Escuela de Agentes de Pastoral - Retiro de Adviento

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Escuela de Agentes de Pastoral

Diócesis de Plasencia

ENCUENTRO - RETIRO
DE
ADVIENTO 2013

Un Adviento para la misión

Introducción
Primera parte: Espacio de oración inicial
Segunda parte: Espacio de iluminación o reflexión sobre el Adviento
Tercera parte: Espacio de reflexión y oración personal
Cuarta parte: Espacio de oración final
Introducción

1. Uno de los fines del Vaticano II es valorizar la conciencia misionera de los cristianos y promover
por todos los medios que las personas entren en el seno de la Iglesia. El proemio del Decreto sobre
la liturgia sagrada relaciona esto con la restauración y fomento de la liturgia en la Iglesia.

La celebración de la liturgia tiene una fuerza misionera sorprendente. Sabemos que por voluntad del
mismo Cristo el camino donde se realiza el encuentro entre él y la persona incluye esencialmente
los sacramentos, el sacrificio, la jerarquía y la comunidad. El culto que la Iglesia rinde a Dios es
precisamente lugar por excelencia del encuentro determinado por el mismo Dios entre la persona,
en comunidad sagrada y Dios. Procurar esto ha de ser objeto de la acción misionera y pastoral.

2. El presente retiro de Adviento como su mismo nombre indica está concebido desde una Iglesia
para la misión. La espiritualidad misionera de estas reflexiones parte de los distintos discursos del
papa, de recomendaciones de nuestro obispo, extracto de los Lineamenta para el Sínodo de los
Obispos sobre la nueva evangelización que el mismo nos envió a todos, y de otras instancias con
experiencias ya en marcha en nuestra Iglesia diocesana que pueden ayudarnos a iluminar nuestro
caminar pastoral.

Primera parte

Espacio de oración inicial

Canto: Oye, Padre


El pueblo gime de dolor, quiere resurgir.
Moisés caudillo de Israel, va a liberarlo al fin.

Oye, Padre, el grito de tu pueblo.


Oye, Padre, manda al salvador.

El pueblo ansía libertad, quiere resurgir.


El pueblo esclavo surge ya hacia el porvenir.

El pueblo anhela vida y paz, quiere resurgir.


El pueblo esclavo en marcha está hacia el porvenir.

La marcha es dura, recio el sol, lento el caminar.


Pero un caudillo al frente va dando aliento y paz.

Palabra de Dios
Del libro del profeta Isaías

El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz
brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual
la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba y la pinga
de su hombro - la vara de su tirano - has roto, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea
con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura

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nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre
"Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz". Grande es su señorío
y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la
equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso. Una palabra
ha proferido el Señor en Jacob, y ha caído en Israel (9,1-7).

Preces: peticiones libres

Padrenuestro

Segunda parte

Espacio de iluminación o reflexión sobre el adviento

1. De dónde viene la misión.

 El adviento nos ayuda a descubrir cómo auscultar el latido de Dios en una pastoral de
misión, de ese Dios que al encarnarse asumió la realidad humana para redimirla. En
general, sin negar lo mucho bueno y positivo, la misma dimensión religiosa se vive
como algo íntimo y privado de gente piadosa.

 Nos encontramos por tanto en un momento crucial en el que hemos de pasar de una
pastoral de cristiandad a una pastoral misionera.

 Vivir al aire de Jesús. Vivir el Espíritu de Jesús nos dice el papa. No hay espiritualidad
evangélica sino desde la espiritualidad de Jesús. Y Jesús se da un aire al Padre, tiene su
Espíritu.

 Para ser misioneros, nos ha dicho nuestro obispo, primero hay que ser discípulos. Sólo el
discipulado sitúa en la misión a los discípulos a los que el Señor les dijo: “Id al mundo
entero y anunciad el Evangelio”.

 Aventura de la encarnación. “Cuando se cumplió el plazo envió Dios a su Hijo nacido de


mujer, sometido a la ley para rescatar a los que estaban sometidos a la ley para que
recibieran la condición de hijos de Dios” (Gal 4,4).

