicas (Feiba e Isalema SA), con miles de hectáreas subdivididas en distintas
partidas inmobiliarias, en distintos partidos, entre ellos el nuestro. Es decir, las personas
físicas son las dueñas de las personas jurídicas que lo integran. Este propietario es sólo una
parte de una realidad empresarial muchísimo más vasta, con firmas localizadas en diversas
actividades: financiera, agropecuaria, industrial, inmobiliaria, etc. que es el Conglomerado
empresarial extranjero Bemberg” (Basualdo y Khavisse, 1993: 135).

247
Rentas y configuración de territorialidades

del interior, y la característica que tiene es que se ofrece como una zona rural, de campaña,
muy forestada, con lagos artificiales o naturales, con animales y en los folletos de venta de
aquella época se lo ofrece como que está a 4 cuadras del mar, […], es como que entre el mar
y el barrio hay cuatro calles transversales, paralelas al mar, entonces eso produce que haya
muchas sucesiones vacantes, es decir, que la gente ha comprado y los debe estar buscando
por Playa Grande o Punta Mogotes” (entrevista personal a E. L., vecinalista).
Primer momento Segundo momento Tercer momento
1950 2015
NARCISO ALONSO 1927: fraccionamiento y Absorbe a SODEFA SA (10
Agrícola, comercial,
MARTINEZ DE HOZ JUAN MARTÍNEZ DE HOZ venta; 1931: retroventa HARAS COMALAL; MIGUEL financiera e inmobiliaria. parcelas contiguas, 1069
(COMERCIO Y BANCA) (SANTA ISABEL) (5370 has); 1939 PLAYA EDUARDO Subdividida en 8 parcelas. has)
PRIMERA SR ESTANCIA CHAPADMALAL CHAPADMALAL; 1940: Pte. MAMdH 2005
(24617 HAS.) REMATE DE 420 SOLARES Y Fusionada por absorción
MIGUEL ALFREDO Vendida en 2004 a Andrés
JOSÉ TORIBIO (SENADOR, 120 QUINTAS SOBRE LA Haras Malal-Hue; JOSÉ c/Santo Domingo SA.
MARTÍNEZ DE HOZ Garfunkel (Itaú) 1000 has. +
ADUANERO, BANQUERO) COSTA. EXPROPIACIÓN DE ALFREDO Remate de terrenos en IV E
(Chapadmalal) casco
NUEVA SR 10000 HAS (Colonia) (2016)

PRESIDENTE PETROLERA PETROSUR


TITULAR ACINDAR SA
DIRECTOR BS. AS. CÍA DE SEGUROS
DIRECTOR EDIFICADORA SA
DIRECTOR CIADE SA
PRESIDENTE FINANCIERA ROSAFÍN SA
CONSTRUCTORA COLUMBUS Y PARANA SA
PRESIDENTE CENTRO AZUCARERO REGIONAL
PRESIDENTE CONSEJO EMPRESARIO ARGENTINO
(grupos económicos, industriales, financieros y
rurales) protagonistas del Golpe cívico-militar de
1976

Inicios de la "agricultura financiera"

Diagrama N° 1: El caso de la estancia Chapadmalal, Martínez de Hoz39


Mapa N° 1: Constituciówwn de S.A. de familias terratenientes, sobre tierra rural
contigua al ejido urbano. Gral. Pueyrredón, circa 195040

39.  Fuente: elaboración propia.


40.  Fuente: Núñez, 2012a.

248
Ana Núñez

Las penosas cuotas eran 140 (Ley 14005/50 de la Pcia. de Buenos Aires), lo que
motivaba que los compradores foráneos verificaran la ausencia de los atributos
prometidos por el capital incorporador, y la dificultad de las fracciones popu-
lares de sostener las cuotas, provocando en ambos casos el cese del pago. Asi-
mismo, varias de las SA (Tulsa SA, Mecovi SA, Terragarba, Highland, Fimar
SCA, Jockey Club SA, Santa Rosa SCA, entre otras) quebraron, suspendiendo
por supuesto la venta y el cobro de las cuotas, pero, también, la posibilidad de
escrituración, resultando los lotes “a la venta” progresivamente apropiados y
ocupados. Otras sociedades trasmutaron, aunque conservando en sus raíces a
algunos viejos terratenientes, reteniendo las tierras (contiguas al ejido), generan-
do y apropiándose de la articulación de nuevas formas de renta.

Diagrama N° 2: Trasmutación y bifurcación de la territorialidad burguesa El caso Bemberg41

Así, se desenvuelven distintas formas socio-territoriales de apropiación del


habitar (en general, denominadas villas y asentamientos), de fracciones so-
ciales empobrecidas, en las que median diferentes relaciones con la tierra
y distintos instrumentos de negociación según esa relación, mas no la pro-
piedad privada (Núñez, 2011)42. Paradójicamente, nuevas formas jurídicas,
41.  Fuente: elaboración propia.
42.  Sin embargo, como mostramos en Núñez (2011), en algunos casos median instrumentos
de negociación y pago para apropiarse del lote, con quien se dice “propietario” original, y
según cuál sea este instrumento (dinero, animales, vehículos, u otros), es la identidad subjetiva
(ocupante, propietario, cuidador, ilegal, de prestado, entre otras). Asimismo, los vendedores
son tanto inmobiliarias como funcionarios, sociedad de fomento, habitantes, la iglesia, etc.
Nuestra hipótesis en torno a estas formas socio-territoriales ha sido que han emergido y se han
consolidado por la elección de la fuerza de trabajo en proximidad a sus fuentes de trabajo, y por
relaciones de amistad y parentesco (Núñez, 2012b).

249
Rentas y configuración de territorialidades

sobre residuos de la concentración de ella. “Al vendedor le interesaba aga-


rrar la primera cuota. Después, si pagaba o no pagaba, no le importaba. Así
estaba el barrio Belgrano cuando lo agarré yo. Se había hecho una villa, y los
dueños me vienen a ver porque no podían vender más. Vendí 173 lotes en
cuatro meses, y ahí se purifica el barrio ¿me entendés?” (Entrevista personal
a R. L., inmobiliaria Deltamar).
Esa heterogeneidad de formas, que no encajan en un único contenido, ha obsta-
culizado la miope política de regularización, pero, en nuestra opinión, su esencia
y permanencia son la forma de dirimir el conflicto capital-propietarios del suelo y
capital-empresarios del transporte,43 a la vez que ha desatado el negocio jurídico
de las posesiones, que veremos en el tercer momento, y una nueva expropiación
a los sectores populares, en los albores de un momento ascendente de la lucha
de clases. “Él tenía un abogado amigo en Buenos Aires que hacía las posesiones
allá ¿me entiende? Si una manzana valía 50000, le daba 10000 y solucionaba el
problema, y se quedaba con todos los papeles, y después lo vendía. Muy hábil…”
(Entrevista personal a R. L., inmobiliaria Deltamar). Pero, también, nuevas formas
jurídicas de la territorialidad de la burguesía que revisten, con nuevos ropajes, a
las dinastías terratenientes del primer momento, disfrazando aquella nítida per-
sonificación, como nos muestra el Diagrama N° 2. Una metamorfosis y yuxta-
posición de generación y apropiación de rentas, en una nueva fase y forma de
internacionalización del capital y coaliciones mundializadas.

Tercer momento: la originaria acumulación

“[…] La historia aparece así como propiedad privada,


cuyos dueños son los dueños de todas las cosas.”
Rodolfo Walsh (1968: 70).

“En Argentina, la reestructuración capitalista de inicios de la década de


1970 se produce con la transferencia de ingresos de los sectores subordina-
dos hacia los propietarios del gran capital. Dictada por el FMI, la política
económica sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera,
la nueva oligarquía especuladora, y un grupo selecto de monopolios inter-
nacionales […] al que están ligados Martínez de hoz y los miembros de su
gabinete” (Walsh, 1977).
43.  En este caso, en general, no media el pago de la RDV del obrero al propietario de
la tierra, y, por ende, no se eleva el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y no
presiona hacia arriba los salarios. No obstante, en el largo plazo, el capitalista debería
incluir los costos del desplazamiento de quienes habitan más lejos, además del dedicado
a la vivienda; y para los mejor localizados, el sobreprecio de la vivienda en virtud de la
RDV, lo que depende del nivel de lucha y organización popular.

250
Ana Núñez

A partir de la dictadura cívico-militar instaurada en 1976, y fundamental-


mente con la reforma financiera de 1977, colapsa el ciclo ganadero por la sa-
lida de recursos hacia el sector financiero, dejando sin uso millones de hectá-
reas por 17 años (Basualdo, 2010), y disminuyen las explotaciones a partir de
1974, a la par que se incrementa la superficie media (Cuadro N° 2). A su vez,
se reforma la Ley de Arrendamientos 13246/48 por la Ley 22298/80, permi-
tiendo la emergencia y el crecimiento del arrendatario a gran escala, se redu-
cen los plazos del arriendo y se mantiene y perfecciona la figura del “contra-
to accidental” (Fernández, 2010b), como pudo observarse en el Cuadro N° 3
y el Gráfico N° 2.44 Simultáneamente, se sanciona el Decreto-Ley 8912 de Uso
del suelo y Ordenamiento Territorial de la Provincia de Buenos Aires, agra-
vando las situaciones de precariedad en las condiciones de tenencia del sue-
lo de los sectores populares (Núñez, 2012b). En síntesis, la reestructuración
capitalista impuesta hace más de cuatro décadas, determinó la expulsión y la
expropiación de las fracciones sociales subordinadas, de los distintos ámbi-
tos configuradores de su territorialidad tanto en lo urbano como en lo rural,
alcanzando su punto más devastador a inicios del siglo XXI, y generando el
crecimiento exponencial de población sobrante (Marx, 1956a).
Reafirmando la información que nos aportan el Diagrama N° 2 y el Gráfico N°
3, Basualdo y Khavisse (1993: 290-291) exponen que “A partir de 1989 se abre
un proceso de gran impacto sobre la concentración de la propiedad rural y la
adopción de nuevas formas de propiedad: diversificación del riesgo e incorpo-
ración de la ganancia financiera, como un componente de la empresa agrope-
cuaria, que introduce una complejidad diferente (productiva y económica), y
que acelera el tránsito de las formas más elementales de la propiedad hacia las
‘sociedades’ y ‘grupos societarios’. Pero es una reorganización en que contro-
lan sus propiedades agropecuarias y, a partir de las privatizaciones, se abrió la
posibilidad de que los grandes propietarios se incorporen a nuevas actividades
económicas mediante la propiedad de nuevas sociedades, concretando grupos
societarios que cubren actividades diversas, más allá de las agropecuarias”.
44.  Se debe tener en cuenta que el propietario que arrienda tierra en otra provincia
de la misma región se registra como “arrendatario sin tierra propia”, desde el 2002.
A través del “contrato accidental”, se adquiere el uso y goce de un predio por tiempo
limitado – no más de dos años-según la actividad productiva. La ley lo establece por
dos cosechas, y puede ser renovado. Siguiendo a Fernández (2010b: 52-53), existe hace
varios años un proyecto de cambio a la ley que busca eliminar la posibilidad de trabajar
sobre grandes extensiones arrendadas, desalentar inversiones a corto plazo y beneficiar
a la pequeña empresa agraria con incentivos impositivos, prevé una rebaja de la renta
para los propietarios, estableciendo en 10 las unidades económicas, lo que obligaría a la
disolución de los pools. El Art. 30 del Decreto 7.786/49 reglamentario de la Ley 13246,
hoy derogado, definía la Unidad Económica Agraria. Este concepto de UEA ha sido
utilizado principalmente en juicios sucesorios, existiendo legalmente la prohibición de
subdividir entre los herederos una parcela hasta el punto en que la explotación resulte
antieconómica, dependiendo de la zona de que se trate el método de cálculo.

251
Rentas y configuración de territorialidades

Gráfico N° 3: Tipo jurídico del productor (% EAP´s y Has.). Gral. Pueyrredón, 1988-200845

En efecto, volviendo al Diagrama N° 2, este tercer momento vemos al hol-


ding Miguens-Bemberg explícitamente en sociedades que generan y se apro-
pian, en muchos casos no legalmente, de renta agraria, extractiva y de solares,
como así también de las rentas secundarias que emergen del consumo del es-
pacio (Jaramillo, 2009); en su vinculación, a través de los directorios con, por
ejemplo, George Soros46, la familia Caputo (ligada a la familia Macri), Federico
Weil (TGLT desarrolladora), y así siguiendo. En nuestro suelo local, descubri-
mos la presencia de Soros, a través de las hectáreas de Dinaluca, tierras otrora
propiedad de Bemberg, algunos de cuyos miembros de la familia componían
el Directorio (Diagrama N° 3). En otras palabras, la vaporosa indefinición del
encuentro, ahora a través de relaciones sociales explícitas, entre la estatalidad
profunda y la estatalidad extensa (Núñez, 2012a), en la que capitales de diversas
fuentes y origen, se integran internacionalmente y trascienden —¿sin elimi-
nar? — el antiguo latifundio, “desdibujando” al enemigo, lo que sería la ca-
racterística principal de este nuevo “acaparamiento de tierras” (Kay, 2013).
Podríamos pensar en una tercera dimensión de la estatalidad.
45.  Fuente: elaboración propia en base a información de los CNA.
46.  Magnate multimillonario, dueño de Quantum, el cuarto mayor tenedor de acciones
de YPF, preside Open Society Foundations (filantropía); compra Adecoagro en 2002,
vendiendo sus acciones en 2017, y Cresud SA, que hasta ese entonces estaba controlada
por capitales belgas.

252
Ana Núñez

Diagrama N° 3: Bifurcaciones de la territorialidad burguesa en el Ptdo. de Gral.


Pueyrredón47

47.  Fuente: elaboración propia en base a mapas catastrales

253
Rentas y configuración de territorialidades

Entre 1995 y 2000, según Basualdo (2010), la producción agrícola se expande, cuya
rentabilidad compite exitosamente con la devengada en el sistema financiero, a
través de dos vías: 1) con el retorno de los recursos extrasectoriales que se habían
valorizado en el sistema financiero interno, y en los mercados internacionales,
previa fuga al exterior; y 2) por la nueva forma de producción introducida por los
fondos de inversión agrícola (o los pools de siembra) y más tarde los fideicomisos
financieros (FF)48, avanzando en la aplicación en extensión y profundidad de un
nuevo paquete tecnológico (Basualdo, 2010; Caligaris, 2015b; Bartra, 2006).
A partir del 2003, el fideicomiso financiero será una herramienta contractual
(no una persona jurídica) que se va a aplicar no sólo a la producción agrícola,
sino a las políticas públicas y los desarrollos inmobiliarios. Es un instrumento
que sirve para la realización de otros negocios “subyacentes”, y que pueden
ser de diversa naturaleza, de ahí su versatilidad y flexibilidad, y amplia gama
de utilización.49 En la operatoria habitual, lo más común es el “fideicomiso de
construcción al costo”, en el que el fiduciante aporta el suelo y/o dinero para
la construcción del inmueble, y luego se le adjudica conforme su participación
porcentual (fideicomisos transparentes). Los compradores no tienen que asumir
riesgos, sino que los asumen los desarrolladores e inversores en el instrumen-
to societario. En los últimos años, al igual que en el caso agrario, ha perdido
vigencia, por la cuestión impositiva y porque: “A veces, los clientes creen que
compran un terreno, cuando en realidad lo que compran es una idea y asumen
todos los riesgos. Otras veces, las constructoras no cumplen con los tiempos,
hasta casos en que no se entregó la obra y la constructora desapareció.”50 Es lo
que se conoce como “fondeo de obra”: se venden unidades sin siquiera tener
planos aprobados, para poder comprar la tierra. Se entrega rentabilidad, se vende
una idea, que es un objetivo del capital incorporador, a la vez que nos introduce
de lleno en la especificidad del capitalismo contemporáneo, en función del cap-
ital ficticio. El capital ficticio es un derecho de apropiación de un ingreso futuro,
que aparece como si fuera la remuneración de una propiedad de un capital, ex-

48.  Según Caligaris (2015b), los pools funcionan hasta fines de la década de1 1990, cuando empiezan
a pagar por Decreto 194/98 el 33% de las ganancias netas totales. Están constituidos por capitales
variados y atomizados, en su mayoría personas físicas pequeño-ahorristas, con diversificación
geográfica y productiva, y presentan un movimiento oportunista y especulativo, todas ellas
características inusuales en el capital industrial. Los pequeños o “vaquita” arriendan hasta 1000 has., y
en general son “conocidos”. Los medianos y grandes utilizan figuras jurídicas formales como sociedad
de hecho, UTE, fideicomiso cerrado de inversión, fideicomiso financiero, y operan en explotaciones de
1000 a 5000 has., y adquieren importancia del 2003 en adelante, y se contraen con la derogación de la
exención impositiva del IIGG en el 2008, que los obligó a pagar el 35% de sus ganancias netas.
49.  Hay contrato de fideicomiso cuando una parte (fiduciante) transmite o se
compromete a transmitir la propiedad de bienes a otra, denominada “fiduciario”, y a
transmitirla al cumplimiento del plazo. Entrevista personal al CPN E.D.A y Asociados,
17/05/2017.
50.  Ver Diario Clarín, “Los pro y los contras del fideicomiso inmobiliario”,
03/04/2017.

