Economía Del Sector Público (PG 01-68)
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1
Introducción
En este capítulo inicial se analizará la generalidad de la materia, se efectuará una introduc-
ción global de los conceptos que involucra y que luego se desbrozarán en cada sección:
necesidad pública, servicio público, gasto público y, por fin, recurso público, conforman el
encadenado de ideas que resultan la columna vertebral de las Finanzas Públicas.
Claro que la visión de su importancia, y la forma de concretar cada una de estas ideas, ha
variado en el tiempo, en función del contexto histórico, geográfico y de las ideas econó-
micas y sociales predominantes. Por ello, es importante rastrear en la historia los distintos
momentos por los que pasó, desde su nacimiento a la sombra de la economía, para luego
“independizarse” y llegar a ser la ciencia que es hoy en día.
También se analizarán los distintos enfoques, las diversas aristas que importa el fenómeno
financiero. Es que, como bien indica Jarach (1983, 3 y 4), las ideas en materia de finanzas
públicas están influidas poderosamente por la evolución de los hechos y, en función de
ello, muestra una dinámica en su morfología realmente llamativa.
Desde la postura fundacional de las finanzas clásicas, abogada por la doctrina liberal, que
proponía sus bases en la limitación de las tareas y cometidos del Estado, la neutralidad de la
imposición, el equilibrio presupuestario anual y la distinción entre actividades ordinarias y
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1. Finanzas públicas
Las finanzas públicas, genéricamente consideradas, tienen por objeto examinar cómo el
Estado obtiene sus ingresos y efectúa sus gastos.
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Para comenzar este análisis de la Finanzas Públicas, es conveniente explicar en primer lu-
gar el significado del vocablo finanzas. De acuerdo a la opinión mayoritaria, el mismo
proviene del latín medieval finire, del cual más tarde surgieron el verbo finare y el tér-
mino finatio. Los mismos, en un primer momento, fueron empleados para denominar
decisiones judiciales, una multa que debía abonarse en un juicio o finalmente cualquier
tipo de pagos y/o prestaciones en general. Años posteriores, comenzó a considerarse que
los negocios financieros eran únicamente los monetarios y bursátiles, surgiendo la palabra
finanz para significar “intriga, engaño y usura”. Finalmente, en un tercer momento, surge
el término finanzas, cuyo empleo únicamente estuvo abocado a enfatizar lo concerniente a
los gastos y recursos del Estado. Como la palabra es utilizada también en el ámbito privado
(no es extraño escuchar “situación financiera de la empresa”, o simplemente las “finanzas
del ente”), se creyó conveniente adicionar el término “públicas” para referirse a aquellas
que se relacionaban con la actividad del Estado.
El propósito es distinguir la administración de los recursos del Estado de aquella que pu-
dieran realizar los entes privados. Con relación a ello, es necesario destacar que, para los
economistas clásicos, esta diferenciación no era necesaria ya que sostenían que las finanzas
públicas deberían tener un comportamiento similar a las finanzas del sector privado. Por
lo tanto, tal distinción comienza a tener relevancia con el surgimiento de las teorías mo-
dernas, las cuales han remarcado considerables diferencias entre ambas, especialmente con
relación a los fines, medios y tipos de gestión empleados por ambos entes.
En otros casos, el término en estudio se utiliza con este último sentido, y ello es motivo de
confusiones terminológicas que han trascendido incluso a la denominación y funciones de
órganos gubernativos en la República Argentina, donde en un tiempo existió un Ministe-
rio de Finanzas con atribuciones ajenas a las finanzas públicas. Así lo advierte Jarach, por
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1.1. Objeto
Indica Villegas (2005, p. 1) dice que la materia tiene por objeto examinar como el Estado
obtiene sus ingresos y efectúa sus gastos.
Las Finanzas Públicas estudian la manera en que el Estado satisface las necesidades pú-
blicas, esto es el conjunto de requerimientos que la sociedad jurídicamente organizada
traslada al ente creado para tal fin.
Para cumplir con tal finalidad, el Gobierno, como organización administrativa, debe pro-
veer los denominados genéricamente bienes y servicios públicos, que forman parte de la
actividad financiera del Estado.
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1.2. Estado
Normalmente, en los textos sobre la materia se da como una cuestión consabida el con-
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cepto de Estado. De esto resulta una seria omisión, por cuanto se deja de lado justamente
la visión del actor principal cuando todos los demás conceptos rondan en las acciones
que este realiza para lograr sus objetivos. Si bien tampoco se profundiza en su estudio, ni
tan siquiera en las distintas concepciones que históricamente se han ido formando en esa
relación, es menester describirlo mínimamente.
Decía Rosseau (1762) que el hombre no tiene otro medio para conservarse que formar
una asociación de fuerzas que pueda generar la resistencia para superar cualquier obstácu-
lo externo o interno. Esta suma de fuerzas solamente puede nacer de la colaboración entre
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todos, porque la única manera en que el ser humano puede resignar su individualidad es
consiguiendo la libertad: “Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con
toda la fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado, y por lo cual cada uno,
uniéndose a todos, obedezca tan solo a sí mismo, y quede tan libre como antes” (Rosseau,
2003, p. 62).
En palabras del propio autor, el Estado es esa creación del pacto social por la cual “Cada
uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección
de la voluntad; y nosotros recibimos además a cada miembro como parte indivisible del
todo” (Rosseau, 2003, p. 47).
Obviamente que esa cesión de derechos busca un beneficio mayor: el asegurarse ciertas
prestaciones mínimas que el hombre por sí solo, y viviendo en sociedad, no podría pro-
curarse. Lógicamente que el rol a cumplir y las necesidades a satisfacer se modificará (y, a
veces, sustancialmente) de acuerdo con las corrientes filosóficas, políticas o económicas
que imperen en cada momento histórico. Al definir los objetivos del Estado se define prác-
ticamente, en consecuencia, su tamaño.
Como afirma Núñez Miñana (1998, pp. 16 y 17), citando el teorema de Tinbergen,1 a
medida que un gobierno se propone alcanzar más objetivos, debe poder recurrir a un cre-
ciente números de instrumentos. Un estado liberal requiere de pocos instrumentos y, por
lo tanto, su tamaño ha de ser reducido. En cambio, un Estado más intervencionista, jun-
to con la decisión respecto a la ampliación de objetivos a alcanzar, debe también decidir
respecto a los tipos de instrumentos a los cuales debe estar dispuesto a echar mano para
lograrlos.
Stiglitz (2000, p. 14) sostiene que, al igual que un economista en el sector privado, un
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economista del sector público debe contestar las siguientes cuatro preguntas:
1. ¿Qué producir? Si bienes públicos (como defensa nacional) o privados (como frutas).
2. ¿Cómo producirlos? Si en el sector público o en el privado.
3. ¿Para quién debe efectuarse tal producción? Considerando la afectación que tanto el
gasto como el recurso provoca en los distintos grupos de personas.
4. ¿Cómo se toman estas decisiones colectivas?
En tanto Musgrave y Musgrave (1986, p. 63) indican que las funciones que el Estado
debería desarrollar son:
5. La función de asignación de determinados bienes y servicios sociales mediante la po-
lítica presupuestaria.
1 Jan Tinbergen, primer premio Nobel de economía, enunció una regla que estipula que para conseguir los
objetivos económicos perseguidos por un Estado, estos deben ser respaldados al menos por un número igual
de instrumentos. Más concretamente, si un Estado tiene por ejemplo tres objetivos económicos, deberá
disponer de al menos tres instrumentos (independientes entre ellos) para conseguirlos. Y en la práctica,
efectivamente los Estados tienen por regla general tres principales objetivos: la estabilidad de los precios;
el pleno empleo (o al menos un nivel de empleo lo más alto posible) y un balance externo relativamente
equilibrado.
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dicho territorio) como las provincias y los municipios, que se suman a la Nación.
En segundo lugar, se puede distinguir dentro de cada uno de los niveles de gobierno, dos
grandes tipos de organismos: (a) Gobierno general y (b) Empresas públicas.
Estas últimas son unidades de producción, que combinan factores productivos para ob-
tener bienes y servicios que venden en el mercado a los usuarios. El tipo de bien que pro-
ducen es el “mismo” que el de las privadas y se denomina “bien privado”, es decir aquel
que, por la forma de consumo individual, la rivalidad para tal consumo, la aplicación del
principio de exclusión y la divisibilidad de los bienes, puede funcionar en el sistema de
mercado: existe oferta (donde normalmente el Estado no es exclusivo) y existe demanda.
En cambio, el tipo de bien o servicio que proveen los organismos agrupados en la cate-
goría general es el denominado “bien público”, que se analiza posteriormente. este reúne
las características de consumo conjunto, no rivalidad en la provisión, no aplicación del
principio de exclusión y divisibilidad de los beneficios. Estas características impiden que
para su producción funcione el sistema de mercado, ya que no sería factible o provechosa
la oferta por parte de empresas privadas.
A su vez, el Gobierno General está compuesto por organismos de diferentes categorías,
según las facultades asignadas a los responsables de cada uno de ellos. Así, se puede distin-
guir entre los organismos de Administración Central y los Organismos Descentralizados.
Estos últimos (por ejemplo, una universidad) tienen cierto grado de manejo propio res-
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pecto a las erogaciones y a ciertos recursos. En tanto que en los primeros, la autoridad en
materia financiera está más centralizada en los niveles máximos.
La Figura 1.3 muestra la composición del sector público en Argentina e indica los diferen-
tes niveles de gobierno y la clasificación más usada en las funciones que cumple cada nivel.
Se han incorporado los fondos fiduciarios, aunque sin incluirlos en ninguna de las acti-
vidades por cuanto ha sido posible verlos adoptar muchas veces actividades de empresa
pública pero, en otros, de fondo de acumulación y/o reserva de fondos para financiar de-
terminadas operaciones propias del Estado nacional de los gobiernos subnacionales.
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Sin embargo, algunas actividades del sector público no incluidas en el gasto, como las re-
gulaciones, pueden tener un gran efecto en la distribución de la riqueza y conferir mucho
poder al Estado. Fenochietto cita como ejemplos la ley de uso de cinturón de seguridad
obligatorio en los automóviles, lo que generará en el corto plazo una transferencia de ri-
queza hacia los productores de dicho bien; y, por el lado opuesto, la prohibición de venta
de bebidas alcohólicas a menores, que genera un claro efecto negativo en los vendedores
(2006, pp. 6 y 7).
Más allá de la discusión acerca del tamaño del Estado, como aparato de gobierno, para
poder satisfacer las necesidades de la sociedad y cumplimentar las funciones del Estado,
se necesita de un requerimiento básico: la racionalización del funcionamiento del Estado.
Este último se entiende, no como la habitual disminución de la masa de empleados o la
privatización de alguna que otra empresa o actividad puntual estatizada, sino como adop-
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ción de una estructura enfocada con criterios empresariales. Para lograr esto, se propone la
implementación de las “5 E” del Estado, que siguiendo a Las Heras (1999, 242-245) son:
ŀ Economía: Gastar menos; se busca minimizar el costo de los insumos adquiridos o
empleados, considerando una calidad adecuada.
ŀ Eficiencia: Gastar bien; implica obtener una adecuada relación entre la producción de
bienes y servicios y los recursos para desarrollarlos.
ŀ Eficacia: Gastar sabiamente; lo que lleva a la necesidad de analizar los resultados alcan-
zados y compararlos con los proyectados.
ŀ Ejecutividad: Gastar a tiempo; es brindar bienes y servicios en forma oportuna.
ŀ Efectividad: Gastar satisfactoriamente; lo que implica la necesidad de escuchar atenta-
mente a la ciudadanía e interpretar sus demandas.
A estos cinco requisitos del accionar del Estado, se los denomina “Excelencia” requiriendo
que la administración actúe con los mismos parámetros de funcionamiento de una orga-
nización privada. En este caso, la utilización de tales parámetros no tendrá como objetivo
la obtención de lucro sino, la satisfacción de las necesidades ciudadanas, que se denominan
genéricamente “bien común”.
Sin perjuicio de ello, ningún objetivo del Estado es suficiente ni posible sino viene “ba-
ñado” por la ética. La única manera en que los recursos sean suficientes para los servicios
que el Estado debe brindar necesaria y eficientemente a su población, es que la gestión sea
transparente y cabal. Todo esto implica luchar contra el principal flagelo de la economía
pública (tan presenta en la Argentina desde su conformación como país): la corrupción.
