Fiscalidad

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Fiscalidad, eficiencia y equidad

La fiscalidad es el medio esencial para financiar los gastos que garantizan el


funcionamiento de los servicios públicos. Hacen falta recursos tributarios para que las
pensiones, salud, educación, o los servicios sociales funciones de manera adecuada. Podría
decirse que la fiscalidad representa “el coste de los derechos”.

Se demanda a la fiscalidad que en coherencia con los servicios públicos, corrija las
desigualdades que se producen como el resultado del funcionamiento del mercado de
bienes, servicios y factores productivos. Los ciudadanos apoyan el principio de capacidad
de pago para financiar la mayor parte de los servicios o, como mínimo, aquellos en los que
los beneficios derivados de los servicios públicos sean difícilmente individualizables.

Adicional se demanda del sistema fiscal que facilite el crecimiento estable y sostenido de la
economía, esto implica evitar las distorsiones de algunos tributos, garantizar la
productividad de los impuestos, y diseñar el sistema de modo que los estabilizadores
automáticos jueguen su papel de moderación de los ciclos y faciliten la salida de las crisis
económicas.

Se trata de objetivos que resultan contradictorios y de difícil ejecución, que han de contar
con respaldado mayoritario de la sociedad que, más allá de una visión sesgada y que insiste
en rebajar impuestos. Debe entender las razones del reparto de atribuciones entre el sector
público y privado en un país moderno y desarrollado. La realización efectiva de los
principios señalados exige que se disponga de recursos suficientes, es decir, un nivel de
presión fiscal que permita financiar adecuadamente los servicios y se distribuya según
criterios de justicia y eficiencia.

Con información suficiente, el primer paso debería ser contabilizar y analizar el coste real
de los servicios necesarios que hay que financiar, garantizando la cobertura para la
población y la calidad. Aunque se realizan esfuerzos para conocer la magnitud que hay que
financiar los resultados son todavía insuficientes, por esto no se puede disponer
mágicamente de una cifra para determinar la presión fiscal necesaria.

La cuestión de la presión fiscal, aun siendo importante, no es el único factor a tomar en


consideración. Tan importante como el nivel de presión fiscal es la estructura del sistema
tributario de cada país: ¿Qué impuestos son los que pesan más y cuáles los que deberían
hacerlo?

En el caso de los países nórdicos, los impuestos directos tienden a pesar algo más que los
indirectos, los niveles de presión fiscal en esos países son más elevados, por lo que puede
ser compatible que sus recaudaciones, tanto en materia de impuestos directos como de
indirectos, estén entre las más altas de la Unión. Mientras los países de más reciente
incorporación a la Unión Europea tienen estructuras muy fundamentadas en los impuestos
indirectos, en los anglosajones predominan los directos, en especial el que grava la renta
personal. Por lo que respecta a los países continentales y mediterráneos, las cotizaciones
sociales suelen constituir el principal grupo de ingresos.

¿Hay que rebajar los impuestos?

La defensa de la rebaja impositiva, defendida con matices diversos, se apoya en los


argumentos de que la presión fiscal sería demasiado elevada, de que hay que evitar los
supuestos de doble imposición de los mismos objetos imponibles, o de que la disminución
de los impuestos generará por sí misma un estímulo a la expansión del sector privado y del
crecimiento económico, o incluso una mayor recaudación, en línea con la llamada “curva
de Laffer”.

Otras justificaciones, más cargadas de contenido ideológico, señalan que el dinero está
mejor en los bolsillos de los particulares o que la gestión de los administradores públicos
tiende a ser poco eficiente o totalmente ineficiente, rebajar los impuestos no tiene mucho
sentido, y sise realiza a cambio de recortar los servicios públicos se estaría violando
algunos de los principios básicos de los derechos de los ciudadanos.