254
Ana Núñez

ista o no. La masiva expansión del capital financiero necesita construir espacios
de valorización para el capital sobreacumulado. Si hay una expectativa de que
una mercancía va a subir mañana, yo la compro hoy para venderla mañana; si
se cree que va a subir en tres meses, el capital ficticio entra hoy (aún no se plantó,
aún no se construyó): se vende antes de producirse. Hay un movimiento, un
exceso de demanda y por lo tanto el precio que se esperaba suba en tres meses,
sube hoy; se anticipa la ganancia; es valorización en proceso (Carcanholo, 2016).
En efecto, entre 2006 y 2012, se comienzan a construir 362 edificios en altura51, en la
ciudad de Mar del Plata, delimitando una amplia zona de renta diferencial tipo 2, que
se va a articular con las preexistentes (absoluta y diferencial tipo 1) y con las secundar-
ias, fundamentalmente renta diferencial de comercio y renta de monopolio, en los lu-
gares irreproducibles sobre la zona costera. Entre ellos, se destaca un emprendimiento
con precio de monopolio, el Maral Explanada, ya que a su localización se le suma la
“marca Pelli”52 dirigido a un público ABC1, en un proceso acrecentado de cercamien-
to y expropiación a las fraccione populares, en clara contradicción con la Ley 14449
de Acceso Justo al Hábitat: siguiendo al Arq. César Pelli: “…una visión de ciudad de
acá a 20 años, potenciándola y posicionándola internacionalmente, como un punto de
desarrollo e inversiones inmobiliarias” 53. O el exintendente Gustavo Pulti “el auspicio
de las inversiones privadas deben agregarle valor a la ciudad”54. Otra particularidad
es que varios de esos edificios, como así también propiedades rurales, están ligadas a
la narcocriminalidad, concretamente al Cartel de Juárez, involucrando empresarios y
profesionales locales, y exfuncionarios del gobierno nacional (Diagrama N° 2).
Asimismo, la operatoria del lavado de dinero en la construcción tiene sus “mo-
mentos” y características específicas: una, es que los edificios violaban alguna
normativa urbana (superación de FOS o FOT, por ejemplo), la obra era suspen-
dida, y ante la imposibilidad de escriturar, los compradores los revendían a los
constructores a precio vil; y la segunda es que, a lo largo de la obra, hay diferentes
rubros y gremios que admiten subfacturaciones de bienes y servicios, por lo que

51.  Basándonos en información censal, entre 2001 y 2010, el total de viviendas particulares se
incrementó un 74,6%, mientras los “departamentos” lo hicieron un 140%. Aun así, los metros
cuadrados permisados fueron alrededor de cinco veces menos que en la década de 1960.
52.  Abriendo un paréntesis, diremos que este edificio se produjo en un contexto de
confrontaciones y alianzas interburguesas en la puja por la generación y apropiación de rentas,
con negocios privados sobre patrimonio público, bajo el régimen de iniciativas privadas.
Cabe mencionar, también, los negocios privados a partir de las subastas de los predios del
AABE, como el Paseo del Bajo, Puerto Retiro, Los Quartier, de Argencons, liderada por
Miguel Camps, a su vez Presidente de la Asociación de Empresarios de la Vivienda. La AEV
fue creada a comienzos de la década de 1970, uno de cuyos objetivos es la vivienda para la
clase media, “apuntando al compromiso social […] generando empleos formales y aportando
a obras comunitarias y de bien público” (En https://www.aevivienda.org.ar/).
53.  Ver Diario La Capital: “Presentaron las tres torres de lujo del arquitecto César
Pelli”, 03/11/2011.
54.  Ver portal de noticias www.mdphoy.com.ar: “Comenzará a sesionar el Consejo
Promotor de Desarrollo Urbano”, 14/12/2009.

255
Rentas y configuración de territorialidades

el costo real de la obra puede ser “contable y fiscalmente” disminuido, con va-
lores que oscilan alrededor del 60% de la inversión real55. En efecto, siguiendo
a De Mattos (2007: 83-86) “el incremento disponible del excedente de capitales
para la inversión inmobiliaria también se debe a que se trata de un medio idóneo
para el reciclaje de dinero procedente del crimen organizado y, en particular, del
narcotráfico”, un aspecto nada despreciable a la hora de explicar el crecimiento
de los flujos orientados en esta dirección, potenciando las tendencias parasitarias
del sistema, junto a la fusión del capital financiero con la renta del suelo (Lojkine,
1979). Esta fusión se ve claramente en el Diagrama N° 4, en el tercer momento del
capital incorporador, en el que ya se produjo la valorización por modificaciones en la
estructura espacial en un segundo momento, también sobre residuos de los viejos
latifundios, reproduciendo la segregación socio-espacial a partir de la alteración
del uso del suelo, y no sólo de la producción de inmuebles (Smolka, 1987).
En los últimos años, y volviendo sobre el Diagrama N° 2, la personificación del
capital incorporador se concentra en grupos como IRSA, afiliada a Cresud, cap-
itales difícil de categorizar, yuxtaponiendo y articulando actividades de gener-
ación y apropiación de rentas en sectores urbanos y rurales: “Procuramos adquirir
parcelas de tierra no explotadas, con el objetivo de valorización para su venta” o
“Intentamos adquirir propiedades sub-utilizadas y desarrollarlas […] y llegar a la
etapa final del ciclo de desarrollo inmobiliario transformando propiedades rura-
les en urbanas, a medida que los límites de los desarrollos urbanos se extienden”.56

Diagrama N° 4: Tercer momento del capital incorporador, sobre tierras de Peralta Ramos57

55.  Esto permite que la utilidad con la posterior venta de las unidades, sea mayor que la realidad,
plusganancia que viene a “lavar” los ingresos generados por actividades ilegales, y de esta manera incorporar
en el circuito lícito, fondos que no lo son. Este tipo de acciones se da, por ejemplo, con los lavaderos de auto,
sobrefacturando los ingresos y generando ganancias ficticias. Empero, las ganancias ficticias no tienen nada
de plusvalía, no tienen nada de valor excedente mercantil. Las ganancias ficticias son un factor contrarrestante
de la tendencia a la caída de la tasa general de ganancia, pero es algo que curiosamente no proviene de la
explotación, y así el capital se acerca a su ideal (Carcanholo y Sabadini, 2008).
56.  Ver www.irsa.com.ar y www.cresud.com.ar correspondientemente.
57.  Fuente: elaboración propia.

256
Ana Núñez

Interesante es destacar que estos grupos societarios, que constituyeron al-


gunos de los pools más importantes en Argentina, bregan por una vuelta a
la aparcería, figura en la que el dueño del campo participa de negocio y se
involucra en las decisiones. Esta forma estaría dándose también en el ámbito
urbano, convocando a “Propietarios de tierras aptas para proyectos de en-
vergadura, mediante su capitalización en el negocio, su canje por unidades
en los desarrollos resultantes, o bien su compra directa”58 Es decir, una com-
binación de aparcería con renta en productos y renta en dinero. ¿Estamos frente
al regreso de formas arcaicas para sortear los obstáculos que el terrateniente
opuso históricamente al capital? En efecto, el sistema de aparcería es, para
Marx (1956a), una forma de transición de la forma primitiva de renta, a renta
capitalista. Es un sistema de explotación donde uno aporta parte del capi-
tal de operación, y el terrateniente la tierra y parte del capital, funcionando
como unidad de producción capitalista, una especie de compañía limitada
donde el socio mayoritario y todopoderoso es el terrateniente, pero la renta
no aparece ya como la forma normal de plusvalía, sino entremezclada con la
ganancia del pequeño capitalista, y el terrateniente recibe su parte como pro-
pietario de la tierra y en concepto de prestamista de un capital. En la renta
en productos, el productor está obligado a proporcionar al propietario de la
tierra, el producto de su trabajo sobrante. Existirán formas coactivas legales,
de manera que el terrateniente entrega su tierra al productor, a condición de
que éste entregue al propietario la parte del trabajo sobrante materializada
ya en productos (Kalmanovitz, 1972). ¿Implica todo ello que la renta ha per-
dido su especificidad, como categoría históricamente determinada? ¿Amer-
ita cambios en su conceptualización, en tanto la teoría en Marx presupone
una clase terrateniente separada del capital?
Pero hay otro ciclo de intercambio, sobre los residuos que habitan los
sectores populares, que son los que, según Topalov (1988), causan prob-
lemas al capital, en tanto su objetivo es restituir un bien de uso. “Agarre
los avisos y vaya rastreando. El lote que tiene papeles, le sale 140000, y el otro
se lo vende por 50, y después hacen toda la truchada. El que le venda a usted,
es el inventador de todo el desastre ¿me entiende? Este le da mil pesos para que
firme un boleto como que vendió el terreno, ese le da otro boleto y ese a otro hasta
que llegan al escribano y firman que tiene un boleto de buena fe ¿me entiende?”
(Entrevista personal inmobiliaria Deltamar). Fuimos rastreando esos avi-
sos (Fotos N° 1 y N° 2), donde no sólo se compran y venden lotes, sino
boletos. “En ese [terreno] hay rastros de una construcción que hubo un tiempo
atrás. Son todas cesiones de boleto. Me los traen para la venta y yo les retengo
la suma para iniciar el juicio. Tengo un abogado que se dedica a eso. Porque hay
gente que sigue comprando así nomás ¿me entiende? Te lo vendo con la medida
58.  Ver www.argencons.com.ar

257
Rentas y configuración de territorialidades

precautoria, y te lo cedo en Tribunales y vos seguís con el juicio. Yo me dedico a


eso. Esos lotes tienen dueño, pero están abandonados. No es usurpar. Porque el
Código Civil permite ‘tomar la cosa abandonada’, y lo llevás a la justicia, con la
esperanza que te salga bien. Porque estos lotecitos que están dando vuelta en los
barrios […] no es usurpación. Tenés que meterte urgente y por lo menos lo alam-
brás. Si aparece el dueño, bueee […] vos podés hacer tu jugadita en la mediación
¿me entendés? Todos los lotes que yo tengo tienen Anotación de litis.59 Porque
hay unos plagas, contadores y abogados, que reflotan las quiebras, se los quedan
ellos y ejecutan a los que no tienen escritura, porque la gente sigue comprando
así nomás ¿me entendés?” (Entrevista personal a H. C., gestor).

Fotos N° 1 y N° 2: Ciclos de comercialización de lotes entre los sectores populares

Foto Nº 1: venta para restitución de un bien de uso Fuente: archivo personal

59.  En derecho, la anotación de litis es una declaración judicial realizada en el registro


de la propiedad como medida cautelar, sobre bienes del demandado, para informar
a los posibles compradores que el bien es litigioso, es decir, existe un litigio donde
el demandante pretende derechos sobre la propiedad, pero los bienes pueden ser
comercializados.

258
Ana Núñez

Foto Nº 2: Avisos periodísticos de compra y venta de lotes, y boletos60

Aperturas para cerrar

“El carácter común de las distintas formas de renta (ser


realización económica de la propiedad territorial y la fic-
ción jurídica en virtud de la cual individuos poseen deter-
minadas porciones del planeta), hace que pasen inadverti-
das sus diferencias”. Karl Marx (1956a: 548).

En este texto, intentamos tornar observable el movimiento de lo social a través


de los vínculos, históricamente determinados, entre la propiedad de la tierra
y el capital productivo. Atravesamos distintos momentos, algunos caracteriza-
dos por su indiferenciación; en otros, moviéndose en direcciones contrapues-
tas, y otros donde hay capitales difíciles de categorizar, como IRSA-CRESUD,
que permiten desdibujar lo urbano y lo rural, pero, además, no se ajustan ni a
la categoría de terratenientes ni de capitalistas agrarios o de la construcción,
ameritando una investigación profunda al respecto, más adelante.
En este sentido, siguiendo a Bartra (2006: 173), “el presunto fin de la vieja
renta de la tierra coincide con el arranque de nuevas modalidades rentistas
basadas en la apropiación de bienes naturales escasos, en una carrera que
60.  Fuente: archivo personal.

259
Rentas y configuración de territorialidades

oculta el regateo por la renta de la vida”, en lo que Barri (2013) denomina un


nuevo escenario de disputa entre capitalistas y terratenientes. La emergen-
cia de los nuevos rentistas de la vida no elimina la disputa por la renta, sino
que suma actores con un peso histórico inédito a la disputa por el excedente.
Pero ¿hasta qué punto son “nuevos”? Entre el latifundio y las coaliciones
mundializadas, los propietarios se fueron diversificando y apelando a dis-
tintas y nuevas formas jurídicas, construyendo otros espacios sociales; otra
territorialidad. En cierto modo, es lo que intentamos objetivar en este trabajo,
apelando a la compleja lectura, por momentos yuxtapuesta en horizontal y
vertical, de la territorialización de procesos sociales, históricamente determi-
nados. Relacionar tiempo y espacio reconoce, en el método lefebvriano, una
doble complejidad, horizontal y vertical; un desdoblamiento metodológico
regresivo-progresivo, que permite identificar y recuperar esas temporalida-
des desencontradas, pero coexistentes, en las que asistimos al afianzamiento
de la férrea unidad de la territorialidad burguesa.
Para Lefebvre (2013: 384), “se tiene un conocimiento aproximado sobre dón-
de se forma la plusvalía en las condiciones actuales, pero se sabe poco dónde
se realiza y mucho menos sobre cómo se distribuye, porque la extensión del
mundo de las mercancías ya no se conforma sólo con los objetos en el espacio”.
Desde hace poco, el mismo espacio se vende y se compra. No sólo la tierra o el
suelo, sino el espacio social como tal, producido como tal, es decir, con este ob-
jetivo. El espacio se vuelve producto del trabajo social; objeto muy general de
la producción y, por consiguiente, de la formación de plusvalía. La novedad
es la producción global y total del espacio social, a escala mundial (Lefebvre,
1972). El capitalismo se ha mantenido extendiéndose por el espacio entero: el
suelo (absorbiendo la ciudad y la agricultura); el subsuelo (recursos ocultos
en el fondo de mares y tierras) y el sobre suelo, es decir, los volúmenes, las
construcciones en altura. Una vez integrados al capitalismo, se afirman como
funciones específicas de la expansión capitalista (Lefebvre, 2013).
En este marco, y por lo que hemos desarrollado empíricamente en este
texto, consideramos teórica y metodológicamente fructífero retomar el
concepto de tributo del suelo, de Alain Lipietz (1985), autor para quien la
forma “precio del suelo urbano” no es la renta capitalizada, sino que es el
propio tributo del suelo; es la forma que revela la relación social entre el
propietario y el promotor, al tiempo que la esconde bajo la apariencia de la
compra-venta de un bien.61
61.  Esta apariencia como elemento de costo de producción confunde a muchos
estudiosos y los ha llevado a caer en ciertas inconsistencias en el estudio de la renta, dice
Lipietz. Algunos autores, como Cohen Egler (1986), critican a Lipietz por considerar
que “congela” los actores sociales en el tiempo, lo que a nuestro juicio es un equívoco,
ya que Lipietz es explícito en su tratamiento de las fuentes y de la modulación del
tributo del suelo.

260
Ana Núñez

El tributo de Lipietz es una síntesis que nos aproxima a una nueva forma
del problema del suelo, y por qué no, del subsuelo y sobresuelo. El corazón
de la teoría del tributo, síntesis de las distintas formas de renta, (parte de la
plusvalía social), es que “todo uso de la tierra ocasiona su tributo específico
en cada situación específica. Su origen, es el desfasaje entre lo que se produce
y lo que se vende, y su fuente es el conjunto de relaciones sociales, enmasca-
radas por las distintas formas del tributo (renta diferencial y renta absoluta).
Se modula a partir de la articulación de esas relaciones, con otras, dando lu-
gar a tipos diferenciales de tributo. El tributo tipo Engels es la relación entre
la clase capitalista (globalmente), y la propiedad del suelo; es una redistribu-
ción de la plusvalía social (valor producido en cualquier rama), que transita
en un primer momento en forma de ingresos muy jerarquizados, y luego en
la elección del lugar, y se transfiere parcialmente a la capa parasitaria de los
propietarios” (Lipietz, 1985: 121).62 “En la fórmula tripartita del capital-ga-
nancia […], tierra-renta del suelo y trabajo-salario, en esta tricotomía econó-
mica considerada como la concatenación de las diversas partes integrantes
del valor y de la riqueza en general con sus fuentes respectivas, se consuma
la mistificación del régimen de producción capitalista, la cosificación de las
relaciones sociales, el entrelazamiento directo de las relaciones materiales de
producción, con sus condiciones históricas: el mundo encantado, invertido y
puesto de cabeza en que Monsieur le Capital y Madame la terre aparecen como
personajes sociales, a la par que llevan sus brujerías directamente, como sim-
ples cosas materiales”. (Marx, 1956a: 702-703).
Nos apoyamos en Postone (2006) para abrir el debate. Esta cita de la fór-
mula trinitaria señala el autor, nos remite a cómo una categoría empírica
como la renta parece estar relacionada con la tierra, y no como una forma de
aparición del valor y del trabajo productor de mercancías. Precisamente, una
particularidad de la sociedad capitalista, que dificulta en gran medida su
análisis, es que esta sociedad posee una esencia, objetivada como valor, que
su propio modo de aparición vela, pudiendo conducirnos a un análisis del
capitalismo tan sólo en términos de “apariencia ilusoria”. En otras palabras,
cómo penetramos en la esencia de la totalidad social, sin caer en la fetichiza-
ción de una categoría explicativa.
Retomando los inicios de este trabajo, sostenemos que la propiedad privada
no como norma, sino como forma divinizada; es una de las multiformes alie-
naciones, y una forma superflua y nociva, incluso dentro del modo de pro-
ducción capitalista (Marx, 1956a). Justamente, dice Marx (2006: 114-115; 143),
“la propiedad privada se deduce, es producto, del hombre enajenado, de la
vida alienada, del hombre alienado; y así como el ser humano se ve alienado
62.  La diferencia con el Tributo del suelo tipo Marx es que es un valor creado en la
industria de la construcción (Lipietz, 1985: 126).

