San Jeronimo

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Jerónimo (santo)

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Jerónimo

Doctor de la Iglesia
proclamado el 20 de septiembre de 1295 por el papa Bonifacio VIII

Información personal

Nombre de
Eusebius Sophronius Hieronymus
nacimiento

Nombre en
Sophronius Eusebius Hieronymus 
latín

Nacimiento 342
Estridón, Dalmacia 

Fallecimient 30 de septiembre de 420 (78 años)
o Belén, Palaestina Prima 

Sepultura Belén 

Religión Iglesia católica 


Educación

Alumno de Evagrio Póntico


Elio Donato
Apolinar de Laodicea 

Información profesional

Ocupación Clérigo, teólogo, historiador, apologeta, traductor de


la Biblia, anacoreta, poeta, escritor y biblista 

Información religiosa

Canonizació
Santo 
n

Festividad 30 de septiembre (Occidente)
15 de junio (Oriente)

Atributos Vestiduras cardenalicias, vida eremita, libro,


acompañado por un león

Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa y Comunión


anglicana.

Patronazgo  Croacia,   San Jerónimo,   Santa Fe,   


Córdoba, Orden de San
Jerónimo, traducción, archivos, bibliotecas, arqueolog
ía, Alhué

Obras
Vulgata 
notables

              
Títulos y
reconocimientos[mostrar]

[editar datos en Wikidata]

Eusebio Hierónimo1 (en latín, Eusebius Sophronius Hieronymus;


en griego, Ευσέβιος Σωφρόνιος Ίερώνυμος)
(Estridón, Dalmacia, c. 340 - Belén, 30 de septiembre de 420), conocido
comúnmente como san Jerónimo,1 pero también como Jerónimo de
Estridón o, simplemente, Jerónimo, tradujo la Biblia del griego y
del hebreo al latín por encargo del papa Dámaso I. La traducción al latín de
la Biblia hecha por san Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, 'edición
para el pueblo') y publicada en el siglo IV de la era cristiana, fue declarada
en 1546, durante el Concilio de Trento, la versión auténtica y oficial de la Biblia
para la Iglesia católica latina, hasta la promulgación de la Nova Vulgata, en
1979, el que ahora es el texto bíblico oficial de la Iglesia católica.[cita  requerida]
San Jerónimo dominaba el latín, su lengua materna, y conocía en profundidad
la retórica clásica de esa lengua, Además tenía un amplio manejo del griego y
sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, si bien se
mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos de ese idioma. En el
año 382, corrigió la versión latina existente del Nuevo Testamento y en la
década de 390 comenzó a traducir el Antiguo Testamento directamente
del hebreo (ya había traducido fragmentos de la Septuaginta provenientes
de Alejandría). Completó su obra en el año 405.
Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina,
Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable
erudición, ejerció un influjo duradero sobre la forma de traducción e
interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín eclesiástico.
[cita  requerida]

Es considerado uno de los Padres de la Iglesia, junto


a Ambrosio, Agustín y Gregorio uno de los cuatro Padres latinos, y doctor de la
Iglesia. También es reconocido como santo por las iglesias
católica, ortodoxa, luterana y anglicana.[cita  requerida]
En su honor, se celebra, cada 30 de septiembre, el Día Internacional de la
Traducción.[cita  requerida]

Índice

 1Biografía
 2Escritos
 3Biografías y obras literarias hispánicas sobre Jerónimo
 4Iconografía
o 4.1Iconografía de san Jerónimo estudiando
o 4.2Iconografía de san Jerónimo en penitencia
 5Véase también
 6Referencias
 7Bibliografía
 8Enlaces externos

Biografía[editar]
Nació en Estridón (oppidum, más tarde destruido por los godos en 392) en la
frontera de Dalmacia y Panonia, entre los años 331 y 347, según distintos
autores; más bien a mediados de siglo, ya que era niño cuando murió el
emperador Juliano el Apóstata. Sus padres eran cristianos con algunos medios
de fortuna, y Jerónimo, cuyo nombre significa 'el que tiene un nombre sagrado',
aunque no había sido bautizado todavía, como era costumbre en la época, fue
inscrito como catecúmeno y consagrará toda su vida al estudio de las Sagradas
Escrituras, siendo considerado uno de los mejores, si no el mejor, en este
oficio.
Busto que representa a Marco Tulio Cicerón, quien ejerciera gran influencia sobre el estilo de
Jerónimo.

