Encadenados Al Destino (Secretos y Amor #1) - Alexa R
Encadenados Al Destino (Secretos y Amor #1) - Alexa R
Encadenados Al Destino (Secretos y Amor #1) - Alexa R
Personajes:
—No —retiro el cabello castaño muy largo que cubre mi rostro y lo lanzo hacia
atrás. Miro a mi amiga por debajo de mis pestañas—. Llamaré a Nicolás, voy a
pedirle que venga por mí.
Saco el móvil del bolsillo de mi falda, y procedo a marcar el número del hombre
que me acelera el corazón, que me hace temblar las rodillas y que a su vez, me
hace sentir demasiadas cosas por dentro para ser soportadas. Y, que aunque
quisiera no podría evitar los sentimientos que despierta en mí. Tamara está al
lado mío ladeando la cabeza en desaprobación y los brazos en jarras.
Solté un pequeño suspiro.
Ella piensa que el amor que siento por Nicolás Maderos—como bien mencionó
antes, el mejor amigo de mi padre y varios años más que yo —es absurdo, que
no puede ser por la diferencia de edades, ¿pero acaso alguien dijo que para el
amor hay edad, etnia, o condición social? El amor no se elige, el amor te elige
o más bien, tu corazón elige a quien entregarse.
El teléfono sonó dos veces y escucho su voz, gruesa, áspera y la vez, hermosa
y siendo capaz de acariciarme todos los sentidos.
Pequeña.
—Bien, hermosa.
—Oye Nicolás, ¿te puedo pedir un favor? —escucho su risa al otro lado de la
línea. Río yo también.
—El que quieras, princesa. Sabes que yo estoy para complacer y cumplir todos
y cada uno de tus deseos. A ver dime.
Sí, pero quiero verlo. Me muero por verlo como cuando dejas de ver a ese ser
que más amas por una eternidad. No lo veo desde hace dos semanas que
asistió a una cena familiar en casa y lo echo mucho de menos.
Era obvio que tenía quien me llevara a casa, no sólo estaba Tamara que tiene
su coche— regalo de su último cumpleaños— también podría llamar a casa y
me recogerá el chofer o mi padre, pero mis ganas de verlo son demasiado
fuertes.
—Está bien, no te preocupes que voy por ti —me contesta y puedo escuchar el
sonido de una silla al moverse, como si se estuviera poniendo de pie después
de haber estado sentado tras su escritorio en su oficina—. Estoy ahora
saliendo para tu colegio.
Mi corazón saltó de alegría. La mayor parte del tiempo me salgo con la mía
cuando se trata de él.
—Te miro así porque me preocupas, Miranda —dice, haciendo suspirar por el
tono de preocupación en su voz—. No quiero que sufras y por el camino que
vas eso es lo que va suceder y si te soy completamente sincera no quiero estar
ahí para ver eso.
Lo peor del caso es que ella había tenido razón, mas yo estaba tan perdida en
mi mundo de fantasía que me había negado a ver la realidad.
—Está bien, me voy pero luego no digas que no te advertí —se acercó y me
dio un beso en la mejilla. Yo se lo regresé porque más que mi amiga es mi
prima y la adoro—. Te quiero.
—También te quiero, intensa —le digo—. Vete con cuidado y nos hablamos
más tarde.
Unos minutos más tarde, un coche negro frenó a mi lado y un hombre alto,
guapo, atractivo hasta decir «crucifíquenme que soy pecador por estar tan
bueno y derretir tantos corazones» —sobre todo el mío—salió de ese coche
con una sonrisa derrite bragas y posó unos bellos ojos grises en mí.
Impecablemente vestido con un traje negro que le quedaba pintado; hecho a la
medida de su delicioso cuerpo bastante bien formado.
—Yo también estoy feliz de verte, princesa —me da un beso; en la mejilla, pero
se sintió igual de bonito que si hubiese sido en los labios. ¡Quiero tanto besar
esa boca! —¿Me tarde mucho?
—En ese caso señorita —me abrió la puerta del lado del copiloto y me deslicé
dentro rápidamente. Cerró la puerta para acto seguido rodear el auto y varios
segundos después estar tomando su puesto de conductor, entretanto, yo
abrochaba el cinturón de seguridad a mi cintura—. ¿Qué tal el colegio?
°•°•°•
°•°•°•°
—Muy bien —se gira un poco sobre su silla, y deja un beso en mi mejilla—. ¿Y
mi niña linda, cómo está?
—Esperando para mí ese coche que me prometiste hace ya dos meses, papá.
—Miranda, no estás en edad de coche aún —por supuesto que eso lo dijo mi
querida madre que se niega a que me compren un coche.
—Madre, por supuesto que estoy en edad de coches. Tamara tiene la misma
edad que yo y sus padres ya le compraron el suyo, yo también me merezco
tener uno —miro a mi padre, con una cara de manipulación que debía ser
enmarcada en un cuadro de Picasso y contaría miles de dólares, única—.
¿Verdad que sí papito lindo?
—Tienes toda la razón mi sol. Mañana mismo iremos a una tienda y elegirás el
que desees —Me confirma, no les digo que siempre cae. Ese es mi padre.
Me levanté de mi asiento, voy a su encuentro y me lo como a besos por toda la
cara.
Escucho a mi madre dejar caer un cubierto con brusquedad en el plato, río por
lo bajo mientras abrazo a papá, aún.
—Lucas, esa manía tuya que tienes de consentir está niña es lo que hace que
la eches a perder —se queja mi adorada madre, entretanto yo volvía a mi
asiento. Me siento y rápidamente me coloco la servilleta roja sobre las piernas.
— ¿Qué quieres que haga, Paula? Soy su padre, vivo para consentirla y
echarla a perder como tú dices —me guiña un ojo y yo le lanzo un beso, viendo
a mi madre ladear la cabeza.
Relleno una copa de agua y la llevo a mi boca para tomar un trago, calmando
un poco de sed que tenía.
—Se quedó en casa de una amiga, cielo. Tareas —me contestó mamá, asentí
y le puse atención a mi cena.
—Sí, cariño.
Mi padre frunció el ceño al ver, suponía, mi cara blanca por la sorpresa, incluso
los tumbos que daba mi corazón podrían escucharse ensordecedor contra mis
orejas. Las manos comenzaron a sudarme, y las piernas casi dejaron de
sostenerme y empecé a sentirme flotando en el aire.
—¿Qué sucede, Miranda? ¿Te sientes bien? —Increpó papá, mirándome con
preocupación.
¿Nicolás se va a casar?
No, eso tiene que ser una mentira. Él no puede hacerme eso, yo lo amo. Si es
verdad, voy morir... él, no puede...
°•°•°•
Después de salir sigilosamente de mi casa, evitando ser vista por mis padres—
siendo más de las nueve de la noche—monte en un taxi que me dejo en la
avenida donde quedaba un lujoso complejo de apartamentos; uno de los más
lujosos de la ciudad de Los Ángeles.
Me bajé, pagué el taxi y luego caminé hacia el lugar. El corazón me latía tan
fuerte que podía sentirlo en todos los lugares donde era posible sentirlo, era
una sensación dolorosa de un modo insoportable. Lo único que hacía era
suplicar que cualquier cosa que lo hiciera latir de esa forma sea una mentira,
porque de ser verdad terminaría estallando y amenaza con no volver a
recuperase nunca más.
Subí en un ascensor que minutos después me deja frente a una puerta. Alcé mi
mano para tocar y luego la bajé. Me faltaba valor.
Sucedió.
—Miranda, qué... ¡Dios! ¿Qué haces aquí a estas horas? Ven pasa —me abrió
la puerta ampliamente, permitiéndome la entrada—. ¿Sucede algo, pequeña?
Las palabras salieron de mis labios en un susurro bajo porque muy en el fondo
deseaba con todas mis fuerzas que fuera mentira. Una mentira. Que no fuera
cierto que otra mujer estaba a punto de robarme el hombre que amo.
Afirmé, pasando saliva por mi garganta tan seca que al tragar me dolía.
—Ven —me ofreció su mano para que me acercara a él, nerviosa obedecí y la
tomé. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando me miró fijamente a
los ojos, las piernas incluso las sentí un poco más débiles—. Pequeña, dime la
verdad, ¿saben tus padres que estás aquí?
La esperanza de que fuera mentira había muerto. Él se casaba con otra sin
saber que yo lo amaba.
Me levanté del sofá secando mis lágrimas, si algo detesto es que me vean
llorar. No me gusta parecer débil ante nadie y menos ante él. Había sido
realmente tonta al soñar con un hombre que estaba demasiado alto para mí.
Era seguro que mientras yo veía en él al hombre de mi vida y de mis sueños, él
seguramente solo me vía como una niña tonta.
Soy una idiota, ¿cómo pude haberme confundido tanto? Me dijo te quiero y
como una ilusa me lo creí.
— ¿Miranda quiero saber qué pasa? —Nicolás se levantó del sofá e intento
acercarse a mí, luciendo preocupado, pero yo retrocedí.
No podía.
Le aconsejé, más que nada para que dejara de mirarme de la forma que lo
estaba haciendo: ¿con lástima?
—Amor, ¿por qué tardaste tanto en abrir? —Mis ojos miraron a la mujer que
me robaba al hombre de mi vida. Una morena que se arrojó a sus brazos,
posiblemente la mujer más hermosa que yo haya visto jamás en mi vida—. No
importa, cariño. Mejor dame un beso que te extrañe hoy futuro esposo.
Esa chica pegó su boca a la suya, besando esos labios que yo llevaba tanto
tiempo deseando saborear y que fueran los primeros labios en probar en mi
vida. Ya no podrá ser porque él ya no es ni ha sido nunca mío.
Fui tan ilusa y dolía reconocer que Tamara había tenido toda la razón: iba a
sufrir y lo estoy haciendo ahora.
Quema.
No podía quedarme más tiempo, era demasiado doloroso, así que me moví a
toda velocidad por la puerta casi empujándolos por la velocidad que llevaba.
Escuché mi nombre:
— ¡Miranda, espera! —no me detuve, corrí, corrí y corrí hasta que mis piernas
dolieron tanto o más que mi pecho.
CAPITULO 1
—Muy bien Miranda —me anima el fotógrafo, con el ojo en la cámara—. Esa
mirada me encanta. Bien, perfecta.
Me estiro en un sofá realizando una sesión de fotos para una marca de ropa
interior, dándole poses sensuales y provocativas. Mi finalidad: enamorar a un
cliente imaginario a través del lente de una cámara, y a su vez, vender lo que
llevo puesto.
—Listo preciosa, una más y terminamos —me volvió a decir él y yo seguí con
las poses hasta sentir un último flash—. Una excelente sesión.
—Estoy feliz por eso —le digo, a Matt—. Si algo me gusta a mí es hacer un
buen trabajo y dejar satisfecho al cliente. Pagan por un trabajo bien hecho y
eso me gusta darles, siempre.
Me da una sonrisa.
—Con esa cara de ángel y ese cuerpo innegablemente puedes hacer una mala
sesión.
La razón por la que casi huí de ese lugar, prefiriendo estar acá en Francia
metida en un horrible colegio que parecía una cárcel en lugar de haberme
quedado con mi familia a la que tanto he extrañado todos estos años lejos,
tiene nombre y apellido: Nicolás Maderos. Ese enamoramiento adolescente
que me hizo sufrir tanto. Mi primer amor. Pero, aunque, me había costado
muchas noches de llanto, de insomnio y de dolor, con el tiempo pude...
¿superarlo? Mi meta en la vida es evitar pensar lo menos posible en él.
Me hizo daño, pero también soy consciente de que yo me lo busqué por tonta.
Nicolás...
Meneé la cabeza.
Me hallo a punto de cerrar los ojos con la cabeza sobre el respaldo del mueble
cuando, de pronto, el sonido de mi móvil me alertó. Chirreé los dientes. Me
siento súper cansada después de no haber parado en días y quiero descansar.
Modelar por más bonito que sea: salir en revistas, desfiles para grandes
diseñadores y ser la imagen de diversas marcas y campañas, entre otros, es
tan estresante y agotador.
Mi cabeza duele.
Yo también.
Hace años atrás al yo decidir que deseaba estudiar mis dos últimos años de
secundaria en un internado esa chica que conozco de toda mi vida, mi mejor
amiga antes que todo, se me apareció en el avión al último momento con la
promesa de que no me dejaría morir sola en mi tristeza. La amo. Lo que más
amé de esa chica es que aunque en muchas ocasiones ella me dijo que mi
enamoramiento por Nicolás, iba a causarme heridas, y de hecho no se
equivocó, no me dijo la típica frase: «te lo dije» para hacerme ahogar más en
mi miseria —al contrario —fue comprensiva y se dedicó a consolarme en mi
tristeza. Me hecho porras para que pudiera arrancarme a ese hombre del alma
e hizo de todo para sacarme una sonrisa de los labios cuando me negaba a
sonreir. Es tan buena.
Luego de graduarnos —con las mejores notas— ella se había regresado a Los
Ángeles con su familia mientras tanto yo, me había quedado viviendo aquí en
esta hermosa y romántica ciudad de París. Así lo decidí aun en contra de los
deseos de mis padres que me querían de vuelta en casa. No me sentía lista
para regresar, hasta ahora.
Regresar.
Al salir de la ducha no tengo ganas de cambiarme, por lo que solo seco el agua
de mi cuerpo con la toalla, me coloco unas bragas y solo con estas me acuesto
a dormir, consciente de que la siguiente noche no será en esta cama en la que
dormiré, sino allá y sabiendo que... Me acurruco entre mis sábanas y me
obligo, como siempre, a expulsar cada pensamiento suyo que viene a mi
cabeza.
🌺🌺🌺
Volví a donde pertenezco.
—Miranda.
Trago en seco.
Esa voz, hacía años que no la escuchaba pero la reconocería hasta mil vidas
después.
Aún no me giro, sigo dándole la espalda y aprieto mis dos maletas con tanta
fuerza que comienzan a doler mis dedos.
Un miedo a verlo a los ojos después de tanto tiempo consiguió paralizar todas
las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Me dije que eso no podía ser
posible. Ese hombre ya no domina, ni manda en mi corazón. Lo he olvidado
¿Entonces por qué siento que se me quiere salir el corazón del pecho?
«No, no, no, no...» Él ya no puede afectarte Miranda, no puede. No se lo
permitas, no una vez más. Ya no eres aquella niña: Me susurra una voz
insidiosa en mi cabeza.
Ni siquiera puedo decir que fue su culpa. Sería estúpido culparlo a él cuando yo
fui la que se enamoró; la que confundió las cosas y puso los ojos demasiado
altos... Así que al final la única responsable de mi dolor soy yo misma ¿no?
Me giré muy pero muy despacio, para encontrarme con ese rostro masculino
que me costó tantas lágrimas y la peor tristeza de mi vida al enterarme que
mientras yo lo amaba en silencio él estaba preparando su boda con otra mujer.
Ahora está ahí frente a mis ojos y en medio de la terminal de un aeropuerto,
abarrotado de gente pero parecen invisibles ante su presencia. Seguía tan
guapo como hacía cinco años—o quizás más— No había cambiado nada con
los años y su increíble magnetismo sexual; ese que él desborda tan bien, no
pude evitar que me provocará un picor en todo el cuerpo. ¿Por qué?
Tomé tres inspiraciones profundas, tratando de, en vano, tragar el nudo que se
halla atorado en mi garganta. Teniéndolo así todo parece sentirse como si
fuera ayer y quiere volver a... ¿doler?
Tragué grueso cuando el olor de su perfume me golpeó. Olía tan fresco como
las aguas del mar, pero al mismo tiempo era una esencia, varonil sexual y muy
masculina—tan él—. Podría decir que incluso seguía utilizando el mismo
perfume, según yo lo recordaba. Su olor jamás lo olvidaría, ya que, siempre lo
amé.
Ya no es como antes entre nosotros. Las cosas han cambiado con los años y
ahora parecemos dos simples extraños cuando solíamos ser tan buenos
amigos –aunque yo de estúpida me enamoré ¿no? –En otros tiempos Nicolás
me hubiese abrazado y yo le había correspondido con algarabía; casi haciendo
una fiesta, pero solo dice secamente:
Involuntariamente mis ojos miraron su vestimenta. Viste muy serio con un traje
de etiqueta de color negro a su justa medida, zapatos igual de negros y su
cabello muy bien peinado. Toda la perfección masculina en un solo hombre.
—¿Te preguntarás qué estoy haciendo aquí? —asentí sin poder decir nada
más. Aunque lo quisiera no podía apartar mis ojos de él. Es tan dolorosamente
atractivo que tus ojos se irritan al mirarlo—. Pues, vine a recogerte.
Arrugué mi frente.
Lo vi relamer sus labios, unos labios muy sensuales, para que mentir.
Nicolás me pidió llevar mis maletas, le dije que sí, y luego de que él tomará las
dos maletas a cada mano, comenzamos a caminar por el aeropuerto camino
hacia donde estaba aparcado su coche.
Sentía una sensación inexplicable y extraña encerrada en ese auto con él.
Demasiado poco espacio a mi parecer. Me removí en el auto intentando
controlar unos nervios repentinos que me golpearon con fuerza. ¿A qué se
debe?
Me giré para verlo nuevamente y miré lo guapo que estaba. Ver que los años
solo lo habían mejorado. Con treinta y siete años luce como un Dios griego
dolorosamente atractivo y sexy. Con un físico que incita a todo menos a pesar
con cordura y su rostro,... es el que cualquier mujer vería en sus sueños. Sus
cabellos son azabaches y luce perfectamente cortado y peinado hacia atrás. Y
sus ojos, son penetrantes. Su mirada gris inmensamente brillante, te embruja
de tal forma que olvidas hasta tu nombre y lo demás a tu alrededor se detiene
de impacto.
Es como los buenos vinos: mientras más años pasan se pone mejor.
—No, no, no. No puede volver a ocurrir —me dije, cuando paso por mi cabeza
el hecho que sí años atrás me enamoré como loca de ese hombre que sigue
siendo incluso más guapo, no podría volver a caer en su hechizo nuevamente.
—Nada. Uh... no me hagas caso, yo... eh, olvídalo —balbuceo, sin saber que
decir y jugando con mis dedos de las manos y mordiendo el interior de mi
mejilla. Una luz roja lo había obligado a detenerse hace unos pocos segundos.
Me mira sin... recato ninguno. Pude, pero no aparte mis ojos de los suyos; tan
grises y brillantes, aun con quererlo no podía. Admiraba, indudablemente lo
bien que lo habían tratado los años. Muy bien a decir verdad.
El sonido de una bocina indicó que la luz roja había cambiado, rompiendo el
intercambio de miradas. Hasta ese momento no me di cuenta de lo fuertes
latidos que lanzaba mi corazón, solo cuando sentí el dolor y me costó llevar
una mano allí para presionar, soltando una profunda inhalación de aire.
Yo:
Tamara:
Oh, qué bueno. Aunque lástima que nos tendremos que ver hasta mañana,
compromisos.
Yo:
Tamara:
Yo:
Lo curioso era que me había llamado princesa otra vez, así me llamaba antes y
me gustaba. Pero ya no soy esa niña enamorada de dieciséis años que soñaba
con su amor y que cuando lo había perdido—Bah, en realidad nunca lo había
tenido— había decidido huir. Ahora soy una mujer con los pies bien puestos
sobre la tierra. Además, no puedo olvidar que él es un hombre casado.
Salí del auto y vi mi casa, la enorme mansión Collins. El lugar donde había sido
tan feliz, y de la que me había ido por más de cinco largos años ¿Cómo había
tardado tanto en regresar?
—Fueron muchos años —murmuró Nicolás ya con mis maletas en sus manos y
como si me hubiera leído la mente. Solo asentí y caminé hacia la entrada de la
casa.
—Mi niña —Exclamó mi antigua niñera: Helena, quien abrió la puerta y cuando
me vio se arrojó a mis brazos—. Qué bonito que estés de vuelta, haber déjame
verte —se alejó y puso sus ojos sobre mí—. Estás hermosa.
Yo reí.
Andrea.
Durante todos los años que viví en Francia solo la había visto por fotos. Nunca
me visitó y no comprendí sus razones. Sí, sé que cuando vivíamos juntas mi
relación con ella no era la mejor pero creí que una vez viéndome lejos ella me
extrañaría, no fue así.
—Bueno, yo me retiro.
El sonido de esa voz, grave y ronca, me hace acordar que me había olvidado
de que Nicolás estaba allí, a mi espalda. Me giré frente a él.
Metí las manos dentro de los bolsillos traseros de mis vaqueros, quizás
disimulando un repentino nerviosismo por la manera tan penetrante en que sus
ojos estaban puestos en mí, era como si con esa mirada pudiera hacerme
sentir débil, vulnerable ante él, y para más extraño, sentía que hasta podría
descubrir cada secreto que ocultan mis ojos y no me gustó saberlo.
Atrapé entre mis dientes mi labio inferior, mordiendo de este hasta que el sabor
de la sangre pudo ser saboreada por mi paladar. ¡Rayos! ¿Por qué todavía
siento que su presencia me acelera el corazón como años atrás? ¿Por qué si
me juré que lo había olvidado no puedo dejar de sentirme fascinada y atraída
hacia él?
Y sin más salió de la casa caminando hacia la salida con una sensualidad
masculina condenadamente arrebatadora, del tipo que arranca suspiros y
miradas nada inocentes.
Me giré hacia Helena dejando atrás mis oscuros y lujuriosos pensamientos
sobre Nicolás, no es conveniente que le esté mirando el trasero cuando todo él
ya tiene dueña y no soy yo.
—Helena puedes dejar sobre el buró lo que te pedí —dice, con su voz aún de
niña y confundiéndome con la nana.
Ella se halla recostada sobre la cama, así que no me había visto porque se
encontraba en posición de espaldas a la puerta. Lee una revista que
curiosamente, yo soy la portada.
—Ah, eres tú —aunque no lo crean eso fue lo único que dijo antes de volver la
atención nuevamente a su revista.
—¿Qué quieres que te diga, que me alegra que hayas vuelto? —Se encogió de
hombros sin mirarme, indiferente—, pues me da igual.
No tenía dos minutos que había entrado a su cuarto y ya me había hecho sentir
mal. Dolida me giré sobre mis talones y salí de su cuarto. Ahora Andrea tiene
quince años y sigue siendo tan grosera y déspota como cuando tenía díez.
Con el corazón doliéndome a causa del rechazo de mi única hermana, que sin
entender sus razones, no me quiere, me acerco a la que era mi antigua
habitación. Tomé en mi mano el picaporte soltando un breve suspiro, lo giré y
empujo la puerta hacia adentro, abriéndola. Una vez está abierta ingresé en el
lugar, haciendo ruidos en el suelo de maderas gracias a mis sandalias de tacón
rojas, y las cuales, se amaran a mis tobillos.
Al estar dentro de sus cuatro paredes pintadas de rosa pálido y blanco, las
cortinas a juego, me di cuenta de que mi recámara continuaba tal cual la deje
años atrás. Los mismos poster de artistas a los que era aficionada en esa
época de adolecente y de los cuales mi madre se quejaba por mi obsesión con
ellos, se hallan aún pegados en la pared, sobre mi cama.
—¡Papi! —corrí hacia sus brazos con el corazón inflado de felicidad por verlo.
Lo extrañé.
Lucas Collins, al menos para mí, es el hombre más maravilloso que Dios
alguna vez haya creado. Dulce. Tierno. Delicado y excesivamente cariñoso,
sobre todo conmigo.
Paula Collins es la madre que cualquier hijo desearía tener. Al igual que papá
es un derroche de dulzura y yo me siento muy orgullosa de ser su hija, de
haber nacido en una familia llena amor.
—Mi solecito —me giré hacia mi padre y mamá me abrazó fuerte por detrás,
como si buscara sentirme—. Qué feliz estamos de que hayas vuelto a casa,
con tu familia. Te amo.
Oh Dios mío...
—Es la verdad, ¿no mami? —escupió—. Para ti y para papá ella es la única
que existe. No importa lo lejos que esté, Miranda siempre será la única
princesa de esta casa. La única.
Andrea siente celos del cariño de mis padres, por esa razón es que desde
tiempos antiguos esa enana ha sido grosera, pedante y malhumorada cuando
se trata de mí. Siempre ha rechazado mis intentos de acercarme a ella, aunque
sí, solo cuando mi hermana era muy pequeñita y antes de los cinco años, solía
meterme a mi cama en las noches, buscaba mi protección y yo se la daba
gustosa. Luego la cosa comenzó a cambiar y Andrea a odiarme sin ninguna
razón aparente. No lo entendía hasta ahora: me tiene celos porque cree que
soy más querida por nuestros padres que ella.
Siendo sincera siempre he sido muy consentida— sobre todo por mi padre—Él
me daba cualquier cosa que yo le pidiera desde pequeña como si fuera una
orden. En cuanto a mamá, no es tan consentidora conmigo como papá, pero sí,
en múltiples ocasiones conseguía convencerla para que cediera ante alguno de
mis caprichos.
Suspiré y me volví a dejar abrazar por papá y mamá que me volvieron a decir
unas quince veces más lo feliz que están con mi regreso a casa. Que bonito
era volver a estar en familia, pensé entre sus brazos. Aun cuando una parte de
ella no me quiere, pero ya me encargaré de ganarme su cariño. Espero tener
suerte.
🌺🌺🌺
Lucas es el mejor padre del mundo y nunca ha sabido negarme nada, como no
me negó el irme a Francia cuando le supliqué marcharme años atrás a estudiar
en el extranjero, con la excusa de que quería conocer nuevas culturas,
convenciéndolo de que era lo que más deseaba siendo una vil mentira y sí, una
forma de escape rápido.
En ese entonces yo no tenía la menor idea de que Nicolás salía con alguien por
lo tanto, para mí, fue muy fácil llenarme de ilusión con él—enamorarme del
amigo de mi padre—Se supone que éramos amigos y no tenía idea de que él
tuviera una relación con una mujer en ese entonces. Fui tan tonta.
Teníamos sin vernos más de un año después de que ella pasara las últimas
navidades conmigo en Francia. Demasiado tiempo para ver a alguien que se le
quiere tanto.
—Que bueno verte, amiga—digo, alejándome de sus brazos para tomar entre
mis manos las suyas.
—¿En definitiva volviste para quedarte? —me pregunta, tras ambas habernos
dejado caer sobre mi cama.
Sonreí.
🌺🌺🌺
Mi cuarta noche en Los Ángeles y todo había ido bien, excepto por mi
hermana, claro. Esa niña esta déspota conmigo. Me desprecia. No solo se ha
negado hablarme sino que también había rechazado el regalo que con tanto
amor compré para ella. Al final, había tenido que darle el obsequio a Alandra, la
nieta de la nana Helena y de la misma edad de Andrea, pues era un lindo
vestido de colección y no iba tirarlo por mucho que me doliera el que lo
rechazara y me dijera que no le interesa nada de mí. Lloré.
—Miranda —me giro del espejo al ver entrar a mi madre a mi habitación—. Oh,
estas bellísima.
—Gracias madre —le digo, saco unos pendientes de oro de mi cajita de joyas y
me dispongo a colocarlos en mis orejas.
—Saldré a bailar con Tamara —termino de ponerme los aretes y pongo mis
ojos en ella—. ¿Venías a decirme algo?
—No cielo, ya no importa —me palmeó las mejillas con una mirada de cariño—
. Ve y diviértete mucho.
—Vale.
🌺🌺🌺
—Hola chicos —saludó a dos chicos muy monos que al vernos se levantaron
de sus asientos. Ellos respondieron con un: «Hola Tamara» —. Les presento a
mi mejor amiga, Miranda Collins. Acaba de llegar a Los Ángeles.
—Miranda —Comentó uno de los chicos, de voz áspera y tan sexy como el
mismo—. Vaya, eres mucho más deslumbrante en persona que en las revistas
de modas. Un hermoso placer conocerte bella, Owen.
Tomó mi mano y se inclinó para darme un beso en el dorso de esta. Acto
seguido me deslumbró al brindarme una exquisita sonrisa.
—Es para mí también un placer conocerte, Owen —le obsequio una sonrisa
que él, con unos dientes perfectos y blancos, me regresó.
—Un gusto conocerte Miranda, yo soy Steven —al igual que el anterior, tomó
mi mano y caballerosamente me dejo un beso en el dorso.
—¿Gustas un trago, Miranda? —me preguntó Owen con voz ronca. Al mirarlo
lo chequeé observar con detenimiento toda la extensión física de mi cuerpo,
lamiéndose el labio inferior.
Aunque no de esa clase de miradas que emplean muchos hombres con la cual
te hacen sentir desnuda, aun estando cubierta. Es una mirada que dice: «me
gustas», pero respetuosa. Lo cual me hace darle una muy amplia sonrisa.
—De nada.
Me llevo mi trago a la boca, pasándolo por mi garganta. Estaba algo fuerte pero
estoy acostumbrada a tomar. Lo he hecho desde muy joven a escondidas de
mis padres. Comencé a beber cuando tenía catorce años, sí, lo sé, una edad
algo joven para que una chica meta alcohol en sus venas y más aún cuando no
lo tenía permitido, pero soy y he sido siempre una rebelde. Nunca sigo las
reglas, ¿saben por qué? Seguir las reglas es para gente aburrida y yo soy todo
menos eso. En lugar de seguirlas, las rompo.
No se sentía mal y debía decir que el chico no solo huele bastante agradable,
también me gustó que fuera respetuoso como pocos hombres lo son. Dejo sus
manos quietas en mis caderas y no la movió a ningún lugar donde podría
hacerme sentir incómoda, siguiéndome el ritmo en la pista. Bailamos lento y
suave hasta que finalizó la canción.
No obstante, como yo no tenía ganas de dejar de bailar comenzó a sonar una
nueva música— era una mezcla de Reggae— y empecé a pavonearme. Owen
me siguió el ritmo. He de admitir que el chico no solo está buenísimo, también
sabe moverse y me gustó bailar con él al igual que coquetearnos con los ojos.
Bailamos cada canción que sonó hasta que ambos estuvimos lo
suficientemente cansados como para ser capaces de seguir moviéndonos.
Sí, algunas noches violábamos las reglas del colegio y su seguridad. Cómo
podíamos despistamos a los guardias; que siempre pensé que eran unos
tontos y nos escapábamos. Salíamos a bailar hasta la madrugada. Tuvimos la
suerte de nunca ser atrapadas.
—Hmm, al parecer eras una chica muy rebelde, Miranda —dice Owen,
mientras Steven y Tamara se van a bailar a la pista y sólo quedamos nosotros
en la mesa.
Éramos algo tremendas, pero yo era la peor. Era quién buscaba la manera de
como escaparnos, Tamara solo me seguía la corriente. Es que en un principio
cuando había decidido irme lo había hecho por el dolor y la tristeza que me
perseguía en ese momento— por una desilusión amorosa—luego comencé a
sentirme encerrada y a mí no me gusta que me aten, amo la libertad.
Entablé una charla con Owen. Es un hombre muy agradable y divertido en
todos los sentidos, y nada pesado. En ese corto tiempo me enteré que Steven
y él son hermanos pero solo por parte de madre, y que él es el mayor de los
dos por tres años. Un momento más tarde la pista nos daba nuevamente la
bienvenida, bailando y riendo felices.
🌺🌺🌺
Referente a ella, hmm, había visto demasiado cercanía entre ella y Steven que
me hizo pensar que quizás ellos...
—No sé, supongo que porque vi que parecían muy, ¿cercanos? —ella se
carcajeó como si yo hubiese hecho un chiste. Fruncí el ceño.
—Y si tiene novia, ¿por qué no sale a tomar con ella en vez de con sus
amigos?
🌺🌺🌺
Mierda.
Ruedo sobre la cama agarrando mi cabeza con fuerza con mis manos como si
de esa manera la tortura podría terminar, pero era imposible.
—Solange, cocina lo que te anoté ahí. Tenemos invitados a comer esta tarde.
Dejé la cama y me dispongo a darme una ducha, viendo que el reloj de pared
de mi habitación marca la una de la tarde. Si que dormí, pensé. Me despojé de
mi ropa de cama, envolví mi delgado cuerpo en una toalla y me metí a mi baño
dejando que el agua caliente de la ducha cayera suave sobre mi cuerpo.
Me gustaría tener un amor así de bonito, pero al paso que voy lo veo difícil.
Solo me enamoré una vez y para rallar en la mala suerte, el hombre era mayor
que yo, y no veía en mí más que una niña inmadura de dieciséis años y se
casó con otra. Mientras estuve en Francia flirteé con algunos chicos, pero no
fue nada importante y mucho menos memorable. Aunque podría decir que aun
soy joven y mi oportunidad de volver a enamorarme — esta vez de un hombre
que si me corresponda— puede que esté a la vuelta de la esquina. ¿No?
Owen Smith pasó por mi cabeza. Él por ejemplo luce como un buen partido y
como dije antes, el hecho de que sea el primer hombre que me gusta en mucho
tiempo es bastante bueno. Me daré la oportunidad de conocerlo.
Me vestí con una minifalda corta de color azul y una camiseta blanca sin
mangas y me calcé unas sandalias planas de solo meter los pies, estoy en
casa y deseo estar cómoda. Mi cabello, aunque es muy largo y no me gusta
llevarlo suelto porque me estorba, preferí hacerlo esta vez, deje que vuele libre.
Es Nicolás.
Hoy no lucía esos trajes Armani que acostumbra usar haciéndolo lucir
demasiado serio. Llevaba unos vaqueros apretados que dejaban ver
perfectamente el sexy trasero que tenía y su camiseta blanca marcaba perfecto
sus bíceps bien trabajados en el gimnasio. Bendito Dios, tiene que lucir así de
irresistible.
CAPITULO 3
«No, no, no, no... Sabes que está mal Miranda. Está casado por Dios, casado.
No puedes volver ahí, no otra vez» Me recuerda esa vocecita insidiosa en mi
cabeza, recordándome nuevamente cuán prohibido está mirar en esa dirección.
—Hola, Miranda —me saludó Nicolás, poniéndose de pie, al yo, con mis
piernas débiles, acercarme con el fin de tomar mi lugar. Me retiró la silla para
que pudiera tomar asiento.
—Hola, Nicolás. Gracias —mi voz sale en un hilito, acto seguido tomo asiento
en mi lugar y para mala suerte mía, es a su lado.
Me toco con mis manos las mejillas, hallándolas tan calientes que me
quemaron las palmas. ¡Mierda! ¿Se notará que debo estar roja como un tomate
por tener ese perfecto hombre, oliendo divino cerca de mí? Estaba suplicando
que no fuera así.
—Me alegra mucho escuchar eso —Nicolás dice, con su voz ronca y sensual.
Prosiguió—: Realmente se te extrañaba aquí, Miranda.
Mis retinas buscan su rostro, perfecto y hermoso, tallado por los mismísimos
dioses para que sea capaz de robarle el aliento a cualquier mujer... Inclúyanme
a mí. Lo hallé mirándome, con una sonrisa en los labios que prefiero no relatar
los efectos que me causó, pues no me conviene. ¿Él me echó de menos?
—Claro, madre —pude ver a que Nicolás me miraba por el rabillo del ojo y me
puse peor.
¿Quién es Abby? Me pregunté con las cejas fruncidas hasta que una lucecita
se prendió en mi cabeza, dándome la respuesta a mi propia pregunta: Tiene
que ser ella, su bella esposa ¿Quién más podría ser?
La razón de su existencia.
Yo solo vi esa mujer una sola vez, pero su rostro no se me olvidará nunca y
menos esa manera de besarlo.
—Se nota lo mucho que la amas. Es muy afortunada —comentó mi madre, con
una sonrisa que él correspondió.
Pensé que si tanto la ama por qué no la lleva con él. Un hombre casado nunca
asiste a una invitación sin su esposa. Papá por ejemplo, siempre va con mi
madre a todos lados. Eso está algo extraño, ¿no? Bueno, a fin de cuentas,
¿eso a mí no me importa?
Si tan solo le hubiese hecho caso a Tamara cuando me dijo tantas veces que
estaba enamorada de un imposible. Sin embargo, yo como la terca que era,
ignoré todas sus advertencias.
Andrea tenía ganas de pleito. Mi madre suspiró desganada y papá soltó aire
por la nariz.
Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver su desprecio hacia mí en su
mirada. Aparte la mía con tristeza y aplané los labios, evitando llorar aunque
tuviera ganas de gritar como loca en estos momentos. No quiero que mi
hermana sea mi enemiga, sin embargo me siento con las manos atadas, no sé
qué hacer para ganarme su cariño y eso me parte el alma.
Diez minutos más tarde estábamos todos comiendo en pleno silencio. Andrea
seguía con la cara larga y no hacía otra cosa que jugar con la comida.
Espero que mi padre acceda con ella y le regale ese dichoso auto sino estará
mucho más enojada conmigo de lo que está. Y si él no cede yo me encargaré
de convencerle. Siempre he sabido cómo utilizar mis mañas con papá y le saco
lo que sea, saliéndome con la mía.
Owen:
Me apresuré a contestarle.
Yo:
Hola guapo.
Owen.
Yo:
La verdad no estoy para nada ocupada.
Owen:
Yo:
Owen:
Le dije que sí, más que nada porque lo hallé como una forma de escapar del
efecto que Nicolás está produciendo en mí con esa cercanía.
—Señores, disculpen, pero tengo que salir —digo, varios ojos se clavaron en
mí, incluyéndolo a él.
—¿A dónde vas niña? Ni siquiera has terminado la comida que casi no has
probado —me recrimina mi madre.
Hay cosas que no cambian con el tiempo. Mi madre siempre me tratara como
un bebé.
—Lo siento mami, pero tengo algo que hacer —volteé hacia Nicolás que me
estaba mirando fijamente de una manera indescriptible, volviéndome a poner
nerviosa y mis mejillas poco a poco sintiéndose calientes, agregué — : Nicolás,
me dio gusto haber compartido contigo. Estás en tu casa.
🌺🌺🌺
—¿Podría existir un ángel más bello que tú en esta ciudad? —Owen dice,
encontrándonos en mitad del camino —. Gracias por haber venido. Mis
prácticas serán mucho más interesantes si tú estás aquí.
Miré alrededor y Owen no era el único piloto allí, había muchos otros con el
mismo uniforme. Seguramente practicando para alguna carrera como él,
pensé.
—Eh. ¿Te gustaría dar una vuelta? —me soltó—. Créeme, es realmente
excitante.
Ni lo dudo.
Owen ríe ante mi respuesta firme y segura, acto seguido, tiró de mi mano y me
llevó hacia donde se hallaba su auto. Saludé a uno que otros amables pilotos
dándoles uno que otro apretón de mano y una sonrisa.
—¿Lista? —Inquirió, el Piloto con una gran sonrisa. Yo tomé aire, soltándolo
despacio.
—Estoy lista.
Oh por Dios.
Me reí.
Un instante más tarde, como si me hubiera leído la mente dejo mis labios y
buscó mi mirada, acariciándome la mirada con la suya. Me sonrió y terminé
devolviéndole la sonrisa, amplía y grande. Me agrada.
—Miranda, eres la mujer más bella que haya visto jamás, y créeme, me he
encontrado con toda clase de bellezas femeninas—. Se mordió el labio
inferior—. Estoy muriendo por besarte, pero, no te preocupes, por más que
desee probar el sabor de tus labios no te voy a besar. No hasta que sepa que
tú también lo deseas tanto como yo.
Con eso último salió del auto rodeándolo para abrirme la puerta del copiloto,
me tendió su mano para ayudarme a salir y la tomo. Me gustó que no me haya
besado en ese momento. Estaba muy insegura sobre él, aún.
—Gracias por haberme invitado, Owen. También gracias por el paseo, fue
increíble —le dije una vez fuera del vehículo, viéndome reflejada en el brillo de
sus ojos.
—De nada. Me dio mucho gusto recorrer la pista contigo —lleva mi mano a sus
labios, besándome los nudillos y prolongando el beso por más tiempo de lo
necesario—. Espero esta sea la primera de muchas convivencias entre tú y yo,
¿es un hecho?
🌺🌺🌺
Mamá dejo el libro que estaba leyendo a un lado. Tiene la costumbre de leer
por las noches algún libro, sus favoritos son los de literatura inglesa.
—No me digas, ¿volvió el monstruo del closet? —sus brazos de madre dulce y
protectora rodearon mi cuerpo, haciéndome sentir segura.
—Creo que sí. ¿Dejas que me quede? —Murmuré.
—Claro que sí, nena. Pero, ¿qué pasa? —indagó, besando mi cabeza.
—No lo sé, pero siento... una presión extraña en el pecho mamá. No me gusta
lo que se siente.
—Mi pequeña —me acarició el pelo con mimos—. No hay nada que temer.
Aquí está tu madre que va a espantar todos y cada uno de tus miedos, como
siempre.
Mamá comenzó hacer algo que siempre hacía cuando era pequeña y estaba
asustada, empezó a tararear una linda canción con una voz tan dulce que
realmente me tranquilizó, y poco tiempo después me quedo dormida entre sus
brazos, como cuando era niña.
CAPITULO 4
—¿Así qué has vuelto a ver, Owen? ¿Debo suponer que te gusta, Miranda? —
habla, Tamara modelando un sexy vestido rojo que le quedaba de infarto. Nos
hallamos en una exclusiva boutique.
Owen y yo, desde la última vez hemos vuelto a salir tres veces, la primera vez
fuimos al cine, la segunda a ver una obra de teatro, que debo decir me
encantó, y la última salida fue a bailar. Tal como le acabo de decir a Tamara,
es un caballero. Me respeta y excepción de algunos besos robados en la
mejilla no ha intentado nada más.
—¿Te gusta tanto como para tener algo serio con él? —Indagó, Tamara.
Torcí la boca.
—La verdad no lo sé. Quiero conocerlo mejor y luego ya veremos qué pasa —
suspiré, mirándola en tanto que me despojo de las botas, decidiendo que se
van conmigo—. Por cierto, ¿lo conoces hace mucho?
—No hace más de dos años —me contesta—. Lo conocí gracias a Steven, su
hermano como ya sabes e hicimos click desde el primer instante. Owen aparte
de guapísimo, es un chico muy agradable.
—Steven, bueno yo lo..., ¿qué tal me queda el vestido? No me... has dicho
nada —me contestó con otra pregunta.
Le gusta el chico.
—El vestido te queda precioso, pero Tamara, tú nunca has tenido secretos
para mí, ¿qué ocurre con Steven?
—Nada, ¿qué podría pasar? —se estaba poniendo nerviosa, el tono de su voz
y sus mejillas carmesí por el evidente sonrojo, la delatan. Miente.
—Yo digo que sí pasa algo —me coloqué las manos en las caderas —. Dale
nena, dime qué sucede entre ese chico y tú; no me mientas que jamás has
tenido secretos conmigo y si lo haces ahora voy a comenzar a pensar que ya
no somos Maps.
—Está bien, Miranda, tú ganas. Si pasa algo con Steven pero este no es ni
lugar ni el momento para hablar sobre eso. Cuando pueda te lo cuento todo,
¿vale?
No me quedó más que asentir y decidimos que iríamos a por algunos perfumes
y ropa interior.
🌺🌺🌺
Mi nuevo auto era una Maserati de color azul eléctrico. Me encantaba. Quise
comprarme yo el coche con mi propio dinero, pero mi padre me dijo que ya
hace años me lo debía y quería cumplir su promesa e insistió por más que le
dije que no era necesario, así que acepté que lo hiciera, pero con una
condición: yo elegiría el coche que quisiera, mas él solo me regalaría una parte
del costo del vehículo y así fue. Yo pagué la mitad y él la otra.
Me hallo dando una vuelta en mi nuevo coche, pues lo compré hace apenas
unas horas, cuando sonó mi móvil. Detuve el auto en una esquina de la cera no
muy lejos de mi casa. El nombre en la pantalla al mirar el móvil me indicó que
era Owen. Suspiré profundamente.
Pedía a gritos que ojalá fuera ese hombre tan caballeroso y agradable, ese que
busco arduamente para tener mi gran historia de amor como toda chica. Lo
bueno es que me gusta, por algo se empieza.
Dejé caer mi cabeza sobre el respaldo del confortable sillón de mi auto nuevo.
La brisa jugaba con mi cabello por tener la capota baja.
—Hola hermosa, ¿cómo estás? —su voz suena agradable al otro lado de la
línea.
