Encadenados Al Destino (Secretos y Amor #1) - Alexa R

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Sinopsis

Esta es la historia de amor de Miranda Collins y Nicolás Maderos, muy


diferentes entre sí, incluso sus edades están muy lejos una de la otra, pero al
parecer el destino los quiere juntos... Él dijo que no conocía el amor hasta que
la beso por primera vez y conoció el sabor del cielo, ella dijo que era una niña,
pero que lo amaba con la misma fuerza de una mujer.... Acompañarme y te
cuento esta historia.

Personajes:

NICOLÁS MADEROS MIRANDA COLLINS


Prólogo
Años atrás.

—Miranda, ¿quieres que te dé un aventón a tu casa o tienes quien venga por


ti? —pregunta la pelinegra de mi mejor amiga, entretanto, un poco acaloradas,
descendemos por los escalones del colegio que nos dan paso a la libertad.

—No —retiro el cabello castaño muy largo que cubre mi rostro y lo lanzo hacia
atrás. Miro a mi amiga por debajo de mis pestañas—. Llamaré a Nicolás, voy a
pedirle que venga por mí.

Mi amiga me mira como si me hubiese vuelto loca.

—Realmente estás loca. ¿Cómo se te ocurre molestarlo? Nicolás es un hombre


muy ocupado, lo sabes —pongo mis ojos en blanco con anticipación porque ya
sé lo que viene a continuación, hasta puedo repetirlo. Es como una canción
que se repite y se repite—. Te lo he dicho hasta el cansancio, Miranda ese
hombre es demasiado grande para ti y sin contar que es el mejor amigo de tu
padre. Pon tus ojos en otra parte, montones de chicos de tu edad mueren por
ti, sin embargo, estás babeando por un hombre que casi te dobla la edad, que
podría ser tu hermano mayor.

Blanqueé los ojos.

—Esos idiotas que dices se mueren por mí no me interesan, como tampoco me


importa si Nicolás tiene cien años o doscientos, Tamara, yo lo quiero igual y me
vale lo que diga la sociedad sobre las estupideces de la diferencia de edad.
¿Me escuchas bien?, me vale una mierda.

Ella lanza un suspiro de cansancio.

—Miranda, yo creo que tú...

La paro, levantando una mano.

—Para —ella suelta un suspiro molesta. La ignoro. Tamara ni aunque lo intente


podría comprender mi amor por el mejor amigo y socio de mi padre. Solo yo—.
Voy a llamar a Nicolás para que venga por mí.

Saco el móvil del bolsillo de mi falda, y procedo a marcar el número del hombre
que me acelera el corazón, que me hace temblar las rodillas y que a su vez, me
hace sentir demasiadas cosas por dentro para ser soportadas. Y, que aunque
quisiera no podría evitar los sentimientos que despierta en mí. Tamara está al
lado mío ladeando la cabeza en desaprobación y los brazos en jarras.
Solté un pequeño suspiro.

Ella piensa que el amor que siento por Nicolás Maderos—como bien mencionó
antes, el mejor amigo de mi padre y varios años más que yo —es absurdo, que
no puede ser por la diferencia de edades, ¿pero acaso alguien dijo que para el
amor hay edad, etnia, o condición social? El amor no se elige, el amor te elige
o más bien, tu corazón elige a quien entregarse.

El teléfono sonó dos veces y escucho su voz, gruesa, áspera y la vez, hermosa
y siendo capaz de acariciarme todos los sentidos.

—Hola, Miranda —saluda con un acento de lo más sexy—. ¿Cómo estas,


pequeña?

Pequeña.

—Bi-bi-bien —y el tonto tartamudeo no falta, a pesar de que yo en sí soy una


chica muy segura de mí misma él me pone tan nerviosa—, ¿y tú?

—Bien, hermosa.

Relamo mis labios y procedo a decirle el motivo de mi llamada.

—Oye Nicolás, ¿te puedo pedir un favor? —escucho su risa al otro lado de la
línea. Río yo también.

—El que quieras, princesa. Sabes que yo estoy para complacer y cumplir todos
y cada uno de tus deseos. A ver dime.

Me derrito. Todos mis deseos.

— ¿Sera que tú podrías recogerme hoy en el colegio? —le pedí evitando


tartamudear de los nervios pero si con el corazón latiéndome acelerado en el
pecho. Tamara por su parte continúa mirándome con desaprobación.

La ignoro dándole la espalda.

— ¿Quieres que te recoja en el colegio? —inquirió, empleando un tono de voz


suave—. ¿No tienes quien te lleve a casa?

Sí, pero quiero verlo. Me muero por verlo como cuando dejas de ver a ese ser
que más amas por una eternidad. No lo veo desde hace dos semanas que
asistió a una cena familiar en casa y lo echo mucho de menos.

—No, por favor —Le pido en una súplica.

Era obvio que tenía quien me llevara a casa, no sólo estaba Tamara que tiene
su coche— regalo de su último cumpleaños— también podría llamar a casa y
me recogerá el chofer o mi padre, pero mis ganas de verlo son demasiado
fuertes.
—Está bien, no te preocupes que voy por ti —me contesta y puedo escuchar el
sonido de una silla al moverse, como si se estuviera poniendo de pie después
de haber estado sentado tras su escritorio en su oficina—. Estoy ahora
saliendo para tu colegio.

Mi corazón saltó de alegría. La mayor parte del tiempo me salgo con la mía
cuando se trata de él.

—Gracias Nicolás. Aquí te espero. No te tardes —colgué con el corazón en la


boca. Miré a mi mejor amiga aún con cara de pocos amigos—. ¿Viste?, vendrá
por mí... No me mires con esa cara, Tamara.

Le digo al ver que me miraba como si tuviera aterrada.

—Te miro así porque me preocupas, Miranda —dice, haciendo suspirar por el
tono de preocupación en su voz—. No quiero que sufras y por el camino que
vas eso es lo que va suceder y si te soy completamente sincera no quiero estar
ahí para ver eso.

Lo peor del caso es que ella había tenido razón, mas yo estaba tan perdida en
mi mundo de fantasía que me había negado a ver la realidad.

—Basta Tamara, deja de preocuparte que eso no va a suceder, ahora adiós —


la alerte a que se fuera de una vez por todas—. No quiero que Nicolás llegue y
te vea. Se dará cuenta de que le mentí respecto a que no tengo a nadie quien
me lleve a casa. No quiero que me vea como una mentirosa.

Resopla con resignación.

—Está bien, me voy pero luego no digas que no te advertí —se acercó y me
dio un beso en la mejilla. Yo se lo regresé porque más que mi amiga es mi
prima y la adoro—. Te quiero.

Sonreí tomando un mechón de su cabello ondulado color caoba, metiéndolo


con cariño tras su oreja.

—También te quiero, intensa —le digo—. Vete con cuidado y nos hablamos
más tarde.

Ella ríe sin mucho ánimo, luego monta en su convertible y se retira.

Unos minutos más tarde, un coche negro frenó a mi lado y un hombre alto,
guapo, atractivo hasta decir «crucifíquenme que soy pecador por estar tan
bueno y derretir tantos corazones» —sobre todo el mío—salió de ese coche
con una sonrisa derrite bragas y posó unos bellos ojos grises en mí.
Impecablemente vestido con un traje negro que le quedaba pintado; hecho a la
medida de su delicioso cuerpo bastante bien formado.

Todo me tembló, siempre me sucede con él.

—¿Cómo está la chica más bella de todos Los Ángeles?


Sonriéndome abrió sus brazos a los lados, invitándome con su gran sonrisa
que vaya a su encuentro. No lo dudo ni un segundo.

—Feliz de verte, Nicolás —grito con júbilo.

Y me le tiro encima, él me atrapa. Un segundo después mis pies son


separados del suelo, mis brazos se ajustan tras su nuca y así es como Nicolás
me da ciertas volteretas en el aire y me saca montones de sonrisas, captando
la atención de algunas personas que allí estaban, entre ellos estudiantes. Él
siempre es así de dulce conmigo.

—Yo también estoy feliz de verte, princesa —me da un beso; en la mejilla, pero
se sintió igual de bonito que si hubiese sido en los labios. ¡Quiero tanto besar
esa boca! —¿Me tarde mucho?

Yo te hubiese esperado toda la vida, mi príncipe.

—Nop —digo, y muy a mi pesar me deja en el suelo.

—En ese caso señorita —me abrió la puerta del lado del copiloto y me deslicé
dentro rápidamente. Cerró la puerta para acto seguido rodear el auto y varios
segundos después estar tomando su puesto de conductor, entretanto, yo
abrochaba el cinturón de seguridad a mi cintura—. ¿Qué tal el colegio?

Pone en marcha el coche.

—Bien —contesto y me lleva casa mientras charlamos de cualquier cosa.

°•°•°•

—Hemos llegado —anunció Nicolás, frente a mi casa. Un momento después


rodeo el coche para abrirme la puerta y hacerme salir, ofreciéndome su mano.
La tomo y la mía tan pequeña y delgada se perdió en la suya por completo—.
Sana y salva en su castillo, princesa.

—Gracias —le digo ya fuera del coche, él me mira bonito y me sonríe.

—Ha sido todo un placer —me dice.

— ¿No quieres entrar? —no quería que se fuera, no aún.

Rogaba para que me dijera que sí.

—No, pequeña —miró el fino y costoso reloj que adornaba su muñeca. La


desilusión cayó sobre mí como un jarrón de agua helada—. Tengo
compromisos a los que no puedo faltar sino, con gusto me quedaría.

—Ok —musito desilusionada. Bajo la cabeza, mirando sus pulcros zapatos


negros y los míos de colegio con las medias blancas hasta las rodillas, igual de
negros.

Nicolás sube mi mentón, haciéndome verme reflejada en su mirada plateada..


—No olvides cuidarte mucho, princesa —me acaricio la mejilla y los leones
llamados mariposas mutantes se movieron con furia en mi estómago—. Te
quiero muchísimo.

Y en ese momento cuando me dijo: «Te quiero muchísimo» Sentí mi corazón


estallar, llenándose de ilusiones que eran solo las de una niña demasiado
enamorada para haber malinterpretado ese te quiero de la forma que me
convenía, cuando la dura realidad era otra totalmente distinta y estaba a punto
de explotarme en la cara de un modo demasiado doloroso para ser soportado.

°•°•°•°

Era la hora de la cena. Toda la familia debía estar ya en la mesa—dígase mi


hermana menor de diez años, Andrea y mis padres—Sólo faltaba yo, y mi
padre siempre le gusta tener a toda la familia junta en el comedor. Es su regla
de oro.

Bajo a pasos rápidos las escaleras, acercándome al comedor donde sólo vi a


mis padres y ni luces de mi pequeña hermana.

Lo primero que hago al llegar es rodear el cuello de papá y llenarlo de besos


por todas partes. Adoro a mi padre con el alma.

—¿Cómo está el padre más lindo del planeta tierra?

—Muy bien —se gira un poco sobre su silla, y deja un beso en mi mejilla—. ¿Y
mi niña linda, cómo está?

Me alejo y tomo asiento en la otra silla, luego de dejar un beso en la mejilla de


mi madre.

—Esperando para mí ese coche que me prometiste hace ya dos meses, papá.

Hago un puchero, manipulador.

—Miranda, no estás en edad de coche aún —por supuesto que eso lo dijo mi
querida madre que se niega a que me compren un coche.

La había mirado en su lado de la mesa mientras pasaba por su paladar un


trago de vino.

—Madre, por supuesto que estoy en edad de coches. Tamara tiene la misma
edad que yo y sus padres ya le compraron el suyo, yo también me merezco
tener uno —miro a mi padre, con una cara de manipulación que debía ser
enmarcada en un cuadro de Picasso y contaría miles de dólares, única—.
¿Verdad que sí papito lindo?

Siempre cae en mis juegos de manipulación; manejo a mi padre a mi antojo.

—Tienes toda la razón mi sol. Mañana mismo iremos a una tienda y elegirás el
que desees —Me confirma, no les digo que siempre cae. Ese es mi padre.
Me levanté de mi asiento, voy a su encuentro y me lo como a besos por toda la
cara.

Escucho a mi madre dejar caer un cubierto con brusquedad en el plato, río por
lo bajo mientras abrazo a papá, aún.

—Lucas, esa manía tuya que tienes de consentir está niña es lo que hace que
la eches a perder —se queja mi adorada madre, entretanto yo volvía a mi
asiento. Me siento y rápidamente me coloco la servilleta roja sobre las piernas.

— ¿Qué quieres que haga, Paula? Soy su padre, vivo para consentirla y
echarla a perder como tú dices —me guiña un ojo y yo le lanzo un beso, viendo
a mi madre ladear la cabeza.

— ¿Dónde está, Andrea? —pregunto tras ver su silla vacía a mi lado.

Relleno una copa de agua y la llevo a mi boca para tomar un trago, calmando
un poco de sed que tenía.

—Se quedó en casa de una amiga, cielo. Tareas —me contestó mamá, asentí
y le puse atención a mi cena.

— ¿Paula, te conté la buena noticia sobre Nicolás?

Levanto la cabeza de mi cena y pongo toda la atención en lo que dijo papá,


cualquier cosa con el nombre Nicolás me interesa.

— ¿Cuál es esa buena noticia? —inquirió mi madre, pasé la vista de uno al


otro, sin prestar atención a mi cena.

—Pues resulta que aunque el hombre lo tenía muy escondido, está


completamente enamorado, pero eso no es lo mejor, Nicolás se nos casa muy
pronto.

Casi me atraganto con la última frase: ¿casar? ¿Cómo qué casar?

—¿Nicolás se va a casar? —pregunto con temblor en todas las partes posibles


de mi cuerpo.

Mi padre sonrió antes de confirmarme las palabras que me romperían en


pedazos.

—Sí, hoy conocí a su prometida, realmente es una mujer muy bella.

Tenía que haber escuchado mal.

— ¿Prometida? —pregunté, confundida.

—Sí, cariño.

Mi padre frunció el ceño al ver, suponía, mi cara blanca por la sorpresa, incluso
los tumbos que daba mi corazón podrían escucharse ensordecedor contra mis
orejas. Las manos comenzaron a sudarme, y las piernas casi dejaron de
sostenerme y empecé a sentirme flotando en el aire.

—¿Qué sucede, Miranda? ¿Te sientes bien? —Increpó papá, mirándome con
preocupación.

Tenía que disimular. Ni mi padre ni mi madre, que me miraba igual de asustada


por mi estado pálido, se podían dar cuenta de que estaba de ese modo por lo
que acaba de escuchar.

¿Nicolás se va a casar?

No, eso tiene que ser una mentira. Él no puede hacerme eso, yo lo amo. Si es
verdad, voy morir... él, no puede...

—Nada, papá...yo, se me quito el hambre —musité, temblorosa.

Antes de escuchar nada más—que significaba mi madre dándome una


regañina porque ni siquiera probé un solo bocado—salí corriendo con la
velocidad de un rayo. No sé siquiera como pude subir tantos peldaños de las
escaleras hasta entrar en mi cuarto.

El alma me dolía, me rajaba de dolor. Internamente quería pensar que lo que


había escuchado no era cierto. Yo amaba a ese hombre desde que tengo
quince años, y él bailó conmigo mi vals de quinceañera. Desde ese día le
entregué mi corazón. O puede que incluso haya sido antes, mas no tenía la
fecha exacta pero lo amaba. Lo amaba con todo mi ser.

°•°•°•

Después de salir sigilosamente de mi casa, evitando ser vista por mis padres—
siendo más de las nueve de la noche—monte en un taxi que me dejo en la
avenida donde quedaba un lujoso complejo de apartamentos; uno de los más
lujosos de la ciudad de Los Ángeles.

Me bajé, pagué el taxi y luego caminé hacia el lugar. El corazón me latía tan
fuerte que podía sentirlo en todos los lugares donde era posible sentirlo, era
una sensación dolorosa de un modo insoportable. Lo único que hacía era
suplicar que cualquier cosa que lo hiciera latir de esa forma sea una mentira,
porque de ser verdad terminaría estallando y amenaza con no volver a
recuperase nunca más.

Subí en un ascensor que minutos después me deja frente a una puerta. Alcé mi
mano para tocar y luego la bajé. Me faltaba valor.

Agaché la cabeza con la palma de mi mano sobre la puerta, respirando para


calmar los nervios que me debilitaban las rodillas y me tenían muerta de
ansiedad.
Finalmente cuando reuní las fuerzas necesarias toqué con dos golpes la
puerta; olvidándome del timbre, y esperé por unos eternos minutos a que fuera
abierta.

Sucedió.

La puerta se abrió y el hombre alto y de ojos grises que acelera y detiene mi


corazón al mismo tiempo me miró perplejo. Se notó sorprendido de mi
presencia en su casa casi a las diez de la noche.

—Miranda, qué... ¡Dios! ¿Qué haces aquí a estas horas? Ven pasa —me abrió
la puerta ampliamente, permitiéndome la entrada—. ¿Sucede algo, pequeña?

La puerta se cerró y yo me giro para estar frente a él.

— ¿Es verdad que... tú te vas a... casar?

Las palabras salieron de mis labios en un susurro bajo porque muy en el fondo
deseaba con todas mis fuerzas que fuera mentira. Una mentira. Que no fuera
cierto que otra mujer estaba a punto de robarme el hombre que amo.

— ¿Viniste hasta mi casa solo para preguntarme eso? —inquirió, mirándome


con sus ojos plata achicados.

Afirmé, pasando saliva por mi garganta tan seca que al tragar me dolía.

Nicolás caminó en mi dirección y su imponente figura luciendo más alto que yo


se detuvo frente a mí, su altura obligándome a alzar mucho la cabeza para así
poder mirarlo a los ojos.

—Sí... ¿es verdad?

—Ven —me ofreció su mano para que me acercara a él, nerviosa obedecí y la
tomé. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuando me miró fijamente a
los ojos, las piernas incluso las sentí un poco más débiles—. Pequeña, dime la
verdad, ¿saben tus padres que estás aquí?

Sacudí la cabeza aturdida. Me dolía.

—No —susurro, con miedo—. Aún no has contestado a mi pregunta, ¿te


casas?

Lo pensó un instante y después, lo dejó salir de sus labios, sintiéndose sus


palabras como si estás fueran balas yendo directamente hacia mi corazón.

—Sí. Estoy comprometido y muy enamorado de una chica estupenda.


Planeamos la boda para dentro de dos meses, por supuesto, tú serás mi
invitada de honor.

Su invitada de honor, que palabras más crueles para un pobre corazón


enamorado y acabado de romper.
Cerré los ojos y las lágrimas salieron como ríos de mis ojos. Luego me dejé
caer sobre un sofá que estaba cerca cubriendo mi rostro con mis manos.

Tras sus anteriores palabras mi corazón explotó como una bomba en mi


interior, en millones de pedazos.

La esperanza de que fuera mentira había muerto. Él se casaba con otra sin
saber que yo lo amaba.

— ¡Ey! ¿Qué pasa? —Nicolás se sentó junto a mí en el sofá, viendo las


lágrimas tomar un camino sobre mis mejillas—. Miranda, pequeña, ¿por qué
lloras?

Me levanté del sofá secando mis lágrimas, si algo detesto es que me vean
llorar. No me gusta parecer débil ante nadie y menos ante él. Había sido
realmente tonta al soñar con un hombre que estaba demasiado alto para mí.
Era seguro que mientras yo veía en él al hombre de mi vida y de mis sueños, él
seguramente solo me vía como una niña tonta.

Soy una idiota, ¿cómo pude haberme confundido tanto? Me dijo te quiero y
como una ilusa me lo creí.

— ¿Miranda quiero saber qué pasa? —Nicolás se levantó del sofá e intento
acercarse a mí, luciendo preocupado, pero yo retrocedí.

Su contacto me hacía demasiado daño y en ese momento sólo tenía que


meterme en la cabeza que él iba a casarse y no podía seguir soñando con él.

No podía.

—Yo... —en ese momento sonó el timbre de la puerta, él no se movió, solo se


quedó mirándome y esperando una respuesta que yo no sabía cómo darle.
Volvió a sonar el timbre y él continuó sin moverse de su lugar.—. Deberías abrir
la puerta.

Le aconsejé, más que nada para que dejara de mirarme de la forma que lo
estaba haciendo: ¿con lástima?

Él vaciló un poco pero al final y luego de unos eternos segundos de mirarme se


movió hacia la puerta, tiró de ella y la abrió de golpe.

—Amor, ¿por qué tardaste tanto en abrir? —Mis ojos miraron a la mujer que
me robaba al hombre de mi vida. Una morena que se arrojó a sus brazos,
posiblemente la mujer más hermosa que yo haya visto jamás en mi vida—. No
importa, cariño. Mejor dame un beso que te extrañe hoy futuro esposo.

Esa chica pegó su boca a la suya, besando esos labios que yo llevaba tanto
tiempo deseando saborear y que fueran los primeros labios en probar en mi
vida. Ya no podrá ser porque él ya no es ni ha sido nunca mío.
Fui tan ilusa y dolía reconocer que Tamara había tenido toda la razón: iba a
sufrir y lo estoy haciendo ahora.

Quema.

No podía quedarme más tiempo, era demasiado doloroso, así que me moví a
toda velocidad por la puerta casi empujándolos por la velocidad que llevaba.

Escuché mi nombre:

— ¡Miranda, espera! —no me detuve, corrí, corrí y corrí hasta que mis piernas
dolieron tanto o más que mi pecho.
CAPITULO 1

—Muy bien Miranda —me anima el fotógrafo, con el ojo en la cámara—. Esa
mirada me encanta. Bien, perfecta.

Me estiro en un sofá realizando una sesión de fotos para una marca de ropa
interior, dándole poses sensuales y provocativas. Mi finalidad: enamorar a un
cliente imaginario a través del lente de una cámara, y a su vez, vender lo que
llevo puesto.

Soy modelo y para mi buena suerte me consideran una de las mejores de la


industria: puesto número tres como la modelo mejor pagada y solicitada del
glamour y el fashion–el puesto número uno y dos, lo ocupan una Francesa y
una Española que llevan más tiempo que yo en esto–. Los diseñadores me
aclaman y la cámara ama mi rostro.

—Listo preciosa, una más y terminamos —me volvió a decir él y yo seguí con
las poses hasta sentir un último flash—. Una excelente sesión.

Aliviada, y feliz después de culminar una sesión de dos horas y media, me


incorporé del sofá con los músculos contraídos. Rápidamente tomo una bata
rosa de seda y cubrí mi cuerpo casi desnudo.

—Estoy feliz por eso —le digo, a Matt—. Si algo me gusta a mí es hacer un
buen trabajo y dejar satisfecho al cliente. Pagan por un trabajo bien hecho y
eso me gusta darles, siempre.

Me da una sonrisa.

—Con esa cara de ángel y ese cuerpo innegablemente puedes hacer una mala
sesión.

Le di mi mejor sonrisa mostrando los dientes y las gracias. A continuación fui al


vestuario para cambiarme de ropa... Mi día de trabajo había terminado.

Es muy noche cuando entro en mi departamento. El lugar en que he vivido por


mucho tiempo y siendo hoy la última noche que dormiré acá. ¿Por qué? Al día
siguiente estoy de regreso en Los Ángeles, el sitio del que prácticamente salí
huyendo hace un periodo de cinco años.

La razón por la que casi huí de ese lugar, prefiriendo estar acá en Francia
metida en un horrible colegio que parecía una cárcel en lugar de haberme
quedado con mi familia a la que tanto he extrañado todos estos años lejos,
tiene nombre y apellido: Nicolás Maderos. Ese enamoramiento adolescente
que me hizo sufrir tanto. Mi primer amor. Pero, aunque, me había costado
muchas noches de llanto, de insomnio y de dolor, con el tiempo pude...
¿superarlo? Mi meta en la vida es evitar pensar lo menos posible en él.

Me hizo daño, pero también soy consciente de que yo me lo busqué por tonta.
Nicolás...

Meneé la cabeza.

No lo pienses, Miranda. No lo pienses.

Después de terminar el colegio no tenía una vocación por ninguna carrera en


específico. No me veía a mí detrás de un escritorio en una oficina gris
recibiendo órdenes de nadie—conmigo eso no va—Siempre me gustó el
mundo de la moda así que a los dieciocho años comencé a modelar con una
agencia de modelos Francesa y me ha ido excelente, tanto que no he
necesitado del dinero de Lucas Collins para sobrevivir aquí.

Sin embargo, por lo pronto daré una pausa con el modelaje, no sé si


definitivamente, ya veremos que sucede más adelante. Tal vez decida estudiar
una carrera universitaria finalmente ahora que este de regreso en Los ángeles.
Solo que aún no estoy muy clara de lo que deseo estudiar. Ya veré.

Me despojo de mis altos tacones, arrojé mi bolsa en el sofá y me dejé caer


sobre el mismo, al tiempo que, me quito la horquilla del cabello y dejo caer mi
largo pelo castaño sobre mi espalda; muy largo a decir verdad.

Me hallo a punto de cerrar los ojos con la cabeza sobre el respaldo del mueble
cuando, de pronto, el sonido de mi móvil me alertó. Chirreé los dientes. Me
siento súper cansada después de no haber parado en días y quiero descansar.

Modelar por más bonito que sea: salir en revistas, desfiles para grandes
diseñadores y ser la imagen de diversas marcas y campañas, entre otros, es
tan estresante y agotador.

Mi cabeza duele.

Alargo la mano hacia mi bolsa y hurgando dentro saque fuera mi celular. El


número en la pantalla me indicó que se trata de Tamara. Sonreí a pesar de mi
dolor de cabeza y rápidamente deslicé mi dedo por la pantalla, tomándole la
llamada a mi prima.

—Hola, primita —respondí, metiendo los pies debajo de mi cuerpo.

—¿Lista para volver a Los Ángeles?—es su respuesta, escuchándola


entusiasta desde aquí.

—Estoy en eso amiga —contesté, con una gran sonrisa en el rostro.

—Me muero de que estés aquí. Te echo de menos, Miranda.

Yo también.
Hace años atrás al yo decidir que deseaba estudiar mis dos últimos años de
secundaria en un internado esa chica que conozco de toda mi vida, mi mejor
amiga antes que todo, se me apareció en el avión al último momento con la
promesa de que no me dejaría morir sola en mi tristeza. La amo. Lo que más
amé de esa chica es que aunque en muchas ocasiones ella me dijo que mi
enamoramiento por Nicolás, iba a causarme heridas, y de hecho no se
equivocó, no me dijo la típica frase: «te lo dije» para hacerme ahogar más en
mi miseria —al contrario —fue comprensiva y se dedicó a consolarme en mi
tristeza. Me hecho porras para que pudiera arrancarme a ese hombre del alma
e hizo de todo para sacarme una sonrisa de los labios cuando me negaba a
sonreir. Es tan buena.

Luego de graduarnos —con las mejores notas— ella se había regresado a Los
Ángeles con su familia mientras tanto yo, me había quedado viviendo aquí en
esta hermosa y romántica ciudad de París. Así lo decidí aun en contra de los
deseos de mis padres que me querían de vuelta en casa. No me sentía lista
para regresar, hasta ahora.

—Yo también muero de ganas de estar en mi casa otra vez —musito—. Ya es


hora de estar con los míos, Mara. Los echo a todos de menos.

Suspiré pensando en mis adorables padres y mi hermana menor de quince


años: Andrea. Con ella no tengo la mejor relación, pero espero que haya
cambiado con los años, eso espero.

—Sí, efectivamente amiga, te has tardado mucho en regresar.

Regresar.

—Algo —suspiré—. Bueno Tamara, te veo mañana cuando regrese. Necesito


tomarme un calmante a la voz de ya, me va a reventar la cabeza. Migraña.

—Oh, está bien. Mejórate. Te quiero.

Le dije que también la quería, después de colgar busco en mi baño un


medicamento que regularmente tomo ya que sufro de migraña, tomándome dos
pastillas para hacerlo más rápido y efectivo. No pienso en comer nada ya que
el dolor de cabeza me tiene con el estómago revuelto, por lo que, solo me
despojo de mi ropa y me meto a la ducha con la intención de darme una rápida
ducha de agua caliente. En cuanto el líquido cristalino cayó sobre mi cuerpo,
este gimió de placer. Se sentía bien.

Al salir de la ducha no tengo ganas de cambiarme, por lo que solo seco el agua
de mi cuerpo con la toalla, me coloco unas bragas y solo con estas me acuesto
a dormir, consciente de que la siguiente noche no será en esta cama en la que
dormiré, sino allá y sabiendo que... Me acurruco entre mis sábanas y me
obligo, como siempre, a expulsar cada pensamiento suyo que viene a mi
cabeza.

🌺🌺🌺
Volví a donde pertenezco.

En ocasiones las despedidas no son para siempre y el adiós no existe en el


vocabulario de los humanos, aunque queramos creer que sí. Cuando nos
vamos lejos con el paso de los años se entiende que ha llegado el momento
justo en que sientes que es tiempo de regresar al lugar del que nunca debiste
haberte ido pero lo hiciste. Ya no duele lo que alguna vez dolía y no destroza el
alma porque las heridas que alguna vez sangraban a mares, finalmente el
tiempo las ha curado.

Me siento diferente hoy volviendo a mi país, donde nací y dónde está mi


familia.

Visualicé el aeropuerto de Los Ángeles abarrotado y recuerdo aquella tarde


cuando me marche por este mismo lugar con un corazón hecho trizas. La
diferencia es que era una niña quien se había marchado esa vez, ahora
regresa una mujer.

Sonreí feliz arrastrando mis maletas por la terminal.

Regresar huele a gloria.

—Bienvenida a Los ángeles, Miranda —me digo a mi misma.

Se suponía que debía haber alguien esperándome en el aeropuerto. Mi padre


tal vez, pero no alcanzaba a ver a nadie. Había un montón de gente con
pancartas en manos que decían el nombre de algún pasajero pero ninguna
decía el mío.

Joder. Estoy cansada y solo quiero llegar a casa a la voz de ya.

¿Será posible que nadie viniera a...?

—Miranda.

Trago en seco.

Esa voz, hacía años que no la escuchaba pero la reconocería hasta mil vidas
después.

Era él. A mi espalda. Nicolás Maderos.

Aún no me giro, sigo dándole la espalda y aprieto mis dos maletas con tanta
fuerza que comienzan a doler mis dedos.

Un miedo a verlo a los ojos después de tanto tiempo consiguió paralizar todas
las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Me dije que eso no podía ser
posible. Ese hombre ya no domina, ni manda en mi corazón. Lo he olvidado
¿Entonces por qué siento que se me quiere salir el corazón del pecho?
«No, no, no, no...» Él ya no puede afectarte Miranda, no puede. No se lo
permitas, no una vez más. Ya no eres aquella niña: Me susurra una voz
insidiosa en mi cabeza.

La última vez que lo vi fue aquella noche cuando me rompió el corazón la


noticia de su reciente boda.

Ni siquiera puedo decir que fue su culpa. Sería estúpido culparlo a él cuando yo
fui la que se enamoró; la que confundió las cosas y puso los ojos demasiado
altos... Así que al final la única responsable de mi dolor soy yo misma ¿no?

Suspirando, y sacando fuerzas de donde no las tenía decidí darle la cara.

Me giré muy pero muy despacio, para encontrarme con ese rostro masculino
que me costó tantas lágrimas y la peor tristeza de mi vida al enterarme que
mientras yo lo amaba en silencio él estaba preparando su boda con otra mujer.
Ahora está ahí frente a mis ojos y en medio de la terminal de un aeropuerto,
abarrotado de gente pero parecen invisibles ante su presencia. Seguía tan
guapo como hacía cinco años—o quizás más— No había cambiado nada con
los años y su increíble magnetismo sexual; ese que él desborda tan bien, no
pude evitar que me provocará un picor en todo el cuerpo. ¿Por qué?

Tomé tres inspiraciones profundas, tratando de, en vano, tragar el nudo que se
halla atorado en mi garganta. Teniéndolo así todo parece sentirse como si
fuera ayer y quiere volver a... ¿doler?

—Nicolás —Murmuré siendo lo único que podía decir.

Tragué grueso cuando el olor de su perfume me golpeó. Olía tan fresco como
las aguas del mar, pero al mismo tiempo era una esencia, varonil sexual y muy
masculina—tan él—. Podría decir que incluso seguía utilizando el mismo
perfume, según yo lo recordaba. Su olor jamás lo olvidaría, ya que, siempre lo
amé.

Me sonrió dejando a relucir una sensual y fresca sonrisa de dentadura muy


blanca y perfectamente perfilada; sonrisa que le devolví con un atisbo de
timidez que yo nunca había poseído cuando se trataba de él, pero al parecer
esta tarde sí. Me declaro abiertamente tímida. Nicolás tuvo el impulso de
acercarse a mí, apenas un movimiento medido mientras yo apretaba mis dos
maletas –una a cada mano –pero se quedó en su lugar, sin acercarse a mí.
Estático, vacilante y evaluando las posibilidades de que tan bien o mal sería
hacerlo o no. Veo como en un intento de; quizás, controlar el impulso lleva una
de sus manos a su cabello, acariciándolos con sus dedos.

Nos entendía a ambos por las diversas reacciones.

Ya no es como antes entre nosotros. Las cosas han cambiado con los años y
ahora parecemos dos simples extraños cuando solíamos ser tan buenos
amigos –aunque yo de estúpida me enamoré ¿no? –En otros tiempos Nicolás
me hubiese abrazado y yo le había correspondido con algarabía; casi haciendo
una fiesta, pero solo dice secamente:

—Bienvenida nuevamente a Los Ángeles, Miranda —me dice, en una voz


susurrante.

Involuntariamente mis ojos miraron su vestimenta. Viste muy serio con un traje
de etiqueta de color negro a su justa medida, zapatos igual de negros y su
cabello muy bien peinado. Toda la perfección masculina en un solo hombre.

—Gracias —es apenas un murmullo lo que sale de mis labios, pero él lo


escucha igual.

—¿Te preguntarás qué estoy haciendo aquí? —asentí sin poder decir nada
más. Aunque lo quisiera no podía apartar mis ojos de él. Es tan dolorosamente
atractivo que tus ojos se irritan al mirarlo—. Pues, vine a recogerte.

Arrugué mi frente.

—¿A recogerme? —Murmuré intrigada.

¿Cómo que recogerme? Eso... no tenía sentido.

Lo vi relamer sus labios, unos labios muy sensuales, para que mentir.

—Sí, verás, tu padre me pidió de favor que te recogiera debido a que él no


podía hacerlo por tener un compromiso social —me dio una media sonrisa, que
yo no correspondí. Estaba medio muda—.¿Espero no te moleste que sea yo
quien te recoja, Miranda?

No sabía lo que estaba sintiendo en ese momento en su presencia, pero el


nudo que sentía en el estómago; como si me apretara con fuerza, era
extraño. Muy extraño.

—No, no me molesta. Gracias —Él sonrió complacido.

—En ese caso, vamos —propusó.

Nicolás me pidió llevar mis maletas, le dije que sí, y luego de que él tomará las
dos maletas a cada mano, comenzamos a caminar por el aeropuerto camino
hacia donde estaba aparcado su coche.

Un jaguar de color negro nos recibió fuera, acompañado de la fresca brisa de la


tarde; casi entrando la noche. Metió las maletas en el baúl y como todo un
caballero abrió la puerta del copiloto para que yo entrara en él. Rodeó el auto y
se montó tras el volante cuando yo estuve dentro y con el cinturón ya
abrochado a mi cintura. No sé si fue idea mía pero me pareció haberlo
escuchado resoplar antes de poner el auto en movimiento. ¿Será?

—¿Vienes de vacaciones o decidiste regresar? —Indagó Nicolás con la vista


fija en la carretera mientras lleva el mando del vehículo.
—Vine para quedarme —contesté mirando la carretera por la ventanilla.

Sentía una sensación inexplicable y extraña encerrada en ese auto con él.
Demasiado poco espacio a mi parecer. Me removí en el auto intentando
controlar unos nervios repentinos que me golpearon con fuerza. ¿A qué se
debe?

—Me alegra mucho que hayas...vuelto —siseó él.

Me giré para verlo nuevamente y miré lo guapo que estaba. Ver que los años
solo lo habían mejorado. Con treinta y siete años luce como un Dios griego
dolorosamente atractivo y sexy. Con un físico que incita a todo menos a pesar
con cordura y su rostro,... es el que cualquier mujer vería en sus sueños. Sus
cabellos son azabaches y luce perfectamente cortado y peinado hacia atrás. Y
sus ojos, son penetrantes. Su mirada gris inmensamente brillante, te embruja
de tal forma que olvidas hasta tu nombre y lo demás a tu alrededor se detiene
de impacto.

Es como los buenos vinos: mientras más años pasan se pone mejor.

Me mojé el labio con la punta de la lengua y lo observo como una boba


mientras conduce irradiando seguridad en sí mismo, mirando el bello perfil de
su rostro y sus fuertes músculos... ¿tensos? Hasta que me di cuenta de lo que
hacía y solté un bajo gruñido, alejando mis ojos de él.

—No, no, no. No puede volver a ocurrir —me dije, cuando paso por mi cabeza
el hecho que sí años atrás me enamoré como loca de ese hombre que sigue
siendo incluso más guapo, no podría volver a caer en su hechizo nuevamente.

— ¿Qué no puede volver a ocurrir?

El corazón latió demasiado fuerte en el pecho al comprobar que por tonta,


había dicho aquello en voz alta y él, quién menos debía oírlo, lo había
escuchado. Soy una tarada.

—Nada. Uh... no me hagas caso, yo... eh, olvídalo —balbuceo, sin saber que
decir y jugando con mis dedos de las manos y mordiendo el interior de mi
mejilla. Una luz roja lo había obligado a detenerse hace unos pocos segundos.

Nicolás me estaba mirando fijamente a los ojos; intimidándome de alguna


manera. No sabía cómo lo hacía y porqué yo se lo permitía. Podía ver la fuerza
con la cual apretaba el volante, como se removió en el asiento un poco,
dejando con el cuestionamiento de si se sentía incómodo de alguna manera en
mi presencia, viendo también la manera como apretaba su mandíbula. Muy
dura.

Me mira sin... recato ninguno. Pude, pero no aparte mis ojos de los suyos; tan
grises y brillantes, aun con quererlo no podía. Admiraba, indudablemente lo
bien que lo habían tratado los años. Muy bien a decir verdad.
El sonido de una bocina indicó que la luz roja había cambiado, rompiendo el
intercambio de miradas. Hasta ese momento no me di cuenta de lo fuertes
latidos que lanzaba mi corazón, solo cuando sentí el dolor y me costó llevar
una mano allí para presionar, soltando una profunda inhalación de aire.

¿Qué te sucede Miranda?, me cuestione a mí misma mientras Nicolás había,


hace varios segundos ya, puesto el coche nuevamente en marca.

Sacudí la cabeza y me dije que quizás—de hecho me convencí—, solo es


cuestión de hormonas. Es un hombre muy atractivo y tendría que ser ciega
para no sentirme levemente atraída hacia él. De piedra no soy.

Mientras él manejaba; desafiando el atestado tránsito, yo saqué mi teléfono de


mi bolsa para escribirle un mensaje a Tamara, para dejarle saber que ya llegó
por quién lloraba.

Yo:

Ya estoy en Los ángeles, rumbo a casa.

Tamara:

Oh, qué bueno. Aunque lástima que nos tendremos que ver hasta mañana,
compromisos.

Yo:

No hay problema, solo quería avisarte.

Tamara:

Vale, besitos. Te quiero.

Yo:

También te quiero, nena.

—Bien princesa, ya llegamos —anunció Nicolás en la puerta de mi casa.

Lo curioso era que me había llamado princesa otra vez, así me llamaba antes y
me gustaba. Pero ya no soy esa niña enamorada de dieciséis años que soñaba
con su amor y que cuando lo había perdido—Bah, en realidad nunca lo había
tenido— había decidido huir. Ahora soy una mujer con los pies bien puestos
sobre la tierra. Además, no puedo olvidar que él es un hombre casado.

Prohibido mirar en su dirección para que no vuelva a doler.

Salí del auto y vi mi casa, la enorme mansión Collins. El lugar donde había sido
tan feliz, y de la que me había ido por más de cinco largos años ¿Cómo había
tardado tanto en regresar?
—Fueron muchos años —murmuró Nicolás ya con mis maletas en sus manos y
como si me hubiera leído la mente. Solo asentí y caminé hacia la entrada de la
casa.

—Mi niña —Exclamó mi antigua niñera: Helena, quien abrió la puerta y cuando
me vio se arrojó a mis brazos—. Qué bonito que estés de vuelta, haber déjame
verte —se alejó y puso sus ojos sobre mí—. Estás hermosa.

Yo reí.

—Oh por Dios, como te extrañaba —volví abrazarla.

— ¿No hay nadie más en la casa? —pregunté a mi nana cuando nos


separamos, sintiendo un poco vacía la mansión.

—Solo Andrea porque tus padres se hallan en un compromiso social. Está en


su recámara.

Un largo suspiro se abrió paso a través de mis labios.

Andrea.

Durante todos los años que viví en Francia solo la había visto por fotos. Nunca
me visitó y no comprendí sus razones. Sí, sé que cuando vivíamos juntas mi
relación con ella no era la mejor pero creí que una vez viéndome lejos ella me
extrañaría, no fue así.

—Bueno, yo me retiro.

El sonido de esa voz, grave y ronca, me hace acordar que me había olvidado
de que Nicolás estaba allí, a mi espalda. Me giré frente a él.

—Gracias por... todo, Nicolás.

Metí las manos dentro de los bolsillos traseros de mis vaqueros, quizás
disimulando un repentino nerviosismo por la manera tan penetrante en que sus
ojos estaban puestos en mí, era como si con esa mirada pudiera hacerme
sentir débil, vulnerable ante él, y para más extraño, sentía que hasta podría
descubrir cada secreto que ocultan mis ojos y no me gustó saberlo.

Atrapé entre mis dientes mi labio inferior, mordiendo de este hasta que el sabor
de la sangre pudo ser saboreada por mi paladar. ¡Rayos! ¿Por qué todavía
siento que su presencia me acelera el corazón como años atrás? ¿Por qué si
me juré que lo había olvidado no puedo dejar de sentirme fascinada y atraída
hacia él?

—No hay de qué —dice, sonando sincero en las palabras—. Nuevamente


bienvenida, Miranda.

Y sin más salió de la casa caminando hacia la salida con una sensualidad
masculina condenadamente arrebatadora, del tipo que arranca suspiros y
miradas nada inocentes.
Me giré hacia Helena dejando atrás mis oscuros y lujuriosos pensamientos
sobre Nicolás, no es conveniente que le esté mirando el trasero cuando todo él
ya tiene dueña y no soy yo.

—Voy a ver a, Andrea.

Subí corriendo las escaleras rumbo al cuarto de mi hermana. Como su puerta


estaba cerrada la toque para no entrar así. Si algo recuerdo bien es que
Andrea se enojaba cuando yo entraba a su cuarto sin avisar. La escuché gritar
del otro lado un: «Adelante» y abrí la puerta despacio y con un pequeño nudo
en la garganta, sería la primera vez que la vería frente a frente después de
cinco años, y me gustaría pensar que atrás quedó el rencor injustificado que
me tenía e iba a recibirme como a una hermana que llevas mucho sin verle la
cara.

—Helena puedes dejar sobre el buró lo que te pedí —dice, con su voz aún de
niña y confundiéndome con la nana.

Ella se halla recostada sobre la cama, así que no me había visto porque se
encontraba en posición de espaldas a la puerta. Lee una revista que
curiosamente, yo soy la portada.

—No soy, Helena —musito en un susurro, con el corazón desbocado.

Andrea se gira de golpe y me mira de una manera que en nada se parecía a


emoción por verme.

Mi corazón dolió anticipadamente.

—Ah, eres tú —aunque no lo crean eso fue lo único que dijo antes de volver la
atención nuevamente a su revista.

No esperaba que saltara a mis brazos y me dijera: hermanita te amo, te


extrañé. Pero por lo menos un "hola" me habría esperado.

— ¿Es lo único qué vas a decir? —pregunté triste.

Yo quiero a mi hermana, siempre la he querido pero Andrea no me deja


acercarme a ella. Nunca me ha dejado hacerlo y tampoco entiendo por qué.

—¿Qué quieres que te diga, que me alegra que hayas vuelto? —Se encogió de
hombros sin mirarme, indiferente—, pues me da igual.

No tenía dos minutos que había entrado a su cuarto y ya me había hecho sentir
mal. Dolida me giré sobre mis talones y salí de su cuarto. Ahora Andrea tiene
quince años y sigue siendo tan grosera y déspota como cuando tenía díez.

¡Joder con esa niña!

¿Qué le hice para que sea de ese modo conmigo?


CAPÍTULO 2

Con el corazón doliéndome a causa del rechazo de mi única hermana, que sin
entender sus razones, no me quiere, me acerco a la que era mi antigua
habitación. Tomé en mi mano el picaporte soltando un breve suspiro, lo giré y
empujo la puerta hacia adentro, abriéndola. Una vez está abierta ingresé en el
lugar, haciendo ruidos en el suelo de maderas gracias a mis sandalias de tacón
rojas, y las cuales, se amaran a mis tobillos.

Al estar dentro de sus cuatro paredes pintadas de rosa pálido y blanco, las
cortinas a juego, me di cuenta de que mi recámara continuaba tal cual la deje
años atrás. Los mismos poster de artistas a los que era aficionada en esa
época de adolecente y de los cuales mi madre se quejaba por mi obsesión con
ellos, se hallan aún pegados en la pared, sobre mi cama.

Me giré hundiendo las manos en los bolsillos traseros de mis ajustados


vaqueros y visualicé mi enorme equipo de música, el cual solía encender
poniendo la música tan alta que hacía a Paula Collins quejarse del escándalo.
Gritándome: Miranda Rose Collins, baja esa música que vas a reventar la casa
niña. Acaso estás sorda, ¿por qué tienes que escucharla tan alto? Pero yo no
lo hacía, entonces ella venía a este mismo cuarto y me apagaba el estéreo.

Flores, hay rosas amarillas y blancas en un jarrón con agua, impregnando de


su aroma la habitación y sé es cosa de mi madre, ella sabe que me gustaba
siempre tenerlas en mi habitación y de pequeña, solía pasar horas y horas en
el jardín, acariciándolas. Y en mi inocencia, les cantaba u hablaba con ellas
como si pudieran escucharme.

Sonreí, sintiéndome nuevamente en mi casa, donde nací y crecí. El lugar de


donde un día huí con el corazón hecho pequeños pedacitos, trocitos diminutos
que me costó bastante volver a unir.

—Mi princesa —reconocí la voz dulce y tierna de mi padre, dándome la vuelta


para verlo entrar a mi recámara acompañado de su amada esposa. Abre sus
brazos para mí.

—¡Papi! —corrí hacia sus brazos con el corazón inflado de felicidad por verlo.
Lo extrañé.

Como siempre lo hacía me alzó dándome vueltas mientras me cubría el rostro


de besos. Reí, reí mucho por estar entre los brazos del hombre que más amo
en todo el mundo.

Lucas Collins, al menos para mí, es el hombre más maravilloso que Dios
alguna vez haya creado. Dulce. Tierno. Delicado y excesivamente cariñoso,
sobre todo conmigo.

—Bueno, bueno, ¿qué tu madre no se merece un abrazo? —se quejó mi


madre.

Me alejé de papá para acercarme a ella.

—Te mereces un abrazo y un millón de besos, mamita linda. Te eché tanto de


menos —me arrojé a sus brazos y la cubrí de besos.

Paula Collins es la madre que cualquier hijo desearía tener. Al igual que papá
es un derroche de dulzura y yo me siento muy orgullosa de ser su hija, de
haber nacido en una familia llena amor.

—Bienvenida a tu casa, cariño —musitó mi madre con mi rostro entre sus


manos. Una rebelde lágrima de emoción baña su mejilla y me apresuro a
secarla con mis dedos, al tiempo que papá se acercaba y deja un beso sobre
mi cabeza tiernamente—. Estas hermosa; aunque bastante delgada, y estoy
segura de que se debe a que no no debes haber estado alimentándote como
es debido, y no lo niegues te conozco como nadie. Pero ya estas con tu madre
para encargarse de que lo hagas como se debe.

Sonreí. Esa es mi madre.

—Mi solecito —me giré hacia mi padre y mamá me abrazó fuerte por detrás,
como si buscara sentirme—. Qué feliz estamos de que hayas vuelto a casa,
con tu familia. Te amo.

Mamá me da un beso en una mejilla y papá uno en la otra. Reí a carcajadas


contenta, diciéndole a ambos que también estaba feliz de volver a casa
nuevamente después de tantos años y que los amaba de igual forma.

—Claro, ya ha llegado la princesita Miranda y todos se desviven por prestarle


atención como siempre, ¿verdad papis?
Al escuchar esa voz, llevo mis retinas azules a la puerta y allí me encontré a
Andrea. Trago en seco, pues sus ojos se hallan fijos en mí, una mirada fría e
intrigante. Y no sé si fue idea mía, pero leí la palabra: desprecio» en su mirada.

Oh Dios mío...

—Andrea, ¿por qué dices eso?—es mi madre quien pregunta.

Andrea ríe sin humor, mirándome mal.

—Es la verdad, ¿no mami? —escupió—. Para ti y para papá ella es la única
que existe. No importa lo lejos que esté, Miranda siempre será la única
princesa de esta casa. La única.

Y con eso se retiró.

Mis padres solo se miraron el uno al otro.

¡Dios!.. Ahora me entra en la cabeza.

Andrea siente celos del cariño de mis padres, por esa razón es que desde
tiempos antiguos esa enana ha sido grosera, pedante y malhumorada cuando
se trata de mí. Siempre ha rechazado mis intentos de acercarme a ella, aunque
sí, solo cuando mi hermana era muy pequeñita y antes de los cinco años, solía
meterme a mi cama en las noches, buscaba mi protección y yo se la daba
gustosa. Luego la cosa comenzó a cambiar y Andrea a odiarme sin ninguna
razón aparente. No lo entendía hasta ahora: me tiene celos porque cree que
soy más querida por nuestros padres que ella.

Siendo sincera siempre he sido muy consentida— sobre todo por mi padre—Él
me daba cualquier cosa que yo le pidiera desde pequeña como si fuera una
orden. En cuanto a mamá, no es tan consentidora conmigo como papá, pero sí,
en múltiples ocasiones conseguía convencerla para que cediera ante alguno de
mis caprichos.

En cuanto a cariño me siento querida y mucho. Pero, los celos de mi hermana


son sin fundamento alguno. Mis padres también la adoran y de eso estoy
completamente segura. Nos quieren por igual a las dos.

Suspiré y me volví a dejar abrazar por papá y mamá que me volvieron a decir
unas quince veces más lo feliz que están con mi regreso a casa. Que bonito
era volver a estar en familia, pensé entre sus brazos. Aun cuando una parte de
ella no me quiere, pero ya me encargaré de ganarme su cariño. Espero tener
suerte.

🌺🌺🌺

A la mañana siguiente de mi llegada me desperté feliz de estar en casa


nuevamente. Sentir ese calor de hogar que tanto extrañaba, y esperando volver
a escuchar los constantes regaños de mi madre porque no me termino toda la
comida y me alimento como pajarito. Como también, ver a mi padre trabajar en
el despacho o en el jardín.

Me encantaba verlo cuando se sentaba en el despacho inmenso en un montón


de asuntos o papeles de la oficina, me detenía a mirarlo recostada sobre el
umbral de la puerta sintiéndome orgullosa de ser su hija. Cuando me veía allí
me sonreía y yo le lanzaba besos que él me devolvía.

Lucas es el mejor padre del mundo y nunca ha sabido negarme nada, como no
me negó el irme a Francia cuando le supliqué marcharme años atrás a estudiar
en el extranjero, con la excusa de que quería conocer nuevas culturas,
convenciéndolo de que era lo que más deseaba siendo una vil mentira y sí, una
forma de escape rápido.

Me dejo caer sobre mi cama de espaldas y miro el techo.

Yo sabía que escapar no era la mejor solución—eso era cobardía—pero para


mí resultó ser la menos dolorosa en ese entonces.

Simplemente no me consideraba capaz de soportar ver a Nicolás del brazo de


otra mujer, convirtiéndola en su esposa y su compañera de toda la vida. Iba a
ser demasiado doloroso, por lo que me salió mejor huir que enfrentarme a la
realidad de saber que él, el primer hombre que hizo vibrar mi corazón, era de
otra y que nunca iba a poder ser mío.

En ese entonces yo no tenía la menor idea de que Nicolás salía con alguien por
lo tanto, para mí, fue muy fácil llenarme de ilusión con él—enamorarme del
amigo de mi padre—Se supone que éramos amigos y no tenía idea de que él
tuviera una relación con una mujer en ese entonces. Fui tan tonta.

—Buenos días dormilona —Tamara había entrado a mi cuarto, sacándome de


mis oscuros pensamientos.

Salto de la cama y me lancé a sus brazos, abrazándola con efusividad.

Teníamos sin vernos más de un año después de que ella pasara las últimas
navidades conmigo en Francia. Demasiado tiempo para ver a alguien que se le
quiere tanto.
—Que bueno verte, amiga—digo, alejándome de sus brazos para tomar entre
mis manos las suyas.

—¿En definitiva volviste para quedarte? —me pregunta, tras ambas habernos
dejado caer sobre mi cama.

Sonreí.

—Volvi para quedarme, Tamara.

🌺🌺🌺

Mi cuarta noche en Los Ángeles y todo había ido bien, excepto por mi
hermana, claro. Esa niña esta déspota conmigo. Me desprecia. No solo se ha
negado hablarme sino que también había rechazado el regalo que con tanto
amor compré para ella. Al final, había tenido que darle el obsequio a Alandra, la
nieta de la nana Helena y de la misma edad de Andrea, pues era un lindo
vestido de colección y no iba tirarlo por mucho que me doliera el que lo
rechazara y me dijera que no le interesa nada de mí. Lloré.

Quiero mucho a mi pequeña hermana, por lo que me duele como la mierda la


forma en como me trata por sus celos sin sentido, pero tampoco me voy a
dedicar a sufrir porque Andrea no me quiera. No señora. Ya que luego se dé
cuenta ella solita cuán equivocada está.

Tamara me había invitado a bailar para darle oficialmente la bienvenida a Los


Ángeles y ahora estoy frente al espejo, arreglándome para salir en unos
minutos. Opté por un vestido negro de tirantes, corto hasta la mitad de mis
muslos, con la espalda descubierta y lo acompañé con unas sandalias de tacón
alto que resaltan mis largas piernas. No soy de tanto maquillaje a pesar de
tener que llevarlo mucho para mi trabajo como modelo, así que solo pongo un
poco de carmín rojo en mis labios. Estudié varias veces mi cabello decidiendo
si dejarlo suelto o recogerlo. Al final decidí llevarlo recogido en una alta coleta
que dejaba al descubierto mi nuca.

—Miranda —me giro del espejo al ver entrar a mi madre a mi habitación—. Oh,
estas bellísima.
—Gracias madre —le digo, saco unos pendientes de oro de mi cajita de joyas y
me dispongo a colocarlos en mis orejas.

—¿Dónde vas? —mi madre pregunta, acercándose.

—Saldré a bailar con Tamara —termino de ponerme los aretes y pongo mis
ojos en ella—. ¿Venías a decirme algo?

Mamá meneó la cabeza.

—No cielo, ya no importa —me palmeó las mejillas con una mirada de cariño—
. Ve y diviértete mucho.

—Vale.

🌺🌺🌺

El bar al que Tamara decidió vinieramos se halla realmente concurrido. Bueno,


es un viernes por la noche, muchos optan por descargarse de una semana de
trabajo o de los estudios.

—Ven, te voy a presentar a unos amigos fabulosos —me comentó Tamara


antes de enlazar mi mano con la suya y tirar de mí.

La música se halla al tope y llama a mover el cuerpo. Yo soy una bailarina


innata, me gusta bailar por lo que pienso hacerlo mucho esta noche. Finamente
y luego de empujar gente a nuestro paso nos acercamos a una esquina del bar
donde hallamos los amigos que Tamara quería presentarme sentados en esa
zona.

—Hola chicos —saludó a dos chicos muy monos que al vernos se levantaron
de sus asientos. Ellos respondieron con un: «Hola Tamara» —. Les presento a
mi mejor amiga, Miranda Collins. Acaba de llegar a Los Ángeles.

—Miranda —Comentó uno de los chicos, de voz áspera y tan sexy como el
mismo—. Vaya, eres mucho más deslumbrante en persona que en las revistas
de modas. Un hermoso placer conocerte bella, Owen.
Tomó mi mano y se inclinó para darme un beso en el dorso de esta. Acto
seguido me deslumbró al brindarme una exquisita sonrisa.

—Es para mí también un placer conocerte, Owen —le obsequio una sonrisa
que él, con unos dientes perfectos y blancos, me regresó.

Es muy atractivo, pensé.

El otro chico también se pone de pie, presentándose.

—Un gusto conocerte Miranda, yo soy Steven —al igual que el anterior, tomó
mi mano y caballerosamente me dejo un beso en el dorso.

No me he enterado si Owen y él son hermanos, pero es seguro que deben ser


familia. Tienen cierto parecido físico y ambos son muy guapos, altos,
musculosos y muy fuertes. No le quitemos lo sexys.

—Un placer para mí también, Steven —liberó mi mano.

—¿Gustas un trago, Miranda? —me preguntó Owen con voz ronca. Al mirarlo
lo chequeé observar con detenimiento toda la extensión física de mi cuerpo,
lamiéndose el labio inferior.

Aunque no de esa clase de miradas que emplean muchos hombres con la cual
te hacen sentir desnuda, aun estando cubierta. Es una mirada que dice: «me
gustas», pero respetuosa. Lo cual me hace darle una muy amplia sonrisa.

—Sí, me gustaría un whisky, por favor —le contesto.

—¿Solo o acompañado? — pregunta.

—Solo —le confirmo.

—Venga whisky solo —dice, antes de echarme una mirada insinuante.

Estoy acostumbrada a esas miradas. Tomo asiento junto a mi prima en tanto


Owen al igual que Steven, van a la barra por dos tragos, uno para Tamara y el
otro para mí. Unos pocos minutos más tarde los tenemos otra vez en el grupo,
muy rápidos pensé.

—Aquí tienes tu whisky solo, preciosa.

—Gracias, Owen —le agradecí, con educación. Él me regaló una sonrisa.

—De nada.

Tomé el trago de las manos de Owen, mirándolo mientras él se acomodaba en


una silla frente a mí, al tiempo que mi amiga y Steven cuchichean sobre algo
entre ellos. No puedo ver con claridad el color de sus ojos gracias al
impedimento de la tenue luz del bar, pero podría jurar que eran avellanas.

Me llevo mi trago a la boca, pasándolo por mi garganta. Estaba algo fuerte pero
estoy acostumbrada a tomar. Lo he hecho desde muy joven a escondidas de
mis padres. Comencé a beber cuando tenía catorce años, sí, lo sé, una edad
algo joven para que una chica meta alcohol en sus venas y más aún cuando no
lo tenía permitido, pero soy y he sido siempre una rebelde. Nunca sigo las
reglas, ¿saben por qué? Seguir las reglas es para gente aburrida y yo soy todo
menos eso. En lugar de seguirlas, las rompo.

Comenzó a sonar una canción en la discoteca que yo amaba. Los movimientos


en mi silla no se hicieron esperar, cantándola.

—¿Quieres bailar? —me preguntó, Owen.

—Claro —acepté más que encantada.

Owen se levantó de su asiento y tomando mi mano me guió hacia la pista de


baile. No era una canción exactamente muy movida, se podría decir que era
hasta lenta. Él me tomó por la cintura y me acercó a su musculoso cuerpo y
comenzamos a movernos. Rodeé su cuello y le seguí el ritmo.

No se sentía mal y debía decir que el chico no solo huele bastante agradable,
también me gustó que fuera respetuoso como pocos hombres lo son. Dejo sus
manos quietas en mis caderas y no la movió a ningún lugar donde podría
hacerme sentir incómoda, siguiéndome el ritmo en la pista. Bailamos lento y
suave hasta que finalizó la canción.
No obstante, como yo no tenía ganas de dejar de bailar comenzó a sonar una
nueva música— era una mezcla de Reggae— y empecé a pavonearme. Owen
me siguió el ritmo. He de admitir que el chico no solo está buenísimo, también
sabe moverse y me gustó bailar con él al igual que coquetearnos con los ojos.
Bailamos cada canción que sonó hasta que ambos estuvimos lo
suficientemente cansados como para ser capaces de seguir moviéndonos.

—Vaya, ustedes sí que saben calentar la pista —comentó Steven cuando


Owen y yo tomamos asiento de vuelta en nuestros respectivos lugares frente a
él y Tamara que se hallan uno al lado de otro.

Me hallo sudada y cansada después de semejante maratón de baile. Deslizo la


mano por detrás de mi nuca, sintiendo la humedad en ese lugar a causa de lo
que sude al bailar.

—Miranda siempre ha sido muy buena en el baile —Tamara dice, guiñándome


un ojo mientras yo agarro mi copa, la llevo a mi boca y tomo un sorbo—.
Cuando estábamos en un internado Francés, en las noches nos escapábamos
para irnos a bailar. Ella era la reina de la noche, yo solo me defendía un poco.

Sí, algunas noches violábamos las reglas del colegio y su seguridad. Cómo
podíamos despistamos a los guardias; que siempre pensé que eran unos
tontos y nos escapábamos. Salíamos a bailar hasta la madrugada. Tuvimos la
suerte de nunca ser atrapadas.

—¿Realmente hacían eso? —preguntó Owen mirándome con una sonrisa de


lado.

—Sip —le confíe, tomando un nuevo trago y me lamí el labio, encontrándome


con sus ojos mirándome.

—Hmm, al parecer eras una chica muy rebelde, Miranda —dice Owen,
mientras Steven y Tamara se van a bailar a la pista y sólo quedamos nosotros
en la mesa.

Éramos algo tremendas, pero yo era la peor. Era quién buscaba la manera de
como escaparnos, Tamara solo me seguía la corriente. Es que en un principio
cuando había decidido irme lo había hecho por el dolor y la tristeza que me
perseguía en ese momento— por una desilusión amorosa—luego comencé a
sentirme encerrada y a mí no me gusta que me aten, amo la libertad.
Entablé una charla con Owen. Es un hombre muy agradable y divertido en
todos los sentidos, y nada pesado. En ese corto tiempo me enteré que Steven
y él son hermanos pero solo por parte de madre, y que él es el mayor de los
dos por tres años. Un momento más tarde la pista nos daba nuevamente la
bienvenida, bailando y riendo felices.

🌺🌺🌺

La velada culminó a las tres de la madrugada. Owen y yo habíamos compartido


números telefónicos y él había jurado una y mil veces que me llamaría para
quedar. Estaría esperando esa llamada, el chico es bastante sexy y es en
mucho tiempo, el primer hombre que logra atraerme y llamar mi atención. Eso
es bueno. Tamara me está llevando a mi casa en su auto mientras yo miro las
luces de la ciudad de Los Ángeles a través de la ventana.

Referente a ella, hmm, había visto demasiado cercanía entre ella y Steven que
me hizo pensar que quizás ellos...

Alejé la vista de la carretera medio despejada de vehículos a esta hora y la


miré, con la vista fija al frente mientras maneja.

—¿Qué tan íntima es tu relación con Steven, Mara?— le pregunté casi de


golpe, ella me miró unos segundos.

—¿De dónde viene esa pregunta, Miranda?

Me encogí de hombros, metiéndome tras la oreja un mechón de pelo que se


me había escapado de la coleta.

—No sé, supongo que porque vi que parecían muy, ¿cercanos? —ella se
carcajeó como si yo hubiese hecho un chiste. Fruncí el ceño.

—Obviamente se te subió el whisky a la cabeza. Primeramente, Steven y yo


solo somos buenos amigos y colegas ya que estudiamos la misma carrera de
derecho. No existe absolutamente nada más allá de eso entre nosotros.
Segundo y no menos importante, él tiene una novia con la que pronto se
casará, creo.
No sé si realmente se me subió el whisky a la cabeza, pero la última parte la
dijo con cierta amargura.

—Y si tiene novia, ¿por qué no sale a tomar con ella en vez de con sus
amigos?

No me respondió inmediatamente. Se quedó en silencio como si estuviera


pensando la respuesta.

—No es de mi incumbencia el porqué sale a bailar con sus amigos y no con


su... novia. Es su asunto, no mío, Miranda —dice sin despegar la vista de la
calle.

Sí, hay cierta amargura, el chico parece gustarle y no me extraña porque me


pareció muy atractivo al igual que tan agradable como su hermano mayor. No
seguí insistiendo con lo de Steven, pero algo había ahí. Nadie conoce esa
chica más que yo.

🌺🌺🌺

Al día siguiente desperté con un dolor de cabeza de los mil infiernos.

Mierda.

Ruedo sobre la cama agarrando mi cabeza con fuerza con mis manos como si
de esa manera la tortura podría terminar, pero era imposible.

Me levanté de la cama, tomé mi bata, me la coloqué sobre la pijama y decidí ir


a ver si encontraba en la cocina algún calmante que se encargará de aliviar mi
¡gran!, sufrimiento.

—Solange, cocina lo que te anoté ahí. Tenemos invitados a comer esta tarde.

Escucho a mi madre darle órdenes a la cocinera a medida que me adentraba


en la cocina seguida por mi tormentoso dolor de cabeza.

—De acuerdo señora —contesta la cocinera.


—Buenos días —Murmuré, haciendo una muesca de dolor.

—Buenos días, cariño —saludó mi madre dándome un beso. Ella frunce el


entrecejo mirándome. Debo lucir fatal—. Pero qué cara tienes. Al parecer la
fiesta de anoche fue extrema. Veo que te divertiste mucho.

Diversión que estoy pagando muy caro.

—Mi cabeza va a estallar en cualquier momento, madre. Necesito una pastilla


para acabar con este sufrimiento —me quejo en tanto me sobo las sienes.

Las consecuencias del alcohol son horribles después de una borrachera. No


vuelvo a tomar un gramo de licor en mucho rato. Anoche bebí por tres meses
seguidos.

Rápidamente mi madre se apiadó de mí consiguiéndome ese calmante que


precisaba para calmar mi fuerte dolor, me la tomé y un corto tiempo más tarde
salía de la cocina volviendo nuevamente a mi habitación. Me recosté un rato en
mi cama, sin darme cuenta me quedé dormida y cuando, varias horas más
tarde, volví a abrir los ojos del dolor de cabeza no quedaba nada. Gracias a
Dios.

Dejé la cama y me dispongo a darme una ducha, viendo que el reloj de pared
de mi habitación marca la una de la tarde. Si que dormí, pensé. Me despojé de
mi ropa de cama, envolví mi delgado cuerpo en una toalla y me metí a mi baño
dejando que el agua caliente de la ducha cayera suave sobre mi cuerpo.

Mientras me baño se me ocurrió pensar en mis padres y lo perfectos que lucen


como pareja. Ellos se aman como locos. Se casaron realmente enamorados y
adoro ver como se quieren uno al otro. Son la pareja perfecta.

Me gustaría tener un amor así de bonito, pero al paso que voy lo veo difícil.
Solo me enamoré una vez y para rallar en la mala suerte, el hombre era mayor
que yo, y no veía en mí más que una niña inmadura de dieciséis años y se
casó con otra. Mientras estuve en Francia flirteé con algunos chicos, pero no
fue nada importante y mucho menos memorable. Aunque podría decir que aun
soy joven y mi oportunidad de volver a enamorarme — esta vez de un hombre
que si me corresponda— puede que esté a la vuelta de la esquina. ¿No?
Owen Smith pasó por mi cabeza. Él por ejemplo luce como un buen partido y
como dije antes, el hecho de que sea el primer hombre que me gusta en mucho
tiempo es bastante bueno. Me daré la oportunidad de conocerlo.

Cuando salí del baño—luego de unos veinte minutos—hurgué en mi


guardarropa para elegir que me quería poner.

Recordé que mi madre había mencionado que tendríamos; hoy sábado, un


invitado a comer. No le había preguntado quién era ese invitado, pero he de
imaginarme que debe ser algún empresario gordo y aburrido amigo de papá
con que luego se pondría a hablar de negocios o cualquier cosa que se les
ocurra. Lo suficiente desabrido como para aburrir el momento de la comida
hablando de negocios, pero no tenía otra opción que bajar. Además moría de
hambre.

Me vestí con una minifalda corta de color azul y una camiseta blanca sin
mangas y me calcé unas sandalias planas de solo meter los pies, estoy en
casa y deseo estar cómoda. Mi cabello, aunque es muy largo y no me gusta
llevarlo suelto porque me estorba, preferí hacerlo esta vez, deje que vuele libre.

Pero no lo van a creer, cuando bajé a la sala mi teoría sobre el empresario


gordo y aburrido quedó descartada. El invitado a comer no era ni mucho menos
gordo ni aburrido, aunque si era empresario.

Es Nicolás.

Al verlo un cosquilleo se sintió en mi estómago.

Hoy no lucía esos trajes Armani que acostumbra usar haciéndolo lucir
demasiado serio. Llevaba unos vaqueros apretados que dejaban ver
perfectamente el sexy trasero que tenía y su camiseta blanca marcaba perfecto
sus bíceps bien trabajados en el gimnasio. Bendito Dios, tiene que lucir así de
irresistible.

No estoy respirando ahora, y mi corazón, ese traidor, se está acelerando de


una forma que... duele.

Me regaño cuando me doy cuenta la forma embelesada que estoy mirándolo.


No puedo irme por ese camino otra vez, no cuando sé que él es un hombre
prohibido para mí.

«Está casado, tiene una familia, Miranda» me recuerdo a mi misma, no


comprendiendo las reacciones de mi cuerpo si se suponía que ya lo había
olvidado, que es parte del pasado. No puedo volver ahí.

Tomando tres inspiraciones profundas y pidiéndole a mi corazón calmarse,


decidí acercarme a la mesa tratando de lucir lo más calmada posible, si es que
podía, claro.

CAPITULO 3

No soy capaz de controlar el temblor y el sudor en mis manos. No soy capaz de


controlar los latidos de mi corazón, y la forma en que mi pulso late; lo hace con
tanta fuerza que puedo sentirlo bombear tras mis orejas. Me lastima. No sé qué
está mal conmigo, ¿por qué lo veo a los ojos y siento que los años no pasaron?
¿Por qué aunque me juré mil veces que a través de los años lo había olvidado,
para siempre, no puedo controlar los latidos lastimosos de mi corazón?

Sus ojos grisáceos me observan y está dejándome completamente sin aliento.

«No, no, no, no... Sabes que está mal Miranda. Está casado por Dios, casado.
No puedes volver ahí, no otra vez» Me recuerda esa vocecita insidiosa en mi
cabeza, recordándome nuevamente cuán prohibido está mirar en esa dirección.

Tomé una inspiración profunda, y por difícil que pareciera, me obligué a


mantenerme en calma.

Aparté la vista de él y la enfoqué en mis padres y mi hermana también


sentados en la mesa como Nicolás.

—Hola, Miranda —me saludó Nicolás, poniéndose de pie, al yo, con mis
piernas débiles, acercarme con el fin de tomar mi lugar. Me retiró la silla para
que pudiera tomar asiento.

¿Ya había dicho que es todo un caballero? En toda la extensión de la palabra


lo es.

—Hola, Nicolás. Gracias —mi voz sale en un hilito, acto seguido tomo asiento
en mi lugar y para mala suerte mía, es a su lado.

Me toco con mis manos las mejillas, hallándolas tan calientes que me
quemaron las palmas. ¡Mierda! ¿Se notará que debo estar roja como un tomate
por tener ese perfecto hombre, oliendo divino cerca de mí? Estaba suplicando
que no fuera así.

—¿Qué tal el regreso a, Los Ángeles? —Nicolás, indagó. Se halla sentando


recto en su posición a mi lado.

Yo escondí un mechón de mi pelo tras mi oreja, intentando lucir relajada; lo


cual cabe destacar está costándome bastante.

—Bien —contesté, tímidamente mientras con fuerza me muerdo el labio


inferior.

El silencio se hace por unos pocos minutos, entretanto yo ubico la servilleta


sobre mis piernas.

—Me alegra mucho escuchar eso —Nicolás dice, con su voz ronca y sensual.
Prosiguió—: Realmente se te extrañaba aquí, Miranda.

Mis retinas buscan su rostro, perfecto y hermoso, tallado por los mismísimos
dioses para que sea capaz de robarle el aliento a cualquier mujer... Inclúyanme
a mí. Lo hallé mirándome, con una sonrisa en los labios que prefiero no relatar
los efectos que me causó, pues no me conviene. ¿Él me echó de menos?

Restriego mis manos sudadas y aparto mi vista de él.

—Eh... este, gracias. También extrañaba a todos aquí —digo.

Oh virgen, los nervios están acabando conmigo.

—¿Estás bien, cariño? —me preguntó mi madre al ver mi nerviosismo, sentada


a su lado en la mesa junto a papá.

—Claro, madre —pude ver a que Nicolás me miraba por el rabillo del ojo y me
puse peor.

Tomé mi vaso con agua y llevándolo a mi boca me lo zampo casi toda de un


solo trago. Estoy como una jodida niña tonta. Debo calmarme si no quiero que
se note.

—Nicolás y Abby, ¿cómo está?—Inquiere mi madre.

Dejé el vaso vacío sobre la mesa.

¿Quién es Abby? Me pregunté con las cejas fruncidas hasta que una lucecita
se prendió en mi cabeza, dándome la respuesta a mi propia pregunta: Tiene
que ser ella, su bella esposa ¿Quién más podría ser?

—Bien, hermosa y encantadora —Nicolás respondió a mi madre, sus labios


adornándose con una dulce sonrisa que pude apreciar al mirarlo de soslayo—.
Hace lo quiere conmigo ¿y sabes? La dejo porque la amo con locura. Abby es
la razón de mi existencia, Paula.
Auch. ¿Qué fue ese pinchazo de dolor que se sintió en mi corazón, a punto de
hacerme soltar un grito?

La razón de su existencia.

Yo solo vi esa mujer una sola vez, pero su rostro no se me olvidará nunca y
menos esa manera de besarlo.

—Se nota lo mucho que la amas. Es muy afortunada —comentó mi madre, con
una sonrisa que él correspondió.

Pensé que si tanto la ama por qué no la lleva con él. Un hombre casado nunca
asiste a una invitación sin su esposa. Papá por ejemplo, siempre va con mi
madre a todos lados. Eso está algo extraño, ¿no? Bueno, a fin de cuentas,
¿eso a mí no me importa?

Yo lo que debo hacer es controlar esos nervios que me tiene temblando a su


lado. No está bien que me afecte tanto. No cuando se supone que ya le olvide
y soy una mujer ya, no aquella niña tonta de dieciséis años que lo veía como
un príncipe bello y hermoso, que me construiría un castillo y me convertiría en
su princesa para toda la vida. Aluciné de la peor manera y me estrellé contra la
pared en un golpe mortal y doloroso.

Suspiré calmando los nervios.

Si tan solo le hubiese hecho caso a Tamara cuando me dijo tantas veces que
estaba enamorada de un imposible. Sin embargo, yo como la terca que era,
ignoré todas sus advertencias.

—Papi, como sabes pronto ya será mi cumpleaños —se escucha la voz de


Andrea—. Serás que, ¿podrías como regalo comprarme mi primer coche?

Mi padre soltó una bocanada de aire antes de contestar a su hija menor.

—Andrea, no estás en edad de tener un coche. Ni siquiera tienes licencia de


conducir. Tener un auto no es un juguete, olvídalo —sentenció mi padre. Mi
hermana frunció el ceño.

—Papá. Por si lo olvidaste, tengo como diferencia cuatro meses menos de la


edad que tenía Miranda cuando te pidió su primer auto, y según puedo recordar
tú enseguida le dijiste que sí, ¿me equivoco? Aún en contra de las objeciones
de mamá que decía esas mismas palabras que tú de que ella no tenía edad
para autos quisiste complacerla en su capricho y pasar por encima suyo para
hacerla feliz —aseveró Andrea—. Claro, como Mirandita siempre ha sido y será
tu niña consentida a ella sí, ¿verdad?

Andrea tenía ganas de pleito. Mi madre suspiró desganada y papá soltó aire
por la nariz.

—No voy a discutir contigo eso ahora, Andrea. Es la hora de la comida y de


compartir en familia, no de discusiones. Luego hablamos —Sentenció mi padre,
no dando lugar a objeciones por parte de mi hermana, quien resopló de mal
humor.

Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver su desprecio hacia mí en su
mirada. Aparte la mía con tristeza y aplané los labios, evitando llorar aunque
tuviera ganas de gritar como loca en estos momentos. No quiero que mi
hermana sea mi enemiga, sin embargo me siento con las manos atadas, no sé
qué hacer para ganarme su cariño y eso me parte el alma.

Diez minutos más tarde estábamos todos comiendo en pleno silencio. Andrea
seguía con la cara larga y no hacía otra cosa que jugar con la comida.

Espero que mi padre acceda con ella y le regale ese dichoso auto sino estará
mucho más enojada conmigo de lo que está. Y si él no cede yo me encargaré
de convencerle. Siempre he sabido cómo utilizar mis mañas con papá y le saco
lo que sea, saliéndome con la mía.

Y hablando de autos, yo también necesito un coche, pero lo compraré yo


misma con el dinero que me he ganado con mi carrera como modelo.

Mi teléfono móvil; que tenía sobre mi lado de la mesa vibró, llamando mi


atención. Al bajar la vista hacia él pude ver la notificación de un mensaje de
whatsApp. Mirando que nadie me observa, pues hay una conversación
plantada entre mis padres y Nicolás sobre algo que solo les interesa a ellos,
mientras Andrea juega con la comida perdida en sus propios pensamientos, lo
agarré y lo escondí debajo de la mesa.

Abrí inmediatamente la aplicación y leo el mensaje que me fue enviado.

Owen:

Hola Miranda. Espero no estar molestándote. Por si no te acuerdas de mí soy


Owen Smith, el chico que se quedó tan prendado con tu belleza la noche
anterior que no he podido dejar de pensar en ti.

Sonreí. Supe al abrir el mensaje de inmediato que se trataba de él, pues


registré el número con su nombre en mi celular la noche anterior cuando me lo
dio.

Me apresuré a contestarle.

Yo:

Hola guapo.

Owen.

Preciosa, ¿estás ocupada? Me encantaría poder verte ahora.

Se me escapó una sonrisilla. ¡Vaya que el chico es directo!

Yo:
La verdad no estoy para nada ocupada.

Owen:

Bien. Ahora dime, ¿Te gustan las carreras, Miranda?

Carreras, pensé. Yo soy rebelde por naturaleza. Me gusta lo extremo pero yo a


carreras clandestinas no le entro.

Yo:

¿Qué clase de carreras?

Owen:

Nena, soy piloto de fórmula. Estoy haciendo mis prácticas en el Autódromo.


Creo que sería divertido si estuvieras aquí. Qué me dices, ¿vienes?

¡Wao! Owen es piloto de fórmula. Eso es emocionante. Le respondí que iría y


me levanté de mi asiento.

Le dije que sí, más que nada porque lo hallé como una forma de escapar del
efecto que Nicolás está produciendo en mí con esa cercanía.

—Señores, disculpen, pero tengo que salir —digo, varios ojos se clavaron en
mí, incluyéndolo a él.

—¿A dónde vas niña? Ni siquiera has terminado la comida que casi no has
probado —me recrimina mi madre.

Hay cosas que no cambian con el tiempo. Mi madre siempre me tratara como
un bebé.

—Lo siento mami, pero tengo algo que hacer —volteé hacia Nicolás que me
estaba mirando fijamente de una manera indescriptible, volviéndome a poner
nerviosa y mis mejillas poco a poco sintiéndose calientes, agregué — : Nicolás,
me dio gusto haber compartido contigo. Estás en tu casa.

Y sin más y a pesar de las protestas de mi madre salí de la casa.

🌺🌺🌺

Al llegar al autódromo alcancé a ver a Owen de inmediato. Visualicé que vestía


un uniforme rojo y una gorra del mismo color. Al verme sonríe para mí y acto
seguido corre a mi encuentro, yo yendo hacia él. La brisa jugaba con mi
cabello, lo aparté de mi rostro, al tiempo que camino con sensualidad, como si
me hallara en una pasarela de la moda en París.

—¿Podría existir un ángel más bello que tú en esta ciudad? —Owen dice,
encontrándonos en mitad del camino —. Gracias por haber venido. Mis
prácticas serán mucho más interesantes si tú estás aquí.
Miré alrededor y Owen no era el único piloto allí, había muchos otros con el
mismo uniforme. Seguramente practicando para alguna carrera como él,
pensé.

—Me da mucho gusto que me invitarás —musito, sonriéndole. Sonrisa que él


me devolvió.

—Eh. ¿Te gustaría dar una vuelta? —me soltó—. Créeme, es realmente
excitante.

Ni lo dudo.

—Claro que quiero —respondí emocionada.

Owen ríe ante mi respuesta firme y segura, acto seguido, tiró de mi mano y me
llevó hacia donde se hallaba su auto. Saludé a uno que otros amables pilotos
dándoles uno que otro apretón de mano y una sonrisa.

Subimos a su auto, era muy bajo y sentía nervios; no lo puedo negar. No


obstante sonreí como una niña haciendo una travesura. Si mis padres me
vieran en este momento en el auto de un piloto de Fórmula a punto de correr y
con lo sobreprotectores que son, sobre todo papá, me sacarían de los pelos y
me dieran las nalgadas que de pequeña no recibí. Seguro, pero no me ven.

—¿Lista? —Inquirió, el Piloto con una gran sonrisa. Yo tomé aire, soltándolo
despacio.

—Estoy lista.

Y entonces Owen encendió el auto sin dejar de mirarme. En un principio fue un


poco lento como tomando impulso hasta que acelero, escuchándose el fuerte
chirrido y ronroneo de las cuatro gomas por la velocidad que comenzó a llevar
el piloto al manejar. Pasado un momento gritos se abren paso a través de mi
garganta, gritos fuertes, pero no eran chillidos causados por el miedo, más bien
por la emoción que sentía.

Oh por Dios.

Se sintió alucinante, excitante e hizo vibrar todo mi cuerpo, la adrenalina


recorriéndome por dentro. Reía y gritaba a medida que corría, dando giros en
la pista que podrían asustarme, más lo que causa es que me emocione y le
pida ir más rápido.

Un momento más tarde, Owen se detuvo al final de la pista y yo aún no podía


parar de reír.

—¿Y bien?—me preguntó una vez se detuvo.

—Eso fue... Dios, no sé cómo describirlo..., increíble..

—Me alegra que te gustara —Owen dice—. Yo amo correr, es mi manera de


vivir siempre, al extremo.
—¿Hace mucho eres piloto?—indago, Owen sonríe.

—Se podría decir que desde que me hallaba en el vientre de mi madre ya le


tenía amor a esto de correr —me dice, tragó en seco y continuó—: Mi padre fue
piloto y uno de los mejores. Dejo un legado, pues en sus veinte años como
corredor no perdió más de tres carreras. Yo no soy tan bueno como él, he
perdido al menos dos de las diez competencias automovilísticas en las que me
he presentado en siete años. Sin embargo, comparto el mismo amor que él por
la pista.

Mis cejas se hallan fruncidas.

—Hablas como si tú padre estuviera...

—Muerto —Completó—. Él murió hace ya más de diez años, un paro al


corazón.

—Lo siento, Owen.

Su mano tocó mi mejilla, y lejos de molestarme me agradó su suave toque en


mi piel.

—Gracias, él era mi héroe —dice, notándose orgulloso—. Pero ya dejamos de


hablar de mí, mejor háblame de ti bonita.

— ¿Qué quieres saber de mí?— inquirí.

—Por ejemplo ¿tienes novio?

Me reí.

—La respuesta a tu pregunta es no. —contesté, sintiéndome algo nerviosa por


su cercanía, ahora sí. Se ha acercado tanto que puedo sentir su aliento
mentolado acariciándome el rostro.

El chico frente a mí se quedó observándome por largos segundos, lo vi bajar la


mirada de mis ojos a mi boca, como si deseara besarme. Lamió sus labios; su
lengua dejando sus labios muy húmedos. Trago saliva. Si quiere besarme.

Una parte de mí deseaba que lo hiciera pero otra parte de mí no quería.


Después de todo no lo conocía en absoluto. Y sí, repito que me gusta, sin
embargo, por más bello que sea Owen no me gusta al punto de volverme loca,
no aún.

Un instante más tarde, como si me hubiera leído la mente dejo mis labios y
buscó mi mirada, acariciándome la mirada con la suya. Me sonrió y terminé
devolviéndole la sonrisa, amplía y grande. Me agrada.

—Miranda, eres la mujer más bella que haya visto jamás, y créeme, me he
encontrado con toda clase de bellezas femeninas—. Se mordió el labio
inferior—. Estoy muriendo por besarte, pero, no te preocupes, por más que
desee probar el sabor de tus labios no te voy a besar. No hasta que sepa que
tú también lo deseas tanto como yo.

Con eso último salió del auto rodeándolo para abrirme la puerta del copiloto,
me tendió su mano para ayudarme a salir y la tomo. Me gustó que no me haya
besado en ese momento. Estaba muy insegura sobre él, aún.

—Gracias por haberme invitado, Owen. También gracias por el paseo, fue
increíble —le dije una vez fuera del vehículo, viéndome reflejada en el brillo de
sus ojos.

—De nada. Me dio mucho gusto recorrer la pista contigo —lleva mi mano a sus
labios, besándome los nudillos y prolongando el beso por más tiempo de lo
necesario—. Espero esta sea la primera de muchas convivencias entre tú y yo,
¿es un hecho?

Yo quería lo mismo así que...

—Es un hecho —contesto, firme.

🌺🌺🌺

—Mamá, ¿puedo pasar? —llamo a la puerta de la habitación de mis padres.

Ella estaba sola porque papá se encontraba de viaje de negocios; lo cual es


muy usual en él.

—Claro cariño. Pasa —me pidió.

Ingreso en su cuarto, cerré la puerta a mi espalda y acto seguido caminé hacia


su cama, trepando sobre la misma.

Mamá dejo el libro que estaba leyendo a un lado. Tiene la costumbre de leer
por las noches algún libro, sus favoritos son los de literatura inglesa.

— ¿Ocurre algo, cariño?

Yo subí hacia su cabecera y la abracé con fuerza.

De niña cuando no podía dormir solía colarme al cuarto de mis padres


alegando que había un monstruo horrible en mi closet que me quería
secuestrar, lo cierto es que con ese argumento conseguía dormir bajo su
protección.

Y esta noche es una de ellas, no hay monstruo en mi recámara pero no puedo


dormir. Siento un horrible miedo que me causa escalofríos, es como si algo
malo fuera a pasar. No, no soy supersticiosa pero me siento... extraña.

— ¿Me dejas dormir contigo? —Inquiero, sin soltarla.

—No me digas, ¿volvió el monstruo del closet? —sus brazos de madre dulce y
protectora rodearon mi cuerpo, haciéndome sentir segura.
—Creo que sí. ¿Dejas que me quede? —Murmuré.

—Claro que sí, nena. Pero, ¿qué pasa? —indagó, besando mi cabeza.

—Tengo miedo, mamá.

— ¿Miedo? —exclamó—. ¿De qué tienes miedo, cielo?

Meneé mi cabeza, hundiéndome un poco más en mi pecho.

—No lo sé, pero siento... una presión extraña en el pecho mamá. No me gusta
lo que se siente.

—Mi pequeña —me acarició el pelo con mimos—. No hay nada que temer.
Aquí está tu madre que va a espantar todos y cada uno de tus miedos, como
siempre.

Mamá comenzó hacer algo que siempre hacía cuando era pequeña y estaba
asustada, empezó a tararear una linda canción con una voz tan dulce que
realmente me tranquilizó, y poco tiempo después me quedo dormida entre sus
brazos, como cuando era niña.
CAPITULO 4

Si me encuentro preocupada o nerviosa por cualquier cosa, entonces me


decido por ocupar mi mente en otra cosa para sacarme dicha preocupación o
malestar. Por lo cual, y como por lo menos el noventa y cinco por ciento de las
mujeres adoro las compras; amo llenar mi closet de ropa y zapatos—la botas
de tacón son mi debilidad—Así que junto con Tamara hemos ido de shopping a
New York utilizando el avión privado de mi padre. Y me permito decir que
cuando mi amiga y yo salimos de compras sí que gastamos en grande. Somos
las mejores en esto.

Compradoras compulsivas nos llaman.

—¿Así qué has vuelto a ver, Owen? ¿Debo suponer que te gusta, Miranda? —
habla, Tamara modelando un sexy vestido rojo que le quedaba de infarto. Nos
hallamos en una exclusiva boutique.

—Bueno, que te digo, Mara... el chico no me gusta al extremo de volverme loca


de pasión—le afirmo—. Pero te confieso que como hombre me atrae bastante.
Owen no sólo es guapo y agradable también es bastante caballeroso y
respetuoso. Me siento muy cómoda en su compañía..

Me estoy probando unas divinas botas de tacón alto, negras.

Owen y yo, desde la última vez hemos vuelto a salir tres veces, la primera vez
fuimos al cine, la segunda a ver una obra de teatro, que debo decir me
encantó, y la última salida fue a bailar. Tal como le acabo de decir a Tamara,
es un caballero. Me respeta y excepción de algunos besos robados en la
mejilla no ha intentado nada más.

