Y Despues de La Muerte
Y Despues de La Muerte
Y Despues de La Muerte
3
UN POQUITO DE ANTROPOLOGÍA. ...................................................................... 11
UN SER VIVIENTE QUE MUERE: ........................................................................... 26
INTERÉS DIABÓLICO POR ENGAÑAR SOBRE LA MUERTE. .............................. 34
¿HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO? ..................................................... 47
¿PREDICÓ JESÚS A LOS DIFUNTOS ENTRE SU MUERTE Y SU
RESURRECCIÓN? .................................................................................................. 59
¿UN TABERNÁCULO PARA EL ALMA? ................................................................. 66
¿EN EL CUERPO O FUERA DEL CUERPO? ......................................................... 80
PARTIR Y ESTAR CON CRISTO. ........................................................................... 87
EL DESTINO DEL HOMBRE SEGÚN PEDRO. ....................................................... 96
LOS ÁNGELES CAÍDOS Y “RROJADOS “L INFIERNO. ....................................... 105
EL DESTINO DEL HOMBRE SEGÚN JUAN. ........................................................ 117
LA PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO. ................................................................. 119
LOS MUERTOS RESUCITADOS POR JESÚS. .................................................... 126
CONCLUSIÓN. ...................................................................................................... 128
BIBLIOGRAFÍA: ..................................................................................................... 135
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
INTRODUCCIÓN:
La muerte ha atacado a todas las formas de vida en nuestro planeta. Los animales
mueren igual que los hombres. La llamada “segunda ley de la termodinámica incide
en toda la creación, y alcanza a los hombres, las bestias, los vegetales y los
minerales por igual. Por eso los incrédulos quieren hacernos pensar que no hay nada
después de la muerte, y que los humanos compartimos la misma suerte que los
animales. Sin embargo, las Sagradas Escrituras nos aseguran, en las palabras de
nuestro Señor Jesucristo ante la tumba de su amigo Lázaro, todo lo contrario:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá.”
(Juan 11:2).
Por eso el salmista proclama: “No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto
fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos,
y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin
faltar una de ellas.... Pues aun vuestros cabellos están todos contados.” (Salmo
139:15-16; Mateo 10:30).
“¿Qué nos sucede después de la muerte?” Muchas son las preguntas que me han
hecho hasta la fecha, durante mis treinta y cuatro años de ministerio pastoral, pero
esta es, sin duda, la que más veces me han formulado los hermanos en las iglesias,
en conferencias, institutos bíblicos, seminarios y conversaciones privadas. En
muchas de esas ocasiones, la pregunta me ha sido dirigida en voz baja, como si los
hermanos sintieran temor de ser escuchados por otros, especialmente por aquellos
que se tienen a sí mismos por “guardianes de la fe”. También he de confesar que mi
respuesta, con la Biblia en la mano, sin quitar ni añadir, ni condenar a quienes tienen
una visión diferente a mi comprensión de la Palabra de Dios, me ha costado muchos
disgustos y dolores de cabeza. Con frecuencia me he hallado totalmente cubierto de
3
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
La ciencia nos ha dicho que con la grasa de un hombre de 60 kilos de peso podemos
fabricar 7 pastillas de jabón, el carbón necesario para hacer 9.000 minas para
lápices, suficiente fósforo para confeccionar 2.000 cerillas, bastante magnesio para
una dosis de purgante, hierro para un clavo de tamaño mediano, calcio para
blanquear una pared de dimensiones medianas, azufre como para librar a un perro
de sus molestas pulgas, y extraer aproximadamente treinta y cinco litros de agua.
Por consiguiente, de acuerdo con la Sagrada Escritura y con los conocimientos
científicos de que disponemos, el hombre se compone de los elementos esenciales
que hallamos en la tierra, es decir, de las esencias animales, vegetales y minerales.
Sin embargo, para que el cuerpo llegara a ser un hombre, se precisaba algo más; el
polvo de la tierra (hebreo: “adamá”, “arcilla”) no era suficiente. Se precisaba el soplo
de la energía divina para que la masa inerte llegara a ser un hombre. La vida brotó
del Espíritu de Dios, se comunicó al hombre, recorrió todo su sistema nervioso y su
musculatura, los pulmones comenzaron a trabajar, y el hombre respiró esta mezcla
de gases que llamamos “aire”, y que Dios había creado para satisfacer las
necesidades de la humanidad.
hombre no pueda subsistir sin la fuerza vital en sus células. Como prueba irrefutable,
cuando esta fuerza vital cesa, se produce el óbito, comienza la disolución del cuerpo,
sus pudrición y desintegración, hasta volver a ser polvo de nuevo. El hombre vuelve
al polvo,”y el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio.”
(Eclesiastés 12:7). Naturalmente, las facultades mentales y morales del ser tampoco
pueden sobrevivir fuera del cuerpo, por cuanto el cuerpo y la vida forman un todo
único e indivisible que en las Sagradas Escrituras recibe el nombre de “alma”.
¿Hemos de creer, entonces, que nuestra vida termina con la muerte, y que no hay
nada después de ella? En ninguna manera. Dios ha prometido inmortalidad a todos
los que, creyendo en el Evangelio del amor y la misericordia divinas, aceptan a
Jesucristo como su Señor y Salvador personal, eterno y todo suficiente, y viven una
vida consecuente con esa fe. La inmortalidad no es, por consiguiente, algo inherente
al alma del hombre, sino un don de la gracia de Dios, condicionado a que Jesucristo
sea nuestro Señor y Redentor:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
parte de las huestes celestiales contra la soberanía divina, procuró inducir a los
hombres a seguirle en su intento por llegar a compartir el trono de la Majestad en las
alturas. “sí fue como el hombre fue seducido y engañado en su estado de inocencia.
Desde el engaño y el disfraz, Satanás indujo a nuestros primeros padres a dudar de
la Palabra de Dios, haciéndoles creer que el resultado del acto de desobediencia les
proporcionaría un mayor grado de sabiduría, una participación de la divinidad,
incluso que alcanzarían la inmortalidad desde la desobediencia. De aquel modo, la
inmortalidad concedida al hombre sobre la condición de que obedeciera a Dios,
quedó perdida por la transgresión. “ partir de aquel momento, Adamno podría
transmitir a su posteridad lo que él mismo ya no poseía. Si Dios no hubiera sido
misericordioso con nosotros, ya no habría habido esperanza alguna para la raza
adámica caída y destituida de la gloria de Dios. Pero por el sacrificio de Jesucristo,
Dios manifestado en carne, el Señor ha puesto al alcance del hombre el perdón de
los pecados y el don inmerecido de la vida eterna.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”
(Romanos 5:12), pero “ahora ha sido manifestada (la gracia de Dios) por la aparición
de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la
inmortalidad por el evangelio.” (20 Timoteo 1:10). Por lo cual, sólo por Cristo puede
obtenerse la vida eterna: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa
creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:36). De
modo que por medio de Cristo Jesús, y sólo por medio de Él, es posible ahora
adquirir la vida eterna bajo el señorío del bendito Señor y Salvador. Todos cuantos
“perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”, recibirán “la vida
eterna”. (Romanos 2:7).
El maligno, incluso bajo la forma de seres amados ya difuntos, y fieles finados cuyas
vidas fueron o pudieron ser ejemplares, tales como los profetas bíblicos, los
apóstoles del Señor Jesucristo, o su bendita madre, ha engañado, y continúa
haciéndolo, a millones de seres humanos desconocedores o ignorantes de las
Sagradas Escrituras. Es su trabajo, y lo hace indefectiblemente. “yudado por sus
ángeles caídos, los demonios, sigue tendiendo redes viscosas de religiosidad
supersticiosa, apartando la vista de los hombres de Jesús, para que la dirijan hacia
otros supuestos “mediadores”, siempre vinculando y sosteniendo tales pretensiones
sobre la creencia básica de que supuestamente el alma humana sobrevive a la
muerte, sin lo cual todo este diabólico entramado se desplomaría en un instante. Sin
el “negocio” de la muerte no sería posible mantener la espesa red de espiritualismo
engañoso que cubre al mundo, tergiversa la verdad y hunde a los hombres en el más
patético oscurantismo. El poder engañoso del espiritismo y demás prácticas
abominables a los ojos de Dios tiene su fundamento exclusivamente en esta falsa
creencia de la supervivencia del alma del hombre después de su óbito. Por eso es
que leemos en el libro del profeta Isaías una clarísima advertencia divina respecto al
gran peligro de consultar a los adivinos y a los espíritus:
Cuesta trabajo imaginar que todo el tinglado de la antigua farsa de las religiones
pudiera sostenerse un solo momento si no fuera por el mito de la supervivencia del
alma después de la muerte del hombre, triste legado de la invasión de la filosofía
griega hasta el fondo de la religión de los cristianos.
“ la luz de las Sagradas Escrituras es evidente que no pueden actuar los difuntos
como intermediarios o intercesores entre los hombres y Dios, por cuanto los finados
no son conscientes absolutamente de nada, sino que duermen:
“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre.” (10 Timoteo 2:5).
La mentira satánica del alma inmortal y del tormento eterno de las almas de los
incrédulos ha pasado a formar parte del credo de la casi totalidad de las iglesias
cristianas. Hay creyentes que están convencidos de que el espectáculo del infierno
aumentará la dicha celestial de los santos, y el gozo de la felicidad de los redimidos
será mayor ante semejante castigo. Sin embargo, nosotros preguntamos dónde
puede hallarse semejante enseñanza en las Sagradas Escrituras. Es ciertísimo que
el Señor castigará a los rebeldes pecadores impenitentes, que no habrá vida eterna
para ellos, pero, como veremos en este estudio, el castigo no será un tormento sin
fin, una perpetuación o eternización del pecado, sin esperanza de misericordia. No
es eso lo que se desprende de las palabras del Señor:
7
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva
el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por
qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:11).
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan
con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los
estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido
lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” (10 Corintios 6:9-11).
Quienes minimizan la importancia del pecado y su justa retribución sólo tienen que
mirar a la Cruz de Cristo, el más evidente testimonio de su verdadero sentido, donde
se patentiza que todo quebrantamiento de la ley de Dios debe recibir su justa
retribución. Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, siendo sin pecado, cargó con todas
nuestras transgresiones de la ley divina, y se hizo pecado por nosotros. Jesús cargó
con toda nuestra culpabilidad para redimirnos, es decir, para pagar nuestra deuda.
No hay otra manera de liberarnos del pecado y de sus consecuencias. Si nos
negamos a recibir la gracia de Dios que se nos ofrece mediante la expiación
realizada por Jesucristo al precio de su vida, tendremos que cargar con nuestra
propia culpa y con el castigo de la transgresión de la ley de Dios. De ahí que la
Palabra del Señor nos recuerde que la promesa de vida eterna sólo es para quienes
la anhelan:
““l que tuviere sed, yo (Jesucristo) le daré gratuitamente de la fuente del agua de la
vida.” (Apocalipsis21:6).
Si fuera cierta la doctrina inmortalista, según la cual todas las almas van
directamente al cielo o al infierno después de la disolución, entonces sería más
lógico anhelar la muerte que la vida. Incluso en esta consideración es fácil
comprender que el maligno está detrás de ella, por cuanto ha sido y sigue siendo la
base sobre la que reposa algo tan horrendo como el suicidio. (Cuántas pobres vidas,
ahogadas por las circunstancias adversas, los desengaños y la enormidad del peso
8
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
de sus problemas, han optado por quebrar el fino hilo de la vida humana, para
lanzarse hacia la “bienaventuranza” del “otro mundo”!
Estas son algunas de las principales razones por las que durante muchos siglos se
ha predicado insistentemente sobre la inmortalidad del alma y la eternidad del
infierno, mientras que la mayoría de los cristianos han desconocido o minimizado la
importancia de la verdadera doctrina bíblica de la resurrección de los fieles en la
Segunda Venida de Cristo. Es un hecho constatable que la falsa esperanza de pasar
al morir a la felicidad eterna ha llevado al descuido de la única esperanza calificada
como “bienaventurada” en las Sagradas Escrituras, es decir, el Segundo Adviento
del Mesías Salvador.
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que
me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le
resucitaré en el día postrero... Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió
no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero... El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:39-40, 44,
54).
Nuestro propósito en este estudio es aclarar esta cuestión sobre la base de las
Sagradas Escrituras, procurando hablar donde la Biblia habla, y callar donde ella así
lo hace. Para ello haremos un recorrido por la Biblia, considerando los pasajes en
que se habla de la retribución divina. “lgunos de los textos serán citados de manera
recurrente, ya que los analizaremos desde varias perspectivas. Por eso es que,
antes de profundizar en esta materia, creemos que es conveniente explicar nuestros
principios fundamentales respecto a la interpretación bíblica. Para comprender el
mensaje revelado por Dios en las Escrituras, creemos que es absolutamente
imprescindible tener ante nosotros todas las manifestaciones escriturales
correspondientes al tema de que se trate. Por consiguiente, nuestra conclusión habrá
de ser aquella que corresponda coherentemente con la totalidad de dichas
manifestaciones y sus principios subyacentes, sin que se fuercen ni el lenguaje ni el
pensamiento. “sí, pues, toda clave de interpretación bíblica habrá de explicar
armoniosamente todos los aspectos de un determinado pasaje, sin recurrir a forzar la
9
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
10
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
UN POQUITO DE ANTROPOLOGÍA.
“lguien dijo que en la Biblia hay más tierra que cielo. Estamos de acuerdo. De ahí
que aquí nos convenga considerar las antropologías religiosas y filosóficas que han
optado por dos formas distintas de entender lo que le acontece al hombre después
del óbito. Por una parte, tenemos las corrientes cristianas originales que dieron
primacía a la unidad intrínseca del ser humano, destacando la resurrección de la
carne, como se desprende de los más antiguos credos cristianos. Desde esta
perspectiva, el cuerpo pertenece al hombre con el mismo derecho que su conciencia.
Y en segundo lugar, las corrientes que han acentuado la dualidad del hombre, entre
su ente corporal y su ente espiritual, entendiendo que el hombre es
fundamentalmente su conciencia, y ésta subjetivada como substancia bajo la
designación de “alma” (griego “psijé”, “mente”, “conciencia”), con la consideración del
cuerpo del hombre como un mero revestimiento, un ropaje perecedero que llega
incluso a contemplarse como una “cárcel”, por limitar, entorpecer y obstaculizar el
desarrollo del ser humano. De ahí brotará la creencia en una supuesta inmortalidad
del alma separada del cuerpo, descarnada y, por consiguiente, se minimizará la
trascendencia de la resurrección de entre los muertos y la Segunda Venida de
nuestro Señor Jesucristo.
De ahí que desde el relato de Génesis, en que el acceso al árbol de la vida queda
prohibido a las primeras criaturas humanas después de la caída en el pecado de
desobediencia a Dios, hasta el Apocalipsisjoanino, la muerte siempre tiene una
valoración opuesta al propósito de Dios para los hombres:
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”
(Romanos 5:12).
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).
11
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Sólo así podemos comprender que nuestro bendito Señor Jesucristo sienta una
angustia verdaderamente indescriptible ante la muerte, y su reacción ante el óbito
sea diametralmente opuesto al sentimiento experimentado por el filósofo que ve en la
muerte la vía de escape de la cárcel en que se halla:
“Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas
de sangre que caían hasta la tierra.” (Lucas 22:44).
Jesús no es un filósofo griego que concibe la muerte como una “amiga” benefactora
y liberadora de la cárcel del cuerpo. El hebreo Jesús de Nazaret no comprende la
muerte como la liberación de una supuesta prisión carnal, ni tampoco como un
tránsito natural a otro plano de existencia, como afirma la filosofía griega que ha
impregnado a nuestra cultura. El cristianismo invadido por la filosofía no tenía más
remedio que desembocar en la absorción del mito griego de la inmortalidad del alma.
Por el contrario, el mensaje de las Sagradas Escrituras apunta siempre hacia la
resurrección de entre los muertos, como victoria final y definitiva de Dios sobre la
muerte y todos sus signos. La concepción bíblica de la muerte no es del amistoso
tránsito que nos permite acceder a la presencia de Dios, sino que, como toda
podredumbre y descomposición, se presenta como resultado del pecado de los
hombres. Por eso es que Jesús siente angustia ante ella, por cuanto para nuestro
Redentor la muerte es la paga del pecado, significa la separación de Dios y, por
consiguiente, la interrupción de su comunión con el Padre Eterno. Sólo así podemos
comprender la actitud del Señor ante la muerte.
Homero emplea los términos “psijé” (“alma”) y “soma” (carne”) exclusivamente para
referirse a los difuntos, mientras que para los seres vivos utiliza otros vocablos. La
“soma”, con el sentido de “imagen de toda persona” se separa del hombre, y su
“psijé” ha de ir al Hades, de manera que “soma” es ahora sólo su cadáver. Es a partir
de ese cambio cultural cuando se empieza a arraigar la creencia de que el “más allá”
es una separación de los seres humanos entre “buenos” y “malos”, con la
correspondiente retribución de unos y otros en la forma de recompensas y castigos.
“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del
Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también
os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Mateo
19:28).
La Biblia testifica que la tierra heredada por Israel perteneció primeramente a otros
pueblos que la perdieron precisamente por consultar a los muertos y practicar otra
serie de aberraciones y abominaciones de inducción luciferina. De ahí la importancia
que este asunto tiene para el pueblo de Dios a través de los tiempos:
adulterio a los ojos de Dios. Sólo hay vida perdurable en la adhesión al Señor
Todopoderoso, cuya voluntad perfecta está revelada en la Santa Palabra de nuestro
Dios:
La sencilla enseñanza de la Biblia es que los seres humanos somos mortales, y que,
por consiguiente, no hay nada en nosotros que sea inmortal. El hombre al morir,
fallece. No va ni al cielo ni al infierno, como enseñan las supersticiones populares
consentidas y fomentadas por las iglesias invadidas por la filosofía griega y otras
fuentes de extraña factura, pues primeramente ha de celebrarse el juicio divino. No
existe tal cosa como un purgatorio, lugar imaginario inventado por Roma para robar
estipendios a las gentes ignorantes de la Palabra de Dios, y para mantener la
simonía y la gran estafa de la venta de las indulgencias; donde las supuestas almas
descarnadas han de sufrir por un lapso de tiempo más o menos largo, y así purgar
sus pecados, como si la sangre de Jesucristo fuera insuficiente para redimir los
pecados de los genuinamente arrepentidos.
Este estudio no pretende ser exhaustivo, sino una primera aproximación al tema y
sus implicaciones. Una cosa, sin embargo, debemos tener siempre presente al
acometer el análisis de los textos y sus contextos: El Nuevo Testamento se escribió
en griego. Y los términos básicos de “psyjé” (“alma”) y “pneuma” (“espíritu”) ya
estaban bien establecidos en dicho idioma, dominante en los albores de la era
cristiana, como lengua franca de toda la cuenca mediterránea. Ahora bien, es de
suma importancia, para no caer en los errores de los círculos inmortalistas, tener
15
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“quí conviene que tengamos presente que en diversas traducciones de las Sagradas
Escrituras, se ha empleado el término “infierno”, tomado del latín, para traducir una
serie de voces, tales como “Gehenna”, “Seol”, “Hades”, etc., y esto tiene una gran
incidencia en lo que venimos estudiando respecto a la supuesta inmortalidad del
alma. Vamos, pues, a estudiar dichas palabras, y de esa manera vamos a ver si la
Biblia enseña que las supuestas almas inmortales y descarnadas de los difuntos que
rechazaron la salvación están sufriendo ya en un lugar de fuego por toda la
eternidad, o si, por el contario, duermen hasta el día en que serán destruidos para
siempre por medio del fuego eterno. Para este estudio tendremos que hacer
bastante historia y recorrer una buena parte del Antiguo Testamento. Sólo
recurriendo a un amplio contexto podremos despejar las ideas y creencias
apriorísticas que podemos fácilmente arrastrar desde antes de haber creído en Cristo
Jesús como nuestro Señor y Salvador personal.
16
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Y sube este límite por el valle del hijo de Hinom al lado sur del jebuseo, que es
Jerusalem. Luego sube por la cumbre del monte que está enfrente del valle de
Hinom hacia el occidente, el cual está al extremo del valle de Refaim, por el lado del
norte.” (Josué 15:8).
En este valle se ofrecían sacrificios humanos a los ídolos cuyo culto había penetrado
en el pueblo hebreo. Uno de los que estimularon al pueblo a la realización de estas
abominaciones, como testifica claramente la Sagrada Escritura, fue el rey “caz (735-
715 a.C.):
“De veinte años era “caz cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en
Jerusalem: mas no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre. “ntes
anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y además hizo imágenes fundidas a
los baales. Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo pasar a
sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová
había arrojado de la presencia de los hijos de Israel. “simismo sacrificó y quemó
incienso en los lugares altos, en los collados, y debajo de todo árbol frondoso.” (21
Crónicas 28:1-4).
El rey “caz fuer sucedido por su hijo Ezequías, y éste abolió el culto pagano entre el
pueblo de Dios:
El rey Manasés (686-641 a.C.) sucedió a su padre Ezequías, pero volvió a establecer
el culto repugnante a los baales, y no sólo en los lugares altos y bajo los árboles
frondosos, sino incluso en el propio templo de Jerusalem, reemprendiéndose la
incineración de niños en el valle de los hijos de Hinom:
17
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
de los hijos de Hinom; y observaba los tiempos, miraba los agüeros, era dado a
adivinaciones, y consultaba a adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo
ante los ojos de Jehová, hasta encender su ira. “demás de esto puso una imagen
fundida que hizo, en la casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a
Salomón su hijo: En esta casa y en Jerusalem, la cual yo elegí sobre todas las tribus
de Israel, pondré mi nombre para siempre.” (21 Crónicas 32:33-33:1-7).
