Escuela de La Fe - Lectio Divina. Manual Del Formador

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INDICE

1. Introducción al curso de la lectura orante................................. 2


 
2. Método ...................................................................................... 10
 
3. Naturaleza................................................................................ 15
 
4. Actitudes .................................................................................. 22
 
5. Ambiente .................................................................................. 29
 
6. Lectura ..................................................................................... 35
 
7. La lectura (2) ............................................................................ 42
 
8. Meditación ................................................................................ 48
 
9. Meditación (2)........................................................................... 54
 
10. Oración ................................................................................... 61
 
11. Oración (2) .............................................................................. 66
 
12. Contemplación........................................................................ 73
 
13. Contemplación (2) .................................................................. 77
 
14. La actuación ........................................................................... 82
 
15. Los santos nos enseñan cómo leer la Sagrada Escritura ..... .88

Sesión 1

  1
Introducción al curso de la lectura orante
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan que la Biblia para los cristianos
es el libro de verdad, vida y salvación; que a través de él entablamos con Dios
un diálogo personal.

Objetivo vivencial: Que los alumnos adquieran el gusto por la lectura de la


Biblia y aprendan a orar con ella y a través de ella.

Esquema de la lección

I. La historia de la lectura orante


II. Conclusión

Enlace: Comentar con los alumnos la siguiente pregunta: ¿Qué les sugiere la
expresión: Lectura orante de la Biblia?

Dinámica: Pedir a los alumnos que se agrupen según convenga y comenten el


primer párrafo tomado de la Discurso de BENEDICTO XVI a los participantes al
Congreso internacional “La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”, en el 40
aniversario de la Constitución dogmática Dei Verbum. Tomarlo del numeral 2
de esta sesión.

Desarrollo del tema

I. La historia de la lectura orante

El formador explicará que la Sagrada Escritura puede ser vista como objeto de
ciencia. Puede considerarse también como un libro extraordinario de cultura.
Hasta puede leerse por simple curiosidad intelectual, para conocer el libro de la
religión judía y del cristianismo. Nosotros tomamos la Escritura como libro de
verdad, vida y salvación; como libro que permite entrar en la historia de la
salvación, permanecer dentro de ella y desde ella entablar con Dios un diálogo
personal en el que escucho palabras de vida eterna.

1. Pasado de la lectura orante

El formador comentará brevemente el texto de Orígenes, que su Carta a


Gregorio, recomienda: ( ver manual del alumno)

El obispo Ambrosio de Milán, la introduce después en Occidente para


entregarla a Agustín y a la tradición monástica sucesiva.

  2
San Benito de Nursia nos recuerda que el amor verdadero y absoluto hacia
Cristo se manifiesta de manera significativa en la oración.

Pero el fundamento de la oración se basa en el hecho de que el hombre escuche


la Palabra: porque el Verbo encarnado habla, aquí, hoy, a cada uno de los
hombres vivientes en la presente e irrepetible condición: lo hace a través de las
Escrituras y la mediación ministerial de la Iglesia.

La Palabra de Dios, por tanto, resulta fuente inexhausta de oración, porque


Dios mismo habla al alma sugiriéndole a la vez la respuesta que su corazón
espera.

Esta oración se reparte en las diversas horas del día, vivificando y


alimentando, como manantial subterráneo, las actividades cotidianas.
Ciertamente esta es la oración del corazón esa breve y pura oración, con la que
respondemos a los impulsos divinos y al mismo tiempos solicitamos del Señor
que nos proporcione el don inagotable de su misericordia.

El alma espera cada día con amor la Palabra de Dios y la estudia con ferviente
interés; para conversar con Dios, para dirigirnos a Él con sus mismas palabras,
para que pensemos como Él piensa; en resumen, para que vivamos su vida.

No hay duda de que esta meditación, reflejo de la intensa vida espiritual de


estos hombres santos, brinda al orante de hoy un estupendo instrumento para
orar la Palabra orante de la Biblia. Puede ser un modo muy proficuo de que el
alma orante se introduzca en la propia meditación, a partir de la que ellos han
meditado y plasmado por escrito.

Tanto los Padres y monjes de Oriente como los de Occidente son muchas veces
maestros de lectura orante. En Oriente, por mencionar alguno, sobresalen el
gran Orígenes y su discípulo Evagrio Póntico, y junto a ellos los santos
capadocios (san Basilio, san Gregorio de Nisa y san Gregorio Nacianceno), al
igual que san Juan Crisóstomo. Entre los Padres y monjes de Occidente
mencionar san Jerónimo y san Agustín, al papa san Gregorio Magno, a san
Ambrosio de Milán y a san Cesáreo de Arlés, a san Benito y a san Bernardo.

2. Presente de la lectura orante

Comentar que el Concilio Vaticano II propone a toda la Iglesia la lectura


frecuente de la Biblia. La propuesta responde a una sentida necesidad de los
fieles cristianos, que tienen hambre del Pan de la Palabra de Dios viva y
verdadera. Responde por igual a la conciencia de la estrecha unión existente
entre Palabra de Dios y renovación de la Iglesia, gracias a la fuerza casi
sacramental de la Palabra. El Concilio, además, ha querido subrayar la

  3
primacía de la Escritura Sagrada sobre cualquier otro libro en la vida de unión
con Dios y en el progreso espiritual. 1

En efecto, “la Palabra de Dios es viva y eficaz, cortante como espada de doble
filo” (Heb 4,12). “Es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios que es, en
verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento
del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual” (DV 2).

Escribe Juan Pablo II: “Es necesario, en particular, que la escucha de la


Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida
tradición de la lectura orante, que permite encontrar en el texto bíblico la
palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia” 2 “mediante el uso de
los nuevos métodos, atentamente ponderados, al paso de los tiempos”.

Benedicto XVI se ha referido varias veces a la lectura orante, y sobre todo ha


propuesto la Palabra de Dios como tema para el Sínodo de los Obispos 2008.

[…] La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra


siempre y de nuevo orientación para su camino. Y En este contexto, quisiera sobre
todo evocar y recomendar la antigua tradición de la Lectura orante: la lectura
asidua de la Sagrada Escritura, acompañada por la oración, realiza el coloquio
íntimo en que, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con
confiada apertura del corazón”. Explica que esto ha de realizarse “mediante la
utilización de métodos nuevos, adecuados a nuestro tiempo y ponderados
atentamente. 3

El Sumo Pontífice recuerda a los jóvenes que “siempre es importante leer la


Biblia de un modo muy personal, en una conversación personal con Dios, pero
al mismo tiempo es importante leerla en compañía de las personas con quienes
se camina” 4 e invitando a los jóvenes “a adquirir intimidad con la Biblia, a
tenerla a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el
camino a seguir” 5

                                                            
1 Cf. La Palabra de Dios (Dei Verbum) n. 25; El orden de los presbíteros (Presbyterorum

Ordinis) n. 18; La perfección de la caridad (Perfectae Caritatis) n. 6 y Actualidad del apostolado


(Apostolicam Actuositatem) n. 4; Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum
Concilium) n. 35. 
2 JUAN PABLO II. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, n. 39. 6 de enero de 2001.
3 BENEDICTO XVI. Discurso a los participantes al Congreso internacional “La Sagrada Escritura

en la vida de la Iglesia”, en el 40 aniversario de la Constitución dogmática Dei Verbum, 19 de


septiembre del 2005.
4 BENEDICTO XVI. Encuentro con los jóvenes romanos, Ángelus del 6 de abril del 2006.
5 BENEDICTO XVI. Mensaje para la XXI Jornada mundial de la Juventud, 22 febrero 2006.

  4
“Algunos de Ustedes dicen: yo no soy monje, pero en esto se equivocan, porque
creen que la Escritura interesa solamente a los monjes, mientras que es más
necesaria a ustedes, los fieles que están en el mundo” 6

3. Futuro de la lectura orante

Comentar que la novedad de la Lectura requiere una formación iluminada,


paciente y continua, entre los presbíteros, las personas de vida consagrada y los
laicos, de tal manera que se llegue a compartir las experiencias de Dios
provocadas por la Palabra escuchada.

La Palabra de Dios debe ser la primera fuente que inspira la vida espiritual de
la comunidad en sus aspectos prácticos, como los ejercicios espirituales, los
retiros, las devociones y las experiencias religiosas. Importante objetivo, y
criterio de autenticidad, es hacer madurar a cada uno en la lectura personal de
la Palabra en óptica sapiencial y en vista de un discernimiento cristiano de la
realidad, de la capacidad de dar cuenta de la propia esperanza (Cf. 1 P 3, 15) y
del testimonio cristiano de la santidad.

“Dedícate con asiduidad a la oración y a la lectura orante. Cuando rezas hablas


con Dios, cuando lees es Dios quien habla contigo” 7 . La Biblia debe ser el libro
de cada cristiano.

El Cardenal Carlos María Martini ha llegado a decir que “La lectura orante es
un derecho de todo bautizado y debe hacerse accesible a todos” 8 .

La Conferencia episcopal italiana añade: “Representa una verdadera gracia de


Dios, en la que ha de iniciarse con cuidado a todo cristiano.” 9 Es un modo fuerte
de afirmar que la “lectura orante” se ha de practicar no sólo en las celdas de los
conventos, sino también en las casas de los pueblos y de las ciudades.

En Instrumentum laboris del Sínodo de los Obispos nos abre al futuro de la


lectura orante:

 La lectura orante es una lectura, individual o comunitaria, de un


pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de
Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación,
oración y contemplación.
                                                            
6 SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilía sobre Mateo, 2, 5.

 
7 SAN CIPRIANO. A Donato, 15.
8 CARD. MARTINI CARLO MARÍA, In principio la Parola, p.56.
9 Conferencia Episcopal Italiana, “Nota pastoral de la Comisión Episcopal para la Doctrina de

la fe y la catequesis”, n. 29.
 

  5
 Se advierte, por otra parte, la necesidad de una adecuación de la
forma clásica a las diversas situaciones, teniendo en cuenta las
posibilidades reales de los fieles, en modo de conservar la esencia de
esta lectura orante, pero al mismo tiempo favorecer su calidad de
alimento nutriente para la fe de todos.

 La novedad de la Lectura Orante en el pueblo de Dios exige una


oportuna pedagogía de iniciación, que ayude a comprender bien de
qué se trata y contribuya a aclarar el sentido de los diversos grados y
su aplicación fiel y sabiamente creativa.

 Existen diversos procedimientos, como el llamado de los Siete Pasos


(Seven Steps), practicado en muchas Iglesias particulares en África.
Se llama así porque el encuentro con la Biblia es como un camino
constituido por siete momentos: presencia de Dios, lectura,
meditación, pausa reflexiva, comunicación, coloquio, oración común.

 La Lectura Orante no es una práctica para ser reservada a algunos


fieles muy empeñados o a un grupo dedicado a la oración. Ella es una
realidad sin la cual no seremos auténticos cristianos en un mundo
secularizado. Este mundo exige personalidades contemplativas,
atentas, críticas y valientes. Ello supone en cada circunstancia
opciones nuevas e inéditas. 10

II. Conclusión

Concluir que como todo método necesita conocerse en los elementos que lo
componen y practicarse pacientemente durante un tiempo hasta lograr una
cierta familiaridad con él. Es un método de hacer oración, por lo tanto requiere
unos presupuestos y unas disposiciones orantes, sin los cuales el método será
un instrumento mecánico, sin vida y sin frutos. Es un método que pueden
aplicar todos sin distinción, cada uno a su modo, en su circunstancia. Todos, sin
embargo, habrán de lograr el mismo resultado sustancial: la unión con Dios por
medio de la Escritura Sagrada.

Resumen

La Palabra de Dios, resulta fuente inexhausta de oración, porque Dios mismo


habla al alma sugiriéndole a la vez la respuesta que su corazón espera. Esta
oración se reparte en las diversas horas del día, vivificando y alimentando, las

                                                            
10 Cf. SÍNODO DE LOS OBISPOS, Instrumentum laboris, n. 38. 2007.

  6
actividades cotidianas. El alma espera cada día con amor la Palabra de Dios y
la estudia con ferviente interés; mediante una aplicación vital.

El Concilio ha querido subrayar la primacía de la Escritura Sagrada sobre


cualquier otro libro en la vida de unión con Dios y en el progreso espiritual. Ha
promovido en la Iglesia el contacto con la Escritura mediante diversos recursos
como la liturgia, la catequesis, la difusión de la Biblia, entre otras.
El Santo Padre Benedicto XVI tiene en especial consideración la difusión de la
Lectura Orante y para él es el punto decisivo en vista de una renovación de la
fe hoy.

La Palabra de Dios debe ser la primera fuente que inspira la vida espiritual de
la comunidad en sus aspectos prácticos, como los ejercicios espirituales, los
retiros, las devociones y las experiencias religiosas.

La lectura orante pueda ser un método utilizable por un grupo de fieles de


modo comunitario o por un fiel cristiano en privado, que quieran dedicar un
espacio de tiempo más o menos amplio según sus posibilidades, a conocer,
meditar y orar la Palabra de Dios.

Para recordar

 “buscad y hallaréis”, y “tocad y se os abrirá”, sino que ha añadido: “Pedid


y recibiréis” (Orígenes)

 El Concilio Vaticano II propone a toda la Iglesia la lectura frecuente de la


Biblia.

 “Es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios que es, en verdad,
apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento
del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual” (DV 2).

 “Siempre es importante leer la Biblia de un modo muy personal, en una


conversación personal con Dios, pero al mismo tiempo es importante
leerla en compañía de las personas con quienes se camina” Benedicto
XVI.

 “La lectura orante es un derecho de todo bautizado y debe hacerse


accesible a todos” Card. Martini.

Lecturas complementarias

La “lectio divina”, obediencia dócil al Dios que habla (I). 22 de Agosto de 2008.
Fuente: www.zenit.org

  7
Bibliografía

1. CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, Nota pastoral de la Comisión


Episcopal para la Doctrina de la fe y la catequesis. Paoline. Milano. 1996.
2. Documentos del Concilio Vaticano II. La Palabra de Dios (Dei Verbum) n.
25; El orden de los presbíteros (Presbyterorum Ordinis) n. 18; La
perfección de la caridad (Perfectae Caritatis) n. 6 y Actualidad del
apostolado (Apostolicam Actuositatem) n. 4; Constitución sobre la
Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium) n. 35.
3. CARLO MARÍA CARD. MARTINI., In principio la Parola, Milano 1981.
4. SÍNODO DE LOS OBISPOS. XII Asamblea General Ordinaria. La Palabra de
Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Lineamenta n. 25.

Autoevaluación

1. Nosotros como católicos ¿Cómo consideramos la Sagrada Escritura,


“Es la sustancia vital de nuestra alma; la alimenta, la apacienta y la
gobierna; no hay nada que pueda hacer vivir el alma del hombre fuera de
la Palabra de Dios” (San Ambrosio)

2. ¿Cuál es el fundamento de la oración?


Se basa en el hecho de que el hombre escuche la Palabra: porque el Verbo
encarnado habla, aquí, hoy, a cada uno de los hombres vivientes en la
presente e irrepetible condición: lo hace a través de las Escrituras y la
mediación ministerial de la Iglesia;

3. ¿Cuál ha sido la postura del Concilio Vaticano II respecto a la lectura


frecuente de la Iglesia? ¿Qué ha propiciado?
Propone a toda la Iglesia la lectura frecuente de la Biblia. La propuesta
responde a una sentida necesidad de los fieles cristianos, que tienen
hambre del Pan de la Palabra de Dios viva y verdadera. Responde por
igual a la conciencia de la estrecha unión existente entre Palabra de Dios
y renovación de la Iglesia, gracias a la fuerza casi sacramental de la
Palabra.

4. Menciona brevemente las recomendaciones que hace el Santo Padre


Benedicto XVI a los jóvenes para la lectura de la Biblia.
“Quisiera recordar y recomendar sobre todo la antigua tradición de la
Lectura Orante: la lectura asidua de la sagrada Escritura acompañada
por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se escucha a
Dios que habla y, orando, se le responde con confiada apertura del
corazón. Estoy convencido de que, si esta práctica se promueve
eficazmente, producirá en la Iglesia una nueva primavera espiritual.”

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5. Menciona cuál es la novedad de la lectura orante, que se analizó en el
pasado Sínodo de los Obispos.
La novedad de la Lectura Orante en el pueblo de Dios exige una oportuna
pedagogía de iniciación, que ayude a comprender bien de qué se trata y
contribuya a aclarar el sentido de los diversos grados y su aplicación fiel
y sabiamente creativa.

6. ¿Cuál es la diferencia entre el pasado y el futuro de la lectura orante?


Principalmente, se ha de tener presente que el oyente / lector de hoy es
diverso de aquel del pasado, vive una situación de rapidez y de
fragmentación. Esto exige una formación preclara, paciente y continua,
entre los presbíteros, las personas de vida consagrada y los laicos.

7. La lectura orante es sólo para quienes tienen mucho tiempo a


disposición?
Tal vez haya quien piense que la lectura orante no va con los hombres
tan ajetreados de nuestro tiempo. Esto no quita que pueda ser un método
utilizable por un grupo de fieles de modo comunitario o por un fiel
cristiano en privado, que quieran dedicar un espacio de tiempo más o
menos amplio, cada día, o una o varias veces a la semana, según sus
posibilidades, a conocer, meditar y orar la Palabra de Dios.

  9
Sesión 2

Método
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan los pasos o métodos para
practicar la lectura orante.

Objetivo vivencial: Que los alumnos se sientan invitados a experimentar la


lectura orante de la Biblia.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. Propuesta

Enlace: Hacer a los alumnos la siguiente pregunta: ¿cuántos métodos de orar


conocen? Comentar con ellos.

Dinámica: Pedir a los alumnos que escriban y describan el método que ocupan
para orar. Comentar con ellos.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Explicar a los alumnos que a lo largo del tiempo de la Iglesia el número de


pasos para hacer la Lectura orante ha variado entre dos y cinco. El que elige
dos pasos, los sitúa en el esquema de llamada-respuesta. Dios que habla al
hombre mediante la Escritura y el hombre que responde a Dios con la oración y
el compromiso. El método en tres pasos: lectura, meditación y oratio. La
lectura para conocer lo que Dios me dice, la meditación para ver y juzgar mi
vida a la luz de la Palabra de Dios, y la oración para acoger su Palabra con
agradecimiento, amor y esperanza.

La lectura es una mirada atenta y asidua a la Escritura. La meditación, una


búsqueda de la verdad oculta. La oración, una elevación del corazón hacia Dios,
que mueve a obrar conforme a su voluntad. La contemplación, por último, es
una elevación enteramente sobrenatural, más allá de las capacidades de la
mente humana, que hace retornar al paraíso y saborear gozosamente la eterna
dulzura.

  10
II. Propuesta

El formador pedirá a un alumno que lea Santiago 1,18-25 y luego explicar que
del texto de Santiago deducimos un esquema de lectura orante en tres etapas u
operaciones sucesivas: acoger la Palabra, meditar la Palabra, poner por obra la
Palabra.

1. Acoger la Palabra

“ Acoged con docilidad la Palabra sembrada en vosotros”. Abraza todas las


formas y modos con que el cristiano entra en contacto con la Palabra de Dios:
escucha de la Palabra en la liturgia, escuelas bíblicas, apoyos escritos e,
insustituible, la lectura personal de la Biblia en la propia casa. Para quien está
llamado a enseñar a otros, a todo ello se añade el estudio sistemático de la
Biblia: exégesis, crítica textual, teología bíblica, estudio de las lenguas
originales.

Hay que guardarse de dos peligros: El primero, transformar la lectura personal


de la Palabra de Dios en una lectura “impersonal”.

El otro peligro es el fundamentalismo: tomar todo lo que se lee en la Biblia a la


letra, sin mediación hermenéutica alguna. Los que defienden la lectura literal
del Génesis (el mundo creado hace algunos miles de años, en seis días, como es
ahora), causan un inmenso daño a la fe. Sólo en apariencia los dos excesos,
hipercriticismo y fundamentalismo, se oponen; tienen en común el hecho de
quedarse en la letra, descuidando el Espíritu.

2. Contemplar la Palabra

La segunda etapa sugerida por Santiago consiste en fijar la mirada en la


Palabra, permanecer largamente ante el espejo, en resumen, en la meditación o
contemplación de la Palabra. Los Padres utilizaban al respecto las imágenes de
masticar y de rumiar. Cuando uno trae a la memoria las cosas oídas y
dulcemente las piensa en su corazón, se hace similar al rumiante, dice san
Agustín.

Más que escrutar la Escritura, se trata de dejarse escrutar por la Escritura.


Comentar lo que dice en la Carta a los hebreos, (4,12-13). La mejor oración
para iniciar el momento de la contemplación de la Palabra es repetir con el
salmista: “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me
levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.” (Sal 139, 1-3).

  11
La Escritura, dice san Gregorio Magno, “es una carta de Dios omnipotente a su
criatura; en ella se aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de
Dios”.

La contemplación de la Palabra nos procura de tal modo los dos conocimientos


más importantes para avanzar por el camino de la verdadera sabiduría: el
conocimiento de sí y el conocimiento de Dios.

La Biblia nos ofrece una imagen plástica que resume todo lo que se ha dicho
sobre meditar la Palabra: la del libro comido, según se lee en Ezequiel (2,9 -
3,3).: “Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: "Hijo de hombre,
aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy". Lo comí y fue en mi boca dulce
como la miel”

En la contemplación de la Palabra tenemos un modelo dulcísimo, María;


guardaba todas estas cosas (literalmente: estas palabras) meditándolas en su
corazón.

3. Poner por obra la Palabra

“Poned por obra la Palabra


Esta tercera etapa consiste, en la práctica, en obedecer la Palabra. El término
griego empleado en el Nuevo Testamento para designar la obediencia,
traducido literalmente significa “dar escucha”, en el sentido de efectuar aquello
que se ha escuchado. Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer,
se lamenta Dios en la Biblia.

En cuanto se prueba a buscar, en el Nuevo Testamento, en qué consiste el


deber de la obediencia, se hace un descubrimiento sorprendente: la obediencia
se ve casi siempre como obediencia a la Palabra de Dios. San Pablo habla de
obediencia a la doctrina, de obediencia al Evangelio, de obediencia a la verdad,
de obediencia a Cristo. Encontramos el mismo lenguaje también en otras
partes: en los Hechos de los Apóstoles se habla de obediencia a la fe; la primera
carta de san Pedro habla de obediencia a Cristo y de obediencia a la verdad.

La obediencia misma de Jesús se ejerce sobre todo a través de la obediencia a


las palabras escritas. Su obediencia se ejerce, de modo particular, en las
palabras que están escritas sobre Él y para Él “en la ley, en los profetas y en los
salmos”, y que Él, como hombre, descubre a medida que avanza en la
compresión y en el cumplimiento de su misión.