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1. Defensa exterior: alguien o algo debe resguardar a un grupo contra las agresiones de
otro grupo, ya sea protección armada de las fronteras, como también contra otros me-
dios de penetración más sutiles como ser medidas económicas o sociológicas, que su-
bordinan las comunidades organizadas, privándolas de su soberanía.
2. Orden interno: es preciso que un ente reconozca y salvaguarde derechos mínimos que
deben ser respetados por todos; regulando la conducta recíproca de los individuos
para que convivan pacíficamente, trayendo un beneficio a todos los integrantes.
3. Administración de justicia: es el allanamiento de las disputas y el castigo a quienes vio-
lan las normativas impuestas. Esto procurar evitar que los conflictos se resuelvan por la
fuerza o que las infracciones sean sancionados por venganza privada.
Estas necesidades son de imposible satisfacción con esfuerzos aislados, por lo cual el hom-
bre busca aunar esfuerzos. De estos surge el Estado, por la conjunción de tres elementos:
población, territorio y gobierno. En finanzas públicas, el Estado es sinónimo de gobierno.
Es el Estado quien dicta los preceptos normativos básicos para:
ŀ Regular la conducta social recíproca.
ŀ Contar con la coactividad suficiente para que tales preceptos normativos sean respe-
tados.
ŀ Limitar la propia acción gubernamental mediante las cartas fundamentales o consti-
tucionales.
Estas necesidades tienen ciertas características:
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Absolutas Relativas
· Esenciales · Contingentes
· Constantes · Mudables
· Vinculadas existencialmente al Estado · No vinculadas a la existencias misma del Estado
· De satisfacción exclusiva por él · Varia la vía de satisfacción
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Las actividades que desarrolla el estado para satisfacer tales necesidades públicas son de la
más variada naturaleza. Sin embargo, a los fines de poder realizar un estudio genérico se ha
denominado a esa acción como la prestación de los servicios públicos.
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Tanto los servicios públicos esenciales como los no esenciales pueden ser:
ŀ Divisibles: aquellos servicios que, aun siendo útiles para la colectividad en general, se
prestan concretamente a particulares que los requieren por determinadas circunstan-
cias, por ejemplo: administración de justicia, instrucción pública, servicios postales,
emisión de documentos de identidad. En este caso el costo puede repartirse de una
manera más o menos precisa entre aquellos a quienes la actividad les beneficia.
ŀ Indivisibles: son aquellos que, en la medida que favorecen a numerosos componentes
de la comunidad, es imposible fácticamente efectuar una particularización con respec-
to a personas determinadas, por ejemplo: defensa exterior, seguridad, control ciudada-
no. Generalmente, se financia con cargas generales que deben ser soportadas por toda
la comunidad. Los pagan todos.
Además, existen dos maneras de denominar el alcance de los servicios públicos; por un
lado, los determinados, que tienen una utilidad concreta y particular; y por otro, los inde-
terminados, que brindad una utilidad genérica para la población en general.
Se ha dicho mucho respecto a la forma en que el Estado debería prestar este tipo de servi-
cios y, en algunos casos, se sostiene que no debe hacerlo, sobre todo cuando la economía
privada está en condiciones de realizar la misma actividad con mejor performance. Lo
cierto es que desde la visión de decisión de política de Estado hasta una demanda concreta
de la población, los gobiernos históricamente se han ocupado de realizar algunas de estas
actividades. Esto no sería cuestionable si se realizaran atendiendo la cuestión social pero
también con mínimos requisitos empresariales, que no se tornen en erogaciones excesivas
e improductivas.
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1.5.Gasto público
El gasto público es una erogación monetaria, realizada por una autoridad competente, en
virtud de una autorización legal y destinada a fines de interés colectivo. Pudiendo destacar
que el mismo:
ŀ Consiste en un desembolso de dinero por parte del Estado para la compra de bienes
económicos o servicios.
ŀ Debe ser realizado por autoridad competente, es aquella que está facultada por la ley
respectiva para tomar decisiones sobre gastos del Estado.
ŀ Tiene como finalidad el interés colectivo. Deben ser satisfechas todas las necesidades
públicas dentro de un orden de prioridad que permita un mayor desarrollo económico
y social.
Cuando se le adjudica al gasto público el carácter de medio de acción del Estado, deben
reconocerse importantes facetas políticas, económico-sociales y financieras.
ŀ Aspecto político: la moderna concepción del gasto público ha permitido que se pro-
duzca un cambio en el poder asignado al Estado. Por ejemplo, el Estado-gendarme
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monto global de los gastos públicos de todas las naciones, que a su vez despierta una preo-
cupación en los ciudadanos. Esta cuestión se analiza en un próximo capítulo.
El concepto de gasto público supone, entonces, una erogación que realiza el Estado. Para
que ello sea posible es inevitable que se haga de los medios necesarios para financiarlos.
Ya que los pague en el momento o que los deba, siempre estará procurando una fuente de
financiamiento, que se conoce genéricamente como Recurso Público.
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16 | Economía del sector público
tos obtiene ingresos provenientes de sus recursos, desarrolla la denominada “actividad fi-
nanciera”.
En este sentido, es preciso ampliar la visión de los recursos desde su mera instrumentalidad
para la realización de los gastos públicos, y tener en cuenta que, incluso con la primera eta-
pa del proceso, el Estado puede y de hecho, genera, efectos en el sector privado, los que es
preciso conocer y considerar cuando se están analizando las políticas públicas a implemen-
tar. Esta íntima relación será posible de analizar más profundamente en la unidad referida
al gasto público y a su forma de financiamiento y, también en las que se efectúe el análisis
económico de los distintos tipos de recursos.
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1. Finanzas públicas | 17
Impuestos
Ordinarios
Tasas
Derivados
Impuestos extraordinarios
Extraordinarios Emisión de papel moneda
Créditos públicos
Giuliani Fonrouge (2010, pp. 3 y 4), citando a Ingrosso (1956, pp. 3 y 4), agrega como
manifestación fundamental de esta actividad, además de los ingresos y los gastos, la con-
servación de los bienes o gestión de los dineros públicos.
La actividad financiera con finalidad fiscal tiene como característica fundamental ser un ins-
trumento. Es decir que no satisface directamente las necesidades públicas, sino que su fun-
cionamiento, es una condición necesaria para que puedan desarrollarse otras actividades.
Desde esta primera perspectiva (parcial) es importante destacar la instrumentalidad de la
actividad financiera, en cuanto a que ella no constituye uno de los fines del Estado, sino
que representa un instrumento, medio o función de la que se vale el sector público y le
permite ejecutar las actividades que le han sido asignadas en la sociedad (educación, salud,
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18 | Economía del sector público
ŀ El Estado puede decidir realizar acciones alentadoras para atraer ciertas actividades
económicas, científicas, culturales o de otro tipo. Para lo que puede realizar exenciones
de tributos, diferimientos, deducciones, reintegros, etc.
ŀ Por medios financieros se resuelve percibir tributos de alto monto para modificar la
estructura en la distribución de los patrimonios y las rentas.
Tal y como afirmara Giuliani Fonrouge (2010, pp. 2 y 3), el Estado debe cumplir funcio-
nes complejas para la consecución de sus fines, que parten desde lo referente a la selección
de los objetivos, a las erogaciones, a la obtención de los medios para atenderlas, a la gestión
y manejo de esos recursos. Ese conjunto de operaciones son diseñadas y ejecutadas, no solo
con el propósito de recaudar ingresos que le permitan financiar el gasto público, sino que
van más allá. Persiguen intervenir y regular el comportamiento de los agentes económicos,
de una manera tal que permita alcanzar la satisfacción del mayor número de necesidades
públicas. Lo que puede ser resumido como se observa en la Figura 1.6.
Se observa la complicación del fenómeno financiero (actividad financiera del sector públi-
co), puesto que los fines perseguidos, responden a criterios de distribución de los recursos,
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que se debaten entre el diseño de políticas económicas del Gobierno, y de medios econó-
micos generalmente insuficientes para alcanzar la satisfacción de las necesidades públicas
prioritarias, que se podrían sintetizar como el anhelado bienestar social. Este fenómeno
es diferente en las finanzas privadas, en cuanto al ámbito subjetivo, a los fines, medios y
naturaleza de las operaciones.
La complejidad de la actividad financiera subyace, entonces, en la existencia misma de las ne-
cesidades humanas que demandan su satisfacción por parte del Estado. Véase la Figura 1.7).
En síntesis, la actuación del Estado se traduce de esta forma en la gestión de un conjunto de
gastos y en la consecución de ingresos suficientes para financiar los primeros. Esta gestión
de ingresos y gastos en el sector público, que se realiza con la finalidad de que este pueda
cumplir con su función en la sociedad, es lo que se conoce con el nombre de actividad
financiera. Es denominada también por algunos autores como fenómeno financiero, que
tiene un cariz eminentemente económico pero corresponde a un sujeto político y a finali-
dades de la misma naturaleza.
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1. Finanzas públicas | 19
Sin perjuicio de ello, tal actividad también puede ser utilizada por el Gobierno (y de hecho
así se hace) para procurar objetivos de política económica. El caso típico es un impues-
to interno a los cigarrillos, en donde la prioridad no pasa por la recaudación sino por la
desmotivación de un consumo perjudicial para la salud de la ciudadanía. De cualquier
manera, ya sea que las variables de la actividad financiera (ingresos, gastos) se utilicen con
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un fin recaudatorio o con objetivos de política económica, en ambos casos estas variables
constituyen un instrumento o medio del que se vale el Estado.
Algunos autores sostienen, entonces, que la actividad financiera consta de dos etapas: la
primera, política (en tanto toma de decisiones) y la segunda, económica. Sin embargo,
se entiende este fenómeno como una integralidad en donde los distintos aspectos se en-
trecruzan en todo momento. No puede decirse que realizar un gasto no implique una
decisión y, a la inversa, todo proceso de discusión y consenso generará, al menos, efectos
financieros.
En todo caso, es posible distinguir tres fases en el proceso:
1. La planificación o medición de gastos e ingresos futuros, plasmada en el presupuesto.
2. La forma de obtención de los ingresos públicos y las consecuencias de esta actividad
sobre la economía.
3. La aplicación o inversión de tales ingresos con la evaluación de los efectos que produ-
cirán en la economía.
La clasificación de las funciones públicas que parece la más apropiada es la propuesta por
el profesor Richard Musgrave, por cuanto tiene la enorme ventaja de hacer coincidir las
grandes funciones del sector público con los dominios relativamente bien delimitados del
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20 | Economía del sector público
gastos públicos) que pueden servir a objetivos muy variados, responden a la redefinición
de la función pública. Actualmente, esta es desempeñada por la actividad financiera del
sector público en situaciones particulares que alejan al mercado del paradigma teórico de
la competencia perfecta.2
Por último, y haciéndonos eco una vez más de Giuliani Fonrouge (2010, p. 4) es inco-
rrecta la asimilación de la actividad del Estado a la acción de los particulares (o del núcleo
familiar) puesto que las diferencias son sustanciales y se apartan de lo meramente cuanti-
tativo. Al margen de la naturaleza muchas veces coactiva que tiene la actuación guberna-
mental (pensando estrictamente en democracia) cuando recauda tributos, facultad que los
privados no tienen, se desarrolla en planos y con objetivos distintos aunque no deberían
ser incompatibles.
2 Una situación de competencia perfecta es aquella en donde existe gran concurrencia de oferentes y de-
mandantes completamente informados, no existen trabas al ingreso y egreso de participantes, y donde el
producto comercializado es homogéneo o no diferenciado, mientras que los costos y los beneficios son
individualizables y asignables a cada sujeto.
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fos, no trataron sistemáticamente los temas económicos. Los temas más tratados por los
poetas y filósofos de aquella época han sido la propiedad y el cultivo de la tierra, la regla-
mentación de precios, el trabajo y los salarios, la pobreza, la falsificación de la moneda, los
pesos y medidas, impuestos y programas de reforma social y económica.
En la Edad Media rigieron las llamadas finanzas patrimoniales. Durante este periodo
histórico se desarrolla el feudalismo. Los bienes del Estado estaban indiferenciados con
relación a los bienes de los soberanos y señores feudales, siendo esto un régimen político-
social, que no se parece en nada al Estado moderno. El poder político queda desintegrado
entre los señores feudales. Pero finalmente el feudalismo también entró en decadencia y
surgieron los estados nacionales o estados modernos.
