Escuela de Agentes de Pastoral - Retiro de Adviento
Escuela de Agentes de Pastoral - Retiro de Adviento
Escuela de Agentes de Pastoral - Retiro de Adviento
Diócesis de Plasencia
ENCUENTRO - RETIRO
DE
ADVIENTO 2013
Introducción
Primera parte: Espacio de oración inicial
Segunda parte: Espacio de iluminación o reflexión sobre el Adviento
Tercera parte: Espacio de reflexión y oración personal
Cuarta parte: Espacio de oración final
Introducción
1. Uno de los fines del Vaticano II es valorizar la conciencia misionera de los cristianos y promover
por todos los medios que las personas entren en el seno de la Iglesia. El proemio del Decreto sobre
la liturgia sagrada relaciona esto con la restauración y fomento de la liturgia en la Iglesia.
La celebración de la liturgia tiene una fuerza misionera sorprendente. Sabemos que por voluntad del
mismo Cristo el camino donde se realiza el encuentro entre él y la persona incluye esencialmente
los sacramentos, el sacrificio, la jerarquía y la comunidad. El culto que la Iglesia rinde a Dios es
precisamente lugar por excelencia del encuentro determinado por el mismo Dios entre la persona,
en comunidad sagrada y Dios. Procurar esto ha de ser objeto de la acción misionera y pastoral.
2. El presente retiro de Adviento como su mismo nombre indica está concebido desde una Iglesia
para la misión. La espiritualidad misionera de estas reflexiones parte de los distintos discursos del
papa, de recomendaciones de nuestro obispo, extracto de los Lineamenta para el Sínodo de los
Obispos sobre la nueva evangelización que el mismo nos envió a todos, y de otras instancias con
experiencias ya en marcha en nuestra Iglesia diocesana que pueden ayudarnos a iluminar nuestro
caminar pastoral.
Primera parte
Palabra de Dios
Del libro del profeta Isaías
El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz
brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual
la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba y la pinga
de su hombro - la vara de su tirano - has roto, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea
con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura
Padrenuestro
Segunda parte
El adviento nos ayuda a descubrir cómo auscultar el latido de Dios en una pastoral de
misión, de ese Dios que al encarnarse asumió la realidad humana para redimirla. En
general, sin negar lo mucho bueno y positivo, la misma dimensión religiosa se vive
como algo íntimo y privado de gente piadosa.
Nos encontramos por tanto en un momento crucial en el que hemos de pasar de una
pastoral de cristiandad a una pastoral misionera.
Vivir al aire de Jesús. Vivir el Espíritu de Jesús nos dice el papa. No hay espiritualidad
evangélica sino desde la espiritualidad de Jesús. Y Jesús se da un aire al Padre, tiene su
Espíritu.
Para ser misioneros, nos ha dicho nuestro obispo, primero hay que ser discípulos. Sólo el
discipulado sitúa en la misión a los discípulos a los que el Señor les dijo: “Id al mundo
entero y anunciad el Evangelio”.
La gente, el pueblo, la vida se constituyen para el apóstol el lugar desde el que Dios
habla y marca el camino. No hay mayor modo de vida que entrar en el idioma de la
encarnación, porque así es como el Señor ha dicho el amor, en su humanidad.
Corremos el riesgo de una cierta inmigración interior ante unos resultados muchas veces
frustrantes. Una auténtica espiritualidad misionera nos obliga a renunciar a toda forma
Que la vida y la verdad pasen por nuestro corazón. Haber experimentado es lo que
manifiesta nuestra espiritualidad.
A los jóvenes argentinos les dijo el papa: “Es un escándalo que Dios haya venido a
hacerse uno de nosotros, es un escándalo que Dios haya muerto en la cruz. La cruz sigue
siendo escándalo, pero es el único camino seguro el de la cruz, el de Jesús, la
encarnación de Jesús”.
Con el Evangelio en la mano hay que hacer la gran revolución del amor, de la esperanza,
de la alegría, el gusto por la vida. Frases como las que siguen nos hacen pensar: “la
Iglesia no puede quedarse mirándose el ombligo”, “No se puede balconear la fe”, “Hay
que ser revolucionario en el mejor sentido”.
En definitiva una dinámica centra en Jesucristo. Apenas pisó tierra brasileña dijo: “no
tengo oro ni plata pero traigo conmigo lo más valioso, Jesucristo. Vengo en su nombre
para alimentar la llama del amor fraterno que arde en todo corazón”.
El papa está proclamando la necesidad de sustituir el “chip”. Nos está diciendo que en
lugar de pedalear a peñón fijo debemos aprender a pedalear con el cambio de marchas.
En concreto habrá que ver y estudiar lo que está ocurriendo en todo el proceso de
iniciación en la fe y qué papel están desempeñando los sacramentos en dicho proceso.