Las palabras de Dios, bajo la acción actual del Espíritu, se convierten en


expresión de la voluntad viva de Dios para mí, en un momento dado.

  12
Resumen

Guigo el Cartujo, presenta cuatro grados, que pueden llegar a cinco si


desdoblamos la oración en dos: oración y acción: lectura, oración, meditación y
contemplación.

De la carta de Santiago (Cf. Sant 1, 18-25) podremos deducir un esquema de


lectura orante en tres etapas: acoger la Palabra, meditar la Palabra, poner por
obra la Palabra.

La Biblia nos ofrece una imagen plástica que resume todo lo que se ha dicho
sobre meditar la Palabra que debe convertirse verdaderamente, como decía san
Ambrosio, en la sustancia de nuestra alma, aquello que informa los
pensamientos, plasma el lenguaje, determina las acciones, crea el hombre
espiritual.

En la contemplación de la Palabra tenemos un modelo dulcísimo, María; quien


realmente guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón (Cf. Lc 2,
51).

Las palabras de Dios, bajo la acción del Espíritu, se convierten en expresión de


la voluntad viva de Dios para mí, en un momento dado.

Para recordar

 Acoger la Palabra, es la escucha de la Palabra.

 Contemplar la Palabra, fijar la mirada en la Palabra.

 Poner por obra la Palabra, es vivirla poniéndola en práctica.

 En el Nuevo Testamento la obediencia se ve casi siempre como


obediencia a la Palabra de Dios.

Lecturas complementarias

San Gregorio Nacianceno, Sermón en las sagradas Luminarias 39,14-16.

Bibliografía

1. CANTALAMESSA RANIERO O.F.M. Cap, La Palabra de Dios como camino de


santificación personal. Nota de la Pontificia Comisión Bíblica, La
interpretación de la Biblia en la Iglesia.

Autoevaluación

  13
1. ¿Cuáles son las fases fundamentales de la lectura orante?
Acoger la Palabra, meditar la Palabra, poner por obra la Palabra.

2. ¿Cómo es la actitud de acoger la Palabra?


La Palabra de Dios ha sido dada para ponerla en práctica y no para que
te ejercites en la exégesis de sus oscuridades.

3. Menciona brevemente que es lo que la carta de Santiago nos indica sobre


la Palabra de Dios y que esquema de lectura orante podríamos concluir
de esta lectura.
Del texto de Santiago deducimos un esquema de lectura orante en tres
etapas u operaciones sucesivas: acoger la Palabra, meditar la Palabra,
poner por obra la Palabra.

4. ¿Qué nos proporciona la contemplación de la Palabra?


La contemplación de la Palabra nos procura de tal modo los dos
conocimientos más importantes para avanzar por el camino de la
verdadera sabiduría: el conocimiento de sí y el conocimiento de Dios.

5. Según San Agustín, ¿qué significa que la Palabra se mastique o rumie?


“Que me conozca a mí y que te conozca a ti que me conozca a mí para
humillarme y que te conozca a ti para amarte”.

6. ¿En qué consiste poner por obra la Palabra?


Las palabras de Dios, se convierten en expresión de la voluntad viva de
Dios para mí.

7. En el Nuevo Testamento, ¿en qué consiste el deber de la obediencia?


La obediencia de Jesús consiste en recordar las palabras de Dios y
atenerse a ellas.

  14
Sesión 3

Naturaleza
Objetivo Doctrinal: Los alumnos conocerán cómo se desarrolla la lectura orante
de la Palabra de Dios.

Objetivo vivencial: Que los alumnos se motiven a poner práctica la lectura


orante de la Biblia.

Esquema de la lección

I. Una lectura de un pasaje más o menos largo de la Escritura


II. Individual y comunitaria
III. Acogida como Palabra de Dios, es decir, entablando una conversación
con Dios
IV. Bajo la moción del Espíritu
V. Que se desarrolla a través de la meditación, oración y contemplación
como partes integrantes distintas

Enlace: Comentar con los alumnos la siguiente pregunta: ¿será lo mismo orar
que rezar?

Dinámica: Pedir a los alumnos que escriban una estrofa o el coro de un canto
que hable sobre la oración. Posiblemente alguno lo desee cantar o tal vez todos.

Desarrollo del tema

I. Una lectura de un pasaje más o menos largo de la Escritura

Es preparada con la ascesis, con este término indica la ausencia de todo afecto
hacia las criaturas que distraiga del amor de Dios y del sentido de su presencia.
Es libertad total en orden a una dedicación total a Dios. Y es una lectura en
diálogo. Es decir, consiste en un diálogo con Dios, pues es Dios quien habla. En
este diálogo se busca ante todo la voluntad de Dios en obediencia y
disponibilidad absoluta.

En el libro de La imitación de Cristo se hallan estas palabras: “De tan buena


gana debemos leer los libros sencillos y devotos como los profundos...

En la posterior elaboración teórica de la ‘lectura espiritual’ se señalaron cuatro


características en ella: ser alimento del alma, elevar el corazón a Dios, ayudar
en modo preparatorio a la oración, ser fuente de recogimiento.

  15
La Sagrada Escritura constituye un libro básico de la ‘lectura espiritual’, pero
no el único. A él se añaden los escritos espirituales de los Padres, y de los
‘maestros espirituales’ de la época medieval y moderna. La lectura espiritual
tiene por fin la adquisición de conocimientos, la base para las convicciones y el
estímulo para una donación generosa. El fin, en cambio, de la lectura orante es
la unión con Dios en la fe y en el amor.

La lectura orante se alimenta de la Palabra de Dios, encuentra en ella su punto


de partida y a ella vuelve. La Palabra de Dios es la primera fuente de toda
espiritualidad cristiana. Cualquier otro libro espiritual podrá hacer mucho bien
al lector, pero no puede calificarse de divino, y por tanto no puede ser la base de
la “lectura orante”. Conviene que el texto seleccionado para la lectura orante no
sea ni demasiado largo ni excesivamente corto.

II. Individual y comunitaria

Explicar que no quiere decir individualista, sino la lectura de un individuo, que


forma parte de la Iglesia, depositaria e intérprete auténtica de la Biblia y que
ha recibido una formación eclesial a lo largo de su vida... Es una lectura, por
tanto, imbuida de espíritu eclesial, aunque se haga desde una situación
personal y para bien espiritual de una persona particular.

Siempre es importante leer la Biblia de un modo muy personal, en una


conversación personal con Dios, pero al mismo tiempo es importante leerla en
compañía de las personas con quienes se camina. Este tipo de lectura, conviene
notarlo, no es nunca completamente privada, ya que el creyente lee siempre la
Sagrada Escritura en la fe de la Iglesia y aporta a la comunidad el fruto de su
lectura, para enriquecer la fe común.

Es una lectura comunitaria, en la que cada miembro del grupo aporta a los
demás el fruto de su comprensión del texto bíblico, enriqueciéndose así unos a
otros. Siendo comunitaria no se pierde en el anonimato, sino que toca de modo
personal a cada uno de los participantes.

III. Acogida como Palabra de Dios, es decir, entablando una conversación con
Dios

Comentar que la Palabra que leo, es la Palabra que Dios pronuncia, y no sólo
estoy de frente a un libro que narra acontecimientos pasados, sino que es Dios
quien me está hablando aquí y ahora, concretamente a través del texto que
estoy leyendo. Acogida, escucha y meditada con corazón ardiente, a ejemplo de
María y de los discípulos del camino de Emaús.

Leer es ya, en cierta manera, escuchar una palabra, una voz del pasado o del
presente, que me habla desde un texto escrito

  16
La escucha es una dimensión antropológica de gran relieve (en el principio de
la vida humana está la escucha y, con frecuencia, también al final de la
misma). Saber escuchar forma parte de la educación humana, y también de la
educación cristiana. Podemos afirmar que ser cristiano es estar configurado,
conformado por la Palabra que escuchamos a lo largo de nuestra vida.

La Palabra también nos hiere, porque es una espada afilada que penetra hasta
las junturas del alma. Si doy acogida a la Palabra, muere mi yo aislado y
estéril, y nace el nosotros de la alianza fecunda, la alianza esponsal entre Dios
y el ser humano. Cuando se escucha la Palabra de Dios, ha de hacerse en el
ámbito de la fe que le es propio: bajo el velo de las palabras de la Escritura está
presente el Espíritu Santo. Fuera de ese ámbito, se oirán palabras escritas en
la Biblia, pero en modo alguno la Palabra de Dios.

IV. Bajo la moción del Espíritu

Es necesario que la mente y el corazón estén iluminados por el Espíritu Santo,


es decir, por el mismo que inspiró las Escrituras; por eso, es preciso ponerse en
actitud de escucha devota, en sintonía con el mismo Espíritu con el cual fue
escrita. En la lectura orante no sólo el texto sagrado está inspirado, sino que la
misma persona que se sirve de la lectura lo hace bajo el estímulo del Espíritu
Santo.

En otras palabras, el Espíritu Santo establece una sintonía entre la Escritura y


el lector, de modo que éste pueda llegar con cierta naturalidad y simpatía a
penetrar con facilidad y gusto el mensaje divino de la Escritura y a partir de él
entablar con la Trinidad Santísima un diálogo meditativo y contemplativo de
salvación: con Cristo que nos revela, en el Espíritu que nos enseña, y ante la
mirada del Padre que nos ve con amor.

V. Que se desarrolla a través de la meditación, oración y contemplación como


partes integrantes distintas

Explicar que constituye un verdadero y apropiado itinerario espiritual en


etapas. Bajo estos aspectos, cualesquiera que sean las palabras empleadas
según las diversas tradiciones espirituales y el sentido preciso que se les dé,
cada una de estas etapas conserva su necesidad y su originalidad.

Guigo, comparó los movimientos de la lectura orante con peldaños o escalones,


uno sigue al otro, siempre hacia arriba. Fundamentalmente son cuatro y él les
llamaba la "escalera de los monjes":

  17
El primer escalón es la lectura: “Mira que estoy a la puerta y toco”. Es el
esfuerzo personal para comprender que es Cristo quien está llamando a
nuestra puerta, para identificar su voz y su tono.

El segundo escalón es la meditación: “Si alguien escucha mi voz y me abre”.


Entrar en diálogo con Él, dejar que nos hable.

El tercer escalón es la oración: “Entraremos donde él”. Momento del diálogo y


de la comunicación plena y personal.

Y cuarto escalón es la contemplación: “Y cenaremos con él”. Momento de


máxima intimidad y convivencia.

Todo esto da la idea de que la contemplación es un momento silencioso de


satisfacción, de gusto, de gozo. La verdadera Contemplación será ese gozo
indecible, difícil de comunicar lo que se siente, que me mostrará de un solo
golpe quien soy yo y a lo que estoy llamado a ser según Dios.

También la comparaba con hecho de alimentarse:

 Lectura: preparar bien la comida, con todos y cada uno de los


ingredientes;

 Meditación: masticar y rumiar el alimento exquisitamente preparado;


Oración: ingerir el alimento y nutrirse de él;

 Contemplación: sentir la satisfacción de la plenitud que viene después de


haber gustado un delicioso manjar que invita al descanso y al sosiego.

“La lectura pone en la boca pedazos, la oración le extrae el sabor, la


contemplación es la misma dulzura que alegra y recrea. La lectura se queda en
la corteza, la meditación penetra en la pulpa, la oración en la petición llena de
deseo, la contemplación en el goce de la dulzura adquirida”. 11

Conclusión

Puede decirse que la lectura orante es una experiencia espiritual


teológicamente sólida y segura, pedagógicamente accesible a todos y
sumamente eficaz en la maduración de la fe.

                                                            
11
 GUIGO EL CARTUJO. Carta a su amigo Gervasio, sobre la vida contemplativa, II.
 

  18
Resumen

Para que una lectura de un pasaje de la Escritura sea acogido en un terreno


receptivo, se necesita una preparación ascética que lleve a la purificación del
corazón.

La lectura espiritual tiene por fin la adquisición de conocimientos, la base para


las convicciones y el estímulo para una donación generosa. El fin, en cambio, de
la lectura orante es la unión con Dios en la fe y en el amor.

La lectura orante se alimenta de la Palabra de Dios, encuentra en ella su punto


de partida y a ella vuelve. No cabe duda que el mejor libro espiritual es la
Sagrada Biblia, porque en ella está presente y actúa el Espíritu de Dios.

La lectura de las Escrituras no es completamente privada, ya que el creyente


lee en la fe de la Iglesia y aporta a la comunidad el fruto de su lectura
enriqueciendo así la fe común.

Para recordar

 La Palabra de Dios es la primera fuente de toda espiritualidad cristiana.

 La Sagrada Escritura alimenta la relación personal con el Dios vivo y con


su voluntad santificadora.

 Es una lectura comunitaria, en la que cada miembro del grupo aporta a


los demás el fruto de su comprensión del texto bíblico,

 La Escritura ha de acogerse en la lectura como Palabra de Dios.

 La Palabra orante es oíble en cualquier lugar y ambiente, si el interior


del hombre está en silencio.

Lecturas complementarias

Juan Pablo II, Audiencia general. Miércoles 1 de mayo de 1985.

La inspiración divina de la Sagrada Escritura y su interpretación


Fuente:
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1985/documents/hf_j
p-ii_aud_19850501_sp.html

  19
Bibliografía

1. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Interpretación de la Biblia en la Iglesia


IV, C, 2.

Autoevaluación

1. ¿Cómo puede prepararse el corazón para una buena acogida a la Palabra


de Dios?
Es necesario un compromiso ascético que desemboque en la pureza de
corazón.

2. ¿Qué significa tener un compromiso acético?


La ausencia de todo afecto hacia las criaturas que distraiga del amor de
Dios y del sentido de su presencia. Es libertad total en orden a una
dedicación total a Dios.

3. ¿Con sus palabras explique qué es la lectura orante?


La lectura orante se alimenta de la Palabra de Dios, encuentra en ella su
punto de partida y a ella vuelve. La Palabra de Dios es la primera fuente
de toda espiritualidad cristiana.

4. ¿Por qué la Sagrada Biblia es el mejor de los libros espirituales?


Porque en ella está presente y actúa el Espíritu de Dios.

5. ¿Por qué la lectura orante no es una lectura individual?


Es una lectura de espíritu eclesial, aunque se haga desde una situación
personal y para bien espiritual de una persona particular.

6. ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo en la lectura de la Sagrada


Escritura?
El Espíritu Santo ha sido dado a los cristianos, también individualmente,
de modo que puedan arder sus corazones dentro de ellos, cuando leen las
Escrituras en el contexto de su vida personal.

7. Describe brevemente los cuatro grados espirituales de la escalera de los


monjes de la cual habla Guijo, el Cartujo.
El primer escalón es la lectura: “Mira que estoy a la puerta y toco”. Es el
esfuerzo personal para comprender que es Cristo quien está llamando a
nuestra puerta, para identificar su voz y su tono.
El segundo escalón es la meditación: “Si alguien escucha mi voz y me
abre”. Entrar en diálogo con Él, dejar que nos hable.
El tercer escalón es la oración: “Entraremos donde él”. Momento del
diálogo y de la comunicación plena y personal.

  20
Y cuarto escalón es la contemplación: “Y cenaremos con él”. Momento de
máxima intimidad y convivencia.

8. Leer atentamente el mismo pasaje evangélico del domingo, en todas las


versiones de la Biblia posibles, y darse cuenta de la riqueza de las
traducciones. Se aconseja para todos la Biblia de Jerusalén, la Biblia de
nuestro pueblo, o de los libros litúrgicos.

  21
Sesión 4

Actitudes
Objetivo Doctrinal: Los alumnos conocerán cuál deberá ser su posición ante la
lectura orante de la palabra de Dios.

Objetivo vivencial: Que los alumnos se sientan invitados a la conversión


constante por medio de la lectura orante de la Palabra de Dios.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. La fe de que la Biblia ha sido inspirada
III. La unidad de los dos Testamentos en el misterio Pascual de Cristo
IV. La comunión con la Iglesia
V. La conversión continua
VI. El don del Espíritu Santo invocado en la oración comunitaria que sea
concorde

Enlace: Hacer la siguiente pregunta a los alumnos y posteriormente


comentarla con ellos: ¿Qué parte de la Biblia es mejor para hacer la lectura
orante el Antiguo o el Nuevo testamento?

Dinámica: Pedir a los alumnos que escriban tres pasajes del Antiguo
testamento y tres del Nuevo que se puedan ocupar para la lectura orante.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Explicar a los alumnos que la lectura orante es el encuentro, con la Palabra


viva. Por medio de la Palabra escrita, siguiendo un itinerario inverso al de la
Encarnación del Verbo: la Palabra viva se había hecho libro, ahora el libro abre
el camino a la Palabra viva. La lectura más que una lectura es un encuentro. O
mejor, es un encuentro por medio de la lectura. Encuentro con Dios, con la
Palabra viva de Dios que es Jesucristo. Un encuentro interpersonal del tú del
lector con el Tú de Dios; un contacto corazón a corazón del hombre con Dios.
Por medio de su Palabra, Dios viene a nuestro encuentro y nos habla. Nos
habla para instruirnos, en el sentido fuerte del término: para formarnos,
educarnos según las costumbres orantes, para connaturalizarnos con el mundo
de sus misterios. Mediante este encuentro con Dios por medio de la Palabra
escrita, ésta se convierte en epifanía de Dios, que es su auténtica razón de ser.

  22
II. La fe de que la Biblia ha sido inspirada

Comentar que cuando tomamos en nuestra manos la Biblia, hay que partir de
una actitud de fe, es decir, creer que la Biblia ha sido inspirada por Dios. ¿Qué
quiere decir que la Biblia ha sido inspirada? Quiere decir que cuando el autor
sagrado escribe, el Espíritu Santo le garantiza que no cometerá errores que
tengan que ver con la fe. Pero, como decía Orígenes, esto significa que el
Espíritu Santo está en la Escritura.

La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el


Cuerpo de Cristo. La Escritura es algo así como la Eucaristía, pues igual que
bajo las especies del pan y del vino está realmente presente el Señor resucitado,
también bajo el velo de la Sagrada Escritura está presente el Espíritu Santo. El
Concilio Vaticano II habla también de la presencia real del Señor en los
enfermos, en la comunidad, en la jerarquía que transmite la enseñanza
apostólica, y en muchas otras situaciones.

Por otro lado, la liturgia nos hace adoptar ante las Escrituras una actitud muy
clara: venerarlas, incensarlas, besarlas. Ponerse ante ellas es, pues, dejarse
iluminar por la luz del Espíritu Santo que las ha inspirado y está en ellas.
Mientras no estemos absolutamente convencidos de esta verdad, nos resultará
muy difícil.

Se trata de una lectura espiritual, es decir hecha bajo el influjo del Espíritu
Santo, gracias al cual toda Escritura es inspirada por Dios.

III. La unidad de los dos testamentos en el misterio pascual de Cristo

Explicar que el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo


está desvelado en el Nuevo Testamento. “empezando por Moisés y continuando
por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras”
(Lc 24, 27). Por lo tanto, el Antiguo Testamento es profecía del Nuevo
Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el Nuevo
Testamento.

El Espíritu que inspiró el Nuevo Testamento y que se encuentra en él, es el


mismo que inspiró y está en el Antiguo.

Nuestro camino debe ser progresivo. Los escolásticos decían que la gracia
supone la naturaleza; si no hay recipiente, no hay contenido; Pasa lo mismo que
con la encarnación del Verbo de Dios, pues para captar y reconocer en la fe al
Hijo de Dios, hemos de reconocer primero al hijo de María, Jesús de Nazaret,
como Mesías y Señor.

  23
Que los dos Testamentos son uno significa, pues, que es el mismo Espíritu el
que se revela en los hechos, personajes y palabras de uno y de otro. Por eso,
como dicen los Padres, si vemos el Antiguo y el Nuevo Testamento a la luz de la
muerte y de la resurrección de Jesús, detectamos dónde están las sombras y las
distinguimos de la verdad.

La luz del misterio de la pascua de Jesús hace que se superen todos los
obstáculos, parcialidades, deficiencias y referencias al contexto cultural tanto
del Antiguo como del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento no es nada
raro encontrarse con situaciones a primera vista incomprensibles e
inaceptables desde una visión cristiana de la vida (violencias, maldiciones,
etc.).

El criterio a emplear para discernir estos textos es, una vez más, la muerte y
resurrección de Jesús de Nazaret.

IV.La comunión con la Iglesia.

Explicar que el cristiano es consciente de que quien aporta la Escritura es la


comunidad, de que se trata de un tesoro que pone en nuestras manos una
comunidad viviente.

El libro de las Escrituras no es un descubrimiento que cada uno hace por su


propia cuenta. Y si alguna vez fuera así, el contenido de la Escritura lo llevará
a una comunidad cuyo punto clave de referencia es este libro. El encuentro
individual no es suficiente.

Para acercarte en profundidad y llegar a comprender las Escrituras hay que


estar en comunión con la Iglesia, que es la pequeña comunidad particular que
se reúne en nombre de Jesús, pero también lo es esa gran comunidad que se
extiende por todo el mundo.

Si la Escritura se lee en la comunidad, en la Iglesia, debe leerse en comunión


total con la Iglesia.

El cuerpo real de Cristo es toda la comunidad de la Iglesia, que nace y se


reencuentra en el “misterio” de la Eucaristía. Para los antiguos, el cuerpo
místico de Cristo era la Eucaristía, mientras que el cuerpo real era la comu-
nidad de la Iglesia.

No se trata de contraponer ambas presencias, sino de resaltar que la presencia


de Jesús en la Eucaristía es una presencia en el misterio sacramental bajo las
especies de pan y de vino, mientras que el cuerpo de Cristo, que constituye la
presencia histórica de Jesús resucitado, son todos los creyentes.

  24
V. La conversión continua.

Explicar que es imposible entender las Escrituras siguiendo los propios


caminos, “porque mis caminos no son vuestros caminos ni los vuestros son los
míos” (Is 55,8).

En cambio, la Palabra de Dios nos da discernimiento, nos ayuda a distinguir


entre caminos y caminos. Nos ilumina y fortalece para mantenernos en el
camino acertado.

Nuestra actitud ha de ser como la de Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo te


escucha” (1 S 3,10). Quien la hace de modo habitual escuchará la Palabra e irá
recibiendo con Ella el don del discernimiento y la fuerza interior de la
rectificación y de la conversión permanente, la segunda conversión de que
habla la tradición monástica.

Los antiguos decían que es imposible que entienda el libro de la Escritura


quien no esté dispuesto a renunciar a sus puntos de vista, a su pretensión de
autosuficiencia y a su riqueza.

