Se Perfecto

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Día 1: Sé perfecto.

Mandamiento 11: Sé perfecto


Pregunta de estudio.
P: Moisés desechó todos los tesoros de Egipto para servir a Dios y para liberar a su pueblo de la
esclavitud. Dios lo comisionó y lo envió a Faraón, pero en el camino, ¿Por qué Dios le salió al
encuentro en una posada y quiso matarlo?

R: Dios le apareció a Moisés en el desierto y lo comisionó para regresar a Egipto y tratar con
Faraón. Pero cuando iba por el camino, Dios le instruyó exactamente qué es lo que iba a decir a
Faraón: “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.  Ya te he dicho
que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a
tu hijo, tu primogénito” (Éxodo 4:22-23). En el siguiente texto leemos: “Y aconteció en el camino,
que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo” (Verso 24) ¡Qué frase tan
sorprendente! ¿Por qué Dios tendría tal intención? Basados en lo que sucedió en seguida,
podemos comprender del por qué Dios se desagradó de Moisés.

Dios llamó a Abraham a salir de su tierra y de su parentela para establecer una nueva nación,
a través de la cual, todas las familias de la tierra iban a ser bendecidas. Dios le había dado a
Abraham una señal de ese pacto: la circuncisión. Dios había establecido instrucciones claras
para que esta señal se practicara en todas las generaciones descendientes. Es obvio observar
que Moisés había fallado en practicar esta ordenanza con sus hijos. Y esta falla en aplicar la
circuncisión en sus hijos fue señal de una incompleta circuncisión en su corazón. Si Dios la hubiera
dejado sin tratar, esto hubiera estorbado a su habilidad de representar a la nación de Israel como
“el primogénito de Dios” o para hablar fuertemente a Faraón acerca de su hijo primogénito.

Si nosotros hemos de tener corazones perfectos, debemos exponer a la luz de la verdad de


Dios todos los deseos secretos y actividades y lavarlos con la Palabra de Dios.

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Cualidad de carácter relacionada
Sinceridad vs. Hipocresía
Sinceridad es ser tan genuinos internamente como lo demostramos ser externamente.

La palabra sincera, viene del latín sincerus, la cual significa: “Completo, puro, genuino”. Esta
palabra se deriva de: “Sem” que significa: “Uno” y “cerus” del verbo que significa: “El crear”. Ser
sinceros significa: sin duplicidad, que no planea engaño. La manifestación más grande de la
duplicidad es Satanás y sus mensajeros, quienes se aparecen como ángeles de luz, pero que en
realidad son muerte y son tinieblas (ver 2 Corintios 11:13-15).

La palabra hebrea para sinceridad es tamiym, lo cual significa: “completo, entero, teniendo
integridad, sano, completamente de acuerdo a la verdad y a los hechos”. La palabra griega
heilikrines es traducida “sincero” y se compone de dos palabras griegas: “heile” que significa: “los
rayos del sol”, y krino, que significa: “Juzgar”. El significado literal de sinceridad puede describirse
como: “hallar nuestras acciones y nuestras vidas puras, juzgados ante los rayos de luz. El Señor
Jesús explicó: “Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que
sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:20).

Las recompensas de la sinceridad. Dios siempre busca corazones sinceros y perfectos a través
de los cuales pueda demostrar Su sabiduría y poder: “Porque los ojos de Jehová contemplan
toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2
Crónicas 16:9). Esta frase fue mencionada al rey Asa, quien ganó una gran batalla cuando confió
en el Señor, pero sufrió una gran derrota cuando se alió a un ejército militar.Pablo descubrió que
cuando confiaba en el Señor con todo su corazón, aun cuando era débil, experimentaba el
poder de Dios. El Señor le dijo: “…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad…” (2 Corintios 12:9).

La clave de la sinceridad. La otra palabra del Nuevo Testamento empleada es perfecto la


cual es katartizo, que significa: “haber sido completado, reparado, ajustar, poner en orden”.
Pedro escribió: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo,
después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y
establezca” (1 Pedro 5:10).

Dios hace pasar a todos los creyentes a través de tribulaciones para exponer los defectos e
imperfecciones; y cuando los creyentes dan gracias a Dios por estas tribulaciones y se regocijan
en los propósitos por los cuales Dios las trajo; Él les da una medida correspondiente del poder del
Espíritu Santo y un perfeccionamiento del fruto del Espíritu en la vida del creyente (ver 1 Pedro
4:12-13).

