El Debate Sobre La Digitalización y La Robotización Del Trabajo (Humano) Del Futuro: Automatización de Sustitución, Pragmatismo
El Debate Sobre La Digitalización y La Robotización Del Trabajo (Humano) Del Futuro: Automatización de Sustitución, Pragmatismo
El Debate Sobre La Digitalización y La Robotización Del Trabajo (Humano) Del Futuro: Automatización de Sustitución, Pragmatismo
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Debate / Controversy
RESUMEN
Se realiza una revisión al ‘estado del arte’ de los debates sobre un supuesto desempleo
tecnológico masivo en el futuro como consecuencia de la difusión de procesos de digitalización
y robotización con las nuevas tecnologías de la Industria 4.0. Se presentan y discuten
cuatro enfoques alternativos, pero complementarios, sobre la nueva ola de automatización:
automatización de sustitución, pragmatismo tecnológico, automatización de integración y
heteromatización. Desde una perspectiva constructivista sobre la tecnología, se cuestionan
críticamente algunos argumentos dominantes sobre la desaparición masiva del empleo del
futuro, apostando por señalar su improbabilidad, mostrando la estratificación d e g rupos
perdedores y ganadores de la digitalización y la robotización, junto a las dificultades p ara
formar a los primeros para su inclusión digital. Por último, se defiende la importancia de hacer
visible el oculto trabajo humano que sustenta los procesos automatizados de la producción
digitalizada y la posibilidad de reforzar las cualificaciones y competencias del factor humano,
su recualificación a través de una automatización ergonómica.
ABSTRACT
A review is made about the ‘state of the art’ of the debates on an alleged massive
technological unemployment in the future as a consequence of the diffusion of digitization
and robotization processes with the new technologies of the Industry 4.0. Four alternative
but complementary approaches about the present new wave of automation are presented
Suggested citation / Sugerencia de cita: Lahera Sánchez, A. (2021). El debate sobre la digitalización y la robotización del trabajo (humano)
del futuro: automatización de sustitución, pragmatismo tecnológico, automatización de integración y heteromatización. Revista Española de
Sociología, 30 (3), a66 https://doi.org/10.22325/fes/res.2021.66
1 Algún ejemplo: en 2015, lo que iba a ser la cadena de restaurantes automatizados y sin empleados de sala EATSA, en el área de
San Francisco, (California) protagonizó decenas de noticias y reportajes sobre cómo iba a revolucionar el trabajo de restauración
mediante un proceso robotizado (robo-restaurant), en el que los clientes realizaban sus pedidos a través de terminales digitales que,
tras ser procesados (y preparados, eso sí, en cocinas ocultas… con ‘humanos’), eran recogidos directamente por esos clientes tras
abrir las puertas de unos compartimentos en los muros del restaurante, sin ningún tipo de interacción humana. Los restaurantes
EATSA aparecían como un modelo que se iría difundiendo y sustituyendo el trabajo de camareras y camareros a partir de ese
momento. Si la puesta en marcha de estos ‘restaurantes automáticos’ copó noticias en medios de todo tipo (prensa económica,
revistas tecnológicas, blogs tecnológicos, enlaces en youtube…), su cierre definitivo en el verano de 2019 (meses antes de la aparición
de la pandemia de covid-19), con suspensión de pagos, no tuvo apenas repercusión. EATSA ha cambiado de nombre a Brightloom,
como empresa de software y tecnología de apoyo a la industria de restaurantes. Algo similar en este sector ha ocurrido con las
cadenas Creator (un robot enorme fabricaba hamburguesas), CafeX (un robot preparaba cafés a sus clientes), Blendid (batidos
preparados por robots), Zume (pizzas ‘robóticas’), habiendo cerrado definitivamente (mayoritariamente) o dependen cada vez más
de ‘trabajadores humanos’ para poder gestionar eficazmente el proceso (Canales, 2020).
El primer enfoque de este debate es aquel que está siendo más exitoso mediáticamente
y más difundido en los imaginarios sociales del último lustro (hasta la irrupción,
verdaderamente ‘disruptiva’ de la pandemia de covid-19): el desempleo tecnológico masivo
por la imparable aplicación de una (entendida como digitalización y robotización del
trabajo y de los procesos productivos) automatización de sustitución del trabajo humano.