La pregunta relevante es, si se consigue acceder a dicha capacidad económica real y si el


gravamen total sobre la misma se ajusta a los valores de justicia vigentes en cada
comunidad, y con independencia del análisis meramente formal de la incidencia legal. En
este contexto, la pretendida y frecuentemente cuestionada doble imposición asociada a la
imposición sobre la riqueza podría extenderse con idéntica ausencia de fundamento a la
imposición sobre el consumo.

¿Qué hacer con la equidad?

Una segunda cuestión relacionada con lograr una mayor igualdad entre los ciudadanos es la
equidad ¿se puede corregir la desigualdad por medio de los instrumentos tributarios?, Los
trabajos realizados empíricamente parecen mostrar una pérdida en la capacidad de los
sistemas fiscales para hacer efectivo el principio de capacidad de pago a través de tributos
progresivos y conseguir la redistribución de los ingresos entre los ciudadanos como en
épocas pasadas. Estos trabajos parecen abocar a la inviabilidad en el sistema tributario,
sacrificar la progresividad a cambio de asegurar el aumento de los recursos con los que
financiar los gastos públicos.

Existen variedad de argumentos para defender el mantenimiento del criterio de


progresividad en el caso de algunos tributos, como los que afectan la riqueza y a su
transmisión, en el campo de la tributación sobre la renta personal, existen dificultades para
hacer tributar a los ingresos mas altos, especialmente el excesivo peso que representan las
rentas de trabajo, puede tener sentido mantener los impuestos progresivos a los ejecutivos
de mas alto nivel, cuya cuantia difícilmente puede justificarse en términos de merito,
esfuerzo y capacidad.

El combate a la desigualdad exige la revisión de los premios que el mercado adjudica a los
agentes económicos, en una sociedad con tanta desigualdad, existen salarios tanto en el
sector publico como el privado sueldos superiores a los Q100,000.00 mensuales. Atkinson
en el libro mencionado detalla una lista de propuestas para revertir la tendencia a la
desigualdad, afirma que se debe de volver a una estructura de tiós impositivos mas
progresivos, hasta un tipo máximo del 65%.

¿Es posible mantener la independencia fiscal?

La globalización afecta intensamente a los agentes económicos, de manera especial a las


empresas, cada vez en mayor medida se enfrentan al mercado global, esto obliga a
replantear las estrategias fiscales especialmente en el campo de los servicios públicos.

En el caso de Europa, como consecuencia del proceso de globalización, crece la exigencia


de integración entre sus miembros, con lo que disminuye el terreno de los gobiernos
nacionales, que muy posiblemente se vea mas reforzado en los próximos años, esto afectara
el impuesto de sociedades y el IVA, reduciendo el alcance de la soberanía de los países. La
Intensidad de los cambios en el terreno global exigiría reformas que alineen el país con los
europeos que disponen de sistemas fiscales más adecuados.

Fraude y la administración tributaria

Según un estudio realizado en Europa se estima un fraude global en Europa de 1 billón de


euros anuales, la medía de fraude estimado por país se sitúa en un 7%del PIB. El fraude es
una de las manifestaciones más claras de la incapacidad del sistema fiscal para cumplir sus
objetivos y pone de manifiesto la falta de solidaridad y sentido de pertenencia de una parte
de la sociedad, que hace que los individuos con tal de conseguir un beneficio particular,
dejen de cumplir con sus obligaciones.

Una estrategia adecuada para combatir el fraude fiscal es la educación ciudadana, además
podemos mencionar la extensión y profesionalización de la administración tributaria y el
reforzamiento del sistema sancionador. La lucha contra el fraude fiscal siempre es una de
las propuestas más importantes de los partidos políticos, pero no s avanza en este sentido
cuando llegan al poder.
BIBLIOGRAFIA

Ruiz-Hueta, J (2015), Presentación: Fiscalidad: Eficiencia y Equidad. Economistas sin


Fronteras. Universidad Rey Juan Carlos. No 20, 4-8.

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