—¿Te gusta tanto como para tener algo serio con él? —Indagó, Tamara.

Torcí la boca.
—La verdad no lo sé. Quiero conocerlo mejor y luego ya veremos qué pasa —
suspiré, mirándola en tanto que me despojo de las botas, decidiendo que se
van conmigo—. Por cierto, ¿lo conoces hace mucho?

—No hace más de dos años —me contesta—. Lo conocí gracias a Steven, su
hermano como ya sabes e hicimos click desde el primer instante. Owen aparte
de guapísimo, es un chico muy agradable.

—Uhm... y Steven él también es muy agradable y guapísimo al igual que su


hermano, ¿no?—Indago, mirándola muy fijamente me di cuenta como su
actitud cambió. Se... ¿Sonrojó?

—Steven, bueno yo lo..., ¿qué tal me queda el vestido? No me... has dicho
nada —me contestó con otra pregunta.

Le gusta el chico.

—El vestido te queda precioso, pero Tamara, tú nunca has tenido secretos
para mí, ¿qué ocurre con Steven?

Meneó su cabeza en negación, lamiéndose al mismo tiempo el labio inferior.

—Nada, ¿qué podría pasar? —se estaba poniendo nerviosa, el tono de su voz
y sus mejillas carmesí por el evidente sonrojo, la delatan. Miente.

Me quito de la cara un mechón de pelo que me molesta, escondiéndolo tras mi


oreja.

—Yo digo que sí pasa algo —me coloqué las manos en las caderas —. Dale
nena, dime qué sucede entre ese chico y tú; no me mientas que jamás has
tenido secretos conmigo y si lo haces ahora voy a comenzar a pensar que ya
no somos Maps.

La manipulo con el mejores amigas para siempre— Maps— Juramento que


hicimos a los diez años y de hecho, llevamos una pulsera de oro colgada en la
muñeca. La suya dice mi nombre y la mía el suyo. Son nuestros dijes de la
amistad.

Tamara no me contestó. Se despojó del vestido que se estaba probando


volviéndose a colocar su ropa. Estaba nerviosa, como buscando que
contestarme.

—Está bien, Miranda, tú ganas. Si pasa algo con Steven pero este no es ni
lugar ni el momento para hablar sobre eso. Cuando pueda te lo cuento todo,
¿vale?

No me quedó más que asentir y decidimos que iríamos a por algunos perfumes
y ropa interior.

🌺🌺🌺
Mi nuevo auto era una Maserati de color azul eléctrico. Me encantaba. Quise
comprarme yo el coche con mi propio dinero, pero mi padre me dijo que ya
hace años me lo debía y quería cumplir su promesa e insistió por más que le
dije que no era necesario, así que acepté que lo hiciera, pero con una
condición: yo elegiría el coche que quisiera, mas él solo me regalaría una parte
del costo del vehículo y así fue. Yo pagué la mitad y él la otra.

En cuanto a Andrea, hablé con él y ya lo he convencido de darle ese regalo de


cumpleaños que exigió hace una semana atrás: un auto. Será una sorpresa
para ese día y mientras, papá fingirá que no piensa complacerla en su
capricho. Ella me odia y no me deja acercarme, lo intento y me rechaza como
si tuviera la peste encima o una enfermedad contagiosa, pero yo la amo y solo
quiero verla feliz. Esta más odiosa conmigo que de costumbre y bastante
irritante. Dios, sólo pido poder llevarme bien con mi hermanita.

Me hallo dando una vuelta en mi nuevo coche, pues lo compré hace apenas
unas horas, cuando sonó mi móvil. Detuve el auto en una esquina de la cera no
muy lejos de mi casa. El nombre en la pantalla al mirar el móvil me indicó que
era Owen. Suspiré profundamente.

Pedía a gritos que ojalá fuera ese hombre tan caballeroso y agradable, ese que
busco arduamente para tener mi gran historia de amor como toda chica. Lo
bueno es que me gusta, por algo se empieza.

—Hola Owen —contesté, mostrando un entusiasmo no fingido por escucharlo.

Dejé caer mi cabeza sobre el respaldo del confortable sillón de mi auto nuevo.
La brisa jugaba con mi cabello por tener la capota baja.

—Hola hermosa, ¿cómo estás? —su voz suena agradable al otro lado de la
línea.

—Bien, ¿y tú? —indago interesada, jugando con mi cabello mientras una fresca
brisa golpea en mi rostro.

—Extrañándote preciosa. Muero por verte —yo igual, pensé—. ¿Tienes algún
compromiso esta noche?

—No, ningún compromiso para hoy. Me espera una noche aburrida en mi


camita viendo películas cursis mientras como palomitas, sola —le confesé.

Lo escucho carcajearse al otro lado.

—En ese caso te ofrezco algo mejor. Te invito a cenar esta noche, ¿aceptas?

Ni dudarlo con lo bien que me hace su compañía. Owen tiene todo para que
una mujer se sienta cómoda estando con él: guapo, buen sentido del humor,
caballeroso y me trata con cariño y respeto.

—Es un sí, Owen —le contesté con una sonrisa.


—Perfecto. Nos vemos esta noche. Besos preciosa —y colgamos.

Con una sonrisa en los labios puse el coche en movimiento dándole reversa
hacia atrás, tal vez decida usar uno de los modelitos que compre en New york
el día de ayer, sí.

🌺🌺🌺

Owen me ha traido a un exclusivo restaurante de comida francesa y he de


admitir que adoro esa clase de comida, pues viví cinco años en París. Reservó
nuestra mesa en la terraza del lugar desde donde se podía ver casi toda la
ciudad iluminada por las luces. La vista era hermosa y me encantaba. Aparte
de que sólo habíamos muy pocas personas en esa área por ser la zona privada
del lujoso lugar. Si miras hacia afuera se podía apreciar una hermosa fuente de
agua, iluminada con luces de colores entre verde y dorado. La amé.

—Esto es hermoso. Me gusta —él me dedicó una sonrisa.

—Me alegra que te guste, preciosa.

—Señor Smith, bienvenido —saludó la mesera a Owen con una sonrisa


embobada.

Mentiría si dijera que me daba celos por la manera como ella lo miraba. Si
pudiera lo desnudaría y le haría el amor allí mismo. La entendía. El hombre que
ya había descubierto que tenía veintiocho años, es peligrosamente guapo, e
irresistible.

—¿Qué van a ordenar? —pregunta la chica morena y alta, quien porta un


uniforme que consiste en una falda de tubos negra, blusa blanca de mangas
largas y el delantal del mismo color, blanco.

—Tú primero, hermosa —el caballero frente a mí me dio el turno de ordenar


primero.

Sin ojear la carta supe lo que deseaba.

—Una ensalada, por favor —respondo mirando a mi alrededor. Nadie conocido.

—Lo mismo para mí.

Owen pidió lo mismo que yo, pero le señaló en la carta cual era la quería, pues
tienen variedad de ensaladas. La
chica se apresuró a anotar lo pedido.

—¿Para tomar?

—¿Te gusta el vino? —Owen pregunta, asentí, dejándolo a su elección—.


Tráigame una botella del mejor vino que tengan, por favor, está bella dama se
merece lo mejor.
Sonreí. Es tan dulce. Un instante más tarde la chica se ha ido para cumplir con
nuestros pedidos, dejándonos solos. Owen pone toda su atención en mí, veo
como recorriendo con una mano su cara me regala una sonrisa que le devolví.

—¿Te dije ya qué estás hermosa?

Mi sonrisa se hace más amplia.

—Me los has dicho como... veintinueve veces ya, Owen —él se mordió el labio
de una manera muy sensual. No miento en lo absoluto, y puede que hasta
sean más.

—Pues que sean treinta. Estás hermosa esta noche Miranda. Me estás
dejando completamente ciego y mudo.

Estoy sonriendo pero mi sonrisa se esfuma al ver la pareja que se acercaba,


entrando al restaurante.

No era posible.

Mi mirada se encontró con la de él, luego la desvíe hacia la chica que viene
colgada de su brazo con una radiante sonrisa. La conozco. Es una modelo
española con la que había trabajado en una ocasión: Morelia Fontana.

¿Pero qué hace Nicolás con esa mujer? Ella no es su esposa. La había visto
una sola vez en mi vida pero su rostro se había tatuado en mi memoria, la
reconocería en cualquier lugar.

Yo no puedo creer que un hombre como Nicolás estuviera engañando a su


esposa. No, sí es así, es un cínico con todas sus letras. ¿Que según no
recuerdo dijo en mi casa que la amaba y que era la razón de su existencia?
¿Eran frases falsas acaso?

—Miranda, ¿sucede algo? —Owen llamó mi atención al ver que continuaba


mirándolos. Aparté la vista rápidamente.

—Nada Owen. Eh... sólo que vi a alguien conocido —contesté confundida.

¿Nicolás un adúltero? No lo puedo creer.

—Miranda Collins —era la voz de Morelia.

Al parecer me había visto y se acercó a nuestra mesa. No éramos amigas pero


nos conocíamos y la chica que luce de unos casi treinta años, aparte de ser
muy hermosa, es por decirlo de cierta forma agradable. Nada que ver con la
mayoría de las modelos frívolas con las que me he encontrado en el camino
que si pudieran te clavaran un puñal en la espalda de pura envidia. Me aclaré
la garganta para responder el saludo de la morena.

—Morelia —saludé, amable.

—¿Cómo estás, querida?— me preguntó con una voz melodiosa.


—Bien, querida. Gracias —conteste con una voz igual de melodiosa,
preguntándome sí ella sabrá que Nicolás está casado.

Él por su parte se acercó a la morena y la tomó por la cintura, pegando la mujer


posesivamente a su cuerpo.

Sí, era su amante. Un ácido amargo subió enormemente por mi garganta; casi
provocándome arcadas en tanto miraba cómo la abrazaba.

Es un cínico infiel, Nicolás. El hombre del cual me enamoré a los dieciséis años
como una idiota, resulta ser un adúltero. Juro que era, aparte de mi padre, uno
de los hombres que más admiraba en mi vida. Qué decepción.

—Hola, Morelia —saludo a Owen, al parecer conociendo a la modelo. Lo miré,


arrugando mi nariz.

—Vaya, pero sí es Owen Smith. Eso sí que es una sorpresa —dijo ella
sonriéndole.

Nicolás permanecía en silencio y yo en estado en shock. ¿Engañando a su


mujer con otra y aparte la exhibe descaradamente sin ningún remordimiento?
Cuando cinismo hay en el mundo de veras.

—Sí. Una sorpresa —dijo Owen en un tono que no supe cómo interpretar.

—Bueno, querida me dio gusto verte —yo medio le sonreía—. A ti también,


Owen.

Ambos asentimos, tanto Owen como yo.

Vi como Nicolás tomaba su mano ¡Dios! ¿Cómo es posible? Es un... Ni siquiera


sabía con qué calificarlo ya. Su mirada y la mía se encontraran; esos dos pozos
grises mirándome con firmeza, pero rápidamente la aparte asqueada por la
situación y clavándome las uñas en la palma de la mano por debajo de la mesa
con tanta fuerza que mi carne dolía.

Sinvergüenza.

—Vámonos a nuestra mesa querido —sugiere Morelia.

Mejor.

Si siguen en mi presencia vomitaré más temprano que tarde y sería una


escena bastante desagradable, soy una figura pública con una reputación que
proteger, ¿no?

Mi mirada bajó hasta su mano donde debería estar su anillo de casado, pues
aún seguían ambos ahí sin retirarse. ¡No lo trae, no lo trae! Clarooooo, se lo ha
de haber quitado para fingir una soltería que no tiene. Eso es el colmo del
cinismo. Ahora que lo pienso, ¿ese día en mi casa traía anillo? La verdad es
que no me fijé.
«¿Qué te pasa Miranda, acaso estas celosa?»

«Que te jodan», le grité a mi subconsciente burlón, se carcajeó de mí.

Tenía que disimular como las mejores actrices para que no se notara mi
malestar.

—¿A mí no me vas a saludar, Miranda?

Hasta que el señor abre la boca para dirigirse a mí.

¿Cómo puede ser tan hipócrita? No tiene la más mínima vergüenza. Se le


olvida que yo sé que está casado el muy imbécil de mierda, no es que eso me
rebasa. Suspiré por no sé cuál número de veces ya, para calmar mi rabia,
lanzándome el pelo largo hacia atrás.

—Perdón, ¿ustedes se conocen?—preguntó Morelia con intriga, mirando a uno


y a otro pero con su mano muy enganchada a la de Nicolás, dedos
entrelazados de una forma muy íntima y... ¿romántica?

—Claro —dijo Nicolás a su amante con una sonrisa que yo la vi más falsa que
una moneda de dos pesos, al no reflejarse en sus ojos—. A esta niña yo la
conozco desde hace varios años. Es hija de un buen amigo mío.

¿Cómo se atreve a llamarme niña? Estaba molesta, pero lo disimulo.

—Hola Nicolás. Como siempre es un placer verte, querido —le contesté igual
de cínica que él.

—Lo mismo digo, pequeña —su tono de voz sonó desafiante y su mirada de
igual modo. Un minuto más tarde ellos se retiraron, pero para mi jodida mala
suerte se ubicaron en una mesa bastante cerca de la nuestra.

Maldita sea.

Mejor me hubiera quedado en mi casa viendo películas cursis y comiendo


palomitas con mucha mantequilla y bebiendo refresco.

La cena no había sido nada agradable. Para nada. Es que no fue la cena
perfecta que yo creí que iba a tener con un chico que me gusta bastante. Fue
un completo y absoluto asco.

Morelia y Nicolás estando tan cerca, aparte de las miraditas que se echaban y
que yo podía ver cada vez, que de forma involuntaria, miraba hacia su mesa y
como ella reía con cada estúpido chiste que él le hacía, acariciándole la cara o
la mano, me tuvieron fastidiada y apenas probé mi cena.

Estaba esperando a Owen en el parking que se había alejado para contestar


una llamada, podía verlo a lo lejos y ansiaba que culminara esa llamada ya.
Quería irme a mi casa, me sentía incómoda y hasta rabiosa mientras movía los
pies ansiosa por irme de este puto lugar.
«¿Celosa?»

Mi conciencia habla, la que me ha estado fastidiando toda la noche como una


enemiga pública.

«Que te calles joder. No son celos, es lástima por la pobre esposa engañada
que quien sabe dónde estará pensando que su marido es un santo. Que quede
esto claro»

Sí, parezco una loca discutiendo con mi conciencia.

«¡No me digas! Ni tú misma te crees tu propia mentira, linda»

Suspiré dejando salir todo el aire por la nariz e intento concentrarme en las
pocas estrellas que iluminaban la ciudad desde el cielo teñido de color oscuro,
dejando atrás el color azul con nubes blancas de la tarde. Mi intención con eso
era calmar la ansiedad que tengo de querer irme de este lugar. Solo que Owen
aún no termina la puta llamada ¿acaso es una conferencia telefónica de una
noche completa?

¡Joder, me quiero ir!

— ¿Esperando a tu novio? —Nicolás se había acercado a mí sin su amante.


Me pregunté dónde la habrá dejado —. Porque es tu... novio, ¿cierto? —volvió
a preguntar.

Apreté los dientes un segundo mandando un poco de calma a mi sistema


revolucionado y lleno de una rabia incomprensible para mí. ¿Qué sucede
conmigo?

—Eso no es de tu incumbencia, Maderos —le contesto de manera brusca


evitando mirarle y apretando con fuerza mi bolso de mano, ¿por qué estaba tan
jodidamente molesta? ¿por qué?

—Perdón ¿por qué me hablas de ese modo, tan... cortante? —Quiso, saber.

Me quise morder la lengua para no decir lo que estaba pensando de él pero si


algo tengo yo es que siempre suelto lo que pienso. Lo encaré, viéndome más
baja que él aun con mis tacones de diez centímetros puestos.

—¿Sabes por qué te hablo así, Nicolás? Porque yo pensaba que eras otra
clase de hombre; pero para variar me equivoqué. Tú no eres más que un
cínico, falso, mentiroso, y por supuesto un traidor de mierda. No soporto a los
hombres como tú que engañan a sus mujeres tan cínicamente como si nada
les importara. ¿No te da vergüenza decir que es la razón de tu existencia y una
semana más tarde estar paseándote con otra tan abiertamente? ¿No te das
cuenta que eso no te convierte en más hombre, al contrario, te hace ver como
una basura? ¿No te das cuenta que es asqueroso lo que estás haciendo?

No me inmuto ante mis palabras.


Aun con la poca luz del parking, pude ver su cara de desconcierto fingido.

—¿Me puedes explicar de qué mierda me estás hablando tú a mí? ¿Te has
vuelto loca, Miranda? —Gruñó, de un modo tan brusco que pudo haberme
hecho retroceder de miedo, más no fue así.

—Solo digo lo que...

—Hermosa, nos vamos.

Bien, Owen había vuelto.

—Claro, cariño —mi voz salió con el mismo tono que le habla una novia a un
novio que quiere mucho, al menos lo intenté. Entretejimos nuestros dedos y
nos alejamos, dejando al traidor de Nicolás atrás.

CAPÍTULO 5

— ¿Estás bien? —Es la pregunta que salió de los labios de Owen al


estacionarnos frente a mi casa.

Durante todo el camino me había mantenido en silencio, divagando en mis


propios pensamientos, y aunque él habló apenas si recuerdo haberlo
escuchado y prestado atención, por lo que sintiéndome como una gran perra
giro hacia él y encuentro sus ojos puestos sobre mí con cara de no comprender
mi actitud.

Paso saliva por mi garganta reseca.

Owen había sido dulce invitándome a cenar, eligiendo el mejor restaurante,


elogiándome más de veinte veces seguidas por lo hermosa que estaba y
mientras yo, apenas si vi a Nicolás llegar al restaurante con Morelia colgada del
brazo había sido poco el caso que le había hecho, no me sorprendía que me
hiciera esa pregunta por mi cara larga sin sentido alguno y mi falta de interés
hacia él.

—Sí, estoy bien Owen.

— ¿Sí? —no me permitió contestar—. No sé si creerte Miranda, puesto que


has estado bastante callada y muy extraña desde que... vimos aparecer en el
restaurante a ese hombre con Morelia colgada del brazo, incluso se borró tu
hermosa sonrisa y no la vi más, además de prácticamente estuve hablando
solo durante todo el trayecto cuando se suponía que tenía una bella mujer a mi
lado.

Trago en seco. Era evidente que notaria que algo cambio desde que
aparecieron Nicolás y Morelia, desde ese instante la noche dulce que estaba
teniendo se me amargó completamente.
—Discúlpame, Owen —le digo, y cuando toco su cara con mis dedos lo siento
inhalar aire fuertemente—. Disculpa si te arruiné la noche con mi actitud es
que... primero: me duele fuertemente la cabeza —aunque se crea que sí para
zafar, en esa parte no estoy mintiendo, siento que se me va a reventar y tendré
que tomarme una de mis pastillas para la migraña inmediatamente entre a
casa—.Y lo segundo es que me sorprendió ver al hombre que dices me borró
la sonrisa con su presencia con Morelia, fue un trago bastante amargo, pues no
creía que él fuera de ese tipo de hombres, está casado y para peor, no es con
la modelo con la cual lo vimos. Así que le está siendo infiel descaradamente a
su pobre esposa.

Owen alzó una elegante ceja.

— ¿Casado? —Asentí, él se recostó sobre el asiento—. Oh, vaya. Nunca me lo


hubiese imaginado.

—Yo tampoco —dije con un resoplido.

—¿Por qué te molesta tanto? ¿Hay o hubo algo entre ustedes? —me
sorprendió con esa pregunta, clave mis ojos muy adentro de los suyos.

—Claro que no —dije, aún mirándolo—. Él... sólo es un amigo de mi padre, lo


conozco desde que era una cría de nueve años y entró en nuestra familia.

Y varios años después me enamoré perdidamente de él, pensé para mí.

—Perdóname, no sé por qué hice esa pregunta —me acarició ligeramente el


mentón. Sus manos se sienten suaves sobre mi piel, a simple vista hechas
para acariciar la piel de una mujer con calidez.

Owen y yo nos quedamos observándonos fijamente, mas después de unos


largos segundos mis ojos cayeron sobre sus labios ligeramente entreabiertos.
Podía ver su pecho subir y bajar a medida que respira, y por un momento
deseo besarlo y probar su boca, o más bien quería probarme algo a mí misma
con ese hecho. Volví mis ojos a su rostro y al encontrarme con su mirada vi en
ellos el deseo que sentía de que hiciera lo que rondaba por mi cabeza. Quiere
besarme pero está cumpliendo su promesa de que solo sucederá cuando yo se
lo pida o en el caso contrario, que sea yo quien lo haga.

Decidí cumplir su deseo y el mío propio.

Así que, pego mis labios a los suyos para besarlo. El contacto fue suave y solté
un pequeño suspiro. Owen, rápidamente abrió sus labios dándome acceso a
explorar con mi lengua en su interior, y soltando un fuerte gruñido enterró sus
manos en mis cabellos y se lanzó a explorarme con ansias y deseo , utilizando
su lengua para acariciar cada rincón de mi boca.

No besaba nada mal, era hasta tierno besando, no podía decir que no me
gustara, pero no demasiado. No es de esos besos que provocan que te
tiemblen las piernas, que el corazón se quiera salir de tu pecho o que el tiempo
se detenga por una fracción de segundos, tal y como tanto lo había soñado.

Me separé de sus labios y vi como Owen lamía su labio inferior con la lengua,
antes de suspirar.

—Wao, eres tal y como lo suponía, eres deliciosa, Miranda —dijo sonriente y
feliz jugando con mi cabello entre sus dedos.

Yo no sabía qué decir ante lo que acababa de pasar.

— Se... será mejor que entre a mi casa —tartamudeé, nerviosa después de


que fui yo misma quien inició el beso.

—Claro preciosa.

Owen salió del auto y lo rodeó para abrirme la puerta, una vez lo hizo me
ofreció su mano grande para ayudarme a salir. La tomé y sus labios cayeron de
forma suave sobre mis nudillos, dándome un beso.

Le di una sonrisa con un dejo de agradecimiento. Es un hombre agradable y no


niego que independientemente de la forma como culminó la noche no haya
sido lindo haber estado con él.

—Gracias por esta noche —le dije cortésmente.

El rubio volvió a besarme, solo que no lo profundizó, duró apenas unos pocos
segundos.

Me despido y entro en mi casa. Al entrar la sala estaba despejada y en


completo silencio, sin ningún miembro de la familia merodeando por ahí.

Me quité los tacones y subí las escaleras casi autómata hacia mi cuarto.
Cuando entro arrojo las sandalias sobre el piso y busco dentro de una de mis
gavetas mi frasco de pastillas que me sirven contra la migraña que
regularmente sufro, más aun me ocurre cuando estoy estresada o de mal
humor, como ahora.

Agarro dos pastillas, relleno un vaso de agua de la jarra de cristal que se


encuentra sobre mi mesita de noche y me las tomo, acto seguido me desplomo
sobre la cama mirando el techo con los brazos abiertos sobre mi cabeza. La luz
clara de la luna se filtra por las persianas e ilumina por completo mi habitación.

Todavía no comprendo por qué estoy tan molesta. No lo entendía en verdad.

Si Nicolás tiene una amante y está engañando a su esposa a fin de cuentas


eso a mí que me importa. Es su maldito problema no el mío. Entonces ¿por
qué me molesto? Y, ¿por qué le dije lo que le dije?

«Celos, malditos celos que me están matando, celos»

¿Será cierto que son celos?


Negué mentalmente.

No, yo no tengo ningún derecho a sentir eso.

—Cariño, ya has llegado —entró mi madre a mi recamara. Yo continúe


recostada sobre la cama mirando el techo. Sentí su peso cuando se sentó
sobre el colchón—. ¿Qué tal tu cena, mi pequeña?

«Un desastre», digo para mis adentros.

—Bien —contesto, sintiendo como mi madre acariciaba mis cabellos


esparcidos por el colchón.

— ¿Bien? —Inquirió, no muy convencida de mi respuesta—. ¿Así nada más?

Termino incorporándome en la cama y me siento sobre ella en posición fetal,


con mi madre a mi lado mirándome con cierta curiosidad en la mirada.

—Sí, bien. Bueno..., más o menos.

Se me quedó mirando más curiosa aún.

— ¿Por qué más o menos? ¿No me digas que ese chico te faltó al respeto? —
empleó ese tono de madre preocupada, sosteniéndome el mentón.

—No mamá, Owen es un caballero, así que jamás me faltaría al respeto. Fue
otra cosa la que provocó que mi cena no fuera tan agradable: Nicolás.

Las cejas de mi madre se fruncen ligeramente.

— ¿Nicolás? ¿Qué Nicolás?

—Nicolás Maderos, el amigo de papá —contesté con un sabor amargo en la


boca—. Me lo encontré en el mismo restaurante y fue bastante desagradable.

—No entiendo —mi madre dice, cruzando sus brazos bajo el pecho—.
¿Miranda desde cuando Nicolás te cae mal? Según yo recuerdo ustedes solían
ser amigos y de hecho él te tiene mucho cariño, ¿qué causó tu enojo?

Respiré profundo por la nariz.

—Pues que comprobé que Nicolás es un cínico y un mentiroso —pongo mi


cabeza en el hombro de mi madre—. No lo vas a creer, pero lo vi muy
romántico con una mujer.

— ¿Y eso lo hace un cínico? —Pregunta—. Eso es prácticamente normal.


Digo, es un hombre que tiene derecho a divertirse.

Me enderezo y la miro.

—Madre, no me entiendes. Nicolás estaba en ese restaurante en actitud


romántica con una mujer que no era su esposa. ¿Ahora si me entiendes? —Mi
madre se carcajeó y yo fruncí el ceño—. ¿Qué es tan gracioso?
Mamá puso una mano en una de mis mejillas.

—Tesoro, que estás exagerando —musitó—. Nicolás, no está casado.

¿Cómo?

— ¿Cómo qué no está casado si antes de irme estaba a sólo días de casarse y
luego tú, me contaste algunos detalles de su esplendorosa boda?

Mamá se pone seria y yo no comprendo nada.

—Sí cariño, Nicolás efectivamente se casó pero hace más de dos años que se
divorció de su mujer —mis ojos se ampliaron y mi corazón dio cierta voltereta
que no supe qué nombre ponerle—. ¿Qué no te lo había contado?

Meneé mi cabeza en negación mientras me rasco la sien.

Mierda.

Nicolás ya no está casado aunque yo creía que sí, y como no lo está puede
salir con la mujer que le dé la gana. Es un hombre libre y sin compromiso,
bueno, la tiene a ella y por como los vi...

— ¿Quién es, Abby?

Mamá sonrío.

—Abby es una niña preciosa y encantadora y es la hija de, Nicolás. Es la luz de


sus ojos actualmente y según dice lo tiene comiendo de su mano.

Ahora comprendo que era de su hija de quien hablaba y no de su esposa, pero


supongo es una niña que comparte con ella y que siempre los mantendrá
unidos por más que estén divorciados. ¿Por qué se divorciaron? Quise hacer la
pregunta a mi madre pero al final no lo hice y la mantuve cautiva en mi
garganta.

«No está casado», La frase se repitió una y otra vez en mi cabeza y mi fuerte
dolor fue un poco más en aumento. ¿Qué hice? Creyendo que tenía derecho
de meterme en el hecho de que, en el caso de tener esposa, Nicolás la estaba
engañando, lo había insultado sin inmutarme y por demás, sin medir mis
palabras. Oh Dios mío, lo que debe estar pensando ese hombre de mí debe ser
de todas las formas menos bonito.

🌺🌺🌺

A la mañana siguiente me desperté con la única misión de disculparme con


Nicolás, él no se merecía lo que le había dicho. Dicen que siempre hay que
aceptar cuando nos equivocamos y yo me equivoqué. Ni siquiera había podido
dormir bien por la culpa, por no haber podido mantener mi boquita cerrada y no
haberlo insultado de la forma que lo hice.
Me hallo pensando en cómo es que voy a hacerle para conseguir el perdón de
Nicolás sin tener que llegar tan bajo como arrodillarme para conseguirlo cuando
Andrea llegó y se sentó en la mesa del desayuno como toda una mal educada.
Sólo estaba yo, puesto que mi padre continua de viaje y mi madre aún no baja,
en ocasiones se le pegan las sábanas.

—Buenos días —saludo, metiendo un poco de pan en mi boca.

Era día de clases, así que trae puesto su uniforme del colegio; el mismo donde
yo estudié hasta los dieciséis años.

—No veo que tiene de buenos —contestó brusco al tiempo que se lleva un
vaso de zumo de frutas a la boca.

—Ya veo que estás de mal humor —resoplo, dejando a un lado mi desayuno,
quitándoseme el hambre.

—Eso pasa cada vez que te veo —me levanté de la silla lanzando la servilleta
sobre la mesa, enojada con su actitud.

—Contigo no se puede hablar, Andrea —le grito, evitando ponerme histérica,


más me es imposible con esa niña—. ¿Pareciera que me odiarás?

Poso sus ojos verdes en los míos, los mismos ojos de Paula.

—No te odio pero tampoco te quiero. Y, no te quiero porque siempre me has


robado el cariño de mis padres. Para ellos eres la única que existe.

No pasa desapercibido ante mí el atisbo de amargura en sus palabras.

—Eso de que mis padres no te quieren es mentira. Solamente te lo estás


inventando.

—Sabes bien que no miento, Miranda —aseveró—. No te hagas la tonta


cuando sabes que mis palabras son la pura realidad. Eres su sol y yo soy solo
la oveja negra de esta familia.

Tomo una inspiración profunda. Es tan cerrada.

—No pienso seguir discutiendo contigo porque veo que es imposible —musito,
con voz firme—. Ya te darás cuenta tú solita que estás equivocada, Andrea.
Pero quiero que sepas una cosa, eres mi hermana y te adoro como no tienes
una idea por más que me maltrates y me rechaces, y daría todo por tener una
buena relación contigo, ojalá solo pudieras dejar de tratarme como tu enemiga.

Y con eso me fui evitando más discusiones..

🌺🌺🌺

Una hora más tarde estacioné mi auto frente a un lujoso edificio donde se
hallan ubicadas las oficinas de Nicolás. Desde mi coche podía ver su nombre
en él «Maderos advertising». Él posee la mejor agencia de publicidad de Los
Ángeles. Después de inspirar profundamente varias veces seguidas salí de mi
auto y camino hacia la entrada.

Debo confesar que estoy algo nerviosa. Tengo miedo de que Nicolás no quiera
perdonarme por haberlo ofendido sin razón y de hecho cabe esa posibilidad.
Solo espero que lo haga. No puedo con la vergüenza.

—Buenos días —saludo a la chica detrás de un elegante mostrador. Una rubia


de ojos claros e impecablemente vestida.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —su pregunta suena amable, por lo
que le sonreí dulcemente ajustándome los lentes de sol por encima de la
cabeza.

—Me gustaría poder ver al señor Maderos. Por favor dígale que Miranda
Collins le busca —la chica me observó detenidamente.

— ¿Tiene cita con él?

Meneo mi cabeza.

—No —Contesto.

Su cabeza se sacudió en negación.

—En ese caso me temo que no podrá verlo. El señor Maderos no acostumbra a
recibir a nadie que no tenga una cita. Lo siento señorita —me mordí el labio
inferior con impaciencia.

No cuento con una cita, pero eso no me impedirá que lo vea. Había venido a
pedirle, a más bien a suplicarle, me disculpe por ser una boca suelta que no
sabe medir sus palabras cuando está enojada, aunque no tenía motivos para
estarlo, y no me iría antes de hacerlo.

— ¿De casualidad el señor está en su oficina? —detrás de mi pregunta se


esconde una sola intención.

—Sí —Contestó la chica, concentrándose en un documento.

—Mmm, ¿y está ocupado? Quiero decir, ¿está con alguien?

La muchacha veinteañera me miró incrédula mientras yo le daba una sonrisa


enorme, pero me contestó que no.

Era lo único que necesitaba, e ignorando que la secretaria me dijo que no


podía entrar, abrí la puerta de su despacho y me lo encontré concentrado
detrás de su escritorio con la vista fija en el ordenador.

Al sentirme por el impacto de la puerta al abrirse, desvió la mirada hacia mí y


por su expresión, no había que decirlo, está enojado. Me miró con el ceño
fruncido apretando fuerte su mandíbula cuadrada, y sus ojos en lugar de grises
pasaron a ser negros.

Tragué saliva atropelladamente, a ver como salgo de esta.

—Señor Maderos, perdón, pero esta señorita entró sin que yo pudiera evitarlo.
No la pude detener —se defendió la secretaria luciendo nerviosa.

Alcé la barbilla.

—Necesito hablar contigo —musito, suplicando para que no me eche, y vamos


a ser sinceros, el hombre tendría toda la razón en hacerlo.

—Está bien Agustina. Yo me encargo de la señorita —después de eso la chica


salió cerrando la puerta a su salida y yo suspiro.

Echo un vistazo a su lugar de trabajo.

Su oficina era sofisticada con paredes pintadas de blanco luminoso, cuadros de


gran valor sobre la pared y los muebles eran de lujo y en caoba fina. Aparte de
lo enorme que era, poseía grandes ventanales de cristal donde se podía ver la
parte más hermosa de la ciudad. El buen gusto se dejaba ver en el lugar.

Su llegada hacia mí y el sonido de su voz ronca me hace desviar la atención de


su oficina hacia él, encontrándomelo delante de mí luciendo alto, seguro de sí
mismo, arrebatadoramente sexy y como un jodido modelo de revista enfundado
en un traje de tres piezas que le queda como un guante de bien. El olor de su
perfume, sensual, fresco y varonil me envolvió completamente, sin dejar
mencionar que Nicolás tiene una presencia tan cautivadora que me temblaron
las piernas y el... corazón en el pecho.

Maldita sea. Me odio por permitir que siga afectándome de esa manera.

—Bien, ¿a qué debo la visita de la señorita, Collins —se cruzó de brazos frente
a mí, mirándome con detenimiento —. No me digas, ¿anoche te faltaron
insultos por decirme y te presentas aquí para terminar tu tarea de acribillarme
sin razón alguna? Comienza, soy todo oídos.

Suena tan enojado y... ¿herido? Y la cara me arde de la vergüenza.

«Tú y tu boca Miranda, ¿no podías solo cerrarla y hacer como si no te


importará? No, tenías que rellenarlo a insultos como el pavo del día de acción
gracias», me riño a mí misma.

—Yo. Bueno es que yo...—ni siquiera sabía por dónde comenzar—. Nicolás,
vine a disculparme contigo por mi actitud de anoche. Veras, yo no sabía que tú
estabas divorciado, a mi entender tú seguías casado y cuando te vi con Morelia
creí que le estabas pegando los cuernos con otra y eso me pareció muy...
malo.
No estoy mirando sus ojos, por lo que no sé qué reacción causaron en ellos
mis palabras. Me siento tan avergonzada que no puedo más que mantener la
cabeza baja.

— ¿Así qué me llamaste cínico, mentiroso, traidor, además de falso, y en


pocas palabras poco hombre y basura porque según tú yo estaba engañando
una esposa que por supuesto no tengo?

Yo seguía mirando al piso.

—Sí, lo siento, sé que no tiene justificación y...

Mi oración de disculpa no fue concluida.

—Por supuesto que no tiene justificación, porque lo que yo haga con mi vida o
deje de hacer, y si me acuesto con todas las mujeres de Los Ángeles no es de
tu incumbencia niña —esas palabras me dolieron en serio. Me gritó enojado y
me sentí peor que una niña regañada por sus padres al ser descubierta en una
travesura—. Ahora, si me disculpas tengo cosas importantes que hacer y no
me gusta perder mi valioso tiempo en estupideces de nenitas de papi... Así que
adiós.

Él se volvió y tomó asiento nuevamente en su silla, ignorando mi presencia y


negándose a escuchar nada más que salga de mi boca. Un nudo se instaló en
mi garganta y sentí un fuerte dolor en el estómago, fue como si me hubiesen
dado una patada justo en el hígado.

Ese hombre que me había hablado de ese modo tan brusco no parecía el
Nicolás dulce, tierno, que me llamaba princesa o pequeña, y del que yo me
enamoré perdidamente cuando era si una niña que apenas se le estaban
desarrollando los pechos, era otro totalmente distinto y lo malo es que por más
que me duela su rabia y su enojo no puedo culparlo, pues por ahí dicen que
cada quien recoge lo que siembra. Me lo he buscado.

— ¿Algo más que quieras decirme?

Tras el hecho de que no me había ido su voz dura, fría como un país cubierto
de nieve y cargada de rabia hacia mí volvió a reproducirse, diciéndome en
pocas palabras que me quería fuera de su oficina a la voz de ya.

—No, nada más solo... Discúlpame nuevamente.

Y sin más que decir me deslicé fuera de su oficina.

Nicolás prácticamente me había echado de su oficina, de una forma refinada,


pero al final tenía el mismo efecto. Me siento desilusionada. Él me odia.

Resoplo con frustración antes de meterme en mi auto y alejarme.


CAPÍTULO 6

Aproximadamente una hora más tarde de haber sido echada, "finamente", de la


oficina de Nicolás, detengo el auto frente a mi casa y justo antes de salir, tras
tener la capota levantada, puedo ver a través de mis lentes de sol Praga un taxi
estacionado frente a la casa. Alguien había llegado, pensé retirándome mis
gafas. Por un momento me pregunté quién sería hasta que mis ojos
vislumbraron al salir de aquel vehículo a una mujer de cabello castaño, alta,
con una piel blanca y muy hermosa que yo conocía a la perfección. Mi tía Marfil
y hermana menor de mi padre.

Sonreí ampliamente cerrando la puerta de mi coche, tras haber salido de él.

¡Dios! Hacía años que no la veía; muchos antes irme a Francia. Estaba
hermosa. Con el corazón rebosante de alegría me dirigí hacia ella.

Marfil no es muy expresiva conmigo, pero yo si la quiero mucho. Ella es por


decirlo de cierta manera, poco cariñosa en lo que se refiere a mí.

— ¿Tía, Marfil? —Grité tras ella.

Se giró rápidamente al escucharme antes de entrar por el gran portón negro, y


sus ojos azul celeste; tan iguales a los míos, se clavaron en mí.

— ¡Miranda!— exclamó con un poco de emoción, pero no se movió de su lugar


con sus maletas a su lado. Yo lo hice en su lugar.

—Hola tía. Qué bueno verte —dije notando algo diferente en ella. Sus ojos
tenían una mirada distinta esta tarde.

A través de los años me había fijado que guardaban cierto misterio y lucían
tristes. Ahora solo veo que tienen un poco más de luz.

—Hola hija mía —me da una pequeña sonrisa—. ¡Pero si estas hermosa!
Sorprendentemente me abrazó y hasta sentí que me besó en la cabeza, tras al
a pesar de considérame muy alta, me siento más baja ante ella que es muy
alta. Suspirando me aferro a sus brazos porque, aunque no lo crean puesto
que es mi tía, es la primera vez que ella me abraza voluntariamente.

Nunca he entendido sus razones en cuanto a estar demasiado cerca de mí y


mostrarse tan distante, sin embargo, yo la adoro y no puedo evitarlo por más
que quiera, es más fuerte que yo. Sus abrazos son tan cálidos, y es extraño
pero me siento protegida, como una sensación de pertenecer a ella. De que
algo muy fuerte nos une, siempre he sentido esa sensación a su lado y es una
sensación que no siento siquiera con mi propia madre. Siempre he tratado de
buscarle una explicación y no la he encontrado.

—Es increíble que estés aquí —comenté, alejándome de su abrazo—. Hace


tantos años que no nos veíamos.

—Sí, muchos años —Marfil sonrió y acarició mis cabellos colocando un


mechón tras mi oreja—, ¿pero sabes una cosa? He vuelto para quedarme.

Abrí los ojos sorprendida.

— ¿En serio?

Ella asintió y yo volví abrazarla.

Me gusta la idea que decidiera quedarse. Desde que tengo uso de razón Marfil
siempre ha vivido en cualquier parte del mundo, como si estuviera huyendo de
algo. Un pensamiento estúpido.

¿De qué podría huir una mujer tan buena como ella?

Nos apartamos y luego entramos a casa, ayudándole yo con una de sus dos
maletas. Estaba feliz por tenerla en casa.

🌺🌺🌺

Otra noche más sin poder dormir. No sé qué está pasándome pero continuo
sintiendo ese miedo extraño que no me deja dormir, es una sensación tan
extraña y molesta. Ni siquiera se parece a como cuando era más chica y me
creía había monstruos en mi closet que no me dejaban dormir y lloraba de
miedo, aunque muchas veces me los inventaba para tener un pretexto y poder
dormir en la cama de mis padres como la niña mimada que desde niña he sido.

Me levanté de mi cama y sin molestarme en ponerme nada en los pies bajo


hasta la cocina por algo que me relaje. Lo necesito.

Llegué a la cocina, como estaba algo oscura encendí una pequeña luz
iluminándola solo un poco.
Abrí el refrigerador y me serví un vaso de leche con miel. De pequeña solía
tomarla de ese modo con mucha frecuencia, me ayudará a relajarme. Tomé
asiento en una mesa con mi bebida.

Pasado unos pocos segundos escucho unos pasos y me sobresalto, casi


soltando un grito, casi.

— ¿Quién está ahí? —pregunto cautelosa, apretando mi vaso de leche en la


mano.

No creí que fueran ladrones, la mansión tiene una muy buena seguridad. Mi
padre es muy cuidadoso con esas cosas.

—Soy yo —era la voz de la tía Marfil, suspiro con alivio—. ¿Qué haces en la
cocina a esta hora?

Marfil tomó asiento en una silla frente a mí. Su cabello castaño largo estaba
suelto cayendo como seda tras su espalda, y su bata de dormir era de color
azul claro y hace resaltar un poco más sus ojos celestes. La luz de la cocina
alumbra su rostro, dándole brillo.

—Tengo insomnio —contesto antes de tomar un poco de mi leche.

— ¿Y a qué se debe? —me preguntó, mirándome los ojos. Celeste contra


celeste.

—No sé cómo explicarlo, pero siento una sensación extraña. Miedo, esa es la
palabra que define lo que siento.

— ¿Miedo? —Asiento—. ¿De qué tienes miedo, cielo?

Me encojo de hombros. Porque sé que siento miedo, pero no tengo la menor


idea de a qué se debe.

La escucho suspirar hondo.

—Ven conmigo, nena —Marfil se puso de pie y me ofreció su mano.

Dejé el vaso con la mitad de mi leche sobre la mesa, me levanté de la silla,


enredé mis dedos con los suyos y abrazadas subimos hasta mi recamara. Una
vez allí yo me acosté sobre mi cama con mi tía a mi lado abrazándome y
acariciando mis cabellos con... ¿ternura?

—Duerme cariño —me dio un beso en la cabeza, algo que me sorprendió


mientras mis ojos poco a poco se cerraban—. Todo estará bien.

Y con las caricias de la mujer que tantas veces consideré fría en lo que a mí se
refería me quede dormida, en sus brazos y dormí como un bebé.

🌺🌺🌺
Hacía ya más de una semana que la tía Marfil había llegado a nuestra casa,
papá por su parte está feliz con su visita; el adora a su hermana menor. Mi
madre por el contrario tiene una cierta antipatía con ella. Me di cuenta que
había habido una tensión inexplicable entre las dos y no me explico el por qué.
Según recuerdo tenían una muy buena relación, pero tal vez estoy equivocada,
como que últimamente me ha dado por estar algo paranoica.

En cuanto a Nicolás, no lo he vuelto a ver desde la última vez que me echó de


su oficina, aunque todas sabemos y más yo que, estaba en todo su derecho.
No debí insultarlo de esa manera. Fui una tonta y ahora me merezco que me
odie. Ojalá no sea un odio eterno.

En fin, que en una semana será el cumpleaños de mi hermana Andrea, y ya sé


que es grosera conmigo hasta más no poder y sin embargo, estoy pensando en
prepararle una grandiosa fiesta. Por más que me trate como perro mugroso y
como su enemiga cuando no lo soy ni quiero serlo, es mi hermana y la quiero.
Solo espero poder tener más tarde una bonita relación con ella, aunque lo veo
tan difícil.

Voy al despacho de mi padre para comentarle que su hija finalmente ha


decidido estudiar una carrera. Aunque lo curioso es que la carrera por la que he
optado sea fotografía. Es como pasar de estar delante de las cámaras para
estar detrás de ellas pero me agrada esa carrera, además de que quiero hacer
algo por mi vida ahora que le he dado una pausa al modelaje.

Estoy a punto de tocar cuando lo escucho platicar con mi tía, la puerta no


estaba completamente cerrada.

—¿Marfil en verdad has venido para quedarte?—inquirió mi padre.

Por la pequeña parte que tenía abierta la puerta, pude ver que se hallan
sentados uno frente al otro.

—Sí Lucas. Puede que te parezca extraño, pero quiero estar cerca de ella. Me
he perdido los mejores años de su vida; sin contar que la he rechazada durante
mucho tiempo, y ella no es culpable. Es inocente de todo.

¿Ella?, ¿Quién es ella? ¿De qué ella están hablando?

Seguí escuchando su conversación.

—Marfil, tú sabes que ella no sabe nada y sinceramente hermana yo no quiero


lastimarla. Estás bastante bien enterada de que es mi adoración.

Las palabras de mi padre me dejaron confundida y preguntándome a quién se


refería. Torcí el gesto. ¿Qué se traen ese par?

—Yo tampoco quiero lastimarla, Lucas, yo la amo. Tal vez no me creas


después de que un día yo misma decidí entregarla, pero es mi hija y la quiero.
Puede que un momento de mi vida había sido tan cruel como para rechazarla y
no sabes lo que hoy en día me arrepiento de lo que hice; fui una cobarde, pero
ella solo era una pequeña inocente.

Ahí si quedé más que confundida.

¿Ella era su hija? ¿La había rechazado. ¿Era inocente? ¿De qué hija
hablaban?

Yo nunca la había visto embarazada y yo solo soy menor que mi tía por quince
años. La conversación aún no había terminado, así que seguí escuchando.

Era de mala educación escuchar detrás de las puertas pero no podía evitarlo.

—Mira Marfil, eres mi hermana y sabes que te adoro. Pero esa niña es la razón
de mi vida. Tú más que nadie eres testigo de que esa pequeña es la luz de mis
ojos, siempre ha sabido derretir mi corazón de una manera tan fácil. La quiero
con el alma y no estoy dispuesto a permitir que nadie me la lastime bajo ningún
concepto, así que si esa es tu intención de una vez te digo que te detengas
porque...

Mi tía lo detiene.

—No pienso confesar nunca a Miranda que yo soy su verdadera madre,


puedes estar tranquilo, Lucas.

Mi corazón cayó al suelo. Todo se detuvo de golpe por una fracción de


segundos.

¿Ella era yo? ¿La inocente? ¿La que había rechazado? ¿La que no quería
lastimar?

¡Eso no podía ser!

— ¿Qué fue eso que dijiste? —Abrí la puerta de golpe, interrumpiendo en su


oficina—. ¿Eso, lo que escuché, es mentira?... ¿Yo no soy su hija?

Sollozo con las lágrimas ya cubriéndome las mejillas.

—Miranda, hija —ella intentó acercarse a mí pero yo retrocedí dos pasos hacia
atrás, se detuvo pasando la mano por su cabello castaño y pude ver cómo su
mano temblaba—. ¿Cuánto... escuchaste?

—To...do —digo, en un hilo de voz apagado, asustada de escuchar una verdad


que no quería que lo fuera. No quería.

— ¡Joder Miranda! ¿Qué hacías escuchado detrás de la puerta, cariño?

Él me está regañando.

—Qué importa si estaba escuchando o no... Solo quiero saber si lo que he


escuchado detrás de esa puerta es verdad. ¿Lo es? —exijo saber, nerviosa.
— ¡Maldición! No debiste haberlo escuchado.

Él estampó el puño con agresividad sobre su escritorio.

—Entonces es verdad, ¿tú eres mi madre?— miro a Marfil, luego a él—. ¿Yo
no soy tu... hija?

Ellos no decían nada, solo continuaban mirándome desconcertados.

— ¡Contéstenme! ¿Es verdad? —grito queriendo escuchar una respuesta, que


algo muy dentro de mí y por más que intentará engañarme, me decía que lo
que acababa de escuchar era tan cierto como que el cielo es azul y hoy es
Martes.

¡¿Su hija?!

—Hija mía, como hubiese querido evitar este dolor para ti; lastimarte me rompe
el alma —él se acercó a mí y me abrazó.

No duró mucho porque yo me aparté de él.

Ella estaba llorando de una manera lastimosa, su llanto parecía querer


romperla por dentro.

Era obvio que no necesitaba que me contestaran. Era verdad.

No pude aguantar un momento más en ese despacho donde en un segundo se


había desplomado mi vida por completo. Mi corazón podía explotar en
cualquier momento de lo mucho que me dolía y salí corriendo de allí, casi no
podía ver por dónde iba, las lágrimas me lo impedían pero logro salir por la
puerta de la casa y correr muy fuerte sin saber siquiera como le hacía,
necesitaba respirar fuera de allí.

Corrí hasta que me detuve a la orilla de un lago que quedaba cerca.

Me recosté sobre la barandilla sin poder controlar las lágrimas. Con el corazón
acelerado me coloco una mano en el pecho, porque en ese momento sentía
que iba a morir de un para cardíaco.

Pensar en Marfil como mi madre es doloroso. Dolía mucho porque eso significa
que he vivido en una mentira por veintiún años, y luego tengo clavada en la
memoria esas palabras salidas de su propia boca:

"La he rechazado toda la vida"

Mi propia madre me había rechazado como si fuera una peste. Ahora


comprendía todo; ese exagerado parecido que tengo con ella al que nunca le
había dado mucha importancia. Soy como una copia suya pero más joven.

Y luego que me he sentido rechazada por ella siempre. Desde que era una
niña, a pesar de que por una extraña razón que antes yo no comprendía yo
siempre quería estar a su lado Marfil me rechazaba, siempre lo hacía.
Recordaba la cantidad de veces que la había abrazado y ella se había
apartado de mí. Todo el tiempo se alejaba y mi corazón dolía de un modo
inexplicable, aun así lo intentaba una vez, y otra vez sin rendirme, todas las
veces que fueren necesarias. ¿Por qué no me quería? ¿De qué me culpa?

No sé cuánto tiempo después de llorar, lamentarme y caminar sin rumbo llegué


a un bar. Necesitaba tomar para olvidar por lo menos, para ver si así,
conseguía calmar tanto dolor que tenía en el corazón. Mi propia madre, la
mujer que me dio la vida cuando yo creía que había sido otra, me regaló como
se regala algo que no quieres, que no necesitas a tu lado, que te estorba y que
te hace... ¿daño? Me acerqué a la barra y tomé asiento.

El barman, un hombre joven y fuerte que no debe sobrepasar los treinta años
puso su atención en mí.

—¿Qué le sirvo señorita?—me preguntó, amable.

—Deme lo más fuerte que tenga —el chico me miró incrédulo, sin saber si
darme lo que le pedía o no—. ¿Que espera? ¡Sírvame lo que le pedí!

El hombre se movió y al cabo de unos minutos, colocó frente a mí un vaso con


un trago que ni siquiera me fije en el color porque a sinceridad, no era algo que
me importara mucho, solo quería que me hiciera olvidar. Inmediatamente lo
agarré y lo llevé a mi boca. Me lo tomé de un solo trago. Tuve que arrugar el
rostro, era realmente fuerte, pero era lo que necesitaba.

—Deme otro —pedí y así lo hizo.

Unas horas después todo me daba vueltas. Estaba completamente borracha,


pero aun así no quería parar. Cada vez que recordaba lo que había escuchado
en ese despacho quería tomar más y más. Cada vez que recordaba cada
desprecio a través de los años de mi propia madre las lágrimas se unían con el
licor. ¿Por qué no pudiste quererme si era tu hija, Marfil Collins? ¿Por qué si
nací de tus entrañas?

—Sírvame otro trago —pedí con la lengua que me pasaba por la borrachera.

—Lo siento señorita, pero no le pienso servir un trago más.

Lo miro molesta, él detrás de la barra y yo al frente. Con una suave música


sonando en el bar, donde había uno que otros contoneándose en la pista.

— ¿Qué dijo? ¿Qué no servirá otro trago? —casi que no me salía la voz,
estaba muy ebria.

Negó.

—No señorita, ha tomado usted demasiado —me dice, negándose—. Lo mejor


que podría hacer es marcharse a su casa.

¿Y este quién se cree para decirme que hacer?


—Usted a mí no me dice lo que tengo que hacer —le grito como puedo, la voz
casi no me sale—. Deme el trago que le pedí ya mismo.

El hombre joven y fuerte negó, otra vez.

—Ya le dije que no señorita, no insista

Gruño, estampando mi puño contra la barra y furiosa.

—Es usted un idiota, ¿sabe? Pero quédese con su bebida, ya no me interesa


para que lo sepa.

Me levanté de la silla con un poco de esfuerzo, como estaba muy mareada por
la borrachera no pude sostenerme y caí de golpe nuevamente sobre la silla.
Estaba dando el espectáculo más deprimente de mi vida, solo esperaba que no
apareciera un paparazis o mi vida pública estaría arruinada. Bueno, para lo que
me importa todo eso ahora después de saber que mi propia madre me regaló a
su hermano que no es mi padre sino mi tío y me gustaría entender por qué.
Toda mi vida ha sido una mentira de mierda. Intento levantarme nuevamente
pero es en vano, soy un asco y no puedo sostenerme en pie, al menos no sin
ayuda.

—Tal vez debería llamar a alguien para que venga por usted; es obvio que no
puede siquiera sostenerse en pie —me aconsejó el muchacho detrás de la
barra.

Podría llamar a alguien, pero no quería hacerlo. Además de que no tenía mi


móvil encima y soy muy mala aprendiendo los números de memoria. De hecho
tuve que dar mi costoso reloj al barman para pagar los tragos que me tomé,
pues no tenía un centavo encima. Dejo caer la cabeza sobre la barra y suelto
un hondo suspiro. Tengo una borrachera de muerte. Nunca en mi vida había
tomado tanto.

— ¿Miranda? —alguien me llamó por mi nombre, conocía esa voz y ese


perfume, lo había olido antes—. ¿Pequeña?

Una sola persona me llamaba pequeña de esa manera tan dulce. Levanto la
cabeza y me encontré con él. Esos enormes ojos grises mirándome, su olor tan
varonil rodeándome y viene vestido solo con una camisa blanca, la cual lleva
las mangas remandas hasta los codos y unos pantalones finos de vestir.

Parpadeo varias veces, pues dudé que fuera él y sí una alucinación mía por
causa de mi borrachera.

—Nicolás, ¿eres tú?—susurro en un hilito de voz apagado.

Veo un atisbo de sonrisa en sus labios.

—Sí, soy yo pequeña. Ven, salgamos de aquí —me pidió en un tono delicado.
Nicolás me tomó por el brazo y me ayudó a ponerme de pie, y debo decir que
si él no me sostuviera tan fuerte me hubiera desplomado. A continuación me
sacó del bar con sus brazos fuertes sobre mí.

Mi cabeza daba vueltas como una locomotora. Como que se me había pasado
la mano con el alcohol.

Salimos fuera y la brisa fresca de la noche se estrelló contra mi rostro, casi fría.
Llegamos frente a un lujoso jaguar de color negro. Era de Nicolás. Sin mucho
esfuerzo me metió en su auto, cerro mi puerta mientras yo me acomodaba en
el asiento, y seguido lo rodeo para ocupar el lugar del conductor.

—Te llevaré a tu casa —lo miro con sus manos apretando el volante y
mirándome—, pero antes quiero que me digas por qué estás en semejante
condición, Miranda.

—A mi casa no — Murmuré, en negación.

Ese era el último lugar donde quería ir. No deseaba ver a esa familia de
mentira.

Repentinamente sentí ganas de vomitar, como no quería dañar el cuero del


lujoso auto de Nicolás, tras una arcada abrí rápidamente la puerta del coche
tapándome la boca y salí del mismo a gran velocidad.

Una vez fuera me descargué de todo lo que tenía por dentro.

Mientras vomito siento como Nicolás sostiene mi cabellera en alto para evitar
que se ensucie con lo que estoy soltando.

Está siendo tan dulce después de creer que me odiaba, o quizás solo está
siendo amable por los viejos tiempos, ¿no?

Mi garganta se desgarraba con cada descarga, y vomité hasta que ya no hubo


nada más que soltar. Nicolás sacó un pañuelo de su bolsillo y limpio mi boca.
Era tan dulce y tierna la manera como me miraba que de pronto me sentí más
pequeña de la cuenta a su lado.

— ¿Qué ocurre, pequeña? —Sus manos suaves acariciaron la piel de mi


mejilla, mirándome con ternura—. ¿Por qué no quieres ir a tu casa? ¿Por qué
tomaste tanto?

Yo me eché a sus brazos y él me apretó fuerte, mi cuerpo delgado se perdió


por completo entre sus brazos. Sentí como me apretaba más.

—No quiero hablar de eso, y no deseo ir a mi casa... Allí no quiero ir, Nicolás
por favor —lágrimas caen de mis ojos, y de pronto estoy abrazando tan fuerte
al hombre que me abraza que no quiero soltarlo. Me da calma.

—Está bien —me aparte de su abrazo, inspiró profundamente mirándome a los


ojos—. Vamos. No te llevaré a tu casa sino quieres.
Me guió hasta su auto y me abrió la puerta para que entrara.

Después de haber vomitado estaba menos mareada pero mi cabeza aún daba
tumbos.

Nicolás encendió el coche y tomó la carretera. No sé dónde me llevaba ni me


importaba. Recosté la cabeza en el asiento y me quedé dormida
completamente. Todo había desaparecido de mi vista, oscuridad total.

CAPÍTULO 7

Despierto en una cama y en una habitación que no reconozco en lo absoluto, y


un olor cítrico y leñoso atraviesa mis fosas nasales, un aroma delicioso,
reconocí.

Me removí en las sábanas de color azul eléctrico que rodeaban mi cuerpo,


abriendo mis ojos y viendo como la luz del sol se cuela por el ventanal e incide
en mi frente, haciéndome doler la cabeza y emitir un fuerte gruñido, además de
sentir la garganta tan seca que creo necesario diez litros de agua para calmar
mi sed.

¿Dónde estoy? Me pregunto desconcertada por unos segundos mientras daba


leves parpadeos por la sensibilidad de mis ojos a la claridad.

Lo último que recuerdo era haber estado en el auto de Nicolás y que me había
quedado dormida. ¡Oh, claro! entonces estaba en su cama y en su habitación.
¿Él me trajo a su casa? Era más que obvio que sí.

Me incorporo en el colchón y al hacerlo, vislumbro sobre la mesita de noche


unos calmantes y un vaso con agua. Supuse que Nicolás había adivinado me
despertaría con dolor de cabeza y me las dejó allí para que me las tomara al
despertar. Vaya, que atento. Me duele en verdad así que no podrían sentarme
mejor. Alargo la mano hacia ella, tomé las pastillas y el agua, metí una de estas
en mi boca y luego el agua para tragarla.

El día anterior había sido una pesadilla. Ahora que lo pensaba bien, todo el
temor que no me había dejado dormir y el miedo al cambio se trataba de eso.
Sin duda mi vida ha cambiado.
La cajita de cristal en la que he vivido todos estos años creyendo que mi vida
era perfecta —a lo cual difiero en este momento—se rompió en miles de
pedacitos.

¡Auch!

¿Cómo pudieron engañarme de esa manera por tantos años? Estoy tan dolida
y furiosa en partes iguales.

Pasado un largo rato me levanto de la cama, viéndome con mi ropa puesta, lo


que significa que Nicolás no cruzó los límites y no se atrevió a desnudarme.
Menos mal.

Encuentro mis zapatillas planas al lado de la cama, me las calzo y salgo fuera
de esa habitación, camino por un largo pasillo hasta encontrarme unas
escaleras en forma de caracol. Desciendo a pasos lentos por los escalones y al
llegar a una amplia sala, y buscarlo no lo veo, hasta que escucho su voz ronca
y varonil.

Camino guiándome por su voz y cuando lo hallo está sentado en uno de los
sofás. Desde mi posición mientras me meto las manos en los bolsillos de mis
vaqueros ajustados solo puedo ver su nuca al hallarse de espaldas. Nicolás
tiene el móvil contra la oreja y supe inmediatamente con quien hablaba.

—Sí, te juro que está bien, Lucas —Pausa, está hablando con él—. No, no
digas tonterías, es tu hija, así que para mí no ha supuesto ninguna molestia el
cuidarla, lo he hecho tal y como tú lo harías con Abby si fuera el caso. Somos
buenos amigos para ello —otra pausa—. Claro, claro. Adiós y tranquilo que ella
entenderá.

Y entonces cuelga. Se pone de pie, se da la vuelta y se encuentra conmigo,


mirándolo y puedo notarlo tragar grueso.

—Oh, ya estas despierta —dice, acercándose a mí, está vestido como


acostumbro a verlo la mayor parte del tiempo, con un traje gris de tres piezas
que pinta fenomenal en él, como siempre—. Estaba hablando con tu padre que
está que explota de la preocupación por ti.

No es mi padre, pensé con tristeza.

—Él no es mi padre, ¿lo sabes no?

Asintió lamiéndose el labio y guardando el móvil en el bolsillo de su pantalón


fino de vestir.

—Lo sé, pero no creas que por ser amigo de tu padre de muchos años lo sabía
desde antes —me informa—. Anoche cuando te traje a casa le marqué para
decirle que estabas conmigo y ver si él me podría explicar por qué te hallé tan
mal en ese bar, entonces me dijo de lo que te enteraste.
—Me mintieron toda la vida —digo, caminando y dejándome caer sobre uno de
sus sofás, las lágrimas aproximándose a mis ojos y aun doliéndome la
cabeza—. Esto es tan difícil de comprender, pero más que nada lo que no
puedo es entender cómo una madre puede tener el corazón tan frío para
regalar a su hija. Ella me regaló con su propio hermano.

Nicolás se ubica a mi lado y me mira fijamente a los ojos, los míos ya


humedecidos por las lágrimas.

—Tal vez ella tuvo sus razones para hacerlo —fruncí el ceño incómoda.

— ¿La estás justificando?

Negó con la cabeza

—No pequeña —musitó —. No me mal intérpretes. Solo digo que...

—No me digas nada, no quiero hablar de esa mujer. No ahora — le corte con
un ademán—. Mejor dime, ¿cómo es que tú llegaste al bar donde yo estaba?
¿Acaso él te pidió que me localizaras?

Lo veo sonreír un poco.

—Fue pura casualidad, créeme pequeña —le creía.

Ahora que me ponía a pensar, anoche me había quedado dormida en el coche


de Nicolás por lo cual era imposible que yo haya llegado caminando a esta
cama. Lo que significa que él me cargó en sus brazos dormida.

¿Cuántas veces había soñado antes con estar en sus brazos? Un sin número
de veces. Vaya, se había cumplido el sueño, pero yo no solo estaba
completamente dormida sino también bastante borracha. ¡Que interesante! Por
otro lado es raro que me haya ayudado si me odiaba.

—Tú me odiabas —él frunció el ceño en respuesta a mi comentario.

— ¿Qué yo te odiaba? ¿Odiarte por qué?

¿Parece no recordarlo o qué?

—Bueno, por lo que pasó en la salida del restaurante, por lo que te dije, y
cuando fui a tu oficina a pedirte una disculpa me corriste después de decirme
que no era de mi incumbencia tu manera de vivir.

Él aspiró aire y me miró fijo.

—Admito que me enoje mucho por lo que me dijiste. Me hiciste enfurecer como
nunca, porque no tenías ningún derecho de tratarme de la forma en como lo
hiciste, sin embargo, a pesar de ello, yo no te odiaba — acercó su mano a mi
cara y me apartó un mechón de cabello colocándolo tras mi oreja. Por más que
no quisiera admitirlo, me gustó su contacto... mucho—. Yo nunca podría
odiarte, Miranda.
Nunca podría odiarme.

—Bueno, disculpa otra vez por ese día, yo, reconozco que me pase con mis
insultos.

—Está perdonada —me dice, sonriéndome e inevitablemente mariposas


danzan en mi estómago y medio sonreí a pesar de sentirme tan mal en estos
momentos.

—Gracias por perdonarme, de verdad creía que... te tendría odiándome para


toda la vida.

Él ríe y no puedo evitar admirar como su risa le ilumina los ojos grises pálidos.

—No creas, no soy tan rencoroso, y menos con alguien con quien tengo tan
buenos recuerdos como contigo Miranda. Olvidemos lo que ocurrió ese día,
borrón y cuenta nueva, ¿está bien? —asentí en respuesta—. Ahora, ¿tienes
hambre? Te invito a desayunar conmigo, si quieres.

Meneé la cabeza en negación.

—No, la verdad es que no tengo hambre, me duele la cabeza y el estómago


horrible, lo que menos puedo pensar es en meter comida en mi boca. Me siento
fatal y un tanto desorientada, es como si un día eres una persona y al día
siguiente no sabes quién eres.

—Hey —sostiene mi mentón entre sus dedos, buscándome la mirada y me


seca con los dedos de su mano libre las lágrimas que inevitablemente cubren
mi rostro—. No lo estoy viviendo yo, pero te comprendo perfectamente. Sé que
duele que tantos años después te enteres de que los padres que tú conoces
como tal no fueron las personas que te dieron la vida, pero eso no cambia el
hecho de que ellos sean tus padres. Padres no son los que engendran, sino
aquellos que educan y te cubren de cariño y a mí me costa que al menos Lucas
te ha cuidado toda la vida y te ama con locura y eso, sin lugar a dudas lo
convierte en tu padre.

Las lágrimas cubren ya todo mi rostro.

—Pero me mintieron y creo que al final eso es lo que más me duele. Me


engañaron cuando no tenían ningún derecho. Esto, es...

—Ya, calma. Ven aquí, princesa —me cubre con sus fuertes brazos,
abrazándome muy fuerte y me aferro a él como si fuera el ancla que necesitara
para mantenerme en tierra firme. Lo escucho inspirar hondo—. Todo estará
bien, hablaras con ellos y te explicaran el porqué de la mentira.

Y continuó abrazándome. Estuvo mal que siquiera lo pensara, pero desee


quedarme en esos brazos por el resto de mis días.

🌺🌺🌺
Una hora después Nicolás esta dejándome en mi casa, yo no hubiese querido
regresar pero él había utilizado los argumentos suficientes para convencerme
de que debía escucharlos, de que seguramente había algo que yo no sabía y
debía saber. Me había convencido de que nada nunca es como parece.

—Ya verás que todo saldrá bien, pequeña —me dijo él aún en el auto, aunque
ya estaba estacionado en la entrada de mi casa. Yo sólo asentí.

—Gracias por todo, Nicolás —Murmuré. Él me dio una sonrisa.

—Siempre que me necesites, Miranda —metió la mano en su bolsillo y sacó de


allí una tarjeta—. Si me necesitas, no dudes en llamarme.

Tomo la tarjeta y luego salí del auto. Permanecí parada frente a mi casa por
unos minutos y, después de suspirar camino hacia la entrada.

Cuando entro en la sala estaba ocupada por mi padre o tío, por Paula y mi tía o
mejor dicho, mi madre. Papá fue el primero en acercarse a mí con una cara de
preocupación. Se notaba que no había dormido muy bien.

—Miranda, hija mía —me tomó el rostro entre sus manos—. Princesa, dime
que estás bien.

—Estoy bien. No me ha pasado nada como verás —me alejé de mi padre y


clavé la mirada en esa mujer. Se notaba destruida o tal vez era solo un papel—
. Regrese porque obviamente quiero respuestas. Se acabaron las mentiras.

Los tres se miraron, luego me miraron a mí.

—Miranda ya no tiene caso mentir si ya te has enterado de toda la verdad tras


haberlo escuchado de la boca de tu propia madre —papá me dice,
sosteniéndome por los hombros y me mira con esa mirada dulce de siempre—.
No eres mi hija biológica como bien oíste y tampoco de Paula, pero quiero que
sepas una cosa, desde la primera vez que te tomé entre mis brazos, desde ese
preciso momento te hice mi hija y te amo más que a nada en este mundo y
escúchame bien; nunca me voy a arrepentir de ser tu padre, podría renunciar a
todo lo que tengo, a todo, pero nunca renunciaría a ti.

Con esas palabras tan bellas se me escaparon las lágrimas, él me tomó y me


cubrió con sus brazos. Era mi padre, yo siempre lo vería de esa forma. Es el
único que conozco y es el mejor. Sí, me había mentido y me había dolido de
una forma insoportable, pero si miro hacia atrás, había sido un padre
maravilloso y no podía guardarle rencor por no querer lastimarme.

—Yo también podría decir lo mismo —mi madre me aparta de mi padre y me


pone frente a ella—. Cometimos un grave error al mentirte y fue más que nada
porque nos aterraba la idea de hacerte daño con una verdad que sabíamos te
iba doler mucho, pero irremediablemente de enteraste y ya no hay nada que
hacer, mas una cosa te dejare clara, yo soy tu madre y no necesito haberte
parido para considerarte mía, eres mi hija y no sabes lo orgullosa que me
siento por haber criado una niña tan buena, tan dulce y de tan buen corazón
como tú. Te amamos y podrían quitarte todo en esta vida, menos nuestro amor.

Las lágrimas salieron de mis ojos con fuerza, pero no de tristeza sino de
alegría. No importaba si no eran mis padres biológicos; ellos me han amado
siempre y me aman sin importar cómo había llegado a su vida

—Mamá —miré a Paula —Papá —miré a Lucas—. Fue duro enterarme de esa
verdad, no me la esperaba y me dolió tanto que aún no me lo puedo creer, pero
siempre me he sentido orgullosa de ser su hija, son los mejores padres del
mundo y los amo por dejarme entrar en sus vidas y amarme como siempre lo
han hecho; con un amor infinito. Gracias por todo el amor que me han dado
toda la vida, los quiero.

Mis padres me abrazaron, y los tres estábamos llorando como Magdalenas.

Miré el lugar donde ella había estado, pero ya no estaba. Un instante después
escuché ruidos en la escalera. Está subiendo hacia la recámara.

—Papis, me disculpan —me alejé de mis padres y tomé el camino hacia las
escaleras y subí a su cuarto a pasos muy rápidos.

Cuando entro en su recámara, no podía creer lo que veía. Marfil estaba


abriendo una maleta sobre la cama y supe el porqué de inmediato antes de ver
como abre su guardarropa, toma su ropa colgada allí y las metió dentro de la
maleta. Un pinchazo se sintió en mi pecho.

Quiere huir, otra vez.

—¿Por qué quieres huir? —Pregunté cerrando la puerta tras de mí.

—Es lo mejor —siguió metiendo ropa en su maleta—. Ahora soy consciente de


que regrese para arruinar tu vida perfecta.

Río sin humor. ¿Vida perfecta?

—Te equivocas, mi vida no era perfecta —me acerqué a ella—. Mi vida era una
mentira. Lo mejor que pudo haber pasado fue que yo descubriera la verdad.

Ella levantó la cabeza y paró de meter ropa, clavado sus ojos azul celeste en
los míos.

— ¿De verdad piensas que lo mejor que puedo pasarte fue enterarte que yo?...

— ¿Que eres mi madre biológica? —le interrumpo —. Sí, fue mejor que me
enterase. No me hubiese gustado vivir en una mentira por siempre —solté el
aire—. Ahora quiero el resto de la verdad.

— ¿Qué verdad? —intenta hacerse la tonta y yo sé que de eso no tiene nada.


—Tú lo sabes mejor que nadie, ¿por qué me regalaste? —me sostuvo la
mirada por unos pocos segundos y volvió a su maleta nuevamente.

—Tal vez será mejor que no conozcas nada. Yo me iré, no me volverás a ver y
tú seguirás con tu vida como hasta ahora —me acerqué y la tome por el brazo
para que me mirara, pareció costarle sostenerme la mirada y un breve instante
después la apartó, mordisqueándose el labio.

— ¿Qué no entiendes que ya todo cambio para mí, que nada puede ser igual,
no lo entiendes Marfil? —Ella se zafa de mi agarre y me mostró una mirada de
derrota cuando volvió a mirarme—. Háblame con la verdad y dime qué razones
tuviste para entregarme o regalarme con tu propio hermano.

—Créeme hija que lo mejor es que no sepas más sobre tu historia. Nada de lo
que sabes ahora te puede doler más que saber el resto de la verdad.

¿Y ella creía que yo iba aceptar eso?

—No me importa, quiero saber, así que cuéntamelo porque te aseguro que de
esta habitación no sales hasta que termines con todo esto. Quiero la verdad
sobre mi vida —le exijo—. Dame las verdades que necesito y luego, si quieres
tal como siempre has hecho, huyes.

Ella se dejó caer sobre la cama y yo tomé asiento a su lado.

—Yo tenía apenas catorce años —comenzó hablar con un hilo de voz—. Era
una chica llena de sueños, ilusiones, una niña feliz que lo único que le
importaba era convertirse en una gran bailarina y bailar en los grandes
escenarios del mundo —su voz se iba apagando con cada palabra que decía y
salía casi en un susurro—, pero mi sueño y la niña soñadora que había en mí y
que quería comerse al mundo... la destruyeron aquel día... El día que se
robaron mi inocencia a la fuerza... me destruyeron el alma y me arrancaron el
corazón del pecho, ya no podía soñar ni...

— ¿Tú me estás diciendo que...? —No podía ser lo que yo estaba pensando
pero estaba demasiado claro.

—Sí, Miranda — ella se secó las lágrimas que rodaban por sus mejillas—, fui
violada, ultrajada. Me destruyeron la vida con solo catorce años, era apenas
una niña —me miró con sus ojos llenos de lágrimas y de dolor—. No creo que
necesite decirte que tú... eres el producto de esa violación.

Me sentía desgarrada. ¿Yo el producto de una asquerosa violación? ¿yo que


siempre pensé que había llegado al mundo de una forma pura y limpia ahora
resulta que soy la desgracia de la mujer que está sentada a mi lado llorando?
Eso es horrible. Me hubiera esperado cualquier cosa menos eso. ¡Dios mío!.
Por esa razón ella me rechazó, yo le daba asco, era un insecto asqueroso
proveniente de una violación. Estoy sucia. Sucia.
—¡No! ¡No! ¡No!... —me tapé la cara y dejé salir las lágrimas por montones—.
Eso no puede ser. Por eso me rechazaste, ¿verdad?... ¿Yo te daba asco?
Desde niña cuando yo te abrazaba te alejabas, no me mirabas y yo quería que
lo hicieras..., me odiabas por ser el producto de tu desgracia, soy tu asco.

Sollocé sin parar.

—No mi niña, no —me apartó las manos del rostro—, eso no es cierto, tú no
me dabas asco, y yo no te rechacé... Bueno, en cierto sentido sí, pero es que
yo apenas era una niña —ella contuvo las lágrimas, apretó los ojos fuerte y
segundos después los volvió abrir—, no sabía... no comprendía lo que estaba
pasando o no quería comprenderlo. Llegué a creer que ni siquiera me estaba
pasando a mí, pero era cierto, por más que me negaba a creerlo, lo era. Luego
cuando tú naciste sabía que no podía mirarte a los ojos sin que me recordaras
mi tragedia.

— ¿Así que me regalaste?—ella retiró las manos y la vista de mi rostro.

—Te di en adopción. En ese entonces Paula y Lucas llevaban algunos años


casados, ella no lograba quedar embarazada y ellos morían por tener un bebé.
Después de varios intentos de no haber podido procrear un hijo, creyeron que
no podrían tener sus propios hijos, entonces ellos te adoptaron y te criaron
como su hija. Yo di mi palabra que nunca te reclamaría, le cedí todos los
derechos sobre ti.

—Algo que no te costó mucho, ¿verdad? —Me seco las lágrimas de los ojos—.
Después de todo tú no me querías.

No me miraba a los ojos.

—No te voy a mentir; no te lo mereces. En ese momento eras mi dolor más


grande. Cuando naciste me negué siguiera a mirarte porque tú...

Ya no deseaba escuchar una palabra más; había sido suficiente. En menos de


veinticuatro horas mi vida, que yo creía perfecta se había desplomado.

Me levanté y salí de su recámara. Había algunas otras preguntas pero ya las


haría después, si es que no termina huyendo. Parece que es su costumbre.

Ya en mi cuarto me desplomo sobre mi cama, me abracé a mi propio cuerpo y


lloré... lloré, hasta que se me secaron las lágrimas en los ojos.

🌺🌺🌺

El sonido de mi móvil me despertó, al final ni recordaba en qué momento me


había quedado dormida. El número en la pantalla era de Owen, mas no tengo
ni un poco de ganas de hablar con nadie. No tengo cabeza para nada,
realmente. Así que simplemente arrojé el teléfono a un lado de la cama y volví
a caer sobre la misma.

Lo único que quiero es dormir... dormir hasta que la sensación de asco sobre
mí misma se vaya, lo que a sinceridad, veo tan imposible.

La puerta de mi cuarto sonó, alguien tocaba al otro lado.

—Adelante —dije aún recostada.

Pensé que podría ser papá, mamá o tal vez la nana, pero era Andrea quien
estaba allí. Su expresión era extraña, no sabía cómo interpretarla.

— ¿Estás bien? —su pregunta me sorprendió y mucho más aún que tomara
asiento sobre mi cama.

Hace apenas unos días que me había dicho que no me quería, debe de estar
muy feliz por saber que ella es la única hija y aparte nació del amor y fue
esperada, no a la fuerza como yo.

— ¿A qué viene tu pregunta Andrea? —inquiero déspota, no me interesa ser


amable con ella.

—Solo quiero saber cómo esta, me enteré de lo que pasó y sé que debes estar
muy triste.

—No me hagas reír, Andrea. ¿Realmente te importa que yo sufra? Recuerdo


que me dijiste que no me querías, debes estar contentísima de saber que eres
la única hija de ellos, ¿ah? —ella se levantó de golpe de mi cama.

—Si bien es verdad que siempre he sentido celos de ti porque por más que
digas que no eres su consentida, lo eres, y aunque no me creas, siento mucho
lo que estás sufriendo. Sé que la estás pasando muy mal y que ha sido duro
para ti enterarte que eres hija de... la tía Marfil y no de ellos —mira hacia el piso
y no mi cara—. Si te quiero hermana.

Yo no creía lo que estaba escuchando, y menos que después se acercó, me


dio un beso y salió fuera de mi recámara a pasos apresurados.

¿Me había dicho que me quería?, ¿eso fue lo que escuché? ¿Me dio un beso?
Ella nunca ha hecho ninguna de esas dos cosas.

Suspiro, no estoy para nadie.

Me dejo caer nuevamente sobre mi cama cubriéndome con la sábana.


CAPÍTULO 8

Después de algunos días desde que me enteré de la verdadera realidad de mi


vida, enterándome quien era mi verdadera madre, puedo decir que me he
recuperado un poco, pero todavía duele y no tengo ni idea hasta cuando deje
de hacerlo. Se preguntaran si Marfil finalmente se fue, pues no. Continúa en
Los Ángeles y viviendo bajo el mismo techo que yo, mas nuestra relación es
muy distante, hasta tensa. Ella evita mirarme la mayor parte del tiempo y yo por
igual, no puedo evitarlo y no es que la odie. No, ese sentimiento no existe en mi
corazón para una persona que aunque la recuerdo rechazándome más veces
de las que puedo nombrar, la quise mucho. Ahora no sé qué es lo que siento
por ella, pero definitivamente no es odio.

Es que la situación no es fácil ni para ella y menos para mí. Por más que
intento dejar de pensar en el hecho de que yo; asquerosamente, soy el
resultado de un abuso sexual que ella sufrió, no lo consigo.

Es un asco saberse haber nacido del sufrimiento de otra persona, es más


agradable cuando sabes que naciste del amor de una pareja, como creía antes
de saber esto que lo había hecho. Habría querido de verdad haber nacido del
gran amor que se tienen los que ahora sé son solo mis padres por papel, y de
lo que me sentía tan orgullosa.

Ladeé el rostro, expulsando cualquier intento de llorar, no otra vez y afiance


más mi mano en el volante. De pronto, tuve que frenar el auto de golpe al
escuchar un grito.

¡Dios no pude haber atropellado a alguien! ¡Sería el colmo de mi mala suerte!

Salí del auto con el corazón desbocado y lo que vi hizo que se me cayera al
suelo. ¡Dios era una pequeña! ¡Había atropellado una niña!

¡No me jodan!
Corrí y me atropello contra el suelo a su lado, la tomé entre mis brazos y la
giré, era muy pequeña y frágil. No podía tener más de cinco o seis años. La
reviso con los nervios a flor de piel, no tenía ningún golpe.

—Pequeña, ¿me escuchas? —le palmeé su carita pero no reaccionó y mi


desesperación fue en aumento.

Miro a todos lados para ver si veía a alguien; tal vez la madre pero no vi a
nadie.

El lugar se halla despejado de tránsito porque yo me había desviado por un


lugar poco transitable y así llegar más rápido a mi casa. Lo mejor que podía
hacer era llevar a la pequeña al hospital solo con la esperanza de que se
encontrara bien.

¿Por qué me tienen que pasar esas cosas a mí?

Sin tiempo que perder tomo a la pequeña en mis brazos sosteniendo su


cuerpecito y me levanté con ella como pude. No era una criatura muy pesada—
al contrario —me parecía demasiado liviana. La metí en el asiento trasero del
auto y la recosté con mucho cuidado de no hacerle daño. Cerré la puerta y
rodeo el auto para tomar el volante.

Esas cosas solo me pasan a mí, era lo último que me faltaba para completar mi
racha de mala suerte, pensé poniendo el vehículo en marcha.

🌺🌺🌺

Me hallo en la sala de espera del hospital, dando vueltas de un lugar a otro sin
parar mientras me muerdo las uñas pintadas de azul de las manos. El doctor
lleva un buen rato revisando a la niña y yo no hago más que rogar para que
este bien. Es muy pequeña.

Tomé asiento sobre el sofá de la sala de espera cuando las piernas


comenzaron a fallarme; demasiados minutos dando vueltas.

Mi teléfono celular comenzó a sonar en mi bolsa, llamando mi atención


completamente. Para ser sincera no me apetecía hablar con nadie ahora, pero
aun así, me encontré metiendo la mano dentro de mi gran bolsa,
consiguiéndolo luego de hurgar y hurgar en medio de todo lo que tenía ahí
dentro y lo saco fuera.

Observo la pantalla parpadear con un número telefónico allí. Era Owen.

Tuerzo la boca sin deslizar el dedo aún por la pantalla para contestar la
llamada. Llevaba días evitándole, aunque si soy completamente sincera no sé
por qué. Se supone que el hombre me gusta, ¿no? Hasta nos habíamos
besado, que no es como que haya sido el gran beso, pero tampoco puedo decir
que no me haya gustado.

Decidida a no seguir haciéndolo me lleve el móvil a la oreja.

— Hola —contesto tratando de sonar entusiasmada por escucharlo.

—Vaya nena. Hace días que he tratado de comunicarme contigo y nada


¿puedo saber qué pasa?

Se notaba angustiado, es un buen tío.

—Perdóname, Owen... He tenido algunos problemas personales estos días—


no miento en eso—. Realmente lo siento por no contestarte las llamadas.

—Bueno, si me lo pides así te perdono. Muero por verte, nena ¿dónde estás?

Iba a contestar pero vi a parecer al doctor que estaba atendiendo a la niña.


Moría por saber si estaba bien.

—Disculpa Owen, te llamo después. Ahora estoy en una situación complicada


¿vale? —le digo, él lo aceptó quedando en que me volvía a marcar más tarde
para seguir con la charla, y le colgué segundos más tarde.

Me levanté a toda prisa del sofá y me acerqué al hombre de mediana edad con
lentes de contacto y una bata blanca.

—Doctor, dígame como está la niña. Por favor dígame que ella bien —le
suplico apretando mi teléfono móvil con fuerza en mis manos y el corazón en la
garganta, asustada, nerviosa.

—Tranquila, señorita. La criatura está en excelentes condiciones. Al parecer


solo fue el susto lo que hizo que perdiera la conciencia.

Mi corazón respira con alivio.

— ¿Quiere decir qué el coche no le dio ningún golpe?

Él asintió.

—Afortunadamente no —suspiro aliviada, una y otra vez.

— ¿Puedo verla, doctor?

— Claro que sí, acompáñeme — seguí al doctor por un pequeño pasillo al


cuarto donde estaba la pequeña.

El hombre abrió una puerta blanca con el número doce en dorado sobre ella,
dejándome entrar. Me acerqué a su cama y me senté en un sillón frente a ella.

—Hola pequeña —ella me miró con sus pequeños ojitos verdes. Parecía
confundida.
— ¿Quién eres tú? —me preguntó con una pequeña vocecita infantil,
notándose desconfiada en la mirada.

—Yo soy alguien que te trajo al hospital porque casi te atropello hoy, pequeña,
pero gracias a Dios no hay nada que lamentar y tú estás bien, estaba tan
asustada —acaricié su mejilla apartando su cabello negro—. Ahora dime,
¿dónde es que vives? ¿Cómo se llaman tus padres para poder llevarte con
ellos? —se me quedo viendo sin contestarme—. Dime cielito ¿Dónde es que
vives?

—En... la calle.

Fruncí el ceño

— ¿Cómo qué en la calle? Y tus padres, ¿dónde están ellos, bonita?

—No tengo papás. Ellos están arriba; en el cielo.

Su respuesta y la lagrimita que humedece su mejilla rompió mi corazón.

Y ahí fue donde entendí algo a lo que no le había prestado mucha atención en
un principio: su carita sucia. Su cabello enmarañado. Su ropita sucia,
desgastada y desgarrada, aparte de lo delgada y pequeña que luce. No lo
puedo creer, esa criatura es una más de los cientos y cientos de niños que
viven en las calles por no tener una familia que los asista, exponiéndose a toda
clase de peligros. Maldita sea, yo pude haber atropellado a esa pobre niña
indefensa que siendo tan pequeña tiene que enfrentarse al mundo de esa
forma. Yo que he crecido en una familia adinerada, teniendo todo a mis pies,
sin que me falte absolutamente nada; sin la más mínima carencia y sin
preocuparme que afuera haya quienes necesitan un poco de ayuda.

Como somos de injustos lo que tenemos demasiado.

Se me escapó una lágrima y me apresuro a secármela rápidamente. Esta vez


miro a la niña con otros ojos, con ojos de ternura, de amor y a la vez de pena
por todo lo que siendo tan pequeña ha de haber tenido que pasar en las calles,
sin alimentación, sin cuidados y sin una cama calentita donde dormir todas las
noches.

— ¿Cómo te llamas pequeña?— acaricio su carita aun sucia, ella sigue


mirándome, como si no pudiera apartar sus ojos de mí.

—Perla —murmuró.

Sonreí.

—Pero que nombre tan bonito tienes. Como el de una hermosa joya, además
de que también eres muy bonita.

La niña me sonrió, aunque no muy ampliamente.


— ¿Tú cómo te llamas? —me preguntó, mirándome los ojos y mostrándose un
poco más confianza que en un principio.

—Miranda —le contesto, sonriente.

—Tú también eres linda, y tu nombre igual.

Habla muy clarito, y tiene una voz muy dulce, una voz que te calma y que da
paz, sin duda la voz de una niña llena de mucha inocencia, que quizás aunque
lo sufra no es demasiado consiente de lo que significa que viva en la calle. Mis
pensamientos van más lejos de que pase hambre, o que no tenga una cama
donde dormir en las noches, bien podría algún desgraciado aprovecharse de
ella y hacerle daño. De repente, quise salvarla como si fuera su Ada madrina.

— ¿Perla, te gustaría venir conmigo a mi casa?

— ¿Tú tienes casa?—me preguntó sorprendida

—Sí, una muy enorme —abrí mis brazos dándole un ejemplo—, grandísima.
¿No te gustaría conocerla.

— ¿De veras? —en sus ojitos se reflejaba la emoción, brillaban.

Pobre criatura.

—Claro, de veras, ¿quieres venir y conocerla —ella sacudió la cabeza


indicándome que si con una gran sonrisa.

Esa niña merecía algo mejor que la calle y yo estaba dispuesta dárselo. Nací
en cuna de oro, pero eso no me da derecho a ignorar a los que no tienen nada.

🌺🌺🌺

—Pero ¿de dónde sacaste a esa niña, Miranda?—me preguntó Helena al


verme llegar con la pequeña.

Ella se escondió casi que detrás de mí asustadita y con su dedito en la boca.

—Se llama, Perla —me acerco a Helena—. Es una pequeña de la calle, casi le
doy con mi coche esta tarde. Al saber que no tenía familia me la traje conmigo.
No podía dejarla por ahí viviendo a su suerte, es apenas una bebé.

Miré a la niña que miraba el lugar con curiosidad, aún con su dedo en la boca.

—Pobre criatura —murmuró, Helena, conmoviéndose rápidamente y más al ver


la tan evidente suciedad que tiene la criatura—. Hiciste bien en traerla. Me
imagino que debe tener hambre, así que me la llevaré a la cocina para
alimentarla.
—No, Helena —la detengo—. Antes me gustaría bañarla y quitarle toda esa
mugre. Tú mientras, prepara algo para que la niña coma y lo llevas a mi cuarto,
¿vale?

Ella asiente.

—Está bien mi niña.

— ¿No hay nadie más en casa?