261
Rentas y configuración de territorialidades

de su ser genérico, se ve alienado del otro hombre, y cada uno de ellos se ve


alienado de la esencia humana.” En ese mismo sentido, para Lefebvre (1971:
48-39) “la desalienación implica la superación progresiva de la mercancía, el
capital y el dinero como fetiches que reinan sobre lo humano. Implica, tam-
bién, la superación de la propiedad privada de los bienes que deben perte-
necer a la sociedad y pasar al servicio de lo humano”. “Pero lo inhumano (la
injusticia, la violencia, la opresión, la miseria que pesan sobre las fracciones
empobrecidas) es la alienación de lo humano (engaño y despojo), y de lo que
se escapa a través del Derecho, la Moral y la Religión” (Lefebvre, 1971: 164),
o, en otras palabras, con la propiedad, la estigmatización, y el sacrificio y la
resignación, impidiendo rescatar del pasado el germen de la dominación, es
decir, obturando el surgimiento del tiempo-ahora, y permaneciendo oculto
el momento social originario de construcción de la norma (lo permitido y lo
prohibido, lo bueno y lo malo, lo sano y lo patológico, lo legal e ilegal, etc.),
cuya base está determinada por un conjunto de situaciones estratégicas que
definen y reproducen el orden social.
Es, como dice José Seoane en su artículo en este mismo libro, “el carácter
permanente de los mecanismos de la acumulación originaria”, o “el carácter
continuo de los “cercamientos” capitalistas, de Massimo de Angelis, citado
por Mina Navarro, también en este volumen. Esa separación en la que nos
introduce esta autora se nos presenta como el principal obstáculo social a
la reconstrucción desalienada de la unidad espacio-temporal de todos los
elementos de lo humano, que es lo que constituye el derecho a la ciudad en
términos lefebvrianos.
Es que el capital, dice Lefebvre, impone sus exigencias a la sociedad entera
e implica una organización contradictoria de dicha sociedad: servidumbre y
empobrecimiento de la mayoría. De esa manera, los productos del hombre
escapan a su voluntad, a su control; toman formas abstractas que se con-
vierten en soberanas y opresivas, en beneficio de una minoría. Lo abstracto
se convierte así en lo concreto ilusorio (Lefebvre, 1971), y entonces “la gente
sigue comprando así nomás, ¿me entiende?” Entiendo, extendiendo la lucha de
clases en el espacio, al espacio.

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Conflicto socioambiental en la
reserva natural Quilmes-Avellaneda.
Una expresión de la expansión territorial
urbana en la costa de Quilmes
Esteban Diez1 y Ezequiel Acsebrud2

Introducción

E l área vinculada a la reserva natural de la costa de Quilmes, pertene-


ciente a los partidos de Quilmes y Avellaneda, se presenta como una
zona en conflicto por el tipo de apropiación planteada por diferentes actores
sociales con intereses antagónicos respecto a que debe hacerse en esa zona
del espacio ribereño. Esta área es una más de las múltiples zonas que pre-
tenden ser profundamente transformadas en función del proceso actual de
expansión territorial de la Región Metropolitana de Buenos Aires, siendo
expresión concreta de dicha transformación el mega Proyecto Inmobiliario
Nueva Costa del Plata.
El conflicto que suscita la propuesta del proyecto se encuentra enmarcado
dentro de las lógicas de expansión urbana que se fueron desarrollando du-
rante las últimas décadas en la zona sur de la Región Metropolitana de Bue-
nos Aires, donde mediante el modo de acumulación imperante se produjo
un incremento de la pobreza, elevada explotación de la fuerza de trabajo y el
inicio de un período de destrucción y enajenación de los recursos naturales,
relegando a grandes porciones de la población y de comunidades a condi-
ciones marginales (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2001; Gómez, 2002; Galafassi,
2003 y 2009; Galafassi y Pérez Roig, 2014). Al mismo tiempo se produce por
un lado la descentralización y desregulación desde el Estado Nacional hacia
las dependencias municipales, quienes desde ese momento negociaran de
forma directa con empresas privadas, quedando un Estado fragmentado y

1.  Profesor de Ciencias Sociales y Doctorando de Ciencias sociales y Humanidades


(UNQ). Integrante del GEACH-UNQ, [email protected]
2.  Sociólogo (UBA), Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable (UNQ) e integrante
del GEACH-UNQ, [email protected]

268
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

su capacidad distributiva mermada siendo posteriormente re direccionada


hacia sectores de alto poder adquisitivo, entre ellos el negocio inmobiliario,
y por otro lado, nuevas lógicas de asentamiento residencias de las clases me-
dias y altas hacia barrios cerrados o exclusivos.
Teniendo en consideración este contexto, en el año 2006 se emiten los prime-
ros anuncios de la empresa acerca de la revalorización del territorio ribereño,
acrecentándose en 2008 al ser presentado el proyecto de manera oficial en el
teatro Roma del municipio de Avellaneda por la empresa Techint y múltiples
figuras políticas de los gobiernos locales de Avellaneda, Quilmes y la Provincia
de Buenos Aires, quienes respaldan la iniciativa impulsando al mismo tiempo el
proyecto de Paisaje Costero Ribereño de Quilmes3 a fin de promover un nuevo
impulso a la costa ribereña del distrito, junto al slogan publicitario de “crecer
mirando al río”, fomentando la legitimación de ambos proyectos por parte de
los habitantes de ambos distritos y de la comunidad del área metropolitana en
general. La constitución del proyecto consistiría en la construcción de un com-
plejo urbano residencial y comercial con las características del barrio porteño de
Puerto Madero, de unas 220ha, equipado para la residencia de 20.000 habitantes
con vista al río rodeado de un entorno natural , de acceso libre al público, do-
tado de un sector comercial que emplearía a 30.000 trabajadores, con parques
circundantes y ubicado a la vera de la autopista Buenos Aires – La Plata, a sólo
10 minutos del centro financiero de la Ciudad de Buenos Aires.4
Por otro lado, organizaciones de la Sociedad Civil se oponen al proyecto y
proponen la preservación del espacio natural, destacando sus funciones na-
turales positivas dentro del entramado urbano que lo circunda, la ubicación
del emprendimiento a escasos metros del polo petroquímico de Dock Sud y
por su emplazamiento sobre el ex relleno Sanitario CEAMSE.
En la literatura científica de la última década, se reconocen una multipli-
cidad de novedades vinculadas a la forma de expansión de la región, sus
ejes de estructuración, mecanismos particulares de integración territorial de
áreas que hasta el momento no formaban una parte integral de la ciudad, los
objetivos de la producción urbana en cuanto al destino de la nueva infraes-
tructura urbana y el modo específico de relación entre el sector público y
privado. Sin embargo, encontramos un tema de fondo que no ha cambiado a
lo largo de los períodos en que se constituye la producción urbana vinculada
a la lógica de valorización del suelo urbano.
Debemos remarcar que junto al problema de la valorización de suelo ur-
bano y de la dirección adoptada por las formas actuales de producción ur-
3.  Interiorización del proyecto “Paisaje Costero Ribereño de Quilmes” en: https://
www.mininterior.gov.ar/planificacion/pdf/planes-loc/BUENOSAIRES/Proyecto-la-Ribe-
ra-Quilmes-Lineamientos-Generales.pdf
4.   Página Web del Proyecto “Nueva Costa del Plata”: http://www.nuevacostadelplata.
com/el-proyecto/

269
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

bana en las últimas décadas, donde son factores fundamentales el nuevo


código de planeamiento urbano, la derogación de la ley de alquileres, la
erradicación de villas miseria e industrias contaminantes, la inauguración
de rellenos sanitarios y la creación de autopistas urbanas, emergen una serie
de problemas ambientales que se vinculan con el hecho de reunir una gran
cantidad de población en una superficie relativamente acotada, establecién-
dose al mismo tiempo las ciudades como un hábitat artificial y acentuándose
la pretensión de independencia de las características ecosistémicas naturales
con el fin de sostener el crecimiento demográfico urbano.
Del mismo modo, la estructuración de diferentes áreas particulares den-
tro de las ciudades donde se concentra una mayor cantidad de puestos de
trabajo, implica que haya una gran cantidad de población que pretenda
localizarse a una distancia que conlleve menores tiempos de transporte
asociado a menores costos posibles; a la vez que también se presenta la
necesidad de satisfacer las necesidades de habitar de una forma más sa-
tisfactoria, tal como propone el emprendimiento Nueva Costa del Plata5.
Esto, produce una gran concentración poblacional que históricamente se
fue estructurando mediante políticas orientadas a la ocupación y produc-
ción del espacio, como así también al mercado inmobiliario, el cual juega
un rol expulsivo de la población respecto de las áreas centrales de las ciu-
dades hacia la periferia.
Al mismo tiempo, las diferentes etapas del proceso de acumulación de ca-
pital que fueron marcando diferentes formas de ocupación productiva, lle-
gando por momentos a grandes niveles de pauperización económica suscita-
do por profundos reordenamientos económicos, dio lugar a la necesidad de
resolver de manera extraeconómica el problema habitacional, lo que produjo
la instalación de población en áreas ambientalmente degradas, con formas
de producción habitacional completamente informales.
Los aspectos anteriormente mencionados, dan a lugar a una gran comple-
jidad territorial a lo largo de toda la región. Donde las áreas centrales y su
funcionamiento no pueden comprenderse sin las áreas más degradas por el
espacio donde habita una gran cantidad de la fuerza de trabajo que requiere
el sistema productivo actual.
Indagar en los conflictos territoriales actuales, implica entonces indagar
acerca de la complejidad de estos múltiples procesos vinculados con la direc-
ción adoptada por el proceso de transformación urbana, las necesidades po-
blacionales vinculadas con la necesidad de radicarse lo más cercano posible
de los centros urbanos, el modo que va adoptando el proceso de valorización
del suelo a través de mecanismos institucionales que se presentan a cada
momento histórico con diversas formas de intervención y gestión territorial;
5.  De aquí en adelante, nos referiremos al proyecto Nueva Costa del Plata, como NCDP.

270
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

y las formas específicas a través de las cuales se van presentando las trans-
formaciones territoriales mismas.
A partir de lo anterior, vemos que las problemáticas territoriales en el
contexto capitalista se establecen bajo una doble dimensión, por un lado la
dimensión vinculada con el proceso de acumulación de capital, donde la
valorización del suelo urbano juega un rol fundamental en términos de las
decisiones en torno al destino del mismo, y por otro lado, en términos cua-
litativos donde las problemáticas asumen una forma donde se establece una
competencia y, por momentos, una disputa en torno a la definición de lo que
la ciudad es o debería ser, estableciendo una narrativa de lo deseable que se
encuentra atravesado por concepciones específicas vinculadas a la cartogra-
fía de prácticas espaciales que se producen en un determinado espacio (De
Certeau, 1996). Estas prácticas son las que producen un complejo entramado
de interacciones sociales donde la dimensión institucional adopta un sen-
tido particular de acuerdo a la dirección dada a la producción urbana, así
como también se ponen de relieve sujetos específicos que construyen territo-
rio a partir de sus prácticas cotidianas de vida y su vinculación en relación
a la historia de prácticas espaciales presentes en un lugar particular, lo que
les permite realzar dimensiones del propio espacio que se contraponen a la
mera valorización económica del mismo.
Con todos estos elementos presentes realizaremos en primer lugar un reco-
rrido en torno a las principales transformaciones de la Región Metropolitana
de Buenos Aires, con el fin de identificar ciertos mecanismos de valorización
del suelo y comprender el marco en el cual la costa de Bernal pretende ser in-
tegrada al proceso más general de producción urbana. En segundo término,
haremos un recorrido de las últimas transformaciones de la costa de Bernal
analizando el conflicto socioambiental en torno a la reserva natural Avella-
neda-Quilmes y el megaproyecto inmobiliario Nueva Costa del Plata, donde
veremos cómo se fue estructurando dicho territorio a través de las prácticas
allí presentes, la intervención que fue modificando sus políticas respecto al
área y las formas de organización social cuya interacción con el nivel institu-
cional, fue estructurando el conflicto territorial presente en esta área.

Períodos de expansión territorial de la región metropolitana de Bue-


nos Aires

Como mencionamos anteriormente, tanto la lógica como los mecanismos


de expansión y consolidación territorial de la región, fueron variando a lo
largo de los diferentes períodos de acumulación de capital que vivió el país.
Estas lógicas se van estableciendo como recorridos generales que van mar-

271
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

cando el desarrollo territorial de múltiples espacios de manera simultánea,


las cuales generan formas específicas de integración territorial. Por consi-
guiente, en este apartado mencionaremos las características generales de
dicho proceso de expansión y consolidación urbana tomando como eje los
últimos dos períodos del proceso de acumulación.

procesos en el contexto de industrialización por sustitución de


importaciones
En el contexto de la Industrialización por Sustitución de Importaciones
(1930–1970) la expansión y consolidación territorial de Buenos Aires se pro-
dujo a partir de la articulación entre la localización industrial y de la fuer-
za de trabajo. La instalación de industrias fundamentalmente en el sur y el
oeste se produjo a partir de una extensión de las áreas antiguamente indus-
trializadas que ofrecían ciertas ventajas en cuanto a infraestructura, vías de
circulación, provisión de energía eléctrica, fuentes de recursos naturales que
sirvieron como insumo y como destino de efluentes, etc.
En este período, la expansión y consolidación del espacio urbano se sustentó en el
subsidio al transporte público de pasajeros, producto de la nacionalización del ferro-
carril, en la expansión del crédito destinado a la construcción y compra de viviendas
y al despliegue de los servicios públicos y sociales. Por lo tanto, este tipo de urbani-
zación estuvo signado por una forma de integración territorial horizontal. El fuerte
estímulo a las industrias que estaban ligadas al consumo y al proceso productivo a
nivel local, así como también el poblamiento producido en las inmediaciones de las
zonas fabriles, dio a lugar a un tejido urbano mixto con una relativa baja densidad
poblacional y productiva, produciendo un poblamiento discontinuo a lo largo de
una gran área de superficie terrestre (Di Virgilio y Vio, 2009).
Este período está signado por un importante despliegue institucional en
cuanto a la actividad productiva y las condiciones de vida de la fuerza de
trabajo. Con relación a las políticas vinculadas con la problemática de vivien-
da, el gobierno peronista extendió hasta su caída, las leyes de congelamiento
de los precios de alquileres y la ley de prohibición de desalojos promulgadas
en 1943. Por otro lado, en 1948 promulga la Ley de propiedad horizontal en
la que permite la creación de nuevos departamentos a partir de la división
de propiedades, estableciendo un marco legal para la construcción en altura
que impactó fundamentalmente en la Capital Federal y los principales cen-
tros urbanos de las primeras dos coronas del conurbano. En segundo lugar,
el estado interviene directamente mediante la construcción de viviendas y
de manera indirecta a partir de la expansión de créditos hipotecarios a través
del Banco Hipotecario Nacional (Torre y Pastoriza, 2002).
En este período, la producción de suelo urbano intenta dar respuesta a la
necesidad de acceso a la vivienda, en el marco de una profundización de

272
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

las migraciones, producto de la expansión industrial. Entre 1914 y 1947, la


población urbana se duplicó, dando lugar al surgimiento de las primeras vi-
llas de emergencia que alojaba una población de manera mayoritariamente
transitoria (Brailovsky y Foguelman, 1991).
En este marco, a la vez que se intenta impulsar un diseño urbanístico de
nuevos núcleos urbanos bajo el modelo de “ciudad jardín” en la Provincia
de Buenos Aires (Mazza & Bruno, 2008), así como también se impulsa la
construcción de viviendas sociales (Barrios & Fernández, 2008); se da a lugar
a lo que Horacio Torres (2006 [1993]) denomina como “urbanización salvaje”
donde la reconversión de tierras a suelo urbano, se produjo a través de un
parcelamiento desmedido por parte del sector privado. Esto produjo una
lotificación con las medidas mínimas legalmente establecidas, sin reservar
espacios para la construcción de áreas públicas ni planificar la trama urbana.
La alta rentabilidad obtenida por dichos desarrolladores, se fundamentó en
la valorización de nuevas áreas sin necesidad de inversión, lo cual implicó
una renta extraordinaria para el sector privado.
El crecimiento urbano planteado frente a esta forma de loteo, produjo un
gran atraso en términos de infraestructura en cuanto a la presencia de agua
de red, cloacas, pavimentación, servicios de recolección de residuos, etc;
por lo que este tipo de lotificación produjo una lógica de autoconstrucción.
Como afirma Raúl Fernández Wagner (2010), los barrios estaban en perma-
nente construcción; además de construir sus propias viviendas, se organiza-
ban para luchar por los servicios básicos y por obtener mejoras ambientales
tanto respecto a la gestión de residuos como para el mejoramiento del espa-
cio público. De esta forma, cobra relevancia la organización de los habitantes
de estas áreas a través de las sociedades de fomento.
Cabe destacar en este período el carácter “salvaje” de este proceso de urba-
nización planteado por Oszlak (1991). La implementación de políticas que
privilegiaban el acceso a la vivienda por parte de los gobiernos del período,
privilegió una solución a corto y mediano plazo para el gran contingente de
migrantes provenientes del exterior y del interior, sin advertir los problemas
ambientales suscitados por una expansión urbana acelerada. A la vez que
este escenario producirá una multiplicidad de problemáticas ambientales a
largo plazo, la yuxtaposición en muchos de estos espacios con otros tipos de
función de la actividad urbana, generará un escenario complejo, contradic-
torio y conflictivo a largo plazo (Acsebrud, 2013).

procesos implicados en el pasaje al neoliberalismo


Con el proceso de reorganización nacional que comienza en 1976, se esta-
blecen las condiciones políticas para un tipo de intervención que sólo se po-
día producir a partir de un disciplinamiento social violento. A partir de este

273
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

momento se sientan las bases para la ciudad neoliberal, a partir de una serie
de medidas que tendían a modificar tanto la fisonomía de la Región, como la
población que se pretendía que ocupase la Capital Federal.
La sanción del código de planeamiento urbano limitó la utilización de
terrenos urbanos aptos para la edificación, así como también limitó la
altura que estos debían tener. A través de un coeficiente de edificación y
ocupación, el nuevo código estableció ciertas restricciones que tendieron
a limitar la construcción de conjuntos habitacionales del período anterior,
a los cuales el sector asalariado podía acceder. Por otro lado, se eliminó
la ley de congelamiento de alquileres desregulando el mercado inmo-
biliario y generando un nuevo factor de expulsión de la población no
propietaria. Estas dos medidas significaron una forma de intervención
indirecta de expulsión de población de la ciudad. A ellas se suma una
medida de acción directa, el plan de erradicación de Villas miseria (Or-
denanza Nº33.652/77), el cual establecía el traslado de 39 mil familias a
Núcleos Habitacionales Transitorios hacia el segundo cordón del Gran
Buenos Aires. Como afirman Di Virgilio y Vio (2009), esa relocalización
representaba una solución a corto plazo, ya que consistía en el alojamien-
to de dichas familias de manera transitoria en los núcleos habitacionales.
Sin embargo, en muchos casos estas viviendas terminaron consolidando
nuevas villas en el Gran Buenos Aires.
Otro conjunto de medidas, tuvieron la pretensión de cambiar la morfología
y calidad de la Ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires. En este sen-
tido, se establece la ley de erradicación de industrias contaminantes en Capi-
tal Federal y los 19 partidos del Gran Buenos Aires, lo cual virtualmente pro-
hibía el funcionamiento de industrias dentro de los límites de la ciudad. Por
otro lado, se implementó una nueva política vinculada con el tratamiento de
residuos. La creación del Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad
del Estado (CEAMSE) (Ley Nº 9111/78), por un lado, representó el fin de una
deficiente política ambiental de quema de residuos que implicaba una im-
portante acumulación de humo y hollín en el aire de Buenos Aires, disminu-
yendo la calidad del mismo (Brailovsky y Foguelman, 1991). La apertura de
rellenos sanitarios como nueva forma de tratamiento de residuos urbanos,
sin ninguna práctica vinculada con la separación de residuos, así como tam-
bién la dudosa calidad en la construcción de los mismos y su localización en
áreas bajas, dieron a lugar a una diversidad de controversias vinculadas con
el grado de afectación al ambiente y la población de los lixiviados y gases
generados por los residuos allí acumulados6.
Una última ley que tuvo gran repercusión en la fisonomía de la región fue
6.  Informe de Greenpeace: http://www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/re-
port/2009/9/resumen-de-los-impactos-ambien-2.pdf