“ Mansés le sucedió su hijo “món (642-640). Su reinado fue efímero, pero también se
inclinó hacia la idolatría:
“Y los siervos de “món conspiraron contra él, y mataron al rey en su casa. Entonces
el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el rey “món; y
puso el pueblo de la tierra por rey en su lugar a Josías su hijo. Los demás hechos de
“món, ¿no están todos escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y
fue sepultado en su sepulcro en el huerto de Uza, y reinó en su lugar Josías su hijo.”
(21 Reyes 21:23-26).
Josías fue fiel al Señor, destruyó el quemadero en Tofet, que estaba en el valle de
los hijos de Hinom, para que se dejara de pasar por el fuego a los niños y demás
víctimas humanas:
“Cuando Josías comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalem treinta y
un años. El nombre de su madre fue Jedida hija de “daía, de Boscat. E hizo lo recto
ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin
apartarse a derecha ni a izquierda. (21 Reyes 22:1-2).
““simismo profanó a Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno
pasase su hijo o su hija por fuego a Moloc.” (21 Reyes 23:10).
Sin embargo, y a pesar de las buenas reformas realizadas por el rey Josías, el Señor
determinó destruir el reino de Judá:
18
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las
provocaciones con que Manasés le había irritado. Y dijo Jehová: También quitaré de
mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había
escogido, a Jerusalem, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí.”
(21 Reyes 23:24-27).
Dios les anunció el terrible castigo que vendría sobre los habitantes de Judá por
haber practicado la terrible abominación de hacer pasar a los niños por el altar
encendido de Moloc, entre otras maldades, y por haber contaminado la casa del
Señor en Jerusalem con sus ídolos. Muchos de los cadáveres de los habitantes de
Judá quedaron insepultos, para pasto de las aves y de las alimañas, mientras que un
gran contingente de judíos supervivientes serían llevados cautivos a Babilonia:
“Porque los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehová; pusieron
sus abominaciones en la casa sobre la cual fue invocado mi nombre, amancillándola.
Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom,
para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé, ni subió en
mi corazón. Por tanto, he aquí vendrán días, ha dicho Jehová, en que no se diga
más Tofet, ni valle del hijo de Hinom, sino Valle de la Matanza; y serán enterrados en
Tofet, por no haber lugar. Y serán los cuerpos muertos de este pueblo para comida
de las aves del cielo y de las bestias de la tierra; y no habrá quien las espante. Y
haré cesar de las ciudades de Judá, y de las calles de Jerusalem, la voz de gozo y la
voz de alegría, la voz del esposo y la voz de la esposa; porque la tierra será
desolada.” (Jeremías 7:30-34).
“Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos
al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento. Por
tanto, he aquí vienen días, dice Jehová, que este lugar no se llamará más Tofet, ni
valle del hijo de Hinom, sino Valle de la Matanza. Y desvaneceré el consejo de Judá
y de Jerusalem en este lugar, y les haré caer a espada delante de sus enemigos, y
en las manos de los que buscan sus vidas; y daré sus cuerpos para comida de las
aves del cielo y a las bestias de la tierra. Pondré a esta ciudad por espanto y burla;
todo aquel que pasare por ella se asombrará, y se burlará sobre toda su
destrucción.” (Jeremías 19:5-8).
“Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey
de Babilonia setenta años.” (Jeremías 25:11).
“l rey Josías le sucedió su hijo Joacaz, y después su otro hijo Eliaquim, conocido
también por Joacim, a quien a su vez le sucedió su hijo Joaquín:
“Los demás hechos de Josías, y todo lo que hizo, ¿no está todo escrito en el libro de
las crónicas de los reyes de Judá? En aquellos días Faraón Necao rey de Egipto
subió contra el rey de “siria al río Eufrates, y salió contra él el rey Josías; pero aquél,
así que le vio, lo mató en Meguido. Y sus siervos lo pusieron en un carro, y lo
trajeron muerto de Meguido a Jerusalem, y lo sepultaron en su sepulcro. Entonces el
pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y lo ungieron y lo pusieron por rey
en lugar de su padre. De veintitrés años era Joacaz cuando comenzó a reinar, y
reinó tres meses en Jerusalem. El nombre de su madre fue Hamutal hija de
19
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Jeremías, de Libna. Y él hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a todas las
cosas que sus padres habían hecho. Y lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la
provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalem; e impuso sobre la tierra una
multa de cien talentos de plata, y uno de oro. Entonces Faraón Necao puso por rey a
Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de
Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí. Y Joacim pagó a Faraón la
plata y el oro; mas hizo avaluar la tierra para dar el dinero conforme al mandamiento
de Faraón, sacando la plata y el oro del pueblo de la tierra, de cada uno según la
estimación de su hacienda, para darlo a Faraón Necao.” (21 Reyes 23:28-35).
“Y durmió Joacim con sus padres, y reinó en su lugar Joaquín su hijo.” (21 Reyes
24:6).
““simismo llevó cautivos a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey, a las mujeres del
rey, a sus oficiales y a los poderosos de la tierra; cautivos los llevó de Jerusalem a
Babilonia. “ todos los hombres de guerra, que fueron siete mil, y a los artesanos y
herreros, que fueron mil, y a todos los valientes para hacer la guerra, llevó cautivos el
rey de Babilonia. Y el rey de Babilonia puso por rey en lugar de Joaquín a Matanías
su tío, y le cambió el nombre por Sedequías. De veintiún años era Sedequías cuando
comenzó a reinar, y reinó en Jerusalem once años. El nombre de su madre fue
Hamutal hija de Jeremías, de Libna. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová,
conforme a todo lo que había hecho Joacim. Vino, pues, la ira de Jehová contra
Jerusalem y Judá, hasta que los echó de su presencia. Y Sedequías se rebeló contra
el rey de Babilonia.” (21 Reyes 24:15-20).
““conteció a los nueve años de su reinado, en el mes décimo, a los diez días del
mes, que Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra
Jerusalem, y la sitió, y levantó torres contra ella alrededor. Y estuvo la ciudad sitiada
hasta el año undécimo del rey Sedequías. “ los nueve días del cuarto mes prevaleció
el hambre en la ciudad, hasta que no hubo pan para el pueblo de la tierra. “bierta ya
una brecha en el muro de la ciudad, huyeron de noche todos los hombres de guerra
por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto a los huertos del
rey, estando los caldeos alrededor de la ciudad; y el rey se fue por el camino del
“rabá. Y el ejército de los caldeos siguió al rey, y lo apresó en las llanuras de Jericó,
habiendo sido dispersado todo su ejército. Preso, pues, el rey, le trajeron al rey de
Babilonia en Ribla, y pronunciaron contra él sentencia. Degollaron a los hijos de
Sedequías en presencia suya, y a Sedequías le sacaron los ojos, y atado con
cadenas lo llevaron a Babilonia. En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el
año diecinueve de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalem Nabuzaradán,
capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la
casa del rey, y todas las casas de Jerusalem; y todas las casas de los príncipes
20
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
quemó a fuego. Y todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la
guardia, derribó los muros alrededor de Jerusalem.” (21 Reyes 25:1-10).
Sólo los pobres de la tierra quedaron en el solar patrio, mientras que la gente común,
con los notables y poderosos, fueron deportados:
“Y a los del pueblo que habían quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al
rey de Babilonia, y a los que habían quedado de la gente común, los llevó cautivos
Nabuzaradán, capitán de la guardia. Mas de los pobres de la tierra dejó
Nabuzaradán, capitán de la guardia, para que labrasen las viñas y la tierra.” (21
Reyes 25:11-12).
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en que la ciudad será edificada a Jehová,
desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Ángulo. Y saldrá más allá el cordel de
la medida delante de él sobre el collado de Gareb, y rodeará a Goa. Y todo el valle
de los cuerpos muertos y de la ceniza, y todas las llanuras hasta el arroyo de
Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los caballos al oriente, será santo a Jehová;
no será arrancada ni destruida más para siempre.” (Jeremías 31:38-40).
Dios ha prometido que sus enemigos serán echados en ese vertedero plagado de
gusanos y corrupción, donde siempre ardía el fuego:
Ese Valle de los hijos de Hinom se denomina “Gehenna” en el griego del Nuevo
Testamento. Nuestro Señor Jesucristo empleó también este lugar de destrucción
como figura para referirse a lo que les sucederá a los enemigos de Dios en relación
con la vida futura. Del mismo modo que los enemigos del Señor eran destruidos
fuera de Jerusalem, en dicho valle, los condenados, es decir, los privados de vida
eterna, serán destruidos en la Gehenna:
“Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y
cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego... Por tanto, si tu
ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu
mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo
5:22, 29-30).
21
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te
es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en
el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es
entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de
fuego.” (Mateo 18:8-9).
“Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco,
que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de
caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en
el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y
el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es
entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.” (Marcos 9:43-48).
“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada
más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que
después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a
éste temed.” (Lucas 12:4-5).
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más
bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28).
Esa destrucción será por fuego eterno, es decir, el fuego que procede de la eternidad
de Dios, y que, por consiguiente, no puede ser apagado por los hombres, hasta que
cumpla su cometido y se extinga. La destrucción de los enemigos de Dios será por
ese fuego, en él serán atormentados hasta que en ellos se produzca la muerte
segunda. Este acontecimiento se presenta en el Nuevo Testamento en torno a la
Nueva Jerusalem, del mismo modo que en la Gehenna o Valle de Hinom eran
destruidos los enemigos del Señor, junto a la antigua Jerusalem:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos
los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho
Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.” (Malaquías 4:1).
22
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis
por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del
pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro.” (Romanos 6:22-23).
Vida o muerte, no hay más. No hay rastro de vida eterna fuera del Hijo de Dios y la
salvación que Él tiene para los redimidos. No hay posibilidad de vida eterna en el
pecado.
“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero
los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros,
los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago, que arde con fuego y
azufre, que es la muerte segunda.” (Apocalipsis21:7-8).
“Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan
11:26).
“Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos
heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y
no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de
paz... Mas los impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los
carneros serán consumidos; se disiparán como el humo... Porque los benditos de él
heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos... “Apártate del mal, y haz el
bien, y vivirás para siempre. Porque Jehová ama la rectitud, y no desampara a sus
santos. Para siempre serán guardados; mas la descendencia de los impíos será
destruida. Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella... Espera
en Jehová, y guarda su camino, y él te exaltará para heredar la tierra; cuando sean
destruidos los pecadores, lo verás.” (Salmo 37:9-11, 20, 22, 27-29, 34).
“Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová
escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a
Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha
dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré como el
hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la
diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.”
(Malaquías 3:16-18).
23
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Todos los que te conocieron (Luzbel, querubín grande, protector, degenerado hasta
llegar a ser Satanás) de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y
para siempre dejarás de ser.” (Ezequiel 28:19).
Con respecto al Seol y el Hades, hemos de comenzar por aclarar que el primero en
el Antiguo Testamento es equivalente al segundo en el Nuevo. “ambos términos se
refieren al lugar donde van a parar los muertos, sean fieles o infieles, por lo cual
estas voces significan sencillamente “el lugar de los muertos”, figuradamente “el
sepulcro”. Esto se manifiesta claramente en el testimonio bíblico de la experiencia de
nuestro Señor Jesucristo. Recordemos la profecía por la que se afirma que el alma
de Jesús no sería dejada en el Seol, es decir, en el sepulcro, ni la carne del Mesías
se corrompería:
“Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará
confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea
corrupción.” (Salmo 16:9-10).
Por medio de la resurrección de entre los muertos, Jesús salió del sepulcro. De esa
forma, su alma no quedó en el Hades, ni se corrompió su carne. Escuchemos las
palabras del apóstol Pedro en su discurso en el día de Pentecostés:
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y
fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo
profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia,
en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo
antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni
su carne vio corrupción. “este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos.” (Hechos 2:29-32).
En vista de todo esto, vemos que el Seol o Hades no es un lugar de fuego en el cual
son tormentadas las almas de los condenados, sino que es sencillamente el
sepulcro, entiéndase el lugar de los muertos, sea una tumba o cualesquiera sea
donde se halle el cadáver. El Hades es el lugar donde, después de que el alma, que
es la vida, de justos e injustos termina, queda sepultado el cuerpo:
“Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré,
y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y
los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.” (Números 16:32-
33).
Sin embargo, así como el alma de Jesús no fue dejada en el Hades, el alma o vida
de los hombres también será recuperada junto con su cuerpo por medio de la
resurrección; con la diferencia de que los salvos serán resucitados para vivir
eternamente, mientras que los rebeldes condenados serán destruidos en el lago que
arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. “sí lo expresa Jesús:
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz (del Hijo del Hombre); y los que hicieron lo bueno, saldrán a
24
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna... El que tiene al Hijo, tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (10 Juan 2:25; 5:12).
“Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo.”
(Salmo 49:15).
“Cuando le vi (a Jesús hecho Señor y Mesías), caí como muerto a sus pies. Y él
puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el
que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y
tengo las llaves de la muerte y del Hades.” (Apocalipsis 2:17-18).
Después de que nuestro bendito Señor y Salvador haya resucitado a todos los
muertos, la propia muerte y el Hades o Seol terminarán en el mismo fuego que
destruirá a los condenados, tal como estaba profetizado, lo cual significa que, al no
existir después de todo esto la muerte, tampoco será necesario el Hades:
“De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu
muerte; y seré tu destrucción, oh Seol.” (Oseas 13:14).
25
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz
aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7).
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de
ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:19).
“El polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Vanidad
de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.” (Eclesiastés 12:7-8).
Las Escrituras no hacen ninguna diferencia entre justos e injustos a la hora del óbito.
El cuerpo de todo humano vuelve a la tierra, de donde fue tomado, y el espíritu
vuelve a Dios que lo dio. Ahora bien, aquí es donde ya vamos a toparnos con
nuestros conceptos culturales apriorísticos, a los que hemos aludido anteriormente,
los cuales vamos a proyectar sobre el texto bíblico de forma inconsciente. ¿Qué
queremos decir cuando hablamos del “espíritu” del hombre? No hay nada misterioso
al respecto. El espíritu del hombre no es una entidad que puede vivir
conscientemente separada del hombre. El espíritu del hombre es, sencillamente, el
soplo de vida que Dios da a todos los vivientes:
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está
muerta.” (Santiago 2:26).
“Que todo el tiempo que mi alma esté en mí, y haya hálito de Dios en mis narices,
mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño.” (Job 27:3-4).
26
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como
de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.” (Apocalipsis 16:3). Aquí la
expresión “ser vivo” es literalmente en el original griego “alma viviente”.
El testimonio escritural es que las almas mueren. Y nosotros somos almas. Por eso
la Palabra de Dios afirma que somos mortales, no inmortales; finitos, no infinitos;
temporales, no eternos:
“¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?
He aquí, en sus siervos no confía, y notó necedad en sus ángeles. ¡Cuánto más en
los que habitan en casas de barro, cuyos cimientos están en el polvo, y que serán
quebrantados por la polilla! De la mañana a la tarde son destruidos, y se pierden
para siempre, sin haber quien repare en ello. Su hermosura, ¿no se pierde con ellos
mismos? Y mueren sin haber adquirido sabiduría.” (Job 4:17-21).
“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y
gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (10 Timoteo 1:17).
27
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Desde su inocencia o ignorancia, miles de personas están seguras de que las almas
de las buenas gentes se van al cielo al morir. Los religiosos cristianos son muy
culpables de que estas mentiras satánicas se hayan extendido como la pólvora.
Hemos podido constatar que quienes consienten, toleran o fomentan estas creencias
paganas, o bien lo hacen desde el desconocimiento, o bien desde el inconfesable
despropósito de utilizarlas como herramientas para la manipulación o el mero
mercantilismo religioso. Sin embargo, cuando vamos a la Palabra de Dios, allí dice el
Señor que ni los que han vivido en bondades, ni los que han vivido en maldades, van
a ningún lugar que no sea la sepultura. Nadie va ni al cielo ni al infierno al morir.
Todos han de esperar al gran día de Dios, a la resurrección:
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz Bla voz del Hijo del Hombre, dice Jesús- y los que hicieron lo
bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección
de condenación.” (Juan 5:28-29).
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y
fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy... porque David no
subió a los cielos.” (Hechos 2:29, 34).
Con razón se expresa Job en estos términos: “Si yo espero, el Seol es mi casa; haré
mi cama en las tinieblas. A la corrupción he dicho: Mi padre eres tú; a los gusanos:
Mi madre y mi hermana. ¿Dónde, pues, estará ahora mi esperanza? Y mi esperanza,
¿quién la verá? A la profundidad del Seol descenderán, y juntamente descansarán
en el polvo.” (Job 17:13-16).
Es más que evidente que la esperanza de Job no radica en una parte de su ser que
no puede ser destruida, sino sólo en su Señor y sus promesas.
“Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni
tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su
odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace
debajo del sol... Todo lo que te viene a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas;
porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.”
(Eclesiastés 9:5-6, 10).
“Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres.
No alabarán los muertos a Jah, ni cuantos descienden al silencio.” (Salmo 115:16-
17).
Estos textos que estamos considerando no pueden ser más claros respecto al hecho
de que los muertos no conocen ni sienten. Pero muchos se resistirán a aceptar estas
28
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Los muertos no pueden entrar en contacto con los vivos. No existe tal posibilidad.
Por eso quienes procuran invocar y hablar con los espíritus de los difuntos, caen en
una terrible abominación y se dejan arrastrar por los trucos y engaños del maligno.
Sencillamente, como dice la Escritura, dan lugar al diablo:
“Moraba Israel en Sitim; y el pueblo comenzó a fornicar con las hijas de Moab, las
cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se
inclinó a sus dioses. Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se
encendió contra Israel.” (Números 25:1-3).
Es evidente que los dioses a los que se refiere este texto eran los espíritus de los
demonios, como se desprende del Salmo 106:28: “Se unieron asimismo a Baal-peor,
y comieron los sacrificios de los muertos.”
“Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a
Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.” (10 Corintios
10:20).
“Pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra
en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso.” (Apocalipsis 16:14).
Por eso fue que la práctica de tratar con los espíritus de los muertos y con las
invocaciones de los adivinos, fue castigada con la pena de muerte en el antiguo
Israel. (Ver Levítico 19:31; 20:27). Sin embargo, el espiritismo en sus diversas
prácticas y manifestaciones se ha ido abriendo camino hasta nuestros días, cuando
millones de personas en el mundo han acogido semejantes creencias, e incluso han
permitido o facilitado su penetración en las propias iglesias cristianas, bajo formas y
maneras más sutilmente engañosas.
29
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Una lectura sincera y atenta de las palabras de nuestro bendito Señor y Salvador nos
mostrarán que Jesús llamó a la muerte “sueño”, al igual que todos los profetas de las
Sagradas Escrituras:
“Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para
despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús
decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del
sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto.” (Juan 11:11-14).
Otra pregunta que muchos se hacen es hasta cuándo durará ese sueño de la
muerte:
“Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus
renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto
en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva. Mas el
hombre morirá, y será cortado; perecerá el hombre, ¿y dónde estará él? Como las
aguas se van del mar, y el río se agota y se seca, así el hombre yace y no vuelve a
levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño.”
(Job 14:7-12).
Ese día es del que el apóstol Pedro profetiza: “Pero el día del Señor vendrá como
ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los
elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán
quemadas.” (20 Pedro 3:10).
Los muertos dormirán el sueño de la muerte hasta el gran día de Dios, cuando los
cielos pasarán. Hasta ese momento, los difuntos descansarán, sin actividad de
ninguna clase. Pero los justos, redimidos por la sangre preciosa de Jesucristo,
recibirán inmortalidad en la Segunda Venida de nuestro Señor, por cuanto la
inmortalidad o vida eterna no es un derecho, ni una prerrogativa, ni una facultad de
los humanos, sino sólo, única y exclusivamente un don de Dios. La vida eterna no
está en el hombre como un atributo de los humanos después de la caída en la
desobediencia del pecado, sino solamente en el Hijo de Dios:
“En él (el Verbo que es Dios y fue encarnado) estaba la vida, y la vida era la luz de
los hombres.” (Juan 1:4).
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los
que quiere da vida.” (Juan 5:21).
La vida eterna y el Verbo de vida son una sola y misma realidad según las Sagradas
Escrituras:
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de
vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
30
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó). (10
Juan 1:1-2).
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (10
Juan 5:12).
Sólo hay dos opciones para el futuro del hombre, no una tercera basada en la
especulación espiritualista fruto del engaño satánico. Sólo hay vida eterna o muerte
eterna:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23).
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero... Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el
que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no
como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá
eternamente... El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las
palabras que yo os he hablado son Espíritu y son vida.” (Juan 6:54, 56-58, 63).
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén
conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde
antes de la fundación del mundo.” (Juan 17:24).
“Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para
que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo,
que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta
los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus
santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” (Hechos 3:19-21).
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno
según sea su obra.” (Apocalipsis 22:12).
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor.” (10 Tesalonicenses 4:16-17).
La destrucción de la muerte no acontece después del óbito del hombre, sino al final
de los tiempos, con la venida del Mesías, la destrucción del engaño satánico que
alcanza a todos los pueblos de la tierra, y la restauración de todas las cosas. “sí lo
profetiza Isaías:
“Y destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el
velo que envuelve a todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre, y
enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su
pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí,
éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste Jehová a quien hemos
esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” (Isaías 25:7-9).
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que
comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el
mal.” (Génesis 3:4-5).
“Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles
fueron arrojados con él.” (Apocalipsis12:9).
32
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
33
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Vinieron, pues, Moisés y “arón a Faraón, e hicieron como Jehová lo había mandado.