Tomo a la niña en brazos y ella comenzó a jugar con mi cabello entre sus
deditos antes de finalmente rodear mi cuello con sus manitas y descasar su
cabeza sobre mi hombro. Huele a que no se ha bañado en días, pero a mí no
me molesta su mal olor en lo absoluto, porque es solo una criatura que la vida
no le había dado más opciones que vivir en la calle. Me gusta más la forma en
que se aferra a mí, como si en silencio me estuviera pidiendo no solarla y no lo
haría.

—La única que está en casa es tu... Marfil, ya sabes que de ahí casi no sale.

Y mi nana tiene razón, desde que la bomba de que es mi madre explotó ella no
ha salido mucho de ahí, lo ha convertido en su cueva.

Después de bañar a Perla estaba totalmente limpia. Adiós mugre, aunque me


había costado un poco convencerla de que se dejara limpiar, pero al final cedió
y me di cuenta cuando estaba ya limpia lo hermosa que es. La cambié con una
de mis blusas que le quedaba casi como un vestido pero no había otra cosa
que ponerle. Ya luego salgo y le compro algo de ropa de su talla.

— ¿Tienes hambre pequeña?—le pregunté mientras terminaba de secar su


pelo y lo peinaba. Ella movió la cabeza entusiasmada. Estaba frente a mi
espejo y tenía un pequeño peluche mío en las manos, muy entretenida.

Helena entró con una bandeja de comida, que me pareció demasiada para una
niña tan pequeña.

— Aquí tienes lo que me pediste, Miranda.

En un principio la niña se mostró tímida con la comida, pero al final se lanzó por
ella y comenzó a comer casi que desesperada. Me puse ayudarla para que no
se atragantara al comer tan deprisa, y mientras la observaba partiendo
pequeños trocitos de pan para meterlo en su boquita, me pregunté cuando
había sido la última vez que esa pobre niña había comido. Me dije que iba a
cuidarla y asegurarme que sea feliz.

🌺🌺🌺

Perla había sido bien recibida en casa, mamá está encantada con ella y papá
ni se diga; la trata como si fuera su pequeña nieta, hasta Andrea la ha acogido
con mucho cariño.
Y hablando de mi hermana menor hoy es su cumpleaños y papá la sorprendió
en la mañana con su regalo de cumpleaños, ese auto que tanto había pedido.
En cuanto a ella, desde hace días que está notándose de un modo... dulce
conmigo sin mentir.

Andrea cambió radicalmente desde que se enteró que yo en realidad no soy su


hermana biológica, ya no me ataca como antes y no puso ningún reparo
cuando me puse con la organización de su fiesta de cumpleaños, más que
nada para poner mi cabeza un poco más allá de mi problema actual que es no
saber cómo aceptar la mujer que aunque no me guste es mi madre.

Siendo sincera, me parece muy extraña la nueva actitud de mi hermana menor


conmigo, y aunque es lo que siempre quise, llevarme bien con ella y que dejara
de tratarme como si fuera su enemiga, asocio más su cambio con lástima por
mi situación, ya que por más que trato de no expresarlo abiertamente me duele
todo el cambio bruco que sufrió mi vida y la batalla interna conmigo misma por
no poder aceptar la realidad, y la verdad es que la lástima no es un sentimiento
que me guste. Prefiero que me muestren indiferencia antes que eso.

—Gracias por haber convencido a papá de que me regalara el auto. Sé que tú


lo convenciste, debería estar molesta, pero no lo estoy. Es un coche fabuloso y
me encanta.

Me sorprendió Andrea mientras yo estaba en la orilla de la piscina, solo con los


pies metidos en el agua, es una forma extraña de relajación para mí.

— No tienes por qué darme las gracias —giro para mirarla a los ojos—. Me
alegra que te guste el coche, Andrea. Pero tienes que saber que tener un auto
es mucha responsabilidad.

Ella sonríe, metiendo un mechón de su cabello suelto tras su oreja, mirándome


por debajo de sus dos espesas pestañas negras.

— Sí. Ya sé que no tengo licencia y que antes de usar mi fabuloso convertible,


debo tenerla —lucía feliz, lo cual me agradó —. Otra cosa, la fiesta de esta
noche se cancela.

Yo la miro con los ojos muy abiertos.

—Pero, ¿y eso por qué? —ella hizo un ademán con las manos, a diferencia de
mi ella no tenía los pies dentro del agua, sino que lo tenía bajo su cuerpo.

—No me lo tomes a mal hermana. Te agradezco que me hayas preparado la


fiesta pero quiero celebrar mi cumpleaños en otra parte, en un club.

Yo que me había pasado días preparando las dichosa fiesta y mira con lo que
me sale, de haberlo sabido antes ni ganas le pongo. Adolescentes.

— Bueno.., eso está bien. Es tu cumpleaños y debes hacer lo que te haga feliz,
pero, ¿tienes permiso para ir a club nocturno?
Sonríe con todos sus dientes blancos.

—Mmm, ahí es donde entras tú.

— ¿Cómo? —la sonrisa no desaparece de su cara.

—Sí, es seguro que papá dirá que no puedo ir a una disco, pero si tú lo
convences puede decir que sí. Él te dice que sí a todo. Por favor, Miranda
habla con él —me súplica colocando sus dos manos en forma de oración.

¿Será por eso que había cambiado conmigo?, ¿para utilizarse y conseguir
cosas de papá a su favor? Porque es verdad, desde muy pequeña he
conseguido todo con él

—Por eso cambiaste conmigo, ¿por conveniencia?

Su sonrisa se apagó de golpe.

— ¿De qué hablas?—carraspeó—, claro que no, cambie contigo porque


entendí que estaba siendo injusta. Puede que no me creas, pero estoy siendo
sincera contigo —soltó una bocanada de aire—. Olvida lo que te pedí, si papá
me dice que no al club me quedo sin celebración de cumpleaños.

Con eso se puso de pie y entró a la casa. Otra vez se había enojado conmigo,
pero era normal que pensara eso. Toda la vida me había tratado pésimo y de la
noche a la mañana cambia de actitud, si no es por conveniencia entonces sigo
pensando que lo que me tiene es lástima.

— ¿Estas triste?— Perla se había acercado a mí y me abrazó con sus


pequeños bracitos. Su olor a limpio y colonia de bebé acarició mis sentidos,
llenándome de paz y tranquilidad.

—No mi pequeña, no estoy triste — la tomo y la senté sobre mis piernas —. Y


cuéntame. ¿Estás feliz en esta casa?

—Sí, muy feliz —contestó entusiasmada.

La estrecho contra mi pecho. La quiero tanto ya que no concebiría tenerla ya


lejos de mí.

🌺🌺🌺

Al final mi padre había aceptado que Andrea hiciera su fiesta en el club, solo
que puso condiciones y eso era que yo como su hermana mayor fuera a vigilar
a la enana de la casa mientras pone un pie en una disco por primera vez y no
me quedó más que aceptar, porque a pesar de todo, la quiero ver feliz. Es su
cumpleaños.
Mientras me cambiaba frente al espejo escucho mi móvil sonar, me apresuro a
tomarlo de sobre mi cómoda, dejando a un lado los aretes de brillantes que
estaba a punto de colocar en mis orejas

—Hola —contesto Owen.

Le había llamado antes para invitarlo a la disco. No se puede decir que tengo
una relación con él pero me agrada mucho su compañía. Quiero disfrutarla y
ver cómo sale esto.

—Hola hermosa. Lamento esto pero no podré estar contigo esta noche.
Créeme que me gustaría, sin embargo se me ha presentado un asunto urgente
de última hora.

— ¿Es grave? —me dejé caer sobre el asiento frente a mi cómoda, observando
mi reflejo en el espejo.

—Problemas familiares que nunca faltan —de eso tenemos todos, pensé—. No
te enojes, prometo recompensarte.

—Tranquilo, Owen yo te entiendo. Para la próxima será.

—En ese caso hasta luego, Miranda. Que disfrutes tu noche y un gran beso
para ti —con eso me colgó.

Bueno, tendría que aburrirme sola cuidando a mi hermana adolescente, habría


llamado a Tamara pero está ocupada con sus estudios. Lo que hace uno por
sus hermanos menores, igual ya buscaré la manera de divertirme yo solita.

Una hora más tarde, nos hallábamos en Vértigo, o más bien estoy sola porque
Andrea esta ahora con sus amigos, riendo feliz y contenta, obviamente tiene
prohibido tomar una sola gota de licor, fueron las órdenes de mi padre y si llega
a casa con muestras de haberlo hecho estoy muerta. Prácticamente mi misión
es ser su niñera. Por mi parte me mantengo a distancia, vigilándola de lejos
como detective y sin ningún ánimo de acercarme. Andrea me prometió que si
me mantenía lejos para que no la hiciera sentir incomoda mientras se divierte
con sus amigos, no tomaría nada de licor para evitar terminar muertas a manos
de Lucas Collins y decidí confiar en ella.

— ¿Qué le sirvo señorita, Collins? —me preguntó Aarón, el barman tras la


barra y el cual me habla con respeto teniendo en cuenta que soy la hija de su
jefe. Si, este exclusivo club es uno de los tantos negocios que tiene mi
quedísimo padre.

Me gustan las bebidas fuertes a pesar de mi juventud.

—Hmm, dame un coñac—sentí que alguien tomaba asiento a mi lado, ese


perfume era exquisitamente embriagador y...

—Para mí un whisky a las rocas, por favor.


Ante el sonido de esa voz, ronca y masculina, mi corazón detuvo su marcha y
un cosquilleo se hizo presente en mi estómago de forma inmediata. Sabía que
ese perfume no podía ser de otro hombre que sino suyo. Rápidamente giré mi
cabeza, encontrándose nuestros ojos, pues él también pareció haber notado mi
presencia justo al lado suyo. Quise evitar el caliente en mis mejillas, el que
sintiera mis senos endurecerse por debajo de la tela de mi vestido ante la
intensidad de su mirada, mas todo fue tan imposible como poder meter aire
suficiente en mis pulmones para poder respirar.

De sus labios se escapó mi nombre en un bajo susurro.

—Miranda.

De los míos, temblorosos, también escapó su nombre.

—Nicolás.

CAPÍTULO 9

Nicolás es el primero en emitir palabra. En mi caso, quiero evitar la impresión


que me ha causado el verle habiendo pasado más de una semana después de
aquel día que me dejara en la puerta de mi casa, mas no puedo evitarlo.

—No me digas que otra vez piensas emborracharte, ¿es así? —bromeó él,
frescamente.

Cada uno agarra sus respectivas bebidas y tomo un sorbo de este. Por encima
de mi copa vi esa mirada penetrante fija en mí, la cual podía ver con claridad a
pesar de la poca luz del bar y me puso los pelos de punta.

Trago saliva e intenté recomponerme.

No me gustan los efectos que Nicolás causa en mí, no después de haberme


jurado una y otra vez a mí misma que el amor que sentía por él se quedó en el
pasado. Me he dicho tantas veces que ya no soy aquella niñita de dieciséis
años que cuando lo veía le temblaban las piernas y sé sonrojaba, mas estoy
sintiendo mis mejillas llenándose de sangre en este momento. Me he
convencido más de una vez a mí misma que ya fue, que Nicolás Maderos es
pasado, que ya crecí volviéndome una mujer y mis sentimientos por él, los que
sentía antes de enterarme de su boda con otra y me viera obligada a huir como
una cobarde por no enfrentarme a lo que significaba verlo feliz con esa otra
mujer y no conmigo, están totalmente muertos. Sin embargo, me afecta tanto
su cercanía que estoy dudando de mis propias palabras.

Puse mi copa sobre la barra, él igual.


—No, no tengo planes de emborracharme esta noche —digo,
humedeciéndome los labios e intento calmar ese temblor en el pecho que hace
que me lastime—. Digamos que estoy de niñera.

Nicolás frunció el ceño en confusión, yo por mi parte bajé un poco el dobladillo


de mi vestido.

— ¿Niñera? —increpó por encima de la música, contrariado.

—Sí, mira para allá.

Le señalo para que viera a mi hermana bailar con sus amigos; unos diez en
total y todos en grupo de chicos y chicas de su misma edad, así lo hizo Nicolás,
girando el rostro.

Volvió a mirarme y pregunta:

— ¿Estás vigilando a tu hermana menor?

Me río.

—Sí, hoy es su cumpleaños, ¿y sabes qué? Me pasé los últimos días


preparándole una fabulosa fiesta, pero ella decidió a último momento cambiar
de planes y celebrar su cumpleaños en este lugar. Y aquí estoy, de vigilante
asignada por mi querido padre.

Él sonríe, masajeando su frente con dos dedos.

—Vaya, los adolescentes son un poco difíciles de entender a veces —comentó


y asentí en respuesta, y por difícil que pareciera, mirándolo a los ojos antes de
que sus labios se abran para decir—. Puedo preguntar cómo va tu relación con
ella, sé que no era muy buena.

Suspiro, acomodándome el cabello sobre un solo hombro y me lamo el labio


inferior con la punta de la lengua.

—Pues después de que se enteró que no somos hermanas sino primas ha


cambiado un poco conmigo, ya no me ve como su enemiga, incluso la mañana
después de todo entró en mi cuarto, se acercó a mi cama y me dijo que me
quería, ¿puedes creerlo? Yo creo que me tiene lástima.

Nicolás frunció levemente las cejas.

— ¿Por qué crees que te tiene lástima? —Increpó, mirándome a los ojos—
¿.Por qué te sientes digna de inspirar lástima?

Me encogí de hombros, pidiéndole a Aarón servirme un nuevo trago.

—Bueno, es que me parece un tanto extraño su cambio tan repentino después


de enterarse que soy hija de Marfil, que ella le destrozaron la vida con solo
catorce años y la dejaron conmigo en el vientre, que soy el recordatorio viviente
de su pesadilla —agarro mi copa y me tomé un largo trago, teniendo que
arrugar el rostro, pues me zampé la copa casi en su totalidad—. ¿Sabes? La
mayor parte del tiempo, desde que me enteré, me siento sucia, asquerosa y
yo...

—No sigas... —su mano sello mis labios, y el contacto aceleró los latidos de mi
corazón. Tragué en seco y Nicolás retiró su dedo—. No pienses eso de ti
misma Miranda, te lastimas y no lo mereces.

—No sé cómo hacerle para aceptar quien soy, Nicolás —murmuré, por suerte
la música no está muy alta y podemos escucharnos perfectamente—. Por un
lado me siento mal por Marfil, me siento egoísta por no darle siquiera una
mirada cuando yo soy el producto del daño que le hicieron, pero no puedo
hacer que sea de otra forma, más que nada porque ella...

— ¿Más que nada?

Tomé varias inspiraciones profundas.

—Porque si miro hacia atrás todo lo que veo ahora es desprecio y rechazo de
su parte, Nicolás ¿sabes la cantidad de veces que intenté abrazar a la mujer
que ahora sé es mi madre y me rechazo como si yo tuviera la peste? Son
incontables las veces que lo hizo, rompió muchas veces mi pobre corazón y
puedo recordarme llorando a causa de algunos de sus desplantes hacía mí que
hasta ahora puedo entender porque estando pequeña no lo hacía, no podía.
Ella nunca me quiso, a pesar de que por más que me rechazara yo continuaba
buscándola, ¿por qué me quiere ahora?

—Miranda —murmuró mi nombre mientras yo me seco las lágrimas de los


ojos—. Sé que es duro, pero ¿sabes?, aprendiendo a perdonar nos hacemos
más humanos, más personas. Marfil cometió el error de darte en adopción,
porque tienes que dejar de verlo de la forma que tú lo vez, ella no te regaló,
simplemente con las heridas que tenía en el corazón, con lo rota que estaba no
podía cuidar de ti y decidió que otras personas lo hicieran, porque sabía que
podían hacerlo mejor que ella. Muchas mujeres embarazadas como resultado
de una violación abortan, sin embargo estas aquí, te dejo nacer y tienes esa
vida gracias a ella, y por más que duela, a través de su propio sufrimiento.
Todos, absolutamente todos, estamos aquí para cometer cientos de errores,
después de todo no somos perfectos. Es tu madre y debes convencerte de ello.
Mi consejo para ti es que le des la oportunidad de acercarse a ti, déjala corregir
sus errores, estoy seguro que ella quiere recompensarte, pero está de ti
permitírselo.

Las palabras de Nicolás fueron tan sinceras, tan profundas que no solo dos
gruesas gotas de lágrimas salieron fuera de mis ojos y rodaron por los lados de
mi cara, también entendí que él tenía razón. Yo desde que me enteré que
Marfil es mi madre lo he visto como que ella me regaló, sin embargo la realidad
es que ella misma me lo dijo, no podía hacerse cargo de mí y por ello decidió
que otras personas hiciera lo que ella no podía hacer: cuidarme. No puedo
continuar así, ninguna de las dos podemos continuar ya así, tenemos que tratar
de arreglar esto, porque yo sufro, pero ella sufrió más que yo al ser violada
siendo apenas una niña.

¿Puedo intentar darnos una oportunidad como madre e hija y olvidar el


pasado? Claro que puedo, no será fácil, pero la peor lucha es la que no se
hace, eso dicen.

Secándome las lágrimas puse mi vista en Nicolás.

—Creo que tienes razón, Nicolás, gracias por tus palabras. Me han ayudado
mucho, creo que como tú dices deberé darle la oportunidad a mi... madre de
acercarse a mí.

En sus labios se formó una sonrisa.

—Me alegra escucharte hablar así —me dice, mirándome a través de las luces
tenues del bar—. Vas a ver que todo va a salir bien. Ahora en lugar de una
mamá, tendrás dos madres y no puede ser tan malo.

Negué. Claro que no puede ser tan malo, la diferencia es que yo pudiera
aceptar a Marfil como mi madre, pero Paula Collins siempre será la primera.

El silencio se hizo por un tiempo prolongado, nada incomodo, más bien


cómodo, cada quien perdido en sus pensamientos. Pasado varios minutos más
tarde sentí ganas de bailar, y no sé si era una buena idea o no, pero miré al
hombre a mi lado.

—¿Bailas?

Sus ojos grises se encuentran con los míos. Una parte de mí me pregunta si
estoy loca, pero me encuentro ignorandola. Solo vamos a bailar, no pasa nada.
Más que nada lo que quiero es encontrar con quién divertirme, no estoy
acostumbrada a venir a un club y quedarme sentada en una silla, a mí me
gusta divertirme, pasarla bien. Esto me aburre y me dan ganas de irme, pero
no puedo por Andrea que se ve divirtiéndose mucho con sus amigos.

Puedo entrar a la pista, y sé que un montón de chicos se acercarán y querrán


bailar conmigo, pero prefiero bailar con alguien conocido.

La verdad siempre he sido buena atrayendo a los chicos, más que nada la
mayoría vienen hacia mí atraídos por mi cuerpo y mi apariencia física, lo cual
nunca me ha gustado demasiado. No sé si a otras chicas lindas les gusta, pero
a mí no me gusta que muchos chicos solo vean en mí el envoltorio y ninguno
de ellos se moleste en querer ver más allá de la chica bonita que soy.

—No soy realmente bueno, pero supongo que puedo defenderme — Nicolás
me contestó—. ¿Por qué la pregunta?

Porque vas a bailar conmigo.


Nicolás dejó su copa sobre la barra, donde no estábamos solos aunque así
pareciera. Yo hice lo mismo.

—Pues —me levanté de mi silla, bajé un poco mi vestido y luego lo tomé por la
mano, ignorando el cosquilleo que se me formó en el bajo vientre tras su toque
y como mis pezones parecieron endurecerse bajo la tela de mi vestido, del
mismo modo que cuando se sentó junto a mí hace minutos atrás—. Vamos... a
bailar.

A pensar de todo no quiero perderme la oportunidad de meterlo a la pista a


bailar conmigo.

—Espera, yo...

—Dale, soy fanática del baile y además está sonando una canción que me
encanta.

Se pasó la mano libre por el cabello, parecía nervioso o no sé si fue idea mía el
que le temblara la mano. Fruncí el ceño.

—Pero, ¿estas segura que podrás bailar con esos tacones? —era una excusa
obviamente para no bailar conmigo, pero no le va a salir.

—Mis tacones no son un problema, puedes estar tranquilo que no me voy a


caer.

—Pero...

—Nada —jalé de él llevándolo a la pista a pesar de sus quejidos.

—No podrás vigilar a tu hermana si estas dentro de esta enloquecida multitud.


Sería imposible, Miranda —continua quejándose..

—Mi hermana es muy juiciosa, Nicolás, además solo serán unos pocos minutos
en la pista. Una sola canción y te dejo libre, ¿vale?

No me contestó.

Ya en la pista y en mitad del tumulto de gente, comencé a moverme mientras


Nicolás seguía sin hacerlo y solo me mira sin hacer ningún tipo de movimiento,
al estilo estatua con los brazos cruzados al pecho y no hay ningún tipo de
diversión en su rostro. Luce muy serio, hasta molesto. Las luces el bar se
proyectan en su rostro, haciéndolo lucir brillante y muy sexy por la forma en
que su cabello azabache, un tanto alborotado, brilla a causa de estas.

Él no parecía querer moverse, desafiándome por haberlo traído a la pista en


contra de su voluntad, pero yo quería que bailara conmigo, era casi un capricho
mío. Así que me acerqué más a él colocando mis brazos alrededor de su
cuello, un grave error, no hace falta que lo diga: la corriente eléctrica que sentí
estando tan cerca me removió todo el cuerpo. Cada célula. Cada nervio visible.
Todo me tembló.
Lo mejor que pude hacer fue retroceder. Me estaba metiendo en un camino
espinoso.

Me alejé tratando de recuperar el aliento, pero Nicolás en cambio me lleva de


un tirón hacia él y me pega contra su cuerpo duro como una roca otra vez.
Toma mis manos y sin dejar de mirar mis ojos las coloca detrás de su nuca y
seguido siento las suyas enredarse en mi cintura. Comencé a respirar con
dificultad por la cercanía que tenemos, es mucho más de lo que yo puedo
soportar.

Estaba jodidamente pérdida y yo me lo había buscado.

Nicolás comenzó a moverse primero, yo le seguí como movida por un imán.

La música que suena no es extremadamente suave pero la estábamos


bailando como si lo fuera.

La cercanía con Nicolás era como una espada de doble filo para mí, me
gustaba sentir sus brazos alrededor de mi cintura, su aliento fresco y
mentolado acariciándome el rostro, ese perfume que me nubla la razón por
completo y tiene tan debilitada mis piernas que no sé cómo consigo moverme,
pero al mismo tiempo no me puedo sentir tan cómoda con su cercanía ya que
eso prende deseos en mí que no deberían, no con Nicolás. Él sigue siendo
prohibido para mí si tenemos en cuenta que como yo lo miro, él jamás podría
mirarme: con deseo. Sí, que lo haga es inevitable por más que me lo niegue a
mí misma.

Mi cuerpo y como tiembla entre sus brazos desea conocer límites que nunca ha
conocido, con él.

De un momento a otro sentí el aliento de Nicolás recorrer mi cuello y las


piernas me flaquearon, sus manos se entrecerraron en mis cabellos y fue en
extremo delicado e increíble sentir ese contacto.

De pronto lo escuché murmurarme algo justo contra el oído, pero fue en un


idioma totalmente desconocido por lo que no pude entender ni la primera letra
de lo que dijo, más aun, no entendí por qué a pesar de no comprender lo que
dijera todo mi cuerpo pareció estremecerse, mis pezones se endurecieron tanto
que me causaron dolor y me alejé de él, de sus brazos, porque tanta cercanía
estaba matándome y no soy tan fuerte.

Elevé mi rostro solo un poco para mirar sus ojos. La música ya había cesado y
cambiada por algo más movida, sin embargo, los dos estábamos en mitad de la
pista mirándonos fijo a los ojos; con gente alrededor pero como si no
estuvieran.

Pude ver algo en sus ojos que se me pareció mucho a...


—Esto es una locura, pero... moriré si no lo hago —esta parte sí la entendí
claramente, pues la dijo en mi idioma y con un tono tan sexual que sentí que
cada palabra fue como una caricia para mí.

Y lo que sucedió a continuación me dieron la respuesta a sus palabras. Sus


manos rodearon mi rostro, causándome un picor en toda la piel y en el
momento en que sus labios se estrellaron contra los míos no pude evitar emitir
un jadeo.

Él está besándome, está besándome.

Parezco escucharme gritando de emoción dentro de mí, pues claro que me


causa emoción.

Con el corazón temblando en mi pecho y la respiración entrecortada entreabro


los labios para sentir más su contacto, su lengua húmeda y caliente se
encontró con la mía haciendo explotar una bomba de deseo dentro de mí, sus
manos bajando y sujetándose a mi cintura como si fuera el ancla que lo
mantendría en tierra.

Su boca es deliciosa y tiene un sabor en verdad exquisito. Estoy a punto de


desmayarme por la sensación, sintiéndome mareada completamente. Me
pegué aún más a él y lo rodeé con mis brazos, metiendo mi mano entre sus
cabellos negro, acariciándolos desde su nunca, son muy suaves.

Suspiré contra sus labios y lo escuché emitir un gruñido ronco.

¿De verdad estoy comiéndome a besos con el socio mejor amigo de mi padre
en mitad de una pista de baile de su propio club, la gente mirándonos y ambos
parecen no importarnos en lo absoluto?

Joder, que al menos a mí, no me importa nada.

Mis manos están ahora en la tela de su camisa, estrujándola tanto como pueda
mientras lo atraigo más hacia mí, pues la cercanía me parece totalmente
insuficiente.

Respirar no estaba siendo fácil, pensar era como intentar ganar una guerra a
un ejército con palitos chinos; imposible. Pero aun así no deseaba que
terminara nunca, estaba perdida en él, en su cercanía, en su sabor y en su
aroma... Nicolás llenaba mi espíritu con fortaleza, con una paz y seguridad que
necesitaba con cada aliento que perdía al corresponder su beso.

Sus manos se asieron con mayor número de fuerza contra mi cintura y


obligándose a no ir lento me besa con fiereza mientras yo lucho para seguir su
ritmo enloquecido. Su respiración se haya acelerada por la violencia con la que
me besaba, pues no está siendo nada sutil, incluso podría jugar que terminaría
con los labios irritados después de ese beso, pero tampoco es que me
importase mucho si le estaba devolviendo el beso con igual número de
intensidad.
Ya siento como mi boca arde, pero aun así lo dejaba continuar magullando mis
labios con cada roce desmesurado y completamente hambriento, en tanto una
excitación que no había sentido nunca me recorre toda la piel.

Lo sentí duro contra mí, y no pude evitar rozarme contra él, ahogando un
gemido que involucró su nombre.

—Nicolás...

Y fue como si en realidad le hubiera dicho: detente cuando en realidad quería


más, mucho más.

De repente Nicolás se apartó de mi bruscamente, estuve a punto de caer


debido a lo débil que habían quedado mis piernas luego de su ataque y mejor
no digo cómo late mi corazón ahora. Intenté tocarlo, como si buscara algo de lo
cual sostenerme para no caer, pero él se alejó, sacándome un gran fruncido de
ceño.

Lo miré a los ojos, y vi furia en ellos, más no conmigo sino consigo mismo.

—Maldita sea —se pasó la mano por la cabeza luciendo desencajado, su


pecho sube y baja a causa de su respiración irregular y mirándome a los ojos
me dice—: Miranda perdóname... Esto fue una gran locura.

Quise decirle que no pero él ya se estaba girando para irse.

Lo veo salir entre la multitud y deseé seguirle pero me quedé allí parada sin
fuerzas en mis piernas para moverme y el corazón latiéndome de un modo
imparable.

Me besó, me besó.

Y pesar de todo, no pude evitar que una sonrisa apareciera en mis labios
adoloridos e hinchados.

Finalmente sé lo que se siente besarte, Nicolás Maderos.

Lo que él llamó locura, para mí iba a convertirse en la droga más peligrosa que
jamás había probado.
CAPÍTULO 10

Un terremoto de cinco años me despertó al caerme encima, Perla.

—Buenos días princesita —ella se halla sentada a jarras sobre mí mientras yo


tomo sus dos manitas entre las mías.

—Buenos días —me hablo en su vocecita infantil.

—¿Ya desayunaste? —le pregunto, viendo el reloj en mi mesita de noche al


girar el rostro y compruebo que son pasadas las diez de la mañana y me doy
cuenta que se me pegaron las sábanas.

No soy perezosa ni me gusta levantarme tarde, pero la noche anterior había


llegado muy tarde a casa, y después tenía la cabeza tan liada que tardé mucho
en dormirme.

—Sí, pan..que..

—Panqueques —concluí ya que ella parecía costarle trabajo la palabra. Perla


asintió—; deliciosos, también son mis favoritos, ¿habrás dejado algo para mí?

Ella ladeó la cabeza en una negación.

—¡Nooo! ¿Fuiste capaz de comerlo todo sin dejarme nada? —Perla asintió con
una risita—. ¿Sabes qué eso se merece un castigo?
Sus ojitos claros se abrieron ampliamente.

—¿Castigo? —repitió.

—Sí, castigo.

Comencé a hacerle cosquillas mientras la niña ríe, gritándome que pare


mientras retuerce su pequeño cuerpo entre mis brazos.

Al final solo me la comí a besos. Esa niña es una dulzura, no por nada tiene a
todos encantados con su presencia. Mis padres de hecho están pensando en
adoptarla y convertirla en su hija, será Perla Collins muy pronto, lo cual me
llena de alegría. Más allá de tenerlo todo económicamente hablando, lo que le
sobrará es cariño y una vida digna.

—Te quiero mucho, Perla, muchísimo —le digo y aparte de ver sus ojitos
llenándose de luz, una sonrisa autentica, sincera y hermosa como ninguna
bailó en sus pequeños labios, acariciándome dulcemente el corazón.

—Yo también te quiero. Eres muy buena conmigo —alguien llamó a mi puerta.

Grité un adelante con Perla abrazada a mí, acariciándome el cabello con sus
pequeñas manitas.

—Qué bueno que estas despierta, Miranda.

Es Marfil y de pronto al verla recordé mi charla de anoche con Nicolás, el que


intentaría tratar de dejarla acercarse a mí, que intentaría no mirarla la cara sin
sentir ese resentimiento que después de saber la verdad se me ha ido
acumulando en el pecho al recordarla rechazándome no solo cuando nací sino
muchas veces más cuando intentaba abrazarla, y por demás, que intentaría no
sentirme tan sucia por ser el resultado de una violación.

Perla bajo de la cama y salió del cuarto como si a pesar de lo chiquita que es
comprendiera que ese era un tema de adultos.

Marfil se veía nerviosa cuando vino hacia mí, sentándose sobre una esquina de
mi cama mientras no me mira a la cara y juega con sus dedos, luciendo
ansiosa. Quise hablar pero sus palabras me interrumpieron.

—Miranda yo sé que me odias, que la idea de que yo sea tu madre te repudia...

—Yo... —interrumpí queriendo sacarla de su error pero ella me frenó con la


mirada.

—Déjame terminar— asentí —. Quiero que sepas que no tenía la intención de


que supieras la verdad, solo quería de alguna manera corregir ese error que
cometí hace tantos años; verte como mi hija, pero en vista de que para ti no es
nada significativo que yo sea tu madre —de sus ojos corrían lágrimas, pero las
seco con sus dedos y agrega—: He decidido marcharme y dejar que sigas con
tu vida sin mí... pero antes de irme..., quiero escuchar de tus labios que me
perdonas. Que tú me perdonas por haber sido tan cobarde y haberte alejado de
mí, por favor, aunque no me lo merezca perdóname para poder irme en paz.

Nada más que dolor se asentó en mi corazón al verla llorar así. No quiero que
se marche, es lo que menos deseo.

—Primeramente —agarro sus manos temblorosas entre las mías—, yo no sé si


tenga algo que perdonarte cuando tú fuiste la que paso por un suceso tan
desagradable como... ser violada y siendo si apenas una niña. Me faltaba
decirte esto en lugar de comportarme de la forma que lo hice ignorándote y
comportándome como si yo fuera la única que sufría cuando tú llevas
haciéndolo años: lo lamento. Lamento mucho el daño que te hizo ese
desgraciado que se aprovechó de tu inocencia y lo digo de corazón. Ahora trato
de ponerme en tu lugar y me pregunto: ¿es que acaso yo no habría hecho lo
mismo? Solo hay que estar en ciertas situaciones para saber cómo vamos a
reaccionar, y segundo —paso mi mano por su rostro limpiando sus lágrimas—.
Yo no te odio, ni mucho menos me repudia que tú seas mi verdadera madre,
solamente estoy un poco confundida y no sé cómo lidiar con ello de la mejor
manera. Durante años creí en una verdad que al final resultó ser una mentira...
Por favor, te pido que no te vayas, podemos darnos, si tú quieres, la
oportunidad de conocernos como lo que realmente somos: madre e hija.

Sus ojos se llorosos se llenaron de esperanza, de ilusión y alegría.

—¿De verdad no quieres que me vaya? —inquirió, mirándome los ojos y


secándose con el brazo los rastros de lágrimas en su rostro.

Sonreí, apretando más fuerte de su mano.

—No, no quiero que te vayas. Solo te pido que me des un poco de tiempo para
conocerte mejor, para dejar de verte como mi tía y si como lo que eres —apreté
sus manos entre las mías y las coloco debajo de mi mentón—; como mi
verdadera madre.

Ella sonrió ampliamente y alargó la mano, acariciándome la mejilla con una


dulzura que jamás pude sentir en ella. Intenté con todas mis fuerzas cerrar los
ojos al pasado y olvidar todas las veces que quise un abrazo, una caricia, una
mirada dulce y me lo negó. Me obligo a mirar el presente solamente.

—Yo te daré todo el tiempo que me pidas. Sé que pasara mucho tiempo antes
de que aprendas a verme como tu verdadera madre y puedo soportarlo, por
ahora me conformo con que me dejes estar cerca, con que me dejes ser tu
amiga y tratar de alguna forma de compensar todo el vacío que te hice sentir
cuando te rechazaba, sin intención de lastimarte pero sin remedio alguno lo
hacía —me dice, sincera—.. ¿Me regalas un abrazo, hija?

No se lo negué y me dejé caer en los brazos de mi madre, sintiendo como me


apretó con todas las fuerzas que estos le permitieron y beso mi mejilla. Se
sintió bien y me quedé ahí por un largo rato.
Yo siempre la he querido mucho y en este momento no me puedo atrever a
juzgarla con demasiada rudeza ¿quién soy yo para hacer tal cosa?

Nadie.

Lo que Marfil vivió fue espantoso, cualquier mujer violada estaría marcada por
el resto de su vida, y que eso deje frutos se convierte en la peor parte. Estoy
segura que con el tiempo me voy adaptar, ella es un ángel y también es la
mujer que me dio la vida.

🌺🌺🌺

Tres días, tres días desde aquella noche. Una noche que aunque no creí que
fuera así cuando mi padre me obligó a ir a vigilar a Andrea, fue la mejor que
tuve en mucho tiempo. Él me besó, me dio ese beso que años atrás tanto
había deseado con desesperación y fue el mejor beso que nunca nadie me dio.

En esos días no lo he vuelto a ver, no hemos coincidido en ningún lugar. Y


aunque lo he intentado con todas mis fuerzas, no he podido borrar el sabor de
sus besos de mi boca: whisky, pasión y... peligro. Recuerdo nuestras bocas
acoplándose a la perfección, haciendo obvio que habían sido creadas para
estar unidas. Tampoco he podido dejar de recordar la forma en que su pecho
contra el mío se inflaba y desinflaba a causa de su respiración irregular o como
latía su corazón, ¿por mí? La sensación de su respiración aún parece
recorrerme la piel de la mejilla como cada vez que nuestros labios se
unificaban aquella noche. Recuerdo como sus manos se asían a mis caderas,
los gruñidos salientes de sus labios o cómo lo había sentido duro contra mi
pubis, lo que dejaba claro que yo había sido capaz de excitarlo con tan solo un
beso y eso demostró que si antes lo era, ahora no le soy completamente
indiferente, si lo fuera no me habría besado de la forma que lo hizo, ¿cierto?

Sin embargo:

No puedo olvidar que después de besarme Nicolás se había disculpado y


pedido perdón. Pero no lo perdono, no lo hago porque en ningún momento me
arrepiento de haberme dejado llevar, de haberlo dejado hacerme sentir tantas
cosas con tan solo un beso. Fue tan bueno que estoy incluso extrañando su
sabor, queriendo más de eso, más de él, aunque sé, está... mal.

Ese beso fue como un veneno, pues antes de probarlo podría controlar
fácilmente los sentimientos que parecían estar resurgiendo de las cenizas y
que solía tener por él, ahora no puedo pasar un solo instante sin recordarlo a él
y la forma como me comió la boca esa noche, el mareo, mis piernas
temblorosas o lo bien que se sintió estar en sus brazos.

«Sabes que no está bien que lo pienses tanto Miranda, deberías detenerte» Me
susurra mi subconsciente, y pienso que ojalá fuera tan fácil. No cuando su beso
logró que cualquier otro beso que recibí antes se volviera nada, no había tenido
punto de comparación.

—Miranda, con lo que te diré a continuación no quiero que pienses que he


estado jugando contigo, de ninguna manera pienses eso, puesto que yo no soy
un hombre de jugar con las chicas, no es lo mío.

La voz de Owen me saca de mis cavilaciones y enfoco mis ojos rápidamente


en él. Después de tres días sin verlo ni saber nada de él me había llamado
para quedar en un pequeño restaurante a almorzar. Acepté más que nada
porque me dijera que tenía algo que decirme que era muy importante, y era
mejor hacerlo personal que por teléfono. Al vernos lo vi muy serio, cosa que me
llamó bastante la atención, ni siquiera me besó como se esperaba después de
muchos días sin vernos.

—Owen, dime qué es lo que ocurre —quise saber, concentrándome en él y


olvidándome de Nicolás Maderos así sea por un instante.

Él tragó en seco y tomando su copa de vino la llevo a su boca, bebiendo un


sorbo.

—Antes de conocerte yo estaba en una relación de cinco años, pero lo


habíamos dejado hace poco menos de dos meses —me dice, fijando la mirada
en mí—. Pero sucedió que Edén, mi novia, se quedó embarazada después de
nuestra ruptura, pero... hasta la noche que cancelé mi cita contigo no lo supe.

Vaya. Un hijo.

—Oh, ¿quieres decir que tú?

Me respondió rápidamente.

—Debo hacerme cargo de ella y de mi hijo como un hombre responsable —me


dice firme.

Trago en seco dejando mi copa de vino sobre la mesa después de haber


tomado un sorbo. No me esperaba que esa fuera la razón por la que me citó
aquí está tarde, pero tampoco me molesta, son cosas que suceden. Por otro
lado, hasta ahora Owen se había portado conmigo de un modo caballeroso y
respetuoso, jamás creería que su intención hubiese sido jugar conmigo. ¿Me
duele el que ya no vaya a haber nada entre él y yo? Si digo que me duele
mentiría, él me gustaba, pero no lo suficiente para lamentar demasiado que
esto termine antes siquiera de haber comenzado, más aún cuando ahora
después del beso con Nicolás me hayo tan confundida al respecto.

—Mi pregunta es: ¿solo vas a estar con ella por el bebé o es que todavía la
amas? —Inquirí, y cuando sus labios se abren para intentar decirme algo,
agrego:— No te hago la pregunta porque no pueda soportar que lo nuestro se
quede aquí, que no cuaje, puedo soportarlo, y lo respeto, Owen. Es solo que
creo que si vas a estar con esa chica solo porque está esperando un hijo tuyo,
por obligación y no por amor, está claro que no vas a ser feliz y un hijo no es
una razón poderosa para que dos personas estén juntas si no se quieren, no
serían felices ustedes y mucho menos ese niño o niña que viene en camino, lo
sabes, ¿verdad?

La rapidez con la que respondió a mi pregunta me hizo confiar en sus palabras.

—No es solo por el bebé, yo a Edén la amo mucho, Miranda —me dice con
palabras seguras y firmes, dejando salir de sus labios un profundo suspiro—.
Ella ha sido la mujer con la que quería compartir mi vida por más de cinco
años, lo habíamos dejado por el tiempo que te he dicho, pero ella también me
ama del mismo modo que yo y queremos darle a nuestro hijo lo que se merece:
una familia. Lo siento si te ilusioné, bonita, eres una chica preciosa y
encantadora, me gustaste desde el momento en que te vi y esas últimas
salidas contigo fueron increíbles, pero volví a verla, me dijo que tendríamos un
hijo fruto del gran amor que habíamos vivido y...

—Te entiendo, Owen —dije, cortando cualquier cosa que fuera a decir—. No
necesitas darme demasiadas explicaciones. Es bueno que vayas a estar con la
mujer que amas, porque quiero que sepas algo: a gustarte pueden llegar a
hacerlo muchas personas, pero a amar de verdad sólo una sola y eso nada
puede cambiarlo. Solo me resta decirte felicidades por tu hijo y que fue un
placer conocerte. Espero podamos continuar siendo así sea amigos después
de esto.

Él sonrió y tomó mi mano, besándome los nudillos y le devolví la sonrisa.

—Dalo por hecho, preciosa.

🌺🌺🌺

Cuando aparco el coche frente a mi casa repentinamente mi estómago


comenzó a hormiguear y mi corazón se aceleró sin sentido ni lógica, entonces
salgo del vehículo, lo vi saliendo de mi casa y todo cobro sentido
completamente.

Nicolás.

Un traje oscuro de tres piezas cubre su cuerpo y le queda al igual que siempre,
como si se lo hubieran hecho encima. Su cabello azabache luce alborotado,
como si hubiese pasado sus dedos varias veces por ellos.

Me pongo la mano en el pecho, intentando, en vano, de regularizar los latidos


de mi corazón, pero es un imposible, más aún cuando sus ojos se encuentran
con los míos.

Había esperado tanto el momento en que lo volviera a ver después de aquel


beso.
Cierro la puerta de mi auto y noto como mis pies se mueven solos, yendo hacia
él y lo veo moverse también en mi dirección, mis mejillas llenándose de sangre
a medida que mis pies se mueven y el pulso latiéndome bajo la piel. Es obvio
que sí Nicolás estaba en mi casa a esta hora era porque había sido un invitado
a almorzar como muchas otras veces siendo amigo íntimo de la familia. Yo no
estuve en casa a esa hora sino con Owen y no sé si agradecerlo o enfurecer
por ello.

Confió en que Nicolás va a detenerse cuando cruza por mi lado y su perfume


me rodea completamente, pero noto todo lo contrario cuando baja la mirada
como si de pronto no pudiera mirarme a la cara, me susurró un apenas
ineludible «Hola Miranda» e intenta cruzar por mi lado sin detenerse, lo que me
hace doler el corazón y fruncir el ceño. ¿Está intentando huir de mí, otra vez?

Mi mano es rápida y capturó la suya rápidamente con toda la intención de


detenerlo en su intento de huida, mas no sé si fue la idea más inteligente de mi
parte. El contacto de su mano grande con la mía se hizo sentir como cuando
pones un dedo húmedo en un interruptor eléctrico, todo mi cuerpo se sacudió y
el impacto que hizo mi corazón al saltar se sintió como cuando estás sobre la
rueda de fortuna en la feria y sientes que cuando va en picada hacia abajo, se
te puede salir por la boca en cualquier instante.

Tragando grueso me giro para enfrentarme a sus ojos grises. Así más cerca
puedo notar rastros de barba en su mandíbula que juraría son de al menos dos
días sin rasurarse, pero él en todas las facetas luce sexy y demasiado atractivo
para su bien, y para mal mío que no le puedo quitar los ojos de encima ni
aunque quiera. No puedo dejar de admirar ese rostro que debía hacer que
todas las mujeres del mundo suspiraran con arrobo ante su paso. Y es que,
Nicolás es un hombre cautivador y de una virilidad devastadora, por lo que no
se me podía culpar por no poder evitar mi fascinación con él.

Noté su cuerpo tenso, antes de con sus ojos grises recorrerme hasta asentar
su mirada en mi mano rodeándole la muñeca.

—Miranda, llevo un poco de prisa —me dice, con fingida calma.

—¿Por qué yo siento que en realidad lo que estás es tratando de escapar de


mí, Nicolás? —No me inmuto ante mis palabras, pues no soy una persona
demasiado acostumbrada a callar lo que pienso—. Estás tratando de escapar
de la misma forma que lo hiciste ese día en el club cuando me...

—Te besé —me interrumpió, y lo noto endurecer su cuadrada mandíbula antes


de obligarme a liberar su muñeca—. Eso fue un error Miranda, el error más
grande que he cometido en mi vida fue dejarme llevar y besarte aquella noche.
Nunca... me he arrepiento tanto de algo en toda mi vida.

Sus palabras dolieron. Mucho más de lo que espere.


—Nicolás yo... —no sabía lo que intentaba decir realmente, mi voz quebrada y
un dolor agudo en el pecho que no podía detener, se parecía mucho a...

—Olvídalo, Miranda —me dice, tan frío y distante que me congeló la piel, miré
sus ojos y no vi nada más en ellos que frialdad, y lo que dijo a continuación
terminó con toda mis estúpidas ilusiones de niña—. Ese beso... no fue
demasiado significativo, al menos no para mí. Eres una chica hermosa, y
bueno, yo soy un hombre, supongo que me dejé seducir por tu atractivo físico
que no es poco, pero no debí. Estuvo mal, y te pedí disculpas por ello porque
fue solo... cosa de un momento de debilidad que no me pude haber permitido
con alguien como tú que estas... Es algo que no se volverá a repetir nunca
más, sobre todo porque... yo estoy con alguien más que si puede darme lo que
necesito. Ahora sí me disculpas, llevo prisa.

Y después de esas palabras, él solo se giró y sin mirar atrás montó en su auto
y se fue, dejándome con el corazón en las manos, hecho trizas y sangrando.

CAPÍTULO 11

Me odio.

Bajo el agua de la ducha que cae sobre mi cuerpo desnudo, me obligo a no


dejar salir ni una sola gota de lágrimas de esas que pugnan por salir de mis
ojos, mas el dolor que siento por dentro es tan fuerte que apenas si puedo
soportarlo, es incluso aterrador y se siente como si por dentro todos los huesos
de mi cuerpo estuvieran rompiéndose poco a poco. Es un dolor, que a pesar de
no querer hacerlo, me hace gritar fuerte mientras golpeo con mis puños contra
los azulejos de mi baño, haciendo arder mi garganta y dar vueltas la cabeza.

Me siento irritada, frustrada y hasta furiosa, mas esos sentimientos son más
hacía mi misma que hacía el hombre que hace unas pocas horas me acaba de
decir que mi beso no significó nada para él, y que fue el error más grande que
cometió en su vida, después de todo, ¿quién fue la tonta que volvió a
ilusionarse con Nicolás Maderos después de que durante noches en velas en
aquel internado francés al cual había decidido irme con el fin de poner distancia
entre él y yo, me juré que lo olvidaría y regresé convencida de que lo había
hecho? Yo, maldita sea.
Ese idiota tuvo que besarme de la forma que lo hizo y volví a meterme en ese
mundo de fantasía, imaginándome junto a él y que si ya me había hecho
inmensamente feliz con un beso que sería con lo demás, me imaginé siendo
suya, en sus brazos, siendo amada por ese hombre que por dentro, me hace
hervir la sangre como no lo haría ningún otro hombre.

Estoy con alguien que si puede darme lo que yo necesito.

Idiota, mil veces idiota él e idiota yo.

Estoy segura de que esa, con la que él dice, está y que puede darle lo que
necesita es Morelia Fontana. Recordarán que los vi juntos en aquel restaurante
al que asistí con Owen y se les veía muy acaramelados. De lo contrario, no
habría sentido tantos celos al verlos juntos. Sí, ahora puedo admitir que lo que
sentí aquel día no era precisamente pena por la esposa que yo suponía tenía y
a mi punto de vista engañaba cínicamente, algo muy dentro de mí me decía,
aunque me lo negara a mí misma, que eran celos de no ser yo con él y ella sí.
Ahora bien, no pensó mucho en ella cuando me comía la boca en medio de
una pista de baile, ¿o sí? ¿Qué tanto la querrá? ¿Porque ella y no yo?

Meneé mi cabeza sacudiendo los recuerdos y obligándome a dejar de pensar


me dispongo a salir de la ducha, llevo más de una hora ahí dentro y si continuo
un poco más mi piel se arrugará como pasa.

Salgo del baño, una toalla alrededor de mi cuerpo y mi cabello chorreando, el


que rápidamente me dispongo a secar por unos veinte minutos. Después ubico
algo cómodo para ponerme, lo cual consiste en unos pequeños pantalones
cortos y una playera sin mangas. Un momento después me dejo caer sobre mi
cama y buscando poner mi cabeza en otro lado y no en el lugar donde se halla
ahora encendí mi televisión. Cambié de canal una y otra vez, buscando que
ver, mas no hallé nada porque la verdad es que no me apetecía ver nada, ni
realitys, ni programas de sociales ni de noticias ni... nada.

Emitiendo un gruñido de frustración tuve el impulso de mandar el control


remoto contra la pantalla de la televisión y romperla, mas contuve el impulso
porque no sabría luego como explicarle a mis padres la razón por la que llena
de ira, la rompí. En su lugar, la apagué, arrojando el aparato sobre mi cama.

Odio ese intenso dolor que siento en el corazón ahora, uno que ya había
experimentado antes pero estaba segura no volvería a sentir, sin embargo lo
estoy sintiendo y es incluso más fuerte que antes. Agarré una de mis
almohadas, colocándola sobre mi rostro y la oscuridad me invadió.

Tal vez debí quedarme en Francia y no haber vuelto, aunque la sensación de


estar lejos de mi familia fuera dolorosa como lo fue los últimos más de cinco
años sin verlos todos los días como ahora que estoy en casa nuevamente.
Pero es que allá yo estaba tranquila, en paz, volví y todo se volvió un caos, me
entero que mis padres no son realmente mis padres y que la que yo creía mi tia
es mi madre. En tanto él, estaba segura de que lo había olvidado y vivía feliz
en mi creencia, en cambio volví y todo lo que alguna vez sentí por él regreso
con más fuerza e intensidad.

Me siento tan estúpida.

La puerta de mi recámara es tocada, sacándome de mis cavilaciones.


Rápidamente grito un adelante quitándome del rostro la almohada que lo cubre
y al chequear la puerta veo a Tamara, viene con una mochila colgada al
hombro que deja claro viene de la universidad.

La universidad, estudiar.

Creo haber dicho antes que tenía planes de entrar en la universidad y estudiar
una carrera, y que la que había elegido era fotografía, pero no solo durante los
últimos ha sido tan intenso y confuso después de enterarme de que Marfil es mi
madre sino que mis planes desde la aparición de Perla cambiaron.

—Hola, amiga —saludó Tamara, arrojando su mochila en un mueble que se


halla en mi habitación y después, ubicó su trasero sobre mi cama. Se acerca y
nos saludamos con un beso en la mejilla.

—Hola, Mara —musito, más que desganada de un mal humor que pica.

Ella pareció percibirlo porque se me quedó viendo con los ojos achinados.

—¿Estás bien? —Inquirió, mirándome por debajo de sus pestañas negras bien
pulidas y largas—. ¿Qué te ocurre?

Solté una histérica carcajada y Tamara frunció el ceño tanto que sus dos cejas
se unieron, luciendo como una sola.

—¿Ocurrirme algo? ¿Cómo crees? mírame, estoy fantástica —finjo una


sonrisa, pelando los dientes sin ninguna expresión en el rostro y cruzo mis
manos contra mi pecho.

—Es más que obvio que no estás bien. Dime que está mal, nena —me
pregunta, interesada en saber.

Si alguien me conoce mejor que nadie, después de mis padres, esa es Tamara.
Es esa chica a la que nunca podría mentirle ni ocultarle las cosas, solo tiene
que presionar un poco y me abro ante ella como una flor en primavera,
completamente.

Hace semanas atrás tal y como yo lo suponía me confesó que está


completamente enamorada de su amigo Steven, que tiene sentimientos muy
fuertes por él y por más que quisiera nos los puede frenar, lo mismo que me
sucede a mí con Nicolás, por lo que estamos las dos en la misma tómbola de
los amores nos correspondidos, pues en mi caso Nicolás solo parece verme
como una nena de papá. Si me pongo analizar bien las cosas creo que su
principal negativa a dejarse llevar por más que yo le guste; porque de que lo
hago lo sé por la forma en como me besó aquella noche, es el hecho de que
soy Miranda Collins, la hija de su mejor amigo y socio. Tiene sentido, ¿cierto?
Tiene todo el sentido del mundo ahora que puedo pensarlo con más claridad,
es como si yo fuera un postre prohibido, que quisiera probar, pero teme a las
consecuencias. Sigue teniendo sentido, ¿a que sí? En el caso de Tamara, el
chico que la trae loca tiene novia y para peor suerte estan comprometidos para
casarse. Así que sus esperanzas son tan escasas como las mías.

Estamos jodidas.

—Nicolás me pasa —espeto.

—Nicolás ¿Maderos? —Asiento, mordiéndome tan duro el labio inferior que


terminé sacándome sangre, lamiéndola después con mi lengua—. ¿Qué pasa
con ese hombre?

Tomé una inspiración profunda y procedí a contarle.

—Todo me pasa Tamara, y lo odio pero también me odio a mí misma por


estúpida.

—A ver que no te comprendo. Explícate mejor, por favor.

—El día del cumpleaños de Andrea, como sabes la señorita después de que
me pasé días preparándole una fiesta decidió que no la quería y en su lugar
quiso ir al club de papá, y celebrar con sus amigos allí. Como sabes, Lucas
Collins me obligó a ir a cuidar de ella como si fuera su niñera, hasta ahí todo
estaba bien, ¿pero qué pasó? Nada bueno para mí cuando se trata de él,
apareció Nicolás, todo estaba bien hasta que se me ocurrió la brillantísima idea
de invitarlo a bailar y a pesar de que no le hacía ni puta gracia, como estoy
acostumbrada la mayor parte del tiempo a salirme con la mía, conseguí
arrastrarlo a la pista y bailamos, pero eso no fue lo peor. Él me besó, Tamara,
me comió la boca de una forma que sé, estoy completamente segura ningún
hombre podría hacerlo jamás, ninguno sería capaz de hacerme helar y arder la
sangre al mismo tiempo como él.

La mandíbula de Tamara está totalmente desencajada, hasta que la cerró,


tragó grueso y emitió palabra.

—¿Todo eso que me dices es verdad, Miranda?—Miró hacía la puerta, como si


temiera alguien pudiera escucharme y volviendo el rostro en mi dirección
nuevamente agregó—: ¿De verdad te ha comido la boca el amigo de tu padre?

Afirmé.

—Sí, Tamara. Como tantas veces lo deseé en el pasado él me besó, se sintió


hermoso, tanto que no quería que dejara de besarme nunca y hasta deseé que
me hiciera otras cosas aparte de besarme.

Tamara soltó un jadeo crubriéndose los labios con la mano ante mis palabras,
mirándome con sus ojos muy abiertos.
—Mas para él ese beso fue un error, un momento en el cual se dejó llevar y
según él, sucumbió ante mi belleza física —le digo, lamiéndome el labio reseco
con la punta de la lengua—. Ese beso, aunque para mí pudiera haberlo
significado todo, para Nicolás no fue nada.

—Miranda, me digas que es lo que estoy pensando, tú...

Supe inmediatamente lo que diría a continuación y me encontré


interrumpiéndola.

—Sí Tamara, continuo enamorada de ese hombre —le confieso, pasándome


una mano sobre el rostro antes de enderezarme, sentándome sobre la cama
con las piernas recogidas hasta el estómago y dejar mi cabeza caer sobre ella,
no viendo el rostro de la chica a mi lado mientras hablo—. Yo estaba segura de
que lo había olvidado, regresé confiada de que Nicolás se había quedado atrás
como una de mis primeras ilusiones amorosas, pero no fue así. En cuanto volví
y lo vi mi cuerpo reaccionó a él, a su cercanía y a la forma en como me miraba.
En primera instancia me lo negué a mí misma, lo había atribuido a que es un
hombre demasiado atractivo, que es normal que me sintiera atraída hacia él,
¿Qué mujer no lo haría? Tendría que ser ciega para no admirarlo, para no
desearlo y suspirar con arrobo ante su presencia, pero no, él tuvo que besarme
de la forma que lo hizo y los sentimientos por él que creía ya no existían, se
hicieron presentes, más intensos y fuertes que antes.

Siento una caricia en mi cabello, de Tamara.

—No sé qué decirte —la oigo hablar, sin dejar de acariciar mi cabello—. Creí
que de verdad lo habías olvidado, Miranda.

Alcé la vista para verla a los ojos. En ellos no veo nada nada más que
comprensión y preocupación por mí.

—Yo también, Mara. Yo también lo creí pero no, eme aquí, odiándolo con la
misma fuerza con la que lo quiero por provocarme estos sentimientos tan
fuertes cuando sé el nunca podrá corresponder a ellos —musito, en un hilito de
voz y un dolor intenso asentándose en mi pecho, duro y crudo—. No lo hizo en
el pasado y no creo que lo haga ahora, no lo hara y detesto el sentirme así otra
vez. No es justo quererlo tanto cuando nunca será mío, no es justo.

Tamara suspiró, dejando caer la esquina de su cabeza sobre la mía. La rodeé


con mis brazos y ella hizo lo mismo conmigo, ambas volvimos a suspirar.

—No, no es justo tener sentimientos que nunca serán correspondidos. Amar


sin que te amen no es justo, no es justo querer olvidar y no poder.

Sin necesidad de que agregara más entendí que estaba hablando de mí, pero
también de ella y sus sentimientos por Steven.

🌺🌺🌺
Había sido mi primer novio, el chico al que le di mi primer beso. Solía llamarme
cara de ángel y tocar lindas canciones para mí cuando estábamos en el
internado. Mas, debo decir que él se había ido un año antes que yo y ahí
terminó nuestro noviazgo, siendo mi relación de seis meses con con Derek
Vega la más larga, además de la única que tuve en mi vida. Después de él
tonteé con algunos chicos como bien dije antes, pero antes incluso del primer
beso me daba cuenta de que no eran lo que estaba buscando.

Me había sorprendido bastante la llamada de Derek, pues si calculo el tiempo


que dejó el internado y a mí, han pasado más de cuatro años desde la última
vez que lo vi. Pero además de sorprendida de recibir su llamada también me
puse muy contenta de escucharlo, ya que, antes que mi novio era mi amigo.

Me habló el día de ayer, tras encontrarse por causalidad con Tamara y pedirle
mi número, invitándome a ver tocar a DKDA, un famoso grupo musical del cual
él es la voz principal. No dude en aceptar porque a decir verdad, muero por
verlo y darle un fuerte abrazo. Es por ello que ahora, con una sonrisa en los
labios me encuentro llegando a Euphoria, que es el club en el cual DKDA
tocará esta noche, y según me informó su vocalista durante todo un mes, lo
que los mantendrá por más de cuatro semanas en los Ángeles, más que bien
para mí que necesito una distracción para no pensar tanto en... él.

Derek Vega no pudo haber llegado en mejor momento.

Percibo que hay una fila enorme para entrar al lugar aclamando las chicas,
cada una a su favorito del grupo. Unas gritan Derek; el grupo más grande, otras
Tyler, otras Yerik y otras Ian. Se podían ver en el aire montones de carteles con
el rostro de los miembros de la banda. Sonreí y pensé que sin duda alguna los
chicos de DKDA tiene un gran club de fans, y no es para menos, los conozco a
todos— los he visto en revistas más que nada—, y sé los cuatro integrantes
tienen rostros muy hermosos.

Entrego mi auto al valet parking y luego de darles las instrucciones necesarias


me dirijo hacia la entrada del club Euphoria. A diferencia de otros, no tuve que
hacer fila ni esperar la hora de apertura sino que obtuve el pase antes por ser
invitada especial del grupo.

Cuando entré en el exclusivo club, iluminado con luces de colores y bastante


bien decorado, enseguida pude ver el rostro de Derek acompañado de los otros
integrantes de su banda.

Sabía desde antes que algún día formaría una banda y sería muy famosa, tal
como lo es, porque era de lo que me hablaba cuando estábamos juntos en el
internado. Lo veía con una guitarra y una libreta la mayor parte del tiempo,
tocando y escribiendo canciones.

—Te juro, mi cara de ángel, que algún día seré muy famoso y estás canciones
que ahora escribo serán cantadas por casi todas las chicas del mundo. Ellas
gritarán con fuerza mi nombre y me amarán.
Lo recuerdo diciéndome antes de que lo viera por última vez, con entusiasmo y
mucha confianza en sí mismo y sin duda sus palabras se cumplieron. Muchas
chicas aman sus canciones, y también lo aman a él.

A medida que camino por el pasillo del bar, le observo. Esta vestido con una
chaqueta de cueros y unos vaqueros negros ajustados. Su cabello que
naturalmente recuerdo negro, está pintado de rubio.

Derek sin dudarlo es atractivo, se podría decir que es una mezcla entre Tom
Cruise y Brad Pitt, alto y con músculos fuertes. Me ve caminando hacia él, y me
iluminó con una bella sonrisa que yo me apresuré a devolverle sin detenerme.

Paso la copa que tenía en la mano al chico de al lado y vino en mi encuentro


casi corriendo; trotando con rapidez. Al llegar junto a mí me atrapó y alzó en
volandas como si no pesara nada. Reí feliz en sus brazos cuando lo sentí
llenarme de besos la cara. Mi risa no se detiene siquiera cuando para de darme
vueltas y me deja en el suelo.

—Derek —musito, entre risas.

—Éstas —me observó con ojos chispeantes—, jodidamente hermosa.

—Gracias —contesto, sonriente y feliz.

Derek se apresura a tomar mis dos manos entre las suyas y las lleva a sus
labios.

—Gracias a ti por estar aquí. Indiscutiblemente esta será mi mejor noche.

Derek volvió abrazarme nuevamente y me preparé para una buena noche,


disfrutando de mi vida y de mi juventud. Mostrándome alegre y feliz cuando
para ser sincera, estaba rompiéndome por dentro. Pero la vida es buena si a
pesar de tus problemas y tristezas tratas de vivirla intensamente, pues a veces
puede ser demasiado corta.
CAPÍTULO 12

No me considero una chica amante a la lectura para nada, se podría decir que
ni siquiera me gusta del todo, sin embargo, esta noche necesitaba algo en que
entretenerme, así que estaba leyendo un libro de literatura inglesa que había
tomado de la biblioteca personal de mi madre, pues ella sí que es una fanática
de leer.

Leo porque por más que lo intento no consigo dormirme, debido a que
últimamente tengo problemas para dormir a causa de que mis noches están
siempre invadidas por un sexy rostro trigueño que casi no me deja cerrar los
ojos, o de otra manera, se mete en mis sueños como una sanguijuela y me
hace tener una clase de sueños con él y yo como protagonista que servirían
para narrar un libro erótico, todo es tan... ardiente.

Suspiro apartando la vista de la página del libro y la fijo en mi ventanal, viendo


nada más que oscuridad al otro lado del cristal.

No he vuelto a ver a Nicolás desde aquella tarde en la salida de mi casa que


me dijera a sangre fría y sin ningún tipo de anestesia que mi beso no fue
importante para él y me restregó en mi cara de niña estúpida y enamorada de
él hasta los tuétanos que tiene a la mujer que necesita a su lado y es alguien
con la que siquiera puedo intentar competir porque es Morelia Fontana, ella
una diosa bella y hermosa, además de que no es la hija de su mejor amigo
como yo, lo que a su vez, me deja fuera de sus límites. Han transcurrido casi
tres semanas desde entonces y para ser sincera, ha estado bien para mí, es
más fácil controlar mis sentimientos si lo tengo lejos de mí, pues teniéndolo
cerca no sería tan fácil para mí. Es una tranquilidad para mi pobre corazón
destrozado a causa de Nicolás Maderos el no verlo, aunque me odie a mí
misma cuando, masoquistamente, crece en mí el deseo de verlo aun sabiendo
el daño que me haría su presencia.

Derek Vega.

Pues con Derek me he estado divirtiendo mucho últimamente y me ha ayudado


bastante a mantener mi mente ocupada, pero solamente podemos ser amigos.
Lo comprobamos luego de habernos besado en una de nuestras salidas, para
luego ambos terminar riéndonos como locos al ver que no pasaba nada y que
cualquier pequeña chispa que hubo se quedó en el pasado.

Me gusta su compañía, es agradable al igual que todos los chicos de su banda,


son todos muy monos y simpáticos aparte de guapos y excelentes cantantes,
razón por la cual tienen un club de fans enorme. Descubrí que el nombre DKDA
lo construyeron ellos tras tomar la inicial del nombre de una persona querida
por cada uno de los miembros del exitoso grupo musical. Muy orinales.

Cuando me sentí incapaz de continuar leyendo puesto que mis ojos empezaron
a cerrarse dejé el libro a un lado y me recosté, quedándome dormida un
instante más tarde.

Soñaba... soñaba con él, Nicolás, permanecíamos los dos juntos bajo la luz de
la luna mientras nuestros cuerpos se movían al ritmo de la música imaginaria
que sonaba en nuestras cabezas, con los ojos cerrados y sintiendo el placer de
nuestros cuerpos unidos... Nuestros labios se encontraban y se fundían en un
apasionado beso que hacia mover cada fibra de nuestra piel. Fue como si con
solo un beso hiciéramos el amor allí, mediante aquellos suaves y celestiales
movimientos.

Cada vez que nuestras lenguas se entrelazaban en nuestras bocas crecía más
y más la pasión del uno por el otro. Yo me apretaba a su cuerpo deseando que
no me soltara jamás, como si aquel lugar mágico fuera el sitio donde desease
permanecer por el resto de mis días, pero a su lado, sin pasados, sin un futuro
escrito, solo viviendo el día a día. Él y yo solos acompañados por los fuertes
latidos de nuestros corazones que parecía la música que nos impulsaba a
movernos...

Me desperté de golpe con el corazón latiendo fuerte en mi pecho. Ese sueño,


parecía tan real que aún despierta puedo sentir sus brazos rodeando mi cuerpo
y sus labios encajando con los míos.

Oh Dios mío. ¿Hasta cuándo?


—¡No! —grito, furiosa —.Sal de ahí por favor, me dueles demasiado. No quiero
amarte, por Dios no quiero —pedí con voz impotente, mientras con un puño me
golpeo el corazón agitado, donde ese hombre está metido, negándose a salir.

Llamaron a mi puerta y me sobresalté.

—Pase —trato de no pensar en ese sueño, al final solo es eso, un sueño que
nunca se hará realidad.

—Buenos días, Miranda —saludó la nana—. Alguien quiso traerte el desayuno


a la cama.

Y en ese momento veo entrar a mi pequeña Perla con una bandeja en la mano
que apenas puede sostener en sus pequeñas manitas.

Ow. Ella definitivamente acaba de arreglarme el día.

Reí emocionada antes de lanzarme de la cama y quitarle de las manos la


bandeja que coloqué sobre mi mesita de noche, para luego alzarla entre mis
brazos y llenarle de besos la carita. Su risa me alegra la vida.

—Gracias por esa sorpresa.

Me miró, una sonrisa en sus pequeños labios y sus ojos verdes brillantes.

—¿Te ha gustado? —sus brazos apretaron mi cuello y sus piernas rodean mis
caderas.

—Claro que me gusta bebé. Me das un beso —le pedí.

Puse mi mejilla, me dio el beso y luego nos pusimos a comer el desayuno las
dos, yo metía comida en su boca y ella en la mía.

🌺🌺🌺

Mi plan esta noche es salir a bailar, reír, beber y divertirme como cualquier
chica joven, pues creo que he dicho más de una ocasión que es algo que me
gusta mucho y odio quedarme en casa encerrada los fines de semana porque
me aburro, así que saldré, pero no lo haré sola sino que he decidido arrastrar a
alguien conmigo y no será a Tamara porque le marqué y se negó a salir, está
en tiempo de exámenes parciales y tiene la cabeza metida en un libro, decidí
que hoy era una buena noche para salir a divertirme con la mujer que me dio la
vida aunque yo lo supiera veintiún años más tarde, con Marfil.

Todavía me cuesta aceptarla como mi madre, no lo voy a negar, pero lo estoy


intentándolo con todas las fuerzas de mi corazón y es por ello que he decidido
invitarla a divertirnos juntas está noche, quiero compartir y convivir con ella. No
ha sido una segunda opción al no tener a Tamara, simplemente mi idea inicial
era que saliéramos las tres juntas, pero al ella no poder solo seremos Marfil y
yo.

Toqué en su habitación y cuando escucho un «adelante» al otro lado entré y


me la encontré que justo acababa de salir del baño, pues una toalla de color
azul rodea su cuerpo húmedo, el jabón de ducha me invadió las fosas nasales
y su cabello negro a diferencia del mío que es castaño claro, está mojado y
chorreando.

—Veo que te has bañado, lo que significa que te ahorrarás un proceso —


musito mientras ella para de secar su pelo con una toalla como lo estaba
haciendo y me mira con el ceño fruncido—. Está noche tengo ganas de salir a
divertirme, pero no deseo ir sola sino que quiero que tú me acompañes.
Podemos ir al bar de papá.

Ella aclara sus ojos azules, le di mi mejor sonrisa de dientes blancos.

—¿Qué? —Negó—. ¿Un bar? Yo no suelo ir a esos lugares.

Sabía que ese no era su a ambiente pero quería pasar una noche las dos
juntas, divertirnos.

—Quiero que me acompañes porque lo único que haces desde que llegaste es
estar aquí en casa encerrada —expreso—. Eres joven, Marfil y como tal
necesitas divertirte un poco. Así que, está noche es nuestra.

—Es que yo...

La interrumpí.

—Nada, tienes —miré mi reloj de pulsera—, exactamente media hora para


estar lista —trato de protestar nuevamente pero yo le puse un dedo en frente y
calla—; media hora.

Salí del cuarto, yo también necesitaba prepararme para tener una gran noche
con mi madre.

🌺🌺🌺

Un hora más tarde aparco mi coche frente al club, junto a Marfil obviamente.

—No recuerdo la última vez que vine a un lugar como éste —comentó Marfil
cuando ambas salimos del auto.

Esta realmente hermosa. Su larga cabellera oscura cae en cascada sobre su


espalda y el maquillaje en su bello rostro es muy ligero. Sus labios están
adornados por un toque de carmín rojo y se había puesto un vestido azul
turquesa ceñido al cuerpo. Y, los tacones altos la hacían lucir muy diva. Es
increíble lo hermosa y lo perfecta que es.
—Estás hermosa, todas las miradas irán dirigidas hacia ti esta noche. Eres el
sueño de cualquier hombre.

Marfil se tensó ante mi comentario, sin embargo, luego me sonrió


preguntándome qué si podíamos entrar. Asentí y entramos al lugar.

Vértigo no tenía mucha gente esta noche, solo unas pocas personas pero la
noche apenas empezaba. Algunos tomaban en grupo en mesas y otros, se
encontraban en la pista de baile, contoneándose al ritmo de la música. Sentí
ganas de bailar, después de todo, a eso había venido.

—Vamos a bailar —quito la copa de las manos de Marfil y la coloqué sobre la


barra.

—¿Tú y yo solas? —asentí —. Eh... no sé, yo no creo que me acuerde como


es que se baila a estas alturas de mi vida.

—Te acordaras, vamos a la pista.

No siguió protestando, simplemente nos encaminamos hacia la pista y


abriéndonos paso entre la pequeña multitud allí presente, mi madre y yo
comenzamos a movernos.

Para mi sorpresa ella lo hacía muy bien, no cabía duda que lo que bien se
aprende no se olvida. La vi colocar las manos sobre su cabeza y comenzó a
mover las caderas con libertad. Me dio cierto placer verla tan libre y feliz,
parecía estar en otro mundo. Tal vez recordando a la niña que soñaba con ser
una gran bailarina.

Seguí sus pasos y comencé a moverme a su ritmo, mientras, las dos nos
sonreímos una a la otra dando a demostrar que nos hacía felices compartir ese
momento juntas.

Una canción terminó y comenzó otra y seguíamos bailando igual de


emocionadas y cantando a todo pulmón, desafinado, pero siendo felices.

Algunos hombres en el bar tenían sus ojos en nosotras, aunque podía jurar que
más en Marfil que en mí con mejor cuerpo y curvas más pronunciadas que las
mías, pero ambas solo estábamos disfrutándonos a nosotras mismas,
disfrutando nuestro momento como madre e hija e ignorando el mundo a
nuestro alrededor. Reíamos y nos agarrábamos de las manos para bailar cada
canción que sonada hasta que nos sentimos demasiado agotadas para
continuar y volvimos a la barra, jadeando por el cansancio pero sin soltar la
sonrisa de felicidad de nuestros labios.

—Hacía años que no bailaba así —ella estaba feliz, sonreía emocionada.

—Y lo has hecho muy bien, me has opacado completamente.

Le hice señas al barman para que nos rellenara a ambas la copa y como
somos la hija del dueño y la hermana, rápidamente somos atendidas.
Vértigo es uno de los tantos negocios que tiene mi padre, pero quien tiene la
administración del mismo es un amigo suyo, Elías.

—No lo creo que te haya opacado, tú bailas excelente, Miranda —dijo dudando
de que de verdad lo hiciera bien, y tomó un trago de su copa.

—Concuerdo con la señorita.

Escucho una voz ligeramente conocida detrás de mí, entonces me giré y lo


comprobé.

Martín Di Monti, un apuesto y sexy Español el cual posee una cuadra de


caballos impresionante, la mejor para ser exactos, sus caballos son magníficos.

—¡Martín! —vocifero encantada de verlo, él rápidamente fijo sus ojos verdes en


mí y me sonrió.

—Miranda, que placer verte hermosa —espetó—. Por favor, ven a darme un
abrazo, dulzura.

Me abrió los brazos y yo acepté el abrazo sintiendo un beso en mi cabeza.

Nos unía que había trabajado con él como modelo de su campaña de


promoción de joyas; ya que no solo es un amante de los caballos pura sangre,
también es un excelente diseñador de joyas.

Les sorprendería saber que yo sé algunos secretos del play boy número uno de
España que poca gente sabe. En realidad nuestra amistad había comenzado
cuando una noche en que yo me encontraba en una de sus fiestas de polos;
una que él organiza anualmente para instituciones benéficas, y el año pasado,
un hombre borracho se me había tirado encima atacándome, Martin le había
dado la paliza del año advirtiéndole que no se volviera acercar a mí. Como el
conquistador que es intentó seducirme, pero al darse cuenta que mucho no le
hacía caso se dio por vencido, quedando entre nosotros una gran amistad. Y
puedo decir que a pesar de su fama de conquistador y mujeriego empedernido
que no deja escapar una sola escoba con falda y hermosa, a mí me parece un
gran hombre.

—Qué bueno verte, Martín.

Me alejé de su abrazo, y pude ver como sus ojos se fueron directos hacia
Marfil.

—Y esta bella dama, ¿no me la presentas, Miranda? —pregunta muy


interesado.

Sé por dónde va, esa es su manera de demostrar que está interesado. Miré a
Marfil que estaba prácticamente con la cabeza en el piso y cuando la rodeé con
mi brazo me miró y sonrió.

—Claro que te la presento, ella es...


—Marfil Collins, su tía —ella se adelantó al ver que yo me trabé y no pude
decirlo.

La miré a los ojos y aunque intentó disimularlo atisbé un poco de tristeza en


ellos porque no pudiera decir en voz alta que es mi madre. Me sentí mal y la
abracé muy fuerte, abrazo que me devolvió con la misma fuerza. No es que me
diera vergüenza decir que soy la hija de Marfil Collins, es solo que por más que
lo he intentado una parte de mí todavía no se convenció de aceptarla como tal
y gritar que soy su hija y no de Paula, supongo que todavía necesito más
tiempo.

Cuando nos alejamos sentí un beso en mi frente de su parte y después me vi


tapada por una ancha espalda cuando Martín cruzó por frente de mí para
saludar a Marfil, dándome la espalda completamente.

—Mucho gusto Marfil, Martín Di Monti. A tus pies hermosa.

Le ofreció su mano con una sexy sonrisa y ella, aunque vacilante al principio,
se rindió y se la estrechó.

Juraría que se sonrojó.

Bueno, Martín Di Monti es un hombre muy atractivo. Tiene el pelo oscuro y muy
largo al estilo indio amarrado a la nuca, es alto y viene bien vestido. La mayoría
de las mujeres caen rendidas de su encanto, y su reputación es de no salir con
una fémina el tiempo suficiente para conocerlas, sólo tiene aventura de una
noche... Pero lo cierto es que, Marfil no será su siguiente ventura, por más sexy
que fuera ella merece algo mejor, así que, me interpongo en su camino
haciendo que suelte su mano.

—Martín, ¿puedo saber qué haces en Los Ángeles? —indago, recordando que
alguna vez me dijo que prefería más el campo que la ciudad, que de hecho la
odia y que ama más estar con sus caballos.

Sonríe mirándome.

—Estoy en Los Ángeles por negocios —volvió a mirar a Marfil, ella agachó la
cabeza avergonzada. Maldición, le está gustado—. Sé que alguna vez te dije
que odiaba la ciudad pero quizás pueda dejar de odiarla, puede tener cosas
realmente interesantes.

—Uhm. Si me disculpan, voy al tocador.

Se disculpó mi madre y segundos después se dirigió al baño, bien para mí.

Di Monti la observó descaradamente y sin recato ninguno hasta que Marfil se


perdió en la multitud tomando el camino al tocador de señoras, luego se
recostó de costado sobre la barra y se masajeó la barbilla con una sonrisilla
que yo conocía muy bien, ya le hecho el ojito a las curvas de mi madre.
—Ahora veo porque eres tan hermosa, esto viene de familia—comienza decir—
. Tu tía es toda una belleza, además de que es así como diferente a cualquier
mujer, fascinante.

Curvo unas de esas sonrisas encantadoras que tiene, de esas que dicen
«todas caigan a mis pies».

Crucé mis brazos al pecho y la encaré, viéndome casi a su nivel por mis
tacones altos.

—Lo acabas de decir, es diferente y te prohíbo que utilices tus encantos con
ella —me miró sorprendido y se enderezó.

Marfil ha sufrido demasiado, desde que era muy jovencita. No merece ni una
solo más y Di Monti no es lo mejor para ella.

—¿Y eso a qué viene?

Suspiré.

—Te conozco y sé cómo te las gastas en tu tarea seducir, pero ella no es como
todas tus conquistas. Por favor Martín, no te acerques a Marfil con intenciones
de lastimarla —le suplico.

—Oye... —me dio un beso en la frente, luego tiró de mí y me estrechó contra


su cuerpo. Es algo normal entre nosotros, así que rodeé su cintura ancha con
mis delgados brazos—. Esa no es mi intención, Miranda de veras. Ya sé que
todo el mundo piensa que soy un Play boy sin corazón, pero no es así. Tú
conoces mi secreto, te lo conté ¿lo acuerdas?

Sí, conozco su secreto y la razón por la cual hoy día lleva a cuestas esa fama
de empedernido mujeriego.

Martín me había comentado que aun a pesar de lo que las revistas dicen de él,
no es un mujeriego sin corazón. Hubo una chica en su vida hace muchos años
de la cual se había enamorado y con quien planeaba casarse, pero el día que
le pidió matrimonio ella le rechazó cruelmente diciéndole que jamás iba a
compartir su vida con un pobre diablo, siendo que él era un simple trabajador
humilde hijo de un jardinero y una ama de casa. Según me confío esa mujer lo
había destrozado de la peor manera, porque la adoraba y de hecho, ella fue el
primer y único amor en la vida de unos de los hombres más poderosos de
España actualmente. Aquel rechazo cuando solo contaba con veintidós años,
no solo lo convirtió en un hombre más fuerte, sino que también lo hizo trabajar
duramente llevándolo a convertirse en lo que es hoy, no es cualquier Millonario,
más bien Multimillonario.

Eso me lo contó mientras me enseñaba su cuadra al lomo de un caballo


cuando le pregunté la razón por la que no se había casado y que de divertido le
hallaba a salir con una mujer distinta cada semana y me dijo que de esa forma
evitaba que le volvieran a romper el corazón, lo que me llevó a insistir y logré
que se abriera ante mí.

—De acuerdo —concluyo no muy convencida. Porque aun con lo que él dice, la
lista de mujeres que han pasado por su cama es interminable.

—Bien. Ahora hermosa, ¿qué te parece que nos acompañas a mí y a mis


amigos en nuestra mesa?

El sexy español señaló una mesa al fondo, donde estaban esos supuestos
amigos.

Ahí estaba sentado tres hombres, dos de ellos no los conocía, pero el otro, el
otro hizo que se me hicieron un nudo en la garganta.

Ay, no Dios.

¡¿Qué demonios?! No, eso no podía ser ¿y sí es una alucinación por todos los
sueños eróticos que he tenido con él últimamente?

Cerré y abrí los ojos para ver si era alucinación.

Joder, era condenadamente real.

—¿Nicolás Maderos... es tu amigo? —mi corazón ya latía como mil caballos a


galope de sólo verlo.

Martín cruzó sus fuertes brazos al pecho.

—Sí, ¿lo conoces?

Volví a mirar nuevamente, aún a esa distancia pude ver que él también estaba
observándome con una mirada indescifrable. No estaba sonriendo, más bien
parecía enojado.

Volví el rostro hacia Martin.

—Es el mejor amigo de mi padre —me mordí el labio metiendo la mano en los
bolsillos traseros de mis diminutos pantalones negros.

¿Qué rayos hace este hombre aquí? ¿Qué acaso se me tiene que aparecer en
todos lados?

Ya suficiente tengo con que se meta en mis sueños como la peor de las
sanguijuelas, torturándome y dañando mi pobre mente—que hasta hace poco
era bastante inocente—ahora no estoy tan segura.

Es ahí donde todo se cae, yo estaba bien, estaba tranquila sin verlo y
divirtiéndome con mi madre como una chica joven y feliz. Sin embargo, él
aparece de nuevo y todo se cae como cuando un fuerte muro se destroza y se
vuelve pedazos, haciéndome sentir tonta y vulnerable nuevamente.

¿Por qué?
Mi corazón está latiendo de un modo que me causa daño y el sonido que hace
es tan fuerte que de no ser por la música del club que lo amortigua, podría ser
escuchado. Mis manos están temblando al igual que mis piernas, mi
respiración es un desastre y el cosquilleo en mi estómago es molestoso.

—Vaya coincidencia —musitó, Martín—. Entonces, ¿nos acompañas?

Tomé una inspiración, tratando de regularizar los fuertes latidos de mi corazón.

Quería decir que no porque no deseo estar sentada en la misma mesa que
Nicolás. Su presencia me pone demasiado nerviosa y luego esa forma en la
que me miró, no sé ni siquiera como definirla.

—He vuelto.

—Qué bueno, así nos acompañas a mi mesa —Marfil me miró y yo asentí.

No me queda más remedio.

—Como que te habías olvidado de nosotros —se queja uno de los hombres de
la mesa al acercarnos.

—Disculpen caballeros. Permítanme presentarle a estas dos bellezas que me


acompañan, Miranda y Marfil Collins.

Martín nos presentó y yo al igual que Marfil les devolví el saludo con un simple
«hola» y al mismo tiempo evité por todos los medios mirar a Nicolás, si ya con
su presencia sentía el corazón en la boca mirándolo sería peor porque
entonces comenzaría a reproducir la escena que creamos los dos en esta
misma discoteca hace más de un mes atrás y sería mucho peor para mí, si solo
con recordarlo ya siento endurecerse mis pezones bajo la blusa negra con
brillantes plateados que traigo puesta y un cosquilleo en cierta parte entre mis
piernas, al mirarlo sería peor.

Sin embargo para mala suerte mía el único lugar que quedaba vacío para mí,
imagínense, frente a Nicolás y maldiciendo por dentro de mí me vi en la
obligación de sentarme.

Esta noche ya se me hecho a perder.

Si yo solo quería divertirme con mi madre biológica. ¿Por qué mi sexy pesadilla
tiene que aparecer justo en este club, que no había otros en la ciudad? ¡Joder!,
yo sí que tengo mala suerte.

De pronto mientras arrastro mis manos sudadas por la tela de mi pantalón corto
bajo la mesa sentí un cosquilleo insoportable en toda la piel, entonces elevé la
mirada y me encontré con la suya, sus ojos plata me miran de un modo que me
corta la respiración y aunque quiero dejar de mirarlo no puedo, admirando ese
algo que lo hace parecer indomable, rebelde y que lo vuelve diferente al resto
de los hombres para mí.
Tragué saliva muy fuerte y atormentada por lo que la fuerza de la mirada de
Nicolás ejercía sobre mi cuerpo, aparté la vista de sus ojos.

La noche continúo, pero todos se divertían entre charlas, risas y baile, menos
yo. Marfil hasta había aceptado bailar con Di Monti y se había divertido
olvidando el nerviosismo inicial. Por su manera de mirarlo y de bailar con él era
obvio que se había dejado embobar por el encanto del español cuarentón; pero
de muy buen ver.

Nicolás por otro lado me lanzaba miradas furtivas que yo captaba cuando mis
ojos se encontraban con los suyos, tampoco dijo una sola palabra, excepto,
que Marfil había preguntado que dónde se conocen él y Martin. Y, me enteré
que habían sido cuñados. La hermana del español- que ahora sé que se
llamaba Kendra- había sido la esposa de Nicolás. Y, por alguna extraña razón
percibí que este último había mostrado un rostro enojado toda la noche, solo
que no me imaginaba la razón de su molestia y porqué parecía querer
atragantarse de alcohol por la manera que bebía.

Cuando me cansé de estar ahí atormentándome con su presencia decidí salir


del club ya pasaba las dos de la madrugada, con Marfil que no tenía
literalmente ganas de salir gracias a su interés por Di Monti y hasta se estuvo
riendo de sus chistes malos. Eso me hizo sacarla más rápido de allí alegando
que tenía una migraña que parecía querer romper en dos mi cabeza, aunque
no era del todo mentira.

Yo lo que no quería es se mostrará tan interesada en ese hombre por atractivo


que fuera, podría sufrir y yo no quería eso para ella. Si necesita un hombre en
su vida no será un play boy que cambia las mujeres como coches porque no
puede confiar en ninguna después de que la única mujer que amo le rompió el
corazón y juró no volver a enamorarse.

— ¿De dónde conoces a Martín Di Monti? Lo pregunto porque ustedes parecen


muy amigos, cariño —me pregunto Marfil mientras yo manejaba rumbo a casa,
la oscuridad de la noche envolviéndonos.

No sé si fue idea mía, pero me pareció ver un coche conocido venir detrás de
mí, ¿o tal vez solo fue impresión mía?

—Lo conocí en España, tiene una cuadra de caballos puro sangre. Además, fui
modelo de su línea de joyería el año pasado. ¿Qué te pareció él —quise saber,
aunque ya tenía una idea.

—Bueno... Eh... me pareció un hombre muy interesante y caballeroso. —aparto


un instante la mirada de la pista para ver su rostro embobada.

Estaba perdida, pero ya tendría yo una conversación con Di Monti, es mi amigo


y le tengo un cariño enorme, no obstante no lo quiero ver seduciendo a mi
madre y anotarla a su lista de conquistas por una noche, no señora.
El sonido de un vehículo me hizo girar el rostro de golpe, pero demonios estaba
perdida, ese camión venía directo hacia mí.

«No, no, no, no...»

Maniobré con el auto tratando de rebasarlo, pero el maldito conductor del


camión parecía estar ebrio.

— ¡Mirandaaa! —grito Marfil al verme maniobrar con el auto tratando de


rebasar al conductor del otro vehículo.

—Tranquila, todo estará...

Mi intención era decir que todo estaría bien pero no era así, el gran camión
pasó muy cerca de mi auto, lo estampó con fuerza y definitivamente perdí el
control y lo último que recuerdo es el duro golpe que sentí en la cabeza antes
de que mi vista fuera invadida por la oscuridad. No podía creer que ese fuera el
final de mi vida.

CAPÍTULO 13

No, definitivamente no he muerto, sigo vida, pero al despertar, después de


haber perdido el conocimiento por unos pocos minutos, sentí un agudo dolor en
la cabeza, tan fuerte que creía que se me iba a reventar en cualquier momento.
Mi auto había dejado de oler a cuero, en ese momento solo olía a sangre.

Sangre corría por mis mejillas y el dolor en el cuerpo me impedía moverme.

Giré, con dificultas ya que me duele el cuello, la cabeza hacia el lado contrario
y ahí estaba Marfil, con la cabeza sobre el respaldo del asiento cubierta
completamente de sangre, y pareciendo más muerta que viva. Su rostro
apenas si podía verse con tanta sangre que lo bañaba. Mamá.

Algo se quebró dentro de mí, mandando más dolor del que podía soportar.

¡Dios no puede estar muerta, por favor, por favor...!

—Marfil... —susurro con un gran esfuerzo, mientras intento incorporarme, el


problema es que me siento demasiado adolorida y apenas consigo moverme.

Emitiendo un fuerte quejido de dolor por el gran esfuerzo me deshago del


cinturón de seguridad que siento que me está axficiando y lo quito de mi
adolorido cuerpo, abro mi puerta y como puedo intento salir del coche,
rogándole a todos los cielos que ella este bien, totalmente asustada,
aterrorizada, pues nunca en toda mi vida me había encontrado en una situación
así y en momentos como esos, en los que crees que morirás y en su lugar
recibes una segunda oportunidad, es cuando realmente aprendes a agradecer
de verdad la vida que tienes y le das más valor a la misma.