274
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

el plan de construcción de autopistas urbanas que inauguró el proceso de


expansión de dicha red, que tendría un gran impacto a escala metropolita-
na durante este período. El plan implicó la expropiación de casas para ser
destruidas y la creación de vías rápidas de circulación como forma de acceso
a la ciudad; convirtiendo al sistema de autopistas a partir de la década del
ochenta, en un nuevo eje de estructuración y articulación del espacio urbano
a nivel metropolitano.
A partir de estos procesos se estructura entonces una nueva lógica de orga-
nización espacial, donde nuevas áreas urbanas cobran importancia en tanto
“nuevas centralidades” que aglomeran un conjunto de actividades en un con-
tinuo de espacios cerrados (Acsebrud, 2013). Se produce un reordenamiento
en cuanto a la localización tanto de las actividades vinculadas con el sector de
producción, comercio y de vivienda, así como otras actividades que cobran
mayor relevancia como ser las vinculadas con las actividades de representa-
ción del capital. El viejo modo de organización espacial compacto y horizontal
en el que se hace presente tanto la actividad industrial como los asentamientos
de la población y el correspondiente sector de servicios para consumo, da a
lugar a un espacio reticular y espacialmente discontinuo y policéntrico, donde
fragmentos territoriales adquieren importancia en función de la relación esta-
blecida con espacios de producción a nivel regional (Cicolella, 1999).
Sin embargo, estas transformaciones a escala metropolitana no se producen
en el vacío. Reconocemos que este proceso de metropolización, responde
a lo que Jorge Blanco (2012) denomina como la “contracara de la ciudad
global”. Es decir, se producen cambios correspondientes a las característi-
cas de estructuración territorial y morfológica de las ciudades globales, pero
en contextos de ciudades periféricas. Las problemáticas sociales emergentes
del proceso de desindustrialización, conviven de diversas maneras con estas
nuevas formas de integración territorial. Este proceso de dualización terri-
torial es uno de los núcleos centrales a partir de lo cual emergen una diver-
sidad de conflictos vinculados con el modo en que se produce este proceso
de transformación.
En función de este nuevo tipo de entramado territorial, encontramos un
despliegue institucional vinculado con la desregulación de la actividad pro-
ductiva, la falta de instrumentos institucionales tendientes a organizar de
alguna forma el espacio urbano, así como también la privatización de servi-
cios públicos. Este entramado institucional se conjuga con el rol específico
del Estado en este período mencionado anteriormente, que repercutirá en
un desarrollo de infraestructuras concentradas en aquellos ámbitos donde se
encuentran los sectores sociales más solventes. Por lo tanto, esta articulación
específica entre intereses del sector productivo y del desarrollo inmobiliario,
junto a la necesidad de los gobiernos locales de percibir ingresos propios,

275
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

produjo nuevas formas hegemónicas de construcción y consolidación del es-


pacio urbano.
En el ámbito de la Región Metropolitana de Buenos Aires, esta nueva forma
de integración territorial se produjo de manera diferencial entre las diver-
sas áreas que la componen. Uno de los elementos fundamentales que da a
lugar a los espacios urbanos variados son las condiciones previas para la
localización de nuevas inversiones así como también la consolidación de un
circuito productivo a nivel regional más amplio. La primera etapa de estas
inversiones se produce en la segunda y tercera corona de la zona Norte, que
acapara dos tercios de todas las inversiones en la construcción de barrios
privados, plantas industriales y servicios. Esta área se constituyó como lugar
privilegiado de residencia a partir de las primeras décadas del siglo XX y
fue la zona privilegiada de inversión en infraestructura por parte del estado
nacional, por lo que la existencia de vías rápidas de comunicación y su fácil
acceso fueron determinantes para la atracción de nuevos capitales. Por otro
lado, la disponibilidad de grandes extensiones de suelo a partir de la exis-
tencia de cascos de estancias y antiguas quintas, y de mayor valor relativo
en relación a la zona sur, terminó de convertir a esta área en la más atractiva
para los desarrolladores urbanos (Vidal Koppman, 2011). Finalmente, como
mencionamos anteriormente, la relativa consolidación del MERCOSUR en
tanto región de complementación productiva y económica representó un
cambio de estrategia en la localización del sector productivo.
Por su parte en la zona sur se produjo a partir del proceso de desindustrializa-
ción una importante desvalorización de esta área. Fundamentalmente los prime-
ros anillos (entre ellos el municipio de Avellaneda) se convirtieron en un verdadero
“cementerio industrial” donde prevalecieron las antiguas construcciones fabriles,
muchas de ellas abandonadas y dejadas a su suerte, lo que condujo a una impor-
tante degradación de las condiciones de vida de la población en esta zona (Bozza-
no, 2000). La desindustrialización representó la pauperización de las condiciones
de vida de la fuerza de trabajo allí existente, consolidándose una mayor cantidad
de villas de emergencia y desvalorizándose a su vez tanto el suelo urbano como
los servicios públicos allí presentes, así como también la propia fuerza de trabajo,
dando lugar a la presencia con un mayor peso relativo que en otras áreas, de proble-
máticas sociales vinculadas con la pobreza. La zona sur se establece en un espacio
que presenta una densidad poblacional mayor que en la zona norte y donde las con-
diciones establecidas para este nuevo proceso de integración territorial se producen
de manera fragmentaria y tardía. Recién a partir del año 2003, comienza un proceso
de inversión de urbanizaciones privadas en la zona sur y sudoeste, exclusivamente
en el tercer cordón (Vidal Koppman, 2011), mientras que en las áreas centrales se
produce un proceso de verticalización y densificación poblacional.
Este tipo de proyectos, tienen al menos dos impactos en función del en-

276
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

torno en que se producen. En primer orden, allí donde se urbaniza nuevo


suelo urbano, estos proyectos se localizan en áreas que previamente eran
utilizadas para la producción de alimentos, siendo parte del cinturón fruti-
hortícola del Gran Buenos Aires, produciendo una pérdida de suelo fértil y
expulsando población hacia áreas urbanas. En segundo lugar, el proceso de
refuncionalización espacial producido en áreas ya urbanizadas, se produce
en espacios desvalorizados y en ocasiones marginados del funcionamiento
urbano (caso NCDP). Así como en la Capital Federal se produjeron proyec-
tos de refuncionalización en áreas degradas como ser Puerto Madero, Par-
que Patricios, La Boca y Barracas y Villa Soldati, hacia el norte de la región
esto se produjo en la costa desde Vicente Lopez hasta San Isidro, y en la zona
sur tanto en el área costera de Berazategui como en las antiguas instalaciones
de la Maltería Hudson.
Este nuevo tipo de urbanización se presenta como una nueva forma de ha-
bitar la ciudad, en espacios de alta calidad ambiental y concentrando la mul-
tiplicidad de servicios necesarios para representar un ámbito autosuficiente,
a la vez que van constituyendo corredores de integración próximos a vías
rápidas de circulación.
Como mencionamos anteriormente, este nuevo tipo de territorialidad se
inserta e interactúa de manera específica en cada uno de los ámbitos donde
estas nuevas formas se despliegan. En el caso de la costa de Quilmes, vere-
mos cuáles son las características principales en términos ambientales, las
actividades históricas allí planteadas y las características actuales del proce-
so de integración territorial a través del análisis del conflicto socioambiental
en la reserva natural de Quilmes –Avellaneda, desde la óptica de los diversos
actores sociales en pugna dentro del período comprendido por del proceso
de acumulación neoliberal hasta nuestros días.

El caso de la reserva natural Avellaneda-Quilmes

Como esbozamos en la introducción, desde el año 2006 la zona ribereña


que comprende parte de los municipios de Avellaneda y Quilmes en el Área
Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), recobro el interés de diversos acto-
res sociales debido a las políticas municipales de “crecer mirando al río” y el
mega emprendimiento inmobiliario urbano denominado “Nueva Costa del
Plata”, impulsado por el grupo económico Techint y parte del poder político
de ambos municipios.
El espacio donde las políticas públicas municipales y el proyecto privado
pretenden impulsar los emprendimientos de urbanización fue declarado
Reserva Natural y Parque Ecológico de Quilmes en el año 2002 (ordenanza

277
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

9348/02 y su modificatoria 9508/03), abarcando entre ambos municipios un


territorio de aproximadamente 260 hectáreas de bosque, con su flora y fauna
nativa respectiva. En este marco se hace visible el accionar de diversos acto-
res sociales que son parte fundamental del conflicto en el territorio.
Por un lado, se puede distinguir a diversos sujetos de la sociedad civil como
ser la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por la “No a la entrega de la costa
de Quilmes – Avellaneda”, creada en el año 2008, la cual nace como una agru-
pación que se nuclea para defender un espacio público y está compuesta por
vecinos de la zona; el Espacio Intercuencas (Riachuelo - Reconquista - Río de
la Plata), que surge mediante la reunión de representantes de más de ciento
veinte organizaciones y vecinos independientes bajo el lema “Bs. As. Se abraza
X la vida”; y el Foro Río de la Plata, iniciando sus actividades en abril del año
2000 respondiendo a la preocupación de un núcleo de organizaciones sociales,
vecinales, culturales, y políticas, e impulsado por un grupo de concejales y ex
concejales de los Distritos de Berazategui, Quilmes y Avellaneda.
Por el lado de los representantes e impulsores del capital inmobiliario, se
puede caracterizar al grupo económico Techint, quien gestionó a través de su
empresa subsidiaria SyUSA (Saneamiento y Urbanización Sociedad Anóni-
ma) el relleno sanitario que estuvo activo entre los años 1978 y 2004, donde en
la actualidad se pretende impulsar el proyecto NCDP, proyectado y diseñado
por el estudio de arquitectos “Oficina Urbana” a cargo de los arquitectos Ro-
berto Converti y Fabio de Marco. Al mismo tiempo, reconocemos a un Estado
fragmentado como componente mediador entre el capital inmobiliario y el es-
pacio natural, al ser garante y facilitador mediante alguna de sus instituciones
de que el espacio ribereño esté disponible para que la empresa Techint pueda
apropiarse de dicho espacio, reconociéndose de esta manera el poder políti-
co del mismo, siendo su brazo visible en el terreno en disputa el Organismo
Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), el Concejo Deliberante legis-
lativo de los partidos de Avellaneda y Quilmes, el Poder Ejecutivo de ambos
distritos y el Poder Ejecutivo y Legislativo de la provincia de Buenos Aires.

breve repaso histórico del espacio en conflicto


En Enero de 1977 se crea el Cinturón Ecológico Área Metropolitana Socie-
dad de Estado (CEAMSE)7 entre la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad.
Un año después, en 1978, el CEAMSE otorga vía licitación para la urbani-
zación, recuperación y forestación del espacio estudiado a la firma SyUSA

7.  Hasta el año 1987 la Empresa llevo el nombre de “Cinturón Ecológico Área Metropo-
litana Sociedad de Estado”, año en el que su nombre es modificado por el de “Coordina-
ción Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado”, con motivo de que a partir de
ese año, la empresa no se dedicaría más a la parquización de las tierras recuperadas y sólo
se dedicaría al relleno sanitario.

278
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

(Saneamiento y Urbanización Sociedad Anónima), empresa subsidiaria de la


multinacional Techint, la obligación de crear y gestionar un relleno sanitario
de aproximadamente 600 hectáreas. Desde ese momento se afianza el relleno
sanitario de Villa Domínico como depositario de residuos sólidos por parte
de la Ciudad de Buenos Aires y de varios municipios del Área Metropolitana
prohibiéndose el acceso público al predio.
A principios de la década del noventa, el objeto del contrato original del
relleno que tenía vigencia hasta 1998, se modifica, por lo cual SyUSA, a cam-
bio de realizar trabajos de relleno y tratamiento de residuos, obtendría un
tercio de las tierras recuperadas y tendría la responsabilidad de entregar el
porcentaje restante forestado con caminos e instalaciones para la recreación
pública. En 1992, a raíz de la insuficiencia de tierras para la deposición final
de una creciente cantidad de residuos, la empresa comienza a hacer un uso
más intensivo de las mismas. En el año 1993 se autoriza el “relleno en altura”
que consiste en rellenar sobre terrenos ya rellenados introduciendo el con-
cepto de “expansión vertical”. (Aizcorbe, Besana y Fernández Bouzo, 2011).
Para el año 1998, se presentan casos graves de enfermedad en niños resi-
dentes en el Complejo habitacional “Las Torres de Wilde”, colindante al pre-
dio del CEAMSE. Al mismo tiempo, en Octubre le son cedidas a la empresa
SyUSA 300 hectáreas. Al año siguiente, la subsidiaria de Techint presenta el
proyecto Marinas del Sur, a la par que parte de la comunidad y el grupo de
“las madres de las torres de Wilde” se empieza a organizar y demandar el
cierre del predio, confirmando entre Enero y Marzo de 2002 más de 42 enfer-
mos de cáncer y 14 fallecidos (Santy, 2014).
En el año 2000 la comunidad aumenta los reclamos y el intendente de Ave-
llaneda, Oscar Laborde, se adhiere a los manifestantes. Entre el 2001 y 2003
aumenta el conflicto, y tras la unión de la “Asamblea de Vecinos Autoconvoca-
dos Afectados por el CEAMSE” y “las madres de las torres de Wilde” se logra
el cierre definitivo a comienzos del año 2004. Al mismo tiempo, la Asociación
Civil “Ambiente Sur” presenta una denuncia en la Defensoría del Pueblo de
la Ciudad que pone en cuestión la propiedad de las tierras de Techint. La de-
nuncia refiere a la modificación del contrato efectuada en el año 1994 en la
que se permitía la inclusión del concepto de “expansión vertical”. A partir del
mismo se comienza a contar los metros en altura de “las montañas de basura”
modificándose sustancialmente, según consta en la denuncia, la repartición y
la propiedad de las tierras correspondientes a la empresa concesionaria; in-
cluyéndose no sólo el tercio correspondiente a las “áreas recuperadas”, sino
también la zona que incluye la selva marginal, el albardón costero y los hume-
dales. La denuncia pasa a la justicia durante el transcurso del mismo año, pero
es archivada (Aizcorbe, Besana y Fernández Bouzo, 2011).
Durante el proceso de cierre del relleno sanitario es que se crea la Reserva

279
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

Natural y Parque Ecológico de Quilmes en el año 2002 (ordenanza 9348/02


y su modificatoria 9508/03), abarcando entre ambos municipios un territorio
de aproximadamente 260 hectáreas que contiene al bosque ribereño y el al-
bardón costero junto a los humedales, el cual colinda con el relleno sanitario.

Diferentes modos de concebir el territorio

organizaciones de la sociedad civil: (asamblea no a la entrega de la


costa, espacio intercuencas riachuelo - reconquista - río de la plata y el
foro hídrico río de la plata)
La Asamblea surge en el año 2008. Primero en Wilde, en un centro cultural
que se llama La Nave, al juntarse el gobernador de la provincia de Buenos
Aires Daniel Scioli con el intendente de Avellaneda de ese momento Baldo-
mero Álvarez de Olivera con el fin de presentar en el teatro Roma de Ave-
llaneda en marzo de ese año, el proyecto NCDP, estando presentes repre-
sentantes de los poderes ejecutivos municipales de Avellaneda y Quilmes,
del gobierno de la Provincia de Buenos Aires y la Secretaria de Desarrollo y
Ambiente Sustentable de la Nación.8 Se presenta como un grupo numeroso
de vecinos autoconvocados, organizaciones y movimientos culturales que se
organizan mediante una Asamblea autónoma y soberana en pos de impedir
que se concrete el negociado entre funcionarios y empresarios que se oponen
a la voluntad de la gente, a leyes municipales, y muestran una total indife-
rencia con el entorno natural.9
Las tareas que llevan a adelante son diarias, reuniéndose todas las sema-
nas para trabajar en el rio de Bernal, formulando actividades de difusión y
concientización, dentro de la zona costera, periférica y céntrica de Quilmes
y Bernal. La idea del grupo es la de enterar e involucrar a los vecinos en la
problemática debido a que el grueso de la comunidad no conoce la existencia
de la reserva natural ni la función esencial que cumple dentro de la trama ur-
bana. Es en el contexto de esas actividades en donde se organizan talleres en
el barrio, proyecciones en la vía pública, volanteadas, manifestaciones en el
Municipio, juntada de firmas, peticiones a los concejales, consultas con ex-
pertos y participación en audiencias públicas medioambientales para incluir
la selva marginal dentro de los sitios naturales a proteger.
Las campañas de difusión del conflicto se enfocan en explicar las princi-
pales causas por las cuales la reserva natural debe ser preservada. Podemos
destacar que la selva marginal ribereña es un humedal, que tardó miles de

8.  Disponible en:http://www.inforegion.com.ar/vernota.php?tipo=N&dis=1&sec=4&i-


dPub=85104&id=173464
9.  Extraído de: http://riberaconurbanosur.blogspot.com.ar/2011/01/

280
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

años en constituirse y resguarda a los ciudadanos de la zona de un potencial


cambio climático producido por la no preservación de estos espacios, tanto
a escalas más amplias en múltiples y diversos espacios regionales. Los hu-
medales están entre los ecosistemas más productivos del planeta, siendo una
reserva de biodiversidad, oxígeno y agua dulce, el cual actúa como un gran
pulmón que sirve como filtro de la contaminación del agua, la tierra y el aire,
regulando los excesos y deficiencias hídricas, favoreciendo la mitigación de
las crecidas y la recarga de acuíferos; y manteniendo la calidad de las aguas
mediante la retención de contaminantes. Además, existe en ella el barrio de
la Ribera de Bernal, el cual tiene más de sesenta años de existencia, teniendo
los vecinos derechos a preservar sus hogares y a exigir condiciones sociales
dignas para su barrio y sus familias.
Como se aprecia en la siguiente imagen del territorio en disputa elaborado
por la Asamblea, se distingue el relleno sanitario CEAMSE, donde hasta la
actualidad sigue generando contaminación como ser líquidos lixiviados10, o
mismo gases industriales provenientes del Polo-Petroquímico del Dock Sud.
Contaminación, que afectará a los nuevos residentes del proyecto, lo que ge-
neraría una doble estafa de consecuencias ambientales (según declaraciones
de miembros de la asamblea), tanto al grueso de los vecinos de Quilmes y
Avellaneda, como a los nuevos residentes del complejo urbanístico.