—Bien, ¿y tú? —indago interesada, jugando con mi cabello mientras una fresca
brisa golpea en mi rostro.
—Extrañándote preciosa. Muero por verte —yo igual, pensé—. ¿Tienes algún
compromiso esta noche?
—En ese caso te ofrezco algo mejor. Te invito a cenar esta noche, ¿aceptas?
Ni dudarlo con lo bien que me hace su compañía. Owen tiene todo para que
una mujer se sienta cómoda estando con él: guapo, buen sentido del humor,
caballeroso y me trata con cariño y respeto.
Con una sonrisa en los labios puse el coche en movimiento dándole reversa
hacia atrás, tal vez decida usar uno de los modelitos que compre en New york
el día de ayer, sí.
🌺🌺🌺
Mentiría si dijera que me daba celos por la manera como ella lo miraba. Si
pudiera lo desnudaría y le haría el amor allí mismo. La entendía. El hombre que
ya había descubierto que tenía veintiocho años, es peligrosamente guapo, e
irresistible.
Owen pidió lo mismo que yo, pero le señaló en la carta cual era la quería, pues
tienen variedad de ensaladas. La
chica se apresuró a anotar lo pedido.
—¿Para tomar?
—Me los has dicho como... veintinueve veces ya, Owen —él se mordió el labio
de una manera muy sensual. No miento en lo absoluto, y puede que hasta
sean más.
—Pues que sean treinta. Estás hermosa esta noche Miranda. Me estás
dejando completamente ciego y mudo.
No era posible.
Mi mirada se encontró con la de él, luego la desvíe hacia la chica que viene
colgada de su brazo con una radiante sonrisa. La conozco. Es una modelo
española con la que había trabajado en una ocasión: Morelia Fontana.
¿Pero qué hace Nicolás con esa mujer? Ella no es su esposa. La había visto
una sola vez en mi vida pero su rostro se había tatuado en mi memoria, la
reconocería en cualquier lugar.
Sí, era su amante. Un ácido amargo subió enormemente por mi garganta; casi
provocándome arcadas en tanto miraba cómo la abrazaba.
Es un cínico infiel, Nicolás. El hombre del cual me enamoré a los dieciséis años
como una idiota, resulta ser un adúltero. Juro que era, aparte de mi padre, uno
de los hombres que más admiraba en mi vida. Qué decepción.
—Vaya, pero sí es Owen Smith. Eso sí que es una sorpresa —dijo ella
sonriéndole.
—Sí. Una sorpresa —dijo Owen en un tono que no supe cómo interpretar.
Sinvergüenza.
Mejor.
Mi mirada bajó hasta su mano donde debería estar su anillo de casado, pues
aún seguían ambos ahí sin retirarse. ¡No lo trae, no lo trae! Clarooooo, se lo ha
de haber quitado para fingir una soltería que no tiene. Eso es el colmo del
cinismo. Ahora que lo pienso, ¿ese día en mi casa traía anillo? La verdad es
que no me fijé.
«¿Qué te pasa Miranda, acaso estas celosa?»
Tenía que disimular como las mejores actrices para que no se notara mi
malestar.
—Claro —dijo Nicolás a su amante con una sonrisa que yo la vi más falsa que
una moneda de dos pesos, al no reflejarse en sus ojos—. A esta niña yo la
conozco desde hace varios años. Es hija de un buen amigo mío.
—Hola Nicolás. Como siempre es un placer verte, querido —le contesté igual
de cínica que él.
—Lo mismo digo, pequeña —su tono de voz sonó desafiante y su mirada de
igual modo. Un minuto más tarde ellos se retiraron, pero para mi jodida mala
suerte se ubicaron en una mesa bastante cerca de la nuestra.
Maldita sea.
La cena no había sido nada agradable. Para nada. Es que no fue la cena
perfecta que yo creí que iba a tener con un chico que me gusta bastante. Fue
un completo y absoluto asco.
Morelia y Nicolás estando tan cerca, aparte de las miraditas que se echaban y
que yo podía ver cada vez, que de forma involuntaria, miraba hacia su mesa y
como ella reía con cada estúpido chiste que él le hacía, acariciándole la cara o
la mano, me tuvieron fastidiada y apenas probé mi cena.
«Que te calles joder. No son celos, es lástima por la pobre esposa engañada
que quien sabe dónde estará pensando que su marido es un santo. Que quede
esto claro»
Suspiré dejando salir todo el aire por la nariz e intento concentrarme en las
pocas estrellas que iluminaban la ciudad desde el cielo teñido de color oscuro,
dejando atrás el color azul con nubes blancas de la tarde. Mi intención con eso
era calmar la ansiedad que tengo de querer irme de este lugar. Solo que Owen
aún no termina la puta llamada ¿acaso es una conferencia telefónica de una
noche completa?
—Perdón ¿por qué me hablas de ese modo, tan... cortante? —Quiso, saber.
—¿Sabes por qué te hablo así, Nicolás? Porque yo pensaba que eras otra
clase de hombre; pero para variar me equivoqué. Tú no eres más que un
cínico, falso, mentiroso, y por supuesto un traidor de mierda. No soporto a los
hombres como tú que engañan a sus mujeres tan cínicamente como si nada
les importara. ¿No te da vergüenza decir que es la razón de tu existencia y una
semana más tarde estar paseándote con otra tan abiertamente? ¿No te das
cuenta que eso no te convierte en más hombre, al contrario, te hace ver como
una basura? ¿No te das cuenta que es asqueroso lo que estás haciendo?
—¿Me puedes explicar de qué mierda me estás hablando tú a mí? ¿Te has
vuelto loca, Miranda? —Gruñó, de un modo tan brusco que pudo haberme
hecho retroceder de miedo, más no fue así.
—Claro, cariño —mi voz salió con el mismo tono que le habla una novia a un
novio que quiere mucho, al menos lo intenté. Entretejimos nuestros dedos y
nos alejamos, dejando al traidor de Nicolás atrás.
CAPÍTULO 5
Trago en seco. Era evidente que notaria que algo cambio desde que
aparecieron Nicolás y Morelia, desde ese instante la noche dulce que estaba
teniendo se me amargó completamente.
—Discúlpame, Owen —le digo, y cuando toco su cara con mis dedos lo siento
inhalar aire fuertemente—. Disculpa si te arruiné la noche con mi actitud es
que... primero: me duele fuertemente la cabeza —aunque se crea que sí para
zafar, en esa parte no estoy mintiendo, siento que se me va a reventar y tendré
que tomarme una de mis pastillas para la migraña inmediatamente entre a
casa—.Y lo segundo es que me sorprendió ver al hombre que dices me borró
la sonrisa con su presencia con Morelia, fue un trago bastante amargo, pues no
creía que él fuera de ese tipo de hombres, está casado y para peor, no es con
la modelo con la cual lo vimos. Así que le está siendo infiel descaradamente a
su pobre esposa.
—¿Por qué te molesta tanto? ¿Hay o hubo algo entre ustedes? —me
sorprendió con esa pregunta, clave mis ojos muy adentro de los suyos.
Así que, pego mis labios a los suyos para besarlo. El contacto fue suave y solté
un pequeño suspiro. Owen, rápidamente abrió sus labios dándome acceso a
explorar con mi lengua en su interior, y soltando un fuerte gruñido enterró sus
manos en mis cabellos y se lanzó a explorarme con ansias y deseo , utilizando
su lengua para acariciar cada rincón de mi boca.
No besaba nada mal, era hasta tierno besando, no podía decir que no me
gustara, pero no demasiado. No es de esos besos que provocan que te
tiemblen las piernas, que el corazón se quiera salir de tu pecho o que el tiempo
se detenga por una fracción de segundos, tal y como tanto lo había soñado.
Me separé de sus labios y vi como Owen lamía su labio inferior con la lengua,
antes de suspirar.
—Wao, eres tal y como lo suponía, eres deliciosa, Miranda —dijo sonriente y
feliz jugando con mi cabello entre sus dedos.
—Claro preciosa.
Owen salió del auto y lo rodeó para abrirme la puerta, una vez lo hizo me
ofreció su mano grande para ayudarme a salir. La tomé y sus labios cayeron de
forma suave sobre mis nudillos, dándome un beso.
El rubio volvió a besarme, solo que no lo profundizó, duró apenas unos pocos
segundos.
Me quité los tacones y subí las escaleras casi autómata hacia mi cuarto.
Cuando entro arrojo las sandalias sobre el piso y busco dentro de una de mis
gavetas mi frasco de pastillas que me sirven contra la migraña que
regularmente sufro, más aun me ocurre cuando estoy estresada o de mal
humor, como ahora.
— ¿Por qué más o menos? ¿No me digas que ese chico te faltó al respeto? —
empleó ese tono de madre preocupada, sosteniéndome el mentón.
—No mamá, Owen es un caballero, así que jamás me faltaría al respeto. Fue
otra cosa la que provocó que mi cena no fuera tan agradable: Nicolás.
—No entiendo —mi madre dice, cruzando sus brazos bajo el pecho—.
¿Miranda desde cuando Nicolás te cae mal? Según yo recuerdo ustedes solían
ser amigos y de hecho él te tiene mucho cariño, ¿qué causó tu enojo?
Me enderezo y la miro.
¿Cómo?
— ¿Cómo qué no está casado si antes de irme estaba a sólo días de casarse y
luego tú, me contaste algunos detalles de su esplendorosa boda?
—Sí cariño, Nicolás efectivamente se casó pero hace más de dos años que se
divorció de su mujer —mis ojos se ampliaron y mi corazón dio cierta voltereta
que no supe qué nombre ponerle—. ¿Qué no te lo había contado?
Mierda.
Nicolás ya no está casado aunque yo creía que sí, y como no lo está puede
salir con la mujer que le dé la gana. Es un hombre libre y sin compromiso,
bueno, la tiene a ella y por como los vi...
Mamá sonrío.
«No está casado», La frase se repitió una y otra vez en mi cabeza y mi fuerte
dolor fue un poco más en aumento. ¿Qué hice? Creyendo que tenía derecho
de meterme en el hecho de que, en el caso de tener esposa, Nicolás la estaba
engañando, lo había insultado sin inmutarme y por demás, sin medir mis
palabras. Oh Dios mío, lo que debe estar pensando ese hombre de mí debe ser
de todas las formas menos bonito.
🌺🌺🌺
Era día de clases, así que trae puesto su uniforme del colegio; el mismo donde
yo estudié hasta los dieciséis años.
—No veo que tiene de buenos —contestó brusco al tiempo que se lleva un
vaso de zumo de frutas a la boca.
—Ya veo que estás de mal humor —resoplo, dejando a un lado mi desayuno,
quitándoseme el hambre.
—Eso pasa cada vez que te veo —me levanté de la silla lanzando la servilleta
sobre la mesa, enojada con su actitud.
Poso sus ojos verdes en los míos, los mismos ojos de Paula.
—No pienso seguir discutiendo contigo porque veo que es imposible —musito,
con voz firme—. Ya te darás cuenta tú solita que estás equivocada, Andrea.
Pero quiero que sepas una cosa, eres mi hermana y te adoro como no tienes
una idea por más que me maltrates y me rechaces, y daría todo por tener una
buena relación contigo, ojalá solo pudieras dejar de tratarme como tu enemiga.
🌺🌺🌺
Una hora más tarde estacioné mi auto frente a un lujoso edificio donde se
hallan ubicadas las oficinas de Nicolás. Desde mi coche podía ver su nombre
en él «Maderos advertising». Él posee la mejor agencia de publicidad de Los
Ángeles. Después de inspirar profundamente varias veces seguidas salí de mi
auto y camino hacia la entrada.
Debo confesar que estoy algo nerviosa. Tengo miedo de que Nicolás no quiera
perdonarme por haberlo ofendido sin razón y de hecho cabe esa posibilidad.
Solo espero que lo haga. No puedo con la vergüenza.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —su pregunta suena amable, por lo
que le sonreí dulcemente ajustándome los lentes de sol por encima de la
cabeza.
—Me gustaría poder ver al señor Maderos. Por favor dígale que Miranda
Collins le busca —la chica me observó detenidamente.
Meneo mi cabeza.
—No —Contesto.
—En ese caso me temo que no podrá verlo. El señor Maderos no acostumbra a
recibir a nadie que no tenga una cita. Lo siento señorita —me mordí el labio
inferior con impaciencia.
No cuento con una cita, pero eso no me impedirá que lo vea. Había venido a
pedirle, a más bien a suplicarle, me disculpe por ser una boca suelta que no
sabe medir sus palabras cuando está enojada, aunque no tenía motivos para
estarlo, y no me iría antes de hacerlo.
—Señor Maderos, perdón, pero esta señorita entró sin que yo pudiera evitarlo.
No la pude detener —se defendió la secretaria luciendo nerviosa.
Alcé la barbilla.
Maldita sea. Me odio por permitir que siga afectándome de esa manera.
—Bien, ¿a qué debo la visita de la señorita, Collins —se cruzó de brazos frente
a mí, mirándome con detenimiento —. No me digas, ¿anoche te faltaron
insultos por decirme y te presentas aquí para terminar tu tarea de acribillarme
sin razón alguna? Comienza, soy todo oídos.
—Yo. Bueno es que yo...—ni siquiera sabía por dónde comenzar—. Nicolás,
vine a disculparme contigo por mi actitud de anoche. Veras, yo no sabía que tú
estabas divorciado, a mi entender tú seguías casado y cuando te vi con Morelia
creí que le estabas pegando los cuernos con otra y eso me pareció muy...
malo.
No estoy mirando sus ojos, por lo que no sé qué reacción causaron en ellos
mis palabras. Me siento tan avergonzada que no puedo más que mantener la
cabeza baja.
—Por supuesto que no tiene justificación, porque lo que yo haga con mi vida o
deje de hacer, y si me acuesto con todas las mujeres de Los Ángeles no es de
tu incumbencia niña —esas palabras me dolieron en serio. Me gritó enojado y
me sentí peor que una niña regañada por sus padres al ser descubierta en una
travesura—. Ahora, si me disculpas tengo cosas importantes que hacer y no
me gusta perder mi valioso tiempo en estupideces de nenitas de papi... Así que
adiós.
Ese hombre que me había hablado de ese modo tan brusco no parecía el
Nicolás dulce, tierno, que me llamaba princesa o pequeña, y del que yo me
enamoré perdidamente cuando era si una niña que apenas se le estaban
desarrollando los pechos, era otro totalmente distinto y lo malo es que por más
que me duela su rabia y su enojo no puedo culparlo, pues por ahí dicen que
cada quien recoge lo que siembra. Me lo he buscado.
Tras el hecho de que no me había ido su voz dura, fría como un país cubierto
de nieve y cargada de rabia hacia mí volvió a reproducirse, diciéndome en
pocas palabras que me quería fuera de su oficina a la voz de ya.
¡Dios! Hacía años que no la veía; muchos antes irme a Francia. Estaba
hermosa. Con el corazón rebosante de alegría me dirigí hacia ella.
—Hola tía. Qué bueno verte —dije notando algo diferente en ella. Sus ojos
tenían una mirada distinta esta tarde.
A través de los años me había fijado que guardaban cierto misterio y lucían
tristes. Ahora solo veo que tienen un poco más de luz.
—Hola hija mía —me da una pequeña sonrisa—. ¡Pero si estas hermosa!
Sorprendentemente me abrazó y hasta sentí que me besó en la cabeza, tras al
a pesar de considérame muy alta, me siento más baja ante ella que es muy
alta. Suspirando me aferro a sus brazos porque, aunque no lo crean puesto
que es mi tía, es la primera vez que ella me abraza voluntariamente.
— ¿En serio?
Me gusta la idea que decidiera quedarse. Desde que tengo uso de razón Marfil
siempre ha vivido en cualquier parte del mundo, como si estuviera huyendo de
algo. Un pensamiento estúpido.
¿De qué podría huir una mujer tan buena como ella?
Nos apartamos y luego entramos a casa, ayudándole yo con una de sus dos
maletas. Estaba feliz por tenerla en casa.
🌺🌺🌺
Otra noche más sin poder dormir. No sé qué está pasándome pero continuo
sintiendo ese miedo extraño que no me deja dormir, es una sensación tan
extraña y molesta. Ni siquiera se parece a como cuando era más chica y me
creía había monstruos en mi closet que no me dejaban dormir y lloraba de
miedo, aunque muchas veces me los inventaba para tener un pretexto y poder
dormir en la cama de mis padres como la niña mimada que desde niña he sido.
Llegué a la cocina, como estaba algo oscura encendí una pequeña luz
iluminándola solo un poco.
Abrí el refrigerador y me serví un vaso de leche con miel. De pequeña solía
tomarla de ese modo con mucha frecuencia, me ayudará a relajarme. Tomé
asiento en una mesa con mi bebida.
No creí que fueran ladrones, la mansión tiene una muy buena seguridad. Mi
padre es muy cuidadoso con esas cosas.
—Soy yo —era la voz de la tía Marfil, suspiro con alivio—. ¿Qué haces en la
cocina a esta hora?
Marfil tomó asiento en una silla frente a mí. Su cabello castaño largo estaba
suelto cayendo como seda tras su espalda, y su bata de dormir era de color
azul claro y hace resaltar un poco más sus ojos celestes. La luz de la cocina
alumbra su rostro, dándole brillo.
—No sé cómo explicarlo, pero siento una sensación extraña. Miedo, esa es la
palabra que define lo que siento.
Y con las caricias de la mujer que tantas veces consideré fría en lo que a mí se
refería me quede dormida, en sus brazos y dormí como un bebé.
🌺🌺🌺
Hacía ya más de una semana que la tía Marfil había llegado a nuestra casa,
papá por su parte está feliz con su visita; el adora a su hermana menor. Mi
madre por el contrario tiene una cierta antipatía con ella. Me di cuenta que
había habido una tensión inexplicable entre las dos y no me explico el por qué.
Según recuerdo tenían una muy buena relación, pero tal vez estoy equivocada,
como que últimamente me ha dado por estar algo paranoica.
Por la pequeña parte que tenía abierta la puerta, pude ver que se hallan
sentados uno frente al otro.
—Sí Lucas. Puede que te parezca extraño, pero quiero estar cerca de ella. Me
he perdido los mejores años de su vida; sin contar que la he rechazada durante
mucho tiempo, y ella no es culpable. Es inocente de todo.
¿Ella era su hija? ¿La había rechazado. ¿Era inocente? ¿De qué hija
hablaban?
Yo nunca la había visto embarazada y yo solo soy menor que mi tía por quince
años. La conversación aún no había terminado, así que seguí escuchando.
Era de mala educación escuchar detrás de las puertas pero no podía evitarlo.
—Mira Marfil, eres mi hermana y sabes que te adoro. Pero esa niña es la razón
de mi vida. Tú más que nadie eres testigo de que esa pequeña es la luz de mis
ojos, siempre ha sabido derretir mi corazón de una manera tan fácil. La quiero
con el alma y no estoy dispuesto a permitir que nadie me la lastime bajo ningún
concepto, así que si esa es tu intención de una vez te digo que te detengas
porque...
Mi tía lo detiene.
¿Ella era yo? ¿La inocente? ¿La que había rechazado? ¿La que no quería
lastimar?
—Miranda, hija —ella intentó acercarse a mí pero yo retrocedí dos pasos hacia
atrás, se detuvo pasando la mano por su cabello castaño y pude ver cómo su
mano temblaba—. ¿Cuánto... escuchaste?
Él me está regañando.
—Entonces es verdad, ¿tú eres mi madre?— miro a Marfil, luego a él—. ¿Yo
no soy tu... hija?
¡¿Su hija?!
—Hija mía, como hubiese querido evitar este dolor para ti; lastimarte me rompe
el alma —él se acercó a mí y me abrazó.
Me recosté sobre la barandilla sin poder controlar las lágrimas. Con el corazón
acelerado me coloco una mano en el pecho, porque en ese momento sentía
que iba a morir de un para cardíaco.
Pensar en Marfil como mi madre es doloroso. Dolía mucho porque eso significa
que he vivido en una mentira por veintiún años, y luego tengo clavada en la
memoria esas palabras salidas de su propia boca:
Y luego que me he sentido rechazada por ella siempre. Desde que era una
niña, a pesar de que por una extraña razón que antes yo no comprendía yo
siempre quería estar a su lado Marfil me rechazaba, siempre lo hacía.
Recordaba la cantidad de veces que la había abrazado y ella se había
apartado de mí. Todo el tiempo se alejaba y mi corazón dolía de un modo
inexplicable, aun así lo intentaba una vez, y otra vez sin rendirme, todas las
veces que fueren necesarias. ¿Por qué no me quería? ¿De qué me culpa?
El barman, un hombre joven y fuerte que no debe sobrepasar los treinta años
puso su atención en mí.
—Deme lo más fuerte que tenga —el chico me miró incrédulo, sin saber si
darme lo que le pedía o no—. ¿Que espera? ¡Sírvame lo que le pedí!
—Sírvame otro trago —pedí con la lengua que me pasaba por la borrachera.
— ¿Qué dijo? ¿Qué no servirá otro trago? —casi que no me salía la voz,
estaba muy ebria.
Negó.
Me levanté de la silla con un poco de esfuerzo, como estaba muy mareada por
la borrachera no pude sostenerme y caí de golpe nuevamente sobre la silla.
Estaba dando el espectáculo más deprimente de mi vida, solo esperaba que no
apareciera un paparazis o mi vida pública estaría arruinada. Bueno, para lo que
me importa todo eso ahora después de saber que mi propia madre me regaló a
su hermano que no es mi padre sino mi tío y me gustaría entender por qué.
Toda mi vida ha sido una mentira de mierda. Intento levantarme nuevamente
pero es en vano, soy un asco y no puedo sostenerme en pie, al menos no sin
ayuda.
—Tal vez debería llamar a alguien para que venga por usted; es obvio que no
puede siquiera sostenerse en pie —me aconsejó el muchacho detrás de la
barra.
Una sola persona me llamaba pequeña de esa manera tan dulce. Levanto la
cabeza y me encontré con él. Esos enormes ojos grises mirándome, su olor tan
varonil rodeándome y viene vestido solo con una camisa blanca, la cual lleva
las mangas remandas hasta los codos y unos pantalones finos de vestir.
Parpadeo varias veces, pues dudé que fuera él y sí una alucinación mía por
causa de mi borrachera.
—Sí, soy yo pequeña. Ven, salgamos de aquí —me pidió en un tono delicado.
Nicolás me tomó por el brazo y me ayudó a ponerme de pie, y debo decir que
si él no me sostuviera tan fuerte me hubiera desplomado. A continuación me
sacó del bar con sus brazos fuertes sobre mí.
Mi cabeza daba vueltas como una locomotora. Como que se me había pasado
la mano con el alcohol.
Salimos fuera y la brisa fresca de la noche se estrelló contra mi rostro, casi fría.
Llegamos frente a un lujoso jaguar de color negro. Era de Nicolás. Sin mucho
esfuerzo me metió en su auto, cerro mi puerta mientras yo me acomodaba en
el asiento, y seguido lo rodeo para ocupar el lugar del conductor.
—Te llevaré a tu casa —lo miro con sus manos apretando el volante y
mirándome—, pero antes quiero que me digas por qué estás en semejante
condición, Miranda.
Ese era el último lugar donde quería ir. No deseaba ver a esa familia de
mentira.
Mientras vomito siento como Nicolás sostiene mi cabellera en alto para evitar
que se ensucie con lo que estoy soltando.
Está siendo tan dulce después de creer que me odiaba, o quizás solo está
siendo amable por los viejos tiempos, ¿no?
—No quiero hablar de eso, y no deseo ir a mi casa... Allí no quiero ir, Nicolás
por favor —lágrimas caen de mis ojos, y de pronto estoy abrazando tan fuerte
al hombre que me abraza que no quiero soltarlo. Me da calma.
Después de haber vomitado estaba menos mareada pero mi cabeza aún daba
tumbos.
CAPÍTULO 7
Lo último que recuerdo era haber estado en el auto de Nicolás y que me había
quedado dormida. ¡Oh, claro! entonces estaba en su cama y en su habitación.
¿Él me trajo a su casa? Era más que obvio que sí.
El día anterior había sido una pesadilla. Ahora que lo pensaba bien, todo el
temor que no me había dejado dormir y el miedo al cambio se trataba de eso.
Sin duda mi vida ha cambiado.
La cajita de cristal en la que he vivido todos estos años creyendo que mi vida
era perfecta —a lo cual difiero en este momento—se rompió en miles de
pedacitos.
¡Auch!
¿Cómo pudieron engañarme de esa manera por tantos años? Estoy tan dolida
y furiosa en partes iguales.
Encuentro mis zapatillas planas al lado de la cama, me las calzo y salgo fuera
de esa habitación, camino por un largo pasillo hasta encontrarme unas
escaleras en forma de caracol. Desciendo a pasos lentos por los escalones y al
llegar a una amplia sala, y buscarlo no lo veo, hasta que escucho su voz ronca
y varonil.
Camino guiándome por su voz y cuando lo hallo está sentado en uno de los
sofás. Desde mi posición mientras me meto las manos en los bolsillos de mis
vaqueros ajustados solo puedo ver su nuca al hallarse de espaldas. Nicolás
tiene el móvil contra la oreja y supe inmediatamente con quien hablaba.
—Sí, te juro que está bien, Lucas —Pausa, está hablando con él—. No, no
digas tonterías, es tu hija, así que para mí no ha supuesto ninguna molestia el
cuidarla, lo he hecho tal y como tú lo harías con Abby si fuera el caso. Somos
buenos amigos para ello —otra pausa—. Claro, claro. Adiós y tranquilo que ella
entenderá.
—Lo sé, pero no creas que por ser amigo de tu padre de muchos años lo sabía
desde antes —me informa—. Anoche cuando te traje a casa le marqué para
decirle que estabas conmigo y ver si él me podría explicar por qué te hallé tan
mal en ese bar, entonces me dijo de lo que te enteraste.
—Me mintieron toda la vida —digo, caminando y dejándome caer sobre uno de
sus sofás, las lágrimas aproximándose a mis ojos y aun doliéndome la
cabeza—. Esto es tan difícil de comprender, pero más que nada lo que no
puedo es entender cómo una madre puede tener el corazón tan frío para
regalar a su hija. Ella me regaló con su propio hermano.
—Tal vez ella tuvo sus razones para hacerlo —fruncí el ceño incómoda.
—No me digas nada, no quiero hablar de esa mujer. No ahora — le corte con
un ademán—. Mejor dime, ¿cómo es que tú llegaste al bar donde yo estaba?
¿Acaso él te pidió que me localizaras?
¿Cuántas veces había soñado antes con estar en sus brazos? Un sin número
de veces. Vaya, se había cumplido el sueño, pero yo no solo estaba
completamente dormida sino también bastante borracha. ¡Que interesante! Por
otro lado es raro que me haya ayudado si me odiaba.
—Bueno, por lo que pasó en la salida del restaurante, por lo que te dije, y
cuando fui a tu oficina a pedirte una disculpa me corriste después de decirme
que no era de mi incumbencia tu manera de vivir.
—Admito que me enoje mucho por lo que me dijiste. Me hiciste enfurecer como
nunca, porque no tenías ningún derecho de tratarme de la forma en como lo
hiciste, sin embargo, a pesar de ello, yo no te odiaba — acercó su mano a mi
cara y me apartó un mechón de cabello colocándolo tras mi oreja. Por más que
no quisiera admitirlo, me gustó su contacto... mucho—. Yo nunca podría
odiarte, Miranda.
Nunca podría odiarme.
—Bueno, disculpa otra vez por ese día, yo, reconozco que me pase con mis
insultos.
Él ríe y no puedo evitar admirar como su risa le ilumina los ojos grises pálidos.
—No creas, no soy tan rencoroso, y menos con alguien con quien tengo tan
buenos recuerdos como contigo Miranda. Olvidemos lo que ocurrió ese día,
borrón y cuenta nueva, ¿está bien? —asentí en respuesta—. Ahora, ¿tienes
hambre? Te invito a desayunar conmigo, si quieres.
—Ya, calma. Ven aquí, princesa —me cubre con sus fuertes brazos,
abrazándome muy fuerte y me aferro a él como si fuera el ancla que necesitara
para mantenerme en tierra firme. Lo escucho inspirar hondo—. Todo estará
bien, hablaras con ellos y te explicaran el porqué de la mentira.
🌺🌺🌺
Una hora después Nicolás esta dejándome en mi casa, yo no hubiese querido
regresar pero él había utilizado los argumentos suficientes para convencerme
de que debía escucharlos, de que seguramente había algo que yo no sabía y
debía saber. Me había convencido de que nada nunca es como parece.
—Ya verás que todo saldrá bien, pequeña —me dijo él aún en el auto, aunque
ya estaba estacionado en la entrada de mi casa. Yo sólo asentí.
Tomo la tarjeta y luego salí del auto. Permanecí parada frente a mi casa por
unos minutos y, después de suspirar camino hacia la entrada.
Cuando entro en la sala estaba ocupada por mi padre o tío, por Paula y mi tía o
mejor dicho, mi madre. Papá fue el primero en acercarse a mí con una cara de
preocupación. Se notaba que no había dormido muy bien.
—Miranda, hija mía —me tomó el rostro entre sus manos—. Princesa, dime
que estás bien.
Las lágrimas salieron de mis ojos con fuerza, pero no de tristeza sino de
alegría. No importaba si no eran mis padres biológicos; ellos me han amado
siempre y me aman sin importar cómo había llegado a su vida
—Mamá —miré a Paula —Papá —miré a Lucas—. Fue duro enterarme de esa
verdad, no me la esperaba y me dolió tanto que aún no me lo puedo creer, pero
siempre me he sentido orgullosa de ser su hija, son los mejores padres del
mundo y los amo por dejarme entrar en sus vidas y amarme como siempre lo
han hecho; con un amor infinito. Gracias por todo el amor que me han dado
toda la vida, los quiero.
Miré el lugar donde ella había estado, pero ya no estaba. Un instante después
escuché ruidos en la escalera. Está subiendo hacia la recámara.
—Papis, me disculpan —me alejé de mis padres y tomé el camino hacia las
escaleras y subí a su cuarto a pasos muy rápidos.
—Te equivocas, mi vida no era perfecta —me acerqué a ella—. Mi vida era una
mentira. Lo mejor que pudo haber pasado fue que yo descubriera la verdad.
Ella levantó la cabeza y paró de meter ropa, clavado sus ojos azul celeste en
los míos.
— ¿De verdad piensas que lo mejor que puedo pasarte fue enterarte que yo?...
— ¿Que eres mi madre biológica? —le interrumpo —. Sí, fue mejor que me
enterase. No me hubiese gustado vivir en una mentira por siempre —solté el
aire—. Ahora quiero el resto de la verdad.
—Tal vez será mejor que no conozcas nada. Yo me iré, no me volverás a ver y
tú seguirás con tu vida como hasta ahora —me acerqué y la tome por el brazo
para que me mirara, pareció costarle sostenerme la mirada y un breve instante
después la apartó, mordisqueándose el labio.
— ¿Qué no entiendes que ya todo cambio para mí, que nada puede ser igual,
no lo entiendes Marfil? —Ella se zafa de mi agarre y me mostró una mirada de
derrota cuando volvió a mirarme—. Háblame con la verdad y dime qué razones
tuviste para entregarme o regalarme con tu propio hermano.
—Créeme hija que lo mejor es que no sepas más sobre tu historia. Nada de lo
que sabes ahora te puede doler más que saber el resto de la verdad.
—No me importa, quiero saber, así que cuéntamelo porque te aseguro que de
esta habitación no sales hasta que termines con todo esto. Quiero la verdad
sobre mi vida —le exijo—. Dame las verdades que necesito y luego, si quieres
tal como siempre has hecho, huyes.
—Yo tenía apenas catorce años —comenzó hablar con un hilo de voz—. Era
una chica llena de sueños, ilusiones, una niña feliz que lo único que le
importaba era convertirse en una gran bailarina y bailar en los grandes
escenarios del mundo —su voz se iba apagando con cada palabra que decía y
salía casi en un susurro—, pero mi sueño y la niña soñadora que había en mí y
que quería comerse al mundo... la destruyeron aquel día... El día que se
robaron mi inocencia a la fuerza... me destruyeron el alma y me arrancaron el
corazón del pecho, ya no podía soñar ni...
— ¿Tú me estás diciendo que...? —No podía ser lo que yo estaba pensando
pero estaba demasiado claro.
—Sí, Miranda — ella se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas—, fui
violada, ultrajada. Me destruyeron la vida con solo catorce años, era apenas
una niña —me miró con sus ojos llenos de lágrimas y de dolor—. No creo que
necesite decirte que tú... eres el producto de esa violación.
—No mi niña, no —me apartó las manos del rostro—, eso no es cierto, tú no
me dabas asco, y yo no te rechacé... Bueno, en cierto sentido sí, pero es que
yo apenas era una niña —ella contuvo las lágrimas, apretó los ojos fuerte y
segundos después los volvió abrir—, no sabía... no comprendía lo que estaba
pasando o no quería comprenderlo. Llegué a creer que ni siquiera me estaba
pasando a mí, pero era cierto, por más que me negaba a creerlo, lo era. Luego
cuando tú naciste sabía que no podía mirarte a los ojos sin que me recordaras
mi tragedia.
—Algo que no te costó mucho, ¿verdad? —Me seco las lágrimas de los ojos—.
Después de todo tú no me querías.
🌺🌺🌺
Lo único que quiero es dormir... dormir hasta que la sensación de asco sobre
mí misma se vaya, lo que a sinceridad, veo tan imposible.
Pensé que podría ser papá, mamá o tal vez la nana, pero era Andrea quien
estaba allí. Su expresión era extraña, no sabía cómo interpretarla.
— ¿Estás bien? —su pregunta me sorprendió y mucho más aún que tomara
asiento sobre mi cama.
Hace apenas unos días que me había dicho que no me quería, debe de estar
muy feliz por saber que ella es la única hija y aparte nació del amor y fue
esperada, no a la fuerza como yo.
—Solo quiero saber cómo esta, me enteré de lo que pasó y sé que debes estar
muy triste.
—Si bien es verdad que siempre he sentido celos de ti porque por más que
digas que no eres su consentida, lo eres, y aunque no me creas, siento mucho
lo que estás sufriendo. Sé que la estás pasando muy mal y que ha sido duro
para ti enterarte que eres hija de... la tía Marfil y no de ellos —mira hacia el piso
y no mi cara—. Si te quiero hermana.
¿Me había dicho que me quería?, ¿eso fue lo que escuché? ¿Me dio un beso?
Ella nunca ha hecho ninguna de esas dos cosas.
Es que la situación no es fácil ni para ella y menos para mí. Por más que
intento dejar de pensar en el hecho de que yo; asquerosamente, soy el
resultado de un abuso sexual que ella sufrió, no lo consigo.
Salí del auto con el corazón desbocado y lo que vi hizo que se me cayera al
suelo. ¡Dios era una pequeña! ¡Había atropellado una niña!
¡No me jodan!
Corrí y me atropello contra el suelo a su lado, la tomé entre mis brazos y la
giré, era muy pequeña y frágil. No podía tener más de cinco o seis años. La
reviso con los nervios a flor de piel, no tenía ningún golpe.
Miro a todos lados para ver si veía a alguien; tal vez la madre pero no vi a
nadie.
Esas cosas solo me pasan a mí, era lo último que me faltaba para completar mi
racha de mala suerte, pensé poniendo el vehículo en marcha.
🌺🌺🌺
Me hallo en la sala de espera del hospital, dando vueltas de un lugar a otro sin
parar mientras me muerdo las uñas pintadas de azul de las manos. El doctor
lleva un buen rato revisando a la niña y yo no hago más que rogar para que
este bien. Es muy pequeña.
Tuerzo la boca sin deslizar el dedo aún por la pantalla para contestar la
llamada. Llevaba días evitándole, aunque si soy completamente sincera no sé
por qué. Se supone que el hombre me gusta, ¿no? Hasta nos habíamos
besado, que no es como que haya sido el gran beso, pero tampoco puedo decir
que no me haya gustado.
—Bueno, si me lo pides así te perdono. Muero por verte, nena ¿dónde estás?
Me levanté a toda prisa del sofá y me acerqué al hombre de mediana edad con
lentes de contacto y una bata blanca.
—Doctor, dígame como está la niña. Por favor dígame que ella bien —le
suplico apretando mi teléfono móvil con fuerza en mis manos y el corazón en la
garganta, asustada, nerviosa.
Él asintió.
El hombre abrió una puerta blanca con el número doce en dorado sobre ella,
dejándome entrar. Me acerqué a su cama y me senté en un sillón frente a ella.
—Hola pequeña —ella me miró con sus pequeños ojitos verdes. Parecía
confundida.
— ¿Quién eres tú? —me preguntó con una pequeña vocecita infantil,
notándose desconfiada en la mirada.
—Yo soy alguien que te trajo al hospital porque casi te atropello hoy, pequeña,
pero gracias a Dios no hay nada que lamentar y tú estás bien, estaba tan
asustada —acaricié su mejilla apartando su cabello negro—. Ahora dime,
¿dónde es que vives? ¿Cómo se llaman tus padres para poder llevarte con
ellos? —se me quedo viendo sin contestarme—. Dime cielito ¿Dónde es que
vives?
—En... la calle.
Fruncí el ceño
Y ahí fue donde entendí algo a lo que no le había prestado mucha atención en
un principio: su carita sucia. Su cabello enmarañado. Su ropita sucia,
desgastada y desgarrada, aparte de lo delgada y pequeña que luce. No lo
puedo creer, esa criatura es una más de los cientos y cientos de niños que
viven en las calles por no tener una familia que los asista, exponiéndose a toda
clase de peligros. Maldita sea, yo pude haber atropellado a esa pobre niña
indefensa que siendo tan pequeña tiene que enfrentarse al mundo de esa
forma. Yo que he crecido en una familia adinerada, teniendo todo a mis pies,
sin que me falte absolutamente nada; sin la más mínima carencia y sin
preocuparme que afuera haya quienes necesitan un poco de ayuda.
—Perla —murmuró.
Sonreí.
—Pero que nombre tan bonito tienes. Como el de una hermosa joya, además
de que también eres muy bonita.
Habla muy clarito, y tiene una voz muy dulce, una voz que te calma y que da
paz, sin duda la voz de una niña llena de mucha inocencia, que quizás aunque
lo sufra no es demasiado consiente de lo que significa que viva en la calle. Mis
pensamientos van más lejos de que pase hambre, o que no tenga una cama
donde dormir en las noches, bien podría algún desgraciado aprovecharse de
ella y hacerle daño. De repente, quise salvarla como si fuera su Ada madrina.
—Sí, una muy enorme —abrí mis brazos dándole un ejemplo—, grandísima.
¿No te gustaría conocerla.
Pobre criatura.
Esa niña merecía algo mejor que la calle y yo estaba dispuesta dárselo. Nací
en cuna de oro, pero eso no me da derecho a ignorar a los que no tienen nada.
🌺🌺🌺
—Se llama, Perla —me acerco a Helena—. Es una pequeña de la calle, casi le
doy con mi coche esta tarde. Al saber que no tenía familia me la traje conmigo.
No podía dejarla por ahí viviendo a su suerte, es apenas una bebé.
Miré a la niña que miraba el lugar con curiosidad, aún con su dedo en la boca.
Ella asiente.
Tomo a la niña en brazos y ella comenzó a jugar con mi cabello entre sus
deditos antes de finalmente rodear mi cuello con sus manitas y descasar su
cabeza sobre mi hombro. Huele a que no se ha bañado en días, pero a mí no
me molesta su mal olor en lo absoluto, porque es solo una criatura que la vida
no le había dado más opciones que vivir en la calle. Me gusta más la forma en
que se aferra a mí, como si en silencio me estuviera pidiendo no solarla y no lo
haría.
—La única que está en casa es tu... Marfil, ya sabes que de ahí casi no sale.
Y mi nana tiene razón, desde que la bomba de que es mi madre explotó ella no
ha salido mucho de ahí, lo ha convertido en su cueva.
Helena entró con una bandeja de comida, que me pareció demasiada para una
niña tan pequeña.
En un principio la niña se mostró tímida con la comida, pero al final se lanzó por
ella y comenzó a comer casi que desesperada. Me puse ayudarla para que no
se atragantara al comer tan deprisa, y mientras la observaba partiendo
pequeños trocitos de pan para meterlo en su boquita, me pregunté cuando
había sido la última vez que esa pobre niña había comido. Me dije que iba a
cuidarla y asegurarme que sea feliz.
🌺🌺🌺
Perla había sido bien recibida en casa, mamá está encantada con ella y papá
ni se diga; la trata como si fuera su pequeña nieta, hasta Andrea la ha acogido
con mucho cariño.
Y hablando de mi hermana menor hoy es su cumpleaños y papá la sorprendió
en la mañana con su regalo de cumpleaños, ese auto que tanto había pedido.
En cuanto a ella, desde hace días que está notándose de un modo... dulce
conmigo sin mentir.
— No tienes por qué darme las gracias —giro para mirarla a los ojos—. Me
alegra que te guste el coche, Andrea. Pero tienes que saber que tener un auto
es mucha responsabilidad.
—Pero, ¿y eso por qué? —ella hizo un ademán con las manos, a diferencia de
mi ella no tenía los pies dentro del agua, sino que lo tenía bajo su cuerpo.
Yo que me había pasado días preparando las dichosa fiesta y mira con lo que
me sale, de haberlo sabido antes ni ganas le pongo. Adolescentes.
— Bueno.., eso está bien. Es tu cumpleaños y debes hacer lo que te haga feliz,
pero, ¿tienes permiso para ir a club nocturno?
Sonríe con todos sus dientes blancos.
—Sí, es seguro que papá dirá que no puedo ir a una disco, pero si tú lo
convences puede decir que sí. Él te dice que sí a todo. Por favor, Miranda
habla con él —me súplica colocando sus dos manos en forma de oración.
¿Será por eso que había cambiado conmigo?, ¿para utilizarse y conseguir
cosas de papá a su favor? Porque es verdad, desde muy pequeña he
conseguido todo con él
Con eso se puso de pie y entró a la casa. Otra vez se había enojado conmigo,
pero era normal que pensara eso. Toda la vida me había tratado pésimo y de la
noche a la mañana cambia de actitud, si no es por conveniencia entonces sigo
pensando que lo que me tiene es lástima.
🌺🌺🌺
Al final mi padre había aceptado que Andrea hiciera su fiesta en el club, solo
que puso condiciones y eso era que yo como su hermana mayor fuera a vigilar
a la enana de la casa mientras pone un pie en una disco por primera vez y no
me quedó más que aceptar, porque a pesar de todo, la quiero ver feliz. Es su
cumpleaños.
Mientras me cambiaba frente al espejo escucho mi móvil sonar, me apresuro a
tomarlo de sobre mi cómoda, dejando a un lado los aretes de brillantes que
estaba a punto de colocar en mis orejas
Le había llamado antes para invitarlo a la disco. No se puede decir que tengo
una relación con él pero me agrada mucho su compañía. Quiero disfrutarla y
ver cómo sale esto.
—Hola hermosa. Lamento esto pero no podré estar contigo esta noche.
Créeme que me gustaría, sin embargo se me ha presentado un asunto urgente
de última hora.
— ¿Es grave? —me dejé caer sobre el asiento frente a mi cómoda, observando
mi reflejo en el espejo.
—Problemas familiares que nunca faltan —de eso tenemos todos, pensé—. No
te enojes, prometo recompensarte.
—En ese caso hasta luego, Miranda. Que disfrutes tu noche y un gran beso
para ti —con eso me colgó.
Una hora más tarde, nos hallábamos en Vértigo, o más bien estoy sola porque
Andrea esta ahora con sus amigos, riendo feliz y contenta, obviamente tiene
prohibido tomar una sola gota de licor, fueron las órdenes de mi padre y si llega
a casa con muestras de haberlo hecho estoy muerta. Prácticamente mi misión
es ser su niñera. Por mi parte me mantengo a distancia, vigilándola de lejos
como detective y sin ningún ánimo de acercarme. Andrea me prometió que si
me mantenía lejos para que no la hiciera sentir incomoda mientras se divierte
con sus amigos, no tomaría nada de licor para evitar terminar muertas a manos
de Lucas Collins y decidí confiar en ella.
—Miranda.
—Nicolás.