No todos han podido correr con la misma suerte, Derek, por ejemplo me contó
que tenía un hermano mayor al que amaba, admiraba y respetaba mucho y
este perdió la vida en un accidente de automovilístico con tan solo veinte años.
Se llamaba Dylan y es una de las letras que conforman el nombre de su banda.

También justo en ese momento cuando temes perder a alguien que es muy
cercano a ti, cuando tienes miedo de que la muerte te lo arrebate, es cuando te
das cuenta lo importante que son en tu vida.

No puedo perderla.

Habíamos caído por una curva, y el auto había dado su último golpe contra un
poste. Pero para buena suerte nuestra como estaba un poco cerca de la
carretera el lugar estaba medianamente iluminado.

Luego de esforzarme y quejarme del dolor logré sacar los pies del vehículo
pero mi cuerpo dolía tanto que caí golpeando mi mano con el suelo, al igual
que mis rodillas. El dolor en mi cuerpo magullado me impedía caminar la
distancia hacia el otro lado del auto para ver cómo estaba mi madre.

Me duele todo.

Intento volver a incorporarme, sacando toda mi fuerza de voluntad y


agarrándome con fuerza del coche— de la puerta abierta—. Me quejo por el
fuerte dolor, pero logro ponerme de pie.

El dolor era demasiado intenso y a duras penas si podía mantener los ojos
abiertos y menos moverme como yo quisiera. Estaba segura que no faltaba
mucho para perder otra vez la conciencia.

Necesitaba un ángel que me ayudara.

—¿Miranda?

Esa dulce voz la conocía, era él.

Oh Dios mío... Tiene que aparecer justo cuando más lo necesito.

Llegó corriendo junto a mí con rapidez. Nunca me había alegrado tanto de


verlo, ya lo estaba amando más, pero no venía solo, con él estaba Martin Di
Monti. Nicolás tomó mi cuerpo adolorido entre sus brazos con rapidez antes de
que volviera a caer. Sentía tanto dolor que me podía partir en dos.
—¡No princesa! —me tocó la cara ensangrentada con sus grandes manos—.
¡Dime que estas bien, por favor!

Su voz suena atormentada y al mismo tiempo, casi alterada mientras me


sostiene contra su musculoso cuerpo bien entrenado. Sin fuerzas dejo caer la
cabeza en su pecho, dejando caer también mis brazos a los lados. No tengo
fuerzas, me siento como si me hubieran dado la paliza de mi vida. Ni siquiera
puedo disfrutar el hecho de estar en los brazos del hombre que amo como
tanto lo soñé. Tengo una suerte única.

—Marfil, ¿dónde está ella? —Inquirió Martin, igual de atormentando y alterado


que Nicolás.

—En... el auto —musito, en voz quebrantada—, por favor, sácala de ahí. Está
muy lastimada.

Martín se movió con rapidez para sacarla del vehículo, en cambio yo, perdí la
fuerza, mi cabeza estaba al estallar y no resistía más el dolor despierta.

—Nicolás —fue lo único que conseguí decir.

Mis ojos comenzaron a cerrarse, estaba perdiendo poco a poco el


conocimiento.

—¿Miranda?—Nicolás me zarandeó un poco pero yo no podía abrir los ojos—.


Pequeña por favor, quédate conmigo...

Fue lo último que escuché antes de que todo se volviera una densa nube de
oscuridad, otra vez.

🌺🌺🌺

Desperté con un pitillo de máquinas y lentamente abrí mis ojos. Se sentían tan
pesados que me hacía sentir como si llevara días dormida, además de que me
siento levemente aturdida.

Con los ojos ya bien abiertos parpadeé repetidas veces analizando el lugar
donde me encontraba: cuarto pequeño todo pintado de blanco, acostada sobre
una cama reclinable y a mi alrededor las máquinas producían un molesto pitillo.
A su lado había una chica con bata blanca, al parecer controlándolas.

—¿Dónde estoy? —Mi voz salía seca y con esfuerzo, la muchacha se alertó al
escucharme y clavó sus ojos en mí.

—Está en el hospital señorita, tuvo un accidente —me dio una agradable


sonrisa—. Todos se van a poner muy felices al saber que haya despertado;
sobre todo sus padres.
De repente todo llegó a mi mente, el camión impactando mi auto y yo
perdiendo el control del vehículo. Ella.

—¿Cómo esta, ella? —pregunto a la mujer, mi voz sonando casi alterada.

—Tranquila señorita. Voy avisar a sus familiares que ya despertó.

—Pero, ¿cómo está ella? —la mujer ya había salido del cuarto.

Intento incorporarme pero aún sentía dolor en el cuerpo. ¿Por qué no me


decían cómo estaba ella?

—Mi solecito... —entró mi padre acompañado de mi madre, los dos se


abalanzaron sobre mí colocándose a mi cabecera.

Mamá tenía lágrimas en los ojos, mientras me besaba una y otra vez en la
cabeza, papá lo hacía con mi mano entre las suyas.

—Papá —murmuro en un hilito de voz—mamá.

Las lágrimas se me escaparon. En el momento en que perdí el control de mi


coche y creí seria mi final pensé en ellos, no solo en lo mucho que lo quiero y
me dolió mucho el creer que no tuviera la oportunidad de decírselo por última
vez, sino también en lo que me quieren ellos y el dolor tan grande que les
hubiera dejado tras mi partida.

—Los quiero —les digo a los, mirándonos con mis ojos llenos de amor para
ellos, porque si bien no me dieron la vida me la llenaron siempre de eso: puro e
infinito amor.

—Nosotros a ti chiquita, no sé qué habríamos hecho si algo malo te hubiese


pasado —las lágrimas seguían bajando por las mejillas de mi madre. No habría
querido asustarlos de esa manera.

—Ella, ¿cómo está? Está bien, ¿verdad? —Mis padres se miraron uno al otro
con cara de preocupación y comprendí que las cosas no estaban bien—.
Contéstenme, ¿cómo esta Marfil?

El grito me provocó un agudo dolor de cabeza, me coloqué las manos


alrededor y comprobé que traía un vendaje. Además de, aunque no lo hubiera
mencionado, también había un collarín alrededor de mi cuello.

—Tranquila hija —mamá acarició mis piernas, y miró a papá, para después
poner nuevamente sus ojos en mí—. Tienes que tomar lo que te diremos con
calma... Marfil no tuvo la misma suerte que tú. Recibió más golpes, sobre todo
en la cabeza... su situación es grave.

Me tapé la cara no evitando las lágrimas.

—Dios mío es mi culpa, está mal por mi culpa. «No, no, no...»
Sollocé, removiéndome en el pequeño colchón, mi cuerpo doliéndome por los
movimientos pero me importa poco.

Mamá quitó las manos de mi rostro y las lágrimas parecían ríos, bajando por
mis mejillas, humedeciéndose mi cuello con las mismas. Siento un dolor que
me asfixia, que me sofoca y...

—No, cielo, cálmate, por favor respira, respira —me pide mi angustiada madre,
abrazándome fuerte mientras me pide que respire, pues por un momento me
falto el aire y sentí que me estaba ahogando, sintiéndome mareada en el
proceso.

Solo se repite en mi cabeza la palabra: «Grave» Sollozos lastimeros


abandonan mi cuerpo y me aferro a los brazos de mi madre, suplicándole al
cielo que esa palabra no signique algo tan duro y crudo como que perderé la
oportunidad de saber lo que se siente realmente ser la hija de Marfil Collins y
gritarlo a los cuatro vientos.

—Miranda, escucha a papá: lo que sucedió fue un desafortunado accidente,


¿oíste? —me dice mi padre, acariciándome la cabeza incluyendo un beso
sobre la misma entretanto, mamá me abraza y ambos me piden calma, pero yo
difiero completamente. Claro que es mi culpa—. Marfil va a estar bien. Ella
tiene que estar bien, quédate tranquila, mi sol.

No importaba lo que ellos dijeran, era mi culpa y si ella muere no me lo voy a


perdonar nunca, sobre todo porque no le di enteramente esa oportunidad de
acercarnos.

Soy una nenita caprichosa.

🌺🌺🌺

Unas seis horas más tarde mi habitación estaba desalojado completamente


cuando Andrea, Tamara, Sebastián y Rayna Connelly— los papás de Mara—
Derek y mis padres e incluso Martín, me dejaron sola porque así se los pedí,
me sentía agobiada con tanta gente a mi alrededor todas pendientes de mí,
aunque entendía que lo hacían porque me querían, aun así, no pude evitar
sentirme así.

Le había preguntado a mi familia que cuántas horas o días llevaba en este


hospital, pues no tenía la noción exacta del tiempo, me dijeron que pasé treinta
y seis horas inconsciente desde que fui ingresada.

Yo quería verla, así que alejo la sábana blanca de mi cuerpo y con esfuerzo
trato de levantarme de la cama. Necesitaba hablarle, pedirle que despierte,
decirle que yo estoy ahí, que soy su hija y que la amo. Que no importa lo que
haya pasado podemos superarlo las dos juntas como la madre y la hija que
somos. Le diré lo mucho que la quiero y lo orgullosa que me siento de haber
nacido de ella. Todo lo que quiero es no imaginarme perdiéndola, Marfil merece
ser feliz después de todo el sufrimiento que ha tenido en la vida.

Me cuesta caminar y cuando por fin llego a la puerta alguien la abrió de golpe,
pensé que era la enfermera, el doctor o mis padres nuevamente, pero era
Nicolás. El único que no había visto, según recuerdo él y Di Monti nos
ayudaron.

Me quedo observándolo detenidamente sin perder de vista ningún detalle de él,


analizando sus facciones morenas.

Me fijé en sus ojos grises y percibí cierto tono apagado, como si llevara varias
noches sin dormir bien. Viéndole bien se notaba abatido, con el rostro igual de
apagado que sus ojos ¿A qué se debe? Su cabello negro luce muy alborotado,
juraría que sus dedos los habían recorrido unas cien veces seguidas, además
de que rastros de barba de días cubren su cuadrada mandíbula. Hoy no viene
vestido de traje como de costumbre sino que trae puesta una camisa blanca
con las mangas arremangadas hasta los codos y un pantalón negro de vestir.

Aun así luce todo atractivo y guapo. Robándome todo el aliento, la verdad
nunca encuentro las palabras suficiente para definir lo atractivo que es este
hombre.

—Miranda, ¿qué haces levantada? —inquirió, pareciendo estarme regañando


por lo que parecía una imprudencia.

—Yo...

No me dejó terminar, simplemente me tomó entre sus brazos fuertes en un


santiamén, seguido caminó desde la puerta hasta donde estaba la cama para
dejarme allí mientras lo siento respirar aceleradamente.

Por mi parte, aun toda magullada y con dolor de cabeza por el golpe, disfruto
de los segundos de estar así, en sus brazos y oler su dulce aroma, tan
exquisito.

Huele de maravilla.

Nicolás me dejó sobre el colchón con cuidado, como si temiera me fuera a


romper si lo hacía con demasiada brusquedad.

—Aún no estás totalmente recuperada —me dice, y lo veo alborotar sus


cabellos dejándolos todos apuntando a una dirección distinta en su cabeza,
lucia algo nervioso, me pareció—. Deberías de quedarte tranquila, Miranda.

—Solo quería ir a ver a Marfil, mis padres me dijeron que ella está grave —las
lágrimas se acumulan nuevamente en mis ojos—. Lo peor es que fue mi culpa.
¿Sabes?

—No llores, pequeña —Nicolás se acercó y cubrió mi rostro entre sus manos—
. No fue tu culpa y lo sabes, solo fue un accidente como pasa a diario.
Niego.

—Un accidente que yo provoqué, Nicolás. Como una tonta me distraje y


cuando vine a darme cuenta, ya estaba perdida —el dolor de saber que ella
puede morir por mi culpa está haciendo doler mucho mi pecho, lo que me lleva
a sobármelo suavemente.— Marfil no merece eso, no lo merece ¿por qué no
soy yo la que puede morir y no ella? ¿Por qué no es mi vida la que está en
riesgo y no la suya?

Su voz ronca se hace oír mientras yo sollozo.

—Sonaré como hijo de puta egoísta e insensible ahora, pero prefiero mil veces
que sea ella a que seas tú, pequeña.

Seguida de esas palabras los labios de Nicolás se posaron en los míos sin que
tan siquiera me diera cuenta, silenciando completamente mis sollozos y
poniendo mi corazón a latir frenéticamente.

Él está besándome y creo que no lo pensó realmente, solo lo hizo sin importar
en el lugar que estábamos, sin importar que alguien nos vea.

Pude haberlo apartado, ser más prudente que él en ese momento estando tan
expuestos, mas aun, pude haberlo apartado porque el que me bese no me
ayuda nada a saber cómo hacerme a la idea de que entre nosotros no puede
haber nada, no porque yo no lo quiera sino porque para él la amistad con mi
padre es muy importante y sé, es lo que lo mantiene lejos de mí, y necesito,
como el infierno, hacerme a la idea de que somos ambos imposibles. Sin
embargo hice todo menos detenerlo. No. Lo acompañé en su locura y temblé, y
temblé cuando al abrirme él los labios con la punta de su lengua le di acceso a
mi cavidad y cuando esas dos partes húmedas se tocaron mi cabeza dio
vueltas como una hélice.

Sus manos están alrededor de mi cara, sus pulgares rozan mi piel y me está
besando apasionadamente, respirando tan rítmicamente como yo, pero
también, le aplica ternura y mimos que me hacen suspirar fuertemente.

Es angustioso sentir cómo golpea mi corazón en mi pecho, pero a la vez, es


excitante sentir sus labios contra los míos. Los mismos son tan dulces y
placenteros que alivian cualquier dolor, evaporarán cualquier atisbo de tristeza
y preocupación así sea por los pocos segundos en los que puedo sentirlos
sobre los míos.

Un gemido de su nombre se abrió paso a través de mi garganta y entonces


Nicolás se apartó, quitándome la sensación de calidez que me hacía sentir con
su beso. Y al mirarlo a los ojos sentí miedo, mucho miedo de que lo hubiera
hecho por impulso como en el bar y vuelva a decirme palabras que me
lastimen, en este momento no lo resistiría. Pero no vi eso en sus ojos, vi algo
más que no supe bien como identificar, pero claramente no era el terror que
había visto en ellos la primera vez que me besó.
A continuación, sorprendiédome un poco más pasó a besar mi mentón
suavemente, mi nariz, mi frente, mis mejillas. Acto seguido sus ojos se clavaron
en los míos, tomó una profunda inspiración y después me dijo:

—Si tu padre o alguien de tu familia hubiera entrado en el momento en que te


besaba, lo más probable es que me habría metido en un muy grave problema
con, Lucas Collins, pero aun sabiendo el peligro que corría de probablemente
terminar con la cabeza cortada a manos de tu padre, te besé y no me
arrepiento de haberlo hecho. Te besaría otra vez, y otra vez, cuantas veces
fueran necesarias para saciar esta sed de ti que ya no puedo contener más —
me dice, mirándome a los ojos que tengo ampliamente abiertos, Nicolás me da
una mirada que se me antoja atormentada y prosiguió—. Sé que está mal que
te desee como lo hago, sé que está mal que te haya besado aquella primera
vez en el club y nuevamente ahora, está jodidamente mal que me pongas de la
forma que me pones, pero ojalá tuviera yo las fuerzas suficientes para controlar
todas estas jodidas emociones que me provocas. Te tengo en todas partes: en
mi casa, en mi cama, en mi oficina, en mi auto, en todos los lados estas, y ya
no sé qué hacer con esto. Joder no sé. Por lo general soy un hombre que tiene
el control de todo, sin embargo esto; desearte, querer tenerte cerca, no consigo
controlarlo. Se me sale completamente de las manos.

Él luce atormentando mientras aprieta con tanta fuerza de la mandíbula que las
venas se le marcan sobre las mismas y en el cuello, y sus ojos están teñidos
de una oscuridad abrumadora, a la vez que, puedo notar su pecho agitándose
frenético ante lo mucho que parece costarle controlar su propia respiración.

Yo me encontraba completamente en shock ante todo lo que ese hombre, que


lleva atormentando mi vida por años me acaba de decir. Una parte de mí es tan
pesimista que lo creo irreal, completamente imposible, precisamente porque ya
me había convencido de que jamás escucharía a Nicolás hablarme con tanta
soltura de lo que parece sentir por mí, que no me ha dicho que me quiere, y
mucho menos que me ama, pero me está dejando claro lo que yo ya sabía, no
le soy indiferente en ningún sentido.

—Estoy un poco aturdida ya con todo lo que me está pasando, el accidente


que hace que me duela la cabeza, el cuerpo y el corazón por saber a Marfil en
un estado grave, y ahora todo esto que tú me dices, Nicolás, yo...

—Eres prohibida para mí y me despierto siendo consciente de eso todos los


días —me dice en un tono de voz ronco, pero bajo, interrumpiéndome—, pero
tu... simplemente estas volviéndome loco desde que te volví a ver y me di
cuenta que la niña que alguna vez se marchó volvió, y no era más esa niña,
sino una mujer demasiado cautivadora y hermosa. Aquella tarde que te hice
creer que el beso en el club no significó nada, te mentí, ese beso significó más
para mí de lo que te puedo expresar con palabras. Solo te mentí porque era la
única manera que tenía de no revelar mis verdaderos deseos hacia ti y por
supuesto, mantenerte lo más alejada posible de mí para no cometer una locura,
pero ya no puedo sostenerlo más.
Sé que está siendo sincero y mi corazón lo sabe porque está latiendo eufórico
ahora de la emoción, es como si estuviera haciendo su propia fiesta de
celebración, pero...

—Me dijiste que tenías alguien que si podía darte lo que tú necesitabas, y te
referías a...

Su voz me silenció.

—Supongo que dirás a, Morelia porque nos viste juntos en ese restaurante,
¿no? —Asentí, tragando saliva—. En eso también te mentí, Morelia solo es una
buena amiga, no hay ninguna relación sentimental entre los dos, pero muchas
veces somos tan molosos juntos que se presta a mal interpretaciones.

Mi ceño se frunció.

— ¿Está diciéndome que ella y tú... nada de nada?

Él sonrió y me contagió, entonces a causa de mi sonrisa me dio un beso en la


frente.

—No, de hecho...

Alguien irrumpiendo estrepitosamente en la habitación silenció la voz de


Nicolás.

—Miranda, tesoro mío... —mi tía, Maggie, hermana de Paula se acerca y


espantando a Nicolás de su lugar en la esquina de mi cama viene y me abraza
efusivamente—. Llamé a tu madre y cuando me dijo que habías tenido un
accidente agarré el primer avión para venir a verte. Dios, que susto me di.

—Me alegra verte tía, Maggie —murmuro, apretando los dientes—, pero estoy
muy adolorida por el accidente y estás haciéndome daño con ese abrazo
rompe costillas, por favor.

Me quejé, y ella, atormentada me liberó de su abrazo.

Mi tía Maggie como he dicho es la hermana de mi madre, cinco años menor


que ella y ambas son muy parecidas físicamente, tanto que parecerían
gemelas con los mismos ojos verdes que podrían fácilmente ser comparados
con dos brillantes piedras de esmeraldas. Ella es una hermosa duqueza, pues
está casada con un guapo duque francés; que la ha hecho madre de dos
pequeños de siete años el nene y tres años la nena. Y de hecho cuando vivía
en Francia no me sentía tan sola porque aunque no vivía en su opulento y
hermoso castillo ella estaba cerca y es muy dulce y agradable. Yo la quiero
muchísimo.

—Lo siento, mi niña. ¿Cómo te sientes? —me pregunta, mi tía Maggie


acariciándome el cabello.
Cuando busco con la mirada a Nicolás me doy cuenta de que él en algún
momento salió y no me di cuenta, pero eso no cambiaba el hecho de que me
había confesado lo que yo ya sabía sentía por mí.

Entonces esperanzada me pregunté: ¿será que finalmente mi sufrimiento por


Nicolás Maderos está a punto de terminar y tendré esa oportunidad que tanto
anhelo de él?

CAPÍTULO 14

Entro al cuarto de Marfil, quería verla, saber cómo estaba. La encontré


conectada a múltiples aparatos que hacían un torturador pitillo. Las lágrimas
salieron de mis ojos al verla tan frágil y vulnerable, mi pobre mamita.

Me acerco a su cama despacio y a pasos muy lentos. Aún me encuentro a


dolorida debido a todos los golpes que recibí tras el accidente, y solo con
rabietas había logrado que me permitieran verla.

Al acomodarme en el sillón frente a su cama tomé una de sus manos sin


fuerzas entre las mías, también tenía un oxígeno para respirar, la cara
magullada con múltiples heridas y un vendaje cubría toda su cabeza, además
de un collarín igual al mío alrededor de su cuello. Se veía tan mal que me
asustaba.

—Hola mamá, quiero que despiertes —Sorbí las lágrimas—, estoy segura de
que me escuchas, eres más fuerte que todo esto. Vamos a darnos esa
oportunidad las dos de ser madre e hija, por favor despierta —recosté la
cabeza sobre su estómago llorando dolorosamente, todo lo que quiero es que
vuelva a mí —. Despierta mamita, escúchame por favor, te amo y estoy muy
orgullosa de ser tu hija, quiero decírtelo mirándote a los ojos... vuelve conmigo,
por favor.
Me quedé ahí, no sé por cuánto tiempo con la cabeza recargada sobre ese
vientre que me había cargado por nueve meses, y que no importando el dolor
que ella pasó para darme vida me permitió nacer, aun siendo una prueba del
día más terrible de su vida.

Lloré y lloré sin parar, pidiéndole a gritos que volviera a mí, con la garganta
doliéndome y los ojos hinchados por las lágrimas.

—Hija...—escucho su débil voz, apenas saliendo y mi corazón siente un soplo


de alivio.

Está despertando.

Me incorporo y me encuentro con sus ojos abiertos, mira todas partes, como
queriendo entender dónde se encuentra. Luce confundida.

—Mami, despertaste —musito, feliz de ver sus ojos abiertos, entonces me mira
y lágrimas salen de los mismos, rápidamente me apresuré a secarlas.

—Me lla-mas-te, ma-má —sus palabras sonaban en silabas, apenas si podía


hablar.

En sus ojos que me miran fijamente noto que no parece creer el modo en que
la llamé.

— Te he llamado así porque eres mi mamá y te amo más que a nada en este
mundo. Estoy orgullosísima de haber salido de tu vientre y sí, la vida nos robó
muchos momentos juntas pero podemos recuperarlo —. Agarro una de sus
manos, la besé y luego la apreté entre las mías—, no importa lo que haya
pasado, la vida nos ha dado una segunda oportunidad y vamos a disfrutarla
juntas. Te amo con el alma y te prometo que a partir de hoy te lo diré a cada
segundo, minuto, hora; todo el tiempo.

Una sonrisa se asomó a sus labios.

—Gra-cias por... esto. También... te amo —Me acerco y dejo un beso en su


frente.

En ese momento entró el doctor.

—Doctor, ella está reaccionando —le aviso, contenta.

—Voy a revisarla —el hombre se acercó a la cama —. Usted señorita Collins,


vuelva a su habitación, también debe descansar.

—Sí —deposito un beso en la mejilla de mi madre. Gracias a Dios que ella está
bien—. Te amo.

Y me fui a mi cuarto nuevamente, feliz por el hecho de que mi madre estuviera


fuera de peligro.
🌺🌺🌺

Una semana más tarde tanto Marfil como yo estábamos en casa y


completamente recuperadas, bueno, ella no del todo porque tiene que usar
muletas para moverse, pues tiene una escayola en una pierna la cual se
lastimó a causa del terrible accidente que casi nos manda derechito para el otro
mundo, pero al final, para mí, lo importante es que ambas estemos bien, sobre
todo ella que fue quien recibió los peores golpes.

Estoy tan contesta de que este bien, ya le llamo mamá y no me pesa, y me


encanta ver el brillo en sus ojos cuando me escucha llamarle de ese modo,
como realmente merece ser llamada, porque si bien me dio en adopción al
nacer me convencí hace semanas atrás gracias a Nicolás que realmente ella
no había tenido otra opción.

Y hablando de Nicolás, no lo vi más después de que me confesara todo lo que


me confesó en el hospital, y por un momento creí que todo había sido causa de
mi imaginación y que no sentí sus labios sobre los míos, y que esas palabras
suyas diciéndome lo atraído que se siente hacia mí y que se repiten en mi
cabeza no son más que imaginaciones mías, sin embargo, no es así, había
tenido que salir de viaje y es por ello que no lo he visto desde entonces.

Tomé una profunda inspiración.

Ahora mismo todo lo que quiero es volver a verlo, saber si las revelaciones que
me hizo significan algo, si dejara de huir de lo que le provoco y nos dará a
ambos la oportunidad de explorar lo que ambos nos hacemos sentir, aunque en
mi caso sea puro amor y tan fuerte que apenas si puedo resistirlo y lo suyo sea
solo una atracción sexual, pero aunque suene conformista, para mí eso es
mejor que nada.

Un toque en la puerta de mi recamara me hizo salir de mis ensimismamientos,


bajo el volumen de la tele que para ser sincera era poca la atención que le
estaba prestando, y grito un adelante. Unos pocos segundos más tarde alguien
entra y es mi hermana, Andrea, preguntándome si puede hablar conmigo. Le
dejo saber que sí y ella viene hacia mí, subiéndose a mi cama y se coloca en
posición fetal, vi una expresión en su ovalado rostro juvenil y muy hermoso si
tenemos en cuenta que se parece mucho a mi madre y Paula Collins es
bellísima, que se me antojo un tanto ansiosa, nerviosa y hasta preocupada.

—¿De qué deseas hablar conmigo, Andrea? —Me acerco y escondo tras su
oreja un mechón que se le escapó de la coleta que trae—. ¿Qué ocurre?

Ella me miró con sus ojos verdes, lamiéndose el labio y me pregunta:

—Veras... ¿Cómo... fue tu primera vez?

Trago en seco.
Esa pregunta me agarró desprevenida y me rasqué la nuca. Me habría
esperado cualquier otra clase de pregunta de mi hermana de dieciséis años, no
esa.

—Primeramente Andrea, ¿por qué me haces esa pregunta?

—¿Podrías contestarme? —rebatió.

Me masajeé la nuca, mordiéndome el interior de la mejilla y solté el aire


después. La verdad, no soy la persona más idónea para contestar ese tipo de
preguntas a mi hermana, no cuando yo soy más virgen que la virgen María y
sus virginales amigas.

Inspiro.

—Andrea, yo no te podría contestar esa pregunta, yo... todavía soy virgen, lo


que significa que no he tenido mi primera vez.

Pude ver su expresión horrorizada. Como si fuera una tragedia ser virgen a mi
edad. Ni que fuera una anciana, solo tengo veintiún años y solo hasta febrero;
faltando más de seis meses, cumpliré los veintidós años..

—Vaya, yo creí que... ¿sabes qué?, olvida lo que te pregunté.

Intentó levantarse de mi cama pero yo se lo impedí al tomarla por el brazo y se


volteó para verme a los ojos, tragando grueso...

—Andrea viniste hablar conmigo y quiero saber, principalmente, el motivo de tu


pregunta —musito, tocándole la cara con mi mano libre—. No te iras de aquí
hasta que me digas la razón por la que me has preguntado cómo fue mi
primera vez, estoy llena de curiosidad ahora y quiero que la sacies.

Ella solo agachó la cabeza intimidada. Creo conocer la respuesta y la razón por
la que sus mejillas se han teñido de un tono amapola, pero quiero escucharla
de sus propios labios, si ha venido a mi habitación es porque quiere compartir
algo conmigo o hacerme una pregunta importante, como se ve, relacionada con
su sexualidad.

—Estoy saliendo con un chico, es el más lindo del colegio y todas las chicas
mueren por él, pero él me eligió a mí —habla con la cabeza baja en tanto yo la
escucho con atención—. Me sorprendió tanto porque nunca me demostró que
estaba interesado en mí, sobre todo porque él me gustaba desde hace rato.

—¿Cuánto tiempo hace que estas saliendo con ese chico? —inquiero.

Finalmente levantó la mirada hacia mí, observándome mientras la veo, en un


gesto demasiado ansioso, restregarse los dedos de las manos.

—Apenas si tres semanas para ser exactos —me confió—. El caso es que
Elías dice que debo demostrarle que... le amo.

Me río sin humor. La vieja carta.


Ya he escuchado esa historia y casi nunca termina bien.

—Andrea, quiero que seas sincera conmigo ¿tú quieres estar con él? —ella se
acarició el pelo nerviosa y meneó su cabeza en un no.

—Quiero a Elías; me gusta mucho, pero siento que no estoy lista para dar ese
paso con él, no me siento lista para perder mi virginidad y es que me muero de
miedo —me dice, mirándome con sus ojos verdes, angustiados—. Pero
tampoco quiero perderlo, Miranda.

Pobrecita.

—Andrea, hacer el amor es el paso más importante en la vida de una mujer —


le explico, mientras ella me escucha con atención—. Es por ello que no puedes
hacerlo nunca por complacer a otro o demostrar amor. Te aconsejo que si no
estás lista que si no quieres, no lo hagas.

Me miró con sus ojos verdes luciendo algo tristes.

—¿Y si ya no quiere estar más conmigo por no querer...?

La corté.

—Entonces no te quiere y, perdón que te lo diga de esta manera. Solo te diré


que estas muy joven, este sería tu primer enamoramiento; si es que lo estás,
pero vendrán otros amores maravillosos y cuando eso pase sabrás el preciso
momento en el que deberás entregarte. Andrea, cuando te entregas a un
hombre por primera vez vas entregarle lo más importante que tienes —pongo
mi mano en su pecho algo agitado por la conversación que estamos teniendo—
, tu corazón; ese es el único lenguaje universal del amor, cariño.

Andrea se lanzó en mis brazos, lo había logrado.

—Gracias hermana, tienes toda la razón, no debo demostrarle a ese chico que
lo amo haciendo algo que no quiero —me dice, alejándose de mis brazos—.
Tal vez si me entrego a él termine dejándome después. Luego se escuchan
tantas historias de chicas que sufren por haberse entregado a un muchacho y
luego las echan a un lado al haber conseguido lo que querían de ellas. No
quiero ser una más de esa lista.

Sonreí, feliz de que mi hermanita, con la que hasta hace muy poco no podía
llevarme bien haya venido justo donde mí a pedirme un consejo tan importante.
Se siente tan bien tener esa buena relación con ella ahora, lo pedí tanto por
años y tuvo que pasar el que me enterara que Marfil era mi madre, que me
viera sufrir por el hecho de saber la verdad y el accidente que tuve hace poco y
en que casi pierdo la vida, para que nuestra relación se fortaleciera y seamos
las hermanas que siempre debimos ser. En realidad somos primas, pero yo
jamás dejaría de verla como mi hermanita chiquita porque así crecí viéndola
aunque más de una vez me haya declarado la guerra.
—Me da gusto que lo entiendas de ese modo.

—Gracias otra vez, Miranda —me dice, y me sorprendió con una dulce caricia
en el rostro—. Tal vez te sorprenda que te diga esto pero eres una hermana
increíble, reconozco que siempre me he portado muy grosera contigo, por eso
quiero pedirte perdón, porque estoy muy interesada en llevar una buena
relación de hermanas.

Le creía.

Arrastro mi mano hacia su mejilla y se la acaricio.

—No tengo nada que perdonarte y puedes contarme todo lo que quieras. Yo
siempre estaré aquí para escucharte, cuando quieras.

Volvimos abrazarnos.

🌺🌺🌺

Mi pequeña muñequita, la alegría de esta casa se ha puesto enfermita, y es


como si su propio dolor fuera el mío propio. Me gusta verla jugar, reír, corretear
por la orilla de la alberca junto a Tobby, el perro de la casa, un san Bernardo
cuyo pobre animal es bastante viejo y que cuando yo era pequeña tenía que
soportar lo utilizara de caballo, que era mi mejor amigo y desde que llegó, Perla
son inseparables los dos.

El doctor la atendió hace unos pocos minutos, y nos dijo que la niña tiene un
virus, nada grave pero debe mantenerse hidratada y recetó unos
medicamentos que Helena, la nana, había salido a comprar a la farmacia
cercana, entretanto yo estoy recostada a su lado mientras la niña duerme con
su naricita completamente roja por la fiebre. Mi pobre bebé.

En casa solo estamos Perla, Helena, y yo, ah, y Tobby. Andrea está ahora en
casa de una compañera de clases con la cual debía realizar un trabajo de
investigación o algo así en equipo. Mi padre tenía un evento relacionado con
sus negocios y se llevó a su esposa con él. Papá casi nunca asistiría a alguna
invitación donde no pudiera llevar a su mujer, le gusta presumir de la bella
mujer con la que está casado y demostrarle a todos lo mucho que la ama y que
no tiene ojos más que para esa bella mujer que tiene su corazón en sus
manos. Son una pareja espectacular que con casi treinta años casados
continúan amándose con la misma fuerza que ayer. Me maravillo siempre de lo
perfectos que son el uno para el otro, existen pocas parejas así de felices en el
mundo y aunque muchos crean que el amor verdadero es solo un mito, con mis
padres puedo asegurar que si existe aunque no todos tengan la dicha de
experimentar esa clase de amor.

En cuanto a Marfil, como antes dije no está del todo recuperada, pero aun así
Martin quien todavía sigue en Los Ángeles, la había convencido de salir a
cenar. Di Monti ya sabe que ella en realidad es mi madre, se enteró en el
hospital porque yo misma se lo dije, no le sorprendió mucho al ver el gran
parecido que tenemos. Mi madre esta ilusionada con él y creo, con seguridad,
pudiera incluso hasta estarse enamorando de él, desde que lo conoció que
anda babeando por Martin y aunque en un principio tenía toda la intención de
alejarlo lo más posible de ella, entre en la cuenta de que yo no tengo ese
derecho, la vi contenta y feliz por tener una cita con ese hombre aunque
apenas si pudiera caminar, lo que hice si fue amenazarlo con dejarlo estéril y
sin derecho a hijos en un futuro si no iba en serio con ella y planeaba utilizarla y
jugar con su corazón y sus sentimientos como ha hecho con otras mujeres. Me
juró que tiene buenas intenciones y que mi madre le gusta como hace mucho
no le gustaba una mujer, le creí pero aun así mantuve mi amenaza.

Voy a defenderla de quien sea que intente hacerle algún tipo de daño. Marfil no
merece ser lastimada después de lo que paso siendo apenas una niña, más
bien amada.

Mi celular sonando me alertó de una llamada, lo agarro de la mesita de noche y


no lo lleve a mi oreja, tomando la llamada sin tan siquiera preocuparme por
mirar el número mientras me giro, mirando a mi niña enfermita dormir y agarro
su pequeña manita, besándola para ver si con mis mimos se me pone bien.
Odio verla así de enferma y no correteando por la casa.

—Hola —saludo, tocando la carita de, Perla y siento en mis manos su calentura
y veo el modo en que arruga de la misma mientras se halla entre dormida y
despierta.

—Miranda —definitivamente al escuchar esa voz mi corazón ralentizó su


marcha para después continuarla a un ritmo realmente doloroso y me enderezo
en la cama, posándome la mano en el pecho agitado.

—Nicolás —murmuro su nombre en un hilito de voz.

—Soy yo, ¿Cómo estás? —pregunta, trago grueso para tratar de anular el nudo
en mi garganta y poder hablar claramente.

Él causo efectos aterradores en mí incluso cuando no lo estoy viendo, cuando


solo estoy escuchando su sexy y aterciopelada voz detrás del móvil.

—Bien, como nueva después del accidente—musito, mi corazón latiendo


todavía más rápido—. Supe que estabas de viaje y por ello no te vi desde... ese
día, ¿has... vuelto?

El silencio se hace por unos segundos.

—Sí, he vuelto, justo acabo de llegar hace unas horas —me informó, una
sonrisa apareció en mis labios porque supe que lo vería—. Precisamente te
llamaba porque me preguntaba si... ¿te gustaría salir a dar un paseo conmigo?
Estuve a punto de decirle que sí, pero un angelito y quien está a mi cargo tocio
y me di cuenta que me era imposible salir, al menos esta noche.

—Nicolás, me encantaría dar un paseo contigo, pero es que, Perla está


enferma de un virus y no puedo dejarla sola. Eh... mis padres no están en casa
y mi hermana tampoco.

—Oh —la desilusión se notó en su voz —. Entonces será para otro día. Que se
mejore la nena. Luego te veo.

Cuando Nicolás colgó me coloqué el móvil en la comisura de los labios.

Yo moría por verlo y saber que él también lo quería me emociona sobre


manera. Tanto tiempo había soñado con el momento en que Nicolás me
mirara, que sintiera algo por mí, aun cuando haya tenido que verme
accidentada para escuchar esas palabras de sus labios, que no era mucho.
Claro, no me había dicho que yo era el amor de su vida, pero al menos sentía
algo y como antes dije, me quiero aferrar a ese algo con él.

—Tengo los medicamentos —al ver entrar a Helena al cuarto pensé que tal vez
si podía salir y una sonrisa se prendió en mis labios.

—Nana, ¿tú podrías cuidar de la niña que yo debo salir?

Me bajo de la cama con cuidado, la niña se removió pero no abrió los ojos.

—Claro que puedo —ella se acomodó al lado de la niña—. Tengo cierta


experiencia con estos casos. Vete tranquila, me haré cargo de este angelito
como lo hice contigo y con Andrea cuando eran pequeñas y se enfermaban.

Sonreí, viéndola besar la frente de, Perla que volvió a toser. Esa pequeña se
ha robado el corazón de todo el mundo en casa.

—Bien —tomo mi móvil, luego me incliné sobre la niña y deje un beso en su


frente aún caliente por la fiebre—. Cualquier cosa me marcas a mi móvil ¿vale?

Helena asintió y yo salí del cuarto.

🌺🌺🌺

El ascensor pito indicándome que había llegado a mi destino con el corazón


agitado.

Ni siquiera le devolví la llamada a Nicolás para avisarle que finalmente si podía


verlo, solo agarré las llaves de uno de los autos de mi padre y tomé la ruta
directamente hacia donde me conducía mi corazón; hacia él.

Estoy muy nerviosa, pero también desesperada por saber que lo veré después
de esa confesión que me hiciera en el hospital y las ganas que tengo de
hacerlo. Para mí nuestra charla se había quedado inconclusa a causa de la
interrupción ese día de mi adorada tía, Maggie, quien por supuesto después de
quedarse tres días exactos en Los Ángeles se regresó a su castillo en Francia
con su duque.

Con una sola tocada al timbre la puerta es abierta y apareció él, guapo y sexy
como siempre. Nada de trajes elegantes, apenas unos vaqueros desgastados y
una camiseta gris.

Nicolás estaba con el móvil pegado a la oreja y pude ver su mirada de asombro
al verme. Le sonreí con mi corazón desbocado y segundos después me hizo
señas para que entrara aún con el teléfono en la oreja, le obedecí y entro
mientras él cierra la puerta tras de sí.

Nicolás me murmuró bajito, apartándose el teléfono de la oreja unos segundos


que le diera unos minutos y asentí, viéndolo salir a la terraza donde continua
con su charla, pude oír un poco, hablaba en un idioma que no conocía del todo,
por lo que no entendí nada.

Estaba muy nerviosa para tomar asiento, solo pasé la vista por el lujoso
apartamento, cerca de la playa, moderno, masculino y con muebles elegantes,
del hombre que continua hablando por teléfono, dándome la espalda y que
cuando giro para verlo unos segundos no pude evitar morderme el labio con
deseo ante la vista de su muy redondo y sexy trasero.

Quité mis ojos rápidamente cuando pensamientos lujuriosos pasaron por mi


mente, no los puedo evitar para ser sincera. Llevo años deseando al mismo
hombre, enamorada completamente de él.

En una pared una fotografía enorme llamó mi atención, haciéndome acercarme


a ella y me quedo observándola. Es la imagen de una niña de unos doce años,
muy hermosa y bastante parecida a Nicolás, tiene sus mismos ojos y hasta
pude notar un parecido en su sonrisa, con la diferencia de los dos hoyuelos que
se le marcan a la pequeña en la comisura de los labios; es Abby Maderos.

Cuando mi madre me había comentado que Nicolás tenía una hija yo estuve
segura de que era una nena de no más de cinco años, confiada de que sería
producto de su matrimonio con su antigua esposa, pero ella misma me sacó del
error cuando me dijo la edad de la nena, las edades no coincidían y entonces
creí que era adoptada, y no, es hija legítima de Nicolás.

Unos brazos me rodearon por detrás, apartando todos mis sentidos de la


fotografía que miraba y todo mi cuerpo vibró ante el contacto, su olor y la forma
en como Nicolás metió su nariz entre mi hombro y cuello, aspirando mi olor a
jabón de baño porque ni perfume me puse, aflojó mis rodillas. Fue por ello que
sin querer, al aferrarme a su brazo alrededor de mis caderas le clavé las uñas,
por suerte no estaban largas, así que no le hice daño.
—Qué bueno verte bien, pequeña —me giro, haciéndome enfrentar a él y está
sonriéndome—. No me dijiste que no podías salir porque tenías que cuidar de,
Perla, ¿ah?

Lamiéndome el labio reseco le contesto.

—Quería... verte y noté que sonaste un poco desilusionado cuando te dije que
no podía salir, y como Helena, mi nana, estaba allí le pedí quedarse con,
Perlita mientras yo volvía.

Me sonrió, después me encontré siendo guiada por él hacia uno de los sofás,
pero cuando intento tomar asiento a su lado sus fuertes manos se ajustan a
mis estrechas caderas y me hizo sentarme sobre su regazo, algo que para ser
sincera se sintió increíblemente bien. Tan bien se sintió que me acomodé más,
rodeándole el cuello con mis manos.

—Ahí es donde te quiero tener, pequeña —me dice, tocándome la cara y me


esconde detrás de la oreja un mechón de cabello—. Te pensé todos estos días
que estuve de viaje, moría por regresar solo por las ganas que tenía de verte.

Mi corazón se agitó ante sus palabras.

— ¿Sí?

Lamiendo el labio inferior con la punta de la lengua asintió.

—Completamente —afirmó, para después ver como una extraña expresión


cruza su rostro, una que no supe cómo interpretar, pero que me alertó.

— ¿Qué ocurre? —le pregunto, tomando entre mis dedos su mentón y lo obligo
a mirarme cuando me quita la mirada.

—Es que me gustas, Miranda, me gustas y no es algo que yo pueda evitar,


pero al mismo tiempo no puedo evitar sentirme como un pedófilo.

Sonreí y me miró sin entender mi risa. Se trata él mismo como si fuera un


anciano y ni de cerca, además los años que tiene por lo mucho que debe
cuidarse, aunque los tenga ni se le notan. Es complemente normal que me
traiga loca.

—Tampoco exageres, Nicolás, ni que fueras un anciano. Solo tienes treinta y


siete años.

—Sí, y debería poner mis ojos en una mujer de mi edad y no en una niña como
tú.

—No me llames niña, Nicolás —refuto, él me mira, serio e inexpresivo.

—Solo tienes veintiún años, Miranda, apenas si alcanzaste la mayoría de edad


hace poco.

Suspiro.
—Pues yo no me siento una niña en lo absoluto, y lo que siento por ti
naturalmente, no lo sentiría precisamente una nena —le confieso, sin pena.

Él me observa un segundo, primero mis ojos y después mis labios con mucha
atención. Me hace creer que me besara y es por ello que mi corazón se acelera
un poco más con anticipación, pero no lo hace.

— ¿Te gustaría dar ese paseo que te pedí por teléfono? —me pregunta.

Emití un suspiro, desilusionada y negué. Prefiero quedarme aquí con él.

—No, prefiero quedarme aquí contigo si no te molesta.

Puso una sonrisa en sus labios y aunque yo hubiese querido que el beso
hubiera sido en otra parte me besó la sien.

—Claro que no me importa —sus manos cubrieron mis rostro—. Lo que si es


que estoy un poco hambriento y lo que quería más que nada era salir a cenar
contigo a algún sitio, pero como no quieres, ¿te parece si pido algo? ¿Me
acompañarías a cenar?

Asentí, aunque no tenía realmente hambre, al menos no de comida, pero sí de


su boca, mas parecía como si Nicolás se contuviera.

Media hora más tarde Nicolás había pedido la cena a un restaurante cercano,
la comíamos mientras él me habla de su hija.

—Abby no vive conmigo, vive con su madre en Rio de Janeiro —Brasil, pensé
metiendo una cucharada de comida en mi boca y mastico despacio—. Como
podrás ver está muy lejos de mí para poder verla todos los días, pero la visito
con regularidad y de hecho estuve con ella estos días que estaba de viaje. Era
su cumpleaños número trece y le prometí que pasaríamos una semana juntos.

— ¿Y cómo conociste a la madre de tu hija?

Nicolás suspiro, recordándose de la silla del comedor, pareciendo satisfecho.

—La madre de Abby, y yo no tuvimos una típica historia de amor, más bien fue
algo fugaz. La conocí una noche en un bar, fue una noche, una sola noche en
la que ninguno supo el nombre del otro —Vaya manera de concebir un hijo,
pensé—. Después de esa noche no volvimos a vernos hasta hace tres años
atrás que viaje a Rio y me encontré con ella por pura casualidad y fue un
sorpresa que me dijera que teníamos una hija de aquella aventura que tuvimos
de solo par de horas de placer. Te confieso que quedé en shock al saber
aquello, pero sólo tuve que ver a Abby para enamorarme de ella, la adoré y
desde entonces se ha convertido en el centro de mi vida.

Él está sonriendo orgulloso dándole veracidad a sus palabras.

— ¿Y la chiquita como lo tomó? —continúe preguntando, queriendo saber.

Suspiró.
—Pues, en un principio tenía cierto recelo hacia mí, no me conocía de nada
debido a que su madre creyendo que jamás íbamos a volver a coincidir le
mintiera diciéndole que su padre estaba muerto, pero poco a poco logreé
ganármela y cada día estamos más unidos. Y adoro a mi hija con todo mi ser,
aun cuando me perdí los mejores años de su vida trato de conocerla día con
día y nada me complace más que saber que ella es feliz.

La cena y la charla sobre su hija y cualquier otras trivialidades había pasado


hacía ya más de media hora, ahora nos encontramos nuevamente sobre el
sofá, viendo una película en la televisión pantalla plana de su elegante sala a la
que para ser sincera poco le estaba prestando atención porque estaba más
interesada en otra cosa: en tener los labios de Nicolás sobre los míos y no
entendía cómo es que habiéndome dicho que le gustaba todavía no me besaba
y yo estaba necesitando sus labios como nada en este mundo.

—Has dicho que yo te gusto mucho, ¿verdad Nicolás? —pregunto,


enderezándome, pues me hallaba entre sus brazos y lo miro a los ojos.

Se me quedó viendo y afirmó.

— ¿No me digas que estas dudándolo, Miranda? —Increpó—. Es la verdad


más grande que he dicho en toda mi vida y que más trabajo me ha costado
admitir.

Me encontré tocándole la cara masculina, acaricié su cuadrada mandíbula y


sus rostros de barba de días me puyan la yema de los dedos.

—Y cuando algo nos gusta mucho, lo tomamos, ¿no es cierto?

Nicolás me coge la mano entre la suya, mirándome con expresión confusa.

— ¿A dónde quieres llegar con eso, Miranda?

—Si a mí me gusta la manzana y estoy cerca de una, es seguro que la tomaré


y la comeré porque me gusta mucho la... manzana —hablo, mirándolo a los
ojos y buscando solo conseguir lo que quiero—. Entonces no te comprendo,
dices que yo te gusto pero todavía estoy esperando mi beso, sé que quieres
hacerlo, quieres besarme, lo veo en tu mirada, pero te controlas, ¿Por qué?

Algo oscuro, salvaje y cargado de lujuria se asentó en sus ojos.

— ¿Sabes porque no te he besado, Miranda aunque las ganas de hacerlo me


estén volviendo loco desde que entraste por esa puerta? —Hace una pausa y
me mira de un modo que me hace estremecer—, porque si te beso querré más
de ti esta noche que besos. No sé si voy a poder contenerme una vez tenga
mis labios sobre los tuyos, te deseo tanto que me duele todo el cuerpo.

Trago saliva.

— ¿Y qué pasa si yo no quiero que te contengas, Nicolás? —soy firme en mis


palabras, llevo cinco años de mi vida deseando a este hombre, y para ser
sincera todo lo que quiero es estar entre sus brazos, y lo demás, que se vaya al
demonio.

—Miranda... —lo detuve, colocándome a horcajadas sobre sus piernas sin


importar la falda que traía puesta y lo siento inhalar profundamente antes de
apretar con fuerza los dientes, su corazón acelerándose fuertemente.

—Yo quiero que me beses y que no te contengas.

Me mira con ojos lujuriosos, y sube una mano apretándome un pecho por
encima de la blusa, como si creyera eso me asustaría y me haría retroceder,
pero no podía estar más equivocado, solo consiguió que un gemido bajo de
placer escapara de mis labios ante el toque y empezara a desear me arrancara
toda la ropa. Me siento muy caliente ahora.

—Estás jugando con, fuego, Collins —murmuró, con esfuerzo en la voz.

Torcí mis labios en una sonrisa de chica traviesa.

—Y qué pasa si quiero quemarme, Maderos, ¿ah?

Pego mi cara a la suya, robándonos ambos el oxígeno y paso mi lengua


húmeda por sobre sus labios. Nicolás emitió un gruñido subiendo su mano
hacia mi nuca y fue entonces cuando conseguí lo que tanto anhelaba, me besó
con un ansia compartida y puso mi mundo a dar vueltas.
CAPÍTULO 15

Mi corazón late a toda prisa. La corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo al


sentir los labios de Nicolás junto a los míos pudo haber hecho que me
desmayara. Mi lengua encontró la suya y la exploré con delicados toquecitos, él
en respuesta gruñó y curvo su lengua alrededor de la mía, acariciándome
rítmicamente y provocando que todo mi cuerpo se pegue a él en un ritmo
similar. Ah, Dios. Es tan bueno, veloces ondas de placer me recorren el cuerpo
y no estoy pensando en nada más que no sea llegar mucho más lejos.

Sus manos se hundieron en mis cabellos mientras nos devorábamos con solo
un beso sediento de más. El beso de Nicolás, es un beso masculino, sensual
que está muy lejos de ser contenido. Es un beso apasionado, agresivo, sin ser
demasiado brusco, más bien es embriagador, poderoso y provocativo.

Lo que estaba sintiendo con ese beso era maravilloso, soñado y si era un
sueño no me quería despertar ni en mil años. La excitación recorre todo mi
cuerpo y amenaza con desintegrarme. No hay espacio para nada que no sea el
anhelo que sabía que solo él podía saciar.

El corazón me late tan deprisa y siento la sangre como un embriagador licor del
estímulo encendiendo cada célula hasta que sentí el torrente de la necesidad
de apoderarme de todo su cuerpo. Puedo oír mi propia respiración jadeante
como si estuviera amplificada, y la intensidad de mi deseo por él crece dentro
de mí como una vida alienígena, que me controla y me posee.

Quise sentir su piel como nunca había deseado acariciar la carne de un


hombre en toda mi vida. Bajé mis manos a su cintura y me abrí camino dentro
de su camiseta. ¡Dios es tal y como me lo había imaginado!, una piel suave y
fuerte. Una prueba de que es un hombre bastante saludable.

—Por Dios Miranda. No me hagas esto—me susurró en los labios excitado,


estaba tan excitado como yo, y su corazón late tan frenético como el mío —.
No me sigas tocando de esa manera o no seré capaz de contenerme.

Parece que no le quedó claro hace rato que le pedí no contenerse, no está
noche que tengo tantos deseos de él que mi cuerpo duele y apenas puedo
respirar. Mis pezones están duros bajo la tela de mi blusa y me siento húmeda
entre las piernas.

—Ya te lo dije hace un momento atrás, Nicolás. No te contengas conmigo,


puedes tomarme, te juro que no tengo miedo, solo muchas ganas de estar
contigo más... íntimamente. Está noche no me importa nada, solo tú y yo.

Tomó mi rostro y me miró con sus ojos inyectados de deseo sexual hacia mí,
fieros y salvajes, y eso sin duda alguna aumentó el mío propio. Su expresión es
feroz en su intensidad, otra prueba del macho primitivo que acecha debajo de
la fachada del exitoso hombre de negocios que es.

Tomé una inspiración profunda para calmar un poco el dolor de mi corazón


agitado.

Sé que en sus brazos tendré una noche como siempre soñé fuera mi primera
vez, en los brazos del hombre al que le entregué mi corazón hace tengo
tiempo, el mismo tiempo que llevo anhelando este momento, estar así, aquí
con él mirándome con tantas ganas de mí.

—Tú eres demasiado —me murmuró a los labios con vos pesada—.
Demasiado para que yo pueda resistirme, pero tienes el poder de pararlo
ahora, Miranda.

Mis manos, temblorosas, tocaron sus mejillas.

—Quiero esto Nicolás, por favor solo...

Silencio mis labios al besarme nuevamente y supe que otra vez se rendia ante
mí.

Lo amo con toda mi alma. Sé que él quizás aún no sienta algo tan fuerte por
mi. Hasta ahora me ha hablado de deseo, pero quiero correr el riesgo.

Nicolás me apretó contra sí, acto seguido me elevó del piso entre sus brazos y
por inercia mis piernas se vieron rodeándolo por las caderas, y entonces él
caminó hacia lo que estaba segura era su habitación mientras continuábamos
besándonos con pasión, intensidad y desespero.

Entró de espaldas a la recamara y una vez allí me dejó en el piso y se alejó de


mí para encender las luces, iluminando la habitación.
Con el corazón agitado observo su dormitorio, tiene suelos de madera, techos
altos, una cama con cabecero de metal y un edredón gris, de seda. A ambos
lados de la cama, dos mesitas con lámparas antiguas. Las ventanas están
cubiertas con elegantes cortinas y a la derecha, una puerta que conduce hasta
el baño.

Nicolás volvió apoderarse de mi boca con igual ferocidad que antes. Me aferre
a él, sosteniendo su brazo para no desmayarme por la excitación.

Dejé escapar un gemido, y agarré el borde de su camiseta, sacándola por su


cabeza. El hombre que me besa como si no hubiera un mañana me facilita el
proceso levantando los brazos, la lancé sobre cualquier parte de la habitación y
llevé mis manos a su pecho duro, acariciando su piel y la sentí muy caliente.
Nuestros labios se separan y aprovecho para mirarlo.

Estoy babeando mientras me lamo el labio con deseo y eso que no lo he visto
completamente, pero lo poco que estoy viendo me da una idea que él es
hermoso y perfecto en su totalidad.

Nicolás me observa y estoy tan perdida en él, en todo lo que me está haciendo
sentir esta noche y en lo mucho que deseo que acabe con la tortura que estoy
sientiendo en mi cuerpo, sedienta que me haga suya, que no me doy mi cuenta
en el momento en cual la blusa desapareció de mi cuerpo.

Sus labios caen sobre mi hombro, haciendo flaquear mis piernas al lamer mi
punto sensible tras mi oreja, seguido se alejó de mi cuello y llevó sus manos
hacia el botón de mi minifalda desprendiéndolo, la misma cayó al suelo y quedé
solo con el conjunto de ropa interior y sus ojos fijos en mí.

Él gimió y enredó sus dedos en mis cabellos. Recorrí con mis manos los
músculos de sus hombros y brazos. Me encantaba sentir la suavidad de su
piel, era excitante.

Me atrapó nuevamente la boca y me besó ferozmente mientras me dirigía hacia


la cama haciéndome caer de espaldas sobre el edredón y se puso sobre mi
cuerpo con sus ojos iluminados como el fuego, que hizo que mi corazón latiera
con más intensidad. Me besó en el cuello y me hizo soltar un gemido.

—Eres hermosa. Un ángel bello en verdad, Miranda —me dice el con sus
manos a cada lado de mi cuerpo, hundidas en el colchón.

—Gracias, tú también eres muy guapo, demasiado para ser real —me besa en
la garganta.

Pensé que debía decirle la verdad.

—Nicolás antes que nada quiero contarte algo muy importante.

Buscó mis ojos.

—¿Y qué será eso tan importante? Dime lo que quieras, pequeña.
Quiso saber sin parar de besarme el rostro, haciéndome sonreír de felicidad.
Es lo que sucede cuando los sueños se hacen realidad.

—Yo nunca hice esto antes —le dije sin más.

Nicolás se detuvo como un rayo y su semblante cambio como si le hubiese


dicho algo realmente malo. Confusión, incertidumbre, consternación, eso fue lo
que vi en su rostro. ¿Sí? Lo siguiente que él hizo fue levantarse de encima mió
como si mi piel le quemara. Yo me incorporo porque no entendo su cambio tan
de repente.

—¿Qué ocurre, Nicolás? —pregunté mirándolo fijamente, Nicolás parecía estar


confundido y yo no entendía nada.

—¿Tú me estas diciendo... que eres virgen? —preguntó con voz ronca -—.
¿Ningún hombre te ha tocado antes.. Nunca?

—Sí —me levanté de su cama—. Soy virgen. Tú serias el primer hombre en mi


vida, Nicolás y quiero con todas las fuerzas de mi corazón que lo seas.

Lo veo colocar las manos sobre la pared de espaldas a mí y yo me acerqué a


el abrazándolo por detrás, pero mi sorpresa fue mayor cuando se alejó.

—Vístete Miranda. Será mejor que te vayas, por tu bien —me pidió de lo más
normal, sin mirar mis ojos

Yo quedé estupefacta.

—¿Qué dijiste? —pregunto sin entender por qué se estaba abrochando el


botón de su pantalón y colocándose la camiseta.

—Dije que te vistas, y que te vayas a tu casa, por favor.

Él toma mi ropa del piso y me la ofreció.

¿Qué demonios pasaba?

—¿Puedo saber qué mierda te pasa?—pregunto casi irritada o más bien,


irritada sin tomar mi ropa.

Tragó grueso antes de matarme con sus palabras.

—Sucede que yo... —hace una pausa—. No me acuesto con niñas vírgenes.
Necesito que salgas de mi casa, ahora.

Abrí la boca en una gran O. Eso no puede estar ocurriendo Tiene que ser una
sucia broma, ¿verdad?

—¿Te através a rechazarme solo porque soy virgen? —exploto, ardiendo en


cólera.

—Así es —dice, sin mirar mi ojos ¿por qué no me mira?—. Por un momento
me dejé llevar y perdí la cabeza. Como todo hombre salió a flote esa debilidad
que poseemos cuando tenemos cerca una mujer bella y sensual como tú. Pero
la verdad es que no quiero más complicaciones de las que ya tengo en mi vida,
por favor, vete a tu casa, estarás más... segura y yo no haré algo que
realmente no quiero hacer y por lo que estoy seguro, me arrepentiré después.

Cerré mis ojos y sentí un dolor tan fuerte dentro de mí ante sus palabras que
estuve a punto de soltar un grito de dolor y caer sobre mis rodillas, pero fui
fuerte.

Jamás me imaginé escuchar eso de sus labios. ¡Maldito patán de mierda!.


Nunca me he sentido tan humillada en la vida, no estoy acostumbrada a ser
rechazada por los hombres— al contrario— la mayoría se arrastran ante mi
belleza, y me sucede la noche en que por fin iba a entregarme a uno por
primera vez.

Cerré los labios en una fina y dura línea para contener las lágrimas. No quería
llorar y le arrebato mi ropa de las manos, en ese momento sus ojos se clavaron
en mí, le di mejor mirada de odio, que por lo que yo vi le hizo tragar grueso al
ver con la rapidez con la que su Nuez de Adán se movió en su garganta.

—Te voy a decir una cosa Nicolás Maderos —hablo en un hilito de voz, con el
corazón desbocado—, aún no ha nacido el hombre que se atreva a rechazar a
Miranda Collins, pero tú no eres un hombre, más bien eres un reverendo
imbécil. Te odio en verdad.

Me dispongo a ponerme mi ropa y así poder largarme de allí lo más rápido


posible. Estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no llorar, pero mi
orgullo me permite ser fuerte.

—Miranda yo... realmente lo siento, mi intensión no...

—No me interesa si lo sientes o no — le grito terminado de abotonar el botón


de la falda—. Por supuesto que sé cuales eran tus intenciónes conmigo
creyendo que era una chica experimentada y con mucho mundo, pero claro, no
lo soy. Más bien soy virgen ¿y sabes qué?, eso me hace sentir muy orgullosa y
me alegro de no haberme entregado a un pedazo de cretino como tú, vete al
infierno.

Estoy que mato a alguien, esto es una joda, y es humillante.

—Princesa escúchame, quiero que...

—No me toques, Nicolás —exploto molesta interrumpiendo cuando intento


acercarse a mi dando dos pasos hacia atrás—, No quiero tus asquerosas
manos sobre mi nunca más —suspiré conteniendo las lágrimas—. ¿Para esto
me dijiste toda esa mierda en el hospital?, ¿para luego venir y humillarme de
esta manera tan sucia? Eres un pedazo de idiota.

—No digas eso, yo no quería humillarte, fue...


Le solté una cachetada y otra más, sin que él me detuviera. Solo mirarme con
cara de perdido.

—No quiero escuchar ninguna basura que venga de tu boca. Por mí te puedes
pudrir en el infierno por toda tu asquerosa vida. Esto nunca te lo voy a
perdonar. Nunca.

Me giré sobre mis talones y salí de su casa.

¿Nicolás es un idiota, un maldito hijo de puta inservible? ¿Cómo se atreve a


decirme que no quiere complicaciones? ¿Qué no se acuesta con vírgenes?

Lo odio... lo odio por atreverse a lastimarme de esa manera, aunque no debería


sorprenderme, es su especialidad y yo soy una tonta, pero ya no más. Está vez
si se acabó llorar y humillarme por un idiota cobarde como él.

🌺🌺🌺

Llego al hotel y como ya sabía cuál era su cuarto, subí al ascensor que me dejó
justamente frente a su habitación, llamé a su puerta y Derek me abrió al
segundo toque.

—Miranda —musitó sorprendido al verme, recargo mi cuerpo contra el umbral


de su puerta.

— ¿Tienes tiempo para una amiga?

Él me regaló una sonrisa.

—Para ti cara de ángel, todo el tiempo del mundo. —Me dio un ruidoso beso en
la mejilla que me sacó una sonrisa casi forzada por mi deprimente estado de
ánimo y después me invitó a pasar.

Al salir de casa del pedazo de cretino de Nicolás comprendí que necesitaba un


amigo con el que pudiera hablar abiertamente y apoyarme, ese es Derek.

Tamara es mi amiga al igual que Derek, pude ir con ella, sin embargo, me dije
que mi prima no era la mejor opción, ya tiene suficiente con lo suyo tras estar
enamorada de un hombre que tiene novia mientras ella no hace más que
anhelar estar en el lugar de esa chica porque se muere de amor por el chico al
cual finge querer solo como amigo. No tiene también que lidiar con mis
mierdas, pero al menos Steven no le hace a ella lo que Nicolás a mí, que me
ilusiona con besos, caricias y palabras que fueron tan falsas, que me sube al
cielo para después bajarme de bruces hasta el infierno y en una caída cada vez
más dolorosa.

Las lágrimas pican detrás de mis ojos y los cierro con fuerza, evitando
derrumbarme.

Creí tanto en él, confiaba tanto en él y hoy no tenía miedo de entregarme por
entero al hombre que he amado por años y me trató así. Y debería ser mi
culpa, ¿no? Al final yo fui la que insistí, la que lo sedujo y lo puso en algo que él
no quería, como besarme en primer lugar y lo alerté a seguir porque estaba
demasiado desesperada de él dentro de mí.

Siento vergüenza de mí misma ahora.

Al entrar me acurruco en el elegante sofá de su suite. Derek se acercó


apartando el cabello desparramado sobre mi rostro y se acomodó a mi lado.

— ¿Qué ocurre, Miranda? —inquirió—. ¿Por qué tengo la sensación de que


estas mal, necesitabas un amigo y viniste a buscarme a mí?

—Y no estás equivocado, me siento como una mierda de mal, Derek —


comencé a decir con mi rostro sobre las rodillas, pero intentando no llorar.

Nicolás no merece una más de mis lágrimas. Es un cobarde.

—Dime quien es el imbécil que te hace sufrir así —rugió, colgando sus dedos
bajo mi mentón y me obligó a mirarlo, luce furioso—. Dímelo y te juro que iré a
rómpele cada hueso por hijo de puta.

No pude evitar sonreír, Derek era un chico fuerte, pero en comparación con
Nicolás...

De repente pensé en la deliciosa sensación que había sentido al tocarlo, en el


sabor de sus besos y me odié por ello. Efectivamente él es más fuerte, pero es
un imbécil.

— ¿Cómo sabes qué es por un hombre?

¿Tanto se me nota?, Me pregunto. Debo verme patética enamorada de un


infeliz que me ha humillado de la peor manera. Siempre me guardé porque
deseaba entregarme por amor y sin embargo, el muy imbécil me rechazó por
ser virgen. Esto es de no creerse.

—Solo hay que verte para darse cuenta.

—Así es, me enamoré de un pedazo de idiota.

Era la primera vez que admitía esa verdad tan cierta en voz alta y como dolía.
Procedí a contarle a Derek la situación con Nicolás de principio a fin, sin obviar
ningún detalle, ahora él es como el hermano mayor que nunca tuve.

—Ese tipo tiene que ser un verdadero imbécil para rechazar a una chica como
tú —exclamó Derek, molesto y con cariño me acarició la mejilla—. ¿Pero sabes
qué? Él se lo pierde, tú eres mucha mujer para él si se atrevió a rechazarte con
una excusa tan barata como esa. Hombres así no valen la pena, no merecen
una mujer como tú que mereces un príncipe que sepa tratarte como la princesa
que eres. No amargues, encontrarás el indicado, porque queda claro que ese
cobarde de mierda no lo es.

Ojalá sus palabras fueran ciertas.


Sonreí arrojándome a sus brazos. Él me cubrió acariciando mi espalda en
pequeños círculos reconfortantes.

—Gracias, Derek, por estar y por escucharme —le agradezco con un hilo de
voz.

—No tienes que darme las gracias. A partir de ahora tienes en mi a un


hermano mayor —Derek me deposita un beso sobre la cabeza—. Siempre que
me necesites voy a estar para ti, Miranda.

Le creía.

Sentí cansancio y mientras permanecía entre los brazos cálidos de mi ahora


hermano mayor postizo me quedé poco a poco dormida, dejando desaparecer
el mundo ante mis ojos.

CAPÍTULO 16

Dos meses después.

Un tiempo atrás había dicho que entraría a la universidad y estudiaría una


carrera, después dije que lo detendría debido a que tenía otros planes en
mente, y fue uno que surgió a raíz de haber encontrado a Perla en la calle y me
imaginé como ella a muchos niños en las mismas condiciones, pasando
hambre, frío, desprotegidos y exponiéndose al peligro, seres inocentes que
carecen de un hogar cálido y lleno de amor, pequeños ángeles que no tienen
más que la calle para vivir, mientras otros, crecieron en mansiones y rodeada
de lujos, como yo por ejemplo.

Perla, por fortuna ya tiene una familia, mis padres la han adoptado y la han
convertido en su hija, ella está bien, feliz, contenta, es la pequeña consentida
de la casa y papá en especial la llena más que de juguetes, de mimos al igual
que mamá, pero no todos han tenido su misma suerte, muchos niños en las
calles esperan que les suceda a ellos un milagro como a Perlita quien el día
que se atravesó en mi camino significó un cambio de su vida para siempre.

Quiero darle a muchos niños la esperanza de una mejor vida, quizás no a


todos, pero quiero salvar a algunos de ellos.

Lo primero que debo decir que aunque no eran mis planes me vi regresando al
mundo de las pasarelas nuevamente, pues necesitaba fondos para todo lo que
implicaba crear Milagros, nombre de mí ahora casa hogar, y que esta
funcionando desde hace aproximadamente un mes.

Conseguí rápido estar nuevamente en las portadas de las revistas de modas.


Además de representar varias marcas: de perfumes, de joyas, trajes de baños,
entre muchas otras. Y por supuesto mi casa hogar va a toda marcha. El lugar
cuenta con un total de treinta niños por el momento, de los cuales muchos de
ellos habían llegado desnutridos y enfermos, pero con buenos cuidados habían
mejorado favorablemente. La casa albergue es dirigida por Eve, una adorable
chica solo tres años mayor que yo, y quien trata a los niños como si todos
fueran sus hijos, junto a ella también está Julianne, quien hace de cocinera del
hogar y para la limpieza esta Ella, esas tres chicas son tres ángeles que se
esfuerzan mucho porque los chicos estén cómodos, sanos y sobre todo, bien
alimentados.

Yo de vez en cuando también me encargo, pero he estado viajando mucho y


entre sesión y sesión es muy poco el tiempo que me queda, aunque claro,
cuando veo la cara de felicidad de cada uno de mis niños me reconforta, estoy
dándoles una mejor vida.

Mi padre ha insistido por un mes completo al verme trabajar tanto en ayudarme


uniendo la casa hogar con sus empresas como me sugirió en un principio
cuando le comenté mis planes de crearla, y con la única intención de hacerme
dejar el modelaje; un mundo que nunca ha querido mucho para mí, sin
embargo, yo sigo en mi posición, Milagros, es algo mío y aunque en un
principio lo había llamado proyecto ahora es un acto de amor.

Quiero ser yo quien lo mantenga, con mi propio esfuerzo y dedicación.

Decidí hacer algo más productivo en mi vida que estar llorando por un hombre
que no le interesa mi amor, que no sabe más que romperme y humillarme. Mis
sentimientos por él siguen ahí, intactos y hay momentos en los que, en medio
de tanto agite por haber vuelto al modelaje y que en dos meses es poco lo que
he parado, me descubro pensándolo ya que, para desgracia mía, no lo puedo
evitar porque por poco que Nicolás Maderos se merezca lo que siento por él
siendo el cobarde más grande de la tierra, es inevitable, pero con mi cabeza
bien puesta en lo que quiero, que es darle una vida mejor a muchos niños de la
calle puedo pasar de él fácilmente o al menos, lo intento.

Después de aquella noche no hemos vuelto a vernos, más que nada porque
últimamente he estado viajando constantemente y es poco el tiempo que he
permanecido en casa. Él ni siquiera se molestó en buscarme tan siquiera para
pedirme una disculpa, y eso deja muy en claro lo poco que le importo y lo
gilipollas que es. Me dejó bastante claro que lo que me dijera aquella noche iba
bastante en serio:

—No quiero más complicaciones de las que tengo en mi vida

Y yo comprendí que lo que sucedió al final sí fue lo mejor por mucho que me
hubiera dolido aquel rechazo y como de humillada me sentí, pues lo que yo
busco no es un hombre que parezca no decidirse que es lo que quiere y actúe
como un idiota la mayor parte del tiempo, deseo un hombre que si quiera
complicarse la vida a mi lado, y en vista de que no es lo que él desea creeré lo
que me dijo Derek, quien ya no se haya más en los Ángeles sino de gira con su
grupo musical, aunque mantenemos el contacto, Nicolás no es el indicado si lo
único que sabe es hacerme daño una y otra vez.

Tengo que dejar de ser una estúpida por él, no puedo permitir que continué
haciéndome daño.

Llevo dos horas haciendo una sesión de fotos para una campaña de trajes de
baño en la playa, la cual se ha dificultado un poco debido a que el fotógrafo le
había costado encontrar la luz en un principio, peor aún, muero de agotamiento
y a duras penas consigo hacer las últimas tomas, fingiendo que me estoy
divirtiendo como la modelo experimentada que soy cuando todo lo que quiero
es que todo termine y poder dejar la pose.

Y sucede una hora más tarde.

—Bien, Miranda, hemos terminado —suspiro agradecida. El fotógrafo baja la


cámara y yo dejo la pose de modelo tratando de relajar los músculos algo
contraídos después de tantas tomas repetidas—. El biquini blanco al igual que
el pareo a juego son un regalo del diseñador para ti.

Sonreí, siempre recibido ese tipo de regalos de los diseñadores, más aún
cuando he trabajado con ellos antes y les he hecho un trabajo estupendo. Me
esfuerzo bastante por ser la mejor en esta industria tan competitiva como el
mundo del modelaje.

—Dale las gracias a Celina de mi parte, por favor —menciono a la famosa


diseñadora.

Acepto con un gracias el un botellín de agua que me ofrece una de las


asistentes de Max, el fotógrafo y lo llevo a mis labios. Siento un calor
insoportable con tanto sol y sin mencionar lo cansada.

—Fue un placer trabajar contigo hermosa—.Con una sonrisa a pesar del


cansancio de mierda que tengo y que se me debe notar hasta en la forma en
que respiro, acepto la mano que me ofrece y le digo lo mismo. Había olvidado
lo agotador que puede llegar a ser este mundo del modelaje, además de lo
exigente—. Descansa un poco, te veo cansada.

Asiento y me retiro para cambiarme de ropa antes de emprender mi marcha


hacía mi hotel que para suerte mía queda muy cerca de la playa y puedo ir a
pie.

No me encuentro en Los Ángeles sino en España, pero ya mañana deberé


estar de regreso no solo porque he terminado aquí sino por ser el aniversario
de boda de mis padres pasado mañana; celebran sus veinticinco años de
haberse casado y al mismo tiempo, teniendo en cuenta que se casaron ese
día, será el cumpleaños número cuarenta y ocho de mi madre y ella suele
hacer una fiesta por todo lo alto cada año desde que tengo uso de razón; algo
que no me gusta demasiado y desde que soy pequeña me fastidia bastante.
¿Por qué? Paula tiene una capacidad de llenar la casa de gente impresionante
y no me gusta compartir demasiado con personas que no conozco, y más aun
cuando muchos de ellos solo te aceptan por quien eres. Desgraciadamente en
el mundo donde nací, no sabes quienes son tus verdaderos amigos y quienes
te pueden clavar una puñalada por la espalda. No digo que sean todos, hay
excepciones, he conocido gente con dinero que son realmente maravillosas.

Soltando un suspiro de cansancio llegué a la puerta de mi habitación


abriéndola rápidamente con la idea de darme un baño que me quite el calor del
cuerpo y después echarme una larga y necesaria siesta, o mejor, dormir hasta
mañana.

Cuando entro en mi suite noto algo extraño en el ambiente, un olor agradable y


que reconocí porque soy adicta a su aroma desde siempre, huele a flores y
cuando observo bien el entorno del lugar mis ojos se abren con asombro ante
lo que veo; flores, hay por toda la habitación, está tan llena que me es
imposible moverme por ella.

Por un instante me siento pérdida y arrugo el entrecejo observando el jardín


frente a mis ojos. ¿Quién me ha llenado la habitación de flores? Tengo casi una
floristería aquí y no sé quién pudo haber hecho semejante cosa, después me
llegó la idea de que pudo haber sido algún admirador hasta que...

—Desde siempre te han gustado las flores; cuando te conocí tenías nueve
años y te recuerdo cantándole a las flores en el jardín de tu casa, así que fue
mi mejor forma de buscar un acercamiento hacia ti cuando estoy seguro lo
último que deseas es verme pequeña.

Esa voz ronca me estranguló el cerebro y cuando me giro hacia el frente lo


encuentro ahí, Nicolás Maderos, vestido con un pantalón blanco y una camisa
de igual color haciéndolo lucir como un ángel bello, sexy y perfecto en todos los
sentidos, fue un golpe directo a mi corazón. El cabello negro que siempre lleva
perfectamente peinado, está vez luce alborotado, dándole un toque más joven.

¿Qué hace aquí, en España y frente a mi habitación de hotel?

Trago duro por mi garganta, sintiendo ese típico cosquilleo en el estómago


cuando lo veo, el pulso latiéndome en todos los sitios donde puede ser oído, la
sangre zumba con demasiada violencia tras mis orejas, mis piernas están
sintiéndose tan temblorosas como una gelatina, y me duele mucho el corazón,
pero aún así, los recuerdos del modo en como me trató hace días vienen a mi
cabeza y mi mirada de admiración de transformó en una de odio.

—¿Qué rayos haces aquí Nicolás, y qué significa esto? —le pregunto,
señalando todas las flores en mi habitación, que debo admitir que es un gesto
muy hermoso, y más, con lo mucho que me gustan las flores, pero ese hombre
me humilló en su cama hace dos meses, primero me excitó con sus besos y
caricias para después rechazarme cuando le confesé que él sería el primero en
mi vida, como siempre quise.
Nicolás entró más en mi habitación sorprendiédome cuando cerro la puerta tras
su espalda, y quise protestar, mas no pude. Parecí, por un instante, haberme
quedado muda ante su perturbadora presencia. Es tan guapo y sexy que es
difícil no admirarlo y menos desearlo.

—No tengo cara para presentarme ante ti después de lo que sucedió entre
nosotros hace meses atrás.

—Mejor di de lo gilipollas, cretino y cobarde que fuiste conmigo aquella noche,


el modo en que me trataste y me humillaste —lo interrumpo, con vos rota,
dolida y cargada de reproche —. Eres tan cobarde Nicolás, te dije esa noche
que no te quería volver a ver en toda mi vida, ¿qué diablos haces aquí?

Se me quedó viendo y pude ver con claridad cierto tormento en su mirada


plateada.

—¿De verdad no quieres volver a verme, eso es lo que quieres, Miranda?

—No me respondas con otra pregunta —chillo, enojada, más que nada porque
no, no es verdad que no quisiera verlo en toda mi vida y me odio por ello. Soy
tan estúpida cuando se trata de él, las lágrimas pican en mis ojos, pugnando
salir, pero las retengo todo cuanto puedo—. ¿Crees que ingeniártelas,
sobornando a quien sea que sobornaste para entrar en mi habitación sin mi
autorización y mientras yo estaba fuera, para llenármela de flores remedia todo
el daño que me has hecho, Nicolás? ¿Crees que este acto "romántico" remedia
todo el dolor que me has hecho sentir, la humillación a la que me sometiste, lo
cretino que fuiste? Estas muy tan duramente equivocado, Maderos. Aquella
noche yo confiaba en ti, me quería entregar a ti porque era lo que más deseaba
en el mundo, me guardé para que el día que decidiera entregarme a un hombre
fuera especial, lo intenté contigo, y como eres el hombre más cobarde de la
tierra lo convertiste en una mierda y me rompiste en pedazos.

Me da una mirada atormentada.

—Perdóname, tienes razón, fui un cobarde de mierda y no tengo justificación


alguna —me dice, tragó grueso y agregó—: Esa noche yo quería hacerte mía
Miranda, te deseaba con todas las fuerzas de mi alma, pero cuando me
confesaste que eras virgen yo... solo fui un idiota que dijo lo primero que le
salió por la boca. No fue mi intención lastimarte.

—Pero lo hiciste.

Lo has hecho desde hace más de cinco años, me faltó agregar.

—Lo sé pequeña y...

—No me toques —retrocedo dos pasos atrás, alzando las manos al aire
cuando intentó ponerme una mano encima, más aun siendo consciente de lo
que haría en mí una mísera caricia de su parte más que nada por los buenos
recuerdos, eludiendo la humillación.
Se quedó quieto en su lugar, se cepillo con los dedos el cabello y me observó
detenidamente, la mirada de tormento no desaparece de él. Me sigo
preguntando que está haciendo aquí si para él es tan difícil liarse con la hija de
su mejor amigo, o es la excusa que usa para no admitir cuan cobarde es.

—No sé ni siquiera por donde comenzar, que decirte que remedie el mal que te
hice, y como te trate, y es que no hay una forma de verdad —mira todo el lugar,
el olor a rosas inundado nuestras fosas nasales—. Sé que llenarte la habitación
de flores no me garantiza tu perdón, yo... solo cuando se trata de ti y lo que
siento por ti me vuelvo un estúpido.

Hago silencio, él continua hablando.

—Miranda, me gustaría hacerte entender lo que ocurrió aquella noche y porqué


te fallé de ese modo, tengo mucho valor a la amistad que comparto con tu
padre, Lucas es como un hermano para mí y tú eres su princesita intocable —
me dice, sus ojos en mí todo el tiempo mientras habla, los míos siguen cada
movimiento de sus labios—. El deseo que sentía por ti aquella noche me cegó
completamente y solo puede pensar en las ganas que tenía de desnudarte y
hacerte mía sin importarme nada, más aún, cuando tú lo deseabas de la misma
forma que yo y eso me excitó un poco más, pero cuando me dijiste que eras
virgen fue como cuando una luz se apaga y te invade la oscuridad. En ese
pequeño instante antes de apartarme y dejarte en la cama me vi siendo
destrozado por mi mejor amigo, además de perdiendo su amistad y confianza
hacia mí si se enteraba que yo, su colega y a quien le abrió la puerta de su
casa convirtiéndome casi en parte de su familia con más de la mitad de años
que su hija, fuera quien te convirtiera en mujer. Me llené de pánico, de miedo,
mis neuronas se fundieron y sin remedio alguno te dañé con mis palabras, pero
yo no quería haber actuado de ese modo, no quería.

Tomé una inspiración profunda. Algo me dijo que el que se haya frenado
aquella noche tenía mucho que ver con mi padre y su amistad con él; ellos son
amigos de años y efectivamente se llevan como si más que mejores amigos y
socios, fueran hermanos de sangre. Esa parte la entiendo, completamente
porque si con algo Lucas Collins es celoso es con sus hijas, ¿pero acaso eso le
daba derecho a Nicolás a tratarme del modo en que me trató? No, y si de algo
me cansé es de su cobardía y que tome como justificante la amistad con mi
padre cada vez que, "sin querer" me lastima.

Yo estaría dispuesta a enfrentarme a papá por lo que siento por él y eso


demuestra lo mucho que lo amo, Nicolás sin embargo, me ha demostrado que
lo que siente por mí no es nada comparado con el amor, más bien, se llama
ganas de llevarme a la cama un par de veces y ya, tal vez, pues hasta ahora no
me ha demostrado lo contrario por mucho que me duela el ser consciente de
ello. Y hasta hace poco me hubiera conformado con eso, porque estaba
dispuesta a aceptar cualquier migajita suya porque era una estúpida
conformista, ahora ya no.
Ahora lo quiero todo o nada, y como él parece no poder darme lo que quiero,
prefiero seguir con mi vida y él con la suya. Como antes dije, no permitiré que
vuelva a lastimarme y si para ello tengo que alejarme todo cuanto pueda lo
haré.

—Ya está Nicolás, has dejado claro lo importante que es tu larga amistad con
mi padre. ¿Quieres mi perdón y que te entienda? Tienes ambos —le digo,
manteniéndole la mirada por difícil que parezca, pues acelera de un modo
insoportable mi corazón—. No te juzgo en lo absoluto, eso demuestra que
pocas personas, pero existen los que saben darle valor a la amistad. Ahora, sal
de aquí y de mi vida todo lo que puedas y no vuelvas a intentar endulzarme el
oído con palabras dulces, porque esa niña tonta que creía en cada palabra que
decías se quedó en tu cama aquella noche cuando me rechazaste, ahora mis
prioridades son otras, crecí, maduré y entendí que tú no eres el hombre para
mí, me lo dejaste claro aquella noche, ¿lo recuerdas? No quieres
complicaciones, ¿pero sabes qué? Yo sí quiero un hombre que quiera
complicarse la vida conmigo, uno me regale sonrisas en lugar de lágrimas. No
quiero migajas de nadie, lo quiero todo porque es lo que me merezco, y como
tú no puedes darme eso vete, y de paso, pídele a quien te ayudo a montar todo
esto que venga y lo saque de aquí, me encantan las flores, pero no cuando
viene de quien solo sabe hacerme daño.

No me doy cuenta en el momento exacto en el que Nicolás ha acortado la


distancia que nos separaba y me encuentro envuelta en el calor de su pecho y
mareada por su aroma masculino y seductor. Me sacudí en su agarre
intentando quitármelo de encima, mas, debido a su gran fortaleza en
comparación con la mía, débil y temblorosa por los estragos que me causa su
cercanía, me fue imposible. Toqué con mi palma su pecho y lo sentí muy
acelerado.

—Reconozco Miranda, que la cagué contigo más de una vez por ser un
cobarde de mierda y no me siento orgulloso de las lágrimas que has derramado
por mi causa, de como, por imbécil, te humillé aquella noche—me dice con la
voz atropellada, sus hombros subiendo y bajando a causa de su respiración
irregular—. Llevo dos meses buscando los motivos por los que debería
resignarme a la idea de no tenerte porque eres una manzana prohibida para mí
que si muerdo inevitablemente moriré, pero no he podido encontrar ninguno
que sea lo suficientemente fuerte para frenarme y no haberme hecho caer en la
tentación de no venir a buscarte y llenarte de flores está habitación. Quise
desear que encontraras a un muchacho de tu edad con el que pudieras ser
feliz, pero soy egoísta, pequeña, la sola idea de imaginarte con otro me
enferma, me vuelve loco saberte con alguien más porque solo te puedo
imaginar en mis brazos, siendo mía.

Ante sus palabras estoy completamente muda, sus manos están alrededor de
mi rostro y me observa de un modo que...
—Dame una nueva oportunidad para demostrarte que esta vez, quiero
jugármela por ti y que no me importa nada, si después de esto muero a manos
de tu padre será la muerte más dulce que un hombre haya tenido jamás. Sé
que no me lo merezco, pero confía en mí está vez, no voy a fallarte, no volveré
a herirte una vez más, te lo prometo mi pequeña.

Y cuando me tomó, sin aviso alguno, los labios entre los suyos en un arrollador
beso, me pregunté con el corazón agitado y lágrimas en los ojos, si era tan
tonta para volver a caer ante él una vez más, arriesgándome a que me vuelva a
romper cuando si apenas estoy recuperándome de la última vez.

CAPÍTULO 17

Nicolás

Me dejo caer sobre mi cama en el hotel, cruzo los brazos bajo mi cabeza,
deslizo mi mirada hacia el techo y un suspiro de agobio se abrió paso a través
de mi garganta.

Ella prácticamente me echó de su habitación, y no esperaba que fuera


diferente. Qué estúpido de mi parte creer que llenándole la suite de flores ella
simplemente me perdonaría, creería en mis palabras así sin más sí después de
lo gilipollas que fui con ella, especialmente aquella noche en que estuve a
punto de hacerla mía, ardiéndome la sangre por dentro del deseo que tenía de
perderme en su interior, de besar cada partecita de su pequeño cuerpo;
demasiado desesperado por acariciar y amar todo su ser, sin embargo, me
detuve y con mis palabras la lastimé en lo más profundo porque como un
imbécil, dije lo primero que me vino a la boca para en ese momento, salir del
problema en el que me hallaba metido y que por un instante me dejó
desorientado. Todavía recuerdo el dolor en sus ojos de esa noche, el odio
hacia mí, la desilusión...

Miranda tiene la boca totalmente llena de razón, soy un cobarde de mierda que
la ha jodido más de una vez, por lo que es totalmente normal que no se fie de
mí.

—Me cuesta creer en tus palabras, Nicolás, sería una estúpida si lo hiciera, lo
que me hiciste esa noche, intencional o no, sigue clavado en mi corazón como
una espinillita que lastima demasiado. ¿Qué tal si te creo, me ilusiono y de
nuevo te vuelve a ganar la culpa por estar traicionando la confianza de tu mejor
amigo y me vuelves a lastimar? No sé sí, después de cómo me has tratado,
merezcas que corra ese riesgo... contigo.

Esas fueron sus palabras hace unos pocos minutos atrás, después de,
apartarme con sus ojos celestes llenos de lágrimas cuando la besaba, donde
me sentía completamente en un lugar puro, hermoso, cálido y en casa
pudiendo tocar sus suaves y carnosos labios, nunca se sintió así con mi ex
esposa ni con ninguna otra mujer.

Me puse la mano sobre mi corazón acelerado en estos momentos, sintiéndome


por dentro impregnado de su aroma mientras respiro con dificultad.

—Incluso vivir es un riesgo Miranda —la había dicho perdiéndome en su


mirada, notando que el ligero vestido de tirantes y que dejaba al descubierto
sus largas y linda piernas, resalta sus ojos azules al ser de color azul. Es tan
jodidamente hermosa—. Sé que te es difícil creer en mis palabras. He sido un
grandísimo imbécil, pero pequeña, voy a demostrarte que quiero, está vez,
hacerlo bien contigo. Déjame compensarte por todo el daño que te he hecho,
por favor.

Nunca quise nada tanto en mi vida cómo lo que le estaba pidiendo, le estaba
rogando con desesperación, con deseos de reparar todos mis errores con ella,
llenándola de cariño, de mimos y llenando su rostro de alegría.

Ella me había observado por unos segundos, viéndose confusa, aturdida y me


dijo:

—En este momento estoy estoy muy aturdida y cansada —musitó, en un hilito
de voz, desconfiada de mí y eso me mató aunque sabía que no podía esperar
otra cosa de ella—. Necesito estar sola y tú... me confundes demasiado, pones
mi cabeza a girar y es tan difícil comprenderte, eres como un acertijo y nunca
he sido muy buena descifrándolos. Por favor... solo... sal de aquí y dame un
espacio, debo pensar si debo o no volver a poner mi confianza en ti, tengo que
pensar si quiero correr el riesgo que implica volver a creer en ti, Maderos.

Y me vi en la obligación de obedecer, por poco que me gustara, a su petición


de dejarla sola, confiando en que la próxima vez que la viera estuviera menos
aturdida y perturbada, esperando que sopesara mi petición y por poco que me
la mereciera, me diera la oportunidad de esta vez hacerlo bien, no arruinarla a
la primera de cambio como meses atrás.

