Americanismo Literario (Santiago de Chile, 1963)

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RAICES DEL AMERICANISMO LITERARIO*

Como distinción válida, que conviene establecer desde un


comienzo, diré que una cosa es la declaración del america-
nismo literario, declaración sostenida en manifiestos y progra-
mas, y otra, el reconocimiento que podemos hacer de ese ame-
ricanismo a través de los textos.
La elemental distinción que señalo me permite afirmar
que en la época colonial pueden, sí, rastrearse manifestaciones
indirectas de americanismo, pero no, declaraciones abiertas y,
menos aún, programas elaborados minuciosamente.
La explicación es sencilla: tales pretensiones son contra-
rias, en principio, a la situación político-social, estado que es,
en mucho, prolongación del mundo español a través del océa-
no. Y el fenómeno literario no escapa a esa fisonomía. En todo
caso, repito, el nuevo ámbito y condiciones del hombre per-
miten nuevas formas sociales que se apartan de lo más típica-
mente español \ En cambio, no permiten mayormente decla-
* Este trabajo es el desarrollo de unos párrafos que figuran en mi estudio
Americanismo literario (Santiago de Chile, 1963).
Dos aclaraciones con respecto a! título. Como no sobrepaso, hacia adelante, la
época de las revoluciones de independencia, hago especial hincapié en lo de 'raí-
ces'. Y en lo que se refiere a 'americanismo', si bien me ocupo preferentemente
del sector hispánico, aun con esta limitación, su enfoque permite entonces desbor-
des amplios, tal como es fácil mostrar.
1
Así, con justificada prioridad, surge en América la rivalidad social entre
criollos y peninsulares. Se refleja, especialmente, en la burla o actitud enconada
de los primeros, que se consideran pospuestos — cargos, honores, recompensas,
etc. —, frente a los segundos. Ejemplo magnífico es el muy citado soneto que co-
mienza:
Viene de España por el mar salobre...
Todo esto, sin referirme concretamente al problema del indio y a otras dispu-
tas entabladas ya en el siglo de la Conquista.
La Sumaria relación de las cosas de Nueva España, de BALTASAR DORANTES
DE CARRANZA, obra escrita hacia 1604 y publicada en México en 1902, atribuye el
soneto mencionado a Mateo Rosas de Oquendo (ver pá^s. 112-114).

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BICC, XXIII, 1968 RAÍCES DEL AMERICANISMO LITERARIO 537

raciones que pretendan ya, desde temprano, una independen-


cia cultural, Por otro lado, es evidente que fuera de algunas
manifestaciones indigenistas, muy limitadas, el proceso mues-
tra, de manera natural, una etapa de aprendizaje y asimila-
ción antes de pretender, con la ayuda del factor político, la
liberación literaria. (Y no interesa aquí examinar si esa 'libe-
ración literaria' fue en mucho, después, cambio de tutela).
Lo que encontramos sobre todo en la época colonial, con
testimonios en Europa y en el Nuevo Mundo, es la defensa de
los americanos. Mejor dicho, de los ingenios americanos o de
obras de los españoles avecindados en estas regiones. A veces,
en relación con ataques o desconocimientos; a veces, como ne-
cesidad de puntualizar que no sólo los españoles europeos, sino
también los 'españoles americanos', ofrecen frutos intelectuales.
En España, nada menos que Cervantes y Lope de Vega
elogian a escritores que nacieron o vivieron en América. Cer-
vantes, en el Canto de Calíope {La Galatea, Alcalá, 1585, li-
bro VI), y Lope de Vega, en diversas ocasiones, pero, sobre
todo, en El laurel de Apolo (Madrid, 1630). Claro que ni
Cervantes ni Lope — grandeza aparte — pueden citarse como
ejemplos de rigor en los juicios críticos.
De la región antartica podría
eternizar ingenios soberanos,
que si riquezas hoy ostenta y cría,
también entendimientos sobrehumanos...
(CERVANTES, Canto de Calíope).

