PASAMAR. Profesión Historiador España Franquista
PASAMAR. Profesión Historiador España Franquista
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LA ESPAÑA FRANQUISTA1
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Conferencia pronunciada el 10 de diciembre de 1998.
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Rafael Altamira, Cuestiones modernas de Historia, Madrid, Aguilar, 1935, p. 147.
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Jaime Vicens Vives, Obra dispersa, Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1967, vol. I, p. 15.
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Rafael Altamira, La enseñanza de la Historia, Madrid, Victoriano Suárez, 1895,
p. 195.
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José María Jover, “El siglo XIX en la historiografía española contemporánea
(1939-72)”. España. Doce Estudios, Barcelona, Planeta, 1974, p. 17.
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Javier Malagón, en “Los historiadores y la Historia en el exilio” (J. L. Abellán
(dir.), El exilio español de 1939, vol. V, Madrid, Taurus, 1978, pp. 245-353), cita más de
ciento veinte autores, pero incluye también a todos los que se convirtieron en historia-
dores en el exilio y a todos los que escribieron ocasionalmente alguna obra de historia
en el propio exilio.
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tóricos abandonó todas sus actividades, cerró sus puertas y quedó bajo la
custodia del arqueólogo y especialista en Historia antigua, Antonio García
Bellido. En ninguna parte, salvo en el caso catalán, se iniciaron las clases
universitarias en el otoño de 1936. Un buen número de los jóvenes de cla-
se media que en aquel verano preparaban oposiciones y tesis doctorales,
acabaron cogiendo el fusil, bien enrolados en los ejércitos franquistas, bien
en el de la República. La más frecuente dedicación intelectual e historio-
gráfica de esos jóvenes, estudiantes y profesores fueron las colaboraciones
propagandísticas de algunos en diarios y revistas de la Falange Unificada. A
veces no eran tan jóvenes, como el catedrático de Historia de España de la
universidad de Madrid e historiador consagrado, Antonio Ballesteros Beret-
ta, quien participó de buen grado en la Historia de la revolución nacional espa-
ñola publicada en París en 1939-1940 a instancias del Ministerio de Educa-
ción Nacional. Hubo historiadores reconocidos que fallecieron en la
Guerra. Tales fueron los casos del profesor de Derecho Román Riaza; los
discípulos de Ballesteros, Claudio Galindo Guijarro y Julián María Rubio; el
reputado helenista catalán, Lluís Segalà, que murió en Barcelona en un
bombardeo; o el Padre Zacarías García Villada, colaborador habitual del
Centro de Estudios Históricos en los años veinte, y que escribió un libro
propagandístico, en favor de los sublevados, titulado El Destino de España en
la Historia Universal (1936), considerado la causa de su asesinato en un
“paseo” en la carretera de Vicálvaro.
Tan o más significativo que el cercenamiento de la propia comunidad
historiográfica fue la intervención gubernativa en la misma, ya iniciada por
la Junta Técnica de Estado durante la contienda, y que revistió varias for-
mas:
La primera y una de las que más amargaron la vida de muchas perso-
nas, fue, sin duda, la “depuración” de profesores. Tras el pronunciamien-
to militar, los gobiernos de la República y de la Generalitat se apresuraron
a decretar la “separación definitiva”, en las universidades de Valencia y Bar-
celona, de ciertas personas que habían colaborado con los sediciosos; en
este caso, historiadores como el marqués de Lozoya, conocido dirigente de
la CEDA, o Antonio de la Torre, catedrático de Barcelona, anticatalanista
huido de la Ciudad Condal y que pasó al bando franquista. Por su parte,
el proceso de depuración desencadenado por el franquismo fue mucho
más amplio y prolongado en el tiempo. Dejando a un lado a los más furi-
bundos franquistas —algunos incluso consideraban la depuración propia
como un rasgo de lealtad política—, el fenómeno se vivió, ya en la pos-
guerra, con una mezcla de humillación, temor e impotencia ante la extre-
mada arbitrariedad administrativa. No faltó también el miedo a las dela-
ciones, a las falsas denuncias y al espíritu de revancha. El historiador
aragonés José Camón Aznar, discípulo “emancipado” de Manuel Gómez
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José Camón Aznar, Perfil autobiográfico, Zaragoza, Museo e Instituto Camón Aznar,
1984, p. 36.
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En estos tres casos, los maestros directos y padrinos fueron, respectivamente:
Vicens Vives, Luis Pericot y Manuel Fernández Galiano, que impulsaron la investigación,
se adaptaron a la universidad franquista y se consolidaron en el Consejo Superior.
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Luis Gil, “Filología helénica e historia crítica del humanismo”, Anthropos, 104
(1990), p. 15.
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10
José M. Jover, “Nota bibliográfica de las ‘Actes du Congrès historique du Cente-
naire de la Révolution de 1848’”, Arbor, XVI (junio, 1950), p. 321.
11
Federico Suárez Verdaguer, “Planteamiento ideológico del siglo XIX español”,
Arbor, 29 (mayo 1948), p. 61.
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Cfr. Gregorio Morán, El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo,
Barcelona, Tusquets, 1998, p. 166.
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Epílogo
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