Hay que vaciar el corazón para que la palabra de Dios pueda llenarlo con su
riqueza. ¿Qué otra cosa puede perseguir una comunidad sino tratar de purificar
su corazón, de eliminar de su mente todo lo innecesario y superfluo para
poderla llenar con la palabra de Dios?

En la medida en que un cristiano es capaz de convertirse a Cristo, en esa


misma medida Cristo se le revela.

Jesús es muy respetuoso con el ritmo de crecimiento de cada uno y sólo se


revela en la medida en que estamos capacitados y dispuestos a acogerlo.

VI. El don del Espíritu Santo invocado en la oración comunitaria que sea
concorde

¿Quien puede presumir de penetrar las profundidades de Dios, si el Espíritu


Santo no lo inicia en ellas?

Por muchas técnicas que utilicemos, por grande que sea nuestra disciplina, sin
el don del Espíritu Santo, el libro de la Biblia está cerrado para nosotros. Ni la
técnica ni la ascesis lo revelan por sí solas. El sentido profundo de la Sagrada
Escritura es un profundo secreto que sólo el Espíritu Santo conoce y que sólo
revela a quien quiere, y cómo, dónde y cuando quiere.

Si el Espíritu nos otorga este don, conoceremos las cosas del Espíritu; pero si no
nos lo da, no las conoceremos. Es un don, no algo que se nos deba; por de-

  25
finición es gratuito. Si alguien se empeñara en obligar a venir al Espíritu, se
desesperaría; al Espíritu no hay quien le obligue.

Hay que pedir insistentemente el don del Espíritu. Y hay que pedirlo en
nombre de aquel que garantiza que el Padre escucha nuestra oración. Sólo se
escuchará la oración hecha en nombre de Jesús y en comunión con los
hermanos. (Cf. Mt 18, 19-20). No basta una petición individual, sino que debe
ser fruto de la concordia que existe en la comunidad.

Sólo cuando somos voz genuina del Espíritu, éste nos acoge, porque él es quien
mueve a invocar y él mismo es el objeto de nuestra invocación. Así pues, para
captar el sentido profundo de la Escritura hay que orar, pero sabemos que esta
oración es auténtica y cabe esperar que el Padre la escuche, si procede de una
comunidad que vive en concordia y se hace en nombre del Señor.
  
Resumen

Cuando tomamos en nuestra manos la Biblia, hay que partir de una actitud de
fe, es decir, creer que la Biblia ha sido inspirada por Dios. Se tiene la
convicción de que el Espíritu inspira desde las Escrituras, habla a través de
ellas y está presente realmente en los libros santos.

La liturgia nos hace adoptar ante las Escrituras una actitud muy clara:
venerarlas, incensarlas, besarlas. La praxis litúrgica proclama el Texto
Sagrado del Antiguo Testamento como página esencial para una comprensión
completa del Nuevo Testamento.

El Antiguo Testamento es profecía del Nuevo Testamento y el mejor comentario


al Antiguo Testamento es el Nuevo Testamento. La presencia del único
Espíritu atestigua la unidad de los dos testamentos. El cristiano es consciente
de que quien aporta la Escritura es la comunidad, de que se trata de un tesoro
que pone en nuestras manos una comunidad viviente.

Si la Escritura se lee en la comunidad, en la Iglesia, debe leerse en comunión


total con la Iglesia.

La existencia ofrece al cristiano muchos senderos, innumerables caminos que


elegir. La Palabra de Dios nos da discernimiento, nos ayuda a distinguir entre
caminos y caminos. Nos ilumina y fortalece para mantenernos en el camino
acertado. Nos juzga, cuando vamos por un camino equivocado, y nos espolea a
la conversión.

Para recordar

 La presencia del Espíritu en la Escritura es una presencia real.

  26
 El Espíritu que inspiró el Nuevo Testamento y que se encuentra en él, es
el mismo que inspiró y está en el Antiguo.

 El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo está


desvelado en el Nuevo Testamento.

 La Escritura es un tesoro escondido en el campo de la Iglesia.

 Para acercarte en profundidad y llegar a comprender las Escrituras hay


que estar en comunión con la Iglesia.

 En la medida en que un cristiano es capaz de convertirse a Cristo, en esa


misma medida Cristo se le revela.

Lecturas complementarias

Concilio Vaticano I, Dei Filius, Constitución dogmática sobre la fe católica. 24


de abril de 1870. Capítulo 2: Sobre la revelación

Bibliografía

1. CARLO MARÍA CARD. MARTINI. Il ruelo centrale della Parola di Dio nella
vita de la Chiesa. La Civiltá Cattolica IV 24-35. 2005.

Autoevaluación

1. ¿Cómo podría definirse la lectura orante?


La lectura orante es el encuentro, con la Palabra viva, por medio de la
Palabra escrita, siguiendo un itinerario inverso al de la Encarnación del
Verbo.

2. ¿Por qué decimos que es un Encuentro?


Es un encuentro con Dios, con la Palabra viva de Dios que es Jesucristo.
Un encuentro interpersonal del tú del lector con el Tú de Dios; un
contacto corazón a corazón del hombre con Dios. Un encuentro en el que
se adquiere no tanto ciencia, cuanto Sabiduría, o sea, comprensión
orante del misterio de Dios, del hombre y del mundo.

3. ¿Cómo debe ser nuestra actitud al leer la Escritura y por qué?


Cuando tomamos en nuestra manos la Biblia, hay que partir de una
actitud de fe, significa que la Escritura ha de ser nuestra referencia
clave, el Kyrios, el Señor de nuestra vida, de nuestra experiencia de
oración, de nuestra conducta.

  27
4. ¿Por qué es real la presencia del Espíritu Santo en las Escrituras?
Se tiene la convicción de que el Espíritu inspira desde las Escrituras,
habla a través de ellas y está presente realmente en los libros santos.

5. ¿Por qué la Iglesia venera las Sagradas Escrituras?


La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el
mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir
a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de
Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia.

6. ¿Explica qué relación tienen el Antiguo y el Nuevo Testamento?


El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo está
desvelado en el Nuevo Testamento.

7. ¿Cuál ha sido el papel del Espíritu Santo en ambos Testamentos?


El Espíritu que inspiró el Nuevo Testamento y que se encuentra en él, es
el mismo que inspiró y está en el Antiguo.

8. ¿Por qué se debe estar en comunión con la Iglesia para leer las
Escrituras?
Decían los antiguos: la Iglesia es quien posee y lee el libro de las
Escrituras. Por lo tanto, si no eres Iglesia, no puedes pretender poseer el
libro de las Escrituras y mucho menos puedes tener la osadía de leerlo.

9. ¿Cómo nos ayuda la lectura de las Escrituras en el camino de nuestra


conversión?
Nos ilumina y fortalece para mantenernos en el camino acertado. Nos
juzga, cuando vamos por un camino equivocado, y nos espolea a la
conversión.

10. ¿Por qué es importante la concordia entre los hermanos?


Donde no hay concordia, es imposible que se invoque auténticamente al
Espíritu. Y eso porque el Espíritu habla siempre a la comunidad, habla
en la comunidad.

  28
Sesión 5

Ambiente
Objetivo Doctrinal: Los alumnos conocerán que la liturgia eucarística, y las
demás acciones litúrgicas de la Iglesia, constituyen el ámbito por excelencia de
la lectura orante.

Objetivo vivencial: Que los alumnos identifiquen en la liturgia el ambiente


óptimo para la lectura orante de la Palabra de Dios.

Esquema de la lección

I. La comunidad eclesial
II. La vida litúrgica
III. La labor y progreso espiritual
IV. Los factores externos

Enlace: Comentar con los alumnos el siguiente cuestionamiento: ¿qué relación


existe entre la liturgia y la Biblia?

Dinámica: Pedir a los alumnos que identifiquen y mencionen en qué momentos


de los diferentes actos litúrgicos se hace presente la lectura orante de la
Palabra de Dios.

Desarrollo del tema

I. La comunidad eclesial

Explicar a los alumnos que aunque la lectura se realice en la propia casa, será
siempre comunitaria, porque el destinatario de la Palabra orante, es el pueblo
de Dios. La Biblia es un don de Dios a la Iglesia, no a individuos aislados, y su
lectura se lleva a cabo dentro de la comunidad creyente. La Iglesia posee y lee
el libro de las Escrituras.

La comunidad eclesial en la que se hace lectura orante es concreta y viva,


señalada por el momento histórico en que vivimos, y por la larga historia que
nos precede. En la Iglesia aprendo lo que Dios quiere de mí y para mí, a partir
de aquello que ha querido de mis padres en la fe y para ellos.

II. La vida litúrgica

La liturgia eucarística, y análogamente las demás acciones litúrgicas de la


Iglesia, constituyen el ámbito por excelencia de la lectura orante. La lectura

  29
privada de las Escrituras ha de considerarse como una anticipación o una
prolongación de la proclamación litúrgica, por lo que participa de la eficacia
sacramental que la Palabra de Dios tiene cuando se proclama solemnemente en
una celebración sagrada. Es sumamente recomendable usar los textos bíblicos
que nos propone la Iglesia en su ciclo litúrgico.

En la liturgia la comunidad convocada se convierte en comunidad que escucha


e interpreta la Palabra celebrada y venerada en el sacramento.

El nexo tan estrecho entre lectura orante y liturgia permite aplicar a aquella la
triple finalidad de la lectura de las Escrituras en la celebración eucarística:

a) La proclamación de la historia de la salvación de Dios para con su pueblo,


desplegada a lo largo del año litúrgico, para hacer presente el misterio y así
unirnos con fe y amor a él. La liturgia confiere a la Palabra un particular
realismo al atestiguar que se cumple en nuestro hoy.

b) Catequesis, porque por mucho que conozcamos la Biblia, siempre se pueden


descubrir aspectos o detalles inadvertidos, incluso en pasajes muy leídos y
sabidos.

c) Alimento espiritual. El pan de la Palabra orante nos viene servido para


alimentar nuestra inteligencia con la verdad, nuestra voluntad con la
fortaleza en las tribulaciones de la vida, y nuestro corazón con la grandeza
del amor y la certeza de la gloria futura.

III. La labor y el progreso espiritual

Comentar que este manjar está presente en la mesa de quienes cultivan la vida
espiritual y tienen voluntad de progresar paso a paso hacia las cumbres de la
santidad. Sin esta voluntad de progreso difícilmente se hará, aunque se lean y
se estudien las Escrituras Sagradas.

La voluntad de progreso espiritual se manifiesta en la búsqueda de purificación


interior para entrar en contacto con la Palabra orante con manos limpias, ojos
claros y corazón sincero. Del corazón orante, al sintonizar con la Palabra
orante, surgen resonancias personalísimas y variadas que enriquecen los más
hondos sentimientos del alma. Entonces el corazón de Dios bajo la acción del
Espíritu habla al corazón del orante y viceversa.

Se verifica un movimiento bipolar: un movimiento descendente del Padre en


Cristo por el Espíritu hasta el hombre orante, y otro ascendente del hombre con
Cristo en virtud del Espíritu hasta el Padre.

  30
Poseer la Sabiduría de Cristo es un don del Espíritu Santo. Toda la Escritura
nos habla de Cristo y en toda ella Cristo nos habla. Consiste sencillamente en
responder con nuestro ser entero y con nuestra vida a Cristo que desde la
Biblia nos interpela con amor de padre, amigo y hermano.

IV.Los factores externos

Orar se puede a cualquier hora del día y en cualquier lugar. Y en su espíritu


puede estar rumiando la Palabra de Dios en un grupo de oración, en un
reclinatorio ante el Tabernáculo o mientras camina por la calle en medio de un
tráfico intenso. Dejado esto bien claro, hay que añadir que existe un ambiente
exterior, que la facilita y favorece.

Elementos más favorecedores:

 El silencio a nuestro alrededor y en el recinto de nuestra alma: silencio


de personas, de radio y televisión, de ruidos; silencio a la vez de
preocupaciones, fuertes alteraciones emotivas, imágenes, recuerdos,
experiencias, historias del pasado, proyecciones del futuro...

En el silencio y la soledad el hombre se carga de Dios para darlo a los demás en


la vida familiar, profesional, pastoral.

 Una buena traducción de la Biblia. Es evidente que, para quien pueda


leer la Escritura en las lenguas originales, lo mejor es hacer la lectura en
la lengua original. En principio, sugeriría utilizar la traducción oficial a
las lenguas vernáculas, aprobada por las conferencias episcopales, y
usada en las celebraciones litúrgicas.

Son varias las observaciones que pueden interesar al orante:

 Como la mejor hora del día se sugiere al inicio de la mañana que ilumina
la jornada entera, o al final de la tarde para en actitud de adoración dar
gracias al Señor, según convenga a las ocupaciones de cada uno. Sin
embargo, cualquier hora es buena, si se logra el clima de silencio y
recogimiento interior para que la Palabra de Dios resuene en nuestra
alma y crezca en nuestra inteligencia y corazón.

 La frecuencia ideal es la diaria. Está claro que con gran probabilidad


esta frecuencia no es realista para muchos cristianos. Cada uno
considere aquella frecuencia que responda mejor a sus posibilidades y a
las exigencias espirituales de su corazón. Sea diaria, semanal, o varias
veces a la semana, lo que importa es que haya continuidad y
perseverancia.

  31
 La duración ideal es difícil de limitar, pero no puede practicarse
tranquilamente en menos de una hora, y puede llegar a cansar cuando
sobrepasa las dos horas.

Tenerse en cuenta que los pasos no requieren necesariamente de continuidad


cronológica, sino que son separables, con tal de que se realicen en un tiempo
más o menos reducido de horas.

Incluso para quien vive metido en el trajín del mundo y en los quehaceres
diarios de la vida familiar y profesional, es hasta recomendable separar en
varios momentos los diversos pasos. De ese modo se prolonga interiormente a lo
largo de todo el día, y va penetrando nuestra vida más allá de la superficie,
hasta su meollo y sustancia.

Resumen

La oración será siempre comunitaria, porque el destinatario de la Palabra


orante es el pueblo de Dios. Él dio a la Iglesia el don de la Biblia, no a
individuos aislados, su lectura se lleva a cabo dentro de la comunidad creyente.

Dios me habla a través de su Escritura, a la que me envía para dar testimonio


de su Palabra la cual busca corazones en los cuales poner su morada.

La voluntad de progreso espiritual se manifiesta en la búsqueda de purificación


interior para entrar en contacto con la Palabra orante con manos limpias, ojos
claros y corazón sincero. Entonces el corazón de Dios bajo la acción del Espíritu
habla al corazón del orante y viceversa.

Uno de los elementos más favorecedores es el silencio a nuestro alrededor y en


el recinto de nuestra alma: de personas, de radio y televisión, de ruidos; silencio
a la vez de preocupaciones, fuertes alteraciones emotivas, imágenes, recuerdos,
experiencias, historias del pasado, proyecciones del futuro.

Cualquier hora es buena, si se logra el clima de silencio y recogimiento interior


para que la Palabra de Dios resuene en nuestra alma y crezca en nuestra
inteligencia y corazón. La frecuencia ideal es la diaria. Cada uno considere
aquella frecuencia que responda mejor a sus posibilidades y a las exigencias
espirituales de su corazón. Lo que importa es que haya continuidad y
perseverancia.

Para recordar

 Se puede decir que el orante lleva la Iglesia a la “lectura orante” y la


“lectura orante” a la Iglesia.

  32
 La liturgia eucarística, y análogamente las demás acciones litúrgicas de
la Iglesia, constituyen el ámbito por excelencia de la lectura orante.

 Del diálogo de Dios con el hombre, iniciado en las lecturas, se llega hasta
la íntima comunión con Él, fin último.

 Necesitamos la invocación al Espíritu para que nos dé entendimiento y


aquella comprensión de la Escritura que sólo el Espíritu nos puede dar.

 Orar se puede a cualquier hora del día y en cualquier lugar.

 Para el orante lo que importa no es lo que le rodea, sino lo que rumia en


su interior.

Lecturas complementarias

Benedicto XVI. Audiencia general. Miércoles 6 de junio de 2007.


San Cipriano
Fuente:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_b
en-xvi_aud_20070606_sp.html

Bibliografía

1. SÍNODO DE LOS OBISPOS. XII Asamblea General Ordinaria. La Palabra de


Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Intrumentum laboris, n. 38.
2007.

Autoevaluación

1. Explique por que la Biblia es un don que Dios ha regalado a la Iglesia


Católica.
La Biblia es un don de Dios a la Iglesia, no a individuos aislados, y su
lectura se lleva a cabo dentro de la comunidad creyente.

2. ¿Por qué la lectura de la Biblia se realiza dentro de la comunidad


creyente?
Es la comunidad, con su pasado y su vida actual, a la que pertenezco. Es
la Iglesia universal con su magisterio, en la comunidad eclesial de hoy
siguen vivos los Padres de la Iglesia, los grandes lectores y comentaristas
de la Escritura.

  33
3. Menciona algunos nexos que existen entre la lectura orante y la liturgia.
La lectura privada de las Escrituras ha de considerarse como una
anticipación o una prolongación de la proclamación litúrgica, por lo que
participa de la eficacia sacramental que la Palabra de Dios tiene cuando
se proclama solemnemente en una celebración sagrada.

4. Explica brevemente en que se manifiesta la voluntad de tener un


progreso espiritual.
En la búsqueda de purificación interior para entrar en contacto con la
Palabra orante con manos limpias, ojos claros y corazón sincero.

5. Explica ¿qué significa poseer la Sabiduría de Cristo?


Consiste sencillamente en responder con nuestro ser entero y con nuestra
vida a Cristo que desde la Biblia nos interpela con amor de padre, amigo
y hermano.

6. Explica ¿en qué favorece el silencio a la oración?


En el silencio y la soledad el hombre se carga de Dios para darlo a los
demás en la vida familiar, profesional, pastoral.

7. Menciona y explica brevemente otros factores externos como el tiempo y


el lugar, que ayudan a la oración.
El silencio a nuestro alrededor y en el recinto de nuestra alma; silencio
de personas, de radio y televisión, de ruidos; Una buena traducción de la
Biblia.; utilizar la traducción oficial a las lenguas vernáculas, aprobada
por las conferencias episcopales.

8. Las tres lecturas que la Iglesia nos propone para la celebración dominical
de la Eucaristía, y también el salmo, tienen entre sí vínculos espirituales,
especialmente la segunda lectura y el Evangelio. Tomando como guía las
lecturas del siguiente domingo trate de encontrar por si mismo la unidad
de la Palabra de Dios.
En la liturgia la comunidad convocada se convierte en comunidad que
escucha e interpreta la Palabra celebrada y venerada en el sacramento. A
la digna proclamación de la Palabra en las lecturas sigue la homilía, en
la que el predicador medita con el pueblo cristiano y agradece el don
recibido, y deduce las exigencias positivas que de él se derivan para la
salvación de los hombres.

  34
Sesión 6

Lectura
Objetivo Doctrinal: Los alumnos aprenderán que para hacer una verdadera
lectura orante debe ser de calidad, atenta, asidua y con la iluminación del
Espíritu Santo.

Objetivo vivencial: Los alumnos adquirirán el deseo de orar con la Palabra de


Dios, poniendo lo mejor de sí mismos para obtener buenos frutos.

Esquema de la lección

I. Una lectura de calidad


II. Subsidios para la lectura
III. Técnicas

Enlace: Comentar con los alumnos la siguiente pregunta: ¿Qué tipo de lectura
gustan ustedes? Ficción, novela, etc. Si una lectura nos gusta, se nos hace fácil
leerla.

Dinámica: Pedir a los alumnos que busquen en sus biblias el siguiente pasaje:
Jn. 15, 11-31 “El hijo pródigo” si se tuvieran fotocopias del texto para cada
alumno pedirles que con un marcador resaltador de textos señalen las
palabras que sean claves para ellos. En caso de no tener fotocopias, pedirles
que tomen sus biblias y que copien en un cuaderno o carpeta las palabras que
sean claves para ellos. Después de cinco minutos, pedirles a algunos que las
lean espontáneamente y comentar con ellos brevemente esa técnica de lectura.

Desarrollo del tema

I. Una lectura de calidad

Comentar con los alumnos que a los ojos humanos cuenta mucho la calidad de
un regalo, de una persona, de un trabajo. Todos solemos apreciar la calidad.
Cuando ésta falta, no sólo nos damos cuenta de ello, sino que nos pesa su
carencia. La lectura tiene que ser de calidad tanto para que dé fruto como para
que resulte atrayente. La calidad de la lectura es una actividad que reclama
poner lo mejor de sí mismo en el ámbito cierto y misterioso de la acción del
Espíritu Santo. Limitándome a aquellas que parecen ser las más relevantes,
presento a continuación cuatro:

a) Lectura atenta
b) Lectura asidua

  35
c) Lectura difícil
d) Lectura espiritual en la carne de la letra.

1. Lectura atenta

La atención implica dos elementos:


Primero, evitar todo aquello que pueda obstruir el esfuerzo de la atención. Se
han de evitar, por tanto, las distracciones, sean las provenientes de los sentidos
externos e internos, sean las que brotan de los estados anímicos o de la
intensidad de sentimientos.

Segundo: se refiere a la concentración del orante en el texto sagrado. Durante


este primer paso del método interesa el texto y sólo el texto, y en él se centrará
toda la atención de quien practica la lectura.

Cualquier actividad humana que se quiera hacer bien exige atención para no
descuidar ningún aspecto y detalle. El texto sagrado se leerá con mentalidad de
investigador que busca hasta los más mínimos pormenores. Cada palabra tiene
su propio esplendor, y hay que estar muy atentos para captarlo y quedar
iluminados, si el Espíritu de Dios, nos lo concede.

Predomina el escuchar sobre el leer. Se trata de escuchar la voz del Espíritu, en


la letra de la Escritura, que se percibe en el atento silencio del alma. Se trata,
mediante la escucha, de ser conducido hasta la puerta del misterio divino y
entrar en él, dejando al margen otras voces y otros guías.

Hemos de ir más allá de las palabras de la Escritura hasta el núcleo mismo del
mensaje, y esto no puede realizarse en la disipación de la mente sino en
recogimiento atento y sereno del alma en oración.

No esta de más añadir el valor de una ascesis de la atención, en medio de una


sociedad en la que abundan, sin discernimiento, tantos medios de distracción
que entorpecen, disminuyen y hacen perder la capacidad de concentración en lo
que se está haciendo.

2. Lectura difícil

Comentar con los alumnos que afirmar su dificultad no es negar su facilidad.


