Y Si Nos Volvemos A Enamorar - Estefania Scioli

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¿Y si nos volvemos a enamorar?

“Tarde o temprano, todos nos


merecemos un final feliz”

Estefanía Scioli
Éste libro está dedicado a
mi amada sobrina:
Camila Rocío López.
.
SINOPSIS

Soy Emma Jota y voy a ser sincera cuando digo


que tuve una infancia dura y triste. “Mis familias”
transitorias nunca me elegían y siempre fui una
nena que mendigó amor. Pero a los dieciséis fui
adoptada por Rich. ¿Será por eso que odio las
decisiones?
Soy dueña de una librería, una romántica
empedernida y amante de las historias de amor
con finales felices. Y justamente, cuando apareció
Nicolás Cruz, estaba en la búsqueda del hombre
perfecto. Pero él ni se asemejaba a eso. Era
mujeriego, desconfiado, frío y utilizaba a las
mujeres para tener sexo. No era capaz de amar.
Sin embargo, robó mi corazón el primer día que
pisó mi local. Y aún sabiendo que no era un buen
partido para mí, acepté sus condiciones solo para
poder permanecer a su lado y sentirme querida.
¿Pero, cuántas veces voy a poder resistir el
hecho de que no me elija y volver a mi pasado
una y otra vez?
“¿Y si nos volvemos a enamorar?”, es una
novela erótica con idas y vueltas, mentiras, celos,
desconfianza, engaños, dudas, tentaciones, sexo,
juegos y amor, que desde el primer capítulo va a
atraparte.
Prólogo
Emma.

Avellaneda, Buenos Aires, febrero 2017.


Trago el nudo que hay en mi garganta y respiro.
-Desatame.- Le pido pero niega con la cabeza.
-No puedo… Necesito que estés atada para poder
decirte lo que me pasa.
Asiento y cierra los ojos. Se pasa una mano por
su pelo y respira muy profundo.
-Yo… ¿Cómo iba a darme cuenta que en realidad
había cambiado? No sabía si estaba con vos porque
de verdad te quería o solo para hacerte feliz,
porque sabía que si estabas conmigo no ibas a llorar
nunca más y… La besé… Y sentí un rechazo
horrible...
-Desatame… Por favor…- Me remuevo, nerviosa,
casi al borde del pánico.- ¡Desatame!
Me mira con ojos vidriosos y lleva sus manos a
mis muñecas. Me desata y me paro de la cama
como si estar cerca de él me quemara. Cierro mis
ojos y respiro hondo… Muy hondo.
- Lo intenté, Nicolás. Lo intenté pero…
-Emma… Podemos seguir intentándolo… Más de
lo que hiciste hasta ahora.
-¡¿Más de lo que hice hasta ahora?! ¡¿Más?! ¡No te
atrevas a decirme que no fue suficiente! Sos un hijo
de puta. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo?
Yo… Te di todo. Todo lo que tenía.- Camino en la
habitación de un lado a otro, tirando de mi pelo.-
¿Cuántas veces más voy a perderte para darme
cuenta de que no debemos estar juntos? Dios, esto
no es una historia de amor, ¡esto es una mierda!
-Emma…- Se acerca y me da vuelta apoyándome
contra la pared, encajonándome entre sus brazos.-
Esto es la vida real, es nuestra vida. Por favor,
entendeme.
-¡¿Cuántas veces más tengo que entenderte?! ¡Y
quién mierda me entiende a mí? Yo… Yo estoy
primera… Dios. ¡Sos un cobarde de mierda! No
tenes los huevos…
Lo empujo pero no lo suficiente.
-No quiero que te me acerques… ¡Nunca más! No
te quiero cerca de mí.
Corro hacia el baño y cierro la puerta con llave.
Todo este tiempo forjé una relación que nunca
tuvo sentido… Jamás. Desde el principio. Él nunca
me va a amar y no puedo obligarlo.
¡Carajo! Merezco que me quieran, que me amen
con locura.
Siento un dolor que me desgarra por dentro…
¨Puedo escuchar el ruido que hace mi corazón al
quebrarse… Y es tan doloroso. Toco mi pecho,
asustada… Nicolás acaba de romper mi corazón…
Me pongo la bata blanca de toalla y abro la
puerta. Está apoyado de costado en la pared,
desnudo y sube la cabeza cuando aparezco delante
de él.
-Yo… Yo quería vivir y morir con vos. Te juro que
deseaba todo a tu lado pero, ya no más… Ya no lo
quiero, y no lo quiero con vos.
-Emma… ¡¿Qué mierda decís?!
¿Es que él es tan estúpido para hacer una
pregunta como ésta?
Se acerca y acuna mi cara con sus manos pero me
alejo. No puedo soportar su tacto… No lo merezco.
-Emma… ¡Lo intenté! Carajo… Lo intenté… Te dije
que podía hacerlo pero… Mierda. ¡Sabías cómo era!
Contra quién estabas luchando… ¡Pero cambié, te
juro que cambié! Por favor, Emma. Por favor,
créeme.
Una risa irónica escapa de mis labios.
-El que avisa no traiciona.- Digo en voz baja y largo
un suspiro interminable.- ¿Sabes qué Nicolás? La
culpa es mía por pensar que en algún momento
ibas a querer volver a mí y quererme aun que sea
un poquito de todo lo que yo te quiero.- Niego con
la cabeza, riendo.- Acabas de equivocarte de
camino y yo, me cansé de esperarte.
Porque así es. Yo siempre acepté todo porque lo
quería de cualquier forma posible y pensaba que si
me sometía a él, algún día podía llegar a sentir lo
mismo que yo.
Lo miro y trata de acercarse, queriendo cerrar el
espacio que hay entre nosotros pero doy un paso
atrás. Si dejo que me bese o toque, no voy a poder
irme con la cabeza en alto. Necesito que él me vea
entera. ¿Es posible?
-¡No! No quiero que me toques, no quiero que me
beses, no quiero que me ates nunca más… Ya no
necesito de toda esta mierda.- Levanto mis manos
al aire, adviertiéndole que acabo de rendirme-. Ya
no te quiero de nuevo en mi vida. Quiero que
desaparezcas y… Que te quede una cosa en claro…
¡No voy a estar esperándote cuando te des cuenta
que estás vacío! No me busques cuando tu cerebro
se dé cuenta de todo lo que perdiste y tu corazón
esté tan roto como el mío.- Me río de nuevo.-
Espero verte algún día caminando por la calle y le
voy a decir al amor de mi vida que hace mucho
tiempo lo confundí con vos.- Respiro y junto más
fuerzas.- Te estoy dejando, para siempre.
Salgo de su habitación, agitada y rompo en
llanto. Agarro mi cartera que está arriba de la
mesada y aprieto el botón del control remoto para
que el portón se abra. Subo a mi auto, justo a
tiempo de escucharlo gritar mi nombre y el golpe
de algo duro chocando contra la pared o el piso.
Pero no me detengo. Salgo marcha atrás, sin cerrar
el portón y pongo primera, aprieto el acelerador tan
fuerte que las ruedas chillan.
Mientras manejo hacia mi departamento, me doy
cuenta que estoy más segura que nunca en dejarlo,
porque por más que lo intenté, nunca voy a poder
hacerlo feliz. Él nunca va a ser el hombre que me
prometió amor antes de su accidente.
¿Cuántas veces voy a ser capaz de perdonarlo
para no perderlo, incluso si no merece mi perdón?
Capitulo 1
Emma.

Córdoba, Alta Gracia, Agosto de 2008.


Vuelco la urna que contiene las cenizas
de mi papá al río y observo como la corriente se
lleva lo que quedaba de él y un escalofrío recorre
todo mi cuerpo, de punta a punta.
-Cada vez que quiera verte, voy a venir papi.
Porque ahora, ésta es tu casa.- Prometo y mis
palabras se las lleva el viento, como el río se llevó el
polvo gris.
Largo un suspiro y seco las lágrimas que caen sin
parar de mis ojos con la punta de mi bufanda
amarilla. Dejo la urna escondida entre unas piedras
y abotono mi tapado rojo de pana, mientras camino
costeando el río de Alta Gracia.
Antes de que el cáncer lo venciera, me hizo
prometer que tiraría sus restos acá. ¿Cómo podía
decirle que no? Jamás me había pedido nada y ese
día, con uno de sus últimos suspiros lo hizo. Me dio
amor, cariño, abrazos… Me dio todo sin nunca
pedir nada a cambio. ¡No podía decirle que no!
Trato de convencerse a mí misma. Tenía que
hacerlo. ¿No?
Él fue el único que quiso quedarse conmigo, a
pesar de que ya tenía dieciséis años. Ninguna otra
familia me quería adoptar, pero él sí. Me vio como
una adolescente que necesitaba un hogar y una
familia. Casi se lo pedí a gritos cuando llegó el día
de tomar la decisión. Claro que no lo hice. No le
dije que quería quedarme con él, como tampoco lo
hice con las otras familias. Pero era la primera vez
que me sentía a salvo. Con él. Y nunca se lo dije.
Tuve que haberlo hecho. Se lo merecía. Supuse
que él se dio cuenta cuando me largué a llorar.
Lloré como nunca lo hice en mi vida ¡Había alguien
que me quería! Él me quería y yo lo amaba.
¡Lo amo!
Mientras camino hasta llegar a la posada,
recuerdo el día que lo conocí. La agente social me
llevó hasta su casa. Al principio creí que era
humilde porque no tenía nada. En el living había
un sillón con una mesa ratona y una televisión. No
había portarretratos y las paredes eran oscuras. En
la cocina había una heladera muy vieja y una mesa
con dos sillas, un anafe arriba de la mesada y la
ventana no tenía cortinas. En mi habitación
transitoria solo había una cama de una plaza y un
perchero plateado. Y el baño no tenía cortinas.
Todo estaba limpio y ordenado. Pero simple.
Una vez que la mujer me dejó con él lo primero
que me dijo fue que no tenía mucho gusto para las
cosas, y entonces me di cuenta que su casa era así
porque era un hombre y estaba solo. Un mes
después, me dijo que lo acompañe a comprar cosas
para decorar. Después, me di cuenta que se había
arrepentido por la cara que puso cuando empecé a
poner todo en su lugar. Cortinas de color verde
manzana, alfombras naranjas, acolchados con
arcoíris, flores naturales de todos los colores, platos
celestes, vasos rojos tranparentes… La casa había
cambiado completamente. Todo era color, en cada
rincón había vida.
Creí que le había dado vida… No sólo a la casa.
Le di vida a él. Y sospeché que por eso se quedó
conmigo. Tiempo después, él se acostumbró a los
colores. Porque cuando fuimos a comprarme ropa,
yo era todo colores. ¡Amaba los colores!
Los colores representan alegría. Y siempre fui
una chica que, a pesar de todo lo que me había
pasado, transmitía alegría.
Si hoy comparo al hombre que me abrió la puerta
ese día con el que acabo de despedir…
Definitivamente no era el mismo. Yo lo había
cambiado. Y él me había cambiado a mí.
Y juro por mi vida que lo extraño tanto. No sé
cómo voy a hacer para vivir sin vivir. Porque mitad
de mi cuerpo se fue con él.

Buenos Aires, Avellaneda, Septiembre de 2013.


Escribo mi firma en el lugar que me indica el
escribano y sonrío.
Acabo de vender la casa de mi papá. Él siempre
quiso comprar el local que alquilaba donde tenía la
librería. Donde yo tengo la librería, porque sigue
estando tan viva como cuando la manejaba él.
Entonces, ¿para qué quería una casa si podía
cumplir el sueño de mi papá de comprar el local?
Podría vivir en el entrepiso y sería mía. De
nosotros.
Y acá estoy, saliendo del estudio con la escritura
en mi mano. Al fin era de mi propiedad.
Dos días después, ya estaba mudada. Traje todas
mis cosas y las que no entraban, las doné a
personas que sabía que le iban a servir. Pero lo
mejor es que me sentía en mi lugar. La casa era
muy grande para mí y me sentía sola. Acá, no iba a
sentirme de esa forma. Tengo mis libros, mis fotos
y todos los recuerdos que necesito para seguir
sobreviviendo.

Buenos Aires, Avellaneda, Julio, actualidad.


Estoy haciendo lugar para que entren las mesas
para hoy a la noche. Es sábado y el mejor día de la
semana porque hay café literario. A las diez de la
noche empiezan a llegar mis clientes y amigos,
quienes traen un fragmento del libro de la semana
que eligieron y pasan al frente para leerlo. ¡Es
divertido!
Cuando empecé con esto no sabía si las personas
se iban a enganchar… La gente hoy no hace estas
cosas. Hay grupos en Facebook, aplicaciones para
celulares y grupos de Whastapp, donde opinan
sobre libros, se recomiendan títulos y hablan entre
ellos, pero nadie pasa al frente y se anima a leer la
parte que más les gustó. Pero acá sí. En mi librería
sí.
No hace falta que sea un libro comprado acá, o
de papel, también puede ser digital. ¡Tengo que
actualizarme!
Suena la campanita y la puerta se abre.
-Está cerrado.- Digo, casi sin aliento después de la
fuerza que acabo de hacer y olvidándome de que
no cerré la puerta con llave, otra vez.
Me doy vuelta y veo a una nena como de unos
siete años mirándome, tomada de la mano de un
hombre que podría quitarme el hipo si es que lo
tuviera, claro. ¿Ya dije que soy muy enamoradiza?
Bueno sí. Soy una romántica empedernida que me
enamoro de cualquiera que es capaz de sonreírme.
Porque para mí, las sonrisas también significan
vida, al igual que los colores.
-Lo siento.- Me contesta el hombre parado frente a
mí.- Es que mi sobrina se quedó sin nada para leer
hoy a la noche y quiso salir a comprar un libro.
Aaaaah. Pero hubieran empezado por ahí. Estoy
encantada de poder ayudarlos y estimular la
lectura. No podría dormir a la noche sabiendo que
esta nena no tiene nada para leer.
-Claro. Perdón.- Les digo, sonriendo.- Hola linda.-
Me agacho para estar a la altura de la nena.- ¿Cómo
te llamas?
-Olivia.- Me contesta, muy tímida.
-Bueno Oli, hoy es tu día de suerte. Como sos la
última clienta, tengo que regalarte un libro.
-¿De verdad?- Me pregunta, con los ojos muy
abiertos.
-¡Lo juro! ¿Qué te gustaría leer?
Mira a su tío, quien me está observando con una
sonrisa en sus labios, mostrando unos dientes casi
perfectos, excepto por una de las paletas que está
medio torcida. ¿Hay hombre más lindo que él? No.
Definitivamente no. Y me está sonriendo. Chau, me
enamoré. ¡Otra vez!
-¿Puedo tío?
-Sí Oli. Si la chica dice que hoy es tu día de suerte,
no vamos a contradecirla.- Le contesta, ampliando
su sonrisa. Y creo que soy capaz de hacerme pis
encima.
-Bueno.- La nena me mira y tiene una sonrisa
hermosa.- Estaba buscando libros de vampiros.
-¿De verdad? ¡Amo los chupasangre!- Le contesto,
sabiendo que ya me gané a Olivia.
-¡Ay! Recomendame uno pero no me hagas spoiler.
Carcajeó de risa. ¡Adoro a esta nena!
-Vamos a ver qué tenemos para hoy.- Camino hacia
el fondo y busco entre varios títulos.- ¿Te dejan leer
Crepúsculo?
Olivia mira a su tío.
-Andá a mirar los libros mientras hablo con la
señorita.- Su sobrina asiente y desaparece entre las
góndolas. Entonces, él me mira directo a los ojos.-
¿Hay sexo en el libro?
Casi me atraganto con mi saliva. Casi.
-Eeeeh. Son cinco libros. Recién hay sexo en
Amanecer, que es el cuarto pero podría indicarle
cuáles son las páginas y que no las lea.
-Tiene siete años y es muy entrometida. No podes
decirle eso, va a querer leerlas igual. Puedo
arrancarle las páginas…
-¡¿Qué?! ¿Estás tratando de matarme?- Le contesto,
tocándome el pecho. Él acaba de herir mis
sentimientos.- No podes arrancarle páginas a los
libros. Es como si yo te cortara las bolas y te dejara
el pito colgando… Estarías incompleto. Ya no
tendrías la misma esencia.
El tío de Olivia abre mucho los ojos y… Sonríe.
Acaba de regalarme una sonrisa cuando le dije que
le cortaría las pelotas.
-Con que no te importan tus bolas eh.- Agrego
riendo.
Él ríe en voz alta y prácticamente podría tener un
orgasmo si lo sigue haciendo.
-Sí que me importan y mucho. Pero no quiero que
después mi hermana no me deje verla por
comprarle libros con escenas de sexo.
-Bueno, no sé. Las engancho de alguna forma para
que ella no pueda leerlas pero nunca vuelvas a
decir frente a mí que arrancarías páginas. Es un
delito. Y te convertirías en mi prófugo más
buscado.
Él achina los ojos y vuelve a reír.
-Perdón, no quise romper tu corazón. Prometo
nunca arrancar una página.
-¡Nos vamos entendiendo!
Miro hacia atrás y la nena desapareció como por
arte de magia. Supongo que estará buscando libros.
Agarro Crepúsculo y lo llevo hasta mi escritorio.
Mientras espero que Olivia vuelva, acomodo las
otras mesas.
-¿Te ayudo?
¡Podría caerme muerta acá! Además de lindo y
tener una hermosa risa, es caballero. Otro punto a
favor. Pero… Por lo que conozco a los hombres, se
me hace un poco tiburón.
-Gracias. Hoy faltó mi amiga y estoy tan sola… No
quiero decir que me siento sola, es que no puedo
con todo. Y todavía me faltan los floreros y cortar
los tallos. Y…
Él asiente, mientras niega con la cabeza y sonríe.
¿Por qué tiene que sonreír tanto?
Acomoda las cuatro mesas que me faltaban sin
hacer mucho esfuerzo. ¿Hará pesas o algo por el
estilo?
-Tío, ¿puedo leer Crepúsculo entonces?
-Sí, lo llevamos. Cuando termines este, venimos a
buscar los demás.
¡Bingo! Este es mi día de suerte, porque voy a
volver a verlo.
-¿Cómo te llamas?- Me pregunta mi nueva
amiguita.
-Emma.- Le contesto, mientras pongo el libro
dentro de la bolsita de papel madera. Le engancho
una tarjeta de la librería, con la intención de que él
se dé cuenta que tiene mi número de teléfono.- Los
martes de seis a siete vienen nenas de tu edad e
intercambian opiniones o críticas de los libros que
leen. Si queres, podes venir. Vas a ser mi invitada
de honor. Y es gratis.- Le digo, mientras le guiño un
ojo.
La mirada de Olivia se ilumina.
-¿De verdad? Tío, tío, tío… ¿Puedo?
-Si tu mamá te deja…
-Pero ella no me va a querer traer. Porfi, traeme
vos.
¡Sí porfi! Traela vos así te quedas hablando
conmigo.
Él suspira.
-Está bien. ¿Martes de seis a siete?
Asiento con mi cabeza porque si hablara se daría
cuenta de la emoción que siento.
-¿Me voy a poder quedar acá mientras la espero y
hago cosas de mi trabajo?
En realidad no puede pero no está en mis planes
decirle que no. Nunca.
-Sí, claro. Tengo café… Y es rico. Y tengo azúcar.
Él sonríe y niega con la cabeza.
-Despedite Oli, ya nos vamos.
-Gracias Emma por el libro. Los demás los va a
comprar mi tío.
Sonrío y estiro mi mano para estrecharla con la
de Olivia.
-Trato hecho Oli. Te veo el martes.
-Y gracias.- Dice él.- Por no cortarme las pelotas.
Se dan media vuelta y salen por la puerta.
Me quedo observando la salida, con la boca
abierta. Creo que estoy pensando seriamente en sus
pelotas. Y en su pene, claro.

-Buenas noches a todos. Veo un par de caras


nuevas y me pone muy feliz. ¡Gracias por venir! En
veinte minutos empezamos. Gracias.
Bajo de la pequeña tarima y voy hacia la
máquina de café. En la bandeja solo entran diez
tazas, así que primero reparto estas y luego cargo
más.
-Colo.
Me doy vuelta y es Camila, mi mejor amiga.
-¿Qué te pasó que no viniste antes?- Le pregunto.
-Mi vieja quería que la ayude en casa porque
vienen sus amigas a cenar y no podía decirle que
no.
Sí, tampoco podría decirle que no a Susi.
-Está bien. Me había preocupado.
-Me quedé sin crédito y no pude enviarte un
mensaje. Hoy no tengo suerte.
-La suerte… Hoy me enamoré.
Escucho que Camila suspira.
-¿De nuevo?
-Bueno… No me enamoré, enamoré… Pero, casi.
Nos reímos.
-¿De quién?
Alguien llama a Camila y no pude responderle.
¿De quién? Con solo recordarlo se me aflojan las
piernas. ¿Cuál será su nombre? ¿Por qué no se lo
pregunté antes? Su cara viene a mi mente… Sus
ojos marrones con pestañas largas y enmarcadas
con cejas de su color de pelo rubio claro, sus labios
medios gruesos y una nariz con un tabique torcido
que acentúa sus rasgos. Barba recién crecida que
cubría parte de su mandíbula hasta los pómulos.
Creo que si la hubiese tocado, me rasparía la palma
de mis manos. ¿Cómo sería su piel? ¿Suave? ¿Cómo
sería pasar mis dedos entre su pelo? Rascar su
nuca, su cuello, pasar la mano por su espalda…
Podría sentir cómo mis labios se hincharían de
tanto besarlo…
-¿Te duelen?
Miro a Camila.
-¿El qué?
-Los labios. ¿Te duelen? Te lo estas tocando.
Sonrío con picardía, luego niego con la cabeza y
llevo el café a las mesas.

Tres días después estoy parada en la puerta de la


librería recibiendo a todas las nenas entre seis y
diez años. No puedo creer que les guste tanto leer.
A mis siete años no me gustaba leer ni siquiera ir a
la escuela, si es que me llevaban. Mi papá adoptivo
fue quien me introdujo en este mundo de los libros
y nunca más pude salir.
A veces creo que estoy loca… Suelo utilizar
oraciones que me gustaron mucho, cuando hablo
con las personas. Varias veces me ha ocurrido de
decir algo, sin darme cuenta que alguien ya lo
había escrito, y la persona con la que estoy
hablando me pregunta si esto que acabo de decir es
de un libro o un poeta. Le contesto que sí, porque
siempre lo hago. Porque amo los libros y amo leer.
Ese olor particular que tienen las hojas cuando
abrís las tapas… La textura… La emoción de
empezar una historia… La tristeza de que termine.
La decepción que me produce cuando alguno no
me gusta. Y la alegría que siento cuando alguien
me pregunta qué estoy leyendo o cuál puedo
recomendarle. Todo esto, lo aprendí de él. De Rich.
Solo con pensarlo, mi corazón tiembla.
A veces creo que soy como una nena. Una nena
que nunca fui, claro. Creo en los príncipes azules,
en los cuentos de hadas, en los finales felices…
¡Amo los finales felices! Pero acepto cuando un
libro tiene un final triste.
Una vez me dijeron que hay que leer historias
que te dejen marcada para siempre. Que aun que
pasen los años y vuelvas a escuchar o leer ese título,
lo recuerdes. Sin embargo, prefiero los que
terminan bien.
Sí, soy rara. Siempre trato de buscar finales
felices para mí. Porque de todas las relaciones que
tuve, ninguna seria, sabía que iban a terminar mal y
sin embargo seguí. Siempre sigo sabiendo cómo va
a terminar pero supongo que en algún momento
todo tiene que cambiar. Nunca pasa. Los hombres
que me interesan nunca cambian. Nunca son
príncipes azules y nunca me dan un final feliz.
¿Por qué entonces continúo?
-Hola Emma.
Levanto la mirada y me encuentro con el tío de
Olivia. Por ejemplo, sé que nunca tendría un final
feliz con él porque los conozco. Conozco a los tipos
como él.
-Buenas tardes. Hola Oli. ¿Qué libro trajiste hoy?
-Crepúsculo.- Dice sonriendo de oreja a oreja.
-¿Te gustó?
-¡Muchísimo! Es mi libro preferido. Ya quiero leer
los demás.
-¡Así me gusta!- Le digo y subo mi mano para que
choque los cinco. Y Olivia lo hace, encantada.
-Entra que ahora voy.- Miro a su tío.- Te armé una
mesita en una punta. Creo que vas a estar cómodo.
Sonríe y asiente con la cabeza.
-Muchas gracias. Mi hermana no me dejaba traerla
si yo no me quedaba con ella.
-Está muy bien. Sos lindo mientras la acompañas.
¿Sos lindo mientras la acompañas? ¿En serio
acabo de decir eso?
-Perdón.- Me río a carcajadas.- Quise decir que es
lindo que la acompañes.
El tío de Olivia ríe y yo me vuelvo loca.
Entra y le indico la mesa. En seguida se sienta y
saca su computadora, se pone unos lentes y la
enciende.
Camino hacia donde están las nenas y me siento
con ellas. Todas me miran con ojos expectantes.
Ubico a Oli que está sentada atrás de otra nena.
-Oli, unite a la ronda.
Olivia empuja su silla un poco más hacia adentro
con su libro entre las piernas.
-Buenas tardes señoritas.- Les digo.- Hoy tenemos
una nueva integrante que se llama Olivia.
-¡Hola Olivia!- Gritan todas y me hacen reír, porque
esto parece un grupo de auto ayuda o de
alcohólicos anónimos.
-Primero quiero que me digan el título del libro que
están leyendo y después cada una me cuente de
qué trata. De esta forma, las demás conocen el libro
y si les gusta pueden intercambiarlo, prestarlo o lo
que quieran. Bueno empezemos…
Media hora después todas ya dijeron el nombre
de su libro y me dieron una breve reseña del
mismo. Mientras ellas charlan como si fueran
adultas, preparo un vaso de gaseosa a cada una.
-¿Tenes algo para mí?
Me doy vuelta y tengo al “tío”, que le puse así
porque no sé su nombre y él está mirándome el
culo.
-¿Algo como qué?- Trato de sonar un poco
distraída así no se da cuenta de lo que provocó con
su pregunta.
Me hago mucho la cabeza pensando en los
significados variados que pueden tener los
comentarios de los hombres.
-Café, gaseosa, lo que sea.
-Sí, tengo. ¿Qué preferís?
-Café.
-¡Marchando el café!
Diez minutos después me siento frente a él y le
doy su taza.
-¿Qué haces?- Le pregunto, para hablar algo…
-Estoy viendo unos planos… Me tienen un poco
saturado. Siempre es lo mismo. Los modifico pero
nunca parece contento. Ya no sé qué cambiar. Me
parece que le voy a decir que…
-¡No me digas que vas a dejarlo así como así!
-Sí, bueno… Es fácil decirlo cuando…
-¿Tan rápido te rendís?- Le pregunto.
Achina los ojos y me observa. Se tira un poco
hacia atrás y sonríe.
-¿Tenes un minuto?
-Tengo diez.
Me pide que me siente a su lado y yo, encantada
de la vida lo hago, y me siento tan nerviosa como si
acabara de pedirme un beso.
Me muestra la pantalla y… ¡Mierda!
-Es un plano en 3D. Es más fácil que lo veas así.-
Me explica.
Bien. Bueno. Observo que en un mismo espacio
está la cocina con una gran mesada, el living y el
comedor. Hay dos habitaciones que cada una tiene
un baño en suite, un vestidor y una terraza.
Además, hay otro baño pegado a la puerta de
entrada de la casa… En realidad se ve bien pero…
-Te juro que no tengo idea de lo que voy a decirte
pero…
-Por favor, decilo.
-Bueno… En vez de dos habitaciones con un baño y
un vestidor cada una, juntaría ese espacio y haría
una habitación más como para un escritorio o algo
por el estilo, y agrandaría el baño de la entrada…
Separaría con una pared…- Sonrío porque no sé
absolutamente nada de esto.- Perdón, estoy
diciendo cualquier cosa.
Me paro pero agarra mi mano.
-Quiero que sigas.
¡Carajo! Acaba de sonar tan bien que me diga
esto. ¿O estoy loca?
-Bueno… Separaría el baño en dos… Una parte
para el lavado y otra para la ducha y el inodoro.
Y… En vez de hacer dos terrazas para cada
habitación, haría una más grande en el living con
un ventanal enorme.
Me observa tan detenidamente que entro en
pánico. ¿No le gustan mis pecas? ¿No le gusta mi
pelo rojo? ¡¿Qué?! ¿Qué?
-¿Tío?- Le pregunto.
Entonces, sonríe. Acaba de sonreír.
-¿Tío?- Me pregunta, desorbitado.
-Bueno, lo único que sé es que sos el tío de Oli así
que te digo tío.
-Nicolás.- Dice, mientras observa mi cara.- Nicolás.-
Repite.
-¡Nicolás! ¿Qué tal si volvemos a tu palmera?
Sacude la cabeza y sonríe.
-Sí.- Me contesta, riendo. – Es que… Creo que
acabas de salvarme. De verdad.
-Me alegro mucho por eso pero se terminó la hora y
tengo que cerrar y tenes que llevar a esta princesita
a su casa.- Le digo, señalando a su sobrina.
Me paro y voy hacia la salida a despedir a todas
las nenas.
-Emma, decidimos leer el mismo libro todas.
¿Podemos?
-¡Obvio que pueden! Díganme cuál así por lo
menos…
-¡Ya lo leiste! – Me gritan varias y sonrío.
Saludo a la última nena y me doy vuelta. Nicolás
y Olivia están observándome.
-¿Listos para irse?
-No pero tengo que hacerlo.- Dice Olivia, haciendo
puchero.- Te veo el martes que viene.
-Genial, hasta el martes que viene.- Miro a Nicolás.-
Quiero que después me cuentes cómo resultó eso
del plano… ¿Sí?
-Claro. Voy a volver en cuanto me den la respuesta.
Gracias.- Me da un beso en mi mejilla y salen de mi
tienda.
Me quedo como tonta mirando otra vez hacia la
salida.
La alarma en mi cabeza comienza a sonar fuerte
y constante. No, otra vez no. Por favor. Mis oídos se
tapan y un sudor frío se apodera de mi nuca. ¡No!
Capítulo 2
Nicolás.

Mientras grita, tiro más fuerte de su pelo y


eyaculo encima de su culo, masturbándome. Sí, un
buen polvo. Suspiro y sacudo mi cabeza. Desato las
manos de Virginia y voy hacia el baño. ¿Era
Virginia? ¿Verónica? ¿Vera? ¿Vanesa? No lo
recuerdo.
Cuando salgo voy directo a mi escritorio y
enciendo mi computadora. Comienzo a cambiar las
áreas que me marcó la chica de la librería y que
anoté en un papel a penas llegué al resto para
encontrarme con esta chica.
Distribuyo correctamente los espacios desde el
ingreso principal que conecta directamente con la
sala estar y junto a estos una conveniente y
espaciosa cocina abierta integrada al comedor, el
dormitorio principal con un baño, con dos
habitaciones secundarias bien proporcionadas
donde es posible colocar camas de tamaño queen. Y
agrego puertas mamparas en el living con una
terraza para disfrutar una buena visual exterior y
aumentar dramáticamente el espacio de la sala.
Observo el plano 3D terminado y realmente se ve
muchísimo mejor. Pulso enviar.
-¿Pedimos helado?
No. Paso.
-Lo siento, tengo que trabajar. ¿Podes cerrar
vos?
No escucho respuesta pero si escucho el portazo.
Mierda, la habrá hecho giratoria. Suena mi celular.
-¿Hola?- Digo, a penas atiendo.
-Señor Cruz, acabo de recibir su correo con el
archivo adjunto del plano.
-Sí, señor Magadán. Recién lo terminé. ¿Qué le
pareció?
-Bueno, felicitaciones. Mañana a primera hora lo
espero en mi oficina para cerrar el trato.
¡Carajo!
-Por supuesto señor, mañana a primera hora
estoy ahí. Muchas gracias.
-Gracias a usted, señor Cruz, por intentarlo
tantas veces y tenerme tanta paciencia. Buenas
noches.
Y corta.
-¡Sí! Lo tengo.
Estoy a mando del nuevo edificio en Puerto
Madero. Treinta pisos y montañas de dinero para
mí.
Agarro una cerveza de mi heladera y cuando doy
el primer sorbo una pelirroja hermosa aparece en
mi cabeza, mirándome con ojos celestes y
sonriendo con esos labios rosa pálido tan
carnosos… La piel de su pequeña nariz se arruga
junto a sus pecas mientras ríe. ¡Mierda!
Tengo que ir a ver a Emma, sin falta.
Niego con la cabeza. ¿Por qué sí o sí tengo que ir
a verla?
Sólo me ayudó… Bueno, no sólo ayudó. Me dio
ideas que hicieron que me aprobaran el plano y
tengo un contrato millonario en mis manos que sin
duda es por ella.
Además de hermosa es inteligente. Claro que no
manejó términos exactos pero la entendí y… Esto se
dio por ella. Yo iba a declinar la idea. Casi estaba
por rendirme y me dijo que no lo haga.
Definitivamente mañana tengo que ir a verla.

Luego de cerrar el contrato me dirijo a mi oficina.


Tengo una reunión con unos proveedores. Podría
manejarlo directamente Gianpiero pero prefiero
hacerlo yo mismo. Tengo que quedarme tranquilo
de que voy a tener todo lo que necesito dentro de
un mes.
La habilitación del predio ya está en marcha y
seguramente no van a decirme que no con la
cantidad de dinero que voy a darles. Es solo un
trámite simple, que a otros les cuesta meses e
incluso años.
Pero no a mí.

Miro hacia la librería y está apoyada en el


escritorio hablando con un tipo. ¿Quién es? Puede
ser un amigo, o un vecino o… Su novio.
¿Por qué mierda estoy preocupado por su novio?
Entro y mira hacia la puerta, observándome
confundida. Pero no deja de reír.
-Ey.- ¿Se aprueba como saludo un “Ey”?
-Hola Emma.- Es la primera vez que digo su
nombre y suena muy bien. Emma…
Emmmmmmmma.- ¿Podemos hablar?
-Sí, claro.- Mira al hombre frente a ella y él la
saluda con un beso en su mejilla. No es su novio.
Me asiente con la cabeza a mí y sale de la librería.-
¿Qué lo trae por acá señor pelotas?
¿De verdad acaba de decir eso? Sonrío. Ella juega
con mis pelotas.
-Bueno, vengo a felicitarla. Gracias a sus
sugerencias cerré el contrato.
Abre mucho los ojos y sale de atrás del escritorio.
¿Qué hace? Se acerca a mí y pasa sus brazos por
mis hombros y me abraza.
¡Me está abrazando!
Me quedo duro como una piedra pero… Se
siente tan bien estar entre sus brazos. Dudo, pero
paso mis brazos por su cintura fina y delicada y la
aprieto. ¡Carajo!
Como si su cuerpo me quemara vivo, me separo
y parece que ella no se diera cuenta porque sigue
sonriendo. Muestra sus dientes perfectamente
blancos.
-¡Tenemos que celebrar! Wow. Mira si te
rendías. Menos mal que estaba yo para ayudarte.-
Dice, exagerando el tono de su voz.- Tengo cerveza.
¿Queres una?
-Sí, obvio.- Le contesto sin dudar.
Se da media vuelta y la observo mientras sube
unas escaleras. Tiene un jean chupin tan rojo como
su pelo, una remera verde manga larga y unas
zapatillas Adidas azules con tres tiras blancas en el
costado. ¿Por qué una persona se vestiría de esa
forma? ¿No le interesa estar a la moda? Estamos en
pleno invierno y estos colores definitivamente no
son de esta temporada.
¡Vamos! No soy un sabelotodo de la moda
femenina, pero estoy con muchas mujeres que no se
visten así. Supongo que a ella no le gusta, o no le
interesa. ¡Qué mierda me importa!
Cuando baja, tiene dos botellitas de cerveza
Corona en cada mano.
-¿Dónde vas a hacer la casa?
¿Casa? ¿Qué casa?
-¿Perdón?
-Digo, en qué zona vas a hacer esa casa. La del
plano.
-Ah, no, no. No es una casa. Era el plano de los
departamentos. Es un edificio. El plano
corresponde a cada piso.
-¡Mierda! Bien. ¿Cuántos son? ¿Cuatro, cinco?
-Eh, no. Son treinta.
-¡Mierda!- Vuelve a decir y río.- Eso es mucho
dinero.
Saca de un cajón un encendedor y destapa las
botellas. ¿De verdad acaba de hacer eso?
Definitivamente no se parece a ninguna de las
mujeres con las que salgo.
-Por tu nuevo contrato. ¡Salud!- Choca su
botella con la mía y le da un sorbo largo.
-Gracias.- Le digo, mientras le doy un sorbo a la
mía sin poder creer en esta mujer. Ni siquiera mi
hermana alguna vez brindó conmigo por un nuevo
contrato. Aun que, tampoco le cuento sobre mi
trabajo.
-¿Le contaste a Oli? Seguramente estará muy
contenta por su tío.
Frunzo mi cara. No, ¿por qué tendría que
contarle? Ella es la primera que lo sabe, además de
mi secretaria. Que ni siquiera cuenta.
-No, la verdad es que sos la primera que lo sabe.
-¿De verdad? Pero, ¿por qué? Tendrías que
contárselo a toda tu familia. A tus amigos… Digo,
esto es buenísimo. Cuando compré la librería no
podía aguantar las ganas para contárselo a todos.
-Supongo que somos diferentes. No estoy
acostumbrado a contar mis cosas…
-Bueno, tendrías que hacerlo.- Dice, muy
segura.- Esto es muy bueno. ¿No estás contento?
Sí, estoy contento porque como dije antes es un
contrato millonario pero ni siquiera se asemeja a la
felicidad, es un trabajo más.
-Definitivamente somos muy diferentes. Sí,
estoy contento pero es… Normal.
-¡Oh vamos! No puedo creer que esto no
signifique alegría y emoción para vos.
-Simplemente no lo veo de esta forma.- Le
contesto, porque no sé qué decir. ¿Tanto por un
contrato?- Solo suma algo más a mi carrera.
-¿Sólo suma algo más? Sos un idiota.
¡¿Qué?!
-¿Perdón?
-Sos un idiota. No puedo creer que me digas
algo así. Tenes que empezar a vivir mejor y tomarte
las cosas de otra manera. Sí, es mucha plata pero
esto significa…- Duda y niega con la cabeza.- Lo
que sea… Somos diferentes.
Parece un poco desilusionada. ¿Por mí?
-Perdón, es que, estoy un poco acostumbrado a
que me vaya bien.
-Aaaaaah, dejemos la humildad para otro
momento.
Me río sin poder creer en las cosas que dice esta
mujer.
-¿Crees que no soy humilde?
-Claro que no lo sos. Si lo fueras estarías
gritando y saltando de la alegría por tu nuevo
trabajo. Creo que no te das cuenta de la magnitud
de las cosas. Tendrías que pensarlo más.
Bien. Ahora va a decirme lo que tengo que hacer
y cómo tengo que pensar.
-Muy bien señorita, entonces dígame usted
cómo tendría que festejar.
-Bueno, no sé… Salir a cenar con tu familia, con
tu sobrina, con tu novia… ¡Te mereces una noche
de mucho sexo! ¡Acabas de firmar un contrato!
¿Una noche de mucho sexo? ¿Con ella?
-Creo que no escuché bien.- Aclaro mi
garganta.- ¿Una noche de mucho sexo?
-Sí, bueno, yo lo festejaría de esa forma.
Por un momento me la imagino atada de pies y
manos en mi cama, chupándole su concha y…
-Mierda.
-¿Qué?- Me pregunta, sobresaltada.
-No, nada… Nada.- ¿Qué mierda?
-Bueno, este tema no te divierte. Hablemos de
otra cosa.- Me pide.
¿Es mi imaginación o usa muchas veces la
palabra bueno?
Se sienta en la punta de su escritorio y me
observa.
-¿Cuánto hace que tenes esta librería?
-Mmmm… En realidad era de mi papá. Unos
años después de que murió, vendí la casa y compre
el local porque no me querían renovar el contrato.
Y Rich siempre quiso comprarlo pero nunca pudo.
Así que, lo compré en 2013.
Mi corazón se ablanda por un momento y tengo
ganas de decirle que siento mucho lo de su papá
pero no salen las palabras.
-¿Y tu mamá que dijo?
-No hay mamá.
Dios, pobre mujer.
-¿Los dos murieron?- Me animo a preguntar.
-No. Solo mi papá. Es complicado y una historia
muy larga.
-Bueno, creo que tengo mucho tiempo.
Podríamos festejar mi contrato conociéndonos un
poco…- ¿Qué mierda acabo de decir?
Sonríe y niega con la cabeza.
-Bueno… Pasé la mayor parte de mi vida en un
hogar y cuando cumplí once viví de casa en casa,
pero creo que ninguna de esas familias se encariño
lo suficientemente conmigo como para quedarme.
Hasta que a los quince me tocó vivir con Rich y un
año después me adoptó. Y en 2008 murió de cáncer.
¿Cómo pude ser tan bruto?
Mierda.
Siento unas ganas enormes de abrazarla y
apretarla contra mi cuerpo.
-Lo siento mucho.
-Sí, yo quería mucho a Rich.
¿Piensa que se lo digo solo por él?
-Quiero decir que lo siento por todo…
-Oh no, por favor. Ya pasó.- Dice, con una
sonrisa.
¿Por qué sonríe?
Como no sé qué decir, no hablo.
-Hice relleno para unas empanadas de carne, si
queres podemos seguir festejando con cerveza y
comida.
¿Comida casera? Claro.
-Sí, me gustaría.- Le contesto y sonríe más.
-Estás de suerte porque hoy cierro temprano.
Así que bajo las cortinas y vamos arriba.
Se da media vuelta y camina hacia la vidriera.
Tira de una correa y la cortina de metal baja hasta
el piso. Sería mejor si fuera eléctrico, así no haría
tanta fuerza. Podría comprarle uno… Sí, por qué
no.
Apaga las luces y solo deja encendida la dicroica
que ilumina su escritorio. Me pide que la siga y
subimos una escalera caracol de hierro fundido.
Cuando llego a la cima, me quedo como estúpido
mirando todo.
Su casa es del mismo tamaño que su pequeña
librería. Las paredes son de ladrillo a la vista y tiene
fotos en marcos colgadas por todos lados. No hay
división de ambientes. Caminando cuatro pasos
llegaría de su cocina a su colchón apoyado en el
piso, y haciendo cuatros pasos más estaría sentado
arriba de un almohadón frente a su mesa ratona.
Tiene alfombras de muchos colores, y el acolchado
de su cama es violeta con estrellas blancas. Tiene un
pañuelo rojo tapando el velador que está en el piso.
-¿Te gusta?
No.
-Emmmm… No es mi estilo.- Le contesto.
-Lo sabía. Solo quería saber si eras capaz de
contestarme la verdad.
-¿Por qué te mentiría?
-No lo sé.- Contesta, distraída mientras hace el
repulgue de las empanadas.
-Así que…- Le digo, tratando de sonar lo más
dulce posible.- Tuviste muchos papás y muchos
hermanos.
-Sí, algo así.
-¿Y qué hizo que Rich te adoptara?
Una sonrisa juguetona se dibuja en sus labios.
Como si con solo mencionar a su papá su corazón
brillara.
-Yo le di vida.
¿Cómo?
-¿Qué queres decir con que le diste vida?
-Bueno, él antes era… Oscuro y yo lo iluminé.
-¿En qué sentido?
Ríe y… Gracias a Dios se toma esto con gracia.
-Rich era… Raro. No de la forma en que tal vez
te imaginas, sino que en su vida no había colores,
todo era gris y negro… Y azul oscuro, a veces.
Cuando llegué yo, cambió.
-¿Empezó a vestirse como un hippie?
Comienza a reírse y niega con la cabeza.
La observo y tiene su pelo tan colorado como un
camión de bomberos, atado en un rodete bien
arriba y varios rulos se quieren escapar. Observo
sus pies que cambian el peso de su cuerpo de uno
al otro, como si estuviera nerviosa. Pero no lo está.
¿O sí?
La miro directo a su cara y me está observando.
Mierda.
Sus ojos color celeste cielo tienen un brillo
sobrenatural… Y sus pecas, tanto en la nariz como
en sus pómulos la hacen parecer una nena.
-No me visto como una hippie.
No, de verdad que no.
-No.- Le contesto riendo.- Así que lo cambiaste.
-Sí. Creo que él empezó a vivir cuando llegué
yo. Y claro que yo también.
-Él fue el único que quiso quedarse con vos.- Al
segundo que salen las palabras de mi boca me
arrepiento. Era un pensamiento. No quiero que se
sienta mal. Mierda.- Perdón…
-No, no me pidas perdón.- Dice, poniendo la
bandeja en el horno.- Es la verdad. Nunca llegué a
ser alguien tan especial como para que otra familia
quiera quedarse conmigo. Solo Rich me quiso.
Siento mucha pena por ella. De verdad.
Me imagino a una nena de la edad de mi sobrina
y mi corazón se encoje. Seguramente era una nena
tan hermosa… Colorada con ojitos celestes. ¿Por
qué nadie la quería? ¿Por qué nadie querría
adoptarla? Dios mío. Lo que habrá sufrido esta
chica… Con razón hace un rato hacía hincapié en
festejar… Ella es pura alegría. ¿Siempre habrá sido
así?
-Ey, no te pongas melancólico por mí.
-Es que… Solo de pensarte cuando eras una
nena, me…
-No. No lo pienses. Ahora soy una mujer y estoy
bien. Además, Rich me dio todo lo que siempre
quise.
-¿Qué es lo que siempre quisiste?
-Amor…- Me contesta, suspirando.
Y ahí está la palabra. Amor. Cuatro letras que
para ella lo son todo y que para mí, significan
absolutamente nada.
-Ya veo.- Le contesto.
Abre dos botellas más de cerveza y se sienta en
unos de los tantos almohadones que están en el
piso, alrededor de la mesa ratona. Dejo la campera
de cuero sobre un almohadón y me quito el saco
del traje, apoyándolo arriba de la campera y me
siento junto a ella del lado de la pared.
-Cuando era chica solo buscaba que alguien me
quiera… Siempre hice cosas para que al fin esos
padres que me habían tocado por un tiempo, se
encariñen conmigo pero… Siempre terminaban
encariñándose con alguien más. Nunca era yo. Así
que, Rich me dio eso y mucho más.
Mi corazón se quiebra cada vez un poco más,
mientras ella sigue hablando. Pero, no puedo
decirle que no lo haga.
-Yo…- No sé si podré decirle esto.- Podemos ser
amigos.
-Muchas gracias señor por ofrecerme su
amistad. Pero pensé que ya lo éramos.- Contesta
riendo.- No estoy sola. Tengo amigas y amigos. Soy
una persona sociable.
-Sí, me di cuenta de eso. Sin embargo, quiero
que sepas que acá tenes a un amigo. Para lo que
sea…
Inclina la cabeza hacia un costado y sonríe.
-Gracias, es lindo saberlo. Y acá también tenes
una amiga, para festejar todos tus logros.
Choca nuestras botellas de nuevo.
¿Cómo lo hace?
¿Cómo hace para ser feliz con toda la mierda que
vivió?
Por eso ayer me dijo que no me rinda.
-Vos nunca te rendiste.
Niega con la cabeza, afirmando lo que le dije.
Entiende perfectamente lo acabo de decirle.
-Jamás. Sabes, siempre sentí que mendigaba
amor, como si mendigara un pedazo de pan. Pero
mi papá me hizo cambiar… Por eso te digo que
empecé a vivir cuando él me adoptó.
-Es triste que se haya ido tan pronto.- Le digo.
Me observa con unos ojos tan dulces que me dan
ganas de abrazarla. Parece una nena… Su carita es
de una nena.
-Sí. Es verdad… Me hubiese gustado compartir
más. Vivir más… Más anécdotas, más risas, más
abrazos, más fotos, más momentos… Pero, el
tiempo que estuvo conmigo me cambió la vida y
estoy feliz por eso. Al principio pensaba que una
parte de mí se había ido con él, pero después
entendí que una parte de él se había quedado
conmigo. Porque parte de lo que soy hoy, es por él.
¡Dios! ¿Cómo es posible que diga cosas tan
profundas sin llorar? Yo en su lugar, estaría
llorando como un marica.
¡Mierda! ¿Qué me pasa? ¿Desde cuándo pienso
de esta forma?
¿Es por ella?
-No sé de dónde sacas tanta fuerza, para ser
sincero.- Le confieso.
-Yo tampoco.- Levanta sus hombros y los
vuelve a bajar.- Bueno, contame algo de vos.
¿De mí? No hay nada que contar.
-Tengo a mis papás vivos.- Idiota, ¿cómo vas a
decirle eso?- Es decir, que los tengo… Bueno, vos
entendes.- Se ríe y eso me alivia.- Tengo una sola
hermana que está casada con mi mejor amigo.-
Abre la boca y se la tapa con una mano.
-¡No me digaaaaaaas! Contame esa historia. ¿Es
de amor, no?
¡Carajo! ¿Por qué se emociona por una tonta
historia?
-Sí, creo. Emi y yo fuimos toda la vida juntos a
la escuela y también a la universidad. Cuando
terminamos la carrera, me enteré de que hacía cinco
años salía con mi hermana y yo nunca me di
cuenta. Era raro que él nunca estaba con una chica
y yo sí. Pensé que era gay.- Se ríe y niega con la
cabeza.- Por un lado me puse contento cuando me
enteré que salía con Guadalupe, pero por el otro,
estaba perdiendo a mi amigo… Pero no, al
contrario, acababa de ganar un cuñado y mi
hermana un gran hombre. Él es… Es muy bueno y
estoy feliz por ellos. Se llevan muy bien.
-Aaaaaaaaay. ¡Me mueroooo de amor!
Me río tan fuerte que me desconozco.
-Te encantan, ¿no?
-¿A quién no le gustan las historias de amor?
A mí.
-A muchas personas no le gustan.- Le contesto.
-A vos, por ejemplo.
-Si… Bueno, no me llevo muy bien con el amor.
-¿Por qué?- Me pregunta, mientras se para y va
a buscar las empanadas. La observo mientras las
pone en una bandeja y las trae a la mesa, con dos
botellas más de cerveza.
-Es que… No soy un hombre fiel.
Se me queda mirando con la boca abierta.
-¡¿Por qué?!- Me pregunta, casi gritando.
Porque me encantan las mujeres. Todas…
-No soy un tipo que pueda comprometerse…
No sirvo para esas cosas.
-¿Por qué?
Creo que está desilusionada por segunda vez en
toda la noche.
Me paso las manos por la cara… ¿Por qué tiene
que hacer tantas preguntas? Se parece a Oli.
-No lo sé… ¿Alguna vez escuchaste que hay
hombres que no son de una sola mujer?
-No me digas eso… Acabas de partir mi
corazón.- Me contesta, con una mano en el pecho.
-¡Vamos! Soy hombre… Los hombres hoy por
hoy no quieren compromisos.
-Hay algunos que sí.
-Bueno, yo no. No sirvo para eso.
-Menos mal que somos amigos.- Se pone
colorada al segundo.- Perdón. No quise decir algo
así… Es que, odio a los hombres como vos.
-Me odias a mí, entonces.
Niega con la cabeza y le da un mordisco a una
empanada. Mientras que agarra otra y me la ofrece.
La pruevo y…
-Mmmmmm… Está riquísima.
-Gracias.- Dice, en voz baja.
-Emma…- Trago y tomo un sorbo de cerveza.-
No me odies.
Capítulo 3
Emma.

Es como si una parte de mi, me estuviese


reprochando algo… Es decir, yo sabía cómo era él.
A penas lo vi. Pero, por alguna razón pensé que me
estaba equivocando.
-No te odio.- Le respondo, tratando de sonar
segura.
-Bueno, acabas de decir que odias a los tipos
como yo.
-Es que no entiendo cómo no podes ser capaz de
amar a alguien… Tenes que quererte mucho a vos
mismo, ser un hombre egoísta, que solo usas a las
mujeres para tener sexo y eso…
-Bueno… Soy un poco así.- Me confiesa y arruga
su seño.
-¿Por qué?- Le pregunto, con mi mayor intriga.
-No lo sé. Estuve con muchas mujeres pero
nunca ninguna me hizo sentir tan bien como para
verla de nuevo.
¿Me está diciendo que tiene sexo solo una vez
con cada mujer?
-No entiendo.- Le respondo.
-Conozco a alguien y… Cogemos. Perdón…
Tenemos sexo.
-No me interesa que digas coger.
Ríe y niega con la cabeza.
-Bueno, cogemos y después no la vuelvo a ver.
No me interesa seguir con una relación.
-¿Con cuántas estuviste?
Se pone pálido y me arrepiento de mi pregunta.
-No sería correcto hablar de esto.
Oh sí que lo es. Que me diga con cuántas así deja
de gustarme y solo pueda verlo como un amigo
más.
-¿Muchas?
-No sé a qué te referís con muchas. Vos
seguramente también habrás estado con varios
hombres y no pienso preguntarte con cuántos…
-Con cuatro y siempre estuve en una relación
con ellos hasta que me demostraban que eran como
vos.
Se atraganta con una empanada y me hace reír.
-Con razón nos odias.
-No digas “nos odias” porque no estuve con
vos. Y sí, por eso el odio.
Suspira.
-Tenía razón cuando dije que somos muy
diferentes.

Después de dos horas más, siete cervezas cada


uno y una botella de Campari con jugo de naranja,
estoy un poco borracha y si sigo así, voy a terminar
mal.
Lo observo y está tan despeinado que me vuelve
loca. Y su camisa blanca está arremangada. ¡Dios!
Esa camisa debería estar tras las rejas.
-¿De dónde sacas tanta bebida alcohólica?
-Magia…
Ríe y niega con la cabeza.
-Voy a tener que reponer todo lo que nos
tomamos.
-Otro día me invitas vos. Aun que no creo que
festejemos nada… Yo no suelo firmar todos los días
un contrato millonario.
Ríe de nuevo y voy a morir si lo sigue haciendo.
Tiene que tener en cuenta mi estado de borrachez.
-Sos increíblemente hermosa. De verdad. Me
gusta tu pelo… Así todo rojo caliente…
Creo que él también está un poquito borracho.
-¿Rojo caliente?- Le pregunto y me río.- Nunca
te vi tocarte una bola cuando me viste.
Larga una carcajada hermosa.
-Decime que no es verdad… Decime que las
personas no siguen haciéndolo.
-Sí que lo hacen. Me ven y se tocan un huevo o
una teta. Es horrible. Me hacen sentir una
alienígena.
Vuelve a reír y me tiraría encima. Por más que
sea un mujeriego de mierda.
Sube su mano y toca mi pelo, que hace un rato
solté. El rodete me estaba haciendo doler la cabeza.
Más me duele ahora cuando siento sus caricias.
-Tus rulos también son lindos.- Dice, riendo.
-Que detalle. Voy a tenerlo en cuenta.
Su mano viaja a mi boca y pasa su pulgar por mi
labio inferior, rozándolo muy despacio. Su boca se
abre unos centímetros. ¿Me querrá besar?
Esto de tomar no nos hizo muy bien. Vamos a
terminar mal. Si sigue tocando mis labios, voy a
terminar mal. Mal, mal, mal.
-Tu boca también es linda…
-¿De verdad?
¡Le gusta mi boca!
-Sí… Y tus ojos… Nunca vi ojos tan turquesas…
-Me estás haciendo sentir rara.
-Sos la cosa más rara y hermosa.
Listo.
Saco su mano de mi boca y me abalanzo sobre
él.
-Em…- Dice, pero ya es tarde.
Mis labios se pegan a los suyos y lo beso tan
desesperada como si me dijeran que es el último
beso de mi vida. Siento sus manos que acunan mi
cara y abre su boca, dándome paso libre.
Es un ida y vuelta. Nos saboreamos. Nos
chupamos. Nos mordemos. Jugamos con nuestras
lenguas, como si fuera una carrera de quién empuja
más fuerte.
Una de sus manos me agarra de la cintura y me
sienta encima de él, rozando su bulto contra la tela
de mis jeans que cubre mi vagina. Pasa su mano
por mi espalda y la pasea de arriba abajo, mientras
que la otra tira de mi pelo… Es un dolor fascinante
que me vuelve loca.
Cabalgo sobre él de tal forma que creo que
podría tener un orgasmo…
¿Qué estoy haciendo?
-No…- Digo, mientras trato de zafarme pero no
me deja.- No.- Hablo contra su boca pero no me
deja de besar.- No podemos…
-Sí… Podemos…- Está agitado y claro que
podría.
-No…- Me separo y con mis manos agarro sus
muñecas. Las observa y me mira, directo a los ojos.
Y esto es peor, ahora hay más deseo en sus ojos.-
No puedo…
-¿Por qué?- Dice, mientras vuelve a mirar sus
manos.
-Porque me convertiría en una más para vos y
no quiero… Somos amigos.
Cierra los ojos y apoya la cabeza contra la pared.
Suspira y le comería la boca de nuevo, si no fuera
porque de verdad sería una más en su lista.
Abre los ojos y me observa y vuelve a mirar sus
muñecas encerradas en mis manos. Creo que le
molesta así que lo suelto y rápidamente me agarra
la cabeza con sus manos y me besa de nuevo.
-Un beso más… Nada más… Solo un beso…
Y lo beso. Porque también quiero un beso más.
Y lo hago como si mi mundo girara en esto. Pero
haría más. Mucho más. Porque lo siento duro
debajo de mí y porque sin tocarme, sé que estoy
empapada y prendida fuego. Sé que si me pidiera
que tengamos sexo lo haría. Pero terminaría
arrepentida.
Igualmente mañana cuando me acuerde de esto y
cada vez que lo vea, me voy a arrepentir de no
haberlo hecho.
Sus dedos se clavan en mi espalda mientras me
devora la boca y no me deja respirar. Mete sus
manos bajo mi remera, tocando mi piel… ¡Carajo!
Lo hace tan bien…
Me retuerzo del placer y me balanceo sobre él,
sabiendo que estoy empeorando las cosas.
Ahora es él quien agarra mis muñecas y tira de
mis brazos hacia atrás. No puedo moverme pero no
puedo dejar de besarlo. Tiene gusto a Campari, a
jugo de naranja, a cerveza…
Deja mi boca y besa mi cuello, pasando sus
labios, mordiendo y chupando… Y no puedo
moverme.
Tengo que terminar con esto.
-Basta…- Le pido, sin aliento.- Nicolás… Por
favor… Por favor…
Deja de besarme y me mira. Sus labios están
hinchados y rojos. Tira de mis manos hacia delante,
agarrando mis muñecas.
-Quiero que mires esto…
Estoy confundida y tengo mis manos delante de
mí, y él sostiene mis muñecas apretándome muy
fuerte, casi cortándome la circulación.
-No entiendo…
-¿Te gusta? ¿Te gusta no poder manejar tus
manos?
Bueno… Creo que una siempre tiene la fantasía
de que alguien la ate y le haga absolutamente todo.
Pero, que me pase ahora, me da un poco de miedo.
¿Es esto seguro?
¿Quién lo conoce? ¿Y si me hace algo?
Niego con la cabeza, confundida.
-¿No te gusta?- Me vuelve a preguntar, agitado.
-Un poco…- Le contesto, con la verdad.
Vuelve a besarme y yo me separo.
-No… Basta.
Me libero de sus manos y me paro. Camino por
el poco espacio que tengo, pensando… Se para
frente a mí y me observa, directo a los ojos.
-Voy a irme antes de que haga una locura.
Me da un último beso, se separa y baja las
escaleras.
¿Qué fue todo esto?
Voy corriendo hacia abajo.
-Tengo que abrirte.
Me mira y creo que tiene ganas de besarme de
nuevo.
Subo un metro la cortina y le abro la puerta de
vidrio. Salimos afuera y en la calle no queda un
alma. Lo miro y se está poniendo una campera de
cuero negra que con el traje oscuro le queda
preciosa. Se para frente a mí y toca mis labios de
nuevo.
-Están tan rojos… Como tu pelo.
Se da vuelta y se sube a una moto. ¡¿Qué?!
¿Vino en moto?
La enciende y el motor cruje. Una moto negra
divina y él un modelo de revista. Acelera despacio
y baja del cordón de la vereda hacia la calle.
-¿Y el casco?- Le pregunto.
-Entra y cerrá la cortina. Te espero.
Me doy media vuelta y entro a mi librería. Cierro
la cortina y escucho como el ruido desaparece a
medida que se aleja.

Cuando estoy acostada en mi cama y se me


cierran los ojos, sueño con labios rojos e hinchados
que me besan… Con manos que agarran mis
muñecas y no me sueltan… Con botellas de
Campari… Con camisas blancas… Con motos
negras… Con él.
Están tan rojos… Como tu pelo.