CAPÍTULO 9
—No me digas que otra vez piensas emborracharte, ¿es así? —bromeó él,
frescamente.
Cada uno agarra sus respectivas bebidas y tomo un sorbo de este. Por encima
de mi copa vi esa mirada penetrante fija en mí, la cual podía ver con claridad a
pesar de la poca luz del bar y me puso los pelos de punta.
Le señalo para que viera a mi hermana bailar con sus amigos; unos diez en
total y todos en grupo de chicos y chicas de su misma edad, así lo hizo Nicolás,
girando el rostro.
Me río.
— ¿Por qué crees que te tiene lástima? —Increpó, mirándome a los ojos—
¿.Por qué te sientes digna de inspirar lástima?
—No sigas... —su mano sello mis labios, y el contacto aceleró los latidos de mi
corazón. Tragué en seco y Nicolás retiró su dedo—. No pienses eso de ti
misma Miranda, te lastimas y no lo mereces.
—No sé cómo hacerle para aceptar quien soy, Nicolás —murmuré, por suerte
la música no está muy alta y podemos escucharnos perfectamente—. Por un
lado me siento mal por Marfil, me siento egoísta por no darle siquiera una
mirada cuando yo soy el producto del daño que le hicieron, pero no puedo
hacer que sea de otra forma, más que nada porque ella...
—Porque si miro hacia atrás todo lo que veo ahora es desprecio y rechazo de
su parte, Nicolás ¿sabes la cantidad de veces que intenté abrazar a la mujer
que ahora sé es mi madre y me rechazo como si yo tuviera la peste? Son
incontables las veces que lo hizo, rompió muchas veces mi pobre corazón y
puedo recordarme llorando a causa de algunos de sus desplantes hacía mí que
hasta ahora puedo entender porque estando pequeña no lo hacía, no podía.
Ella nunca me quiso, a pesar de que por más que me rechazara yo continuaba
buscándola, ¿por qué me quiere ahora?
Las palabras de Nicolás fueron tan sinceras, tan profundas que no solo dos
gruesas gotas de lágrimas salieron fuera de mis ojos y rodaron por los lados de
mi cara, también entendí que él tenía razón. Yo desde que me enteré que
Marfil es mi madre lo he visto como que ella me regaló, sin embargo la realidad
es que ella misma me lo dijo, no podía hacerse cargo de mí y por ello decidió
que otras personas hiciera lo que ella no podía hacer: cuidarme. No puedo
continuar así, ninguna de las dos podemos continuar ya así, tenemos que tratar
de arreglar esto, porque yo sufro, pero ella sufrió más que yo al ser violada
siendo apenas una niña.
—Creo que tienes razón, Nicolás, gracias por tus palabras. Me han ayudado
mucho, creo que como tú dices deberé darle la oportunidad a mi... madre de
acercarse a mí.
—Me alegra escucharte hablar así —me dice, mirándome a través de las luces
tenues del bar—. Vas a ver que todo va a salir bien. Ahora en lugar de una
mamá, tendrás dos madres y no puede ser tan malo.
Negué. Claro que no puede ser tan malo, la diferencia es que yo pudiera
aceptar a Marfil como mi madre, pero Paula Collins siempre será la primera.
—¿Bailas?
Sus ojos grises se encuentran con los míos. Una parte de mí me pregunta si
estoy loca, pero me encuentro ignorandola. Solo vamos a bailar, no pasa nada.
Más que nada lo que quiero es encontrar con quién divertirme, no estoy
acostumbrada a venir a un club y quedarme sentada en una silla, a mí me
gusta divertirme, pasarla bien. Esto me aburre y me dan ganas de irme, pero
no puedo por Andrea que se ve divirtiéndose mucho con sus amigos.
La verdad siempre he sido buena atrayendo a los chicos, más que nada la
mayoría vienen hacia mí atraídos por mi cuerpo y mi apariencia física, lo cual
nunca me ha gustado demasiado. No sé si a otras chicas lindas les gusta, pero
a mí no me gusta que muchos chicos solo vean en mí el envoltorio y ninguno
de ellos se moleste en querer ver más allá de la chica bonita que soy.
—No soy realmente bueno, pero supongo que puedo defenderme — Nicolás
me contestó—. ¿Por qué la pregunta?
—Pues —me levanté de mi silla, bajé un poco mi vestido y luego lo tomé por la
mano, ignorando el cosquilleo que se me formó en el bajo vientre tras su toque
y como mis pezones parecieron endurecerse bajo la tela de mi vestido, del
mismo modo que cuando se sentó junto a mí hace minutos atrás—. Vamos... a
bailar.
—Espera, yo...
—Dale, soy fanática del baile y además está sonando una canción que me
encanta.
Se pasó la mano libre por el cabello, parecía nervioso o no sé si fue idea mía el
que le temblara la mano. Fruncí el ceño.
—Pero, ¿estas segura que podrás bailar con esos tacones? —era una excusa
obviamente para no bailar conmigo, pero no le va a salir.
—Pero...
—Mi hermana es muy juiciosa, Nicolás, además solo serán unos pocos minutos
en la pista. Una sola canción y te dejo libre, ¿vale?
No me contestó.
La cercanía con Nicolás era como una espada de doble filo para mí, me
gustaba sentir sus brazos alrededor de mi cintura, su aliento fresco y
mentolado acariciándome el rostro, ese perfume que me nubla la razón por
completo y tiene tan debilitada mis piernas que no sé cómo consigo moverme,
pero al mismo tiempo no me puedo sentir tan cómoda con su cercanía ya que
eso prende deseos en mí que no deberían, no con Nicolás. Él sigue siendo
prohibido para mí si tenemos en cuenta que como yo lo miro, él jamás podría
mirarme: con deseo. Sí, que lo haga es inevitable por más que me lo niegue a
mí misma.
Mi cuerpo y como tiembla entre sus brazos desea conocer límites que nunca ha
conocido, con él.
Elevé mi rostro solo un poco para mirar sus ojos. La música ya había cesado y
cambiada por algo más movida, sin embargo, los dos estábamos en mitad de la
pista mirándonos fijo a los ojos; con gente alrededor pero como si no
estuvieran.
¿De verdad estoy comiéndome a besos con el socio mejor amigo de mi padre
en mitad de una pista de baile de su propio club, la gente mirándonos y ambos
parecen no importarnos en lo absoluto?
Mis manos están ahora en la tela de su camisa, estrujándola tanto como pueda
mientras lo atraigo más hacia mí, pues la cercanía me parece totalmente
insuficiente.
Respirar no estaba siendo fácil, pensar era como intentar ganar una guerra a
un ejército con palitos chinos; imposible. Pero aun así no deseaba que
terminara nunca, estaba perdida en él, en su cercanía, en su sabor y en su
aroma... Nicolás llenaba mi espíritu con fortaleza, con una paz y seguridad que
necesitaba con cada aliento que perdía al corresponder su beso.
Lo sentí duro contra mí, y no pude evitar rozarme contra él, ahogando un
gemido que involucró su nombre.
—Nicolás...
Lo miré a los ojos, y vi furia en ellos, más no conmigo sino consigo mismo.
Lo veo salir entre la multitud y deseé seguirle pero me quedé allí parada sin
fuerzas en mis piernas para moverme y el corazón latiéndome de un modo
imparable.
Me besó, me besó.
Y pesar de todo, no pude evitar que una sonrisa apareciera en mis labios
adoloridos e hinchados.
Lo que él llamó locura, para mí iba a convertirse en la droga más peligrosa que
jamás había probado.
CAPÍTULO 10
—Sí, pan..que..
—¡Nooo! ¿Fuiste capaz de comerlo todo sin dejarme nada? —Perla asintió con
una risita—. ¿Sabes qué eso se merece un castigo?
Sus ojitos claros se abrieron ampliamente.
—¿Castigo? —repitió.
—Sí, castigo.
Al final solo me la comí a besos. Esa niña es una dulzura, no por nada tiene a
todos encantados con su presencia. Mis padres de hecho están pensando en
adoptarla y convertirla en su hija, será Perla Collins muy pronto, lo cual me
llena de alegría. Más allá de tenerlo todo económicamente hablando, lo que le
sobrará es cariño y una vida digna.
—Te quiero mucho, Perla, muchísimo —le digo y aparte de ver sus ojitos
llenándose de luz, una sonrisa autentica, sincera y hermosa como ninguna
bailó en sus pequeños labios, acariciándome dulcemente el corazón.
—Yo también te quiero. Eres muy buena conmigo —alguien llamó a mi puerta.
Grité un adelante con Perla abrazada a mí, acariciándome el cabello con sus
pequeñas manitas.
Perla bajo de la cama y salió del cuarto como si a pesar de lo chiquita que es
comprendiera que ese era un tema de adultos.
Marfil se veía nerviosa cuando vino hacia mí, sentándose sobre una esquina de
mi cama mientras no me mira a la cara y juega con sus dedos, luciendo
ansiosa. Quise hablar pero sus palabras me interrumpieron.
Nada más que dolor se asentó en mi corazón al verla llorar así. No quiero que
se marche, es lo que menos deseo.
—No, no quiero que te vayas. Solo te pido que me des un poco de tiempo para
conocerte mejor, para dejar de verte como mi tía y si como lo que eres —apreté
sus manos entre las mías y las coloco debajo de mi mentón—; como mi
verdadera madre.
—Yo te daré todo el tiempo que me pidas. Sé que pasara mucho tiempo antes
de que aprendas a verme como tu verdadera madre y puedo soportarlo, por
ahora me conformo con que me dejes estar cerca, con que me dejes ser tu
amiga y tratar de alguna forma de compensar todo el vacío que te hice sentir
cuando te rechazaba, sin intención de lastimarte pero sin remedio alguno lo
hacía —me dice, sincera—.. ¿Me regalas un abrazo, hija?
Nadie.
Lo que Marfil vivió fue espantoso, cualquier mujer violada estaría marcada por
el resto de su vida, y que eso deje frutos se convierte en la peor parte. Estoy
segura que con el tiempo me voy adaptar, ella es un ángel y también es la
mujer que me dio la vida.
🌺🌺🌺
Tres días, tres días desde aquella noche. Una noche que aunque no creí que
fuera así cuando mi padre me obligó a ir a vigilar a Andrea, fue la mejor que
tuve en mucho tiempo. Él me besó, me dio ese beso que años atrás tanto
había deseado con desesperación y fue el mejor beso que nunca nadie me dio.
Sin embargo:
Ese beso fue como un veneno, pues antes de probarlo podría controlar
fácilmente los sentimientos que parecían estar resurgiendo de las cenizas y
que solía tener por él, ahora no puedo pasar un solo instante sin recordarlo a él
y la forma como me comió la boca esa noche, el mareo, mis piernas
temblorosas o lo bien que se sintió estar en sus brazos.
«Sabes que no está bien que lo pienses tanto Miranda, deberías detenerte» Me
susurra mi subconsciente, y pienso que ojalá fuera tan fácil. No cuando su beso
logró que cualquier otro beso que recibí antes se volviera nada, no había tenido
punto de comparación.
Vaya. Un hijo.
Me respondió rápidamente.
—Mi pregunta es: ¿solo vas a estar con ella por el bebé o es que todavía la
amas? —Inquirí, y cuando sus labios se abren para intentar decirme algo,
agrego:— No te hago la pregunta porque no pueda soportar que lo nuestro se
quede aquí, que no cuaje, puedo soportarlo, y lo respeto, Owen. Es solo que
creo que si vas a estar con esa chica solo porque está esperando un hijo tuyo,
por obligación y no por amor, está claro que no vas a ser feliz y un hijo no es
una razón poderosa para que dos personas estén juntas si no se quieren, no
serían felices ustedes y mucho menos ese niño o niña que viene en camino, lo
sabes, ¿verdad?
—No es solo por el bebé, yo a Edén la amo mucho, Miranda —me dice con
palabras seguras y firmes, dejando salir de sus labios un profundo suspiro—.
Ella ha sido la mujer con la que quería compartir mi vida por más de cinco
años, lo habíamos dejado por el tiempo que te he dicho, pero ella también me
ama del mismo modo que yo y queremos darle a nuestro hijo lo que se merece:
una familia. Lo siento si te ilusioné, bonita, eres una chica preciosa y
encantadora, me gustaste desde el momento en que te vi y esas últimas
salidas contigo fueron increíbles, pero volví a verla, me dijo que tendríamos un
hijo fruto del gran amor que habíamos vivido y...
—Te entiendo, Owen —dije, cortando cualquier cosa que fuera a decir—. No
necesitas darme demasiadas explicaciones. Es bueno que vayas a estar con la
mujer que amas, porque quiero que sepas algo: a gustarte pueden llegar a
hacerlo muchas personas, pero a amar de verdad sólo una sola y eso nada
puede cambiarlo. Solo me resta decirte felicidades por tu hijo y que fue un
placer conocerte. Espero podamos continuar siendo así sea amigos después
de esto.
🌺🌺🌺
Nicolás.
Un traje oscuro de tres piezas cubre su cuerpo y le queda al igual que siempre,
como si se lo hubieran hecho encima. Su cabello azabache luce alborotado,
como si hubiese pasado sus dedos varias veces por ellos.
Tragando grueso me giro para enfrentarme a sus ojos grises. Así más cerca
puedo notar rastros de barba en su mandíbula que juraría son de al menos dos
días sin rasurarse, pero él en todas las facetas luce sexy y demasiado atractivo
para su bien, y para mal mío que no le puedo quitar los ojos de encima ni
aunque quiera. No puedo dejar de admirar ese rostro que debía hacer que
todas las mujeres del mundo suspiraran con arrobo ante su paso. Y es que,
Nicolás es un hombre cautivador y de una virilidad devastadora, por lo que no
se me podía culpar por no poder evitar mi fascinación con él.
Noté su cuerpo tenso, antes de con sus ojos grises recorrerme hasta asentar
su mirada en mi mano rodeándole la muñeca.
—Olvídalo, Miranda —me dice, tan frío y distante que me congeló la piel, miré
sus ojos y no vi nada más en ellos que frialdad, y lo que dijo a continuación
terminó con toda mis estúpidas ilusiones de niña—. Ese beso... no fue
demasiado significativo, al menos no para mí. Eres una chica hermosa, y
bueno, yo soy un hombre, supongo que me dejé seducir por tu atractivo físico
que no es poco, pero no debí. Estuvo mal, y te pedí disculpas por ello porque
fue solo... cosa de un momento de debilidad que no me pude haber permitido
con alguien como tú que estas... Es algo que no se volverá a repetir nunca
más, sobre todo porque... yo estoy con alguien más que si puede darme lo que
necesito. Ahora sí me disculpas, llevo prisa.
Y después de esas palabras, él solo se giró y sin mirar atrás montó en su auto
y se fue, dejándome con el corazón en las manos, hecho trizas y sangrando.
CAPÍTULO 11
Me odio.
Me siento irritada, frustrada y hasta furiosa, mas esos sentimientos son más
hacía mi misma que hacía el hombre que hace unas pocas horas me acaba de
decir que mi beso no significó nada para él, y que fue el error más grande que
cometió en su vida, después de todo, ¿quién fue la tonta que volvió a
ilusionarse con Nicolás Maderos después de que durante noches en velas en
aquel internado francés al cual había decidido irme con el fin de poner distancia
entre él y yo, me juré que lo olvidaría y regresé convencida de que lo había
hecho? Yo, maldita sea.
Ese idiota tuvo que besarme de la forma que lo hizo y volví a meterme en ese
mundo de fantasía, imaginándome junto a él y que si ya me había hecho
inmensamente feliz con un beso que sería con lo demás, me imaginé siendo
suya, en sus brazos, siendo amada por ese hombre que por dentro, me hace
hervir la sangre como no lo haría ningún otro hombre.
Estoy segura de que esa, con la que él dice, está y que puede darle lo que
necesita es Morelia Fontana. Recordarán que los vi juntos en aquel restaurante
al que asistí con Owen y se les veía muy acaramelados. De lo contrario, no
habría sentido tantos celos al verlos juntos. Sí, ahora puedo admitir que lo que
sentí aquel día no era precisamente pena por la esposa que yo suponía tenía y
a mi punto de vista engañaba cínicamente, algo muy dentro de mí me decía,
aunque me lo negara a mí misma, que eran celos de no ser yo con él y ella sí.
Ahora bien, no pensó mucho en ella cuando me comía la boca en medio de
una pista de baile, ¿o sí? ¿Qué tanto la querrá? ¿Porque ella y no yo?
Odio ese intenso dolor que siento en el corazón ahora, uno que ya había
experimentado antes pero estaba segura no volvería a sentir, sin embargo lo
estoy sintiendo y es incluso más fuerte que antes. Agarré una de mis
almohadas, colocándola sobre mi rostro y la oscuridad me invadió.
La universidad, estudiar.
Creo haber dicho antes que tenía planes de entrar en la universidad y estudiar
una carrera, y que la que había elegido era fotografía, pero no solo durante los
últimos ha sido tan intenso y confuso después de enterarme de que Marfil es mi
madre sino que mis planes desde la aparición de Perla cambiaron.
—Hola, Mara —musito, más que desganada de un mal humor que pica.
Ella pareció percibirlo porque se me quedó viendo con los ojos achinados.
—¿Estás bien? —Inquirió, mirándome por debajo de sus pestañas negras bien
pulidas y largas—. ¿Qué te ocurre?
Solté una histérica carcajada y Tamara frunció el ceño tanto que sus dos cejas
se unieron, luciendo como una sola.
—Es más que obvio que no estás bien. Dime que está mal, nena —me
pregunta, interesada en saber.
Si alguien me conoce mejor que nadie, después de mis padres, esa es Tamara.
Es esa chica a la que nunca podría mentirle ni ocultarle las cosas, solo tiene
que presionar un poco y me abro ante ella como una flor en primavera,
completamente.
Estamos jodidas.
—El día del cumpleaños de Andrea, como sabes la señorita después de que
me pasé días preparándole una fiesta decidió que no la quería y en su lugar
quiso ir al club de papá, y celebrar con sus amigos allí. Como sabes, Lucas
Collins me obligó a ir a cuidar de ella como si fuera su niñera, hasta ahí todo
estaba bien, ¿pero qué pasó? Nada bueno para mí cuando se trata de él,
apareció Nicolás, todo estaba bien hasta que se me ocurrió la brillantísima idea
de invitarlo a bailar y a pesar de que no le hacía ni puta gracia, como estoy
acostumbrada la mayor parte del tiempo a salirme con la mía, conseguí
arrastrarlo a la pista y bailamos, pero eso no fue lo peor. Él me besó, Tamara,
me comió la boca de una forma que sé, estoy completamente segura ningún
hombre podría hacerlo jamás, ninguno sería capaz de hacerme helar y arder la
sangre al mismo tiempo como él.
Afirmé.
Tamara soltó un jadeo crubriéndose los labios con la mano ante mis palabras,
mirándome con sus ojos muy abiertos.
—Mas para él ese beso fue un error, un momento en el cual se dejó llevar y
según él, sucumbió ante mi belleza física —le digo, lamiéndome el labio reseco
con la punta de la lengua—. Ese beso, aunque para mí pudiera haberlo
significado todo, para Nicolás no fue nada.
—No sé qué decirte —la oigo hablar, sin dejar de acariciar mi cabello—. Creí
que de verdad lo habías olvidado, Miranda.
Alcé la vista para verla a los ojos. En ellos no veo nada nada más que
comprensión y preocupación por mí.
—Yo también, Mara. Yo también lo creí pero no, eme aquí, odiándolo con la
misma fuerza con la que lo quiero por provocarme estos sentimientos tan
fuertes cuando sé el nunca podrá corresponder a ellos —musito, en un hilito de
voz y un dolor intenso asentándose en mi pecho, duro y crudo—. No lo hizo en
el pasado y no creo que lo haga ahora, no lo hara y detesto el sentirme así otra
vez. No es justo quererlo tanto cuando nunca será mío, no es justo.
Sin necesidad de que agregara más entendí que estaba hablando de mí, pero
también de ella y sus sentimientos por Steven.
🌺🌺🌺
Había sido mi primer novio, el chico al que le di mi primer beso. Solía llamarme
cara de ángel y tocar lindas canciones para mí cuando estábamos en el
internado. Mas, debo decir que él se había ido un año antes que yo y ahí
terminó nuestro noviazgo, siendo mi relación de seis meses con con Derek
Vega la más larga, además de la única que tuve en mi vida. Después de él
tonteé con algunos chicos como bien dije antes, pero antes incluso del primer
beso me daba cuenta de que no eran lo que estaba buscando.
Me habló el día de ayer, tras encontrarse por causalidad con Tamara y pedirle
mi número, invitándome a ver tocar a DKDA, un famoso grupo musical del cual
él es la voz principal. No dude en aceptar porque a decir verdad, muero por
verlo y darle un fuerte abrazo. Es por ello que ahora, con una sonrisa en los
labios me encuentro llegando a Euphoria, que es el club en el cual DKDA
tocará esta noche, y según me informó su vocalista durante todo un mes, lo
que los mantendrá por más de cuatro semanas en los Ángeles, más que bien
para mí que necesito una distracción para no pensar tanto en... él.
Percibo que hay una fila enorme para entrar al lugar aclamando las chicas,
cada una a su favorito del grupo. Unas gritan Derek; el grupo más grande, otras
Tyler, otras Yerik y otras Ian. Se podían ver en el aire montones de carteles con
el rostro de los miembros de la banda. Sonreí y pensé que sin duda alguna los
chicos de DKDA tiene un gran club de fans, y no es para menos, los conozco a
todos— los he visto en revistas más que nada—, y sé los cuatro integrantes
tienen rostros muy hermosos.
Sabía desde antes que algún día formaría una banda y sería muy famosa, tal
como lo es, porque era de lo que me hablaba cuando estábamos juntos en el
internado. Lo veía con una guitarra y una libreta la mayor parte del tiempo,
tocando y escribiendo canciones.
—Te juro, mi cara de ángel, que algún día seré muy famoso y estás canciones
que ahora escribo serán cantadas por casi todas las chicas del mundo. Ellas
gritarán con fuerza mi nombre y me amarán.
Lo recuerdo diciéndome antes de que lo viera por última vez, con entusiasmo y
mucha confianza en sí mismo y sin duda sus palabras se cumplieron. Muchas
chicas aman sus canciones, y también lo aman a él.
A medida que camino por el pasillo del bar, le observo. Esta vestido con una
chaqueta de cueros y unos vaqueros negros ajustados. Su cabello que
naturalmente recuerdo negro, está pintado de rubio.
Derek sin dudarlo es atractivo, se podría decir que es una mezcla entre Tom
Cruise y Brad Pitt, alto y con músculos fuertes. Me ve caminando hacia él, y me
iluminó con una bella sonrisa que yo me apresuré a devolverle sin detenerme.
Derek se apresura a tomar mis dos manos entre las suyas y las lleva a sus
labios.
No me considero una chica amante a la lectura para nada, se podría decir que
ni siquiera me gusta del todo, sin embargo, esta noche necesitaba algo en que
entretenerme, así que estaba leyendo un libro de literatura inglesa que había
tomado de la biblioteca personal de mi madre, pues ella sí que es una fanática
de leer.
Leo porque por más que lo intento no consigo dormirme, debido a que
últimamente tengo problemas para dormir a causa de que mis noches están
siempre invadidas por un sexy rostro trigueño que casi no me deja cerrar los
ojos, o de otra manera, se mete en mis sueños como una sanguijuela y me
hace tener una clase de sueños con él y yo como protagonista que servirían
para narrar un libro erótico, todo es tan... ardiente.
Derek Vega.
Cuando me sentí incapaz de continuar leyendo puesto que mis ojos empezaron
a cerrarse dejé el libro a un lado y me recosté, quedándome dormida un
instante más tarde.
Soñaba... soñaba con él, Nicolás, permanecíamos los dos juntos bajo la luz de
la luna mientras nuestros cuerpos se movían al ritmo de la música imaginaria
que sonaba en nuestras cabezas, con los ojos cerrados y sintiendo el placer de
nuestros cuerpos unidos... Nuestros labios se encontraban y se fundían en un
apasionado beso que hacia mover cada fibra de nuestra piel. Fue como si con
solo un beso hiciéramos el amor allí, mediante aquellos suaves y celestiales
movimientos.
Cada vez que nuestras lenguas se entrelazaban en nuestras bocas crecía más
y más la pasión del uno por el otro. Yo me apretaba a su cuerpo deseando que
no me soltara jamás, como si aquel lugar mágico fuera el sitio donde desease
permanecer por el resto de mis días, pero a su lado, sin pasados, sin un futuro
escrito, solo viviendo el día a día. Él y yo solos acompañados por los fuertes
latidos de nuestros corazones que parecía la música que nos impulsaba a
movernos...
—Pase —trato de no pensar en ese sueño, al final solo es eso, un sueño que
nunca se hará realidad.
Y en ese momento veo entrar a mi pequeña Perla con una bandeja en la mano
que apenas puede sostener en sus pequeñas manitas.
Me miró, una sonrisa en sus pequeños labios y sus ojos verdes brillantes.
—¿Te ha gustado? —sus brazos apretaron mi cuello y sus piernas rodean mis
caderas.
Puse mi mejilla, me dio el beso y luego nos pusimos a comer el desayuno las
dos, yo metía comida en su boca y ella en la mía.
🌺🌺🌺
Mi plan esta noche es salir a bailar, reír, beber y divertirme como cualquier
chica joven, pues creo que he dicho más de una ocasión que es algo que me
gusta mucho y odio quedarme en casa encerrada los fines de semana porque
me aburro, así que saldré, pero no lo haré sola sino que he decidido arrastrar a
alguien conmigo y no será a Tamara porque le marqué y se negó a salir, está
en tiempo de exámenes parciales y tiene la cabeza metida en un libro, decidí
que hoy era una buena noche para salir a divertirme con la mujer que me dio la
vida aunque yo lo supiera veintiún años más tarde, con Marfil.
Sabía que ese no era su a ambiente pero quería pasar una noche las dos
juntas, divertirnos.
—Quiero que me acompañes porque lo único que haces desde que llegaste es
estar aquí en casa encerrada —expreso—. Eres joven, Marfil y como tal
necesitas divertirte un poco. Así que, está noche es nuestra.
La interrumpí.
Salí del cuarto, yo también necesitaba prepararme para tener una gran noche
con mi madre.
🌺🌺🌺
Un hora más tarde aparco mi coche frente al club, junto a Marfil obviamente.
—No recuerdo la última vez que vine a un lugar como éste —comentó Marfil
cuando ambas salimos del auto.
Vértigo no tenía mucha gente esta noche, solo unas pocas personas pero la
noche apenas empezaba. Algunos tomaban en grupo en mesas y otros, se
encontraban en la pista de baile, contoneándose al ritmo de la música. Sentí
ganas de bailar, después de todo, a eso había venido.
Para mi sorpresa ella lo hacía muy bien, no cabía duda que lo que bien se
aprende no se olvida. La vi colocar las manos sobre su cabeza y comenzó a
mover las caderas con libertad. Me dio cierto placer verla tan libre y feliz,
parecía estar en otro mundo. Tal vez recordando a la niña que soñaba con ser
una gran bailarina.
Seguí sus pasos y comencé a moverme a su ritmo, mientras, las dos nos
sonreímos una a la otra dando a demostrar que nos hacía felices compartir ese
momento juntas.
Algunos hombres en el bar tenían sus ojos en nosotras, aunque podía jurar que
más en Marfil que en mí con mejor cuerpo y curvas más pronunciadas que las
mías, pero ambas solo estábamos disfrutándonos a nosotras mismas,
disfrutando nuestro momento como madre e hija e ignorando el mundo a
nuestro alrededor. Reíamos y nos agarrábamos de las manos para bailar cada
canción que sonada hasta que nos sentimos demasiado agotadas para
continuar y volvimos a la barra, jadeando por el cansancio pero sin soltar la
sonrisa de felicidad de nuestros labios.
—Hacía años que no bailaba así —ella estaba feliz, sonreía emocionada.
Le hice señas al barman para que nos rellenara a ambas la copa y como
somos la hija del dueño y la hermana, rápidamente somos atendidas.
Vértigo es uno de los tantos negocios que tiene mi padre, pero quien tiene la
administración del mismo es un amigo suyo, Elías.
—No lo creo que te haya opacado, tú bailas excelente, Miranda —dijo dudando
de que de verdad lo hiciera bien, y tomó un trago de su copa.
—Miranda, que placer verte hermosa —espetó—. Por favor, ven a darme un
abrazo, dulzura.
Les sorprendería saber que yo sé algunos secretos del play boy número uno de
España que poca gente sabe. En realidad nuestra amistad había comenzado
cuando una noche en que yo me encontraba en una de sus fiestas de polos;
una que él organiza anualmente para instituciones benéficas, y el año pasado,
un hombre borracho se me había tirado encima atacándome, Martin le había
dado la paliza del año advirtiéndole que no se volviera acercar a mí. Como el
conquistador que es intentó seducirme, pero al darse cuenta que mucho no le
hacía caso se dio por vencido, quedando entre nosotros una gran amistad. Y
puedo decir que a pesar de su fama de conquistador y mujeriego empedernido
que no deja escapar una sola escoba con falda y hermosa, a mí me parece un
gran hombre.
Me alejé de su abrazo, y pude ver como sus ojos se fueron directos hacia
Marfil.
Sé por dónde va, esa es su manera de demostrar que está interesado. Miré a
Marfil que estaba prácticamente con la cabeza en el piso y cuando la rodeé con
mi brazo me miró y sonrió.
Le ofreció su mano con una sexy sonrisa y ella, aunque vacilante al principio,
se rindió y se la estrechó.
Bueno, Martín Di Monti es un hombre muy atractivo. Tiene el pelo oscuro y muy
largo al estilo indio amarrado a la nuca, es alto y viene bien vestido. La mayoría
de las mujeres caen rendidas de su encanto, y su reputación es de no salir con
una fémina el tiempo suficiente para conocerlas, sólo tiene aventura de una
noche... Pero lo cierto es que, Marfil no será su siguiente ventura, por más sexy
que fuera ella merece algo mejor, así que, me interpongo en su camino
haciendo que suelte su mano.
—Martín, ¿puedo saber qué haces en Los Ángeles? —indago, recordando que
alguna vez me dijo que prefería más el campo que la ciudad, que de hecho la
odia y que ama más estar con sus caballos.
Sonríe mirándome.
—Estoy en Los Ángeles por negocios —volvió a mirar a Marfil, ella agachó la
cabeza avergonzada. Maldición, le está gustado—. Sé que alguna vez te dije
que odiaba la ciudad pero quizás pueda dejar de odiarla, puede tener cosas
realmente interesantes.
Curvo unas de esas sonrisas encantadoras que tiene, de esas que dicen
«todas caigan a mis pies».
Crucé mis brazos al pecho y la encaré, viéndome casi a su nivel por mis
tacones altos.
—Lo acabas de decir, es diferente y te prohíbo que utilices tus encantos con
ella —me miró sorprendido y se enderezó.
Marfil ha sufrido demasiado, desde que era muy jovencita. No merece ni una
solo más y Di Monti no es lo mejor para ella.
Suspiré.
—Te conozco y sé cómo te las gastas en tu tarea seducir, pero ella no es como
todas tus conquistas. Por favor Martín, no te acerques a Marfil con intenciones
de lastimarla —le suplico.
Sí, conozco su secreto y la razón por la cual hoy día lleva a cuestas esa fama
de empedernido mujeriego.
Martín me había comentado que aun a pesar de lo que las revistas dicen de él,
no es un mujeriego sin corazón. Hubo una chica en su vida hace muchos años
de la cual se había enamorado y con quien planeaba casarse, pero el día que
le pidió matrimonio ella le rechazó cruelmente diciéndole que jamás iba a
compartir su vida con un pobre diablo, siendo que él era un simple trabajador
humilde hijo de un jardinero y una ama de casa. Según me confío esa mujer lo
había destrozado de la peor manera, porque la adoraba y de hecho, ella fue el
primer y único amor en la vida de unos de los hombres más poderosos de
España actualmente. Aquel rechazo cuando solo contaba con veintidós años,
no solo lo convirtió en un hombre más fuerte, sino que también lo hizo trabajar
duramente llevándolo a convertirse en lo que es hoy, no es cualquier Millonario,
más bien Multimillonario.
—De acuerdo —concluyo no muy convencida. Porque aun con lo que él dice, la
lista de mujeres que han pasado por su cama es interminable.
El sexy español señaló una mesa al fondo, donde estaban esos supuestos
amigos.
Ahí estaba sentado tres hombres, dos de ellos no los conocía, pero el otro, el
otro hizo que se me hicieron un nudo en la garganta.
Ay, no Dios.
¡¿Qué demonios?! No, eso no podía ser ¿y sí es una alucinación por todos los
sueños eróticos que he tenido con él últimamente?
Volví a mirar nuevamente, aún a esa distancia pude ver que él también estaba
observándome con una mirada indescifrable. No estaba sonriendo, más bien
parecía enojado.
—Es el mejor amigo de mi padre —me mordí el labio metiendo la mano en los
bolsillos traseros de mis diminutos pantalones negros.
¿Qué rayos hace este hombre aquí? ¿Qué acaso se me tiene que aparecer en
todos lados?
Ya suficiente tengo con que se meta en mis sueños como la peor de las
sanguijuelas, torturándome y dañando mi pobre mente—que hasta hace poco
era bastante inocente—ahora no estoy tan segura.
Es ahí donde todo se cae, yo estaba bien, estaba tranquila sin verlo y
divirtiéndome con mi madre como una chica joven y feliz. Sin embargo, él
aparece de nuevo y todo se cae como cuando un fuerte muro se destroza y se
vuelve pedazos, haciéndome sentir tonta y vulnerable nuevamente.
¿Por qué?
Mi corazón está latiendo de un modo que me causa daño y el sonido que hace
es tan fuerte que de no ser por la música del club que lo amortigua, podría ser
escuchado. Mis manos están temblando al igual que mis piernas, mi
respiración es un desastre y el cosquilleo en mi estómago es molestoso.
Quería decir que no porque no deseo estar sentada en la misma mesa que
Nicolás. Su presencia me pone demasiado nerviosa y luego esa forma en la
que me miró, no sé ni siquiera como definirla.
—He vuelto.
—Como que te habías olvidado de nosotros —se queja uno de los hombres de
la mesa al acercarnos.
Martín nos presentó y yo al igual que Marfil les devolví el saludo con un simple
«hola» y al mismo tiempo evité por todos los medios mirar a Nicolás, si ya con
su presencia sentía el corazón en la boca mirándolo sería peor porque
entonces comenzaría a reproducir la escena que creamos los dos en esta
misma discoteca hace más de un mes atrás y sería mucho peor para mí, si solo
con recordarlo ya siento endurecerse mis pezones bajo la blusa negra con
brillantes plateados que traigo puesta y un cosquilleo en cierta parte entre mis
piernas, al mirarlo sería peor.
Sin embargo para mala suerte mía el único lugar que quedaba vacío para mí,
imagínense, frente a Nicolás y maldiciendo por dentro de mí me vi en la
obligación de sentarme.
Si yo solo quería divertirme con mi madre biológica. ¿Por qué mi sexy pesadilla
tiene que aparecer justo en este club, que no había otros en la ciudad? ¡Joder!,
yo sí que tengo mala suerte.
De pronto mientras arrastro mis manos sudadas por la tela de mi pantalón corto
bajo la mesa sentí un cosquilleo insoportable en toda la piel, entonces elevé la
mirada y me encontré con la suya, sus ojos plata me miran de un modo que me
corta la respiración y aunque quiero dejar de mirarlo no puedo, admirando ese
algo que lo hace parecer indomable, rebelde y que lo vuelve diferente al resto
de los hombres para mí.
Tragué saliva muy fuerte y atormentada por lo que la fuerza de la mirada de
Nicolás ejercía sobre mi cuerpo, aparté la vista de sus ojos.
La noche continúo, pero todos se divertían entre charlas, risas y baile, menos
yo. Marfil hasta había aceptado bailar con Di Monti y se había divertido
olvidando el nerviosismo inicial. Por su manera de mirarlo y de bailar con él era
obvio que se había dejado embobar por el encanto del español cuarentón; pero
de muy buen ver.
Nicolás por otro lado me lanzaba miradas furtivas que yo captaba cuando mis
ojos se encontraban con los suyos, tampoco dijo una sola palabra, excepto,
que Marfil había preguntado que dónde se conocen él y Martin. Y, me enteré
que habían sido cuñados. La hermana del español- que ahora sé que se
llamaba Kendra- había sido la esposa de Nicolás. Y, por alguna extraña razón
percibí que este último había mostrado un rostro enojado toda la noche, solo
que no me imaginaba la razón de su molestia y porqué parecía querer
atragantarse de alcohol por la manera que bebía.
No sé si fue idea mía, pero me pareció ver un coche conocido venir detrás de
mí, ¿o tal vez solo fue impresión mía?
—Lo conocí en España, tiene una cuadra de caballos puro sangre. Además, fui
modelo de su línea de joyería el año pasado. ¿Qué te pareció él —quise saber,
aunque ya tenía una idea.
Mi intención era decir que todo estaría bien pero no era así, el gran camión
pasó muy cerca de mi auto, lo estampó con fuerza y definitivamente perdí el
control y lo último que recuerdo es el duro golpe que sentí en la cabeza antes
de que mi vista fuera invadida por la oscuridad. No podía creer que ese fuera el
final de mi vida.
CAPÍTULO 13
Giré, con dificultas ya que me duele el cuello, la cabeza hacia el lado contrario
y ahí estaba Marfil, con la cabeza sobre el respaldo del asiento cubierta
completamente de sangre, y pareciendo más muerta que viva. Su rostro
apenas si podía verse con tanta sangre que lo bañaba. Mamá.
Algo se quebró dentro de mí, mandando más dolor del que podía soportar.
No todos han podido correr con la misma suerte, Derek, por ejemplo me contó
que tenía un hermano mayor al que amaba, admiraba y respetaba mucho y
este perdió la vida en un accidente de automovilístico con tan solo veinte años.
Se llamaba Dylan y es una de las letras que conforman el nombre de su banda.
También justo en ese momento cuando temes perder a alguien que es muy
cercano a ti, cuando tienes miedo de que la muerte te lo arrebate, es cuando te
das cuenta lo importante que son en tu vida.
No puedo perderla.
Habíamos caído por una curva, y el auto había dado su último golpe contra un
poste. Pero para buena suerte nuestra como estaba un poco cerca de la
carretera el lugar estaba medianamente iluminado.
Luego de esforzarme y quejarme del dolor logré sacar los pies del vehículo
pero mi cuerpo dolía tanto que caí golpeando mi mano con el suelo, al igual
que mis rodillas. El dolor en mi cuerpo magullado me impedía caminar la
distancia hacia el otro lado del auto para ver cómo estaba mi madre.
Me duele todo.
El dolor era demasiado intenso y a duras penas si podía mantener los ojos
abiertos y menos moverme como yo quisiera. Estaba segura que no faltaba
mucho para perder otra vez la conciencia.
—¿Miranda?
—En... el auto —musito, en voz quebrantada—, por favor, sácala de ahí. Está
muy lastimada.
Martín se movió con rapidez para sacarla del vehículo, en cambio yo, perdí la
fuerza, mi cabeza estaba al estallar y no resistía más el dolor despierta.
Fue lo último que escuché antes de que todo se volviera una densa nube de
oscuridad, otra vez.
🌺🌺🌺
Desperté con un pitillo de máquinas y lentamente abrí mis ojos. Se sentían tan
pesados que me hacía sentir como si llevara días dormida, además de que me
siento levemente aturdida.
Con los ojos ya bien abiertos parpadeé repetidas veces analizando el lugar
donde me encontraba: cuarto pequeño todo pintado de blanco, acostada sobre
una cama reclinable y a mi alrededor las máquinas producían un molesto pitillo.
A su lado había una chica con bata blanca, al parecer controlándolas.
—¿Dónde estoy? —Mi voz salía seca y con esfuerzo, la muchacha se alertó al
escucharme y clavó sus ojos en mí.
—Pero, ¿cómo está ella? —la mujer ya había salido del cuarto.
Mamá tenía lágrimas en los ojos, mientras me besaba una y otra vez en la
cabeza, papá lo hacía con mi mano entre las suyas.
—Los quiero —les digo a los, mirándonos con mis ojos llenos de amor para
ellos, porque si bien no me dieron la vida me la llenaron siempre de eso: puro e
infinito amor.
—Ella, ¿cómo está? Está bien, ¿verdad? —Mis padres se miraron uno al otro
con cara de preocupación y comprendí que las cosas no estaban bien—.
Contéstenme, ¿cómo esta Marfil?
—Tranquila hija —mamá acarició mis piernas, y miró a papá, para después
poner nuevamente sus ojos en mí—. Tienes que tomar lo que te diremos con
calma... Marfil no tuvo la misma suerte que tú. Recibió más golpes, sobre todo
en la cabeza... su situación es grave.
—Dios mío es mi culpa, está mal por mi culpa. «No, no, no...»
Sollocé, removiéndome en el pequeño colchón, mi cuerpo doliéndome por los
movimientos pero me importa poco.
Mamá quitó las manos de mi rostro y las lágrimas parecían ríos, bajando por
mis mejillas, humedeciéndose mi cuello con las mismas. Siento un dolor que
me asfixia, que me sofoca y...
—No, cielo, cálmate, por favor respira, respira —me pide mi angustiada madre,
abrazándome fuerte mientras me pide que respire, pues por un momento me
falto el aire y sentí que me estaba ahogando, sintiéndome mareada en el
proceso.
🌺🌺🌺
Yo quería verla, así que alejo la sábana blanca de mi cuerpo y con esfuerzo
trato de levantarme de la cama. Necesitaba hablarle, pedirle que despierte,
decirle que yo estoy ahí, que soy su hija y que la amo. Que no importa lo que
haya pasado podemos superarlo las dos juntas como la madre y la hija que
somos. Le diré lo mucho que la quiero y lo orgullosa que me siento de haber
nacido de ella. Todo lo que quiero es no imaginarme perdiéndola, Marfil merece
ser feliz después de todo el sufrimiento que ha tenido en la vida.
Me cuesta caminar y cuando por fin llego a la puerta alguien la abrió de golpe,
pensé que era la enfermera, el doctor o mis padres nuevamente, pero era
Nicolás. El único que no había visto, según recuerdo él y Di Monti nos
ayudaron.
Me fijé en sus ojos grises y percibí cierto tono apagado, como si llevara varias
noches sin dormir bien. Viéndole bien se notaba abatido, con el rostro igual de
apagado que sus ojos ¿A qué se debe? Su cabello negro luce muy alborotado,
juraría que sus dedos los habían recorrido unas cien veces seguidas, además
de que rastros de barba de días cubren su cuadrada mandíbula. Hoy no viene
vestido de traje como de costumbre sino que trae puesta una camisa blanca
con las mangas arremangadas hasta los codos y un pantalón negro de vestir.
Aun así luce todo atractivo y guapo. Robándome todo el aliento, la verdad
nunca encuentro las palabras suficiente para definir lo atractivo que es este
hombre.
—Yo...
Por mi parte, aun toda magullada y con dolor de cabeza por el golpe, disfruto
de los segundos de estar así, en sus brazos y oler su dulce aroma, tan
exquisito.
Huele de maravilla.
—Solo quería ir a ver a Marfil, mis padres me dijeron que ella está grave —las
lágrimas se acumulan nuevamente en mis ojos—. Lo peor es que fue mi culpa.
¿Sabes?
—No llores, pequeña —Nicolás se acercó y cubrió mi rostro entre sus manos—
. No fue tu culpa y lo sabes, solo fue un accidente como pasa a diario.
Niego.
—Sonaré como hijo de puta egoísta e insensible ahora, pero prefiero mil veces
que sea ella a que seas tú, pequeña.
Seguida de esas palabras los labios de Nicolás se posaron en los míos sin que
tan siquiera me diera cuenta, silenciando completamente mis sollozos y
poniendo mi corazón a latir frenéticamente.
Él está besándome y creo que no lo pensó realmente, solo lo hizo sin importar
en el lugar que estábamos, sin importar que alguien nos vea.
