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3. Ver José Toribio Medina, Escritores americanos celebrados por Cervantes en el Canto de
Calíope (Santiago de Chile, 1926). Calíope hace notar algunos «señalados varones que en esta
vuestra España viven, y algunos en las apartadas Indias a ella sujetas». La sección de su canto
dedicado a los poetas americanos empieza: «De la región antártica... ». El Canto de Calíope
cervantino es, junto con el Parnaso Atlántico (1608), de Diego Mexía, y Laurel de Apolo, de
Lope de Vega, los que ensalzan los «ingenios americanos».
24 Diana de Armas Wilson
4. Ver los estudios de Rolena Adorno, María Antonia Garcés, Mary Gaylord, Roland Greene,
Walter Mignolo, José Piedra, Nicolás Wey-Gómez, Margarita Zamora. etc.
5. Aunque el género «sátira» -con sus connotaciones de malicia o indignación salvaje- parece
demasiado fuerte aquí, el adjetivo «benévola» califica la sátira. moviéndola hacia la parodia.
Raúl Porras Barrenechea. «Cervantes, La Camacha YMontilla». El Inca Garcilaso en Montilla
(1561-1614) (Lima: San Marcos, 1955), p. 238.
6. La escasez de publicaciones, entre 1492 y 1507, de mapas del Nuevo Mundo (secretos de estado)
Ce"antes y «La materia de América,. 25
no explican tal reticencia. Por un lado. los lectores europeos no mostraron «un gran interés» en
los asuntos americanos, y por otro lado «brillaba por su ausencia el interés en los problemas
americanos en los debates del Concilio de Trento»; ver J. H. Elliot, The Old World and the New
1492-1650 (Cambridge: Cambridge University Press. 1970), pp. 8; 12-14 Y 81.
7. Irving A. Leonard. Books olthe Brave (Cambridge: Harvard University Press, 1949), traducido
por el novelista guatemalteco Mario Monteforte Toledo como Los libros del Conquistador
(México: Fondo de Cultura Económica, 1953).
26 Diana de Armas Wi/son
8. Colón «began with one self-image, derived from chivalric romance». Ver Felipe Fernández-
Armesto, «Social Climbing to the New World», reseña de William D. Phillips Jr., y Carla Rabn
Phillips, The Worlds ofChristopher Columbus, en The New York Times Book Review (15 de
marzo de 1992), p. 29.
9. Según Roland Green, el estilo de las crónicas del Nuevo Mundo muchas veces renovaba la
lengua convencional del petrarquismo para expresar la experiencia colonial de los españoles.
Ver Rolena Adorno, «Literay Production and Suppression: Reading and Writing about Amerin-
dians in Colonial Spanish America», Dispositio, 11,28-29,1-25.
10. Manuel Alvar, «Fantastic Tales and Chronicles of the Indies», traducido al inglés por Jennifer
M. Lang, en René Jara & Nicholas Spadaccini, eds., Amerindian lmages and the Legacy of
Columbus (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1992). Alvar alude al señalamiento de
Stephen Gilman, para quien algunas de las características principales de los libros de caballería
que sirvieron de marco a los detalles y descripciones del Nuevo Mundo. Ver Gilman, «Bernal
Díaz del Castillo and Amadís de Gaula», Studia Philologica (Madrid: Gredos, 1% 1),2:99-114.
11. Ver cap. CLVII, «1>1:1 espantoso y no pensado socorro con que la reina Calafia en favor de los
turcos al puerto de Constantinopla llegó».
Cervantes y «La materia de América.. 27
sus amazonas de la «Isla de Matinino» descrita por Colón (Diario, 13 de
enero de 1943), cambiando su nombre por el más poético de California l2 •
Bien conocida es la comparación caballeresca de Bernal Díaz del Castillo
sobre la primera vista de la ciudad de Tenochtitlán: «y decíamos que parecía
a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las
grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua»l3. Cervantes
-gran crítico de tales encantamientos- nos dice que la ciudad de «la gran
Méjico» era «el espanto del mundo nuevo», y que se parecía a «la gran
Venecia»; es decir, a un encantamiento menos imaginario (El licenciado
Vidriera).
