El Razonamiento Jurídico
El Razonamiento Jurídico
El Razonamiento Jurídico
Introducción
2. Lógica de lo razonable
5. La importancia de la argumentación
7. Necesidad de la argumentación
Conclusión
Bibliografía
INTRODUCCIÓN
Una vez definido, a grandes rasgos, el esquema lógico, deberá optar por una
argumentación idónea, es decir, deberá recurrir a las proposiciones
argumentativas que pretendan construir, paso a paso, la solución del problema
que se le plantea. En ese sentido, la argumentación constituye la forma sustancial
de resolución de conflictos y desde la perspectiva del derecho y razonamiento
jurídico, esboza un enfoque de la evolución de la argumentación jurídica como
disciplina autónoma.
Ahora, se tiene un esquema lógico y argumentos que sirven de base firme para
nuestras proposiciones. Tiene lugar entonces, sobre lo anteriormente desarrollado,
la exigencia de una adecuada interpretación no solo de la norma jurídica aplicable
al caso concreto, sino también, de los hechos concernientes al caso. Al respecto,
es prudente señalar que durante mucho tiempo, la exigencia interpretativa tuvo
lugar, sobre las normas jurídicas como tales. Es decir, solo bastaba la
interpretación jurídica correcta de la norma para llegar a una conclusión idónea.
Aún más allá de la simple posición de considerar los hechos como materia a
interpretar. Se refiere inclusive que el juez debe analizar todos y cada uno de los
hechos a fin de materializar motivadamente su decisión, a diferencia de lo que
convencionalmente la norma le exige al juez, es decir, inclinarse por estimar una
valoración conjunta y razonada de los medios probatorios a efectos de explicar su
decisión.
Por último, representa la esencia de todo el devenir intelectual de los pasos
formulados en esta secuencia que se denominará “ejes del razonamiento jurídico
idóneo en sede judicial”, se tiene que la motivación, como expresión final de la
decisión, va a representar la suma y ratio final, de todas las fases previas, a
efectos de lograr el juez una legitimación de sus decisiones. Como solía decir el
mismo Ferrajoli, “la base para el uso del poder del Juez reside en la aceptabilidad
de sus decisiones”(Ferrajoli, 2001), y es a ello a donde debe apuntar el trabajo del
juzgador en su fase motivacional, dado que una decisión judicial, por más
discutible que fuera para la sociedad en general, se habrá ceñido a su deber de
motivar dentro del Estado Constitucional si adopta un esquema idóneo no solo de
justificación interna y externa de sus premisas, sino de lógica, argumentación e
interpretación eficaces.
A. Lógica de lo razonable
Mientras la lógica formal enseña las reglas del razonamiento para alcanzar la
corrección, se descubre que esta misma corrección se presenta como fin
inmediato del razonamiento (Cristancho Altuzarra, 2005). A todo razonamiento, se
le atribuye un carácter instrumental porque permite conquistar distintos grados de
certeza, que se puede clasificar como autoevidente (demostrable, plausible y
aparente). En este sentido, tanto la lógica formal como la lógica dialéctica, deben
integrarse y complementarse frente a las necesidades del discurso jurídico, para
que sea aceptado como razonable, siempre que se encuentre sujeto a
determinado criterios de corrección ya que debe establecer consideraciones sobre
lo “justo”.
Para la filosofía general, las tres operaciones del espíritu son, la aprehensión, el
juicio y el razonamiento. Que permiten producir conceptos, que serán expresados
por palabras o, unir o dividir conceptos y por último, como más elevada operación
se encuentra al razonamiento, que posibilita agrupar proposiciones que buscan
dar complejidad a nuestro pensamiento y de este modo fundamentar, nuestra
acción o forma de pensar por medio de la argumentación, como justificación de
nuestro actuar, y sobre los que se predica la verdad o verosimilitud de los mismos
(Pachón Alonso et al., 2016). Se fundamenta tal actitud en la necesidad de una
“razón” de tipo demostrativa, según las necesidades del “espíritu”.
