La Medalla Milagrosa
La Medalla Milagrosa
La Medalla Milagrosa
Milagrosa
BLfcrvOS AIRES
1948
Pueöe imprlmirse
t ANTONIO ROCCA
Ob. Tit. de Augusta
Buenos Aires, 10 de Noviembre de 1942
I
LA VIDENTE
I
LA v i d e n t e
- 6 —
ñía d e’ las Hijas de la Caridad, tuvo que encargarse
del gobierno de la casa; no le arredraban los trabajos
pesados, llevaba al campo la comida para los segado
res, lavaba la ropa, se ocupaba de la cocina y de la
elaboración del pan. Una de sus ocupaciones favori
tas era el cuidado del palomar. Cuando se presentaba
en el patio, con su delantal levantado, lleno del dora
do grano, da setecientas a ochocientas'palomas blan
cas volaban a porfía, alrededor de la joven, form án
dole una simbólica corona. Era aquel un espectáculo
encantador, según decía María Antonieta, la hermana
menor de Sor Catalina.
No obstante su vida laboriosa, la joven- se entre
gaba a la penitencia. Acostumbraba ayunar el viernes
y el sábado. Piadosa y pura, oraba con frecuencia en
la iglesia parroquial, a pesar de la distancia que de
ella le separaba, permaneciendo largo tiempo arrodi
llada sobre las frías losas, aun durante el invierno.
Solicitada varias veces en matrimonio, Catalina re s
pondía invariablemente que Dios la llamaba a su ser
vicio. Una noche tuvo un sueño. Le parecía estar en
la iglesia de la aldea; vió allí a un anciano sacerdote
que se revistió con los ornamentos sagrados como pa
ra celebrar la misa. Asistió a ella, muy impresionada,
y luego el sacerdote desconocido le hizo una señal
para que se acercara. Espantada, Catalina retrocedió,
sin dejar, sin embargo de mirarle.
A l salir, se dirigió a casa de un enfermo, donde
encontró de nuevo al anciano sacerdote que le dijo:
“ Hija mía, es cosa muy buena cuidar a los enfermos.
Ahora huyes de mí, pero vendrá un día en que serás
feliz al éncontrarme. Dios tiene sus designios sobre
ti; no lo olvides".
- Despertó entonces, cuando le parecía que volvía a
la casa; no era más que un sueño, cuyo significado
no alcanzaba a comprender aún.
Tenía a la sazón diez y ocho años; apenas k:\Iií;i
leer y aun menos escribir. Comprendiendo que -su I i!
ta de instrucción podía ser obstáculo para su admi
sión en una Orden religiosa, obtuvo permiso de s'i
padre para pasar algún tiempo en casa de su cuñada
que dirigía una pensión de jóvenes en Chatillon-sur-
Seine. Habiéndola conducido ésta un día, a casa de
las Hijas de la Caridad de aquella ciudad, Catalina
quedó impresionada cuando, al entrar vió en el locu
torio, el retrato en un todo semejante al sacerdote
que había visto en sueños. Preguntó su nombre, y
esclarecido el misterio cuando supo que era San Vi
cente de Paul, comprendió que el buen santo la lia-,
maba para contarla en el número de sus Hijas.
A principios de 1830, triunfó de la resistencia de
su padre poco dispuesto a entregar a Dios su segunda
hija, y entró como postulante en casa de las Herma
nas de Chatillon.
El 21 de abril de 1830, después de esa primera
prueba de tres meses, llegaba al noviciado de la ca
lle del Bac, en París, noviciado que las Hijas de ¡a
Caridad llaman Seminario. Allí es donde la joven her
mana fué favorecida con las maravillosas Apariciones
que referiremos más adelante.
Revestida del hábito azul-grisáceo y de la blanca
corneta de las siervas de los pobres, Sor Labouré fué
enviada al Hospicio de Enghien, en el arrabal San
Antonio, en París. Empleada en la cocina, después en
la lencería, en el cuidado de los ancianos, encargada
del gallinero, se complacía en esas humildes funcio
nes. Nada le parecía preferible a la dicha de servir
a los pobres, miembros dolientes dé Nuestro Señor
Jesucristo.
Sólidamente piadosa, pero de piedad sencilla, nada
la distinguió de sus compañ:ras durante cuarenta-
años de esa vida humilde y oculta. Jamás habló de
las revelaciones de la Sma. Virgen, salvo a su direc
tor. Habiendo muerto éste, y sintiendo ella misma de
clinar sus fuerzas, reveló todo a su Superiora, p¿r-
suadida como estaba de que le quedaba poco tiempo
de vida.
El pensamiento de la eternidad la acompañaba con
tinuamente. El 8 de septiembra de 1876, Sor Catalina
cayó en cama. Una enfermedad del corazón, accesos
de asma y de tos le hacían sufrir cruelmente.. Sin
embargo, en el mes d¿ noviembre, habiendo recobrado
en parte las fuerzas, pudo ir por última vez a sj
querida Casa Madre de la calle del Bac para hacer
allí su Retiro anual.