Por favor, nos sigue diciendo, no licúen la fe en Jesucristo, hay licuado de naranja,
licuado de banana, pero por favor, no me tomen licuado de fe, la fe es entera, no se licúa.
Es la fe de Jesús, la fe en Jesús, en el Hijo de Dios hecho hombre que nos amó y murió
por mí.
Podría pensarse que las reformas a las que hemos aludido ya fueron realizadas por el
Vaticano II y por tanto que se trataría solo de algunos retoques. Pero los buenos
Encuentro - retiro de Adviento. 4
historiadores reconocen que muchos de los cambios que pidió el Concilio todavía no se
han realizado a causa de las resistencias que hay; es decir, a falta de conversión personal
y comunitaria.
A veces hasta con lenguajes ampulosos y sueños de grandeza que tanto mal hacen y son
tan opuestos a la cercanía propia de Jesús y del Evangelio. Hay que apostar por la
cercanía y la acogida.
La Iglesia que nos presenta el papa no es una Iglesia fría de despachos oficiales. La
Iglesia debe acoger con afecto a toda persona que llama a su puerta.
Los sacerdotes antes que administrar sacramentos o dar catequesis deberían ser
sacramentos del Padre. Estamos llamados a promover la cultura del encuentro, “lluvia
mansa que cae poco a poco y empapa la tierra” (Is 55,10) lo que más destaca es la
hermosura de los hermanos unidos.
Tampoco quiere, el papa, personas tristes en su Iglesia. El papa quiere que esta alegría
esté bien cimentada en la resurrección de Jesús.
Dentro de las instituciones de la Iglesia queda aún mucho lastre generado por los
mecanismos de poder y de los esquemas de grandeza que fueron asumidos y asimilados
en siglos pasados. Las apariencias de grandeza y aparatosidad se convierten en un serio
obstáculo para la fe de mucha gente.
En el camino del calvario Pilato se lava las manos, el Cireneo, y María y las mujeres le
ayudaron a llevar la cruz.
En el viaje el papa se instaló en las periferias, en una favela, oliendo la miseria, palpando
la pobreza, allí donde se mastica la indignidad fruto de la injusticia.
Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades,
demasiado pobre para responder a las inquietudes, lejana de sus necesidades, demasiado
fría para con los pobres, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje
rígido. Tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado,
insuficiente para las nuevas cuestiones, quizás la Iglesia tenía respuesta para la infancia
de la persona pero no para su edad adulta.
A. Vayan
Los cristianos hemos confundido el verbo ir y el verbo venir: “que vengan a misa porque
para eso hemos tocado las campanas, que vengan a inscribirse si quieren bautizar a sus
hijos, que vengan a la oficina para arreglar los papeles para el matrimonio; y a los que no
pueden venir porque han muerto, que nos los traigan”.
“Vayan haciendo realidad las palabras de Isaías: ‘Ensancha el espacio de tu tienda, hinca
tus estacas, alarga tus cuerdas porque te extenderá a derecha e izquierda, tu descendencia
heredará naciones y poblará ciudades desiertas’ (Is 54,2-3)”
Nos invita, el papa, a una pastoral más arriesgada, más comprometida, más agresiva.
Cristianos con sabor a invernadero tienen poco que decir al mundo de hoy. La fe es una
llama que se hace más viva cuanto más se comparte.
B. Sin miedo
C. Para servir
El papa está marcando el camino para el siglo XXI. Pero este camino tenemos que
recorrerlo todos y cada uno de nosotros con la fuerza del Espíritu.
Habrá que partir de un discernimiento a traves del cual descubrimos los escenarios y
ambientes tanto de los sectores más cercanos como de los más alejados con una cercanía
a los problemas y a la vida de las personas.
Hablar con un lenguaje que sea inteligible y significativo de la fidelidad a Dios y a las
personas.
Y todo ello teniendo en cuenta la particular vocación de las personas que han de dar
razón de su fe con alegría y fervor, confianza y libertad.
Mt 11,2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus
discípulos para preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". Jesús
les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los
paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y
la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de
tropiezo!". Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la
multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué
fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven
en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y
más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti,
para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que
Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que
él.
Con un himno del siglo VIII/IX, por tanto de hace más de mil años, la Iglesia saluda a
María, la Madre de Dios, como «estrella del mar»: Ave maris stella. La vida humana es un
camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el
mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros
que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han
sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por
antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él
necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo,
ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para
nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a
Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo
carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?
Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en
Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana,
« la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas
Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su
descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el
ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de
Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse
realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta
misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra »
(Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a
tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la
esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu
Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocías también las
afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios en este mundo.
Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los ángeles que llevaron la
buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de
Dios en este mundo. El anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu corazón (cf.