B. La lógica jurídica
La lógica jurídica postula que debe rechazarse toda interpretación que conduzca a
lo absurdo, y optar por la decisión más racional, es decir, convertir un derecho
general abstracto a un derecho concreto. Este derecho concreto lo emite el Juez
en una sentencia y para ello es necesario hacer un análisis lógico jurídico, una
labor de interpretación, aplicar la ley y analizar que esa ley se mueva en el
Sistema Jurídico.
a) Unidad Jurídica
b) Coherencia jurídica
c) Plenitud
Cuando en 1804 se publicó el Código Napoleón el nuevo cuerpo legal suscitó tal
entusiasmo que se llegó a pensar que en el articulado del mismo se hallaba la
solución a cualquier asunto. Ello dio origen al denominado “dogma de la plenitud
del ordenamiento jurídico”. (Galiano-Maritan, y otros, 2012). Es claro que tales
opiniones estaban lejos de la realidad pues por minucioso que sea el redactado de
la norma siempre serán inevitables las lagunas del Derecho. Puesto que en
nuestro sistema no cabe el non liquet el juez, aplicador del Derecho, siempre tiene
que pronunciar un fallo sobre cualquier cuestión que le sea sometida: basándose
en la norma pertinente, si la hay, o llenar la laguna cuando ésta se presente.
I. Interpretación jurídica
Otra ambigüedad que surge con respecto al término interpretación es aquella que
se refiere a su objeto. En un sentido amplio puede ser objeto de la misma
cualquier entidad capaz de portar un sentido, y en un sentido estricto sólo se
interpretan entidades lingüísticas. En términos generales, Isabel Lifante afirma que
hay tres respuestas a esta pregunta sobre qué es lo que se interpreta: 1)
disposiciones jurídicas, 2) normas jurídicas, o 3) el Derecho. (Betti, 2015). Ninguna
es una respuesta a plenitud satisfactoria. La primera dejaría fuera a la costumbre,
la segunda ha levantado voces que consideran que las normas jurídicas son el
producto de la interpretación y no tanto su objeto (para ellos lo que se interpreta
son disposiciones o expresiones jurídicas), y la tercera traslada el problema a la
búsqueda de un concepto claro y compartido de lo que es el Derecho. Dicha
posición corresponde a quienes adoptan un concepto amplio de interpretación, e
implica que interpretar es decidir el significado de un texto legislativo, no conocer
sino producir una norma (por eso resulta un proceso necesario en todos los
casos).
Por otro lado, la interpretación jurídica presenta otros objetos, los cuales se
explicará:
B. Variedad de interpretes
d) Por interpretación doctrinal se entiende, la que llevan a cabo los juristas; sobre
todo, los profesores de derecho en obras académicas.
Conviene decir algunas palabras para poner en evidencia varios trazos distintivos
entre la interpretación judicial y la interpretación doctrinal.
Se dice que la argumentación propia del derecho tiene un carácter práctico porque
versa sobre lo que puede o debe hacerse o no hacerse, no trata sobre el modo
como son las cosas, sino sobre cómo deben ser; está formada por enunciados
normativos que, como tales, no son susceptibles de ser calificados como
“verdaderos” o “falsos”. Para no entrar en la cuestión de cuál sería el mejor criterio
para valorarlos (¿justos? ¿Buenos?), o si sería preciso hacer uso de una lógica
deóntica para su tratamiento, simplemente se las llamará “correctos” o
“incorrectos”. (Iturralde, 1992)
Por otro lado, es evidente que no toda argumentación práctica es jurídica. En este
sentido, no toda la argumentación práctica está regulada del mismo modo que la
jurídica y, sobre todo, la conclusión de una argumentación jurídica (al menos su
forma prototípica, que suele considerarse la de las decisiones judiciales) es
vinculatoria.