Las Indias, en ingenios mundo nuevo,


que en ellas puso más cuidado Febo
que en el oro que cría...
(LOPE DE VEGA, Laurel de Apolo, silva II) 2 .

Cf., también, en LOPE DE VUCA:


Yo no lo niego, ingenios tiene España,
libros dirán lo que su Musa luce,
y en propia rima, imitación extraña.
Mas los que el clima antartico produce
sutiles son, nolables son en todo,
lisonja aquí mi emulación me induce. . .
(Bclardo a Amarilis, Epístola séptima, en Epístolas
de Amarilis y Belardo . . . , Madrid, 1776).

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Y para mostrar, en otra faz, el testimonio de españoles


avecindados en América, no cabe duda de que los nombres
que acuden con mayor presteza hasta nosotros son los del doc-
tor Juan de Cárdenas y de Bernardo de Balbuena.
Del primero son unas tempranas y muy citadas páginas
que corresponden a su obra Problemas y secretos maravillosos
de las Indias (Madrid, 1591), donde destaca el "agudo, tras-
cendido y delicado ingenio de los nacidos en Indias". Y dic-
tamina:
Así que podemos concluir que a la gente desta tierra les com-
pete la viveza y delicadeza de ingenio por naturaleza, y la constancia
por propia virtud, repugnando a la complexión y composición que por
otra parte de los cuatro humores les compete, y esto les es más de
agradecer. Y la razón última con que concluye este capítulo 3 .

De Balbuena, aunque se restrinja a una región, su entu-


siasta homenaje se dirige a la "Grandeza mexicana":
Aquí hallaréis más hombres eminentes,
en toda ciencia y todas facultades,
que arenas lleva el Gange en sus corrientes:
Monstruos en perfección de habilidades,
y en letras humanas y divinas
eternos rastreadores de verdades. . . •*.

Otro ejemplo:
[CELIA, aparte]: "Siempre oí decir que los indianos hablan mucho, si bien
bueno, porque aquel clima produce raros y sutiles ingenios. . . " (La Dorotea, acto
II, escena V, Madrid, 1632).
En esta curiosa cita de La Dorotea, por otra parte, hasta puede hallarse un
lejano precedente de la caracterización del tropical ismo que muchos atribuyeron
después a los hispanoamericanos.
* Cf. Dr. JUAN DF. CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias.
México, 1591. Ver edición facsimilar, de Madrid, 1945, fols. 176-182.
Comentaba recientemente EMILIO URANCA: "Bastaría q u e el doctor Juan de
Cárdenas hubiera escrito esta página [fols. 176 v, 177, 177 v.] s ó l o e s t a p á -
g i n a p r e c i s a m e n t e d e s u l i b r o , para que los mexicanos estuviéramos
obligados a guardarle duradera y agradecida memoria en los anales de la forma-
ción de nuestra n a c i o n a l i d a d . . . " (El doctor ]uan de Cárdenas, en la Revista de
la Universidad de México (México). XX, n ú m . 7 (1966), pág. 3 ) .
4
Cf. BERNARDO DE HALBUENA, Grandeza mexicana, México, 1604, pág. 34. "Si-
de algún poema hubiéramos de hacer datar el nacimiento de la poesía americana
propiamente dicha, en éste nos fijaríamos, más bien q u e en el Arauco domado de