Lc 2,35), del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó
después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la
nueva familia que Él había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los
que hubieran escuchado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27s). No obstante toda la grandeza
y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret
experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el « signo de contradicción » (cf. Lc
4,28ss). Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente
fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un
fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero
de David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra: « Mujer, ahí tienes a tu hijo » (Jn
19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre
de una manera nueva: madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La
espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el
mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo
en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el
momento de la anunciación: « No temas, María » (Lc 1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu
Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste una vez más
estas palabras en tu corazón. A sus discípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo: «
Tened valor: Yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). « No tiemble vuestro corazón ni se
acobarde » (Jn 14,27). « No temas, María ». En la hora de Nazaret el ángel también te dijo:
Decreto Ad gentes 21
Pues los fieles seglares pertenecen plenamente al mismo tiempo, al Pueblo de Dios y a la
sociedad civil: pertenecen al pueblo en que han nacido, de cuyos tesoros culturales
empezaron a participar por la educación, a cuya vida están unidos por variados vínculos
sociales, a cuyo progreso cooperan con su esfuerzo en sus profesiones, cuyos problemas
sienten ellos como propios y trabajan por solucionar, y pertenecen también a Cristo, porque
han sido regenerados en la Iglesia por la fe y por el bautismo, para ser de Cristo por la
renovación de la vida y de las obras, para que todo se someta a Dios en Cristo y, por fin, sea
Dios todo en todas las cosas.
Únanse a sus conciudadanos con verdadera caridad, a fin de que en su trato aparezca el
nuevo vínculo de unidad y de solidaridad universal, que fluye del misterio de Cristo.
Siembren también la fe de Cristo entre sus compañeros de vida y de trabajo, obligación que
urge más, porque muchos hombres no pueden oír hablar del Evangelio ni conocer a Cristo
más que por sus vecinos seglares. Más aún, donde sea posible, estén preparados los laicos a
cumplir la misión especial de anunciar el Evangelio y de comunicar la doctrina cristiana, en
una cooperación más inmediata con la Jerarquía para dar vigor a la Iglesia naciente.
La plenitud a la que Jesús lleva a la fe tiene otro aspecto decisivo. Para la fe, Cristo no es
sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel
con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el
punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver. En muchos
ámbitos de la vida confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros.
Tenemos confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da
la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal. Tenemos
necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se
presenta como aquel que nos explica a Dios (cf. Jn 1,18). La vida de Cristo —su modo de
conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con él— abre un espacio nuevo a la
experiencia humana, en el que podemos entrar. La importancia de la relación personal con
Jesús mediante la fe queda reflejada en los diversos usos que hace san Juan del verbo
credere. Junto a « creer que » es verdad lo que Jesús nos dice (cf. Jn 14,10; 20,31), san Juan
usa también las locuciones « creer a » Jesús y « creer en » Jesús. « Creemos a » Jesús
cuando aceptamos su Palabra, su testimonio, porque él es veraz (cf. Jn 6,30). « Creemos en
» Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él,
uniéndonos a él mediante el amor y siguiéndolo a lo largo del camino (cf. Jn 2,11; 6,47;
12,44).
Para que pudiésemos conocerlo, acogerlo y seguirlo, el Hijo de Dios ha asumido nuestra
carne, y así su visión del Padre se ha realizado también al modo humano, mediante un
camino y un recorrido temporal. La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su
resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en
nuestra historia. La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de
la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios
a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacía sí; y esto lleva al cristiano a
comprometerse, a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra.
Tu Señor, me llamas,
tu Señor me dices:
“Ven y sígueme”
Señor, contigo iré,
Señor, contigo iré.
Oración final
¡Vamos, levantaos,
se acerca vuestra liberación! ¡Ánimo, levantaos
Hay signos a vuestro alrededor. y permaneced despiertos!
¿No lo veis en el pueblo, en el barrio, No se embote la mente
en la fábrica, en la comunidad, o desboque el corazón
en vuestra propia casa con tanta preocupación sobreañadida:
y en vosotros mismos, si ir más lejos? qué os pasará y qué haréis,
Restregaos los ojos, cuánto ganaréis y gastaréis,
Mirad con esperanza el horizonte, cuándo sucederá y por qué,
escuchad las buenas noticias, cómo escaparéis de la red de la moda
dejaos despertar por la brisa. o de la fiebre de las rebajas.
¡Dios está cerca! Nadad contra corriente.
¡Dios está cerca!
¡Venga, levantaos,
alzad la cabeza! ¡Hala, levantaos,
La gente se angustia por todo y poneos en marcha con ilusión renovada!
y anda sin aliento, dando tumbos Otead el horizonte.
de acá para allá, viviendo sin vivir, Vivid atentos a los susurros,
echando a perder su vida. a los lloros, gritos y risas
Se desvive con fuegos fatuos, de la humanidad entera.
en espejismos de desierto, Dios está cerca.
en vagas añoranzas. Brotad a la vida.
Recobrad el aliento. Dejad lo vano y lo estéril.
¡Dios está cerca! Pedid fuerza para la espera.
¡Dios está cerca!