12. Ver Dunn y Kelley, Diario, donde un indio le cuenta a Colón de la «isla de Matinino», que «era
toda poblada de mugeres sin hombres» (13 de enero de 1943; p. 330).
13. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la N:teva España, ed. de J.
Ramírez Cabañas (México: Porrúa, 1967), p. 159. Manuel Alvarsugiere que ..la clave» para las
representaciones españolas de la ciudad de México sobre el agua puede hallarse en el capítulo
XI del Amadís (citado en Gilman, arto cit., p. 11).
28 Diana de Armas Wilson
14. Ver Byron, p. 348. Para el texto completo, ver José Toribio Medina, «Cervantes americanista:
Lo que dijo de los hombres y cosas de América», en Estudios cerllantinos (Santiago de Chile:
Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, 1958), pp. 535-536.
15. Ver el soneto al túmulo de Felipe 11, aunque burlón y atrevido, Cervantes lo consider6la «honra
principal» de sus obras.
16. Ver las palabras sobre América en La española inglesa: « .. .las Indias, común refugio de los
pobres generosos».
17. Jean Canavaggio, Cerllantes, trans J. R. Jones (New York: Norton, 1990), p. 156.
Cervantes y «La materia de América» 29
tan en boga en nuestras universidades- cartas, diarios, testimonios, memo-
randa, cuestionarios, proclamaciones reales, debates teológicos, bulas papa-
les, deposiciones legales, inventarios, ensayos, historias, y poemas épicos l8 •
Sabemos, por ejemplo, que Cervantes leyó una historia americana escrita en
1596 por Fray Agustín Dávila Padilla, sobre la orden predicadora dominica-
na en la provincia de Santiago de Méjico. La comedia cervantina El rufián
dichoso se basa en tal historia. También sabemos que Cervantes leyó una
épica sobre América, la única obra americana que aparece en el escrutinio de
la biblioteca de Don Quijote: La Araucana del soldado-poeta don Alonso de
Ercilla, hombre que vivió, según la crítica «no sólo su edad sino su época, la
de la caballería andante» 19. Cervantes menciona con encomio, al citado «don
Alonso» en varios otros lugares de su obra literaria2o •
18. Walter Mignolo incluye en las Crónicas de Indias «cartas relatorias, relaciones, la crónica y la
historia» (ver «Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista», en Historia de
la literatura hispanoamericana, tomo 1: Época colonial (Madrid, 1982).
21. El motivo de la «quema de las naves tras sí» se cristalizó por primera vez en la Segunda Carta
de Cortés, que apareció en diversas ediciones y traducciones del siglo XVI, posteriores a su
edición original de 1522. Del corpus costesianum (1519-26) sólo a las cartas primera y quinta
no tuvo acceso Cervantes. El «Gran Hemando Cortés» también se menciona en E/licenciado
Vidriera; ver Nove/as ejemplares (Buenos Aires: Espasa-Calpe, p. (06).
22. Carlos Fuentes, Don Quixote, or the Critique 01 Reading (Austin: The University of Texas,
(976), p. 11. [Existe, desde luego, la versión del libro de Fuentes, en espailol: Cervantes o la
crítica de la lectura (México: Mortiz, 1976), N. E.l.
Cervantes y «La materia de América» 31
1I na especie burlesca del género). Otro paralelo propuesto entre Colón y don
Quijote, a mi parecer bastante estéril, es el argumento de que ambos eran de
origen «converso» (es decir, que sus antepasados eran judíos convertidos)23.