Fuente: Mapa elaborado por la Asamblea No a la Entrega de la Costa.

En líneas generales, la Asamblea exige que se respete la reserva natural y


que se apliquen medidas por parte de los gobiernos municipales para pre-
servar la zona y hacerla visible al público, debido a que el desconocimiento

10.  Líquido que se ha filtrado procedente de los residuos dispuestos. Debido a su car-
ga bacteriológica y química los lixiviados deben ser tratados antes de verterlos en me-
dios naturales ya que pueden contaminar las aguas superficiales, subterráneas o el suelo.
Fuente: http://www.ceamse.gov.ar/glosario/liquidos-lixiviados/

281
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

proviene por parte del no fomento de la reserva como tal. Los municipios
abandonan el territorio durante años, el cual es degradado por rellenos ile-
gales, vertido de basura indiscriminado, teniendo como objetivo generar un
imaginario en los residentes de los distritos, de un territorio sin uso y peli-
groso, el cual debe ser utilizado y revalorizado. Se pierde e invisibiliza de
esta forma, las funciones del ecosistema, como así también los de legislado-
res que fundamentaron la preservación del espacio mediante la creación de
la reserva municipal.
Por su lado, el espacio Intercuencas11, surge en el barrio de La Boca en el
año 2007, convocando a más de trescientas personas y ciento veinte orga-
nizaciones sociales, ambientales, estudiantiles y vecinales, bajo la consigna
“Buenos Aires se abraza por la vida”, bajo la premisa de aunar esfuerzos en
la lucha por alcanzar cuencas hídricas limpias y libres de contaminación, por
la recomposición y el ordenamiento ambiental del territorio.
En marzo de 2012, la organización reunida en la Reserva Ecológica de Costa-
nera Sur, realiza su XXIV Encuentro del Espacio Intercuencas, donde se lanzó
la campaña en defensa de los humedales “Defendamos la Costa a Toda Costa.
No cambiemos verde por verde$”, estrategia que intenta poner en la agenda
política-social el saqueo que se produce para dar lugar a emprendimientos
inmobiliarios que progresivamente van destruyendo la costa del Río de la Pla-
ta, afectando los ecosistemas que lo circundan. El objetivo primordial de la
campaña fue que se declare a toda la ribera porteña y del AMBA como de alto
nivel de conservación y así lograr instalar un tema que unifique las luchas y
los conflictos de los colectivos que defienden dichos espacios. A su vez, el uso
del espacio urbano, la construcción en zonas inundables, las cuestiones domi-
niales, la tenencia y usos formales-informales de la tierra, son algunos de los
problemas más relevantes del territorio. La superposición de usos residencial,
industrial, agrícola, portuario, todos coexistiendo, demuestra la falta de pla-
nificación pública por lo que existen distritos superpoblados, localidades sin
espacios, y una disminución de espacios verdes, tal cual ha sido explicado en
el apartado “Procesos implicados en el pasaje al Neoliberalismo”.
Respecto al proyecto NCDP, el Espacio Intercuencas informa en su cuader-
nillo de “campaña en defensa de las costas y humedales”12, que el espacio en
conflicto es el último pulmón verde que poseen los distritos de Avellaneda y
Quilmes. El proyecto no sólo implica la destrucción de los humedales coste-
ros de ambos partidos, sino que además tendrá un alto impacto en inundar
los barrios aledaños que quedarán anegados por el endicamiento y elevación
de la cota del suelo mediante rellenos del barrio privado NCDP. Mecánica

11.  Descripción en: http://www.fororiodelaplata.com.ar/intercuencas/


12.  Disponible en: http://www.fororiodelaplata.com.ar/wp-content/uploads/2012/04/
Cuadernillo-sobre-humedales.pdf

282
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

y proceso explicado a través de estudio de caso en la cuenca baja del río


Luján, donde “fenómenos de urbanización cerrada, en particular los de tipo
polderizado, en ámbitos caracterizados por el dominio de humedales en la
cuenca baja del Río Luján, han ejercido profundas transformaciones ambien-
tales sobre ecosistemas considerados estratégicos para el aglomerado metro-
politano” (Pintos y Narodowski, 2012), produciendo inundaciones como las
de 2015 en la ciudad de Lujan.
Finalmente, El Foro Hídrico Río de la Plata nace en el año 2000, en vista de
la preocupación de un conjunto de organizaciones sociales, vecinales, cul-
turales, y políticas, e impulsado por un grupo de concejales y ex concejales
de los Distritos de Berazategui, Quilmes y Avellaneda. Fue creado con el fin
de otorgarle continuidad a la tarea de quienes trabajaban de modo activista
para detener la contaminación del Río de la Plata, denunciando los negocia-
dos del gobierno nacional con la empresa Aguas Argentinas S.A, por lo que
se suspendía la construcción de la planta de tratamiento integral de líquidos
cloacales en la costa de Berazategui, dada la inacción cómplice del gobierno
de Carlos Menem y la gestión de la Ing. María Julia Alsogaray. En sus inicios
la acción del Foro impidió la construcción de un complejo habitacional en
plena Selva Marginal de Hudson, y junto a otras organizaciones sociales y
vecinos logró la declaración por parte de la legislatura bonaerense de ese es-
pacio como Reserva Natural Protegida. Sus principales preocupaciones son
el rescate del Río de la Plata, la defensa del agua, el tratamiento de residuos
sólidos urbanos (RSU), la lucha contra la contaminación electromagnética y
la defensa de los espacios verdes.
Mediante la campaña “El bosque no se vende, el bosque se defiende” llamaron
a juntar firmas contra la aprobación del proyecto de ley (A-1/15-16) de ordena-
miento territorial de la Ley de Bosques13 debido a que atenta contra lo poco que
queda de bosques nativos en la Provincia de Buenos Aires. Dicho proyecto tiene
el fin de complementar la ley nacional de protección de bosques nativos 26.331,
ordenar y categorizar los bosques de la provincia, pero de manera más permisi-
va, lo cual es inconstitucional. Específicamente en el área de la reserva natural de
Avellaneda–Quilmes y donde el proyecto NCDP pretende ser desarrollado, el
Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN) reduciendo la protección
del bosque ribereño mediante el cambio de código de conservación14, aumen-
tando la posibilidad legal de desmonte del bosque nativo.
representantes e impulsores de la urbanización de la costa:
En este apartado retomaremos lo expuesto en el apartado “breve repaso his-
13.  Disponible en: https://www.hcdiputados-ba.gov.ar/includes/proyecto_completo.
php?anios_exp=15-16&origen_exp=A%20%20%20&numero_exp=1&alcance=0
14.  Categorías disponibles en El artículo 9 de la Ley de Presupuestos Mínimos de Pro-
tección Ambiental de los Bosques Nativos. Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/
infolegInternet/anexos/135000-139999/136125/norma.htm

283
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

tórico del espacio en conflicto” a fin de vislumbrar la propuesta de urbanización


de la costa de Avellaneda y Quilmes por parte de la empresa Techint, princi-
pal emprendedor del proyecto NCDP, analizando la intervención del arqui-
tecto Converti15 (quien estuvo a cargo del diseño del proyecto por su estudio
de arquitectura “oficina urbana”16) en la 1ª Exposición de la Construcción en
Quilmes “Unicons 2010”17, realizada en Octubre de 2010, describiendo sus
principales argumentaciones en pos de asignarle nuevos valores de uso al
espacio ribereño.
Converti expresa que el proyecto se encuadra dentro de perspectivas de
una nueva organización del territorio, la cual contiene expectativas que se
abren dentro de la ciudadanía cuando el crecimiento de las ciudades empie-
za a abordar el dilema de cómo transformar zonas industriales, zonas por-
tuarias y zonas de servicios. Un espacio que hasta ayer era periférico fuera
del ámbito central de la ciudad y en la actualidad empieza a encontrarse con
él y por lo tanto es necesario entender de qué modo y de qué forma se pue-
den producir esas transformaciones e integrarlas al espacio urbano.
La comparación con otros países y ciudades hace referencia a una apertura
direccionada a nuevas lógicas de producción globales, hacia un nuevo pa-
radigma que habla y prosigue la línea de emprendimientos inmobiliarios
como el NCDP. Ciudades como Rotterdam, Helsinki, Bilbao, Riga, París, en-
tre otras, recalifican áreas logísticas y ambientales complejas a partir de in-
cluir propuestas urbanas de nueva calidad. Esta visión mundial y estructural
inclusive en los temas que ocurren en la actualidad a nivel global puede ser
visto de ese mismo modo en las mismas condiciones, escala y valoración en
Avellaneda y Quilmes.
El proyecto toma paradigmas estructurales del “espíritu de los tiempos”, lo
cual comprende atravesar las condiciones de los suelos que en otros momen-
tos fueran utilizados para otras condiciones de uso en las áreas metropolita-
nas. Se aborda un proyecto de escala-ciudad, es decir, que supere la visión de
un barrio cerrado en particular o la visión de una operación individualizada
a partir de su calidad edilicia solamente. La reconversión estructural se gesta
a partir de ver y observar el río en su costa desde otro formato y transfor-
marlo en un espacio público que de razón de ser un centro turístico vital de
la ciudad de Buenos Aires, el cual tiene la necesidad, como bien fue plantea-
do desde las políticas públicas del gobierno local, de ganar el río como un
emblema que fue histórico donde evidentemente se vio la degradación del
frente costero, diluyéndose las condiciones de calidad del paisaje cuando
15.  Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=6yePuePOPK0
16.  Disponible en: http://oficinaurbana.com.ar/
17.  Disponible en: https://www.todoenunclick.com/exitoso-cierre-de-unicons-2010-la-
1a-exposicion-de-la-construccion-en-quilmes/

284
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

muchas veces no se ha tenido la capacidad de generar políticas públicas para


que ello se sostuviera.
El arquitecto hace énfasis en la iniciativa de ubicarse sobre cinco kilómetros
del frente costero, reconociendo que en otra época de la historia de la ciu-
dad, bajo otro modo de acumulación, la ribera fue creada bajo otra condición
para este territorio, refiriéndose a zonas logísticas, de servicios y ambientales
con diferente tono, como era la creación de las periferias de Buenos Aires
del CEAMSE y la elección de las tierras para que allí se situarán las zonas
de tratamiento de residuos sólidos (RSU). Al haber trabajado SYUSA sobre
estas tierras, se destaca la experiencia que la empresa conlleva para entender
la capacidad potencial de la zona a fin de transformarse de otro modo al que
fue originalmente y transformarse en función de una perspectiva de futuro
en una zona habitable, acondicionada y de calidad ambiental.
Respecto a las visiones propias del grupo emprendedor, se destaca un salto
en el tiempo en la comprensión de cómo se tratan y cómo se operan en tér-
minos urbanos las ciudades, otra visión de las perspectivas ambientales in-
corporadas a las visiones urbanísticas, otra visión de la sociedad exigiendo la
participación, cambios estratégicos en el modo de ocupación y participación
en las decisiones públicas, tanto como una visión de los gobiernos locales
que crearon las condiciones para disponer de un proyecto urbano planifica-
do público y privado en la ribera sur del AMBA en tanto la creencia de estar
ligada en términos de territorio a una escala de gran magnitud, pertenecien-
te a un territorio de alto valor situado dentro de un contexto muy específico.
En el proyecto se aprecia que no sólo tiene preponderancia la visión inmo-
biliaria, sino que también destaca la intención de reconstituir las condicio-
nes ambientales, pero desde la perspectiva social, económica, política, de
nuevas inversiones, desde el nuevo paisaje ambiental y desde la nueva or-
ganización del territorio. En breves líneas, la pretensión de transformar las
áreas verdes (CEAMSE) en parques, espacios culturales, espacios recreati-
vos, deportivos, incluso un predio de la Universidad Nacional de Avella-
neda (UNDAV) y actividades que estén relacionadas con la comunidad en
términos de esparcimiento.

poder político municipal y provincial


En diciembre de 2008, el Concejo Deliberante de Avellaneda modifica la zo-
nificación de la reserva natural mediante la ordenanza N°21.332, cambiando
su denominación de “zona de reserva natural” por “zona de gestión espe-
cial”. Por lo que sólo queda la parte de reserva natural en el municipio de
Quilmes. Entre 2009 y 2012 el ejecutivo quilmeño, representado por Francis-
co Gutiérrez, a través del Concejo deliberante municipal intento modificar
la zona ribereña en aras de dar vía libre al proyecto de Techint. Las variadas

285
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

iniciativas no tuvieron éxito tanto por desavenencias entre las fuerzas po-
líticas que componían al Concejo como a la fuerte presión y movilización
de los diversos grupos sociales que denunciaban las irregularidades en los
procesos de adjudicación de las tierras a la empresa, el incumplimiento de
los contratos y las consecuencias ambientales adversas que traerían a la zona
de la reserva.
El análisis de las declaraciones producidas en diciembre de 201018 del go-
bernador Daniel Scioli (donde firma y apoya institucionalmente el cambio
de zonificación de la reserva en Avellaneda), el intendente de Avellaneda
Jorge Ferraresi y el ex intendente de Avellaneda Baldomero Álvarez de Oli-
vera, Ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires en ese
momento, nos permite dar cuenta de las razones, argumentaciones y po-
sicionamiento del poder político a nivel municipal y provincial en pos del
desarrollo inmobiliario19.
El intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, Concibe al NCDP como un
desarrollo urbano nuevo. Destaca que desde hace cuatro años se trabaja y
a partir de la convalidación de la zonificación por parte del gobernador, la
empresa comenzará los trámites en el municipio con el fin de plantear el
desarrollo. Destaca los estudios ambientales, los anteproyectos y el análisis
de la infraestructura. Respecto al impacto ambiental, argumenta que en la
zona existe una reserva ecológica que se va a cuidar. El desarrollo será de
750.000 m2 de construcción, creándose 10.000 puestos de trabajo, lo que trae-
rá nuevos habitantes, convirtiéndose el espacio en una nueva ciudad dentro
de Avellaneda que permitirá tener un nivel de recaudación importante para
ayudar al resto de la ciudad. La articulación con la provincia consistió en el
abordaje del proyecto y el de su solidificación.
Por su lado, el Ministro de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Ai-
res, Baldomero Álvarez de Olivera, destaca que el emprendimiento priva-
do propiciará la creación de una subsede de la UNDAV, que estará dentro
del complejo. La obra está pensada a desarrollarse a 10 o 15 años, con un
importante potencial donde se van a construir un millón y medio de m2 y
a diferencia de Puerto Madero, estos metros cuadrados estarán en 600 ha,
cuatro veces el espacio de Puerto Madero. Además, el componente natural es
importante, siendo cinco las lagunas presentes que tienen una vida silvestre,
flora y fauna. Menciona el paisaje, conservación y el potencial desarrollo de
actividades deportivas náuticas en las lagunas para preservar de esa manera
no solo el espejo de agua sino además otorgar confort y bienestar a la gente
18.  Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=YZNmEN4TqoM
19.  Por motivos de espacio en el artículo. Sólo analizaremos a los actores sociales
nombrados, no utilizando a los referentes políticos del municipio de Quilmes, tanto a
nivel legislativo como ejecutivo, quienes sin embargo comparten la línea argumental
de los de Avellaneda.

286
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

que tenga planes de establecerse allí.


Finalmente, el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel
Scioli, concibe que el proyecto inmobiliario NCDP tendrá un impacto positi-
vo en el desarrollo urbano, comercial y en especial en la creación de espacios
verdes para la recreación y el esparcimiento. Comenta el buen dialogo con el
intendente Ferraresi y la importancia estratégica del emprendimiento para
que la zona de Avellaneda pueda estar integrada e incorporada al nuevo
desarrollo urbano, comercial e industrial del municipio. También argumenta
la importancia del predio universitario, debido a que es una parte activa de
las soluciones inteligentes que hay que aplicar a problemas como la cuestión
ambiental, del agua, y la importancia de la ciencia y la tecnología al incor-
porarse a los procesos productivos dentro de un contexto de una economía
cada vez de mayor competitividad.