No tendría que haber tomado tanto. No tendría


que haberlo besado. No tendría que haber soñado
con él. No tendría…
-Hola Emma. ¿Tenes “Orgullo y Prejuicio”?
-¿Qué pregunta es esa?- Le respondo,
indignada.- ¿Y cómo puede ser que todavía no lo
leíste?
María se ríe.
-Es que siempre que estuve por comprarlo, me
recomendabas otro.
Voy hacia la parte de Novelas y agarro el libro.
Lo pongo en la bolsita y se lo doy.
-¿Cuánto es?
-Doscientos cincuenta.
Me paga y se sienta en el borde de mi escritorio.
-¿Todo bien? Te veo cansada.
-Sí, es que ayer me acosté tarde. Y tomé un
poco… Bastante.
-Bueno, que lo hagas una noche no te va a hacer
mal. Y eso se llama resaca.
Sonrío. Resaca y calentura.
-Me voy.- Me da un beso y sale de la tienda.
Suena la campanita y entran seis chicas. Creo que
ya vinieron una vez.
-Buen día chicas. Cualquier cosa, me llaman.
-Gracias.
Empiezan a caminar por toda la librería y
algunas ya tienen varios libros en las manos. Voy
hacia el cajón del escritorio y agarro cuatro
sahumerios. Los prendo y los reparto por el lugar.
Un rato después, están todas frente a la caja con
varios libros y no puedo contener mi emoción.
“Camino al placer” de Anabella Franco, “En ángel
roto” de Gloria V. Casañas, “Los noventa días de
Genevieve” de Luncinda Carington, “La sociedad
Juliet” de Sasha Grey, “Todo o nada” de Rane Miller,
“Luna de agosto” de Laura Kinsale, “Malas
intenciones” de Anna Karnie, entre otros.
-¡Wow!- Grito.- ¡Increíble! Amo todos estos
libros. Les juro que se los regalaría pero perdería
muchísima plata.
Todas ríen y me empiezan a preguntar qué me
parecen estos libros. Y les cuento mi verdad.
Historias de amor y de secretos que me
conmovieron. Y que los leí en pocas horas. Porque
una vez que empiezo a leer, no puedo dejarlo.
Se retiran de mi librería con hermosas sonrisas
que llegan a mi alma.
Sé que son solo libros, historias y que ninguna es
cierta. Pero, creo que en algún momento también
voy a tener mi propia historia de amor y la voy a
contar.
Los hombres hermosos, inteligentes y
apasionados no siempre están en los libros, también
están en la vida real y a mí me va a tocar. Algún
día… Lo sé.

Son las cuatro de la tarde y entra Camila a la


librería hecha una furia.
-Primero hago café. Esperame.- Le digo,
mientras subo las escaleras y lo preparo.
La máquina de café solo la enciendo los días
sábados a la noche que es cuando más lo uso. Los
días de semana rara vez me piden uno. No es que
mi tienda no sea acogedora y tranquila para
quedarse leyendo un libro mientras se toman un
café. Pero, no armo mesas los días de semana.
Cuando bajo, está sentada en la punta del
escritorio.
-Bueno, ahora sí. ¿Qué pasó?
-¿Podes creer que Federico se está hablando con
una minita por Facebook?
-¿Se lo revisaste de nuevo?
-Sí.
-¿Y qué habíamos dicho sobre eso? El que busca
encuentra amiga, y siempre que buscas encontras.
-Pero…
-Pero nada. Hay dos opciones. La primera
dejarlo y que se coja a todas las minas que quiera
porque está soltero. O la segunda, bancarte todas
sin decirle nada. Ya te demostró que no podes
confiar en él, por más que sólo hable y se haga el
gato. Porque sabemos que perro que ladra no
muerde. Y él, lamentablemente es así.
Pega un grito que me hace saltar.
-Voy a dejarlo.
-Me parece bien.- Le contesto porque es lo mejor
que puede hacer.
-No… No voy a dejarlo.
-Me parece bien.- Le contesto porque sé que
nunca lo va a dejar, haga lo que haga.
-¡No me estás ayudando!- Me grita.
-Vos no me estás ayudando a mí. Cada vez la
haces más difícil.- Le retruco.- Ya no sé qué decirte.
Suena la campanita y nos damos vuelta las dos al
mismo tiempo. Y me quedo congelada. Hecha un
cubito de hielo. ¿Qué hace acá y quiénes son esos
dos hombres que vienen con él?
-Ey.- Dice y al segundo frunce su cara. Se acerca
y me saluda con un beso en mi mejilla.- ¿Cómo
estás?
-Bien.- Le contesto, confundida. ¿Qué hace acá?
-Sé que no tuve que hacerlo pero tenía un
equipo tirado en mi casa y no lo usaba… Ellos lo
van a instalar en un segundo y se van a ir. Y yo
también.
¿De qué mierda está hablando?
-No entiendo.- Le digo.
-La cortina.- Se da vuelta.- Muchachos,
empiecen.
-Nicolás.
-Es un segundo…
-Acompañame arriba. Ahora.
Subo la escalera y lo escucho que viene tras de
mí. Cierro los ojos imaginando la cara de Camila.
Llegamos arriba y me doy vuelta.
-Estoy muy enojada.
-Lo sé.- Me contesta, muy serio.
-Tenes que pedirme permiso antes para hacer
una cosa así.
-Lo sé.- Vuelve a contestar, más serio que antes.
-¡No podes venir acá e instalar un motor para
mi cortina! Me gustaba subirla con mis manos.
-Lo sé.
-¡Estas cosas no se hacen!
-Lo sé.- Se acerca un poco más a mí y me agarra
de los hombros.- Pero es muy inseguro que lo
cierres vos sola a la noche. Podrían entrar y… Es
solo un regalo. Y quiero que lo aceptes.
-No puedo.- Digo, negando con la cabeza y
alucinada al mismo tiempo por este mimo que
acaba de darme.
Haciendo esto me confunde. Me confunde
muchísimo. Me está cuidando y no quiero que lo
haga.
Suspira y se pasa las manos por la cara.
-Sé que no debí hacerlo pero si te lo preguntaba
ibas a decirme que no.
-Pero… ¿Por qué? ¿Por qué harías algo así por
mí? Ni siquiera me conoces.
Inclina la cabeza hacia la derecha y sonríe.
Oh no… No, no, no.
-Te conozco y porque lo hago, quiero ayudarte.
-No me estás ayudando.- Está empeorando las
cosas, me gustaría decirle.
-Por favor… Es solo un motor.
Suspiro y asiento con mi cabeza.
-Está bien.- Le contesto.- Gracias. Es un gesto
muy lindo. De verdad.
Me acerco, paso mis brazos por sus hombros y lo
abrazo.
Uno. Dos. Tres. Me abraza él también. Cuatro.
Cinco. Seis. Siete. Ocho… Se separa.
-Tengo que volver a la oficina.- Dice, un poco
confundido.- Ellos no van a tardar mucho y ya está
todo pago.
-Dijiste que era un motor que tenías en tu casa.
Sonríe de oreja a oreja.
-Si lo dije es porque debe de ser verdad.
Se da media vuelta y baja. Lo sigo y cuando llego
al pie de la escalera tengo a una Camila
observándome, sin poder creer la situación frente a
ella.
Veo que Nicolás habla algo con los tipos y sale de
la librería.
-¿Qué me perdí?- Me pregunta Cami.
-Es el tío de una de las nenas de los martes. Y
pegamos buena onda… Ayer cenamos arriba,
tomamos algo y después se fue. Se ve que le daba
miedo mi cortina tirada a mano.
-¿Y se fue? ¿No hicieron nada más?
-Nos besamos… Pero nada. Él es… Un
mujeriego empedernido que no puede ser fiel ni
con su propia sombra.
-Mierda. Es lindo. Y una lástima.
-Sí, de verdad. Y es buen tipo. Pero mujeriego.-
Le digo, mientras observo a los hombres. Me acerco
a ellos.- ¿Quieren un café?
Se miran entre sí.
-Por favor.- Dice el más mayor de ellos.
Al ratito vuelvo con dos tazas de café bien
calientes.
-Se las dejo acá. Cualquier cosa, me avisan.
-Gracias.
Vuelvo a mi escritorio y me quedo sola, porque
Camila tuvo que volver a su local de ropa. Saco del
cajón mi trapito y comienzo a limpiar las
estanterías para matar el tiempo.

*¿Y?
Miro el mensaje de texto que acaba de llegarme.
¿Quién puede mandar un “y”?
Obviamente no voy a contestar porque no sé
quién es.
Mientras ordeno los nuevos libros que acaban de
llegar, que por cierto son casi las ocho de la noche.
Un poco tarde se acordaron de mí, como siempre…
Escucho a Ricardo Arjona, mi cantante preferido en
todo el mundo.
Amo ir a verlo cuando viene para Argentina.
Hace dos años fui tres veces… ¡Tres! Estaba
enamorada.
-Te sabías el popurrí del kamasutra y
burlábamos la ley de gravedad. Intentábamos de
todo sin preguntas y mentíamos con toda
honestidad. No había reloj ni presupuesto, la piel lo
que traíamos puesto y nos bastaba. Besos y
croissants por desayuno, sudor, gimnasia y piel
para cenar. Homosapiens en pleno silo veintiuno,
trogloditas del amor al natural. Se nos dio un
fideicomiso por unos días el paraíso para los dos.
¡Cavernicolaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!, ¡Eso
fuímoooooooos! Sin patria, sin futuro, sin hogar.
Éramos dos y nos bastaba, quién sabe Dios que nos
gustaba… ¡Vivir asíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
El volumen de la música se baja y me doy vuelta,
segura de que me voy a encontrar con Camila. Odia
a Arjona.
-¿Por qué siempre tenes que…
Otra vez. Segunda vez en el día que viene. ¿Es
costumbre o qué? Ya me está dando un poco de
miedo.
-No contestaste mi mensaje.- Dice, mientras me
muestra una bolsa con botellas de cerveza Corona.
-Bueno, creo que vos tampoco contestarías si te
envían una “y”… Puede significar muchas cosas.
Me acerco y lo saludo con un beso. Cuando me
alejo me mira de arriba abajo, y sonríe. Si se está
burlando de mi vestido azul con lunares blancos,
saquito de hilo rosa fucsia y zapatos amarillos, voy
a matarlo.
-¿Algo para decir?- Le pregunto, mientras con el
encendedor destapo las botellas.
-Estás muy linda.
-Amigos… Vamos a ser amigos. Punto final.
Asiente y le da un sorbo.
-De eso quería hablar… Perdón. Se me fue la
mano.
Una imagen viene a mi cabeza al escuchar
mano… Recuerdo que me agarró de mis muñecas y
me preguntó si me gustaba. No me animo a
cuestionarle por qué lo hizo.
-Sí, a mi también. Yo fui la que empecé así que
es mi culpa. ¿Amigos?
-Totalmente amigos.
-¿Por qué bajaste el volumen?
-Porque no sabía quién cantaba peor si vos o el
muchacho.
-Yo canto bien y el muchacho, Ricardo, canta
mejor.- Le contesto. Sonando ofendida.-
Tendríamos que ir a un karaoke, creo que moriría
de risa con vos. Siempre y cuando, si estamos un
poco entonados. Sobria ni loca.
Niega con la cabeza y sonríe. Apoya el culo en el
filo de mi escritorio.
-Estuve pensando algo… No quiero que te lo
tomes a mal…
-¡Me olvidaba! ¿Queres que te muestre cómo
cierra mi nueva cortina?
Sonríe.
-No, ya sé cómo trabajan los chicos. Me dijeron
que le diste café y propina.
-Sí bueno, estaban muertos de frío e hicieron un
trabajo tremendo. Creí que la cortina iba a caerse.
Me dijeron que tengo que cambiarle, porque está
vieja.
-Tengo una cortina en mi casa…
-¡No! No quiero una cortina que seguramente
vas a comprar. Yo puedo comprar una y llamarlos
para que vengan a instalarla.
Me mira, mientras achina los ojos.
-Lo siento mucho Emma, pero la semana que
viene van a venir de nuevo a colocar la cortina que
tengo en mi casa sin usar. Sé que no debería pero
me llamaron y me….
-¡¿Por qué?! ¿Por qué tenes que hacer esto? Ojo,
me encanta que lo hagas. Me encanta, de verdad.
No voy a mentir y decirte que puedo hacer todo yo
solita, porque de verdad no podría. Pero, no hace
falta que gastes dinero en mí…
-No me importa gastar plata en tu librería.-
Contesta, mientras termina su cerveza.
-Pero a mí sí me importa. No quiero deberte
nada.
-¿Quién dijo que estás en deuda conmigo?
¡Vamos, Emma! Hiciste que gane un contrato
millonario y te quejas porque compre un motor y
una cortina para tu librería. Es lo menos que puedo
hacer. Además de la cagada que me mandé anoche.
Iba muy bien. Juro que iba bien hasta que dijo
que anoche se mandó una cagada.
-¡Ahora soy una cagada! Bien. Gracias.
-Emma…
-No, está bien. Supongo que tenes razón. Yo sé
que estuve mal pero tampoco como para decirte
que sos una cagada.
-No sos una cagada. Es una forma de decir…
Perdón.- Dice y noto que suena afligido.
-Ya fue… No me interesa lo que opines de mí.
-Emma…
-No te hagas problema. Somos amigos y… Vos
te cagas en mí. Me parece bien.
-Emma…
Suspiro.
-¿Qué ibas a decir antes de que te quiera
mostrar la cortina?
-Estuve pensando una cosa… No quiero
quedarme hasta tarde en la oficina y cuando llego a
casa, no me siento muy cómodo. El otro día,
mientras esperaba a Oli… Bueno, me sentí cómodo.
¿Puedo venir todas las tardes a terminar trabajo
pendiente?
¿Por qué querría venir a una tienda de libros a
terminar su trabajo? Miro mi librería… Piso de
madera lustrada. Una vidriera de tres por tres con
varios libros acomodados en el piso, arriba de una
alfombra color amarillo patito. Cuatro góndolas de
siete metros cada una y en el final una tarima de
madera que uso de escenario y mesas apiladas en el
fondo que las abro los sábados por la noche. En las
paredes hay cuadros que tienen fragmentos de
libros que me gustaron mucho y decidí escribirlos
para que los demás los vean. Las paredes de
ladrillos a la vista y un entrepiso de madera donde
está mi pequeño departamento.
¿Por qué querría venir acá? Un espacio tan
chico… Teniendo su casa… Su oficina…
-¿Por qué acá?
-No lo sé… Me gusta… Puedo concentrarme.
-Está bien.- Le contesto, sin saber por qué.
Este es mi lugar… Mi lugar preferido en todo el
mundo. No entiendo por qué otra persona lo
elegiría para trabajar. Por qué él.
-¿A qué hora vendrías?
-A las seis… De seis a ocho, como mucho.
Asiento con mi cabeza y me tomo lo que queda
de mi cerveza.
-No va a volver a pasar lo del otro día. ¿Queda
claro?- Le digo.
-Clarísimo.
-Bien.

Acomodo las mesas y las sillas, y pongo en cada


una un florerito de vidrio con flores naturales. Las
flores también traen alegría. El invierno es una
época tan triste, oscura y lúgubre… Por lo menos
para mí.
Una hora después, las mesas están ocupadas y
todos tienen un café en la mano. Una chica se para
y camina hasta la tarima. Agarra el micrófono y
comienza a leer.
-Mi nombre es Maru y el libro que elegí para
hoy se llama “Cada vez que llueve”: “En mi vida he
estado más emocionada de ver el invierno derretirse que
en esta primavera en especial. Voy poco a poco, día tras
día. He aprendido que no puedo enterrar el pasado; eso
solo lo empeora. Es duro pensar en el día que perdí a
Asher, pero sí que me permito volver allí de vez en
cuando. Esa es otra de las razones por las que me alegro
de que llegue la primavera… Puedo tumbarme fuera y
mirar las estrellas. Cada vez que lo hago, siento como si
él estuviera tumbado justo a mi lado. Si dejo la mente
volar, hasta lo puedo sentir cogiéndome de la mano, y a
veces hasta creo sentir sus dedos entre mis cabellos. En
los últimos ciento seis días he pensado en él como unas
ciento seis veces. He leído todas sus notas por lo menos
diez veces cada una, y releo algunas de mis favoritas
todos los días. No sé si me cansaré de hacerlo algún día”.
Todos aplauden conmovidos. Maru se baja del
escenario, llorando. Y varias chicas también lo están
haciendo. Es un libro precioso y conmovedor. Y
triste. Muy triste.
Otra chica se levanta y camina hacia la tarima.
Agarra el micrófono.
-Mi nombre es Roxana y el libro que elegí para
hoy se llama “Él ángel caído”, serie El Gremio de
los Cazadores: “Si esto es la muerte, cazadora, te veré
al otro lado”.
Todos vuelven a aplaudir. Algunos lloran, pero
no sé si es por la cita anterior o por ésta. Sin dudas,
este último libro es increíblemente hermoso.
Sube un chico que no había visto antes y toma el
micrófono.
-Mi nombre es Ezequiel y el libro que elegí para
hoy se llama “Caballo de Fuego, Congo”: “-Arreté
Matilde-, le pidió. -Arrete, s’il te plait. Me rindo-.
Susurró en francés, con los brazos alzados y cabeza
caída. Su mano se abrió y las fotografías se regaron en
torno a él. Matilde supo que algo acababa de romperse en
el interior de Eliah y sintió pánico. -Estoy cansado de
vivir de esta manera, lleno de angustia y de
desesperación por el temor constante a perderte, por no
ser lo suficiente para ti, por anhelar que me ames más
que a nadie, por considerarme menos, por no
merecerte…- -Eliah, por favor…- -Déjame hablar. Le
temo a tu juicio lo mismo que a mis errores, que son
muchos, lo sé, pero están en el pasado y nada puedo
hacer para cambiarlos. Le temo a tu condena. Es verdad,
tú estás muy encima de mí…- -¡No!- Clamó ella e
intentó acercarse, pero Al- Saud volvió a elevar los
brazos y caminó hacia atrás. -Te amo de un modo que no
es bueno para mí, tampoco lo es para ti. A veces pienso
que es una obsesión que terminará con los dos-”.
Adoro a Florencia Bonelli. Es mi escritora
favorita. Es más, hoy pensaba leer un fragmento de
uno de sus libros. ¿Será gay? Es extraño que un
chico lea a Flor y que justamente haya citado esta
parte. Para mí también es la mejor parte del libro,
sin dudas.
Aplaudimos y el chico se baja, sonriendo.
Una mujer se para y sube al escenario.
-Hola. Soy Rita y el libro que elegí para hoy se
llama “Persuación”: “Cuando el dolor ha pasado,
muchas veces su recuerdo produce placer. Uno no ama
menos un lugar por haber sufrido en él, a menos que todo
allí no fuera más que sufrimiento”.
Excelente. Se escuchan muchos aplausos y la
mujer se inclina hacia delante en modo de
reverencia. Nos reímos y ella baja del escenario.
Se levanta un hombre mayor y sube a la tarima.
-Buenas noches a todos. Mi nombre es Rodrigo.
Voy a leer una cita de “El milagro más grande del
mundo”: “Ayer estaba triste porque no tenía dinero
para comprar los zapatos que quería, fue entonces
cuando salí a la calle y vi a un señor que no tenía
piernas”.
Los espectadores aplauden y él baja del
escenario.
Me levanto y voy hacia el frente. Es mi turno.
Acá vamos.
Capítulo 4
Nicolás.

Observo que Emma se levanta de su silla y


camina hacia un escenario improvisado. ¿Ella
también puede leer?
Nunca había estado en un lugar así… Claro que
estuve en librerías solo que nunca fui una persona
que participa de este tipo de eventos. Nunca me
llamó la atención hasta este momento en que sé que
Emma va a leer.
Se acomoda la camisa verde loro y sonríe,
mirando hacia la multitud. Espero que no me vea.
Estuve sentado atrás de ella y nunca se dio vuelta.
-El libro que elegí para hoy se llama “Indias
Blancas, La Vuelta del Ranquel”: “Bendito sea el día,
y el mes, y el año, y la estación, y el tiempo, y la hora, y
el punto, y el encantador pueblo, y el sitio en el cual tus
hermosos ojos negros me encadenaron”.
¡Carajo!
Ama las historias de amor…
Todos aplauden y ella sonríe. Simplemente
sonríe. Baja del escenario y se sienta de nuevo en su
lugar y habla en voz baja con la misma chica que
estaba con ella el otro día cuando instalaron el
motor de la cortina.
Observo su perfil, su pelo rojo… Con solo
pensarla me pongo al palo. Es hermosa. Es
increíblemente hermosa. ¿Por qué simplemente no
puedo alejarme de ella? ¿Por qué tengo este
sentimiento extraño de querer volver a verla todos
los días?
¡Vamos! Ni siquiera me la cogí… ¿Será por eso?
Le hago señales a Nadia de que nos vamos.
Cuando llegamos a mi casa le pido que se desnude,
la pongo en cuatro y le ato las manos a su espalda.
Me pongo el forro y tiro un chorro de lubricante en
la cabeza de mi pija parada. Y de una embestida, se
la meto hasta fondo.
Escucho su grito y luego comienza a gemir.
Pero carajo… No es Emma.
Cierro los ojos y la imagino… Mi cabeza vuela a
la noche en que nos besamos e imagino todo lo que
podría haberle hecho, si me hubiese dejado.

Tres días después, estoy reunido con el dueño


del edificio que en unos días voy a comenzar a
construir. Todo mi equipo de personas ya está
preparado y la habilitación autorizada.
Tengo que concentrarme…
Una hora y media después, salgo de la sala de
conferencias y le pido a mi secretaria el almuerzo.
Suena mi celular.

Emma:*¿Lo tragaron los escombros, señor


pelotas?

Una estúpida sonrisa aparece en mis labios.


Carajo.

Yo:*Eso quisiera.

Claro que quisiera que me traguen los escombros


porque quiero cogerte Emma. Quiero meterme
dentro tuyo y escucharte gritar mi nombre, dejarte
inconsciente.
¿Y qué si después no quiero volver a verla? Esto
me está matando.

Emma:*¿Mucho trabajo? Hoy hago lomo al


horno con papas.
Yo:*¿Es una invitación?
Emma:*No. Te estoy contando para la cena. Si
es que tenes hambre.

¡Carajo! Muero de hambre por vos Emma. Por


vos.

Yo:*A las nueve estoy por ahí.


Emma: *No te olvides de traer a las seis a Oli.
Yo:*Bueno. Después de que dejo a Oli en su
casa, vuelvo.
Emma:*Oki ;-)

Y eso hice. Luego de que terminó la tarde


literaria, llevé a Olivia a su casa y ahora estoy
mirándole el culo a Emma mientras saca el lomo
del horno.
No sé cuánto más voy a poder aguantar,
sinceramente. La espera de tenerla desnuda me está
matando. Solo pienso en sexo… Sexo con ella.
Cogerla… Chuparla… Tocarla…
-¿Qué te pasa?- Me pregunta.- Estás raro.
-Estoy cansado.
-No pareces cansado. Pareces nervioso.
Ay Emma. Si supieras.
-Sí, también. Estoy un poco nervioso por la
nueva construcción y trabajar en la maqueta me
parte la cabeza.- Miento.
-Te va a ir bien. Aun que nunca vi tu trabajo.-
Confiesa, con una sonrisa.
¡Que deje de reír por amor a Dios!
-Puedo darte las direcciones.
-No, gracias.
-¿Tenes pensando ampliar la librería o algo?-
Que pregunta más pelotuda. Tengo que distraerme.
La observo mientras se saca el suéter azul
eléctrico y se queda con una musculosa blanca de
breteles finitos. ¡Dios, que tetas!
¡Paraaaaaaaaaaaaa Nicolás! Por favor.
-¿Es rico el vino que trajiste?
-Muy rico.- Le contesto, mirándole las piernas
que le hacen esas calzas verdes con palmeras
amarillas.
Trae una bandeja con papas y luego una bandeja
con la carne. Me sirve primero a mí y después ella.
Es tan incómodo comer sentado en un almohadón
en el piso.
-Siempre quise comprar el local que está al
lado… Me gustaría agrandar un poco más la
librería y poner un café.
-Podría ayudarte…- Le digo, mientras pruebo el
lomo que está riquísimo.
-No… Me falta mucho dinero para poder
comprarlo y el banco no me quiere dar el préstamo.
Creo que dudan de las ventas… Llevé todo lo que
me pidieron, pero es un poco complicado. Los
balances del año pasado estuvieron bien pero no
fueron suficientes.
-Yo puedo pedir un préstamo por vos.
¿Estoy loco? ¿A caso haría eso? Sí, lo haría si
fuera de la única forma en que ella querría estar
conmigo.
Me mira confundida. No… Enojada. Sí, está
enojada.
-Definitivamente no. No se mezclan los
negocios con la amistad.
¡Amistaaaaaad! No quiero que seas mi amiga,
Emma.
-Bueno, podría prestarte el dinero yo y no
metemos al banco en el medio.
-Nicolás… ¿Cuánto hace que me conoces?
No me interesa cuánto hace que te conozco,
nena.
-¿Dos semanas?
-Exacto. Dos semanas. Dos semanas… ¡Dos
semanas! Y ya me queres prestar plata. Estás loco.
Y sos un idiota. Mira si soy una ladrona.
Se tira el pelo hacia arriba y se hace una cola de
caballo. ¡Dios! Podría tirar de su pelo.
-¿Sos una ladrona?- Le pregunto y sonríe.
-No. No lo soy. Nunca robaría. Pero, no me
conoces.
-Bueno, estamos en eso. Nos estamos
conociendo.
-No. Ni loca. Gracias.
Prueba el vino y cierra los ojos. Ronronea y… Mi
pija… Sí amigo, estamos muertos.
-¿Estás saliendo con alguien?- Me pregunta.
-Sabes que no soy de salir con mujeres.
-Bueno, tal vez tenías una por ahí…
-No, no tengo. ¿Vos?
Sonríe. ¿Qué mierda?
-El viernes tengo una cita.
¡Carajo! Y lo peor es que está contenta.
Me retuerzo en el almohadón.
-¿Con quién?- Le pregunto, tratando de sonar lo
más tranquilo posible.
-Se llama Ezequiel… Lo conocí el sábado a la
noche acá en la librería. Leyó un fragmento de un
libro de mi escritora favorita, Florencia Bonelli, y…
Nada. Cuando terminó la noche, empezamos a
hablar y me dijo que si quería salir el viernes.
Asiento con la cabeza y el pedazo de lomo se
atoró en mi garganta. Tomo un buen sorbo de vino.
-¿Y qué van a hacer?
-No lo sé. Me dijo que es sorpresa.
-Emma, por favor. Tené cuidado. No sabes nada
de él.
-Tampoco sabía nada de vos y te dejé subir a mi
departamento… Dos veces.
Buen punto, pelirroja.
-Bueno… Pero yo sé que no te haría nada.
¿Qué no te haría nada? Dios, las cosas que te
haría Emma… Si tan solo me dejaras… Una noche.
Una puta noche…
-Pero yo no lo sabía. Era la segunda vez que te
veía.
-La tercera.- La corrijo y ella sonríe.
-Tenes razón, la tercera.
Suspiro y me paso las manos por el pelo.
-Traje Campari y jugo de naranja.
-Lo sé. En un ratito lo abrimos.- Dice, sonriendo.

-¿Por qué siempre terminamos hablando de este


tema?
Estoy mareado y ella está hermosa. Tiene el pelo
tan revuelto y despeinado que… Tengo tantas
ganas de cogerla. Santo Dios.
-Porque no puedo entenderte… Puede que
hayas sido el primero en la cama de una chica y eso
de verdad es suerte. Pero, ser el último… ¡Es
constancia, pasión, amor, dedicación y mucha
creatividad!
Ay Emma… Me dedicaría a vos por veinticuatro
horas seguidas y no me cansaría de ser creativo
porque ya pensé mil formas en que podría hacerte
acabar.
-Emma… Ya te dije que no me interesa el amor.
Se pone frente a mí y me mira. Siento olor a
vainilla… ¿Es su perfume? ¿Por qué tiene que oler
tan bien? ¿Por qué después de estar todo el día
trabajando tiene que seguir limpia?
Observo sus ojos celetes y sus pecas naranjas
esparcidas por toda la blancura de su cara. Es tan
hermosa… Perfecta.
-Decime como sería tu mujer ideal.
¡¿Qué?! Dios, no puedo hacer esto.
-Vamos Emma, no puedo. No tengo un
estereotipo.
Vos sos mi mujer ideal. Emma…
Emmmmmmma.
-¿No te gustaría que alguien te llame a la
madrugada y te diga te extraño, solo porque quería
escucharte?
-No. Me enojaría. Odio que me despierten.
Emma…
-¿Sabes qué quiero yo?- Me pregunta, mientras
agarra mi cara y tiene su rostro muy cerca del mío.-
Quiero que alguien se enamore de mí y… Quiera
llevarme de la mano a cada lugar que valla. Que no
sienta vergüenza y que grite por la calle que yo…
Le pertenezco.
Suspiro… Nunca podría estar con ella. No
podría.
Está tan empecinada en encontrar el amor que
por eso se debe enamorar de cada hombre con el
que está… Creo que hasta se enamoraría de mí si
solo me diera una noche.
-¿Por qué estás desesperada?
Soltame Emma… No puedo estar tan cerca
tuyo.
-No estoy desesperada…- Dice, mirándome los
labios.
Carajo, no. No lo hagas, de nuevo no. Esta vez no
podría parar.
-Emma…
Se sube en mis piernas, todavía con mi cabeza en
sus manos y me observa. Observa toda mi cara.
-Serías perfecto si solo buscaras amor.
Se acerca un poco más…
-Emma… Por favor. No lo hagas.
¡Por favor! No.
-¿Pensaste en que tal vez haya alguien que te
ame, dando vueltas por ahí? ¿Pensaste que esto que
estás viviendo sería un final, porque tu verdadero
amor ya pasó?
Suspiro… Se acerca más a mí, pegando su pecho
contra el mío.
La tengo solo a unos centímetros de mi boca.
Podría acercarme yo y besarla… Pero juro por ella
que no podría parar. Y no sería justo. Ella está un
poco ebria y no quiero que mañana se arrepienta.
-Nicolás…
-Emma, tengo que irme.
-No… Un rato más.
Se acerca y apoya sus labios contra los míos. ¡Es
tan duuuuulce! Y tan linda.
Abre su boca y chupa mi labio inferior.
¡Dios! Esto no está bien. No está bien.
-Emma…- Pongo mis brazos en su cintura y la
separo.- Emma, no voy a poder parar… Por favor.
-No pares.
Definitivamente está borracha.
Nadie puede imaginarse el esfuerzo sobre
natural que estoy haciendo para no agarrala en mis
brazos y llevarla hasta su cama. Desnudarla…
¿Podría conformarse con palabras?
-Juguemos… - Le pido y abre mucho los ojos.-
Juguemos un rato…
-¿A qué?
-Cerra los ojos.- Le pido y lo hace.- No los abras.
¿De acuerdo?- Asiente.- Quiero que imagines que
toco tu piel metiendo mis manos bajo tu remera…-
Gime y abre los ojos.
-¿Vas a decirme lo que te gustaría hacer
conmigo?
Ni te imaginas las cosas que me gustaría
hacerte.
-Solo un poco.- Le contesto y sonríe.
-Esto no está bien.
-Vos empezaste… Si queres puedo parar.
-No.- Dice, negando con la cabeza y cierra los
ojos. Se remueve en mis piernas y pido a Dios que
no sienta mi verga dura.
-Tengo mis manos bajo tu remera y te la saco de
a poco… No tenes corpiño…- Gime y sube y baja su
pecho.- Muerdo tus pezones duros, tu cuello… Te
saco la calza muy despacio… Te toco por encima de
tu ropa interior…
-Por favor, deci bombacha…
Sonrío.
-Toco tu concha por encima de tu bombacha y
estás empapada…
-¿De verdad?- Dios, esta mujer va a matarme.
-Muy mojada.- Le contesto, mientras meto mis
manos por debajo de su musculosa y toco su
espalda.- Estás muy mojada y te quito la
bombacha… Meto tres dedos…- Gime más fuerte y
tira la cabeza hacia atrás.
Esto fue una muy mala idea. Acerco mi boca a su
cuello y hablo contra su piel. Comienza a respirar
entre cortadamente.
-Tres dedos… Los meto y los saco, muy
rápido…
-¿Muy rápido?
¿Qué mierda?
Chupo su cuello y paso mi lengua por su
mandíbula.
-Muy… Rápido. Me pedís más… Y no quiero
lastimarte, pero… Lo hago, Emma… Te meto mi
pija tan rápido y duro que gritas…- Beso su pecho
hasta el borde del escote de la remera.- Gritas tan
fuerte… Te encanta… Y queres sacarme a pesar de
que te gusta…
-No, no quiero sacarte…- ¡Diooooooooos!
-Sí, me queres sacar entonces…- Digo y subo su
remera hasta que quedan sus tetas envueltas en un
corpiño blanco de encaje. ¡Carajo! – Te ato las
manos, Emma. Me pedís que no lo haga, pero no
me importa.
-¿Por. Qué. No. Te. Importa?
Está tan excitada…
-Porque me gusta atarte… Me gusta que no
puedas moverte…- Bajo la copa de su corpiño y
toco con mis dedos su pezón rosa pálido que está
duro, apuntando hacia mí boca y observo unas
pecas naranjas en su pecho.- ¿Te gusta, Emma?
-Sí…
-¿Más?- Le pregunto, fuera de mí mismo.
-Sí... Más.
-Te siento de espaldas a mí, mientras toco tus
tetas y te pido que vos te muevas… ¿Te gusta,
Emma?
-¿Termino?
¿Qué si termina? Carajo…
-Sí Emma…- Chupo su pezón y jadea tan fuerte
que me encantaría sacarle la ropa y tenerla
desnuda.- Acabas encima de mí…
Abre los ojos y mira sus pechos… Se muerde el
labio inferior y vuelve a mirarme a los ojos. Se
acerca y me besa. ¿Está loca? ¿Cómo puede
besarme?
Dios, Emma.
Soy adicto a sus besos. Como si ella fuera droga
para mí. Como el tabaco. La marihuana. El éxtasis.
El alcohol, todo junto.
¿Qué digo? Estoy comparándola con cosas
horribles mientras que ella es hermosa.
Completamente perfecta. Pero, no es para mí. No
puedo hacerle esto. Acabaría con lo poco que nos
une.
Entonces, subo su corpiño, la remera y suspiro,
dejando atrás todo lo que quería.
Capítulo 5
Emma.

Nicolás acaba de invitarme a ver el


partido de Argentina a su casa. Dijo que iban a ir
unos amigos y que yo vaya con Camila, para que
no me sienta sola. No sabe en qué lío acaba de
meterse.
¡Amo el fútbol! Y se está jugando la Copa
América y estoy eufórica. Agarro mi gorro, mi
camiseta, mi corneta blanca y celeste, la pintura y
bajo las escaleras corriendo. Camila me está
esperando con su bicicleta y me subo a la mía.
-Ya sé dónde es. Lo busqué por GPS.
-Genial.- Le contesto y la sigo.
Después de diez minutos, llegamos y nos
encontramos con una casa estilo antiguo, preciosa.
Tocamos timbre y después de unos segundos,
Nicolás abre la puerta.
-¿Vinieron en bicicleta? Me están jodiendo.
Pudo haberles pasado cualquier cosa.- Dice,
sonando un poco indignado.
Nos reímos y nos hace pasar a un patio de
invierno con una hermosa galería y dejamos las
bicis.
-¿Dónde podemos cambiarnos?- Le pregunto y
él nos mira.
-¿Cambiarse?
-Sí, de ropa.
-¿Por qué iban a cambiarse?
-¡Nicolás! Necesitamos un baño.
-Está bien. Está bien. Pasen.
Cuando entramos me quedo fascinada. Pisos de
madera lustrada, paredes blancas, un sillón en
forma de L de cuero color rojo furioso ubicado
frente a un plasma de sesenta y cinco pulgadas.
-¡Mierda! Podría quedarme a vivir frente a este
televisor.- Digo, muy emocionada.
Escucho risas detrás de nosotros y me doy vuelta.
Me encuentro con dos hombres que nos miran,
curiosos.
-Hola.- Les dice Camila y yo hago lo mismo.
-Ellos son unos amigos.
-¡Genial!- Le digo, y me presento.- Soy Emma.
-Y yo Camila.
Emiliano y Lautaro se presentan y nos invitan
unas cervezas. Escucho que Nicolás habla con
alguien y me doy vuelta, enfrentándome a una
rubia preciosa que le pasaría el trapo hasta a
Valeria Maza. ¿Será una de sus chicas?
-Ella es Guadalupe, mi hermana. Guada, ella es
Emma y su amiga Camila.
-¡Al fin incluimos chicas al grupo!
-¿Te sentías un poco sola, eh?- Le digo y me da
un beso.
-Sólo un poco. Mirar fútbol con hombres es un
fastidio.
Oh, no sabe con quién está hablando.
-Permiso, pasamos al baño un segundo.
Nos ponemos nuestras camisetas, nuestros
gorros y nos pintamos una mejilla de blanco, otra
de celeste y la nariz con amarillo. Cuando
regresamos al comedor, todos se nos quedan
mirando boca abiertos.
Miro a Nicolás que tiene una enorme sonrisa en
sus labios y niega con la cabeza.
-Carajo Emma, no sabía que te gustaba tanto.
-No me conoces lo suficiente. ¡Vamos! ¿Qué
esperan? Está por empezar.
Me acerco a él, con mis pinturas en la mano y da
un paso hacia atrás.
-Ni se te ocurra.- Me desafía.
Tarde.
Capítulo 6
Nicolás.

Doy varios pasos hacia atrás.


-Oh sí. Tengo que pintarte.
-No Emma, no.
-Sí.
Se acerca más hasta que choco con una pared.
Mierda. Se pone en puntitas para estar a la altura
de mi rostro. Y entonces, pinta primero mi mejilla
derecha y sonríe, y puedo dejarla que haga lo que
quiera de mí si pintarme la hace sonreír. Pinta mi
mejilla izquierda, y sonríe más. Y lo hace más
cuando pinta mi nariz.
-Estás precioso.- Dice, con una voz muy dulce.
Achino los ojos y le sonrío.
-No tanto como vos, pelirroja.
Su sonrisa se ensancha y guarda en su cartera las
pinturas.
Están todos ubicados en los sillones y escucho
que hacen chistes con respecto a mí fachada. Ni se
imaginan lo que sería capaz de hacer si supiera que
sus manos estarían en cualquier parte de mi
cuerpo. Mi hermana la observa, pensativa y sonríe.
No Guadalupe. No es lo que pensas.
El equipo sale a la cancha y me ubico detrás del
sillón.
-¡Vamos argentina carajo!- Grita Emma y
comienza a trotar en su lugar. ¿De verdad lo está
haciendo?
Emma y Camila comienzan a cantar el himno.
Todos las miramos sin poder creer lo que están
haciendo. Y me río, tratando de entenderlas. De
entenderla.
Minutos después, Argentina empieza a jugar.
-¡Martino pecho frío! ¿Te tragaste un hielo?-
Grita y sonrío. Dios…- ¡Uuuuuuh! ¡¿Qué?! Eso fue
travesañooooooo.
La observo mirar el juego y está nerviosa.
Cambia el peso de su cuerpo de un pie al otro y
está de brazos cruzados. No me interesa en lo más
mínimo el partido, solo quiero mirarla a ella.
-¡Faaaaalta!
-¡No es falta, Emma!- Le grita Camila.
-¿Qué mierda estás esperando para pasarla?
¡Muerto de hambreeeeeeeeeeeeeee! Comilón.-
Continúa gritando y mis amigos la miran y se ríen.
Mientras la miro, me río tapándome la boca.
-¡Qué grande Mercado, carajo!..- Se agarra la
cabeza.- ¿A quién mierda se la pasóoooo?- Da
saltitos en el lugar.- ¡Bien Nico Gaitan, bien!- Pone
sus manos en su cintura y la mueve de izquierda a
derecha.- ¡Que buen pase!
No puedo creer que ella esté haciendo esto. Me
tiene alucinado. Y es tan linda.
-¡Bien Masche, presionando! Bien.
Se saca el gorro y lo aplasta entre sus manos. Lo
hace una bolita y se lo vuelve a poner.
-¡¿Vamos a tener la pelota en algún momento o
sólo la vamos a mirar pasar?! ¡Mierda!- Grita,
indignada.- ¡Patea carajo! No la pases. Patea.- Está
muy enojada.
¿Cómo no me di cuenta que el fútbol la pondría
tan nerviosa? ¿Cómo no se me ocurrió preguntarle
antes si le gustaba? La invité porque pensé que iba
a estar sola y estoy en contra de que alguien vea un
partido de Argentina solo.
-¿Lo queres matar hijo de puta? Sacale amarilla
la puta que te parió.
Listo. Creo que acaba de tocar fondo. Ahora es
cuando va a empezar a putear.
-¡Gooool! Nooooo. Esa entraba carajo. Entraba.
¡Tendría que estar jugando yo! La puta madre.
Una carcajada sale disparada de mi boca y
observo cómo mi hermana la mira, alucinada. Le
encanta, lo sé. Y seguramente pensará que estoy
con ella, pero no soy un hombre que la merece.
-Dale chileno, corre que no llegas. ¡Corre!- Se
agarra la cabeza entre sus manos y abre la boca.-
¡Grande Mascherano, por Dios, que jugador!
Tendría que ser mi novio.
El primer tiempo está por terminar y Emma mira
el reloj cada dos minutos.
-¡Bien chiquito Romero! Bien papito.- Se acerca
al televisor, nerviosa y empieza a pegar patadas al
aire. Carcajeo y la miro embobado.- Bien, Argentina
presionando arriba. Bien… Bien… ¡Dale! Bien…
¡Gooooooooooooooool! La puta que te parió,
goooooooooooooooooool.
Salta en el lugar y se estira la camiseta. Su pelo
rojo vuela y mis amigos gritan gol. Emma abraza a
Lautaro y saltan en el lugar, emocionados.
Y una puntada de celos me quiebra el pecho.
¿Por qué salta con él y no conmigo? Idiota, si estás
como estúpido mirándola. Ni siquiera viste el
televisor una puta vez.
Tocan el timbre. Miro por la camarita y es la
pizza. Voy hacia la puerta y abro.
-¿Esperaste que termine para traerla, no? Muy
mal.
-No soy yo el que tiene toda la cara pintada.- Me
retruca riendo, y acepta mi propina.
Carajo, debo de parecer un pelotudo.
Vuelvo al comedor y pongo las cuatro cajas de
pizza sobre la mesa, llevo las cervezas, una botella
de Legui y Campari con jugo de naranja.
-¿Pizza?- Me doy vuelta y Emma me mira
horrorizada.- Hubiera amasado yo, hecho tacos, o
fideos caseros. No podes comprar pizza.
La observo y está tan preciosa con su cara
pintada. Juro que muero por besarla, pero después
de lo que pasó la otra noche, decidí nunca más
llegar hasta el límite. No puedo cogérmela. Sé cómo
funciono. Una vez que estoy con una mujer,
después no quiero volver a repetir, pero de lo que
estoy seguro es que repetiría una y mil veces un
beso con ella.
No sé cómo lo hace… Pero saca de mí algo
bueno. Algo que no soy. Estando con ella me río lo
suficiente para que el recuerdo me dure hasta el
otro día, le compre un puto motor y una cortina
cuando nunca le hago regalos a nadie excepto a mi
familia.
De verdad que no soy bueno con las mujeres. Las
invito a cenar y me hago el chico bueno, para luego
tener una noche de sexo. Y hasta ahí llego, nunca
más las vuelvo a ver.
Soy un maldito hijo de puta y solo espero que
Emma nunca sepa en realidad lo que soy, de lo que
estoy hecho. Porque ella es un ángel y tiene un
corazón lleno de amor para dar. Mi corazón, en
cambio, no quiere recibir su amor. El de nadie, en
realidad.
A veces pienso que soy un hombre de hielo. No
creo en las relaciones a largo plazo, no puedo
confiar, no puedo amar, no puedo… Simplemente
no puedo.
Recuerdo que cuando era chico observaba a los
papas de mis amigos de la escuela o del club, y me
sentía afortunado por tener una familia llena de
amor. Mientras que los padres de mis amigos se
estaban divorciando, mis viejos nos dejaban con
mis abuelos porque se iban de viaje solos. Siempre
los admiré por la relación que tenían, a pesar de
todos los años que llevaban juntos.
Siempre me asombré hasta que descubrí a mi
viejo cagando a mi mamá con su secretaria. Típico,
¿no? Hombre de mucha plata cogiéndose a su
secretaria diez años menor que él. Entonces, todo lo
que yo quería para mí, una casa y una hermosa
familia, con dos o tres hijos, un perro y un gato, un
auto, una casa de fin de semana, vacaciones en
familia, asados los domingos, sábados de fútbol con
mis hijos, clases de danza o hockey con mis hijas…
Todo eso se fue al carajo.
Descubrí que las relaciones que aparentan ser
buenas y perfectas, esconden secretos horribles y
que por eso siguen juntos. En cambio, las parejas
sinceras son las que aceptan que ya no se quieren y
deciden separarse. Entonces, ¿quién era el
afortunado?
Toda mi puta infancia y adolescencia quise ser
un hombre como mi papá. Mi modelo a seguir. Mi
apoyo. Mi incondicional. Un hombre de negocios
serio y que se desvivía por nosotros. Porque de
verdad estuvo en todos nuestros primeros días de
escuela, se bancó los actos pedorros de mi colegio,
mis partidos de fútbol en un club de mala muerte y
los bailes de los sábados de Guadalupe. Nos
entretenía mientras esperábamos que el pediatra
nos atienda, porque mi mamá sola no podía con
nosotros dos.
Entonces... Un día le pregunté a mi vieja qué
pasaría si ella se enteraba que mi papá la estaba
engañando… Se sentó a mi lado, agarró mis manos
y me dijo: “Descubrí que no puedo dejarlo por una cosa
mal que haya hecho. Porque las buenas superan lo que
sea”.
Ahí terminé de entender cómo funcionaba todo.
Mi vieja aceptó la aventura que tuvo mi papá.
Entonces, aprendí a separar. Él siempre fue buen
padre y no tenía que estar enojado por algo que le
había hecho a mi mamá. Era tema de ellos y si mi
mamá lo aceptaba, yo no podía ir en contra de eso.
Pero, algo en mí se rompió en ese momento con
respecto a mi relación con mi papá. Él no valoró a
su mujer, ni siquiera pensó en que podría llegar a
separar a su familia por sus acciones. ¿De verdad él
estaba seguro que mi mamá iba a perdonarlo? Y de
esa forma se convirtió en poco hombre, para mí.
Entonces… ¿Por qué iba a yo a querer formar
una familia sabiendo que el hombre, que para mí
entender era el más bueno de todos, cometió
semejante error? Ni en pedo. No estaba dispuesto a
dejar que nunca nadie entre en mi corazón, porque
tarde o temprano, todo se acaba. Las relaciones
nunca son para siempre. El amor en algún
momento se apaga. Las familias se destruyen. Uno
de los dos siempre sale lastimado.
¿Era posible que mi mamá seguía con él por
nosotros? ¿Mi hermana y yo era todo lo bueno que
él le había dado?
Por eso es que busco mujeres que esperan lo
mismo que yo. Que solo buscan sexo. Divertirse.
Pasarla bien.
Y por eso es que no quiero estar con Emma. Ella
busca siempre algo más. Una relación seria. Una
historia de amor. Alguien que la quiera. Que la
respete. Un compañero, amante, un hombre fiel…
¿Qué mierda digo?
Caigo en la realidad y están todos sentados,
comiendo.
-Emma. ¿Tenes novio?- Le pregunta Lautaro.
-No.
-¿Por qué?- Le pregunta mi hermana.
-Porque espero…
-¿Esperas a alguien?
-Sí.- Le contesta con toda la sinceridad posible.
¿A quién mierda está esperando? Eso nunca me
lo dijo.
-¿Y quién es?- Le pregunto.
-A vos. Cuando te canses de andar en amoríos,
no me enojo si quieres quedarte conmigo.- Dice,
riendo y todos me miran, estallando en carcajadas.
¿Qué? Esa es una canción de Leo Mattioli, pero
ella le cambió una parte.
-Emma… ¿Cómo te dicen, Colo?
-Colo, fosforito, chispita, colorín, colazo, colores,
zanahoria, yeta, fideos con tuco, chupetín de
frutilla, gallina bataraza, cherry, cabello de fuego…
Todos se ríen y yo también.
-¿No te dicen nada zarpado?
-Bueno, están los que me llaman oxidada de
mierda, cabeza de verga, cabeza de pingo, cabeza
de chota…- Contesta, riendo.
-¡Mentiraaaaaaaa!- Le grita mi hermana, riendo.
-¡De verdad! La gente es muy cruel.- Dice,
haciendo puchero.- Justamente el otro día hablaba
con Nico de que la gente mayor cuando me ve se
toca la teta o un huevo. Es horrible.
Dijo Nico… Es la primera vez que dice mi
diminutivo.
-¡No puede ser!- Grita mi hermana.- Que hijos
de puta. Yo les diría algo.
Emma niega con la cabeza y sonríe. Entonces,
mira la televisión y abre la boca.
-¡Ya empezó el segundo tiempo! A nuestros
lugares. No rompamos la suerte.

Al final, Argentina terminó ganando 2-1.


¿Pueden imaginarse a Emma? Llorando,
desquiciada, abrazando a uno por uno y haciendo
un ruido insoportable con esa corneta de mierda.
Para festejar, estamos tomando lo que quedó del
Campari y el Legui.
-Chicas.- Dice Emiliano.- El sábado festejo mi
cumpleaños y me gustaría muchísimo que vengan.
-¿Hay fiesta?- Pregunta Camila, un poco
emocionada.- Ahí vamos a estar.
-¿A qué hora es?- Pregunta Emma.
-A las once.
-Bueno, voy a llegar un poco más tarde si no te
molesta. Es que tengo trabajo.
-¿Un sábado a la noche? ¿Qué haces?- Le
pregunta mi hermana.
-Tengo una librería y hay café literario.- Dice,
con una hermosa sonrisa.
-¿De verdad? ¿Y qué hacen?
-Los que quieren pasan al frente y leen un
fragmento del libro que les guste. Está bueno. La
gente se entretiene. Cada vez vienen más. Es
increíble.
-¿Es en esta librería donde llevas a Oli?- Me
pregunta mi hermana.
-Sí.- Le contesto.- Pero eso es los martes.
Guadalupe mira a Emma.
-¿Y por qué también haces eso para los chicos?
Emma suspira y sonríe.
-Los chicos dan vida, alegría y amor. Trato de
aferrarme a ellos porque bueno… Me levantan el
ánimo cuando estoy un poco caída.
Todos se la quedan mirando, pensando en por
qué una chica tan alegre y pispireta necesitaría más
alegría, más amor y más vida. Pero ellos, no saben
toda su vida.
-Entonces, conoces gente nueva todos los días.
Debe de ser agotador escuchar la historia de los
demás constantemente…
Imagino a Emma frente a esas situaciones, y creo
que terminaría dándoles consejos a esas personas.
-No… A mí me gusta. Conozco mucha gente…
Muchísima. A veces voy caminando por lugares
que no suelo frecuentar y las personas me saludan.
Dicen mi nombre y yo obvio que no me acuerdo la
cara de todos mis clientes… Es gracioso.- Se ríe y
niega con la cabeza.
¿Por qué tiene que ser tan linda?
-¿Y algún cliente te invita a salir o algo?
-Sí. El viernes pasado sali con Ezequiel.
¡Esto es lo que estuve tratando de evitar! No
quiero hablar de su cita. No quiero saber nada de
él.
-¿Y cómo fue?
Mientras que mi hermana y Emma hablan,
Camila, Emiliano y Lautaro están mirando en la
televisión una serie de zombies. Yo, por otro lado,
estoy apoyado en la mesada con una botella de
cerveza en la mano.
-Bien. Es un chico muy lindo y dulce. Pensé que
era gay.- Escucho que ríe.- Pero la pasamos bien.
Me dijo de salir otro día.
-¿Y qué hicieron?
Olivia tiene a quien salir. Carajo.
-Fuimos a comer mariscos. La verdad es que no
soy muy amante de los bichitos del agua, pero me
conformé con el arroz y algunas rabas.
-¿Y él te gustó?
-Sí… Bueno. Es un chico normal… Le gusta
todo lo que a mí me gusta. Lee, le gusta mucho
caminar y andar en bicicleta pero… ¿Viste cuando
hay algo que no te cierra? Es decir… Cuando nos
besamos fue como… Pensé que iba a sentir chispas
de colores o algo… Pero supongo que tendré que
probar de nuevo.
¡Carajo! ¿Qué mierda es esto? ¿Probar de
nuevo?
Dios, Nicolás. Te coges una minita nueva casi
todos los días y te pones celoso porque ella le da un
beso a un flaco.
-Supongo que es normal… Tendrías que probar
de nuevo, definitivamente. Podrías llevarlo a la
fiesta de Emi.
-Oh no, no. No me gusta mezclar las cosas. No.
-¿Nicolás, vas a llevar a la chica con la que te vi
el sábado?
Emma mira hacia abajo y rompe una servilleta de
papel con las manos. Empieza a hacer tiritas. ¿Está
celosa?
- Tal vez.- Le contesto, cortante, para ver qué
hace Emma.
Se para y le dice algo a Camila. Ella se levanta del
sillón y agarran las camperas.
-Chicos, nos encantó pasar la noche con
ustedes.- Dice Emma, mirando a todos, menos a
mí.- Nos vemos el próximo sábado.
Le da un beso en la mejilla a cada uno. Las sigo
hasta que agarran las bicicletas.
-Ni siquiera piensen en ir en bicicletas. Las llevo
yo.
Emma se para frente a mí.
-Gracias pero estamos acostumbradas a
manejarnos solas. Muy ricas las pizzas. Y nos
estamos viendo.
Se da media vuelta y abre la puerta de mi casa,
sacando su bicicleta a la calle. La sigue Camila que
me da un beso en la mejilla, y las veo cómo
desaparecen a la una y media de la madrugada,
solas.
Un extraño sentimiento marca mi pecho.
Cuando entro, mi hermana está observándome
con cara de pocos amigos.
-¿Qué es lo que estás haciendo con esta chica?
-¿Qué? Nada. Te juro que no le toqué un pelo.
-No te creo.
-Solo nos besamos, nada más. No podría estar
con ella.
Con Guadalupe tenemos una relación de
hermanos- amigos, nos llevamos muy bien y
solemos juntarnos todos los viernes a cenar en
grupo. Pero, por más que tengamos una relación
muy fluida, nunca me habla sobre mujeres. Así que
esto me preocupa.
-Bueno hermanito, Emma está perdida en vos.
-No es cierto.
-Sí que lo es.- Se acerca más a mí.- Le gustas y
mucho. Si queres que ella sienta lo contrario,
empezá a hacer cosas que para que pueda dejar de
quererte.
-Pero somos amigos. Tenemos todo claro. Sabe
cómo soy. Le dije que no puedo mantener un
compromiso con nadie.
Suspira y me pasa una mano por mi mejilla.
-¿Cuándo vas a dejar de ocultarte detrás de este
hombre tan insano y vivir? Tenes que darte una
oportunidad Nico, te estás perdiendo cosas
hermosas de la vida. Alguien ahí afuera, te quiere.
Y si tan solo dejaras a un lado el pasado y vivieras
el presente.
-Guada, no es así como me manejo.
-Lo sé. Por eso te pido que te des una
oportunidad. No con Emma porque es buena chica
y sería una lástima que la hieras. Tendrías que vivir
más…
-Guada…- Le advierto.
Mira a Emiliano y su mirada se suaviza.
-¿Sabes qué lindo es llegar a casa después del
trabajo y saber que hay alguien esperando por vos?
Saquemos a Olivia del medio, estoy hablando del
amor de una pareja, de una compañera. Alguien
que esté pensando en vos todo el día, te extrañe,
quiera abrazarte, distraerte… Comer juntos todas
las noches, acostarse y levantarse al otro día,
sintiendo el calor de alguien más…
-Guadalupe, vos no estuviste ahí.
-No, no vi lo que vos viste. Pero lo supe porque
me lo contaste. Y eso no interfirió en mi vida
porque no todas las personas son iguales. Vos no
sos papá. Y tenes que dejar de juzgarte, de pensar
en que podes cometer los mismos errores que él.
Me levanto y suspiro. Ella no tiene idea lo que
pasa por mi cabeza.
-No puedo.- Digo, en voz baja.
-¿Por qué? ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que
sos un hombre bueno y que en tu pecho hay un
corazón latiendo y pidiendo a gritos que quiere ser
amado?
-¡A la mierda todo eso! Estás hablando igual que
Emma.
Niega con la cabeza.
-Estoy hablando porque soy mujer. Y porque te
conozco Nico. No te quedes solo, tenes treinta y dos
años y tu vida está pasando frente a tus ojos tan
rápido que…
-¡Basta! Basta. No necesito que me des un
discurso de lo que tengo que hacer. Llevo bien mi
vida de esta forma y no voy a cambiarla por esta
estupidez del amor.
Acabo de arruinarlo todo. Acabo de lastimar a
Guadalupe. Se levanta y le dice a mi cuñado que es
tarde.
Media hora después, me quedo solo. Una cama
vacía… Silencio absoluto…
No necesito toda esa mierda del amor.
Capítulo 7
Emma.

No puedo creerlo. Es un hijo de puta.


Acaba de entrar una chica realmente hermosa,
flaca, alta, rubia… Mierda, parece una modelo. Se
sentó frente a él. Esto no era parte del plan. Él iba a
venir a trabajar. Sólo eso. Se sonríen. Le sonríe
como lo hace conmigo. La sangre me hierve tanto
que siento cómo me quema por dentro.
¡No tiene cara! Traer una chica a mi librería,
después de lo que pasó entre nosotros hace tres
semanas atrás. ¡Dios!
Él apaga su computadora y la mete en el estuche.
Se para y se coloca el saco del traje y la campera de
cuero. Agarra la mochila y le da la mano a la chica
que vino a buscarlo.
¿Qué mierda es esto?
Lo odio. Lo odio.
-Chau Emma, hasta mañana.- Dice, mientras
sale de mi librería tomado de la mano con esa
mujer.
Ni siquiera me saludó con un beso… Nada.
Escucho que el motor de su moto negra de pista
se enciende y segundos después, se alejan.
Aaaaaaaaaay, podría matarlo con mis propias
manos si lo tuviera delante de mí. Él va a
conocerme… Va a saber quién soy de verdad.

Después de cerrar la librería, subo a mi


departamento y me visto para la fiesta de Emiliano.
Camila va a pasar a buscarme dentro de veinte
minutos y tengo que apurarme.
Me pongo mi vestido rojo muy corto y botinetas
negras con plataforma. Me miro en el espejo y
observo mi escote bastante llamativo y mi espalda
está casi toda al aire. Mi pelo cae a lo largo de mi
espalda, con bucles naturales. Nunca lo tuve tan
brillante.
Te vas a arrepentir Nicolás, te vas a arrepentir de
traer una mujer a mi librería.