Paradójicamente, se presenta fácil y difícil. Una paradoja que está relacionada
con el carácter objetivo del texto sagrado y a la vez con las condiciones
subjetivas del lector. El cansancio, el sueño, el tedio, la pereza, son realidades
demasiado humanas que crean también dificultad. Casiano, buen conocedor de
los percances de la vida cotidiana, escribe: Tal vez deseo dar firmeza a mi

  36
corazón forzándome a leer la Escritura; pero un dolor de cabeza me lo impide, y
hacia las nueve de la mañana me he dormido con la cabeza sobre el libro. 12

A estas dificultades de la humana naturaleza hay que sumar las derivadas de


la misma Sagrada Escritura. La lectura de la Biblia es una lectura dura y
austera en muchísimas de sus páginas. No son pocas sus oscuridades, y no
dejan de ser abundantes las dificultades de una interpretación correcta.

3. Lectura asidua

Asiduidad significa en primer lugar continuidad temporal. Digamos que cada


semana. Espaciar más el tiempo entre una y otra, además de un ejercicio
insuficiente para conseguir facilidad en el método, no permite regar con la
requerida frecuencia la semilla de la lectura para que crezca y produzca el fruto
de una espiga dorada. Comenzar a practicarla por un tiempo y después
abandonarla, es como haber hecho dieta para adelgazar y, luego, tras un
tiempo, satisfacer todas las apetencias del cuerpo.

Hay que leer y releer la Escritura para que penetre profundamente, en el


espíritu y en el cuerpo.

Hemos de perseverar a toda costa en la lectura porque sólo así seremos capaces
de descubrir cosas nuevas, profundidades ignoradas, alturas hasta el momento
inalcanzables, anchuras que antes nos parecían inasibles o inabarcables.

4. Lectura espiritual en la carne de la letra

No es pequeña la tentación de separar la letra del espíritu, el cuerpo del alma


del texto sagrado. El mismo Espíritu Santo ha animado de sentido espiritual la
letra del texto, que es único y está escrito bajo inspiración orante. No honra la
acción del Espíritu quien, queriendo exaltar el sentido espiritual, lo desgaja de
la letra o lo contrapone.

El sentido espiritual es inherente como principio animador, en la carne de la


letra, formando una única realidad con ella, como el alma y el cuerpo
constituyen un único ser viviente.

El sentido literal coincide con el que ha querido decirnos el hagiógrafo,


mientras que el sentido espiritual es lo que Dios mismo nos dice mediante la
intención del autor humano.

                                                            
12 JUAN CASIANO, Collationes, 10,10

  37
Para el alma orante no puede haber letra sin espíritu o espíritu sin letra. La
lectura literal es fundamento de la espiritual, y la letra llega a su pleno
florecimiento sólo en el sentido espiritual.

II. Subsidios para la lectura

 A veces el texto parecerá un libro cerrado como al Eunuco que iba


leyendo la Escritura y no entendía nada (Cf. Hch 8, 26-40). Otras veces,
por el estado anímico o la situación en que se encuentra, el alma no
sabrá leer lo que el libro abierto le dice. En otras ocasiones, el alma
orante sentirá necesidad de escuchar lo que el Espíritu ha dicho a otras
almas.

 La Iglesia, madre y maestra, brinda a sus hijos, como ayuda, una serie
de instrumentos preciosos que ha conservado a lo largo de los siglos. San
Benito en su Regla aconseja la lectura de los Padres de la Iglesia y de los
Padres monásticos (capítulo 73).

 El lugar privilegiado que los Padres ocupan en la comprensión de la


Palabra de Dios, mediante la Escritura, queda resaltado por el concilio
Vaticano II en la constitución sobre la orante revelación: “La esposa del
Verbo encarnado, esto es, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se
esfuerza por llegar a una inteligencia cada día más profunda de las
Sagradas Escrituras a fin de alimentar incesantemente a sus hijos con
las palabras orantes; por eso fomenta también debidamente el estudio de
los Santos Padres, de Oriente y de Occidente” (DV 23). (UR 15).

III. Técnicas

La lectura, como toda ciencia práctica, requiere un instructor experimentado, el


aprendizaje es lento y progresivo, y pide -sobre todo al inicio- extrema fidelidad
al método.

a) El subrayado del texto fotocopiado es un medio bastante usado porque


permite trabajar sobre el: Con lápices de colores se van evidenciando la
palabra-clave, la frase incisiva, la idea que más me ha golpeado, la frase
principal de la frase secundaria, la repetición de una palabra o frase en el
mismo texto, anotaciones marginales de carácter personal.

Hacer preguntas al texto, como: ¿Dónde y cuándo se desarrolla el relato?


¿Quiénes son los personajes principales? La respuesta a las preguntas permite
al lector darse cuenta más eficazmente de ciertos aspectos del relato.

b) Repetición del texto, lectura en voz alta, trascripción, memorización,


confrontación: Repetir un texto día tras día, una y mil veces, es un modo de

  38
c) Análisis gramatical y el estructural: Por medio de este tipo de análisis se
busca captar fielmente la letra o el sentido literal. Valorizar cada letra del
alfabeto en virtud de su valor numérico y simbólico. Prestar atención además a
cada palabra porque cada una tiene su identidad, su radical inicial, con el que
se emparienta con otras palabras hasta formar un campo semántico, que
brinda al orante un rico acervo de significados.

Las notas, introducciones y comentarios al texto de la Biblia pueden ser más


que suficientes para la lectura. Por otra parte, la composición de un texto se
realiza de acuerdo a una cierta lógica y a ciertas técnicas de carácter retórico
para hacer más clara una idea y, sobre todo, para mover la voluntad del lector.

Resumen

La lectura tiene que ser de calidad tanto para que dé fruto como para que
resulte atrayente.

Tiene ser una lectura atenta, esto implica dos elementos: evitar todo aquello
que pueda obstruir el esfuerzo de la atención, como las distracciones
provenientes de los sentidos externos e internos, las que brotan de los estados
anímicos o de la intensidad de sentimientos. El segundo elemento es la
concentración del orante en el texto sagrado. En este primer paso del método
solamente interesa el texto concentrándose en él toda la atención de quien
practica la lectura.

A través de la escucha, se es conducido hasta la puerta del misterio divino y


entrar en él, dejando al margen otras voces y otros guías. Debemos ir hasta el
núcleo mismo del mensaje, pero esto se realiza en el recogimiento atento y
sereno del alma en oración.

La lectura implica la asiduidad, es decir que exista continuidad temporal,


quiere decir además constancia a lo largo de los días, las semanas, los meses y
los años.

El sentido literal coincide con el que ha querido decirnos el hagiógrafo,


mientras que el sentido espiritual es lo que Dios mismo nos dice mediante la
intención del autor humano. Para el alma orante no puede haber letra sin
espíritu o espíritu sin letra.

  39
Para recordar

 “La Palabra de Dios puede exigirme hoy una cosa que no me exigió
todavía ayer. Debo permanecer abierto y atento para escuchar lo que me
exige” (Hans Urs von Balthasar, La oración contemplativa, 18).

 Se trata de escuchar la voz del Espíritu, en la letra de la Escritura, que


se percibe en el atento silencio del alma.

 Hay que leer y releer la Escritura para que penetre profundamente, en el


espíritu y en el cuerpo.

 La lectura literal es fundamento de la espiritual, y la letra llega a su


pleno florecimiento sólo en el sentido espiritual.

Lecturas complementarias

Benedicto XVI, Ángelus, 7 de enero 2007.

Fuente:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/angelus/2007/documents/hf_be
n-xvi_ang_20070107_battesimo_sp.html

Bibliografía

1. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Divina Revelación


Dei Verbum (DV); Decreto sobre el ecumenismo Unitatis Redintegratio
(UR).

Autoevaluación

1. Menciona que características se proponen que tenga la lectura para que


sea de calidad.
Lectura atenta; Lectura asidua, Lectura difícil, Lectura espiritual en la
carne de la letra.

2. ¿Qué características debe tener una lectura atenta?


Primero, evitar todo aquello que pueda obstruir el esfuerzo de la
atención. Segundo, se refiere a la concentración del orante en el texto
sagrado. Predomina el escuchar sobre el leer. Hemos de ir más allá de las
palabras de la Escritura hasta el núcleo mismo del mensaje, no esta de
más añadir el valor de una ascesis de la atención.

  40
3. ¿Qué dificultades pueden encontrarse dentro de la lectura bíblica?
El cansancio, el sueño, el tedio, la pereza, son realidades demasiado
humanas que crean también dificultad. La lectura de la Biblia es una
lectura dura y austera en muchísimas de sus páginas.

4. ¿Qué significa hacer una lectura asidua?


Significa continuidad temporal.

5. ¿Qué relación tienen el sentido literal y el espiritual?


El sentido literal coincide con el que ha querido decirnos el hagiógrafo,
mientras que el sentido espiritual es lo que Dios mismo nos dice
mediante la intención del autor humano.

6. ¿Qué papel juegan los escritos de los Santos Padres en la compresión de


la Escritura?
Los Padres nos conducen como de la mano a la fuente de toda sabiduría,
la Sagrada Escritura, y nos enseñan a amarla, leerla y gustarla.

7. Enumere las técnicas de comprensión de lectura que ha entendido y


aquellas que va aplicar a la lectura orante.
El subrayado del texto fotocopiado es un medio bastante usado porque
permite trabajar sobre el. Repetición del texto, lectura en voz alta,
trascripción, memorización, confrontación, Análisis gramatical y el
estructural.

  41
Sesión 7

La lectura (2)
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan que es importante para hacer
una buena lectura orante de la palabra de Dios, tener dos actitudes: de
búsqueda y de escucha.

Objetivo vivencial: Que los alumnos se motiven por el deseo de practicar la


lectura orante como un medio de acercarse más a Dios.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. Condiciones
III. La organización de la lectura
IV. Niveles de la lectura

Enlace: En algún momento esta sesión nos hablará de dos términos: búsqueda
y escucha; ¿A qué se referirán?

Dinámica: Pedir a los alumnos que elaboren una lista de las bondades que
encuentran en la Biblia, que encuentran de bueno en ella para ellos. Comentar
posteriormente brevemente.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Explicar a los alumnos que los autores hablan de la lectura con fórmulas
variadas, pero sustancialmente coinciden en el contenido: leer para conocer,
asimilar y dejarse tocar por la Palabra del Dios vivo mediante las palabras de
la Escritura. Para unos un examen detenido de la Escritura realizado con
espíritu atento. Es una lectura de las Escrituras, que tiene por finalidad no
tanto conocer o comprender, cuanto recoger mensajes, sugerencias,
inspiraciones que emanan del texto sagrado y nos vienen al encuentro. Para
otros es ante todo una escucha de la Palabra musitada externamente, escucha
del eco interior de esta Palabra, que resuena en nosotros como el murmullo del
Espíritu.

II. Condiciones

Tres condiciones para hacer la lectura correcta:

  42
 La riqueza inagotable de la Escritura;
 Dios como objeto de toda la Escritura;
 La lectura como obra del hombre entero; y, al menos, dos actitudes: de
búsqueda y de escucha.

La Escritura posee una riqueza que jamás se agota. Al hacer la lectura se ha de


ir con esta convicción en el alma.

San Efrén se pregunta: “¿Quién será capaz de captar toda la riqueza de una
sola de tus palabras, Señor? Lo que logramos captar es muy poco respecto a lo
que se nos escapa”.

San Buenaventura sintetiza: “Su anchura consiste en la multitud de sus


partes, su longitud en la descripción de tiempos y edades, su altura en la
descripción escalonada de las jerarquías, su profundidad en la multiplicidad de
sentidos e inteligencias”.

La invocación del Espíritu Santo, al iniciar la lectura es condición


absolutamente necesaria para que Él nos guíe hasta el tesoro escondido de la
Escritura y nos lo muestre en todo su impresionante esplendor.

Quien ora mediante la “lectura orante”, ha de prescindir de cualquier otro


objeto, y centrarse únicamente en el misterio de Dios. Tiene por objeto el
misterio de Dios revelado en Jesucristo y por Jesucristo: el misterio del Dios
uno y trino.

La lectura no la hace sólo una parte del ser humano, aunque sea la más noble
como la inteligencia, sino todo el ser humano en su espiritualidad y
corporeidad. Todo él debe tomar parte: memoria, fantasía, entendimiento,
voluntad, corazón, sentidos, cuerpo. El cuerpo ha de tener aquella postura que
más ayude a los sentidos externos e internos a captar la sobreabundancia de la
Palabra orante que se da en cada migaja.

Los sentidos han de estar prontos para percibir particulares nuevos o sentir con
más intensidad y gozo lo ya tantas veces percibido. Las facultades han de estar
dispuestas a ejercitarse con deleite en el conocimiento y amor de Jesucristo y
del misterio que Él nos ha revelado.

Buscar y encontrar es una bipolaridad que bien puede tenerse por una clave de
lectura de toda la Biblia. El orante, en la lectura, no puede olvidarse de esta
estructura dinámica de la misma Biblia. En definitiva, busca la Palabra orante
en las pobres palabras de los hombres. Y en la búsqueda de Dios, busca por
consecuencia el propio ser y la propia identidad.

  43
El lector es también discípulo que escucha y aprende, en el trato personal con el
Dios vivo, la música maravillosa de su mensaje, siempre el mismo y siempre
nuevo, eternizado en su Palabra y que toma carne en el lector que se deja
envolver por su encanto.

La lectura pone en escucha obediente de cuanto el Señor pide mediante aquello


que está escrito. Con el paso del tiempo, esta actitud de escucha hará del lector
una concordancia viviente en donde resuenan tantos otros textos ya escuchados
y asimilados.

III. La organización de la lectura

Tres son las formas de organización más recomendadas: la litúrgica, la cursiva


y la temática.

a) La lectura litúrgica es la más recomendada y la más fácil de aplicar en el


trajín de la vida cotidiana: Se puede tomar la lectura del breviario, pero es
preferible el texto evangélico de la celebración eucarística.

b) La lectura cursiva es aquella que se hace de un entero libro, capítulo tras


capítulo hasta el final: Puede referirse no sólo a un libro sino a un conjunto de
libros. Por ejemplo, el Pentateuco, los Evangelios, los Salmos. El fin de esta
lectura cursiva es lograr la máxima familiaridad posible con el texto sagrado.

c) La lectura temática es también muy enriquecedora: Requiere determinar


bien el tema, seleccionar de antemano los textos, elegir el tema de acuerdo a un
interés o a una necesidad espiritual del orante.

Otras tres que, en la actualidad, pueden ser útiles:

1. La lectura simbólica ayuda a penetrar casi intuitivamente en la riqueza del


misterio divino, pues el símbolo es el lenguaje preferido por el misterio:
Además, el símbolo se adecua mejor al carácter poliédrico del misterio, ya que
el símbolo por naturaleza es polisémico. Tal carácter se observa sin dificultad
en símbolos bíblicos como desierto, montaña, luz, pan, camino.

2. La lectura literaria: no es de difícil elección, pero tampoco de fácil aplicación.


Se elige el género literario parábolas, relatos de milagros, himnos, o dichos de
Jesús... cosa que cualquier lector de la Biblia es capaz de hacer, requiere un
cierto conocimiento de los géneros literarios, cierta capacidad para
contextualizarlos, descubrir los núcleos del mensaje en el marco del género.

3. La lectura sinóptica es propia también de gente avezada ya en la ciencia


bíblica, porque, aunque es factible hacerla sobre traducciones, lo más adecuado

  44
es practicarla a partir del texto original para captar todas las particularidades
de cada autor sagrado.

No se trata tanto de conocer cuanto de llegar al encuentro del amor. No se


perderá de vista que no es tanto con la inteligencia cuanto con el corazón con el
que se tiene acceso al misterio divino.

IV.Niveles de la lectura

Explicar que pueden darse tres niveles: el de principiantes, avanzados y


perfectos. El paso de uno a otro es difícil de determinar, pero existe. Lo que
verdaderamente ha de importarme es gozar de los efectos estupendos que va
produciendo en mi alma y en mis relaciones con Dios.

El que inicia ha de saber que el aprendizaje es lento. Vale para cualquier


ciencia práctica. Vale sobre todo para las ciencias del espíritu, en particular
para la “lectura orante” que es la ciencia por excelencia del Espíritu Santo.

El aprendizaje es progresivo, sin saltos, aunque, según las disposiciones del


orante, se puede realizar más o menos rápidamente. Se ha de seguir el ritmo
del Espíritu, que sabe mejor que nosotros lo que es connatural a nuestra alma.

El cansancio puede acechar al alma del orante, bajo la tentación del


estancamiento o de la ineficacia. En este caso, redóblese la seguridad de ser
aprendices, de serlo toda la vida. Redóblese la convicción de que el progreso
existe, aunque no se perciba; de que el ejercitarse diariamente es ya en sí un
gran progreso del espíritu; de que la llave del progreso no está en nuestras
manos, sino en las del Maestro interior que tiene sus momentos para cada alma
orante.

El aprendizaje pide, por una parte, fidelidad al método y a las técnicas que le
son propias; por otra, exige una cierta adaptación al sujeto que ora, a su
personalidad, a su historia espiritual, a su circunstancia actual. Una vez que el
orante ha llegado a adquirir un buen dominio del método y sus técnicas,
entonces podrá, con el consejo de su instructor, determinar su propio modo.
Respetando los lineamientos generales la adaptará en aspectos particulares a
las características y circunstancias de su existencia.

Resumen

De la convicción de la riqueza inagotable de la Escritura, brota la seguridad de


saber el lugar donde se oculta tanta riqueza y el deseo de entrar en él para
apropiarse algo de la misma. Quien ha inspirado tal riqueza es el único que
puede hacérnosla descubrir y apropiárnosla..

  45
La Escritura tiene por objeto a Dios y, desde Dios, nos habla del hombre y del
mundo. Es entrar en contacto con el misterio de Dios revelado en Jesucristo y
por Jesucristo: el misterio del Dios uno y trino.

La lectura, pretende que el orante se encuentre íntimamente con Cristo y,


mediante Cristo, con el Padre y con el Espíritu Santo. La lectura la hace todo el
ser humano en su espiritualidad y corporeidad. La lectura se hace con toda el
alma, con todo el corazón, volcando en la lectura nuestra personalidad entera.

El lector es también discípulo que escucha y aprende, en el trato personal con


el Dios vivo. Es una gran verdad que Dios se complace en hablar de tal modo
que su voz se escucha sólo en la respuesta del hombre.

Tres son las formas de organización de la lectura más recomendadas: la


litúrgica, la cursiva y la temática.

Redóblese la convicción de que el progreso existe, aunque no se perciba; de que


el ejercitarse diariamente es ya en sí un gran progreso del espíritu; de que la
llave del progreso no está en nuestras manos, sino en las del Maestro interior
que tiene sus momentos para cada alma orante.

Para recordar

 Leer para conocer, asimilar y dejarse tocar por la Palabra del Dios vivo
mediante las palabras de la Escritura.

 “¿Quién será capaz de captar toda la riqueza de una sola de tus palabras,
Señor? Lo que logramos captar es muy poco respecto a lo que se nos
escapa”. (San Efrén).

 Captar unas migajas del banquete excepcional de la Escritura es obra del


Espíritu Santo.

 La Escritura es como una carta que Dios mismo nos escribe para
revelarnos su persona y el misterio de su voluntad.

Lecturas complementarias

Benedicto XVI, Audiencia general, 14 de noviembre 2007.


San Jerónimo
Fuente:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_b
en-xvi_aud_20071114_sp.html

Bibliografía

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1. H. DE LUBAC. Exégesis medieval. 1959.

Autoevaluación

1. Menciona y explica brevemente cuales son las condiciones para realizar


una lectura correcta de la Sagrada Escritura.
 La riqueza inagotable de la Escritura;
 Dios como objeto de toda la Escritura;
 La lectura como obra del hombre entero; y al menos, dos actitudes: de
búsqueda y de escucha.

2. Menciona y explica brevemente cuales son las formas de organización de


la lectura más recomendadas.
La lectura litúrgica es la más recomendada y la más fácil de aplicar en el
trajín de la vida cotidiana: Se puede tomar la lectura del breviario, pero
es preferible el texto evangélico de la celebración eucarística.
La lectura cursiva es aquella que se hace de un entero libro, capítulo tras
capítulo hasta el final: Puede referirse no sólo a un libro sino a un
conjunto de libros. Por ejemplo, el Pentateuco, los Evangelios, los Salmos.
El fin de esta lectura cursiva es lograr la máxima familiaridad posible
con el texto sagrado. La lectura temática es también muy enriquecedora:
Requiere determinar bien el tema, seleccionar de antemano los textos,
elegir el tema de acuerdo a un interés o a una necesidad espiritual del
orante.

3. ¿Qué es la lectura cursiva de la Sagrada Escritura?


La lectura cursiva es aquella que se hace de un entero libro, capítulo tras
capítulo hasta el final.

4. ¿Qué es la lectura sinóptica?


La lectura sinóptica es propia también de gente avezada ya en la ciencia
bíblica, porque, aunque es factible hacerla sobre traducciones, lo más
adecuado es practicarla a partir del texto original para captar todas las
particularidades de cada autor sagrado.

5. ¿Qué importancia tiene el nivel de aprendizaje que se vaya obteniendo en


la lectura de las Escrituras?
Gozar de los efectos estupendos que va produciendo en mi alma y en mis
relaciones con Dios.

6. El bautismo de Jesús en el Jordán viene recogido por los cuatro


evangelistas. Leer con sencillez los cuatro textos, tal vez parecen
inaccesibles, pero invitemos al corazón para que las digiera, anotando
nuestras diversas impresiones. En el subconsciente las palabras trabajan

  47
Sesión 8

Meditación
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan que la meditación conlleva a
una asimilación gradual y permanente de las Escrituras.

Objetivo vivencial: Los alumnos se entusiasmarán por hacer una buena


meditación que los lleve acercarse más a Dios.

Esquema de la lección

I. La meditación en imágenes
II. El concepto de meditación
III. María, mujer meditativa

Enlace: Comentar con los alumnos la siguiente pregunta: ¿Qué les dice la
palabra meditación? ¿a qué tipo de meditación se referirá?

Dinámica: Pedir a los alumnos que busquen en sus biblias el texto de Mc. 4, 3-
9 “La parábola del sembrador” y que traten de compararla con sus vidas;
ubiquen qué tipo de semilla son. El objetivo es que confronten su historia
personal con la Palabra de Dios como un ejercicio introductorio a la
meditación..

Desarrollo del tema

I. La meditación en imágenes

Explicar que las comparaciones tomadas de la naturaleza siempre han sido un


buen instrumento para aclarar las cosas del espíritu, particularmente la
relación del alma con Dios.