Reflexiones finales

Tras haber recorrido el conflicto socioambiental relacionado directamente


con las lógicas de expansión urbano territoriales en la zona sur de la Región
Metropolitana de Buenos Aires, podemos destacar que a lo largo de los dife-
rentes períodos abordados yace una continuidad en cuanto a la consecución
de una renta del suelo extraordinario que se vincula con la intervención en
áreas para la producción urbana por un simple cambio de normativa: desde
el período de industrialización por sustitución de importaciones pasando
por el período de instauración neoliberal hasta la actualidad, la intervención
en áreas que se presentan como degradadas o como faltas de infraestructura,
se valorizan rápidamente a través de una intervención articulada entre el
sector público y el privado, en nuestro caso plasmado en algunos sectores
de los poderes políticos de los municipios y de la Provincia de Buenos Ai-
res donde se pretende la realización del proyecto inmobiliario y la empresa
multinacional.
Durante la época de sustitución de importaciones, los procesos de te-
rritorialización se dieron a través de la “urbanización salvaje” donde
en muchas ocasiones ni el Estado ni el capital privado desarrollaron
una infraestructura acorde a los requerimientos necesarios para vivir
en un determinado lugar, lo que produjo un gran atraso infraestructu-
ral que prevalece hasta nuestros días. Actualmente, las lógicas de estos
procesos implican una intervención donde el capital privado construye
espacios autónomos, haciéndose de una infraestructura previa vincu-
lada generalmente con vías rápidas de circulación como la autopista
Buenos Aires–La Plata, la cual provee de infraestructura necesaria para

287
Conflicto socioambiental en la reserva natural Quilmes-Avellaneda.

este nuevo tipo de proyectos.


En paralelo a los procesos de territorialización desarrollados, las políticas
públicas llevadas adelante por el Estado Nacional en consonancia con proce-
sos de la globalización dieron origen a nuevas formas de organización espa-
cial que fueron afianzándose durante la década del noventa. A causa de ello,
surgieron nuevos actores sociales organizados en pos de defender espacios
considerados comunes y públicos, producto que las nuevas legislaciones de-
jaban un marco flexible en donde los intereses privados pudieran actuar y
realizar cualquier tipo de emprendimientos sobre ellos y sus espacios.
En este contexto, desarrollamos la problemática socioambiental en la zona
de la costa ribereña de Quilmes en base a las posturas de los actores sociales
principales que se presentan en el espacio en conflicto con el fin de entrever
sus formas de legitimación jurídica, social, económica y ambiental, de lo que
cada uno concibe que debe hacerse dentro de dicho espacio, por lo que dife-
rentes concepciones de territorialidad entran en pugna y debate.
Por un lado, el sector inmobiliario empresarial junto a diversas expresio-
nes de los poderes políticos locales, quienes impulsan la idea de producir
un nuevo espacio urbano mediante la implementación del proyecto NCDP,
impulsando la rezonificación de las tierras como “zonas de gestión especial”.
Estos sectores están constituidos tanto por el sector público como por capita-
les privados, donde defienden que el proyecto brindará prosperidad y mo-
dernidad a una zona abandonada y contaminada por la desidia de sucesivos
gobiernos durante décadas, insertándose dentro de perspectivas de una nue-
va organización del territorio donde se preservarán las áreas ambientales, fo-
mentando un proceso de emprendedurismo en consonancia con el “espíritu
de los nuevos tiempos”, el cual se inserta dentro de una lógica de producción
territorial de arquitectura global. Un emprendimiento que generará miles de
puestos de trabajo y una nueva lógica y dinámica de circulación urbana, a
quince minutos del centro financiero en la ciudad de Buenos Aires, con espa-
cios verdes de esparcimiento, confort e ideal para la realización de negocios.
Proyecto que alentará el desarrollo de los municipios debido a la inversión
que conlleva el megaemprendimiento y su incorporación al desarrollo urba-
no, comercial e industrial.
Desde otra arista, aquellos sectores que pretenden la preservación de las
características ambientales de la ribera en Quilmes y Avellaneda, constituido
por Organizaciones de la sociedad civil quienes toman las atribuciones co-
rrespondientes a instituciones estatales mediante la difusión del conflicto a
través de asambleas e intervenciones públicas, sintetizadas en diversas estra-
tegias de difusión donde demuestran el alto valor ambiental y los procesos
naturales que cumplen un rol clave dentro del ecosistema que circunda al
Área Metropolitana de Buenos Aires; el otorgamiento de tierras públicas a

288
Esteban Diez y Ezequiel Acsebrud

empresas privadas como ser SYUSA, subsidiaria de Techint, desde los años
setenta; las inconsistencias e incongruencias en la planificación del proyec-
to que se pretende llevar adelante en las márgenes del ex relleno sanitario
(CEAMSE), a pocos metros del polo petroquímico del Dock Sud y orientado
a sectores sociales de alto poder adquisitivo invisibilizando a sujetos sociales
que están establecidos en costa ribereña de Bernal desde hace décadas.
Finalmente, sostenemos que el proyecto inmobiliario empresarial NCDP
está diseñado y planificado para construirse en una zona de protección am-
biental de alto valor de conservación, amenazando no sólo la diversidad
natural que habita en ella, sino también sus procesos de regulación que im-
pactan directamente sobre la dinámica urbana. Por este motivo nodal es que
diversas agrupaciones de vecinos autoconvocados se organizan para defen-
der el espacio amenazado y pensar que hacer con él, respetando sus condi-
ciones naturales y el valor público del mismo. Un espacio que, ante la ho-
mogeneidad, fragmentación y pensado con lógicas de arquitectura globales,
puede ser concebido como de lucha, representación y resistencia por parte
de estas organizaciones civiles que debieron intervenir de forma autoconvo-
cada para hacerse cargo de las atribuciones y responsabilidades que corres-
ponden a las instituciones estatales.

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291
Modelos de desarrollo territorial
y conflictos en San Carlos de
Bariloche y El Bolsón
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar1

Introducción

P ara comenzar podríamos establecer como premisa que el espacio urba-


no se constituye como el resultado dinámico de la relación dialéctica
entre la lógica de estructuración del sistema social y las características eco-
sistémicas de las áreas donde el proceso se desarrolla. De este modo, la com-
petencia entre los usos del suelo, los efectos en el ambiente como resultados
de los ciclos del proceso de producción y las posibilidades de realización del
capital determina la emergencia de conflictos por el acceso, mantenimiento
o conservación de la tierra.
Para el caso de las urbanizaciones de Norpatagonia, su crecimiento fluctuó
históricamente al compás de diversas políticas, aunque siempre condicionado
por su localización dentro o cerca de un Parque Nacional. Desde la post-con-
vertibilidad y más pronunciadamente con la reactivación económica de los
años 2003 y 2004, la región patagónica atraviesa un proceso de expansión vin-
culado con capitales nacionales que buscan nuevos espacios de realización.
Acompañado de un entramado normativo superpuesto, la tendencia de los
gobiernos locales consistió principalmente en el acompañamiento de las ini-
ciativas de loteo. En las ciudades de San Carlos de Bariloche y El Bolsón, una
de las formas en la que se expresa esta expansión es en la emergencia de nue-
vos emprendimientos inmobiliarios en grandes porciones del territorio. Las
voces y movilizaciones para detener este tipo de apropiación y usos de suelo
se multiplicaron en ambas localidades. Sin embargo, la apelación a discursos
de un lado conservacionistas o patrimonialistas y del otro, argumentos sobre
la generación de fuentes de trabajo por medio del aumento del turismo en
1.  Licenciado en Ciencia Política, becario doctoral CITECDE/UNR–CONICET, miem-
bro de la línea de investigación de Territorio y Naturaleza del GEACH–UNQ.

292
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

la región, tendieron a contrarrestarlas y tener efectos gentrificadores sobre el


territorio, sentando las bases para futuras incorporaciones al mercado y exclu-
siones para los sectores sociales que las ocupaban.
En este contexto, este trabajo propone un recorrido por estas ciudades para
observar los principales conflictos manifiestos y tratar de establecer puntos de
contacto en relación dialéctica con la apropiación del territorio y el modelo de
desarrollo territorial vigente, teniendo en cuenta el accionar del Estado como
agente en el proceso de transformación urbana y los modelos de desarrollo lo-
cal y partiendo de la consideración de la prominencia de la actividad turística
como base de dicho modelo en la región de Norpatagonia. Para esto, utilizaré
como principal fuente de información las coberturas periodísticas de diversos
diarios de la Región y Nacionales para poder graficar la variedad y comple-
jidad de problemáticas socio-ambientales que conviven en la ciudad y que,
según los medios de comunicación, revisten relevancia social.
De este modo, los primeros apartados serán un rápido recorrido por di-
chas localidades intentando caracterizar su estado actual, los perfiles pro-
ductivos, como así, poner de manifiesto alguna de las problemáticas y de los
conflictos socio-ambientales a partir de los modelos de desarrollo territorial
de las ciudades. El siguiente apartado tratará de establecer vínculos con los
procesos históricos del objeto de estudio. Posteriormente, se intentará esbo-
zar un marco conceptual para comprender las relaciones y limitaciones exis-
tentes entre los modelos de desarrollo y el surgimiento de conflictos en torno
a los intereses contrapuestos y la lucha de clases. Para concluir el trabajo con
unas breves consideraciones finales respecto de la necesidad de incorporar
dimensiones históricas, sociales y ambientales en los estudios sobre los pro-
cesos de desarrollo local.

Acercándonos a San Carlos de Bariloche

La ciudad de San Carlos de Bariloche geográficamente se encuentra situada


en la costa meridional del lago Nahuel Huapi donde la línea de ribera alcanza
los 770 m.s.n.m. El ejido de la ciudad tiene una superficie de 27.470 hectá-
reas, de los cuales unos 10.170ha. se encuentran urbanizadas2 y se encuentra
completamente inserto dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi (de unos
7.300 km²). Para dar cuenta de la gran biodiversidad basta con mencionar que
ambas áreas, el Parque y el Municipio, colindan a lo largo de 40 kilómetros
entre Puerto Pañuelo, zona con aproximadamente 1.800 milímetros de lluvias

2.  Secretaría de Planeamiento y Medio Ambiente. (2011). “Plan de Ordenamiento Terri-


torial. Políticas, Instrumentos y Proyectos para el Ordenamiento Territorial de San Carlos
de Bariloche.” Municipalidad de San Carlos de Bariloche, Rio Negro.

293
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

anuales al Oeste, y la boca del río Limay con un registro cercano a los 500
milímetros de lluvias anuales, lo que señala una gran variedad de ambientes.
Según el Censo 2010, la ciudad alcanzaba 112.887 habitantes con una con-
centración poblacional del 70% (el Casco Urbano tiene una densidad pobla-
cional de 106,00 hab/Ha), pese a tener uno de los ejidos municipales más
extensos de la Argentina. El 75% de los residentes estables de Bariloche se
concentra en una franja ecotonal considerada la más rica en biodiversidad
por ser área de transición entre especies de Bosque Húmedo y Estepa. Así
mismo, dicha área se encuentra sometida a una constante presión si consi-
deramos la alta tasa de crecimiento poblacional que según el Código Urbano
local habilita una concentración poblacional máxima de 1.100.000 habitantes.
Desde principios del siglo XX, y a pesar de su origen como colonia agrícola,
rápidamente el turismo constituyó el perfil preponderante de la ciudad y ha
pasado a convertirse en la actividad productiva más importante en la actuali-
dad. Desde entonces, la ciudad ha diversificado y ampliado su oferta hotele-
ra, gastronómica y de bienes y servicios al aire libre, hasta constituirse como
el primer centro invernal de América Latina y ser considerada hoy entre las
principales preferencias turísticas, tanto a nivel nacional como internacio-
nal para realizar actividades de verano y de invierno3. Asimismo, es uno de
los principales nodos de comunicación de y para la región debido a que en
ella confluyen rutas nacionales, un aeropuerto internacional y el ferrocarril,
constituyéndola como un punto de contacto hacia el sur con el resto de la
Patagonia y hacia el oeste con Chile. Actualmente, cuenta con infraestructura
en hospedajes desde hoteles de cinco estrellas hasta campings, un centro de
esquí y tres puertos lacustres, para albergar a los cerca de 700.000 turistas
que concurren anualmente.
En lo que respecta al perfil económico de la ciudad, el turismo es por le-
jos el principal impulsor de las actividades económicas con una incidencia
del 54% en el Valor Agregado Bruto (VAB) de la municipalidad (Mada-
riaga, 2007). Como contraposición, la misma actividad junto con la cons-
trucción (actividad con la que mantiene estrechos vínculos) se caracterizan
por mantener niveles salariales bajos, y los puestos de mayor calificación
ocupados por personal foráneo. El comercio es el sector que más empleo
produce, aunque con un alto nivel de rotación y como otras actividades
ancladas alrededor del turismo, es muy vulnerable a la balanza de cam-
bios, cuestiones climáticas y/o del entorno natural imposibles de controlar
3.  La ciudad de San Carlos de Bariloche se encuentra entre las primeras posiciones de
una diversa cantidad de indicadores que lo sitúan entre los principales destinos turísticos
del país, como por ejemplo la afluencia de turistas internacionales y nacionales, la can-
tidad promedio de noches de alojamiento, la oferta y calidad de alojamiento turístico, la
cantidad de vuelos recibidos (según Anuario Estadístico de Turismo del Ministerio de
Turismo de la Nación de los años 2013, 2014 y 2015).

294
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

localmente (como fueron la caída de cenizas del Volcán Chaitén en 2008,


del Puyehue en 2011, o la epidemia del virus Hanta durante los veranos de
1996-1997 y 2010-2011)4.
Sin embargo, en este centro turístico conviven igualmente otros procesos
necesarios de señalar. Cómo ya hemos mencionado, el crecimiento urbano
en San Carlos de Bariloche ha estado condicionado por la circunstancia par-
ticular ya señalada de ser una ciudad turística emplazada dentro de un Par-
que Nacional. Por lo tanto, la expansión espontánea de la mancha urbana ha
sido seguida de un proceso paralelo de consumo de los espacios naturales
que se expresa en el crecimiento a lo largo de las costas de diversos lagos y en
las laderas de los cerros. En los últimos 30 años se edificaron casas y grandes
emprendimientos en terrenos, en la actualidad, particulares en casi toda la
zona costera del Nahuel Huapi y en menor medida en los lagos Moreno y
Gutiérrez dificultando cada vez más el acceso al lago a turistas y pobladores
que no poseen propiedades en ese sitio5.
Los cerros Otto y Runge son los “pulmones verdes” más cercanos a la ciu-
dad, sin embargo, la ciudad los rodea casi por completo ascendiendo con
nuevos loteos y poblados sobre las laderas que no necesariamente están en
condiciones o habilitadas por normativa6. El cerro San Martín cumple simi-
lar función para el barrio Villa los Coihues, y se encuentra igualmente sujeto
a presiones de capitales inmobiliarios7.
El crecimiento urbano se caracterizó por la falta de un ordenamiento o pla-
nificación, por lo que trajo aparejado diversos problemas. En términos eco-
lógicos se fragmenta el ambiente en pequeñas y grandes “islas” de flora y
fauna autóctona, lo que dificulta la preservación y conservación de especies
endémicas en distintos grados de peligro tales como el Monito del Monte, o
la ranita del Challhuaco, entre otros8.

4.  Para más información respecto a la influencia de las erupciones volcánicas en Barilo-
che y la región consultar: (Correa et al., 2012) y (Radovich, 2013).
5.  Ver Diario ANBariloche: “Piden a senadores y diputados que se garantice el acceso a
montañas y espejos de agua”, 01/04/2016.
6.  “En 2006, de acuerdo con el informe técnico 018/2006, de la Dirección de Bosques,
Servicio Forestal Andino dependiente del Ministerio de la Producción de la Provincia
de Río Negro, describe que “los faldeos del Cerro Otto presentan numerosos problemas
de índole geológico y ambiental” con “elevados riesgos para la población”. Mediante la
resolución Nº 1.239/06 del Ministerio de la Producción de la Provincia de Río Negro se
condiciona temporalmente el avance de la construcción por encima de la cota 900, hasta
tanto no se elabore un plan de ordenamiento territorial para el área” (Van den Heede,
2008:9). Ver Diario Río Negro: “Impulsan suspensión de obras para proteger el cerro Otto,
10/01/2015.
7.  Ver Diario Río Negro “Vecinos rechazan mega proyecto inmobiliario sobre el cerro
San Martín”, 15/04/2011.
8.  Para más información respecto al estado de preservación y conservación de especies
endémicas en la región de Norpatagonia consultar: (Raffaele et al., 2014). Ver Diario Río
Negro: “La vital tarea de cuidar especies vulnerables”, 05/08/2017.

295
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

En términos urbanos y de habitabilidad, la gran extensión del ejido agrava


los problemas de infraestructura para la provisión de servicios públicos de
gas, electricidad y agua9. Del mismo modo, existe un ineficiente servicio de
transporte debido a la mala conexión entre los distintos puntos de la ciudad.
Asimismo, la falta de políticas integrales para resolver problemáticas de tipo
habitacional y de urbanización para sectores de escasos recursos que entre
otros problemas se desatacan los desalojos en diversos predios que fueron
tomados ante la falta de acceso a la vivienda10 y la recurrencia de incendios
en barrios ubicados al sur y sudeste de la ciudad como el Nahuel Hue y el
Frutillar, debido a deficiencias de tipo habitacionales, los medios utilizados
para la calefacción y a irregularidades con el servicio de gas corriente11. Por
otro lado, el municipio enfrenta dificultades relacionadas con el financia-
miento, se han intentado obtener recursos por medio de nuevos impuestos,
pero estos fueron rechazados por la comunidad debido a la deficiencia en la
provisión de los servicios12.
En lo que respecta al accionar estatal, se observan ciertas aprobaciones por vía
de excepción del ejecutivo para el desarrollo de proyectos inmobiliarios orien-
tados al consumo del ocio que infringen la normativa vigente y son rechazados
por parte de la comunidad, los casos más recientes podrían ser el proyecto in-
mobiliario “Capitalinas”13 o la instalación de la cervecería Patagonia14.
Finalmente, en lo que respecta al tratamiento de residuos tanto sólidos como
líquidos, encontramos diversos problemas de contaminación. En ríos y lagos
debido a que la planta depuradora de residuos trata los líquidos cloacales
del 70% de la población y se encuentra superada en su capacidad de trabajo
desde 2006, por lo que debe realizar periódicamente vuelcos de efluentes sin
tratar. A su vez, existe una gran cantidad de residuos domiciliarios en pozos
negros, no conectados a la red cloacal, que alcanzan las napas subterráneas y
se conectan con el lago15. Por su parte, en lo que respecta la disposición final
de los residuos sólidos, la ciudad mantiene un vertedero municipal (situado
a la vera de la Ruta Nacional 40 en un predio de aproximadamente 10 hec-
táreas dentro de la Reserva Nacional) con consecuencias negativas para el

9.  Ver Diario Bariloche2000: “Complicaciones en las escuelas por falta de agua”,
14/11/2017.
10.  Ver Diario Río Negro: “Desalojaron por completo la toma del barrio Pilar I”,
01/11/2017.
11.  Ver Diario Río Negro: “Vecinos reclaman por servicios subterráneos en el barrio
Reina Mora”, 12/03/2014.
12.  Ver Diario La Nación: “Bariloche: empresarios hoteleros celebraron que el Gobierno
recurra a la Corte para frenar impuesto a los turistas”, 27/10/2017.
13.  Ver Diario Andino: “Duras críticas al mega proyecto inmobiliario de la costanera de
Bariloche”, 15/11/2012.
14.  Ver Diario Río Negro: “Piden frenar la cervecería Patagonia”, 15/05/2016.
15.  Ver Diario Infobae: “Preocupación por la contaminación del lago Nahuel Huapi con
materia fecal y metales pesados”, 31/03/2016.