Esta automatización supone que la inteligencia artificial y la robótica avanzada de esta
última Cuarta Revolución Industrial está permitiendo que muchas ocupaciones o puestos
de trabajo puedan dejar de realizarse por el trabajo humano y pasen a ser realizados
(¿de manera completa?) por esas nuevas tecnologías digitales, que, aunque requieran
también la emergencia de nuevas ocupaciones para su programación o mantenimiento,
no permitirán compensar la pérdida de empleos de baja o media cualificación, que
son mayoritarios en los mercados de trabajo occidentales (Acemoglu y Restrepo, 2017;
Brynjolfsson y McAfee, 2011; Doménech, García, Montáñez y Neut, 2018). De esta forma, esta
automatización de sustitución está reemplazando al ser humano (replacing automation),
especialmente a quienes desempeñan tareas rutinarias, repetitivas, de baja complejidad
o simples (en movimientos y/o cálculos), estandarizadas o fácilmente estandarizables
(que pueden ser traducidas a algoritmos informáticos programados en aplicaciones
de software y en acciones de robots con sus ‘actuadores’): mediante mecanismos que
transfieren las tareas realizadas por el ser humano a los nuevos dispositivos tecnológicos
(Acemoglu y Restrepo, 2017; Brynjolfsson y McAfee, 2011; Doménech et al., 2018).
La justificación de este enfoque de automatización de sustitución se basa
continuamente en la predicción de 2013 (en el momento álgido de la crisis financiera
internacional y con un intenso ‘impacto’ académico, sí, pero también mediático) de Frey
y Osborne (2013), en la que aseguraban que hasta el 47% de los empleos de los Estados
Unidos estaban en riesgo de desaparecer en alrededor de un par de décadas: de forma que,
la introducción y difusión de la inteligencia artificial y de adquisición de robots implicaba
directamente la desaparición de varios empleos por la instalación de una nueva unidad
de estas tecnologías. Es cierto que si bien esa predicción ha sido criticada y refutada,
como se señalará en breve, por otras investigaciones (Mishel y Bivens, 2017), este enfoque
de sustitución tecnológica del trabajo humano en el futuro es apoyada en diversas obras
(Ford, 2015; Ortega, 2016; Susskind, 2020), que siguen enfatizando la desaparición de esas
ocupaciones rutinarias y de media o baja cualificación, enfatizando la potencialidad de las
nuevas tecnologías digitales, el incremento continuo de su inteligencia artificial, para ir
‘copando’ cada vez nuevas tareas humanas, de manera más eficaz y más eficiente, más allá
de la capacidad humana (World Economic Forum, 2016): “Las máquinas igualan o mejoran
el rendimiento humano en múltiples actividades, incluso las que requieren capacidades
cognitivas” (McKinsey Global Institute, 2017, p. 3).
La única opción es un pesimismo o fatalismo tecnológico por la ineluctable desaparición
de millones de empleos. Aunque históricamente, a pesar de los temores del movimiento
‘ludita’ en la primera Revolución Industrial2, toda nueva ola de innovación tecnológica
en el desarrollo de la economía de mercado capitalista no ha ido acompañada real o
empíricamente de la desaparición del empleo, sino de la creación de múltiples sectores
productivos y de servicios que reemplazaron abundantemente las ocupaciones destruidas
por la propia tecnología (la clásica destrucción creativa), en la Cuarta Revolución Industrial
ya no ocurrirá así, puesto que los empleos descualificados basados en tareas simples
y rutinarias serán realizados por la inteligencia artificial digital y robotizada y sólo se
crearán, en mucha menor medida, empleos de alta cualificación, basados en la adquisición
educativa de competencia y conocimientos matemáticos e informáticos, que no estarán al
alcance de la mayoría de la ciudadanía (competencias STEM: credenciales educativas en
ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas…).