En la Edad Moderna, aparece la necesidad de consolidar los nuevos estados nacionales. La
forma más eficaz de fortalecimiento tenía que ser mediante la generación de un tesoro na-
cional. La política económica que se aplicó para consolidar económicamente a los estados
modernos se denominó mercantilismo. Sostenía que las ganancias del Estado se obtenían
gracias al comercio internacional y también por atesorar metales preciosos.
En el siglo XVIII hubo una transformación en cuanto a lo que debía ser el aspecto finan-
ciero del papel del Estado. Surgen los fisiócratas, con Quesnay, que postulaban que la tierra
era la fuente de la riqueza. La idea de mayor relieve sostenida fue la del impuesto úni-
co directo. Para ellos, únicamente las industrias extractivas podrían acrecentar la riqueza
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pública. El dinero no produce riquezas y solo se necesita en sumas limitadas. También son
útiles e indispensables la actividad del operario artesano y la del comerciante, pero ellos no
aportan nuevos bienes. Afirman que todos los impuestos que se cobran al comercio y a la
industria repercuten sobre la agricultura. Por esto consideran más justa la aplicación de un
impuesto único sobre la agricultura.
Podría definirse como línea de tiempo en donde finaliza la etapa del pensamiento no siste-
matizado en la aparición de los fisiócratas.
Para el siglo XIX la ciencia de las finanzas comenzó a reglamentarse como disciplina autó-
noma. Surgieron grandes tratadistas que efectuaron estudios específicamente financieros.
A principios del siglo XX aparecieron importantes obras financieras donde se empezó a
realizar un enfoque jurídico de los fenómenos financieros. Las finanzas públicas recibie-
ron el aporte de las nuevas ideas económicas y sociales.
Las Finanzas de la centuria pasada reconocieron que la actividad financiera del Estado es
compleja y puede ser estudiada desde diversos puntos de vista, presentando diferentes as-
pectos. La clarificación de estos aspectos contribuyó al progreso de la teoría de las Finanzas
Públicas y a la delimitación de su campo específico:
ŀ Aspecto social: se interesa por la relación que la actividad financiera tiene con la política
general del Estado y en particular, con la política social y económica.
ŀ Aspecto económico: constituye la tarea específica de la Economía Financiera. Los recur-
sos públicos son siempre escasos con respecto a las necesidades públicas y a los fines
políticos del Estado. Se ocupa de conocer la acción de la actividad financiera sobre los
otros sectores del sistema económico.
ŀ Aspecto técnico-administrativo: se ocupa de establecer los organismos y la forma admi-
nistrativa de actuación de estos para concretar en hechos las decisiones del Estado en
materia de recursos y gastos.
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ŀ Aspecto jurídico: está constituido por el sistema de normas jurídicas que regulan esta
actividad.
Así se llega a la ciencia financiera tal como se concibe en la actualidad, que la ciencia de
las finanzas no es una sección más de la ciencia política ni de ninguna rama de la ciencia
económica, sino una disciplina específica con contenido propio.
3.2.1. El Cameralismo
Aunque son conocidos algunos esfuerzos anteriores, con ideas interesantes (aunque par-
ciales), la historia de las finanzas como disciplina moderna puede reconocerse en el came-
ralismo. Así se conoce al aporte de autores alemanes de los siglos XVII y XVIII, así de-
nominados por derivación del vocablo “Kammer” que significa Cámara o Gabinete real.
Las ciencias camerales comprenden nociones de administración y gobierno, de economía
y política económica y de finanzas públicas. La culminación del cameralismo se halla en
las obras de dos autores del siglo XVIII, von Justi3 y Sonnenfels.4
Esta corriente es la precursora en el análisis de los problemas típicos de la economía pero
poniendo al Estado como sujeto activo y principal de las actividades. Desde esta perspec-
tiva, son antecesores a los destacados autores alemanes de la doctrina financiera del siglo
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remoción de todas las trabas del Estado a las actividades productivas y al comercio, sea
este interno o externo;
ŀ por la teoría del producto neto, o sea, por la teoría según la cual solo la actividad agrí-
cola arroja un producto neto superior a los medios utilizados para la producción (sa-
larios e intereses).
ŀ Desde el punto de vista de las finanzas públicas, la doctrina fisiocrática ofrece las si-
guientes contribuciones:
ŀ La limitación de las funciones estatales y la eliminación de las trabas a las actividades
individuales por la adopción del lema: “laissez faire-laissez passer” (que según Turgot
fue el grito dirigido a Colbert por un comerciante de nombre Legendre en una asam-
blea de comerciantes).6
ŀ La doctrina según la cual el impuesto debe aplicarse sobre la renta de la tierra, o sea,
sobre el único acrecentamiento neto de riqueza.
ŀ La doctrina consiguiente del impuesto único sobre la renta de la tierra como resultado
de la teoría “del producto neto” y, al mismo tiempo, como reacción a la pléyade de
impuestos, licencias, gabelas y derechos de todo tipo e importancia que caracterizaba
el régimen fiscal de la monarquía francesa y que, a su vez, se originaba en el antiguo
régimen feudal, en el que todos los bienes y todas las actividades económicas pertene-
cían al señor, quien tenía la facultad de permitir su goce o su ejercicio contra el pago de
una regalía, patente o derecho.
ŀ La teoría de la amortización o capitalización del impuesto territorial, que reduce el
valor de la tierra gravada y que permite al comprador de un terreno pagar un precio,
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6 Jarach (1983, p. 5) indica que, según Turgot así fue el grito dirigido a Colbert por un comerciante de nom-
bre Legendre en una asamblea de comerciantes.
7 Para profundizar este tema, el profesor Jarach (1983, p. 5) sugiere la obra de Charles Gide y Charles Rist
traducida como Historia de las doctrinas económicas. De los fisiócratas a John Stuart Mill (1949, p. 57, nota
91 que cita a Dupont de Nemours).
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sección (y última) a las finanzas públicas bajo el título “Del ingreso del soberano o de la
comunidad”.
El pensamiento de Adam Smith en materia financiera consiste (esencialmente) en dos
temas: el papel del Estado y los principios de la imposición. Este análisis se centrará en el
primer aspecto, sin perjuicio del estudio que más adelante se realizará sobre el segundo.
ŀ Con respecto al papel del Estado (que, según el autor, no debe intervenir ni interferir
en la economía, dejándola confiada a la libre iniciativa individual, como lo establece
en su profunda crítica al mercantilismo), este debe limitarse a ciertos cometidos bien
determinados:
• La defensa exterior.
• La seguridad y justicia interior.
• Los trabajos públicos y las instituciones públicas destinadas a la promoción del
comercio, a la educación de la juventud y a la instrucción de los hombres de cual-
quier edad.
El fundamento de este tercer cometido confiado al Estado, consiste, según Smith
(1933) en que aunque se trata de trabajos e instituciones en alto grado ventajosas para
una gran sociedad, sin embargo, no son de naturaleza tal que el beneficio pueda pagar
el gasto a un particular o a un grupo pequeño de personas, por lo cual no puede espe-
rarse que algún particular o grupo pequeño pueda erigirlas o mantenerlas.
ŀ En lo que respecta a la imposición, Smith parte de la premisa, a la cual se refiere el pri-
mer libro de su obra, que los ingresos individuales derivan (en definitiva) de tres fuen-
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tes diferentes: rentas, beneficios y salarios. Por tanto, los impuestos deben finalmente
ser pagados de una u otra de esas fuentes o de las tres indiferentemente.
Antes de analizar cada uno de los impuestos que gravan las distintas fuentes o todas ellas,
Smith considera útil formular cuatro principios que atañen a los impuestos en general.
Estos principios o cánones de la imposición habían sido ya formulados en forma análoga
por William Petty, un precursor de la estadística económica.
El primer principio es que los súbditos de cada Estado deben contribuir al sustento del go-
bierno, lo más aproximadamente posible, en proporción con sus capacidades respectivas;
esto es, en proporción con la renta que ellos gozan bajo la protección del Estado.
Este principio reúne, en sí, las reglas que ahora se denominan de la igualdad y proporcio-
nalidad. El propio Smith acota que cualquier impuesto que recaiga en definitiva sobre los
ingresos provenientes de una sola de las fuentes arriba mencionadas es necesariamente
desigual, en cuanto no afecta a las otras dos. Esta observación está dirigida, a mi entender
y, aunque el autor no lo diga, como crítica a la doctrina fisiocrática del impuesto único a
la tierra, sin perjuicio de su aplicación a cualquiera de los otros supuestos. Sin embargo,
anticipa que, en el curso de su exposición ulterior, sus observaciones no se referirán a esta
desigualdad, sino a la que se ocasione por un impuesto que recaiga desigualmente sobre
una particular especie de ingreso privado que esté afectada por aquél.
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Es evidente que la primera parte de la enunciación del principio equivale al que, en el curso
de la evolución posterior del pensamiento financiero, se conocerá como principio de la
capacidad contributiva.
Pero la segunda parte, a pesar de su aparente explicación de la primera, enuncia el principio
del beneficio, al agregar que el impuesto debe proporcionarse a la renta que el contribuyen-
te goza bajo la protección del Estado.
También puede vislumbrarse, en esta expresión, la anticipación de la teoría de De Viti de
Marco, según la cual el ingreso puede considerarse como la medida en que cada uno de-
manda los servicios públicos indivisibles; y de la teoría de Griziotti que ve el fundamento
del impuesto en la capacidad contributiva, como indicio de la participación en los benefi-
cios que derivan de la pertenencia al Estado ( Jarach, 1959, pp. xxi).
Por la enunciación de la segunda parte de este canon, no es demasiado atrevido atribuir a
Smith haber anticipado, asimismo, la doctrina de la no imponibilidad del ahorro, sostenida
principalmente, en tiempos relativamente recientes, pero que se suele hacer remontar a
John Stuart Mill con su teorema de la doble imposición del ahorro y que, en sus resultados
prácticos, vendrá a identificarse con la imposición del gasto, analizada y propiciada por
Kaldor y otros autores, mucho tiempo después, a mediados del siglo XX.
Agrega también que el impuesto que cada individuo está obligado a pagar debe ser cierto y
no arbitrario. El tiempo, la manera y la cantidad del pago deben todos ser claros y simples
para el contribuyente y cualquier otra persona. A este segundo principio corresponde, en
la realidad de los Estados constitucionales, el principio de la legalidad del impuesto y la
exclusión de la discrecionalidad de la administración recaudadora.
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El propio Smith (1933) acota que si así no fuere, cada persona sujeta al impuesto quedaría
más o menos en poder del recaudador, quien podría agravar el impuesto a cargo de cual-
quier contribuyente víctima o bien extorsionarlo, con la amenaza de tal agravación, para
obtener algún regalo o beneficio para sí.
También pregona el principio de comodidad en el pago, al decir que todo impuesto debe
ser recaudado en el tiempo o en el modo en que con mayor probabilidad sea conveniente
para el contribuyente pagarlo. Así, por ejemplo, un impuesto sobre la renta de la tierra, o de
las casas, pagadero en los mismos términos en que (habitualmente) se pagan dichas rentas,
es recaudado en el tiempo en que es probable que sea conveniente para el contribuyente
pagarlo; o bien, cuando es lo más probable que tenga con qué pagarlo. Otro ejemplo que
ofrece el autor es el de los impuestos a los consumos de bienes de lujo, que son pagados de
a poco por el consumidor, cuando este tiene ocasión de adquirir dichos bienes. Además él
es libre de comprarlos o no, según su placer. Es, pues, su culpa si sufre algún inconveniente
por tales impuestos.
El fisco nacional argentino ha procurado cumplir en parte con este principio a partir de
la digitalización del proceso de presentación de las declaraciones juradas, lo que reduce
el tiempo necesario para cumplir la obligación formal. Si bien este resulta solo un primer
paso con vistas a un cumplimiento más acabado, puede presentarse como un buen ejemplo
actual del principio enunciado.
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Volviendo a Smith, el Estado desarrolla el principio de economicidad, por el cual todo im-
puesto debe ser estructurado de manera tal de quitar y mantener fuera de los bolsillos de
la gente la menor cantidad posible por encima de la suma que ingresa al tesoro estatal.
