Resumen de Los Documentales
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Resumen de Los Documentales
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Marx, K., & Engels, F. (1970). La ideología alemana. Grijalbo.
Homo erectus.
En Tanzania, se hizo otro espectacular hallazgo, un rompecabezas que iniciaba con
el descubrimiento de un cráneo particularmente grande (con una cavidad craneal que
duplicaba la del afarensis), clasificado como Homo erectus.
Del Homo erectus, se considera que su habilidad fue más allá que simplemente
caminar a dos patas, sino que también pudo dominar el fuego y construir
herramientas, todas pruebas de sus rasgos humanos y habilidades que le valieron
para extender su presencia en la tierra por casi 2 millones de años. 2
Si observamos al Homo erectus en relación a su entorno, estaba en clara desventaja
frente a su competencia, animales y en especial felinos que estaban dotados de más
fuerza, velocidad y habilidades cazando. Una de las mayores amenazas para el
Homo erectus eran los leopardos, no solo por el hecho de ser un competidor superior
en la lucha por la obtención de carne, sino también por ser una presa fácil del felino;
parecía una lucha perdida, de no ser por la única ventaja que el Homo erectus tenía
sobre esta especie y las demás: su cerebro desarrollado, el cual le permitió adquirir
habilidades, construir herramientas y manipular el fuego para poder defenderse de
sus depredadores e incluso cocinar. Su capacidad de crear herramientas y manipular
el fuego le sirvieron para desarrollar su cerebro (gracias al consumo de carne y los
beneficios nutricionales que este alimento conlleva).
Aunque aún conserva rasgos simiescos en su rostro, su estatura y contextura se
asemeja a la del hombre de la actualidad.
Homo Sapiens.
Aun con sus avances, que hoy perviven en la sociedad, el Homo erectus carece de
rasgos fundamentales para constituir el hombre que puede razonar, que es creativo y
resuelve problemas.
Un cerebro más grande (incluso mayor que la suma del volumen de los cerebros de
las especies anteriores), es el que ayudó al Homo Sapiens a desarrollarse como una
especie que recoge todos los rasgos esenciales tratados en las 2 especies anteriores,
pero el Homo sapiens va un paso más allá, con una característica esencial: la
creatividad, la capacidad de imaginar, de poder desarrollar un lenguaje y adaptarse
ante cualquier cambio cultural y territorial. No obstante, se pone en duda que la
capacidad de ser “creativo” sea una característica innata dentro de los 200 mil años
que existió esta especie, ya que sus primera herramientas eran muy sencillas y no
hay registros de arte rupestre que date en esas fechas. Pero hace unos 60 mil años
2
Para dar cuenta de la insignificancia (en términos de tiempo) de nuestra existencia, esta
especie sobrevivió 17 veces más de lo que nuestra especie ha sobrevivido en la tierra.
ese Homo sapiens primitivo cambió, adquirió la capacidad de hablar, crear arte y
dominar su entorno, sucesos que implican el surgimiento de la “creatividad” dentro
de la especie, esto supuso el paso definitivo hacia la modernidad; y todo esto fue
provocado por una tragedia de proporciones gigantescas: la erupción de un
supervolcán en Indonesia, que como dicta Darwin, forzó la supervivencia del más
apto, y esto tiene sentido cuando las primeras muestras de arte y los registros de
herramientas sofisticadas datan de la época de erupción del supervolcán. Según
muchos, fue en ese momento donde por fin, luego de más de 4 millones de años, nos
convertimos en humanos.
Ahora se hará énfasis en un análisis respecto a las habilidades, rasgos y partes del
cuerpo que, algunas de estas especies (e incluso algunas mucho más antiguas)
comparten; que posteriormente constituirán el cuerpo y la mente de nuestra especie.
Lanzamiento, una función de la coordinación óculo-manual.
Una condición innata para casi todos nosotros; y debe tener algún origen. Nada
surge de la nada y una habilidad fundamental para la supervivencia no será menos,
hace millones de años, en las épocas de las glaciaciones, el alimento escaseaba y
dicho problema requería de una habilidad de suma precisión, una solución de vida o
muerte, que derivó en muchas de las actividades que realizamos en la cotidianidad,
de las lanzas pasamos a los balones o cualquier otro objeto imaginable.