Puesto que es el derecho una disciplina tan amplia y rica en matices, difícilmente
podría tener exactamente el mismo modo de argumentar en todos los temas que
le son propios. De acuerdo con (Atienza, 2003) existen al menos tres contextos
jurídicos en los que se llevan a cabo argumentaciones. El primero es el de la
“producción o establecimiento de normas jurídicas” (tanto en su fase prelegislativa,
como en la legislativa, que es donde propiamente se manejan argumentos
jurídicos, mientras que en la primera los argumentos, según Atienza, son más de
tipo político y moral); un segundo contexto en que se realizan argumentos jurídicos
es el de la “aplicación de normas jurídicas a la resolución de casos, bien sea ésta
una actividad que llevan a cabo jueces en sentido estricto, órganos
administrativos, en el más amplio sentido de la expresión, o simples particulares”.
El tercer ámbito en que se realizan argumentos jurídicos es el de la “dogmática
jurídica”, en la cual Atienza distingue tres funciones: “1) suministrar criterios para
la producción del derecho en las diversas instancias en que ello tiene lugar; 2)
suministrar criterios para la aplicación del derecho; 3) ordenar y sistematizar un
sector del ordenamiento jurídico”.
A. Importancia de la argumentación
Cuando una solución se presenta como la única admisible por razones de buen
sentido, de equidad o de interés general, por su peso argumental tiende a
imponerse en el campo jurídico, aunque se necesite recurrir a una argumentación
especial, para mostrar su conformidad con las normas legales. La solución se
vuelve aceptable solo, cuando ella va acompañada de cierto consenso social y de
una argumentación jurídica suficientemente sólida.
Cuando se subraya la primacía de la ley, no solo se entiende que el juez solo está
sometido a ella, sino que también se reconoce al poder legislativo la facultad única
como creador de toda norma jurídica. Si se mantiene esta posición y no se
distingue, entre normas generales y particulares, como diferenciara Kelsen, se
observará que desde esta postura, el poder de interpretación del juez depende de
la invocación a la voluntad del legislador, de la que nos hablara la escuela de la
exégesis, como si esa voluntad continuara siendo la misma a pesar de la
evolución técnica, moral o política que se hubiera producido en el transcurso del
tiempo.
El juez no debe buscar la voluntad histórica del legislador que votó la ley,
recurriendo a trabajos parlamentarios o los debatas que precedieron su votación;
tiene que ir en búsqueda del legislador actual, para entender la norma según las
circunstancias actuales que motivan su aplicación. Esto lleva a considerar que la
acción de juzgar puede estar motivada en la idea de equidad; con la condición de
que se pueda encontrar un fundamento jurídico satisfactorio. Pero para que llegué
a una decisión que merece ser llamada equitativa ella debe responder a ambas
circunstancias: ser oportuna y socialmente útil.
En un pleito judicial cada una de las partes expone sus motivos, fundados en la
jurisprudencia más benigna o en planteos doctrinarios, con la intención de
argumentar y favorecer su particular posición, con la intención de motivar en tal
sentido la decisión del juez, y como resultado lograr su convencimiento. La
solución jurisdiccional es producto de un proceso de análisis, en el que cada paso
debe asumir el anterior y mejorarlo. Desde una perspectiva fenomenológica, se
identifican cuatro regiones sentenciales, las que presentan una totalidad discursiva
de entidad ontológica.
Respecto de los hechos se dice, que en todo expediente judicial, se encuentra una
referencia a situación fácticas constituidas por la situación litigiosa y por la
producción de aquella prueba que han realizado las partes en el proceso, que
permiten demostrar los hechos y sirven para dar un fundamente al derecho del
que se pretende ser objeto (Amaya, 2011). Los hechos que van a tener entidad o
valor para la sentencia serán sólo, aquellos que recibirán una inserción sentencial,
al ser estimados como altamente importantes para fundamentar una resolución.