 La gente, el pueblo, la vida se constituyen para el apóstol el lugar desde el que Dios
habla y marca el camino. No hay mayor modo de vida que entrar en el idioma de la
encarnación, porque así es como el Señor ha dicho el amor, en su humanidad.

 Vivir desde la espiritualidad del éxodo, desde lo pequeño, lo cotidiano y lo concreto


como espacios de oración y contemplación en la acción.

 El quehacer apostólico está llamado a unir fe y vida. La espiritualidad de revisión de


vida hoy se necesita para poder llegar a una Iglesia misionera.

 Corremos el riesgo de una cierta inmigración interior ante unos resultados muchas veces
frustrantes. Una auténtica espiritualidad misionera nos obliga a renunciar a toda forma

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de interioridad cuyo objetivo no sea centrarnos en Dios y sentirnos enviados por él a la
entraña del mundo.

 Que la vida y la verdad pasen por nuestro corazón. Haber experimentado es lo que
manifiesta nuestra espiritualidad.

 Hemos de modificar, criterios, actitudes y comportamientos concretos. Hará falta


conversión no solo personal sino pastoral.

 A los jóvenes argentinos les dijo el papa: “Es un escándalo que Dios haya venido a
hacerse uno de nosotros, es un escándalo que Dios haya muerto en la cruz. La cruz sigue
siendo escándalo, pero es el único camino seguro el de la cruz, el de Jesús, la
encarnación de Jesús”.

 La fe de que habla el papa es un encuentro con Dios. Por eso es imposible la fe en un


Cristo descafeinado.

 Con el Evangelio en la mano hay que hacer la gran revolución del amor, de la esperanza,
de la alegría, el gusto por la vida. Frases como las que siguen nos hacen pensar: “la
Iglesia no puede quedarse mirándose el ombligo”, “No se puede balconear la fe”, “Hay
que ser revolucionario en el mejor sentido”.

 En definitiva una dinámica centra en Jesucristo. Apenas pisó tierra brasileña dijo: “no
tengo oro ni plata pero traigo conmigo lo más valioso, Jesucristo. Vengo en su nombre
para alimentar la llama del amor fraterno que arde en todo corazón”.

 “Tenemos necesidad de cambio. La Iglesia siempre tiene que reformar, si no se queda


atrás. El camino de estructuras de caducas a nuevas no es fruto de organización de la
planta funcional de la Iglesia, de la cual resultaría una organización estática, si no que es
consecuencia de la dinámica de la misión” (a los obispos del CELAM).

 El papa está proclamando la necesidad de sustituir el “chip”. Nos está diciendo que en
lugar de pedalear a peñón fijo debemos aprender a pedalear con el cambio de marchas.
En concreto habrá que ver y estudiar lo que está ocurriendo en todo el proceso de
iniciación en la fe y qué papel están desempeñando los sacramentos en dicho proceso.

 Por favor, nos sigue diciendo, no licúen la fe en Jesucristo, hay licuado de naranja,
licuado de banana, pero por favor, no me tomen licuado de fe, la fe es entera, no se licúa.
Es la fe de Jesús, la fe en Jesús, en el Hijo de Dios hecho hombre que nos amó y murió
por mí.

 En la homilía en santa María la Mayor (Roma) el 10 de septiembre de 2013: “Tenemos


que vencer la tentación de ser cristianos simples o cristianos que buscan simplemente
devociones pero Jesús no está. Hay tantos cristianos sin resurrección, cristianos sin
Cristo resucitado que acompañan a Jesús hasta la tumba, lloran, le quieren mucho. Pero
hasta ahí. Estos están entre los llamados triunfalistas. Tienen un complejo de inferioridad
y quieren tener una resurrección más majestuosa que la verdadera. Cuando nos
encontramos con esos cristianos, con tantos triunfalistas en su vida, en su discurso y en
su pastoral es porque en lo más íntimo no creen profundamente en la resurrección”.