A su regreso tuvo que ponerse de nurvo en cama
y esta vez, para no levantarse más. El 31 de diciem
bre sufrió varios desmayos en el curso del día; ls
ofrecieron los últimos sacramentos qua recibió inun
dada de alegría celestial. Como se le preguntara si
teñí algún temor, respondió:
¿D e qué queréis que tenga miedo?
En la noche de aquel mismo 31 da diciembre, hacia
las siete, se durmió dulcemente, sin agonía. Sor Ca
talina iba a reunirse con su Madre del cielo por toda
la eternidad.
Su cuerpo fué sepultado en la capilla de su casa de
Eiuilly, en un lugar muy húmedo. Cuando la beatifi
cación de la Sierva de Dios obligó a exhumar sus res
tos, todos se preguntaban con ansiedad en qué estado
se encontrarían.
_ 9 —
La exhumación se realizó él 21 de marzo de 10:¡'¡
Con gran admiración de los médicos, de los sácenlo
tes, de las Hermanas que asistieron al acto, se cu
eontró el cuerpo absolutamente intacto. Las niñas
los ojos conservaban aún su color azul, esos ojos que
tantas veces habían contemplado a la Madre de D í o ó .
La muerte había respetado hasta lós vestidos de aquel
cuerpo virginal, cuyas manos juntas descansaron por
más de dos horas sobre las rodillas de la Virgen In
maculada.
Se hizo el reconocimiento del cuerpo en presencia
de Su Eminencia el Cardenal Verdier, Arzobispo de
París. Desde entonce^ reposa en la capilla de las Apa
riciones, en una urna finamente cincelada, cuyos es
maltes azulados recuerdan las diversas fases de las
Apariciones y el monograma de la Medalla Milagrosa.
— 10 —
II
PRIMERA APARICION
DE L A
SANTISIMA VIRGEN
— 11 —
II
PRIMERA APARICION DE LA SANTISIMA
VIRGEN
— 12 —
Pero, pensaba la Hermanita que estaba en un gran
dormitorio, me van a oír, seré descubierta. . .
— No temas, repuso el niño, respondiendo a su pen
samiento; son las once y media, todas duermen, yo te
acompañaré.
A estas palabras, no pudiendo ya resistir a la invi
tación de tan amable guía. Sor Labouré se viste apre
suradamente y sigue al niño que camina siempre a
su izquierda, difundiendo rayos de luz por donde pasa.
Por todas partes se veían también las luces encen
didas, con gran sorpresa de la Hermana quien so
maravilló, más aún, al ver que la puerta de la capi
lla se abría en cuanto el niño la hubo tocado con ei
dedo. Estaba completamente iluminada, lo cual, dice,
le recordaba la misa de media noche.
El niño la condujo hasta el comulgatorio; la Her
manita se arrodilló, mientras su guía celestial entra
ba en el presbiterio, donde se quedó de pie, hacia la
izquierda. Los momentos de espera parecían intermi
nables a la joven novicia; por fin, a eso de la m:dia
noche, el niño le previno, diciendo: “ ¡Ya está aquí la
Sma. Virgen, ya está a q u í ! . ..” En el mismo instante
oyó distintamente un ruido que venía del lado de la
epístola, ruido srmejante al roce de un vestido de
seda. Luego una señora de sin igu al, belleza se sentó
en el lugar que ocupaba ordinariamente el director
de la Comunidad, al lado izquierdo del presbiterio. L i
silla, la actitud, el vestido que consistía en una túnica
de color blanco aurora y un velo azul, recordaban !a
imagen de Santa Ana que entonces se veía en un cua
dro pendiente de la pared. Sin embargo, el rostro no
era el mismo, y allí estaba la piadosa novicia, luchan
do interiormente contra la duda.
De pronto, el niño, tomando una voz de hombre.
_ 13 _
habla con tal autoridad que desvanece todas las vaci
laciones de Sor Catalina.
Dejándose llevar entonces del impulso de su cora
zón, la Hermana se precipita a los pies de la Sma
Virgen, poniendo familiarmente las manos sobre sus
rodillas, como hubiera podido hacerlo con su propia
madre.
— 14 —
que es,tá encargado de tu alma” . La Sma. Virgen
añadió: .
“ Hija mía, los tiempos son .malos; grandes desgra
cias van a caer sobre Francia; el trono será echado
por tierra, el mundo entero será afligido con toda
clase de desgracias. (La Sma. Virgen parecía muy
triste al decir este). Pero venid al pie de este altar;
aquí se derramarán las gracias sobre todas las per
sonas que las pidan, sobre los grandes y sobre I03
pequeños.
“ Llegará ún momento en que el peligro será gran
de; parecerá todo perdido. Yo estaré con vosotros, te
ned confianza; reconoceréis mi visita, la protección
de Dios y la de San Vicente de Paul sobre las dos
Comunidades. La de los Sacerdotes de la Misión y ls
de las Hijas de la Caridad.) Tened confianza, no os
desalentéis, yo estaré con vosotros.”
“ Habrá víctimas en otras comunidades. (La Sma.
Virgen tenía los ojos llenos de lágrimas al decir esto.)
