NOTAS - Panoso Zenere - EL MUSEO UN HECHO COMUNICACIONAL DISCIPLINARIO

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Panoso Zenere - EL MUSEO, UN HECHO COMUNICACIONAL DE DISCIPLINAMIENTO

“Esta realidad se manifiesta a partir de la conformación de los Estados-Nación, que implica


entre otros aspectos una determinada manera de mostrar al público las piezas museales que
hasta ese momento solo eran apreciadas por un sector –mecenazgo aristocrático o cortesano–
de la sociedad. A causa de ello, la entidad museal toma el calificativo de museo moderno que
destaca su carácter público, moldeado con el fin de ser cívico y gubernamental, convirtiéndose
en el modelo de conformación de los museos nacionales.”

“Las salas en que se presentan las exposiciones ofrecen un recorrido basado en el relato de un
progreso, articulado con la mirada histórica en la disposición de los objetos museales que,
desde algunas ubicaciones, permiten ver la totalidad y ser vistos por los demás visitantes. Esta
particularidad arquitectónica es para este autor el perfeccionamiento del sistema de
autocontrol de las miradas, una lección de civismo en que una sociedad es regulada por la
autoobservación y la autoeducación. De esta manera, el museo se convierte en un lugar en
que todo está a la vista y todos pueden ser vistos, lo que habilita al individuo a circular entre
las piezas y el sujeto dominante (Estado), una instrucción pedagógica por medio de lecciones
de poder.”

“Para consolidar esta posición se sostiene la necesidad de un tipo de discursividad apoyada en


un grupo de disciplinas [1], que habilita llevar adelante un conjunto de normas para organizar
cómo se muestra y cómo se plantea el museo moderno [2]. Asimismo, el marco historicista
cumple en ese período –siglo XVIII y siglo XIX– la función de normalizar a la ciudadanía, en
sintonía con el pensamiento positivista, que se proyecta en la institución a través de la
exhibición de piezas museales en un plano históricouniversal y la división de etapas dentro de
la historia.

De esta manera se construye un orden de progreso y sucesión en relación con un grupo de


saberes organizados que cumplen con el fin de homogenizar el conocimiento. Es decir, la
entidad museal tiene la doble tarea de proteger al objeto –riquezas nacionales–, el cual
desempeña al mismo tiempo el rol de guardián de la memoria colectiva y de educador de la
población desde el paradigma historicista, para dar cuenta de un principio de democratización
de la cultura.

El modelo museístico del museo moderno de instrucción pedagógica sostiene un discurso


disciplinador que construye ciudadanía. Por su parte, el nuevo modelo –que se da luego de la
Segunda Guerra Mundial– no deja de educar, sino que se une al espectáculo. Es decir, renuncia
a sus características edilicias y al ordenamiento espacial en sus salas vinculadas a una imagen
de mausoleo o de iglesia, para adquirir prácticas asociadas a un espectáculo para las masas
(Huyssen 2007). Estas modificaciones se comienzan a percibir bajo el paraguas de la
posmodernidad que, sin ahondar específicamente en esta cuestión, permite rescatar la
delimitación de un período histórico distinto, ante la pérdida de legitimidad de los grandes
discursos que se instauran durante la modernidad. A causa de ello, el museo modifica su lugar
de guardián historicista de tesoros del pasado –museo moderno–, para convertirse en el hijo
predilecto de la industria de la cultura”
“En esta reestructuración que sufre el sistema se modifican todas las entidades del complejo
expositivo. Es decir, el museo cobra nuevas formas de organización en su arquitectura y en el
orden de las piezas en las salas expositivas, que dan cuenta de una nueva etapa y de otro tipo
de disciplinamiento del ciudadano. Este museo invoca una arquitectura grandilocuente y
espectacular, que abandona la fachada opaca y apela a estructuras de metal y de vidrio que
generan una mayor permeabilidad con lo urbano; lo que lo convierte en un espacio
caracterizado en el ver-hacer y hacer-ver. El museo moderno solo permite en sus interiores
que todo quede a la vista y todos puedan ser vistos, en este nuevo momento, la entidad
museal se abre totalmente cobrando el nombre de museo abierto”

“El museo posmoderno [4] establece un nuevo modelo museístico que une la alta cultura con
las experiencias cotidianas, que se equipara con la concepción de centro cultural (Aramburu
2008). En virtud de ello, renuncia a los valores de selectividad, autenticidad y originalidad por
un nuevo ritual asociado a la masividad, el espectáculo y la mercantilización. Andrea Huyssen
(2007) postula que esta institución cultural no puede ser pensada por fuera de la relación con
los medios de comunicación, las tecnologías, los medios comerciales y las lógicas de
percepción y circulación de los objetos de consumo. A causa de ello, este tipo de sede museal
acelera su discurso y su retórica, se apela a una democratización de lo cultural (al menos en
términos de accesibilidad), que se traduce en un medio masivo de performance y mise en
scène, para un público cada vez más amplio.”