Partió a la edad de doce años hacia Roma con su amigo Bonosus para


proseguir sus estudios de gramática, astronomía y literatura bajo la dirección
del más grande gramático en lengua latina de su tiempo, Elio Donato, que era
pagano. Allí el santo llegó a ser un gran latinista y muy buen conocedor del
griego y de otros idiomas, pero por entonces conocía muy poco los libros
espirituales y religiosos. Pasaba horas y días leyendo y aprendiendo de
memoria a los grandes autores latinos, Cicerón (quien fue su principal modelo y
cuyo estilo imitó), Virgilio, Horacio, Tácito y Quintiliano, y a los autores
griegos Homero y Platón, pero casi nunca dedicaba tiempo a la lectura
espiritual. Hizo amistad allí con Rufino de Aquilea y Heliodoro de Altino, y
frecuentó el teatro y el circo romano. Hacia los dieciséis años siguió cursos de
retórica, filosofía y griego con un rétor y pidió el bautismo hacia el año 366 d. C.
Viajó con Bonosus a las Galias hacia 367, y se instaló en Tréveris, "en la orilla
bárbara del Rin". Allí empieza su vocación teológica y compila, para su amigo
Rufino, el Comentario sobre los Salmos de Hilario de Poitiers y el tratado De
synodis, donde descubre el naciente monacato. Permanece después un
tiempo, quizá numerosos años, en una comunidad cenobítica con Rufino
y Cromacio de Aquilea y en ese momento rompe su relación con su familia y
afirma su voluntad de consagrarse a Dios. Algunos de sus amigos cristianos lo
acompañan cuando hace un viaje, hacia 373, a través de Tracia y Asia
Menor para detenerse en el norte de Siria. En Antioquía, dos de sus
compañeros fallecen y él mismo cae seriamente enfermo varias veces. En el
curso de una de esas recaídas (invierno de 373 o 374), tiene un sueño que le
hace abandonar definitivamente sus estudios profanos y consagrarse a Dios.
En ese sueño, que narra en una de sus Cartas, se le reprocha ser
«ciceroniano, y no cristiano». Tras este sueño, renuncia durante una larga
temporada al estudio de los clásicos profanos y profundiza en el de la Biblia
bajo el impulso que le da Apolinar de Laodicea. Enseña además en Antioquía a
un grupo de mujeres, siendo sin duda discípulo de Evagrio Póntico. Estudia los
escritos de Tertuliano, Cipriano de Cartago e Hilario de Poitiers.
Deseando intensamente vivir en ascetismo y hacer penitencia por sus pecados,
Jerónimo marchó al desierto sirio de Qinnasrin o Chalcis ("la Tebaida siria"),
situado al suroeste de Antioquía. Rechazaba especialmente su fuerte
sensualidad, su terrible mal genio y su gran orgullo. Pero aunque allí rezaba
mucho, ayunaba y pasaba noches en vela, no conseguía la paz y descubrió
que no estaba hecho para tal vida a causa de su mala salud: 2 su destino no era
vivir en soledad:
Yo, que por temor del infierno me había impuesto una prisión en compañía de escorpiones y
venados, a menudo creía asistir a danzas de doncellas. Tenía yo el rostro empalidecido por el
ayuno; pero el espíritu quemaba de deseos mi cuerpo helado, y los fuegos de la voluptuosidad
crepitaban en un hombre casi muerto. Lo recuerdo bien: tenía a veces que gritar sin descanso todo
el día y toda la noche. No cesaba de herirme el pecho. Mi celda me inspiraba un gran temor, como si
fuera cómplice de mis obsesiones: furioso conmigo mismo, huía solo al desierto... Después de haber
orado y llorado mucho, llegaba a creerme en el coro de los ángeles.
Carta XXII "A Eustoquio".3

Es en esa época de Antioquía cuando empezó a interesarse por el Evangelio


de los hebreos, que era, según las gentes de Antioquía, la fuente del Evangelio
según San Mateo. Es más, en esta época comienza su primer comentario de
exégesis bíblica por el más pequeño libro del Antiguo Testamento, el Libro de
Abdías, para lo cual tomó tiempo para aprender bien el hebreo con ayuda de
un judío:
Me puse bajo la disciplina de cierto hermano judío, convertido tras los altos conceptos
de Quintiliano, los amplios períodos de Cicerón, la gravedad de Frontino y los encantos de Plinio;
aprendí el alfabeto hebreo, ejercitándome en pronunciar las sibilantes y las guturales. ¡Cuántas
fatigas sufrí! ¡Cuántas dificultades experimenté! A menudo desesperaba de alcanzar mi objetivo:
todo lo abandonaba. Luego, decidido a vencer, reanudaba el combate. Testigos de ello son mi
conciencia y las de mis compañeros. Sin embargo, le doy gracias al Señor de haber sacado tan
dulces frutos de la amargura de tal iniciación en las letras.
Carta CXXIV, l2.

Tradujo entonces el Evangelio de los nazarenos, que él consideró durante


cierto tiempo como el original del Evangelio según Mateo. En ese periodo
empezó además su caudaloso Epistolario.

San Jerónimo, talla del escultor español Juan Martínez Montañés.