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BICC, XXIII, 1968 RAÍCES DEL AMERICANISMO LITERARIO 539

Con Balbuena ya entramos en el siglo xvn. Ahora bien,


sin desmerecer tamaños elogios, me parece que tiene —com-
parativamente — mayor valor, la mención de un párrafo des-
pectivo de Justo Lipsio, el famoso humanista belga, y la res-
puesta que mereció de Diego de León Pinelo, de la conocida
familia de los "León Pinelo".
En su obra Lovanium (publicada en Amberes, 1605), jun-
to al homenaje dedicado a la Universidad de Lovaina, citaba
otras universidades de prestigio. Y agregaba: "Y ¿qué más?
¿ Iré al Nuevo Mundo ? Allí ciertamente no hay sino barbarie".
La reacción de Diego de León Pinelo, muchos años des-
pués, apareció en la obra titulada Hypomnema apologeticum
pro Regali Academia Limensi in Lipsianam periodum [Glo-
sas apologéticas en favor de la Real Universidad de Lima y
contra una frase de Lipsio], de 1648. Aquí, León Pinelo no
sólo defiende; como era corriente, el ardor lo lleva, sin duda,
a exagerar los méritos de la Universidad de San Marcos y de
la cultura del Nuevo Mundo. Los americanos —dice— "no
son inferiores en agudeza ni han de envidiar a los de ninguna
otra región, pues honran el templo de la teología y de las Sa-
gradas Escrituras..." °.

Pedro de Oña, aunque éste fuera chileno y Balbuena e s p a ñ o l . . . " (MENÉNDEZ Y


PELAYO, Antología de poetas hispanoamericanos, I, Madrid, 1927, págs. LU-LIH.
Ver, también: "Los delicados ingenios de su florida juventud [de México],
ocupados en tanta diversidad de loables estudios, donde sobre todo la divina al-
teza de la poesía, más que en otra parte, resplandece..." (BALBUENA, Siglo de
Oro en las selvas de Enjile, Madrid, 1608, fol. 101 v.).
6
Cf. AMTONULLO GERBI, Diego de León Pinelo contra Insto Lipsio: Una de
las primeras polémicas sobre el Nuevo Mundo (en la revista fénix, de Lima,
núms. 2-3 (1945-1946).
Diego de León Pinelo nació en Córdoba del Tucumán. Su hermano, el polí-
grafo, estuvo aquí en su infancia. El Epítome de ANTONIO DE LEÓN PINELO es con-
siderado la primera bibliografía vinculada al Nuevo Mundo (1* ed., Madrid, 1629).
Antonio es autor también de una curiosa obra titulada El Paraíso en el Nuevo
Mundo, de la cual sólo se publicó el 'aparato' (Madrid, 1656). Una copia de la
obra original fue hecha por José Eusebio Llano Zapata. A través del 'aparato',
vemos que León Pinelo elogia los "edificios y obras memorables", "las obras pere-
grinas y artificiosas" de los indios peruanos y mexicanos, aunque combate su ido-
latría (Cf. JUAN LARREA, El Paraíso en el Nuevo Mundo, de Antonio de León
Pinelo, en España Peregrina (México), II, núms. 8-9 (1940), págs. 74-94).

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En el siglo xvm, con más amplia trayectoria y mayor


perspectiva, tenemos en España el caso de Feijoo (por otra
parte, tan citado) que, sobre todo en dos de sus ensayos —Ma-
pa intelectual y cotejo de naciones y Españoles americanos —
defiende entusiastamente a los criollos, procura combatir pre-
juicios, y elogia, entre otros, a Sor Juan Inés de la Cruz y a
Peralta Barnuevo °.
De nuevo, nos interesa en especial, dentro de esa mayor
perspectiva, el testimonio de los propios americanos o de espa-
ñoles que viven en América, puesto que en ellos la defensa
suele tener sentido de panegírico o dimensiones de catálogo
minucioso. Así, leemos en Peralta Barnuevo (es decir, uno de
los americanos más elogiados en su tiempo):

Y del modo que aquella gran región, instruida al mismo tiempo


que ocupada, produjo a Roma los Sénecas y los Quintilianos, en una
y otra clase, no hay duda de que la América ha dado a España, y a
sí misma, grandes varones que la han ilustrado y que cada día la ilus-
tran caminando por aquellas dos grandes calles de la gloria que han
formado a un nivel armas y letras... (Historia de España vindica-
da) \

Así, Juan José de Eguiara y Eguren responde desde Mé-


xico, a mediados del siglo xvm, al Deán de Alicante, Manuel
Martí, quien, en unas Epístolas latinas (publicadas en Madrid,
en 1736) se había referido despectivamente a los americanos.
Con tal motivo, Eguiara y Eguren trazó en su Bibliotheca Me-
xicana (México, 1755) un copioso índice de autores y obras
originadas en aquella región. Manifestación de calor patrióti-
co, con amor propio 'mexicano', a pesar de ser obra escrita en

