Lenguaje Visual
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En este orden de ideas, consideramos conveniente citar a Dondis D.A. (1997; 21)
quien en su Sintaxis de la imagen nos habla de una “alfabetidad visual” para refe-
rirse a hacer y comprender mensajes visuales. Contrapone el autor la alfabetidad
visual de la verbal, indicando que ésta última se construye a partir del aprendizaje
casi intuitivo de las palabras y el lenguaje verbal, y contrasta una alfabetidad visual
que consiste en el aprendizaje de los signos y símbolos que componen el lenguaje Íconos de Macintosh de Susan Kare
escrito. Podemos complementar citando a Costa (2003; 43) quien nos recuerda que
El diseño de estos íconos revolucionó el mundo del com-
las palabras escrito y dibujo provienen de la misma raíz latina graphein, que sig- putador. La posibilidad de prescindir del lenguaje verbal
nifica trazo, trazado. Es así que lo visual se refiere tanto a los signos verbales del escrito e interactuar con la máquina de una manera más
lenguaje escrito, como a los signos de la sintáctica visual no verbal. Añade Dondis intuitiva mediante un lenguaje visual/icónico básico trajo
consigo una avalancha de eventos que conviertieron el
que analizar y/o construir lenguajes visuales con la misma formalidad y rigidez de
entorno digital en un mundo pródigo para la creación
los lenguajes verbales es una tarea difícil, por no imposible, ya que, aún cuando gráfica y plástica.
podemos hablar de una sintáctica visual y de ciertas líneas generales para la cons- Constituyen el ejemplo perfecto de las posibilidades
trucción de composiciones, la comprensión de los mensajes visuales está dada por comunicativas del lenguaje visual.
Sin embargo, se puede decir que existen elementos básicos que son susceptibles
de manipulación y utilización para la creación de claros mensajes visuales, y cuyo
conocimiento puede llevar a una comprensión más clara de dichos mensajes.
En tal sentido, autores como Costa, Mangieri y el mismo Dondis hacen referencia a
dichos elementos categorizándolos de la siguiente manera:
La Letra
Hemos hecho referencia en este texto a la similitud etimológica que comparten los
términos “escrito” y “dibujo”. En este punto, consideramos esa coincidencia como
fundamental para el desarrollo y explicación de la función del lenguaje escrito
dentro de la lectura global de mensajes visuales.
les, herramientas… Estas imágenes son llamadas pictogramas y eran símbolos que Clasificación histórica de la letra
La evolución histórica de la letra (extensa por demás) nos muestra cómo cada
avance es una reinterpretación en la forma de la letra, motivada, en muchos casos,
por los modos de reproducción de cada período histórico particular. Es así como el
serif surge de las terminaciones que producía el cincel sobre la piedra al grabar la
letra, las letras minúsculas del estilo caligráfico conocido como uncial utilizado
por los escribas en los monasterios, la refinación de los caracteres griegos y roma-
nos a partir del perfeccionamiento de la fundición de tipos ocurrida luego del siglo
XV, y la creación de alfabetos caprichosos gracias a las infinitas posibilidades de
la edición digital.
Los tipos de letra poseen, además, características formales que nos permiten agru-
parlas en familias o estilos. Las clasificaciones tradicionales señalan cinco gran-
des grupos: Clásicas (como la Garamond); Transicionales o de transición (Basker-
ville); Modernas (Bodoni); Egipcias (Century) y Sans Serif o Palo Seco (Helvética).
De todas ellas existen múltiples versiones, y algunos autores reconocen hasta once
grupos o familias.
Es así que podemos afirmar que los tipos de letra no solo transmiten el mensaje
verbal implícito en la construcción sintáctica de la frase escrita, sino que además
connotan sentimientos y sensaciones (meta-mensajes) a través de su forma, em-
pleo, manejo de color y del espacio. En palabras del analista de comunicaciones
Mark Rowden (2003), “…cada tipo de letra es la voz de un caracter que, a menudo,
se proyecta más allá del contenido de las palabras escritas… Las formas de las
letras constituyen los medios más importantes y esenciales para comunicar la in-
formación verbal. También transmiten información emocional y estética que tiene
efecto sobre la forma de leer el mensaje verbal”.
