La Humildad
La Humildad
La Humildad
Tratar el tema de la humildad es complicado debido a que el que más o el que menos de
nosotros tiene arrestos de orgullo humano que es la contrapartida de la humildad. Este
orgullo lo tratamos de disculpar con argumentos que nos favorezcan frente a la poca
humildad que demostramos. Jesús enseñó y practicó la humildad. Dijo además: "El que
se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mateo 23.12).
¿Cómo ve Dios a los humildes? El profeta Samuel pensó que Dios había escogido a
Eliab para ser rey de la nación hebrea. Pero Dios le dijo: "No mires a su parecer, ni a lo
grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el
hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón" (1 Samuel 16.7).
El escogido por Dios fue David, un hombre fiel y humilde (1 Samuel 13.14; 16.4-13).
Dios en verdad se opone a los altivos, orgullosos, pero da bondad inmerecida a los
humildes (Santiago 4.6). El Salmo 138.6 dice que Dios es alto, y sin embargo al humilde
y al altanero los ve de distancia.
No debe extrañar al cristiano que Dios espere de él humildad. Es una de sus cualidades
divinas. David al ser salvado por Jehová de sus enemigos cantó: "Tu propia humildad me
hará grande". La humildad de Dios mostrada ejerciendo misericordia para con el mundo
pecaminoso, ofreciendo a su Hijo Jesucristo en la cruz para librar al hombre del pecado,
fue una demostración de humildad, de amor (Romanos 5.8; 8.20-21).
Cuando Jesús dijo: "El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido", no fue una simple retórica. La noche antes de ir a la cruz, Jesús lavó los pies
a los apóstoles, y así rindió un servicio que acostumbraban a dar sólo los esclavos (Juan
13.2-5). No es raro entonces que el apóstol Pablo aconsejara a los filipenses que
consideraran a los demás superiores a ellos y que desplegaran una actitud humilde como
la de Jesucristo.
La humildad nos beneficia en el sentido que impide que nos jactemos de nosotros
mismos como muchas veces lo hacemos. Así no incomodamos a nadie, y evitamos la
vergüenza personal, si nuestros logros no los han impresionado. Debemos jactarnos en
Dios y no en nosotros mismos (1 Corintios 1.31). La Biblia nos enseña que la humildad
nos ayuda a obtener guía divina. Daniel se humilló ante Dios y buscó guía y
entendimiento. Cuando Esdras se dispuso conducir fuera de Babilonia al pueblo de Dios
con muchas riquezas para embellecer el templo de Jerusalén, dictó un ayuno para que el
pueblo se humillara delante de Dios. El resultado fue que durante el viaje Dios los
protegió. Debemos mostrar humildad genuina en nuestro trabajo de predicar el evangelio
y no tratar de cumplir con nuestra propia sabiduría y fuerza las responsabilidades que
Dios nos ha dado.
No hay duda alguna que la humildad cristiana hará que el Reino de Dios en la tierra, la
iglesia de Cristo, se engrandezca acorde a la voluntad de Dios y su fundador, Cristo
Jesús. "Humillaos delante del Señor, y él os exaltará" (Santiago 4.10). Así sea.