* Ver mi estudio Veijoo y América (en Universidad Nacional de la Piala,


fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, La Plata, 1965, págs. 293-310). Cf.
también AGUSTÍN MILLARES CARLO, Feijoo en América, en la revista Cuadernos
Americanos (México), XV, núm. 3 (1944), págs. 139-160.
7
Ver PEDRO DK PERALTA BARNUEVO, Historia de España vindicada, Lima.
1730, Prólogo.
Ver también, su poema Lima ¡lindada (2 vols., Lima, 1732) cuyo Canto Vil
en una larga lisia de obras escritas por ingenios peruanos, con los correspondientes
elogios del autor.

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latín 8. Claro que la lengua puede explicarse con diversas ra-


zones.
Eguiara y Eguren no fue el único en desmentir —desde
América— al Deán de Alicante. También lo hicieron otros,
y, entre ellos, Juan Martín Félix de Arrate. Es cierto que la
obra de éste permaneció inédita hasta 1830, pero no cabe duda
de que su manuscrito corresponde al siglo xvm. En la Llave
del Nuevo Mundo, de Arrate, vemos que el autor, apoyándose
sobre todo, como era entonces frecuente, en la autoridad de
Feijoo, procura afirmar la madurez de los americanos; y, en la
necesidad de dar ejemplos, recurre a nombres como el de Pe-
ralta Barnuevo, tan repetido, y el del Conde de la Granja
(madrileño, pero que pasó buena parte de su vida en Améri-

Quizás sea el momento de decir que a lo largo del siglo


xvm se va conformando una nutrida bibliografía, de previsi-
ble doble cara. Una cara está dada, en Europa, por la tesis que
achaca a los americanos incapacidad o limitación, como con-
secuencia, particularmente, del clima de estas regiones. Un
ejemplo: David Hume afirmaba en 1748 — Of national cha-
racters— que los que habitaban dentro del Círculo Polar co-
mo los que vivían en zonas tropicales eran espiritualmente
inferiores a los de las zonas templadas. Es cierto que Hume
no se refería concretamente a los americanos, pero su juicio
los aludía de manera especialI0. La otra cara —en España y
en América — procura destruir tal baldón. El español Antonio
Peralta Castañeda ya había combatido, en el siglo xvn, la idea
de que el ingenio de los criollos asomaba precozmente y se
perdía antes. El padre Feijoo, en el siglo xvm, retomará y am-

8
JUAN JOSÉ DE EGUIARA Y EGUREN, Bibliotheca Mexicana, sive ernditorum hi-
storia viroritm qui in America Borcali nati vcl alibi geniti, in ipsam domicilio aut
sttidits adscitt, qitavts Ungita scripto altqtird tradiderunt... (México, 1755). Ver,
también J. J. DE EGUIARA Y EGURES1, Prólogos a la Biblioteca mexicana, traducción
de Agustín Milares Cario, México, 1944.
* JUAN MARTÍN FÉLIX DE ARRATE (1701-1765) nació en la isla de Cuba. Ver
su obra Llave del Nuevo Mundo, cd. de México, 1949, págs. 140, 141 y 232.
10
Citado por ANTONELLO GERBI, Viejas polémicas sobre el Nuevo Mundo,
Lima, 1944, pág. 33.