Y echó “arón su vara delante de Faraón y de sus siervos, y se hizo culebra. Entonces
llamó también Faraón sabios y hechiceros, e hicieron también lo mismo los
hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues echó cada uno su vara, las
cuales se volvieron culebras; mas la vara de “arón devoró las varas de ellos. Y el
corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.”
(Éxodo 7:10-13).
“Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las
abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo
o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni
hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.
Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por
estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. Perfecto
serás delante de Jehová tu Dios, porque estas naciones que vas a heredar, a
agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.”
(Deuteronomio 18:9-14).
34
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
El Señor conoce muy bien que quienes consultan a los muertos son presa fácil para
que el maligno los manipule y engañe mediante todos sus trucos y artimañas. El
“padre de mentira” es experto en la explotación de toda clase de prodigios
engañosos con que confundir y arrastrar a la destrucción a sus víctimas incautas. De
ahí la clara advertencia del Buen Dios al decirle a su pueblo que tales prácticas no le
son permitidas.
También vemos la presencia e influencia sobre los reyes y otros dirigentes de parte
de los magos, adivinos, astrólogos, encantadores y caldeos, a quienes el rey
Nabucodonosor consulta, en vista de la perturbación de espíritu que sufre, según se
nos relata en el capítulo segundo del libro de Daniel. Fuentes que nos ruegan no
revelemos su identidad nos aseguran que esta influencia de espiritistas y adivinos
sobre políticos y otros dirigentes mundiales, comprendidos altos dignatarios
españoles, sigue siendo una práctica habitual y extendida hasta nuestros días.
“Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha
que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos,
adivinando. Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al
espíritu: Te mando en nombre de Jesucristo, que salgas de ellas. Y salió en aquella
misma hora.” (Hechos 16:16-18).
35
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
mensaje es algo que sólo es posible conocer mediante el carisma del discernimiento
por el Santo Espíritu de Dios.
Nuestro Señor Jesucristo ya nos advirtió, tanto en los días de la carne como desde
su glorificación, que los demonios pueden realizar milagros fraudulentos para
engañar a muchos, y que la proliferación de los mismos sería una de las señales de
los tiempos finales, llegando incluso a pretender la suplantación del propio Mesías:
“Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo
creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes
señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los
escogidos. Ya os lo he dicho antes.” (Mateo 24:23-25).
“Pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra
en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso. He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y
guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.”
(Apocalipsis16:14-15).
Los milagros engañosos de los últimos tiempos serán tan extraordinarios que el
contingente de los arrastrados tras las dos bestias superará toda expectativa:
“También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del
cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las
señales que se ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los
moradores de la tierra que hagan imagen a la bestia.” (Apocalipsis13:13-14).
“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como
apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como
ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como
ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.” (2ª Corintios 11:13-15).
36
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la
Palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes.”
(Hechos 17:13).
Sin embargo, el fundamento más sólido para el desarrollo del espiritismo moderno y
todas las demás prácticas ocultistas ha sido la enseñanza de la supervivencia del
alma después de la muerte. “parte de Satanás, no busquemos culpables sino dentro
del propio ámbito cristiano, donde se tolera y fomenta semejante error. Después de
tantos siglos, por parte de las iglesias inmortalistas, de enseñanza contraria a las
Sagradas Escrituras respecto al destino del hombre después del óbito, se han
abierto muchas puertas y caminos para que Satanás y sus demonios se presenten
como mensajeros de los difuntos, induciendo a miles a caer en la trampa de la
supuesta comunicación con los muertos.
Nada hay que temer cuando aceptamos lo que la Sagrada Escritura nos dice
respecto a los muertos: ““sí el hombre yace, y no vuelve a levantarse; hasta que no
haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño.” (Job 14:12). No puede ser
más claro y contundente. La afirmación escritural es que los muertos duermen hasta
el día de la resurrección; que están absolutamente inconscientes e ignoran todo lo
que sucede en la tierra; y, por consiguiente, les resulta imposible enviar mensajes a
los vivientes. Sencillamente, la comunicación entre los vivos y los difuntos no es
posible. Lo posible es dejarse engañar por el maligno, cuando se ignora o se
desprecia el sencillo mensaje de la Palabra de Dios:
“Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo.”
(Salmo 104:29).
“Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni
tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor y su
odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace
debajo del sol” (Eclesiastés 9:5-6).
“Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus
pensamientos.” (Salmo 146:4).
38
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo
de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.”
(21 Reyes 20:1).
“El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores, sale como una
flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece... Ciertamente sus días
están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; le pusiste límites, de
los cuales no pasará. Si tú lo abandonares, él dejará de ser; entre tanto deseará,
como el jornalero, su día... Si yo espero, el Seol es mi casa; haré mi cama en las
tinieblas.” (Job 14:1-2, 5-6; 17:13).
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida;
mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:28-29).
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor.” (10 Tesalonicenses 4:16-17).
Quizá el texto más contundentemente claro al respecto sean las palabras del apóstol
Pablo en su primera carta a los Corintios, donde les dice así:
Cuando una sociedad, o una parte importante de ella, acepta la mentira satánica de
que los muertos realmente no lo están, sino que están vivos en algún lugar que se
estructurará en conformidad con la cultura imperante, se abren toda las puertas y
ventanas para que penetren las más variopintas abominaciones. Esta es una de las
principales características de los tiempos finales, antes del gran día de la Segunda
Venida de nuestro Señor Jesucristo. Todo cristiano sensible a la voz del Espíritu
Santo sabe que la penetración del oscurantismo en la sociedad actual es de unas
dimensiones inimaginables. Es difícil encontrar un solo medio en el que no estén
presentes las abominaciones clásicas y todas las prácticas de moderna factura. El
campo está cultivándose para que Satanás no encuentre ningún obstáculo en el
momento de manifestar sus hechicerías finales. Su propósito será engañar a todo el
mundo para dominarlo y conducirlo a la destrucción:
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros
lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán
hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos
20:28-30).
Por el testimonio del profeta Jeremías sabemos el alcance del sistema religioso
nacido en Babilonia:
“Por los muertos de Israel caerá Babilonia, como por Babilonia cayeron los muertos
de toda la tierra.” (Jeremías 51:49).
“En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: Este
es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos
poderes.” (Mateo 14:1-2).
Este es otro error que puede muy fácilmente despejarse, ya que el contexto de estos
versículos exige que interpretemos este “nuevo nacimiento” como un nacimiento
“espiritual”, no de orden físico. Según la doctrina de la reencarnación, el mismo
espíritu es inyectado en un cuerpo diferente, vez tras vez, de lo que se desprende
que se trata de un nuevo nacimiento físico. El capítulo 3 del Evangelio de Juan habla
de la renovación de la vida espiritual, es decir, un nuevo nacimiento del Espíritu
Santo en el mismo cuerpo.
ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las
obras de Dios se manifiesten en él.” (Juan 9:1-3).
Una visión superficial de este pasaje pudiera hacernos pensar que los discípulos
creían en la ley del “karma”; es decir, que las minusvalías, dolores o sufrimientos en
esta vida han de deberse a pecados cometidos en existencias anteriores. Pero aquí
vemos que, aunque Jesús ni siquiera contempla una posible referencia a la
reencarnación, lo que enseña contundentemente es que el hombre en cuestión no
nació ciego por causa de pecado alguno, ni suyo ni de sus padres, sino que Dios lo
preparó así para que a través de Jesucristo se mostrara la obra de Dios, el milagro
de sanidad en él, y así se diera a conocer el poder del Señor.
“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los
escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A
la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías
ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así
también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos
comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.” (Mateo 17:10-13).
Aquí parece como si Jesús enseñara que Juan el Bautista hubiera venido como
reencarnación del profeta Elías. Sin embargo, hay tres razones por las que resulta
bíblicamente evidente que nuestro Señor Jesucristo no enseñó tal desatino:
Primeramente, porque Elías nunca pasó por la experiencia de la muerte, ya que fue
arrebatado en vida al cielo de Dios, tal y como se nos describe en el capítulo
segundo del Segundo Libro de los Reyes:
“Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de
fuego apartó a los dos (Elías y Eliseo); y Elías subió al cielo en un torbellino.” (21
Reyes 2:11).
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó
aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro
como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les
aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.” (Mateo 17:1-3).
La tercera de las razones es porque ya había sido profetizado que Juan el Bautista
iría “en el espíritu y en el poder de Elías”:
“Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá
delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de
los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lucas 1:16-17).
42
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Es evidente que Jesús no estaba diciendo que Elías se hubiera reencarnado en Juan
el Bautista, sino que el espíritu profético con que fue investido Elías era el mismo
espíritu y poder que ahora reposaban sobre el Bautista. Anteriormente, esa unción
profética había pasado de Elías a Eliseo:
“Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti,
antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu
espíritu sea sobre mí... Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al
otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se
postraron delante de él.” (21 Reyes 2:9,15).
Estos pasajes suelen ser los que los reencarnacionistas citan de las Escrituras, fuera
de todo contexto, para engañar a quienes no están familiarizados con la Palabra de
Dios. Veamos, pues, algunos de los textos donde queda evidenciada la mentira que
se esconde tras el reencarnacionismo o transmigración de las almas, falsas doctrinas
a las que da lugar la vieja mentira satánica de la inmortalidad del alma humana:
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en
el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse
muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con
sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio
el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una
sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez
para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvar a los que le esperan.” (Hebreos 9:24-28).
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.”
(Gálatas 6:7-8).
Es evidente que la siega que hagamos de nuestra vida personal será en conformidad
con lo que en nuestra vida personal hayamos sembrado. El apóstol Pablo no enseña
que esta doctrina se aplique ni a vidas anteriores ni a existencias posteriores, sino
sólo a esta existencia personal y singular que nos ha sido otorgada a cada uno de
43
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Les dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” (Juan 11:25-
26).
Jesús no está refiriéndose aquí a la primera muerte, en la que todos hemos de morir,
a menos que vivamos hasta el momento de la Segunda Venida de Cristo:
44
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez.” (Hebreos 9:27).
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no
sufrirá daño de la segunda muerte.” (Apocalipsis2:11).
Sólo hay dos estados: la vida y la muerte. Para el apóstol Pablo no hay ni siquiera
mención a un estado intermedio entre el óbito y la resurrección:
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la
resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, también en
Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las
primicias; luego, los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue
el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y
potencia.” (10 Corintios 15:21-24).
“sí lo anunció Jesús a sus discípulos, como se desprende de uno de los pasajes de
las Escrituras ante el cual se manifiesta más claramente la realidad del
enfrentamiento entre lo que dice el texto y nuestras creencias apriorísticas, lo que
produce el fenómeno de borrar realmente el mensaje del texto al pasar por nuestro
filtro cultural:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan
14:1-3).
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
45
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos
siempre con el Señor.” (10 Tesalonicenses 4:16-17).
El pequeño adverbio “así” cobra una importancia capital en este conocido texto. De
ese modo, en la Segunda Venida de Cristo, será nuestro encuentro con Él. “sí será
como estaremos con el Señor para siempre. Ningún otro camino nos conduce al
encuentro con el Autor de nuestra salvación. Sólo en Él está la resurrección y la vida
eterna. Sólo vinculados a su inmortalidad.
“Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en
casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la
resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento, porque no
pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos
de la resurrección. Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo
enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de
Isaac y Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para
él todos viven.” (Lucas 20:34-38).
46
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
¿Cómo hemos de entender estas palabras de nuestro Señor? ¿Se equivocó Jesús al
hacer esta promesa a aquel hombre? Veamos varios datos importantes para
comprender esta aparente paradoja. Primeramente, en la mañana del Domingo, el
primer día de la semana, Jesús resucitado salió al encuentro de María Magdalena, y
en su diálogo tenemos ya parte de la solución al problema:
“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó
para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que
estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús
había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han
llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió,
y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por
qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si
tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María!
Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir “Maestro mío”). Jesús le dijo: No
me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María
Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor; y que él
le había dicho estas cosas.” (Juan 20:11-18).
Esta conversación entre Jesús y María Magdalena debería ser suficiente prueba
escritural como para comprender que Jesús no había ascendido a la gloria del Padre
inmediatamente después de su resurrección. Pero vamos a ver algo más, en esta
ocasión de la pluma del médico Lucas:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de
47
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días, y hablándoles acerca
del reino de Dios.” (Hechos 1:1-3).
Es evidente por este testimonio que Jesús no ascendió a los cielos hasta pasados
cuarenta días, tiempo de la cuenta del “omer”, que el Señor Jesús guardó, como
todos los demás mandamientos, preceptos y estatutos de la Ley. “Omer” es la voz
hebrea para “gavilla de granos”, y específicamente, la medida de los primeros frutos
de la cosecha de cebada. El segundo día de la Pascua era el momento para entregar
el “omer” o primicias del cereal que habían de ser presentadas al sacerdote en el día
siguiente después del Shabat:
“Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando
hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote
una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega. Y el sacerdote
mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día
de reposo la mecerá.” (Levítico 23:9-11).
Desde entonces, y hasta que las ofrendas pudieran traerse nuevamente, el Señor
mandó contar siete semanas completas, y el día número cincuenta se había de
celebrar la fiesta de “Shavuot”, es decir, de “las semanas”, para conmemorar la
entrega del Decálogo a Moisés en Sinaí. Es la festividad que conocemos
generalmente todos los cristianos por su forma griega como “Pentecostés”.
“Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis
la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día
siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el
nuevo grano a Jehová.” (Levítico 23:15-16).
En segundo lugar, es importante que tengamos muy presente que la puntuación del
texto en cualquiera de nuestros idiomas occidentales no forma parte del texto
inspirado por Dios. Los textos en el original griego del Nuevo Testamento no
contienen signos de puntuación, pues no eran empleados en la época de su
redacción. Somos nosotros, en nuestras traducciones, quienes hemos insertado los
signos de nuestro sistema de puntuación para aclarar el sentido del texto, del mismo
modo que la división de los libros bíblicos en capítulos y versículos fue introducida
para la más fácil localización de los pasajes. Por consiguiente, la coma que hallamos
en muchas versiones a otros idiomas, y que en la traducción castellana suele
substituirse por el relativo “que”, en el versículo 43 del capítulo 23 del Evangelio de
Lucas, debería colocarse, bien en la forma del signo de puntuación de la coma, o
bien como el relativo “que”, después del adverbio de tiempo definido “hoy”. El texto
griego es como sigue: “Amén lego soy sémeron met emon ese en to paradeiso.” Su
traducción literal es: “Verdaderamente, te digo hoy (“coma” o “que) estarás conmigo
en Paraíso.” Es decir, que Jesús lo que le promete al ladrón arrepentido es: “De
cierto te digo hoy, que vas a estar conmigo en el Paraíso.” No olvidemos que el
Reino del Señor se establecerá con la Segunda Venida de Jesucristo, con gran
poder y gloria, y todos los justificados de todos los tiempos, cuantos vivieron y
durmieron con la esperanza mesiánica en sus corazones, serán resucitados.
48
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él,
entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las
naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los
cabritos.” (Mateo 25:31-32).
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a
los que durmieron en él... Porque el Señor mismo... descenderá del cielo; y los
muertos en Cristo resucitarán primero... Y así estaremos siempre con el Señor.” (10
Tesalonicenses 4:14-17).
La propia voz “inmortal”, como ya hemos visto anteriormente, sólo se aplica en las
Escrituras a Dios nuestro Señor, y a nadie más:
“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y
gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (10 Timoteo 1:17).
De nadie, absolutamente de nadie más, se dice que sea “inmortal”, sino del Señor
Dios Todopoderoso. Suele sorprender muchísimo a la mayoría de los creyentes
comprobar que la Biblia emplea una sola vez el adjetivo “inmortal” y cinco veces el
sustantivo “inmortalidad”, y en todos y cada uno de los casos es siempre y
exclusivamente respecto del Eterno, y nadie más. ¿Quién, es, pues, inmortal?
“Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La
hierba se seca, y la flor se cae; mas la Palabra del Señor permanece para siempre.”
(10 Pedro 1:24-25).
“El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa.”
(Salmo 144:4).
“El bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que
tiene inmortalidad.” (10 Timoteo 6:15-16).
49
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.” (20
Corintios 4:11).
Otra de las frecuentes preguntas que nos hacen es acerca de dónde va el hombre al
fallecer. Dejemos que respondan las Sagradas Escrituras:
“Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.”
(Eclesiastés 3:20).
“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de
ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:19).
“Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para
vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.” (Daniel 12:2).
“Antes que vaya para no volver, a la tierra de tinieblas y de sombra de muerte; tierra
de oscuridad, lóbrega, como sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como
densas tinieblas.” (Job 10:21-22).
“Allí los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas. Allí
también reposan los cautivos; no oyen la voz del capataz. Allí están el chico y el
grande, y el siervo libre de su señor.” (Job 3:17-19).
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el
Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”. (Eclesiastés 9:10).
“quí conviene recordar que la voz “Seol” (hebreo “Sheol”), el lugar de reposo de los
difuntos, viene de una raíz que significa “hueco”, “vacío”, y que en él no se puede
alabar al Señor, ni ejercer ninguna función mental consciente. De ahí que al
asemejarse tanto al sueño, sea precisamente como tal que se mencione siempre en
las Escrituras:
50
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para
alabarte? ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia, o tu verdad en el “badón?”
(Salmo 88:10-11).
“El Seol está descubierto delante de él, y el “badón no tiene cobertura.” (Job 26:6).
“Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres.
No alabarán los muertos a Jah, ni cuantos descienden al silencio.” (Salmo 115:16-
17).
“Ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son removidas de su lugar;
las piedras se desgastan con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra; de
igual manera haces tú perecer la esperanza del hombre: Para siempre serás más
fuerte que él, y él se va; demudarás su rostro, y le despedirás. Sus hijos tendrán
honores, pero él no lo sabrá; o serán humillados, y no entenderá de ellos.” (Job
14:18-21).
“Y el Señor dijo a Moisés: He aquí tú vas a dormir con tus padres, y este pueblo se
levantará y fornicará tras los dioses ajenos de la tierra adonde va para estar en
medio de ella; y me dejará, e invalidará mi pacto que he concertado con él.”
(Deuteronomio 31:16).
“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después
de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré tu reino.” (21
Samuel 7:12).
“Y oyendo Hadad en Egipto que David había dormido con sus padres, y que era
muerto Joab general del ejército, Hadad dijo a Faraón: Déjame ir a mi tierra.” (11
Reyes 11:21).
51
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño; no hizo uso de sus
manos ninguno de los varones fuertes.” (salmo 76:5).
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y
las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que
habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la
resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.” (Mateo
27:51-53).
“Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado.
Y habiendo dicho esto, Esteban durmió.” (Hechos 7:60).
“Jesucristo murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos,
vivamos juntamente con él.” (10 Tesalonicenses 5:10).
“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores andando
según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su
advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas
permanecen así como desde el principio de la creación.” (20 Pedro 3:3-4).
El lenguaje de las Sagradas Escrituras no puede ser más claro para quien no quiera
quitar ni añadir. Pero vamos a seguir por las páginas de la Biblia:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia.” (20 Timoteo 3:16).
“sí es. Nosotros decimos “amén” a esta afirmación bíblica. Y esta Escritura inspirada
por Dios contiene mil seiscientas (1.600) referencias al alma, pero ni una sola de
ellas, ni una sola vez, se describe como “inmortal”, sino, antes bien, como
perecedera. El hombre es creado para la vida, con deseo, por consiguiente, de vida
eterna, pero nunca se nos dice en la Biblia que el hombre, ni parte alguna del mismo,
haya sido creado con inmortalidad. No hay vida eterna fuera de la obra redentora
realizada por Jesucristo, el Siervo Sufriente que vino como tal en su primer Adviento
en carne, y que vendrá en el Gran Día de Dios, en su Segundo Adviento, como
Mesías Triunfante.
Lo que esta humanidad perdió en AdamBla comunión con Dios para vivir una vida
sin fin, en santidad y en preservación de la imagen divina- podemos recuperarlo en el
Segundo Adam, esto es, en Cristo Jesús, mediante el arrepentimiento del pecado
para novedad de vida, y la fe en Jesucristo y en su obra redentora:
52
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que
no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos
8:1-2).
“Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, como la hierba que
crece en la mañana. En la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca.”
(Salmo 90:5-6).
“Mis días son como sombra que se va, y me he secado como la hierba.” (Salmo
102:11).
“Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, siendo nuestros días sobre la tierra
como sombra.” (Job 8:8).
“El hombre nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores, sale como una
flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece.” (Job 14:1-2).
“Porque mis días se han consumido como humo, y mis huesos cual tizón están
quemados.” (Salmo 102:3).
“Voz que decía: Da voces. Y yo respondí: ¿Qué tengo que decir a voces? Que toda
carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la flor se
marchita, porque el viento del Señor sopló en ella; ciertamente como hierba es el
pueblo. Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la Palabra del Dios nuestro
permanece para siempre.” (Isaías 40:6-8).
No hay absolutamente nada en el hombre que no haya sido alcanzado por el pecado
y sus efectos, los cuales siempre son simiente de muerte:
“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.”
(Juan 3:6).
“A lo suyo vino (Jesús), y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:11-13).
“Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil
soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti;
ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una
53
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón;
pesándolos igualmente a todos en la balanza, serán menos que nada.” (Salmo 62:9).
El lector atento de las Sagradas Escrituras sabe muy bien que sólo el apóstol Pablo,
de todos los autores bíblicos, emplea los términos “inmortal” e “inmortalidad”. Sólo él.
Nadie más. Y lo hace en cinco ocasiones, ni una más, ni una menos. Pues bien,
como ya hemos explicado antes, y ahora insistimos en ello, tratando de profundizar
en el texto, en ninguna de esas cinco veces aplica los términos “inmortal” e
“inmortalidad” ni a los pecadores, ni a los justos. Nunca utiliza estas palabras para
referirse a las almas de los humanos, ni antes ni después de la muerte del hombre.