296
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

ambiente frente a otras modalidades como son el relleno sanitario. Asimis-


mo, si bien el mismo ya se encuentra al tope de su capacidad, las iniciativas
municipales por impulsar la separación y reciclado por medio de una planta
de tratamiento se vieron insuficientes y adolecen de acompañamiento o efec-
tividad. A su vez, la imposibilidad de continuar ampliando el predio por su
cercanía a proyectos inmobiliarios de barrios cerrados, sumado a los incen-
dios continuos y la falta de reglamentación y control, dificultan encontrar
una solución a un problema que atraviesa ya más de una década y que tiene
a los vecinos del Barrio Pilar como principales perjudicados aunque a todo
el ejido y a su principal actividad, el turismo, afectado16.

El Bolsón

La ciudad de El Bolsón se encuentra a unos 120 km. hacia el sur por la Ruta
Nacional 40 desde Bariloche, al extremo sudoeste de la provincia de Río Ne-
gro, justo en el límite con la provincia de Chubut. Geográficamente situado
al pie del Cerro Piltriquitrón, en un valle orientado de norte a sur, en cuya
base se encuentran los ríos Azul y Quemquemtreu a 337 m.s.n.m. La misma
posee un clima templado-frío, con precipitaciones anuales, preferentemente
concentradas en la estación invernal, del orden de los 1.000 mm que, en com-
binación con un suelo fértil, y un adecuado manejo del riego tornan a la zona
muy adecuada para la producción agrícola.
El ejido de la ciudad tiene una superficie aproximada de 20.000 hectáreas y
debido a la gran cantidad y variedad de servicios que concentra constituye
la puerta de entrada a lo que los pobladores locales denominan la “Comarca
Andina del Paralelo 42°”, la cual se compone de un conjunto de áreas ur-
banas y rurales interrelacionadas e interdependientes que trascienden los
límites jurisdiccionales de dos provincias: Río Negro y Chubut, e internacio-
nales en la vigencia de vínculos históricos y tradicionales con la región de los
Lagos de Chile. El Bolsón ocupa gran parte de un estrecho valle fértil que, en
su desarrollo más plano, tiene apenas 2 km de ancho, extendiéndose en una
longitud de 6 km, (distancia medida entre el borde norte del aeródromo y la
calle del Paralelo 42º, límite sur del ejido municipal). El trazado urbano de El
Bolsón se originó en la década de 1930 cuando se determinó el casco funda-
cional con una superficie de 8.000 hectáreas que rápidamente fue ampliado.
Hacia la década de 1980, El Bolsón sufrió una expansión demográfica verti-
ginosa con la llegada de población proveniente de grandes centros urbanos
que buscaban un modo de vida tranquilo próximo a un entorno natural pri-
16.  Ver Diario Río Negro: “Vecinos de El Pilar quieren soluciones para el vertedero ba-
rilochense”, 09/02/2016.

297
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

vilegiado, a partir de la cual consigue casi duplicar su población, surgiendo


y consolidándose los actuales barrios ribereños hacia ambas márgenes del
río Quemquemtreu. En el año 1984 se sanciona una ordenanza municipal
que declara a El Bolsón “municipio a favor de la vida y Zona No Nuclear”.
En materia de urbanización, en el año 1985 se crea el código de edificación
del municipio y en enero de 1991, se sanciona la primer Carta Orgánica Mu-
nicipal, en donde se declara a El Bolsón “municipio Ecológico”, según la cual
el gobierno municipal asegura y mantiene “mediante la legislación, la admi-
nistración municipal, la educación, la divulgación y el accionar social, para
preservar a perpetuidad la herencia natural y la calidad de vida, evitando
el deterioro del ecosistema y asegurando que el desarrollo se logre con un
adecuado equilibrio ecológico”.
En lo que respecta a su perfil económico, según un informe presentado
por Municipalidad de El Bolsón durante el año 2012, llamado: “Agenda Te-
rritorial El Bolsón” (en adelante: Agenda, 2012), la economía se desarrolla
sobre cuatro pilares: empleo público, turismo, producción de frutas finas y
de lúpulo (para producción de cerveza artesanal). En dicho documento, se
señala la falta de precisiones respecto de los niveles de facturación de todos
los sectores para determinar su incidencia en la economía local debido a los
altos niveles de informalidad. Sin embargo, se estima que en la actividad
privada del turismo representa el 46%, las frutas finas el 29% y el lúpulo 18%
quedando el 4% a otras actividades como huerta, madera, lana y ganadería
(Agenda, 2012).
La declaración de interés por parte del municipio en la Carta Orgánica san-
cionada en 2006 en favor del desarrollo turístico atrajo nuevas inversiones en
materia de infraestructura y servicios. Esto implicó un aumento en la presión
inmobiliaria, un incremento del valor de la tierra y la profundización de pro-
cesos de sobre-parcelamiento rural y boscoso para uso residencial y turístico
en lotes que son adquiridos por personas provenientes de las principales
ciudades del país (Buenos Aires, Córdoba y Rosario) y en menor medida
del extranjero para el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios (Puerta,
2011). Por otra parte, debido a un aumento fundamental en los ingresos de
los trabajadores ligados al sector petrolero principalmente radicados en Co-
modoro Rivadavia17, implicó que las localidades patagónicas cordilleranas
frecuentadas por los mismos como turistas se conviertan en segundas resi-
dencias (Politis, 2016).
Como consecuencia de ambos procesos, una de las principales problemá-
ticas es el cambio de uso del suelo debido a que las rentabilidades de las
actividades productivas tradicionales no pueden competir con este mercado
17.  Para un detalle respecto de la recuperación del control estatal de YPF, ver el capí-
tulo de Diego Pérez Roig presente en este libro.

298
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

según un informe realizado en 2015 por la Subsecretaría de Planificación


Territorial de la Inversión Pública titulado “Lineamientos para las dinámicas
de crecimiento de El Bolsón y Plan de Sector Loma del Medio”. Esto sumado
a la falta de construcción de viviendas públicas por parte del Estado impacta
de forma directa en los sectores medios y populares (no sólo con relación
al valor de mercado de venta sino también en el valor de los alquileres).
Un posible efecto de esto puede ser la efectivización de la práctica de toma
de tierras como medio para la obtención de títulos de propiedad. Se estima
que entre los años 2003 y 2011, el municipio ha brindado garantías para el
desarrollo de tomas de tierras, obviando normas municipales y adjudicando
discrecionalmente los terrenos hasta transferir la totalidad de las tierras mu-
nicipales (Politis, 2016). Posteriormente estas apropiaciones son incorpora-
das al mercado formal para finalizar en emprendimientos turísticos18.
Al igual que en Bariloche, también se observan, problemas en lo que res-
pecta a la provisión de servicios básicos e infraestructura19, y en la gestión
de los residuos generando problemas de contaminación en ríos y suelos20.
Sin embargo, unos de los principales problemas en la ciudad dada la re-
ciente repercusión a nivel local son las apropiaciones de grandes porciones
del territorio para mega emprendimientos con la consiguiente restricción de
acceso. Son ejemplos, la apropiación ilegal y el proyecto inmobiliario Pampa
de Ludden de la Empresa Laderas, que consiste en un loteo en cercanías del
cerro Perito Moreno, que buscaba avanzar sobre una zona con triple protec-
ción ambiental21; y el impedimento de acceso y la construcción irregular de
una hidroeléctrica en Lago y Río Escondido22.

Hacia un abordaje de los conflictos ambientales

Como ya mencionamos, si entendemos al espacio como el resultado diná-


mico de la relación dialéctica entre la lógica de estructuración del sistema
social y de las características ecosistémicas de las áreas donde el proceso
social se desarrolla. Entonces, las características naturales marcan las condi-
ciones de posibilidad de ocupación y uso de una determinada área mientras

18.  Ver Diario Río Negro: “El Bolsón empieza a regularizar sus tomas”, 29/03/2017.
19.  Ver Diario Río Negro: “Multarán a Edersa por deficiencias en el servicio de luz a El
Bolsón”, 18/07/2017.
20.  Ver Diario Río Negro: “Acusan a El Bolsón por contaminación del río Azul”,
26/05/2010.
21.  Ver Diario El Cordillerano: “Prohíben la realización del polémico proyecto turístico
en Pampa de Ludden, 15/07/2013.
22.  Ver Diario ADN Río Negro: “Denuncia penal por irregularidades en la obra de la hi-
droeléctrica de Lewis, en Bolsón”, 17/08/2016.Para más información respecto al conflicto
por apropiación en el Cerro Perito Moreno, consultar (Llosa, 2016).

299
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

que el conjunto de acciones de la sociedad modifica dichas áreas a través


del aprovechamiento productivo de los ecosistemas presentes. Entonces las
sociedades, acorde a los límites naturales; van modificando su medio am-
biente mientras que disminuyen los stocks de los recursos no renovables y
alteran los ciclos reproductivos y entornos ecológicos, y los adaptan a las
necesidades sociales contemporáneas23. A su vez, el mercado y las decisiones
políticas determinan los lineamientos que la economía y el desarrollo urbano
siguen siempre que estos no sean contrarrestados por la reacción de manifes-
taciones populares de la sociedad civil. Es posible, entonces, establecer una
serie de relaciones entre el surgimiento de diferentes conflictos en torno o
relacionados al ambiente en ambas ciudades y los procesos de organización
territorial que se dan en torno a la actividad turística en tanto eje central del
modelo de desarrollo descrito a lo largo de este trabajo. Entendemos a los
conflictos ambientales y urbanos como aquellas incompatibilidades y anta-
gonismos alrededor de los usos y dinámicas de apropiación del territorio
relacionados dialécticamente con el proceso de producción (y realización del
capital) y los efectos de este en las formas espaciales que se dan en el marco
de un modelo de desarrollo y proceso de organización territorial24.
Desde un abordaje marxista, el surgimiento y consolidación del capitalismo
como modo de producción dominante está íntimamente relacionado con la
organización de la vida y del intercambio en espacios predominantemente
urbanos (Lefebvre, 1972). Del mismo modo, las transformaciones históricas
sufridas en los modos de producción impactaron directamente en la forma
en que se producen y transforman las ciudades, lo que, a su vez, impactó
en las condiciones de producción capitalistas. Podríamos decir que existe
una relación dialéctica entre la estructuración de los espacios urbanos y los
modos de producción dominantes. La ciudad es el resultado de la división
social del trabajo y es una fuerza productiva, porque concentra las condicio-
nes generales de la producción capitalista. Estas condiciones generales a su
vez son condiciones de la producción, de la circulación del capital, y de la
producción de la fuerza de trabajo. Además, las condiciones son el resultado
del sistema espacial de los procesos de producción, de circulación, de con-
sumo; procesos que cuentan con soportes físicos, es decir, objetos materiales
incorporados al suelo (los inmuebles). El espacio urbano, entonces, ha sido
integrado al mercado y por lo tanto es producido por patrones de inversión
capitalista y políticas oficiales. Esta integración al mercado del proceso de
producción de las ciudades pone en tensión las mismas condiciones genera-
23.  Para un análisis respecto de la construcción histórica del territorio en tanto media-
ción dialéctica, ver el capítulo de Guido Galafassi presente en este libro.
24.  Para abordar otros procesos de transformación urbana y conflictividad territorial,
ver el capítulo de Esteban Diez y Ezequiel Ascebrud sobre la expansión territorial urbana
en la costa de Quilmes presente en este libro.

300
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

les de producción por las características inherentes del proceso en su conjun-


to. “La urbanización capitalista es, ante todo, una multitud de procesos pri-
vados de apropiación de espacio. Y cada uno de éstos está determinado por
las propias reglas de valorización de cada capital particular, de cada fracción
de capital. En consecuencia, la reproducción misma de esas condiciones ge-
nerales, urbanas, de la producción capitalista se transforma en un problema
[...] De ahí, que la contradicción, se expresa en el espacio, según cada modo
de producción, ya que históricamente se producen formas siempre nuevas
de socialización que, al mismo tiempo, van a estar sujetas a límites siempre
nuevos a esta socialización de las fuerzas productivas. Estos límites se ex-
presan en las luchas de clase, así como en las crisis urbanas de las metrópolis
capitalistas” (Topalov, 1979: 9). En este contexto, el Estado es principalmente
la institución que canaliza las tensiones y asegura la provisión de insumos
específicos que los capitales individuales no pueden producir rentablemente
y provee las condiciones sociales generales necesarias requeridas por la acu-
mulación (Altvater, 1976; Hirsch, 2005). El Estado25 ha ido desplegando a lo
largo de la historia una serie de mecanismos políticos, jurídicos e ideológicos
que procurar mitigar el conflicto y garantizar la aceptación del orden social
vigente al presentarlo como “natural”; por lo tanto, se constituye como un
agente activo en el desarrollo urbano26.

Desandando el camino

Podríamos decir que el turismo como la actividad central del modelo de


desarrollo local supone al espacio geográfico como soporte y recurso, pero a
su vez como factor de desarrollo en función de la localización. Por lo tanto,
una economía basada en el turismo como actividad principal recurre a una
serie particularmente intensa de prácticas que combinan y perfeccionan los
mecanismos de identificación y demarcación de territorios que en muchos
casos anticipa y legitima el tipo de uso que le quiere dar el capital por me-
dio de diversos mecanismos generalmente impulsados a través del Estado.
Este, define cuáles espacios son apropiables, por quiénes, dónde se realiza-
25.  Entiendo al Estado en tanto sistema de dominación política, se constituye/manifies-
tan como una condensación material de una relación de fuerzas entre clases y fracciones
de clases donde se procesan y cristalizan pujas de poder complejas, contradictorias y
cambiantes a nivel histórico (Hirsch, 2005; Jessop, 1980; Poulantzas, 2005), lo que permite
identificar qué actores las han promovido, y a partir de qué medios y recursos han procu-
rado lograr sus objetivos (Oszlak y O´Donnell, 1981).
26.  Para profundizar discusiones concernientes a las categorías de Estado, Acu-
mulación y Conflicto consultar Apuntes de Acumulación. Capital, Estado, procesos so-
cio-históricos de (re) producción y conflictividad social, Galafassi, G. comp. Buenos Aires:
Theomai Libros.

301
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

rán desarrollos de infraestructura para uso turístico, para reservas naturales,


y cuáles para extracción intensiva de recursos, dejando otros espacios rele-
gados. Un claro ejemplo son las políticas de patrimonialización como una
estrategia privilegiada para dar difusión, acceso y conocimiento del espacio
patrimonializado, pero a su vez, íntimamente vinculado con la re-inserción
de dichos espacios (y sus aledaños no patrimonializados) al mercado princi-
palmente por medio del establecimiento de una explotación turística como
fuente de recursos económicos (Almirón, 2006).
Desde esta perspectiva, las disputas por el uso y apropiación del espacio en
una ciudad no serían fenómenos aislados ni exclusivos de la actualidad, sino
que serían procesos históricos que han tenido lugar en las diversas épocas
en función de los modos de acumulación dominantes y su vinculación con
la estructuración de los propios espacios urbanos, así cada época agregaría
un elemento distintivo (Arguedas, 2012; Galafassi, 2009). Se vuelve necesa-
rio abordar los conflictos ambientales (en contextos urbanos) con marcos de
análisis que contemplen la formación y estructuración de la ciudad a nivel
histórico junto con las disputas que surjan como elementos intervinientes y
observables al interior de dicha teoría.
Entonces, ¿cuáles fueron los principales procesos que generaron las con-
diciones actuales? La “Suiza Argentina”, como llamó De Moussy hacia
1860 a la región de los lagos andinos, fue pensada y definida como una isla
de “europeidad” dentro de un territorio “bárbaro y distante” (el desierto)
al momento de la consolidación del Estado Nacional27. Pero esa dicotomía
entre lo “civilizado” y lo “primitivo” también favoreció un tipo de jerar-
quía espacial de gran relevancia para interpretar los actuales conflictos re-
lacionados al uso de la tierra y una división de tareas que trasciende los
límites nacionales. Por un lado, la parte visible: parques y reservas natura-
les, turismo, valorización inmobiliaria y consumo simbólico y, por el otro,
lo invisible: el “campo”, los “pobladores rurales”, las “comarcas”, “Villas”,
pueblos originarios, el trabajo manual, los sitios con amenazas de extrac-
ción masiva de recursos naturales (Dimitriu, 2010).
Como ya se mencionó, históricamente el crecimiento de las urbanizacio-
nes ubicadas en la Norpatagonia fluctuó al compás de diversas políticas,
aunque siempre condicionado por su localización dentro o cerca de un Par-
que Nacional. Ya desde la década de 1930, se dieron los primeros pasos de
una política nacional turística, el Estado se preocupó entonces por mejorar
la accesibilidad de los destinos turísticos tradicionales y procuró convertir
nuevos espacios en lugares turísticos, a través de la construcción de hoteles,
caminos y atractivos para los viajeros, tanto orientados a un turismo masivo,
27.  Para un análisis genealógico sobre la adjetivación y consolidación del sustantivo
Suiza Argentina para la región, cfr. Navarro Floria 2008.