Evaluación personal: ¿Qué tan sincero soy?


• ¿Eres tú el mismo interiormente, como lo eres exteriormente?

• ¿Ocultas pecados secretos, de la luz de Cristo?

• ¿Juzgas a los demás por cosas en las que tú mismo eres culpable?

• ¿Obedeces tú exteriormente, pero internamente resistes la instrucción?

• ¿Buscas al Señor con todo tu corazón?

• ¿Haces buenas obras para buscar la alabanza de los hombres, o para la gloria de Dios?

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Día 2: Sé perfecto.

Versos Bíblicos de Meditación


En adición a la meditación en Mateo 5:46-48, meditar en los siguientes versos, nos proveerán de
más comprensión y entendimiento del mandamiento de Cristo de: Sé perfecto = crece,
madura.

➢ 2 Crónicas 16:9 “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su
poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”.

➢ Colosenses 1:28–29 “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a


todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo
hombre;  para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa
poderosamente en mí”.

➢ Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación
de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta”.

➢ 1 Juan 3:3 “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él
es puro”.

➢ Filipenses 3:15–16 “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra
cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado,
sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”.

¡Sé perfecto!
¡El mandamiento de ser perfecto suena imposible! A veces cuando hacemos algo incorrecto,
razonamos diciendo: “Bueno, nadie es perfecto”; aún podríamos emplear la Escritura para
apoyar nuestra conclusión: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Así que, ¿Qué es lo que Jesús quiso decir
cuando nos dio el mandamiento?

Mandamiento once:
“Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo
5:48).

Sin duda, nuestra dificultad con este mandamiento es por causa del entendimiento que
tenemos de la palabra perfecto. La palabra en español significa: “estar sin errores o
desperfectos”. Por ejemplo, nosotros decimos que una persona ganó una calificación “perfecta”
al responder a todas las preguntas correctamente.

La palabra griega para perfecto, que el Señor Jesús empleó en este mandamiento, tiene un
significado diferente. Es la palabra teleios, que significa: “completo” o “terminado”. Esto viene de
la palabra telos, la cual incluye el significado de alcanzar la meta, cumplir el propósito de uno,
llegar a ser un adulto maduro, en vez de permanecer espiritualmente inmaduros como niños.

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Pablo emplea esta misma palabra cuando explica a los creyentes que Dios ha establecido a
varios líderes en la iglesia para: “…perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto [teleios], a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo” (Efesios 4:12-13).

Crecer en madurez se logra cuando nosotros somos conformados a la “imagen misma” de


Jesucristo a través de Sus mandamientos.

El término “imagen misma” es una traducción de la palabra griega “charakter” (Hebreos 1:3).
El Señor Jesús nos revela su carácter y verdadera naturaleza por medio de Sus mandamientos. Por
lo tanto, Él nos promete: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el
que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21).

Cada uno de los mandamientos de Cristo contiene una sabiduría infinita y un gran poder.
Cuando comencé a memorizar muchos de ellos a través del Sermón del Monte y a aplicarlos a mi
vida, muchas cosas sorprendentes comenzaron a ocurrirme. Mis calificaciones escolares
comenzaron a mejorar sorprendentemente. Dios me proveía dinero en cantidades exactas en
respuesta a muchas de mis oraciones. Experimenté una limpia conciencia y logré perdonar a mis
ofensores.

Conforme compartí estas y otras recompensas con algunos jóvenes que fueron parte de las
pandillas en las calles de Chicago y con grupos de jóvenes cristianos, comencé a ver resultados
permanentes en sus vidas.

¿Qué compromisos has hecho ante el Señor? ¿Has podido mantener esos compromisos? Si no,
entonces serás animado por el correo electrónico de mañana.

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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Día 3: Sé perfecto.

¡Da el paso más importante!


Mi mayor satisfacción es observar a jóvenes y adultos madurar espiritualmente. Mi mayor
tristeza es mirar a cristianos que en un tiempo estuvieron dedicados, pero que ahora rechazan los
compromisos bíblicos. ¿Qué es lo que ocasiona que un creyente le dé la espalda a aquello que
ha aprendido y recibido de Dios?

Los compromisos son buenos, pero estos tienden a no permanecer, a no ser que estén
basados en decisiones fundamentales.