Este principio tiende a limitar el sacrificio del contribuyente a la menor suma posible por
encima de la que constituye el ingreso efectivo para el Estado.
Los ejemplos que brinda Adam Smith sobre el vicio que se quiere evitar, son:
ŀ La existencia de un gran número de funcionarios y empleados en el servicio de recau-
dación lo que no siempre redunda en mejor administración tributaria por dos causas
principales, la ineficiencia y el posible beneficio personal de ellos, lo que implica un
impuesto adicional sobre los contribuyentes.
ŀ Posible obstrucción de la industria y desaliento de la gente a emprender ciertas ramas
de negocios que hubieran podido generar empleo.
ŀ La imposición de multas y otras penalidades en las que incurren los infortunados su-
jetos que intentan evadir el impuesto. En lo que resulta una idea controversial, opina
que, si al pagar estas sanciones se arruina, se pone fin al beneficio que la comunidad
hubiera podido obtener del empleo de sus capitales.
ŀ El sometimiento de los contribuyentes a frecuentes visitas y odiosas inspecciones de
los recolectores que pueden exponerlos a perturbaciones muy innecesarias, a vejáme-
nes y a la opresión. En este caso, la actualidad y vigencia de este principio se verifica en
los múltiples ejemplos que la práctica cotidiana brinda con ser simples observadores.
Por último, se debe recordar que Smith efectúa un análisis de los más importantes im-
puestos de Inglaterra y de los regímenes impositivos del mundo de su tiempo y del pasado.
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No se conformó con utilizar sus cuatro principios como pautas de comparación, sino que
determinó, en cada caso, lo que la ciencia de las finanzas posterior denominará “Traslación
e incidencia de los impuestos”. Análogo análisis cumple, finalmente, respecto de la deuda
pública.
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sobre el precio del mercado y los productores intramarginales, que sí tienen renta y pagan
el impuesto, deberán soportar su carga, sin poder trasladarla, por la vía de modificaciones
en los precios, sobre los consumidores.
Por lo contrario, el impuesto que asume como base el producto bruto de la tierra, modifica
el costo de producción del productor marginal y, por lo tanto, el precio del mercado; por
consiguiente este impuesto se traslada al consumidor.
Esta teoría del impuesto sobre la renta ricardiana ha sido extendida por la doctrina eco-
nómica a todos los fenómenos de rentas diferenciales o rentas excedentes determinando,
como consecuencia, para la racionalidad de las elecciones estatales, la adopción de dichas
rentas como base de los impuestos.
Además, ha servido de modelo para la teoría de los efectos de los impuestos sobre los be-
neficios empresariales del comercio y la industria, constituyendo una especie de fortaleza
doctrinaria que aún resiste, no puede decirse invicta pero sí gloriosamente, los embates de
las teorías más modernas.
Otro tema de finanzas públicas en el que Ricardo hace un aporte fundamental a esta
ciencia es el de la comparación entre un impuesto extraordinario y un empréstito como
instrumentos para financiar un gasto extraordinario. Afirma Ricardo, refutando así una
doctrina tradicional antes de él y que se reedita muchas veces en el curso del desenvolvi-
miento histórico del pensamiento financiero, que en ambos casos los recursos reales que
el Estado retira de la economía son bienes presentes y no riqueza futura. Además, es igual
el desembolso de los contribuyentes de un impuesto extraordinario de un millón de pesos
o el pago a perpetuidad de un impuesto anual de $50.0000 (siendo la tasa de interés del
5%) para cubrir el servicio de una deuda de $1.000.000 contraída por el Estado en lugar
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Además, los impuestos no gravan solo a los propietarios de tierras, sino a los comerciantes,
industriales, agricultores, profesionales, etcétera, quienes no están expuestos de la misma
manera a la capitalización del impuesto.
Otros autores prefieren perfeccionar la doctrina ricardiana, ampliando los supuestos del
teorema, por ejemplo considerando los impuestos anuales para cubrir el servicio del em-
préstito no solo como afectando a los propietarios de tierras, sino también a capitalistas,
profesionales y trabajadores (De Viti de Marco, 1934) o afinando las hipótesis de solida-
ridad entre las generaciones presentes y futuras, de la identidad de origen de la población
futura como descendiente de la población pasada o de la falta de dicha identidad por la
existencia de amplios fenómenos de inmigraciones o emigraciones, las que alteran profun-
damente la continuidad de las generaciones de contribuyentes.
ron sobre él los reformadores franceses;9 la insistencia sobre la igualdad de sacrificio indi-
vidual puede haber oscurecido para el autor las consecuencias colectivistas del principio
de la capacidad contributiva.
Posteriormente Musgrave (1967, p. 113) comentó que la capacidad contributiva fundada
sobre curvas de utilidad de la renta dista mucho de la posición individualista de Mill, se-
gún una apreciación social de la misma, que es la versión más reciente del principio de la
capacidad contributiva.
Otro aporte de John Stuart Mill a las finanzas públicas consiste en la teoría llamada de
la doble imposición del ahorro, por la que sostiene que un impuesto que grave con igual
alícuota toda la renta, tanto la parte de ella que se destina al consumo como aquella que se
destina al ahorro, es discriminatorio en perjuicio de esta última, ya que el impuesto grava
una primera vez la renta ahorrada y luego, periódicamente, los intereses que se obtienen
de su inversión.
Esta teoría de Mill ha tenido una extraordinaria influencia sobre el desenvolvimiento pos-
terior de la ciencia financiera como también sobre la legislación tributaria y la política
fiscal, tanto que sería factible ordenar a los principales o más destacados autores en uno y
otro bando, el de los que aceptan el teorema de Mill o el de los que lo rechazan.
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10 Su obra más importante es An Outline of the Sciencie of Political Economy, Londres, 1836.
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primero y los consumos respetados. En efecto, si bien es cierto que el primero representa
el costo real de la actividad financiera, también es cierto que los consumos respetados hu-
bieran podido representar un costo diferente (mayor o menor) si el impuesto los hubiera
impedido en lugar de otro consumo.
En segundo término, la comparación de la utilidad y el costo no puede reducirse a los dos
fenómenos considerados por Ferrara de consumo impedido y consumo sustituto, atento a
que tanto el recurso como el gasto pueden sacrificar o crear, respectivamente, no solo con-
sumos sino también inversiones, debiendo agregarse a la sencilla pareja de consumo impe-
dido y consumo sustituto las otras de “consumo impedido e inversión sustituta”, “inversión
impedida e inversión sustituta”, “inversión impedida y consumo sustituto”. Y cada una de
estas comparaciones debería, además, complementarse con las de inversiones y consumos
impedidos e inversiones o consumos respetados.
Un tercer tema es significativo en la teoría de Ferrara: la descripción del largo proceso
de difusión al que el impuesto está sujeto antes que sus efectos queden definitivamente
asentados.
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La doctrina financiera de Francisco Ferrara se halla expuesta en su “Tratado especial de los impuestos”, con-
tenido en su obra Lezioni di Economía Política (1934).
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Análogo proceso se verifica con respecto al gasto estatal. Estos dos procesos son los que
(en definitiva) determinan los consumos impedidos y los creados en su reemplazo. Sin em-
bargo, Ferrara no cree que estos procesos puedan ser analizados o que se puedan formular
conclusiones precisas y cita a Say como el único que haya resuelto bien la cuestión, porque
no trató de resolverla. “No hay”, decía, “alguna especie de contribución que probablemen-
te no se divida entre muchas clases de ciudadanos y en proporciones que varían según las
circunstancias variabilísimas en las que se halle la sociedad” (Ferrara, 1934, p. 549).
3.2.9. El Marginalismo
Señala Jarach (1983, pp. 15-16), que la doctrina financiera fundada en la consideración
del impuesto como un fenómeno económico de cambio recibió un nuevo impulso por el
enfoque marginalista de los problemas económicos. Esta escuela, nacida en Austria, consi-
deró que el problema de las finanzas públicas no era otro que el consabido de la economía,
en cuanto a la satisfacción de las necesidades individuales.
En una mirada amplia, las necesidades públicas no son otra cosa que la sumatoria de las
necesidades de los individuos. Aquí, cada sujeto ordena sus prioridades, conjuntamente
con las necesidades de los demás sujetos, según el grado de apremio respectivo y satisface
con su renta disponible en forma tal que se igualen las utilidades marginales ponderadas
logradas por la satisfacción de todas esas necesidades.
Esta enunciación ofrece el flanco a muchas críticas.
En primer lugar, cuando considera al individuo como el sujeto activo de la actividad finan-
ciera y le confia las decisiones respecto de la asignación de los recursos para los gastos del
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34 | Economía del sector público
Al igual que en Pantaleoni, se podría decir que hay una visión optimista del rol del Parla-
mento, puesto que lo coloca como el medio de establecer la justicia de la imposición, lo
que haría que los individuos aprecien su sacrificio con la utilidad que obtienen del funcio-
namiento del Estado.
Además de cierto alejamiento de la realidad porque la representación política no es ni
debe ser una representación de cada uno de los electores, esta idea es criticable por cuanto
postula que las necesidades públicas forman parte de las preferencias individuales como
las necesidades privadas, cosa que normalmente no sucede.
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1. Finanzas públicas | 35
tes producen servicios públicos que son consumidos por los gobernados, pero en este
proceso de producción y venta de servicios los gobernantes no tratan de fijar los pre-
cios que más convengan a los consumidores, sino los precios que más beneficien a
los productores. Es este un fenómeno bien conocido en la teoría económica, o sea, la
formación de precios en régimen de monopolio. El Estado absoluto se identifica con
el Estado productor monopolista de servicios públicos.
ŀ El Estado popular, o sea el Estado democrático o representativo, en el cual los gober-
nantes se identifican con los gobernados a los que representan. Cuando eventualmente
esta representación se deteriora, los gobernados promoverían nuevas elecciones para
elevar al gobierno representantes más genuinos. El modelo teórico del Estado popular
asume como postulado el absoluto y rápido cambio de los gobernantes que dejan de
interpretar los fines y las necesidades de los gobernados, por otros nuevos que repre-
senten, fielmente, los intereses del pueblo. Este postulado tiene como consecuencia
inmediata que gobernantes y gobernados se confunden y la producción de servicios
públicos puede considerarse efectuada por los mismos consumidores de dichos ser-
vicios. Además, en estas condiciones, el Estado no tiene otros intereses que los de los
consumidores y les suministra los servicios públicos al precio más ventajoso, o sea, al
costo. Según De Viti de Marco, este proceso financiero asimilaría el Estado popular al
esquema económico de la producción de bienes por una cooperativa.
Si bien reconoce que este análisis es teórico puesto que en la historia no han existido Esta-
dos que cumplan con las descripciones que realiza, indica que su utilidad está en que en la
realidad pueden aproximarse a uno u otro.
Al margen de esto, el autor desarrolla diversas teorías que aún hoy son de aplicación.
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36 | Economía del sector público
desplazar la carga tributaria de las clases pobres a las ricas” (Antonio De Viti de Marco,
1888, p. 67).
las utilidades marginales de los diferentes consumos a los que se destina al rédito.
Debe recordarse, además, que De Viti de Marco retoma y fortalece con nuevos aportes
la doctrina ricardiana de la equivalencia entre la presión del empréstito y del impuesto
extraordinario.
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38 | Economía del sector público
a los individuos, sino al Estado, sujeto actuante para alcanzar fines políticos mediante sus
órganos que tienden primordialmente a satisfacer dichos fines y solo los fines individuales
en la medida en que estos sean asumidos como propios por el Estado o que sean paralelos
a los fines estatales y puedan ser satisfechos, simultáneamente con estos, con un mismo
bien o servicio.
El proceso político de la formación de la voluntad estatal no debe confundirse con el pro-
ceso económico de la formación de los precios.
A estos aspectos negativos del planteamiento general de Lindahl se agregan las objeciones
que Musgrave (1967) formula desde el punto de vista interno, o sea aceptando las premisas
de Lindahl, en base tanto a razones de equilibrios particulares, como de equilibrio general.
fueran comparables. Aún así, acota Musgrave, carecemos de elementos para determinar la
curva de utilidad de la renta individual.
12
Musgrave, 1967, p. 113 cita a L.Robbins, “Interpersonal Comparisons of Utility”, Economic Journal, vol. 4S,
R.4, pág. 634-641.