En el clero de París habrá víctimas también, el señor
Arzobispo morirá (a estas palabras, sus lágrimas co
rrieron nuevamente). H ija mía, la cruz será despre
ciada, se la echará por tierra, se abrirá de nuevo el
costado da Nuestro Señor; correrá sangre por las ca
lles; el mundo entero se verá sumergido en la tris
teza.”
A l oír estas palabras, Sor Labouré pensaba: “ ¿Cuán
do sucederá todo esto?”
Y una luz interior le indicó distintamente cuarenta
años, anunciando da esta manera los tristes aconteci
mientos de 1870-1871.
“ No podría decir, expresa la confidente de María,
cuánto tiempo he quedado al lado de la Sma. Virgen:
todo lo que sé es que después de haberme hablado mu
— 15 —
cho tiempo, ss fué, desapareciendo como una sombra
que se desvanece.”
Habiéndose levantado, la Hermana encontró al ni
ño en el mismo lugar en qua lo había dejado cuando
se acercó a la Sma. Virgen. “ Ya se fué” le dijo, y
colocándose ds- nuevo a la izquierda, la acompañó
hasta el dormitorio de la misma manera que la pri
mera vez, difundiendo por doquiera un resplandor ce
lestial.
Creo, añade, que ese niño era el Angel de mi guar
da, porqus mucho le había pedido que me obtuviera
el favor de ver a la Sma. V ir g e n ...”
Y termina el relato de la primera aparición con esta
conclusión llena de encantadora sencillez: “ Al volver
a acostarme oí tocar las dos y no volví ya a dormir” .
— lü -■
Ill
SEGUNDA APARICION
DE LA
SANTISIMA VIRGEN
— Vi ~
III
SEGUNDA APARICION DE LA SANTISIM A
VIRGEN
— 18 —
ta con un velo blanco que le caía de cada lado hasta
los pies; los cabellos recogidos y por encima una es
pecie de manteleta guarnecida de un corto encajo,
ajustada a la cabeza. El rostro quedaba bastante des
cubierto y los pies descansaban sobre un globo terrá
queo, o más bien, un medio globo; por lo menos, yo
no ví sino la mitad. Las manos levantadas a la altura
del pecho, sostenían íácil y naturalmente, otro globo
(figura d-1 Universo). Su mirada se elevaba dulce
mente al cielo, y su rostro se iluminó mientras ofre
cía el globo a Nuestro Señor.”
“ De repente, sus dedos cubriéronse de anillos ador
nados de piedras preciosísimas de sin igual b e lk z a ...
Los rayos que despedían iluminaban a ia Virgen de
tal suerte, que su claridad deslumbradora ya no de
jaba ver ni su vestido ni sus pies. l*as piedras eran
de diferentes tamaños y asimismo los rayos que lan
zaban eran proporcionalmente de diversa claridad."
“ No podría decir lo que entonces experimenté ni to
do lo que comprendí en tan poco tiempo.”
“ Como estuviese yo completam.nte embebida en su
contemplación, la Santísima Virgen inclinó sus ojos
sobre mí y una voz me dijo en el fondo del corazón:
“ Este globo que aquí ves representa al mundo ente
ro, pero especialmente a Francia y aun a cada perso
na en particular.” Aquí ya no sé describir de ningún
modo lo que sentí ni la espléndida belleza y el brillo
que cobraron los rayos luminosos, cuando la Santísi
ma Virgen añadió: “ Estos rayos son figura de las
gracias que derramo sobre las personas que imploran
mis favores” , haciéndome entender así, cuán genero
sa es con las personas que a Ella se dirigen. En aque
llos instantes, /.existía yo o no e x is t ía ? ... No lo s é . . .
Yo g o z a b a ... ¡gozaba inmensamente! De pronto la
aparición tomó la forma de óvalo, en cuya parte su
_ 19 _
perior so dibujó esta inscripción c'n letras de oró:
“ Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros
que recurrimos a V os” .
Ese cuadro vivo que Sor Catalina tenía ante sus
ojos se modificó luego sensiblemente. Las manos de
María como abrumadas por el peso de las gracias
simbolizadas por las radiantes sortijas y sus piedras
preciosísimas, se bajaron y extendieron en la gra
ciosa actitud que ostenta la Medalla. En seguida su
oyó una voz que le dijo: “ Haz acuñar, haz acuñar un;i
medalla según este modelo; ias personas que la lle
ven con devoción recibirán gracias particularísimas
sobre todo si la llevaren suspendidas al cuello; la:,
gracias serán abundantes para las personas que ten
gañ confianza” .
“ Un instante después, dice la Hermana, el- cuadro
se volvió, dejando vei en el reverso la letra “ M” s o
bre la que se levantaba una cruz que descansaba en
una barra, y debajo de la letra “M ” ios Santos Cora
zones de Jesús y de María, el primaro rodeado de
una corona de espinas y el segundo atravesado por
una espada.” Aunque las notas de la Vidente no men
cionan las doce estrellas que circundan el monograma,
de María y los dos corazones, sin embargo, han fig u
rado siempre en el reverso de la medalla. Es mora!-
mente cierto que la Bienaventurada manifestó oste
detalle de viva voz en la época da las apariciones o
quizá algo más tarde.