Cuando llegamos, Guadalupe está en la puerta


recibiendo a otros invitados y cuando nos ve, grita.
Amo a esta chica. La amo.
-Aaaaaaay. ¡Qué lindas están! Iujuuuuuu. ¡La
vamos a pasar bombaaaaa!
¿Ya está ebria? Bueno, porque ese también es mi
plan. Entramos y nos pide los tapados. Uno, dos y
tres, me lo saco.
-Vengan conmigo que guardé el mejor lugar
para nosotras.- Me mira de arriba abajo y sonríe de
oreja a oreja.- Esto va a estar bueno.
No sé por qué lo dice pero le sonrío.
Es una casa inmensa y no puedo ver la
decoración porque hay luces de muchos colores,
luz negra y un flash que me mata la vista. Pero eso
no me prohíbe ver cómo los hombres que están en
el lugar nos miran.
Sí, porque nos están mirando y nunca estuve tan
feliz de llamar la atención. ¡Vas a morir Nicolás!
Guadalupe agarra tres vasos con bebida.
Supongo que es vodka. Le doy un sorbo y el
alcohol quema mi garganta. ¡Sí, es vodka con algo
más!
Miro hacia donde se sienta Guadalupe y veo a
Emiliano, Lautaro y ahí está él... Me mira de arriba
abajo y sus ojos se enfurecen. Mira hacia todos
lados, removiéndose en su lugar. Y está solo. No sé
por cuánto tiempo. Saco culo y subo mi pecho.
¡Que empiece el show!
Saludo a todos con un beso en la mejilla y hago lo
mismo con él. Pero, como si nada, sigo a Camila
que se queda parada observando el lugar. Pude
notar en su cara que está enojado. Muy enojado.
Bueno señor cara de culo, yo también estoy
enojada. Muy enojada. Y es por tú culpa. Puedo ser
muy buena y dar todo de mí, pero nunca me hagas
enojar.
Se nos acercan unos chicos y nos saludan. Claro
que nos quedamos hablando con ellos. Pretendo
hablar con todo hombre que se me acerque.
Sin embargo, no me interesa lo más mínimo lo
que están diciendo, ni siquiera estoy escuchando…
Sonrío y hago lo mismo que hace Camila. Asiento,
niego y sonrío. Asiento, niego y sonrío.
-¡Vamos a bailar!- Guadalupe agarra mi mano y
me uno a ella.
Movemos nuestros hombros al compás de la
música y damos una vuelta en nuestro lugar.
Meneamos pegadas y me agarra de la cintura.
Muevo mi cabeza de un lado a otro y hago un
pasito con mis pies para seguir el ritmo de la
canción. Guadalupe me copia y la agarro de un
hombro.
Bajamos y subimos, y damos una vuelta
quedando de espaldas. Movemos nuestros
hombros y giramos de nuevo, quedando
enfrentadas.
-¡Esa sonrisa esconde lágrimas de amooooooor!-
Gritamos y nos reímos.- ¡Te grité, no te vayas!
Siempre que tú estabas mala ahí estaba yo, dándo
calma. ¡Abrazándote a tu lado!
Giramos y volvemos a enfrentarnos,
agarrándonos con una mano porque la otra la
tenemos ocupada con un vaso. Le damos un sorbo,
terminándola y la dejamos en una barra
improvisada, pero agarramos otra bebida cada una
y volvemos a bailar.
-¡Todo comenzó bailando!- Grito y me doy
vuelta.
Guadalupe me agarra de la cintura y hacemos un
trencito en el cual se suman varios invitados.
Cuando la canción termina, nos quedamos en el
medio.
-Seguime. No mires atrás.- Me dice, sonriendo.
Tiramos la cabeza de un lado a otro, mientras
que seguimos agarradas por el hombro y la cintura.
El pasito con los pies sigue y damos una vuelta en
el lugar.
-¡Te pones loquita de noche!- Grita Guada y los
hombres que están a nuestro alrededor aplauden.
Pero al ratito nos quedamos solas de nuevo.
Se acerca Cami y empezamos a bailar las tres
juntas. Está sonando “Piki” y hacemos una coreo
siguiendo a mi amiga que baila muy bien. Vamos
de un lado a otro, moviendo nuestras manos
encima de la cabeza, sosteniendo nuestros vasos.
Se acerca Lautaro y nos cambia la bebida,
después de que Guadalupe le hizo una seña para
que vuelva a llenar su vaso.
Cambian el tema a “El taxi” y nos movemos
exageradamente, bailando las tres. Paramos el taxi,
seguimos bailando, y nos reímos mientras
movemos nuestra cadera de un lado a otro, con
movimientos sexys que nos hacen carcajear de risa.
¡Esto es genial! Hacía tiempo que no bailaba
tanto y me divertía. Guadalupe, a partir de hoy, es
mi amiga.
Empieza a sonar “Desde esa noche”, de Thalia. Y
Guada se pone como loca. Me dice que ama esta
canción. Al segundo pone cara de susto y miro
hacia atrás. Emiliano agarra a su esposa y se pone a
bailar con ella. Lautaro saca a bailar a Camila y…
Nicolás se acerca pegando su cuerpo al mío,
agarrándome de la cintura con sus dos manos y
aprieta sus dedos en mi carne, y siento su pelvis
contra la mía. Mueve su cadera y claramente sabe
bailar. Mierda.
-Entiende que desde esa noche, solamente
pienso en ti. Desde esa noche, muero por tenerte
aquí.- Sonríe, mientras me escucha cantar y me
vuelvo loca.- Pero me da miedo enamorarme, de ti.
-Y yo de ti.- Canta.
-Y yo de ti.- Repito.
-Tu no de mí.- Vuelve a cantar y creo que me
voy a morir.
-Tu no de mí. Pero me da miedo enamorarme
de ti.- Canto, tratando de controlar las ganas de
besarlo.
Me separo de sus brazos y doy una vuelta,
moviéndome al ritmo de la música, haciéndome la
loquita, obviamente. Hago temblar mi cuerpo y lo
siento pegado a mi espalda, moviendo su cadera
contra mi culo. Sus manos están de nuevo en mi
cintura. Siento su boca en mi oído derecho, su
respiración…
-No me esperaba jamás una historia así. Siento
mil cosas por ti, siento mil cosas.- Vuelve a cantar.
¿Por qué canta esta parte? ¿Por qué elige cantar
justamente lo que no debería? ¿No se da cuenta lo
que significa para una mujer que le canten al oído
la mejor parte de una canción y que para peor,
habla de amor?
Bueno tendría que saberlo.
Seguimos bailando y me agarra de mi mano
libre, dándome la vuelta. Pone su mano en mi
cintura y con la otra acuna mi cara y sus dedos,
llegan hasta mi pelo. Su frente está apoyada en la
mía y me mira, directo a los ojos.
¿Por qué hace esto?
Un hombre que sabe bailar y nos agarra de esta
forma, es porque está buscando algo. Sí o sí. No
hay dudas. Y lo peor, es que lo hace taaaaaaaan
bien. Se siente tan bien estar entre sus brazos…
Y me estoy volviendo loca. Él me pone loca. Esta
canción, que habla de amor. Cierro los ojos, para no
mirarlo. Porque siento cómo trata de devorarme
con su mirada.
Mis labios sienten su aliento caliente. ¡No! Por
favor, no.
Me separo…
-Emma…
-¡No! No lo hagas. Por favor, no lo hagas.
-Uno…- Dice, mirándome a los ojos.- Uno más.
-No… No. Estás… No puedo. No puedo estar
con vos sabiendo que estás con otras personas. No
es bueno para mí.
Se separa pero sigue con su mano en mi cara y
con la otra en mi cintura.
-Sé que… No debería decir esto pero… Dame
una noche, Emma. Una sola noche, no pido más.
Lo miro boquiabierta. ¿Me está pidiendo sexo de
una noche? Ese es el problema… Yo podría darle
una noche y él quedaría conforme, sin esperar más.
¿Y yo?
-No.
Suspira. Y se acerca de nuevo a mis labios.
-Una noche.
-¿Y después qué? ¿Desaparezco del mapa?
Niega con la cabeza.
-Después, seguimos siendo amigos.
No puedo. No con él. No.
-No puedo.
-Una noche, Emma. Dame una noche. Por
favor.- Dice, y me besa.
Refuerza el agarre de mi cintura y su otra mano
viaja a mi nuca que me empuja hacia él. Sus labios
se abren y chupan los míos. Siento su lengua entrar
y choca al segundo con la mía. Y estoy perdida.
Estoy perdidamente enamorada de este hijo de
puta que acaba de pedirme sólo una noche. No
quiere más.
Lo peor de todo es que sé que voy a aceptar,
porque no podría decirle que no.
-Emma…
-Sí.
Abro los ojos y me está observando con una
sonrisa hermosa en sus labios. Una sonrisa
triunfante. Como si acabara de ganar un trofeo.
Mierda. ¡Yo soy el trofeo! Acaba de ganar una
noche conmigo.
Sus labios se pegan a los míos y caigo en la
realidad. Vine a la fiesta con un propósito. Volverlo
locamente celoso. Si me pidió que pase una noche
con él, es porque lo logré. ¿No?
Dios. Estaba enterrada viva. Acababa de decirle
que sí.
Llegamos a su casa y me conduce al interior
poniendo una mano en la parte baja de mi espalda
y vamos hacia su habitación. Es la cama más
grande que vi en mi vida.
¿Cómo hace para dormir él solo en un colchón
tan grande? Yo tendría que poner millones de
almohadones a mí alrededor para no sentirme sola.
Sus manos me quitan mi tapado.
-¿Por qué te pusiste este vestido?
Me doy vuelta y lo enfrento.
-Pensaba volverte loco.
-Lo hiciste.- Responde, mientras se acerca y me
besa. Coloca sus manos en mi espalda y toca mi
piel desnuda.- No puedo más, Emma. No soporto
un minuto más… Y te juro que intenté alejarme…
Pero…
Me devora la boca y me hace caminar hacia atrás
hasta sentir mis piernas que chocan con el borde de
la cama.
-Sentate.- Y lo hago.
Se arrodilla frente a mí y me quita las botas. Pasa
sus manos por la cara exterior de mis piernas hasta
llegar al filo del vestido que lo levanta poco a poco,
hasta que mi bombacha roja queda al aire libre.
-¿Confías en mí?
Una risa estúpida escapa de mi boca.
-¿Por qué? ¿Pensas atarme o algo por el estilo?
Inclina la cabeza hacia un costado y sonríe.
-Sí.
-¿Qué? No, ni loca.- Me paro de la cama y él me
agarra de las piernas y sube lentamente hasta
quedar enfrentados.
-¿Confías en mí?
¡Dios, sí! Pero no quiero que me ate.
-Sí.
Asiente con la cabeza.
Me toma de la mano y me lleva hasta la cabecera.
Me quita el vestido y quedo en bombacha frente a
él. No me puse corpiño, así que su atención está
totalmente en mis tetas desnudas.
Sube sus manos y las toca… Cierro los ojos,
tirando la cabeza hacia atrás. Pellizca mis pezones y
me tenso.
-Acostate.- Me pide y me acuesto.- Estira tus
brazos.- Y lo hago. Lo observo mientras ata primero
mi mano derecha al cabezal de la cama y luego,
camina hacia el otro y ata mi mano izquierda. Se
aleja y me observa.- Te ves hermosa, Emma.
Perfectamente hermosa.
Jadeo con solo pensar en las cosas que podría
hacerme estando atada.
Lo observo mientras se saca la camisa negra.
-¿De verdad?- Le pregunto.
Sonríe.
-¿De verdad qué?
Tiro la cabeza hacia atrás y cierro los ojos.
Cuando la levanto, me está observando con una
sonrisa juguetona en su hermosa boca.
-Eso no es real. Es como si… Te hubieras
editado con Instagram… Dios…- Cierro los ojos.-
Me la estás haciendo difícil. No tendrías que tener
músculos. Definitivamente no tendrías que…
Me callo porque siento su cuerpo arriba del mío.
Abro los ojos y lo miro.
-Sos vos la que no parece real, Emma. Yo solo
soy un hombre común. En cambio vos…- Me besa.
Trato de tirar de las cintas negras que me tienen
atada pero no puedo. Mierda. Tengo mis brazos
elevados por encima de mi cabeza, atados. Ni
siquiera puedo tocarlo. Ni siquiera podría rascarme
si algo me picara.
-No pienses tanto… Prometo que no te vas a
arrepentir.
Su boca viaja a mi cuello y me muerde, chupa,
pasa su lengua y me saborea. Baja un poco hasta
llegar a mis tetas y chupa mis pezones, poniéndolos
tan duros como una piedra.
Siento su lengua que baja hasta llegar a mi
ombligo y muerde la tela de mi bombacha,
tirándola hacia abajo.
¡Mierda!
Me la saca despacio por las piernas y quedo
completamente desnuda frente a él. Podría
matarme si quisiera, que yo no podría defenderme.
Abre mis piernas y siento un dedo que recorre mi
vagina hasta mi ano. Ida y vuelta. Ida y vuelta. Ida
y vuelta. Se detiene en mi culo y hace fuerza hacia
dentro.
-No.- Le digo, sin abrir los ojos.- Por favor, no.
Haceme lo que quieras menos eso…
-¿Nunca tuviste sexo anal?- Me pregunta, con
voz ronca.
-No.
-Emma…- Dice en voz baja y al segundo siento
su lengua en mi clítoris.
Separa más mis piernas agarrándome de mis
nalgas y su lengua de introduce en el agujero de mi
vagina. La saca y la mete, la saca y la mete. Me está
cogiendo con su lengua. ¡Carajo!
Vuelve a mi clítoris e introduce más de un dedo,
volviéndome loca con su lengua que vibra por sus
gemidos. Tiro de mis manos y subo mi pecho,
quiero desatarme.
-Nicolás…
Sube y lo tengo frente a mí.
-Confía en mí. No voy a hacer nada que no
quieras. Lo prometo. Recién me dijiste que no, y lo
dejé.
Tiene razón. Suspiro y cierro los ojos. Y baja…
Comienza de nuevo a chuparme y siento sus dedos
dentro de mí, que los mueve tocando cada parte de
las paredes de mi interior. Me da cosquillas,
escalofríos… Hace presión y empieza a bombear
rápido y seguido, lo que me da muchas ganas de
gritar. No soy de gritar durante el sexo pero esto…
Mierda. Se está tomando mucho tiempo. El que
nunca se tomó un hombre conmigo. Saca sus dedos
y…
-Aaaaaaah… Aaaaaaaaaaaah… Ay.- Grito,
mientras siento algo grande y frío dentro de mí.
¿Qué mierda? ¿Qué me metió? Dios.
Tiro de mis manos y hago fuerza, en vano. Trato
de cerrar las piernas pero no me deja. Mientras
mueve, lo que sea que esté dentro de mí, hacia
fuera y hacia adentro, chupa mi clítoris y… Dios.
Mis pies se ponen duros, seguido mis piernas y
una contracción de placer explota en mi vagina.
-Aaaaaaaah… ¡Aaaaah! Nicolás… Nic…
Nicolás… ¡Aaaaaaah!
Siento como si estuviera cayendo de un
precipicio en caída libre… Mientras que él continúa
alentando mi orgasmo con su lengua. Unos
segundos después, se separa y escucho que rompe
un envoltorio.
Estiro mis brazos para que me desate pero ni
siquiera tengo fuerzas suficientes para pedírselo.
Se coloca encima de mí, agarrando mi cara con
sus manos y me besa, mientras siento su pene
tratando de entrar en mí. Y lo hace tan bien, como
si ya conociera mi terreno. Y lo siento tan grande,
duro, hinchado… Tan perfecto.
-Aaaaaah… Más… Más… Oh, por favor.- Digo,
contra su boca.- Más rápido… Más…
Y lo hace. Tan rápido y tan fuerte que creo que
voy a romperme y armarme de nuevo, solo para
tener otro orgasmo como el anterior.
-Estás tan apretada… ¿Qué queres Emma?- No
hablo y sacudo la cabeza, tirando de mis manos.-
¡Vamos Emma! Quiero que me digas qué queres.
Quisiera abrir mis ojos y enfrentarlo, pero me da
vergüenza.
-Cojeme, Nicolás. Por favor.
Tira de mi pelo tan fuerte que duele pero me
gusta. Pasar del placer al dolor, es increíble. Y su
pene dentro de mí, me está quebrando en millones
de pedazos. Lo envuelvo con mis piernas y en cada
embestida, trato de respirar, pero el golpe es tan
seco que jadeo. Coquillas, escalofríos… Tiro de mis
manos…
-¿Lista Emma?
-Sí… Sí… Sí… Más rápido… Más… Más…
-¿Me vas a dar otra noche?
Jadeo mientras su pene me tortura tan lento y
dolorosamente… ¿Otra noche? ¿Acaba de pedir
otra noche?
-Emma… Quiero otra noche. Esto no me
alcanza…- Dice, casi sin poder respirar.- ¿Vas a
darme otra noche?
-Sí… Sí… Otra… Sí…- Aumenta sus embestidas
y exploto.- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaah! Aaaaaaah… Sí…
Dios, sí… Oh, por favoooooor. Sí…
-Emma… ¡Mierda! Ay, Emma… Sí, así… Así
pendeja, así. Todo Emma, dámelo todo…

Me despierto y escucho sus ronquidos. ¡No podía


ser perfecto! Está abrazándome desde atrás,
haciéndome la típica cucharita y me estremezco.
¿Hace esto con todas las que tiene sexo? ¿Se quedan
a dormir y las abraza como si fuera lo más normal
del mundo? ¿Se despiertan a la mañana siguiente y
desayunan café con leche con tostadas? ¿Después,
se quedan mirando televisión en la cama o tienen
otra ronda de sexo? ¿Se bañan juntos por la tarde y
otra vez sexo? ¿Cómo funciona él?
Me remuevo y despacio, saco sus brazos. Deja de
roncar y me quedo quieta. Empieza a roncar de
nuevo y me levanto despacio de la cama, sin hacer
mucho movimiento. Estoy desnuda, entonces busco
mi ropa en el piso y llevo todo hacia el comedor.
Me visto, agarro mi cartera y las llaves que dejó
arriba de la mesada y las pongo en la puerta, las
giro y salgo de su casa, sin hacer ruido.
Afuera todavía está oscuro y camino las treinta
cuadras hasta llegar a mi casa, con mi gas pimienta
en mi mano. Pasan autos, colectivos, taxis, motos…
Hay personas caminando, borrachas, en grupos,
algunos van solos, como yo. Cuando llego, entro y
subo directo a mi departamento, me saco el vestido,
me pongo mi pijama y me acuesto en mi cama.
¿Les pedirá a todas otra noche cuando se
encuentran en la punta más alta de alcanzar un
orgasmo? ¿Las atará como hizo conmigo? ¿Fue
imprudente de mi parte dejarlo hacer sexo oral? Es
decir, seguramente él hace eso todo el tiempo, con
una mujer diferente cada noche. ¿Habrá hecho lo
mismo con la chica que vino a buscarlo el otro día?
¿Dormirá con ellas como hizo conmigo? ¿Les
preguntará qué es lo que quieren que él les haga?
¿Las llamará pendeja como me llamó a mí, justo
cuando estaba acabando?
Suspiro… ¿Se enamorarán de él tan fuertemente
como lo hice yo? ¿Lo llamarán por teléfono al día
siguiente, esperando que él las quiera volver a ver?
¿Lo bombardean a mensajes? ¿Él contesta?
Claramente, yo no lo voy a hacer. Nunca me
rebajaría de esa forma.
¿Esto es lo que buscaba cuando decidí ir a la
fiesta? ¿Tener sexo con él? Quería que él sienta lo
mismo que yo cuando lo vi con esa mujer. ¿Será por
eso que me pidió una noche? ¿Y después otra más?
Más preguntas sin respuestas, quedan flotando
en mi mente mientras trato de dormirme y una
angustia, parecida a un corazón roto, se apodera de
mi pecho.

Domingo… Día de limpieza total. Empiezo por


mi departamento y después continúo con la
librería. Prácticamente estoy todo el puto día
ordenando y limpiando. Aprovecho para lavar y
planchar mi ropa. No tengo terraza, así que la
cuelgo en mi tendedero dentro de mi departamento
y con la estufa al máximo se seca todo, mientras
estoy abajo.
A las siete de la tarde termino y me voy a duchar.
Cuando salgo, miro mi celular. No hay mensajes ni
llamados de Nicolás. No esperaba un texto con una
declaración de amor ni nada por el estilo. Tal vez
un: ¿cómo estás?, ¿la pasaste bien?, ¿por qué te
fuiste?
¿Harán todas lo mismo que hice yo y estará
acostumbrando a despertarse solo en su enorme
cama?
No tuve que haberlo hecho. No tuve que tener
sexo. Pánico comienza en mi pecho. Oh no, otra
vez. No. Por favor.
Me siento y respiro hondo y suave. Ya va a
pasar… Ya va a pasar… Tengo que conseguir mi
pastilla… Sólo eso. Un poco más Emma… Un poco
más… No llego… No puedo controlarlo…
Termino hecha un ovillo en el piso, temblando y
muerta de pánico.
Capítulo 8
Nicolás.

Sinceramente, nunca imaginé que podría llegar a


levantarse a las seis de la mañana y salir huyendo.
Me vestí rápido en cuanto escuché que mi puerta se
cerró y la seguí. Caminé tras ella las treinta cuadras
y cuando entró, me subí al primer taxi que pasó por
la esquina de la librería y volví a mi casa.
Me costó horrores dormirme, pensando en qué
había hecho mal para que ella se fuera de esa
manera. ¿Es así como sienten las mujeres cuando
hago lo mismo que me hizo Emma?
¿Por qué se fue? ¿Por qué no quiso quedarse
conmigo?
¿La asusté? ¿Fue eso?
¿Qué pasó, Emma?
Emma…
Refriego mi cara con mis manos.
¿Por qué esta necesidad de tenerla de nuevo
conmigo? ¿Por qué quiero seguir viéndola?
Mierda.

El lunes terminamos con la maqueta; diseño,


financiamiento, estimaciones y consideraciones
legales para el nuevo edificio en Puerto Madero.
Hace muchísimo tiempo vengo trabajando con
planes detallados para hacer una revisión
cuidadosa y continua, que voy a seguir haciéndola
durante el proyecto para rescatar los resultados
positivos.
Entre la gerencia que contrata, la gerencia en
riesgo de la construcción, la tecnología, las
regulaciones y códigos de la autoridad de
construcción local, y la revisación de los materiales
como los ladrillos contra piedra y contra madera,
envejecí diez años. Volverme loco, fue poco.
Todos los días de esta semana, terminé a las
nueve o diez de la noche. Soy una persona que si
no termino todas las tareas que marca mi agenda,
no puedo volver a mi casa tranquilo. Y
malditamente el propietario del edificio, es igual
que yo. Está actuando como operador,
administrador y diseñador del equipo de trabajo
para todo el proyecto, siempre y cuando yo lo vea
primero y dé el visto bueno. Claro que él tiene la
última palabra.
El martes llamé a Olivia, avisándole que no
podría llevarla a su tarde literaria. Se enojó, pero
luego me llamó diciendo que me perdonaba. ¡No
tuve tiempo!
Hoy es viernes y nunca estuve tan feliz por la
llegada del fin de semana. Cuando subo a mi
Mercedes, dejo mi casco amarillo en el asiento de
atrás, mi maletín y mi carpeta azul, y voy a
comprar unas cervezas. Tengo que ir a ver a Emma.
La persiana está cerrada. Toco timbre pero nadie
me responde. ¿Dónde está? Espero un rato y vuelvo
a tocar timbre. No está. Creo.
Entonces, como no quiero pensar ni estar solo en
mi casa, me baño, me visto con un joggings gris y
un buzo negro y voy de mi hermana, con las ocho
cervezas.
Toco timbre y me abre mi amigo-cuñado.
-Te llamé mil veces.- Me dice y recuerdo que no
agarré mi celular en varias horas.- Arreglamos con
Lautaro y las chicas para que vengan a cenar a casa.
Me quedo de piedra.
-¿Qué chicas?- Le pregunto.
-Emma y Camila.
Esto se pone cada vez peor. Encontrarnos
después de lo que pasó entre nosotros, en una
reunión de amigos, es horrible. Es peor de lo que
pienso. Debe imaginarse que no quise verla a solas
y que elegí este momento para encontrarla.
¡Carajo!
Cuando entro al comedor me encuentro con mi
hermana, Emma, Camila y Lautaro, comiendo
papas fritas y palitos salados, tomando cerveza.
Se dan vuelta para saludarme y miro a Emma,
que tiene una sonrisa en sus labios. ¿No está
enojada? O peor… Está tan enojada que quiere
demostrar que no lo está.
¡Mierda!
-Buenas noches.- Les digo mientras le doy un
beso a cada uno.
-¡No atiendas el teléfono eh! Me podría haber
pasado cualquier cosa hermano.- Me reta
Guadalupe y me siento a su lado.
-Sinceramente no tuve tiempo para mirar mi
celular.- Le confieso y me toca el hombro.
-¿Día complicado?
-Sí. Semana complicada.- Le contesto.
-¿Cómo te está yendo con el nuevo edificio?- Me
pregunta Emma y sé que lo hace para que los
demás se enteren.
Todos me miran de golpe.
-¿Estás haciendo un edificio?- Me pregunta
Guadalupe y siento culpa. ¿Por qué?
-Sí. Firmé un contrato hace un mes atrás.
-¡Odio cuando no me contas cosas tan
importantes como estas! Tengo que matarte
Nicolás. Y felicidades.
Miro a Emma que se para y se sienta en el piso al
lado de Olivia a mirar dibujitos.
No lo dudo. Me paro y voy hacia donde están
ellas.
-Hola princesa.- Le digo a Olivia y me abraza.
-Tío, tengo que mostrarte mi carpeta de dibujos.
Esperame.
Me aclaro la garganta en cuanto Oli se levanta y
corre hacia las escaleras.
-Cerraste temprano hoy.- Le digo.
-Sí.- Me contesta, mirando hacia abajo.
-Pasé y no estabas.
Levanta la cabeza y me mira, sin un rastro de
sonrisa en sus labios.
-Mi celular no se rompió. Podrías haberme
enviado un mensaje antes.
¿Lo está diciendo en doble sentido? No, Emma
no haría algo así. Iría al grano de una. Y de verdad
me gustaría que me dé una señal o que me diga
algo de lo que pasó.
Si fuera otra mujer no me importaría y me
rompería las pelotas, pero no con Emma. No quiero
que ella haga como que nada pasó. ¡Carajo! Me dejó
solo en mi casa después de un tremendo sexo…
No… No puede ser. Claro, no le gustó. Es eso.
No le gusto. No la pasó bien. ¿Esperaba que fuera
diferente?
Mierda. ¿Lo hice mal?
-Nicolás…- Dice mi nombre y tiene una sonrisa
en sus labios.- Olivia…- Agrega, y señala a mi
sobrina que está parada a mi lado con una carpeta
en sus manos.
-Ah… Perdón. Me colgué.
Carajo. Tuve oportunidad de hablar con ella y la
desperdicié pensando.
Agarro la carpeta y la abro. Hay un conejo rojo
pintado con temperas. Paso la hoja y hay tortuga
amarilla con patas azules. El siguiente es un árbol
con la copa rosa y el tronco púrpura. Levanto la
mirada y miro a Emma.
-¿Te hace acordar a alguien tantos colores?
Sonríe.
-Sí.- Mira a Olivia que está sonriendo.- O es
daltónica o se parece mucho a mí.
La agarra en sus brazos y tira de ella hacia su
regazo. Le hace cosquillas y mi sobrina se ríe a
carcajadas y la abraza. Le da un beso en su mejilla.
¿Cómo es posible que tengan tanta confianza?
Mi sobrina me mira y luego baja la
mirada a su carpeta.
-Es que… No me gusta que todo sea como la
realidad. ¿Por qué tengo que pintar las cosas como
son de verdad?- Pregunta mi sobrina y me quedo
con la boca abierta.
¿Eso piensa Emma? ¿Vistiéndose con tantos
colores quiere salir de la realidad que la rodea?
¿Qué es lo que esconde?
¿Puede haber otra cosa, además de toda la
mierda que vivió?
Dios, estoy volviéndome loco.
Emma…
Mi cuñado hizo hamburguesas a la parrilla y mi
hermana papas fritas, cortó lechuga, tomate y puso
varios aderezos sobre la mesa.
Observo que Lautaro escribe en su celular y
Camila sonríe, que casualmente también tiene su
celular en sus manos. ¿Qué me perdí? Sé que él se
quedó loco con ella, pero… ¿Estarán en medio de
algo?
¿Por qué no puedo ser así con Emma? ¿Por qué
me cuesta tanto llegar a ser un hombre normal
capaz de mensajearse con la chica que le gusta?
Porque por más que sé que no soy un tipo para ella,
estoy empezando a interesarme en cómo podría
hacerlo funcionar para volver a estar con ella.
-¡Hay que hacer otra fiesta!- Grita mi hermana.
-El domingo es el cumple de Cami pero
podríamos hacer algo el sabádo, si quieren.-
Propone Emma.- No les digo que vengan a mi
departamento porque no entramos, pero podemos
ir a otro lado.
-Pongo mi casa.- Les digo y todos me miran.-
Podemos hacer algo en casa, si quieren.
-¡Sería genial!- Me dice Camila con una sonrisa.-
Pero, yo compro todo.
-No te preocupes por eso. Traemos algo entre
todos. Podes invitar a tus amigos. -Le contesto y me
dice gracias.
Entonces, empiezan a arreglar todo para mañana.
Bien. Voy a volver a ver a Emma.
-¡Que sea de disfraces!- Vuelve a gritar
Guadalupe.- ¿Tenemos tiempo para alquilar
disfraces?
¡Carajo! Lo que me faltaba.

Les digo a Camila y a Emma que las alcanzo


hasta su casa.
-¿Entramos los tres en la moto?- Me pregunta.
Podría llevarla algún día en mi moto.
-No vine en la moto.
Cuando salimos, desactivo la alarma de mi
Mercedes Benz.
-¿No podes ser un poco más humilde, no?- Me
pregunta Emma y sonrío.
-Suban.
Me quedo de piedra cuando Emma dice que
primero la deje a ella y después a Camila, así estoy
más cerca de mi casa. ¡Me importa un carajo pegar
vueltas en mi auto, pero le hago caso!
La dejamos a ella y luego seguimos. Camila me
indica dónde es su casa y arranco.
-Nicolás.
La miro, mientras me observa pensativa.
-Emma sufrió mucho en su vida… No quisiera
que, bueno… Salga lastimada. Ella se merece lo
mejor.
¡Mierda! Lo sé. Sé lo que se merece.
-No puedo alejarme de ella, Cami.
-Sí, sé cómo se siente. Una vez que la conoces, es
como si tuviera un imán que te atrae. Pero, no es
bueno para ella.
-¿Queres decir que no soy un buen tipo para
ella?
-Algo parecido… No quiero que te enojes
conmigo pero si la llegas a lastimar, voy a ser la
primera en querer cortarte las pelotas, si antes no lo
hace ella. ¿Queda claro? Y no estoy jodiendo. No
quiero que la lastimes. Hagan lo que quieran, son
adultos.
Carajo. Acaba de amenazarme.
Paro en un semáforo y la observo, está
pensativa.
-Sé que Emma te contó casi todo lo que le
pasó… A veces creo que ella es una nena, que como
nunca tuvo una infancia feliz… Es complicado.
Casi todo… Me contó casi todo. Entonces, hay
más.
-Decime, decime…- Le pido, casi rogando.
Me tocan bocina y acelero. Ella no habla más…
Cuando llegamos a la puerta de su casa, la miro.
-Cami.
Me observa, se acerca y me da un beso en mi
mejilla. Sonríe, como si sintiera lástima por mí. Y
sale de mi auto.

Tengo en mi casa más de cuarenta personas. Mi


hermana se encargó de redecorar mi comedor,
living y cocina con luces de colores, flashes y
máquinas de humo. ¿En su vida pasada tuvo un
boliche o algo por el estilo? Contrató un Dj, ¡por
amor a Dios! Está loca.
Pero fue mi idea, por lo tanto, me toca cerrar el
culo y bancarme a Emma vestida de conejita
Playboy. Tiene su pelo suelto y una bincha con
orejitas blancas, un body del mismo color que le
marca absolutamente todo. Sus tetas, su culo y algo
más… ¡Mierda! Está buenísima.
Mientras que yo estoy vestido del capitán Jack
Sparrow, de piratas del Caribe.
Observo a mi hermana que lleva un traje de
abejita, mi cuñado un disfraz de un girasol… ¿Es
posible que se haya puesto eso? Seguramente mi
hermana se lo alquiló. Camila está vestida como la
Reina de corazones y Lautaro de Dora la
exploradora.
Me siento mal… Tendría que haber sido un poco
más original con mi atuendo. ¿Por qué? Hay un
tipo vestido igual que yo. Nadie repite trajes,
excepto yo. Mierda. Y da la casualidad que mi
doble está hablando con Emma. Y ella se ríe,
mientras toma cerveza, y le coquetea. Seguramente
lo conoce… ¿Es el tipo que una vez estaba con ella
cuando le fui a contar sobre mi contrato?
-Hola Jack.- Miro hacia mi derecha y una chica
vestida de Cleopatra me observa y está sonriendo.-
¿Cansado de navegar?
Es preciosa. Muy linda, de verdad. La había visto
a penas llegó pero no creí que iba a hablar en algún
momento de la noche.
-Un poco.- Le contesto.- ¿Julio César te dejó
escapar?
-No hay tal Julio en mi pirámide, Jack. ¿Te están
esperando en “El Perla Negra”?
-Nop, nadie.
Nadie, excepto Emma. La miro y sigue riendo
con ese tipo.
-¿Queres tomar algo?- Le pregunto y asiente.
-Una cerveza.
Asiento y saco una del tonel con hielo.
-Gracias Jack. Muy amable. ¿Qué haces de tu
vida?
-Arquitecto. ¿Y vos?
-Tengo un local de ropa con mi hermana.
-¿Está acá?
-¿Quién?- Me pregunta con una sonrisa.
-Tú hermana.
Mira por encima de mí hombro y me doy vuelta,
para encontrarme con Camila.
-Veo que ya se conocen.- Dice, un tanto seria.- Él
es Nicolás.
Cleopatra me mira y asiente.
-Ya veo…- Dice y sonríe.- Un gusto conocerte,
Jack. Te veo más tarde.
Se dan media vuelta y se van. ¿Qué mierda?
¿Qué me perdí?
Miro hacia todos lados, buscando una respuesta
y veo a Emma… Está bailando con mi otro Jack y él
flaco la está tocando por todo el costado de su
cuerpo. La está manoseando y a ella no le importa.
¿Qué me importa a mí? Ella puede hacer lo que
quiera. Pero no cuando estoy yo.
¿Por qué no? ¿Por qué no puede?
Ella te vio yéndote con una mina de su librería y
nunca te dijo nada. Mierda.
Escucho la canción “Gente de Zona”, de Marc
Anthony y Emma se refriega contra el cuerpo de
ese hijo de puta. Unos celos atroces me invaden
convirtiéndome en una fiera.
¿Por qué deja que la toque así?
¿Están juntos?
Ay Emma…
Ahora suena “Hasta el amanecer” y mueve el
culo como si fuera una bailarina experta… Que
podría serlo porque de verdad baila muy bien y es
muy perra. De verdad. Pero, vamos Emma. Un
poco de respeto, por amor a Dios.
-¿Bailamos?
Giro mi cabeza y veo a otra chica, vestida de
Minnie. Bien…
Empieza a sonar “Desde esa noche”, la canción
que bailamos con Emma en el cumpleaños de mi
cuñado.
-Perdón, no puedo.- Le contesto.
Camino hacia Emma y la agarro de la mano.
-¿Puedo?- Le pregunto al tipo que la acompaña
y asiente con la cabeza.
Entonces la tomo de la mano y la pego
completamente a mi cuerpo, tomándola por la
cintura y por el costado derecho de su cara.
-¿Te gusta bailar esta canción conmigo,
bombón?
Me quedo helado, aun que sigo bailando. Está
ebria. Si no, no me diría bombón.
Apoya todo su cuerpo al mío y se mueve tan
sexy que podría cogérmela acá mismo. Se da vuelta
y pega su espalda a mi pecho y mi pija, dura, choca
contra su culo que lo mueve hacia atrás y adelante,
clavándome sus dedos en mi pierna.
Agarro un mechón de su pelo y tiro un poco
hacia atrás, quedando su oído en mi boca, le paso la
lengua y muerdo el lóbulo de la misma. Siento su
cuerpo temblar… Sí, pendeja. Te quiero así.
Se da vuelta y pone su boca a centímetros de la
mía.
No me gusta Thalía pero me gusta Emma
bailando esta canción.
-¿Qué es lo que te pasa, no quieres amor?
Entiende que desde esa nolche, solamente pienso
en ti. Desde esa noche, muero por tenerte aquí.
Pero me da miedo enamorarme de ti.- Canta contra
mi boca, y me vuelvo loco.
Me quita la peluca de Jack y pone su mano en mi
nuca, tirando de mi pelo. Una de sus piernas están
entre las mías y sigue bailando, chocando su pelvis
contra mi pija y creo que podría sentirla cualquier
persona de la fiesta, porque la tengo tan dura…
Siento mis huevos como una piedra… Carajo.
Pega su boca a la mía y me besa. Le respondo con
las mismas ganas, porque muero por tenerla
conmigo de nuevo. Otra vez, en mi cama. Atada,
pidiendo por favor que la coja. Rogándome otra
noche juntos.
La canción termina y su beso también. Se separa
y me sonríe.
-¿Qué pasa, Jack?
Niego con la cabeza, no entiendo su pregunta.
-¿Qué te pasa a vos, Emma?
-Te juro que intento…- Dice, mientras sigue
bailando.- Intento con todas mis fuerzas no pensar
en vos, pero me la haces difícil.
-No pretendo hacértela fácil…- Le contesto,
pegando mis labios a los suyos pero se separa.
-Ya tuviste una noche… Te di lo que querías,
ahora dejame. No me busques más.- Dice, jadeando
y me besa, pero se separa.
-Emma, me estás volviendo loco.
Niega con la cabeza, sonriendo.
-No… Esto podría salirse de control. Dejémoslo
así.
-No puedo.- Le contesto, porque de verdad no
puedo dejarla ir.- No…
-Tenes millones de chicas a tu alrededor…
Podrías estar con cualquiera.- Grita, agitada
mientras baila.
-¿Por qué te fuiste de mi casa?
Sonríe de nuevo.
-Porque es así como me manejo.- Vuelve a
gritar, porque la música está muy alta.
Niego, sabiendo que ella no es así.
-Pensaste que era lo que yo quería, pero no
Emma… No es lo que quiero.
-¿Qué queres?- Me pregunta, entornando los
ojos.
-Vamos a hablar a mi habitación. Por favor, más
tranquilos… Sin música.
-Me gusta bailar y hablar…
Se da vuelta y sigue bailando, subiendo sus
brazos.
¡Carajo!
Le agarro una mano y la llevo entre las personas,
a mi habitación. Cierro la puerta tras nosotros y la
apoyo contra la madera, poniendo mis brazos a los
costados de su cabeza. Ella me separa un poco
poniendo sus manos en mi pecho.
-Nicolás, no tendríamos que estar acá… Solos.
Estoy un poco borracha y no soy consciente de mis
acciones.- Me advierte, casi temblando.
-Bueno, por lo menos sos sincera.- Acerco mi
boca a la de ella.- Podría aprovecharme de esto,
entonces.
Niega con la cabeza y sonríe.
-No lo harías. ¿Por qué estamos acá? Vamos a
bailar. Quiero bailar.
-No quiero que bailes con ese tipo.
Abre la boca y se ríe.
-¡Estás celoso! Me mueeeeero. Nicolás celoso.
No puedo creerlo. Celoso de mí. Dios… ¿De
verdad?
-Sí.- Le confieso, porque es la verdad.
Se ríe a carcajadas, mientras me observa con ojos
pícaros que me matan.
-Emma… No quiero que bailes con otros
hombres. No quiero que te toquen.
-¡Pero por qué!- Pasa la cabeza por debajo de mi
brazo y camina por la habitación.- Vos estás con
mujeres, todo el tiempo… Y yo no puedo. ¿Por
qué?- Se da vuelta y me enfrenta.- ¿Por qué? ¿Por
qué haces esto? Dejame hacer mi vida.
-No es tan fácil Emma.
-Pero vos estás con otras mujeres…
¿Qué pasa si le digo que desde hace una semana,
no estuve con nadie más? Desde que estuve con
ella, no vi a otra mujer.
Es decir, estuve trabajando como un hijo de puta
pero si hubiese querido, habría hecho tiempo para
ver a alguien.
-Pero no delante tuyo.
-¡¿Qué mierda es esa?! Te vi, te fue a buscar a mi
librería. Se fueron de la mano. ¿Me crees estúpida?-
Se quita las orejitas de la cabeza y las revolea arriba
de la cama.- Y ahora me venis con el cuento de por
qué me fui de tu casa… ¿Qué querías que hiciera?
¿Despertarme por la mañana y qué?
-No te creo estúpida y, es verdad. Ese día me fui
con esa chica, me pasó a buscar para ir a cenar y…
-¡Y después te la garchaste! Y tenes el tupé de
venir a decírmelo. ¿No te das cuenta que esto no es
normal? Yo no podría estar de nuevo con vos
sabiendo que estás con otras chicas… ¿Me queres
matar?
-No Emma…
Dios, quiero que se tranquilice, está gritando y la
vena de su cuello está hinchada.
-Entonces, dejame tranquila. No me busques…
Terminemos con esta mierda acá.
-Emma, tranquilízate.- Trato de acercarme pero
se aleja.
-Si me llegas a tocar voy a gritar…
-Me encantaría que grites.- Le confieso y una
sonrisa se asoma en sus labios.
- ¿No te das cuenta que me haces mal?
-¿Por qué? ¿Por qué te puedo hacer mal si a
penas nos conocemos?
Niega con la cabeza y mira hacia todos lados.
Entra en el vestidor y cierra la mampara de espejo.
¿Qué mierda?
-Emma…- No contesta.- Emma…- Golpeo el
espejo pero no abre.- ¡Emma!
-¡Me gustas!- Grita, del otro lado. – Me gustas
mucho y no quiero que me lastimes.
Ella también me gusta. ¿Pero hay algo más?
-Emma… ¿Hay más?- No contesta.- ¡Emma!
-Sí. Sí… Hay más.
¡Mierda!
¿Tan rápido?
Abro la mampara y la encuentro apoyada contra
la pared del fondo de mi vestidor.
-No podes tener todo tan ordenado. No sos
normal.
Me asombra la capacidad que tiene para cambiar
de tema.
-No quiero pelear.- Le digo.- No quiero que te
enojes conmigo, pero no puedo alejarme de vos,
Emma.
-Si sabes que hay más, sería mejor que te alejes.
Cierro la mampara, me acerco despacio hacia ella
y abre mucho los ojos. Niega con la cabeza.
-No.
-Emma…- Acuno su cara entre mis manos.- Ya
te dije que no puedo.
-¿Por qué?- Me pregunta y escucho esperanza
en su voz.
-Porque vos también me gustas y… Puedo
intentarlo.
Escuchar su voz llena de ilusión cuando me
preguntó por qué… La palabra intentarlo salió sola
de mi boca pero juro por mí mismo que no me
arrepiento. Lo haría, de verdad.
Por más que mi corazón sea de piedra, puedo
probar, de alguna forma, no estar con nadie más.
¡Vamos! Solo pienso en cogérmela de nuevo,
cuando nunca antes quise volver a ver a una mujer
con la que haya estado.
-¿Intentar qué?- Sus ojos brillan.
-Intentar estar solo con vos.
Una risa irónica escapa de su boca.
-¿Intentar estar solo conmigo? ¿Tanto te cuesta?
¿Tantas mujeres te llueven todos los días? ¿O cómo
es el tema?
Cierro los ojos.
-No soy un Don Juan que anda buscando una
presa… Solo se da.- Cuando los abro, sus ojos están
rojos y le tiembla el labio inferior.- No llores… Te
estoy diciendo que puedo hacerlo. Si no funciona,
te juro que no me ves nunca más. Pero… De verdad
quiero hacerlo. Dame unos meses…
-¿Te estás escuchando?- Asiento.- Vos estás loco.
No podría intentarlo sabiendo lo mucho que te va a
costar. Estaría desconfiando todo el tiempo, todos
los días, a cada hora… Estaría en la librería
pensando con quién estás y…
-Yo también voy a pensar lo mismo de vos,
Emma. Porque no confío en nadie. Y tampoco
podría confiar en vos, por eso te pido unos meses.
Voy a ser insoportable, te voy a llamar cada dos
minutos para saber qué estás haciendo, con quién
estás, cuántos libros vendiste, si comiste, si…-
Sonríe y niega.
-Estás completamente loco.
-Estoy loco por vos, pendeja.
Acerco mi boca a la suya y la beso. Pasa sus
brazos por mis hombros y la levanto del culo,
enroscando sus piernas en mi cadera. Froto mi
bulto contra la tela que cubre su vagina y gime
contra mi boca. Muerdo su labio inferior y le
tiemblan las piernas.
Tira de mi pelo y se aleja.
-Después…- Dice, agitada.- Ahora no podemos.
-¿Te despeinarías?
-Sí.- Me contesta, riendo.- Y creo que me
romperías las medias…
-Después…- Le digo, mientras la beso de
nuevo.- Así… Contra la pared.
Asiente y se ríe.
-Lo prometo. Contra la pared.
La bajo y se acomoda el pelo. Me doy vuelta,
abro la mampara y agarra su bincha de la cama. Se
la pone y volvemos a la fiesta.
Guadalupe le agarra una mano y se la lleva a
bailar. Me apoyo contra la isla de mi cocina y la
miro mientras Emiliano me da una cerveza.
-¿Te gusta, eh?- Asiento, sin mirarlo.- Es muy
linda. Pero demasiado buena para vos.
-Lo sé.
-Estás a tiempo, no seas gil.
-Vamos a intentarlo…
-¿Estar juntos?- Me pregunta, asombrado.
-Sí… Podría funcionar.
-¿Vos? ¿Fiel? Dale.
Lo miro y está tan serio que me asusta.
-Nico, no jodas. Te encantan las minas, no
podrías estar solo con ella. Vas a hacerle perder
tiempo…
Me paso las manos por la cara y por el pelo.
Emiliano me conoce más que nadie. Por eso no me
enojo al escucharlo decir estas cosas. Tiene razón.
-Lo sé… Pero, no puedo dejarla. Te juro que…
No sé. No puedo. Me gusta.
-¿El sábado pasado estuviste con ella?- Asiento.-
¿Y queres estar otra vez?- Asiento de nuevo.-
Mierda… Pasó solo una semana y ya queres verla
de nuevo. Bueno hermano, espero que resulte bien.
-Yo también.
Yo también espero que resulte. No me
perdonaría joderla. ¿Y si ella es la que no soporta
estar con alguien como yo y me deja?
Un sentimiento completamente nuevo se esparce
como agua por mi cuerpo. Miedo…
¿Miedo a que no pueda lograrlo o miedo a
quedarme sin ella? Porque juro por Dios que de
verdad la quiero en mi vida.
Capítulo 9
Emma.

Camino tambaleándome… Me apoyo contra la


pared…
-Mierda, Emma.
Me río. Lo apunto con el dedo.
-Mierrrrrrda, Nicolás. ¿Por qué… estás… tan...
Malumoriado?
-¿Es una nueva palabra? ¿Malumoriado?
-Malumirado. Malumoruado… ¡Lo que sea que
como se le diga a vos!
-Emma, no podes ni hablar.
Está taaaaaan enojado.
La cama…
-¿Cómo haces para…- Me saca los zapatos…-
Dormir solo acá? Yo me… sentiría taaaaaaan sola…
Acá… Con todo esto, estas sábanas… Taaaaan
blancas…. Frías.
-¡Emma! Quedate quieta.
-¡Emma! Quieta. Quieta…
-No puedo…- Hace fuerza para sacarme el body
blanco… - Sacarte… ¡Emma! Quieta.
-Bueeeno… Buenooo… Señor enojado.
Me observo y estoy desnuda… Viene con una
remera blanca en sus manos y... Me la pone... La
remera.
-¿Algo de color… no tenías? Rojo, anaranjado,
amarillento…
-Emma. No lo voy a repetir. Quieta.
-¿Qué me vas… a atar de nuevo… para que esté
quieta?
-Lo haría. Lo juro.
-¿Te gusta… atarme?
-Sí.- Me contesta mientras me acuesta y me tapa.
-¿Por qué?
-Porque puedo hacer lo que yo quiera.- Dice,
mirándome… Me mira mal. Me está mirando mal.
-No me mires así… Estás enojado.
-Sí, tomaste mucho. No me gusta.
Lo miro mientras se saca la ropa…
-¿Vamos a tener… cachengue?
Me mira… Y se ríe. Tira la cabeza hacia atrás y
se ríe.
-¿Te dije que… sos reeeeeee lindo?
Vuelve a reír.
-No… Pero gracias.
-¡Sos reeeeeee lindo! Es como si… Comiera pollo
con las manos…
Vuelve a reír.
-Creo que… si tuviéramos unos hijos… serían
rubios o colorados.
-Seguramente serían colorados, Emma. Como
vos.
-¿Cuántos?
-¿Cuántos qué, Emma?- Pregunta, suspirando.
-¿De un rango… ponele… de dos a seis…
cuántos hijos vamos a tener?
Me mira y se ríe.
-¿De un rango de dos a seis? No sé, tres o
cuatro.- Contesta, volviendo a reír.
-Quiero ver tus pies…- Le digo.
-¿Qué? No. Emma…
-¡Quiero ver tus pies!
Se saca las medias y se sube a la cama tan rápido
que me mareo.
Me muestra sus pies…
-Mierda. Hasta tus… Dedos son lindos… Los
chuparía.
-¡Emma, qué horror!- Dice, riendo.
-Quiero que nos… duermamos… durmamos…
que nos… con los pies desnudos… pegados…
Inclina la cabeza hacia un costado y sonríe.
Se acuesta a mi lado y me abraza… Siento sus
pies… Fríos.
-Así…- Le digo.- Así, juntos… Tan juntos…
-Dormite, Emma.- Apaga la luz.
-Pero… íbamos a hacer el amor contra la pared.
-No Emma, hoy no. Dormite.
-Pero vos… Lo prometiste.
-No podes mantenerte parada… Ni siquiera
acostada. Dormite.
Me da un beso en mi frente y me hace cucharita.
Con nuestros pies pegados. Me acaricia… Mueve
sus pies contra los míos.
-Así…- Le digo.- Todas las noches… Todas
tenemos que dormirnos así. Con nuestros pies…
Así.
-Sí, Emma. Vamos a dormirnos siempre así. Lo
prometo.
-Lo estas…- Bostezo.- Prometiendo.
-Dormite. Hasta mañana.
Cierro los ojos…
Nuestros pies juntos… Pegados…
Así… Siempre. Lo prometió.

¡Dios! Que terrible dolor de cabeza. Su ronquido


es como si tuviera una máquina taladrando en mi
almohada. Me levanto despacio y voy hacia el
baño. Vacío mi vejiga, me lavo la cara con agua
bien fría para ver si se me pasa el dolor y para sacar
restos de maquillaje corrido. También me lavo los
dientes por si se le ocurre mantener una
conversación en la cama o si quiere darme un beso,
o algo…
Eso es lo que no me gusta de los libros, dejan la
higiene de las personas de lado. ¿A caso no hacen
pis, no hacen caca, no tienen mal aliento a la
mañana? Vamos, a penas se despiertan se besan
como si hubieran dormido con una pastilla de
menta en la boca durante toda la noche. No es que
yo tenga aliento a cocodrilo, pero eso no es normal.
La gente común tiene olor a transpiración, se tiran
pedos con ruido y…
-¡Emma!
Salgo del baño con su cepillo de dientes en la
mano y toda mi boca llena de espuma.
-¡¿Qué, qué?!- Le grito, preocupada. Lo miro y
está sentado en el medio de la cama, con todo el
pelo revuelto.- ¿Qué te pasa?
Una sonrisa aparece en sus labios y se rasca el
cuero cabelludo.
-Pensé que te habías ido…- Responde con voz
de dormido.
-Ya sé por qué me fui el otro día.
-¿Por qué?- Me pregunta, riendo.
-¡Porque roncas como un hipopótamo! No
vamos a poder volver a dormir juntos, nunca más.-
Me doy vuelta y escucho que carcajea. Entro en el
baño y sigo lavando mis dientes.
Me agarro el pelo y lo tiro hacia atrás, pongo mi
boca en la canilla para enjuagarme. Cuando levanto
mi cabeza, veo su reflejo en el espejo.
¿Es posible que hasta cuando se despierte sea
lindo? Bueno, tampoco es que está súper lindo,
pero de verdad es precioso.
-Buen día. ¿Puedo usar mi cepillo?
Asiento y se lo doy. Me seco la boca con la toalla,
mientras que él se ubica en el otro lavatorio.
Mierda… ¿Hace esto siempre?
-¿Por qué tenes dos piletas?
Levanta sus hombros, mirándome por el espejo
y… Cierra los ojos. Se saca el cepillo y enjuaga su
boca, escupe, se lava la cara y se seca.
-Emma… No tengo dos lavatorios por lo que
pensas. Nadie se queda a dormir acá.
Miro hacia el piso y su bóxer abultado llama mi
atención.
Agarro pasta dental, mientras él me observa y
pongo un poco en mi mano y se la paso por la cara.
Salgo corriendo del baño y me subo a la cama. Al
segundo lo tengo pegado a mí y me pone de
espaldas al colchón.
-Te gusta jugar por la mañana eh…- Dice,
mientras pone pasta dental en mi nariz.
-No…- Muevo mi cabeza y trato de zafarme
pero me agarra con una mano de mis muñecas y las
pone encima de mi cabeza.
Me pone dentífrico en mis cachetes….
-¡No!- Le grito. Mientras trato de soltarme y una
risa nerviosa escapa de mi boca.
-¡Vos empezaste!- Dice, pasando su mano por
toda mi cara, esparciendo pasta dental… Deja de
hacerlo y me mira.- Estás hermosa, de verdad.
Se acerca a mi boca y me da un beso.
-Buen día pelirroja.
-Buen día, señor ronquidos.
-No ronco.- Contesta riendo.
-Sí lo haces.- Dudo pero le doy un beso y me lo
devuelve.
Bien… Estamos empezando bien.
-No lo hago.- Me da otro beso y succiona mis
labios.- Vos sos terrible borracha… Me hubiese
gustado grabarte pero no podía.
-Me sacaste la ropa…
Achina los ojos y me sonríe.
-Ahora mismo te sacaría mi remera y te tendría
desnuda… De nuevo. Hice un esfuerzo muy
grande para no hacer nada.
-Lo hubieras hecho, total no me hubiese
acordado.
Ríe a carcajadas.
-¿Podrías olvidarte de lo que haríamos durante
el sexo?
-Seguramente.- Le contesto, riendo.
-¿No te gustó lo que hicimos el fin de semana
pasado?- Me pregunta, serio.
-Sí… ¿Por qué me lo preguntas?
Me saca el pelo de mi cara, tirándolo para atrás
con caricias suaves que tocan mi corazón.
-Te fuiste de mi casa sin decir nada, a mitad de
la noche… Y en la semana no me llamaste ni me
mandaste un mensaje… Nada.- Dice, tratando de
sonar distraído.
-Bueno, vos tampoco lo hiciste.- Le respondo,
mientras trato de zafar mis manos pero no me
deja.- Sé que habrás estado ocupado pero…
-Te seguí…
¿Qué?
-No entiendo.- Le respondo, con mi mayor
intriga.
-El domingo a la madrugada, te seguí.- Me dice
mientras me da un beso en mis labios y no saca la
mirada de mi boca.
-¿Me seguiste hasta mi casa?
Asiente y me da otro beso.
-Tenía miedo que te pase algo… No sabía por
qué te habías ido y no quería que camines sola…-
Me da otro beso y abre su boca, mordiendo mis
labios.- Esperé que entres y luego me tomé un taxi.
Gimo cuando siento su lengua queriendo entrar
en mi boca y un beso tierno recae sobre mis labios.
Le respondo de la misma forma y siento su mano
tocando mi cuerpo, mientras que con la otra
sostiene mis muñecas, arriba de mi cabeza.
Inclina su cabeza e intensifica el beso, abriendo
más su boca y succionando mis labios, mi lengua,
mi aliento, mi alma… Se lleva todo de mí con este
precioso beso.
Introduce su mano por debajo de mi remera y
toca mi cadera, mi cintura, mi panza… Se detiene
en mis tetas y las masajea tan delicadamente que
creo que voy a morir. Jadeo y quiero zafarme de su
agarre para poder tocarlo e increíblemente me
suelta.
No lo pienso… Pongo mis manos en su espalda,
ancha, dura y musculosa y entierro mis uñas en su
carne hasta escucharlo gemir contra mi boca. Su
cadera hace un vaivén contra mi pelvis y puedo
sentir mi vagina mojada… Completamente mojada.
-¿Cuánto… hace que no… te haces estudios?- Le
pregunto, entre besos.
-Estoy libre…- Contesta, chupándome más
fuerte de mis labios, mordiendo…
Me saca la remera, luego mi bombacha y después
su bóxer. Trato de meter una mano entre nosotros
cuando vuelve a besarme, y agarro su pene entre
mis dedos que no terminan de dar la vuelta.
¡Mierda!
La ubico en la puerta de mi vagina y él empuja
tan rápido que comienzo a gritar su nombre y si
supiera su apellido también.
Se siente tan bien… Carne con carne… Suave…
Delicado… Escurridizo… Presión… Más fuerza…
Más rápido… Más de él.
Pega su frente a la mía y nuestro beso se corta,
pero nos unimos con nuestras respiraciones,
jadeantes, temblorosas, muertas de hambre por el
otro… Sus manos acunan mi cara y lo envuelvo con
mis piernas…
Pone una mano entre nosotros hasta llegar a mi
clítoris y… Dios…. Tiro la cabeza hacia atrás y
atrapa mi pera con sus dientes, que muerde y
chupa, siguiendo por mi clavícula y mi cuello. Hace
círculos sobre el centro más poderoso de mi placer
y me retuerzo.
-¿Te estás cuidando, Emma?
-Sí… Sí… Tengo el DIU.
-¿Por qué el DIU?
Para y me observa.
-No quiero tener un bebé por accidente… No
quiero… Me da miedo y… Prefiero estar segura.
-Emma.- Pronuncia mi nombre en voz y
comienza a moverse, aumentando sus embestidas y
su movimiento en mi clítoris. - Emma…- Habla casi
sin aliento, contra mis labios.
-Ahora… Por favor, más rápido.
Deja de moverse y niega con la cabeza.
-¡¿Qué?! Cómo… No podes hacer esto.
-Todavía no, Emma…
No sé cómo pero junto toda mi fuerza y lo doy
vuelta, quedando yo arriba de él, sentada y con su
pene dentro de mí. Lo miro y tiene una hermosa
sonrisa en sus labios.
-Emma…- Estira su mano para tocarme pero no
lo dejo.
Me levanto un poco, saliendo de él y me doy
vuelta. Me siento a horcajas e introduzco de nuevo
su pene en mi vagina. Comienzo a moverme
despacio, subo y bajo y lo escucho jadear detrás de
mí, tan fuerte que con solo sentirlo tan caliente se
me eriza toda la piel de mi cuerpo.
-Sos tan hermosa…- Siento una mano que
recorre toda mi espalda.- Tan hermosa, Emma…-
Habla, entre respiraciones cortadas y casi sin
aliento.
Comienzo a tocar mi clítoris y dejo caer mi
cabeza hacia atrás, dándole pase libre para que me
agarre el pelo y tire de él.
-Emma…- Amo que diga mi nombre en este
momento.
Escucho que jadea fuerte y me dejo ir en medio
de un orgasmo que hace temblar cada parte de mi
cuerpo. Se siente como si estuviera en el infierno
quemándome viva y en el cielo flotando como un
ángel… Porque él es eso… Es el Diablo y Dios,
juntos.