El hipo, un remanente del mundo acuático.
Aquel sonido que proviene de la epiglotis, un reflejo humano del que no parece
haber rastro en la historia. Resulta que el hipo es un vestigio de una época anfibia,
donde nuestros ancestros tenían la capacidad de hipar, para poder sobrevivir en estos
dos mundos, aire y agua.
Flexión, un ejercicio histórico.
Cuando vamos al gimnasio y hacemos este simple ejercicio, ponemos al servicio de
nuestro cuerpo los mismos huesos del antiquísimo Tiktaalik, misma capacidad que
le dio la facultad de salir del agua y, poder hipar, vivir tanto en el agua como en la
tierra.
Oídos, un legado de épocas inimaginables.
Podemos oír gracias a 3 minúsculos huesos dentro del oído, su origen nos traslada a
una época lejana, hace 260 millones de años, la tierra era dominada por reptiles
primitivos. Uno de estos reptiles es el Dimetrodon, cuyos huesos de la mandíbula
componen lo que hoy en día es nuestro oído. Lastimosamente, casi todos los seres
vivos se extinguieron tras erupciones masivas que sofocaron la vida en el planeta.
Otras extinciones en masa:
Ha habido 5 extinciones en masa, ocurren aproximadamente cada 100 millones de
años, la más reciente está estrechamente relacionada con nosotros. “La piel de
gallina”, se vincula a criaturas peludas del tamaño de una rata que vivían en cuevas
hace cerca de 65 millones de años; y que de no ser por el impacto de los asteroides
que exterminaron a los dinosaurios, quizá no existirían y nosotros tampoco.
Espasmos, un mecanismo de defensa primitivo.
El espasmo mioclónico se da durante el comienzo del sueño, cuando estamos
relajados, el cerebro cree que esta relajación corresponde una caída, con lo cual
responde tensando los músculos, lo cual sacude nuestro cuerpo. Hace millones de
años dormíamos en árboles, por lo tanto corríamos el riesgo de caer, y ser presa fácil
de un sinfín de depredadores que acechaban en la época. Éramos parte del menú, no
estábamos por encima de ninguna otra especie y por ello nuestro cuerpo quedó
marcado incluso hasta nuestros días.
Otros mecanismos de defensa antiguos.
Hay miedos irracionales, en los cuales se esconden los temores de nuestros
ancestros, hablar de serpientes o arañas, puede causar pavor en la mayoría de
nosotros.
Algo parecido ocurre con los sonidos, donde por ejemplo, muchos sonidos
chirriantes pueden provocar expresiones faciales y reacciones físicas desagradables.
En una época crítica hace 4 millones de años nuestros ancestros solo poseían una
herramienta en la oscuridad, los oídos, y producir sonidos altos y molestos para
intentar evadir depredadores era una estrategia de vida o muerte.
Esto no escapa a la vista, donde por ejemplo podemos reconocer rostros en objetos
inanimados, una señal que implicaba en la antigüedad, la detección de depredadores
y la lucha por la supervivencia.
Aquél que fue cazado se convirtió en cazador.
Aunque no siempre fue así, en la actualidad el ser humano puede gozar de ser el
tope de la cadena alimenticie. El ser humano a diferencia de sus parientes está
diseñado para correr, esta habilidad representó una capacidad única dentro de las
habilidades de caza. Hace 2.6 millones de años, África sufrió cambios ambientales
fuertes, el ser humano debía adaptarse para sobrevivir, la gente corre maratones por
gusto, quizá un vestigio de la necesidad de adaptarse y adquirir resistencia para
correr y cazar para sobrevivir.
Ira, ¿el lado oscuro del hombre?
Si hay escasez, el hombre no temerá en pelear para obtener lo necesario para su
supervivencia, por ejemplo los bonobos (una especie de primates), contrario a
nosotros, son incapaces de ser violentos. La respuesta a nuestra violencia parece
situarse en África, donde las glaciaciones que produjeron una falta de alimentos
generalizada hicieron que nuestros antepasados y demás especies luchasen por
sobrevivir.
Déjà vu.