Solamente aplica estos vocablos a Dios nuestro Señor. Sólo al Eterno, única y
exclusivamente:
“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y
gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (10 Timoteo 1:17).
La inmortalidad es una facultad que, según el apóstol Pablo, el hombre no posee, por
cuanto no forma parte de nuestra naturaleza caída, sino que es algo que debemos
anhelar y buscar diligentemente:
“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para
el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno
conforme a sus obras: Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no
obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia.” (Romanos 2:5-8).
54
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
El único escritor inspirado que menciona la inmortalidad en toda la Biblia Bel apóstol
Pablo- nunca jamás enseñó la inmortalidad del hombre, ni de su alma, en perfecta
concordancia con toda la enseñanza de las Sagradas Escrituras:
“Tan ciertamente como vivo yo, mi gloria llenará toda la tierra.” (Números 14:21).
“Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo
será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría; y huirán la tristeza y el gemido.”
(Isaías 35:10).
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás
destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos
estos reinos, pero él permanecerá para siempre.” (Daniel 2:44).
Continuamos con las preguntas más habituales al respecto: ¿Quiénes serán aquellos
a quienes el Señor promete levantar de entre los muertos?
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida;
mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” (Juan 5:28-29).
“Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la
muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el
55
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.” (Hechos
24:15).
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No
nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no
desmayamos.” (Gálatas 6:7-9).
La vida del cristiano está y estará guardada en Cristo Jesús desde el día de su
conversión hasta el día de su Segunda Venida. De ahí que para el apóstol Pablo
nuestra conversión al Señor o nuevo nacimiento sea como si ya hubiéramos
resucitado, como un “ya”, y un “todavía no”; esa tensión espiritual que el Santo
Espíritu de Dios transmite al cristiano para vivir en el santo temor de Dios, en
reverencia y obediencia:
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las
de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria.” (Colosenses 3:1-4).
¿Cuál será, entonces, el fin de los corruptos inconversos que despreciaron la gracia
salvadora de Dios nuestro Señor?
“Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales,
nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el
galardón de su injusticia... Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la
tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre.” (20
Pedro 2:12-13, 17).
56
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más
bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” (Mateo 10:28).
Este texto, que muchos han empleado para tratar de justificar su creencia
supersticiosa en la supuesta inmortalidad del alma, prueba precisamente todo lo
contrario. El “alma”es sencillamente la “vida eterna”, que es don, dádiva, regalo
divino: “mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
(Romanos 6:23); que se recibe por la fe en Jesucristo, y que el Señor nos hará
efectiva en el último día: “Yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:54). De ahí
que nadie jamás pueda arrebatar la vida eterna que Dios otorga en su soberanía:
“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada
más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que
después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a
éste temed.” (Lucas 12:4-5).
“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo
es mía; el alma que pecare, esa morirá... Apartándose el justo de su justicia, y
haciendo iniquidad, él morirá por ello; por la iniquidad que hizo, morirá. Y
apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la
justicia, hará vivir su alma.” (Ezequiel 18:4, 26-27).
“Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos
un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Por qué moriréis, casa de Israel. Porque no
quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.”
(Ezequiel 18:31-32).
¿Cuál es el resultado logrado por un hombre que aparta a otro de su mal camino?
57
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
El más elemental análisis de este texto demuestra que se trata de una figura
simbólica, frecuentemente empleada en las Escrituras para referirse a la
reivindicación de la sangre derramada de los siervos de Dios, como es el caso de la
sangre de “bel:
“Y él (el Señor) le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a
mí desde la tierra.” (Génesis 4:10).
La voz “almas” se refiere aquí a personas, a seres humanos que habían sido
asesinados por su fidelidad al Señor y a su Palabra. No tiene sentido interpretar este
texto como si unas supuestas “almas” descarnadas estuvieran guardadas debajo del
altar, ni que los justos le pidan a Señor venganza sobre sus enemigos, por cuanto se
trata de discípulos de Jesucristo, quien nos ha enseñado que “amemos a nuestros
enemigos, bendigamos a quienes nos maldicen, hagamos bien a quienes nos
aborrezcan, y oremos por quienes nos ultrajen y nos persigan, para que seamos
hijos de nuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amamos a los que nos
aman, ¿qué recompensa tendremos? ¿No hacen también lo mismo lo publicanos? Y
si saludamos a nuestros hermanos solamente, ¿qué hacemos de más? ¿No hacen
también así los gentiles?” (Mateo 5:44-47). El mandamiento conclusivo de nuestro
Señor y Salvador es tajante: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48). ¿Cómo podemos armonizar la petición
de venganza con las fundamentales enseñanzas de Jesucristo? No podemos
interpretar este pasaje como una petición literal de venganza por parte de almas
descarnadas de mártires cristianos.
“firmamos rotundamente que los justos no piden a Dios venganza sobre sus
enemigos, sino misericordia para quienes no saben lo que hacen, siguiendo el
ejemplo máximo de Jesús de Nazaret en la Cruz del Gólgota: “Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34).
58
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que
sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.” (10
Pedro 4:6).
Una mirada al texto original griego nos muestra dónde radica el malentendido. En él
se nos dice que el Evangelio “fue” predicado a los que “están muertos”. El contraste
entre los tiempos verbales nos muestra que el Evangelio “fue predicado”, tiempo
pasado, cuando, efectivamente, el mensaje de salvación fue anunciado a los que
“están muertos”, presente, es decir, a los que están muertos ahora. No estuvieron
muertos cuando se les predicó el Evangelio. Es ahora cuando lo están. Las buenas
nuevas de salvación les fueron proclamadas cuando estaban entre los vivos. Todo lo
demás, en este caso como en todos los otros, es proyección de nuestras creencias
apriorísticas. “sí es como le forzamos al texto a decir lo que no dice para nada.
A este texto suelen sumar muchos hermanos las palabras del apóstol Pedro, cuando
manifiesta:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en Espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en
otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los
días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir,
ocho, fueron salvadas por agua.” (10 Pedro 3:18-20).
Este texto es uno de los favoritos entre quienes mantienen la postura del
inmortalismo innato en el alma del hombre. Primeramente, hemos de recordar, pues
nunca viene mal hacerlo, que un texto aislado de la enseñanza general de las
Sagradas Escrituras no es un fundamento sólido para construir toda una doctrina que
afecta la trascendencia del destino del hombre después de finalizar esta vida.
La exégesis del texto que nos ocupa discurre por este camino: “Porque también
Cristo padeció (griego “apethanen”, es decir, “sufrió padecimientos de muerte” o
“padeció hasta morir”) una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para
llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en Espíritu.”
Aquí conviene tener presente que la “e” minúscula de “espíritu”, con que suele
aparecer en muchas versiones, es arbitrariamente utilizada por los traductores y
59
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y
fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo
profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia,
en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo
antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni
su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos
testigos.” (Hechos 2:29-32).
Continúa el texto diciendo que “en el cual (en el Espíritu) también fue y predicó
(griego “ekéruxen”, “hacer la labor de un heraldo”, “anunciar”, “proclamar”, “difundir
públicamente”) a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron,
cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se
preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por
agua.” (10 Pedro 3:18-20).
los tres días que mediaron entre su muerte y su resurrección, donde se encontraban
los muertos de los días de Noé, mientras su cuerpo sin vida permanecía en la tumba,
para predicar el Evangelio a los espíritus descarnados de los antediluvianos allí
encarcelados, con el propósito evidente de darles una segunda oportunidad, y que
de ese modo pudieran escapar del terrible tormento en que se hallaban.
hallamos en el texto de Pedro (“Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en
la carne, pero vivificado en Espíritu”) es el griego “zoopoieo”, y es exactamente el
mismo vocablo que encontramos en Romanos 8:11: “Y si el Espíritu de aquel que
levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora
en vosotros.”
Es de suma importancia tener presente que Dios trajo a Jesús de vuelta a la vida por
medio de la bendita Persona del Espíritu Santo, el mismo Espíritu por quien los
redimidos por la sangre de Cristo seremos levantados de entre los muertos, a menos
que estemos vivos en el momento de su Segunda Venida, en cuyo caso seremos
transformados en vida, inmediatamente después de que resuciten los que durmieron
antes de nosotros. La “vivificación”, en este texto petrino que estudiamos, significa
que Jesús fue a la muerte en la carne, y vivificado -es decir, se le impartió vida- por
el Santo Espíritu de Dios. Si al mismo tiempo pretendemos hacer creer que Jesús
siguió viviendo después de haber muerto, y antes de que fuera vivificado, estaremos
invalidando el sentido de que “fue vivificado”, es decir, “vuelto a la vida”. Esto sería
anular lo que se nos dice en Romanos 1:4: “Nuestro Señor Jesucristo... fue
declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección
de entre los muertos.” Es el propio Jesús quien nos lo dice claramente: “Yo soy... el
que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos.”
(Apocalipsis1:18).Efectivamente, “Jesús fue y predicó a los espíritus encarcelados”,
pero la Escritura no dice que tal predicación ocurriera entre la muerte y la
resurrección del Señor. La estructura inmortalista se derrumba cuando examinamos
detenidamente el texto que nos ocupa y comprobamos que esta predicación no
aconteció inmediatamente después de que Jesús pusiera su vida por nosotros en la
Cruz del Calvario. ¿Cuándo predicó Jesús a los encadenados? Si Cristo fue
vivificado, es decir, levantado a la vida, por el Espíritu Santo, entonces es evidente
que fue también en y por el Espíritu Santo por quien Cristo efectuó esta predicación.
El texto dice “vivificado en (por) el Espíritu; en el cual (por el cual) fue y predicó a los
espíritus encadenados.” Ahora bien, comoquiera que el texto afirma que esa
predicación fue realizado “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días
de Noé” (10 Pedro 3:20), tuvo que ser la generación de Noé la que escuchó la
predicación de Cristo por medio del Espíritu. No olvidemos que el Verbo de Dios, que
es Dios, antes de la Encarnación en Jesús, era Espíritu, por cuanto Dios es
Espíritu:”En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad... Pero tú, Belén Éfrata,
pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en
Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.” (Juan 1:1,
14; Miqueas 5:2).
Trasladémonos por un instante a la primera tierra, en la cual vivió Noé antes del
Diluvio y su paso a la segunda tierra, en la cual nos hallamos todos hoy, para
considerar las condiciones en que se encontraba:”Y dijo el Señor: No contenderá mi
Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne, mas serán sus
62
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
días ciento veinte años... Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en
la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la
tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los
hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves
del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Pero Noé halló gracia ante los ojos
de Jehová.” (Génesis 6:3, 5-8). Ahora consideremos el título que el apóstol Pedro le
da a Noé: “(El Señor) no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé,
pregonero (predicador) de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre
el mundo de los impíos.” (20 Pedro 2:5).Es evidente que el Espíritu predicó por
medio de Noé a aquella generación, del mismo modo que el Señor lo hace a cada
generación por medio de sus pregoneros de justicia. Cristo, el Verbo de Dios, la
Palabra Eterna, por medio de la bendita Persona del Espíritu Santo predicó el
mensaje del arrepentimiento y del perdón a aquella generación, tal y como lo hizo en
los días de la carne entre nosotros, y tal como lo hace hoy en nuestro mundo, por
medio del Espíritu a través de sus voceros. Por eso dice el texto que aquella
predicación ocurrió “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de
Noé.” (v. 20).
Surge ahora otra interesante pregunta a la que hemos de responder: ¿Por qué se les
llama “espíritus” a estos seres antediluvianos? El vocablo griego que nos llega es
“pneumasi”, pero la atribución de que sean espíritus descarnados es solamente
nuestra. El texto no dice tal cosa, por cuanto la designación de “espíritus” para
referirse a los seres humanos es simplemente una manera de destacar las
necesidades espirituales de los hombres. La prueba de esto puede hallarse en el
texto de Hebreos 12:23, donde se habla de “los espíritus de los justos hechos
perfectos”, y donde resulta evidente que se refiere a “hombres justos”, y lo que es
todavía más, a hombres que están en la iglesia, como podemos comprobar
fácilmente por el contexto. También en Hebreos se le llama al Señor “Padre de los
espíritus” (12:9) refiriéndose a hombres que están todavía en el cuerpo, vivos. Se
trata simplemente de un hebraísmo, como se desprende de la raíz de este giro, que
hallamos en varios textos del Antiguo Testamento, y donde es más que evidente que
se refiere a seres vivos, y no a espíritus descarnados:”Y ellos se postraron sobre sus
rostros, y dijeron: Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un solo hombre el
que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación?” (Números 16:22).”Ponga
Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación.”
(Números 27:16).Son muchas las evidencias bíblicas que prueban que no hubo en
Jesús ninguna entidad espiritual, incorpórea, que continuara viviendo durante el
período comprendido entre su muerte y su resurrección en el tercer día: “Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja
delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio
fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de
los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido... Con todo eso, Jehová quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación
por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su
mano prosperada... Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes
repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los
pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”
63
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
64
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
quebraron las piernas.” (Juan 19:30, 33).Es evidente que la expresión “entregar el
espíritu” significa únicamente “soltar el último aliento”, “expirar”, “cesar en respirar”.
Como dice la Palabra: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a
Dios que lo dio.” (Eclesiastés 12:7). Cualquier otro significado es leer los textos
desde nuestra comprensión apriorística, fruto de la civilización imperante, subsidiaria
de la filosofía platónica que ha configurado una buena parte de nuestra cultura
occidental "cristiana".
Negar la muerte de Cristo es refutar el testimonio bíblico. El Señor no dio una parte
de su vida por nosotros, sino todo su ser. Jesús no entregó sólo su cuerpo en
rescate por nuestras vidas, sino todo su ser: espíritu, alma y cuerpo, por cuanto el
hombre es una unidad indivisible. La entrega del espíritu significa la muerte.
Recordemos que el testimonio escritural es que “aquel Verbo fue hecho carne” (Juan
1:14), lo cual, según el inmortalismo, significaría que el Verbo no se hizo alma ni
espíritu, sino sólo “carne”, sólo “cuerpo”. Sin embargo, sabemos que eso no fue así,
sino que por “carne” hemos de entender, en ese contexto, que se trata del hombre
entero. El Maestro no hizo una apariencia de morir para seguir viviendo. Entró en la
muerte con todas sus consecuencias, para vencerla desde dentro. Es evidente que
Jesús de Nazaret, como nuestro substituto voluntario en la Cruz del Gólgota,
después de haber dado su vida por nuestros pecados, entregó su espíritu, es decir,
su último suspiro, y conforme a las Sagradas Escrituras, ese espíritu suyo, su hálito
vital, volvió a Dios que lo dio, y su cuerpo permaneció en el estado de la muerte, sin
pensamiento ni actividad alguna, esperando la llamada del Espíritu Santo, dador de
la vida, hasta el tercer día. “demás, recordemos que las Escrituras no dicen que la
vida del hombre está en su alma, ni en ninguna parte o plano inmaterial del mismo,
sino en su sangre: “Porque la sangre es la vida” (Deuteronomio 12:23). Por eso
Jesús entregó su sangre, es decir, su vida, por nosotros. Esa es la razón por la que
nuestra redención está asegurada, por cuanto Jesucristo verdaderamente murió y
verdaderamente fue resucitado:”De igual manera, después que hubo cenado,
(Jesús) tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por
vosotros se derrama.” (Lucas 22:20).”Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a
su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con
todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino
que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos
recibido ahora la reconciliación.” (Romanos 5:6-11).
65
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
pues el oficio de ellos era hacer tiendas. (“tejedores de paños ásperos de Cilicia).
(Hechos 18:1-3).”Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros
sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas
manos me han servido.” (Hechos 20:33-34). Es muy probable que Pablo aquí esté
comparando al cuerpo con una tienda de campaña, temporal y transitoria, semejante
a las “cabañas” de la fiesta de Tabernáculos (hebreo “Sukot”, plural de “Suká”, con el
mismo significado del griego “skené”). Pablo prefiere la “casa” eterna, el edificio o
construcción de Dios, es decir, el cuerpo glorificado que espera recibir en la Segunda
Venida de Cristo. Por eso Pablo no quiere verse “desnudo” o “desvestido”,
hebraísmo para la muerte. Veámoslo:”Desnudo salí del vientre de mi madre, y
desnudo volveré allá.” (Job 1:21).”Como salió del vientre de su madre, desnudo, así
vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.”
(Eclesiastés 5:15).Es evidente que el apóstol Pablo prefiere estar revestido, sea por
resurrección o por traslación. “sí es como estas palabras de Pablo armonizan con su
propia enseñanza en la Carta a los Filipenses:”Mas nuestra ciudadanía está en los
cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo
de la gloria suya.” (Filipenses 3:20-21).Para el apóstol Pablo sólo hay dos
existencias: La vida actual y la que ha de venir, conforme a la enseñanza de las
Escrituras, donde siempre se habla del mundo actual y del venidero:
“Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo
aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.” (10 Timoteo
4:8).Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que las Sagradas Escrituras nunca
enseñan que haya una tercera vida o existencia:”Y cualquiera que haya dejado
casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi
nombre (dice Jesús), recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” (Mateo
19:29).”Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los
escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, en la
esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del
principio de los siglos.” (Tito 1:1-2).Ni el apóstol Pablo ni ningún otro de los autores
del Nuevo Testamento, siguiendo el ejemplo de Jesús, escribieron acerca de la
supuesta supervivencia de almas descarnadas. Para ellos, la vida actual se vive en
un cuerpo natural, temporal, perecedero, y la vida futura se vivirá en un cuerpo
espiritual, sobrenatural, inmortal, a semejanza del cuerpo glorioso de la resurrección
de Cristo. Por eso es que Pablo enseña que no podemos acceder a la presencia del
Señor con nuestros cuerpos actuales:”Pero esto digo, hermanos: que la carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
(10 Corintios 15:50).En el cuerpo natural de nuestra corrupción, de nuestra debilidad,
de nuestra humillación, no podemos acceder a la presencia del Eterno. De ahí se
desprende porqué, ante una efímera manifestación de la gloria de Dios en Cristo
Jesús, Saulo caiga al suelo y quede ciego temporalmente:
“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una
voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor?
Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el
aguijón... Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie;
así que, llevándole de la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin
ver, y no comió ni bebió.” (Hechos 9:3-5, 8-9).Algo semejante le acontece al apóstol
68
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Juan. A pesar de haber estado tan cerca de Jesús, con quien había tenido la
confianza de recostarse sobre el bendito Maestro, cuando se produce el encuentro
con el Señor glorificado, y ya el resplandor de su divinidad no está velado por la
carne, Juan cae al suelo como muerto. El suceso ocurre en la isla de Patmos, donde
Juan había sido deportado por la policía del emperador Domiciano, por el delito de
predicar el Evangelio. La proclamación del mensaje liberador de Jesucristo siempre
resulta insufrible para los dictadores, de entonces como de hoy. “sí lo relata el propio
Juan en Apocalipsis:”Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él (Jesús) puso su
diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y
estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las
llaves de la muerte y el Hades.” (Apocalipsis1:17-18).Sigamos con el testimonio de
Juan, quien esperaba tener ese encuentro definitivo con el Señor, un día; y él nos
dice cuando:”Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él (Jesús) se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (10 Juan 3:2). (Ver también 10
Corintios 15:42-44; 53-54).
De estos textos se desprende que la transformación que ha producirse en los
redimidos para poder acceder a la presencia del Señor acontecerá, no tras nuestro
óbito, sino en el día glorioso de la Segunda Venida de Cristo Jesús, cuando se
produzca el magno acontecer de la resurrección-traslación, cuando “esto corruptible
se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.” (10 Corintios 15:53).
Semejante transformación se profetiza para el Segundo Adviento del Mesías, no al
morir el hombre. Sería paradójico que aconteciera al producirse el fallecimiento del
individuo, que es el momento de victoria temporal de la muerte. La Escritura enseña
que la incorrupción y la inmortalidad se manifestarán, no en la muerte del hombre,
sino en la victoria de Cristo sobre ella: “Entonces se cumplirá la palabra que está
escrita. Sorbida es la muerte en victoria.” (10 Corintios 15:54).Es evidente, pues, que
el apóstol Pablo sabía que con poco que el Señor tardara en su venida, la mortalidad
sería absorbida para él en la muerte. De ahí que él prefiriera no quedar desnudo por
la muerte, sino vestido por la traslación en la Segunda Venida de Cristo, para que lo
mortal fuera absorbido por la vida:”Porque asimismo los que estamos en este
tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino
revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” (20 Corintios 5:4).Las
opciones que nos presenta Pablo son dos: Si Cristo volvía hallándose Pablo
“desnudo”, es decir, en el estado del sueño de la muerte, entonces la fe de Pablo,
como la nuestra, sería la promesa de la resurrección de los redimidos, en la Segunda
Venida de Cristo, cuando la muerte será absorbida en victoria. (Ver 1ª Corintios
15:54). Sin embargo, la preferencia de Pablo, como la nuestra, era, naturalmente, no
pasar por la muerte, sino que su vida mortal fuese absorbida por la inmortalidad
mediante la traslación en el Segunda Venida. (Ver 2ª Corintios 5:4). Pablo, como
nosotros, preferiría la experiencia de Enoc y de Elías, que fueron trasladados sin
conocer la muerte. Por eso están vivos y conscientes en el cielo de Dios, mientras
que todos los demás duermen. Ahora bien, este texto que analizamos en el capítulo
quinto de la 2ª Epístola a los Corintios no debe aislarse del capítulo precedente, el
cuarto, donde el apóstol Pablo habla de su cuerpo mortal y de los muchos
sufrimientos que ha experimentado durante su ministerio, los cuales habían dejado
profundas marcas de debilidad en su cuerpo, al cual el apóstol se refiere como “vaso
de barro” (“tierra”), además de la mención del “aguijón en la carne”, probablemente
69
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera el los odres se rompen, y el
vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos,
y lo uno y lo otro se conservan juntamente.” (Mateo 9:17). (Ver también Marcos 2:22;
Lucas 5:37-38).