Otras notas escritas igualmente de mano de So.’
Catalina expresan que algunas de las piedras precio
sas no despedían rayo ninguno, y admirándose de ello
la Hermanita, se le respondió: “ Esas piedras que que
dan en la sombra figuran las gracias que los hombres
no piden a María” .
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IV
TERCERA APARICION
ÖE LA
SANTiíSíMA V IR G E N
— 21
IV
TERCERA APARICION DE LA SANTISIMA
VIRGEN
— 22 —
en que la Sma.! Virgen ofreció el globo a Nuestro Se
ñor y lo que experimenté mientras la contemplaba,
es imposible. Una voz que se hizo oír «n el fondo de
mi corazón, me dijo: “ Estos rayos son el símbolo da
las gracias que la Santísima Virgen obtiene a las
personas que se las piden” .
Después, contra su costumbre, se le escapa una ex
clamación ds júbilo al pensar en los homenajes que
le serían tributados a María: “ ¡Oh qué hermoso será
oír decir un día: María es la Reina del Universo y
particularmente de F r a n c ia !... Y cuando los niños
exclamen: “ María es la Reina de cada persona en
particular” .
Cuando la Hermanita refirió esta nueva aparición
al señor Aladel, éste le preguntó si en el reverso ha
bía alguna inscripción, así como la había alrededor
de la Inmaculada. Sor Catalina contestó que no había
visto ninguna inscripción.
“ Pues bien, replicó el Padre, pregunte Ud. a la Sma.
Virgen qué es lo que allí sedebe poner.”
La Hermanita obedeció, y después de haber orado
largo tiempo, un día, estando en oración, le pareció
oír una voz que le decía: “ La letra M y los dos cora
zones dicen bastante” .
Ninguna de estas relaciones hace mención de la ser
piente. Sin embargo, ha figurado si.m pre en las imá
genes de la aparición; y esto se ha hecho ciertamen
te, siguiendo las indicaciones dadas desde el principio
por la Vidente. He aquí cómo se 11: gó a esta conclu
sión. El último año de su vida, después de un silencio
de cuarenta y cinco años, muerto ya el señor Aladei,
Sor Catalina se sintió impelida a confiar a su Supe-
riora el .sagradodepósito que había recibido d» lia,
Sma .Virgen. Con esto, su alma quedó libre de la
angustia que le oprimía y podía ya morir tranquila.
— 23 —
La Superiora admitida a estas confidencias, a fia
de realizar uno de los más ardientes deseos da su
compañera, mandó fabricar una estatua de la Inmacu
lada con el globo en las manos. Interrogada sobre si
se debía poner una serpiente debajo- d j los pies, “ Sí,
contestó Sor Catalina, había una serpiente de color
verdoso, con manchas amarillas” . Recomendó tambíótt
que sobre el g-lobo colocado en las manos de la Vir
gen, ss pusiera una crucecita. Encargó además que no
se representara a' la Virgen demasiado joven ni de
masiado sonriente ,sino con cierta gravedad mezclada
de tristeza, aunque es verdad que esa trist-za des
apareció durante la visión, añade la Hermana, cuan
do su rostro quedó iluminado con uná radiante cla
ridad sobre todo en el momento de su oráción.
El ensayo de la imagen r.sultó bastante bien. Sin
embargo, ¿cóm o repioducir exactamente el color de
los vestidos, ei resplandor celestial del rostro ni el
brillo de los rayos de la celesta aparición ? Sor Cata
lina no pudo ocultar su decepción cuando se le m os
tró la primera estatua.
¡Lo que sus ojos habían contemplado era inefa
b le ! ...
V
PRODIGIOSA DIFUSION DE LA M EDALLA
26 —
rada ,se operaron en París y ¿n la diócesis de Meaux,
tres curaciones y tres conversiones.
“ De todas partes empezaron a pedir la Medalla mi
lagrosa, la Medalla q¿e cura. Tan luego como se la
conocía en algún lugar, las personas piadosas se apre
suraban a procurárs.la. Pero lo que impresionó y
ediíicó sobremanera es que, en dos ciudades de pro
vincia, casi todos ios jóvenes se pusieron de acuerdo
para adoptarla como salvaguardia de su juventud. En
varias comarcas, parroquias enteras se dirigían a su
pastor pa^a pedírsela, y s í vió en París un oficial
superior que compró sesenta medallas para otros tan
tos oficiales que se la habían pedido.
“ Las medallas de la Inmaculada Concepción se pro
pagaron de una manera verdaderamente prodigiosa
tn todas las clases de la sociedad y en todas las pro
vincias. Se nos escribía de todas partes cosas muy
consoladoras. Sacerdotes llenos del espíritu de Dios
nos decían que la pequeña medalla era una prenda
de evidente prot.ceión de la Sma. Virgen; vicarios
que gozaban de merecida consideración y aun los más
distinguido;; prelados ponían en ella toda su confian
za, considerándola como un medio preparado por la
Providencia para despertar la íe que se naoia d bili
tado tan sensiblemente. La Medalla restablecía la paz
en las familias y ninguno de los que la llevaban dejó
de sentir sus saludables efectos.”