Me gustaría sugerir aquí algunos paralelos más psicológicos, más generati-
vos, entre el Caballero de la Triste Figura y el triste «descubridor» de las
Indias. Ambos sufren de una imaginación crédula; de una disposición hacia
el encantamiento; de un afán por las ceremonias de nominación; de una
ideología de certidumbres basada en la autoridad en vez de la experiencia;
de una propensión por ajustar datos; de una inclinación a negar la humanidad
de quienquiera que los confronte con noticias inesperadas; de un hábito de
imponer juramentos a otros; y, por último, de un fanatismo por los libros,
tomando al pie de la letra todo lo escrito.
23. Jacob Wasserman hizo hincapié en lo que vio del curioso quijotismo de Cristóbal Colón. lo que
a su vez pudo haber inspirado la bifurcación quijotismo-judaísmo, del libro de Madariaga sobre
Colón, texto que habló en favor de la extracción judía de los españoles, basándose en sus hábitos
y rasgos personales. El argumento judío no se encuentra bien documentado.
palabras: «Si hay alguna persona que 10 pretenda contradecir, salga conmigo
al campo, donde 10 podrá batallar, el cual se 10 aseguro, porque en su defensa
ofrezco de morir ahora y en cualquier tiempo»25.
América en el Persiles
25. Ver Gonzalo Menéndez Pidal.lmagen del mundo hacia 1570 (Madrid. 1944). p. 12; citado por
Daniel P. Tresta, «Parodia y mitificación del Nuevo Mundo en el Quijote». Cuadernos
Hispan_ricanos. 430 (1986). pp. 67-68.
26. Valentín de Pedro. América en las letras españolas del Siglo de Oro (Buenos Aires: Sudame-
ricana. 1954). p. 78. Ver también. en la p. 80. una lista de los conquistadores. sus fantásticas
proezas. y sus «palabras quijotescas». El autor nos recuerda que Miguel de UnamunO-Uamó en
una ocasión a Simón Bolívar «el Quijote de América».
Pero aquí me interesa hablar sólo de los primeros seis capítulos del
Persiles, que, en mi opinión, funcionan como una sátira (y no muy benévola)
de los actos simbólicos del Imperio español. Un editor del Persiles considera
estos seis capítulos como un «largo comienzo repelente». Los protagonistas
del Persiles, viajando hacia Roma como peregrinos europeos durante la
década de 1560, caen prisioneros de una «gente bárbara». ¿Quiénes son esas
gentes? Consideremos su etnografía: se visten en «pieles de animales, no
cosidas, ni cortadas a medida, sino ceñidos por el cuerpo» (94); comen una
dieta de «apetitoso marisco» (80), «diversos géneros de frutas secas» (85),
y un tipo de «pan ... que no era de trigo» [¿sería manioc o cazabe =harina de
yuca?; tortillas o pan de maíz] (80); beben agua de «cortezas de árboles»
(71); viajan sobre los ríos en «balsa[s] de maderos» (52) [no hay mención de
«piraguas» o «canoas»]29; hacen música con «chirimías» (61); pelean con
arcos y flechas (con puntas «de pedernal») (53) y luchan con «puñales» (68);
se comunican con los europeos algunas veces «por señas» (53), otras por
medio de una «intérprete», una esclava llamada Transita (¿una especie de
Malinche?) (62,69); y compran doncellas de ciertos mercaderes, pagándoles
o con «pedazos de oro no acuñado» (85), o con «preciosísimas perlas». Este
último negocio recuerda una situación mencionada por Colón en su carta
sobre el tercer viaje. En Santo Domingo, escribe Colón, se compran mujeres
28. La referencia alude al hijo del «verdadero» magistrado de Trujillo en 1607, que resulta ser
descendiente del conquistador «of the maidenhead of Peru» (para usar la frase de Sir Walter
Raleigh). Emparentado con Cervantes, por razones de su matrimonio, Francisco Pizarro y Juan
de Orenana eran hermanos, e hijos de un don Fernando de Orenana, el regidor de Trujillo en
1607. Ver la nota de Avane-Arce, al Persiles, en p. 288. Ver, además,la Vida, de Astrana, VI,
519; VII, 431-32, así como su Apéndice XXVII, pp. 746-50, a propósito de los documentos
inéditos de los Pizarro y otros. Stelio Cro sostiene que esos nombres muestran la familiaridad
de Cervantes «con las cosas de Indias» (<<Cervantes, el Persiles, y la historiografía indiana»,
Anales de literatura hispanOlJmericana (Madrid), 4 (1975), pp. 5-25).