“Para lograr este fin, el museo-espectáculo en sus interiores abandona la transmisión de


saberes presentados en una única exposición anual de piezas representativas del acervo por
exposiciones temporales –con objetos museales propios o de otras colecciones– que se
organizan y anuncian como grandes espectáculos culturales para el público masivo. Es decir, se
invoca al exhibicionismo de la macroexposición. Por consiguiente, se establece una
deconstrucción del relato progresista, se descartan las disciplinas que configuran una
determinada cronología en la exposición, por métodos que articulan todas las piezas del
acervo en orden de igualdad.”

“De esta manera el museo posmoderno se perfila como un espacio híbrido, mitad feria de
atracciones y mitad grandes almacenes, que se instala completamente en las lógicas de los
museos a fines del siglo XX y principios del siglo XXI. Sin embargo, a nuestro entender se
proyecta un nuevo modelo dentro de la museología contemporánea, que cobra un valor
relevante tanto como el que generó el museo moderno.”

“El museo contemporáneo [6] sostiene una arquitectura grandilocuente y espectacular,


edificios pensados y dedicados al ocio, que buscan marcar una huella en la ciudad en la que
son emplazados. Por consiguiente, la arquitectura apela a una reutilización del patrimonio o
genera construcciones totalmente nuevas.”

“A su vez, se diferencia del museo moderno y del museo posmoderno porque busca que el
público no tenga una actitud pasiva, sino activa, a través de la experimentación –sensorial,
lúdica o interactiva. Además, ofrece una mayor cantidad de espacios-servicios que generan
prácticas de consumo, ya no solo se trata de acercarse a las salas de exhibición, sino de circular
por espacios dedicados a la sociabilización, al ocio, a la compra de objetos y también, espacios
digitales y virtuales a partir de las plataformas digitales producto de las Tecnologías de la
Información y Comunicación (TIC). Así, el museo contemporáneo se presenta fragmentado en
una diversidad de opciones de tiempo y de espacio, con un gran número de ofertas masivas e
individuales que establecen una amplia diversidad de consumo y participación del público.”
“Eliseo Verón (1992) contribuye a este enfoque,al postular que este tipo de institución cultural
permite el acceso plural a los mensajes y a su vez, supone una estructura corporal
determinada en los individuos al transitar por sus espacios expositivos que disponen una
manera de consumir aquello que ofrece como medio masivo de comunicación. Este
pensamiento está apoyado en tres fuertes transformaciones que se suceden dentro de la
entidad museal después de la última guerra mundial, primero en los museos del norte de
América, y luego en Europa, que modifican exponencialmente su aspecto comunicativo.

La primera modificación se encuentra asociado al uso de tecnologías de diseño y construcción


de espacios interiores (iluminación, equipamiento, materiales) y de herramientas que apelan a
la técnica en serie, en cuanto a sonido, imagen, por citar algunos de los posibles casos. El
segundo, a la apropiación de prácticas asociadas a las empresas comunicativas para la
variación de sus condiciones socioculturales de producción y, por último, a la explosión de los
públicos. En otras palabras, la modernización tecnológica y el paso a una cobertura mediática
convierten a los museos en un atractivo para el público en general.”

“Estos modelos analíticos establecen características institucionales que le permiten a Huyssen


(2007) igualar los museos a los medios masivos. La entidad museal posmoderna apela a su
democratización (por lo menos en términos de accesibilidad), obtiene el valor de medio
masivo dirigido a la captación de un mayor y más diversa cantidad de público, lo que afecta al
disciplinamiento que sustituye la instrucción pedagógica para unirse a las prácticas que alienta
la lógica del espectáculo. No obstante, el museo como medio masivo no pierde su función de
educador sino que continúa siendo un vehículo de comunicación (Strong 1983). Esto se debe a
que no solo se trata de un lugar que selecciona, colecciona y presenta un acervo, sino que
también informa y forma opinión sobre aquello que exterioriza. Sin embargo, durante la
década del ´80 los museos priorizan el propósito de generar una sensación espectacular en sus
espacios expositivos.”

“Al respecto, es necesario detenernos en las diferencias que presenta históricamente consumir
este tipo de institución cultural, aspecto que está unido a las transformaciones que se
establecen en su estructura comunicacional y que refuerza su carácter de red de medios. Para
ello, retomamos la categoría de complejo expositivo (Bennett 1996) que refiere a la existencia
de un régimen determinado de estructura corporal que implica una determinada manera de
recorrer las salas y apreciar las colecciones que en el museo moderno se vincula a una
instrucción pedagógica que construye un relato basado en el orden y el progreso. Por el
contrario, en el museo posmoderno se sostiene múltiples relatos presentados desde lo
espectacular, que implican según Huyssen: La aceleración ha afectado también la velocidad de
los cuerpos que pasan por delante de los objetos exhibidos.