Una de las razones ocultas del por qué los compromisos no se pueden sostener por mucho
tiempo la tenemos en la historia del joven rico. Este hombre tenía fuertes compromisos con
relación a los mandamientos de Dios. Cuando el Señor Jesús le mencionó algunos de ellos, el
joven inmediatamente afirmó: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud” (Mateo 19:20).

El Señor Jesús, fijando sus ojos en él, “lo amó” y le dijo: “Si quieres ser perfecto [teleios], anda,
vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo
19:21). Estas instrucciones constituían una rendición total e incondicional.

Cuando el joven escuchó este requisito, “…se fue triste, porque tenía muchas
posesiones” (Mateo 19:22). Este hombre estaba dispuesto a hacer compromisos, pero no estaba
dispuesto a rendir total e incondicionalmente su vida y todo lo que tenía a Jesucristo.

Los compromisos están basados en nuestro control y bajo condiciones. Una entrega total e
incondicional está basada en el control de Dios.

Cuando Jesús escogió a sus discípulos, Él no les pidió que hicieran un compromiso para
abandonar todas las cosas y le siguieran por los próximos años. Él les requirió que dejaran todo,
tomaran su cruz, y lo siguieran el resto de sus vidas, sin importar el precio.

Inclusive, los requisitos que Jesús le dio al hombre rico, tenían una base razonable, ya que por
ser miembro de la nación de Israel, estaba dentro del pacto que lo obligaba a “amar a su
prójimo como a sí mismo”. Este fue uno de los mandamientos que Jesús le mencionó y al que el
hombre contestó haber guardado (ver Levítico 19:18).

Esta misma instrucción se nos da a nosotros. Se nos urge a rendir totalmente nuestros cuerpos
como sacrificios vivos, y luego somos retados a “distribuir para las necesidades de los santos” (ver
Romanos 12:1-2, 13).

Recientemente le pregunté a una joven de 22 años acerca de cómo iba su caminar con el
Señor. Ella respondió: “No muy bien, no recibo mucho de mi lectura bíblica diaria, y estoy ansiosa
acerca de mi futuro”. Ella había establecido varios compromisos, pero no había rendido
totalmente su vida al Señor. Ese día ella lo hizo. Cuando le pregunté al siguiente día cómo se
sentía, exclamó diciendo: “¡Tengo una nueva libertad!”

¿Has hecho algún compromiso que no has podido guardar por razón de que no has
entregado toda tu vida al Señor Jesucristo? Te insto a hacerlo ahora, ya que es solamente por
medio de nuestra rendición total, que experimentaremos éxito.

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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¡Sé perfecto en el amor!
A través de los años, he preguntado a muchos jóvenes si aman al Señor, y ellos me aseguran que lo
aman. Luego les pregunto si ya han rendido totalmente sus vidas al Señor, y es ahí cuando me
responden “no”. Todavía los detienen tesoros, planes, metas, deseos o pasiones, las cuales tienen
temor de ceder a Dios.

Su amor por el Señor es solamente en palabra, porque cuando verdaderamente se ama a los
demás, se tiene el deseo ardiente de darles todo lo que tenemos, aun hasta llegar a poner nuestra
vida por ellos.

La evidencia de un amor imperfecto es temor, porque “…el perfecto amor echa fuera el
temor…” (1 Juan 4:18).

¿Qué es entonces a lo que le tememos? ¡En muchos casos tememos perder el control! ¿Te has
preguntado alguna vez por qué la nación de Israel conquistó a las naciones paganas con el poder de
Dios, pero luego se volvieron y adoraron a los dioses paganos de esas naciones? ¿Por qué iban a servir
a dioses que eran incapaces de libertar a las personas que confiaban en ellos?

La respuesta es significativa: a nosotros nos gusta adorar a dioses a quienes podemos controlar. Un
dios conquistado entra en esta calificación. Nosotros tendemos a crear dioses que nos permitirán
hacer lo que nosotros queremos.

Sin embargo, las cosas que nuestra antigua naturaleza deseaba, nos traen desilusión, aburrimiento
y destrucción. El dilema tiene sus bases en la enseñanza de Cristo:

“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, y del evangelio, la salvará” (Marcos 8:35).

Ayer mencioné de una joven que encontró una libertad nueva al rendir su vida totalmente. Pero
unos días después de su entrega total, me contó que estaba experimentando una disminución de la
libertad que había tenido al principio. Le expliqué que tan pronto como rendimos nuestras vidas al
Señor, Dios comienza a obrar en áreas específicas, tratando con ellas una a una. Ella me sonrió y me
dijo: “Eso es exactamente lo que me está pasando”.