Desde este enfoque se justifican políticas públicas tanto conservadoras (centradas en
impedir las limitaciones ‘estatales’ de protección social que desincentiven la innovación
tecnológica y la implantación generalizada de la AI y la robótica avanzada, socavando
las ganancias de productividad capturadas por las empresas y sus accionistas, situando
la responsabilidad en la actividad ‘proactiva’ de los posibles afectados en su voluntad
de formación y emprendimiento), como socialdemócratas (que apuestan por invertir
colectivamente en la recualificación del trabajo humano que pueda ser ‘desplazado’ por
la digitalización, planteando nuevas figuras impositivas sobre las unidades de robot, una
‘robotasa’…), hasta propuestas desde diversos grados de socialismo, desde la defensa
de una ‘renta básica universal’ incondicional para evitar los efectos destructores de la
sociabilidad colectiva de ese inevitable desempleo tecnológico, hasta la posibilidad de
una sociedad socialista definitiva (Benanav, 2019). El ‘apocalipsis robótico’ es inevitable
en muy pocos años o décadas (más bien a través de todo tipo de dispositivos digitales de
inteligencia artificial, no necesariamente antropomórficos…) y solo queda (en un nuevo
determinismo tecnológico que parecía haber sido superado por la difusión de los ‘estudios
sociales de la tecnología’ y de los enfoques de la ‘construcción social de la tecnología’…)
que nuestras sociedades se adapten a las características sustitutivas del trabajo humano
de esta Cuarta Revolución Industrial. No habrá trabajo suficiente para toda la población,
punto: “¿Habrá suficientes empleos para todo el mundo en el siglo veintiuno? No” (Susskind,
2020, p. 5).
3 Estos autores señalan, analizando la situación actual en Europa, que la continua instalación de robots en las dos décadas entre 1995
y 2015 ha implicado un mantenimiento o ligero incremento del empleo: llegando en algunos sectores a implicar que por cada robot
instalado se crean hasta 5 empleos en la economía general o, lo que es lo mismo, la incorporación adicional de un robot por cada 1000
trabajadores correlaciona con un incremento de un 1’31% del empleo total (página 31).
4 La singularidad tecnológica es una predicción (¿deseo?) de la ciencia-ficción en que la acumulación de dispositivos de inteligencia
artificial acabará creando, por su conexión, una inteligencia artificial general capaz de autorreplicarse y mejorarse recurrentemente,
fabricando robots y algoritmos que irán conquistando cada vez más tareas y procesos productivos, que escaparán al control hu-
mano… que acabaría sojuzgado por esa inteligencia artificial fuerte. Mito cultural que está en la base de múltiples obras narrativas
muy exitosas socialmente: entre otras, HAL 9000, el gólem, los replicantes en Blade Runner (y la novela original de Philip K. Dick), los
robots ‘independizados’ y conflictivos en Westworld (tanto en su primera versión literaria y cinematográfica de Michael Crichton en
1973, con el inicio del incumplido miedo a la automatización desde finales de la década de 1960, como en la serie de televisión desde
2016), o la inteligencia ‘antihumana’ de Skynet en la saga Terminator…
5 Por ejemplo, respecto a la internet industrial de las cosas, sigue habiendo dudas de que ya sea o vaya a ser una industria dominante,
por los requisitos de alta inversión que requiere a largo plazo: “las declaraciones (…) se basan sólo en expectativas expresadas en la
literatura o por expertos. Sólo unos pocos casos han demostrado sus efectos en el trabajo” (Scholten, 2017, p. 28). En relación con la
fabricación aditiva o impresión 3D, sigue siendo mucho más costosa (por pieza) que cualquier otro método de mecanizado o confor-
mación tradicionales (Van Barneveld y Janson, 2017).
y sus aplicaciones, con las que están ya compitiendo en el mercado de trabajo para el
mantenimiento de sus empleos y tareas. Sin embargo, algunos resultados empíricos no
muestran ese mayor rechazo respecto al mantenido por otros perfiles sociales y laborales
(Lobera, Fernández Rodríguez y Torres-Albero, 2020). Una de las hipótesis que podrían
explicar este fenómeno estaría relacionada con que parece también conocido que la IA
y los robots no pueden realizar eficaz y rentablemente (¿todavía?) puestos de trabajo de
baja cualificación, pero basados en tareas y movimientos complejos, no estandarizables,
irregulares, no rutinarios, que requieren conocimientos tácitos, especialmente en
contextos de incertidumbre productiva con múltiples incidencias (construcción, servicios
personales, servicios ‘domésticos’, trabajos de cuidado…), lo que puede facilitar una
‘percepción’ de cierta protección frente a las tecnologías digitales por parte de quienes
desempeñan esos puestos difíciles de automatizar (Pfeiffer, 2018b; Lahera Sánchez, 2019,
p. 265), a pesar de ser descualificados.