La disciplina impuesta a los cuerpos asistentes a la exposición en aras del aumento de las
estadísticas de visitante trabaja con instrumentos pedagógicos tan sutiles como la visita guiada
por walkman. Para los que no se dejen poner en un estado de sopor activo por el walkman, el
museo se traduce en la invisibilidad de aquello que se ha ido a ver, esta nueva invisibilidad del
arte como forma hasta ahora última de lo sublime […] el museo, se convierte cada vez más en
una especie de Quinta Avenida en hora pico… (2007: 56-57).

Esta práctica del público de recorrer los espacios expositivos ostenta una estructura corporal
distinta al ritual de civilización del museo moderno y también una nueva manera de visualizar
las colecciones que se exhiben en los espacios expositivos. En palabras de Brea (2006) se
convierte en una percepción de la imagen de manera distraída, no reflexiva.
En el siglo XXI, el museo contemporáneo difiere nuevamente en la manera de ser consumido,
ya que no se trata solo de ofrecer obras en el espacio expositivo, sino de generar propuestas
en todos los espacios que forman parte del museo. A partir de allí, se construye la idea de
experiencia integral, ya que el museo es consumido en su totalidad (Hooper-Greenhill 1998).
Esta actitud conlleva la necesidad de un público que ya no recorra los espacios expositivos y
observe las propuestas artísticas, por el contrario, se espera que tenga una actitud activa,
pueda experimentar, sentir, opinar sobre la colección, las ofertas, las actividades

Algo está cambiando en los museos. Suena cumbia y hay barra de tragos en el Museo de Arte
Moderno de Buenos Aires. En el Museo Nacional de Bellas Artes las performances y la música
interactúan con el patrimonio. Nacen y crecen relucientes museos privados. Los templos
añosos del arte culto se actualizan con tiendas, cafés, merchandising, membresías para
jóvenes, actividades para chicos y ciclos de música y cine. Las fotos ya no están prohibidas, sino
que se alienta a compartirlas en las redes conhashtags y arrobas. Claro, los tiempos son otros y
el museo va camino a ser un espacio amigable, informal, cercano, un punto de encuentro o un
lugar de moda (Zacharías 2015: s/p).

En otras palabras, los museos son un espacio de comunicación con un determinado mensaje
que opera en el significante corpóreo del público. Verón (1992) considera que este tipo de
institución cultural establece un cuerpo significante (espectador) que se encuentra en el

lugar de aprendizaje. Los objetos –fragmentos de un tejido social– actúan como códigos
icónicos y lenguaje que establecen en su orden espacial, una dimensión simbólica donde el
cuerpo debe funcionar de una manera particular. Verón (1993) profundiza la estructura
comunicacional en el régimen que se produce en la percepción de la televisión. Allí, este autor
se detiene en el género noticioso, dispositivo de contacto a partir del eje los ojos en los ojos.
Este régimen se refiere a las miradas y a las palabras que utiliza el conductor. Su cuerpo
(cuerpo significante) y el espacio que lo rodea generan un tipo de lectura específica que recibe
el espectador.”

“Las entidades museales disciplinan a los públicos que se apropian y refundan el relato

que reciben de ellas en el imaginario colectivo del conjunto social. Estamos ante la presencia
de una manipulación en el sentido semiótico del término, “una acción del hombre sobre otros
hombres para hacerles ejecutar un programa dado” (Greimas y Courtés 1982:74). Véase por
caso, las diferentes tipologías de recorrido dentro de los espacios expositivos, que en el museo
moderno se presentaban como un hacer persuasivo traducido a una manipulación de corte
pragmático (intimidación y tentación), mientras que en el museo posmoderno y en el museo
contemporáneo se establece un corte cognitivo (provocación y seducción) (Zurzunegui 2003).”

“El museo contemporáneo constituye un marco analítico que determina ciertas prácticas,
actores, producciones, lenguajes, experiencias que se convierten en una norma. A causa de
ello, la institución instaura un relato que oscila entre un determinado contenido que lo
distingue de lo presentado en otros espacios, pero a la vez, no escapa de la percepción general
que plantea el sistema global. Este último establece que el arte contemporáneo es funcional al
relato que estipula el sistema capitalista en la actualidad. Esta aseveración inevitablemente
remite a pensar la forma en que esta institución cultural comunica este tipo particular de
experiencia a su público.”

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