Nuestro cerebro no deja de sorprendernos, un déjà vu no es más que una falla en
nuestro cerebro, una tormenta eléctrica que se desencadena en nuestro interior, que
se manifiesta como una sensación premonitoria, es un error que ha acompañado el
desarrollo del cerebro durante toda la historia de la humanidad.
La evolución no solo corresponde al cuerpo, sino también a la mente.
Las apuestas son parte de nuestra vida, la intuición del hombre es fuerte, a pesar de
ser consciente de la aleatoriedad propia del azar. Un jugador experimentado puede
escapar a las emociones y al instinto, pero el común de nosotros viene con una serie
de ordenes por defecto, unos instintos viscerales alrededor del cual evolucionaron
nuestros antepasados.
Emociones básicas.
Miedo, ira y asco, en todo el mundo las respuestas de nuestro cuerpo son las
mismas, los científicos creen que hay algo más allá de esas simples pero
generalizadas reacciones instintivas, que estas emociones nos han acompañado a lo
largo de la supervivencia de nuestros ancestros, las enfermedades eran mortales y
nuestros ancestros debían evitar los gérmenes y las infecciones a toda costa.
El gran cuello de botella.
Todos tenemos unos pocos antepasados en común. Hace aproximadamente 60 mil
años, como se mencionó antes, tuvo lugar la explosión de un supervolcán, donde la
especie se redujo tanto que estuvo al borde de la extinción, un par de miles de
supervivientes derivaron en las miles de millones de personas que habitan la tierra;
somos un 99.9% idénticos, algo sorprendente, una consecuencia directa de dicha
catástrofe.
Algunas apreciaciones finales.
“después de cierto número de soles
el anillo se gasta en vuestro dedo,
el gotear la piedra agujerea,
la reja del arado ocultamente
en los surcos se gasta, y con los pasos
los empedrados desgastarse vemos;
en las puertas también las manos diestras
de cobreñas estatuas se adelgazan
con los besos continuos de unos y otros”3 Lucrecio
Sencillamente, somos efímeros; por ello quise traer este fragmento de la poesía de
Lucrecio, porque en muchas ocasiones tenemos una visión antropocéntrica del
mundo y de la historia del universo, cuando no somos más que un suspiro dentro de
su inmensidad, y neciamente pensamos que la única historia que importa es la de los
últimos 1000-2000 años por los cambios que estos años han implicado para
nosotros, si bien esta idea es razonable, es un error ignorar lo que hay más allá y es
necesario ampliar nuestra visión del mundo con este tipo de documentales y la
producción literaria que haya al respecto.
Debo confesar que este tipo de documentales siembran en mi un sentimiento de
desasosiego, que me abruma y me lleva al borde del abismo, nuestra historia, aún
dentro de su innegable espectacularidad e importancia, es minúscula en comparación
con el titán que es el universo.
Una serie de documentales que recuerdo con cariño es “Cosmos: A Spacetime
Odyssey”, en su primer episodio se trata el “calendario cósmico”: el universo tiene
13800 millones de años, si ese tiempo lo comprimimos a escala en un año de nuestro
calendario, cada día son alrededor de 40 millones de años; 10 millones de años atrás,
el calendario cósmico nos remite a la última tarde del último día del año, nosotros ni
siquiera habíamos evolucionado en lo que somos hoy, nuestros antepasados estaban
en África moviéndose entre los árboles de la selva, 10 millones de años parece ser
mucho tiempo pero dentro de esta escala, es tan solo una mísera tarde y esta
transformación a escala es en lo que suelo pensar cuando reflexiono respecto a la
historia como una totalidad universal.
Por ultimo y, paradójicamente volviendo al principio, la cita de Marx y Engels es un
reflejo de mi postura, que se muestra a favor y que muchos de los que participaban
en los documentales alegaban: el ser humano es humano por su creatividad, el ser
humano en específico comenzó a escribir su historia solo cuando pudo contar con
esta facultad, y es que esas necesidades (comer, beber, alojarse bajo un techo,
vestirse y algunas cosas más), son las que, respaldadas por la creatividad que nos
hace humanos, han escrito nuestra historia y son la base de la que ella parte.
3
Lucrecio (2004). De la naturaleza de las cosas (9.a ed.). Cátedra. Universitario.