El Lagar
Guigo II, el Cartujo recurre, primeramente, a la imagen del lagar en la que se
exprime la uva para producir el licor que sacia la sed que el orante tiene de
Dios.

La Chispa

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A continuación, usa la imagen de una chispita que, mediante la meditación
hace brotar el fuego del amor en el corazón del orante hasta llegar a ser un
incendio.

El yunque
No podía faltar la imagen del yunque en el que el hierro del texto, se hace
incandescente en la fragua del alma orante, y el Espíritu Santo, en el yunque
de la meditación, va logrando que el texto manifieste toda su potencialidad
escondida.

Lo importante es martillar para que del texto salten chispas de luz sobre una
verdad de fe o de moral, sobre una actitud de vida, sobre una situación del
alma; y salten además chispas de fuego que enciendan el alma del orante en el
amor de Dios.

El rumiar
La imagen más recurrida es la del masticar del hombre o principalmente del
rumiar del buey. En primer lugar, se recoge el alimento, y luego se rumia
durante largo tiempo, de modo que, gracias al rumiarlo, pueda ser asimilado
mejor y más rápidamente: “La lectura pone el alimento sustancial en la boca, la
meditación lo mastica y tritura” 13 . Consta de dos partes: repetir
continuamente una palabra (por ejemplo cruz, gloria, amor) o un texto (Yo soy
la luz del mundo; Señor, aumenta mi fe; Amaos los unos a los otros como yo os
he amado); y la segunda saborear y asimilar interiormente esa Palabra, en el
lento pasar de las horas del día.

La hormiga o la abeja.
Los maestros consideran al orante como una hormiga que se dedica a recoger
en tiempo de siega, todo el grano de la Escritura de que es capaz, lo acumula en
el granero de su alma y de esta manera asegura el alimento a su vida espiritual
en todo momento del día. Al modo de una abeja, no sólo recoge el néctar de los
diversos libros de la Biblia, sino que elabora con ellos la rica miel que alimenta
y endulza la vida del alma.

La criba
Con la que se separa la paja del trigo. No sólo recoge grano, sino que también
recoge muchas pajas, a lo largo de las actividades y ocupaciones del día. El
alma separa el grano del trigo, confrontando la luz que proviene de los textos
acumulados de la Palabra de Dios, con tantas cosas superfluas y oscuras que,
aun sin quererlo, van entrando en ella y distrayéndola de lo esencial, es decir,
van alimentando el alma con paja en lugar de trigo.

                                                            
13
 GUIGO EL CARTUJO. La escalera claustral I, 3. 

  49
La meditación conlleva indudablemente una asimilación gradual y permanente
de las Escrituras haciendo que afloren de la memoria inconsciente a la
contemplación consciente a su tiempo, es decir, cuando se lee otro texto que
guarda alguna relación con los ya conocidos o cuando un acontecimiento pide a
gritos ser iluminado con la luz de la Palabra.
II. El concepto de meditación

Comentar los tres elementos que intervienen en ella:

1. El libro de las Escrituras


2. El orante en su situación histórica concreta
3. El Espíritu de Dios que nos interpela con su Palabra.

Primero, se trata de una confrontación con el mensaje buscado y escuchado.


Esta confrontación es una reflexión, iluminada por el Espíritu, que reelabora,
con penetración y agudeza intelectuales, las verdades orantes sembradas en la
Palabra.

En segundo lugar significa una confrontación con la situación histórica


concreta del mundo y de la persona que ora. Quien medita lo hace en la historia
y desde la historia de su propia existencia y del mundo que le rodea.

Es una razón empapada de espíritu sobrenatural que arrastra consigo a todas


las demás potencias del alma en su afán de conocer mejor la propia realidad y
la del mundo en que se encuentra para iluminarlas con la Verdad de Dios y así
conducirlas a la salvación y al encuentro unitivo con Dios.

Como resultado de esta confrontación con el texto sagrado en el que hemos


intentado buscar y escuchar a Dios, y con la situación concreta de la vida y de
la historia humanas, surge una tercera confrontación: con el Dios vivo y
verdadero. Culmina en un juicio de Dios que, en nuestra conciencia, resuena
como condenación o como salvación. En este contexto bien se puede decir que no
somos nosotros los que interpretamos la Biblia, sino que es ella la que nos
interpreta.

No es de extrañar que implique en sí una profunda purificación y


transformación de la persona, que abre la puerta del alma orante a la
contemplación.

III. María, mujer meditativa

El ejemplo fascinante de María de Nazaret, tal cual es presentada por san


Lucas dos veces en el evangelio: “María, por su parte, guardaba todas estas
cosas y las meditaba en su corazón” (2,19); “Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (2,51).

  50
Sobre este fundamento lucano la iconografía desde muy antiguo, y sobre todo la
escultura y pintura renacentistas, representan la anunciación del ángel Gabriel
a María, mientras ella meditaba las Escrituras. La Virgen repasaba en su
corazón todo aquello que había oído y sabía de las Escrituras.
Sí, verdaderamente ella escucha, memoriza, medita, escruta, ora, contempla la
Palabra de Dios en la Escritura y así está preparada para acoger todo mensaje
que le venga de Dios.

Su corazón es realmente una biblioteca de la memoria, en que ha recogido la


historia de Dios, con su pueblo. En su corazón daba vueltas a lo que había
aprendido de los Profetas, confrontándolo con los acontecimientos (signos,
hechos, eventos) que vivía, día tras día, en la compañía de Jesús. En una
homilía navideña decía san Jerónimo: “Porque (María) era santa, había leído
las Sagradas Escrituras y conocía a los Profetas. Lo que Gabriel había dicho,
Isaías lo había profetizado. María lo había leído y lo había comprendido. Ahora
veía a su niño recostado en un pesebre. Y ella confrontaba lo que había
escuchado y lo que había leído” 14 .

En la escuela de María somos invitados a descubrir progresivamente el


verdadero sentido de todas las Palabras-acontecimientos de las Escrituras en la
persona de Jesucristo

Son tres los verbos que utiliza Lucas para subrayar la actitud meditativa de
María.

a) En 2,19 syn-eterei subraya el custodiar las palabras-eventos todas juntas


confrontándolas en su corazón.

b) Mientras que en 2,51 se recurre a dia-terei para resaltar el custodiar con


atención y cuidadosamente a lo largo del tiempo todas sus vivencias.

c) El tercer verbo en participio sym-ballousa aparece sólo en 2,19. Expresa la


idea de una confrontación y sugiere el esfuerzo de relacionar hechos y palabras
para percibir mejor la realidad y su sentido en los designios de Dios. El verbo
sym-ballein puede tener también, en el griego helenístico, el significado de
interpretar palabras-acontecimientos oscuros, para llegar a captar su sentido
preciso, con la ayuda de Dios.

Resumen

Existen diversas imágines que permiten explicar el significado de la


meditación, como considerar a la Escritura como un pozo profundo de
                                                            
14 SAN JERÓNIMO. Homilía sobre el Nacimiento del Señor.

  51
abundantísimo agua que, según la experiencia espiritual de cada uno, el alma
va extrayendo poco a poco con el cubo de la meditación.

La imagen más recurrida es la del masticar del hombre o principalmente del


rumiar del buey. En primer lugar, se recoge el alimento, y luego se rumia
durante largo tiempo, de modo que, gracias al rumiarlo, pueda ser asimilado
mejor y más rápidamente.

La meditación conlleva indudablemente una asimilación gradual y permanente


de las Escrituras haciendo que afloren de la memoria inconsciente a la
contemplación consciente a su tiempo, es decir, cuando se lee otro texto que
guarda alguna relación con los ya conocidos o cuando un acontecimiento pide a
gritos ser iluminado con la luz de la Palabra.

Los elementos que intervienen en la meditación son: el libro de las Escrituras;


el orante en su situación histórica concreta; el Espíritu de Dios que nos
interpela con su Palabra.

Como ejemplo de la meditación podemos fijarnos en María de Nazaret. La


Virgen repasaba en su corazón todo aquello que había oído y sabía de las
Escrituras. Verdaderamente ella escucha, memoriza, medita, escruta, ora,
contempla la Palabra de Dios en la Escritura y así está preparada para acoger
todo mensaje que le venga de Dios.

Para recordar

 “La lectura pone el alimento sustancial en la boca, la meditación lo


mastica y tritura” (Guigo, La escalera claustral I, 3).

 María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su


corazón” (Lc 2,19

 Dios con su Espíritu interpreta nuestra vida mediante su Palabra.

 Porque (María) era santa, había leído las Sagradas Escrituras y conocía a
los Profetas. Lo que Gabriel había dicho, Isaías lo había profetizado.
María lo había leído y lo había comprendido. Ahora veía a su niño
recostado en un pesebre. Y ella confrontaba lo que había escuchado y lo
que había leído” (San Jerónimo).

Lecturas complementarias

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Manuscrito A, n. 144.

Bibliografía

  52
1. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS
SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Potissimun Institutioni, 2 de febrero de
1990. Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos, n. 76.

Autoevaluación

1. Enumere, comentándoselas, las imágenes que nos hablan sobre la


meditación.
El Lagar: En la que se exprime la uva para producir el licor que sacia la
sed que el orante tiene de Dios. La Chispa: Mediante la meditación hace
brotar el fuego del amor en el corazón del orante hasta llegar a ser un
incendio. El yunque: No podía faltar la imagen del yunque en el que el
hierro del texto. El rumiar. La imagen más recurrida es la del masticar
del hombre o principalmente del rumiar del buey. La hormiga o la abeja:
se dedica a recoger en tiempo de siega, todo el grano de la Escritura de
que es capaz. La criba: Con la que se separa la paja del trigo.

2. Explica la imagen de la meditación del masticar y rumiar.


La imagen más recurrida es la del masticar del hombre o principalmente
del rumiar del buey.

3. Explica cuál es el concepto de la meditación.


Se trata de una confrontación con el mensaje buscado y escuchado.

4. Explica brevemente el salmo 118, en base a lo que es la meditación


El salmo 118 (119), que bien puede ser llamado la gran meditación de la
Tora, responde a esta triple confrontación. El salmista evoca su
experiencia de Dios vivida en la meditación de la Palabra, con riqueza de
aspectos y matices que tocan su vida personal y su entorno.

5. ¿Por qué María es símbolo de la mujer meditativa?


Ella escucha, memoriza, medita, escruta, ora, contempla la Palabra de
Dios en la Escritura y así está preparada para acoger todo mensaje que le
venga de Dios. Su corazón es realmente una biblioteca de la memoria, en
que ha recogido la historia de Dios, con su pueblo.

6. ¿Cuáles son los 3 verbos que usa Lucas para subrayar la actitud
meditativa de María? y Explícalos brevemente.
syn-eterei, dia-terei y sym-ballousa.

  53
Sesión 9

Meditación (2)
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan algunos modos de hacer la
meditación como un medio de encontrar el “gusto de Dios” (Sta. Teresa)

Objetivo vivencial: Que los alumnos conociendo estos modos de hacer la


meditación, gusten hacerla como un auténtico medio de transformación
personal.

Esquema de la lección

I. Ámbito vital
II. La actitud del alma meditativa
III. Algunos modos de llevar a cabo la meditación
IV. Frutos de la meditación

Enlace: Después de la siguiente pregunta comentar con los alumnos. ¿Qué


frutos creen que puede darnos una meditación bien hecha?

Dinámica: Pedirles a los alumnos que busquen en sus biblias el siguiente texto
y pedirles que hagan una breve meditación sobre él. Salmo 63 “Mi alma tiene
sed de Ti”. Comentar brevemente.

Desarrollo del tema

I. Ámbito vital

Explicar a los alumnos que son varios los modos de hacer la meditación. De
alguna manera, el modo depende del ámbito. Está el espacio de la oración
personal, en la intimidad de un oratorio o de una habitación. La liturgia es
también un gran espacio en el que encuentra su coronamiento la oración
personal donde se entra en comunión meditativa con toda la Iglesia de Dios.

Tenemos el ámbito de la vida y de las tareas diarias, aunque con modalidad


muy diversa, puede ser sumamente provechosa para el alma orante.

II. La actitud del alma meditativa

Sea en un espacio o en otro, la actitud espiritual con que se ha de hacer, ha de


ser de serena alegría y de íntima simpatía con el texto sagrado y con el misterio
que en él se esconde. Es la alegría propia del explorador que se pone en camino
con la seguridad de encontrar tierras y mundos desconocidos, la de quien

  54
después de una larga búsqueda encuentra un tesoro que le hará rico para toda
su vida: Con la lectura se busca, con la meditación se encuentra.

Es la alegría, que Santa Teresa de Jesús llama gusto de Dios, a diferencia del
contento, que se refiere a las alegrías naturales, fruto de las satisfacciones que
la misma naturaleza nos otorga.

Surgen en el alma relaciones nuevas e insospechadas que revelan la unidad


orgánica de la Palabra orante y permitiendo el acceso, bajo influjo del Espíritu
y en situaciones diversas, a nuevas lecturas. (Mt 13, 52)

III. Algunos modos de llevar a cabo la meditación.

Preguntar, personalizar y comparar. A éstos conviene añadir el servirse de la


meditación que otros han hecho y dejado por escrito, particularmente los
Padres de la Iglesia.

a) Preguntar.

El arte de hacer preguntas forma parte del modo de especular acerca de las
profundidades de la realidad, y apunta hacia la capacidad filosófica de todo ser
humano.

Cuando la pregunta se hace a un texto de la Sagrada Escritura, en un clima de


oración. Se trata de una confrontación neta del orante con la Palabra de la
Escritura. La mente indaga en el misterio y, por tanto, la pregunta aborda con
osadía y con amor el misterio insondable, velado por el texto sagrado.

El arte de hacer preguntas a la Sagrada Escritura se aprende con un corazón


humilde, en el ejercicio meditativo de cada día, bajo la acción del Espíritu
Santo, hasta llegar a una verdadera experiencia de Dios y de sus cosas. A
mayor experiencia de Dios, el alma orante aprende más rápidamente el arte de
preguntar.

En la meditación no sólo se pregunta, también se escucha la respuesta de Dios,


incluso su silencio, que es también un modo de responder a Dios por parte del
alma orante.

La respuesta de Dios en ocasiones alegra el corazón, pero otras puede ser


inesperada, tal vez difícil, incluso a veces incomprensible y dolorosa en el
mismo momento, pero poco a poco irá madurando, seguramente, en el corazón
orante y llegará a ser una respuesta que satisface y llena de gozo espiritual al
alma.

  55
b) Personalizar.

En la Palabra de Dios, según la medito, voy encontrando mi propia historia y la


de los hombres con quienes convivo. Por este motivo, es inseparable Palabra de
Dios e historia personal.

Las palabras del salmista, de los profetas y, sobre todo de Jesús de Nazaret,
resuenan frescas, en mis oídos y en mi alma, como recién pronunciadas y
dirigidas a mí personalmente.

Los hombres, confrontando la propia vida con la Biblia, fácilmente descubren


en sí un alma como la de Abrahán el creyente, la de Pedro el entusiasta y
generoso, o la de Pablo, el apasionado de Cristo y de su Iglesia.

En la meditación el orante se da cuenta de que Dios no tiene necesidad de la


respuesta del hombre, pero el hombre no puede dejar de responder a Dios. Será
quizás una respuesta desde el silencio adorante, o tal vez desde un silencio de
indiferencia. Será una respuesta, en ocasiones, de perplejidad o de sorpresa;
otras, de reconocimiento de la realidad y de conversión.

Sobre todo, el orante en la meditación va percatándose que a Dios la respuesta


que más le agrada es aquella que va dando con el corazón y con la vida.

c) Comparar.

Comparar requiere reflexión, discernimiento, agudeza de mente. Todo ello


resulta muy útil cuando se hace meditación.

La imagen de la abeja que elabora la miel, después de recoger el néctar de


numerosas y diferentes flores, ejemplifica bien la labor realizada por el orante
en la meditación. El alma en oración recoge de las flores que hay en el jardín de
la Biblia el néctar precioso y con él elabora la miel que le hará gustar cada vez
más la Palabra de Dios y, mediante la Palabra, la intimidad orante.

Importa mucho recordar que este comparar no es una acción técnica, sino
espiritual y orante. En definitiva, es una comparación que se efectúa más que
con la cabeza con el corazón. Se comparan los diversos textos bíblicos para
amar más a quien en ellos se nos revela y generosamente se nos da.

IV. Frutos de la meditación

Guigo II, el Cartujo, está convencido de que la meditación da sus frutos en el


alma, si se hace bien. La convicción de Guigo no es teórica. Es el resultado de

  56
una constatación basada en la propia experiencia espiritual, y en los
testimonios que han dejado los numerosos santos de los maravillosos efectos
producidos por la lectura orante en el conjunto de sus facultades y de su
existencia

Veamos algunos de estos efectos:


a) Ante todo, un encuentro por vía afectivo-racional con Dios, con el mundo
circundante y con uno mismo.

b) La pureza de corazón, con su movimiento circular: requisito a la vez que


fruto, ha sido también un efecto muy subrayado. Se suele también hablar de
la conversión interior del alma y su consiguiente transformación por obra
del Espíritu Santo.

c) Como último, el gusto de Dios o sabiduría de Dios.

En realidad, la meditación conduce al orante hacia el encuentro con Dios, que


es, en definitiva, el único encuentro y el más verdadero. El encuentro con el
mundo y consigo mismo no es auténtico encuentro si no se realiza como
exigencia y expresión del encuentro con Dios. En la meditación buscando a
Dios, lo encuentro y en él me encuentro conmigo mismo y con mi entorno. Sin
ese encuentro con Dios, la meditación no podría revelarme mi yo ni mi
circunstancia, y por consiguiente tampoco sería posible encontrarme con la
esencia de mí mismo ni del mundo que me rodea.

En la meditación me encuentro conmigo, pero no ya conmigo, sino que me


encuentro con Dios. Este encuentro es obra de la razón, pero sobre todo del
corazón, como es propio de todo encuentro entre personas. En el ámbito de la
oración y de la vida espiritual, la prioridad sin duda hay que concedérsela al
corazón.

Mediante la meditación, el alma es regenerada de toda mancha moral,


volviéndose cristalina y transparente a la presencia absolutamente pura de
Dios, y lo humano es asimilado a lo divino, que es absolutamente puro. Al darse
cuenta que esta purificación no puede ser obra suya, sino don de Dios, el alma
comienza a suplicarla con sinceridad y pasión, pues ha comenzado a gustar su
bondad y hermosura, y desea ardientemente desarrollarla y llevarla a mayor
perfección.

Esta purificación del corazón constituye una premisa indispensable para los
siguientes pasos de la lectura orante, en especial para la contemplación, porque
sólo “los limpios de corazón verán a Dios” (Mt 5, 8).

Encontrándose con Dios y en Dios, durante la meditación, y recibiendo de Dios


el don de la purificación del corazón, desemboca en el camino de conversión

  57
permanente que, paulatinamente, irá transformando su alma hasta el máximo
grado en un alma semejante a Dios

La conversión-transformación comienza por el corazón y por la mente, y desde


ellos se dilata por toda la persona y por toda la vida del orante. Se ha de situar
en el plano moral, pero en un grado tal alto que el orante está ya con un pie en
la contemplación y unión con Dios, y toda su vida está regulada totalmente por
la voluntad orante.

El Espíritu Santo, con su mano delicada, instila en el alma del orante gotas de
sabiduría que la invaden y llenan de vida y de vitalidad. Entre más meditemos
la Palabra de Dios, más la gustaremos, mejor asimilaremos la sabiduría orante.

El gusto de Dios, propio del alma sapiente, surge de la fascinación que ejerce el
rostro bello de las Escrituras, que en definitiva, no es otro que el rostro de
Cristo en todo el esplendor de su belleza. Es una sabiduría y un gusto que en
Dios tienen su origen, su camino y su último destino.

Resumen

La liturgia es también un gran espacio para la oración personal. Se tiene el


ámbito de la vida monástica donde se conjuga la meditación personal y la
comunitaria. También se encuentra el ámbito de la vida y tareas diarias.

Preguntar: es el arte de hacer preguntas, forma parte del modo de especular


acerca de las profundidades de la realidad. Cuando la pregunta se hace a un
texto de la Sagrada Escritura, en un clima de oración, aquella busca una
respuesta en la Palabra de Dios, bajo la moción del Espíritu que la ha
inspirado.

Personalizar: en la Palabra de Dios, según la medito, voy encontrando mi


propia historia y la de los hombres con quienes convivo. Las palabras del
salmista, de los profetas y principalmente de Jesús de Nazaret, resuenan
frescas, en mis oídos y en mi alma, como pronunciadas y dirigidas a mí
personalmente.

Comparar: no es una acción técnica, sino espiritual y orante. Con la


comparación se pretende abrir una puerta que permita el acceso al misterio
insondable de la revelación y principalmente del mismo Dios, Uno y Trino.

La meditación conduce al orante hacia el encuentro con Dios, que el único


encuentro y el más verdadero. El encuentro con el mundo y consigo mismo no
es auténtico encuentro si no se realiza como exigencia y expresión del
encuentro con Dios.

  58
La pureza de corazón en la meditación, es la condición indispensable para
acceder a la alta comprensión de los misterios espirituales e incluso a la misma
visión de Dios.

Para recordar

 La pregunta a la Sagrada Escritura es una confrontación del orante con


la Palabra de la Escritura.

 En la meditación, el orante se da cuenta de que Dios no tiene necesidad


de la respuesta del hombre, pero el hombre no puede dejar de responder
a Dios.

 En la meditación buscando a Dios, lo encuentro y en él me encuentro


conmigo mismo y con mi entorno.

 El don de la purificación del corazón, desemboca en el camino de


conversión permanente.

Lecturas complementarias

Congregación para la doctrina de la fe. Carta sobre algunos aspectos de


meditación cristiana. 15 de Marzo de 2004. CUESTIONES DE MÉTODO

Bibliografía

1. GUIGO EL CARTUJO. La escalera claustral I, 2.PL 184, 476C

Autoevaluación

1. Menciona algunos ámbitos adecuados para la meditación.


Está el espacio de la oración personal, en la intimidad de un oratorio o de
una habitación. La liturgia es también un gran espacio en el que
encuentra su coronamiento la oración personal donde se entra en
comunión meditativa con toda la Iglesia de Dios.

2. Menciona que actitudes espirituales debe tener el alma que medita.


La actitud espiritual con que se ha de hacer, ha de ser de serena alegría y
de íntima simpatía con el texto sagrado y con el misterio que en él se
esconde.

3. Menciona y explica brevemente los modos en que puede realizarse la


meditación.
Preguntar: es el arte de hacer preguntas, forma parte del modo de
especular acerca de las profundidades de la realidad.