A su vuelta a Antioquía, en 378 o 379, fue ordenado por el obispo Paulino de


Antioquía y poco tiempo después partió a Constantinopla para continuar sus
estudios de las Sagradas Escrituras bajo la égida de Gregorio Nacianceno,
pero también para evitar las querellas teológicas entre los partidarios del credo
del Concilio de Nicea y el arrianismo. Permaneció allí dos años siguiendo los
cursos de Gregorio, a quien describe como su preceptor. Es en este periodo
cuando descubre a Orígenes y comienza a desarrollar una exégesis
bíblica trilingüe, comparativa de las interpretaciones latinas, griegas y hebraicas
del texto de la Biblia. Y traduce al latín y completa las tablas cronológicas de
la Crónica de Eusebio de Cesarea, una historia universal
desde Abraham hasta Constantino.
Regresó a Roma en el año 382 y allí permanecerá tres años.
Los obispos de Italia junto con el papa nombraron secretario de este último
a San Ambrosio, pero este cayó enfermo y eligieron después a Jerónimo, cargo
que desempeñó con mucha eficacia. Viendo sus dotes y conocimientos,
el papa Dámaso I le nombró su secretario y le encargó redactar las cartas que
el pontífice enviaba. Y más tarde le designó para hacer la recopilación de la
Biblia y traducirla. Entonces, Jerónimo descubrió su verdadera vocación, con la
que podía servir a Dios: la de filólogo. La traducción de la Biblia que circulaba
en ese tiempo en Occidente (llamada actualmente Vetus Latina) tenía muchas
variantes, imperfecciones de lenguaje e imprecisiones o traducciones no muy
exactas. Jerónimo, que escribía con gran elegancia el latín, tradujo a este
idioma toda la Biblia, en la traducción llamada Vulgata (lit. «la de uso común»).
Durante su estancia en Roma, Jerónimo ofició de guía espiritual para un grupo
de mujeres pertenecientes a la aristocracia o patriciado romano, entre quienes
se contaban las viudas Marcela y Paula de Roma (esta última, madre de la
joven Eustoquio, a quien Jerónimo dirigió una de sus más famosas epístolas
sobre el tema de la virginidad). Las inició en el estudio y meditación de la
Sagrada Escritura y en el camino de la perfección evangélica, que incluía el
abandono de las vanidades del mundo y el desarrollo de obras de caridad. Ese
centro de espiritualidad se hallaba en un palacio del monte Aventino, en donde
residía Marcela con su hija Asella. La dirección espiritual de mujeres le valió a
Jerónimo críticas por parte del clero romano, que llegaron incluso a la
difamación y a la calumnia. Sin embargo, Paladio afirma que el vínculo con
Paula de Roma le fue a Jerónimo de utilidad en sus trabajos bíblicos, pues su
padre le había enseñado el griego y había aprendido suficiente hebreo en
Palestina como para cantar los salmos en la lengua original. Es un hecho que
buena parte del epistolario de Jerónimo se dirigió a distintos miembros de ese
grupo, 4 al cual se uniría más tarde Fabiola de Roma, una joven divorciada y
vuelta a casar que se convertiría en una de las grandes seguidoras de
Jerónimo. Varios miembros de este grupo, entre ellos Paula y Fabiola, también
acompañaron a Jerónimo en diferentes momentos durante su estancia
en Belén.
En el Concilio de Roma de 382, el papa Dámaso I expidió un decreto conocido
como Decreto de Dámaso que contenía una lista de los libros canónicos
del Antiguo y del Nuevo Testamento. Le pidió a san Jerónimo que utilizara este
canon y escribiera una nueva traducción de la Biblia que incluyera un Antiguo
Testamento que contuviese los 46 libros que estaban en la Septuaginta y el
Nuevo Testamento con sus 27 libros, a fin de acabar con las diferencias que
había con la versión de la Biblia que circulaba en Occidente, la llamada Vetus
Latina. Comenzó entonces esta labor con la traducción de
los Psalmos o Salmos. Y además tradujo, por petición expresa del papa
Dámaso, los Comentarios sobre el Cantar de los cantares de Orígenes y el
tratado Sobre el Espíritu Santo de Dídimo el Ciego.

San Jerónimo escribiendo, cuadro al óleo de Caravaggio, (1607).