29. Mientras Cervantes describe «una balsa de maderos, y atados unos con otros con fuertes bejucos
y flexibles mimbres» (52), el Inca Garcilaso habla de «balsas ... de cinco o de siete palos largos,
atados unos con otros»; ver Comentarios reales, ed. de Aurelio Miró Quesada, tomo I (Caracas:
Ayacucho, 1976), libro I1I, cap. XVI, p. 155.
34 Diana de Armas Wilson
30. Colón le escribe al ama del príncipe don Juan de Castilla. Ver CecilJane, ed. The Four Voyages
ofColumbus, p. 61.
32. Esto está en contraste con el canibalismo «de sobrevivencia» representado en La Numancia,
texto que con justeza'Carroll Johnson percibe como ambivalente al imperio. Los sitiados
numantinos -«bárbaros» que por su libertad luchaban contra el agresor imperio romano---
tenían la orden de matar y esparcir los cuerpos mutilados de los prisioneros romanos. El hecho
Ce"antes y «La materia de América.. 35
por cosa inviolable y cierta, persuadidos, o ya del demonio, o ya de un
alltiguo hechicero a quien ellos tienen por sapientísimo varón, que de entre
dios ha de salir un rey que conquiste y gane gran parte del mundo; este rey
que esperan no saben quién ha de ser, y para saberlo, aquel hechicero les dio
esta orden: que sacrificasen todos los hombres que a su ínsula llegasen, de
cuyos corazones (digo, de cada uno de por sO, «hiciesen polvos, y los diesen
a beber a los bárbaros más principales de la ínsula, con expresa orden que,
el que los pasase sin torcer el rostro ni dar muestra de que le sabía mal, le
alzasen por su rey; pero no ha de ser éste el que conquiste el mundo, sino un
hijo suyo» (57).
de que La Numancia sea un texto ambivalente puede quedar mostrado en sus dispares lecturas.
Avalle-Arce lo lee como un himno a «la gloria imperial de Espaila» (<<Poesía, historia,
imperialismo: La Numancia», Anuario de Letras, 2 (1962), p. 71); pero Willard F. King lo lee
«as an epic poem of resistance to aggression by an imperial power», con los agresores romanos
«obviously... playing the role of the expansionist Castilian empire» de los días de Cervantes
(<<Cervantes'Numancia and Imperial Spain», MLN, 94 (1979), pp. 206 Y 208). Ver también
Carroll B. Johnson, «La Numancia and the Structure ofCervantine Ambiguity», en Ideologies
and Literature, 3 (1980), pp. 75-94.
33. Estos caníbales recuerdan a los antropófagos de Aristóteles, aquellas tribus del Mar Negro, de
los aqueos y ... , de quienes se afirmaba que «se deleitaban en came humana» (Política, 1338 b
19, Y Ética a Nicomaco, 1148 b 19 ss.).
34. Pese a que Garcilaso nos deja la impresión -antes de la mesiánica irrupción de Manco Cápac
en los oscuros tiempos de los preincaicos- de que la totalidad del mundo andino vivía en un
extremo estado de salvajismo, recientes estudios arqueológicos y etnohistóricos contradicen
tales afirmaciones. Conrad y Demarest, por ejemplo, ven esta alteración de los preincaicos como
parte de la «propaganda imperial del Cuzco», y como «la más flagrante mentira». No pretendo
36 Diana de Armas Wilson
buscar los motivos que llevaron alInea Garcilaso a acusar a los preincaicos de canibalismo. No
obstante, Roberto González Echeverría sostiene que el reconocimiento y la concesión persona-
les del propio Garcilaso dependían de la confrrmación de la nobleza de los incas. Esto, a su vez,
dependía del correspondiente barbarismo de las culturas previas.