Necesito que me perdone y confíe en mí.

Tomé una profunda inspiración, levantándome de la cama para ir a tomar un


baño necesario. Me desvisto rápidamente y cuando entro a la ducha la
enciendo sin preocuparme de activar el agua caliente, mientras el agua cae
sobre mi cuerpo tenso, y un poco adolorido dejo caer la cabeza contra los
azulejos, cerrando los ojos.
Llevo meses volviéndome loco, sin tener un control propio de mis emociones
cuando siempre he sido un hombre acostumbrado a mantener el control, ¡y
todo ha sido culpa suya! Me viro colocándome de espaldas y cerré los ojos, el
agua cayendo sobre mí.

Miranda ha hecho de mí un desastre andante. Ya no me muevo sin pensarla,


sin desearla, sin querer respirarla, sin desear sentirla entre mis brazos, sin
querer perderme en sus lindos ojos azules por todos los días de mi vida al igual
que en su boca deliciosa, no desde que la besé en aquel club, que aunque
después había salido huyendo, recriminándome por haber sido un débil y caer,
fueron los labios más dulces que probé en toda mi vida y quise más, mucho
más.

Un suspiro de agobio salió fuera de mis labios y me froté la cara mojada,


angustiado.

Desde que volvió a Los Ángeles, que fui por ella al aeropuerto y me di cuenta
de que la niña que se fuera de aquí hacia cinco años atrás había regresado,
pero ya no siendo esa niña sino convertida en una mujer con una sensualidad
de la que creo ni ella misma debe ser consciente, un ángel en la tierra hecho a
mi imagen y semejanza para atormentarme, fue como si ese día con tan solo
una mirada de sus lindos ojos azules ella me hubiese agarrado de la bolas para
ya nunca soltarme, perdí completamente la razón y algo nuevo comenzó a
surgir en mi interior, se sintió como si su alma me jalara con fuerza y por más
que lo intenté, una y mil veces, me fue difícil resistirme a no caer.

Con todas mis fuerzas he intentado verla con los mismos ojos que antes, como
la chica agradable a la que le tenía un apreció infinito no solo por ser la hija de
mi mejor amigo, sino que ella siendo tan adorable y dulce se robó mi corazón
desde el primer momento en que la conocí, y en su lugar no desear sentir su
piel bajo mis manos, pero ha sido una labor completamente titánica. Me acosté
con otras mujeres, buscando olvidarla en otros brazos, sacudirme de alguna
forma esa pasión casi enfermiza que siento por una chica de apenas veintiún
años cuando yo por poco casi le doblo la edad, sin embargo, ninguna de esas
mujeres lograron detener la avalancha de sentimientos que Miranda
despertaba en mí, no pudieron detener lo inevitable y aquí estoy, queriéndola y
deseándola con todas las fuerzas de mi alma.

Miranda no solo es una mujer hermosa, ella es única, perfecta y maravillosa,


por lo que, la quiero para mí, la quiero mía, la quiero en mi vida.

Ya no puedo frenar más lo que siento por ella, sé qué tanto puede ser mi
salvación como mi perdición, que será aún más difícil mirar a los ojos a mi
mejor amigo cuando, aun no debiendo, tenga una relación con su hija y su
debilidad también. Querrá matarme, de eso estoy seguro, pero por los
momentos no quiero pensar en todas las formas en las que Lucas Collins me
matará sino en Miranda y en tenerla a mi lado pase lo que pase. Ya no me
importa nada, me frené demasiado, me lastimé muchas veces a mí mismo
intentando no sentir lo que siento por ella, ya no más. Tal y como le dije, si él
tenerla así sea una sola noche entre mis brazos ocasionaría mi muerte, sería la
muerte más dulce que haya tenido un hombre y moriría siendo consciente de
que solo había vivido para tener ese momento con ella.

Cambio todos los años que me quedarían de vida solo por un pequeño instante
entre sus brazos, porque sé que habrá valido la pena vivir solo para ello.

CAPÍTULO 18

Nicolás.

La noche a caído completamente y me hallo sobre mi cama, perdido en mis


pensamientos. La televisión está encendida con un programa de noticias, pero
la verdad es muy poca la atención que le estoy prestando. Mi cabeza, mi
mente, mi corazón y mi espíritu están en otra parte. Están con ella.

No puedo dejar de pensarla, no puede dejar de doler el tenerla a pocos metros


de mí y no poder correr a su lado para besarla, abrazarla y jurarle mil veces de
ser posible que está vez, si me diera una nueva oportunidad, no lo arruinaré
causándole heridas, que por más que me duela traicionar a mi mejor amigo
todo lo que quiero es que estemos juntos; ella y yo, sin pensar en nada más
que no sea hacernos felices. Sin embargo debo darle su espacio como me
pidió, no quiero tener que forzarla. .

Me volteé para observar el techo y me coloqué los brazos cruzados tras la


cabeza.

Nunca sentí algo tan abrasador como lo que estoy sintiendo ahora por esa
chiquilla que de alguna forma buscó su camino a mi corazón, se instaló allí y se
niega a marcharse. A Kendra, mi ex esposa y la mujer con la que estuve tres
años casados, no apeteciéndome ahora entrar en detalles sobre las razones
por las cuales ahora estoy divorciado de ella, la amé profundamente. Me casé
con ella completamente enamorado y al menos durante los dos primeros años
de nuestro matrimonio fui feliz con ella, era culta, inteligente, y en la cama
funcionamos perfectos; era exageradamente bella, y siendo sincero me sentía
el hombre más afortunado del mundo por saberla mía aunque ahora sé que la
belleza no lo es todo. Miranda es igual de bella e incluso un poco más, pero me
despierta sentimientos distintos que no recuerdo haber experimentado antes.
Esa pequeña mujercita me despierta algo más salvaje, más intenso. Es como si
ella fuera mi mente, mi corazón, mi alma... todo lo que me mantiene vivo.

Definitivamente esa chica tomó todo de mí y el saberlo no me asusta, al


contrario, me da gusto saber que después del fracaso de mi matrimonio pude
volver a enamorarme, no creí que fuera de ella, pero sucedió así, yo no lo pedí,
simplemente pasó.

Un sonido en mi puerta llamó mi atención. Puse mis ojos en ella, confuso, pues
el toque fue tan suave y bajo que juré había sido fruto de mi imaginación, así
que no me moví de mi lugar, me quedé ahí, quieto, aguardando por un
segundo toque si es que hubiera habido un primero y no fuera...

— ¿Nicolás...?

Escuché mi nombre en esa dulce voz que me hacía suspirar, estremecerme y


doblegarme. Eso fue suficiente para que, con el corazón acelerado y preso de
una profunda emoción saltara de la cama y en poco menos de tres zancadas
llegara hasta esa puerta. La abrí, y ahí, detenida frente a la misma está ella, la
causante de mis delirios, la chica que durante meses me ha tenido en vela
durante noches enteras, la chica que me ha despertado la pasión más salvaje y
animal que he sentido en toda mi vida.

Mis ojos no pudieron evitar recorrerla toda, fascinado, enloquecido


completamente, mirándola embelesado por su asombrosa belleza natural. Trae
el largo y sedoso cabello castaño suelto arropando sus ahora sonrojas mejillas,
sus largas piernas quedan expuestas a causa del pantalón corto que trae
puesto y pareciera que su color favorito es el azul, pues trae puesto una
playera de ese color.

— ¿Puedo... pasar? —me pregunta, con voz titubeante.

Una sonrisa se asomó a mis labios. Queda más que claro que ha venido
porque quiere darme una respuesta, y espero de corazón sea positiva. Si es
así, de verdad, prometo no joderla está vez. Ya le hice mucho daño por culpa
de mi cobardía.

—Claro que puedes, pequeña. Pasa.

Le abrí la puerta, ella titubeó, me ojeó con sus ojos azules, para después
soltando un profundo suspiro proceder a ingresar en mi habitación. Cerré la
puerta y rápidamente puse toda mi atención en ella.

—Justo estaba pensando en ti, es todo lo que hago últimamente, ¿sabes? —le
digo, sin miedos, sin rodeos, pues ya no quiero tener que ocular ante ella lo
que siento. No quiero tener que fingir que no me vuelve loco cuando es todo lo
contrario.
Me observó un instante.

—Tengo miedo, Nicolás, mucho miedo —me dice en hilito de voz lastimero
mientras juega con sus dedos de las manos en un gesto ansioso, y cuando voy
a acercarme ella continúa—. Mis sentimientos por ti son demasiado fuertes,
¿sabes? Todo lo que quiero es... estar a tu lado porque... te quiero, pero al
mismo tiempo no deseo arriesgar mi corazón a que me lo rompas más veces
de lo que ya no has roto, me quedaría sin nada.

Un dolor agudo y profundo se instaló en mi pecho al ver lágrimas en su cara,


otra vez y a causa de mí. No. Corté la distancia que nos separa, la tomé y
como no puso ninguna objeción me acomodé sobre mi cama con ella sobre mi
regazo. Su aroma me envolvió como una suave cobija: huele a jazmín, y al
mismo tiempo, a mujer, seductora y femenina. Es completamente normal que
este loco por ella. No llevo ni dos minutos a su lado y ya estoy embriagado,
completamente borracho.

Tomo su barbilla entre mis dedos y la hice enfrentarse a mí.

—Miranda yo también... te quiero, te juro por mi hija Abby que es el tesoro más
grande que tengo en este mundo que me hallo completa y absolutamente
perdido por ti en cuerpo y en alma. Te quiero con todo mi corazón y de un
modo intenso y apasionado —le confieso, Miranda me mira con sus ojos azules
muy abiertos, cargados de incredulidad, como si no pudiera creer en mis
palabras y no la culpo, en lo absoluto—. Te mudaste aquí —agarro una de sus
pequeñas manos, colocándola justo donde mí corazón late de un modo que me
lastima al tenerla tan cerca, quiero sacar todo lo que siento por ella para que no
le quede ninguna duda de que la quiero bien, que deseo hacerla feliz y que mis
deseos van más allá de su cuerpo, quiero a la mujer dulce, adorable y con
corazón puro que es y que admiro con todo mi ser—, te has instalado ahí, lo
hiciste tu hogar, tu propio refugio, y todo lo que quiero ahora es que nunca te
vayas. Por favor, es normal que tengas miedo, yo también lo tengo, mucho,
porque jamás he sentido algo tan puro y grande como lo que estoy sintiendo
por ti y no sé mucho como llevarlo, pero permíteme demostrarte lo mucho que
vales para mí, yo...

Ella colocó su dedo en mis labios silenciando mi voz y vi lágrimas en sus ojos,
pero por alguna razón no me alarmó.

—Era todo lo que queria escuchar —me dice quitando el dedo de mis labios y
se secó las lágrimas antes de agregar—: Te daré una oportunidad Maderos,
pero si me vuelves a fallar...

—Te prometo que está vez no lo haré —musito feliz, interrumpiéndola, ella me
observó un segundo con una media sonrisa que me llegó al alma y prosiguió.

—Si me vuelves a fallar, por mucho que te quiera haré lo que sea para
olvidarme que existes como hombre, lo que sea, y tendrás que soportar verme
con alguien más que sí sepa darme el valor que me merezco.
Trago en seco.

El que me dijera eso fue como una patada al hígado, yo no soy capaz de
soportar el verla con alguien más. Solo con imaginarlo me muero de los celos,
quiero que Miranda sea solo mía y es por ello que me prometí que si ella quería
un hombre que la mereciera sería ese hombre sin duda alguna.

—Quiero ser yo el único que te merezca —le dejo claro.

Me sonrió ampliamente, una sonrisa bella y preciosa que atravesó mi corazón


por entero.

—No me lo digas, demuéstramelo.

Sonreí besando la coronilla de su cabeza, la oí inhalar profundamente.

—Lo haré —le confirmo—, ahora, me muero por besarte, ¿puedo?

Se lamió el labio, dejándolo húmedo y me dijo:

—Ni siquiera tienes que preguntar.

Y sin aguantar un segundo más ante su respuesta bajo mis labios hacia los
suyos, uniéndolos con los míos y gemí ante la sensación de placer que me
otorgó el tocar esos labios exquisitos y dulzones, metiendo las manos entre las
hebras de su sedoso cabello la atraje un poco más hacia mí, y cuando pude
ingresar en su boca me encontré besándola de un modo desesperado,
demasiado hambriento para saciarme con tan solo un beso, acaricié con mi
lengua todos los rincones que encontré, empapándome completamente de su
sabor.

Disfruté de su contacto, sintiendo mis pulmones llenándose con su olor suave,


delicado e inigualable al tiempo que la beso con toda mi pasión.

Mi corazón palpita a un paso veloz y puedo sentir el suyo del mismo modo
contra el mío, estamos completamente sincronizados y se siente como si la
hubiese besado en otras vidas, pues la sensación es única, inigualable y...
sublime.

Miranda, encontrándose tan ansiosa como yo se giró sentándose a horcajadas


sobre mí y fue el principio del fin cuando gimió mordiéndome el labio,
arrancándome un gruñido cuando me clavó las uñas en el pecho desnudo,
pues no traigo camiseta puesta. Fue mi perdición sentirla tan entregada a mí,
tan libre y en confianza. Comencé a perder el control, deseé desnudarla y
olvidarme de todo, hacerla mía como llevo deseando por tanto tiempo, ella me
tienta de un modo inexplicable, me funde el cerebro y no puedo pensar con
claridad si la tengo así, tan cerca, compartiendo el mismo aliento, pero tenía
que detenerme por difícil que fuera. La deseo con todo mi ser, pero quiero que
llevemos las cosas despacio está vez.
Me alejo, por frenar el impulso de tomarla sobre esa cama y hacerla mía y
también porque necesito desesperadamente respirar, sus ojos azules están en
mí y respira tan aceleradamente como yo. Acaricié su cabello sintiendo una paz
infinita al hacerlo.

—¿Has cenado ya? —le pregunto, más que nada para poner mi mente en otro
lado que no sea en el querer desnudarla y hacerla mía. Miranda sacudió su
cabeza en negación mientras mordisquea su labio inferior hinchado por nuestro
beso con sus dientes blancos de un modo muy sexy y provocador, quise ser yo
quien lo mordiera, en realidad—¿Y tienes hambre, pequeña?

Afirmó.

—Sí, la verdad es que no como nada desde el desayuno y... hace unas horas
atrás tuve una muy agotadora sesión de fotos —me explica—, cuando volvía a
mi cuarto tenía toda la intención de tomar una larga ducha y descansar, pero lo
único que si hice fue tomar la ducha porque descansar después de lo aturdida
que me dejó tu aparición junto con todas esas flores que ahora están mi
habitación me fue... imposible.

Sonreí besando su frente y suspiré encantado cuando ella se recargo de mi


pecho, rodeándome la cintura con sus pequeñas manos.

Claro que había visto esta sesión de la que habla, y fue también el momento
justo en que aproveché para llenar su habitación de flores, buscando
impresionarla y conseguir aflojarla un poco después de como la había cagado
con ella hacía meses atrás y me dejara claro esa noche que no deseaba volver
a verme, Ser el dueño del hotel, aunque ella no lo sepa, tiene sus ventajas.

Besé su cabeza y la escuché soltar un agotador suspiro, se nota muy cansada


y sé que es porque ha estado trabajando demasiado durante los últimos
meses. Miranda es una chica estupenda, tiene un corazón humilde y bueno,
salvó la vida de Perla de un futuro incierto en la calle dándole una mejor
condición de vida, pero también sé que lo está intentando hacer con muchos
otros niños de la calle, que regreso al modelaje para poder llevar los gastos de
su casa hogar con su propio esfuerzo y no con la ayuda de su papi, eso es algo
que no solo me ha hecho admirarla mucho, también ha hecho que mis
sentimientos por ella crecieran. No muchas personas se sacrifican por ayudar a
los demás como lo hace ella, jóvenes de su edad solo piensan en fiesta, en
divertirse, no todos tienen ese corazón de ángel, un corazón que yo adoro.

—Yo estoy muriendo de hambre, que prefieres: ¿qué bajemos al restaurante


del hotel a cenar o prefieres que pida algo para los dos y cenamos acá?

Me mira con sus ojos azules.

—Sinceramente prefiero que cenemos aquí, no tengo ánimos para bajar al


restaurante.

Sonreí con dulzura y me deleite dándole un pequeño beso en los labios.


—Lo haremos como tú quieras, pequeña.

Ella intentó levantarse de mi regazo, pero me negué a perder la agradable


sensación de tenerla así, sobre mí y tan pegada de mi pecho, por lo que la
detuve apretando su cintura con una mano y la otra la alargo hacia el teléfono
que reposa sobre la mesita de noche al lado de la cama.

Media hora después una muchacha con un carrito de comida ingresaba en la


habitación con nuestra cena, y ni así la dejé irse de ese lugar sobre mis
piernas, la mantuve ahí mientras comíamos, charlando sobre cosas con y sin
importancia, y yo dándole de comer en la boca de vez en cuando.

Me sentí feliz, contento, dichoso y completamente perdido y enamorado de esa


chica. No había nada que quisiera más que tener a Miranda por el resto de mi
vida. Renunciaría a todo, por solo tener la certeza de que ella y yo seremos
eternos juntos y que nada ni nadie va a romper lo que sentimos el uno por el
otro. El problema, es que uno nunca sabe lo que puede ocurrir mañana, pues lo
único que conocemos es el pasado porque lo vivimos y el presente porque lo
estamos viviendo, el futuro es completamente incierto, aunque sí, esta de ti
decidir cómo quieres que sea ese futuro y yo lo quiero con ella a mi lado, pues
surgía en mí una necesidad inmensa de envejecer a su lado.

—Gracias por las flores —me dijo, al fin, ambos recostados sobre mi cama, ella
a mi lado y yo, acariciándole el rostro, el cabello suave y perdido
completamente en la maravillosa sensación que me da tenerla así, junto a mí,
tan entregada a mí y sin miedo—. Aunque exageraste un poco, con un solo
arreglo me hubieras impresionado igual, en incluso con tu presencia bastaba.

Arqueé una ceja, observándola como mira mi pecho embelesada antes de


proceder a recorrer con su dedo mis abdominales y suspira profundamente.
Aunque mis bellos se erizan ante sus suaves caricias y el deseo me atraviesa
como una bala certera y a corta distancia, sonreí y me dije que si es para
obtener esa mirada de admiración y deseo de la mujer que quiero, valen la
pena las horas que utilizo para ejercitarme todos los días.

Por placenteras que fueran tomé su mano deteniendo sus caricias, me estaba
haciendo perder el control y no quiero. Ella es esperta tentándome, le sale
bastante bien y el horno no está para bollos.

—Pues no vi mucho eso de que con mi presencia bastaba cuando me viste —


beso su mano varias veces y la miré a los ojos azules—. Me miraste con una
cara de odio.

Torció sus finos labios.

—No podías esperar otra cosa, estaba enojada contigo.

— ¿Y ya no, supongo?
—Mmm... No te creas Maderos, aún queda una pequeña pisca de enfado,
tendrás que hacer muchos méritos para que se me pase completamente el
enojo... tiendo a ser un tantito orgullosa.

Sonreí, montándome sobre ella y la dejé debajo de mí. El largo cabello le cubre
el bello rostro y se lo aparte besándole los labios en el acto antes de descansar
mi frente contra la suya, respirándola. Me estoy sintiendo tan pleno solo sobre
su cuerpo incluso cuando no la estoy haciendo mía, y no recuerdo haberme
sentido tan bien en toda mi vida. Es todo lo que necesito y me prometí cuidarla.

—Te prometo que haré muchos méritos pequeña.

Me acarició la mejilla y la tierna caricia me hizo flotar.

—Te quiero, Nicolás, te quiero mucho y no me importa nada más que vivir este
momento contigo.

Mi corazón se movió levemente de su lugar.

—A mí tampoco, pequeña. Te juro que solo me importas tú.

Nuestros labios se buscaron, se hallaron y se fundieron en un beso lleno de


amor, de eternidad, de promesas.
CAPÍTULO 19

Miranda.

Durante un pequeño instante, cuando mis ojos se abren y me encuentro


encerrada entre unos fuertes brazos, mi cabeza apoyada contra un pecho
suave, me sentí algo desorientada sin saber dónde me encontraba, sin
embargo, un momento más tarde ante la familiaridad y la comodidad de esos
brazos, como me sentía en el lugar correcto y seguro, espabilo.

Estoy entre sus brazos.

Con cuidado me remuevo, evitando el despertar al bello durmiente y enfoco mis


ojos en él. Es tan aterradoramente hermoso que es imposible que no lo
admires. Nicolás Maderos luce sereno y en calma mientras respira tranquilo, y
duerme, su pecho subiendo y bajando, su cabello algo desordenado y sus
carnosos labios entre abiertos. En el proceso está rodeándome con sus fuertes
brazos y manteniéndome bien sujeta, como sí, no quisiera soltarme porque
teme... ¿perderme? No lo sé, solo sé que se siente demasiado bien y que es el
mejor despertar que he tenido en toda mi vida, y el sol colándose por el
ventanal de su suite me recuerda que es real, es real que estoy despertándome
entre los brazos del hombre que, irremediablemente, amo.

Observándolo aun dormido recuerdo el modo en el que se abrió a mí la noche


anterior, como me sentó sobre su regazo y me hablo con los ojos y el corazón.
Después nos besamos, luego él me aparto cuando las cosas, para mí tras los
recuerdos de aquella noche, estaban poniéndose realmente calientes. Después
cenamos, y él, como un dulce novio a su novia, me dio de comer en la boca.
Fue tan lindo. Más tarde charlas y por supuesto, muchos besos más de sus
dulces y exquisitos labios... solo besos hasta que no recuerdo muy bien el
momento en el cual me había quedado dormida profundamente, para despertar
así, en sus brazos.

Inspiré profundamente y aparto la mirada de su rostro, mirando hacia una de


las paredes.

No quiero alimentarme con dudas estúpidas que solamente me hagan daño,


así que solo pensaré en que hice bien en darle una segunda oportunidad a
Nicolás de hacer las cosas bien esta vez, sin importar mis años ni de quien sea
hija. Confíe en él, y solo espero, no me vuelva a fallar porque lo que dije de
olvidarme de él si la vuelve a cagar conmigo por culpa de su cobardía, iba
bastante en serio. No me creo capaz de darle un nuevo chance. No voy a
seguir siendo tan masoquista y entenderé que no estamos destinados a ser.

Sentí una caricia en el rostro, una que me saco fuera de mis cavilaciones y al
buscar el dueño de esa caricia me encuentro con unos brillantes ojos grises
abiertos al amanecer, observándome mientras una sonrisa acaricia sus labios.

—Buenos días —me dice, con voz ronca —. Definitivamente despertar y que tú
seas lo primero que vea al abrir mis ojos es lo más bello que me ha sucedido
en mucho tiempo.

Ante sus palabras no puedo evitar que una sonrisa boba toque mis labios ni el
sonrojo en mis mejillas.

—Y ese sonrojo, jodidamente hermoso— agrega, con una gran sonrisa.

—Buen día —saludo yo también—, yo... nunca tuve un despertar tan bonito en
toda mi vida como... este contigo —admito, sin pena y un poco más sonrojada.

Nicolás sonríe y un instante más tarde, me metió bajo su cuerpo, quedando el


sobre mí y la visión de su poderoso cuerpo sobre él mío y el que no pueda
hacer otra cosa que admirar su tonificado abdomen, con esas lindas tabletas
que lo adornan, es fantástica y... bastante caliente también.

—¿Dormiste bien? —inquirió, rozando su nariz con la mía, me hace cosquillitas


y rio, entonces lo repite nuevamente solo para volver a ver mi sonrisa.

—Dormí perfectamente —toco su barbilla—. Nunca dormí mejor.

El solo sonríe, y en sus ojos grises puedo ver un brillo distinto esta mañana,
pero al mismo tiempo, algo salvaje e intenso.

Un pequeño instante más tarde él tomó mis labios entre los suyos en un beso
lento y suave. Rápidamente me muevo rodeándole el cuello con mis manos,
mis dedos hundiéndose entre las hebras gruesas de su cabello, y le dejo tomar
de mi boca todo cuanto puede tomar, al mismo tiempo que yo hago lo mismo
con la suya, besándolo con avidez.
Su lengua acaricia la mía con penetraciones suaves, pero firmes, y se sentía
real, tan bonito y perfecto el modo en que su cuerpo se acopla al mío, como
nuestros labios, húmedos, y ardiendo, se mueven con la misma sincronía con
la que laten nuestros corazones, haciendo un único sonido.

Siento sus manos bajar, desde mi hombro por mis brazos, acaricio mis caderas
hasta llegar a mis piernas desnudas por la camiseta que me prestó para dormir.
Sí, no tengo más que su ropa y una bragas debajo, que ante todo lo que estoy
sintiendo, las siento húmedas. Nicolás tiene una forma de besar que... ¡joder! él
simplemente me hace perder la cabeza en ese pequeño instante, y todo lo que
quiero es él dentro de mí, arrancándome la ropa, tomando mis pechos en sus
manos, luego en su boca y... Apretó mí muslo al tiempo que muerde mi labio
inferior, gemí fuerte y cuando una de mis manos, mientras la otra perfila un
lado de su bello rostro, bajó hacia su pecho desnudo y lo acarició el soltó un
gruñido que me hizo estremecer.

Entonces él se apartó de mi boca, y pude ver, con la respiración entrecortada,


en sus ojos el ansia y el deseo de llegar a más, pero ese es Nicolás
conteniéndose cuando yo no quiero que lo haga. Sin embargo, por más que
quiera, me quedo callada, pues la última vez que lo alerté a hacer algo que no
parecía ser lo que él quería, las cosas no terminaron bien para mí.

Nicolás, quien jadea con la boca abierta y quien no me permite ignorar su


excitación contra mi estómago, tomo mi cara entre sus grandes manos
mientras deja su frente sutilmente descansar sobre la mía.

—No te lo he pedido oficialmente y creo que... mereces que lo haga, ¿quieres


ser mi novia, pequeña? —me pregunta, con la respiración jadeante y la
sorpresa me abruma un poco, pero al mismo tiempo me llena de felicidad y una
lagrimita salió fuera del contorno de mis ojos, que él limpió con cariño. Ha sido
realmente mucho tiempo desde que he querido esto.

Tomo su cara mirándolo a los ojos grises.

—Esto es un sueño hecho realidad, ¿sabes? Claro que quiero ser tu novia.

Nicolás sonrió, luego me besó toda la cara; la frente, la nariz, las sienes, el
mentón y el cuello, a lo que alcé un poco la barbilla para dejarle más acceso a
mí piel que lamió con su lengua sacándome un bajo gemido y que con mis
piernas le rodeara las caderas tirando de él un poco más cerca de mí, sin
importarme dejar expuesta mis bragas, y mis manos acariciándole los duros
abdominales. Un gruñido salió de su garganta antes de que buscara mi boca,
besándome apasionadamente.

🌺🌺🌺

Dos horas más tarde nos despedíamos en el aeropuerto, yo me regresaría


mientras él se quedaría para volver al día siguiente, pues Nicolás es un hombre
muy poderoso, tiene negocios, al igual que mi padre, en muchas partes del
mundo, y España es uno de ellos. Esa es la razón por la que se queda.

—Ten buen viaje y nos vemos... pronto —él me dice, tomando un mechón de
cabello que se me había soltado de la coleta que me hice para el viaje y juega
con el—. Piensa mucho en mí mientras no nos vemos, yo haré lo mismo.

Río.

—No necesitas pedírmelo, Nicolás siempre estoy pensando en ti, cada


segundo, minuto y hora del día estas en mi cabeza —musito—. Es difícil
sacarte de ahí, eres como excitante veneno que me atraerá siempre hacia ti, lo
quiera o no.

Se me quedó viendo fijamente, para un momento más tarde rodearme la


cintura en un abrazo íntimo. Luego él provecha la cercanía para acercarse a mi
oído y susurrarme:

—Te prometo que pronto te haré mía, y será lo suficientemente perfecto para
compensarte por todo lo que has sufrido a causa mía —gesticuló, con voz
suave y aterciopelada en mi oído, su calor logra que los vellos de mi nuca se
ericen—. Te quiero mi pequeño ángel.

Mi corazón está latiendo sin control cuando se aleja, no sin antes dejarme un
besito en mis calientes, y sonrojada mejilla.

—Adiós, te quiero —le digo yo esta vez un beso en la mejilla, y agarrando mi


maleta camine hacia donde tenía que abordar el avión que me llevaría a Los
Ángeles, dejando el amor de mi vida atrás al que aun deseándolo, no volteé a
ver ni un solo segundo.

🌺🌺🌺

—Hermanita, hermanita linda —nada más pongo un pie en casa escucho esa
voz chillona y a la vez dulce de Perla, quien jugaba en unos de los sofás con su
muñeca y solo hizo verme para dejar el mueble y venir corriendo hacia mí.

Pongo una sonrisa en mi cara, dejo caer mi maleta y le abro los brazos a la
pequeña que viene con una gran sonrisa hacia mí, me agacho para ponerme a
su nivel y la cargo.

—Hola, mi muñeca —la saludo con un beso en cada mejilla y ella ríe con sus
pequeños dientitos. Tiene dos lindas trencitas en su cabello castaño que estoy
segura le hizo nuestra madre, solía hacérmelas cuando estaba pequeña y me
encantaban—. No sabes lo mucho que te eché de menos.

Vuelvo a besar su mejilla.


—Y yo a ti.

— ¿Sí?

Mueve su cabecita en afirmación.

—Sí —me dice, besándome ambas mejillas como yo lo hice con ella colgada a
mi cintura como changuito y rodeándome el cuello con sus pequeñas manitas.
No evité sonreír, aparte de que ya vengo contenta por mi reciente noviazgo.

—Cariño, has llegado.

Esta vez quien apareció en la sala fue Marfil, mi madre, quien por cierto luce
radiante y hermosa desde hace dos meses hacia acá, pues está en una
especie de relación con Martin Di Monti que la tiene sonriendo todo el tiempo y
muy feliz, cabe destacar. Yo no me opongo a su relación, se quién es Martin,
como bien dije antes su lista de conquista es larguísima, pero está
demostrando que puede merecerla y yo le estoy dando el beneficio de la duda,
claro, no falta el momento en que lo amenace con dejarlo sin su amiguito entre
los pantalones para que no pueda volver a estar con ninguna otra mujer en
toda su vida si le hace daño a mi madre, le he dejado claro que ella no es una
mujer de aventuras y si de las que se les baja la luna y las estrellas, le ha
quedado claro y está portándose como todo un caballero con ella.

Yo todo lo que quiero es que ella sea feliz.

—Mamá.

Dejo a Perla en el suelo y me acerco a mi madre para darle un lindo abrazo, y


un beso.

En ese momento también apareció en la sala mi otra madre a quien también


salude con besos y abrazo. Papá por su parte, aún no llega de la oficina y
Andrea andaba de Shopping con sus amigas.

🌺🌺🌺

Estoy saliendo del baño después de darme una larga ducha, y es entonces
cuando la puerta de mi habitación se abrió. Llamó mi atención que entraran sin
tocar, en casa se respetan los espacios de cada miembro de la familia, pero
quien entró no es una Collins. Es Tamara. Ella por lo regular es bastante
educada, pero me puedo imaginar la razón por la que ha entrado de ese modo.

—No podía aguantar las ganas de venir a preguntarte esto y que me lo dijeras
mirándome a los ojos y no por mensaje de texto, de verdad Nicolás... ¿él es tu
novio ahora?
Cómo ella había dejado la puerta de mi habitación abierta al entrar sin tocar
observo con el corazón agitado, y agarrándome la toalla para que no se caiga,
el pasillo, buscando si alguien no escuchó lo que dijo.

—Tamara, si quieres te presto un megáfono para que lo grites más alto y así,
en lugar de mis padres se entera toda la ciudad —gesticulo, para ella—.
Porque entérate, querida amiga que todavía no queremos que nadie lo sepa.

Ella tragó en seco cerrando la puerta a su espalda y entonces viene, me toma


por el brazo y me hace sentar sobre mi cama, ella a mi lado.

—¿Estás diciéndome que tendrán una especie de romance clandestino, algo


prohibido y muy caliente?

Me masajeé la frente con dos dedos.

—Todo esto es complicado, Tamara, lo sabes —musito mientras ella me


observa—. Nicolás es por quince años mayor que yo, un detalle que a mí
nunca me ha importado mucho porque ya sabes lo que pienso, la edad es solo
un número y no es un impedimento para que te guste una persona mayor o
menor que tú, los sentimientos no se miden por cosas tan tontas, sucede que
también él es el mejor amigo de mi padre, y debido a ello es que él estuvo tan
renuente a dejarse llevar por lo que siente, más que nada por no traicionar su
confianza y en consecuencia me hizo daño intencionalmente, como esa noche
que me rechazó por ser virgen...

Tamara bufó, cruzándose de brazos.

—Fue un gilipollas, yo que tú no lo perdonaba.

La miré con los ojos entrecerrados, cruzándome de brazos yo también.

—Por favor Tamara, si tuvieras en mi lugar y sintieras todo lo que yo siento por
ese hombre te juro que no lo pensarías dos veces —ella me mira, mordiéndose
el labio—. Lo que te quería decir antes es que por ahora, nadie, excepto tú que
ya lo sabes, puede saber que estamos en una relación. Ya veremos después
cómo le soltamos la bomba a papá sin que le dé un paro al corazón. Yo no
quiero a Nicolás siendo mi sucio secreto y además, odio tener que estar
ocultándole cosas a mis padres, sobre todo.

Y no miento en lo absoluto. No quiero tener que estarme escondiendo para vivir


una relación con el hombre del cual, sin remedio alguno, estoy perdidamente
enamorada. Quiero poder darle besos sin temor a que nos vean, abrazarnos...
yo solo quiero vivir una relación libre con él porque ambos tenemos ese
derecho, sé que mi padre enloquecerá, pero tendrá que respetar mi decisión.
Soy mayor de edad y libre para elegir a quien quiero amar. Lo elegí a él porque
sé, como el infierno, es el único que puede hacerme feliz.
—¿Y de veras crees que está vez él no va a volver a salir huyendo por causa
de su miedo y te volverá a romper el corazón? —Tamara me pregunta—, es su
especialidad lastimarte.

Inspiré profundamente.

—Esta vez creo que no —afirmé, segura de que es así.

—Bueno de todos modos, dile a ese tonto, solo por si se le ocurre nada más,
que si te vuelve a hacer daño, contrataré un ejército de matones de la peor
calaña y enviaré a darle una paliza que no la olvidará por el resto de sus días
—me mira con una sonrisa torcida y malvada—. Lo primero que pediré le
rompan, será su lindo pene.

Santo Cristo...

— ¡Tamara! —exclamo, espantada por lo que ha dicho. Ella solo se encogió de


hombros ante de dejarse caer sobre mi cama, mirando el techo.

—Sabes que hago por ti lo que sea Miranda, y Nicolás ha estado haciéndote
daño desde tiempos pasados, no mereces que te haga una más.

Torcí los labios.

Ella tiene razón, pero está vez confío en que no me fallará. Me lo grita mi
corazón y ese órgano casi nunca miente.

—Ya te dije que está vez él prometió darlo todo por mí —Volteó el rostro y me
miró—. Él, me llenó la habitación de flores, tenía todo un jardín allí cuando volví
después de una larga y agotadora sesión de fotos, y aunque estaba enojada
aún en ese momento con él, el gesto fue tan hermoso que te juro me derritió.
Después me dijo unas hermosas palabras: como que está loco por mí, me
quiere a mí y no a mi cuerpo, porque él malditamente tuvo la oportunidad de
tomarme y no lo hizo, prefirió esperar para hacerme ver que soy más que un
cuerpo para él. No me volverá a lastimar, yo lo sé.

Tamara inspiró profundo.

—Y más le vale que sea así, por su bien, porque mi amenaza va en serio.

Oh, Dios mío.

[•••]

Vuelvo a repetir, estoy transcribiendo algunos capítulos de la historia, así que


tengan paciencia. Algunos capítulos se conservan, otros se van en su totalidad.
Como antes dije esta novela fue de las primeras que escribí, no estaba muy
familiarizada con eso de las escritura y escribía cualquier cosa. Estoy dando lo
mejor de mí para mejorarla.
Los que la leyeron antes y están releyendo, gracias por estar aquí nuevamente
apoyando a Miranda y Nicolás, los nuevos, también un millón de gracias por
darle una oportunidad.

Hasta pronto.

Y por si les interesa, tengo Instagram dedicado solo para mis historias, pueden
seguirme si lo desean.

CAPÍTULO 20

Nicolás.

—Te echo de menos, papá. ¿Cuándo vendrás a verme? —me pregunta mi hija
mientras hablamos por video llamada.

—Pronto, princesa.

Ella hace una adorable pucherito que me provocó querer cruzar la pantalla e ir
a comerme esa carita a besos, lástima que no se pudiera.

—¿Cuándo es pronto, papi? —me pregunta, su dulce voz infantil


acariciándome los oídos.

—Mmm, ¿qué te parece la próxima semana? —Sus ojos del mismo tono gris
que los míos se iluminan por mis palabras—. También te echo de menos,
cariño y me muero por verte.

—Te quiero mucho, papá.

Sonrío, con el corazón completamente lleno de alegría.

—Y yo a ti, princesa —le envió un beso a través de la pantalla de mi móvil, uno


que ella me devuelve de la siguiente manera: besa su palma para después
soplarlo hacia mí, finjo que lo atrapo y lo llevo hacia mi corazón y Abby ríe
ruidosamente al otro lado de la pantalla—. Cuídate mucho y dale saludos a tu
madre de mi parte, ¿está bien?
Asintió.

—Está bien, tú también cuídate mucho papá.

—Lo haré.

Le envío un último beso a mi hija Abby y después cuelgo la llamada, dejo caer
la cabeza contra el asiento mientras mi chofer, Dexter, conduce y suelto un
suspiro.

Mi hija Abby sin duda alguna fue lo mejor que me pasó en toda la vida y la amo
como a nada ni nadie. Haría lo que fuera por su felicidad, por su tranquilidad y
porque este bien, además de que estoy demostrándole mi amor todo el tiempo
y no es precisamente con regalos costosos. Cuando me enteré que tenía una
hija, de la cual me perdí los primeros años de su vida no me lo creí en un inicio,
pero la vi y se robó completamente mi corazón. Todavía puedo recordar
cuando después de unos seis meses conviviendo con ella, dándome a conocer
como su padre y ganándome su confianza, ella me llamó papá por primera vez.
Ese día lloré de felicidad porque la sensación no se parecía a ninguna otra que
yo hubiese experimentado nunca antes. Y cuando estoy con ella no puedo
dejar de mirarla, de besarla, de abrazarla y escuchar todo lo que tiene para
decirme. Son los momentos más felices de mi vida y no los cambiaría por nada,
ella es lo más hermoso que he creado y mi tesoro más valioso.. De ser por mí
la tendría acá, en Los Ángeles para poder verla y consentirla todos los días,
saber que me voy a la cama y que ella está ahí, pero Abby tiene a su madre,
que además es excelente y no puedo hacer ni siquiera el intento de quitársela.
Me conformo con ir a verla a Brasil siempre que pueda, y esperar las próximas
vacaciones de Navidad, que ya están cerca y así poder tenerla conmigo unas
semanas.

Mi hija es una niña maravilla, dulce, inteligente y cariñosa; es mi adoración y mi


principal razón de vivir, y después está ella: Miranda.

Me pasé la mano por el rostro y miro, a través del cristal, las calles iluminadas.
Voy a verla en un rato, en su casa y dónde estará su padre que también es mi
mejor amigo. Mierda, no sé cómo rayos voy a poner disimular delante de Lucas
el amor que tengo por su hija y que él no se dé cuenta, al menos no todavía.

Pellizco el puente de mi nariz.

Esta situación no me gusta, pude simplemente haber elegido a una chica para
estar, primeramente de mi edad y segundo que no supusiera tantas
complicaciones, e inclusive, el riesgo de perder mi vida. Pude poner mis ojos
en otra mujer, pero no pude porque en definitiva no ha sido mi elección sino la
de mi corazón y contra ese órgano no hay quien pueda luchar. Pero pese a
todo lo que implica estar con Miranda Collins sé que ella es la única mujer que
necesito, que puede hacerme feliz y no quiero —puedo—, renunciar a ella.
—Señor —Dexter, mi chofer me abrió la puerta y salí, ajustándome la chaqueta
del traje, y un instante más tarde ingreso en la mansión Collins, y me encuentro
con casi toda la élite de Los Ángeles en esa fiesta, pues Paula tiene cierta
costumbre de que cuando hace una fiesta, la hace en grande, aunque es una
excelente mujer.

Después de ofrecer mis saludos a algunos empresarios conocidos en la fiesta


al igual que a sus esposas o simplemente sus damas de compañía mis ojos
buscan a la pareja festejada de la noche. La encuentro rápidamente en mitad
de la sala y me dirijo haca ellos mientras la música clásica que da vida al
ambiente acaricia mis oídos..

Mientras me acerco veo a Lucas, quien rodea los hombros de su esposa,


dándole un beso en la mejilla que la hace sonreír. Sonreí yo también, él está
completamente loco por esa mujer, y no tiene ojos para ninguna otra. La ama
realmente con todas las fuerzas de su corazón, y es admirable. Hombres que
amen, respeten y veneren así a sus esposas hay pocos.

—Buenas noches —saludo, obteniendo rápidamente su atención y Paula me


premió con una bonita sonrisa de bienvenida.

—Buenas noches, Nicolás —me saludan ambos, Paula radiante con un vestido
color rosa pálido que le queda ceñido y perfecto al cuerpo, pues ella es una
mujer espectacularmente bella y Lucas cómo es de esperarse de saco y
corbata, luciendo ambos muy elegantes.

—Feliz cumpleaños, Paula y feliz aniversario de casados para los dos.

Ellos sonríen y se miran a los ojos con complicidad y amor. Son más de veinte
años casados que cumplen hoy y lucen tan enamorados como si se hubieran
casado el día de ayer. Parejas así existen pocas. Trago saliva sientiendo un
sabor amargo en la boca. Cuando me casé quería que fuera para siempre y se
disolvió en tres años. Supongo que ella y yo no estábamos destinados a pasar
una eternidad juntos como tanto yo deseaba el día que di el «sí acepto» frente
a un padre y le juré amor y respeto hasta que la muerte nos separara.

Doy un abrazo a Paula y un apretón de mano a mi mejor amigo.

—Te he traído un obsequio, espero sea de tu agrado —le entrego el regalo que
saco de la chaqueta de mi traje: una caja alargada de terciopelo.

—No te hubieras molestado, Nicolás.

Pongo una pequeña sonrisa en mis labios mientras ella lo toma.

—Para mí no es ninguna molestia, eres la esposa de mi mejor amigo y también


eres mi amiga. Ábrelo.

Me obedeció abriendo la caja, encontrándose con un collar de oro y topacio


azul.
—Está realmente hermoso, muchísimas gracias Nicolás.

Con un asentimiento de cabeza le hice ver que no había de qué y que había
sido todo un placer. Lucas y Paula se alejaron para saludar a otros invitados
que acaban de llegar, como los buenos anfitriones que eran.

Un mesero me pasa por el lado y tomo una copa de champagne y llevándola a


mi boca bebí un poco, viendo gente conocida y no conocida en el lugar.

De pronto de un modo involuntario mi corazón comenzó a acelerarse y conocí


la razón de forma inmediata, me ocurre si ella está cerca. Mis ojos fueron en
una dirección como jalado por un imán y entonces supe que mi corazón no se
había acelerado de ese modo por nada. La vi sobre las escaleras y no fui el
único hombre en la sala que notó su arrolladora presencia, dejando mudo y con
la boca abierta a más de uno.

Miranda...

Trago duro y a punto estuve de llevar la mano hacia al nudo de mi corbata para
aflojármela un poco, pues me sentí ahogándome de pronto con mi propia
reparación irregular.

Miranda se detiene unos segundos en las escaleras, mirando para todas partes
antes de empezar a descender hacia abajo, y ella simplemente lo hace como si
fuera la reina del universo y todos nosotros unos simples mortales que
deberíamos arrodillarnos a sus pies para rendirle pleitesía, y yo sin duda
alguna lo haría. Carajos, no estoy respirando ahora porque mis pulmones
parecen haber dejado de funcionar desde que ese ángel hizo su aparición ante
mí. El vestido color pastel que trae puesto se le pega a la piel bronceada y luce
demasiado sexy en ella, al mismo tiempo que elegante y sofisticado con un
escote que me permite apreciar el valle de sus pechos. Es impresionantemente
hermosa y entiendo la razón por la que me tiene totalmente agarrado de las
bolas y sin escapatoria, luce como una chica tierna y muy dulce, pero al mismo
tiempo luce salvaje, y la sensualidad en ella pareciera una vestimenta que lleva
puesto constantemente.

Estoy intentando apartar la mirada por todos los medios, no quiero ser
descubierto, pero ella es un imán que me jala como si yo fuera metal hacia ella
y no tengo escapatoria. Estoy condenado a la muerte por Miranda Collins y no
me importa, no sí me mira de esa forma y me sonríe con los ojos.

Necesito una servilleta para...

—Disimula, Maderos. Estás siendo muy obvio y Lucas Collins te colgará de las
bolas si te ve mirando así a su niña —me dice, Martin, habiéndose acercado y
me saca del hechizo en el cual me encuentro.

Lo observo y lo encuentro bebiendo de una copa de champán, muy tranquilo y


relajado.
Busco con la mirada a mi mejor amigo mientras me llevo la copa que tengo en
la mano a la boca para beber mi último trago, y lo encuentro muy entretenido
en una charla con unos que reconozco como sus socios.

Vuelvo a mirar a Martín Di Monti. Él es solo tres años más que yo y aparte de
ex cuñados somos socios, y él y Lucas Collins son los únicos amigos reales
que tengo en el mundo como hombres y como mujer, Morelia Fontana ala que
aprecio más como una hermana menor. El hecho de que mi matrimonio con su
hermana se disolviera y cada uno este ahora haciendo su vida por separado no
dañó nuestra relación para nada. Sabe que yo amaba a Kendra y que si ahora
estamos divorciados no fue enteramente mi culpa y yo jamás le hice daño, solo
busqué hacerla feliz durante todo el tiempo que fue mi esposa.

¿Sabe Martin sobre mis sentimientos por, Miranda?

A alguien tenía que contárselo porque sentía que de algún modo me estaba
ahogando con todos los sentimientos que empezó a despertar esa chica en mí,
tan intensos, y abrumadores; unos sentimientos que me estaban volviendo
completamente loco, o mejor dicho, me están volviendo loco. Es discreto y me
prometió guardar el secreto hasta que seamos nosotros mismos quienes
decidamos destapar la bomba y hacerla explotar.

—Ella es simplemente hermosa, Martin —gesticulo, recorriéndome el cabello


mortificado y algo acalorado—. Sé que debo disimular, pero no es fácil. Todo lo
que quiero es mirarla.

Martin me apretó con una mano el hombro.

—Lo sé, y te comprendo —expresó— No te juzgo por lo sientes por ella,


Miranda es una chica hermosa, pero ten cuidado si...

La voz de Martin se apagó ante la presencia de la chica que me quita el sueño


y que de cerca luce incluso más impresionante. Sus labios están pintados con
un carmín rojo y deseé quitárselo a besos.

—Hola, caballeros —saludo ella, con un dulce tono de voz que me recorrió la
piel como si fuera una caricia y apreté los dientes, sintiéndome muy excitado y
ni siquiera la he tocado. Solo estoy mirándola.

—Hola Miranda, estás deslumbrante esta noche. Ese vestido queda bien en ti
—musitó Martin y si no supiera que él está loco por la madre y que no tiene
ningún interés amoroso por la hija me pondría celoso, como aquella vez que los
vi abrazados en el club.

—Sé que soy hermosa Martin, no necesito que me lo digas, pero gracias de
igual modo —dice ella, guiñándole un ojo al hombre a mi lado.

Yo sonrío ante su modestia y Martin alzó una ceja.

—Vaya, me encanta tu lado modesto.


—No debiste hacer esto, Miranda —gesticulo yo, al lado de Martin porque
como dije él sabe todo y mi novia sabe que él está al tanto y nos guarda el
secreto.

Ella me mira frunciendo su lindo ceño, sus ojos azules sobre mí.

—¿Hacer qué, no entiendo? —me mira a mí y Martin, este último se encogió de


hombros y volvió su mirada hacia mí, otra vez.

—Estás hecha una jodida diosa romana esta noche con ese vestido que luces
y yo... solo no puedo apartar mis ojos de ti y es una tortura porque sé que debo
disimular pero no puedo.

Miranda lamió su labio inferior y luego tiró de él hacia dentro con sus dientes.
Tuve que contener el impulso de llegar hacia ella y besarla frente a más de cien
gentes en esta sala, sin importarme nada.

—Tú también estás muy guapo, Nicolás —me dice mirándome con sus lindos
ojos azules y se lamió los finos y deliciosos labios al mirarme detenidamente—.
Estamos en las mismas porque yo tampoco puedo apartar mis ojos de ti.
Somos igual de pecadores mi amor.

Me quedo mirándola detenidamente antes de que una bella y exuberante


mujer, vistiendo con un elegante y sensual vestido rojo que se le pega perfecto
a sus tan bien definidas curvas, y que no conoce nuestro secreto como el
hombre a nuestro lado aun, se acerca a nosotros y me obligó a, con pesar,
apartar mis ojos de Miranda.

—Buenas noches —se escucha la voz de Marfil con una sonrisa en los labios.

Martín se quedó del mismo modo que yo lo hice cuando vi a la hija de esa
mujer hace unos minutos atrás de quien sin duda alguna Miranda heredó tanta
belleza porque Marfil Collins es hermosa.

—Jodida mierda, estás... estas... joder no hayo palabras para describir cuán
jodidamente deslumbrante luces esta noche, Mar. Estoy seguro de que puedes
ver la baba bajando por mi boca ahora.

Marfil, con las mejillas sonrojadas como una adolescente sonrío tímidamente,
yo con disimulo miro a Miranda y observo la forma cariñosa como mira a la
mujer que se nos ha acercado, incluso hasta con orgullo. Recuerdo lo
confundida y molesta que estaba cuando se enteró de que era su madre y que
la había dado en adopción a su propio hermano, lo cual era totalmente normal.
Me alegra que al final la haya perdonado y estén teniendo una estupenda
relación ahora de madre e hija. Incluso sé que se la pasa amenazando a Di
Monti de lo que le puede pasar si la hace sufrir, la ama.

—Gracias yo... —musitó Marfil, observado a Martin con los mismos ojos que le
heredó a su hija—, tú también estás muy guapo y hay muchas mujeres
mirándote.
—Disculpen, necesito besar a esta mujer ahora mismo —dice Martin, dejando
una copa que tenía en la mano sobre la bandeja de un mesero y toma a una
ruborizada Marfil por las estrechas caderas, acercándola a él

—Martin no...

Marfil trató de protestar, pero ya el impulsivo de Martin la había atraído por la


nuca hacia su boca, besándola con fervor y arrebato. Pude darme cuenta que
había un toque de posesividad ahí, quería demostrarle a todos los hombres
que estaban embelesados viéndola que esa belleza de mujer ya tenía dueño y
era él. No pude evitar sonreír porque mi amigo, después de una decepción
amorosa hace casi veinte años, se había dedicado solo a follar con mujeres sin
ofrecerle nada más que placer, nunca su corazón, sin embargo, ha vuelto a
ofrecerlo por segunda ocasión y lo bueno para él es que no creo que esta vez
vuelva a salir herido. Se nota que sus sentimientos son correspondidos
completamente.

Volteé la mirada hacia Miranda y la encontré observándome, pude leer en sus


ojos mientras se mordisquea el labio inferior: leí la necesidad que había en su
alma de que ella y yo pudiéramos hacer lo mismo que Martin y su madre están
haciendo en estos momentos sin importar quién nos vea y solo que importe lo
mucho que nos queremos, y en su lugar no tener que escondernos como si
estuviéramos cometiendo un puto delito con lo que sentimos. Yo también
deseaba lo mismo y le dejé ver el mismo anhelo en mis ojos.

Miranda.

Hubo un momento de la noche que no pude evitar sentir envidia al ver a mi


madre y Martin pudiendo besarse en público sin que nada les importe. Me puse
triste porque yo también hubiese querido tomar a Nicolás, atraerlo por la nuca
hacia mi boca y besarlo, pero las circunstancias en las cuales se está
desarrollando nuestra relación no nos lo permite. Tenemos que disimular para
que mi familia no descubra lo está sucediendo entre los dos, al menos no
todavía y la sensación es agobiante. He tenido que mirarlo con disimulo toda la
noche, apartando la mirada de vez en cuando para que no se notara el modo
en que lo estaba mirando y conteniendo las inmensas ganas que he tenido de
besarlo.

Yo no quiero una relación así.

Sin embargo, si ese es el modo en el que tengo que estar con Nicolás, por
ahora, lo estaré porque sin duda alguna es peor estar sin él y eso último no lo
quiero, no lo concibo.

Era ya casi media noche cuando debo subir a mi habitación porque me veo en
la necesidad de cambiarme de vestido si quería seguir en la fiesta que estaba
en pleno apogeo. No es que me sintiera incómoda con él, fue un regalo de un
famoso diseñador para el que modelé hace un mes atrás y estaba esperando
una ocasión como la fiesta de cumpleaños de mi madre en conjunto con su
aniversario de bodas con papá para estrenármelo, pero accidentalmente una
de las invitadas de la fiesta con la que tropecé sin querer me derramó una copa
de vino y lo manchó, casi me pongo a chillar por mi bello vestido que además
me quedaba divinamente bien, pero tuve que comportarme como una chica
madura y entender que no lo hizo por envidia ni con mala intención. La
muchacha; hija de unos amigos de mi madre, apenada se disculpó conmigo por
el incidente y pareció sincera.

Los accidentes pasan.

—Cielo, ¿pero qué te pasó en el vestido? —me preguntó mi madre viendo el


costoso vestido arruinado.

Marfil esta preciosa esta noche con un hermoso vestido rojo largo, estilizado a
su esbelto cuerpo. El vestido; que prácticamente le había obligado a comprar,
contenía una abertura que llegaba hasta la mitad de su pierna derecha y el
cabello castaño lo lleva recogido en un moño con algunos flecos sueltos... Esta
espectacular.

—Una de las invitadas me hecho el vino encima, accidentalmente, pero ahora


subo y me lo cambio —le informo a mi madre.

—Seguro fue por envidia —habló Martín con una encantadora sonrisa, al igual
que una cara de embobado con la mujer a su lado—. Con lo hermoso que te
quedaba el modelito. ¿Verdad, bella?

Le dio un beso a mi madre en la mejilla derecha que rio como adolescente


enamorada.

—Sí, le quedaba hermoso, es que mi pequeña es una belleza.

Sonreí.

—Gracias mami —agarro su rostro entre mis manos y le llené la cara de besos,
sonríe mucho y me gusta verla reír así. Mi hermosa mamá—, aunque si soy
hermosa es porque me parezco a ti que eres bellísima, Marfil Collins.

Miré a Di Monti con la intención de amenazarlo como de costumbre.

—Y tú, todavía sigue en pie mi amenaza de dejarte sin derecho a hijos


legítimos si la lastimas.

—¡Miranda! —me advirtió, Marfil.

Sonreí dándole un nuevo beso en la frente a mi madre.

—Madre, sólo quiero cuidarte. Estas advertido.

Él me hizo un divertido saludo militar, le di un beso a mi futuro padrastro y


luego me alejo buscando el camino hacia las escaleras y subo a mi habitación.
Estoy terminando de quitarme el vestido, quedándome solo en ropa interior
cuando siento que mi puerta se abre. Me volteé y al hacerlo mis ojos se
abrieron de golpe al ver de quien se trata, Nicolás ingresa en mi habitación, no
sin antes cerrar la puerta con segura. Trago en seco.

—¿Nicolás, que haces aquí? —pregunto con la voz estrangulada por cómo me
miro, sus ojos oscureciéndose de un modo aterrador y se lamió con deseo los
labios sin dejar de observarme, acercándose seguro de sí mismo y decidido.

Oh Dios mío...

—Simplemente cuando se trata de ti no puedo controlar la tentación, y como ya


antes te dije no me importa si pierdo la vida por esto, habrá valido la pena.

No puedo decir una sola palabra, pues en algún momento él llegó hacia mí,
tomó mi rostro entre sus manos y estampó sus labios sobre los míos,
besándome salvajemente y con una urgente necesidad que me deja
completamente a su merced en cuestión de segundos. Mueve la cabeza a un
lado y otro, mientras introduce su lengua en mi boca.

No me amilano, el corazón me late con violencia pero voy al encuentro de su


lengua en mi boca, teniendo que empinarme para alcanzar su altura y le rodeo
la nuca con mis manos. Saquea mi boca dejándome sin aliento y sin ninguna
otra alternativa que devolverle el beso con la misma ferocidad y hambre.

En algún momento siento como sus manos se ubican bajo mi trasero y


elevándome en el aire, sin dejar de besarme mientras ambos gemimos y
jadeamos con la respiración irregular, nos lleva hacia mi cama y dejándome
bajo su cuerpo no para de besarme y a pesar de que apenas si puedo respirar,
la sangre me zumba en todo el cuerpo, los labios me arden por el contacto
urgente, las manos me tiemblan debido a la ansiedad; a pesar de todo eso, no
quiero que pare. Había deseado esto toda la noche y poder tenerlo al fin es
maravilloso.

Pasan los segundos y su boca ha dejado la mía y Nicolás hunde su rostro en


mi cuello y murmura algo que no comprendo del todo, y para el momento en
que sus dientes raspan un punto particularmente sensible espasmos de placer
recorrieron todo mi cuerpo y un sonido ahogado escapando de mis labios se
escuchó en la habitación.

Me aferro a sus cabellos.

—Necesitaba esto, pequeña. Lo estuve necesitando desde que te vi descender


por las escaleras y me dejaste completamente sin aliento —murmura contra
mis labios, con la voz ronca, dándome pequeños besitos.

—Yo también lo necesitaba, mucho —musito, encontrándome con su mirada


grisácea y lo que veo en ellos me deja completamente sin aliento, están
completamente oscuros y inyectados de deseo por mí.
Me remuevo bajo su cuerpo, y Nicolás cerró los ojos dejando salir un suspiro
que se me antojo torturado. No tengo más que un conjunto de lencería blanco
de encaje puesto, lo que deja claro que estoy semidesnuda y me importa poco
la verdad.

—Quiero quedarme aquí contigo —me aprieta entre sus brazos, besándome en
la cabeza y me acurruco un poco más sobre su torso. Es un lugar perfecto para
quedarse toda la vida.

—Pero no podemos pequeña, notarían nuestra ausencia y eso llamaría


bastante la atención.

Alcé la vista para mirarlo a los ojos.

—No quiero que tengamos que estar juntos así, como si estuviéramos
cometiendo un delito porque no es así — musito acariciándole el pecho por
encima de la camisa blanca que porta—. Quisiera solo decírselo a mis padres,
que estamos juntos.

Nicolás tragó duro y me tomó el mentón con sus dedos y me besó lentamente y
profundo por unos pocos segundos antes de apartarse y dejar su frente
descansar sobre la mía.

—Yo también, pequeña. Yo quiero poder disfrutarte frente a todo el mundo, y


que todos vean lo mucho que te quiero, pero debemos esperar ese momento
justo.

Torcí los labios.

—¿Cuándo será ese momento?

Un largo silencio se adueñó del momento.

—No lo sé realmente, pero llegará, supongo —me mira con sus ojos grises—.
Te quiero, pequeña.

Mi corazón se acelera mucho y le acaricio la barbilla con mis dedos. Esta suave
porque parece haberse rasurado el día de hoy, mis ojos azules en los suyos.

—No sabes cómo me gusta escucharte decirme que me quieres —le


confieso—. Dímelo, otra vez y otra vez.

Él sonríe, girándome para postrarse sobre mi cuerpo, otra vez.

—Te quiero, te quiero con todas las fuerzas de mi ser —cada frase viene
acompañada de un beso en mis labios—. Eres lo que mis ojos desean mirar en
todo momento. Estas en todas partes de mí y haré lo que sea para conservarte
a mi lado, pues sé, que aunque estar contigo es complicado por ahora, eres la
única mujer que puede hacerme feliz. No estoy dispuesto a perderte, Miranda.

Me cuesta tanto creer que ese hombre que he amado por tanto tiempo
finalmente comparte los mismos sentimientos por mí que yo hacia él, pero
realmente está sucediendo y es increíble. No me importa que tengamos que
amarnos a escondidas la verdad, lo único que me importa es poder estar con
él.

Lo quiero tanto.

—Tú también eres el único hombre que puede hacerme feliz, Nicolás. Ningún
otro ha podido nunca hacer mi corazón saltar en mi pecho como tú lo haces, es
por ello que yo tampoco estoy dispuesta a perderte.

—Te quiero para siempre —me dice contra los labios antes de atraparlos en un
sensual y suave beso que le dan completamente credibilidad a sus palabras—.
Contén los gritos todo lo que puedas, pequeña.

No entendí a qué se refería pero asentí sin saber lo que me deparaba. Sus ojos
grises se clavaron en mí, mientras su mano descendió por mi cuerpo desde mi
hombro y toma un camino lento, despacito; quemando mi piel sensible por
donde pasaba y buscó un camino hacia mis muslos, sin detenerse. Me sonrió y
yo a él sin poder contener la respiración descontrolada en mi pecho, entonces
Nicolás; haciéndome las bragas a un lado, me tocó donde nunca jamás había
tocado otro hombre y sentí que el aire se me esfumó por completo de los
pulmones. En ese momento el tiempo se suspendió un instante y luego se
precipitó.

—Aah...

Una de sus manos cubrió mi boca para callar mis fuertes gritos. Jadeé cuando
siento su otra mano acariciar ese lugar entre mis piernas que está a punto de
hacerme estallar, me estremecí entre sus brazos. Quería gritar de placer, pero
su mano presionaba mi boca y solo podía moverme contra su cuerpo haciendo
fricción. Sentí por sobre sus pantalones que estaba duro por mí, eso me excitó
un poco más y aumentó la calentura en mi cuerpo, y solo necesito una sola
cosa: que no pare porque lo que estoy sintiendo es increíble y alucinante.
Quiero más.

—Es placentero saber que nadie ha tocado esto antes. Me complace ser el
primero, mi pequeña —me susurró al oído con la voz cargada de excitación, sin
dejar su trabajo de torturarme con su mano entre mis piernas, sus dedos
resbalando a través de mis fluidos —. Estas tan húmeda y caliente ahí abajo.
Dios me encantas, cariño.

Nicolás destapó mis labios y me besó metiendo su lengua en mi interior tirando


de la mía y lamiendo dentro antes de que un grito saliera de mi boca.

Lo que siento es como una tormenta en mi propio núcleo, lista para estallar con
plena furia por todo mi cuerpo. Es aterrador pero también adictivo, siento que
estoy subiendo en una montaña rusa y que la caída será épica, llevándome a
un lugar en el que nunca antes he estado. Estoy impaciente porque el
momento llegue, pero al mismo tiempo no porque deseo seguir sintiéndome así
por mucho tiempo. Es demasiado bueno.

Encajo mis uñas en su cuero cabelludo y siento como mueve la mano e


introdujo la punta de su dedo justo por el canal lubricado mientras con la parte
inferior de la palma me acaricia el clítoris. Al mismo tiempo, su lengua le hace
el amor a la mía en mi boca...

Dios bendito me siento arder y todo lo que hago es gemir y jadear de placer,
además de suplicarle a Nicolás con los movimientos de mi cuerpo no parar.

De pronto el placer estalló, sacudiéndome con unas sensaciones tan intensas


que grité en la boca de Nicolás. La lengua de él amortiguó el sonido. Torrentes
de chispas detonaron dentro de mí mientras mi cuerpo se convulsionaba con
tanta fuerza que vi las estrellas en vivo y en directo, antes de quedarme
completamente laxa bajo su cuerpo.

—Nicolás —Jadeé sintiéndome todavía aturdida, un instante más tarde mis


ganas de tener más de él se incrementan y lo empujo por el pecho dejando a
Nicolás Maderos debajo de mi ubicando mis piernas a cada lado de sus
caderas, él me mira lamiéndose los labios con un deseo de mí en la mirada que
no puede disimular, me sentí complacida y más decidida que nunca—. Eso ha
sido... no tengo palabras, pero solo sé que quiero seguir sintiendo más sin
importarme nada más que disfrutarnos, que disfrutar al hombre que quiero.

—Miranda no, detente pequeña —me detiene cuando estoy tratando de quitarle
la corbata del cuello, agarrando mi muñeca.

—¿Qué ocurre? —Inquiero, sacando mi lengua para lamer mis labios


repentinamente resecos al mirar sus ojos—. Yo sé que tú quieres estar
conmigo y yo también lo deseo ahora mismo, mucho, entonces ¿Por qué
quieres contener lo que tanto deseas?

Se movió setándose sobre la cama y como pudo me ubicó sobre su regazo.

—Tienes razón Miranda, ganas no me faltan de hacerte mía, pero por esta
noche, lo que has tenido es lo único que tendrás —me dice, pero su voz suena
torturada y en su mirada grisácea mucho más—. Quiero hacerte mía, claro que
quiero, y contenerme está siendo la tarea más difícil y complicada que he
tenido que realizar en mi vida, pero si he de hacerlo no será está noche, no
aquí, sino en un lugar donde no tenga que callar tus gritos por temor a ser
escuchados pequeña. Voy a hacerte el amor en un lugar donde nos sintamos
libres para amarnos, lo mereces, lo merecemos los dos.

Paso saliva y pensé que tiene razón. Por más ganas que tenga de él, porque
llevo demasiados años deseándolo y sea difícil para mí contener la necesidad
que tengo de ser suya, no estamos en el lugar correcto y debo esperar. De
igual modo sé que llegara, que nada impedirá que llegue ese momento en que
nuestros cuerpos se hallen desnudos, y sudorosos colisionando de deseo y
nuestras partes unidas, y estoy convencida de que no habrá instante más
perfecto que ese y que no podré comparar la sensación con ninguna otra que
haya sentido antes.

Solo debo tener paciencia.

Tomé su cara entre mis manos y mirando sus ojos torturados por tener que
contenerse cuando no es exactamente lo que quiere, reparto besos en sus
labios. Sus manos se asieron a mis caderas desnudas y suspiro y suspiro ante
mis besos.

—Tienes razón, por un momento solo pensé en que tengo muchas ganas de ti
y me olvidé de lo demás. No estaríamos siendo muy libres aquí, esperaré
ansiosa a que llegue ese momento para poder juntar nuestras almas en una
sola y hacernos el amor, por ahora gracias por... haberme hecho sentir algo tan
bonito.

Nicolás sonríe, besándome la mejilla sonoramente y solté una risita


aferrándome a su cuello.

—Yo sentí bonito haciéndote sentir bien a ti, no te imaginas cuanto —se acercó
y solo rozó sus labios con los míos—. Ahora debo bajar, saldré por tu ventana y
después entraré en la casa como si hubiera estado fuera tomando el aire, y
vaya que lo necesito. Te quiero.

Tomé su cara entre mis manos y lo miré a los ojos.

—Te quiero.

Sonrió y después de darme un beso apasionado, un instante más tarde ha


escapado fuera de mi habitación por mi ventana. Sonreí contenta y feliz.

No importaba lo que tuviéramos que enfrentar, nosotros tenemos claro una sola
cosa: lucharemos con todas nuestras fuerzas para preservar lo que sentimos,
porque nuestro amor es como el océano, profundo, grande, intenso y muy
fuerte. Nada podrá detenerlo.
CAPÍTULO 21

Con maleta en mano bajo las escaleras de la casa.

Tuve que simular un viaje de trabajo cuando era todo lo contrario para no
levantar ninguna sospecha con mis padres de que estoy teniendo una relación
prohibida y clandestina con ya saben que bombón de ojos grisáceos que me
trae en una nube por él.

Mi agente; Dinorah, al verme cansada y agotada después de meses trabajando


sin descanso me ha dado una semana para descansar para así después, poder
volver a las pasarelas, a hacer comerciales y a posar para las revistas de
modas totalmente relajada. ¿Dónde y con quién me iré de vacaciones por unos
días? El dónde, no lo sé puesto que me dijo que sería una sorpresa, supongo
que ya pueden imaginarse con quien será ese viaje.

Sonrío como tonta mientras salgo fuera de la mansión, Collins.

Estoy demasiado feliz por saber que podré estar lejos, con el amor de mi vida y
los dos solos. No me siento bien mintiendo a mis padres, pero por los
momentos no hay otra opción. Hasta ahora ni Nicolás ni yo que llevamos ya en
esa relación secreta más de tres semanas; semanas que han sido hermosas
por cierto, el caso es que ninguno de los dos ha tenido el valor de contárselo a
mi padre y acabar ya con esto de vernos en secreto y el tener que disimular
nuestro amor frente a él la mayor parte del tiempo y robarnos miradas a
escondidas como dos delincuentes.

Mas en este precioso instante solo quiero pensar en que vamos a estar juntos y
solos. No sé si sueno muy desesperada, pero lo deseo mucho y tengo muchas
ganas de que pasen cosas más intensas y profundas entre los dos en ese
viaje. Estoy siendo sincera y la sinceridad es una de mis mayores virtudes. No
he podido dejar de pensar en aquella noche, abajo se celebraba la fiesta de mi
madre, mientras tanto arriba, en mi habitación y sobre mí cama estábamos él y
yo, Nicolás tocando lugares que ningún otro hombre había tocado jamás y
haciéndome volar. Quiero más de eso, mucho más.

Al salir a la calle comprobé que había un Mercedes color negro estacionado


frente a mi casa. Un instante más tarde un hombre de mediana edad salió de él
ajustándose un saco negro. No lo reconocí.

—¿Es usted la señorita, Miranda Collins? —me preguntó el hombre


amablemente.

—Sí, señor —contesto al hombre con igual amabilidad, teniendo una ligera idea
de quién puede ser.

—Mucho gusto, mi nombre es Taylor —me tendió una mano blanca que yo
estrecho amablemente—. Estoy aquí para llevarla con el señor Maderos —Lo
sospeché al instante de verlo salir de auto, no es su chófer habitual porque se
llama Dexter, pero asumo debe ser uno más de sus trabajadores, creo—. ¿Me
permite?

El hombre pidió tomar la maleta, se la di continuando el camino hacia el auto


donde él, caballerosamente, me abrió la puerta para que entrara en el asiento
trasero, eso luego de haber colocado mi maleta en el maletero, acto seguido,
Taylor rodeó el auto y tomó el asiento del conductor poniendo el vehículo en
marcha.

Suspiré con el corazón dándome saltitos dentro del pecho. Nicolás estuvo de
viaje durante los últimos cuatro días, le había prometido a su hija Abby ir a
visitarla y como un buen padre cumplió su promesa. Yo no lo vi en esos cuatro
días, lo veré hasta un momento y aunque parezca que estoy exagerando lo
eché de menos como si no lo hubiera visto en cuatro años en lugar de sólo
cuatro días. Sí, parece extrañar demasiado a alguien, pero mi amor por Nicolás
es demasiado intenso, demasiado profundo y grande. Cuando se ama así un
solo segundo sin esa persona que amas parece un siglo.

—Hemos llegado señorita —la voz de Taylor se coló en mis oídos, unos
quince minutos más tarde anunciándome nuestra llegada al lugar donde me
reuniría con mi novio.

Novio...

Parece tan irreal ser la novia de Nicolás, el primer hombre al que le entregué mi
corazón y el que, con toda mi alma que ya es suya, quiero que sea el último. Es
tan lindo todo lo que estoy viviendo a su lado sin importar que tengamos que
ocultar, por ahora, ante los demás lo que tenemos, pero al menos a nosotros
no podemos ocultarnos lo que sentimos. Estoy viviendo un hermoso sueño a su
lado y todo lo que quiero es no despertar... nunca.
Miré por la ventana y me di cuenta de que estábamos en el aeropuerto, pero en
una pista privada de aterrizaje. Supe de inmediato el porqué. Nicolás es un
hombre multimillonario así que es más que obvio que tendría un avión privado
y viajaremos en él, lo cual debo decir no me impresiona en lo absoluto.

Demasiado ansiosa para verlo no espero a que el chófer de Nicolás me abra la


puerta sino que la abrí yo misma. Nada más salir fuera lo veo y pareciera que
estoy viendo un ángel en carne y hueso. Nicolás esta vestido con unos
pantalones finos de color blanco, una camiseta de igual color y unos lentes de
sol que lo hacen lucir como el hombre más sexy del planeta...Y si que lo es, al
menos para mí sí.

Pasaron a penas unos pocos segundos cuando me encontré, en una rápida


corrida, separando la distancia que nos separaba el uno del otro para ir a su
encuentro. Sus manos me toman por la cintura, mis piernas rodean su caderas,
mis manos mi cuello y mis labios... estos simplemente están sobre los suyos
ahora.

Lo beso con impetú, bríos y fervor, llenándome completamente de él. Sus


labios se mueven sobre los míos en perfecta sincronía junto a nuestros
acelerados corazones mientras siento sus manos acariciar mi espalda.

Unos pocos minutos después de besarnos hasta casi saciar nuestra sed del
uno por el otro, es Nicolás quien interrumpió el beso, corriendo sus labios
hinchados hacía mi frente para depositarme ahí un beso y otros más sobre la
nariz, las sienes y cada mejilla. Está diciéndome sin palabras, mientras me
hace temblar en sus brazos, lo mucho que me echó de menos.

—Fueron cuatro días horribles sin ti Nicolás —musito —. Cuatro días sin tu
mirada, sin tus besos... sin tu calor que sentí como siglos.

Mis labios recibieron un pequeño beso mientras me acaricia el cabello con la


mano que no me sostiene la cadera.

—Prometo compensarlo, pequeña. Yo también te eché mucho de menos —


gentilmente me deja en el suelo, yo me bajo la blusa que se me había subido
un poco y dejó al descubierto mi abdomen.

—¿A dónde vamos? —pregunto, con curiosidad y echando un vistazo a su


avión privado. Tiene la inicial de su nombre y apellido sobre él: N.M.

—Eso ya lo descubrirás cuando lleguemos, pequeña —entrecerró los ojos


grises—. ¿O es que no te fías de mí?

Me acerqué y le di un beso fugaz en sus labios.

—Tengo plena confianza en ti Nicolás.

Sonrió complacido ante mi respuesta.

—En ese caso, ven conmigo, princesa.


Como a él yo no podría decirle que no a nada, le seguí agarrada de su mano,
nuestros dedos entrelazados como si de alguna manera hubiesen nacido para
encajar con perfección. Subí nuestras manos en nudos hasta mi boca dándole
un beso. Nicolás me miró por el gesto y en respuesta dejó un beso en mi
cabeza.

Después de subir al avión caminamos hacia una lujosa cabina, tomando


asiento uno frente al otro.

—¿Cómo esta Abby? —me apresuro a preguntar.

Nicolás sonríe, acariciándose el cabello negro.

—Bien, ansiosa al igual que yo de que lleguen las navidades —me dice,
sonriente—. Vendrá a pasar las fiestas navideñas conmigo acá.

—Eso ya está cerca —musito. Estamos a finales de octubre, están cerca


obviamente.

Escondiéndome un mechón de cabello tras la oreja pensé que mi regalo de


Navidad me llegó por adelantado: él.

—Gracias a Dios que sí —Nicolás dice, poniendo una imagen de pesar en su


cara—. Cada vez que voy a Rio a estar con mi hija paso los días más
maravillosos de mi vida, ella es dulce, inteligente y muy cariñosa. Luego el
momento más duro llega cuando tengo que despedirme de mi hija.

—Lo bueno de que venga estas navidades es que podré conocerla


personalmente —digo, siendo sincera. De verdad quiero conocer a la hija del
hombre que amo.

Nicolás no para de hablar de su niña casi nunca y lo hace como un padre


orgulloso. Sé que Abby no sólo es la primera de su clase con puros dieses,
sino que también la pequeña es profesora de baile a sus pocos trece años en
la Academia de baile de Jasmine, su madre. Es una chiquilla muy lista por lo
que puedo ver.

—Te va a agradar muchísimo — Nicolás dice, mientras sentimos como el avión


poco a poco está comenzando a despegar y debemos ajustarnos los cinturones
de seguridad.

—¿Y qué pasa si soy yo quien no le agrado a ella?

Nicolás me observa con sus ojos grises y sonríe.

—¿Tú no agradarle? Imposible pequeña, Abby es una niña muy dulce. Le cae
bien todo el mundo, siempre está sonriendo y cantando.

Sonreí.

—Espero que sea así entonces —murmuro.


—Lo será, pequeña —dice él.

El silencio se hace por un largo instante, el avión está ya en el aire y Nicolás ha


buscado algún entretenimiento en una revista sobre finanzas, hasta que yo
decidí romperlo.

—Tengo una curiosidad —murmuro y luego me muevo de mi lugar,


ubicándome cómodamente sobre el regazo de Nicolás. Sus manos me rodean
las caderas e inquirió:

—¿Qué tipo de curiosidad, pequeña?

Saco la lengua fuera para humedecer mis labios.

—Yo bueno... —nerviosa por introducir un tema que no sé qué tanto va a


gustarle, pero que me llena de curiosidad juego con el cuello de su camisa
entre mis dedos, no mirándolo a los ojos sino mi acción—. No sé si es
intromisión y si no quieres contestarme está bien, solo que bueno yo... tengo
curiosidad.

—Sí, eso ya lo noto. Tienes curiosidad de saber algo obviamente pero no me


dices nada pequeña.

Trago duro y pongo mis ojos azules en él, está mirándome de un modo intenso
e intrigante.

—¿Por qué se acabó tu matrimonio con ella?

Lo sentí tensarse, pareciera que no fuera algo de lo que él quisiera hablar y


esperé que...

—No me gusta mucho hablar de la razón por la cual mi matrimonio acabó,


Miranda...

—Si no quieres no lo hagas, yo entiendo y no importa de todos modos,


¿sabes? —balbuceé, interrumpiéndolo y le toco el pecho—. Lo que importa es
que... estemos aquí tú y yo, rumbo a tener unas increíbles vacaciones de una
semana juntos.

—Te aseguro que serán increíbles —dice, besándome en los labios


efímeramente. Suspiro hondamente mientras Nicolás me acaricia suavemente
la piel de una mejilla—. Como te decía no me gusta mucho hablar del por qué
contrario a lo que yo pensé el día que le juré amor frente a Dios en la iglesia mi
matrimonio no fue para siempre, pero tú tienes curiosidad y voy a matártela. Te
lo contaré desde un principio para que lo entiendas mejor.

Hice silencio, dispuesta a escucharlo.

—A Kendra Di Monti la conocí un día por casualidad, ni siquiera sabía que ella
y Martín, que en ese entonces ya nos conocíamos y nos habíamos hecho
socios y amigos, eran hermanos, yo... me enteré después. El caso es que
enloquecí por ella, ¿sabes? Desde el primer instante en que mis ojos se
posaron en su bello rostro quedé completamente deslumbrado por su belleza, y
juro que hasta antes de ella jamás me había sucedido nada semejante con
ninguna otra mujer, pero no fue sólo cuestión de rostro, fue algo más que eso
porque mujeres hermosas había visto en todas partes y ninguna tuvo un efecto
ni siquiera parecido en mí. Me dije que indudablemente ella seria para mí y
entonces comencé a cortejarla, di todo de mí para enamorarla y tres meses
después la estaba convirtiendo en mi esposa, la que yo quería que fuera mía
hasta la eternidad pero... no fue así.

Lo dejo continuar hablando, y aunque sé que no debería no pude evitar sentir


cierto celo al escucharlo hablar así de su antigua esposa. Sin duda la amó.

—Nuestros primer año y medio de matrimonio no puedo quitarle nada, fueron


hermosos todos esos meses y nos complementábamos perfectamente como
pareja, sin embargo, todo cambió durante el segundo año —hizo una pequeña
pausa y la expresión en su cara me alertó de que lo que venía a continuación
no podría ser bueno, puedo jugar que vi sus ojos cristalinos cuando me miró y
agregó—. Kendra salió embarazada de nuestro primer hijo, lo habíamos
buscado tanto y finalmente cuando sucedió estábamos tan felices.

«Noel, le habíamos puesto ese nombre porque así se llamaba su padre y


Kendra insistió en que nuestro hijo llevara su nombre. Era un niño hermoso,
tenía una mezcla de los dos y de la misma forma que estoy enamorado de mi
hija Abby estaba enamorado de mi hijo —¿estaba?—. Sin embargo, la vida
solo me permitió disfrutar de él unos poquísimos cuatro meses que se
quedaran guardados en mi corazón para siempre, murió. Nuestro Noel nos fue
arrebatado de los brazos y con él se llevó nuestros corazones.

Un dolor agudo esta asentado en mí corazón al ver las lágrimas que Nicolás
seca de sus ojos. Dios, él tuvo un hijo, él y su esposa tuvieron un bebé y murió.
En ningún momento imaginé que Nicolás tuviera un dolor tan grande dentro del
corazón. Por Dios, la muerte de un hijo es... realmente no lo sé, no he tenido
uno pero debe ser un dolor horrible.

—Oh, Nicolás —toco su cara, recogiendo con mis dedos sus lágrimas y beso,
con cariño cada una de sus mejillas—. No tenía ni idea de que habías pasado
por algo tan fuerte, ¿de que murió exactamente, nació enfermo?

Sorbió la nariz, negando.

—Fue muerte de cuna, él simplemente dejó de respirar y murió


repentinamente, y fue sin duda alguna el dolor más grande que sentí en toda
mi vida —me dice y su voz rota me quiebra en pedazos por dentro, de pronto
pareciera como si pudiera sentir su propio dolor y lo abrazo muy fuerte mientras
él, rodeándome con sus brazos y dejando caer su cabeza sobre la mía que se
esconde bajo su cuello, agrega—: La muerte de nuestro hijo me devastó, fue
duro sobrevivir y salir de ahí, del fondo del abismo después de un dolor tan
grande y profundo, pero aunque no lo supero ni creo que lo haga algún día
logré salir de ahí, pero Kendra no lo hizo. Ella entró en un estado de
depreciación total y dejó de importarle todo, yo, y nuestro matrimonio.

Silencio de mi parte.

—Sé volvió adicta a las pastillas para dormir para evadir la realidad, y aun
sabiendo que no fue su culpa no dejaba de culparse de su muerte ya que Noel
murió mientras ella tomaba una siesta y cuando despertó el bebé...
simplemente ese fue el fin de nuestro matrimonio, no hubo nada que se pudiera
hacer para salvarlo. Se rompió todo lo que alguna vez construimos, solo nos
quedaron los buenos momentos y el dolor por la pérdida de un hijo que siempre
va a mantenernos unidos de alguna forma.

Salgo del abrazo, mirándolo a los ojos y habiendo notado en sus palabras que
él...

—Se nota que la amaste mucho y que...

—¿Me duele que todo haya terminado de esa manera? —interrumpió mi frase,
asentí mordisqueándome el labio—. No te voy a mentir Miranda. Claro que amé
a Kendra, la amé muchísimo y por supuesto que me dolió que el sueño del
para siempre no se hiciera realidad con ella y acabáramos del modo en el que
terminamos cuando en un principio tuvimos una historia de amor tan hermosa
—me dice, mirándome a los ojos mientras toma mi mano para llevarla hacia
sus labios y depositarme un beso en la palma. Mi cuerpo cosquilleo—. Pero
ahora estoy contigo, no creí que volvería a sentirme así de enamorado con una
mujer otra vez. Sinceramente después del fracaso de mi matrimonio no
buscaba volver a enamorarme otra vez, me había quedado con un sabor
amargo sobre el amor, entonces tú me atrapaste y aquí estoy otra vez, dándole
una segunda oportunidad a mi corazón con la esperanza de que esta vez sí
sea para siempre.

El corazón me da un salto en el pecho mientras trago grueso.

—Yo también quiero que sea para siempre contigo, Nicolás. Te quiero desde
siempre y para siempre.

Él ríe, guardándose la tristeza anterior como un maestro, y un pequeño instante


más tarde me susurró un «te quiero» sobre los labios y luego está besándome
apasionadamente.

🌺🌺🌺

Horas más tarde; después de haberme quedado dormida en los brazos de


Nicolás casi la mayor parte del vuelo— la mejor cama sin duda—, sentí el avión
aterrizar. Miré por la ventanilla y pude percibir que no era un lugar conocido,
pero si hermoso, una vista maravillosa.

—Bienvenida al paraíso, princesa —me dice Nicolás mientras me ayuda a bajar


del avión agarrando mi mano, inmediatamente me invadió el calor.
Cuando bajo del avión contemplé el paraíso que él pronunciaba, un lugar
donde todo esta pintado de blanco y azul, el sol brilla con fuerza y el mar se
extiende hasta el horizonte. A simple vista parecía una hermosa isla privada de
un multimillonario, lo que no sé es dónde estamos exactamente.

—¿Dónde estamos? —Me aparto el pelo alborotado por la brisa de la tarde.

Nicolás se abrazó a mí por la espalda colocando su cabeza en mi hombro,


clavando mi trasero en su entrepierna.

—Ya te lo dije, es el paraíso —besó mi cabeza dulcemente—. Este es tu


paraíso, mi pequeño ángel.

Me giré hacia él rodeando su cuello con mis manos, echo la cabeza hacia atrás
para poder mirar su cara.

—Pues me encanta este paraíso —acaricio mi nariz con la suya—. Aunque


siendo completamente sincera cualquier lugar en el que estés tú me parece un
paraíso, Nicolás.

Me abracé a Nicolás, él me cubrió con sus brazos. Estar allí en esos brazos es
todo lo que necesito y todo lo que quiero en este mundo, nada más.

—Me alegra que te guste —contestó aún abrazándome y besando mi cuello—.


Ahora ven. Te quiero mostrar este paraíso.

Me tomó por la mano para conocer el lugar.

Como había dicho estamos en una isla privada y está ubicada al sur de la
florida. Tiene una linda cabaña con una playa cercana a la que quise meterme
inmediatamente porque hacía un poco de color y Nicolás quiso lo mismo.

Después de probarme toda una colección de trajes de baños que Nicolás había
dispuesto para mí ya que yo había echado de todo en mi maleta menos trajes
de baños; no sé dónde tenía la cabeza, pero él al parecer tenía todo bajo
control y me compró una colección completa. Es tan dulce.

Al final me decidí por un lindo bikini azul bastante chiquito, luego de mirarme
varias veces en el espejo de la habitación y sin molestarme en ponerme pareo,
salí fuera.

Me encontré a Nicolás frente a la playa con un traje de baño masculino puesto


que dejaba al descubierto su cuerpo perfectamente bronceado.

Mi garganta se seca.

Ese hombre es el mismísimo hijo de adonis, hecho a su imagen y semejanza.


Sus piernas son proporcionadas y musculosas en la medida justa y su trasero
redondo y firme.

Oh Dios, es tan hermoso.


Como si hubiese sentido mi presencia Nicolás se gira para observarme y me di
cuenta por su mirada que lo había sorprendido. Me indicó con una mano que
me acercara y lo obedecí.

—Tú sí que sabes elegir lo mejor, pequeña.

Me dio la vuelta para ver mi cuerpo completo y luego que me tuvo frente a él,
dejó su carnosa y deliciosa boca caer sobre mis labios, dándome uno de esos
besos arrebatadores que me hacían sentir un hormigueo en el estómago.

—¿Nos metemos? —me pregunta, dejando de besarnos.

En silencio protesté porque sus labios me parecían ahora mejor que el agua,
pero asentí feliz. Estoy con él y es lo único que importa.

Tanto Nicolás como yo pasamos un buen rato en la playa nadando y charlando


entre risa, juegos y besos. Fue una tarde muy agradable. Tenía un buen rato
que no me relajaba tanto.

🌺🌺

—Jaque mate, pequeña. Te gané —dice Nicolás, haciendo su última jugada


donde me gana mientras jugamos al ajedrez, pero como soy mala perdedora.

—No, me has hecho trampa, Nicolás —musito, dándole un golpecito al tablero


que logra que algunas fichas caigan de él.

Él alzó una ceja.

—¿Trampa? Nadie puede hacer trampa jugando al ajedrez, Miranda.

—Tu sí... —lo acuso señalándolo con un dedo—. En... algún momento volteé y
tú moviste mis fichas, ¿a que sí?

Nicolás estalla en una carcajada.

—No es verdad, no hice ningún tipo de trampa. Soy un hombre que juega
limpio. Te gané en buena ley, por favor se buena perdedora, ¿sí?

Hice un puchero y me crucé de brazos como niña haciendo berrinches.

—Es más divertido cuando gano yo —digo, soltando un mohín—. No eres


como mi papi, él siempre me deja ganar cuando jugamos al ajedrez y a las
cartas. Con él si es divertido y contigo aburrido.

Nicolás continua sonriendo y niega con la cabeza. Si alguien sabe ser una mala
perdedora esa soy yo, no es fácil para mí aceptar una derrota así sea en buena
ley como es el caso de Nicolás ahora jugando al ajedrez porque desde
pequeña he estado acostumbrada a salirme con la mía la mayor parte del
tiempo. Mi padre, sobre todo, me ha consentido y según palabras de mi madre
malcriado desde que soy una niña dándome gusto en todo para verme feliz y
contenta. Sí, soy una nena mimada.
—Pues tu papi es demasiado consentidor y yo no soy él, soy tu novio —Nicolás
dice, viéndome a los ojos—. Con eso de dejarte ganar siempre te ha querido
hacer creer que puedes ganar siempre y es una muy fea enseñanza. En la vida
hay que aprender a ganar y a perder, señorita. Acepta que te gané y sin
trampa.