Cuando tenía alrededor de 40 años, Jerónimo fue ordenado sacerdote. Pero


sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de
la alta clase social le trajeron envidias, que recrudecieron cuando falleció su
protector el papa Dámaso. Sintiéndose incomprendido y hasta calumniado en
Roma, donde no aceptaban su modo enérgico de corrección, dispuso alejarse
de ahí para siempre y se fue a Tierra Santa, llegando a Antioquía en agosto del
año 385 acompañado de su hermano Pauliniano y de algunos amigos.
Jerónimo obedecía así un canon del Concilio de Nicea que establecía que los
sacerdotes estuvieran en sus diócesis de origen. Fue seguido poco después
por Santa Paula y Eustoquio, resueltas a abandonar su entorno patricio para
acabar sus días en Tierra Santa. Los peregrinos, recibidos por el obispo
Paulino de Antioquía, visitaron Jerusalén, Belén y los santos lugares de Galilea.
Se encontraron con Melania la Vieja y Rufino de Aquilea, amigo de la juventud,
en Jerusalén, donde llevaban una vida de penitencia y oración en monasterios
que Jerónimo cita en sus Cartas. En un comentario de Sofonías (profeta) I: 15,
retomó la acusación de deicidio contra los judíos formulada en el corpus
patrístico: «Este día es un día de furor, un día de angustia y de aprieto, un día
de alboroto y desolación, un día de nubes y de sombras...» Y menciona el
hábito de los judíos de ir a llorar al Muro de las lamentaciones: «Hasta este día,
estos inquilinos hipócritas tienen prohibido venir a Jerusalén, ya que son los
asesinos de los profetas y sobre todo del último entre ellos, el Hijo de Dios; a
menos que vengan a llorar, porque se les dio permiso para lamentarse sobre
las ruinas de la villa, mediante pago».5
Durante el invierno de 385 a 386, Jerónimo y Paula parten a Egipto, pues allí
estaba la cuna de los grandes modelos de vida ascética. En Alejandría,
Jerónimo pudo volver a ver al catequista Dídimo el Ciego explicar al
profeta Oseas y contar los recuerdos que tenía del asceta Antonio el Grande,
fallecido treinta años antes.
En el año 386 regresó a Belén, donde fundó una comunidad de ascetas y
estudiosos y pasó sus últimos 35 años en una gruta. Dicha cueva se encuentra
actualmente en el foso de la Iglesia de Santa Catalina en Belén. Varias de las
ricas matronas romanas, que él había convertido con sus predicaciones y
consejos, vendieron sus bienes y se fueron también a Belén a seguir bajo su
dirección espiritual. Con el dinero de esas señoras construyó en aquella ciudad
un convento para hombres y tres para mujeres, y una posada para atender a
los que llegaban de todas partes del mundo a visitar el sitio donde nació Jesús
de Nazaret.
Construyó y desarrolló su monasterio durante tres años gracias a los medios de
que le proveyó Paula. Ella dirigía el monasterio de mujeres y Jerónimo el de
hombres, aunque él asumía la dirección espiritual tanto de los hombres como
de las mujeres a través de la exégesis de las Escrituras, cuya exposición tenía
un lugar prominente en la vida comunitaria regulada por Jerónimo. Jerónimo
asimilaba la Biblia a Cristo y escribió: «Ama las Santas Escrituras y la sabiduría
te amará, es preciso que tu lengua no conozca más que a Cristo, que no pueda
decir sino lo que es santo».6 Y mostró cualidades de pedagogo al escribir un
manual de educación para la nieta de Paula: «Que se le hagan letras de boj o
marfil, y que las llame por su nombre; que se divierta con ello, de forma que su
diversión le sea también una enseñanza..., que juntar sílabas le merezca una
recompensa, que así se la estimulará con los pequeños regalos que pueden
deleitar en esa edad». Y continúan sus consejos: «Que tenga compañeros de
estudios que pueda envidiar, cuyo elogio la incite. Que no se le regañe si ella
es un poco lenta, sino se estimule su mente con los cumplidos; que descubra la
alegría en el éxito y el fracaso en los problemas. Asegúrese especialmente de
que no tome disgusto en los estudios, porque la amargura que se siente en la
infancia podría durar más allá de los años de aprendizaje". 7
En su correspondencia con algunos romanos que le pedían consejo, Jerónimo
muestra la importancia que otorgaba a la vida comunitaria: «Preferiría que
estuvieses en una santa comunidad, que no te enseñases a ti mismo y no te
comprometieses sin maestro en un voto completamente nuevo para ti»,
recomendando moderación en el ayuno corporal: «La impropiedad será el
índice de la nitidez de tu alma... Una nutrición módica, pero razonable, es
beneficiosa para cuerpo y alma», así como evitar la ociosidad: «Reserva un
poco de trabajo manual, para que el diablo te encuentre siempre ocupado»,
poniendo fin a su consejo con la máxima: «Cristo está desnudo, es lo desnudo.
Es duro, es grandioso y difícil; pero es magnífica la recompensa por ello».
En Belén profundizó sus conocimientos de hebreo siguiendo los cursos del
rabino Bar Anima y estudiando en la biblioteca de Cesarea de Palestina los
diferentes escritos de Orígenes, así como el Antiguo Testamento en griego y
hebreo. Jerónimo desarrolló comentarios sobre el Eclesiastés; para esto se
apoyó en diferentes interpretaciones a fin de poder descubrir el sentido literal y
luego hacer comentarios. A petición de Paula y de Eustoquio, tradujo
la Epístola a los Gálatas y luego hizo el mismo trabajo con la Epístola a los
Efesios y la Epístola a Tito.
En 389 interrumpió su trabajo sobre las Epístolas paulinas a fin de empezar la
traducción del Salterio. Comienza la traducción del Libro de Nahúm. Desarrolló
entonces su método de exégesis, tomado en gran parte de Orígenes: traducir
el libro en sus diferentes versiones para dar luego una explicación histórica,
alegórica luego y por fin espiritual. Usó sus comentarios sobre la Biblia para
responder a la teología de Marción, quien había cuestionado la unidad del Dios
del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Escribe los comentarios
al Libro de Miqueas, al Libro de Sofonías, al Libro de Ageo y al Libro de
Habacuc.
La basílica de Santa María la Mayor en Roma, donde fueron enterrados los restos de San Jerónimo.