Las teorías que tratan de explicar qué es color son complejas y, aunque en el mun-
do occidental existen modelos cromáticos de aceptación casi indiscutible (como
los surgidos a partir del modelo circular hexacromático de Goethe), no es posible
concluir de manera absoluta en una definición de color y de su construcción. No
obstante, la definición científicamente adecuada sugiere que el color como tal no
existe, lo que existe es la percepción de color o impresión sensorial, la cual es un
proceso físico mediante el cual la luz ilumina un objeto y la persona lo interpreta
(Holzschlag, 2002; 14). Si establecemos, entonces, que el color es percepción, que
esta percepción es hecha por personas, y que todas las personas son diferentes,
podríamos concluir en que dicha percepción probablemente será también diferen-
te. Por lo cual podemos decir que, al final, la percepción del color es subjetiva.
En vista a lo expuesto podemos afirmar que el color dentro de las culturas y, más
aún, dentro del campo que nos interesa (la construcción de lenguajes visuales) se
convierte en un elemento sígnico, un signo cuyo campo semántico es cambiante y
móvil. Es en este sentido (el color como productor de significados) que podremos
entender el color dentro de los mensajes visuales.
Con respecto a los elementos no nos extenderemos demasiado. Bastará con definir
que existen varios tipos de elementos compositivos:
- Los elementos conceptuales, llamados así puesto que son sólo posibles
en nuestra mente, existen sólo como concepto o ideas. En palabras de Wucius
Wong “no existen, sino que parecen estar presentes” (1997; 42). Ellos son el
punto, la línea y el plano.
- Los elementos visuales, que surgen al hacer visibles mediante trazos los
elementos conceptuales. Estos trazos tendrán determinadas características y
son, en última instancia, la parte más resaltante de un diseño pues es lo que
realmente vemos. Ellos son la forma, la medida, el color y la textura. De los dos
primeros nos encargaremos con un poco de amplitud más adelante. Mientras
que del color ya hemos hecho los comentarios pertinentes, a la textura le dedi-
caremos breves líneas en lo sucesivo.
Respecto a la forma (la cual surge una vez que los elementos conceptuales han sido
graficados sobre un soporte y que está presente en todo lo visible en tanto que
contornos compactos y compositivos que ocupan un espacio y se diferencian del
fondo), consideramos útil referirnos a sus modos de interrelación. No es el objeto
de este proyecto realizar un tratado o desarrollar en extenso este punto, pero sí
creemos válido recordar cuáles son, ya que estarán presentes en todo momento del
análisis de las imágenes recolectadas.
Una señal es utilizada para muchas cosas: ubicar, resaltar, recordar, identificar,
diferenciar… En nuestro mundo contemporáneo y urbano, cada vez más saturado
de mensajes y personas, las señales cobran vital importancia. Permiten organizar
un mundo cada vez más caótico, ciudades repletas de complejidad en las cuales
los mensajes se yuxtaponen formando una serie interminable de comunicaciones
e indicaciones. Dentro de esta organización la función indicadora es primordial, y
su relación con la señal inequívoca e inseparable. Es así, que indicar puede implicar
el dar a entender una cosa con señales, o mostrar un camino a seguir o una manera
de hacer ciertas cosas.
En el primer caso la señal forma parte del indicador en tanto que acción de de indi-
car, y permite generar significados que pueden ser adjudicados a una cosa, lugar o
institución. Coincidimos con Ronald Shakespear (2003; 94) y vemos aquí las seña-
les en los entornos urbanos como identidad, como parte de una gramática visual
particular de ciertos lugares. En virtud de los objetivos de este proyecto y de las
relaciones con el entorno urbano, veremos en las imágenes de la ciudad que las
señales (entendidas como hemos explicado) permiten al usuario o ciudadano iden-
tificar lugares y diferenciarlos según su función o servicio (públicos o privados,
comerciales o institucionales, religiosos o turísticos, etc.).