Frente a esos posibles grupos perdedores, se van estructurando (y estratificando
socialmente) perfiles ganadores de la digitalización y robotización, aquellos con la
formación y la experiencia para el diseño, la programación y el mantenimiento de los
algoritmos (que no se olvide son artefactos que actúan gracias a su construcción social
por diseñadores que les incorporan sus imaginarios ideológicos y sesgos): “La máquina
será un demonio para unos, los sustituirá, mientras que, al contrario, será un ángel para
otros, los complementará6” (Hidalgo, 2018, p. 14).
El enfoque pragmático, aunque también el enfoque de automatización de sustitución,
defienden la prognosis de que los ganadores del proceso están siendo y serán aquellos
perfiles con formación superior (de formación profesional o universitaria) en aquellas
áreas STEM, con capacidad creativa para convertir e interpretar los datos (big data)
capturados por la inteligencia artificial en procedimientos de mejora productiva (smart
data: “pasar de un mar de datos a un mar de conocimientos”, Ortega, 2016, p. 75), de
programación de los algoritmos, razonamiento complejo, percepción y manipulación
de procesos no estructurados difícilmente programables (Nedelkoska y Quintini, 2018):
“conocimientos extensos de los procesos técnicos pero también capacidades de liderazgo
y de resolución de problemas, así como atributos relacionados con el temperamento”
(Eurofound, 2019, p. 48), para gestionar una tecnología bajo presión (pero ‘elegantemente’:
grace under pressure).
De hecho, la relación o el (des)equilibrio entre los perfiles profesionales y los puestos
de trabajo perdedores y ganadores suponen la verdadera ‘fractura tecnológica’ a
resolver. Tanto el enfoque de sustitución como el enfoque pragmático dan por hecho, o no
problematizan, que la inversión formativa permitirá que quienes pierdan su empleo por
la digitalización o por la incorporación de la robótica podrán lograr ‘conectarse’ con los
perfiles ganadores gracias a la formación a lo largo de la vida laboral (como ‘obligación
meritocrática’, proactiva y emprendedora…; Serrano y Fernández Rodríguez, 2018), en
una especie de ‘reciclaje’ competencial y credencial que evite su desafiliación definitiva.
Axioma que es más que dudoso en el futuro si se plantea qué probabilidad real existe en
que trabajadores y trabajadoras con bajos niveles de cualificación general, con escasas
competencias digitales aprendidas, con conocimientos empíricos o experienciales
en puestos de trabajo que han requerido limitadas cualificaciones efectivas, puedan
adquirir, casi inmediatamente, las exigentes competencias digitales superiores que
requieren los perfiles profesionales ganadores de la automatización 4.0. Más bien ya
están siendo excluidos (operadores descualificados y/o veteranos; Degryse, 2016, p. 48):
“Para estos trabajadores, la educación y la formación ofrecidas como soluciones en la
narrativa dominante sobre los robots será inadecuada, al igual que fue inadecuada para
ayudar a los trabajadores industriales manufactureros desplazados a lo largo de las
últimas décadas” (Mishel y Bivens, 2017, p. 4).
6 Mientras sus propios conocimientos, competencias y habilidades digitales no sean también automatizadas, a medida que puedan
ser estandarizadas, convertidas en rutinas y en nuevos algoritmos, en una carrera interminable entre el factor humano y la ‘máquina’
(Lahera Sánchez, 2006, pp. 282-305).