Este es el punto en el cual los compromisos estarían en orden. Dios quiere que le entreguemos
nuestros amigos, dinero, agenda, ambiciones, reputación, matrimonio y posesiones. Pablo
confiadamente dice: “…porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para
guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).

Dios me pidió que le diera cada una de estas áreas de mi vida, y fue una lucha el dejarlas ir. Sin
embargo, conforme lo hacía, mi fe crecía. Al tiempo, el Señor me devolvió las cosas que le había
entregado, pero de maneras inesperadas. Por ejemplo, yo le entregué mi dinero, y el Señor comenzó
a proveer para mis necesidades en cantidades de dinero exactas en respuesta a mis oraciones.
Cuando le cedí mis amigos, ellos me abandonaron, pero fue así como me enseñó a hacer discípulos.
Sin embargo, lo que fallé en entregarle al Señor, al tiempo lo perdí de todas maneras, lo cual me
causó tristeza.

Mi apelación a ti es que rindas totalmente cada área de tu vida a Dios como una expresión de
amor perfecto.

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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Día 4: Sé perfecto.

¡Sé perfecto en buenas obras!


Una de las preguntas más dolorosas que puedes hacer a los adolescentes es: “¿Qué es lo que
planeas hacer con tu vida?” Para muchos de ellos, escuchar esta pregunta es como una descarga de
realidad combinada con el temor a fracasar; entre tanto responden sin vacilar: “No, yo no sé”.

La mayoría de estos jóvenes a quienes planteo esta pregunta, son creyentes que desean seguir al
Señor. Sin embargo, cuando se trata de conocer “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
para sus vidas, ellos son inmaduros. No están conscientes de la maravillosa realidad que hay detrás de
su nacimiento.

Cada persona fue primeramente creada en el corazón de Dios para hacer grandes cosas, y luego
es formada en el vientre de su madre para desarrollar esas obras.

Esta maravillosa verdad fue revelada a Jeremías cuando Dios le dijo: “Antes que te formase en el
vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué” (Jeremías 1:5).

La palabra hebrea “conocer” es una expresión de conocimiento íntimo y de interacción. Esta es la


misma palabra que se emplea para describir la unión de un esposo con su esposa en la relación de
una misma carne, por ejemplo: “conoció Adán a su mujer Eva” (Génesis 4:1).

La palabra “formé” es la misma palabra para describir la formación del “…hombre del polvo de la
tierra…” (Génesis 2:7). En otras palabras, Dios escogió, en su corazón y en su mente, aquellas grandes
obras que nosotros haríamos, y luego nos diseñó en el vientre de nuestra madre con las características
precisas y con las capacidades perfectas para lograrlas.

Este es el mensaje de Dios en Efesios 2:8-10. Somos salvos por gracia por medio de la fe para
buenas obras, las cuales preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. Nota cómo estas
buenas obras están relacionadas con nuestra perfección.

“Y el Dios de paz…os haga aptos en toda buena obra para que hagáis su voluntad, haciendo Él
en vosotros lo que es agradable delante de Él por Jesucristo…” (Hebreos 13:20-21).

Hay cinco grandes propósitos que Dios quiere que cada uno de nosotros cumplamos o ayudemos
a otros a cumplir. Estos fueron desarrollados en orden en la vida de Adán.

El primero y más importante es establecer y mantener una relación inquebrantable con el Señor. El
segundo propósito es demostrar el amor de Dios y su poder a través de nuestra manera de vivir. El
tercero es desarrollar un mensaje especial en nuestras vidas basado en nuestra obediencia a los
mandamientos de Cristo. El cuarto, es experimentar el éxito de la unidad en el matrimonio y el quinto
es edificar las vidas de nuestros hijos para que sean poderosos en el Espíritu.

Las recompensas por amar los mandamientos de Dios, se nos describen en Salmos 112:1-2:
“Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera.
Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita”.

Busquemos las buenas obras que Dios nos predestinó antes de nuestra formación, con todo nuestro
corazón, mente, alma y fuerzas, para lograrlas y así alcanzar nuevos niveles de madurez.

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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Día 5: Se perfecto.

¡Sé perfecto en discernimiento!