Pude haberlo apartado, ser más prudente que él en ese momento estando tan
expuestos, mas aun, pude haberlo apartado porque el que me bese no me
ayuda nada a saber cómo hacerme a la idea de que entre nosotros no puede
haber nada, no porque yo no lo quiera sino porque para él la amistad con mi
padre es muy importante y sé, es lo que lo mantiene lejos de mí, y necesito,
como el infierno, hacerme a la idea de que somos ambos imposibles. Sin
embargo hice todo menos detenerlo. No. Lo acompañé en su locura y temblé, y
temblé cuando al abrirme él los labios con la punta de su lengua le di acceso a
mi cavidad y cuando esas dos partes húmedas se tocaron mi cabeza dio
vueltas como una hélice.
Sus manos están alrededor de mi cara, sus pulgares rozan mi piel y me está
besando apasionadamente, respirando tan rítmicamente como yo, pero
también, le aplica ternura y mimos que me hacen suspirar fuertemente.
Él luce atormentando mientras aprieta con tanta fuerza de la mandíbula que las
venas se le marcan sobre las mismas y en el cuello, y sus ojos están teñidos
de una oscuridad abrumadora, a la vez que, puedo notar su pecho agitándose
frenético ante lo mucho que parece costarle controlar su propia respiración.
—Me dijiste que tenías alguien que si podía darte lo que tú necesitabas, y te
referías a...
Su voz me silenció.
—Supongo que dirás a, Morelia porque nos viste juntos en ese restaurante,
¿no? —Asentí, tragando saliva—. En eso también te mentí, Morelia solo es una
buena amiga, no hay ninguna relación sentimental entre los dos, pero muchas
veces somos tan molosos juntos que se presta a mal interpretaciones.
Mi ceño se frunció.
—No, de hecho...
—Me alegra verte tía, Maggie —murmuro, apretando los dientes—, pero estoy
muy adolorida por el accidente y estás haciéndome daño con ese abrazo
rompe costillas, por favor.
CAPÍTULO 14
—Hola mamá, quiero que despiertes —Sorbí las lágrimas—, estoy segura de
que me escuchas, eres más fuerte que todo esto. Vamos a darnos esa
oportunidad las dos de ser madre e hija, por favor despierta —recosté la
cabeza sobre su estómago llorando dolorosamente, todo lo que quiero es que
vuelva a mí —. Despierta mamita, escúchame por favor, te amo y estoy muy
orgullosa de ser tu hija, quiero decírtelo mirándote a los ojos... vuelve conmigo,
por favor.
Me quedé ahí, no sé por cuánto tiempo con la cabeza recargada sobre ese
vientre que me había cargado por nueve meses, y que no importando el dolor
que ella pasó para darme vida me permitió nacer, aun siendo una prueba del
día más terrible de su vida.
Lloré y lloré sin parar, pidiéndole a gritos que volviera a mí, con la garganta
doliéndome y los ojos hinchados por las lágrimas.
Está despertando.
Me incorporo y me encuentro con sus ojos abiertos, mira todas partes, como
queriendo entender dónde se encuentra. Luce confundida.
—Mami, despertaste —musito, feliz de ver sus ojos abiertos, entonces me mira
y lágrimas salen de los mismos, rápidamente me apresuré a secarlas.
En sus ojos que me miran fijamente noto que no parece creer el modo en que
la llamé.
— Te he llamado así porque eres mi mamá y te amo más que a nada en este
mundo. Estoy orgullosísima de haber salido de tu vientre y sí, la vida nos robó
muchos momentos juntas pero podemos recuperarlo —. Agarro una de sus
manos, la besé y luego la apreté entre las mías—, no importa lo que haya
pasado, la vida nos ha dado una segunda oportunidad y vamos a disfrutarla
juntas. Te amo con el alma y te prometo que a partir de hoy te lo diré a cada
segundo, minuto, hora; todo el tiempo.
—Sí —deposito un beso en la mejilla de mi madre. Gracias a Dios que ella está
bien—. Te amo.
Ahora mismo todo lo que quiero es volver a verlo, saber si las revelaciones que
me hizo significan algo, si dejara de huir de lo que le provoco y nos dará a
ambos la oportunidad de explorar lo que ambos nos hacemos sentir, aunque en
mi caso sea puro amor y tan fuerte que apenas si puedo resistirlo y lo suyo sea
solo una atracción sexual, pero aunque suene conformista, para mí eso es
mejor que nada.
—¿De qué deseas hablar conmigo, Andrea? —Me acerco y escondo tras su
oreja un mechón que se le escapó de la coleta que trae—. ¿Qué ocurre?
Trago en seco.
Esa pregunta me agarró desprevenida y me rasqué la nuca. Me habría
esperado cualquier otra clase de pregunta de mi hermana de dieciséis años, no
esa.
Inspiro.
Pude ver su expresión horrorizada. Como si fuera una tragedia ser virgen a mi
edad. Ni que fuera una anciana, solo tengo veintiún años y solo hasta febrero;
faltando más de seis meses, cumpliré los veintidós años..
Ella solo agachó la cabeza intimidada. Creo conocer la respuesta y la razón por
la que sus mejillas se han teñido de un tono amapola, pero quiero escucharla
de sus propios labios, si ha venido a mi habitación es porque quiere compartir
algo conmigo o hacerme una pregunta importante, como se ve, relacionada con
su sexualidad.
—Estoy saliendo con un chico, es el más lindo del colegio y todas las chicas
mueren por él, pero él me eligió a mí —habla con la cabeza baja en tanto yo la
escucho con atención—. Me sorprendió tanto porque nunca me demostró que
estaba interesado en mí, sobre todo porque él me gustaba desde hace rato.
—¿Cuánto tiempo hace que estas saliendo con ese chico? —inquiero.
—Apenas si tres semanas para ser exactos —me confió—. El caso es que
Elías dice que debo demostrarle que... le amo.
—Andrea, quiero que seas sincera conmigo ¿tú quieres estar con él? —ella se
acarició el pelo nerviosa y meneó su cabeza en un no.
—Quiero a Elías; me gusta mucho, pero siento que no estoy lista para dar ese
paso con él, no me siento lista para perder mi virginidad y es que me muero de
miedo —me dice, mirándome con sus ojos verdes, angustiados—. Pero
tampoco quiero perderlo, Miranda.
Pobrecita.
La corté.
—Gracias hermana, tienes toda la razón, no debo demostrarle a ese chico que
lo amo haciendo algo que no quiero —me dice, alejándose de mis brazos—.
Tal vez si me entrego a él termine dejándome después. Luego se escuchan
tantas historias de chicas que sufren por haberse entregado a un muchacho y
luego las echan a un lado al haber conseguido lo que querían de ellas. No
quiero ser una más de esa lista.
Sonreí, feliz de que mi hermanita, con la que hasta hace muy poco no podía
llevarme bien haya venido justo donde mí a pedirme un consejo tan importante.
Se siente tan bien tener esa buena relación con ella ahora, lo pedí tanto por
años y tuvo que pasar el que me enterara que Marfil era mi madre, que me
viera sufrir por el hecho de saber la verdad y el accidente que tuve hace poco y
en que casi pierdo la vida, para que nuestra relación se fortaleciera y seamos
las hermanas que siempre debimos ser. En realidad somos primas, pero yo
jamás dejaría de verla como mi hermanita chiquita porque así crecí viéndola
aunque más de una vez me haya declarado la guerra.
—Me da gusto que lo entiendas de ese modo.
—Gracias otra vez, Miranda —me dice, y me sorprendió con una dulce caricia
en el rostro—. Tal vez te sorprenda que te diga esto pero eres una hermana
increíble, reconozco que siempre me he portado muy grosera contigo, por eso
quiero pedirte perdón, porque estoy muy interesada en llevar una buena
relación de hermanas.
Le creía.
—No tengo nada que perdonarte y puedes contarme todo lo que quieras. Yo
siempre estaré aquí para escucharte, cuando quieras.
Volvimos abrazarnos.
🌺🌺🌺
El doctor la atendió hace unos pocos minutos, y nos dijo que la niña tiene un
virus, nada grave pero debe mantenerse hidratada y recetó unos
medicamentos que Helena, la nana, había salido a comprar a la farmacia
cercana, entretanto yo estoy recostada a su lado mientras la niña duerme con
su naricita completamente roja por la fiebre. Mi pobre bebé.
En casa solo estamos Perla, Helena, y yo, ah, y Tobby. Andrea está ahora en
casa de una compañera de clases con la cual debía realizar un trabajo de
investigación o algo así en equipo. Mi padre tenía un evento relacionado con
sus negocios y se llevó a su esposa con él. Papá casi nunca asistiría a alguna
invitación donde no pudiera llevar a su mujer, le gusta presumir de la bella
mujer con la que está casado y demostrarle a todos lo mucho que la ama y que
no tiene ojos más que para esa bella mujer que tiene su corazón en sus
manos. Son una pareja espectacular que con casi treinta años casados
continúan amándose con la misma fuerza que ayer. Me maravillo siempre de lo
perfectos que son el uno para el otro, existen pocas parejas así de felices en el
mundo y aunque muchos crean que el amor verdadero es solo un mito, con mis
padres puedo asegurar que si existe aunque no todos tengan la dicha de
experimentar esa clase de amor.
En cuanto a Marfil, como antes dije no está del todo recuperada, pero aun así
Martin quien todavía sigue en Los Ángeles, la había convencido de salir a
cenar. Di Monti ya sabe que ella en realidad es mi madre, se enteró en el
hospital porque yo misma se lo dije, no le sorprendió mucho al ver el gran
parecido que tenemos. Mi madre esta ilusionada con él y creo, con seguridad,
pudiera incluso hasta estarse enamorando de él, desde que lo conoció que
anda babeando por Martin y aunque en un principio tenía toda la intención de
alejarlo lo más posible de ella, entre en la cuenta de que yo no tengo ese
derecho, la vi contenta y feliz por tener una cita con ese hombre aunque
apenas si pudiera caminar, lo que hice si fue amenazarlo con dejarlo estéril y
sin derecho a hijos en un futuro si no iba en serio con ella y planeaba utilizarla y
jugar con su corazón y sus sentimientos como ha hecho con otras mujeres. Me
juró que tiene buenas intenciones y que mi madre le gusta como hace mucho
no le gustaba una mujer, le creí pero aun así mantuve mi amenaza.
Voy a defenderla de quien sea que intente hacerle algún tipo de daño. Marfil no
merece ser lastimada después de lo que paso siendo apenas una niña, más
bien amada.
—Hola —saludo, tocando la carita de, Perla y siento en mis manos su calentura
y veo el modo en que arruga de la misma mientras se halla entre dormida y
despierta.
—Soy yo, ¿Cómo estás? —pregunta, trago grueso para tratar de anular el nudo
en mi garganta y poder hablar claramente.
—Sí, he vuelto, justo acabo de llegar hace unas horas —me informó, una
sonrisa apareció en mis labios porque supe que lo vería—. Precisamente te
llamaba porque me preguntaba si... ¿te gustaría salir a dar un paseo conmigo?
Estuve a punto de decirle que sí, pero un angelito y quien está a mi cargo tocio
y me di cuenta que me era imposible salir, al menos esta noche.
—Oh —la desilusión se notó en su voz —. Entonces será para otro día. Que se
mejore la nena. Luego te veo.
—Tengo los medicamentos —al ver entrar a Helena al cuarto pensé que tal vez
si podía salir y una sonrisa se prendió en mis labios.
Me bajo de la cama con cuidado, la niña se removió pero no abrió los ojos.
Sonreí, viéndola besar la frente de, Perla que volvió a toser. Esa pequeña se
ha robado el corazón de todo el mundo en casa.
🌺🌺🌺
Estoy muy nerviosa, pero también desesperada por saber que lo veré después
de esa confesión que me hiciera en el hospital y las ganas que tengo de
hacerlo. Para mí nuestra charla se había quedado inconclusa a causa de la
interrupción ese día de mi adorada tía, Maggie, quien por supuesto después de
quedarse tres días exactos en Los Ángeles se regresó a su castillo en Francia
con su duque.
Con una sola tocada al timbre la puerta es abierta y apareció él, guapo y sexy
como siempre. Nada de trajes elegantes, apenas unos vaqueros desgastados y
una camiseta gris.
Nicolás estaba con el móvil pegado a la oreja y pude ver su mirada de asombro
al verme. Le sonreí con mi corazón desbocado y segundos después me hizo
señas para que entrara aún con el teléfono en la oreja, le obedecí y entro
mientras él cierra la puerta tras de sí.
Estaba muy nerviosa para tomar asiento, solo pasé la vista por el lujoso
apartamento, cerca de la playa, moderno, masculino y con muebles elegantes,
del hombre que continua hablando por teléfono, dándome la espalda y que
cuando giro para verlo unos segundos no pude evitar morderme el labio con
deseo ante la vista de su muy redondo y sexy trasero.
Cuando mi madre me había comentado que Nicolás tenía una hija yo estuve
segura de que era una nena de no más de cinco años, confiada de que sería
producto de su matrimonio con su antigua esposa, pero ella misma me sacó del
error cuando me dijo la edad de la nena, las edades no coincidían y entonces
creí que era adoptada, y no, es hija legítima de Nicolás.
—Quería... verte y noté que sonaste un poco desilusionado cuando te dije que
no podía salir, y como Helena, mi nana, estaba allí le pedí quedarse con,
Perlita mientras yo volvía.
Me sonrió, después me encontré siendo guiada por él hacia uno de los sofás,
pero cuando intento tomar asiento a su lado sus fuertes manos se ajustan a
mis estrechas caderas y me hizo sentarme sobre su regazo, algo que para ser
sincera se sintió increíblemente bien. Tan bien se sintió que me acomodé más,
rodeándole el cuello con mis manos.
— ¿Sí?
— ¿Qué ocurre? —le pregunto, tomando entre mis dedos su mentón y lo obligo
a mirarme cuando me quita la mirada.
—Sí, y debería poner mis ojos en una mujer de mi edad y no en una niña como
tú.
Suspiro.
—Pues yo no me siento una niña en lo absoluto, y lo que siento por ti
naturalmente, no lo sentiría precisamente una nena —le confieso, sin pena.
Él me observa un segundo, primero mis ojos y después mis labios con mucha
atención. Me hace creer que me besara y es por ello que mi corazón se acelera
un poco más con anticipación, pero no lo hace.
— ¿Te gustaría dar ese paseo que te pedí por teléfono? —me pregunta.
Puso una sonrisa en sus labios y aunque yo hubiese querido que el beso
hubiera sido en otra parte me besó la sien.
Media hora más tarde Nicolás había pedido la cena a un restaurante cercano,
la comíamos mientras él me habla de su hija.
—Abby no vive conmigo, vive con su madre en Rio de Janeiro —Brasil, pensé
metiendo una cucharada de comida en mi boca y mastico despacio—. Como
podrás ver está muy lejos de mí para poder verla todos los días, pero la visito
con regularidad y de hecho estuve con ella estos días que estaba de viaje. Era
su cumpleaños número trece y le prometí que pasaríamos una semana juntos.
—La madre de Abby, y yo no tuvimos una típica historia de amor, más bien fue
algo fugaz. La conocí una noche en un bar, fue una noche, una sola noche en
la que ninguno supo el nombre del otro —Vaya manera de concebir un hijo,
pensé—. Después de esa noche no volvimos a vernos hasta hace tres años
atrás que viaje a Rio y me encontré con ella por pura casualidad y fue un
sorpresa que me dijera que teníamos una hija de aquella aventura que tuvimos
de solo par de horas de placer. Te confieso que quedé en shock al saber
aquello, pero sólo tuve que ver a Abby para enamorarme de ella, la adoré y
desde entonces se ha convertido en el centro de mi vida.
Suspiró.
—Pues, en un principio tenía cierto recelo hacia mí, no me conocía de nada
debido a que su madre creyendo que jamás íbamos a volver a coincidir le
mintiera diciéndole que su padre estaba muerto, pero poco a poco logreé
ganármela y cada día estamos más unidos. Y adoro a mi hija con todo mi ser,
aun cuando me perdí los mejores años de su vida trato de conocerla día con
día y nada me complace más que saber que ella es feliz.
Trago saliva.
Me mira con ojos lujuriosos, y sube una mano apretándome un pecho por
encima de la blusa, como si creyera eso me asustaría y me haría retroceder,
pero no podía estar más equivocado, solo consiguió que un gemido bajo de
placer escapara de mis labios ante el toque y empezara a desear me arrancara
toda la ropa. Me siento muy caliente ahora.
Sus manos se hundieron en mis cabellos mientras nos devorábamos con solo
un beso sediento de más. El beso de Nicolás, es un beso masculino, sensual
que está muy lejos de ser contenido. Es un beso apasionado, agresivo, sin ser
demasiado brusco, más bien es embriagador, poderoso y provocativo.
Lo que estaba sintiendo con ese beso era maravilloso, soñado y si era un
sueño no me quería despertar ni en mil años. La excitación recorre todo mi
cuerpo y amenaza con desintegrarme. No hay espacio para nada que no sea el
anhelo que sabía que solo él podía saciar.
El corazón me late tan deprisa y siento la sangre como un embriagador licor del
estímulo encendiendo cada célula hasta que sentí el torrente de la necesidad
de apoderarme de todo su cuerpo. Puedo oír mi propia respiración jadeante
como si estuviera amplificada, y la intensidad de mi deseo por él crece dentro
de mí como una vida alienígena, que me controla y me posee.
Parece que no le quedó claro hace rato que le pedí no contenerse, no está
noche que tengo tantos deseos de él que mi cuerpo duele y apenas puedo
respirar. Mis pezones están duros bajo la tela de mi blusa y me siento húmeda
entre las piernas.
Tomó mi rostro y me miró con sus ojos inyectados de deseo sexual hacia mí,
fieros y salvajes, y eso sin duda alguna aumentó el mío propio. Su expresión es
feroz en su intensidad, otra prueba del macho primitivo que acecha debajo de
la fachada del exitoso hombre de negocios que es.
Sé que en sus brazos tendré una noche como siempre soñé fuera mi primera
vez, en los brazos del hombre al que le entregué mi corazón hace tengo
tiempo, el mismo tiempo que llevo anhelando este momento, estar así, aquí
con él mirándome con tantas ganas de mí.
—Tú eres demasiado —me murmuró a los labios con vos pesada—.
Demasiado para que yo pueda resistirme, pero tienes el poder de pararlo
ahora, Miranda.
Silencio mis labios al besarme nuevamente y supe que otra vez se rendia ante
mí.
Lo amo con toda mi alma. Sé que él quizás aún no sienta algo tan fuerte por
mi. Hasta ahora me ha hablado de deseo, pero quiero correr el riesgo.
Nicolás me apretó contra sí, acto seguido me elevó del piso entre sus brazos y
por inercia mis piernas se vieron rodeándolo por las caderas, y entonces él
caminó hacia lo que estaba segura era su habitación mientras continuábamos
besándonos con pasión, intensidad y desespero.
Nicolás volvió apoderarse de mi boca con igual ferocidad que antes. Me aferre
a él, sosteniendo su brazo para no desmayarme por la excitación.
Estoy babeando mientras me lamo el labio con deseo y eso que no lo he visto
completamente, pero lo poco que estoy viendo me da una idea que él es
hermoso y perfecto en su totalidad.
Nicolás me observa y estoy tan perdida en él, en todo lo que me está haciendo
sentir esta noche y en lo mucho que deseo que acabe con la tortura que estoy
sientiendo en mi cuerpo, sedienta que me haga suya, que no me doy mi cuenta
en el momento en cual la blusa desapareció de mi cuerpo.
Sus labios caen sobre mi hombro, haciendo flaquear mis piernas al lamer mi
punto sensible tras mi oreja, seguido se alejó de mi cuello y llevó sus manos
hacia el botón de mi minifalda desprendiéndolo, la misma cayó al suelo y quedé
solo con el conjunto de ropa interior y sus ojos fijos en mí.
Él gimió y enredó sus dedos en mis cabellos. Recorrí con mis manos los
músculos de sus hombros y brazos. Me encantaba sentir la suavidad de su
piel, era excitante.
—Eres hermosa. Un ángel bello en verdad, Miranda —me dice el con sus
manos a cada lado de mi cuerpo, hundidas en el colchón.
—Gracias, tú también eres muy guapo, demasiado para ser real —me besa en
la garganta.
—¿Y qué será eso tan importante? Dime lo que quieras, pequeña.
Quiso saber sin parar de besarme el rostro, haciéndome sonreír de felicidad.
Es lo que sucede cuando los sueños se hacen realidad.
—¿Tú me estas diciendo... que eres virgen? —preguntó con voz ronca -—.
¿Ningún hombre te ha tocado antes.. Nunca?
—Vístete Miranda. Será mejor que te vayas, por tu bien —me pidió de lo más
normal, sin mirar mis ojos
Yo quedé estupefacta.
—Sucede que yo... —hace una pausa—. No me acuesto con niñas vírgenes.
Necesito que salgas de mi casa, ahora.
Abrí la boca en una gran O. Eso no puede estar ocurriendo Tiene que ser una
sucia broma, ¿verdad?
—Así es —dice, sin mirar mi ojos ¿por qué no me mira?—. Por un momento
me dejé llevar y perdí la cabeza. Como todo hombre salió a flote esa debilidad
que poseemos cuando tenemos cerca una mujer bella y sensual como tú. Pero
la verdad es que no quiero más complicaciones de las que ya tengo en mi vida,
por favor, vete a tu casa, estarás más... segura y yo no haré algo que
realmente no quiero hacer y por lo que estoy seguro, me arrepentiré después.
Cerré mis ojos y sentí un dolor tan fuerte dentro de mí ante sus palabras que
estuve a punto de soltar un grito de dolor y caer sobre mis rodillas, pero fui
fuerte.
Cerré los labios en una fina y dura línea para contener las lágrimas. No quería
llorar y le arrebato mi ropa de las manos, en ese momento sus ojos se clavaron
en mí, le di mejor mirada de odio, que por lo que yo vi le hizo tragar grueso al
ver con la rapidez con la que su Nuez de Adán se movió en su garganta.
—Te voy a decir una cosa Nicolás Maderos —hablo en un hilito de voz, con el
corazón desbocado—, aún no ha nacido el hombre que se atreva a rechazar a
Miranda Collins, pero tú no eres un hombre, más bien eres un reverendo
imbécil. Te odio en verdad.
—No quiero escuchar ninguna basura que venga de tu boca. Por mí te puedes
pudrir en el infierno por toda tu asquerosa vida. Esto nunca te lo voy a
perdonar. Nunca.
🌺🌺🌺
Llego al hotel y como ya sabía cuál era su cuarto, subí al ascensor que me dejó
justamente frente a su habitación, llamé a su puerta y Derek me abrió al
segundo toque.
—Para ti cara de ángel, todo el tiempo del mundo. —Me dio un ruidoso beso en
la mejilla que me sacó una sonrisa casi forzada por mi deprimente estado de
ánimo y después me invitó a pasar.
Tamara es mi amiga al igual que Derek, pude ir con ella, sin embargo, me dije
que mi prima no era la mejor opción, ya tiene suficiente con lo suyo tras estar
enamorada de un hombre que tiene novia mientras ella no hace más que
anhelar estar en el lugar de esa chica porque se muere de amor por el chico al
cual finge querer solo como amigo. No tiene también que lidiar con mis
mierdas, pero al menos Steven no le hace a ella lo que Nicolás a mí, que me
ilusiona con besos, caricias y palabras que fueron tan falsas, que me sube al
cielo para después bajarme de bruces hasta el infierno y en una caída cada vez
más dolorosa.
Las lágrimas pican detrás de mis ojos y los cierro con fuerza, evitando
derrumbarme.
Creí tanto en él, confiaba tanto en él y hoy no tenía miedo de entregarme por
entero al hombre que he amado por años y me trató así. Y debería ser mi
culpa, ¿no? Al final yo fui la que insistí, la que lo sedujo y lo puso en algo que él
no quería, como besarme en primer lugar y lo alerté a seguir porque estaba
demasiado desesperada de él dentro de mí.
—Dime quien es el imbécil que te hace sufrir así —rugió, colgando sus dedos
bajo mi mentón y me obligó a mirarlo, luce furioso—. Dímelo y te juro que iré a
rómpele cada hueso por hijo de puta.
No pude evitar sonreír, Derek era un chico fuerte, pero en comparación con
Nicolás...
Era la primera vez que admitía esa verdad tan cierta en voz alta y como dolía.
Procedí a contarle a Derek la situación con Nicolás de principio a fin, sin obviar
ningún detalle, ahora él es como el hermano mayor que nunca tuve.
—Ese tipo tiene que ser un verdadero imbécil para rechazar a una chica como
tú —exclamó Derek, molesto y con cariño me acarició la mejilla—. ¿Pero sabes
qué? Él se lo pierde, tú eres mucha mujer para él si se atrevió a rechazarte con
una excusa tan barata como esa. Hombres así no valen la pena, no merecen
una mujer como tú que mereces un príncipe que sepa tratarte como la princesa
que eres. No amargues, encontrarás el indicado, porque queda claro que ese
cobarde de mierda no lo es.
—Gracias, Derek, por estar y por escucharme —le agradezco con un hilo de
voz.
Le creía.
CAPÍTULO 16
Perla, por fortuna ya tiene una familia, mis padres la han adoptado y la han
convertido en su hija, ella está bien, feliz, contenta, es la pequeña consentida
de la casa y papá en especial la llena más que de juguetes, de mimos al igual
que mamá, pero no todos han tenido su misma suerte, muchos niños en las
calles esperan que les suceda a ellos un milagro como a Perlita quien el día
que se atravesó en mi camino significó un cambio de su vida para siempre.
Lo primero que debo decir que aunque no eran mis planes me vi regresando al
mundo de las pasarelas nuevamente, pues necesitaba fondos para todo lo que
implicaba crear Milagros, nombre de mí ahora casa hogar, y que esta
funcionando desde hace aproximadamente un mes.
Decidí hacer algo más productivo en mi vida que estar llorando por un hombre
que no le interesa mi amor, que no sabe más que romperme y humillarme. Mis
sentimientos por él siguen ahí, intactos y hay momentos en los que, en medio
de tanto agite por haber vuelto al modelaje y que en dos meses es poco lo que
he parado, me descubro pensándolo ya que, para desgracia mía, no lo puedo
evitar porque por poco que Nicolás Maderos se merezca lo que siento por él
siendo el cobarde más grande de la tierra, es inevitable, pero con mi cabeza
bien puesta en lo que quiero, que es darle una vida mejor a muchos niños de la
calle puedo pasar de él fácilmente o al menos, lo intento.
Después de aquella noche no hemos vuelto a vernos, más que nada porque
últimamente he estado viajando constantemente y es poco el tiempo que he
permanecido en casa. Él ni siquiera se molestó en buscarme tan siquiera para
pedirme una disculpa, y eso deja muy en claro lo poco que le importo y lo
gilipollas que es. Me dejó bastante claro que lo que me dijera aquella noche iba
bastante en serio:
Y yo comprendí que lo que sucedió al final sí fue lo mejor por mucho que me
hubiera dolido aquel rechazo y como de humillada me sentí, pues lo que yo
busco no es un hombre que parezca no decidirse que es lo que quiere y actúe
como un idiota la mayor parte del tiempo, deseo un hombre que si quiera
complicarse la vida a mi lado, y en vista de que no es lo que él desea creeré lo
que me dijo Derek, quien ya no se haya más en los Ángeles sino de gira con su
grupo musical, aunque mantenemos el contacto, Nicolás no es el indicado si lo
único que sabe es hacerme daño una y otra vez.
Tengo que dejar de ser una estúpida por él, no puedo permitir que continué
haciéndome daño.
Llevo dos horas haciendo una sesión de fotos para una campaña de trajes de
baño en la playa, la cual se ha dificultado un poco debido a que el fotógrafo le
había costado encontrar la luz en un principio, peor aún, muero de agotamiento
y a duras penas consigo hacer las últimas tomas, fingiendo que me estoy
divirtiendo como la modelo experimentada que soy cuando todo lo que quiero
es que todo termine y poder dejar la pose.
Sonreí, siempre recibido ese tipo de regalos de los diseñadores, más aún
cuando he trabajado con ellos antes y les he hecho un trabajo estupendo. Me
esfuerzo bastante por ser la mejor en esta industria tan competitiva como el
mundo del modelaje.
—Desde siempre te han gustado las flores; cuando te conocí tenías nueve
años y te recuerdo cantándole a las flores en el jardín de tu casa, así que fue
mi mejor forma de buscar un acercamiento hacia ti cuando estoy seguro lo
último que deseas es verme pequeña.
—¿Qué rayos haces aquí Nicolás, y qué significa esto? —le pregunto,
señalando todas las flores en mi habitación, que debo admitir que es un gesto
muy hermoso, y más, con lo mucho que me gustan las flores, pero ese hombre
me humilló en su cama hace dos meses, primero me excitó con sus besos y
caricias para después rechazarme cuando le confesé que él sería el primero en
mi vida, como siempre quise.
Nicolás entró más en mi habitación sorprendiédome cuando cerro la puerta tras
su espalda, y quise protestar, mas no pude. Parecí, por un instante, haberme
quedado muda ante su perturbadora presencia. Es tan guapo y sexy que es
difícil no admirarlo y menos desearlo.
—No tengo cara para presentarme ante ti después de lo que sucedió entre
nosotros hace meses atrás.
—No me respondas con otra pregunta —chillo, enojada, más que nada porque
no, no es verdad que no quisiera verlo en toda mi vida y me odio por ello. Soy
tan estúpida cuando se trata de él, las lágrimas pican en mis ojos, pugnando
salir, pero las retengo todo cuanto puedo—. ¿Crees que ingeniártelas,
sobornando a quien sea que sobornaste para entrar en mi habitación sin mi
autorización y mientras yo estaba fuera, para llenármela de flores remedia todo
el daño que me has hecho, Nicolás? ¿Crees que este acto "romántico" remedia
todo el dolor que me has hecho sentir, la humillación a la que me sometiste, lo
cretino que fuiste? Estas muy tan duramente equivocado, Maderos. Aquella
noche yo confiaba en ti, me quería entregar a ti porque era lo que más deseaba
en el mundo, me guardé para que el día que decidiera entregarme a un hombre
fuera especial, lo intenté contigo, y como eres el hombre más cobarde de la
tierra lo convertiste en una mierda y me rompiste en pedazos.
—Pero lo hiciste.
—No me toques —retrocedo dos pasos atrás, alzando las manos al aire
cuando intentó ponerme una mano encima, más aun siendo consciente de lo
que haría en mí una mísera caricia de su parte más que nada por los buenos
recuerdos, eludiendo la humillación.
Se quedó quieto en su lugar, se cepillo con los dedos el cabello y me observó
detenidamente, la mirada de tormento no desaparece de él. Me sigo
preguntando que está haciendo aquí si para él es tan difícil liarse con la hija de
su mejor amigo, o es la excusa que usa para no admitir cuan cobarde es.
—No sé ni siquiera por donde comenzar, que decirte que remedie el mal que te
hice, y como te trate, y es que no hay una forma de verdad —mira todo el lugar,
el olor a rosas inundado nuestras fosas nasales—. Sé que llenarte la habitación
de flores no me garantiza tu perdón, yo... solo cuando se trata de ti y lo que
siento por ti me vuelvo un estúpido.
Tomé una inspiración profunda. Algo me dijo que el que se haya frenado
aquella noche tenía mucho que ver con mi padre y su amistad con él; ellos son
amigos de años y efectivamente se llevan como si más que mejores amigos y
socios, fueran hermanos de sangre. Esa parte la entiendo, completamente
porque si con algo Lucas Collins es celoso es con sus hijas, ¿pero acaso eso le
daba derecho a Nicolás a tratarme del modo en que me trató? No, y si de algo
me cansé es de su cobardía y que tome como justificante la amistad con mi
padre cada vez que, "sin querer" me lastima.
—Ya está Nicolás, has dejado claro lo importante que es tu larga amistad con
mi padre. ¿Quieres mi perdón y que te entienda? Tienes ambos —le digo,
manteniéndole la mirada por difícil que parezca, pues acelera de un modo
insoportable mi corazón—. No te juzgo en lo absoluto, eso demuestra que
pocas personas, pero existen los que saben darle valor a la amistad. Ahora, sal
de aquí y de mi vida todo lo que puedas y no vuelvas a intentar endulzarme el
oído con palabras dulces, porque esa niña tonta que creía en cada palabra que
decías se quedó en tu cama aquella noche cuando me rechazaste, ahora mis
prioridades son otras, crecí, maduré y entendí que tú no eres el hombre para
mí, me lo dejaste claro aquella noche, ¿lo recuerdas? No quieres
complicaciones, ¿pero sabes qué? Yo sí quiero un hombre que quiera
complicarse la vida conmigo, uno me regale sonrisas en lugar de lágrimas. No
quiero migajas de nadie, lo quiero todo porque es lo que me merezco, y como
tú no puedes darme eso vete, y de paso, pídele a quien te ayudo a montar todo
esto que venga y lo saque de aquí, me encantan las flores, pero no cuando
viene de quien solo sabe hacerme daño.
—Reconozco Miranda, que la cagué contigo más de una vez por ser un
cobarde de mierda y no me siento orgulloso de las lágrimas que has derramado
por mi causa, de como, por imbécil, te humillé aquella noche—me dice con la
voz atropellada, sus hombros subiendo y bajando a causa de su respiración
irregular—. Llevo dos meses buscando los motivos por los que debería
resignarme a la idea de no tenerte porque eres una manzana prohibida para mí
que si muerdo inevitablemente moriré, pero no he podido encontrar ninguno
que sea lo suficientemente fuerte para frenarme y no haberme hecho caer en la
tentación de no venir a buscarte y llenarte de flores está habitación. Quise
desear que encontraras a un muchacho de tu edad con el que pudieras ser
feliz, pero soy egoísta, pequeña, la sola idea de imaginarte con otro me
enferma, me vuelve loco saberte con alguien más porque solo te puedo
imaginar en mis brazos, siendo mía.
Ante sus palabras estoy completamente muda, sus manos están alrededor de
mi rostro y me observa de un modo que...
—Dame una nueva oportunidad para demostrarte que esta vez, quiero
jugármela por ti y que no me importa nada, si después de esto muero a manos
de tu padre será la muerte más dulce que un hombre haya tenido jamás. Sé
que no me lo merezco, pero confía en mí está vez, no voy a fallarte, no volveré
a herirte una vez más, te lo prometo mi pequeña.
Y cuando me tomó, sin aviso alguno, los labios entre los suyos en un arrollador
beso, me pregunté con el corazón agitado y lágrimas en los ojos, si era tan
tonta para volver a caer ante él una vez más, arriesgándome a que me vuelva a
romper cuando si apenas estoy recuperándome de la última vez.
CAPÍTULO 17
Nicolás
Me dejo caer sobre mi cama en el hotel, cruzo los brazos bajo mi cabeza,
deslizo mi mirada hacia el techo y un suspiro de agobio se abrió paso a través
de mi garganta.
Miranda tiene la boca totalmente llena de razón, soy un cobarde de mierda que
la ha jodido más de una vez, por lo que es totalmente normal que no se fie de
mí.
—Me cuesta creer en tus palabras, Nicolás, sería una estúpida si lo hiciera, lo
que me hiciste esa noche, intencional o no, sigue clavado en mi corazón como
una espinillita que lastima demasiado. ¿Qué tal si te creo, me ilusiono y de
nuevo te vuelve a ganar la culpa por estar traicionando la confianza de tu mejor
amigo y me vuelves a lastimar? No sé sí, después de cómo me has tratado,
merezcas que corra ese riesgo... contigo.
Esas fueron sus palabras hace unos pocos minutos atrás, después de,
apartarme con sus ojos celestes llenos de lágrimas cuando la besaba, donde
me sentía completamente en un lugar puro, hermoso, cálido y en casa
pudiendo tocar sus suaves y carnosos labios, nunca se sintió así con mi ex
esposa ni con ninguna otra mujer.
Nunca quise nada tanto en mi vida cómo lo que le estaba pidiendo, le estaba
rogando con desesperación, con deseos de reparar todos mis errores con ella,
llenándola de cariño, de mimos y llenando su rostro de alegría.
—En este momento estoy estoy muy aturdida y cansada —musitó, en un hilito
de voz, desconfiada de mí y eso me mató aunque sabía que no podía esperar
otra cosa de ella—. Necesito estar sola y tú... me confundes demasiado, pones
mi cabeza a girar y es tan difícil comprenderte, eres como un acertijo y nunca
he sido muy buena descifrándolos. Por favor... solo... sal de aquí y dame un
espacio, debo pensar si debo o no volver a poner mi confianza en ti, tengo que
pensar si quiero correr el riesgo que implica volver a creer en ti, Maderos.
Desde que volvió a Los Ángeles, que fui por ella al aeropuerto y me di cuenta
de que la niña que se fuera de aquí hacia cinco años atrás había regresado,
pero ya no siendo esa niña sino convertida en una mujer con una sensualidad
de la que creo ni ella misma debe ser consciente, un ángel en la tierra hecho a
mi imagen y semejanza para atormentarme, fue como si ese día con tan solo
una mirada de sus lindos ojos azules ella me hubiese agarrado de la bolas para
ya nunca soltarme, perdí completamente la razón y algo nuevo comenzó a
surgir en mi interior, se sintió como si su alma me jalara con fuerza y por más
que lo intenté, una y mil veces, me fue difícil resistirme a no caer.
Con todas mis fuerzas he intentado verla con los mismos ojos que antes, como
la chica agradable a la que le tenía un apreció infinito no solo por ser la hija de
mi mejor amigo, sino que ella siendo tan adorable y dulce se robó mi corazón
desde el primer momento en que la conocí, y en su lugar no desear sentir su
piel bajo mis manos, pero ha sido una labor completamente titánica. Me acosté
con otras mujeres, buscando olvidarla en otros brazos, sacudirme de alguna
forma esa pasión casi enfermiza que siento por una chica de apenas veintiún
años cuando yo por poco casi le doblo la edad, sin embargo, ninguna de esas
mujeres lograron detener la avalancha de sentimientos que Miranda
despertaba en mí, no pudieron detener lo inevitable y aquí estoy, queriéndola y
deseándola con todas las fuerzas de mi alma.
Ya no puedo frenar más lo que siento por ella, sé qué tanto puede ser mi
salvación como mi perdición, que será aún más difícil mirar a los ojos a mi
mejor amigo cuando, aun no debiendo, tenga una relación con su hija y su
debilidad también. Querrá matarme, de eso estoy seguro, pero por los
momentos no quiero pensar en todas las formas en las que Lucas Collins me
matará sino en Miranda y en tenerla a mi lado pase lo que pase. Ya no me
importa nada, me frené demasiado, me lastimé muchas veces a mí mismo
intentando no sentir lo que siento por ella, ya no más. Tal y como le dije, si él
tenerla así sea una sola noche entre mis brazos ocasionaría mi muerte, sería la
muerte más dulce que haya tenido un hombre y moriría siendo consciente de
que solo había vivido para tener ese momento con ella.
Cambio todos los años que me quedarían de vida solo por un pequeño instante
entre sus brazos, porque sé que habrá valido la pena vivir solo para ello.
CAPÍTULO 18
Nicolás.
Nunca sentí algo tan abrasador como lo que estoy sintiendo ahora por esa
chiquilla que de alguna forma buscó su camino a mi corazón, se instaló allí y se
niega a marcharse. A Kendra, mi ex esposa y la mujer con la que estuve tres
años casados, no apeteciéndome ahora entrar en detalles sobre las razones
por las cuales ahora estoy divorciado de ella, la amé profundamente. Me casé
con ella completamente enamorado y al menos durante los dos primeros años
de nuestro matrimonio fui feliz con ella, era culta, inteligente, y en la cama
funcionamos perfectos; era exageradamente bella, y siendo sincero me sentía
el hombre más afortunado del mundo por saberla mía aunque ahora sé que la
belleza no lo es todo. Miranda es igual de bella e incluso un poco más, pero me
despierta sentimientos distintos que no recuerdo haber experimentado antes.
Esa pequeña mujercita me despierta algo más salvaje, más intenso. Es como si
ella fuera mi mente, mi corazón, mi alma... todo lo que me mantiene vivo.
Un sonido en mi puerta llamó mi atención. Puse mis ojos en ella, confuso, pues
el toque fue tan suave y bajo que juré había sido fruto de mi imaginación, así
que no me moví de mi lugar, me quedé ahí, quieto, aguardando por un
segundo toque si es que hubiera habido un primero y no fuera...
— ¿Nicolás...?
Una sonrisa se asomó a mis labios. Queda más que claro que ha venido
porque quiere darme una respuesta, y espero de corazón sea positiva. Si es
así, de verdad, prometo no joderla está vez. Ya le hice mucho daño por culpa
de mi cobardía.
Le abrí la puerta, ella titubeó, me ojeó con sus ojos azules, para después
soltando un profundo suspiro proceder a ingresar en mi habitación. Cerré la
puerta y rápidamente puse toda mi atención en ella.
—Justo estaba pensando en ti, es todo lo que hago últimamente, ¿sabes? —le
digo, sin miedos, sin rodeos, pues ya no quiero tener que ocular ante ella lo
que siento. No quiero tener que fingir que no me vuelve loco cuando es todo lo
contrario.
Me observó un instante.
—Tengo miedo, Nicolás, mucho miedo —me dice en hilito de voz lastimero
mientras juega con sus dedos de las manos en un gesto ansioso, y cuando voy
a acercarme ella continúa—. Mis sentimientos por ti son demasiado fuertes,
¿sabes? Todo lo que quiero es... estar a tu lado porque... te quiero, pero al
mismo tiempo no deseo arriesgar mi corazón a que me lo rompas más veces
de lo que ya no has roto, me quedaría sin nada.
—Miranda yo también... te quiero, te juro por mi hija Abby que es el tesoro más
grande que tengo en este mundo que me hallo completa y absolutamente
perdido por ti en cuerpo y en alma. Te quiero con todo mi corazón y de un
modo intenso y apasionado —le confieso, Miranda me mira con sus ojos azules
muy abiertos, cargados de incredulidad, como si no pudiera creer en mis
palabras y no la culpo, en lo absoluto—. Te mudaste aquí —agarro una de sus
pequeñas manos, colocándola justo donde mí corazón late de un modo que me
lastima al tenerla tan cerca, quiero sacar todo lo que siento por ella para que no
le quede ninguna duda de que la quiero bien, que deseo hacerla feliz y que mis
deseos van más allá de su cuerpo, quiero a la mujer dulce, adorable y con
corazón puro que es y que admiro con todo mi ser—, te has instalado ahí, lo
hiciste tu hogar, tu propio refugio, y todo lo que quiero ahora es que nunca te
vayas. Por favor, es normal que tengas miedo, yo también lo tengo, mucho,
porque jamás he sentido algo tan puro y grande como lo que estoy sintiendo
por ti y no sé mucho como llevarlo, pero permíteme demostrarte lo mucho que
vales para mí, yo...
Ella colocó su dedo en mis labios silenciando mi voz y vi lágrimas en sus ojos,
pero por alguna razón no me alarmó.
—Era todo lo que queria escuchar —me dice quitando el dedo de mis labios y
se secó las lágrimas antes de agregar—: Te daré una oportunidad Maderos,
pero si me vuelves a fallar...
—Te prometo que está vez no lo haré —musito feliz, interrumpiéndola, ella me
observó un segundo con una media sonrisa que me llegó al alma y prosiguió.
—Si me vuelves a fallar, por mucho que te quiera haré lo que sea para
olvidarme que existes como hombre, lo que sea, y tendrás que soportar verme
con alguien más que sí sepa darme el valor que me merezco.
Trago en seco.
El que me dijera eso fue como una patada al hígado, yo no soy capaz de
soportar el verla con alguien más. Solo con imaginarlo me muero de los celos,
quiero que Miranda sea solo mía y es por ello que me prometí que si ella quería
un hombre que la mereciera sería ese hombre sin duda alguna.
Y sin aguantar un segundo más ante su respuesta bajo mis labios hacia los
suyos, uniéndolos con los míos y gemí ante la sensación de placer que me
otorgó el tocar esos labios exquisitos y dulzones, metiendo las manos entre las
hebras de su sedoso cabello la atraje un poco más hacia mí, y cuando pude
ingresar en su boca me encontré besándola de un modo desesperado,
demasiado hambriento para saciarme con tan solo un beso, acaricié con mi
lengua todos los rincones que encontré, empapándome completamente de su
sabor.