El apóstol manifiesta que mientras esté en este cuerpo mortal, estará ausente del
Señor, alejado de la plenitud de gloria que ha de manifestarse. Por eso anhelaba
desprenderse del viejo cuerpo mortal para recibir un cuerpo nuevo y glorificado, y de
ese modo poder morar en la presencia del Señor por toda la eternidad.
Pablo habla de gemir mientras estamos en este tabernáculo, y añade que ese gemir
es con “angustia” o “carga”. ¿Por qué? Porque el mundo, Satanás, el pecado y la
tentación que incide en nuestra carne o vieja naturaleza, representan una carga,
incluso para los redimidos. Pero, a pesar de ello, y aunque en este mundo tengamos
aflicción, esto no significa que anhelemos estar desnudos en el estado intermedio de
la muerte, por cuanto ese lapso no es el tiempo de la redención, ni la tumba es
nuestro hogar definitivo. No fuimos creados por Dios para morir, ni este planeta fue
diseñado por el Señor para ser un inmenso cementerio. Sólo es un estado
intermedio, hasta el regreso visible de nuestro bendito Redentor. Por consiguiente, el
70
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
memoria de estas cosas.” (20 Pedro 1:13-15). “nuestro estado actual de vida le sigue
el estado de la muerte, llamado reiteradamente “sueño”. Es la disolución del cuerpo.
Y al sueño de la muerte le seguirá, por resurrección o por traslación, el estado de la
vida eterna, don de Dios en Cristo Jesús. Nuestra vida glorificada comenzará
solamente cuando Jesucristo se manifieste en su Segunda Venida. Entonces
recibiremos nuestra “casa no hecha de manos”, eterna, en los cielos. (Ver 20
Corintios 5:1). En su exposición, Pablo pasa del estado presente, transitorio y finito,
al estado eterno que ha de manifestarse, y contempla un estado glorioso en el que
su “vieja tienda de campaña”, de “tierra”, será cambiada por una “casa” o “edificio”
que es del cielo, a semejanza del cuerpo de la resurrección de Jesucristo. La “vieja
tienda de campaña” terminará sus días rasgándose, y, naturalmente, Pablo no quiere
verse desnudo, de ahí que emplee la figura de “estar vestido”. Lo que hasta ese
momento ha sido descrito por Pablo como “tienda de campaña”, ahora lo presenta
como “estar vestido”. El apóstol no tiene ninguna duda al respecto. Para él lo mejor
es estar “vestido de inmortalidad”, en vez de estar desprovisto de su cuerpo mortal:
“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia;
porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida.” (2ª Corintios 5:4). \pard f2) ¿A qué se refiere Pablo al hablar
del estado de “desnudez”? Es evidente que esta expresión característica de Pablo se
refiere a la muerte: “Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano
desnudo.” (griego: “gumnon”, “desnudo”, “desvestido”). (10 Corintios 15:37).El estar
“desnudo” es la figura que Pablo emplea aquí para referirse a la muerte, como el
estado de aquel que ha sido plantado en la tierra en la esperanza de la resurrección,
a semejanza del grano de cereal que es sembrado con la esperanza de que germine
y produzca fruto. Por el contrario, el sentido de la condición de “estar revestido” es la
figura que el apóstol utiliza para referirse a la resurrección y la vida venidera, cuando
con el Segundo Adviento de nuestro Señor Jesucristo seremos revestidos de
inmortalidad. ¿Cómo anhela Pablo este estado eterno? Es evidente que para nuestro
apóstol no tiene gran importancia el estado de muerte o desnudez. No se detiene a
hablarnos de este estado, sino que pasa directamente a hablarnos del anhelo de
estar “revestidos”. La perspectiva gloriosa de la resurrección de entre los muertos,
cuando los redimidos seamos despertados al sonido de la trompeta, del “sofar” o
“cuerno de carnero” con el que son convocadas las tribus del Señor, a la usanza de
los días antiguos de Israel, hace que para Pablo la muerte no tenga valor. Lo
verdaderamente importante para él es la bendición de estar revestidos de
inmortalidad e incorrupción, es decir, de Cristo en su venida.
En el versículo 1 de este capítulo 5 de la 20 Carta a los Corintios, Pablo presenta la
muerte como la “destrucción de nuestra casa terrenal”. Es evidente que Pablo no
está aquí hablando solamente de nuestro cuerpo, sino de todo nuestro ser, por
cuanto la muerte es la cesación de la vida. De lo contrario, caeremos en la trampa
sutil de llamar a las cosas por nombres que significan todo lo contrario de lo que son.
Si pensamos que Pablo habla de la cesación de una parte de nuestro ser, pero no
del ser entero, sólo es porque, como hemos repetido ya varias veces, estaremos
proyectado sobre el texto algo que sencillamente dicho texto no dice en absoluto.
Aquí lo que nuestro apóstol hace es contrastar el sueño de la muerte con el
despertar de la resurrección. Conviene aquí también tener muy presente que la
muerte no es un punto, un momento, en el tiempo, sino que se trata de un período de
tiempo durante el cual los muertos están muertos, valga la redundancia, y no vivos.
72
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Es el tiempo durante el cual el hombre fallecido, finado, queda dentro del ámbito del
“sepulcro”, entiéndase como el “lugar de los muertos”. Esa es la enseñanza que se
nos da en el texto de 10 Corintios 15:54-55, que ya hemos citado. Ese ámbito o
“reino”, entiéndase “dominio” de la muerte, permanece inalterable durante todo el
período de duración de la misma. De ahí que Pablo hable de todo el tiempo durante
el cual un ser permanece fallecido. El óbito, es decir, el acto de morir, no es el fin de
nuestra muerte, sino, antes bien, el comienzo o entrada en su dominio. Entonces es
cuando nuestro “tabernáculo terrenal” (“tienda de tierra”) se deshace, y continúa en
ese estado de disolución hasta el día en que el Señor despierte a los suyos del
sueño de la muerte, para realizar la restauración de la vida y de todas las cosas, y,
conforme a sus promesas, otorgue en su gracia soberana la incorrupción y la
inmortalidad a sus redimidos, todo lo cual acontecerá en la Segunda Venida del
Amado.
Cuando nos damos cuenta de que Pablo no está contrastando aquí ningún supuesto
estado intermedio del “alma” frente a la disolución del “cuerpo”, sino que el contraste
es, por oposición, del “estado temporal de la muerte” con el “estado eterno de la vida
resucitada”, podemos entonces aclarar las aparentes paradojas y perplejidades de
este texto que estamos considerando a la luz del contexto general de las Sagradas
Escrituras. El contraste paulino, aquí como en los otros pasajes donde el apóstol
trata de este asunto, se centra en la oposición de la vida presente, destinada a la
disolución, con la vida gloriosa que comenzará cuando Jesucristo venga a despertar
a los suyos. Esa es la vida que ya, como “arras” o “anticipo”, por la fe, podemos
disfrutar a partir del momento de haber nacido de nuevo al recibir a Cristo como
nuestro único Señor y Salvador personal, eterno y todo suficiente.
Todo el sentido del estado intermedio queda abarcado por la idea de la disolución del
“tabernáculo de tierra” y la “regeneración” o “nueva creación” de una vida que Pablo
denomina el “edificio de Dios, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.”
(20 Corintios 5:1).
74
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Evangelio que algunos se levantaron contra nuestro Señor para dar falsos
testimonios, diciendo: “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho
a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.” (Marcos 14:58).
Curiosamente, aquellos falsos testigos, sin pretenderlo conscientemente, estaban
profetizando al hacer aquella imputación. “quello debió de extenderse como la
pólvora, pues volvemos a escuchar esta “acusación” de parte del vulgo que le
injuriaba mientras Jesús colgaba del madero de la cruz y agonizaba:
“Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: “(Bah! Tú que
derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y
desciende de la cruz.” (Marcos 15:29-30).”Y los que pasaban le injuriaban,
meneando la cabeza, y diciendo: “Tú que derribas el templo, y en tres días lo
reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.” (Mateo
27:39-40).Jesús entregó su vida para que nosotros también podamos recibir cuerpos
resucitados “no hechos por manos humanas”. El cuerpo de Jesús, después de
fallecer, fue puesto en la tumba como cuerpo natural, pero volvió a la vida en el día
señalado, al ser vivificado por el Espíritu Santo, como “cuerpo espiritual”. Y de igual
manera nosotros también, todos los redimidos por la sangre de Cristo, traeremos la
imagen del hombre celestial, el “segundo adam” o “segundo hombre”, es decir, el
Señor bendito que vendrá de los cielos en el Gran Día de Dios:”El primer hombre es
de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el
terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial.” (10 Corintios 15:47-49).”Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29).
Nuestros cuerpos terrenales serán entonces transformados a la semejanza de su
cuerpo de gloria. Ese será el cuerpo que se nos otorgará, por la sola gracia
misericordiosa de Dios, bajo su providencia y soberanía, nunca como un derecho
innato de nuestra parte. El cuerpo de gloria que se nos concederá será formado por
el poder creador de Dios, por nada ni nadie más. Esto es lo que verdaderamente
significa “no hecho de manos”; es decir, formado por la potencia creadora y
regeneradora de Dios, en contraste con nuestros pobres cuerpos actuales, marcados
por la degeneración de la caída en el pecado, y, por tanto, cuerpos animales,
terrenales, corruptibles y perecederos, “hechos por manos”, es decir, por voluntad de
carne y de sangre. En palabras del apóstol Pablo: “la transformación del cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.” (Filipenses
3:21). Y en Colosenses añade: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces
vosotros también seréis manifestados con él en gloria.” (Colosenses 3:4). El apóstol
Juan lo expresa así también: “Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (10 Juan 3:2).Al tratar de lo que
le acontece al cuerpo mortal, Pablo ilustra su enseñanza, como ya hemos visto,
mediante la figura del tabernáculo, es decir, de la “tienda de campaña” del pueblo de
Israel durante el tiempo de peregrinaje en el desierto, a la salida de Egipto, camino
de la tierra promisoria. El Señor le ordenó a Moisés que construyera un “tabernáculo
de reunión” en conformidad con el patrón o modelo del original y eterno, en los
cielos, y que el propio Señor le mostró en el monte. El sentido trascendente del
tabernáculo de reunión se manifiesta en la bendita persona de nuestro Señor
Jesucristo, encarnación del Verbo de Dios, es decir, tabernáculo de carne donde se
75
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
reúnen Dios y el hombre. Pensar que se trata de un pasaje del Antiguo Testamento,
entre otros, es cometer un grave error que, como siempre, nos pasa después factura
a la hora de elaborar y formular nuestra doctrina respecto a lo que le acontece al
cuerpo mortal. Tal es la importancia del pasaje que en varias ocasiones se hace
referencia a él en las páginas del Nuevo Testamento. (Ver Hechos 15:16; 10
Corintios 5:1; Hebreos 8:2; 9:3; 9:11; 9:21; 13:10; Apocalipsis15:5; 21:3). Esa
importancia se debe, naturalmente, a la relación vital existente entre el tabernáculo
de reunión en el desierto y el verdadero tabernáculo o templo de Dios en los cielos.
La detallada descripción del tabernáculo que el Señor le da a Moisés, a partir del
capítulo 25 de Éxodo, comprende estas palabras que no dejan duda respecto al
hecho de la muestra del modelo en la visión celestial concedida a este siervo de
Dios:”Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.”
(Éxodo 25:40).
El apóstol Pablo aplica este paralelismo al cuerpo. Nuestro pobre cuerpo mortal es al
tabernáculo de reunión, lo que dicha tienda de campaña para la congregación de
Israel es respecto al tabernáculo celestial. Se trata de una figura frágil y limitada,
pero el Espíritu Santo mueve el corazón de Pablo para darnos esa ilustración. El
tabernáculo terrenal, hecho de arcilla, habrá de deshacerse, de disolverse, y será
reemplazado por un cuerpo glorioso, inmortalizado por la sola gracia de Dios, según
los planes del Eterno en su soberanía. La inmortalización no será, pues, el resultado
de poseer una parte de nuestro ser, inmortal e indestructible, sino un don del Señor,
jamás merecido por nuestra parte. Para la gran mayoría de los santos, de los
redimidos por la sangre del Cordero, transcurrirá un lapso de tiempo entre el
momento de su óbito y el instante de la Segunda Venida de Cristo, en el Gran Día de
Dios, seguido de su séquito de ángeles, cuando el Señor regenerará nuestros
cuerpos mortales a la semejanza de la gloria de su cuerpo resucitado. Ese lapso de
tiempo será más largo, naturalmente, para quienes murieron en la remota
antigüedad, que para quienes hayan entregado su espíritu poco antes de la aparición
de nuestro Redentor. Sin embargo, ese lapso de tiempo solamente tendrá sentido
para el período que cada generación estamos llamados a vivir, ya que para quienes
descansan en el sueño de la muerte, el paraíso de Dios será una realidad de una
inmediatez inmensa. Entre la muerte y la resurrección no transcurrirá
perceptiblemente ningún lapso de tiempo para los que duermen. Y ese lapso, entre
los vivos, no superará, lógicamente, el tiempo vital de cada generación. La
transformación gloriosa parecerá ser instantánea, inmediatamente después del
fallecimiento. Su semejanza, revelada por el Espíritu Santo en las Escrituras, será al
dormir y al despertar de cada día. Esa es la razón por la que en la Biblia se
denomina “sueño” y se emplea el verbo “dormir” en lugar de “morir” o “finar”.
Ahora bien, no todos pasarán o pasaremos por el trance del óbito y subsiguiente
sueño de la muerte, sino que los cuerpos mortales de los redimidos por la sangre de
Cristo, en el momento de su Segunda Venida, experimentarán la transformación
glorificadora por la que la mortalidad será revestida de inmortalidad, y la corrupción
será revestida de incorrupción, tal y como se nos describe en el capítulo 15 de la
Primera Carta de Pablo a los Corintios y el capítulo 4 de la Primera Epístola a los
Tesalonicenses, que ya hemos citado repetidamente. Esa es la experiencia que el
apóstol denomina “ser revestidos”, unos después de haber sido desnudados en el
estado de la muerte, y otros, los vivos, en el momento de la manifestación gloriosa
del Hijo del Hombre. Los términos “vestidos”, “desnudos” y “revestidos” son las
76
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
claves para la comprensión de todo lo que nos dice el texto que estudiamos.
Mientras vivimos en la tierra estamos “vestidos” con nuestro cuerpo mortal. En la
muerte somos “desvestidos” o “desnudados” de ese cuerpo, y así permanecemos
durante el estado de la muerte, es decir, mientras estamos muertos, tiempo durante
el cual nuestros cuerpos se deshacen, se disuelven. Esa será la suerte de la
inmensa mayoría de los redimidos. Sólo aquellos que vivan o vivamos en el
momento de la Segunda Venida del Mesías no tendrán que pasar por el óbito y la
disolución, ya que ellos serán trasladados al encuentro con el Señor, después de que
hayan resucitado primeramente los que durmieron en Cristo. Pero todos, los unos y
los otros, seremos “revestidos” al ser transformados nuestros cuerpos mortales en
cuerpos espirituales y, por consiguiente, inmortales. El aspecto final que vamos a
tratar en nuestro estudio de 20 Corintios 5:1-9 es el referente a la simultaneidad de la
reunión con el Señor en la resurrección y la recompensa o retribución prometida por
el Bendito. Aquí hemos de trasladarnos al texto inicial de la perícopa que nos
ocupa:”Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos
resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (20 Corintios 4:14).
El consuelo que Pablo ofrece a los cristianos, tanto a los de Corinto como a los de
Tesalónica y otras congregaciones, no es que los seres amados que habían fallecido
en Cristo Jesús, estarían inmediatamente con el Señor en un estado de gozo pleno y
consciente, y mucho menos que los premios y galardones se distribuirían antes del
juicio, el cual no se celebrará sino después del Segundo Adviento del Mesías. Ni
Pablo ni los demás autores del Nuevo Testamento ofrecen la idea de un estado de
eterna felicidad para almas descarnadas, separadas del cuerpo, en un mundo
paralelo al nuestro; ese “otro mundo” de la teología-ficción que ha servido para
facilitar su nefasta labor abominable a todas las sectas satánicas y luciferinas de
todos los tiempos, desde la caída de Babilonia. El consuelo de parte de Pablo no
está basado en tradiciones de los hombres, ni en filosofías de los pueblos paganos
evangelizados, en una adaptación sincretista, sino que el apóstol les asegura que
aquellos que ya han partido también serán resucitados por el Señor, y serán
presentados juntamente con ellos, para recibir al Señor en su Segunda Venida. Ese
será el gozoso momento de la reunión a la que Pablo alude en su Primera Carta a
los Tesalonicenses (Ver vv. 13-18). Es más que evidente, en este caso como en
todos los demás, que la mirada de Pablo no estuvo fija en un mundo de sombras,
sino en el Segundo Adviento de nuestro Salvador, como día de reunión y retribución:
“Porque )cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? )No lo sois
vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?” (1ª Tesalonicenses
2:19).
Es obvio que si el hombre no hubiera pecado, no habríamos tenido necesidad de
pasar por el trance de la muerte. Nuestra condición inmortal no habría precisado de
la obra de la redención, ni de la resurrección de entre los muertos. Naturalmente, el
concepto de un alma inmortal jamás se hubiera producido en la mente del hombre.
Sólo a partir de la tentación y la caída puede generarse tal idea, que, como se
desprende de las Escrituras, es de origen satánico, y vinculada a la desobediencia
del hombre para con Dios. Toda creencia en un alma inmortal forma parte de la
primera mentira de Satanás al hombre en su estado de inocencia: “No moriréis... Y
fueron todos los días que vivió Adamnovecientos treinta años; y murió.” (Génesis 3:4;
5:5). “l llegar al momento del óbito, la mentira satánica quedaría expuesta, sin
77
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Hemos analizado los tres estados o condiciones que Pablo presenta, con los
oportunos contrastes entre sí. Estos tres estados son: Primeramente, la presente
vida mortal; en segundo lugar, el estado intermedio de la muerte; y finalmente, la
futura vida inmortal para los redimidos por la sangre del Cordero. Del primero de los
estados, Pablo habla en los términos siguientes: “Nosotros, que estamos en esta
morada terrestre, este tabernáculo... gemimos.” (v. 4). Del segundo estado, el
apóstol hace una descripción en la que nos dice que “si nuestra morada terrestre,
este tabernáculo, se deshiciere... estaríamos desnudos.” (vv. 1, 4). El tercer estado lo
describe Pablo empleando varias expresiones específicas, o bien como “edificio de
Dios”, “eterno en los cielos”, “revestidos de aquella nuestra morada celestial”,
“revestidos para que lo mortal sea absorbido por la inmortalidad”, o bien “presentes
al Señor”. (vv. 1, 2, 4, 8). La segunda de estas condiciones o estados, es decir, el
estado finado o sueño de la muerte, no es un estado que debemos desear o anhelar.
Pero el tercero de ellos, es tan definitivo, victorioso y glorioso, que Pablo gime
anhelándolo. De modo que “estar presentes al Señor” no puede jamás entenderse
como la condición del hombre mientras su tabernáculo terrenal esté deshecho en el
78
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
79
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Primeramente, conviene tener presente que el propio Pablo reconoce que esta
experiencia es o bien una visión o una revelación, y como tal, no puede servirnos
para justificar la consciencia de una supuesta parte del ser después de la muerte.
“demás, la lectura serena del texto nos muestra que, en este caso como en todos los
demás que estamos tratando, no hay en él ninguna mención al alma del hombre. No
podemos hallar alusión alguna a una supuesta salida del alma del cuerpo para irse a
visitar el Paraíso de Dios o tercer cielo, que es lo que los inmortalistas querrían ver.
“demás, Pablo estaba vivo cuando aconteció esta experiencia, por lo cual el texto
que nos ocupa no puede utilizarse para justificar la existencia y supervivencia de una
pretendida alma inmortal después del óbito. Pero hay algo más todavía. Pablo no
habla en ningún momento de un “alma” o un “espíritu”, sino de un “hombre en
Cristo”. No dice que fuera arrebatada una parte de ese hombre, sino el hombre
entero, como tal. Todo parece indicar que se trata de una experiencia personal del
apóstol, pero, debemos insistir en ello, de Pablo, no de una parte de nuestro hombre,
y mucho menos de un alma supuestamente descarnada.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré
a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios... Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del
trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del
80
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y
las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.” (Apocalipsis2:7; 22:2).
No cabe duda de que Pablo fue trasladado en visión al Paraíso de Dios, de la misma
manera en que más tarde también lo sería el apóstol Juan, mientras cumplía
sentencia de destierro en la isla de Pátmos. Recordemos que las visiones son dadas
por el Espíritu Santo a los hombres mientras éstos están vivos. Los ejemplos
escriturales son muchos. Veamos tres de ellos como muestra:
“En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo
sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se
posó sobre mí la mano de Jehová el Señor. Y miré, y he aquí una figura que parecía
de hombre; desde sus lomos para abajo, fuego; y desde sus lomos para arriba
parecía resplandor, el aspecto de bronce refulgente. Y aquella figura extendió la
mano, y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el Espíritu me alzó entre el cielo y
la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalem, a la entrada de la puerta de
adentro que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la
que provoca a celos. Y he aquí, allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión
que yo había visto en el campo.” (Ezequiel 8:1-4).
“Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me
persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues;
dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor,
¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te
dirá lo que debes hacer.” (Hechos 9:4-6).
81
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba
para que les anunciásemos el evangelio.” (Hechos 16:9-10).