302
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

como en el caso de Mar del Plata, como dirigidos a captar un turismo de


elite, como en la Patagonia andina (Piglia, 2007). Por ejemplo, en la ciudad
de San Carlos de Bariloche para el primer cuarto del siglo XX se comen-
zó la realización de obras emblemáticas, como el Hotel Llao Llao (1938), el
Centro Cívico y la iglesia Catedral (1940), el arribo del ferrocarril (1934) y
los vuelos nacionales regulares (1940). En el caso de El Bolsón, debido a su
relativo aislamiento por la falta de medios rápidos de comunicación, pero
con un desarrollo en el mismo sentido se instalaron algunas chacras y equi-
pamientos estatales, entre 1939 y 1943 se inician y se terminan la Oficina de
Correos, la Comisaría, el edificio del Juzgado de Paz, la Escuela Hogar, la
ruta 258 desde Bariloche (posible de ser transitada por camiones), el Hospi-
tal Regional, la Casa del Gobernador, la definición del espacio de la plaza y
el lago artificial. Paralelamente, el Gobernador Adalberto Pagano gestionó
dos obras de carácter privado: una estación de servicio construida por el
Automóvil Club Argentino y el Hotel Piltriquitrón en sociedad con Cándido
Azcon (Mendes, 2010). Posteriormente se construyó el puente vehicular que
comunicó el casco urbano con el Oeste del río favoreciendo el desarrollo de
la actividad maderera y la creación de la Reserva Forestal Loma del Medio
(1948), finalmente el establecimiento de un servicio de transporte colectivo
diario desde Bariloche durante la década del 1970 significó la consolidación
de esta localidad como atractivo turístico.
Desde la década de 1990 y con la consolidación del neoliberalismo como un
conjunto de medidas político-económicas, pero también de diversas tempo-
ralidades, geografías y por lo tanto racionalidades en torno a cuestión am-
biental y de la producción28, se fueron dando procesos de acomodamientos
territoriales a escala global, que a su vez se reflejaron en análogos procesos
de re-acomodamientos a escala local. Posibilitar el “vender” la Patagonia o
el acceso privado a una de sus partes, significó desde casi sus orígenes, pero
con más profundidad hacia fines del siglo XX, declarar a esos territorios en
su totalidad como mercancías. Además de profundizar la explotación de los
recursos naturales; las personas y organizaciones, las calles, plazas, puestos
de mercados artesanales, los centros comerciales, refugios de montaña, sen-
deros, pistas de esquí, ríos, lagos, las representaciones e imaginarios colec-
tivos, las historias y tradiciones orales; todos son incorporados al flujo del
capital. Las presiones para que la Argentina inserte a la Patagonia Andina
competitivamente en el mercado global aumentaron a costa del deterioro de
las condiciones laborales, del uso cada día más depredador de los recursos
naturales, de una estructura de subsidios, beneficios fiscales y políticas de

28.  Para un detalle respecto de la consolidación del neoliberalismo y su impacto en


la conformación de la cuestión ambiental, ver el capítulo de José Seoane presente en
este libro.

303
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

sostén desigualmente asignadas y de una brecha creciente de distribución de


ganancias o de uso y acceso a la naturaleza. Los Parques Nacionales, lugares
de “refugio de naturaleza y cultura, cuyo principal objetivo es la conserva-
ción de una porción de los bosques andinos norpatagónicos y de la estepa”,
fueron redescubiertos como recurso, como mercancía y como espectáculo
ya no buscado en lugares distantes sino producido, reformado y vendido a
través de interpretaciones simbólicas a públicos remotos e igualmente pro-
ducidos, la oferta se diversifica, de los espacios prístinos al turismo aventura,
de visitas guiadas a competencias internacionales. La naturaleza es presenta-
da de manera que focaliza cuidadosamente los horizontes deseables por los
consumidores, publicitando un futuro en el que las empresas anticipan y de-
finen campos de interés en los que piensan invertir, investigando al mismo
tiempo las tendencias, demandas y percepciones de sus visitantes (Dimitriu,
2001). La visualización del turismo como el negocio más importante y dina-
mizador de la región por parte de los actores políticos y sociales como ya he-
mos señalado, favorece el cambio de uso de la tierra, desde el agropecuario
y forestal hacia el urbano. Sin embargo, en algunas localidades aledañas a la
Comarca, de menor tamaño, la impronta agraria aún es fuerte29.
Finalmente, desde la salida de la crisis del 2000 - 2001, la región patagónica
atravesó un proceso de expansión vinculado con capitales nacionales y transna-
cionales que buscaban nuevos espacios de realización. En las ciudades de San
Carlos de Bariloche y El Bolsón, una de las formas en la que se expresa esta ex-
pansión es en la emergencia de nuevos emprendimientos inmobiliarios en gran-
des porciones del territorio. Estos emprendimientos han sido acompañados de
manera explícita y en algunas ocasiones de manera tácita por omisión por parte
de los gobiernos locales, amparados en un entramado normativo superpuesto y
por momentos contradictorio, compuesto por códigos municipales, ordenanzas
complementarias, Decretos y Planes Provinciales, Leyes Nacionales, la Admi-
nistración de Parques Nacionales e incluso reconocimientos internacionales por
la UNESCO (Barrios, 2016). Este fenómeno puede observarse al analizar el mapa
de densidad poblacional de San Carlos de Bariloche (Figura 1) donde se puede
ver una alta concentración poblacional en el casco urbano (ubicado a 3km a la re-
donda del centro cívico de la ciudad) acompañado de una tasa ocupación muy
baja fuera del mismo. Por su parte, en El Bolsón se puede observar (Figura 2) un
loteo bastante desarrollado, pero con una gran cantidad de “vacíos” urbanos.
Otro indicador, tal vez indirecto al fenómeno, son las altas tasas de crecimiento
poblacional que producto de la inmigración hacia esta región superan amplia-
mente la media nacional y por lo tanto acompañan el aumento en la demanda
de loteo, como puede observarse en la Tabla 1.
29.  Para profundizar en el análisis histórico sobre los cambios en el uso del suelo con-
sultar: (Navarro Floria, 2004; Núñez, 2014; Pierucci, 2015; Tozzini, 2014).

304
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

Figura 1. Mapa de Densidad Poblacional de San Carlos de Bariloche - 201130

Tabla 1. Población y Crecimiento Poblacional Ciudades Norpatagonia Andina


1991 - 201031

Unidad Población Población Población Crecimiento Crecimiento


1991 2001 2010 1991/2001 % 2001/2010 %
Villa La 4.884 7.526 11.063 54,0 47,0
Angostura
Bariloche 81.001 93.101 112.887 14,9 21,2
El Bolsón 12.598 15.537 19.009 23,3 22,3
Lago 2.463 4.046 6.038 64,2 49,0
Puelo
El Hoyo 1.605 2.162 2.947 34,7 36,3
Patagonia 1.482.002 1.738.251 2.100.188 17,3 20,8
Nación 32.615.528 36.260.130 40.117.096 11,2 10,6

30.  Elaboración de la Secretaría de Planeamiento y Medio Ambiente de la Municipali-


dad de San Carlos de Bariloche. 2011 (Última información disponible).
31.  Elaboración propia según datos de los Censos Nacionales de Población Hogares y
Viviendas 1991, 2001 y 2010. INDEC.

305
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

Figura 2. Mapa de vacíos urbanos y suburbanos de El Bolsón - 201532

32.  Elaboración de la Subsecretaría de Planificación Territorial de la Inversión Pública,


Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Presidencia de la Nación. 2015.

306
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

Casualidad o causalidad, límites del modelo de desarrollo territorial

Al igual que otras ciudades latinoamericanas, el crecimiento urbano en estas


ha avanzado primeramente con la ocupación del territorio y posteriormente
con su urbanización. Por décadas, se ha loteado a lo largo y ancho del territo-
rio sin que ello correspondiera prioritariamente a necesidades de desarrollo
urbano (Abalerón, 1992; Medina, 2013). Esta tendencia al loteo indiscriminado
que ha signado la configuración del espacio urbano de estas ciudades y a la
que han contribuido gobiernos locales con una gran cantidad de excepciones,
denota un desinterés y descuido por la preservación de las actividades tra-
dicionales, una falta de planificación que pueda establecer límites precisos y
compactos a la expansión urbana y el avance de la antropización de los espa-
cios naturales33. Además, la liberalización que ha caracterizado la ocupación
de su espacio puede ser analizada en términos de lo que Borja (2004) denomi-
na “urbanización difusa”, es decir, una tendencia al desarrollo urbano guiada
por criterios mercantiles, la acentuación de la desigualdad social, al abandono
del espacio público, la conversión del ciudadano en cliente.
En este marco, y como ya hemos visto, el mercado inmobiliario es de especial
interés para los grandes capitales especulativos tanto a nivel local como a nivel
internacional, la demanda de intereses externos afecta en la modulación de los
precios de los inmuebles y, en consecuencia, en la ocupación de diversas áreas
“paisajísticamente estratégicas” del patrimonio natural. La gestión de las Reservas
y Parques Naturales se ven afectadas por esta demanda de espacio, lo que suele
repercutir en la orientación política de diversas administraciones. Estas tenden-
cias transforman a las ciudades en un centro de operaciones de capitales inmo-
biliarios ávidos de hacer de ella un bien privado objeto de negocios y sujeto a la
especulación inmobiliaria, dejando las inversiones de tipo infraestructurales de
servicios fuertemente relegadas. “La mercancía suelo es en su gran mayoría po-
tencialmente suelo turístico, es decir, potencialmente consumido con la finalidad
de construir el alojamiento dedicado al uso temporal, lo cual incrementa su valor
debido a la alta rentabilidad que se puede obtener del mismo a partir de establecer
un emprendimiento turístico” (Politis, 2016: 45). En este sentido, el avance de la
construcción estimula también el alza los precios de todas las actividades produc-
tivas, en especial de los bienes y servicios. Debido a esto, el resto de los sectores
productivos e incluso hasta el propio sector proveedor de servicios turísticos pue-
de enfrentar serias dificultades para desarrollarse competitivamente. Esto puede
desencadenar no solo en un destino turístico en decadencia, sino también en una
población residente empobrecida, afectada por el costo de la canasta de consumo

33.  El ejido municipal de San Carlos de Bariloche, tiene una superficie de 27.470 Ha,
según el Código Urbano sancionado en 1995 se admite la urbanización del 79% (21.616
Ha) y una población máxima de 1.159.484 habitantes.

307
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

y la dificultad para adquirir la vivienda propia entre otros34. Los sectores empo-
brecidos se ven forzados a operar en mercados informales o tomas de tierras y
construir sobre lotes que todavía no cuentan con la infraestructura y los servicios
básicos necesarios profundizando patrones claros de segregación socio espacial.
Como resultado de las conexiones entre política, población, economía y turismo
se producen, entonces, una serie de impactos tanto en el entorno natural como en
la sociedad y sus condiciones materiales de reproducción (el empleo y vivienda).
Para el caso de El Bolsón, la década de 1990 representaría un cambio y profun-
dización de esta tendencia en su estructura territorial económica-productiva en
tanto se rompió con el relativo aislamiento que mantenía la ciudad, al asfaltarse
el tramo Bariloche-El Bolsón de la actual Ruta Nacional 40 (en aquel momento
denominada Ruta 258). Esta nueva accesibilidad a la región significó su incorpo-
ración a dinámicas y actividades productivas ya presentes en Bariloche impul-
sando otro tipo de proyectos de desarrollo económico-territorial (principalmen-
te ligado al turismo) junto con la expansión de negocios inmobiliarios. Desde
entonces, se producen efectos análogos a los descriptos anteriormente, en el
marco de esta nueva lógica de apropiación, especulación, valorización del suelo
urbano y consecuentemente, incremento de las restricciones habitacionales de
la localidad y desplazamiento de actividades productivas tradicionales. Los ca-
sos del Barrio Belgrano y sus aledaños en San Carlos de Bariloche y del Barrio
Arrayanes en el Bolsón, pese a sus trayectorias disímiles35, presentan dinámicas
de este tipo como puede observarse en la Tabla 2 y la Figura 3, que describen el
aumento promedio en el valor del suelo en periodos de tiempo similares.

Tabla 2. Valor promedio de un lote (de 450 m2) en Barrio Arrayanes (en dólares)
según año 1995 – 201136

34.  Para profundizar el análisis sobre la relación entre el valor y uso del suelo y el turis-
mo consultar: (Medina, 2017; Oglietti and Colino, 2011; Politis, 2016).
35.  El Barrio Belgrano, cuyos terrenos comenzaron a ser apropiados en 1940 por fami-
lias que desarrollaron actividades del tipo agrícola-ganaderas, hoy es uno de los prin-
cipales barrios residenciales en la zona céntrica de la ciudad. Por otro lado, aunque la
urbanización del Barrio Arrayanes, haya sido aprobada en 1973 con destino residencial,
aún para el año 2011 cuenta solamente con cerca de un tercio de sus parcelas construidas
o con algún tipo de ocupación (Agenda, 2012).
36.  Fuente: Politis, A. F.,2016, “Las tomas de tierra y el mercado inmobiliario informal
en El Bolsón (2003-2011)”.

308
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

Figura 3. Precio promedio del suelo ofertado (US$/m2) en tres áreas de San Carlos
de Bariloche, 1991-201037

De este modo, surgen ciertas problemáticas que serían comunes a ambas ciu-
dades como son la mala calidad y escasa cantidad de espacios públicos38, fuer-
tes procesos de contaminación, alto grado de antropización en áreas naturales
protegidas, reemplazo de flora y fauna autóctona por exóticas, e impedimento
de acceso a espacio naturales públicos como son ríos y lagos. En lo que respecta
a la organización institucional comparten una fragmentación y superposiciones
tanto normativa como ejecutiva de dependencias y responsabilidades jurisdic-
cionales (Agenda, 2012; Bondel, 2008). Asimismo, la alta dispersión generali-
zada de los asentamientos derivó en la falta de infraestructuras, la carencia de
equipamientos urbanos e insuficiencia en la calidad de los servicios que debe
prestar el municipio. Finalmente, la prestación de servicios públicos en ejidos
extendidos resulta sumamente onerosa para el municipio de cada ciudad.

Consideraciones finales

Hemos intentado exponer y explicar cómo los conflictos ambientales urbanos


pueden interpretarse como aquellas manifestaciones de incompatibilidades de:

37.  Fuente: Median, V. 2017, “Crecimiento urbano y desigualdad espacial en San


Carlos de Bariloche”.
38.  Por ejemplo, San Carlos de Bariloche cuenta con una superficie de 1.224.821 m2 (122
hectáreas) destinada a espacios verdes (sin contar Parque Municipal Llao Llao) lo que da
una relación de 1,52 m2 por habitante, mientras que la OMS recomiendo entre 10 a 15 m2
/hab. distribuidos de forma equitativa en relación a la densidad de población, según el
informe “Plan de Ordenamiento Territorial” (2011) de la Secretaría de Planeamiento y
Medio Ambiente de Bariloche.

309
Modelos de desarrollo territorial y conflictos en San Carlos de Bariloche y El Bolsón

• Las disputas en torno a la reproducción ampliada de las distintas fraccio-


nes del capital
• Los antagonismos propios de las relaciones sociales capitalistas alrededor
del proceso de producción
• Los efectos que producen el propio proceso productivo y su concomitan-
te modelo de organización territorial tanto en el ambiente como en la posibi-
lidad de reproducción de las condiciones sociales de producción.
Entonces, “el espacio es uno de los recursos más importantes en el cual se
inscribe el poder. Es por eso que, el espacio es eminentemente político: en el
mismo es posible leer las diferenciaciones sociales, la exclusión y la violencia
de una sociedad” (Politis, 2016: 22). A lo largo de este trabajo intentamos
establecer líneas de continuidad entre los modos de desarrollo territorial, el
surgimiento de determinadas problemáticas socio-ambientales y la funda-
mental participación del Estado. Como vimos, para el caso de estas ciudades
patagónicas si bien difieren en sus orígenes coloniales, los conflictos actuales
abundan en similitudes, aunque los procesos de resolución difieren según
cada caso. Los procesos de transformación urbana impulsados por el modo
de desarrollo territorial basado en la explotación turística de bienes natu-
rales impactan de manera directa en la cantidad y calidad de los mismos
espacios naturales (en el caso de Bariloche, disminuyendo la reserva natural
del Parque Nacional Nahuel Huapi) y en las poblaciones locales por el alza
de precios de diversos bienes y servicios.
Respecto de esto, Bondel cita una reflexión que Di Meo toma de Herin “las
relaciones entre las sociedades y el espacio se establecen en niveles de in-
negable complejidad, con el espacio como simple soporte material de los
hechos sociales, hasta el espacio de las representaciones, los símbolos y el
imaginario, pasando por el espacio producido o factor social” (Bondel, 2008:
7). Para analizar los procesos de conformación y ascenso de la conflictivi-
dad, se vuelve necesario incorporar esta complejidad de elementos y poner-
los en relación con los modelos de desarrollo históricos para poder llegar a
una cabal comprensión de las dinámicas urbano-territoriales, sus elementos
distintivos, sus causas generales y sus consecuencias espaciales. Del mismo
modo, analizar la diversidad y los modos de resolución en cada caso sin
estos elementos, se nos presentaría de manera contingentes y con resulta-
dos dispares. Es usual que, frente a los diversos conflictos planteados, surjan
ciertos argumentos que apelan a discursos de un lado conservacionistas o
patrimonialistas y del otro, argumentos sobre la generación de fuentes de
trabajo por medio del aumento del turismo en la región. Sin embargo, los
efectos finales de dichos discursos resultaron en procesos de gentrificación
sobre poblaciones locales sentando las bases para futuras incorporaciones
al mercado apropiado por sectores externos. Nuevamente, enmarcar estos

310
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

fenómenos en procesos más amplios e históricos nos permitirá establecer


puntos de contacto con otros y relaciones dinámicas entre sí.

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para el Ordenamiento Territorial de San Carlos de Bariloche. Secretaría de
Planeamiento y Medio Ambiente, Municipalidad de San Carlos de Bariloche,
Rio Negro. 2011.

Fuentes periodísticas:
Agencia Digital de Noticias ADN Río Negro
Diario Andino

314
Gonzalo Ezequiel Barrios Garcia Moar

Diario Digital ANBariloche


Diario Digital Bariloche2000
Diario Digital Infobae
Diario El Cordillerano
Diario La Nación
Diario Río Negro

315
316

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