En el segundo caso, la señal como guía entra dentro del terreno de lo que en el di-
seño gráfico se conoce como señalética, término castellano sin su correspondien-
te equivalente en el idioma anglosajón y que, en palabras de Joan Costa (1987;
9) es la parte de la ciencia de la comunicación visual que se encarga de estudiar
“…las relaciones funcionales entre los signos de orientación en el espacio y los
comportamientos de los individuos”. Añade Costa que la señalética se ocupa por
igual de regular estas relaciones, proponiéndola, entonces, como una disciplina
organizadora.
Otra diferencia estriba en el hecho de que la señalización está compuesta por sig-
nos universales, conocidos a priori por los usuarios y de seguimiento obligatorio
(como las señales de tránsito), mientras que la señalética se compone de signos
creados a propósito para cada caso particular (aún cuando se recomienda utili-
zar íconos universales) que contienen un elemento autodidáctico, permitiendo al
usuario familiarizarse con ellos hasta conocer sus significados y cuyo seguimiento
es optativo (indicadores de lugar o señalaciones de dirección).
La imagen
Nos hemos referido a la etimología de la palabra imagen señalando que la misma
proviene del término latín imago que significa imitar. En este sentido recordemos
lo dicho con anterioridad y reafirmemos la característica primordial de la imagen:
la representación. Las imágenes representan/recrean objetos, situaciones, perso-
nas, cosas de la vida real.
En un sentido más gráfico o visual (puesto que las imágenes no son sólo visuales,
las hay también literarias o conceptuales), Mangieri (2005; 42) indica que las imá-
genes son parte de procesos de comunicación y significación, son “artificios para La imagen como signo, como símbolo, icónica, figurativa
la representación” (Moles, Janiszewsky, 1990; 124), simulacros. Una misma imagen puede tener diversas lecturas que van
de aceurdo a su tratamiento, connotación, ubicación (en
Las imágenes, entonces, permiten representar o recrear algo que no está presente, un espacio geográfico, cultural, temporal, etc.). Vemos
colocándose en su lugar. Esta función representativa de la imagen es ejercida en así como una simple paloma aporta significados disí-
mayor o menor medida de acuerdo a grados de iconicidad presentes en la misma. El miles en tanto que observamos la fotografía, el dibujo, el
ícono (como ave, como libertad, como paz, etc.).
vocablo ícono proviene del latín eikon y hace alusión a la correspondencia entre
una imagen y su objeto matriz o modelo real (referente).
En este orden de ideas una imagen puede ser altamente icónica (con gran similitud
o parecido a aquello que representa) o sumamente abstracta (no dejan de parecer-
se a su referente, sin embargo son muy esquemáticas y sólo conservan los rasgos
más distintivos).
Las imágenes, además, poseen una gran carga simbólica, pudiendo presentarse
como transmisoras de ideas o conceptos tan abstractos que poco o nada tienen
que ver con el referente original (recordemos ejemplos clásicos como la imagen de
la paloma para simbolizar paz, o la imagen de la manzana mordida para simbolizar
pecado) y que dependen, en todo caso, de convencionalismos culturales o subje-
tividades de quien las interpreta. En consecuencia los símbolos requieren de un
proceso de interpretación que posibilita una infinita cantidad de mensajes a partir
de una misma imagen.
bién la forma de leer estos códigos, a los cuales llamaremos imaginarios. Podemos
entenderlos como la concepción popular y colectiva que se tiene de la realidad
cultural social y política de una comunidad, que puede tener fundamento real o
no (GDLE, 2004) y que se construye en el subconsciente colectivo en forma de
imágenes, símbolos.
Bibliografía
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