ampliando sus habilidades (Dellot, 2018; Ekbia y Nardi, 2017. Esta automatización de
integración facilita la rentabilización más rápida, más eficaz y con más calidad de las
fuertes inversiones de capital, de formación y de mantenimiento que exige (y ralentiza
también) la introducción de la inteligencia artificial y la robótica, al tiempo que permite
la mejora de las condiciones de trabajo del factor humano: “el conocimiento técnico
mantiene su relevancia porque ‘empodera’ a los trabajadores para que ofrezcan una
retroalimentación crítica sobre la implantación y el desarrollo continuado de los sistemas
de IA, porque no todas y cada una de las posibles soluciones técnicas puede implantarse
práctica y fiablemente” (Kolbe, 2020, p. 14). Eso sí, del factor humano cualificado, con
conocimientos y competencias avanzados, lo que mantiene el tradicional debate sobre
la polarización del futuro del trabajo humano y el empleo, entre los perdedores y los
ganadores de la digitalización: mucho más cuando a los grupos profesionales semi y
descualificados más afectados por la actual ola de automatización digital se les favorece
hasta tres veces menos para participar en procesos formativos en sus organizaciones,
frente a los perfiles ya ganadores de esos procesos (Nedelkoska y Quintini, 2018, p. 9).
La defensa de una automatización de integración implica devolver el protagonismo
y la centralidad de los nuevos procesos de trabajo digitalizados al propio ser humano,
a un factor humano que es considerado organizativamente como relevante, como un
yacimiento de conocimientos tácitos sobre los procesos y las técnicas, de inteligencia
y ‘empirismo’ aplicado, que permiten, si a ese factor humano se le proporcionan los
suficientes recursos organizativos, la propia eficacia y efectividad de la inteligencia
artificial: volviendo a hacer visible la importancia y el rol del factor humano para que la
digitalización sea ‘exitosa’ y, por tanto, siga avanzando en su difusión. Apostando por
una automatización, digitalización o robotización ‘inclusiva’ (Stewart et al., 2019; Degryse,
2016). Enfoque que permitiría equilibrar las prácticas mediáticas y empresariales en
las que, cuando se presentan los nuevos prototipos de las tecnologías digitales de
la i40, nuevos robots, nuevas aplicaciones, nuevos vehículos, nuevas instalaciones
robotizadas, todo el foco se centra en la tecnología y sus ‘habilidades’, en muchas
ocasiones ‘ocultando’ las redes de trabajadores y empleadas, de la fuerza de trabajo, que
les dan ‘soporte’ para ese funcionamiento: como un mundo digital sin seres humanos,
que es resultado del trabajo humano, velado tras las bambalinas organizativas (como
el jugador de ajedrez humano escondido en las ‘tripas’ del autómata construido en 1770
por Wolfgang von Kempelen…).
Visibilidad del trabajo y de los seres humanos que es el objetivo central de un último
enfoque sobre la automatización digital y robotizada: el enfoque de la heteromatización
(heteromation). Una propuesta de análisis de los procesos de digitalización que no
proviene ni de las ciencias sociales, ni de la econometría, ni de las reflexiones jurídicas
dominantes, sino de investigaciones de las ciencias de la computación, con una mirada
etnográfica (sociológica y antropológica) sobre el funcionamiento real y organizativo
de las tecnologías de automatización: subrayando no las expectativas (en ocasiones
más cercanas a la ‘ciencia-ficción’, ¿tecno-fantasiosas?) de los prototipos, sino las
experiencias reales de la inteligencia artificial ya implantadas, en funcionamiento. La
heteromatización implica señalar que en muchos procesos digitales es imprescindible
la participación del trabajo humano, la computación humana, para que funcionen
adecuadamente: desde operadores humanos 8 que etiquetan y/o aceptan imágenes,
documentos y materiales en internet para que se incluyan en las bases de datos
gestionadas bajo algoritmos (aburrida, rutinaria y estresante… al enfrentarse
8 ‘Digital janitors’ y ‘netslaves’.
habitualmente a imágenes violentas y brutales, que tienen que filtrar); ‘etiquetaje’ que
no se puede automatizar por las dificultades (todavía) del reconocimiento de imágenes
por la inteligencia artificial; pasando por el trabajo desarrollado en (micro)tareas para
completar online servicios desmenuzados por parte de trabajadores y trabajadoras
humanas en plataformas como Amazon Turk (Álvarez y Pérez Zapata, 2020); hasta el
trabajo de los propios consumidores que gestionan aplicaciones digitales para realizar
sus compras, realizando tareas ‘gratuitamente’ mediante el uso de las interfaces de
las páginas para concluir la compra, o gestionando autónomamente sus productos en
el uso de las cajas digitales sin ‘empleo humano’… cuyo trabajo es realizado por los
propios consumidores, manipulando los productos, tecleando y pulsando las pantallas
táctiles, recogiendo los recibos (Dellot, 2018). Incluso en instalaciones industriales
robotizadas, apoyadas por decenas de miles de trabajadores y trabajadoras, que
nunca aparecen en las fotografías y vídeos de supuestas fábricas automáticas: por
ejemplo, Tesla en su mítico centro de trabajo en Fremont (California9), supuestamente
una fábrica automática y poshumana (Debord, 2017), mantiene, fuera del foco de la
actividad de un centenar y medio de robots avanzados, casi una decena de miles de
tradicionales trabajadores/as del automóvil que siguen trabajando en cadenas de
montaje (con duras condiciones de trabajo, al tiempo que intentan sortear las políticas
de la compañía para que no se sindiquen…; Wong, 2017).