Después de limpiar toda su casa, nos sentamos


en el sillón a mirar una película y comer unos
tostados de jamón, queso y tomate con un jugo de
naranja.
-Esta es la parte que más me gusta.
Escucho que suspira y delante de nosotros Noha,
el protagonista de la película “El diario de una
pasión”, está empapado por la lluvia y agarra a su
chica en brazos y la besa.
-Una vez leí…- Dice y lo callo.
-¡Chss!
Apaga el televisor y lo miro, muy enojada.
-¡Pero ahora van a hacer el amoooooooor!
-Emma… Quiero decirte una cosa que leí una
vez.
Suspiro y me siento como indio frente a él.
-¿Qué leíste?
-Que las mujeres tienen que olvidarse del
príncipe azul y buscar un lobo feroz que la vea
mejor, que la escucha mejor y que la coma mejor.
Lo miro y achino los ojos.
-Esto es lo más romántico que me dijiste desde
el día en que te conocí.- Le digo con una sonrisa y él
se ríe.- ¿Por qué tenes que decir esto justo en frente
de mí? No es justo.
-¿Por qué?- Me pregunta, riendo.
-Porque vos sos el lobo feroz.
-Por eso vamos a intentarlo.- Dice, con una
sonrisa hermosisisisisisma en sus labios y veo esa
paleta chueca que me tiene enamorada.
Lo amo. Definitivamente lo amo. Lo amo.
-Sí… Bueno, vamos a ver qué tal resulta todo
esto. ¿Cómo te sentís viendo una película conmigo
un domingo de lluvia?
-Raro… Pero sos mi amiga, además de…
¡¿De qué?! Además de qué…
-¡Bien! Somos amigos que estamos viendo a ver
qué pasa… Bien.
-Quiero que te lo tomes en serio.- Dice, sin reír.
-Te juro que me lo estoy tomando muy a pecho.-
Le contesto y se ríe.
-Creo que nunca hablas en serio.- Prende la tele
y ya pasó la parte de amor.
Ahora están discutiendo y ella lo deja… ¡Mierda!
Me perdí la mejor parte.
-Emma, está en Netflix, podemos volver a esa
parte.
-Podemos, pero en la vida real no se puede
rebobinar. Lo hecho, hecho está, Nicolás.
-Lo sé…- Dice, mirando la película, aun que no
le interese.
Lo observo y me dejo endulzar por su perfil con
una frente ancha y una nariz con un pronunciado
tabique sobresalido y chueco. No es perfecto, tiene
un mil defectos pero me gusta. No sé si los demás
lo ven tan lindo como lo veo yo. Sí solo es un
cuerpo bonito y un mujeriego de telenovela
mexicana. No sé por qué estoy pensando esto de él,
cuando debería estar haciendo el amor contra una
pared o atarlo…
Podría atarlo. ¿Me dejaría?
-¿Algún día puedo atarte?
Me mira, confundido.
-¿Por qué querrías atarme?
Recuerdo una parte de lo que me dijo ayer
mientras estaba tratando de sacarme la ropa…
Porque puedo hacer lo que yo quiera.
-Porque puedo hacer lo que yo quiera.- Le
contesto y sonríe.
-Voy a pensarlo.
Nos miramos, sin apartar la mirada uno del
otro.
-Emma… Sé que no soy bueno para vos, créeme
que lo sé. Y sos una chica tan… Completa que no te
mereces a alguien como yo. Mereces a alguien que
te quiera en tu totalidad y no a medias. Por eso
quiero que lo hagamos.- Suspira y se pasa una
mano por su pelo despeinado.- Sé que tengo una
personalidad horrible y un carácter de mierda, y a
pesar de todos mis defectos…
-Sos perfecto, Nicolás. Así, como sos. Con ese
tabique desviado que te hace roncar como a un oso,
esa paleta torcida y esa frente que se arruga cada
vez que frunces el seño… A pesar de todos tus
defectos, sos perfecto. Y quiero que sepas algo… Y
no lo voy a repetir.- Asiente y me observa,
expectante.- Si algún me voy no es porque esté
cansada o dejé de sentir cosas por vos, voy a dejarte
porque tal vez vos lo quieras así y vas a hacer cosas
que me van a hacer sentir sola y sin motivos para
seguir con vos. ¿Está claro?
Asiente. Agarra mi mano y me besa la palma, la
da vuelta y besa uno por uno mis nudillos… ¿Por
qué veo esto tan sexy?
Minutos después, estoy en cuatro, agarrándome
del respaldo del sillón de cuero color rojo, agitada,
transpirada, gimiendo y pidiéndole que me coja
como nunca antes lo hizo, mientras me embiste una
y otra vez, repitiendo mi nombre como si fuera una
Diosa del sexo…

Durante la semana no apareció en la librería por


la tarde porque tenía que supervisar mucho trabajo
en la obra. Pero cada noche, después de bañarse,
vino a mi departamento a cenar. Tratamos de no
tomar mucho alcohol porque cuando lo hacemos,
todo se sale un poco de control. Así que optamos
por una botella de vino tinto… Una vez que se
acaba, seguimos con jugo.
Por ejemplo, ahora estoy haciendo fideos
amasados y no se despega de mi lado.
-Me estás molestando.- Le digo, riendo.
-¿Por qué? Solo te estoy mirando.
-Bueno, podrías ayudar. Da vuelta la palanca y
yo voy metiendo la mesa.
Y lo hacemos, juntos. Él me ayuda como si fuera
algo normal entre nosotros. Cocinar, charlar, tomar
vino. Es que en realidad, esta última semana todo
se dio vuelta y es como si hubiéramos empezado
una relación. Una relación seria. Y me estoy
asustando, porque mi corazón está empezando a
sentir cosas verdaderas por él. Es decir, además del
buen sexo que tenemos y del cual él todavía no se
cansó, compartimos tareas cotidianas que me
asustan.
No sé qué le debe de pasar por la cabeza a él pero
yo ya me hice toda una película en la cual él se
termina enamorando de mí y me pide que vivamos
juntos. Y más delante quiere tener hijos conmigo. Ir
de vacaciones. Conocer a sus padres, de los cuales
nunca lo escucho hablar, solo una vez.
Mientras cenamos, me animo a preguntarle por
ellos.
-Me llevo bien. No los veo tan seguido como
hace mi hermana, pero nos hablamos por teléfono y
cuando puedo voy a verlos.
En realidad, no me contó nada que no haya
imaginado. Pero tampoco voy a preguntarle tanto
del tema si no me lo quiere contar.
Algo dentro de mí reaparece… Si yo tuviera
papás o si los tuviera vivos o si me quisieran, claro,
iría todos los días a verlos, cenaríamos todas las
noches, los invitaría a mi casa, arreglaría vacaciones
o fines de semana, les sacaría millones de fotos para
llevarlas siempre conmigo, llamaría a mi mamá y le
pediría que vayamos a merendar solas y a
comprarnos ropa, pasar tiempo de mujeres.
¿Por qué él no es así con sus padres? ¿Por qué?
Tal vez tendría que preguntarle a Guadalupe. Tal
vez ella me contaría algo…
Lo observo mientras revisa su celular y sonríe.
¿Con quién está hablando? ¿Será una chica? ¿Por
qué sonríe de esa forma? Deja el celular arriba de la
mesa y me pide pasar al baño. Asiento con la
cabeza y en cuanto entra, agarro su teléfono. Miro
el último mensaje de Whatsapp.

Analía. *¿Podríamos vernos y tomar algo? La


verdad es que no paro de pensar en vos y en “tu
amiguito”.

Me pongo roja como un tomate. Tu amiguito…


Carajo, yo también me reiría de la forma en que él
lo hizo si me llegara un mensaje así.
Sigo mirando y hay textos con nombres de
chicas. Sabrina. Gissel. Maricel. Karen. Stephanie.
Lulu. ¿Qué mierda es todo esto?
Escucho que tira el botón, salgo del Whastapp y
bloqueo el teléfono, dejándolo en el mismo lugar.
¿Por qué se sigue hablando con tantas mujeres?
Dijo que iba a intentarlo. Me lo prometió. Mi
confianza empieza a romperse.
-¿Puedo quedarme a dormir?- Me pregunta, a
penas abre la puerta.
-La verdad es que mañana a la mañana tengo
que hacer trámites y empiezo muy temprano. Me
gustaría dormir tranquila.
Me observa, confundido.
-¿Tranquila? ¿Cuándo dormimos juntos, estás
intranquila?
Me levanto y niego con la cabeza.
-No, es que… De verdad quiero dormirme
temprano y me siento un poco mal… Me vino… Y
bueno.
Parte de lo que digo es verdad. Hoy comenzó mi
ciclo y aun que no me sienta mal ni me duele,
quiero estar sola. Necesito estar sola y pensar en
sus mensajes.
-¿Te enojó algo que dije? No estabas así hace
dos minutos atrás.- Creo que está empezando a
enojarse.
- No, es que de verdad quiero estar sola.
Acabo de construir una pared frente a mí y es
como si se hubiera dado cuenta. Retrocede y me
mira, achinando los ojos.
-Como quieras, Emma. No voy a insistir.
Agarra su campera negra de abrigo, su casco y
comienza a bajar la escalera. Lo sigo y aprieto el
botón para que la persiana se abra solo un metro
para que él pueda salir. Se da vuelta y me da un
beso en mi mejilla. Se agacha y sale. Segundos
después, escucho el motor de la moto. Acelera y
sale como si estuviera en medio de una carrera.
Mierda.
¿Y si cuando llega a su casa, llama a Analía?
Dios, no puedo vivir sintiendo de esta forma. Sabía
que no iba a resultar.
Capítulo 10
Nicolás.

Miedo. Otra vez estoy sintiéndome de esta


forma.
Ella me hace feliz, lo sé, y a la vez me da un poco
de miedo, pero sé que esta combinación es
exactamente lo que necesito. Y todo se reduce a:
Emma.

Estoy verificando la compra de ladrillos, cemento


y arena. Los camiones tendrían que estar llegando
alrededor de las once de la mañana, lo que me da
un poco de tiempo para tomar un café y pedirle un
informe detallado de las compras que se van a
realizar esta semana a mi secretaria.
La llamo por el intercomunicador y le pido que
venga. Una vez que se va, escribo en el grupo de
Whastapp que tengo con Emiliano y Lautaro.

Yo. *¿Cervezas hoy a la noche?


Lautaro. *Agendado.
Emiliano. *Le pregunto a Guadi y ahora
contesto.
Lautaro.* ¡Polleras!
Emiliano.* ¡Idiota!
Yo.* Dos horas nada más. ¡Dale!
Emiliano. *A las diez en Ana Milena. ¿OK?
Lautaro. *Camila no me deja. Perdón.
Yo.* Hijo de puta, mentiroso.
Lautaro. *Jajajajajajaja. A las diez en Ana
Milena.
Yo.* OK.

Luego de discutir con unos de los choferes,


porque faltaron cinco camiones de arena, llamo a la
empresa distribuidora.
-Pedí catorce camiones de arena 6.30, y sólo
llegaron seis. Te pagué con anticipación para que
justamente no pase esto pero creo que no me
entendiste. Por favor, los necesito, ahora.
-Disculpe señor Cruz. No volverá a pasar. Es un
error, lo compensaremos.
-Muy bien. Avíseme en cuanto los tenga.
Gracias.- Y corto.
Suspiro, entre la noche de ayer en la cual Emma
me echó de su casa y esta mañana, creo que me va a
agarrar un ACV.
¿Por qué me dijo que me fuera? Repaso cada
conversación, buscando el momento en que la hice
enojar pero no lo encuentro. ¿Le molestó lo que dije
de mis papás? En realidad no le dije nada… No le
di el tipo de información que seguramente ella
estaba buscando.
¿Qué mierda le habrá pasado?
Trámites… Después me dijo que le había venido
la menstruación… Me resulta confuso. Podría
mandarle un mensaje para saber cómo se siente o
cómo le fue con los supuestos trámites. No…
Confío en lo que me dijo. Seguramente tendrá uno
de esos días en los que están histéricas y prefieren
estar solas.

A las diez de la noche nos encontramos con


Lautaro y Emiliano.
-¿Está mal si me meto en el medio de una
relación y hago que Camila se separe de su novio?
O sea… Ellos ya vienen mal de hace rato, yo solo
estaría apurando algo que ella no puede terminar.
¿No?
Lo miro y creo que está tratando de convencerse
a sí mismo.
-Perdón amigo pero soy el menos indicado para
aconsejarte. Además, no sé qué tipo de relación
estás buscando con ella… Si vas a hacer que se
separen… Bueno, tendrías que ponerte en serio con
ella.- Le contesto.
-Me gusta y la paso bien, pero me esquiva un
poco. No sé si quiero estar con ella porque me
gusta de verdad o porque está de novia y se hace la
difícil. ¿Se entiende?
-Algo…- Le contesta Emiliano.
Estoy esperando que mi cuñado salte y diga algo
sobre el amor. Siempre lo hace. Lo observo
mientras duda y…
-Para mí, tendrías que replantearte qué es lo
queres y una vez que lo sepas, tomar una decisión.
Una mujer no deja a su novio de años por un
estúpido que le manda mensajes diciendo hermosa,
linda, bombón, entre otras boludeces. Si se va a
tirar a la pileta, va asegurarse de que haya agua,
amigo. Las mujeres necesitan confianza y si vos le
aseguras un futuro juntos, va a dejarlo y quedarse
con vos. Por lo que sé, este pibe no le da lo que ella
quiere y ahí estás corriendo con ventaja.- Le explica
Emiliano y Lautaro asiente.
¡Carajo! Siempre tiene algo bueno que decir.
-Nico, ¿y vos qué onda con Emma?
-Me encanta Emma, de verdad. La pasamos
muy bien, me divierto y creo que nunca me reí
tanto con una mujer… ¡Me gusta Emma, pero me
encantan todas!- Le contesto y nos reímos porque
siempre decimos esta frase cuando vemos a
Emiliano mirarle el culo a una mina.
Pero, cuando levanto la vista me quedo duro…
Mi sonrisa desaparece al ver la cara de asco de la
pelirroja que está frente a mí. ¡Carajo! Suspiro y me
gustaría que la tierra me trague y me escupa en la
China. Mierda.
La observo y una sonrisa diabólica se apodera de
su boca. ¡Acabo de arruinarlo todo! Todo.
Se acerca a nosotros y mis amigos la miran a ella
y después a mí, dos veces. Bajan la mirada a sus
vasos y se aclaran la garganta.
-Bueno…- Dice, todavía sonriendo como si
fuera el Lucifer.- Es copado saberlo…- Niega con la
cabeza.- Los vi y quería acercarme a saludar,
disculpen por molestarlos. No era mi intención
incomodarlos.
¿De verdad está pidiendo disculpas después de
lo que acaba de escuchar de mi propia boca?
Se da media vuelta y se aleja hacia una mesa con
cinco chicas y cuatro chicos. ¿Quiénes son esos
tipos?
-La cagaste…- Me dice Emiliano, forzando una
sonrisa.
-La idea no era que me escuche. Mierda, lo
decimos siempre.
-Lo decimos cuando estamos solos.- Me retruca
Lautaro.- Anda a pedirle perdón.
Me paso las manos por la cara.
-No, no creo…
-Anda.- Emiliano me señala la mesa donde está
ella y asiente con la cabeza.- Conozco cómo
funcionan las mujeres. Es mejor que vallas y lo
aclares. De verdad.
Me paro y camino hacia su mesa. Le toco el brazo
y se da vuelta, riendo.
-Emma… Hola a todos. Disculpen… ¿Puedo
robarles un segundo a… Emma?
Todos miran a Emma y asienten. Ella se para y
camina a mi lado hasta llegar a una barra. La
observo de arriba abajo y le sacaría con mis dientes
este vestido verde esmeralda que lleva puesto, tan
ajustado al cuerpo que le marca cada una de sus
hermosas líneas.
-No tendrías que haber escuchado eso…
Perdón. No es lo que vos crees… En parte sí,
pero…
-No tenes que aclararme nada. Ya es bastante
incómodo escucharte decir eso con tus amigos…
Está perfecto que lo sientas así, solo que… No está
bueno escucharlo...- Dice, avergonzada y baja la
mirada.
Mierda. Siente vergüenza por lo que dije.
-Perdón Emma, de verdad. No quiero que te
sientas mal… Perdón. No sé qué hacer para que…
-Ya está. Al fin y al cabo a mi me pasa lo mismo.
Puede gustarme alguien pero miro a todos los
hombres que me rodean. Es normal.
¿Alguien? ¿Yo soy alguien? Es decir, yo estaba
hablando de ella y no es capaz de decir mi nombre
cuando se refiere a ese “alguien”…
Y otra vez los celos reaparecen en mí pecho.
-Emma…
-No… Ya está. Dejémoslo así. Vos seguí con tus
amigos que yo sigo con los míos. Es mejor así…- Se
muerde el labio inferior y me pongo loco.- Vuelvo a
la mesa…
Se da media vuelta y me deja solo, con unos celos
que me matan por dentro. Al fin y al cabo, yo me lo
busqué. ¿No?
Vuelvo a mi mesa y me preguntan cómo me fue.
Les digo que no quiero hablar del tema.
-Estamos pensando con Guadalupe en buscar
otro bebé.
-¿Otro más?- Le pregunto.
-Sí… Oli ya es grande y está pidiendo un
hermano. Así que… Estamos tratando de disfrutar
un poco en cuanto a las salidas y tomar alcohol, así
después nos enfocamos en un nuevo bebé. Tiene
que hacerse estudios y esas cosas de rutina.
Supongo que en unos meses ya se enterarán.
-No sé si estoy preparado siquiera para tener
uno y vos ya estás pensando en dos.- Le confiesa
Lautaro y coincido con él.
Mi mente vuela a la madrugada en que Emma
estaba borracha y me preguntó cómo serían
nuestros hijos, si rubios o colorados… Y cuántos
tendríamos… Sonrío al recordarlo. ¿Tendrán sus
ojos celestes, su pelo tan rojo como la sangre, sus
pecas naranjas esparcidas por la nariz, mejillas,
espalda, pecho, piernas…?
Sus piernas… Esto se está saliendo de control.
Estoy pensando en cómo se vería nuestro bebé y al
segundo pienso en su cuerpo. Esto está mal. En mi
puta vida quise tener hijos. No imaginaría tener
algo tan chiquito en mis brazos, llorando y tratar de
calmarlo… ¿Qué carajo?
¿Por qué de repente pienso en una vida con
Emma? ¿Por qué carajo pienso en tener hijos con
ella?
Emma, Emma, Emma…
Miro hacia su mesa y la veo tirando la cabeza
hacia atrás, riendo y un tipo que está sentado a su
lado apoya la mano en su espalda. La sube y la baja
y ella vuelve a reír. Entonces, él le dice algo al oído
y ella mira hacia abajo y vuelve a reír, porque él
continúa hablándole al oído. Asiente y si la luz me
permitiera verla de cerca, sé que está colorada. Se
muerde el labio inferior y vuelve a reír.
Tira su pelo hacia atrás y ahora es ella quien le
habla al oído y él ríe. ¿Se estarán contando chistes
el uno al otro o de verdad es lo que creo que es?
¿Están coqueteando y a ella le importa tres pelotas
que yo esté a quince metros de distancia?
Los celos me están consumiendo de tal forma que
no puedo controlarlos.
-Nico…- Miro a Emiliano y él mira en dirección
a Emma.- Tranquilo. Seguramente sólo estén
hablando. No veo en Emma a una mujer de esas…
Tranquilo.
No me deja tranquilo porque está dudando. Si
me lo hubiese dicho con la seguridad que lo
caracteriza, le hubiera hecho caso pero no ahora.
¡Qué mierda! Están coqueteando como si yo no
existiría.
Pero no voy a caer en esta. No voy a demostrarle
que la mierda que está haciendo me importa e
influye en mi estado de ánimo. Me tomo de un
sorbo toda la cerveza que quedaba en mi vaso y me
sirvo más.
Sí, está influyendo totalmente en mí. Cien por
ciento.
Se para y va hacia el lugar donde están los baños.
Una parte de mí quiere ir tras ella y encerrarla en
un cubículo para hablar. ¿Qué hablar? Quiero
gritarle de todo, de todo menos linda. Pero otra
parte de mí, me dice que me quede en mi lugar. Y
lo voy a hacer. No voy a ir a buscarla como un
perrito faldero.
El tipo que le hablaba se para y oh casualidad,
también va hacia el baño. Carajo, esto sí que no lo
esperaba.
Diez minutos después, vienen caminando como
si nada y se sienten en sus lugares. Siguen
hablando con todo el grupo y riendo, como si no
hubiesen hecho nada de lo que estoy tratando de
no imaginar, en el baño.
Lo estamos intentando… Lo estoy intentando.
No puede ser que Emma haya estado con otro tipo.
¿Pero, no estaba indispuesta?
-¡Carajo!
Miro a mis amigos y me están observando con
unas sonrisas estúpidas en sus caras que me dan
ganas de partirles las bocas de una trompada.
-Estás celoso, amigo mío.- Afirma Lautaro.-
Jamás pensé que llegaría este día.
-No me jodas.- Le contesto, apretando mis
dientes y siento mi mandíbula de piedra.
-Oh no. Estás jodidamente celoso. Más que
celoso.- Agrega Emiliano, riéndose.- Creo que esta
chica es más inteligente de lo que pensábamos. Lo
está haciendo a propósito y lo está logrando.
-No soy yo. Les juro que no soy yo en este
momento. No sé qué me pasa.
-Te importa, brother. Te importa y mucho.-
Asiente Emiliano, mientras sonríe.- ¡Por favor! De
verdad no sos vos. No te conozco.
-¡¿Qué tanto?! Es una mina más. No entiendo
por qué me pongo así.
Claro que no es una mina más. Pero no quiero
admitirlo delante de ellos. Aun que, si dije que
estaba celoso es porque ya lo hice, sin darme
cuenta. ¡Mierda!
Emma y su grupo de amigos se levantan y veo
cómo el hijo de re mil puta le pone el tapado color
violeta en sus hombros y ella se lo agradece,
sonriendo. ¡Que deje de sonreír, por amor de Dios!
Ni siquiera me mira para saludar cuando sale del
lugar y mi vena está por explotar. Estoy
acumulando tanta rabia que no sé por dónde tengo
que sacarla una vez que llegue a mi casa.
Estoy enojado. Muy enojado. De verdad.
Perra. Me está jodiendo. Me está jodiendo mi
vida.
Esperé dos días para ir a buscarla, porque quería
tratar de calmar mi ira antes de enfrentarla. Pero
no. No lo logré. Así que ahora estoy parado frente a
su escritorio esperando que termine de cobrarle a
una chica que se está llevando cuatro libros.
¡Cuatro! A falta de uno, cuatro.
Son las doce del mediodía y me costó mucho
hacerme este tiempo para poder venir a hablar. La
chica sale del local y Emma me mira.
-¿Qué fue toda esa mierda de la otra noche?- Le
pregunto, sonando muy enojado.
OK. Había estudiado una pregunta para hacerle
que no era nada que ver con esto que acabo de
soltarle, sin pensar.
Me observa y su cara no manifiesta enojo ni
sorpresa. Nada.
-¿Yo te pregunto de qué hablas con las mujeres
que te mandan mensajes? ¿Te pregunto qué es tan
gracioso para que te rías de la forma en que lo
haces? ¿Te pregunto que mierda haces hablando
con minas cuando estás intentando tener algo
conmigo?- Niega con la cabeza y cierra la caja
registradora tan fuerte que me asusto y pego un
salto hacia atrás. Mierda.- No, no lo hago. Entonces,
por favor, si no queres planteos estúpidos por mi
parte, no los hagas vos. ¿Está claro?
Me quedo como boludo, mirándola. Sin decir
nada.
-Te pregunté si está claro, Nicolás.
Suspiro.
-¿Por qué pensas que sigo hablando con otras
mujeres cuando estoy en algo con vos?
-Mostrame los mensajes de tu celular así nos
aseguramos de que decís la verdad.- Niega con la
cabeza.- No, sabes qué. Prefiero que no me
contestes nada antes que me mientas en mi propia
cara.
Si le mostrase mi celular, leería muchos mensajes
que me mandan las chicas con las que estuve. No
cambio mi número de teléfono desde hace cinco
años y no puedo tener otro celular a parte del que
tengo, solo para hablar con mujeres. Respondiendo
a su pregunta, sí. Recibo muchos mensajes y los leo,
pero jamás respondo.
Entonces, saco el celular de mi bolsillo de
adentro de mi saco y lo dejo arriba de su escritorio.
Apoyo mi espalda contra una góndola de libros y le
pido que lo revise. Sí, verdaderamente lo estoy
haciendo. No tengo nada que esconder.
Y ella jodidamente lo revisa. ¡Mierda! Me había
dicho que iba a ser complicado llevar una relación
sabiendo cómo era yo, pero jamás pensé que
revisaría mi celular.
Se ríe y me quedo como un boludo, mirándola.
Me entrega el celular.
-¿Es este el mensaje que te hizo reír la noche que
estábamos cenando fideos amasados?
Agarro mi celular y leo el mensaje. Lo recuerdo.
Y sí, esto fue gracioso. Que una chica me diga que
está pensando en mí y en mi amiguito me hizo reír.
-Pero no le contesté, Emma. No contesto ningún
mensaje.
-No me importa. No me interesa lo que hagas.
Ni yo soy tuya ni vos mío, no tenemos una relación
seria para andar marcando territorio.
¿Es esto lo que quiere? ¿Una relación seria?
¿Estaría más tranquila si le pido que sea mi novia?
-¿Emma, queres ser mi novia?
Me mira sorprendida. Al fin me demuestra algo.
-¡¿Qué?! Claro que no.
-¿Cómo?
Esto sí que no me lo esperaba.
-¿Por qué no? ¿Por qué no queres ser mi novia?
-Porque no es así como se pide… Mierda. Me lo
estás preguntando por lo que acabo de decirte, no
porque lo sientas de verdad. ¿Crees que es un
juego?
Me paso las manos por el pelo y mi cara. ¡Qué
difícil es esta mujer!
-Emma, te estoy pidiendo que seas mi novia
porque así lo quiero.
-Bueno, yo te estoy contestando que no.
Miro mi reloj y… Mierda, tengo que irme.
-Se me hace tarde, tengo una reunión muy
importante.- Suspiro y me rasco el cuero
cabelludo.- ¿Podemos hablar en otro momento? Por
favor.
-Me da lo mismo.- Me contesta, y ahora sí me
pongo nervioso.
-Emma, por favor. Estoy tratando de que
funcione y me la estás haciendo muy difícil. Hoy a
la noche, en mi casa, a las diez. Si no estás a la diez,
te vengo a buscar.
Dicho esto salgo de la librería, me subo a mi
moto, me pongo el caso y la enciendo. Miro hacia
atrás y bajo del cordón muy despacio hasta que me
uno a la fila de autos.

A las tres de la tarde termina la reunión y salimos


con el propietario del edificio a la calle. Mientras
que conversamos sobre las aberturas que
utilizaremos, nos para una gitana.
-¿Un billete, joven?
Saco mi billetera y sin dudarlo le doy un billete
de cincuenta pesos. No sé por qué pero me da la
impresión de que esta mujer tiene hambre.
-Gracias.- Me dice con una sonrisa vacía, porque
le faltan todos los dientes. Pobre mujer.- Su aura
está marcando tu destino.
¿Qué mierda?
-¿Cómo?- Pensé que había escuchado mal.
Me agarra la mano y empieza a tocar con su
pulgar las líneas de mi palma.
-Te hechizaron el corazón pero no eres digno de
ella.
-¿Perdón?- Le pregunto, un tanto enojado.
-No eres bueno para ella, joven. No hasta que
confíes en ti. Una vez que lo hagas, podrás hacerla
feliz. Hasta ese entonces, mantente alejado.
Saco mi mano como si su tacto me quemara.
-Dios… ¿Qué mierda está diciendo?
-Puedo ayudarlo. Puedo mostrarle las cartas y le
diré cuándo…
-No necesito eso. Gracias.
Comienzo a caminar y mi cliente me sigue,
observándome.
-¿No cree en el poder de las gitanas, señor
Cruz?
-Claro que no.
-Deberías.- Me dice, y hasta que no llegamos a
la obra, no vuelve a dirigirme la palabra.

A las ocho de la noche llego a mi casa con un


regalo para Emma y las bolsas del súper mercado.
Cuando termino de bañarme, me meto de lleno en
lo que tengo preparado para ella. Una vez que
termino, miro el comedor de mi casa y me siento
muy satisfecho con mi trabajo. Creo que Emma va a
sorprenderse. Tocan timbre y miro el reloj. Las
diez, muy puntual. Bien. Camino por la galería, me
acerco a la puerta y abro…
¡Que sea lo que Dios quiera!
Capítulo 11
Emma.

Me abre la puerta y nos saludamos con un beso


en la mejilla. No pienso besarlo en la boca. Antes de
entrar al comedor me saco mi tapado rojo y él me
abre la puerta. Lo veo un poco nervioso. Levanto la
mirada y toda su casa está iluminada con pequeñas
velas blancas.
Arriba de la mesa, en la ratona, en la mesada,
sobre el hogar, en las esquinas del piso…
Absolutamente todo iluminado por velas… ¡Velas!
¿Puede haber algo tan romántico como esto? ¿Por
qué lo hace?
En la mesa del comedor hay dos platos sobre un
mantel blanco y copas grandes para el vino tinto.
Respiro hondo y siento el aroma a verduras recién
cocinadas. Mmmmm… Esto es más romántico de lo
que pensé.
Me doy vuelta, quedando en el medio del
comedor y lo observo. Sí, está nervioso. ¿Por esto?
-Decime que es mentira. Que no acabas de
improvisar un escenario de amor… - Se aclara la
garganta, más nervioso.- Qué dulce.- Le digo
porque de verdad esto es muy lindo. Aun que mi
enojo todavía no se me pasó.
Quiere sonreír pero le cuesta y sé que es porque
todavía no derribé la pared que nos separa. Suspiro
y de a poco, voy rompiendo los ladrillos
imaginarios. Acaba de hacer un esfuerzo para
hacerme sentir bien, tengo que bajar mi guardia.
-Si querías ser romántico, te llevas el premio
esta noche.
Y sonríe. Sonríe y más ladrillos van
desapareciendo.
-Bueno, gracias. Esto es un… Poco…
-Lo sé. Relájate, lo estás haciendo bien.- Le
respondo y dejo mi abrigo en el sillón de cuero
rojo.- ¿Qué vamos a cenar?
-Pastas con verduras. Lo hice yo solo, siguiendo
al pie de la letra una receta.- Dice, riendo y me da
ternura.
¡Chau pared! Acaba de desplomarse.
Me acerco a él y toco su mejilla derecha y su ceja,
siguiendo la línea de su nariz, cierra los ojos y
respira.
-Emma… Estás indispuesta. No podemos hacer
mucho.
-Ya se me fue. Solo me dura tres días. Además,
también puedo tocarte sin querer tener sexo. Tenes
que acostumbrarte…
Asiente y sonríe. Se separa de mí.
-Tengo un regalo para vos.
Va hacia la cocina y trae una bolsa grande de
papel madera color negra que tiene una marca
escrita. No sé absolutamente nada de marcas de
ropa ni de zapatos, pero por la fachada de la bolsa,
supongo que es una conocida y muy cara.
Me la entrega y la abro. Una caja. Cuando quito
la tapa aparecen ante mis unos estiletos con strass
color verde esmeralda muy delicados, que lo
cubren por completo. El cuero y el taco. Son los
zapatos más hermosos que vi en mi puta vida.
Lo miro y está sonriendo de oreja a oreja.
¿Me olvidé de algo? Hoy no es mi cumpleaños.
Ni siquiera es una fecha que debamos recordar
para que me haga un obsequio.
-Gracias.- Le digo en voz baja. Me acerco y le
doy un beso en los labios.- Son los zapatos más
lindos y brillantes que tuve alguna vez. De verdad,
son preciosos. Gracias.
Se aclara la garganta y de nuevo está nervioso.
-¡Oh vamos! No estés así, me acabas de hacer un
regalo que no pienso rechazar, y ni siquiera es mi
cumpleaños, ni navidad ni día del niño.- Una risa
tonta escapa de su boca.- Si vas a hacer un regalo
como éste, tenes que aceptar las gracias. De verdad.
-Me alegro mucho que te gusten. Los vi y…
Pensé que eran perfectos para vos.
¿Por qué está siendo tan dulce?
Me río como boba.
-Yo no te traje nada, supuestamente estaba
enojada.
-¿Estabas?- Me pregunta, riendo.
-Sí, estaba. No soy una mina que se deja
comprar con cosas caras, pero hoy es una
excepción.
Tira la cabeza hacia atrás, riendo.
-Ay, Emma…
Un rato después, nos sentamos y el vapor de la
pasta mezclado con el de las verduras invade mi
cuerpo.
-¿Sabías que una persona se conquista con
comida? Bueno, por lo menos a mí.- Le digo
mientras pruebo el vino y lo saboreo.- Todo está
perfecto.
Una sonrisa triunfante aparece en sus labios.
-Gracias.
-Estás muy callado. ¿Qué pasa?
-Nada, es que estaba nervioso.
-¿Pensabas que iba a mandarte a la mierda?
-Algo por el estilo.- Contesta, riendo.
-No soy tan mala.
-No, no lo sos.- Niega con la cabeza y toma un
sorbo de vino.
Probamos la comida que está exquisita. Cocinó
para mí, prendió velitas por toda su casa y me
regaló un par de zapatos. Esto es muchísimo más
de lo que podría esperar por parte de él. Lo
subestimé.
Clava sus ojos en mí y se aclara la garganta.
-Emma… Tengo miedo de… Vivo con miedo de
hacer algo mal y que no quieras volver a verme.
Pienso que un día me voy a mandar una re cagada
y no quieras saber nada más de mí, que ya no me
extrañes, que no esperes un mensaje o una llamada
de mi parte y… Y cuando te despiertes, ese día se
convierta en un buen día y quieras empezar de
nuevo, con otra persona… A veces creo que la vida
te presenta a la mujer correcta sin que te des cuenta,
solo tendría que sentirlo… Y tengo miedo de no
darme cuenta.
¿Está queriendo decir que soy la mujer para él?
¿Dónde está Nicolás?
-Nicol…
-No, dejame terminar…- Suspira.- Sé que puedo
ser una persona fría y a veces mala, es que… Tengo
un corazón bastante lastimado y mis sentimientos
están un poco destrozados… No sé cuándo voy a
poder acomodarlos, de alguna forma. Pero, estoy
tratando de hacer lo correcto con vos.- Agarra mi
mano y besa mis nudillos.- Solo necesito tiempo y
que me entiendas… Y que confíes en mí. Si algún
día me doy cuenta de que no soy capaz de hacerte
feliz, prometo decirte la verdad y alejarme. Pero
hoy, necesito que te quedes conmigo.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Tuve que haberlo
grabado para guardarme por siempre esta
declaración de amor. Porque acepto un disparo en
mi cabeza si este hombre no siente amor por mí. O
por lo menos, lo intenta.
-No puedo creer que hayas dicho cosas tan
lindas.- Le digo, al borde del llanto.- ¿Dónde está
Nicolás? ¿Dónde lo dejaste?
Se ríe.
-Creo que… Nicolás está aflojando un poco.
-Bueno, pero no tanto eh.- Le contesto y vuelve
a reír.- No sé qué decir… Voy a quedarme con vos
y voy a confiar… Tal vez me cueste un poco, pero
podría… Y no quiero que sientas miedo… Es
horrible vivir con miedo.
-Sí bueno… Tendría que acostumbrarme.
-Una sola cosa…
Me observa, pensativo.
-¿Qué?- Le pregunta, al fin.
-Quiero que borres de tu celular todos los
contactos que tengan nombre de mujer. No quiero
que estés tentado a responder… Y si respondes es
porque vas a decirle que estás saliendo con alguien.
Me mira con los ojos muy abiertos, sin pestañar.
-Está bien, lo acepto. Vos prométeme que no vas
a volver a salir con ese tipo de la otra noche.
-Lo prometo.
Me acuerdo de Sebastián y sonrío. Él es mi amigo
y en cuanto escuché lo que había dicho Nicolás
sobre mí, le pedí que me siga la corriente, así
lograba ponerlo celoso. Y lo hice.
-Necesito que me perdones por lo que dije la
otra noche… En realidad, lo decimos siempre que
Emiliano le mira el culo a una mina. Y esa noche,
me tocaba a mí. Les estaba diciendo que me
gustabas y que la pasaba bien y la frase salió sin
pensarlo…
-Nicolás… Sé que te gustan las mujeres más que
la comida. No hace falta que lo aclares. A mí
también me gustan los hombres por más que quiera
a uno solo… Es decir, por más que me gustes vos
voy por la vida mirando a otros… Solo que fue
chocante. Y además, la otra noche vi que le
sonreíste a tu estúpido teléfono y me puse muy
celosa cuando descubrí que era por el mensaje de
una chica.
-¿Pero, cómo sabías que era una chica?
Mierda. ¡Mierda! Bajo la mirada…
-¿Emma?
Subo la mirada y…
-¿Revisaste mi teléfono cuando me paré para ir
al baño?- Me pregunta, sorprendido.- ¿Emma?
-Sí.- Le confieso y tapo mi cara con mis manos.-
Perdón. Te dije que iba a ser muy complicada.
Escucho que se ríe y entonces separo un poco mis
dedos y lo observo.
-Ay Emma… Sos terriblemente desconfiada.
Esas cosas no se hacen. Y aclaro que solo me estoy
riendo porque es la primera vez que me pasa. No
quiero que lo vuelvas a hacer. Es horrible. De
verdad… Emma.
Saco las manos de mi cara.
-Perdón.- Le digo, en un susurro.
-Perdonada, ahora si no te molesta, voy a
cogerte arriba de esta mesa.

Estoy desnuda, acostada arriba de la mesa del


comedor. Hay una manta debajo de mi cuerpo y
tengo mis rodillas flexionadas. Espero a Nicolás
que no sé a dónde fue, y mi estómago es un manojo
de nervios. Nunca lo hice de esta forma, nunca
estuve tan abierta ante un hombre…
Escucho sus pasos y cierro los ojos. Apagó varias
velas y dejó algunas para iluminar un poco. Siento
su aliento caliente pegado a mi labios y luego un
beso corto y dulce. Escucho que se sienta en la silla
y con sus manos acaricia la parte interna de mis
piernas y un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Bien… Puedo hacerme una idea de cómo está
ubicado entre mis piernas, muy cómodo por cierto.
Abre mis labios y comienza a hacer círculos con
su lengua sobre mi clítoris… Suave, se sienta tan
suave. Coloca la punta de sus dedos en mi vagina e
introduce poco a poco más de un dedo,
moviéndolos y bombeando despacio dentro de mí.
Mis manos aprietan la manta y mi espalda se curva,
despegándola de la mesa.
Jadeo y mi respiración es entre cortada.
Saca los dedos y los pasea por mi vagina y mi
ano. No sé si tiene en mente hacer algo en ese
sector, pero estoy tan excitada que lo dejaría.
Siento un ruido como si se hubiera puesto
alcohol en gel en las manos… Sigue chupando y
poco a poco, vuelve a acariciarme con sus dedos y
se centra en mi culo. Dios… Jadeo con más fuerza
al sentir que juega… No me duele cuando siento
que introduce poco a poco un dedo dentro, pero sí
siento mi clítoris vibrar cuando gime contra mi
vagina.
Mi cuerpo comienza a tensarse, empezando por
los pies… Tiemblo al saber que mi orgasmo está
muy cerca…
Se separa… Y cuando estoy por protestar mete su
pene tan rápido que grito. Se toma su tiempo,
despacio, saliendo y entrando, respirando con
dificultad… Toca mi clítoris y tiemblo pero saca su
mano y masajea mis tetas con fuerza. Entonces,
llevo mi mano a mi vagina y comienzo a tocar mi
clítoris que me pide a gritos que lo libere de esta
agonía.
-Emma…- Susurra con una voz llena de placer.
Curvo mi espalda y mi orgasmo explota en mi
mano, apretando su pene que entra y sale con
estocadas duras y firmes. Cuando mi clítoris se
vuelve muy sensible, dejo de tocarme y sale de mí,
me da vuelta arriba de la mesa y mi pelvis queda
justo en el borde de la mesa, con mis píes tocando
el piso. Me levanto sobre mis codos cuando siento
su pene que entra bruscamente en mí e introduce
un dedo en mi ano.
Lo saca y me hubiese gustado que lo deje… Pero
a los segundos siento algo frío y duro que trata de
introducir, y muy despacio me invade por
completo, haciéndolo girar. ¡Dioooooooooos!
Grito cuando comienza a vibrar…
-Por favoooor…- Digo, casi sin habla.- Dios…
Oh… Nicolás… Por favor…
-¿Te gusta, pendeja?- Me pregunta, mientras me
agarra de mi pelo y me tira contra él, apoyando su
pecho en mi espalda. Sus manos viajan a mis tetas y
tira de mis pezones tan fuerte que me hace doler.
Las agarra con sus dos manos y empieza a
masajearlas.- Te calienta tanto, Emma… Tanto. Y
este culito… Tan. Apretado. Va. A. Ser. Mío.
-¡Sí! Oh Dios, síiiii.
Sus embestidas cada vez son más rápidas y
fuertes.
-Ahora… Ahora…- Le pido casi sollozando…
Clava sus dedos en mi cadera y empieza a
embestirme con más fuerza hasta que caigo rendida
arriba de la mesa y él disminuye sus movimientos,
sacando el vibrador que estaba dentro de mi ano, y
saliendo de mi vagina. Liberándome…

Me despierto de golpe… Una presión fuertísima


oprime mi pecho. Estoy transpirada…
Mi pastilla… Siempre llevo una en mi cartera.
Dios… Necesito aire… Aire…
Me levanto de la cama… ¿Dónde estoy? Doy
pasos torpes, agarrándome el pecho, secándome las
lágrimas que ya comenzaron a caer. Miedo… Siento
tanto miedo…
Mi corazón late tan rápido…
Mis pulmones necesitan aire…
Me mareo y mis piernas tiemblan…
-¡Diooooos!- Grito y me hago una bolita en el
piso.
Unos brazos me sostienen y me acunan… Trato
de zafarme pero no puedo.
-¡Nooo!- Grito de nuevo.
-¡Emma! ¡Emma! Tranquila, ¡Emma!
-No, no, no.
-¡Estoy acá! Emma… Puedo ayudarte.
-No, no, no.
-Soy yo amor, Nicolás. Acá estoy… Chssss…
No estoy sola…
-Mi pastilla… En mi cartera… Por favor.
Me quedo sentada en el piso… Dios. Necesito
salir…
Nicolás me mete la pastilla en mi boca y me da
agua. Lo trago y empiezo a respirar hondo y suave,
tratando de tranquilizarme.
Vuelve a acunarme entre sus brazos y me
balancea como si fuera un bebé, hacia atrás y
adelante.
-Chss, mi amor… Chs… Tranquila, ya pasó.
Chsssss… Estoy acá. No voy a dejarte… Chssss…
Acaricia mi pelo y poco a poco me tranquilizo.
Vuelvo… ¿Cuánto duró esta vez?
Abro los ojos y me separo de él. Me seco las
lágrimas y me paro, algo mareada y asustada. Pero
ya pasó, ya terminó.
Voy hacia el baño y me enjuago la cara con agua
bien fría. Me tiro agua una… Dos… Tres…
Cuatro… Cinco…. Seis veces y respiro. Agarro la
toalla que está colgada a mi izquierda y me seco.
Me doy vuelta y me siento en el inodoro, con la
tapa cerrada.
Nicolás se arrodilla en el piso, a mis pies y me
acaricia las piernas muy suave…
-¿Desde cuándo sufrís ataques de pánico?
Suspiro.
Nadie jamás me vio en este estado. Excepto las
familias que me tenían en su casa cuando era chica
y Rich. Y me enoja que Nicolás me haya visto así,
en mi peor momento.
-Tenía once años cuando empezaron…- Le
contesto, sintiendo mucha vergüenza.
-Emma…- Dice mi nombre y acaricia mi
mejilla.- ¿Cómo puedo ayudarte?
Niego con la cabeza.
-Ya ayudaste bastante… Siempre estoy sola
cuando me pasa y nunca llego a tomarme la
pastilla, porque no puedo moverme.- Me muerdo la
mejilla por dentro y frunzo los labios.- Ya está, ya
pasó. Volvamos a la cama.
Nos paramos y cuando llegamos a la cama, nos
acostamos. Me envuelve en sus brazos, haciéndome
cucharita. Me besa el pelo y pasa su mano por mi
brazo.
-Emma…
-Por favor, no quiero volver a hablar del tema…
Por favor.- Le respondo, suplicando en voz baja.
Me besa la cabeza y acaricia mi pelo.
-Está bien, Emma. Descansa.
Cierro los ojos y trato de dormir, recordando algo
lindo que me saque de este momento de mierda.
Él me dijo amor. Me llamó amor.

A la mañana siguiente me despierto sintiendo el


aroma al café. Primero voy al baño, hago pis, me
lavo las manos, los dientes y la cara y cepillo un
poco mi pelo. Me miro en el espejo y no hay rastros
de un ataque de pánico, bien.
Voy hacia la cocina y lo encuentro a Nicolás
leyendo el diario. Me acerco y cuando se da cuenta
de mi presencia, levanta la mirada y me observa.
Dobla el diario por la mitad y lo deja arriba de la
mesada. Estira sus manos para que se las agarre y
lo hago. Me hundo en un abrazo mañanero
increíble. Su olor, su calor…
-¿Estás bien?- Susurra contra mi pelo y me da
un beso en mi frente.
-Sí. Muy bien.- Me separo y le sonrío.- ¿Qué
pasa?
-Emma… Estoy preocupado.
Me suelto de su abrazo y voy hacia la mesada a
servirme un poco de café, luego me siento en una
de las banquetas, frente a él.
-Nico, quiero que entiendas que esto no lo hablé
nunca con otra persona, jamás. Sólo con Rich.
Siempre estoy sola cuando ocurre y no hay
necesidad de preocuparse. Luego de unos minutos,
pasa.
-Emma, vamos. Es más complicado que eso.
Estaba yo para darte la pastilla. Me dijiste que vos
nunca llegas a tomarla. ¿Qué te quedas tirada en el
piso hasta que se pase? ¿Durante cuánto tiempo?
¿Minutos, horas?
A veces, horas.
-No tengo por qué explicarte nada. Si me
rompo, no importa, yo sola me reparo.
-¡Emma!- Se para y camina, pasándose las
manos por el pelo.- ¿Por qué sos así? ¿De dónde
viene toda esta mierda?
¿De dónde viene? ¡De mi vida! De la infancia de
mierda que tuve.
-¡Basta!- Le grito y cierro los ojos.- Basta… No
puedo permitir que nadie lo sepa. El pánico es un
enemigo para mí y no puedo enfrentarlo. Cada vez
que quiero evitar los síntomas, es peor. Y si trato de
estar alerta, para anticiparlo, no…- Abro los ojos y
me mira, preocupado.- No puedo. Es más fuerte
que yo.
Me tomo el resto de mi café y voy hacia la
habitación a cambiarme de ropa. Me pongo el
vestido que llevaba anoche, las medias y las botas.
Cuando voy hacia el comedor, me pongo mi
tapado.
-Te alcanzo a tu casa.- Dice, mientras se para y
se pone la campera de cuero.
-No, prefiero caminar.
-¡Emma, por Dios! Deja de ser tan cerrada,
mujer. Solo quiero llevarte y quedarme tranquilo de
que llegas a tu casa. ¡Carajo! No entiendo por qué te
cuesta tanto aceptar la ayuda de los demás.
Trae dos cascos y abre la puerta de entrada. Lo
espero afuera y saca tu moto negra. Se sube y la
enciende.
-Pisa acá y ojo con el escape.
Tengo mucho cuidado al subirme y cuando lo
hago, me pongo el casco y lo abrazo por detrás,
apretándolo tan fuerte como si tuviera miedo a
perderlo.
Arranca y salimos hacia la avenida.
El frío de la mañana sacude mis piernas
envueltas en medias de nilón y cierro los ojos,
mientras me dejo llevar, sintiendo el viento en mi
cara que no está toda tapada con el casco. Escucho
el ruido de la moto que cruje, mientras acelera.
Me gustaría sacarme el casco, soltar mi pelo,
estirar mis brazos y piernas hacia los costados, para
sentirme libre…
Mis brazos nunca dejan de apretar su estómago.
Él, parece tan relajado… Paramos en un semáforo y
siento su mano en mi pierna que me proporciona
caricias suaves.
Cuando llegamos a mi librería, bajo y me saco el
casco. Él también hace lo mismo y luego se pasa la
mano por el pelo. Está precioso.
-Gracias por el paseo… Estuvo bien. Y…
Perdón.- Le digo.- Es difícil hablar del tema cuando
todavía no lo termino de aceptar… Creo que si lo
hablo con alguien más, se termina de hacer
realidad.
-Emma, me da miedo que estés sola cuando te
pase… No quiero.
-Para dejarte más tranquilo, voy a llevar una
pastilla en mi corpiño, siempre. ¿Está bien?
Asiente y se pasa la mano por el pelo.
-¿Hablamos más tarde, sí?- Me pregunta y
asiento.- Tengo que irme.- Estira su mano y me
acaricia la mejilla.- Que tengas un buen día.- Se
acerca y me da un beso en mis labios.
-Vos también. No te olvides el casco.
-No, ese dejalo acá. Ya no lo necesito.- Me
responde, sonriendo como si acabara de ganar una
apuesta.
Hijo de puta. Claro que no lo necesita, porque no
va a llevar a nadie más en su moto que no sea yo.
Creo…
¡Vamos Emma! No empecemos de nuevo.
Lo veo alejarse y toca bocina. Levanto mi mano y
sacudo mis deditos…
-Nico… Te amo.

Al martes siguiente, es Guadalupe quien trae a


Olivia a su clase literaria. Cuando las tengo todas
reunidas, les pregunto qué libro trajeron. La
sobrina de Nicolás ya está por el segundo libro de
Crepúsculo, “Luna nueva” y está tan maravillada
con la historia que me dan ganas de compartir estos
momentos a solas.
Es una nena de siete años muy inteligente. Me
sorprendió mucho cuando nos contó que siempre
lleva un diccionario con ella, para buscar las
palabras que no entiende. ¡Yo hacía lo mismo! En
realidad, hoy en día, lo sigo haciendo.
Luego de servirles gaseosa, me siento junto a
Guadalupe, que no se quiere ir de la librería y dejar
a su hija.
-¿Cómo va todo?- Me pregunta.
-Bien.
-¿Y con mi hermano?
Ajam… Bueno.
-Es un poco complicado porque bueno, él lleva
una vida…
-Es un mujeriego.
Asiento y sonrío.
-No te preocupes, se le va a pasar. Emiliano era
igual y miralo ahora. Creo que ellos nunca van a
cambiar, es su naturaleza pero, una vez que
encuentran a la mujer indicada, son fieles. Lo
prometo.
-Sí, bueno… Trato de pensar en que un día va a
pasar eso. De verdad. Y te juro que se está
poniendo las pilas, pero me da un poco miedo
salir… Lastimada. Guada, somos mujeres. Nosotras
no funcionamos como ellos. Creo que me…
-Te enamoraste.
Asiento.
-Sí, lo sé. Fue rápido pero… Y mira que traté de
no hacerlo. Y no sé qué es lo que me enamoró de él.
Porque si me pongo a pensar, tiene todas en contra.
Pero, creo que cuando el corazón elige, no hay
vuelta atrás.
-Yo le pedí que no te lastime. Que haga cosas
para que vos no te sientas más atraía por él. El día
que nos juntamos a ver el partido vi cómo lo
mirabas… No sé si me hizo caso.
¿Por eso vino a buscarlo una chica? Sí, eso fue
después de juntarnos a ver el partido de Argentina.
-Sí, te hizo caso. Una noche vino a buscarlo una
chica, mientras él terminaba trabajo acá.
-¿De verdad? Bueno, yo no me refería a eso
precisamente. Supongo que lo tomó por ese lado…
Emma…- Piensa y asiente, como si se estuviera
asegurando que va a decir algo primordial que
pueda ayudarme.- Él vivió muy cerca la infidelidad
de mi papá hacia mamá. Él cree que puede llegar a
cometer los mismos errores. Si llega a formar una
familia, claro. Supongo que tiene miedo a engañar.
No esperaba esto.
-Yo… Lo siento mucho. No lo sabía.
-Está bien. A mí no me perjudicó como a él. Yo
no meto a todos en la misma bolsa pero él cree que
el amor tarde o temprano se termina y antes de
engañar, prefiere no amar. Así lo veo yo.
Conociéndolo sé qué piensa de esa forma. Traté de
hablar varias veces pero siempre me esquiva. Ya no
sé qué decirle para que cambie de idea. Es muy
terco.- Sonríe pero es una sonrisa forzada y triste.
-No sé qué decir, Guada. Yo no sé si voy a ser
capaz de… Ayudarlo con todo eso del amor.
Mirame…
-Te miro.- Afirma.
-¿Y qué ves? Vamos. Soy una chiquilina que
vive en un mundo de hadas y colores, no sé hasta
qué punto vivo de verdad. Si fuera por mí, estaría
encerrada dentro de un libro. No soy realista,
confundo la realidad todo el tiempo. Me manejo
como si…
-¿Emma, qué decís? Sos una persona madura e
increíblemente buena. Das todo… Mira…- Señala a
las nenas.- Los sábados a la noche también lo
haces… Todo el tiempo. Y sé que con mi hermano,
te manejas igual. Yo creo que uno a veces se refugia
en ciertas cosas para escapar de las cosas que nos
rodean y nos hacen mal, vos elegís escaparte en
historias romanticonas… No veo nada de malo.- La
observo y sonríe.- Sos una mujer muy divertida y lo
estás cambiando, de verdad. Solo espero que él se
dé cuenta de sus sentimientos, porque estoy segura
que te quiere.
Miro hacia las nenas que están discutiendo sobre
qué libro es mejor, pero este es su momento, no voy
a meterme. Suspiro, porque me gustaría tener su
edad, pero no haber vivido todo lo que pasé.
-Emma… ¿Qué es de tu vida? No sé nada de
vos. Solo esto.- Dice, señalando la librería.
-Bueno… Es un poco triste… No sé si queres
escucharlo.
-¿Por qué triste, Emma?
-Viví en un hogar desde que fui una bebita
hasta que cumplí once. A esa edad empecé a ir de
casa en casa a ver si una familia quería adoptarme.
Horrible…- Me mira con los ojos llenos de
lágrimas.- ¿Sigo? No quiero que te pongas mal por
mí.- Niega con la cabeza y me pide que siga.- A los
quince conozco a Rich, que un año después me
adopta. Viví con él hasta los diecinueve, que
falleció por cáncer. Y me dejó una casa, la cual
vendí para poder comprar el local, porque este era
su sueño… Y, vivo acá, arriba.
-Oh, Emma… Lo siento tanto. ¡Tanto, tanto!- Me
observa y tiene una mano en su corazón.- Yo… No
lo sabía. No pensé que… Dios. Perdón.
Está siendo muy dramática.
-Guada, no te preocupes. Yo estoy bien. Si algún
día llego a estar mal es porque extraño mucho a
Rich. Es decir, él me dio todo lo que siempre quise.
-Amor…
Asiento y se levanta de su silla, se sienta en mis
piernas y me abraza. Así es Guadalupe, señores.
Después de unos minutos, se para y se sienta en
su lugar, tomándome de la mano.
-Emma, lo siento muchísimo. De verdad. Dios,
es tan horrible. Voy a estar triste por muuucho
tiempo. No creo que pueda recomponerme.
Largo una carcajada que la hace sonreír.
-Ay Guada, sos terrible.
-¿Emma?- Asiento.- ¿Tus papás biológicos te
abandonaron? ¿O fue por otro motivo?
Mierda.
-Me abandonaron.
Asiente y se seca una lágrima.
-Emma…- Dice en voz bajita y que me llame por
mi nombre, me hace acordar a Nicolás. Él hace lo
mismo.
-Guada…- Me aclaro la garganta.- Esto no se lo
dije a nadie… Ni siquiero me atrevo a pensarlo…
Pero, no sabes lo que se siente ser abandonada
porque no te quieren… Rich me dejó porque así lo
quiso Dios, el Todopoderoso, el destino, la vida, la
Madre Tierra, o quien quiera que sea… Y lo acepto.
Pero, lo que me duele muchísimo es saber que me
abandonaron porque no me amaron… Porque no
fui suficiente… Nunca fui suficiente hasta
encontrar a Rich.- Las lágrimas comienzan a caer
por mis mejillas y es como si estuviera liberando un
peso enorme que llevo mi vida cargando.- Y lo que
más mal me hace es que… No sé cómo decirlo… El
hecho de que tengan que elegirme… Eso es…
Devastador. Pasé tanto tiempo esperando ser
elegida para ser la hija de alguien que no soportaría
otra vez pasar por lo mismo.
-Emma…- Pronuncia mi nombre llorando,
acongojada al borde de los espasmos.- Lo siento…
Tanto… Tanto…
Se para y de nuevo se sienta en mis piernas y me
abraza. Y me quedo quieta, porque nadie lo hace.
Nadie abraza a Emma, la chica divertida, pispireta,
vestida con mil colores, que va derrochando alegría
por donde quiera, que le levanta el ánimo hasta a
un muerto. Pero nadie se imagina que puedo ser la
persona que más necesita contención, apoyo y
cariño. La persona que más necesita de un abrazo.
-¿Qué mierda pasa acá?
Capítulo 12
Nicolás.

Se dan vuelta y están las dos llorando. ¡Emma!


¿Qué pasó ahora? Otra vez miedo… Odio este
sentimiento. Con ella, siento miedo todo el tiempo.
¿Será por los ataques de pánico? ¿Están hablando
de eso?
-¿Le contaste sobre los ataques de pánico?
Emma cierra los ojos y niega. Carajo. Menos mal
que me dijo que no quería que nadie se entere.
Guadalupe se aleja de ella unos centímetros y la
observa, acariciándole su mejilla.
-Emma… ¿Es por eso que nadie te quería
adoptar? ¿Por los ataques?- Le pregunta mi
hermana en voz muy baja, pero lo suficiente alto
como para que la escuche.- Dijiste que empezaron a
los once años… Y desde ese momento estabas
yendo de familia en familia. ¿No?
-Supongo… No lo sé. Tal vez nadie quería a una
nena con problemas.
Dios… ¿Es esto lo que me faltaba saber de
Emma? Recuerdo que Camila una vez me dijo que
Emma me había contado casi todo…
Mi pecho se encoje ante esta revelación por parte
de Emma. Y ahora, siento mucho más lástima por
ella.
Mi hermana se para y se acerca a mí, dándome
un beso. Miro a Emma, y me pongo a su altura.
Corto el camino de una lágrima que estaba por
llegar a su boca y le doy un beso en sus labios.
Trato de ser cariñoso, porque sé que lo necesita.
-¿Qué pasa, Emma? No me asustes.- Le
pregunto, sin sonar preocupado.
-Nada, es que…- Me contesta, secándose la
nariz.- Le conté sobre Rich.
Sonrío al recordar la historia de su papá. Tomo
su mano, la paro de la silla y me siento yo, luego la
ubico en mis piernas y paso una mano por su
espalda.
-No sé de dónde saca tanta fuerza para
seguir…- Digo, mirando a mi hermana y ella
asiente.- ¿Es así, Emma? ¿Sos como te veo? ¿Tan
fuerte como aparentas?
-A veces…- Me contesta, riendo.
Sonrío y le acaricio su pelo rojo, suave y brillante.
Miro a mi hermana que me observa como si
estuviera viendo un fantasma… Sonríe de oreja a
oreja e inclina su cabeza hacia un costado.
Sí hermana… Estoy tratando de hacer un
esfuerzo. Le devuelvo la sonrisa y asiente con la
cabeza.

Hay dos tipos de miedo que me inspira Emma.


Uno: miedo a perderla, a no valorarla como se
merece y a no ser lo mejor para ella, por más que lo
intente.
Dos: miedo a que le pase algo cuando tenga los
ataques de pánico.
¿Puede ser posible que en cuanto la vea sienta
miedo? Ya lo dije. Varias veces. Miedo, miedo,
miedo, miedo…
El miedo es una sensación de angustia provocada por
la presencia de un peligro real o imaginario. ¿Emma
está en peligro? ¿Es por eso que me siento así
cuando la veo? Con solo imaginar que algo le
puede llegar a pasar, me enfermo. La veo tan fuerte
pero a la vez frágil, como si fuera a romperse en
cualquier momento.
Mi miedo creció mucho más a partir de la
madrugada en la cual la encontré tirada en el piso,
gritando. Recuerdo que me desperté de golpe por
su llanto descontrolado. Estaba ida, perdida…
Traté de calmarla pero me empujaba, fuera de sí.
Cuando dije mi nombre, me reconoció y me pidió
una pastilla.
Una simple pastilla que ella nunca llega a tomar
porque seguramente no puede caminar, se queda
en el piso, temblando y mareada. Sin poder pararse
e ir a buscar una pastilla de mierda. ¿Por qué le
vienen estos ataques? Lo he escuchado mil veces y
siempre pienso que es una estupidez, pero… Verlo
en Emma. Dios, casi muero.
Pero no soy estúpido, sé que detrás de los
ataques, está toda la mierda de vida que tuvo. Éste
es precisamente el desencadenante de todo esto.
Yo tenía una vida tranquila, sin
preocupaciones… Ahora, todo se reduce a ella.
Vivo con el miedo constante a que le pase algo.
Ahora que sé que no es la persona tan fuerte que
imaginé y que ella demuestra, mi angustia crece día
a día.
Ni hablar de cuando la encontré llorando,
mientras hablaba con mi hermana. ¡Dios! ¿Puedo
vivir así? ¿Preocupado, dudando, desesperado de ir
y encontrarla hecha un caos?
¿Qué me está pasando? ¿Por qué de repente
tengo la necesidad de cuidarla, de saber de ella
todo el tiempo? Le envío mensajes cada media
hora, para asegurarme que está bien.
Definitivamente no puedo vivir así.
Y lo peor de toda esta mierda es que cuando trato
de hablarlo, me esquiva. Se niega a abrirse y
contarme por qué le pasa esto. Sé todo lo que vivió,
me lo contó la primera vez que cenamos. ¿Hay
más? Dios. Estoy insoportable y siento mi vida
hecha un lío.
Dejando de lado el sexo, que no viene al caso, ella
es mi amiga. Además de lo que sea que es, nos une
una amistad y quiero ayudarla a salir de esto. Y por
primera vez en mi vida, me doy cuenta que ella me
hace ser mejor persona y la quiero conservar en mi
vida. Sea como sea.