“A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como
has testificado de mí en Jerusalem, así es necesario que testifiques también en
Roma.” (Hechos 23:11).
“Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida
entre vosotros, sino solamente las nave. Porque esta noche ha estado conmigo el
ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario
que comparezcas ante César; y he aquí, Dios ten ha concedido todos los que
navegan contigo.” (Hechos 27:22-24).
“Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalem con Bernabé, llevando
también conmigo a Tito. Pero subí según una revelación, y para no correr o haber
corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio
que predico entre los gentiles.” (Gálatas 2:1-2).
Ahora bien, ¿qué quiere decir la expresión “en el cuerpo o fuera del cuerpo”? ¿Acaso
no es una clara referencia a una supuesta experiencia que en el lenguaje ocultista
pseudocientífico de nuestros días sería “extracorpórea”? En absoluto. Se trata
simplemente de un hebraísmo que hace referencia a un estado de completa
insensibilidad a su entorno. El “tercer cielo”, los “cielos” o el “Paraíso de Dios” (Ver
20 Corintios 12:4), en definitiva, es el lugar donde el Señor se halla, es algo que las
Sagradas Escrituras testifican ha sido mostrado por el Bendito en varias ocasiones a
sus profetas. Se denomina generalmente el “primer cielo” para referirse a la
atmósfera; el “segundo cielo” es lo que hoy denominaríamos el “espacio interestelar”;
y el “tercer cielo” para tratar de la morada de Dios. Pero vamos a continuar con
nuestro análisis de las visiones de los profetas para verificar que esta visión de Pablo
no fue excepcional. Realmente, las visiones, visiones nocturnas y sueños forman
parte de la actividad profética. El Señor, por medio de su siervo Moisés, nos advierte
así al respecto:
“Cuando haya entre vosotros profeta del Señor, le apareceré en visión, en sueños
hablaré con él.” (Números 12:6).
82
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende. Por
sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se
adormecen sobre el lecho, entonces revela al oído de los hombres, y les señala su
consejo.” (Job 33:15-16).
“Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo
Daniel al Dios del cielo.” (Daniel 2:19).
“Daniel dijo: Miraba yo en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del
cielo combatían en el gran mar. Y cuatro bestias grandes, diferentes la una de la
otra, subían del mar.” (Daniel 7:2-3).
“En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel,
después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi, yo
estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en
visión, estando junto al río Ulai.” (Daniel 8:1-2).
“Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo,
sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.” (Daniel
10:7).
“Pero cuando salió (Zacarías), no les podía hablar; y comprendieron que había visto
visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo.” (Lucas 1:22).
“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de
Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos
abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” (Hechos 7:55).
““l día siguiente, mientras ellos (dos criados y un devoto soldado de Cornelio) iban
por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca
de la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban
algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a
un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra.” (Hechos 10:9-
11).
trompetas, el templo, los dos testigos, las bestias, la mujer, el dragón, los ángeles, la
caída de Babilonia, las siete copas, el Segundo Adviento, la cosecha, las dos
resurrecciones, Satanás atado y desatado, el lago de fuego y azufre que es la
muerte segunda, la destrucción de la muerte y el Hades, la Nueva Jerusalem, los
nuevos cielos y la nueva tierra, el río y el árbol de la vida en el Paraíso de Dios; todo
lo cual constituye un panorama global de la historia de la salvación y del triunfo final
del Señor. Esa es la magnitud incomparable de las visiones otorgadas por el Bendito
a Juan en la isla de Patmos. Es evidente que las características de la visión dada a
Pablo sigue las mismas características de las concedidas a los profetas del Antiguo
Testamento, como es el caso de Isaías y Daniel, y en el Nuevo Testamento a Juan.
Recordemos la visión de Isaías en la que el profeta vio al Señor sentado en su trono:
“En el año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y
sublime, y sus faldas llenaban el templo.” (Isaías 6:1).
El libro de Daniel nos da el testimonio de la visión del trono de Dios que le fue
concedida también a su autor:
“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días,
cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su
trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego
procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de
millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos... Miraba
yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo
de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas
le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que
nunca será destruido.” (Daniel 7:9-10; 13-14).
Esta es la misma visión que nos relata el apóstol Juan en el libro de Apocalipsis:
“Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal que
salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y
otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes
su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.” (Apocalipsis22:1-
2).
Si Isaías, Daniel y Juan, entre otros, vieron el trono de Dios en los cielos, y
escucharon palabras pronunciadas en visión, sin que para nada se haga referencia a
que tales experiencias ocurrieran en sus supuestas almas descarnadas, fuera de sus
cuerpos, )cómo puede pretenderse tal cosa en el caso de la visión de Pablo que nos
ocupa? Isaías, Daniel y Juan eran hombres vivos, profetas del Altísimo, que
continuaron vivos y activos en sus labores después de haber experimentado estas
visiones y éxtasis. Es evidente, pues, que el apóstol Pablo recibió de parte del Señor
el mismo trato que los demás profetas, según el método o patrón funcional empleado
por el Bendito para con sus siervos amados.
84
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Tengamos muy presente que el propio Pablo, al introducir este pasaje, manifiesta
claramente que se trata de “visiones y revelaciones” de parte del Señor. Esta
aclaración del apóstol debería ser un argumento suficientemente sólido como para
no pretender ver en esta experiencia nada más que lo que está escrito:
Es grande el número de doctrinas bíblicas que hay que ignorar o desbaratar para
aceptar semejante interpretación. Si los hermanos que defienden la postura
inmortalista incondicional estuvieran en lo cierto, esto significaría que el alma del
apóstol Pablo habría volado al tercer cielo, mientras su cuerpo mortal quedaba en la
tierra como un cadáver, y que al regreso del alma de Pablo a su propio cuerpo, se
habría producido una resurrección de entre los muertos. Tal postura no puede ser
más claramente un postulado espiritista, completamente ajeno a las enseñanzas de
las Sagradas Escrituras, donde se nos dice que “está establecido para los hombres
que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” (Hebreos 9:27).
Esta expresión significa sencillamente que Pablo experimentó una visión en la que
le fueron presentadas imágenes y palabras tan reales y vivas que el apóstol sintió
que estaba allí en persona, contemplando el espectáculo de aquellos
acontecimientos y escuchando las palabras que el propio Pablo califica de inefables,
85
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
86
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
El deseo paulino de “partir y estar con Cristo” debe ser objeto de análisis minucioso
por nuestra parte, empleando los términos más amplios al respecto en sus escritos, y
muy especialmente el texto del capítulo cuarto de la Primera Carta a los
Tesalonicenses, donde de manera específica se nos dice que el acceso a la
presencia del Señor Jesucristo será en su Segunda Venida, y nunca antes. Por
consiguiente, y antes de entrar en el análisis del texto propiamente dicho, vamos a
comenzar por hacer una aproximación al trasfondo de esta epístola paulina. En este,
como en todos los demás casos, creemos que el conocimiento del fondo histórico
nos permitirá siempre analizar un pasaje con datos que, de lo contrario, volverán su
mensaje en incontextual y ahistórico. Comenzaremos por recordar que cuando Pablo
escribe la Carta a los Filipenses habrían transcurrido aproximadamente unos diez
87
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
años desde que nuestro apóstol predicara el Evangelio en Filipos. Durante su tercer
viaje misionero, Pablo había sido atacado y golpeado por una turba ensoberbecida
en Jerusalem, y después había sido librado de aquella multitud y conducido ante el
Sanedrín, como se nos relata en el capítulo 22 de Hechos. El versículo 30 nos
cuenta la presentación de Pablo ante el concilio:
“Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al
saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.”
En aquella ocasión, Pablo, haciendo gala de su gran sabiduría, logró dividir a los
miembros del tribunal, por cuanto unos de ellos eran saduceos -los más- y otros
fariseos. La división la provocó Pablo haciendo referencia precisamente a la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos, ya que los fariseos creían en ella,
mientras que los saduceos la negaban:
“Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la
voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la
esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. Cuando dijo esto, se
produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque
los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos
afirman estas cosas.” (Hechos 23:6-8).
Después de aquello, Pablo fue enviado al gobernador Félix. Sin embargo, aquella
visita fue demorándose durante unos dos años, hasta que Festo reanudó la
tramitación del sumario de Pablo. Sería hacia el año 59 d.C. Pablo había apelado al
César, por lo cual Festo había ordenado que fuera trasladado a Roma para ser
juzgado allí ante el emperador. Durante el viaje a Roma, Pablo sufrió un naufragio,
por lo que pasó el invierno en la isla de Malta, según se nos relata en el capítulo 27
de los Hechos. “l llegar a Roma, Pablo quedó bajo custodia, en lo que hoy
denominaríamos un “arresto domiciliario”. En este tiempo fue cuando el apóstol
escribió las epístolas que tradicionalmente conocemos como “de prisión” o
“cautividad”, es decir, “Efesios”, “Filipenses” y “Colosenses”. Estas misivas paulinas
fueron redactadas hacia el final de su período de cautividad, cuando se aproximaba
la vista de su juicio, la cual debió acontecer hacia el año 62 d.C. “l acercarse el
momento en que su causa iba a ser vista por el tribunal del César, las condiciones
del confinamiento de Pablo debieron recrudecerse. Durante algún tiempo había
disfrutado de un buen grado de libertad en su arresto domiciliario, como se
desprende de las últimas palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se
nos dice que “Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada (griego “én
idio mistómati”, “su propio local alquilado”), y recibía a todos los que a él venían,
predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente
y sin impedimento.” (Hechos 28:30-31).
Sin embargo, parece que en aquellos momentos su arresto se había vuelto más
carcelario. Esto solemos olvidarlo a causa del tono de gozo que discurre a lo largo de
sus escritos, y muy especialmente en la Epístola a los Filipenses, conocida hasta el
día de hoy como la “Carta del Gozo en Cristo”.
88
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las
casas.” (Hechos 20:20).
El segundo de los textos que hemos de considerar antes de proseguir con nuestro
análisis, lo hallamos también en el libro de los Hechos:
Sin embargo, debemos insistir en que nunca jamás anunció Pablo la existencia de un
alma inmortal, ni la supervivencia de un ente espiritual después del óbito, sino, antes
bien, la esperanza bienaventurada de la Segunda Venida de Cristo y la resurrección
de entre los muertos. No sería sabio, pues, pensar que Pablo desbaratara su
armonía doctrinal consigo mismo, ni podemos imaginar que en sus enseñanzas haya
contradicciones de ningún tipo, ni mucho menos engaños en su testimonio
apostólico. Por consiguiente, esta creencia de incuestionable procedencia filosófica
y ajena a las Sagradas Escrituras, no podemos considerarla parte de todo el consejo
de Dios. “firmamos que Pablo tenía toda su esperanza puesta en la resurrección de
entre los muertos en la Segunda Venida de Cristo, y no en una difusa doctrina
posterior, basada en la filosofía platónica:
89
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado (hasta su Venida) seremos
arrebatados juntamente con ellos (los santos resucitados) en las nubes para recibir al
Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (10 Tesalonicenses 4:16-
17).
Ahora bien, en el castellano puede fácilmente pasarnos por alto este pequeño
adverbio “así”, por el cual podríamos equivocadamente creer que “así estaremos
siempre con el Señor” ha de entenderse que “así”, “de ese modo”, “en el aire”,
estaremos siempre con el Amado, flotando en las nubes. Sin embargo, el vocablo
que en castellano traducimos por “así” es la forma griega enfática “houtos”, cuyo
significado es “de esta forma”, “de esta manera”, “por este medio”. Es decir, “así”, no
de otra manera, será como estaremos en la presencia del Redentor. Esta será la
única manera mediante la cual accederemos a la presencia del Señor. “Houtos” se
emplea aquí para que quede perfectamente claro que no será por medio de la
muerte como tendremos nuestro encuentro con el Bendito, sino por su descenso del
cielo, en su Segundo Adviento, será “cuando” y “como”, tanto vivos santificados,
como los santos difuntos -los que durmieron en Cristo- pasaremos a la presencia del
Amado. Por consiguiente, cuando Pablo nos dice que esa será la única forma por la
que Dios ha decidido que accedamos a la presencia de su Hijo Jesucristo, queda
excluida cualquiera otra manera. Sólo podremos estar conscientes ante la presencia
del Señor en su Venida, sea por resurrección o por traslación.
Si pasáramos a la presencia del Señor inmediatamente después del óbito, por medio
de una supuesta alma inmortal descarnada, entonces no sería “por medio de” y “en
el momento de” su Segunda Venida gloriosa, visible a todo ojo, con la milagrosa
resurrección de los muertos y el cambio o transformación de los vivos. De no ser así,
la enseñanza de Pablo sería engañosa y contradictoria. Sin embargo, para el
apóstol, el encuentro glorioso con el Señor, la esperanza bienaventurada, será el
descenso del Señor Jesús, Salvador y Mesías, del cielo de Dios, con voz de mando,
con el sonido del sofar, del cuerno de carnero con el que eran convocadas las tribus
de Israel, para despertar a los dormidos a la resurrección, cuando lo mortal será
absorbido por la inmortalidad de Cristo, y la corrupción por la incorrupción del Verbo
Encarnado.
Nuestro apóstol había sido golpeado ocho veces, y apedreado una vez. Había
pasado por peligros de aguas, ladrones, su propio pueblo, los falsos discípulos, los
paganos, peligros en las ciudades, en los desiertos y en el mar, pasando por
debilidades, dolores, enfermedades, hambre, sed, frío y desnudez (Ver 20 Corintios
11:23-27). No nos puede caber duda de que Pablo deseara poner fin a semejante
peregrinaje mortal. Es más que lógico pensar que Pablo anhelara morir en Cristo
como ganancia, por cuanto entonces descansaría en el Señor. Reposaría de sus
cansancios, a la espera de la Segunda Venida del Mesías, y recibir con Él el
refrigerio anhelado. Sin embargo, la causa del Evangelio, la extensión del Reino de
Dios, le hacen considerar que es preferible permanecer vivo en aras de la obra del
Señor.
Por otra parte, los cansancios y sufrimientos de Pablo le hacen contemplar la ventaja
de descansar en el sueño de la muerte en el Señor. Sin embargo, la necesidad de su
presencia en la obra del Evangelio le conduce a pensar que debe ser más
conveniente que su vida siga adelante para beneficio de la iglesia. Por consiguiente,
“ganancia” para la causa de Cristo sería su martirio, y también habría ganancia para
el propio Pablo, como testigo (mártir) de Jesucristo, por medio de su resurrección, ya
que en su estado, cualquier forma de muerte sería un alivio. Este es el razonamiento
que hace Pablo. Para él la muerte era un estado de sueño y reposo, de descanso y
alivio, al cuidado de Cristo, sin que para él hubiera consciencia del lapso de tiempo
entre el morir y la resurrección. Pablo sabía que, después de que hubiera perdido la
consciencia, en el sueño de la muerte, en el momento siguiente escucharía a
Jesucristo llamándole con voz de mando y con trompeta de Dios para ser alzado y
así vivir con Cristo para siempre. Pablo sabía que el primer rostro que vería al
despertar sería el de Jesús de Nazaret, su Señor, el dador de la vida. De ahí que
Pablo pudiera decir: “Para mí... el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21).
No obstante, es lícito que nos hagamos esta pregunta: ¿Cómo podía ser la muerte
una ganancia si Pablo la entendía como quedar reducido a un estado semejante al
sueño y al descanso inconsciente? La respuesta radica en que Pablo, al igual que
Job, desde su fe bíblica no contaminada por la filosofía griega, entendían la muerte
de una manera muy diferente a como nosotros solemos entenderla, desde nuestra
cultura occidental, tan profundamente infiltrada por el paganismo espiritista. Para
Job, la muerte es un período de reposo, de seguridad, de alivio, y por eso exclama:
“(Oh, quien me diera que me escondieses en el Seol!” (Job 14:13). El período de
tiempo entre el óbito personal y la Segunda Venida de Cristo será inexistente en
duración para quienes duermen, y las glorias del mundo venidero, eterno e inmortal,
por medio de la resurrección, se abrirán a nuestros ojos instantáneamente. El
período de espera, por largo que fuese para los vivos, sería para Pablo, como para
todos cuantos duermen en Cristo, como un abrir y cerrar de ojos. El momento de
volver de la inconsciencia de la muerte a la consciencia de la regeneración en la
Segunda Venida del Mesías será instantáneo, y Pablo sabía que se encontraría en la
presencia de Cristo en un abrir y cerrar de ojos. De modo que ni Pablo, ni ninguno de
cuantos vivieron y durmieron el sueño de la muerte en la esperanza mesiánica, la
bienaventurada espera del Segundo Adviento del Mesías -recordemos que la
Escritura no llama “esperanza bienaventurada” a ningún otro acontecimiento, ni del
pasado ni del futuro- tendrán que esperar un solo instante de consciencia, ya que,
91
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
La Biblia da testimonio de que nuestro Señor Jesucristo también bajó a la tierra, pero
no fue la perspectiva de descender a la tierra la que le llenó de gozo, sino el perfecto
cumplimiento de la voluntad del Padre, proveyendo salvación para sus hermanos los
hombres. Precisamente, el gozo del Señor se basaba en que Él sabía que Dios
Padre no dejaría su alma en el Seol (“sepultura” es simplemente el eufemismo para
“el lugar de los muertos”), ni tampoco pasaría por la corrupción, conforme a la
promesa:
El gozo del Señor es continuar su ministerio por nosotros. Cristo “traspasó los cielos”
(Hebreos 4:14) y ahora ministra a nuestro favor ante la presencia de Dios Padre:
“Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían
continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se
acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7:23-25).
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo
sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro
del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el
hombre.” (Hebreos 8:1-2).
92
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el
cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo:
El Señor te reprenda.” (Judas 9).
93
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Las Escrituras afirman que en la “presencia del Señor habrá plenitud de gozo”.
(Salmo 16:11). Pero los que duermen en Cristo no gozan todavía de su presencia. Si
ya tuvieran la plenitud de gozo, ante la presencia del Señor, la resurrección no sería
necesaria. Pero el apóstol Pablo enseña que toda vida más allá de la muerte
depende de la resurrección. Será cuando Cristo Jesús venga cuando nos recibirá a
sí mismo. Esas son sus propias palabras:
94
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
El deseo del judío Pablo no podía ser convertirse en un espíritu descarnado, al estilo
de la esperanza de los paganos, para poder acceder al encuentro con su Señor. Es
natural, por consiguiente, que todos cuantos han atribuido valores de pensamiento
griego a nuestro apóstol, hayan interpretado sus enseñanzas como si se tratara de
un maestro de la filosofía platónica, olvidando que Pablo nunca dejó de ser el rabino
Shaúl, latinizado Saulo, y conocido entre nosotros por su nombre romano “Paulus”.
Pablo anhelaba verse libre de las circunstancias adversas con que se enfrentaba,
pero morir no era su deseo primordial, sino ser trasladado de esta tierra para
encontrarse con su Señor en el aire, y así, de ese modo, poder estar para siempre
con Cristo Jesús. Sin embargo, Pablo no vio cumplido su máxima aspiración. Murió
como mártir, pero lo hizo en fe, es decir, esperando recibir la corona de justicia.
Leamos sus propias palabras: “la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y
no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (20 Timoteo 4:8). Estas
palabras de Pablo deberían ser suficientes para que reconociésemos todos qué es lo
que el apóstol esperaba, de quién lo recibiría, cuándo se le entregaría, y junto con
quiénes.
Si Pablo partía para estar con Cristo, sería conforme a su propia enseñanza, que
nunca cambió ni rectificó, por traslación, sin tener que pasar por la muerte, lo cual
sería “mucho mejor”. Pero, ¿Por qué sentía Pablo aquel deseo de partir? Porque
sabía cuáles serían los conflictos, sufrimientos, pruebas y cargas insoportables por
las que tendría que pasar.
95
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Pedro trata de los últimos tiempos, y eso comprende la fase final de la salvación que
será revelada, con la aparición (griego “apocalupsei”, “revelación”, “desvelar”,
“manifestación”) de Jesucristo:
“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo... Por tanto, ceñid los lomos de vuestro
entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá
cuando Jesucristo sea manifestado...” (10 Pedro 1:7, 13).
El apóstol Pedro trata del Primer Adviento de nuestro Señor Jesucristo, y luego
presenta la necesidad del nuevo nacimiento de la regeneración:
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis
de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre
preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya
destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros
tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de
los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios...
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de
Dios que vive y permanece para siempre.” (10 Pedro 1:18-21, 23).
““cercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para
Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados
como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura:
96
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que
creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es
precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha
venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también
destinados... El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le
maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino
encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros
pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los
pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (10 Pedro 2:4-8;
22-24).
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en Espíritu... El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las
inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia
Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la
diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.” (10 Pedro
3:18, 21-22). (Ver también Efesios 1:21; 3:10; 6:12; Colosenses 2:10; 2:15; Tito 3:1).
“Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando
en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables
idolatrías. A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el
mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; pero ellos darán cuenta al que está
preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.” (10 Pedro 4:3-5).
A estas palabras añade Pedro la clara advertencia de que el fin se aproxima: “Mas el
fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.” (10 Pedro
4:7).
Pedro también advierte que el juicio de Dios comenzará por su casa, es decir, por su
pueblo: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero
comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio
de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el
pecador?” (10 Pedro 4:17-18).
97
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Los escritos petrinos nos dan bastante información sobre los años precedentes a la
Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Especialmente en su Segunda
Epístola, Pedro nos da las preciosas promesas del Amado para que podamos
escapar de la corrupción del mundo de los tiempos finales:
“Como todas las cosas que pertenecen y la vida y a la piedad nos han sido dadas
por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y
excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas,
para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo
huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la
virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a
la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque
si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto
en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (20 Pedro 1:3-8).