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1. Finanzas públicas | 39
nanciero a la teoría del valor. Señala, por su parte, que la actividad financiera depende del
carácter y naturaleza del fenómeno social Estado. A este respecto, y reproduciendo sustan-
cialmente la doctrina política de Gaetano Mosca o coincidiendo inconscientemente con
él sostiene que el Estado representa, en realidad, el resultado de la asunción del poder por
un grupo seleccionado de hombres (élite), que, al adquirir fuerza suficiente, se adueña del
gobierno estatal y lo explota, no en beneficio de los gobernados, sino en beneficio propio,
extrayendo del pueblo los recursos necesarios para satisfacer sus intereses, apetitos o capri-
chos13 Su actividad financiera encuentra un límite en la necesidad de mantener tranquila a
la población y evitar una reacción que pueda derrocar al gobierno. Los servicios públicos
no son bienes económicos que benefician al pueblo o a los individuos que lo componen,
sino una simple pantalla para engañar a los ciudadanos.
De este pensamiento central es posible analizar varias derivaciones.
13 Refiriéndose a la coincidencia entre la doctrina paretiana y la de Mosca, del Vecchio (1964, p. 204), men-
ciona la concepción sociológica de Pareto como conectada con la teoría eminentemente jurista del profesor
italiano Mosca.
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40 | Economía del sector público
blicas todas aquellas que tienden a explicar la naturaleza del fenómeno financiero, inda-
gando sobre la naturaleza del Estado, sus propósitos y sus actividades; en una palabra, las
teorías que no pueden considerarse como normativas.
De acuerdo con esta posición, todas las teorías políticas de las finanzas se ubican entre las
sociológicas. Por otro lado, señala Jarach (1983, p. 24 y 25) que no cabe duda alguna que
las teorías llamadas sociológicas por sus propios autores o denominadas así por terceros,
son (en definitiva) teorías políticas de las finanzas. Esto puede decirse de la doctrina de Pa-
reto como también de las de Loria (1890) y Conigliani (1909) en Italia, y de Goldscheid
(1926) en Alemania.
El elemento común de las teorías sociológicas y políticas es la negación de la asimilación
del fenómeno financiero a un problema de valor y también de la asimilación de las de-
cisiones presupuestarias a un común denominador con las decisiones individuales sobre
consumos. También les une la pretensión de describir lo que es la actividad financiera en su
esencia y no la de determinar cuáles son los caminos a seguir a fin de lograr un óptimum en
la asignación de los recursos según las apreciaciones individuales u otros objetivos: como
la justa distribución de la renta, la estabilización de los precios y el pleno empleo o el desa-
rrollo económico y social.
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la teoría financiera de De Viti de Marco, a la cual criticara tanto en los aspectos generales,
como en muchos temas particulares.
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1. Finanzas públicas | 43
nancieros adecuados en cada caso deben ajustarse a determinadas técnicas operativas para
lograr los fines.14
teresados en que el sistema funcione a su máxima capacidad, puesto que esto permitirá lo-
grar el equilibrio entre la oferta (o producción) y la demanda agregada, obteniéndose así el
máximo uso de los recursos económicos, incluyendo el pleno empleo (ver Ley de Walras).
Siendo esto así, lo más lógico es utilizar inmediatamente todos los recursos para producir,
dado que el dinero ocioso no genera ningún tipo de beneficios. Aquí se efectúa una equi-
valencia controvertida entre ahorro e inversión. Pero se va más allá aún: el postergar el con-
sumo sin invertir en dinero (lo que implica mantener sumas ociosas) es igual de irracional
como no aplicar los depósitos de terceros que disponene los bancos.
La doctrina clásica (más propiamente, la doctrina liberal de las finanzas públicas) siguien-
do las huellas de Adam Smith, abogaba por la realización de los siguientes principios:
ŀ Limitación de las tareas y cometidos del Estado en todos sus órdenes, reduciéndolos,
sustancialmente, a tres grandes funciones: defensa exterior, seguridad interior y pro-
moción del bien común con sus servicios de instrucción, de justicia y obras públicas.
ŀ Neutralidad de la imposición, esto es, adopción de tributos que alterasen en el menor
grado posible los precios del mercado y la distribución de los ingresos.
14
Sobre la evolución del pensamiento de Benvenutto Griziotti en materia financiera, véase Dino Jarach (1959,
pp. XXI-XLVI).
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ŀ Equilibrio del presupuesto anual del Estado, considerando como fenómenos patológi-
cos tanto los déficit como los superávit del presupuesto.
ŀ Distinción entre finanzas ordinarias y extraordinarias, admitiendo para las primeras
como formas de cobertura de los gastos los recursos patrimoniales y los impuestos y
para las segundas el endeudamiento y otras medidas monetarias y fiscales.
Al lado de estos principios, la doctrina clásica no liberal ni liberalista admite cierta función
extra fiscal de los impuestos mediante, por un lado, el uso protector de ciertos derechos
aduaneros a las importaciones, y, por el otro, reconociendo y propiciando el efecto re-
distributivo como principio de reparto social de la carga presupuestaria (Wagner, 1883).
envueltos en el conflicto. Sobre estos países en particular (pero también sobre muchos de
aquellos que permanecieron neutrales) se verificaron las graves consecuencias económi-
cas y sociales del conflicto en sí mismo y, posteriormente, la difícil reconstrucción de la
posguerra. La característica más importante de la guerra no fue la extensión del conflicto
y el número de naciones envueltas en él, sino el grado de afectación de la economía y de
la estructura social que ella trajo consigo y que consistió en la movilización de las fuerzas
económicas y en la dirección centralizada de la producción y del consumo. Esta centrali-
zación causó, como fenómeno histórico, la planificación de la economía para asegurar los
suministros de productos de toda índole y no solo de armas y municiones para el esfuerzo
bélico. No se trató de la planificación colectivista que caracteriza al Estado socialista, en el
que está suprimida la propiedad privada de los medios de producción, sino de una planifi-
cación por el poder público de las fuerzas económicas privadas, coordinando sus acciones
y restringiendo o estimulando sus iniciativas: en suma, dirigiendo tanto la producción
como el consumo.15
Surgió así la tendencia hacia una estructura del mundo económico, que dejaba de ser una
economía de mercado sujeta al libre juego de las fuerzas económicas y que también se
distinguía de la economía socialista por mantenerse la propiedad privada de los medios de
producción. El papel del Estado en esta nueva estructura, que se definió como economía
15
Véase, como precursor de esta tendencia, el escrito de Walter Rathenau, “La nueva economía”, en Rathenau
(1942, pp. 13 a 90).
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Guerra Mundial escribe su libro para analizar lo que pasará en los países una vez alcanzada
la tan añorada paz (The Economic Consequences of the Peace, 1919). En esa época ya advier-
te que las ideas del libre mercado no servían para solucionar la crisis que comenzaba, lo
que vuelca en su ensayo sobre The End of Laissef-faire (1926). Antes de la gran depresión,
escribe su A Teatrise on Money (1930) para, una vez ocurrido el colapso económico, vol-
carse de lleno a estudiarlo tanto teórica como fácticamente, procurando los medios para la
recuperación del pleno empleo y de la economía toda.
Desencadenada la Segunda Guerra Mundial se dedicó a los problemas de las finanzas de
guerra. Muy pronto, aún antes de la terminación del conflicto, su preocupación intelectual
lo mueve a dedicarse a los problemas de la posguerra en el orden interno de Gran Bretaña,
y en el de los acuerdos monetarios internacionales.
Su metodología da preeminencia a los enfoques macroeconómicos en lugar de los mi-
croeconómicos, que prevalecieron en las obras clásicas. También, se preocupa de los fe-
nómenos económicos de corto y mediano plazo antes que los más extensos, sintetizando
esta posición con la sarcástica acotación que “en el largo plazo todos estamos muertos”
( Jarach: 1983, p. 32).
El problema de las Finanzas Públicas solo está planteado por Keynes en forma especial en
“How to pay for the war” (1939). Sin embargo, la contribución de Keynes al pensamiento
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hechos, por lo que vuelve a refutar a los clásicos. Es más, agrega que, cerca del equilibrio
clásico (o de Walras, cuando las inversiones igualan a los ahorros en una situación de
expansión de la producción y precios relativos altos con relación a los salarios pero que
tienden a deflacionarse), existiendo una tasa de interés alta, que deprime la economía en
general, los recursos no serán utilizados plenamente. Plantea allí su paradoja del ahorro,
que indica que “un interés excesivo reduce la demanda por capital financiero y, consecuen-
temente, por el trabajo, lo que reduce el nivel del agregado de salarios, lo que implica la
reducción general de consumo, lo que a su vez significa que la tasa de ganancia disminuye,
lo que nuevamente reduce la demanda de inversiones, etc.,” transformando el proceso en
un círculo vicioso.”
16 Esencialmente, condiciones de competencia perfecta, que requerirían no solo la ausencia de todo tipo de
organizaciones gremiales o sindicales (no solo de trabajadores pero también de empleadores, incluyendo
asociaciones de capital social, las llamadas sociedades anónimas o limitadas o cualquier otra forma de mono-
polio u oligopsonio), pero también información perfecta sobre el mercado y alta flexibilidad tanto de flujos
de capital como de trabajo y habilidades. Obviamente esa, por deseable que sea, no es una situación real. Por
ejemplo, la ausencia de personal calificado dificulta la creación de empresas “de avanzada” en países en los
cuales hay altos niveles de desempleo y en los cuales, hipotéticamente, seria altamente conveniente invertir
en esas áreas a fin de tomar ventaja de esa abundancia de trabajo: las habilidades de los trabajadores no son
libre y universalmente transferibles de un tipo o área de trabajo a otro. Sugiere que puede haber ausencia de
trabajadores disponibles en un área económica aun cuando haya un alto nivel de desempleo.
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1. Finanzas públicas | 47
Es decir que, según Keynes, en ciertas situaciones lo más racional desde el punto de vis-
ta económico es no gastar dinero. Por ejemplo, si los precios están bajando es lógico no
comprar hoy porque con el mismo dinero se comprará más la semana que viene. A la vez,
tampoco conviene endeudarse ahora, puesto que también es probable que bajen las tasas
de interés, aunque también los sueldos.
Por el otro lado, una baja de empleo o de sueldos puede llevar a afectar a la demanda, re-
duciéndola y, por ende, impactar negativamente en la producción, lo que llevaría a su vez,
a más desempleo. Esto generaría un nuevo punto de equilibrio, desde luego, alejado de la
utilización óptima de los medios de producción, que el autor denomina “equilibrio macro-
económico” y que la teoría llama “equilibrio keynesiano” (tomado el término equilibrio
por su similitud con la física, en el punto donde las fuerzas se estacionan).
Entonces, considerando la realidad del sistema capitalista, en donde lo que existe en rea-
lidad es una competencia imperfecta (otra crítica a la teoría clásica), sostiene que las em-
presas pueden aumentar sus ingresos ya sea bajando precios, con el objetivo de producir y
vender más o, por el otro lado, produciendo menos pero manteniendo o inclusive, aumen-
tando los precios de sus bienes. No solamente habrá menos demanda por insumos sino
también por mano de obra, por lo que el pleno uso de los recursos no estará presente; lo
que explicaba claramente la razón por la que, en plena crisis de la Depresión, había algunas
empresas que aumentaban sus ganancias.
Demostrado esto, concluye que, como la relación “ahorro igual a inversión” no se esta-
blecerá automáticamente, por la sola acción de la mano invisible; lo que provocará muy
probablemente una crisis, el Estado debe intervenir, pues según Keynes, es el único actor
capaz de solucionar el problema.
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Para entender el funcionamiento real de la economía y marcar las diferencias con los
esquemas teóricos del dogma clásico, desarrolló los conceptos de propensión marginal,
tanto del ahorro, de la inversión como del gasto.17 Asimismo, otros indicadores como la
eficiencia marginal del capital (o tasa de ganancia, es decir el beneficio que genera la in-
versión descontando de esos beneficios futuros los intereses pagados para financiar dicha
inversión) y el de preferencia por la liquidez.
La relación entre un aumento del ingreso total y el de la nueva inversión constituye el
multiplicador (nuevo instrumento de análisis de Keynes que reconoce el antecedente de
Kahn) que, a su vez, depende de la propensión marginal a consumir, otro nuevo instru-
mento conceptual del análisis keynesiano.