Este soporte y trabajo humanos, aunque ocultados en las imágenes e imaginarios
mediáticos sin seres humanos, son imprescindibles para que los sistemas digitales
puedan funcionar como se espera, una instrumentalidad inversa (inverse instrumentality)
que debe ser rastreada y hecha visible, puesto que la inteligencia artificial necesita
apoyo humano para ser eficaz, para rellenar las lagunas que no puede cubrir en la
complejidad de multitud de procesos productivos y de trabajo, todavía actualmente: una
automatización realmente alimentada por el ser humano (human-fueled automation;
Degryse, 2016). Es cuestionable que las tareas rutinarias no impliquen, además y como
prerrequisito para su eficacia, simultáneamente tareas no-rutinarias, conocimientos
y habilidades tácitas e implícitas que son en realidad difícilmente automatizables y
que, por tanto, teniéndolas en cuenta en la investigación sociológica, explican un ritmo
mucho más lento en la supuesta sustitución del factor humano por unas tecnologías
digitales y robóticas, que siguen dependiendo de aquél (Pfeiffer, 2018a, 2018b).
El sistema tecnológico, realmente sus diseñadores/as humanos, sigue ‘derivando’
tareas al factor humano para su explotación, simulando que este último es innecesario:
hacia “la capacidad computacional humana más barata que los sistemas automatizados”
(Ekbia y Nardi, 2014). La heteromatización y su instrumentalidad inversa favorece el
discurso del triunfo de la inteligencia artificial frente al trabajo humano enfatizando
discursivamente que los sistemas digitales supuestamente proporcionan todo tipo de
servicios a los seres humanos, cuando realmente están usando instrumentalmente el
trabajo de éstos en múltiples tareas de apoyo y gestión: como sistemas digitales que
requieren para ser funcionales al ser humano su capacidad de computación y acción
humanas (Ekbia, 2016). En procesos que “combinan las capacidades de humanos y
máquinas insertos en una narrativa de celebración de la máquina (…) Las organizaciones
tienden a esconder su trabajo humano, empujándolo a los bastidores, narrando que
las computadoras son las únicas que hacen el trabajo real. Esta estratagema tiende
a hacer a los trabajadores y sus necesidades menos visibles, y a la organización
menos responsable [respecto a esas necesidades]” (Nardi y Ekbia, 2018). Este enfoque
de heteromatización permite también hacer emerger los costes humanos de esa
computación humana, de la digitalización y de la inteligencia artificial. Como en la
precarización de los riders que hacen funcionar el reparto logístico de bienes y servicios
a través de las aplicaciones digitales de gestión de su trabajo humano, mientras son
evaluados continuamente por la plataforma digital para la que trabajan: “Ocultar a
9 Que comenzó en 1962 como una fábrica de General Motors y posteriormente atrajo la atención de múltiples investigaciones de las
ciencias del trabajo académicas entre 1995 y 2020, como ejemplo del diseño e implantación del toyotismo con su conversión para el
nuevo modelo productivo conjunto entre GM y Toyota: NUMMI (New United Motor Manufacturing Inc).
los trabajadores que están tras los formularios web, las API (Application Programming
Interface) y las ATM (Active Media Technology) ayuda a los empleadores a verse a sí
mismos como ‘constructores’ de tecnologías innovadoras, más que como empleadores
despreocupados de sus condiciones de trabajo” (Irani y Six Silberman, 2013, p. 613).
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NOTA BIOGRÁFICA