Para Pedro es evidente que sólo de esta manera podremos aprovechar el acceso
que se nos otorga a la plenitud del Reino de Dios:
Pedro pasa después a hablar de las profecías dadas por el Eterno en el curso de los
siglos, hasta la aparición del Señor en el Segundo Adviento:
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día
esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo
primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (20 Pedro 1:19-
21).
Después, Pedro pasa al tema de las herejías que han pervertido a algunos:
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos
maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al
Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.” (20 Pedro
2:1).
Estas herejías y negaciones de la divinidad del Señor harán que muchos blasfemen
respecto del Evangelio:
98
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad
será blasfemado.” (20 Pedro 2:2).
“Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los cuales
ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme.” (20
Pedro 2:3).
El juicio de Dios comienza por los ángeles rebeldes: “Dios no perdonó a los ángeles
que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad,
para ser reservados al juicio.” (20 Pedro 2:4).
Después, Pedro cita a los hombres rebeldes que igualmente están reservados para
el castigo que vendrá sobre ellos en el día del gran juicio divino:
“El Señor sabe librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser
castigados en el día del juicio.” (20 Pedro 2:9).
Pedro concluye diciendo que dicha retribución no será inmediatamente después del
óbito, sino que se trata de un acontecimiento futuro, pues todos están “reservados al
juicio”:
“Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores andando
según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su
advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas
permanecen así como desde el principio de la creación.” (20 Pedro 3:3-4).
Pedro nos advierte de que el falso fundamento sobre el que construirán su burla será
el hecho de desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen
inalteradas, como desde el principio de la creación, negando también la autoría
divina de ella, con lo que se nos advierte que éstos son quienes voluntariamente
99
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
niegan las evidencia del gran cataclismo acontecido en los días del diluvio noélico,
por el cual el mundo de entonces, aquella primera tierra, sufrió el juicio de Dios
pereciendo anegada en agua:
Del mismo modo que las aguas del diluvio de los días de Noé acabaron con la vida
de los inicuos de aquellos tiempos pasados, y el hombre de barro fue diluido en las
aguas del juicio divino, así las llamas del fuego eterno ejecutarán la condenación de
Dios sobre los impíos en el juicio venidero. “sí será como Dios pondrá fin al pecado y
a toda la desolación que éste ha producido y produce en la vida de los hombres:
Pedro describe después lo que acontecerá en el Gran Día de Dios, cuando la tierra
se fundirá en el fuego eterno:
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán
con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las
obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser
deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!
(Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos,
encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados (griego
“katakaésetai”, “quemar hasta reducir a cenizas”), se fundirán Pero nosotros
esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la
justicia.” (20 Pedro 3:10-13).
100
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos
perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán;
como un vestido los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no
se acabarán.” (Salmo 102:25-27).
“Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán
deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma
manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia
no perecerá.” (Isaías 51:6).
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos
los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho
Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.” (Malaquías 4:1).
De modo que el juicio terrible del mundo anterior al nuestro, con la muerte y
destrucción por medio del agua del diluvio noélico, será superado por el juicio por
fuego y destrucción que vendrá sobre esta tierra en el día del Señor, para la
destrucción de los impíos.
Termina Pedro advirtiendo contra los que tuercen las Sagradas Escrituras, lo cual
dará por retribución la perdición de semejantes falsificadores de la Palabra de Dios:
101
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes
tuercen (griego “streblousin”, “estirar”, “dar la vuelta”, “retorcer”), como también las
otras Escrituras, para su propia perdición.” (20 Pedro 3:15-16).
Aunque con menos profundidad y extensión, nuestro apóstol sigue el mismo camino
escatológico revelado a Juan en Patmos, a quien le fue otorgada una revelación con
meticulosidad y amplitud de detalles sin parangón. Pero lo más maravillosos es el
hecho de la perfecta concordancia entre Pedro, Pablo y Juan. Ninguno de los tres
hace referencia alguna a un mundo de almas descarnadas y conscientes que hayan
recibido ya los castigos y galardones propios de la retribución divina.
“El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehová hizo llover
sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos;
y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas
ciudades, y el fruto de la tierra.” (Génesis 19:23-25).
Vamos a ver otro ejemplo bíblico en el que el fuego eterno descendió para castigo,
conforme a la profecía, sin que siga ardiendo hasta el día de hoy, lo cual nos
muestra claramente el sentido correcto de “eterno”. En el libro del profeta Jeremías
hallamos el texto en el que el Señor afirma que los palacios de Jerusalem serían
quemados por el fuego que no puede ser apagado. Aquella advertencia profética se
cumplió al pie de la letra, como toda Palabra de Dios. Efectivamente, los palacios de
Jerusalem perecieron bajo el fuego eterno, pero no están ardiendo por toda la
eternidad, sino que aquel fuego sobrenatural descendió por la voluntad soberana de
102
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Dios, y ardió hasta que dicha voluntad fue perfectamente cumplida, pero no para que
después de haber realizado su propósito continuase ardiendo por toda la eternidad,
como ocurrió en Jerusalem:
“En el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de
Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalem Nabuzaradán, capitán de la
guardia, siervo del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y
todas las casas de Jerusalem; y toda las casas de los príncipes quemó a fuego.” (21
Reyes 25:8-9).
La Palabra de Dios nos da solamente dos destinos: Los benditos de Dios “heredarán
la tierra”, y “los malditos de él serán destruidos.” (Salmo 37:22). Por consiguiente,
cuando nuestro Señor Jesucristo dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”,
está diciéndonos que los condenados serán destruidos por medio del fuego
procedente de Dios. El castigo es eterno, por cuando nadie volverá del lago que arde
con fuego y azufre, que es la muerte segunda. Allí serán destruidos, como fueron
destruidas las ciudades de Sodoma y Gomorra con todos sus habitantes. (Ver
Apocalipsis20:9; 21:7-8; 20 Pedro 2:6; Judas 7).
“sí pues, el “castigo eterno” será por medio del “fuego eterno” para los condenados, y
su resultado final será la “muerte eterna”, es decir, su destrucción, su “dejar de ser”:
“Cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad,
es para ser destruidos eternamente.” (Salmo 92:7).
Esta clase de castigo fue el que el Señor decretó para Edom. Fuego y azufre que no
se apagaría de noche ni de día, y cuyo humo subiría perpetuamente:
103
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Es evidente que se trata de un castigo definitivo, de ahí que sea calificado como
“eterno”, y que será ejecutado mediante una destrucción total y final. De la misma
manera, después de un lapso de tiempo más o menos largo, durante el cual serán
atormentados estos tres personajes -el diablo, la bestia y el falso profeta- junto con
los impíos, en el lago que arde con fuego y azufre, la muerte segunda, donde será el
llanto y el crujir de dientes. Todos serán destruidos para siempre, conforme al
designio de la Santa Palabra de Dios:
“Sobre los malos hará llover calamidades; fuego, azufre y viento abrasador será la
porción del cáliz de ellos.” (Salmo 11:6).
Cuando los impíos resuciten serán enfrentados en el juicio a sus obras malvadas, y a
continuación serán destruidos. Después de esa destrucción de Satanás y sus
discípulos, el Señor creará nuevas todas las cosas.
104
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
105
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Los ángeles caídos, a los que se refiere nuestro texto, fueron lanzados por su
pecado y rebelión, desde sus alturas de gloria hasta el más profundo abismo de
oscuridad. Por eso emplea Pedro este término, para expresar la distancia y
separación más absolutas respecto de Dios. “sí fue como cayeron, de ser ángeles,
ministros espirituales de servicio a Dios, a ser prisioneros en espera del juicio divino.
Sin embargo, nada indica que se trate de un lugar de tormento por fuego para
Satanás y los suyos, por cuanto se nos dice que el malo no se encuentra allí todavía,
sino que en la actualidad está en torno a los hombres, tratando de hurtar, matar y
destruir, por cuanto su oficio es el de homicida desde el principio. De ahí que estén
dedicados a acecharnos, con todas las huestes de maldad en los lugares celestes:
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar.” (10 Pedro 5:8).
“Y él (el Señor) os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
(Efesios 2:1-3).
También hemos de notar que ni los hombres impíos ni los ángeles rebeldes recibirán
su castigo antes de la celebración del juicio divino. De manera que el apóstol Pedro
emplea aquí la voz “Tártaro” como lugar de detención, no de tormento. Son las ideas
filosóficas invasoras del cristianismo original las que presentan el “Tártaro” como si
fuera un departamento del “Hades”, una especie de sala de tortura subterránea. “sí
es como forma parte de la teología-ficción de los círculos inmortalistas. Sin
embargo, como todo investigador serio puede verificar, se trata de una noción
basada exclusivamente en fábulas del paganismo precristiano, sin un ápice de apoyo
en las Sagradas Escrituras. Todo intento de convertir al judío Pedro en un pagano
griego, o en un filósofo helenista, carece de todo fundamento.
106
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
celebración del juicio, y, por consiguiente, forma parte de las artimañas diabólicas
para desprestigiar al Señor nuestro Dios, y atribuirle actitudes de injusticia:
“Hasta que vino el Anciano de días, y se dio el juicio a los santos del Altísimo; y llegó
el tiempo, y los santos recibieron el reino... Pero se sentará el Juez, y le quitarán su
dominio (al dirigente que “quebrantará a los santos del Altísimo, y pensará en
cambiar los tiempos y la ley”, v. 25) para que sea destruido y arruinado hasta el fin, y
que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea
dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los
dominios le servirán y obedecerán.” (Daniel 7:22, 26-27).
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser
juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis
que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1ª
Corintios 6:2-3).
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos
de los siglos. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del
cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las
cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los
muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había
en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito
en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis20:10-15).
“Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto
serás, y para siempre dejarás de ser.” (Ezequiel 28:19).
“Tártaro” no tiene nada que ver con los humanos, como nos enseña el apóstol Pedro:
“Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser
castigados en el día del juicio.” (20 Pedro 2:9).
Ahora bien, la expresión “por los siglos de los siglos”, como hemos leído en
Apocalipsis20:10-15, unida a Apocalipsis14:9-11, donde se nos dice que “si alguno
adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él
también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su
ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del
Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos”, lleva a pensar
a muchos que el tormento será eterno en cuanto a duración. Sin embargo, es
importante considerar que en Apocalipsishallamos varios términos figurativos o
107
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Este “humo” declara que Dios ha consumido, destruido, borrado a los malvados. Ese
es el sentido de la muerte segunda. Por lo tanto, la perpetuidad no tiene
intencionalidad de tormento ni tortura, sino que, en el último análisis, su propósito es
la muerte definitiva causada por el fuego eterno, es decir, el fuego que proviene de la
eternidad divina, el que no puede ser apagado por el hombre ni por ninguna otra
fuerza de la creación.
“Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he
aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.” (Génesis 19:28).
“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera
que aquéllos (“los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada”, v. 6), habiendo fornicado he ido en pos de vicios contra naturaleza,
fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.” (Judas 7).
Es evidente que fue el “fuego eterno” el que destruyó aquellas ciudades corruptas en
la antigüedad, pero la prueba manifiesta de que el carácter eterno del fuego no hace
referencia a su duración sino a la imposibilidad de impedir que realice la función
destructora para la que el Señor lo envía, se desprende indiscutiblemente del hecho
de que ese fuego dejó de arder una vez que cumplió su cometido.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis21:4).
“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella (en la
Jerusalem celestial), y sus siervos le servirán.” (Apocalipsis22:3).
108
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Todas estas cosas habrán acontecido, en concordancia con los términos que nos da
el apóstol Pablo en Romanos 6:23:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro.”
La intención de la figura del “humo” que asciende “para siempre” puede ser
interpretada a la luz de otros textos de las Sagradas Escrituras. Para ello
comenzaremos con un pasaje del profeta Isaías:
109
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Mas los impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros
serán consumidos; se disiparán como el humo.” (Salmo 37:20).
Todo el Salmo 37 es una lección sobre el juicio de los impíos, no como un tormento
sin fin, sino como “muerte”, conforme a la enseñanza de que la paga del pecado es
muerte:
“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen
iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se
secarán... Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo
malo. Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos
heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y
no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de
paz... Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán
destruidos... Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre. Porque Jehová
ama la rectitud, y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; mas
la descendencia de los impíos será destruida. Los justos heredarán la tierra, y vivirán
para siempre sobre ella... Espera en el Señor, y guarda su camino, y él te exaltará
para heredar la tierra; cuando sean destruidos los pecadores, lo verás. Vi yo al impío
sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí
ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado. Considera al íntegro, y mira al justo;
porque hay un final dichoso para el hombre de paz. Mas los transgresores serán
todos a una destruidos; la posteridad de los impíos será extinguida.” (Salmo 37:1-2,
8-11, 22, 27-29, 34-38).
Por este texto, y muy especialmente del versículo 38, donde se dice que “los
transgresores serán todos a una destruidos”, queda evidenciado que el juicio
retributivo de los impíos no se efectuará uno a uno, inmediatamente después del
óbito individual de cada uno de ellos, sino que Dios les juzgará en el mismo día y
hora, “todos a una destruidos”.
“Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya!
Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son
verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra
con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Otra
vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos.”
(Apocalipsis19:1-3).
Efectivamente, la ascensión para siempre del humo marca la huella imborrable del
juicio divino, pero no significa que el incendio dure como tal por siempre jamás. El
sentido de esta frase no es que el incendio esté ardiendo para siempre, por cuanto la
destrucción final de Babilonia se describe claramente:
110
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será
quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga...Y viendo el
humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran
ciudad?... Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y
la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran
ciudad, y nunca más será hallada.” (Apocalipsis18:8, 18, 21).
La destrucción será hasta dejar de ser, hasta “nunca más ser hallada”. Babilonia no
estará ardiendo sin cesar, existiendo siempre en tormentos y dolores sin fin, sino que
arderá hasta que el fuego de Dios cumpla el fin para el que el Señor lo envía, hasta
que cese en su existir. De manera que, de la misma forma que se nos dice que
Babilonia dejará de existir, pero su humo ascenderá para siempre, así se nos dice
también en todos los casos que el humo del fuego divino ascenderá para siempre,
como atestado perpetuo o recordatorio eterno de su incendio, hasta su destrucción.
Del mismo modo, el propio Satanás también dejará de existir. El “padre de mentira”,
como le denomina nuestra Señor Jesucristo en Juan 8:44 (Génesis 3:4), será
igualmente destruido para siempre en el fuego de la Gehenna, especialmente
preparado para él y sus ángeles.
“Entonces dirá (el Señor) también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al
fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” (Mateo 25:41).
Muchos no se percatan del hecho de que el dogma del “tormento eterno”, en las
iglesias inmortalistas, conlleva la noción pagana del dualismo. El postulado del
inmortalismo incondicional implica la asunción de la eternidad del pecado. Si fuese
como enseñan los inmortalistas, se precisarían cuerpos especiales para los
malvados e impíos, para que al resucitar pudieran sufrir para siempre. En segundo
lugar, los redimidos tendríamos que vivir siempre sabiendo que había hombres que
sufrirían por siempre, sin posibilidad de poder cambiar su destino. En tercer lugar,
habría una actividad eterna en la muerte, y la obra consumada de nuestro Señor
Jesucristo se vería negada por todo ello.
111
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Es más que evidente que todas estas implicaciones entran en conflicto con las
enseñanzas de la Palabra de Dios. Y lo que es más, todo esto supondría la
coexistencia eterna del mal y el bien, de Satanás y de Dios. Esta es la implicación
del embrollo platónico-cristiano que se da en las iglesias del cristianismo paganizado
hasta nuestros días, donde se ha escondido desde tiempos pasados para sobrevivir.
¿Cómo puede coexistir el mal con el Dios Absoluto, “el único que tiene
inmortalidad”? (1ª Timoteo 6:15-16). Es evidente que se trata de conceptos
incompatibles y antagónicos. El lago de fuego y azufre, que es la muerte segunda,
no existirá eterna y simultáneamente con la Nueva Jerusalem y el campamento de
los santos. El fuego no durará eternamente para torturar sin cesar a los malvados e
impíos en el ardor de la Gehenna. El árbol de la vida no estará plantado en las
arenas próximas al lago que arde con fuego y azufre. En su debido momento,
cuando haya completado su misión, se apagará el fuego del juicio divino, de la
misma manera que se apagó el fuego eterno con el que nuestro Dios juzgó a las
ciudades de la llanura, a Sodoma y Gomorra, con las ciudades-estado vecinas, como
Idumea y otras, al igual que en todas las ocasiones en que el Eterno envió su fuego,
el cual, después de cumplir su misión de destruir a Satanás, con los ángeles caídos y
los hombres impíos, se apagará, para quedar solamente el humo del recuerdo.
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el
dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya
lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua,
que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la
tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo,
que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la
autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros
hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han
vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y
menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que
moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha
descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.”
(Apocalipsis12:7-12).
La tierra fue arrastrada por este trágico conflicto en los días de Edén (Génesis,
capítulos 1 al 3), cuando el maligno engañó al hombre en su estado de inocencia.
112
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Sin embargo, este terrible conflicto celestial llegará a su fin en esta tierra, donde
Satanás quedará confinado durante el milenio:
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en
la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo
ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que
no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después
de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.” (Apocalipsis20:1-3).
“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a
engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a
Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena
del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los
santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. Y el
diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la
bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los
siglos.” (Apocalipsis20:7-10).
Del mismo modo que los cielos y la tierra actuales son reales, igualmente lo serán
los nuevos cielos y la nueva tierra, conforme a las Escrituras, después del período de
transición que la Biblia presenta bajo la denominación de “Día del Señor”:
“Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra,
guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.
Mas, oh hombres, no ignoréis esto: que para con Dios un día es como mil años, y mil
años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con todos, no queriendo que ninguno perezca,
sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como
ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los
elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán
quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis
vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para
la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y
los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” (20 Pedro
3:7-13).
“l concluir este período retributivo, que la Escritura presenta como “Día del Señor”,
entonces el Bendito será Señor de toda la tierra; es decir, que nuestro Dios será
reconocido como Rey del universo en toda la redondez de la tierra, según hemos
visto en la profecía petrina. El trágico engaño del pecado no se perpetuará, sino que
desaparecerá para siempre. Ese será el tiempo profetizado por Isaías y siglos
después por Juan:
113
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra, y de lo primero no habrá
memoria, ni más vendrá al pensamiento.” (Isaías 65:17).
“Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante
de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre.”
(Isaías 66:22).
Se cumplirá la promesa del Señor, anticipada durante los días de Jesús en la carne
entre los hombres, cuando vino como “Siervo Sufriente”, de volver como “Mesías
Triunfante” para morar con los hombres y ser nuestro Dios. Entonces ya no habrá
más maldición, conforme se nos profetiza en Apocalipsis:
“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estarán en ella (en la
ciudad celestial), y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en
sus frentes.” (Apocalipsis22:3-4).
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y
el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y
coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto de Edén, para que labrase la
tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto
de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para
guardar el camino del árbol de la vida.” (Génesis 3:22-24).
“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y
para entrar por las puertas de la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los
hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace
mentira... Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene
sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
(Apocalipsis22:14-15, 17).
114
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
La existencia transitoria de esta tierra dará lugar a las moradas eternas a las que
Jesús aludió en Lucas 16:9:
“Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os
reciban en las moradas eternas.”
¿Qué son las “riquezas injustas”, o más literalmente “las riquezas de este mundo”?
Son, sencillamente, las riquezas obtenidas en esta tierra, las cuales, por muy limpias
que nos parezcan, siempre están contaminadas por alguna injusticia en la manera de
obtenerlas o en el uso que de ellas se haga. La segunda cuestión sería quiénes son
esos amigos que el Señor nos aconseja hagamos. Evidentemente, el amigo supremo
que hemos de procurar hacer es el propio Señor, pero también han de ser los
“pequeños”, los pobres, indefensos e injusticiados, ignorantes e ignorados de entre
los hombres, por cuanto lo que a ellos hagamos se lo estaremos haciendo al Mesías,
a Jesús de Nazaret:
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis.”(Mateo 25:40).
“Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.” (1ª Corintios 15:26). (Ver
también 2ª Timoteo 1:10; Apocalipsis20:14; 21:4).
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Jesús) también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de
la muerte, esto es, al diablo.” (Hebreos 2:14). (Ver también Apocalipsis20:10;
Ezequiel 28:18-19).
“sí se efectuará la regeneración del universo. El propósito divino del Edén será
llevado a cabo por Dios nuestro Señor en toda su plenitud, y la redención realizada
por el Hijo alcanzará hasta sus últimas consecuencias. Tengamos muy presente que
115
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
el Señor no creó esta tierra para ser un inmenso cementerio, sino para ser habitada
por sus hijos e hijas, por una raza de seres santos. Dios quiere la felicidad para los
suyos, pero ésta no es posible fuera de la santidad. Las glorias predichas y cantadas
por los profetas y apóstoles de la antigüedad se cumplirán al milímetro. Ninguna de
las palabras de Dios quedará sin cumplirse. La belleza de sus escritos bíblicos
quedará opaca ante las realidades mismas, para las cuales el lenguaje humano
siempre será limitado.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. “l que venciere, le daré a
comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”
(Apocalipsis2:7). (Ver también Apocalipsis2:10; 3:5; 11:11; 13:8; 17:8; 20:12, 15;
21:6, 27; 22:1-2, 14, 17, 19).