Es preciso destacar, como lo hace Jarach (1983, p. 33) que todas estas ideas, amén de su
valor teórico, se proyectan en las finanzas públicas, atribuyendo al Estado el papel de reac-
tivante de la economía mediante las inversiones que suplen la insuficiencia de la inversión
17 Para Keynes los aumentos de la demanda agregada determinan aumentos más que proporcionales en los
ingresos. A su vez, un aumento del ingreso nacional es equivalente a un aumento del producto nacional
y, por lo tanto, del empleo” (Departamento de Economía de la Universidad de la República de Chile en
”Economía para NO economistas ”, p. 139).
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privada. Esto echa una nueva luz sobre el gasto del Estado, y correlativamente, sobre los
recursos.
Con el propósito de esclarecer este nuevo enfoque de las finanzas públicas, se observa,
por ejemplo, que las obras públicas estaban ya consideradas como una tarea del Estado
desde Adam Smith pero no como un instrumento de reactivación económica, sino como
creación de un capital propio del Estado, a los efectos de la producción de sus servicios.
También debe observarse que la historia de los acontecimientos ya conocía las obras pú-
blicas como paliativo de la desocupación. La novedad aportada por el genio creador de
Keynes consiste en haber descubierto la importancia de las inversiones del Estado para la
plena ocupación y el aumento del ingreso total del país, no solo cualitativa sino también
cuantitativamente.
De ahí el nuevo enfoque de las finanzas públicas, no como simple producción y suminis-
tro de servicios públicos, sino como correctoras del nivel del empleo y de crecimiento del
ingreso nacional.
serie de factores dinámicos que brinden las motivaciones necesarias, entre ellas, un rápido
incremento de la población, grandes inventos o el ensanchamiento de las fronteras. Cuan-
do estos no están presentes en el nivel suficiente, la inversión total del sector privado no
logra absorber la totalidad de los ahorros, con la consiguiente desocupación de hombres y
factores de producción. Esta situación puede (he aquí la coincidencia con la teoría keyne-
siana) no corresponder a una etapa del ciclo económico, sino a un fenómeno estructural,
que denomina “estancamiento secular”, y que lleva la connotación de una situación per-
manente y de una brecha entre ahorros e inversiones que la economía por sí sola no puede
llenar. Es, pues, un cometido del Estado llenar la brecha mediante el gasto público, con la
advertencia que este debe financiarse en modo tal que los recursos sacados de la economía
no restrinjan la inversión del sector privado. A estos efectos, los gastos del Estado deben
ser financiados con el endeudamiento que no drena fondos del sector privado.
Comenta Jarach (1983, p. 34) que de esta concepción nace una nueva filosofía de la deuda
pública, cuyo aumento en gran escala no debería alarmar a los estadistas ni al público,
puesto que el único límite del endeudamiento estaría dado por el aumento de la renta
nacional.18
18 Estas ideas fueron analizadas y refutadas por Harald G. Maullan, The new Philoosophy of the Public Debt
(1943). La traducción al español es La nueva filosofía de la deuda pública (1947) contiene una nota intro-
ductoria de Dino Jarach.
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1. Finanzas públicas | 49
La teoría de Hansen amplía la doctrina ya elaborada por economistas y adoptada por esta-
distas suecos, sobre la admisibilidad del déficit presupuestario en situación de desempleo y
depresión económica, especialmente por la parte del presupuesto destinado a la formación
de capital (el llamado presupuesto de capital).
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50 | Economía del sector público
Entre los instrumentos financieros que Lerner destaca como útiles para lograr el objetivo
del Estado están el cobro de impuesto y los gastos fiscales; las compras y las ventas públi-
cas; y los préstamos y el endeudamiento fiscal.
Es evidente que alguno de estos mecanismos son más apropiados para promover expan-
sión y otros para disminuirla.
Aunque algunos autores tildan de simplista la propuesta de este economista, esta fue uti-
lizada nada menos que en Estados Unidos, luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta
la década del ‘70.
Cuanto menos, propició un cambio de percepción acerca de la “necesidad de mantener un
presupuesto equilibrado”, tan importante en las ideas monetaristas previas a él. Ahora, lo
que importa es el tamaño de ese déficit con relación a la riqueza generada en el país (PBI);
concepto que fue utilizado por largo tiempo por el país del norte para mantener durante
mucho tiempo déficit fiscales y aumentar el circulante de su moneda.
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Latina, esto provocaba una dinámica radicalmente diferente a la de las naciones con un
desarrollo más temprano.
La CEPAL consideraba las siguientes características, que se transcriben textualmente:19
• Si bien Latinoamérica está integrada por economías nacionales, con sus respectivas espe-
cificidades, no se las puede comprender si no es en función de su inserción estructural en
el sistema económico mundial, la cual se caracterizaba por la excesiva especialización pro-
ductiva ligada a la elaboración de productos primarios (mayoritariamente para la exporta-
ción, el escaso desarrollo industrial y de los servicios y la satisfacción de buena parte de la
demanda interna mediante la importación de bienes manufacturados provenientes de los
países centrales).
• Por la concurrencia de factores de diversa índole (los importantes diferenciales de producti-
vidad existentes entre los sectores dinámicos en ambos tipos de economías, las asimetrías de
propiedad de la innovación científico-tecnológica, las distintas elasticidades de los precios
y de los niveles salariales existentes en los dos grupos de economías, la fortaleza político
institucional de los diferentes factores de producción, entre otros), existía una tendencia se-
cular a la disminución en los precios de los productos exportados por los países de América
19 http://www.eumed.net/tesis-doctorales/2010/lmr/Corrientes%20Dependentista%20y%20Estructuralista.htm
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52 | Economía del sector público
Latina, en relación a los productos exportados por los países centrales o, en otras palabras,
un deterioro en los términos de intercambio de los bienes elaborados en la periferia.
• Esto se veía potenciado por lo importantes niveles de proteccionismo vigentes en las eco-
nomías centrales y por las fuertes fluctuaciones en la demanda mundial de los bienes pro-
venientes de la periferia. Todo ello conllevaba una significativa transferencia de excedentes
desde los países periféricos hacia los centrales y muy débiles bases de sustentación del creci-
miento en los primeros.
• Adicionalmente, este tipo peculiar de inserción en las corrientes internacionales de circula-
ción de mercancías, sumado al tipo de perfil productivo prevaleciente en los mismos, tenía
impactos directos sobre el mercado laboral, que tendía a desarrollar situaciones de desocu-
pación y subocupación.
En función de estas características, la CEPAL elaboró una serie de propuestas de desa-
rrollo para los países de América Latina, estructurada en torno de cuatro puntos básicos
relacionados entre sí:
1. El primer punto vincula el proceso de fortalecimiento del proceso de industrialización
por sustitución de importaciones (con fuerte apoyo estatal), que se venía registrando
en muchos países de la región en respuesta a las alteraciones registradas en el funcio-
namiento de la economía mundial, a partir de la Primera Guerra Mundial. Según los
técnicos de la CEPAL, coordinados y dirigidos por Raúl Prebisch, ello constituía el
principal mecanismo para la superación del subdesarrollo de las economías latinoa-
mericanas. Tal como señalan en el famoso “Estudio Económico para América Latina”
(CEPAL, 1949, p. 5) no basta con incrementar la productividad para elevar el nivel
de ingresos, también es decisivo el impulso al desarrollo de la industria y de sus activi-
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dades asociadas.
2. Para la CEPAL, este punto se relacionaba con la excesiva concentración de la pro-
piedad de la tierra, característica de casi la totalidad de los países de la región. Esta
situación era vista como un freno al proceso industrializador que se intentaba impul-
sar y esta situación se intensificaba, debido a la negativa de los grandes latifundistas a
destinar al sector manufacturero los excedentes de exportación. Por tal motivo, este
proceso de industrialización debía ir acompañado de una reforma agraria, para que
hiciera más equitativa la distribución de la propiedad de la tierra.
3. La intervención estatal debía asumir un rol protagónico, con la finalidad de superar el
subdesarrollo y la pobreza de las sociedades latinoamericanas. Ello debía manifestarse
en los siguientes aspectos: planificación del desarrollo, diseño de un sistema de cuen-
tas nacionales, proteccionismo y promoción de aquellas actividades que se intentaba
desarrollar y fortalecer, inversión pública, empresas de propiedad estatal y fomento a
la creación de empresarios industriales. De esta forma, se consideraba que, en el marco
brindado por las condiciones estructurales propias de la periferia latinoamericana, el
aparato estatal contribuiría decisivamente al desarrollo económico de la región.
4. El accionar estatal debía procurar adicionalmente la integración económica latinoa-
mericana. A la vez, este impulso tenía por objetivo fortalecer el posicionamiento rela-
tivo de los países de la región frente a los centrales.
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Después, en la década del ‘70, justificaron la inflación como factor del progreso. Gracias
a la indexación, la inflación, teóricamente, no tenía consecuencias, puesto que las remu-
neraciones seguían el ritmo de los precios. El Estado podía entonces fabricar moneda
desvergonzadamente para financiar sus gastos, las infraestructuras y las inversiones indus-
triales: una bomba de financiar que no provocaba víctimas, en los modelos. A tal punto,
que adquirió cierta autoridad académica, llegando a enseñarse por algunos años en las
universidades europeas. Sin embargo, la hiperinflación enriquecía a los ricos que vivían
en dólares y arruinaba a los pobres cuyos ingresos siempre estaban retrasados en relación
con los precios.
Una aplicación práctica de estas ideas se dio en Brasil, con la presidencia de Fernando
Henrique Cardoso. Dentro de esta corriente pero enrolado en lo que se llamó “desarrollis-
mo”, sostenía en sus escritos (1995, p. 33), que tal proceso debía ser guiado por el Estado,
protegiendo a la industria de toda competencia interna y externa.
En los hechos, la historia brasileña mostró lo equivocado que eran estas ideas pues las
fábricas que surgieron a su influjo eran ineficientes, y lo único que lograron fue enriquecer
a los burócratas que las dirigían, a los militares que eran sus propietarios, a una burguesía
cliente del Estado industrial y a los sindicatos que participaron de estos proyectos. Ello
profundizó las desigualdades sociales puesto que no aportó ninguna ventaja a los peque-
ños empresarios ni a los brasileños más pobres.
Chile o Colombia) en donde los jefes de Estado no son más que caudillos rodeados de
clientes que esperan de ellos la redistribución: del petróleo, de los minerales, de la tierra y
de los empleos públicos. Este fenómeno hace las veces de economía y reemplaza el desa-
rrollo. En esta vieja América Latina, el mito de la revolución continúa siendo muy potente.
Aquí, la democracia es una ficción: un caudillo desplaza al anterior y ninguno tiene otro
proyecto que no sea redistribuir más, nunca producir más. En el mejor de los casos, cuan-
do aumentan las cotizaciones mundiales de los commodities (del petróleo en Venezuela y
de la soja en Argentina) aparece una ilusión de prosperidad. El movimiento de los capi-
tales internacionales en busca de gangas, tanto como las cotizaciones mundiales, hacen y
deshacen estas economías fundadas en la especulación y no en una burguesía empresaria
local. Cuando las cotizaciones bajan y los capitales huyen, como en la Argentina de 2001,
la sociedad en su conjunto se derrumba.
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54 | Economía del sector público
parte de las riquezas es justo que entreguen los individuos. Según esta teoría, los habitantes
distribuyen su riqueza por intermedio de sus representantes políticos y, como la unanimi-
dad respecto a las prioridades no es posible, hay que contentarse con tal representatividad
(Sainz de Bujanda, 1985, p. 255).
De Viti de Marco (1934, p. 25) supone en su teoría un Estado corporativo similar a una
sociedad cooperativa de producción y consumo, que constituye un factor de la producción
y, como tal, tiene derecho a cierta porción de la riqueza creada con su aporte, como si
fuera un empresario cualquiera. Por su parte, Einaudi (1968, p. 36) admite que el Estado
sea un factor de producción, pero operando en forma especial, es decir, que influye en
la producción pero no es factor de producción (casi como un banco o gran empresa de
financiación).