El 15 de diciembre de 1836, con ocasión d j la con
sagración de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora
de Loreto, Mons. de Quélen decía en una carta pas
toral :
“ Hay un hecho que tvnemos la dicha de comprobar
y cuyo conocimiento deseamos que llegue hasta los
más remotos lugares del mundo católico: los favores,
las gracias de curación, de conversión y de salvación
— 27 —
que se multiplican a med’ da que se implora entre nos
otros ia tierna compasión de María concebida sin pe
cado. Exhortamos a los fieles a llevar consigo la Me
dalla milagrosa, y a repetir con frecuencia la oración
grabada en ella: “ Oh María sin pecado concebida,
logad por nosotros qus recurrimos a Vos” .
A pesar'de los sarcasmos de los incrédulos, la difu
sión de la medalla fué inmediatamente formidable en
todas las clases de la sociedad y en todos los países.
El grabador, señor Vachette pt-obó con sus registros
en la mano que había vendido más de dos millones en
diez años. Afirmaba además que otros once fabri
cantes de París habían despachado la misma cantidad
y otros cuatro de Lyon,. por lo menos el doble.
De toda^s partes escribían a la calle del Bac, recla
mando “ la medalla yue e:ira” para lu .go referir los
milagros, que operaba. Parroquias enteras pedían a su
cura que se la procurase; varios sacerdotes escribie
ron al señor Aladel, diciéndole que la medalla “ reani
maba el f.iv o'r así en las ciudades como en el campo” .
En Roma, los Superiores generales de varias Orde
nes religiosas se apresuraron a hacerla conocer, y el
mismo Soberano Pontífice, Gregorio XVI, la colocó
al pie de su crucifijo.
Pero tí triunfo más glorioso de esa pequeña meda
lla que se vendía a cuatro céníixncs la docena fuá la
eficacia con que contribuyó a la promulgación del dog
ma de la Inmaculada Concepción.
En efecto, los milagros que se multiplicaban por
su medio eran cuino la aprobación de -tes-palabras en
ella grabadas. Dirigiéndose a la Mediadora sa.>1»"de
cía.: “ Oh María sin pecado concebida, roga’? ^ r ^ í $ g ¿ .
otros que recurrimos a Vos” , y por virtud de esta s5:!a,
invocación, el “ socorre” milagroso de María se ma
nifestaba como por encanto. Lógicamente se deducía
28 —
de allí, «qae su privilegio da Concepción Inmaculada
era bien real y que la manifestación de la medalla ora
de parte de Dios como una invitación a definirlo so
lemnemente. La fe en este privilegio de María se
difundía en la misma, medida en que se propagaba la
medalla, y es cosa sabida que la medalla era conocida
en las cinco partes del mundo. Así lo afirmaron muy
pronto voces autorizadas, ante el Soberano Pontífice.
Ei primer paso importante lo dió el mismo Monse
ñor de Quólen. A la vez que exhortaba a los fieles
“ a llevar consigo la medalla acuñada en honor de la
Sma. Virgen y a repetir a menudo esta oración gra
bada sobre la imagen: “ Oh María sin pecado conce
bida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos” , diri
gía al Soberano Pontífice la súplica siguiente:
“ Testigo del aumento más y más sensible que, des
da hace algunos años se nota en París y en los alre
dedores, de la devoción de todos los fieles a María
concebida sin pecado y de su creencia religiosa sobre
este punto, como también de: los abundantes frutos
que produce esta davoción para la conversión de los
pecadores, el Arzobispo de París se dirige al Sobera
no Pontífice, Gregorio XVI, y pide: 1? poder trans
ferir al segundo domingo de Adviento la solemnidad
de la Inmaculada Concepción; 2° añadir al Prefacio
las palabras: Et te in Immaculata Concéptione; 39 la
concesión de una indulgencia plenaria a perpetuidad
para ese mismo día” .
Un rescripto de'i 7 de diciembre de 1838 concedía
todo lo solicitado para la ciudad y diócesis de París.
Y en esa ocasión fuá cuando Monseñor de Quélen pu
blicó su famosa pastoral del 1? de enero de 1839, que,
en resumen, no era más que un brillante comentario
de la invocación inscrita en la Medalla Milagrosa.
— 2!) —
SOMBOLISMO DE LA MEDALLA
— 30 —•
Inmaculada de quien se vistm las libreas; una prenda
segura de su protección y una promesa de socorro
eficaz; una alianza del hijo para con su Madre, alian
za maternal con Aquella que da a su hijo la Medalla
como signo de adopción.
— 31 —
facilidad podría hacerse popular, práctico y todopo
deroso !
Popular: al alcance de todos, aún de los más hu
mildes.
Práctico: puede y debe usarse todos los días.
Todopoderoso: como procediendo de origen sobrena
tural y divino.
Remedio que es al mismo tiempo un signo sensible
y el canal celeste de las gracias prometidas por la
Santísima Virgen a aqueHos que lleven su Medalla
con fe y con amor.