Son quince las veces en que en Apocalipsis se presenta la vida como don supremo
de Dios, otorgado por nuestro Señor, quien es exclusivo dador de la vida a los
redimidos, y siempre como parte inseparable de las provisiones divinas para la
eternidad, es decir, para el mundo venidero. Esas provisiones son el fruto del árbol
de la vida, la corona de la vida eterna y el agua de la vida. El acceso a la eternidad
en la presencia de Dios nuestro Señor no será posible sin estar equipados con estas
gracias divinas. Por eso es que Apocalipsis concluye con la promesa de Jesucristo -
”ciertamente vengo en breve”- y la expresión de anhelante expectativa del Segundo
Adviento por parte de Juan, quien no exclama: “¡Llévame contigo, Señor!”, sino
“¡Amén; sí, ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis22:20-21). Y, naturalmente, estas son las
notas de gozosa confianza con que concluye el libro de Apocalipsis, la Revelación
de Jesucristo, quien es la Resurrección y la Vida, por cuanto Jesús es la piedra
reprobada por los edificadores, “la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en
ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:11-12).
116
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres... Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:1-4, 14).
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de
Vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que
hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con
su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.”
(10 Juan 1:1-4).
“Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna... Nosotros sabemos que
hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a
su hermano, permanece en muerte.” (10 Juan 2:25; 3:14).
“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para
conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este
es el verdadero Dios, y la vida eterna.” (10 Juan 5:20).
117
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
En medio de los estragos producidos por las ideas apriorísticas de tantos cristianos
de nuestros días, además de la poderosa influencia humanista de parte de los
filósofos disfrazados de teólogos, tan profundamente entroncada en las diversas
corrientes del platonismo invasor de la fe cristiana, no podemos olvidar que,
conforme a las Sagradas Escrituras, la posesión de la vida eterna no radica en el ser
humano, sino que está condicionada a que Cristo, por su Espíritu, more en el
hombre. “sí es como los redimidos poseemos la vida eterna ahora, como un don, un
regalo de Dios, estando revestidos de Cristo, por cuanto la vida sólo está en el Hijo.
Juan da inequívoco testimonio de que todo el tema de la vida eterna gira en torno a
esta relación personal del hombre con su Señor. La radicalidad de Juan no puede
ser mayor:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (10
Juan 5:12).
“Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su
Hijo.” (10 Juan 5:11).
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida.” (10 Juan 3:14).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de
cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de
Dios; y los que la oyeren vivirán.” (Juan 5:24-25).
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero.” (Juan 6:54).
“De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.”
(Juan 8:51).
Todo el propósito de las Cartas de Juan se centra, según sus propias palabras, en
este conocimiento y en esta vivencia:
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para
que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
(10 Juan 5:13).
118
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día
banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba
echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que
caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció
que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió
también el rico y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y
vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre
Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su
dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero
Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también
males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto,
una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que
quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo:
Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco
hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar
de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él
entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos,
se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco
se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.” (Lucas 16:19-31).
119
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Ahora bien, no hay ninguna acusación de pecado por estar sano, vestir
elegantemente, ser generoso e invitar a comer a los amigos. Ninguna de esas cosas
es mala en sí. El signo acusador sobre aquel hombre rico apunta más bien a estar
ocupado solamente en su propia vida, intereses y placeres, mientras ignoraba la
realidad del mendigo Lázaro, el que estaba siempre a su puerta, pero le pasaba
inadvertido. Mientras tanto, Lázaro esperaba que las migajas de pan, que se
empleaban en la época como nuestras servilletas, cayeran de la mesa del banquete.
La debilidad de Lázaro se desprende del hecho de que los perros vinieran a él para
lamerle las llagas, de lo que se manifiesta también que su falta de fuerzas era tal que
ni siquiera tenía ánimo para espantarlos. El rico gozaba de abundancia en su mesa,
desde la cual tiraba las migajas con que se limpiaba la boca, y que Lázaro
esperaba ansiosamente para llevarse algo al estómago.
En tercer lugar, tampoco se dice absolutamente nada acerca del alma de Lázaro,
sino que se menciona su “cadáver”, pues lo que se dice es que “murió el mendigo... y
murió también el rico”. (v. 22). No hay ninguna mención a la muerte de una parte de
estos hombres, sino al óbito de cada uno de ellos. Cualquier otra interpretación será,
como venimos repitiendo insistentemente, proyección de alguna creencia apriorística
por nuestra parte.
Es evidente que nuestro Maestro no proclamó esta parábola para enseñarnos acerca
del infierno, sino que la empleó para enseñar que quienes no creen en el testimonio
de las Sagradas Escrituras, aunque resucitara uno de entre los muertos y les dijera
que si no se arrepentían iban a ir a un lugar de tormento por fuego, tampoco harían
caso. (vv. 27-31).
120
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Jesús clamó a gran voz: (Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las
manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:
Desatadle, y dejadle ir.” (Juan 11:43-44).
Muchos creyeron al ver este milagro: “Entonces muchos de los judíos que habían
venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.” (Juan
11:45). Otros corrieron a llevar las noticias a las autoridades judías: “Pero algunos de
ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.” (Juan 11:46). La
decisión de las autoridades religiosas fue sentenciar a muerte a Jesús a partir de
aquel mismísimo momento:
“Gran multitud de los judíos supieron entonces que él (Jesús) estaba allí, y vinieron,
no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había
resucitado de los muertos. Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte
también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían
en Jesús.” (Juan 12:9-11).
“Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es “braham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos
de “braham, las obras de “braham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí,
hombre que os ha hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto “braham.”
(Juan 8:39-40).
¿Por qué presenta Jesús a estos dos hombres fallecidos (ellos, no sus almas) como
si estuvieran vivos en el lugar de los muertos? ¿Por qué esta aparente
121
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Recordemos que, comenzando por el primer texto de la Biblia, el Señor nos presenta
solamente dos posibilidades para el futuro del hombre: La vida o la muerte:
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para
que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y
siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que
habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les
había de dar.” (Deuteronomio 30:19-20).
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
(Mateo 7:13-14).
Este vocablo nos viene de la raíz caldea “abad”, cuyo significado es “perecer”,
“destruir”, “ser deshecho, sin tener forma de huir”. En su forma sustantivada se
emplea con el sentido de “abandono de algo o de alguien para que se arruine o eche
a perder hasta su completa destrucción.” Por consiguiente, “abadón” ha de
entenderse como “lugar de exterminio”. Por tanto, al manifestar Jesús que “el camino
ancho lleva a la perdición” (Mateo 7:13), esa perdición es la muerte, como hemos
visto en Deuteronomio 30:19-20, y una muerte por destrucción total, como le fue
mostrado al apóstol Juan en Apocalipsis:
122
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
En ese mismo catecismo, nunca abrogado por Roma, se asegura que después de la
resurrección, los condenados poseerán un cuerpo inmortal, por medio del cual
sufrirán el gran tormento eterno. Textualmente dice así: “También los cuerpos de los
malos resucitarán enteros. Esto también se afirma de los malos con mucha verdad, y
aun cuando por su culpa les hubieren sido cortados los miembros; porque cuantos
más tuvieren, tanto serán atormentados con dolores más fuertes. Y así esa
restitución de miembros no ha de redundar en beneficio de ellos, sino en calamidad y
desventura... todos los cuerpos de los resucitados, es en que estando antes sujetos
a las leyes de la muerte, después de resucitados a la vida, todos quedarán
inmortales, sin haber en esto diferencia entre buenos y malos.” (Op. Cit., parte I,
capítulo XII, 11, 12). No podemos imaginar una enseñanza más adversa al
testimonio de las Sagradas Escrituras.
Por otra parte, se dice que “con todo derecho ha podido la Iglesia (Católica Romana)
definir el dogma del infierno y de su eternidad como dogma, que hay que creer para
poder salvarse.” (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-”mericana”, Espasa
Calpe, S.”., Madrid, 1925, tomo 28, p. 1424).
Ahora bien, no pensemos que esto es así en documentos romanistas antiguos, como
si las cosas hubieran cambiado con el paso de los siglos. No olvidemos que la Iglesia
de Roma jamás ha reconocido error alguno. No puede retractarse de nada, y al
mismo tiempo mantener su dogma de infabilidad papal. Simplemente, suelen
guardarse ciertas manifestaciones, dejándolas empolvarse en el olvido de las gentes.
Sin embargo, cuando vamos a los documentos de algo tan reciente como el Concilio
Ecuménico Vaticano Segundo, allí también encontramos alusiones al infierno eterno
para las almas descarnadas. Textualmente dice que “irán al fuego eterno”, citando el
texto de Mateo 25:41 (“Documentos Conciliares Completos”, Editorial Razón y Fe,
Madrid, 1967, p. 277). De esta manera, los pobres católicos, generalmente
desconocedores de las Sagradas Escrituras, no reparan en que en el texto
123
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Respecto a los redimidos, la solución resultó más fácil: Su alma se iría directamente
a gozar de la presencia de Dios en el cielo. Pero, )dónde iría el alma de los
inconversos? Lógicamente, habría que buscarle un destino opuesto, de modo que la
doctrina de un infierno ya existente serviría para solucionar este problema. “l mismo
tiempo, esta doctrina serviría, y sigue haciendo tal función, como elemento coercitivo
para dominar a muchos hombres mediante el temor. Millones de seres han asistido
toda su vida a los servicios de las iglesias movidos exclusivamente por temor, sin un
ápice de amor a Dios. Otro importante contingente de personas han vivido, incluso
hasta el día de hoy, atormentadas por la incertidumbre del destino de su alma por
toda la eternidad. Y qué decir de tantos que han vivido, y viven, sufriendo por la
posibilidad de que alguno de sus seres amados estuviera abrasándose para siempre
en las llamas del infierno de fuego, sufriendo, no un castigo, sino un monstruoso
tormento ilimitado. Los nefastos efectos de esta doctrina llegan hasta convertirse en
la causa de la gran división de la cristiandad en el siglo XVI. No olvidemos que la
venta de las indulgencias por parte de Roma fue el disparador que puso en marcha a
la Reforma, si bien ésta no reparó en las causas sino en los efectos.
Después de todo lo dicho, quien desee seguir defendiendo la doctrina del infierno
eterno, basada en la inmortalidad del alma descarnada, deberá tener en cuenta las
dos siguientes cuestiones fundamentales, que exigen una respuesta escritural
apoyada en la enseñanza general de las Sagradas Escrituras. Las dos
consideraciones que hemos de tener muy presentes para responder son las
siguientes:
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” (Juan 6:47).
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, yo les doy vida eterna; y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es
mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre
uno somos.” (Juan 10:27-30).
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no
pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” (Juan 6:39).
“Para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí
ninguno.” (Juan 18:9).
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (10
Juan 5:12).
124
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
(Marcos 16:15-16).
“El que en él cree (en el Hijo unigénito de Dios), no es condenado; pero el que no
cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de
Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más
las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (Juan 3:18-19).
125
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Empieza por ser sorprendente la extensión del relato, que comienza con el versículo
1 del capítulo 11, y concluye en el versículo 11 del capítulo 12.
“Cuando oyó, pues, (Jesús) que estaba enfermo (Lázaro), se quedó (Jesús) dos días
más en el lugar donde estaba... Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días
que Lázaro estaba en el sepulcro... Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana
del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.” (Juan 11:6,
17, 39).
“Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle... Pero Jesús decía esto
de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto... Jesús clamó a gran voz:
(Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con
vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.”
(Juan 11:11, 13-14, 43-44).
Sabemos por el testimonio de los Evangelios que Jesús resucitó por lo menos a tres
muertos: Lázaro, la hija de Jairo, y el hijo de la viuda de Naín. Consideremos los
otros dos relatos:
“Entrado en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan,
y al padre y la madre de la niña. Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero
126
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
él (Jesús) dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él,
sabiendo que estaba muerta. Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo:
Muchacha, levántate. Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó, y él
mandó que se le diese de comer. Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les
mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.” (Lucas 8:51-56).
Es más que evidente que si estos muertos hubieran ido al cielo al morir, Jesús no les
habría hecho ningún favor al obligarles a dejar las bendiciones y la dicha celestiales
para hacerlos volver a las desdichas de la tierra, y después tener que volver a morir.
Y si al morir hubieran descendido al infierno, siempre según las teorías inmortalistas,
Jesús habría transgredido la justicia divina, al sustraerlos de la justa retribución por
sus maldades.
Pero hay algo más que debemos preguntarnos: ¿Cómo es que ninguno de los tres
resucitados dijo ni una sola palabra acerca del lugar de destino de sus almas? El
tema es suficientemente importante como para guardar silencio. Evidentemente, no
tenían nada que decir. Ni habían visto ni oído nada en absoluto. Conforme a la
enseñanza de las Escrituras, habían estado inconscientes, sumidos en el sueño de
la muerte. La Biblia llama a la muerte “sueño” nada menos que en cincuenta y cuatro
ocasiones. Y nosotros deberíamos dar crédito a la Palabra de Dios, por encima de
nuestros prejuicios, enseñanzas e ideas apriorísticas. No olvidemos que “Dios no es
hombre, para que mienta.” (Números 23:19).
127
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
CONCLUSIÓN.
No es fácil explicar la tendencia que todos los occidentales tenemos hacia la
“necesidad” de un estado intermedio. Por eso es que el antagonismo entre el
pensamiento hebreo bíblico y el griego choca más violentamente en este punto que
en ningún otro. La doctrina de la supuesta alma inmortal, como todo el mundo sabe,
es de factura griega, ajena completamente al pensamiento semítico, por lo cual la
Biblia jamás presenta semejante enseñanza. Para todos los autores humanos de las
Escrituras, el hombre no posee alma, sino que lo es. Y el hecho de atribuir valores
griegos a los textos bíblicos en general, y a los neotestamentarios en particular, es
equivocarnos mucho, como venimos tratando de demostrar, por la simple razón de
que las nociones que subyacen a estos escritos son absolutamente hebreas.
Los esfuerzos realizados por los teólogos católicos y protestantes por canonizar la
metafísica del alma separada del cuerpo, les ha desviado de la teología bíblica hacia
la filosofía. El resultado ha sido una doctrina filosófica disfrazada de la teología que
ha caracterizado a los teólogos de los últimos años.
La Biblia no enseña la continuidad del ser del hombre más allá de la muerte, cuando
éste ya no posee un cerebro como sustrato fisiológico e instrumento de actuación.
No existe en el hombre ninguna parte indestructible que por su misma esencia exija
pervivencia. “ntes bien, la enseñanza bíblica conjugable con toda la suma de la
Palabra de Dios es que el hombre muerto “vive en Cristo” en el sentido de que Dios,
por su sola gracia y misericordia, guarda memoria de los suyos, de sus escogidos.
De ahí que nuestros nombres estén inscritos en el libro de la vida. La unión vital con
el cuerpo resucitado de Jesucristo es el estado en que se hallan los fieles difuntos.
Por eso será el Espíritu Santo quien vivifique al hombre al final de los tiempos. Con
el Segundo Adviento de nuestro Redentor, en su venida como Mesías Triunfante, los
redimidos seremos llevados a la plenitud de la salvación.
Probablemente no hallemos un pasaje más claro al respecto que las palabras del
apóstol Pablo al escribir a los cristianos de Filipos sobre su actitud de proseguir al
blanco, al supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús:
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo
tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia
justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios
por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera
llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que
ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si logro asir aquello para lo cual fui
128
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Todas las esperanzas del apóstol apuntan hacia el encuentro con su Señor en la
resurrección de entre los muertos. En este pasaje, idóneo, como tantos otros textos
del Nuevo Testamento, para hacer una referencia, por leve que fuera, al estado
intermedio, Pablo fija sus ojos en el poder de la resurrección de Cristo Jesús, no en
ninguna fábula judaica, ni en filosofía pagana cualesquiera. Y de esa manera, afirma
la vida eterna, muestra su amor a la vida como don de Dios, y afirma también
buscarla frente a una absolutización de la existencia vivida aquí y ahora.
Esto es lo que el apóstol Pablo nos dice cuando afirma no poner su confianza en sí
mismo, sino en Dios que resucita a los muertos, por cuanto nuestro apóstol sabe que
la supervivencia de la vida después de la muerte no radica en un principio basado en
el propio hombre, sino en la sola gracia soberana de Dios:
La armonización del pensamiento judío con la filosofía griega nos ha dado por
resultado nada menos que el sistema filosófico conocido como “tomismo”,
elaboradísima pirueta intelectual de Tomás de “quino y sus discípulos, hueca
sutileza de factura humana, vana escuela conforme a las tradiciones de los hombres;
pero la traición al sentido de las Escrituras ha sido mayúscula. No ha pasado de ser
un baldío intento por revestir a Jesús de Nazaret y a los apóstoles con el atuendo
mental del pensamiento griego, disfrazándoles como si fueran filósofos; y tristemente
sus defensores han dado sólido pie a que muchos filósofos de nuestros días hayan
seguido el ejemplo y se hayan disfrazado, en este caso como teólogos, mientras que
otros han sido inducidos a pensar que el mensaje de Jesucristo no es una verdad
definitiva y absoluta, sino un mero eslabón en la larga cadena de los destinos de la
humanidad; algo preparado desde la antigüedad para ser a su vez el germen
gestante de una nueva filosofía para la humanidad.
“sí es como muchos han caído en afirmar erróneamente que fueron los filósofos del
pasado quienes precedieron a los primeros predicadores del mensaje de Jesucristo,
como si el cristianismo hubiera existido antes de la venida de Cristo, y Platón,
Aristóteles y Sócrates, entre otros, hubieran sido profetas conductores de la
humanidad hasta los umbrales del cristianismo.
130
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
Esta es la razón por la que creemos que quienes se esfuerzan por hacer que los
cristianos vivan con los ojos puestos en la “otra vida”, entendida ésta como la
supervivencia del alma descarnada después de la muerte, sólo están colaborando,
también de manera consciente o inconsciente, con las fuerzas que procuran
perpetuar el sistema que les favorece a ellos, en detrimento de otros hombres,
colectivos y pueblos, mediante un sistema de pensamiento escapista que distancia
al ser humano de las realidades y las necesidades inmediatas de sus hermanos.
Estos son quienes procuran la edificación de sus “mundos”, y por eso se esfuerzan
por evitar que se acometa la construcción de la tierra como patria común:
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla,
y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias
que se mueven sobre la tierra.” (Génesis 1:28).
Cristo es nuestra única y exclusiva esperanza. Los redimidos por la sangre del
Mesías no ciframos nuestra realización final y definitiva en nosotros mismos, ni por
nosotros mismos, en virtud de un alma supuestamente inmortal e indestructible, sino
por la acción salvadora de Dios-en-Cristo, quien dio su vida por nosotros en la Cruz
del Calvario, donde nos substituyó por amor inmerecido, ocupando Él el lugar de
juicio, maldición y condenación que nosotros merecemos por nuestros pecados y
maldades. Nuestra esperanza de vida eterna no está edificada sobre ninguna
pretensión inmortalista innata en el hombre, sino en la acción salvadora de Dios que
nos con-resucita en Cristo, y que nos tomará para sí en el día glorioso de su
Segundo Adviento, cuando todo ojo le verá.
Esa vinculación con Cristo es algo que nuestro apóstol Pablo repite constantemente
en sus escritos, mediante el uso de la partícula griega “syn”, es decir, “con”. Vamos a
ver algunos ejemplos en los que se destaca esta vinculación realizada por el Santo
Espíritu en el ser de todos los hombres y mujeres redimidos por la sangre del
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Primeramente, la vinculación con
Cristo Jesús en el sufrimiento, en la crucifixión, en la muerte, en la glorificación y en
la herencia:
131
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en
la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí.” (Gálatas 2:19-20).
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él (Cristo),
para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al
pecado.” (Romanos 6:6).
“Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él (Cristo), también viviremos con él; si
sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si
fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.” (20 Timoteo
2:11-13).
“Porque somos sepultados juntamente con él (Cristo) para muerte por el bautismo, a
fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en
la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.”
(Romanos 6:4-5).
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios.” (Colosenses 3:1).
“Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él.” (Romanos 6:8).
La teoría de la inmortalidad del alma es una de aquellas falsas doctrinas que Roma
recibió del paganismo, y que después incorporó al cristianismo. Muchos cristianos
ignoran que la Reforma Protestante del siglo XVI trató este asunto, aunque,
tristemente, fue después olvidado por sus seguidores. Muchos luteranos, al igual que
132
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
No hay un solo texto de las Sagradas Escrituras donde se afirme que los justos
recibirán su recompensa y los impíos su castigo en el momento de su muerte. Ni los
patriarcas ni los profetas afirmaron jamás semejante despropósito. Ni nuestro Señor
Jesucristo ni los apóstoles afirmaron tal doctrina. El testimonio de las Sagradas
Escrituras es que los difuntos no van inmediatamente al cielo, sino que se dice de
ellos que descansan o duermen hasta el día de la resurrección:
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a
los que durmieron en él.” (10 Tesalonicenses 4:14). (Ver también Job 14:10-12).
El mismo día en que se “quiebra la cadena de plata” y “se rompe el cuenco de oro”
perecen todos los pensamientos de los hombres. (Eclesiastés 12:6).
“Los que bajan a la tierra permanecen en silencio, y nada saben de lo que acontece
a los hijos de los hombres debajo del sol.” (Job 14:21).
133
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis21:4).
J.Y.
134
“Y DESPUÉS DE LA MUERTE, ¿QUÉ?” Pr. Joaquín Yebra.
BIBLIOGRAFÍA:
Cullmann, Oscar, “Christ and Time”, Westminster Press, Philadelphia, USA, 1950.
Cullmann, Oscar, “Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? The Witness
of the New Testament”, The Macmillan Company, New York, 1958.
(Hay versión española: “La Inmortalidad del “lma o la Resurrección de los Cuerpos.
El Testimonio del Nuevo Testamento”, Stvdivm Ediciones, Madrid, España, 1970).
Schaff, Philip & Wace, Henry, ““ Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers of
the Christian Church”, WM. B. Eerdmans Publishing Company, Grand Rapids,
Michigan, USA, 1979.
Froom, Le Roy Edwin, “The Conditionalist Faith of Our Fathers”, Review and Herald,
Washington D.C., USA, 1966.
135