La insuficiencia de las doctrinas económicas tradicionales, determinó la inclinación hacia
las teorías políticas y las sociológicas; aunque de tanto en tanto y como no podía ser de
otra manera, autores ensayan la vuelta al predominio de lo económico, como se resalta
posteriormente.
conformación de una sociedad se determina por las diversas influencias que actúan sobre
ella. Se distiguen:
1. los elementos de la naturaleza (suelo, flora, fauna, clima, ubicación geográfica, rique-
zas minerales, etc.);
2. la acción ejercida sobre una sociedad por otras anteriores en el tiempo o exteriores en
el espacio;
3. los elementos internos, tales como la raza y lo que llama “residuos”, que son los senti-
mientos, las inclinaciones, lo conocimientos, la inteligencia e intereses predominantes
en toda sociedad. (Pareto, 1906, pp. 594-596)
El Estado no puede solamente centrarse en los problemas económicas si quiere alcanzar
sus objetivos. Por el contrario, debe prestar atención y comprender adecuadamente los fac-
tores sociales. esta es la única forma en la que, para el autor, puede lograrse cierta armonía
y consenso entre la clase gobernante y la ciudadanía.
Agrega el autor que, dada la variedad de necesidades e intereses de la población, se termina
haciendo la voluntad de quienes acceden al poder; por lo que concluye en un visión ne-
gativa respecto al Estado, en tanto no lo considera una entelequia superior sino un mero
instrumento de dominación.
Es por ello que estos sujetos deben procurar mantener satisfechas a las masas. Ejemplo de
esto es la teoría de la “ilusión financiera”, que sostiene que la minoría dominante, buscando
siempre la línea de la menor resistencia que pueda oponer el pueblo, trata, mediante la
creación de ilusiones financieras, de ocultar a los ciudadanos la verdadera carga tributaria
que sobre ellos recae. Por ejemplo: por medio de impuestos a los consumos disimulados
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en los precios. Al mismo tiempo, se exageran los beneficios que proporciona mediante la
prestación de servicios públicos.
Bara (2006, p. 27) cita al profesor italiano Gaetano Mosca, quien decía que la conducta
del Estado es el resultado de la acción de un grupo de personas, a las que se denomina go-
bernantes o clase dirigente, que asume el poder y controla el aparato estatal principalmente
en su beneficio. Para ello debe procurarse los recursos necesarios de los gobernados. Esta
actividad fiscal, entonces, encuentra sus límites en la necesidad de retener el poder, lo que
a su vez depende del régimen político.
Más allá del reconocimiento a sus aportes, se le critica a este autor su percepción del Es-
tado como un “ente metafísico”, es decir como algo sin existencia real. Grizzioti (1959,
pp. 37-38) entre otros, dice es correcto rechazar las escuelas económicas como exclusiva
explicación de la actividad financiera del Estado, de la misma manera que está bien incluir
en el análisis a las fuerzas políticas y sociales. Pero no es dable desconocer que es Estado “es
el sujeto activo de las finanzas y el punto de referencia natural, del cual tiene que partir la
ciencia de las finanzas en su renovación científica para estudiar las relaciones entre el Esta-
do y los contribuyentes, siempre desde el punto de vista interior de la actividad financiera.”
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56 | Economía del sector público
5.4. En síntesis
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Hacia mediados del siglo XX se fue consolidando una fuerte tendencia al predominio
del enfoque económico de los temas fiscales. Esto respondió, por una parte, a la creciente
participación estatal en la vida económica, a partir de las teorías keynesianas, y, por otra
parte, a una evolución de las ideas fundamentales sobre la materia. Dice Bara (2006, pp.
20 a 22) que tal tendencia está asociada principalmente a dos nombres: Paúl Samuelson
(1957), sobre todo importante por la profundidad de su concepción teórica de la econo-
mía, y Richard Musgrave (1967), por la aplicación de esas ideas a los problemas específicos
de las finanzas públicas y su gran difusión académica mediante sus libros de texto que han
servido de base para la formación de muchos economistas fiscales.
Samuelson, en su obra Fundamentos de Análisis Económico (1957),20 expuso una idea gra-
vitante: a pesar de las diferencias que tienen los distintos campos de la ciencia económica
(microeconomía, macroeconomía, economía internacional, economía monetaria, etc.)
tienen una unidad fundamental, una analogía esencial, que se expresa en la similitud for-
mal de los teoremas básicos, que consisten en una maximización bajo restricciones. Los
problemas económicos consisten básicamente en maximizar algo (utilidad, beneficios)
con la limitación de los recursos (ingresos, factores de producción). De este enfoque se
derivan una serie de conceptos (equilibrio, estabilidad, estática, dinámica) que se aplican
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1. Finanzas públicas | 57
en variadas circunstancias, entre las que se encuentran las relacionadas con las finanzas pú-
blicas; demostrando que el análisis económico, desarrollado inicialmente para el estudio
de los mercados privados, se aplica también a los bienes y servicios públicos.
Podría decirse que, con la Teoría pura del Gasto Público (Samuelson, 1954) se inició el
camino de las finanzas públicas hacia la economía pública.
A partir de allí, Musgrave y muchos otros desarrollaron ese camino, lo aplicaron a los pro-
blemas específicos de la Hacienda y le dieron una gran difusión académica. Esta tendencia
produjo un significativo avance científico, provocado por la formalización y precisión de
los conceptos, que dio rigurosidad a los resultados y acotó los márgenes para las divergen-
cias.
Sin embargo, ese enfoque dejó un tanto de lado los aspectos políticos e institucionales
de las finanzas públicas. En última instancia, el sujeto de la actividad es un ente estatal
de naturaleza política y su comportamiento no puede explicarse solamente en términos
económicos.
En definitiva, la diversidad de las doctrinas y las sutiles diferencias que a veces las separan,
ponen de manifiesto la relatividad de las explicaciones proporcionadas por lo que, posi-
blemente, la única conclusión cierta sea la insuficiencia de toda doctrina unilateral, para
reconocer que, si bien la actividad financiera tiene base económica, no puede desconocer-
se la influencia de otros elementos, especialmente del político y del sociológico, que tienen
suma importancia.
6. El presupuesto
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Al hablar de los fines de la actividad financiera, esta debe tener un reflejo, según la natura-
leza jurídica del funcionamiento del Estado, formal y legal, lo que da origen al Presupuesto.
Para cumplir con sus objetivos, debe coordinar su actividad económico–financiera, aparte
de la jurídica, mediante la preparación y ejecución de un plan económico. Esta planifica-
ción debe encontrarse presente en todos los países, aun en los más liberales.
Señala Giuliani Fonrouge (1997, pp. 21 y 22) que, a lo largo del tiempo, el conjunto de
circunstancias económico, sociales y políticas ha repercutido sobre las finanzas públicas
y determinado cambios fundamentales en los fines y medios técnicos para lograrlos, que
pueden sintetizarse como sigue:
ŀ el presupuesto sufre la acción de la economía y, a la vez, influye sobre esta, por lo que
se abandona la mística del equilibrio anual y se procura un equilibrio económico (pre-
supuestos plurianuales);
ŀ el gasto público no constituye un simple medio para atender los servicios públicos
sino que también debe cumplir funciones económicas, fomentando el incremento del
poder adquisitivo;
ŀ el impuesto tiene finalidades extrafiscales y debe actuar positivamente como elemento
regulador y redistribuidor;
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58 | Economía del sector público
más se irán integrando el plan económico nacional y el presupuesto financiero del Estado.
Las finanzas públicas constituyen el sistema económico propio del Estado21 que se integra
y constituye a su vez el sistema económico de mercado en el que participa como un actor
trascendente.22
Desde luego, tal trascendencia se establece principalmente a partir de la tendencia por la
cual la actividad financiera no solo abarca la producción de bienes y servicios públicos,
sino que se proyecta sobre la economía de mercado redistribuyendo ingresos y actuando
como estabilizador o compensador del sistema de mercado, para evitar las depresiones
cíclicas o seculares y la inflación, o como promotor del desarrollo económico.
Tales actividades sirven de base de integración del Presupuesto financiero del Estado con
el Plan Económico nacional.
21 Éste comprende no solo a los órganos descentralizados y empresas del estado nacional sino también a la
actividad de las provincias y municipios con sus respectivos organismos.
22 En el año 2010, el gasto público de Argentina fue de un 23,8% del PBI, aproximadamente.
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1. Finanzas públicas | 59
grado de desenvolvimiento y perfección que permita adoptar una definición que coincida
con todos sus expositores.
Una de las más grandes discusiones referidas a las finanzas es si debe ser una ciencia de
medios o si la investigación debe ir más allá e incluir el estudio de los fines. Esto lleva a otro
debate, si en el desarrollo de los estudios del investigador financiero, este debe incluir sus
propias valoraciones o si debe limitarse a su descripción sin emitir juicios de valor. Fasiani
sostiene que quien estudia la ciencia de las finanzas realiza una búsqueda de las uniformi-
dades de los fenómenos que estudia, sin efectuar valoraciones propias, y al excederse entra
en el campo de la política.
De Viti de Marco (1934) expresa que la ciencia de las finanzas se limita a transportar el
concepto de valor de la economía privada al campo de la economía pública, investigando
las condiciones en que debe desenvolverse la actividad productora del Estado con la fina-
lidad de que la selección de los servicios públicos sea mediante el mínimo gasto posible
de riqueza privada para la máxima satisfacción de necesidades colectivas. Para él todas las
cuestiones financieras hayan su solución en teorías económicas.
Una corriente contraria admite que el estudio de los fines del Estado dentro de la ciencia
financiera, así como los juicios de valor de los cultivadores ponen de relieve la importancia
del aspecto político de la actividad financiera. El francés Maurice Duverger (1968) señala
que la utilización de medidas financieras acarrea problemas de ciencia política. Estas me-
didas son formas particulares de la autoridad pública, y solamente considerando el aspecto
político se las puede comprender en su totalidad.
Finalmente y de acuerdo a lo expuesto, Villegas (2005, p. 33) concluye en que la ciencia
de las finanzas públicas es el estudio valorativo de cómo y porqué el Estado obtiene sus
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ingresos y hace sus erogaciones, examinando sintéticamente los distintos aspectos del fe-
nómeno financiero, especialmente económicos, políticos y jurídicos. Esto se explica por el
estudio de los medios y fines, ya que los gastos y recursos, necesidades públicas y los servi-
cios públicos, surgen de normas expresas constitucionales y de las leyes que de ella derivan,
partiendo de la premisa básica de promover el bienestar general.
Este autor detalla ciertos criterios sobre la existencia y necesidad de estudio de las finanzas
públicas. Dentro de ellos se pueden mencionar:
ŀ Las finanzas públicas constituyen una fuente invaluable de información que, como tal,
brinda útiles servicios a estudiantes y profesionales, de las ciencias económicas y de las
ciencias jurídicas, como así también a la comunidad en general.
ŀ La concepción actual ha dejado de lado las teorías que negaron su existencia científica,
atribuyéndole únicamente una correspondencia con la economía financiera, la política
financiera y el derecho financiero.
ŀ Las finanzas públicas cumplen con el rol fundamental de ser una ciencia que permite
comprender los enmarañados fenómenos correspondientes a los entes de carácter pú-
blicos.
ŀ Por tal magnitud y complejidad es sumamente importante poder limitar su campo de
estudio a las principales instituciones que la componen y a las principales actividades
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que realiza, no perdiendo de vista que el Estado pasa a ser un Estado de derecho cuan-
do su relación con los particulares y su actividad financiera, se encuentra regulada por
un marco normativo.
ŀ Debe entenderse que las finanzas públicas descansan sobre tres pilares fundamentales:
el aspecto económico, político y jurídico.
ŀ Debido a la capacidad que tiene de dejar de lado concepciones que se consideran obso-
letas, como es el caso de los postulados clásicos; los centros de estudio ven esta virtud
de las finanzas públicas, estableciéndose como exigencia para los nuevos profesionales
el conocimiento de ciertos aspectos básicos de las mismas, relacionados a su funciona-
miento, financiamiento y regulación jurídica.
das con hechos económicos. La actividad privada (producción, consumo, etc.) produ-
ce fenómenos financieros. Todo conocimiento profundo relativo a la ciencia financie-
ra es imposible sin referirse de continuo a los principios de la ciencia económica.
ŀ Jurídicos: Toda vida financiera debe ceñirse a las formas jurídicas. Las medidas de tipo
financiero aparecen normalmente bajo formas de leyes y se refieren a hechos jurídicos.
