Alexander Fleming

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alexander fleming, el

padre de la penicilina
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padre de la penicilina
ALEXANDER FLEMING, EL PADRE DE LA PENICILINA
El 6 de agosto de 1881 nació Alexander Fleming, un científico que dedicó su vida a la
investigación y que, como consecuencia de un olvido, hizo uno de los descubrimientos
más importantes de la medicina: la penicilina. Este antibiótico que ha salvado millones
de vidas también le permitió conseguir el premio Nobel de Medicina en 1945.

alexander fleming, el
padre de la penicilina
alexander fleming, el
padre de la penicilina
Alexander Fleming nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, Gran Bretaña, en el seno de
una familia campesina afincada en la vega escocesa. Fue el tercero de los cuatro hijos
habidos en segundas nupcias por Hugh Fleming, el cual falleció cuando Alexander tenía
siete años, dejando a su viuda al cuidado de la hacienda familiar con la ayuda del mayor de
sus hijastros. Fleming recibió, hasta 1894, una educación bastante rudimentaria, obtenida
con dificultad, de la que sin embargo parece haber extraído el gusto por la observación
detallada y el talante sencillo que luego habrían de caracterizarle.

Cumplidos los trece años, se trasladó a vivir a Londres con un hermanastro que ejercía allí
como médico. Completó su educación con dos cursos realizados en el Polytechnic Institute
de Regent Street, empleándose luego en las oficinas de una compañía naviera. En 1900 se
alistó en el London Scottish Regiment con la intención de participar en la Guerra de los
Boers, pero ésta terminó antes de que su unidad llegara a embarcarse. Sin embargo, su gusto
por la vida militar le llevó a permanecer agregado a su regimiento, interviniendo en
la Primera Guerra Mundial como oficial del Royal Army Medical Corps en Francia.

A los veinte años, la herencia de un pequeño legado le llevó a estudiar medicina. Obtuvo
una beca para el St. Mary's Hospital Medical School de Paddington, institución con la que,
en 1901, inició una relación que había de durar toda su vida. En 1906 entró a formar parte
del equipo del bacteriólogo sir Almroth Wright, con quien estuvo asociado durante cuarenta
años. En 1908 se licenció, obteniendo la medalla de oro de la Universidad de Londres.
Nombrado profesor de bacteriología, en 1928 pasó a ser catedrático, retirándose como
emérito en 1948, aunque ocupó hasta 1954 la dirección del Wright-Fleming Institute of
Microbiology, fundado en su honor y en el de su antiguo maestro y colega.

La carrera profesional de Fleming estuvo dedicada a la investigación de las defensas del


cuerpo humano contra las infecciones bacterianas. Su nombre está asociado a dos
descubrimientos importantes: la lisozima y la penicilina. El segundo es, con mucho, el más
famoso y también el más importante desde un punto de vista práctico: ambos están, con
todo, relacionados entre sí, ya que el primero de ellos tuvo la virtud de centrar su atención
en las substancias antibacterianas que pudieran tener alguna aplicación terapéutica.

Fleming descubrió la lisozima en 1922, cuando puso de manifiesto que la secreción nasal
poseía la facultad de disolver determinados tipos de bacterias. Probó después que dicha
facultad dependía de una enzima activa, la lisozima, presente en muchos de los tejidos
corporales, aunque de actividad restringida por lo que se refleja a los organismos patógenos
causantes de las enfermedades. Pese a esta limitación, el hallazgo se reveló altamente
interesante, puesto que demostraba la posibilidad de que existieran sustancias que, siendo
inofensivas para las células del organismo, resultasen letales para las bacterias. A raíz de las
investigaciones emprendidas por Paul Ehrlich treinta años antes, la medicina andaba ya tras
un resultado de este tipo, aunque los éxitos obtenidos habían sido muy limitados.
El descubrimiento de la penicilina, una de las más importantes adquisiciones de la
terapéutica moderna, tuvo su origen en una observación fortuita. En septiembre de
1928, Fleming, durante un estudio sobre las mutaciones de determinadas colonias de
estafilococos, comprobó que uno de los cultivos había sido accidentalmente
contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo
posteriormente identificado como el Penicillium notatum. Su meticulosidad le llevó a
observar el comportamiento del cultivo, comprobando que alrededor de la zona inicial
de contaminación, los estafilococos se habían hecho transparentes, fenómeno que
Fleming interpretó correctamente como efecto de una substancia antibacteriana
segregada por el hongo.

Una vez aislado éste, Fleming supo sacar partido de los limitados recursos a su
disposición para poner de manifiesto las propiedades de dicha substancia. Así,
comprobó que un caldo de cultivo puro del hongo adquiría, en pocos días, un
considerable nivel de actividad antibacteriana. Realizó diversas experiencias destinadas
a establecer el grado de susceptibilidad al caldo de una amplia gama de bacterias
patógenas, observando que muchas de ellas resultaban rápidamente destruidas;
inyectando el cultivo en conejos y ratones, demostró que era inocuo para los leucocitos,
lo que constituía un índice fiable de que debía resultar inofensivo para las células
animales.

Ocho meses después de sus primeras observaciones, Fleming publicó los resultados
obtenidos en una memoria que hoy se considera un clásico en la materia, pero que por
entonces no tuvo demasiada resonancia. Pese a que Fleming comprendió desde un
principio la importancia del fenómeno de antibiosis que había descubierto (incluso muy
diluida, la substancia poseía un poder antibacteriano muy superior al de antisépticos tan
potentes como el ácido fénico), la penicilina tardó todavía unos quince años en
convertirse en el agente terapéutico de uso universal que había de llegar a ser.

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