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542 EMILIO CARILLA BICC, XXIII, 1968

pliará la defensa de los americanos n . En fin, ya conocemos


cuánto pesó la autoridad de Feijoo en su tiempo; de ahí que
no nos asombre ver con frecuencia su nombre en escritos que
reiteran el problema.
Dejando en el camino alegatos más o menos líricos (co-
mo el de Maziel y"el del Padre Manuel de las Casas 12 ), quiero
referirme, al avanzar el siglo, a dos defensas hechas en Amé-
rica y en obras de algún relieve. Una, en el norte, y otra, en
el sur del continente.
La del norte es del jesuíta Francisco Javier Clavijero
(1731-1787), uno de los jesuítas expulsados por Carlos III, que
defiende a los americanos y, en especial, a los mexicanos ("los
propiamente americanos, que son los más injuriados y los más
indefensos") 13. Lo que está de acuerdo con su intención de
u
El Padre PERALTA lo dice en su Historia de Tobías (1667). Ver Padre
FEIJOO, Españoles americanos (en el Teatro crítico universal, t. IV, Madrid, 1730).
12
Cf. JUAN BALTASAR MAZIEL, Reflexiones sobre la famosa arenga, pronuncia-
da en Lima por un individuo de la Universidad de San Marcos... (ver el texto
en JUAN PRODST, [lian Baltasar Maziel: El maestro de la Generación de Mayo, Bue-
nos Aires, 19-16, pág. 438); P. MANUEL DE LAS CASAS, Aprobación de la obra de
Fray AGUSTÍN DE QUEVEDO Y VILLEGAS, Opus Theologicum, I, Madrid, 1752 (la
Censura está firmada en Madrid, el 4 de mayo de ese año: ver JUAN DAVID GAU-
CÍA BACCA, Antología del pensamiento filosófico venezolano (siglos XVIl-XVIII),
Caracas, 1954, págs. 194-195).
13
FRANCISCO JAVIER CLAVIJERO, Historia antigua de México (esta historia fue
escrita originariamente en español, pero fue publicada, por primera vez, en italiano,
1780-1781). La primera edición española es la de Londres, 1876, traducida por
J. J. de Mora. Ver, ahora, la ed. de México, 1944 (2 tomos).
En CLAVIJERO leemos también: "He nacido de padres españoles y no he teni-
do la menor afinidad ni consanguinidad con indios, ni espero el menor galardón
de su miseria. As! que, sólo por amor de la verdad y el celo en favor de la espe-
cie humana, me hacen abandonar la causa propia [la de los criollos] y abrazar la
ajena con menos peligro de errar..." (CLAVIJERO, Historia de la Antigua o Baja
California, cit. por JULIO LE RIVEREND BRUSONE, en el prefacio a la Historia anti-
gua de México, I, cd. de México, 1944, pág. 11).
Otro jesuíta (éste, español), JAVIER DE LAMPILLAS, escribió una circunstancial
apología de la obra de España en América y de los escritores nacidos en el Nuevo
Mundo. Aclaro que Lampillas no estuvo en América, " . . . q u e nos muestren las
demás naciones las bibliotecas de los escritores americanos, como mostraremos noso-
tros las de los americanos españoles llenas de ingenios sublimes y amenísimos ¿Y
qué nación sino la española pudo conseguir que las musas cruzasen el Océano,
haciendo que aquellas montañas, antes bárbaras, compitiesen con el Parnaso eu-
ropeo?" (JAVIER DE LAMPILLAS, Ensayo histórico apologético de la literatura es-
pañola contra la opinión preocupada de algunos escritores modernos italianos.

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escribir una historia de México, "escrita por un mexicano",


antes de que exista —realmente— la nación mexicana.
El segundo testimonio, vale decir, el del sur, tiene un ca-
rácter más pintoresco, pero no por ello menos valioso. Corres-
ponde al Lazarillo de ciegos caminantes, de Concolorcorvo,
seudónimo que hoy nos permite reconocer la definida pater-
nidad del español Alonso Carrió de la Vandera. Pues bien,
en el Lazarillo, hacia el final del libro, encontramos párrafos
como éste:
Protesto a usted, señor Inca, que ha cerca de cuarenta años que
estoy observando en ambas Américas las particularidades de los inge-
nios de los criollos y no encuentro diferencia, comparados en general
con los de la Península 1 4 .