De 389 a 392, Jerónimo trabaja en la traducción al latín de la


Biblia Septuaginta, utilizando la técnica de la Hexapla de Orígenes y, a petición
de nuevo de Paula y de Eustoquio, traduce las 39 homilías de Orígenes y
critica los escritos de Ambrosio de Milán, quien utiliza los escritos de Orígenes
en engañosas traducciones. Su investigación bíblica lo condujo a elaborar un
índice onomástico u Onomasticon de nombres hebreos de persona y un índice
toponímico hebreo de nombres de lugar, continuando la iniciativa del
rabino Filón de Alejandría y complementando así la ya elaborada por Eusebio.
Este estudio supuso la importante novedad en la exégesis bíblica del
cristianismo de usar el hebreo y las tradiciones rabínicas a fin de comprender
mejor el sentido de algunos pasajes de la Biblia, novedad que no seguían
quienes usaban solamente la versión griega de la Biblia, la Septuaginta, en la
exégesis.
Con tremenda energía escribía contra las diferentes herejías. Pero una disputa
sobre la doctrina de Orígenes8 (y más en concreto por la traducción del Tratado
de los principios de Orígenes, considerado herético) enfrentó a Jerónimo contra
su compatriota y amigo más querido, Rufino de Aquilea, y luego con el
patriarca Juan II de Jerusalén, tras del cual Rufino se protegía prudentemente;
al colocarse entonces al lado de Epifanio de Salamina, que llegó expresamente
para combatir el origenismo, Jerónimo se vio de cierta manera excomulgado: a
él y a sus monjes se les prohibió la entrada a la Iglesia de Belén y a la gruta de
la Natividad. A fin de asegurar el culto para la comunidad, hizo ordenar
sacerdote a su hermano Pauliniano, pero por las manos de Epifanio, lo que fue
considerado como una invasión de la jurisdicción del obispo del lugar y agravó
todavía más el conflicto. Esto no le impidió proseguir sus trabajos, pero sus
cartas de esta época dejan traslucir con frecuencia la amargura y la pena,
aunque la reconciliación con Rufino se efectuó, sin embargo, antes de que este
saliera de Palestina (año 397), y con Juan II de Jerusalén un poco más tarde.
Pero luego Rufino, ya de retorno en Roma, habiendo creído poder respaldarse
con Jerónimo en el prefacio de una traducción de una obra de Orígenes,
protestó de nuevo Jerónimo:
Yo he alabado a Orígenes en cuanto exégeta, no en cuanto dogmatista; en cuanto filósofo, no en
cuanto apóstol; por su genio y su erudición, no por su fe... Quienes dicen conocer mi juicio sobre
Orígenes, que lean mi comentario al Eclesiastés y los tres volúmenes sobre la Epístola a los
Efesios, y claramente verán que siempre he sido hostil a sus doctrinas... Si no se quiere reconocer
que jamás he sido origenista, que al menos se admita que he dejado de serlo.
Carta LXXXIV.
Finalmente, habiendo publicado Rufino sus Invectivas, Jerónimo, herido en lo
más vivo, respondió con una Apología contra Rufino en el tono más acre y, a
remolque de Teófilo de Alejandría en su polémica antiorigenista, caerá en
expresiones violentas e injustas no solamente contra ciertos monjes
recalcitrantes, sino contra el propio San Juan Crisóstomo. Cuando Rufino
fallece en 410, aún durará el encono de Jerónimo, que escribió lo siguiente:
Murió el escorpión en tierras de Sicilia y la hidra de numerosas cabezas dejó de silbar contra
nosotros... A paso de tortuga caminaba entre gruñidos... Nerón en su fuero interno y Catón por las
apariencias, era en todo una figura ambigua, hasta el punto de que podía decirse que era un
monstruo compuesto de muchas y contrapuestas naturalezas, una bestia insólita al decir del poeta:
por delante un león, por detrás un dragón y por en medio una quimera.
"Prólogo" a su Comentario sobre Ezequiel.