Y, si durante el siglo transcurrido desde la Apari
ción •y, particularmente, durante nuestros tiempos, la
Medalla Milagrosa no ha sido todavía bastante cono
cida y utilizada como «m e d ió providencial, ¿no es
ello debido a la razón que, como suave reproche, ex
presaba la confidente de María en su lecho de muerta?
“ La Santísima Virgen, decía, esta apenada porque
no se aprecia debidamente el tesoro que nos ha dado
al manifestarnos la devoción a su Inmaculada Con
cepción; no se sabe aprovechar gracia tan inesti
mable.”
El simbolismo de la Medalla, con los deberes que
de él se deducen, es pues hermoso e instructivo. Nin
guno de los detalles que forman la Medalla Milagro
sa carece de sentido. La misma Santísima Virgen nos
lo ha dado a entender cuando dijo a Sor Catalina, de
seosa de saber cual era la inscripción que debía po
nerse en el reverso de la Medalla: “ La M y los dos
Corazones lo DICEN BASTAN TE” .
Estos signos tienen pues un lenguaje harto elo
cuente, ya que “ dicen bastante” . Es menester compren
der ese lenguaje. En primer lugar, no olvidemos que
la Medalla nos ha sido dada cara reanimar la fe en
— 32 —
nosotros y en los demás. Debe ser un símbolo de
apostolado, y por consiguiente, enseñarnos a conse
guir un fin y a emplear los medios necesarios para
llegar a él.
I) EL FIN
es: salvar, santificar las almas, conducirlas al grado
de santidad que Dios pide de ellas. Pero, anta todo, el
alma que quiera llegar a santa, debe purificarse de
toda mancha. He ahí porque el anverso de la Meda
lla nos señala en María conc:bida- sin pecado, el tipo-
modelo de santidad que debemos llevar a cabo.
— 33 —
espinas, el otro atravesado por la espada, nos dicen
sobradamente que el sufrimibnto nos concederá ex
piar nuestros pecados y adquirir méritos.
LUCHAR
Luchar ¿contra quién? En primer lugar contra el
demonio, cuya cabeza aplasta María. Luego contra el
mundo que Ella huella bajo sus pies; también, contra
la concupiscencia de la que la Santísima Virgen fué
preservada y que nosotros debemos sujetar y debili
tar con la mortificación.
Finalmente, si queremos conmover los corazones y
ablandar las voluntades, nos son necesarias las armas
de la oración, del ejemplo, de la acción y del dolor.
APOSTOLADO DE LA ORACION
simbolizado, como ya hemos visto, por lá oración de
María.
APOSTOLADO DEL EJEMPLO
nos lo recuerda el símbolo de las tres virtudes teo
logales: la Fe, representada por la Cruz; la Espe
ranza, con la letra M — ya que María es saludada por
la Iglesia con el dulce nombre de “ Esperanza nues
tra”— ; la Caridad, en fin, la vemos en los dos Cora
zones.
APOSTOLADO DE ACCION
representado por las doce estrellas que nos recuer
dan los doce apóstoles; las almas apostólicas deberán
gravitar alrededor de Jesús y de María.
- 34
Este rápido resumen, nos tía conocer que, la Meda-
llita, tan sencilla a primera vista, contiene para pro
vecho nuestro un curso de teología y preciosas ense
ñanzas. Si fueran ístas piadosamente meditadas y
sinceramente practicadas, descubriríamos una precio
sa mina de verdades, una palanca de salvación y una
ayuda de gran fuerza para lanzarnos a amar ardien
temente a Dios y a las almas.
¿ Cómo agredecer dignamente a María, tantas lec
ciones y tantas esperanzas, aparte de la secreta vir
tud que irradia la Medalla, la cual puede convertirse,
en nuestras manos, en un instrumento providencial de
salvación, si sabemos aprovecharla?
LOS GLOBOS
En la primera aparición, Sor Catalina vió dos globos;
uno entre las manos de la Santísima Virg n, otro bajo
sus pies. Esos dos globos simbolizan el mundo. Pero,
la tierra es una sola, ¿cóm o puede, pues, estar entre
sus manos y, a la vez, bajo sus pies? En ello hay evi
dentemente un misterio. Por la tierra, se entiende el
género humano que la habita. Y el género humano, co
mo sabemos, está dividido en dos campos: la ciudad de
Dios y la ciudad del mal, la Iglesia de Dios y la Iglesia
de Satanás. Los globos representan, pues, esas dos ciu
dad s.
El d> abajo, que la serpiente envuelve entre sus tor
tuosos pliegues, es el mundo esclavo del demonio, encar
nación del mal en. una parte de la sociedad humana,
•mundo maldito por Jesús y por el cual no ha querido
rosar, la víspera de su muerte.. El de arriba, .más redu
cido, con una cruz sobrepuesta y reposando en manos
de María, simboliza a las almas fieles, miembros de
la ciudad de Dios.