Llegamos, por este itinerario, a los primeros años del si-


glo xix, es decir, a la época de las revoluciones de independen-
cia. Allí, en vísperas o a punto de enfilar hacia otras direc-
ciones, aparece, como una prolongación de obras anteriores,
como la de Eguiara y Eguren, el aporte bibliográfico de José
Mariano Beristáin de Souza, cuyo detallado título es todo un
compendio de su contenido: Biblioteca Hispano América Sep-
tentrional o catálogo y noticias de los literatos que o nacidos o
educados o florecientes en la América Septentrional Española,
han dado a luz algún escrito, o lo han dejado preparado para
la prensa (3 vols., México, 1816-1821).
En fin, me parece justo terminar este recuento, sin salir
de la misma época, con el nombre significativo de Alejandro
de Humboldt. Las obras de Humboldt vinculadas al Conti-

traducción española de Josefa Atnat y Borbón. t. III, Madrid, 1783, págs. 208-
209).
A propósito de las musas y el Parnaso, diré que, antes, MAZIEL había expre-
sado un pensamiento semejante (ver Reflexión sobre la famosa arenga, ed. citada,
pág. 438). Las citas precedentes, sin mayor importancia, pueden considerarse en
relación con la difundida, y posterior, Alocución a la poesía, de ANDRÉS BELLO.
11
Cf. CONCOLORCORVO, El lazarillo de ciegos caminantes, Buenos Aires,
19-12, págs. 394-395.
En un reciente estudio (Dos antiguos viajeros rioplatenses, en Studi di Letlera-
tura Ispano-Americana (Milán), I (1967), págs. 31-39) procuro sintetizar nuevos
aportes sobre esta obra y el ya no enigmático autor.

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nente — cuya importancia no descubrimos — ofrecen datos


seguros y comentarios sensatos en relación con el momento (y
aun con momentos anteriores, como ocurre en sus apreciacio-
nes sobre las culturas indígenas). Claro que, de manera espe-
cial, nos interesan sus juicios vinculados a aquellos años de su
viaje. Sobre la Nueva España, sobre diversas ciudades hispano-
americanas que conoce. Y señala:
En México y el Perú se han hecho sinónimos los nombres de
europeos y españoles; y de ahí que los habitantes de las provincias le-
janas no conciben fácilmente que haya europeos que no hablen su len-
gua...
No sucede lo mismo con los americanos que viven en la capital.
Los que han leído las obras de la literatura francesa o inglesa incurren
fácilmente en el defecto contrario; pues tienen de su metrópoli una
idea más desfavorable que la que en Francia se tenía de ella, cuando
eran menos comunes las comunicaciones entre España y el resto de
Europa. Prefieren a los extranjeros de los otros países sobre los espa-
ñoles; y alimentan la creencia de que la cultura intelectual progresa
más rápidamente en las colonias que en la metrópoli.
Son ciertamente muy notables estos progresos en México, La Ha-
bana, Lima, Quito, Popayán y Caracas...
En todas partes se observan hoy día un gran movimiento intelec-
tual y una juventud dotada de singular facilidad para penetrar en los
principios de las ciencias. Hay quien pretende que esta facilidad se
nota más en los habitantes de Quito y Lima, que en México y Santa
Fe: aquellos parecen dotados de un ingenio más fácil y ligero, de una
imaginación más viva; al paso que los mexicanos y los naturales de
Santa Fe tienen la reputación de ser más perseverantes para continuar
los estudios a los que comenzaron a dedicarse.. . 10.

" Ver ALEJANDRO DE HUMBOLDT, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva


España, traducción de Vito Alessio Robles, Libro II, cap. vn (cd. de México, II,
1941, págs. 121-122). La dedicatoria de Humboldt está fechada en el año 1808.
Poco antes de Humboldt, el chileno MANUEL DE SALAS ofrece algunas coinci-
dencias que conviene recordar: "Manuel de Salas —dice Antonello Gerbi— pro-
testaba con vehemencia (1801) contra la tesis de que los americanos fueran infe-
riores e incapaces de elevarse a la altura de las ciencias exactas. Contra las
calumnias de Sepúlveda (el gran polemista rival de Las Casas) y de Paw, reivin-
dicaba hombres como Peralta, Franklin y Molina, y sus merecimientos en los cam-
pos de la astronomía, la electricidad, la historia. Volviendo sobre el argumento tan
caro a Garcilaso, contra la tesis de la decadencia, proclamaba la juventud del
Nuevo Mundo, cuya civilización continental ya podía independizarse de la vieja
y cansada Europa" (A. GERBI, Viejas polémicas sobre el Nuevo Mundo, ed. citada,
págs. 65-66).