35. Citado por Conrad y Demarest, p. 115. Un jesuita que llegó a Lima en 1600, el padre Cobo,
utilizó, como sus dos fuentes primarias, alInea Garcilaso y al toledJJno Corregidor del Cuzco,
Polo de Ondegardo. Pese a que el relato del ídolo puede ser apócrifo, los descubrimientos
arqueológicos confJCffi8R las afirmaciones de Cobo, según las cuales los incas, en forma
ocasional, hacían sacrificios humanos. Ver Bemabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo, ed.
Marcos Jiménezde la Espada (Sevilla: Sociedad de Bibliófilos Andaluces, 1890-1895),4 tomos;
libro 13, cap. 5, 1890-95; tomo 3, p. 325. Ver también Inca Religion and Customs by Father
Bemabé Cobo, transo and ed. Roland Hamilton (Austin: University of Texas, 1990).
36. Pedro Martyr de Anglería, DécadJJs del Nuevo Mundo. Ed. Edmundo O'Gorman; trad. A.
Millares CarIo (Santo Domingo: Corripio, 1989), dos tomos. Ver el «Prefacio».
37. Historia gene.ral del Perú, Obras completas delInca Garcilasode la Vega, ed. P. Carmelo Sáenz
de Santa María, S.I.(Madrid: Atlas, 1960), tomo 3, p. 50.
Cervantes y «La materia de América» 37
españoles que soñaban con un «suave yugo» imperialista- fue refutada por
el humanista Francisco de Vitoria, quien dedicó una sección entera de su
tratado De Indis (1.2.2.) a cuestionar la tesis de que el emperador Carlos V
pudiera ser señor o monarca del mundo enter038 • La representación cervan-
tina de lo que define a un bárbaro -su vanidad, sus profecías mesiánicas, sus
esquemas providencialistas, sus corazones preocupados «con la ira y la
venganza», sus sueños de un imperio global- tiene ciertas afinidades (me
duele decirlo) con las estructuras del imperialismo español. Se podría
afirmar que por la vía literaria -menos directa, más alegórica- Cervantes
se acerca a ese grupo de españoles visionarios que generaron una crítica
interna de su propio imperio; por ejemplo: Antonio de Montesinos, Francis-
co de Vitoria, Bartolomé de Las Casas.
39. Ver María Antonia Garcés, "Coaches, Litters, and Chariots ofWar: Montaigne and Atahualpa»,
JHP, 16,2 (1992), pp. 155 Y ss.
40. En el discurso del Siglo de Oro, dicha categoría analítica estaba por lo general reservada a moros
y judíos. El hecho de que tales minorías se podían asimilar a los habitantes americanos se
manifiesta con una sola línea citada por López de Gómara, la descripción de ciertos indios de
la provincia de Esmeraldas: «viven como sodomitas, hablan como moros y parecen judíos».
Francisco López de Gómara, Historia general de las Indias y Vida de Hernán Cortés (Caracas:
Ayacucho, 1979), p. 187. Ver Porras Barrenechea, Ellnca Garcilaso en Montilla (/561-16/4J,
p. 230. Garcilaso respondió a este acto de racismo, en el margen de su edición del texto de
38 Diana de Armas Wilson
Gómara, así: «pues ni son judíos ni moros sino gentiles». Ver también la opinión de Luis E.
Varcárcel para quien «nuestro Garcilaso era un indio, era un hombre de color, un infiel, a la
misma altura que un morisco o unjudío»; citado por Juan Durán Luzio, en «Sobre Tomás Moro
en el Inca Garcilaso», Revista Iberoamericana, 42 (1970), p. 351.
41. Todorov se pregunta quién determina qué es bárbaro y qué es civilizado: «Only one of the two
parties to the agreement, between whom subsists no equality or reciprocity». Tzvetan Todorov,
The Conquest 01 America, transo Richard Howard (New York: Harper & Row, 1984), p. ISO.