Si bien puede perderse de vista el perfil antropológico del auditorio para pasar a
ser un objeto teórico, en la medida que no solo teoriza sobre él, sino que además
se transforma en aquello a lo que se dirigen nuestros actos de habla presentes o
futuros. El auditorio juega un papel importante en el discurso en general, en la
medida, que este debe ser adaptado según aspectos cualitativos y cuantitativos,
ya que entran a jugar circunstancias que se pueden hacer valer en la misma
argumentación. Específicamente el auditorio forense posee características
particulares, porque se lo puede definir como universal en la medida que reconoce
la atemporalidad de las sentencias y el juego argumental que propone; de tal
forma que se deben ponderar las distintas líneas argumentales en función de la
posibilidad de éxito o fracaso y de crítica o aceptación, que el orador tiene que
imaginar al momento de la creación discursiva.
Dicha justificación externa está compuesta por la tercera región que se denomina
argumentación que se estructura como una razonamiento silogístico de carácter
práctico prudencial, que toma para su construcción modelos o paradigmas de
conductas, socialmente valiosas (Amaya, 2011). Claro que esta región puede ser
pasible de vicios como la equivocación, la mala disposición argumental o la
incoherencia, que provocan la incomunicación, por imposibilidad de decodificar el
discurso, de tal manera que suscita el rechazo por parte del auditorio.
B. Necesidad de la argumentación
La labor de los abogados es ciertamente técnica, pues consiste en usar ciertos
medios para alcanzar un resultado a partir de una situación inicial dada. Mientras
que la de los jueces consiste en utilizar normas generales para justificar
decisiones particulares y concretas.
Para mayor abundamiento se dice, que tanto los jueces como los abogados
utilizan reglas técnicas explicitas dadas por el Derecho Procesal. Así los distintos
operadores jurídicos recurren al derecho de fondo con la intención de argumentar
jurídicamente, para instar la acción o en función de un requerimiento de la parte,
como es propio en la actividad de los abogados, y que los jueces también deben
realizar al momento de fundamentar sus decisiones.
Se reconoce que todo acto humano, sin excepción alguna, es susceptible de ser
percibido desde la perspectiva del juez, del abogado o del jurista y valorado y
juzgado como acto jurídicamente significativo.
De todo acto humano exterior, perceptible por los sentidos, se puede predicar que
este constituye: a) El ejercicio de una potestad. b) El padecimiento de un deber
jurídico. c) La violación de un deber jurídico. d) El padecimiento de una sanción
aplicada por un órgano jurisdiccional competente (Buenaga Ceballos, 2016).
3. CONCLUSIONES
4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Moreno Cruz, R. (2012). Argumentación jurídica, por qué y para qué, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, Vol. 45, No 133. Universidad Autónoma de
México. 165 - 172.
Salinas, C. (2004). Plenitudo Legis Dilectio, Teología y Vida, Vol. 45, No 1. 157 -
167.
Solari Merlo, M. (2015). La racionalidad de la ciencia y (en la ciencia del) derecho,
Revista de Derecho UNED. 1 - 4.
El razonamiento jurídico, por tanto, lo que intenta es encontrar una solución ante
un conflicto surgido, por medio de las aplicaciones de unas normas o leyes, que
esté, por supuesto, debidamente justificada y argumentada para así evitar
desacuerdos.
Con estos tres elementos, el razonamiento jurídico tiene como objetivo llegar a una
conclusión en el contexto de una situación problemática. Al mismo tiempo, en el proceso
de argumentación jurídica hay una circunstancia que resulta evidente: lo que se afirme debe
estar sometido a las normas del derecho y a los procedimientos legales establecidos.
A la hora de llegar a una conclusión dentro del marco del derecho hay que partir de un
argumento principal, es decir una tesis concreta. A partir de la misma, se presentan una
serie de argumentos complementarios que refuerzan el principal. Dicho con otras palabras,
las ideas o argumentos complementarios actúan como refuerzo, de tal forma que se
presentan razones que avalan o justifican el planteamiento general. Para que este proceso se
realice correctamente es preciso utilizar una serie de elementos: referencias a las normas,
un criterio de justificación y una interpretación de las propias normas.