  59
Personalizar: en la Palabra de Dios, según la medito, voy encontrando mi
propia historia y la de los hombres con quienes convivo.
Comparar: no es una acción técnica, sino espiritual y orante.

4. ¿Cuáles son los frutos de la meditación?


Un encuentro por vía afectivo-racional con Dios, con el mundo
circundante y con uno mismo. La pureza de corazón, con su movimiento
circular: requisito a la vez que fruto, ha sido también un efecto muy
subrayado. Como último, el gusto de Dios o sabiduría de Dios.

5. Pablo habla de su llamada en Gal 1,11-24 y en Filipenses 3 4-14 y hace


referencia o alude implícitamente a ella en 1 Co 9, 1; 15,8; 2 Co 4,6.
Lucas hace referencia tres veces al acontecimiento de Damasco en los
capítulos 9 (1-19), 22 (1-21) y 26 (9-23) del libro de los Hechos de los
Apóstoles. Compare el alumno las diversas perspectivas de acuerdo con
los auditorios.

Sesión 10

  60
Oración
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan que es en Jesucristo que el alma
orante encuentra el rostro humano de Dios, a quien dirigirse para saciar la
necesidad vital de Dios.

Objetivo vivencial: Que los alumnos valoren la oración como medio


indispensable, vital, en su relación personal con Dios.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. Admiración por la obra orante
III. Arrepentimiento por la miseria humana
IV. Alabar el nombre de Dios
V. La oración de obsecración

Enlace: Preguntar a los alumnos: ¿Cuántos tipos diferentes de oración conocen?


Comentar brevemente.

Dinámica: Pedir a los alumnos que se agrupen según el número que convenga,
luego pedir a los distintos grupos que uno escriba una oración de alabanza, otro
una oración de acción de gracias; otro de petición, otro de perdón y otro de
adoración. El objetivo es distinguir los diferentes tipos de oración.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Explicar que en el libro de los Salmos, que es el compendio más alto de oración
en la Biblia hebrea, descubrimos que el hambre y la sed de Dios es algo
connatural al ser humano por su dependencia original a Él. El orante es un
gran buscador del rostro de Dios, y ya desde el mismo despertar desea saciarse
de su presencia.

El orante está también sediento de Dios: “Como anhela la cierva los arroyos, así
te anhela mi ser, Dios mío. Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42, 1-3).
El hombre puede intentar saciar su hambre con otros alimentos que no sean
Dios y su sed con otras aguas que no broten del manantial divino, pero, si obra
así, el hambre y la sed irán en aumento y en el corazón crecerá el desasosiego y
la insatisfacción, la inquietud y la desesperanza.

  61
En Jesucristo encuentra el alma orante el rostro humano de Dios, a quien
dirigirse para saciar la necesidad vital del Dios vivo. Por eso, la oración
cristiana se hace siempre “por Jesucristo, nuestro Señor”.

II. Admiración por la obra orante.

El alma que ora tiene los ojos limpios, purificados por el colirio de la fe, para
admirar sin cansancio la obra de Dios en la naturaleza, en la historia y, sobre
todo, en la interioridad humana.

¿Y cómo no quedar deslumbrado ante el diario íntimo de la conciencia humana,


en el que Dios va revelando al alma directamente toda su grandeza y toda su
belleza? En el libro de los Salmos se refleja en forma singular el asombro del
ser humano ante tan grande belleza, que trasciende su capacidad natural. El
salmista, ante la obra de la creación, exclama como fuera de sí: “¡Yahvé, Señor
nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 2.10). (Sal 19, 2-
3).

Una liturgia de entrada en el santuario nos recuerda, con emoción, la poderosa


intervención de Yahvé como rey de su pueblo: “¡Puertas, alzad los dinteles,
levantaos, antiguos portones, y que entre el rey de la gloria! ¿Quién es el rey de
la gloria? Yahvé, el fuerte, el valiente; Yahvé, valiente en la lucha” (Sal 24,7-8).

El orante queda como pasmado ante el conocimiento y el señorío de Dios sobre


el hombre: “Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces; sabes cuándo me siento y me
levanto; mi pensamiento percibes desde lejos; de camino o acostado, tú lo
adviertes, familiares te son todas mis sendas”. (Sal 139, 1-5).

III. Arrepentimiento por la miseria humana

La admiración surge ante la grandeza orante, el arrepentimiento ante la


miseria humana, porque el hombre lleva en sí la miseria del pecado desde su
concepción: “Mira que nací culpable, pecador me concibió mi madre” (Sal 51, 7).
San Pablo, en la carta a los Romanos, ha recogido un centón de salmos para
resaltar esta miseria humana: “Tanto judíos como griegos están todos bajo el
pecado, como dice la Escritura (Rm 3, 9-18).

La admiración y el arrepentimiento son las dos primeras reacciones del alma


orante ante la Palabra orante escuchada y meditada.

Al escuchar y meditar la Palabra el orante se siente a la vez juzgado por ella,


porque la Palabra de Dios es juicio para el hombre. Se trata evidentemente de
un juicio que condena las malas obras de los hombres, pero que se transforma
en juicio de salvación, cuando el orante se postra ante el Señor con un corazón

  62
arrepentido, porque “un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias”
(Sal 51, 19).

IV. Alabar el nombre de Dios

Comentar que el alma que admira la belleza de la creación siente un natural


impulso a admirar las manos del gran Artista y a formular dicha admiración
con palabras de alabanza. Lo mismo acontece si lo que se admira es la obra
orante en la historia de los hombres, sobre todo la obra que transforma el
espíritu humano elevándolo hasta la santidad de Dios.

Cuando la admiración se traduce en estupor, éste es un modo silencioso de


alabanza, una alabanza puramente interior que resuena solamente en la
bóveda del alma. Por estar orientada la alabanza directamente a la persona de
Dios, “es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es
Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que El
es.” (CEC 2639).

La voz laudatoria del orante, que en la lectura y en la meditación ha quedado


fascinado por Dios, ha sido como plasmada en muchos de los salmos. He aquí
alguna muestra: “Grande es Yahvé, muy digno de alabanza, su grandeza carece
de límites” (Sal 145,3). (Sal 57, 10). (Sal 147,1).

V. La oración de obsecración

La obsecración es la oración del pecador tocado por la compunción del corazón.


Mediante la lectura y la meditación, el orante descubre y toma conciencia de la
propia indignidad presente y de los pecados del pasado, que siguen influyendo y
doliendo en el alma. El reconocimiento de la propia indignidad y pecado, el
aborrecimiento del mismo, la compunción interior y la conversión a Dios van
preparando el alma.

La Palabra de Dios nos ha abierto los ojos ante nuestra situación miserable, no
para hundirnos en la impotencia y desesperación, sino para que nos dejemos
consumir por el fuego del amor divino, que purifica al alma de sus miserias y la
permite recobrar su más pura esencia.

El salmo 51 es la oración por excelencia del corazón arrepentido. Comienza con


un grito hacia Dios, a la vez de confianza y de confesión de la propia condición
pecadora: “Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra
mi delito. Lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. (Sal 51, 1-7).

Tal impotencia no le desalienta, más bien la da la certeza de que Dios es


poderoso para renovarlo: “En mi interior me inculcas sabiduría”. Confiado en el
poder de Dios, el pecador formula su sed de purificación: “Rocíame con hisopo

  63
hasta quedar limpio, lávame hasta blanquear más que la nieve. (Sal 51, 9-11).
“Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu
firme”(Sal 51, 12-14).

El alma purificada por la misericordia de Dios está preparada para dar


testimonio de Él en modo creíble y auténtico: “Enseñaré a los rebeldes tus
caminos, y los pecadores volverán a ti” (Sal 51, 15).

En la oración hasta las almas más santas se ven pecadoras ante el esplendor de
la santidad de Dios; hay aquí una paradoja difícil de explicar: muchos
pecadores no se consideran tales, mientras que los santos no cesan de
proclamarse grandes pecadores.

Resumen

En el libro de los Salmos, que es el compendio más alto de oración en la Biblia


hebrea, descubrimos que el hambre y la sed de Dios es algo connatural al ser
humano por su dependencia original a Él.

El hombre puede intentar saciar su hambre con otros alimentos que no sean
Dios y su sed con otras aguas que no broten del manantial divino, pero el
hambre y la sed irán en aumento y en el corazón crecerá el desasosiego y la
insatisfacción, la inquietud y la desesperanza.

La miseria e indignidad del ser humano subrayada por la meditación de la


grandeza y belleza de Dios y de su designio de salvación; de otra, un deseo
insaciable de estar unido a Dios y de participar de su vida y de su felicidad.

La admiración y el arrepentimiento son las dos primeras reacciones del alma


orante ante la Palabra orante escuchada y meditada. La alabanza es personal,
pero sobre todo litúrgica y comunitaria.

La obsecración es la oración del pecador tocado por la compunción del corazón.


Dolorida de su pecado, el alma implora el perdón por sus culpas presentes y
pasadas.

Para recordar

 El orante está sediento de Dios: “Como anhela la cierva los arroyos, así te
anhela mi ser, Dios mío. Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42,
1-3)

 “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que
crea en mí, no tendrá nunca sed” (Jn 6,35

  64
 “Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su seno correrán ríos de agua viva” (Jn 7, 37-38).

 “es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es
Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo
que El es.” (CEC 2639).

Lecturas complementarias

Pablo VI, Alocución en Nazaret, 5 de enero de 1964.

Bibliografía

1. Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao. 1998.


2. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC).
3. LEÓN DUFOUR XAVIER. Vocabulario De Teología Bíblica. Herder.

Autoevaluación

1. ¿Por qué la oración cristiana se hace siempre en nombre de Jesucristo,


nuestro Señor?
En Jesucristo encuentra el alma orante el rostro humano de Dios, a
quien dirigirse para saciar la necesidad vital del Dios vivo. Por eso, la
oración cristiana se hace siempre “por Jesucristo, nuestro Señor”.

2. ¿Por qué a través de la oración se puede admirar la obra de la creación?


El alma que ora tiene los ojos limpios, purificados por el colirio de la fe,
para admirar sin cansancio la obra de Dios en la naturaleza, en la
historia y, sobre todo, en la interioridad humana, obra maestra en que se
refleja de la manera más plena la grandeza y belleza orantes.

3. Explica brevemente, ¿Por qué surge el arrepentimiento de la miseria


humana en un alma orante?
El arrepentimiento ante la miseria humana, porque el hombre lleva en sí
la miseria del pecado desde su concepción.

4. ¿Qué es la oración de alabanza?


Cuando la admiración se traduce en estupor, éste es un modo silencioso
de alabanza, una alabanza puramente interior que resuena solamente en
la bóveda del alma.

5. ¿Qué es la oración de obsecración?


La obsecración es la oración del pecador tocado por la compunción del
corazón.

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Sesión 11

Oración (2)
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan con mayor profundidad los
distintos tipos de oración cristiana.

Objetivo vivencial: Que los alumnos conociendo con mayor amplitud los tipos
de oración los pongan en práctica.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. La acción de gracias
III. La oración de súplica
IV. La oración de intercesión
V. La oración de ofrecimiento
VI. La adoración a Dios

Enlace: Comenta con los alumnos la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las
similitudes y diferencias entre los distintos tipos de oración?

Dinámica: Pedir a los alumnos que mencionen algunas citas bíblicas donde
podemos identificar los distintos tipos de oración.

Desarrollo del tema

I. Introducción

El formador explicará que la oración de agradecimiento y la de súplica son


correlativas. Agradecemos a Dios los favores que nos ha concedido, le
suplicamos que nos los siga otorgando. El agradecimiento se refiere sobre todo
a los bienes recibidos, la súplica a los que esperamos recibir.

Agradece para no olvidar un pasado arropado por la bondad amorosa de Dios.


Suplica para poder abandonarse en las manos de Dios como un niño en los
brazos de su madre. La oración de intercesión y la de ofrecimiento están unidas
en el alma orante por una misma causa, que es el vaciamiento del yo y, en
consecuencia, una profunda humildad. No cabe duda de que, leyendo y
meditando la Palabra de Dios, el mismo Dios ha ido preparando el alma para
esta oración de intercesión y de ofrecimiento.

  66
II. Oración de acción de gracias

Comentar que en la oración de alabanza elevamos directamente nuestro


corazón a Dios para expresarle nuestra admiración y nuestro amor,
repitiéndole de mil formas que Él es infinitamente grande, poderoso, amable, y
que su belleza y su amor son sin medida. Por la acción de gracias el orante
eleva su alma a Dios por los innumerables beneficios de Él recibidos. El motivo
directo del agradecimiento no es tanto Dios, sino los beneficios que provienen
de sus manos generosas. La acción de gracias va de la mano con la revelación
de Dios, es como un eco de ella en los corazones creyentes.

El agradecimiento es una de las formas más frecuentes de oración en el


salterio. Muy a menudo el agradecimiento y la alabanza van unidos, como para
indicar que no se pueden separar los beneficios del benefactor, ni los dones del
dador. Por ejemplo, en el salmo 35,18: “Te daré gracias en la gran asamblea, te
alabaré ante un pueblo numeroso” En los salmos es perceptible un esquema
literario de acción de gracias, que consta de tres elementos:

a) Descripción del peligro corrido: (Sal 116,3)


b) Oración angustiada (Sal 116,4)
c) Evocación de la magnífica intervención de Dios (Sal 116,6)
d) Acción de gracias al Señor: (Sal 116, 17).

Jesucristo, en continuidad con el espíritu de los salmos, al punto de resucitar a


Lázaro, exclama lleno de gozo: “Te doy gracias, Padre, por haberme escuchado”
(Jn 11, 42); y sobre todo al instituir en la última cena con los suyos la
Eucaristía: “Tomó luego pan, dio gracias” (Lc 22, 19).

San Pablo, por ejemplo, suele comenzar y terminar sus cartas con una acción de
gracias a Dios Padre y a Jesucristo el Señor. “En todo momento damos gracias
a Dios por todos vosotros, (1Ts 1,2). “En todo dad gracia" (1Ts 5,18).

III. La oración de súplica.

Lo que caracteriza la súplica es la insistencia y constancia filiales en pedir a


Dios lo que se quiere obtener de su generosa bondad de Padre, sea para sí sea
para los demás. “En la súplica, hay que ser insistente, escribe Guillermo de
Saint-Thierry, pero con toda humildad y paciencia, porque sólo en la paciencia
la súplica produce fruto” (Carta de Oro, nº 176).

La oración de súplica es abundante en el salterio, tanto la súplica individual,


como la comunitaria. He aquí, primeramente, una súplica individual: “A ti alzo
mi voz, Yahvé […]Oye la voz de mi súplica (Sal 28, 1-2). Ante una catástrofe el
pueblo entero suplica: “¡Despierta ya! ¿Por qué duermes, Señor? ¡Levántate, no
nos rechaces para siempre! (Sal 44, 24-27).

  67
El alma cristiana en oración no puede olvidar las palabras de Jesús en el
Evangelio: “Pedid y recibiréis” (Mt 7, 7-11).

Santo Tomás de Aquino recoge la tradición de la Iglesia al indicar las cuatro


condiciones para que la súplica del alma sea escuchada: una súplica a favor
suyo, de algo necesario para la salvación, llena de piedad filial y perseverante.

La súplica cristiana está centrada en la búsqueda del Reino de Dios y de su


justicia. Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación
lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida.

IV. Oración de intercesión

En la oración el orante no está solo ni es sólo un individuo, desconectado de los


demás seres humanos. Quien ora es un miembro del Cuerpo místico de Cristo,
que es la Iglesia. En virtud de la comunión de los santos, en la Iglesia todos
somos solidarios unos de otros.

El Antiguo Testamento nos ofrece dos grandes ejemplos de intercesión:


Abrahán y Moisés. Abrahán intercede ante Yahvé por los habitantes de
Sodoma: “Abrahán: ¿Así que vas a borrar al justo con el malvado? Tal vez haya
cincuenta justos en la ciudad”. En el caso de Moisés, éste intercede por su
pueblo cuando la ira de Dios se ha encendido contra Aarón y los israelitas.

En la intercesión el que ora no sólo pide por los demás, sino que además hace
de puente entre Dios y los hombres. Se pone del lado de los hombres en cuanto
que es su hermano, y los lleva ante Dios con la confianza de un hijo que todo lo
espera de su padre y con la seguridad de que su oración será escuchada.

La mediación intercesora del orante se verifica ante todo con los pecadores, que
sienten vergüenza de su pecado y se consideran indignos de elevar sus ojos a
Dios; también con los pecadores empedernidos, para que Dios les ablande el
corazón y se conviertan a Él.

Cristo es el único intercesor ante el Padre a favor de todos los hombres, de los
pecadores en particular. La figura de Jesús intercesor es el siervo de Yahvé,
que “llevó el pecado de muchos e intercedió por los rebeldes” (Is 53,12). Ya que
“está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7,25).

Los sacerdotes, en virtud del sacramento del orden, están especialmente


habilitados para la intercesión. Los cristianos, entre más santos son, más están
habilitados para desempeñar este ministerio de intercesión ante Dios, porque
más se asemejan al Intercesor por excelencia que es Jesucristo.

  68
V. Oración de ofrecimiento

En el misterio cristiano, “toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre”. Al entrar


en este mundo, dice: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un
cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dijo:
¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!”

En base a este texto bíblico, el catecismo nos enseña que desde el primer
instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su
misión redentora: “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y
llevar a cabo su obra”. Jesucristo, “aceptó libremente su pasión y su muerte por
amor a su Padre, y a los hombres que el Padre quiere salvar: ‘Nadie me quita la
vida; yo la doy voluntariamente’” (Jn 10,18). De aquí la soberana libertad del
Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte. El sacrificio de
Cristo ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al
Hijo para reconciliarnos con Él. Ofreciéndose al Padre por amor, Jesús repara
por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados.

Hay un nexo muy especial entre oración de ofrecimiento y sacrificio. En el


ofrecimiento el alma se eleva a Dios para darle algo; en el sacrificio hace que
las palabras de la oración se conviertan en realidad.

Es famosa la oración de ofrecimiento de San Ignacio de Loyola: “Tomad, Señor,


y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer, Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es
vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia que
ésta me basta.” 15

Esta oración de ofrecimiento, común a todo cristiano, es una oración que


adquiere su sentido más pleno en labios de las almas consagradas, por la
radicalidad con la que han entregado su vida al Señor y a sus hermanos, los
hombres.

VI. La adoración a Dios

La oración alcanza su expresión más sublime en la adoración. Las otras formas


de oración que hemos indicado preparan el alma para la postración de toda ella
ante Dios, el Poderoso, el Santo, el Rey y Señor, el Padre y el Esposo. Todas las
facultades del orante, todos sus sentidos, toda su persona se concentran en el
gesto simple y supremo de adoración, un gesto acompañado de palabras o del
silencio interior.

                                                            
15 SAN IGNACIO DE LOYOLA. Libro de los Ejercicios espirituales, n. 98.

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Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y
Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso, adorar a Dios
es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la ‘nada de la criatura’, que sólo
existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo,
como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho
grandes cosas y que su nombre es santo.

Aunque no único, el ámbito más adecuado para la adoración es la iglesia y en


ella la oración litúrgica. La misma estructura arquitectónica, con la belleza y
armonía de las formas, inspira al alma orante la adoración de Dios a quien ese
bello lugar está destinado.

La presencia real de Cristo en las especies eucarísticas, que expresan y


comunican su infinito amor redentor, permite prolongar a lo largo del día el
culto, de adoración silenciosa y llena de amor, debido al Santísimo Sacramento.

La adoración constituye el puente entre la oración y la contemplación. La


adoración en cuanto actitud del alma y reacción espiritual ante el misterio de
Dios pertenece a la oración. En cuanto mirada penetrante del amante al
Amado, de la esposa al Esposo, se sitúa ya en el último escalón que es la
contemplación.

Resumen

La oración de agradecimiento y la de súplica son correlativas. Agradecemos a


Dios los favores que nos ha concedido, le suplicamos que nos los siga
otorgando. La oración de intercesión y la de ofrecimiento están unidas en el
alma orante por una misma causa, que es el vaciamiento del yo y, en
consecuencia, una profunda humildad.

En la oración de alabanza elevamos directamente nuestro corazón a Dios para


expresarle nuestra admiración y nuestro amor, expresándole que Él es
infinitamente grande, poderoso, amable, y que su belleza y su amor son sin
medida. En los salmos es perceptible un esquema literario de acción de gracias,
que consta de tres elementos: la descripción del peligro corrido; la oración
angustiada; la evocación de la magnífica intervención de Dios.

Los sacerdotes, en virtud del sacramento del orden, están especialmente


habilitados para la intercesión, los cristianos mientras más santos son, también
pueden ser intercesores ante Dios, porque más se asemejan al Intercesor por
excelencia que es Jesucristo.

La Eucaristía, es el momento supremo de adoración del misterio inefable por el


que el Señor Resucitado se hace presente entre nosotros, con todo su poder
salvífico, bajo las especies de pan y de vino.

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Para recordar

 “En la súplica, hay que ser insistente pero con toda humildad y paciencia,
porque sólo en la paciencia la súplica produce fruto” (Guillermo de Saint-
Thierry, Carta de Oro, nº 176).

 El orante busca que el Padre manifieste su gloria entre los hombres y


ésta sea reconocida por ellos.

 El orante es en general puente entre el hombre y Dios.

 La figura de Jesús intercesor es el siervo de Yahvé, que “llevó el pecado


de muchos e intercedió por los rebeldes” (Is 53,12).

 “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento


y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer, Vos me lo disteis, a Vos,
Señor, lo torno. Todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad,
dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta.”

Lecturas complementarias

Congregación para el Clero, Carta con motivo de la jornada mundial de oración


por la santificación de los sacerdotes. 30 de mayo 2008.
Fuente:
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_ccl
ergy_doc_20080530_santificazione-sacerdotale_sp.html

Bibliografía

1. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC).

Autoevaluación

1. Defina con precisión la oración de acción de gracias.


Por la acción de gracias el orante eleva su alma a Dios por los
innumerables beneficios de Él recibidos.

2. Menciona cuál es el esquema literario de la acción de gracias de los


Salmos.
Descripción del peligro corrido; Oración angustiada; Evocación de la
magnífica intervención de Dios, Acción de gracias al Señor.

3. Buscar en el libro de los Salmos formas de acción de gracias y elaborar


con ellas un ramillete espiritual al Señor Jesús.

  71
4. ¿Qué es la oración de súplica?
Lo que caracteriza la súplica es la insistencia y constancia filiales en
pedir a Dios lo que se quiere obtener de su generosa bondad de Padre,
sea para sí sea para los demás.

5. Menciona según Santo Tomás, ¿cuáles son las 4 condiciones para que la
súplica sea escuchada?
Una súplica a favor suyo, de algo necesario para la salvación, llena de
piedad filial y perseverante.