Mi corazón palpita a un paso veloz y puedo sentir el suyo del mismo modo
contra el mío, estamos completamente sincronizados y se siente como si la
hubiese besado en otras vidas, pues la sensación es única, inigualable y...
sublime.
—¿Has cenado ya? —le pregunto, más que nada para poner mi mente en otro
lado que no sea en el querer desnudarla y hacerla mía. Miranda sacudió su
cabeza en negación mientras mordisquea su labio inferior hinchado por nuestro
beso con sus dientes blancos de un modo muy sexy y provocador, quise ser yo
quien lo mordiera, en realidad—¿Y tienes hambre, pequeña?
Afirmó.
—Sí, la verdad es que no como nada desde el desayuno y... hace unas horas
atrás tuve una muy agotadora sesión de fotos —me explica—, cuando volvía a
mi cuarto tenía toda la intención de tomar una larga ducha y descansar, pero lo
único que si hice fue tomar la ducha porque descansar después de lo aturdida
que me dejó tu aparición junto con todas esas flores que ahora están mi
habitación me fue... imposible.
Claro que había visto esta sesión de la que habla, y fue también el momento
justo en que aproveché para llenar su habitación de flores, buscando
impresionarla y conseguir aflojarla un poco después de como la había cagado
con ella hacía meses atrás y me dejara claro esa noche que no deseaba volver
a verme, Ser el dueño del hotel, aunque ella no lo sepa, tiene sus ventajas.
—Gracias por las flores —me dijo, al fin, ambos recostados sobre mi cama, ella
a mi lado y yo, acariciándole el rostro, el cabello suave y perdido
completamente en la maravillosa sensación que me da tenerla así, junto a mí,
tan entregada a mí y sin miedo—. Aunque exageraste un poco, con un solo
arreglo me hubieras impresionado igual, en incluso con tu presencia bastaba.
Por placenteras que fueran tomé su mano deteniendo sus caricias, me estaba
haciendo perder el control y no quiero. Ella es esperta tentándome, le sale
bastante bien y el horno no está para bollos.
— ¿Y ya no, supongo?
—Mmm... No te creas Maderos, aún queda una pequeña pisca de enfado,
tendrás que hacer muchos méritos para que se me pase completamente el
enojo... tiendo a ser un tantito orgullosa.
Sonreí, montándome sobre ella y la dejé debajo de mí. El largo cabello le cubre
el bello rostro y se lo aparte besándole los labios en el acto antes de descansar
mi frente contra la suya, respirándola. Me estoy sintiendo tan pleno solo sobre
su cuerpo incluso cuando no la estoy haciendo mía, y no recuerdo haberme
sentido tan bien en toda mi vida. Es todo lo que necesito y me prometí cuidarla.
—Te quiero, Nicolás, te quiero mucho y no me importa nada más que vivir este
momento contigo.
Miranda.
Sentí una caricia en el rostro, una que me saco fuera de mis cavilaciones y al
buscar el dueño de esa caricia me encuentro con unos brillantes ojos grises
abiertos al amanecer, observándome mientras una sonrisa acaricia sus labios.
—Buenos días —me dice, con voz ronca —. Definitivamente despertar y que tú
seas lo primero que vea al abrir mis ojos es lo más bello que me ha sucedido
en mucho tiempo.
Ante sus palabras no puedo evitar que una sonrisa boba toque mis labios ni el
sonrojo en mis mejillas.
—Buen día —saludo yo también—, yo... nunca tuve un despertar tan bonito en
toda mi vida como... este contigo —admito, sin pena y un poco más sonrojada.
El solo sonríe, y en sus ojos grises puedo ver un brillo distinto esta mañana,
pero al mismo tiempo, algo salvaje e intenso.
Un pequeño instante más tarde él tomó mis labios entre los suyos en un beso
lento y suave. Rápidamente me muevo rodeándole el cuello con mis manos,
mis dedos hundiéndose entre las hebras gruesas de su cabello, y le dejo tomar
de mi boca todo cuanto puede tomar, al mismo tiempo que yo hago lo mismo
con la suya, besándolo con avidez.
Su lengua acaricia la mía con penetraciones suaves, pero firmes, y se sentía
real, tan bonito y perfecto el modo en que su cuerpo se acopla al mío, como
nuestros labios, húmedos, y ardiendo, se mueven con la misma sincronía con
la que laten nuestros corazones, haciendo un único sonido.
Siento sus manos bajar, desde mi hombro por mis brazos, acaricio mis caderas
hasta llegar a mis piernas desnudas por la camiseta que me prestó para dormir.
Sí, no tengo más que su ropa y una bragas debajo, que ante todo lo que estoy
sintiendo, las siento húmedas. Nicolás tiene una forma de besar que... ¡joder! él
simplemente me hace perder la cabeza en ese pequeño instante, y todo lo que
quiero es él dentro de mí, arrancándome la ropa, tomando mis pechos en sus
manos, luego en su boca y... Apretó mí muslo al tiempo que muerde mi labio
inferior, gemí fuerte y cuando una de mis manos, mientras la otra perfila un
lado de su bello rostro, bajó hacia su pecho desnudo y lo acarició el soltó un
gruñido que me hizo estremecer.
—Esto es un sueño hecho realidad, ¿sabes? Claro que quiero ser tu novia.
Nicolás sonrió, luego me besó toda la cara; la frente, la nariz, las sienes, el
mentón y el cuello, a lo que alcé un poco la barbilla para dejarle más acceso a
mí piel que lamió con su lengua sacándome un bajo gemido y que con mis
piernas le rodeara las caderas tirando de él un poco más cerca de mí, sin
importarme dejar expuesta mis bragas, y mis manos acariciándole los duros
abdominales. Un gruñido salió de su garganta antes de que buscara mi boca,
besándome apasionadamente.
🌺🌺🌺
—Ten buen viaje y nos vemos... pronto —él me dice, tomando un mechón de
cabello que se me había soltado de la coleta que me hice para el viaje y juega
con el—. Piensa mucho en mí mientras no nos vemos, yo haré lo mismo.
Río.
—Te prometo que pronto te haré mía, y será lo suficientemente perfecto para
compensarte por todo lo que has sufrido a causa mía —gesticuló, con voz
suave y aterciopelada en mi oído, su calor logra que los vellos de mi nuca se
ericen—. Te quiero mi pequeño ángel.
Mi corazón está latiendo sin control cuando se aleja, no sin antes dejarme un
besito en mis calientes, y sonrojada mejilla.
🌺🌺🌺
—Hermanita, hermanita linda —nada más pongo un pie en casa escucho esa
voz chillona y a la vez dulce de Perla, quien jugaba en unos de los sofás con su
muñeca y solo hizo verme para dejar el mueble y venir corriendo hacia mí.
Pongo una sonrisa en mi cara, dejo caer mi maleta y le abro los brazos a la
pequeña que viene con una gran sonrisa hacia mí, me agacho para ponerme a
su nivel y la cargo.
—Hola, mi muñeca —la saludo con un beso en cada mejilla y ella ríe con sus
pequeños dientitos. Tiene dos lindas trencitas en su cabello castaño que estoy
segura le hizo nuestra madre, solía hacérmelas cuando estaba pequeña y me
encantaban—. No sabes lo mucho que te eché de menos.
— ¿Sí?
—Sí —me dice, besándome ambas mejillas como yo lo hice con ella colgada a
mi cintura como changuito y rodeándome el cuello con sus pequeñas manitas.
No evité sonreír, aparte de que ya vengo contenta por mi reciente noviazgo.
Esta vez quien apareció en la sala fue Marfil, mi madre, quien por cierto luce
radiante y hermosa desde hace dos meses hacia acá, pues está en una
especie de relación con Martin Di Monti que la tiene sonriendo todo el tiempo y
muy feliz, cabe destacar. Yo no me opongo a su relación, se quién es Martin,
como bien dije antes su lista de conquista es larguísima, pero está
demostrando que puede merecerla y yo le estoy dando el beneficio de la duda,
claro, no falta el momento en que lo amenace con dejarlo sin su amiguito entre
los pantalones para que no pueda volver a estar con ninguna otra mujer en
toda su vida si le hace daño a mi madre, le he dejado claro que ella no es una
mujer de aventuras y si de las que se les baja la luna y las estrellas, le ha
quedado claro y está portándose como todo un caballero con ella.
—Mamá.
🌺🌺🌺
Estoy saliendo del baño después de darme una larga ducha, y es entonces
cuando la puerta de mi habitación se abrió. Llamó mi atención que entraran sin
tocar, en casa se respetan los espacios de cada miembro de la familia, pero
quien entró no es una Collins. Es Tamara. Ella por lo regular es bastante
educada, pero me puedo imaginar la razón por la que ha entrado de ese modo.
—No podía aguantar las ganas de venir a preguntarte esto y que me lo dijeras
mirándome a los ojos y no por mensaje de texto, de verdad Nicolás... ¿él es tu
novio ahora?
Cómo ella había dejado la puerta de mi habitación abierta al entrar sin tocar
observo con el corazón agitado, y agarrándome la toalla para que no se caiga,
el pasillo, buscando si alguien no escuchó lo que dijo.
—Tamara, si quieres te presto un megáfono para que lo grites más alto y así,
en lugar de mis padres se entera toda la ciudad —gesticulo, para ella—.
Porque entérate, querida amiga que todavía no queremos que nadie lo sepa.
—Por favor Tamara, si tuvieras en mi lugar y sintieras todo lo que yo siento por
ese hombre te juro que no lo pensarías dos veces —ella me mira, mordiéndose
el labio—. Lo que te quería decir antes es que por ahora, nadie, excepto tú que
ya lo sabes, puede saber que estamos en una relación. Ya veremos después
cómo le soltamos la bomba a papá sin que le dé un paro al corazón. Yo no
quiero a Nicolás siendo mi sucio secreto y además, odio tener que estar
ocultándole cosas a mis padres, sobre todo.
Inspiré profundamente.
—Bueno de todos modos, dile a ese tonto, solo por si se le ocurre nada más,
que si te vuelve a hacer daño, contrataré un ejército de matones de la peor
calaña y enviaré a darle una paliza que no la olvidará por el resto de sus días
—me mira con una sonrisa torcida y malvada—. Lo primero que pediré le
rompan, será su lindo pene.
Santo Cristo...
—Sabes que hago por ti lo que sea Miranda, y Nicolás ha estado haciéndote
daño desde tiempos pasados, no mereces que te haga una más.
Ella tiene razón, pero está vez confío en que no me fallará. Me lo grita mi
corazón y ese órgano casi nunca miente.
—Ya te dije que está vez él prometió darlo todo por mí —Volteó el rostro y me
miró—. Él, me llenó la habitación de flores, tenía todo un jardín allí cuando volví
después de una larga y agotadora sesión de fotos, y aunque estaba enojada
aún en ese momento con él, el gesto fue tan hermoso que te juro me derritió.
Después me dijo unas hermosas palabras: como que está loco por mí, me
quiere a mí y no a mi cuerpo, porque él malditamente tuvo la oportunidad de
tomarme y no lo hizo, prefirió esperar para hacerme ver que soy más que un
cuerpo para él. No me volverá a lastimar, yo lo sé.
—Y más le vale que sea así, por su bien, porque mi amenaza va en serio.
[•••]
Hasta pronto.
Y por si les interesa, tengo Instagram dedicado solo para mis historias, pueden
seguirme si lo desean.
CAPÍTULO 20
Nicolás.
—Te echo de menos, papá. ¿Cuándo vendrás a verme? —me pregunta mi hija
mientras hablamos por video llamada.
—Pronto, princesa.
Ella hace una adorable pucherito que me provocó querer cruzar la pantalla e ir
a comerme esa carita a besos, lástima que no se pudiera.
—Mmm, ¿qué te parece la próxima semana? —Sus ojos del mismo tono gris
que los míos se iluminan por mis palabras—. También te echo de menos,
cariño y me muero por verte.
—Lo haré.
Le envío un último beso a mi hija Abby y después cuelgo la llamada, dejo caer
la cabeza contra el asiento mientras mi chofer, Dexter, conduce y suelto un
suspiro.
Mi hija Abby sin duda alguna fue lo mejor que me pasó en toda la vida y la amo
como a nada ni nadie. Haría lo que fuera por su felicidad, por su tranquilidad y
porque este bien, además de que estoy demostrándole mi amor todo el tiempo
y no es precisamente con regalos costosos. Cuando me enteré que tenía una
hija, de la cual me perdí los primeros años de su vida no me lo creí en un inicio,
pero la vi y se robó completamente mi corazón. Todavía puedo recordar
cuando después de unos seis meses conviviendo con ella, dándome a conocer
como su padre y ganándome su confianza, ella me llamó papá por primera vez.
Ese día lloré de felicidad porque la sensación no se parecía a ninguna otra que
yo hubiese experimentado nunca antes. Y cuando estoy con ella no puedo
dejar de mirarla, de besarla, de abrazarla y escuchar todo lo que tiene para
decirme. Son los momentos más felices de mi vida y no los cambiaría por nada,
ella es lo más hermoso que he creado y mi tesoro más valioso.. De ser por mí
la tendría acá, en Los Ángeles para poder verla y consentirla todos los días,
saber que me voy a la cama y que ella está ahí, pero Abby tiene a su madre,
que además es excelente y no puedo hacer ni siquiera el intento de quitársela.
Me conformo con ir a verla a Brasil siempre que pueda, y esperar las próximas
vacaciones de Navidad, que ya están cerca y así poder tenerla conmigo unas
semanas.
Me pasé la mano por el rostro y miro, a través del cristal, las calles iluminadas.
Voy a verla en un rato, en su casa y dónde estará su padre que también es mi
mejor amigo. Mierda, no sé cómo rayos voy a poner disimular delante de Lucas
el amor que tengo por su hija y que él no se dé cuenta, al menos no todavía.
Esta situación no me gusta, pude simplemente haber elegido a una chica para
estar, primeramente de mi edad y segundo que no supusiera tantas
complicaciones, e inclusive, el riesgo de perder mi vida. Pude poner mis ojos
en otra mujer, pero no pude porque en definitiva no ha sido mi elección sino la
de mi corazón y contra ese órgano no hay quien pueda luchar. Pero pese a
todo lo que implica estar con Miranda Collins sé que ella es la única mujer que
necesito, que puede hacerme feliz y no quiero —puedo—, renunciar a ella.
—Señor —Dexter, mi chofer me abrió la puerta y salí, ajustándome la chaqueta
del traje, y un instante más tarde ingreso en la mansión Collins, y me encuentro
con casi toda la élite de Los Ángeles en esa fiesta, pues Paula tiene cierta
costumbre de que cuando hace una fiesta, la hace en grande, aunque es una
excelente mujer.
—Buenas noches, Nicolás —me saludan ambos, Paula radiante con un vestido
color rosa pálido que le queda ceñido y perfecto al cuerpo, pues ella es una
mujer espectacularmente bella y Lucas cómo es de esperarse de saco y
corbata, luciendo ambos muy elegantes.
Ellos sonríen y se miran a los ojos con complicidad y amor. Son más de veinte
años casados que cumplen hoy y lucen tan enamorados como si se hubieran
casado el día de ayer. Parejas así existen pocas. Trago saliva sientiendo un
sabor amargo en la boca. Cuando me casé quería que fuera para siempre y se
disolvió en tres años. Supongo que ella y yo no estábamos destinados a pasar
una eternidad juntos como tanto yo deseaba el día que di el «sí acepto» frente
a un padre y le juré amor y respeto hasta que la muerte nos separara.
—Te he traído un obsequio, espero sea de tu agrado —le entrego el regalo que
saco de la chaqueta de mi traje: una caja alargada de terciopelo.
Con un asentimiento de cabeza le hice ver que no había de qué y que había
sido todo un placer. Lucas y Paula se alejaron para saludar a otros invitados
que acaban de llegar, como los buenos anfitriones que eran.
Miranda...
Trago duro y a punto estuve de llevar la mano hacia al nudo de mi corbata para
aflojármela un poco, pues me sentí ahogándome de pronto con mi propia
reparación irregular.
Miranda se detiene unos segundos en las escaleras, mirando para todas partes
antes de empezar a descender hacia abajo, y ella simplemente lo hace como si
fuera la reina del universo y todos nosotros unos simples mortales que
deberíamos arrodillarnos a sus pies para rendirle pleitesía, y yo sin duda
alguna lo haría. Carajos, no estoy respirando ahora porque mis pulmones
parecen haber dejado de funcionar desde que ese ángel hizo su aparición ante
mí. El vestido color pastel que trae puesto se le pega a la piel bronceada y luce
demasiado sexy en ella, al mismo tiempo que elegante y sofisticado con un
escote que me permite apreciar el valle de sus pechos. Es impresionantemente
hermosa y entiendo la razón por la que me tiene totalmente agarrado de las
bolas y sin escapatoria, luce como una chica tierna y muy dulce, pero al mismo
tiempo luce salvaje, y la sensualidad en ella pareciera una vestimenta que lleva
puesto constantemente.
Estoy intentando apartar la mirada por todos los medios, no quiero ser
descubierto, pero ella es un imán que me jala como si yo fuera metal hacia ella
y no tengo escapatoria. Estoy condenado a la muerte por Miranda Collins y no
me importa, no sí me mira de esa forma y me sonríe con los ojos.
—Disimula, Maderos. Estás siendo muy obvio y Lucas Collins te colgará de las
bolas si te ve mirando así a su niña —me dice, Martin, habiéndose acercado y
me saca del hechizo en el cual me encuentro.
Vuelvo a mirar a Martín Di Monti. Él es solo tres años más que yo y aparte de
ex cuñados somos socios, y él y Lucas Collins son los únicos amigos reales
que tengo en el mundo como hombres y como mujer, Morelia Fontana ala que
aprecio más como una hermana menor. El hecho de que mi matrimonio con su
hermana se disolviera y cada uno este ahora haciendo su vida por separado no
dañó nuestra relación para nada. Sabe que yo amaba a Kendra y que si ahora
estamos divorciados no fue enteramente mi culpa y yo jamás le hice daño, solo
busqué hacerla feliz durante todo el tiempo que fue mi esposa.
A alguien tenía que contárselo porque sentía que de algún modo me estaba
ahogando con todos los sentimientos que empezó a despertar esa chica en mí,
tan intensos, y abrumadores; unos sentimientos que me estaban volviendo
completamente loco, o mejor dicho, me están volviendo loco. Es discreto y me
prometió guardar el secreto hasta que seamos nosotros mismos quienes
decidamos destapar la bomba y hacerla explotar.
—Hola, caballeros —saludo ella, con un dulce tono de voz que me recorrió la
piel como si fuera una caricia y apreté los dientes, sintiéndome muy excitado y
ni siquiera la he tocado. Solo estoy mirándola.
—Hola Miranda, estás deslumbrante esta noche. Ese vestido queda bien en ti
—musitó Martin y si no supiera que él está loco por la madre y que no tiene
ningún interés amoroso por la hija me pondría celoso, como aquella vez que los
vi abrazados en el club.
—Sé que soy hermosa Martin, no necesito que me lo digas, pero gracias de
igual modo —dice ella, guiñándole un ojo al hombre a mi lado.
Ella me mira frunciendo su lindo ceño, sus ojos azules sobre mí.
—Estás hecha una jodida diosa romana esta noche con ese vestido que luces
y yo... solo no puedo apartar mis ojos de ti y es una tortura porque sé que debo
disimular pero no puedo.
Miranda lamió su labio inferior y luego tiró de él hacia dentro con sus dientes.
Tuve que contener el impulso de llegar hacia ella y besarla frente a más de cien
gentes en esta sala, sin importarme nada.
—Tú también estás muy guapo, Nicolás —me dice mirándome con sus lindos
ojos azules y se lamió los finos y deliciosos labios al mirarme detenidamente—.
Estamos en las mismas porque yo tampoco puedo apartar mis ojos de ti.
Somos igual de pecadores mi amor.
—Buenas noches —se escucha la voz de Marfil con una sonrisa en los labios.
Martín se quedó del mismo modo que yo lo hice cuando vi a la hija de esa
mujer hace unos minutos atrás de quien sin duda alguna Miranda heredó tanta
belleza porque Marfil Collins es hermosa.
—Jodida mierda, estás... estas... joder no hayo palabras para describir cuán
jodidamente deslumbrante luces esta noche, Mar. Estoy seguro de que puedes
ver la baba bajando por mi boca ahora.
Marfil, con las mejillas sonrojadas como una adolescente sonrío tímidamente,
yo con disimulo miro a Miranda y observo la forma cariñosa como mira a la
mujer que se nos ha acercado, incluso hasta con orgullo. Recuerdo lo
confundida y molesta que estaba cuando se enteró de que era su madre y que
la había dado en adopción a su propio hermano, lo cual era totalmente normal.
Me alegra que al final la haya perdonado y estén teniendo una estupenda
relación ahora de madre e hija. Incluso sé que se la pasa amenazando a Di
Monti de lo que le puede pasar si la hace sufrir, la ama.
—Gracias yo... —musitó Marfil, observado a Martin con los mismos ojos que le
heredó a su hija—, tú también estás muy guapo y hay muchas mujeres
mirándote.
—Disculpen, necesito besar a esta mujer ahora mismo —dice Martin, dejando
una copa que tenía en la mano sobre la bandeja de un mesero y toma a una
ruborizada Marfil por las estrechas caderas, acercándola a él
—Martin no...
Miranda.
Sin embargo, si ese es el modo en el que tengo que estar con Nicolás, por
ahora, lo estaré porque sin duda alguna es peor estar sin él y eso último no lo
quiero, no lo concibo.
Era ya casi media noche cuando debo subir a mi habitación porque me veo en
la necesidad de cambiarme de vestido si quería seguir en la fiesta que estaba
en pleno apogeo. No es que me sintiera incómoda con él, fue un regalo de un
famoso diseñador para el que modelé hace un mes atrás y estaba esperando
una ocasión como la fiesta de cumpleaños de mi madre en conjunto con su
aniversario de bodas con papá para estrenármelo, pero accidentalmente una
de las invitadas de la fiesta con la que tropecé sin querer me derramó una copa
de vino y lo manchó, casi me pongo a chillar por mi bello vestido que además
me quedaba divinamente bien, pero tuve que comportarme como una chica
madura y entender que no lo hizo por envidia ni con mala intención. La
muchacha; hija de unos amigos de mi madre, apenada se disculpó conmigo por
el incidente y pareció sincera.
Marfil esta preciosa esta noche con un hermoso vestido rojo largo, estilizado a
su esbelto cuerpo. El vestido; que prácticamente le había obligado a comprar,
contenía una abertura que llegaba hasta la mitad de su pierna derecha y el
cabello castaño lo lleva recogido en un moño con algunos flecos sueltos... Esta
espectacular.
—Seguro fue por envidia —habló Martín con una encantadora sonrisa, al igual
que una cara de embobado con la mujer a su lado—. Con lo hermoso que te
quedaba el modelito. ¿Verdad, bella?
Sonreí.
—Gracias mami —agarro su rostro entre mis manos y le llené la cara de besos,
sonríe mucho y me gusta verla reír así. Mi hermosa mamá—, aunque si soy
hermosa es porque me parezco a ti que eres bellísima, Marfil Collins.
—¿Nicolás, que haces aquí? —pregunto con la voz estrangulada por cómo me
miro, sus ojos oscureciéndose de un modo aterrador y se lamió con deseo los
labios sin dejar de observarme, acercándose seguro de sí mismo y decidido.
Oh Dios mío...
No puedo decir una sola palabra, pues en algún momento él llegó hacia mí,
tomó mi rostro entre sus manos y estampó sus labios sobre los míos,
besándome salvajemente y con una urgente necesidad que me deja
completamente a su merced en cuestión de segundos. Mueve la cabeza a un
lado y otro, mientras introduce su lengua en mi boca.
—Quiero quedarme aquí contigo —me aprieta entre sus brazos, besándome en
la cabeza y me acurruco un poco más sobre su torso. Es un lugar perfecto para
quedarse toda la vida.
—No quiero que tengamos que estar juntos así, como si estuviéramos
cometiendo un delito porque no es así — musito acariciándole el pecho por
encima de la camisa blanca que porta—. Quisiera solo decírselo a mis padres,
que estamos juntos.
Nicolás tragó duro y me tomó el mentón con sus dedos y me besó lentamente y
profundo por unos pocos segundos antes de apartarse y dejar su frente
descansar sobre la mía.
—No lo sé realmente, pero llegará, supongo —me mira con sus ojos grises—.
Te quiero, pequeña.
Mi corazón se acelera mucho y le acaricio la barbilla con mis dedos. Esta suave
porque parece haberse rasurado el día de hoy, mis ojos azules en los suyos.
—Te quiero, te quiero con todas las fuerzas de mi ser —cada frase viene
acompañada de un beso en mis labios—. Eres lo que mis ojos desean mirar en
todo momento. Estas en todas partes de mí y haré lo que sea para conservarte
a mi lado, pues sé, que aunque estar contigo es complicado por ahora, eres la
única mujer que puede hacerme feliz. No estoy dispuesto a perderte, Miranda.
Me cuesta tanto creer que ese hombre que he amado por tanto tiempo
finalmente comparte los mismos sentimientos por mí que yo hacia él, pero
realmente está sucediendo y es increíble. No me importa que tengamos que
amarnos a escondidas la verdad, lo único que me importa es poder estar con
él.
Lo quiero tanto.
—Tú también eres el único hombre que puede hacerme feliz, Nicolás. Ningún
otro ha podido nunca hacer mi corazón saltar en mi pecho como tú lo haces, es
por ello que yo tampoco estoy dispuesta a perderte.
—Te quiero para siempre —me dice contra los labios antes de atraparlos en un
sensual y suave beso que le dan completamente credibilidad a sus palabras—.
Contén los gritos todo lo que puedas, pequeña.
No entendí a qué se refería pero asentí sin saber lo que me deparaba. Sus ojos
grises se clavaron en mí, mientras su mano descendió por mi cuerpo desde mi
hombro y toma un camino lento, despacito; quemando mi piel sensible por
donde pasaba y buscó un camino hacia mis muslos, sin detenerse. Me sonrió y
yo a él sin poder contener la respiración descontrolada en mi pecho, entonces
Nicolás; haciéndome las bragas a un lado, me tocó donde nunca jamás había
tocado otro hombre y sentí que el aire se me esfumó por completo de los
pulmones. En ese momento el tiempo se suspendió un instante y luego se
precipitó.
—Aah...
Una de sus manos cubrió mi boca para callar mis fuertes gritos. Jadeé cuando
siento su otra mano acariciar ese lugar entre mis piernas que está a punto de
hacerme estallar, me estremecí entre sus brazos. Quería gritar de placer, pero
su mano presionaba mi boca y solo podía moverme contra su cuerpo haciendo
fricción. Sentí por sobre sus pantalones que estaba duro por mí, eso me excitó
un poco más y aumentó la calentura en mi cuerpo, y solo necesito una sola
cosa: que no pare porque lo que estoy sintiendo es increíble y alucinante.
Quiero más.
—Es placentero saber que nadie ha tocado esto antes. Me complace ser el
primero, mi pequeña —me susurró al oído con la voz cargada de excitación, sin
dejar su trabajo de torturarme con su mano entre mis piernas, sus dedos
resbalando a través de mis fluidos —. Estas tan húmeda y caliente ahí abajo.
Dios me encantas, cariño.
Lo que siento es como una tormenta en mi propio núcleo, lista para estallar con
plena furia por todo mi cuerpo. Es aterrador pero también adictivo, siento que
estoy subiendo en una montaña rusa y que la caída será épica, llevándome a
un lugar en el que nunca antes he estado. Estoy impaciente porque el
momento llegue, pero al mismo tiempo no porque deseo seguir sintiéndome así
por mucho tiempo. Es demasiado bueno.
Dios bendito me siento arder y todo lo que hago es gemir y jadear de placer,
además de suplicarle a Nicolás con los movimientos de mi cuerpo no parar.
—Miranda no, detente pequeña —me detiene cuando estoy tratando de quitarle
la corbata del cuello, agarrando mi muñeca.
—Tienes razón Miranda, ganas no me faltan de hacerte mía, pero por esta
noche, lo que has tenido es lo único que tendrás —me dice, pero su voz suena
torturada y en su mirada grisácea mucho más—. Quiero hacerte mía, claro que
quiero, y contenerme está siendo la tarea más difícil y complicada que he
tenido que realizar en mi vida, pero si he de hacerlo no será está noche, no
aquí, sino en un lugar donde no tenga que callar tus gritos por temor a ser
escuchados pequeña. Voy a hacerte el amor en un lugar donde nos sintamos
libres para amarnos, lo mereces, lo merecemos los dos.
Paso saliva y pensé que tiene razón. Por más ganas que tenga de él, porque
llevo demasiados años deseándolo y sea difícil para mí contener la necesidad
que tengo de ser suya, no estamos en el lugar correcto y debo esperar. De
igual modo sé que llegara, que nada impedirá que llegue ese momento en que
nuestros cuerpos se hallen desnudos, y sudorosos colisionando de deseo y
nuestras partes unidas, y estoy convencida de que no habrá instante más
perfecto que ese y que no podré comparar la sensación con ninguna otra que
haya sentido antes.
Tomé su cara entre mis manos y mirando sus ojos torturados por tener que
contenerse cuando no es exactamente lo que quiere, reparto besos en sus
labios. Sus manos se asieron a mis caderas desnudas y suspiro y suspiro ante
mis besos.
—Tienes razón, por un momento solo pensé en que tengo muchas ganas de ti
y me olvidé de lo demás. No estaríamos siendo muy libres aquí, esperaré
ansiosa a que llegue ese momento para poder juntar nuestras almas en una
sola y hacernos el amor, por ahora gracias por... haberme hecho sentir algo tan
bonito.
—Yo sentí bonito haciéndote sentir bien a ti, no te imaginas cuanto —se acercó
y solo rozó sus labios con los míos—. Ahora debo bajar, saldré por tu ventana y
después entraré en la casa como si hubiera estado fuera tomando el aire, y
vaya que lo necesito. Te quiero.
—Te quiero.
No importaba lo que tuviéramos que enfrentar, nosotros tenemos claro una sola
cosa: lucharemos con todas nuestras fuerzas para preservar lo que sentimos,
porque nuestro amor es como el océano, profundo, grande, intenso y muy
fuerte. Nada podrá detenerlo.
CAPÍTULO 21
Tuve que simular un viaje de trabajo cuando era todo lo contrario para no
levantar ninguna sospecha con mis padres de que estoy teniendo una relación
prohibida y clandestina con ya saben que bombón de ojos grisáceos que me
trae en una nube por él.
Estoy demasiado feliz por saber que podré estar lejos, con el amor de mi vida y
los dos solos. No me siento bien mintiendo a mis padres, pero por los
momentos no hay otra opción. Hasta ahora ni Nicolás ni yo que llevamos ya en
esa relación secreta más de tres semanas; semanas que han sido hermosas
por cierto, el caso es que ninguno de los dos ha tenido el valor de contárselo a
mi padre y acabar ya con esto de vernos en secreto y el tener que disimular
nuestro amor frente a él la mayor parte del tiempo y robarnos miradas a
escondidas como dos delincuentes.
Mas en este precioso instante solo quiero pensar en que vamos a estar juntos y
solos. No sé si sueno muy desesperada, pero lo deseo mucho y tengo muchas
ganas de que pasen cosas más intensas y profundas entre los dos en ese
viaje. Estoy siendo sincera y la sinceridad es una de mis mayores virtudes. No
he podido dejar de pensar en aquella noche, abajo se celebraba la fiesta de mi
madre, mientras tanto arriba, en mi habitación y sobre mí cama estábamos él y
yo, Nicolás tocando lugares que ningún otro hombre había tocado jamás y
haciéndome volar. Quiero más de eso, mucho más.
—Sí, señor —contesto al hombre con igual amabilidad, teniendo una ligera idea
de quién puede ser.
—Mucho gusto, mi nombre es Taylor —me tendió una mano blanca que yo
estrecho amablemente—. Estoy aquí para llevarla con el señor Maderos —Lo
sospeché al instante de verlo salir de auto, no es su chófer habitual porque se
llama Dexter, pero asumo debe ser uno más de sus trabajadores, creo—. ¿Me
permite?
Suspiré con el corazón dándome saltitos dentro del pecho. Nicolás estuvo de
viaje durante los últimos cuatro días, le había prometido a su hija Abby ir a
visitarla y como un buen padre cumplió su promesa. Yo no lo vi en esos cuatro
días, lo veré hasta un momento y aunque parezca que estoy exagerando lo
eché de menos como si no lo hubiera visto en cuatro años en lugar de sólo
cuatro días. Sí, parece extrañar demasiado a alguien, pero mi amor por Nicolás
es demasiado intenso, demasiado profundo y grande. Cuando se ama así un
solo segundo sin esa persona que amas parece un siglo.
—Hemos llegado señorita —la voz de Taylor se coló en mis oídos, unos
quince minutos más tarde anunciándome nuestra llegada al lugar donde me
reuniría con mi novio.
Novio...
Parece tan irreal ser la novia de Nicolás, el primer hombre al que le entregué mi
corazón y el que, con toda mi alma que ya es suya, quiero que sea el último. Es
tan lindo todo lo que estoy viviendo a su lado sin importar que tengamos que
ocultar, por ahora, ante los demás lo que tenemos, pero al menos a nosotros
no podemos ocultarnos lo que sentimos. Estoy viviendo un hermoso sueño a su
lado y todo lo que quiero es no despertar... nunca.
Miré por la ventana y me di cuenta de que estábamos en el aeropuerto, pero en
una pista privada de aterrizaje. Supe de inmediato el porqué. Nicolás es un
hombre multimillonario así que es más que obvio que tendría un avión privado
y viajaremos en él, lo cual debo decir no me impresiona en lo absoluto.
Unos pocos minutos después de besarnos hasta casi saciar nuestra sed del
uno por el otro, es Nicolás quien interrumpió el beso, corriendo sus labios
hinchados hacía mi frente para depositarme ahí un beso y otros más sobre la
nariz, las sienes y cada mejilla. Está diciéndome sin palabras, mientras me
hace temblar en sus brazos, lo mucho que me echó de menos.
—Fueron cuatro días horribles sin ti Nicolás —musito —. Cuatro días sin tu
mirada, sin tus besos... sin tu calor que sentí como siglos.
—Bien, ansiosa al igual que yo de que lleguen las navidades —me dice,
sonriente—. Vendrá a pasar las fiestas navideñas conmigo acá.
—¿Tú no agradarle? Imposible pequeña, Abby es una niña muy dulce. Le cae
bien todo el mundo, siempre está sonriendo y cantando.
Sonreí.
Trago duro y pongo mis ojos azules en él, está mirándome de un modo intenso
e intrigante.
—A Kendra Di Monti la conocí un día por casualidad, ni siquiera sabía que ella
y Martín, que en ese entonces ya nos conocíamos y nos habíamos hecho
socios y amigos, eran hermanos, yo... me enteré después. El caso es que
enloquecí por ella, ¿sabes? Desde el primer instante en que mis ojos se
posaron en su bello rostro quedé completamente deslumbrado por su belleza, y
juro que hasta antes de ella jamás me había sucedido nada semejante con
ninguna otra mujer, pero no fue sólo cuestión de rostro, fue algo más que eso
porque mujeres hermosas había visto en todas partes y ninguna tuvo un efecto
ni siquiera parecido en mí. Me dije que indudablemente ella seria para mí y
entonces comencé a cortejarla, di todo de mí para enamorarla y tres meses
después la estaba convirtiendo en mi esposa, la que yo quería que fuera mía
hasta la eternidad pero... no fue así.
Un dolor agudo esta asentado en mí corazón al ver las lágrimas que Nicolás
seca de sus ojos. Dios, él tuvo un hijo, él y su esposa tuvieron un bebé y murió.
En ningún momento imaginé que Nicolás tuviera un dolor tan grande dentro del
corazón. Por Dios, la muerte de un hijo es... realmente no lo sé, no he tenido
uno pero debe ser un dolor horrible.
—Oh, Nicolás —toco su cara, recogiendo con mis dedos sus lágrimas y beso,
con cariño cada una de sus mejillas—. No tenía ni idea de que habías pasado
por algo tan fuerte, ¿de que murió exactamente, nació enfermo?
Silencio de mi parte.
—Sé volvió adicta a las pastillas para dormir para evadir la realidad, y aun
sabiendo que no fue su culpa no dejaba de culparse de su muerte ya que Noel
murió mientras ella tomaba una siesta y cuando despertó el bebé...
simplemente ese fue el fin de nuestro matrimonio, no hubo nada que se pudiera
hacer para salvarlo. Se rompió todo lo que alguna vez construimos, solo nos
quedaron los buenos momentos y el dolor por la pérdida de un hijo que siempre
va a mantenernos unidos de alguna forma.
Salgo del abrazo, mirándolo a los ojos y habiendo notado en sus palabras que
él...
—¿Me duele que todo haya terminado de esa manera? —interrumpió mi frase,
asentí mordisqueándome el labio—. No te voy a mentir Miranda. Claro que amé
a Kendra, la amé muchísimo y por supuesto que me dolió que el sueño del
para siempre no se hiciera realidad con ella y acabáramos del modo en el que
terminamos cuando en un principio tuvimos una historia de amor tan hermosa
—me dice, mirándome a los ojos mientras toma mi mano para llevarla hacia
sus labios y depositarme un beso en la palma. Mi cuerpo cosquilleo—. Pero
ahora estoy contigo, no creí que volvería a sentirme así de enamorado con una
mujer otra vez. Sinceramente después del fracaso de mi matrimonio no
buscaba volver a enamorarme otra vez, me había quedado con un sabor
amargo sobre el amor, entonces tú me atrapaste y aquí estoy otra vez, dándole
una segunda oportunidad a mi corazón con la esperanza de que esta vez sí
sea para siempre.
—Yo también quiero que sea para siempre contigo, Nicolás. Te quiero desde
siempre y para siempre.
🌺🌺🌺
Me giré hacia él rodeando su cuello con mis manos, echo la cabeza hacia atrás
para poder mirar su cara.
Me abracé a Nicolás, él me cubrió con sus brazos. Estar allí en esos brazos es
todo lo que necesito y todo lo que quiero en este mundo, nada más.
Como había dicho estamos en una isla privada y está ubicada al sur de la
florida. Tiene una linda cabaña con una playa cercana a la que quise meterme
inmediatamente porque hacía un poco de color y Nicolás quiso lo mismo.
Después de probarme toda una colección de trajes de baños que Nicolás había
dispuesto para mí ya que yo había echado de todo en mi maleta menos trajes
de baños; no sé dónde tenía la cabeza, pero él al parecer tenía todo bajo
control y me compró una colección completa. Es tan dulce.
Al final me decidí por un lindo bikini azul bastante chiquito, luego de mirarme
varias veces en el espejo de la habitación y sin molestarme en ponerme pareo,
salí fuera.
Mi garganta se seca.
Me dio la vuelta para ver mi cuerpo completo y luego que me tuvo frente a él,
dejó su carnosa y deliciosa boca caer sobre mis labios, dándome uno de esos
besos arrebatadores que me hacían sentir un hormigueo en el estómago.
En silencio protesté porque sus labios me parecían ahora mejor que el agua,
pero asentí feliz. Estoy con él y es lo único que importa.
🌺🌺
—Tu sí... —lo acuso señalándolo con un dedo—. En... algún momento volteé y
tú moviste mis fichas, ¿a que sí?
—No es verdad, no hice ningún tipo de trampa. Soy un hombre que juega
limpio. Te gané en buena ley, por favor se buena perdedora, ¿sí?
Nicolás continua sonriendo y niega con la cabeza. Si alguien sabe ser una mala
perdedora esa soy yo, no es fácil para mí aceptar una derrota así sea en buena
ley como es el caso de Nicolás ahora jugando al ajedrez porque desde
pequeña he estado acostumbrada a salirme con la mía la mayor parte del
tiempo. Mi padre, sobre todo, me ha consentido y según palabras de mi madre
malcriado desde que soy una niña dándome gusto en todo para verme feliz y
contenta. Sí, soy una nena mimada.
—Pues tu papi es demasiado consentidor y yo no soy él, soy tu novio —Nicolás
dice, viéndome a los ojos—. Con eso de dejarte ganar siempre te ha querido
hacer creer que puedes ganar siempre y es una muy fea enseñanza. En la vida
hay que aprender a ganar y a perder, señorita. Acepta que te gané y sin
trampa.
—Vale, lo admito. Me ganaste, pero ya no quiero jugar más —me pongo de pie,
pues estábamos jugando sobre el piso de la cabaña—. Muero de hambre.
Tira de mi hacia allá y media hora después estamos nuevamente sobre el piso
de la cabaña sentados, pero esta vez no jugando ajedrez sino comiendo la
delicia que Nicolás; que debo admitir si tiene talento para la cocina, preparó:
pescado a la parrilla y verduras, y como acompañante una copa de vino Rioja y
una delicia para el paladar.
Nicolás sonrió.
—Para responderte la pregunta rápido y clara, eres la primera mujer que traigo
a este lugar Miranda, la primera.
Sonreí con todos mis dientes porque me hizo feliz saberme siendo la primera
mujer en venir a este lugar con él.
Nicolás se halla frente a mí y cuando se lamió el labio juro que me derretí como
cubo de hielo fuera del refrigerador. Me mordí el labio inferior mientras le miro y
él a mí. Un minuto más tarde él dejó la copa sobre el piso y esta a un
centímetro de mi boca, haciéndome presa de su mirada y su aliento
acariciando mis labios.
—Tú mordiéndote el labio eres la cosa más sexy que existe en este planeta,
Miranda —murmura, con voz ronca—. Pones a arder mi sangre y no puedo
contenerme.
Me miró con sus ojos ardientes de deseo antes de tomar mi cabello rizado por
el agua de la playa, hundió sus dedos en ellos y me hizo bajar la cabeza hacia
su boca, me lamió y mordió el labio inferior antes de poseer mi boca con tal
ferocidad que me hizo temblar de excitación, un placer arrollador.
Cuando lo toqué con mi palma abierta sentí en ella el calor que irradia su
cuerpo y es increíble. Su piel es cálida. Tan cálida como la brisa que agita las
cortinas a esta hora de la noche.
—Miranda —susurró contra mis labios, al mirar los ojos de Nicolás me encontré
con que ardían con una pasión indescifrable en los míos debe poder verse lo
mismo, pensé.
Sin mucho esfuerzo me tomó entre sus brazos y ya sabía dónde me llevaba,
hacia la habitación.
CAPÍTULO 22
Miranda.
A rato gemía contra los labios de Nicolás y me pegaba más a él, tratando de
encontrar una posición que apaciguara la necesidad que crecía dentro de mí.
Pasaron varios minutos y el vestido floreado y suelto que traía puesto me fue
quitado por él, dejándolo caer al suelo. Una sola mirada expresaba más de
cuanto podía decir.
Estoy allí vestida solo con unas bragas de color azul y no siento ningún pudor-
al contrario-me excita la manera como me miran sus ojos, en ellos encontré
anhelo, deseo, hambre de mí mezclada con desesperación y lujuria, mucha.
Me acerqué a Nicolás y lo acaricié, comencé a besar su cuello, y él se quedó
quieto. Le planté un beso con la boca abierta debajo del mentón y lo probé con
la lengua. Sabe increíblemente masculino. Le besé la extensión de la
mandíbula mordisqueándole la curva dura, disfrutando de su poderosa
masculinidad, luego pase al lóbulo de la oreja que también mordisqueé antes
de lamerlo y me fascinó el feroz sonido de excitación que salio de las
profundidades de la garganta de mi Nicolás ... Mío... solo mío.
—No me estoy arrepintiendo de nada, esta vez nada impedirá que lleguemos
hasta el final. Es sólo que me está costando mucho trabajo para controlarme y
no tomarte como un salvaje porque te deseo mucho, y no estás cooperando —
me dice, tomándome la cara entre sus grandes manos y noto su pecho subir y
bajar a causa de su respiración irregular—. Eres una cosita delicada a la que
no quiero hacerle daño. Eres virgen e inexperta, debo llevar las cosas sin prisa
para no lastimarte.
—Esta bien, pero... yo solo estoy muy desesperada por ti, ¿está mal eso?