Admito dentro de mí que tiene razón en lo que dice.

—Vale, lo admito. Me ganaste, pero ya no quiero jugar más —me pongo de pie,
pues estábamos jugando sobre el piso de la cabaña—. Muero de hambre.

Nicolás también se pone de pie.

—Tienes suerte porque no solo soy un experto jugando ajedrez y haciendo


negocios, también soy un experto en la cocina.

—Siento que estas presumiendo —murmuro, mirándolo con los ojos


entrecerrados. Nicolás le roba un beso a mi mejilla y otro a mis labios.

—Todo aquel que tiene talento debe presumirlo. Vamos a la cocina.

Tira de mi hacia allá y media hora después estamos nuevamente sobre el piso
de la cabaña sentados, pero esta vez no jugando ajedrez sino comiendo la
delicia que Nicolás; que debo admitir si tiene talento para la cocina, preparó:
pescado a la parrilla y verduras, y como acompañante una copa de vino Rioja y
una delicia para el paladar.

—Me gusta este lugar —comento, refiriéndome a su isla que es


verdaderamente hermosa.

—Te creo —contesta colocando su copa de vino sobre el piso, yo también la


mía.

— ¿Es mucho lo que vienes aquí? —metí un pedazo de pescado en mi boca y


mastico despacio.

Bebió otra vez de su copa de vino y luego me miró.

—Normalmente no tengo mucho tiempo debido a que el trabajo me lo roba casi


todo, pero sí, vengo de vez en cuando. Amo este lugar, me relaja.

—Oh, ¿y vienes... Solo? —inquiero.

Nicolás sonrió.

—Para responderte la pregunta rápido y clara, eres la primera mujer que traigo
a este lugar Miranda, la primera.

Sonreí con todos mis dientes porque me hizo feliz saberme siendo la primera
mujer en venir a este lugar con él.
Nicolás se halla frente a mí y cuando se lamió el labio juro que me derretí como
cubo de hielo fuera del refrigerador. Me mordí el labio inferior mientras le miro y
él a mí. Un minuto más tarde él dejó la copa sobre el piso y esta a un
centímetro de mi boca, haciéndome presa de su mirada y su aliento
acariciando mis labios.

—Tú mordiéndote el labio eres la cosa más sexy que existe en este planeta,
Miranda —murmura, con voz ronca—. Pones a arder mi sangre y no puedo
contenerme.

Trago duro tocándole la cara, volteó el rostro y besó mi palma.

—Yo no quiero que te contengas, Nicolás.

Me miró con sus ojos ardientes de deseo antes de tomar mi cabello rizado por
el agua de la playa, hundió sus dedos en ellos y me hizo bajar la cabeza hacia
su boca, me lamió y mordió el labio inferior antes de poseer mi boca con tal
ferocidad que me hizo temblar de excitación, un placer arrollador.

Coloco mis manos alrededor de su cuello y me acerqué más a él, casi


deseando meterme dentro de su cuerpo. Su lengua juguetea dentro de mi boca
entretanto yo me abro camino bajo su camiseta para acercarme a su carne.

Cuando lo toqué con mi palma abierta sentí en ella el calor que irradia su
cuerpo y es increíble. Su piel es cálida. Tan cálida como la brisa que agita las
cortinas a esta hora de la noche.

—Miranda —susurró contra mis labios, al mirar los ojos de Nicolás me encontré
con que ardían con una pasión indescifrable en los míos debe poder verse lo
mismo, pensé.

Alzo mis manos hasta su hombro y acariciándolo la subí hasta su mejilla. Él


cerro los ojos y entreabrió los labios, yo me acerco nuevamente a su boca y
mordisqueo su labio inferior, él respondió con un gruñido de excitación,
atrayéndome hacia sí y cubriendo mis labios con los suyos, su respiración
volviéndose tan irregular como la mía, mis manos están contra su pecho y sentí
en la palma la violencia con la que late su corazón. Es por mí, por mí.

Sin mucho esfuerzo me tomó entre sus brazos y ya sabía dónde me llevaba,
hacia la habitación.
CAPÍTULO 22

Miranda.

Me hallo temblando en sus brazos, pero no de frío sino de exquisito placer.


Nicolás dejó salir desde el fondo de su garganta un sonido sexy y me besó más
profundamente, reclamándome con absoluta posesión. Las rodillas
amenazaron con ceder y me apoyé contra su cuerpo. Él por su parte, tan
excitado que puedo sentir su dureza contra mi abdomen enterró sus manos
entre mis cabello, separando sus labios de los míos y me hizo echar la cabeza
hacía atrás para besar con suavidad la piel de mi mandíbula, hasta que llega a
la base de mi garganta y su lengua me devora.

Un gemido brotó de mis labios mientras, completamente entregada a él, me


aferro a su nuca enredando hebras de su cabello entre mis dedos.

Mis pezones se abultaron y anhelaron que los acariciaran. Como si hubiese


leído mi mente interpuso entre nosotros su mano para masajearme las curvas a
través de la delicada tela del vestido. Sus dedos acariciándome la piel
sensibilizada incrementó la intensidad del placer.

A rato gemía contra los labios de Nicolás y me pegaba más a él, tratando de
encontrar una posición que apaciguara la necesidad que crecía dentro de mí.

Pasaron varios minutos y el vestido floreado y suelto que traía puesto me fue
quitado por él, dejándolo caer al suelo. Una sola mirada expresaba más de
cuanto podía decir.

Inspiré para no ahogarme con mi propia respiración irregular.

Estoy allí vestida solo con unas bragas de color azul y no siento ningún pudor-
al contrario-me excita la manera como me miran sus ojos, en ellos encontré
anhelo, deseo, hambre de mí mezclada con desesperación y lujuria, mucha.
Me acerqué a Nicolás y lo acaricié, comencé a besar su cuello, y él se quedó
quieto. Le planté un beso con la boca abierta debajo del mentón y lo probé con
la lengua. Sabe increíblemente masculino. Le besé la extensión de la
mandíbula mordisqueándole la curva dura, disfrutando de su poderosa
masculinidad, luego pase al lóbulo de la oreja que también mordisqueé antes
de lamerlo y me fascinó el feroz sonido de excitación que salio de las
profundidades de la garganta de mi Nicolás ... Mío... solo mío.

—No, por favor, Miranda. Detente — él con voz atormentada y yo perdida


completamente en las caricias de su cuerpo, mis manos hallándose bajo su
camiseta mientras acaricio su piel cálida, Nicolás me detiene y cuando lo
observo a los ojos el tormento que veo en ellos me deja desconcertada.

—¿Qué sucede, Nicolás? —inquiero, pensando mal—. ¿No me digas que ya


estás arrepintiéndote de...?

Con su dedo en mis labios él me calla.

—No me estoy arrepintiendo de nada, esta vez nada impedirá que lleguemos
hasta el final. Es sólo que me está costando mucho trabajo para controlarme y
no tomarte como un salvaje porque te deseo mucho, y no estás cooperando —
me dice, tomándome la cara entre sus grandes manos y noto su pecho subir y
bajar a causa de su respiración irregular—. Eres una cosita delicada a la que
no quiero hacerle daño. Eres virgen e inexperta, debo llevar las cosas sin prisa
para no lastimarte.

Mi corazón se agitó un poco más, él es tan dulce.

—Esta bien, pero... yo solo estoy muy desesperada por ti, ¿está mal eso?

Nicolás sonríe, mirándome con adoración y besa mis labios.

—No está mal. Me encanta que estés desesperada por mí porque yo estoy de
la misma forma por ti — me dice con voz gruesa y profunda mientras me besa
toda la cara, mis pechos desnudos y erguidos sintiendo el contacto de la tela
de su camiseta y el fuerte latir de su corazón contra el mío logra que estos me
duelen a un punto insoportable y trato de acercarme un poco más a su cuerpo,
buscando alivio—. Te prometo que cada lágrima que hayas derramado por mí y
cada sufrimiento que hayas pasado por mi causa quedarán olvidados está
noche, ¿confías en mí, pequeña?

Me aferro a sus hombros.

—Con todas las fuerzas de mi corazón confío en ti, Nicolás —musito en un


jadeo cuando él está recorriendo con su boca todo mi cuerpo mientras deposita
besos húmedos y calientes por todas partes, haciéndome temblar.

La humedad se acumuló en ese lugar secreto entre mis piernas y lo sentí


profundo. No haber experimentado jamás esa reacción con otro hombre hizo
que la respuesta de mi cuerpo fuera más especial e íntima. Mi corazón está en
mi garganta ante la anticipación de lo desconocido, pero me excitaba al mismo
tiempo.

Él colocó una mano a cada lado de mi cintura y bajo mis braguitas, yo me


apoyo a su hombro con las manos mientras saco mis pies de ellas y la arrojó
lejos cuando me las quitó. Acto seguido Nicolás me tomó entre sus brazos y
me llevó a la cama colocándome suavemente sobre la misma. Quise tocarlo,
demasiado ansiosa mientras me lamo los labios anhelantes de sus besos, pero
no me lo permitió porque apenas dejó mi cuerpo sobre el colchón se alejó de
mí y procedió a despojarse de su ropa.

Lo observé con ávido interés mientras se desnudaba con una economía de


movimientos que hablaban de impaciencia y total comodidad, eso era todo un
espectáculo, muy excitante por supuesto.

Había visto a muchos modelos masculinos en diversos estados de desnudez.


Había posado con ellos para las cámaras en posturas muy íntimas y sin
embargo, nunca el cuerpo desnudo o casi desnudo de un hombre había hecho
que el mío llorara.

Un gemido de auténtico placer abandonó mis labios.

A pesar del hormigueo que recorrió mi espalda, mi cuerpo inexperto


instintivamente supo lo que anhelaba y era a ese hombre que estaba a punto
de poseerme por primera vez.

Los ojos de Nicolás parecían completamente negros y se acarició así mismo


con una sensualidad natural que potenció el deseo que me carcomía las
entrañas.

Me lamo el labio con un loco deseo de tocarlo.

—Te quiero aquí, ven.

Él sonrió sensualmente mirándome fijo.

— ¿Me deseas? —preguntó siguiendo con él juego de acariciarse el mismo.

Me está matando.

—Sí... —mi voz apenas si salia, mi cuerpo grita por ser tocado y acariciado por
esas manos, casi que sangra.

—Dímelo —exigió, sin parar de tocarse.

—Te deseo.

No se conformó.

—Di mi nombre, pequeña.


Cerré los ojos con fuerza, tratando de meter aire en mis pulmones a punto del
colapso antes de decirle:

—Te deseo, Nicolás.

Conforme con mi respuesta Nicolás trepó la cama y se montó sobre mí, su


boca cayendo a pocos centímetros de la mía me hace lamer su aliento.

—¿Eres verdaderamente consciente de que estas a punto de darme a mí el


tesoro más grande que posees, pequeña, tu inocencia?

Tragué grueso, sentía como si mi corazón quisiera estallar.

—Sí, lo soy y quiero hacerlo más de lo que nunca he querido hacer algo en mi
vida —le contesto, tocándole la cara—. Solo espero que sepas apreciarlo —
sonríe.

—Que no te quepa la menor duda de que lo haré, mi pequeña.

Entonces se apoderó de mi boca, de mi alma, de mi corazón, con un beso


abrasador y potente. Un beso devastador. Sin embargo, a pesar de la
excitación que sabia que él sentía la ternura no se evaporó.

Esto es más que deseo, es el ansia de cumplir algo que había empezado
mucho tiempo atrás. Esa noche por fin, fascinada por el contacto de la
delicadeza de su piel, en un paraíso tropical, mientras la brisa de la noche agita
las cortinas blancas de la habitación me entrego por completo al hombre que
amo desde que soy apenas una cría de dieciséis años y se siente bien cuando
los sueños realmente se hacen realidad, este es un verdadero sueño que se
hace realidad y no quiero despertar nunca.

Le acaricié abriendo la mano sobre su pecho, los dedos de él se cerraron


alrededor de mi muñeca y mi carne ardía contra su piel desnuda.

—No puedo creer lo hermosa y sensual que eres, Miranda —me susurró
besando la comisura de mis labios.

—¿Te parezco hermosa? Soy flaca...

Él me calla con sus labios, gemí en su boca deslizando mi mano por su torso
desnudo, fuerte y musculoso.

—Para mí tú eres perfecta, pequeña. Nunca lo dudes, me encantas.

Su mano grande toma uno de mis pechos frotándome el pezón con la palma de
esta, y hace que me recorrieran unas veloces ondas de placer. Me arqueé
hacia su mano y contuve el aire.

—Mmmm, eso me gusta —él río entre dientes, un sonido ronco y sexy.
—A mí también, princesa —me dice, y cuando veo sus ojos me paralizó esa
mirada de adoración en ellos para mí, una que me hace sentir querida,
protegida e importante—. Pero hay algo que me gustaría aún más.

Trago duro, sintiéndose un dolor insoportable entre mis muslos.

—¿Qué? —pregunto con un suspiro de placer.

—Probarte.

Entonces la boca sustituyó a su mano en mi pecho llevándose el pezón al calor


húmedo de su interior. Apenas si me di cuenta que había soltado un grito
cuando me mordisqueó el pezón. Lo metió en su boca, lamiendo y chupando
como si de un manjar se tratara y me olvidé de todo, específicamente como se
respira.

Grité cuando siento su mano meterse entre mis piernas y acariciar mi sexo
húmedo. Me estremecí entre sus brazos sintiendo como mi corazón iba a
estallar.

—¡Ah! —gimo sin control, él esta volviéndome loca—. Nicolás.

Nicolás apretó la palma de su mano en mi sexo, presiona y grito más fuerte,


perdida en la bruma de un intenso placer que solo él puede darme. Lo sé.
Ningún otro hombre sería capaz de prender en llamas mi cuerpo de esa forma.
Me aferré a sus cabellos y lancé la cabeza hacia atrás, gimiendo sin control
cuando me acaricia en círculos, con erotismo y agonía a la vez.

Ardo, sollozo sin pena.

Un instante más tarde puedo sentir uno de sus dedos colándose en mi interior,
sin profundizar mucho porque asumo no quiere hacerme daño a causa de mi
virginidad, pero si lo suficiente placentero para acabar con lo poco que queda
de cordura en mí mientras tanto su lengua saborea mis pechos, pasando de
uno al otro para darle la misma atención a cada uno. La combinación es
enloquecedora.

Oh por Dios...

Me muevo sin control, buscando esa liberación que no tardaba en llegar


mientras encierro mis manos en puños en sus cabellos y tiro de ellos. Me
preocupa hacerle daño, pero tenía que aferrarme a algo. Todo era demasiado
fuerte e intenso, incluso más que la primera vez.

Siento el temblor y el calor aumentar en mi cuerpo. Mis gemidos y sus gruñidos


se mezclan, y entonces exploto en mil pedazos sin haber podido detenerlo de
ninguna forma.

Cerré los ojos y floto en una nube de suculenta saciedad. Este hombre si que
sabe tocar. El segundo orgasmo de mi vida, y esto es..., Vamos, ni quisiera
encuentro palabras para definir tal efímera sensación.
—Miranda, voy a poseerte ahora —me dice cuando apenas si logro
recuperarme de lo último, pero aunque parezca golosa quiero más. Mucho
más.

Le miré con los ojos pesados por el placer y adorándolo más de cuanto podía
admitir con palabras. Me sentía feliz de que mi primera vez sea con él, no la
quería con nadie más. Alcé mi mano para acariciar su cara, cierra sus ojos
suspirando por mis caricias.

—Estoy lista. Hazme tuya Nicolás, por favor —le pido.

Él sonríe, y yo apenas si logro interpretar su expresión cuando alinea su pene


en mi entrada y así poder perderse por completo dentro de mí. Siento como su
corazón late acelerado; tal cual el mío, contra mi pecho. Sus labios están
hinchados por nuestros besos y su cabello alborotado. Miro esos ojos que
dejaron de ser dos cielos grises para transformarse en dos infiernos negros
impregnados de fuego y pasión. Es una faceta muy bella de él.

Cuando me penetró, aunque muy despacio, me tenso al sentir un agudo dolor y


grito fuerte.

—Solo será un momento, pasará princesa —me dice, y empuja más profundo
logrando que me tense y toda la excitación que sentía hasta el momento
pasase a ser dolor.

Oh Dios mío. En verdad duele, sentí como sí...

—Duele, Nicolás —dije aún tensa y apretando con fuerza las sábanas de la
cama, con todo él ya dentro de mí, pero sin moverse. Una parte de mí quiere
detenerlo, pero la otra parte quiere que siga, que no se detenga.

Él llevo sus manos hacia las mías y sus dedos se unieron con los míos.

—Me moveré muy despacio; lo haremos a tu ritmo. Muévete conmigo —


comenzó a moverse despacio como había dicho, suave—. Vamos, muévete
conmigo, Miranda.

Así lo hice y a medida que nos movíamos el dolor iba desapareciendo dando
paso a un placer arrollador y exquisito. Podía sentirlo dentro de mí, acometida
tras acometida, lenta y largamente. Es tan masculino, fuerte y caballero...

—Es agradable —Jadeé. Él echó la cabeza hacia atrás mientras seguía


moviéndose dentro de mí.

—Sí, lo es —confirmó él, más tarde gruñe—. Sabes tan bien, pequeña.

He escuchado antes del placer que se siente cuando un hombre te posee, pero
experimentarlo es mejor que escucharlo.

Alcé la pelvis hacia los movimientos descendentes, tratando de incrementar la


fricción, necesitaba de algo más, aunque no sabia qué. Nicolás reaccionó
abiertamente a mis movimientos, pero mantuvo las embestidas prolongadas y
pausadas como si pretendiera que sintiera cada centímetro de la penetración.
La increíble intimidad del acto eleva la tensión que solicita liberarse dentro de
mí.

—Por favor, Nicolás... Por favor muevete, necesito...

—A mí me necesitas, princesa —me penetró con una fuerte embestida que


hizo que pareciera que alcanzaba mi corazón desde el interior—. No lo olvides,
eres mía ahora.

Tiré la cabeza hacia atrás.

—Nací para ser tuya. Te necesito, amor.

Él dijo algo inaudible e incrementó el ritmo hasta que nos encontramos


haciendo el amor al ritmo primitivo creado por el batir de los cuerpos. ¡Dios!
Jamás había conocido algo tan maravilloso... exótico, o poderoso... o
abiertamente abrumador.

De pronto Nicolás bajó su mano hacía mi vientre y comenzó a masajear el


lugar donde estábamos unidos, y sentí una dulce oleada de placer ascender
por mi cuerpo que me hizo chillar, sintiéndome en lo más alto de un precipicio,
a punto de caer.

— ¡Sí! ¡Oh sí, Nicolás! —grito, envuelta en una suculenta ola de placer que
jamás imagine que existía, al menos no tan intensa.

Nicolás me embistió por última vez y me hizo ver las estrellas, enterré mis uñas
en su piel mientras me recorrió una tormenta de sensaciones, elevándome de
manera irrevocable al nivel de un huracán y cuando llegó el cataclismo grité
fuerte, muy fuerte.

— ¡Oh, pequeña! —hizo un grito salvaje antes de embestirme nuevamente y


caer jadeando sobre mi pecho. Podía sentir su corazón latiendo contra el mío,
el sudar de su cuerpo contra mi piel igual de mojada y sentí su aliento cálido y
raposo en mi pelo.

—Fue increíble —él no contestó, simplemente tomó mi boca con un gruñido y


me instó abrirla para darle paso a su lengua.

Fue un gesto eróticamente posesivo y casi brutal en su necesidad. Me di


cuenta que era justo lo que necesitaba y respondí con una pasión residual que
disfruté. Al final el beso se calmó y él se dejó caer de lado llevándome con él,
quedando uno frente a otro abrazándome.

— ¿Estas bien, Miranda? —Me pregunta, con trabajo en la voz, todavía no se


recuperó del todo—. ¿No te hice daño?

Él me acarició el rostro dándome un beso en la comisura de los labios,


dulcemente.
—Estoy maravillosamente bien —acaricio su rostro húmedo por sudor, igual
que el mío. Nicolás dobló la cabeza y besó la palma de mi mano—. Me has
dado el mayor placer de mi vida. Valió la pena haber esperado tanto.

Puedo ver sus ojos plata adquirir un brillo que me cegó.

— ¿Sí?

Asentí lamiéndome el labio inferior.

—Completamente sí. Ha sido maravilloso —no miento—. Gracias por esto.

Sus labios se estiran en una sonrisa.

—Todavía no me des las gracias porque esto aún no termina —me dice, contra
los labios—. Te aseguro que esto apenas comienza.

Y sin más se giró colocándose nuevamente sobre mí.

—Yo no creo que pueda soportar esto de nuevo.

Estaba exhausta, demasiadas emociones para una sola noche.

—¡¿Segura?! —a sentí.

Nicolás me dio una sonrisa retorcida y luego bajó la cabeza y se metió uno de
mis pezones en su boca, lamió lento, suave y me sacó un grito. Repitió el
proceso con el otro pezón mientras con su mano se abrió camino y buscó mi
clítoris, tiró suavemente de él hasta que comencé a retorcerme de deseo y a
morder mi labio entre gemidos.

Estaba pérdida, así con esa facilidad, estaba perdida.

—Nicolás —suspiré.

—Pues yo diría que si puedes —dijo contra mi boca, liberando mi pezón.

—Eres un demonio, ¿sabes?... Arderás en el infierno por hacerme esto —le


dije, fingiendo que se está aprovechando de mí pero la verdad es que quiero,
quiero más.

Él sonrió sensualmente, mordiendo su labio. ¡Dios que hombre más sexy!


Bendita sea la creadora de tan hermosa criatura.

—Entonces vamos arder juntos en este infierno, mi pequeña. Te voy a hacer el


amor hasta que tu cuerpo ya no resista, para que no olvides que a partir ahora
eres completamente mía... Sólo mía, Miranda Collins.

Yo reí y nuestras bocas se juntaron en un beso feroz, apasionado, ardiente,


diferente a ningún otro, nos perdimos uno al otro en mitad de la noche donde
éramos dos almas apasionadas que se convertían en una sola.
CAPÍTULO 23

Nicolás

«Mía»

La mujer que ahora duerme entre mis brazos, agotada después de una noche
apasionada e intensa entre los dos, es mía ahora. Ya no hay vuelta atrás, me
hice dueño de la virginidad, el alma y el cuerpo de la hija de mi mejor amigo, y
¿me arrepiento? Para nada, ni siquiera tengo remordimientos en estos
momentos por lo que he tomado de ella, haciéndolo mío completamente. No
me había sentido tan feliz en mucho tiempo como lo sentí al enterrarme en su
cuerpo, oírla gritar mi nombre una y otra vez y otra, siguiéndome el ritmo en
mis embestidas como si de alguna forma estuviéramos sincronizadas, el modo
perfecto en que encajábamos uno en los brazos del otro, nuestros gritos y
gemidos de placer. Definitivamente fui el hombre más feliz de la tierra anoche
así que no hay motivos para arrepentirme sino de luchar por lo que quiero, o
mejor dicho, amo.

Sí, la amo.

No tengo ningún tipo de duda de que amo a Miranda con todas las fuerzas de
mi corazón. Es demasiado grande e intenso todo lo que siento por ella para
que no sea amor, apenas me cabe en el pecho. Gracias a esa hermosa chica
estoy aquí, sintiéndome bien, feliz y contento después de tanto dolor. Luego de
la muerte de mi hijo no se había sentido así de bien.

La observo dormir, con un brazo bajo la cabeza, completamente fascinado y


enamorado de la vista. Ella es tan suave, pequeña y delicada, al mismo tiempo
que tentadora y sexy. Es bellísima, pensé.

Acaricié una de sus mejillas con mis dedos, el tacto de su piel en mis dedos era
suave y delicado. Se removió un poco pero no se despertó, está cansada.

Me acerco y robo un pequeño beso a sus labios, tocándole el sedoso cabello


castaño.
Miranda ahora es mía, y después de haberla hecho mi mujer en mi paraíso
privado no me importa enfrentarme al mundo entero si es por ella, por tenerla a
mi lado, por verla sonreír. De nada me sirvió tratar de huir de esa pequeña, su
sensualidad me arrastró como la corriente al rio y aquí estoy, rendido a su
voluntad. Ahora mi único objetivo es mantenerla a mi lado, es demasiado
valiosa para mí.

Esto que ocurrió entre los dos estaba destinado a suceder, yo hice cualquier
cosa para no desearla, para no necesitarla, para arrancarme del pecho los
sentimientos por ella que sin que yo me diera cuenta comenzaron a instalarse
dentro de mí, pero cada intento fue en vano. No se pudo detener lo inevitable.

Me acerco a Miranda y dejo un suave beso en su mejilla. Suspiró y se aferró


más a la sábana. Sonreí como un tonto adolescente, que hermosa luce así
dormida. ¿Podría existir algo más hermoso que mi pequeña? Ni pensarlo.

Ya había amanecido en la isla y el sol entraba por la ventana de la habitación.


Despacio me levanto de la cama, aprovecharía para hacer unas llamadas
importantes mientras mi princesa duerme plácidamente. Luego de colocarme
un pantalón la dejo sola en la habitación. Soy un hombre demasiado trabajador
y dedicado a mis empresas como para desligarme así de ellas.

Miranda.

Nicolás me había dado la mejor noche de mi vida y hoy siento que valió la pena
esperar. Me hizo el amor hasta dejarme completamente agotada. Y es hermoso
despertar sintiéndose diferente y con el cuerpo hormigueándome en partes que
nunca antes habían dado señales de vida. Lo amo y quiero devolverle cada
pequeña parte de felicidad que él me da.

Él es mi para siempre, puesto que ya no podré entregarme ni mucho menos,


aunque quiera, amar a otro hombre que no sea él. Lo sé.

Me giré sobre el colchón aún con los ojos cerrados para encontrarme con
Nicolás y abrazarlo, pero él no estaba a mi lado, solo era su olor lo que sentía
impregnado en las sábanas de la cama.

Confundida me incorporo en la cama apretando la sábana en mi cuerpo, viendo


como el sol amarillento del amanecer se colaba por la ventana.

¿Dónde estará, Nicolás?, me pregunté.

Me levanto de la cama. Estoy completamente desnuda, así que me vestí con


su camiseta que tomo de sobre un pequeño sofá de color marrón. También
sentía el cuerpo un poco cansado y mi entrepierna principalmente medio ardía,
Nicolás casi no paro en toda la noche, pero tampoco es que yo haya puesto
alguna objeción por lo tanto ni para que quejarme. Fue hermoso descubrir el
placer en sus brazos. Él es muy apasionado y ardiente. Un amante perfecto.

Sonreí feliz por saber que ahora soy suya y él es mío.


Salí en su búsqueda ya con su ropa puesta sobre mí, pensé que quizás habría
ido a la playa temprano para darse un baño. Pero no, me lo encontré sentado
en un sofá con el teléfono sobre la oreja. Pude escuchar que le daba órdenes a
alguien sobre unos documentos que necesita con urgencia fueran enviados
inmediatamente a su correo electrónico, entre otras órdenes.

¿Será posible que este hombre siempre piensa en trabajo?, es tan igual a
papá. No me extraña que sean tan amigos.

Me acerco hasta él y con toda la intención de despistarlo me senté a


horcajadas sobre sus piernas y dejo besos sobre sus mejillas y luego su cuello,
hasta terminar lamiendo su labio inferior con mi lengua entretanto mis manos
se mueven por su duro y fuerte pecho, para llevarlo al nivel más alto me meso
sobre él sabiendo que bajo la camiseta estoy desnuda, despertando a cierta
parte dormida entre sus piernas, y siento como se tensa. Reí traviesa. Mi
lengua está ahora lamiendo su cuello y entonces:

—Agustina disculpa, tengo una situación urgente que resolver aquí. No olvides
lo que te pedí, por favor.

Y colgó, yo sonreí habiéndome salido con la mía y conseguido justo lo que


quería.

—Buenos días, hermoso —musito con mi gran sonrisa, Nicolás me observa


con sus ojos grises y me lleva un mechón de cabello suelto hacia detrás de mi
oreja.

—Buenos días, y dime, ¿a qué viene que me sorprendas de esa manera? —


Me acaricia la mejilla con dos dedos—. ¿No sabes que me desconcentras
cuando intento trabajar?

Sonreí abrazándolo por el cuello, tocándole los rizos azabaches de la nuca con
mis dedos.

—Eso era precisamente lo que quería ¿Cómo puedes pensar en trabajar


cuando estas en un paraíso como este? —deposito un beso sobre su cuello y
él me rodeó la cintura con sus brazos—. Deja el trabajo para cuando estés en
la ciudad. Por unos días que descuides tus negocios no se caerán. Por favor,
vinimos a pasarla bien, olvídate de tus empresas y solo piensa en mí, en ti.

Nicolás sonríe y deja un beso sobre mi frente.

—Está bien princesa, en ti y en mí. Es lo único que importa —estoy sonriendo


cuando me dice—: Ven aquí.

Obedientemente acerco mis labios a los suyos y nos envolvemos en un beso


arrebatador.

🌺🌺🌺
Nicolás y yo estábamos recostados sobre una manta en la arena de la playa,
después de haber disfrutado de sus aguas. Estaba con mi cabeza recostada
sobre su pecho y él me rodeaba con sus brazos, sintiendo su fortaleza debajo
de mí.

Llevábamos tres hermosos días en esa isla, tres días que han sido los más
bellos de mi vida, los he compartido con mi primer amor, el único hombre por el
que lloré en mi vida y el que extrañé tantas veces. Él me ha regalado tres días
maravillosos.

Nunca he sido tan feliz como en estos tres últimos..., o mejor dicho, desde que
estamos juntos.

Me incorporo colocándome más a fondo en su pecho mientras miraba su rostro


moreno fascinada.

—¿Alguna vez te han dicho lo guapo que eres? —pregunto con una sonrisa
que él me devolvió.

—¿Y eso me lo dice una de las mujeres más bellas del mundo? —me contesta
besando mi frente.

No creo que sea lo más bello que exista a pesar de que me lo dicen todo el
tiempo, pero me gusta que él lo crea.

—Pero si me hubieses conocido cuando tenía entre dieciséis y diecisiete años,


no dirías lo mismo —eso me interesó.

—¿Por qué lo dices?— jugué con su cabello mojado.

—Era muy delgado, desgarbado y usaba unos lentes de contacto porque, como
todo aquel que los usa no podía ver bien. Fui un nerd en el colegio y recibí
muchas burlas de mis compañeros.

Era la primera vez que me confiaba algo tan íntimo y me gustó.

—¿En serio te molestaban?

Asintió, jugando con mi cabello rizado por el agua de la playa.

—No sabes cuánto y las burlas eran dolorosas a esa edad —hizo un largo
suspiro —. Recuerdo que me gustaba mucho una niña, me encantaba. Con
decirte que la veía caminar y me ponía a temblar como una hoja de papel, pero
como era muy tímido nunca le dije nada y con el tiempo lo superé.

Nos sonreímos unos al otro.

Mi lado curioso se activó y quise seguir preguntando más cosas. Conozco a


Nicolás desde hace muchos años, sé que es adoptado; lo que hace que
tengamos algo en común, yo también lo soy, lo saben. Como decía sé que fue
adoptado a los catorce años por Liliana y Ernesto Maderos; una pareja que ya
tenía dos hijos, pero que aun así adoptaron un tercero. Sin embargo de su vida
antes de llegar a esa familia se sabe poco. Nicolás es algo reservado, habla de
todo, mas no de algo que sea muy personal, excepto de su hija de la cual
parece sentirse orgulloso.

Lo observo, mordiéndome el labio antes de dejarlo salir.

—Mmm... Nicolás tengo curiosidad de saber... uh, ¿Qué ocurrió con tus
verdaderos padres? —lo sentí tensarse ante mi pregunta y su semblante
cambió, apretó incluso la mandíbula.

Sé que la gente suele tener secretos, en todas las familias los hay. Yo soy un
ejemplo de ello, viví veintiún años engañada precisamente a causa de un
secreto familiar, haciéndome ver que la mía no era tan perfecta como yo creía.

—Miranda, estamos aquí para disfrutar de ti y de mí, ¿lo recuerdas? —dice,


evadiendo el tema de hablar de sus padres biológicos, lo que me hizo pensar
que... —. Hablar de cosas desagradables solo arruinaría el momento perfecto
que estamos viviendo, y no quiero eso, solo deseo disfrutarte, pequeña.

Intento hablar, decir algo pero Nicolás se apresuró a besarme con el afán de
dejar zanjado el tema y despistarme.

¿Por qué hablar de sus padres biológicos era desagradable? Me pregunté, era
más que obvio que había alguna especie de historia oscura con su familia
biológica, una que quería descubrir y en definitiva lo haría.

Contuve el aliento ante el salvaje ataque de su boca a la mía. Mi cuerpo se


incendió como la paja mientras experimento una insoportable comezón entre
las piernas. Rápidamente deseé más que besos suyos. Cada vez que le
besaba era como si probara por primera vez su boca, era maravilloso.

Sentí sus manos en mi cuello, desató el nudo de la parte de arriba de mi traje


de baño, luego simplemente me lo quitó todo, las dos partes dejándome
completamente desnuda. Cuidadosamente me giro y se colocó sobre mí, yo
deseaba con desesperación que me hiciera suya en ese momento. Nicolás
dejo mi boca para apoderarse de mi pezón erecto haciendo que me retorciera
bajo su cuerpo de excitación y deseo. Gemí susurrando su nombre, con el
corazón latiéndome en el pecho como si estuviera corriendo una carrera. Él lo
deseaba tanto como yo, gemía mientras comía mi pezón dándole a ambos la
misma atención y mientras, su mano acariciaba mis muslos, buscando el lugar
secreto entre ellos que me duele de deseo y necesita ser aliviado rápidamente.
No pude evitar soltar un grito cuando su dedo entro en mí, acariciándome y
embistiéndome dentro.

Ah Dios.

Con mis manos tomo su cabeza y lo beso metiendo mi lengua en su boca,


sintiendo que iba a explotar del inmenso placer que sentía. Pasado unos pocos
segundos me encuentro gritando de placer al experimentar la magia del
orgasmo con sus toques, pero como él quería más y yo por igual, Nicolás se
incorporó para deshacerse de su traje de baño y colocándose sobre mí me
miro, famélico de mí, con sus ojos incendiados de placer, entonces me embistió
de una sola estocada produciéndome toda clase de sensaciones.

—Nicolás —gemí, incapaz de impedir que el placer me estuviera consumiendo


viva.

—Sí, gime mi nombre pequeña —gruño tomándome los labios en un duro y


potente beso—. Quiero que sepas siempre a quien pertenece tu corazón.

—A ti, siempre a ti. —murmuro con esfuerzo y con mis uñas enterradas en la
piel de sus brazos levanto las rodillas, arqueándome para recibir sus potentes
embestidas.

—Mi corazón también está contigo mi pequeño y hermoso ángel.

Sus movimientos eran rápidos sin ser demasiados bruscos, el que fuera una
virgen recién estrenada le hacía contener sus impulsos salvajes. Estaba
ardiendo, las sensaciones abrumadoras e incontrolables haciéndome gemir de
placer, casi sollozar, aferrándome a las hebras de su grueso y negro cabello
mientras trato de acompañarlo en sus embestidas, gimiendo juntos y buscando
nuestra propia liberación. Era como si nuestros cuerpos estuvieran sujetos a
una fuerza poderosa y solo nuestra lucha insistente conseguiría liberarnos. Me
invadió una y otra vez, hasta que lo único que pude hacer fue cabalgar con él.
Cada vez más profundo. Más duro.

Y entonces sucedió, llego a la cima en un orgasmo increíblemente fabuloso, los


espasmos de placer sacudiendo todo mi cuerpo, Nicolás me siguió y sus gritos
se unieron a los míos cuando también se sintió liberado.

—Siempre es tan maravilloso —susurró yo, mi cuerpo todavía temblando


cuando me rodeó con los brazos y me abrazó fuerte.

Nicolás sacó la cabeza del escondite donde la tenía; en la curvatura de mi


cuello, y me miró directamente a los ojos, me acarició el cabello con sus manos
tiernamente y me alejó un mechón mojado por el sudor de la frente.

—Tú eres deliciosamente maravillosa —besó mis labios suavemente y luego la


punta de mi nariz, mirándome a los ojos me dice —: ¿Que te parece si
metemos algo en el estómago? Muero de hambre, ¿tú no?

—Sí, bastante.

Él asintió y se levantó de encima mío para ir por nuestra comida.

Marfil Collins.

El día que fui violada; a solo dos semanas de cumplir quince años, me
convencí que la felicidad y el amor estaban totalmente fuera de mis límites y
que había terminado todo para mí. Ese día mi vida la sentí terminar, y mi
mundo se destruyó junto con la chica feliz que era. Una nube negra se apoderó
de mí y una cueva oscura era mí refugió. Fui rota de la peor manera, mis
ilusiones murieron y todos los sueños que tenían se quedaron en solo sueños
que jamás iban a cumplirse. Como aquel que tenía de ser una gran bailarina,
ya no había nada.

Ese hombre no solo se robó a la fuerza mi inocencia, también se robó mi vida


porque desde aquel día me pareció que no la tenía.

Estaba muerta en vida.

Durante años busqué un lugar en que pudiera sentirme cómoda; donde no me


persiguiera la desgracia de mi vida. Así que viajaba de un lugar a otro, país por
país. Sin embargo, que estúpida era para correr cuando sabía que era
imposible, era algo que no podía dejar atrás por más que corriera lejos, puesto
que lo llevaba en la piel. Mi cuerpo y mi alma estaban cubiertos de una
mancha, que por más que lo intentase parecía un tatuaje imborrable.

La ponzoña del dolor estaba conmigo fuera donde fuera.

No voy hablar de la noche en que mi vida cambió, del rostro de aquel demonio
que aún sigue en mi cabeza, de esas manos sucias en mi cuerpo... Y de todo
lo que contiene esa noche porque quiero dejar esa pesadilla atrás. Todo eso es
pasado. Tampoco voy hablar de mi vida antes de ahora, ya nada de eso me
importa.

Me gusta más mi presente.

Ahora la vida me presenta un presente bonito y la felicidad que creía que no


tendría ha llegado y me gusta. Me hace sonreír ampliamente y ya mis ojos han
encontrado ese brillo que antes habían perdido y mi corazón parece sano y
fuerte.

Ahora soy Marfil Collins, una mujer está llena de vida y es feliz. Esa mujer
muerta quedó allá en Roma donde viví por dos años, antes de decidirme que
había llegado el momento de dejar de correr.

Soy condenadamente feliz.

No sólo por mi hija, esa niña que algún día me atreví a rechazar echando sobre
ella culpas que no le pertenecían, esa criatura que cuando nació me negué a
mirar a los ojos y entregué en los brazos de mi propio hermano porque yo no
podía ser su madre. No porque no quisiera sino porque no podía.

Mientras tanto en estos momentos-veintiún años más tarde y después de correr


lejos de esa parte de mi-Miranda ahora es todo en mi vida, es mi pedazo de
cielo y estoy tan agradecida de que me haya perdonado por mi cobardía. Por
un momento llegué a pensar que no lo haría. Me dolía su rechazo en el alma
pero no podía juzgarla, yo la regalé.
Para mí no fue fácil resultar embarazada después de aquel abuso sexual. Aun
así en ningún momento por mi cabeza pasó la idea de abortar, aun cuando
apenas era una niña entendía que no estaba en mi atentar contra la vida de
esa cosa-en ese entonces así le llamaba-que estaba creciendo en mi barriga y
le di la oportunidad de nacer, sin embargo a medida que la barriga crecía más
rechazo sentía hacia ella y al momento de su nacimiento fue muy fácil para mí
entregarla a los brazos de mi hermano y desligarme por completo de ella.

Cuando volví nunca fue mi intención que Miranda se enterase que era yo su
madre, no tenía ningún derecho sobre ella si la había dado en adopción y para
colmo siempre me mantuve a distancia de ella. Me interesaba solo estar cerca
de mi hija, permitirme conocerla, pero ella lo escuchó y ya no hubo nada que se
pudiera hacer. Supo que su tía, la que se alejaba cuando ella la abrazaba de
pequeña, la que no le miraba a los ojos por no ver en ellos al monstruo que le
creo dentro de mí, era en realidad su madre. No obstante, para mi sorpresa
nada fue tan hermoso como escuchar a mi hija decirme mamá por primera vez
en ese hospital y ahí me convencí más de que mi Miranda era pura, no tenía
nada de ese monstruo. Ella con su amor y aceptación comenzó a sanar mi
alma. La amo.

Llamaron a la puerta mientras yo me cambiaba, grito un adelante colocándome


un poco de perfume en el cuello; en realidad ya estoy cambiada.

—Señorita, Marfil el señor Di Monti espera por usted para cenar —me avisa
una de las muchachas de servicio del rancho de Martin.

—Gracias —contesto a la joven muchacha aun en mi puerta—. Dile que estoy


abajo en unos minutos.

La chica asiente y se retira.

Martin; ese hombre cuyo nombre curiosamente contiene las tres primeras letras
de mi nombre es otro de los motivos por los que ahora me siento
inmensamente feliz. Desde la noche que lo conocí en el bar de mi hermano
obtuvo toda mi atención, la atracción que me despertó fue abrumadora y fue
algo más que por su belleza física que lo convierte en algo muy parecido a un
dios griego, para ser sincera hasta ellos sentirían envidia de semejante belleza
masculina. Martin Di Monti no es el primer hombre que dejo entrar en mi vida,
intenté tener una que otras relaciones a través de los años, pero todas fallaron
y no fueron más allá de unos tristes besos a causa de mis miedos e
inseguridades. Esa violación me marcó pero mal. Sin embargo ahora estoy
aquí, en España con un hombre que me despierta muchas cosas; del que creo
me he enamorado perdidamente y con el que raramente no tengo miedo.

Martin me había pedido venirme con él a su rancho porque deseaba que


pasáramos más tiempo juntos y conociera su casa también, así que más tardo
en salir la propuesta de su boca que yo decir que sí porque de decirle que no
tardaría mucho en volver a verlo y no quería eso.
Llevo ya una semana en este hermoso lugar y la versión que he visto de Martin
me encanta sobremanera y ha hecho que si ya antes no lo estaba, me
enamorara más perdidamente de él y me prometiera a mí misma que no lo
dejaría escapar porque es un hombre maravilloso y creo, estoy segura la vida
lo había reservado para mí. Me he dado cuenta que a pesar de ser el dueño no
le importa trabajar duro, madrugar para cargar heno y alimentar el mismo sus
amados caballos. Come con los mozos en la cocina y comparte con ellos como
si fueran un igual sin creerse el jefe supremo.

Me gusta el hombre que se esconde debajo de esos trajes elegantes que


conocí en Los Ángeles y me encendió las mejillas como ningún hombre jamás
lo logró.

Ya lista y vestida de manera informal para cenar con Martín me decido a salir
de la habitación. Sólo me había puesto unos vaqueros y una camiseta blanca
con mangas hasta los codos.

Suspiro escuchando el cantito de los pájaros fuera desde lo alto de mi


habitación y me digo que ya debo salir y no dejar esperando tanto a Martín por
mí. Cierro la puerta de la habitación tras de mí y avanzando por un oscuro
pasillo, bajo las escaleras para tomar el camino al comedor.

Cuando llego al comedor siendo las ocho menos cinco minutos, me encontré
ya a Martin en la mesa, esperándome. Al verme se puso de pie. Tenía un
aspecto oscuro y poderoso como un conquistador de la antigüedad. Sentí un
latigazo de emoción que atravesó mi corazón por tener la dicha de estar con
semejante hombre.

Debo decir que entre Martin y yo; aun cuando llevamos más de dos meses
saliendo no ha pasado nada en el plano sexual todavía. Una semana atrás lo
intenté y otra vez me ganó ese miedo, pero a diferencia de los demás no me
alejé. Él sabe lo que me sucedió e incluso conoce cada detalle por tal razón me
tiene un poco de paciencia al respecto. Mi hija no hace otra cosa que
amenazarlo y sé que lo hace porque me quiere y eso me hace una madre
inmensamente feliz, pero confío en él. Mucho.

Martin se acercó a mí. Se detuvo justo delante de mí y me miró de arriba abajo,


sus ojos oscuros brillaron.

—Estas preciosa, Marfil —me dice, sonrío y observo fijamente sus ojos negros.

—Solo tengo unos vaqueros desgastados y una simple camiseta, ¿te parezco
hermosa de ese modo?

Él se inclina y toma mi mano dejándome presa de su hechizo.

—Tú lucirías preciosa hasta con harapos, Marfil —me dice contra los labios
para luego arrastrar su mano hacia mi cintura y pegarme a él, mirándome
atentamente unos segundos para luego dejar descansar sus labios en los míos,
besándome recatadamente.
Llevo mis manos para arriba, agarro su antebrazo y suspiro cuando aumenta el
beso entrando en mis labios abiertos y haciendo cosquillas en mi lengua con la
suya. Oh, Dios, huele tan bien, a sol y a jabón. Me muerde levemente el borde
de mi boca, en mi labio inferior y en seguida invade mi boca nuevamente.
Suelta mi cabello que me había amarrado en una coleta, derramando mi
cabello castaño largo alrededor de mis hombros y mete sus manos en ellos.

—Eres. Tan. Bella —murmura contra mi boca, cada palabra entre dulces besos
y quedo borracha. Muevo mis manos sobre sus hombros y jalo sus cabellos en
mis dedos, sosteniéndolo con fuerza.

Este hombre sabe besar en serio.

Me alejó de su boca, dejándome respirar un poco. Martín besó mi frente y


sienes para después decir:

—Ven, la mesa está servida para los dos.

Me humedecí los labios y tomo su mano para que me guíe hacia el comedor,
una vez allí tira hacia atrás la silla y yo me siento en ella para disfrutar de mi
momento perfecto con Martin Di Monti, el hombre que ha quitado todo el miedo
de mí.
CAPÍTULO 24

Nicolás.

Me sirvo una copa de Bourbon, que llevo a mi boca para tomar el primer trago
cuando escucho el sonido de alguien tocando el timbre de mi departamento.
Con la copa en la mano me muevo hasta allí y cuando abrí me encontré con
unos ojos verdes y un cabello rojizo, mi hermano menor, Jared.

—Jared —murmuro su nombre, sorprendido por verlo.

—Hola hermanito.

Me da un pequeño abrazo que le devuelvo. A continuación entra en mi


departamento y quitándome la copa de la mano la lleva a su boca y la bebe
completa de un solo trago; lo que me deja bastante desconcertado, y más
cuando se acercó para servirse una segunda y se la bebió en su totalidad, y
luego dejó la copa vacía sobre la base de mi mini bar limpiándose la boca con
el dorso de la mano.

Cerré la puerta de mi departamento y me acerco a él, sentándome en un sofá


en frente de él, dónde ha tomado asiento.

Jared, como ya he dicho es mi hermano menor. Tiene veintiséis años y es un


famosísimo cantante de rock que apenas puede salir a la calle sin que lo
persiga un séquito de fans enloquecidas, o la prensa para fotografiar todo lo
que hace. Pasa la mayor parte de su vida sobre un escenario, viajando por el
mundo, o en un estudio de grabación, es por ello que nuestros tiempos de
vernos son limitados. Jared comenzó con toda esa locura de querer ser músico
con tan solo doce años y desde entonces ha sido éxito tras éxito no solo por su
cara bonita, lo que tiene a las chicas a sus pies, sino por el gran talento que
tiene para cantar. Es un gran artista.
En realidad no compartimos la misma sangre, yo soy adoptado y lo conocí
cuando él si apenas tenía cuatro años y el matrimonio Maderos me brindó la
oportunidad de tener otra familia, porque la mía... Sinceramente, no es algo de
lo que me apetezca hablar. Odio remover pasados dolorosos y tengo cerradas
todas esas heridas del pasado con candados de gran fortaleza para evitar que
no duela, aunque no siempre puedo detenerlo. Tengo otra hermana adoptiva
también, su nombre es Cheryl, es mayor que Jared pero si menor que yo por
cinco años. Es ciega, perdió la vista a los diez años pero eso nunca ha sido
una limitación para mi hermanita, es bastante inteligente y ha sabido muy bien
como enfrentarse al mundo aun con su discapacidad. Tiene una fundación
dónde se les enseña a personas que pierden la vista a aceptar su realidad, a
aprender a vivir con su segrera y a como enfrentarse al mundo sin que una
limitación los detenga y conseguir todo cuanto deseen. Siento un gran orgullo
por ella.

—¿Estás... bien? —pregunto a mi hermano por fin—. Suponía que estabas de


gira.

—Cancelé dos conciertos con la excusa de que no estaba bien de salud, pero
en realidad lo que sucede es que me siento agotado en todos los sentidos y
decidí tomarme unos días de vacaciones —me explicó—. Esto de ser artista es
la mierda más estresante que existe, no sabes lo que es bajarte de un
escenario para subirte en otro, los viajes, las entrevistas, la gente... todo. Es
agobiante.

—Creí que te gustaba lo que hacías, Jared. Tú elegiste ser cantante.

Jared pone en su cara una sonrisa que no llega a sus ojos ojos. Algo le sucede
y no tiene nada que ver con el estrés del cual me habla, que no dudo.

—Y sabes que me gusta, es asombroso ser adorado y amado, sobre todo por
las chicas, además de que me fascina componer y cantarle al mundo, pero eso
no implica que no sea agotador.

—Comprendo —abro los brazos sobre el reposabrazos por encima de mi


cabeza—, pero algo me dice que no estás así solo por lo estresante de tu vida
como artista, parece que hubiera algo más, Jared. ¿Qué ocurre?

Jared tragó en seco, revolviéndose el cabello pelirrojo.


—Valerie... está embarazada —me confío, con un nudo en la garganta.

Mis ojos se abrieron con sorpresa. Valerie es su novia, llevan juntos más de
ocho años y muchas de las canciones de mi hermano tienen algo de esa chica.
¿Seré tío?

—Vaya, ¿quiere eso decir que vas ser padre?

—No es mío, Nicolás —me soltó y me sorprendió mucho más, enderezándome


sobre el sillón dije:

— ¿Cómo que no es tuyo? Acaso Valerie y tú no llevan saliendo juntos años y


años. No puede no ser tuyo, Jared.

Jared se puso de pie, volvió a mi mini bar y se sirvió otra copa, está vez de una
botella de Jack Daniel's.

—Te lo repito, el bebé que espera Valerie no es mío. No será un Maderos —


dice, llevándose la copa a la boca y se la toma completa sin arrugar siquiera la
cara—. Hacía mucho tiempo que mi relación con Valerie no estaba del todo
bien, fingíamos delante de las cámaras que todo estaba bien para seguir con la
fachada de que éramos la pareja perfecta y que todos envidiaban, pero la
realidad era otra. La realidad era que ambos, aunque estábamos juntos,
parecíamos estar viviendo nuestras vidas por separado, yo con mi música y
ella con su vida de modelo. Tanta frialdad en nuestra relación ocasionó que ella
se enrollara con alguien más y él es el padre del bebé que espera, no yo.

—Carajos, lo siento, Jared.

Lamió su labio donde debo agregar tiene un piercing y dijo:

—Estuvimos mucho tiempos juntos, yo la amé, la amé intensamente, pero ese


amor hacía ya mucho tiempo que se había terminado. Es por ello que aunque
debería de dolerme no me duele que ella se haya follado a alguien más y este
le haya dejado un hijo adentro —se confiesa, dejando la copa vacía sobre la
mesa y se recargó sobre ella cruzando sus brazos contra su pecho.

—Y supongo que ahora que está embarazada de alguien más toda la farsa a
terminado, ¿verdad?
Asintió.

—Sí, todo acabó —me confirmó, con un suspiro saliendo de entre sus labios—.
Pronto la bomba explotara y quedaré como un cornudo.

— ¿Eso te preocupa mucho?

Se encogió del hombro.

—No del todo, si supieras, ¿a quién no le ponen los cuernos? —dice con una
sonrisa que no le llegó a los ojos, antes de volver y acomodarse en el mismo
lugar donde estaba sentado antes, frente a mí y cruzó una pierna sobre la otra,
mirándome—. Pero ahora, dejemos todo el tema de mí, cuéntame de ti.
También quiero saber cómo le va a mi hermano mayor ¿Alguna cuñada para
mí o continuas guardándole luto a tu ex esposa?

Sonreí y al hacerlo pensé en Miranda, en mi pequeña. Hacía ya una semana


que volvimos de mi Isla dónde la llevé y la hice mía una y otra vez, cada vez
más maravillosa que la otra y pasamos allí días hermosos llenos de amor, de
entrega. Fuimos ella y ello escondidos del mundo, siendo felices y amándonos
sin reparos. Todo sigue siendo igual, o más bello entre los dos. Lo único malo
es que hemos tenido que seguir escondiendo lo nuestro, pero eso no será por
mucho tiempo. Estoy buscando el mejor momento para hablar con sus padres y
decirle sobre la relación que tenemos. Quiero confiar en que Lucas me conoce
lo suficiente para saber que yo no soy hombre de jugar con los sentimientos de
ninguna mujer y mucho menos con los de Miranda. Espero que comprenda que
soy incapaz de hacerle algún daño y que si estoy a su lado es porque la amo y
todo lo que deseo es hacerla feliz. No quiero seguir mirándolo a la cara y
mentirle mientras sé la de veces que he estado dentro de su princesa. No
quiero continuar escondiéndole lo nuestro a nadie, quiero poder besarla sin
reparos dónde sea sin miedo a nada, solo a perderla.

Miro a mi hermano y decidí decirle la verdad. Jared y yo tenemos una


estupenda relación a pensar de que no compartimos ni un gramo de sangre,
pero nos amamos como si la tuviéramos.

—Esto te va sorprender mucho, pero te juro que me he vuelto a enamorar, otra


vez. La chica que tiene robado mi corazón es Miranda.

Jared frunció el ceño.


—¿Qué Miranda?

—Miranda Collins.

—Collins, ¡no me jodas, Nicolás! —estalló Jared, sorprendido tal y como me lo


esperaba—. ¿Te estás follando a la hija de tu mejor amigo?

Inspiré.

—No me la estoy follando, Jared. Porque Miranda no es follar para mí, es la


chica de la que estoy enamorado y créeme, no es lo mismo ni es igual.

—Pero... pero... es una mocosa, ¿cuántos años tiene, diecinueve?

—No tiene diecinueve, tiene veintiún años, Jared. No es ninguna mocosa, es


una mujer y sí, sé que casi le doblo la edad, no me lo digas, pero estoy
enamorado de esa chica y no pude evitarlo. Lo intenté, con todas mis malditas
fuerzas, pero estaba destinado de algún modo a caer a los pies de esa mujer y
lo bueno, es que mi amor es totalmente correspondido.

—Bien, te entiendo y no te juzgo, pero piensa algo, digas lo que digas, es


prácticamente una niña, Nicolás. Las chicas a esa edad muchas veces no
saben lo que quieren, hoy te quieren a ti y mañana a otro. A esa edad están en
ese proceso de descubrir, de querer comerse al mundo y por como me hablas,
y lo que veo en tus ojos estás muy entregado o en otra palabras, bastante
jodido en mi opinión, ¿qué sucede si ella pasado un tiempo se da cuenta de
que en realidad tu no eras el amor de su vida y te cambio por alguien más...
joven porque ya te lo he dicho, las chicas a esa edad son confusión pura? ¿No
estás yendo demasiado deprisa, hermanito?

Sus palabras pudieron haberme llenado de dudas, pero yo confío en el amor de


Miranda hacía mí, yo confío en que ella está segura de que quiere estar
conmigo, ella me lo dice con la mirada. No soy un experimento para ella ni es
un amor efímero que se irá con el tiempo, es fuerte y huele a eterno.

Me ama, me ama del mismo modo que yo la amo a ella y lo veo en sus ojos
azules, en el modo en que late su corazón cuando me tiene cerca e incluso
como se acelera sin que tan siguiera yo la haya tocado, porque a mí me
sucede lo mismo. Estamos destinados a ser.
Más que nada lo que me tiene tan confiado de su amor y su entrega es lo
siguiente: puedo recordar con claridad aquella noche qué Miranda se presentó
en mi departamento para preguntarme si era cierto que iba a casarme, y puedo
evocar claramente como cuando se lo confirmé ella se derrumbó, se fue en
lágrimas para después salir huyendo como una víctima huyendo de un asesino
en serie cuando llegó Kendra y me besó y supe que algo no estaba bien. En la
Isla se lo pregunté y me confirmó lo que aquella noche sospeché por su
reacción y que no pude volver a preguntarle después de ahí porque cuando la
volví a ver habían transcurrido cinco años. Me confirmó que estaba
perdidamente enamorada de mí en ese entonces y que el hecho de saber que
me casaba la había hecho huir lejos. Me sentí mal al saber que le había hecho
ese daño, Miranda me amaba desde los dieciséis añitos y yo por mi parte solo
la veía como una niña, la adoraba con locura, pero no del mismo modo que ella
lo hacía. Sin querer dañé su inocente corazón.

Su amor ha sido mío desde entonces y puede ser que me ame incluso más de
lo que yo la amo a ella, pues su amor viene desde hace muchos años atrás y
no se esfumó con el tiempo.

Observo a Jared con una sonrisa en el los labios y completamente lleno de


confianza le dije:

—No estoy seguro de muchas cosas en esta vida, Jared pero de lo que sí
estoy seguro es de que Miranda es mía. Que me ama sin importar mis años, ni
las experiencias que a mí me sobran y a ella le faltan, las que aprenderá a mi
lado.

—Estas...

Su voz quedó silenciada cuando el timbre sonó, y el modo en que se agitó mi


corazón sin tan siquiera verla, lo supo. Era ella detrás de esa puerta. Me
levanté del sofá y fui a abrir y al hacerlo la encontré ahí, con una sonrisa en los
labios para mí, y mi corazón ya de por sí acelerado, aceleró un poco más su
marcha.

Ella, mi pequeño ángel, se me echó en cima después de pronunciar «mi amor»


La sostuve y le rodeé las estrechas caderas apoderándome de sus labios en un
apasionado beso que al despegarnos nos dejó a ambos jadeando sin control y
a mí con la vista nublada por el deseo que me despierta nada más verla.
—Hola pequeña... —la saludo, besándole el contorno de los ojos. Ella los cierra
y suspira, tomando hebras del cabello de mi nunca entre sus dedos.

—Me moría por verte —me dice, rosandome los labios con los suyos, ambos
perdidos en lo nuestro y ajenos al mundo, solo pendientes de nosotros dos.

Le beso en la coronilla, tirando de ella más cerca de mí. Nunca tengo suficiente
de nuestra cercanía.

—Tambien estaba muriéndome por verte.

—Bueno, ya veo que lo mejor que puedo hacer es irme. Los tortolitos quieren
estar solitos —al escuchar la voz de mi hermano que se pone de pie con
intensiones de marcharse, Miranda lo busca con la mirada y abrió ampliamente
sus ojazos azules al encontrarlo mirándonos con una sonrisa.

—Jared —Miranda dice.

—El mismo, un gusto verte, Miranda —Jered se acercó, ofreció una mano a mi
novia a modo de saludo y ella la aceptó—. La verdad es que viéndolos juntos
hasta hermosos se ven.

Miranda me buscó con la mirada y con ella le hice saber que he contado todo a
mi hermano. Jared salió unos pocos minutos después y nos quedamos solos
mi novia y yo, nos movemos hacía mi sofá y una vez allí la ubico sobre mis
piernas, vuelvo a besarla y nos besamos otra vez hasta que ambos nos
quedamos sin aire y debemos despegarnos para poder respirar.

—Estas hermosa —le digo, besando cada parte de su cara y su cabeza—. Soy
un hombre con mucha suerte, tengo la mujer más bella para mí.

—¿Exageras? —dice, acariciándome la mandíbula.

—¿Exagero? No estoy exagerando en lo absoluto, mi pequeño ángel. Tú, al


menos para mí, eres a mujer más bella de toda esta ciudad, Miranda y me
tienes como un tonto por ti.

Ella sonríe dulcemente.


—Me tienes igual de tonta por ti Nicolás así que ya estamos a mano.

Tomo su pequeña y delicada mano llevándola a mi boca para besar su carne


de adentro. Ríe.

— ¿Tienes hambre? —le pregunto porque yo sí.

Me muestra una picardía en la mirada mientras se muerde el labio inferior que


me deja fuera de balance.

—Hmm, sí pero quizás no sea de comida precisamente sino de ti —me dice,


acto seguido se acercó a mi oído, mordió mi oreja y me susurró—. Tú eres un
plato delicioso del que por más que como jamás estoy satisfecha.

Joder... Gruño al sentir sus labios en mi cuello seguido de sus manos entre mi
camiseta, acariciándome la piel queempieza a erizarse bajo el hechizo de sus
caricias y me estremezco. Bastaron unos pocos segundos para tenerla sobre el
sofá, bajo mi cuerpo mientras mi boca devora la suya y mis manos le rinden
pleitesía a su cuerpo, al que he probado muchas veces estos días, pero que
cada vez que la toco descubro una sensación diferente que me hace perderme
un poco más.

La hago mía ahí, sobre mi sofá, no una sino dos veces, pues nunca puedo
tener suficiente de esa belleza que me tiene en sus manos completamente. Su
sabor me vuelve loco.

Miranda.

Amanecer en los brazos del hombre se ama es lo más perfecto y maravilloso


que existe. Me encanta ver como nuestras piernas se entretejen la una con la
otra y poner mi cabeza sobre su pecho y sentir bajo ella los dulces latidos de su
corazón mientras sus brazos me rodean posesivamente.

Con los dedos comencé a trazar planos de su torso y noté que el corazón que
latía debajo de mi oreja se aceleraba. Seguí con las caricias en zonas que me
parecían que eran sensibles como sus tetillas y la mano que tenía en la
espalda comenzó a moverse, acariciándome en círculos lentos que se fueron
extendiendo hasta que me rozó la curva superior del trasero.
Contuve el aliento ante el desertar sexual que experimenté en mi interior.

—Es agradable amanecer así —murmuró Nicolás con voz ronca.

—Maravillosamente agradable —musito, besando su pecho desnudo.

Alcé la vista para mirarlo a los ojos, observándolo con absoluta adoración. La
noche anterior, después de que me hiciera el amor en el sofá, dos veces, que
cenáramos algo rico para después a la hora de dormir volver a hacerlo porque
juntos somos como dos animales insaciables que nunca tienen suficiente el
uno del otro, él me dijo que había llegado el momento de hablar con mis padres
y decirles la verdad de nuestra relación porque ninguno de los dos estamos ya
dispuestos a continuar escondiendo esto. Seré honesta, me da un poco de
miedo la reacción de mi padre, no sé cómo se va a tomar que me haya liado
con su mejor amigo y aparte un hombre quince años mayor que yo, pero lo
mejor es que todo se sepa ya. No quiero seguir mintiéndole a mis padres, por
ejemplo, las veces que me quedo a dormir con él tengo que mentir diciendo
que en realidad me quedo en casa de Tamara y ella tiene que cubrirme en esa
mentira con ellos, ya no quiero esto a escondidas. No somos unos criminales y
como ya antes dije, merecemos vivir con libertad lo que tenemos. La cosa
ahora es que tendremos que esperar hasta que papá regrese, está de viaje por
negocios.

Un sonido en mi móvil me indicó que se me habían acabado las vacaciones,


trabajo.

Bufé escondiéndome en el pecho de Nicolás.

Alejarme de él no me gusta, pero de mi trabajo depende, más que nada, mi


casa hogar con más de treinta niños y mi meta es que a esos niños no les falta
absolutamente nada. Mis angelitos.

—Me tengo que marchar —le digo a Nicolás con un mohín, acariciándole el
pecho desnudo y lo oigo inspirar entre dientes.

—Irte, es muy temprano, ¿qué tienes que hacer, amor? —me preguntó
apretándome entre sus brazos, como si no deseara soltarme y me gustó ese
instinto de posesión. Besó mi cabeza.
—Trabajo, amor —le acaricié el cabello alborotado—. Tengo una sesión de
fotos. Debo estar allí en una hora y no puedo llegar tarde, mi agente odia la
impuntualidad.

—Ya... quiero acompañarte —me dice, sorprendiéndome.

—¿Estás seguro de eso? —inquiero, pensando como será la sesión de fotos y


no es que no quiera tenerlo ahí pero a él quizás no le guste lo que verá y se me
ponga en plan celoso—. Digo, te aburrirías, además de que supongo que
tienes cosas que hacer. Eres un hombre muy ocupado, amor.

Nicolás apartó el cabello un poco alborotado de mi rostro y me dio un beso en


los labios.

—Estoy seguro de que mis negocios pueden esperar por mí unas cuantas
horas, y para serte sincero no tengo ganas de ir a trabajar sino de estar contigo
—achicó sus bellos ojos grises—. ¿Es que acaso no quieres que te acompañe?

Niego, sonriendo antes de pegar mis labios a los suyos y darle un beso. Ni
modo, él quiere ir, se tendrá que aguantar lo que viene. Espero que sepa que
solo será trabajo.

—Me encantaría tenerte ahí conmigo —respondí feliz.

🌺🌺🌺

La sesión de fotos seria para una línea de ropa interior muy sensual. Se llevaría
a cabo en un antiguo castillo y había una cama con edredón blanco en medio
dónde yo posaria obviamente o mejor dicho, posariamos. No la haré sola la
sesión sino con dos modelos masculinos a mi lado, lo cual no me preocupa, he
hecho incluso videos musicales muy íntimos donde he simulado que hago el
amor con el cantante sobre una cama con poca ropa. Soy una profesional y
desde que elegí esta carrera le pongo el alma a esto, es como si fuera dos
personas a la vez porque cuando estoy frente a las cámaras es como si fuera
otra Miranda, totalmente distinta. Soy la modelo a la que pagan una fortuna
para hacer un trabajo impecable y siempre trato de dejar satisfecho al cliente.

La cosa es que yo ya estoy listisima para comenzar y ponerme en mi papel de


diva de frente a las cámaras, pero como esperaba, alguien no está muy
encantado por cómo será la sesión.
—No me dijiste que la sesión de fotos seria con ellos Miranda, y menos... con
tan poca ropa —dice un celoso Nicolás entre dientes, mirando con mala cara a
los dos modelos con los que trabajaré a cierta distancia: Dan y Michael ambos
solo con bóxers.

—Tampoco me preguntaste como seria la sesión, Nicolás solo te ofreciste a


acompañarme y yo te dije que sí —le contesto, acariciándole la cara y trato de
que relaje el semblante mientras me mira con un sexy conjunto de lenteria,
blanco en encaje y unos tacones puestos de diez centímetros por lo menos—.
Por otro lado, es solo una sesión de fotos. No tienes de que preocuparte.

—Pero...

—Miranda, tiene que comenzar la sesión ya, estas retrasando al equipo —me
dice Dinorah, acercándose a donde estoy con Nicolás que me sostiene por la
cintura con cara de pocos amigos.

Mi boca está a punto de abrirse para decirle a mi agente, una mujer de unos
treinta años, cabello cobrizo, alta y bastante hermosa vestida de diseñador, que
ya iba a hacer mi trabajo, pero alguien hizo que me callara.

—Ella no hará está sesión ni de coña. Que se busquen a otra modelo para esto
porque mi novia acaba de renunciar... —Nicolas gruñe, pues está demasiado
celoso, su pecho esta hinchado por el enojo y me sostiene como si no quisiera
soltarme y como si estuviera dispuesto a sacarme de allí a la voz de ya. Sabía
que no era buena idea traerlo.

Dinorah me mira con sus ojos ámbar, confusa.

—Miranda no puedes dejar de hacer está sesión, no puedes hacerle esto a un


cliente que ha pagado una fortuna por tener tu cara en su línea y cuando todo
está listo, si algo me gusta de ti es que eres muy profesional y responsable con
lo que haces, no...

La interrumpo.

—Haré la sesión, Dinorah, no te preocupes que esa línea de lencería tendrá mi


cara en ella y la de esos chicos —le comunico, firme y ella se relaja ante mis
palabras, le echa una ojeada a un molesto Nicolás y después me mira a mí—.
Diles que me den dos minutos, por favor...
Dinorah asintió, alejándose para dejarme espacio con mi novio que me mira
con el rostro un poco más duro cuando ve que no importa cuanto le moleste
haré la sesión de fotos. Me contrataron para esto y no quedaré mal con un
cliente por sus celos, es mi trabajo y tiene que respetarlo.

—Nicolás, comprendo que te den celos, pero tendrás que relajarte. Quisiste
venir, ahora te aguantas. Este es mi trabajo y debes respetarlo.

Negó molesto y tirando de mí más cerca de él, nuestra narices se tocan,


nuestros alientos se mezclan y su mirada y la mía se entrelazan.

—No puedes pedirme que me relajé, no podré relajarme viendo como dos
hombres estarán toqueteándote en mi presencia y con tan poca ropa —ruge,
sus ojos grises oscurecidos por la molestia que los envuelve y veo la vena
palpitante de su cuello mientras agrega—. Joder, yo no puedo soportar siquiera
que ningún otro hombre, que no sea yo, toque ni un solo de tus cabellos. Me
enferma, pequeña.

Mis manos rodearon su cara y toque su frente con la mía. Me abrazó muy
fuerte.

—Inténtalo. Si me amas inténtalo, por favor, Nicolás. Comprende que esto solo
es trabajo y todo será actuado, nada es real y confórmate con saber que eres
el único hombre que puede tocarme de verdad. Ahora debo irme porque estoy
retrasando la sesión. Te amo con el alma.

Le doy un rápido beso mientras él me mira furioso por no poder detener lo que
pasaría a continuación, y después me giro para encontrarme con mis
compañeros, además del equipo y que se diera inicio a la sensual sesión.
CAPÍTULO 25

Marfil.

Los días en el rancho de Martin cada vez son más maravillosos, solo porque
estoy con él, a su lado. Con con el hombre con el cual quiero estar toda mi vida
sin que ocurra nada que pueda separarnos, pues una vida ya sin él y sin su
amor es impensable para mí, imposible.

Martín me hace sentir como si pudiera volar, como si mis alas, antes rotas,
hubieran sido reconstruidas y ahora estoy llena de sueños otra vez, de
esperanza e ilusiones. Por tantos años me sentí tan sola, tan vacía a pesar de
tenerlo todo, aunque en realidad siendo sincera, no tenía nada. Qué tenía,
¿mucho dinero para poder huir y huir a todas partes del mundo buscando una
paz que nunca hallé? No tenía alma, estaba sola en un mundo incierto,
intentando esconderme de esos demonios que me perseguían día con día, de
aquella noche qué significó un antes y después en mi vida. De ese hombre
adueñándose de mi cuerpo en contra de mi voluntad, tomando lo que yo no le
había ofrecido, de como no pude luchar o defenderme y lo tomó, lo tomó todo
y...

Negué con la cabeza evitando ese pasado que quiero dejar atrás y enterrarlo
tan profundamente que nunca más vuelva a resurgir para hacerme daño.
Nunca más.

Por otro lado debo decir que lo otro que me hace sentir cómoda en este rancho
es la señora Clemencia; una mujer de unos cincuenta y tantos años muy
amable y dulce, que hace de cocinera del rancho y que Martín le tiene un
cariño infinito. Aparte de que tiene un sazón exquisito para la cocina, me he
vuelto adicta a su comida y me la paso metida en la cocina con ella la mayor
parte del tiempo, a veces ayudándola porque me gusta mucho cocinar.
Clemencia me trata con tanto amor que me recuerda a mi madre, Valeria, quien
murió cuando yo no contaba con más de ocho años y es una de las personas
que más he extrañado en la vida, a mi padre también, pero cuando él murió yo
tenía ya veintinueve años. Mamá se fue demasiado rápido a causa de un
terrible tumor cerebral que le arrancó la vida. La echo de menos cada día.

—¿A dónde me llevas, Martin? —pregunto al hombre que me hace caminar por
el campo con los ojos vendados mientras él me guía, diciéndome como puedo
pisar para no caerme.

—Espera y verás. Ya casi llegamos, belleza —me dice, con su sexy acento
español. Caminamos un poco más, y me doy cuenta de que estamos en las
caballerizas por el olor a heno y a caballo, pasado unos pocos minutos me
dice—. Listo, llegamos.

Me desató el pañuelo de los ojos y efectivamente cuando los abrí me encontré


en las caballerizas.

—¿Qué es lo que quieres mostrarme, Martín?

—¿No lo vez, belleza? Está justo frente a tus ojos.

Me señaló el animal frente a mí y me di cuenta de que no era un caballo que yo


haya visto antes en el rancho. Los conozco a todos. Este, frente a mí y siendo
sostenido por Carlos, uno de los trabajadores del hombre detrás de mí, es muy
negro, con su pelaje brillante, su larga cola y su cabello largo crespo.

—Es hermoso, Martín. ¿Lo puedo tocar? —le pregunto, porque no sé si el


animal está domado, aunque lo veo muy quieto en las manos del trabajador
que lo sostiene por las riendas.

A Martin lo he visto domar a muchos los últimos días y he disfrutado bastante


viéndolo hacer eso, le pone mucha entrega y gran determinación hasta que un
animal salvaje se convierte en un manzo corderito prácticamente. He tenido
miedo al verlo luchar con esos grandes animales, miedo de que su fuerza no
fuera suficiente y se hiciera daño si el animal lo lanzaba por el aire, pero nunca
pasó, él es excelente en esas artes de amanzar.

—Claro que puedes, está amanzado ya y es tuyo, Marfil. Lo compré para ti.

¿Para mí?

Me volteé para mirarlo a los ojos negros. Tiene el cabello largo atado como
siempre con una cinta de cuero a la nuca y el sol, el del atardecer, acaricia los
rasgos de su moreno rostro. Es hermoso.

—¿Para mí?
Asintió acariciándome una mejilla.

—Sí, para ti. No tiene nombre aún así que puedes ponerle el que tú desees.

Me volteé hacia el animal y contenta por mi regalo me acerco para acariciarlo.


El caballo se espantó un poquito ante mi toque pero no tanto como para
asustarme. Su pelaje, justo como luce, es suave y me deleite acariciándolo.
Antes no podía decir que tuviera mucho amor por los caballos, de hecho
después de lo que me sucedió hace años que cambió mi vida para siempre,
dejé de tenerle amor a muchas cosas; sin embargo, Martín, sobre todo, me ha
hecho amar a esos enormes animales como él. Me enseñó a montarlos y he
disfrutado bastante de ellos los últimos días.

—Es precioso, Martin. Me encanta mi regalo, gracias. Muchísimas gracias.

Sentí sus manos alrededor de mi cintura, me hizo girar y me abrazó por las
caderas. Suspiré, colocando mis manos alrededor de su cuello, muerta de
gusto y sintiendo esa sensación de seguridad en sus brazos.

—El que tiene que darte las gracias soy yo, Mar. Aunque en realidad un gracias
no es suficiente para todo lo que me has dado —me dice, mirándome a los
ojos, fijamente antes de tocar mi mejilla izquierda y rodar un mechón de mi pelo
suelto hasta detrás de mi oreja—. Un día me juré que no volvería a entregar
otra vez mi corazón y sin embargo, aquí estoy: entregándote mi vida, mi alma,
mi corazón... absolutamente todo de mí lo tienes en tus manos y ¿sabes?
Estoy encantado de que así sea. Puede que esto suene muy cliché y como una
frase hecha: pero tú cambiaste mi vida desde la noche en que te conocí. Me
llenas de alegría cada vez que despierto y sé que estás ahí, que puedo verte,
tocarte, besarte, que sé que eres totalmente mía y solo mía. Te amo Marfil
Collins y será difícil que te dejé ir, no sin antes llevarte mi alma contigo.

Sonrío, con los ojos llorosos y una sensación de gran felicidad recorriéndome
por todas partes. Estoy segura de que él cambió mi vida más que yo la suya,
estaba hecha pedazos y Martin poco a poco ha ido reconstruyéndome. En sus
brazos me da seguridad, en su mirada siento calidez, sus besos me
transportan a lugares mágicos y me hacen sentir viva, mujer. Es un hombre
maravilloso que me respeta, que me quiere, que me cuida y que me demuestra
cada día cuanto vale la pena amarlo como lo amo. Me hace feliz, cada día,
segundo y cada minuto a su lado.

Sé que antes de conocerme tenía cierta famita de mujeriego y que las mujeres
que pasaron por su cama son incontables, pues según él mismo, siendo
sincero, me explicó era un hombre soltero que disfrutaba del placer femenino
sin involucrar el corazón. Lo que sé es que una vez ya lo hizo y esa mujer lo
rompió tanto que se negó a querer volver a intentarlo con alguna otra mujer. Y
lo que me hace sentir afortunada es saber que aún así, de su promesa de que
no volvería a enamorarse, yo estoy aquí, entre sus brazos y me dice que me
ama cada día.
—Yo no quiero que me dejes ir, Martin. Porque yo no quiero irme a ningún
lugar, yo quiero estar a tu lado toda mi vida —le confieso, tocándole la
mandíbula con barba de tres días que puyan mis yemas—. No creí que me
pasaría esto, había perdido la esperanza de que podía ser enteramente feliz en
esta vida después de... qué hace años atrás me arrebataron los sueños, las
ilusiones, las ganas de vivir y me rompieron en pedazos, sin embargo,
apareciste tú. Me has salvado de la soledad y la tristeza. Has hecho que otra
vez me sienta... una mujer completa y no un montón de piezas rotas que creí
nunca volverían a unirse. Lo hiciste, me has dado vida, otra vez y también te
amo, con todas las fuerzas de mi ser.

Martín bajó la cabeza, primero recorrió mis labios con los suyos causándome
escalofríos, después, un instante más tarde me hundió la lengua en la boca
mientras yo gemía, aceptándola con entusiasmo. Una de sus manos estaba en
mi cadera mientras la otra me sostenía por la nuca entretanto atacaba mi boca
con evidente necesidad, exigiendo con la boca todo lo que quería, lo que yo
estuviera dispuesta a darle. Un deseo frenético que había experimentado otras
veces atravesó mi cuerpo como un rayo y sentí todas las terminaciones
nerviosas enloqueciéndose cuando enterré los dedos en su cabello,
deleitándome en la sensación de que prácticamente me devorase.

Oh Dios. Estoy jadeando y no puedo evitarlo. Lo deseo, lo deseo tanto que


estoy a nada de, como una gatita, subirme encima suyo y pedirle que me haga
suya de una vez por todas. Ya siento que...

Finalmente, separó su boca de la mía y me mordisqueó el labio inferior antes


de suavizarlo con la lengua y empezar a acariciarme con la boca la piel
sensible del cuello.

—Martin —gimo, y se apartó, mirándome con ojos febriles.

Martín respira tan acelerado como yo y sé que me desea tanto como yo ya he


comenzado a desearlo, pero como otras veces se frena.

Ya una vez estuvimos a punto de llegar a más y terminó siendo todo un fiasco
total.

Ocurrió una noche que me invitó a cenar en su hotel cuando después de un


beso las cosas se habían tornado calientes y subieron de temperatura.
Recuerdo cómo hasta que me quitó el vestido, me recostó sobre la cama y se
montó sobre mí, recorriéndome el cuerpo con sus labios y sus manos
amorosamente, estaba disfrutando con sus caricias y el modo como le rendía
pleitesía a mi cuerpo susurrándome cuán hermosa le parecía y lo sensual,
entonces los malos recuerdos me invadieron. Comencé a ver en Martín el
rostro de mi violador, en ese momento los recuerdos de muchos años atrás me
golpearon como un tren de carga y me recuerdo gritando, histérica, pidiéndole
que por favor no me tocara. Estaba fuera de sí completamente, lloraba
temblorosa y con frío en todo el cuerpo. Fue como si todo hubiera venido de
vuelta y no lo pude frenar. Martin ha sido el primer hombre con el cual me vi en
una posición tan íntima durante los últimos años.

Todavía recuerdo sus palabras intentando calmarme en una esquina de la


cama, mirándome asustado.

—Marfil, soy yo, preciosa. No soy él, te juro que yo jamás te haría daño, mi
amor —me había dicho, hablando conmigo como si fuera una niña pequeña,
frágil, vulnerable y temblorosa sobre aquel colchón lo más alejada posible de él
mientras envolvía con mis brazos mi cuerpo desnudo.

—No puedo, no puedo hacerlo, Martin. Yo... yo estoy defectuosa...

—No digas eso, solo fuiste una chica a la que un hijo de puta hizo daño y que
si diera con él te juro que lo mataría con todas mis fuerzas, pero eres pura y
hermosa, Marfil y estoy loco por ti. —me había dicho, con ojos angustiosos,
pero también llenos de amor, intentando calmarme—. No necesito tu cuerpo
para que me hagas feliz, ya lo haces, con solo existir. Ven aquí, belleza, no te
lastimaré, en realidad, nadie volverá a hacerte daño mientras yo exista.

Y me recuerdo yendo a sus brazos y llorar desconsoladamente entre ellos


mientras Martin me susurraba palabras llenas de amor. Aquel día odié con
todas mis fuerzas que un momento que parecía que iba a ser tan perfecto se
hubiera arruinado por mis fantasmas del pasado. Desde entonces él no ha
vuelto a intentar... llegar a más. Teme asustarme otra vez y yo no sé como
decirle que estoy lista.

—¿Qué nombre le pondrás? —me pregunta, besándome la coronilla y con sus


ojos menos oscuros.

Me mordí el labio hinchado y me volví para ver a mi caballo. Pensé en un


nombre rápido, quizás no muy original pero a mí me gustó.

—Precioso, se llamará, Precioso.

—¿Precioso? —inquirió, con voz ronca.

—Sí, ¿no te gusta?

Martín me abrazó por la espalda y besó mi nuca antes de apoyar


cuidadosamente el mentón contra mi cabeza.

—Es tu caballo, puedes ponerle el nombre que desees. Si a ti te gusta


entonces se llamará, precioso.

Me volví para abrazarlo.

—Gracias otra vez por tan bonito regalo, por haberme enseñado amar a estos
animales.

—Los caballos son una criatura preciosa por dentro y por fuera. Son tan fieles,
leales y muy cariñosos, si le das amor es justo lo que vas a recibir —me dice,
acariciándome la espalda con movimientos rítmicos—. Los compro y los vendo
todo el tiempo, y se podría decir que es solo un negocio para mí, y de algún
modo lo son, pero al vender cada uno de mis caballos me aseguro de que la
persona que los compre los tratara con el mismo amor y cuidado que yo. No le
perdonaría a nadie que maltratara a alguno de ellos.

Me alejé de su abrazo para verlo a los ojos. Todo eso que dice es verdad, es
un comprador de caballos, pero mucho más vendedor, sin embargo, no todo
mundo puede obtener uno de sus sementales de pura raza española que con
tanto amor el cuida y se levanta cada día, como un trabajador más y no como
el jefe, para alimentarlos y cepillarlos. Además de ello, es un gran patrón y sus
empleados le tienen un gran respeto y cariño.

—Eres un hombre con un corazón maravilloso, Marín. No todos los que venden
caballos piensan como tú, a algunos solo les importa sacar beneficios de ellos.
Tú no eres así, antes que todo te importa más su bienestar.

Le regaló un beso a mi frente, y estaba a punto de decir algo cuando de pronto


sentimos unas gotitas de agua caer sobre nosotros.

—Llovera, debemos volver al rancho antes de que nos empapemos. Ven,


belleza.

Me tomó de la mano y comenzamos a caminar a pasos apresurados hacía la


finca para no mojarnos.

🌺🌺🌺

—Estoy lista, Martin —le había dicho al hombre con el que se suponía estaba
viendo una película pero solo habíamos terminando besándonos intensa y
apasionadamente sobre el sofá, ignorando completamente la tele.

—¿Lista para qué, Marfil? —me preguntó entre jadeos, con mis cabellos entre
sus dedos.

—Lista para... ser tuya. Te deseo, Martin. Te deseo.

Tragó grueso ante mis palabras, separandose de mí para acariciarse el cabello


y me miró de reojo.

—Yo también te deseo, Marfil. Quise hacerte mía desde la noche que te conocí
y he fantaseado una y otra vez con poder hundirme dentro de ti; mentalmente
ya he hecho mía un millón de veces, pero la última vez que lo intentamos tú...

Lo interrumpo.
—Eso fue hace más de un mes atrás, Martin —murmuro, tragando el nudo de
ansiedad en mi garganta y segura de que lo que le estoy pidiendo, es justo lo
que quiero, ser tuya—. Te deseo, te juro que te deseo y quiero que me lleves a
tu cama y que me hagas el amor.

—Marfil..., Dios, es una jodida tortura porque te deseo tanto que no puedo
respirar —tomó entre sus manos mi cara—. Pero lo que no quiero es que si te
llevo arriba e intente hacerte mía otra vez como aquella noche en mi hotel te
traiga malos recuerdos y te haga daño. No soportaría verte llorar otra vez
asustada, no lo soportaría. Yo te amo, sabes que lo hago con todas mis fuerzas
por lo que me importa más tu bienestar que mi apetito sexual y mis ganas de ti.
Eres prioridad, ¿entiendes? Puedo esperar si sé que te puedo hacer daño...

Sé que casi no puede esperar, lo noto en su mirada y como se pone tan duro
que podría servir para romper diamantes cada vez que nos besamos, y se
contiene porque me ama tanto que le aterra dañarme, lo cual lo hace más
fascinante ante mí. Sin embargo yo sé que estoy lista, lo estoy y sino y me
estoy engañando me obligaré a estarlo. Está noche he decidido que no quiero
que mis fantasmas del pasado sigan dominando mi vida, amo a este hombre, lo
amo con todas las fuerzas de mi ser y quiero fundirme en él. No quiero pensar
en nada más que no sea en las ganas que tengo de él.

—Ya te he dicho que estoy lista, Martin. Por favor —me senté a horcajadas
sobre él y me quité por encima de la cabeza la camiseta. Contuvo el aliento
cuando mis pechos quedaron frente a sus ojos, erguidos, duros como
diamantes, pues no tenía sujetador antes.

—Marfil, no me hagas esto... —murmuró con voz atormentada.

—No tengo miedo, está vez mandaré todos mis malditos fantasmas del pasado
al hoyo del infierno y quiero disfrutar del hombre que amo con cada parte de
mí, mi alma ya la tienes, es tuya; la tomaste en tus manos desde aquella
primera noche en que nos conocimos en aquel bar y la metiste en el interior de
ti, ahora quiero que tomes mi cuerpo —osada, y decidida tomo sus manos y las
pongo sobre cada uno de mis pechos, el simple toque envío un golpe directo a
mi entrepierna y me froté contra él, sintiéndose un calor insoportable en mi
interior—. Por favor, no me hagas rogarte más.

Sus ojos son dos posos tan oscuros que me ponen a temblar.

—Mierda, Marfil—gruñó, bajando sus manos desde mis pechos por mis
costillas hasta mi cadera. Estoy temblando, pero de puro placer—. Está bien, te
llevaré arriba y te haré el amor, espero solo que...

—No te detendré mi amor, no lo haré. Está vez llegaré hasta el final.

Apretó mi pezón endurecido mientras le robaba un beso a mis labios, no pude


evitar gemir. Se alejó, me hizo poner nuevamente la camiseta y en sus brazos
me sacó del estudio para llevarme a su habitación escaleras arriba.
Martín cubre mi cuerpo con el suyo. Su cuerpo alto, musculoso y perfecto
parece encajar a la perfección con mis suaves curvas. Intento no pensar en
nada que me obligue a dejar de sentir esa sensación de plenitud, la perfección
de su cercanía tan hermosa para mí, de tanto anhelo de sentir como vuelo
entre sus brazos. Disfruto de sus besos, caricias y susuros románticos,
comenzando amar ese calor que recorre mi piel muerta desde hace años.

Busco la liberación de mis miedos en el calor de sus brazos, en su luz y


calidez...

Vibro con la sensación de libertad y sentirme realmente querida por alguien que
se no me hará daño. Me obligo a ser esa chica feliz de catorce años que
alguna vez soñó con convertirse en una gran bailarina, sin embargo, alguien
destruyó su sueño. Divido mi vida en el antes de mi violación y este momento y
olvido todo lo demás, lo que me haga daño.

No me limito y correspondí a su apasionado beso mientras siento sus manos


por todas partes en mi cuerpo aún vestido, pero el calor de la palma de su
mano traspasa mi ropa y me hace vibrar. Martín presiona una de sus piernas
entre las mías y puedo sentir su impresionante erección contra mi cadera.
Coloco mis manos bajo su camisa para acariciar su piel desnuda, de arriba y
abajo, sobre sus costillas. Su piel es suave y firme sobre músculos esculpidos.
Descubrí que me gusta tocarlo y tenerlo sobre mi cuerpo.

—¿Sigues estando segura de esto? —sus labios dejan los míos y me mira.

No tendré miedo, esta es mi elección.

Él es mi elección.

—Estoy muy segura Martín, quiero... ser tuya hoy, por favor —sus ojos se
clavaron en mí, y me da una sonrisa capaz de paralizar mi corazón.

—Entonces te haré mía Marfil Collins.