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CONCLUSIÓN

Resumo. Hemos visto, por un lado, elogios en serie, poco


o nada diferentes a los que en España se prodigan a ingenios
peninsulares. En todo caso, con la simple distinción de 'espa-
ñoles americanos', o con la salvedad geográfica que marcan
las Indias, la región Antartica u otras equivalentes.
Por otro lado, la defensa (explicable defensa) que surge
a ambos lados del Océano ante ataques o limitaciones atribui-
das. O, en fin, frente al desconocimiento que en Europa (in-
cluida, a veces, España) se tenía de América.
Por otro, en fin, los nombres propios, en más o menos
nutridas listas, con las cuales se pretende mostrar la existen-
cia de ingenios americanos. De que América (no importan re-
giones) es tierra propicia a las labores del espíritu. Y, sobre
todo, a la faena literaria.
Es cierto que, a menudo, los signos positivos que se adu-
cen procuran mostrar, como realce, lo que une más que lo
que separa. Que no hay diferencias esenciales entre los escri-
tores peninsulares y los del Nuevo Mundo. Por cierto que se
veía esto como un primer paso, si bien no siempre se quedó
en tal perfil.
De tal modo, más que de postulación de un 'americanis-
mo literario', será más exacto hablar de defensa de una 'ma-
durez intelectual', negada o desconocida desde Europa. Natu-
ralmente, era esto lo que la época podía dar. No, doctrinas
nacionalistas, ni ensayos ambiciosos reafirmadores de la indi-
vidualidad continental. Hecha la salvedad, creo, sin embargo,
que en aquellos siglos se van afirmando caminos más o menos
ocultos que buscan nuevos horizontes. Caminos que ganarán
consistencia después, en circunstancias más propicias.
José Enrique Rodó, que estudió casi siempre con perspica-
cia el proceso cultural americano, vio bien cuando destacaba,
en su recordado ensayo sobre Juan María Gutiérrez y su época,
que las tentativas de americanismo literario (como formas de
reivindicación de una autonomía intelectual) nacen, en rigor,
con el Romanticismo. Sin embargo, me parece menos certera
su afirmación cuando llega a decir, rotundamente, que "sería

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' [vano] buscar en el espíritu ni en la forma de la literatura an-


terior a la emancipación una huella de originalidad america-
na" 16.
No pretendo corregir en forma radical (sería imposible) el
último párrafo. Sólo quiero repetir que, si no se da antes del
siglo xix una doctrina de independencia literaria (ausencia
explicable), se dan, por lo menos, atisbos, anuncios. Creo que
es eso lo que he mostrado aquí. Y que, finalmente, hay un
americanismo más complejo y sutil (por supuesto, no decla-
rado ni ensalzado) que es menester captar en obras concretas.
Esto es lo que, en alguna medida y reconociendo precedentes
honrosos, he procurado mostrar en otro estudio 17.

EMILIO CARILLA.

San Miguel de Tucumán,


República Argentina.

" Cf. JOSÉ ENRIQUE RODÓ, ¡nan María Gutiérrez y su época (en El mirador
de Próspero, t. II, ed. de Madrid, 1920, pág. 164).
17
Ver mi estudio titulado Americanismo literario, en el Boletín de Filología
(Santiago de Chile), XV (1963), págs. 257-325. Por supuesto, este intento no
pretende desconocer valiosos enfoques como los de PEDRO HKNRÍQUEZ UREÑA ("en
busca de nuestra expresión"), José JUAN ARROM (Esquema generacional...) y
otros.

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