—No está mal. Me encanta que estés desesperada por mí porque yo estoy de
la misma forma por ti — me dice con voz gruesa y profunda mientras me besa
toda la cara, mis pechos desnudos y erguidos sintiendo el contacto de la tela
de su camiseta y el fuerte latir de su corazón contra el mío logra que estos me
duelen a un punto insoportable y trato de acercarme un poco más a su cuerpo,
buscando alivio—. Te prometo que cada lágrima que hayas derramado por mí y
cada sufrimiento que hayas pasado por mi causa quedarán olvidados está
noche, ¿confías en mí, pequeña?
Me está matando.
—Sí... —mi voz apenas si salia, mi cuerpo grita por ser tocado y acariciado por
esas manos, casi que sangra.
—Te deseo.
No se conformó.
—Sí, lo soy y quiero hacerlo más de lo que nunca he querido hacer algo en mi
vida —le contesto, tocándole la cara—. Solo espero que sepas apreciarlo —
sonríe.
Esto es más que deseo, es el ansia de cumplir algo que había empezado
mucho tiempo atrás. Esa noche por fin, fascinada por el contacto de la
delicadeza de su piel, en un paraíso tropical, mientras la brisa de la noche agita
las cortinas blancas de la habitación me entrego por completo al hombre que
amo desde que soy apenas una cría de dieciséis años y se siente bien cuando
los sueños realmente se hacen realidad, este es un verdadero sueño que se
hace realidad y no quiero despertar nunca.
—No puedo creer lo hermosa y sensual que eres, Miranda —me susurró
besando la comisura de mis labios.
Él me calla con sus labios, gemí en su boca deslizando mi mano por su torso
desnudo, fuerte y musculoso.
Su mano grande toma uno de mis pechos frotándome el pezón con la palma de
esta, y hace que me recorrieran unas veloces ondas de placer. Me arqueé
hacia su mano y contuve el aire.
—Mmmm, eso me gusta —él río entre dientes, un sonido ronco y sexy.
—A mí también, princesa —me dice, y cuando veo sus ojos me paralizó esa
mirada de adoración en ellos para mí, una que me hace sentir querida,
protegida e importante—. Pero hay algo que me gustaría aún más.
—Probarte.
Grité cuando siento su mano meterse entre mis piernas y acariciar mi sexo
húmedo. Me estremecí entre sus brazos sintiendo como mi corazón iba a
estallar.
Un instante más tarde puedo sentir uno de sus dedos colándose en mi interior,
sin profundizar mucho porque asumo no quiere hacerme daño a causa de mi
virginidad, pero si lo suficiente placentero para acabar con lo poco que queda
de cordura en mí mientras tanto su lengua saborea mis pechos, pasando de
uno al otro para darle la misma atención a cada uno. La combinación es
enloquecedora.
Oh por Dios...
Cerré los ojos y floto en una nube de suculenta saciedad. Este hombre si que
sabe tocar. El segundo orgasmo de mi vida, y esto es..., Vamos, ni quisiera
encuentro palabras para definir tal efímera sensación.
—Miranda, voy a poseerte ahora —me dice cuando apenas si logro
recuperarme de lo último, pero aunque parezca golosa quiero más. Mucho
más.
Le miré con los ojos pesados por el placer y adorándolo más de cuanto podía
admitir con palabras. Me sentía feliz de que mi primera vez sea con él, no la
quería con nadie más. Alcé mi mano para acariciar su cara, cierra sus ojos
suspirando por mis caricias.
—Solo será un momento, pasará princesa —me dice, y empuja más profundo
logrando que me tense y toda la excitación que sentía hasta el momento
pasase a ser dolor.
—Duele, Nicolás —dije aún tensa y apretando con fuerza las sábanas de la
cama, con todo él ya dentro de mí, pero sin moverse. Una parte de mí quiere
detenerlo, pero la otra parte quiere que siga, que no se detenga.
Él llevo sus manos hacia las mías y sus dedos se unieron con los míos.
Así lo hice y a medida que nos movíamos el dolor iba desapareciendo dando
paso a un placer arrollador y exquisito. Podía sentirlo dentro de mí, acometida
tras acometida, lenta y largamente. Es tan masculino, fuerte y caballero...
—Sí, lo es —confirmó él, más tarde gruñe—. Sabes tan bien, pequeña.
He escuchado antes del placer que se siente cuando un hombre te posee, pero
experimentarlo es mejor que escucharlo.
— ¡Sí! ¡Oh sí, Nicolás! —grito, envuelta en una suculenta ola de placer que
jamás imagine que existía, al menos no tan intensa.
Nicolás me embistió por última vez y me hizo ver las estrellas, enterré mis uñas
en su piel mientras me recorrió una tormenta de sensaciones, elevándome de
manera irrevocable al nivel de un huracán y cuando llegó el cataclismo grité
fuerte, muy fuerte.
— ¿Sí?
—Todavía no me des las gracias porque esto aún no termina —me dice, contra
los labios—. Te aseguro que esto apenas comienza.
—¡¿Segura?! —a sentí.
Nicolás me dio una sonrisa retorcida y luego bajó la cabeza y se metió uno de
mis pezones en su boca, lamió lento, suave y me sacó un grito. Repitió el
proceso con el otro pezón mientras con su mano se abrió camino y buscó mi
clítoris, tiró suavemente de él hasta que comencé a retorcerme de deseo y a
morder mi labio entre gemidos.
—Nicolás —suspiré.
Nicolás
«Mía»
La mujer que ahora duerme entre mis brazos, agotada después de una noche
apasionada e intensa entre los dos, es mía ahora. Ya no hay vuelta atrás, me
hice dueño de la virginidad, el alma y el cuerpo de la hija de mi mejor amigo, y
¿me arrepiento? Para nada, ni siquiera tengo remordimientos en estos
momentos por lo que he tomado de ella, haciéndolo mío completamente. No
me había sentido tan feliz en mucho tiempo como lo sentí al enterrarme en su
cuerpo, oírla gritar mi nombre una y otra vez y otra, siguiéndome el ritmo en
mis embestidas como si de alguna forma estuviéramos sincronizadas, el modo
perfecto en que encajábamos uno en los brazos del otro, nuestros gritos y
gemidos de placer. Definitivamente fui el hombre más feliz de la tierra anoche
así que no hay motivos para arrepentirme sino de luchar por lo que quiero, o
mejor dicho, amo.
Sí, la amo.
No tengo ningún tipo de duda de que amo a Miranda con todas las fuerzas de
mi corazón. Es demasiado grande e intenso todo lo que siento por ella para
que no sea amor, apenas me cabe en el pecho. Gracias a esa hermosa chica
estoy aquí, sintiéndome bien, feliz y contento después de tanto dolor. Luego de
la muerte de mi hijo no se había sentido así de bien.
Acaricié una de sus mejillas con mis dedos, el tacto de su piel en mis dedos era
suave y delicado. Se removió un poco pero no se despertó, está cansada.
Esto que ocurrió entre los dos estaba destinado a suceder, yo hice cualquier
cosa para no desearla, para no necesitarla, para arrancarme del pecho los
sentimientos por ella que sin que yo me diera cuenta comenzaron a instalarse
dentro de mí, pero cada intento fue en vano. No se pudo detener lo inevitable.
Miranda.
Nicolás me había dado la mejor noche de mi vida y hoy siento que valió la pena
esperar. Me hizo el amor hasta dejarme completamente agotada. Y es hermoso
despertar sintiéndose diferente y con el cuerpo hormigueándome en partes que
nunca antes habían dado señales de vida. Lo amo y quiero devolverle cada
pequeña parte de felicidad que él me da.
Me giré sobre el colchón aún con los ojos cerrados para encontrarme con
Nicolás y abrazarlo, pero él no estaba a mi lado, solo era su olor lo que sentía
impregnado en las sábanas de la cama.
¿Será posible que este hombre siempre piensa en trabajo?, es tan igual a
papá. No me extraña que sean tan amigos.
—Agustina disculpa, tengo una situación urgente que resolver aquí. No olvides
lo que te pedí, por favor.
Sonreí abrazándolo por el cuello, tocándole los rizos azabaches de la nuca con
mis dedos.
🌺🌺🌺
Nicolás y yo estábamos recostados sobre una manta en la arena de la playa,
después de haber disfrutado de sus aguas. Estaba con mi cabeza recostada
sobre su pecho y él me rodeaba con sus brazos, sintiendo su fortaleza debajo
de mí.
Llevábamos tres hermosos días en esa isla, tres días que han sido los más
bellos de mi vida, los he compartido con mi primer amor, el único hombre por el
que lloré en mi vida y el que extrañé tantas veces. Él me ha regalado tres días
maravillosos.
Nunca he sido tan feliz como en estos tres últimos..., o mejor dicho, desde que
estamos juntos.
—¿Alguna vez te han dicho lo guapo que eres? —pregunto con una sonrisa
que él me devolvió.
—¿Y eso me lo dice una de las mujeres más bellas del mundo? —me contesta
besando mi frente.
No creo que sea lo más bello que exista a pesar de que me lo dicen todo el
tiempo, pero me gusta que él lo crea.
—Era muy delgado, desgarbado y usaba unos lentes de contacto porque, como
todo aquel que los usa no podía ver bien. Fui un nerd en el colegio y recibí
muchas burlas de mis compañeros.
—No sabes cuánto y las burlas eran dolorosas a esa edad —hizo un largo
suspiro —. Recuerdo que me gustaba mucho una niña, me encantaba. Con
decirte que la veía caminar y me ponía a temblar como una hoja de papel, pero
como era muy tímido nunca le dije nada y con el tiempo lo superé.
—Mmm... Nicolás tengo curiosidad de saber... uh, ¿Qué ocurrió con tus
verdaderos padres? —lo sentí tensarse ante mi pregunta y su semblante
cambió, apretó incluso la mandíbula.
Sé que la gente suele tener secretos, en todas las familias los hay. Yo soy un
ejemplo de ello, viví veintiún años engañada precisamente a causa de un
secreto familiar, haciéndome ver que la mía no era tan perfecta como yo creía.
Intento hablar, decir algo pero Nicolás se apresuró a besarme con el afán de
dejar zanjado el tema y despistarme.
¿Por qué hablar de sus padres biológicos era desagradable? Me pregunté, era
más que obvio que había alguna especie de historia oscura con su familia
biológica, una que quería descubrir y en definitiva lo haría.
Ah Dios.
—A ti, siempre a ti. —murmuro con esfuerzo y con mis uñas enterradas en la
piel de sus brazos levanto las rodillas, arqueándome para recibir sus potentes
embestidas.
Sus movimientos eran rápidos sin ser demasiados bruscos, el que fuera una
virgen recién estrenada le hacía contener sus impulsos salvajes. Estaba
ardiendo, las sensaciones abrumadoras e incontrolables haciéndome gemir de
placer, casi sollozar, aferrándome a las hebras de su grueso y negro cabello
mientras trato de acompañarlo en sus embestidas, gimiendo juntos y buscando
nuestra propia liberación. Era como si nuestros cuerpos estuvieran sujetos a
una fuerza poderosa y solo nuestra lucha insistente conseguiría liberarnos. Me
invadió una y otra vez, hasta que lo único que pude hacer fue cabalgar con él.
Cada vez más profundo. Más duro.
—Sí, bastante.
Marfil Collins.
El día que fui violada; a solo dos semanas de cumplir quince años, me
convencí que la felicidad y el amor estaban totalmente fuera de mis límites y
que había terminado todo para mí. Ese día mi vida la sentí terminar, y mi
mundo se destruyó junto con la chica feliz que era. Una nube negra se apoderó
de mí y una cueva oscura era mí refugió. Fui rota de la peor manera, mis
ilusiones murieron y todos los sueños que tenían se quedaron en solo sueños
que jamás iban a cumplirse. Como aquel que tenía de ser una gran bailarina,
ya no había nada.
No voy hablar de la noche en que mi vida cambió, del rostro de aquel demonio
que aún sigue en mi cabeza, de esas manos sucias en mi cuerpo... Y de todo
lo que contiene esa noche porque quiero dejar esa pesadilla atrás. Todo eso es
pasado. Tampoco voy hablar de mi vida antes de ahora, ya nada de eso me
importa.
Ahora soy Marfil Collins, una mujer está llena de vida y es feliz. Esa mujer
muerta quedó allá en Roma donde viví por dos años, antes de decidirme que
había llegado el momento de dejar de correr.
No sólo por mi hija, esa niña que algún día me atreví a rechazar echando sobre
ella culpas que no le pertenecían, esa criatura que cuando nació me negué a
mirar a los ojos y entregué en los brazos de mi propio hermano porque yo no
podía ser su madre. No porque no quisiera sino porque no podía.
Cuando volví nunca fue mi intención que Miranda se enterase que era yo su
madre, no tenía ningún derecho sobre ella si la había dado en adopción y para
colmo siempre me mantuve a distancia de ella. Me interesaba solo estar cerca
de mi hija, permitirme conocerla, pero ella lo escuchó y ya no hubo nada que se
pudiera hacer. Supo que su tía, la que se alejaba cuando ella la abrazaba de
pequeña, la que no le miraba a los ojos por no ver en ellos al monstruo que le
creo dentro de mí, era en realidad su madre. No obstante, para mi sorpresa
nada fue tan hermoso como escuchar a mi hija decirme mamá por primera vez
en ese hospital y ahí me convencí más de que mi Miranda era pura, no tenía
nada de ese monstruo. Ella con su amor y aceptación comenzó a sanar mi
alma. La amo.
—Señorita, Marfil el señor Di Monti espera por usted para cenar —me avisa
una de las muchachas de servicio del rancho de Martin.
Martin; ese hombre cuyo nombre curiosamente contiene las tres primeras letras
de mi nombre es otro de los motivos por los que ahora me siento
inmensamente feliz. Desde la noche que lo conocí en el bar de mi hermano
obtuvo toda mi atención, la atracción que me despertó fue abrumadora y fue
algo más que por su belleza física que lo convierte en algo muy parecido a un
dios griego, para ser sincera hasta ellos sentirían envidia de semejante belleza
masculina. Martin Di Monti no es el primer hombre que dejo entrar en mi vida,
intenté tener una que otras relaciones a través de los años, pero todas fallaron
y no fueron más allá de unos tristes besos a causa de mis miedos e
inseguridades. Esa violación me marcó pero mal. Sin embargo ahora estoy
aquí, en España con un hombre que me despierta muchas cosas; del que creo
me he enamorado perdidamente y con el que raramente no tengo miedo.
Ya lista y vestida de manera informal para cenar con Martín me decido a salir
de la habitación. Sólo me había puesto unos vaqueros y una camiseta blanca
con mangas hasta los codos.
Cuando llego al comedor siendo las ocho menos cinco minutos, me encontré
ya a Martin en la mesa, esperándome. Al verme se puso de pie. Tenía un
aspecto oscuro y poderoso como un conquistador de la antigüedad. Sentí un
latigazo de emoción que atravesó mi corazón por tener la dicha de estar con
semejante hombre.
Debo decir que entre Martin y yo; aun cuando llevamos más de dos meses
saliendo no ha pasado nada en el plano sexual todavía. Una semana atrás lo
intenté y otra vez me ganó ese miedo, pero a diferencia de los demás no me
alejé. Él sabe lo que me sucedió e incluso conoce cada detalle por tal razón me
tiene un poco de paciencia al respecto. Mi hija no hace otra cosa que
amenazarlo y sé que lo hace porque me quiere y eso me hace una madre
inmensamente feliz, pero confío en él. Mucho.
—Estas preciosa, Marfil —me dice, sonrío y observo fijamente sus ojos negros.
—Solo tengo unos vaqueros desgastados y una simple camiseta, ¿te parezco
hermosa de ese modo?
—Tú lucirías preciosa hasta con harapos, Marfil —me dice contra los labios
para luego arrastrar su mano hacia mi cintura y pegarme a él, mirándome
atentamente unos segundos para luego dejar descansar sus labios en los míos,
besándome recatadamente.
Llevo mis manos para arriba, agarro su antebrazo y suspiro cuando aumenta el
beso entrando en mis labios abiertos y haciendo cosquillas en mi lengua con la
suya. Oh, Dios, huele tan bien, a sol y a jabón. Me muerde levemente el borde
de mi boca, en mi labio inferior y en seguida invade mi boca nuevamente.
Suelta mi cabello que me había amarrado en una coleta, derramando mi
cabello castaño largo alrededor de mis hombros y mete sus manos en ellos.
—Eres. Tan. Bella —murmura contra mi boca, cada palabra entre dulces besos
y quedo borracha. Muevo mis manos sobre sus hombros y jalo sus cabellos en
mis dedos, sosteniéndolo con fuerza.
Me humedecí los labios y tomo su mano para que me guíe hacia el comedor,
una vez allí tira hacia atrás la silla y yo me siento en ella para disfrutar de mi
momento perfecto con Martin Di Monti, el hombre que ha quitado todo el miedo
de mí.
CAPÍTULO 24
Nicolás.
Me sirvo una copa de Bourbon, que llevo a mi boca para tomar el primer trago
cuando escucho el sonido de alguien tocando el timbre de mi departamento.
Con la copa en la mano me muevo hasta allí y cuando abrí me encontré con
unos ojos verdes y un cabello rojizo, mi hermano menor, Jared.
—Hola hermanito.
—Cancelé dos conciertos con la excusa de que no estaba bien de salud, pero
en realidad lo que sucede es que me siento agotado en todos los sentidos y
decidí tomarme unos días de vacaciones —me explicó—. Esto de ser artista es
la mierda más estresante que existe, no sabes lo que es bajarte de un
escenario para subirte en otro, los viajes, las entrevistas, la gente... todo. Es
agobiante.
Jared pone en su cara una sonrisa que no llega a sus ojos ojos. Algo le sucede
y no tiene nada que ver con el estrés del cual me habla, que no dudo.
—Y sabes que me gusta, es asombroso ser adorado y amado, sobre todo por
las chicas, además de que me fascina componer y cantarle al mundo, pero eso
no implica que no sea agotador.
Mis ojos se abrieron con sorpresa. Valerie es su novia, llevan juntos más de
ocho años y muchas de las canciones de mi hermano tienen algo de esa chica.
¿Seré tío?
Jared se puso de pie, volvió a mi mini bar y se sirvió otra copa, está vez de una
botella de Jack Daniel's.
—Y supongo que ahora que está embarazada de alguien más toda la farsa a
terminado, ¿verdad?
Asintió.
—Sí, todo acabó —me confirmó, con un suspiro saliendo de entre sus labios—.
Pronto la bomba explotara y quedaré como un cornudo.
—No del todo, si supieras, ¿a quién no le ponen los cuernos? —dice con una
sonrisa que no le llegó a los ojos, antes de volver y acomodarse en el mismo
lugar donde estaba sentado antes, frente a mí y cruzó una pierna sobre la otra,
mirándome—. Pero ahora, dejemos todo el tema de mí, cuéntame de ti.
También quiero saber cómo le va a mi hermano mayor ¿Alguna cuñada para
mí o continuas guardándole luto a tu ex esposa?
—Miranda Collins.
Inspiré.
Me ama, me ama del mismo modo que yo la amo a ella y lo veo en sus ojos
azules, en el modo en que late su corazón cuando me tiene cerca e incluso
como se acelera sin que tan siguiera yo la haya tocado, porque a mí me
sucede lo mismo. Estamos destinados a ser.
Más que nada lo que me tiene tan confiado de su amor y su entrega es lo
siguiente: puedo recordar con claridad aquella noche qué Miranda se presentó
en mi departamento para preguntarme si era cierto que iba a casarme, y puedo
evocar claramente como cuando se lo confirmé ella se derrumbó, se fue en
lágrimas para después salir huyendo como una víctima huyendo de un asesino
en serie cuando llegó Kendra y me besó y supe que algo no estaba bien. En la
Isla se lo pregunté y me confirmó lo que aquella noche sospeché por su
reacción y que no pude volver a preguntarle después de ahí porque cuando la
volví a ver habían transcurrido cinco años. Me confirmó que estaba
perdidamente enamorada de mí en ese entonces y que el hecho de saber que
me casaba la había hecho huir lejos. Me sentí mal al saber que le había hecho
ese daño, Miranda me amaba desde los dieciséis añitos y yo por mi parte solo
la veía como una niña, la adoraba con locura, pero no del mismo modo que ella
lo hacía. Sin querer dañé su inocente corazón.
Su amor ha sido mío desde entonces y puede ser que me ame incluso más de
lo que yo la amo a ella, pues su amor viene desde hace muchos años atrás y
no se esfumó con el tiempo.
—No estoy seguro de muchas cosas en esta vida, Jared pero de lo que sí
estoy seguro es de que Miranda es mía. Que me ama sin importar mis años, ni
las experiencias que a mí me sobran y a ella le faltan, las que aprenderá a mi
lado.
—Estas...
—Me moría por verte —me dice, rosandome los labios con los suyos, ambos
perdidos en lo nuestro y ajenos al mundo, solo pendientes de nosotros dos.
Le beso en la coronilla, tirando de ella más cerca de mí. Nunca tengo suficiente
de nuestra cercanía.
—Bueno, ya veo que lo mejor que puedo hacer es irme. Los tortolitos quieren
estar solitos —al escuchar la voz de mi hermano que se pone de pie con
intensiones de marcharse, Miranda lo busca con la mirada y abrió ampliamente
sus ojazos azules al encontrarlo mirándonos con una sonrisa.
—El mismo, un gusto verte, Miranda —Jered se acercó, ofreció una mano a mi
novia a modo de saludo y ella la aceptó—. La verdad es que viéndolos juntos
hasta hermosos se ven.
Miranda me buscó con la mirada y con ella le hice saber que he contado todo a
mi hermano. Jared salió unos pocos minutos después y nos quedamos solos
mi novia y yo, nos movemos hacía mi sofá y una vez allí la ubico sobre mis
piernas, vuelvo a besarla y nos besamos otra vez hasta que ambos nos
quedamos sin aire y debemos despegarnos para poder respirar.
—Estas hermosa —le digo, besando cada parte de su cara y su cabeza—. Soy
un hombre con mucha suerte, tengo la mujer más bella para mí.
Joder... Gruño al sentir sus labios en mi cuello seguido de sus manos entre mi
camiseta, acariciándome la piel queempieza a erizarse bajo el hechizo de sus
caricias y me estremezco. Bastaron unos pocos segundos para tenerla sobre el
sofá, bajo mi cuerpo mientras mi boca devora la suya y mis manos le rinden
pleitesía a su cuerpo, al que he probado muchas veces estos días, pero que
cada vez que la toco descubro una sensación diferente que me hace perderme
un poco más.
La hago mía ahí, sobre mi sofá, no una sino dos veces, pues nunca puedo
tener suficiente de esa belleza que me tiene en sus manos completamente. Su
sabor me vuelve loco.
Miranda.
Con los dedos comencé a trazar planos de su torso y noté que el corazón que
latía debajo de mi oreja se aceleraba. Seguí con las caricias en zonas que me
parecían que eran sensibles como sus tetillas y la mano que tenía en la
espalda comenzó a moverse, acariciándome en círculos lentos que se fueron
extendiendo hasta que me rozó la curva superior del trasero.
Contuve el aliento ante el desertar sexual que experimenté en mi interior.
Alcé la vista para mirarlo a los ojos, observándolo con absoluta adoración. La
noche anterior, después de que me hiciera el amor en el sofá, dos veces, que
cenáramos algo rico para después a la hora de dormir volver a hacerlo porque
juntos somos como dos animales insaciables que nunca tienen suficiente el
uno del otro, él me dijo que había llegado el momento de hablar con mis padres
y decirles la verdad de nuestra relación porque ninguno de los dos estamos ya
dispuestos a continuar escondiendo esto. Seré honesta, me da un poco de
miedo la reacción de mi padre, no sé cómo se va a tomar que me haya liado
con su mejor amigo y aparte un hombre quince años mayor que yo, pero lo
mejor es que todo se sepa ya. No quiero seguir mintiéndole a mis padres, por
ejemplo, las veces que me quedo a dormir con él tengo que mentir diciendo
que en realidad me quedo en casa de Tamara y ella tiene que cubrirme en esa
mentira con ellos, ya no quiero esto a escondidas. No somos unos criminales y
como ya antes dije, merecemos vivir con libertad lo que tenemos. La cosa
ahora es que tendremos que esperar hasta que papá regrese, está de viaje por
negocios.
—Me tengo que marchar —le digo a Nicolás con un mohín, acariciándole el
pecho desnudo y lo oigo inspirar entre dientes.
—Irte, es muy temprano, ¿qué tienes que hacer, amor? —me preguntó
apretándome entre sus brazos, como si no deseara soltarme y me gustó ese
instinto de posesión. Besó mi cabeza.
—Trabajo, amor —le acaricié el cabello alborotado—. Tengo una sesión de
fotos. Debo estar allí en una hora y no puedo llegar tarde, mi agente odia la
impuntualidad.
—Estoy seguro de que mis negocios pueden esperar por mí unas cuantas
horas, y para serte sincero no tengo ganas de ir a trabajar sino de estar contigo
—achicó sus bellos ojos grises—. ¿Es que acaso no quieres que te acompañe?
Niego, sonriendo antes de pegar mis labios a los suyos y darle un beso. Ni
modo, él quiere ir, se tendrá que aguantar lo que viene. Espero que sepa que
solo será trabajo.
🌺🌺🌺
La sesión de fotos seria para una línea de ropa interior muy sensual. Se llevaría
a cabo en un antiguo castillo y había una cama con edredón blanco en medio
dónde yo posaria obviamente o mejor dicho, posariamos. No la haré sola la
sesión sino con dos modelos masculinos a mi lado, lo cual no me preocupa, he
hecho incluso videos musicales muy íntimos donde he simulado que hago el
amor con el cantante sobre una cama con poca ropa. Soy una profesional y
desde que elegí esta carrera le pongo el alma a esto, es como si fuera dos
personas a la vez porque cuando estoy frente a las cámaras es como si fuera
otra Miranda, totalmente distinta. Soy la modelo a la que pagan una fortuna
para hacer un trabajo impecable y siempre trato de dejar satisfecho al cliente.
—Pero...
—Miranda, tiene que comenzar la sesión ya, estas retrasando al equipo —me
dice Dinorah, acercándose a donde estoy con Nicolás que me sostiene por la
cintura con cara de pocos amigos.
Mi boca está a punto de abrirse para decirle a mi agente, una mujer de unos
treinta años, cabello cobrizo, alta y bastante hermosa vestida de diseñador, que
ya iba a hacer mi trabajo, pero alguien hizo que me callara.
—Ella no hará está sesión ni de coña. Que se busquen a otra modelo para esto
porque mi novia acaba de renunciar... —Nicolas gruñe, pues está demasiado
celoso, su pecho esta hinchado por el enojo y me sostiene como si no quisiera
soltarme y como si estuviera dispuesto a sacarme de allí a la voz de ya. Sabía
que no era buena idea traerlo.
La interrumpo.
—Nicolás, comprendo que te den celos, pero tendrás que relajarte. Quisiste
venir, ahora te aguantas. Este es mi trabajo y debes respetarlo.
—No puedes pedirme que me relajé, no podré relajarme viendo como dos
hombres estarán toqueteándote en mi presencia y con tan poca ropa —ruge,
sus ojos grises oscurecidos por la molestia que los envuelve y veo la vena
palpitante de su cuello mientras agrega—. Joder, yo no puedo soportar siquiera
que ningún otro hombre, que no sea yo, toque ni un solo de tus cabellos. Me
enferma, pequeña.
Mis manos rodearon su cara y toque su frente con la mía. Me abrazó muy
fuerte.
—Inténtalo. Si me amas inténtalo, por favor, Nicolás. Comprende que esto solo
es trabajo y todo será actuado, nada es real y confórmate con saber que eres
el único hombre que puede tocarme de verdad. Ahora debo irme porque estoy
retrasando la sesión. Te amo con el alma.
Le doy un rápido beso mientras él me mira furioso por no poder detener lo que
pasaría a continuación, y después me giro para encontrarme con mis
compañeros, además del equipo y que se diera inicio a la sensual sesión.
CAPÍTULO 25
Marfil.
Los días en el rancho de Martin cada vez son más maravillosos, solo porque
estoy con él, a su lado. Con con el hombre con el cual quiero estar toda mi vida
sin que ocurra nada que pueda separarnos, pues una vida ya sin él y sin su
amor es impensable para mí, imposible.
Martín me hace sentir como si pudiera volar, como si mis alas, antes rotas,
hubieran sido reconstruidas y ahora estoy llena de sueños otra vez, de
esperanza e ilusiones. Por tantos años me sentí tan sola, tan vacía a pesar de
tenerlo todo, aunque en realidad siendo sincera, no tenía nada. Qué tenía,
¿mucho dinero para poder huir y huir a todas partes del mundo buscando una
paz que nunca hallé? No tenía alma, estaba sola en un mundo incierto,
intentando esconderme de esos demonios que me perseguían día con día, de
aquella noche qué significó un antes y después en mi vida. De ese hombre
adueñándose de mi cuerpo en contra de mi voluntad, tomando lo que yo no le
había ofrecido, de como no pude luchar o defenderme y lo tomó, lo tomó todo
y...
Negué con la cabeza evitando ese pasado que quiero dejar atrás y enterrarlo
tan profundamente que nunca más vuelva a resurgir para hacerme daño.
Nunca más.
Por otro lado debo decir que lo otro que me hace sentir cómoda en este rancho
es la señora Clemencia; una mujer de unos cincuenta y tantos años muy
amable y dulce, que hace de cocinera del rancho y que Martín le tiene un
cariño infinito. Aparte de que tiene un sazón exquisito para la cocina, me he
vuelto adicta a su comida y me la paso metida en la cocina con ella la mayor
parte del tiempo, a veces ayudándola porque me gusta mucho cocinar.
Clemencia me trata con tanto amor que me recuerda a mi madre, Valeria, quien
murió cuando yo no contaba con más de ocho años y es una de las personas
que más he extrañado en la vida, a mi padre también, pero cuando él murió yo
tenía ya veintinueve años. Mamá se fue demasiado rápido a causa de un
terrible tumor cerebral que le arrancó la vida. La echo de menos cada día.
—¿A dónde me llevas, Martin? —pregunto al hombre que me hace caminar por
el campo con los ojos vendados mientras él me guía, diciéndome como puedo
pisar para no caerme.
—Espera y verás. Ya casi llegamos, belleza —me dice, con su sexy acento
español. Caminamos un poco más, y me doy cuenta de que estamos en las
caballerizas por el olor a heno y a caballo, pasado unos pocos minutos me
dice—. Listo, llegamos.
—Claro que puedes, está amanzado ya y es tuyo, Marfil. Lo compré para ti.
¿Para mí?
Me volteé para mirarlo a los ojos negros. Tiene el cabello largo atado como
siempre con una cinta de cuero a la nuca y el sol, el del atardecer, acaricia los
rasgos de su moreno rostro. Es hermoso.
—¿Para mí?
Asintió acariciándome una mejilla.
—Sí, para ti. No tiene nombre aún así que puedes ponerle el que tú desees.
Sentí sus manos alrededor de mi cintura, me hizo girar y me abrazó por las
caderas. Suspiré, colocando mis manos alrededor de su cuello, muerta de
gusto y sintiendo esa sensación de seguridad en sus brazos.
—El que tiene que darte las gracias soy yo, Mar. Aunque en realidad un gracias
no es suficiente para todo lo que me has dado —me dice, mirándome a los
ojos, fijamente antes de tocar mi mejilla izquierda y rodar un mechón de mi pelo
suelto hasta detrás de mi oreja—. Un día me juré que no volvería a entregar
otra vez mi corazón y sin embargo, aquí estoy: entregándote mi vida, mi alma,
mi corazón... absolutamente todo de mí lo tienes en tus manos y ¿sabes?
Estoy encantado de que así sea. Puede que esto suene muy cliché y como una
frase hecha: pero tú cambiaste mi vida desde la noche en que te conocí. Me
llenas de alegría cada vez que despierto y sé que estás ahí, que puedo verte,
tocarte, besarte, que sé que eres totalmente mía y solo mía. Te amo Marfil
Collins y será difícil que te dejé ir, no sin antes llevarte mi alma contigo.
Sonrío, con los ojos llorosos y una sensación de gran felicidad recorriéndome
por todas partes. Estoy segura de que él cambió mi vida más que yo la suya,
estaba hecha pedazos y Martin poco a poco ha ido reconstruyéndome. En sus
brazos me da seguridad, en su mirada siento calidez, sus besos me
transportan a lugares mágicos y me hacen sentir viva, mujer. Es un hombre
maravilloso que me respeta, que me quiere, que me cuida y que me demuestra
cada día cuanto vale la pena amarlo como lo amo. Me hace feliz, cada día,
segundo y cada minuto a su lado.
Sé que antes de conocerme tenía cierta famita de mujeriego y que las mujeres
que pasaron por su cama son incontables, pues según él mismo, siendo
sincero, me explicó era un hombre soltero que disfrutaba del placer femenino
sin involucrar el corazón. Lo que sé es que una vez ya lo hizo y esa mujer lo
rompió tanto que se negó a querer volver a intentarlo con alguna otra mujer. Y
lo que me hace sentir afortunada es saber que aún así, de su promesa de que
no volvería a enamorarse, yo estoy aquí, entre sus brazos y me dice que me
ama cada día.
—Yo no quiero que me dejes ir, Martin. Porque yo no quiero irme a ningún
lugar, yo quiero estar a tu lado toda mi vida —le confieso, tocándole la
mandíbula con barba de tres días que puyan mis yemas—. No creí que me
pasaría esto, había perdido la esperanza de que podía ser enteramente feliz en
esta vida después de... qué hace años atrás me arrebataron los sueños, las
ilusiones, las ganas de vivir y me rompieron en pedazos, sin embargo,
apareciste tú. Me has salvado de la soledad y la tristeza. Has hecho que otra
vez me sienta... una mujer completa y no un montón de piezas rotas que creí
nunca volverían a unirse. Lo hiciste, me has dado vida, otra vez y también te
amo, con todas las fuerzas de mi ser.
Martín bajó la cabeza, primero recorrió mis labios con los suyos causándome
escalofríos, después, un instante más tarde me hundió la lengua en la boca
mientras yo gemía, aceptándola con entusiasmo. Una de sus manos estaba en
mi cadera mientras la otra me sostenía por la nuca entretanto atacaba mi boca
con evidente necesidad, exigiendo con la boca todo lo que quería, lo que yo
estuviera dispuesta a darle. Un deseo frenético que había experimentado otras
veces atravesó mi cuerpo como un rayo y sentí todas las terminaciones
nerviosas enloqueciéndose cuando enterré los dedos en su cabello,
deleitándome en la sensación de que prácticamente me devorase.
Ya una vez estuvimos a punto de llegar a más y terminó siendo todo un fiasco
total.
—Marfil, soy yo, preciosa. No soy él, te juro que yo jamás te haría daño, mi
amor —me había dicho, hablando conmigo como si fuera una niña pequeña,
frágil, vulnerable y temblorosa sobre aquel colchón lo más alejada posible de él
mientras envolvía con mis brazos mi cuerpo desnudo.
—No digas eso, solo fuiste una chica a la que un hijo de puta hizo daño y que
si diera con él te juro que lo mataría con todas mis fuerzas, pero eres pura y
hermosa, Marfil y estoy loco por ti. —me había dicho, con ojos angustiosos,
pero también llenos de amor, intentando calmarme—. No necesito tu cuerpo
para que me hagas feliz, ya lo haces, con solo existir. Ven aquí, belleza, no te
lastimaré, en realidad, nadie volverá a hacerte daño mientras yo exista.
—Gracias otra vez por tan bonito regalo, por haberme enseñado amar a estos
animales.
—Los caballos son una criatura preciosa por dentro y por fuera. Son tan fieles,
leales y muy cariñosos, si le das amor es justo lo que vas a recibir —me dice,
acariciándome la espalda con movimientos rítmicos—. Los compro y los vendo
todo el tiempo, y se podría decir que es solo un negocio para mí, y de algún
modo lo son, pero al vender cada uno de mis caballos me aseguro de que la
persona que los compre los tratara con el mismo amor y cuidado que yo. No le
perdonaría a nadie que maltratara a alguno de ellos.
Me alejé de su abrazo para verlo a los ojos. Todo eso que dice es verdad, es
un comprador de caballos, pero mucho más vendedor, sin embargo, no todo
mundo puede obtener uno de sus sementales de pura raza española que con
tanto amor el cuida y se levanta cada día, como un trabajador más y no como
el jefe, para alimentarlos y cepillarlos. Además de ello, es un gran patrón y sus
empleados le tienen un gran respeto y cariño.
—Eres un hombre con un corazón maravilloso, Marín. No todos los que venden
caballos piensan como tú, a algunos solo les importa sacar beneficios de ellos.
Tú no eres así, antes que todo te importa más su bienestar.
🌺🌺🌺
—Estoy lista, Martin —le había dicho al hombre con el que se suponía estaba
viendo una película pero solo habíamos terminando besándonos intensa y
apasionadamente sobre el sofá, ignorando completamente la tele.
—¿Lista para qué, Marfil? —me preguntó entre jadeos, con mis cabellos entre
sus dedos.
—Yo también te deseo, Marfil. Quise hacerte mía desde la noche que te conocí
y he fantaseado una y otra vez con poder hundirme dentro de ti; mentalmente
ya he hecho mía un millón de veces, pero la última vez que lo intentamos tú...
Lo interrumpo.
—Eso fue hace más de un mes atrás, Martin —murmuro, tragando el nudo de
ansiedad en mi garganta y segura de que lo que le estoy pidiendo, es justo lo
que quiero, ser tuya—. Te deseo, te juro que te deseo y quiero que me lleves a
tu cama y que me hagas el amor.
—Marfil..., Dios, es una jodida tortura porque te deseo tanto que no puedo
respirar —tomó entre sus manos mi cara—. Pero lo que no quiero es que si te
llevo arriba e intente hacerte mía otra vez como aquella noche en mi hotel te
traiga malos recuerdos y te haga daño. No soportaría verte llorar otra vez
asustada, no lo soportaría. Yo te amo, sabes que lo hago con todas mis fuerzas
por lo que me importa más tu bienestar que mi apetito sexual y mis ganas de ti.
Eres prioridad, ¿entiendes? Puedo esperar si sé que te puedo hacer daño...
Sé que casi no puede esperar, lo noto en su mirada y como se pone tan duro
que podría servir para romper diamantes cada vez que nos besamos, y se
contiene porque me ama tanto que le aterra dañarme, lo cual lo hace más
fascinante ante mí. Sin embargo yo sé que estoy lista, lo estoy y sino y me
estoy engañando me obligaré a estarlo. Está noche he decidido que no quiero
que mis fantasmas del pasado sigan dominando mi vida, amo a este hombre, lo
amo con todas las fuerzas de mi ser y quiero fundirme en él. No quiero pensar
en nada más que no sea en las ganas que tengo de él.
—Ya te he dicho que estoy lista, Martin. Por favor —me senté a horcajadas
sobre él y me quité por encima de la cabeza la camiseta. Contuvo el aliento
cuando mis pechos quedaron frente a sus ojos, erguidos, duros como
diamantes, pues no tenía sujetador antes.
—No tengo miedo, está vez mandaré todos mis malditos fantasmas del pasado
al hoyo del infierno y quiero disfrutar del hombre que amo con cada parte de
mí, mi alma ya la tienes, es tuya; la tomaste en tus manos desde aquella
primera noche en que nos conocimos en aquel bar y la metiste en el interior de
ti, ahora quiero que tomes mi cuerpo —osada, y decidida tomo sus manos y las
pongo sobre cada uno de mis pechos, el simple toque envío un golpe directo a
mi entrepierna y me froté contra él, sintiéndose un calor insoportable en mi
interior—. Por favor, no me hagas rogarte más.
Sus ojos son dos posos tan oscuros que me ponen a temblar.
—Mierda, Marfil—gruñó, bajando sus manos desde mis pechos por mis
costillas hasta mi cadera. Estoy temblando, pero de puro placer—. Está bien, te
llevaré arriba y te haré el amor, espero solo que...
Vibro con la sensación de libertad y sentirme realmente querida por alguien que
se no me hará daño. Me obligo a ser esa chica feliz de catorce años que
alguna vez soñó con convertirse en una gran bailarina, sin embargo, alguien
destruyó su sueño. Divido mi vida en el antes de mi violación y este momento y
olvido todo lo demás, lo que me haga daño.
—¿Sigues estando segura de esto? —sus labios dejan los míos y me mira.
Él es mi elección.
—Estoy muy segura Martín, quiero... ser tuya hoy, por favor —sus ojos se
clavaron en mí, y me da una sonrisa capaz de paralizar mi corazón.
Nunca me parecieron sexis los hombres con cabello largo, pero Martín sí. Me
gusta su pelo largo y oscuros, tal cual sus ojos. Dándole un toque intimidante
pero yo sé que es adorable.
Me hace sentar sobre la cama, sin dejar mis labios y tira del dobladillo de mi
camiseta, sacándola por mi cabeza. Su boca corre hacia mi mandíbula, barbilla
y la comisura de mis labios. Me acuesta nuevamente sobre el colchón y
desabrocha la cremallera de mis vaqueros... Segundos más tarde no tengo una
pieza de ropa encima, todo ha desaparecido de mi cuerpo incluyendo las
bragas.
Él me mira y me siento muy expuesta ante esa mirada oscura, que me quema
toda la piel y comienzo a sentir frío y calor al mismo tiempo, pero trato de no
intimidarme, y solo lo observo sobre mí, con sus codos hundidos a cada lado
de mi cabeza, viendo tantos deseos en esos ojos por mí que mi corazón se
disparó de golpe y latió fuerte. Separa el cabello de mi rostro, sus ojos negros
brillan con necesidad y tiene la boca abierta por el deseo.
—Estoy segura de que has estado con mujeres mucho más bellas que yo —las
palabras se dispararon de mis labios sin que yo pudiera detenerla.
¿Inseguridad? ¿Celos?
—Quizás, no lo sé. No las recuerdo mucho porque ahora todos mis sentidos
están en ti, Marfil, pero incluso si fuera cierto debería hacerte sentir bien que
fuiste la única capaz de robar mi corazón, y me tienes aquí, dispuesto a darte el
mundo entero —sus palabras hacen dar a mi corazón saltitos de alegría.
—Solo que mírame, estoy sin una pieza y tú... aún todo vestido.
Me ruborizó a tal punto que mis mejillas parecen destilar fuego y me quema al
verlo semi desnudo. Martín tiene un cuerpo escultural. Lleno de ángulos
perfectos. No tiene un gramo de grasa, es duro, musculoso y fibroso. Está
moreno y su pecho está cubierto por un fino pelo negro que va a ocultarse en
sus calzoncillos negros hasta que se lo quitó y se quedó como Adán en el Edén
antes de comer la fruta prohibida. Oh, mi Dios. Yo lo miré desvergonzadamente
durante no sé cuánto tiempo mientras él se muestra con su erección erguida,
cómodo con su cuerpo y como un hombre que le gusta ser admirado, por tal
razón me da el placer de deleitarme todo cuanto yo quiera, su largo cabello
masculino cayéndole por los hombres le da un toque más sensual y sexy.
Apenas podía respirar, es perfecto. Ojalá yo hubiera sabido pintar, pensé.
No entiendo lo que dice hasta que su lengua húmeda roza uno de mis pechos,
lamiendo alrededor del pezón y suelto un grito cuando sus dientes tiraron de él.
Gimo y me frotó suavemente contra su ingle mientras siento la humedad y el
calor de su boca en uno de mis pechos ya endurecidos, y su otra mano
frotándome el otro pecho. Jadeé de placer al sentir una corriente que
comunicaba ese punto directamente con mi clítoris y haciendo que me
retorciera bajo su cuerpo grande.
Sí, no me había equivocado, estaba lista porque en ese momento todo lo que
quería era que llegara hasta el final, quería a ese hermoso hombre dentro de
mí.
Martin abandona mis pechos, que duelen, y levanta una de mis piernas para
que le rodeé con ella sus caderas.
—Voy a entrar en ti ahora, Marfil —me dice, mirando mis ojos con su cabello
largo cayendo por sus hombros, se ve tan sexy.
—Lo sé, prometo ser cuidadoso, confía en mí —posa su frente contra la mía—.
Te amo, Marfil.
Cierro los ojos cuando lo veo empuñar su miembro con una de sus manos,
buscando el camino a invadirme.
—Abre los ojos, Marfil —me pide Martín, sin sentirlo aún, le obedezco y los
abro —. Quiero que me mires, no dejes de hacerlo, preciosa. Por favor, solo
mírame.