Cuando Dios le dijo a Salomón que le iba a dar lo que pidiera, Salomón podría haber pedido
riquezas, fama, poder o una larga vida, pero en lugar de eso pidió una sola cosa importante que
traería después todas las demás: “Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y
para discernir entre lo bueno y lo malo” (1 Reyes 3:9).

Los creyentes maduros existen en medio de un mundo de bondad o maldad, porque han
ejercitado los sentidos para discernir lo bueno y lo malo.

La escritura describe a los creyentes inmaduros como bebés recién nacidos, los cuales han de
desear la leche espiritual de la Palabra, para que por ella puedan crecer hacia la madurez (1 Pedro
2:2). Conforme maduremos en sabiduría y fe, no sólo vamos a comprender las profundidades de la
Escritura, sino que también entenderemos todo aquello que Dios considera bueno y malo.

La relación entre la madurez espiritual y el discernimiento entre el bien y el mal, se explica


claramente en las Escrituras. Pablo anhelaba siempre compartir las verdades profundas de la sabiduría
de Dios a los nuevos creyentes, pero muchas veces se veía imposibilitado porque eran espiritualmente
inmaduros: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es
niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez [teleios], para los que por el uso
tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:13-14).

Los cristianos inmaduros viven en un mundo entre la luz y las tinieblas. Ellos consideran las cosas
grises como “amorales”.

La vida inmadura conduce a tomar decisiones inmaduras y a las consecuencias de hacer


elecciones necias. El dueño de un laboratorio dental tenía necesidad de un asistente. Por tanto,
entrevistó a una mujer que tenía todas las destrezas técnicas que se requerían y concluyó que era la
persona ideal; sin embargo, su esposa le advirtió que tomara precauciones al emplear a esta mujer.
Ella no podía explicarle las inquietudes que sentía con referencia a la mujer que iba a emplear,
especialmente cuando todo parecía correcto exteriormente, pero aún así, ella urgió a su esposo a
que empleara a otra persona.

Como el esposo necesitaba a un asistente inmediatamente, desechó las inquietudes de su esposa


(discernimiento) y empleó a la mujer que había entrevistado. Conforme transcurrió el tiempo, el
negocio comenzó a perder dinero. Un día, el dueño recibió una llamada telefónica de la policía,
preguntándole si había perdido oro. El hombre fue a examinar inmediatamente el inventario de
materiales dentales y descubrió que su asistente le había estado robando oro y vendiéndolo para su
propio beneficio.

Este fue un hombre de los muchos que han pagado un precio muy alto por su falta de
discernimiento. Un gran paso hacia la madurez es reconocer que Dios dará a tu esposa el
discernimiento que a ti no te dará, para reconocer así, cuán necesaria es ella para tu éxito.

¿Cuántas veces has tomado una decisión en la cual tu esposa ha tenido serias dudas? Dios te dio
a tu esposa para tener balance en tu vida, lo cual se manifiesta claramente en el discernimiento.
Ahora podría ser un buen día para expresar agradecimiento a tu esposa por su rol vital en tu vida de
éxito.

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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Día 6: Sé perfecto.

¡Sé perfecto en la fe!


Nadie sería exitoso en la vida, sin fe. Por fe, se logran desarrollar las grandes obras de Dios, y “…sin
fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Por la fe, Noé edificó el arca. Por la fe Moisés rehusó los
tesoros de Egipto, escogiendo mejor ser maltratado y sufrir aflicción con el pueblo de Dios,
considerando las riquezas de Cristo como más valiosas que todos los tesoros de Egipto (ver Hebreos
11:24-29).

Hay diferentes niveles de fe. La Escritura identifica “un poco de fe”, “aumentar la fe” y “grande
fe” (Mateo 6:30; Lucas 17:5 y Mateo 8:10). La fe aumenta por la Palabra y es perfeccionada al ser
probada y puesta en acción; una fe sin obras está muerta.

La prueba de nuestra fe produce paciencia: “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que
seáis perfectos [teleios] y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4).

¿Cuál es la obra perfecta de la fe y la paciencia? Dios describe el proceso. Nosotros somos


justificados por la fe, y por fe tenemos acceso al trono de gracia de Dios dentro del cual estamos;
también “…nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la
paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones” (Romanos 5:3-5).

“La fe viene por el oír y el oír la Palabra [rhema] de Dios” (Romanos 10:17). Un rhema es un verso o
porción de la Escritura que el Espíritu Santo nos trae a la atención con una aplicación para una
situación especial o necesidad de dirección.