ŀ Sociales: El estado es una institución pública por la que sus acciones afectan a toda la
población. Este elemento esta intrínseco en toda la actividad del Estado, ya que su fin
último es beneficiar a la sociedad que le dio origen.
ŀ Administrativos: La eficiente administración de la actividad financiera del estado es
esencial en el sector público. Se refiere a la correcta organización racional de las activi-
dades, esfuerzos y recursos de las finanzas públicas, a través de una adecuada planifica-
ción, proceso y ejecución de las acciones financieras.
Las variadas combinaciones de que pueden ser objeto estos elementos, dan lugar a diversas
clases de ingresos y gastos, lo cual depende de las transformaciones del sistema del que
forman parte. Solo será posible la compresión del fenómeno financiero partiendo de los
elementos mencionados precedentemente, y, mediante un proceso de síntesis, constituir
la ciencia que se denomina finanzas.
Por el contrario, si se desean examinar analíticamente los componentes deberá lograrse
con el estudio de disciplinas particulares, como ser: política financiera, economía finan-
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pública, pero únicamente por razones prácticas; para ellos solo puede considerarse
disciplina jurídica independiente, la parte de la actividad financiera vinculada con la
aplicación y recaudación de los recursos derivados, es decir el derecho tributario o
derecho fiscal.
ŀ Por último, la tercera corriente se inclina hacia la autonomía del derecho financie-
ro. Se toma como concepto de autonomía: una rama del derecho que disponga de
principios generales propios y que actúe coordinadamente, en permanente conexión e
interdependencia, con las demás disciplinas. Diversos autores afirman que tal proceso
mencionado se ha operado en el derecho financiero. Vanoni (1962), considera al de-
recho financiero como un conjunto de normas que ofrecen caracteres propios que las
diferencian de otras normas del derecho público. Ingrosso (1956) considera al factor
económico como la idea-límite del acto administrativo financiero, que aun condicio-
nado a la potestad de imperio en el desenvolvimiento de las funciones de la actividad
financiera, asegura la autonomía conceptual y metodológica.
En el momento en que la actividad financiera se hace efectiva en cuanto a las erogaciones
necesarias para satisfacer las necesidades generales, a los recursos para cubrirlas y en el con-
trol de las inversiones, le corresponde al derecho financiero ocuparse del aspecto jurídico
de esos sectores de la vida estatal. Entonces, el derecho presupuestario constituye una parte
esencial del derecho financiero. Se complementa con el régimen jurídico de las inversiones
y gastos públicos y de su control. En segundo lugar, trata de la administración del patri-
monio del Estado, concibiendo al patrimonio en un sentido particular, aproximándose al
concepto económico, como riqueza estática, donde alrededor se desarrolla el flujo de la
riqueza en movimiento.
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Posteriormente, la necesidad de cubrir los gastos provocados por los conflictos bélicos y
las crisis que ellos produjeron, dieron paso luego al intervencionismo de Keynes, con un
Estado providencia, que abandona la impronta liberal para enfocarse en otros aspectos, y
especialmente lo social.
Sin considerar el caso extremo de la planificación absoluta estatal, del bloque comunista,
hoy ya desaparecida, se dio luego de la segunda Guerra Mundial un fenómeno conocido
como dirigismo, que dio paso al Estado del Bienestar, con objetivos tales como la redistri-
bución del ingreso, la estabilización y el desarrollo.
Si bien los fines se han mantenido en la teoría de las Finanzas el tipo de Gobierno , que
trajo esas ideas, después fue desapareciendo para dar paso al renacimiento de las ideas libe-
rales, pero profundizadas si se quiere, en lo que se dio en llamar el neo liberalismo con un
dictamen que, al menos para los países subdesarrollados, fue impuesto implacablemente y
con final trágico, como fue el Consenso de Washington.23
Si bien luego se abandonó gran parte de estas ideas, se comparte con Schweinheim (2009,
pp. 12 a 14) que el inaugurado en los años ‘90 supuso un nuevo modelo de gestión de los
servicios públicos (asociada, concesionada, privatizada), cambios en los marcos jurídicos
regulatorios para las empresas privadas y la existencia de entes de regulación y control, con
determinados grados de autonomía. A ello, hay que agregarle la incorporación (teórica,
sustentada en la ley), del modelo de gestión por resultados y la implementación de siste-
mas administrativos. Aquí también se produjo la invasión de la tecnología de la informa-
ción y de la comunicación, a gran escala que, sin embargo, no siempre se acompañaron con
la suficiente capacitación para el personal público.
Posteriormente, corrientes contrarias, al evidenciar el fracaso de aquellas medidas, volvie-
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ron a poner el énfasis en la actuación del Estado, con gobiernos que actúan en la regula-
ción de la actividad de mercado, tendiendo a evitar los abusos de los grupos de poder, hasta
otros que directamente avanzan nuevamente hacia un Estado empresario, que reestatiza
actividades que considera esenciales (transporte, producción de energía, etc.).
En definitiva, el proceso histórico, por demás dinámico y complejo ha generado cambios
en los fines de la actividad financiera y en los medios concretos para lograrlos, que, de
acuerdo con Marchal pueden sintetizarse así:
23 Las ideas propugnadas por el Consenso fueron elaboradas por el prestigioso economista del Institute for
International Economics, John Williamson (1990) quien enunció el famoso decálogo, enumerando los re-
quisitos indispensables para el desarrollo: (1) disciplina presupuestaria; (2) reorientación del gasto público
desde los subsidios indiscriminados a actividades ineficientes hacia la sanidad, la enseñanza primaria y las
infraestructuras; (3) reforma fiscal encaminada a ampliar la base imponible y a mantener tipos marginales
moderados; (4) liberalización financiera (sobre todo en lo relativo a los tipos de interés); (5) tipo de cambio
competitivo; (6) apertura comercial; (7) liberalización de la inversión directa extranjera; (8) privatización
de empresas públicas; (9) desregulación (esto es, eliminación de barreras a la entrada y salida en los mercados
de trabajo y de productos); y (10) derechos de propiedad (privada, claro está) garantizados, especialmente
en el sector informal. Estas ideas, a finales de los años ochenta eran defendidas por la inmensa mayoría de los
economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y del Departamento del Tesoro
de Estados Unidos.
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Por esto se debe siempre realizar un diagnóstico previo de las prioridades a cumplir y
coordinar las acciones para realizar esos objetivos prioritarios sin contradecirse con otras
políticas.
Luego, la acción oficial debe estar coordinada mediante la preparación de un plan econó-
mico, esencial para la realización y sustentabilidad en el mediano y largo plazo. Esta plani-
ficación económica, muy lejos de ser condicionante (al nivel del absolutismo comunista)
es mucho más necesaria en los países capitalistas, caracterizados por el acceso a los puestos
de poder de diferentes partidos políticos con ideas o metodologías de gobierno muchas
veces distintas.
Dice Myrdal (1956, citado por Giuliani Fonrouge, 2010, p. 17) que el sistema de planifi-
cación se impone como política a los países insuficientemente desarrollados, y si bien no
ha sido un éxito rotundo en las democracias industrialmente adelantadas, aparece como
imprescindible en las naciones subdesarrolladas.
24 En este caso, no se concuerda con esto pues el objetivo prioritario debería ser el desarrollo integral de la
comunidad.
25 Nuevamente se disiente con esta propuesta, pues la práctica no avala ni la especificidad ni la transitoriedad.
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9.2.Ciencias Jurídicas
La actividad financiera es ejercida por el Estado. Quienes están sujetos a ella son las perso-
nas físicas y las entidades, que son sujetos del derecho privado. Las medidas de tipo finan-
ciero aparecen bajo la forma de leyes y se refieren a hechos jurídicos. Dentro de la ciencia
jurídica, las finanzas se vinculan con el derecho administrativo. El estado procura recursos
para cubrir servicios públicos y cumple con estas actividades mediante actos administrati-
vos. El derecho administrativo fija las normas dentro de las que el Estado realiza esas acti-
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vidades. Con respecto al derecho constitucional y el derecho político existe un contacto entre
ambos y las finanzas porque depende de la estructuración del Estado, el desenvolvimiento
y alcance de la actividad financiera.
9.3. Política
La intervención del Estado moderno no se limita meramente a la actividad económica,
sino que puede hallársela en los terrenos social, cultural e incluso familiar. Es decir, el
Estado interviene no solo intentando el desarrollo económico, sino también buscando el
desarrollo general de la comunidad. Todas estas actividades intervencionistas del Estado,
que son el fruto de decisiones políticas, traen un notable incremento de la actividad finan-
ciera. Además, esas medidas financieras son formas particulares de la autoridad pública,
disposiciones especiales del poder del Estado, que constituyen el objeto mismo de la cien-
cia política.
9.4. Historia
La actividad financiera del estado ha fluctuado a lo largo de los años. Por lo que existe una
historia de la actividad y el pensamiento financiero, cuyo estudio es de vital importancia
para el estado actual de los estudios de las finanzas. Gerloff sostiene que la historia finan-
ciera muestra la evolución y las condiciones de tiempo y lugar de la economía pública,
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enseñando a comprender los resultados históricos, la justa apreciación del Estado actual y
de la problemática futura.26
9.5. Estadística
La Estadística es la que registra sistemáticamente los datos cuantitativos de ciertos fenó-
menos y establece las diferentes relaciones posibles entre los datos referidos a un mismo
acontecimiento. La vinculación es muy importante, dado que la mayor parte de las in-
vestigaciones de las finanzas públicas deben necesariamente estar fundadas en los datos
numéricos proporcionados por la estadística.
9.6. Contabilidad
La Contabilidad es otra disciplina auxiliar de las finanzas públicas, ya que mediante un
método simbólico registra las operaciones de las haciendas privadas o públicas con el fin
de conocer los resultados, gobernar y controlar el funcionamiento de las mismas. Es un
instrumento idóneo que sirve para una correcta administración de las haciendas.
financiero es por la emisión de normas jurídicas. El Estado ejerce siempre su poder fiscal
dentro del ámbito de la formulación leyes, o sea por medio del poder legislativo.
El poder financiero es el poder de gobierno en virtud del cual se ejerce la actividad finan-
ciera. El ejemplo más típico se encuentra en la autoridad que tiene el Estado para exigir las
contribuciones obligatorias a los particulares que se hallan bajo su ámbito jurisdiccional,
el Estado también ejerce su poder financiero cuando planifica su actuación, diciendo qué
gastos van a efectuarse, cómo se repartirán en el espacio y en el tiempo, mediante qué
fuentes se lograrán ingresos, qué medidas financieras son capaces de producir resultados
directos, así como cuando procede concretamente a obtener ingresos y emplearlos en sus
destinos prefijados.
Por esto, solo puede llevar importantes acciones el órgano que tenga un grado de supre-
macía que le permita dirigir la política económico-social del país y exigir a los particulares
determinados comportamientos y prestaciones. Ese órgano es el Estado cuyo poder finan-
ciero está consagrado por las constituciones de los estados de derecho.
Deductivo: debe ser utilizado siempre que se trate de explicar en forma general el fenóme-
no financiero. La deducción parte de ciertas premisas, cuya validez requiere un examen
riguroso. Como destaca Gerloff, la verdad es que los resultados de la deducción general-
mente no se pueden obtener por experiencia pero la continua comparación crítica con
desarrollo de los hechos puede conferir valor real a la teoría (Gerloff y Neumark, 1961).
Inductivo: tiene por objeto observar y describir los fenómenos dentro del proceso econó-
mico, y verificar y confirmar su relación, con las condiciones naturales, los factores mo-
rales, políticos, etc. La ciencia no puede existir sin la observación descriptiva de hechos.
Su progreso depende de la justa unión del método inductivo con el deductivo. La ciencia
financiera tiene la tarea de equilibrar estos dos métodos para esto necesita de la reflexión
metodológica que indica el camino de toda investigación.
Con este análisis, se ha dado una primera noción de las ideas que luego tratará la obra a lo
largo de los Capítulos. Se irá avanzando desde lo general a lo particular, pasando por los
conceptos de necesidad pública, servicio público (y bien público); para luego ahondar el
tratamiento del gasto público y sus efectos en la economía. A partir de allí, el trabajo se
centrará en los recursos públicos, tratando las principales fuentes de financiamiento del
Estado.
En ese derrotero, se dedicarán dos capítulos al análisis de las normas que regulan la activi-
dad financiera del Estado y, en especial, a los tributos.
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