Trabajo Final de Crónica, Literatura e Historia II

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González Nava Diego Alonso

Trabajo final de Crónica, literatura e historia II (1868-1910)

Este trabajo tiene la intención de señalar las principales características históricas y literarias

de cinco crónicas insertas en la obra de Luis González Obregón México viejo: noticias

históricas, tradiciones, leyendas y costumbres1(1900). De igual forma, se introducirán en el

texto algunos elementos que permitan registrar los antecedentes y el contexto histórico,

tanto del autor como el de la producción de la obra. Por último, agregare un par de

comentarios en los que brindare mi interpretación e impresión de las crónicas y a la

conclusión que llegue de las mismas.

Sin duda alguna, una de las obras mexicanas más importantes del siglo XIX es

México a través de los siglos (1884). Dirigida por Vicente Riva Palacio, es reconocida por

el esfuerzo colosal que implico, por primera ocasión, realizar una obra de carácter universal

de la Historia de México. Por suerte para nosotros, el General despertó el interés por una

época que, hasta ese momento, había sido ignorada por muchos y repudiada por otros: el

virreinato. En un ambiente antihipanista, Riva Palacio en el Tomo segundo. El virreinato de

este compendio -desde el punto de vista liberal-, logró dotar de importancia a un episodio

histórico que había sido, desde el inicio de la vida independiente del país, infravalorada por

muchos y en cierto modo, olvidada en archivos y documentos empolvados, y del que

siempre se creyó que fue un periodo mayormente pacifico.2

1
Luis Obregón González, México viejo: noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres,
París/ México,
Librería de la vda. De C. Bouret, 1900, 739 p.
2
Juan Diego Martínez Rangel, “Luis González Obregón. Cronistas e historiador del México viejo”, Tesis de
licenciatura, UNAM-Facultad de Filosofía y Letras, 2017, pp 65-85.

1
Luis González Obregón, un joven historiador y periodista, fue el encargado de

realizar los artículos promocionales que necesitaba esta gigantesca obra para que fuera leída

a lo largo y ancho del territorio mexicano. Este acercamiento al trabajo de Riva Palacio y la

gran empresa que llevo a cabo, le permitieron ganarse un lugar como cronista semanal en el

El Nacional. Este periódico de corte católico-liberal fue fundado en 1880 por Gonzalo A.

Esteva y en su redacción participaron personas como Vicente Riva Palacio, Francisco Sosa,

Manuel Gutiérrez Nájera y Ángel del Campo.3 Por petición propia del fundador del

periódico, Ferfán -seudónimo que empleaba-, publicó semanalmente por cinco años

seguidos, una crónica colonial, en la que narraba y reconstruía escenas, panoramas,

costumbres e historia social de la Ciudad de México en la época virreinal.

Después de verse convencido por la sugerencia de su colega de Nicolás Islas y

Bustamante de recopilar todas las crónicas realizadas hasta entonces y publicarlas juntas en

un tomo, así fue como nació México viejo: noticias históricas, tradiciones, leyendas y

costumbres. Esta obra tuvo una excelente acogida por el público, el cual agoto sus primeros

ejemplares en tan solo una semana. Debido a su popularidad logró convencer a Raoul Mille

y la casa editorial de Bouret que administraba, para imprimir su secuela pero, en esta

ocasión, se llevaría a cabo en la ciudad de Paris, Francia. Las siguientes publicaciones del

autor tendrían siempre la predilección de esta casa editorial. 4 A continuación, expondré

algunos elementos en los que radica la fama y originalidad del cronista histórico de la

Ciudad de México.

3
El periodismo en México. 500 años de historia, Luis Reed Torres y María del Carmen Ruíz Castañeda
(editores), EDAMEX, México, 1995, p 232-233.
4
Martínez Rangel, op. cit., pp 71-73.

2
Crónicas

Las crónicas seleccionadas para ser analizadas son las siguientes: 1) “Capitulo L. La calle

de las canoas,”5 2) “Capitulo LI. El alumbrado,”6 3) “Capitulo LII. Una burla al Santo

Oficio,”7 4) “Capitulo LIV. El cementerio de Santa Paula,” 8 y 5) “Capitulo LX. Las calles

de México.”9 Todas ellas fueron seleccionadas por una cuestión en específico y es que

datan, narran o se refieren a mediados del siglo XIII y principios del siglo XIX. Considero

que la mayoría comparte un periodo de transición señalado sutilmente por el autor y radica

en la transformación física, social y cultural de la Ciudad de México, durante la

“dominación española” y la vida independiente del país. Además, como es notorio, el

parecido entre los títulos de los capítulos muestra el interés que tengo por la obra de

González Obregón.