María domina al mundo y lo tiene bajo sus pies. Sus
oíos, ora mirando a la tierra, ora levantados al cielo,
envían al mundo compasivas miradas de amor y, al
cie'o, súplicas ferviente. Sí, María, al ofrecer a Dios el
g/obo que tiene entre las manos, ruega también, mater
nalmente, por aquel que se halla bajo sus pies. Sabe
q u ' todos los hombres, hasta los más culpables, son
sus hijos; los engendró en el Calvario, los ama, porque
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por todas ellos, Jesús, su líijo , murió. Refugio de peca
dores, no puede abandonarlos, reza por ellos. Y, taii
poderosa su oración, que sus manos, pronto llenas de
gracias, — simbolizadas por los anillos de piedras pre
ciosas que cubren sus dedos, se inclinan luminosas, para
derramar inapreciables tesares sobre el mundo pecador.
La divina misericordia, atraída por la oración de María,
se inclina también hacia este abismo de miseria qu3 es
nuestra pobre humanidad.
LAS ESTRELLAS
La Medalla Milagrosa tiene, en su reverso, una coro
na de doce estrellas. ¿Qué significa esa corona? San
Juan, vió; en el Apocalipsis, una mujer coronada de
doce estrellas, vestida de sol, y teni.ndo la luna a sus
pus. Esa mujer es María. Esas doce estrellas son los
Apóstoles.
No es cristiano completo quien no posea el deseo de
salvar a sus hermanos. Las estrellas, a su man.ra, pre
gonan la necesidad de ir •al encuentro de las almas
descristianizadas — desgraciadamente numerosas alre
dedor nuestro— para conducirlas a la Verdad, a Jesús
y a María.
Finalmente, «sas hermosas estrellas, perdidas en la
inmensidad de los cielos nos hablan de ideal, de eter
nidad. Nuestra pobre tierra es harto fea y triste. ¡Valor,
allá arriba, nos espera el Cielo!
LA INVOCACION
La contemplación de la Inmaculada nos reconforta
y, sin embargo, la vista de nuestra miseria que nos
hac& conocer el abismo infranqueable existente entre
Ella y nosotros ¿nos permitirá llegar hasta Ella? ¿P o
drá su dignidad inclinarse complaciente hacia nosotros
para disipar tanta tiniebla? El anverso de la Medalla
reanima nuestra confianza. Las letras de oro que nacen
y terminan a la altura de las manos maternales, llenas
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d(¡ gracias, y que rodean el busto de la Santísima Vir
gen, como una aureola, nos invitan, por el contrario a
implorar a la Inmaculada, precisamente a causa de su
glorioso privilegio, pidiéndole el alivio de nuestros
males: “ Oh, María, sin pecado concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a Vos” . Su Inmaculada Con
cepción, en vez de hacérnosla inacc-sible, la acerca a
nosotros. Su belleza y su casi omnipotencia la hacen
sumamente compasiva. Pero, ¡cuidado! no olvidemos
nunca que nos socorrerá únicamente si se lo pedimos, si
le decimos: “ Rogad por nosotros qua recurrimos a Vos” .
LA SERPIENTE
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siado pequeños para inspirarle otra cosa que un gran
desprecio.
Persigue a Dios, en sus criaturas. No puede atacarle
directamente y se encarniza sobre sus hijos, destinados
a ' ocupar allá arriba los lugares que su rebeldía dejó
vacíos. Dios, atacado en nosotros, se considera obligado
a darnos fuerza y gracia para resistir y jamás nos las
rehúsa.
A más da su gracia, siempre suficiente (¿ n o dijo a
San Pablo: “ Mi gracia te basta” ), nos da a María,
con su poder, a María, con su corazón de Madre, a
María, cuyo solo nombre, precipita a Satanás en des
pavorida fuga.
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VIII
PORQUE LA SANTISIM A VIRGEN HA CONFIADO
SU MEDALLA A LOS HIJOS DE SAN VICENTE
PAUL
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Escapulario y lös Dominicos con el Santísimo Rosario.'
Iso es pues temerario, pensar que Dios al gratifi
car a la doble familia de San Vicente con la Medella
Milagrosa lia querido recompensarla porque ha conser
vado intactas la Fe y la devoción de su Fundador en
el misterio de la Inmaculada Concepción.
Dos hechos permiten afirmar lo dicho.
Cuando Mgr. de Quélen, el día 1G de febrero de 1836,
ordenó una información jurídica acerca ds los hechos
sobrenaturales, origen de la Medalla, el Vicario Gene
ral y promotor de la diócesis, M. Quentin, buscó tam
bién, la causa de la elección de Dios.
“ No es en una orden contemplativa, cscribe, es en la
Casa Madre de esa institución tan útil a la humanidad,
es en la capilla que guardó largo tiempo los despojos
mortales de San Vicente de Paúl, donde tuvieron lugar
las apariciones. El motivo de esta preferencia puede
explicarse por la observancia de dos usos, fielmente con
servados desde su origen entre las Hijas de la Caridad.
El primero es: hacer un acto de consagración a la
Santísima Virgen, todos los años, el día de su Inmacu
lada Concepción. El segundo consiste en terminar cada
decena del rosario con una magnífica profesión de fe
en María concebida sin pecado, práctica que se usaba
hacía más de dos siglos, en el momento da la defini
ción dogmática: el 8 de diciembre de 1854” .
líe aquí el texto de esta profesión de fe: “ Santísima
Virgen, creo y conficso vuestra Santa e Inmaculada
Concepción, pura y sin mancha. O purísima Virgen,
por vuestra pureza virginal, vuestra Concepción Inmacu
lada, vuestra glorioN« cualidad de Madre de Dios, al
canzadme de vuestro amado Ilijo la humildad, la ca
ridad, una gran pureza <le corazón, cuerpo y espíritu,
la santa perseverancia en mi amada vocación, el don
de oración, una buena vida y una buena muerte” .
