Edad Patrística

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SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ DE ZIPAQUIRÁ

HISTORIA DE LA ESPIRITUALIDAD
FREDY ALEXANDER LEÓN DUITAMA, PBRO. FECHA: 02 DE SEPTIEMBRE
2021
HELMER FABIÁN DE LA RUE LEÓN

Edad Patrística (El desarrollo de la «Gran Iglesia», siglos IV – VII)


En los primeros siglos, la Iglesia sufrió distintas persecuciones por parte del Imperio
Romano, a tal punto que el martirio se volvió la forma más común de espiritualidad. Sin
embargo, poco a poco la Iglesia fue dejando de ser perseguida 1 para ser la religión de todo el
territorio romano e incluso llegar a ser perseguidora de los paganos. Es aquí donde la Iglesia
inicia una gran etapa de su historia, es el origen de la evangelización, de la lucha contra distintas
herejías; aquí se empieza a fortalecer la relación Iglesia – Estado que tanto afectará la vida
eclesiástica posteriormente.
De lado de la espiritualidad inicia la vida monástica, si antes se hablaba de martirio y
virginidad, ahora los términos comunes son monje, monacato, ermitaño, cenobita, yermo, reglas
monásticas, ascetas, entre otros. En cuanto al monacato:
Las preguntas se precipitan en cascada: ¿Es un movimiento originario del cristianismo? ¿Es
copia de instituciones preexistentes en religiones y filosofías anteriores? ¿Qué iban a buscar los
cristianos para vivir en comunidad abandonando el mundo? ¿Qué sentido tiene la «huida del
mundo»? ¿Existe una espiritualidad «monástica», propia del monacato? ¿Qué piensan los monjes de
sí mismos como cristianos? Estas preguntas son algunas de las muchas que se pueden hacer y que,
respondidas, nos ayudan a entender el monacato y su espiritualidad. (Ibíd.pág.38)

Para hablar de la espiritualidad monacal es necesario ahondar también en la vocación, el