La Iglesia católica ha reconocido siempre a san Jerónimo como un hombre


elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia, por lo que fue
nombrado patrono de todos los que en el mundo se dedican a explicar la Biblia;
por extensión, se le considera el santo patrono de los traductores.
Murió el 30 de septiembre del año 420, a los 80 años. En su recuerdo se
celebra el Día internacional de la Traducción.

Escritos[editar]
Ordo seu regula.

Entre sus obras más conocidas encontramos sus Cartas o Epístolas y sus


famosos Comentarios de exégesis bíblica.
Las Cartas o Epistolario son su obra más interesante por la variedad de su
temática y la calidad de su estilo. En la actualidad se han identificado 154
escritas por su mano. En ellas discute puntos de erudición, evoca casos de
conciencia, reconforta a los afligidos, charla con sus amigos, vitupera los vicios
de su época, exhorta a la vida ascética y a la renuncia del mundo o combate
contra sus adversarios teológicos. En suma, ofrece una pintura viva no solo de
su genio, sino de su época y sus características particulares. Las epístolas más
reproducidas y citadas son las de exhortación: la ep. 14 Ad Heliodorum de
laude vitae solitariae, una especie de resumen de la teología pastoral vista
desde el punto de vista ascético; ep. 53 Ad Paulinum de studio
scripturarum ("Sobre el estudio de las Escrituras"); ep. 58 al mismo: De
institutione monachi ("Sobre la institución del monacato"); ep. 70 Ad Magnum
de scriptoribus ecclesiasticis ("A Magno sobre los escritores eclesiásticos"), y
ep. 107, Ad Laetam de institutione filiae ("A Leta sobre la institución de la hija").
Muchas ofrecen consejos sobre la vida ascética y sobre la educación, y
algunas tuvieron una extraordinaria difusión, especialmente la vigésimo
segunda, destinada a Eustoquio, sobre la conservación de la virginidad, o la
quincuagésimo segunda, sobre la vida de los clérigos. Existe una buena
edición bilingüe de las Cartas de San Jerónimo en dos vols. en la «Biblioteca
de Autores Cristianos» realizada por Daniel Ruiz Bueno y otra posterior en la
misma BAC, también bilingüe y en dos vols., por Juan Bautista Valero (1993 y
1995).
A Jerónimo se debe también la primera historia de la literatura cristiana:
los Varones ilustres (De Viris Illustribus), que fue continuada por Genadio de
Marsella.9 Fue escrita en Belén en 392, y su título y estructura se inspiran
en Eusebio de Cesarea. Contiene breves noticias biográficas y literarias sobre
135 autores cristianos, desde San Pedro al mismo Jerónimo de Estridón. Para
los primeros 78 su fuente principal es Eusebio de Cesarea (Historia
ecclesiastica); la segunda parte, que comienza con Arnobio y Lactancio,
comprende una buena cantidad de informaciones independientes,
particularmente en lo que concierne a los autores occidentales.
En el dominio de la hagiografía, se le deben tres vidas de santos: la Vida
de San Pablo Ermitaño, la Vida de San Malco el monje cautivo y la Vida
de San Hilario. También es preciso señalar que se aproximan al mismo género
numerosas evocaciones que hace de «santas mujeres romanas» que él
conocía en su Epistolario.
Obra histórica es su Chronicon o Temporum liber, compuesto hacia 380
en Constantinopla; se trata de una traducción al latín de las tablas cronológicas
que componen la segunda parte del Chronicon de Eusebio de Cesarea, al que
añade un suplemento que cubre el período de 325 a 379. Pese a los
numerosos errores tomados de Eusebio y a algunos que añade él, se trata de
un valioso trabajo, aunque solo fuera por el impulso que dio a cronistas
posteriores, como Próspero de Aquitania, Casiodoro y Víctor de Tunnuna.
Algunas de sus obras de origen apologético son las siguientes:
La Perpetua Virginidad de María, Carta para Pamaquio en contra de Juan de
Jerusalén, Diálogo contra
los Luciferianos, Contra Joviniano, Contra Vigilancio y Contra Pelagio.
En Contra Joviniano, Jerónimo escribe:
El placer por la carne era desconocido hasta el diluvio universal; pero desde el diluvio se nos han
embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal… Jesucristo, que apareció cuando se
cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido
comer más carne (...) Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente no comer
carne.
Adversus Jovinianum 1,18 y 2,6.