Sus labios encuentran los míos nuevamente, ahora gentiles. Demorándose y


acariciando mi boca, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Suelto un
suspiro mientras corro mis manos a su cabello, tiro de la tira de cueros que los
sostiene en el cuello y hundo mis dedos en sus ásperas motas gruesas, tirando
de él más cerca de mí, gruñe en mi boca y hunde más su dulce lengua en mí,
lamiéndome el interior de la boca con delicadeza, y haciendo el amor
gentilmente con la mía.

Agarro más fuerte su pelo, apretándome más contra su cuerpo.

Nunca me parecieron sexis los hombres con cabello largo, pero Martín sí. Me
gusta su pelo largo y oscuros, tal cual sus ojos. Dándole un toque intimidante
pero yo sé que es adorable.
Me hace sentar sobre la cama, sin dejar mis labios y tira del dobladillo de mi
camiseta, sacándola por mi cabeza. Su boca corre hacia mi mandíbula, barbilla
y la comisura de mis labios. Me acuesta nuevamente sobre el colchón y
desabrocha la cremallera de mis vaqueros... Segundos más tarde no tengo una
pieza de ropa encima, todo ha desaparecido de mi cuerpo incluyendo las
bragas.

Él me mira y me siento muy expuesta ante esa mirada oscura, que me quema
toda la piel y comienzo a sentir frío y calor al mismo tiempo, pero trato de no
intimidarme, y solo lo observo sobre mí, con sus codos hundidos a cada lado
de mi cabeza, viendo tantos deseos en esos ojos por mí que mi corazón se
disparó de golpe y latió fuerte. Separa el cabello de mi rostro, sus ojos negros
brillan con necesidad y tiene la boca abierta por el deseo.

—Marfil... —dice, relamiéndose los labios ya hinchados por tantos besos—. No


puedo dejar de decirte lo preciosa y perfecta que eres. Me quedaría toda la
vida observándote.

—Estoy segura de que has estado con mujeres mucho más bellas que yo —las
palabras se dispararon de mis labios sin que yo pudiera detenerla.
¿Inseguridad? ¿Celos?

Los labios de Martin se estiraron en una sonrisa, viéndome de arriba abajo y el


fuego de su mirada hizo me humedezca un poco más entre las piernas.

—Quizás, no lo sé. No las recuerdo mucho porque ahora todos mis sentidos
están en ti, Marfil, pero incluso si fuera cierto debería hacerte sentir bien que
fuiste la única capaz de robar mi corazón, y me tienes aquí, dispuesto a darte el
mundo entero —sus palabras hacen dar a mi corazón saltitos de alegría.

—¿Soy afortunada? —murmuro, sonriendo. Besó la punta de mi nariz.

—Lo eres, y yo también por tenerte.

—Ahora, ¿no te parece que hay una injusticia aquí?

Me mira, enarcando una ceja.

—¿De qué injusticia hablas, belleza?

Sonrío, tímida pero osada a la vez.

—Solo que mírame, estoy sin una pieza y tú... aún todo vestido.

—Oh —dice, con una sonrisa—, eso podremos resolverlo ya mismo.

Se quitó se encima mío, y se paró en mitad de la recámara, y se dispone a


despojarse de toda su ropa sin soltar mis ojos ni yo los suyos, camisa,
pantalón...

Me ruborizó a tal punto que mis mejillas parecen destilar fuego y me quema al
verlo semi desnudo. Martín tiene un cuerpo escultural. Lleno de ángulos
perfectos. No tiene un gramo de grasa, es duro, musculoso y fibroso. Está
moreno y su pecho está cubierto por un fino pelo negro que va a ocultarse en
sus calzoncillos negros hasta que se lo quitó y se quedó como Adán en el Edén
antes de comer la fruta prohibida. Oh, mi Dios. Yo lo miré desvergonzadamente
durante no sé cuánto tiempo mientras él se muestra con su erección erguida,
cómodo con su cuerpo y como un hombre que le gusta ser admirado, por tal
razón me da el placer de deleitarme todo cuanto yo quiera, su largo cabello
masculino cayéndole por los hombres le da un toque más sensual y sexy.
Apenas podía respirar, es perfecto. Ojalá yo hubiera sabido pintar, pensé.

—Eres... hermoso —murmuro sin poder evitarlo.

—Muchísimas gracias, mi belleza —dice gateando sobre la cama, cirniéndose


sobre mi cuerpo.

Baja su cabeza a mi cuello y me acaricia con la nariz, sé que me está oliendo al


sentir como aspira profundamente, corro mis manos a su espalda y acaricio su
suave piel.

—Vamos a ver a qué saben estás bellezas.

No entiendo lo que dice hasta que su lengua húmeda roza uno de mis pechos,
lamiendo alrededor del pezón y suelto un grito cuando sus dientes tiraron de él.
Gimo y me frotó suavemente contra su ingle mientras siento la humedad y el
calor de su boca en uno de mis pechos ya endurecidos, y su otra mano
frotándome el otro pecho. Jadeé de placer al sentir una corriente que
comunicaba ese punto directamente con mi clítoris y haciendo que me
retorciera bajo su cuerpo grande.

—Eres. Tan. Deliciosa —gruñó con voz ronca.

Oh, eso se siente tan bien.

Sí, no me había equivocado, estaba lista porque en ese momento todo lo que
quería era que llegara hasta el final, quería a ese hermoso hombre dentro de
mí.

Martin abandona mis pechos, que duelen, y levanta una de mis piernas para
que le rodeé con ella sus caderas.

—Voy a entrar en ti ahora, Marfil —me dice, mirando mis ojos con su cabello
largo cayendo por sus hombros, se ve tan sexy.

Pose una mano contra su pecho, conteniendo la respiración.


—Prométeme que serás delicado, que no me harás daño, sabes que yo...

—Lo sé, prometo ser cuidadoso, confía en mí —posa su frente contra la mía—.
Te amo, Marfil.

—Te amo, Martín.

Cierro los ojos cuando lo veo empuñar su miembro con una de sus manos,
buscando el camino a invadirme.

«No pienses en el pasado Marfil, no pienses en nada que no sea, Martin,


Martín amándote, Martin mirándote con amor, Martin es bueno. Martín te ama,
nunca te haría daño, solo quiere hacerte feliz, Martin es el amor de tu vida», me
pido a mí misma para mantener mi mente en el momento y no irme al pasado,
ahí no hay nada que buscar. Por favor que no vuelva, necesito que pase para
poder dejar definitivamente todo atrás.

—Abre los ojos, Marfil —me pide Martín, sin sentirlo aún, le obedezco y los
abro —. Quiero que me mires, no dejes de hacerlo, preciosa. Por favor, solo
mírame.

No quito mis ojos de los suyos tal como me pide... No suelta mi mirada y luego
lentamente, muy lentamente entra en mí, empuja más y más hasta que lo tengo
dentro de mí en su totalidad, invadiéndome. La invasión me hizo sufrir un dolor
tan intenso por recibir algo que solo estuvo dentro de mí una ven en mi vida y a
la fuerza; un pene, que todo mi cuerpo sufrió un calambre y solté un pequeño
gritito aferrándome a las largas motas de su cabello.

—Tranquila —Martin acaricia mis cabellos y besa en mi mejilla—. Relajate, lo


disfrutarás.

Asentí confiada.

Comenzó a moverse, lentamente en un principio para que mi cuerpo se vaya


adaptando a la invasión. La inicial molestia solo duró unos pequeños segundos
y todo se transformó en réplicas y réplicas de placer a medida que él se movía
en mi interior. Se sentía increíble teniéndolo enterrado hasta el fondo en mi
cuerpo, mis músculos estirándose para acomodar su tamaño, el corazón
desbocado porque por fin me sentía… libre.

Sin darme cuenta empecé a gemir casi en sollozos. Se siente demasiado bien.
Arqueé mi espalda y jadeo, siento todo mi cuerpo temblar hasta los dedos de
los pies

—¡Oh!... —jadeo, clavando mis dientes en su hombro—. Martín.

—Sí, cariño —gimió mientras volvía a penetrarme una y otra vez, como si
necesitara mi cuerpo igual que un animal sediento necesitaba agua. Así
estaba, excitado, ansioso y desesperado. Y me atrapó en su fuego, mi cuerpo
como yesca para su llama. Una vez desatada, no podía parar—. Sí, siénteme.
Su voz es muy ronca y la mía tembien cuando murmuro entre jadeos:

—Te siento, te siento.

Mi cabeza cae hacia atrás, gimiendo. Me siento al borde de un abismo de


sensaciones deliciosas que me recorren toda la piel, y es una sensación tan
inigualable que me hace arder tanto la sangre que me incendia. No me detengo
y como si fuera una experta, voy en su encuentro moviendo mis caderas a su
compás, buscando algo que ni sé pero que espero. Mi corazón acelerado, la
respiración entrecortada y superficial mientras nuestros cuerpos sudorosos
alcanzaban juntos el mismo objetivo.

—¿Quieres más, preciosa? —su voz suena entrecortada sacudiendo más sus
caderas contra mí.

—Sí, quiero más, Martín, por favor. ¡Más! —agarro sus cabellos entre mis
dedos y tiro de ellos, siento su respiración irregular y el sudor de su frente caer
sobre mí por el esfuerzo.

Quería más, más y más, parecía insaciable. Era tan asombroso todo lo que
estaba sintiendo que estaba sollozando de puro placer; uno que era casi
insoportable. Tantos años viví sin esto, con miedo y es tan... increíble. Aunque
estaba convencida de que lo era porque se trataba de él, estaba más
convencida todavía de que la razón por la que nunca pude llegar a nada más
que unos tristes besos con otros hombres a través de los años era porque mi
cuerpo lo buscaba a él hasta que lo hallé y me curó completamente. Era mi
destino. Martín continúo moviéndose más y más agresivo en mi interior, me
besa por todas partes, me toca y me susurra las palabras románticas más
bonitas que he escuchado jamás.

Son poesía para mis oídos y todo se vuelve más intenso, grito más fuerte y no
me importa si mis gritos se escuchan en todo el rancho o en el pueblo más
cercano...Yo me estaba teniendo mi primer momento sexual en mi vida y era
asombroso, tenía derecho a disfrutarlo como yo quería.

—Marfil —gime, amo ese sonido de su boca mientras entierra su cara en mi


cuello, chupándome—. Mierda, cariño, eres una delicia.

Pasa las manos por mi estómago hasta llegar a mis pezones y los provoca con
los pulgares.

—Martin yo... —clavo mis uñas en su trasero, lo escucho sisear y yo estoy a


punto de... Oh, eso, esa presión en el bajo vientre, la visión nublada—, yo...

—Vamos, cariño, sé que lo sientes. Déjate ir para mí —su mano masajea


donde nuestros cuerpos se unen, trazó círculos sobre mi humedad con sus
ágiles dedos, y ese es mi fin.
—Aah —grito, apretando sus cabellos con tanta fuerza que creo haberle
arrancado algunos mechones pero él solo gruñe, llevándome más y más a la
gloria del primer orgasmo de mi vida sin dejar de entrar y salir de mi interior.

Y convulsiono, mi cuerpo explota en una sensaciones tan placenteras y


dolorosas a la vez que por unos segundos creo que voy a morir.

Martín grita mi nombre cuando está a punto de liberarse después de mí y ya


habiéndo descendido de las alturas, lo observé. Su rostro era feroz, su
expresión torturada cuando por fin encontró su desahogo final; su prolongado
gemido de placer cuando echó la cabeza hacia atrás fue una de las cosas más
salvajes que había presenciado. Los músculos fibrosos de su cuello estaban
flexionados y su torso estaba resbaladizo y cubierto de sudor. Para mí verlo en
ese momento tan íntimo fue la imagen más bella que jamás vi y si fuera artista
hubiera querido plasmar esa imagen sobre lienzo..

Minutos más tarde ya con la respiración normalizada estoy sentada sobre el


regazo de Martín, los dos completamente desnudos mientras él me abraza tan
fuerte que siento que me va a partir, pero me gusta y no me quejo. No me hace
daño, solo siento que me protege y es alucinante.

—¿Estas bien? —me pregunta, arrastrando su nariz hacia mi mejilla derecha y


la acaricia con ella.

Sonrío feliz..

—Estoy de maravilla, Martin. Fue tan hermoso que aún no lo puedo creer.

Me besó en los labios.

—Me alegra escuchar eso, cariño —esconde su cara en mi cuello, me besa e


inhala mi olor—. ¿Estás lista para un segundo round? Porque ahora que te tuve
no puedo parar de hacerte mía. Nunca me sentí tan hombre como ese
momento dentro de ti.

Le tomé la cara entre mis manos.

—Y yo nunca tan mujer, y sí, estoy lista para un segundo, un tercero y hasta un
cuarto, round, mi amor.

Martín sonrío y luego me besó con una pasión tan arrebatadora que me
atravesó el corazón y supe que él era la mejor elección que había hecho en mi
vida. Después, me hizo suya hasta que nuestros cuerpos suplicaron parar por
el cansancio.
CAPÍTULO 26

Miranda

—Te gusta mucho cocinar, ¿verdad, amor?

Pregunto a mi novio, estamos en su cocina y él como en muchas ocasiones se


va encargar de cocinar para los dos. En tanto yo le miro fascinada mientras
coloca todos los ingredientes que necesita sobre la encimera, fuera trajes de
etiqueta los cuales han sido reemplazados por una camiseta blanca y unos
vaqueros desgastados y para completarlo un delantal que a mí me lo hace
parecer muy sexy. Se ve muy distinto del empresario que veo siempre, pero
debo decir que su faceta de doméstico me encanta y me pone al cien.

Su cocina es muy grande y hermosa, hornos dobles, estufa doble, isla grande
de granito y un enorme refrigerador de acero inoxidable.

—Sí, amo cocinar, pequeña — Lo veo sonreír mientras nos sirve dos copas de
vino blanco—. Me gusta, cuando tengo el tiempo, preparar yo mismo mis
propios alimentos. ¿Sabes? Quería ser, chef.

Eso me sorprendió, mientras tomo la copa que me da, bebo un sorbo y él hace
lo mismo para tiempo después meter la botella de vino al refrigerador que está
detrás de mí y debo hacerme a un lado para dejarle hacer.

—¿Querías ser chef? —pregunto, él sonríe.

—Sí, me gusta la gastronomía; incluso todo lo que sé de comida lo aprendí


gracias algunos cursos que hice de joven —se encoge de hombros antes de
tomar otro trago—. Sin embargo, terminé siendo empresario, pero aun así,
disfruto de cocinar de vez en cuando.

Dejo la copa sobre la isla de la cocina en medio de esta y me acerco para


enganchar mis brazos a su cuello.
—Y habrías sido uno muy bueno —beso la punta de su nariz—. Te imagino
como un chef muy sexy.

Él sonríe ampliamente luego se acerca y deja un beso chico en mis labios.

—Te amo, ahora déjame preparar la cena que muero de hambre. —Se separa
de mí.

—¿Puedo ayudar? —me ofrecí, aunque la verdad no tengo una jodida idea de
lo que es cocinar. Siendo sincera soy de las que hasta el agua se me quema. A
pesar de haber vivido años sola no me preocupe por aprender hacer esas
cosas básicas como preparar mis propios alimentos, prefería comer en
restaurantes que meterme a la cocina, pero si él me guía quizás pueda hacer
algo.

—No es necesario, princesa. Yo me encargo —me mira, agarrando un


cuchillo—. Además, ¿no me dijiste que no sabes cocinar?

Torcí el gesto.

—No hablo de cocinar, a menos que quieras morir envenenado por tu novia,
pero quizás haya algo que pueda hacer.

Se acerca y deja un beso en mi mejilla.

—Ok, vamos a ponerte hacer algo entonces.

En segundos me pone delante una tabla para cortar, me pasa un cuchillo que
agarro sin tener una jodida idea de qué hacer con él, pero hago como que
tengo toda la idea del mundo y sonrío cuando pone delante de mí una
zanahoria.

—Supongo que lo que debo hacer es cortarla, ¿no? —pregunto lo obvio, él


sonríe.

—Bueno, antes habrías tenido que pelarla, pero ya está hecho, ahora solo
tienes que cortar en pequeñas rodajas, ¿puedes hacerlo o necesitas que te
muestre cómo?

La chica segura y orgullosa dentro de mí dice que si porque cortar una


zanahoria no puede ser una cosa del otro mundo, ¿o sí?

—No, está bien... Puedo hacerlo.

Me sonríe y se pone a sacar más cosas que necesita de su enorme despensa y


refrigerador y me quedo derretida observándolo. Es tan... Sexy en esa actitud
de competente cocinero que me derrite. Se gira y me ve observándolo sin
comenzar a picar la zanahoria y me da media sonrisa.

—¿Qué estás pensando?

Sonrío.
—Que mi novio es muy sexy en esa pose de competente cocinero.

—Muchísimas gracias novia mía —él se inclina magníficamente y me hace reír.

Me puse con el proceso de picar la zanahoria, en rodajas como me dijo que lo


hiciera. El problema, no calculé bien o soy demasiado burra y en lugar de la
zanahoria corté mi dedo.

—¡Ay!, ¡ay! —solté el cuchillo que resonó en el suelo al caer y moví la mano
con un dejo de dolor en mi dedo meñique, ya salía sangre de él—. Mi dedo
Nicolás... mi dedito.

—Joder, amor —Nicolás suelta lo que está haciendo y viene a socorrerme,


tomando mi mano entre las suyas, la sangre sigue saliendo pero no es que me
duela mucho.

—Soy desastre —me quejo. Me da un beso en la frente.

—Un desastre muy hermoso cabe destacar —mira mi pobre dedito


ensangrentado y lo estudia. Se supone que iba a cortar la zanahoria y termino
cortándome el dedo. Soy una inútil—. Por suerte no es una gran cortada, es
muy superficial, pequeña.

Nicolás se mete mi dedo en la boca, succiona chupando la sangre y mis labios


se abren en un gemido, porque aun, con el dedo lastimado una corriente
eléctrica llamada deseo se apoderó de mí cuerpo y mis rodillas se debilitan. Él
se da cuanta y me sonríe, me sonrojo subiéndome calor por las mejillas.

—Ya está, no fue nada. —Me dice dejando de chupar mi dedo como vampiro,
lo miro y sí, es apenas una leve cortada que no necesita de puntos ni nada.

—Soy una inútil —me quejo—. Ni siquiera puedo cortar una zanahoria, ¿qué
tan difícil puede ser cortar esa cosa?

Hago un puchero.

—Lo es si no tienes práctica y el ejemplo más grande es que te has cortado —


me da un beso en los labios—. Y que sepas que no eres una inútil mi amor,
sólo no sabes hacerlo, pero ya aprenderás.

Lo miro a los ojos.

—¿Tú puedes enseñarme? —le pregunto, él sonríe.

—¿Quieres aprender? —claro que quería, nunca me interesó pero ahora si


quiero.

—Sí, quiero aprender a cocinar y con quien mejor que con una antiguo
aspirante a chef; que además, cocina delicioso.

—Te enseñaré, pero no hoy —sus manos se enganchan a mis axilas, me


levanta y me hace poner el trasero sobre la isla de granitos—. Ahora voy a
terminar con la cena para mí, y, mi princesa, ¿vale? No te preocupes, puedo
solo.

Le robo un beso, enganchándome a su cuello... Unos segundos después nos


separáranos sin aliento y él se pone con la cena.

Lo observo en la cocina mientras se mueve cortando verduras con una agilidad


impresionante. Muerdo mi labio cuando me da la espalda y mueve algo en el
fuego, dándome una ligera vista de su trasero y los pronunciados músculos de
su espalda.

Pensé en el día anterior, en la mañana, lo celoso que se puso cuando me vio


hacer esas fotos en ropa interior muy sexy con aquellos modelos. Estuvo
mirándolos mal todo el tiempo y casi me los arrancó de encima al ver como
tenían que toquetearme por el bien se la sensual sesión, pero aun con su rabia,
su coraje y sus celos se contuvo y dejó que hiciera mi trabajo que con el
esfuerzo que le pusimos quedó impecable, después, antes de que tuviera un
segundo trabajo en el día, que era un desfile de modas, me llevó a un lindo
parque donde tuvimos un gran picnic y con besos lo convencí de que por
mucho que me tocara trabajar con hombres en mi trabajo como modelo, jamás
tendría ojos para ningún otro que no fuera para él. Sabe que mi corazón lo
eligió a él, por encima de la edad y de todo, y que nada cambiara esos
sentimientos. Son suyos y lo serán por la eternidad. Ayer él, por primera vez,
se ofreció a colaborar con mi casa hogar.

Yo por supuesto cada contribución que me ofrezcan es bien recibida porque


mis chiquitos lo necesitan, pero le dije que sí lo hacía solo por mí no lo
aceptaría, pero si era por mis niños estaba más que dispuesta a aceptarlo. Me
dijo que era lo segundo porque él está acostumbrado a contribuir con las
causas nobles todo el tiempo, y el día de hoy, el hogar Milagros, el que ya
cuenta con un total de cincuenta niños y que de seguir creciendo tendré que
ampliarlo o abrir otro más, recibió la visita de un camión lleno de juguetes,
ropita, zapatos, y alimentos.

Lo amo.

—Me siento violado —murmuró Nicolás, mirando por encima de su hombro.

—¿Por qué lo dices? —preguntó moviendo mis piernas. Él se gira hacia mí


mordiendo su labio, con una sonrisa.

—Por cómo me estás mirando, quieres arrancarme la ropa y violarme, amor.

Y sí que quiero, no lo puedo evitar. Sin tocarme siquiera, tan solo con los
recuerdos de lo que son sus manos sobre mi cuerpo, sus besos y lo increíble
que se siente dentro de mí, hace que mis pechos se sientan doloridos e
hinchados y un deseo palpitante entre las piernas, incluso siento mi ropa
interior empapada y apretada. Siempre lo deseo, siempre.
—Tú tienes la culpa por verte sexy de cualquier forma y hacer que te desee en
cualquier circunstancia, claro que quiero violarte. —muevo mis pestañas
provocándole.

Sonríe y relamió sus labios, para luego decir:

—Lástima que me muera de hambre, de comida que se come —dice y sigue


con su proceso de preparar la cena.

Y así fue como se me pasó la calentura.

Una hora más tarde estamos en el comedor de su sala de estar. El espacio del
comedor en la terraza es espectacular. Una mesa para ocho personas, las
sillas en tonos beige y rojo, y hay una enorme rejilla de acero inoxidable, con
mostradores de cocina al aire libre, refrigerador y lavavajillas. La cena consistía
en solomillo de ternera asada con ensalada César y una guarnición de patatas
y verduras asadas.

Gimo cuando el rico sabor explotó en mi boca al comer un poco. Estaba


delicioso, como cada comida que he comido de las manos de Nicolás, el en
serio tiene talento para la cocina y de haber sido chef habría sido uno muy
bueno. Definitivamente él es el indicado para enseñarme a cocinar.

—Esto está muy rico, amor —le halago, él inclina la cabeza para un lado y
sostiene mi mano en la suya, llevándola a su boca y la besa.

—Gracias —dice, concentrándose en su cena y habla varios segundos más


tarde—, por cierto, la semana próxima podrás conocer a mi hija, Abby, al
menos, personalmente.

Lo miro con los ojos abiertos.

— ¿Sí?

Sonríe, limpiándose la boca con una servilleta.

—Sí, va a pasar acción de gracias y Navidad conmigo, aunque año nuevo lo


pasará con su madre. Ya no veo la hora de tenerla aquí conmigo, cuando está
aquí está casa se llena de alegría, de luz y yo me siento el padre más feliz y
orgulloso del mundo —me dice, sin desaparecer una sonrisa de felicidad.

Se nota lo mucho que quiere a su hija, y me pongo feliz por ver esa alegría en
su mirada. Sé que perdió un hijo, un angelito que apenas si vivió cuatro pocos
meses antes de que Dios decidiera llevárselo, fueron pocos los besos y los
abrazos que le dio a su hijo, las pocas miradas, pero sé que si alguien lo ayudo
a súper ese gran dolor de perdida fue el tener a Abigail. La conoceré al final, al
menos personalmente porque he visto fotos y es preciosa.

—Me alegra que vayas a tener a tu hija tan cerca, amor. Se nota, sin que me lo
digas con palabras, lo feliz que te hace saber que la tendrás cerca. Por mi
parte, solo espero caerle bien.
Nicolás alargó la mano por encima y apretó la mía.

—Le caerás bien, estoy completamente seguro de ello.

Esperaba que así fuera.

Se extendió un vasto silencio entre los dos mientras cenamos, nada incómodo
la verdad, pero mi vena curiosa se activó y se me ocurrió volver a intentar
indagar sobre la vida de Nicolás antes de que fuera adoptado por el matrimonio
Maderos, quien era él antes de ellos y quienes fueron sus padre biológicos.
Grave error, el hombre frente a mi enfureció.

—¡Déjalo ya Miranda, no me gusta para nada dónde quieres llegar! —vociferó,


con furia—. Que sepas que el hecho de ser mi novia no te da derecho a querer
inmiscuirte e investigar sobre mi vida! ¡No te lo permito de ninguna manera!
¿Te quedó claro eso, joder?

Yo ya no escuchaba, sentía un sabor amargo en la boca y un frio que me


recorrió por dentro.

Quise llorar pero contuve las lágrimas, y a continuación lancé con brusquedad
la servilleta sobre la mesa poniéndome de pie, herida ante la brusquedad de
sus palabras.

—Tal vez será mejor que yo me vaya, y no te preocupes, no seguiré


entrometiéndome en tu tan apreciada vida —dije con coraje, mientras él
continuaba sentado aún sobre la silla, sin mirarme a los ojos con la vista baja y
sus hombros subiendo y bajando a causa de su irregular respiración—. ¡Eres
un patán, grosero e engreído! ¡Quédate con tus malditos secretos de mierda,
Nicolás!

Dicho eso o mejor gritado con rabia, me dirigí hacia la puerta para irme porque
en este momento no quiero verlo, es un imbécil. No tenía derecho a hablarme
de ese modo ¿Quién se cree para tratarme así solo por preocuparme por él,
por querer saber todo sobre el hombre que amo?

Estoy furiosa con él.

Al abrir la puerta unas manos fuertes me sostuvieron, impidiendo mi marcha...

—¡Suéltame! —Grito tratando de liberarme, sacudiéndome en sus brazos pero


para mí mala suerte él era mucho más fuerte que yo—. ¡Nicolás, no me toques!
¡Eres un idiota! ¡¿Cómo te atreves hablarme de esa manera?! ¡¿Quién mierda
te crees que eres?!

—Perdóname, Miranda —me pidió, con voz torturada—. He sido un imbécil, no


debí haberte hablado así, lo lamento, lo lamento, mi pequeño ángel. Sabes que
te amo, que te amo con toda mi alma, jamás querría... yo solo perdóname.

Al escucharlo dejé de forcejear porque se mostró vulnerable, era casi imposible


imaginarse un hombre tan fuerte parecer vulnerable, pero así era.
—Ven conmigo, por favor... —no me negué y me tomó de la mano y me guió
hacia el sofá, yo me senté a su lado un poco menos incómoda, pero alejada. El
suspiró, mirándome con ojos de arrepentimiento—. Miranda, la historia... mi
historia, es una que hace mucho tiempo encerré en una caja con muchos
candados y la tiré al mar. Detrás de mis padres hay una historia de la que no
me gusta hablar con nadie; nunca hablo de ello porque guarda mucho dolor
para mí. Y, te juro por lo más sagrado que recordarla o hablar de ella duele
demasiado, esa fue la razón por la cual reaccioné así contigo, no fue mi
intención herirte, sabes que te adoro, ¿lo sabes verdad?

Tomó mi cara entre sus grandes manos, mirándome con esos ojos grises que
me desarman, cargados de inquietud, de dolor y a través de los cuales pude
ver su corazón, herido, roto y lastimado. «Oh, Dios, mío. ¿Que escondes mi
amor? ¿Qué te duele tanto?»

Asentí.

—Sé que me adoras, y yo también te adoro Nicolás, muchísimo —murmuro,


tocándole la cara también y él, inspirando profundamente, recargó su frente
sobre la mía. Su corazón está tan acelerado que puedo escuchar sus latidos—.
Lo siento si soy entrometida y que sea tan insistente y no saber cómo parar
cuando quiero saber algo. Yo... solo quería concerte, conocer más al hombre
que amo, sus secretos, sus miedos, todo de ti porque tú sabes absolutamente
todo de mí; lo que te cuento y lo que vez porque soy prácticamente un libro con
las páginas abiertas para ti, pero te prometo que nunca más volveré a intentar
forzarte a que me digas lo no quieras decirme. Si no quieres contarme esa
triste historia, está bien, lo entenderé. Aquí lo único importante es que me ames
y que te amo más allá de mí misma, nada más importa, mi amor. Nada más.

Se alejó, me miro a los ojos y después se acercó a mí y tomó mis labios en un


beso devastador. Varios minutos más tarde me tenía jadeando debajo de él
sobre su cama, envuelta en placer, gritando su nombre, amándonos de forma
arrebatada, fiera, pasional... buscando la conexión más profunda a medida que
nuestros jadeos de placer se mezclaban, que nuestros olores se fusionaban,
convirtiéndonos en ese uno que somos cuando nos entregamos en ese algo
más profundo y sexual, algo que éramos nosotros, hasta que encontrábamos lo
que tanto estábamos buscando y nos inundó, en un estallido de felicidad.

Nicolás gimió retirándose de mi interior, pero buscó mi boca, recreándose en


mis labios varios minutos antes de apartarse, me besó la frente esta vez y me
estrechó entre sus brazos susurrándome palabras de amor que yo le devolví.

Por unos largos minutos no dijimos nada, cada uno, mientras recuperamos el
aliento, con nuestros cuerpos casi saciados, languidos y sudorosos, nos
perdimos en nuestros propios pensamientos.

Mucho tiempo después él rompió el silencio que solo era llenado por los latidos
de nuestros corazones.
—Desde muy pequeño veía como mi padre se emborrachaba y se drogaba
hasta perder el conocimiento, en un principio solo eran gritos y tirar cosas,
destrozándolas —comenzó a hablar, haciéndome sentir cuan fuerte estaba
latiéndole el corazón en el pecho y me di cuenta lo mucho que le costaba
hablar de eso, de su familia. Lo escuché atenta porque finalmente se estaba
abriendo ante mí, por fin—. Pero a medida que pasaba el tiempo la cosa
comenzó a empeorar y, pasó de solo gritos y romper cosas a golpear a mi
madre. Fui creciendo y el maltrato no cesaba, cada vez era peor y yo no podía
entender cómo mi propio padre podía maltratar tanto a su propia familia. Tenía
doce años cuando cansado y asustado de tanto maltrato pregunté a mi madre
que por qué no lo denunciaba o lo dejaba, odiaba ver su rostro lleno de
hematomas y escuchar sus gritos de auxilio cuando ese hijo de puta le
pegaba... Sin embargo ¿sabes qué me contestó mi madre?, que era la culpable
porque lo hacía enojar.

Gotas de lágrimas salen de mis ojos y el dolor en sus palabras me quiebra por
dentro, era como si fuera mío propio. ¿Cómo era posible que una mujer
aguante ser abusada por su esposo y como puede justificarlo delante de su hijo
pequeño?

Nicolás continúo, yo no fui capaz de mirarlo, no en ese momento porque sabía


que si lo hacía, de acuerdo a cómo salían sus palabras, vería el dolor en sus
ojos y me destrozaría en pedazos, ya lo estoy de hecho.

—Aquella noche todo terminó, mi hermana mayor había salido a la calle


después de haberse escapado para irse a una fiesta a la que se le negó ir. La
consecuencia fue que... cuando volvió a casa, el imbécil de nuestro padre
estaba borracho y drogado, entonces arremetió contra ella con toda la intención
de propinarle una paliza que según él, nunca olvidaría, la había llamado puta,
zorra mientras sacaba su cinturón para proceder al castigo. ¿Sabes qué
ocurrió? Por primera vez mi madre se le enfrentó amenazante dejando atrás su
cobardía y sus miedos para defender a mi hermana, por única y por primera
vez me sentí orgulloso de ella, pero por desgracia eso le costó la vida..., tenía
una pistola y le disparó, la mató delante de sus hijos.

Oh mío Dios...

Finalmente fui capaz de mirarlo a los ojos y se los encontré no solo llenos de
lágrimas sino de un dolor que te rompía el alma.

—Lo siento —susurro echándome a sus brazos para abrazarlo, me sentía


culpable por haberle hecho abrir esa herida. Me esperaba cualquier cosa pero
nunca algo como eso—. De verdad lo siento Nicolás, no debí haberte forzado a
esto por mis ganas de conocerte más. Esto ha de haber sido muy duro para ti,
mi amor.

—Esa es mi triste historia pequeña, de la que no te quería hablar y que como te


habrás dando cuenta, es una historia de terror —me alejo para verlo a los ojos,
húmedos a causa de sus lágrimas—. No hay día, por mucho que lo intente, que
no recuerde aquella noche.

Nadie olvidaría algo así. Este hombre ha sufrido lo imaginable y yo, que
prácticamente he tenido una vida de color de rosa en comparación con la suya,
no puedo hacer otra cosa que admirarlo por su fortaleza.

—Como sé que querrás conocer el final de la historia, mi padre fue sentenciado


a varios años de prisión por asesinato, obviamente, mi hermana con apenas
dieciséis años y yo con trece quedamos huérfanos. Laura —había dicho su
nombre—; fue adoptada por unos tíos paternos; en realidad, los dos pero yo
huí, porque no quería nada que ver con la familia de ese hombre. Estaba lleno
de odio, rabia y rencor... entonces preferí vivir en la calle, pero vivir así era
duro, pronto el poco dinero que tenía se terminó y no tenía nada para comer,
no quería ir con los que había rechazado, nadie me daba trabajo por ser menor
de edad y yo moría de hambre.

Sus ojos grises se encontraron con los míos.

—Llegué a robar para comer, amor y me habría convertido en un delincuente


de no ser por él, el hombre al que un día le robé la cartera y que corrió tras de
mí hasta atraparme. Luego me llevo a la cárcel dejándome allí por unos largos
días, fueron horribles y nunca sentí tanto miedo en mi vida.

«Al cabo de unos diez o doce días; no lo recuerdo con claridad, el mismo
hombre había regresado y me había levantado el castigo diciéndome que no
me había querido dejar allí, que solo lo había hecho para mostrarme una forma
de vida muy repugnante y que sería mi vida real si seguía haciendo tal cosa,
robar... Me había sentido tan avergonzado en ese momento que me arrodillé
para pedirle perdón, ¿y sabes que me dijo? Me dijo que no tenía que pedirle
perdón sino decidir que yo podía ser alguien mejor.

Había orgullo en su voz al hablar de ese hombre, supe quién era.

— ¿Y asumo que ese hombre era, Ernesto Maderos?

Asintió, sonriente.

—Sí, me llevo a su casa y me dijo que me enseñaría a ser un buen hombre, me


dio su apellido y me convirtió en un hijo más para él —murmuró, acariciándose
el cabello—. Él me enseñó todo lo que soy Miranda y gracias a Ernesto
Maderos soy un hombre de bien en lugar de un delincuente que quien sabe a
estas alturas si estaría vivo, robando por las calles o vendiendo drogas, no sé,
pero amo a ese hombre con todo mi ser y siento tanto orgullo de ser su hijo
aunque no lleve su sangre.

Acaricié sus cabellos y lo miré más enamorada que nunca.

—¿Y tu hermana, que pasó con ella?


Inspiró, profundamente.

—Ella benditamente logró salir adelante, aunque nunca ha dejado de culparse


por la muerte de nuestra madre porque de ella no haberse escapado aquella
noche no...— dejó la frase a medio terminar—. En fin, se casó con apenas
dieciocho años; con un buen hombre afortunadamente y que ha sabido hacerla
inmensamente feliz, triunfó convirtiéndose en una exitosa presentadora de
televisión, vive en Londres y tiene tres bellos hijos. Durante años estuvimos
alejados por lo que sucedió, pero cuando las heridas fueron al menos curadas
un poco, nos volvimos a reencontrar y nos vemos de vez en cuando. La adoro.

Se notaba el amor que le tenía a su hermana, cuando me dijo que no le gusta


hablar de su familia en realidad se refería hablar de la negra historia que la
rodea, que es bastante dura a decir verdad. Crecer con un padre alcohólico y
drogadicto aparte de golpeador no es algo que alguien se sienta orgulloso de
contar y peor, la muerte de su madre a causa de su propio padre.

— ¿Sabes qué ahora te amo mucho más, Nicolás? —Murmuré tomándole el


rostro entre las manos y rozando mi nariz con la suya y lo miré a los ojos
grises—. Eres un hombre admirable.
CAPÍTULO 27

Nicolás

Morelia Fontana es como una hermana para mí. Haría cualquier cosa por esa
bella mujer. Nuestra relación para muchos ha sido mal interpretada más de una
vez e incluso Kendra; mi ex esposa, llegó a hacerme muchas escenas de celos
por lo expresivos que somos al demostrar cuanto nos queremos, hasta que
finalmente comprendió que más allá de sentir cierta atracción física el uno lo
nuestro era el cariño de dos personas que se habían conocido en la peor época
de sus vidas, habían forjado la más fuerte de la amistad que ni el tiempo ni
nada había podido romper. Ambos conocemos la tristeza y la desolación de
vivir en la calle.

Sí, una de las modelos más exclusivas del momento, hermosa y que gana
millones de dólares al año en la industria del modelaje conoció lo duro que era
vivir en las calles y enfrentarse al hambre, hasta que, un día la vida nos cambió
para bien. Esa es una época que no me gusta mucho recordar, en realidad
nada que tenga ver con mi vida de los quince años para abajo me gusta
recordarlo.

Duele.

La noche anterior me vi en la obligación de abrir ese baúl donde por tantos


años mantuve guardado esos malos recursos y que no pensaba abrir, pero
Miranda es la mujer más insistente y decidida que he conocido jamás, lo que
no me molesta por supuesto, amo todo de esa hermosa chica. Pero bueno, ella
no sabía que la sola mención de mi pasado se sentía como si un camión de
arena se estrellara contra mí, que la historia que envolvía a mis familiares
legítimos era la pura mierda. Exploté contra ella de esa forma porque, como
dije, es un tema del cual me negaba a hablarlo con nadie, es demasiado
doloroso, sin embargo, después de hacerle el amor y encontrar en su piel las
fuerzas necesarias le conté todo lo que tanto quería saber de mí porque la
conozco, sabía que no pararía hasta que me abriera ante ella y le revelara mis
secretos.

Mi niñez, la de mi hermana y la vida de mamá fueron una mierda cargadas de


dolor y sufrimiento gracias a ese hombre; el que me niego a llamar padre.

Recuerdo como si los estuviera viviendo en este momento los moretones en su


cuerpo, sus gritos, sus lágrimas y la constante tristeza en sus ojos. Nunca pude
entender ¿por qué? ¿Por qué un hombre tenía que lastimar así a una mujer, a
su familia? Muchas veces intenté defenderla, era mi madre y contra todo la
amaba, pero era un niño intentando pelear con un hombre y terminaba
golpeado, con algún hueso roto o la boca partida. Apreté los ojos con fuerza e
inspiro a través de los dientes. Hubiera preferido nunca haber tenido que hablar
de esa historia de mi vida, de tanto dolor, de tanta tristeza, del dolor que
lastima dentro de mí al recordar como aquella pistola se disparó sobre la frente
de mi madre y como su cuerpo sin vida cayó prácticamente a mis pies, su
sangre bañando el piso, sus ojos sin vida y el grito de terror de mi hermana, yo
huyendo de casa después de su funeral porque me encontraba tan herido y
lleno de odio, impotencia y resentimiento que no quería saber nada más que
estar lejos de todos ellos, el dolor consumiéndome.

Él, ese pedazo de basura fue demasiado cobarde para aguantar su condena
por haber matado a su esposa bajo los efectos de las drogas y el alcohol, así
que el infeliz se suicidó en la cárcel. Se ahorcó y si soy sincero eso no me hizo
del todo feliz, el merecía pagar por todo el mal que nos hizo, merecía pagar
cada golpe que le dio, cada insulto, las veces que la tomó en contra de su
voluntad cuando ella decía: «no» su muerte, pero era un cobarde, eligió el
camino fácil. Hijo de puta, solo espero que al menos en el infierno este
pagando por todo el mal que nos hizo. Un mal que nunca se irá de nosotros,
los malos recuerdos por mucho que huyas y trates de encerrarlos siempre van
a perseguirte, no importa cuánto intentes borrarlo. Yo lo sé más que nadie.
Intento borrar mi pasado constantemente, pero es inútil. Es parte de mí.

—Tráigame una botella del mejor vino que tengan, no importa el precio —pido
al camarero.

—En seguida señor, Maderos —el camarero se retiró con un leve asentimiento
de cabeza.

—¿Te imaginaste esto varios años atrás cuando, además de dormir con las
ratas, no teníamos ni siquiera para comer mientras hoy podemos darnos el lujo
de comer en los restaurantes más exclusivos y costosos de esta ciudad? —
Morelia inquirió, observando la fallada elegante del lugar que nos rodea. El
camarero vuelve en ese momento, sirvió una copa para cada uno y brevemente
se retiró.

—La verdad en ningún momento me lo llegue a imaginar —agarro mi copa,


alzándola en aire. Morelia me imitó con una amplia sonrisa en sus labios
pintados con un labial color cereza. Es bellísima—, pero salud por tanta dicha,
porque nuestras vidas inciertas, llenas de frio, hambre y dolor, hayan cambiado
para ponernos en esta posición.

Chocamos nuestras copas y la llevamos luego a nuestros labios, tomándonos


un trago.
—No lo digo por los lujos solamente, Nico —Morelia dice, abriendo la servilleta
sobre sus piernas—. Al final el dinero y el lujo que tenemos ahora serían nada
sin que fuéramos felices.

—Tienes razón, Morelia. Yo soy muy feliz.

Y lo digo con mucha certeza, soy feliz. Perdí a un hijo que me dejó un gran
vacío en el corazón, pero tengo a Abby en la que puedo volcar todo ese cariño
que no puedo darle a él, tengo una bella familia; mamá, papá y mis hermanos,
incluyendo a Morelia, dinero por montón y también tengo una chica asombrosa
a mi lado que me ama como a nadie. Claro que soy feliz.

—Yo también lo soy, mucho —Morelia dice, sonriendo.

La historia que nos unió a Morelia a y a mí se reduce al hecho de que una


noche yo la salvé de ser violada con apenas diez años de edad.

Recuerdo que aquella noche oscura y solitaria y yo ya más de dos semanas


viviendo en las calles; durmiendo donde me cogiera la noche, caminaba por un
parque con mi ropa sucia y desgarrada cuando unos gritos infantiles y de terror
me alarmaron, fue así como descubrí la pobre niña que estaba siendo atacada
por un desgraciado en un banco, no lo pensé mucho y como era bastante
delgado y escuálido sabía que no podía enfrentarme a él y ganar, tomé la
primera piedra que encontré, me acerqué y la reventé sobre su cabeza. El
desgraciado rápidamente se desmayó ante el golpe. Lo próximo que recuerdo
es a una pequeñaja escuálida, muy pequeñita con unos ojos enormes, un
cabello largo y negro, pero sucio y desgreñado. La ropa igual de sucia y rota, a
la que tomé de su mano y juntos corrimos hasta estar lejos del atacante.

Esa noche nos conocimos más, me contó su historia, una muy triste historia.
Era curioso que ambos estuviéramos en la calle por culpa de nuestro padre
especialmente, en su caso vivía con su madre sin que antes hubiera conocido
a su padre, pero la señora enfermó tanto que sabía que iba a morir pronto y
como no tenía ningún amigo ni familiar con quien dejar a su hija, buscó al
pedazo de basura para que se hiciera cargo de su hija.

—El día que mi madre me dijo que conocería a mi padre estaba tan
emocionada, creía que era un hombre guapo y apuesto, que me recibiría con
los brazos abiertos y me daría todos los besos y los abrazos que en diez años
no me había dado, pero supe en cuanto nos abrió la puerta ese día que las
cosas eran muy diferentes a como yo la pensaba.

El hijo de puta de su padre, un alcohólico y un yonqui tal cual el mío —


curioso—, no había recibido con agrado a la hija que tenía por obligación
cuidar, la madre de Morelia había muerto por cáncer en el esófago, más que
nada porque era una pobre mujer con pocos recursos para pagarse un
tratamiento, vaya que ni siquiera tenían para alimentarse y donde vivían
apenas si se podía llamar casa, sus palabras, Pero como al parecer algunos
padres son ratas el infeliz echó a la calle a una pobre niña indefensa de diez
años y se negó a hacerse cargo.

Pedazo de mierda que espero que si no está muerto se esté pudriendo en su


propia miseria.

Nos hicimos grandes amigos desde esa noche porque al saber su historia no
quise dejarla sola y así al menos no me sentía tan solo; ambos éramos presos
de un dolor parecido e igual soledad. Yo la cuidaba de los malos, era como su
ángel protector y compartíamos todo lo que encontrábamos para comer
mientras dormíamos en un cuchitril lleno de ratas. Cinco o cuatro meses
después nuestros caminos se dividieron porque su vida cambió cuando una
pareja de esposos vio como sacaban a rastras a una pobre y sucia niña que
pedía comida en un fino restaurante, para no hacer todo más largo solo diré
que aquella personas terminaron convirtiéndose en sus padres y le dieron un
lugar donde no solo creció llena de lujos sino también con mucho cariño.

En aquella época mientras ella estaba siendo adoptada, yo pasaba unos días
de mierda en una cárcel por haberle robado la cartera al asombroso hombre
que también cambió mi vida; Ernesto Maderos, el hombre al que más amo y
admiro en este mundo, al que le debo todo lo que soy.

Durante varios años; más de siete, no supimos nada sobre nuestras vidas,
ninguno de los dos sabía lo que había sido del otro, pero nos estábamos
buscando mutuamente hasta que finalmente nos encontramos. Desde
entonces hemos sido inseparables. Nuestra amistad es un laso que nadie
puede romper, es irrompible y como ya antes dije, haría cualquier cosa por ella
sin duda.

—¿Es buen tipo? —le pregunto a Morelia que me cuenta sobre su nueva
pareja sentimental.

Ella ríe con las mejillas sonrojadas, me ha contado que hace poco conoció un
hombre Irlandés, del que se ha enamorado perdidamente. Somos amigos, nos
contamos todo, o casi todo.

—Claro que lo es. Te lo juro, es un hombre asombroso, solo un poco


sobreprotector, pero no es como que me agobie. Es lindo que trate de
cuidarme siempre. Nunca he conocido un hombre tan maravilloso y que me
hiciera sentir como el lo hace, todo es tan nuevo, bueno y bonito —me dice,
con alegría en la voz y en lo ojos—. Todavía no te he dicho lo mejor, la noche
anterior en una velada muy romántica me ha pedido que me case con él, quiere
hacerme su esposa.

Alcé una ceja, recargándome en el cuerpo de la silla.

—Pero, ¿no es muy pronto? Cuanto me has dicho que llevan juntos, ¿un mes?

—Un mes y medio, Nicolás —dice, lamiéndose el labio—. Pero vamos, lo dices
tú qué te casaste con Kendra a dos meses de conocerla, ¿ah?
—A tres meses, Morelia —le corregí—, pero la amaba mucho. Estaba
perdidamente enamorado de ella y no quería esperar para hacerla mi esposa.

No miento sobre mis sentimientos por Kendra Di Monti, es verdad que ya no la


amo y que la muerte de nuestro hijo fue el declive de nuestro matrimonio y que
se muriera junto con él, pero yo la ame, realmente lo hice. Viví bellos
momentos con ella que siempre estarán en mi memoria.

—Pues Declan también me ama y me ha dicho justo esas palabras, bueno, no


exactamente así, pero me ha dado a entender que no quiere esperar para algo
que tarde o temprano pasará.

—¿Y tú qué quieres? Porque eso es lo que importa, Morelia. ¿Te quieres casar
tan pronto?

Su sonrisa me lo dijo todo, no necesité respuesta.

—Sí, yo lo amo con todas las fuerzas de mi corazón —me confiesa, con los
ojos centelleantes—. Estoy apasionadamente enamorada de ese sexy y
caliente Irlandés, claro que me muero por ser su esposa.

Ella merece toda la felicidad del mundo.

—Si quieres casarte, no te detengas, por nada ni por nadie —le tomo por
encima de la mesa la delicada mano y le doy un ligero apretón—. No dejes
escapar la felicidad que mereces.

—Gracias, Nico. Eres el mejor amigo del mundo mundial y quiero que seas por
supuesto mi padrino de boda.

No podía negarme.

—Encantado —murmuro, besando su mano.

—Ahora cuéntame de ti.

—¿Qué quieres que te cuente, Morelia? —le digo, encogiéndome de


hombros—. Lo sabes todo de mí.

Niega, colocando el codo sobre la mesa y el mentón bajo su mano. Se me


quedó viendo con unos ojos pardos muy fijamente.

—Te conozco como a nadie, Nicolás. Así que ambos sabemos que hay algo
que no me estas contando, ¿Quién es la chica? Vamos que ese brillo en tus
ojos no miente.

No podía mentirle ni ocultarle cosas, no a ella.

—Sí, hay una mujer y estoy muy feliz —le confieso, tomándome un nuevo trago
de mi copa de vino. Lamí una gota de mi labio y agrego—: Creía que no
volvería a sentirme así después de Kendra, pero me siento, incluso mejor.
—¿Enamorado?

Asiento.

—Sí, Morelia. Estoy realmente enamorado.

—¿Y quién es la afortunada? ¿La conozco?

Claro que la conoce. Ambas se mueven en el mismo círculo, son modelos.

Esto, Morelia y yo aquí, me hace acordar de la noche aquella que la lleve a


aquel restaurante, era su cumpleaños y como ella no suele gustarle mucho las
celebraciones la invité a cenar. Ella fue la primera en verla y quiso acercarse
para saludarla, yo solo puedo recordar que esa noche cuando vi a Miranda en
esa mesa con aquel piloto sentí unos celos incontrolables e inexplicables y con
disimulo no había podido quitarle los ojos de encima y cada vez que la veía reír
con él algo se retorcía en mis entrañas. Me odiaba por lo que comenzaba a
sentir y no le encontraba ninguna explicación a ese deseo incontrolable y esos
celos absurdos.

Recuerdo también como ella me dijo todas esas cosas en la salida del
restaurante que me dejó en shock porque me había visto como un hombre que
engañaba a una esposa que no tenía, y al día siguiente cuando fue a mi oficina
a disculparse por sus insultos, reconocí en seguida que estaba apenada, que
en verdad no sabía que ya no era un hombre casado y pensó lo peor. Sus
mejillas estaban enrojecidas por la pena y estaba siendo sincera, sin embargo,
me recuerdo gritándole más que por sus insultos por lo que me producía y le
echaba a ella toda la culpa de estar atrapandome de esa forma sin hacer el
mínimo esfuerzo, solo existir. Desde que entró en mi oficina aquella mañana y
la vi, con aquel vestido blanco con flores, un deseo irrefrenable me invadió. Me
la imaginé acostada sobre mi escritorio, con las piernas abiertas y yo
hundiéndome en ella hasta la empuñadura y hacerla sudar y gritar mi nombre.
Joder, me encontré furioso, pero más conmigo mismo que con ella, por mis
oscuros pensamientos, sin embargo, nada pudo frenar lo que parecía
inevitable, que hoy estemos juntos.

Le conté a Morelia toda mi historia con Miranda. Todo lo que ha sucedió entre
los dos durante los últimos meses, o casi todo.

—Me sorprende que se trate de ella, pero no te juzgo en lo absoluto. La edad


no es una limitación para amar con todas tus fuerzas a una persona —Morelia
dice, comprensiva—. Te conozco y sé que eres un hombre asombroso Nico, no
estarías con ella si no la amaras como dices hacerlo. No eres hombre de jugar
con los sentimientos de ninguna mujer para tu propio placer.

—La amo con locura —murmuro, con el corazón latiéndome desenfrenado


dentro de mí por tan solo pensar en ella.
—Enhorabuena, les deseo la mayor felicidad y que nada interrumpa su amor,
ah, y que no termines muerto a manos a su padre cuando se entere de su
romance secreto.

Inspiré profundamente.

—Yo también lo espero, Morelia. Yo también.

Miranda.

Ingreso a la casa hogar y en seguida soy recibida con dulces voces infantiles
mientras se acercan para darme besos y abrazos. Mi corazón se llena de
alegría y casi gotean lágrimas de mis ojos aguados mientras voy abrazándolos
y besándolos uno por uno a medida que se me acercan; unos tímidos otros no
tanto. Sonrío. Me llena de tanta felicidad hacer esto, darles una realidad menos
inciertas y que sus caritas antes sucias ahora se encuentren limpias, que tenga
ropa limpia para ponerse, comida caliente que comer y que sean niños alegres
que solo se preocupen por jugar y divertirse.

Evangeline, la encargada de el hogar aparece en ese momento.

—Miranda, hola, qué sorpresa.

—No tenía trabajo hoy así que aproveché para venir a ver a mis pequeños
angelitos y compartir un ratito con ellos —digo, acariciándole la cabecita dorada
a uno de los pequeños de unos siete a ocho años que esta cerca, Harry—
.¿Cómo va todo aquí?

La pregunta la hago mientras caminamos hacía la cocina para saludar a las


demás chicas.

—Estupendo, los nuevos niños que entraron la semana pasada han ido
integrándose poco a poco —me dice, sonriente—. Están menos recelosos y se
ven felices en el hogar.

Una amplia sonrisa cuelga de mi rostro.

—Me encanta oír eso, Eve. Es todo lo que quiero, por lo que me esfuerzo cada
día. Me gusta ver sus caritas alegres por la nueva vida que tienen, sin
carencias, limpios y sin peligros en las calles.

—Y estoy segura de que esos niños te lo agradecerán siempre. Para ellos eres
un ángel, Miranda.

Negué.

—No lo soy.

Eve me detuvo, colocándome una mano en el hombro.

—Claro que lo eres. No seas modesta, ¿Que chica, joven como tú y rica trabaja
incansablemente para mantener a flote una casa hogar con niños que no son
nada tuyo y darles una mejor vida? Créeme, eres un ángel y lo que haces es
hermoso. Estoy segura de que Dios va compensarte por esto que haces, las
personas maravillosas como tú reciben grandes cosas.

Me seco una lágrima de los ojos y continuamos el camino hacia la cocina


donde me encuentro con las otras dos chicas que se encargan del hogar junto
a Eve, Julianne y Ella, y me acerco para darles un abrazo, uno que les doy en
agradecimiento porque sin su apoyo la casa hogar no podría funcionar como lo
hace. Ellas son los principales pilares, creo haber dicho antes que yo pongo el
dinero para que no les falte nada a mis niños y consigo patrocinadores, pero
con el poco tiempo que me deja el modelaje apenas si puedo pasarme por acá,
son ellas las que se encargan de cuidar, alimentar, y entretener con juegos a
cincuenta niños.

—En un abrazo de gracias chicas, por apoyarme en esto —les digo, mirando a
cada una—. Sin ustedes está casa hogar no funcionaría como lo hace, Eve me
ha dicho hace un ratito que yo soy un ángel para ellos, pero en realidad yo creo
que ángeles somos las cuatro.

Ellas, las tres en edad promedio entre los veinticinco y los veintinueve, sonríen.

—Supongo que somos un gran equipo —Julianne dice, las demás asentimos.

—Estábamos a punto de ponernos con el almuerzo porque los pequeños


estarán hambrientos en un ratito. ¿Quieres echarnos una mano ya que estás
acá? —Pregunta, Ella.

Trago.

—Bueno, soy un pequeño desastre en la cocina por no decir un gran desastre,


no sé cocinar, pero si me guían puedo colaborar para que la comida de mis
niños este lista a tiempo.

Julianne toca mi hombro y me acaricia con ternura la mejilla.

—Bien, la disposición es lo que cuenta. Manos a la obra.

🌺🌺🌺

Ayudo a cocinar como me pidieron las chicas, no hago gran cosa, solo picar
verduras con sus instrucciones. Lo mejor, está vez no me corto como la
primera vez que lo intenté. Fue ameno y divertido, me gustó colaborar más que
con el dinero y las comodidades de mis niños. Cuando la comida estuvo lista
todos se reunieron en el amplio comedor y atacaron la comida con gran
entusiasmo, algunos incluso, comieron su plato y quisieron más. Se les dio.
Horas más tarde vimos todos una película clasificación A — para todo
público—, que los hizo reír bastante. Yo también me reí y la pase increíble,
como siempre cuando mi apretada agenda de súper modelo me permite
pasarme por allí.

Me despedí de todos con besos y abrazos, y cuando estoy abriendo la puerta


de mi vehículo para ingresar escucho sonar dentro de mi bolsa mi teléfono
móvil. Mi corazón se aceleró en el acto, reconocí el sonido especial que puse
para cuando la llamada fuera de parte de Nicolás. Con una sonrisa bobalicona
lo lleve a mi oreja y contesto mientras entro en mi auto.

—Amor, hola. Qué gusto escucharte —saludo, con alegría.

No he hablado con él en todo el día, nos amamos y por lo general cuando


estamos uno cerca del otro no podemos mantener las manos fuera del otro,
pero como pareja tratamos de no agobiarnos y no estar llamándonos cada
minuto del día si no nos vemos para estar pendiente del otro, somos pareja y
respetamos nuestros espacios, como debe de ser.

—Hola, pequeña —lo escucho un poco agitado y frunzo el ceño—. Debo salir a
Brasil en un viaje rápido ahora mismo. Te llamaba para avisarte.

En seguida me preocupe.

—A Brasil, ¿qué ocurre, Nicolás, es Abby?

—Sí, es Abby —dice, continua muy agitado—. Llamé, como cada día para
saludarla y Jasmine, su madre, es quien me ha cogido el teléfono y no ha
podido ocultarme que a mi hija la están aperando ahora.

—¿Operando? Oh Dios mío, ¿de qué?

—Apendicitis, y no puedo quedarme aquí sabiendo que mi hija se está jugando


la vida en un quirófano. Necesito estar allá.

Creo que Nicolás tomaría un vuelo a Brasil para ir a ver a su hija así fuera un
simple raspón en la rodilla lo que sufriera esa chiquita, cuando más una
apendicitis que no es cualquier cosa. Adora a esa chica y ella es realmente
muy afortunada.

—Vale entiendo. Que todo salga bien —deseo de corazón porque aunque no
he conocido personalmente, es hija del hombre que amo y la aprecio—. Te
amo, Nicolás.

—También te amo, pequeña. Te veo a la vuelta.

🌺🌺🌺

—Yo no podría meterme una relación de pareja y destruirla por mucho que me
guste, Steven, Miranda —Tamara dice, ambas sentadas sobre el borde de la
piscina en trajes de baño y solo con los pies dentro del agua.—. Además hace
poco conocí a Sadie, su novia. Es una gran chica que se nota que lo ama
muchísimo y noté, con dolor, que él también está enamorado. Es muy
afortunada porque él es un gran hombre, ¿sabes?

Inspiré y puse una mano sobre el hombro de mi mejor amiga y prima. Yo más
que nadie sé lo que es pasarla mal por estar enamorada de alguien y no poder
estar con esa persona. Ella se siente demasiado atraída por el hombre que es
su mejor amigo por mucho tiempo y sufre porque no se lo puede sacar de a
cabeza. Es una mierda difícil de soportar, más porque tiene que verlo todo el
tiempo, pero con lo hermosa que es Tamara estoy segura de que ella conocerá
pronto ese chico que este realmente dispuesto a amarla como ella lo merece,
porque algo me dice que Steven no es hombre para ella aunque se empeñe en
quererlo.

—Mara, algo me dice, no me preguntes como lo sé, pero lo siento muy


profundamente en el interior de mí, que Steven no es el hombre al que estas
destinada —le digo, cogiéndole el mentón entre mis dedos y miro sus ojos
chocolates—. El hombre al que estas destinada esta por ahí, esperándote con
los brazos abiertos para hacerte muy feliz.

Tamara ríe negando.

—¿Es que ahora eres vidente o algo así?

Rio encogiéndome de hombros.

—No soy vidente, simplemente lo siento, Tamara. Vas a ver que...

—¿Miranda? — me giro de golpe al escuchar el llamado de mi madre y cuando


me encuentro con la cara de Paula Collins no me gusta lo que veo, hay
demasiado seriedad en su semblante.

—Hola tía —Saluda Tamara, mientras ambas nos ponemos de pie.

—Hola corazón, ¿cómo estás? —le dio a Tamara una sonrisa forzada que me
sacó de balance.

—Bien tía —Tamara dice, compartiendo una mirada conmigo porque también
percibió la seriedad en el rostro de mamá.

—Miranda, necesitamos hablar.

Dice y trago. Porque cuando mi madre me dice algo así: Miranda,


necesitábamos hablar, con esa cara sería, es que estoy en alguna especie de
problema. Solía suceder mucho alos atrás cuando hacía una de las mías.

—¿Qué ocurre mamá? —pregunto, inquieta.

Miró a su sobrina.

—Tamara cielo, déjame sola con mi hija, ¿puedes?


Tamara tragó, ella al igual que yo ha percibido que nada está bien.

—Claro tía. Luego te veo —me dice, volteándose para ver mi cara, se acercó
para darle a mi madre un beso de despedida y luego se alejó, dejándome con
ella. Mi corazón esta agitado y no comprendo la razón, será porque nunca he
visto a Paula Collins mirarme con tanta seriedad.

—Eh... estas muy seria mamá, ¿Qué está mal?

Unos pocos segundos después.

—Tú, tú estás mal, Miranda —jadeé cubriéndome la boca cuando mi madre


aventó sobre el suelo unas fotografías, eran mías y de Nicolás—. Quiero una
explicación sobre esto, niña?

Mierda.

Agarro las fotos con manos temblorosas. Las ojeé y ne doy cuenta que
fotografías son de dos días atrás en aquella sesión de fotos a la cual Nicolás
me acompañó, salgo nada más que con un conjunto de lencería besándome
con él. Ah, Dios mío. Yo no quería que esto se supiera de este modo, estamos
en toda la disposición de decirlo todo pero mi padre se ha tardado más de lo
normal en su viaje de negocios está vez. Alcé la mirada para ver a mi madre a
la cara. Hay desilusión en sus ojos y mi corazón se encogió del tamaño de una
pasa.

—¿Cómo has conseguido esto, mamá? Papá, él...

—No, tu padre todavía no sabe. Como sabes está de viaje y no iba a llamarlo
para darle una noticia tan... desagrable—respiré, medio aliviada—. Pero estoy
segura de que cuando lo sepa sentirá un gran dolor en el alma y una profunda
desilusión, su mejor amigo, el hombre que le abrimos la puerta de esta casa y
que lo hemos tratado como parte de esta familia en una relación con nuestra
hija. Es un maldito pedófilo.

Que lo llamara si me molestó muchísimo y me le enfrenté enviando las fotos


nuevamente al suelo.

—No le llames así. Nicolás no es eso mamá.

Me miró, furiosa.

—¿No? Tiene quince años más que tú Miranda, por mucho que lo defiendas es
así como luce. Eres una niña delante de él.

—No soy ninguna niña, mamá. Soy una mujer de casi veintidós años, niña es
Andrea, Perla. No me trates como si lo fuera porque no lo soy, y por lo tanto,
tengo todo el derecho de elegir con quién quiero estar.

—Hey, soy tú madre, muchachita irrespetuosa —Mamá agarró mi mentón entre


sus dedos, con fuerza y me obligo a mirar sus ojos verdes que han adquirido
un tono más oscuro debido a su enfado—. Aunque no te haya dado la vida
nadie me quita el derecho que tengo de ser tu madre, merezco respeto. Así
que me hablas con respeto, ¿estamos?

Trago, ella realmente está furiosa y si eso es mi madre que es bastante


pacífica no me quiero imaginar a mi padre. Oh Dios, esta no va a terminar bien.

—Lo siento mamá. No quería gritarte.

Me soltó el mentón, no más relajada ni menos molesta.

—Sabía que había algo raro, durmiendo fuera de casa casi todas las noches y
para colmo salías con la excusa de estar con Tamara. Todo era mentira,
amanecías con él, en su casa. ¿Desde cuándo comenzó todo esto, Miranda?

—No respondiste a mi pregunta de antes, ¿Cómo has conseguido estás


fotografías. ¿Has pedido que me siguieran o algo así?

Mamá sonrió sin humor.

—Por supuesto que no. ¿Se te olvida que soy dueña de una revista de
entretenimiento con gran éxito en esta ciudad, Miranda? —sí, niego—. Me
llegan todo tipo de noticias para publicar y hoy me han llegado estas fotos de
un personaje anónimo, al que para colmo, tuve que pagar una fortuna para que
no vendiera las fotografías a otra revista. Contéstame, ¿desde cuándo ese
hombre está aprovechándose de ti?

Niego.

—No se está aprovechando mamá. No lo digas así. No has pedido mi opinión,


solo... solo estás sacando conclusiones sobre Nicolás. Lo has llamado pedófilo,
¿en serio? Tampoco es un anciano.

—Te lleva quince años.

Sí, eso es verdad, pero ¿si a mí no me importa porque a otros tiene que
importarle?

—Lo sé. Soy consciente de cuántos años tiene pero dime, ¿Acaso es que
existe una edad para enamorarte de otra persona, un color de piel, etnia o
condición social? No mamá, el amor llega y simplemente no mira cara, no mira
nada, solo te hace sentir y no se puede evitar.

—¿Estas enamorada de él? —pregunta, mirándome con los ojos


entrecerrados.

—Entonces por qué estaría con él, ¿Por un capricho? No mamá, lo amo. Lo
amo con todas las fuerzas de mi corazón y si vas a preguntarlo, mi amor es
totalmente correspondido, Nicolás me ama de la misma forma —mi madre se
queda en silencio, mirándome sin saber que decir—. Se los íbamos a decir,
solo estábamos esperando a que mi padre volviera de viaje para contar todo
sobre el que estamos juntos. Preguntaste desde ¿cuándo? Yo he estado
amándolo desde que tenía dieciséis años. No, no pasó nada entre los dos en
ese entonces, él me respetaba y me quería como si yo fuera una hermanita, fui
yo quien confundió todo y se enamoró como una idiota. Luego me enteré que
se iba a casar, yo no sabía que estaba con nadie y fue un golpe demasiado
duro para mí.

—Oh... —mamá se acarició el cabello con dedos temblorosos—, recuerdo que


él día que tú padre dijo en la mesa que Nicolás se casaba, tú... te pudiste muy
extraña y...

La interrumpí.

—Esa misma noche me escapé en la noche para confirmar de sus propios


labios que era verdad que se casaba, cuando me dijo que sí me rompí en
pedazos mamá —le confié, con lágrimas en los ojos al recordar esa dura
noche—. Era apenas una niña, pero yo lo amaba y lo amo con la fuerza de una
mujer. Fue debido a eso que me salió ese deseo repentino de irme a estudiar a
un internado francés, nada tenía que ver con conocer nuevas culturas como os
dije a ti y a papá, estaba huyendo mamá.

Mi madre se alejó, sus piernas parecieron fallarles y se dejó caer sobre una de
las tumbonas. Me agaché a su lado y tomé sus manos.

—Nicolás respeta mucho su amistad con papá, la respeta tanto que se negó
muchas veces a sus sentimientos por mí, pero ya te lo he dicho mamá, el amor
es más fuerte que todo, no existe nadie quien pueda controlarlo y lo único que
te queda en sentir, vivirlo, sin importarte nada. Se aventuró a estar conmigo
consciente de que pondría en riesgo su amistad con papá, con ustedes, y peor,
habló de que podría hasta terminar muerto, pero claro que...

Mamá interrumpió.

—Lo que no sabes, cariño es que tu padre es tan protector que sí es capaz de
matarlo. Esto, su inconsciencia, puede terminar en una tragedia, Miranda.

Mi sangre se heló.
CAPÍTULO 28

Miranda.

Las últimas palabras de mi madre no dejan de dar vueltas en mi cabeza desde


hace horas, se repiten y se repiten, pero lo hacen al mismo tiempo que yo me
repito que mi padre no es un asesino. Tengo claro que su temperamento es
algo fuerte y como padre es un poquito sobreprotector, o quizás demasiado,
pero él no sería capaz te atentar contra la vida de una persona por muy furioso
que este y mucho menos la de Nicolás, ¿cierto?

Esto, su inconsciencia, puede terminar en una tragedia.

No.

Sacudí mi cabeza mientras me meto dentro del pantalón de la pijama para


después colocarme la parte de arriba, una blusa de tirantes a juego con el
pantaloncito blanco.

Me senté frente a mi espejo y agarro el cepillo para peinarme el cabello, y


mientras lo hago pienso si debo llamar a Nicolás para decirle que hemos sido
descubiertos por mi madre y todo lo que me dijo, sin embargo, unos pocos
segundos después me encuentro diciéndome que es una mala idea llamarlo
para darle más preocupaciones. Hace apenas unas horas corrió a Brasil para
estar con su hija a la que estaban operando, por suerte todo salió bien, me
envió solo un mensaje para decirme que no hubo ninguna complicación
durante la intervención y todo bien con Abigail. Solo tendrá largos días de
recuperación, pero nada de qué preocuparse.

Terminé de peinarme y salté a mi cama. Agarro mi móvil y me da por revisar


mis redes sociales, pero no logro concentrarme y abandono rápidamente el
móvil a un lado. Me recuesto de lado con las menos bajo la mejilla y miro
fijamente un punto fijo en mi pared.

Tamara, chusma como es, no se pudo aguantar la curiosidad y me llamó para


preguntarme a qué se debía la cara de mi madre cuando se fue. Le conté todo,
y me dijo que no me preocupaba, pues pensaba lo mismo que yo, mamá
exagera porque nada de esto que tenemos Nicolás y yo, tan puro, tan hermoso
y tan lleno de amor, puede desencadenar ninguna tragedia. El amor nunca trae
cosas malas, al contrario...

Entonces ¿por qué siento ese pánico que se envuelve alrededor de mi cuello y
siento que está axficiándome?

Un sonido en mi puerta me saca de mis cavilaciones. Alguien toca y por lo


pequeño que es deduje de quien podría tratarse rápidamente.

—Adelante —la puerta fue abierta, y efectivamente como lo sospeché era Perla
con su pijama de winnie de poo en color rosa. Sonrió viéndola cerrar la puerta,
sonreírme y caminar hacia mí con pies descalzos.

La mayor parte del tiempo ella, si estoy en casa, deja su cama para venir a la
mía.

A mí por supuesto no me molesta porque yo adoro a esa niña. Soy como su


segunda mamá y cada vez que le miro, tan bonita, tan alegre y sobre todo,
segura y sana, me siento orgullosa de mí misma y agradezco aquel día que se
me ocurrió desviarme por aquella calle decierta. Lo único malo fue que casi la
atropello.

—Miranda —murmura, con su voz infantil y trepa sobre mi cama.

—¿Qué paso cielo? ¿Otra vez quieres venir a dormir conmigo? —asiente con
su cabecita contra mi hombro, pues la estoy abrazando.

Unos instantes más tarde My little Pony se reproduce en mi televisor mientras,


obligándome a verla por Perla que yace a mi lado pero prácticamente encima
de mí le acaricio el pelito y disfruto de esos momentos con ella, aunque sea
viendo esa película aburrida e infantil que le gusta a los niños de su edad. Estar
así con Perlita me hace acordar cuando Andrea tenía su misma edad y yo era
su hermana mayor. Solía gustarle estar pegada a mí y al igual que lo hace esta
señorita de acá, ella solía colarse a mi habitación por las noches para que
durmiéramos juntas, yo la abrazaba y le prometía que mientras yo estuviera
nada malo le sucedería, hasta que por ahí por los nueve o diez años, ella
cambió conmigo.

Andrea ya no era dulce y se volvió insoportablemente gruñona conmigo.


Fueron muchos años intentando ganarme a mi hermanita, la que aunque en
realidad ahora sé solo es mi prima, nunca dejó de ser mi hermana y la amaba a
pesar de que él día de mi fiesta de cumpleaños número quince arrojó alguna
cosa sobre mi vestido y casi arruina mi fiesta, entre otras bromitas
desagradables que en este momento no vale la pena recordar. Ahora gracias a
Dios Andrea y yo tenemos una buena relación, nos contamos todos y al igual
que Tamara ella también está enterada sobre mi relación con Nicolás y me
guardó el secreto. Estamos muy unidas y estoy muy contenta al respecto.

Ese chico idiota que alguna vez le pidió aquella prueba de amor que significaba
mi hermana entregándole su virginidad, ¿lo recuerdan? Pues como yo
sospeché le dejó en cuanto mi hermana le dijo que no se acostaría con él,
dejando muy claro cuáles eran sus intenciones. ¡Chicos! Claramente Andrea
estaba algo colada por el muchachito y estuvo algo triste, por una o dos
semanas, hasta que se le pasó y me di cuenta que no era más que un gusto
pasajero adolescente. Ya le llegará el indicado que quiera más que su cuerpo.
Es preciosa.

Mi celular suena y lo agarro apresuradamente para descubrir que es una


llamada de mi madre biológica: Marfil. Me entusiasmo cada vez que me llama.
La echo de menos mucho en casa, ya me había acostumbrado a tenerla cerca,
pero también sé que ella está siendo feliz en España con Martin y hablamos
todos los días. Se le escucha alegre, enamorada... vibrante y siento esa misma
alegría que ella siente, por saberla llena de todo el amor que ella se merece de
la mano de un hombre maravilloso. Mi madre fue muy dañaba y estoy tan
agradecida de que haya encontrado el verdadero amor que curó su alma rota,
que unió sus pedazos y la volvió una otra vez.

Del hombre que abusó de ella a los catorce años y que es mi asqueroso padre,
por desgracia, no querido indagar. En primera porque no importa demasiado y
en segunda, porque sé que preguntarle por esa persona, quien fue, dónde y
cómo, le reviviría demasiados malos recuerdos. No quiero hacerla sufrir, no
más de lo que ya ha sufrido. Ahora gracias a Dios ya no siento ese asco de mí
misma como lo había sentido en un principio cuando me enteré de toda la
verdad y la forma como vine al mundo, más bien agradecida porque de la
forma que fuera estoy en este mundo.

Deslicé el dedo sobre la pantalla, en realidad era una video llamada y en


seguida apareció el rostro de mi madre al otro lado de la pantalla.

—Mamá —saludó, contenta mirándola al otro lado de la pantalla con una gran
sonrisa.

—Hola mi cielo, ¿cómo estás? —tambien saludó a Perlita a mi lado. Ella


respondió así:

—Hola tía, Marfil.

—Extrañándote mucho en casa, mamá —digo con un mohín.

—Oh, mi niña. Yo también te echo mucho de menos, pero...

La interrumpí.

—Estas siendo feliz allá con Martin, lo sé mamá, lo entiendo y también estoy
inmensamente feliz por verte tan contenta, tan alegre y enamorada. Tú lo
mereces más que nadie.

Sonríe al otro lado. Sé que no está en España ahora, pues si así fuera no
podría llamarme a las nueve de la noche con una diferencia horaria de casi
diez horas. Está en New York con Martin, fueron a ver una obra que mi madre
anhelaba ver y a pasear. Él la conciente mucho.

—Gracias, por comprenderme, mi sol. Estar con Martin es el sueño de toda


mujer hecho realidad, es un hombre maravilloso.

—¿Solo maravilloso? —dice el susodicho en cuestión, apareciendo en la


habitación y se sienta al lado de mi madre con lo que me parece una taza con
algo de té o café. La besa en la cabeza y ella le da su atención a él por unos
instantes, olvidándose de mí.

—Eres mucho más que maravilloso, Martin. Simplemente no tengo muchas


palabras para expresar todo lo que eres.

—Te amo —ellos empiezan a besarse, en mi presencia e ignorándome. No me


molesta pero hay una niña pequeña a mi lado.

—Oigan, hay una bebé aquí, ¡eh! —terminan separando su boca y es Martin
quien dice:

—Lo siento por el espectáculo indecente, cuando tengo a tu madre cerca


pierdo un poco el juicio un poco. Hola Miranda.

Sonrío.

—Hola Martin, un placer saludarte a ti también. Muchísimas gracias ¿sabes?

Veo su ceño frunciéndose.

—¿Gracias por qué?

—Por no defraudarme, y demostrarme que sí podías hacerla feliz.

Mamá recargó su cabeza sobre el hombro de Martin, suspirando enamorada.

—Hacer a tu madre feliz es lo mejor que he hecho en toda mi vida, además de


que si ella es feliz, yo soy el doble. Su felicidad multiplica la mía.

Ow. Estallé en una carcajada.

—Oh, te escucho y no me pareces tú. Martín Di Monti siendo todo un cursi.

Sigo riendo. Ellos también rien.

—Y un cursi feliz, cabe agregar —dice—. Amo a tu madre, Miranda y me quiero


casar con ella y darte al menos dos hermanitos ¿Me das permiso?

Mi boca se abrió en redondo.

—¿Qué? Martín... —desde mi lado puedo ver a mi madre tomándole el mentón


para que la mire—, ¿le estás pidiendo permiso a mi hija para casarte conmigo?

Martín le roba un segundo beso, en mi presencia.


—Claro, belleza, como recordarás para iniciar una relación contigo tuve que
pedirle permiso a tu hija, por cierto, estéril si te hacía daño. Creo que también
tenía que pedirle permiso para casarme contigo.

Oh Dios mío. Mamá está roja como un tomate, pero sonríe y le da un golpe a
Martin en los bíceps.

—Por mí, tienes el permiso, Martin. Has demostrado que la merecías, solo
sigue haciéndola así de feliz y me tendrás siempre.

—Hecho.

—Cariño, te llamaré mañana, ¿vale? Debo tener una conversación con mi


futuro esposo ahora, el que me ha pedido matrimonio de un modo bastante
extraño. No olvides que te quiero.

Sonrío.

—Está bien, mamá. No tengo que decirte que le digas que sí porque sé que lo
harás. No confiaba en Martin cuando puso sus ojos en ti, pero me sorprendió
demostrándome que podía ser un gran hombre, disfruta la felicidad y la dicha
mamá, si tú estás feliz yo lo estoy mucho más. También te quiero, a ti también
te quiero futuro papá número dos.

Martín me envía un beso.

—Un beso, pequeña. También te quiero y acepto ser tu papá número dos.

Colgamos y me pongo el teléfono en el pecho con una sensación de alegría.


Tengo dos mamás, ahora también tendré dos papás. Guau.

Miro hacía un lado y me doy cuenta que Perla no había dicho nada porque
estaba completamente dormidita con un dedito en la boca. Le doy un beso en
la frente, con el mango a distancia apago la tele, la lámpara de la mesita de
noche también es apagada y abrazando el pequeño cuerpo de mi hermanita
más pequeña me pierdo en la inconciencia.

🌺🌺🌺

Los Connelly y los Collins desde muchos tiempos atrás hemos sido como una
sola familia, sobre todo porque Rayna, la madre de Tamara era media hermana
de Paula Collins, mi madre adoptiva. Sebastián, su padre, era primo lejano del
mío pero que se tratan como si fueran cercanos y su bufete de abogado llevaba
todos los asuntos jurídicos del conglomerado Collins, es debido a ello que
cuando una tragedia cuando una tragedia ocurrida la noche anterior los
envuelve y tiñe su familia de dolor, nos termina envolviendo a todos por igual
en un sufrimiento es devastador.

El aire helado corre a través de mi cuerpo mientras las lágrimas me corren por
la cara, sin poder creerme como es que un día estás acá y al siguiente puedes
estar en un ataúd con flores, mientras un cura bendice tu alma y pide seas
recibido por los brazos de Dios en el cielo, a punto de ser enterrado con todos
tus familiares y amigos llorando destrozados a tu alrededor. La vida es
prestada dicen, ¿no?

Tengo un nudo en la garganta que está ahogandome mientras me parece


increíble que esto esté sucediendo.

Tío Sebastián.

Como dije antes todo sucedió la noche anterior; cerca de las diez de la noche,
Sebastián Connelly volvía a su casa cuando un accidente de tránsito acabó con
su vida y es así como la familia se viste de luto y, Tamara, Rayna su madre, y
sus tres hermanos menores, los mellizos Olivia y Nathan, Noah con doce años,
están todos devastados ante la muerte del patriarca de la familia.

Era una tragedia que nos envolvía a todos, mi padre aceleró su regreso que
estaba previsto a ser para el día siguiente y está ahora con mi madre en
brazos, consolándola. Mi tía Maggie, y su esposo el duque francés, Dominic,
viajaron desde Francia y también han venido, además de otros muchos
familiares esparcidos por otras partes del mundo... Al echar un vistazo noto que
Tamara está en los brazos de su hermano menor sino en los de Steven,
llorando desconsolada.

—¿Miranda? —Andrea, a mi lado, me llama y pongo mis ojos en ella.

—Dime nena —ella echa un vistazo al ataúd con flores blancas y las lágrimas
le llenan la cara.

—Siento un dolor muy intenso al ver que están a punto de enterrar al tío
Sebastián y que ya nunca más lo volveremos a ver, pero no sé cómo me
sentiría si fuera papá o...

La callo, la sola idea de pensar que fuera nuestro padre en ese ataúd envió un
dolor insoportable dentro de mí.

—No, no digas eso, Andrea. No lo digas... — la abracé muy fuerte y besé su


cabeza mientras ambas lloramos.

La situación es demasiado triste para no hacerlo, como dije antes, los Collins y
los Connelly siempre hemos sido como una familia. Es una tragedia
compartida.

El momento de meter al tío Sebastián en ese hoyo con tierra negra bajo la cual
su cuerpo quedaría sepultado por siglos fue el más difícil, sobre todo a Noah, la
más pequeña de la familia Connelly había sido difícil alejarla de él quien con
gritos desgarradores pedía que no lo metieran ahí mientras se negaba a
soltarlo con sus pequeños brazos alrededor de su muerto padre, entretanto, los
demás lloraban con el mismo desconsuelo, como sucede cada vez que hay
que dejar ir a alguien quien en realidad no se quiere dejar ir. Al final Hudson, su
tío, logró alejar a Noah del ataúd y sucedió lo inevitable: fue enterrado. Ese fue
el segundo adiós más triste y doloroso de mi vida, el primero fue cuando
falleció mi abuelito paterno.

🌺🌺🌺

Horas más tardes mientras la mansión Connelly está llena de gente Tamara
que quería tranquilidad, agobiadas de tanta gente, y yo entramos en su
habitación. Está desecha y su dolor me traspasa el alma como un cuchillo
destructor.

—No puedo creer que mi padre este muerto, Miranda —dice, con los ojos
llenos de lágrimas, completamente pálida y dejándose caer poco a poco sobre
su cama y envolverse en un ovillo para agarrarse las piernas con las manos—.
Independientemente de cómo haya sido siempre Sebastián Connelly yo lo
quería, es demasiado doloroso saber que se fue, así, sin más...

Me acuesto a su lado y la abrazo por detrás, escondiendo la cabeza en su


nuca. Mis ojos también están llenos de lágrimas.

—No sé qué decirte realmente para que te sientas mejor, Tamara. Todo esto
ha sido una gran tragedia que nadie se esperaba.

—Supongo que así es la muerte, ¿no? Llega sin avisar —se volvió y se
acurrucó en mi pecho.

—Sí, la muerte no pide permiso. Solo llega y arrebata.

Me quede ahí, consolándola hasta que se quedó dormida. Estaba cansada,


habían sido muchas cosas para ella.

🌺🌺🌺

—Lo único bueno de todo esto es que estés aquí, mamá. En serio te echaba
mucho de menos.

Mi madre biológica quien también se desplazó ante la muerte repentina del tío
Sebastián, acaricia mi cabello mientras mi cabeza yace sobre sus piernas.

Estoy muy cansada y poco a poco estoy quedándome dormida.

—Ya estoy aquí cielo, y la sorpresa es que me quedaré para Acción de


Gracias.

Me giré y la miré con ojos somnolientos.

—En serio, ¿te quedaras?

Asintió con una sonrisa.


—Claro, ¿sabes cuantas Navidades pase solas? Muchísimas, aunque
claramente tendría a Martin este año, pero hablo de ti, de mi hermano, de mi
familia. Fue tanto el tiempo que pase lejos, sola, huyendo.

—Me alegra tanto que... —un bostezo salió de mis labios y me impidió hablar.

En serio estaba agotadísima. Estoy despierta desde las dos de la mañana


cuando mi madre me despertó para decirme sobre el accidente después de
recibir la llamada de una desecha Rayna.

—Duerme, cielo, duerme. Estas cansada, ha sido un día largo.

—Y doloroso —murmuro, con los ojos casi cerrados.

—Eso también —beso mi cabeza mientras yo me acomodaba en el colchón


con Marfil rodeándome con sus brazos. Le tomé la mano, en mi somnolencia,
para que no se fuera—. Duerme, mi sol. Mamá está aquí y no irá a ningún lado.

Y después de un día largo y doloroso, Morfeo me atrapó en sus brazos.


CAPÍTULO 29

Miranda.

Era el día tres después de la tragedia de los Connelly; mi otra familia, cuando
recibí una llamada de una extraña, Tamara.

—Por favor, Miranda. Te necesito, por favor, por favor...

Su súplica llenó mi cuerpo de preocupación.

—¿Qué ocurre, Tamara? ¿Por qué estás tan agitada? —pregunto, preocupada
metiéndome en el coche después de salir del gimnasio con todos los músculos
adoloridos, pues tengo un entrenador bastante rudo.

—No te lo puedo decir por teléfono. Por favor ven, tú me entenderías más que
nadie, por favor. Te necesito.

Nada estaba bien. Lo sé. En serio me dolía el cuerpo y quería ir a casa, pero
para que Tamara me llamara de esa forma era porque algo ocurría, y grave.
Por favor, otra tragedia no.

—De acuerdo, de acuerdo. Voy para allá, tranquila. Voy.

Me coloco rápido el cinturón de seguridad, pongo el marcha el coche y voy con


mi amiga.

En cuanto entré en la habitación de Tamara ella se me echó encima, llorando


en desconsuelo. La abracé y mientras lo hacía noté algo que llamó mucho mi
atención, su habitación era un desastre de cosas tiradas por doquier, cosas
que parecían haberse tirado con rabia. Parecía como si un terremoto hubiera
pasado por ahí.

¿Qué pasa? Me pregunte preocupada, es cierto que la muerte de su padre le


ha afectado, a cualquiera y es demasiado reciente; apenas si han pasado tres
días, pero Tamara es la persona más pacifica que conozco. No tiende a perder
el control fácilmente.

—Tamara, dime ¿qué ocurre? ¿Por qué esta todo así?, ¿por qué estas tú así?

Se alejó de mis brazos y reventó lo último que parecía quedar vivo todavía en
la habitación, pues hasta el espejo había pasado a mejor vida, su computadora.
Me sobresalté.
—Tamara...

—No era mi padre —mis ojos se abrieron de golpe—. Sebastián Connelly no


era mi padre, Miranda, y ¿sabes cómo me acabo de enterar? Lo he descubierto
en la lectura de su testamento cuando Olivia, Nathan y Noah fueron sus únicos
herederos. A mí no me dejó nada.

—Oh Dios mío... —solté en un jadeo.

—Soy hija de mi madre, pero no de él. No de él —Tamara pateó una y otra vez
la base de su cama. Yo estaba en shock, sin saber que decirle. Está situación
me parecía tan familiar—. Ahora lo comprendo todo, pase veintidós años de mi
vida buscando el amor de un padre que nunca me quiso. Lo lloré como si se
me hubiera ido el alma en ello, porque lo amaba con todas las fuerzas de mi
corazón, y ahora resulta que no soy su hija, que me crio sí, pero jamás me
considero como tal.

Mis ojos están llenos de lágrimas cuando me acerco a ella para volver a
abrazarla. Entiendo tan bien como se siente. Yo viví ese mismo dolor cuando
me enteré que las personas que consideré mis padres durante toda mi vida al
final no lo eran, aunque me parecía que su caso era más complejo que el mío.

—Oh, Tamara. Yo te entiendo tan bien, yo... pase por algo asi hace poco. Es
duro descubrir que nuestras familias guardan secretos que pueden lastimarlos
y descubrirlo en el peor momento.

—Yo lo quise, Miranda, lo quise siempre, pero él nunca lo hizo —dice,


alejándose para dejarse caer sobre su desecha cama con las manos alrededor
del rostro—. Intenté siempre ganarme su amor de todas las formas, quería
besos y abrazos como esos que les daba a mis hermanos, los que yo no
entendía porque a mí no me daba, pero ahora sí lo comprendo todo, Olivia,
Nathaniel y Noah eran sus verdaderos hijos, lo merecían y yo no. Me inscribí
en una carrera que no me gustaba porque quería ser como él, una abogada de
éxito... busqué incansablemente su amor... yo lo busqué... lo busqué tanto.

Mi Dios. Su dolor está destruyéndome.

—¿Qué te dijo la tía Rayna? —se puso de pie, furiosa.

—Que le puso los cuernos a él cuando estaban comprometidos para casarse y


se quedó preñada de mí, pero supo esconderlo y Sebastián creyó que yo era
su hija cuando le anunció que estaba embarazada de él siendo que estaba
desde antes, hasta que un día cuando yo tenía unos tres años lo descubrió
todo y comenzó a despreciarme. Siguió a su lado porque la amaba y
mantuvieron el secreto de que yo no era su hija, pero... pero... ahí Miranda,
esto duele tanto. Tanto.

Volví a acercarme para abrazarla mientras ella llora, su alma destrozándose


por dentro y la mía también, por ella, por su dolor que es tan suyo como mío.
Somos maps.
—Sé qué es doloroso, pero todo estará bien.

