Dulce Cruz

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DULCE CRUZ

Byung-Chul han

Resumen

Un gran escándalo se presentó el Viernes Santo de 1727 cuando se estrenó la Pasión según San
Mateo en la iglesia de Santo Tomás en Leipzig. La obra del compositor Johann Sebastián Bach dejó
sumamente perplejos y horrorizados a los oyentes y fue calificada como una ópera o una comedia.
Así lo relata Gerber en su Historia de las ceremonias eclesiásticas en Sanjonia. Esta probabilidad se
debe a que los kantianos desaprueban la costumbre de utilizar música durante la misa, al ser
propensa a la voluptuosidad. La música y la pasión no son compatibles. La música será compuesta
de tal modo que no resulte demasiado operística, sino más bien anime a los oyentes a la devoción.

Por esta época la sonoridad es armoniosa, intensa y opulenta, y poco a poco lo sacro va
desprendiéndose del contexto litúrgico donde el nuevo público musical lo conforman los expertos
y los melómanos. Por otro lado, para los pietistas la música no debe subordinar a la palabra y se
utiliza como un ornato para su Iglesia, e incluso, el órgano debe reducirse a la función de
acompañar para mantener la entonación y afinación de sus cantos, de esta forma se priva a dicho
instrumento de todo valor estético propio.

Así pues, la música litúrgica resulta extrínseca ya que se perciben los conciertos musicales como
nada más que para divertir el ánimo, y no para que la música se dirija íntimamente a los asuntos
divinos. La música es lo externo, de lo cual hay que proteger lo interior. La música se degrada a un
aditamento y se subraya reiteradamente la prioridad de la palabra; no obstante, se presenta una
fuerte contradicción al poner música en los salmos para que las melodías eleven al corazón a
través de los oídos. Los salmos deben embriagar el espíritu.

No se debe confundir la música cibelea con la música litúrgica, ya que la primera elevaría el éxtasis
y se descuidaría la palabra. ¿Pero cómo distinguir entre la ebriedad del espíritu y la del ánimo? Así
pues, la tarea consistía en no mezclar la sangre sagrada de Cristo con la sangre de Cibeles. Pero su
sabor es muy parecido, ambas son dulces y ambas embriagan. La música pasa por una etapa de
hibridación entre lo profano y lo sacro, y, ahora sirve para formar el gusto y el deleite.

Resulta irónico que la Pasión según San Mateo de Bach quedara en el olvido, solo cien años más
tarde la volvió a dirigir Mendelssohn en Berlín, pero no en una iglesia, sino en una sala de
conciertos. Se realizaron modificaciones a la obra de Bach para elevar la tensión dramática y así
lograr el regocijo del ánimo de los melómanos. Entre los críticos de tan magnificente obra tenemos
a Nietzsche, quien la describe en 1870, como una música que niega la voluntad y evoca el
cristianismo sin el recuerdo de la ascesis; sin embargo, agrega que en la música de Bach hay
todavía una cristiandad demasiado cruda, y quien se haya olvidado totalmente del cristianismo
tampoco recobrará la fe gracias a una música de la pasión. Dios podría ser un efecto teatral,
sonoro del contrapunto, que se desvanecería en cuanto la música dejara de sonar.

En este punto el arte o la música artística como religión presupone ya su decadencia. Nietzsche a
su corta edad reflexiona sobre la música moderna como, una función para dirigir nuestros
pensamientos hacia lo alto, elevarnos. La música no se debe emplear como divertimento,
considerando así que, lo moderno es análogo a aquella juventud que todavía carece de
pensamientos propios y no produce más que una bella apariencia sin ninguna profundidad. No
obstante, el Nietzsche tardío celebrará la ligereza y la juventud, esta música de la salud y de la
naturaleza es por el contrario una música del radiante y dulce estar aquí, que no necesita ninguna
salvación: La liberación de una permanente necesidad de redención.

El deleite oscila entre Dios, el paladar y el sexo. La voluptuosidad regresa dando rodeos a nivel
sacro. No sólo el café o el beso son dulces, sino también la cruz, Dulce cruz.

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