monje se siente llamado al bautismo, a ser creyente y así, el monasterio será el lugar más
indicado para vivir la vocación del cristiano. Pero ¿por qué optar por este estilo de vida? Algunos
afirman que en ciertas ocasiones lo hacían para evadir responsabilidades como las deudas, para
evitar una determinada situación social o económica como la pobreza.
Pero, estos casos son pocos, muchos de los que ingresaban a la vida monacal lo hicieron
como un signo de protesta por la politización de la Iglesia en ese momento; incluso “algunos
hablan también de la huida de las ciudades a los desiertos en tiempos de las persecuciones. Así
interpreta Jerónimo la vocación eremítica de Pablo de Tebas, que se refugió en el desierto en
1
Los emperadores Licinio y Constantino en reuniones tenidas en Milán en febrero del 313 establecen que “a
todos los súbditos, incluidos expresamente los cristianos, se les autoriza a seguir libremente la religión que mejor les
pareciera”. Se superaba el decreto con el que Galerio unos años antes toleraba a los cristianos. Con ese decreto del
313 comenzaba la Iglesia un caminar, que hoy se considera ideal para que la Institución fundada por Jesucristo para
continuar su obra salvadora en medio de los hombres, pudiera llevarse a cabo.
Podríamos decir que lo que luego obtendría la Iglesia cuando fue declarada por el poder civil como la
religión exclusiva sentó las bases para una historia atormentada. Esa confusión y mezcla del poder civil y el religioso
dio origen a realidades de las que hoy no podemos enorgullecernos.[ CITATION Med21 \l 9226 ].
tiempos de la persecución de Decio (hacia el 250). Otros aluden al monacato como un sucedáneo
del martirio al desaparecer éste en tiempos de paz. Los monjes y solitarios vieron la posibilidad
de un martirio cotidiano en la vida monástica y eremítica.” (Ibíd.pág.39).
La vida del desierto o en él tiene toda una espiritualidad, es un lugar complejo
geográficamente pero también es una actitud ascética que hace del cristiano una persona virtuosa.
Ciertamente los monjes encontraban en el desierto el silencio, la soledad, el viento, pero, sobre
todo, se encontraban con Dios, “por los acontecimientos histórico-salvíficos, no sólo por
deducciones psicosociales, el desierto ha sido un obligado lugar de referencia en la historia de la
ascesis cristiana y por supuesto en la historia del monacato. Existe una «espiritualidad del
desierto» con apoyo de la Sagrada Escritura redescubierta por los primeros monjes”. (Ibíd.pág.39).
Inicialmente los monjes eran eremíticos, es decir vivían únicamente en el desierto y en
soledad, la experiencia de San Antonio2 (+356) fue uno de los testimonios más grandes respecto
al tema. Empero, se podría decir que este estilo de vida evolucionó y se convirtió en una forma
cenobítica, donde ya no era en el desierto sino en los monasterios y viviendo en comunidad; el
gran representante de ello es San Benito 3 (+547). Ellos se dedicaban a la Sagrada Escritura,
entonces de no es raro afirmar que es una espiritualidad que nace del encuentro con la Palabra de
Dios. Obviamente este estilo de vida o mejor, esta vocación implicaba el desprendimiento de
absolutamente todo, era la lucha ascética el camino para conseguir la perfección.
Es famosa la frase: “ora et labora”, pues resume muy bien la vida del monje que, dedicaba
su vida a la oración, pero, además, al trabajo manual e intelectual según su talento; esto tenía
2
 El relato de su vida, transmitido principalmente por la obra de san Atanasio, presenta la figura de un
hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de piedad cristiana. También figura en el Calendario de
Santos Luterano. El relato de su vida tiene elementos históricos y otros de carácter legendario; se sabe que abandonó
sus bienes para llevar una existencia de ermitaño y que atendía a varias comunidades monacales en Egipto,
permaneciendo eremita. Se dice que alcanzó los 105 años de edad. De acuerdo con los relatos de san Atanasio y de
san Jerónimo, popularizados en La leyenda dorada del dominico genovés Santiago de la Vorágine en el siglo XIII,
Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. La tentación de san Antonio se volvió un tema
favorito de la iconografía cristiana, representado por numerosos pintores de importancia.3Su fama de hombre santo y
austero atrajo a numerosos discípulos, a los que organizó en un grupo de ermitaños junto a Pispir y otro en Arsínoe.
Por ello, se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana. Sin embargo, y pese al atractivo que su
carisma ejercía, nunca optó por la vida en comunidad y se retiró al monte Colzim, cerca del Mar Rojo, en absoluta
soledad. Abandonó su retiro en 311 para visitar Alejandría y predicar contra el arrianismo.
3
fue un monje cristiano, considerado el iniciador de la vida monástica en Occidente y venerado como santo
por las Iglesias católica, Iglesia ortodoxa y luterana. Fundó la orden de los benedictinos cuyo fin era establecer
monasterios basados en la autarquía, es decir, autosuficientes; comúnmente estaban organizados en torno a la iglesia
de planta basilical y el claustro. Es considerado patrón de Europa y patriarca del monacato occidental. Benito
escribió una regla para sus monjes, conocida luego como la «Santa Regla», que fue inspiración para muchas de las
otras comunidades religiosas. Benito fue enviado a Roma con 12 años para estudiar junto a su hermana, pero se
sintió decepcionado con la vida que encontró allí. No parece haber salido de Roma con el propósito de convertirse en
ermitaño, sino solo para encontrar un lugar alejado de la vida de la gran ciudad. Con 17 años se llevó con él a su
vieja cuidadora Cirila como sirvienta y se establecieron para vivir en el Valle dell'Aniene, en la actual Eufide
(Lazio), que la tradición de Subiaco identifica con el actual Affile y que se encuentra en las montañas Simbruini, a
unas cuarenta millas de Roma y dos de Subiaco. En el Valle dell'Aniene completaría su primer milagro reparando
una valija rota de su cuidadora, lugar donde la dejaría para marchar al Valle de Subiaco cerca de los antiguos restos
de una villa neroniana, donde el agua del río Ariene alimentaba a tres lagos. Cerca de Eufide se encuentra la entrada
a un valle estrecho y sombrío, que penetra en las montañas y conduce directamente a Subiaco
como finalidad “ganar el sustento con el sudor de la frente; ofrecía la posibilidad de ejercitar la
caridad fraterna: tener autonomía económica y no depender de nadie; finalmente, el trabajo como
mortificación.” (Ibíd.pág.46).
Durante esta época hubo personajes eximios, como es el caso de San Agustín de Hipona
(354-430), Dionisio Areopagita (siglos V – VI) y San Gregorio Magno (540 – 604). Cada uno
desde su experiencia y espiritualidad enriquecieron la vida de la Iglesia en esta parte de su
historia; incluso, desde la parte intelectual con su filosofía y teología han marcado la vida
eclesiástica.
Así mismo, se destaca San Benito y su regla contenida en 73 capítulos hecha en el siglo
VI. Dichos estatutos fueron creados para regir la vida cenobítica de los monjes, a nivel espiritual
y administrativo, donde el abad es quien jerárquicamente está liderando la comunidad y era
reconocido por su paternidad espiritual, “y este concepto es el que tiene en San Benito, como un
vicario de Cristo-Padre, de Cristo-Hermano de los monjes a los que sirve. Esta funcionalidad y
preeminencia religiosa del abad es la que debe provocar la fe-obediencia en el monje. Es el alma
del monasterio, presente en todos sus quehaceres” (Ibíd.pág.60).

Bibliografía
Medina, P. C. (24 de Agosto de 2021). Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Obtenido de Universidad Católica de la Santísima Concepción:

https://www.ucsc.cl/blogs-academicos/edicto-de-milan-del-ano-313/

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