Una semana después, estoy parado frente a su


librería y está todo cerrado. ¡Hola, miedo! Es un
gusto que aparezcas de nuevo.
Son las seis de la tarde. ¡Mierda! ¿Qué le pasó?
La llamo una vez no contesta. La llamo por
segunda vez, no contesta. En la tercera, tampoco
me contesta.
-¡Mierda, Emma!- Le pego una patada a la
pared.
Lautaro… Tengo que preguntarle el número de
Camila. Una vez que lo tengo, la llamo.
-¿Hola?
-¡Camila! Hola, soy Nicolás.
-Ah, hola Nico. ¿Cómo va todo?
-Bien… Disculpame que te moleste pero estoy
buscando a Emma y la cosa es que la librería está
cerrada. Ella no me contesta el teléfono. Y no sé si le
pasó algo…
-Tranquilo. Viajó a Córdoba.
¡¿Córdoba?!
-¿Cómo que viajó a Córdoba? ¿Cuándo?- Sueno
tan desesperado.
-Ayer a la noche, la llevé hasta la terminal.
-Pero, ¿cómo no me dijo nada?
-No lo sé, Nico. Supongo que no quería que
nadie se entere.
¡Mierda, Emma! Mierda.
-¿Por qué se fue? ¿Le pasó algo?
-Hoy se cumplen ocho años de la muerte de
Rich y ella va en cada fecha, para allá.
-Pero…
-Él le pidió que tire sus cenizas en un río de Alta
Gracia, en Córdoba. Y bueno… No sé Nicolás.
Mi ira está en aumento. ¿Cómo es posible que no
me avise algo así?
-Está bien, Cami. Gracias. Perdón si te molesté.
-No hay problema. Y no la llames, dudo que
quiera hablar con alguien en este momento. Es más,
estoy segura de que dejó el celular en dónde sea
que se esté hospedando.
-Está bien. Gracias de nuevo. Un beso.
Corto.
Suspiro y me paso las manos por el pelo.
No puedo, así no puedo. Ella tiene que contarme
este tipo de cosas. Dios, no me quiero imaginar si le
agarra un ataque en el medio del río… ¿Y si se cae,
se golpea la cabeza y se ahoga?
-¡Carajo, Emma!- Grito y revoleo el casco, que se
raya todo.
Giro mi cuello que está bastante contracturado y
mis hombros duros.
Marco su número de nuevo y decido dejarle un
mensaje.
-Emma, estoy muy enojado. ¿Cómo no vas a
contarme que viajaste sola a Córdoba? Estoy
preocupado por vos. Por favor, necesito que me
devuelvas la llamada y saber que estás bien…-
Largo todo el aire que tengo acumulado en mis
pulmones.- No podes hacer esto, Emma. Las cosas
no funcionan de esta manera... Tenemos una…
Relación o lo que sea… No podes mantenerme
fuera de tu vida y manejarte de esta forma. Mierda,
Emma.
Corto.

Estoy acostado, mirando hacia el techo y


quiero dormirme. Esta es la número veintidós
que miro mi celular para ver si tengo noticias
de ella, pero nada.
Cierro los ojos y suspiro. Quiero dormir.
Pero mi cerebro me dice que no, que nos
quedemos despiertos hasta tarde para ver si
Emma se digna a llamarme.

Un ruido me despierta… Abro los ojos y


es de noche. No puede ser la alarma.
¡Emma!
Miro mi celular y me está llamando.
-¡Emma!
-Hola.- Me saluda, con una voz que no
reconozco. Suena muy triste.
Miro la hora en mi despertador. Cinco y veinte.
-¿Estás bien?
-Sí. Es solo que… No puedo dormir y no iba a
llamarte… Pero, tenía muchas llamadas perdidas
tuyas y el mensaje de voz, así que supuse que si te
llamaba, no ibas a enojarte porque acabo de
despertarte.
Siento una ganas incomprensibles de abrazarla.
-No me enojo, Emma. Pero… Estaba
preocupado por vos, tuviste que llamarme.- Me
pongo de costado, con mi teléfono en la oreja.- ¿Por
qué no me avisaste que ibas a viajar?
-¿Y qué pensabas acompañarme? Dios, Nicolás.
No puedo tenerte al tanto de cada movimiento que
haga.
Me estoy enojando. De verdad.
-Emma, no fuiste a la vuelta de tu casa a
comprar un kilo de zanahorias, te fuiste a Córdoba,
a ochocientos kilómetros de Buenos Aires y yo no
estaba enterado. Mira si te pasa algo, y yo no sabía
dónde estabas. ¡Vamos! No te costaba nada
mandarme un mensaje o decírmelo cuando nos
vimos hace dos días.
Escucho que respira, el ruido a una bolsa y
mastica contra el teléfono… ¿Qué está comiendo?
-Perdón. No pensé que ibas a preocuparte tanto.
-Bueno, señorita, lamentablemente sí me
preocupo por usted.- Trato de suavizar mi voz.- Me
hubiese gustado que me avises, por lo menos
para… No sé… Acompañarte de alguna forma.
Estás sola y… No sé si te va a dar un ataque de
pánico, por estar triste o por recordar a tu papá…
Te escucho angustiada y…
-Nicolás…- Pronuncia mi nombre como si me
estuviera advirtiendo sobre algo.
- Está bien. No puedo obligarte a que me
cuentes todo. Como quieras, Emma.
Me siento tan impotente, porque no puedo
obligarla. Si fuera mi novia, tendría el derecho de
hacerlo y hasta yo podría haberme hecho un
tiempo y acompañarla. Pero no. No somos una
pareja estable.
-Tengo que irme.- Escucho una voz, a parte de
la de ella.
¿A dónde mierda se tiene que ir a las cinco de la
madrugada?
-¿Con quién estás?- Pregunto, fuera de mí.
-Nicolás… ¡Por Dios! Es la puta televisión.
Golpeo la almohada. ¡Mierda! No puedo estar
tan perseguido.
-Emma…
-En unos días, hablamos. Perdón por
despertarte. Besos.
Y corta. Jodidamente acaba de cortar el puto
teléfono.
¿De verdad era la televisión?
-¡Diooooooooos! Voy a morirme si sigo así.

Hace tres días que Emma está en Córdoba.


Cuando le mando un mensaje preguntándole cómo
está me contesta: bien. Nada más… ¿Pueden las
mujeres ser tan duras? ¿Tendría que ir a Córdoba a
buscarla?
No, claro que no. Me mandaría a la re mierda si
aparezco. Ni siquiera sé dónde está parando.
-¿Estás bien?- Me pregunta mi secretaria que
acaba de entrar a mi oficina sin golpear.- Golpee
dos veces.- Dice, respondiendo a mi cara de orto.
-Perdón Raqui, estoy… En otro lado.- En
Córdoba, para ser exacto.
-¿Puedo ayudarte en algo?- Me pregunta,
mientras deja la taza de café que le pedí hace cinco
minutos.
-No.- Me paso las manos por la cara,
suspirando.- Estoy bien. Unos quilombos
personales, nada importante.
-Te llamó un tal Lucas Lombardi, pero tuvo que
cortar. Dijo que más tarde iba a llamarte.
-Está bien. Gracias.
Se da media vuelta y sale de mi oficina.
Sonrío al pensar en Quitas. Es un amigo mío de
toda la vida que vive en Nueva York y ahora
vuelve a Argentina. Me pidió que le haga el favor
de comprar un terreno en un barrio privado para
construir su casa. Ya tengo el plano y estoy
haciendo la maqueta. Si no me llama, voy a tratar
de contactarlo yo.
Me llega un mensaje y cuando lo abro es de un
número desconocido.

*Hola Niquito. ¿Cuándo te vas a hacer un


tiempito para mí?

Mierda. Amplío la foto del Whatsapp y es Nadia.


Lo siento belleza, no puedo. Elimino su mensaje,
por las dudas si más tarde me tiento en
responderle. Hago esto con cada uno de los que me
llegan. Los leo, los elimino y bloqueo mi celular.
Jamás pensé que iba a estar comportándome
como lo hago. No me cuesta mucho, para ser
sincero, porque espero a Emma. Quiero estar con
ella y pienso cada dos segundos en tenerla
desnuda, para mí. Pero hay días en que necesito mi
cable a tierra. El sexo. Siempre utilice el sexo para
desconectarme de mi trabajo, cada noche que lo
quería lo tenía. Pero no ahora. Y no puedo obligar a
Emma a tener todas las noches relaciones sexuales.
¿Si pienso en sexo con otras mujeres, por más
que no lo haga, es igual que engañarla?
Tampoco es que tenemos una relación seria pero,
no me la jugaría sabiendo que puedo perderla. Eso
lo tengo claro. La quiero en mi vida.
Emma… ¿Cuándo volves?

Es sábado y nos juntamos con Guadalupe,


Emiliano, Lautaro y Camila a cenar. ¿Y Emma?,
bien gracias. No sé nada de ella desde hace dos
días. Nada, ni siquiera me envió un mensaje. Y
mentiría si digo que no paso todas las tardes por la
puerta de la librería, por si volvió y no me quiso
avisar.
Estaciono con mi auto en la puerta de la casa de
mi hermana y bajo las bolsas con gaseosas y
cervezas. Toco timbre y me abre mi amigo.
-Ey.- Me saluda y choco su mano.
-¿Cómo va?- Le pregunto.
-Parece que no muy bien, brother.
-Sí, bueno…- Trato de sonar distraído.- Mucho
trabajo. Estoy muerto.
Dios… Estoy harto de esperar a Emma para tener
sexo. Eso me pasa. Mi mal humor es palpable de
acá a la India y todo se reduce a que necesito un
polvo. Estoy cansado de masturbarme.
Entro al comedor y saludo a Camila, Lautaro y
Guadalupe.
-¡Qué caripela!
Sexo. Sexo. Sexo. Sexo.
-Mucho trabajo.- Contesto, tajante.
-Bueno, estamos para distraerte.
Asiento y miro a Camila que me observa con una
media sonrisa. ¿Me está leyendo la mente?
-Estamos viendo de organizar un fin de semana
en la costa. ¿Te prendes?
-Sí… Depende del trabajo que tenga en la
semana. Algunos sábados necesito ir a la obra.
-Bueno, el viernes diecinueve de este mes.- Dice,
Guadalupe.
-Guada, eso es el viernes que viene y el
domingo es el día del padre.
Mi hermana me mira con los ojos muy abiertos.
-¿Desde cuándo te importa el día del padre?
Casi nunca estás.
¡¿Qué taaaaanto?!
-Bueno… No sé. Pensé que tal vez podíamos
almorzar con él.
-Wow… Igual, no van a estar. Se van de viaje
mañana.
-¿De verdad?- Le pregunto, sorprendido.- ¿Por
qué mamá no me lo contó?
-Si la llamaras de vez en cuando, te enterarías
de muchas otras cosas.
Suena el timbre y Emiliano se para y camina
hacia la entrada. Cuando vuelve, está hablando con
alguien. Me doy vuelta, y Emma… ¡Sí, señores!
Emma acaba de entrar a la casa de mi hermana y oh
casualidad yo no sabía que había regresado.
Me doy vuelta y respiro hondo… Tan hondo
como me dan mis pulmones.
Saluda a uno por uno con un beso y cuando es
mi turno le pongo la mejilla, la cual es besada con
esos labios que tanto extraño.
¿De verdad la extrañé? ¿Por eso estoy tan
enojado?
La observo que se sienta a mi lado, en la única
silla vacía y se saca un tapado verde oscuro,
dejando al descubierto una remera blanca manga
larga y un jean azul oscuro. Le miro los pies y tiene
una Converse negras de lona. ¿Dónde está Emma?
¿Dónde quedaron los vestidos de colores,
camisas con lunares, calzas verdes con palmeras
amarillas?
Vuelvo mi mirada al frente y me encuentro con
los ojos de Lautaro, que tratan de entrar en mi
mente. Niego y sonrío.
La extrañé… Por Dios santo, la extrañé tanto.
¿Cómo no me di cuenta antes de esto?
-¿Oli?- Pregunta Emma.
-Se la llevaron mis papás a dormir a su casa
porque no la van a ver por dos semanas.
-Qué bueno.- Responde y la noto tan caída…-
¿Puedo pasar al baño?
Se para y se va. Me rasco la nuca… Dios.
Me paro, sin que me importen las miradas de
todos y la sigo. Llego justo antes que la puerta se
cierre y pongo mi mano, empujando la puerta para
que me deje entrar y cierro tras de mí. Da unos
pasos hacia atrás, sonriendo. ¡Perra! Lo hizo a
propósito.
Y como si la llevara el propio Satanás, se
abalanza sobre mí empujándome contra la puerta.
Sus labios devoran los míos y abro mi boca,
chupándola y absorbiendo todo de ella. Tiene gusto
a frutilla… Dios. Tiro de su pelo y con mi otra
mano le aprieto el culo, empujando su pelvis contra
la mía.
-Emma…- Digo, contra sus labios.- Te extrañé
tanto… Tanto…
-Yo… También… Muchísimo.
Sus manos viajan a los botones de mis jeans que
lo desabrocha tan rápido, que cuando me doy
cuenta lo tengo por las rodillas junto con mi bóxer.
-Mierda, Emma…
-No aguantaba más… No puedo esperar…
Perdón.
¿Ella se sentía como yo? ¿De verdad?
La giro y apoyo su espalda contra la puerta, se
desabrocha su jean y lo baja, junto con una tanga
negra. Se da vuelta, quedando su cara pegada
contra la madera. Sin dudarlo, empujo mi pija entre
la hendidura de su vagina y entra…
-Dioooooos…- Una descarga eléctrica recorre
todo mi cuerpo a medida que mi pene entra y sale
de su vagina.
-Más rápido…
-Emma, no voy a durar ni un minuto.
-Yo tampoco…
Mi mano viaja a su clítoris y comienzo a tocarla,
mientras la escucho respirar fuerte… Carajo…
Mis testículos se ponen duros al instante y…
Liberación… Eyaculo dentro de ella de una manera
que nunca pensé que lo haría. Mi pija no deja de
latir, mientras escucho sus jadeos y siento sus
piernas temblar.
Cuando terminamos, se da vuelta y comienza a
besarme de nuevo.
-Emma… Te extrañé… No… No te das una idea
de cuánto…
-Yo… También…
Cinco minutos después, nos lavamos y salimos
del baño, como si nada hubiera pasado. Con la
promesa de hablar...

Volvemos a la mesa y no me siento observado eh,


ni un poco. Todos se giran a mirarnos con sonrisas
en sus labios.
-Hubieras dicho que te faltaba un polvo e
íbamos a entenderlo, bro.- Me dice Emiliano,
riéndose.
-No sé de qué hablan.
Cuando nos sentamos, agarro su mano por
debajo de la mesa y ella acaricia mi palma con sus
dedos. Jamás pensé que iba a extrañar esto… Su
contacto. ¡Dios!
Mi cuerpo se pone duro... ¡Vamos, Nicolás! Podes
permitirte extrañarla. Más de lo que alguna vez
podías sentir.
Minutos después, todos dejan de imaginar lo que
hicimos en el baño y vuelven a hablar del viaje que
quieren hacer.
-Saldríamos el viernes a la tarde, después de la
seis.
-No puedo.- Le contesta Emma a Guadalupe.
-¿Por qué?
-Y porque estuve muchos días en Córdoba y no
da irme de nuevo, cerrar la librería todo el fin de
semana y abrirla el lunes. Pero otra vez que vayan,
me apunto. De verdad.
-Qué lástima. Bueno, si no va Emma, no va
nadie. Nos quedamos y hacemos otra fiesta.
-¡¿Otra más mi amor?!- Le pregunta Emiliano,
riendo.
- Ya se viene el cumple de Nico.
¡Carajo! ¿Puede ser que me haya olvidado?
Siento la mirada de Emma y giro mi cabeza.
-¿Qué?
-¿Cómo qué, qué? Es tu cumpleaños. ¿Cuándo?
-El domingo, día del padre.
Emma asiente y caigo en la realidad de que ella
no tiene papá y que seguramente va a estar sola ese
día. Bueno, como mis viejos se van de viaje,
podríamos pasar el domingo juntos. ¿No?
-¡Todo arreglado! Hacemos una fiesta el sábado
y después de las doce, apagas las velitas. ¡Genial!
Lo hacemos acá.- Guadalupe aplaude, contenta.
¿Por qué mierda le gustan tantos las fiestas?
-Tengo mucho trabajo, no quiero festejar.
-¡Boberías!- Grita Emma.- Tenemos que festejar.
¿Cuántos cumplís?
-Treinta y tres.
-¡Fiesta blanco y negro!- Esta vez la que grita es
Camila y la miro porque es la primera vez que la
veo entusiasmada por algo.
-Solo porque es la única ves que te veo con
ganas de festejar, vamos a hacer una fiesta, en mi
casa.- Le contesto a Camila y sonríe.
Tiene una sonrisa de dientes chiquitos, ojos
marrones oscuros y su pelo corto negro por el
cuello le hace una cara ovalada perfecta. Medirá un
metro cincuenta y algo. Su mirada siempre es dulce
y parece una persona confiable y sincera. Sé por
qué Emma la quiere tanto. Y por qué mi amigo
Lautaro está embobado por ella. Es preciosa. Y mi
amiga, supongo.
Me acerco a Emma y le pregunto en el oído si
quiere pasar mi día, conmigo. Me observa y asiente
con la cabeza.
Y no sé por qué, pero por primera vez en mi
vida, estoy contento de que llegue ya mi
cumpleaños. Por ella, claro.

El sábado festejamos mi cumpleaños con una


fiesta blanco y negro y todos cumplieron con la
consigna. Invité amigos míos de la universidad, de
la vida y algunos colegas. Todos con sus parejas.
Bailamos y tomamos hasta quedar muy
borrachos y por primera vez me sentí tranquilo y a
gusto de festejarlo.
El domingo, como bien dije antes, lo pasé con
Emma. Nos despertamos muy tarde, almorzamos y
prácticamente cogimos todo el maldito día.
Antes de que sean las doce, me entregó un
paquetito. Lo abrí y era una pulsera de plata y oro
con una banda en plata la cual tenía escrito: Sos mi
historia favorita. Y creo que este regalo llegó a mi
corazón. Emma estaba diciéndome que lo que
teníamos es una historia de amor. Le agradecí y ella
sonreía como si fuera una nena chiquita. Y la quise
por eso.
Una semana después, estoy en un remate judicial
por la propiedad lindera a la librería de Emma.
Hace mucho me está llamando mi contador
diciendo que es una buena inversión por el lugar en
el que está ubicada. Tiene muchas deudas.
Impuestos que nunca fueron pagados y el dueño
acaba de perderla. Así que, acá estoy, tratando de
apostar lo mejor que puedo, porque la quiero.
Al final, pude comprarla a sesenta mil dólares.
Verdaderamente un regalo. Hoy en día, no se
consigue nada por este dinero. Tengo la escritura
en mi mano y pienso llevársela a Emma hoy a la
tarde.

Son las seis y media y entro a la librería, justo


cuando una pareja sale. Emma me sonríe y me
acerco, dándole un beso en sus labios
increíblemente hermosos.
-Vengo a hacer un negocio con usted, señorita.
Capítulo 13
Emma.

-¿Un negocio conmigo?- Le contesto,


sorprendida.
Abre su maletín y saca un sobre de papel madera
y me lo entrega. Lo abro y es una escritura. Lo sé
porque recuerdo cuando tuve el contrato de la
librería en mis manos. Lo que no entiendo es por
qué me está dando un documento como éste.
-No entiendo.
-Acabo de comprar el local de al lado. Quiero
que seamos socios, Emma.- Me contesta, muy serio.
-Emmm…- Me aclaro la garganta.- ¿Por qué
querrías ser mi socio?
-Porque se me presentó la oportunidad para
comprarlo y sé que lo tenías en mente. Pensalo,
Emma… Es un buen momento para llevar a cabo tu
nuevo espacio. Yo pongo el local y lo modifico
como vos más lo prefieras. Tengo las personas
adecuadas para que trabajen en esto y el
equipamiento necesario… Podemos hacerlo, juntos.
Wow… Esto es como mucho y no me deja
pensar… Dice una cosa tras otra, y no logro
mantener mi mente clara.
-Esto es… Mucho.
-Es lo mejor, Emma. Esta es la mejor ocasión
para hacerlo y meterte de lleno. Podes hacerlo.
Sigo sorprendida. ¿Por qué él haría algo así
conmigo? ¿Por qué tiene tanta confianza en mí?
-Yo… No sé… Dejame pensarlo.
-Emma, ya lo compré. Podemos hacerlo de
palabra o si preferís, bajo un escribano, no tengo
problema.
-Para… Para…- Subo mi mano, para que cierre
su pico.
Necesito que se calle un segundo. Necesito unos
minutos para pensarlo. Pareciera como que él tiene
todo planeado. Y la verdad es que me gusta la
idea… Me encanta. Sí… Podríamos hacerlo.
-Yo tengo mucho dinero ahorrado, y me
gustaría poder invertirlo. En mesas, sillas, una
nueva máquina de café más sofisticada, heladeras,
un mostrador… Un nuevo escenario…- Subo mi
mirada y me observa con una hermosa sonrisa en
sus labios.- Podemos hacerlo, pero juntos. Yo
también quiero aportar. Puedo hacerlo. Tengo el
dinero suficiente.
-¿Trato cerrado, señorita…?
-Emma Jota…
-Muy bien…- Estira su mano, para que la
estreche.- Señorita Jota, es un placer hacer negocios
con usted.
Escupo mi mano y se la estrecho. Larga una
carcajada muy ruidosa que me hace sonreír. Lo
suelto y le doy un pañuelito descartable.
-Acabas de arruinar nuestro trato.- Dice, riendo.
-Es así como se cierra un buen trato, señor…
-Cruz… Nicolás Cruz, a sus servicios. Socia.

El mes de septiembre pasó volando. Y tengo que


admitir que trabajar con Nicolás es un poco…
Cansador. Me gusta que quiera hacer todo perfecto
y se fije en cada mínimo detalle. Tuvimos un par de
discusiones sobre la decoración y distribución, que
terminamos a los gritos y enojados. Pero, supongo
que trabajar con él, implica esto.
Hoy es el día de la inauguración y mi cuerpo es
un manojo de nervios. Observo a Nicolás que lleva
puesto un esmoquin. Es muchísimo pero me
encanta que se tome esta noche tan en serio.
Yo me puse un vestido amarillo, apretado hasta
la cintura y luego hace una especie de campana
hasta arriba de las rodillas. Mis zapatos nuevos, los
que me regaló Nicolás, me quedan hermosos. No es
una noche muy primaveral, pero es aceptable.
Miro las mesas de madera marrón oscuras, con
flores amarillas y naranjas en el medio, las luces
están a medio encender. El mostrador es de la
misma madera que las mesas y las sillas, hay un
espejo que cubre la parte de atrás y botellas para
preparar todo tipo de tragos. El escenario es oscuro
como todos los demás y pusimos una banqueta en
el medio con un micrófono.
Mis manos comienzan a sudar porque está
llegando la hora de abrir. Dios…
Siento sus manos en mi cintura y su boca que
besa mi nuca. Corre un poco mi pelo hacia un
costado y muerde mi oreja, haciéndome cosquillas.
-¿Nerviosa?- Susurra y mi cuerpo tiembla con
solo escucharlo hablar en voz baja.
-Un poco.- Me doy vuelta lo enfrento.- ¿Estoy
bien?
-Estás increíblemente hermosa.
Suspiro y me paso las manos por la parte de
delante de mi vestido.
-Va a salir todo bien.- Trato de sonar
convincente.
- Sí, Emma. No te preocupes. Y si algo sale mal,
voy a estar yo para solucionarlo.
¿Por qué siempre es tan seguro para hablar? Me
gustaría tener su misma confianza…
Miro hacia la arcada que abrimos para que se
conecte la librería con el bar, y entra el mozo con
varias tazas blancas arriba de una bandeja plateada.
Podría haber atendido yo a las personas, pero
Nicolás insistió en que no debía hacer nada.
Me paso las manos por el pelo, y sonrío,
observando nuevamente todo el lugar. Los días
viernes, sábados y domingos cumplirá la función
de bar, a excepción de los sábados que vamos a
hacer lo mismo que hacíamos en la librería, mis
clientes podrán pasar al frente y leer como siempre
hicieron. Y los días de semana, podrán sentarse a
merendar y leer un libro. Y podría apostar a que
varios escritores vendrán para poder trabajar en sus
libros. Va a ser un lugar tranquilo y armonioso, que
dará paz a todos los que vengan.
-¡Woooooow!- Miro hacia la entrada y entra
Guadalupe, seguida de Emiliano, Lautaro y mi
amiga Camila.- Esto es increíble.
-Gracias.- Me acerco y los saludo. Nicolás hace
lo mismo.- ¿Está lindo, no?
-Está precioso amiga.- Me dice Camila, mientras
me abraza.
-¿No viene tu hermana?
Camila mira de reojo a Nicolás quien está
hablando con Lautaro y Emiliano.
-Dijo que iba a venir… Pero no lo sé.
-Qué raro. Me dijo que no iba a perdérselo
cuando le mandé la invitación de la inauguración.
-Si bueno, tal vez le salió otro plan.
Qué extraño.
Media hora después, hay más de sesenta
personas en nuestro nuevo local. Las mesas están
todas ocupadas y quedó gente parada. Tendré que
poner más sillas y mesas, pero no todas las noches
habrá tantas personas. ¿O sí?
Es hora de dar un mini discurso, como
acordamos con Nicolás. Así que, subo al escenario
y pruebo el micrófono.
-Buenas noches.- Todos me contestan y sonríen.-
Esto es… ¡Increíble! Gracias por venir y estar
conmigo… Con nosotros, en una noche tan
importante... Los que me conocen saben que este
fue mi mayor deseo desde que compré la librería y
gracias a mi socio, Nicolás Cruz, pudimos llevarlo a
cabo. Rich…- Me aclaro la garganta.- Creo que
Rich, mi papá, está orgulloso de mí. Bueno, si yo
fuese él lo estaría.- Todos se ríen.- Una vez leí que si
deseamos mucho algo, con todas nuestras fuerzas,
podemos cumplirlo. Y amigos, de verdad me siento
realizada. Estoy muy feliz por esto y…- Busco a
Nicolás, que asiente con la cabeza.- Gracias Nico,
sin vos esto no hubiera sido posible. No sé cómo
hiciste para depositar tanta confianza en esta
pelirroja. Gracias.- Escucho aplausos y silbidos, y
bajo del escenario.

Al final, la hermana de Camila vino pero se


mantuvo un poco al margen. La vi hablando con
Nicolás y eso sin dudas, llamó mi atención. ¿De
dónde se conocen? ¿Habrán estado juntos? Mierda.
Busco a Camila entre las personas y la separo del
grupo.
-Cami. ¿De dónde conoce tu hermana a Nicolás?
Duda y busca a alguien entre la multitud.
-En mi cumpleaños… Se conocieron ahí.
-¿Y por qué mierda estás tan perseguida?
-Emma… No sé, pero… A mi hermana le gustó
Nicolás y hablaron esa noche. No sé qué iba a pasar
entre ellos, pero cuando los vi hablando me acerqué
y le dije que él era Nicolás. Obviamente no habló
más con él y quedó ahí. Pero, no sé… Fue raro.
-¿Pensás que a Nicolás le gustó?
Niega con la cabeza y luego, asiente con la
cabeza.
-No sé…
-Está bien.- Unos celos increíblemente enormes
se apoderan de todo mi cuerpo.- No te preocupes.
-No te pongas mal por esto. Él no la buscó
más… Disfruta de esta noche.
-Sí, claro.
Camila se da media vuelta y vuelve con el grupo,
dejándome quebrada al medio. Él nunca va a
cambiar. Jamás.

Tendría que estar plenamente feliz pero darme


cuenta de… Toda esa mierda de él y las mujeres,
me tiene loca. No puedo concentrarme cien por
ciento y ésta tendría que ser una de mis mejores
noches.
De lo que sí estoy segura es que no puedo seguir
con él y me duele darme cuenta… Por un momento
pensé que iba a cambiar, pero él… No. No lo hará.
Me buscó varias veces y me preguntó que me
pasaba pero le contesté que estaba nerviosa porque
tenía miedo de que la comida no alcance y nos
quedemos cortos con la bebida. Mentira. Había
demasiado de todo eso, era imposible. También le
dije que estaba nerviosa y que me dolía la panza.
No quedó muy conforme porque lo vi en su cara,
pero supongo que hoy, cuando la noche se termine,
vamos a hablar.
Son las cuatro de la mañana y ya no queda nadie.
Junto un par de cosas que quedan sobre las
mesas y las pongo en una bolsa negra de consorcio.
Estoy muy cansada para seguir limpiando, así que
dejo la bolsa en el piso y camino hacia la librería.
-Emma…
Me doy vuelta para encontrarlo sin su chaqueta y
sin el moño. Está en camisa y pantalón negro.
-¿Sí?
-¿A dónde vas?
-Estoy un poco cansada.
-¿Me vas a decir qué te pasa?
Niego con la cabeza.
-No tengo ánimos para hablar.
-¡Emma, me estoy desesperando!
-Nicolás… Yo… No vamos a lograrlo.
Me mira confundido.
-No estás hablando del bar…- Contesta,
entornando los ojos. Y yo niego con la cabeza.- ¿Por
qué? ¿Qué es lo que cambió?
-Ese es el tema… Las personas no cambian. Vos
vas a ser siempre así y yo no lo voy a soportar. No
puedo vivir pensando todos los días…- Suspiro.
Estoy cansada de darle vueltas a esto.- Si Camila no
te frenaba la noche de su cumpleaños, seguramente
terminabas cogiendo con su hermana.
-¿Qué?- Mira hacia abajo y piensa. Abre los ojos
y vuelve su mirada a mí.- Emma, no. Yo estaba
enojadísimo porque vos no parabas de bailar con
ese tipo y ella se acercó, me habló y… Después
llegó Camila.
-¿No coqueteaste con ella?
Abre más los ojos.
-Un poco… Solo un poco. No voy a mentirte.
-Ves…- Estoy resignada.- Con vos siempre va a
ser igual.
-Pero Emma, eso pasó hace… Como dos meses
atrás. Esa noche te dije que no quería que bailarás
más con ese tipo. Estaba enojado…
-¿Y cada vez que te enojes vas a salir a buscar
una chica?
-¡Emma! Por favor.- Tira de su pelo.- Solo estoy
con vos. No necesito a nadie más. ¿Es que no te das
cuenta? No logro estar con otras mujeres, solo te
quiero a vos.
No es suficiente. Nunca voy a ser suficiente
para él.
-Todo esto… Nosotros, el bar… Todo es un
error.
-No, Emma.- Se acerca a mí y me alejo.- Emma,
por Dios. No digas esto. Me estás matando.
Niego con la cabeza.
-Es mejor así…
-Nunca fui con vos el hombre que soy con las
demás. ¡Jamás!
-¿Y quién me lo asegura? ¿Quién me certifica
que conmigo es diferente?
-¡Yo! Es mi palabra.
Suspiro.
-Nos vemos otro día. Necesito dormir. Tenes la
llave del bar, cerra la puerta antes de salir.
Me dirigo a la escalera y subo, hasta llegar a mi
departamento. Escucho un golpe fuerte y luego la
puerta se cierra.
Me estás matando…
Dios. Si solo supiera lo que él significa para mí…
Si solo tuviera la más mínima idea…

Siempre fui una chica alegre. Y desde que estoy


con él, no. Me siento apagada, como si… Es
desesperante. Yo no quiero cambiar. Quiero seguir
siendo la misma Emma que todos conocen. No
quiero que una persona me defina. Y tal vez, él
piense lo mismo. Estar conmigo es dejar de lado
todo lo que él quiere y es, y no deseo que eso pase.
Camino por el bar y suspiro, tomando un sorbo
de mi café. Observo las sillas dadas vueltas y todo
limpio e impecable. Hoy me desperté a las once y lo
primero que hice después de desayunar, fue bajar y
limpiar todo. Ayer estaba muy cansada para
hacerlo. Mentalmente agotada. Necesitaba dormir,
cerrar mis ojos y no pensar en nada más. Pero fue
en vano. Creo que en la mayoría de los sueños que
tuve, estaba él.
Suspiro… ¿Tan equivocada estoy? ¿O me estoy
haciendo una película que no es?

Pasó una semana desde la inauguración. Nicolás


vino al bar todos los días. Se sentó en una de las
mesas del fondo con su computadora y bebió café.
Alrededor de las nueve, cerraba su carpeta, dejaba
de hacer llamadas por teléfono y se iba,
saludándome con un beso en mi mejilla.
No tuvimos intención de hablar ni una vez. ¿Es
así cómo vamos a manejarnos a partir de ahora?
El bar se está llenando de mis clientes usuales y
algunos más que no conozco. Abro el micrófono y
el escenario, así podemos pasar al frente y leer el
fragmento que más nos gusta de un libro.
-Hola, me llamo Mariana y elegí el libro
“Maravilloso desastre”: “Tu eres mi hogar”.- Se baja
del escenario y se escuchan aplausos.
Se para una chica y sube.
-Hola, me llamo Carolina y el libro que elegí es
“Yo antes de ti”: “-¿Cómo es que tienes el derecho de
destrozarme la vida, pero yo no tengo ningún poder
sobre la tuya?-.-No es suficiente para mí esto, todo mi
mundo, ni siquiera contigo en él. Y creéme, Clark, toda
mi vida ha cambiado para mejor desde tu llegada, pero no
es suficiente para mí, esta no es la vida que yo quiero-“.-
Varias chicas se paran de sus lugares y aplauden.
No puedo creer lo famoso que se hizo este libro en
este último tiempo. Ya he escuchado fragmentos
del libro varias veces.
Baja del escenario y sube una mujer.
-Hola, me llamo Miriam y el libro que elegí para
hoy es “Lo que el viento se llevó”: “-Señor, usted no
es un caballero-,- Y usted señorita, no es una dama”.-
Hace una inclinación y baja del escenario, luego de
muchos aplausos.
-Hola, mi nombre es Alejandra y el libro que
elegí para hoy es “Besar a un ángel”: “-Yo no te
amo.- Susurró ella.- No te amo en absoluto.- A él se le
puso un nudo en la garganta.- No importa, cariño. Yo
tengo amor suficiente para los dos”.- Se escuchan más
aplausos y baja.
Miro a Camila que sube al escenario y se aclara la
garganta.
-Hola, soy Camila y el libro que elegí es “Yo
antes de ti”, aun que ya esté repetido: “-Tú… Eres
de lo que no hay, Clark.- Hice lo único que se me ocurrió.
Me incliné y junté mis labios con los suyos. Will vaciló,
solo un momento, y me besó. Y solo durante un instante
me olvidé de todo: de las mil y una razones por el que
habíamos venido. Lo besé, respirando el aroma de su piel,
sintiendo su suave pelo bajo los dedos y cuando me
devolvió el beso todo desapareció y quedamos únicamente
Will y yo, en una isla en medio de ninguna parte, bajo
miles de estrellas titilantes”.
El bar es un alboroto con todos los aplausos que
se escuchan. “Yo antes de ti” definitivamente es un
libro que se lee muchísimo. Hace unos meses salió
la película y la adaptación es muy buena. Cada
persona que lo lee, se queda enamorada. Yo me
quedé increíblemente triste… Por Will.
Estoy perdida en mis pensamientos, sobre este
libro en particular, cuando escucho que un hombre
se aclara la garganta. Miro hacia el escenario y está
Nicolás, con un papel en la mano.
-Hola, me llamo Nicolás y… Bueno, en realidad
traje dos fragmentos. ¿Es posible leer los dos?- Me
pregunta y yo asiento, como boba.- El primero es
del libro “Donde termina el arcoíris”: “Te mereces a
alguien que te ame con todo su corazón. Alguien que
piense constantemente en ti. Alguien que pase cada
minuto de cada día preguntándose qué estás haciendo,
dónde estás, con quién estás y si estás bien”.- Se
escuchan muchos aplausos y silbidos, y miro cómo
las mujeres que están en el bar quisieran
devorarlo.- El segundo libro es “La selección”:
“Rómpeme el corazón. Rómpemelo mil veces si quieres.
De todos modos, siempre ha sido tuyo, desde el
principio”.
Se escuchan más aplausos, más silbidos y gritos,
y quiero asesinarlo. ¿No sabe que no puede venir a
recitar justamente estos dos fragmentos frente a un
bar lleno de chicas amantes y adictas de la lectura?
Podrían comérselo a la vuelta de la esquina y claro
que él estaría encantado.
Me da celos… ¿Por qué tuvo que venir y pasar a
leer? Nunca viene un sábado a la noche. Jamás lo
hace. ¿Por qué ahora? ¿Por qué elige venir cuando
ya no estamos juntos?
Los siguientes dos meses fueron una tortura.
Antes amaba los sábados, ahora se habían
convertido en mi peor día de la semana.
Literalmente el más feo y menos esperado.
¿Por qué? Bueno, cada sábado a la noche Nicolás
se presentó en el bar y pasó al escenario para leer
un fragmento. Cada vez que lo hace, mi corazón me
pregunta por qué mierda decidí alejarlo, cuando él
solo estaba intentando acercarse un poco más cada
día.
Podría recitar de memoria cada una de sus citas.
“Soy tuyo en esta vida y en la siguiente”, Él éxtasis
de Gabriel.
“Eres mi familia. Donde tú vayas, yo voy. No hay
nadie más que tú”, El lado explosivo de Jude.
“Me amaba y me temía alternativamente, me buscaba
y me apartaba, desaparecía para volver a aparecer con
bríos nuevos, luchaba por expulsarme de su vida y
regresaba siempre a mi orilla torturándome con sus
malditas inseguridades. Nunca me habló de amor, ni
siquiera cuando yo era un sentimiento irremediable entre
nosotros. Hablaba de ópera, de porcentajes, de libros, de
las películas de los hermanos Marx, y todo lo
acompañaba con un aire indolente, como si quiera dejar
constancia de su desdén hacia el mundo, de su necesidad
de mantenerse firme frente a los afectos o incluso frente a
mí, que lo amaba pese a ser tan rara como él y tener las
mismas necesidades de rebeldía”, Mi corazón que baila
con espigas.
“¿Corazón? ¿Yo? Oh, no nena. Mi corazón fue
destrozado hasta quedar irreconocible hace tiempo”,
Cincuenta Sombras de Grey.
“Había perdido la fe, hasta que anoche me miraste a
los ojos y finalmente me viste. Apparuit iam beatitudo
vestra. Ahora aparece tu bendición”, El infierno de
Gabriel.
“Bueno, en primer lugar, no estoy autorizado en
romper tu corazón, dice. En segundo lugar, tampoco
estoy autorizado en romper tu maldito corazón. Y por
último, no estoy autorizado a jodidamente romper tu
maldito corazón”, Ugly Love.
“La razón por la cual nos duele tanto separarnos es
porque nuestras almas están enlazadas. Quizá siempre lo
han estado y siempre lo estarán, quizás hemos vivido
cientos de vidas antes que esta, y en cada una de ellas
nos hemos encontrado”, El cuaderno de Noah.
“Sé que esta no es una historia de amor convencional.
Sé que hay todo tipo de razones por las que ni siquiera
debería estar diciéndote esto. Pero te quiero”, Yo antes
de ti.
“La gente se olvida del amor. Pueden vivir sin él,
pueden seguir adelante. El amor se puede perder y volver
a encontrarse. Pero a mí no me pasará eso. Yo no podré
sobrevivirte”, Crossfire.
¿Podría haber algo más romántico que esto? No,
definitivamente no. ¿Pero, qué puedo hacer yo al
respecto?
Leyó todos estos libros. Seleccionó la parte que
más le gustó y casualmente todas hablan de amor.
Pasó al frente, sin importarle la vergüenza, y recitó
cada uno de ellos, sin un error. Bajó del escenario y
volvió a su lugar, sin hacer caso a las miradas de las
demás mujeres a su alrededor. Me ayudó a cerrar el
bar, como cada noche, y luego se despidió con un
beso en mi mejilla, sin decir nada. Porque todo lo
que tenía para decir, lo hacía frente a cuarenta
personas todos los sábados a la noche, solo para
que yo lo sepa y lo escuche.
¿Es posible que haya leído todos estos libros solo
para capturar un fragmento? ¡Vamos! ¿Qué hombre
hace eso?
Por esto odio los sábados y hoy es un día de esos
que no quiero que llegue. Ya pasaron varias
personas al frente y no quiero que vuelva a subir,
pero en cuanto me doy vuelta, lo encuentro arriba
del escenario, con un papel en la mano.
-Hola. El libro que elegí para hoy es “Allegiant”,
de Tobias Eaton: “Ningún abrazo se sentirá igual otra
vez, porque nadie jamás será como ella alguna vez,
porque ella se ha ido”. Gracias.
Cierro los ojos y no aplaudo, tratando de taponar
mis oídos a los comentarios que hacen las mujeres y
a sus aplausos. Él se convirtió en rutina. Todas
esperan que suba el chico rubio de ojos claros que
lee historias de amor. Que seguramente se las
dedica secretamente a una chica. Que seguramente
esa chica no lo sabe, porque si no estaría acá. Que
seguramente lo engañó y él se quedó con el corazón
tan roto, que tuvo que refugiarse en los libros. Que
seguramente es una puta que lo dejó por su mejor
amigo. Que seguramente quedó embarazada de
otro. Que seguramente se fue a vivir a otro país.
Que seguramente se murió y él todavía la sigue
amando.
¡Vamoooooos! ¿Cómo es posible que las mujeres
piensen tantas cosas? Es decir, no saben nada de él.
Absolutamente nada.
No saben que la chica que lo dejó está
completamente enamorada de él pero que no
puede seguir porque el chico lindo de ojos claros
nunca va a cambiar. Siempre va a ser un mujeriego.
Ellas no saben cómo es él.
Un día, me gustaría preguntarle cómo es con las
demás. Por qué se quedó conmigo pudiendo tener
a millones. Cuál es la diferencia. Qué hace conmigo
que con las demás no.
Y lo voy a hacer. Sé que tarde o temprano, lo voy
a hacer y ese día me voy a arrepentir como nunca,
porque ese día lo voy a terminar de conocer. Voy a
encontrarme cara a cara con el verdadero Nicolás
Cruz.
Capítulo 14
Nicolás.

Apago las luces, me acerco a Emma y le doy un


beso en su mejilla. Me doy vuelta, camino hacia la
salida y cierro la puerta con llave. Entro a mi
Mercedes Benz, lo enciendo y arranco hacia mi
casa.
Hago todo tan mecánicamente que parezco un
robot.
Llego a mi casa, voy al baño, me saco la ropa y
me acuesto. Trato de dormir pero no puedo.
Entonces, agarro el libro que tengo en mi mesita de
luz: “El Cuarto Arcano”, de Florencia Bonelli y
comienzo a leerlo. Sabiendo que éste es el preferido
de Emma.
Todas las noches leo un libro hasta que mis ojos
están inyectados en sangre y se me cierran. Apago
la luz y me duermo, no porque tengo sueño
precisamente. Mis ojos… No los puedo mantener
abiertos.
A la mañana, me despierto y mis ojos todavía
están rojos y achinados. Me doy una ducha, me
pongo un traje, me tomo un café y salgo a la
oficina. Más tarde, paso por la obra con mi carpeta
en mano y comienzo a marcar errores.
Últimamente soy un fastidio. Nadie me soporta.
Ni siquiera yo. Mi secretaria me pidió la renuncia
porque me dijo que está pasando por un mal
momento laboral.
Es decir: ¡YO!
Le hago la vida imposible, porque es mujer. Odio
a las mujeres. Odio a Emma.
Antes, las amaba. Las adoraba. Hoy, no las
puedo ver.
Claro que le pedí disculpas a Raqui y le dije que
iba a mejorar mi comportamiento. Me preguntó qué
era lo que me tenía tan mal y le conté todo. Sí. Caí
muy bajo. Pero era con la única persona que podía
hablar. Ella me escuchó, asintió pero no me dio un
puto consejo. Sé que soy un idiota.
Carajo… Los hombres no hablamos de
sentimientos… Y cuando lo hacemos, esperamos
una respuesta, o una solución, o como dije antes, un
consejo.
Suspiro, me paso las manos por mi cara y tiro de
mi pelo, harto de todo esto. Harto de este calor
agobiante de noviembre. ¿Calentamiento global? Ni
en pedo. Es Emma. Emma tiene la culpa de todo.
Sí, soy un fastidio.
Y Emma siempre tuvo razón, no soy un hombre
para ella.
La gitana… Mi mente viaja rápidamente a ese día
en el cual me topé con esa mujer. ¿Tendrá razón?
Borro la imagen de mi cabeza y sus palabras. Es
una gitana, por amor de Dios. Me dijo eso porque le
di dinero. Punto. Seguramente pensó que iba a
darle más por leerme la mano. ¿Qué mierda?

Todas las tardes sigo yendo al bar, enciendo mi


computadora y termino trabajo atrasado, mientras
me tomo como… Cinco tazas de café negro con
crema. Realmente el café es bueno.
-¿Podemos hablar?- Me pregunta Emma.
Me quedo mirando la pantalla de mi
computadora, porque no sé qué contestar. No
quiero hablar con ella. Y tampoco tengo ganas de
escucharla.
-Sí.
Se sienta frente a mí, juntando sus manos entre
las piernas. Esas piernas que me gustaría abrir
delante de mi cara, y chupar esa concha que me
tiene perdidamente loco.
-Necesito pedirte un favor.
Asiento y me cruzo de brazos.
¿No quiere que vuelva a leer los sábados a la
noche?
-Bueno… Quiero aprender a manejar y me
gustaría que me enseñes.
Me la quedo mirando como si estuviera loca.
¿Ella manejando? Ya me la imagino tocando bocina
cada dos por tres, gritando obscenidades cuando
cree que alguien acaba de cometer un error…
-El caso es que tengo un poco de dinero
ahorrado y estuve averiguando sobre un plan de
financiamiento. Un Ford Focus. ¿Te parece bien?
¿Me está preguntando si me gusta ese auto o si
acepto enseñarle a manejar? No me deja responder,
continúa hablando.
-Estuve conversando con nuestro contador y me
dijo que van a aceptar…
-Emma, el bar está teniendo buenas ganancias y
con la parte que te toca, podrías tranquilamente
comprarte un auto. No entiendo por qué tenes que
hablar con el contador. Yo me preocuparía por la
cochera.
-Sí, bueno… Ya averigüé una a dos cuadras de
acá… Un vecino tiene un garaje muy grande y le
pregunté si podía alquilar un espacio, hasta que
encuentre algo más cerca.
Asiento.
Me parece muy peligroso, pero no pienso
meterme en su vida.
-Está bien.- Le digo, volviendo mi mirada a la
pantalla.
-¿Vas a enseñarme?
La observo.
-Sí. Pero no estoy de acuerdo con un Ford
Focus, hay otras marcas que son iguales y su plan
de financiamiento es mejor. Podría acompañarte, si
queres.
-Está bien. Gracias. ¿Y vas a enseñarme a
manejar?
-Sí. Una vez que tengas tu auto, te enseño. El
mío es automático y cuando quieras empezar a usar
el tuyo, vas a querer comprarte uno como el
Mercedes.
Sonríe. ¡Mierda!
-¿Cuándo podes acompañarme a comprar uno?
Me resulta gracioso que lo tome de esta forma.
Como si fuéramos a comprar un sillón para nuestra
casa.
¡Carajo! ¿Nuestra casa? ¿Ya estoy delirando
después de dos meses de abstinencia sexual?
-Sí. Mañana vamos. Después del mediodía, te
paso a buscar.
Se para y se alisa su vestido corto blanco, con
corazones rosas.
-Gracias.
Da media vuelta y vuelve a la librería.

Un mes después, estamos arriba de su Gol Trend


Trendline 1.6.
Suspiro. ¡Vamos de nuevo!
Mi paciencia está por acabarse.
-Bueno Emma… Encende el motor.- Gira la
llave y el motor cruje.- Pone primera, apretando el
embrague.- Pasa de cambio.- Ahora, anda pisando
el acelerador a medida que sacas el pie del
embrague, despacio…
El auto se mueve y no se le apagó.
¡Bien!
-¡Me estoy moviendo! Y no se apagó, carajo.-
Está eufórica.
-Emma, presta atención a los espejos por favor.
Pasa a segunda, como dijimos hace un rato.- Pasa a
segunda… Bien.- Ahora, pone tercera.
-¿Tan rápido? Tendría que esperar que la aguja
llegue a tres…
-Emma, escucha el motor. Siempre escucha el
motor. Te lo está pidiendo.
-Sí, sí. Tercera, tercera…- Me contesta, nerviosa.
-Bien… Despacio.
Miro por el espejo y no viene nadie.
-Ahora, anda tranquila hasta que te sientas
segura y salgamos a la avenida. Cuando te diga,
pasa a cuarta.
Creo que nunca en mi vida di tantas vueltas.
Jamás. Estoy muy aburrido pero le prometí a
Emma que iba a ayudarla.
-¿Lo estoy haciendo bien? ¿No?
No puede preguntarme eso. Me la imagino
chupando mi pija con esos labios carnosos y…
-Sí, Emma. Muy bien.
-Muy bien, muy bien.- Repite y me hace sonreír.
Media hora después, salimos a la avenida. Se
mantiene a un costado, con las balizas puestas. De
verdad lo está haciendo bien. Está tranquila… Muy
bien.
-Emma, en la próxima gira a la derecha. Voy a
enseñarte a estacionar.
-No, eso lo dejamos para más adelante. No es el
momento indicado… Puedo esperar.
-No, Emma… Sacaste el registro pagándole a un
tipo, no voy a dejar que manejes sin que sepas
estacionar. Ni siquiera me lo consultaste, Dios.
Todavía no sé cómo pudiste hacer eso.
-¡No me retes! Me pones nerviosa, ¡idiota! ¿No
te das cuenta que podría chocar?
¿Idiota? ¿Acaba de llamarme idiota? Es ella quien
coimeó a un hijo de puta de la municipalidad para
que le dé el registro y me dice idiota a mí.
-Para ahí.
Me bajo y saco los caballetes del baúl. Los coloco
a seis metros de distancia. Le pido que baje y me
deje mostrarle cómo lo hago yo, así puede
imitarme.
-¿Preparada?
Niega con la cabeza.
-¡Emma, por Dios! Es fácil.
-Para mi es difícil. Nunca voy a poder meter el
auto ahí. Es un espacio muy chico y mentalmente
todavía no me siento preparada.
¡¿Qué. Carajo?! ¿Tiene que estar mentalmente
preparada?
-¡Emma, son seis metros!
Suspira y enciende el auto. Primera vez, mal.
Segunda vez, peor. Tercera vez, horroroso. Se llevó
puesto el caballete de atrás.
Esto no está funcionando.
-No, Emma… Vas a hacerlo bajo presión.
-¿Bajo presión? ¿Bajo presión de quién?
Le indico que vaya por unas calles muy céntricas
de Lanús hasta que encuentro un lugar.
-Emma, quiero que lo estaciones ahí. Pone las
balizas.
-¡No, ni loca! No estoy lista… Y si choco a
alguno de los dos autos…
-No viene nadie atrás. Estaciona.
Se rasca la nuca y trata de meterlo. Pero falla.
Otra vez, vamos Emma, podes hacerlo.
Un auto comienza a tocar bocina. La miro y está
tan asustada que me da ternura. Está muy colorada
y transpirada, nerviosa y agitada.
Trata de meterlo pero de nuevo falla, entonces lo
intenta otra vez. ¡Bien, Emma! Muy bien.
El conductor de atrás comienza a tocar bocina
más seguido y saco mi mano por la ventanilla, para
que espere. Está gritando, seguramente está
apurado. Pero quiero que Emma lo haga bien. Y
cuando quiero darme cuenta, Emma está tapándose
la cara, llorando y el auto, malditamente está
estacionado.
-¡Aprende a estacionar, la concha de tu madre!-
Le grita el estúpido que acaba de apurarla.
-Emma…- Digo su nombre en voz baja, no
quiero alterarla.
Está llorando y su cuerpo está temblando. ¿Es un
ataque? Dios mío.
-¿Emma?
Me mira y está enojada. Muy enojada.
-Sos un hijo de puta. ¿Cómo vas a hacerme eso?
¿No te diste cuenta que no podía? ¡Pelotudo! Dios,
no me tenes paciencia y consideración. ¡Tendrías
que tener un poco más de tacto!
Me quedo pasmado… En menos de media hora
me llamó idiota, hijo de puta y pelotudo.
-Pero lo hiciste.- Le contesto, aliviado de que no
tenga un ataque y olvidándome de todo lo que
acaba de decirme.- Lo estacionaste perfecto.
-¡Ahora vas a manejar vos!-Se desabrocha el
cinturón pero agarro su mano.
-No, Emma. Vas a ir manejando vos, como
buena conductora que sos. Vamos.
Me observa, indignada y juro que en este
momento quiere acribillarme. Vuelve a abrochar el
cinturón y salimos. Llegamos a mi casa y le
pregunto si quiere tomar algo frío y dice que sí…
Sin dudar. Mierda.
Va a entrar a mi casa después de tres meses que
no estamos juntos. Esto no está bien… No sé si voy
a poder contenerme.
Cuando entramos, le estoy por servir un vaso de
gaseosa pero me pide una cerveza. Se la doy y
agarro una para mí.
-Perdón, no quería decirte… Bueno… Eso.
Estaba nerviosa. Me pusiste en una situación
horrible y ese puto del orto me dijo que aprenda a
estacionar… Y me dijo… La concha de tu madre.
Casi me muero. ¡Tuviste que defenderme!
Me río, sin poder controlarme.
-¿Querías que lo corra y lo cague a palos?
-No, bueno… No sé. Sí. Contestarle algo.
-Y terminar a las piñas. Bien Emma. Primero
coimeas a un hombre para que te dé el registro sin
hacer la prueba, y ahora me pedís que me trompee
con un tipo porque el pobre señor estaba apurado.-
Le digo, riendo.
Y entonces, levanta la mirada y una sonrisa
hermosa aparece en toda su cara. Como si brillara.
Mi querido amiguito se levanta y se pone tan duro
que me duele.
-No me lo iban a dar rápido. Tenía que hacerlo y
lo necesitaba.
-Eso es ilegal.- Tapo mi boca con mi mano para
que no vea mi sonrisa.- No está bien. Podrías ir
presa. Y no pensaba pagar tu fianza.
-Oh, vamos. La pagarías. No me dejarías ahí.
Claro que no la dejaría encerrada.
-No, no Emma. No te dejaría.
Baja la mirada y se pasa un mechón de pelo por
detrás de la oreja. Se aclara la garganta…
-Nicolás… Yo... Estuve pensando y quiero…
Necesito que me muestres cómo sos con las
mujeres.
Frunzo mi seño. ¿Qué? No entiendo.
-¿Con qué mujeres, Emma? No tengo mujeres.
-Quiero ver al Nicolás sin Emma…
Pego mi espalda a la pared y me muerdo los
labios.
No lo está pidiendo.
¡No me jodas!
-No, Emma…- Trago el nudo en mi garganta.-
No creo que eso… Te guste.
-Necesito saberlo…- Su mirada pasea por mis
ojos, mi boca, mi pecho y se detiene en mi pija.
Carajo.- Tengo que saberlo… Si, no… Nunca voy a
poder tener algo con vos… Sin saber cuál es la
diferencia…
¡¿Diferencia?!
Esto me enoja. De verdad.
Nunca creí que Emma iba a salir con algo así…
-¿Es eso lo que queres? ¿Saber cómo carajo me
cojo a las demás?- Asiente.- Bien, Emma…
Terminemos de una puta vez con toda esta mierda.
Capítulo 15
Emma.

Asiento con mi cabeza y mi estómago se pone


duro como una piedra. Acaba de llegar el momento
que tanto imaginé.
-Yo…
-No, Emma. Ahora me vas a conocer de verdad,
y te vas a dar cuenta que tu desconfianza hacia mí,
no tiene fundamentos. Porque yo, en ningún
momento te consideré una más ni te traté como tal.
Me agarra de la mano y apoya mi espalda contra
la pared.
-Te quiero desnuda, ahora.
¡Mierda!
Camina hacia la habitación mientras me saco el
vestido por encima de mi cabeza. Cuando vuelve,
tiene la cinta negra en la mano y su jean está
desabrochado. Tira mis manos hacia atrás y las ata.
Cuando se ubica delante de mí, sus ojos están tan
negros como el carbón. Mierda, mierda, mierda,
mierda. ¿Qué acabo de pedirle?
-Arrodillate.
Me arrodillo frente a él, tomando una buena
bocanada de aire. Apoyo mi espalda contra la
pared y agarra mi pelo, tirando mi cabeza hacia
atrás, hasta ubicar su pene a la altura de mis labios.
-Abri la boca y hasta que no acabe, no vas a
dejar de chupar. ¿Está claro?
Es la primera vez que voy a hacerle sexo oral y
jamás pensé que sería así. Abro mis labios y
comienzo a succionar tan rápido como puedo,
tratando de no ahogarme y respirar por la nariz,
siguiendo su ritmo. Él mueve su cadera hacia atrás
y adelante tan fuerte, que las arcadas vienen a mi
boca sin importarle. Levanto mis ojos y ni siquiera
está mirándome. Tiene la frente pegada a la pared y
su boca apretada, en una línea fina. Continúa sus
estocadas, mientras que acompaña el movimiento
agarrándome del pelo y tirando de él.
Me ahogo… Creo que en cualquier momento voy
a vomitar. Respiro por la nariz…
Respiro.
Respiro.
Respiro.
Siento que su pene se hincha y comienza a latir…
Me preparo mentalmente y eyacula en el interior de
mi boca, y yo… Me trago cada gota de su semen.
Por primera vez en mi vida, trago el semen de un
hombre.
Su cuerpo se pone rígido y deja de moverse. Saca
su pene y yo espero unos segundos para verificar
que el Nicolás que conozco, volvió… Pero cuando
me mira y siento más miedo.
Me agarra de mi pelo, parándome y tira de mí
hacia la habitación, donde caigo despatarrada en su
cama, con las piernas abiertas. Me desata, llevo mis
manos hacia adelante y trato de acomodarme sobre
mis codos.
Quiero hablar pero siento sus manos en mis
caderas, hace fuerza hacia arriba, separando mi
pelvis de la cama, escucho que escupe y pasa su
mano por mi vagina, y me embiste.
Ahogo un grito y sollozo en voz baja.
No me gusta este Nicolás… Prefiero que me
cuide y se tome un tiempo para mí.
Mi cerebro no para de pensar, mientras siento su
respiración agitada y sus embistes rápidas y
fuertes. Escucho que jadea y vuelve a acabar,
dentro de mi vagina, sin preocuparse por mi
orgasmo.
Se separa tan rápido como si mi cuerpo le
provocara asco, dejándome sola en la cama.
Escucho el ruido del agua de la ducha… ¿Se baña
después del sexo, para sacarse el olor de la mujer
con la que estuvo?
Dios, esto es humillante. Verdaderamente
humillante. No me gusta cómo es él… Porque éste
es Nicolás. El que todas conocen.
Pero el no es así conmigo… Acaba de
demostrarme la diferencia. Lo llevé hasta el límite y
sin darme cuenta, nos perjudiqué a ambos. ¿Cómo
vamos a mirarnos a los ojos después de esto?
Voy hacia el baño y lo llamo por su nombre…
-No Emma, necesito que te vayas, tengo que
trabajar.
¿Sigue en papel de malo o qué mierda?
-Nicolás…
-Te dije que te vayas.- Gruñe, detrás de la
mampara.
Me doy media vuelta y junto mi ropa que quedó
en el piso del comedor. Me visto y cuando estoy
lista, abro la puerta de la calle y salgo. Llamo al
primer taxi que veo pasar, porque no estoy en
condiciones de manejar. No después de esto.
Durante todo el trayecto a mi casa, derrame
alrededor de sesenta lágrimas… Las conte. Una por
una… Las sequé, una por una. Y volví a llorar,
cuando llegué a mi casa, tirándome en la cama. No
iba a abrir la librería y el bar, en mi estado.