La segunda afirmación, procedente de la sede apos
tólica, está consignada en el oficio litúrgico, consa
grado a Nuestra Señora da la Medalla Milagrosa. La
sexta lección da Maitines indica, en efecto, que este
favor ha sido concedido a los Hijos de San Vicente
de Paúl “ por la fidelidad en seguir las enseñanzas de
su Padre, por la fe y el culto que siempre han dedicado
al misterio d¿ la Inmaculada Concepción” .
Ciertamente María ha querido, en 1830, dar a San
Vicente de Paúl y a Santa Luisa de Marillac, un testi
monio de su maternal satisfacción, por haber inspirado
y fomentado en sus hijos una fe precoz hacia su Con
cepción Inmaculada. Cuando contemplamos a la humilde
y desconocida novicia descansar sus manos, con tanto
abandono y candidez, en el regazo maternal de la San
tísima Virgen; cuando se oye a María hablarle de la
Iglesia, de Francia y especialmente da su familia reli
giosa, en términos tan afectuosos, con promesa de espe
ciales bendiciones, se siente la necesidad de dar gran
crédito a las palabras dsl Santo Cura de Ars referentes
a las Hijas de la Caridad: “ Oh, cómo las ama María,
sus miradas están siempre fijas en ellas” .
Puede creerse también que, si María ha escogido la
Compañía de las Hijas de la Caridad como depositaría
de un tesoro tan precioso, ha sido porque, a causa de
su difusión prodigiosa, pus de llevar a todas partes y
hasta los confines de la tierra, el conocimiento y el
amor a su glorioso privilegio.
El eco de las confidencias que María dignóse hacer
a la humilde novicia, resonó armonioso y fecundo en
su doble familia religiosa. Se acrecentó el fervor, la
alegría en. el servicio de Dios y de los Pobres se multi
plicó, atrayendo a las Hijas de la Caridad una floración
tal de vocaciones que hoy en día se encuentran espar
cidas por el universo entero.
Esa Comunidad, en manos de María, se ha convertido
en una propagandista tan magnífica de la Medalla
Milagrósa que el Cardenal Parochi ha dicho da ellas
“ Con la Medidla Milagrosa, la piadosa creencia se
difundió en proporciones tales que, llegado el momento
de la definición dogmática, no había casi ni un lugar de
la tierra en donde no ;e invocara a María, concsbida
sin pecado. I/ii Medalla, repartida por doquier, había
popularizado ya la aanta creencia. El papel especial que
desempeñan Iuh I.»zaristas y las Hijas de la Caridad,
en la difusión de la. Medalla Milagrosa, «s una verda
dera misión que el Cielo les ha confiado” .
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0 INDULGENCIAS.
Recitando la oración: "Oh. María, sin pecado concebida, ro
gad por nosotros que recurrimos a Vos” se gana una Indulgen-
diana de esta invocación rezándola durante un mes y con las
condiciones acostumbradas.
0 . .PEREGRINACION.
La capilla de las Apariciones, 140, calle del Bac. París (7o)
está abierta para el público, a ciertas horas del día. En ella
se venera el cuerpo de Santa Catalina Labouré.
0 INDULGENCIAS DE LA ASOCIACION.
a) Las indulgencias y privilegios de que disfruta la Asocia*
ción del Escapulario de ,1a inmaculada Concepción, vulgar^
mente llamado “ el Escapulario azul”
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O) Una indulgencia plenaria, día de la recepcíó», dtirauté
las fiestas de las dos Pascuas y en la festividad de la Inmacu-
lada Concepción.
c) Las indulgencias plenarias de las fiestas de la Congre
gación de la Misión (San Vicente de Paúl. etc.).
d) Una indulgencia parcial de 300 dias. recitando la Invo
cación: “ Oh, María, sin pecado concebida” ., y una indulgencia,
plenaria si se repite diariamente y con devoción esta invo
cación durante un mes; con las condiciones acostumbradas
esta concesión es para todos los fieles sean o no miembros de
¡a Asociación.
e) Una indulgencia plenaria el 27 de noviembre, fiesta prin
cipal de la Asociación, con las condiciones ordinarias y visi
tando una iglesia o capilla de los Sacerdotes de la Misión o de
las Hijas de la Caridad.
9 IMPOSICION DE LA MEDALLA.
Los primeros sábados de mes, a las 16 horas, en la Capilla
de las Apariciones, un sacerdote recibe a los fieles en la Aso
ciación imponiendo la Medalla a las personas que lo deseen;
esta ceremonia tiene lugar también todos los dtas después de
la Bendición, durante la novena del 27 de noviembre al 8 de
diciembre.
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Tall. Gráf, "San Pablo” , S. ß . L., Bm í