Si bien, todas y cada una de las crónicas tienen su particularidad, pienso también

que comparten el estilo del autor y su predilección por centrar su narración en los lugares

físicos de la ciudad. La importancia que otorga a las calles, avenidas, cementerios,

conventos, colegios, iglesias, destaca en el texto. Ya sea a través del cambio de sus

nombres, la variación física de los lugares a través del tiempo o el uso que la sociedad

colonial empleara con ellos, siempre está presente esta cuestión del espacio. De igual

manera, creo que lo que señale con anterioridad, también está íntimamente ligado al

comportamiento de la sociedad que habitaba en ella. Así las variaciones de los espacios son

acorde a las festividades religiosas o políticas, actividades comerciales o de entrenamiento,

condición socioeconómica y gremios artesanales de esta colectividad colonial.

5
González Obregón, op. cit., pp 495-500.
6
Ibidem., pp 503-509.
7
Ibidem., pp 511-514.
8
Ibidem., pp 525-531.
9
Ibidem., pp 577-583.

3
Por otro lado, me gustaría subrayar la facilidad que tiene el autor para rebasar esta barrera

temporal de varios siglos en el pasado y mostrar, con bastante naturalidad, como si tratase

de acciones realizas por personas que pudieses observar o palpar en el presente. Así, el

autor no centra su narración -aunque aparezcan- en las grandes figuras políticas o militares

de la época, sino en personas que se enfrentan a problemas de la vida cotidiana y privada.

Asimismo, esto le permite exponer algunos rasgos que difícilmente podrías hallar un texto

de historia clásico, como lo es el temperamento de algún sector de esa sociedad y su

reacción ante cualquier tipo de evento o acontecimiento

Además, su narración aparenta tener un ritmo en donde la gente desempeña una

labor social y todas coexisten e interactúan en el mismo espacio, sin necesidad de presentar

un panorama caótico o difícil de comprender. La minuciosa atención que emplea para

reconstruir estos pequeños detalles, a mi parecer, marcan la diferencia con otros textos de

índole histórica. Agregan dinamismo y entusiasmo al lector, lo incitan a empatizar, de

cierto modo, con personas similares a ellos, personas que hablan, piensan y sienten.

Acorde con lo anterior, para el cronista es relevante manifestar la importancia de las

creencias, ya sean políticas o religiosas, de esta sociedad. Pienso que él considera, que estas

tienen la capacidad de moldear la ciudad a su semejanza y así lo han hecho a través del

tiempo. Como ejemplo de esto señala el cambio de nombre que han sufrido las calles y

avenidas de la urbe, según la tradición, leyenda, festividad o importancia de un

acontecimiento histórico suscitado en el lugar. 10 Y esta idea no solo permea a las

colectividades humanas del pasado, también compete a sus coetáneos y sobreviven a través

de la memoria, que difícilmente puede ser perpetrada.

10
Ibidem., pp 496-497 y 579-581.

4
Por último y no menos importante, quisiera aludir a la impresionante capacidad del

autor para manejar los documentos con los que construye su relato. Estos ocupan un lugar

privilegiado en el texto, y con algo de sutileza y astucia de su parte, elogia la importancia

del quehacer del historiador y el arduo trabajo que existe detrás de sus líneas. Cuando es

necesario, González Obregón recurre a citar fragmentos completos para no dañar la esencia

de los acontecimientos, cuando es imposible emplea su imaginación y recursos literarios

para reconstruir estos cuadros o espejos sociales. Todo esto para presentar a su público

lector un texto interesante, dinámico y rico en recursos literarios, a diferencia de los

tediosos estudios eruditos cargados de exorbitantes referencias documentales y que poco

cautivan a sus espectadores.

La conclusión que obtengo de las crónicas de Luis González Obregón y de su

México Viejo, son positivas, en la medida de su gran aportación a la literatura mexicana.

Sin duda alguna, la labor que despeño y la originalidad que empleo, para un periodo de la

historia que en su momento era ignorado, fue fundamental para el quehacer de los

historiadores y cronistas del futuro. Despertar el interés del público, por una época definida

entre tonos grises, no es tarea fácil, aún más a través de un medio que estaba al alcance de

todos, como lo es la prensa en un sector de la sociedad lectora. Considero que su obra, de

alguna manera, aportó a definir algo el nacionalismo mexicano -una tarea que su

generación consideraba fundamental consagrar-, y logró empatar rasgos culturales que se

creían estaban en disputa, como lo son los de las sociedades española y la prehispánica.

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