No sé cuánto habré dormido pero un ruido me


despierta. Siento pasos en la escalera… El piso de
madera de mi apartamento cruje… Y alguien se
sienta del otro lado de mi cama. Tocan mi espalda
tan suave que me estremezco.
Me doy vuelta, quedando boca arriba y Nicolás
me observa con tristeza. Se acerca un poco más a
mí, quedando sentado en el medio de la cama.
-Emma… Lo siento mucho… Todo se salió de
control.- Dice, en voz baja.
-Fue mi culpa por llevarte hasta el límite, yo te
lo pedí y vos me lo diste.- Le contesto, agarrando su
mano.
-Emma… Yo… No puedo seguir así, no
funcionaría nunca de esta forma…
Me levanto de la cama y me siento arriba de él,
con mis piernas abiertas. Me sostiene de mis brazos
para alejarme pero me zafo y agarro su cara con
mis manos, pegando mis labios a los suyos. Tiro de
su pelo y gruñe contra mi boca.
Sus manos suben mi vestido hasta sacármelo por
la cabeza y desabrocha mi corpiño, liberando mis
tetas, que las une y chupa mis pezones, los muerde,
los succiona y los estira hasta el punto de hacerme
gritar.
Le quito el saco del traje oscuro, desabotono su
camisa y desabrocho su pantalón, jalándolo hacia
abajo.
Se arrodilla sobre la cama, desnudo y yo encima
de él, sosteniéndome de sus hombros. Entra en mi
cuerpo y comienzo a cabalgar, escuchando nuestros
corazones golpear. Rozando mis tetas contra su
pecho. Besándolo y raspándome con su reciente
barba mis mejillas, mi cuello, mi pecho… Todo es
besos, chupones, mordiscos, jadeos…
Continúo moviéndome, sintiendo su pene
hinchado y duro dentro de mí. Sus manos tiran de
mi pelo y recorren mi espalda, bajan a mi cola
apretando mis nalgas, dándome unos golpes para
que vaya más rápido.
-Te quiero, Emma… Te quiero…- Afirma, contra
mi boca y lo beso.
Lo beso chocando mi lengua contra la suya,
porque no puedo decirle que yo también. Porque
yo no lo quiero, lo amo. Y dejo mi vida en este beso.
Su mano viaja a mi clítoris y con un dedo
comienza a hacer esos círculos que me vuelven
loca. Cosquillas… Más cosquillas… ¿Cómo explicar
con palabras un orgasmo cuando estoy con él? No
puedo… Despego mi boca de la suya y me
consumo, mientras me dejo llevar, moviéndome
lentamente sobre él, saboreando esta explosión
dentro de mí…
Me agarra la cara con las manos y me besa,
mientras él también se mueve hacia arriba y abajo,
y su pene comienza a latir fuerte dentro de mi
cuerpo, derramándose, dejándose llevar,
liberándose, mientras jadea y respira contra mi
boca.
-¿Qué mierda es esto, Emma? ¿Por qué… nunca
me canso de cogerte? ¿Por qué no puedo alejarme?
Sigue moviéndose y mi vagina se frota contra su
pelvis y otro orgasmo abraza todo mi cuerpo,
queriendo más de él. Tiro la cabeza hacia atrás y
me dejo ir, como nunca lo hice antes… Besa mi
pecho, mis pezones…
-Nicolás…- Le digo, casi sin respirar…- Te
amo… Perdón, pero te amo.
Tira de mi pelo y besa mi cuello, mi mandíbula y
se deja ir de nuevo, acabando por segunda vez,
repitiendo mi nombre. Clavándome sus dedos en
mi espalda, mojándome con su transpiración,
consumiéndome poco a poco, hasta dejarme
inconsciente, acostada en la cama.

Cuando me despierto, él ya no está. Mi cama está


vacía, y ruedo sobre mi cuerpo hasta quedar boca
abajo. Mi acolchado tiene su perfume, su olor… Y
lo extraño.
Lo extraño. Creo que ya no podría alejarme de él.
Esta es la vida real. Así se siente de verdad. Dejo
de lado las historias de amor, los libros, los
fragmentos que escucho y me encantan, porque
esto es lo que siente cuando uno ama. Ya no puedo
seguir buscando mi hombre perfecto, porque como
dice Megan Maxwell, los príncipes azules también
destiñen y las ranas también se enamoran.
No puedo vivir pensando en conseguir alguien
perfecto. Este es mi error. Siempre lo ha sido.
Tampoco quiero conformarme, pero malditamente
necesito de él.

A las cinco de la tarde la librería está llena de


personas y el bar también. Tengo que admitir que
nos está yendo muy bien. Nunca pensé que mi
librería se iba a poner de moda de esta manera.
Vienen chicas de muchas partes de zona sur y de
capital, y me cuentan que llegaron hasta acá porque
sus amigas o conocidas, les hablaron de mi lugar.
Y por Dios, se siente tan bien perseguir un sueño
y alcanzarlo. El primero, el de mi papá, Rich.
Comprar la librería. El segundo, el mío, abrir un
bar junto a mi librería. Y justamente lo hice con él,
con Nicolás. ¿Qué pensaría Rich de él si estuviera
vivo?
Entra Camila y me sonríe.
-Hola colo.- Me da un beso en mi mejilla y me
abraza.- Tengo que contarte algo.
-¿Café?
-Dale.
Voy a buscar dos tazas de café y el camarero, me
dice que ahora me las alcanza. Vuelvo a mi
escritorio y Cami me espera. Tiene una sonrisa en
toooooda su cara, y parece tranquila y relajada.
-¿Qué pasó?- Le pregunto.
-Lo dejé a Fede… Pero lo dejé, dejé. Nunca más.
¡Se acabó! Ya está… Terminamos, para siempre.
Abro mis ojos, sorprendida. No esperaba esto,
sinceramente.
-¿Qué te hizo tomar esta decisión?
-Lautaro.
¡Bingo! Al fin… Ya estaba cansada de verlos
coquetear y andar con rodeos.
-¿Y Lautaro que te dice?
-No es lo que me dice, sino lo que hace. Me
manda mensajes todas las mañanas diciendo buen
día. Todos los viernes me trae al local una caja de
bombones. Y no para de insistir para que estemos
juntos. Al principio pensé que estaba caliente
conmigo por no poder tenerme, pero después me
dijo que nos tiremos a la pileta, juntos. Y lo
hicimos… Metafóricamente, claro. Y acá estamos,
empezando algo y… Te juro que me gusta,
muchísimo. Es un poquito mujeriego, pero quién en
día no lo es.
Sí, bueno. Como si fuera tan fácil aceptarlo.
La abrazo muy fuerte y ella hace lo mismo.
-Me hace muy feliz que hayas tomado la
decisión correcta para vos.- Me separo.- Creo que
ustedes dos van a llegar muy lejos juntos y él
parece un buen chico. Me gusta para vos.
-Sí, lo sé. ¿No hacemos linda pareja?
Lo dudo. Él mide casi un metro noventa y mi
amiga un metro cincuenta.
-Los polos opuestos se atraen, amiga mía.- Le
digo, riendo.
-Es exactamente lo que pienso. Y… Creo que
vos estás pasando por lo mismo, con Nicolás.
-No hablemos del tema… Prefiero, no hablar.
-Está bien.- Me responde y deja de sonreír.- ¿Él
te está lastimando?
-Ya no lo sé…
-¡Mierda! ¿Por qué dejas que pase esto?
-No es que él hace algo para lastimarme,
precisamente. Yo pienso y hago cosas que terminan
mal, y eso es lo que me lastima. No confío en él, no
creo en su palabra, pienso que sigue estando con
otras mujeres aun que él me demuestre todo lo
contrario. Es difícil… Cuando se para en el
escenario y lee esas cosas, yo creo que me voy a
morir.
-Eso es lindo.- Afirma, riéndose. - ¿Quién hace
algo así por una chica? Está bien, es un poco
complicado. No te escribe cartas de amor, no te dice
lo que siente, pero todos los sábados te lee
fragmentos de libros hermosos y te está
demostrando de alguna forma, lo que siente por
vos. No lo hace para llamar la atención de otras
mujeres, porque no deja que nadie se le acerque, lo
hace por vos. Y con respecto a mi hermana, hablé
con ella y me dijo que cuando se acercó a él, miraba
en tu dirección. Dijo que vos estabas bailando con
un chico pero que ella nunca imaginó que era
Nicolás. Fue ella quien comenzó a hablarle, no él.
-Sí.- Asiento con mi cabeza.- Él me lo dijo pero
yo…
-No crees que él pueda estar solo con vos. Yo…
Estuve hablando mucho con Lautaro y él cree que
Nicolás está como… Enamorado de vos pero no se
anima a estar en una relación seria. No sé…
La observo mientras me habla. Es que, está todo
más que claro. Imposible echarle agua y que se
aclare más. Entonces, no entiendo por qué no
estamos juntos.
-¿Podes quedarte en la librería un rato? Tengo
que salir.
-Sí. ¿A dónde vas?
-No sé. ¿Podes averiguarme la dirección de su
oficina?
-Sí. Le pregunto a Lauti.

Diez minutos después estoy saliendo hacia su


oficina, manejando. Sí… Salí a la calle y estaba mi
auto en la puerta así que supongo que lo trajo él. Y
no estoy nerviosa por manejar sola, estoy nerviosa
por encontrar a Nicolás y abrirle mi corazón. Así
que, activo el GPS y emprendo mi rumbo hacia su
oficina.
Cuando llego, una mujer de unos cuarenta años
bien presentada me dice que Nicolás está en la
obra. Le pregunto dónde queda y me pasa la
dirección. Nuevamente pongo la dirección en el
GPS y salgo. Cuando llego, hay muchos hombres
que me silban y dicen cosas que me dan vergüenza
pero no les hago caso. Entro y camino en dirección
a un hombre vestido de traje oscuro con un casco
amarillo en la cabeza.
-Disculpe.- Se da vuelta y me mira de arriba
abajo. Tendrá unos sesenta años, más o menos.- ¿En
qué puedo ayudarla, señorita?
-Estoy buscando a Nicolás.
-Está en el fondo. Es un conteiner blanco que
cumple la función de oficina. Golpeé y
seguramente él la va a atender.
-Gracias.- Le digo y empiezo a caminar.
-Señorita, por favor, póngase esto.
Estira su mano, alcanzándome su casco.
-Muchas gracias, señor. Es muy amable.
Me lo pongo y comienzo a caminar hasta llegar a
una oficina improvisada dentro de un conteiner.
Golpeo y el miedo me abraza. No quiero tener
miedo, quiero estar tranquila.
Escucho su voz, pidiendo que entre. Y lo hago.
Abro la puerta y me encuentro con él, sentado
detrás de un escritorio con unos papeles. Me aclaro
la garganta y levanta la mirada, quedándose duro.
-Emma…- Dice, en voz baja.- ¿Qué? ¿Está todo
bien?
-Sí… Solo que…- Me acerco hasta llegar al
escritorio.- ¿Estás ocupado?
Mira hacia los papeles y levanta la mirada,
negando con la cabeza.
-No… No…
-Necesito preguntarte algo.
-Por favor, decime.- Sus ojos tienen un brillo
que nunca antes vi.
-¿Por qué no estamos juntos? ¿Por qué no
podemos tener una relación?
Se aclara la garganta, y veo como su nuez de
Adán sube y baja.
-Emma… Vos me dijiste que no podíamos.
Porque no confías en mí… Yo no sé qué más hacer
o decir para que te des cuenta que…
-¿Me queres?
-Te quiero pero no de la forma en que vos me
queres a mí.
Y ahí están las palabras que ningún hombre tiene
decir, jamás. Pero, recuerdo que no estoy dentro de
un libro y que esta es la vida real. Y que justamente
él no es perfecto.
-Lo sé… Sé que no sentimos lo mismo…
-Es que ese es el problema Emma, sentimos lo
mismo pero uno con mayor fuerza que el otro y no
sé si vas a aceptarme de esta forma.- Se para y
camina hasta mí.- Te quiero, de verdad. Y hace más
de seis meses que no estoy con nadie más. Solo te
quiero a vos pero no sé si eso te alcanza.
-Me alcanza…
-Pero te mereces más. Ya te lo dije una vez, te
mereces que te quieran entera, no por la mitad,
Emma.
-Pero vos me queres, ¿no? Y no creo que quieras
partirme al medio ni nada por el estilo… Eso de
querer a medias es… No es real. Yo puedo
sentirlo… Sé que me queres, a tu forma, pero lo
sentís y puedo…
-¿Conformarte?- Se acerca más a mi boca, y roza
sus labios con los míos.- No quiero que te
conformes conmigo, Emma. Quiero darte todo lo
que soy, todo lo que tengo, pero… Siento miedo.
-Yo también.- Se acerca más, abriendo sus
labios, respirando contra mi boca pero no me besa.-
Yo también siento miedo pero no puedo estar más
alejada de vos.
Me besa. Me besa despacio y suave.
-Quiero que te vengas a vivir conmigo. Te
quiero todos los días en mi casa, llegar de trabajar y
sé que no vas a estar esperándome porque estás en
la librería, pero… Yo… Yo voy a ser el que te
espere, o que el cierre la librería con vos y te traiga
a casa. Y podemos dormir juntos todas las noches,
sin esperar que nos mandemos un mensaje
invitándonos a cenar o algo… Y podemos bañarnos
juntos… Despertar y desayunar y que cada uno
empiece su día, pero juntos. Y…
-Y acabas de decirme lo que siempre quise
escuchar, Nicolás. Vos no me estás queriendo a
medias, me estás queriendo entera. ¿Te estás
escuchando?
Asiente y me besa, poniendo sus manos en mis
mejillas.
-Lo sé… Sé que puedo amarte, Emma… Lo sé.
Pero dame tiempo a que me acostumbre a la idea
de compartir mi vida con alguien más… Con vos.
-Lo acepto. Acepto esto que me estás diciendo.-
Le sonrío mientras lo observo.
-Después de cerrar el bar, quiero que vengas a
casa. Te traigas un bolso con toda tu ropa y todo lo
que quieras traer, no me importa. No me interesa
que hagas de mi casa tu casa, podes decorarla a tu
manera. Todo, todo lo que quieras, Emma. Vamos a
hacerlo, y te juro que voy a poner lo mejor de mí,
para que esto funcione porque lo quiero. De verdad
lo quiero.
Me da vuelta sentándome en el escritorio, me
saca el casco y me besa. Me besa con amor. Pero
unos minutos después, nos damos cuenta que
estamos en la obra y nos separamos.
-Vuelvo a la librería.
-Te llevo.
-Vine en auto.- Le respondo, con mi mayor
sonrisa.
-Bueno, bieeeeeen. ¡Muy bien, Emma! Te
acompaño a la salida.
Me toma de la mano, me pone el casco en la
cabeza y caminamos entre arena, escombros y veo
cómo sus empleados nos observan hasta que
llegamos al señor que me dijo dónde podía
encontrarlo.
-Señor Cruz.- Le dice a Nicolás.- Veo que
decidió confiar en sí mismo. Menos mal que no
creíamos en las gitanas.
Nicolás se ríe y yo no entiendo de qué hablan.
-Ella es Emma, mi novia. Y casualmente recién
decidimos irnos a vivir juntos.- Le cuenta con una
hermosa sonrisa en sus labios, y creo morir.
-Felicidades, a ambos. Y es un placer señorita,
Nicolás es un excelente hombre. Crea en mi
palabra.
-Lo sé.- Le contesto, sonriendo.- Gracias, señor.
Tengo que irme.- Me saco el casco y se lo entrego.-
Nos vemos a la noche.- Le digo a Nicolás y le doy
un beso en sus labios.
-Hasta la noche, amor.
Comienzo a caminar sintiendo la palabra amor
en mi corazón, sin mirar atrás. Pero, en cuanto
pongo un pie en la vereda, el impacto de una
explosión hace que salte directo a la calle. Todo es
humo, gritos y bocinazos. Humo… Humo gris.
Las personas gritan y corren pero nadie sale de la
obra.
-¡¡¡¡¡Nicolás!!!!!- Entro en pánico.
Capítulo 16
Nicolás.

Pip- Pip- Pip- Pip- Pip.


¡Qué mierda es ese ruido! Intento abrir mis ojos
pero están pesados y siento un dolor punzante en
mi cabeza. Trato de girar mi cuello, Dios. Duele
tanto.
-Nico… Nico…- Mi hermana…- Mi amor, no te
asustes. Está todo bien.- Dice en voz tan baja que
me asusta y trato de moverme pero no tengo
fuerza.- Tuviste un accidente pero ya está todo
bien.
-A…- Las palabras no salen de mi boca.- Agu…
Agua…
Mi voz es rasposa y no la reconozco.
-Voy a llamar a la enfermera, tranquilo. Está
todo bien, lo juro. Creeme.
Y lo hago. Trato de tranquilizarme, tengo que
hacerlo. Confío en mi hermana.
¿Un accidente?
Unos segundos después, me sacan el respirador y
mojan mis labios con una gasa… Creo…
El sueño me vence.

Poco a poco fui despertando y la enferma levantó


unos quince centímetros mi cama. Guadalupe me
está dando con una cuchara un poco de té.
¡Horrible! Me prometió que si lo tomaba, iba a
contarme todo lo que pasó, porque no lo recuerdo.
Me trata como si fuera Olivia y odio esto.
Odio sentirme así… No tener fuerzas… Los
dolores que siento en mi cuerpo y en mi cabeza me
están matando, pero estoy bastante sedado.
¡Carajo! No puedo creer que esté pasando por
toda esta mierda. Ni siquiera recuerdo algo del
accidente. Muevo mis hombros y mi cuello, como si
eso me aliviara pero acentúa más el dolor.
Golpean la puerta.
-¿Puedo pasar?
-Sí, Emma. Vení.- Le contesta mi hermana con
una sonrisa, y creo que por primera vez desde que
me desperté la veo tranquila.
La observo mientras camina hacia mí y se para al
lado de mi cama.
-Hola Nico.- Dice, tocándome la frente, muy
suave.- Estaba muy preocupada.- Seca unas
lágrimas que caen de sus ojos.
¿Por qué llora?
Aclaro mi garganta.
-¿Nos… Nos conocemos?
Como si acabara de pegarle una piña en su
preciosa cara, se tira hacia atrás, tapándose la boca
con sus dos manos. Miro a mi hermana que tiene
una mano en su pecho y me mira horrorizada.
Bien… Toda la tranquilidad que me inspiraba
hasta hace unos putos segundos, ahora es todo lo
contrario.
-¿Qué…? ¿Qué mierda? ¿Qué pasa?- Pregunto
nervioso y fuera de mí.
-Nico… ¿No te acordas de Emma?
Niego con la cabeza. ¿Qué mierda? Dios,
recordaría a una pelirroja como ella, aun que
viviera cuatro vidas más.
La chica hace un esfuerzo sobre humano por
tragar, aun que no esté comiendo nada. Se acerca
de nuevo, y sus ojos siguen llorando lágrimas que
no llega a secar. Son tantas… Toda su cara está
mojada y tiene la nariz roja.
-Soy Emma, tu socia.
Esto es lo más absurdo que escuché en mi puta
vida. ¿Desde cuándo yo quiero una socia?
-¿Yo tengo una socia?- Pregunto, riéndome.
-Tenemos un bar.- Dice, mientras sigue
secándose las lágrimas. Respira hondo y se pone
seria.- Tengo una librería y vos compraste el local
de al lado para poner un bar y… No te preocupes,
después nos reunimos con más tiempo y lo
charlamos.
¡Qué carajo!
-Por favor, quiero saberlo. No te recuerdo, y ni
siquiera…- Niego con la cabeza.- ¿Un bar?
Guadalupe, ¿Me vas a decir qué mierda me pasó?
-Se cayeron unos andamios en la obra en la que
estabas trabajando…
-¿Qué obra? ¿De qué obra me estás hablando?
Esto no está bien y me estoy desesperando. El
dolor en mi cabeza crece y mis ojos se cierran de los
puntazos.
-En julio firmaste un contrato…- Vuelve a
hablar la pelirroja, como si conociera algo de mi
vida. No puedo creerlo.- No recuerdo el nombre
pero el edificio es en Puerto Madero, y creo que son
treinta pisos. Supongo que luego lo hablarás…
-Vos…- La señalo, mientras se pone más
pálida.- Vos, ¿cómo sabes tanto de mí? ¿Cómo
puede ser que seamos socios y yo no lo recuerde?
¿Cuándo compré un bar?
Golpean la puerta y los tres nos giramos para
encontrarnos con un médico.
-Buenas tardes Señor Cruz. ¿Cómo se siente?-
Dice, mientras coloca una carpeta negra a los pies
de la cama.
-Mal… ¿Cómo quiere que me sienta con este
dolor de cabeza insoportable? Y… Ah, no… Espere.
¿Sabe que no me acuerdo de nada?
-No se altere, su cerebro no necesita eso en este
momento.- Me contesta, con una media sonrisa.-
Usted sufrió un golpe duro en la cabeza por el
derrumbe de unos andamios. Los paramédicos
indicaron que se golpeó contra una viga de
cemento… Con una resonancia magnética pudimos
concretar que tiene traumatismo de cráneo y una
contusión que es un hematoma en el cerebro. No
hay lesiones en la columna ni otros órganos
comprometidos.
-¿Por qué mierda no recuerdo el accidente?
El médico se endereza más de lo que está y
achina sus ojos.
-La pérdida de memoria que está usted
padeciendo es por la lesión. Hoy no podrá recordar
hechos nuevos o acceder a uno o más recuerdos del
pasado, o ambos. Puede ser que esto dure poco
tiempo y luego se resuelva, es decir que sea
transitorio. O puede no desaparecer y,
dependiendo de la causa puede empeorar con el
tiempo. Pero, estoy seguro que es una amnesia
temporal. Vamos a seguir controlando el
hematoma… Y tratemos de cuidar mucho la
cabeza.- Concluye, mirando a mi hermana y a
Emma, en la cual se detiene y le sonríe.- ¿Alguna
duda?
Negamos con la cabeza y él se retira, diciendo
que va a volver a verme dentro de dos horas.

-¿Vas a decirme cómo nos conocimos?


Mi hermana acaba de salir y le pidió a mi
supuesta socia que se quede conmigo hasta que
vuelva.
Dios… Mi cabeza… Duele tanto.
-Como te dije, tengo una librería y una noche
apareciste con tu sobrina, Olivia… Compraron un
libro y al siguiente martes la llevaste a mi local
porque hacemos una tarde literaria donde otras
nenas como ella, intercambian libros y opiniones…
Nos hicimos amigos, cenamos un par de veces en
mi departamento y una noche me preguntaste si
pensaba ampliar la librería… Y sos tan terco que
compraste una cortina nueva y un motor para mi
local, y después te apareciste con una escritura.
¡Dios!- Me explica mientras trata de sonreír y sigue
llorando.- Así que, empezamos con este nuevo
negocio y nos llevamos muy bien. Nos va excelente,
por cierto. Los sábados a la noche hacemos café
literario, y aun que no me creas, vos sos uno de los
que pasa al frente para leer un fragmento…- Se
detiene y la observo mientras se rasca uno de sus
ojos completamente rojos.
-¿Qué tipo de libros leo?
-Novelas… ¡Novelas de amor!
¡No lo creo!
Mientras habla, observo la manera en que se toca
su pelo y se lo lleva hacia atrás… Sus manos
delicadas tocan sus labios perfectamente carnosos y
rosas… Sus ojos tienen un brillo increíble que los
hace hermosos, a pesar de estar llorando. Es
hermosa. Emma, definitivamente, es hermosa.
-¿Tuvimos sexo?
Sonríe. Bien, algo es algo.
-No, sólo somos amigos.
Mentira. No puedo creerlo.
-Me dijiste que no. ¿Cierto?
Asiente, mientras vuelve a sonreír. Prefiero que
sonría antes que llore.
¿Por qué no quiso tener sexo conmigo?
-¿Por qué?
-Porque somos amigos. Lo dejamos claro desde
un principio. Somos amigos y socios.
No le creo. Yo tuve que coger con esta hermosa
mujer.
Entra mi hermana.
-Bueno… Tengo que volver al trabajo.- Se acerca
a mí y toca mi frente, de nuevo.- Estoy muy feliz
porque estés vivo. Me había asustado mucho.- Me
da un beso en mi mejilla y se separa.- Guada,
cualquier cosita, chíflame. En lo que pueda
ayudarlos… Lo que sea… Por favor.
-Gracias Emma.- Se acerca a ella y la abraza,
apretándola muy fuerte. Como si quisiera
consolarla, o algo así.
Cuando Emma sale de la habitación, miro a
Guadalupe. Está intranquila y parece muy
insegura.
-¿Qué me estoy perdiendo con esa chica?
-¿Por qué lo decís?- Me responde con una
pregunta, como si no quisiera contestar.
-Me dijo que somos amigos…
-Si ella dijo que son amigos, es porque lo son. Es
una chica muy buena, de verdad. Tiene un
corazón… Ya la vas a recordar, quedate tranquilo.
No nos apuremos. Estoy segura que vas a empezar
a acordarte de todo, hermanito.

Durante el resto de la tarde vino Emiliano sin


Olivia, y Lautaro con su novia Camila, que por
cierto es amiga de Emma, y que tampoco la
recuerdo. Me contaron que solemos juntarnos a
comer muy seguido y hacemos fiestas organizadas
por mi hermana, en las cuales la pasamos bien. Les
pregunté por Emma, pero me dijeron que solo
eramos amigos…
Cuanta más gente me confirma que somos
amigos, más dudas crecen en mí. ¿Por qué una
socia-amiga llora tanto por un socio-amigo? Es
raro.
También vinieron mis viejos. Estaban muy
preocupados. ¡Demasiado para mi gusto! Mi mamá
quiere mudarse conmigo unos días a mi casa, en
cuanto me den el alta, pero le dije que no. No
necesito a nadie que me cuide. Sin embargo,
Guadalupe dijo que ella podría venir a verme
durante el día y turnarse con algunos de los chicos.
Más tarde, el médico trae la resonancia la cual me
muestra y explica con detalles lo que está pasando
en mi cerebro en este momento. Me da unos
sedantes para seguir tomando por el dolor y unos
medicamentos más por la lesión que tuve.
Estoy muy intranquilo. Tener un accidente en
una obra que ni siquiera recuerdo, y despertarme
en esta clínica… Es decir, no recuerdo nada de lo
que estuvo pasando en los últimos seis meses. El
último recuerdo que tengo es estar trabajando en
un plano, en mi oficina, pero eso es de hace siete
meses atrás. No es ayer… Supongo que ese debe de
ser el contrato que firmé y en el cual estoy
laburando.
Pregunté cómo estaban los empleados de la obra
y si había alguien conmigo en el momento del
derrumbe. Me dijeron que el dueño del edificio
estaba a mi lado y que también resultó herido, pero
está a salvo. En cuanto deje la clínica, voy a ir a
verlo. Si bien recuerdo el plano que estuve
haciendo, no tengo bien definido quién es este
hombre.
Por momentos mi mente se nubla y me mareo,
siento vértigo y náuseas. En otros, el dolor de mi
cabeza es tan fuerte que tengo que cerrar mis ojos
para que disminuya, no lo hace, claro. Me siento
agotado, cansado e insoportable.
Solo quiero estar en mi casa, mirando la
televisión, acostado en mi cama, sin dolor… Y
quiero recordar. Necesito recordar qué fue todo lo
que pasó. ¿Por qué dejé que se cayera un andamio?
Jamás en toda mi carrera me pasó algo así. Podrían
haber muerto empleados que estaban a mi cargo,
podría haber muerto el dueño o yo… Con solo
pensar en eso, el dolor crece y unos nervios y
miedo espantosos se apoderan de mi estómago.
Podría haber sido una catástrofe… ¿Cómo pude
cometer un error tan simple? ¿Cómo no vigile de
cerca los andamios? ¿Qué clase de gente tengo
trabajando conmigo capaz de cometer ese error?
Ahora estaría en juicio o… Dios. ¿Quién sabe qué
mierda podría estar pasando?

Una semana después, estoy en mi casa, instalado


y le pedí a mi secretaria que venga a verme con
todos los detalles de los últimos seis meses para
poder ponerme al día.
Raqui me explicó que habían aceptado el
contrato y que yo estaba trabajando en una de las
torres más millonarias de Puerto Madero.
Me pasó el número del propietario del edificio y
me puse en contacto con él. Me dijo que siente
mucho todo lo que pasó y que están averiguando a
qué se debió el derrumbe. Le informé que en
cuanto esté recuperado, voy a indagar en el tema.
No quiere retomar la obra hasta que nos juntemos y
tengamos una reunión. Estuve de acuerdo. Si él
prefiere trabajar con otro arquitecto, no voy a
negarme. Este hombre se salvó de millones de
quilombos. Y millones de pesos en
indemnizaciones.
Todo me parece tan extraño. Miro los planos
terminados y tengo notas escritas a mano sobre
unas modificaciones de último momento. Al día
siguiente, es cuando firmé el contrato. ¿Por qué
cambié tantas veces los espacios, los balcones, el
baño? Ésta última idea que tuve pareció gustarle al
señor Magadán.
Me cuesta mucho adaptarme a esto y releer una y
mil veces todo en lo que estuve trabajando, porque
se supone que es parte de mi vida y tendría que
recordarlo… Tratar de volver al pasado es al pedo,
porque por más que haga un esfuerzo, no lo logro.
Y cada vez que me esfuerzo, es un dolor de cabeza
insoportable que me deja de cama varias horas.

Miro a la pelirroja que está amasando fideos


caseros en mi cocina. Yo utilicé esa puta maquinita,
estoy seguro.
-¿Nosotros una vez hicimos fideos?
Emma y Camila levantan la mirada hacia mí. La
pelirroja se pone pálida.
-Sí. Varias veces, en realidad.- Me contesta y
vuelve a pasar la maza estirada por la máquina.-
Vos me ayudabas.
Asiento con la cabeza, mientras me siento muy
observado. Si hicimos fideos, quiere decir que de
verdad compartíamos tiempos juntos. Éramos
amigos.
Igualmente me parece muy raro porque no suelo
tener amigas mujeres. Directamente no tengo…
Jamás. Y creo que tampoco me la bancaría, es muy
linda para tener que soportar todos los días a una
chica así a mi lado. Supongo que con ella, hice una
excepción.
-Me parece recordar… No estoy seguro. Solo sé
que yo puse mis manos en esa cosa…
Niega y sigue muy pálida. Sus ojos están tan
rojos y tiene la mirada triste y perdida.
-Te gustaban. Va, te gustan.
Vos me gustas, Emma. Mierda, es obvio que no
soportaría tenerla de amiga.
-Bueno… Espero poder acordarme…
-Tranquilo.- Me contesta.- Todo a su tiempo.
Tiene harina en la punta de la nariz y en su
mejilla derecha. Trata de retirar un mechón de pelo
con el dorso de su mano y vuelve a mancharse la
frente.
Doy la vuelta a la cocina, en cuanto Lautaro
llama a Camila. Me acerco a Emma y coloco su
pelo, detrás de la oreja.
Su mirada cae sobre mi mano.
-¿Por qué solo éramos amigos?
-Bueno.- Se pone rígida.- No sos mi tipo. Los
mujeriegos no entran en mi categoría.
Una risa nerviosa sale de su boca…
-Hablando de eso… No tengo el contacto de una
sola mujer en mi celular. ¿Sabes por qué?
-No…- Se pone nerviosa y cambia el peso de su
cuerpo de un pie al otro. Se muerde el lado interno
de su mejilla.- Va, creo que te habías cansado un
poco de eso, y querías estar tranquilo.
¿Tranquilo? ¿Yo? ¿Sin mujeres rondando en mi
vida? No, definitivamente no.
-¿Cuándo voy a poder ir al bar y a la librería?
-Cuando quieras.- Su cuerpo se sacude como si
tuviera un escalofrío.- Una vez que el médico te dé
el sí, puedo venir a buscarte.
-Emma… ¿Por qué estás tan triste?
Cierra los ojos y respira.
-No estoy triste.
-Sí lo estás.- Apoyo mi culo contra el filo de la
mesada.- Dijiste que somos amigos, podemos
hablar de lo que sea.
-Es que… Todavía no… Estoy teniendo
pesadillas con el día del accidente. Se me viene a la
cabeza ese momento y…
-¿Vos estabas ahí?
Deja la masa y levanta la mirada, directo a mis
ojos.
-Sí.
¿Qué mierda?
-¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Porque no creí que hacía falta.
¿Cómo se le va a olvidar este puto detalle?
-¿Por qué estabas ahí?
Suspira y vuelve a pasarse el dorso de la mano
por la frente.
-Porque habíamos que… Quedado en… Ir a, a
comprar unos manteles para el bar…- Tartamudea
y duda mucho en elegir las palabras.
-Si te conociera, diría que estás mintiéndome.
Niega con la cabeza, nerviosa.
-No. Es la verdad. Vos no pudiste acompañarme
y yo te los había ido a mostrar.
-¿Y por qué no esperaste a que yo fuera al bar?
Está mintiendo.
-Es mejor que dejemos estas preguntas para más
adelante… Cuando…
-¡Emma!- La agarro de un brazo y la enfrento a
mí.- Necesito que me digas la verdad. No me
mientas. Sé que no nos conocemos… Bueno, yo no
te conozco pero… Necesito que seas sincera.
Saca mi mano de su brazo y vuelve con la masa.
-Ahora no…- Dice, y está haciendo puchero.
¿Está llorando?
-¿Fui importante para vos?
-Sos importante para mí. Estás acá, gracias a
Dios.
Una lágrima cae por su mejilla pero se la saca con
su hombro.
-Está bien, Emma.- No quiero presionarla.- Otro
día lo hablamos mejor.
Doy vuelta a la cocina y voy hacia el comedor, a
sentarme con mis amigos. Cierro los ojos…
Imágenes borrosas… Estoy sentado en el piso,
sobre unos almohadones… Una chica está arriba
mío… Mis manos están agarrando sus muñecas…
Sacudo mi cabeza… Dios.
Un dolor punzante me atraviesa el cerebro.
Un beso más… Sólo uno.
Capítulo 17
Emma.

¿Alguna vez sintieron esa sensación de estar


muriendo de a poco?
Bueno, creo que acabo de pasar a la etapa de caer
en la realidad de toda la mierda que está pasando y
lloro cada vez peor. Estoy deprimida, y solo quiero
acostarme en mi cama y llorar.
Estuvimos a punto de irnos a vivir juntos y él ni
siquiera me recuerda. No sabe quién mierda soy.
¿Cómo voy a ser capaz de seguir viviendo si la
persona que amo ni me registra? ¿Tengo que
aceptar todo esto y ya? ¿Así como si nada? ¿De qué
forma puedo sobrepasar todo esto sin salir
lastimada?
¡Ya estás lastimada, Emma!
Dios…
Una vez leí en el libro “La lluvia sabe por qué”, un
fragmento que en ese momento me gustó mucho.
-Deja que se vayan, Lucía.- Dijo la abuela desde
algún lugar.
-¿Quiénes?
-¡Las lágrimas! A veces parece que son tantas que
sientes que te vas a ahogar en ellas, pero no es así.
-¿Crees que un día dejarán de salir?
-¡Claro!- Respondió la abuela con una sonrisa dulce.-
Las lágrimas no se quedan demasiado tiempo, cumplen
con su trabajo y luego siguen su camino.
-¿Y qué trabajo cumplen?
-¡Son agua, Lucía! Limpian, aclaran… Como la
lluvia. Todo se ve distinto después de la lluvia.
Pero yo siento todo lo contrario, creo que nunca
van a terminar de salir. Que me ahogo con mis
espasmos y termino de quebrarme con mis ataques
de pánicos, que desde el accidente cada vez son
más frecuentes y peores. Creo que duran horas
hasta incluso días. En medio de los ataques, lo
único que quiero es que terminen de matarme, así
no sufro más.
Estoy en caída libre desde hace dos semanas y
media y no logro recomponerme. ¿Cómo voy a ser
capaz de seguir? ¿Cómo puedo tenerlo en frente
mío sabiendo que segundos antes del derrumbe me
prometió amor?
Lo único que sé, es que no voy a ser yo quien le
cuente la verdad. No puedo decirle que dentro del
conteiner me pidió que me mude a su casa esa
misma noche. No puedo decirle lo feliz que
estábamos y el beso que nos dimos. No puedo
abrirle mi corazón y confesarle que estoy rota sin él.
Sé que una persona no tiene que definirnos, pero
no encuentro salida. Prefiero no verlo nunca más, a
encontrarnos y que no me conozca. ¿Tienen idea de
lo poco que me siento? ¿De lo chiquita e
insignificante? No, nadie puede ponerse en mi
lugar.
Cuando nos vemos y me hace muchas preguntas
que no quiero responder, quiero gritarle que nos
queríamos, que él había decidido dar un paso
enorme en nuestra relación. Pero, no puedo. Y
tengo miedo de que un día quiera estar conmigo y
decirle que sí porque lo extraño como nunca
imaginé que lo haría, y a la mañana siguiente, todo
cambie. Porque este Nicolás que estoy viendo
ahora, no es el mismo que me quiso. No es él.
Ahora sí que me siento en un libro pero peor,
mucho peor. Esto es de una telenovela malísima
que quiere joder a la protagonista. Quiere joder mi
vida y no hay nada que pueda hacer.
El problema de todo esto es que Nicolás volvió a
ser el que era… El mujeriego. El que usa a las
mujeres por sexo. El que no tiene compasión
cuando se trata de tener relaciones sexuales, porque
me lo demostró. Y eso es lo que más me lastima,
saber que todo volvió a ser como era antes.
Sé que él puede llegar a estar confundido por
todo esto que está pasando, pero no voy a ser yo
quien le diga toda la verdad. Si él no lo recuerda,
no puedo seguir… Tengo que mantener mi papel
de socia y amiga, porque es lo que necesita en este
momento.
El médico fue claro. No podemos bombardearlo
y confundirlo más, él necesita estar tranquilo y
descubrir todo de a poco. Así que, no hay nada que
pueda hacer.
Solo yo sabía que íbamos a vivir juntos. No
llegué a contárselo a nadie.
Recuerdo el momento en que llegaron los
bomberos y ambulancias. Cuando ingresaron en la
obra y comenzaron con su trabajo. Primero salió el
dueño del edificio, acostado sobre una camilla… Y
luego otro cuerpo más y lo reconocí… Era él. Lo
estaban sacando y estaba sucio, no se movía, no
respiraba, tenía sangre en la cabeza (él nunca se
puso un casco cuando salimos de la oficina), estaba
inconsciente y yo… Destrozada.
Llamé a Guadalupe y le conté que estaba yendo
hacia la clínica porque había pasado un accidente
en la obra. Nos encontramos ahí y esperamos el
parte. Traumatismo de cráneo leve y un hematoma
en el cerebro.
Verlo entubado, con los ojos cerrados, máquinas
a su alrededor haciendo muchos ruidos, moretones
en su frente y… No era él. Y recordarlo de esa
forma, me enferma. Cuando lo hago, entro en un
estado de histeria total. Comienzo a romper todo lo
que tengo por mi camino, sin importar nada.
A los tres días se despertó y… No me reconoció.
Creí que la espera a que despierte era lo peor de lo
peor, la mierda de la mierda, pero no… El hecho de
no reconocerme, me desarmó.
Junté todas mis fuerzas y le dije lo único que me
vino a la mente… Somos socios. ¿Qué mierda podía
decirle? ¿Soy tu novia? No, imposible. Él no se
acordaba nada de los últimos seis meses y yo
entraba en ese rango. Yo, Camila, su nuevo
contrato, la obra, nuestras salidas, los cumpleaños,
nuestras cenas, nuestros besos, las palabras que nos
dijimos, el sexo, las caricias… Las miradas, las
sonrisas, los chistes… Todo se había ido. Ya no me
quedaba nada más que recuerdos.
Hasta llegué a pensar que estaba loca. Que yo
solo había imaginado todo lo que habíamos vivido
en los últimos meses, porque no podía entender la
situación… No me entraba en la cabeza.
¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Volver a contarle
toda mi vida? ¿Tener las mismas conversaciones?
¿Conocernos de nuevo? No… No puedo soportarlo.
¿Y si después de intentarlo no vuelve a mí? No, no
podría... Prefiero que no se acuerde de mí, a
contarle todo y que él no quiera saber nada
conmigo.

Es sábado y estoy por abrir el bar. Sola. Esto se


siente horrible. ¿Ya lo dije? Claro que él no va a
venir, no va a quedarse conmigo hasta que el bar se
llene, no va a subir al escenario y leer todos esos
fragmentos que terminaron de enamorarme… No
va a mirarme con esos ojos de nuevo, como lo hacía
antes… No va a quedarse a cerrar conmigo y luego
irse… Preferiría mil veces volver a esos momentos
en los que no me hablaba pero recitaba cartas de
amor para mí delante de cuarenta personas, a esto.
Pero está vivo… Tiene vida. Podría haberlo
perdido en el derrumbe y no tenerlo… Está
recuperándose y eso me tiene que tener feliz, pero
no puedo.
Hago fondo blanco de mi copa de vino blanco y
abro las puertas cuando las personas comienzan a
amontonarse en la puerta.
Vamos Emma… Podemos hacerlo.
Decido abrir el escenario yo, leyendo un
fragmento con el cual me siento identificada y ya
mencioné antes.
-Hola. Este fragmento es del libro “La lluvia
sabe por qué”: - Deja que se vayan, Lucía.- Dijo la
abuela desde algún lugar.- ¿Quiénes?- ¡Las lágrimas! A
veces parece que son tantas que sientes que te vas a
ahogar en ellas, pero no es así.- ¿Crees que un día
dejarán de salir?- ¡Claro!- Respondió la abuela con una
sonrisa dulce.- Las lágrimas no se quedan demasiado
tiempo, cumplen con su trabajo y luego siguen su
camino.- ¿Y qué trabajo cumplen?- ¡Son agua, Lucía!
Limpian, aclaran… Como la lluvia. Todo se ve distinto
después de la lluvia.- Termino y me bajo del
escenario, escuchando los aplausos de todos en el
bar. Tenía que leerlo. No podía dejar de hacerlo por
más que dejara mi corazón en el escenario.
-Hola, me llamo Doris y el libro que elegí es “Yo
antes de ti”.
Mierda… Sabía que iba a pasar esto y lo último
que necesito son fragmentos de este libro en
especial.
-“Necesitaba decirle, en silencio, que las cosas
cambian, crecen o se marchitan, pero que la vida
continúa”.
Hola lágrimas, ya las estaba extrañando.
Comienzo a llorar y me escondo en uno de los
rincones más oscuros del bar, precisamente en una
esquina, dentro de uno de los cubículos.
-Hola, me llamo Silvia y el libro que elegí es
“Posdata: te amo”: “Nadie tiene la vida llena de
momentos perfectos. Y si fuera así dejarían de ser
perfectos. Serían normales. ¿Cómo conocerías la felicidad
si nunca experimentas la tristeza?”
Carajo. Mierda. Seco mis lágrimas con pañuelitos
descartables.
Otra chica pasa y dice que va a leer algo de “Yo
antes de ti”. ¿Por qué mierda eligen este libro?
Antes lo amaba, ahora lo odio.
-“Le conté una historia de dos personas. Dos
personas que no deberían haberse conocido, y que al
principio no se caían demasiado bien pero descubrieron
que eran las dos únicas personas en el mundo que podían
comprenderse”.
¡Dioooooooooos! Voy a morir. Lentamente estoy
muriendo.
¿Podría pasar al frente y pedirles que no lean
cosas tristes?
-“Te busco en cada vida pero no siempre te
encuentro. Y a veces te encuentro cuando es muy tarde”.
-Me llamo Jenifer y elegí “Dulce destrucción”:
“Mi madre solía decirnos a Mel y a mí que el amor es el
sentimiento natural más puro y desinteresado que tiene
el ser humano. No decidimos de quién nos enamoramos.
Solo sucede inesperadamente. Y aun que hay veces en
que sabemos bien cómo terminará, o incluso sabemos que
nosotros somos los que vamos a sufrir al final, nos
arriesgamos por él, porque está en nuestra naturaleza
amar”.
Creo que me va a dar un ataque al corazón. O
podría morir desangrada, porque siento mi corazón
explotar.
-“El niño nunca volvió a llorar y nunca olvidó lo que
había aprendido: Que amar es destruir y ser amado es ser
destruido”.
No puedo controlar estos espasmos nerviosos
que se están apoderando de mi cuerpo. Cierro los
ojos y me tapo la cara con mis manos. Miro mi
mesa y hay otra copa de vino blanco, que la tomo
de un sorbo sin dudar. Más tarde, tengo que
agradecerle al mozo por ocuparse en mantener
llena mi copa.
-Me llamo Ale y el libro que elegí es “The air he
breathers”: “¿Conoces ese lugar en medio de las
pesadillas y sueños? ¿El lugar donde el mañana nunca
viene y el ayer no duele más? ¿El lugar donde tu corazón
late en sintonía con el mío? ¿El lugar donde el tiempo no
existe y es fácil respirar? Quiero vivir allí contigo”.
Bien… Si alguien me pone un revolver en mi
cabeza y la hace estallar, estaría ayudándome.
-Hola, me llamo María José y elegí “Grandes
esperanzas”: “¡Ámala, ámala! Si te complace, ámala. Si
te hiere, ámala. Aunque te rompa el corazón, y a medida
que envejezca y se endurezca se te desgarre más, ¡ámala,
ámala, ámala!”
Sí… Por favor, quiero que me ame. O que sólo
me quiera, como él decía. No me importaría que
sea a medias, es lo que menos me interesa.
-Hola, soy Nidia. El libro que elegí es “El
infierno de Gabriel”: “Me gusta pensar que a veces…
Sólo a veces, el silencio puede ser más fuerte que el mal.
Y me gusta pensar que, si no digo nada, la gente oirá el
odio que sale de su boca con sus propios oídos, sin nada
que los distraiga. Tal vez la bondad sea suficiente para
mostrar el mal como lo que es, sin necesidad de
reprimirlo con más mal”.
Tapo mi cara con mis manos, por octava vez en la
noche. Creo que sería mejor que me vaya a mi
cama, estaría a salvo.
-¿Emma?
Miro entre mis dedos y es él. Es Nicolás. Vuelvo
a cerrar mis dedos, por nada del mundo voy a dejar
que me vea de esta forma. ¿Un poco tarde, no?
Siento su calor a mi lado cuando se sienta y pasa
un brazo por mis hombros. Pone su mano en las
mías y trata de sacarlas, pero no lo dejo. No podría
dejar que me vea tan destruida.
-Emma, por favor. Necesito que hablemos.
Suspiro, mientras poco a poco, bajo mis manos y
agarro mi pañuelito, me seco tooooda mi cara y lo
enfrento.
Está preocupado… ¿Por mí?
-Emma, no llores más. Me… Me hace mal verte
triste. ¿Por qué? ¿Por qué estás así?
Por vos. Por nosotros. Porque te amo.
-No te acordas pero siempre lloro cuando
escucho lo que leen.
-Me estás mintiendo, otra vez. Siempre que te
veo estás con los ojos llorosos. ¿Por qué, Emma?
-Porque esto me supera… No sabes nada de mí.
No sabes lo que viví, quién soy…- Podría decirle
que todo esto es por Rich.- No puedo contarte toda
mi vida, de nuevo.
Asiente mientras sube su mano y acaricia mi
mejilla.
-Me gustaría que me lo cuentes, así podría
entenderte un poco… Siento que es mi culpa… No
sé por qué pero… Presiento que tengo algo que ver
con tus lágrimas.
Niego con la cabeza. No, cómo cree.
-No, no es por vos.
-No podes seguir escondiéndote de mí… En
algún momento tenemos que hablar. Todos están
bien… Todos parecen contentos porque estoy bien
menos vos… Sos la única que sigue llorando
cuando hablamos. Y de verdad necesito que me
digas qué es lo que pasa. Pienso todo el tiempo en
que podría ser por mí. Lo siento, Emma. Lo siento
acá…- Se golpea el pecho, dos veces.
Acaba de golpearse el pecho con su puño, ¡dos
veces!
Sé que su corazón me recuerda, lo sé. Tuve que
hacer algo bien mientras estuve con él para que su
corazón tenga memoria. Puede que su cerebro no
quiera saber nada de mí, pero el corazón siempre es
más fuerte.
-Emma… Entiendo que nada más querías ser mi
amiga pero… Yo… ¿Yo sentía algo más por vos?
¿Te buscaba?- Se agarra la cabeza entre sus manos
y tira de su pelo.- ¿Te demostré algo en algún
momento? Algo más que una amistad… Emma…
No tengo ganas de ver a nadie, prefiero estar solo
todas las noches antes de estar con una mujer…
Pero vos… Vos no dejas de estar en mi mente, ni
por un segundo. Necesito que me digas por qué me
pasa esto… ¿Por qué no puedo sacarte de mi
cabeza si sólo éramos amigos? ¿Por qué presiento
que había algo más?
Niego con la cabeza.
-No había nada más… Compartíamos tiempo
juntos, solo eso…
Suspira, como si estuviera cansado de mis
respuestas… Que por cierto, no paro de mentirle.
-No te creo…- Acerca su cara a centímetros de la
mía… Puedo sentir su aliento caliente contra mis
labios y mi piel se pone de gallina.- Necesito saber
que no había nada entre nosotros… Nada…
Me acerca a su boca poniendo su mano en mi
nuca y sus labios se abren sobre los míos, suaves y
cariñosos, chupando mi labio inferior y tirando de
él. Respira profundo y vuelve a abrir su boca,
chupando mi labio superior. Se separa pero vuelve
a matarme, dando un beso suave en mis labios y se
separa de nuevo… Tiemblo… Mi cuerpo tiembla…
-¿De verdad no había nada?
Niego con la cabeza.
-Bueno, Emma… Avisale a tu cuerpo porque
acabas de confirmar todas mis sospechas.
Pone una mano en mi cintura y la otra la
mantiene en mi nuca, tira de mí besándome de
nuevo y esta vez, sedo… Me dejo llevar y abro mis
labios, desesperada, buscando el aire que no tuve
todos estos días… Buscándolo, para saber si mí
Nicolás sigue acá… Conmigo… Me dejo ir y mis
manos acarician su pecho… Me dejo conquistar con
este beso, con sus labios que tanto extrañé… Me
dejo guiar, a través de sus manos que recorren mi
espalda, bajan a mi cadera y continúan en mis
piernas… Recorre la parte interna y mi vagina late
y se humedece con saber que está cerca de mí…
Mis manos aprietan sus hombros como si
estuviera por caerme y nada podría mantenerme en
pie, sólo él. Comienzo a gemir contra sus labios y
aprieta mi pierna… Sube un poco más, llegando a
la tela de mi bombacha y puedo sentir un dedo
rosando mi clítoris y el resto de mi vagina…
-Emma, júrame que nunca hicimos esto…- Dice,
con su boca pegada a la mía.
-Lo… Juro…
Tira de mi pelo muy fuerte… Dios, extrañaba
esto… Lo extrañaba…
-No. Me. Mientas. Más. Por favor.
Corre la tela de mi bombacha y hunde un dedo
en mi interior al mismo momento en que jadea
contra mi boca y sigue besándome…
¡No puede ser! Exploto en su mano, temblando
casi al borde de la inconsciencia.
-¿Cómo te atreves a decirme una y otra vez que
entre nosotros no había nada?
Saca su mano y se aleja de mí. Siento frío…
Mucho frío. Lo extraño. ¡Lo extraño tanto! Abro mis
ojos y ya no está a mi lado. Lo busco entre las
personas y lo veo caminando hacia Guadalupe,
Emiliano, Lautaro y Camila.
Hablan entre ellos y yo… Me siento mal. Tan
mal.
Agarro la copa que está llena de nuevo y tomo
cada gota de mi vino blanco. ¿Ahora me convertí en
una alcohólica?
Suspiro y apoyo mis brazos en la mesa, hundo mi
cara entre ellos y rompo en llanto, de nuevo.

Me acerco a la barra y el mozo, que ahora se


convirtió en uno de mis mejores amigos, llena mi
copa de nuevo. Doy un sorbo, luego otro y luego
hago fondo blanco, otra vez.
El bar está lleno y todas las mesas ocupadas.
Estiro el borde de mi vestido negro hacia abajo
porque creo que me queda un poco corto… Dios,
estoy muy mareada… Borracha. Esto no está bien.
Se supone que tengo que estar trabajando pero solo
pienso en Nicolás, que está sentado con los chicos,
en el cubículo donde tuve un orgasmo hace como
una hora y media atrás. Bien…
Me acerco a la mesa y les pregunto si quieren que
les traiga algo de beber. Me dicen que unas
cervezas estarían bien y vuelvo a la barra, segura
de que Nicolás está observando y desaprueba mi
estado de borrachez.
Camino hacia la mesa y dejo cinco botellitas de
cervezas.
-Yo no puedo tomar, gracias igual.- Me dice
Nicolás, un poco enojado.
-Tenes razón. No importa, me la tomo yo.
Me siento y escucho que están hablando de
Olivia. Me rasco la frente y creo que voy a ponerme
a vomitar, pero me contengo. No puedo vomitar
acá.
Media hora después, me tomo la segunda botella.
Camila acaba de contar un chiste malísimo y
después de mucho tiempo, me río. Parezco una
tonta… Pero después veo que los demás ríen y
Nicolás me mira, con una cara de culo tremenda,
que me da risa.
Está sentado frente a mí, con sus brazos cruzados
en su pecho.
-¿Y a vos qué te pasa que me miras mal?
-¿A mí qué me pasa? Pareces una esponja,
Emma. No me gusta.
Oh, vamos. Esto ya lo viví.
-Creo que con vos… Todo va a ser como un
dejavú. ¿Sabes lo que es eso?
Asiente mientras su boca es una fina línea.
-¿Alguna vez te dije que no me gustaba?
-Muuuuchas. Muchas veces…- Levanto mi
botella y le doy otro sorbo.- Tendré que
acostumbrarme…
-Podrías empezar contándome qué clase de
relación teníamos.
Siento la mirada de todos en mí. Los miro, uno
por uno, mientras me hacen caritas raras…
-¿Cuántas veces tengo… Tengo que decirte que
éramos amigos? ¿Por qué no podes aceptarlo y ya?
Suspira y se pasa una mano por el pelo. ¿Ya se le
curó la herida?
-Es difícil aceptarlo, Emma…
-Bueno… Creo que no podes resignarte a no
tener este cuerpito…
Escucho las risas de los demás pero creo que
acabo de meter la pata hasta el fondo, porque se
pone serio y mira hacia abajo.
-Como digas, Emma.
-¡Oh, no! Como digas, Emma… Como quieras,
Emma… Ya estoy harta de toda esa mierda…
Porque es una re mierda… Siempre dándome la
razón como si fuera una loca. ¿Y sabes qué? Sos un
idiota… ¿Cómo pudiste dejar que pase?
Todos me observan, pasmados… Me miran como
si verdaderamente estuviera loca de la cabeza…
-Colo… Creo que sería mejor…- Mi amiga
Camila intenta callarme, pero no… No lo va a
lograr.
-¡No, Camila! Vamos a ver… Está trabajando en
una de las torres más millonarias de Capital y…
Carajo. ¿Pueden creer que se le pasó controlar un
andamio? Algo tan fácil como eso… ¿Cómo puede
ser que dejaras que pase? Podrías haber muerto.
¡Aaaaah! No, esperen… Un segundo… Cierto. ¿Y el
casco? ¿Cómo carajo olvidaste ponerte un puto
casco? En tu propia obra. ¡Un casco!
Ok. Estoy totalmente fuera de control,
desquiciada y llorando. Otra vez, llorando.
-Disculpen…- Digo en un susurro, tapándome
la boca.- Es que… Ya no puedo…- Sonrío,
nerviosa.- Ya no… No soporto esto… No puedo
más… Es mucho para mí… ¡Mucho! Él… ¿Cómo
pueden estar tan tranquilos sabiendo que él no se
acuerda nada? - Carajo… Sí que se acuerda de
ellos…- Perdón de nuevo…- Vuelvo a reír,
nerviosa.- De la que no se acuerda es de mí…
Levanto mis manos al aire y las muevo, como si
quisiera borrar todo lo que acabo de decir…
Nicolás suspira y se para, ubicándose a mi lado
agarra mi mano y me pide que lo siga. Y lo hago.
¡Carajo, lo sigo!
Voy tambaleándome y parezco un barrilete que
me dejo remontar por Nicolás… Entramos a la
librería que no hay nadie, porque están todos en el
bar y caminamos hasta el fondo de todo. Creo que
me revolea hasta una esquina y me quedo dura,
mirándolo.
-¿Qué mierda es lo que pasa con vos? ¿Estás
loca?
-¿Yo, loca? Oh, claro. Está bien… Ya veo cómo
tienen que ser las cosas… ¿Tengo que aceptar que
no te acuerdes de mí y hacer como si nada? ¿Eso
es?
Me observa, pensativo.
-¡¿Qué queres que haga, Emma?! Perdón por no
poder volver el tiempo atrás y corroborar con mis
propios ojos que el puto andamio esté bien sujeto y
no olvidarme de usar el casco… ¡Seguramente
estaría ahorrándote toda esta mierda!
-No tenes la más puta idea de lo que estarías
ahorrándome… Nada, no tenes idea de nada…
Dios…- Me doy vuelta y pego mi cabeza contra la
pared.- ¡Necesito una solución! Necesito salir de
esto… Ya no lo soporto.
Sus manos aprietan mis hombros y me da la
vuelta. Me atrapa contra la pared…
-¿Por qué, Emma? ¡Necesito que me digas la
verdad! Dios, ¿por qué carajo te cuesta tanto
decirme cómo éramos nosotros?
-¡Éramos amigos, Nicolás! Solo amigos…
Saca del bolsillo de su pantalón la pulsera que le
regalé para su cumpleaños y la sacude frente a mi
cara.
-¿Es un regalo tuyo?- Asiento.- ¿Por qué me
regalarías algo así y con esta inscripción? ¿Por qué
soy tu historia favorita, Emma?
-Porque… Porque sí…
Pega sus labios a los míos y me alza en su cadera.
Yo envuelvo mis piernas a su alrededor. Sus manos
aprietan los cachetes de mi culo, por debajo del
vestido y sus labios devoran los míos, como si fuera
una bestia atacando a su presa.
Tiro de su pelo y se queja, entonces paso mis
manos a su pecho y comienzo a desabotonar su
camisa blanca hasta que queda abierta y acaricio su
pecho. Mientras nos besamos, recorro cada
centímetro de su estómago, su cintura, su pecho,
sus hombros…
-¿Por qué?- Le pregunto llorando.- ¿Por qué no
me recordás? ¡Por… Qué!
Su lengua entra en mi boca y choca con la mía,
peleando, enfrentándose, como si fuera una carrera
de cuál tiene más fuerza…
-Te recuerdo, Emma… No del todo…- Me
confiesa, mientras seca mis lágrimas y observa mi
cara, mi cuello, mis pechos. Toca mi pelo, mis
mejillas…- Tengo como flashes de estar haciendo
cosas con una mujer… Y sé que no puede ser otra,
porque… Solo lo sé.- Niega con la cabeza…- No sé
cuándo… No tengo una respuesta para darte,
Emma.
¡Necesito sentirlo! Sí… Tal vez de esa forma, se
acuerda de mí.
Mis manos pasan por debajo de mi cola y
desabrochan su jean, bajo el cierre y saco su pene,
hacia fuera. Sus labios chocan con los míos… Corre
hacia un costado la tela de mi bombacha y refriego
en la puerta de mi vagina su pene, que se moja con
mis líquidos… Porque aseguro que estoy
totalmente empapada, por él…
-Mirame…- Se separa de mí y me observa,
directo a mis ojos.- Necesito que me mires, a los
ojos…
-No puedo… Me da vergüenza.- Tiro mi cabeza
hacia atrás, gozando por la forma en que mueve su
cadera y su pelvis está rozando mi clítoris con el
vaivén…
-Emma…- Me agarra del pelo y ubica mi cabeza
a su misma altura mientras que con la otra mano
me sostiene de mi cadera.- Mirame…- Introduce de
a poco su pene y creo morir…- Así…- La mete
despacio…- No dejes…- La saca, despacio…- De
mirarme…- La vuelve a meter…- Emma… Dios…
Mis ojos están hechizados por los suyos y no dejo
de mirarlo… Su boca entreabierta, respirando
profundo y suave con cada embestida lenta y
dolorosa… Comienzo a gemir y juro que no siento
vergüenza… Podría mirarlo toda mi vida mientras
estemos cogiendo…
-¿Te gusta?- Me pregunta, con voz cortada.
-Sí… Mucho… Mucho… Aah…
-Emma…
-¿No vas a querer volver a verme… Después
de… Esto?
Sonríe y me besa, abriendo sus labios, respirando
a través de mí, saboreando mi boca y dejo ir todo
en este beso… Lo dejo todo… Todo…
-Podría cogerte cada minuto de cada hora… De
cada día… Todos los meses… Durante años…-
Aumenta la fuerza de sus embestidas y mi clítoris
está a punto de estallar. Su mirada es tan
profunda.- En cualquier momento, Emma…- No
deja de mirarme directo a mis ojos.- ¿Y si nos
volvemos a enamorar, Emma?
-Yo… Yo… No sé…
-¿Te estás cuidando, pelirroja?
Asiento como puedo…
Comienza a moverse rápido y duro… Y mi
orgasmo explota y lo libero con un gemido
sobrenatural, que lo silencia con sus labios… Siento
su pene latir dentro de mí mientras sus embestidas
son cada vez más lentas y con cada respiración,
gime…
-Emma… ¿Cómo fui capaz de olvidarme de
vos?
Capítulo 18
Nicolás.