 Podría pensarse que las reformas a las que hemos aludido ya fueron realizadas por el
Vaticano II y por tanto que se trataría solo de algunos retoques. Pero los buenos
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historiadores reconocen que muchos de los cambios que pidió el Concilio todavía no se
han realizado a causa de las resistencias que hay; es decir, a falta de conversión personal
y comunitaria.

2. Modelos de la Iglesia que necesitamos


a. Una Iglesia cercana y acogedora.

 Hemos ido almacenando unos esquemas eclesiales acartonados y rígidos.

 A veces hasta con lenguajes ampulosos y sueños de grandeza que tanto mal hacen y son
tan opuestos a la cercanía propia de Jesús y del Evangelio. Hay que apostar por la
cercanía y la acogida.

 La Iglesia que nos presenta el papa no es una Iglesia fría de despachos oficiales. La
Iglesia debe acoger con afecto a toda persona que llama a su puerta.

 Los sacerdotes antes que administrar sacramentos o dar catequesis deberían ser
sacramentos del Padre. Estamos llamados a promover la cultura del encuentro, “lluvia
mansa que cae poco a poco y empapa la tierra” (Is 55,10) lo que más destaca es la
hermosura de los hermanos unidos.

b. Una Iglesia joven y alegre.

 Dijo el papa a los jóvenes: “Alejados de Jesús el vino de la alegría y de la esperanza se


agota”.

 Tampoco quiere, el papa, personas tristes en su Iglesia. El papa quiere que esta alegría
esté bien cimentada en la resurrección de Jesús.

 Discurso de ida y vuelta de los discípulos de Emaús. Camino de ida: largo,


desesperanzas, frío, sombrío, decepcionante. Camino de vuelta: van a Jerusalén a
comunicar a los Once lo que han visto. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba
de las Escrituras?” ¿Somos una Iglesia capaz de inflamar el corazón, una Iglesia capaz
de hacer volver a Jerusalén?

c. Una Iglesia sencilla y pobre.

 Dentro de las instituciones de la Iglesia queda aún mucho lastre generado por los
mecanismos de poder y de los esquemas de grandeza que fueron asumidos y asimilados
en siglos pasados. Las apariencias de grandeza y aparatosidad se convierten en un serio
obstáculo para la fe de mucha gente.

 Pastores cercanos a la gente. Padres y hermanos con mucha mansedumbre y paciencia,


misericordiosos. Pobreza interior como libertad ante el Señor y pobreza exterior como
simplicidad y austeridad de vida, sin ambiciones, sin psicología de príncipes. Revisión
en la Iglesia a fondo para descartar hábitos y costumbres que en el mejor de los casos
son ajenos a la letra y al espíritu del Evangelio.

d. Una Iglesia llena de ternura y misericordia.

 “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”


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 Ni una palabra de condena en los discursos de la JMJ.

 Amor gratuito de perdonar de la cruz.

 En el camino del calvario Pilato se lava las manos, el Cireneo, y María y las mujeres le
ayudaron a llevar la cruz.

 En el viaje el papa se instaló en las periferias, en una favela, oliendo la miseria, palpando
la pobreza, allí donde se mastica la indignidad fruto de la injusticia.

e. Una Iglesia misionera.

 Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades,
demasiado pobre para responder a las inquietudes, lejana de sus necesidades, demasiado
fría para con los pobres, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje
rígido. Tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado,
insuficiente para las nuevas cuestiones, quizás la Iglesia tenía respuesta para la infancia
de la persona pero no para su edad adulta.

3. Consignas a todo cristiano misionero.

A. Vayan

 Los cristianos hemos confundido el verbo ir y el verbo venir: “que vengan a misa porque
para eso hemos tocado las campanas, que vengan a inscribirse si quieren bautizar a sus
hijos, que vengan a la oficina para arreglar los papeles para el matrimonio; y a los que no
pueden venir porque han muerto, que nos los traigan”.