La postura de Jerónimo sobre las relaciones físicas entre hombre y mujer es de


rechazo total y absoluto. Este tipo de placeres se consideran pecaminosos e
ilícitos incluso entre esposa y esposo dentro del matrimonio: «El hombre
prudente debe amar a su esposa con fría determinación, no con cálido deseo
(…) Nada más inmundo que amar a tu esposa como si fuera tu amante».
[cita  requerida]

Biografías y obras literarias hispánicas sobre


Jerónimo[editar]
Un incunable es la Vita et tránsitus S. Hieronymi / Vida y tránsito de San
Jerónimo (Burgos: Fadrique [Biel] de Basilea, 1490 y Zaragoza: Paulus Hurus,
22 de diciembre de 1492). Diversas biografías del santo se incluyeron en
diversos flos sanctorum, por ejemplo el de Alonso de Villegas. Un intento más
ambicioso fue el de fray José de Sigüenza (1544-1606), prior del entonces
jerónimo Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que escribió en seis libros
una clásica Vida de San Gerónimo, Doctor de la Santa Iglesia (1595) que más
tarde resumió fray Lucas de Alaejos (Madrid: Antonio Marín, 1766). La obra de
Sigüenza fue traducida al inglés (London: Sands and C.º, 1907). Tuvo una
versión jocoseria en redondillas: Vida de el doctor maximo de la Iglesia San
Geronimo, escrita en redondillas Ioco-serias: sacada de sus mismos
escritos... ([S.l.], [s.n.], [16--?]). Asimismo se hicieron diversas comedias de
santos; la más conocida es El cardenal de Belén y vida de San
Jerónimo de Lope de Vega, que se ha conservado, pero también hubo una
anónima Comedia de la vida y muerte de San Gerónimo, editada por Donald K.
Barton en 1943. Fray Valentín de la Cruz escribió San Jerónimo: su vida a la
luz de sus escritos (Burgos: El Monte Carmelo, 1953). Maruxa Vilalta escribió
una pieza teatral moderna de cierto éxito inspirada en su biografía, Una voz en
el desierto: vida de San Jerónimo (1991, 1994, 2002).

Iconografía[editar]

San Jerónimo, por Francisco Salzillo, Museo de la Catedral de Murcia.

Los atributos con los que suele representarse a este santo son: Sombrero y


ropa de cardenal (de color rojo), un león y, en menor medida, una cruz,
una calavera (la cual remite al tópico del memento mori), libros y materiales
para escribir. El motivo por el cual se le representa con un león es porque,
según se dice, se encontraba San Jerónimo meditando a las orillas del río
Jordán, cuando vio un león que se arrastraba hacia él con una pata atravesada
por una enorme espina. San Jerónimo socorrió a la fiera y le curó la pata por
completo. El animal, agradecido, no quiso separarse jamás de su bienhechor.
Cuando murió San Jerónimo, el león se acostó sobre su tumba y se dejó morir
de hambre. Pero es una leyenda atribuida por error, en realidad le pertenece a
San Gerásimo, eremita. El parecido en los nombres indujo al error. 10
Hay dos iconografías clásicas para la representación de san Jerónimo: la
primera lo presenta escribiendo en su gabinete, como aparece en el cuadro
de Domenico Ghirlandaio para la iglesia de Ognissanti en Florencia, con toda
seguridad preparando su traducción latina de la Biblia. La segunda lo muestra
sometiéndose a mortificación como penitencia, lo que da a los artistas la
oportunidad de reflejar un desnudo masculino parcial, pues aparece como
un eremita en la gruta del desierto, generalmente acompañado por un león,
como puede verse en el cuadro de Leonardo y en el San Jerónimo en
oración de El Bosco. Acompañado de las santas Paula y Eustoquia fue
representado por Andrea del Castagno (en Trinidad con santos) y
por Zurbarán.
Iconografía de san Jerónimo estudiando[editar]

San Jerónimo en su estudio, Domenico Ghirlandaio, 1480.


 

San Jerónimo en su scriptorium, Maestro del


Parral o Maestro de las Once Mil Vírgenes,11 c. 1480-c. 1490.
 

San Jerónimo en su gabinete, Alberto Durero, 1514.


 

San Jerónimo, Francesco Bassano el Joven, S. XVI.


 

San Jerónimo escribiendo, Caravaggio, 1605.


 

San Jerónimo, Francisco Ribalta, circa 1625.


 

San Jerónimo, Escuela cuzqueña, s. XVIII.

Iconografía de san Jerónimo en penitencia[editar]


Artículo principal: San Jerónimo penitente

San Jerónimo, Leonardo da Vinci, circa 1480.


 

San Jerónimo en oración, El Bosco, circa 1482-1499.


 

San Jerónimo penitente, Caravaggio, circa 1605.


 

San Jerónimo, El Greco, circa 1605.


 

San Jerónimo penitente, de Alonso Cano (c. 1660).