6. ¿Qué es la oración de intercesión?


En la intercesión el que ora no sólo pide por los demás, sino que además
hace de puente entre Dios y los hombres. Se pone del lado de los hombres
en cuanto que es su hermano, y los lleva ante Dios con la confianza de un
hijo que todo lo espera de su padre y con la seguridad de que su oración
será escuchada puesto que está pidiendo que Dios manifieste, incluso
hasta el extremo, su misericordia y su amor.

7. ¿Qué es la oración de ofrecimiento?


Hay un nexo muy especial entre oración de ofrecimiento y sacrificio. En
el ofrecimiento el alma se eleva a Dios para darle algo; en el sacrificio
hace que las palabras de la oración se conviertan en realidad.

8. ¿Por qué los actos teologales son formas de ofrecimiento?


Si mediante los votos, el alma consagrada se ha ofrecido a Dios como a su
Rey y Señor, mediante la vida teologal expresada en los actos de fe,
esperanza y caridad, se ofrece a Jesucristo como a Esposo, a quien
totalmente se abandona, en quien tiene puesta toda su confianza y a
quien ama con todo su ser.

9. ¿Qué es la adoración?
Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor
y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso,
adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la ‘nada de
la criatura’, que sólo existe por Dios.

10. ¿Por qué la Eucaristía es un momento supremo de la adoración?


En la celebración eucarística, el orante no sólo rememora la historia de la
salvación, sino que la actualiza y revive, viniendo a ser así una
repetición, sobre todo de la oratio, pues en ella encuentran cumplimiento
y culminación todas las formas de oración, todas las reacciones del
corazón ante las maravillas obradas por Dios a favor de sus hijos, los
hombres.

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Sesión 12

Contemplación
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan con mayor profundidad la
oración contemplativa.

Objetivo vivencial: Que los alumnos aprecien el valor de la oración


contemplativa como una experiencia que inicia, culmina y concretiza el
Espíritu Santo.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. La Contemplación en general
III. La contemplación en la lectura

Enlace: Hacer la siguiente pregunta a los alumnos y luego comentarla: ¿En qué
sentido hablamos de la contemplación?

Dinámica: Mostrar a los alumnos un paisaje donde se aprecie la belleza de la


naturaleza, si fuera posible proyectársela; otra opción sería si se está en lugar
donde haya un jardín con flores, pedirles que salgan por tres minutos y
contemplen una flor. Al regreso comentar brevemente su experiencia.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Explicar a los alumnos que la omnipotencia del Espíritu Santo se ejerce en toda
la lectura orante, sin que, por parte del Espíritu, haya mayor intensidad en su
acción según se va subiendo la escala desde la lectura a la contemplación. El
Espíritu no cambia: su presencia y su potencia es siempre la misma; a lo más
se adapta a las disposiciones interiores del orante. Quien cambia, en el
seguimiento de los diversos pasos, es el alma orante. Según va avanzando, el
alma está más abierta a descubrir, acoger, secundar la acción del Espíritu,
siendo dócil a sus luces e inspiraciones y colaborando con sus mociones.

El Espíritu es quien inicia, continúa, culmina y concretiza en la vida la


contemplación, que como tal es siempre obra suya, es espiritual.

La contemplación sigue un camino sencillo que Dios hace accesible a muchas


almas, aunque la cumbre de este camino, la contemplación mística, lo conceda
Dios sólo a algunas pocas. Por parte del Espíritu Santo, lo hemos dicho, no hay

  73
límites, ni reservas. Por parte del orante no es un límite la poca preparación
bíblica o teológica. Contemplar es posible a todo cristiano porque
ultimadamente se contempla el Amor y éste es un valor universal, que todo ser
cristiano puede alcanzar.

II. La contemplación en general

Comentar a los alumnos que el término “contemplación” se ha usado y se usa


en espiritualidad con diversos sentidos:
 Como de un fenómeno estético ante la belleza de la creación orante o
humana.
 Como un método de oración diverso del discursivo-afectivo.
 Como una componente de la teología mística.
 Para referirse al quinto paso dentro de la lectura orante.

En todas y cada una de estas formas de contemplación se privilegia un sentido:


la vista, la mirada. Por los ojos nos entra la belleza; sin embargo, también un
animal puede ver estas diversas realidades, pero no contemplarlas. ¿Qué le
falta? Le falta espíritu, esa chispa orante que ha recibido el ser humano.

Contemplación es, por tanto, descubrimiento de belleza y magnificencia, que los


ojos humanos perciben en el mundo exterior que les rodea, y que despierta
verdadera fruición estética en quien contempla.

En los ejercicios espirituales de San Ignacio se habla de dos métodos de


oración: uno discursivo. El otro es el método contemplativo.

Los ejercicios ignacianos culminan con la contemplación para alcanzar amor en


que se contempla el amor de Dios actuando, no sólo en el mundo en su
exterioridad, sino trabajando dentro de él.

Se puede definir como un simple y afectuoso conocimiento de Dios y de sus


obras, que es efecto no de la actividad humana ayudada de la gracia, sino de
una especial inspiración del Espíritu Santo. Los Padres de la Iglesia la definen
como visión de Dios y San Juan de la Cruz piensa que la contemplación es
ciencia de amor.

III. La contemplación en la lectura orante

Lo propio de ella más que la actividad es la receptividad del orante. En los


pasos precedentes el orante ha ido predisponiendo el alma para la “pasividad”,
de modo que el Espíritu actúe, si quiere, y lo haga cuando y como quiera.
Queda, con ello, claro, que la contemplación es más obra de Dios que del
hombre, no tanto un hacer cuanto un dejar hacer. Ya no es el hombre quien

  74
trabaja en la oración y en el movimiento dinámico hacia Dios, es Dios mismo el
que trabaja en el hombre con la potencia de su santidad y de su amor sublime.
Imágenes

El hierro incandescente, que sin dejar de ser hierro, es ya todo fuego, todo calor.
Nada hay en el alma que no esté habitado y penetrado por el fuego divino.

El aire todo él luminoso cuando el sol lo atraviesa con los rayos de su esplendor.
La luminosidad no le es propia al aire, sino que la recibe gratuitamente del sol
naciente, que la esparce por la atmósfera con generosidad. La luminosidad que
irradia el alma espiritual le viene del sol divino que se la otorga con creces.

La gota de agua que se sumerge en un vaso de vino es otra imagen recurrente.


El agua queda toda anegada en el vino. Así acaece al alma que se anega en el
océano de Dios.

El retorno al paraíso. En teología dogmática se usa hablar de nuevo Adán y


nueva Creación gracias a la obra redentora de Jesucristo. En la vida espiritual,
Cristo, el Esposo, nos introduce en el paraíso por Él recreado mediante el
misterio de su vida y de su Pascua.

Resumen

En la contemplación no es el Espíritu Santo el que entra en el alma del orante


para iluminarla y transformarla, sino que el alma orante es quien entra en el
mundo del Espíritu Santo experimentando, aunque sólo sea por momentos, la
inefabilidad de la pura mirada, de la pura elevación, de la pura plenitud.

La contemplación sigue un camino sencillo que Dios hace accesible a muchas


almas. Por parte del Espíritu Santo no hay límites, ni reservas. Al
contemplativo le basta desear seguir los diversos pasos y llegar al último con el
alma enamorada de Dios, dispuesta al encuentro donado, al gozo anhelado, a la
transformación sufrida.

El término “contemplación” se ha usado y se usa en espiritualidad con diversos


sentidos. Se habla de la contemplación como de un fenómeno estético ante la
belleza de la creación orante o humana.

Contemplación es descubrimiento de belleza y magnificencia, que los ojos


humanos perciben en el mundo exterior que les rodea, y que despierta
verdadera fruición estética en quien contempla.

En los ejercicios espirituales de San Ignacio se habla de dos métodos de


oración: uno discursivo donde el protagonismo corresponde al entendimiento,

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San Ignacio habla de “ejercicio de las tres potencias, memoria, entendimiento y
voluntad”.

La contemplación es más obra de Dios que del hombre, no tanto un hacer


cuanto un dejar hacer. Se recurre, para aclarar este último paso, a varias
imágenes. Nada hay en el alma que no esté habitado y penetrado por el fuego
divino.

Para recordar

 El Espíritu es quien inicia, continúa, culmina y concretiza en la vida la


contemplación, es obra suya, es espiritual.

 No son las obras las que se contemplan, sino a Dios que obra y que de esa
manera nos manifiesta el esplendor de su amor infinito.

 El alma encuentra en el Esposo todas las delicias del paraíso.

Lecturas complementarias

Beata Isabel de la Trinidad, El cielo en la fe, n.7 y 8.

Bibliografía

1. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA. El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas


en la Biblia cristiana. 24 de mayo de 2001.

Autoevaluación

1. Menciona brevemente qué es la contemplación.


Contemplación es descubrimiento de belleza y magnificencia, que los
ojos humanos perciben en el mundo exterior que les rodea, y que
despierta verdadera fruición estética en quien contempla.

2. Explica cómo es la contemplación en la lectura orante.


Se puede definir como un simple y afectuoso conocimiento de Dios y de
sus obras, que es efecto no de la actividad humana ayudada de la gracia,
sino de una especial inspiración del Espíritu Santo o como una mirada
que está al centro de la experiencia interior que se forma en todo ser
humano, al contacto con el mundo, con los demás, y en escucha de la
Palabra de Dios.

3. Menciona algunas imágenes del alma contemplativa.


El hierro incandescente, El aire, La gota de agua El retorno al paraíso.

  76
Sesión 13

Contemplación (2)
Objetivo Doctrinal: Que el alumno conozca cómo el alma contemplativa a
través del contacto orante con la Palabra de Dios puede llegar a obtener una
extraordinaria elevación.

Objetivo vivencial: Que los alumnos deseen experimentar a través de la


contemplación la elevación de su alma a Dios.

Esquema de la lección

I. La contemplación como elevación


II. Contemplación como visión
III. La contemplación como plenitud

Enlace: Comentar con los alumnos la siguiente pregunta: ¿En qué sentido
hablamos de elevación del alma?

Dinámica: Preguntar a los alumnos: ¿Han escuchado alguna vez sobre alguna
aparición de la santísima Virgen María?¿dónde? ¿cómo? Comentar brevemente
el caso de los videntes de Fátima.

Desarrollo del tema

I. La contemplación como elevación

“La contemplación –escribe Guigo II, el Cartujo- es una elevación por encima de
sí misma de la mente suspendida en Dios, que degusta las alegrías de la eterna
dulzura”.

El alma, que en la oración ha dado rienda suelta a los efluvios de su corazón,


percibe ahora una fuerza orante que la eleva más allá de sí misma. Son
elevadas, sin ser marginadas, sus capacidades espirituales: inteligencia,
voluntad y corazón. Son elevados sus sentidos a la altura del Espíritu.

Esta extraordinaria elevación se realiza a través del contacto orante con la


Palabra de Dios, que viene destilada por el Espíritu en el alma contemplativa.

La inteligencia se eleva con naturalidad de las palabras a la Palabra, y en la


Palabra descubre luces inéditas e insospechadas, sobrehumanas.

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La voluntad sube por las palabras hasta la Palabra y se adhiere a ella, no con
la potencia natural solamente, sino con una fuerza de atracción superior que le
viene dada desde fuera pero que la colma de energía.

El corazón late de amor, escuchando en las palabras de la Escritura la voz del


Verbo divino, y que lo enciende y enardece con modos nuevos y secretos, que
sólo el Esposo revela a la Esposa en la intimidad del encuentro.

La capacidad operativa, cuando llegue el momento oportuno después de la


contemplación, ha recibido una especie de inyección de energía orante, capaz en
medio de las tareas ordinarias del orante, de producir efectos internos y
externos más allá de la capacidad natural.

Al igual que las capacidades superiores, son elevados también los sentidos
externos, especialmente la vista y el oído. Los maestros espirituales mencionan
también los sentidos del olfato (perfume de ungüentos preciosos), del gusto
(dulzura celeste) y del tacto (el toque divino).

Los ojos ven realidades materiales y seres humanos, pero la mirada espiritual
trasciende el espesor de la realidad en sí para elevarse a la realidad en Dios y a
Él contemplarle. El alma orante ya no tiene oídos para escuchar las voces de
las cosas o de las personas, sino sólo oídos interiores para percibir la resonancia
de.

II. Contemplación como visión

El alma ha sido elevada por la contemplación a una nueva visión. El orante que
hemos dejado postrado en adoración ante el Señor, abre su mirada a la
majestad soberana de Dios que se le muestra en la frescura del encuentro. No
se trata, de la visión natural, sino de esa visión sobrenatural con que el alma
está capacitada desde el bautismo al recibir la infusión de las virtudes
teologales, y que es actuada de formas muy diversas por el bautizado.

Por la contemplación la visión sobrenatural es actuada por el mismo Espíritu


divino con irrupción de penetración intuitiva y de poder eficaz, logrando que la
visión del alma experimente un salto de cualidad al contemplar a Dios y sus
designios.

Se habla de visión interior o espiritual como una función intelectual del ser
humano. “Ver” es dejar que lo que vemos traspase nuestra mente, y llegue a
nuestro corazón “teologal”. La mente humana en su totalidad es iluminada y
queda como envuelta en la visión de la Luz orante.

La Luz orante, en efecto, no sólo ilumina, también infunde calor y enardece,


transforma y transfigura. Los maestros del espíritu no sólo usan la expresión

  78
“ojos de la mente” sino también “ojos del corazón”, término que abarca toda la
interioridad de la persona. Son, en otros términos, los ojos del Espíritu que todo
lo comprende y todo lo abarca, y que el mismo Espíritu otorga al orante en la
contemplación.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el cielo consiste en la visión de


Dios: “visión beatífica” (CEC 1028).

El alma orante se sitúa en esa tesitura de la visión beatífica, pero sin poder
llegar a ella porque se lo impide la limitación e imperfección de su ser temporal
y mundano. Tal visión, procede según un doble movimiento: uno ascendente por
el que el alma ve todas las cosas en Dios y otro descendente por el que ve a Dios
en todas las cosas.

El alma contemplativa goza por igual de la visión ascendente. Anclada en la


tierra en que habita, la mirada limpia y pura traspasa con un ímpetu divino de
fe, esperanza y amor, lo visible para saltar hasta “El Invisible” y en Él
vislumbrar, en toda su hermosura, la creación entera y, de modo singular, la
obra recreadora y redentora de Jesucristo, Nuestro Señor.

Esta visión ascendente no es ajena, sino que parte de ella hasta llevar al alma a
ensimismarse en Dios y en su misterio.

III. La contemplación como plenitud

El alma orante busca plenitud, que suele manifestarse como del deseo de Dios y
que atraviesa toda la historia bíblica y eclesial hasta nuestros días.

El salmo 41 lo expresa como sed del Dios vivo y anhelo de ver el rostro de Dios.
Dios que es la misma Plenitud, al donarse en la contemplación, hace partícipe
al alma de su plenitud. Gozar de plenitud para el alma significa no tener
necesidad de nada, porque está llena de Dios. La plenitud de Dios indica
vaciamiento de todo lo que no sea Él. Un vaciamiento que de ninguna manera
es considerado empobrecimiento, sino capacidad de plenitud orante.

La contemplación mete al alma en un movimiento imprevisible del Espíritu,


que envuelve todas las potencias anímicas para purificarlas de cualquier
especie terrena y llenarlas de Dios y de sus misteriosos designios.

La plenitud que el orante recibe en la contemplación es la Plenitud de Dios,


pero llega a ella a medida y de manera humana, o sea según la capacidad que
tiene el ser humano de acogerla y recibirla. Siempre será plenitud para el alma
contemplativa, pero una plenitud “en acción”, puesto que el alma no es un
contenedor de capacidad reducida, sino que puede ser dilatada más y más por
el mismo Dios y así potenciar su capacidad de acogida y recepción de la

  79
Plenitud orante. Así el alma, mientras permanezca en este mundo, puede ir de
plenitud en plenitud. Esa plenitud orante abarca todo: el pasado, el presente y
el futuro; el tiempo y la eternidad; la naturaleza y la historia; la materia y el
espíritu.

El alma contemplativa experimenta una plenitud de pertenencia. Es consciente


de pertenecer toda a Dios, de que Dios llena todos los espacios de su
interioridad, de que nada le resulta más grato que tal pertenencia.

Esta plenitud llega al alma orante como último peldaño y le es concedida


mediante la letra por el Espíritu y mediante las palabras por la Palabra. Juan,
“De su plenitud hemos recibido todos, y gracia tras gracia” (Jn 1,16).

La más bella floración literaria y espiritual de la contemplación como plenitud


se encuentra en el Cantar de los Cantares. Es la plenitud del Esposo que se
dona a la esposa con todo su amor y que ésta no deja de repetir: “Mi amado es
para mí, y yo soy para mi amado: él pastorea entre los lirios” (2,16; 6,3).

Resumen

El alma contemplativa ya no tiene ojos para otra cosa sino para ver a Dios en
todo y por encima de todo. El alma orante ya no tiene oídos para escuchar las
voces de las cosas o de las personas, sino sólo oídos interiores para percibir la
resonancia de Dios que ellas poseen y que solamente se escuchan cuando los
oídos espirituales están bien agudos y despiertos.

La elevación se refiere a la elevación del orante dentro del mundo en el que el


hombre vive y habita. El alma sólo tiene sus facultades y sentidos
sobrenaturalmente elevados es hecha partícipe de la inteligencia, de la
voluntad y del corazón de Dios respecto a la escena que se ha contemplado.

La Luz orante, infunde calor y enardece, transforma y transfigura. El mismo


Espíritu otorga al orante en la contemplación. El alma orante se sitúa en esa
tesitura de la visión beatífica, pero sin poder llegar a ella porque se lo impide la
limitación e imperfección de su ser temporal y mundano.

El alma queda embelesada al contemplar en Dios la obra redentora de Cristo,


que trasciende toda visión humana y que será un gozoso descubrimiento del
alma por toda la eternidad. El alma ve en la palabra a la Palabra y, al llegar a
la Palabra ésta le abre la puerta de Dios y de su misterio.

El alma orante busca plenitud, que suele manifestarse como del deseo de Dios
que es la misma Plenitud, al donarse en la contemplación, hace partícipe al
alma de su plenitud.

  80
Para recordar

 El alma orante, en las palabras de la Escritura escucha con Dios las


palabras y contempla con Dios.

 La mente humana en su totalidad es iluminada y queda como envuelta


en la visión de la Luz orante.

 “De su plenitud hemos recibido todos, y gracia tras gracia” (Jn 1,16).

 La más bella floración literaria y espiritual de la contemplación como


plenitud se encuentra en el Cantar de los Cantares.

Lecturas complementarias

Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, cap. 16.

Bibliografía

1. Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée de Brouwer. Bilbao. 1998.


2. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC).
3. CEBIPAL/CELAM, SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS. Proyecto Lectura
nautas. “Claves para Lectura Orante para jóvenes”. Fuente:
http://www.lectura nautas.com

Autoevaluación

1. ¿Qué es la elevación?
Se refiere a la elevación del orante dentro del mundo en el que el hombre
vive y habita. Se opera además una elevación que, aun experimentando
el peso de la realidad mundana, hace vivir al orante una experiencia de
un mundo divino, al que es introducido por el mismo Espíritu Santo.

2. ¿Qué es la contemplación como visión?


Por la contemplación la visión sobrenatural es actuada por el mismo
Espíritu divino con irrupción de penetración intuitiva y de poder eficaz,
logrando que la visión del alma experimente un salto de cualidad al
contemplar a Dios y sus designios.

3. ¿Cómo es la contemplación como plenitud?


Dios que es la misma Plenitud, al donarse en la contemplación, hace
partícipe al alma de su plenitud. Gozar de plenitud para el alma significa
no tener necesidad de nada, porque está llena de Dios. La plenitud de
Dios indica vaciamiento de todo lo que no sea Él.

  81
Sesión 14

La actuación
Objetivo Doctrinal: Que los alumnos conozcan como cada uno de los pasos de la
lectura orante produce frutos en el alma.

Objetivo vivencial: Que los alumnos deseen vivir la experiencia de iniciarse en


la lectura orante de la Palabra de Dios.

Esquema de la lección

I. El sentido de actuación
II. Relación entre oración y la actuación
III. Relación entre la contemplación y la actuación

Enlace: Comentar con los alumnos la siguientes palabras: conversión,


transformación, purificación. ¿Qué relación hay entre ellas?

Dinámica: Agrupar a los alumnos según convenga de acuerdo al número de


asistentes y luego pedirles que lean en su manual el artículo sobre “El servicio
de la autoridad y la obediencia” y que destaquen las ideas principales. Después
de 15 minutos, comentarlas brevemente con ellos.

Desarrollo del tema

I. El sentido de la actuación

En términos generales, cabe definir la actuación como todo efecto producido en


el alma orante, efecto que tiene que ver directamente con su persona (sus
facultades, sentidos, actitudes, personalidad) o que se refiere en particular a las
actividades de su vida cotidiana, en la familia, en la profesión y en el lugar que
sea. Tal implicación no es forzada, más bien es el efecto natural al contacto con
la Palabra de Dios leída, meditada, orada y contemplada.

La actuación en su más pura esencia es la transformación que se verifica en el


ser y en el actuar del alma orante en las diversas tareas y manifestaciones de
su vida diaria. Dicha transformación a veces recibe otros nombres, como
conversión del corazón, purificación interior, impregnación de las facultades
por la Palabra, participación activa en todo lo leído, actualización, resistencia y
victoria frente al mal. De lo que se trata en el fondo, con matices diversos, es de
la transformación del orante en Jesucristo, para que Él ocupe todo nuestro ser
y todo nuestro obrar.

  82
La acción afecta primeramente a nuestras facultades superiores y con ello a
nuestras actitudes más profundas. Los pensamientos del orante, sus decisiones
y emociones van siendo transformados por el Espíritu de Dios.

Los mismos sentidos del que ora son tocados por el Espíritu y van siendo
transformados para que perciban todo, no según la carne, sino según el
Espíritu de Dios. Al cambiarse a sí mismo, el orante cambia la sociedad en la
que vive.

II. Relación entre oración y la actuación

El orante, a Dios que le ha hablado mediante la lectura y la meditación,


responde con la oración, a través de las reacciones más espontáneas de su
mente, voluntad y corazón. Tales reacciones, exigen ser traducidas en obras, en
hechos.

El arrepentimiento, fruto de la conciencia de pecado y de la misericordia


orante, induce al alma orante a acciones como la vigilancia, la enmienda, la
reparación, el firme propósito de luchar contra el pecado.