 “Vayan haciendo realidad las palabras de Isaías: ‘Ensancha el espacio de tu tienda, hinca
tus estacas, alarga tus cuerdas porque te extenderá a derecha e izquierda, tu descendencia
heredará naciones y poblará ciudades desiertas’ (Is 54,2-3)”

 Nos invita, el papa, a una pastoral más arriesgada, más comprometida, más agresiva.
Cristianos con sabor a invernadero tienen poco que decir al mundo de hoy. La fe es una
llama que se hace más viva cuanto más se comparte.

B. Sin miedo

 Como dejó Moisés el miedo ante el faraón.

 Como dejó el miedo Jeremías que era un niño.

 Como dejó el miedo María ante lo que se le venía encima.

C. Para servir

 El papa está marcando el camino para el siglo XXI. Pero este camino tenemos que
recorrerlo todos y cada uno de nosotros con la fuerza del Espíritu.

 “La misión continental de la Iglesia se proyecta en dos dimensiones, programática y


paradigmática. La misión programática, como su nombre indica, consiste en la

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realización de actos de índole misionera; la misión paradigmática en cambio implica
poner en clave misionera la acción habitual de las Iglesias diocesanas”.

3. Criterios para una programación misionera.

 No se ha de programar teniendo en cuenta que lo que hemos de hacer no es una simple


repetición de lo que hemos hecho. Hay que tener el coraje a atraverse a transitar por
nuevos senderos.

 Todo lo que proponemos ha de tener la convicción de que la razón ha de ser la Iglesia y


su misión es evangelizar.

 Convencidos de que la fe es un don hay que compartirlo, pero también es un


compromiso y por tanto hay que creer y vivir lo que se transmite. Es necesario poner
como base fundamental la Palabra de Dios y por tanto, ya lo hemos dicho, a Jesucristo
en el corazón de la misión.

 Esto dará un nuevo rostro a las comunidades, que se reflejará particularmente en la


unidad, en el testimonio, en el anuncio, en la celebración, en la escucha y en la
participación.

 La programación ha de reflejar un rostro “doméstico popular” orientado a la fe,


transmitida a la familia y en el tejido cristiano de la sociedad.

 Habrá que partir de un discernimiento a traves del cual descubrimos los escenarios y
ambientes tanto de los sectores más cercanos como de los más alejados con una cercanía
a los problemas y a la vida de las personas.

 Hablar con un lenguaje que sea inteligible y significativo de la fidelidad a Dios y a las
personas.

 Y todo ello teniendo en cuenta la particular vocación de las personas que han de dar
razón de su fe con alegría y fervor, confianza y libertad.

 Cuidar mucho el primer anuncio mediante la catequesis y los sacramentos de iniciación,


alimentando la comunión y el envío de los discípulos de Cristo para comunicar el
Evangelio con palabras y obras.

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Tercera parte

Espacio de reflexión y oración personal

Textos para la reflexión-meditación

 Dios viene en persona y os salvará (Is 35,1-6)

¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca,


alégrese y florezca la estepa!
¡Sí, florezca como el narciso,
que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan los brazos débiles,
robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados:
"¡Sean fuertes, no teman:
ahí está su Dios!
Llega la venganza, la represalia de Dios:
él mismo viene a salvarlos".
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Porque brotarán aguas en el desierto
y torrentes en la estepa.

 Mt 11,2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus
discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". Jesús
les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los
paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y
la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de
tropiezo!". Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la
multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué
fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven
en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y
más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti,
para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que
Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que
él.

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 María estrella de la esperanza (Spe Salvi 49-50)

Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más de mil años, la Iglesia saluda a
María, la Madre de Dios, como «estrella del mar»: Ave maris stella. La vida humana es un
camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el
mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros
que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han
sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por
antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él
necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo,
ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para
nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a
Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo
carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?

Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en
Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana,
« la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas
Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su
descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el
ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de
Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse
realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta
misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra »
(Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a
tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la
esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu
Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocías también las
afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios en este mundo.
Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los ángeles que llevaron la
buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de
Dios en este mundo. El anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu corazón (cf.
Lc 2,35), del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó
después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la
nueva familia que Él había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los
que hubieran escuchado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27s). No obstante toda la grandeza
y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret
experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el « signo de contradicción » (cf. Lc
4,28ss). Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente
fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un
fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero
de David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra: « Mujer, ahí tienes a tu hijo » (Jn
19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre
de una manera nueva: madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La
espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el
mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo
en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el
momento de la anunciación: « No temas, María » (Lc 1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu
Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste una vez más
estas palabras en tu corazón. A sus discípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo: «
Tened valor: Yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). « No tiemble vuestro corazón ni se
acobarde » (Jn 14,27). « No temas, María ». En la hora de Nazaret el ángel también te dijo:

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« Su reino no tendrá fin » (Lc 1,33). ¿Acaso había terminado antes de empezar? No, junto a
la cruz, según las palabras de Jesús mismo, te convertiste en madre de los creyentes. Con
esta fe, que en la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza de la esperanza, te has ido
a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón
y te ha unido de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús
mediante la fe. Así, estuviste en la comunidad de los creyentes que en los días después de la
Ascensión oraban unánimes en espera del don del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14), que
recibieron el día de Pentecostés. El « reino » de Jesús era distinto de como lo habían podido
imaginar los hombres. Este « reino » comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por
eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa
María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos
el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.

 Decreto Ad gentes 21

La Iglesia no está verdaderamente fundada, ni vive plenamente, ni es signo perfecto de


Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente
dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en la mentalidad, en la vida y
en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los laicos. Por tanto, desde la fundación
de la Iglesia hay que atender, sobre todo, a la constitución de un laicado cristiano maduro.

Pues los fieles seglares pertenecen plenamente al mismo tiempo, al Pueblo de Dios y a la
sociedad civil: pertenecen al pueblo en que han nacido, de cuyos tesoros culturales
empezaron a participar por la educación, a cuya vida están unidos por variados vínculos
sociales, a cuyo progreso cooperan con su esfuerzo en sus profesiones, cuyos problemas
sienten ellos como propios y trabajan por solucionar, y pertenecen también a Cristo, porque
han sido regenerados en la Iglesia por la fe y por el bautismo, para ser de Cristo por la
renovación de la vida y de las obras, para que todo se someta a Dios en Cristo y, por fin, sea
Dios todo en todas las cosas.

La obligación principal de éstos, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben


dar con la vida y con la palabra en la familia, en el grupo social y en el ámbito de su
profesión. Debe manifestarse en ellos el hombre nuevo creado según Dios en justicia y
santidad verdaderas. Han de reflejar esta renovación de la vida en el ambiente de la sociedad
y de la cultura patria, según las tradiciones de su nación. Ellos tienen que conocer esta
cultura, restaurarla y conservarla, desarrollarla según las nuevas condiciones y, por fin
perfeccionarla en Cristo, para que la fe de Cristo y la vida de la Iglesia no sea ya extraña a la
sociedad en que viven, sino que empiece a penetrarla y transformarla.

Únanse a sus conciudadanos con verdadera caridad, a fin de que en su trato aparezca el
nuevo vínculo de unidad y de solidaridad universal, que fluye del misterio de Cristo.
Siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de vida y de trabajo, obligación que
urge más, porque muchos hombres no pueden oír hablar del Evangelio ni conocer a Cristo
más que por sus vecinos seglares. Más aún, donde sea posible, estén preparados los laicos a
cumplir la misión especial de anunciar el Evangelio y de comunicar la doctrina cristiana, en
una cooperación más inmediata con la Jerarquía para dar vigor a la Iglesia naciente.

Los ministros de la Iglesia, por su parte, aprecien grandemente el laborioso apostolado


activo de los laicos. Fórmenlos para que, como miembros de Cristo, sean conscientes de su
responsabilidad en favor de todos los hombres; instrúyanlos profundamente en el misterio de
Cristo, inícienlos en métodos prácticos y asístanles en las dificultades, según la constitución
Lumen Gentium y el decreto Apostolicam Actuositatem.

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Observando, pues, las funciones y responsabilidades propias de los pastores y de los laicos,
toda Iglesia joven dé testimonio vivo y firme de Cristo para convertirse en signo brillante de
la salvación, que nos vino a través de El.