Véase también[editar]
 Padres de la Iglesia
 Orden de San Jerónimo

Referencias[editar]
1. ↑ Saltar a:a b «Conciencia bíblica». Archivado desde el
original el 27 de diciembre de 2005.
2. ↑ Pierre Maraval, Petite vie de Saint Jérôme, París, Éditions
Desclée de Brouwer, 1995 (reimpr. 1998), 37.
3. ↑ "San Jerónimo (347-420). Vida",
en Mercaba http://www.mercaba.org/TESORO/JERONIMO/j
eronimo-01.htm
4. ↑ Jerónimo, 1993.
5. ↑ Moshe Gil (trad. Ethel Broido), A History of Palestine, 634-
1099, Cambridge University Press, 1997, 996 p. 69.
6. ↑ Pierre Maraval, op. cit., p. 64
7. ↑ Pierre Maraval, op. cit. p. 66
8. ↑ Véase Asociación Humanismo sin Credos, "El san
Jerónimo de lengua viperina y genio endiablado (2)",
en Periodista Digital, 3-I-
2016: http://blogs.periodistadigital.com/humanismo.php/201
6/01/03/el-san-jeronimo-de-lengua-viperina-y-gen Archivado 
el 29 de agosto de 2017 en Wayback Machine.
9. ↑ José Orlandis (2001). Historia de la Iglesia. Ediciones
Rialp. p. 58. ISBN 9788432133725.
10. ↑ «Gerásimo, Santo». Catholic.net.
11. ↑ «Once Mil Vírgenes, Maestro de las». Enciclopedia online.
Madrid, España: Museo Nacional del Prado. Consultado el
31 de diciembre de 2014.

Bibliografía[editar]
 Jerónimo (1993). Epistolario de San Jerónimo. I:
Cartas 1-85. Edición bilingüe preparada por Juan
Bautista Valero (1ª edición). Madrid: Biblioteca de
Autores Cristianos. ISBN 978-84-7914-080-9.
 — (1995). Epistolario de San Jerónimo. II: Cartas
84-154. Edición bilingüe preparada por Juan
Bautista Valero (1ª edición). Madrid: Biblioteca de
Autores Cristianos. ISBN 978-84-7914-168-4.
 de Tuya, Manuel; Salguero, José
(1967). Introducción a la Biblia. Tomo I. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos.
 San Jerónimo (2003). Francisco Javier Tovar Paz,
ed. Contra Rufino. Ediciones
AKAL. ISBN 9788446018612.
 San Jerónimo (1995). Fernando Guerrero y
Joaquín Pascual, ed. Comentario al Evangelio de
San Marcos (2ª edición). Ciudad
Nueva. ISBN 9788486987855.
 San Jerónimo (1999). R. Peña, B. Bianchi y Mª E.
Suárez, ed. Comentario al Evangelio de Mateo.
Ciudad Nueva. ISBN 84-89651-59-0.
 San Jerónimo (1994). Guillermo Pons, ed. La
perpetua virginidad de María. Ciudad
Nueva. ISBN 978-84-86987-68-8.
 San Jerónimo (2004). J. Boira, ed. Comentario al
Eclesiastés. Ciudad Nueva. ISBN 978-84-9715-068-2.
 Juan Belda Plans (2010). Historia de la Teología.
Palabra. pp. 39 y ss. ISBN 9788498403930.

Enlaces externos[editar]
  Wikimedia Commons alberga una categoría
multimedia sobre Jerónimo.

 Benedicto XVI presenta la figura de san Jerónimo:


texto español en el sitio Zenit.
o 1; 2.

 Sobre San Jerónimo en el sitio Primeros


Cristianos.

 Textos de San Jerónimo en latín; en Wikisource.


o En inglés.

 Textos de San Jerónimo en francés, y otros


bilingües latín - francés, con índice electrónico,
introducción y anotaciones en este idioma, en
el sitio de Philippe Remacle.
o Philippe Remacle (1944 - 2011): latinista y
helenista belga de expresión francesa.

 Cartas de San Jerónimo; en inglés.


o Cartas: texto latino con índice electrónico en
el Proyecto Perseus.

 Textos de San Jerónimo en latín en el sitio The


Latin Library: 1; 2.
 Biblioteca Virtual del Patrimonio
Bibliográfico. Jerónimo, Santo
 Obras de San Jerónimo en el Somni en su
colección del duque de Calabria.
o Beati Hyeronimi Epistolarum liber,
códice italiano de 1464 digitalizado que
transcribe las Epístolas de San Jerónimo.
o Epistole de santo Geronimo traducte di latino ,
códice italiano creado
entre 1475 y 1490 digitalizado que transcribe
las Epístolas de San Jerónimo traducidas al
italiano.
o Hieronymi in Danielem,
códice italiano en 1490 digitalizado que
contiene el libro bíblico de Daniel con prólogo y
comentarios de San Jerónimo en latín.
o Sancti Hieronymi ad Pammachium in duodecim
prophetas, códice italiano en de creado
entre 1470 y 1480 digitalizado que transcribe
los comentarios de San Jerónimo a los doce
profetas menores.

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