No quito mis ojos de los suyos tal como me pide... No suelta mi mirada y luego
lentamente, muy lentamente entra en mí, empuja más y más hasta que lo tengo
dentro de mí en su totalidad, invadiéndome. La invasión me hizo sufrir un dolor
tan intenso por recibir algo que solo estuvo dentro de mí una ven en mi vida y a
la fuerza; un pene, que todo mi cuerpo sufrió un calambre y solté un pequeño
gritito aferrándome a las largas motas de su cabello.
Asentí confiada.
Sin darme cuenta empecé a gemir casi en sollozos. Se siente demasiado bien.
Arqueé mi espalda y jadeo, siento todo mi cuerpo temblar hasta los dedos de
los pies
—Sí, cariño —gimió mientras volvía a penetrarme una y otra vez, como si
necesitara mi cuerpo igual que un animal sediento necesitaba agua. Así
estaba, excitado, ansioso y desesperado. Y me atrapó en su fuego, mi cuerpo
como yesca para su llama. Una vez desatada, no podía parar—. Sí, siénteme.
Su voz es muy ronca y la mía tembien cuando murmuro entre jadeos:
—¿Quieres más, preciosa? —su voz suena entrecortada sacudiendo más sus
caderas contra mí.
—Sí, quiero más, Martín, por favor. ¡Más! —agarro sus cabellos entre mis
dedos y tiro de ellos, siento su respiración irregular y el sudor de su frente caer
sobre mí por el esfuerzo.
Quería más, más y más, parecía insaciable. Era tan asombroso todo lo que
estaba sintiendo que estaba sollozando de puro placer; uno que era casi
insoportable. Tantos años viví sin esto, con miedo y es tan... increíble. Aunque
estaba convencida de que lo era porque se trataba de él, estaba más
convencida todavía de que la razón por la que nunca pude llegar a nada más
que unos tristes besos con otros hombres a través de los años era porque mi
cuerpo lo buscaba a él hasta que lo hallé y me curó completamente. Era mi
destino. Martín continúo moviéndose más y más agresivo en mi interior, me
besa por todas partes, me toca y me susurra las palabras románticas más
bonitas que he escuchado jamás.
Son poesía para mis oídos y todo se vuelve más intenso, grito más fuerte y no
me importa si mis gritos se escuchan en todo el rancho o en el pueblo más
cercano...Yo me estaba teniendo mi primer momento sexual en mi vida y era
asombroso, tenía derecho a disfrutarlo como yo quería.
Pasa las manos por mi estómago hasta llegar a mis pezones y los provoca con
los pulgares.
Sonrío feliz..
—Estoy de maravilla, Martin. Fue tan hermoso que aún no lo puedo creer.
—Y yo nunca tan mujer, y sí, estoy lista para un segundo, un tercero y hasta un
cuarto, round, mi amor.
Martín sonrío y luego me besó con una pasión tan arrebatadora que me
atravesó el corazón y supe que él era la mejor elección que había hecho en mi
vida. Después, me hizo suya hasta que nuestros cuerpos suplicaron parar por
el cansancio.
CAPÍTULO 26
Miranda
Su cocina es muy grande y hermosa, hornos dobles, estufa doble, isla grande
de granito y un enorme refrigerador de acero inoxidable.
—Sí, amo cocinar, pequeña — Lo veo sonreír mientras nos sirve dos copas de
vino blanco—. Me gusta, cuando tengo el tiempo, preparar yo mismo mis
propios alimentos. ¿Sabes? Quería ser, chef.
Eso me sorprendió, mientras tomo la copa que me da, bebo un sorbo y él hace
lo mismo para tiempo después meter la botella de vino al refrigerador que está
detrás de mí y debo hacerme a un lado para dejarle hacer.
—Te amo, ahora déjame preparar la cena que muero de hambre. —Se separa
de mí.
—¿Puedo ayudar? —me ofrecí, aunque la verdad no tengo una jodida idea de
lo que es cocinar. Siendo sincera soy de las que hasta el agua se me quema. A
pesar de haber vivido años sola no me preocupe por aprender hacer esas
cosas básicas como preparar mis propios alimentos, prefería comer en
restaurantes que meterme a la cocina, pero si él me guía quizás pueda hacer
algo.
Torcí el gesto.
—No hablo de cocinar, a menos que quieras morir envenenado por tu novia,
pero quizás haya algo que pueda hacer.
En segundos me pone delante una tabla para cortar, me pasa un cuchillo que
agarro sin tener una jodida idea de qué hacer con él, pero hago como que
tengo toda la idea del mundo y sonrío cuando pone delante de mí una
zanahoria.
—Bueno, antes habrías tenido que pelarla, pero ya está hecho, ahora solo
tienes que cortar en pequeñas rodajas, ¿puedes hacerlo o necesitas que te
muestre cómo?
Sonrío.
—Que mi novio es muy sexy en esa pose de competente cocinero.
—¡Ay!, ¡ay! —solté el cuchillo que resonó en el suelo al caer y moví la mano
con un dejo de dolor en mi dedo meñique, ya salía sangre de él—. Mi dedo
Nicolás... mi dedito.
—Ya está, no fue nada. —Me dice dejando de chupar mi dedo como vampiro,
lo miro y sí, es apenas una leve cortada que no necesita de puntos ni nada.
—Soy una inútil —me quejo—. Ni siquiera puedo cortar una zanahoria, ¿qué
tan difícil puede ser cortar esa cosa?
Hago un puchero.
—Sí, quiero aprender a cocinar y con quien mejor que con una antiguo
aspirante a chef; que además, cocina delicioso.
Lo amo.
Y sí que quiero, no lo puedo evitar. Sin tocarme siquiera, tan solo con los
recuerdos de lo que son sus manos sobre mi cuerpo, sus besos y lo increíble
que se siente dentro de mí, hace que mis pechos se sientan doloridos e
hinchados y un deseo palpitante entre las piernas, incluso siento mi ropa
interior empapada y apretada. Siempre lo deseo, siempre.
—Tú tienes la culpa por verte sexy de cualquier forma y hacer que te desee en
cualquier circunstancia, claro que quiero violarte. —muevo mis pestañas
provocándole.
Una hora más tarde estamos en el comedor de su sala de estar. El espacio del
comedor en la terraza es espectacular. Una mesa para ocho personas, las
sillas en tonos beige y rojo, y hay una enorme rejilla de acero inoxidable, con
mostradores de cocina al aire libre, refrigerador y lavavajillas. La cena consistía
en solomillo de ternera asada con ensalada César y una guarnición de patatas
y verduras asadas.
—Esto está muy rico, amor —le halago, él inclina la cabeza para un lado y
sostiene mi mano en la suya, llevándola a su boca y la besa.
— ¿Sí?
Se nota lo mucho que quiere a su hija, y me pongo feliz por ver esa alegría en
su mirada. Sé que perdió un hijo, un angelito que apenas si vivió cuatro pocos
meses antes de que Dios decidiera llevárselo, fueron pocos los besos y los
abrazos que le dio a su hijo, las pocas miradas, pero sé que si alguien lo ayudo
a súper ese gran dolor de perdida fue el tener a Abigail. La conoceré al final, al
menos personalmente porque he visto fotos y es preciosa.
—Me alegra que vayas a tener a tu hija tan cerca, amor. Se nota, sin que me lo
digas con palabras, lo feliz que te hace saber que la tendrás cerca. Por mi
parte, solo espero caerle bien.
Nicolás alargó la mano por encima y apretó la mía.
Se extendió un vasto silencio entre los dos mientras cenamos, nada incómodo
la verdad, pero mi vena curiosa se activó y se me ocurrió volver a intentar
indagar sobre la vida de Nicolás antes de que fuera adoptado por el matrimonio
Maderos, quien era él antes de ellos y quienes fueron sus padre biológicos.
Grave error, el hombre frente a mi enfureció.
Quise llorar pero contuve las lágrimas, y a continuación lancé con brusquedad
la servilleta sobre la mesa poniéndome de pie, herida ante la brusquedad de
sus palabras.
Dicho eso o mejor gritado con rabia, me dirigí hacia la puerta para irme porque
en este momento no quiero verlo, es un imbécil. No tenía derecho a hablarme
de ese modo ¿Quién se cree para tratarme así solo por preocuparme por él,
por querer saber todo sobre el hombre que amo?
Tomó mi cara entre sus grandes manos, mirándome con esos ojos grises que
me desarman, cargados de inquietud, de dolor y a través de los cuales pude
ver su corazón, herido, roto y lastimado. «Oh, Dios, mío. ¿Que escondes mi
amor? ¿Qué te duele tanto?»
Asentí.
Por unos largos minutos no dijimos nada, cada uno, mientras recuperamos el
aliento, con nuestros cuerpos casi saciados, languidos y sudorosos, nos
perdimos en nuestros propios pensamientos.
Mucho tiempo después él rompió el silencio que solo era llenado por los latidos
de nuestros corazones.
—Desde muy pequeño veía como mi padre se emborrachaba y se drogaba
hasta perder el conocimiento, en un principio solo eran gritos y tirar cosas,
destrozándolas —comenzó a hablar, haciéndome sentir cuan fuerte estaba
latiéndole el corazón en el pecho y me di cuenta lo mucho que le costaba
hablar de eso, de su familia. Lo escuché atenta porque finalmente se estaba
abriendo ante mí, por fin—. Pero a medida que pasaba el tiempo la cosa
comenzó a empeorar y, pasó de solo gritos y romper cosas a golpear a mi
madre. Fui creciendo y el maltrato no cesaba, cada vez era peor y yo no podía
entender cómo mi propio padre podía maltratar tanto a su propia familia. Tenía
doce años cuando cansado y asustado de tanto maltrato pregunté a mi madre
que por qué no lo denunciaba o lo dejaba, odiaba ver su rostro lleno de
hematomas y escuchar sus gritos de auxilio cuando ese hijo de puta le
pegaba... Sin embargo ¿sabes qué me contestó mi madre?, que era la culpable
porque lo hacía enojar.
Gotas de lágrimas salen de mis ojos y el dolor en sus palabras me quiebra por
dentro, era como si fuera mío propio. ¿Cómo era posible que una mujer
aguante ser abusada por su esposo y como puede justificarlo delante de su hijo
pequeño?
Oh mío Dios...
Finalmente fui capaz de mirarlo a los ojos y se los encontré no solo llenos de
lágrimas sino de un dolor que te rompía el alma.
Nadie olvidaría algo así. Este hombre ha sufrido lo imaginable y yo, que
prácticamente he tenido una vida de color de rosa en comparación con la suya,
no puedo hacer otra cosa que admirarlo por su fortaleza.
«Al cabo de unos diez o doce días; no lo recuerdo con claridad, el mismo
hombre había regresado y me había levantado el castigo diciéndome que no
me había querido dejar allí, que solo lo había hecho para mostrarme una forma
de vida muy repugnante y que sería mi vida real si seguía haciendo tal cosa,
robar... Me había sentido tan avergonzado en ese momento que me arrodillé
para pedirle perdón, ¿y sabes que me dijo? Me dijo que no tenía que pedirle
perdón sino decidir que yo podía ser alguien mejor.
Asintió, sonriente.
Nicolás
Morelia Fontana es como una hermana para mí. Haría cualquier cosa por esa
bella mujer. Nuestra relación para muchos ha sido mal interpretada más de una
vez e incluso Kendra; mi ex esposa, llegó a hacerme muchas escenas de celos
por lo expresivos que somos al demostrar cuanto nos queremos, hasta que
finalmente comprendió que más allá de sentir cierta atracción física el uno lo
nuestro era el cariño de dos personas que se habían conocido en la peor época
de sus vidas, habían forjado la más fuerte de la amistad que ni el tiempo ni
nada había podido romper. Ambos conocemos la tristeza y la desolación de
vivir en la calle.
Sí, una de las modelos más exclusivas del momento, hermosa y que gana
millones de dólares al año en la industria del modelaje conoció lo duro que era
vivir en las calles y enfrentarse al hambre, hasta que, un día la vida nos cambió
para bien. Esa es una época que no me gusta mucho recordar, en realidad
nada que tenga ver con mi vida de los quince años para abajo me gusta
recordarlo.
Duele.
Él, ese pedazo de basura fue demasiado cobarde para aguantar su condena
por haber matado a su esposa bajo los efectos de las drogas y el alcohol, así
que el infeliz se suicidó en la cárcel. Se ahorcó y si soy sincero eso no me hizo
del todo feliz, el merecía pagar por todo el mal que nos hizo, merecía pagar
cada golpe que le dio, cada insulto, las veces que la tomó en contra de su
voluntad cuando ella decía: «no» su muerte, pero era un cobarde, eligió el
camino fácil. Hijo de puta, solo espero que al menos en el infierno este
pagando por todo el mal que nos hizo. Un mal que nunca se irá de nosotros,
los malos recuerdos por mucho que huyas y trates de encerrarlos siempre van
a perseguirte, no importa cuánto intentes borrarlo. Yo lo sé más que nadie.
Intento borrar mi pasado constantemente, pero es inútil. Es parte de mí.
—Tráigame una botella del mejor vino que tengan, no importa el precio —pido
al camarero.
—En seguida señor, Maderos —el camarero se retiró con un leve asentimiento
de cabeza.
—¿Te imaginaste esto varios años atrás cuando, además de dormir con las
ratas, no teníamos ni siquiera para comer mientras hoy podemos darnos el lujo
de comer en los restaurantes más exclusivos y costosos de esta ciudad? —
Morelia inquirió, observando la fallada elegante del lugar que nos rodea. El
camarero vuelve en ese momento, sirvió una copa para cada uno y brevemente
se retiró.
Y lo digo con mucha certeza, soy feliz. Perdí a un hijo que me dejó un gran
vacío en el corazón, pero tengo a Abby en la que puedo volcar todo ese cariño
que no puedo darle a él, tengo una bella familia; mamá, papá y mis hermanos,
incluyendo a Morelia, dinero por montón y también tengo una chica asombrosa
a mi lado que me ama como a nadie. Claro que soy feliz.
Esa noche nos conocimos más, me contó su historia, una muy triste historia.
Era curioso que ambos estuviéramos en la calle por culpa de nuestro padre
especialmente, en su caso vivía con su madre sin que antes hubiera conocido
a su padre, pero la señora enfermó tanto que sabía que iba a morir pronto y
como no tenía ningún amigo ni familiar con quien dejar a su hija, buscó al
pedazo de basura para que se hiciera cargo de su hija.
—El día que mi madre me dijo que conocería a mi padre estaba tan
emocionada, creía que era un hombre guapo y apuesto, que me recibiría con
los brazos abiertos y me daría todos los besos y los abrazos que en diez años
no me había dado, pero supe en cuanto nos abrió la puerta ese día que las
cosas eran muy diferentes a como yo la pensaba.
Nos hicimos grandes amigos desde esa noche porque al saber su historia no
quise dejarla sola y así al menos no me sentía tan solo; ambos éramos presos
de un dolor parecido e igual soledad. Yo la cuidaba de los malos, era como su
ángel protector y compartíamos todo lo que encontrábamos para comer
mientras dormíamos en un cuchitril lleno de ratas. Cinco o cuatro meses
después nuestros caminos se dividieron porque su vida cambió cuando una
pareja de esposos vio como sacaban a rastras a una pobre y sucia niña que
pedía comida en un fino restaurante, para no hacer todo más largo solo diré
que aquella personas terminaron convirtiéndose en sus padres y le dieron un
lugar donde no solo creció llena de lujos sino también con mucho cariño.
En aquella época mientras ella estaba siendo adoptada, yo pasaba unos días
de mierda en una cárcel por haberle robado la cartera al asombroso hombre
que también cambió mi vida; Ernesto Maderos, el hombre al que más amo y
admiro en este mundo, al que le debo todo lo que soy.
Durante varios años; más de siete, no supimos nada sobre nuestras vidas,
ninguno de los dos sabía lo que había sido del otro, pero nos estábamos
buscando mutuamente hasta que finalmente nos encontramos. Desde
entonces hemos sido inseparables. Nuestra amistad es un laso que nadie
puede romper, es irrompible y como ya antes dije, haría cualquier cosa por ella
sin duda.
—¿Es buen tipo? —le pregunto a Morelia que me cuenta sobre su nueva
pareja sentimental.
Ella ríe con las mejillas sonrojadas, me ha contado que hace poco conoció un
hombre Irlandés, del que se ha enamorado perdidamente. Somos amigos, nos
contamos todo, o casi todo.
—Pero, ¿no es muy pronto? Cuanto me has dicho que llevan juntos, ¿un mes?
—Un mes y medio, Nicolás —dice, lamiéndose el labio—. Pero vamos, lo dices
tú qué te casaste con Kendra a dos meses de conocerla, ¿ah?
—A tres meses, Morelia —le corregí—, pero la amaba mucho. Estaba
perdidamente enamorado de ella y no quería esperar para hacerla mi esposa.
—¿Y tú qué quieres? Porque eso es lo que importa, Morelia. ¿Te quieres casar
tan pronto?
—Sí, yo lo amo con todas las fuerzas de mi corazón —me confiesa, con los
ojos centelleantes—. Estoy apasionadamente enamorada de ese sexy y
caliente Irlandés, claro que me muero por ser su esposa.
—Si quieres casarte, no te detengas, por nada ni por nadie —le tomo por
encima de la mesa la delicada mano y le doy un ligero apretón—. No dejes
escapar la felicidad que mereces.
—Gracias, Nico. Eres el mejor amigo del mundo mundial y quiero que seas por
supuesto mi padrino de boda.
No podía negarme.
—Te conozco como a nadie, Nicolás. Así que ambos sabemos que hay algo
que no me estas contando, ¿Quién es la chica? Vamos que ese brillo en tus
ojos no miente.
—Sí, hay una mujer y estoy muy feliz —le confieso, tomándome un nuevo trago
de mi copa de vino. Lamí una gota de mi labio y agrego—: Creía que no
volvería a sentirme así después de Kendra, pero me siento, incluso mejor.
—¿Enamorado?
Asiento.
Recuerdo también como ella me dijo todas esas cosas en la salida del
restaurante que me dejó en shock porque me había visto como un hombre que
engañaba a una esposa que no tenía, y al día siguiente cuando fue a mi oficina
a disculparse por sus insultos, reconocí en seguida que estaba apenada, que
en verdad no sabía que ya no era un hombre casado y pensó lo peor. Sus
mejillas estaban enrojecidas por la pena y estaba siendo sincera, sin embargo,
me recuerdo gritándole más que por sus insultos por lo que me producía y le
echaba a ella toda la culpa de estar atrapandome de esa forma sin hacer el
mínimo esfuerzo, solo existir. Desde que entró en mi oficina aquella mañana y
la vi, con aquel vestido blanco con flores, un deseo irrefrenable me invadió. Me
la imaginé acostada sobre mi escritorio, con las piernas abiertas y yo
hundiéndome en ella hasta la empuñadura y hacerla sudar y gritar mi nombre.
Joder, me encontré furioso, pero más conmigo mismo que con ella, por mis
oscuros pensamientos, sin embargo, nada pudo frenar lo que parecía
inevitable, que hoy estemos juntos.
Le conté a Morelia toda mi historia con Miranda. Todo lo que ha sucedió entre
los dos durante los últimos meses, o casi todo.
Inspiré profundamente.
Miranda.
Ingreso a la casa hogar y en seguida soy recibida con dulces voces infantiles
mientras se acercan para darme besos y abrazos. Mi corazón se llena de
alegría y casi gotean lágrimas de mis ojos aguados mientras voy abrazándolos
y besándolos uno por uno a medida que se me acercan; unos tímidos otros no
tanto. Sonrío. Me llena de tanta felicidad hacer esto, darles una realidad menos
inciertas y que sus caritas antes sucias ahora se encuentren limpias, que tenga
ropa limpia para ponerse, comida caliente que comer y que sean niños alegres
que solo se preocupen por jugar y divertirse.
—No tenía trabajo hoy así que aproveché para venir a ver a mis pequeños
angelitos y compartir un ratito con ellos —digo, acariciándole la cabecita dorada
a uno de los pequeños de unos siete a ocho años que esta cerca, Harry—
.¿Cómo va todo aquí?
—Estupendo, los nuevos niños que entraron la semana pasada han ido
integrándose poco a poco —me dice, sonriente—. Están menos recelosos y se
ven felices en el hogar.
—Me encanta oír eso, Eve. Es todo lo que quiero, por lo que me esfuerzo cada
día. Me gusta ver sus caritas alegres por la nueva vida que tienen, sin
carencias, limpios y sin peligros en las calles.
—Y estoy segura de que esos niños te lo agradecerán siempre. Para ellos eres
un ángel, Miranda.
Negué.
—No lo soy.
—Claro que lo eres. No seas modesta, ¿Que chica, joven como tú y rica trabaja
incansablemente para mantener a flote una casa hogar con niños que no son
nada tuyo y darles una mejor vida? Créeme, eres un ángel y lo que haces es
hermoso. Estoy segura de que Dios va compensarte por esto que haces, las
personas maravillosas como tú reciben grandes cosas.
—En un abrazo de gracias chicas, por apoyarme en esto —les digo, mirando a
cada una—. Sin ustedes está casa hogar no funcionaría como lo hace, Eve me
ha dicho hace un ratito que yo soy un ángel para ellos, pero en realidad yo creo
que ángeles somos las cuatro.
Ellas, las tres en edad promedio entre los veinticinco y los veintinueve, sonríen.
—Supongo que somos un gran equipo —Julianne dice, las demás asentimos.
Trago.
🌺🌺🌺
Ayudo a cocinar como me pidieron las chicas, no hago gran cosa, solo picar
verduras con sus instrucciones. Lo mejor, está vez no me corto como la
primera vez que lo intenté. Fue ameno y divertido, me gustó colaborar más que
con el dinero y las comodidades de mis niños. Cuando la comida estuvo lista
todos se reunieron en el amplio comedor y atacaron la comida con gran
entusiasmo, algunos incluso, comieron su plato y quisieron más. Se les dio.
Horas más tarde vimos todos una película clasificación A — para todo
público—, que los hizo reír bastante. Yo también me reí y la pase increíble,
como siempre cuando mi apretada agenda de súper modelo me permite
pasarme por allí.
—Hola, pequeña —lo escucho un poco agitado y frunzo el ceño—. Debo salir a
Brasil en un viaje rápido ahora mismo. Te llamaba para avisarte.
En seguida me preocupe.
—Sí, es Abby —dice, continua muy agitado—. Llamé, como cada día para
saludarla y Jasmine, su madre, es quien me ha cogido el teléfono y no ha
podido ocultarme que a mi hija la están aperando ahora.
Creo que Nicolás tomaría un vuelo a Brasil para ir a ver a su hija así fuera un
simple raspón en la rodilla lo que sufriera esa chiquita, cuando más una
apendicitis que no es cualquier cosa. Adora a esa chica y ella es realmente
muy afortunada.
—Vale entiendo. Que todo salga bien —deseo de corazón porque aunque no
he conocido personalmente, es hija del hombre que amo y la aprecio—. Te
amo, Nicolás.
🌺🌺🌺
—Yo no podría meterme una relación de pareja y destruirla por mucho que me
guste, Steven, Miranda —Tamara dice, ambas sentadas sobre el borde de la
piscina en trajes de baño y solo con los pies dentro del agua.—. Además hace
poco conocí a Sadie, su novia. Es una gran chica que se nota que lo ama
muchísimo y noté, con dolor, que él también está enamorado. Es muy
afortunada porque él es un gran hombre, ¿sabes?
Inspiré y puse una mano sobre el hombro de mi mejor amiga y prima. Yo más
que nadie sé lo que es pasarla mal por estar enamorada de alguien y no poder
estar con esa persona. Ella se siente demasiado atraída por el hombre que es
su mejor amigo por mucho tiempo y sufre porque no se lo puede sacar de a
cabeza. Es una mierda difícil de soportar, más porque tiene que verlo todo el
tiempo, pero con lo hermosa que es Tamara estoy segura de que ella conocerá
pronto ese chico que este realmente dispuesto a amarla como ella lo merece,
porque algo me dice que Steven no es hombre para ella aunque se empeñe en
quererlo.
—Hola corazón, ¿cómo estás? —le dio a Tamara una sonrisa forzada que me
sacó de balance.
—Bien tía —Tamara dice, compartiendo una mirada conmigo porque también
percibió la seriedad en el rostro de mamá.
Miró a su sobrina.
—Claro tía. Luego te veo —me dice, volteándose para ver mi cara, se acercó
para darle a mi madre un beso de despedida y luego se alejó, dejándome con
ella. Mi corazón esta agitado y no comprendo la razón, será porque nunca he
visto a Paula Collins mirarme con tanta seriedad.
Mierda.
Agarro las fotos con manos temblorosas. Las ojeé y ne doy cuenta que
fotografías son de dos días atrás en aquella sesión de fotos a la cual Nicolás
me acompañó, salgo nada más que con un conjunto de lencería besándome
con él. Ah, Dios mío. Yo no quería que esto se supiera de este modo, estamos
en toda la disposición de decirlo todo pero mi padre se ha tardado más de lo
normal en su viaje de negocios está vez. Alcé la mirada para ver a mi madre a
la cara. Hay desilusión en sus ojos y mi corazón se encogió del tamaño de una
pasa.
—No, tu padre todavía no sabe. Como sabes está de viaje y no iba a llamarlo
para darle una noticia tan... desagrable—respiré, medio aliviada—. Pero estoy
segura de que cuando lo sepa sentirá un gran dolor en el alma y una profunda
desilusión, su mejor amigo, el hombre que le abrimos la puerta de esta casa y
que lo hemos tratado como parte de esta familia en una relación con nuestra
hija. Es un maldito pedófilo.
Me miró, furiosa.
—¿No? Tiene quince años más que tú Miranda, por mucho que lo defiendas es
así como luce. Eres una niña delante de él.
—No soy ninguna niña, mamá. Soy una mujer de casi veintidós años, niña es
Andrea, Perla. No me trates como si lo fuera porque no lo soy, y por lo tanto,
tengo todo el derecho de elegir con quién quiero estar.
—Sabía que había algo raro, durmiendo fuera de casa casi todas las noches y
para colmo salías con la excusa de estar con Tamara. Todo era mentira,
amanecías con él, en su casa. ¿Desde cuándo comenzó todo esto, Miranda?
—Por supuesto que no. ¿Se te olvida que soy dueña de una revista de
entretenimiento con gran éxito en esta ciudad, Miranda? —sí, niego—. Me
llegan todo tipo de noticias para publicar y hoy me han llegado estas fotos de
un personaje anónimo, al que para colmo, tuve que pagar una fortuna para que
no vendiera las fotografías a otra revista. Contéstame, ¿desde cuándo ese
hombre está aprovechándose de ti?
Niego.
Sí, eso es verdad, pero ¿si a mí no me importa porque a otros tiene que
importarle?
—Lo sé. Soy consciente de cuántos años tiene pero dime, ¿Acaso es que
existe una edad para enamorarte de otra persona, un color de piel, etnia o
condición social? No mamá, el amor llega y simplemente no mira cara, no mira
nada, solo te hace sentir y no se puede evitar.
—Entonces por qué estaría con él, ¿Por un capricho? No mamá, lo amo. Lo
amo con todas las fuerzas de mi corazón y si vas a preguntarlo, mi amor es
totalmente correspondido, Nicolás me ama de la misma forma —mi madre se
queda en silencio, mirándome sin saber que decir—. Se los íbamos a decir,
solo estábamos esperando a que mi padre volviera de viaje para contar todo
sobre el que estamos juntos. Preguntaste desde ¿cuándo? Yo he estado
amándolo desde que tenía dieciséis años. No, no pasó nada entre los dos en
ese entonces, él me respetaba y me quería como si yo fuera una hermanita, fui
yo quien confundió todo y se enamoró como una idiota. Luego me enteré que
se iba a casar, yo no sabía que estaba con nadie y fue un golpe demasiado
duro para mí.
La interrumpí.
Mi madre se alejó, sus piernas parecieron fallarles y se dejó caer sobre una de
las tumbonas. Me agaché a su lado y tomé sus manos.
—Nicolás respeta mucho su amistad con papá, la respeta tanto que se negó
muchas veces a sus sentimientos por mí, pero ya te lo he dicho mamá, el amor
es más fuerte que todo, no existe nadie quien pueda controlarlo y lo único que
te queda en sentir, vivirlo, sin importarte nada. Se aventuró a estar conmigo
consciente de que pondría en riesgo su amistad con papá, con ustedes, y peor,
habló de que podría hasta terminar muerto, pero claro que...
Mamá interrumpió.
—Lo que no sabes, cariño es que tu padre es tan protector que sí es capaz de
matarlo. Esto, su inconsciencia, puede terminar en una tragedia, Miranda.
Mi sangre se heló.
CAPÍTULO 28
Miranda.
No.
Entonces ¿por qué siento ese pánico que se envuelve alrededor de mi cuello y
siento que está axficiándome?
—Adelante —la puerta fue abierta, y efectivamente como lo sospeché era Perla
con su pijama de winnie de poo en color rosa. Sonrió viéndola cerrar la puerta,
sonreírme y caminar hacia mí con pies descalzos.
La mayor parte del tiempo ella, si estoy en casa, deja su cama para venir a la
mía.
—¿Qué paso cielo? ¿Otra vez quieres venir a dormir conmigo? —asiente con
su cabecita contra mi hombro, pues la estoy abrazando.
Ese chico idiota que alguna vez le pidió aquella prueba de amor que significaba
mi hermana entregándole su virginidad, ¿lo recuerdan? Pues como yo
sospeché le dejó en cuanto mi hermana le dijo que no se acostaría con él,
dejando muy claro cuáles eran sus intenciones. ¡Chicos! Claramente Andrea
estaba algo colada por el muchachito y estuvo algo triste, por una o dos
semanas, hasta que se le pasó y me di cuenta que no era más que un gusto
pasajero adolescente. Ya le llegará el indicado que quiera más que su cuerpo.
Es preciosa.
Del hombre que abusó de ella a los catorce años y que es mi asqueroso padre,
por desgracia, no querido indagar. En primera porque no importa demasiado y
en segunda, porque sé que preguntarle por esa persona, quien fue, dónde y
cómo, le reviviría demasiados malos recuerdos. No quiero hacerla sufrir, no
más de lo que ya ha sufrido. Ahora gracias a Dios ya no siento ese asco de mí
misma como lo había sentido en un principio cuando me enteré de toda la
verdad y la forma como vine al mundo, más bien agradecida porque de la
forma que fuera estoy en este mundo.
—Mamá —saludó, contenta mirándola al otro lado de la pantalla con una gran
sonrisa.
La interrumpí.
—Estas siendo feliz allá con Martin, lo sé mamá, lo entiendo y también estoy
inmensamente feliz por verte tan contenta, tan alegre y enamorada. Tú lo
mereces más que nadie.
Sonríe al otro lado. Sé que no está en España ahora, pues si así fuera no
podría llamarme a las nueve de la noche con una diferencia horaria de casi
diez horas. Está en New York con Martin, fueron a ver una obra que mi madre
anhelaba ver y a pasear. Él la conciente mucho.
—Oigan, hay una bebé aquí, ¡eh! —terminan separando su boca y es Martin
quien dice:
Sonrío.
Oh Dios mío. Mamá está roja como un tomate, pero sonríe y le da un golpe a
Martin en los bíceps.
—Por mí, tienes el permiso, Martin. Has demostrado que la merecías, solo
sigue haciéndola así de feliz y me tendrás siempre.
—Hecho.
Sonrío.
—Está bien, mamá. No tengo que decirte que le digas que sí porque sé que lo
harás. No confiaba en Martin cuando puso sus ojos en ti, pero me sorprendió
demostrándome que podía ser un gran hombre, disfruta la felicidad y la dicha
mamá, si tú estás feliz yo lo estoy mucho más. También te quiero, a ti también
te quiero futuro papá número dos.
—Un beso, pequeña. También te quiero y acepto ser tu papá número dos.
Miro hacía un lado y me doy cuenta que Perla no había dicho nada porque
estaba completamente dormidita con un dedito en la boca. Le doy un beso en
la frente, con el mango a distancia apago la tele, la lámpara de la mesita de
noche también es apagada y abrazando el pequeño cuerpo de mi hermanita
más pequeña me pierdo en la inconciencia.
🌺🌺🌺
Los Connelly y los Collins desde muchos tiempos atrás hemos sido como una
sola familia, sobre todo porque Rayna, la madre de Tamara era media hermana
de Paula Collins, mi madre adoptiva. Sebastián, su padre, era primo lejano del
mío pero que se tratan como si fueran cercanos y su bufete de abogado llevaba
todos los asuntos jurídicos del conglomerado Collins, es debido a ello que
cuando una tragedia cuando una tragedia ocurrida la noche anterior los
envuelve y tiñe su familia de dolor, nos termina envolviendo a todos por igual
en un sufrimiento es devastador.
El aire helado corre a través de mi cuerpo mientras las lágrimas me corren por
la cara, sin poder creerme como es que un día estás acá y al siguiente puedes
estar en un ataúd con flores, mientras un cura bendice tu alma y pide seas
recibido por los brazos de Dios en el cielo, a punto de ser enterrado con todos
tus familiares y amigos llorando destrozados a tu alrededor. La vida es
prestada dicen, ¿no?
Tío Sebastián.
Como dije antes todo sucedió la noche anterior; cerca de las diez de la noche,
Sebastián Connelly volvía a su casa cuando un accidente de tránsito acabó con
su vida y es así como la familia se viste de luto y, Tamara, Rayna su madre, y
sus tres hermanos menores, los mellizos Olivia y Nathan, Noah con doce años,
están todos devastados ante la muerte del patriarca de la familia.
Era una tragedia que nos envolvía a todos, mi padre aceleró su regreso que
estaba previsto a ser para el día siguiente y está ahora con mi madre en
brazos, consolándola. Mi tía Maggie, y su esposo el duque francés, Dominic,
viajaron desde Francia y también han venido, además de otros muchos
familiares esparcidos por otras partes del mundo... Al echar un vistazo noto que
Tamara está en los brazos de su hermano menor sino en los de Steven,
llorando desconsolada.
—Dime nena —ella echa un vistazo al ataúd con flores blancas y las lágrimas
le llenan la cara.
—Siento un dolor muy intenso al ver que están a punto de enterrar al tío
Sebastián y que ya nunca más lo volveremos a ver, pero no sé cómo me
sentiría si fuera papá o...
La callo, la sola idea de pensar que fuera nuestro padre en ese ataúd envió un
dolor insoportable dentro de mí.
La situación es demasiado triste para no hacerlo, como dije antes, los Collins y
los Connelly siempre hemos sido como una familia. Es una tragedia
compartida.
El momento de meter al tío Sebastián en ese hoyo con tierra negra bajo la cual
su cuerpo quedaría sepultado por siglos fue el más difícil, sobre todo a Noah, la
más pequeña de la familia Connelly había sido difícil alejarla de él quien con
gritos desgarradores pedía que no lo metieran ahí mientras se negaba a
soltarlo con sus pequeños brazos alrededor de su muerto padre, entretanto, los
demás lloraban con el mismo desconsuelo, como sucede cada vez que hay
que dejar ir a alguien quien en realidad no se quiere dejar ir. Al final Hudson, su
tío, logró alejar a Noah del ataúd y sucedió lo inevitable: fue enterrado. Ese fue
el segundo adiós más triste y doloroso de mi vida, el primero fue cuando
falleció mi abuelito paterno.
🌺🌺🌺
Horas más tardes mientras la mansión Connelly está llena de gente Tamara
que quería tranquilidad, agobiadas de tanta gente, y yo entramos en su
habitación. Está desecha y su dolor me traspasa el alma como un cuchillo
destructor.
—No puedo creer que mi padre este muerto, Miranda —dice, con los ojos
llenos de lágrimas, completamente pálida y dejándose caer poco a poco sobre
su cama y envolverse en un ovillo para agarrarse las piernas con las manos—.
Independientemente de cómo haya sido siempre Sebastián Connelly yo lo
quería, es demasiado doloroso saber que se fue, así, sin más...
—No sé qué decirte realmente para que te sientas mejor, Tamara. Todo esto
ha sido una gran tragedia que nadie se esperaba.
—Supongo que así es la muerte, ¿no? Llega sin avisar —se volvió y se
acurrucó en mi pecho.
🌺🌺🌺
—Lo único bueno de todo esto es que estés aquí, mamá. En serio te echaba
mucho de menos.
Mi madre biológica quien también se desplazó ante la muerte repentina del tío
Sebastián, acaricia mi cabello mientras mi cabeza yace sobre sus piernas.
—Me alegra tanto que... —un bostezo salió de mis labios y me impidió hablar.
Miranda.
Era el día tres después de la tragedia de los Connelly; mi otra familia, cuando
recibí una llamada de una extraña, Tamara.
—¿Qué ocurre, Tamara? ¿Por qué estás tan agitada? —pregunto, preocupada
metiéndome en el coche después de salir del gimnasio con todos los músculos
adoloridos, pues tengo un entrenador bastante rudo.
—No te lo puedo decir por teléfono. Por favor ven, tú me entenderías más que
nadie, por favor. Te necesito.
Nada estaba bien. Lo sé. En serio me dolía el cuerpo y quería ir a casa, pero
para que Tamara me llamara de esa forma era porque algo ocurría, y grave.
Por favor, otra tragedia no.
—Tamara, dime ¿qué ocurre? ¿Por qué esta todo así?, ¿por qué estas tú así?
Se alejó de mis brazos y reventó lo último que parecía quedar vivo todavía en
la habitación, pues hasta el espejo había pasado a mejor vida, su computadora.
Me sobresalté.
—Tamara...
—Soy hija de mi madre, pero no de él. No de él —Tamara pateó una y otra vez
la base de su cama. Yo estaba en shock, sin saber que decirle. Está situación
me parecía tan familiar—. Ahora lo comprendo todo, pase veintidós años de mi
vida buscando el amor de un padre que nunca me quiso. Lo lloré como si se
me hubiera ido el alma en ello, porque lo amaba con todas las fuerzas de mi
corazón, y ahora resulta que no soy su hija, que me crio sí, pero jamás me
considero como tal.
Mis ojos están llenos de lágrimas cuando me acerco a ella para volver a
abrazarla. Entiendo tan bien como se siente. Yo viví ese mismo dolor cuando
me enteré que las personas que consideré mis padres durante toda mi vida al
final no lo eran, aunque me parecía que su caso era más complejo que el mío.
—Oh, Tamara. Yo te entiendo tan bien, yo... pase por algo asi hace poco. Es
duro descubrir que nuestras familias guardan secretos que pueden lastimarlos
y descubrirlo en el peor momento.
—No, no me digas esto. No tú, amiga, la gente suele decir siempre eso: todo
estará bien, para hacerte ver lo que está muy oscuro con un poco de color,
pero no es así Miranda —dice, mirándome con el corazón destrozado en los
ojos—. Me acabo de enterar que no sé quién soy, que no conozco una parte de
mí.
Tiene razón no siempre decir: todo estará bien, es la mejor manera de calmar a
una persona.
Asintió.
—Es como te dije. Él no dejo nada pasa mí, me desheredo, todo quedó en
manos de sus únicos tres hijos y a pesar de que ella lo defraudó, hasta mi
madre recibió su parte, a mí solo un corazón desecho, pero ¿sabes? El dinero
a mí me vale una mierda, Miranda. Lo que me duele es toda la mentira que me
rodeó durante tantos años.
Inspiré, atrayéndola a mi cuerpo para abrazarla sin saber que decirle, solo le di
mi consuelo silencioso. Muchas veces escuché a Tamara hablar de que su
padre era más frío con ella que con sus hermanas, pero nunca me imaginé que
fuera porque no era su padre y aparte, desheredarla de esa forma. ¡Cruel! Yo
que lo adoraba y lloré destrozada su muerte.
🌺🌺🌺
—Miranda, ¿cómo está Tamara? ¿Se calmó? Estaba tan alterada —dice mi tía,
Rayna notándose preocupada por su hija.
Rayna es una mujer muy bella, Tamara tiene mucho parecido con ella, sobre
todo en el tono oscuro del cabello y en estatura. Mi tía se nota abatida, hay
bolsas bajo sus ojos de una persona que no parece haber dormido en días.
Tiene un vestido negro algo suelto y la coleta en mal estado.
Los ojos de mi tía Rayna se llenaron de lágrimas, debo agregar otra vez que es
media hermana de mi madre. Son hermanas por parte de padre y es mayor
que Paula Collins por tres años.
🌺🌺🌺
Estaba algo cansada cuando me fui a dormir esa noche. Había tenido una
sesión de fotos, un comercial y un desfile de modas el mismo día, para locos.
Después de varias vueltas en mi colchón buscando una buena posición para
dormir me quedé completamente dormida.
¿Una ganzúa?
A pesar del susto que recibí mi corazón salta y es por la emoción de verlo,
habían sido cinco días de no verlo y aunque nos habíamos mensajeado y
hablado par de veces no era lo mismo.
—Me has dado un susto de muerte, pero no sabes que gusto me da verte.
Pasaría mil sustos así si el resultado son tus ojos, tu cuerpo, tus brazos... tú en
tu totalidad. También te eché de menos como loca.
Nicolás hundió las manos en mis cabellos, me hizo echar la cabeza un poco
hacia atrás y después tomó mis labios en un delicioso beso que me dejó
atolondrada, completamente.
Sé que hay punto que debemos tratar: mi madre sabe sobre lo nuestro y no le
ha dicho nada a papá porque nos está dando a los dos la oportunidad de que
seamos nosotros quienes le digamos, pero en este momento solo puedo
imaginarme a Nicolás dentro de mí y todo pasa a segundo plano
completamente. Uno: lo había echado demasiado de menos y dos: siempre
estoy demasiado ansiosa cuando se trata de él.
—Te necesito, Nicolás —gimo, abrazándole las caderas con las piernas
mientras sus labios recorren una estela de besos desde detrás de mí oreja
hasta mi cuello, mandíbula, clavícula y el escote que revela la blusa de mi
pijama.
—Me tienes, mi pequeño ángel —murmuró con una voz grave amortiguada
contra mi piel—. No me iré a ningún lado.
Sus ojos brillaron con el brillo de un depredador, me mira con cierta admiración
y eso me gusta. Los hombres por lo general me desean, pero que lo haga el
hombre sobre mí no tiene comparación. Mi corazón se agita en abundancia y
me siento más sexy de lo que puedo llegar a ser.
—Te compraré mil pijamas iguales, pequeña —me dice con voz grave de
barítono, luego su boca baja hacia uno de mis pezones duros como diamantes,
lo lame y una corriente de electricidad me atraviesa todo el cuerpo.
Joder, me aferro con fuerza a las suaves hebras de sus cabellos y no contengo
mis gemidos cuando succiona uno con fuerza mientras su otra mano acaricia el
otro ya sensible. Incliné la cabeza hacia atrás, entregada al sublime placer que
me provocaba sentir su tacto contra mi cuerpo.
Necesitaba sentir el calor de su piel, así que le saco la camisa de la cintura del
pantalón. Exploro los rígidos músculos de su abdomen y continúe jubilosa mi
exploración alcanzando los círculos de sus pezones mientras Nicolás deslizaba
las manos desde mis senos y de ahí hasta la piel desnuda de mi abdomen. El
calor de las palmas de sus manos dispara mis sentidos hasta la locura y gemí
con un deseo que tenía mi cuerpo al rojo vivo.
Gemi ante la sensación de tener ese hombre tan bien dotado dentro de mí pero
al mismo tiempo sonreí con mi mano en su pecho. Me ha puesto arriba, eso
significa que va a dejar que yo llevara el timón y no me lo había permitido
antes. Él le gustaba dominar, y para que mentir, me encantaba. Sin embargo,
no estaba mal tener el control alguna vez, como está noche.
—Sí, señorita Collins, usted tiene el poder esta noche —dice, excitado—.
Móntame.
Oh...
Me abrazó y bajó lentamente las manos hasta mis caderas. Se incorporó un
poco y me beso un pezón con firmeza. Un gemido de placer brotó de mis labios
tras su suave mordisco y comencé a cabalgarlo muy despacio, y un segundo
más tarde un poco más rápido empujada por las sensaciones que me llevaban
al borde de un precipicio.
—Yo no conocía esa faceta tuya de delincuente que se cuela por la ventana de
una chica a media Nicolás —él se encogió de hombros con una sonrisa de
suficiencia.