 Lumen fidei 18 (Creemos en Cristo cuando lo acogemos)

La plenitud a la que Jesús lleva a la fe tiene otro aspecto decisivo. Para la fe, Cristo no es
sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel
con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el
punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver. En muchos
ámbitos de la vida confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros.
Tenemos confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da
la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal. Tenemos
necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se
presenta como aquel que nos explica a Dios (cf. Jn 1,18). La vida de Cristo —su modo de
conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con él— abre un espacio nuevo a la
experiencia humana, en el que podemos entrar. La importancia de la relación personal con
Jesús mediante la fe queda reflejada en los diversos usos que hace san Juan del verbo
credere. Junto a « creer que » es verdad lo que Jesús nos dice (cf. Jn 14,10; 20,31), san Juan
usa también las locuciones « creer a » Jesús y « creer en » Jesús. « Creemos a » Jesús
cuando aceptamos su Palabra, su testimonio, porque él es veraz (cf. Jn 6,30). « Creemos en
» Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él,
uniéndonos a él mediante el amor y siguiéndolo a lo largo del camino (cf. Jn 2,11; 6,47;
12,44).

Para que pudiésemos conocerlo, acogerlo y seguirlo, el Hijo de Dios ha asumido nuestra
carne, y así su visión del Padre se ha realizado también al modo humano, mediante un
camino y un recorrido temporal. La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su
resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en
nuestra historia. La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de
la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios
a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacía sí; y esto lleva al cristiano a
comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra.

 Visitación (Lc 1,39-56)


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una
ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó
Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu
Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis
oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se
cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! Y dijo María: "Engrandece mi
alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la
humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y
su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza
de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados
de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los
ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como había
anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María
permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

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Cuarta parte

Espacio de oración final

Canto: Tu Señor, me llamas

Tu Señor, me llamas,
tu Señor me dices:
“Ven y sígueme”
Señor, contigo iré,
Señor, contigo iré.

Dejaré en la orilla mis redes, Dejaré mi hacienda y mis bienes,


cogeré el arado contigo Señor, donaré a mis hermanos mi tiempo y mi afán;
guardaré mi puesto en tu senda, por mis obras, sabrán que tú vives,
sembraré tu palabra en mi pueblo, con mi esfuerzo; abriré nuevas sendas,
y brotará y crecerá. de unidad y fraternidad.
Señor, contigo iré... Señor, contigo iré...
Tú Señor, me llamas... Tú Señor, me llamas...

Oración final
¡Vamos, levantaos,
se acerca vuestra liberación! ¡Ánimo, levantaos
Hay signos a vuestro alrededor. y permaneced despiertos!
¿No lo veis en el pueblo, en el barrio, No se embote la mente
en la fábrica, en la comunidad, o desboque el corazón
en vuestra propia casa con tanta preocupación sobreañadida:
y en vosotros mismos, si ir más lejos? qué os pasará y qué haréis,
Restregaos los ojos, cuánto ganaréis y gastaréis,
Mirad con esperanza el horizonte, cuándo sucederá y por qué,
escuchad las buenas noticias, cómo escaparéis de la red de la moda
dejaos despertar por la brisa. o de la fiebre de las rebajas.
¡Dios está cerca! Nadad contra corriente.
¡Dios está cerca!
¡Venga, levantaos,
alzad la cabeza! ¡Hala, levantaos,
La gente se angustia por todo y poneos en marcha con ilusión renovada!
y anda sin aliento, dando tumbos Otead el horizonte.
de acá para allá, viviendo sin vivir, Vivid atentos a los susurros,
echando a perder su vida. a los lloros, gritos y risas
Se desvive con fuegos fatuos, de la humanidad entera.
en espejismos de desierto, Dios está cerca.
en vagas añoranzas. Brotad a la vida.
Recobrad el aliento. Dejad lo vano y lo estéril.
¡Dios está cerca! Pedid fuerza para la espera.
¡Dios está cerca!

Encuentro - retiro de Adviento. 12

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