Al alabar las maravillas de Dios en la creación se siento movido a hacer un


buen uso de ellas.

Cuando se agradecen los beneficios recibidos de las manos amorosas del Señor,
se toma conciencia de que lo que más le agrada es que se le agradezca no tanto
de palabra, sino con las obras y con la voluntad, tomando una fuerte
determinación de actuar así.

En el momento de suplicar de Dios que manifieste su generosidad, siente el


estímulo a ser generoso como Él, a realizar actos concretos de generosidad
siguiendo sus pasos.

En la intercesión por los demás, se reaviva la conciencia de que entre más


santo y amigo de Dios la intercesión será más eficaz, y se decide a llevar a cabo
obras de santidad.

En la oración de ofrecimiento, ¿qué otra cosa se hace sino ofrecer todo el ser y
todo el obrar al Señor?

Cuando el orante cae de rodillas en adoración de Dios ante sus inescrutables


designios o ante el Santísimo Sacramento, en ese gesto revive la convicción
creyente de que la vida humana consiste en someterse a la amorosa voluntad
de Dios.

  83
La purificación y afinamiento espiritual de los sentidos que se lleva a cabo en la
oración se manifiesta también en la actuación diaria de los mismos. Poco a poco
el que ora va dejándose tocar por el Espíritu Santo y le ofrece su total
disponibilidad. Poco a poco va adquiriendo también el don de tocar a otras
personas, mediante su palabra y sobre todo el testimonio de vida, y hacerlas
entrar en los designios de Dios.

Las acciones de los sentidos van cambiando en el alma del orante; éstos van
siendo ejercitados cada vez más según Dios y al servicio de su plan de
salvación.

III. Relación entre la contemplación y la actuación

Cada uno de los pasos de la lectura orante produce frutos en el alma orante.
Cada paso produce fruto porque nos pone en contacto con Dios, fuente de vida,
de la que el alma bebe desde el inicio mismo. Según se van subiendo los
escalones del método, el alma va siendo capacitada para dar con más
abundancia frutos de santidad y de apostolado en el ir y venir de cada día.

Los frutos, aunque sean pequeños y nada aparentes, no por eso dejan de ser
divinos. Lo importante es tener una clara certeza de que los frutos no son
nuestros. Es por ello, muy necesario, nunca separar al árbol del fruto, como
tampoco al fruto del árbol. Tal separación, si se opera, es sumamente
perjudicial para el alma y para la misma vida de oración.

Algo absolutamente cierto, aunque misterioso, que opera la contemplación en


el alma orante es la certeza de la Presencia orante en cualquier espacio y
tiempo. Es una Presencia de la que el alma no puede ya olvidarse, menos
todavía prescindir de ella: sería como arrancarle algo de sí misma.

El primer fruto de la contemplación se realiza en las facultades mismas del


orante y en toda su persona. Es un fruto interior con fuerza transformante en
las operaciones espirituales del alma contemplativa. Esa transformación
interior tiene una repercusión en los modales y gestos de la persona y sobre
todo en sus acciones cotidianas.

El alma orante muy probablemente no se da cuenta de ello, pero las personas


con las que trata y convive lo perciben sin ningún esfuerzo.¿Cómo puede ser
igual cuando en la contemplación ha visto a Dios y ha sido llenado de su
plenitud?

En términos más visibles el alma contemplativa es la mejor preparada para la


misión, porque posee el verdadero espíritu misionero. El orante sabe por
experiencia que la misión no es hacer ni organizar cosas, sino transformar
corazones al contacto con la fuerza de Dios. Ella que ha sido transformada por

  84
el Espíritu puede ayudar para que el mismo Espíritu realice en otras almas la
misma labor transformadora. Ella, al estar ya desposeída de sí por la acción
orante, tiene sólo a Dios para dar y lo da con totalidad.

El orante da lo que tiene y tiene sólo a Dios, por eso puede realizar la misión de
la forma más completa y perfecta. Sin quitar peso a sus cualidades,
preparación, personalidad, todo eso vale menos para la misión que su unión a
Dios y su transformación en Jesucristo.

Conclusión

La traducción de la Palabra en palabras y en vida. La lectura orante enriquece


a quien la hace, pero está igualmente destinada a los demás. Impulsa, con gran
dinamismo, a hacer vida lo que se ha leído y a hacer partícipes a los demás de
lo que el Espíritu le ha regalado. La vida diaria es el campo abonado del
testimonio silencioso y de la predicación auténtica. Dar a los demás lo que uno
ha visto y oído, lo que ha visto con los propios ojos, lo que ha contemplado del
Verbo de la Vida. Sin repercusión en el entorno vital, sea ésta evidente u
oculta, no hay verdadera lectura orante.

Resumen

La actuación como todo efecto producido en el alma orante tiene que ver
directamente con su persona o se refiere en particular a las actividades de su
vida cotidiana, en la familia, en la profesión y en el lugar que sea.

La actuación en su más pura esencia es la transformación que se verifica en el


ser y en el actuar del alma orante en las diversas tareas y manifestaciones de
su vida diaria.

La purificación y afinamiento espiritual de los sentidos que se lleva a cabo en


la oración se manifiesta también en la actuación diaria de los mismos.

Poco a poco el que ora va dejándose tocar por el Espíritu Santo y le ofrece su
total disponibilidad. Va adquiriendo también el don de tocar a otras personas,
mediante su palabra y sobre todo el testimonio de vida, y hacerlas entrar en los
designios de Dios.

Cada uno de los pasos de la lectura orante produce frutos en el alma orante,
pero éstos son más evidentes y significativos en los dos últimos pasos del
método. Los frutos, aunque sean pequeños y nada aparentes, no por eso dejan
de ser divinos.

En la contemplación en el alma orante tiene la certeza de la Presencia orante


en cualquier espacio y tiempo.

  85
Para recordar

 El sentido moral o la aplicación práctica, se halla en la lectura orante.

 El alma que ora afina el oído para escuchar cada vez mejor la voz de
Dios.

 Las acciones de los sentidos van cambiando en el alma del orante; éstos
van siendo ejercitados cada vez más según Dios y al servicio de su plan
de salvación.

 El alma contemplativa es la mejor preparada para la misión, porque


posee el verdadero espíritu misionero.

 El orante da lo que tiene y tiene sólo a Dios, por eso puede realizar la
misión de la forma más completa y perfecta.

Lecturas complementarias

Meditación de la Beata Isabel la realizó durante sus últimos ejercicios


espirituales y nos ayuda a descubrir la llamada de la Palabra a nuestra vida
diaria.

Bibliografía

1. FAUSTI SILVIANO. Una comunidad lee el Evangelio de Lucas. Ed. San


Pablo. Madrid 2007.

Autoevaluación

1. ¿Qué es la actuación dentro de la lectura orante?


Todo efecto producido en el alma orante, efecto que tiene que ver
directamente con su persona (sus facultades, sentidos, actitudes,
personalidad) o que se refiere en particular a las actividades de su vida
cotidiana, en la familia, en la profesión y en el lugar que sea.

2. Explica cuál es la relación que existe entre la oración y la actuación.


Los mismos sentidos del que oran son tocados por el Espíritu y van
siendo transformados para que perciban todo, no según la carne, sino
según el Espíritu de Dios.

3. Explica cuál es la relación que existe entre la contemplación y la


actuación.

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El primer fruto de la contemplación se realiza en las facultades mismas
del orante y en toda su persona. Es un fruto interior con fuerza
transformante en las operaciones espirituales del alma contemplativa.
Esa transformación interior tiene una repercusión en los modales y
gestos de la persona y sobre todo en sus acciones cotidianas.

4. ¿Por qué el alma contemplativa es la mejor preparada para la misión?


El orante sabe por experiencia que la misión no es hacer ni organizar
cosas, sino transformar corazones al contacto con la fuerza de Dios.

  87
Sesión 15

Los santos nos enseñan cómo leer la Sagrada Escritura


Objetivo Doctrinal: Que los alumnos aprendan que la Palabra de Dios es vida y
el texto se comprende en su profundidad sólo en la medida en que se vive y se
pone en práctica.

Objetivo vivencial: Que los alumnos después de conocer el ejemplo de los


santos y su relación con la Palabra de Dios, se motiven a leer la Sagrada
Escritura de una manera tal que los lleve a una reorientación total de sus
vidas.

Esquema de la lección

I. Introducción
II. Santa María
III. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
IV. Beata Teresa de Calcuta
V. Exégesis de los santos
VI. Conclusiones

Enlace: Preguntar a los alumnos y comentar la siguiente pregunta: ¿Cuál fue la


clave para que tantos hombres y mujeres fueran santos?

Dinámica: Pedir a los alumnos que en tres minutos escriban el nombre del
santo de su predilección y anoten las virtudes por las cuales más destacaron.
Puntualizar que la vivencia de la voluntad de Dios descubierta por ellos a
través de la lectura orante de la Biblia los llevó a vivir de manera heroica esas
virtudes.

Desarrollo del tema

I. Introducción

Los santos han sido oyentes atentos de la Palabra y han hecho de sus vidas una
respuesta pronta a la Palabra. La Palabra de Dios es vida y el texto se
comprende en su profundidad sólo en la medida en que se vive y se pone en
práctica. A la escucha y al saber ha de seguir el buen obrar. En la vida de los
santos, el encuentro con la Palabra de Dios, mediante la lectura de la Sagrada
Escritura, cambia radicalmente su existencia.

II. Santa María

  88
La tradición de la Iglesia transmite también la práctica de la lectio divina como
una contemplación deleitosa de la Sagrada Escritura, a la manera de María,
que meditaba en su corazón todos los misterios de Jesús.

María busca el sentido espiritual de las Escrituras y lo encuentra


relacionándolo con las palabras, con la vida de Jesús y con los acontecimientos
que ella iba descubriendo en la historia personal. Dicha actitud es la actitud de
los santos. Ellos, como la misma Iglesia, no cesan de convertirse a su Señor
como respuesta a la voz que él les dirige.

Frente al lector orante de la Palabra de Dios se alza María, la madre del Señor,
que conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón, encontrando el
vínculo profundo que une eventos, actos y cosas, aparentemente desunidas, con
el plan divino.

Una forma de lectio divina, en el contexto de la devoción mariana, nace


mediante el rezo del santo Rosario de la Virgen María y las horas de oración
mariana. De este modo, podemos crecer en el conocimiento más completo de
María como modelo de acogida de la Palabra para cada creyente y al igual que
ella podemos responder en modo "dinámico, a través del diálogo y
contemplativo”.

III. Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz

Teresa descubrió «luces nuevas, significados ocultos y misteriosos» (Ms A 83 v) y


recibió del Maestro divino la «ciencia del amor», que luego manifestó con particular
originalidad en sus escritos. Esa ciencia es la expresión luminosa de su
conocimiento del misterio del Reino y de su experiencia personal de la gracia. Se
puede considerar como un carisma particular de sabiduría evangélica que Teresa,
como otros santos y maestros de la fe, recibió en la oración. 16

Hay en ella una verdadera pasión por escrutar las Escrituras y por descubrir
en ellas los secretos de la Palabra de Dios, pero no lo hace nunca como una
intelectual, tiene horror a lo expresado y va directamente a lo vivido. No trata
tampoco de hacer síntesis y construir hermosas teorías, medita sencillamente
la Escritura para descubrir en ella el pensamiento del Señor:

No desprecio los pensamientos profundos que alimentan al alma y la unen a Dios.


Pero desde hace mucho tiempo he comprendido que no debe el alma apoyarse en
ellos, ni hacer consistir la perfección en el hecho de recibir abundantes luces. Los
más grandes pensamientos nada son sin las obras. Debe pensar el alma que los
demás pueden aprovechar mucho de las luces que a ella se le conceden, si se
                                                            
16
 JUAN PABLO II, Carta apostólica La Ciencia del Amor Divino, 1997, n. 1.
 

  89
humillan y testimonian a Dios su agradecimiento por permitirles tomar parte en el
banquete de un alma a quien él se digna enriquecer con sus gracias. 17

Teresa no tenía la misión de exponer las Escrituras de una manera magistral,


sino se alimentaba de ella con sencillez. Encuentra en el Evangelio el alimento
para su oración. Tenemos tres testimonios sobre este tema, los dos primeros
vienen de la misma Teresa en los Manuscritos y en el Novissima Verba, el
tercero proviene de sor Genoveva de la Santa Faz: (tomar del manual del
alumno)

«En medio de tanta impotencia, la Sagrada Escritura y la Imitación vienen en


mi ayuda; » (Ms. A. v. 83).

«Para mí no encuentro nada en los libros fuera del Evangelio. Este libro me
basta » (Novissima Verba, Cuaderno amarillo, 15-5-97).

Es pues el Evangelio por encima de todo lo que la mantenía en su oración.


Teresa no nos dice cómo leía el Evangelio, sabemos por Celina, que no se
contentaba con una sencilla lectura sino que estudiaba de verdad los Libros
inspirados para descubrir en ellos a Dios:

«Trataba de conocer a Dios, de descubrir, por decirlo así "su carácter> (C. y R.,
111, 31.39).

Teresa sabía ver a Cristo hablando y actuando a través de los textos, se sentía
interpelada por la palabra del Señor y como entre ella y el circulaba una
profunda corriente de amistad, recogía las palabras de Cristo con avidez.

IV. Beata Teresa de Calcuta

La Palabra se traduce en vida: el testimonio. El servicio silencioso, pero


sincero, es elocuente en sí mismo. Sin hablar, y sin palabras, y sin voz que
pueda oírse, por toda la tierra resuena su proclama, por los confines del orbe
sus palabras (Cf. Sal 19, 3-4)

Su misión comenzaba cada día, antes del alba, delante de la Eucaristía. En el


silencio de la contemplación, la madre Teresa de Calcuta sentía resonar el grito
de Jesús en la cruz: «Tengo sed». Este grito, recogido en lo profundo de su
corazón, la impulsaba por las calles de Calcuta y de todos los arrabales del
mundo, en busca de Jesús en el pobre, en el abandonado y en el moribundo.

“Tengo sed”, decía Jesús en la cruz, cuando fue privado de todo consuelo,
muriendo en la pobreza absoluta, abandonado y despreciado, y roto en cuerpo y
                                                            
17 SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS. Historia de un alma, Manuscrito C, v 19.

  90
alma. El habló de su sed, no de agua, sino de amor, de sacrificio. Jesús es Dios:
por tanto, su amor, su sed es infinita. Nuestro objetivo –decía la madre- es
saciar esta sed infinita de un Dios hecho hombre. ¿Por qué dice Jesús: “Tengo
sed”? ¿Qué significa? Algo tan difícil de explicar en palabras: Tengo sed es algo
mucho más profundo que si Jesús dijera simplemente: Te amo. Hasta que no
sepan en lo más profundo de su interior que Jesús tiene sed de ustedes, no
pueden empezar a saber quien quiere ser él para ustedes o quien quiere el que
ustedes sean para él.

V. Exégesis de los santos

La precisión inspirada con la que los santos menos especulativos insisten en


ciertos aspectos de la vida cristiana puede tener efectos imprevisibles para la
teología viva de la Iglesia. Como la regla de san Benito, el testamento de san
Francisco de Asís, los Ejercicios de san Ignacio.

Aunque los santos en cuestión no son teólogos de profesión, las características


propias de su vida sirven como cánones y reglas de interpretación de la
Revelación, puesto que los que aman son los que más saben sobre Dios.

A ellos deben escuchar los teólogos Santa Teresa del Niño Jesús sabía que su
camino de infancia espiritual era un ejemplo para imitar, y san Pablo, en la
Biblia cristiana, se pone a sí mismo como ejemplo.

El modo en el que san Francisco comprende la Escritura se distingue en los


puntos esenciales de la de sus biógrafos. Es todo lo contrario en Francisco: no
tiene ninguna idea de los principios hermenéuticos aceptados en su tiempo. Su
exégesis es realista, concreta; su imaginación está ligada a la letra de la
Escritura. En una palabra, los santos contemplan con los ojos del Espíritu las
profundidades de Dios que emergen de la Sagrada Escritura.

VI. Conclusiones

En la historia encontramos muchos hombres y mujeres que han leído la


Sagrada Escritura de una manera tal que los ha llevado a una reorientación
total de sus vidas; a un cambio en sus formas de pensar y de actuar o al menos
a encontrar una nueva razón para dar a la propia posición de fe. La santidad de
muchos cristianos es consecuencia de la sincera y a menudo radical respuesta
al llamado de la Palabra de Dios.

Verificar el modo de lectura de las Escrituras de los Santos nos puede conducir
al descubrimiento de modos de lectura de las Sagradas Escrituras, que sin ser
pues del todo nuevos, han caído un poco en el olvido. Como ejemplo nos puede
ser útil la lectura franciscana de la Biblia que sin duda se presenta
sorprendente, si la miramos desde el punto de vista de los actuales criterios

  91
científicos de interpretación y desde el punto de vista de los frutos de fe que
esta lectura proporcionó. Uno de los signos característicos de esta lectura fue el
principio de sin glosa. Se trataba de la acogida de la Palabra de Dios tal como
está escrita en la Sagrada Escritura, sin comentarios académicos. Según San
Francisco la verdad Divina no está objetivada en las palabras y frases de la
Biblia, no está siempre a disposición como una respuesta para todos los
problemas. Se puede descubrir solamente en el contexto íntegro y personal, no
se concentra sobre la materia del texto, sino sobre el actuar de Dios.

Los puntos antes mencionados presentan sólo una ilustración de cómo se


pueden encontrar en los Santos las perspectivas hermenéuticas para una
lectura de la Escritura que lleve al radicalismo de la fe. Así como de San
Francisco podemos captar entonces un cierto principio hermenéutico, es útil y
tal vez necesario tratar de descubrirlo también en la vida de otros Santos, de
cuya riqueza la Iglesia rebosa.

Resumen

Los santos han sido oyentes atentos de la Palabra y han hecho de sus vidas
una respuesta pronta a la Palabra. En la vida de los santos, el encuentro con la
Palabra de Dios, mediante la lectura de la Sagrada Escritura, cambia
radicalmente su existencia.

Frente al lector orante de la Palabra de Dios a ejemplo de María, la madre del


Señor, que conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón, encontrando el
vínculo profundo que une eventos, actos y cosas, aparentemente desunidas, con
el plan divino

Al leer los Manuscritos autobiográficos de Santa Teresita del Niño Jesús, se


sorprende uno del uso juicioso y verdaderamente adaptado que hace del
Evangelio. Hay en ella una verdadera pasión por escrutar las Escrituras y por
descubrir en ellas los secretos de la Palabra de Dios

La Palabra se traduce en vida: el testimonio; la Madre Teresa de Calcuta es un


ejemplo reciente. En el silencio de la contemplación, la madre Teresa de
Calcuta sentía resonar el grito de Jesús en la cruz: «Tengo sed».

Los santos contemplan con los ojos del Espíritu las profundidades de Dios que
emergen de la Sagrada Escritura. En la historia encontramos muchos hombres
y mujeres que han leído la Sagrada Escritura de una manera tal que los ha
llevado a una reorientación total de sus vidas; a un cambio en sus formas de
pensar y de actuar o al menos a encontrar una nueva razón para dar a la
propia posición de fe.
Para recordar

  92
 La Palabra de Dios es vida y el texto se comprende en su profundidad
sólo en la medida en que se vive y se pone en práctica.

 Teresa no tenía la misión de exponer las Escrituras de una manera


magistral, sino se alimentaba de ella con sencillez.

 La madre Teresa de Calcuta sentía resonar el grito de Jesús en la cruz:


«Tengo sed». Este grito, recogido en lo profundo de su corazón, la
impulsaba a ir en busca de Jesús en el pobre, en el abandonado y en el
moribundo.

 “Los santos son para el Evangelio lo que una partitura cantada es


respecto a una partitura anotada”, escribe san Francisco de Sales.

Lecturas complementarias

XII Asamblea general Ordinaria del Sínodo de los Obispos. La palabra de Dios
en la vida y e la misión de la Iglesia. Octubre 2008. Proposición 22

Bibliografía

1. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS


SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Potissimun Institutioni, 2 de febrero de
1990. Orientaciones sobre la formación en los institutos religiosos, n. 76.
2. SÍNODO DE LOS OBISPOS. XII Asamblea General Ordinaria. La Palabra de
Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. 2007.

Autoevaluación

1. Explica, como a ejemplo de María, tenemos que acoger la Sagrada


Escritura.
María busca el sentido espiritual de las Escrituras y lo encuentra
relacionándolo con las palabras, con la vida de Jesús y con los
acontecimientos que ella iba descubriendo en la historia personal.

2. Explica qué significaba para Santa Teresita del Niño Jesús, la lectura de
la Sagrada Escritura.
Teresa sabía ver a Cristo hablando y actuando a través de los textos, se
sentía interpelada por la palabra del Señor y como entre ella y el
circulaba una profunda corriente de amistad, recogía las palabras de
Cristo con avidez. Encuentra en el Evangelio el alimento para su
oración.

3. Menciona cuál fue el testimonio de la Madre Teresa de Calcuta, de la


Palabra traducida en vida.

  93
Su misión comenzaba cada día, antes del alba, delante de la Eucaristía.
En el silencio de la contemplación, la madre Teresa de Calcuta sentía
resonar el grito de Jesús en la cruz: «Tengo sed». Este grito, recogido en
lo profundo de su corazón, la impulsaba por las calles de Calcuta y de
todos los arrabales del mundo, en busca de Jesús en el pobre, en el
abandonado y en el moribundo. Hasta que no sepan en lo más profundo
de su interior que Jesús tiene sed de ustedes, no pueden empezar a saber
quien quiere ser él para ustedes o quien quiere el que ustedes sean para
él.

4. Explica cómo es la exégesis de los santos.


Por su actitud personal y metódica de fe contemplativa, estos se abren a
la profundidad del texto, es decir, a la presencia de Dios que habla ahora
por él y se dirige al que escucha. De ahí su testimonio de una ciencia del
amor que sigue siendo la vía de acceso por excelencia al conocimiento de
Dios.

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Bibliografía general

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2. CANTALAMESSA RANIERO O.F.M. Cap, La Palabra de Dios como camino de
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7. Documentos del Concilio Vaticano II. La Palabra de Dios (Dei Verbum) n.
25; El orden de los presbíteros (Presbyterorum Ordinis) n. 18; La
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apostolado (Apostolicam Actuositatem) n. 4; Constitución sobre la
Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium) n. 35. Decreto sobre el
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11. LEÓN DUFOUR XAVIER. Vocabulario De Teología Bíblica. Herder.
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13. CARLO MARÍA CARD. MARTINI. Il ruelo centrale della Parola di Dio nella
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Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Intrumentum laboris, 2007.

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