Cuando me encontré con el señor Magadán, lo


recordé. Sí, habíamos tenido una reunión en la cual
había plasmado todo lo que pretendía del nuevo
edificio. Esa tarde, cuando lo vi, los recuerdos
empezaron a caer, pero nada sobre la obra. Él me
preguntó detalles que supuestamente habíamos
conversado pero le dije que no los recordaba.
Le di la posibilidad de seguir con el proyecto
pero con otro arquitecto, a lo que él se negó. Le
gusta mi modalidad de trabajo… Me dijo que no
iba a encontrar otro profesional al cual le tenga la
misma confianza, y que en enero podíamos retomar
el trabajo.
Ojalá existiría una forma de meterme un
chip en la cabeza y que todos mis recuerdos
vuelvan, pero no. Me tiene demasiado preocupado
y asustado. Fui a ver al neurólogo y me dijo que
todo lleva un tiempo y tengo que saber esperar, ser
paciente. ¿Pero qué carajo? ¿Cómo? Por un lado,
estoy tranquilo porque me tienen controlado con
los estudios que me hacen, pero vamos… ¿Cómo
puede ser que no haya venido nada a mi mente?
Solo ese recuerdo que tuve cuando estábamos
cenando en mi casa… Nada más.

Junto con Guadalupe, Emiliano, Lautaro, Camila


y Emma, decidimos hacer una fiesta de fin de año
en el bar, después de las doce. Dicen que Navidad
se pasa con la familia, y el nuevo año se recibe con
amigos.
Observo a la pelirroja que ocupa todos mis
pensamientos día y noche, mientras trabajo,
mientras voy al gimnasio, siempre como, me
masturbo y ceno. Sí, señores. Está en mi cabeza las
veinticuatro horas y si tuviera tres horas más,
también serían para ella.
Escucho el ruido de un vaso que se estrella contra
el piso y miro a Emma, que tiembla y se toca el
pecho. ¿Qué mierda? Saca algo de su corpiño y va
casi corriendo hacia la heladera, agarra una
botellita de agua y se lo toma.
Me acerco, despacio y está apoyada de espaldas a
la barra.
-¿Emma?
Se da vuelta y me observa. Su cara está pálida y
tiene sudor en su frente. Niega con la cabeza y
levanta su mano, para que no siga mi camino hacia
ella. Pero me importan tres carajos.
-¿Emma? ¿Qué pasa? ¿Estás enferma?
Mi pulso se acelera y un miedo atroz me inunda
el pecho.
Miedo… Miedo… Miedo… Un flash viene a mi
mente… Emma tirada en el piso… Está gritando…
¿Dónde estamos?
-Esto ya pasó… ¿Verdad?
Me observa, pensativa y asiente. El color de sus
mejillas se acentúa y creo que poco a poco está
volviendo. Se pasa las manos por el pelo y seca su
frente. Sus labios tiemblan y cierra los ojos. Respira
hondo, su pecho sube y baja, mientras respira…
Respira… ¡Dios! ¿Qué mierda fue eso? ¿Un ataque
de pánico? ¿Emma sufre ataques de pánico?
-¿Por qué no me contaste que tenes ataques de
pánico?
-Porque…- Suspira y poco a poco se calma.- No
lo saben muchas personas. Vos estuviste presente
en uno, una vez… Y…
-¿Y qué?
-Desde tu accidente pasan más seguido… Casi
todos los días. Es… Me agotan. Te juro que me
agotan mental y físicamente. Ya no los puedo
controlar como antes… Se me hace más difícil…
Cada vez son peores… Creo que duran más tiempo
cuando no llego a tomar la pastilla… Y… No…
Le paso un brazo por la espalda y la pego a mi
pecho. Acaricio su cabeza y su espalda, y le susurro
que todo va a estar bien, que puedo ayudarla, que
cuente conmigo para lo que sea. Nos quedamos
como diez minutos, escuchando nuestras
respiraciones y ella se va calmando de a poco.
-¿Por qué te pasa esto?
-Ya… Ya lo vamos a hablar cuando estemos
tranquilos.
-Emma, necesito saber qué es lo que pasa. ¿Por
qué sufrís estos ataques? ¿Desde cuándo? ¿Estás
viendo a un médico?
En vez de responderme, se aleja y va en busca de
una escoba y una pala. Le digo que vaya a sentarse.
Que puedo hacerlo yo. Quiero ayudarla. Si no
piensa contestarme todo lo que le pregunté, que
por lo menos me deje juntar los restos del vaso de
vidrio.
Cuando termino, tiro todo al tacho de basura y
me acerco a ella. Me siento a su lado y me observa
con esos ojos celestes que parecen el cielo. Dios,
Emma. ¿Por qué me cuesta tanto llegar a ella?
Después de la noche en la cual cogimos en la
librería, volví a verla pocas veces durante la
semana. No volvimos a hablar sobre el tema. Sé que
tiene mil cosas para contarme y no entiendo por
qué todavía no lo hizo. ¿Qué es lo que espera? ¿Qué
un día me despierte y recuerde todo? No, necesito
de su ayuda. Necesito que me cuente lo que
hacíamos juntos. Cómo nos llevábamos. Si
teníamos planes. Si la quería. Si ella me quería o me
quiere. Si solo llevábamos una relación de una
amistad con derecho a algo más, o había otra cosa.
Estoy abierto de mente para escuchar lo que sea.
No recuerdo nada de los últimos seis meses, yo
podría haber cambiado como persona. Pude decirle
mil cosas, tener sentimientos para con ella, pero si
no me ayuda, si no me cuenta, todo se me hace más
difícil.
Me gustaría decirle que se ponga en mi lugar.
Que imagine un día despertarse en una clínica, con
una venda en la cabeza después de un accidente y
no poder recordar absolutamente nada de los
últimos meses. ¿Qué querría que yo hiciera? ¿Le
gustaría que haga lo mismo que ella hace conmigo?
Esquivarme, ocultarme cosas, sentimientos…
Porque, carajo, sé que ella siente algo por mí. ¿Sino
como se puede explicar que todavía siga llorando
cuando me ve? O encontrarla con los ojos
llorosos… O mismo, estos ataques de pánico. Me
confirmó que desde el accidente son más.
¿Yo la ayudaba?
Mierda. Si fui capaz de comprar un local para
que ella cumpla uno de sus sueños… Quiere decir
que yo estaba metido con ella. ¡Le compré un motor
y una perciana nueva para su librería! ¿Cómo
puedo vivir sin tener las respuestas que necesito?
Me llegaron montones de mensajes de chicas que
se habían enterado de mi accidente pero no fui
capaz de responder ninguno de ellos. No porque no
me acuerde de todas esas mujeres, porque sí lo
hago. Solo que… No sé si estaría bien hablar o
verme con alguien más, cuando sé que Emma está
sufriendo por mí.
Sinceramente no me reconozco. Yo… Siempre fui
un hijo de puta con las mujeres. Pero ella… Es
diferente.
Emma… Emma… Emma… ¿Cuándo pensas
abrirte conmigo? ¿Cuándo?

-¡Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro,


tres, dos, uno! ¡Feliz año nuevo!- Gritamos todos al
mismo tiempo y chocamos nuestras copas.
Observo a Emma mirar hacia el cielo. Parece un
ángel. Lleva un vestido blanco suelto hasta arriba
de las rodillas y su pelo largo, tan rojo como la
sangre, cae por su espalda. Su boca entre abierta…
Emma.
Me acerco y gira su cabeza para mirarme a los
ojos.
-Feliz año, Nicolás.
-Feliz año, Emma.- Levanto mi copa y ella me
copia.- Por un año de respuestas y soluciones… Y
de sexo, claro.
Me sonríe y asiente. Chocamos nuestras copas y
me acerco, despacio hasta llegar a su boca. Apoyo
mis labios en los suyos y le doy un suave beso…
-Feliz primer beso.
Mierda. ¿Por qué tuve que decir eso? Sus ojos se
ponen llorosos, otra vez, y mira hacia el cielo. Las
lágrimas caen por su cara y… Dios. Pego mi
espalda a la de ella y la abrazo, pasando mis brazos
por su estómago.
Nos quedamos quietos, mirando hacia el cielo
oscuro, iluminado por fuegos artificiales, con
nuestros cuerpos pegados.

-Tenemos que dar una noticia.- Dice mi


hermana que agarra a Olivia y la motiva a que
hable.
-¡Mi mamá tiene un bebito en su panza!
¡Carajo!
Me acerco a Olivia y le doy un abrazo y un beso.
Lo mismo hago con mi hermana y Emiliano.
-¡Vos!- Dice Emiliano.- Vas a ser el padrino.
Sonrío. Padrino por segunda vez. Primero de
Olivia y ahora del nuevo bebé.
-Gracias. Como saben, lo voy a malcriar como
hago con Olivia.
Observo a Emma y está llorando. Ya es como
mucho… Es decir, llora por todo… Bueno, casi
todo.
-Bueno, si es una noche para dar noticias.- Dice
Lautaro y toma en sus brazos a Camila.- Nosotros
hoy… Nos vamos a ir a vivir juntos.
Nos damos vuelta cuando Emma rompe en llanto
y Camila corre hacia ella, la abraza y le dice que
todo va a estar. Que el tiempo va a solucionar las
cosas.
¿Qué mierda? Por Dioooooos.
Esto es muy frustrante. De verdad. Ya me estoy
cansado de todo esto. Me hace sentir un hijo de
puta.

A las cinco de la mañana, el bar está vacío.


-Emma…- Quiero sonar distraído.- ¿Puedo
quedarme con vos esta noche?
Me mira, confundida. Pero asiente. Bien.

Le pedí que nos acostásemos juntos y aceptó…


Puedo sentir el calor de todo su cuerpo contra el
mío. Tiene su cabeza apoyada en mi pecho y paso
mi mano hacia arriba y abajo por su espalda. Tan
suave… Tiene una piel tan suave.
-¿Por qué lloraste de esa forma cuando los chicos
dieron sus buenas noticias?
Suspira.
-Siento envidia… Envidia de que ellos son felices
con las personas que aman y yo no tengo nada.
Estoy… Celosa.
Algo en mí se termina de romper. Y aun que sé
que la envidia y los celos, no son buenos, la
entiendo.
-Emma, podríamos empezar el año hablando de
nosotros, de lo que hacíamos, o… Cómo era yo con
vos. ¿Qué opinas?
Pienso que no va a hablar de ello pero…
-Cuando nos conocimos…- Empieza y su cuerpo se
pone rígido.- Olivia vino para buscar un libro y le
dije que se lleve Crepúsculo. Vos me preguntaste si
el libro tenía escenas de sexo y… Yo te dije que sí
pero que podía elegir las páginas y engancharlas
para que ella no las lea…- Ríe… Por primera vez la
escucho reír.- Me dijiste que ibas a arrancarlas…
Las páginas. Y te dije que si lo hacías era como si yo
te cortara las pelotas y solo quede tu pito… Me
miraste con los ojos tan… Dios… Cuando te fuiste
me agradeciste por no cortarlas… Al martes
siguiente trajiste a Olivia a su clase literaria y…
Estabas trabajando en tu computadora, te veías tan
confundido… Me dijiste que no querías seguir con
el plano y me pediste que lo vea… Entonces, te dije
un montón de cosas que yo podría cambiarle para
mejor. Boludeces… No entendía mucho pero creo
que pudiste captar lo que trataba de decirte… Al
día siguiente viniste a verme y… Habías
conseguido el contrato.
Entonces… Las notas que tenía en el papel, era lo
que ella me había dicho.
-Esa noche, cenamos y festejamos. Tomamos mucha
cerveza y Campari con jugo de naranja. Te conté
toda mi vida… Toda.- Suspira y se aleja de mi
cuerpo, poniéndose de costado, mirándome. Hago
lo mismo y sostengo mi cabeza con mi mano.
Estamos frente a frente…- Me decías cosas como…
Mi pelo era rojo caliente…- Se ríe y yo también.- Me
tocabas mis labios… Me dijiste que era la cosa más
perfecta… Y te besé. Prácticamente me abalancé
sobre vos y todo se nos fue de las manos… No
tuvimos sexo.- Sonrío.- Solo nos besamos y
tocamos… Días después nos invitaste a Cami y a
mí a ver el partido de Argentina y esa fue la noche
en que conocí a Guada, Lautaro y Emiliano. Tu
cuñado nos invitó a su cumpleaños y… Yo estaba
muy enojada porque esa semana te vino a buscar
una chica a la librería… Estaba decidida a joderte la
noche… Bailar con cualquiera, hacer lo que sea
para llamar tu atención…
-¿Lo conseguiste?
Una sonrisa muuuuy traviesa se dibuja en su
boca.
-Bailamos y me pediste una noche… Que te dé una
noche para estar juntos… Y lo hicimos. Fuimos a tu
casa después de la fiesta y estuvimos juntos… Fue
increíble.- Admite mientras se tapa la cara y ríe.-
Roncabas mucho entonces me desperté y me fui. Te
dejé solo en tu casa y creo que te sentiste muy mal.
-¿Yo?- Le pregunto, sorprendido.
Asiente mientras ríe y se pone colorada.
-Sí, vos… Después admitiste que me seguiste hasta
mi casa y que luego te tomaste un taxi… Después
nos juntamos de nuevo con los chicos… Tuvimos el
cumpleaños de Camila, en tu casa… Lo festejamos
en tu casa.
-¡Mentira! ¿Por qué pondría yo mi casa? Si las
conocía…
Achina los ojos y me observa… Y sonríe. Dios
bendito. Que sonría más. Por favor.
-Sí que nos conocías… Éramos amigos y… Esa
noche, en tu casa… Me encerré en el vestidor de tu
habitación porque vos estabas insoportable… ¡Muy
celoso!
-¡No puede ser!- Me río a carcajadas.
-¡Lo juro! Estabas celoso porque yo bailaba con un
amigo… Entraste al vestidor y me dijiste que
querías intentarlo…
¡Mierda! Dios… ¿De verdad?
-¿Lo dije?- Asiente y sonríe.
-Y yo dije que sí… Vos me gustabas y quería estar
con vos. Estábamos medio complicados porque yo,
conociéndote, iba a ser una psicópata, celosa y…
Pero, lo intentamos… Otro día, apareciste con la
escritura… Casi me muero. No entendía por qué
vos ibas a querer ser mi socio… En un mes dimos
vuelta el local y eras un poco insoportable.
Discutimos muchas veces porque teníamos ideas
diferentes… La noche de la inauguración te vi
hablando con la hermana de Cami… Me puse muy
celosa porque me enteré que en el cumple de
Camila vos habías coqueteado con ella… Me enojé
y te dije que se había terminado, que yo no podía
seguir con vos sabiendo que no ibas a cambiar…
-¿Vos me cambiaste, Emma?
Levanta sus hombros y sonríe.
-Supongo…- Contesta y suspira.- Estuvimos
distanciados y… Todos los sábados, por dos meses
seguidos, estuviste pasando al escenario y
recitando los fragmentos que leías… Todos eran
para mí… Y yo me moría por dentro… No podía
creerlo. Y… Oh… Una vez, me fui a Córdoba
porque allá están las cenizas de mi papá…
-¿De tu papá?
-Es mucho por hoy… Esta noche vamos a hablar de
nosotros dos… ¿De acuerdo?- Asiento, como un
boludo.- Te enojaste tanto porque no te conté que
me había ido… ¿Queres escuchar el mensaje de voz
que me dejaste?
Dios… ¡Sí!
-Por favor.- Le respondo, en voz baja.
Se para de la cama y va hacia la mesa donde dejó
su celular. Lo enciende y marca el número del
buzón de voz. Sonríe y me pasa el teléfono.
Entonces, mi voz invade mis oídos…
“Emma, estoy muy enojado. ¿Cómo no vas a contarme
que viajaste sola a Córdoba? Estoy preocupado por vos.
Por favor, necesito que me devuelvas la llamada y saber
que estás bien…- Escucho cómo suspiro y vuelvo a
hablar, sonando más enojado.- No podes hacer esto,
Emma. Las cosas no funcionan de esta manera...
Tenemos una… Relación o lo que sea… No podes
mantenerme fuera de tu vida y manejarte de esta forma.
Mierda, Emma”.
Dios. ¿Este era yo? ¿Así era con ella? Sueno muy
furioso… Lleno de bronca. ¿Por qué?
Miro el celular, sin poder creer lo que acabo de
escuchar. Subo mi mirada hacia Emma, quien me
observa expectante.
-¿Era muy obsesivo con vos?
-No.- Niega con la cabeza.- Éramos muy celosos el
uno del otro.- Agarra su celular y lo esconde debajo
de la almohada.- Una vez, te encontré un mensaje
de texto en el celular…
-¡Para!- Me río, sin poder creerlo.- ¿Revisabas mi
celular?
Larga una carcajada hermosa… Hermosa.
-Ya discutimos por esto, no lo hagamos de nuevo.-
Me pide, riendo.
-Por favor, continúa.
Se acomoda se costado, mirándome de nuevo.
-Era un mensaje que decía algo así como… Hola
Nikito, estoy pensando en vos y en tu amiguito, o
algo así… No me acuerdo de quién era. Ooooooh,
para.- Vuelve a reír y creo que estoy perdidamente
enamorado de su risa. Se tapa las cara con las
manos.- Una vez…- Vuelve su mirada a mí y sus
ojos brillan.- Te encontré en un bar e iba a saludarte
cuando escucho que decís que yo te gustaba pero
que te encantaban todas las mujeres… Algo así…
No me acuerdo muy bien…
-¿Quién perdió la memoria? ¿Yo o vos?- Ríe y me
pega en el hombro.
-No seas cruel… Fue hace varios meses atrás…
Bueno… Cuando te escuché, casi me muero… Lo
juro. No por lo que dijiste, sino por tu cara.- Vuelve
a reír y yo creo que me voy a morir.- No sabías
dónde meterte… Y de nuevo entraron los celos
porque me viste con un amigo mío. Le pedí que por
favor me siga la corriente… Y te pusiste como loco.
¡Aaaaaaaah, nooo! Después de eso… Me invitaste a
tu casa y cocinaste para mí. Pastas con verduras…
Estuvo riquísimo… Me regalaste unos zapatos de
brillantes color verde agua… Increíbles.
-¿Por qué iba a regalarte unos zapatos de ese color?
Ríe de nuevo. Verla de esta forma, distraída,
sonrojada, alegre, me hace bien. Y creo que a ella
también. Parece contenta… ¿Por qué no hicimos
esto antes?
-Vos me ves vestida de negro todo el tiempo pero
antes del accidente me considerabas una hippie.
Suelo vestirme con muchos colores… Millones… La
vida necesita de colores, Nicolás. Y vos, al
regalarme esos zapatos… Creo que empezabas a
pensar como yo.
-Me cambiaste, Emma… Me diste vida.
Se tapa la cara con las manos y grita. ¿Qué
mierda? Trato de sacarle las manos pero no me
deja. Otra vez, no, por favor. Cuando saca sus
manos, está emocionada. No triste, emocionada.
-¿De verdad te di vida?
-Por lo que me estás contando, sí. No conozco al
tipo que estás describiendo… Pero me gusta cómo
era yo estando con vos.
Se aclara la garganta y respira profundo.
-Esa noche… Me acostaste arriba de la mesa…- Sus
ojos brillan y se humedece los labios con su
lengua.- Nunca un hombre se había tomado tanto
tiempo conmigo…
-¿Qué te hice?- Dios, quiero saberlo. Por favor.
- Me desnudaste… Me hiciste el sexo oral más
increíble de mi vida… Jugaste con todo mi cuerpo.-
¡Carajo! ¿Cómo no voy a acordarme de esto?
-¿Con… Todo?
Asiente y sus mejillas se ponen coloradas.
-Con todo…- Sonríe y me la quiero coger, ahora.-
Hasta invitaste a un amiguito vibrador mientras
vos te concentrabas en la parte de adelante…- Se ríe
a carcajadas.- Bueno, tu amiguito estaba por detrás.
Largo una carcajada que la hace reír más. Dios,
tengo mi pija tan dura. Tan dura.
-No me digas…- Le contesto, en voz baja.
-Sí… Y después, tuvimos un sexo increíble… El
sexo siempre fue bueno. Siempre… Era en lo único
que estábamos de acuerdo. Pero esto que te estoy
contando, fue antes de la pelea que tuvimos la
noche de la inauguración del local… Después de
esta discusión, es cuando pasabas al escenario y
leías para mí…- Sonríe, como si se acordara de
algo.- Me ayudaste a comprar un auto y me
enseñaste a manejar… Fuiste tan hijo de puta que
me hiciste estacionar con un auto atrás, tocando
bocina. Fue lo peor…- Se ríe pero al segundo sus
ojos se oscurecen.- Cuando terminamos, fuimos a
tu casa y te pedí que me enseñes cómo eras con las
demás… Yo ya no soportaba la idea de seguir
comparándome con ellas… Y…
-¿Y qué pasó?- Trago el nudo en mi garganta. Yo
jamás podría haberla tratado como a una más.
-Bueno… Lo hiciste… Y fue horrible…
-Emma… Perdón…
-No… Yo te lo pedí… Te llevé hasta el límite… Y
nos jodí a ambos… Pero ahora lo sabía… Sabía que
conmigo nunca fuiste como lo eras con las demás…
Ese mismo día viniste a verme más tarde, porque
cuando vos te metiste en la ducha me pediste que
me vaya… Yo estaba durmiendo y me despertaste,
me pediste perdón y creo que ibas a decirme que
no podíamos estar juntos pero de nuevo, me
abalancé sobre vos y tuvimos sexo… Del bueno.- Se
ríe y niega con la cabeza.- Más tarde vino Camila,
contándome que había decido estar de novia con
Lautaro y pensé… ¿Por qué yo no podía intentarlo
con vos? Es decir, vos me demostrabas todo el
tiempo que yo te importaba y querías estar
conmigo… Entonces, fui a buscarte a la obra.- Sus
ojos se llenan de lágrimas.- Hablamos un montón,
me dijiste que… Que vos no ibas a quererme como
yo pretendía porque yo… Te amaba…- Carajo.- Y
entonces me pediste que me vaya a vivir con vos y
te dije que sí… Estábamos tan felices… Era…
Increíble… Me presentaste al señor de la obra… Y
le dijiste que yo era tu novia. Y que esa misma
noche, íbamos a… Empezar a vivir, juntos…
Cuando salí de ahí, una explosión me empujo hacia
la calle… Había mucho humo… La gente gritaba,
los autos tocaban bocina, todo era un caos…-
Comienza a llorar…- Llamé a los bomberos y
vinieron… Y… Y…. Te sacaron en una camilla,
sucio, con sangre en la cabeza, y… Creí morir…
Dios. Fue horrible… Y cuando te despertaste… Yo
no era nadie para vos… Nadie… No había
recuerdos… Todo se había borrado…
-Emma…- La abrazo, pegando todo su cuerpo al
mío.- Perdón… Lo siento tanto…
Dios mío… ¿Qué hice? Por Dios.
Le agarro la cara con mis manos y la enfrento a
mí.
-¿Cómo pudiste guardarte esto tanto tiempo?
Hubiese sido más fácil decirlo…
-Yo… No podía… ¿Cómo…? No podía…
-Sí, Emma… Sí podías. Yo iba a creerte, como te
estoy creyendo ahora.
Seco sus lágrimas y la beso. Se entrega
completamente a mí y la cubro con mi cuerpo. Sus
manos tratan de subir mi remera y me la saca por
mi cabeza. Hago lo mismo con su musculosa… Su
cuerpo tiembla bajo el mío y sus tetas, rozando mi
pecho… Dios.
Tira de mi pelo y mi pelvis comienza a frotarse
contra su vagina. Sus piernas me rodean y gime
dentro de mi boca. Tiro de sus labios y los vuelo a
chupar, moviendo mi cabeza de un lado a otro,
queriendo llegar lejos… Más lejos de todo lo que
acaba de confesarme.
Me deshago de mis bóxer y de su tanga tan
rápido como puedo y sin siquiera guiarla, mi pija
entra sola y atrapo sus gemidos con mi boca.
Agarro sus manos y las coloco a cada lado de su
cabeza, y la embisto suavemente, saboreando cada
parte de ella. Tomándome el tiempo suficiente para
demostrarle que no pienso irme a ningún lado.
Quiero quedarme... Quiero amarla como ella me
ama a mí. Porque me ama… ¿No? Ella sigue
amándome.
-Emma… ¿Me amas?
-Sí… Aaaah… Te amo Nicolás. Te amo… Tanto.
-No dejes de amarme… No lo hagas.
-Nunca… Más… Rápido… Por favor…
Apoyo mi mano en su mejilla derecha y le pido
que me mire… Necesito que me mire… Y lo hace.
Dejo mi boca a unos centímetros de la suya,
tratando de respirar a través de ella. Sintiendo su
aliento caliente…
Aumento la velocidad de mis embestidas…
Dios… Esto es… Increíble. Podría pasar mi vida
observando el deseo en sus ojos mientras le hago el
amor.
Tira la cabeza hacia atrás y sus ojos se ponen
blancos… Hasta la inconsciencia. Quiero que no
pueda saber ni quién es. Sus gemidos rompen mi
pecho, sus jadeos rompen mi corazón, y su
orgasmo alienta a mi pija que explota, eyaculando
en su interior. Sus labios buscan los míos,
temblorosos y deseosos de más… Ella quiere más.
Yo quiero más… Mucho más. La quiero toda.
-Emma…- Me mira confundida.- ¿Pensaste… En lo
que te pregunté la otra noche? Eso de enamorarnos
de nuevo…
Sonríe y asiente, mientras me besa y se acomoda
en mi pecho, hasta quedarse dormida.
Capítulo 19
Emma.

Me despierto y trato de abrir mis ojos… Una


figura… Nicolás. Me siento y refriego mi cabeza.
-Buenos días, hermosa.- Me dice, con una sonrisa
en los labios.
Lo observo y está sólo vestido con el bóxer. Su
mirada viaja a mi cuerpo y me tapo… Dios, estoy
desnuda.
-Emma, tuvimos sexo toda la madrugada. No te
vengas a hacer la puritana ahora.- Larga una
carcajada que me deja helada.
¿Esto es un sueño? ¿O de verdad está pasando?
Los recuerdos vienen a mi mente uno tras otro. Me
levanto de la cama sin tapar mi cuerpo y entro en el
baño. Hago pis y lavo mi vagina, me enjuago los
dientes y la cara y salgo.
Está sentado en el borde del colchón y me mira
de arriba abajo. Su bulto hace que me atragante con
mi saliva.
-Bueno… Buenos días para vos y compañía.
Escucho que ríe. Camino hacia la cocina para
preparar café pero sus manos me atrapan y me alza
en su cadera. Apoya mi cuerpo contra la pared y
me besa. Sus labios se abren sobre los míos.
Siento como si mi cuerpo estuviera viviendo de
nuevo… Comenzando otra vez.
-Emma…- Se separa de mí y me observa. Me apoya
en el piso y camina hacia mi armario.
Comienza a sacar toda mi ropa y ponerla arriba
de la cama.
-Necesito un bolso.
¡¿Qué?!
Apila mis remeras, mis jeans, mis vestidos, saca
mis zapatos, mis perfumes…. Dios.
-¡Nicolás!- Se da vuelta y me mira.- ¿Qué estás
haciendo?
-Vas a venir a vivir conmigo. Se terminó… Basta de
seguir alargando todo esto… Quiero que te quedes
conmigo, Emma.- Se da vuelta y sigue sacando
ropa.- Sé que tal vez es muy apurado de mi parte
pero si no funciona, podemos dejarlo. Ya no…
Quiero que vivas conmigo, como te lo dije en la
obra. Y quiero verte feliz.
-¿De verdad lo estás haciendo?- Me quedo helada.
No puedo creer lo que está diciendo.
-Sí, nena.- Se da vuelta y vuelve a mirarme.- Creo
en todo lo que me contaste y… Quiero volver a ser
ese hombre para vos. Quiero verte bien. Y si yo soy
la persona que puede hacerte feliz, vamos a
intentarlo… Todas las que sean necesarias.
El tres de enero llego a la casa de Nicolás…
Perdón, llego a casa y me lo encuentro cocinando.
Ya van dos días que estamos viviendo juntos. ¡Sí,
juntos! Cierro la puerta del comedor así el frío del
aire acondicionado no se va del ambiente. Camino
hacia la cocina y lo veo comiendo un pedazo de
pan mojado en el tuco que está haciendo.
-¿Está rico?
Se da vuelta y tiene sus labios manchados de
rojo. Camino hacia él y lo beso donde tiene restos
de tuco.
-Mmmmm… Muy bueno.- Le digo y se ríe.- Voy a
ducharme y vuelvo.
-¿Necesitas ayuda, hermosa?
-No, gracias. Creo que puedo sola.
Entro al baño y me saco toda la ropa. Abro la
canilla y el agua tibia enfría mi cuerpo después de
todo el calor que pasé durante el día. Me lavo mi
cabeza y enjuago mi cuerpo con jabón. Estoy por
cerrar el agua cuando siento sus manos en mis
caderas y su pene contra mi espalda. Duro…
Me doy vuelta y me arrodillo frente a él.
Comienzo a masturbarlo hasta que lo introduzco en
mi boca, escuchándolo suspirar, como si hubiera
esperado este momento durante todo su día. Paso
mi lengua por la punta y recorro lo largo de su
pene. Vuelvo a meterlo en mi boca y succiono, a
pesar que el agua de la ducha no me deja respirar.
-Más adentro… Emma…- Y lo hago. Me concentro
para poder respirar por mi nariz y meterlo hasta mi
garganta, lo más hondo que puedo.- Así… Carajo…
Emma… Sí… Dios…
¡Wooooow! Escucharlo de esta forma, como si
estuviera a mi merced, me hace sentir una chupa
pija de primera. Y carajo, puedo hacerlo mejor. Se
lo merece… ¿No?
Abro mis labios, lo más que puedo y su pene toca
lo más profundo de mí. Creo que mi cabeza se
mueve por sí sola… Atrás, adelante, atrás, adelante,
atrás, adelante… Y cuando más escucho sus
gemidos, más rápido lo hago.
Agarra mi pelo mojado y tira de él… Su pene late
dentro de mi boca y… Eyacula, largando un
gemido ronco increíble. Me muevo hacia atrás y le
paso de nuevo, mi lengua por la punta.
Me paro y se está sosteniendo con sus manos
pegadas a la pared, el agua de la ducha cae sobre
sus hombros y… Dios. Está precioso. Le doy un
beso en su brazo.
-Disfruta de la ducha.
Salgo de la bañadera y me envuelvo en mi toalla
verde manzana.

Siento sus caricias en mi pelo y… Creo que me


está mal acostumbrando a despertarme de esta
forma todas las mañanas. Abro mis ojos y lo miro.
Tiene un paquete en su mano.
-Buen día.- Le digo, bostezando.- ¿Qué hora es?
-Feliz cumpleaños, Emma.- Me da un beso en mi
frente porque le dije que no me gusta que me bese a
la mañana, sin antes lavarme los dientes.
Un segundo…
¿Me acaba de saludar por mi cumpleaños?
¿Cómo se acuerda?
-¿Cómo…?
-Camila…- Me contesta, con una sonrisa.- ¿No vas
a abrir tu regalo?
Miro el paquete que tengo en mi mano. Saco el
papel, el moño y es una cajita negra de terciopelo.
Levanto la tapita y una cadenita con un corazón de
oro brillante, aparece delante de mis ojos. En la
contra tapa hay una tarjetita:
“Este es mi corazón, Emma. Y te lo estoy regalando.
¡Nunca, jamás, me lo devuelvas! Es tuyo, por siempre.
Nicolás”.

Me quedo como boba mirando su letra… Luego


miro su corazón. Y… Dios. Jamás en mi vida me
habían regalado algo así… Jamás me habían dicho
una cosa como ésta. Jamás… Estoy muy
emocionada, de verdad. No… No puedo creerlo.
Esto es lo más dulce que alguien me podría haber
dicho y… Nicolás me está dando su corazón, sin
pedir nada a cambio. Sólo así… Por mi
cumpleaños.
-Yo…- No sé qué decir. Levanto mi vista y lo
observo, mientras una sonrisa pícara atraviesa su
boca y creo que me voy a morir.- Dios… Nico…
Esto es… Mucho… Gracias… Yo no sé qué decir…
Gracias. De verdad.
Dejo la cajita a un lado y lo abrazo, pegándolo a
mi cuerpo. Le doy besos en su mejilla y una lágrima
de felicidad recorre mi mejilla derecha. La seco
antes que pueda verla y me separo.
Él agarra la cadenita y pasa sus manos por detrás
de mi cuello y la engancha. El frío del corazón toca
mi pecho e inconscientemente llevo mi mano hasta
el… Lo atrapo entre mis dedos…
-Me hace muy feliz que te guste…- Dice, un poco
avergonzado.
-Yo…- Trago el nudo en mi garganta.- No sientas
vergüenza. Esto que acabas de hacer es hermoso y
tus palabras valen mucho más que el oro… Tus
palabras las voy a llevar siempre conmigo al igual
que tu corazón. Siempre.
Lo abrazo de nuevo y aprieta sus dedos en mi
espalda. Cuando nos separamos, no dejamos de
mirarnos.
-Te hice el desayuno. Te espero en la cocina,
cumpleañera. No tardes mucho.
Se para y sale de la habitación, dejándome con su
corazón en mis manos.

Cuando llego a la librería, hay un muchacho


esperándome con un ramo de rosas blancas y un
globo inflado con helio, color rosa. Miro la tarjeta y
es de Nicolás:
“Que pases un hermoso día. Te quiero. Nico”.

No puedo creerlo.
Es como si esto no fuera real. Pero lo es… Y
desde que nos mudamos juntos, trato de vivir cada
momento con él como si fuera el último segundo de
mi vida. Vivo el día a día, disfrutando de su
compañía, de sus risas, de nuestras conversaciones
cuando llego de la librería y cuando cenamos, de la
serie que comenzamos a ver antes de irnos a
dormir, de lo que cocina para mí, de compartir una
cama y despertarme entre sus brazos, con sus
caricias y mimos.
Disfruto del amor que siente por mí porque vivo
con el miedo constante a perderlo de nuevo…

Durante todo el día recibí mensajes de muchas


personas y cada cliente que entraba en la tienda y
veía el ramo con el globo, me saludaba. También
vino Camila y me trajo un vestido fucsia precioso
con un escote y la espalda al aire, muy corto.
Nicolás me mandó ocho mensajes diciendo feliz
cumpleaños. Y cada vez que leí de quién venía, una
sonrisa tremendamente estúpida de apoderaba de
mi boca y duraba hasta el siguiente mensaje. Nunca
tuve un día tan lindo.
Es decir, antes lo tomaba como el peor día
porque fue el momento en que mis papás me
abandonaron. ¿Cómo podía ser un día feliz? Ni
siquiera me daban ganas de festejarlo. Tendría que
haberlo hecho. Tal vez, el fin de semana en el bar,
podría organizar algo. Y me doy cuenta que gracias
a Nicolás, empiezo a verlo de otra forma. Con cada
detalle me hace sentir muy especial y el corazón
que me regaló brilla en mi pecho, tanto como mi
amor por él.

Voy manejando hasta casa… Nuestra casa… Sí,


bueno. Algo así… Todavía no me acostumbro a la
idea. Le mandé un mensaje a Nicolás a penas salí
de la librería para que me espere en la puerta con el
portón abierto. Me da un poco de miedo que
quieran robarme…
Cuando llego, lo veo parado en la puerta y el
portón se abre. Le toco bocina y entro el auto.
Estaciono al lado del suyo y me bajo. Escucho el
ruido del portón que toca el piso y me doy vuelta.
Tiene una hermosa sonrisa en sus labios y me
observa de una forma rara.
-Hola preciosa.- Se acerca y me da un beso en mis
labios.- Feliz cumpleaños.
Me río en voz muy alta porque me causa gracia.
¿Cuántas veces va a decírmelo?
-Gracias Nico…- Niego con la cabeza y agarra mi
mano, llevándome hacia dentro.
Abre la puerta y…
-¡Feliz cumpleaños!
Una sonrisa estúpida, la que tuve todo el día en
mi cara, se ensancha mucho más. Veo a Camila,
Lautaro, Guadalupe, Emiliano, Olivia y muchos de
mis amigos. Miro a Nicolás que susurra feliz
cumpleaños, otra vez, y sonríe. Le doy un beso en
sus labios y entro.
Todos se acercan a saludarme y… ¿Por qué me
siento tan especial? ¿Desde cuándo me convertí en
un ser tan querido? ¿Siempre fue así y nunca me di
cuenta? ¿O de verdad es por él?
Dejo mi cartera en el perchero y comienzo a
saludar uno por uno. Me entregan regalos que los
llevo a la habitación y decido cambiarme de ropa.
Me pongo el vestido fucsia que me regaló mi amiga
con los zapatos altos que me regaló una vez
Nicolás. Me arreglo un poco el pelo, dejándolo
suelto sobre mi espalda y hombros y salgo.
Nicolás me dice que estoy ¡muy hermosa!, y me
da una cerveza. Me siento en la mesa con mis
amigas, donde está Camila y Guada.
-¿No es reeee tierno?- Me pregunta Guadalupe,
riendo.- Todavía no puedo creer que mi hermano
esté haciendo esto. Es un amoooooor.
Me río.
-Sí, yo tampoco. Me cuesta creerlo…
-Pero es verdad, amiga… Lo está haciendo.
-Sí. Lo sé.
-¡No me digaaaaaaaaaaas! ¿Te regaló un corazón?
Asiento, riéndome porque estoy feliz. Estoy
contenta de tener a todas estas personas conmigo y
que Nicolás me haya dado esta sorpresa. Es
increíble.

Salgo al patio y él está al lado de la parrilla,


cortando pan, riendo con Emiliano, Lautaro y dos
amigos míos. Le da un sorbo a su jugo de naranja,
porque no puede tomar alcohol por los
medicamentos que está ingiriendo.
-¿Qué hiciste?- Le pregunto y me mira. Me da un
beso en mis labios.
-Sándwiches de lomito. ¿Te gusta?
-Me encantan.- Me acerco un poco más a él y le
susurro en el oído.- Gracias por todo esto. Te amo.-
Le doy un beso en sus labios y sonríe.

Hoy se cumple un mes y dos días de que estamos


viviendo juntos. Y para ser sincera, nos está yendo
muy bien. Casi siempre llega alrededor de las ocho
de la noche a la librería y lo espero para cerrar el
bar. Vamos juntos a casa y nos turnamos para
cocinar. Una noche él y una noche yo. Cuando lo
veo muy cansado y con dolor de cabeza, preparo
algo rápido y comemos en el sillón, mirando una
película o una serie, y nos vamos temprano a la
cama. No quiero que se exija demasiado. Todavía
no tiene el alta médico y… Tampoco recordó algo
nuevo.
Esta es una de las cosas que me tiene más
preocupada. Él parece tranquilo al respecto.
Cuando se tiene que hacer los estudios le dicen que
todo está bien y que el hematoma desapareció…
No hay contusión… Pero su memoria no vuelve
y… Claro que creo en los médicos, pero no dejo de
pensar en lo peor. Tal vez el golpe que se dio en la
cabeza tiene más daño del que ellos pudieron ver…
No, tendría que salir en las resonancias
magnéticas…
Suspiro, mientras ordeno unos libros y no paro
de pensar en los recuerdos que no le quieren
volver. Rara vez, en la cual estamos haciendo algo
que ya hicimos, le viene algo a su memoria pero
todo es borroso y no identifica muy bien… Ya no sé
qué pensar.
Mis ataques de pánico no me visitan desde hace
veinte días atrás. Pero fue rápido… Tomé mi
pastilla, me senté y respiré profundo. A los
minutos, ya no había signo alguno de un ataque.
Miro el reloj, las siete y treinta de la tarde. Ya
debe de estar por llegar, en cualquier momento.
Escucho la campanita y me doy vuelta,
encontrándome frente a frente con él.
-Mmmmm…- Ronroneo, acercándome.- ¿Mal día?
-Malísimo.- Me besa en los labios y apoya su frente
a la mía. Acaricia mi espalda.- ¿Ya podemos irnos?
-Sí.- Le contesto, mientras apago la computadora y
agarro mi cartera. Voy hacia el bar y apago las
luces.- ¿Cerras la cortina, amor?
-Sip.- Grita desde el otro lado y lo espero en la
salida del bar.- Listo. Vamos, por favor.
Lo miro, extrañada. ¿Le duele la cabeza?
Salimos a la calle y se sube a su moto. Yo me
subo a mi auto, lo enciendo y miro por el espejo
cuando comienza a seguirme.
Llegamos a casa y a penas entramos al comedor,
prende el aire acondicionado y se quita el saco del
traje, tirándose en el sillón. Me siento a su lado y lo
observo, preocupada.
-¿Qué pasa?
-Tengo que viajar.- Me contesta, suspirando.
-¿A dónde?
-Uruguay, Colonia.- Suspira de nuevo y se pasa las
manos por la cara.- Un colega amigo me pidió un
favor… Él no puede viajar porque su mujer está por
tener al bebé y no quiere irse. Tendrían que ser dos
días…- Me explica, mientras bosteza.- No quiero ir.
De verdad. No tengo ganas de viajar, no estoy con
fuerzas para hacerlo… Pero… No podía decirle que
no porque él me consiguió el contacto de
Magadán… Así que, no tengo opción.
-¿Y qué tendrías que hacer?- Le pregunto mientras
paso mis manos por su pelo.
-Ir a controlar una obra. Él viaja una vez por
semana, y justamente esta semana no puede. Me
dijo que le tiene confianza a su secretaría, pero
prefiere que vaya yo también.
Bueno… ¡Hola celos! Estoy encantada de verlos
de nuevo. Ya los estaba extrañando.
Lo observo y tiene los ojos cerrados y apretados.
-Son solo dos días y le debes un favor a tu amigo…
No te desesperes antes de tiempo. Además, vas a
estar acá nomás.- Trato de sonar lo más tranquila y
segura, para que no se dé cuenta de lo que pasa en
mi cabeza en este momento.
-Lo sé… Tendría que irme pasado mañana.
No falta mucho… Dios.
-Bueno, dos días… Cuando vuelvas te espero con
una rica comida y mucho sexo.
Abre un ojo y me mira, sonriendo.
-¿Mucho? ¿Mucho, mucho? O… ¿Mucho del
mucho?
Largo una carcajada y él se ríe.
-Del que quieras.- Le contesto y le doy un beso en
sus labios.- Me voy a duchar. ¿Venís?
Se para del sillón, agarrándome de la mano y
vamos hacia la habitación. Abre la ducha y nos
sacamos la ropa, mirándonos. Bien… Es bueno que
esté de ánimo para un poco de sexo en el agua.

-Si puedo volver antes, prometo que lo hago.- Me


da un último beso y le pido que por favor se vaya.
Esta es la cuarta vez que se despide.- Dios, no me
quiero ir.
-Se nota.- Le digo, riéndome.- Pero tenes que irte,
va a venir a buscarte tu amigo y tenes que estar
listo. ¡Vamos! Te acompaño a la puerta.
Salimos a la calle y ya comienza a haber muchos
autos, a pesar de que son las siete de la mañana. Un
coche para en la puerta y se baja la ventanilla del
lado del conductor. Hay una chica de unos treinta y
pico de años y el que maneja sale del auto y se
dirige hacia nosotros.
Por favor, que esa mujer sea su esposa… Por
favor.
La chica baja y no está embarazada. ¡Carajo!
¿Existe la posibilidad de que haya tenido su bebé
y esté perfectamente bien? Por favor.
-Nico.- Se saludan estrechando las manos y lo miro
a Nicolás, mientras saluda a la chica con un beso.
Un dolor inmenso, muy parecido al miedo, me
atraviesa el cuerpo y se encaja en mi estómago.
Dios… Lo que me faltaba ahora era esto. No
puede ser. Juro por el Diablo que no me puede
estar pasando esta mierda.
-Ella es Emma, mi mujer.
Bueno… Podría haber dicho, pareja, novia, chica,
pero dijo mi mujer. Diooooos. Tengo ganas de
gritarle que no se vaya con esta mina a ningún
lado.
-Hola.- Mi voz inspira miedo y siento la mirada de
Nicolás.
-¿Nos vamos?- Le pregunta su amigo a Nicolás.
-Un segundo, suban que ya voy.
Ellos se despiden de mí y me vuelvo para
Nicolás. Se acerca y acuna mi cara con sus manos.
-Te quiero y te voy a extrañar con locura. No
pienses… Por favor, no lo hagas.- Niego con la
cabeza, como si estuviera loco por decirme algo así.
-¿Qué va? No… Es… Trabajo… Es un favor…
Dios…
Estoy agitada… Y tengo mucho calor. Estoy
transpirando.
-Emma… De verdad.- Me da un beso en mis
labios.- Te quiero. Estoy con vos… Solo con vos.-
Dice en voz baja y se separa de mí.
Lo veo subirse al auto en el asiento de atrás e
irse…
Nicolás se está yendo por dos días a Uruguay y
yo me quedo con su corazón, colgando de mi
cuello. Y juro que desearía que se lo hubiera
llevado, de esa forma me extrañaría… Porque estoy
segura que su cerebro no quiero saber nada de mí.
Pero su corazón sí.
Capitulo 20
Nicolás.

Cuando ya me acomodo en mi habitación, llamo


a Emma. No puedo borrar de mi mente la
preocupación que tenían sus ojos.
-¿Hola?- Dice, en voz baja.
-Hola hermosa. ¿Cómo estás?
-Bien…- La noto rara.
-Yo también estoy bien.
Escucho que ríe y me relajo.
-¿Cómo estuvo el viaje?
-Normal… Ya estoy instalado en mi habitación.
-Cuando me fui a Córdoba y vos te habías enojado,
te llamé a la madrugada. Obvio que estabas
durmiendo y te desperté. Yo estaba comiendo
papas fritas y miraba la tele… Entonces, vos me
preguntaste con quién estaba…
-Mentira.- No puedo creer que era tan desconfiado.
-De verdad.- Me contesta riendo.- Te dije que era la
puta televisión y… Después cortamos. Desearía que
te acordaras de eso, así te darías cuenta de cómo me
siento yo en este momento.
¿Quiere decir que está desconfiando de mí? ¿Es
eso? ¿Piensa que voy a estar con la secretaria de mi
amigo? Yo en su lugar, también lo pensaría. Es una
morocha hermosa, pero prefiero a mi colorada.
-Te prefiero a vos, Emma.
Suspira.
-¿Qué estás haciendo?
-Terminé de acomodar un par de papeles que me
entregó Mati y colgué mi traje. Me iba a ir a bañar
pero primero quería que hablemos.- Miro el reloj y
marca las cuatro.- ¿Vos?
-Ya estoy por irme a la librería. Tranquila. Nico…
¿Podemos tener un perro?
¿Un perro? No.
-¿Para qué queres un perro, Emma? No estamos en
todo el día en casa… Estaría solo y si es cachorro va
a romper todo.- Suspira.- ¿No te gustan los gatitos?
-Puede ser.- Sé que está sonriendo.
-O un cobayo, un gánster, un pajarito, una ratira, o
mejor aún, una araña pollito…
Se ríe a carcajadas.
-No me gustan los animales que están encerrados…
Tienen que ser libres.
-Bueno… Un gato. ¿Queres? ¿Queres un gato,
Emma?
-Sí.- Escucho el ruido de las llaves.- Bueno, me voy
a la librería. ¿Me llamas a la noche?
-Obvio amor. Te llamo. Te quiero.
-Y yo. Besitos.
Qué raro que no me dijo que me ama. Siempre
me responde con un te amo cuando le digo que la
quiero.

Después de estar todo el día en la obra con la


secretaria de mi amigo, Natalia, llegué a mi
habitación, me bañé y bajé al bar del hotel para
cenar. Estoy solo en una mesa, tomando una copa
de vino tinto, aun que no debería. Le pedí al mozo
una pizza de rúcula y mozarela.
Estoy leyendo el correo electrónico que me
mandó mi secretaria, Raqui, para mantenerme al
tanto de lo que pasó hoy. Me llamaron dos antiguos
clientes que quieren trabajar de nuevo conmigo.
También aprovecho para enviarle un correo a
Matías contándole el problema que tienen los
obreros con el capataz, y que mañana voy a tratar
de solucionarlo. Le detallo los avances que hicieron
de la semana pasada a ésta, dependiendo del
informe que hizo él la última vez que estuvo acá.
-¿Puedo?
Levanto la vista y me encuentro a Natalia, de pie,
al lado de mi mesa, vestida con un jean oscuro y
una remera negra.
-Claro. Sí.
-No quería comer sola.- Me confiesa, mientras se
siente frente a mí.
Tiene los ojos tan negros como su pelo. Y es
linda. Mierda. Es muy linda.
Suspiro y me paso las manos por mi pelo.
-¿Ya pediste para comer?
-Sí. Pero podemos llamarlo y retrasar mi comida
hasta que te traigan la tuya.
¡Estúpido! No tendrías que decirle eso.
-Gracias.- Me contesta, sonriendo.- ¿Desde cuándo
conoces a Matías?
-Íbamos juntos a la universidad, con mi cuñado. No
nos vemos muy seguido pero nos mantenemos en
contacto por trabajo.
-¿Hace mucho que estás con tu novia?
Mierda.
-Nueve meses.- Le contesto eso porque es lo que
Emma cuenta.
-Es muy linda. Me encanta su pelo y sus ojos.
¡Por favor, que sea lesbiana!
-Sí, es muy hermosa. Y muy buena.
-¿Alguna vez te… Tentaste?
¡¿Qué mierda?!
-¿Perdón?
Sé lo que quiere decir. Claro que lo sé. Estuve con
este tipo de mujeres toda mi vida. Sé a dónde
quiere llegar.
-Si estuviste tentado a engañarla.
-¿Por qué haría eso?
-No lo sé. Algunos hombres lo hacen. ¿Cómo es su
relación?
-Si tengo que ser sincero… No lo sé. No sé mucho
de mi relación con ella.
Soy un hijo de puta. ¿Por qué no le miento?
-¿Cómo es eso?
-Bueno… Tuve un accidente hace dos meses atrás y
por un golpe en mi cabeza, no recuerdo nada. Nada
de todo el tiempo que estuve con ella.
Está espantada. Pone una mano en su pecho y
abre la boca.
-Dios. ¡Que horrible! Lo siento mucho.
-Está bien… Yo… Trato de recordarla pero no… No
puedo. Vivo de los recuerdos que ella me cuenta.
-Y pero… ¿Cómo le crees?
Señorita… Mi pelirroja no es una mentirosa.
-Le creo. Es suficiente para mí.
Asiente con la cabeza y achina los ojos.
-¿Cómo sabes que es un sentimiento verdadero?
Quiero decir, lo que sentís… O sea… Es como
empezar una relación de cero, sabiendo que ella te
conoce y eran pareja y… Es muy rebuscado. ¿Cómo
lo soporta?
Nunca había pensado en cómo hace Emma para
soportar el hecho de no recordarla.
-Supongo que lo soporta porque me ama. Y para mí
es suficiente. Yo, la quiero… Tenemos una vida
para… Seguir conociéndonos.
-Es lindo lo que decís.
Sonríe. No, no sonrías. Por favor. Sos muy linda
cuando sonreís.
Asiento, mientras viene el mozo y ella hace su
pedido. Veinte minutos después, traen nuestra
comida y me cuenta que está estudiando
arquitectura y que empezó a trabajar con Matías
por una pasantía, hasta que ésta finalizó y Matías le
renovó su contrato. Tiene treinta y tres años…
¿Cuánto tiempo hace que estudia? O nosotros nos
recibimos muy temprano o ella empezó a estudiar
tarde. No quiero preguntarle, no quiero que piense
que me interesa su vida.
Después de comer pasamos a la barra y pedimos
una cerveza cada uno. Iba a irme a dormir pero me
pidió que me quede. ¡Tendría que haberme ido!
-¿Cómo sabes que es la indicada?
Frunzo mis labios…
-No lo sé… Vivo el día a día. Yo, antes de conocerla
no era como soy ahora… Ella me cambió y…
-Mmmm.- Ronronea, pasándose las manos por su
pelo largo.- Eras un picaflor.
-Algo así…
-Pero… Cuando te despertaste después del
accidente, no recordabas nada… Volviste a ser el
hombre mujeriego que eras antes de estar con ella.
¿Por qué sentiste que cambiaste de un día para el
otro? No lo entiendo.
¡Mierda! No lo había pensado de esa forma. ¿Y si
en realidad sigo siendo el mismo Nicolás de
siempre? Dios. ¿Quién me asegura que cambié?
Todos los días estoy tratando de meterme en mi
papel para que Emma no sufra, porque sé que si
está conmigo es feliz. Pero…
Mierda.
Todo el tiempo trato de hacer cosas para que
Emma sienta que estoy con ella, como el regalo de
su cumpleaños. Le di el corazón para que se quede
tranquila de que yo solo estoy con ella.
Es decir… No tengo ganas de estar con otras
mujeres porque estoy enfocado en mi relación con
Emma. De eso estoy seguro. Pero… Trago el nudo
que hay en mi garganta. ¿Y si un día me despierto y
ya no quiero estar con ella? ¿Qué pasaría si me doy
cuenta que en realidad no cambié y sigo siendo el
mismo hijo de puta de siempre?
Emma no se merece esto… Tengo que
averiguarlo. Pero cómo…
Entonces, miro hacia mi derecha y Natalia está
observando mi boca. Tiene sus labios entre abiertos
y su pecho sube y baja como si estuviera excitada.
¡No! No Nicolás… No con ella. No podes
probarle a tu vida que cambiaste… No estando con
otra mujer. No…
Natalia se para y gira mi banqueta, quedando
enfrentados. Se ubica entre mis piernas y pasa sus
manos por mis muslos, me acaricia de arriba abajo
y de nuevo trago el nudo en mi garganta.
Se acerca despacio, como si estuviera tanteando
el terreno y poco a poco, pega su boca a la mía y me
besa. Cierro mis ojos y le doy un beso simple,
abriendo mis labios y…
¡No es Emma! No sabe a ella… No es lo mismo.
Me alejo como si me quemara… Siento un
rechazo sobrehumano hacia Natalia y la separo,
poniendo una mano entre nosotros.
-No… No necesito esto. Yo quiero a Emma.
-No estoy tan segura de eso, Nico…- Dice, con una
voz seductora, que en otro momento me hubiese
impactado pero hoy no. No ahora.
Me paro de mi banqueta, saco mi billetera y dejo
dinero sobre la barra.
-Lo siento Natalia, pero no… No puedo.
Me alejo de ella y voy decidido hacia mi
habitación. Junto mis cosas y las meto todas en mi
valija de mano. Cierro la puerta, y cuando bajo a la
recepción le entrego mi tarjeta a la recepcionista.
Pido un taxi, decido a volver a casa. Tengo que
volver a Emma.
Está durmiendo de mi lado de la cama y una
sensación de culpa invade mi pecho. La observo…
Su pelo rojo revuelto sobre la almohada; tiene
puesta una remera mía blanca y su bombacha cubre
un solo cachete de su hermosa cola.
Me siento a su lado y toco su mejilla. Se remueve
y poco a poco abre sus ojos turquesas, tan
hermosos… Y sonríe.
-Viniste antes…
-Te extrañaba.
Le doy un beso en sus labios y esta vez no me
separa. Se ubica de espalda al colchón y tira de mí,
hasta cubrirla con mi cuerpo.
Llevo sus manos hacia los costados de su cabeza
y sujetándola con una sola mano de sus muñecas,
agarro mi cinta negra del bolsillo. Me separo de sus
labios y se la muestro… Asiente con la cabeza, y
sus ojos brillan…
Le saco mi remera y ato sus manos al cabezal de
la cama y me desnudo. Me concentro en su
hermoso cuerpo y beso su cuello, sus clavículas, sus
pechos, recorro la curva de su cintura con mi
lengua, beso su ombligo y bajo a su vagina, tocando
sus labios por encima de la tela de su tanga. Se la
saco, despacio y escucho sus gemidos y su
respiración acelerada.
Abro los labios de su vagina y paso mi lengua.
Introduzco dos dedos y está tan mojada… Tan
mojada que me enloquece. Comienzo a chupar su
clítoris y se remueve, levantando su cadera de la
cama.
Sus piernas tiemblan y meto tres dedos.
-Más…- Susurra.
Meto cuatro dedos y los muevo en su interior,
tocando las paredes, llegando hondo. Pero mis
movimientos son suaves. Necesito disfrutar cada
parte de su cuerpo, cada recoveco, cada porción de
su preciosa piel…
Escucho que gime más fuerte y muevo mi lengua
en círculos sobre su clítoris, llevándola a un
orgasmo que moja mi mano por completo. Podría
meterla y entraría con facilidad, pero no hoy… No
ahora.
Cuando termina, me ubico de rodillas entre sus
piernas y mi pija entra, saboreando sus líquidos.
Pongo mis manos en su cadera y clavo mis dedos
en su carne tan blanca como la leche.
-Emma…
La observo y me está mirando, directo a mis
ojos… Pasea su mirada por mi cuerpo y vuelve a
mi cara. Su boca entreabierta, larga gemidos
increíbles que me vuelven loco.
Mis testículos están duros como una piedra y un
escalofrío recorre mi columna tan rápido que
eyaculo en su interior, moviéndome lento.
Toco su clítoris y tira la cabeza hacia atrás,
sollozando a causa de su segundo orgasmo.
Me inclino sobre ella y capturo sus labios
entreabiertos con los míos.
Inhalo su respiración, su aroma… Todo de ella.
Porque me pertenece. Es mía. Emma es mía.

-Emma…- Se quedo dormida, todavía atada a la


cama.- Emma…- Acaricio su mejilla.
-Sí… Perdón…- Sonríe y tira de sus manos.
-Tengo que decirte algo…
Capítulo 21
Emma.