Salió fuera de mis brazos y se limpió las lágrimas de los ojos.

—No, no me digas esto. No tú, amiga, la gente suele decir siempre eso: todo
estará bien, para hacerte ver lo que está muy oscuro con un poco de color,
pero no es así Miranda —dice, mirándome con el corazón destrozado en los
ojos—. Me acabo de enterar que no sé quién soy, que no conozco una parte de
mí.

Tiene razón no siempre decir: todo estará bien, es la mejor manera de calmar a
una persona.

—Lo siento, Tamara —me senté a su lado en la cama y le acaricié la cabeza


con cariño. Su tristeza me está matando—. ¿En serio no te dejó nada?

Asintió.

—Es como te dije. Él no dejo nada pasa mí, me desheredo, todo quedó en
manos de sus únicos tres hijos y a pesar de que ella lo defraudó, hasta mi
madre recibió su parte, a mí solo un corazón desecho, pero ¿sabes? El dinero
a mí me vale una mierda, Miranda. Lo que me duele es toda la mentira que me
rodeó durante tantos años.

Inspiré, atrayéndola a mi cuerpo para abrazarla sin saber que decirle, solo le di
mi consuelo silencioso. Muchas veces escuché a Tamara hablar de que su
padre era más frío con ella que con sus hermanas, pero nunca me imaginé que
fuera porque no era su padre y aparte, desheredarla de esa forma. ¡Cruel! Yo
que lo adoraba y lloré destrozada su muerte.

🌺🌺🌺

—Miranda, ¿cómo está Tamara? ¿Se calmó? Estaba tan alterada —dice mi tía,
Rayna notándose preocupada por su hija.

Rayna es una mujer muy bella, Tamara tiene mucho parecido con ella, sobre
todo en el tono oscuro del cabello y en estatura. Mi tía se nota abatida, hay
bolsas bajo sus ojos de una persona que no parece haber dormido en días.
Tiene un vestido negro algo suelto y la coleta en mal estado.

—Sí, se ha calmado un poco, pero está sufriendo mucho, no solo porque tu


difunto marido no le dejó ni el gato de la casa sino por enterarse de esa forma
que no era su padre la destruyó. Yo sé lo que se siente eso, y te aseguro que
se está destruyendo por dentro.

Los ojos de mi tía Rayna se llenaron de lágrimas, debo agregar otra vez que es
media hermana de mi madre. Son hermanas por parte de padre y es mayor
que Paula Collins por tres años.

—¿Crees que la voy a perder? No quiero perder a Tamara, ella en mi luz.


No hay nada más que sufrimiento en mis palabras. Y yo sé, mi tía se pudo
haber equivocado mintiéndole a su hija por años, pero según yo sé es una
excelente madre.

—No la perderás. Tamara te ama y ese amor es tuyo, nada va arrebatártelo ni


porque la hayas mantenido en una mentira por años. En este momento solo se
siente enojada y desilusionada... —agarro su mano, sus dedos aprietan los
míos—. Yo me sentí de la misma forma, o casi, cuando me enteré que Paula y
Lucas no eran mis padres, que me habían mentido por años y que en realidad
Marfil era mi madre biológica, pero al final ganó el gran amor que les tenía y
terminé perdonandolos.

Sonrío con tristeza.

—Gracias, cielo. Supongo que debo esperar que se le pase el dolor.

Asentí y un instante más tarde me despido de ella con un abrazo y un beso.

🌺🌺🌺

Estaba algo cansada cuando me fui a dormir esa noche. Había tenido una
sesión de fotos, un comercial y un desfile de modas el mismo día, para locos.
Después de varias vueltas en mi colchón buscando una buena posición para
dormir me quedé completamente dormida.

Cuando me moví en la cama dos o tres hora después de acostarme pegué un


grito al abrir los ojos y percibir la sombra de una silueta frente a mi cama,
inmediatamente me incorporé y lo que vi al encender la luz me costó creerlo.

—Nicolás —susurro menos asustada. Le iba a preguntar que cómo había


entrado a mi cuarto pero no necesité hacerlo al ver la ventana abierta y él
llevaba en la mano una ganzúa.

¿Una ganzúa?

—Buenas noches princesa. ¿Me extrañaste?—pregunta, casual.

A pesar del susto que recibí mi corazón salta y es por la emoción de verlo,
habían sido cinco días de no verlo y aunque nos habíamos mensajeado y
hablado par de veces no era lo mismo.

—¿Qué haces metiéndote a mi cuarto como un delincuente a media noche,


Nicolás? —hago la pregunta con un latigazo de felicidad rodeándome mi
pecho, acompañado de una gran sonrisa.

Como ya había saltado de la cama desde el momento que lo vi en mi


habitación él se acercó, me rodeó con el brazo la cintura y me llevó contra su
pecho. Cada cautiva de forma inmediata.
—Lo lamento pequeña, sé que te asusté —me dice, besándome la comisura de
los labios. Soy gelatina ahora mismo—. Llegué a casa hace una hora y lo único
que deseaba era verte, tocarte, perderme en tus ojos, rodearme con tu aroma,
simplemente quería verte con demasiada desesperación y el único modo que
hallé fue metiéndome a través de tu ventana. Cinco días lejos de ti han sido
una locura.

Es tan dulce. Le rodeé el cuello con la mano, acaricio el cabello suave de su


nuca y dejo caer la cabeza contra su frente. El haciendo este tipo de cosas
como meterse por mi ventana a media noche como los caballeros de las
historias de amor es muy romántico. ¿Cómo no derretirme?

—Me has dado un susto de muerte, pero no sabes que gusto me da verte.
Pasaría mil sustos así si el resultado son tus ojos, tu cuerpo, tus brazos... tú en
tu totalidad. También te eché de menos como loca.

Nicolás hundió las manos en mis cabellos, me hizo echar la cabeza un poco
hacia atrás y después tomó mis labios en un delicioso beso que me dejó
atolondrada, completamente.

Oh, como te extrañé.

Lo abracé fuerte, sosteniéndome de su cuello cuando me alzó, para


depositarme sobre la cama y me siguió besando hasta no dejar en mí más que
ganas de suplicarle que me haga suya de una vez por todas.

Sé que hay punto que debemos tratar: mi madre sabe sobre lo nuestro y no le
ha dicho nada a papá porque nos está dando a los dos la oportunidad de que
seamos nosotros quienes le digamos, pero en este momento solo puedo
imaginarme a Nicolás dentro de mí y todo pasa a segundo plano
completamente. Uno: lo había echado demasiado de menos y dos: siempre
estoy demasiado ansiosa cuando se trata de él.

—Te necesito, Nicolás —gimo, abrazándole las caderas con las piernas
mientras sus labios recorren una estela de besos desde detrás de mí oreja
hasta mi cuello, mandíbula, clavícula y el escote que revela la blusa de mi
pijama.

—Me tienes, mi pequeño ángel —murmuró con una voz grave amortiguada
contra mi piel—. No me iré a ningún lado.

Su boca chupa mis pechos por encima de la blusa fina y desmangada de mi


pijama, logrando que el hecho de que no tuviera sostén debajo de ella lograra
que sintiera profunda la sensación y me hiciera gemir su nombre. Un instante
más tarde agarra la tela con ambas manos y la rasgó dejando mis pechos al
aire para él.

—Era mi pijama favorita, y la has roto —le digo, aunque en realidad no me


importaba demasiado.
Veo esos dos cielos grises tornarse más oscuros que la noche que nos
envuelve a la par que humedece sus labios. Un gruñido brota de sus labios al
ver mis pechos; algo pequeños para que negarlo, erectos en su dirección.

Sus ojos brillaron con el brillo de un depredador, me mira con cierta admiración
y eso me gusta. Los hombres por lo general me desean, pero que lo haga el
hombre sobre mí no tiene comparación. Mi corazón se agita en abundancia y
me siento más sexy de lo que puedo llegar a ser.

—Te compraré mil pijamas iguales, pequeña —me dice con voz grave de
barítono, luego su boca baja hacia uno de mis pezones duros como diamantes,
lo lame y una corriente de electricidad me atraviesa todo el cuerpo.

Joder, me aferro con fuerza a las suaves hebras de sus cabellos y no contengo
mis gemidos cuando succiona uno con fuerza mientras su otra mano acaricia el
otro ya sensible. Incliné la cabeza hacia atrás, entregada al sublime placer que
me provocaba sentir su tacto contra mi cuerpo.

Necesitaba sentir el calor de su piel, así que le saco la camisa de la cintura del
pantalón. Exploro los rígidos músculos de su abdomen y continúe jubilosa mi
exploración alcanzando los círculos de sus pezones mientras Nicolás deslizaba
las manos desde mis senos y de ahí hasta la piel desnuda de mi abdomen. El
calor de las palmas de sus manos dispara mis sentidos hasta la locura y gemí
con un deseo que tenía mi cuerpo al rojo vivo.

Le desabrocho el cinturón, le bajo la cremallera del mismo y libero su erección


de la prisión de la ropa interior.

Envolví mi mano en él y la acelerada suavidad de su sexo sobre mi mano


despertó más mi amor por ese hombre... Al sentir su dureza en mis manos dejé
escapar un jadeo que él acompañó cuando yo comencé acariciarlo más
rápidamente desde arriba hacía abajo y así otra vez, pero Nicolás no lo resistió
demasiado, terminamos de quitarnos la poca ropa que nos quedaba y entonces
él se giró, quedo debajo de mí y me monto encima suyo.

Gemi ante la sensación de tener ese hombre tan bien dotado dentro de mí pero
al mismo tiempo sonreí con mi mano en su pecho. Me ha puesto arriba, eso
significa que va a dejar que yo llevara el timón y no me lo había permitido
antes. Él le gustaba dominar, y para que mentir, me encantaba. Sin embargo,
no estaba mal tener el control alguna vez, como está noche.

—¿Está dándome el poder a mi esta noche, señor Maderos? —pregunto en un


resuello.

Sonrió con los ojos hinundados de lujuria y excitación.

—Sí, señorita Collins, usted tiene el poder esta noche —dice, excitado—.
Móntame.

Oh...
Me abrazó y bajó lentamente las manos hasta mis caderas. Se incorporó un
poco y me beso un pezón con firmeza. Un gemido de placer brotó de mis labios
tras su suave mordisco y comencé a cabalgarlo muy despacio, y un segundo
más tarde un poco más rápido empujada por las sensaciones que me llevaban
al borde de un precipicio.

Lo cabalgué más y más salvajemente mientras Nicolás me guiaba, me


agarraba los pechos, me agarraba con fuerzas las caderas y se movía al
compás de mi ritmo.

Pronto nos convertimos en una pulsante y retorcida masa de placer donde


nada más entra aparte de la necesidad de sentir más y más. Gemidos y jadeos,
extremidades agarrándose y músculos contrayéndose, siento su sudor y el mío,
las respiraciones hiperventiladas y los corazones latiendo al mismo tiempo,
hasta que llegó ese momento que no daba para nada más y estallamos en un
potente orgasmo.

Caí sobre Nicolás y él me abrazó con fuerza, besándome la piel húmeda


apenas si recuperado. Nos quedamos abrazados y en silencio por un largo
periodo, una media hora quizás, en silencio, disfrutándonos sin hacer nada más
que abrazarnos y respirar nuestros aromas mezclados con sudor y sexo.

Fui yo quien rompió el silencio.

—Yo no conocía esa faceta tuya de delincuente que se cuela por la ventana de
una chica a media Nicolás —él se encogió de hombros con una sonrisa de
suficiencia.

—¡Ya ves! Tengo muchas facetas que te puedo mostrar aparte de ser un buen
amante, claro. —Alcé las cejas y lo observo.

—¿En qué te basas para decir que eres un buen amante?

Torció sus deliciosos labios en una sonrisa de alguien muy seguro de sí mismo.

—Tus gritos, temblores y jadeos mientras te hago mía me dan ese crédito.

Y tiene razón. Es un amante perfecto, de lo contrario no me te tendría tan


adicta a él.

—Contéstame esta preguntita Nicolás, ¿te has metido antes en la habitación de


otra mujer; aparte de mí, por la ventana... o de muchas otras?

Nicolás soltó una carcajada, una muy fuerte que hizo vibrar su pecho.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti, Miranda Collins?

—¿Qué? —él se colocó más de costado, hundiendo los codos en la cama y la


cabeza sobre la palma de su mano.
—Que eres muy curiosa —dice, tomándome un mechón de cabello y lo
retuerce en su dedo—. Siempre estas dispuesta a llegar a las últimas
consecuencias y salirte con la tuya.

Sonrió. Vale que tiene razón.

—¿Es solo eso lo que te gusta de mí? —Nicolás recorrió mi cuerpo con la
mirada antes de contestar:

—Pensándolo bien. Hay otras cosas que me fascinan de ti.

—¡Bruto! —dije dándole un golpe en el pecho. Él fue más rápido y se colocó


sobre mí con un solo movimiento, besándome largamente por unos segundos

—Para que acabe tu curiosidad. No, nunca antes de esta noche me había
metido en la habitación de una mujer.

La sonrisa no cabe en mi cara.

—¿Eso me convierte en una chica muy afortunada? —digo, besa mi nariz a la


par que me acaricia las costillas desnudas y su palma me quema.

—Afortunada no es la palabra, más bien una chica especial que me ha hecho


cometer las peores locuras de mi vida, pero vaya que jamás he sido tan feliz.

Tomo sus labios en un largo beso, diciéndole solo con ese gesto que yo
tampoco nunca había sido tan feliz.

—¿Cómo esta, Abby? —pregunto interesada una vez rompíamos el delicioso


beso.

Inspiró profundamente.

—Recuperándose después de la intervención y ahora mismo, en casa de mis


padres —me dice, abro los ojos con sorpresa y el agrega:—. Recuerda que te
dije anteriormente que mi hija pasaría a mi lado Acción de Gracias y Navidad.

Y acción de gracias es en tres días.

—Que guay.

Me besa la mejilla.

—Le he hablado a mi hija de ti, ya sabe que tengo nuestra relación que me
hace feliz y tiene muchas ganas de conocerte.

—¿En serio?

Nicolás asintió jugando con mi cabello entre sus dedos.

—Sí.
Inspiré profundo y pensé que debía decirle que mi madre nos descubrió. Tiene
que saberlo.

—Hablando de nuestra relación Nicolás, hay cosas que sucedieron mientras tú


no estabas —murmuro, se me queda viendo con atención, pero con el ceño
fruncido—. Mi madre ha descubierto lo que tenemos.

Se enderezó rápidamente, con los muy abiertos.

—¿Cómo lo ha sabido? ¿Se lo has dicho tú?

Niego con la cabeza.

—No, Nicolás, teníamos un plan, decírselo a ella y a papá los dos juntos, como
pareja, pero alguien que no se quien, nos tomó fotos aquel día que me
acompañaste a la sesión, se las envió a mi madre y Paula me enfrentó hecha
una furia. Por supuesto logré calmarla al decirle que nuestra relación era seria,
que te amaba y que tú me amabas de la misma forma y si quieres preguntar,
papá todavía no lo sabe. Mi madre me prometió que nos dejaría a nosotros
hablar con él, con la advertencia de que fuera lo antes posible porque no quiere
mentirle a su esposo.

Nicolás resopló y dejó caer sobre el colchón, mirando el techo con los brazos
cruzados sobre la cabeza

—Oh por Dios, pequeña. No nos podemos arriesgar a que Lucas sepa esto por
alguien más, podría ser peor.

Estoy de acuerdo.

—Lo sé, por eso le supliqué a mi madre que no le dijera nada y dejara que se
dijéramos los dos, como lo teníamos planeado.

Nicolás me miró con sus ojos grises y elevó una mano hacia mi cara. Me
acarició suavemente la piel de la mejilla. El silencio nos dominó por unos largos
minutos, él solo mirándome y acariciándome el rostro, yo disfrutando de la
caricia.

—Mañana... —fue lo que dijo.

— ¿Mañana?

Tragó duro y buscó mis ojos celestes.

—Que mañana tu padre sabrá que estamos juntos.

Lo abracé muy fuerte otra vez las palabras de mi madre golpearon mi cabeza.

Eso, su inconciencia, puede ocasionar una tragedia.

Ahí Dios....
—Tengo miedo, Nicolás. Tengo miedo de que mi padre no reaccione bien y te
haga daño, no lo podría soportar.

Nicolás me tomó la cara entre sus manos y me besó los labios.

—¡Hey!, vamos a confiar en que, Lucas va a entender lo que sentimos. Todo


saldrá bien.

Ojalá...

CAPÍTULO 30

Nicolás.

No lo podía negar, me encontraba un tanto ¿asustado? No, quizás esa no fuera


la palabra pero si algo ansioso.

Es esta noche cuando iré a casa de mi mejor amigo y le diré que tengo una
relación con su hija.

Solo quiero que todo salga lo mejor posible.

Cuando decidí no dominar más lo que sentía por Miranda, ya que además, era
más fuerte que yo y ya no podía controlarlo más, conocía lo que eso implicaba
y aun así me dejé llevar. Incluso dije que si esta relación me traía la muerte no
me importaría, que estaba dispuesto a darle la bienvenida si en su lugar podía
tenerla en mis brazos así fuera una sola vez, pues sería la muerte más feliz
que podría tener un hombre jamás.

No me arrepiento de un solo segundo que vivi con esa hermosa chica.

Los momentos que he vivido con Miranda han sido... ni siquiera existen las
palabras para explicar tamaño nivel de perfección. Ella tiene edad para ser una
niña todavía, pero en la cama es una mujer apasionada que me entiende
completamente, nos compenetramos y nos entendemos tan bien que pareciera
que hubiéramos nacido encadenados el uno al otro para ser una sola pieza
perfecta y armoniosa. Tenía dolores dentro de mí que ella curo, tenía oscuridad
dentro de mí donde ella se metió como un rayo de luz y lo iluminó todo, y no
puedo amarla un poco más porque estallo en pedazos. Miranda es lo mejor que
me ha pasado en mucho tiempo y estoy listo para decirle a su padre lo mucho
que la amo la noche de hoy, ya no se puede esperar más y es mucho mejor
que se entere por mí que por cualquier otro lado.

Mientras me cierro el último botón de la camisa frente al espejo pienso en la


noche que conocí a Lucas.

Era una noche en la que cualquier hombre— en mi caso soltero y joven— sale
a tomarse un trago para despejar la mente, entonces vi una escena frente a
mis ojos de un hombre a punto de ser apuñalado por defender a una pobre
mujer de otro imbécil que la estaba maltratando: era Lucas Collins. El
problema, es que no era uno solo sino tres hombres contra uno. Y bueno, como
si eso fuera de mi incumbencia —y sin querer dejar a ese pobre hombre solo a
manos de esos tipos—me había metido en un intento de defender a un
desprotegido Lucas de tres maleantes con cara de satánicos a punto de
enterrarle un cuchillo en el hígado solo por intentar ser un caballero y defender
a una pobre chica del maltrato de uno de ellos. Me rio ante el recuerdo. La cosa
había terminado en pleito, sillas volando por doquier, gritos y puñetazos. El final
de la historia es que esa fue la segunda vez que puse un pie en la cárcel; pues
apareció la la policía y nos apresó a todos. Y justo así, mientras aquella noche
me contaba que estaba en ese bar porque él y su esposa estaban pasando por
una mala racha en su matrimonio como todas las parejas, nació nuestra
amistad y desde entonces él siempre me ha dicho que me debe la vida.

Sí, me la debe un poco.

Esperaba que ese agradecimiento me ayudara en algo esta noche sino...

—¿Papá, cuándo podre conocer a Miranda?

Abby, mi princesa me pregunta cuando salgo esa noche de mi habitación y ella


está en la sala, sentada sobre uno de los sofás con sus piernas sobre el mismo
entretanto la televisión plasma está encendida con una especie de serie juvenil
que está viendo.

Estoy demasiado feliz por tenerla en casa, así sea por unos pocos días, cada
vez que está conmigo me alegra la vida. Hace unos días atrás cuando le llamé
y su madre me dijo que estaba en un quirófano a punto de ser intervenida
quirúrgicamente casi me vuelvo loco. Ya he perdido antes un hijo y es un dolor
que no se lo deseo ni a mi peor enemigo, no se lo deseo a nadie. De hecho
aunque he aprendido a vivir con él, ese terrible vacío por haberlo perdido sigue
ahí, latente.

Me senté en el sofá al lado de Abby, rodeé su delgado cuerpo con mis brazos y
la atraigo hacia mi pecho para darle un fuerte abrazo y un beso en la sien.

—Te prometo que ella también se muere por conocerte, pero ya será hasta
mañana, ¿vale? Ella es modelo, te dije, entonces estuvo algo ocupada hoy y ni
siquiera nos vimos.

Abby salió de mis brazos, sonríe y se pone a arreglarme el cuello de la camisa


que al parecer al estar un tantito nervioso me lo dejé torcido.

—Está bien, papá —me mira a los ojos, físicamente es muy parecida a su
madre, tiene su piel canela y su cabello largo, sedoso y ondulado, negro como
las alas de un cuervo, la misma belleza física porque Jasmine es una mujer
deslumbrantemente hermosa, pero Abby tiene mis ojos grises, heredó mi nariz
y los que la ven sonreír dicen que es mi misma sonrisa, yo ya lo creo que si—.
¿Tu estas bien? Siento que luces un poco tenso y nervioso, papi. ¿Te pones
así cada vez que vas a ver a tu novia?

Sonrió, depositándole un beso en la frente.

—Es que iré a ver al padre de mi novia, que a la vez es mi mejor amigo de
años y socio, para decirle que soy el novio de su hija que además es varios
años menor que yo. No lo sabe y estoy un poco preocupado por su reacción —
me sincero con ella porque no tengo porque decirle mentiras.

—Oh, seguro ira bien. No te preocupes tanto, eres maravilloso y es seguro que
Lucas se dará cuenta de que no hay mejor partido para su hija que tú —Abby
dice, acariciándome la cara con sus pequeñas y suaves manos—. Dile que la
amas del mismo modo que me lo dijiste a mí, con los ojos llenos de amor y
adoración, y no habrá manera de que se enoje.

La atraigo hacia mí para darle otro abrazo y un beso. Es tan adorable e


inteligente.

El timbre la puerta suena en ese momento y sé inmediatamente de quien se


trata. Como tenía que salir y no quería dejar sola a mi hija, y no tengo de
servicio más que a mi chofer y una mujer que suele solo venir a encargarse de
mi casa tres veces por semana, le pedí a mi hermana Cheryl que por suerte
vive algo cerca para que cuide de ella mientras yo estaba fuera. Mi hermana
aceptó en seguida, es tan adorable.

Abby se me adelanta y se pone de pie para abrir la puerta a su tía. Le abrió la


puerta y vi entrar a una hermosa mujer con un bastón y un perro guía, Casper,
al que sostenía de una correa.

Creo haber dicho antes que mi hermana es ciega desde que a los diez años
tuvo un accidente automovilístico con el chófer después de que esté la
recogiera en la escuela, en consecuencia se quedó sin vista debido al fuerte
golpe que recibió en la cabeza por el choque, pero como también dije con
anterioridad Cheryl es una mujer fuerte que su ceguera no la limita para nada, y
la familia al igual que los pocos amigos que tiene jamás la hemos tratado
diferente por su condición. Claro, en un principio y con la edad que tenía
cuando todo sucedió fue difícil para ella aceptar que ya no volvería a ver los
colores por ejemplo, o a saltar y jugar como otros niños de su edad, pasar de
un colegio normal a una escuela especial para invidentes, pero con el tiempo
aprendió a aceptar su condición y a vivir con ella. ¿Parejas? Hace poco más de
seis meses conoció a alguien y han estado saliendo desde entonces. Creo que
está enamorada y yo ya lo he amenazado, al igual que Jared, con romperle la
madre si la daña.

—Tía —Abby se lanzó a los brazos de mi hermana en un efusivo abrazo, ella


sonríe mientras agacha su cabeza para dejarle un beso en su cabeza.

—Hola, preciosa. Qué gusto verte, ¿Cómo estás?


—Increíblemente feliz de estar aquí con papá y con todos ustedes.

Cheryl que es hermosa, alta y pelirroja como Jared, volvió a besar a su sobrina
que la abrazó. Me acerco a ellas.

—Hola a mi hermosa hermanita.

Parece que me mira pero a causa de su ceguera su vista Se ve perdida.

—Hola, Nicolás —me nombra en una voz cálida y dulce. La rodeé en un abrazo
y le di un beso.

—Gracias por quedarte con, Abby. No me apetecía dejarla sola en casa, está
todavía algo convaleciente por la cirugía.

Cheryl tendió su mano sin bastón para que Abby que estaba acariciando a un
cariñoso Casper que le lamía la cara y ella reía, se acercara, mi hija lo hizo y le
envolvió la pequeña cintura en un abrazo.

—A mí no me importa cuidar de mi sobrina, pasaremos unas lindas horas de


chicas ella y yo, ¿verdad Abby?

Abby asintió.

—Sí, tía.

—Bueno. Me voy entonces —digo, listo para ir a casa de los Collins y


presentarme ante Lucas como el novio de su hija y esperando salir en una sola
pieza—. Nos vemos en breve. Cuídense y no hagan destrozos.

Ella ríen.

Doy un beso a ambas y justo cuando voy a dirigirme hacia la puerta la mano de
Cheryl toma la mía y me detiene.

—Aunque no pueda verte, puedo sentir tu presión, hermanito. Relájate, todo


saldrá bien. El amor no es un delito, al contrario, es todo lo bueno que tiene la
vida.

Ella sabe todo, se lo he contado a ella y a toda mi familia. Todos entendieron


cuando les expliqué cómo se dieron las cosas.

Le regalo un beso a su mano y me despido.

🌺🌺🌺

—Ya estás aquí.

Veo sus ojos azules, los primeros que me reciben al entrar en esa casa y la
sensación que me recorre en el interior es tan buena, tan llena de todo lo que
hemos vivido durante los últimos meses que me digo que no importa lo que
ocurra esta noche, todo habrá valido la pena.

—Sí, princesa. Estoy aquí —me acerco más, robándole un pequeño beso en
los labios que me hacía falta como agua en el desierto, sin importarme nada—.
Estas hermosa, como siempre.

Ella sonríe, y se pasa la mano por el mono corto que trae puesto en color rojo
con rallas blancas y un lazo en la cintura, de tirantes, mientras su cabello
castaño está alzado en una alta coleta.

—¿Estás listo para esto? —me pregunta, con voz inquieta mientras juega
nerviosamente con sus dedos contra su pecho y mordisquea su labio inferior,
gestos que solo me provocan querer lanzarme sobre ella y darle un beso más
profundo, apasionado e intenso, pero me contengo.

—Quédate tranquila, todo saldrá bien. ¿Vale?

—¿Qué es lo que tiene que salir bien?

Los latidos de mi corazón se intensifican cuando veo aparecer a Lucas en la


sala, su mujer viene a su lado. Rayos, no me han dado ni tiempo de preparar
como lo iba a decir. Observo a Miranda y puedo notar como su pecho sube y
baja, hinchado ante su agitación. Está asustada y preocupada.

Bueno, hay que acabar con esto de una vez. Le echo una segunda mirada a
Miranda, ella traga antes de tirar hacia adentro de su boca con sus dientes su
labio inferior y sus ojos celestes me dicen cuán nerviosa está, si está como yo
estamos ambos a nada de reventar. Vuelvo la vista hacia el hombre frente a mí
y que ha sido mi amigo por más diez años.

«Suéltalo, Nicolás. Todo saldrá bien, amar no es un delito» me digo a mí


mismo para darme valor.

—Lucas, yo sé que tú tienes plena confianza en mí que un buen día me abriste


las puertas de tu casa; tratándome desde hace más de diez años que nos
conocemos, como parte de tu familia y por lo mucho que te lo agradezco, me
hubiera gustado no haber tenido que... traicionar esa confianza —con el ceño
fruncido Lucas miró a la mujer a su lado, Paula. En ese momento también se
unió alguien más que merecía estar ahí también, Marfil.

—Hola, Nicolás —me saluda la radiante mujer con dulzura.

Sonrío para ella, con todos los músculos tensos.

—Hola, Marfil.

—¿Qué ocurre que todos parecen lucir tan tensos? —pregunta ella, notando lo
evidente.

Lucas pregunta ansioso:


—Nicolás, ¿Qué era lo que intentabas decirme hace rato? —mis ojos se
encontraron con los de Miranda, de nuevo, continua con esa mirada asustada y
con un movimiento de cabeza trato de convencerla de lo que ni yo mismo sé:
todo saldrá bien.

—Lucas, Marfil, Paula —aunque la última ya lo sabe, la nombro igual—. Me


presento aquí esta noche para decirles que... estoy saliendo con, Miranda.
Somos novios desde hace un tiempo.

Se hace un silencio tan fino entre todos que hubiera caído una hebra de cabello
y se hubiera escuchado su sonido al caer. El pulso me latía descolocado y toda
la sangre de mi cuerpo en las sienes, dándome dolor de cabeza
instantáneamente y estaba seguro que Miranda no estaba diferente. No sé si
fue la mejor forma de decirlo, la verdad estaba, —estoy—, tan nervioso que no
sabía cómo hacerlo y quería terminar con eso de una vez para que mi pulso
volviera a la normalidad.

—Eso es una broma, ¿verdad? —pregunta un incrédulo Lucas, mirándonos a


uno y luego a otro. Paula luce serena o lo disimula, Marfil tiene los ojos muy
abiertos y la boca también y nos observa de hito en hito.

—No es una broma, papá —Miranda dice, acercándose para unir nuestros
dedos manos, su padre mira el gesto ahora si con los ojos muy abiertos y el
rostro blanquísimo. Se ha puesto pálido como la leche y observa con sus
hombros subiendo y bajando como indicios de una respiración agitada,
nuestras manos entrelazadas—. Este hombre de aquí y yo tenemos una
relación que hemos estado escondiendo por... meses.

El instante en el que ocurrió no lo registro bien, pues sucedió demasiado rápido


cuando me vi tambaleándome, con dolor en la cara y sangre goteándome de la
nariz y labios tras un fuerte derechazo de Lucas que me esperaba. Las tres
mujeres en la sala profirieron un grito mientras yo me bebía mi propia sangre,
con dolor en todo el rostro. El hombre pega fuerte.

—Esto yo... Eres el único hombre en este mundo al que consideraba realmente
mi amigo, Nicolás... —comienza a decir, mirándome a los ojos llenos de dolor y
rabia mezclada, una bomba a punto de detonar —. Más que mi amigo yo te
consideraba mi hermano. Te creía un buen hombre, recto, leal, respetuoso y
sobre todo, confiable, pero me has demostrado todo lo contrario. Eres un hijo
de puta, una rata asquerosa al que jamás debí abrirle las puertas de mi casa, al
que jamás debí darle la confianza de estar cerca de mis hijas. ¡Te has estado
aprovechando de mi niña a mis espaldas como un maldito cabron de mierda!
¡Te voy a matar con mis propias manos!

El intenta volver a mí para darme un segundo golpe pero su hija corre y se le


mete en medio, Miranda.

—No, papá —le súplica, empujándolo por el pecho—. Por favor, tranquilízate,
déjanos explicarte...
Pero Lucas estaba demasiado fuera de sí, sus ojos ardían llenos de ira y
terminó apartando a Miranda que se interponía en su camino suplicándole
calma, pero lo hizo de un modo tan brusco que la empujó contra el suelo por
sus delgados hombros. Ella cayó de bruces sobre su trasero con un fuerte
quejido. Mierda, al verla caer sentí un fuerte dolor en el pecho que me partió en
dos el alma, asustado, sobre todo al ver como estuvo a punto de golpear su
cabeza con la mesa del centro y hacerse daño, se salvó por los pelos.

Mi pequeña.

—Dios mío. —Marfil corrió rápidamente a socorrer a su hija que yacia en el


suelo con los ojos llenos de lágrimas, Paula por su lado detuvo a su esposo al
agarrarlo por la camisa en la espalda—. Esto es yo... no tenía ni idea de que
esto estaba sucediendo, pero Lucas. Por el amor Dios, te tienes que calmar,
por favor.

Es la súplica de Marfil a su fuera de sí hermano mayor mientras abraza a su


hija que llora asustada. Me duele el corazón ver esos ojitos llenos de lágrimas.

—Calma, cielo. Estás bien, todo estará bien. Por favor, no llores. Por favor —le
pido odiando verla llorar, por otro lado, sé que Lucas no le ha hecho daño a
propósito, simplemente estaba fuera de sí y actuó a consecuencia. Solo hay
que ver cómo está mirándola, en sus ojos aun con su furia hay arrepentimiento
por lo que ha hecho, de no haber tenido suerte ella... no quiero ni pensarlo.

—Lucas, mi amor. Casi provocas una tragedia al empujar así a nuestra hija. —
es la voz apaciguadora de Paula, quien abraza a su esposo por la espalda
intentando calmarlo—. Trata de tranquilizarte y escucha, te lo pido.

Lucas se sacudió de los brazos de su mujer y la enfrentó, rígido y tenso.

—¿Por qué pareces tan tranquila al saber que este infeliz se ha estado
aprovechando de nuestra hija?

Paula inspiró profundamente y me echó un vistazo.

—Porque yo ya lo sabía, Lucas. Me enteré hace unos pocos días porque


alguien me envió una fotografías al correo de la revista de ellos dos, juntos. Al
igual que tú estaba fuera de sí, no entendía nada y estaba tan furiosa, enfrenté
a Miranda con ganas de estrangular a Nicolás, pero las palabras que me dijo
fueron suficientes para conseguir al menos entender que hay cosas inevitables,
solo escúchalos.

—Las cosas no son como tú la vez Lucas —Murmuro, se volvió para mirarme y
aunque no se acerca para volver golpearme no me mira con menos furia que
antes, incluso hay mucho más y el que tenga los puños apretados y una vena
de furia saltándole en el cuello es un claro gesto de que esta conteniéndose—.
No me aproveché de tu hija, estoy perdidamente enamorado de Miranda. Es
muy probable que en este momento no me creas, y lo entendería pero quiero
que sepas que no lo busqué. Luché, luché con todas mis fuerzas para detener
todo lo que comencé a sentir de buenas a primeras por tu hija, pero no pude
detenerlo y casi me vuelvo loco de la desesperación. Ella entró dentro de mí y
se sintió demasiado cómoda para irse, así que se quedó y no pude sacármela
de aquí —me golpeo con fuerza el corazón con un puño, lamiéndome el mismo
tiempo el labio partido y lleno de sangre—. Eres mi mejor amigo y me negué a
caer, por respeto a nuestra amistad, pero caí, caí profundamente y no supe, no
sé, como salir ni quiero. Ella es todo mi mundo, mi razón para respirar y la amo
con cada jodida parte de mí.

Puedo escuchar suspiros en la sala, Lucas, sin embargo dice:

—Miranda, es casi una niña, Nicolás y tú eres un...

—...un hombre quince años mayor que tu princesa, lo sé, Lucas, pero te lo
acabo de explicar con todas sus letras: me enamoré perdidamente de tu hija
sin importar cuanto quise frenar todo esto que ella me hace sentir —observo a
Miranda, quien escapo de los brazos de su madre y viene hacia mí, la
mandíbula de Lucas se endureció más al ver el gesto, sobre todo cuando la
abrazo con fuerza y beso su cabeza con amor—. La edad no supuso un límite
para nuestros sentimientos, y digo nuestros, porque como creo puedes ver tu
hija me ama de la misma manera que yo a ella. Lo siento amigo, pero donde
manda el corazón, no manda nada ni nadie más. Me metí con tu hija sabiendo
que debido a ese atrevimiento podría terminar asesinado a manos tuyas, ¿y
sabes qué? Si lo hicieras no me importaría en lo absoluto, morir después de
haber vivido momentos tan felices a su lado, definitivamente valdría la pena.

—Nicolás tiene razón papá —Miranda dice, alzó la vista para mirarme, después
observó a su padre—.Yo también lo amo con todas las fuerzas de mi alma. Es
el hombre de mi vida.

Lucas abrió los labios para decir algo, sin embargo pareció no encontrar las
palabras y simplemente se volvió agarrando camino lejos de todos y se le
escuchó emitir una fuerte maldición, Paula lo siguió mientras Marfil se quedó
ahí con nosotros. Inspiré profundamente. No es como que haya salido bien del
todo, pero aunque tengo el labio y la nariz rotos, sigo vivo.

Lo único malo de todo esto, es que podría perder la amistad de Lucas y me


duele en el alma, lo quiero como a un hermano, pero incluso así no me
arrepiento de todo lo que he vivido con Miranda y cuan feliz he sido cada
segundo desde que estamos juntos. Por mucho que duela si estás son las
consecuencias a la mayor felicidad que he sentido en mi vida, pues bienvenida
sea.

—¿Te duele? —Miranda pregunta, tocándome el labio roto.

Tomo su mano y la llevo a mi boca para darle varios besos a estás que se
siente heladas. Le beso la frente a también, y después cada una de sus
mejillas.
—No te preocupes, no ha sido un gran golpe, y teniendo en cuenta que me
esperaba algo mucho peor, como la muerte por ejemplo, esto es una pequeña
caricia.

Apretó en una fina línea sus labios.

—Lo vi tan enojado, luego que me aventara así, no parecía mi padre. Estaba
fuera de sí y tuve tanto miedo de que ocurriera algo lamentable.

Tomo sus labios en un beso tranquilizador y Marfil que nos habíamos olvidado
estaba allí, aclarándose la garganta nos hace apartarnos. Miro a la madre de
Miranda, no luce enojada para nada, solo un poco desconcertada. A pesar de
que Martin, su pareja, sabía todo desde un principio supo guardar el secreto
porque no le correspondía revelarlo, así que por ello Marfil no sabía nada hasta
esta noche.

—No me esperé que mi hija de veintiún años tuviera una relación con...

—Un hombre de treinta y siete, quince años mayor —interrumpo a Marfil,


porque sabía que era eso lo que diría—, pero este hombre ama a tu hija como
ningún otro hombre va a amarla jamás. Esto no es cuestión de edad, es
cuestión de alma y la suya y la mía están encadenadas. Toda mi esencia la
adora.

Miranda se acurrucó más en mí besándome la garganta y Marfil sonríe, a


continuación se acerca a ambos y observando a su hija entre mis brazos a la
que regala una caricia en su mejilla, dice:

—No estoy juzgando su relación, ¿al final que importa la edad cuando hay
amor? No importa nada, sé que eres sincero, Nicolás. Solo cuídala y síguela
amando así —dice, una sonrisa en sus labios—. Mi niña merece todo el amor
del mundo.

Miranda salió de mis brazos para ir a refugiarse en los de su madre biológica


que la abrazó y la llenó de besos. Yo las miro con una sonrisa en los labios, se
ven hermosas juntas.

Miranda.

Cuando Nicolás se marchó para dejar que las aguas se calmaran después de
la bomba que ambos acabábamos de detonar al finalmente decirle a papá
sobre lo que teníamos, quise hablar con mi padre porque sabía que no me
podría dormir hasta no haberlo hecho. No me había gustado esa mirada de
desilusión y dolor con la cual me miró antes de alejarse.

Dolió, duele.

Yo podía soportar muchas cosas, pero no que Lucas Collins este enojado
conmigo. Hace meses atrás me enteré que no era mi padre biológico, más bien
mi tío, pero mi amor por él no cambió al saber aquello, al contrario, lo quiero
con mucha más fuerza que antes por saber que a pesar de que no soy su hija
biológica como Andrea siempre me amo como tal, desmedidamente.

Es mi papito adorado y lo amo como a nadie.

Estaba tan molesto. Nunca vi a mi padre tan enojado y sentí un temor horrible
de lo que pudiera hacer, en sus ojos había una rabia desmedida y tuve tanto
miedo de pronto de que las palabras de mi madre se hicieran realidad, sobre
todo cuando me empujó de aquel modo tan brusco para quitarme del medio
cuando intenté impedirle que fuera contra, Nicolás, yo pude haber sido el
resultado de esa tragedia porque casi me golpeé con una de las mesas de la
sala. Pero aunque me asusté, no me enojé ni un poquito por el hecho de que
me haya hecho daño al lanzarme así, sé que solo estaba fuera de sí y que fue
un empuje de su rabia que bendito Dios no terminó en desgracia. Yo sabía que
no le caería muy en gracia el saber de la relación de su hija con su mejor
amigo.

Toqué con los nudillos en el despacho de mi padre porque sé que ahí se ha


encerrado, hace más de tres horas. Escucho un «adelante» al otro lado y entro,
al meter la cabeza dentro lo veo ahí, detrás de su escritorio con la cabeza
gacha, una botella de whisky a medio empezar y un vaso en la boca del cual
toma.

—Papi —Murmuré, tardó unos segundos en levantar el rostro y cuando sus


ojos se encontraron con los míos vi la desilusión acumulada en ellos—.
Necesitamos hablar.

Se puso de pie, rodeó el escritorio y se postro frente a mí. Alcé la vista para
mirarlo a los ojos.

—¿Así qué estas enamorada de mi mejor amigo?, que ahora no sé qué tan
amigo sea después de haber seducido a una de mis hijas produciendo en mi
unas inmensas ganas de matarlo con mis propias manos por traicionar mi
confianza.

Trago. Continúa enojado.

—Sí papá, lo amo.

Inspiró profundamente.

—¿Y no pudiste haberte enamorado de un muchacho de tu misma edad en


lugar de un hombre que casi te dobla edad y le sobran experiencias en
comparación contigo? —gruño, tomando mis hombros con sus grandes manos.

Ojalá el amor hubiese sido así de fácil, si así lo fuera todo mundo se
enamoraría siempre de la persona correcta y no existieran las desilusiones
amorosas y los corazones rotos. ¿Cuántas veces no desee yo no amar a
Nicolás? Muchas, pero lamentablemente el corazón es un órgano que se
manda solo.
—Yo no lo elegí papá, mi corazón lo eligió a él. Y tú, que amas
incondicionalmente a Paula debes de saber que no se puede elegir de quien te
enamoras porque no existe una fórmula mágica para eso. ¿O sí?

—Eres una niña Miranda y él es...

—Soy una mujer papá, aun cuando tú me sigas viendo como tu pequeña soy
una mujer, una que está dispuesta a luchar con garras por defender al hombre
que ama, por defender mi amor por, Nicolás.

Su gesto endureció.

— ¿Sin importarte lo que yo piense? ¿Me vas a desafiar, a mi tu padre?

Tomo entre las mías sus manos y la llevo a mi pecho, mirándolo a los ojos.

—Me importa tu opinión y sabes de sobra que eres mi adoración, papá. Has
sido un padre maravilloso para mí toda la vida, me acogiste sin ser su hija
biológica y me has amado sin diferencia toda la vida. Te admiro como no voy a
admirar a nadie en esta vida y sin ti, créeme porque lo eres todo para mí al
igual que mis madres, no sabría cómo seguir y pido todos los días que nunca
me falten —beso sus manos y observo sus ojos brillosos que me dicen que
está conteniendo las lágrimas—. Sin embargo, él, Nicolás, es otro hombre
aparte de ti que también amo locamente, de diferente manera, pero tampoco
podría seguir viviendo sin él porque es... un trozo de mi alma al que no podría
renunciar. Es toda mi vida.

Se hace un largo silencio.

—Esta realmente enamorada —afirma, acariciándose con manos temblorosas


el cabello.

Dejé escapar el aire por la nariz.

—Lo estoy padre, y soy muy feliz a su lado, lo único que empañaba nuestra
relación era mantenerlo escondido como un sucio secreto, pero finalmente
ahora que todo se ha aclarado podremos gritarlo a los cuatro vientos sin pena
—digo, feliz por eso sin duda —. Perdón si te defraudé padre, pero yo solo me
enamoré y si lo quieres saber: no me arrepiento de ello... Si volviera a nacer
me volvería a enamorar del mismo hombre una y mil veces. Es mi destino.

Después de unos breves segundos mi padre soltó el aliento que parecía tener
atorado en la garganta y me lleva a sus brazos. Suspiro y le rodeo la cintura
con mis manos, mi cabeza en su pecho. .

—Lo siento por haberte aventado de aquella forma horas atrás, estaba fuera de
sí —me besa muchas besas en la cabeza, con cariño—. No me esperaba que
mi hija y mi mejor amigo estuvieran en una relación y enfurecí. Sabes que te
amo, Miranda, eres mi sol, jamás te lastimaría a propósito. Si te hubieras hecho
un daño peor yo... no me lo habría perdonado nunca. Lo lamento, mi sol.
Salgo de su abrazo y tomo su cara.

—No te preocupes, papá. Ya pasó y estoy bien sin nada que lamentar.
Comprendo que no te lo esperabas y que tu reacción fue totalmente normal. Sé
que en otras circunstancias jamás me harías daño. La que lo siente soy yo por
haberos mentido a ti y a mamá todo este tiempo, pero es que no sabíamos
cómo decírselos.

Besó mi frente y volvió a estrecharme entre sus brazos en un lindo abrazo.

—Todavía no proceso esto y me va parecer raro por un tiempo hasta que


pueda acostumbrarme —me dice, haciendo una larga pausa—, pero como de
todas maneras me guste o no me guste a mí su relación van a estar juntos
porque se aman, pondré mi mayor esfuerzo en comprender que, como dijo tu
madre, hay cosas que son inevitables y también ajenos a nuestra razón, como
el que dos personas tan distintas como tú y Nicolás estén... enamorados.

Suspiré con alivio.

Aun abrazándolo alzo la vista para mirarlo.

—Gracias por entender, papá —murmuro, dándole de besos en el rostro que lo


hacen reír, apenas—. Te juro que Nicolás me hace inmensamente feliz y tal y
como él te contó, hasta el último momento trató de negarse a lo que sentía por
mí, pero ya cuando no pudo evitarlo se lanzó sin miedo, incluso, a que tú lo
mataras.

Papá sonríe.

—Y sabes que ganas de matarlo me sobraron, o me sobran, pero trataré de


hacerme a la idea de verlos juntos como pareja por... raro que sea. Me importa
tu felicidad, la de mis tres hijas en realidad; tú, Perla y Andrea, más que nada
en este mundo—me besa las manos—. Ahora solo me toca hacerle las
advertencias de rigor a, Maderos.

Frunzo el ceño y me alejo cruzando mis brazos contra el pecho.

—¿De qué hablas?

—Mis amenazas de lo que le puede pasar si hace daño a mi hija.

—Papá las amenazas están demás, ya te dije que Nicolás es un caballero y me


trata como una princesa, siempre lo ha hecho.

Acarició mi pelo.

—De todos modos me quiero dar el gusto de amenazarlo. Es mi amigo pero tú


eres mi princesa. Es lo que un buen padre debe hacer.

Es mi amigo, suspiro profundamente, eso quería decir que todavía seguía


considerándolo su amigo y eso era bueno porque lo que más le preocupaba a
Nicolás era perder su amistad.
🌺🌺🌺

—Tenía un montón de ganas de conocerte, Miranda —me dice, Abby, la


hermosa hija de Nicolás cuando la conozco al día siguiente en un almuerzo, los
tres juntos.

Es una niña adorable que no deja de sonreír, sonrisa que es idéntica a la de su


padre.

— ¿Sí?

La muchachita asintió.

—Sí, eres realmente hermosa. Tengo envidia de ti.

Sonrío. Ella es preciosa con su cabello oscuro, largo y ondulado y esos ojos
grises con toques de verde. Es una belleza.

— ¡Que dices! Mírate, eres una muchachita preciosa. Al contrario, yo tendría


envidia de ti, ¿no es cierto, Nicolás?

Ella sonríe, sonrojándose.

Nicolás a su lado, besó la mejilla de su hija.

—Le doy completamente la razón a mi novia, princesa —toma el mentón de


Abby y la obliga a verlo a los ojos—. Nunca sientas envidia de otras cuando tú
eres mil veces más bella, por dentro y también por fuera.

Abby regaló un pequeño abrazo a su padre para luego volver la vista hacia mí.

—Me gustas mucho como novia de mi padre, porque lo haces feliz y se le nota
en cada movimiento, en cómo te mira, en como habla de ti y hasta en la forma
que respira cuando estas cerca —le echó un pequeño vistazo a su papá antes
de volver la vista a mí nuevamente—. Gracias por hacer de un hombre tan
maravilloso como él tan feliz, Miranda.

Miro a Nicolás un instante.

—Abby, yo solo le devuelvo a tu padre cada poco de felicidad que él me da. De


eso se trata el amor, de dar en la misma medida que recibes, cualquier clase
de amor.

Nicolás desde su dirección me envió un beso, uno que yo le devolví.

—Ahora vuelvo —Abby dice, poniéndose de pie, luego de media hora de


almuerzo y charlas—. Necesito ir al baño.

La observo mientras bebo un trago de agua.

—De acuerdo, princesa. Con cuidado.


Ella asintió.

—Sí, papi.

Abby se alejó y quedamos solo Nicolás y yo en la mesa.

—Es una niña adorable, y le he caído bien.

—Te lo dije, pequeña. Cómo no podrías caerle bien, ambas son adorables —
Nicolás alargó la mano, tomando la mía por encima de la mesa y jugó con mis
dedos—. Se siente increíble saber que ya no tenemos que escondernos para
poder vivir nuestro amor.

Inspiré profundamente. Claro que se siente hermoso no tener que escondernos


como dos delincuentes, ahora que las personas importantes lo saben podemos
vivir libres este gran amor, y lo mejor de todo es que aunque pudo suceder una
tragedia, no sucedió nada.

—Sí, se siente divinamente increíble, Nicolás. Estoy muy contenta.

Besó mi mano.

—Te amo.

Una sensación hermosa recorre mi interior cada vez que me dice: «Te amo».
Anteriormente yo sentía todo yo sola, y él nada mientras tanto ahora los dos
sentimos todo juntos y es abrumador, pero precioso a la vez. No hay nada más
bello en la vida que tener un amor cien por ciento correspondido.

—También te amo, Nicolás —murmuro, perdiéndome en sus ojos grises—.


Eres mi alma, mi corazón. Eres el hombre que he amado por mucho tiempo, y
sé, porque creo en el destino y tú eres el mío, será para toda la vida.

Me alzo un poco de mi asiento, él hace lo mismo y entonces unimos nuestros


labios en un gran beso, profundo, intenso y apasionado, sin importar toda la
gente a nuestro alrededor, algunas quizás murmurando, pero ¿qué importaba
lo que la gente dijera o pensara? Para mí, para nosotros, solo importa el gran
amor que sentimos el uno por el otro; uno que aunque tendrá sus baches que
aprenderemos a cruzar juntos, esos momentos tensos que tendremos que
romper y la cansona monotonía, sabemos que no haremos otra cosa más que
tratar de hacernos felices cada día de nuestra vidas sin importar las trabas,
volviendo a enamorarnos cada vez que creamos que el amor se acaba.

Nicolás y yo siempre estuvimos destinados y un amor destinado, es de los que


luchan contra todo y contra todo para mantenerse fuerte y firme, irrompible,
sobre todo porque no podemos estar completos el uno sin el otro.

Fin
Epílogo
Nicolás.

—Disculpe, señor Maderos, alguien exige verle —dice Agustina, mi secretaria


en la puerta de mi oficina.

—Tengo una junta en diez minutos —murmuro—. ¿De quién se trata Agustina?

—Soy yo, Maderos —la voz ronca que se escucha viene de Lucas Collins,
quien está en mi puerta mirándome con una expresión que me cuesta
interpretar—. Tú y yo tenemos una charla de hombre a hombre, ¡ahora! —eso
último sonó como una gran exigencia.

Trago saliva y rápidamente le hago una seña a mi secretaria para que salga de
mi oficina y me deje solo con mi amigo, ella obedeció y Lucas ingresó
moviéndose con calma y tranquilidad, ajustándose la chaqueta de su traje gris
perla, me da una mirada fría y trago con dureza.

Como he dicho tengo una junta importante en diez minutos, pero una
conversación con mi mejor amigo; si es que seguimos siéndolo después de mi
confesión de la noche anterior, es muchísimo más importante en este
momento. Anoche, cuando le dije que estaba saliendo con su hija, se puso
tan... furioso. Aunque me lo esperaba, de hecho me esperaba algo peor que el
golpe que me dio y que gracias a Miranda que se interpuso en su camino,
saliendo ella lastimada, no recibí más.

Le doy a él la oportunidad de hablar. No intento decir nada antes que él, pues
anoche ya dije todo lo que tenía que decir.

—Si he de serte sincero, Nicolás aún me cuesta digerir que mi mejor amigo
este... teniendo una relación con mi hija, un hombre que además...

—Es varios años mayor que ella... —completé porque sabía era lo que iba a
decir. Lucas asintió deslizándose los dedos por sus cabellos castaños. De mis
labios se escapó una bocanada de aire—. Soy plenamente consciente de la
gran diferencia de edad que existe entre tu hija y yo, pero creo que te dejé claro
ayer el punto de que yo no busqué sentir todo lo que siento por Miranda, no
quise amarla de la forma que la amo, incluso más que a mí mismo. Fue ella la
que se me clavó en el alma y no hubo manera de sacarla de ahí, aun cuando lo
busqué de mil formas porque nuestra amistad, aunque ahora creas lo contrario,
es muy importante para mí, Lucas. Lo que menos quería era perderte como
amigo, sin embargo cuando el corazón es quien manda no hay forma de que la
razón le gane.
Se hace un largo momento de silencio antes de que él vuelva a decir alguna
otra palabra.

—Miranda habló conmigo, y queda claro que ella también está perdidamente
enamorada de ti y me dejó bien claro en mi cara que nada ni nadie la hará salir
de ti. Me desafío la señorita y sin titubeos, lo cual, hasta orgullo me hizo sentir
de alguna forma al verla luchar por su amor con tanto coraje, pues siempre le
enseñé que nunca debe quedarse con los brazos cruzados cuando quiere algo
y a que luche por ello con uñas y dientes. Me mostró que aprendió bien la
lección.

Silencio de mi parte, completamente serio mientras mi amigo continuó


hablando.

—Si te he de ser franco, todavía tengo ganas de matarte y cortarte las manos
por haber puesto tus manos sobre una de mis niñas. Mis hijas son el tesoro
más preciado que yo tengo —dice, gélido y se acerca a mí, moviéndose
silenciosamente—, pero si me prometes que no vas a hacerla sufrir bajo ningún
concepto porque ahí sí que te juro que te asesino, aceptaré de buena gana que
seas la pareja de mi hija, el hombre que ella eligió y que muy bien supo
defender la noche anterior frente a mí.

Trago.

—Todo lo que quiero en esta vida es hacer feliz a Miranda, tanto o más de lo
que ella me hace a mí, Lucas. No tienes que preocuparte —murmuro, mis ojos
en él—. Después del fracaso de mi matrimonio con Kendra yo no creí que
podría volver a sentir esto, que es incluso más fuerte que antes, pero estoy
teniendo esta oportunidad nuevamente y no sabes lo mucho que estoy
disfrutándola. Te juro amigo mío que amo a tu hija con cada parte de mí, es...
tanto lo que ella me hace sentir que no podría expresarlo con palabras, con ella
he vuelto a creer que el para siempre en el amor si puede ser posible por lo
que antes de hacerla sufrir me arrancaría yo mismo la hombría y se lo daría a
comer a los cerdos. Si de mí depende nunca habrá una sola lágrima en sus
ojos más sí, miles de sonrisas en sus labios y días y días de plena felicidad.

Al terminar mis palabras Lucas se acercó, y terminamos dándonos un abrazo


fuerte. Suspiré tranquilo. Temía muchísimo perder esa amistad con él después
de tantos años por haberme, sin apenas buscarlo, enamorado de su pequeña
hija.

—Eres como un hermano para mí Nicolás, y al final si te hubiera matado por


liarte con Miranda, me habría dolido toda la vida —nos separamos del abrazo—
. No me meteré en su relación mientras vea feliz a mi hija a tu lado, el día que
no sea así tendremos serios problemas.

Sonrío. Es el padre más sobreprotector que existe, aunque lo comprendo muy


bien. Quizás yo sea así más tarde cuando Abby empiece a sentir cosas por
algún muchacho y me lo presente como su novio o su futuro esposo. Ya me
veo pateando traseros lejos de ella.

—Nunca tendremos problemas, pues como te he dicho antes, planeo hacer


feliz a Miranda por el resto de mis días.

Sus labios se abrieron en una sonrisa, y luego de un golpecito en el hombro


amistoso y murmurar: «Confío en ti, amigo mío» Lucas se volvió sobre sus
talones y salió de mi oficina dejándome con una agradable sensación al saber
que tendré al amor de mi vida y que al mismo tiempo, también seguiré
conservando la amistad de mi mejor amigo, no habría soportado perderla.

Miranda.

Cinco meses más tarde...

No pude evitar sentirme excitada cuando el avión revoloteó por encima del
aeropuerto de Orly. París se extendía abajo en la oscuridad como una alfombra
mágica cubierta de piedras preciosas. Cuando el aeroplano frenó y empezó a
descender para aterrizar mi hermana Andrea, que se me pegó como
sanguijuela en este viaje y no pude negarme a traerla, y yo pudimos divisar la
Torre Eiffel y la catedral de Notre Dame.

De vuelta en París, pensé sonriendo.

Viví aquí por más de cinco años, y la verdad fue un tiempo muy hermoso al
igual que lo es el país en sí, pero en esta oportunidad no he venido escapando
como aquella primera vez sino por cuestiones de trabajo. Tendré el placer de
desfilar en la semana de la moda para grandiosos diseñadores de la moda
Parisina.

Las luces brillaban por todos lados, y las estrechas aceras estaban atestadas
de gente vestida con elegancia y que conversaban animadamente. París
rezumaba un ambiente de excitación.

—¡Amo París! —gritó mi pequeña hermana, su cansancio por el viaje no


quitándole la felicidad por estar en París.

También amo París.

Como tenemos una tía que vive acá en Francia y ante la noticia de una visita
de sus sobrinas no tendríamos que irnos a hospedar a un hotel sino que
seríamos recibidas en el palacio de mi tía la Duquesa. Un auto con un chófer
enviado por ella nos espera cuando salimos fuera de la terminal, nos dio la
bienvenida en un perfecto francés, metió nuestras maletas en la cajuela del
vehículo y después de abrirnos la puerta nos invitó a entrar otra vez en perfecto
francés.

—Merci monsieur —Andrea dice al parisino, no en un tan perfecto francés,


cabe decir.
Yo reí recargando la cabeza sobre el asiento mientras Andrea recarga su
mentón sobre sus brazos cruzados en la ventana para ver hacía fuera, el
chófer lleva el mando del vehículo y yo pensé en Nicolás al ver la pulsera de
oro con amuletos que cuelga de mi mano y suspiro, llena de amor por dentro.
Me la regaló hace semanas atrás cuando cumplí mis veintidós años como
regalo de cumpleaños y la amé por muchas razones que van más allá del
costo. Contiene amuletos que representaban algunas de las cosas más
significativas que hemos vivido: un avión, una isla, un parapente, pues hacía
dos meses atrás lo había convencido de que quería vivir esa experiencia, se
negó de todas las formas posibles pero al final logré convencerlo y fue tan
increíble que me quedé con ganas de repetir, sin embargo, eso no sería posible
otra vez. Mi novio me aseguró que eso no volvería a suceder mientras él
respire ya que no quiere volver a arriesgar su vida de esa manera, y no
hablaba de la suya propia sino de la mía. Yo soy su vida, tan adorable. Él
también es la mía.

Otros de los amuletos en la pulsera era un corazón; el suyo que según dice
tengo completamente en mis manos y por último, el símbolo de un reloj que
representa todo el tiempo que vamos a pasar juntos; un tiempo infinito.

La amo, amo esa pulsera más que cualquier otra joya que tenga solo porque
ha sido un regalo del hombre que amo.

Durante los últimos meses hemos vivido apasionadamente nuestra hermosa


historia de amor y lo mejor de todo es el hecho de que ya no tengamos que
escondernos de nadie para vivirla con intensidad, y que el mundo entero vea
cuanto nos amamos. He podido acompañarlo a algunos eventos sociales y
siento una felicidad tan grande cuando me presenta como su novia o el amor
de su vida que no cabe en mi propio cuerpo, y la dicha me recorre por dentro
como si fuera un elixir de la eterna felicidad.

Casi que no puedo con todo lo que siento, me llena, me eleva, me da... ¿vida?
Sí, muchísima.

Lo había, hace unos meses atrás, acompañado a la boda de Morelia Fontana,


y ya sabía desde antes que su relación es muy estrecha debido a que ambos
vivieron una dura época en la calle llena de hambre y miseria. Es como una
hermana para él, y ella en sí nunca me cayó mal, es una gran mujer. El único
momento que sentí que la odiaba fue cuando llegué a creer que ella y Nicolás
tenían un tipo de relación íntima. Ahora que sé que son como hermanos me
cae incluso mejor que antes, por lo que me contó el mismo Nicolás, la exitosa
supermodelo, tuvo una infancia dura y es hermoso que haya encontrado el
amor. Me di cuenta en su boda que el hombre con el que se casaba realmente
la adoraba, la miraba como Nicolás suele mirarme a mí la mayor parte del
tiempo, por ello reconocí que era muy amada.
Entre otras noticias, hablaré de mi madre y pues, diré que el día de acción de
gracias se convirtió en un día más para celebrar cuando, Marfil, anunció en la
mesa que tenía una noticia para darnos.

—Este es mi primer Acción de gracias realmente feliz en muchos años. Este


año, que aún no termina, me ha dado cosas que no me esperé cuando decidí
dejar de huir. Tengo un hombre maravilloso a mi lado, me reconcilié primero
con la vida y después con mi hermosa hija, pero también me ha dado otro
regalo —había dicho, con los ojos brillantes, Martin a su lado con la misma
mirada, mientras todos, papá, mamá, Andrea, Perlita, y la tía Rayna y sus hijos
que también compartían con nosotros esa cena, la observábamos esperando la
noticia—. Martin y yo estamos esperando nuestro primer bebé, y... no podemos
estar más felices.

Sí, voy a tener un hermanito. Marfil está embarazada de Martin y yo no puedo


estar más que feliz por ella, es un hijo que no nacerá a la fuerza sino de un
hombre que ella ama y que la ama infinitamente. Me muero por conocerlo
dentro de unos pocos meses, será un niño y hasta han escogido ya el nombre,
se llamará Alonso Di Monti Collins. Todavía puedo evocar su sonrisa radiante
de felicidad, al igual que ese brillo casi cegador de sus ojos cuando nos contó
la gran noticia y entre aplausos y besos le dimos la enhorabuena.

Está siendo tan feliz.

Otra cosa que debo agregar es que Martin y mi madre se casaron dos
semanas antes de navidad en boda intimida en, España. Como ya creo haber
mencionado antes no quise ni querré nunca saber quién fue el hombre que la
violó y por ende, mi padre biológico porque creo que ella no merece abrir
heridas y a mí no me interesa saber nada de esa persona, mi único padre es y
siempre será, Lucas Collins y en lugar de una madre, tengo dos a las cuales
amo con toda mi alma y aunque crecí viendo solo a Paula como mi madre a
estas alturas no existe ninguna diferencia en cuanto a mí cariño para una y
otra. Las amo a ambas de la misma forma.

Son mis madres.

—Mis niñas hermosas. Bienvenidas.

Nuestra tía Maggie, nos recibió con alegría y los brazos abiertos en cuanto
entramos por la puerta de su increíblemente hermoso castillo.

—Hola, tía — soy la primera en ir a sus brazos y me dejo abrazar, pero


enseguida estoy quejándome de su efusivo recibimiento.

—Tía te amo y estoy inmensamente feliz de verte, pero por favor, estás
dejándome sin aire.

Reí, mi tía Maggie tiene esa costumbre de abrazarnos como si llevara una
eternidad sin vernos así nos haya visto el día anterior. Le encanta darnos esos
abrazos rompe costillas que para que negarlo, no me desagradan tanto. Es una
tía muy cariñosa.

—Lo siento, tesoro —se aleja y me besa la frente con cariño—. Es que las amo
y me encanta tenerlas en casa. Tú no me has dado mi abrazo, jovencita ven
aquí.

Andrea corrió a sus brazos para abrazarla y al segundo también se queja del
súper apretado abrazo y río. Un instante más tarde un impotente, alto y muy
guapo hombre apareció en la sala, Dominic Fullop, el duque que robó el
corazón de mi tía Maggie y al revés.

—Bonjour Mesdemoiselles —Saludó en un fluido y perfecto francés.

—Bonjour, Dominic.

Nos ofreció un efusivo abrazo y una cálida bienvenida. Al momento aparecieron


en la sala nuestros cuatro primos, bueno, no todos eran hijos de la tía Maggie,
solo Amelie, una hermosa nena de casi cuatro años y Adrien de ocho. Los dos
mayores de quince y dieciocho años: Brigitte y Alexandre, son solo hijos de
Dominic de su primera esposa, quien muriera al dar a luz a su segunda hija, sin
embargo, sé porque lo he visto, para mí tía Maggie no existe diferencia entre
uno y otro, ella los quiere y los ama a todos por igual.

Media hora más tarde después de saludar con besos y abrazos a mis primitos
Andrea y yo, que ya teníamos habitaciones asignadas de otras veces que
hemos venido al castillo de mi tía y siempre usamos las mismas, nos movemos
hacia allá para tomar un baño y descansar después del largo viaje.

🌺🌺🌺

Tras bambalinas todo es un completo caos. Modelos que salen y entran a toda
prisa, arrancándose la ropa para volver a salir a pasarela en un tiempo récord.
Este es el modelaje, la mayoría de las veces nos toca ir demasiado deprisa. Y
que importa si te partes un tobillo al caminar, si eres fuerte, te paras y sigues
modelando como si nada hubiese pasado. Después de todo, somos
profesionales.

Salgo a pasarela mientras la canción de Etta James, I just want to make love to
you suena en los altavoces con el placer de modelar la pieza exclusiva de la
colección de ropa de la diseñadora Lorraine Barraud.

Modelo sintiendo como me bombeaba la adrenalina a flor de piel a medida que


recorro la pasarela y los focos de las cámaras, y muchos ojos sobre mí.

En un momento que miro hacia la primera fila mi corazón se detiene al verlo


allí, justo al lado de Andrea y Brigitte, al hombre de mi vida, sonriéndome y
aplaudiéndome con entusiasmo. Puso un beso en su mano, lo sopló hacia mí y
casi dejo de hacer lo que estaba haciendo y voy hacia él para que ese beso me
lo diera en los labios, pero fui profesional y continúe mi recorrido hasta
acabarlo.

Un poco más tarde, y al terminar el desfile busco al hombre de mi vida en


medio de todos los presentes, lo encuentro junto a mi hermana. Y hablando de
Andrea a pesar de que he trabajado bastante nos hemos pasado unos días
estupendos ella y yo conviviendo como hermanas, y para agregar la señorita
ha comprado tantas cosas que necesitará al menos dos maletas más aparte de
la que trajo para meter en especial, toda la ropa y los zapatos que compró.
Gracias a Dios nuestro padre es multimillonario y le ha dado una extensión de
su tarjeta sin límites o esa niña lo deja en la ruina, pero no puedo juzgarla
mucho, a su edad yo solía ser así de impulsiva comprando cosas que
luego para peor, ni me ponía y terminaba regalándolas.

Al llegar con Nicolás solo me ve y sus labios sin dejarme hablar están sobre lo
míos. Me devora en un beso hambriento, necesitado y apasionado que me deja
derretida y temblando en sus brazos, sin importarle que estemos rodeados de
gente pone todo su corazón en mis manos con un beso cargado de deseo,
lujuria y la pasión más dura.

Gimo en su boca y siento los flashes de cámaras cuando me separo de él, más
que nada para no dar ese espectáculo frente a mi pequeña hermanita de
dieciséis añitos y Brigitte nuestra prima, que también estaba en el desfile y es
muy amante de la moda.

—¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Londres? —pregunto a Nicolás, este me


sonríe rodeándome por la cintura y me deja otro pequeño beso en los labios,
uno que sin remedio alguno, me hace suspirar.

—Sí, estaba en Londres, pero ahora estoy aquí, contigo—me dijo, besándome
la punta de la nariz. Había viajado a Londres a visitar a su otra familia allí, a su
hermana Laura y su sobrina. Había estado allá conviviendo con ellos toda una
semana, el mismo tiempo que tengo en París modelando—. Te echaba de
menos y es por ello que en lugar de tomar vuelo hasta Los Ángeles volé hasta
París para verte. Por cierto, te veías alucinante en la pasarela, pequeña.

Sonrío.

—Gracias... —juego con los mechones de su cabello entre mis dedos y aparto
los ojos de los suyos un instante para echar una ojeada a Brigitte; con cabello
dorado, y Andrea, con el suyo castaño oscuro, que se han alejado en algún
momento y las veo en una charla con uno de los diseñadores. Volví la vista
hacia a Nicolás otra vez—. También te echaba mucho de menos, mi amor.

Volvió a tomar mis labios en un beso largo y apasionado.

Media hora más tarde aunque mi idea era al finalizar todo mi trabajo del día era
volver al castillo con las chicas, fueron ellas las que fueron a casa con el
chófer. Yo me quedé con Nicolás que me preguntó si estaba muy cansada para
dar un paseo él y yo por París, estaba entrando la noche y la ciudad estaba
llenándose de luces. Si he de ser franca me hallaba algo cansada, pero no lo
suficiente para rechazar un paseo con el amor de mi vida por la ciudad del
amor y de las luces.

Después de parar para tener una rica cena en un exquisito restaurante francés
Nicolás, pues ambos teníamos hambre, él y yo terminamos en unos de los
sitios más especiales de París. Le llaman el muro de los «te quiero» El lugar se
encuentra en el famoso barrio de Montmartre, en la plaza de Abesses,
concretamente detrás de la parada Art Noveau, y está hecho para unir y para
celebrar el amor.

Mis ojos no pudieron evitar humedecerse ante el centenar de «te quiero» en


diferentes idiomas.

Recuerdo que una vez había venido sola, por curiosidad creo. Es un lugar
romántico no para visitar sola sino con la persona que amas, y puedo evocar
que soñé con volver nuevamente, pero no sola y sí con alguien que amara.

Mirando el gran mural frente a mí no puedo creer que ese amor sea Nicolás, el
hombre por el que alguna vez me vine a refugiar precisamente en esta ciudad
para poder olvidarlo, años más tarde estoy en este lugar, agarrada de la mano
con el amor que nunca creí podría tener. Con mi mano libre me secó las
lágrimas que me corren por las mejillas.

Definitivamente los sueños se hacen realidad.

Volteé a verlo y nuestras miradas se colgaron, pues él estaba mirándome con


fijeza.

—¿Sabes? Cuando vivía aquí en París, este lugar al que escapé como una
cobarde para olvidarte, un buen día que paseaba por la ciudad sola terminé en
este lugar: el muro del amor, y no puedo creer que está noche esté aquí
nuevamente pero esta vez con mi sueño hecho realidad, como lo soñé aquel
día —acaricio con las yemas de mis dedos la piel de su mejilla con barba de al
menos tres días—. Tú Nicolás, eres mi gran sueño hecho realidad.

Nicolás me rodeó el rostro con sus grandes manos y después de darme un


beso en los labios colocó con cuidado su frente contra la mía. Mis manos le
rodean el cuello.

—Me encanta ser eso para ti, Miranda. Te amo con toda mi existencia, y nunca
olvides esto: siempre serás mi todo, mi amor, mi vida... mi hogar y la única que
existirá para mí, no habrá nadie más y si tiene que haberla, no lo acepto, solo a
ti, a ti y nadie más. Tú me diste la oportunidad de volver amar, está vez, incluso
más fuerte que lo que alguna vez llegué a creer que amaba... —me dice contra
los labios, besándome exquisitamente antes de sentir que se alejó de mí, y un
instante más tarde un jadeo salió de mis labios al ver a Nicolás sobre sus
rodillas ofreciéndome un anillo con un hermoso, enorme y brillante diamante.
Oh Dios, las lágrimas ya han llenado completamente mis ojos. Me sonrió y
dijo—: Solo dos palabras mi pequeño ángel: Cásate conmigo.

Él no necesita decir nada más para que yo grite un gran «sí» antes de dejarme
caer en sus brazos para que me devore en un beso cargado de frenesí y amor,
y de una eterna promesa de seré tuyo por el resto de mi vida. Yo también lo
sería.

Nicolás.

Un mes más tarde de haberle pedido matrimonio a Miranda frente a aquel muro
en París que simboliza más que nada el amor, estoy a punto de convertir a esa
chica en mi esposa.

Iba a casarme por segunda ocasión con una mujer que amo más que el aire
que respiro, a la que tengo todos los planes de hacer muy feliz y amar cada día
de mi vida, sin medidas.

Nunca imaginé que volvería a casarme, pero igual me siento muy dichoso por
tener ese privilegio, y que sea tan enamorado, pues lo hace más hermoso
todavía.

—Luces nervioso, papá.

Dice mi hija, la cual está en la habitación conmigo mientras hago todo el


esfuerzo por verme bien para casarme en dos horas, estar en esa iglesia
esperando a la mujer que amo como cualquier novio. Pero soy un jodido
desastre humano. Estoy todo nervioso como si fuera un adolescente en lugar
de un hombre grande. Ni quiera recuerdo bien cómo se coloca una jodida
corbata. El nudo no me sale cuando llevo tantos años de hacer esto.

—Lo estoy hija, no te imaginas cuánto.

—¡Ay, papá! —dice Abigaíl, sonriendo—. Déjame ayudarte porque no te sale —


se ofreció a sacar a su padre del apuro.

Mi hija se acerca y se encarga de mi corbata. La dejo hacerlo porque ya he


dicho que no me sale, y dejó caer los brazos a los costados.

La miro encargarse de mi corbata como si fuese una profesional, y una linda


sonrisa adorna sus labios pintados de rosa. Está hermosa y cada día lo está
mucho más, o quizás solo sean los ojos de un papá enamorado completamente
de su hija.

—Listo, papá. Estás guapísimo —dice ella, terminando con el proceso en


menos de treinta segundos mientras yo llevaba sin temor a equivocarme unos
diez minutos.

—Gracias princesa —le agradezco el gesto, tomando la chaqueta del traje


negro que descansa sobre mi cama, para colocármela en menos de tres
segundos, miro a mi hija mientras la ajusto a mi cuerpo—. Sabes que eres mi
tesoro y que te amo con toda mi razón de ser, ¿verdad?

Sonríe dulcemente para papá.

—Lo sé papá —Sus manos caen a mis mejillas, y me pierdo en sus ojos tal
cual los míos, grises—. Yo también te quiero infinitamente, de aquí a la luna
tres vueltas y de regreso —sonrío—. Estoy feliz porque te vayas a casar, y
mucho más por el hecho de que sé es de una mujer que te ama de la misma
forma. Eres un hombre y papá maravilloso, no te mereces más, y Miranda sin
duda es bastante afortunada de tenerte.

Le doy un beso de esos que hacen ruido en la mejilla y ella sonríe


prácticamente a carcajadas.

La puerta de mi habitación es tocada, ordeno entrar sabiendo quienes son y en


ese momento ingresan dos bellas mujeres vestidas de gala para la ocasión.
Una de ellas, con un estilizado y hermoso vestido verde es mi hermana Laura,
la cual aunque años atrás la gran tragedia nos separó por muchos años
actualmente tenemos una grandiosa relación de hermanos que hemos tratado
de ir reconstruyendo con los años, al tiempo que tratamos de dejar la tragedia
que nos marcó lo suficientemente atrás para que no pueda lastimarnos, y
mucho menos por los amargos recuerdos.

Su acompañante, luciendo un vestido en color borgoña es más bien una


jovencita, su hija Annalia de dieciocho años. Viajaron desde Londres solo para
asistir a mi boda y han estado quedándose en mi ático.

— ¿Cómo está el futuro hombre casado? —pregunta Laura, acercándose a mí


para darme un beso en la mejilla.

—Un poco nervioso, hermanita —le contesto, dejando un beso en su frente.


Laura sonríe con la sonrisa de nuestra difunta madre, dándome una caricia en
el rostro.

—Esta tan nervioso que ni siquiera sabía cómo ponerse la corbata. No


coordinaba y tuve auxiliarlo —me acusa Abby, enviándome un beso que yo le
devuelvo.

—¿En serio? —preguntó Annalia, con una sonrisa y junto a mi hija.

—La verdad es que sí. No lo puedo evitar —murmuro—. Sé que no es la


primera vez que me caso y también estaba algo nervioso, quizás no lo
recuerdo con mucha claridad. Solo recuerdo que en ese entonces no sentía por
Kendra aun cuando si la amaba, este amor tan abrumador e intenso que
Miranda produce en mí. No quiero que nada arruine este día.

—No creo que nada vaya a arruinarlo. Relájate, Nicolás —Me dice Laura,
sonriéndome.
—Yo concuerdo también con mi madre —Annalia viene hacia mí y en
segundos ahueca mi cara en su rubia mano para después, darme un beso en
cada mejilla—. Tío hermoso, te deseo toda la felicidad del mundo y que ahora
sí sea para siempre.

—Lo será, Annalia —tomo su mano, besando sus nudillos.

—Por cierto hermano, esto llegó para ti —me anuncia mi hermana, dándome
una caja negra alargada, pequeña.

Fruncí el ceño tomándola en mi mano.

—¿Para mí?

—Sí —me confirma, Laura.

—Ábrela, papi.

Insiste Abby, Annalia le dice que es una chusma pero igual está muy pendiente
cuando abro dicha cajita de terciopelo alargada. ¿Qué tendrá?

Al hacerlo una sonrisa de idiota se desliza por mis labios al leer la nota en el
fondo de la caja. Es de Miranda.

Dios, amo a esa preciosura.

Dentro de la caja hay un reloj Rolex de planta con el fondo negro. Con una
inscripción en el interior que me sacó más sonrisa de idiota. «Mi sueño hecho
realidad», pero también encontré un pequeño trozo de papel con unas líneas.

Nicolás, ¿Qué te puedo decir aquí que no te haya dicho ya? Sabes lo mucho
que te amo, eres vida para mí, eres el hombre al que comencé amar cuando
muchas niñas ni siquiera tenían la edad suficiente para amar con la misma
fuerza con la que yo ya te amaba, era apenas una chiquilla pero mi amor era
más grande que incluso el mundo entero. Eres el hombre al que continúe
amando a través de los años aun no debiendo y que amaré hasta con mis
huesos secos después de la muerte. Eres el hombre que hoy me va a convertir
en su esposa, y solo puedo decir gracias, gracias por haberme elegido para
compartir tu vida, gracias por amarme como me amas y espero ser la mejor
esposa para ti, y quizás si está en nuestro destino, la mejor madre para
nuestros hijos. Espero ser lo que tú esperas y te prometo que sí algún día
decides dejar de amarme yo haré que recuerdes porque te enamoraste de mí
una y mil veces, y me encargaré de que siempre encuentres tu camino hacia
mí al igual que yo siempre trataré de hallar mi camino hacia ti por enredado y
oscuro que este pueda parecer. Te amo hasta mi último aliento, y prometo
hacer que te amores de mí cada día de tu vida.

P.D.: El reloj simboliza el tiempo que tú y yo estaremos juntos y como bien me


dijiste antes, será infinito.

Tu pequeño ángel.
Una gran sonrisa está en mis labios cuando termino de leer esas letras y tengo
que sobarme el pecho porque todo lo que siento por esa chica es tan
abrumador que apenas puedo contenerlo. Tengo que tomar aliento para que
mis pulmones no revienten.

Mi pequeño ángel. La mujer que me dio una segunda oportunidad, que me


tiene completamente atrapado con mi corazón en sus manos y no me importa.
Ella, una de las razones de mi existencia, es la única mujer a la que ya quiero
pertenecer, a ninguna otra, pues ninguna podría hacerme más feliz. La amo, la
amo tan malditamente tanto y me siento tan afortunado de que hoy ella vaya a
convertirse en mi esposa y si el destino lo quiere así, la madre de mis hijos.

Me coloco el reloj en la muñeca y que sé, será mi favorito a partir de ahora, y


acto seguido salgo con mis mujeres para ir a esa iglesia a casarme con la chica
que me enseñó que las segundas veces existen y que muchas veces son
mucho mejores que las primeras.

Miranda.

Años más tarde.

Es increíble la belleza que puedes apreciar en una sola imagen. Sostengo a


Kathleen mientras ella, con sus pequeños ojitos cerrados y una de sus
pequeñas manitas en torno a uno de mis dedos succiona de uno de mis
pechos, alimentándose de mí. La observo embelesada, sosteniéndola
entretanto mi pecho llena su pequeña barriguita, donde agachando la cabeza
acerco mis labios para dejar un beso. Kathleen apenas si cumplió cuatro meses
hace una semana. Es una bebita apenas, mi bebita.

Suspiro con alegría en mi sillón especial para amamantar a mi hija viendo como
su pequeña boquita succiona mi pezón lleno y me maravilloso viéndola comer
de mí, me llena completamente el ver su carita suave y blanca mientras disfruta
alimentándose de su mami.

Kathleen es mi cuarto bebé con el hombre que amo, mi cuarto regalito del cielo.

Un año después de habernos casado salí embarazada del primero de los


cuatro: mi pequeño Reese quien hace poco cumplió sus nueve años, el
segundo con seis es Milo, con cuatro años Alyssa, y este angelito que sostengo
ahora en mis brazos que solo tiene unos pocos meses.
.
Ellos son mi vida, los amo, los amo con cada partícula de mi cuerpo, con cada
parte de mí ser. Son, junto a su padre, el centro de mi mundo. Con ellos he
conocido el verdadero color de la felicidad, brillante y hermoso, además del
amor verdadero.

Siento a Kathleen soltar mi pecho del que se alimenta cuando se queda


dormida mientras comía.
Mi pecho se agita y bate como dos alas de mariposa. Es perfección. Ella es
perfección.

Me pongo de pie con cuidado y luego de dejar un beso en su regordeta mejilla


la coloco en su cuna con el mismo cuidado, pero en lugar de retirarme no hago
otra cosa que quedarme viéndola, de la misma forma que nunca puedo dejar
de ver a mis chiquitos.

Soy la madre más feliz del mundo con mis cuatro angelitos, y al evocar el día
que los vi nacer a cada uno mis ojos parecen querer volverse a llenar de
lágrimas ante tanta perfección. Cada parto fue doloroso, horas y horas para
traerlos al mundo, pero nada por hermoso que haya sido se compara con el día
que vi por primera vez la carita de Reese que heredó los ojos grises de su
padre al igual que Alyssa. Milo que los tiene celestes como yo y, Kathleen que
parece ser que también heredará el gris de papá aunque está muy bebé aún
para asegurarlo, pueden cambiar con el tiempo. Mamá –Paula–, dice que
tendrá una combinación de ambos tanto azules como grises.

Hablando de mamá, pero está vez de Marfil, ella obviamente sigue viviendo en
España con su esposo Martin, aunque nos visitamos de vez en cuando, o yo
voy o ella viene, como lo hizo el día que nació su última nieta. Actualmente no
solo es la madre de dos hermosos niños y mis hermanitos: Alonso que es el
mayor y Marlon dos años menor, también tiene su propio negocio, pues es
dueña de una tienda de ropa que lleva su marca ya que es ella quien las diseña
y está bastante bien posicionada en el mercado de la moda. Yo estoy orgullosa
de ella, de la hermosa madre que es conmigo y con mis hermanos pequeños
con los que me llevo de maravilla, además, de celebrar la gran felicidad que
tiene al lado de Martin Di Monti que la ama y la apoya de forma incondicional.
Son muy felices, aunque no dudo que tengan sus problemas, ¿qué matrimonio
no los tiene? Todos, el chiste es saber cómo resolverlos para que las promesas
que nos hicimos al casarnos permanezca para siempre.

Nicolás, pienso con un suspiro y aún con los ojos en mi niña.

Son once los años que llevo casada con Nicolás Maderos. Nuestro amor no ha
disminuido con los años, al contrario, ha aumentado si tenemos en cuenta las
cuatro pequeñas vidas que juntos hemos creado y que ambos adoramos con
toda el alma. Nuestros hijos lo son todo, son nuestra ancla y los que nos
mantienen cuerdos. Podemos tener un millón de responsabilidades pero
siempre tenemos ese tipo para jugar con ellos, para escucharlos, para sacarlos
a dar paseos y hacer viajes en familia. Y ambos aunque muchas veces nos
gane la monotonía luchamos incansablemente día con día para mantener viva
la llama de nuestro amor.

Yo dejé el modelaje tan pronto como salí embarazada de mi primer hijo, sobre
todo porque tenía un embarazo de alto riesgo y los viajes y el estrés por el
mundo en el que me movía podría poner en peligro la vida de mi hijo que tan
pronto como supe que lo tenía dentro de mí lo amé sin siguiera haberlo
conocido, y cuando vi nacer a Resee me dije que cualquier sacrificio que
hiciera por él valió la pena.

Actualmente soy madre y esposa, pero también continuo con el mismo


proyecto de mi casa hogar, el mismo que inicié hace muchos años atrás
después de haber rescatado a Perla quien es ya una jovencita de diecisiete
años y mi adoración. Legalmente es hija de mis padres y vive con ellos, pero yo
también la considero como mía porque fui yo quien le dio una nueva vida. Fue
gracias a ella que me choque de frente con la realidad que viven muchos niños
en las calles y que muchos no vemos o no queremos ver, y fue gracias a esa
niña que un día casi atropello que me volví más humana y solidaria con los que
más necesitan ayuda porque son frágiles e indefensos y mucho más, si viven
en las calles. Perla también me ayuda en la casa hogar, ofrece su ayuda
voluntaria al menos tres veces por semana. Es una chica adorable con un
corazón lleno de amor, además de ella también alguna vez fue una niña de la
calle viviendo del hambre y de la miseria.

Milagros ya no funciona gracias a mi trabajo como modelo, porque como he


dicho lo dejé hace muchos años, pero existen muchos corazones generosos
que hacen grandes donaciones y eso me ayuda a mantener mi hogar de amor
a flote; sobre todo mi padre y mi esposo Nicolás que son muy caritativos y lejos
de hacerlo por mí lo hacen por mis niños. También hago de vez en cuando
eventos beneficios para recaudar fondos y consigo muchos patrocinadores
dispuestos a aportar su gran granito de arena. Perla también hace lo suyo con
sus compañeros de escuela y sus padres millonarios y ha conseguido buenas
donaciones para el hogar que ya nombré nuestro. Somos un equipo.

Eso, ayudar a tantos angelitos, después de mis hijos y mi marido, es lo que


más feliz me hace en el mundo.

De pronto escucho un pequeño alboroto abajo y en seguida mi corazón se


eleva hacia los más alto. Son mis tres hijos, aparte de la que duerme,
recibiendo a su padre que acaba de llegar de viaje de negocios luego de tres
días fuera. Lo adoran, están tristes cuando se tiene que ir por trabajo pero en
cuento llega sus caritas se llenan de alegría.

Pocos minutos más tarde Nicolás entra y yo contuve la respiración, como


siempre. Con los años en lugar de disminuir su atractivo y con lo mucho que se
cuida con el ejercicio y una dieta sana, solo aumenta. Me sonríe nada más
verme y me saluda con un beso.

—Hola a la esposa más bella y maravillosa del mundo.

—Ssh, amor —le hago con el dedo a mi bello esposo que viene demasiado
alegre dónde todavía me encuentro, en la habitación de Kathleen que duerme
en su cunita y no quiero que se despierta—. Ella duerme, amor y no querrás
despertarla, ya sabes cómo llora sin control si la despiertan abruptamente de
su sueño.
Nicolás sonríe, luego se acercó a la cuna para ver a nuestra hija dormir,
mirándola con adoración. Con cuidado de despertarla se depositó un beso en
uno de los dedos y luego lo llevó a la mejilla de nuestra hija.

Y unos pocos segundos más tarde entramos a nuestra habitación mientras


nuestros labios están devorándose con ardiente fervor y pasión, una que no ha
desaparecido con los años. Es impresionante que con once años de casados
aun sigamos manteniendo el mismo deseo abrumador y casi enloquecedor el
uno por el otro, el cual aumenta a un punto insoportable cuando pasamos días
sin estar juntos, como ahora.

Nicolás apartó sus labios de los míos, dejándome jadeando y se encarga de


cerrar nuestra puerta con seguro para evitar que nuestros hijos vayan a
ingresar y vean cosas que todavía no están listos para ver.

—¿Me echaste mucho de menos, cariño? —pregunta, abriéndose poco a poco


cada botón de la camisa, la misma que luego cae al suelo. Acto seguido
arrastró hacia abajo su pantalón con todo y boxer, mostrándome su excitación.

No pude evitar gemir y debo mencionar que mientras él se desnudaba yo lo


hacía también, así que estamos ambos completamente desvestidos. Me
acerqué hacía él, deseosa de saborear a mi marido, a mi hombre. El gran amor
de mi vida.

—Cada segundo te eché de menos, amor mío. Cada segundo, y quiero ser
consentida por mi marido, como solo él sabe hacerlo.

Nicolás atacó mi boca con un gruñido, haciéndome sentir un poco vulnerable,


hasta torpe como siempre que mi cuerpo está cerca del suyo, pero al mismo
tiempo, feliz.

Nicolás, pensé cuando mi marido entró en mí, amándome como ningún otro me
podría amar nunca jamás. Él es hombre que una vez creí perdido, pero más
tarde comprendí que simplemente la vida está llena de momentos y ese no era
el mío, no era el nuestro.

Fin.
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