La fe es perfeccionada por obras que son motivadas por rhemas de la Escritura.

Un domingo en la mañana, estaba sentado en la iglesia escuchando a un orador hablar sobre la


importancia de repartir Biblias a los niños de escuela. Estas palabras de la Escritura claramente vinieron
a mi mente: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón” (Mateo 6:19-21).

Fue entonces cuando rendí mi cuenta de banco al Señor. Conforme lo di todo, no quise dinero de
regreso; lo que quise fue más fe. Yo sabía que con fe, podía obtener lo que fuera necesario para
desarrollar las obras de Dios. Los resultados no fueron inmediatos. Es así como debe tener la paciencia
su obra perfecta; sin embargo, en retrospectiva, todo el programa del ministerio del IBLP* es la
recompensa de esa pequeña fe.

Cuando Dios nos da un rhema para actuar conforme al mismo, muchas veces nos lo confirma con
otro rhema, dando cumplimiento a que: “Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto
[rhema]” (2 Corintios 13:1). ¿Qué rhemas te ha dado Dios en los cuales quiere que actúes, para que tu
fe sea perfeccionada por medio de obras y por la paciencia?

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).

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Día 7: Sé perfecto.

¡Sé perfeccionado a través de la debilidad!


El deseo de nuestro Señor Jesucristo para nuestra perfección se describe en su oración: “para que
todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros…Yo en
ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste,
y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:21, 23). En cada creyente,
Dios ha puesto debilidades que están diseñadas para hacernos uno con Cristo.

Aquellos que desconocen sus debilidades personales, tienden a demostrar inmadurez y auto-
confianza; pero aquellos que reconocen sus debilidades dependen los unos de los otros.

La expresión máxima de madurez es demostrar el amor de Dios por el poder del Espíritu Santo. Esto
sucede cuando Dios obra a través de nuestras debilidades. Pablo aprendió esto cuando le pidió a
Dios que le quitara su debilidad. Jesucristo le respondió: “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para
que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en
afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte” (2 Corintios 12:9-10).

La clave para amar a los demás, es reconocer nuestras debilidades y nuestra necesidad de unos
por los otros.

Las relaciones vitales están basadas en el reconocimiento de que cada parte se necesita una a la
otra. Dios diseñó el cuerpo de Cristo para que ningún miembro fuera autosuficiente; inclusive, Dios
atribuyó un honor especial a aquellos miembros que no tienen mucho atractivo (1 Corintios 12:24). Este
también es el caso del matrimonio. Una esposa que busca ser independiente, daña la motivación más
poderosa en su esposo, la cual es cuidar y proteger a su esposa.

Un misionero en Etiopía se paró delante de un grupo de hombres de la tribu local los cuales se
habían convertido en creyentes, y los retó a que alcanzaran a las demás villas alrededor de ellos. Uno
de los hombres que escuchó, sintió que Dios lo estaba llamando para ir a una tribu salvaje que no
había sido alcanzada con el evangelio. Cuando expresó esto al grupo de creyentes, ellos
sorprendidos lo vieron con incredulidad. ¿Cómo era posible que hiciera ese viaje? Pues era paralítico
de ambas piernas.

Él les explicó: “Yo voy a ir al lugar en donde se encuentra esta tribu, usando mis brazos para
arrastrar mi cuerpo”. Los demás le insinuaron que eso era imposible, pero él sintió tan fuerte el llamado
de Dios de ir a esta tribu que una noche salió sin avisarle a nadie. Después de un año, el grupo pensó
que había muerto, pero fue cuando recibieron noticias sorprendentes.

Ciertamente el hombre casi muere en su difícil viaje, pero cuando la tribu a la cual iba, vio que
estaba paralítico, lo recibieron y lo ayudaron a recuperarse. Era la costumbre en esta tribu de
demostrar gran honor a las personas paralíticas, porque en una ocasión gracias a una persona
paralítica la villa se salvó. Aquellos hombres escucharon su mensaje y muchos de ellos aceptaron a
Jesucristo para salvación como resultado de ello. Su debilidad fue el único atributo que Dios empleó
para alcanzarlos.

¿Por qué no escribes en tu diario algunas de tus debilidades, y cómo la fortaleza de Dios se puede
perfeccionar a través de ellas?

“…Sed pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”
(Mateo 5:46–48).
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