Trago el nudo que hay en mi garganta. Nicolás


está serio…
-Desatame.- Le pido pero niega con la cabeza.
-No puedo… Necesito que estés atada para poder
decirte lo que me pasa.
Asiento y cierra los ojos. Se pasa una mano por
su pelo y respira muy profundo.
-Yo… ¿Cómo iba a darme cuenta que en realidad
había cambiado? No sabía si estaba con vos porque
de verdad quería o solo para hacerte feliz, porque
sabía que si estabas conmigo no ibas a llorar nunca
más… Y la besé… Y sentí un rechazo horrible...
-Desatame… Por favor…- Me remuevo, nerviosa,
casi al borde del pánico.- ¡Desatame!
Me mira con ojos vidriosos y lleva sus manos a
mis muñecas. Me desata y me paro de la cama lo
más rápido que puedo. Cierro mis ojos y respiro
hondo… Muy hondo.
- Lo intenté, Nicolás. Lo intenté pero…
-Emma… Podemos seguir intentándolo… Más de
lo que hiciste hasta ahora.
-¡¿Más de lo que hice hasta ahora?! No te atrevas a
decirme que no fue suficiente. ¡Sos un hijo de puta!
¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo? Yo… Te di
todo. Todo lo que tenía.- Camino en la habitación
de un lado a otro, tirando de mi pelo.- ¿Cuántas
veces más voy a perderte para darme cuenta de que
estoy equivocada? Dios, esto no es una historia de
amor, esto es una mierda.
-Emma…- Se acerca y me da vuelta, apoyándome
contra la pared, encajonándome entre sus brazos.-
Esto es la vida real, es nuestra vida. Por favor,
entendeme.
-¡¿Cuántas veces más?! ¿Cuántas veces más tengo
que entenderte? Yo… Yo estoy primera… Dios. ¡Sos
un cobarde de mierda! No tenes los huevos…
Lo empujo pero no lo suficiente.
-No quiero que te me acerques… ¡Nunca más! No
te quiero cerca de mí.
Corro hacia el baño y cierro la puerta con llave.
Todo este tiempo forjé una relación que nunca
tuvo sentido… Jamás. Desde el principio. Él nunca
me va a amar y no puedo obligarlo.
¡Carajo! Merezco que me quieran, que me amen
con locura.
Siento un dolor que me desgarra por dentro…
¨Puedo escuchar el ruido que hace mi corazón al
quebrarse… Y es tan doloroso. Toco mi pecho,
asustada… Nicolás acaba de romper mi corazón…
Me pongo la bata blanca de toalla, junto todas
mis fuerzas y abro la puerta. Está apoyado de
costado en la pared y sube la cabeza cuando
aparezco delante de él.
-Yo… Yo quería vivir y morir con vos. Te juro que
deseaba todo a tu lado pero, ya no más… Ya no lo
quiero, y no lo quiero con vos.
-Emma… ¡¿Qué mierda decís?!
¿Es que él es tan estúpido para hacer una
pregunta como ésta?
Se acerca y acuna mi cara con sus manos pero me
alejo. No puedo soportar su tacto… No lo merezco.
-Emma… ¡Lo intenté! Carajo… Lo intenté… Te dije
que podía hacerlo pero… Mierda. ¡Sabías cómo era!
Contra quién estabas luchando… ¡Por favor, date
cuenta que de verdad te quiero! Por favor, Emma.
Por favor.
Una risa irónica escapa de mis labios.
-El que avisa no traiciona.- Digo en voz baja y largo
un suspiro interminable.- ¿Sabes qué Nicolás? La
culpa es mía por pensar que en algún momento
ibas a querer volver a mí y quererme aun que sea
un poquito de todo lo que yo te quiero.- Niego con
la cabeza, riendo.- Acabas de equivocarte de
camino y yo, me cansé de esperarte.
Porque así es. Yo siempre acepté todo porque lo
quería de cualquier forma posible y pensaba que si
me sometía a él, algún día podía llegar a sentir lo
mismo que yo.
Lo miro y trata de acercarse, queriendo cerrar el
espacio que hay entre nosotros pero doy un paso
atrás. Si dejo que me bese o toque, no voy a poder
irme con la cabeza en alto. Necesito que él me vea
entera. ¿Es posible?
-¡No! No quiero que me toques, no quiero que me
beses, no quiero que me ates nunca más… Ya no
necesito de toda esta mierda.- Levanto mis manos
al aire, adviertiéndole que acabo de rendirme-. Ya
no te quiero de nuevo en mi vida. Quiero que
desaparezcas y… Que te quede una cosa en claro…
¡No voy a estar esperándote cuando te des cuenta
que estás vacío! No me busques cuando tu cerebro
se dé cuenta de todo lo que perdiste y tu corazón
esté tan roto como el mío.- Me río de nuevo.-
Espero verte algún día, no muy lejano, caminando
por la calle… Y le voy a decir al amor de mi vida
que hace mucho tiempo lo confundí con vos.-
Acabo de recitarle una frase que leí una vez, nunca
pensé que la usaría en mi vida. Jamás. Respiro y
junto más fuerzas.- Te estoy dejando, para siempre.
Salgo de su habitación, agitada y rompo en
llanto. Agarro mi cartera que está arriba de la
mesada y aprieto el botón del control remoto para
que el portón se abra. Subo a mi auto, justo a
tiempo de escucharlo gritar mi nombre y el golpe
de algo duro chocando contra la pared o el piso.
Pero no me detengo. Salgo marcha atrás, sin cerrar
el portón y pongo primera, aprieto el acelerador tan
fuerte que las ruedas chillan.
Mientras manejo hacia mi departamento, me doy
cuenta que estoy más segura que nunca en dejarlo,
porque por más que lo intenté, nunca voy a poder
hacerlo feliz. Él nunca va a ser el hombre que me
prometió amor antes del derrumbe.
¿Cuántas veces voy a ser capaz de perdonarlo
para no perderlo, incluso si no merece mi perdón?
Capítulo 22
Nicolás.

Nunca en mi putísima vida me sentí tan


destrozado como lo estoy ahora.
Emma me dejó hace un mes y dos días. Para ser
exacto treinta días en total. Setecientas veinte horas.
Cuarenta y tres mil doscientos minutos. Dos
millones quinientos noventaidós mil segundos…
Puedo contar todas las veces que lloré desde la
madrugada en que me dejó porque simplemente la
extraño… Y no logro rehacer mi vida… Seguir
respirando, viviendo, comiendo… No puedo
concentrarme en mi trabajo. Duermo la mayor
parte de mi tiempo libre porque es en el único
momento en que la veo, en mis sueños. No salgo de
mi casa, excepto para ir a mi oficina o al súper
mercado.
No dejo de pensar en ella ni por un segundo.
Adelgacé varios kilos. Mis pantalones del traje
me quedan grandes. Estoy muy pálido y ojeroso.
Mi mundo tenía todo en su lugar, controlaba
cada minuto hasta que llegó ella. Ahora, todo es
aburrido y nada me llena. Estoy enamorado de
Emma.
Tengo un montón de recuerdos que me gustaría
poder borrar y un montón de recuerdos que me
gustaría poder volver a vivir. Y…
La necesito… La necesito para reírme, para ver
una película o una serie, para cocinar, para
bañarme. La necesito para vivir… La necesito para
mí.
Pero sé que merezco todo lo que me está
pasando. Yo me lo busqué. Al principio pensé que
Emma era una persona egoísta, que no me
entendía, que tendría que comprender más mi
situación después del accidente, pero no. Emma era
todo, todo menos esto.
¿Y qué mierda puedo hacer ahora?
Absolutamente nada. Se llevó su ropa dos días
después de que se fue, cuando yo estaba en la
oficina. Se llevó la estúpida alfombra color naranja
que había puesto en el living. Se llevó los ridículos
cuadritos con fotos de frutas que había colgado en
la cocina. Se llevó los horribles vasos y platos color
rojo. Se llevó sus espantosos toallones blancos con
corazones rosas, verdes, azules, violetas… Se llevó
todo menos a mí. Me dejó perdido y no logro
encontrar un nuevo rumbo para mi vida.
Días después de irse, vino a verme Guadalupe
hecha una furia. Desorbitada, enojada.
-Es como si me hubieras engañado a mí, Nicolás.
Viviste pensando en que podías llegar a cometer el
mismo error de papá y… Lo lograste. Felicitaciones.
Habías encontrado la mujer perfecta para vos y la
dejaste ir. ¡Idiota!- Me dijo casi al borde del llanto.
Y tiene razón. Siempre tuvo razón. Jamás quise
formar una familia por miedo a seguir los pasos de
mi papá y… ¡Bingo! Ya lo había hecho.
Camila también aportó su cuota… Me llamó por
teléfono, gritando, desquiciada y me dijo que si me
veía me recomendaba que corra, porque estaba
decidida a cortarme las pelotas y colgó. ¡Estaba en
la mierda!
¿Cómo se me ocurrió contarle la verdad?
Tampoco es que podía escondérselo. No iba a
poder seguir viviendo a su lado con una mentira
tan grande. No después de haberme dado cuenta
que la amaba.
Acaricio a mi gato… Sí, carajo. Me compré un
gatito negro con ojos celestes. Sus ojos me hacen
acordar a los de Emma. Es que, me siento tan
solo… Y ella siempre quiso una mascota… Tendría
que habérselo regalado o no sé…
Salgo a la calle y comienzo a caminar. Necesitaba
respirar, salir, ver el sol… Dios. Estoy volviéndome
loco encerrado. Y mi cabeza está a punto estallar.
Estoy trabajando en cinco obras diferentes y
sinceramente no sé cómo lo hago… Cómo logro
hacer bien las cosas, teniendo mi cabeza en otro
lado.
Escucho el ruido de una bocina que me distrae de
mis pensamientos y miro hacia mi derecha. Una
chica trata de estacionar entre dos caballetes y…
Recuerdo el día en que la conocí y la ayudé a
correr unas mesas… Cenamos a la noche siguiente
y nos besamos… Cómo puteaba mirando el partido
de Argentina… La fiesta de Emiliano… El
cumpleaños de Camila… Recuerdo lo borracha que
estaba y me habló sobre tener hijos… La gitana que
me paró en la calle… La noche en que hicimos el
amor por primera vez en mi casa… Su viaje a
Córdoba… El remate judicial… La escritura… La
inauguración del bar… Cuando Raqui me pidió la
renuncia… La noche en el bar con Emiliano y
Lautaro, y la cara de Emma cuando me escuchó
decir que me gustaban todas… Todas las veces que
pasé a leer los sábados de café literario… Cuando la
acompañé a comprar su auto y le enseñé a
estacionar entre dos caballetes… Recuerdo cuando
me pidió que la trate como a una más… La
oficina… Cuando vino a verme y le dije que
vivamos juntos…

-Es que ese es el problema Emma, sentimos lo mismo


pero uno con mayor fuerza que el otro y no sé si vas a
aceptarme de esta forma.- Me paro y camino hasta ella.-
Te quiero, de verdad. Y hace más de seis meses que no
estoy con nadie más. Solo te quiero a vos pero no sé si eso
te alcanza.
-Me alcanza…
-Pero te mereces más. Ya te lo dije una vez, te
mereces que te quieran entera, no por la mitad, Emma.
-Pero vos me queres, ¿no? Y no creo que quieras
partirme al medio ni nada por el estilo… Eso de querer a
medias es… No es real. Yo puedo sentirlo… Sé que me
queres, a tu forma, pero lo sentís y puedo…
-¿Conformarte?- Me acerco hasta su boca, y rozo mis
labios con los suyos.- No quiero que te conformes
conmigo, Emma. Quiero darte todo lo que soy, todo lo
que tengo, pero… Siento miedo.
-Yo también.- Me acerco más, abriendo mis labios,
respirando contra su boca pero no la beso.- Yo también
siento miedo pero no puedo estar más alejada de vos.
La beso.
-Quiero que te vengas a vivir conmigo. Te quiero
todos los días en mi casa, llegar de trabajar y sé que no
vas a estar esperándome porque estás en la librería,
pero… Yo… Yo voy a ser el que te espere, o que el cierre
la librería con vos y te traiga a casa. Y podemos dormir
juntos todas las noches, sin esperar que nos mandemos
un mensaje invitándonos a cenar o algo… Y podemos
bañarnos juntos… Despertar y desayunar y que cada
uno empiece su día, pero juntos. Y…
-Y acabas de decirme lo que siempre quise escuchar,
Nicolás. Vos no me estás queriendo a medias, me estás
queriendo entera. ¿Te estás escuchando?
Asiento y la beso, acunando su cara con mis manos.
-Lo sé… Sé que puedo amarte, Emma… Lo sé. Pero
dame tiempo a que me acostumbre a la idea de compartir
mi vida con alguien más… Con vos.
-Lo acepto. Acepto esto que me estás diciendo.- Me
sonríe.
-Después de cerrar el bar, quiero que vengas a casa.
Te traigas un bolso con toda tu ropa y todo lo que
quieras traer, no me importa. No me interesa que hagas
de mi casa tu casa, podes decorarla a tu manera. Todo,
todo lo que quieras, Emma. Vamos a hacerlo, y te juro
que voy a poner lo mejor de mí, para que esto funcione
porque lo quiero. De verdad lo quiero.

¡Dios!
Me quedo con la mirada perdida en la vereda.
Recuerdo todo. Absolutamente todo.

Observo a Emma mientras camina hacia la


salida y siento celos porque sé que los obreros la están
comiendo con la mirada.
-¡Cuidado!
Miro hacia arriba y no llego a correr. Veo el
andamio que se derrumba y cae sobre mí. Trato de
moverme pero estoy tapado de escombros y siento el dolor
punzante en mi cabeza. Escucho gritos… La sirena de
los bomberos… Trato de abrir mis ojos pero no puedo.
Aprieto mis párpados y veo estrellas… Trato
de abrirlos de nuevo, pero todo es oscuridad y poco a
poco, pierdo fuerza… Entro en pánico. Me siento
atrapado y la oscuridad me vence.

Lo tenía todo. Tenía todo en mis manos y lo eché


a perder como el mejor. Merezco el premio al
mayor pelotudo del año.
¡Carajo!

Nos encontramos con Emiliano y Lautaro para


cenar. No soportaba más sus mensajes y llamadas
insistentes para que nos juntemos y podamos
hablar.
-Así que… Recuperaste la memoria.- Asiento
hacia Lautaro.- ¿Y nos lo decís así como si nada?
¿No estás contento? ¿No era lo que querías?
-Era lo que quería pero, no sin Emma.
-¡Yaaaa! Sos un idiota, pero no te tortures más.
¡La cagaste por arriba de un puente! Ahora, jodete
hermano. Y no podes estar hecho una larva…
-¿Y cómo queres que esté? ¿Saltando en una
pata?- Niego con la cabeza y me paso mis manos
por el pelo.- Yo… No tenía intenciones de hacer
nada. Sí, Natalia es hermosa pero yo no quería estar
con ella. Vino solita a sentarse conmigo para cenar,
ni siquiera la invité… Cuando empezamos a hablar,
me preguntó si yo alguna vez me había tentado. Le
dije que no… Luego, me preguntó algo como…
Cómo era posible que yo esté con ella si volví a ser
el mismo hombre muejeriego que era antes del
accidente… Y ahí, dudé… ¿Cómo sabía yo que
había cambiado y que no seguía siendo el mismo?
¿Quién me aseguraba que había cambiado? Sentí
como que todos los días estaba metiéndome en un
papel de una obra de teatro para que Emma no
sufra, porque sabía que si estaba con ella, no iba a
estar triste. Pensé que todo el tiempo estaba
tratando de hacer cosas para que Emma sintiera
que estaba con ella. Y juro por Dios que nunca tuve
ganas de estar con otra mujer, porque sinceramente
estaba enfocado en nuestra relación. Entonces, sentí
miedo de un día despertar y… ¿Y si no quería estar
con ella? ¿Qué hubiese pasado si me daba cuenta
de que en realidad no cambié y seguía siendo el
mismo hijo de puta de siempre? Emma no se
merecía eso. Emma no se merecía mis dudas y no
sabía qué hacer para averiguarlo. Y como si Natalia
hubiese leído mi mente, se acercó, giró mi
banqueta, y me besó… Yo me decía a mi mismo
que no podía demostrarle a mi vida que había
cambiado, no con ella. Porque cuando me fui de
casa y Emma me despidió, vi el pánico en sus
ojos… Pude ver la rabia que sintió al dejarme ir con
esa mujer… Y Dios… ¡Sentí tanto rechazo! Solo
quería a Emma… Me importó tres carajos que mi
amigo se enojara, solo quería verla. Así que volví y
se lo conté…- Agarro mi cabeza entre mis manos y
refriego mi pelo.- Ahora ni siquiera tengo los
huevos para ir y enfrentarla, pedirle otra
oportunidad…
-Entiendo perfectamente todo lo que me contas
pero… No te la va a dar…- Reflexiona Emiliano, en
voz baja.- Ella ya está haciendo su vida.
Me quedo de piedra.
-¿En qué sentido?
¡Carajo! La re putísima que me parió.
-Conoció a alguien.
¿Alguna vez sintieron esa sensación de romperse
por dentro? ¿Emma habrá sentido lo mismo cuando
le conté lo de Natalia?
-¿Tan rápido?- Me animo a preguntar.
-Bueno, la lastimaste. ¿Qué querías que hiciera?-
Emiliano respira profundo.- Ahora, yo no entiendo
una cosa… Sabiendo la vida de mierda que tuvo,
que nunca se sintió querida, que fue de casa en casa
buscando una familia, que…
Lo freno, poniendo mi mano delante de él.
-Tengo algo que decir a mi favor… Cuando besé
a Natalia, yo no sabía toda esa mierda. Ella no me
lo contó de nuevo… Me dijo que un día lo íbamos a
hablar pero nunca lo hicimos.
Me siento taaaaaan hijo de puta. Dios, la
destrocé.
-Ya está… Trata de olvidarte y empezá a hacer
tu vida. Por lo que me contó Guada, ella ya… No te
quiere, hermano. Pero, de verdad no te quiere y tu
hermana me dijo…
-¿Qué te dijo?
Piensa y duda…
-La ve mejor… Como si estar lejos de tuyo, le
hizo bien.
Claro… Era yo el que cagaba su vida.
-Además, Guada dice que… Es como si Emma
cayó en la realidad de que siempre estuvo tratando
de forzar algo con vos que desde un principio no
funcionó. Y ahora se dio cuenta de que vivía
tratando de que vos la quieras y… No es normal.
Una persona, que se quiere un poco así misma, no
puede vivir de esa manera. Y perdóname pero el
otro día cuando la vi, ella… Está cambiada.
Parecía… Feliz.
-¡¿De dónde mierda estás sacando estas cosas?!-
Le pregunto, fuera de mí.
-Yo siempre fui así y lo sabes… Y si te digo esto
es porque quiero que te mejores y que empieces a
hacer tu vida. Olvidate de ella… Deja que haga su
vida, sin vos. Se lo merece.
-Me estás jodiendo…
-No.- Niega con la cabeza y está muy serio.- Y
perdón, pero no voy a dejar que la lastimes de
nuevo. Ella no te merece.
¡¿Qué mierda es todo esto?!
¿De verdad lo dice en serio?
Emiliano siempre me agradó por su sinceridad y
su grado de madurez. Y por más que esto me pese
y mucho, es porque de verdad lo siente y tengo que
cerrar el orto y aceptarlo. Emma es feliz sin mí. Ella
está bien y haciendo su vida, y ya nada puedo
hacer. Nada.
-¿Entonces?- Me pregunta mi cuñado.
-Está bien… No voy a acercarme de nuevo a
ella.
Asiente con la cabeza y llama al camarero.
¿Entonces, cómo tengo que empezar a
manejarme con ella? ¿Tengo que aceptar lo que me
dijo el otro día por un mensaje de texto?

*¿Es posible que no vengas más al bar? Es


decir, sé que es tuyo también pero prometo que el
contador para a encargarse de liquidar tu parte y
te la va a depositar en tu cuenta. Si en algún
momento necesito que vengas, o surge algún
problema, juro que voy a llamarte. Pero, necesito
mi espacio. Gracias. No contestes.

Y no lo hice. No le conteste. Otra vez, me tocaba


cerrar el culo y agachar la cabeza. Emma no me
quería ver ni en sus propios sueños, pero… De lo
que estoy seguro, es que tengo que decirle que
recuperé la memoria. Tengo que hacerlo.

Respiro profundo y abro la puerta de la librería.


No hay gente y Emma no está. No la veo. Busco en
el bar y solo está el mozo sirviendo a las personas
que están en las mesas.
-¡Voy!- Grita y la espero. Baja rápido la escalera
y se queda en el ante último escalón. Frunze sus
labios y baja.
-Hola, Emma.
-Ey… ¿Cómo va todo?
¿Qué carajo está haciendo?
-Bien…
-Te dije que no hacía falta que vengas, el
contador iba a manejarse con vos. Pensé en cerrar
pero… No…
Me habla como si… Como si fuera uno más.
Dios, esto es horrible. Y yo me siento fatal.
-Está bien… No vale la pena cerrarlo. Te va muy
bien y…
-Te ves horrible.
Abro mucho los ojos y me quedo de piedra.
-Sí, bueno… No la estoy pasando muy bien.
¿Qué se supone que le diga? Estoy en mi peor
momento.
-Hace un esfuerzo, algo no sé… Te ves mal.-
Dice, distraída mientras me entrega un sobre
blanco.- Es tu parte del mes. Está en un cheque, el
contador iba a depositarlo pero… Solo tenes que ir
al banco y sacar el dinero. No creo que lo recuerdes,
pero así nos manejábamos antes del accidente.
¡Dios!
-Emma…- Trago y respiro.- Lo recuerdo todo…
Todo.
Me observa… Y piensa, piensa, piensa… Y
suspira.
-Me alegro muchísimo, de verdad. Estaba
bastante preocupada por eso…
¿Eso solo piensa decirme?
-¡Emma! Te estoy diciendo que me acuerdo de
todo… De lo que hablamos en la oficina de la obra,
recuerdo el accidente… Todo.
-Ya no importa…
Se da media vuelta y agarra un trapo amarillo
con un lustrador de muebles. Se va hacia una
góndola y comienza a limpiar polvo que ni siquiera
existe… Carajo.
-Emma…- Me acerco a ella pero se aleja.- Volve
conmigo… Por favor.
-¿No estás muy acostumbrado a que te digan
que no, verdad?
¡Por qué mierda tiene que ser tan fría!
-No… La verdad es que no.
-Bueno, muchachito… Creo que estoy haciendo
historia.- Sonríe y me siento un pelotudo.
No puedo creer que acaba de decirme eso.
-¿Éste es el final que queres? Ésta no es otra de
tus tontas historias de amor.
-Lo sé… Ya lo hablamos. Y por eso no necesito
otro final, yo ya escribí mi final con vos. Se terminó.
-Me estás abandonando, Emma…
Suspira y gira su cuerpo hacia mí.
-¡Vos no tenes ni idea de lo que siente ser
abandonado! No tenes idea de lo que es perder a
alguien…
-Rich no te abandonó, si es eso a lo que te
referís.
Una risa irónica escapa de su boca.
-Él no me abandonó. Mi papá se murió, de
cáncer en el páncreas que se ramificó muy rápido
por todo su maldito cuerpo. Él no eligió dejarme en
un hogar, pero mis papás sí. Y no pienso dejar que
me pase lo mismo, que me abandonen por no
quererme. ¡Se terminó, Nicolás!
-Emma… Yo te amo.
Se tapa la cara con las manos y solloza.
-Entonces es verdad… Uno se da cuenta de lo
que tiene, una vez que lo pierde. ¡Carajo! Esto es…-
Suspira y alisa su vestido celeste. Y sonríe.
Malditamente sonríe.- Es raro lo que me pasa...
Acabas de volver a mí pero ya es tan tarde que no
me hace feliz.
Es como si acaba de clavar un cuchillo en mi
pecho y aprieta una y otra vez, hasta traspasarlo a
mi espalda.
Nunca había rogado por nada en mi vida, jamás.
Pero me doy cuenta que acabo de gritarle que me
quiera, que se preocupe por mí…
Ya es tarde. Demasiado tarde.
Trago el nudo en mi garganta y asiento con mi
cabeza. Su mirada penetra mis ojos, hasta que me
doy vuelta y la pierdo de vista.
Capítulo 23
Emma.

Conocí a alguien… Fue un sábado y estaba


ayudando al mozo del bar porque había mucha
gente. Estaba escuchando a las personas que
pasaban al frente y leían sus fragmentos.
-Hola, me llamo Miriam y elegí “Luna nueva”:
“Y el león se enamoró de la oveja. Qué estúpida oveja. Y
que masoquista es el león”.
-Buenas noches, mi nombre es Sandy y elegí “El
infierno de Gabriel”: “No fue una sonrisa de las que
dejan los dientes al descubierto, ni de las que hacen
aparecer arrugas de expresión ni hoyuelos, pero era una
hermosa sonrisa”.
Todos aplaudimos y la chica bajó del escenario.
Entonces, veo que se sube un hombre… Tendría
unos treinta y cinco, más o menos y comenzó a leer.
-“Cada minuto que pasaste conociéndome, yo llegué
a conocerme. Perdóname por no reconocer nuestra
semejanza de alma antes, mientras aún teníamos tiempo.
La naturaleza del amor es la conquista. Odio. Incluso
amargura. Más que nada, conquista odio a sí mismo.
Estaba sentada en un cuarto blanco odiándome, hasta
que tu respiraste vida en mi de nuevo. Me amaste tanto
que comencé a amarme. ¿Quién hubiera pensado que ese
día que estaba corriendo fuera del bosque, estaría
corriendo directo a los brazos de mi salvador? Fuera de
una fea vida que me tenía conquistada, no te escogí y yo
no me escogí. Algo más escogió por nosotros. La nieve
me cubrió y tú me cubriste, y en esa casa, con dolor y
frío, y hambre, acepte amor incondicional. Tú eres mi
verdad, Isaac, y tú me liberaste”.
Se escucharon muchos aplausos y las personas se
pararon. Entonces, él, hizo una reverencia y bajo
del escenario, sentándose solo en una esquina del
bar. Vi que no tenía nada para beber, así que me
acerqué.
-¿Queres tomar algo?- Le pregunté.
-¿Me estás invitando?
Vi que su sonrisa era sincera, no como la de los
demás hombres que conocí alguna vez. Sus ojos
parecían casi tranparentes de lo grises que eran y
me dio un escalofrío, porque sentí que podía llegar
a ver su alma.
Le alcancé su bebida y me senté junto a él.
Empezamos a hablar sobre libros y me dijo que le
encantaba el bar. Siempre había pasado por la
puerta de la librería pero nunca había entrado.
Leyo el cartel que yo había puesto en la puerta, con
la hora del café literario. Vino durante cuatro
semanas, todos los sábados, antes que yo lo viera
por primera vez.
-Siempre te veía pero no me animaba a hablarte.
-¿Por qué?
-Porque estabas con tu novio…
-Uh… Sí, bueno. No hay más novio.
-Entonces, ¿podemos vernos? Cenar, merendar,
leer juntos…- Me reí y él también.
-Sí, claro.
No estaba lista para empezar una relación pero
necesitaba distraerme.
Entonces… Hace dos semanas que nos vemos
bastante seguido… Día por medio, para ser más
exacta. Y sinceramente la paso bien. Nos reímos
demasiado porque hace continuamente chistes muy
boludos que me dan risa.
Casualmente, ayer, me dijo que tiene que viajar a
Córdoba por trabajo. Cuando le pregunte dónde,
me contesto a Alta gracia. ¿Podía ser una señal?
¿Rich trataba de decirme algo? ¿O estaba loca?
-Te invito Emma… Vamos a Córdoba… Yo
tengo que trabajar pero después de las cuatro de la
tarde estoy libre y podemos hacer lo que
querramos.
Le dije que sí. Claro que no me había olvidado de
Nicolás. Sigue en mi mente todo el tiempo. Porque
básicamente todo lo que me rodea me recuerda a él.
Lloré como dos ríos, una laguna, un acuífero
entero, todos los litros que forman parte del Océano
Pacífico… Trato de hacer un esfuerzo y no pensar
demasiado en lo que podría haber sido si nos daba
otra oportunidad. A veces, tengo miedo de
arrepentirme e ir a buscarlo corriendo. Pero se que
sin él estoy mejor. Lo extraño…
A veces lloro hasta quedarme dormida pero…
Trato de converncerme que es lo mejor. Estar
separados es lo adecuado. Sufro por no tenerlo
conmigo, abrazarlo, besarlo, hacerle caricias y
cosquillas. Sufro por comer sola, por bañarme sola,
por dormir sola, porque simplemente lo extraño. Y
mi corazón nunca va a olvidarse de él porque creo
que Nicolás se quedó a vivir en él, para siempre.
Por eso le dije que sí a Joel. Sí, se llama Joel. Y
sólo somos amigos. Nunca nos besamos y nunca
tuvimos sexo. Tampoco me lo pidió, solo la
pasamos bien juntos y nos estamos conociendo, de
a poco. Le conté sobre Nicolás y supongo que se
imagina que no estoy apta para tener una relación.
No me presiona ni nada por el estilo, al contrario.
Es muy dulce y bueno, y no siento nada en
comparación a lo que una vez me hizo sentir mi ex.
Así que, vamos a ir a Córdoba. Él ya va a estar allá
para cuando yo tome el micro y va a ir a buscarme
a la terminal.
De paso puedo ir a ver a Rich. Sé que él siempre
me está esperando. Y podríamos hablar un rato,
contarle todo lo que me está pasando. Porque, el
hecho de que Nicolás me haya engañado, me hizo
revivir cosas del pasado que había dejado
enterradas.
Me recordó cuando mis tutores preferían a otra
nena, antes que a mí. Yo creía que por ser una nena
linda, con ojos claros y pelo rojo, y buena, iban a
elegirme, iban a quedarse conmigo. Pero, no.
Siempre elegían a alguien más y es… Es que
simplemente no soporto que me cambien por otra
persona, que tengan que elegir, que duden. Porque
estoy segura que Nicolás, cuando la besó, estaba
dudando en qué hacer conmigo. Y sinceramente no
tengo fuerzas para pasar por eso todo de nuevo.
Por más que me afirme que va a quedarse
conmigo, no es suficiente. Él ya dudó una vez y este
es mi límite. No voy a dejar que de nuevo elijan a
alguien más, antes que a mí. No voy a permitir que
duden si se quedan conmigo o no. No voy a volver
a ser esa nena triste que trataba de hacer todo para
que la dejen quedarse.
Creo que nunca nadie se puso en mi lugar para
saber cómo me sentía. Y prefiero mil veces soñar
que Nicolás está conmigo, a que me deje en vida y
mis pesadillas se hagan realidad, nuevamente.

Mis ataques de pánico no me visitan desde hace


un mes y veinte días. ¿Por qué? Porque aprendí que
lo que siento en un ataque no es más que una
exageración del estrés. No es peligroso ni dañino,
solo desagradable y que no puede pasar nada peor
que los síntomas. Ya no lucho contra el temor, lo
acepto. Afronto el miedo y no lo evito y eso me
ayuda a progresar. Una vez que lo acepto, miro
hacia mí alrededor y comienzo a planear lo que
puedo hacer después.
Pienso que estoy conociéndome a mí misma.
Cuando estoy sola, es como si tuviera una cita con
Emma. Me conozco de nuevo, una y otra vez. Y
vuelvo a comenzar.

Es el cumpleaños de Olivia y Guadalupe me


encargó que saque fotos. Bien. Por lo menos no
estoy sentada, sin hacer nada. Busco a la
cumpleañera en el pelotero y está con sus amigas.
-Chicas. ¡Miren hacia la cámara!
Las cuatro nenas me observan y sonríen. Saco un
par más que me pidió Oli y empiezo con las mesas
de los adultos.
-Emma… Vení, quiero presentarte a mis viejos.-
Guada agarra mi mano.
Dios. Nicolás se parece muchísimo a su papá…
-Hola Emma. Escuchamos hablar mucho sobre
vos. Es un gusto conocerte.- La señora me abraza y
me besa en la mejilla.
-Encantado, señorita.- El señor me da la mano y
yo la estrecho.
-¿Sos fotógrafa?
-¿Yo? Oh no, no.- Me río.- Guada me pidió que
saque un par de fotos… Tengo una librería y un bar
con su hijo. Somos socios.
Se miran entre sí, confundidos. ¿No lo sabían?
¿De verdad? Claro, Nicolás nunca les cuenta nada a
sus familiares y eso me enferma. Las cosas buenas
que nos pasan, siempre tienen que ser festejadas.
-¿Nicolás compró un bar?
-En realidad era un local y lo unimos a la
librería para hacer café literario, y… Bueno, nos
está yendo muy bien, para ser sincera. Fue una idea
increíble e invirtió mucho dinero y tiempo. Es…
Impresionante lo que hizo con ese lugar. Tendrían
que verlo con sus propios ojos.
-Nos gustaría ir un día, si no…
-¡Oh, por supuesto! Cuando quieran, los espero.
De verdad. Cuando gustes… Es más, si quieren el
sábado que viene, a partir de las veintidós, están
invitados. Hacemos café literario y se pone muy
bueno. Nos visita mucha gente.
-Gracias, Emma. Sos una dulzura. ¿Nicolás va a
ir?- Me pregunta la señora.
-Emmm. No, lo dudo mucho. A él no le gustan
este tipo de cosas…
En realidad, le pedí que no viniera nunca más.
-Y pero, no entiendo… Entonces, ¿por qué
compró el lugar si no va?- Me pregunta su padre,
muy serio.
Por mí… Lo hizo por mí.
-Supongo que cuando le dije la idea que tenía
vio un gran negocio en el medio…
-Tendría que haberlo consultado conmigo…-
Mira a su mujer y ella baja la mirada, enojada.
¿Qué mierda?
-Eduardo, nuestro hijo es muy capaz de levantar
un negocio sin tu ayuda.
-Yo…- No sé qué decir.
-Está bien, querida. No te preocupes, Nicolás no
suele manejarse bien. Actúa por impulso y estoy
cansado que no me consulte sobre los negocios…
-Ahí viene…- Dice la señora y me doy vuelta.
Mi corazón se encoje al verlo cada vez más flaco
y más pálido. Y que esté todo vestido de negro, es
peor.
¿Por qué dudan de la clase de profesional que es
su hijo en cuanto a los negocios? Me da mucha
pena por Nicolás, de verdad. Me gustaría cerrarle el
culo a este tipo…
Nicolás nos observa y camina hacia nosotros, con
su mirada perdida. Está confundido y lo sé porque
lo conozco.
Yo podría… Sí. ¿Por qué no?
-Amor…- Le digo, tratando de sonar muy
segura. Él frunce el ceño y se queda parado en su
lugar.- Vení gordi, dale. Justo estábamos hablando
de vos.
¡Dioooos! Que camine y deje de pensar en
estupideces.
Estiro mi mano y la agarra. Me acerco y el doy un
beso en sus labios, cerrando mis ojos. Dios… Esto
no fue buena idea.
-¿Todo bien?- Nos pregunta, mientras pasa su
brazo por mi cintura. Y este simple contacto,
remueve cada partícula de mi cuerpo.
-Sí amor. Les estaba contando a tus papás lo
bien que nos va con el bar. Pero creo que tu papá
no está muy seguro de que sea un buen negocio…
-Ya veo…- Dice en voz baja, pensando y me
mira.- Bueno, básicamente en estos cinco meses
recuperé el total del dinero que invertí para
refaccionarlo. Y Emma, cubrió todo el dinero que
usó para amueblarlo. Yo creo que en un año, o
menos, vamos a empezar a ver las ganancias en su
totalidad.- Habla muy seguro y eso me da más
fuerzas para seguir con esta farsa.
-Sí, creo que sí. El contador está muy satisfecho
con los balances y…- Hago silencio cuando el papá
de Nicolás lo mira, pareciendo orgulloso.
¡Oooh! ¿De verdad? Mi pecho de infla por
Nicolás.
-¿Desde cuándo están saliendo?- Nos pregunta.
-Ocho meses.- Contesto rápido, antes que
Nicolás cague todo.- Amor… ¿Les contaste que
recuperaste la memoria?
¡Por favooooor! Esto parece una novela malísima.
Y por la cara que pone su madre, me acabo de dar
cuenta de que no lo hizo. ¡No le contó a sus papás
que todos sus recuerdos, volvieron!
Dios… Tengo que hablar con él.
-¡Ay, hijo!- Su mamá lo abraza y su papá
también.
-Bueno, parece que no hay mucha comunicación
por acá…- Digo en voz baja pero creo que los tres
me escucharon.
-Emma… ¿Podemos hablar un segundo?- Me
pregunta mi supuesto novio.
-Sí.- Le contesto riendo.- Ay, no se aguanta. Que
chico, Dios mío. ¡Es terrible!- Me río y ellos
también.
Me dejo trasladar por Nicolás, hasta el fondo del
salón y entramos en una canchita de fútbol.
-¿Qué fue eso?
-Bueno… Dios. Tu viejo es un hombre
insoportable. Me molestó muchísimo que dude de
vos. Quise que vea que yo era tu pareja y estaba de
acuerdo con tus negocios y…
-No hacía falta que hagas eso… Yo sé cómo es
mi papá.
-Sí, yo no lo sabía. Así que, me desagradó un
poco.- Me aclaro la garganta.- ¿Sabes? Dejando de
lado lo físico, no te pareces en nada a él. Nada…
Sonríe y patea una piedra imaginaria con su pie,
metiendo sus manos en los bolsillos del jean.
-Yo creo que sí, Emma…
-Yo creo que no…- Me acerco y toco su mejilla.
Está precioso. Su pelo rubio claro despeinado, el
brillo de sus ojos marrones, la paleta torcida, el
seño fruncido… Hermoso. Casi perfecto.
-¿Por qué sos así con ellos? ¿Por qué te cuesta
tanto contarles las cosas buenas que te pasan? Ellos
se pondrían contentos por vos.
-Emma…- Suspira y se apoya contra la pared.-
¿Qué pasa si te dijera que prefiero guardarme para
mí las cosas buenas que me pasan? No necesito
contarlo para que acepten lo que hago. Y mi papá…
Él… Bueno, después de…
-Lo sé.- Le digo en voz baja.- Lo sé todo… Por
eso te digo que no sos como él.
-Te engañé… Como él lo hizo con mi mamá.
Mi corazón acaba de quebrarse un poco más. No
sabía que todavía quedaba algo.
-Buen punto… No puedo contradecirte, lo
hiciste y estuvo mal. Pero creo que aprendiste y
estoy segura de que en una relación futura, no vas a
volver a cometer el mismo error. Vas a dejarte
amar, Nico. Y vos vas a amar tanto como…
Me mira, pensativo.
-¿Cómo vos me amaste a mí?
Asiento con la cabeza.
-Nico… Conocí a alguien.- Me mira fijo a los
ojos y la nuez de Adán de su cuello sube y baja.-
Yo… Voy a irme de viaje unos días, a Córdoba.
Necesito un poco de tranquilidad… Despejarme. Y
él me va a estar esperando allá porque justo tuvo
que viajar por trabajo… Quería que te enteres por
mí…
Asiente con la cabeza y respira muy hondo.
-Está bien, Emma…- Se muerde el labio inferior
y mira hacia el cielo.- Lo entiendo.
-Bien… Gracias. No quería que esto joda
nuestro negocio.
-Tranquila… Voy a mantenerme al margen.
¡Woooooow! Es increíble que lo tome tan bien…
Y una parte de mí quisiera que me secuestre, si es
posible y no me deje alejarme de él, nunca más. O
que me grite en mi cara, ahora mismo, pidiéndome
que no lo haga. O me putee, me diga cosas
horribles. Sí, prefiero eso a que esté tan callado y lo
acepte.
Me acerco y le doy un beso en su mejilla. Doy
media vuelta y vuelvo al salón.

Estoy hablando con Emiliano. Se me acercó y me


preguntó qué era lo que estaba pasando conmigo
con respecto a Nicolás.
-Es que… Sinceramente no me importa que
haya besado a esa chica. Lo que me duele es que
tenía que probar que en verdad me quería y que no
estaba conmigo solo para que yo no esté triste sin
él. Y creo que no me merezco eso. Intenté mil veces
que me quiera de verdad y siempre resultó mal. Y
el hecho que recuerde todo me confundió porque…
Bueno… Me dijo que me ama… Pero yo no sé si
creerle. No sé…
-Emma, de verdad creo que deberían de tener
una última charla… Creo que se lo merecen.
-No…- Niego con la cabeza.- No puedo. Estoy
intentando rehacer mi vida, sin él… Con otro
chico… Y… No lo sé. No sé qué decirte.
Asiente y me observa. Piensa… Piensa…
Piensa…
-Yo era igual que Nicolás. Creo que mucho
peor… Muchísimo. Hasta que me enamoré. Me
costó mucho ser fiel. Te lo digo con una mano en el
corazón porque de verdad fue así. Pero…
Guadalupe me cambió. Ella simplemente se
enamoró de mi, tal cual era y… Miranos ahora.
-Pero… Quiero que te pongas un segundo en mi
lugar…- Sube su mano, impidiéndome seguir.
-Emma…- Niega con la cabeza y sonríe.- La
pregunta es… ¿Vos en algún momento te pusiste en
su lugar? Porque si lo hiciste y ya tomaste una
decisión, me doy media vuelta y me voy a la
mierda. Lo juro.
No… No lo hice. Nunca.
Nunca.
Niego y escucho que ríe.
-¿Qué hubiese pasado si quien tuvo el accidente
hubieras sido vos? Imaginate perdiendo la
memoria de los últimos siete meses, no recordando
a la persona que tenes a tú lado, quien te ama pero
no te lo dice… Estarías confundida tal como lo hizo
él. Y, me lo contó. Me dijo cómo fue la situación
cuando la besó… Ella simplemente lo llevó a eso
porque le habrá gustado y quería estar con él…
Estoy seguro. Pero… ¿Qué hubieras hecho vos,
Emma? Conociéndote cómo sos, impulsiva, llena
de energía…
-Dios…
¿Por qué no lo hice? ¿Por qué nunca me puse en
su lugar?
Emiliano se da media vuelta y me deja sola…
He conocido a cientos de personas en mi vida
que no causaron ningún efecto en mí, hasta
Nicolás. Lo conocí y él cambió mi vida, la puso
patas arriba, desequilibrando todo, eliminando las
historias de amor que había leído, desmoronando
mis estanterías bien ordenadas, dejando de lado al
hombre perfecto…
Él me cambió. Para siempre.
Capítulo 24
Nicolás.

La busco entre las personas que hay en la


terminal… Busco su pelo rojo que seguramente va a
sobresaltar de los demás. Busco alguna valija de un
color llamativo, que podría ser de ella…
Corro y cuando me doy cuenta que lo estoy
haciendo, camino a paso acelerado…
¡Dios! Emma… ¿Dónde estás?
La veo… Es ella.
Corro como si estuviera en una maratón.
-¡Emma!- Le grito y ella se da vuelta.
Me observa, confundida.
Llego hasta ella y tiro mi cuerpo hacia delante,
apoyándome en mis rodillas. Dios… Estoy muy
agitado.
-Nicolás. ¿Qué haces acá?
Enderezo mi cuerpo y respiro con mucha
dificultad.
-Emma… Sé que no tuve que haber venido, lo sé
y te pido perdón pero… ¿Estás enamorada de ese
tipo?
Me mira y piensa, piensa… Sus ojos comienzan a
brillar.
-Emma… Perdón pero mi corazón no puede
seguir sin vos y sé que el tuyo tampoco. Podemos
empezar de nuevo. No puedo resignarme a esto…
A no tenerte.
-Yo… No…
Me acerco y casi le hablo con mis labios pegados
a los suyos.
-¿Te hace sentir de la misma forma que yo? ¿Te
besa como yo? ¿Te hace temblar como lo hago yo?
¿Lo amas como me amas a mí? ¡¿Te coge mejor que
yo, Emma?!
-No… Pero no quiero todo esto.- Sus ojos se
llenan de lágrimas.- Nico, nunca voy a querer a otra
persona como te quise a vos.
-¿Me quisiste? ¿Ya no me queres?- Le pregunto,
al borde del pánico.
-Lo siento pero… No puedo.
Se da vuelta y comienza a caminar, arrastrando
su valija. La sigo y agarrándola del brazo la doy
vuelta.
-Emma… Mirame a los ojos y jurame por lo que
alguna vez tuvimos, que no me seguís queriendo.
Juralo Emma… Necesito verlo, necesito que me lo
digas.
Piensa y mira hacia todos lados como si estuviera
buscando una señal.
-Nico… Yo nunca voy a querer a alguien con la
misma intensidad que te quiero a vos. Nunca.
-Entonces, compremos un puto pasaje, a
cualquier lugar, donde sea y vayámonos juntos…
Vamos a pasar tiempo solos, lo necesitamos.
Puedo ver cómo su cabeza camina a mil por hora,
tratando de tomar una decisión.
¡¿Por qué tiene que pensar tanto?!
La abrazo y la aprieto fuerte contra mi pecho.
-Te amo Emma…- Acuno su cara y la miro
directo a los ojos.- Te juro, te juro… Juro que te amo
con todas mis fuerzas.
Comienza a llorar y me desespero.
-Nico… Yo no puedo permitir que otra vez
vuelvan a dudar si quieren quedarse conmigo o
no.- Habla en voz tan baja que mi piel se pone de
gallina.- No soporto la idea de volver a pasar todo
lo mismo…
Ahora lo entiendo. Lo entiendo todo.
-Emma…-Suspiro y me paso las manos por el
pelo pero vuelvo a acunar su cara.- Por favor, no
me sueltes. Te lo ruego. No me dejes libre. Yo… Yo
te juro que voy a hacer que todos los días vuelvas a
enamorarte de mí, otra vez. Te prometo que nunca
más voy a volver a dudar. Nunca más vas a volver
a revivir algo parecido, nunca más vas a sentir
miedo ni tener el corazón roto porque no te elijo.-
La beso y ella no se separa de mí pero siento el
gusto salado de sus lágrimas.
Se separa un poco, poniendo sus manos en mi
pecho y se seca las lágrimas. Su mirada se enfoca en
mis ojos y… ¡Carajo! Esto está mal… Está muy mal.
-Nico… Te dije que te estaba dejando, para
siempre. Yo no puedo con todo esto… No… No
soporto la idea de que hayas estado con alguien
más para probar que me querías. Eso no es justo
para vos… Y menos para mí.
¡No! No. No. ¡No me jodas!
-Emma… Te lo pido… Por favor… Por. Favor.
Te estoy diciendo que te elijo, para siempre. Quiero
que te cases conmigo, que tengamos dos, tres,
cuatro, cinco hijos… Que adoptemos dos más…
¡Quiero darte todo lo que quieras!
A pesar de mis palabras, ella vuelve a negar con
la cabeza y sus lágrimas no dejan de caer.
-No puedo… No puedo mendigar amor, otra
vez…
-No estás mendigando… Yo te lo estoy dando,
todo. ¡Todo!- Traga con fuerza y vuelve a negar.-
Emma, por favor, no me sueltes la mano. Por
favor… No lo elijas a él.
Sonríe pero, es una risa irónica.
-Esto no se trata de elegir… Mi final, con vos, ya
lo escribí.- Agarra mis manos con las suyas y las
separa de su cara.- Perdón pero… Creo que nunca
vamos a ser lo suficiente el uno para el otro… Me
voy.
Acaricia mi mejilla y agarro su mano, dándole
besos en la palma.
-Emma…- Pronuncio su nombre en susurros.-
Prometeme una cosa.- Asiente, sorbiéndose la
nariz.- Prometeme que si te arrepentís de dejarme,
vas a volver a mí.
Duda… Y piensa. Piensa, piensa…
-Lo prometo. Pero no me esperes.
Me río. Que ingenua.
-Emma… Siempre te voy a estar esperando.
Se acerca y apoya sus labios en los míos.
Tiembla… Tiembla como una hoja y se separa.
Su cuerpo da media vuelta y camina hacia el
micro. Le entrega el pasaje a un señor y deja la
valija al lado del tumulto de bolsos ubicado en el
piso. Y… Sube las escaleras, desapareciendo dentro
del autobús, sin mirar atrás.
La perdí.
Acabo de perderla, para siempre.
Epílogo.

No sé cuánto tiempo estuve sentado en ese banco


de mierda, pero cuando me di cuenta ya era de
noche. Había perdido la cuenta de los micros que
partieron y llegaron a la terminal. Sólo sé que tuve
que sentarme para poder ver cómo su autobús
partía y me quedaba con las manos vacías.
Emma se había ido.
Me sentía sucio, transpirado y mi pelo estaba
pegajoso del polvo que volaba en ese lugar. Era
como si estuviera en el mismísimo infierno y juro
que el calor era insoportable.
Cerré mis ojos que ardían de tanto llorar, y
rasqué mi cuero cabelludo tan fuerte como pude,
porque necesitaba distraer el dolor de mi corazón
hacia otra parte del cuerpo, pero era imposible.
Dejé caer mi cuerpo hacia delante, rindiéndome, y
apoyé mis codos en mis rodillas, tirando mi cabeza
hacia abajo. Y suspiré… Largué todo el aire que
tenía acumulado en mis pulmones desde que se
fue.
¡Carajo! ¿Cómo era posible que doliera tanto?
Emma me había abandonado y yo tenía que
entenderlo.
Mi corazón se había hecho un nudo y cayó a mí
estómago, porque toda la gravedad de mi cuerpo se
esfumó. Ya no sentía, no respiraba, no pensaba, no
vivía… Sin Emma no iba a poder sobrevivir, y
tampoco es que lo quería. No deseaba vivir sin ella.
Había encontrado la mujer para compartir mi
vida, y la dejé ir, como un estúpido.
-¿Nicolás?
¡Dios!
Creí que estaba divagando. Podía escuchar su
voz, pronunciando mi nombre tan claro… Y
deseaba que fuera real.
Entonces, abrí mis ojos y al lado de mis pies,
había unos zapatos amarillos. Yo conocía esos
zapatos… Levanté la vista muy despacio porque
tenía miedo que sea una ilusión, una mala jugada
de mi cabeza, pero ahí estaba Emma…
Ella estaba parada delante de mí y era real.
-Me… Esperaste…
Me puse de pie, como pude, y la observé. Mis
ojos se llenaron de lágrimas por la emoción… Sí,
carajo, estaba feliz de verla. ¡Muy feliz!
Tendió su mano y durante unos segundos dudé
en estrecharla pero lo hice, un poco confundido.
- Hola. Soy Emma Jota y tengo veintisiete años.
Soy dueña de una librería y de un bar. Sé que las
segundas partes no son buenas, pero nosotros
vamos como por la tercera, cuarta o quinta…-
Sonríe y niega con la cabeza.- Ya perdí la
enumeración, así que, supongo que eso no cuenta
para nosotros. Y estaba pensando…- Sus ojos se
llenaron de lágrimas y su voz comenzó a temblar.
Asentí con mi cabeza, alucinado.
-Emma… ¿Te digo qué es lo que más me
preocupaba de llegar a casa sin vos?- Asintió como
cinco veces seguidas y continué.- No sabía cómo
iba a explicarle a nuestro gatito que su mamá hoy,
tampoco iba a conocerlo.- Se rió y comenzó a
llorar.- Tiene tus ojos celestes, tú mismo carácter,
hasta se refriega igual que vos y su ronroneo es
muy parecido al tuyo, amor.
Se rió con carcajadas tan fuertes que creí morir.
Emma reía con su alma. Siempre lo hizo.
-¿De verdad adoptaste un… Gatito?- Sorbió su
nariz y se secó las lágrimas con su otra mano,
porque no pensaba soltarla otra vez.
Ni muerto la dejaba ir.
-Sí, de verdad. Y ya te ama tanto como te amo
yo.
Asintió otra vez y me observaba, con una
preciosa sonrisa.
Y es que ella siempre fue tan linda.
-Nico… ¿Y si nos volvemos a enamorar?
Negué y di un paso hacia delante.
-Yo ya estoy enamorado, Emma. ¿A caso no lo
ves? ¡Te dije que iba a esperarte!
Entonces, dio un paso hacia mí y besó mis labios,
cerrando sus ojos. Esta vez, solté su mano para
estrecharla contra mí, agarrándola de su delicada
cintura y pegándola a mi cuerpo.
Emma había vuelto a mí.
De verdad lo había hecho.
-Te amo tanto.- Me confesó con sus labios
pegados a los míos.
-Te amo más, mucho más. Y gracias…- Me
separo unos milímetros y acaricio su mejilla,
secando sus lágrimas.- Gracias por volver a mí,
pelirroja. Nunca, jamás quiero volver a estar tan
triste por…
-Chssss.- Pone un dedo en mis labios y sonríe.-
No pienso irme, nunca más. Lo prometo.
-Vamos a casa.- Le suplico.- Necesito hacerte el
amor.

Al llegar, la alcé en mi cadera y ella me envolvió


con sus piernas. Fui apoyando su espalda contra
todas las paredes, sin dejar de besarla. No quería
separar nunca más mis labios de los suyos.
No necesitaba atarla… Con ella siempre podía
hacer lo que yo quisiera porque nunca iba a
decirme que no a nada. Emma siempre se entregó a
mí sin preguntar, ni cuestionarme en absoluto.
Emma confiaba y eso era suficiente para mí.
Antes de llegar a la habitación, la desnudé tan
rápido cómo podían mis manos. Y ella hizo lo
mismo conmigo.
-Estoy… Sucio.- Le confesé, agitado.
Y era verdad. Me daba vergüenza estar con ella
sabiendo que estaba transpirado.
-¿Podes callarte de una puta vez? Necesito.
Estar. Con. Vos. ¡Sea como sea!
Me reí porque parecía apurada y enojada.
La llevé hasta la cama y la empujé, cayéndose de
espaldas contra el colchón.
Quería besar cada parte de su cuerpo, chupar y
morder su piel, porque la había extrañado. Y
necesitaba sentirla, saborearla y…
-¿Qué pensas?- Emma estaba al borde de la
histeria.
-¿Por qué estás tan apurada, amor? Podemos
tomarnos una semana para coger día y noche…
-¿Sabes cuánto esperé para tenerte de nuevo
conmigo?
Yo estaba de pie frente a ella, y sus piernas
colgaban de la cama y la observaba... Estaba
agitada, nerviosa y su pecho subía y bajaba y
carajo. ¡Me moría por metérsela! Porque sabía que
ya estaba preparada.
Entonces, me ubiqué encima de su cuerpo y tiré
de ella hacia arriba. Acuné su cara entre mis manos
y clavándole mis dedos en su nuca, la besé. Moví
solo un poco mi pelvis y mi pija entró resbalando
en su vagina. Emma me envolvió con sus piernas y
sus manos apretaron mi culo, jalándome hacia ella.
Mi cadera comenzó a subir y bajar, tan rápido
como me era posible, pero nunca dejamos de
besarnos. Era como si necesitara respirar a través
de ella y sus gemidos y jadeos me alimentaban para
seguir embistiéndola una y otra vez, más rápido,
más duro y más hondo.
Me dio la vuelta y comenzó a cabalgar encima de
mí, y juro por ella que parecía una Diosa. Su pelo
tan rojo como la sangre, estaba esparcido por su
pecho y sus tetas se movían al compás de su
cuerpo; su piel tan blanca como la leche brillaba y
sus ojos estaban clavados en los míos. Parecía
hipnotizada.
Sus manos subían y bajaban por mi torso y
paró… Dejó de moverse. ¿Qué mierda?
-Emma…- Pronuncié su nombre en voz baja.
-¿Confías en mí?
Asentí, sin dudarlo y su cuerpo se estiró, abrió el
cajón de la mesita de luz y sacó la cinta negra.
Tragué con fuerza… Creí… Creí que no lo
necesitábamos…
Ató mis muñecas al cabezal de la cama y tiré…
Carajo, estaban bien atadas.
Acercó su boca a la mía y me besó, pero a los
segundos se separó y continuó con su cabalgata.
Tiré de la cinta… No podía seguir atado y la miré.
Me sonrió… Una sonrisa diabólica y hermosa.
Mis huevos comenzaron a hormiguear y mi
cuerpo se puso rígido. Tiré la cabeza hacia atrás,
apretando mi mandíbula y cerrando mis ojos, para
poder controlarme.
Si ella estaba arriba y no dejaba de moverse, iba a
terminar. Mierda.
Mi pija se puso más dura y sentí cómo la sangre
de mi cuerpo disparó hacia la cabeza de mi pene,
que explotó en latidos y un placer inexplicable
invadió mi cuerpo.
-¡Aaaaaaaah! Mierda, Emma… ¡Aaaaah!
Mi cadera se movía sola y era la primera vez que
me ataban, haciéndome sentir vulnerable. No podía
controlar mi cuerpo y Emma no tenía intenciones
de parar.
-Emma.
-Estás hermoso. Cuando te dejas ir, sos más
hermoso.
¡Carajo!
¿Era posible poder terminar otra vez, sin siquiera
dos minutos de diferencia? Nunca me había pasado
de poder hacerlo tan seguido.
Entonces, mis pelotas se volvieron de piedra y mi
pija se puso al palo, otra vez. Y Emma comenzó a
moverse más rápido, más seguido, hacia arriba y
abajo, derecha e izquierda, en círculos y…
-¡Mierdaaaa!- Grité y me dejé ir, otra vez.-
Aaaaah. Carajo.
Sentí los músculos de su interior que apretaban
mi pija y continué eyaculando, como un pendejo de
trece años con su primera paja.
-¡Síiiii!- Gritó y se dejó ir.- Oooooh. Dios…
¡¿Cómo… siquiera… tuve la intención de dejar
esto?!
Después de unos segundos, Emma estaba
acostada encima de mi cuerpo y creo que no tenía
intenciones de desatarme.
-¿Emma, me vas a desatar?
-No. Antes quiero decirte algo.- Levantó su
cabeza y me miró.- Fui muy egoísta y te pido
perdón por eso. Sólo pensé en mí, y… No… Yo…
Vos también sufriste y nunca me puse a pensar en
lo que vos querías. Así que, volví y rogaba que
todavía estuvieras ahí, esperándome. Y estabas… Y
te juro que casi me muero cuando te vi sentado,
hecho una bolita. Te amé por eso. Te amé mucho
más de lo que te amo… Y creo que a veces, tienen
que pasar este tipo de cosas para darnos cuenta de
que todavía no es tarde. Con vos nunca fue tarde. Y
perdón por no pensar en vos, en tu accidente, en lo
que sentías y querías. Tuve que pensar las cosas
más de tres veces y no lo hice. Solo importaba… Yo.
Los dos nos equivocamos y… Creo que esto nos
hizo bien. Y vamos a estar bien.
Mordí mis labios porque no podía hablar. No
podía contestarle.
-¿Nico?
-Vamos a ser muy felices, vamos a casarnos, vas
a tener tu propia historia de amor y muchos hijos.
¿Queres hijos, Emma?
-Los quiero, con vos.- Me sonrió y me perdí.
-Te amo, Emma. Pero, si me desatas, puedo
presentarte a Rojo.
Carcajeó, tirando la cabeza hacia atrás.
-¿Le pusiste Rojo a un pobre gatito?
-Bueno, Rojo es un nombre muy lindo porque
me hacía acordar a vos.
-Sos el peor poniendo nombres a las mascotas.
-Lo sé.- Le sonreí y luego me desató.
La di vuelta tan rápido como pude, reía y quería
apartarme cuando comencé a hacerle cosquillas.
Un ronroneo llamó nuestra atención y miramos
hacia los pies de la cama. Rojo nos observaba
mostrándonos sus dientes y el puto gato parecía
contento. ¿Se estaba riendo? ¿Qué mierda hacía?
-Hola.- Le dijo Emma y él se acercó. Ella estiró
su mano y lo tocó.- Hola Rojo. Yo soy Emma.
El gatito pasó su cabeza por la palma de la mano
de mi novia y ella se rió.
-Es lindo. Y es muuuuy tierno.
-¡Baaaasta! Prestame atención a mí.- Le pedí y
me miró.- Emma, te amo.
-Y yo a vos. Mucho. Mucho. Mucho. Mucho.
Mucho.
Y la besé.
La besé porque la amo. Porque no imagino mi
vida sin ella. Porque es mi pelirroja favorita.
Porque es Emma y yo voy a darle el final feliz que
siempre deseó.
Porque tarde o temprano, esperemos o no, todos
nos merecemos esto. Un final feliz. Yo, Nicolás, me
merezco un final feliz.

Fin.
Agradecimientos

Escribir… Cuando escribo puedo escuchar mi


corazón latir, puedo escuchar el de los
protagonistas de mis libros porque ellos están
vivos. Puede que solo sea mi imaginación, que por
cierto tengo suficiente. Pero la imaginación
significa PODER. No estoy hablando del verbo
“poder”, estoy hablando del poder que tengo en
mis manos. El poder para escribir y dejar que mi
imaginación vuelve tan alto, más allá de la
realidad.
Escribir mis propias historias siempre fue mi
sueño y agradezco a la vida, al destino, a la Madre
Tierra y al Universo por permitirme hacerlo. Es
hermoso poder tener metas y objetivos, correrlos
tan rápido como puedas hasta atraparlos y
conseguirlos.

Soy una romanticona empedernida y una lectora


muy adicta. ¿Y saben una cosa? Tengo un grupo de
lectura el cual me ayudó muchísimo para escribir
partes de esta hermosa historia. Les pedí que me
envíen sus fragmentos favoritos del libro que más
les gusta y lo hicieron. Y por eso, están con sus
nombres en este libro, llamado “¿Y si nos volvemos a
enamorar?”. ¡Gracias abejitas! Me pongo de pie y las
aplaudo. ¡Gracias!
Como siempre, aprovecho la oportunidad para
agradecerle a Jess Duimovich, quién es la
encargada de hacer las portadas de mis libros y…
¡Es la mejor! Me entiende, me escucha y me analiza.
Y siempre consigue que me guste su trabajo. Te
agradezco todo esto y más.
Gracias a mis amigas, que son muchas pero que
unas pocas se meten de lleno con mis historias y las
leen. Sé que no a todos les gusta leer, pero me
encanta cuando me mandan un mensaje, con su
crítica.
En fin… ¡Gracias por seguir leyendo mis
historias! Yo no sería nada sin mis lectoras de
siempre.
Muchos besos y abrazos.
Estefi.
BIOGRAFÍA DE LA AUTORA.

Estefanía Scioli es una escritora argentina de 26 años


de edad que se recibió en el ISEC, en 2012. Estudió
periodismo pero en realidad sólo le gustan las novelas de
amor y sexo. En 2016 auto-publicó sus primeras novelas
“Bienvenidos a Italia”, “Un Sueño Cumplido” y “¿Y si
nos volvemos a enamorar?”, en Amazon. No le faltan las
ganas y el entusiasmo para continuar escribiendo.

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