—¡Ya ves! Tengo muchas facetas que te puedo mostrar aparte de ser un buen
amante, claro. —Alcé las cejas y lo observo.
Torció sus deliciosos labios en una sonrisa de alguien muy seguro de sí mismo.
—Tus gritos, temblores y jadeos mientras te hago mía me dan ese crédito.
Nicolás soltó una carcajada, una muy fuerte que hizo vibrar su pecho.
—¿Es solo eso lo que te gusta de mí? —Nicolás recorrió mi cuerpo con la
mirada antes de contestar:
—Para que acabe tu curiosidad. No, nunca antes de esta noche me había
metido en la habitación de una mujer.
Tomo sus labios en un largo beso, diciéndole solo con ese gesto que yo
tampoco nunca había sido tan feliz.
Inspiró profundamente.
—Que guay.
Me besa la mejilla.
—Le he hablado a mi hija de ti, ya sabe que tengo nuestra relación que me
hace feliz y tiene muchas ganas de conocerte.
—¿En serio?
—Sí.
Inspiré profundo y pensé que debía decirle que mi madre nos descubrió. Tiene
que saberlo.
—No, Nicolás, teníamos un plan, decírselo a ella y a papá los dos juntos, como
pareja, pero alguien que no se quien, nos tomó fotos aquel día que me
acompañaste a la sesión, se las envió a mi madre y Paula me enfrentó hecha
una furia. Por supuesto logré calmarla al decirle que nuestra relación era seria,
que te amaba y que tú me amabas de la misma forma y si quieres preguntar,
papá todavía no lo sabe. Mi madre me prometió que nos dejaría a nosotros
hablar con él, con la advertencia de que fuera lo antes posible porque no quiere
mentirle a su esposo.
Nicolás resopló y dejó caer sobre el colchón, mirando el techo con los brazos
cruzados sobre la cabeza
—Oh por Dios, pequeña. No nos podemos arriesgar a que Lucas sepa esto por
alguien más, podría ser peor.
Estoy de acuerdo.
—Lo sé, por eso le supliqué a mi madre que no le dijera nada y dejara que se
dijéramos los dos, como lo teníamos planeado.
Nicolás me miró con sus ojos grises y elevó una mano hacia mi cara. Me
acarició suavemente la piel de la mejilla. El silencio nos dominó por unos largos
minutos, él solo mirándome y acariciándome el rostro, yo disfrutando de la
caricia.
— ¿Mañana?
Lo abracé muy fuerte otra vez las palabras de mi madre golpearon mi cabeza.
Ahí Dios....
—Tengo miedo, Nicolás. Tengo miedo de que mi padre no reaccione bien y te
haga daño, no lo podría soportar.
Ojalá...
CAPÍTULO 30
Nicolás.
Es esta noche cuando iré a casa de mi mejor amigo y le diré que tengo una
relación con su hija.
Cuando decidí no dominar más lo que sentía por Miranda, ya que además, era
más fuerte que yo y ya no podía controlarlo más, conocía lo que eso implicaba
y aun así me dejé llevar. Incluso dije que si esta relación me traía la muerte no
me importaría, que estaba dispuesto a darle la bienvenida si en su lugar podía
tenerla en mis brazos así fuera una sola vez, pues sería la muerte más feliz
que podría tener un hombre jamás.
Los momentos que he vivido con Miranda han sido... ni siquiera existen las
palabras para explicar tamaño nivel de perfección. Ella tiene edad para ser una
niña todavía, pero en la cama es una mujer apasionada que me entiende
completamente, nos compenetramos y nos entendemos tan bien que pareciera
que hubiéramos nacido encadenados el uno al otro para ser una sola pieza
perfecta y armoniosa. Tenía dolores dentro de mí que ella curo, tenía oscuridad
dentro de mí donde ella se metió como un rayo de luz y lo iluminó todo, y no
puedo amarla un poco más porque estallo en pedazos. Miranda es lo mejor que
me ha pasado en mucho tiempo y estoy listo para decirle a su padre lo mucho
que la amo la noche de hoy, ya no se puede esperar más y es mucho mejor
que se entere por mí que por cualquier otro lado.
Era una noche en la que cualquier hombre— en mi caso soltero y joven— sale
a tomarse un trago para despejar la mente, entonces vi una escena frente a
mis ojos de un hombre a punto de ser apuñalado por defender a una pobre
mujer de otro imbécil que la estaba maltratando: era Lucas Collins. El
problema, es que no era uno solo sino tres hombres contra uno. Y bueno, como
si eso fuera de mi incumbencia —y sin querer dejar a ese pobre hombre solo a
manos de esos tipos—me había metido en un intento de defender a un
desprotegido Lucas de tres maleantes con cara de satánicos a punto de
enterrarle un cuchillo en el hígado solo por intentar ser un caballero y defender
a una pobre chica del maltrato de uno de ellos. Me rio ante el recuerdo. La cosa
había terminado en pleito, sillas volando por doquier, gritos y puñetazos. El final
de la historia es que esa fue la segunda vez que puse un pie en la cárcel; pues
apareció la la policía y nos apresó a todos. Y justo así, mientras aquella noche
me contaba que estaba en ese bar porque él y su esposa estaban pasando por
una mala racha en su matrimonio como todas las parejas, nació nuestra
amistad y desde entonces él siempre me ha dicho que me debe la vida.
Estoy demasiado feliz por tenerla en casa, así sea por unos pocos días, cada
vez que está conmigo me alegra la vida. Hace unos días atrás cuando le llamé
y su madre me dijo que estaba en un quirófano a punto de ser intervenida
quirúrgicamente casi me vuelvo loco. Ya he perdido antes un hijo y es un dolor
que no se lo deseo ni a mi peor enemigo, no se lo deseo a nadie. De hecho
aunque he aprendido a vivir con él, ese terrible vacío por haberlo perdido sigue
ahí, latente.
Me senté en el sofá al lado de Abby, rodeé su delgado cuerpo con mis brazos y
la atraigo hacia mi pecho para darle un fuerte abrazo y un beso en la sien.
—Te prometo que ella también se muere por conocerte, pero ya será hasta
mañana, ¿vale? Ella es modelo, te dije, entonces estuvo algo ocupada hoy y ni
siquiera nos vimos.
—Está bien, papá —me mira a los ojos, físicamente es muy parecida a su
madre, tiene su piel canela y su cabello largo, sedoso y ondulado, negro como
las alas de un cuervo, la misma belleza física porque Jasmine es una mujer
deslumbrantemente hermosa, pero Abby tiene mis ojos grises, heredó mi nariz
y los que la ven sonreír dicen que es mi misma sonrisa, yo ya lo creo que si—.
¿Tu estas bien? Siento que luces un poco tenso y nervioso, papi. ¿Te pones
así cada vez que vas a ver a tu novia?
—Es que iré a ver al padre de mi novia, que a la vez es mi mejor amigo de
años y socio, para decirle que soy el novio de su hija que además es varios
años menor que yo. No lo sabe y estoy un poco preocupado por su reacción —
me sincero con ella porque no tengo porque decirle mentiras.
—Oh, seguro ira bien. No te preocupes tanto, eres maravilloso y es seguro que
Lucas se dará cuenta de que no hay mejor partido para su hija que tú —Abby
dice, acariciándome la cara con sus pequeñas y suaves manos—. Dile que la
amas del mismo modo que me lo dijiste a mí, con los ojos llenos de amor y
adoración, y no habrá manera de que se enoje.
Creo haber dicho antes que mi hermana es ciega desde que a los diez años
tuvo un accidente automovilístico con el chófer después de que esté la
recogiera en la escuela, en consecuencia se quedó sin vista debido al fuerte
golpe que recibió en la cabeza por el choque, pero como también dije con
anterioridad Cheryl es una mujer fuerte que su ceguera no la limita para nada, y
la familia al igual que los pocos amigos que tiene jamás la hemos tratado
diferente por su condición. Claro, en un principio y con la edad que tenía
cuando todo sucedió fue difícil para ella aceptar que ya no volvería a ver los
colores por ejemplo, o a saltar y jugar como otros niños de su edad, pasar de
un colegio normal a una escuela especial para invidentes, pero con el tiempo
aprendió a aceptar su condición y a vivir con ella. ¿Parejas? Hace poco más de
seis meses conoció a alguien y han estado saliendo desde entonces. Creo que
está enamorada y yo ya lo he amenazado, al igual que Jared, con romperle la
madre si la daña.
Cheryl que es hermosa, alta y pelirroja como Jared, volvió a besar a su sobrina
que la abrazó. Me acerco a ellas.
—Hola, Nicolás —me nombra en una voz cálida y dulce. La rodeé en un abrazo
y le di un beso.
—Gracias por quedarte con, Abby. No me apetecía dejarla sola en casa, está
todavía algo convaleciente por la cirugía.
Cheryl tendió su mano sin bastón para que Abby que estaba acariciando a un
cariñoso Casper que le lamía la cara y ella reía, se acercara, mi hija lo hizo y le
envolvió la pequeña cintura en un abrazo.
Abby asintió.
—Sí, tía.
Ella ríen.
Doy un beso a ambas y justo cuando voy a dirigirme hacia la puerta la mano de
Cheryl toma la mía y me detiene.
🌺🌺🌺
Veo sus ojos azules, los primeros que me reciben al entrar en esa casa y la
sensación que me recorre en el interior es tan buena, tan llena de todo lo que
hemos vivido durante los últimos meses que me digo que no importa lo que
ocurra esta noche, todo habrá valido la pena.
—Sí, princesa. Estoy aquí —me acerco más, robándole un pequeño beso en
los labios que me hacía falta como agua en el desierto, sin importarme nada—.
Estas hermosa, como siempre.
Ella sonríe, y se pasa la mano por el mono corto que trae puesto en color rojo
con rallas blancas y un lazo en la cintura, de tirantes, mientras su cabello
castaño está alzado en una alta coleta.
—¿Estás listo para esto? —me pregunta, con voz inquieta mientras juega
nerviosamente con sus dedos contra su pecho y mordisquea su labio inferior,
gestos que solo me provocan querer lanzarme sobre ella y darle un beso más
profundo, apasionado e intenso, pero me contengo.
Bueno, hay que acabar con esto de una vez. Le echo una segunda mirada a
Miranda, ella traga antes de tirar hacia adentro de su boca con sus dientes su
labio inferior y sus ojos celestes me dicen cuán nerviosa está, si está como yo
estamos ambos a nada de reventar. Vuelvo la vista hacia el hombre frente a mí
y que ha sido mi amigo por más diez años.
—Hola, Marfil.
—¿Qué ocurre que todos parecen lucir tan tensos? —pregunta ella, notando lo
evidente.
Se hace un silencio tan fino entre todos que hubiera caído una hebra de cabello
y se hubiera escuchado su sonido al caer. El pulso me latía descolocado y toda
la sangre de mi cuerpo en las sienes, dándome dolor de cabeza
instantáneamente y estaba seguro que Miranda no estaba diferente. No sé si
fue la mejor forma de decirlo, la verdad estaba, —estoy—, tan nervioso que no
sabía cómo hacerlo y quería terminar con eso de una vez para que mi pulso
volviera a la normalidad.
—No es una broma, papá —Miranda dice, acercándose para unir nuestros
dedos manos, su padre mira el gesto ahora si con los ojos muy abiertos y el
rostro blanquísimo. Se ha puesto pálido como la leche y observa con sus
hombros subiendo y bajando como indicios de una respiración agitada,
nuestras manos entrelazadas—. Este hombre de aquí y yo tenemos una
relación que hemos estado escondiendo por... meses.
—Esto yo... Eres el único hombre en este mundo al que consideraba realmente
mi amigo, Nicolás... —comienza a decir, mirándome a los ojos llenos de dolor y
rabia mezclada, una bomba a punto de detonar —. Más que mi amigo yo te
consideraba mi hermano. Te creía un buen hombre, recto, leal, respetuoso y
sobre todo, confiable, pero me has demostrado todo lo contrario. Eres un hijo
de puta, una rata asquerosa al que jamás debí abrirle las puertas de mi casa, al
que jamás debí darle la confianza de estar cerca de mis hijas. ¡Te has estado
aprovechando de mi niña a mis espaldas como un maldito cabron de mierda!
¡Te voy a matar con mis propias manos!
—No, papá —le súplica, empujándolo por el pecho—. Por favor, tranquilízate,
déjanos explicarte...
Pero Lucas estaba demasiado fuera de sí, sus ojos ardían llenos de ira y
terminó apartando a Miranda que se interponía en su camino suplicándole
calma, pero lo hizo de un modo tan brusco que la empujó contra el suelo por
sus delgados hombros. Ella cayó de bruces sobre su trasero con un fuerte
quejido. Mierda, al verla caer sentí un fuerte dolor en el pecho que me partió en
dos el alma, asustado, sobre todo al ver como estuvo a punto de golpear su
cabeza con la mesa del centro y hacerse daño, se salvó por los pelos.
Mi pequeña.
—Calma, cielo. Estás bien, todo estará bien. Por favor, no llores. Por favor —le
pido odiando verla llorar, por otro lado, sé que Lucas no le ha hecho daño a
propósito, simplemente estaba fuera de sí y actuó a consecuencia. Solo hay
que ver cómo está mirándola, en sus ojos aun con su furia hay arrepentimiento
por lo que ha hecho, de no haber tenido suerte ella... no quiero ni pensarlo.
—Lucas, mi amor. Casi provocas una tragedia al empujar así a nuestra hija. —
es la voz apaciguadora de Paula, quien abraza a su esposo por la espalda
intentando calmarlo—. Trata de tranquilizarte y escucha, te lo pido.
—¿Por qué pareces tan tranquila al saber que este infeliz se ha estado
aprovechando de nuestra hija?
—Las cosas no son como tú la vez Lucas —Murmuro, se volvió para mirarme y
aunque no se acerca para volver golpearme no me mira con menos furia que
antes, incluso hay mucho más y el que tenga los puños apretados y una vena
de furia saltándole en el cuello es un claro gesto de que esta conteniéndose—.
No me aproveché de tu hija, estoy perdidamente enamorado de Miranda. Es
muy probable que en este momento no me creas, y lo entendería pero quiero
que sepas que no lo busqué. Luché, luché con todas mis fuerzas para detener
todo lo que comencé a sentir de buenas a primeras por tu hija, pero no pude
detenerlo y casi me vuelvo loco de la desesperación. Ella entró dentro de mí y
se sintió demasiado cómoda para irse, así que se quedó y no pude sacármela
de aquí —me golpeo con fuerza el corazón con un puño, lamiéndome el mismo
tiempo el labio partido y lleno de sangre—. Eres mi mejor amigo y me negué a
caer, por respeto a nuestra amistad, pero caí, caí profundamente y no supe, no
sé, como salir ni quiero. Ella es todo mi mundo, mi razón para respirar y la amo
con cada jodida parte de mí.
—...un hombre quince años mayor que tu princesa, lo sé, Lucas, pero te lo
acabo de explicar con todas sus letras: me enamoré perdidamente de tu hija
sin importar cuanto quise frenar todo esto que ella me hace sentir —observo a
Miranda, quien escapo de los brazos de su madre y viene hacia mí, la
mandíbula de Lucas se endureció más al ver el gesto, sobre todo cuando la
abrazo con fuerza y beso su cabeza con amor—. La edad no supuso un límite
para nuestros sentimientos, y digo nuestros, porque como creo puedes ver tu
hija me ama de la misma manera que yo a ella. Lo siento amigo, pero donde
manda el corazón, no manda nada ni nadie más. Me metí con tu hija sabiendo
que debido a ese atrevimiento podría terminar asesinado a manos tuyas, ¿y
sabes qué? Si lo hicieras no me importaría en lo absoluto, morir después de
haber vivido momentos tan felices a su lado, definitivamente valdría la pena.
—Nicolás tiene razón papá —Miranda dice, alzó la vista para mirarme, después
observó a su padre—.Yo también lo amo con todas las fuerzas de mi alma. Es
el hombre de mi vida.
Lucas abrió los labios para decir algo, sin embargo pareció no encontrar las
palabras y simplemente se volvió agarrando camino lejos de todos y se le
escuchó emitir una fuerte maldición, Paula lo siguió mientras Marfil se quedó
ahí con nosotros. Inspiré profundamente. No es como que haya salido bien del
todo, pero aunque tengo el labio y la nariz rotos, sigo vivo.
Tomo su mano y la llevo a mi boca para darle varios besos a estás que se
siente heladas. Le beso la frente a también, y después cada una de sus
mejillas.
—No te preocupes, no ha sido un gran golpe, y teniendo en cuenta que me
esperaba algo mucho peor, como la muerte por ejemplo, esto es una pequeña
caricia.
—Lo vi tan enojado, luego que me aventara así, no parecía mi padre. Estaba
fuera de sí y tuve tanto miedo de que ocurriera algo lamentable.
Tomo sus labios en un beso tranquilizador y Marfil que nos habíamos olvidado
estaba allí, aclarándose la garganta nos hace apartarnos. Miro a la madre de
Miranda, no luce enojada para nada, solo un poco desconcertada. A pesar de
que Martin, su pareja, sabía todo desde un principio supo guardar el secreto
porque no le correspondía revelarlo, así que por ello Marfil no sabía nada hasta
esta noche.
—No me esperé que mi hija de veintiún años tuviera una relación con...
—No estoy juzgando su relación, ¿al final que importa la edad cuando hay
amor? No importa nada, sé que eres sincero, Nicolás. Solo cuídala y síguela
amando así —dice, una sonrisa en sus labios—. Mi niña merece todo el amor
del mundo.
Miranda.
Cuando Nicolás se marchó para dejar que las aguas se calmaran después de
la bomba que ambos acabábamos de detonar al finalmente decirle a papá
sobre lo que teníamos, quise hablar con mi padre porque sabía que no me
podría dormir hasta no haberlo hecho. No me había gustado esa mirada de
desilusión y dolor con la cual me miró antes de alejarse.
Dolió, duele.
Yo podía soportar muchas cosas, pero no que Lucas Collins este enojado
conmigo. Hace meses atrás me enteré que no era mi padre biológico, más bien
mi tío, pero mi amor por él no cambió al saber aquello, al contrario, lo quiero
con mucha más fuerza que antes por saber que a pesar de que no soy su hija
biológica como Andrea siempre me amo como tal, desmedidamente.
Estaba tan molesto. Nunca vi a mi padre tan enojado y sentí un temor horrible
de lo que pudiera hacer, en sus ojos había una rabia desmedida y tuve tanto
miedo de pronto de que las palabras de mi madre se hicieran realidad, sobre
todo cuando me empujó de aquel modo tan brusco para quitarme del medio
cuando intenté impedirle que fuera contra, Nicolás, yo pude haber sido el
resultado de esa tragedia porque casi me golpeé con una de las mesas de la
sala. Pero aunque me asusté, no me enojé ni un poquito por el hecho de que
me haya hecho daño al lanzarme así, sé que solo estaba fuera de sí y que fue
un empuje de su rabia que bendito Dios no terminó en desgracia. Yo sabía que
no le caería muy en gracia el saber de la relación de su hija con su mejor
amigo.
Se puso de pie, rodeó el escritorio y se postro frente a mí. Alcé la vista para
mirarlo a los ojos.
—¿Así qué estas enamorada de mi mejor amigo?, que ahora no sé qué tan
amigo sea después de haber seducido a una de mis hijas produciendo en mi
unas inmensas ganas de matarlo con mis propias manos por traicionar mi
confianza.
Inspiró profundamente.
Ojalá el amor hubiese sido así de fácil, si así lo fuera todo mundo se
enamoraría siempre de la persona correcta y no existieran las desilusiones
amorosas y los corazones rotos. ¿Cuántas veces no desee yo no amar a
Nicolás? Muchas, pero lamentablemente el corazón es un órgano que se
manda solo.
—Yo no lo elegí papá, mi corazón lo eligió a él. Y tú, que amas
incondicionalmente a Paula debes de saber que no se puede elegir de quien te
enamoras porque no existe una fórmula mágica para eso. ¿O sí?
—Soy una mujer papá, aun cuando tú me sigas viendo como tu pequeña soy
una mujer, una que está dispuesta a luchar con garras por defender al hombre
que ama, por defender mi amor por, Nicolás.
Su gesto endureció.
Tomo entre las mías sus manos y la llevo a mi pecho, mirándolo a los ojos.
—Me importa tu opinión y sabes de sobra que eres mi adoración, papá. Has
sido un padre maravilloso para mí toda la vida, me acogiste sin ser su hija
biológica y me has amado sin diferencia toda la vida. Te admiro como no voy a
admirar a nadie en esta vida y sin ti, créeme porque lo eres todo para mí al
igual que mis madres, no sabría cómo seguir y pido todos los días que nunca
me falten —beso sus manos y observo sus ojos brillosos que me dicen que
está conteniendo las lágrimas—. Sin embargo, él, Nicolás, es otro hombre
aparte de ti que también amo locamente, de diferente manera, pero tampoco
podría seguir viviendo sin él porque es... un trozo de mi alma al que no podría
renunciar. Es toda mi vida.
—Lo estoy padre, y soy muy feliz a su lado, lo único que empañaba nuestra
relación era mantenerlo escondido como un sucio secreto, pero finalmente
ahora que todo se ha aclarado podremos gritarlo a los cuatro vientos sin pena
—digo, feliz por eso sin duda —. Perdón si te defraudé padre, pero yo solo me
enamoré y si lo quieres saber: no me arrepiento de ello... Si volviera a nacer
me volvería a enamorar del mismo hombre una y mil veces. Es mi destino.
Después de unos breves segundos mi padre soltó el aliento que parecía tener
atorado en la garganta y me lleva a sus brazos. Suspiro y le rodeo la cintura
con mis manos, mi cabeza en su pecho. .
—Lo siento por haberte aventado de aquella forma horas atrás, estaba fuera de
sí —me besa muchas besas en la cabeza, con cariño—. No me esperaba que
mi hija y mi mejor amigo estuvieran en una relación y enfurecí. Sabes que te
amo, Miranda, eres mi sol, jamás te lastimaría a propósito. Si te hubieras hecho
un daño peor yo... no me lo habría perdonado nunca. Lo lamento, mi sol.
Salgo de su abrazo y tomo su cara.
—No te preocupes, papá. Ya pasó y estoy bien sin nada que lamentar.
Comprendo que no te lo esperabas y que tu reacción fue totalmente normal. Sé
que en otras circunstancias jamás me harías daño. La que lo siente soy yo por
haberos mentido a ti y a mamá todo este tiempo, pero es que no sabíamos
cómo decírselos.
Papá sonríe.
Acarició mi pelo.
— ¿Sí?
La muchachita asintió.
Sonrío. Ella es preciosa con su cabello oscuro, largo y ondulado y esos ojos
grises con toques de verde. Es una belleza.
Abby regaló un pequeño abrazo a su padre para luego volver la vista hacia mí.
—Me gustas mucho como novia de mi padre, porque lo haces feliz y se le nota
en cada movimiento, en cómo te mira, en como habla de ti y hasta en la forma
que respira cuando estas cerca —le echó un pequeño vistazo a su papá antes
de volver la vista a mí nuevamente—. Gracias por hacer de un hombre tan
maravilloso como él tan feliz, Miranda.
—Sí, papi.
—Te lo dije, pequeña. Cómo no podrías caerle bien, ambas son adorables —
Nicolás alargó la mano, tomando la mía por encima de la mesa y jugó con mis
dedos—. Se siente increíble saber que ya no tenemos que escondernos para
poder vivir nuestro amor.
Besó mi mano.
—Te amo.
Una sensación hermosa recorre mi interior cada vez que me dice: «Te amo».
Anteriormente yo sentía todo yo sola, y él nada mientras tanto ahora los dos
sentimos todo juntos y es abrumador, pero precioso a la vez. No hay nada más
bello en la vida que tener un amor cien por ciento correspondido.
Fin
Epílogo
Nicolás.
—Tengo una junta en diez minutos —murmuro—. ¿De quién se trata Agustina?
—Soy yo, Maderos —la voz ronca que se escucha viene de Lucas Collins,
quien está en mi puerta mirándome con una expresión que me cuesta
interpretar—. Tú y yo tenemos una charla de hombre a hombre, ¡ahora! —eso
último sonó como una gran exigencia.
Trago saliva y rápidamente le hago una seña a mi secretaria para que salga de
mi oficina y me deje solo con mi amigo, ella obedeció y Lucas ingresó
moviéndose con calma y tranquilidad, ajustándose la chaqueta de su traje gris
perla, me da una mirada fría y trago con dureza.
Como he dicho tengo una junta importante en diez minutos, pero una
conversación con mi mejor amigo; si es que seguimos siéndolo después de mi
confesión de la noche anterior, es muchísimo más importante en este
momento. Anoche, cuando le dije que estaba saliendo con su hija, se puso
tan... furioso. Aunque me lo esperaba, de hecho me esperaba algo peor que el
golpe que me dio y que gracias a Miranda que se interpuso en su camino,
saliendo ella lastimada, no recibí más.
Le doy a él la oportunidad de hablar. No intento decir nada antes que él, pues
anoche ya dije todo lo que tenía que decir.
—Si he de serte sincero, Nicolás aún me cuesta digerir que mi mejor amigo
este... teniendo una relación con mi hija, un hombre que además...
—Es varios años mayor que ella... —completé porque sabía era lo que iba a
decir. Lucas asintió deslizándose los dedos por sus cabellos castaños. De mis
labios se escapó una bocanada de aire—. Soy plenamente consciente de la
gran diferencia de edad que existe entre tu hija y yo, pero creo que te dejé claro
ayer el punto de que yo no busqué sentir todo lo que siento por Miranda, no
quise amarla de la forma que la amo, incluso más que a mí mismo. Fue ella la
que se me clavó en el alma y no hubo manera de sacarla de ahí, aun cuando lo
busqué de mil formas porque nuestra amistad, aunque ahora creas lo contrario,
es muy importante para mí, Lucas. Lo que menos quería era perderte como
amigo, sin embargo cuando el corazón es quien manda no hay forma de que la
razón le gane.
Se hace un largo momento de silencio antes de que él vuelva a decir alguna
otra palabra.
—Miranda habló conmigo, y queda claro que ella también está perdidamente
enamorada de ti y me dejó bien claro en mi cara que nada ni nadie la hará salir
de ti. Me desafío la señorita y sin titubeos, lo cual, hasta orgullo me hizo sentir
de alguna forma al verla luchar por su amor con tanto coraje, pues siempre le
enseñé que nunca debe quedarse con los brazos cruzados cuando quiere algo
y a que luche por ello con uñas y dientes. Me mostró que aprendió bien la
lección.
—Si te he de ser franco, todavía tengo ganas de matarte y cortarte las manos
por haber puesto tus manos sobre una de mis niñas. Mis hijas son el tesoro
más preciado que yo tengo —dice, gélido y se acerca a mí, moviéndose
silenciosamente—, pero si me prometes que no vas a hacerla sufrir bajo ningún
concepto porque ahí sí que te juro que te asesino, aceptaré de buena gana que
seas la pareja de mi hija, el hombre que ella eligió y que muy bien supo
defender la noche anterior frente a mí.
Trago.
—Todo lo que quiero en esta vida es hacer feliz a Miranda, tanto o más de lo
que ella me hace a mí, Lucas. No tienes que preocuparte —murmuro, mis ojos
en él—. Después del fracaso de mi matrimonio con Kendra yo no creí que
podría volver a sentir esto, que es incluso más fuerte que antes, pero estoy
teniendo esta oportunidad nuevamente y no sabes lo mucho que estoy
disfrutándola. Te juro amigo mío que amo a tu hija con cada parte de mí, es...
tanto lo que ella me hace sentir que no podría expresarlo con palabras, con ella
he vuelto a creer que el para siempre en el amor si puede ser posible por lo
que antes de hacerla sufrir me arrancaría yo mismo la hombría y se lo daría a
comer a los cerdos. Si de mí depende nunca habrá una sola lágrima en sus
ojos más sí, miles de sonrisas en sus labios y días y días de plena felicidad.
Miranda.
No pude evitar sentirme excitada cuando el avión revoloteó por encima del
aeropuerto de Orly. París se extendía abajo en la oscuridad como una alfombra
mágica cubierta de piedras preciosas. Cuando el aeroplano frenó y empezó a
descender para aterrizar mi hermana Andrea, que se me pegó como
sanguijuela en este viaje y no pude negarme a traerla, y yo pudimos divisar la
Torre Eiffel y la catedral de Notre Dame.
Viví aquí por más de cinco años, y la verdad fue un tiempo muy hermoso al
igual que lo es el país en sí, pero en esta oportunidad no he venido escapando
como aquella primera vez sino por cuestiones de trabajo. Tendré el placer de
desfilar en la semana de la moda para grandiosos diseñadores de la moda
Parisina.
Las luces brillaban por todos lados, y las estrechas aceras estaban atestadas
de gente vestida con elegancia y que conversaban animadamente. París
rezumaba un ambiente de excitación.
Como tenemos una tía que vive acá en Francia y ante la noticia de una visita
de sus sobrinas no tendríamos que irnos a hospedar a un hotel sino que
seríamos recibidas en el palacio de mi tía la Duquesa. Un auto con un chófer
enviado por ella nos espera cuando salimos fuera de la terminal, nos dio la
bienvenida en un perfecto francés, metió nuestras maletas en la cajuela del
vehículo y después de abrirnos la puerta nos invitó a entrar otra vez en perfecto
francés.
Otros de los amuletos en la pulsera era un corazón; el suyo que según dice
tengo completamente en mis manos y por último, el símbolo de un reloj que
representa todo el tiempo que vamos a pasar juntos; un tiempo infinito.
La amo, amo esa pulsera más que cualquier otra joya que tenga solo porque
ha sido un regalo del hombre que amo.
Casi que no puedo con todo lo que siento, me llena, me eleva, me da... ¿vida?
Sí, muchísima.
Otra cosa que debo agregar es que Martin y mi madre se casaron dos
semanas antes de navidad en boda intimida en, España. Como ya creo haber
mencionado antes no quise ni querré nunca saber quién fue el hombre que la
violó y por ende, mi padre biológico porque creo que ella no merece abrir
heridas y a mí no me interesa saber nada de esa persona, mi único padre es y
siempre será, Lucas Collins y en lugar de una madre, tengo dos a las cuales
amo con toda mi alma y aunque crecí viendo solo a Paula como mi madre a
estas alturas no existe ninguna diferencia en cuanto a mí cariño para una y
otra. Las amo a ambas de la misma forma.
Nuestra tía Maggie, nos recibió con alegría y los brazos abiertos en cuanto
entramos por la puerta de su increíblemente hermoso castillo.
—Tía te amo y estoy inmensamente feliz de verte, pero por favor, estás
dejándome sin aire.
Reí, mi tía Maggie tiene esa costumbre de abrazarnos como si llevara una
eternidad sin vernos así nos haya visto el día anterior. Le encanta darnos esos
abrazos rompe costillas que para que negarlo, no me desagradan tanto. Es una
tía muy cariñosa.
—Lo siento, tesoro —se aleja y me besa la frente con cariño—. Es que las amo
y me encanta tenerlas en casa. Tú no me has dado mi abrazo, jovencita ven
aquí.
Andrea corrió a sus brazos para abrazarla y al segundo también se queja del
súper apretado abrazo y río. Un instante más tarde un impotente, alto y muy
guapo hombre apareció en la sala, Dominic Fullop, el duque que robó el
corazón de mi tía Maggie y al revés.
—Bonjour, Dominic.
Media hora más tarde después de saludar con besos y abrazos a mis primitos
Andrea y yo, que ya teníamos habitaciones asignadas de otras veces que
hemos venido al castillo de mi tía y siempre usamos las mismas, nos movemos
hacia allá para tomar un baño y descansar después del largo viaje.
🌺🌺🌺
Tras bambalinas todo es un completo caos. Modelos que salen y entran a toda
prisa, arrancándose la ropa para volver a salir a pasarela en un tiempo récord.
Este es el modelaje, la mayoría de las veces nos toca ir demasiado deprisa. Y
que importa si te partes un tobillo al caminar, si eres fuerte, te paras y sigues
modelando como si nada hubiese pasado. Después de todo, somos
profesionales.
Salgo a pasarela mientras la canción de Etta James, I just want to make love to
you suena en los altavoces con el placer de modelar la pieza exclusiva de la
colección de ropa de la diseñadora Lorraine Barraud.
Al llegar con Nicolás solo me ve y sus labios sin dejarme hablar están sobre lo
míos. Me devora en un beso hambriento, necesitado y apasionado que me deja
derretida y temblando en sus brazos, sin importarle que estemos rodeados de
gente pone todo su corazón en mis manos con un beso cargado de deseo,
lujuria y la pasión más dura.
Gimo en su boca y siento los flashes de cámaras cuando me separo de él, más
que nada para no dar ese espectáculo frente a mi pequeña hermanita de
dieciséis añitos y Brigitte nuestra prima, que también estaba en el desfile y es
muy amante de la moda.
—Sí, estaba en Londres, pero ahora estoy aquí, contigo—me dijo, besándome
la punta de la nariz. Había viajado a Londres a visitar a su otra familia allí, a su
hermana Laura y su sobrina. Había estado allá conviviendo con ellos toda una
semana, el mismo tiempo que tengo en París modelando—. Te echaba de
menos y es por ello que en lugar de tomar vuelo hasta Los Ángeles volé hasta
París para verte. Por cierto, te veías alucinante en la pasarela, pequeña.
Sonrío.
—Gracias... —juego con los mechones de su cabello entre mis dedos y aparto
los ojos de los suyos un instante para echar una ojeada a Brigitte; con cabello
dorado, y Andrea, con el suyo castaño oscuro, que se han alejado en algún
momento y las veo en una charla con uno de los diseñadores. Volví la vista
hacia a Nicolás otra vez—. También te echaba mucho de menos, mi amor.
Media hora más tarde aunque mi idea era al finalizar todo mi trabajo del día era
volver al castillo con las chicas, fueron ellas las que fueron a casa con el
chófer. Yo me quedé con Nicolás que me preguntó si estaba muy cansada para
dar un paseo él y yo por París, estaba entrando la noche y la ciudad estaba
llenándose de luces. Si he de ser franca me hallaba algo cansada, pero no lo
suficiente para rechazar un paseo con el amor de mi vida por la ciudad del
amor y de las luces.
Después de parar para tener una rica cena en un exquisito restaurante francés
Nicolás, pues ambos teníamos hambre, él y yo terminamos en unos de los
sitios más especiales de París. Le llaman el muro de los «te quiero» El lugar se
encuentra en el famoso barrio de Montmartre, en la plaza de Abesses,
concretamente detrás de la parada Art Noveau, y está hecho para unir y para
celebrar el amor.
Recuerdo que una vez había venido sola, por curiosidad creo. Es un lugar
romántico no para visitar sola sino con la persona que amas, y puedo evocar
que soñé con volver nuevamente, pero no sola y sí con alguien que amara.
Mirando el gran mural frente a mí no puedo creer que ese amor sea Nicolás, el
hombre por el que alguna vez me vine a refugiar precisamente en esta ciudad
para poder olvidarlo, años más tarde estoy en este lugar, agarrada de la mano
con el amor que nunca creí podría tener. Con mi mano libre me secó las
lágrimas que me corren por las mejillas.
—¿Sabes? Cuando vivía aquí en París, este lugar al que escapé como una
cobarde para olvidarte, un buen día que paseaba por la ciudad sola terminé en
este lugar: el muro del amor, y no puedo creer que está noche esté aquí
nuevamente pero esta vez con mi sueño hecho realidad, como lo soñé aquel
día —acaricio con las yemas de mis dedos la piel de su mejilla con barba de al
menos tres días—. Tú Nicolás, eres mi gran sueño hecho realidad.
—Me encanta ser eso para ti, Miranda. Te amo con toda mi existencia, y nunca
olvides esto: siempre serás mi todo, mi amor, mi vida... mi hogar y la única que
existirá para mí, no habrá nadie más y si tiene que haberla, no lo acepto, solo a
ti, a ti y nadie más. Tú me diste la oportunidad de volver amar, está vez, incluso
más fuerte que lo que alguna vez llegué a creer que amaba... —me dice contra
los labios, besándome exquisitamente antes de sentir que se alejó de mí, y un
instante más tarde un jadeo salió de mis labios al ver a Nicolás sobre sus
rodillas ofreciéndome un anillo con un hermoso, enorme y brillante diamante.
Oh Dios, las lágrimas ya han llenado completamente mis ojos. Me sonrió y
dijo—: Solo dos palabras mi pequeño ángel: Cásate conmigo.
Él no necesita decir nada más para que yo grite un gran «sí» antes de dejarme
caer en sus brazos para que me devore en un beso cargado de frenesí y amor,
y de una eterna promesa de seré tuyo por el resto de mi vida. Yo también lo
sería.
Nicolás.
Un mes más tarde de haberle pedido matrimonio a Miranda frente a aquel muro
en París que simboliza más que nada el amor, estoy a punto de convertir a esa
chica en mi esposa.
Iba a casarme por segunda ocasión con una mujer que amo más que el aire
que respiro, a la que tengo todos los planes de hacer muy feliz y amar cada día
de mi vida, sin medidas.
Nunca imaginé que volvería a casarme, pero igual me siento muy dichoso por
tener ese privilegio, y que sea tan enamorado, pues lo hace más hermoso
todavía.
—Lo sé papá —Sus manos caen a mis mejillas, y me pierdo en sus ojos tal
cual los míos, grises—. Yo también te quiero infinitamente, de aquí a la luna
tres vueltas y de regreso —sonrío—. Estoy feliz porque te vayas a casar, y
mucho más por el hecho de que sé es de una mujer que te ama de la misma
forma. Eres un hombre y papá maravilloso, no te mereces más, y Miranda sin
duda es bastante afortunada de tenerte.
—No creo que nada vaya a arruinarlo. Relájate, Nicolás —Me dice Laura,
sonriéndome.
—Yo concuerdo también con mi madre —Annalia viene hacia mí y en
segundos ahueca mi cara en su rubia mano para después, darme un beso en
cada mejilla—. Tío hermoso, te deseo toda la felicidad del mundo y que ahora
sí sea para siempre.
—Por cierto hermano, esto llegó para ti —me anuncia mi hermana, dándome
una caja negra alargada, pequeña.
—¿Para mí?
—Ábrela, papi.
Insiste Abby, Annalia le dice que es una chusma pero igual está muy pendiente
cuando abro dicha cajita de terciopelo alargada. ¿Qué tendrá?
Al hacerlo una sonrisa de idiota se desliza por mis labios al leer la nota en el
fondo de la caja. Es de Miranda.
Dentro de la caja hay un reloj Rolex de planta con el fondo negro. Con una
inscripción en el interior que me sacó más sonrisa de idiota. «Mi sueño hecho
realidad», pero también encontré un pequeño trozo de papel con unas líneas.
Nicolás, ¿Qué te puedo decir aquí que no te haya dicho ya? Sabes lo mucho
que te amo, eres vida para mí, eres el hombre al que comencé amar cuando
muchas niñas ni siquiera tenían la edad suficiente para amar con la misma
fuerza con la que yo ya te amaba, era apenas una chiquilla pero mi amor era
más grande que incluso el mundo entero. Eres el hombre al que continúe
amando a través de los años aun no debiendo y que amaré hasta con mis
huesos secos después de la muerte. Eres el hombre que hoy me va a convertir
en su esposa, y solo puedo decir gracias, gracias por haberme elegido para
compartir tu vida, gracias por amarme como me amas y espero ser la mejor
esposa para ti, y quizás si está en nuestro destino, la mejor madre para
nuestros hijos. Espero ser lo que tú esperas y te prometo que sí algún día
decides dejar de amarme yo haré que recuerdes porque te enamoraste de mí
una y mil veces, y me encargaré de que siempre encuentres tu camino hacia
mí al igual que yo siempre trataré de hallar mi camino hacia ti por enredado y
oscuro que este pueda parecer. Te amo hasta mi último aliento, y prometo
hacer que te amores de mí cada día de tu vida.
Tu pequeño ángel.
Una gran sonrisa está en mis labios cuando termino de leer esas letras y tengo
que sobarme el pecho porque todo lo que siento por esa chica es tan
abrumador que apenas puedo contenerlo. Tengo que tomar aliento para que
mis pulmones no revienten.
Miranda.
Suspiro con alegría en mi sillón especial para amamantar a mi hija viendo como
su pequeña boquita succiona mi pezón lleno y me maravilloso viéndola comer
de mí, me llena completamente el ver su carita suave y blanca mientras disfruta
alimentándose de su mami.
Kathleen es mi cuarto bebé con el hombre que amo, mi cuarto regalito del cielo.
Soy la madre más feliz del mundo con mis cuatro angelitos, y al evocar el día
que los vi nacer a cada uno mis ojos parecen querer volverse a llenar de
lágrimas ante tanta perfección. Cada parto fue doloroso, horas y horas para
traerlos al mundo, pero nada por hermoso que haya sido se compara con el día
que vi por primera vez la carita de Reese que heredó los ojos grises de su
padre al igual que Alyssa. Milo que los tiene celestes como yo y, Kathleen que
parece ser que también heredará el gris de papá aunque está muy bebé aún
para asegurarlo, pueden cambiar con el tiempo. Mamá –Paula–, dice que
tendrá una combinación de ambos tanto azules como grises.
Hablando de mamá, pero está vez de Marfil, ella obviamente sigue viviendo en
España con su esposo Martin, aunque nos visitamos de vez en cuando, o yo
voy o ella viene, como lo hizo el día que nació su última nieta. Actualmente no
solo es la madre de dos hermosos niños y mis hermanitos: Alonso que es el
mayor y Marlon dos años menor, también tiene su propio negocio, pues es
dueña de una tienda de ropa que lleva su marca ya que es ella quien las diseña
y está bastante bien posicionada en el mercado de la moda. Yo estoy orgullosa
de ella, de la hermosa madre que es conmigo y con mis hermanos pequeños
con los que me llevo de maravilla, además, de celebrar la gran felicidad que
tiene al lado de Martin Di Monti que la ama y la apoya de forma incondicional.
Son muy felices, aunque no dudo que tengan sus problemas, ¿qué matrimonio
no los tiene? Todos, el chiste es saber cómo resolverlos para que las promesas
que nos hicimos al casarnos permanezca para siempre.
Son once los años que llevo casada con Nicolás Maderos. Nuestro amor no ha
disminuido con los años, al contrario, ha aumentado si tenemos en cuenta las
cuatro pequeñas vidas que juntos hemos creado y que ambos adoramos con
toda el alma. Nuestros hijos lo son todo, son nuestra ancla y los que nos
mantienen cuerdos. Podemos tener un millón de responsabilidades pero
siempre tenemos ese tipo para jugar con ellos, para escucharlos, para sacarlos
a dar paseos y hacer viajes en familia. Y ambos aunque muchas veces nos
gane la monotonía luchamos incansablemente día con día para mantener viva
la llama de nuestro amor.
Yo dejé el modelaje tan pronto como salí embarazada de mi primer hijo, sobre
todo porque tenía un embarazo de alto riesgo y los viajes y el estrés por el
mundo en el que me movía podría poner en peligro la vida de mi hijo que tan
pronto como supe que lo tenía dentro de mí lo amé sin siguiera haberlo
conocido, y cuando vi nacer a Resee me dije que cualquier sacrificio que
hiciera por él valió la pena.
—Ssh, amor —le hago con el dedo a mi bello esposo que viene demasiado
alegre dónde todavía me encuentro, en la habitación de Kathleen que duerme
en su cunita y no quiero que se despierta—. Ella duerme, amor y no querrás
despertarla, ya sabes cómo llora sin control si la despiertan abruptamente de
su sueño.
Nicolás sonríe, luego se acercó a la cuna para ver a nuestra hija dormir,
mirándola con adoración. Con cuidado de despertarla se depositó un beso en
uno de los dedos y luego lo llevó a la mejilla de nuestra hija.
—Cada segundo te eché de menos, amor mío. Cada segundo, y quiero ser
consentida por mi marido, como solo él sabe hacerlo.
Nicolás, pensé cuando mi marido entró en mí, amándome como ningún otro me
podría amar nunca jamás. Él es hombre que una vez creí perdido, pero más
tarde comprendí que simplemente la vida está llena de momentos y ese no era
el mío, no era el nuestro.
Fin.
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